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CRIMINOLOGÍA/ POLÍTICA CRIMINAL Setiembre 2015 Año 2 Volumen 15

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Pensar la inseguridad ciudadana: entre el idealismo y el materialismo político

Jaime Araujo Frias*Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa

DOCTRINA PRÁCTICA

1. Introducción2. Concepción del mundo y racionalidad3. Idealismo político e inseguridad ciudadana4. Materialismo político e inseguridad ciudadana5. Idealismo y materialismo político6. Conclusiones7. Referencias bibliográficas

SUM

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IOC o n t e n i d o

Criminología / Política CriminalÁreaD

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DOCTRINA PRÁCTICA JAIMe ARAUJO Frias: Pensar la inseguridad ciudadana: entre el idealismo y el materialismo político 414

NOS PREGUNTAN Y CONTESTAMOS

CONsUlTA N.º 1: ¿Cómo valora la Criminología la situación de la víctima de agresiones sexuales? 425

CONsUlTA N.º 2: ¿Cuál es la discusión que existe actualmente respecto a la intervención de las Fuerzas Armadas en materia de control del orden in-terno?

427

“El grado de civilización en una sociedad se juzga visitando sus cárceles”Fedor Dostoievski, La casa de los muertos.

* Abogado y Filósofo por la mencionada casa de estudios. Miembro del Comité de Relaciones Académicos de la Revista Humanidades Populares de la Academia Latinoamericana de Humanidades (Concepción-Chile).

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RESUMEN

En tiempos en que reina el temor de ser una víctima más del delito, surge en los estados la imperiosa necesidad de poner fin a este problema mediante el novísimo modelo penal de la inseguridad. El autor plantea que dos han sido las concepcio-nes por las cuales los políticos pretenden enfrentar y resolver este problema. Por un lado, la concepción idealista, la misma que ha hecho de la ley penal el primer y único instrumento de lucha contra la inseguridad ciudadana; y, por otro, la concepción materialista, la cual advierte que la manera más eficaz para afrentar dicho fenómeno no son las reformas lega-les, sino las reformas sociales. Esta última es la más realista y útil; sin embargo, es la que ha sido soslayada por nuestros políticos y legisladores.

PALABRAS CLAVE

Inseguridad ciudadana / Política / Idea-lismo / Materialismo / Derecho.

Recibido: 10-08-2015Aceptado: 16-09-2015Publicado online: 01-10-2015

1. Introducción

El presente artículo tiene por ob-jetivo reflexionar sobre dos maneras de pensar1 y enfrentar la inseguridad ciudadana2. Y como se piensa con un cerebro concreto, este está sujeto a las contingencias de lo humano, se puede pensar bien o mal, producir ideas que merecen el aplauso y elogio o la injuria y el olvido. En nuestro país, respecto al problema en mención hay mucho por olvidar y poco por elogiar.

Desde la esfera política dos han sido las concepciones del mundo que han motivado a pensar para enfrentar y resolver el problema de la inseguridad ciudadana: idealista y materialista3. De

1 Definimos el pensar como el discernir, a este como crítica, y a la crítica como el filtro por el que pasa el lenguaje y es depurado de sus inmundicias hasta quedar un resto sustancial: La verdad. Asumimos la verdad como la correspon-dencia con la realidad, la existencia de un hecho real que se corresponde con una proposición; y conceptualizamos la realidad como aquello que existe independientemente de cualquier sujeto. Sobre verdad y realidad, Cfr. Bunge, Mario, A la caza de la realidad. Controversia sobre el realismo, Gedisa, Barcelona, 2007.

2 Entendemos por inseguridad ciudadana en un sentido general, al temor a posibles agresiones, asaltos, secuestros, violaciones, de los cuales puede ser víctima una persona. Hoy en día, es una de las principales características de todas las sociedades con desigualdad social, y es que vivimos en un mundo en el que la brecha de la desigualdad social es cada vez más evidente.

3 La expresión materialismo es ambigua: desig-na una doctrina moral y una ontológica. En el presente trabajo usaremos el materialismo ontológico. Doctrina según la cual el mundo está compuesto exclusivamente de objetos ma-teriales, aunque no necesariamente físicos (Cfr.

un lado, el político idealista verá en la ley penal no solo el recurso más eficaz sino el único instrumento para luchar contra la misma. De otro lado, el político

Bunge, Mario, Materialismo y ciencia, Ariel, Barcelona, 1981). Que los hechos tales como los delitos preceden a las ideas que pretenden remediarlas. Y que en última instancia si no se ataca las causas reales que los dan origen, toda iniciativa por bien intencionada que sea será contraproducente.

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materialista se interesará primeramente por conocer las causas que dan origen a las conductas delictivas y verá la ley penal como última alternativa. El prime-ro, juzgará la realidad desde la cómoda posición de un escritorio, mientras que el segundo, lo hará desde el lugar donde discurren los hechos4.

¿SABÍA USTED QUE?

En nuestro país, el 24% de las personas que han cometido delitos han seguido únicamente el nivel primario de educación, mientras que el 65% ha logrado el nivel se-cundario, es decir que el 89% de las personas que cometen delitos no tienen formación profesional, y que aproximadamente el 90% son personas que provienen de familias pobres y disfuncionales. Y segundo, que en el 2011, los centros peniten-ciarios contaban con 48.798 inter-nos y actualmente son 71.34.

En consecuencia, en el presente artículo sostendremos que el idealismo político es ilusorio e inútil para enfrentar la inseguridad ciudadana, mientras que el materialismo político es realista y por lo tanto útil para diseñar políticas sociales que vayan encaminados a la prevención de los delitos. Pues se sabe que allí donde estos no son satisfechos los índices de criminalidad son más altos y de otro

4 Entendemos por hechos todo aquello que involucre la interacción de cosas, de personas concretas. Son hechos por ejemplo robar, comer, estudiar, pero no lo es el derecho a la alimenta-ción, a estudiar, a la vida.

lado en sociedades donde la respuesta al delito se reduce a la ley penal, la conducta delictiva encuentra su mejor aliciente.

Sin embargo, previamente diremos algo sobre lo que entendemos por con-cepción del mundo y racionalidad.

2. Concepción del mundo y racionali-dad

Los políticos creen poder desligar sus ideas políticas de una concepción del mundo. Sin embargo, toda concepción política supone una concepción del mundo5. Una concepción del mundo es un conjunto de representaciones, ideas, creencias que una persona tiene sobre la realidad. Un político como cualquier otro profesional que quiera ser riguroso con su materia, no puede desligar sus ideas de una concepción del mundo. Por ejemplo, si creyera que todo depende de las ideas, reduciría su actividad a hablar y escribir sin salir de su oficina para ver como discurren los problemas en la realidad; si considerara que estamos sometidos a una voluntad divina y por tanto condenada a sus designios, desti-naría gran parte del presupuesto público a construir iglesias y se pasaría el tiempo rezando y elevando súplicas a dios a fin de cambiar el mundo. O de otro modo, como está ocurriendo actualmente en nuestro país, aumentaría el catálogo de tipos penales, endurecería los tipos pena-les ya existentes, construiría más cárceles.

5 Cfr. Bunge, Mario, Filosofía política. Solidari-dad, cooperación y democracia integral, Gedisa, Barcelona, 2009, p. 14.

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Si de otra manera, siguiendo a Hobbes, estuviese convencido que la naturaleza del ser humano es egoísta por naturaleza6, toda iniciativa de refor-ma social sería inútil. Y si, en cambio concibiera la naturaleza del ser humano como cooperativa y altruista, entonces las reformas sociales le serían de utilidad y preferiría estas antes que a las penales. Porque claro está, a nadie que esté cuerdo le gustaría pasar el resto de su vida en la cárcel; horrible lugar, donde como se podrá inferir de los versos del autor de los Heraldos Negros, Cesar Vallejo, pasó el momento más grave de su vida.

Una concepción del mundo puede ser racional o irracional. Estas pueden ser teóricas o prácticas. Y siempre la racio-nalidad e irracionalidad práctica presu-ponen a la racionalidad e irracionalidad teórica. La racionalidad se predica, por un lado de nuestras creencias, opiniones, es decir, de las ideas que aceptamos y por otro lado, de las decisiones, acciones y conductas, es decir de las cosas que hacemos para resolver un determinado problema7. Para efectos didácticos, lla-memos racionalidad teórica al conjunto de creencias, opiniones, y racionalidad práctica, a las decisiones, acciones y con-ducta que despliega una persona frente un caso concreto, motivado previamente

6 Sostenía que el estado de naturaleza del hombre es la guerra de todos contra todos y que la vida del hombre en tal estado era solitaria, meneste-rosa, penosa, casi animal y breve.

7 Cfr. Mosterín, Jesús, Lo mejor posible: Racio-nalidad y acción humana, Alianza Editorial, Madrid, 2008, p. 20.

por las creencias y opiniones, es decir, por la razón teórica.

Sostenemos, que la racionalidad es lo mejor que tenemos los seres humanos para enfrentar y resolver problemas, porque se aparta tanto de la resignación como de la utopía. “Porque nos invita a buscar la mejor solución posible a cada uno de nuestros problemas, tanto indi-viduales como colectivos, con realismo, lucidez, creatividad y decisión”8 a la luz de los conocimientos que nos aportan las ciencias sociales y humanísticas, tales como la sociología, criminología, antro-pología, la filosofía, entre otras. Así pues, la racionalidad no es una panacea, pero es lo mejor que tenemos.

En resumen, dos son las concepcio-nes generales del mundo que mueven a los políticos a enfrentar el problema en cuestión: el idealismo y el materialismo.

En nuestro país, como en otros, lamentablemente la lucha contra la inseguridad ciudadana por parte de los políticos es desde el idealismo. Se ha soslayado la concepción materialista y con ella la racionalidad. Porque se ha enfrentado únicamente desde el poder punitivo9 al amparo de la ley penal, sin

8 Mosterín, Jesús, Lo mejor posible: Racionalidad y acción humana, cit., p. 15.

9 La justificación del poder punitivo no solo es fáctica, mediática, política o normativa sino también teórica. La teoría penal que lo sustenta es el funcionalismo penal, la misma que sostiene que hay dos tipos de personas en la sociedad: aquellos que ejercen sus derechos en el marco de la ley y los otros, aquellos que violan la ley o pretenden violarla.

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advertir que el la ley penal, como se acostumbra a repetir hasta el cansancio en las aulas universitarias, se ha creado para ser aplicada en última instancia, es decir, cuando se hayan agotado to-das las otras alternativas posibles, tales como reformas sociales en educación, salud, vivienda, trabajo, etc. Esto ocurre porque la penalización funciona como una técnica para la invisibilización de los problemas sociales que el Estado no puede o no quiere tratar desde sus causas reales (materiales), y la cárcel actúa como un contenedor judicial donde se arroja a los desechos humanos de la sociedad de mercado10.

No obstante, veamos cómo piensa y enfrenta el problema de la inseguridad ciudadana desde el idealismo político.

3. Idealismo político e inseguridad ciudadana

El idealismo es la filosofía que sostie-ne que lo que es real está de algún modo encerrado y limitado en los contenidos de nuestra propia mente11. Que las ideas existen por sí mismas y que solo podemos aprenderlas o descubrirlas12. En política criminal, se parte de la certeza de que las ideas gobiernan el mundo y que no hay esfera humana donde podamos actuar cooperativamente para beneficio mutuo

10 Cfr. Wacquant, Loïc, Castigar a los pobres. El gobierno neoliberal de la inseguridad social, Gedisa, Barcelona, 2010, p. 26.

11 Cfr. Honderich, Ted, Enciclopedia Oxford de filosofía, Tecnos, Madrid, 2001, p. 520.

12 Cfr. Bunge, Mario, Diccionario de filosofía, Siglo XXI, México D.F, 2005, p. 101.

sin estar vigilados por la ley penal. En tal sentido, toda iniciativa de reforma social en educación, salud, trabajo, vi-vienda, etc.; es tenida desde una posición idealista como inútil para enfrentar el delito, puesto que se parte de una ver-dad indubitable: “las ideas dominan el mundo; por eso buscan las ideas que se agazaparían tras los hechos”13. En otras palabras, primero se formula la solución al problema sin entender el problema, más claro aún, se fabrica el remedio (la ley), luego se aplica a la enfermedad (de-lito) sin previamente haber comprendido las causas que lo dieron origen.

Las respuestas a la inseguridad ciudadana por parte de nuestros repre-sentantes políticos ha sido y sigue siendo idealista, es decir, desde la supuesta omnipotencia de la legislación penal, a saber: endurecimiento de las leyes pe-nales, aumento de la represión policial, aumento de cárceles, etc. No advierten que la ley penal es una propuesta vacía si no se han generado primeramente las condiciones para que opere eficazmente. En otras palabras, las posibilidades de que los individuos que componen una sociedad tengan una conducta prosocial y acorde a las normas de convivencia le-gal son casi nulas si las personas tienen la cabeza y el estómago vacío, es decir, si el analfabetismo, la ignorancia y el hambre son el pan de cada día.

En resumen, el idealismo es falso e inmoral, ya que induce a los políticos y

13 Bunge, Mario, Filosofía y sociedad, Siglo XXI, México, 2008, p. 60.

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legisladores a tratar de resolver no solo la inseguridad ciudadana sino todas las cuestiones sociales a través de fórmulas legales penales, y los tienta invadir todos los rincones de la vida14. Es falso porque exilian de la ley penal la realidad, tanto a la vida humana conflictiva como a los valores que en ella se vivencian. Y es inmoral porque en tales circunstancias la ley y los derechos son una disputa de poder entre los pocos afortunados que negocian con el destino de los que son seleccionados por el sistema penal para ir a prisión en nombre de una justicia que ellos nunca practican.

Ahora bien, analicemos cómo se piensa y enfrenta el problema en men-ción desde la concepción materialista.

4. Materialismo político e inseguridad ciudadana

Si el idealismo político hace de la legislación penal su principal recurso de lucha contra la inseguridad ciuda-dana, el materialismo político intenta primeramente explorar el peligroso mundo de extramuros. Pues considera que las ideas nacen en el barro de la historia, acrisoladas por los tumultuo-sos conflictos de intereses humanos y no en una aséptica oficina rodeada de libros, tinta y café.

14 Por dar un ejemplo, la Ley N.º 30314, para prevenir y sancionar el acoso sexual en espacios públicos (piropos, cortejos amorosos) es una clara expresión de invasión de la vida moral de las personas. Del paso de la moralización del derecho a la juridificación de la moral.

IMPORTANTE

Una concepción del mundo es un conjunto de representaciones, ideas, creencias que una persona tiene sobre la realidad.

Por tanto, un materialista enfocará sus reflexiones desde las circunstancias materiales en las que viven personas que son impulsadas a cometer delitos. Este encontrará, por citar un par de ejemplos: primero, que en nuestro país, el 24% de las personas que han cometido delitos han seguido únicamente el nivel prima-rio de educación, mientras que el 65% ha logrado el nivel secundario, es decir que el 89% de las personas que cometen delitos no tienen formación profesional, y que aproximadamente el 90% son per-sonas que provienen de familias pobres y disfuncionales15; y segundo, que en el 2011, los centros penitenciarios conta-ban con 48.798 internos y actualmente son 71.34, es decir, hubo un incremento del 46% en 3 años. Pero también hubo un incremento de la desigualdad social. Una gran mayoría trabaja cada día más a costa de un sueldo cada vez más mise-rable y una minoría privilegiada trabaja cada día menos o no trabaja a cambio de una remuneración exorbitante. Un ejemplo vergonzoso de esto es la abismal diferencia entre el sueldo mínimo de un ciudadano cualquiera, S/ 750. 00 y el sueldo de un ministro de Estado (ser-

15 Cfr. Informe elaborado por el Instituto Na-cional Penitenciario, diciembre del 2012. Versión en línea: <http://bit.ly/1VNliwH>.

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vidor público) ascendiente a la suma de S/ 30.0000, es decir 40 veces más.

IMPORTANTE

[La] racionalidad teórica [es el] conjunto de creencias, opiniones, y racionalidad práctica [es el con-junto de] decisiones, acciones y conductas que despliega una perso-na frente un caso concreto, moti-vado previamente por las creencias y opiniones, es decir, por la razón teórica.

Además, encontrará que la humi-llación y la vergüenza de las cuales son víctimas las personas pobres y sin edu-cación proporcionan una explicación plausible de por qué las sociedades más desiguales padecen mayores índices de delitos16. Pues se sabe que, los actos vio-lentos son intentos de alejar o eliminar el sentimiento de vergüenza y humillación y reemplazarlo por sus opuestos, por el sentimiento de orgullo.

Sin embargo, hay que advertir ade-más, que todos estamos expuestos a la vergüenza y humillación pero no todos contamos con el mismo soporte emocio-nal para responder a dichos estímulos. Por ejemplo, el disfrute de determinados bienes tales como educación de calidad, salud, vivienda, alimentación y trabajo bien remunerado hace sentirse a las personas más seguras y orgullosas de sí mismas a diferencia de los que carecen

16 Cfr. Wilkinson, R. y Kate Pickett, Desigual-dad. Un análisis de la (in) felicidad colectiva, Tumer, Madrid, 2009, p. 168.

de los mismos. Las investigaciones reali-zadas respecto de la estrecha correlación entre los altibajos en la desigualdad social y el delito prueban que si la primera disminuye, también lo hace la segunda17.

En suma, las estadísticas muestran, en particular, que la desigualdad en los ingresos y bienes es el indicador más fia-ble y, en consecuencia, un predictor del índice de criminalidad. Por tanto, los po-líticos de turno deben saber que antes de vociferar y tomar medidas contra el cri-men, deben acudir a los saberes que nos aportan las ciencias sociales y humanas respecto de las causas de la criminalidad, en lugar de ensañarse en la fabricación de leyes penales cada vez más drásticas, particularmente sabiéndose por un lado, que dichas medidas son inútiles18. Y por otro lado, la cárcel tal como la conoce-mos hoy es una escuela del delito19, un decorado de teatro espurio para que una minoría de la población disfrute de las mejores viviendas, la mejor educación,

17 Ibídem, p. 158.18 Lo cierto es que el derecho penal no puede

tutelar derecho alguno por ser un mecanismo represivo y sancionador, salvo que se crea la ilusión de que una persona encerrada satisface la necesidad de una víctima, pero en ese caso estaríamos hablando del sistema penal como instrumento de venganza privada. En términos de eficacia, el derecho penal ha demostrado no tutelar, y aun considerando su potencial sim-bólico, comienza a ser percibido como incapaz de tutelar. Cfr. Pavarini, Massimo, “La guerra a las no personas”, en Castigar al enemigo, Cri-minalidad, exclusión e inseguridad, FLACSO, Quito, 2009, p. 2015.

19 Cfr. Bunge, Mario, Filosofía y sociedad, cit., p. 49.

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los mejores médicos y el mejor nivel de vida a costa de cómo vive la gran mayoría de sus conciudadanos.

Ahora bien, caractericemos ambos modos de pensar y enfrentar el problema de la inseguridad ciudadana.

5. Idealismo y materialismo político

Los políticos idealistas están conven-cidos de que el derecho hace a las personas, en cambio los materialistas sostienen que son las personas las que hacen o derogan las leyes. Que las leyes y su derogación son resultado de acciones sociales y que a menos que estén respaldadas por personas dispuestas a luchar por ellas no son más que tinta sobre papel20.

Por una parte, una concepción idea-lista de la función política lleva a hacer de la ley penal el único instrumento de lucha contra la delincuencia y hacer que el dinero que debería destinarse a bien-estar, educación, salud, etc. se invierta en reformas en el sistema judicial y penal.21 Omitiendo de esta manera las conocidas consecuencias de la desigualdad: altos índices de criminalidad, problemas sani-tarios, menores niveles de educación, de cohesión social y de esperanza de vida22

20 Cfr. Bunge, Mario, Filosofía política. Solidaridad, cooperación y democracia integral, cit., p. 169.

21 Al parecer a los políticos que legitiman el poder punitivo no les interesa observar la realidad. No advierten que en este divorcio entre la ley penal y la realidad, existen seres humanos que sufren cotidianamente la crueldad del poder punitivo y que además son los peor situados en la sociedad.

22 Cfr. Steiglitz, Joseph, El precio de la desigual-dad, Taurus, Barcelona, 2012, p. 24.

que los materialistas encuentran es sus investigaciones de extramuros.

Por otra parte, una concepción política materialista en vez de aferrarse a la omnipotencia de la ley penal, sabe que la legislación por sí misma, sin programas sociales diseñados para la reducir la pobreza, elevar el nivel de educación y contribuir a la reinserción en la sociedad, sin duda, no obtendrá grandes resultados o que incluso será absurda23, y que la mejor política en materia de lucha contra la inseguridad ciudadana y de prevención de los de-litos, es una política social dirigida a garantizar los derechos vitales de todos; y que el gasto público necesario para tal fin no ha de concebirse como un costoso pasivo en los balances públicos, sino como la forma de inversión pública más productiva24.

En consecuencia, es irracional la tesis de los políticos idealistas de que las reformas y programas sociales cuestan mucho y por ello es mejor la ley penal. Si comparamos con los vistosos gastos que se hacen en la compra de armamentos, en la construcción de cárceles y de otro lado en las espantosas bolsas de miseria y en las enormes desigualdades en nuestro país, e incluso en países ricos como los Estados Unidos de Norte América o

23 Cfr. Bunge, Mario, Filosofía política. Solida-ridad, cooperación y democracia integral, cit., p. 454.

24 Cfr. Ferrajoli, Luigi, Principia iuris. Teoría del derecho y de la democracia. 2. Teoría de la democracia, Trotta, Madrid, 2011, p. 69

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Reino Unido.25 Debemos concluir por el contrario que cuestan poco, vergon-zosamente poco.

La experiencia histórica sugiere que los países logran reducir los pro-blemas delictivos en la medida en que maximizan la inversión en educación de calidad, salud, mejora de la alimen-tación, recreación, en lugar de volverse en el privilegio solo de unos cuantos26, de aquellos que dicen que las cosas están bien como están y que en consecuencia no hay nada por hacer o cambiar.

Resumiendo, el idealismo político en materia de lucha contra la inseguri-dad ciudadana, que es el que practican nuestros políticos y legisladores, no solo es inútil al ensañarse con el delin-cuente recurriendo a las fórmulas de la legislación penal como el instrumento omnipotente para hacerle frente, sino, al reducir sus investigaciones al abrigo de una cómoda oficina y al rehusar los aportes de las ciencias sociales y huma-nísticas no advierten que “la justicia criminal y los sistemas penales están

25 Patrias del libre mercado con mayor desigualdad social en el mundo. Por un lado, en la primera, la población carcelaria aumentó de forma cons-tante desde principios de la década de 1970. En 1978 había más de 450.000 personas en la cárcel, pero en el 2005 ya eran más de dos millo-nes, las cifras se habían duplicado. Por otro lado, en Reino Unido los números se han duplicado desde 1990, pasando de alrededor de 46.000 reclusos a 80.000 en el 2007 (Cfr. Wilkinson, R. y Kate Pickett, Desigualdad. Un análisis de la (in) felicidad colectiva, cit. p. 170).

26 Cfr. Piketty, Thomas, El capital en el siglo XXI, Fondo de Cultura Económica, México, 2014, p. 88.

funcionado sobre la base de un gran error, que consiste básicamente en creer que el castigo sirve para prevenir la delincuencia, cuando es el estímulo más poderoso que se conoce hasta el momento”27. Además, esta actitud retributiva, enraizada en el deseo pri-mitivo de venganza, bloquea tanto la búsqueda de los mecanismos del delito como el diseño de programas eficaces de prevención y de rehabilitación28, a la luz del conjunto de saberes disponibles tales como la criminología, la sociología, la antropología, e incluso de un saber tan soslayado por la educación mercantil, como la filosofía.

Finalmente, el problema de la in-seguridad ciudadana no debe reducirse al Derecho penal, que no contiene ni resuelve nada. Sin embargo, el derecho penal tiene relación con parte de la percepción ciudadana. Urge producir información, discusión y formación ciudadana al respecto29. Por tal razón, somos conscientes de que el problema de la inseguridad ciudadana por la complejidad de sus causas no se puede agotar desde un solo punto de vista o la vista desde un solo punto. No obstante,

27 Wilkinson, R. y Kate Pickett, Desigualdad. Un análisis de la (in) felicidad colectiva, cit., p.51.

28 Cfr. Bunge, Mario, Filosofía y sociedad, cit., p. 49.

29 Cfr. Ávila Santamaría, Ramiro, “La inse-guridad ciudadana y derechos humanos: por la deconstrucción de un discurso securista y hacia un nuevo derecho penal”, en El derecho en América Latina. Un mapa para el pensamiento jurídico del siglo XXI, Siglo XXI, Buenos Aires, 2011, p. 394.

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debemos terminar nuestra reflexión se-ñalando algunas conclusiones parciales y provisionales con el objeto de invitar a los interesados a seguir abriendo grie-tas allí donde muchos consideren que respecto del problema en estudio ya no hay nada por decir ni por hacer más que lo de siempre.

MARIO BUNGE DICE dice:

“Una concepción política materialis-ta en vez de afe-rrarse a la omnipo-tencia de la ley penal, sabe que la legislación por sí

misma, sin programas sociales dise-ñados para la reducir la pobreza, ele-var el nivel de educación y contribuir a la reinserción en la sociedad, sin duda, no obtendrá grandes resulta-dos o que incluso será absurda”.

6. Conclusiones

• Tanto para los países ricos comopara los pobres es que cuanto ma-yor es la distancia entre la minoría acomodada y la masa empobrecida, más se agravan los problemas socia-les. No importa lo rico que sea un país, sino lo desigual que sea30. Por ello, conciliar el Derecho penal con las ciencias sociales y humanísticas es la mejor forma de desenmascarar

30 Cfr. Judt, Tony, Algo va mal, Taurus, Barcelona, 2010, p. 25.

el discurso que legitima al poder punitivo.

• Ennuestropaíselmáscrasoerrorpolítico en materia de lucha contra la inseguridad ciudadana consiste en creer y hacer que la población crea31 que la legislación penal, la policía y la cárcel son el primer y el único medio para garantizar la seguridad pública y que no tenemos más al-ternativas para contener el crimen y las perturbaciones sociales.

• Por otro lado, que allí donde noexiste la justicia social, donde reina la pobreza, donde predomina la ignorancia se crea en la población sentimientos vergüenza y humi-llación por su condición social y de represión y venganza contra las personas que han cometido un de-lito. La legislación penal principal recurso de los políticos idealistas nunca será útil para luchar contra la inseguridad ciudadana, sino más bien, el principal aliciente.

• La concepción políticamateria-lista es la mejor alternativa para pensar y enfrentar la lucha contra la inseguridad ciudadana, por ser la más congruente con los hechos que ocurren en la realidad. Porque una cosa es saber después de haber investigado y reflexiona desde el lugar donde discurren los problemas

31 Lamentablemente, dichas iniciativas son alenta-das por la población en general, pues el miedo que se ha instalado ante el crimen es cada vez mayor, lo que hace que la población sea partida-ria de medidas punitivas cada vez más drásticas.

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y otra muy distinta es sentarse en el sillón mullido de una oficina y adoptar los saberes que nadie dis-cute para no tener que romper con los linderos mentales y salir a bregar con los problemas reales.

• Asícomolacalidaddelasrelacionessociales se construye sobre cimien-tos materiales, la fecundidad de las ideas políticas en general y en ma-teria de lucha contra la inseguridad ciudadana en particular, se mide por su capacidad de comprender las condiciones materiales de existencia que mueven a las personas a cometer actos delictivos. Y eso no es posible desde la zona vip donde se ubican los idealistas, sino, desde la tribuna popular, desde el ágora, la morada primigenia de donde se gestaron las grandes ideas políticas y jurídicas que enhebraron nuestra civilización.

• Lospolíticosylegisladoresqueantesde tomar medidas contra la inse-guridad ciudadana por intuición, costumbre, comodidad o economía de pensamiento, porque es más cómodo repetir lo pensado que pensar a partir de lo pensado, deben saber que el problema principal es la desigualdad social, y que no se logrará más que seguir escondiendo la inmundicia del modelo económi-co y político vigente, si eludimos el meollo del problema en cuestión.

7. Referencias bibliográficasÁvila Santamaría, Ramiro, “La inseguridad

ciudadana y derechos humanos: por la de-construcción de un discurso securista y hacia un nuevo derecho penal”, en El derecho en América Latina. Un mapa para el pensamien-to jurídico del siglo XXI, Siglo XXI, Buenos Aires, 2011.

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Piketty, Thomas, El capital en el siglo XXI, Fondo de Cultura Económica, México, 2014.

Steiglitz, Joseph, El precio de la desigualdad, Taurus, Barcelona, 2012, p. 24.

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C o n t e n i d o

CONSULTA N.º 1 ¿Cómo valora la Criminología la situación de la víctima de agresiones sexuales?

CONSULTA N.º 2 ¿Cuál es la discusión actual que existe respecto a la intervención de las Fuerzas Armadas en materia de control del orden interno?

NOs PReGUNTAN Y CONTesTAMOs

CONSULTA N.º 1¿Cómo valora la Criminología la situación de la víctima de agresiones sexuales? N

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La víctima o agraviado es la persona natural o jurídica, grupo o comunidad directamente afectada por la comisión del delito o perjudicada por las conse-cuencias de este. Dependiendo de la naturaleza del delito, puede ser el afec-tado directamente (violación sexual o el familiar más cercano (homicidio) o su representante (empresa)1.

Desde hace varias décadas la Cri-minología viene forjando un nuevo paradigma: la víctima ya no puede ser más un mero objeto del proceso penal. Se plantea la tendencia a evitar la victimi-zación secundaria en la que se ahonda la afectación por el delito, la generación del desamparo o inseguridad y se acentúa su material indefensión.

La situación de la víctima depende de muchas variables, entre ellas, el con-

1 Defensoría del Pueblo. Los derechos de la víc-tima en el Nuevo Código Procesal Penal, Cartilla de difusión, Lima, 2012, p. 18.

texto histórico-social en que se desen-vuelve; el régimen político-económico que le ha sido impuesto; el perfil del sujeto activo o pasivo; el delito en sí mis-mo (su estructura y características), etc.

Ahora bien, existen varias tipologías de víctimas, a razón del delito que las perjudica (patrimoniales, terrorismo, a causa de negligencia profesional o tráfico rodado, así como aquellos que afectan su vida o salud, como por ejemplo, los de agresión sexual).

Sobre esta última tipología, el re-conocido criminólogo García-Pablos de Molina, ha dicho lo siguiente: “[…] La situación anímica de esta víctima, trau-matizada por la experiencia delictiva, re-viste particular vulnerabilidad […] Suele ser reacia a la denuncia de los hechos y a la colaboración con el sistema legal (por temor a la publicidad de los mismos, o a posibles represalias del autor, o cons-ciente de las dificultades probatorias) y su

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Penal

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comprensible susceptibilidad y descon-fianza hacen que interprete como hostiles incluso trámites y diligencias rutinarias de la Policía o la oficina judicial […] La versión manipuladora del defensor de quien la agredió, culpabilizándola, a menudo, ante el propio Tribunal de lo sucedido opera como una humillación ulterior difícil de superar; humillación que se agravará más aún si la sentencia es absolutoria o prosperan conocidas técni-cas de neutralización a favor del agresor (“algo habrá hecho para que le suceda lo que le ocurrió (…)”, “se lo mereció por haberlo provocado (…)”, etc. […]” [sic].

No cabe duda que, la inflación de pe-nas no ayuda a mejorar la situación de las víctimas por agresiones sexuales. Para ello, existen otras estrategias o mecanismos más eficaces, como establecer una “cultura” de denuncia de estos hechos, apoyando a la víctima en todos los ámbitos, desde su protección en el marco del proceso penal, hasta la asistencia física y psicológica por parte de instituciones públicas o en su defecto por organizaciones sin fines de lucro. Todo esto, con la firme convicción de reducir a cero las consecuencias que la víctima pudo asumir por ocasión de la agresión sexual.

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CONSULTA N.º 2¿Cuál es la discusión que existe actualmente respecto a la intervención de las Fuerzas Armadas en materia de control del orden interno?

El Decreto Legislativo N.° 10951 regula el marco normativo para el empleo y uso de la fuerza por parte de las Fuerzas Armadas en cumplimiento de su función constitucional, la cual consiste en el ase-guramiento de la paz y el orden interno en todo el territorio nacional. El artículo 4 del mencionado decreto prevé que la finalidad de las intervenciones realizadas por las Fuerzas Armadas consiste en “[…] 4.1. Hacer frente a un grupo hostil, cuando las FF. AA. asumen el control del orden interno; 4.2. Proporcionar apoyo a la Policía Nacional, previa, a fin de restablecer el orden interno ante otras situaciones de violencia; o 4.3. Prestar apoyo a la Policía Nacional, en casos de tráfico ilícito de drogas, terrorismo o protección de instalaciones estratégicas para el funcionamiento del país, servicios públicos esenciales y en los demás casos constitucionalmente justificados cuando la capacidad de la Policía sea sobrepasada en su capacidad de control de orden in-terno, sea previsible o exista peligro que ello ocurriera […]”. Siempre y cuando, previamente, se haya declarado el estado de emergencia.

El pasado 11 de setiembre se presen-tó ante el Congreso de la República el

1 Publicado el 1 de setiembre de 2010 en el diario oficial El Peruano.

Proyecto de Ley N. ° 04812/2015-CR2, el cual pretende añadir, a los supuestos ya previstos en el artículo 4.3 del citado decreto, aquellos casos en que se pon-gan en peligro la vida, la integridad, la seguridad, la salud o la propiedad de las personas en toda o parte de la población, por la criminalidad urbana e inseguridad ciudadana. La iniciativa legislativa pro-pone además que las Fuerzas Armadas presten apoyo a la Policía Nacional, en actividades de inteligencia y patrullaje urbano.

Los defensores de esta consigna3, señalan que es perfectamente posible que las Fuerzas Armadas cobren transcenden-cia en la lucha contra inseguridad ciuda-dana, puesto que el resquebrajamiento del orden interno afecta básicamente a las estructuras del Estado y a toda la nación en su conjunto, así como el sistema de gobierno legalmente constituido. Por el contrario, sus detractores4 consideran que las FF. AA. no cuentan formación y entrenamiento especializado en materia de seguridad ciudadana (delincuencia y

2 Disponible en: <http://bit.ly/1MmNLIa>.3 Sobre todo, los congresistas del grupo parla-

mentario Perú Posible (promotores del presente proyecto de ley) y algunos alcaldes distritales de la ciudad de Lima.

4 Entre ellos, el actual Ministro del Interior, José Luis Pérez Guadalupe.

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violencia en el ámbito interno) y solo a un estamento policial civil –respetuoso de los derechos humanos– le correspon-dería llevar a cabo tal función.

Una sola cosa es clara, el empleo de las fuerzas militares en materia de seguri-dad interna debe ser articulado en forma conveniente bajo premisas claras (aplica-ción de un modelo integral, preservando un mínimo de criterios para que el em-pleo de las tropas tenga legitimidad: que se asegure la gravedad de la amenaza; que el propósito del uso de la fuerza militar

sea correcto; que sea el último recurso; que exista una proporcionalidad de los medios; que se formule un balance de las consecuencias), que eviten otorgar erráticamente a las fuerzas armadas una primacía que conlleve el riesgo de mili-tarizar la seguridad interior5.

5 Cfr. Sanzó-Rubert Pascual, Daniel, “La seguridad ciudadana y las Fuerzas Armadas: ¿despropósito o último recurso frente a la delin-cuencia organizada?”, en Revista Criminalidad. Revista Jurídica online, vol. 55 (2). Versión en línea: <http://bit.ly/1VYc5BV>.