Separata MAS-IPSP - Bitácora Intercultural · Erika Oropeza, Carolina Ovale, Geraldine Quezada...

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MAS-IPSPidentidad trayectoria política y gobierno

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AndamiosBitácora de Organizaciones PolíticasSeparata de Andamios, boletín de análisis y prospectiva política del Proyecto de Fortalecimiento Democrático de Organizaciones Políticas de Bolivia del PNUD-Bolivia, con el apoyo financiero de la Embajada de Suecia.

PROYECTO DE FORTALECIMIENTO DEMOCRÁTICOCarlos A. Camargo Ch. Coordinador

EQUIPO EDITORIALCarlos A. Camargo, Gabriela Canedo, Alberto García O., Fernando García Y., Christian Jette, Francisco Canedo, Juan Carlos Pinto, Enrique López, Mariana Zeballos I.

RESPONSABLES DEL BOLETÍNFernando L. García Yapur, Alberto García Orellana

EQUIPO ADMINISTRATIVOErika Oropeza, Carolina Ovale, Geraldine Quezada

COLABORADORESCristina Loma, Wilfredo Jordán

DISEÑO Y EDICIÓNMauro Gámez ([email protected])

DIAGRAMACIÓNNubia Álvarez

ARTISTA INVITADO Max Aruquipa

Septiembre 2014

IMPRESIÓN

DEPÓSITO LEGAL

Las opiniones expresadas en el Boletín de análisis y prospectiva política, Andamios, son de exclusiva responsabilidad de los autores invitados y no responden necesariamente a la línea de pensamiento del Proyecto de Fortale-cimiento Democrático del PNUD-Bolivia.

PORTADAObra: Diálogo, xilografía, La Paz, 1980.Autor: Max Aruquipa

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Presentación La promoción y afianzamiento de la democracia in-tercultural supone el impulso y apoyo a los procesos de institucionalización democrática de las organiza-ciones políticas, buscando contribuir a la edificación de un renovado sistema de representación política participativa y pluralista. Dentro de este marco, una de las vetas que se pretende explorar hace referen-cia a la caracterización de las construcciones polí-tico partidarias en el país, al constituirse en uno de los canales y recursos institucionales más importan-tes de representación política

A partir de ello, surge la necesidad de estudiar a la organización política que hace nueve años asumió el gobierno del país: el MAS-IPSP, tiempo en el que fue acumulando una serie de victorias electorales con porcentajes muy altos de votación siendo la primera organización política que ha logrado canalizar y per-mitir la llegada, por primera vez en la historia, de un líder campesino indígena a la presidencia de Bolivia. Este fenómeno se ha convertido en objeto de investi-gación y reflexión tanto a nivel mundial como nacional, estudios que desde diferentes perspectivas y diversos planteamientos han buscado entender y develar la di-námica interna del mencionado acontecimiento.

La presente entrega de la Bitácora de Organizacio-nes Políticas pone a consideración dos documen-tos destinados a estudiar y reflexionar el fenómeno del MAS-IPSP como un instrumento políticos de los campesinos indígenas y, consiguientemente, de su desemboque estatal que reinventa a la nación boli-viana. El primer estudio: Las facetas entrecruzadas del MAS-IPSP. Ciudadanía y devenir Estado de los campesinos indígenas en Bolivia, es un resumen de la investigación: “MAS legalmente, IPSP legítima-mente”. Ciudadanía y devenir Estado de los campe-sinos indígenas en Bolivia”. El segundo documento Bolivia: de la victoria electoral a la construcción re-volucionaria. El proceso de cambio en el segundo periodo de Evo Morales es una reflexión analítica sobre la gestión de Evo Morales y en torno a los desafíos enfrenta el proceso de cambio.

De esta manera presentamos la Bitácora de Orga-nizaciones Políticas: MAS-IPSP: identidad, trayec-toria política y gobierno, buscando aportar nuevos elementos de estudio, debate y reflexión que contri-buyan a mejorar la calidad de la representación, la participación y de la política de la democracia inter-cultural en el país.

El proceso de cambio en el segundo periodo de Evo Morales

De la victoria electoral a laConstrucción Revolucionaria

Juan Carlos Pinto Quintanilla

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Contenidos

Las facetas entrecruzadas del MAS IPSP. Ciudadanía y devenir

Estado de los campesinos indígenas en Bolivia

Fernando L. García Yapur Alberto Garcia Orellana

Marizol Soliz Romero

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Las facetas entrecruzadas del MAS IPSP Ciudadanía y devenir Estado de los campesinos indígenas en Bolivia*

Fernando L. García Yapur Alberto Garcia OrellanaMarizol Soliz Romero

* El presente trabajo es un resumen de la investigación: “MAS legalmente, IPSP legítimamente”. Ciudadanía y devenir Estado de los campesinos indígenas en Bolivia, realizada en el marco de la convocatoria del PIEB: La nación boliviana en tiempos del Estado plurinacional. El resumen fue elaborado con el apoyo de Mariana Zeballos, asistente de investigación del Proyecto de Fortalecimiento Democrático del PNUD.

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Índice

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO I

Ciudadanía y devenir Estado-nación

CAPÍTULO II

La experiencia del MAS-IPSP: identidad inclusiva de los campesinos indígenas

1. Trayectoria político-electoral de los campesinos indígenas (1979-2010)

CAPÍTULO III

El registro exclusivo: las organizaciones indígenas campesinas

1. Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB)

2. Confederación Nacional de Mujeres Indígena Originario Campesinas de Bolivia “Bartolina Sisa” (CNMIOCB-B.S.)

3. Confederación Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia (CSCIB)

4. Coordinadora de las seis Federaciones del Trópico de Cochabamba

CAPÍTULO IV

Facetas entrecruzadas del MAS-IPSP: devenir Estado de los campesinos indígenas

1. Formas de darse a la política del MAS-IPSP

CONCLUSIONES

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Introducción

El presente trabajo resume hallazgos de la investigación: “MAS Legalmente, IPSP legítimamente”. Ciudadanía y devenir Estado de los campesinos indígenas en Bolivia, sobre la emergencia del sujeto indígena campesino y su llegada política al Estado a través de sus organizacio-nes corporativas y comunitarias, a partir de dos hechos concretos: el ascenso de Evo Morales como primer presidente in-dígena en Bolivia y la irrupción exitosa del Movimiento Al Socialismo-Instru-mento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) al campo político. Se desarrolla el estudio sobre la partici-pación política de los campesinos indí-genas en las últimas décadas.

En este sentido, la mencionada inves-tigación se concentra en estudiar la ciu-dadanía y la identidad nacional desde la perspectiva y trayectoria de los indíge-nas campesinos en el marco del asenta-miento del Estado plurinacional comu-nitario, como un proyecto o imaginario del devenir Estado de los campesinos indígenas que reinventa a la nación bo-liviana. Asimismo, la investigación afirma

que la constitución del mencionado sec-tor en sujeto político es fruto de su eficaz intervención colectiva en el escenario de la democracia representativa, donde lo-gran construir y poner en marcha “por el-los mismos”, un instrumento político para detentar el poder público y estatal.

Para realizar este estudio se revisaron y analizaron materiales bibliográficos e historiográficos; se recolectaron datos y resultados electorales; además de la descripción de las organizaciones indí-genas campesinas que construyeron el Instrumento Político, y alrededor de 35 entrevistas y testimonios de los propios líderes y dirigentes. Todos estos datos e insumos permitieron recolectar una serie de hallazgos desde los cuales se plan-tea la hipótesis de la existencia de dos lógicas de acceso, registro y adscripción de los indígenas campesinos a la noción y estatus de ciudadanía: “inclusiva” y “exclusiva”. A partir de ello se explica el rumbo de los campesinos indígenas en un proyecto de Estado-nación en “clave plurinacional”, planteando que no hay una ruptura radical entre la identidad col-

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Bitácora

ectiva que proyecta el Estado-nación y, por su parte, el Estado plurinacional. Por eso: la identidad nacional es y deviene en una identidad compuesta, resultado del afianzamiento de los campesinos in-dígenas en sujetos políticos.

Para el efecto, la investigación desarrolla algunos conceptos claves que son abor-dados a lo largo del estudio, entre ellos: nación, ciudadanía, intercambio político y devenir Estado.

La nación remite a la dimensión de pertenencia e integración social que una comunidad política trae consigo: la re-producción de recursos simbólicos, me-moria histórica, prácticas e imaginarios colectivos. Así, la nación es la identidad colectiva que se configura en la medida en que las dinámicas sociales, económi-cas y políticas ocurren; es un producto de los acontecimientos históricos, donde el proceso no es lineal y el imaginario de nación tampoco es necesariamente co-herente y final.

La ciudadanía deviene en un recurso formal de vinculación de los miembros de la comunidad con el Estado o poder político, como un estatus legal que con-fiere derechos individuales y colectivos a los miembros de la sociedad, y que el Estado reconoce como la base de su es-tructura institucional.

Se entiende por intercambio político un sistema de acción colectiva en el que los actores, además de poner bajo prueba su identidad y fuerza, sufren mutaciones y/o adiciones suplementarias que modifi-can y reinventan el decurso de su identi-dad colectiva.

La definición del devenir Estado se en-tiende como la “llegada” o desemboque de los campesinos indígenas en las dinámicas y estructuras político-esta-tales que, por ello mismo, contamina y re-significa los contornos del campo político y del proyecto de Estado-nación. Asimismo, se considera que el hecho es contingente, ya que la “llegada” de los in-dígenas campesinos, por decirlo así, ap-ertura un campo de disputa y oscilación continua entre Estado-nación y Estado plurinacional para la concreción de una forma institucional de la nación boliviana.

Entonces, a partir de dichos conceptos, la propuesta de la investigación sos-tiene que la ciudadanía de los indígenas campesinos es compuesta, producto de la oscilación entre la adscripción inclu-siva y, el registro exclusivo.

La adscripción inclusiva se manifiesta en la identidad del “nosotros los bolivianos”. Ello se refiere a la ciudadanía como un deseo de los campesinos indígenas de pertenecer a la nación, ser parte del ac-ceso libre e igualitario a los bienes públi-cos, a los derechos y a las garantías indi-viduales y colectivas, que buscan lograr un determinado grado de homogeneidad en la condición social y en la afirmación de una historia y horizonte común.

El registro exclusivo se hace presente en la identidad plural del “nosotros los indígenas campesinos”, y se refiere a los formatos de organización y jurisdic-ción de base comunitaria, territorial y corporativa de las poblaciones indígenas campesinas de Bolivia; es decir, de la pertenencia a sistemas comunitarios de

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organización y civilización que preceden y exceden a la estructura del Estado a lo largo de la historia, que operan paralela y suplementariamente a lo establecido por las instituciones del Estado-nación.

Este registro ambiciona el reconocimien-to por parte del Estado de la diversidad de los sistemas de autogobierno consue-tudinario que se desarrolla en diversas unidades territoriales del país. El autogo-bierno en cuanto a la autogestión en el manejo y control de los recursos natura-les, de gestión de conflictos, de elección de autoridades y de autonomía norma-tiva, como también en la vinculación con las estructuras institucionales de orden superior, el orden Estatal.

Bajo este registro, la ciudadanía es ser parte de algo “concreto” en términos de pertenencia colectiva a sistemas de autogobierno de base territorial. La ciu-dadanía “exclusiva” implica un “lugar propio” político, espacial y cultural desde donde se habla, ambiciona y participa en el campo de lo común: la nación. En rigor expresa el imaginario que postula la edificación del Estado plurinacional.

A partir de los conceptos mencionados y parámetros analíticos, el estudio es de-sarrollado en cuatro partes. La primera, donde se presenta la perspectiva teóri-co-metodológica y además se resume la participación de los indígenas campesi-nos en la vida política en los siglos XIX y XX. La segunda describe el nacimiento, la formación y la estructuración del In-strumento Político de los campesinos in-dígenas y su posterior cristalización en el

MAS-IPSP, y expone datos geográficos electorales que muestran la trayectoria política de los campesinos indígenas en procesos electorales desde 1979 hasta el 2010. La tercera describe la trayec-toria histórica, la organización y las dinámicas de funcionamiento, decisión y autogobierno comunitarios de las princi-pales organizaciones que componen al MAS-IPSP: la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), la Confederación Na-cional de Mujeres Campesinas Indígena Originarias de Bolivia “Bartolina Sisa” (CNMCIOB-“BS”), la Confederación Sin-dical de Comunidades Interculturales Originarios de Bolivia (CSCIOB) y la Co-ordinadora de las seis Federaciones del Trópico de Cochabamba. Finalmente, la cuarta parte problematiza el asunto del “devenir” Estado de los indígenas campesinos y, con ello, la construcción y resignificación del proyecto de Estado-nación en el país.

(...) devenir Estado se entiende como la “llegada” o desemboque de los campesinos indígenas en las dinámicas y estructuras político-estatales que, por ello mismo, con-tamina y re-significa los contornos del campo político y del proyecto de Estado-nación.

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Bitácora

Capítulo I

Ciudadanía y devenir Estado-nación

La primera parte, además de presen-tar la perspectiva teórico-metodológica, describe la participación de los indíge-nas campesinos en la vida política a lo largo del siglo XIX y XX, con el objetivo de identificar las estrategias de visibili-zación ciudadana y la configuración de imaginarios de identidad política en rel-ación a la construcción de la nación.

A partir de una revisión historiográfica, recurriendo a la historiadora Marta Iruro-zqui, se identifican dos proyectos de ciu-dadanía y de configuración del Estado-nación a lo largo de los siglos XIX y XX: la ciudadanía cívica y la ciudadanía civil, proyectos que fueron impulsados por las elites económicas y políticas del país.

La ciudadanía cívica emerge en el mar-co del contexto particular de formación de la naciente república. La integración social y la propia identidad nacional, en aquel momento, no eran mecanismos ni dispositivos estructurales asentados en la colectividad, se requería su impulso e incentivo. Se pensaba a la ciudadanía como un bien y un status a lograr. Por ello, la democracia censitaria y los recursos normativos vinculados a la preeminen-cia de los deberes sobre los derechos, establecían mayores condiciones para el reconocimiento de la ciudadanía; esta venía cargada por el consenso de una identidad nacional que propugnaba a la ciudadanía cívica como el dispositivo de vinculación de los sujetos con la nacien-te república.

En este sentido, las elites imaginan un orden político o estatal de una “nación de ciudadanos” bajo el discurso de conse-cución del progreso y el desarrollo mer-cantil que, antes que un proyecto de una nación “fraterna” que incluyera a todos, respondía a los intereses inmediatos de unidad y reproducción de las elites. En consecuencia no impulsaron grandes re-formas políticas e institucionales de am-pliación de los mecanismos de represen-tación y participación de las poblaciones indígenas campesinas, el interés fue ga-rantizar la estructura de privilegios que ostentaron y heredaron de la Colonia.

La referencia normativa de integración social o de identidad nacional fue enton-ces la postulación de un imaginario de ciudadanía cívica, donde la vinculación de los sujetos con el Estado estaba me-diada por el cumplimento de un conjunto de cargas personales y comunitarias en función al “bien común”, los deberes ciu-dadanos y las “acciones patrióticas”.

Estos eran los recursos de mediación entre el Estado y las comunidades indí-genas campesinas que permitieron peri-odos de “tregua” y/o “gobernabilidad”. Mecanismos formales y no formales como la “tributación” y el “soldado pa-triota” permitieron la emergencia de los caciques indígenas y, posteriormente, el accionar de los Apoderados Generales que caminaban “entre dos mundos”: el de la ciudadanía cívica y el de las co-munidades indígenas. Ciudadanía cívica que los habilitaba como miembros de la nación sin perder su condición de suje-tos sociales asentados en estructuras

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comunitarias y sistemas de autogobier-no con base territorial

Esta relación de intercambio político es-tará detrás de la participación indígena en las sucesivas alianzas de este sector con las elites a lo largo del siglo XIX. Es a partir de dicha relación que se percibe y entreteje la demanda de una “doble ad-scripción” a la ciudadanía, y constituye el basamento político de la configuración de la identidad nacional del periodo que propone la “regeneración de Bolivia”, donde ellos se ven como sujetos cen-trales que buscan ser parte del proyecto de nación. Una identidad nacional canal-izada por el imaginario de la ciudadanía cívica que, a su vez, era compatible con los intereses particulares o exclusivos de las poblaciones indígenas campesinas: garantizar la jurisdicción de la propiedad comunitaria de las tierras.

Ahora bien, la identidad nacional vincula-da a la ciudadanía civil emerge posterior-mente como consecuencia de la Guerra Federal, que finaliza con el apoyo de la movilización militar de los indígenas or-ganizados en un ejército auxiliar a favor de las armas liberales.

En el marco de la estigmatización post bélica de la participación indígena en la Guerra Federal, en la discursividad de las elites el enemigo será la raza indíge-na, considerada como un “otro”, “ajeno”, el factor social que evita el progreso na-cional. El sustento de esta discursividad se inspira en las corrientes sociológicas

denominadas “cientificistas” que afirma-ban la diferencia de razas en el proceso evolutivo hacia el progreso. Este discur-so se refuerza a partir de las interpreta-ciones de los acontecimientos de Mo-hoza durante la Guerra Federal1. Así, la deliberación política se abocó a construir y asentar la narrativa de la “guerra de razas” para establecer la identificación de un “enemigo común” que amen-azaba a los fines de progreso nacional y, además, expresaba la condición de barbarie y atraso. En este contexto, las elites liberales promoverán un amplio de-bate en torno al proyecto de sociedad y nación a configurar, donde el tratamiento de la cuestión de los indígenas será un tema central. En general, según esto, ambas condiciones eran vinculadas pey-orativamente al fuerte enraizamiento de

Cuatro amigos, Max Aruquipa, litografía. 1984.

1 Durante la Guerra Federal en el pueblo de Mohoza, 130 miembros del ejército liberal fueron asesinados brutalmente por la comunidad indígena.

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Bitácora

los indígenas campesinos a la propiedad comunitaria de la tierra, gestionadas me-diante estructuras corporativas que eran caracterizadas como “rémoras arcaicas” del pasado colonial.

Entonces, el imaginario de identidad nacional irá mutando de la ciudadanía cívica, en la que expresamente no se ex-cluía a los indígenas campesinos en la construcción de la nación, al imaginario de ciudadanía civil, donde la vinculación de los miembros de la comunidad na-cional con el Estado pasaba necesari-amente por el reconocimiento de la pri-macía de los derechos civiles individu-ales. El imaginario de ciudadanía era por tanto la del “hombre libre” que conoce y respeta las leyes para el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus ob-ligaciones. El “hombre libre” era el resul-tado del proceso de individuación social a partir de las dinámicas de expansión de las relaciones mercantiles y la ruptura de las estructuras comunitarias y famili-ares vinculadas a la tierra, la sucesión tradicional y hereditaria.

En ese sentido, el imaginario de ciu-dadanía civil que se irá asentando como parte de la identidad colectiva post Guerra Federal, excluirá a los indígenas de la condición de ciudadanía y no solo de los derechos políticos a través de la democracia censitaria, ya que desde la percepción de las elites, la situación en la que se hallaban las poblaciones indí-genas era incompatible con el imaginario de identidad nacional moderna: una co-munidad organizada bajo el dispositivo

de la ciudadanía civil, de primacía de los derechos individuales sobre los deberes.

Así, la exclusión será de doble registro: por la expansión discursiva de una con-cepción que sostiene la inferioridad “nat-ural” de los indígenas sustentada por las teorías cientificistas de la época: el so-cial-darwinismo; como por la condición gregaria y/o corporativa vinculada a la propiedad y gestión comunitaria de la tierra. Por ello, los imaginarios de nación que emergerán a lo largo de este perio-do, graficados en el debate entre Alcides Arguedas y Franz Tamayo en torno a qué hacer con los indios, serán excluy-entes y/o paternalistas.

A partir de ello, en el imaginario de iden-tidad nacional, el acceso a la ciudadanía será tan solo posible si los indígenas son separados de los lazos comunitarios re-specto a la propiedad de la tierra, vía los procesos de reforma agraria y mediante el adiestramiento de éstos en labores de enlace con el mercado (artesanales y productivos) y con el orden civil de ejer-cicio de los derechos (educación básica). Según esto, la conversión de los indíge-nas campesinos en ciudadanos debería pasar por la eliminación de la propiedad comunitaria de la tierra y por la desapar-ición de sus estructuras corporativas de autogobierno, con la correspondiente incorporación de éstos a la nación bajo el tutelaje y la dirección de las elites il-ustradas. En ese sentido, el proyecto de identidad nacional imaginaba lograr una homogeneidad “civilizatoria” y cultural básica.

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El “hombre libre” era el resultado del proceso de individuación social a partir de las dinámicas de expan-

sión de las relaciones mercantiles y la ruptura de las estructuras co-munitarias y familiares vinculadas

a la tierra, la sucesión tradicional y hereditaria.

Con matices, el mencionado proyecto de ciudadanía civil es el que se desple-gará a lo largo del siglo XX, para llegar finalmente al presente sin grandes modi-ficaciones respecto a su estructura nor-mativa. Sin embargo, en la segunda mi-tad del siglo XX sucederán dos grandes mutaciones con impactos en la re-sig-nificación del mencionado proyecto: 1) el acontecido con la Revolución Nacional del 52: la reforma agraria que permitirá la titulación individual de la propiedad par-celaria de la tierra y la universalización de los derechos políticos; 2) la posterior democratización del poder político e in-stauración de la democracia represen-tativa como sistema de gobierno a fina-les de la década de los setenta. Estos sucesos posibilitarán el devenir Estado de los campesinos indígenas a través de su Instrumento Político: el MAS-IPSP.

Las consecuencias de dichas mutacio-nes son múltiples, abarcan desde la acu-mulación e incorporación de referencias normativas en la memoria histórica, has-ta las transformaciones en los reperto-rios y estrategias de organización, movi-

lización y acción colectiva. En este sen-tido, la contaminación de las tradiciones político-culturales en la construcción de su identidad política, permiten dar cuen-ta del trayecto político e ideológico de los indígenas campesinos en un proyecto de Estado-nación y un imaginario de nación en “clave plurinacional”.

Oscilación y contaminación que sucede desde la postulación de un imaginario radical con el surgimiento del katarismo e indianismo, que buscó la “reconsti-tución” de las formas de autogobierno indígenas campesinas y la ruptura del “tiempo histórico”, hasta, en el marco de la disputa democrática electoral, desem-bocar en la propuesta de Constitución Política del Estado (CPE) que propone la edificación de un Estado plurinacional comunitario, aprobada por la Asamblea Constituyente de 2007-2008.

El proyecto de Estado (plurinacional) trae consigo continuidades e incorpo-raciones normativas antes que rupturas radicales. Sobresale la apropiación, am-pliación y desarrollo del viejo proyecto de Estado-nación en todos sus componen-tes: síntesis de la unidad y del monopolio de la fuerza legítima en el territorio na-cional, el status de ciudadanía sobre la base del “lenguaje de los derechos” y el republicanismo cívico. Por su parte, las incorporaciones destacan la fijación de principios normativos que proyectan el reconocimiento de las representaciones simbólicas, prácticas y los formatos políti-cos-institucionales de carácter comuni-tario y de autogobierno de los indígenas campesinos. A partir de todo lo anterior

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Bitácora

se concluye que a lo largo de la historia no hay una relación dicotómica entre la identidad “inclusiva” y la identidad “exclu-siva”, sino que existe una contaminación en sus componentes recurrentes, con la ambición colectiva de edificar un Estado Plurinacional comunitario, demostran-do que la diferencia de “cualidad” entre Estado-nación y el imaginario de Estado Plurinacional es performativa.

Capítulo II

La experiencia del MAS-IPSP: identidad inclusiva de los campesinos indígenas

En la segunda parte se sostiene que el MAS-IPSP es un resultado y un recur-so de mediación entre la identidad “ex-clusiva” e “inclusiva” de ciudadanía de los campesinos indígenas, y que será a través de este dispositivo político-elec-toral que se pondrá en relación de “com-probación práctica” la pertenencia e in-corporación de estos sujetos a la nación boliviana y, con ello, el status y acceso efectivo a la ciudadanía.

Así, se relata el complejo proceso de conformación del Instrumento Político desde los inicios de su planteamiento en Congresos de organizaciones sindi-cales, como la CSUTCB, hasta los vari-os obstáculos que debieron atravesar para lograr obtener el reconocimiento legal como organización política de la CNE. Dicha descripción muestra cómo el MAS-IPSP es el resultado de la nece-sidad de los campesinos indígenas de afirmar su identidad exclusiva a partir de

su organización sindical comunitaria y de defensa de la tierra, el territorio y los re-cursos naturales; y su otra ambición de afirmar su identidad inclusiva de manera directa a través de la participación en los procesos electorales, como resultado del “sentido práctico” que aplican los indíge-nas campesinos en el campo político de-bido a su experiencia en la movilización social, la negociación y el intercambio político.

Se describe cómo la idea de conformar un Instrumento Político nació en el seno CSUTCB, que desde sus inicios funcionó como un espacio de politización de de-mandas indígenas campesinas a través de congresos sindicales, movilizaciones en defensa de los recursos naturales y pugna de liderazgos. Y cómo estos el-ementos contribuyeron a consolidar la idea de crear un Instrumento Político que pueda representar a los campesinos in-dígenas, un instrumento independiente y diferente de los partidos políticos que les permita participar en las elecciones y, así, acceder al poder del Estado del cual sentían que habían estado marginados a lo largo de la historia. El Instrumento Político haría que dejen de ser simples electores para convertirse en sujetos políticos que puedan acceder a la gestión gubernamental y ejercer el poder.

La voluntad de crear un Instrumento Político se hizo manifiesta en el Primer Congreso Nacional Tierra y Territorio e Instrumento Político de 1995, donde par-ticiparon la CSUTCB, las “Bartolinas”, la CIDOB y la COB. La conformación del Instrumento Político resultó a partir de la

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combinación de factores determinantes como el resurgimiento fortalecido del movimiento campesino indígena, que protagonizó importantes movilizaciones de reivindicación de derechos; los nue-vos significantes de lucha y defensa del movimiento indígena campesino; la insu-ficiencia de las negociaciones guberna-mentales que hicieron que se consensue la necesidad de la participación electoral con un instrumento propio, y el control territorial de los sindicatos y comuni-dades.

Asimismo, se hace un recuento de las movilizaciones sociales y conflictos más importantes entre lo indígena campesi-nos y al Estado, en la época de 1990 a 2001. Movilizaciones que fueron de-terminantes para la construcción de su identidad política a través de las deman-das relacionadas a la tierra y el territorio, a la soberanía nacional y a la defensa de la vida y dignidad de los pueblos indí-gena campesinos, elementos que defini-tivamente ayudaron a fortalecer la idea de crear un Instrumento Político y que, además, visibilizara y pusiera como pro-tagonista al sector indígena campesino en la arena política y social.

También se relata el surgimiento de los liderazgos a partir de la participación de los dirigentes en los repertorios de movilización y en los conflictos políti-cos nacionales, hechos que consolidan liderazgos como el de Evo Morales. Asi-mismo, se presenta la trayectoria sindi-cal, política y pública de los principales dirigentes campesinos indígenas desde los 80’ hasta 2010.

Por tanto, la fuerza organizativa sindi-cal, el control territorial, el despliegue de estrategias de lucha y la existencia de un líder propio, hace que este sector surja como un actor que fue adquirien-do importancia y cobrando fuerza hasta convertirse en protagonista a través de la creación de su Instrumento Político, algo que ve como propio, que nació de los indígenas campesinos y, por lo tanto, fue su herramienta, su instrumento para competir en la democracia representa-tiva.

Finalmente, se enumeran todas las difi-cultades que el Instrumento Político ha tenido que atravesar desde su nacimien-to hasta lograr obtener su sigla MAS-IPSP. Se describe el empecinamiento de los campesinos indígenas de contar con un dispositivo propio que contenga las formas de organización comunitaria sindical, el férreo deseo de contar con

Espera, Max Aruquipa, litografía. 1987.

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Bitácora

una sigla propia que exprese su identi-dad política y los represente, y cómo los dispositivos la democracia liberal logran que se acople la organización comuni-taria sindical y la democracia represen-tativa dando buenos resultados electora-les a nivel local y nacional.

1. Trayectoria político-electoral de los campesinos indígenas (1979-2010)

Por otra parte, también se demuestra que a lo largo de la historia, el movimien-to campesino indígena no estuvo al mar-gen de la dinámica política electoral. A pesar de que por mucho tiempo las may-orías indígenas no fueron reconocidas como ciudadanos con plenos derechos políticos, vieron las formas de participar, ya sea como simples electores o estab-leciendo alianzas con partidos políticos y, también, participando de manera di-recta a través de la conformación de sus organizaciones e instrumentos políticos propios.

Las variables de análisis y descripción de esta parte son cuatro: 1) el desem-peño político-electoral expresado en votos (absolutos y porcentajes), 2) los vehículos y liderazgos políticos registra-dos: siglas partidarias y candidaturas, 3) la geografía y expansión territorial y, 4) la determinación del “voto duro”.

Variables que buscan demostrar que la estrategia político-electoral de los campesinos, a lo largo de las últimas décadas, fue la conversión de la geo-grafía, el territorio y la representación mayoritaria, en los factores reales de concreción y reproducción de su fuerza, hegemonía y poder político.

En este sentido se describe la experien-cia de los partidos políticos campesinos indígenas en las elecciones presidencia-les. Experiencia que puede ser dividida en dos partes: primero, con una partici-pación fragmentada desde 1978 hasta 1997, con la existencia de seis partidos políticos que no obtienen resultados mayores al 2.5%; después, desde el año 2000 hacia adelante, con una par-ticipación concentrada en solamente dos partidos políticos con resultados may-ores al 50% de la votación.

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Fernando L. García Yapur / Alberto Garcia Orellana / Marizol Soliz Romero

CUADRO N° 1 Participación indígena campesina en elecciones

generales (1979 – 2009)

Fuente: Elaboración propia según los datos del DVD interactivo Atlas Electoral de Bolivia/ TSE-PNUD 2013.

Año SiglaCandidatos Resultados

Presidencia Vicepresidencia Absoluto Porcentaje

1979*MITKA Luciano Tapia Eufronio Vélez 28.344 2%

MRTK (en alianza con UDP) Hernán Siles Suazo Jaime Paz Zamora 528.696 36%

1980

MITKA Luciano Tapia Eufronio Vélez 15.852 1,3%

MITKA-1 Constantino Lima Honorato Sánchez 17.023 1,4%

MRTK (en alianza con UDP) Hernán Siles Suazo Jaime Paz Zamora 507.173 38,8%

1985MRTKL Genaro Flores Filemón Escobar 33.773 2,3%

MRTK MacabeoChila Hermógenes Bazualdo 13.377 0,9%

1989MRTKL Víctor Hugo

Cárdenas Emigdio Valeriano 23.254 1,7%

FULKA Genaro Flores Hermógenes Bazualdo 16.621 1,2%

1993

MRTKL (en alianza con MNR)

Gonzalo Sánchez de Lozada

Víctor Hugo Cárdenas 584.958 35,7%

Eje Pachakuti Félix Cárdenas Ramiro Barrenechea 17.581 1,7%

MKN Fernando Untoja TomásTicuazu 12.599 0,8%

FULKA (en alianza con IU) Ramiro Velasco Genaro Flores 16.040 1,0%

1997

ASP (en alianza con IU) Alejo Véliz Marcos Domic 80.806 3,4%

MKN (en alianza con ADN) Hugo Banzer Jorge Quiroga 484.705 22,3%

EjePachakuti (en alianza) Ramiro Barrenechea

Juan de la Cruz Villca 18.327 0,8%

2002MAS – IPSP Evo Morales Antonio Peredo 581.884 21%

MIP Felipe Quispe Esther Balboa 169.239 6,1%

2005MAS – IPSP Evo Morales Álvaro García

Linera 1.544.374 53,8%

MIP Felipe Quispe Camila Choquetijlla 61.948 2,2%

2009 MAS – IPSP Evo Morales Álvaro GarcíaLinera 2.851.996 64%

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Bitácora

GRÁFICO N° 1 Participación indígena campesina en procesos

electorales nacionales (1979 – 2009)

70%

60%

50%

40%

30%

20%

10%

0%

36%

2% 1,2%

38%

1,3%1,4% 0,9%2,3% 1,2%1,7% 1,7%

35,7%

0,8% 1,0% 3,4% 0,8%

22,3% 21%

6,1%

53,8%

2,2%

64%

1979 1980 1985 1989 1993 1997 2002 2005 2009

MR

TK-U

DP

MR

TK-U

DP

MIT

KA

-1

MIT

KA

VO

MIT

KA

MR

TKL

MR

TK

MR

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FULK

A-IU

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P-IU

EJE

Pac

haku

ti

MK

N-A

DN

MA

S-IP

SP

MIP

MA

S-IP

SP

MIP

MA

S-IP

SP

Fuente: Elaboración propia según los datos del DVD interactivo Atlas Electoral de Bolivia/ TSE-PNUD 2013.

Después de exponer los datos poco alentadores obtenidos por partidos indígena campesinos con una participación fragmentada, se presentan los resultados electorales que evidencian cómo, a partir del año 2000, el “voto duro” del MAS-IPSP en los municipios va creciendo progresivamente de una elección a otra. El “voto duro” en algunas unidades territoriales. llega a impresionantes resultados, donde el voto supera el 70% y el 90% de apoyo al MAS-IPSP, sobretodo en los procesos electorales, incluyendo referéndums y revocatorio presidencial, que van desde el 2005 al 2010.

Dichos datos demuestran que el “voto duro” va creciendo municipio por municipio hasta lograr la mayoría de municipios en varios departamentos, sobre todo en áreas rurales más que urbanas. Lo que evidencia que el “voto duro” del MAS-IPSP está en los departamentos del occidente y en los valles del país, principalmente en el departamento de Cochabamba, donde en el Municipio de Villa Tunari, entre otros, el MAS-IPSP gana de manera recurrente en los 10 eventos electorales analizados.

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Fernando L. García Yapur / Alberto Garcia Orellana / Marizol Soliz Romero

Evento electoral DepartamentoMunicipios de votación de

primera mayoría

Municipios de votación

mayor al 70%

Municipios de votación

mayor al 90%

Elecciones generales 2002

La Paz 26

Cochabamba 39 7

Potosí 22 2

Oruro 26

Chuquisaca 9

Total 128 9

Elecciones generales 2005

La Paz 80 43

Cochabamba 45 33 3

Potosí 36 15 1

Oruro 34 20

Chuquisaca 24 7

Santa Cruz 20 4

Beni 1

Total 245 122 4

Elecciones generales 2009

La Paz 84 81 74

Cochabamba 47 41 25

Oruro 35 35 24

Chuquisaca 27 21 3

Potosí 40 39 27

Santa Cruz 29 7

Tarija 10 3

Beni 5

Pando 7

Total 284 227 153

Fuente: Elaboración propia según los datos del DVD interactivo Atlas Electoral de Bolivia/ TSE-PNUD 2013.

CUADRO N° 2Cantidad de municipios de primera mayoría y de

“voto duro” (70% y 90%) del MAS-IPSP.Elecciones nacionales 2002-2009

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Bitácora

40%

30%

20%

10%

0%0,1% 1,6%

17,6%

34,1%

Apoyo mayor a 70% (elecciones nacionales)

1997 2002 2005 2009

Fuente: Elaboración propia según los datos del DVD interactivo Atlas Electoral de Bolivia/ TSE-PNUD 2013.

GRÁFICO N° 2 Porcentaje de votación nacional respecto a

municipios con “voto duro”

MAPA N° 1Municipios que concentran el “voto duro” en las

elecciones nacionales de 2009 (mayor a 70%)

Fuente: Elaboración propia según los datos del DVD interactivo Atlas

Electoral de Bolivia/ TSE-PNUD 2013.

0% a 70%

70% a 100%

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Fernando L. García Yapur / Alberto Garcia Orellana / Marizol Soliz Romero

20,0%

15,0%

10,0%

5,0%

0,0%

0,9%

15,5%

Apoyo mayor a 90% (elecciones nacionales)

2005 2009

Fuente: Elaboración propia según los datos del DVD interactivo Atlas Electoral de Bolivia/ TSE-PNUD 2013.

GRÁFICO N° 3Porcentaje de votación nacional respecto a

municipios con “voto duro”

MAPA N° 2Municipios que concentran el “voto duro” en las

elecciones nacionales de 2009 (mayor a 90%)

0% a 90%

90% a 100%

Fuente: Elaboración propia según los datos del DVD

interactivo Atlas Electoral de Bolivia/ TSE-PNUD 2013.

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Bitácora

80,0%

70,0%

60,0%

50,0%

40,0%

30,0%

20,0%

10,0%

0,0%1997 2002 2006 2006 (A.C.) 2009 2005 2010 1995 1999 2004 2010 2008 2009

0,3%0,1%2,9% 1,6%

37,3%

17,6%

47,7%

29,9%

67,8%

34,1%

4,6%2,2%

38,3%

9,9%

0,0% 0,0%2,5% 0,9%0,0% 0,0%

19,3%

4,7%

69,0%

36,9%

65,3%

33,2%

Nacionales Deptales MunicipalesReferéndums

% respecto al total municipios % respecto a la votación nacional

Fuente: Elaboración propia según los datos del DVD interactivo Atlas Electoral de Bolivia/ TSE-PNUD 2013.

60,0%

50,0%

40,0%

30,0%

20,0%

10,0%

0,0%1997 2002 2005 2006 2009 2005 2010 1995 1999 2004 2010 2008 2009

0,0% 0,0% 1,2% 0,9%3,7%

1,4%

45,7%

5,5%

8,3%

3,1%0,0% 0,0% 1,2% 0,2%

9,5%

2,4%

48,6%

27,3%

42,0%

15,8%

Nacionales Deptales MunicipalesReferéndums

% respecto al total municipios % respecto a la votación nacional

0,0% 0,0% 0,0% 0,0% 0,0% 0,0%

GRÁFICO N° 4Resumen “voto duro” del 70% del MAS-IPSP.

Procesos electorales (1995-2010)

Fuente: Elaboración propia según los datos del DVD interactivo Atlas

Electoral de Bolivia/ TSE-PNUD 2013.

GRÁFICO N° 5Resumen “voto duro” del 90% del MAS-IPSP.

Procesos electorales (1995-2010)

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Fernando L. García Yapur / Alberto Garcia Orellana / Marizol Soliz Romero

Por lo tanto, se demuestra que la geo-grafía electoral y territorial es desde donde se construye la estrategia política y hegemónica del movimiento campesi-no indígena, que se asentó en la base de organización territorial de las comuni-dades y sindicatos campesino indígenas de cocaleros, la CSUTCB y los intercul-turales, bajo la idea de votar por ellos mismos.Finalmente se resalta que la democracia extiende y desborda el formato liberal de-bido a la coexistencia de la democracia comunitaria y la democracia represen-tativa en las organizaciones campesino indígenas, con una preponderancia de la primera sobre la segunda ya que ésta es la que se asienta en el territorio, pero que, después de todo, convergen en el acto electoral, espacio donde se evidencia la doble adscripción ciudadana inclusiva y exclusiva de los indígena campesinos.

Capítulo IIIEl registro exclusivo: las organizacio-nes indígenas campesinasEl objetivo de esta parte de la investig-ación es evidenciar el poder jurisdiccio-nal que tienen las organizaciones indí-genas campesinas en el ejercicio y el control de las dinámicas gubernativas de carácter comunitario en las unidades ter-ritoriales bajo su mando. Lo que permite constituirlas en sistemas de autogobi-erno comunitario/sindical y/o corporativo de base territorial, desde donde nego-cian y enuncian su devenir Estado. En este sentido, para estudiar y com-prender al sujeto político indígena campesino en el ejercicio y el control de sus sistemas de autogobierno comuni-tario, sindical y corporativo de base ter-

ritorial, se presenta una descripción del origen, la estructura organizativa, la op-eración de autogobierno, el despliegue de estrategias políticas, la relación con el Instrumento Político, además de la auto-identificación de los miembros de las principales organizaciones indígenas campesinas que confluyen, sustentan y respaldan al MAS-IPSP. Esta descrip-ción permite observar los procedimien-tos y prácticas comunitarias que han constituido el mencionado autogobierno, que se mueve casi de forma paralela y autónoma al funcionamiento del Estado, además permite hacer una compara-ción entre similitudes y diferencias de las principales características de estas orga-nizaciones.

1. Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB)

La CSUTCB fue fundada en 1979 y es el resultado de un largo proceso de maduración política e ideológica al interior de las organizaciones in-dígenas campesinas, por la unidad e independencia de las organizacio-nes sindicales del Estado del 52 y del “Pacto Militar-Campesino” que estab-lecieron relaciones clientelares.

Es importante mencionar que en la CSUTCB –desde sus inicios– con-vergieron dos corrientes político-ideológicas. Por un lado la corriente “campesinista” que presenta deman-das y reivindicaciones con carácter de clase y democráticas. Y por otro lado la corriente “indianista” y “katarista”, que presenta demandas de recono-cimiento de tierra, territorio y autogo-bierno de los indígenas campesinos.

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Bitácora

Esta organización aglutina a pueb-los originarios quechuas, aymaras, tupi guaraníes, además de sectores campesinos, presentando por lo tanto dos variantes de auto-identificación: la campesina que manifiesta y reivin-dica la condición económica de sus miembros, además de sectores vin-culados a las labores agrarias, y la indígena, que reivindica los sistemas de autogobierno y el reconocimiento de la existencia de naciones originar-ias. En este sentido, la CSUTCB rei-vindica la identidad indígena campe-sina.

Su estructura organizativa está ba-sada en una gestión territorial que coincide con la división político-ad-ministrativa del Estado, que además llega a cubrir 90% del territorio na-cional. Esta organización se presenta como una pirámide ascendente de “abajo hacia arriba”, empezando por sindicatos agrarios, subcentrales campesinas, centrales provinciales y regionales, federaciones provincia-les, federaciones departamentales y finalmente la Confederación nacional.

Los repertorios de movilización utilizados por la CSUTCB han sido las marchas, cerco a ciudades y bloqueos de caminos y carreteras.La CSUTCB aglutina dos formatos de organización corporativa: las estructuras organizativas comunitarias tradicionales de los ayllus de las tierras altas, y los sindicatos agrarios que se constituyeron antes y después de la Revolución del 52. En estos formatos confluyen mecanis-mos de decisión vertical y democracia representativa, como votaciones para

la instancia ejecutiva de cabecera, y también de decisión horizontal y de de-mocracia comunitaria, en las unidades y niveles básicos de gestión territorial. Si bien la CSUTCB presenta una estrate-gia política de reivindicación de la tierra, el territorio y los derechos políticos –donde la tierra es entendida como la base de sustento de la actividad económica y el territorio es el espacio de reproducción social de la comunidad y de resguardo del medio ambiente como condición de sobrevivencia–, su discurso también tuvo siempre una orientación de lucha por el proyecto político sindical de las naciones originarias y el campesinado, que luego derivaría en la construcción de un instru-mento político para tomar el poder. Esta es la razón por lo que la CSUTCB se ve a sí misma como la matriz creadora del MAS-IPSP.En este sentido, cabe señalar que la re-lación de la organización con el Instru-mento Político respecto a la elección de

Piedad, Max Aruquipa, litografía. 1978.

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Fernando L. García Yapur / Alberto Garcia Orellana / Marizol Soliz Romero

candidatos presenta espacios de disputa e intercambios de poder, donde son los candidatos “invitados” frente a los “orgáni-cos” los que generan más controversia y problemas dentro de la organización. Los integrantes de las organizaciones prefieren un candidato con antecedentes de liderazgo y dirigencia, que se haya ido formando desde abajo, que conozca el funcionamiento interno de la orga-nización, sea disciplinado y rinda cuentas a las bases de sus acciones y, no así, a un candidato invitado que no cumpla con las cualidades mencionadas.

2. Confederación Nacional de Mujeres Indígena Originario Campesinas de Bolivia “Bartolina Sisa” (CNMIOCB-B.S.)

La figura de Bartolina Sisa ha sido emblemática para las mujeres indí-genas campesinas, como esposa de Tupak Katari y como figura que dem-uestra la importancia que han tenido las mujeres en la consecución de los diversos objetivos campesino indíge-nas en la historia.

La organización de las Bartolinas apa-reció inicialmente en el seno de los sindicatos y de las estructuras corpo-rativas de los indígenas campesinos, promovidas por la estructura sindical y en algunos casos con apoyos de iniciativas externas, como de la igle-sia, ONGs y el Estado.

En este sentido, se puede afirmar que esta organización de mujeres surgió bajo el ala y con una fuerte incidencia de la CSUTCB. Entre los años 1979 y 1980, se conformó la Federación Nacional de Mujeres Campesinas

de Bolivia como instancia nacional estrechamente vinculada a las orga-nizaciones matrices de base territo-rial de la CSUTCB.

Algunos testimonios afirman que esta relación cercana de las Bartolinas con la CSUTCB inicialmente se presentó como un problema, debido a que fun-cionaban como afiliadas y, sin embar-go, en muchos casos y en diferentes aspectos las Bartolinas habían sido discriminadas por la organización de varones. Es en el año 2007 cuando la Federación se convierte en Con-federación de mujeres, y se establ-ece como organización autónoma e independiente, asumiendo su propia estructura orgánica y liderazgo.

Actualmente las Bartolinas es una organización independiente y for-talecida, además de ser uno de los sectores más organizados del país. En cuanto a su estructura organiza-tiva, al igual que la CSUTCB, cuen-ta con estructuras de federaciones y estructuras corporativas en todos los departamentos Bolivia, las que se construyen en la unidad de base de sindicatos y que ascienden por niveles territoriales desde las subcen-trales hasta llegar a la Confederación Nacional.

El sistema de autogobierno es similar a la de la CSUTCB, sustentándose en prácticas de democracia sindical, en cuanto realización y toma de de-cisiones de ampliados, reuniones y asambleas, y prácticas comunitarias en la gestión de recursos naturales y conflictos internos, así como de de-mocracia comunitaria en la elección y control de sus dirigentes y bases,

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Bitácora

tomando sus decisiones con un me-canismo deliberativo “de abajo hacia arriba”.

Al haber tenido una fuerte influencia de la CSUTCB, la organización de mujeres contiene la misma influencia política del katarismo, y por lo tanto, presenta las mismas reivindicacio-nes de ciudadanía comunitaria por la defensa y el reconocimiento del au-togobierno en la gestión de la tierra y el territorio, así como la defensa y la garantía de los derechos de las mujeres, la equidad de género y la despatriarcalización de la sociedad.

Por lo tanto, presentan una doble adscripción identitaria: la de indíge-nas originaria campesinas, con una vinculación comunitaria y reivindica-ciones cercanas a la organización de varones, que luchan contra las estructuras de poder de rasgo colo-nial de exclusión y discriminación ra-cial étnico-cultural de los indígenas campesinos; y la de mujer, que busca ser reconocida en instancias donde antes predominaban los varones, tanto al interior de las estructuras sin-dicales como fuera de ellas. Sin em-bargo, junto con las reivindicaciones de género, internamente coexiste la posición de que el feminismo es una consecuencia del capitalismo y se ve como algo negativo, puesto que trata de alejar a las mujeres de los hom-bres, mientras que la liberación de los pueblos sólo es posible a través de la unión de las mujeres y los hombres.

En cuanto a la relación de las Bartoli-nas con el Instrumento Político, la situ-ación es similar a la de la CSUTCB, se ven a sí mismas como un brazo

político de dicho instrumento. Re-specto a la elección de candidatas para el MAS-IPSP, señalan los mis-mos problemas entre los candidatos “invitados” frente a los “orgánicos”.

3. Confederación Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia (CSCIB)

La Confederación Sindical de Co-munidades Interculturales de Bolivia (CSCIB) es la misma que inicialmente se conoció como Confederación Sin-dical de Colonizadores de Bolivia (CSCB), fundada en 1971.

Esta organización surge a partir de los procesos de colonización impul-sados por el Estado después de la Revolución del 52, posteriormente atraviesa por una redefinición de la categoría de “colonizador” por la de “intercultural”, como resultado de una asimilación de sus raíces indígenas y la influencia de la ideología indigenis-ta y katarista incorporada en la nueva Constitución Política del Estado. Así, reconstituye la imagen simbólica y cultural de personas y familias que-chuas y aymaras migrantes que se extienden por el todo el territorio na-cional.

En este sentido, las principales de-mandas y reivindicaciones de esta organización están relacionadas a la propiedad de la tierra y a la produc-ción y la comercialización de la coca. Siendo, a diferencia de la CSUTCB y de las Bartolinas, sobretodo una organización sindical y con menos elementos de una organización co-

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Fernando L. García Yapur / Alberto Garcia Orellana / Marizol Soliz Romero

munitaria, sobretodo en cuestiones identitarias.

La identidad intercultural de la orga-nización proviene de una compleja construcción identitaria, puesto que, si bien al principio la identidad no fue un tema central dentro de esta orga-nización, ésta fue cobrando importan-cia a lo largo del tiempo a partir de la necesidad de construir una identidad propia que aglutine a la diversidad de migrantes, su incorporación en el campo político a través del MAS-IPSP y la agregación del discurso in-dígena. Este proceso hizo que la au-to-identificación de los miembros de esta organización se vaya moviendo desde la forma de colono migrante a productor agrario y, finalmente, a ha-bitante indígena.

Cabe destacar que la principal dife-rencia identitaria de los interculturales frente a la identidad de las anteriores organizaciones indígenas campesi-nas comunitarias, es su carácter de productor agrícola individual, dado que su interés principal está vincu-lado a la lógica del mercado y, por lo tanto, mantiene estrategias para gen-erar utilidades y ganancias particula-res.

Actualmente esta organización está ubicada en siete departamentos de Bolivia, pero su fuerza territorial se concentra en Cochabamba, La Paz y Santa Cruz. En este sentido, al igual que las dos organizaciones an-teriores, está organizada a partir de la división política administrativa del Estado, donde la unidad básica de la estructura son los sindicatos-comuni-dad de las familias agrarias.

Se puede afirmar que la Confeder-ación de Interculturales ha sido uno de los pilares fundamentales para la creación del Instrumento Político, el MAS IPSP, junto con las federacio-nes de cocaleros, puesto que fueron ellos los que empezaron con la idea de apostar por la democracia repre-sentativa para defender la tierra y la producción de la hoja de coca.

La importancia de la participación de los interculturales en la creación del Instrumento Político se ve en la fuer-za que tienen en la estructura formal del MAS-IPSP, puesto que ocupan los principales cargos de dirección y conducción. Siendo el mejor ejemplo, el hecho de que la presidencia y la vicepresidencia del MAS-IPSP esté ocupada por un cocalero como Evo Morales y dirigentes colonizadores.

Al igual que en las anteriores orga-nizaciones, son los candidatos invita-dos los que ocasionan problemas en su relación con el MAS-IPSP.

La importancia de la participación de los interculturales en la creación del Instrumento Político se ve en la fuer-za que tienen en la estructura formal del MAS-IPSP, puesto que ocupan los principales cargos de dirección y conducción.

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Bitácora

4. Coordinadora de las seis Federaciones del Trópico de Cochabamba

El antecedente directo de las orga-nizaciones del Trópico de Cocha-bamba es el proceso de colonización generado por el Estado después de la Revolución del 52, principalmente en el Chapare, a partir de la ampliación de la frontera agrícola por campesi-nos desplazados de otras áreas, donde el cultivo de coca fue un factor clave, en menor escala también se desplazaron al sector de los Yungas.

Las federaciones del Trópico logran organizarse por la influencia de los sindicatos agrarios que ya existían en los valles de Cochabamba. Pos-teriormente amplía su base social, su capacidad de organización y su movilización social con la formación paralela de federaciones de mujeres, quienes conformaron la Coordinadora de Mujeres Campesinas de Trópico (COCAMTROP) y responden directa-mente a la estrategia de movilización de la organización de las seis federa-ciones de cocaleros y su coordinado-ra. Esta organización de mujeres fue muy importante para las movilizacio-nes y la resistencia contra la erradi-cación forzosa de la hoja de coca.

Alrededor de la producción de la hoja de coca y la prohibición y erradicación de ésta, promovida por el gobierno, se da un contexto caracterizado por la militarización y el enfrentamiento del sector cocalero con el gobierno, conflicto que los posiciona como un movimiento social con una alta ex-periencia en el despliegue de ac-

ciones de movilización colectiva y la agitación de valores y símbolos, así como la construcción de una identi-dad colectiva con objetivos comunes.

En cuanto a su estructura de orga-nización, ésta se aglutina por sindi-catos, centrales y federaciones, que responden a sectores específicos como Villa Tunari, Shinahota, Chi-moré, Puerto Villarroel y Entreríos, todas agrupadas en la Coordinadora de las seis federaciones del Trópico de Cochabamba.

El autogobierno y la democracia in-terna de la organización –al igual que de las anteriores organizaciones– re-specto a la toma de decisiones se or-ganiza de “abajo hacia arriba”, pero también existe una relación vertical en cuanto a mandatos y resoluciones “de arriba hacia abajo”.

Una de sus principales característi-cas es la gestión de la propiedad de la tierra y del uso de recursos natura-les, gestión que está atravesada por el cumplimiento de un conjunto de normas y responsabilidades políticas de carácter local que consolidan de-beres y derechos colectivos por parte de los sindicatos de base.

Asimismo, por su situación de pro-ductores de hoja de coca y frutas tropicales, al igual que los Intercul-turales, han logrado desarrollar una estrecha relación con el mercado. No obstante, también poseen prácticas comunitarias como el ayni o la minka, que regulan la convivencia colectiva, debido a que los cocaleros son de-scendientes de tradiciones quechuas y aymaras.

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Las prácticas anteriormente mencio-nadas dan cuenta de una auto-identi-ficación que oscila entre la identidad campesina, cocalera y la identidad indígena. La identidad campesina cocalera se asienta sobre la produc-ción de la tierra alrededor de la hoja de coca, que además de su función económica como producto agrario, cumplirá una función discursiva de le-gitimación en torno al valor de uso de la coca en la cultura andina y como parte de la identidad indígena.

Se puede afirmar que dicha legiti-mación de la identidad étnica cultural a través de la hoja de coca, ha sido una adquisición más instrumental que emotiva. Esta legitimación tam-bién ha sido utilizada como una es-trategia de manifestación y símbolo de protesta, convirtiéndose en una identidad política construida por los propios cocaleros sobre sí mismos, puesto que además de identificarse como campesinos tradicionales e in-dígenas, los cocaleros encontraron un argumento de justificación étnica para la producción y defensa de la hoja de coca.

Respecto a sus repertorios de lucha, los más utilizados fueron las marchas y bloqueo de caminos.

La relación entre la organización co-calera y el Instrumento Político es más que cercana, puesto que la idea de entrar al juego de la democracia representativa mediante la creación de un Instrumento Político, propio e independiente, nace en un congreso sobre tierra y territorio realizado en el trópico de Cochabamba, que fue impulsado principalmente por las fed-eraciones de cocaleros del Chapare. Por estos motivos, en el Chapare pre-domina la idea de la subordinación del Instrumento Político a la orga-nización sindical, lo que se cumple en la medida en que los candidatos y los representantes electos rindan cuentas de sus acciones en las mis-mas instancias sindicales en las que fueron electos.

Con fines explicativos y sintéticos, a continuación se presenta una tab-la comparativa de las cuatro orga-nizaciones indígenas campesinas que pensaron y construyeron el In-strumento Político:

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Bitácora

Categorías

Confederación sindical única de trabajadores campesinos de bolivia

csutcb

Confederación nacional de mujeres indígena

originario campesinas de bolivia (cnmiocb

bs)

Confederación sindical de comunidades interculturales

de bolivia (csicb)

Coordinadora 6 federaciones del trópico de cochabamba

Fundación 1979

1980 Federación1971 Confederación Sindical de Colonizadores de Bolivia (CSCB)

Primeros sindicatos después de 1953

2007 paso de Federación a Confederación (organización autónoma e independiente)

Origen

Resultado de una maduración política e ideológica al interior de las organizaciones indígenas y campesinas en respuesta a las organizaciones sindicales de la Revolución del 52 y el Pacto Militar Campesino.

Nació promovida por los sindicatos indígena campesinos de la CSUTCB, además del apoyo de iniciativas externas (iglesia, ONGs, Estado).

Inicialmente denominada Confederación Sindical de Colonizadores de Bolivia (CSCB).

Surge de los procesos de colonización posteriores a la Rev. Del 52.

Con la CPE de 2009 y la agregación del discurso indígena, cambia el nombre de colonizadores a interculturales asumiendo sus raíces indígenas.

Resultado del proceso de colonización posterior a la Rev. Del 52 y desplazamiento de campesinos de varios lugares y de la ampliación de la frontera agrícola.

Logran organizarse por la influencia de los sindicatos agrarios que ya existían en los valles de Cochabamba.

Estructura Organizativa

Gestión territorial que coincide con la división político-administrativa del Estado.De “abajo hacia arriba”Estructura comunitaria y corporativa sindicalCSUTCBFederaciones DepartamentalesFederaciones Provinciales RegionalesCentrales Agrarias ProvincialesSubcentrales AgrariasSindicatos Agrarios

Gestión territorial que coincide con la división político-administrativa del Estado.

De “abajo hacia arriba”Estructura comunitaria y corporativa sindicalCNMIOCB “BS”Federaciones DepartamentalesFederaciones Provinciales Regionales

Gestión territorial que coincide con la división político-administrativa del Estado.

De “abajo hacia arriba”Corporativa SindicalCSIBFederaciones DepartamentalesCentralesSindicatosBases

De “abajo hacia arriba” y de “arriba hacia abajo”.

Corporativa Sindical y prácticas comunitariasCoordinadora de las 6 Federaciones del Trópico. de CochabambaFederaciones que responden a sectores específicos como Villa Tunari, Shinahota, Chimoré, Puerto Villarroel y EntreriosCentralesSindicatosAfiliados

Demandas/Reivindicaciones

Influencia corriente “campesinista”: demandas de clase y democráticas, ciudadanía efectiva, derechos políticos.

Influencia corriente “katarista”, demandas: tierra, territorio, derechos políticos, autogobierno.

Tierra, territorio, autogobierno (lucha compartida con los varones).

Defensa y garantía de derechos como mujeres, equidad de género y despatriarcalización.

Propiedad de la tierra y ocupación de espacios territoriales, producción y comercialización de la hoja de coca.

Interés vinculado a la lógica del mercado, estrategias para generar utilidades y ganancias particulares.

Propiedad de la tierra, uso de recursos naturales, producción y comercialización de la hoja de coca.

Reivindicación cultural de la hoja de coca.

Interés vinculado a la lógica del mercado, estrategias para generar utilidades y ganancias particulares.

Bases Campesinos e indígenas Mujeres campesinas, indígenas

Familias quechuas y aymaras que migran a diferentes lugares de Bolivia.

Familias quechuas y aymaras que migran al Chapare.

Autoidentificación Indígena y campesina Indígena, campesina y de género

Identidad fue cambiando:Colono migrante a productor agrario y a habitante indígena

Identidad oscila entre:Campesina-cocalera e indígena

Adscripción a la ciudadanía Doble: exclusiva e inclusiva Doble: exclusiva e

inclusiva Principalmente Inclusiva Principalmente Inclusiva

Relación con el Instrumento Político

Creadores del Instrumento Político

Creadoras del Instrumento Político

Brazo Político del Instrumento Político

Principales impulsores del MAS-IPSP, de apostar por la democracia representativa para defender la tierra, la hoja de coca y llegar al poder estatal.

Principales impulsores del MAS-IPSP, de apostar por la democracia representativa para defender la tierra, la hoja de coca y llegar al poder estatal.

Repertorios de movilización

Marchas, cerco a ciudades, bloqueo de caminos y carreteras

Marchas, bloqueo de caminos y carreteras

Fuente: Elaboración propia.

CUADRO N° 3Resumen Características organizaciones sociales

indígenas campesinas

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Capitulo IV Facetas entrecruzadas del MAS-IPSP: devenir Estado de los campesinos in-dígenasFinalmente, en la última parte se re-aliza un balance de las mutaciones democráticas en la estrategia política de los campesinos indígenas, fruto de la vi-gencia de los recursos institucionales de la democracia representativa. Después se continúa con la caracterización de las “formas de darse” de la política en el MAS-IPSP y del MAS-IPSP, sobre la base del análisis de la definición de sus estrategias políticas.En suma, se presentan las facetas entre-cruzadas del MAS-IPSP desarrolladas a partir de la afirmación de que es un instrumento político con características político partidarias no convencionales por su forma de nacimiento, estructura-ción y por sus resultados político-electo-rales, vinculados a dispositivos de con-trol territorial que ejercen organizaciones indígenas campesinas. Respecto a las mutaciones democráticas en la estrategia política de los campesi-nos indígenas, se afirma que existen dos mutaciones fundamentales. Por un lado, como resultado de la Revo-lución de 1952 y de su extensión y rep-resentación simbólica de ciudadanía, la búsqueda de los indígenas campesinos por una ciudadanía plena a través de la “autorepresentación”, bajo las ideas de que son la mayoría y de votar por ellos mismos. Ahora bien, la “autorepresent-ación” no es una muy diferente de la me-diación político partidaria, es la búsque-da de un mecanismo de mediación que obedezca a las decisiones procesadas en los sistemas de autogobierno comu-

nitario de los indígenas campesinos. En este sentido, será el MAS-IPSP el prin-cipal dispositivo electoral de las orga-nizaciones indígenas campesinas con-formado para cumplir dichas expectati-vas. Por el otro, la mutación performativa en el campo político, en tanto despliegue de representaciones simbólicas, imagi-narios y condensación de formatos de afirmación de la ciudadanía “inclusiva” y “exclusiva”, en una propuesta de iden-tidad política de reinvención del Estado-nación: el Estado plurinacional comuni-tario.Por lo tanto, en el estudio se afirma que la noción de “Estado plurinacional” pre-tende ser un significante de un nuevo proyecto de reinvención del Estado-nación, que relaja el proyecto liberal dec-imonónico de modernidad política, social y cultural del siglo XIX, y del proyecto nacionalista del 52. En ese sentido, por ejemplo, desde el punto de vista norma-tivo, la Constitución Política del Estado propone la configuración de un Estado Unitario Plurinacional Comunitario, esto es, un Estado-nación con asimetría y pluralismo institucional con acoplamien-tos normativos de diversas tradiciones político-culturales, no necesariamente sincrónicas o compatibles. Esto, ya en sí mismo, apertura un campo de significan-tes que en su acontecer se dirige hacia la configuración de un campo político con distintos nodos de articulación y/o des-plazamiento político-ideológicos (entre Estado-nación de inspiración o raíz liber-al-democrático y Estado plurinacional de raíz comunitario-indígena). Es decir, un nuevo Estado y una nueva democracia con mayor pluralismo, donde persiste y se despliega el conflicto agonista.

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Bitácora

En cuanto a las “formas de darse” en la política del MAS-IPSP se presentan una serie de características específicas referentes a la estructura de poder y la capacidad de movilización social:

1. Formas de darse a la política del MAS-IPSP

- La hegemonía institucional y reedición del “pacto de reciprocidad”, que puede ser sintetizado en que el sustento del gobierno del MAS-IPSP se concentra en el hecho de haber convertido la geografía en el principal recurso de validación y reproducción del poder político, además de ser un dispositivo político-electoral que está a disposición de las organizaciones campesinas indígenas con el objeto de facilitar el acceso a la legitimación de su poder político y, de esa forma, al ejercicio e imposición de su fuerza mayoritaria como forma de gobierno.

- La política flexible de interacción y juego de intereses, que se refiere a las alianzas flexibles con diversos sectores, entre estas encontramos las alianzas con organizaciones de cooperativistas como por ejemplo mineros; con el Pacto de Unidad con quienes presenta la propuesta de la nueva CPE; y con sectores plebeyos, es decir sectores urbanos populares.

- La política de la agitación y el poder de la estrategia, donde se menciona los recursos materiales y simbólicos que utilizan para desplegar su es-trategia electoral, como la monopo-lización de la representación de lo “indígena originario campesino” y del Estado Plurinacional, incluyendo las

narrativas de poder de los indígenas y campesinos, pasando por la am-bición de la ciudadanía plena y la de-mocratización social de carácter radi-cal, al nacionalismo y a la promesa de la modernidad y el desarrollo.

- La gestión gubernamental de la he-gemonía, donde se afirma que otra estrategia del MAS-IPSP es la de presentar y difundir los réditos al-canzados en sus mandatos guberna-mentales en los ámbitos económico, político y social, que presentan resul-tados positivos comparados con go-biernos anteriores, y además presen-tan la puesta en marcha de medidas y programas de desarrollo económi-co y social de impacto inmediato, más que presentar promesas a largo plazo; asimismo también se incluyen los réditos logrados en el ámbito in-ternacional.

En este sentido, se describen fac-etas del MAS-IPSP que buscan dar cuenta de ciertas dinámicas, dispu-tas y formas de articulación política, con la intención de conocer y contar con una idea más acertada de las po-tencialidades, desafíos y riesgos del Instrumento Político. Las facetas que se presentan en la investigación son las siguientes:

MAS-IPSP instrumento político de las pulsiones democratizadoras Esta faceta tiene que ver con la capa-cidad del instrumento político de los in-dígenas campesinos de articulación y movilización de la sociedad y, por tanto, de eficacia electoral. Esto a partir de la afirmación de que el éxito de Evo Mo-rales y de los cocaleros del Trópico de

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Cochabamba, que finalmente estructur-an al MAS-IPSP, fue su actitud de per-severancia y pragmatismo para lograr la condensación de la representación política, manteniendo una posición radi-cal de resistencia a la implementación de las políticas del modelo neoliberal, como de visibilización formal del sistema político. Así como también, una política de combinación pragmática entre accio-nes colectivas de hecho, la “política en las calles”, y el despliegue de acciones de negociación y/o activismo político de carácter formal en distintos planos (par-lamentarios, de gestión local, etc.). Todo esto hizo que el MAS-IPSP sea una referencia de cambio del viejo orden y, asimismo, una promesa viable para el logro de las expectativas y visiones políti-cas de los campesinos indígenas: el de-venir estatal, puesto que hasta antes de Evo Morales se percibía al poder político como un espacio predeterminado solo para las elites y clases altas, blancas y criollo/mestizas, consecuencia de impor-tancia central para la realización plena de la ciudadanía. Sin embargo, con la llega-da de Evo Morales al poder, la condición de la igualdad jurídica se expande en el conjunto de la sociedad, para lograr la mayor democratización social y política ocurrida en el país después de la revo-lución del 52. La llegada de un indígena al poder político, mediante el recurso de la votación y el efecto de comprobación práctica de que las “mayorías mandan”, como sustento del gobierno democráti-co, permite que la identidad inclusiva de ciudadanía se concretice como una reali-dad o factor real de ejercicio del poder. Asimismo, con Evo Morales en el poder aparecen con fuerza las narrativas dis-cursivas de la reinvención y desmon-

taje del proyecto de Estado-nación de las elites, para dar lugar a un modelo y/o proyecto estatal que logre acercarse más a la condición social boliviana. Se trata del proyecto e imaginario de Esta-do-nación procesado por los campesi-nos indígenas a lo largo de los últimos treinta años, como una propuesta alter-nativa de construcción estatal: el Estado plurinacional comunitario.

(...) el éxito de Evo Morales y de los cocaleros del Trópico de Cocha-bamba, que finalmente estructu-ran al MAS-IPSP, fue su actitud de perseverancia y pragmatismo para lograr la condensación de la repre-sentación política, manteniendo una posición radical de resistencia a la implementación de las políticas del modelo neoliberal, como de visibili-zación formal del sistema político.

MAS-IPSP condensada en el represen-tante: Evo Morales y su gobiernoSe sostiene que Evo Morales y su go-bierno tienen un buen desempeño en distintos ejes del campo político, ejes discursivos como la reinvención del na-cionalismo, la democracia vinculada a la igualdad y garantía de derechos, y la de-fensa de las identidades étnico-cultura-les y regionales. En este sentido, se considera que el liderazgo de Evo Morales, su decision-ismo como líder y la afirmación de una identidad colectiva hoy conocida como “proceso de cambio”, son centrales para resolver diversas tensiones en los dife-

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Bitácora

rentes momentos de confrontación y de gestión política. Así como la definición de un “enemigo” y el marcado de fronteras discursivas y simbólicas, son fundamen-tales en la articulación de las matrices plurales de los indígenas campesinos y de la sociedad.Sin embargo, se afirma que para ges-tionar una hegemonía se requiere me-canismos institucionales de articulación colectiva, que según el estudio podría encontrarse en el nuevo texto constitu-cional como el programa de articulación horizontal, y la posible organización vertical de la gestión de la hegemonía, asentando, canalizando e instituciona-lizando el “proceso de cambio” con una lógica de “arriba hacia abajo”. O bien, podría suceder la apertura de un devenir que aún no visibiliza la concreción insti-tucional del “proceso de cambio”, sino una “profundización” vía la provocación y agitación continua de la movilización popular, dirigida a generar mayores rup-turas de orden nacional-populares. O, in-cluso, finalmente podría darse una com-binación de las dos posibilidades.Por lo tanto, se resalta que el rumbo y liderazgo del MAS-IPSP es contingente, puesto que será la política, como pro-ceso incremental de toma de decisiones, la que irá definiendo y delimitando su camino.

El MAS-IPSP: campo de intercambios políticosEsta faceta se expresa como el des-pliegue de una tendencia general del proceso. El MAS-IPSP es un campo de lucha e intercambios políticos, porque lo que opera en su seno son procesos y dinámicas plurales de deliberación y de-

cisión democrática de raíz comunitaria/corporativa, que requieren ser registra-dos y reconocidos para lograr canalizar el conflicto agónico entre la identidad “in-clusiva” y la “exclusiva” de la ciudadanía.En este sentido, se afirma que actual-mente las movilizaciones sociales y las estructuras corporativas están atraves-ando por un momento de adaptación a la estructura de poder que opera desde el gobierno, es decir, por un proceso de in-stitucionalización y afirmación hegemóni-ca. Por lo tanto, si bien los movimientos y organizaciones sociales son el motor que pone en marcha los procesos de cambio, expresan la fuerza y delimitan la agenda del proceso, no son por ello la dirección per se. La dirección tiene que ver con otras funciones: el liderazgo y el desem-peño de la representación política. Al re-specto, si bien está claro que el liderazgo del proceso lo concentra Evo Morales y su gobierno, lo que queda pendiente es dejar despejados y visibles los mecanis-mos de representación política que las matrices de procesamiento político de las organizaciones sociales despliegan y reproducen como “identidad exclusiva” de ciudadanía.Entonces se afirma que de dicha ten-sión entre las organizaciones y el lider-azgo, depende el devenir del Estado de los campesinos indígenas, y que en este sentido sólo existen dos alternati-vas normativas que emergen de la ten-sión que expresa la doble adscripción a la ciudadanía por parte de los indígenas campesinos. La primera, que se asuma al “proceso de cambio” desde una perspectiva tes-timonial y simbólica. Se está con el pro-ceso sabiendo que el poder finalmente

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imprime su fuerza y sello, es decir, estar con el “proceso de cambio” confiando en que las cosas pueden y deben ser mejor, estando conscientes de que el líder y la estructura gubernamental monopolizan la representación y la iniciativa política. Y la segunda, asumir que el “proceso de cambio” desborda al líder y a la es-tructura de poder establecido, en otras palabras, se busca un reajuste continuo del intercambio político y de la interpen-etración de los dispositivos normativos e institucionales entre el Estado/gobierno y las organizaciones comunitarios/cor-porativos.

El MAS-IPSP: identidad política compuesta y doble adscripción ciudadana En esta faceta se presenta la adscrip-ción “inclusiva” de “nosotros los bolivia-nos” y “exclusiva” de “nosotros los indí-genas campesinos” que se presenta en el MAS-IPSP, además del carácter per-formativo del Estado plurinacional.El estudio sostiene que a partir de la doble adscripción ciudadana se config-uró un proyecto de construcción de un Estado plurinacional comunitario, que en su versión matizada postula la descolo-nización y la interculturalidad como los dispositivos normativos que permitirían facilitar el flujo de las pulsiones de la so-ciedad e impulsar la emancipación de los indígenas campesinos. Con el reg-istro normativo del Estado plurinacional comunitario en la Constitución Política del Estado, la ambición de reinvención del Estado-nación en Estado plurinacio-nal es una posibilidad de apertura para

el despliegue de este flujo. Sin embargo, los resultados o puertos de la confluen-cia, contaminación y oscilación de estos dispositivos son inciertos. Por lo tanto se afirma que la ambición de la concreción del Estado plurinacional es un producto o resultado performativo (que se hace al andar), ahora, no sólo de los indígenas campesinos, sino del con-

junto de la sociedad boliviana.

Retrato de un obrero, Max Aruquipa, dibujo a tinta. 1977.

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Bitácora

Conclusiones

A partir de los hallazgos de la investig-ación se plantean las siguientes conclu-siones relativas a la ciudadanía e identi-dad política en tiempos del Estado Pluri-nacional.Se afirma que la ciudadanía es polisémi-ca y, por ello, se inscribe en un campo movedizo de afirmación, comprobación y concreción de las identidades colectivas. En este sentido, la ciudadanía y la iden-tidad política de los indígenas campesi-nos trae consigo una continua oscilación entre la “identidad inclusiva”, que acaece en “lo común”: “nosotros los bolivianos”, y la “identidad exclusiva”, que los par-ticulariza en relación a la composición heterogénea o “abigarrada” de la socie-dad boliviana: “nosotros los indígenas campesinos”.La ciudadanía “inclusiva”: el decir “no-sotros los bolivianos” es la expresión de la concreción de un proyecto de identi-dad colectiva que desemboca en forma-tos de institucionalidad estatal, valores y expectativas comunes respecto a la construcción y cimentación de la nación. Esta “identidad inclusiva” es el deseo de afirmación en el “sentido común” de la sociedad del “lenguaje de los derechos”, para lograr un efectivo ejercicio y vali-dación de los recursos institucionales de participación y representación política. Como se ve en el desarrollo de las an-teriores partes del estudio, a lo largo de la historia del país se identifican momen-tos en los que los indígenas campesinos buscaron insistentemente la concreción de esta identidad y donde, a pesar de su condición subalterna, participaron como

actores centrales a través de distintos formatos.La “ciudadanía exclusiva”: el decir “no-sotros los indígenas-campesinos” es aquella arraigada en las dinámicas orga-nizativas, políticas y culturales comuni-tarias, que precede y excede al Estado, tanto colonial como republicano, al ser la expresión de un ordenamiento guberna-tivo de control territorial y social de “aba-jo hacia arriba”. Entonces, a lo largo de la historia y los acontecimientos políticos y electorales revisados, se evidencia que los indíge-nas-campesinos participaron de dife-rentes maneras en la constitución de la identidad común y buscando ser parte de ella, lo que no les impidió perder su identidad “exclusiva” practicada a través del autogobierno comunitario de base territorial y que también está reflejada en sus organizaciones campesinas indíge-nas y sindicales. En este sentido, el estudio sostiene que el MAS-IPSP es un resultado del en-trecruzamiento de ambas identidades: “inclusiva” y “exclusiva” de ciudadanía; incluso convirtiéndose en una instan-cia de mediación que posibilita que los indígenas campesinos se constituyan en uno de los ejes nodales de la con-strucción de la identidad nacional de “los bolivianos”. Por lo que se afirma que a través del MAS-IPSP, los campesinos in-dígenas lograron las garantías políticas e institucionales de reconocimiento y aco-plamiento de sus estructuras y dinámi-cas comunitarias en el sistema político y por el sistema político. Por lo tanto, la llegada mayoritaria de los indígenas campesinos al poder político a

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través de su Instrumento Político, ha in-stalado diferentes nodos de articulación y de desplazamiento político normativos; convirtiéndolo en un campo de disputa, contingencia y oscilación entre el acon-tecer del Estado-nación y el devenir del proyecto de Estado plurinacional, para la concreción de una forma institucional de la nación boliviana.Dicha conclusión lleva a los autores a afirmar que la doble adscripción y regis-tro de los indígenas campesinos a la ciu-dadanía, deviene en una identidad políti-ca compuesta de los bolivianos que se concretiza en la edificación de Estado-nación en “clave plurinacional”, puesta en marcha por el MAS-IPSP.A partir de ello, se afirma que el cierre o la apertura del proyecto de Estado dependerán de los recursos y/o de los

factores de poder que concurren en el intercambio político. La oscilación y/o contaminación puede operar desde el imaginario liberal decimonónico, el proyecto de ciudadanización vía la indi-viduación y el mestizaje, como también, desde el nacionalismo revolucionario re-inventado por la democracia representa-tiva, que incrementa su ratio de influen-cia a través de articulaciones y eventos nacional-populares de democratización social y política: una mutación de grado del proyecto de Estado-nación. Como finalmente pudiera acontecer desde las interpelaciones nacional-populares de raigambre comunitaria de los indígenas campesinos que, según el presente es-tudio, implican una mutación de cualidad del proyecto de Estado-nación, el Estado plurinacional comunitario.

BibliografíaGarcía, Fernando, Alberto Garcia & Marizol Solíz (2014) “MAS legalmente, IPSP legítimamente” Ciudadanía y devenir Estado de los campesinos indígenas en Bo-livia. La Paz: PIEB/PNUD.García, Fernando (2014) “Identidad nacional y ciudadanía en tiempos del Estado plurinacional” en Tinkazos 35 Revista boliviana de ciencias sociales. La Paz: Bolivia.

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ANEXOS

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ANEXO 1

A continuación se presenta un resumen de la cantidad de municipios con “voto duro”, del 70% y el 90%, según departamento y evento electoral, tomando en cuenta el por-

centaje que los mismos representan respec-to al total de municipios en el país y en cada departamento.

Municipios con “voto duro” del MAS – IPSP (1995 – 2010)

Año Proceso electoral Depto.

Municipios con

votación 70%

% respecto al total

municipios nacional

% respecto al total

municipios del

departamento

Municipios con

votación 90%

% depto.

1995 Elecciones municipales Cochabamba

3 0,96% 6,82% 0 0,00%1997 Elecciones

nacionales Cochabamba1 0,32% 2,27% 0 0,00%

1999 Elecciones municipales Cochabamba

1 0,32% 2,27% 0 0,00%

2002 Elecciones nacionales

Cochabamba 7 2,23% 15,91% 0 0,00%Potosí 2 0,64% 5,26% 0 0,00%Total 9 2,87% - 0 -

2004 Elecciones municipales

Cochabamba 4 1,22% 8,89% 0 0,00%Oruro 1 0,31% 2,86% 1 2,86%Potosí 3 0,92% 7,89% 3 7,89%Total 8 2,45% - 4 -

2005

Elecciones nacionales

La Paz 43 13,15% 53,75% 0 53,75%Cochabamba 33 10,09% 73,33% 3 73,33%Potosí 15 4,59% 39,47% 1 39,47%Oruro 20 6,12% 57,14% 0 57,14%Chuquisaca 7 2,14% 25,00% 0 25,00%Santa Cruz 4 1,22% 7,14% 0 7,14%Total 122 37,31% - 4 -

Elecciones departamentales

Cochabamba 6 1,83% 13,33% 6 13,33%Oruro 6 1,83% 17,14% 6 17,14%Santa Cruz 2 0,61% 3,57% 2 3,57%Potosí 1 0,31% 2,63% 1 2,63%Total 15 4,59% - 0 -

2006 Elecciones A.C.

La Paz 72 22,02% 90,00% 11 13,75%Cochabamba 33 10,09% 73,33% 1 2,22%Oruro 24 7,34% 68,57% 0 0,00%Chuquisaca 13 3,98% 46,43% 0 0,00%Potosí 10 3,06% 26,32% 0 0,00%Santa Cruz 2 0,61% 3,57% 0 0,00%Tarija 2 0,61% 18,18% 0 0,00%Total 156 47,71% - 12 -

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Bitácora

2008 Referéndum revocatorio

La Paz 80 24,32% 98,77% 72 21,28% 86,42%

Cochabamba 41 12,46% 91,11% 23 6,99% 51,11%

Oruro 35 10,64% 100,00% 30 9,12% 85,71%

Chuquisaca 21 6,38% 75,00% 5 1,52% 17,86%

Pando 1 0,30% 6,67% 0 0,00% 0,00%

Potosí 38 11,55% 97,44% 30 9,12% 76,92%

Santa Cruz 8 2,43% 14,29% 0 0,00% 0,00%

Tarija 3 0,91% 27,27% 0 0,00% 0,00%

Total 227 69,00% - 160 48,63% -

2009 Elecciones nacionales

La Paz 81 24,18% 96,43% 74 22,09% 88,10%

Cochabamba 41 12,24% 87,23% 25 7,46% 53,19%

Oruro 35 10,45% 100,00% 24 7,16% 68,57%

Chuquisaca 21 6,27% 75,00% 3 0,90% 10,71%

Beni 0 0,00% 0,00% 0 0,00% 0,00%

Pando 0 0,00% 0,00% 0 0,00% 0,00%

Potosí 39 11,64% 97,50% 27 8,06% 67,50%

Santa Cruz 7 2,09% 12,50% 0 0,00% 0,00%

Tarija 3 0,90% 27,27% 0 0,00% 0,00%

Total 227 67,76%(*) - 153 45,67% -

2010

Elecciones departamentales

La Paz 16 4,75% 18,82% 1 0,30% 1,18%

Cochabamba 31 9,20% 65,96% 14 4,15% 29,79%

Oruro 26 7,72% 74,29% 1 0,30% 2,86%

Chuquisaca 17 5,04% 58,62% 3 0,89% 10,34%

Beni 0 0,00% 0,00% 0 0,00% 0,00%

Pando 0 0,00% 0,00% 0 0,00% 0,00%

Potosí 33 9,79% 82,50% 9 2,67% 22,50%

Santa Cruz 5 1,48% 8,93% 0 0,00% 0,00%

Tarija 1 0,30% 9,09% 0 0,00% 0,00%

Total 129 38,28% - 28 8,31% -

Elecciones municipales

La Paz 6 1,78% 7,06% 3 0,89% 3,53%

Cochabamba 20 5,93% 42,55% 10 2,97% 21,28%

Oruro 17 5,04% 48,57% 11 3,26% 31,43%

Chuquisaca 8 2,37% 27,59% 2 0,59% 6,90%

Potosí 13 3,86% 68,42% 6 1,78% 31,58%

Pando 1 0,30% 6,67% 0 0,00% 0,00%

Total 65 19,29% - 32 9,50% -

2008 Referéndum revocatorio

La Paz 79 23,87% 95,18% 68 20,54% 81,93%

Cochabamba 38 11,48% 84,44% 21 6,34% 46,67%

Oruro 33 9,97% 94,29% 16 4,83% 45,71%

Chuquisaca 19 5,74% 67,86% 5 1,51% 17,86%

Potosí 38 11,48% 97,44% 29 8,76% 74,36%

Santa Cruz 6 1,81% 10,71% 0 0,00% 0,00%

Tarija 3 0,91% 27,27% 0 0,00% 0,00%

Total 216 65,26% - 139 41,99% -

(*) El porcentaje es mayor con respecto al referéndum revocatorio, a pesar de que en la elección nacional se registra la misma cantidad de municipios (227), debido a que el número de municipios se incrementó el 2009.

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ANEXO 2

El siguiente cuadro presenta un resumen del número de municipios con un apoyo mayor al 70%, donde consecutivamente se vota por el MAS – IPSP en los eventos electorales del periodo 1995 – 2010. Para el análisis se seleccionó a aquellos municipios que votan consecutivamente en cinco,

Municipios de “voto duro” (mayor al 70%), donde

Departamento Municipio Municipal 1995

Nacional1997

Municipal 1999

Nacional2002

Municipal 2004

Nacional 2005

Deptales 2005

Representantes A.C. 2006

Referéndum revocatorio

2008

Referéndum constituyente

2009

Nacional 2009

Deptales 2010

Municipal2010 Total

Chuquisaca

Poroma x x x x x x x 7Icla (R.Mujia) x x x x x x x 7Sopachuy x x x x x x x 7Tarabuco x x x x x x 6Tarvita (Villa Arias) x x x x x x 6Presto x x x x x x 6Tomina x x x x x x 6Yamparáez x x x x x x 6Zudañez x x x x x 5San Lucas x x x x x 5El Villar x x x x x 5Total: 11 municipios

Cochabamba

Villa Tunari x x x x x x x x x x x x x 13Puerto Villarroel x x x x x x x x x x 10Pojo x x x x x x x x x 9Chimoré x x x x x x x x 8Tapacarí x x x x x x x x 8Totora x x x x x x x x 8Vila Vila x x x x x x x x 8Bulo bulo x x x x x x x x 8Colomi x x x x x x x 7Independencia x x x x x x x 7Pocona x x x x x x x 7Arque x x x x x x x 7Alalay x x x x x x x 7Sacabamba x x x x x x x 7Sipe Sipe x x x x x x 6Santibañez x x x x x x 6Tarata x x x x x x 6Anzaldo x x x x x x 6Punata x x x x x 5Mizque x x x x x 5Omereque x x x x x 5Total: 21 municipios Total: 2 municipios

La Paz

Caranavi x x x x x x 6Yanacachi x x x x x x 6Palca x x x x x x 6Comanche x x x x x x 6Luribay x x x x x x 6Ichoca x x x x x x 6Catacora x x x x x x 6Colquiri x x x x x x 6Charaña x x x x x x 6Curva x x x x x x 6Teoponte x x x x x x 6Nazacara de Pacajes x x x x x x 6Apolo x x x x x 5Palos Blancos x x x x x 5Aucapata x x x x x 5Chuma x x x x x 5Sorata x x x x x 5La Asunta x x x x x 5Coroico x x x x x 5San Pedro de Tiquina x x x x x 5Inquisivi x x x x x 5

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o más, de los trece procesos electorales llevados a cabo entre 1995 y 2010 (excluyendo a los dos referéndums de hidrocarburos y autonomías). Los eventos electorales son los siguientes:

consecutivamente se vota por el MAS-IPSP, 1995-2010

Departamento Municipio Municipal 1995

Nacional1997

Municipal 1999

Nacional2002

Municipal 2004

Nacional 2005

Deptales 2005

Representantes A.C. 2006

Referéndum revocatorio

2008

Referéndum constituyente

2009

Nacional 2009

Deptales 2010

Municipal2010 Total

Chuquisaca

Poroma x x x x x x x 7Icla (R.Mujia) x x x x x x x 7Sopachuy x x x x x x x 7Tarabuco x x x x x x 6Tarvita (Villa Arias) x x x x x x 6Presto x x x x x x 6Tomina x x x x x x 6Yamparáez x x x x x x 6Zudañez x x x x x 5San Lucas x x x x x 5El Villar x x x x x 5Total: 11 municipios

Cochabamba

Villa Tunari x x x x x x x x x x x x x 13Puerto Villarroel x x x x x x x x x x 10Pojo x x x x x x x x x 9Chimoré x x x x x x x x 8Tapacarí x x x x x x x x 8Totora x x x x x x x x 8Vila Vila x x x x x x x x 8Bulo bulo x x x x x x x x 8Colomi x x x x x x x 7Independencia x x x x x x x 7Pocona x x x x x x x 7Arque x x x x x x x 7Alalay x x x x x x x 7Sacabamba x x x x x x x 7Sipe Sipe x x x x x x 6Santibañez x x x x x x 6Tarata x x x x x x 6Anzaldo x x x x x x 6Punata x x x x x 5Mizque x x x x x 5Omereque x x x x x 5Total: 21 municipios Total: 2 municipios

La Paz

Caranavi x x x x x x 6Yanacachi x x x x x x 6Palca x x x x x x 6Comanche x x x x x x 6Luribay x x x x x x 6Ichoca x x x x x x 6Catacora x x x x x x 6Colquiri x x x x x x 6Charaña x x x x x x 6Curva x x x x x x 6Teoponte x x x x x x 6Nazacara de Pacajes x x x x x x 6Apolo x x x x x 5Palos Blancos x x x x x 5Aucapata x x x x x 5Chuma x x x x x 5Sorata x x x x x 5La Asunta x x x x x 5Coroico x x x x x 5San Pedro de Tiquina x x x x x 5Inquisivi x x x x x 5

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Departamento Municipio Municipal 1995

Nacional1997

Municipal 1999

Nacional2002

Municipal 2004

Nacional 2005

Deptales 2005

Representantes A.C. 2006

Referéndum revocatorio

2008

Referéndum constituyente

2009

Nacional 2009

Deptales 2010

Municipal2010 Total

La Paz

El Alto x x x x x 5Puerto Perez x x x x x 5Irupana x x x x x 5Tiahuanacu x x x x x 5Cajuata x x x x x 5Laja x x x x x 5Guaqui x x x x x 5Achocalla x x x x 5Viacha x x x x x 5Mecapaca x x x x x 5Sapahaqui x x x x x 5Collana x x x x x 5Malla x x x x x 5Yaco x x x x x 5Patacamaya x x x x x 5Sica Sica x x x x x 5Calacoto x x x x x 5Umala x x x x x 5Chacarilla x x x x x 5San Benito x x x x x 5San Pedro de Curahuara x x x x x 5Papel Pampa x x x x x 5Puerto Carabuco x x x x x 5Waldo Ballivian x x x x x 5Total: 45 municipios

Oruro

Turco x x x x x x x x 8Santiago de Andamarca x x x x x x x x 8San Pedro de Totora x x x x x x x 7Bolivar x x x x x x x 7Corque x x x x x x x 7Escara x x x x x x x 7Salinas de Garci Mendoza x x x x x x x 7Pampa Aullagas x x x x x x x 7Coipasa x x x x x x x 7Curahuara de Carangas x x x x x x x 7Eucaliptus x x x x x x 6Paria x x x x x x 6Choquecota x x x x x x 6Sabaya x x x x x x 6Santiago de Huari x x x x x x 6Carangas x x x x x x 6Todos Santos x x x x x x 6Caracollo x x x x x 5El Choro x x x x x 5Santiago de Huayllamarca x x x x x 5Belén de Andamarca x x x x x 5Total: 21 municipios

Potosí

Arampampa x x x x x x x x 8Toro Toro x x x x x x x x 8Tacobamba x x x x x x x x 8San Agustín x x x x x 7Betanzos x x x x x x x 7Toledo x x x x x x 6Sacaca x x x x x 6Acasio x x x x x x 6Ravelo x x x x x x 6Llica x x x x x x 6Tahua x x x x x x 6San Antonio de Esmoraca x x x x x x 6Pocoata x x x x x 5Yocalla x x x x x 5Puna x x x x x 5ColchaK" (V.Martin) " x x x x x 5Colquechaca x x x x x 5Belén de Urmiri x x x x x 5Total: 18 municipios

Santa CruzYapacaní x x x x x x x 7San Julián x x x x x x x 7Total: 2 municipios

Total Bolivia: 118 municipios

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Departamento Municipio Municipal 1995

Nacional1997

Municipal 1999

Nacional2002

Municipal 2004

Nacional 2005

Deptales 2005

Representantes A.C. 2006

Referéndum revocatorio

2008

Referéndum constituyente

2009

Nacional 2009

Deptales 2010

Municipal2010 Total

La Paz

El Alto x x x x x 5Puerto Perez x x x x x 5Irupana x x x x x 5Tiahuanacu x x x x x 5Cajuata x x x x x 5Laja x x x x x 5Guaqui x x x x x 5Achocalla x x x x 5Viacha x x x x x 5Mecapaca x x x x x 5Sapahaqui x x x x x 5Collana x x x x x 5Malla x x x x x 5Yaco x x x x x 5Patacamaya x x x x x 5Sica Sica x x x x x 5Calacoto x x x x x 5Umala x x x x x 5Chacarilla x x x x x 5San Benito x x x x x 5San Pedro de Curahuara x x x x x 5Papel Pampa x x x x x 5Puerto Carabuco x x x x x 5Waldo Ballivian x x x x x 5Total: 45 municipios

Oruro

Turco x x x x x x x x 8Santiago de Andamarca x x x x x x x x 8San Pedro de Totora x x x x x x x 7Bolivar x x x x x x x 7Corque x x x x x x x 7Escara x x x x x x x 7Salinas de Garci Mendoza x x x x x x x 7Pampa Aullagas x x x x x x x 7Coipasa x x x x x x x 7Curahuara de Carangas x x x x x x x 7Eucaliptus x x x x x x 6Paria x x x x x x 6Choquecota x x x x x x 6Sabaya x x x x x x 6Santiago de Huari x x x x x x 6Carangas x x x x x x 6Todos Santos x x x x x x 6Caracollo x x x x x 5El Choro x x x x x 5Santiago de Huayllamarca x x x x x 5Belén de Andamarca x x x x x 5Total: 21 municipios

Potosí

Arampampa x x x x x x x x 8Toro Toro x x x x x x x x 8Tacobamba x x x x x x x x 8San Agustín x x x x x 7Betanzos x x x x x x x 7Toledo x x x x x x 6Sacaca x x x x x 6Acasio x x x x x x 6Ravelo x x x x x x 6Llica x x x x x x 6Tahua x x x x x x 6San Antonio de Esmoraca x x x x x x 6Pocoata x x x x x 5Yocalla x x x x x 5Puna x x x x x 5ColchaK" (V.Martin) " x x x x x 5Colquechaca x x x x x 5Belén de Urmiri x x x x x 5Total: 18 municipios

Santa CruzYapacaní x x x x x x x 7San Julián x x x x x x x 7Total: 2 municipios

Total Bolivia: 118 municipios

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El proceso de cambio en el segundo periodo de Evo Morales

De la victoria electoral a laConstrucción Revolucionaria

Juan Carlos Pinto Quintanilla

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Índice

INTRODUCCIÓNCAPÍTULO I El marco constitucional de la transformación

1. Aprendiendo a reconocer lo que somos2. El camino constituyente3. Los sentires de la historia4. El contexto del proyecto político5. La propuesta conservadora de los pocos6. La propuesta de la mayoría7. Los sueños-realidades del camino8. Los contenidos constitucionales del horizonte político

CAPÍTULO IILas dificultades para cambiar el país.El segundo periodo de Evo1. La sombra de la colonización 2. Las culpas de los pobres y los indios3. Aprender a ser gobierno

CAPÍTULO IIIInstrumento Político y Estado Plurinacional 1. Construcciones hegemónicas movimientistas2. La herencia de las izquierdas3. MAS-IPSP, el instrumento de los Movimientos Sociales4. El MAS y el Estado Plurinacional5. La estructura orgánica del instrumento6. El liderazgo evista

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5658596162646567

70707173

75757780818485

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CAPÍTULO IV Los conflictos y la democracia1. El sentido de los conflictos. Tensiones creativas y

destructivas1.1. El contexto constituyente1.2. El Estado Plurinacional y el liderazgo1.3. De movimientos a organizaciones sociales1.4. Masismo, nacionalismo y desarrollo

2. Conflictos estructurales, regionales y sectoriales2.1. Las elecciones del 2010 y la reelección de Evo2.2. En diciembre, el decreto 8472.3. Lo indígena: territorio y manejo de los RRNN. El TIPNIS2.4. Las elecciones judiciales2.5. Los conflictos con los obreros y los sectores

sindicalizados2.6. Oposición política: sin cabeza ni propuesta

CAPÍTULO VA manera de reflexión final1. Las dificultades de hacer una revolución de verdad2. Los privilegios del poder3. La Revolución simbólica de Evo4. Asamblea Constituyente Plurinacional5. El Poder en el Estado Plurinacional6. Las nuevas jerarquías7. Liderazgo colectivo aún ausente8. De la Democratización a la Revolución

88

8889909293

959597

102105

111113

114114115116117118119119120

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Juan Carlos Pinto Quintanilla

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Introducción

En el texto que les presentamos a con-tinuación pretendemos proporcionar un balance del contexto en el que el proce-so de cambio se ha desenvuelto en los últimos años. Condición necesaria para remontarse todavía más atrás en nuestra historia y entender que lo que ocurre en Bolivia sólo podría ser producto de varia-bles que fueron capaces de dar forma a este momento constituyente que segui-mos viviendo en el país. Seguramente muchos pensarán que no tiene sentido referirse al pasado, porque “no nos po-demos seguir dividiendo”, sin embargo, no se puede perder de vista que en el recuento histórico está el sentido de la lucha por la identidad de nuestros pue-blos, y en las condiciones actuales esa historia se convierte en una especie de “duelo” en el sentido freudiano, que se-ñala que este es un momento necesario de recuerdo y de negación para construir la afirmación propia que nos ha sido re-primida por tanto tiempo.

Por esas razones, este documento se detiene a analizar los sentidos de las acciones y de las actitudes políticas

que se sucedieron en el primer periodo de gobierno de Evo Morales. El objetivo es comprender lo que está acontecien-do hoy, y las decisiones que se toman y se han tomado, que no han sido al azar, sino, por el contrario, han estado condi-cionadas por el sentido histórico que las creó.

Entendemos también que bajo las con-diciones objetivas que crea el proce-so de cambio, la colectivización de las condiciones subjetivas de la decisión política de lo que acontecerá con este proceso, es cada vez más necesaria. En ese sentido, buscamos explicar los con-flictos del segundo periodo de gobierno del presidente Morales, aunque no nos detenemos en ellos, pues más bien los utilizamos como elementos constitutivos de un contexto que enfrenta un debate más profundo en el país: el de entender y decidir sobre el rumbo político del futuro.

Este texto no es neutral –como nada lo es– y por ello en él se encuentra una cla-ra apuesta por la profundización del pro-ceso revolucionario que vivimos, porque creemos que es un momento único y

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Bitácora

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constituyente en el que todos y todas de-bemos participar para sostener la posibi-lidad revolucionaria. Es así que enfrenta-mos a las oposiciones que sin discurso propio ni cabeza, pretenden defenestrar lo avanzado, pero también a los críticos académicos que fácilmente se colocan en el umbral opositor a nombre del “pu-rismo” revolucionario, que lo único que expresa son sus propios espacios de po-der en disputa con otros protagonismos.

Sin embargo, tampoco buscamos justi-ficar plenamente al Estado, que ha co-metido numerosos errores, muchos de los cuales –como se explica– son parte de este transitar por crear lo diferente y lo incluyente. Expresamos la voluntad de aprender y rectificar para continuar avanzando, voluntad que pasa por la capacidad de asumir al conjunto de la población, y principalmente a los movi-mientos sociales, no como beneficiarios de las políticas públicas, sino como pro-tagonistas que deben ser parte perma-nente de las decisiones. Quizás por eso este documento a algunos les parecerá irreverente, en tanto pretende mirar y se-ñalar temas que aún se deben construir o discutir desde la autocrítica; mientras que para otros será condescendiente, simplemente porque es un texto militan-te del proceso revolucionario boliviano, que así como necesita de una militancia activa, requiere con la misma fuerza que se lo critique y se delibere para construir colectivamente los rumbos revoluciona-rios que nuestro país ha decidido, desde el voto de apoyo hasta la movilización permanente.

Capítulo IEl marco constitucional de la transformación1. Aprendiendo a reconocer lo que

somos Bolivia es un país mayoritariamente

indígena. El 62% (INE, Censo 2001)y el 47% (INE, Censo 2012) de los ciu-dadanos que asumen ser parte de una identidad originaria lo hace a través del autoreconocimiento, lo que quiere decir que el orgullo de ser diferente y multicultural ha crecido, a la par de un proceso de interpelación al Estado por la histórica exclusión de la may-oría. El Estado excluyente del pasado fracasó en impulsar una ciudadanía sustentada en la igualdad de todos los bolivianos ante las leyes, porque en los hechos éramos tratados dife-rente, vivíamos diferente y sentíamos la exclusión de nuestra diversidad y de nuestra cultura, que nunca habían sido tomadas en cuenta.

Paralelamente, este proceso histó-rico creó dos sistemas económico-políticos, que a pesar de estar obli-gados a la convivencia, desarrollaron formas excluyentes de coexistencia. Existen pedazos de Bolivia que tie-nen una lógica liberal, que toma sen-tido a través del mercado y la pro-piedad individual, junto a una demo-cracia representativa que se expresa a través de la libre concurrencia en comicios electorales, donde los parti-dos son los principales actores.

Pero también existe la otra lógica comunitaria de la convivencia y de la toma de decisiones, que ha per-manecido en la semiclandestinidad,

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sobreviviendo a pesar de la repre-sión, la persecución y la imposición autoritaria. Esa lógica se originó en la forma primaria de los ayllus y co-munidades, pero se ha impregnado en la forma gregaria en la que gran parte del pueblo boliviano toma sus decisiones; nos referimos a las juntas de vecinos, asociaciones o gremios –que son otra forma de identidad política no reconocida– que, con los movimientos sociales, empiezan a recuperar el protagonismo político sin intermediaciones partidarias.

El temor al desmembramiento terri-torial, y particularmente a que la di-versidad indígena pudiera avasallar la autoridad de un Estado descentra-lizado, ha hecho que históricamente los sectores dominantes se decidie-ran por un Estado centralizado que mantuviera el monopolio de los hilos del poder. En la guerra de 1899, que enfrentó a la conservadora Sucre con la liberal La Paz, parte de las consig-nas de los vencedores liberales se dirigían a la federalización del país, pero el levantamiento y demandas propias del movimiento indígena, a través de Zárate Willka, los “persua-dió” a que coincidieran con los con-servadores y mantuvieran un Estado centralizado que los protegiera de la “turba indígena”.

La excesiva concentración geográ-fica de los poderes del Estado im-pidió que el desarrollo nacional sea equitativo en todas las regiones del país, generalizó la corrupción en el funcionamiento estatal y privilegió nuestra relación dependiente prima-rio exportadora con el mundo, pero durante la vigencia del Estado liberal

y republicano no tuvo mayores per-cances. Sin embargo, cuando el pod-er central entró en crisis y los repre-sentantes de los grupos de poder del oriente (que se encontraban muy bien representados en los ministerios de todos los gobiernos de turno) perdi-eron el gobierno, se atrincheraron en los poderes locales y departamenta-les para combatir el “centralismo” que ellos mismos habían creado.

Estos son los temas que histórica-mente se incubaron en la estructura excluyente del Estado republicano y que irrumpieron en la vida del pueblo a través de las políticas neoliberales de los gobiernos que se sucedieron a partir de 1986, profundizando las contradicciones y la miseria del pue-blo. Pero desde el año 2000, el mo-vimiento indígena encabezó moviliza-ciones que expresaban el agotamien-to de la propuesta política económica neoliberal, e interpelaban en las ca-lles y las comunidades a los regíme-nes centralistas, que optarían por la represión y la muerte hasta que los presidentes –que pretendieron salvar la estructura de poder vigente– fue-ron echados por el pueblo, dándose curso de forma democrática a la vic-toria electoral de Evo Morales, junto a la convocatoria a la Asamblea Cons-tituyente como señal de un cambio revolucionario en Bolivia.

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La reivindicación de los pueblos originarios, presente a lo largo de

nuestra historia, toma forma políti-ca en los últimos años ante la crisis sin salida del neoliberalismo como

sistema económico, y la crisis de representación política de partidos y gobernantes que no gestaron un

proceso democrático incluyente.

2. El camino constituyente El proceso de la independencia, que

finalizó con la fundación de la Repú-blica, se sostuvo en muchos pueblos originarios que ofrendaron su vida, pero a los que no se considera como protomártires porque los nacientes libertadores soñaban con una Re-pública criolla, sin indios. Esto se vio reflejado históricamente desde la pri-mera Constitución Política del Estado (1826) hasta el año 1956, cuando re-cién se instituye el voto universal en Bolivia.

A lo largo de esa historia republicana encontramos que las Constituciones, modificadas a gusto y capricho de caudillos y políticos –conservadores o liberales–, mantuvieron y “constitu-cionalizaron” la exclusión. Los llama-dos “ciudadanos”, aquellos hombres nacidos en el país, mayores de 21 años o casados, que sabían leer y es-cribir y “no estaban sujetos a otro en calidad de servidumbre”, eran ape-

nas el 5% de la población. Con argu-mentos que provenían de la Europa esclavista y que en la Colonia se ha-bían institucionalizado, se negaba a los pueblos originarios su calidad de ciudadanía y de personas, para asu-mirlos como menores de edad, nece-sitados del tutelaje de un patrón que decida por ellos. Las condiciones de ciudadanía sólo podían ser llenadas por el criollaje, que sabía que única-mente la continuidad del régimen co-lonial, respecto a los pueblos origina-rios, preservaría sus intereses como nuevos dueños de la República.

Por tanto, en el pueblo más indio del continente, la lucha por la autodeter-minación de los pueblos indígenas y originarios fue una demanda perma-nente contra la colonización que se mantuvo más allá de la misma Colo-nia, se hizo parte de las estructuras republicanas y definió la relación del Estado con el conjunto popular. Las luchas, los levantamientos, las insu-rrecciones, pero también las masa-cres y la estructural exclusión de la mayoría, se hicieron parte de nuestra historia que parecía no tener retorno en el contexto liberal y de la globaliza-ción, pero sí en la memoria ancestral de los pueblos originarios de nuestro país. Por eso, no fue casual que en los años 90, los pueblos indígenas del oriente organizaran esa gran mar-cha de cientos de kilómetros desde sus comunidades hasta La Paz, pues en realidad estaban detonando un proceso acumulativo de abandono y

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explotación que fue una constante en nuestra vida republicana.

La consigna de una Asamblea Cons-tituyente apareció y empezó a erigir-se como un símbolo de cambio más allá de la comprensión técnica de su significado. Desde entonces, los sec-tores dominantes de Bolivia, como siempre lo habían hecho a lo largo de la vida republicana, se negaron a aceptar que fuese una posibilidad de mayor democratización para el país, ni siquiera tomando en cuen-ta el contexto latinoamericano, pues casi todos los países vecinos habían buscado la constitucionalización de ese recurso como una manera de re-cuperar la legitimidad del sistema sin perder el poder. En Bolivia, las élites habían realizado más de 18 transfor-maciones constitucionales a través de Asambleas o Convenciones Na-cionales; la ausencia fundamental estuvo en la representación y consul-ta del pueblo, que se constata en la historia de exclusiones y colonialismo que hemos vivido.

A lo largo de este proceso, siempre cruzado por las luchas populares e in-dígenas, los temas de Estado fueron un asunto exclusivo de los sectores dominantes, que mediante gobiernos militares o de la naciente democracia liberal instituida constitucionalmente, sólo optaron por realizar la reforma constitucional de 1994, propuesta por “notables” que, a más de frenar la cre-ciente resistencia al neoliberalismo, institucionalizó sólo “nominalmente” demandas y reclamos que hacen a la

identidad profunda de la República.

La reivindicación de los pueblos ori-ginarios, presente a lo largo de nues-tra historia, toma forma política en los últimos años ante la crisis sin salida del neoliberalismo como sistema eco-nómico, y la crisis de representación política de partidos y gobernantes que no gestaron un proceso demo-crático incluyente. Nuevos liderazgos y movimientos sociales, que en algu-nos casos asumieron formas institu-cionalizadas de participación política, fueron los cursos que de forma con-vergente sitiaron al Estado que sólo acudió al recurso de la represión y la muerte.

El 18 de diciembre de 2005 concen-tra todas esas energías de cambio, descolonización y construcción de un nuevo país. Una de las primeras ta-reas, mientras se busca institucionali-zar una nueva forma de gobernar, es marcar las nuevas reglas de funcio-namiento para el Estado y el conjunto de la nación a través de la Asamblea Constituyente.

3. Los sentires de la historia La versión oficial de la historia se la

cuenta a las nuevas generaciones buscando crear héroes y mitos de la gloriosa República enfrentada con los españoles y con los países vecinos, mitificándola junto a sus portadores que se transforman en los personajes “importantes”, en esa historia ausente de pueblo.

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Esa historia oficial se muestra como continuidad de la universal, donde las leyes y la forma de ejercer el poder son parte de un gran legado histórico depositado en los escogidos, los pri-vilegiados, es decir, los que hicieron posible la República y su relación con el mundo. Se trata de un discurso co-lonizador que exalta la relación con el mundo a pesar de los muertos y el genocidio, sin importar la condición de dependencia, subordinación y so-metimiento a la mayoría en el orden mundial. Pero este discurso renovado no fue creado por el neoliberalismo, que por encima de la ciudadanía y su bienestar priorizó la relación con el mercado mundial.

Aun así, los otros, los nadies, en esa historia oficial no dejaron de contar su propia historia desde los venci-dos, en permanente resistencia ante

quienes los habían invadido y no sólo eso, sino que históricamente se em-pecinaron en mostrar históricamente su “otredad”, el carácter subordinado y racista que tenía el acceso al poder. En definitiva, nos encontramos ante la continuidad de una guerra plena-mente expresada en el conflicto de clases y en el de identidades que han hecho este país. Los unos, sometidos y rebeldes, sosteniendo su identidad subterránea e insurrecta; los otros, buscando el sometimiento sin un pro-yecto de país para todos.

La historia clandestina de la mayo-ría se afirmará en la exclusión de la que son parte, en la forma histórica de vivir el conflicto desde abajo, pero también en su peculiar forma de ser y pervivir en el espacio, en su rela-ción con los otros. Este proceso de enfrentamiento, en el que al enemi-go se lo ve todos los días, hace de la política el peculiar espacio en el que se van definiendo, de manera to-davía más marcada, las identidades propias respecto a la sociedad que se quiere. Las mayorías, los pueblos sojuzgados, en la transmisión oral y de habitus, le hacen sentir al conquis-tador republicano que no son parte de su mundo inventado, que las leyes (impuestas) sólo las sufren los oprimi-dos y que los proclamados cambios en realidad no existen.

En el siglo XX, la guerra silenciosa se hace cada vez más visible porque las contradicciones no pueden ser ocul-tadas y los representantes indígenas

Imilla, Max Aruquipa, litografía. 1984.

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empiezan a aparecer en la historia oficial. En otras palabras, la historia olvidada empieza a ser socializada, compartida y a reapropiarse “del sa-ber enterrado”, como desciframiento del saber tergiversado que devela que las leyes han engañado, que los historiadores no han contado la ver-dad y que la ilusión creada es parte del discurso del poder para justificar-se.

Este camino emprendido desde la misma Colonia, se hace perspectiva política que suma y enfrenta desde los movimientos sociales la posición colonizadora de la minoría en el po-der. Son los Túpac Katari, los Zára-te Willka, y tantos otros liderazgos indígenas que marcaron la identidad propia en el enfrentamiento, eviden-ciando las diferencias en la condición de guerra que los separaban de quie-nes los asumían como el enemigo interno. Ni los intentos ciudadanos de la Revolución del 52 ni de la de-mocracia liberal por su incorporación, pudieron desbandar los ejércitos en pugna; tampoco las múltiples masa-cres sufridas o las arremetidas milita-res dispersaron a la mayoría que en-volvía permanentemente a quienes, desde el poder, pretendían sostener la institucionalidad de un Estado, que en su raíz se había construido sin la mayoría nacional.

Este es el contexto en el que debe-mos entender el proceso que vivimos en el país, donde los aprestos de guerra (que han sido permanentes en

la historia) han ocasionado en los úl-timos años el desgaste completo del discurso conciliador y republicano, vía neoliberalismo, en tanto no sólo se hizo evidente el deterioro de las condiciones de vida del conjunto na-cional, sino sobre todo la incapacidad política de los sostenedores del po-der de emitir un discurso hegemónico capaz de seguir inventando ilusiones de vida y de incorporación política. Junto a esto tenemos el crecimiento cualitativo de esa mayoría silenciosa que deja de serlo para plantear, en to-das las aristas estatales, la principal reivindicación de ser ellos mismos, y de que la mayoría de este país ten-ga el poder de reorganizarlo para la convivencia de todos los bolivianos y bolivianas.

4. El contexto del proyecto político Bolivia ha recorrido un largo camino

histórico para llegar al momento re-constitutivo marcado por la Asamblea Constituyente. Ha sido, a diferencia de lo ocurrido en los países vecinos latinoamericanos, un proceso de construcción desde abajo, en el que el resultado buscado por los actores sociales no es precisamente la mo-dificación constitucional formal, sino una perspectiva más amplia y estruc-tural que tiene que ver con el cambio revolucionario que vive el país.

En esta perspectiva, el dilema es que el actual proceso está sustentado en sucesivas victorias democráticas, con pleno respaldo electoral, y no en

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la desarticulación del poder vigente a través de un proceso revoluciona-rio. Tal situación plantea algunas vi-cisitudes que es necesario tomar en cuenta. En un sentido positivo, existe la posibilidad de lograr un cambio real para el país en condiciones democrá-ticas, a través del respeto pleno a la formalidad de la mayoría absoluta impuesta en las urnas. Además, vis-to de esta manera, el proceso toma en cuenta a las, ahora, minorías rea-les, para lograr que participen en una adecuada proporción en las decisio-nes fundamentales.

En otro sentido, el de las hegemonías en construcción, encontramos que los movimientos sociales han sido capaces de lograr coherencia polí-tica en el proceso, mediante su arti-culación en torno al liderazgo de Evo Morales, que más que un proyecto político en el sentido clásico, expre-sa una reivindicación ético-política de comportamiento ante el poder, junto a la plena reivindicación del derecho de los excluidos a ser parte de la re-presentación de este país, que son el contenido del nuevo proyecto político.

Esta situación ha sido paradigmática en tanto la victoria plena en las ur-nas se convirtió en el gran reto de la gobernabilidad posible. Los siempre excluidos, encabezados por un lide-razgo, son los que asumen el gobier-no en medio de un conjunto de ex-pectativas de los nadies, los siempre olvidados y pisoteados por el poder. Sin embargo, la parafernalia del po-

der coloca a los actores sociales ante una disyuntiva crucial: desmontar las estructuras organizativas de una for-ma de organización del poder, que ha sustentado a los sectores dominantes desde la Colonia, o bien servirse de las mismas estructuras, con sus ope-radores y formas de hacer las cosas, para “ponerlas al servicio de la cau-sa” en la transformación que vive el país.

(...) la parafernalia del poder coloca a los actores sociales ante una disyun-tiva crucial: desmontar las estructuras organizativas de una forma de organi-zación del poder, que ha sustentado a los sectores dominantes desde la Colonia, o bien servirse de las mis-mas estructuras, con sus operadores y formas de hacer las cosas, para “ponerlas al servicio de la causa” en la transformación que vive el país.

5. La propuesta conservadora de los pocos

Luego de las sucesivas derrotas de los sectores dominantes y de la decli-nación de sus líderes junto al discur-so hegemónico neoliberal, la confron-tación dio lugar a una derrota simbó-lica cuyo desenlace se expresó en el marco institucional de las elecciones, donde las mayorías escogieron a uno de los suyos para su representación, y ganaron. Los movimientos sociales le otorgaron al nuevo gobierno, como

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tarea inmediata y fundamental, la res-ponsabilidad de la organización de la Asamblea Constituyente.

Aquí, una vez más se repite la repre-sentación, pues es la mayoría silen-ciosa la que tiene acceso a la Asam-blea Constituyente. Sin embargo, esta salida pacífica a los conflictos que históricamente nos dividieron, se da nuevamente en el marco de la confrontación y la guerra, que sepa-ra a los que nunca se vieron la cara sino en la misma batalla. Por eso, la primera pelea será sobre el carácter de la Asamblea. Por una parte, para las minorías del poder de siempre, que se consideraban dueñas de Bo-livia y poseedoras del conocimiento, no existía otro camino más que el de la continuidad histórica de la incorpo-ración de “algunos indios”. Mientras que para la mayoría, la Asamblea era originaria en tanto representaba un quiebre histórico con lo anterior, y constituía el momento fundacional de un país con todos y todas.

El debate posterior no difiere mucho en el proceso, por cuanto las mino-rías en la Asamblea pretenden asu-mir el papel de mayorías, hablando y declarando a nombre de todos los bolivianos (como siempre), bloquean-do el proceso y tergiversando su pro-pia creencia liberal al pretender asu-mir el mismo poder que la mayoría en la Asamblea, utilizando los medios de comunicación y el temor de la pobla-ción a un supuesto “autoritarismo”.

Pero más aún, sus propuestas sólo son retoques a la tradición constitu-cional de la República, porque ellos creen en la continuidad y de lo que se trata, en última instancia, es de incorporar a unos cuantos indios sin afectar al poder y la propiedad que “la República desde su creación les ha encomendado”. Por eso, esas mi-norías ya tienen preparada su propia Constitución Política del Estado, que era en realidad un recalentado de la que estaba vigente en ese entonces, porque no podían elaborar un discur-so integrador que no sentían.

Para ellos, la política de “lo posible” es asimilarse lo más que se pueda al discurso democrático-liberal, man-teniendo el señorialismo, que es el habitus del poder que prefieren. Los derechos individuales y la propiedad privada son su punto de partida y de llegada para proteger sus intereses frente a “la indiada alzada”, y apelan a recursos autonomistas y regionales frente al propio Estado centralizador –que ellos mismos han creado–, como una forma de reconstitución política para convencer a las clases medias y a los sectores populares regionales de que el enemigo es el centralismo autoritario del gobierno.

Además, luego de terminar arrincona-dos, asumen como estrategia el des-gaste y se aprovechan de los errores, asumiendo una estructural posición racista al mostrar el posible fracaso de las medidas gubernamentales, no sólo como la falla del liderazgo del

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presidente Morales, sino como la in-capacidad de los pueblos originarios representados por ese liderazgo. Los medios de comunicación, como pun-ta de ataque, vierten cotidianamente el discurso racista y de arremetida oligárquica, junto a la acción coordi-nada de respuesta de sus represen-tantes prefecturales y cívicos. Eso demuestra que su única estrategia es la oposición y la inercia de un modelo de organización social y económica que no funciona. Definitivamente, la oposición carece de proyecto propio más allá del mercado, que ya pro-bó sus terribles consecuencias a los sectores populares.

Una vez más apelan al olvido y a la pérdida de memoria de quienes siempre han estado subordinados, para reinventar la ilusión de que aho-ra sí la identidad regional y su de-fensa permitirá repartir los recursos a los más pobres. Realizan grandes movilizaciones en defensa de la tierra y la propiedad privada, encabezadas por quienes no tienen ni un metro en propiedad; emiten grandes discursos sobre la identidad departamental y regional subyugada, encabezados por políticos de profesión defenestra-dos en los anteriores gobiernos por la corrupción y el acaparamiento ilícito de bienes es tatales. En la Asamblea Constituyente, sus representantes hacen gala de demócratas convenci-dos, cuando algunos de ellos habían sido parte de dictaduras, masacres y estafas fiscales, ¡mientras acusan de autoritarismo al proceso de cambio y

piensan sinceramente que “la plebe” recuperará la cordura y los volverá a elegir en nuevas elecciones!

6. La propuesta de la mayoría Paralelamente, esa mayoría aún sor-

prendida por el poder, se debate en-tre la tradición liberal y la ruptura de las ataduras jurídicas e ideológicas que han hecho a este país. No es fá-cil –y la dispersión de los liderazgos individuales de la mayoría así lo de-muestra– deshacerse de la sombra del conquistador y dejar de repetir lealtades a un discurso dominante. Además de dejar de mostrar actitudes del opresor incorporadas en nuestro propio comportamiento, cosa que no dice demasiado de la transformación en marcha.

Por ello, es comprensible la disper-sión de la mayoría, que es la cresta alta de la representación de los mo-vimientos sociales. Antes que parte de una organización partidaria que representa los intereses sociales, los movimientos sociales reciben el mandato de representación, mas no de empoderamiento. En definitiva, se incorporan al proceso de cam-bio y se encuentran en la Asamblea Constituyente con que las reglas si-guen siendo ajenas, que ni la lengua ni el lenguaje utilizado son parte de ella, que sus sueños y consignas no construyen todavía un proyecto alter-nativo, en fin, que el peso específico del cambio aún recae en la revancha, en lo que no queremos, en lo que sa-

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bemos que no funciona, y no en el proyecto alternativo que reconstruya al país y al Estado (que desde una ló-gica comunal representa un acto de servicio desde el poder).

Todavía se tiene miedo al poder sub-yugado por tantos años y generacio-nalmente se aprende el habitus del enemigo como una forma de sobre-vivencia, se continúa complotando desde las esquinas (aun cuando se es gobierno y se es mayoría), sin ter-minar de asumir el peso específico y la responsabilidad que implica ser el portador de sueños y utopías de los muchos que nunca tuvieron la opor-tunidad de decir su palabra.

7. Los sueños-realidades del camino Sin embargo, en medio de la disper-

sión asoma el sentido comunitario y transformador del proceso, cuando en los foros territoriales de la Asam-blea Constituyente las mayorías proponen cambios, recomiendan a los constituyentes –y los obligan en muchos casos– un compromiso de construcción democrática diferente en relación con los mandantes, que se traduce en una nueva forma de entender la democracia y la participa-ción en el Estado.

Más allá de los conceptos que ayu-dan a sintetizar los sueños, están las realidades en construcción y las que ya existen desde tiempos ancestra-les, que hacen a la presencia multitu-dinaria de las naciones y pueblos in-

dígenas en el nuevo Estado (que han sobrevivido cientos de años a pesar de la colonización permanente), y la de los sectores populares que han vivido las masacres por oponerse en anteriores gobiernos a la transnacio-nalización de nuestros recursos natu-rales, y a la exclusión estructural de los sectores oprimidos de las obliga-ciones estatales en salud, educación, alimentación y otros.

Todo esto y mucho más, que los sec-tores populares conocen y han ins-crito en documentos presentados por los movimientos sociales –que han sido demandas permanentes en la lu-cha–, representa el mandato que los constituyentes de la mayoría debían convertir en texto constitucional. Pero más aún, debían dar forma unida y al mismo tiempo desconcentrada a un Estado que históricamente provocó

Cosecha, Max Aruquipa, técnica mixta. 1976.

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dispersión y exclusión, y que en su nueva concepción plurinacional debía ser la esencia organizadora de la di-versidad mayoritaria del país, dando lugar también a que las hoy minorías puedan asumir el proceso de transfor-mación para ser tomadas en cuenta con su propia opinión y participación.

En ese sentido, el proceso que aún no se termina de dibujar en el país incorpora como base esencial a lo comunitario, como atributo plurina-cional de la sociedad boliviana, junto a aspectos de la tradición liberal que permitan un reencuentro social entre lo diverso y lo boliviano, entre el cam-po y la ciudad, entre oportunidades distintas de sentirse parte del país. No obstante, a pesar de que lo funda-mental está siendo planteado desde la esencia mayoritaria y que los mo-vimientos sociales se apropian legíti-mamente del Estado, e imprimen en el proceso su propia forma de hacer una Bolivia para todos y todas, toda-vía existe un transcurrir liberal en el camino de la transformación.

Por tanto, la Asamblea Constituyente y el nuevo texto constitucional son una etapa necesaria, pero no concluyen-te de un proceso que ya lleva cientos de años y que por la vía democrática liberal ha elegido conciliar intereses en el marco del encuentro democrá-tico. La Asamblea no es concluyente porque se trata de un proceso que no ha olvidado la guerra histórica que aún nos enfrenta en la cotidianidad de la exclusión y la discriminación, y

que sólo podrá resolverse cuando la mayoría sea poder real y las minorías asuman su parte en el proceso de construir un nuevo país sin exclusio-nes, donde los nadies de siempre –la mayoría de hoy– tengan la oportuni-dad de construir nuevas realidades que permitan que ellos y sus hijos vivan y nazcan en un Estado que res-pete la dignidad de todos y el derecho a “vivir bien” (que significa aprender a vivir en comunidad con lo suficiente).

Es así que el nacimiento escrito de un nuevo acuerdo para la diversidad del país, contenido en una Constitución, ha sido la expresión de la correlación de fuerzas creada en el marco de la democracia liberal, por lo que mien-tras la mayoría, históricamente so-metida, atina a definir su revolución, puede vivir la tentación de reproducir el pasado cambiando los papeles. Y frente a esa posibilidad como ame-naza, sólo resta tener una sociedad movilizada, deliberativa, propositiva, dispuesta a defender y luchar por lo que considera suyo: el objetivo soste-nible de la revolución posible.

(...) el proceso que aún no se termi-na de dibujar en el país incorpora como base esencial a lo comunita-rio, como atributo plurinacional de la sociedad boliviana, junto a aspectos de la tradición liberal que permitan un reencuentro social entre lo diver-so y lo boliviano, entre el campo y la ciudad, entre oportunidades distintas de sentirse parte del país.

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8. Los contenidos constitucionales del horizonte político

Bolivia es un país que está aprendien-do a aceptarse a sí mismo después de siglos de derramamiento de sangre y de negación a causa del colonialismo, que nos enseñó a sentir vergüenza de nuestra diversidad. Durante mucho tiem-po, los que se encumbraron en el poder nos hicieron creer que el ser indios era la mayor desgracia de esta tierra. Los primeros colonizadores explotaban a los indios y se preguntaban si tenían al-mas; en la República, los consideraban pueblos necesitados de patrones para vivir, mientras se les imponían relacio-nes serviles. Incluso en los años 70, a un dictador se le ocurrió la idea de traer africanos blancos para “mejorar la raza”, poniendo de manifiesto que el colonialis-mo se había desplegado como la forma de dominación permanente hacia la ma-yoría plurinacional de Bolivia.

Nuestro país, a diferencia de los vecinos latinoamericanos, se constituyó en me-dio de la incertidumbre y el miedo de los colonizadores, primero criollos y luego republicanos, a tanta identidad india que los rodeaba. Por eso, tras el levantamien-to de Tupac Katari en 1780, vivirán con el trauma histórico del cerco a las ciudades y, posteriormente, a partir de la Guerra Federal (en 1899), asumirán como ene-migo permanente a los pueblos indios y generalizarán la exclusión para evitar cualquier tentación democrática.

Es así que durante las grandes guerras nacionales que tuvimos con los países vecinos –que las perdimos todas–, fue-

ron los pueblos indígena originario cam-pesinos los que, como “carne de cañón”, estuvieron al frente de las batallas, de-fendiendo un país del que no se sentían parte y en el que no habían sido convo-cados a participar. Sin embargo, fue en esos espacios en los que la diversidad de un país plurinacional se encontró y se reconoció como tal, en donde se empe-zaron a gestar los movimientos sociales que cambiarían Bolivia. La historia de nuestro país se encuentra plagada de dictaduras militares y democracias ex-cluyentes, que únicamente expresaban la estructura señorial de una sociedad que jamás quiso verse en el espejo de su realidad y vivió de cara al Primer Mundo, copiando, imitando y sirviendo los intere-ses de esos países, conjugados con la complicidad del poder local.

Los pueblos indígena originario campe-sinos –la gran mayoría del país– sólo presenciaron el cambio de rostro de los patrones en los diferentes momentos de la historia. Incluso los sectores progre-sistas, antes que reconocerlos como protagonistas, les hicieron objeto de pa-ternalismo y asistencialismo, expresio-nes también de colonialismo. Por ello, las guerras internas fueron las más co-munes en esta sociedad señorial que se defendía de sí misma frente al cerco in-dio. Aun así, lo indígena originario cam-pesino tejía con los años redes sociales cada vez más extensas y precisaba, cada vez de mejor manera, la demanda de construir un nuevo país. Los pueblos asumían que la resistencia era parte de su propuesta histórica, y mientras más eran reprimidos, más se reconocían a sí

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mismos en su identidad, se afirmaban en su relación armoniosa entre ellos como comunidad y con la naturaleza, y más se diferenciaban de quienes tenían como política el odio, la codicia y el desprecio racista.

En ese sentido, la represión y el olvido como acción civilizatoria violenta tuvo como respuesta la propuesta de apren-der a “vivir bien”, de no dejar de luchar contra la opresión y la servidumbre, pero sin pensar igual que los opresores, sin odiar, discriminar, envidiar y, sobre todo, sin explotar el trabajo del otro. Se trataba de pensar y vivir una propuesta civiliza-toria completamente diferente, que haga al ser humano “comunidad” y al mismo tiempo complementario con la naturale-za.

De ahí que las grandes batallas que li-braron los movimientos sociales contra el neoliberalismo se convirtieran en refe-rentes históricos del país y del continen-te, por la defensa de los recursos natu-rales y de la vida. La “guerra del agua” en Cochabamba, la “guerra del gas” en El Alto y los innumerables cercos indíge-na originario campesinos, generarían el contexto para el derrumbe neoliberal y la posibilidad histórica de una nueva épo-ca.

La elección de Evo Morales como Presi-dente significó un quiebre en la historia boliviana y latinoamericana. Por prime-ra vez las mayorías votaron por uno de ellos, se arriesgaron a soltarse de pa-drinazgos y señoríos para atreverse a construir un mundo diferente. Es así que una de las primeras medidas asumidas

por el nuevo gobierno fue, precisamente, convocar a una Asamblea Constituyen-te que defina los horizontes de la nueva Bolivia. Una Asamblea que por primera vez reuniera a los representantes de la plurinacionalidad boliviana, pero al mis-mo tiempo a aquellas minorías que du-rante décadas nos habían gobernado.

La mayoría de la plurinacionalidad tuvo todo un proceso de encuentro, ya que cada uno de los asambleístas se encon-tró con el reto de conciliar los mandatos locales recibidos con la perspectiva de construir una visión de país para todos los bolivianos y bolivianas. Ese fue el momento fundacional, el de la diversidad empezando a tejer pedazos de historia para construir una nueva.

El Pacto de Unidad, que conglomeraba a las principales organizaciones indígena originario campesinas (CSUTCB, Bar-tolinas, CONAMAQ, CIDOB y CSCIB), fundamentales en la lucha antineolibe-ral, también aportó con sus propuestas y reflexiones sobre el proceso de cambio. Se hizo presente en la Asamblea Cons-tituyente no sólo con cerca de la mitad de asambleístas de la mayoría del MAS-IPSP, sino también con un documento de propuesta donde claramente se ex-puso que el suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena), ivi maraei (tierra sin mal) y qhapaj ñan (camino o vida noble), ex-presan las utopías andino-amazónicas y han sido una forma de vida comunitaria de resistencia al colonialismo, que hoy se quieren rescatar como propuestas frente al mundo capitalista. Por cientos

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de años, nuestros pueblos han sobrevivi-do en armonía con la Pachamama y con la comunidad, las utopías han sido parte de su vida, y ahora, al convertirse en el proyecto político de los pueblos indígena originario campesinos, se convierten en el camino por andar dentro de la nueva historia.

La política del consenso, así como la rotación de las responsabilidades, son parte de la vida comunitaria. De esta manera, a pesar del complot opositor, del racismo del que los propios asam-bleístas fueron víctimas, del destrozo de los bienes estatales, de la humillación de los campesinos en las calles, y en defi-nitiva, de la respuesta señorial a la pro-puesta comunitaria y de inclusión para el país, se aprobó la Constitución Política del Estado Plurinacional, asumiendo que somos parte de una historia republicana y liberal, pero incorporando el horizonte comunitario del “vivir bien”, a ser desple-gado y realizado por las organizaciones sociales y el Estado Plurinacional. Se ha constitucionalizado el reconocimiento de nuestra identidad plurinacional, que se encuentra estructuralmente ligada a esta utopía del “vivir bien” como realidad y como tarea.

A lo largo del texto constitucional se propone la convivencia entre estas dos maneras de entender el país. Junto a los derechos individuales, que fueron un logro liberal de la Europa de la Revolu-ción Francesa y que han sido el pará-metro del constitucionalismo con el que se inauguraron nuestras Repúblicas, se incluyen los derechos colectivos de los pueblos indígena originario campesinos,

que tanta lucha y sangre han costado en el continente, para finalmente poder ser reconocidos por las Naciones Unidas. Paradójicamente, Bolivia, un país que vivió de espaldas a su realidad y que desde sus clases dominantes se limitaba a copiar el marco legislativo del Primer Mundo, con el cual vivimos la era repu-blicana, fue el primero en constitucionali-zar ese logro histórico.

Con relación a la justicia, que general-mente privilegió a los poderosos sobre los oprimidos, ahora se incorpora al ámbito constitucional, junto a la justicia ordinaria, la justicia comunitaria, que siempre fue menospreciada, pero tam-bién aprovechada por los colonialis-tas cuando les permitían a los pueblos usarla para resolver sus temas internos. Actualmente, la justicia “de indios” dejó de ser un folklorismo para ser parte del reconocimiento de que existen formas diferentes y plurinacionales de mejorar la convivencia y solucionar los conflictos.

De la misma forma, la representación po-lítica de los pueblos indígena originario campesinos en los órganos del Estado se constitucionalizó, y aunque muchos de esos espacios fueron posibles gra-cias a sus propios méritos en el marco de la equidad y la inclusión, también se han generado legalmente espacios de representación para que nunca más se los deje de lado.

Las autonomías son otro gran tema que permitió constitucionalizar el derecho a la autodeterminación de los pueblos in-dígenas, porque ellos, que vivieron du-rante siglos subordinados y resistiendo,

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hoy tienen la posibilidad de reconstruirse territorialmente en el marco del Estado Plurinacional. Sin embargo, también de-berán coexistir con los otros niveles de autonomía y, sobre todo, después de si-glos de colonización, volver a inventar un mundo propio desde la identidad y la no dependencia.

Otro espacio fundamental en donde par-ticipan es el de la economía comunitaria que, en el marco de la economía plural reconocida por el Estado Plurinacional, implica el reconocimiento pleno de una economía de la vida que ha sobrevivido casi en la clandestinidad, permitiendo que los pueblos subsistieran compartien-do la pobreza en la que los había sumido esa suerte de colonización permanente de las oligarquías. El gran reto es que el potenciamiento de esta economía desde la comunidad, sea una respuesta huma-na e histórica frente al capitalismo, que además de ampliar intensivamente la ex-plotación del trabajo, está exterminando los recursos del planeta. Pero quizás lo más importante, que de alguna manera está expresado en el espíritu constitu-cional, es que los pueblos indígena ori-ginario campesinos son parte incluyente del país y parte constituyente del Estado Plurinacional.

Capítulo IILas dificultades para cambiar el país. El segundo periodo de Evo1. La sombra de la colonización Luego del primer periodo de gobierno

de Evo Morales, del primer tiempo de

la nueva Constitución, las expectati-vas han cambiado y también los ac-tores. No hablamos del mismo pueblo que se alineaba en contra del neoli-beralismo para llevar al poder a uno de ellos, como corolario de una serie de luchas movilizadas e ideológicas frente a una larga historia colonial, que claramente había sesgado al país entre quienes tenían el poder de la propiedad y la decisión, y quienes contaban sólo con sus propias vidas como riqueza. Ese momento encon-traba al pueblo en un proceso des-colonizante, en busca de su propia identidad como pueblo plurinacional, junto a un liderazgo que escuchaba voces y establecía tareas para avan-zar. La Asamblea Constituyente fue precisamente eso: un enorme y multi-tudinario coro de sentimientos encon-trados que debían tener asidero en la razón constitucional, que era la razón de los que históricamente habían nor-mado Bolivia.

Por eso, este río de confluencias emotivas que tenía una fe histórica en el cambio posible, se choca una y otra vez con la terca realidad de un mundo dibujado a imagen y semejan-za de los conquistadores. Además de la expresión abierta de la explotación-dominación, también los códigos del lenguaje, la escritura, la presencia y el protocolo, son formas simbólicas que imponen poderes invisibles a quienes siempre vivieron bajo ese mundo de patrones. Todas esas formas definen y someten ideológicamente a los do-minados, y el flujo social de los co-

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lonizados, aparentemente, sólo se mueve en torno a quienes se resig-nan a lo establecido y pugnan por pa-recerse a los dominadores para lucir menos pobres. Esta sombra colonial también es constitutiva de quienes históricamente tuvieron la propiedad y el poder, de quienes quieren pa-recer cosmopolitas y alardear de su apellido extranjero o de abolengo co-lonial para ganar prestigio social en un mundo que nunca dejó de ser se-ñorial.

En toda esta historia dominante, los pobres eran seres sin pasado, o más aún, parte de un mito denigrante que los encuentra en tal condición por flojos o viciosos, para justificar plena-mente en el ideario señorial no sólo la razón de su pobreza, sino también la necesidad de que alguien los dirija en esa peculiar condición colonial de ser vistos como menores de edad. Des-de esta óptica, los pobres no tienen historia y viven desgracias que sólo la religión oficial es capaz de explicar como efecto de la gracia divina, para convertirlos en objeto de compasión y caridad. Estos fueron y todavía son los equilibrios ideológicos de la Boli-via señorial.

La izquierda no escapó de este influjo al hacer del conocimiento un privile-gio señorial de quienes tenían posi-bilidad de estudiar y leer, relegando a la militancia popular a ser soldados de blancoides secretarios generales. También el proceso de politización, que encontró a las izquierdas en las

minas, generó una clase obrera sin identidad indígena-originaria, más bien diferenciada socialmente de los pueblos indígena originario campe-sinos como parte del racismo incor-porado, pero ideológicamente apo-yada en un marxismo de receta que relegaba a la mayoría del país a ser furgón de cola de la vanguardia prole-taria. El trotskismo porista finalmente resolvió el dilema de forma peculiar, después de la instalación neoliberal, e hizo del partido la vanguardia prole-taria ante la ausencia obrera, y dentro del partido proletario le dio el mando a las clases medias.

2. Las culpas de los pobres e indios Más allá de tutelajes coloniales de

derecha o de izquierda, ¿por qué los pobres con identidad indígena origi-naria campesina y popular son los protagonistas de la revolución? ¿Es un cliché del romanticismo marxista o más bien del indianismo esotérico? ¿Estamos idealizando la capacidad transformadora de esta identidad plu-rinacional convertida en movimiento social? Quizás sean algunas de las preguntas que nos asaltan y que han empezado a ser respondidas desde el inicio del gobierno del presidente Morales, desde el habitus funcionario o de la oposición minimizada, cuan-do se sostuvo que no podíamos ser un país gobernado por indios y que el conocimiento y la clase, junto a la capacidad de gobernar, eran “genéti-camente constitutivos”.

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Los pobres, dentro del capitalismo, siempre han sido objeto de velado

desprecio mientras se explota in-tensivamente su fuerza de trabajo. Para los gobiernos en democracia son votantes y objeto de políticas

públicas o sujetos de caridad, y en algunos casos beneficiarios de esas políticas; pero nunca protagonistas

de una transformación(...)

Pero lo que es más preocupante aún, es que desde el coro del cambio em-piecen a sonar voces parecidas, que reclaman su espacio de poder en dis-puta con la representación indígena originario campesina y popular, con los mismos argumentos de la jerar-quización del conocimiento que son más bien razones de clase. Esto su-cede cuando empieza a cuestionarse la representación plurinacional en los órganos de Estado como parte de la ineficacia estatal; cuando los medios de comunicación mencionan la co-rrupción como un tema de los mise-rables tentados por lo que no tienen, sin recordar a los políticos millonarios que fugaron del país con patrimonio estatal (no sin antes hipotecar nues-tros recursos naturales); cuando se cuestiona la redistribución de recur-sos en la forma de bonos a los más pobres, producto del ahorro del Es-tado, en lugar de destinarlos a la in-versión productiva; en fin, cuando los más pobres demandan trabajo y se

les acusa de “peguistas” en vez de gente con “poder político”, como ocu-rría en los anteriores gobiernos. Es decir, una vez más se han reinventa-do los argumentos de la discrimina-ción interna que se ha institucionali-zado en nuestra cotidianidad.

Los pobres, dentro del capitalismo, siempre han sido objeto de velado desprecio mientras se explota inten-sivamente su fuerza de trabajo. Para los gobiernos en democracia son vo-tantes y objeto de políticas públicas o sujetos de caridad, y en algunos casos beneficiarios de esas políticas; pero nunca protagonistas de una transfor-mación, porque eso es peligroso para el sistema en donde los roles y las je-rarquías están establecidas. Por eso en Bolivia están ocurriendo “locuras”, y los “locos” no saben aún qué es lo siguiente que harán. Los pobres es-tán reconstruyendo su identidad, las riquezas del capital estatal se están repartiendo entre ellos mismos, es-tán llenando los espacios públicos de plurinacionalidad. Los pobres es-tán hablando, vistiendo, siendo ellos mismos ante la mirada condenatoria de la élite señorial y una buena parte de las clases medias, que sólo atinan a calificar de prepotencia y venganza el derecho de los pueblos a sentirse protagonistas de la refundación de este país.

Ahora bien, los pobres, como seres humanos, se equivocan, y además históricamente la colonización los ha cargado de la culpabilidad del atraso

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y la miseria de esta tierra, para libe-rar de culpa a quienes “no cometie-ron delitos sino errores” en la función pública de tantos gobiernos señoria-les que defenestraron nuestra patria. Cuando olvidamos y disculpamos la historia señorial que queremos cam-biar, cuando seguimos reproduciendo las formas y hábitos de poder en la función pública, cuando en la econo-mía y en la política todavía reproduci-mos los esquemas y formas neolibe-rales y republicanas que no condicen con la construcción de una nueva Bolivia, aún seguimos bajo la sombra del colonizador.

3. Aprender a ser gobierno Qué podemos decir de los años, dé-

cadas y siglos de exclusión de esa gran mayoría de pobres convertidos en anónimos, que de pronto, después de siglos de lucha y de autogobier-no de sus espacios territoriales frente a la ausencia estatal sólo presente para la represión, el impuesto o la ex-propiación, “toman el cielo por asalto” y son gobierno. Son muchos años de negación de su identidad y al mismo tiempo de resistencia desde ella, de marginación en salud, educación y otras condiciones de vida humana, junto a la exclusión de la gestión y los procesos de decisión estatales. Debido a eso la construcción del Es-tado Plurinacional se debate entre la reproducción de los viejos hábitos es-tatales del Estado republicano, como herencia colonial, y la aún tímida in-

tervención de la identidad plurinacio-nal de los pobres para institucionali-zar una nueva forma de ser Estado, con una nueva forma de gestionar y organizar el poder que haga posible el sentido filosófico y político del “vivir bien”.

Entonces, ¿tendremos que acudir a los aliados, a los viejos partidarios de izquierda, a las clases medias incorporadas, a los funcionarios de experiencia del antiguo Estado –hoy en funciones– para que asuman la gestión y la hagan más eficiente, y para responder efectivamente a los grandes retos industrializadores y de transformación que nos hemos propuesto? ¿Debemos abreviar los plazos y dinámicas de participación y consulta con los pueblos acerca de las leyes y propuestas de políti-cas públicas, y sustituirlas con plan-teamientos técnicamente trabajados por equipos de expertos para seguir con la premisa de lograr un Estado eficiente? Son temas en los que esta-mos discutiendo no sólo la eficiencia y la productividad, sino el sentido de la transformación social en marcha, donde los pobres podrían volver a ser, una vez más, objeto de políticas y caridades, pero no protagonistas de la revolución.

La aceleración de los ritmos y tiem-pos del proceso de cambio, y el des-plazamiento de los indígena origina-rio campesinos junto al movimiento popular como protagonistas, para dar lugar a militantes de la vieja izquier-

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da, funcionarios y profesionales de oficio, serán parte de una tentación permanente; entonces podríamos es-tar repitiendo nuevamente la historia de hacer del Estado un instrumento de poder para subordinar y normar a las organizaciones sociales, o para convertirlas en beneficiarias pasivas en un proceso que tarde o temprano llevará a la confrontación.

Los ritmos de nuestra revolución de-berían ser diferentes, primero, porque decidimos hacerla en democracia y en convivencia con quienes han sido parte del antiguo orden republicano (con el cual los procesos de confron-tación y concertación tienen una ló-gica marcada por la correlación de fuerzas entre los actores sociales y sus proyectos políticos).

Segundo, porque el protagonismo del proceso de cambio, los actores indí-gena originario campesinos y popu-lares, incorporados a la nueva insti-tucionalidad, están aprehendiendo a construirla y muchas veces tienden a repetir el hábito del poder colonial antes que a incorporar la plurinacio-nalidad de la revolución en marcha.

Tercero, porque existe una enorme distancia en los tiempos y en la apre-hensión tecnológico-educativa de los nuevos actores, que estuvieron total-mente excluidos del funcionamiento y la gestión estatal, y que hoy, en su gran mayoría inmersos en un proce-so de aprendizaje, no logran traducir el proyecto estratégico revolucionario en la nueva concepción estatal.

Cuarto, porque en los niveles de con-ducción estratégica de la economía, que tiene que ver con las empresas nacionalizadas, no ha sido posible la transformación productiva que está inmersa en la del mercado transna-cional de eficiencia y ganancia, por lo que se ha privilegiado el alto nivel de tecnificación junto a un diferenciado nivel salarial, espacios que sólo pu-dieron ser llenados por técnicos liga-dos a las transnacionales y al Estado neoliberal anterior.

Si nuestra revolución es capaz de generar “paciencia en la impacien-cia” de los tiempos históricos –como escribía Tomás Borge–, es decir, en-tender e involucrar al conjunto de los actores sociales en el proceso de cambio, que no tiene como referencia

Paro, Max Aruquipa, técnica mixta. 1983.

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una etapa electoral, sino un proceso estructural de transformación que nos llevará muchos años, y mantiene su sentido estratégico en el tiempo, estaremos reivindicando la identidad plurinacional del pueblo como el sen-tido fundacional del protagonismo po-lítico indígena originario campesino y popular.

Sin embargo, para lograrlo no bastan los discursos estatales, sino la acción revolucionaria de los propios movi-mientos sociales que se apropian de este espacio político. No basta ex-plicar una tendencia presente en la Constitución Política del Estado Plu-rinacional, la de ver al Estado como un instrumento creado por las organi-zaciones sociales para equilibrar las desigualdades y construir una nueva convivencia. Es necesario que los movimientos sociales se hagan cargo de construir esas posibilidades para que el poder estatal no se reproduz-ca como privilegio y se llene de pre-sencia y propuesta de pueblo, sólo entonces estaremos construyendo el “vivir bien”.

Capítulo IIIInstrumento político y Estado Plurinacional1. Construcciones hegemónicas

movimientistas Cuando, en diciembre de 2005, se lo-

graba en Bolivia por primera vez una victoria apoteósica de las energías contenidas durante muchos años de

historia en la memoria de los movi-mientos sociales, se iniciaba un pro-ceso nuevo, un quiebre en la vida de este país; unos lo asimilaban con grandes esperanzas, otros con mie-dos contenidos, y algunos incluso apuntando a mutar políticamente se-gún las circunstancias. En todo esto parecía que habían tomado contacto histórico dos fuerzas fundamentales para el cambio revolucionario: por una parte, los movimientos sociales como vanguardia del enfrentamiento con el Estado republicano y colonial; por otra, la vieja izquierda que fue ca-paz de alinearse individualmente en el proceso, advirtiendo que soplaban vientos de transformación.

Fueron años de incomprensión y des-acuerdo histórico entre las fuerzas que apuntaron finalmente a fundar una nueva Bolivia. La vieja izquierda que, de forma clasista, o bien se ha-bía concentrado en sectores de cla-se media que repetían las consignas teóricas sin entender este país y lo que pasaba en él, o bien había mos-trado, bajo la entelequia movimientis-ta, la capacidad de mutación según las circunstancias, para convertirse rápidamente en progresista neolibe-ral, ayudando a endulzar el discurso y las acciones del Estado neoliberal.

No obstante, también había una van-guardia histórica arraigada en las ma-sas y principalmente en los mineros (que durante décadas fueron el rostro del proletariado revolucionario enun-ciado por los clásicos del marxismo),

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entre quienes la izquierda de clase media buscó arraigarse y encontrar el sentido revolucionario de la historia. Pero a pesar de esta presencia, cuya máxima expresión revolucionaria or-gánica era la Federación de Mineros y la propia Central Obrera Boliviana, existía un discurso de enfrentamien-to clasista que construyó sentidos y mártires frente a las dictaduras, que fueron la opción permanente de los sectores dominantes que históri-camente habían sido incapaces de construir un sentido de patria para to-dos.

El movimientismo fue el intento más serio en ese camino, logrando apro-piarse de las victorias populares del 52 y alcanzando una primera irrupción de masas en el Estado en creación. Sin embargo, las nuevas dictaduras y los nuevos gobiernos democráticos transitorios, fueron la evidencia histórica de que los cam-bios movimientistas y su idea de país, junto a la de Estado nacional, era la de reorganizar el poder para generar una mejor explotación, objetivo cum-plido históricamente durante años por los grupos de poder en la mayoría de los países latinoamericanos.

Esta intención movimientista, como discurso dominante a lo largo de va-rias décadas, permitió el potencia-miento económico de nuevas élites regionales y el reposicionamiento po-lítico de viejas élites familiares; pero también el potenciamiento político de la vanguardia proletaria, tras la cual

la izquierda buscó proponer una sa-lida socialista en la que los “obreros esclarecidos”, junto a la clase media, fueran capaces de arrastrar a la “ma-yoría india y excluida” a un proceso revolucionario de inclusión democrá-tica.

También los dirigentes indígenas y originarios, por un camino propio, empezaron un proceso de recupera-ción de su propia historia, además de un enclave académico de avanzada en las universidades, desde donde empezaron a recuperar la historia es-crita para volcarla sobre sus comuni-dades. La izquierda había hecho muy poco en ese sentido debido a una opción ideológica que consideraba solamente a los obreros como revo-lucionarios, y a los campesinos, origi-narios e indígenas como propietarios pequeño burgueses y, por tanto, ca-rentes de capacidad ideológica para sumarse en un primer momento a la revolución.

Desde entonces empiezan los cami-nos paralelos de estos actores polí-ticos que iniciarían luego la nueva historia, pero que a pesar de ello no dejaron de tener encuentros, fusio-nes momentáneas y distanciamien-tos en el camino de la confrontación con el Estado republicano y colonial, principalmente con su versión neoli-beral. Por otro lado, en ese largo ca-mino que históricamente recorrimos, las izquierdas –con las limitaciones ideológicas con las que juzgaban la realidad– realizaron demasiadas con-

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versiones y concesiones para acomo-darse en el mundo liberal, mientras el proletariado quedaba solo y aislado en la confrontación, en la que sus di-rigentes no supieron medir el tamaño de la derrota y las nuevas condicio-nes en las que el nuevo modelo plan-tearía su atomización y dispersión.

2. La herencia de las izquierdas No podemos negar que junto a los

procesos de transformación ocurri-dos a lo largo de la historia republica-na de nuestros países, hubo intelec-tuales y organizaciones de izquierda que ayudaron a dar un curso especí-fico a los acontecimientos y transfor-maciones sociales inscritas en leyes o bien en las propias Constituciones. También fueron esas izquierdas las que ocuparon el papel del pueblo en diversos momentos y circunstan-cias, confirmando que la colonialidad también era parte del discurso de los “salvadores libertarios”.

En definitiva, encontramos que quie-nes escribían la historia de los ven-cedores, y aun de los vencidos, eran los mismos colonizadores que se atribuyeron el mandato de construir a nuestros países bajo los mismos pa-rámetros con los que podemos juzgar nuestra historia hoy. Desde una mira-da colonial, de derecha o de izquier-da, se reproducía esa perspectiva de que los pueblos indígena originario campesinos o bien eran seres sin alma o bien eran ovejas que debían ser arrastradas por la oleada revolu-

cionaria del proletariado, o en su de-fecto, por el partido de izquierda y sus dirigentes.

No debemos olvidar que hasta la no-menclatura de izquierdas y derechas es parte de la colonialidad de la políti-ca. Existen parámetros de medición o de representación que fueron propios de la experiencia revolucionaria fran-cesa-burguesa, que definitivamente desde nuestra realidad simplemente sirvieron para un reacomodo de sec-tores dominantes y subalternos, aun-que no se puede dejar de mencionar que en medio de ello, las vidas, los ideales y las luchas que transcurrie-ron le dieron sentido corpóreo a una identidad política en muchos países latinoamericanos. En realidad, son precisamente esas señales testimo-niales las que nos permiten hablar de una herencia latinoamericana de izquierda, junto a los procesos de mayor democratización en la trans-formación formal de nuestras socie-dades.

Hemos tenido izquierdas de todo tipo en nuestro continente, desde aque-llas que nunca lo fueron, pero que en el calor de las transformaciones de un mundo señorial absolutamente cerrado a cualquier forma de demo-cratización, se hicieron revoluciona-rias (y por tanto de izquierda), hasta la izquierda histórica y formal que importó las lecturas marxistas, creó organicidad y se agotó en su papel nacionalista y desarrollista que lo apostaba todo a la modernización ca-

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pitalista como etapa necesaria de la revolución socialista, a tal grado, que tuvo varios deslices con los grupos de poder locales, aunque en algunos casos esas alianzas individuales u or-gánicas permitieron “dulcificar” el sis-tema en sus versiones nacionales o neoliberales, mediante la generación de mayor inclusión ciudadana a tra-vés de políticas sociales.

También tuvimos izquierdas radicales que, convencidas del proyecto revo-lucionario, se involucraron con diver-sos sectores y actores sociales para hacerlos parte del proceso revolucio-nario definido por ellos mismos como el camino del desarrollo de nuestros países. Hubo presencias heroicas e importantes, en muchos lugares la iz-quierda logró carta de ciudadanía con la sangre derramada de sus militantes, que se mezclaba o se hacía una sola sangre con la del pueblo movilizado (que desesperado tomó la violencia como un instrumento transformador frente a la violencia cotidiana que lo atropellaba sin sentido y sin final).

No pudieron o no lograron enten-der que más allá de las recetas se encontraba el pueblo real y, en el caso boliviano, la mayoría indíge-na originaria campesina que tenía un proyecto estratégico basado en

su propia memoria histórica, que buscaba un interlocutor que le per-mitiera entroncarse con el proceso

revolucionario de hoy.

No obstante, a pesar de los dolores históricos compartidos, esa izquierda revolucionaria, junto a la que se había negado y se había hecho oficialista, no terminaron de delinear una cons-trucción colectiva con las organiza-ciones y los movimientos sociales, que siempre se hacían presentes en las luchas definiendo su propio ho-rizonte político al margen del de los partidos. No pudieron o no lograron entender que más allá de las recetas se encontraba el pueblo real y, en el caso boliviano, la mayoría indígena originaria campesina que tenía un proyecto estratégico basado en su propia memoria histórica, que bus-caba un interlocutor que le permitiera entroncarse con el proceso revolucio-nario de hoy.

De alguna manera, la colonialidad se hacía manifiesta en la forma en la que las direcciones revolucionarias se lle-vaban adelante: los sectores intelec-tuales y de clase media reproducían de forma “amable” la señorialización de nuestras sociedades, no sólo en la etnitización, sino también en lamirada paternal con la que asumían a las or-ganizaciones sociales.

Bolivia ha resumido muchas de nues-tras historias continentales. La pers-pectiva de Estado nacional con la que se crearon nuestros países, basados en fronteras territoriales que tenían que ver más bien con los intereses de las oligarquías locales, generó una superposición territorial sobre los pueblos indígenas y originarios que

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ya existían y que habían sido someti-dos, aunque la idea misma de Estado siguiera existiendo como identidad y como autoridad, este fue el caso de Bolivia. Otros países que no con-taban con esa identidad política tan fuerte en su territorio, optaron por su exterminio o la “reservización”, ais-lando a los pueblos indígenas, mien-tras miles de migrantes europeos se trasladaban a ocupar territorialmente los Estados.

Este proceso económico de explota-ción desde la Colonia se enganchaba con la República a través de la minería y la tierra. Miles de comunarios indí-genas, obligados a ser mineros como parte del servicio heredado de la mita colonial, se convirtieron en una nueva institucionalidad estatal, como indios-mineros en el naciente proletariado, que organizado empezó sus propias batallas. Es en las primeras décadas del siglo XX que cierta intelectualidad tiene acceso a las primeras lecturas marxistas y crea partidos como el PIR y el POR, que politizan las luchas sindicales mineras, dándoles armas teóricas para convertirse en vanguar-dia del proceso revolucionario duran-te gran parte del siglo XX.

Sin embargo, y a pesar de la acumu-lación de la memoria histórica de cla-se, el proletariado y su entidad matriz, la COB, fueron finalmente vencidos en silencio por el neoliberalismo en los años 80. En todo ese tiempo, la izquierda era una minúscula opinión o era clandestina, o hizo grandes alianzas electorales que carecían de

proyecto alternativo frente al capital y el mercado. Finalmente, en tiem-pos neoliberales se autoexilió. o bien practicó una suerte de “entrismo” al Estado para mejorar los planes socia-les.

Siempre, en esta historia oficial, tam-bién de izquierda, hubo una historia paralela: la de las organizaciones y movimientos sociales, principalmen-te indígena originario campesinos, que dibujaban paso a paso su pro-pio proyecto político, diferenciado de esas izquierdas que los usaban o los ignoraban. Los movimientos in-dianista de los años 60 y el Kataris-ta de los años 70, dieron lugar a un pensamiento propio y a organizacio-nes políticas con protagonistas ay-maras y quechuas, que interpelaban y eran rechazados por izquierdas y derechas. Junto a ellos se ubicaba la naciente identidad política de los mi-grantes que habían llegado como co-lonizadores a zonas cocaleras como el Chapare, y que paso a paso dieron un curso político a su reivindicación económica y cultural, en oposición a un estatismo antiimperialista que los reprimía cotidianamente en su activi-dad.

Estos movimientos sociales, junto a los barriales y urbanos –que desde la conciencia de la defensa de sus recursos fundamentales como el agua, y luego el gas, en una visión de país–, son los que dieron plataforma real a un nuevo sentido político, que no podía apoyarse en los partidos del neoliberalismo, de izquierda o de de-

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recha, y optaron por la construcción de un instrumento político propio.

3. MAS-IPSP, el instrumento de los movimientos sociales

La constitución del Instrumento Polí-tico por la Soberanía de los Pueblos (IPSP), finalmente Movimiento Al So-cialismo (MAS) como sigla prestada para poder acceder a los procesos electorales bloqueados por la políti-ca formal, expresa precisamente en su recorrido la irrupción de los mo-vimientos sociales desde las calles y las movilizaciones hacia las urnas y el gobierno.

Algunos de los elementos fundamen-tales que explican su proceder polí-tico inicial, hablan de una reacción frente a la exclusión política y al “par-tidismo” jerarquizado de derechas y de izquierdas, que habían, una vez más, señorializado la participación electoral y el derecho a la participa-ción política. Por eso, el MAS se crea en el horizontalismo asambleísta de la toma de decisiones y en el marco de la tradición sindical de organiza-ción y participación.

Pero además, en su contenido pro-gramático, expresa la politización de las acciones reivindicativas de las or-ganizaciones sociales, que histórica-mente fueron reprimidas por la dere-cha y despreciadas por la izquierda. El sujeto social y el sujeto político se encontraban separados intencional-mente por el sistema político; el MAS

fue capaz de construir una síntesis entre lo social y lo político que daba lugar a la representación política di-recta de los movimientos sociales, sin intermediación, para evitar lo que la historia política de los partidos había hecho hasta ese momento: traicionar el mandato de los mandantes y elec-tores.

En una interpelación histórica a los partidos, se plantea la posibilidad de ser expresión de la diversidad y la pluralidad, dando lugar orgánico a que la mayoría se exprese en la re-presentación política directa de ellos mismos, sin dejar de ser parte de sus organizaciones (más bien ser parte de ellas es lo que da lugar a la per-tenencia en el instrumento donde se mezclan militantes, adherentes y sim-patizantes). En el sentido clásico de Marx, la clase se asumía como ins-trumento político frente a la oposición capitalista.

Esta síntesis política de la plurina-cionalidad y de las clases populares que confluyen como organizaciones y movimientos sociales, da lugar al instrumento que, sin dejar las formas tradicionales de lucha y presión en torno a reivindicaciones locales y na-cionales, produce además una cada vez más clara definición de lucha por el poder.

Los espacios que de manera gradual fueron ganados electoralmente des-de las alcaldías del Chapare hasta los curules parlamentarios, expresa-ban este avance político donde la re-

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lación entre los movimientos sociales y el liderazgo era el eslabón funda-mental, convirtiendo al instrumento en espacio de organización electoral (un papel por demás efectivo en to-das las elecciones en las que se par-ticiparon). Esta doble vía de acción transformadora puede explicar, en cierta medida, tanto el éxito del MAS en la obtención del poder político, como los niveles de legitimidad que se mantienen desde, por lo menos, el año 2002.

Su clara definición antiimperialista marcada por la lucha cocalera, que acuñó un liderazgo y definió ideológi-camente un comportamiento político más allá de la tradición de izquierda o derecha, expresaba que los espacios políticos se ganan con una acción política que genera la capacidad de sumar y hegemonizar las distintas co-rrientes ideológicas y a los sectores sociales enfrentados con el sistema neoliberal.

La esencia campesina y cocalera del MAS, en sus inicios, se fue transfor-mando para dar lugar a una repre-sentación nacional que, sin dejar de expresar a la plurinacionalidad y a los pobres, iba internalizando la propues-ta política de los sectores más politi-zados, que albergaban una profunda reivindicación nacionalista, pero tam-bién la reivindicación indianista de la identidad que implicaba necesaria-mente un discurso descolonizador y un liderazgo asumido en su identidad india.

En ese marco, las clases medias se acercan inquietas por lograr respues-tas frente a la incertidumbre que irra-diaba el sistema neoliberal y, con el pasar del tiempo, sectores de izquier-da que habían navegado en aguas neoliberales, y otros grupos descon-tentos, se suman al proyecto del pro-ceso de cambio. Algunos se suman con sincera convicción, pero muchos otros por oportunismo político para copar espacios de conducción, asu-miendo que el instrumento no conta-ría con cuadros políticos para ello.

4. El MAS y el Estado Plurinacional Una estrategia política exitosa dio

lugar al primer gobierno de Evo Mo-rales, y también a las sucesivas vic-torias electorales y políticas sobre la oposición en los primeros cinco años.

Dinamita, Max Aruquipa, dibujo lápiz. 1978.

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El MAS, cuya existencia se ha visto cada vez más relegada a la de un

organizador electoral en este proce-so de transformación constitucional,

no ha tenido la capacidad de pro-poner un nuevo rol político para la

profundización de la revolución.

El sustento se encontraba en el lide-razgo fundamental y en el apoyo mi-litante de los movimientos sociales a un horizonte político colectivo en construcción, que empezó un debate histórico y real en la Asamblea Cons-tituyente, donde la filosofía política de las utopías se enfrentaba con el prag-matismo del poder y la colonización.

En un país donde el Estado republica-no no construyó inclusión y pertenen-cia, sino más bien represión, discrimi-nación y exclusión institucionalizada, fueron las comunidades indígena ori-ginario campesinas las que, sin dejar de demandar su inclusión, construye-ron autonomías de facto para poder sobrevivir, reconstituyendo su propia identidad. La presencia de ese no-Estado institucionalizó en el debate constituyente dos salidas históricas para la reconstitución del país: la pri-mera, institucionalizar la plurinacio-nalidad a través del impulso de las autonomías como existencia de la autodeterminación de los pueblos; la segunda, la constitución de un Esta-

do de todos y todas que exprese la plurinacionalidad, pero que además sea el instrumento de los pueblos en la realización de las tareas históricas. Estas características debían ser asu-midas por el nuevo Estado y los mo-vimientos sociales.

El despliegue del Estado Plurinacio-nal, luego del Referéndum Constitu-yente y el inicio de un nuevo periodo presidencial de Evo Morales; contaba con ese nuevo mandato que, de algu-na manera, había transcurrido ya en el primer periodo de gobierno. Ahora bien, en lo que corresponde al instru-mento político, lo que empezó a ha-cerse cada vez más evidente es que la forma más eficaz de éste para el proceso de cambio, se expresaba en la existencia del Estado Plurinacional en su relación con las organizaciones sociales a través de políticas públi-cas y obras que permitían la materia-lización de la nueva forma de hacer política, identificada con la figura del liderazgo.

El MAS, cuya existencia se ha visto cada vez más relegada a la de un or-ganizador electoral en este proceso de transformación constitucional, no ha tenido la capacidad de proponer un nuevo rol político para la profun-dización de la revolución. Sin mayor orientación política, sin propuesta po-lítica propia, o más bien, relegada al respaldo de las políticas públicas es-tatales, desde distintos niveles la mi-litancia del MAS ha reproducido las prácticas de los partidos tradiciona-

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les, que van desde el prebendalismo hasta la desesperada búsqueda de espacios de poder, que han perfilado una concepción fetichista del poder como la búsqueda compulsiva de es-pacios de decisión dentro del Estado y de las organizaciones –sean socia-les o políticas–, concentrando la ma-yor parte del esfuerzo y las capaci-dades de las personas e instituciones en la lógica de que sólo desde esos espacios se puede generar el cam-bio.

El papel histórico que se le atribuyó al MAS en este proceso, como arti-culador político entre organizaciones sociales y liderazgo en el marco de la construcción del Estado Plurina-cional, perdió sentido por la relación directa entre organizaciones y Presi-dente, más aún cuando las propias organizaciones conforman su propia instancia de propuesta y movilización para la Asamblea Constituyente con el Pacto de Unidad, y luego en las movilizaciones en defensa del proce-so de cambio con el CONALCAM.

Esta conjugación audaz entre instru-mento y movimientos, que permitió detonar la institucionalidad del cam-bio, se convierte desde el gobierno en una limitante política, porque la militancia (que en parte se encuentra presente en los movimientos socia-les y en el propio Estado) toma como tarea central el acomodamiento de militantes en espacios estatales. Y si bien, como señala Mayorga, no se han logrado constituir élites oligárqui-

cas que decidan de forma permanen-te, algunos militantes piden cuotas para cumplir con las demandas de sus mandantes.

Dicha condición expresa de forma dramática la situación en la que el proceso de cambio se encuentra hoy, porque, en teoría, el instrumen-to debía tener un rol fundamental en la intermediación entre Estado y sociedad, que le permitiría al MAS canalizar y dinamizar la participa-ción e incidencia de las bases en las políticas públicas, así como aportar con propuestas para la toma de de-cisiones políticas en el gobierno. Es imprescindible generar un debate nacional sobre los grandes cambios necesarios y el horizonte político en su relación con la gestión estatal, así como aportar con cuadros políticos comprometidos y capaces para el manejo del aparato estatal, pero tam-bién para las propias organizaciones sociales.

Sin embargo, esta función articula-dora y dinamizadora a veces se con-vierte en su contrario, no sólo cuan-do la militancia pelea por espacios de representación que carecen de gestión efectiva, sino cuando se dan peleas internas dentro de la propia militancia por el reparto de espacios laborales y no por una más efectiva y comprometida línea política en la gestión. Muchas organizaciones so-ciales en el segundo mandato de Evo Morales, han entrado en procesos de franca desmovilización en el apoyo a

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medidas que no se explican adecua-damente y cuyo sentido político no comprenden.

Por otra parte, algunas organizacio-nes habrían pasado de tener una vi-sión de transformación nacional e in-tegral, es decir, revolucionaria, a bus-car únicamente reivindicaciones sec-toriales y parciales, confrontando las propuestas nacionales del gobierno. Entonces, la experiencia ampliamen-te democratizante de los movimien-tos sociales en el proceso de trans-formación, pone sobre la mesa el debate (necesario) sobre la relación que debe existir entre la forma movi-miento y la forma partido, para hacer posible y sostenible este proceso de transformación social que vivimos.

5. La estructura orgánica del instru-mento

La organicidad del instrumento, do-tado de las características históri-cas de los movimientos sociales que son “flexibles al mismo tiempo que inestables”, ha resultado ser exitosa y altamente efectiva al momento de movilizarse contra el neoliberalismo y para alcanzar las sucesivas victorias electorales del proceso de cambio en las urnas. Sin embargo, ese papel activista y movilizador, sin trabajo de formación, hace que los militantes y simpatizantes lo entiendan como un espacio de pegas.

En el MAS existen actitudes en pug-na entre, por una parte, la corrupción,

el individualismo y la lucha por espa-cios individuales de poder, y por la otra, la búsqueda del sentido comu-nitario de lo político, el compromiso, la ética revolucionaria y la toma de decisiones democráticas. No se tiene un canal orgánico que permita la for-mación y la amplia deliberación sobre la militancia y el control social de las responsabilidades que se asumen en los espacios estatales, por tanto, es evidente que existe una ausencia de liderazgos masistas locales en las diferentes regiones del país, y una escasez de cuadros adecuadamente formados. Esta ausencia incide direc-tamente en la capacidad del MAS de abordar seriamente y de manera sos-tenible su estructuración y expansión a nivel nacional, y la forma en la cual podrá realizar sus funciones revolu-cionarias.

Un factor relacionado con la estruc-tura es la claridad, tanto en las “ca-denas de mando” como en el direc-cionamiento ideológico y programá-tico. ¿Qué hay que hacer para ser del MAS? ¿Qué hay que leer y a qué ideario hay que suscribirse para au-todefinirse como masista? Estas pre-guntas, extrapoladas a los espacios de toma de decisión dentro del instru-mento, y sobre las personas y niveles institucionales que tienen autoridad en el mismo, muestran un escenario de confusión de las bases ante la for-ma en la cual pueden y deben rela-cionarse con este instrumento políti-co.

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Se deben analizar el ritmo y los es-pacios de expansión de la estructura del MAS, entendiendo que su prin-cipal fortaleza se halla en los secto-res rurales; sin dejar de lado que el crecimiento del proceso de cambio y su desbordamiento a las ciudades ha planteado nuevos desafíos, por la incorporación de otros sectores so-ciales y grupos que no son parte de estructuras sindicales. Por otro lado, en el caso de la presencia estatal que hoy realiza obras en todo el país y concentra al pueblo en torno al lide-razgo y a las acciones del gobierno (que se relaciona con las autoridades locales en funciones), el instrumento está ausente y muchas veces carece de organicidad propia.

Desde la fundación del MAS existe una relación directa entre la organi-cidad sindical-comunitaria y la orga-nicidad del instrumento, que si bien es su cualidad democrática, es tam-bién su debilidad, al no poderse ges-tar una organicidad que asuma las tareas propias que plantea el hecho de ser instrumento. Existe, pues, una disyuntiva que de alguna forma orgá-nica no termina de definir el equilibrio entre una política de cuadros y una política de masas, ambas necesa-rias para continuar con el proceso de transformación.

6. El liderazgo evista Definitivamente, existe una relación

de acumulación histórica entre el li-derazgo de la revolución y su orga-

nicidad política. Cuando, en el año 52, la Revolución se materializó en las manos de los mineros y obreros en las ciudades, el poder político le fue otorgado al movimientismo y a Paz Estenssoro; eso significa que las demandas y la lucha de los tra-bajadores habían calado hasta la perspectiva nacionalista que el MNR construyó desde las escasas clases medias que pugnaban por el poder frente a la oligarquía. El liderazgo que el pueblo había elegido estaba refle-jando también la profundidad de las transformaciones de la Revolución, y ante el miedo a la masa desbordada se recreó la institucionalidad estatal con los parámetros que habían sido heredados del viejo Estado, incluidas las jerarquías señoriales y el Ejército.

La Revolución Democrática y Cultural emerge en su versión institucional a partir de 2006, sin embargo, contie-ne características diferentes que nos permiten encontrar históricamente la veta de conexión entre las narrativas de corto y largo plazo en Bolivia. De-finitivamente, la identificación del lide-razgo evista significó para las masas, dentro la narrativa de corto plazo, la posibilidad de representarse a través de un luchador social que había sido capaz de enfrentarse a los “gringos”, de ponerse al frente de sus bases en el enfrentamiento, de levantar la voz ante los gobiernos, en fin, de poner de nuevo en vigencia la necesidad de la dignidad como propósito de país. Ello le permitió sumar al proyecto a sectores sociales más allá de las ba-

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ses cocaleras, que además habían puesto de manifiesto con su lucha la debilidad de la economía nacional, que había obligado a una parte de la población, expulsada por la onda pri-vatizadora y de dependencia, a refu-giarse en la producción de la hoja de coca, y a otros, en la delincuencia del narcotráfico.

Ese era el país que se mostraba a sí mismo después de casi 20 años de neoliberalismo, subordinado a los in-tereses foráneos, a los que se les en-tregó las principales empresas estra-tégicas del Estado, bajo la oferta de modernización y trabajo que nunca llegó para los bolivianos. Pero ade-más, en un mundo político excluyente y partidocrático, con un mismo dis-curso desde la izquierda o la derecha ―o nos incorporamos a cualquier precio en el competitivo mundo del mercado o perecemos―, las voces disidentes no dejaron de sonar, y de ser marginales empezaron a volver-se representativas e importantes, co-menzaron a ganar alcaldías y curules con la consigna fundamental de que el neoliberalismo no podía ser la úni-ca salida.

En ese transcurrir, el MAS y el MIP empezaron a posicionarse en sus respectivos espacios rurales con li-derazgos claramente identificados, que también expresaban la existen-cia de dos corrientes diferenciadas sobre la construcción alternativa al neoliberalismo. Por un lado, el MIP de Felipe Quispe logró una impor-

tante representación en el campo ay-mara y planteó desde la CSUTCB un discurso claramente indianista y rei-vindicativo de la existencia de la otre-dad india en Bolivia. Sin embargo, las consignas reivindicativas del na-cionalismo aymara no le permitieron generar un discurso inclusivo de lu-cha con otros sectores y regiones del país, y las traiciones internas y actua-ciones individuales desgastaron esta opción política, cuyo líder se estancó en la crítica personal a los nacientes liderazgos, en lugar de hacerse parte del debate por la construcción de un nuevo país.

En cambio, el MAS partía de otras bases sociales, los cocaleros, que son una identidad intercultural creada por la expansión de sectores campe-sinos hacia áreas económicamente más rentables, y que en muchos ca-sos guardan relación, incluso territo-rial y de producción, con su lugar de origen. Aunque se trata de aymara y quechua parlantes, el castellano se convirtió en el principal puente de en-cuentro, vínculo organizativo de las luchas sectoriales en la defensa de su nueva territorialidad y espacio de producción. Muchos de los migrantes de más de dos generaciones, inclu-so han olvidado su idioma originario y han creado una nueva cultura de convivencia en torno al sindicato y la producción de la coca, que al mismo tiempo se ha convertido en su identi-dad política.

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Evo Morales es el representante de ese movimiento, que fue capaz de in-terpelar no sólo a la política tradicio-nal, fusionando lo social con lo políti-co sin intermediarios partidarios, sino que además supo sumar las oposicio-nes al modelo neoliberal en una gran alianza con los movimientos sociales, que desde distintas aristas cercaron al Estado neoliberal. Esa capacidad de sumar a los diversos le otorgó una nueva identidad política al nacionalis-mo de izquierda, y desde el indianis-mo aymara, y otras identidades, no sólo se identificó al liderazgo como uno popular, sino que el asumir a Evo Morales como uno de ellos significó que la identidad india se encontraba plenamente reivindicada para empe-zar una nueva historia. Eso implica-ría, en términos políticos, una agenda diferenciada y a veces contradictoria para lograr conciliar la pluralidad de visiones en la construcción de un mismo país.

Muchos de los migrantes de más de dos generaciones, incluso han

olvidado su idioma originario y han creado una nueva cultura de con-vivencia en torno al sindicato y la

producción de la coca, que al mismo tiempo se ha convertido en su identi-

dad política.

El liderazgo evista concentró la ener-gía histórica del proceso de transfor-mación, que por distintas corrientes y en distintos momentos pugnó por la revolución. Como líder, Evo Morales fue capaz de tender los puentes de encuentro entre la diversidad, entre lo sindical y lo comunitario, entre el protagonismo indio y el nacionalismo que reivindica la patria como espacio territorial y subjetivo, de encuentro y pertenencia de todos y todas. Y aún más, cuando este líder muestra su desprendimiento de la lógica del en-riquecimiento en el poder, junto a una disciplina de trabajo más cercana a la vida cotidiana del pueblo, expresa una posición ética sobre el poder y la política que será reivindicada por él permanentemente en los espacios mediáticos, a la par de la entrega constante de obras para los sectores más alejados del país. El Vicepresi-dente, a su estilo, también acompaña con su actitud y reflexión académica esta nueva ética en la política.

El liderazgo evista que incluso en los momentos más conflictivos le sigue reconociendo el pueblo a las accio-nes políticas y económicas desarro-lladas por su gobierno, no cuenta con un acompañamiento real, orgánico y propositivo por parte del instrumento y de las propias organizaciones so-ciales. El MAS, carente de procesos de formación política y de promoción de nuevos liderazgos, con dirigencias sin el suficiente reconocimiento políti-co orgánico, no ha mostrado propues-tas de incorporación del crecimiento

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desmedido del vínculo de la pobla-ción con el instrumento. Y peor aún, ha provocado que esa participación y militancia sean desviadas hacia la posibilidad de espacios de poder lo-cal o de la distribución de puestos de trabajo en alcaldías, gobernaciones y otras entidades del Estado, ganadas con el voto gracias a la figura del líder, más que a la figura de los dirigentes locales.

Por su parte, los movimientos so-ciales que propiciaron el proceso de cambio y su defensa en el primer periodo presidencial, retornaron a su identidad orgánica de organizacio-nes sociales con demandas y reivin-dicaciones propias frente al Estado. El papel protagonista y estratégico otorgado por la Constitución a los movimientos sociales se quedó aco-

rralado por la presencia del Estado y el liderazgo, que son los que asu-mieron la vanguardia de los procesos de transformación. Por otro lado, las organizaciones sociales se han limi-tado a ser benefactoras de las obras entregadas, o a conformarse con que sus dirigentes sean incorporados en las estructuras estatales, generando una suerte de vaciamiento orgánico de las propias organizaciones.

Definitivamente, no existe un equi-librio político entre los dos sujetos políticos definidos en la CPE para sostener el proceso de cambio: el Estado Plurinacional y los movimien-tos sociales. Y dicha condición impi-de el debate abierto y deconstructivo del país que estamos construyendo. Hoy es más imperioso que nunca que exista un proceso de construcción or-gánica del instrumento, pero también de las organizaciones sociales, que permitan dotar de una agenda estra-tégica al Estado Plurinacional.

Capítulo IVLos conflictos y la democracia1. El sentido de los conflictos.

Tensiones creativas y destructivas

La condición actual de los conflictos en crecimiento puede explicarse a través de los elementos comentados anteriormente, que toman forma en la decisión política gubernamental, en la actuación de las organizaciones sociales y en una oposición político-

Compadres, Max Aruquipa, técnica mixta. 1979.

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mediática siempre atenta a tomar ventaja frente a un escenario desfa-vorable a la transformación política institucional.

Las variables que en un principio aparecían como el ineluctable pro-ducto de las férreas alianzas y de la permanente adhesión ciudadana al proceso de transformación, hoy nos brindan una lectura diferente en el transcurrir político, a pesar de la con-solidación institucional del proceso con la nueva Constitución y las leyes fundamentales aprobadas. La etapa en la que vivimos corresponde a la de la institucionalidad estatal y la in-corporación del Estado Plurinacional en la historia, como constructor de la constitucionalidad, con un proyecto político macro frente a quienes de-bían ser el motor fundamental de la transformación estructural del país: las organizaciones sociales.

Lo que ha ocurrido en el manejo po-lítico de estos años es, en realidad, lo que el Vicepresidente señaló hace tiempo cuando afirmó que “este es un gobierno de los movimientos so-ciales”, reflexionando también sobre las tensiones que provoca la contra-dicción entre la figura del Estado, que tiende a centralizar el poder, y la de los movimientos sociales, que tien-den más bien a democratizarlo. La conjunción de ambos elementos es lo que permitirá la transformación re-volucionaria.

Cuando dichas tensiones naturales en el poder permitan rectificar las

acciones de Estado, y cuando las organizaciones sociales vean el ho-rizonte estratégico de la construcción social, estaremos convirtiendo verda-deramente las contradicciones en si-tuaciones creativas –en palabras del Vicepresidente–, o estaremos mane-jando adecuadamente las contradic-ciones secundarias en el seno del pueblo –a decir de Mao Tse Tung–. Si no ocurriera esta “situación creativa”, transitaremos a un proceso de des-trucción paulatina del propio proceso de transformación.

La conclusión parece apuntar a que el Estado no puede ni debe asumir la tentación de absolutizar su poder, ni las organizaciones sociales de-ben olvidar que ellas mismas son las constructoras de la plurinacionalidad, como forma de estatalidad para po-litizar a la sociedad en procura de la construcción estratégica de una nue-va sociedad. La fórmula que inscriba esta síntesis hará posible la profun-dización del proceso revolucionario que vive Bolivia.

A continuación realizaremos un ba-lance político de las tensiones y su desenlace en los momentos funda-mentales de la coyuntura que vivimos, enmarcadas en el análisis estructural que realizamos en la primera parte de este ensayo.

1.1. El contexto constituyente Debemos recordar –y la memoria

siempre será la de los pueblos–

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cómo llegamos al momento consti-tuyente en el que la plurinacionali-dad, por primera vez, pudo expre-sar su proyecto de país. Tuvo que haber un proceso acumulativo de largo aliento –en el que la lucha de los sometidos jamás se dio por ven-cida–, junto a la crisis neoliberal de reciente memoria, para producir un momento constitutivo con la elec-ción del primer Presidente indio del país y una propuesta constituyente de un nuevo acuerdo para Bolivia.

También habrá que recordar que el MAS, en el magno evento cons-tituyente, no proponía más que 10 puntos y que fue el Pacto de Uni-dad, constituido por las principales organizaciones indígena originario campesinas (IOC), el que enarbo-ló la propuesta de la mayoría (que subrayaba el proyecto hegemónico IOC de transformación revolucio-naria para el país). Propuesta que, aunque fue deliberada y matizada por los otros representantes a fin de generar la incorporación de secto-res urbanos y mestizos, y a pesar de las grandes coincidencias con la minoría, fue enfrentada en las calles y en las plenarias para obstaculizar la viabilidad de un proyecto general.

Los sectores minoritarios, con im-portante presencia política y territo-rial, lograron incidir en el proyecto de Constitución aprobada en Oruro, “empatando” las dos visiones de país que se encontraban enfren-tadas. La visión de la mayoría: in-

clusiva y que permitía la presencia protagónica de los pueblos IOC; y la visión de la minoría: republicana y liberal, que marcaba claramente las dimensiones del proceso. En defini-tiva, se dejaba a la historia la capa-cidad de construir puentes de convi-vencia creativos para hacer posible la plurinacionalidad; sin embargo, se postergaban, al mismo tiempo, tensiones históricas provenientes de distintos proyectos de país, que entienden de manera diferente el desarrollo, la convivencia entre las economías en la pluralidad, o los mismos derechos entre lo individual y lo colectivo.

1.2. El Estado Plurinacional y el liderazgo

La CPE le otorga un papel funda-mental al Estado Plurinacional junto a los movimientos sociales: recupe-rar los recursos naturales hipoteca-dos y vendidos por el neoliberalismo para beneficio de todos los bolivia-nos; construir institucionalmente la nueva estatalidad plurinacional que permita una nueva etapa de “nacio-nalismo” en el que el país recupere el orgullo de la identidad plurinacio-nal que tenemos; y recuperar la te-rritorialidad para el país que durante muchos años ha estado a expen-sas de expropiaciones extranjeras, poderes locales o de invasiones po-pulares, que asumieron la inexisten-cia del Estado en Bolivia.

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Para llevar a cabo todo eso era ne-cesario un liderazgo histórico, que no sólo representara el protago-nismo de los IOC, sino también el carisma de quien refleja la voluntad política de cambiar el país. Este li-derazgo fue tomado por el presi-dente Evo Morales, quien asume la vanguardia de los principales cam-bios estructurales a desarrollarse desde el Estado y convierte al Esta-do Plurinacional en el principal actor político de las transformaciones en el país.

Durante su primer mandato se apli-caron medidas estratégicas, como las nacionalizaciones, y se confron-tó a los sectores de poder minori-tarios que se atrincheraron en la territorialidad departamental y en la propiedad de los medios de co-municación, situación que tuvo un primer desenlace con la desarticu-lación política de las minorías y la victoria estratégica del proyecto de cambio, hecho que fue acompaña-do por siete victorias arrolladoras en las urnas, con el respaldo popu-lar para continuar el proceso.

(...) se dejaba a la historia la capaci-dad de construir puentes de convi-

vencia creativos para hacer posible la plurinacionalidad; sin embargo, se postergaban, al mismo tiempo,

tensiones históricas provenientes de distintos proyectos de país (...)

El segundo mandato fue vislumbra-do como el momento en el que de-bían desarrollarse las tareas estra-tégicas de transformación del país. Hasta entonces se habían logrado importantes victorias simbólicas en el proceso de inclusión, que abarca-ban políticas de redistribución de la riqueza, permitiendo bajar los nive-les de extrema pobreza que histó-ricamente nunca habían sido afec-tados. Esto, además de la inclusión política de actores IOC en todos los ámbitos estatales.

Estos avances estratégicos, junto a la creciente confianza en el lideraz-go, impidieron analizar que el pro-yecto de gobierno propuesto por el MAS para el segundo mandato era una propuesta fundamentalmente desarrollista, elaborada principal-mente por los ministerios y que ya contenía los proyectos hoy interpe-lados. Con el protagonismo estatal plenamente asumido en el contexto político, donde el Estado es poder y éste se ejerce como sentido, se despliegan las certidumbres del de-sarrollo junto a un convencido na-cionalismo, que plantea una nueva historia para el país, en la que la transformación de las condiciones estructurales de pobreza de la ma-yoría implica la generación de nue-vas posibilidades de acceso a mejo-res condiciones de vida, con electri-cidad, agua potable, caminos, etc., que permitan mayores empleos, sa-lud y educación. Es decir, en las cir-cunstancias democráticas de trans-

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formación sólo es posible construir condiciones de equidad, si desde el Estado se crea la infraestructura para permitir el acceso a los princi-pales recursos de vida a la mayoría postergada y excluida.

Así se explica la insistente recurren-cia a subrayar el ahorro de reser-vas internacionales que bordean los $us 13.000 millones para sostener este proceso, pero también la ma-nera en la que se justificó el intento de nivelación de los precios a fines del año 2010. En otras palabras, el país entraba a una nueva etapa en la que se debían saldar las cuentas dejadas por la historia neoliberal, e invertir en las grandes tareas estra-tégicas y no en pagar las deudas de la dependencia.

Un segundo tema tenía que ver con la construcción de la nueva esta-talidad, con un nuevo principio de poder basado en la legalidad y la legitimidad de la aplicación de la CPE y las leyes, que necesaria-mente generaba una separación con la sociedad civil para normar la convivencia y definir el sentido de soberanía a través del Estado Plu-rinacional. De esta manera, la lucha contra el contrabando, la invasión de tierras, la explotación ilegal de recursos y la misma Ley contra la Corrupción Marcelo Quiroga Santa Cruz, definen un horizonte de esta-talidad que encontraría sus propios límites en una sociedad civil que se siente parte del Estado y demanda

ser escuchada por quienes están en funciones como servidores pú-blicos.

1.3. De movimientos a organizaciones sociales

Esta condición estatal que se meta-morfoseaba con el poder, tenía una historia paralela en los propios mo-vimientos sociales que habían sido los protagonistas de las principales transformaciones revolucionarias políticas frente al neoliberalismo. Además, ese reconocimiento se en-cuentra claramente expresado en la Constitución cuando se dice que el Estado Plurinacional es la expre-sión de los movimientos y organiza-ciones sociales. La CPE propone un equilibrio de poder para cuidar que el Estado Plurinacional sea un instrumento del pueblo, y no un po-der separado e impuesto sobre la gente, en el sentido clásico.

Sin embargo, los movimientos so-ciales, constituidos principalmente por los IOC como vanguardia del proceso de cambio, luego de lograr las principales victorias acompa-ñando la formalización electoral del proceso, asumieron que el Estado Plurinacional eran ellos y se reple-garon a pelear por una mayor par-ticipación institucionalizada, convir-tiéndose varios dirigentes sociales y de los pueblos IOC en funcionarios públicos. Los movimientos sociales se descabezaron y volvieron a ser organizaciones sociales, con su es-

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tructura orgánica y sus demandas específicas, en las que operó un paulatino proceso de despolitiza-ción; las demandas se convirtieron en sectoriales y eran básicamente económicas, sin ningún contenido propositivo para seguir profundizan-do el proceso de transformación del país.

Las exigencias sobre el Estado Plurinacional “llovieron”, sin asumir la co-responsabilidad en el proce-so. La COB se movilizaría, al igual que los mineros cooperativistas, los movimientos regionales como el de Potosí o el de Oruro, los pueblos indígenas del oriente, sectores ve-cinales de El Alto y también provin-ciales como en el caso de Caranavi; en definitiva, se pulverizó el tablero de la demanda estratégica para pe-dirle al Estado Plurinacional su par-te de los recursos provenientes de la redistribución. Aspiración que era legítima, pero que reflejaba los lími-tes políticos para sostener a los sec-tores movilizados e incondicionales al proceso de cambio. Simplemente delegaron esa labor al Estado y pre-firieron demandarle recursos.

Por su parte, el Estado asumió plá-cidamente la tarea de la redistribu-ción, de la entrega de recursos de los beneficios compartidos como objetivos constitucionales, entendi-dos como la ampliación de la equi-dad como derecho, pero también como la reproducción de una forma de poder IOC, que desde la mejora

de su calidad de vida avanzaría en un proceso autodeterminativo que haría posible el “vivir bien” como proyecto de país.

1.4. Masismo, nacionalismo y desarrollo

En este proceso de construcción de la institucionalidad, ¿cuál ha sido el papel del Movimiento Al Socia-lismo (MAS-IPSP)? El instrumento político exitoso en las urnas (obtu-vo todas las victorias electorales) y de descomunal crecimiento político como única fuerza nacional, en rea-lidad se fue vaciando de contenido político revolucionario y se limitó a sostener el “evismo” presente en la movilización de masas.

Ese liderazgo, como cabeza de la nueva institucionalidad, convierte al Estado Plurinacional en el nuevo instrumento político y económico, con presencia en los confines del territorio. Es a partir de las instan-cias de Estado que los funcionarios estatales llegan a transmitir infor-mación, a apoyar en los proyectos locales de las alcaldías, a otorgar recursos con el programa Evo Cum-ple y, definitivamente, a ser presen-cia política de Estado.

El MAS como identidad política vic-toriosa, que congregaba a las or-ganizaciones sociales, se convirtió en el mismo freno del desarrollo político de la transformación revolu-cionaria, cuando emparentó el hori-

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zonte político estratégico con la par-ticipación personal de los militantes en el Estado, dejando de plantearse el desarrollo revolucionario del pro-ceso de cambio.

Por eso es comprensible el hecho de que exista más “evismo” que “masismo”. Esa es la realidad del contexto político en el que el lide-razgo representa la principal poten-cia. Se trata de un liderazgo creado por los movimientos insurgentes a los que representa en su identidad como afirmación de la memoria lar-ga frente a la colonialidad republica-na, y también a la más reciente, la neoliberal que había profundizado las exclusiones.

El liderazgo expresa la expresión de la resistencia de la historia colonial y la negación de una forma repu-blicana de construcción del Estado Boliviano. Esta última se convirtió en el referente político central, pues el despliegue del proyecto país lue-

go de la primera victoria electoral se concentró en la reinvención del nacionalismo, con tareas que ema-naban de las demandas populares y que, se hicieron hechos a través de la recuperación de los recursos naturales, la inclusión de la diversi-dad en la política y en la economía, y el papel atribuido al Estado para redistribuir recursos y construir una nueva legitimidad estatal basada en presencia real que acompañaba una nueva legislación constitucio-nal.

Por primera vez el país, en su con-junto, empezaba una nueva historia nacional. Por tanto, en este contex-to no es del todo extraño que la idea del nuevo nacionalismo se asocia-ra a la del desarrollo de las fuerzas productivas, para generar un proce-so de redistribución que permitiera a la mayoría excluida ser parte de un país en el que nunca ejercieron su derecho de participar. Sin duda alguna, en un país donde lo único que se ha democratizado y am-pliado de forma permanente es la miseria, es comprensible entender que desde una perspectiva de la mayoría (IOC), la ampliación de las posibilidades de vida y la inclusión pasen por permitir a los más pobres el acceso a los recursos básicos.

Este nacionalismo no deja de ser una versión del capitalismo social, que asume que, sin dejar el mer-cado, se puede lograr una mejor redistribución a través del Estado,

Rebeldía, Max Aruquipa, litografía. 1989.

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que es el que atenúa las diferencias sin generar confrontación e impul-sa la construcción de la igualdad de oportunidades, como proceso que permite una mejor correlación para hacer posible cambios estruc-turales mayores en la sociedad. Sin embargo, en el caso boliviano, pa-ralelamente se tiene que proponer la eliminación de la colonialidad y la dependencia para hacer posible el “vivir bien”, que es un proyecto alter-nativo más allá del capitalismo.

2. Conflictos estructurales, regionales y sectoriales

2.1. Las elecciones de 2010 y la reelección de Evo

Un punto de quiebre fundamental entre el primer y el segundo perio-do del gobierno de Evo Morales, tiene que ver con las condiciones acumuladas al final del primer man-dato. En este punto hubo una serie de victorias políticas que permitie-ron no sólo la ratificación electoral del proceso de cambio emprendido por el liderazgo del Presidente, sino también el de una derrota histórica de la oposición política que no fue capaz de articular un discurso que pudiera confrontar al MAS, un lide-razgo que compitiera en el espacio nacional con Evo Morales, ni una capacidad movilizadora que permi-tiera desde las calles la generación de un movimiento contestatario.

Quizás el último esfuerzo opositor se centró en la posibilidad de mo-dificar el proyecto de Constitución aprobado en Oruro, con la partici-pación de la mayoría y parte de la minoría asambleísta, logrando rea-lizar 144 modificaciones en acuer-do congresal previo al referéndum aprobatorio. Dichas modificaciones pusieron en mayor evidencia el he-cho de que en Bolivia se confron-taban dos miradas de país, que en definitiva terminaron incorporadas en igualdad de condiciones en el texto constitucional, con el reto de construir país a partir de su encuen-tro histórico. Sin embargo, la victo-ria política fue rápidamente apro-piada por la mayoría del país, que todavía no terminaba de entender la profundidad de los cambios introdu-cidos por la minoría congresal; pero sí entendía que una nueva Constitu-ción expresaba un nuevo principio de inclusión social y participación plurinacional.

Las elecciones expresaron de forma contundente el nuevo mapa político de la mayoría, sin embargo, con el entusiasmo político con el que se prepararon también expresaban una nueva situación y una nueva condición de las tensiones políticas. Por una parte, y ya lo mencionamos antes, el proyecto electoral del MAS para el segundo periodo fue apro-bado y consensuado en los gabi-netes técnicos de los ministerios, y en una primera lectura refleja la

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meta fundamental de la industriali-zación del país, y no precisamente un equilibrio entre las economías y la propia participación de las orga-nizaciones sociales en los objetivos democráticos de la construcción del país.

Un segundo elemento que debe ser incorporado en el análisis de este periodo, es que ante el desmoro-namiento de la oposición existe una migración política masiva hacia el partido de gobierno, que al no con-tar con los recursos institucionales para la incorporación de su mili-tancia, empieza un nuevo periodo de confrontación política interna caracterizada muy pronto por las divisiones en los departamentos y regiones, así como la presión cada vez mayor sobre los órganos repre-sentativos para la obtención de es-pacios laborales, entendidos como botín de guerra obtenido legítima-mente frente a la oposición.

Un tercer elemento, relacionado con el anterior, es que se logra copar con la representación de la mayoría, más de dos tercios de la Cámara de diputados y de senadores. Resulta-do que definitivamente arrinconaba a la minoría y daba pie a una nueva forma de gobernabilidad, a diferen-cia del pasado donde el “pactismo” era la pauta de la repartición del po-der. La nueva mayoría no sólo tenía una nueva representatividad que expresaba el país, sino que también asumía el reto histórico de la cons-

trucción institucional de la Constitu-ción aprobada por el país.

De esta manera, las cinco leyes fundamentales expresaron un com-portamiento político que sería parte de la reflexión, cuando en la emer-gencia de su aprobación (al existir fechas constitucionales límite) se apostó a la construcción técnica de la legislación antes que al equi-librio necesario con la participación de las organizaciones sociales, lo que fue demandado posteriormen-te por sus dirigencias, principal-mente en la norma aprobada sobre la jurisdicción indígena originaria campesina. Lamentablemente, en lo posterior se gestará una actitud política a partir de la urgencia de la aprobación de las leyes que pongan en funcionamiento la constituciona-lidad, que, desde los diputados y senadores, tendrá pocos exponen-tes que mantendrán su relación fun-damental con los mandantes, cosa que era el propósito de esta nueva forma de organización del poder.

La nueva mayoría no sólo tenía una nueva representatividad que expre-saba el país, sino que también asu-mía el reto histórico de la construc-ción institucional de la Constitución aprobada por el país.

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Este crecimiento cuantitativo y ex-pansivo del poder ameritaba un posicionamiento cualitativo des-de el Estado, pero también desde el instrumento político y desde las propias organizaciones sociales. Sin embargo, lo que pasó fue que no se administró la victoria en forma adecuada y con proyección política a la consolidación del proceso de cambio. De 337 municipios, la ma-yoría logró más de 215, y presen-cia en todos los concejos del país como único partido nacional; ahora bien, eso no se concretó en la ex-presión de una nueva forma de ges-tión municipal, sino que, en muchos casos, se repitieron los problemas del pasado, relacionados con la co-rrupción o la falta de gestión. Situa-ción que ponía de manifiesto que la nueva representación carecía de un acompañamiento político y de una gestión que fueran parte del proce-so de transformación que vivía el país.

¿Qué estaba aconteciendo en el proceso de cambio a partir de este panorama político? Definitivamente, la relación entre Estado Plurinacio-nal y organizaciones sociales no se estaba definiendo en los términos de “tensiones creativas” que permi-tieran la construcción conjunta del proyecto revolucionario, sino más bien el Estado estaba subsumiendo a las dirigencias que se encontra-ban en su interior, a cuyos miem-bros convertía en funcionarios. Y, lo que todavía es más preocupante,

cuando el Estado realiza la gestión y las obras, como por ejemplo el programa Evo Cumple, donde en-tabla (junto al liderazgo) una rela-ción directa principalmente con las bases IOC, ellas se convierten en beneficiarias y no en proponentes o interpeladoras del proyecto de país en construcción.

Dicha situación no es tan sólo un tema del Estado como monopolio de poder, sino también de los mo-vimientos sociales, que al pensar que las movilizaciones frente a la oposición política habían cesado, vuelven a su papel de organiza-ciones sociales que demandan al Estado sus reivindicaciones secto-riales e incluso particulares (cuando algunas autoridades nombradas o dirigentes hacen uso de influencias para logros privados). Este es el contexto sobre el que se sucederán los acontecimientos que siguen.

2.2. En diciembre, el Decreto 847 La medida económica lanzada

por el gobierno el 26 de diciembre de 2010, hizo sentir la debilidad de nuestra economía en el contexto del mercado capitalista mundial, con el que nos relacionamos en condicio-nes de dependencia. Esta subordi-nación económica, históricamente, había asumido, como racional y ne-cesaria, la adopción de políticas que no tomaban en cuenta el costo social para los más pobres. Ello se refleja-ba en las recetas de ajuste estructu-

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ral neoliberal, y otras medidas como la subvención a los hidrocarburos, decretada en el último gobierno de Banzer, que privilegia a los sectores agroindustriales del oriente y que du-rante la crisis neoliberal se mantuvo también como una forma de conte-ner las movilizaciones sociales. Con el transcurso de los años, esta medi-da generó un creciente gasto estatal que sigue incrementándose a medi-da que aumenta el precio internacio-nal de los hidrocarburos. Además se produce un desnivel de precios con los países vecinos que provoca un aumento constante del contrabando en las fronteras y, en consecuencia, una permanente fuga de recursos, muy difícil de detener por sus carac-terísticas (“contrabando hormiga”).

El gobierno actual, junto al lideraz-go de Evo Morales, decidió asumir el reto histórico de superar esa he-rencia del pasado desde la voluntad de cambio que está transformando el país, para que, a futuro, no sea una traba para el proceso, transpa-rentando las condiciones en las que participamos del mercado especí-fico de los hidrocarburos líquidos. Dejar la subvención para enfrentar el contrabando y poder contar con mayores recursos para la inversión social, obteniendo un mayor margen de decisión en el mercado capitalis-ta del que somos parte, parecía ser la salida. Eso si se partía de las si-guientes dos premisas: la primera, que las decisiones políticas tomadas en el proceso de cambio no trans-

formen totalmente la estructura eco-nómica en la que somos dependien-tes y colonizados; la segunda, que se debía apuntar a lograr un mayor margen de soberanía económica que nos permitiera seguir transfor-mando el país. La dureza de las me-didas era proporcional al grado de dependencia que sostenemos, y a la aún escasa condición productiva que tenemos como país.

El liderazgo en la encrucijada“Se trata de un cáncer que necesitamos enfrentar”, dijo el mismo presidente Mo-rales, poniendo en tensión su propio li-derazgo para explicar la magnitud de las medidas con ese frontal quiebre en la economía cotidiana de la mayoría. Mientras la incertidumbre paulatinamen-te daba lugar a la especulación, en los medios de comunicación, que se apro-piaron del escenario con las respuestas más sonoras, empezaron a aparecer los rostros publicitados de la oposición que, agazapada, siempre había lanzado sus “pronósticos” sobre la “traición”, la “per-secución política”, la “dictadura” (extraña-mente democrática, que venció en seis elecciones con el apoyo de la mayoría) y la economía que se “caía”.

Había que defenestrar al gobierno y obli-garlo a utilizar la violencia, parecía ser la consigna que unía odios políticos con descontentos populares. Reclamo legíti-mo de las organizaciones que demanda-ban ser escuchadas y mentira irracional de los opositores. Ante este panorama, políticamente había sólo una salida en el

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marco del proceso de cambio: el “mandar obedeciendo”, enarbolada por el Presi-dente al momento de la derogación del decreto, que además de ser una salida coyuntural pedida por las organizaciones sociales, fue la ratificación de los senti-dos políticos fundamentales de la revolu-ción en marcha.

Ahora bien, la coyuntura de diciembre puso en evidencia la condición de depen-dencia en la que vivimos. Pero más aún, evidenció que el liderazgo, junto al Esta-do Plurinacional, han asumido el papel de vanguardia del proceso de cambio frente al reflujo de las organizaciones sociales que se han limitado a ser acompañantes y beneficiarias del proceso. Las decisio-nes fundamentales, que hacen a la capa-cidad de gestión y de poder, han pasa-do a ser parte de un atributo estatal, no sólo por las características del liderazgo, sino principalmente porque los movimien-tos sociales con capacidad de propues-ta estratégica, que han hecho posible la revolución democrática, han vuelto a ser organizaciones sociales regionales o sectoriales que demandan gremialmente beneficios al Estado, perdiendo la capa-cidad estratégica de velar por el cambio revolucionario.

En definitiva, existe una tensión que hace al cumplimiento de las tareas estratégi-cas asumidas constitucional y política-mente por el Estado Plurinacional, que en casos como el de diciembre puede dejar de lado las condiciones de vida del pue-blo más pobre, no sólo en sus condicio-nes económicas precarias, sino también en su capacidad política para entender y

movilizarse en un proceso que deman-dará sacrificio para el cumplimiento del sentido estratégico de cambiar el país. Precisamente ese es el papel que hoy no tiene el instrumento político, y por eso no se encuentra a la altura del proceso revo-lucionario en marcha.

El liderazgo, que se ha mantenido indem-ne en estos seis años y que ha hecho posible hablar de un proceso de cons-trucción hegemónico del Estado Plurina-cional, no ha sido tocado por la minúscula oposición visible, que tiene en los medios de comunicación opositores a su prin-cipal amplificador y distorsionador de la verdad. Ni tampoco ha sido tocada por la iglesia institucional, que no pierde espa-cio para deslegitimar al gobierno. En rea-lidad, los más efectivos golpes vinieron desde la condición dialéctica y contradic-toria en la que los actores sociales deba-ten en este proceso que intenta construir un mundo democrático y revolucionario, en medio de un mercado neoliberal y re-publicano que actúa con reglas impues-tas y dictadas desde afuera.

Pero estos golpes también se encuentran en el progresivo desgaste del pacto es-tructural y constitucional realizado entre las organizaciones sociales y el Estado Plurinacional, que se ha petrificado en reuniones formales sin propuesta es-tratégica, y en la posibilidad de otorgar empleo a los principales dirigentes en el seno del Estado. Otro elemento es el de la inexistencia política del instrumento para acompañar la gestión, explicar el proceso y desencadenar fases de formación que permitan una renovación de los lideraz-

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gos revolucionarios locales y nacionales.

Finalmente, también están en las fallas y carencias de la gestión estatal, que, a pe-sar de haber realizado grandes transfor-maciones, no termina de hacer evidente una gestión estatal eficiente en YPFB, en COMIBOL y en las otras empresas es-tatales. El Estado no inicia el anunciado proceso de industrialización; no explica sobre la inversión que se realizará con los más de 12.000 millones de dólares de ahorro, y otros temas pendientes que tie-nen que ver con la conflictiva conviven-cia entre lo neoliberal-republicano y lo comunitario-plurinacional, que provocan desencuentros en la gestión estatal.

Las encuestas de popularidadA partir de ese diciembre, muchas en-cuestas han señalado la caída de la po-pularidad del presidente Morales. Remar-cando que en tan corto tiempo y debido a una medida del propio gobierno, después de cinco años finalmente se inicia el pro-ceso de desgaste político del liderazgo. El objetivo perseguido es darle argumen-tos a una oposición que hasta ahora no atinaba a levantar cabeza, potenciar una vez más los temas que hacían a la prime-ra etapa del mandato, sobre la incapaci-dad de gobernar de “los indios”, y ade-más, en el último tiempo, se amplifican argumentos como el de la corrupción y el narcotráfico, que se presentan como una creación del actual gobierno. Una vez más se reditúa una historia sin pasado.

Otra mirada diferente a las encuestas es necesaria. Tendremos que reflexionar sobre los procesos de mutación política que ha sufrido el instrumento político y

el liderazgo, en su paso de ser una re-presentación fundamentalmente indígena originaria campesina, a ser otro proceso político acumulativo en lo urbano. Una primera constatación política es que el origen rural del instrumento y la plena identificación indígena originaria cam-pesina con el liderazgo de Evo Morales, generan un proceso de lealtad de princi-pio, sostenido por la organicidad sindical y comunitaria. Este lazo se refuerza con la permanente presencia del Presidente entregando recursos a las alcaldías y or-ganizaciones sociales indígena originario campesinas, pero además reafirmando la relación que le permite al líder mantener un vínculo afectivo, además de material, con la gente. El proceso comunicativo es orgánico mediante los sindicatos y alcal-días; por tanto, los efectos de la antipro-paganda de los medios de comunicación son menores, lo que permite una mayor sostenibilidad del proceso de cambio.

Ese no es el caso de la presencia del instrumento político en los niveles loca-les, que ha generado un creciente proce-so de desgaste por las pugnas internas por espacios de poder, o por las disputas existentes entre las autoridades nombra-das o elegidas en su representación y los propios dirigentes del MAS. Sin embargo, de estos factores también resaltamos el hecho fáctico de que, según los datos de las últimas votaciones, la oposición prác-ticamente ha desaparecido en el área rural, dando lugar preciso a la disputa personal antes que al debate ideológico. Aun así, existen importantes experiencias de una nueva relación de algunos de los representantes nacionales elegidos para

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la Asamblea Plurinacional, que realizan periódicamente asambleas sectoriales o regionales, además de encuentros de de-liberación, en los que los representantes informan y consultan a sus bases sobre las leyes a ser aprobadas. Aunque no se ha generalizado aún, está en marcha una nueva forma de funcionamiento de la de-mocracia participativa, que permitirá se-guir reforzando la presencia del proceso de cambio y del liderazgo en el área rural.

El caso urbano es políticamente más com-plicado. Tanto los sectores populares, que decididamente apoyan el proceso de cambio, así como las temerosas clases medias, están bajo el bombardeo ideo-lógico de los medios de comunicación, que no cesan de producir una explicación interesada sobre las decisiones políticas del Presidente y del proceso. Ahora bien, también en este espacio es donde exis-ten liderazgos en disputa. Se trata de ac-tores políticos del cambio convertidos en opositores, que pugnan por ocupar espa-cios preferentes en el marco de la política tradicional, apoyándose en la amplifica-ción opositora otorgada por los medios y también en los errores cometidos en la gestión estatal. De la misma manera, es en el área urbana donde las disputas por espacios laborales se han hecho más intensas, y han convertido la capacidad movilizadora de las organizaciones en una suerte de representación de poder, en función de la cantidad de pegas que consiguen y no de las propuestas estraté-gicas que realizan para continuar el pro-ceso de cambio.

No obstante, no creemos que esta actitud mezquina de la oposición y sus medios

de comunicación, sea la que pueda expli-car el descontento de determinados sec-tores; lo que lo explica es precisamente la incomprensión de las tareas estratégi-cas puestas en marcha y asumidas por el Estado, prescindiendo de las organiza-ciones, y la actitud de éstas que luchan tan sólo por sus demandas sectoriales. Existe la imperiosa necesidad de recom-poner el pacto estratégico entre Estado y organizaciones sociales, para profundi-zar las tareas de la revolución. Esta alian-za política fundamental deberá preparar las condiciones para sostener la sobera-nía alimentaria de los más pobres, gene-ralizar la economía solidaria, desarrollar el control social y la democracia partici-pativa en todos los espacios de poder, y así permitirnos soportar colectivamente las arremetidas a nuestra economía aún dependiente.

Y todavía más importante, esa alian-za debe nutrirse de conciencia militante y revolucionaria, de formación política y acción transformadora, como el sos-

Movimiento callejero, Max Aruquipa, técnica miixta. 1992.

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tén ideológico de un pueblo movilizado dispuesto a luchar y sacrificarse para construir y defender una patria para to-dos. En definitiva, se necesita detonar nuevamente la capacidad propositiva de las organizaciones sociales, que junto al instrumento, se recompongan orgánica e ideológicamente para convertirse en los sectores de vanguardia de los procesos revolucionarios que hagan posible el so-cialismo comunitario.

Existe la imperiosa necesidad de re-componer el pacto estratégico entre

Estado y organizaciones sociales, para profundizar las tareas de la

revolución.

2.3. El TIPNIS: territorio y manejo de los RRNN

Bolivia tiene otra historia contenida en la plurinacionalidad, aquella de resistencia desde la identidad, la de la memoria larga que al mismo tiempo ha sido capaz de convivir junto a un “Estado aparente”. Este Estado no logró representar al país porque los sectores dominantes no se propusieron construirlo más allá de sus propios intereses patrimo-niales, pero también porque la fuer-za de los IOC, presentes en la his-toria, generaron un camino paralelo de luchas y resistencia que en los

hechos planteaba una forma propia de existencia y de convivencia.

Este otro país, el de la plurinaciona-lidad, es el que le permitió al lideraz-go ser portador de su historia com-primida, reivindicada y sostenida en la oposición y en la resistencia. La propuesta constituyente del Pacto de Unidad intenta sistematizar no sólo la resistencia, sino sobre todo el proyecto alternativo al neolibera-lismo y al capitalismo. El Pacto de Unidad recoge la historia no escrita de los pueblos y busca convertir en propuesta nacional lo que fue la re-sistencia, sobre todo rescata lo que esos pueblos proponen en el mar-co de la construcción plurinacional de Bolivia. A pesar de eso, existen diferencias políticas en las que se inscribe cada pueblo; así, los ayma-ras y los quechuas, que son mayo-ría en Bolivia, se han inscrito en las luchas como vanguardia, reivindica-ción y propuesta, mientras que los pueblos del oriente lo hicieron como resistencia frente a la ofensiva per-manente a desaparecerlos y subsu-mirlos en la migración.

La propuesta de vida es el proyecto político del “vivir bien”, que recoge como ideal la tierra sin males de unos pueblos y el suma qamaña de otros, y que definitivamente implica otra forma de entender el desarro-llo y la convivencia. Sin embargo, lo que fue la base de la resistencia comunitaria, lo que hizo posible el compartir y el poder compartido en

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las comunidades, que es una lec-ción histórica que quiere ser pro-yecto de país, se ha encontrado en la realidad con demasiadas limita-ciones hasta ahora.

Algunas fundamentales pasan to-davía por las sombras colonizado-ras, que sobreviven y se multiplican cuando los dirigentes de los pue-blos olvidan a sus bases al conver-tirse en dirigentes o funcionarios de gobierno, pero también cuando no han podido avanzar en una pro-puesta política que haga posible el “vivir bien” en este momento histó-rico, que exige a los movimientos sociales la capacidad de proponer y construir una alternativa desde la plurinacionalidad, para hacer con-trapeso o complemento a la pro-puesta estatal del nacionalismo y a las políticas de desarrollo. No está de más mencionar las decenas de proyectos que, habiendo sido tras-pasados por el Estado para la ad-ministración IOC, fracasaron con estafas y apropiaciones dirigencia-les, o bien las cientos de hectáreas de bosques que son vendidas por pueblos indígenas a madereros y expoliadores de recursos naturales.

Estos ejemplos históricos no des-legitiman la propuesta histórica de los IOC, pero permiten ver las limi-taciones que actualmente se tienen para avanzar en un proceso políti-co donde sean los pueblos, en su construcción autonómica, los que generen una posición de vanguar-dia en la transformación del siste-ma. Las resistencias particulares,

válidas en tanto reivindicaciones y en tanto recordatorios del olvido de las necesidades urgentes de los pueblos al Estado Plurinacional, no terminan de plantear una propues-ta de país diferente y diferenciado. Más allá de eso, al discurso román-tico de los pueblos y de la ecología, se suben demasiados oportunistas y opositores del pasado, que no en-cuentran reparos ni resistencia en los mismos pueblos para asumirse como “defensores de indígenas”, aparentemente maltratados por su “gobierno indio”.

En definitiva, este espacio de con-frontación busca ser convertido en el caballito de batalla de los sec-tores opositores, que despojados de argumentos políticos creen en-contrar en los propios indígenas la salida para desmontar el liderazgo “indio” de Evo Morales, a quien, ex-tremando recursos mediáticos y de apoyo logístico, presentan como traidor al mandato de los pueblos IOC. Es necesario desmontar la parafernalia opositora que preten-de sustituir a los mismos pueblos que son portadores del proceso de cambio y, por tanto, legítimos inter-peladores de las miradas diferentes en el seno del Estado Plurinacional: aquellas que buscan la confronta-ción, que invierten recursos para lograrlo desde espacios políticos nacionales y regionales, así como la misma cooperación internacional que sustenta la labor de algunas ONG.

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El TIPNIS y el reto paísLo expuesto anteriormente nos permite reflexionar algunos temas para seguir el debate. En primer lugar, asumir que el contexto político de la Constitución es el de la correlación de fuerzas vigente en el país, con la que debemos continuar como punto de partida y de transición. Eso significa que el contexto de la de-mocracia formal y representativa y la de los consensos, tienen igual derecho para construir Bolivia, pero en el desarrollo político del Estado Plurinacional la lucha ideológica será cada vez más preponde-rante.

Las tensiones asumidas en la Constitu-ción entre dos formas de hacer-sentir-vivir país, que reflejan un reconocimiento básico de dos perspectivas históricamen-te contrapuestas y enfrentadas, tienen a la democracia intercultural como pro-puesta de convivencia de la diversidad. Sin embargo, el punto de partida para la resolución de las tensiones es: o bien la mirada liberal vuelve a ser hegemónica, en tanto discurso y práctica institucional de relación entre la sociedad civil y el Estado, como entes separados pero al mismo tiempo ligados por la legalidad y la legitimidad; o bien las organizaciones y movimientos sociales son capaces de construir los fundamentos históricos del “vivir bien”, no como práctica defensiva y de romántica preservación ecológica y humana, sino como propuesta de país, donde los derechos colectivos, la econo-mía comunitaria y la autonomía indígena sean capaces de establecer para Bolivia una propuesta de la plurinacionalidad como esencia de ese “vivir bien”.

Mientras eso no ocurra, el país seguirá viviendo el despliegue de un proyecto desarrollista en lo económico, que en lo político y lo social permite, a través del Estado, una redistribución de recursos a la sociedad civil en procura de la mejora de sus condiciones de vida. Y como idea en proceso, la generación histórica de condiciones para que los actores socia-les potencien su capacidad de proponer y construir país con el Estado Plurinacio-nal, pero también fuera de este, en su capacidad autodeterminativa.

Por tanto, el debate transcurre, en su forma creativa, en la capacidad de pro-poner, desarrollar y construir, desde las organizaciones y movimientos sociales, una propuesta nacional que involucre a los actores sociales que hicieron posible este proceso, re-politizando el proyecto de transformación y revolucionando al propio Estado Plurinacional en su man-dato de ser “gobierno de los movimientos sociales”. A estas alturas no basta, aun-que siga siendo fundamental, la demo-cratización de la representación de los IOC en el Estado, si esta acción no es acompañada de un proceso deliberativo y de formación política que transcurra en su calidad autodeterminativa, fuera y dentro del Estado Plurinacional.

Esto sólo será posible si las organizacio-nes sociales asumen su proyecto histó-rico en el marco de un proceso creado por ellas mismas, lo que implica la per-manente reapropiación propositiva del Estado Plurinacional y de su liderazgo. No existe otro espacio más allá del pre-sente. Las demandas y reivindicaciones locales y particulares no aportan, y tam-

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poco lo hacen las escisiones políticas de quienes apuestan por la sustitución del liderazgo, cuando lo único que pueden provocar es el crecimiento de una oposi-ción que hoy, arrinconada históricamen-te y sin argumentos, apuesta a su rear-ticulación sobre la base de los errores y traiciones en el marco del propio proce-so de cambio.

Por su parte, el Estado Plurinacional debe recuperar su capacidad de tejer consensos y construir voluntades polí-ticas; debe contribuir a la deliberación pública y a la permanente politización de las organizaciones sociales para que sean más democráticas, propongan y pongan en marcha miradas estratégicas, con el fin de que la revolución de las vo-luntades no recaiga tan sólo de funcio-narios estatales, sino en el conjunto de la sociedad civil. Mientras no exista un permanente reencuentro entre el Estado Plurinacional y las organizaciones socia-les en torno a un proyecto histórico en construcción permanente, seguramente los errores estatales continuarán y las organizaciones sociales se mantendrán en el plano reivindicativo frente al Esta-do, sin asumir el reto histórico de cons-truir el “vivir bien” con un Estado Plurina-cional que es su propio instrumento.

En definitiva, para continuar construyen-do debemos salir de la agenda que le han puesto los medios de comunicación y los opositores al proceso: ni el gobierno ha traicionado el proceso revolucionario ni los IOC son opositores y vendidos al im-perialismo. Estas tensiones, alimentadas desde la marginalidad política, buscan

una nueva correlación de fuerzas que atomice a los actores sociales y desmitifi-que el liderazgo que ellos no tienen, para reestructurar el poder colonial que aún no perdieron. Estas mismas tensiones leídas desde la plurinacionalidad tendrán que ser asumidas como permanentes en el proceso de construcción del “vivir bien”, pero sólo lograrán un sentido crea-tivo cuando sean capaces de proponer conjuntamente un rumbo consensuado para lo que hoy vivimos en Bolivia.

2.4. Las elecciones judicialesEl proceso constituyente tuvo que partir del fracaso de la justicia boliviana para proponer cambios en la justicia ordinaria, que integraran además a la justicia indí-gena originaria campesina, en la misión de construir una nueva justicia plurina-cional para un nuevo país. Pero además, en los niveles máximos de decisión, don-de existía más presión partidaria y de grupos de poder, se propuso una total democratización abriendo la elección al mandato del pueblo, que será el que les otorgue la misión fundamental de hacer cumplir la Constitución y las leyes en el marco de una nueva justicia, acción pú-blica sobre la que serán juzgados en su cumplimiento.El proceso constituyente también pro-puso que la elección de los jueces por la población debía marcar un derrotero propio en la democracia. Es decir, la de-mocracia representativa había conver-tido el proceso electoral en un espacio de mercado en el que los candidatos se valorizan apadrinados por los partidos o grupos de poder, y son exhibidos comer-cialmente por los medios de comunica-

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ción para convencer a la población de “adquirir” su voto, ya sea a partir de ofre-cimientos futuros o de dádivas entrega-das en la campaña. El grado de inversión se convierte también en el eje rector de la decisión, pues los medios no informan de las cualidades y características de los candidatos, sino que los prefabrican como parte del mercadeo electoral para producir un proceso de inducción mediá-tica de la sociedad civil. La mayoría de los elegidos en la era neoliberal, fueron producto de una gran dosis de merca-do, que además proyectaba el mensa-je colonial de la incapacidad del pueblo de gobernar con sus propios dirigentes. Tuvo que entrar en crisis el imaginario neoliberal para que también estas ideas neocoloniales hicieran aguas.Con las leyes electorales 018 y 026, se pone en marcha el proceso eleccionario de magistrados y del Tribunal Constitu-cional. Más de 520 candidatos se inscri-bieron para ser parte de la elección, en cuya primera parte debían ser preselec-

cionados por la Asamblea Plurinacional que velaba por el cumplimiento de los requisitos legales, así como de las en-trevistas públicas a través de las cuales serían preseleccionados. Sin embargo, este proceso de transición se desenvolvía en un contexto político que tendría sus consecuencias en el contexto electoral. Sectores políticos de oposición cuestionaron la preselección en tanto no pudieron convocar candida-tos, y asumieron que todos los preselec-cionados serían del partido de gobierno. Lapsus político de los opositores, que no recordaron que hasta hace poco ellos nombraban a los magistrados por cuota política, y que el partido oficialista, con esa regla, no hubiera tenido ningún pro-blema para nombrar a todos los magis-trados con los más de dos tercios que actualmente tiene en el Parlamento. Sin embargo, las reglas de convivencia y elección acordadas en la Constitución son las que se convierten en el motor de la mayor democratización de la ins-titucionalidad, más allá de los partidos y grupos de poder.De esta manera fueron preselecciona-dos los 116 candidatos/as en las cuatro franjas de elección en circunscripciones nacionales y departamentales, para po-ner en disposición de la ciudadanía la elección del nuevo Órgano Judicial y del Tribunal Constitucional. El Órgano Elec-toral se hizo cargo del proceso electo-ral, en el que a partir de un reglamento de difusión de méritos de candidatos/as se establecían las reglas de la elección. Los/as postulantes no podían realizar campaña para sus candidaturas, los me-dios de comunicación podían entrevis-tarlos guardando el principio de igualdad de oportunidades para todos ellos y, en

Cargamento, Max Aruquipa, técnica mixta. 1977.

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definitiva, el Órgano Electoral sería el único ente institucional encargado de presentarlos públicamente y de generar el material necesario para la difusión de sus méritos.A pesar de las reglas constitucionales, existía un contexto político dado por la lucha por espacios de poder en todo el país: el enjuiciamiento de opositores, que en demasiado tiempo de poder saquea-ron los recursos regionales y estatales; los conflictos regionales y sectoriales por un mejor ingreso y participación en los proyectos; finalmente la movilización de pueblos indígenas del oriente en procu-ra de la defensa de su territorialidad. En definitiva, estos son procesos de tensión social en la construcción institucional de un Estado que tiene cada vez más pre-sencia frente a las ausencias coloniales, y que entra en conflicto incluso con sec-tores sociales aliados en procura de la construcción de la constitucionalidad. Finalmente, esta suma coyuntural de conflictos, donde los opositores se su-bieron para lograr réditos políticos jun-to a una gran cobertura de los medios de comunicación, convergió en torno al proceso electoral en marcha para inter-pelarlo desde distintas aristas: la natu-raleza de los candidatos, el proceso, la difusión, las denuncias, y finalmente la acusación de fraude como una salida final de deslegitimación del proceso de democratización de la justicia.Es en ese contexto institucional que se desarrolla el proceso electoral de ma-gistrados y del Tribunal Constitucional Plurinacional, en el que la responsabili-dad de administrar el proceso recaía en el Órgano Electoral Plurinacional (OEP); pero además en un proceso sui generis, la responsabilidad institucional de dar a

conocer a candidatos/as y de supervisar el proceso de igualdad de oportunidades con los medios de comunicación.La aprobación del Reglamento para la difusión de Méritos de candidatos/as abrió el primer portal ante los medios de comunicación, que venían con la predis-posición ideológica de interpelar al Esta-do Plurinacional desde el discurso de la defensa de la libertad de expresión, en torno a cuya consigna se habían congre-gado los opositores al gobierno de Evo Morales. Sin embargo, y a través de la apertura de espacios de intercambio con los medios, el Tribunal Supremo Electo-ral (TSE) logró explicar la apertura que se otorgaba a los medios de comunicación para que realicen libremente entrevistas y abran espacios comunicacionales, re-comendando el respetar el principio de la igualdad de oportunidades para todos los candidatos/as. Sin embargo, se logró neutralizar el ata-que. Ya en el proceso electoral varios medios optaron por abstenerse de par-ticipar en la difusión del proceso y, por el contrario, dieron curso a opiniones de opositores que propiciaron la cam-paña por el voto nulo. Otros más bien, aquellos que asumieron su responsabi-lidad social con la ciudadanía, se dieron modos creativos para dar lugar a que la ciudadanía conociera a los 116 candida-tos/as, y que pudieran tener la opción de decidir y elegir.La estrategia comunicacional propuesta por el Servicio Intercultural de Fortaleci-miento Democrático (SIFDE), brazo ope-rativo del TSE, tuvo para su aprobación algunos inconvenientes que tenían que ver con los niveles de descoordinación propios de una institucionalidad en cons-trucción. Sin embargo, y en el marco del

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poco tiempo para su organización y de los recursos disponibles, se asumió la necesidad de la presentación simultánea de mensajes a la ciudadanía. Por una parte, la presentación institucional del OEP, la importancia constitucional de la democracia intercultural como transver-sal, el de las elecciones judiciales como experiencia para la democracia, junto a la explicación procedimental del proceso electoral. En un segundo momento y úl-tima etapa del proceso electoral, la pre-sentación pública de los méritos de can-didatos/as en actos departamentales, y uno a nivel nacional, junto a la difusión realizada en todos los medios de comu-nicación posibles, buscando guardar la equidad y también evitando la sobresa-turación propagandística para no gene-rar confusión.En total, cada candidato/a apareció en las pantallas de TV de todos los canales un promedio de 90 veces en un mes y medio, y en el mismo tiempo habló cerca de 200 veces en las 300 radios que fue-ron parte del circuito contratado. Se con-trató aproximadamente 200 vallas publi-citarias y se publicaron más de tres mi-llones de cartillas informativas, además de las separatas en periódicos de circu-lación nacional. Sin embargo, el punto central de difusión estuvo en la publica-ción y entrega de cerca de dos millones y medio de cartillas departamentales con los méritos de cada candidato/a, que fueron distribuidas por los Tribuna-les Electorales Departamentales (TED) y las brigadas juveniles, que en un número cercano a mil recorrieron los espacios urbanos del país. En el campo, además de la difusión en idiomas nativos a través de las radios, se coordinó con alcaldías y organizaciones sociales, así como con

el Ejército, en algunos casos, para la en-trega de este material.Se capacitó a cerca de 123 mil jurados en el proceso electoral y sus contenidos, además de dirigentes de organizaciones sociales en cada departamento, también a funcionarios de ministerios, del Ejército y la Policía, a fin de construir la corres-ponsabilidad necesaria para profundizar el proceso democrático que nos aprestá-bamos a vivir.Además del contexto político que generó posicionamientos antigubernamentales que se recargaron en el proceso electo-ral, tendremos que reflexionar acerca de otros elementos, como el que los candi-datos/as, todos con un perfil académico por el que fueron preseleccionados por la Asamblea Plurinacional, eran desco-nocidos para la población por cuanto no habían tenido carrera ni recorrido políti-co. Todos tenían un perfil parecido en la lectura y exposición de sus méritos, las diferencias podrían estar en su capaci-dad de elocuencia, en la experiencia o bien en algunos aspectos humanos que dejaban escapar; sin embargo, para la mayoría fue muy difícil decidir sobre los mejores representantes para el Órgano Judicial.Otro aspecto de suma importancia es que en los procesos electorales tradicio-nales, los partidos son los encargados de hacer conocer a los/as candidatos/as y muchas veces lo hacen de forma prebendal, ofreciendo trabajo o bien re-partiendo cosas u otro tipo de ofertas futuras. En definitiva, existe un involucra-miento institucional, que más allá de los fines partidarios, establece una relación entre el candidato y la población. Pue-den hablar con él, compartir inquietudes,

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comprometerlo al cumplimiento de deter-minadas promesas, etc.; y aunque dema-siadas veces esto sea parte de un circo electoral, la población necesita sentirse involucrada e incorporada en las deci-siones que va a tomar con su voto. En las pasadas elecciones, bajo el principio de igualdad de oportunidades, debieron abstenerse de realizar campañas de di-fusión de méritos, quedando una buena parte del proceso a la espera de invita-ciones colectivas, pues la población no sólo quería verlos o escucharlos en los medios de comunicación, sino también en persona en un intercambio directo.A pesar de la insistencia en los medios de comunicación, la explicación sobre cada una de las franjas de elección tam-bién resultó ser una limitante, en tanto que, históricamente, el tema de la justi-cia y su funcionamiento ha sido ajeno a la vida de la mayoría de la ciudadanía, y tan sólo se han vivido las consecuencias de las decisiones de esos poderes. Por su complejidad, la explicación realizada sólo contribuía a exaltar la “ajenidad” de los que serían elegidos, en relación a la vida cotidiana de las personas. Con su voto, muchas de ellas asumieron el reto de elegir, pero otras no se sintieron parte involucrada con algo que siempre les ha resultado lejano. Esta es una limitación histórica que habrá que superar en el proceso que sigue.Por su extensión, la papeleta contribuyó de alguna manera a la confusión, ya que a pesar del proceso de difusión de mé-ritos los votantes se encontraban ante cerca de 70 candidatos/as desconocidos en su gran mayoría, que más bien les generaban interrogantes y, en algunos casos, desconcierto, para encontrar a aquellos candidatos/as que les llamaban

la atención, pero que fisonómicamente no podían ser reconocidos en la pape-leta. Finalmente, el proceso electoral trans-currió y los resultados no dejaron de sorprender a propios y extraños, a ofi-cialistas y opositores. La creciente ex-pectativa opositora por un avasallante voto nulo no se hizo contundente, salvo en algunas ciudades. Sin embargo, con el voto rural y de ciudades intermedias, los resultados arrojaron un casi empate técnico entre votos nulos y votos válidos, que fluctúan entre el 35% y 40%, a los que deben sumarse un 15% a 18% de votos blancos. Las interpretaciones se realizan según la expectativa política, no obstante, el resultado final permite subrayar algunos temas que hacen a la responsabilidad del OEP.

Otro aspecto de suma importancia es que en los procesos electorales tradicionales, los partidos son los encargados de hacer conocer a los/las candidatos/as y muchas veces lo hacen de forma prebendal, ofrecien-do trabajo o bien repartiendo cosas u otro tipo de ofertas futuras.

La contundente participación ciudadana en el proceso electoral, que bordea el 80% de la población votante, es un logro de la democracia en esta nueva etapa. Esta cifra en crecimiento expresa a to-das luces que la población ha decidido

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que sea el voto el camino de la toma de decisiones importantes para el país. El segundo aspecto se refiere a la cantidad de votos nulos, que en la medida en que la difusión de méritos ha estado bajo la responsabilidad del TSE, los resultados nos competen y son parte de diversas acusaciones que ya fueron contra-argu-mentadas anteriormente; pero no está de más sostener que no podemos quedar-nos con el recurso simple de “la falta de información” como explicación, obviando el contexto político del país y las propias condiciones en las que el OEP tuvo que desenvolver su trabajo. En cuanto a los votos válidos, está por demás mencionar que las reglas del pro-ceso estaban establecidas, y los magis-trados/as elegidos lo fueron con mayoría simple. De esta manera existen nuevas autoridades judiciales que tienen toda la legalidad de su victoria electoral, y nadie puede poner en juicio la legitimidad de un proceso en el que el 80% de los boli-vianos aceptamos participar. Basta decir que en un universo electoral de votantes efectivos, existen elegidos hasta con cer-ca de medio millón de votos, cifra que en la historia democrática del país tiene su-ficiente legitimidad ante cantidades que no sobrepasan los 200 mil votos para elegir, en algunos casos, a diputados, senadores y hasta presidentes. Todavía más cuando, en el pasado inmediato, eran unos cuantos diputados de colores los que pactaban los nombres de los ele-gidos como autoridades judiciales. También debemos mencionar, como se hizo a lo largo de la difusión de méritos, que es el voto válido el que elige, los vo-tos nulos y blancos no deciden, pues son múltiples las razones por las que se pue-de tomar esa decisión, desde la simple

confusión, el no convencimiento, hasta la militancia opositora que propugnó el voto nulo o blanco. En definitiva, na-die es propietario político del voto nulo, como pretendieron difundir los sectores opositores en esta elección. Finalmente, se debe mencionar que más allá de las acusaciones de voto consigna del oficialismo, o de propaganda velada de los candidatos/as en diversos espa-cios donde interactuaron bajo diversas razones, el voto de la mayoría de los válidos tuvo una inclinación clara por los que representaban a la IOC. El “voto sombrero” y el “voto pollera” fue el más contundente, y expresa dos elementos: incluso más allá de las personas existe una inclinación por la inclusión y la inter-culturalidad de gran parte del electorado, que a su vez se ha sentido identificado con esos candidatos/as que son parte de su propia identidad. Pero también po-demos decir que además de lo anterior, en el conjunto de candidaturas eran so-bresalientes quienes usaban su propia vestimenta e identidad al momento de postularse, así como también el tema de género, que permitió que un mayor nú-mero de mujeres fueran elegidas.Se trató de un contexto político de con-frontación, en cuyo escenario los sec-tores opositores no pudieron encontrar mejor argumento que enlodar al TSE con diversas acusaciones, para deslegitimar el proceso y justificar el que no pudieran convencer a la mayoría de la ciudadanía de votar nulo, que era el principio de su pretendida reorganización política. Sin embargo, es evidente que de vuelta a los espacios políticos, los sectores oposito-res que pretenden abanderar a los des-contentos, encontraron un argumento estadístico para “anunciar” el fin del pro-

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ceso de cambio del MAS, buscando des-legitimar no sólo al Órgano Electoral, sino también al naciente Órgano Judicial. Es evidente que la legitimidad de los nuevos órganos podrá ser lograda con una ges-tión adecuada que será el parámetro de la ciudadanía para ponderar los cambios.

2.5. Los conflictos con los obreros y sectores sindicalizados

Estos dos años y medio que si-guen al segundo mandato de Evo Mora-les, han tenido como telón de fondo el ascenso de los conflictos sociales en el país, principalmente en las ciudades y sobre todo a nivel de las cooperativas y algunas comunidades, en el campo; adi-cionalmente están los conflictos y paros regionales. Todos tienen como funda-mento el logro de mayores recursos para sus sectores.

En el primer mandato se pudo aglutinar al conjunto en torno a los intereses gene-rales y la construcción de una nueva es-tatalidad, así como la visualización de un enemigo común claramente identificado en los sectores opositores, que en algu-nos casos se materializaban en las agre-siones y los insultos permanentes. En contraposición, en el segundo mandato, en medio del desbande opositor que se refugia en sus reductos o bien ingresa al MAS en calidad de invitados o militan-tes, el oficialismo se amplía inmensa-mente para concentrar los conflictos en su interior, y generar una nueva forma de conflicto a través de los sectores y organizaciones sociales que demandan una mayor participación en el ingreso al

Estado, que hasta ese momento había resguardado la propiedad y los recursos de lo común.

Paros y demandas regionales que bus-caban una mayor participación estatal, departamentos históricamente abando-nados que asumen cívicamente que es el momento de la reivindicación histórica, movimientos salariales (la COB y otros) que, al margen de lo logrado en los úl-timos años, asumen que es tiempo de que las diferencias salariales empiecen a desaparecer y las condiciones sociales a mejorar. En el campo, las cooperativas mineras pretenden avasallar los mejores y mayores predios en calidad de conce-sión, y se han convertido en un poder económico verdadero y real, que ade-más cuenta con representación política en los órganos Ejecutivo y Legislativo para la defensa de sus intereses. En mu-chos lugares estallan conflictos con las empresas que tienen concesiones acor-dadas con el Estado, con las comunida-des originarias, pero sobre todo, y como telón de fondo, con las cooperativas que buscan apropiarse de los principales es-pacios de explotación.

Definitivamente, lo que tenemos es un conflicto por “la repartición del exceden-te” –en palabras del Vicepresidente–, que muestra que durante los años del proceso de cambio el país ha logrado acumular en el Estado las principales ri-quezas por la vía de la nacionalización, y se ha incrementado el ahorro estatal para la inversión en los procesos de producción, que nos permitirán transi-tar de la característica de explotadores de recursos naturales a la de un Esta-

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do Plurinacional donde la producción se industrializará, dando también un salto cualitativo hacia la autodeterminación y el desarrollo propio. En concreto, vivi-mos las tensiones –de las que hablamos anteriormente– entre lo general, que son los intereses de todos los bolivianos ex-presados en el Estado, y los intereses particulares de sectores y organizacio-nes que buscan una redistribución expe-dita de lo logrado en el proceso de cam-bio, privilegiando sus propios intereses sectoriales.

Esta situación es parte de una relación tradicional entre el Estado y las organiza-ciones sociales, que se ha sucedido a lo largo de la República y del Estado neoli-beral. Sin embargo, las condiciones his-tóricas en construcción buscaban dibujar una relación diferente con las organiza-ciones sociales, que en los hechos no se observa con muchos sectores. Ello no se debe solamente a la incomprensión histó-rica de las organizaciones ni a la inexis-tencia del instrumento político para expli-car y politizar las demandas en un sen-tido diferente –de aporte y propuesta al Estado Plurinacional–, sino también a la falta de construcción de políticas públicas desde el Estado, que le permitan ser per-meable a la construcción de las deman-das, para hacerlo conjuntamente y no a través de la tradicional protesta y bloqueo que ha sido la estrategia de las organiza-ciones ante cualquier tipo de Estado.

Esta condición que ha permitido nego-ciaciones acordadas con los sectores, ha ocasionado un éxito táctico para el Estado, que ha conllevado, en casi todos

los casos, un desgaste de las organiza-ciones sociales en su capacidad de pro-testa e interpelación al Estado. No obs-tante, está claro que las condiciones en las que se suceden los conflictos socia-les son muy diferentes a las que ocurrie-ron en la crisis del neoliberalismo, mar-cada por una crisis estatal general que permitió el camino de la transformación. De esta manera, los conflictos de hoy, ya sea que los tratemos individualmente o de manera global, no convocan ni invo-lucran al conjunto de la población en el proceso de descontento que se pretende crear, porque el país ha cambiado y mu-chos sectores tienen mejores condicio-nes de vida y un sentido de futuro que no pretenden arriesgar.

De todas maneras, es importante anali-zar el contenido de los conflictos, pues existen muchos sectores históricamente empobrecidos y maltratados laboralmen-te, que hoy demandan atención. Este es el caso de los policías, que lograron desde su base representativa acuerdos importantes con el Estado, al margen de la manipulación política de algunos sec-tores que buscaban la confrontación y la inestabilidad, como ocurrió en otras cir-cunstancias el año 2003.

En el caso de los médicos y del sector salud, estábamos frente a una confron-tación en contra de los privilegios, que se convirtieron en derechos, de la clase media. Pedir que se revierta una conce-sión que perdura por más de 30 años de una jornada laboral privilegiada de seis horas, en un país que necesita más de ocho horas para atender sus necesida-

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des, suena razonable. Sin embargo, lo que finalmente se impuso es la necesi-dad de que el conjunto de los sectores relacionados debatan la transformación del sistema de salud, para prestar un me-jor servicio a la ciudadanía. El Estado lo-gró abrir un espacio de construcción co-lectiva, pero también puso en evidencia que en la construcción de la estatalidad, algunos espacios de privilegio deberán ceder espacio a las necesidades de la mayoría para construir mejores condicio-nes de vida.

2.6. Oposición política: sin cabeza ni propuesta

En los años que siguen al segundo man-dato del gobierno de Evo Morales, se su-cedió igualmente otro tipo de conflictos de forma persistente y en crecimiento. Situación que les ha permitido a algu-nos sectores opositores utilizar los argu-mentos del “centralismo”, “autoritarismo” y “dictadura democrática”, amplificados permanentemente por los portavoces y representantes opositores a través de los medios de comunicación. Medios que en su gran mayoría han tendido una red de información que le construye la agenda de comunicación a la población, subra-yando las anteriores características del gobierno y de su líder.

Esa agenda, que ha permitido la perma-nente visualización de los opositores, sean autoridades en funciones o “ana-listas políticos”, no sólo deja de lado las transformaciones fundamentales del país en todos los campos, sino que subraya los temas de la corrupción gubernamen-

tal y las relaciones con el narcotráfico, en un análisis sin pasado, basado en la supuesta desmemoria popular que enfa-tiza los “errores” políticos.

En esa lectura, todos los que hicieron un uso inadecuado de los recursos estata-les en los gobiernos anteriores son “per-seguidos políticos”, y toda acción estatal que, basada en la nueva CPE y las le-yes, busca ser aplicada, está sustentada en “razones políticas” (inventadas) y no en la recuperación del sentido de lo es-tatal como propiedad de todos, en con-traste con el manejo de lo público como propiedad patrimonial de algunos que se asimilaban como dueños de este país en el Estado republicano y liberal.

No obstante, habrá que aceptar que existe una oposición política en ciernes. Aquella que pretende jugar el papel de portavoz de los otros y que en una de-

Tinku, Max Aruquipa, técnica mixta. 1984.

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mocracia tiene todos los medios abiertos para mostrar su posición, incluso para denigrar y defenestrar al Estado, al lide-razgo o a los funcionarios públicos. Por tanto, es irónico que mientras denuncian la “dictadura evista”, digan que no tienen toda la libertad mediática para vilipen-diarla sin ser perseguidos o enjuiciados. Entre las oposiciones regionales y loca-les están las que pretenden medrar del discurso de cambio, cooptando a militan-tes resentidos, tomando posición frente a cualquier acción que el gobierno decide, expresando mediáticamente la actitud pública de “que ellos lo harían mejor”. Detrás de estas oposiciones están las viejas figuras de mirada neoliberal, que quiere erigir nuevos “salvadores”.

Los otros opositores, que ocupan fun-ciones públicas, en algunos casos re-presentan a los partidos anteriormente mencionados y, en otros, a agrupaciones ciudadanas que en determinados mo-mentos han logrado una concentración de poder regional, producto de relacio-nes tradicionales o de la mayor cercanía y reconocimiento de sus liderazgos, sin que tengan mayor repercusión en el ám-bito nacional. Estos sectores, además de su permanente posicionamiento político en torno a la persecución, sostienen ar-gumentos de la gestión relacionados, por ejemplo, al de la propia autonomía, que desde su aprobación constitucional ha avanzado muy poco en la construcción estatutaria departamental, producto de los enfrentamientos locales en el seno de las asambleas departamentales.

En estas condiciones, los sectores opo-sitores difícilmente encuentran una agen-

da política en la que puedan ponerse de acuerdo, ya que en realidad la que tie-nen, al calor de la coyuntura, sólo es una de resistencia a la acción gubernamen-tal. Adicionalmente, no pueden ponerse de acuerdo en el apuntalar o potenciar un posible liderazgo que además tenga un discurso diferenciado en el proceso, en medio de la hegemonía del discurso del proceso de cambio.

Capítulo VA manera de reflexión final1. Las dificultades de hacer una

revolución de verdadLas revoluciones contra el capitalismo que han ocurrido en la historia de la hu-manidad, han transcurrido en escenarios políticos que expresan transiciones que son una suerte de empate histórico entre la pretensión del cambio total y la per-manencia de la institucionalidad derro-cada. El viejo Marx comentaba en la ex-periencia de la Comuna de París, cómo los obreros eran capaces de cambiar muchas cosas a las que se oponían, sin embargo una suerte de estupefacción ocurría frente a los símbolos heredados del poder burgués, así los bancos y la sede del gobierno transmitían este senti-miento colectivo de miedo. En nuestro continente, durante la revolu-ción mexicana a principios del siglo XX, cuando Villa y Zapata ingresan a México D.F. ; luego de derrotar a los ejércitos y poder federal, y se encuentran frente a la silla presidencial, esos revoluciona-rios sienten temor a su representación y optan por convocar a maestros aliados para que tomen ese simbólico lugar del

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poder. En nuestro país, luego de la revo-lución de 1952, y cuando la revolución había sido encabezada por mineros y proletarios que armados habían derro-tado al ejercito oligárquico, el gobierno fue entregado al MNR, constituido princi-palmente por clases medias, que desde un discurso nacionalista asumió el poder por sobre los movimientos sociales vic-toriosos. Todavía más cerca en el tiempo, ya en el proceso de cambio emprendido por este gobierno, una ministra de origen que-chua que vestía su traje tradicional, reci-bió a quienes ingresaban a su despacho desde el frente del escritorio con la sen-cilla y transparente explicación de que: “ no podía acostumbrarse a estar del otro lado del escritorio, del que recibe”. Esto es lo que sucede cuando toda la vida ha sido pedir, solicitar o ingresar a espacios que eran considerados de “otros”, aque-llos que siempre tuvieron el “poder” de estar del lado de los que mandan.

Estos son algunos de los escenarios que encontramos en la historia y que ex-presan la dificultad de que la revolución pueda ser lograda de manera inmediata y con actores nuevos, logrando sostener la gobernabilidad, la producción y el pro-yecto revolucionario. Lenin, en la revolu-ción del 17 y luego de que la economía entrara en un momento crítico en la na-ciente revolución, propuso dar un paso atrás para tomar el impulso necesario; de esta manera convocó a los capitalistas a retomar las fábricas y centros producti-vos para recuperar la producción, mien-tras que a la par instruía políticamente a los cuadros obreros para que aprendan lo más posible de esos procedimientos

productivos, y preparar, ahora sí, una transición a manos obreras. También Mao en la revolución Cultural China que transcurrió durante varios años luego de la revolución de 1959 –cuando el partido movilizó a millones de campesinos a las ciudades a que toma-ran en sus manos la administración del naciente Estado, mientras otros miles de militantes urbanos de sectores medios eran desplazados al campo a sembrar y cosechar– buscaba que la división histó-rica del trabajo, que había especializado de forma privilegiada a unos a usar las manos y a otros a utilizar la cabeza, em-pezara a desaparecer asumiendo la uni-versalidad del conocimiento a través de iguales oportunidades. Fueron tiempos de fuerte aprendizaje político, que tam-bién significaron la caída de la economía con nuevas dificultades para el Estado Revolucionario.En definitiva, los procesos de transi-ción a una nueva sociedad cargan con el lastre de las exclusiones del pasado y tienden a reproducirla bajo la sombra ideológica del poder dominante aparen-temente derrotado. En estas experien-cias, los obreros revolucionarios y victo-riosos, que ética y revolucionariamente buscaron marcar un rumbo revoluciona-rio, se convirtieron en mandos verticales y privilegiados, luego en burócratas que terminan defendiendo a un Estado revo-lucionario que dejó de serlo, al convertir-se en una nueva élite estatal que se hizo cargo del discurso y el poder a nombre de los excluidos.

2. Los Privilegios del PoderLos partidos revolucionarios que hicie-ron ese camino y que transformaron las

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condiciones de vida de la mayoría del pueblo, sin embargo no resolvieron los temas relacionados con el poder y su democratización. El Che entendía el pe-ligro de la burocratización y el abandono de la ética revolucionaria, por eso desde cualquier lugar de mando en el Estado Cubano, era el primero en dar ejemplo de trabajo revolucionario junto a los tra-bajadores, para recordar que el mando no debe alejar del trabajo real, aquel que permite la sobrevivencia de todos. Sin embargo, son menores los ejemplos a los que nos referimos frente a la tenta-ción permanente de hacer del poder un privilegio de unos pocos. De esta mane-ra las revoluciones que tentaron cambiar la vida y la organización social, a pesar de los logros frente al capitalismo salva-je, reprodujeron nuevos privilegiados a nombre de los explotados. Estos pocos ejemplos históricos que comentamos expresan la dificultad del tratamiento del poder por parte de los revolucionarios. No basta contar con el descontento y la rabia contenida por la explotación para desatar una revolución; ni siquiera basta una vanguardia revolu-cionaria que sepa interpretar el momento adecuado para dar curso al proceso re-volucionario (como ocurrió en Nicaragua con los sandinistas, que teniendo el po-der, y más allá de bloqueos y agresiones imperialistas, años después tuvieron que dejarlo con el voto del mismo pueblo al que habían acompañado en la revolu-ción).Será fundamental que a la par de la transformación de las condiciones de vida de las mayorías excluidas y explo-tadas, se realice una revolución moral y ética donde se proclame con el ejemplo lo nuevo que se busca construir, y que

pueda ser sostenible por los liderazgos y la acción del pueblo organizado para hacer que la revolución siga siendo tal en el tiempo.

3. La Revolución Simbólica de EvoEl pueblo boliviano se atrevió a tentar el destino de la fatalidad, aquel que mar-cado por la colonialidad y el capitalismo salvaje lo condenaba a tan sólo repro-ducir por generaciones las condiciones de miseria para la mayoría, así como la condición de eternos subordinados a los privilegiados del poder.

La primera revolución fue simbólica, porque tuvieron que caer del imaginario popular algunos mitos iniciales sobre el poder, aquellos que históricamente se habían condensado en el presidente y su entorno blanco, con apellido, propieda-des y recursos, finalmente letrado y con títulos académicos. Herencia colonial que reproducía una forma excluyente de comprender el poder como privilegio de designio divino. Por eso la elección de uno de ellos, indio, pobre y sin estudios acabados de cole-gio, se convierte en la sombra de la re-vuelta. Pero todavía más, por cuanto ese símbolo tiene unas otras características que lo diferencian del poder desplazado, siente orgullo de su identidad, trabaja como presidente más que la mayoría de los empleados en el Estado, es honesto y no roba, tiene y vive con los recursos necesarios habiéndose bajado el salario, se relaciona directamente con la gente a través de las miles de manifestaciones en que participa a lo largo del país, fi-nalmente, es miembro fundador de una organización política que no es partido,

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por cuanto representa horizontalmente a las organizaciones sociales.Definitivamente un cambio trascenden-tal en la historia, que inició un proceso de transformación, de desmontaje de las estructuras coloniales, empezando por el de desplazamiento de las élites hacia los nuevos protagonistas indígena origi-nario campesinos y populares, quienes serán los receptores de las acciones so-ciales y económicas del nuevo Estado Plurinacional.

4. Asamblea Constituyente Plurinacional

La Asamblea Constituyente remarcará una nueva tendencia en lo político des-de la representación elegida, donde esa gran mayoría empieza a autorepresen-tarse para definir el camino de la trans-formación del país. No fueron pocas las dificultades para emprender ese camino, en el que a pesar de ser mayoría, tuvo un peso específico el conocimiento aca-démico y la habilidad política de quienes habían sido parte del antiguo régimen. La gran mayoría que venía de la experien-cia sindical y comunitaria, habían asu-mido que esta construcción institucional se realizaría en poco tiempo y dejando claro, como en los ampliados y congre-sos, las líneas fundamentales para que puedan ser elaboradas luego. No fue así, y la deliberación en plenaria y comisiones encontró a estos dos acto-res sociales enfrentados real y simbóli-camente, por los sentidos de la transfor-mación constitucional. Los pocos inten-tando sostener la antigua constitución para frenar los procesos de cambio en marcha, los otros buscando la transfor-mación total, aunque sin tener definido el

contenido de la proclamada revolución, que ya se expresaba simbólicamente en su propia representación para cambiar el país. Esa Asamblea concentró en su interior decenas de años en los que nunca exis-tió diálogo ni deliberación con la mayoría, sino imposición y represión de las oligar-quías. Era la primera vez que se veían obligados a estar frente a frente, con la pretensión de ponerse de acuerdo. Los unos subestimando académica y racial-mente a la mayoría; los otros sin tomar la dimensión de su mayoría, sin terminar de comprender los tecnicismos que se les imponía, y confiando inicialmente en las pocas clases medias aliadas que les traducían el lenguaje leguleyo. Algunos de esa mayoría asumieron la re-presentación que llevaban y trabajaron, aportaron y aprendieron; otros se limita-ron a estar y a administrar o ahorrar un salario que nunca tuvieron, y que como constituyentes les otorgaron. La inclu-sión conllevaba el acceso a recursos que antes no se tenía, y que se empezarán a plantear nuevos dilemas a un naciente proceso de cambio.

Será fundamental que a la par de la transformación de las condiciones de vida de las mayorías excluidas y explotadas, se realice una revo-lución moral y ética donde se pro-clame con el ejemplo lo nuevo que se busca construir, y que pueda ser sostenible por los liderazgos y la acción del pueblo organizado para hacer que la revolución siga siendo tal en el tiempo.

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El proceso constituyente a pesar de lo conflictivo, logró la aprobación de la Constitución, que definió horizontes im-portantes que habían sido planteados en forma genérica en el espacio constitu-yente, en más de 750 artículos para la conclusión de la primera etapa. Sin em-bargo, en la propuesta final y luego de la aprobación de Oruro, en el Congreso Le-gislativo fueron las clases medias y aca-démicas de las principales fuerzas políti-cas –Chaly Bohrt de PODEMOS y Car-los Romero del MAS– las que finalmente redactaron y ajustaron 144 artículos, que redujeron la radicalidad del anteproyecto aprobado en Oruro, para que éste pueda ser más aceptable por las clases medias y los sectores dominantes en el país. Este proceso se impuso bajo la sombra de la inexistencia de los dos tercios de mayoría, que eran necesarios para la aprobación de la nueva Constitución en el Congreso nacional.

5. El Poder en el Estado Plurinacional

Luego de este momento histórico, el país empezó a generalizar la inclusión desde el naciente Estado Plurinacional. El congreso se vistió de mayorías que recorrían sus señoriales espacios repu-blicanos, mientras en los ministerios, los rostros morenos y originarios empezaron a ser más comunes junto a funcionarios de planta que durante años fueron parte de distintos gobiernos. Esa convivencia implica un nuevo reto al naciente Estado Plurinacional en construcción, los ingre-sados del MAS a la función pública, con su principal recurso: su adhesión al pro-ceso y al liderazgo, se encuentran con

funcionarios con años de trabajo y que cambiaron de color político para quedar-se en el gobierno, copiando un proceder burocrático conservador que no sólo re-produce la discriminación, sino el apro-vechamiento en beneficio personal ge-neralizando la corrupción como procedi-miento de trabajo. Esta pugna ideológica es la que prevalece en la transición, y hasta ahora ha permitido que el modelo Estatal Republicano y neoliberal, en las prioridades administrativas, así como el la organización y distribución de privile-gios sea el predominante, frente a las transformaciones de la gestión estatal plurinacional. La nueva representación estatal que tie-ne al liderazgo de Evo Morales como re-ferente, llegó a la función estatal sin con-tenido ideológico revolucionario, en su gran mayoría. Algunos por primera vez tocaban el poder y la representación, y a pesar de la gran voluntad para realizar gestión, incorporaron no sólo a los técni-cos de gestiones anteriores para trabajar, sino que empezaron a incluir a cercanos y familiares o representantes de organi-zaciones sociales. Como resultado, ge-neraron una incapacidad de gasto que produjo malas gestiones, o tremendos problemas en las rendiciones de cuentas por corrupción o por desconocimiento de las normas administrativas. Otros que llegaron en esta tanda de nue-vas autoridades, fueron los conversos o “nuevos masistas”. Siendo autoridades o funcionarios de anteriores gobiernos en otros partidos: o bien se subieron a la posibilidad histórica de trabajar por el país de forma honesta y comprometida, o también están los que buscaron seguir en el poder para lucrar con él como lo

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hicieran en el pasado; apoyados en su experiencia política o administrativa fren-te a la gran carencia de servidores públi-cos del MAS que tuvieran la experiencia necesaria para realizar gestión pública.

6. Las nuevas JerarquíasTodavía más preocupante es la situación de autoridades jerárquicas nacionales y departamentales, que son nombradas o elegidas por la mayoría, y que además de tener las características anteriores, tienen los privilegios del cargo. No se han transformado los privilegios de élite del pasado respecto a estas representa-ciones, de esta manera, no sólo tienen sueldos superiores y cercanos al del Presidente, que puso un tope de 15.000 Bs., sino que gozan de las posibilidades del cargo con viáticos superiores, movili-dades con chofer, tratamiento protocolar privilegiado, viajes, y las posibilidades de colocar en los espacios laborales de sus dependencias a los adherentes persona-les que crean conveniente. En definitiva, no se han cambiado las re-glas de privilegio del pasado, y más bien se han convertido rápidamente en el ca-nal de conversión de las nuevas autori-dades, a la defensa de sus nuevos privi-legios y a la ampliación de los mismos. Asumen plenamente en la práctica el dicho de que el cargo será la única posi-bilidad con la que contarán, no sólo para disponer de recursos que no tenían, sino de beneficios y capital simbólico que les permita generar clientelismo adherente. Algunos de ellos han recompuesto ma-yores relaciones de poder y protocolo que en el pasado republicano, generan-do una separación cada vez mayor con

quienes los han nombrado o elegido para cumplir un servicio desde el Estado Plu-rinacional. En definitiva han reposiciona-do los viejos privilegios en la recomposi-ción de la nueva élite, ahora más morena y plurinacional, pero que no ha atinado a transformar la esencia del poder de acuerdo al mandato constitucional y al proyecto político contenido en ella.

7. Liderazgo Colectivo aún ausenteEl perfil ético y político del liderazgo de Evo Morales, así como el académico del Vicepresidente, se han convertido en un referente admirado y único, pero no en una postura a emular en gran parte de la función pública. Situación que también es resultado de la no transformación de la estructura estatal de acuerdo a los ho-rizontes políticos revolucionarios que la Constitución propone. Así, se mantienen no sólo a los funcionarios del pasado que reproducen una conducta institucio-nal del viejo Estado y que pervierte las conciencias, sino que la estructura jerár-quica reproduce la posibilidad de acumu-lación de privilegios en la cúpula, hacien-do menos posible una estructura estatal más horizontal que exprese precisamen-te el horizonte político y la forma de po-der como servicio, que hará posible un “gobierno de los movimientos sociales”.Es más complicado aún si incluimos la variable política del MAS. Al no ser más que un exitoso instrumento para victorias electorales, no produce ideología y línea política que genere no sólo adhesiones, disciplina y actitud revolucionaria, sino, sobre todo, coherencia en el perfil revo-lucionario que deben tener los militantes del cambio que sean parte de la función

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pública, o bien desde las organizaciones sociales que deben desplegar el control social y la participación política junto a la formación de liderazgos que sean con-secuentes e íntegros con el proceso, en el lugar que les toque estar. En definitiva, si el instrumento no asume el papel político de generar cuadros que le permitan sostenibilidad al proceso de cambio, solamente se quedará en su pa-pel de apoyo, seguimiento y admiración al liderazgo; así como de lograr pegas para militantes que se distinguen por su color político más que por su capacidad y liderazgo.

8. De la Democratización a la Revolución

Finalmente, y para concluir esta reflexión provocativa desde el proceso de cambio, debemos decir que lo logrado hasta hoy es irreversible en cuanto a la inclusión, que se refleja en la presencia de la ma-yoría disputando espacios en todos los espacios estatales y fuera de ellos. Este requisito democrático sigue siendo un éxito liberal nunca alcanzado por la Re-pública, que en sí ya es revolucionario, pero aún no termina de definir el cami-no de la transformación revolucionaria que haga posible el Vivir Bien. Para que esta revolución continúe necesitamos la transformación real de los principales instrumentos de la transformación revo-lucionaria: El Instrumento Político, el Es-tado Plurinacional y las propias Organi-zaciones Sociales.Es necesaria la construcción revolucio-naria de cuadros políticos que renueven y construyan esos instrumentos revolu-cionarios, que permitan que la horizonta-

lidad sea una aspiración revolucionaria y no el goce de privilegios individuales, que el Estado como portador de lo común, sea un servidor donde los que trabajan sean los más sacrificados y esforzados, así como los que tengan mayor forma-ción política. Las leyes anticorrupción y los castigos más fuertes están bien, pero siempre serán insuficientes si no se tra-baja en la conciencia de los servidores públicos, para que la honestidad sea un valor reconocido y apreciado, no fruto de la oportunidad que relativice su plena vi-gencia social. También es necesario que las organiza-ciones sociales tengan una seria preocu-pación no sólo por la formación, sino tam-bién por generar propuestas políticas que le permitan proponer al Estado Plurinacio-nal la profundización del proceso revolu-cionario. Las organizaciones sociales son el motor de este proceso revolucionario y les corresponde trascender los intereses sectoriales para generar propuestas es-tratégicas para la sostenibilidad y avance del mismo proceso. Si no abordamos es-tas tareas estratégicas que están conteni-das en nuestra Constitución, el momento revolucionario que vivimos se agotará en la democratización liberal sin que poda-mos avanzar a la construcción revolucio-naria del Vivir Bien.

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