Seoane

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La disputa del Canon Clásico en la sociología Javier B. Seoane C. 1. Preámbulo Es un hecho que muchos manuales de sociología estable- cen un canon clásico para la disciplina, un canon que se pre- senta como dado. También resulta un hecho que muchas disci- plinas científicas carecen de canon clásico. Adicionalmente, también podemos decir que es un hecho el que disciplinas hu- manísticas que no se pretenden científicas suelen tener un ca- non clásico. Si se concede la existencia de estos tres hechos, se abre entonces una serie de cuestiones de gran relevancia teóri- co-epistemológica para la sociología que se quiere científica 1. 1 Decimos 11 sociología· que se quiere científica" y no de plano 11 sociología científica" porque partimos del hecho de que lo que se entiende bajo el calificativo "científico" está en dis- cusión desde las diferentes corrientes epistemológicas de los últimos dos siglos, especialmente desde las posturas po- sitivistas centradas en la tradición empírica y las posturas postpositivistas que parten de la primacía del momento teórico en las prácticas científicas. Incluso, autores como Peter Winch rehuyen el calificativo de "científico" y prefie- ren denominar a las ciencias sociales como 11 estudios socia- les" (cf. Winch, 1990). Nosotros pensamos que esta última postura hace perder el carácter distintivo de las ciencias so- ciales con relación a la filosofía, las artes u otras formas cognoscitivas. Así, con Ágnes Heller, de

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SEOANE, Javier B. (2011). “La disputa del Canon Clásico en la sociología”, en Alexis Romero Salazar y María C. Parra Sandoval (Eds.), El pensamiento sociológico: del siglo XIX al siglo XXI, Universidad del Zulia, Maracaibo.

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  • La disputa del Canon Clsico en la sociologa

    Javier B. Seoane C.

    1. Prembulo

    Es un hecho que muchos manuales de sociologa estable-cen un canon clsico para la disciplina, un canon que se pre-senta como dado. Tambin resulta un hecho que muchas disci-plinas cientficas carecen de canon clsico. Adicionalmente, tambin podemos decir que es un hecho el que disciplinas hu-mansticas que no se pretenden cientficas suelen tener un ca-non clsico. Si se concede la existencia de estos tres hechos, se abre entonces una serie de cuestiones de gran relevancia teri-co-epistemolgica para la sociologa que se quiere cientfica 1.

    1 Decimos 11 sociologa que se quiere cientfica" y no de plano 11 sociologa cientfica" porque partimos del hecho de que lo que se entiende bajo el calificativo "cientfico" est en dis-cusin desde las diferentes corrientes epistemolgicas de los ltimos dos siglos, especialmente desde las posturas po-sitivistas centradas en la tradicin emprica y las posturas postpositivistas que parten de la primaca del momento terico en las prcticas cientficas. Incluso, autores como Peter Winch rehuyen el calificativo de "cientfico" y prefie-ren denominar a las ciencias sociales como 11 estudios socia-les" (cf. Winch, 1990). Nosotros pensamos que esta ltima postura hace perder el carcter distintivo de las ciencias so-ciales con relacin a la filosofa, las artes u otras formas cognoscitivas. As, preferimo~/~ablar, con gnes Heller, de

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    H;ace falta o no un canon clsico en la disciplina? Y, si hace fal-ta, entonces, quines y qu obras conformaran el canon? El presente trabajo interroga por la configuracin del campo so-ciolgic02 alrededor de autores clsicos. Es decir, indaga sobre

    ciencias hermenuticas; esto es, ciencias que proporcionan interpretaciones y sentidos sobre el mundo social y que, en su carcter de ciencias, no pueden renunciar a la preten-sin de producir conocimiento verosmil sometido a con-troles disciplinarios (metdicos) rigurosos, controles a los que no se somete ni la filosofa, ni las artes ni otras formas del conocimiento, tambin enteramente legtimas (cf. He-ller y Fehr, 1994: 52-100). Igualmente, en este artculo hablaremos de sociologa en singular por respetar una lar-ga convencin. Pero no hay un modo nico de comprender esta disciplina, sino, por el contrario, muchos discursos (positivistas, marxistas, funcionalistas, fenomenolgicos, hermenuticos, etc.) que la comprenden de modo diferente. Se trata de discursos que configuran un campo de objetos, de mtodos, de controles de investigacin. En otro lengua-je, la sociologa es constitutivamente pluriparadigmtica.

    2 En cuanto a la nocin de campo, seguimos a uno de los au-tores que ms han hecho uso de la misma, a saber, Pierre Bourdieu (1930-2002), para quien los campos son espa-cios discursivos estructurados que estable'cen para las dis-ciplinas cognoscitivas un orden de objetos de estudio y m-todos aseguir. Bourdieu llega a enunciar que los campos tienen leyes invariables independientemente del asunto particular del cual sean campos (Bourdieu, 2000:112). Por ejemplo, y de acuerdo con nuestro inters en este artculo, cabe decir que los campos se constituyen histricamente, por lo que estn sometidos a importantes modificaciones conforme se van resolviendo -antiguas luchas de poder y van emergiendo nuevas, luchas en las que van enjuego los objetos y mtodos constituyentes. Por ello, no se mantie-nen estticos ni tampoco lo hacen sus delimitaciones. As, la propia definicin del campo se transforma, lo que impli-car un cambio discursivo y de interpretaciones, as como gradualmente en la identidad toda. Si nos referimos al

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    las disputas en torno a la definicin del campo a partir del esta-blec~iento o no de un canon clsico de la disciplina. Ello es, a nuestro entender, relevante en tanto y en cuanto que las con-

    c~p~io?es c~en~cas positivistas rechazan la idea de que una dISCIplina CIentfica deba retomar a estudios pasados para dar cuenta del presente. Las concepciones positivistas parten de una visin acumulativa progresiva del saber. En este sentido

    . . ' una CIenCIa anclada en estudios clsicos resulta una ciencia "inmadura", que no ha sumado un nmero importante de in-vestigaciones empricas y que no ha podido, en consecuencia, constituir una sistemtica terica de su propio campo de obje-tos y mtodos. Robert King Merton (1910-2003), reconocido terico de la sociologa contempornea, pensaba en estos tr-minos en una de sus principales obras3 . No obstante, frente a

    3

    campo sociolgico, bastara llevar a cabo una historia de los manuales de sociologa para vislumbrar cmo se trans-forman los autores considerados clsicos o claves, los te-mas relevantes, los mtodos resaltados. Dado el caso pluri-paradigmtico de la sociologa, muchas de esas definicio-nes del campo compiten entre s simultneamente, procu-rando volverse hegemnicas en las Asociaciones de cientfi-cos, en los Congresos, en el mundo universitario, etc. Qui-zs, hasta sea mejor hablar de mltiples campos queriendo hacerse pasar cada uno, o al menos una gran cantidad de ellos, como el nico vlido. En sntesis, juzgamos menester considerar que las luchas intestinas en los campos se dan entre interpretaciones que aspiran a establecer una hege-mona hermenutica dentro de la disciplina. "El contraste entre la orientacin de las ciencias hacia las grandes obras clsicas y la de las humanidades, se ha ob-servado a menudo. Este contraste surge de las profundas diferencias en el tipo de acumulacin selectiva que tiene lu-gar en la civilizacin (la cual incluye la ciencia y la tecnolo-ga) y en la cultura (la cual comprende las artes y las confi-guraciones de valores). En las ciencias ms exactas, la acu-mulacin selectiva de conocimiento significa que las apor-taciones clsicas hechas en el pasado por hombres geniales

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    esta concepcin epistemolgica, a partir de la segunda mitad del siglo'XX surge un giro postempirista que considerar que la acumulacin cientfica slo ocurre a lo interno de un para-digma (Thomas S. Kuhn) y que una vez cambiado el paradig-ma por circunstancias muy diversas, hay todo una transfor-macin que va desde la misma percepcin de los objetos dignos de estudio hasta las tcnicas de investigacin a emplear. Este giro postempirista, tambin llamado postpositivista, pone el primado cientfico sobre la teora y no sobre datos y hechos empricos. Esto es, los datos y hechos son siempre selecciona-dos desde marcos tericos y paradigmas que no se refutan f-cilmente por la presencia de observaciones anmalas para la teora. En el marco de referencia de este giro epistemolgico de la segunda mitad del siglo pasado, los clsicos no desmentiran o pondran en tela dejuicio el carcter cientfico de una discipli-na. Por el contrario, esos clsicos se consideraran paradigmas ineludibles para definir campos de investigacin. Incluso, dado el carcter transdisciplinario emergente en la reflexin cientfi-ca de los ltimos decenios, muchas teoras adquiriran el rango de clsicas al no circunscribirse a un campo muy delimitado-de objetos. Ser ste el caso de clsicos como Max Weber, Karl Marx, Georg Simmel, Alexis de Tocqueville o mile Durkheim. As, si bien estos autores son considerados clsicos para mu-chas de las formas de definir la disciplina sociolgica, tambin seran clsicos de un campo por excelencia transdisciplinario: la teora social como teora matricial de las diferentes ciencias sociales.

    o de gran talento, han sido ampliamente desarrolladas en trabajos posteriores, a menudo por hombres de talento cla-ramente mucho menor. La prueba ms rigurosa del cono-cimiento verdaderamente acumulativo consiste en que las mentes comunes pueden hoy resolver problemas que las mentes ilustres no empezaron a resolver antes" (Merton, 1980: 44-45).

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    Dado lo arriba dicho, se comprender mejor que el debate en torno al canon clsico sociolgico est en el mismo ojo del huracn de la disputa sobre el estatuto epistemolgico de la so-ciologa y las ciencias sociales. Aceptar o no un canon clsico re-sulta un indicio muy significativo de cmo un discurso com-prende y legitima la ciencia, y de cmo ese discurso pretende imponerse en el mercado 4e la diversidad sociolgica. Seguire-mos este debate a partir de cuatro relevantes pensadores: J e-ffrey Alexander, Immanuel Wallerstein, Niklas Luhmann y R.W. Connell. Por medio de ellos procuramos presentar algunos matices del asunto. Finalmente, esbozamos una relacin e:ntre las construcciones del canon clsico y la del campo disciplinario.

    2. Cuatro disputantes en torno a la cuestin de un canon clsico para la sociologa

    2.1. Alexander I clsicos remozados y postpositivismo Para Jeffrey Alexander, la vuelta a los "clsicos" se coloca

    en el centro de la revolucin epistemolgica postpositivista aco~tecida a partir de la segunda mitad del siglo XX. En e~te sentido, y para presentar su proposicin en esta materia, segui-remos su explicacin a travs de: a.) la revalorizacin de los "cl-sicos" y su relacin con la demitificacin del positivismo de la pla-taforma epistemolgica postpositivista; b.) el establecimiento de un canon clsico como necesidad funcional de estructurar el campo disciplinario; y, finalmente, c.) los autores del canon clsico y sus mritos cientlficos.

    Ad a.) Alexander comienza por montar su discusin sobre el plano del debate epistemolgico contemporneo. Apuesta, en e~e debate, por la postura postpositivista y piensa que se preCIsa develar la mitologa del positivismo toda vez que esta matriz discursiva epistemolgica todava resulta hegemnica en el mbito institucional de la sociologa (Alexander, 1990: 29). Para el marco epistemolgico positivista, los "clsicos" pertenecen al pasado y, lo que ellos han aportado, se ha de con-servar slo dentro de una teora general (1990: 27).

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    Empero, a mediados del siglo pasado comienza una re-vuelta epistemolgica en el seno de la filosofa de las ciencias cuyas ondas se extienden por todas las disciplinas del conoci-miento. Tal revuelta demoli la candidez positivista en torno a las teoras, la observacin y los hechos como tribunal inquisi-torial de las teoras (Alexander, 1995: 13). Nos referimos, sin duda, a la serie de corrientes que hoy reunimos bajo el nombre de "postpositivismo" unas veces, y otras bajo el nombre de "postempirismo" . Alexander propone una serie de tesis carac-tersticas de este nuevo movimiento epistemolgico, a saber: i) la teora resulta constitutiva del campo de hechos observables relevantes para una prctica cientfica dada; ii) la evidencia emprica no resulta el tribunal ltimo sobre el que descansan las prcticas cientficas; iii) la prctica terica no es escptica y progresiva, sino que, ms bien, tien~e a ser dogmtica y a ge-nerar hiptesis ad hoc claramente defensivas ante presuntas contradicciones con resultados empricos; y, iv) en relacin con las tesis anteriores, cabe afirmar que los cambios en las creen-cias cientficas slo se dan en la medida en que surjan teoras competitivas que reemplacen a las existentes (1990: 30).

    El postpositivismo aseverar que tanto el a priori como el a posteriori de la prctica cientfica es terico, que la primaca toda recae en una apuesta terica inicial, aunque sta muchas veces pueda existir inconscientemente en y para el investiga-dor (1990: 29). Por ello, la condicin hermenutica de la pro-duccin de conocimientos se vuelve insoslayable, entrando en escena la existencia y justificacin de los "clsicos". La teora precede, la interpretacin selecciona qu datos y qu hechos han de ser relevantes para la prctica cientfica (1995: 14). Sin embargo, Alexander est consciente de un problema: en las ciencias naturales no hay "clsicos".

    Por qu no hay clsicos en la ciencia natural? N~estro autor ofrece dos argumentos que responden a esta cuestin. Primero, la atencin de los cientficos naturales se dirige hacia los datos y hechos, lo que va en detrimento de perpetuar discu-siones tericas y clsicas. Ello es as no porque la teora no sea en la ciencia natural un a priori, sino porque las disputas se en-

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    cuentran solapadas (1990: 32). Al estar encubiertas, se presen-ta un mayor grado de consenso, el cual, en ltima instancia define y orienta las prcticas cientficas, dndole mayor uni-formidad y carcter de "ciencia normal" (Kuhn) a las ciencias naturales. Segundo, estas ciencias, debido a lo expuesto, traba-jan sobre la base de modelos ejemplares y no con clsicos (1990: 32). Dichos modelos, al igual que los clsicos, suponen compromisos no empricos, ontolgicos, y, en tal sentido, son en s mismos un a priori terico encriptado.

    Ms, por qu en las cieQcias sociales no se solapan las dis-putas teorticas mientras que en las ciencias naturales s? O, 'en otros trminos, por qu esa fragilidad del consenso en las ciencias sociales en comparacin con las ciencias naturales? Alexander da, bsicamente, tres nuevos argumentos, a saber: primero, muchos de los referentes empricos de las ciencias na-turales, en tanto que exteriores a la mente humana4, pueden ser verificados ms fcilmente entre los miembros de la comu-nidad cientfica; segundo, los objetos de las ciencias naturales no estn tan implicados en cuestiones axiolgicas como los de las ciencias sociales; y, tercero, debido a la naturaleza cognos-citiva y axiolgica de las ciencias sociales el consenso sobre re-

    4 Argumento ste de la exterioridad que, como bien afirma un colega, resulta harto problemtico dadas las posiciones epistemolgicas consolidadas de las tendencias postempiris-tas; No obstante, si uno quisiera rescatar el texto de Alexan-der, podra apelarse como apoyo a la nocin de l/hermenu-tica doble" de Anthony Giddens, quien afirma por medio de ella que, si bien los objetos de las ciencias naturales estn so-metidos a la interpretacin teortica tanto como los de las ciencias sociales, en estas ltimas el terico construye senti-dos e interpretaciones sobre los sentidos e interpretaciones que los objetos (actores sociales) dan a sus acciones sociales (cf. Giddens, 1998: 33-34). As, en las ciencias sociales se constituyen interpretaciones sobre las interpretaciones de los actores, cuestin que no resulta consustancial a los obje-tos de las ciencias naturales.

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    ferentes empricos se dificulta, dificultndose ~~ m~ el ~~nsenso sobre aspectos no empricos de la practica cIentfica (1990: 35).

    Con lo dicho, Alexander pretende finiquitar el probl~~a de la inexistencia de clsicos en las ciencias naturales. AdiCIO-nalmente, nuestro pensador reafirma el carcter ms ret~i~o y persuasivo de la prctica de las ciencias soci~les ~on la ~ocIon foucaultiana de discurso. El quehacer de las CIenCIas socIales y el de la sociologa en especial requiere gran peso ~rgumen~ativo a diferencia de las ciencias naturales y su eXitoso caracter

    , . ,

    predictivo. Y, cuando hablamos de discur~o y per~uasIon, e~-tortces tambin entran enjuego aspectos dIversos, mcluso este-ticos (1990: 36). Se trata de una lucha del discurso por volver-se hegemnico. El discurso se gua por una voluntad de p~d~r (Nietzsche), por una sed de legitimacin. Pero, has~a. esto ulti-mo no llega Alexander. A diferencia de Foucault, afirma que en la ciencia social hay pluralidad de discursos, no uno solo; plu-ralidad, adems, supeditada al valor de verdad (1990: 36).

    Ad b.) La exigencia de "clsicos" en la teora social respon-de tambin a una necesidad funcional. Se trata del problema de la integracin del campo disciplinario, de dnde comi~nza y termina ste (1990: 42). Para que exista campo se precIsan lI-mites y, al entender de Alexander, los ."clsicos: ~uxili~n en ~l intento de sostener lmites. La referencIa a un clasIco, afirmati-va o negativa, integra un orden disciplinario.

    De este modo la referencia a "clsicos" reduce la compleji-, .

    dad del campo, a la par que permite.asumir compromIsos am-parndose en los mismos (1990: 43). Adems, como en el caso de la sociologa no hay un nico clsico, se puede desconoc~~ la existencia de un discurso nico. Esto ltimo resulta paradoJIco pues, a tenor de Alexander, los "clsicos" permiten limitar e in-tegrar el campo sociolgico como tambin se rr~stan"p~ra des-conocer un discurso nico y, con ello, unos unICOS lImItes.

    Todo lo expresado no apunta, sin embargo, a otro tipo de razn final que no sea la lucha por legitimar el campo y p~r le-gitimarse a s mismos los contendientes dentro del mIsmo

    El pensamiento sociolgico: del Siglo XIX al Siglo XXI 265

    (1990: 44). En el fondo, estamos en presencia de un argumen-to poltico disciplinario en el que se revela con claridad luchas externas e intestinas por el poder. Externas, en razn de posi-cionarse la sociologa como disciplina cientfica con campo propio; intestinas, por cuanto al apelar a un "clsico" buscan legitimarse los pretendientes de posiciones de rango dentro del campo.

    Si nos quedramos con esta ltima lnea de argumenta-cin, se podra concluir por fuerza que la cuestin de los "clsi-cos" es tan slo utilitarista y estratgica. De ah, slo hay me-dio paso al nihilismo posmoderno. Pero, como ya se seal, Alexander no se reduce a ello. Por el contrario, piensa que los "clsicos" tienen una razn de ser de peso, sustantiva. Los "cl-sicos" tienen, para nuestro autor, un valor de verdad.

    Ad c.) Afirma el socilogo que, en ltima instancia, hay una excelente razn sustantiva que da valor a los "clsicos", un valor de orden veritativo (1990: 36). Se trata de una razn cientfica, no esencialista, pero s producto de procedimientos de persuasin aceptados por la comunidad cientfica: argumentacin, demos-traciones, estadsticas, entre otros. Alexander presume que la co-munidad sociolgica ha aceptado los "clsicos" porque sus obras constituyen un aporte paradigmtico para el campo disciplina-rio. Para mostrar su propuesta, presenta una serie de contribu-ciones relevantes dadas por los "clsicos" al campo sociolgico y que han constituido paradigmas para la prctica cientfica. Todos esos aportes parten de lo ms distintivo de las ciencias sociales: el Verstehen o comprensin, diferente de la somera explicacin (1990: 45). Se trata de: a) la interpretacin de los estados menta-les; b) la reconstruccin del mundo emprico; y, e) la formulacin de valores morales e ideolgicos.

    Esta lnea de argumentacin se conjuga con la primera refe-rida a la revuelta epistemolgica postpositivista: la presencia de un canon clsico no se puede considerar sntoma de inmadurez cientfica. Es ms, en el caso de la sociologa, precisamente el ca-non habla de madurez epocal: los "clsicos" lo son por su vigen-cia. En una tnica sartreana: son la cultura de nuestro tiempo, insuperados hasta que se supere este tiempo epocal.

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  • 266 La disputa del Canon Clsico en la sociologa. Javier B. Seoane C.

    2.2. Immanuel Wallerstein: El legado de una lgica de la dominacin

    Immanuel Wallerstein (1930), destacado investigador en el campo de la sociologa histrica, ha reflexionado sobre la constitucin de las ciencias sociales en el marco de las luchas de poder por la hegemona del sistema capitalista mundial y la configuracin de su modo de produccin de conocimientos. Sus aportes a la discusin del canon clsico parten de su pers-pectiva terica. En sta, las nociones centrales giran alrededor de la categora de sistema-mundo: los estudios sobre los proce-sos de inters para las ciencias sociales encuentran su unidad de anlisis en el sistema mundial generado por la extensin del modo de produccin capitalista (Wallerstein, 1999b: 82). As, estamos en presencia de una teora cuyo marco de referencia viene dado por un marxismo pasado por aguas de la teora de sistemas y de Fernand Braudel.

    Dentro de este enfoque, qu papel hajugado la sociologa y el resto de las ciencias sociales de cara a los sistemas-mundo? Wallerstein no duda en ofrecer su respuesta: las ciencias socia-les constituyen un bastin primordial en las instituciones cul-turales del sistema capitalista surgidas a partir de la Revolu-cin francesa; en tal sentido, estas ciencias no pueden rehuir el anlisis de su compromiso ideolgico con la dominacin esta-blecida (1999b: 103, 15, 198), compromiso que se aprecia tan-to en a.) su estructuracin y ubicacin dentro de la clasificacin decimonnica de los saberes, como en b.) las categorasfundantes de sus cuerpos tericos "clsicos". Vamos por partes.

    Ad a.) En cuanto a lo primero, a la clasificacin de los sa-beres, Wallerstein se refiere a la distincin entre conocimientos cientfico y no cientfico, y la consideracin del primero como ms valioso por su carcter veritativo y til. Dentro del cono-cimiento cientfico, a su vez, surge una clasificacin entre cien-cias formales y fcticas, y dentro de estas ltimas, otra clasifi-cacin entre ciencias naturales y sociales. Cada conjunto de es-tas ciencias se subdividen en disciplinas. En el caso de las socia-les, nuestro autor enumera cinco: antropologa, economa,

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    geografa, ciencias polticas y sociologa. La crtica a este siste-ma de saberes descansa sobre la relacin entre la base de sus supuestos epistemolgicos y sus implicaciones prcticas. As, Wallerstein llama la atencin sobre:

    i) Las premisas fundamentales sobre las que descansa el saber cientfico parcelado en disciplinas son dos, a saber, pri-mera, que el conocimiento marcha desde lo particular hacia lo abstracto y general; y, segunda, que para que este proceso se pueda llevar a cabo exitosamente se debe sectorizar la realidad en diferentes disciplinas cientficas.

    ii) Otro supuesto epistemolgico consiste en que el saber cientfico debe ser descriptivo y evitar juicios normativos. Se entiende que su carcter descriptivo busca representar la reali-dad fidedignamente algo as como constituirse en un "espejo de la naturaleza" (R. Rorty).

    iii) Estos supuestos tienen consecuencias epistmicas y prcticas graves, entre las que caben mencionar la imposibili-dad de aprehender la totalidad sociohistrica, totalidad que, segn la perspectiva terica de Wallerstein, estructura a las partes. Igualmente, se condena al juicio crtico dentro de la-ciencia (1999b: 276-277).

    De esta manera, el sistema mundo capitalista consolidado requera de un modo de produccin de conocimientos cientfi-cos que fragmentara la realidad en partes para evitar su com-prensin como totalidad y como lgica de la dominacin; y,

    . que se circunscribiera a una apologa de lo dado encubierta bajo el ideal de la descripcin fidedigna de lo real. A los ojos de Wallerstein, las ciencias sociales decimonnicas, encarnadas en las instituciones universitarias, cumplieron este cometido ideolgico.

    Ad b.J Empero, como dijimos arriba, la funcionalidad ideolgica de las ciencias sociales no se circunscribe para Wa-llerstein slo a la clasificacin decimonnica del conocimiento y su institucionalizacin acadmica. Tambin se hace patente en las propias categoras del canon clsico. Justo aqu se mani-fiesta la postura del autor sobre los "clsicos".

  • 268 La disputa del Canon Clsico en la sociologa. Javier B. Seoane C.

    En efecto, Wallerstein se ha propuesto en los ltimos aos derribar lo que a su juicio es uno de los principales obstculos epistemolgicos de la sociologa y las ciencias sociales en la ac-tualidad. Para nuestro autor, los supuestos, mtodos, concep-tos y categoras de estas disciplinas, heredados de los grandes pensadores sociales del siglo XIX, distorsionan la comprensin de la realidad de los sistemas-mundo y su lgica de la domina-cin (1999b: 3). Por consiguiente, cualquier impugnacin de esta lgica hecha desde estas modalidades tericas resulta in-frtil al no atinar en el blanco de la cuestin.

    Ahora bien, qu indicadores ofrece Wallerstein sobre la obsolescencia de los "clsicos"? Antes de responder esta cues-tin, resulta importante aclarar el enfoque usado por el soci-logo. En El legado de la sociologa, la promesa de la ciencia so-dalS , centra su anlisis en la "cultura de la sociolog~a", que de-fine como el conjunto de premisas compartidas la mayor parte del tiempo por la mayora de la comunidad disciplinaria (Wa-llerstein, 1999a: 14). Las premisas bsicas de esa cultura se concentran en su canon clsico, el cual se constituye durante el significativo perodo comprendido entre 1945 y 1970.

    Las tres premisas fundamentales del canon proceden una de cada "clsico", a saber: 1) que los grupos sociales se pueden estudiar porque estn dotados de estructuras racionales (Durkheim); 2) que los grupos sociales son contentivos de sub-grupos en conflicto (Marx); y, 3) que, a pesar de los conflictos,

    S Para trabajar la visin de Wallerstein sobre los clsicos de la sociologa y la teora social hemos circunscrito el estu-dio, por razones de delimitacin de la investigacin, a dos trabajos de este autor, a saber: El legado de la sociologa, la promesa de la ciencia social e lmpensar las ciencias sociales. Nos apunta un colega que un texto que no hemos trabaja-do para este artculo resulta tambin relevante, nos referi-mos a la Part 2: World-Systems Analisis and Social Scien-ce, en Emmanuel Wallerstein: The Essential Wallerstein, The New Press, New York 2000.

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    el grupo se mantiene unido porque los subgrupos enfrentados entre s aceptan la dominacin de uno, o una alianza de los mismos, a partir de concederle(s) legitimidad (Weber) (1999a: 24). Wallerstein afirma que estas premisas requieren ser "im-pensadas" de cara a los desafos procedentes de los desarrollos terico-epistemolgicos de las ltimas dcadas en particular, el cuestionamiento a una racionalidad formal universal (Weber) por Freud; el cuestionamiento al eurocentrismo propio del ca-non; el cuestionamiento al tiempo social empleado por los "clsicos"; la emergencia del pensamiento complejo; y, el sur-gimiento de la crtica feminista a la ideologa de gnero en las ciencias (1999a: 35-39).

    Para Wallerstein, los "clsicos" de la sociologa estn obsole-tos ante los desafos presentados por el devenir del ltimo siglo. Las clasificaciones que nacen de sus supuestos tericos resultan insostenibles (1999a: 54). Ahora bien, el crtico no se queda en este punto. Avanza y descubre en los "clsicos" lo que considera su compromiso y funcionalidad ideolgicas con la lgica de la do-minacin establecida en el sistema-mundo capitalista.

    Esta lgica de la dominacin ha tenido como bastin rele-vante la ideologa del liberalismo (1999b: 12). Para las ciencias sociales, y para el liberalismo, la unidad sociolgica de anlisis resulta el Estado nacional, con lo cual se encubre lo que para Wallerstein debe ser la autntica unidad de anlisis el sistema mundial si es que se quieren comprender los procesos sociales. Pero tambin, las ciencias sociales y el liberalismo han promo-vido el modelo epistemolgico newtoniano que, incluso en la supuesta oposicin del Verstehen nacido del Methodenstreit, ha negado la posibilidad de conocer la lgica (holstica) del siste-ma-mundo. En sntesis, ciencias sociales y liberalismo han sido soportes del desarrollo de la episteme moderna acoplada al rgi-men econmico capitalista.

    2.3. R.W. ConneIl: Contra el exclusivismo del canon Parte relevante de la discusin que aqu se presenta sobre el

    canon clsico de la sociologa se reconoce como deudora del art-culo titulado ''Why is classical theory classical?" que R.W. Con-

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    nell publicara en el American Joumal of Sociology (1997). Connell no tiene el reconocimiento de las comunidades sociolgicas que s han tenido Wallerstein, Luhmann o Alexander. Durante aos ha estado adscrito a la Facultad de Educacin de la Universidad de Sydney. Ha mantenido una lnea de investigacin en el terreno de la sociologa de la educacin y de los prejuicios. En su obra se deja ver la impronta de Foucault, del marxismo y de otros pensadores de la sospecha. En el artculo de nuestro inters, Connell contex-tuatiza la obra de los "clsicos" en la modernidad europea y sus tensiones entre liberalismo y colonialismo. A sus ojos, el canon de la sociologa comprime las posibilidades crticas de la disciplina y preserva ciertos prejuicios sustentadores del status quo. Sobre todo, el canon resulta en su misma naturaleza excluyente (Con-nell, 1997: 1512).

    Tres son las propuestas de este autor que aqu nos interesan: a.) la sociologa, como disciplina con pretensiones cient(ficas, surge como respuesta al contexto de la expansin colonial de paSes euro-peos centrales; b.) el proceso de canonizacin de los "clsicos" de la sociologa, iniciado con Parsons, marca una ruptura en la sociologa pues la mirada disciplinaria se dirigir hacia adentro de los pro-blemas de la metrpolis capitalista en concreto, aguzar su mira en los problemas de integracin social derivados del "crack" de los trein-ta y hacia la bsqueda de su legitimacin como profesin; y, c.) El canon clsico de la sociologa, al igual que todo canon, supone un proceso de exclusin de autores, obras, temas y problemas en funcin de delimitar el campo cognoscitivo y construir una hegemona que responde a determinados intereses que deben ser impugnados.

    Ad a.) Connell considera un lugar comn de los historia-dores de la sociologa: esta disciplina resulta una ciencia del impacto social del industrialismo. El autor asevera que dicho lugar comn falsea la historia, pues, si uno aprecia las produc-ciones de los "clsicos", otras son las cuestiones que uno en-cuentra al paso. Fijndose en L 'Anne sociologique, marcado por la impronta de Durkheim, Connell observa que el inters de esta publicacin discurra sobre las diferencias entre el mundo moderno y otros tipos de organizacin social en el fon-do, coloniales (1997: 1516). Por ejemplo, si algo caracteriza

    El pensamiento sociolgico: del Siglo XIX al Siglo XXI 271

    afirma a muchos de los socilogos del perodo en cuestin es la centralidad sobre la nocin de evolucin social (Durkheim, Spencr, Fairbanks), as como una ideologa del progreso. Esta concepcin evolucionista difunda una visin eurocentrista. A juicio de Connell, los intereses temticos de la sociologa con-vergan entonces con los intereses imperiales de las metrpolis (1997: 1518).

    En pocas palabras, Connell contina la tesis de Wallers-tein de que los autores clsicos de la sociologa estaban com-prometidos con las categoras siempre tensas del liberalismo y el imperialismo, si bien, a diferencia del ltimo, resulta ms in-cisivo en su acusacin -Connell concede menos a la inconscien-cia de los "clsicos" en esta materia (1997: 1518-1519).

    Ad b.J Sin embargo, una cosa son los autores que hoy con-sideramos "clsicos" y otra cosa son los que instituyeron el ca-non, que hicieron "clsicos" a aquellos pensadores. Connell marcha, en este sentido, de los tericos hoy llamados "clsicos" a la lgica del proceso de canonizacin. Sigue esa lgica en el "renacimiento" de la sociologa en Estados Unidos a finales de la dcada de los treinta del pasado siglo. Tras la debacle europea de la "Gran Guerra", la sociologa encontr un nuevo contexto en norteamrica. Con Parsons a la cabeza respondi a otras inquie-tudes polticas y a la alborada de su profesionalizacin. En las coordenadas sociohistricas de la "Gran Depresin", la sociolo-ga sufri un cambio de timn: el tema recurrente se volvi el control social en detrimento del cambio (1997: 1535-1536). El rgimen capitalista de la metrpoli se vio a s mismo asediado por sus contradicciones internas y requiri mayor conocimien-to hacia adentro proporcionado por las ciencias sociales. En par-ticular, fue la poca del auge de la profesionalizacin de la socio-loga, tomando Harvard el relevo de Chicago. En procura de la legitimacin acadmica y social de la disciplina, comienza la lar-ga senda de canonizacin de los "clsicos".

    En la construccin del canon hubo debates y disensos casi cismticos. Parsons, Wright MilIs, Dahrendorf, Rex, Coser, Bendix y tantos otros hasta llegar a Giddens en 1971 Y despus-tambin opusieron sus concepciones de la disciplina con sus

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    respectivas propuestas de canonizacin. Fue el perodo de las traducciones de textos "clsicos" y de las pugnas por incluir y . excluir nombres. El caso de Marx resulta ilustrativo al respecto pues siempre se critic a Parsons su omisin (1997: 1542).

    Ad c.) La exclusin derivada de todo canon marca varios olvidos voluntarios. Sobre todo se olvida que el canon es una construccin, un modelo para armar de modos muy diversos. Pero siempre hay otros olvidos. Precisamente sobre este punto Connell hace, a nuestro juicio, sus mejores aportes. La opre-sin basada en los prejuicios raciales y de gnero no fue tratada crticamente por los "clsicos", llegando incluso muchos de ellos a ser reproductores de la misma. Como ya se dijo, su con-cepcin eurocntrica, acorde con la Europa imperial, conceba su mundo como progreso y civilizacin, y los otros mundos prcticamente como barbarie.

    El canon se elabora siempre sobre autores, sobre obras, sobre temticas y sobre determinados nudos problemticos (1997: 1545). En ese sentido, supone siempre una seleccin mltiple. As, si las obras de los "clsicos" ya estaban contami-nadas por los prejuicios de sus respectivas pocas y vivencias histricas, cabe decir tambin que los filtros selectivos del pro-ceso de canonizacin colaron de nuevo esos prejuicios, repro-ducindose refinadamente las contribuciones de la sociologa al sistema establecido.

    Connell concluye con un llamado a construir un marco re-ferencial de la disciplina ms inclusivo y que haga justicia a aque-llos autores, obras, temas y problemas olvidados en la canoniza-cin. Se precisan incluir, a su entender, feministas, anarquistas, tericos olvidados de las colonias. La disciplina sociolgica gana-ra adems en autoconsciencia y pudindose mantener alerta frente a las relaciones de dominacin que circunscriben los cam-pos cognoscitivos y la produccin del discurso.

    2.4. NikIas Luhmann: La sociologa no es u,n humanismo

    Nik1as Luhmann (1927-1998) constituye un importante punto de referencia sobre epistemologa, sociologa, politolo-

    El pensamiento sociolgico: del Siglo XIX al Siglo XXI 273

    ga, posmodernidad y otros tantos debates. Su esfuerzo apun-t hacia una polmica teora general de los sistemas de cuo ci-berntico. En cuanto al tema que nos concierne tambin ha to-~ado posicin: considera a los "clsicos" obsoletos pues cons-tItuyen un obstculo epistemolgico para la comprensin de nuestra sociedad (Luhmann y De Giorgi, 1998: 31).

    En Sistemas sociales, Luhmann propone que la .sociologa debe apuntar a la constitucin de una teora general que d cuenta del todo social (Luhmann, 1998c: 8). Para ello, hace fal-ta suprimir la primitiva epistemologa moderna de cuo carte-siana basada en la separacin entre sujeto y objeto. Esta matriz epistemolgica funda el movimiento pendular del pensamien-to moderno entre el naturalismo del positivismo y el trascen-dentalismo de las propuestas hermenuticas. El naturalismo se halla en el extremo objetivo del movimiento pendular, la her-menutica est en el extremo subjetivo. En cambio, una teora de sistemas puede constituir una plataforma epistemolgica que permita un conocimiento cabal de la complejidad social del mundo moderno.

    El canon clsico sociolgico se encuentra preso del movi-miento pendular de la epistemologa cartesiana (Luhmann, 1973: 97). Para comprender mejor el fondo de la posicin luh-manniana, se precisa entrar, someramente, en algunas de sus consideraciones tericas. En especial, resulta menester discutir dos, a saber: a.) la concepcin de la relacin entre actores huma-nos y sistema social que niega el presunto antropocentrismo de los "clsicos"; y, b.) la categora de comunicacin como elemento const~tutivo de la vida social, categora que, segn se desprende, permzte comprender lo fuera de lugar que se encuentra la sociolo-ga clsica.

    Ad a.) Una de las tesis ms polmicas de Luhmann consis-te en que los seres humanos son externos a la sociedad. La so-ciedad se considera un sistema (Luhmann y De Giorgi, 1998: 10-11) Y el ser humano que es otro sistema (psquico), es en-torno de dicho sistema (Luhmann, 1998c: 8). As, lo social re-sulta emergente, tiene sus propios imperativos, y no est supe-ditado a la voluntad humana. .

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    La Ilustracin aport una serie de categoras que han de-formado el trayecto de las ciencias sociales (1973: 95) impidien-do un conocimiento cientfico de la realidad. Se podran mencio-nar entre ellas las de Progreso o Historia teleolgica, pero Luh:'" mann enfatizar, de acuerdo con el prrafo precedente, su crti-ca a la concepcin antropocntrica para la cual la sociedad se halla como una construccin hecha a imagen y semejanza de lo humano. Desde esta concepcin se ha construido todo un dis-curso sociolgico, tico y poltico (Izuzquiza, 1990: 12) que piensa que la sociedad podra manejarse consciente y racional-mente por actores humanos. Pero para Luhmann, dichos acto-res no conducen diestramente el sistema sino que introducen inevitables turbulencias en el mismo. Para dar cuenta de esas turbulencias, el sistema social se constituye como sistema auto-referido y autopoitico, capacidades que le permiten autonomi-zarse relativamente con respecto al actor. En pocas palabras, el sistema social opera con sus propios principios dinmicos.

    Ponderemos brevemente cunto se aparta Luhmann de los "clsicos" de la sociologa. A diferencia de Marx, piensa que la sociedad no existe como terreno que posibilite la realizacin de las potencialidades humanas. Contra Weber, impugna el anli-sis sociolgico que parte del actor y el sentido de su accin. Fi-nalmente, en cuanto al tercero de la "trada clsica" de la socio-loga, Durkheim, rechaza la tesis de que el orden social sea pre-dominantemente moral (1998c: 297). Pero, si la sociedad no se compone de humanos, entonces, de qu se compone?

    Ad b.J La sociedad se constituye de comunicaciones, no de acciones (Luhmann, 1998a: 482). Pero, cuidado, cmo com-prende Luhmann la comunicacin? Obviamente, si ha recha-zado cualquier compromiso antropocntrico en materia epis-temolgica, lo coherente resulta que tambin objete la concep-cin tradicional de la comunicacin basada en un sujeto emi-sor. Que el hombre sea quien comunica resulta para el alemn poco menos que una quimera. Ello no excluye que en la comu-nicacin participen actores, slo excluye la nocin intenciona-lista de la comunicacin como centro de anlisis sociolgico.

    El pensamiento sociolgico: del Siglo XIX al Siglo XXI 275

    Para Luhmann, la comunicacin se comprende como sis-temasuigeneris, emrgente, diferente de los individuos que en-tran en el mismo (Luhmann, 1998b: 478). En tanto que siste-ma social se precisa concebirla autoreferida y autopoitica. Por lo que una vez ms, los individuos se consideran entornos del sistema comunicacional.

    La comunicacin, para nuestro autor, se entiende desde la . nocin de sentido (Izuzquiza, 1990: 270). El sentido supone autorreferencia, permite que la complejidad se describa a s misma. Igualmente, el sentido resulta un horizonte de posibili-dades, una apertura e implic, en tanto que complejidad y po-sibilidad, seleccin. La selectividad resulta inherente a la comu-nicacin: siempre hay seleccin de la informacin, seleccin de a.9uin se participar la informacin y, finalmente, compren-Slon selectiva (1998b: 478). La selectividad remite a una es-tructura binaria fundamental que duplica la realidad. Esto es, toda comunicacin produce dos versiones sobre lo real de lo comunicado: afirmacin o negacin. Esta binariedad opera para cada subsistema social especfico de comunicacin y para el sistema social todo: por ejemplo, nuestro autor afirma que el subsistema cientfico opera con comunicaciones sobre lo verdadero y lo falso o el sistemajurdico lo hace con comunica-ciones sobre lo lcito o lo ilcito. En las sociedades modernas , cada uno de estos subsistemas y sus propias comunicaciones constituyentes gozan de relativa autonoma con relacin a otros subsistemas. Es decir, cada subsistema opera con sus propios criterios y reglas. Por ello, la sociedad qua comunica-cin carece de centro (1998a: 484).

    De tal modo, no cabe hablar de unidad sistmica sino de diferenciacin, y con ello de apertura sistmica. Los sistemas van creando subsistemas para dar resolucin a conflictos con su entorno. A su vez, las interrelaciones entre subsistemas cre- . cen y se tornan ms complejas (1998c: 184), dando lugar a re-novadas diferenciaciones, a nuevas aperturas con nuevas se-lecciones y nuevos problemas. Por lo expresado, la comunica-cin significativa hace que la vida social sea, paradjicamente, apertura y cierre. Apertura, por un lado, puesto que en su rela-

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    cin con sus entornos crea, por medio de la autorreferencia, una creciente diferenciacin interna que da, de nuevo, apertu- " ra a diversos horizontes. Pero, igualmente, el sistema comuni-cativo consiste en un sistema cerrado toda vez que est conde-nado a la binariedad del cdigo. En todo caso, la diferenciacin de centros supone el final del antropocentrismo.

    Ello nos conduce una vez ms al divorcio que Luhmann plantea con relacin a los "clsicos" de la sociologa: la comu-nicacin como sistema paradjicamente abierto y cerrado, esto es, como sistema autopoitico, se crea a s misma sin depender de la intencionalidad especial de algn sujeto humano que la sujete. Por el contrario, el sistema psquico se v~ co?dicionado por las pautas y principios sistmicos comunIcacIonales. La conciencia est sometida al lenguaje, del cual no tiene escape.

    La propuesta de Luhmann est de acuerdo con Wallers-tein sobre los lmites de algunas categoras de la sociologa, es-pecialmente con la referida a la unidad de anlisis centr~da en los Estados nacionales. El sistema social, en tanto que SIstema de comunicaciones, no reconoce esos lmites. ste resulta otro obstculo epistemolgico de los "clsicos" de la sociologa.

    3. A modo de conclusin: El canon clsico y la construccin del campo disciplinario

    A lo largo de este trabajo presentamos cuatro posturas so-bre el canon clsico de la sociologa. Las mismas no agotan el es-pectro de "posicionamientos, pero pensamos que ofrecen una muestra del estado del arte en el debate actual sobre la cuestin. En estas ltimas lneas presentamos nuestra voz al respecto.

    El debate sobre el canon clsico trata de una disputa en tor-no a la definicin del campo sociolgico que comienza a consoli-darse en un perodo muy particular del desarrollo disciplinario: el de la profesionalizacin de la sociologa desde la segun~a gue-rra mundial. Un personaje central en este contexto fue sm duda Talcotl Parsons y su The structure of social action (1937), con la que abri fuegos para la definicin del canon. All, procur darle

    El pensamiento sociolgico: del Siglo XIX al Siglo XXI 277

    una interpretacin histrica a la disciplina, vislumbrndola como un esfuerzo mancomunado continuo, pero inconsciente, en la construccin de una teora general de la accin (Parsons, 1968: 12). Parsons busc fundar la disciplina sobre un eje de cuatro autores (Marshall, Pareto, Durkheim y Weber). Marx qued excluido del canon parsonsiano y los conceptos enfati-zados fueron relativos al orden social (rol, status, normativi-dad, integracin social, etc.).

    La "sociologa del conflicto" impugn la obra de Parsons por no dar cuenta de los procesos de cambio social, lo que la volva ideolgicamente conservadora (Gouldner, 1973: 150). El problema, se deca, era muy grave para la disciplina sociol-gica toda vez que llegaba hasta la propia definicin del canon clsico. La exclusin de Marx, deliberada o no, de las propues-tas sociolgicas parsonsianas condenaban a esta obra a una miopa de los procesos dinmicos de las sociedades. Los soci-logos del conflicto pugnaron por incluir dentro del canon disci-plinario la obra de Marx, y por orientar las prcticas tericas y de investigacin hacia los procesos de conflicto y cambio. No-ciones como las de intereses y poder seran entonces puestas sobrerelieve, y el campo se redefinira en funcin de ellas.

    R.W. Connell nos ha dado una perspectiva sinptica, pero crtica y valiosa, sobre este desarrollo del campo que concluir en una de sus etapas, en 1971 con la propuesta de Anthony Giddens sobre un canon clsico trino (Marx, Durkheim y We-ber). Se trat de varios aos de pugnas, definiciones y redefini-ciones; marcados por el contexto epoca!. No en balde Parsons se muestra en 1937 tan adverso al utilitarismo economicista: la Gran Depresin bien poda interpretarse como consecuencia de los modelos de economa utilitarista. Durkhei~, otrora cr-tico de ese mismo utilitarismo sera una base indiscutible de la que partir para el profesor de Harvard a la hora de definir el ca-non y la disciplina. Pero despus, en un Estados Unidos enca-minado por el American way oflife, en el que muchos grupos se sentiran fuertes para rec~amar derechos, yen el que el recru-decimiento de la guerra fra constitua el marco internacional, otras seran las demandas hechas a la sociologa. La sociologa

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    del conflicto, y su inclusin de Marx, forman parte de ese nue-vo contexto ya establecido a finales de los cincuenta. Su des a-. rr.ollo continuara por una dcada ms. Llegados los se~enta qued institucionalizado el canon clsico predominante 'en la actualidad. En el presente trabajo, hemos querido partir d~ la etapa posterior a la consolidacin de este canon. Alexander, Luhmann, Wallerstein y Connell han escrito al respecto en los ltimos aos. En ellos se expresa en alguna medida los derrote-ros que la sociologa ha seguido desde los aos setenta hasta el alba del siglo XXI.

    Hay, con Alexander, defensores del canon clsico trino consolidado, si bien ya no como pretendi Parsons, esto es, ya no como una sntesis de cara a una teora sociolgica general (Larrique, 2004: 206). Alexander se funda en la voluntad her-menutica de los planteamientos epistemolgicos. de las co-rrientes postpositivistas. Las obras clsicas, seala, son fuentes de ~nspiracin e interpretacin, no un punto en el largo trayec-to rectilneo acumulativo de la ciencia. Pero, adems, Alexan-der es consciente de que definir los clsicos implica definir el campo disciplinario a partir de una apelacin a la autoridad y al enclaustramiento paradigmtico. Y, puesto que si hay so-ciologa hay lmites, los clsicos constituyen un aporte para pensar e impensar esos lmites.

    . Wallerstein y Luhmann representan voces que rechazan el canon clsico, si bien desde perspectivas diferentes. Para Wallers-tein, el rechazo marcha en el orden ideolgico. Salvo con algunas excepciones, los clsicos de la sociologa estuvieron comprometi-

    . dos con la hegemona liberal del bloque histrico capitalista mundial. La sociologa naci en el contexto de esa hegemona para proporcionar herramientas tericas y epistemolgicas para su interpretacin y reforzamiento y contribuir a legitimar sus instituciones. Su constitucin como disciplina dentro del conjun-to de las ciencias sociales fragmenta sus po~ibilidades cognosciti-vas, limitando una comprensin del sistema mundo histrico. Precisamente, Wallerstein propondr, sin mayor empacho, su teora de los sistemas mundo como la nueva definicin del campo -definicin que anula la nocin misma de sociologa y coloca en

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    su lugar una ciencia social nica. Luhmann, en la misma orilla contra el canon clsico, pero en otra ribera en cuanto a conte-nidos, aunque igualmente sin mayor empacho, propone su teora de los sistemas sociales como la definicin de la sociolo-ga si pretende un conocimiento cientfico. Para Luhmann, el canon clsico est desfasado por su acento antropocntrico de-rivado de los prejuicios ilustrados y que le ciegan para com-prender la sociedad como sistema de comunicaciones. La socio-loga se redefiIie, por consiguiente, como ciencia de sistemas.

    Finalmente, Connell aguza su mira sobre el proceso de ca-nonizacin como proceso de exclusin basado en prejuicios co-lonialistas, raciales, clasistas, machistas, eurocntricos, etc. No intenta acabar con los clsicos, ni decir que estn desfasa-

    . dos, sino dar cabida a otras voces silenciadas en el trayecto de institucionalizacin de la sociologa. Como se dijo, Connell si-gue el proceso de la sociologa estadounidense del siglo XX en conc?rdancia con las demandas del sistema capitalista y su ur-genCIa de dar respuestas sociales a la problemtica generada por la crisis econmica de los treinta. En ese marco, la discipli-na se legitima como profesin entendida como saber especiali-zado aplicable a polticas pblicas.

    Con Connell ha quedado claro cmo los nombres clsicos son armas en funcin de la lucha por conquistar la definicin del campo disciplinario. La apuesta de este ltimo crtico ha sido ampliar el campo, democratizarlo. Para voces como la de Ale-xander, tal apertura podra disolver la disciplina, hacer que se borren sus linderos y pierda su sentido de ser. Lo cierto, en todo caso, es que la empresa sociolgica se cerrara definitivamente o, quien sabe, se abrira al festn de las sociologas posibles, de la sociologa como disciplina con pretensiones cientficas pero pro-ductora de sentidos sobre lo social, esto es, se contribuira a la definicin de la sociologa como una hermenutica especial. Quizs sera sta una manera de crear un campo sumamente flexible para dar cabida a muchas perspectivas tericas veros-miles si bien con controles disciplinarios amplios. A nuestro jui-cio, la discusin anterior constituye un argumento contundente para defender esta ltima posicin.

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  • El Pensamiento Sociolgico: del Siglo XIX al Siglo XXI

  • BI Pensamiento Sociolgico: del Siglo XIX al Siglo XXI. Espacio Abierto Universidad del Zulia 2011

    ISBN: 978-980-12-5014-2 Depsito legallf 06120113012171

    Coordinador de publicacin Alexis Romero Salazar

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    Los artculos contenidos en este libro han sido rigurosamente revisados y evaluados por rbitros especialistas en los temas que desarrollan.

    Diagramacin e impresin: Ediciones Astro Data, S.A. E-mail: [email protected] Telf.: 0261-7511905. Fax: 0261-7831345 Maracaibo-Venezuela.

    ndice Presentacin. Alexis Romero Salazar / Mara Cristina Parra Sandoval . .. 7 Durkheim. La metfora biolgica y la prctica cientfica Mara Ins Gonzlez Carella y Ester Isabel Llins. . . . . . . . 13 Weber. Educacin y dominacin Gonzalo Catao. . . . . . . . . . . . ............. 29 Marx. Modernidad, poltica y utopa Jaime Nieto Lpez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41

    Merton. Diversidad del anlisis social Gonzalo Catao. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57 Jaldn. El aporte No Occidental Zidane Zeraoui. . . . . . . . . . . . ..... 83 La Sociologa Fenomenolgica: races olvidadas Ingrid Vendrell . . . . . . . . . . . '.' . . . . . La Teoria Critica. Entendimiento que apunta a la emancipacin Silvana Laso. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    El Interaccionismo Simblico. Goffman y las Instituciones Totales Mailer Matti . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La Sociologa Interpretativa. Globalizacin y vida. cotidiana .

    121

    . 137

    . 163

    Mara Teresa Urreiztieta V ..................... 173 El Paradigma de la Complejidad: critica a la razn simplificadora Francisco Rodrguez . . .'. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189