Septiembre de 2002 Liahona - WordPress.com · 2015-01-17 · SEPTIEMBRE DE 2002 1 COMENTARIOS...

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LIAHONA LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS SEPTIEMBRE DE 2002

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LIAHONALA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS ■ SEPTIEMBRE DE 2002

LIAHONALA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS ■ SEPTIEMBRE DE 2002

EN LA CUBIERTADelante: Luz y verdad, por Simon Dewey.Detrás: “A él oíd”, por Simon Dewey.Ambas pinturas son cortesía de Altus FineArt, American Fork, Utah.

CUBIERTA DE AMIGOSLa cosecha del Señor, por Marilee B.Campbell. Véase “ ‘El campo blanco estáya para la siega’ ”, página 4.

S E C C I Ó N G E N E R A L2 MENSAJE DE LA PRIMERA PRESIDENCIA: LA PACIENCIA, UNA VIRTUD CELESTIAL

PRESIDENTE THOMAS S. MONSON

25 MENSAJE DE LAS MAESTRAS VISITANTES: DESEEMOS APRENDER DURANTE TODA LA VIDA

32 VOCES DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS: EL AMAR Y APOYAR A LOS DEMÁS

“YO SÉ QUE VIVE MI SEÑOR” FRANCISCA CRISTINA VILLAR REY“¿POR QUÉ ERES TAN DIFERENTE?” JUANA RIVERO DE GONZÁLEZUN SALTO DE FE WALFRE RICARDO GARRIDOLOS MAESTROS ORIENTADORES QUE NO SE DIERON POR VENCIDOSDAVID HEAD

38 PONGAMOS AL ALUMNADO EN ACCIÓN: CÓMO INCREMENTAR LA PARTICIPACIÓN EN LAS CLASES JONN D. CLAYBAUGH Y AMBER BARLOW DAHL

44 LOS PROFETAS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS NOS HABLAN SOBRE LA ENSEÑANZA DEL EVANGELIO

48 CÓMO UTILIZAR LA REVISTA LIAHONA DE SEPTIEMBRE DE 2002

S E C C I Ó N P A R A L O S J Ó V E N E S9 CARA A CARA KRISTIE MASUMI KING

10 “LOS AMÓ HASTA EL FIN” ÉLDER JEFFREY R. HOLLAND

14 MI AMIGO Y CONSIERVO: EL EJEMPLO DE LUAN FELIX DA SILVAÉLDER CLAUDIO R. M. COSTA

16 “VERDADES SIMPLES Y LLANAS”: LOS HOMBRES Y LAS MUJERES JÓVENES PONENEN PRÁCTICA LOS SEIS PRINCIPIOS

22 UN DÍA DESASTROSO Y HORRIBLE BRENDA WILLIAMS

26 EL TESORO DE EL DORADO RICHARD M. ROMNEY Y NÉSTOR JAVIER PASSE

47 ¿SABÍAS QUE…?

A M I G O S2 VEN Y ESCUCHA LA VOZ DE UN PROFETA: ABRIR LAS VENTANAS DE LOS CIELOS

PRESIDENTE JAMES E. FAUST

4 TIEMPO PARA COMPARTIR: “EL CAMPO BLANCO ESTÁ YA PARA LA SIEGA”VICKI F. MATSUMORI

6 PARA LOS MÁS PEQUEÑOS: ¿QUÉ HACEN LOS MISIONEROS?

8 LA GRÁFICA MISIONAL DE SANDY CRAIG E. MOORE

10 ENTRE AMIGOS: ÉLDER ATHOS M. AMORIM

12 RELATOS DEL NUEVO TESTAMENTO: EL JOVEN RICO; JESÚS VUELVE A TRAER A LÁZARO A LA VIDA

VÉASE LA PÁGINA 47

VÉASE LAPÁGINA 10

VÉASE LA PÁGINA 2

COMENTARIOS..

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LIAHONA, septiembre de 2002Vol. 26, Número 9 22989-002Publicación oficial de La Iglesia de Jesucristo de losSantos de los Últimos Días, en el idioma español.

La Primera Presidencia: Gordon B. Hinckley, Thomas S. Monson, James E. Faust

El Quórum de los Doce Apóstoles:Boyd K. Packer, L. Tom Perry, David B. Haight, Neal A. Maxwell, Russell M. Nelson, Dallin H. Oaks, M. Russell Ballard, Joseph B. Wirthlin, Richard G. Scott,Robert D. Hales, Jeffrey R. Holland, Henry B. Eyring

Editor: Dennis B. NeuenschwanderAsesores: J. Kent Jolley, W. Rolfe Kerr, Stephen A. West

Administradores del Departamento de Cursos de Estudio:Director administrativo: Ronald L. KnightonDirector de redacción: Richard M. RomneyDirector de artes gráficas: Allan R. Loyborg

Personal de redacción:Editor administrativo: Marvin K. GardnerEditora administrativa ayudante: Jenifer L. GreenwoodEditor asociado: Roger TerryEditora ayudante: Lisa Ann JacksonRedactora adjunta: Susan BarrettAyudante de publicaciones: Collette Nebeker Aune

Personal de diseño:Gerente de artes gráficas: M. M. KawasakiDiseño artístico: Scott Van KampenDiseñadora principal: Sharri CookDiseñadores: Thomas S. Child, Randall J. PixtonGerente de producción: Jane Ann PetersProducción: Reginald J. Christensen, Denise Kirby, Kelli Pratt, Rolland F. Sparks, Kari A. Todd, Claudia E. WarnerPreimpresión digital: Jeff Martin

Personal de subscripción:Director de circulación: Kay W. BriggsGerente de distribución: Kris T Christensen

Coordinación de Liahona: Enrique Resek

Para saber el costo de la revista y cómo suscribirse a ellafuera de Estados Unidos y Canadá, póngase en contactocon el Centro de Distribución local o con el líder delbarrio o de la rama.

Las colaboraciones y los manuscritos deben enviarse aLiahona, Floor 24, 50 East North Temple, Salt Lake City,UT 84150-3223, USA; o por correo electrónico a: [email protected]

Liahona (un término del Libro de Mormón que significa“brújula” o “director”) se publica en albanés, alemán,armenio, búlgaro, camboyano, cebuano, coreano,croata, checo, chino, danés, esloveno, español, estonio,fidji, finlandés, francés, haitiano, hiligayanón, holandés,húngaro, iloko, indonesio, inglés, islandés, italiano,japonés, kiribati, letón, lituano, malgache, marshallés,mongol, noruego, polaco, portugués, rumano, ruso,samoano, sueco, tagalo, tailandés, tahitiano, tamil,telugu, tongano, ucraniano y vietnamita. (La frecuencia de las publicaciones varía de acuerdo con el idioma.)

© 2002 por Intellectual Reserve, Inc. Todos losderechos reservados. Impreso en los Estados Unidos deAmérica.

Para los lectores de México: Certificado de Licitud de título número 6988 y Licitud de contenido número5199, expedidos por la Comisión Calificadora dePublicaciones y revistas ilustradas el 15 de septiembrede 1993. “Liahona”© es nombre registrado en laDirección de Derechos de Autor con el número252093. Publicación registrada en la DirecciónGeneral de Correos número 100. Registro del S.P.M. 0340294 características 218141210.

For readers in the United States and Canada:September 2002 Vol. 26 No. 9. LIAHONA (USPS 311-480) Spanish (ISSN 0885-3169) is published monthly byThe Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 50 EastNorth Temple, Salt Lake City, UT 84150. USA subscriptionprice is $10.00 per year; Canada, $15.50 plus applicabletaxes. Periodicals Postage Paid at Salt Lake City, Utah, andat additional mailing offices. Sixty days’ notice required forchange of address. Include address label from a recentissue; old and new address must be included. Send USAand Canadian subscriptions to Salt Lake DistributionCenter at the address below. Subscription help line: 1-800-537-5971. Credit card orders (Visa, MasterCard,American Express) may be taken by phone. (Canada PosteInformation: Publication Agreement #40017431)

POSTMASTER: Send address changes to Salt LakeDistribution Center, Church Magazines, PO Box 26368,Salt Lake City, UT 84126-0368.

“HAZ TÚ LO JUSTO”

En mi bautismo cantamos “Haz tú lojusto” (Himnos, Nº 154) y al instante sentíque el himno cobraba sentido para mí. Elmensaje del élder Richard G. Scott, “Haztú lo justo”, de la revista Liahona de marzode 2001, también me causó una gran im-presión. Leer la revista es como tomar unminuto para renovarme.

Carlos Aníbal Guilarte, Barrio Maracay, Estaca Maracay, Venezuela

LOS LLAMAMIENTOS NOS AYUDAN A

PERFECCIONARNOS

Cuando me hice miembro de la Iglesia,no sabía nada de los llamamientos. Para misorpresa, se me llamó a enseñar a los hom-bres jóvenes. Pero a pesar de mi temor, novacilé. Para mí se trataba de una difícil res-ponsabilidad; sin embargo, mediante laoración y la fe, los jóvenes y yo empezamosa aprender principios divinos. Así es comohe llegado a entender la bendición de losllamamientos de la Iglesia.

La revista Liahona (en francés) ha con-tribuido también al fortalecimiento de mife. Mientras vivía en un pueblo al que aúnno ha llegado el Evangelio, la revistaLiahona me ayudó a mantenerme casto yme dio consuelo hasta que pude regresar ami hogar. Gracias a la revista Liahona, mi feha crecido.

Diemo Kalambay, Barrio Gecamines 2, Estaca Lubumbashi, República Democrática del Congo

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EL GOZO DE LEER LA REVISTA LIAHONA

Desde que tenía seis años he disfrutadodel Evangelio en mi vida. La revistaLiahona estaba siempre en nuestro hogar.Cada vez que mi padre recibía el ejemplarmensual, me sentía muy feliz porque sabíaque yo también podía leerla. Ahora estoycriando a mis propios hijos en el Evangelioy sé que Jesucristo es el único camino deregreso a nuestro Padre Celestial.

Nancy Galindo de Pérez, Rama Windy Ridge (español), Estaca Orlando Sur, Florida

UN TESTIMONIO DE JESUCRISTO

Es maravilloso tener un testimonio deJesucristo, y es todavía mejor compartirlocon otras personas. Me siento agradecidapor haber obtenido un testimonio de miSalvador al escoger lo correcto, leer elLibro de Mormón y asistir a seminario.Testifico que Él vive y que un día regresará.

Nayanne Frota Pontes, Rama Sobral 1, Distrito Sobral, Brasil

LA REVISTA LIAHONA AYUDA A LOS

ESTUDIANTES

Me encanta leer la revista Liahona (eninglés). Los relatos que contiene están lle-nos de amor, esperanza y valor. Siento elamor de mi Padre Celestial y de Jesucristocada vez que la abro. La revista Liahonatambién me ayuda en mis tareas cotidianasde estudiante, pues me recuerda lo quedebe hacer un Santo de los Últimos Días.

Florence L. Ricardo, Barrio Aurora, Estaca Burgos, Filipinas

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MENSAJE DE LA PRIMERA PRESIDENCIA

La Pacienciauna virtud celestial

por el presidente Thomas S. MonsonPrimer Consejero de la Primera Presidencia

Hace varios años, me encontré con unamigo al que no había visto desde hacíatiempo y que me saludó con las palabras:“¿Cómo te está tratando el mundo?”. Yono recuerdo mi respuesta exacta, pero

esa interesante pregunta me hizo reflexionar sobre mis mu-chas bendiciones y la gratitud que siento por la vida misma,y por el privilegio y la oportunidad que tengo de servir.

A veces, la reacción a esa misma pregunta trae una res-puesta inesperada. Hace unos años asistí a una conferenciade estaca en Texas. El presidente de la estaca me recibió enel aeropuerto y, mientras íbamos en auto hacia el centro dela estaca, yo dije: “Presidente, ¿cómo va todo?”.

Él respondió: “Desearía que me hubiera hecho esapregunta la semana pasada. Esta semana han pasado mu-chas cosas: el viernes me despidieron del trabajo, estamañana mi esposa amaneció con bronquitis y esta tardenuestro perro murió atropellado por un automóvil. Pero,aparte de eso, creo que todo anda bien”.

PONGAMOS EN PRÁCTICA LA VIRTUD DE LA PACIENCIA

La vida está llena de dificultades, algunas de poca im-portancia mientras que otras de más gravedad. Pareceríaque hay pruebas interminables para todos. El problema es

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que muchas veces esperamos soluciones instantáneaspara las dificultades, y olvidamos que frecuentementehace falta que pongamos en práctica la virtud celestial dela paciencia.

Los consejos que escuchábamos en nuestra juventudaún se aplican hoy en día y deberíamos tenerlos en cuen-ta. “Espera un poco”; “No pierdas la paciencia”; “Tomalas cosas con calma”; “No te apresures tanto”; “Sigue lasreglas”; “Ten cuidado”, son mucho más que meras expre-siones; son buenos consejos que provienen de la sabidu-ría de la experiencia.

Un automóvil, lleno de jovencitos imprudentes, quebaja por un cañón sinuoso a alta velocidad puede perder elcontrol, haciendo que el auto, con sus valiosos ocupantes,se vuelque al precipicio, y muchas veces, esa caída ocasio-na daños permanentes o quizá una muerte prematura, de-jando así destrozado el corazón de los seres queridos. Eljúbilo momentáneo puede cambiar, en un solo instante,para convertirse en una vida llena de remordimiento.

Oh, juventud preciosa, no vivan tan aprisa. Pongan enpráctica la virtud de la paciencia.

LA PACIENCIA EN MEDIO DE LA ADVERSIDAD

En las enfermedades, a las que casi siempre acompaña eldolor, se requiere paciencia. Si al único hombre perfectoque ha existido —Jesús de Nazaret— se le requirió padecer

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Quizá nunca haya habido tal

demostración de paciencia como

la manifestada por Job, a quien se

describe en la Santa Biblia diciendo

que era perfecto y justo, temeroso

de Dios y apartado del mal. Job

personificó la paciencia.

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gran sufrimiento, ¿cómo vamos a esperar nosotros, que nosomos ni remotamente perfectos, estar libres de semejantestribulaciones?

¿Quién puede contar la inmensidad de personas queviven en soledad, los ancianos, los desamparados, aque-llos que se sienten abandonados en el camino mientras lacaravana de la vida avanza inexorablemente y desapare-ce de la vista de los que se han quedado solos con suspensamientos e interrogantes? La paciencia puede seruna compañera invalorable en esos tiempos de aflicción.

De vez en cuando visito hogares de ancianos, donde seobserva la paciencia. Un día, mientras asistía a las reunio-nes dominicales en uno de esos hogares, me fijé en una jo-vencita que iba a tocar el violín para el consuelo de lospresentes; me dijo que estaba ner-viosa y que anhelaba ejecutar lamúsica mejor que nunca. Mientrastocaba, uno de los espectadores ex-clamó: “¡Qué bonita eres y qué her-mosamente tocas!”. La melodía delarco que se movía a través de lasajustadas cuerdas y el elegante mo-vimiento de los dedos de la jovenparecieron inspirados por el comen-tario espontáneo. La interpretaciónfue magnífica.

Al concluir, las felicité a ella y asu talentosa acompañante. La res-puesta que me dieron fue:“Vinimos para dar ánimo a los débiles, a los enfermos y alos ancianos. Nuestros temores desaparecieron al empe-zar a tocar; olvidamos nuestras propias preocupaciones einquietudes. Quizá les hayamos animado a ellos, peroellos en verdad nos inspiraron a nosotros”.

Algunas veces, sucede lo contrario. Un ejemplo deello es mi querida y preciada joven amiga, WendyBennion, de Salt Lake City. Hace apenas siete años queella partió de este mundo y se fue “de regreso a ese Diosque [le] dio la vida”1; había luchado más de cinco añosen su batalla contra el cáncer. Siempre alegre, siempretratando de ayudar a los demás, fuerte en la fe, ella atraía a otras personas como un imán atrae las piezas demetal. Un día en que no se sentía bien y tenía mucho

El Salvador dio Su

para impedirle a

victoria, para q

perdiera su

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dolor, fue a visitarla una de sus amigas, que estaba abati-da por sus propios problemas. Nancy, la madre de Wendy,sabiendo que su hija estaba con fuertes dolores, pensóque quizá la visita de la amiga se había prolongado de-masiado. Después que ésta se fue, le preguntó a Wendypor qué le había permitido quedarse todo ese tiempocuando ella misma estaba sufriendo tanto. La joven lerespondió: “Lo que hice por mi amiga es mucho más im-portante que el dolor que yo sentía. Si con eso la ayudo,entonces el dolor vale la pena”.

LA PACIENCIA DEL SALVADOR

La actitud de Wendy me recuerda a Jesús, que cargó conlos dolores del mundo, que pacientemente sufrió terrible

dolor y desilusión, pero que, al pasarcon Su paso silencioso al lado de unhombre que era ciego de nacimien-to, le restauró la vista; se acercó a ladolorida viuda de Naín y levantó asu hijo de entre los muertos; subiópenosamente la empinada cuesta delCalvario, cargando Su propia cruzinhumana, sin prestar atención a lasconstantes burlas e injurias que leacompañaban en cada paso. Él teníaque cumplir Su destino divino. Deuna manera muy real, Él nos visita, acada uno, con Sus enseñanzas; nosda ánimo y nos inspira bondad. Él

dio Su preciosa vida para impedirle al sepulcro su victoria,para que la muerte perdiera su aguijón, para que tuviéra-mos el don de la vida eterna.

Después que lo bajaron de la cruz y lo sepultaron en unatumba prestada, este varón de dolores y experimentado enquebranto se levantó en la mañana del tercer día. MaríaMagdalena y la otra María descubrieron que había resuci-tado cuando fueron al sepulcro y vieron que la gran piedraque cubría la entrada había sido retirada; dos ángeles convestiduras resplandecientes que estaban allí de pie les hi-cieron la pregunta: “…¿Por qué buscáis entre los muertos alque vive? No está aquí, sino que ha resucitado”2.

Pablo declaró a los hebreos: “Por tanto, nosotros tam-bién, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de

preciosa vida

l sepulcro su

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aguijón.

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María Magdalena y la otra María descubrieron que había resucitado cuando fueron al sepulcro; y dos ángeles

les hicieron la pregunta: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado”.

testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nosasedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemospor delante”3.

OTROS EJEMPLOS DE PACIENCIA

Quizá nunca haya habido tal demostración de pacien-cia como la manifestada por Job, a quien se describe enla Santa Biblia diciendo que era perfecto y justo, temero-so de Dios y apartado del mal4. Había sido bendecido congrandes y abundantes riquezas, y Satanás obtuvo permi-so del Señor para tratar de tentarlo. ¡Cuán grande fue laaflicción de Job, cuán terribles sus pérdidas, cuán tortu-rada su vida! Después de haberlo instado su mujer a quemaldijera a Dios y muriera, con su respuesta demostró sufe: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantarásobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en micarne he de ver a Dios”5. ¡Qué fe, qué valor, qué con-fianza! Job perdió sus posesiones, todas ellas; perdió lasalud, completamente, mas honró la confianza que sehabía depositado en él. Job personificó la paciencia.

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Otro que ejemplificó la virtud de la paciencia fue elprofeta José Smith. Después de su sublime experiencia enla Arboleda Sagrada, donde el Padre y el Hijo se le apa-recieron, se le dijo que tenía que esperar. Con el tiempo,y habiendo padecido más de tres años de burlas por suscreencias, se le apareció el ángel Moroni; luego le fue re-querido que esperara más, que tuviera más paciencia.Recordemos el consejo que se encuentra en Isaías:“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos,ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como sonmás altos los cielos que la tierra, así son mis caminos másaltos que vuestros caminos, y mis pensamientos más quevuestros pensamientos”6.

LA INVITACIÓN DEL SALVADOR

Hoy día, en medio de esta vida llena de apuro y de in-quietudes, sería bueno remontarnos a una época anterior a fin de revivir la lección que nos enseñabanpara cruzar las calles peligrosas: “Detente, mira y escu-cha” eran las palabras de advertencia. ¿No podríamos

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aplicarlas ahora? Deténganse en una ruta imprudenteque lleva a la destrucción; miren hacia lo alto en buscade la ayuda celestial; escuchen esta invitación del Señor:“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, yyo os haré descansar”7.

Él nos enseñará la verdad de esta maravillosa estrofa:

¡La existencia es real toda la eternidad!No es el sepulcro su meta final.“Del polvo es y al polvo volverá”no es el destino del alma inmortal.8

Aprenderemos que cada uno de nosotros es de granvalor para nuestro Hermano Mayor, el Señor Jesucristo,y que Él nos ama verdaderamente.

Su vida es el ejemplo intachablede Aquel que fue afligido con dolo-res y desilusiones, y que, sin embar-go, nos dio el ejemplo de olvidarsede Sí mismo y de servir al prójimo.Un verso popular de mi niñez resue-na como si fuera actual:

Sí, Jesús me ama;Sí, Jesús me ama;Sí, Jesús me ama;La Biblia así me enseña.9

También lo enseñan el Libro deMormón, Doctrina y Convenios y la Perla de GranPrecio. Si permiten que las Escrituras sean su guía,siempre tendrán propósito en la vida; nunca se encon-trarán en un camino sin destino.

Hoy en día hay quienes no tienen trabajo, carecen dedinero y les falta confianza en sí mismos. El hambre losaflige y el desaliento es su compañero constante. Perohay ayuda, incluso comida para el hambriento, ropa parael desnudo y morada para el desamparado.

Miles de toneladas de artículos se movilizan de los al-macenes de la Iglesia semanalmente: comida, ropa, equi-po médico y provisiones van tanto a las partes máslejanas de la tierra como a las alacenas vacías y a las per-sonas necesitadas que están a nuestro alrededor.

Años atrás, en Ale

de la libertad hab

estaba vacilante.

espera pa

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Me impresiona la dedicación que impulsa a ocupadosy talentosos dentistas y doctores a dejar por un tiempo,en forma regular, su clientela y donar sus habilidades aquienes los necesiten, viajando a lugares distantes paraarreglar bocas defectuosas, corregir huesos deformados ymejorar cuerpos lisiados; todo por el amor que sientenpor los hijos de Dios. Los afligidos que pacientementehan esperado la anhelada ayuda reciben bendiciones deestas personas angelicales.

PACIENCIA EN ALEMANIA

Utilizando las palabras de una canción popular, me gustaría que ustedes pudieran “volar conmigo” aAlemania Oriental, país que he visitado en numerosas

ocasiones. No hace mucho, al via-jar por la autovía, iba recordandouna ocasión de hace treinta y cincoaños cuando, en esa misma carrete-ra, vi camiones llenos de soldados ypolicías con armas. Por todos ladoshabía perros atados que ladrabanfuriosamente y las calles estabanllenas de informadores. En esaépoca, la llama de la libertad habíamenguado y estaba vacilante; sehabía edificado un muro ignomi-nioso y la cortina de hierro —eltelón de acero— se había bajado;casi se había perdido toda esperan-

za. Pero la vida, la preciada vida, continuaba con fe, nodudando en nada. Se requirió una espera paciente; unafirme confianza en Dios caracterizaba la vida de todoSanto de los últimos Días por aquel entonces.

Cuando fui por primera vez a visitar a los que estabanal otro lado del muro, los santos vivían en una época detemor y luchaban por poder cumplir con sus responsabi-lidades. Noté la expresión de desesperanza que cubría losrostros de muchos de los transeúntes, pero en los denuestros miembros se reflejaban bellas expresiones deamor. Nos reunimos en un edificio de Görlitz que teníamuchos agujeros causados por los proyectiles durante laguerra, pero cuyo interior reflejaba el amoroso cuidadode nuestros líderes, quienes habían reparado y limpiado

mania, la llama

ía menguado y

Se requirió una

ciente.

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Primero, se ordenaron patriarcas, se organizaron barrios y estacas, se construyeron capillas y centros de estaca.

Luego, ocurrió el más grande de los milagros: nos dieron permiso para construir un santo templo de Dios.

lo que de otro modo hubiera sido un edificio en ruinas ysucio. La Iglesia había sobrevivido tanto a la GuerraMundial como a la guerra fría que sobrevino después. Elcanto de los santos les reanimaba el alma. En esa oportu-nidad, cantaron el conocido himno de la EscuelaDominical:

Si la vía es penosa en la lid,si pesares nos abruman en la lid,si la vida es amarga,nuestra dicha no se tarda y el gozo se alarga en la lid.

No te canses de luchar;sé firme en la lid.Dios descanso mandaráA los que luchan en la lid.10

Me conmovió profundamente su sinceridad; mesentí agobiado ante su pobreza. ¡Tenían tan poco! Me

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quedé apesadumbrado al saber que no tenían un pa-triarca; tampoco tenían barrios ni estacas, sólo ramas;no podían recibir las bendiciones del templo, como lainvestidura y los sellamientos; no habían tenido un visi-tante oficial de la Iglesia en mucho tiempo; se les prohi-bía salir del país. Aún así, confiaban en el Señor contodo su corazón y no se apoyaban en su propia pruden-cia; reconocían al Señor en todo y Él los dirigía11. Meacerqué al púlpito y con lágrimas en los ojos y la voztemblorosa por la emoción, hice a ese pueblo una pro-mesa: “Si permanecen firmes y fieles a los mandamien-tos de Dios, recibirán todas las bendiciones que losmiembros de la Iglesia gozan en otros países delmundo”.

Esa noche, al darme cuenta de lo que les había prome-tido, me arrodillé y oré, diciendo: “Padre Celestial, estoya Tu servicio; ésta es Tu Iglesia. He pronunciado palabrasque no procedían de mí, sino de Ti y de Tu Hijo. Por lotanto, te suplico que cumplas la promesa que he hecho aestas nobles personas”. En ese momento, me vinieron a la

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memoria las palabras de Salmos:“Estad quietos, y conoced que yosoy Dios”12. Pero se les requirió lacelestial virtud de la paciencia.

Poco a poco se cumplió la pro-mesa. Primeramente, se ordenaronpatriarcas, luego se les enviaronmanuales de lecciones; se organiza-ron barrios y estacas; se construye-ron capillas y centros de estaca, que después sededicaron. Luego, ocurrió el más grande de los mila-gros: nos dieron permiso para construir un templo alSeñor, que fue diseñado, construido y dedicado.Finalmente, después de cincuenta años de negarles elpermiso, permitieron que los misioneros regulares en-traran en esa nación y que los jóvenes de allí pudieranir a cumplir misiones en otras partes del mundo. Así, aligual que el muro de Jericó, el Muro de Berlín tambiéncayó y se restituyó la libertad, con sus correspondientesresponsabilidades.

Cada parte de esa maravillosa promesa hecha treintay cinco años atrás se cumplió, excepto una: la pequeñaciudad de Görlitz, donde se les había hecho la promesa,aún no tenía su propia capilla. Pero hoy en día inclusoese sueño se ha convertido en realidad. El edificio fueaprobado y construido y llegó el día de la dedicación. Miesposa y yo, junto con el élder Dieter Uchtdorf y su es-posa, tuvimos una reunión para dedicar esa capilla; enella se cantaron las mismas canciones de hace treinta ycinco años. Los miembros se daban cuenta del significa-do de esa reunión que marcaba el pleno cumplimientode la promesa. Todos lloraban al cantar. La canción delos justos había sido realmente una oración para el Señory Él la había contestado con una bendición sobre la cabeza de ellos13.

Al terminar la reunión, no queríamos retirarnos.Cuando lo hicimos, notamos las manos elevadas en señal de despedida y escuchamos las palabras: “AufWiedersehen, auf Wiedersehen; para siempre Dios estécon vos”.

La paciencia, esa virtud celestial, había llevado a esoshumildes santos un premio del cielo. Las palabras deRudyard Kipling son apropiadas:

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cuenta del significa

y todos lloraba

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Vano poder los reinos son;huecos los gritos y el clamor.Constante sólo es tu amor;al compungido da perdón.No nos retires tu amor,haznos pensar en ti, Señor.14 �

NOTAS1. Alma 40:11.2. Lucas 24:5–6.

3. Hebreos 12:1.4. Véase Job 1:1.5. Job 19:25–26.6. Isaías 55:8–9.7. Mateo 11:28.8. Henry Wadsworth Longfellow, “A Psalm of Life”,

líneas 5–8.9. “Jesus Loves Me!”, Alexander’s Gospel Songs, compilación

de Charles M. Alexander, 1908, pág. 139.10. “If the Way Be Full of Trial, Weary Not”, Deseret Sunday

School Songs, 1909, Nº 158.11. Véase Proverbios 3:5–6.12. Salmos 46:10.13. Véase D. y C. 25:12.14. “Haznos pensar en ti, Señor”, Himnos, Nº 35.

IDEAS PARA LOS MAESTROS ORIENTADORES

A continuación se dan algunas ideas de cómo com-partir este mensaje.

1. Pida a un miembro de la familia que realice unatarea que requiera paciencia y precise de ayuda, comocompletar un rompecabezas complicado, resolver undifícil problema de matemáticas o leer y explicar un ca-pítulo difícil de las Escrituras. ¿Por qué la tarea pareciódifícil? ¿Por qué se hizo necesaria la paciencia paracompletarla?

2. Pida a los miembros de la familia que hablen de lasocasiones en las que el Salvador mostró paciencia.Comenten de qué forma la promesa de Jesús en Mateo11:28 podría ayudar a una persona a tener mayor pa-ciencia.

3. Hable de una ocasión en la que le haya resultadobeneficioso tener paciencia, e invite a los miembros dela familia a que compartan sus experiencias con la pa-ciencia. Testifique de la importancia de la paciencia ensu vida.

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n al cantar.

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Moisés habló con el Señor

“como habla cualquiera a

su compañero”. Cuando yo

intenté eso mismo, sucedió

algo maravilloso.

CARA A CARApor Kristie Masumi King

Solía tener la misma consideraciónhacia el Antiguo Testamento quehacia un libro de cuentos de hadas:

relatos interesantes que no se relacionabanpara nada con mi vida, pues, separados demí por miles de años de historia, eran de lomás alejado de la realidad. Sin embargo, ami maestro de seminario le encantaba elAntiguo Testamento, y su entusiasmo y suhumilde testimonio empezaron a inspirar enmí una mayor reverencia por esasEscrituras.

Una noche, mientras me hallaba estu-diando, me topé con este versículo: “Y ha-blaba Jehová a Moisés cara a cara, comohabla cualquiera a su compañero” (Éxodo33:11).

Leí las palabras y al principio no me lla-maron la atención. El Señor hablaba conMoisés; ¡pues claro que lo hacía! Parecía deltodo natural que el Señor se le aparecieraen persona a uno de Sus profetas.

Así que oré y empecé verdaderamente apensar en aquel pasaje. Sabía que mi Padre

Celestial no se me iba a aparecer esanoche, pero quizás podía intentar ha-

blar con Él “como habla cualquiera a

S E P T I E M B

su compañero”. En ese momento me sentírodeada por Su amor.

Al orar, repetí con mis propias palabraslo que había leído: “Moisés habló contigocara a cara, como un amigo”. Me detuve; lorepetí una y otra vez.

De repente lo entendí; era tan profundo,pero a la vez tan sencillo. Moisés vio a Dioscara a cara. De inmediato la época delAntiguo Testamento no estaba tan distantey me di cuenta de que Moisés había sido unapersona mortal, igual que yo. Las Escriturascobraron vida en mi mente; sabía queMoisés realmente había vivido y respirado yque también había experimentado dificulta-des y luchado con la falta de confianza. Y apesar de ello, habló con el Mesías, el Jehováde Israel, su Señor y Redentor —mi Señor yRedentor— de la misma forma que yo ha-blaba con mi propio padre terrenal.

“Padre Celestial”, volví a orar, “¡deseoregresar a Ti más que ninguna otra cosa!”.Terminé mi oración y me metí en la camapercibiendo Su amor de forma tan palpablecomo jamás lo había sentido en mi vida. �

Kristie Masumi King es miembro del Barrio BYU

162, Estaca Universidad Brigham Young 19.

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“Los amó hasta el fin”

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por el élder Jeffrey R. Hollanddel Quórum de los Doce Apóstoles

Me gustaría dar las gracias a los fielesmiembros de la Iglesia por su voto desostenimiento. No es nada fácil “sos-tener” a otra persona. Esa palabraquiere decir “apoyar” o, si se prefiere,

“dar aliento”. Cuando sostenemos la vida, la nutrimos,la prolongamos. Cuando apoyamos a un amigo, a unvecino o a un extraño en la calle, le brindamos nuestrosostén, le damos nuestra fortaleza y le prestamos ayuda;nos alentamos el uno al otro bajo el peso de las cir-cunstancias presentes; llevamos las cargas los unos delos otros bajo las abrumantes tensiones personales de la vida.

JESÚS PROPORCIONA EL SOSTÉN

Al igual que en todo lo demás, el Señor Jesucristo esnuestro ejemplo e ideal en lo que se refiere a este suma-mente importante asunto de brindar apoyo. Él es el brazosupremo de fortaleza y Suya es la perseverancia que so-brelleva todas las cosas. En ningún momento demostrócon más claridad esa devoción inquebrantable que du-rante aquellos momentos finales de Su etapa mortal,

Al igual que en todo lo demás, el Señor Jesucristo

es nuestro ejemplo e ideal en lo que se refiere

a este sumamente importante asunto de brindar

apoyo.

S E P T I E

aquellas horas en las que es muy posible que haya desea-do tener el apoyo de los demás.

Al prepararse la sagrada cena de aquella últimaPascua, Jesús se encontraba bajo gran tensión emocional.Sólo Él sabía lo que le esperaba y, aún así, es posible queno haya comprendido el grado de dolor que debía pade-cer antes de que pudiera decir: “El Hijo del Hombre hadescendido debajo de todo ello” (D. y C. 122:8).

Durante la cena, y en medio de esos pensamientos,Cristo se levantó lentamente, se ciñó el manto como lohabría hecho un esclavo o un siervo, se puso de rodillaspara lavar los pies de los Apóstoles (véase Juan 13:3–17).Ese pequeño grupo de creyentes en ese nuevo reino ibamuy pronto a enfrentarse a una de las pruebas más difíci-les, de modo que Él hizo a un lado Su creciente angustiapara servir y fortalecer, una vez más, a Sus discípulos. Noimportaba que ninguno de ellos le hubiera lavado lospies. Con la mayor humildad, Él continuaría enseñándo-les y limpiándoles. Hasta el último momento, y aún des-pués, seguiría siendo un siervo sostenedor. Juan, queestuvo allí y lo presenció todo, escribió: “…como habíaamado a los suyos que estaban en el mundo, los amóhasta el fin” (Juan 13: 1).

Así fue, y así había de ser, durante toda la noche, a tra-vés del dolor y para siempre. Él siempre habría de ser lafortaleza de ellos, y ni siquiera la angustia de Su propiaalma le alejaría de ese papel sostenedor.

En el silencio de la noche, bajo la luz de la luna delCercano Oriente, habría de recaer sobre Sus agobiados

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Sólo Su amor le permite a Él, y a nosotros, sufrir todas

las cosas, creer todas las cosas y soportar todas las

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hombros todo intenso dolor, toda profunda pena, todogran error y dolor humano por el que hubiese pasadotodo hombre, mujer y niño de la familia humana. Pero enaquel momento, cuando alguien pudo habérselo dicho,Él en cambio nos dice: “No se turbe vuestro corazón, nitenga miedo” (Juan 14:27).

“…vosotros lloraréis”, dijo; estaréis tristes, solos, ate-morizados y a veces sufriréis persecución, “…pero…vuestra tristeza se convertirá en gozo… confiad, yo hevencido al mundo” (Juan 16:20, 33).

¿Cómo puede Él hablar así?, ¿de gozo y confianza? ¿Enuna noche como aquélla? ¿Con todo el dolor que sabía leesperaba? Pero ésas son las bendiciones que Él siempredio y ésa es la forma en que siempre habló, aun hasta elmomento final.

JESÚS PERSEVERÓ Y TRIUNFÓ

No sabemos hasta qué grado Sus discípulos llegaron acomprender los sucesos que estaban por acontecer, perosí sabemos que Cristo hizo frente a esos últimos momen-tos totalmente solo. Durante uno de esos comentariossencillos y sinceros que Él hizo a Sus hermanos, dijo:“…Mi alma está muy triste, hasta la muerte” (Mateo26:38). Y entonces se alejó para hacer lo que sólo Élpodía hacer. La Luz del Mundo se alejó de la compañíahumana y fue al Getsemaní a luchar, solo, con el príncipe de las tinieblas. Avanzando, arrodillándose,

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postrándose sobre Su rostro, exclamó con una angustiaque ni ustedes ni yo jamás conoceremos: “…Padre mío,si es posible, pase de mí esta copa” (Mateo 26:39). PeroÉl sabía, para nuestro propio bien, que no podía pasar y

que debía beber la amarga copa hasta el final.Sus discípulos, como era de suponer, estaban can-

sados y pronto se durmieron. ¿Y el sueño de Cristo?¿Y su fatiga? ¿Qué descanso o sueño profundo lefortalecería a través de tan dolorosa experiencia?

Eso no parece preocuparle por ahora, como tampo-co después. Él perseverará; Él triunfará; no titubeará

ni nos fallará.Aun durante la Crucifixión reinaría con la benevolen-

cia y el aire de un Rey. De los que desgarraron Su carney derramaron Su sangre, dijo: “…Padre, perdónales, por-que no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Y al ladrónarrepentido que estaba a Su lado, tiernamente le prome-te el paraíso. A Su amada madre, a quien no puede hacerun demostración de cariño con Sus manos, simplementela mira y le dice: “…Mujer, he ahí tu hijo”. Entonces, en-comendándole a Juan el cuidado de ella, declara: “…Heahí tu madre” (Juan 19:26–27). Hasta el último momen-to se preocupó por los demás, en especial por ella.

Ya que al final Él debe pisar solo el lagar de la reden-ción, ¿puede soportar el momento más terrible de todos,el impacto del dolor más grande, el cual no proviene delas espinas ni de los clavos, sino del terror de sentirse to-talmente solo?: “…Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?… Diosmío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Marcos15:34). ¿Puede Él llevar sobre Sí todos nuestros pecadosy también nuestro temor y soledad? Así lo hizo, así lo hacey así lo hará.

No tenemos idea de cómo se puede tolerar un dolor deesa magnitud, pero no es de extrañar que el sol haya es-condido su faz avergonzado; no es de extrañar que el velo

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del templo se haya rasgado; no es de extrañar que la tie-rra misma haya temblado ante el tormento de este Hijoperfecto. Y por lo menos un centurión romano, que lopresenció todo, sintió lo que todo aquello significaba.Con asombro, pronunció la declaración para toda la eter-nidad: “…Verdaderamente éste era Hijo de Dios”(Mateo 27:54).

EL AMOR PURO DE CRISTO NUNCA DEJA DE SER

En la vida todos tenemos temores y fracasos. Aveces las cosas no suceden como lo deseamos y, tanto

en nuestra vida privada como pública, nos sentimosaparentemente abandonados, sin fuerzas para seguiradelante. A veces la gente nos falla, o la situación eco-nómica y otras circunstancias marchan mal y la vida,con sus pesares y problemas, puede hacernos sentirmuy solos.

Sin embargo, cuando pasamos por esos momentos, yoles testifico que hay algo que nunca, nunca nos fallará.Hay algo que perdurará a través de todo el tiempo, todala tribulación, todo problema y toda transgresión; algoque nunca deja de ser: el amor puro de Cristo.

Moroni clama al Salvador del mundo: “…recuerdoque tú has dicho que has amado al mundo, aun al gradode dar tu vida por el mundo… Y ahora sé”, escribió, “queeste amor que has tenido por los hijos de los hombres esla caridad” (Éter 12:33–34).

Después de ver morir a una dispensación y a una ci-vilización entera destruirse a sí misma, Moroni cita a supadre, dirigiéndose a cualquiera que desee oírle en losúltimos días: “…si no tenéis caridad, no sois nada”(Moroni 7:46). Sólo el amor puro de Cristo puede sal-varnos. El amor de Cristo es sufrido y benigno; el amorde Cristo no se envanece ni se irrita fácilmente. SóloSu amor le permite a Él, y a nosotros, sufrir todas lascosas, creer todas las cosas y soportar todas las cosas(véase Moroni 7:45).

¡Qué gran amor mostró Jesús!Le debo mucha gratitud.En Su ofrenda me incluyó;tengo lugar en Su corazón.(“El Padre tanto nos amó”, Himnos, Nº 112)

Testifico que habiendo amado a todos los que esta-mos en el mundo, Cristo nos ama hasta el fin.

Su amor puro nunca deja de ser; ni ahora, ninunca. �

Adaptado de un discurso pronunciado en la Conferencia

General de octubre de 1989.

Mi amigo y consiervoEl ejemplo de Luan Felix da Silva

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por el élder Claudio R. M. Costade los Setenta

Siempre que pienso en la parábola delSalvador de las ovejas y los cabritos, yen Sus maravillosas promesas a los quele sirven (véase Mateo 25:31–46), meacuerdo de un joven llamado Luan.

Conocí a Luan en febrero de 2001 en un campamen-to de Hombres Jóvenes, en Recife, Brasil. En Brasil era laépoca del carnaval, una fecha que se ha convertido encuatro días de fiesta desenfrenada. Durante el carnaval,las estacas suelen realizar conferencias de juventud ycampamentos para ofrecer a los jóvenes Santos de losÚltimos Días una alternativa divertida y sana.Cumpliendo con mi asignación de presidente del ÁreaBrasil Norte, me hallaba de visita en uno de esos campa-mentos de Hombres Jóvenes de la Estaca Boa Viagem,Recife, Brasil.

La primera vez que vi a Luan, me percaté de que eramuy delgado y no tenía cabello. También me fijé en quetenía muchos amigos. Supe, además, que acababa decumplir doce años e iba a ser ordenado diácono en elcampamento.

También me enteré de que Luan padecía un cáncer dehuesos en la pierna izquierda. De hecho, poco antes delcampamento le dijeron que el cáncer se estaba exten-diendo a tanta velocidad que precisaban amputarle lapierna de inmediato; pero como Luan quería desespera-damente recibir el Sacerdocio Aarónico en el campa-mento y jugar al fútbol con sus amigos por última vez, sumédico había accedido a posponer la operación duranteuna semana.

Rodeado de sus hermanos de la Iglesia, Luan brillabaliteralmente de felicidad. Tras su ordenación al sacerdocioese domingo, Luan compartió un hermoso testimonio

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sobre su fe en el Evangelio y su gratitud por el amor delSalvador.

Me acerqué a él y nos hicimos muy amigos. Despuésde la operación, le visité en su casa en compañía de suobispo, Ozani Farias, y su presidente de estaca, Mozart B.Soares. Esos buenos líderes constituían una bendición enla vida del joven y siempre estuvieron allí para consolar-le, apoyarle y ayudarle.

Sentí el Espíritu muy fuerte en casa de Luan; él, juntocon su madre y hermanas, se había unido a la Iglesiahacía ocho meses. No había un padre en el hogar y lamadre de Luan trabajaba mucho para proveer para la fa-milia. Su pequeña casa estaba limpia y ordenada, y yosabía que aquel sencillo hogar albergaba una familia muyespecial.

Durante nuestra visita, nos fijamos en que la familiacarecía de muchas cosas básicas. Por ejemplo, Luan teníaque dormir en un sofá incómodo porque no tenía cama;mas cuando preguntamos a la familia qué cosas necesita-ba, nos respondieron: “Tenemos el Evangelio, nuestrosamigos de la Iglesia y somos una familia feliz. Muchas gra-cias, pero no precisamos nada más”.

Poco tiempo después de nuestra visita, la salud deLuan empeoró y los médicos descubrieron un gran tumoren la base de su columna vertebral. No se lo podían ex-tirpar mediante una operación quirúrgica, por lo queLuan tuvo que ingresar en el hospital para someterse anuevas sesiones de quimioterapia.

Una noche, cuando el presidente Soares y yo visita-mos a Luan en el hospital, le encontramos con muchodolor. Él nos hizo diversas preguntas, como: “¿Qué es lamuerte?” y “¿Qué sucede al morir?”.

Le expliqué que la muerte es parte de la eternidad y queno es una puerta que se cierra, sino una que se abre paraque regresemos a la presencia de Dios. Luan entendió y

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sonrió; dijo que ahora estaba preparado. Luego nos pidióque le diéramos una bendición y así lo hicimos.

En la cama al lado de Luan se hallaba un joven de ca-torce años llamado Pedro, quien también nos pidió unabendición. Yo le pregunté si tenía fe en Jesucristo y él dijoque sí. Le explicamos lo que es el sacerdocio y que le íba-mos a bendecir en el nombre de Jesucristo. Cerró los ojosy sonrió mientras le bendecíamos. Luego, una señorita dedieciocho años nos pidió que le diéramos una bendicióna ella también.

Supe que Luan y su madre habían consolado a Pedroy a muchos otros jóvenes enfermos de cáncer y a sus pa-dres. Cuando aquella noche salí del hospital, me sentíaedificado al ver que Luan y su madre, aunqueestaban sufriendo, tuvieron la enterezade visitar a otras personas y atender alas necesidades de ellas.

Cuando el presidente Soarespreguntó a Luan qué le gustaríahacer al salir del hospital, él lerespondió que quería hacerbautismos por los muertos en el

Templo de Recife, Brasil. Una vez que salió del hospital, elpresidente Soares y el obispo Farias le ayudaron a cumplircon su deseo. Luan realizó tantos bautismos como se lopermitieron sus fuerzas, y al final de aquel día en el temploirradiaba de felicidad al poder hacer algo por los demás,aun cuando él mismo estuviera padeciendo gran dolor.

Luan Felix da Silva falleció el 20 de agosto de 2001.Siempre que pienso en mi amigo y consiervo, recuerdolas palabras del Salvador:

“…Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino pre-parado para vosotros…

“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed,y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis;

“estuve desnudo, y me cubristeis; enfer-mo, y me visitasteis; en la cárcel, y vi-

nisteis a mí…“Y… el Rey, les dirá: De cier-

to os digo que en cuanto lo hi-cisteis a uno de estos mishermanos más pequeños, amí lo hicisteis” (Mateo25:34–36, 40). �

Luan jamás dejó

de servir y aunque

tenía fuertes

dolores, asistió al

Templo de Recife,

Brasil. Recuadro:

Luan con su madre,

el élder Costa y el

obispo Ozani Farias.

“VERDADES SIMPLES Y LLANAS”

Los Hombres y las MujeresJóvenes ponen en práctica los

seis principios

El presidente Gordon B. Hinckley se dirigió a los jóvenes y a los jóvenes adultos de la Iglesia en una charlafogonera especial celebrada el 12 de noviembre de 2000 (véase “El consejo y la oración de un profeta enbeneficio de la juventud”, Liahona, abril de 2001, págs. 30–41). Su mensaje se centró en seis principiospara ayudar a los jóvenes a tomar decisiones correctas y enfrentarse con éxito a los retos del mundo actual.Pedimos a los jóvenes que compartieran las experiencias que hubieran tenido al aplicar el consejo delpresidente Hinckley, y las siguientes son algunas de las muchas respuestas recibidas.

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Había sido una semanalarga. Llegué tarde a la re-transmisión de la charla

fogonera, mientras aún me esforzabapor hacer a un lado los pensamien-tos de los exámenes, las asignacio-nes, el trabajo y los amigos. Esperabaque de algún modo las palabras delprofeta pudieran borrar de mi mentetodas esas preocupaciones y encon-trar un lugar en mi corazón.

Cuánto esperaba recibir ayuda yoraba en silencio para recibirla a finde centrarme en las palabras del pro-feta. Y mi oración recibió respuesta.Llegué a la charla fogonera con pen-samientos confusos y turbios, pero salícon una perspectiva renovada sobrela vida y algunas verdades simples yllanas, una receta para la felicidad.

Sean agradecidos, sean inteligentes,sean limpios, sean verídicos, sean hu-mildes y sean dedicados a la oración.

¡Qué frases tan sencillas y qué granimpacto pueden tener en mi vida!

Sé que este Evangelio tiene la ver-dad que hace falta en el resto delmundo; sé que el profeta me ama yme siento agradecida porque miPadre Celestial y el Salvador nosaman lo suficiente para darnos guíaindividual y específica en nuestravida mediante la oración y laspalabras de nuestro profeta. Estasverdades son llanas, sencillas yverdaderas.Lisa Ware, 19 años,

Barrio Rochedale,

Estaca Eight Mile Plains, Australia

SEAN AGRADECIDOS

“El hábito de decir gracias es la ca-racterística de un hombre o de unamujer educados… estén agradecidos asus padres quienes se preocupan tantopor ustedes y quienes han trabajado

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tanto para sostenerles”. —PresidenteGordon B. Hinckley

Al terminar de leer el discurso delpresidente Hinckley, tuve un extra-ño sentimiento de felicidad y de tris-teza. Soy estudiante de secundaria ymis padres pagan todos mis gastos es-colares. Yo creía que eso era algo quese esperaba de ellos. También penséque se esperaba que me compraranropa, alimentos y todo lo que necesi-tara; creía que ésa era la forma habi-tual de vivir. Casi nunca decíagracias, y si no recibía las cosas quequería, me enfadaba. Después dehaber leído este discurso, me sientoavergonzada. Me doy cuenta de cuánafortunada soy por tener lo quetengo. Creo que la palabra gracias esuna palabra maravillosa.Aya Chikano, 13 años,

Barrio Kariya,

Estaca Okazaki, Japón

Sean agradecidos

“Den gracias al Señor por Su mara-villosa Iglesia restaurada en esta gran-diosa época de la historia. Denle lasgracias por todo lo que la Iglesia lesofrece; denle las gracias por amigos yseres queridos, por padres y hermanos yhermanas, por la familia. Permitan queun espíritu de agradecimiento guíe ybendiga sus días y sus noches”. —Presidente Gordon B. Hinckley

Sean inteligentes

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Cuando era pequeño, solía acudira mis padres y familiares a pedirlescosas; pero como era tan pequeño,no me daba cuenta de que debíadecir “gracias”. No entendía el signi-ficado de la gratitud. Sin embargo, alcrecer fui entendiéndolo poco apoco. Sucede lo mismo con nuestraactitud hacia Dios. Hay personas queoran a Dios y reciben respuestasapropiadas y bendiciones, pero aveces no mostramos gratitud. Sidamos gracias a Dios con sinceridad,las bendiciones que recibamos seránciertamente aún mayores.Chiang Chien-Yen, 14 años,

Barrio Tao Yuan 2,

Estaca Tao Yuan, Taiwán

SEAN INTELIGENTES

“Pertenecen a una Iglesia que enseñala importancia de la educación acadé-mica… [El Señor] desea que capaci-ten sus mentes y sus manos para quelleguen a ser una influencia para bienal seguir adelante con su vida. Y alhacerlo, al desempeñar sus tareas ho-

norablemente y con excelencia, traeránhonor a la Iglesia, ya que se les considera-

rá hombres o mujeres de integridad, dehabilidad y que hacen un trabajo de

calidad”. —Presidente GordonB. Hinckley

Después de oír elmensaje del presiden-te Hinckley, tomémuchas decisionesen cuanto al cursoque debo tomar en la

vida. Decidí que me esforzaría porobtener una mejor educación acadé-mica. Actualmente estoy estudiandoen la universidad y en ocasiones meresulta difícil equilibrar las clases conel curso de instituto. A veces he de-satendido el uno o el otro, peroahora me doy cuenta de que el Señordesea que seamos inteligentes y quealcancemos nuestras metas, así quehe decidido graduarme tanto del ins-tituto como de la universidad.

Tomé apuntes durante la charlafogonera, pero el tener el texto ínte-gro del discurso en la revista Liahoname ha permitido repasar las palabrasdel presidente Hinckley, las cuales si-guen teniendo una gran influenciaen mí, como si acabara de oírlas. Noimporta dónde vivamos (en un pe-queño país o en una nación grande),sé que si escuchamos la voz del pro-feta y seguimos su consejo, el Señornos bendecirá y nos ayudará a sermejores personas.Jenny Elisa Jaimes Utani, 23 años,

Barrio Job,

Estaca Las Violetas, Lima, Perú

SEAN LIMPIOS

“[Las drogas ilícitas] les destruirán;ustedes se convertirán en sus escla-vos… Mi consejo, mi súplica para us-tedes maravillosos jóvenes y jovencitas,es que se mantengan completamentealejados de ellas… Consérvense limpiosde estas adicciones que alteran la mentey crean hábito”. —Presidente GordonB. Hinckley

Seanlimpios

Seanverídicos

Tengo dieciséis años y he tropeza-do con algunas tentaciones peligro-sas. De no haber oído el discurso delpresidente Hinckley, no habría sabi-do cómo reaccionar ante una deellas.

Un día en la escuela, una amigallamó a varias de nosotras para quenos acercáramos a ver algo.Cuando fuimos a ver lo que tenía,vimos que se trataba de una droga:marihuana. Me quedé pálida demiedo. Mi amiga me pidió que laprobara, y sin pensarlo le grité:“¡Estás loca! No debieras tener eso.¡Vámonos!”.

No me hizo caso y yo empecé a oraren silencio para tener el poder paraconmover el corazón de cada una demis amigas. Tomé el envoltorio y loarrojé lejos. Al principio mis amigasestaban enojadas, pero yo no pudecontener mi alivio y felicidad, así queaproveché para explicarles que lamarihuana es algo malo.

Mientras hablábamos, recordé lo

que dijo el presidente Hinckley sobrelas drogas y repetí sus palabras a misamigas. Sé que el Espíritu del Señorme estaba susurrando las palabrasque había en mi corazón.Daniela Brocca, 16 años,

Barrio Jardim da Saúde,

Estaca Parque Bristol, São Paulo Brasil

SEAN VERÍDICOS

“Ustedes, los que son miembros deesta Iglesia, deben ser leales a ella. Éstaes la Iglesia de ustedes… Han abraza-do su Evangelio; han tomado sobre us-tedes mismos un convenio en las aguasdel bautismo, el cual han renovadocada vez que han participado de laSanta Cena… Anden con fe ante[Dios] con la cabeza en alto, orgullososde ser miembros de esta gran causa yreino que Él ha restaurado en la tierra”.—Presidente Gordon B. Hinckley

Este mundo es peligroso y estálleno de tentaciones. Después de leer

Sean humildes

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el discurso del presidente Hinckley,sentí más fuerte que nunca que deboobedecer las enseñanzas de la Iglesia.En este momento, para mí es espe-cialmente importante “ser verídica”.

Cuando empezó el curso de esteaño, hice nuevas amistades y un díatuve la oportunidad de hablarles sobreel Evangelio. Recordé el video que vien la Iglesia sobre los seis puntos delpresidente Hinckley; mientras veía elvideo, me sentía llena de un espíritude paz que me susurraba: “Puedes ha-blar de la Iglesia con confianza”, y cuando llegó la oportunidad, pude

hacerlo. Me siento agradecida por esaoportunidad.

Cuando más tarde leí el discursoen la revista Liahona (en japonés),me fijé en la conocida frase “Sé sin-cero contigo mismo”. Cuando sehace necesario tomar ciertas deci-siones importantes, estas palabrasme guían por el camino correcto.Los demás puntos también son im-portantes, pero por encima de todoquiero ser sincera conmigo misma.Sakura Kajihara, 15 años,

Barrio Izumi,

Estaca Sendai, Japón

SEAN HUMILDES

“Creo que los mansos y los humil-des son aquellos que son enseñables;están dispuestos a aprender; están dis-puestos a escuchar los susurros de lavoz quieta y apacible para recibir guíaen sus vidas. Ellos consideran la sabi-duría del Señor superior a la de ellosmismos”. —Presidente Gordon B.Hinckley

Hay muchas tentaciones que merodean habitualmente y cada vezque se tornan insoportables, cantoun himno en mi mente u ofrezcouna oración sincera a mi Padre

Shannon Watson, 17 años,

Barrio Highland 20,

Estaca Highland Este, Utah

Sean dedicadosa la oración

Celestial para que me ayude.Cuando lo hago, los malos pensa-mientos y las ideas se marchan. Séque mi Padre Celestial me ama y enla medida en que yo sea humilde, Élescuchará mis oraciones y me ayu-dará a vencer las dificultades.

Siempre que logro cierto grado deéxito, puede resultar difícil evitar laarrogancia al creer que el éxito sedebe a mis propios esfuerzos; massiempre que pienso así, he descubier-to que nada me sale bien. Sólo des-pués me percato de que cualquieréxito que tengo no se debe a mis mé-ritos sino a la ayuda de Dios. Graciasa estas experiencias y al recordatoriodel presidente Hinckley, he aprendidoque debemos ser humildes.Hsu Wei-You, 16 años,

Barrio Tao Yuan 2,

Estaca Tao Yuan, Taiwán

SEAN DEDICADOS A LA ORACIÓN

“De modo que vivan a fin de que conuna conciencia tranquila puedan hablarcon el Señor… Lo milagroso de todo elloes que Él escucha; Él responde; Él contes-ta. No siempre lo hace como nos gustaríaque lo hiciera, pero no tengo duda de que contesta”. —Presidente Gordon B.Hinckley

He descubierto que cuando mearrodillo para orar, recibo consuelo y siento el gran amor que mi PadreCelestial tiene por mí. Recientementetuve una experiencia con la oraciónque me ayudó a saber con certeza queÉl contesta nuestras oraciones.

Había sido un día muy difícil ycuando regresé a casa luego de salirde la escuela, me arrodillé de inme-diato y le pedí a mi Padre Celestialque me ayudara a sentirme amada.Apenas acabé de decir “Amén”, mihermana mayor entró en mi cuarto yme dijo que me amaba. Me llené delEspíritu y esa experiencia contribu-yó grandemente a mi testimonio dela oración. Oro cada día y me es-fuerzo por mantener una oración enel corazón. �

por Brenda Williams

Un día desastrosoy HORRIBLE

Tensión, dudas y más tensión.

¿Cómo iba a soportarlo todo?

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Estaba sentada en el borde de la cama, con el grue-so libro de biología en el regazo, mientras intenta-ba estudiar para el examen del día siguiente.

Cuando pasaba lentamente las páginas del complicadocapítulo de la respiración celular, la mandíbula se metensaba mientras me esforzaba por concentrarme; perofue inútil.

Los ojos se me llenaron de lágrimas. Aquella tardehabía fracasado miserablemente al intentar conseguir unpapel. Había sido mi primer intento en el teatro de la es-cuela secundaria. Aunque indocta en las artes del baile,la interpretación y el canto, me había presentado a laspruebas del musical a instancia de mis amistades, y no lohabía hecho bien. Mi audición de baile y canto no fuenada del otro mundo, pero esa noche tuvo lugar la prue-ba final, la parte en la que esperaba tener éxito: un mo-nólogo humorístico que había tenido que memorizar yahora representar ante el ojo crítico del director y lajunta de la audición. Me había preparado para el monó-logo con días de antelación, escribiendo y memorizandoel guión con detalle hasta que estuve segura de poder re-presentarlo hasta en sueños. Pero al llegar a la escuela, nopodía pensar con claridad. No sólo estaba nerviosa, sinotambién cansada y preocupada por los dos exámenes di-fíciles que tenía al día siguiente. Intenté recordar mis par-lamentos, aquellas palabras que conocía tan bien, perome salían entrecortadas y mi dicción era titubeante e insegura.

L I A

Al encontrarme de vuelta en casa noté cómo las lá-grimas empezaban a bañar mis labios y traté de acallarmis sollozos. Nada parecía estar saliendo bien durantelas últimas semanas: una de mis mejores amigas esta-ba actuando de forma fría y distante; tenía un horariodifícil que hacía que me sintiera siempre tensa; y empe-zaba a tener dudas constantes respecto a solicitar plazaen la universidad. Y ahora, después de la vergüenza de laaudición de esa noche, no sabía cómo ponerme a estudiary mucho menos dormir. Cerré el libro de biología y lopuse en el suelo; la emoción se adueñaba de mímientras hundía el rostro en la almohada.

Entonces oí un golpecito en la puerta y la voz pre-ocupada de mi madre. “¿Necesitas una bendición?”,preguntó dulcemente. Levanté la vista con la intenciónde decirle que se fuera; tenía el rostro hinchado y colo-rado, manchado por las lágrimas y las marcas de lospliegues de la almohada. Al incorporarme, vi a mis pa-dres en la entrada del cuarto y supe que lo que másnecesitaba por encima de todo era una bendicióndel sacerdocio. Asentí sin poder pronunciar pala-bra alguna, sollozando un poco mientras seguía amis padres por el corredor hasta su cuarto.

Ya tenía un testimonio del sacerdocio antesde aquella noche; había oído de las bendi-ciones que daban los pioneros, así como delas bendiciones que en la actualidad sedaban a víctimas de incendios, a niños

H O N A

22

“Dejemostodo a Su cuidado”

en coma y a personas que no tenían la esperanza de sobrevivir. Había re-cibido mi bendición patriarcal dos años atrás y era consciente de la vera-cidad única y del amor que contenía.

Mas cuando aquella noche mi padre puso sus manos sobre mi cabeza,mi testimonio del sacerdocio se fortaleció. Podía apreciar el poder divinode sus frases, en la tierna presión de sus manos. La bendi-ción no se centró en mis necesidades superficiales,sino en lo que más necesitaba escuchar. Cuando mipadre hubo concluido, mi corazón se llenó degozo al contemplar el poder de sus palabras,aquellas palabras sencillas que me sanaron elalma y que sabía que no procedían de él. Mipadre no podía recordar lo que había dicho,pero yo sí; y los sentimientos negativos de latensión y el temor se habían transformado enuna paz dulce y suave.

Sonreí a mi madre, agradecida por su inspi-rada sugerencia. Al volverme y abrazar a mipadre, pude sentir en el calor de sus brazosun eco del amor de mi Padre Celestial yde Su Hijo, cuidando y preocupán-dose de mí más de lo que jamáspodría hacer nadie. Me sen-tía muy agradecida por esabendición modesta, poresas palabras apacibles,poderosas y consoladoras.

Aquella noche dormíprofundamente por pri-mera vez en semanas, des-preocupada y segura de mifuturo como una hija amadade Dios. �

Brenda Williams es miembro

del Barrio BYU 47, Estaca

Universidad Brigham

Young 12.

“Cada uno de nosotros vaa padecer dolor de una manera o de otra… Esposible que el dolor derive del sentirnos solos odeprimidos. A menudo es el resultado de nuestradesobediencia a los mandamientos de Dios, perotambién lo sufren aquellos que están haciendotodo lo posible por mantener su vida en armoníacon el ejemplo del Salvador…

“El élder Orson F. Whitney escribió: ‘Ningúndolor que padezcamos, ninguna prueba por la quepasemos es en vano, ya que sirve para nuestraeducación; contribuye al desarrollo de cualidadestales como la paciencia, la fe, la fortaleza y lahumildad. Todo lo que sufrimos y todo lo que so-portamos, sobre todo cuando lo hacemos paciente-mente, edifica nuestro carácter, nos purifica elcorazón, nos magnifica el alma y nos hace mássensibles y más caritativos, más dignos de ser lla-mados hijos de Dios… y es mediante los pesaresy el sufrimiento que adquirimos la educación quevinimos aquí a adquirir’ (citado en ImprovementEra, marzo de 1966, página 211)…

“El Señor es el Protector supremo. Debemosponernos en Sus manos. Al hacerlo, nos despren-demos de lo que sea que esté causando nuestrodolor y dejamos todo a Su cuidado. ‘Echa sobreJehová tu carga, y él te sustentará’ (Salmos55:22). ‘…Y entonces Dios os conceda que seanligeras vuestras cargas mediante el gozo de suHijo’ (Alma 33:23)”. —Élder Robert D. Hales, delQuórum de los Doce Apóstoles (Véase “La curacióndel alma y del cuerpo”, Liahona, enero de 1999,págs. 18–19) �

(La página 25 de la revista Liahona se encuentra después de las páginas locales y de la sección Amigos.)

MENSAJE DE LAS MAESTRAS VISITANTES

DESEEMOS APRENDER DURANTE TODA LA VIDA

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L ean lo siguiente con las hermanasa las que visiten y comenten laspreguntas, los pasajes de las

Escrituras y las enseñanzas de los líde-res de la Iglesia. Compartan sus expe-riencias y testimonios e inviten a lashermanas a hacer lo mismo.

Presidente Gordon B. Hinckley:“Pertenecen a una iglesia que apoyala educación… En el perfecciona-miento de la mente existe una esen-cia divina. ‘La gloria de Dios es lainteligencia, o en otras palabras, luz yverdad’ (D. y C. 93:36). ‘Cualquierprincipio de inteligencia que logre-mos en esta vida se levantará connosotros en la resurrección’ (D. y C.130:18)… El obtener una educaciónes una inversión que nunca deja depagar sus dividendos, ya sea de unaforma u otra” (“Alcanzad vuestro po-tencial divino”, Liahona, enero de1990, pág. 96).

D. y C. 88:118: “Y por cuanto notodos tienen fe, buscad diligentemen-te y enseñaos el uno al otro palabrasde sabiduría; sí, buscad palabras de sa-biduría de los mejores libros; buscad

conocimiento, tanto por el estudiocomo por la fe”.

Élder Dallin H. Oaks, delQuórum de los Doce Apóstoles :“Buscamos conocimiento al estudiarla sabiduría acumulada en las distin-tas ciencias y artes y al utilizar elpoder de razonamiento que nuestroCreador nos ha dado. También debe-mos buscar conocimiento por la fe enDios, el dador de la revelación… Losinvestigadores que han pagado el pre-cio con su sudor han sido iluminadospor la inspiración. La adquisición deconocimiento por revelación es unpremio extra para los que investiganlas ciencias y las artes, pero es el mé-todo fundamental para los que quie-ran conocer a Dios y las doctrinas deSu Evangelio. En esta área de conoci-miento, la erudición y la razón no sonsuficientes” (“Las voces distintas”,Liahona, julio de 1989, págs. 36–37).

D. y C. 88:77–79: “Y os mandoque os enseñéis el uno al otro la doc-trina del reino. Enseñaos diligente-mente, y mi gracia os acompañará,para que seáis más perfectamente ins-truidos en teoría, en principio, en doc-trina, en la ley del evangelio, en todaslas cosas que pertenecen al reino deDios, que os conviene comprender; decosas tanto en el cielo como en la tie-rra, y debajo de la tierra; cosas que hansido, que son y que pronto han deacontecer; cosas que existen en elpaís, cosas que existen en el extranje-ro; las guerras y perplejidades de las

naciones, y los juicios que se ciernensobre el país; y también el conoci-miento de los países y de los reinos”.

Presidente Spencer W. Kimball(1895–1985): “Debemos capacitar-nos para aclarar las mentes, sanar loscorazones quebrantados y edificar ho-gares… en los que se pueda nutrir lasalud mental y espiritual… La ins-trucción que recibimos debiera ense-ñarnos no sólo cómo construir unpuente que nos permita cruzar el ríoNiágara o uno como el ‘Golden Gate’,sino que debiera instruirnos sobrecómo cruzar las profundas lagunas dela falta de entendimiento, el odio y ladiscordia del mundo” (The Teachingsof Spencer W. Kimball, editado porEdward L. Kimball, 1982, pág. 391).

Presidente Brigham Young(1801–1877): “Nunca dejaré deaprender mientras viva ni cuando lle-gue al mundo de los espíritus, pero allíaprenderé con mayor facilidad; ycuando una vez más reciba mi cuerpo,aprenderé mil veces más rápido en milveces menos tiempo; y aun entoncesno cesaré de aprender” (Enseñanzas delos Presidentes de la Iglesia: BrighamYoung, 1997, pág. 206).

■ El comprender el significado de lafrase “línea sobre línea” (D. y C.98:12), ¿por qué nos puede servir deguía en nuestros esfuerzos por aprenderdurante toda la vida?

■ Al cumplir con el mandato de se-guir aprendiendo durante toda la vida,¿cómo podemos motivar a nuestra fami-lia y a todos aquellos sobre quienes ejer-zamos cierta influencia para que hagan

lo mismo? �

Estos jovencitos argentinos saben qué es lo que tiene mayor valor.

El tesoro depor Richard M. Romney y Néstor Javier PasseFOTOGRAFÍAS DE LOS HOMBRES JÓVENES POR RICHARD M. ROMNEY, EXCEPTO DONDE SE INDIQUE.

“Y si buscáis las riquezas que

según su voluntad el Padre quiere

daros, seréis los más ricos de

todos los pueblos, porque tendréis

las riquezas de la eternidad”

(D. y C. 38:39).

El Dorado

Según la leyenda, El Dorado era

el lugar de un gran tesoro, conciudades hechas de oro. Era tan

codiciado, que un hombre llamadoCoronado pasó toda su vida buscándo-lo, pero jamás lo encontró. Hubo quie-nes pelearon y murieron por el tesoro,dando sus vidas a cambio de la búsque-da de riquezas.

Pero otros, entre ellos cuatro jóvenesSantos de los Últimos Días de BuenosAires, Argentina, conocen un tesoro deotro tipo. No se trata de un tesoro de latierra, sino de la eternidad: el Evangeliorestaurado de Jesucristo, un tesoro queliteralmente fue llevado hasta la puertade sus casas.

Una tarde de abril de 1999, en un

Cuando Matías y Elías

Vallejos oyeron hablar a los

misioneros por primera vez

sobre la restauración de la

Iglesia verdadera, les pare-

ció extraño; pero al estudiar

y orar sobre el Libro de

Mormón, se dieron cuenta

de que se les había ofrecido

un gran tesoro.

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.

barrio de Buenos Aires llamado ElDorado, dos jóvenes con corbata ycamisa blanca llamaron a la puertade la familia Vallejos. Los jóvenes sepresentaron como misioneros quedeclaraban la palabra de Dios portodo el mundo; dijeron que su men-saje incluía una invitación universalpara encontrar a Jesucristo y el ver-dadero camino que nos llevará de re-greso a Dios el Padre.

¡Semejante mensaje sería un teso-ro de verdad! El padre de la familia,Rubén Orlando Vallejos, pensó quedebía oír lo que tenían que decir esosjóvenes, así que empezó a reunirsecon ellos y a conversar sobre el

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Evangelio, y sus hijos, Matías, dedoce años, y Elías, de once, partici-paban de vez en cuando.

Al principio, los jovencitos no en-tendían esas palabras sobre la restau-ración de la Iglesia verdadera, pero amedida que pasaba el tiempo, se con-vencieron cada vez más del valor delo que les decían los misioneros, por loque pidieron que también se les ense-ñaran las charlas.

“La vez que recibimos oficialmen-te la primera charla de los misione-ros”, nos explica Elías, “nos dijeronque oráramos y preguntáramos si elLibro de Mormón y la Iglesia eranverdaderos. Yo oré esa misma nochey cuando desperté al día siguiente,tenía ganas de hacer todas las cosasque nos habían pedido los misione-ros. Aprendí que cuando oramos conun corazón sincero, nuestras oracio-nes siempre reciben una respuesta”.

Un entendimiento del poder de laoración y el comienzo de un testimoniode la verdad sí que eran un tesoro.

El descubrimiento de un

tesoro condujo a otros. Elías

aprendió sobre la rica

experiencia de la oración.

Matías descubrió que el

testimonio de la verdad se

hace más valioso cuando se

comparte.

Matías empezó también a encon-trar el tesoro: “Las Escrituras y laspublicaciones de la Iglesia me ayuda-ron mucho”, dice. Hubo un pasajeen particular del Libro de Mormónque le causó una profunda impre-sión: “¡Oh recuerda, hijo mío, yaprende sabiduría en tu juventud; sí,aprende en tu juventud a guardar losmandamientos de Dios!” (Alma37:35).

Esos hermanos empezaron a asis-tir a las reuniones del Barrio ElDorado, Estaca Florencio Varela,Argentina, y el 29 de septiembre de1999, con el consentimiento de suspadres, Matías y Elías se bautizaron.

Continuaron aprendiendo cuánricos podían llegar a ser espiritual-mente. Por ejemplo, dos semanasdespués de su bautismo, Matías reci-bió el Sacerdocio Aarónico y fue ordenado diácono. “Sentí de inme-diato que había recibido poder de loscielos”, dice. También percibió la in-fluencia del Espíritu Santo, don quehabía recibido al ser confirmadomiembro de la Iglesia.

“Había tenido la tentación de po-nerme un arito (pendiente)”, dice,“pero luego recibí un folleto donde

decía cómo vestirse para asistir a las reuniones y a las actividades.Después de leer eso, me arrepentí.Mi madre me preguntó si iba a volvera ponérmelo, pero le dije que el ha-cerlo ya no me parecía correcto. Ahíquedó todo. Hallé fortaleza en sercapaz de vencer la tentación. Sentíque el Espíritu me susurraba y medecía que hiciera lo correcto”.

Poder en el sacerdocio y la guía delEspíritu Santo: ciertamente éstos tam-bién son un tesoro.

Matías y Elías quedaron tan im-presionados con las cosas que esta-ban aprendiendo, que deseabancompartir ese entendimiento reciéndescubierto. Empezaron a hablar conalgunos amigos del vecindario, loshermanos Anríquez, Juan Carlos, dedoce años, y Esteban, de once. JuanCarlos mostró un interés particular yno tardó en recibir las charlas y asis-tir a las reuniones de la Iglesia. Sebautizó varios meses después y alpoco tiempo fue ordenado diácono.

Matías y Juan Carlos continuaronsu progreso en el sacerdocio. A lostrece años de edad, se llamó a Matíascomo presidente del quórum de diáco-nos. Elías cumplió doce años y fue or-denado diácono. Un año más tarde, alcumplir catorce años de edad, Matíasavanzó al oficio de maestro y pocotiempo después se le llamó como pre-sidente del quórum de maestros. JuanCarlos también cumplió catorce añosy fue ordenado maestro.

Entonces sucedió algo maravillo-so: Rubén Orlando Vallejos, el padre

Y Juan Carlos (a la derecha) descubrió

una fuente inagotable de preciada

información en el estudio de las

Escrituras.

Esteban se dio cuenta de que el poder

del sacerdocio aumenta si se emplea

para bendecir y servir, como lo haría

el Salvador.

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de Matías y de Elías, también sebautizó. El hermano Vallejos traba-ja de carnicero y su horario le im-posibilitaba asistir a las reuniones,pero el ver el progreso y el servicioque sus hijos prestaban a los demásle inspiró. El día de su bautismohubo una gran celebración, ¡conasado incluido! Sin embargo, lomás impresionante fueron los senti-mientos espirituales de todos losasistentes.

Matías y Elías preguntaron a suamigo Esteban qué pensaba sobre elbautismo. “Respondí que había sen-tido algo especial y que me gustabamucho”, recuerda Esteban. Le pre-guntaron si le gustaría recibir lascharlas. “Dije que sí. ‘De hecho’,dije, ‘me gustaría bautizarme’ ”. A laspocas semanas, después de habérseleenseñado el Evangelio, Esteban fue

bautizado y al poco tiempo fue orde-nado diácono.

El servicio en el sacerdocio: un teso-ro de amistad. La emoción de ver aotras personas aceptar el Evangelio: untesoro de dicha. Estas riquezas son in-mensurables, pues son un tesoro devalor eterno.

Visite hoy día a los jóvenes delSacerdocio Aarónico del Barrio ElDorado y verá a los hermanosVallejos y Anríquez en acción. Elíases el presidente del quórum de diáco-nos y Esteban es su consejero. Matíases el presidente del quórum de maes-tros y Juan Carlos es su consejero.Cada semana ellos dedican un tiem-po para visitar a los miembros desus quórumes que no asisten

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las reuniones, y han tenido éxito enntegrar de nuevo a algunos jóvenesue de otro modo se habrían perdido.atías y Juan Carlos ya tienen edad

ara asistir a las clases de seminarioatutino. Los domingos, esos cuatro

migos participan juntos en la prepa-ación y repartición de la Santaena. Los hermanos Vallejos le diránue su padre ha compartido su testi-onio con algunos de sus clientes y

ue varios de ellos están recibiendoas charlas.

Hoy, Juan Carlos y Esteban

Anríquez se sienten agradeci-

dos a Matías y a Elías por

guiarles al Evangelio. “Nos

ayudaron a encontrar el

mayor de todos los tesoros”,

dice Esteban. “Nos ayudaron

a encontrar la verdad”.

El propio testimonio de estos jó-venes ha crecido a medida que lohan compartido con otras personas.Matías habla de una de sus recientesexperiencias fortalecedoras: “Hacepoco, un sábado antes de acostarme,me hallaba orando y pidiendo quemás personas asistieran a la Iglesia.Ese domingo asistieron muchas per-sonas y me sentí bien. Cosas así for-talecen mi testimonio. El leer enDoctrina y Convenios sobre JoséSmith también fortalece mi testimo-nio; quiero orar como él, ¡pues éltenía mi edad!”.

Elías también conoce el poder de

la oración: “Por mis oraciones sé queel Libro de Mormón es verdadero,que la Iglesia es verdadera, que se-guiré progresando hacia mis metas.Continuaré progresando hasta quevaya a la misión”. Y entonces progre-sará aún más.

Juan Carlos se siente agradecidopor el progreso que ha tenido hastaahora. “Estoy agradecido a Matías ya Elías por llevarnos a mi hermano ya mí a la Iglesia”, dice. Esteban estáde acuerdo. “Nos ayudaron a encon-trar el mayor de todos los tesoros”,declara. “Nos ayudaron a encontrarla verdad”.

Testimonio sobre testimonio.Perspectiva eterna. Las riquezas delcorazón y del alma. Sí, uno puede en-contrar el tesoro de El Dorado; esuna perla de gran precio, un tesoroespiritual de infinito valor. �

VOCES DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS

EL AMAR Y APOYAR A LOS DEMÁS

Cuando apoyamos a unamigo, a un vecino o a unextraño en la calle”, dice

el élder Jeffrey R. Holland, delQuórum de los Doce Apóstoles,“le brindamos nuestro sostén, ledamos nuestra fortaleza y le presta-mos ayuda; nos alentamos el uno alotro bajo el peso de las circunstanciaspresentes; llevamos las cargas los unos delos otros bajo las abrumantes tensiones perso-nales de la vida”. Como miembros de la Iglesiadel Señor, asumimos esta responsabilidad porque,“al igual que en todo lo demás, el Señor Jesucristoes nuestro ejemplo e ideal en lo que se refiere a

. . . . . . . . . . . . . . . .

“Yo sé que vpor Francisca

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este sumamente importante asuntode brindar apoyo” (véase la página11 de este ejemplar). ❦ En virtudde que recibimos un gran amor yapoyo del Salvador, deseamosseguir Su ejemplo y amar y apoyar

a los demás. Es este deseo el queimpulsa a jóvenes y a jovencitas a

servir como misioneros y testificar deÉl. Este deseo también anima a los miem-

bros a extender una mano amorosa a los que sehayan descarriado. Los relatos siguientes ilustrande qué forma este deseo cambia vidas: las de losque proporcionan este apoyo amoroso y las dequienes lo reciben.

. . . . . . . . . . . . . . . . . .

ive mi Señor”Cristina Villar Rey

Durante la presentación, la herma-

na McKee y yo apenas pudimos

leer nuestros guiones porque la

emoción era muy grande. CRI

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Durante el invierno de 1990, mehallaba sirviendo como misio-

nera en Lérida, una ciudad de laMisión España Barcelona. Mi com-pañera, la hermana McKee, habíaenfermado y tuvimos que quedarnosen el apartamento durante variosdías. Estábamos frustradas, especial-mente porque por fin teníamos algu-nos investigadores que estabanprogresando y a los que había queenseñar; había otros que no progre-saban tanto y había que animarlos.Oramos para saber cómo ser útiles

durante ese tiempo difícil.Una mañana estábamos leyendo

acerca del Salvador y empezamos acompartir nuestros sentimientossobre Él, cuando de repente supimoscómo podíamos emplear mejor nues-tro tiempo. Podíamos preparar unapresentación sobre la vida y la misiónde Jesucristo.

Al orar para suplicar ayuda, nossobrevino una sensación de paz.Comenzamos a visualizar las ilustra-ciones que íbamos a necesitar y a oírlas palabras que les acompañarían.

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Tuvimos la impresión de buscar enlugares concretos, y allí encontramosfrases y láminas que eran exactamen-te lo que necesitábamos. Recor-damos ejemplares anteriores de lasrevistas Liahona y Ensign, dondehabía ciertas láminas. Pedimos a losmiembros y a otros de los misionerosque nos ayudaran a conseguir las

láminas que no teníamos; tuvimosexperiencias semejantes al localizarla música.

Después de varios días de trabajo,finalizamos la planificación de nues-tra obra, así que comenzamos a prac-ticar una y otra vez para coordinar lamúsica con el texto y que así encaja-ra todo cuando fuéramos a compartirla presentación.

El título de nuestra obra se hizoevidente. En el proceso de finaliza-ción del proyecto, habíamos llegadoa entender aspectos de la misión delSalvador de los que jamás habíamossido conscientes. Desde ahora, cadauna de nosotras podía decir conmayor convicción: “Yo sé que vivemi Señor”. Esa frase se convirtió enel título.

Tan pronto como la hermanaMcKee mejoró de salud, empezamosa compartir la presentación con al-gunas de las personas a las que está-bamos enseñando, a modo decomplemento para las charlas. Lamayor experiencia espiritual tuvolugar con la familia Aranda. Aunqueoraban, leían y hacían preguntas, losAranda no se comprometían a bauti-zarse, por lo que decidimos hacer unúltimo esfuerzo: compartiríamos conellos nuestra presentación sobre elSalvador.

Así empezó una de las experien-cias más inolvidables de mi misión.Durante la presentación, la hermanaMcKee y yo apenas pudimos leernuestros guiones por la gran emociónque sentíamos. Al terminar, nadie se

atrevía a romper el silencio e inte-rrumpir la paz que llenaba el cuarto.El hermano Aranda tenía la cabezagacha y cuando por fin habló, laslágrimas le bañaban los ojos.“Desconozco lo que estoy sintiendoaquí”, dijo señalándose al pecho,“pero es tan fuerte, tan maravilloso,que no puedo expresarlo”.

Cuando regresamos a los pocosdías, los Aranda habían decididobautizarse.

Tres semanas después terminé lamisión y regresé a mi hogar en LaCoruña, España. Las mayores ben-diciones que recibí al servir comomisionera fueron un mayor conoci-miento del Salvador y la convicciónde que podemos ser útiles al servi-cio del Señor si verdaderamente lodeseamos.

Francisca Cristina Villar Rey es miembro

del Barrio Madrid 4, Estaca Madrid Este,

España.

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“¿Por qué eres tandiferente?”por Juana Rivero de González

Me convertí al Evangelio sien-do muy joven. En mi juven-

tud tuve diferentes llamamientos enla Iglesia y me resulta imposible des-cribir el gozo que recibí de ellos; perouna de las experiencias más destaca-bles que tuve siendo joven ocurrió lasemana anterior a mi misión.

Envié los papeles del llamamientomisional en enero de 1976, y luegode un breve periodo —que a mí me

L I A H O N A

34

areció muy largo— recibí la cartan la que se me llamaba a servir en laisión México Monterrey.Dado que mi presidente de estaca

staba a punto de ser relevado, él mepartó una semana antes de tenerue partir para la misión. Me advir-ió sobre cómo debía vivir una vezue fuese apartada, aunque acorda-os que yo seguiría con mi empleo

urante una semana más, tal y comoenía planeado. Deseaba seguir tra-ajando lo máximo posible paraener más dinero para la misión yara ayudar a mi familia. Al salir dea casa del presidente de estaca laarde del domingo que fui apartada,entí una agradable calidez por todoi cuerpo.A la mañana siguiente me levanté

ara ir a trabajar como de costum-re. Al entrar en el edificio de ofici-as donde trabajaba, saludé alperario del ascensor y le dije a qué

piso quería ir; sin embargo, él no merespondió sino que se me quedó mi-rando. También entraron los dueñosde la empresa y todos nos saludamos.Una vez cerradas las puertas del as-censor, me percaté de que tambiénlos dueños me miraban. Me pregun-taron qué me había pasado y yo lesdije que nada.

Al entrar en el departamento enel que trabajaba, mis compañeros de-jaron de hablar y me miraron, y yoseguía sin saber por qué.

Ese mismo día, mis jefes me lla-maron a su despacho y me pidieronque recomendara a alguien responsa-

Cuando entraron los dueños de la empresa, se me quedaron mirando y

me preguntaron qué me había pasado.

ble para ocupar mi puesto, y luegome preguntaron por qué parecía tandiferente. Les hablé sobre mi religióny la misión, después de lo cual me fe-licitaron y se negaron a aceptar midimisión. Dijeron que, en cambio,aceptarían extenderme un permisode año y medio para que no perdieramis prestaciones laborales, y me pi-dieron que volviera al trabajo tanpronto como terminara la misión.

Al observar a mis compañeros du-rante mi último día de trabajo, me dicuenta de lo mucho que los amaba,aun cuando sus normas fueran muydiferentes de las mías. María, quetrabajaba cerca de mí, preguntó:“¿Qué te sucede? ¿Por qué eres tandiferente?”. Dijo que podía ver unaluz en mi rostro. “¿Por qué?”, quisosaber.

Al fin empecé a entender la im-portancia de la obra misional desdeuna nueva perspectiva. Había sidollamada como sierva del Señor y lainfluencia del Espíritu Santo brillabaa través de mí.

Me siento agradecida a nuestro

Padre Celestial por aquella semanade preparación antes de la misión y por mis compañeros de trabajo,pues fortalecieron mi testimonio delEvangelio al dejarme ver a través de sus ojos la importancia de mi llamamiento.

Juana Rivero de González es miembro del

Barrio Juárez, Estaca Arbolillo, Ciudad de

México, México.

Un salto de fepor Walfre Ricardo Garrido

Sólo tenía quince años la prime-ra vez que vi a los misioneros

regulares, dos jóvenes agradablescon algo inusual en sus rostros.Aunque no recordaba mucho de loque dijeron durante la primeracharla, no pude olvidar el buen sen-timiento que tuve mientras hablabacon ellos.

Yo era el presidente del grupo dejóvenes de mi iglesia y no estaba in-teresado en cambiar de religión. Dehecho, cuando mi hermano mayor ymi hermana decidieron bautizarse,

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me sentí traicionado. Aunque desa-probaba lo que estaban haciendo, fuia su servicio bautismal para apoyar-les. Me costaba admitirlo, pero du-rante el bautismo volví a sentirmebien.

Pasó el tiempo y me hice cada vez más amigo de los misioneros.Finalmente renuncié a mi puestocomo presidente del grupo de jóve-nes de mi iglesia, pero seguía sinestar seguro si quería bautizarme.

Entonces, un día uno de los élde-res llegó a casa con un miembro delbarrio. Le dije: “Élder, alguna vez megustaría trabajar con usted”, a lo cualél contestó: “Lo siento, pero paraservir como misionero, antes debeser miembro de la Iglesia”.

Varios días después tomé los folle-tos que los misioneros habían dejadoen casa, los leí uno por uno, busquéen la Biblia y en el Libro de Mormónlos pasajes de las Escrituras y luego,poniendo a prueba la promesa deMoroni, oré para saber si el Libro deMormón era verdadero. El Espíritume testificó que ciertamente lo era yme bauticé seis meses después de co-nocer a los misioneros.

Lo primero que hice después debautizarme fue preguntar a los misio-neros si ya podía trabajar con ellos.“Debe aguardar a recibir el Sacer-docio Aarónico”, fue su respuesta.Dos semanas más tarde recibí el sa-cerdocio y ese mismo día salí con losélderes. Al caminar con ellos, decidíque algún día también yo sería misio-nero regular.

Durante los años siguientes, disfru-té de todas las bendiciones que tienenlos jóvenes Santos de los ÚltimosDías: asistí a seminario y a las activi-dades de los Hombres Jóvenes, bendi-je y repartí la Santa Cena y finalmenterecibí el Sacerdocio de Melquisedec.Lamentablemente, mi madre se opo-nía a mi actividad en la Iglesia y pro-testaba porque le dedicaba demasiadotiempo. Cuando cumplí diecinueveaños y empecé a llenar los papeles dela misión, mi madre me pidió que de-jara de hacerlo. Decidí respetar sus de-seos y servir al Señor de cualquier otraforma.

Durante los cuatro años siguien-tes, serví como secretario de estaca,dedicando mi alma, mente y fuerza aesos deberes; y con frecuencia traba-jaba con los misioneros regulares.Soñaba con algún día poder ser unmisionero regular.

Con el tiempo fui llamado a dar clases de seminario, oportuni-dad que, junto con la de mi llama-miento en la estaca, me teníabastante ocupado para sentir quepor lo menos estaba sirviendo alSeñor, aunque no estuviera en lamisión.

Entonces un día mi hermana nosfue a visitar con sus dos lindas hijitas.Era un mes antes de que cumplierayo 24 años; se agotaba el tiempo ysabía que tenía que decidir qué ibaa hacer con mi vida. Aquel día unade mis sobrinas se quedó dormidaen mis brazos y, al contemplarlamientras dormía, me di cuenta de

que algún día tendría hijos que mepreguntarían: “Papá, ¿por qué nofuiste a la misión?”. Tomé la decisiónen ese mismo instante.

A mi madre le costó aceptarlo.Ella y mi padre estaban separados yyo era el único hijo que estaba conella en casa. Aún así, sabía que esta-ba haciendo lo correcto, por lo quellené los papeles y los envié. Cuandollegó mi llamamiento para servir enla Misión Honduras Comayaguela,mi madre se enfadó tanto que sepuso enferma, pero con el tiempoempezó a aceptar mi decisión e in-cluso me ayudó en los preparativospara mi partida.

El día que salí para el Centro deCapacitación Misional di a mimadre una bendición del sacerdo-cio. Al servir empecé a entender lapromesa del Señor: “Yo, el Señor,estoy obligado cuando hacéis lo queos digo; mas cuando no hacéis loque os digo, ninguna promesa te-néis” (D. y C. 82:10). Cuán grandeera mi gozo cuando el llamamientoque por tanto tiempo había ansiadofue por fin mío: el de dedicarme las24 horas al día a representar alSeñor y a Su Iglesia. Cuán grandefue mi gozo cuando al año de mimisión recibí una carta de mi madreen la que decía que había aceptadola verdad y que se había bautizado.Cuán agradecido estoy por haberdado aquel salto de fe.

Walfre Ricardo Garrido es miembro del

Barrio Atiquizaya, Estaca Atiquizaya,

El Salvador.

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Los maestrosorientadores queno se dieron porvencidospor David Head

n año después de que mi espo-sa Anthea y yo nos unimos a la

Iglesia en 1965, nos sellamos, juntocon nuestras dos hijitas, en elTemplo de Londres, Inglaterra.

Por aquel entonces la Iglesia enGran Bretaña tenía sólo una estacay, como había gran necesidad de lí-deres que poseyeran el sacerdocio,pronto fui llamado a servir comopresidente de rama en una ciudad aveinticinco kilómetros de la mía.Acepté el reto que acompañaba aeste nuevo llamamiento y con eltiempo terminé sirviendo en la pre-sidencia del distrito, y más tarde enel obispado cuando nuestra rama seconvirtió en barrio.

Mientras nuestra familia crecía enel Evangelio, el puesto que ocupabacomo director de ventas se hizo cadavez más exigente y con frecuenciame requería estar fuera de casa dos otres noches a la semana. Además,había conocido a unos amigos queno eran de nuestra fe y que me hicie-ron tener dudas respecto a determi-nados aspectos de la doctrina de laIglesia.

Me encantaban las conversacio-nes que mantenía con mis nuevos eintelectuales amigos, quienes inten-taron emplear las Escrituras parademostrar que la Iglesia no estaba

Al regresar a casa, me encontré con que los maestros orientadores ya

lo habían montado.

siguiendo algunos de los conceptosbásicos dados como mandamientosdesde el tiempo de Adán. Yo debíhaber testificado del Evangelio res-taurado y marcharme, pero en vezde ello comencé a escucharles, ymis pequeñas dudas en cuanto a la doctrina empezaron a crecer.Pronto dejé de pagar el diezmo y deir al templo. Cuando dejé de asistira las reuniones, mi esposa se quejó,y lo mismo hicieron nuestras hijascuando suspendimos la práctica dela noche de hogar.

Durante ese tiempo, hubo dospersonas de la Iglesia que no meabandonaron: nuestros maestrosorientadores me invitaban a lasreuniones cada domingo, a veces enpersona y a veces por teléfono; visitaban nuestro hogar por lomenos una vez al mes y en ocasio-nes hasta dos; inclusive, cada vezque precisábamos algo, parecía que

ellos se daban cuenta. Recuerdo es-pecialmente la ocasión cuando soli-cité un cobertizo para el jardín, elcual vino sin ensamblar durante miausencia. Al regresar a casa, me en-contré con que los maestros orienta-dores ya lo habían montado.

Yo admiraba en particular al com-pañero mayor, Des Gorman, un ca-nadiense irlandés y una personasincera que se preocupaba de verdadpor las personas. Para mí, él repre-sentaba la Iglesia y yo creía que laIglesia debía de ser una organizaciónbuena, aun cuando no estuviera asis-tiendo a ella.

Con el tiempo fuimos bendeci-dos con un varón y los maestrosorientadores me recordaron que es una práctica del sacerdocio darnombre y bendecir a los bebés du-rante la reunión de ayuno y testimonios. Yo no quería tomarparte, aunque terminé por acceder

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a que otras personas bendijeran albebé.

El hermano Gorman ocupó milugar y fue el portavoz de una her-mosa bendición a nuestro hijo,Ronan. Al escuchar, recibí un pode-roso testimonio del Espíritu. Yo habíasido orgulloso; había cometido gran-des errores; casi había perdido mitestimonio de la veracidad delEvangelio restaurado. Aún tenía ami familia, pero casi había perdido ladulce paz del Evangelio. Se derrama-ron muchas lágrimas mientras mi es-posa, el hermano Gorman y elobispado me apoyaron durante miarrepentimiento.

A partir de entonces he estadoactivo en la Iglesia. Nuestros maes-tros orientadores han seguido apo-yándome. Nuestro bebé ahora es unex misionero, se ha casado en eltemplo y está criando su propia fa-milia. Creo que su vida es un tribu-to al hombre que le dio nombre y lobendijo.

Siempre estaré agradecido a dosdedicados maestros orientadores quese tomaron su asignación en serio.Aunque el hermano Gorman fallecióhace años, sé que jamás le olvidaré aél ni a su paciente constancia por in-vitarme a volver. Jamás se dio porvencido.

Hoy día me esfuerzo por emularsu apacible y amorosa constancia enmi propia orientación familiar y enotros llamamientos de la Iglesia. �

David Head es miembro del Barrio

Worcester, Estaca Cheltenham, Inglaterra.

Pongamos al alumnado en acción

Cómo incrementar la participación en las clases

Cuando los miembros de una clase toman parte en la lección, tiene lugar la enseñanza eficaz.

por Jonn D. Claybaugh y Amber Barlow Dahl

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U n líder de estaca estaba ense-ñando la clase del quórum deélderes durante una confe-

rencia de barrio. Era obvio que habíadedicado una buena cantidad detiempo y esfuerzo a su preparación yhablaba con sinceridad. Sin embar-go, los miembros del quórum noprestaban atención; algunos inclusose notaban algo impacientes. ¿Porqué? Después de la oración final,cuando el maestro reflexionó sobrela lección, se dio cuenta de que envez de buscar la participación de losalumnos, se había limitado a dar undiscurso muy largo.

El élder Jeffrey R. Holland, delQuórum de los Doce Apóstoles, hizohincapié recientemente en la necesi-dad de que los miembros de la Iglesiamejoren la enseñanza del Evangelio:“En una época en la que el Profetaestá solicitando más fe por medio deloír la palabra de Dios, debemos darímpetu a la buena enseñanza y darle

un lugar preeminente en la Iglesia”(“ ‘Venido de Dios como maestro’”,Liahona, julio de 1998, pág. 26).

¿EN QUÉ CONSISTE LAENSEÑANZA EFICAZ DELEVANGELIO?

El papel de un maestro delEvangelio consiste en “ayudar a lapersona para que acepte la responsa-bilidad de conocer el Evangelio: des-pertar en ella el deseo de estudiar,entender y vivir el Evangelio y mostrarle la manera de hacerlo” (Laenseñanza: el llamamiento más impor-tante, 2000, pág. 66).

“Recae sobre el alumno la respon-sabilidad del aprendizaje. Por lo tanto,es a él a quien se debe poner en ac-ción” (Asahel D. Woodruff, Teachingthe Gospel, 1962, pág. 37). Los maes-tros con éxito se centran menos en

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impartir lo que conocen y más en ayu-dar a los miembros de la clase a sentirel deseo de buscar conocimiento einspiración por sí mismos.

Tanto en el hogar como en los sa-lones de clase de la Iglesia, somosmenos eficaces cuando intentamos“derramar” conocimiento y creci-miento sobre los demás. En las reu-niones sacramentales, en lasconferencias y en otras reunionesformales, los oradores no suelen in-vitar a la participación; pero en lossalones de clase, podemos seguir elmodelo establecido en las instruc-ciones del Señor a la Escuela de losProfetas: “Nombrad de entre voso-tros a un maestro; y no tomen todosla palabra al mismo tiempo, sinohable uno a la vez y escuchen todoslo que él dijere, para que cuandotodos hayan hablado, todos sean edifi-cados de todos y cada hombre tengaigual privilegio” (D. y C. 88:122; cur-siva agregada).

Lo más importante no es la cantidad

de material quese abarque, sino

que los miembrosde la clase sientan la

influencia delEspíritu.

¿Cuáles son algunas formas me-diante las cuales podemos ayudar alos alumnos a tomar parte activa enlas clases del Evangelio?

1. HABLAR MENOSLos maestros que hablan durante

el 90 por ciento del tiempo de claseprobablemente estén hablando de-masiado. Por supuesto, en calidad demaestro, usted tendrá que dar expli-caciones, instrucciones, ejemplos, re-latos, testimonios, etcétera, pero elhablar debe formar parte de su planpara promover la participación. En

una clase eficaz, los alumnos podríanhablar quizás un 40–60 por cientodel tiempo. Esa forma de encarar lalección le ayudará a evitar convertir-se en un simple orador o un transmi-sor de información. En vez de ello,deberá facilitar la participación delos alumnos, ayudándoles a aprenderde las Escrituras, de los demás miem-bros de la clase y del Espíritu.Ciertamente, deberá presentar lalección y contribuir con ciertos ante-cedentes y, hacia el fin de la clase,aclarar y resumir la doctrina que sehaya enseñado. Sin embargo, deberátener cuidado y no dedicar demasia-do tiempo a esto.

Un maestro de la EscuelaDominical preparó una lección sobreDoctrina y Convenios 135–137; sinembargo, una vez en clase, los alum-nos se enfrascaron en una magníficacharla sobre los principios de la sec-ción 135. Debido a que muchosmiembros de la clase compartieronideas, experiencias y testimonios,el tiempo de clase pasó rápida-mente. Al principio, el maestro se

sentía frustrado, pero luego se diocuenta de que había sido la partici-pación de los alumnos lo que habíaconvertido la clase en todo un éxito.

“Los maestros deben tener muchocuidado de no terminar pre-

maturamente un buenanálisis con la intenciónde abarcar todo el mate-rial que hayan prepara-do. Lo más importante

no es la cantidad de mate-rial que se abarque, sino que losmiembros de la clase sientan la in-fluencia del Espíritu, aumenten su en-tendimiento del Evangelio, aprendana aplicar los principios del Evangelio a su vida personal y fortalezcan su cometido de vivir el Evangelio”(“Enseñanza del Evangelio y lideraz-go”, 1999, págs. 366–367).

2. HACER PREGUNTASEFICACES

Para comenzar la clase, puedepedir a un alumno que lea un pasajede las Escrituras o una cita del mate-rial de la lección. Entonces usted po-dría hacer preguntas que suscitenrespuestas significativas. Por lo gene-ral, las preguntas que se puedan res-ponder con un “sí” o un “no”, laspreguntas cuya respuesta conozca lamayoría de los miembros de la clase y

S E P T I E M B

las preguntas que requie-ran que los alumnos adivi-nen lo que usted esté

pensando no fomentaránla participación ni lasrespuestas que valganla pena. En vez de ello,

haga preguntas como:■ ¿Qué significado tie-

nen esos versículos para us-tedes?

■ ¿Qué principios del Evan-gelio ven ustedes en los versícu-

los…?■ ¿Por qué __________ les ayuda

a entender…?■ ¿Qué subrayarían o marcarían

en estos versículos? ¿Por qué?■ ¿Cómo dirían esto con sus pro-

pias palabras?■ ¿Qué conclusiones podemos

sacar de esto?■ ¿Cómo podemos aplicar esto a

nuestra vida?■ ¿Qué comentarios o sentimien-

tos tienen al respecto?■ ¿Quisiera alguien compartir su

testimonio en cuanto a este princi-pio o una experiencia relacionadacon él?

Los siguientes son algunos ejem-plos de posibles preguntas para ense-ñar 1 Nefi 16:

■ ¿Cómo se sintió cada miembrode la familia de Lehi cuando Nefirompió el arco?

■ ¿Qué versículos ponen de mani-fiesto los sentimientos de Nefi?

■ ¿Podría alguien hablarnos de un

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LA PARTICIPACIÓNCONDUCE AL CRECIMIENTO

“Cuanto más lean los miembros de laclase la asignación de las Escrituras,

cuanto más lleven las Escrituras al aula,cuanto más comenten lo que realmente sig-nifica el Evangelio en su vida, tanto más serála inspiración, el crecimiento y el gozo quesentirán al intentar solucionar sus inquie-tudes y retos personales” (élder Joseph B.Wirthlin, del Quórum de los Doce Apóstoles,“Teaching by the Spirit”, Ensign, enero de1989, pág. 15). �

Los maestros eficaces del

Evangelio son humildes, están

dispuestos a ceder el centro de

atención y concedera los miembros de

la clase el papelprincipal.

reto o de una aflicción que le hayaocasionado crecimiento espiritual?

■ ¿Cuál versículo de este capítuloles gusta más? ¿Por qué?

Asegúrese de conceder a losalumnos tiempo para pensar y res-ponder a sus preguntas o a las invita-ciones a participar. Puede hacersaber a los alumnos que el silencio notiene por qué ser algo incómodo, di-ciendo algo como: “Nos tomaremosalgunos segundos para pensar en estoy cuando alguien esté listo para res-ponder, que levante la mano”. Siusted se siente cómodo con el silen-cio, los alumnos también lo estarán.Los maestros no deben presionar alos miembros de la clase para que leshablen de experiencias personales yde sentimientos si ellos no toman lainiciativa de hacerlo. Es posible quealgunas experiencias sean demasiadosagradas para compartirlas.

3. RESPONDER DEFORMA POSITIVA A LAPARTICIPACIÓN

“Usted puede ayudar a quienes en-seña a sentirse más confiados encuanto a su capacidad para participaren un análisis si responde positiva-mente a cada comentario sincero”(La enseñanza: el llamamiento más im-portante, 2000, pág. 69). Los maestrosno deben ridiculizar ni criticar pre-guntas, comentarios, sentimientos,experiencias ni testimonio alguno;antes bien deben mostrar cortesía yamor, y hacer todo lo posible por

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alentar una participación que sea deprovecho para todos. Usted puedeayudar a sus alumnos a sentir que loque ellos aportan es valioso, así como la participación es importante, aunque a veces deba aclarar amable-mente algunos malentendidos doctri-nales. Tenga presente que los alumnoscorren ciertos riesgos sociales, emo-cionales y espirituales cuando com-parten sus ideas personales; ellos novolverán a compartir sus ideas si noperciben una reacción positiva.

No se preocupe demasiado si el co-mentario de un alumno parece estardesviando la lección en un sentidoque usted no tenía previsto. Si el co-mentario no resulta útil para el pro-greso de la clase, puede responder deforma positiva al comentario, intro-ducir un tema nuevo y buscar nueva-mente la participación. Algunasformas de responder a los comenta-rios de la clase son:

■ Gracias por ese comentario.■ ¡Me gusta la forma en que lo

describe!■ Gracias por compartir sus senti-

mientos.También puede fomentar la parti-

cipación diciendo:■ Ésa es una buena pregunta. ¿A

quién le gustaría responderla?■ Eso es interesante. Por favor, ex-

plíquenos un poco más a qué serefiere.

■ ¿Cómo llegó a sentirse así?Si un alumno dice algo inapropia-

do o incorrecto, podría decir:

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■ Gracias. El principio en el quequiero que piensen es…

■ También lo he oído, pero a mientender…

Puede que tenga uno o dos alum-nos que estén siempre dispuestos aresponder a las preguntas y a hacercomentarios. Muestre su gratitud porsu disposición para participar, aunqueel presidente Howard W. Hunter(1907–1995) aconsejó: “No caigan enla trampa en la que a veces algunos denosotros caemos, de dirigir las pre-guntas siempre a los que son los máspreparados, dispuestos y ansiosos pordar la respuesta adecuada. Busquen ypregunten a los que vacilan, a los tí-midos y a los que se retiran, quizás,turbados en el espíritu” (EternalInvestments, discurso dirigido a los ins-tructores del Sistema Educativo de laIglesia, 10 de febrero de 1989, pág. 4).No obstante, los maestros no debenpresionar ni forzar la participación deaquellos alumnos que, por cualquier

S E P T I E M B

motivo, prefieran no responder;ni tampoco deben avergon-

zar ni hacer sentir incómo-dos a los integrantes de laclase al intentar dar parti-cipación a todos.

EL GOZO DE LAENSEÑANZA DEL

EVANGELIOLos maestros eficaces del

Evangelio son humildes, están dis-puestos a ceder el centro de atencióny conceder a los miembros de la claseel papel principal. La hermanaVirginia H. Pearce, que fue primeraconsejera de la presidencia general delas Mujeres Jóvenes, dijo: “El buenmaestro no desea que los alumnos sal-gan de la clase hablando de lo mara-villoso y extraordinario que es elmaestro, sino que hablen de lo magní-fico que es el Evangelio” (“El salón declase común y corriente: Lugar eficazpara un progreso firme y continuo”,Liahona, enero de 1997, pág. 13).

El Evangelio de Jesucristo es,ciertamente, magnífico y debemosesforzarnos por dejar que esa mag-nificencia brille al emplear el cono-cimiento, los sentimientos, lasideas, las experiencias y los testimo-nios de toda la clase. Mediante laenseñanza eficaz del Evangelio, que“todos sean edificados de todos”. �

Jonn D. Claybaugh es presidente de la

Misión Costa Rica San José. Amber Barlow

Dahl es miembro del Barrio Centennial,

Estaca Eagle, Idaho.

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DEN PRIORIDAD A LOSALUMNOS, NO A LASLECCIONES

“El maestro del Evangelio no debe dedi-carse a sí mismo. Quien comprenda

este principio no habrá de considerar su lla-mamiento como simplemente ‘dar o pre-sentar una lección’, porque tal definicióncontempla la enseñanza desde el punto devista del maestro y no del alumno” (élderDallin. H. Oaks, del Quórum de los DoceApóstoles, “La enseñanza del Evangelio”,Liahona, enero de 2000, pág. 96). �

LOS PROFETAS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS NOS HABLANSOBRE LA ENSEÑANZA DEL

EVANGELIO

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DAVID O. MCKAY (1873–1970),

NOVENO PRESIDENTE DE LA IGLESIA

“El líder o el maestro fracasan en lalabor que se les ha asignado si dirigen elamor del miembro únicamente hacia lapersonalidad del líder o del maestro. Esel deber del líder, o el deber del maestro,

enseñar al miembro a amar, no al líder ni al maestro, sinola verdad del Evangelio. Siempre, en todas partes, halla-mos a Cristo sometiéndose a la voluntad de Su Padre; yeso mismo debieran hacer nuestros líderes y maestros enlo que a sus personalidades se refiere: entregarse total-mente a la verdad que Él desea que enseñen.

“Cuando la gente acudió a Jesús y le pidió pan, o sea,la verdad, Él jamás los alejó dándoles piedras; Él siempretuvo la verdad para darles; la entendía; ésta irradiaba deSu ser. A fin de imprimir la verdad en los que le oían,sabía cómo emplear las ilustraciones, las cosas físicas quele rodeaban. En otras palabras, estaba inmerso en el temay de ese modo podía transmitirlo a los que le oían. Nosiempre es lo que se dice, sino lo que se es, lo que influyeen los niños, en los jóvenes o en las personas con las queusted se relaciona. ‘Lo que eres’, dijo [Ralph WaldoEmerson], en la opinión de algunos el más sabio de los

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norteamericanos, ‘truena tan fuerte en mis oídos que soyincapaz de oír lo que dices’ ” (en Conference Report, oc-tubre de 1968, págs. 143–144).

SPENCER W. KIMBALL (1895–1985),

DÉCIMOSEGUNDO PRESIDENTE DE

LA IGLESIA

“Nos dirigíamos al norte por una au-topista de Oklahoma y me fijé en que elsol desaparecía entre las nubes. El cielose tornaba cada vez más oscuro y ame-

nazante. Dijimos: ‘Parece que va a haber tormenta’. Amedida que la oscuridad aumentaba y el viento arrecia-ba, dijimos: ‘Será una tormenta muy fuerte’. Al estallar latormenta con toda su ira infernal, dijimos: ‘La lluvia y elviento se han convertido en un torbellino furioso’.

“Vivimos en una época turbulenta; la primera planade los periódicos muestra un mayor número de actos vio-lentos y las revistas dedican sus páginas a la crecienteamenaza…

“¿Se la puede detener? ¿Podemos cambiar el curso yrecuperar la decencia y el orden en medio del caos? Larespuesta es sí, un sí afirmativo y resonante; pero la solu-ción no es sencilla…

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“La vida hogareña, la enseñanza en el hogar, la guía delos padres [son] la solución de toda dolencia, la cura detoda enfermedad, el remedio de todo problema…

“Ah, mis hermanos y hermanas, hijos e hijas de Dios,miembros de la Iglesia de Cristo, pueblos de todas las afi-liaciones religiosas, gente de todas las naciones: aferré-monos a este remedio universal, curemos nuestrasheridas e inmunicemos a nuestros hijos contra el mal me-diante el sencillo proceso de enseñarles y capacitarlos enel camino del Señor. ¡Todo padre y toda madre en Sión,y todo católico, protestante, judío y musulmán, así comocualquier otro padre, comparten la idéntica responsabili-dad: enseñar a sus hijos a orar y caminar rectamente anteel Señor!” (en Conference Report, abril de 1965, págs.60–65).

HOWARD W. HUNTER (1907–1995),

DÉCIMOCUARTO PRESIDENTE DE

LA IGLESIA

“Permítanme tomar un momentopara mencionar un pequeño incidenteque se grabó en mi memoria cuando eraniño…

“Era un día veraniego, temprano por la mañana; esta-ba yo parado cerca de la ventana y, protegido por las cor-tinas, podía ver afuera en el césped a dos pequeñascriaturas. Una de ellas era un pájaro grande y la otra unpajarillo que aparentemente acababa de salir del nido; vial pájaro grande saltar por el césped, después de lo cualhizo ruido con las patas y ladeó la cabeza. Luego extrajo

del césped una lombrizgrande y gorda y re-

gresó saltando. El

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pajarillo abrió el pico, peroel pájaro grande se tragóla lombriz.

“Entonces vi al pájaro volar hasta un árbol, dondepicoteó la corteza del mismo por unos momentos yluego volvió con un gran insecto en el pico. El pajaritoabrió el pico otra vez pero el pájaro grande se comió elinsecto, causando esto un gran alboroto en forma deprotesta.

“El pájaro grande se alejó y no lo volví a ver, pero seguíobservando al pajarillo; después de un rato, éste saltó porel césped, hizo ruido con las patas, ladeó la cabeza y ex-trajo una lombriz de la tierra.

“Dios bendiga a las buenas personas que enseñan anuestros hijos y a nuestra juventud” (“Un maestro”,Liahona, febrero de 1973, pág. 17).

GORDON B. HINCKLEY (1910–),

DÉCIMOQUINTO PRESIDENTE DE

LA IGLESIA

“Para todos los que poseen llama-mientos de liderazgo, desde los numero-sos grupos de maestros y misioneros,hasta los cabezas de familia, quisiera ex-

tenderles una súplica: En todo lo que hagan, alimentenel Espíritu —nutran el alma…

“Estoy convencido de que el mundo está hambrientode alimento espiritual. Amós profetizó en la antigüedad:‘He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cualesenviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed deagua, sino de oír la palabra de Jehová.

“ ‘E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta eloriente discurrirán buscando palabra de Jehová, y no lahallarán.

“ ‘En aquel tiempo las doncellas hermosas y los jóve-nes desmayarán de sed’ (Amós 8:11–13).

“Hay hambre en la tierra y una sed sincera: una granhambre de la palabra del Señor y una insatisfecha sedpor las cosas del Espíritu. Estoy convencido de que elmundo tiene hambre de alimento espiritual, y nosotros

tenemos la obligación y la oportunidad de nutrir elalma” (en Conference Report, octubre de 1967,págs. 89–90). �

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¿ S a b í a s q u e … ?

“SEA LO QUE FUERES, DESEMPEÑA

BIEN TU PAPEL”

En 1898, David O. McKay(1873–1970), que posteriormentellegaría a ser el noveno Presidentede la Iglesia, era misionero en

Escocia y echaba mucho de menosa su familia. Había estado sólo unascuantas semanas en la ciudad deStirling y se sentía muy desanima-do. Él y su compañero dedicaronuna mañana a pasear por el castillode Stirling y de regreso a la ciudadse fijaron en un edificio sin termi-nar. “Sobre la puerta delantera”,explicó más tarde el presidenteMcKay, “había una arco de piedra,algo poco frecuente en una resi-dencia, y más aún, desde la acerase podía ver que en el arco habíauna inscripción.

“Le dije a mi compañero: ‘¡Quéextraño! Voy a ver lo que dice la

inscripción’. Al acercarme lo sufi-ciente, percibí el mensaje, no sóloen el arco de piedra, sino como siprocediera de Aquel en cuyo servi-cio estaba:

“ ‘Sea lo que fueres, desempeñabien tu papel’ ” (en ConferenceReport, octubre 1956, pág. 91).

El mensaje que el joven élder recibió aquella mañana era quedesempeñara bien su papel de misionero de La Iglesia de Jesu-cristo de los Santos de los ÚltimosDías. Fue también un mensaje que el presidente McKay vivió y enseñó durante toda una vida de servicio.

SUCEDIÓ EN SEPTIEMBRE

Los siguientes son algunos acontecimientos impor-tantes acaecidos en la historia de la Iglesia durante elmes de septiembre.

21–22 de septiembre de 1823: El ángel Moroni seaparece a José Smith y le instruye sobre la existenciade un antiguo registro del cual más adelante José tra-duciría el Libro de Mormón.

22 de septiembre de 1827: José Smith recibe lasplanchas de oro del ángel Moroni en el cerro deCumorah, cerca del hogar de José en Palmyra, NuevaYork.

9 de septiembre de 1850: El Congreso de los EstadosUnidos de América crea el Territorio de Utah, y el 20de septiembre Brigham Young es nombrado goberna-dor del territorio.

2 de septiembre de 1898: El presidente WilfordWoodruff fallece a la edad de 91 años en SanFrancisco, California, y el 13 de septiembre de esemismo año Lorenzo Snow se convierte en el quintoPresidente de la Iglesia.

CONSEJOS SOBRE

LIDERAZGO

A veces la gente a la quese llama a puestos de lideraz-go no está segura de sus aptitudes; puede que se com-paren con otras personas, incluso con aquéllas alas que hayan sido llamadas a servir, y se consi-deran ineptos.

El élder Joseph B. Wirthlin, del Quórum delos Doce Apóstoles, nos recuerda que no debe-mos compararnos con nadie. El Señor simple-mente nos pide que hagamos todo lo quepodamos. “Lo único por lo que se deben esfor-zar”, dice el élder Wirthlin, “es por ser lo mejorque puedan. ¿Y cómo lo pueden lograr? Al fijarsu atención en las metas más importantes de lavida y avanzar hacia ellas paso por paso” (“Pasopor paso”, Liahona, enero de 2002, pág. 29). �

TEMAS DE ESTE EJEMPLARA= AmigosActivación........................................32Adversidad.............................2, 10, 22Amor ...............................................10Antiguo Testamento...........................9Bendiciones del sacerdocio ..............22Conversión.................26, 32, A8, A10Diezmo............................................A2Educación ..................................16, 25Ejemplo.....................................14, A4Enseñanza......................25, 38, 44, 48Estudio de las Escrituras ..............9, 26Fe ............................................32, A10Gratitud ...........................................16Historia de la Iglesia ........................47Humildad.........................................16Jesucristo ......2, 10, 32, A2, A12, A14Liderazgo .............................26, 47, 48Maestras visitantes ...........................25Milagros ........................................A14Noche de hogar................................48Normas ............................................16Obediencia ....................................A10Obra misional .......26, 32, A4, A6, A8Oración..................................9, 16, 26Orientación familiar.....................8, 32Paciencia........................................... 2Palabra de Sabiduría ........................16Primaria ..........................................A4Profetas......................................16, 44Relatos del Nuevo

Testamento ........................A12, A14Sacrificio .......................................A12Servicio..................................2, 14, 32Sostenimiento ..................................10Templos y la obra

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Cómo utilizar la revista Liahona deseptiembre de 2002

IDEAS PARA COMENTAR

■ “La paciencia, una virtud celestial”, página 2: El presidenteThomas S. Monson habla de los santos de la República Democrática deAlemania que perseveraron con paciencia. ¿Les ha hecho el Señor pro-mesas (puede que en su bendición patriarcal) que estén aguardando aque se cumplan? ¿Cómo podemos cultivar las cualidades de la pacien-cia y la fe al igual que los santos de Alemania?

■ “ ‘Los amó hasta el fin’ ”, página 10: El élder Jeffrey R. Holland ex-plica que hay una cosa que jamás nos fallará: el amor puro de Cristo.¿Cómo podemos valernos de esta constante fuente de sostén y apoyoespiritual?

■ “Mi amigo y consiervo: el ejemplo de Luan Felix da Silva”, página14: ¿Nos vemos a veces tan inmersos en nuestros propios problemas queno tendemos la mano a los que nos necesitan? ¿Cómo podemos ser máscomo Luan Felix da Silva y centrarnos en las necesidades de los demás?

■ “Abrir las ventanas de los cielos”, página A2: El abuelo del presi-dente James E. Faust dio los mejores productos de su granja como diez-mo. ¿Cómo puedes mostrar ese mismo espíritu hoy día, aunque paguesel diezmo con dinero?

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del templo..............................A1, A4Unidad ..........................................A10Verdad..............................................16.

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FOTOGRAFÍA POR KELLY LARSEN.

PETICIÓN DE EXPERIENCIAS CON LA NOCHE DE HOGAR

Les invitamos a compartir con nosotros un relato de la noche dehogar que hayan tenido de más éxito. Sírvanse indicar lo que hicierony la razón por la que fue tan eficaz. Tengan a bien enviar sus ideas, re-latos y experiencias a Family Home Evening Experiences, Liahona,Floor 24, 50 East North Temple Street, Salt Lake City, UT 84150-3223,USA; o por correo electrónico a [email protected]írvanse incluir su nombre completo, su dirección, número de teléfono,así como el barrio y la estaca (o rama y distrito) a los que pertenezcan.

AmigosPARA LOS NIÑOS DE LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS ■ SEPTIEMBRE DE 2002

Abrir las ventanasde los cielos

VEN Y ESCUCHA LA VOZ DE UN PROFETA

El diezmo es un principiode sacrificio y la llave

para abrir las ventanasde los cielos.

por el presidente James E. FaustSegundo Consejero de la Primera Presidencia

De pequeño aprendí una gran lecciónde fe y de sacrificio cuando trabajabaen la granja de mi abuelo durante laterrible depresión económica de la dé-cada de 1930: había vencido el plazo

para pagar los impuestos de la granja, y el abuelo, aligual que muchas personas más, no tenía dinero; ade-más, había sequía en la tierra y algunas vacas y caballosmorían por falta de pasto y heno.

Un día en que cosechábamos el poco heno que habíaen el campo, el abuelo nos dijo que arrimáramos la ca-rreta hasta la esquina del campo que tenía el mejorheno, que la llenáramos hasta el tope y que la llevára-mos a la oficina de diezmos a fin de pagar su diezmo enespecie.

Yo me pregunté cómo podía el abuelo usar el henopara pagar el diezmo cuando algunas de las vacas de lasque dependíamos para nuestro sustento quizás murierande hambre; incluso me pregunté si el Señor esperaba deél tanto sacrificio; pero, con el tiempo, llegué a maravi-llarme de su gran fe en que el Señor de alguna maneraproveería. El legado de fe que dejó a su posteridad fuemás grande que el dinero, porque estableció en lamente de sus hijos y de sus nietos que más que nada

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Adaptado de un discurso

pronunciado en la Conferencia

General de octubre de 1998.

amaba al Señor y Su santa obra por encima de las cosasterrenales: nunca llegó a ser rico, pero murió enpaz con el Señor y consigo mismo.

La ley del diezmo es sencilla:Pagamos anualmente una décimaparte de nuestro interés perso-nal, o sea, de nuestros ingre-sos. Este principio esfundamental para la felicidady el bienestar personal de losmiembros de la Iglesia detodo el mundo, tanto ricoscomo pobres. El diezmo es

un principio de sacrificio y la llave para abrir las venta-nas de los cielos.

La máxima ofrenda fue la del Salvadorcuando dio Su vida, y ello hace que

todos nos preguntemos: “¿Cuántasgotas de sangre derramó por

mí?”. Yo testifico que Jesús es elCristo, el que cura nuestraalma, el Salvador y Redentordel género humano. �

COMPOSICIÓN ELECTRÓNICAPOR CLAUDIA E. WARNER.

“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es

el que me ama” (Juan 14:21).

“El campo blanco está ya para la siega”

por Vicki F. Matsumori

TIEMPO PARA COMPARTIR

§En algunas partes del mundo, ahora es eltiempo de la cosecha; verduras, frutas jugo-sas y granos saludables están listos para ser

recogidos. Los granjeros trabajan duro para que sepueda recoger todo y no se pierda nada.

El Señor ha dicho que “el campo blanco está ya parala siega” (D. y C. 4:4). Su siega son las personas humildesque están preparadas para oír el Evangelio de Jesucristo.Los misioneros trabajan arduamente para encontrar y en-señar a tantas de estas personas como les sea posible.

El presidente Gordon B. Hinckley nos ha pedido queles ayudemos. Él nos ha dicho: “Desearía poder desper-tar en el corazón de todo hombre, mujer, niño y niña…el ardiente deseo de compartir el Evangelio con losdemás. Si lo hacen, la vida será mejor y tratarán de vi-virla de manera ejemplar porque sabrán que aquellos aquienes enseñen no les creerán a menos que apoyen suspalabras en la rectitud de su diario vivir” (conferenciaregional, Anchorage, Alaska, 18 de junio de 1995).

Cuando intentas llevar una vida mejor, obedeces elconsejo del profeta; también demuestras que amas a tuPadre Celestial y a Jesucristo, y te preparas para ir altemplo y servir en una misión; eres un verdadero ejemplo.

Es el tiempo de la cosecha y, al igual que el granjeroo el misionero regular, puedes ver los frutos de tu labor.¿Cuál es tu cosecha? Los demás se han fijado en tubuen ejemplo y quieren ir a la Iglesia, y nuestro PadreCelestial está complacido porque has demostrado tuamor al guardar Sus mandamientos. Al seguir haciéndo-lo, continuarás teniendo cosechas.

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Ideas para el Tiempo para compartir1 Para explicar la importancia de santificar el día de reposo,

haga que los niños representen la recogida del maná (véaseÉxodo 16:11–31). Luego lean D. y C. 59:9–15 y redacten unalista de cosas que se pueden hacer el día de reposo. Hablen encuanto a la lista y añadan otras ideas, como leer las Escrituraso escribir a los misioneros. Lean D. y C. 59:16–19 y pida a losniños que se fijen en las bendiciones que se prometen en esosversículos. Canten una canción o un himno sobre el día de repo-so. A modo de repaso, pida a los niños que se sienten en un cír-culo y establezcan un ritmo dando suaves palmadas dos veces enel regazo y dos veces en las manos, y chascando los dedos otrasdos veces. Cuando chasquen los dedos, pida que un niño digaalgo apropiado que se puede hacer el día de reposo. Sigan estemodelo con los demás niños del círculo, permitiéndoles añadircosas apropiadas a la lista.

2. Lean Artículos de Fe 1:5 y explique que los obispos sonllamados por Dios. Después lean Tito 1:7–9 y pida a los niñosque enumeren las cualidades de un obispo. Explique que honra-mos a los líderes del sacerdocio al usar correctamente sus títulos.Escriba en la pizarra los oficios que se mencionan en Artículosde Fe 1:6: apóstoles, profetas, pastores, maestros, evangelistas.Escriba los títulos siguientes en tiras separadas de papel: Élder,Presidente, Obispo, Hermano y Patriarca. Ponga los títulos alazar en la pizarra. Lean Artículos de Fe 1:6 y cada vez que lle-guen a un oficio, deténganse y pida a un niño que relacione eltítulo correcto con el oficio. A los apóstoles se les llama “Élder”.Al profeta se le llama “Presidente”, porque es el Presidente de laIglesia. Al pastor ahora se le llama “Obispo”. “Maestro” se re-fiere a la persona que tiene ese oficio del sacerdocio, y se le dice“Hermano”. El profeta José Smith explicó que los evangelistasson nuestros patriarcas. Escriban una carta a su obispo o presi-dente de rama y agradézcanle su servicio. Pida a los niños quefirmen la carta o hagan dibujos de sí mismos. �

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Instrucciones¿Puedes encontrar la bicicleta, el cubo (la cubeta), el botón, el overol, el azadón, el diario personal, la aguja y el

hilo, el paquete de semillas, la alcancía, el rastrillo, las Escrituras, la vasija para regar, la recomendación para el templo

y la bota de trabajo que hay escondidos en este dibujo? A medida que los encuentres, colorea con un color los objetos

que usa el granjero, y de un color diferente los que podemos emplear para prepararnos para servir en una misión.

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¿Qué hacen los misioneros?

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������������������������������Un relato para contar

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por Craig E. MooreUna historia realLa gráfica misional de Sandy

1.

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Soy miembro de la Iglesia graciasa una niña de cinco años que eramiembro y también misionera de la Iglesia.

Cuando yo era joven, mi madre estaba buscandouna iglesia que respondiera a todas sus preguntas, porlo que cada semana asistíamos a una iglesia diferente,aunque ninguna la dejó satisfecha. Por fin mamá se diopor vencida.

Por aquel entonces mi mejor amiga era SandyGuthrie, con quien jugaba casi todos los días. Un sába-do por la tarde me preguntó si me gustaría ir a la iglesiacon ella al día siguiente. Le pregunté a qué iglesia per-tenecía, pues creía que podría haber ido ya. Me dijoque se trataba de La Iglesia de Jesucristo de los Santosde los Últimos Días.

Era una iglesia a la que no había ido, por lo que ac-cedí a ir; lamentablemente, cuando le pedí permiso amamá, me dijo que ese domingo tenía otros planes.

Sandy volvió a invitarme a la semana siguiente y denuevo le pedí permiso a mamá, pero tuvo otra excusa yno me dejó ir.

Como era una buena misionera, Sandy no se dio porvencida y me sugirió que me levantara temprano el do-mingo por la mañana, que me arreglara y que entoncesle pidiera permiso a mi madre. Me pareció una ideafantástica: si mamá no tenía que hacer un esfuerzo es-pecial para ayudarme a arreglarme, quizás estuvieramás dispuesta a dejarme ir.

El domingo por la mañana me puse mi mejor ropa ydesperté a mamá. Esta vez se negó rotundamente; nome dio excusa alguna y no dejó ninguna opción para

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hacerle cambiar de opinión.Simplemente dijo que no, así que hice

lo que suelen hacer la mayoría de los niños decinco años: lloré.

Supongo que las lágrimas y mi deseo y determina-ción conmovieron a mi madre, porque accedió con lacondición de ir conmigo.

Aquella mañana, mamá y yo fuimos a la iglesia conSandy y su familia. Mamá sintió el Espíritu fuertementey supo de inmediato que había encontrado la Iglesiaverdadera. Esa tarde, los misioneros le enseñaron laprimera charla y accedió a bautizarse.

Han pasado más de veinte años desde entonces ycuando les cuento esta historia a mis hijos, hago unagráfica donde les muestro todas las personas que se hanunido a la Iglesia porque Sandy me invitó a ir con ella.Hay más de cien personas en la gráfica, muchas de lascuales, al igual que yo, no sólo aceptaron el Evangelio,sino que sirvieron como misioneros regulares y brinda-ron el conocimiento de la verdad a los demás. La gráfi-ca demuestra que la dedicación de una niña decompartir el Evangelio puede bendecir las vidas de mu-chas personas.

No sé a cuántas personas haya invitado Sandy a ira la iglesia ni cuán grande y completa pueda ser lagráfica de ella, pero sí sé que le estoy más agradecidode lo que puedo expresar. También sé que jamáspodré pagarle lo que hizo, pero puedo seguir su ejem-plo y compartir el Evangelio siempre que sea posible,en caso de que encuentre a otra familia que esté bus-cando la verdad. �

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1. Sandy Guthrie

2. Craig Moore

3. Marilyn Moore, madre de Craig

Élder Athos M. Amorimde los Setenta

ENTRE AMIGOS

De una entrevista realizada por Jan Pinborough

Permítanme contarles cómo recibí mipeculiar primer nombre. Mis padresquerían que sus hijos estuvieran uni-dos, así que nos pusieron los nombresde los tres personajes principales delfamoso libro Los tres mosqueteros. Esun libro de aventuras de tres amigos

cuyo lema era “Uno para todos y todos para uno”. Mihermano mayor se llama Aramis y el pequeño,Dartañán, mientras que yo soy Athos. Cada uno de no-sotros es muy diferente de los demás, pero siemprehemos estado muy unidos.

Cuando tenía diez años, mi hermano mayor padecióun serio problema de salud. La sangre de las manos nole circulaba de formaapropiada y le do-lían terriblemente.

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En aquel entonces mi familia vivía en una pequeña ciu-dad en la frontera entre Brasil y Argentina. La atenciónmédica no era muy buena, por lo que mi madre y mihermano tuvieron que viajar a la gran ciudad de Río deJaneiro, Brasil, para ver a un médico. Puesto que mipadre trabajaba de día, mi hermanito menor tenía quequedarse con otra familia, así que iba a visitarle todoslos días y oraba a diario por mi hermano mayor.

Los médicos le dijeron a mi madre que tenían queamputarle (cortarle) las manos a mi hermano, a lo cualmi madre se negó. “No, sé que el Señor cuidará de mihijo”, respondió. Una noche, después de que habían re-gresado mi madre y mi hermano, él tenía mucho dolor.Yo compartía la habitación con él y recuerdo que lo veíallorar porque las manos le dolían tanto. Mientras llora-ba, mi madre se arrodilló a su lado y oró. A la mañanasiguiente, lo vi durmiendo apaciblemente. Mi madretambién estaba dormida, todavía de rodillas al lado desu cama. No éramos miembros de La Iglesia deJesucristo de los Santos de los Últimos Días, pero mamátenía gran fe. Con el tiempo, las manos de mi hermanomejoraron; perdió parte de algunos dedos, pero no tu-vieron que cortarle las manos.

Mamá tenía mucho valor y nos enseñó a ser de buenánimo. Le dijo a mi hermano que aunque había perdidoparte de los dedos, aún le quedaba el resto, así que mihermano no se desanimó. Su primer empleo fue de me-canógrafo y hoy día es abogado.

Es muy importante que sean unidos con sus herma-nos, hermanas y padres.

Además, al pertenecer a la Iglesia, son miembros deuna gran familia y debemos estar

unidos. Recuerden el lema delos tres mosqueteros: “Unopara todos y todos para uno”.

También es muy importan-te que obedezcan a sus pa-dres. Tuve una experiencia

Arriba: Con su familia en Brasil.

Izquierda: A los tres años de edad (iz-

quierda) con su hermano Aramis, de

cuatro años. Derecha: Con su esposa,

Maria, recién casados.

que me enseñó la importancia de la obediencia. Me en-cantan los caballos y me gusta enseñarles a saltar. Dejoven me invitaron a competir en los JuegosPanamericanos, una especie de Olimpíadas de los paísesde Norteamérica, América Central y Sudamérica.Trabajé fuerte durante dos años entrenándome para esacompetición, y un día, poco antes de los juegos, desobe-decí a mi entrenador. Acababa de terminar mi sesión deentrenamiento y él me había dicho que ya era suficien-te, pero yo decidí realizar unos pocos saltos más. Al ha-cerlo, el caballo y yo caímos y resulté gravementeherido. Después de todo mi trabajo, no pude tomarparte en la competición. Debemos aprender a obedecera nuestros entrenadores: nuestros padres, nuestros líde-res y nuestros maestros. Ellos saben cómo ayudarnos aevitar los peligros y los problemas.

El trabajar con caballos me enseñó también a serpaciente y a nunca darme por vencido. El progresoviene poco a poco. Una vez tuve un potro llamadoPlanchet. Alguien dijo: “Ese caballo es débil; nuncavaldrá para nada”. Pero alguien más me dijo que si erapaciente y ejercitaba los músculos de mi potro, algúndía llegaría a ser un buen caballo. Alimenté aPlanchet, cuidé de él y lo amé. Durante todoun año caminé con él para fortalecer sus mús-culos; trabajé y trabajé con él, y aquel potrodébil ganó el campeonato brasileño en unacompetición de tres días.

Puede que por ahora piensen que son débi-les, pero jamás se den por vencidos. Un díaserán fuertes; pero deben ser pacientes al hacerlas cosas sencillas. Oren al Señor, estudien lasEscrituras un poco cada día; amen y obedezcana sus padres; amen y sirvan a su familia y a susamigos.

Uno de los días más importantes de mi vida fue el demi bautismo. Tenía cuarenta años. Los misioneros ha-bían llamado a la puerta de mi hogar en Brasil, y siempre

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que leo en el Libro de Mormón sobre los hijos deMosíah, que eran misioneros sumamente poderosos,pienso en los élderes Hansen y Furness. Ellos iban bienarreglados, así que resultó fácil invitarlos a nuestrohogar; eran educados y amables; tenían sonrisas hermo-sas y un buen espíritu. Amo a esos misioneros que meenseñaron a conocer al Señor. Después de mi bautismo,pusieron las manos sobre mi cabeza para confirmarme.Lloré mucho porque jamás había tenido un sentimientotan maravilloso, y desde entonces he tenido ese maravi-lloso sentimiento.

Uno de los momentos más importantes de mi vidafue cuando mi esposa y yo servimos en el Templo deSão Paulo, Brasil. Podíamos sentir la presencia delSeñor en Su casa. Siempre que veía el sellamiento defamilias, pensaba en lo mucho que el Señor ama a Sushijos. �

Jesús amaba al joven y, con la intención de ayudarle, ledijo que necesitaba hacer una cosa más: vender todo loque tenía y dárselo a los pobres, y luego seguirle. Si eljoven hacía eso, iría al cielo.

Marcos 10:21

EL JOVENRICO

RELATOS DEL NUEVO TESTAMENTO

Un día, un joven muy rico se acercó a Jesús y le pre-guntó qué debía hacer para ir al cielo.

Marcos 10:17

El Salvador le dijo que obedeciera los mandamientos deDios, que amara y honrara a sus padres, que no mataraa nadie y que no robara ni mintiera. El joven rico dijoque siempre había obedecido esos mandamientos.

Marcos 10:18–20

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El joven rico se puso muy triste porque no quería desprenderse de todo lo que tenía. Amaba su dinero más de lo queamaba a Dios, y se apartó de Jesús.

Marcos 10:22

El Salvador dijo a Sus discípulos que era difícil que una persona rica fuera al cielo. Como no le entendieron, lepreguntaron quién podría vivir con Dios, y Jesús les dijo que la gente que ama a Dios con todo su corazón puedevivir con Él en el cielo.

Marcos 10:23, 26, 29–30

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El Salvador pidió a Sus discípulos que fueran con Élpara ayudar a Lázaro, pero éstos tenían miedo de ir aBetania, pues estaba cerca de Jerusalén, donde algunaspersonas habían querido matar a Jesús. Los discípulosno querían que Él volviera a ese lugar.

Juan 11:6–8

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JESÚS VUELVEA TRAER ALÁZARO A LA VIDA

RELATOS DEL NUEVO TESTAMENTO

Un hombre que se llamaba Lázaro vivía en Betaniacon sus hermanas, María y Marta. Jesús amaba aLázaro y a sus hermanas, y éstos amaban mucho aJesús.

Juan 11:1–2, 5

Lázaro se puso muy enfermo mientras el Salvador sehallaba enseñando en otra ciudad. María y Marta mandaron decirle a Jesús que Lázaro estaba enfermo.

Juan 11:3

Jesús dijo a los discípulos que Lázaro estaba muerto yque lo traería de nuevo a la vida. Su milagro ayudaría alos discípulos a saber que Él era el Salvador, y se fue aBetania.

Juan 11:11–17

Entonces Marta dejó al Salvador para ir a buscar a su hermana. María fue también al encuentro de Jesús y muchaspersonas la acompañaron. Ella se arrodilló, llorando, a los pies del Salvador. La gente que la acompañaba tambiénestaba llorando, y Jesús lloró. La gente sabía que Él amaba mucho a Lázaro.

Juan 11:28–36

Lázaro llevaba muerto cuatro días y cuando Jesús llegó,Marta le dijo que Lázaro no habría muerto si Él hubieraestado allí. Jesús respondió a Marta que Lázaro volveríaa vivir y le preguntó si creía en Él. Marta dijo que sí,pues sabía que Él era el Salvador.

Juan 11:17–27

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Alzando la vista, dio gracias a Su Padre Celestial poroír Sus oraciones y pidió que ayudara a la gente a creerque Él era el Salvador.

Juan 11:41–42

Jesús se fue a la cueva donde Lázaro estaba enterrado.Había una piedra en la entrada y Él pidió a la genteque la retirara.

Juan 11:38–39

Entonces, con una voz fuerte, Jesús mandó a Lázaro que saliera de la cueva. Lázaro salió, vivo. La gente presenció elmilagro y muchos supieron que Jesús era el Salvador.

Juan 11:43–45

La toma de Jericó, por Frank Adams.“Entonces el pueblo gritó, y los sacerdotes tocaron las bocinas; y… el muro se derrumbó.

El pueblo subió luego a la ciudad… y la tomaron” (Josué 6:20).

“Es el deber del líder, o el deber del maestro,

enseñar al miembro a amar, no al líder ni al

maestro, sino la verdad del Evangelio.

Siempre, en todas partes, hallamos a Cristo

sometiéndose a la voluntad de Su Padre;

y eso mismo debieran hacer nuestros líderes y

maestros en lo que a sus personalidades se

refiere: entregarse totalmente a la verdad que

Él desea que enseñen”. Véase “Los profetas de

los últimos días nos hablan sobre la

enseñanza del Evangelio”, presidente

David O. McKay, pág. 44.

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