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Íntimamentevulnerable

No hacía ni un mes que yo había cumplido los diez años de edad, en los

alboresdelreciénestrenadosigloXXI,cuandoelgobiernobritániconombróamipadrecónsulyledestinóaBarcelona,España.Loúnicoqueyosabíadeesepaíseraquehacíamuchosol,quesusplayasestabanbañadasporunmardeaguascálidasytranquilasy,comolasbebidasalcohólicaseranmuybaratas,eraellugarpreferidopornuestrosjóvenescompatriotasparapasarsusvacacionesbebiendoydesenfrenándosehastalímitesvergonzantes;uncomportamientoradicalmenteopuestoaltranquiloyeducadoquenuestrospadrespretendíaninculcarnos.Muyamipesar,tantomihermanopequeño,Danniel,comoyo,nosvimosobligadosadejar atrás a nuestros amigos y el ambiente en el que habíamos crecido. Alprincipio nos costó acostumbrarnos tanto al clima como a las diferenciasculturales y lingüísticas. Fueron momentos críticos en los que maldecíamosconstantemente que nuestro padre hubiera aceptado el cargo. Deseábamos sufracasoparapodervolverarecuperarnuestranormalidadlondinense.Obstinadoeimbatiblealdesánimo—comobuenShadowchildqueera—pusosuempeñoytalentoen superar todos losobstáculos.Cuandonuestroberrinchemenguó,notardamosendarnoscuentadequeaquítampocoseestabatanmalyempezamosadescubriryadisfrutarde lasbondadesdeestepaísyde sugente.Claroqueestoúltimoconcuentagotaspuestoque,enunejercicioclarodesobreprotección,nuestrospadresenrarasocasionesnospermitíanrelacionarnosconlagentedela calle, y siempre bajo tutela. «Inconvenientes por ser hijos del excelentísimoCónsuldelReinoUnidodeGranBretañae IrlandadelNorte»,decíanellos.Eseargumento no nos convencía en absoluto. Conocíamos a familias de otrosdiplomáticos ode gente tan importante comonosotros, que teníanuna actitudmuchomáscercanaconelpueblollano.Nuestrosprogenitoresavecesdabanlasensaciónderecelarsinmotivodetodoloquenofueraanglosajón.TalvezporesodecidieronquecursáramosestudiosenelInstitutoBritánicoquehabíaenlapartealtadelaciudad,uncentroeducativodeenormeprestigioyexigencia,queimpartíasusenseñanzaseninglés.

Dentrode loquecabe,puedoafirmarque lavidaaquíse fuedesarrollandoacordeconlaelevadaposiciónsocialdequegozábamos.¿Quesiéramosfelices?Nodiríatanto,peroenabsolutodesgraciados.Noteníamosdequéquejarnos.¿O

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sí?CadavezqueRoland,elchóferdelafamilia,nosllevabaennuestrocochedelujo, la mayoría de los niños de la calle nos observaban fascinados. Si ellosenvidiabannuestroaltoniveleconómico,yohubieradadoloquefueraporjugarlibremente por las calles, conocer otros ambientes, hacer nuevas amistades,compartirsusilusiones,integrarmeenesteuniversosocialqueahoranosacogía.Peroesonopodíaser.Elestatusquedisfrutábamosconllevabaunosriesgosquenuestros padres se obsesionaban en que no corriéramos. Nos relacionábamoscasi exclusivamente con los británicos adinerados que, como nosotros, sehallaban desplazados aquí. Solíamos reunirnos para celebrar las fiestas denuestra añorada patria o para ver algún evento deportivo importante portelevisión,yafueraunpartidodefútbol,derugbyodecricket.

Ahora, pasados ya seis años, las cosas se habían normalizado tanto queempezábamosapensarqueésteibaasernuestrohogardurantemuchotiempo,quizásparasiempre.

Unatarde,RolandmetrajoacasacondemoraporquehabíamosencontradountremendoatascoalasalidadelInstitutoBritánico.Tanprontoelcochequedóestacionado frente a nuestramansión,me apeé sin esperar a que él cumplieraconsuobligacióndeabrirmelapuertayechéacorrerporelcaminodegravaqueconducíaalaentradaprincipal.Enunrecodoalaizquierdaunpardejardinerospodaban las ramas de los arbustos y examinaban los brotes incipientes de losrosales. No tardarían mucho en aparecer las primeras flores. En primavera,cuando los capullos eclosionasen, dotarían a nuestra gris morada de unadelicadezacromáticamásquenecesariaydemultituddearomas.Paséentrelasdos columnas de mármol de la entrada principal saludando a Gladys, nuestrasirvienta sudamericana de color. Este país había recibido una oleada deinmigrantes en los últimos tiempos. Los pocos que yo conocía —casi todosefectuando tareas de servicio—, eran personas agradables, humildes ytrabajadorascomoella.Subíloscuatroescalonesqueconducíanalhallbailandoal son de una cancioncilla demoda. Los tacones de los zapatos del uniformerepiqueteabanel ritmoa lavezquemis labiosentrecerradosmurmurabanunaletra inventada. Había luz en la primera puerta a mi derecha. Comohabitualmenteloslunesaesahora,mipadreymimadreestabanenelsalóndeté.Medetuvefrentealespejodelapared.¡Asaberlacantidaddepersonasquesehabíanvistoreflejadasenélensusmásdedoscientosañosdeantigüedad!Mealisé el uniforme y me atusé el pelo con la yema de los dedos. Quería estarperfecta.Entréasaludarles.Adiferenciadeotrosdiplomáticosodegentemuyimportante, que tenían un tratomuchomás cercano con sus hijos,mis padressiempreseempeñabanenmantenerunaactitudexcesivamenteformal,comosifueranpersonajesdeépocaspasadas, lavictoriana,porejemplo.Nopudeevitarunatristezafugaz.Losdoslevantaronlacabezaalvermeentrar.Nossaludamos.Meacerquéconteniendo lasganasde reírquemeembargaban.Tratéde ser lomáscomedidaposible.Apapáledilamano,amamálabeséenlamejilla.Amboslorecibieroncongestoserio.

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—¿TodobienenelInstituto,Samantha?—Perfectocomosiempre,mamá.Parecía quemi padre iba a preguntarme algo pero se contuvo. Se limitó a

mirarmeyamoverligeramentelacabeza.Dilavueltaymedispuseasalirlomásrefinadamente posible. Una vez fuera del salón de té, aceleré el paso. Subí losescalonesdedosendosyendoraudahaciamicuartoadejarlamaletaylabolsade deportes. Aquella tarde habíamos tenido gimnasia. Era de las pocasasignaturasquemegustaban,laúnicaenqueconseguíaserelcentrodeatenciónde todas las miradas masculinas y de las envidias de las compañeras. Conpantaloncitos cortos y camiseta ajustada, mi feminidad resaltaba en todo suesplendor.Estabaorgullosadelosevidentescambiosquesehabíanproducidoenmicuerpoduranteelúltimoañoyquetantoparecíaninteresaraloschicos.Mesentíaatractiva,importante.

Nadamás embocar el pasillo,me percaté de que había algo anormal en elambiente.Noalcanzabaacomprenderquéeraperomisextosentidosepusoenalerta.Mispasos resonabanmásde lohabitual sobreel suelopulimentado.Unsilencio extraño me rodeaba. Mi hermano menor, Danniel, los lunesacostumbrabaallegarantesqueyoynoseleveíaporningúnlado.Meacerquéasuhabitación.Laencontrévacía.Másquepreocuparme,suausenciamealivió.Unhermanodeapenascatorceañoserasiempreunincordioparaunachicaqueibapara diecisiete. Las veces queme encontraba hablando por teléfono con algúnchico,seacercabayseponíaagritar«tequiero,mua,mua».Sumundotodavíagirabaalrededordelosvideojuegos,mientrasqueyohabíadejadodeservirgenhacíayaunosmeses.Regreséamicuartobendiciendomibuenaestrella.Podríallamar tranquilamenteaalgunaamigaycompartirconella losúltimoschismesquecirculabanporelInstituto.Lapuertademihabitaciónestabaentornada.Laempujéyentré. Ibaa tirar labolsadedeportey lamochila con los librosaunrincón,cuandometopéconunaimagensorprendente:Dannielestabasentadoenlasillademipequeñoescritorio.Teníaunpañueloaparatosometidoenlabocaysus dos manos, juntas, estaban envueltas con cuerdas. La imagen era másgrotescayridículaquealarmante.

—¿A qué diantre se supone que estás jugando, renacuajo? ¡Sal de mihabitaciónahoramismo!—ordené,apuntándoleamenazadoraconeldedo.

Enesemismoinstanteseprodujomovimientoamiderecha.Traselarmario,enlapenumbra,habíaalguienescondido.Eraunafiguramasculinaquenotardóensaliralaluz.Vestíaunacamisayunospantalonestejanosentonososcurosyllevabapuestounpasamontañas.Alzólamanoapuntándomeconunrevólver.

—Nohagatonteríasynadiesufrirádañoalguno—dijoenuntonodevoztanbajoqueleentendímásporlosgestosqueporlaspalabras.

Nomecostónadareconocerle.SetratabadeAllistorParker,elhijodeunosagentes financieros ingleses. Comomi padre era el cónsul del Reino Unido enestepaísmediterráneo, solía recibirleamenudopara facilitarle los trámitesdealgunasoperacionesinternacionales.Allistor,elaprendizdemaleantequetenía

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ahora frente a mí, iba a la misma clase quemi hermano, aunque siempremehabíaparecidomayorporqueeracasiunpalmomásaltoqueél.Apesardesuburdo intento de disfrazarse, elmuy idiota llevaba puestos aquellos calcetinesridículosarombos,tancaracterísticosdenuestropaísnórdicocomoinadecuadosparaelclimatancálidodelazonamediterráneadondeahoraresidíamos.Nomeasustóenabsolutoquemeamenazaraconunarma.Aúnenelsupuestodequelapistola fuera de verdad, aquel niñato no tendría valor para apretar el gatillo.Estuveenuntrisdeatizarleunpardesopapos.Mecontuveporqueunatentaciónmaquiavélica se abrió paso en mi mente. Si aquellos dos críos pretendíangastarmeunabroma,yoteníaalgunaqueotraideasobrecómoconseguirquesevolviera en su contra. Por ahora, iba a seguirles la corriente e incluso me lasingeniaríaparaquesutravesurallegaralomáslejosposible.Mástarde,llegadoelmomentooportuno,mepondríaagritarymispadressepresentaríanpillándolesconlasmanosenlamasa.Yoseríalapobrevíctimamientrasellosquedaríanconelculoalaireymetidosenunlíodescomunal.

—No le haga daño ami hermano. Se lo suplico—imploré, fingiendo comounabellaca.

—Asímegusta,queseaunabuenachica.Ahoratúmbeseenelsuelo.—¿Porqué?—preguntéhaciéndomelatonta.—Porquecomonomeobedezca,melíoapegartiros—dijoAllistormedioen

broma.Mepusederodillasyluegodebrucessobrelaalfombramullida.—Ahoraquieroqueselevantelafaldaymeenseñelasbragas.¡Hasta aquí podíamos llegar! Iba amandarles al infierno a él y ami plan.

Suerte que se me adelantó mi hermanito. Desde la silla le pegó un certeropuntapiéaAllistorenlaespinillaquelehizoretorcersededolor.

—¡Uy!,estábien,esono.Pongalasmanosenlaespalda.ElpobreAllistor se frotaba lapiernacon lamanoquenososteníaelarma.

Danniellemirabaaúnenojado.Nopuedonegarquemellenarondesatisfaccióntantolatribulacióndeunocomoelenfadodelotro.Llevélasmanosamiespaldaycrucémuñecaconmuñeca.Mihermanosesorprendiótantoquecasisecaedela silla. Supongo que lo que esperaba era alguna de mis clásicas reaccionesagresivas,noqueobedecierasinoponerresistencia.Sucolegatambiénsequedósinsaberquéhacer.Eraevidentequenohabíanpensadollegartanlejos.

—¿Yahoraqué?—preguntéalverquenadasucedía.Veíalosojosdelamigodemandarrespuestasenelrostrodemihermano.—¿Piensasatarmecomoaél?—pregunté.Sesobresaltócomosialguienlehubieratocadoelhombropordetrás.—No…si…supongo.—¿Con qué? Las únicas cuerdas que hay son las que tiene mi hermano

alrededordelasmuñecas.¿Acasopiensasliberarleaélparainmovilizarmeamí?El apuro que estaban pasando era tan grande que estuvo a punto de

escapársemeunarisita.Seveíanobligadosatomarlainiciativa,aimprovisar.Y

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nosabíancómohacerlo.Eraevidentequesuplanfinalizabaconmisustoinicial.Seprodujounsilenciotensoeincómodo.Porextrañoquepudieraparecer,quienseimpacientóporsufaltadedecisiónfuiyo.Talcomoestábamos,sigritase,seríalaúnicaqueibaaquedarenevidencia.Ellostendríansuficienteexcusacondecirque estaban jugando y que yo les había malinterpretado. La cosa no podíadetenerse ahí. Si queríapillarlesbien, teníaque conseguirpruebas irrefutablesensucontra.

—¡Menudoladrónestástúhecho!Tienessólotresposibilidades.Una,salesatodamecha. Dos, te pones a pegar tiros dejando dos cadáveres. O tres, buscasalgunacosaconqueatarmeytelargasconloqueseaquehayasvenidoarobar.Túdecides.

Cuantomástiempopasaba,más letemblaba lapistolaentre lasmanos.Susojosseguían implorandounarespuestaaunDannielqueestabatanasustadoomásqueél.Yoteníaquecontrolarmisganasdereírsipretendíallevarlesamiterreno.

—¿Tienesmiedo?Teveoindeciso—leechéencaraaldelrevólverbuscandoquereaccionaradeunavez.

—Noeseso,esque…—No habías pensado en atar a una segunda persona, ¿me equivoco? No

tienesconqué.¿Voybien?—preguntéantesusconstantestitubeos.Cuantomáshablabayo,máspusilánimesemostrabaél.Mesentíapoderosa

dominando la escena. Podía ver su frente llenándose de gotitas de sudor. Suinseguridadmeagudizabaelingenio,lamentesemellenabadeideas.Élnohacíamásquemirar lapuertade lahabitación,comosipensarasalirhuyendoporelpasillodeunmomentoaotro.Enesecasosíquesearmaríaunbuenrevuelo.Conelpasamontañaspuesto,hastapudieraserquealguiendelservicio lenoquearadeunjarronazooquemipadrelellegaraadispararconsuescopetadecaza.No,esonoselomerecíaesteniñatoaprendizdetravieso.Improvisé.

—Abreaquelarmario.Esedeladerecha.Buscaeneltercercajón.—¿E…es…este?—tartamudeóél.Abrióelcajónysequedóobservándoloatónito.Luegomoviólamanoporel

interior apartando las prendas que allí había, buscando no sabía exactamentequé.

—Aquínohaycuerdas—dijocomounlelo.Elcajónestabarepletodefoulards.Eranunademisdebilidades. Teníauna

buenacolección.—¿Seránsuficientes?—lepregunté.—¿Yparaquéquieropañuelosdecolores?—balbuceódesconcertado.—¡Estúpido,vasanecesitarlos!—dijealzandolevementelavoz.—¿Yo?—¿Mevasaatarono?—lereñíbajandoelvolumen.—¿Conesto?¿Noseponenalrededordelcuello?

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—Ydemuchas otrasmaneras. Cogeunode ellos por las puntas y estíralo,veráscómoseformaunacintagruesa.

—Vaya, es verdad—dijo comprobando que lo que yo le decía era cierto,absortoenelfoulardalargadoqueteníaentrelosdedos.

—¿A qué esperas? ¿A que venga alguien y te pille con el pasamontañaspuesto?

—¡Joder,joder!—exclamódejandocaerelfoulardalsueloparallevarambasmanosalpasamontañas.

Elmuyimbécilhizoelgestodeirasacárselo.Ledetuveconunaordenseca.—Sitevemoselrostro,descubriremostuidentidad.Tendrásquematarnos

olapolicíatedetendráporasaltoconarmadefuego.Tecaeránporlomenosdiezaños.

Yono teníani ideade loquehablabaperoél eramás ignorantequeyoencuanto a asuntos penales. Se quedó paralizado, con el pasamontañas a mediosacar.

—Seteacabaeltiempo,nocreoquelosdecasatardenenvenir.Anda,átamerápido.Luegotelargasporlaventana.Notellevarásnadaperoalomejorhastatelibrasdeiraprisión.

Sevolvióacolocarbienelpasamontañas.Luegorecogiódelsueloelfoulardque había cogido antes, uno amarillo y negro de flores estampadas que mecompré en un bazar de Estambul. Yo hubiera preferido que utilizara otro conmenorcargasentimental,talvezalgunodelosbaratosqueadquiríenelrastrillode nuestra propia ciudad. Cuando Allistor pasó junto a Danniel para venir adondeyoestaba,mihermanohizoamagodedarleunpuntapié.Esta vezno ledio.Onotuvotanbuenapunteríaoelotroleviovenir.Semeescapóunasonrisadisimulada.Dannielestabafueradesíconelrostromuycolorado;elotro,pálidocomolanieve,semeacercóconmovimientosinseguros,impactandocontodoloquehabíaenlahabitación.Casisecaecuandounodesuspiestropezóconunadelaspatasdelacama.Porfortunarecuperóelequilibrio.Luegoseagachóenbuscademismuñecas.

—Sitehagodaño,melodices.—Dateprisaycalla.Melasenvolvióunavezehizounnudoflácido.—¿Asíestábien?—preguntó,comosiyofuerasuprofesorayélunalumno

queacabaradeentregarmeuntrabajo.Conunlevemovimientoconseguísacarfácilmentelasmuñecas.—¿Túquécrees?¡Esmérate!—Loharémejor,perdona.¿Me había pedido perdón? Resultaba casi tierno. Me volvió a rodear las

muñecasyaanudarunpardeveces.Mipreciosofoulardturcoestabayallenodearrugas.Quémásdabaqueleprovocáramosunascuantasmás.

—¿Estoeslomejorquesabeshacer?Meloaprietomáscuandomelopongoenelcuello.¡Anudaconmásenergía!—leechéencara.

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Todo tenía que ser lo más realista posible para cuando nuestros padresvinieran. Si no, podría parecer que no se trataba más que de un juego y yoquedaríacomounatonta.Unamuchachahechayderechajugandoconcríos.¡Quévergüenza!

Me quitó el pañuelo para volver a enrollarme lasmuñecas. Se empleó conbastantemáscontundencia,talvezexcesiva.Elpañuelosemehundióenlapielylosnudosquedaronduramenteconstreñidos.

—Estoyaesotracosa.Casicomoloharíaunprofesional.Vasaprendiendo.LosojosdeDannielysubocaestabanabiertosdeparenpar.Nosólonome

resistíasinoque,encima, lesguiabaensutravesura.Desdemiposturaarasdesuelopodíaverquelaspuntasdeloszapatosdemihermanitotemblabandelonerviosoqueestaba.Esomeindicóloquepodíaseguiracontinuación.

—Ahora los pies. No querrás que eche a correr y alerte a todo elmundo.Envuélvemelostobillosconmásfoulards.

Juntómispiesy los levantólosuficienteparapasarunpañuelopordebajo.Luegolediovariasvueltasalrededordelostobillossindemasiadatensión.Estavez eligió un foulard que nomemolestó en absoluto que pudiera arrugarse oensuciarse.¿Quiénsepondríajamásunfoulardrosayanaranjado?Nocombinabacon nada. No lo compré, me lo regaló una compañera de clase en mi últimoaniversario.Debíhaberlotiradoalabasurahacetiempo.Mirapordónde,ahorahastameibaaserdeutilidad.

—¿Teduele?—preguntó.—Másbienresultamolesto,peronotengoelección,¿verdad?Soyturehén.Él apenaspodía concentrarse en lo que hacía. Sus ojos se le ibanhaciami

cuerpo,especialmente lapartede la faldadondesemarcaban las curvasdemiculo. Esome incomodó.No poder cubrirmeni echárselo en cara hacía quemesintieravulnerable,comosiestuvieramediodesnuda.Pormásqueconstriñólosnudos finales con fuerza, las vueltas le habían quedado holgadas. Yo hubierapodido sacar los pies con tan sólo forcejear un poco y después atizarle unapatada en la cara sin demasiada dificultad. Tan cerca como le tenía,probablementelehubieradejadoinconsciente.

Mientras él meditaba sobre cómo arreglar su chapuza, aproveché pararelajarme un poco. Mi mente empezó a divagar pensando en la estética: unasomera visión del conjunto delataba que mi captor carecía de gusto en eseámbito.Hubierasidomejorqueloscoloresdelospañuelostuvierantonalidadesblancas o azules para hacer juego con el uniforme del instituto o con elmaravillosobronceadoqueelsoldeestaslatitudeslehabíadadoamicutis.Aúnenmiroldecautiva,mehubieragustadoestarmáseleganteparaelmomentoenque nos descubrieran. Hubiera sido genial que alguien me fotografiara, lainmortalización perfecta. Podría observarla en un futuro cada vez que meapeteciera acordarme del día que les di una lección a mi hermanito y a sucompinche.Ellos,mispresuntoscaptores,concaradeasustadosyyo,supuestaprisionera,eleganteyconeltriunfodibujadoenelrostro.

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—Habré de utilizar otro pañuelo. Este no me ha quedado muy bien —comentóél,percatándosedelaexcesivalaxituddelasatadurasenmistobillos.

Mehorroricéalverquesehabíadecididoporunodemispañuelosdeencaje,uno que le compré a unas dulces viejecitas en nuestro último viaje a Escocia.«¡Cómopuedeusarunaprendatanfinaydelicadaparauncometidotanexigente!No se puede esperar nada buenode unosmequetrefes como vosotros», pensé.Solté un resoplido para aliviarmi impaciencia creciente. Lo único positivo eraqueelmuchachoparecíairespabilando.Estainiciativanoselahabíatenidoqueindicaryo.Alvolveraagacharsesobremistobillos,envezdecolocarelsegundofoulardsobreelprimeroyconstreñir,loutilizótransversalmenteparahacerleuntorniquete.Mis tobillos quedaron juntos de una forma contundente y efectiva.Atadadepiesymanos,yapodíaponermeagritar.Ahorasílesteníajustodondequería.Misituaciónyanoerajustificableenmodoalgunoporsuparte.Suúnicoargumentoseríadecirqueyohabíaaccedidoaquemelohicieran.Yolonegaría,mintiendoamedias.¿Quiénlescreería?Nadie,seguro.Habíallegadolahoradelaverdad,elmomentodelescándaloydelconsiguientecastigopaterno.Ibaagritar,cuando sucedió algo sorprendente. Allistor tiró de las puntas de éste últimopañuelo haciendo que mis rodillas se doblaran y los tobillos se elevaran endirecciónamiespalda.

—¿Qué se supone que estás haciendo? —pregunté, intrigada por esainiciativatancuriosa.

Alhallarmeyodebrucesyéllevantarmelospies,micarafueahundirseenlaalfombramullidadelsuelo.Notuve tiempodereponermede lasorpresa,nidequejarme por la incomodidad, porque sucedió algo inesperado: sonaron dosgolpesenlapuerta.

—¿Sam?,¿estásahí?—dijomimadre.Nos quedamos rígidos como si la temperatura de la habitación acabara de

bajar de cero. Reaccioné yo porque no lo hubiera hecho nadie. Torcí el cuelloparasacarlabocadelaalfombra.

—Sí,mamá,noentres,noestoyvisible.—SamanthaShadowchild,nohaynadaquenohayavistomilveces—afirmó

ellacontonosolemne.—Noentres,yanosoyunaniña,tengoderechoamiintimidad—contestéen

unmodoque,másquederéplica,parecíaunasúplica.La puerta sólo estaba entornada. Con una ligera presión,mimadre podría

abrirla de par en par descubriendo el panorama. Fueron unos instantes deenorme incertidumbrepara los tresquenoshallábamosdentro.Aunqueera elmomentoadecuadoparadelataraloscanijosyqueseganaranlaregañina—miobjetivodesdeelprincipio—,elcorazónsemepusoalatirconfuerzayunpánicoatrozeinesperadoseadueñódemisentrañassilenciandomigarganta.Mesentíaatacadapor lavergüenzayporunadesazóndesconocidaen todoel cuerpo.Loquelespudierasucederaelloscarecíaahoradeimportancia.Nopodíasoportar

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la idea de que mi madre pudiera encontrarme en unas circunstancias tanlamentables.

—¿HasvistoaDanniel?Haceratoque lebusco.Tienedeberesporhacery,últimamente, la cabeza en las nubes. Sus notas han bajado hasta límitesintolerables.Comoseenteretupadre,levaasoltarunsermóndelosquehacenépoca. ¿Sabías que ha sacado un seis en Geografía? ¡Un seis! Dentro de nadaempezaráasuspenderalgúnexamen.Sileves,dilequesepongalaspilas.Eressuhermanamayor.Deberíahacertecaso.

—Sí,ytúsumadre,yyaves—lealcélavozdominadaporelnerviosismo.—¡SamanthaShadowchild!—Está bien, mamá, lo intentaré —respondí avergonzada por haberla

contestadodeesemodo.Lapuertasemovió…paracerrarse.—Siquieresintimidad,noladejesabierta.Nadieabrelapuertacerradadela

habitacióndeunaseñoritasinantespedirpermiso.Consejodemujeramujer—dijoconsuavidad.

—Gracias,mamá.Con la calma por haber capeado el temporal, intenté reflexionar sobremi

extraña reacción a la hora de la verdad, o la falta de ella.Me sentía incómodasobreelsuelo.MeacordédequeAllistor,pocoantesdelaentradaenescenademi madre, había tirado de las puntas del foulard torniquete en mis tobillosobligándomeadoblarlasrodillas.Ahoramedabacuentadelporqué,ydequetalvezesotuvieraalgoqueverconmidesazón,midesconciertoymistribulacionesposteriores. Mientras yo había estado hablando conmimadre, él había hechollegar mis tobillos hasta donde se hallaban mis muñecas en mi espalda y allíhabíaatadoloscabosdelosrespectivospañuelos.Mistobillosymuñecashabíanterminadounidosytodayoarqueadasobremibarriga,laúnicapartedemíqueahoratocabaelsuelo.

—Paraserunladrón,tienesunmodobastantepeculiardeasegurartedequelos rehenes no se escapen—comenté atónita por su sorprendente iniciativa, yconfiesoquetambiénadmirada.

Enmiroldecautiva,aqueleraundetallequenomeesperabayqueencontréespecialmente interesante. Mi cuerpo doblado hacia la espalda conllevaba quecualquier movimiento que yo intentara, provocaría un balanceo. Cuando laoscilación se apoyaba en la zonadel tórax,mis pechos eran aplastados pormipropiopesoycuandolohacíaenladelabdomen,loeramipubis.Porlaposiciónenquemehallaba,tantomihermanocomoelotroquedabanfuerademicampode visión. Tuve que girar el cuerpo, balanceándome sobre el suelo en sentidolateral,parapoderverles.Eseridículoreptarsobrelaalfombracomportóqueseinfringieran nuevos y emocionantes roces sobre unas zonas íntimas que yoempezabaaencontrardemasiadosensibles.

—Megustantusbraguitas—dijoAllistornadamásterminarderevolcarmeytenerleenfrente.

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Giréelcuellohaciamicinturasinconseguirvernadaperomedabacuentadeque,altenerlaspiernaselevadas,elbordedelafaldadeluniformehabíacaídoymisbraguitasquedabanalavista.

—Tápame,telosuplico.Medavergüenza—leimploré,volviendolamiradadenuevohaciaél.

¡Se lo estaba suplicando, cuando debería estar hecha una fieraordenándoselo!Másaún,gritandoparaquemimadrevinieraaponerfinatodoaquel desaguisado. ¿Quéme estaba sucediendo?Me sentía vulnerable. Toda laascendenciaqueteníasobreaquelmequetrefesehabíaevaporadoencuestióndesegundos.Mismuñecas luchaban por liberarse ymis piernas forcejeaban paraquemicolumnapudierarecobrarsuposiciónhabitual.Notabacómolosfoulardssemeclavabanenlapiel.Ycuantomásluchaba,másrocessentíaenmispechosymi pubis. Empecé a notarme extraña y a marearme. La cosa se descontrolódefinitivamente al producirse algo inesperado y turbador: un pañuelo seintrodujo enmi boca separándome los labios. Allistorme estaba amordazandoconrapidezyconlamismacontundenciaconquemehabíaatadolasmuñecasylostobillos.Denoserporlamagníficacalidaddelaprenda,suaveyelástica,talvez se hubiera roto ome hubiera dañado las comisuras de la boca. Al fijar laspuntas en la nuca me tiró ligeramente de los pelos. Un detalle furtivo, rudo,agresivoypreocupantequeprovocóque,porprimeravez,tomaraconscienciadeque la cosa iba en serio.Nopodíamover la lenguani articularpalabra alguna.Hastaahora,misórdenesysugerenciaseranloúnicoquemehabíamantenidoalmandodelasituación.Silenciadayencircunstanciastanhumillantes,mesentíaimpotenteyestúpida.Nopodíapedirauxilio,nadiemeoiríaytampocotendríanel castigo que tenía planeado. Al dejar marchar a mi madre habíadesaprovechadoesaoportunidad.Ahorayaeratarde.Mordíelpañuelocontodasmis fuerzas aún a riesgo de romperlo. El maldito sería de los buenos porqueaguantó la furia de mis dentelladas. A duras penas podía mover la lengua.Farfullé algún que otro insulto. Pero apareció un segundo pañuelo, este másgrueso.Lopasóporencimadelprimeroy tambiénme loanudóen lanuca.Mehabía quedado la boca bien abierta pero pormás que gritaba, apenas lograbaemitir algunos gruñidos apagados. Tenía que respirar por la nariz. Allistor sehabíasacadoelpasamontañasysonreía.Danniel,ahorasincuerdasnimordaza,estabadepieasuladohaciéndomefotografíasconlaminicámaraquelospapásleregalaronporsudecimocuartoaniversario.

—¡Hijodeperra!¡Yaveráscómotecoja!Tevoyadarmásqueloscriadosalasalfombrascadasábado—dije,aunqueellossóloescucharonunmurmulloquedecía:«mffbr,mmrf,mm…»

Les maldecía con la mirada, lo único de mí que todavía podía enviarmensajes,mientraslosdosniñatossechocabanlamanocomodosjugadoresdebásquet tras conseguir anotar una canasta. Fueron unos minutos dedesesperación,ira,odioyvergüenza.Allistorseagachó.Llevabaalgoenlamano.¿Quénuevasorpresameteníanpreparada?Eraunpapelrectangularsatinadoen

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blanco.Cuandolediolavueltadescubríquesetratabadeunafotografía.EnellapodíaveraEleanor,suhermanamayor,dediecinueveaños,que,tumbadasobreunacamaconlosbrazosylaspiernasabiertos,atadayamordazada, lanzabasumiradairacundaaquienlaestuvierafotografiando.¿Habríanutilizadolamismatretaconella?Probablemente.Conmigohabíansidoabsolutamenteconvincentesensupapeldeinofensivosaprendicesdetraviesos.Fueronunosinstantesquesemehicieroneternos,porsusrisasburlescasyeldolorenmismuñecas,tobillosyboca, sin olvidar la columna arqueada. Para colmo, toda la parte frontal demicuerpo no podía dejar de frotarse una y otra vez contra la maldita alfombra,comocuandotienespicor,terascasyesacomezónaumentaenintensidad.Hastaque, por fin, decidieron terminar con aquella pesadilla y se agacharon paraliberarme.Mientras ibandesatándome,medi cuentade lo empapadaen sudorqueestaba.Además,notabaunagransensibilidadtantoenlospechoscomoenelbajo vientre. Conocía esa sensación. La había experimentado en demasiadasocasiones últimamente, casi todas las veces que, saliendo con alguno de loschicos más atractivos del Instituto Británico, la velada terminaba de formainsatisfactoria para mí. En aquellas circunstancias, me llegaba a sentir tannerviosa y alterada por dentro quemás de una vezme vi en la necesidad deencontrarunlugardiscretodondemasturbarme.

Yalibredepañuelos,mepuseenpieysalífuerademicuarto,apartándolesdemi camino conunviolentoempujón.Corrí ametermeenel aseodelpasilloque había al fondo a la derecha, el que suelo utilizar habitualmente. Antes deentrar pude ver queAllistor y Danniel salían demi habitación.Me paré en elumbralylevantéelpuño.

—Comoselocontéisaalguienoenseñéisesasfotografías,juroqueosmato.Tú,AllistorParker, lárgatedeaquíytú,DannielShadowchild,ponteahacerlosdeberes.Yahablaremosmástardecaraacara—amenacé.

Debí de resultar muy convincente porque los dos dejaron de sonreír deinmediato y me obedecieron. Ya dentro del cuarto de baño, confieso que meacaricié.Fueunatentaciónirresistible,unanecesidadallímite.Notardénimediominutoenalcanzareléxtasis.Estabademasiadoalterada.Todosedesencadenósólocon frotarmevariasveceselsexoy lospechosenelmodoenquemásmeurgía.Hundímicarasobreunatoallaparaquenoseoyeranmisgemidos.Tardéen recuperarme. Tuve que permanecer bastante rato en el aseo antes de salirporquenomesentíaconánimosdeenfrentarmealmundo.

Durante los días siguientes, mi gran obsesión, más que de venganza o dereproche,seconcentróenneutralizarlasconsecuenciasdelosucedido.ADannielleexigíunapromesadesilencio,queborraralasfotografíasdelaminicámaray,para terminar de cerrar el círculo, le recordé las muchas cosas que yo podíarevelar de él si aquello trascendía. En cuanto a su compinche, la cuestión sepresumía bastantemás delicada. No tenía nada con qué presionarle. Crucé losdedosdeseandoquemantuvieralamáximadiscreción.Comomehabíamostradolafotografíadesuhermanaenmimismatesitura,yteniendoencuentaquelos

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interesesdelosParkerydelosShadowchildestabanestrechamenteunidos,todoapuntaba a que su intención era circunscribir el asunto al ámbito íntimo ypersonal.Porelmomentotendríaquevivirconesaincertidumbre.