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40 EPS AL CIEN POR CIEN Vuelve en plena forma. Después de ganarle el pulso a un cáncer que le alejó de los escenarios a mitad de una gira, Joan Manuel Serrat se embarca en un nue- vo ‘tour’. Su nombre, ‘Serrat 100 100’, lo dice todo. Lleva 61 años celebrando la vida. Por Juan Cruz. Fotografía de Jordi Socías. Está tan saludable, tan pletórico, que parece que nunca estuvo enfermo. De hecho, cuando le tienes delante y te ves en la obligación profesional de preguntarle cómo está, meses después de la operación de cáncer de vejiga que le obligó a inte- rrumpir una gira muy ambiciosa, Serrat sinfónico, te da la impresión de que estás metiendo el bisturí en una herida que él considera cicatrizada por completo. Da vergüenza preguntar por la salud a al- guien que ya no está enfermo. “Que no soy ex paciente, ¡coño, que ni siquiera soy pa- ciente ya!”. Pero no queda más remedio que pre- guntarle. Muchos quieren saber cómo ha arrostrado él la dificultad del dolor, si hay alguna receta que sirva para que otros también se enfrenten a la enfermedad con el espíritu con el que él ha mantenido el tipo. La enfermedad que ha padecido es uno de los males más comunes entre los que sufren los mortales, y la entereza con la que él lo asumió –“lo que se demuestra es que el envase que nos contiene es delica- dísimo”–, así como la gallardía con la que anunció que iba a someterse a la cirugía, es un estímulo que llena de valor y de es- peranza a muchos de los que sufren una situación igual o parecida. Él le quita importancia a esa gallardía. Lo cierto es que cuando anunció que esta- ba enfermo y que le iban a operar, y esto ocurrió en el último otoño, fue como si en- fermaran al unísono varias generaciones de españoles y latinoamericanos que han vivido pendientes de sus canciones, ha- ciéndolas suyas, convirtiéndolas en parte íntima de sus autobiografías. Para hablar de lo que pasó antes y des- pués de aquella operación, y para hablar de lo que se terciara, Serrat nos convocó un día muy especial, el último 28 de abril, cuando él tenía que ofrecer un concierto en el hospital Vall d’Hebron de Barcelona. Ante él, esa tarde, aparte de los médi- cos, los administrativos y los enfermeros de aquel centro sanitario público (que es- taba cumpliendo los 50 años), le escucha- ban sobre todo, y sin perderse una nota, emocionados, muchos enfermos que quizá estaban pasando por el mismo instante de- licado que él ya sufrió. “Hemos pasado al- SERRAT

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AL CIEN POR CIENVuelve en plena forma. Después de ganarle el pulso a un cáncer que le alejó de los escenarios a mitad deuna gira, Joan Manuel Serrat se embarca en un nue-vo ‘tour’. Su nombre, ‘Serrat 100 � 100’, lo dice todo.Lleva 61 años celebrando la vida. Por Juan Cruz. Fotografía de Jordi Socías.

Está tan saludable, tan pletórico,que parece que nunca estuvo enfermo. Dehecho, cuando le tienes delante y te ves enla obligación profesional de preguntarlecómo está, meses después de la operaciónde cáncer de vejiga que le obligó a inte-rrumpir una gira muy ambiciosa, Serrat

sinfónico, te da la impresión de que estásmetiendo el bisturí en una herida que élconsidera cicatrizada por completo. Davergüenza preguntar por la salud a al-guien que ya no está enfermo. “Que no soyex paciente, ¡coño, que ni siquiera soy pa-ciente ya!”.

Pero no queda más remedio que pre-guntarle. Muchos quieren saber cómo haarrostrado él la dificultad del dolor, si hayalguna receta que sirva para que otros

también se enfrenten a la enfermedadcon el espíritu con el que él ha mantenidoel tipo.

La enfermedad que ha padecido es unode los males más comunes entre los quesufren los mortales, y la entereza con laque él lo asumió –“lo que se demuestra esque el envase que nos contiene es delica-dísimo”–, así como la gallardía con la queanunció que iba a someterse a la cirugía,es un estímulo que llena de valor y de es-peranza a muchos de los que sufren unasituación igual o parecida.

Él le quita importancia a esa gallardía.Lo cierto es que cuando anunció que esta-ba enfermo y que le iban a operar, y estoocurrió en el último otoño, fue como si en-fermaran al unísono varias generaciones

de españoles y latinoamericanos que hanvivido pendientes de sus canciones, ha-ciéndolas suyas, convirtiéndolas en parteíntima de sus autobiografías.

Para hablar de lo que pasó antes y des-pués de aquella operación, y para hablarde lo que se terciara, Serrat nos convocóun día muy especial, el último 28 de abril,cuando él tenía que ofrecer un conciertoen el hospital Vall d’Hebron de Barcelona.

Ante él, esa tarde, aparte de los médi-cos, los administrativos y los enfermerosde aquel centro sanitario público (que es-taba cumpliendo los 50 años), le escucha-ban sobre todo, y sin perderse una nota,emocionados, muchos enfermos que quizáestaban pasando por el mismo instante de-licado que él ya sufrió. “Hemos pasado al-

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gunos por esto, y otros pasarán. Sólo elánimo”, dice al final de su concierto, “nosconvoca la suerte”.

Sobrecogía, francamente, aquel am-biente, y todas las canciones, desde Medi-

terráneo hasta Caminante, llevaban den-tro, en esas circunstancias, la carga simbó-lica que tiene en sitios así cualquier canto

a la vida, y puede decirse que todas lascanciones de Serrat son un canto a la vida.

Cuando estaba a punto de entrar enaquel escenario del hospital, Serrat reci-bió una llamada, y nosotros anotamos loque él respondía. “Aquí estoy, a punto dedebutar, como aquel que dice… Ya verás,todo funciona gracias al ánimo. ¡Oye, y

que esto luego te arregla el cuerpo! Yo es-toy tan bien que al médico le da vergüen-za comprobar el nivel magnífico en queme encuentra. ¡Ésta está ganada!”.

Esta batalla está ganada. Hace cerca dedos años, cuando a Serrat le diagnostica-ron el cáncer que le extirparon en no-viembre, dejó el vino, un sacrificio que, en

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“Sentí la seguridad de que me ibaa curar. ¿Por qué no iba a curarme?”SERRAT, EN SU BARRIO. El cantante, treintañero, a mediados de los años setenta, retratado en su barrio barcelonés del Poble Sec.

su caso, cuando se ha hecho viticultor conmarca de vino en el mercado, era como lametáfora de un hachazo en el ánimo. Aca-so le vimos en ese instante (lo recordamosperfectamente: un almuerzo con su amigoJuan Marsé en un restaurante vasco deBarcelona, manjares con agua; Serrat ve-nía de hacerse unos análisis, “nada im-

portante”), y aquel Serrat mostraba en elrostro la ligera melancolía pálida de unaincertidumbre. Pero se recuperó ensegui-da, y de pronto ahora es este artista salu-dable que se dispone a animar con su rit-mo vital, y con sus canciones, a los enfer-mos del Vall d’Hebron.

En el camerino improvisado que hay

junto a ese escenario le acompañan XaviRamírez, el ayudante que desde hace 14años le sigue a todas partes, y no sólo le re-suelve todo lo que uno se pueda imaginar,sino que le sirve de sparring para expre-sar su alegría y también sus cabreos. Letrata como un padre trataría a su hijo, y leapasiona tanto hacerle encargos que le

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hace incluso los encargos obvios. Aquellosque Xavi resuelve de carrerilla sin que Se-rrat se tenga que acordar que son impres-cindibles. Y con él están también José Na-varro, Berri, su productor desde diciem-bre de 1972, cuando Serrat presentó en elTívoli de Barcelona el disco que conteníalas canciones que el artista hizo a partirde los poemas de Miguel Hernández… Be-rri atravesó la misma enfermedad que sujefe, y sabe, como éste, que “el ánimo es vi-tal”, y ése le ha sobrado a Serrat. “Él nosha animado a nosotros”. Ricard Miralleses su músico desde 1969 –“nos hemos se-parado cuando hemos estado mejor, y noshemos juntado cuando ya no resistíamosalejados”, dice Serrat–, y el hombre que lesonríe siempre desde el piano, una sonri-sa que parecía aún más nítida el día enque le acompañó en el concierto que marcó en Madrid su retirada provisionalde los escenarios. Miralles rememora eldía en que Serrat tuvo que parar. “Claroque estuvimos preocupados. Pero ahora lailusión es imbatible”.

Serrat dice que no, que todo esto no leha cambiado; pero si le ves cómo habla,cómo convoca a los demás a la fiesta, a las

excursiones o a las cenas, encuentras a unhombre que en efecto se siente como al-guien que está a punto de debutar, y no tansólo en la música.

Miralles subraya un aspecto de la gira(que se llama Serrat 100 � 100 y que ya estáen curso por España, y terminará esteaño, en diciembre, en Buenos Aires) queevoca ese debut: él está al piano, y Serratse ha reencontrado con la guitarra.“¡Como al principio!”, dice Miralles, quese estrenó con Serrat cuando el cantantegrabó Marta y Per Sant Joan. El principiode su carrera. Serrat le quiere hacer ra-biar: “He pensado que no sólo has de tocarel piano. Tienes que hacer sonar la trom-peta”. “Ni de coña”, dice Miralles. “No ten-go trompeta. ¡Y además dudo de que lapueda hacer sonar!”.

Cuando se sienta a hablar con noso-tros hace como hizo dos años atrás, pocoantes de cumplir los 60 años (nació un 27de diciembre). Nos pide un bolígrafo y unfolio en blanco, y luego deja el folio impo-luto, excepto por unas flechas que danvueltas sobre sí mismas… No anota nada,ni una palabra, tan sólo esas flechas. Asíque deja el papel sobre la mesa y aclara en-

seguida por qué salió aquel día de octubrede 2004 a contar que tenía cáncer: “¡Yo noquería contar nada a nadie!, eso que que-de claro. A mí me diagnosticaron un cán-cer, y tenía en curso un proyecto de con-ciertos, Serrat sinfónico. Y lo fui llevandoa cabo sin que nadie, sólo los de mi cerca-nía, supiera qué pasaba… Pero cuando eloncólogo me dijo: ‘Mire usted, cada mesque pasa es más grande la posibilidad deque se le produzca metástasis. Así que hayque operar’… Y suspendí la gira, y le dijea la gente: señores, me pasa esto. Y eso meobligó a suspender tres meses de gira: niEstados Unidos, ni México, ni Argentina…Y había que dar una explicación de porqué yo colgaba los hábitos. Pero yo no qui-se contar nada; hubo que contarlo, sim-plemente, y traté de contarlo de la maneramás concreta y natural, desdramatizandouna historia que es sumamente corrienteen nuestro alrededor, que la estás tocandocon los dedos en tu cercanía”.

Al contarlo, Serrat alcanzó una comu-nicación intensa con gente a la que le pa-saba lo mismo. “Probablemente ayudé aalguien diciéndolo, pero francamente yo

no sentí ganas de contarlo para desaho-garme ni para colaborar con mis pares”.

Pero no estuvo solo, claro. “Hay unaparte importante en esta historia, que esel consuelo y la compañía que me dio lagente. He reconfirmado unos afectos queme han ayudado mucho a pasar este tra-go… Amigos, desconocidos, medios de co-municación que han respetado esta situa-ción, que no han aprovechado para hurgaren donde nadie tiene que hurgar, porqueésta es una situación personal e íntima…”.

Le escribieron miles de mensajes, al-gunos proponiéndole curaciones milagro-sas; le enviaron medallas, piedras, estam-pitas… “Estas cosas no las pasa uno solo,las pasa con todo un entorno, y si uno esti-mula al entorno, éste le devuelve la jugada;así que muchas enseñanzas he obtenido deesta aventura”. ¿Y no hubo rabia, que algoasí me pase precisamente a mí? “No. Ja-más. Cuando el médico me dice cruda y du-ramente lo que me ocurre, y salgo a la ca-lle y empiezo a ver gente pasar, y me digo:¿y tú qué coño sabes lo que les está pasan-do a ellos? Probablemente aquella gentepaseaba a mi lado dramas con los que yono hubiera cambiado mi propia situaciónpersonal. Seguro que a algunos les hubie-

ra dicho: no, oiga, que yo me quedo con mimal, que el mío al menos es curable”.

No, no se enfadó. “Acaso por ese puntoinconsciente que yo tengo. El mismo queme hace subir a los aviones sin miedo. Fí-jate, a mí me pasó aquello, y yo sentí la se-guridad, al mismo tiempo, de que me iba acurar, por qué no me voy a curar. Nuncapasó por mi cabeza que pudiera ocurrirotra cosa. No me curé, pero, mira, existe lacirugía, y la cirugía ha solucionado la gra-vedad de la situación”.

No es sólo la cirugía, no es sólo la me-dicina, ni siquiera los remedios. Le reco-mendaron, dice, algo terrible: “¡Dejar debeber!”. Y fue espantoso. “Lo llevé bien…,tomándome una copa a escondidas duran-te muchísimo tiempo… Realmente no esque yo sea un bebedor, pero el vino es algoque me gusta… Y también me impusieronuna dieta… Nada importante… ¡Y no ha-cía falta que me dijeran lo fundamental:que siguiera activo! A mí no se me ocurrióen ningún momento que tendría que sus-pender la gira, no se me pasó por la cabe-za, hasta que no hubo más remedio… Y enla época de tratamiento, pues yo hacía quelos días de recuperación, que eran los más

duros, no coincidieran con los conciertosque iba dando… Yo calculaba: el lunes metrato, así que el martes y el miércoles noestoy en condiciones, ¡pues el jueves actúo!Me organizaba, entre la clínica y el repre-sentante, para que la gira no fuera perju-dicada… ¡Y cuando me operaron, ensegui-da que me desperté, aparte de preguntarcómo iba el Barça, lo primero que hice fuecalcular cuándo podía reiniciar mis acti-vidades artísticas!”.

Cuando cumplió los 60 años, y noso-tros hablamos con él para que nos contaracómo le había ido el tiempo –era a finalesde 2003–, acababa de cambiar la situaciónen Cataluña, y en España se acelerabanmomentos de crispación que tenían quever con el Prestige, con la guerra de Irak…Hoy evocamos aquel momento, y el ciuda-dano Serrat lo compara con éste. “Cuandohablamos entonces, el eje de la conversa-ción fue la crispación que vivíamos en-tonces… En este momento, el Gobierno esotro, pero la crispación subsiste. Porquelas actitudes siguen. Los crispadores cris-pan estando en el Gobierno y estando enla oposición… Recuerdo que en aquel mo-mento hablábamos de la mentira que sus-

“Los crispadores crispan estandoen el Gobierno y en la oposición”

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tentaba la famosa guerra preventiva…Las mentiras se negaban insistiendo enla mentira, es lo que decía Goebbelsque había que hacer: repetir la mentirahasta que pareciera verdad… Pues eseejercicio se sigue practicando, y estáafectando muchísimo a la sensibilidaddel ciudadano. La parte positiva de estahistoria es que eso también está afec-tando profundamente a los que generanla mentira, y su credibilidad está cadavez más disminuida”.

“A lo mejor”, dice Serrat, “el grite-río es bueno para que la gente sepaquién es quién… Que ese ruido de fon-do que se oye en determinados mediossea el barullo tras el que se esconde lafalta de argumentos… Todo esto ayudapoco a crear la sociedad de todos”.

Ah, y Cataluña. “Cuando uno salede aquí y va a Madrid, por ejemplo, sesorprende mucho de lo que se dice quenos pasa a los catalanes. Parece queaquí ocurren cosas que generalmenteno están ocurriendo. Aquí se vive conbastante normalidad. El Gobierno tri-partito es algo que funciona con muchanaturalidad… Mayoritariamente, la

gente está contenta con lo que está ocu-rriendo; es una situación bastante me-jorable, porque tres fuerzas políticas noes lo mismo que una mayoría absolu-ta… Pero siempre es más interesanteencontrar Gobiernos de concentración,en los cuales tengan cabida distintospuntos de vista y que sean capaces deentenderse, que tener que vivir bajo unGobierno de rodillo que pueda hacer ydeshacer ignorando la voluntad de granparte de los ciudadanos”.

La gira. “Es volver a recorrer mun-do. A veces digo que hago las giras paraencontrarme por ahí con los amigos ycomer con ellos. ¡Comer y beber, quécoño!”. Dijo que hasta que se sintieratotalmente restablecido no se subiría aun escenario… El anuncio de esta gira,su celebración, es mucho más impor-tante que cualquier rueda de prensa so-bre el estado de su salud, y el propio tí-tulo, Serrat 100 � 100, parece un partemédico.

La música le ha ayudado a sobrelle-var este periodo de su vida, pero él tie-ne argumentos más sólidos para expli-car que se siente pletórico. “Tengo unos

hijos cojonudos, y una mujer maravi-llosa, y unos amigos espléndidos, y elafecto de la gente”. La noche en que ha-blamos, cenamos luego, y ahí está YutaTiffón, su mujer, una profesora de mú-sica que comparte con él, en esta mesallena de manjares breves pero suculen-tos, la alegría de beber. Decía el poetaleonés Victoriano Crémer: “Dios, quévida, da rabia beber sin alegría”. Ten-dría que ver el poeta la alegría de Se-rrat bebiendo ahora.

Serrat quería debutar al tiempoque Larsson, un nuevo ídolo del Barçaque se lesionó prácticamente cuando élya tuvo que suspender sus conciertos.“Y fíjate, debuto antes que él. Me sabemal por Larsson y por el Barça. Pero,bueno, ya hemos recuperado a Motta, yahora recuperaremos a Edmílson y aGabri… Esas lesiones complicaron latemporada del Barça, que ha sido mag-nífica por méritos propios, y ademáslos otros no han andado muy brillantes,francamente… Pero no me hagas ha-blar de pronósticos. Cuando publiquesesto, a lo mejor todavía no se ha diluci-

dado la Liga, y yo he visto ya demasia-do fútbol como para cantar victoria an-tes de tiempo. Creo que sería un pecadode soberbia muy grande”.

Es como un forzado, y aunque pare-ce relajado y feliz ante el vino y ante losmanjares, tiene en la cabeza la gira quele va a confirmar a él mismo el estadode salud en el que se encuentra. La hapreparado concienzudamente, ha rehe-cho canciones para adaptarlas al nuevoformato musical (guitarra, piano, losinstrumentos simples con los que em-pezó hace cerca de cuarenta años…).“Hemos tenido que desnudar todo tipode acompañamiento; dejar la canción,yo no diría que en paños menores, por-que las canciones sí que están siempreen paños menores, pero algo así… Hahabido que recantarlas otra vez… Sí, escomo empezar de nuevo, y es bueno, esestimulante. La sencillez es arriesgada,pero es tan arriesgado cantar así, conlas canciones desnudas, como cantarcon el tremendo arropamiento de la sin-fónica. Lo importante es hacerlo bien”.

¿Y qué ha aprendido de toda esta ex-periencia? “No creo que mi carácter omi manera de ver la vida hayan cam-

biado; pero es imposible imaginar queesta experiencia no me haya servidopara aprender qué hay detrás de la ad-versidad, qué hay detrás del miedo, quéhay detrás del dolor, qué hay detrás dela angustia… Lo que quiero decir esque no hay un antes y un después de mivida; todas esas cosas yo ya las conocía.Yo creo que todas las cosas importantessiguen teniendo los valores que tienen,que han tenido y que tendrán”.

El envase es delicado, pero está re-compuesto. Y el olmo está joven, le de-cimos. “No, el olmo tiene la edad quetiene y no pretende ser más joven de loque es. Lo que pasa es que no me puedoquejar del trato que la naturaleza le hadado a mi envase… Es muy generosa lanaturaleza”.

Todo el mundo sabe cómo ríe Se-rrat. La verdad es que usted da ganasde vivir, le decimos. “Debe de ser por-que tengo ganas de vivir. No encuentronada más divertido que vivir”.

Y un mensaje con el que ya nosdeja, antes de empezar a cenar: “Le diría a la gente que no estén tan preo-

cupados por mí, que estoy bien, de ver-dad; que les agradezco mucho la preo-cupación que me han expresado, y quela entiendo, pero que si estuvieran enmi piel dirían: ‘Pero, ¿y éste, éste es elque dicen que ha estado enfermo? Hom-bre, éste está muy saludable. ¡Que seponga un poco enfermo, por favor!”.

Cuesta verle triste, y puede estarmelancólico. Su naturaleza es la ale-gría. “¿Qué me pone alegre? La alegríade mis hijos. Comerme un melocotón.La alegría es que el Barça gane laLiga”.

Ese día de abril, Serrat iba con unacamiseta negra y un pantalón vaquero.Y le había dado el sol. Al final nos de-volvió el bolígrafo y el folio blanco en elque había dibujado otra vez unas fle-chas que viajaban en círculos concén-tricos. En la cena anunció que le iban adar al día siguiente un premio en Astu-rias, e improvisó con la letra de unacanción suya sobre los recuerdos de lainfancia, Cançó de breçol, una crónicade lo que le esperaba al día siguiente enOviedo: “Por la mañana, papaya; / almediodía, jamón; / por la noche, faba-dita. / ¡Anda y duerme, trocotrón!”. ●

“La alegría es comerme un melo-cotón, que el Barça gane la Liga”