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1 Sistema transgénico Monsanto de producción agraria-Sociedades dañadas. Claudio Lowy – Agosto 2009 El debate de los cultivos transgénicos fue ocupando parte de la agenda pública de la Argentina debido sobre todoa la expansión del cultivo de la soja, a su creciente participación en las exportaciones, a su impacto en la economía en la sociedad y en los ecosistemas. Las argumentaciones a favor y en contra suelen ser taxativas y descontextualizadas. Este material busca mostrar los perjuicios económicos, sociales y ambientales causados por el sistema de producción agrario promovido desde la transnacional Monsanto, más allá de que la tecnología transgénica en sí misma pueda resultar beneficiosa para la sociedad si se la utiliza adecuadamente. Este material propone un repaso de diferentes posiciones que aparecieron en diferentes medios de diferentes países. Inicia con un debate publicado en sucesivas ediciones de El País en 1999, en momentos en que se discutía la liberación o no de los productos transgénicos en Europa, finalizando con un resumen de la situación en nuestro país a mediados del 2009. Contiene Alimentos transgénicos: un debate en Europa y EEUU – 1999--------- -------- 1 o Un futuro incierto - Rafael Urrialde De Andrés ---------------------- -------- 1 o Paradojas y contradicciones - Pere Puigdomènech ------------------- -------- 3 o Los ecologistas extremistas impiden erradicar el hambre-Norman Borlaug 5 o La ingeniería genética incrementará el hambre - Xavier Pastor -------------- 8 o En defensa de Norman Borlaug - Alonso Rodríguez Navarro, José María Sumpsi Viñas y Francisco García Olmedo ------------------ 10 Soja en América Latina. Una maquinaria de hambre, deforestación y devastación socioecológica – Altieri y Pengue------------------------------------------------------ ----- 12 Expansión del modelo sojero. Agricultura sin agricultores – Teubal ----------------- 19

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Sistema transgénico Monsanto de producción agraria-Sociedades dañadas.

Claudio Lowy – Agosto 2009

El debate de los cultivos transgénicos fue ocupando parte de la agenda pública de la Argentina debido sobre todoa la expansión del cultivo de la soja, a su creciente participación en las exportaciones, a su impacto en la economía en la sociedad y en los ecosistemas. Las argumentaciones a favor y en contra suelen ser taxativas y descontextualizadas. Este material busca mostrar los perjuicios económicos, sociales y ambientales causados por el sistema de producción agrario promovido desde la transnacional Monsanto, más allá de que la tecnología transgénica en sí misma pueda resultar beneficiosa para la sociedad si se la utiliza adecuadamente.

Este material propone un repaso de diferentes posiciones que aparecieron en diferentes medios de diferentes países. Inicia con un debate publicado en sucesivas ediciones de El País en 1999, en momentos en que se discutía la liberación o no de los productos transgénicos en Europa, finalizando con un resumen de la situación en nuestro país a mediados del 2009.

Contiene Alimentos transgénicos: un debate en Europa y EEUU – 1999--------- -------- 1

o Un futuro incierto - Rafael Urrialde De Andrés ------------------------------1

o Paradojas y contradicciones - Pere Puigdomènech --------------------------- 3

o Los ecologistas extremistas impiden erradicar el hambre-Norman Borlaug 5

o La ingeniería genética incrementará el hambre - Xavier Pastor --------------8

o En defensa de Norman Borlaug - Alonso Rodríguez Navarro, José María Sumpsi Viñas y Francisco García Olmedo ------------------ 10

Soja en América Latina. Una maquinaria de hambre, deforestación y devastación socioecológica – Altieri y Pengue----------------------------------------------------------- 12

Expansión del modelo sojero. Agricultura sin agricultores – Teubal ----------------- 19 Sojización,toxisidad y contaminación ambiental por agrotóxicos – Lapolla --------- 21 Trece años de soja en Argentina – Vicente------------------------------------------------ 31

Alimentos transgénicos: un debate en Europa y EEUU - 1999

La producción de alimentos a partir de semillas transgénicas tiene fervientes defensores y opositores, que suelen argumentar y debatir intensamente. Uno de estos debates se dio a través de las páginas de El País, de España, en el año 1999. A continuación, se transcriben algunas de las notas. Las fechas siguen el formato aammdd.

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Un futuro incierto

RAFAEL URRIALDE DE ANDRÉS

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En primer lugar se debe indicar que para entender toda la problemática que ha surgido en torno a los organismos modificados genéticamente (OMG) hay que partir de que en el mercado de la Unión Europea (UE) se aplica el principio de precaución o principio de cautela, que, sobre todo, prevalece en materia de seguridad alimentaria. Este principio se basa en que, ante la más mínima duda o sospecha de perjuicio o daño para la salud ocasionado por un producto, la Comisión Europea o no autoriza su comercialización o recomienda la inmovilización y retirada a los 15 países miembros. Se están utilizando argumentos de protección para la salud para impedir su autorización, bajo la aplicación del principio de cautela, dentro del territorio de la UE, ya que los argumentos en defensa del medio ambiente, de propiedad de patentes biológicas o los argumentos de contenido economicistas no calan en el ciudadano, mientras que los sanitarios sí.

La polémica suscitada es llamativa; si diferenciamos los OMG de aplicación en la industria farmacéutica y los de utilización en la industria alimentaria, parece -según las opiniones vertidas con o sin fundamento- que los últimos son los que podrían causar efectos nocivos para la salud; pero, según las mismas fuentes, esto no ocurre (o no argumentan nada en su contra) con los OMG de uso y aplicación en la industria farmacéutica, totalmente aceptados por la ciudadanía. Estos últimos no afectan a la biodiversidad, no implican costes para los ganaderos, son buenos para los ciudadanos, tanto nutricional como sanitariamente, no implican alergias, no conllevan resistencias a los antibióticos y parece que tienen garantizada su inocuidad; la situación parece rocambolesca.

Ahora ya sólo se pide o se exige la moratoria para los organismos modificados genéticamente de uso en la industria alimentaria, que hasta ahora sólo tienen un interés comercial y no suponen ningún beneficio social. En el caso de intereses comerciales y posibles daños o efectos sobre el medio ambiente hay que tener mucha cautela a la hora de valorar qué debe primar: si los beneficios económicos de multinacionales, industrias alimentarias y agricultores sobre posibles efectos negativos en relación con el medio ambiente o los efectos medioambientales sobre los beneficios económicos. Considero que en este caso se deben realizar estudios exhaustivos que determinen claramente los efectos que se puedan ocasionar y que se evalúen los mismos y se sopesen los intereses y los costes.

Al parecer, en el terreno de los alimentos transgénicos hasta ahora sólo conocemos intereses económicos, no nos han presentado intereses sociales que hagan que la balanza se incline a favor de estos productos. Es necesario trabajar con total transparencia e información para los consumidores, y así evitar recelos y suspicacias. Esto llevará a la reconversión de todo el sistema de funcionamiento para garantizar una serie de premisas a la hora de autorizar los OMG.

Éstas son: se estudiará y analizará caso por caso y se valorarán de forma individualizada. Cuando exista la más mínima duda de riesgo demostrado para la salud de los consumidores, ni se notificarán ni se autorizarán. Cuando no exista riesgo demostrado para la salud de los consumidores y la modificación genética implique un beneficio social para los ciudadanos (como puede ser solucionar una determinada enfermedad, eliminación del gluten en cereales, reducción del contenido de lactosa en leche...), se notificarán y se autorizarán. Cuando no exista riesgo demostrado para la salud de los consumidores y la modificación genética implique un beneficio secundario a partir de la aplicación del producto, se notificarán y se autorizarán (Kit de análisis para la detección de antibióticos en leche, raboral, que es una vacuna oral contra la rabia en zorros). Cuando no exista riesgo demostrado para la salud de los consumidores y la modificación genética implique un beneficio social para los ciudadanos, como puede ser una mejora nutricional, se registrarán y se autorizarán.

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Cuando únicamente exista un beneficio económico por mayor rendimiento agrícola y no exista riesgo demostrado para la salud de los consumidores y ningún efecto perjudicial demostrado para el medio ambiente, se notificarán y se autorizarán (claveles con mayor longevidad, claveles con cambio de color).Cuando no exista beneficio demostrado para la salud de los consumidores y sólo exista un mayor rendimiento económico y sí exista y esté demostrado un riesgo para el medio ambiente, no se notificarán y no se autorizarán. Estricto cumplimiento de los reglamentos 258/97 sobre nuevos alimentos e ingredientes alimentarios -que entraron en vigor a partir del 16 mayo de 1997- y del 1.139/98, relativo a la indicación obligatoria en el etiquetado de determinados productos alimenticios fabricados a partir de organismos modificados genéticamente, de información distinta a la prevista en la Directiva 79/112/CE, que entró en vigor el 1 de septiembre de 1998. La etiqueta debe advertir de la presencia de OGM siempre que existan cantidades detectables de proteínas o ADN derivados de la modificación genética.

Reconocimiento y homologación de una única técnica para la determinación de la presencia de proteína y ADN derivados de la modificación genética de los organismos modificados genéticamente. Estandarización y unificación de criterios entre los 15 países miembros de la UE para la notificación y autorización de organismos modificados genéticamente.

Rafael Urrialde de Andrés es responsable del Programa de Salud de la Unión de Consumidores de España (UCE).

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Paradojas y contradicciones PERE PUIGDOMÈNECH

Todo lo que comemos (dejando aparte lo que queda de caza y pesca) procede, directa o indirectamente, del cultivo de un reducido número de especies vegetales. Si en términos globales la alimentación de una población mundial creciente está por ahora asegurada, tanto en términos de cantidad como de calidad, es porque tenemos una agricultura eficiente. Y agricultura eficiente quiere decir, entre otras cosas, utilizar las mejores semillas posibles. Todas las que hoy utilizamos llevan siglos de modificaciones genéticas sucesivas, hasta el punto de que en algunos casos es difícil identificar el ancestro que está en estado salvaje. Por otra parte, mientras la población sigue creciendo, ciertas prácticas agrícolas necesitan ser revisadas por sus efectos en el medio ambiente. Esto lo queremos hacer sin aumentar la superficie cultivada, con una proporción de agricultores que disminuye y cuando las técnicas clásicas de mejora en algunas especies presentan síntomas de agotamiento. Si queremos encontrar la cuadratura de este círculo debemos esforzar mucho nuestra inteligencia.

Es en este contexto en el que aparecen las variedades mejoradas genéticamente. Y ahí comienzan las paradojas. Por ejemplo, una diferencia de estas plantas respecto a las mejoradas por procedimientos clásicos es que los genes que se han introducido han sido previamente aislados mediante técnicas moleculares en el laboratorio. Por tanto, sabemos exactamente lo que introducimos en la planta de una forma más limpia que en las técnicas clásicas; sin embargo, curiosamente, alguien ha inventado el término contaminación genética para describirlas. Las primeras plantas transgénicas se consiguieron en el laboratorio en 1983. Basta consultar una hemeroteca para darse cuenta de que incluso antes de publicarse el resultado ya aparecieron artículos anunciando la importancia del nuevo avance. Durante años,

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algunos se quejaban de lo que tardaban en aparecer estas variedades en el mercado. Cuando 15 años después se plantan 30 millones de hectáreas, otros comienzan a pedir moratorias.

Desde que comenzaron a hacerse pruebas de campo, hará ya unos 10 años, se vio la necesidad de que se llevaran a cabo controles rigurosos. Al tratarse de una nueva metodología había que ir con la mayor precaución. Por ello, en todos los países, antes de autorizar una variedad modificada genéticamente, se controlan los posibles efectos para la salud o el medio ambiente y las ventajas para el agricultor. Para algunos, estos controles son excesivos, rayanos en la histeria, pero para otros son insuficientes. Durante este tiempo se han hecho millares de experimentos y se ha ido lo más al fondo que era posible en cada momento sobre los riesgos previsibles. Curiosamente, la percepción pública es que cuantos más controles se hacen, más sospechosas se vuelven estas plantas. A muchos les preocupa la concentración de las empresas de semillas, que, tal como van las cosas, acabarán formando cuatro o cinco grandes grupos. Unos dirán que lo mismo ocurre con los fabricantes de automóviles, los grupos de comunicación o las empresas farmacéuticas. Sin embargo, como en este último caso, los rigurosos controles impuestos favorecen a las grandes compañías, que son las mejor preparadas para llevarlos a cabo y también para resistir las polémicas. Es interesante que un país tan liberal como Estados Unidos haya reaccionado incrementando los fondos para la investigación pública. Es probable que ello sea un requisito tanto para futuras tecnologías como de que haya una base científica independiente que permita controlar cómo éstas se aplican.

Las nuevas metodologías abren unas posibilidades que pueden transformar la agricultura del futuro. Las plantas son los mejores reactores que tenemos para convertir la energía solar en productos utilizables para la alimentación o la industria. Ya se están probando plantas que producen vacunas, nuevos aceites o plásticos. Es posible que los primeros transgénicos que han llegado al consumidor no sean los mejores para que el público los acepte, y es seguro que las cosas han ido tan rápido que no ha habido tiempo para que la sociedad asuma los nuevos avances. Todo ello ha sumido a la población y a los responsables políticos en una perplejidad que ha dado lugar a situaciones contradictorias. Lo más preocupante es que se acaben tomando decisiones basadas no en datos contrastables, sino en conceptos ideológicos, percepciones inasibles o intereses legítimos, pero disfrazados de cualquier cosa.

Pere Puigdomènech es profesor de Investigación del CSIC.______________________________________________________________________

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Los ecologistas extremistas impiden erradicar el hambre NORMAN BORLAUG

Los Nobel miran al siglo XXI. Norman Borlaug, premio Nobel de la Paz en 1970, defiende en su artículo las nuevas tecnologías agroalimentarias como única forma de alimentar a un planeta que parece desbordarse de población en el próximo siglo. Las críticas de quienes denomina "extremistas en el movimiento ecologista", sólo conducen, en su opinión, a detener el proceso científico.

Hace casi 30 años, en mi discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz, dije que la revolución verde era una victoria temporal en la guerra del hombre contra el hambre, pero que, si se impusiera, habría suficiente alimento para la humanidad hasta finales de este siglo.

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Pero advertí de que, a menos que se frenara el terrible poder de la reproducción humana, el éxito de la revolución verde sería efímero. La ciencia agrícola, hasta ahora, ha podido satisfacer las demandas de producción de alimentos como estaba proyectado. Pero el monstruo de la población continúa desbocado. Tan sólo en los noventa, la población mundial ha crecido casi en mil millones de personas y aumentará otro tanto en la primera década del XXI.

El reto del futuro es producir y distribuir equitativamente una dieta alimenticia adecuada para este planeta superpoblado. Creo que tenemos la tecnología agrícola para alimentar a estos 8.300 millones de habitantes del 2025. La pregunta de hoy es si se permitirá a los rancheros y agricultores utilizarla.

Los ecologistas extremistas de las naciones ricas parecen hacer todo lo que pueden para detener el progreso científico. Pocos, pero vociferantes y altamente efectivos, predicen el caos y provocan temores, frenando la aplicación de la nueva tecnología, ya sea la transgénica, la biotecnología, o métodos más convencionales de ciencia agrícola. Véase la campaña en contra de los transgénicos, los llamados alimentos Frankenstein , por activistas británicos y de otros países europeos.

Me alarman particularmente aquellos elitistas que buscan negar a los pequeños agricultores del Tercer Mundo, especialmente del África subsahariana, acceso a semillas convencionalmente mejoradas, fertilizantes y químicos para la protección de cultivos que han permitido a las naciones ricas el lujo de productos alimenticios abundantes y baratos que a su vez han acelerado su desarrollo económico.

Por supuesto, debemos ser ambientalmente responsables. Siempre he suscrito lo que en los viejos tiempos se llamaba "manejo integrado de cultivos" y actualmente "sostenibilidad" -el uso de la tierra para el mejor bien para el mayor número de personas sobre el periodo más largo posible-. Pero el pensamiento de los extremistas de hoy es peligrosamente equivocado. Lo más preocupante, que se aprovechen de la "falta de conocimientos" sobre las complejidades de la biología del público en general de las sociedades pudientes -ahora, urbanas y sin relación con el campo-, que se hace mayor con los rápidos avances en la genética y en la biotecnología de las plantas.

Sin duda, uno de los grandes retos del siglo XXI será la renovación y la ampliación de la educación científica para que siga el ritmo de la época. En ninguna parte es más importante que el conocimiento haga frente a los temores de la ignorancia que en la actividad básica de la humanidad -la producción de alimentos-. La innecesaria confrontación de los consumidores en contra del uso de tecnología para cultivos transgénicos, ahora tan ampliamente utilizada en Europa y crecientemente en Estados Unidos y Asia, podría haberse evitado con una sólida educación sobre la diversidad genética y la variación.

El hecho es que no podemos dar marcha atrás al reloj de la agricultura y usar únicamente métodos que se desarrollaron para alimentar a un número mucho más pequeño de personas. Tardamos casi 10.000 años para ampliar la producción de alimentos al nivel actual de cerca de 5.000 millones de toneladas al año. Para el 2025 tendremos que duplicar casi esta cantidad, y no podrá hacerse a menos que los agricultores de todo el mundo tengan acceso a los continuos adelantos de la biotecnología.

Organismos genéticamente modificados (GMO) y alimentos genéticamente modificados (GMF) son términos poco precisos que han contribuido enormemente al escándalo sobre el

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uso de cultivos transgénicos (cultivos hechos con semillas que contienen los genes de especies diferentes).

Pero, mucho antes de que la humanidad comenzara a cultivar, ya lo hacía la madre naturaleza. Los tipos de trigo del que tanto dependemos para nuestro consumo son el resultado del cruce natural entre diferentes especies de pastos.

El pan de hoy se hace con trigo compuesto de tres diferentes genomas vegetales, cada uno conteniendo un conjunto de siete cromosomas. Los tipos de trigo más primitivos se llaman diploides, y aún crecen de manera silvestre en su zona de origen del Cercano Oriente. Antes de que naciera la agricultura, el trigo diploide se cruzó con otro pasto silvestre para producir el primer trigo cultivable de importancia para el comercio, que conocemos como tetraploide. Este trigo se remonta a los sumerios del 3.500 antes de Cristo. Después, en algún momento -nadie sabe dónde-, los tetraploides se cruzaron con otro pasto silvestre para producir los trigos del pan que comemos hoy.

Lo que probablemente ocurrió es que una helada acabó con el polen masculino, dejando vivo el receptáculo femenino. El estigma femenino se forzó a sí mismo al exterior de la planta en el extremo plumoso del tallo, adonde llegó el polen de otra planta. Así nació una nueva especie. Los alimentos genéticamente modificados por la propia naturaleza, lo que equivale que el 98% de las toneladas de trigo para pan que se producen hoy es "transgénico".

Gracias al desarrollo de la ciencia en los dos últimos siglos tenemos ahora la visión de la genética vegetal y la capacidad reproductora para hacer a propósito lo mismo que hizo la madre naturaleza en el pasado por casualidad o por designio. La modificación genética de los cultivos no es una especie de brujería; como el cultivo mismo, pretende dominar las fuerzas de la naturaleza para beneficio de la alimentación de la raza humana.

En el curso de las últimas siete décadas, los cruces convencionales de las plantas han producido un vasto número de variedades mejoradas e híbridos que han contribuido inmensamente a una mayor producción de granos, estabilidad de las cosechas e ingresos agrícolas. Pero no se ha producido un importante aumento en el máximo potencial de rendimiento genético del trigo y del arroz desde que las variedades enanas dieron inicio a la revolución verde de los sesenta y setenta.

Para satisfacer las rápidamente crecientes necesidades alimenticias de la población debemos encontrar nuevas y apropiadas tecnologías que eleven el rendimiento de los cultivos cereales. Los recientes desarrollos en la biotecnología animal han producido somatotropina bovina (BST), que ahora se utiliza extensamente para aumentar la producción de leche. Actualmente, grandes áreas comerciales se plantan con variedades transgénicas e híbridos de algodón, maíz y patatas que contienen genes, que efectivamente controlan diversas pestes de insectos.

Ha habido grandes avances en el desarrollo de plantas transgénicas de algodón, maíz, colza, soja, remolacha y trigo con tolerancia a diversos herbicidas. Esto puede llevar a una reducción en el uso de herbicidas. Obviamente, la reducción del daño a los cultivos por pestes y enfermedades aumenta el rendimiento. Finalmente, los experimentos preliminares han demostrado que los genes insertados de algunas especies pueden ayudar a los cultivos a soportar condiciones de sequía

Tras la cumbre de Río de 1992, más de 400 científicos presentaron un manifiesto a los dirigentes del mundo. Este manifiesto ha sido firmado ya por miles de expertos. Permítanme citar el último párrafo:

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"Los más grandes males que acechan a nuestra tierra son la ignorancia y la opresión, y no la ciencia, la tecnología o la industria, cuyos instrumentos, cuando se manejan adecuadamente, son herramientas indispensables para salvar la sobrepoblación, el hambre y las enfermedades mundiales".

Los científicos agrícolas tienen la obligación moral de advertir a nuestros líderes políticos, educativos y religiosos sobre la magnitud y seriedad de los problemas de las tierras cultivables, los alimentos y la población que habrá en el futuro. Ellos deben también reconocer el efecto indirecto de las enormes presiones que ejercen los humanos sobre los hábitats de muchas especies silvestres de flora y fauna, llevándolas hacia la extinción. Si no podemos hacerlo estaremos contribuyendo al caos de incalculables millones de muertes por hambre. El problema no va a desaparecer solo.

© Los Angeles Times.

Norman Borlaug (Iowa, EEUU, 1914) es hijo de inmigrantes noruegos y fue criado en una granja en la que despertó su curiosidad innata sobre el proceso de crecimiento de las plantas. Se hizo agrónomo y microbiólogo, participó en varios proyectos de investigación sobre producción de trigo y logró desarrollar cosechas de alto rendimiento, libres de parásitos y cuyo grano podía adaptarse a distintos terrenos.

Los primeros programas de lo que entonces se bautizó como la revolución verde se iniciaron en los años sesenta. Era la única esperanza para alimentar a las grandes poblaciones hambrientas del Tercer Mundo. La agricultura "explosiva" se extendió por Latinoamérica y Asia.

Cuando en 1970 recibió el Premio Nobel de la Paz, Borlaug dijo: "El componente esencial de la justicia social es adecuar el alimento a la humanidad. Si se desea paz hay que cultivar la justicia, pero al mismo tiempo hay que cultivar los campos para que produzcan más trigo". Con 84 años, Borlaug es actualmente presidente de la asociación Sasakawa África, para el desarrollo rural del continente negro, y profesor titular de la universidad A&M de Tejas. Ha sido el principal asesor del Centro para la Mejora del Maíz de Ciudad de México.

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La ingeniería genética incrementará el hambre XAVIER PASTOR

El artículo de Norman Borlaug que el pasado domingo publicaba EL PAÍS sólo puede calificarse de total desfachatez o de desinformación interesada, además de estar repleto de falsedades. En él, aparte de hacer una encendida defensa del uso de plaguicidas y de cultivos transgénicos, acusaba a los "ecologistas extremistas" de impedir erradicar el hambre en el mundo.

Borlaug ignora de forma consciente que los países más opuestos a los cultivos transgénicos son precisamente los países pobres, como los africanos. Recuérdese, por ejemplo, la propuesta contra ese tipo de cultivos presentada a la ONU por parte de todos los países de ese continente. El artículo de ese promotor de los transgénicos oculta también que donde mayores manifestaciones y reacciones entre agricultores se han producido ha sido en países como India o Bangladesh y que los países que más apuestan por el desarrollo de esta destructiva forma de

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agricultura son naciones como Estados Unidos o Canadá, actuando en defensa de los intereses de sus poderosas multinacionales agroquímicas. Un sencillo seguimiento de lo que han sido las negociaciones internacionales bajo los auspicios de Naciones Unidas, concretadas en el Protocolo de Bioseguridad, sería más que suficiente para comprobar qué países siguen las tesis del Borlaug y cuáles no. ¿Sería el señor Borlaug capaz de afirmar en la India, frente a las viudas de los agricultores que se han suicidado o a las mujeres de Karnataka que han destruido los campos de cultivos transgénicos que esas personas son simplemente un puñado de ecologistas ricos y radicales?

Es igualmente sorprendente escuchar argumentos tan trasnochados como la defensa feroz de una supuesta revolución verde basada en el uso masivo de venenos agrícolas, cuando unas pocas páginas antes el mismo periódico daba la noticia de que en Perú han muerto 24 niños y otros más se encuentran graves por consumir alimentos tratados con los plaguicidas que tanto defiende Borlaug. Ésas son sólo las últimas víctimas. O lo eran la semana pasada.

No se puede calificar más que de ignorancia interesada que a estas alturas alguien todavía crea, como pretende hacerlo Borlaug, que el problema del hambre es tecnológico. Se sabe perfectamente que en el mundo hay alimentos suficientes para alimentar a todos sus habitantes varias veces. Sólo con la producción actual de grano mundial sería suficiente para que cada ser humano de este planeta tuviese una dieta diaria de 3.500 calorías. Esto, sin tener en cuenta ni la ganadería, ni la pesca, ni la caza ni -tan siquiera- otros cultivos como verduras, hortalizas, legumbres, frutas, etcétera. Nada más tenemos que mirar a Europa, donde agricultores y ganaderos son multados por producir más de la cuenta y a los que se pagan enormes subvenciones para que abandonen los campos de cultivo.

Muchos de los países más pobres del planeta exportan la mayoría de su producción. En la India, donde unos 200 millones de personas pasan hambre, sus exportaciones de trigo y arroz alcanzan los 300.000 millones de pesetas anuales. Ya en los años setenta, 34 de los países más pobres del mundo y con mayores problemas de hambre y desnutrición exportaban alimentos a EE UU. Además, casi el 80% de los niños con desnutrición están en países con excedentes agrícolas.

La revolución agrícola de la que tan orgulloso se siente Norman Borlaug no ha servido para mitigar ninguno de los problemas que prometía solucionar. En menos de 50 años, las diferencias entre países ricos y pobres se han disparado; unas 35.000 personas mueren al día de hambre, 1.500 millones de personas tienen graves problemas de desnutrición y unos 3.000 millones de personas viven con unos ingresos de menos de 100.000 pesetas al año; las zonas cultivables están disminuyendo por la erosión y agotamiento producidos por la agricultura intensiva; la mayoría de los suelos, acuíferos y organismos vivos del planeta están contaminados por el abusivo uso de sustancias tóxicas (cada año hay 25 millones de personas afectadas y 220.000 muertes); los daños de las plagas casi se han duplicado y centenares de insectos y malas hierbas se han hecho resistentes a la mayoría de los productos fitosanitarios utilizados en agricultura.

En algunos países del Sahel africano diversas cosechas han disminuido un 90% y sus importaciones y endeudamiento se incrementan cada año cerca de un 8% anual; 82 países, la mitad de ellos en África, ya no pueden producir ni importar el alimento necesario para su población. Es este panorama el que la nueva revolución agrícola de los transgénicos quiere exacerbar.

Pero, además, Borlaug miente y falsea datos. Decir que los cultivos transgénicos reducen el uso de productos tóxicos e incrementan las cosechas es del todo inaceptable. Incluso el

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Gobierno estadounidense ha reconocido que los cultivos transgénicos ni producen más ni reducen el uso de plaguicidas. En sólo un año, a pesar de que el cultivo de transgénicos en EE UU se ha incrementado un 145%, la producción no ha aumentado y el uso de plaguicidas no sólo no ha descendido, sino que se ha aumentado en más de un 1%.

Por ejemplo, la soja transgénica produce como media un 4% menos que la convencional y utiliza hasta el doble de herbicidas por hectárea. Los estudios están disponibles en las propias hojas oficiales del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, o en los distintos estudios realizados por investigadores de las universidades de Maine, Misisipí, etcétera.

Es normal que un tecno-fanático como Norman Borlaug, con la pérdida de tantas vidas humanas y desastres sobre su conciencia, intente echar balones fuera, pero le daría cierta dignidad salir de su palacio de cristal, echar un vistazo al mundo y empezar a hacer autocrítica en lugar de defender a las poderosas multinacionales agroquímicas.

Si escuchara un poco se daría cuenta de que muchos de los países más pobres del mundo ya ni siquiera piden ayuda. Tan sólo, que les dejen en paz.

Xavier Pastor es director de Greenpeace España.

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En defensa de Norman Borlaug ALONSO RODRÍGUEZ NAVARRO, JOSÉ MARÍA SUMPSI VIÑAS y FRANCISCO

GARCÍA OLMEDO

El artículo de Xavier Pastor, director de Greenpeace España, titulado "La ingeniería genética incrementará el hambre" y publicado en EL PAÍS el pasado 1 de noviembre, representa una agresión inadmisible a la persona y la obra de Norman Borlaug, quien es sin duda el agrónomo más insigne de este siglo. Este tipo de ataque personal -en el que se sustituye el argumento racional y el debate sosegado de problemas complejos por la manipulación de los hechos y la difamación, incluida la insinuación de criminalidad- debe ser rechazado por la sociedad.

Pobre debe estar el arsenal de argumentos a favor de los objetivos ideológicos de su organización, cuando Xavier Pastor apela a medios tan inaceptables para defenderlos. Tal es el cúmulo de disparatadas acusaciones que contiene cada párrafo de su artículo que desistimos de abordar una clarificación sistemática de éste y nos limitaremos a hacer algunas consideraciones generales en defensa de Borlaug.

1. De 1960 a la actualidad, la producción de alimentos se ha duplicado, mientras el suelo laborable apenas ha podido ser incrementado en un 10%. En este tiempo, la fracción de la población en países que viven por debajo del umbral de la desnutrición -con dietas calóricas inferiores a 2.200 kilocalorías/día- se ha reducido del 56% al 10%. Este cambio radical se ha debido en gran parte a las variedades de trigo semienano desarrolladas por Norman Borlaug y a los arroces de ciclo corto.

Se horroriza el señor Pastor de que la India exporte trigo por valor de 300.000 millones de pesetas, pero oculta que el incremento de la producción de trigo en este país -gracias a las citadas variedades- es más de cinco veces lo exportado (supera con creces el billón de pesetas)

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y representa las calorías necesarias para alimentar a unos 200 millones de personas. Gracias a los avances tecnológicos, todas las regiones del mundo han mejorado con respecto al alimento disponible per cápita, a excepción del Sahel.

2. Siguen existiendo casi 800 millones de seres humanos que sufren hambre estricta, lo que constituye la mayor lacra actual de la humanidad. Este problema no es sólo técnico, pero es también técnico. En muchos sitios, el hambriento lo es porque no puede adquirir alimentos que se producen en suficiente cantidad: el precio de éstos es el muro contra el que se estrella. Pero el incremento de la producción ha tenido como consecuencia una disminución del precio de los alimentos a una cuarta parte (en divisas constantes). ¿Se imagina el señor Pastor cuántos serían los hambrientos de no haberse producido esa disminución?

3. La agricultura ha sido una actividad adversa al medio ambiente desde que se inventó hace unos 10.000 años. Sin embargo, producir una tonelada de alimento con una variedad moderna de trigo o de maíz requiere menos suelo laborable, menos energía, menos fertilizantes y menos productos fitosanitarios que con una de hace 30 años. El problema estriba en que el número de toneladas a producir es hoy el doble que entonces, ya que la población del planeta se ha multiplicado por dos hasta alcanzar recientemente la cifra de 6.000 millones de habitantes.

4. Hace pocas décadas disponíamos de media hectárea de suelo laborable por persona, ahora disponemos de un cuarto de hectárea y pronto de tan sólo unos mil metros cuadrados. Tenemos que producir más alimento por unidad de superficie y tenemos que hacerlo de forma más limpia. Esto se resuelve con más innovación, no volviendo a los métodos del pasado.

5. La obtención de plantas transgénicas es una de las tecnologías que pueden ayudar a resolver los mencionados retos. Desde el punto de vista de los países menos favorecidos, el peligro no es que se aplique la nueva tecnología, sino que no se aplique. La revolución verde liderada por Norman Borlaug estuvo dirigida a dichos países, y el 80%-90% de los trigos producidos actualmente en ellos se debe a esta iniciativa. Sin embargo, la nueva revolución está enfocada principalmente al mundo desarrollado, aunque países tales como China, India o Brasil hayan entrado de lleno en la nueva tecnología. Los peligros que merecen discutirse son el posible monopolio de la tecnología por muy pocas manos y la falta de mecanismos para abordar problemas que puedan ser específicos de los países más necesitados. Decir que la ingeniería genética incrementará el hambre en el mundo es pura demagogia.

6. Norman Borlaug ha sido la persona que más vidas ha salvado en este siglo y por ello ha recibido el Premio Nobel de la Paz con toda justicia. No se le puede imputar el mal uso que en algunas ocasiones pueda haberse hecho de las variedades producidas por él. Mucho menos es de recibo que se le imputen problemas que puedan derivarse de la política agraria y social de la India o de la política comercial de la Unión Europea. Resultaría ridículo, si no fuera claramente malicioso y difamador, achacarle suicidios en la India o muertes de escolares en el Perú. El que unos niños consuman por error unas semillas tratadas para la siembra (o accidente similar) es una desgracia que no es imputable ni siquiera a la, sin duda, bien intencionada organización humanitaria que se las suministró.

Si el señor Pastor o Greenpeace tienen ideas constructivas para resolver problemas que son a la vez complejos y acuciantes deben exponerlas, pero tratar de influir en la opinión pública mediante hechos tergiversados y descalificaciones personales no contribuye en nada al bien común.

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Alonso Rodríguez Navarro, José María Sumpsi Viñas y Francisco García Olmedo son catedráticos de los departamentos de Biotecnología y de Economía y Ciencias Sociales Agrarias de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de Madrid (Universidad Polítécnica de Madrid)

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Soja en América Latina

Una maquinaria de hambre, deforestación y devastación socioecológica

Miguel A. Altieri y Walter A. PenguePublicado el 1º de marzo de 2006 en http://www.biodiversidadla.org/layout/set/print/content/view/full/23297

Entre los múltiples impactos de la expansión sojera se destaca la reducción de la seguridad alimentaria de los países productores al destinarse a su cultivo la tierra que previamente se utilizaba para la producción lechera, granos o fruticultura. Mientras estos países continúen impulsando modelos neoliberales de desarrollo y respondan a las señales de los mercados externos y a la economía globalizada, la rápida proliferación de la soja seguirá creciendo y, por supuesto, lo harán también sus impactos ecológicos y sociales asociados

Por noveno año consecutivo la industria biotecnológica y sus aliados festejan una continua expansión de los cultivos transgénicos, que llegó a una tasa del 20%, superando incluso la de 2003 de 15%. El área global estimada de cultivos liberados comercialmente en 2004 fue de 81 millones de hectáreas, lo que se considera un triunfo ya que alcanzaron a 22 países y donde lo que destacan es que los cultivos transgénicos lograron las expectativas de millones de grandes y pequeños agricultores tanto en países industrializados como en aquellos en vías de desarrollo.

También resaltan que los cultivos transgénicos han traído beneficios a los consumidores y a la sociedad en su conjunto, al brindar comidas mejor elaboradas, alimento y fibras que requieren menos agroquímicos y por tanto un ambiente más sustentable (James, 2004).

Es difícil imaginar de qué manera esta expansión de la industria biotecnológica está viniendo a resolver las necesidades de los pequeños agricultores o los consumidores, cuando el 60% del área global con plantas transgénicas (48,4 millones de hectáreas) está dedicada a la soja resistente a herbicidas (sojas Roundup Ready), un cultivo sembrado mayormente por agricultores de gran escala para exportación (y no de consumo local) y que, por otro lado, es utilizado en los países importadores para alimentación animal y producción cárnica que se consume principalmente por los sectores más pudientes y mejor alimentados de estos países.

En América Latina, los países productores de soja (transgénica y convencional) incluyen a Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay. Esta expansión de la soja está motorizada por los buenos precios internacionales, el apoyo de los gobiernos y el sector agroindustrial y la demanda de las naciones importadoras, especialmente China, convertida hoy en día en el mayor importador de la soja y sus derivados, un mercado que impulsa la rápida proliferación de la producción de esta oleaginosa.

La expansión del complejo sojero está acompañada por un aumento importante de la logística y el transporte, junto con grandes proyectos de infraestructura que conllevan a una cadena de eventos que destruyen los hábitats naturales de grandes áreas, además de la deforestación directamente causada por la expansión de tierras para el cultivo de soja. En Brasil, los beneficios de la soja justificaron la refacción, mejora o construcción de ocho hidrovías, tres líneas ferroviarias y una extensa red de carreteras que traen insumos agropecuarios y se llevan la producción agrícola.

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El proceso atrajo a otras inversiones privadas para la forestación, minería, ganadería extensiva y otras prácticas con severos impactos sobre la biodiversidad, aún no contemplados por ningún estudio de impacto ambiental (Fearnside, 2001). En la Argentina, el cluster agroindustrial de transformación de la soja en aceites y pellets se concentra en la zona de Rosafé sobre el río Paraná, el área más grande de transformación sojera a escala planetaria, con toda la infraestructura asociada y los impactos ambientales que ello implica.

Para los años inmediatos, el sector agrícola argentino se ha planteado el objetivo de alcanzar los 100 millones de toneladas de granos, lo que requerirá del incremento del área sembrada con soja hasta 17 millones de hectáreas.

Expansión sojera y deforestación

El área de tierra dedicada a la producción sojera ha crecido a una tasa anual del 3,2%, y la soja ocupa actualmente una superficie más grande que todo otro cultivo en Brasil, con el 21% del total de la tierra cultivada. Desde 1995 el área sembrada aumentó en 2,3 millones de hectáreas, a un promedio de 320.000 hectáreas por año. Desde 1961, el incremento en superficie creció 57 veces y el volumen producido lo hizo 138 veces. La soja paraguaya, se sembró sobre más del 25% de toda la tierra agríc ola, y en la Argentina el promedio sembrado alcanzó en 2005 los quince millones de hectáreas con una producción de 38,3 millones de toneladas.

Esta expansión se produce de manera drástica afectando directamente a los bosques y otros hábitats relevantes. En Paraguay, una porción de la selva paranaense está siendo deforestada (Jasón, 2004). En Argentina, 118.000 hectáreas han sido desmontadas en cuatro años (1998/02) para la producción de soja en el Chaco, 160.000 en Salta y un récord de 223.000 en Santiago del Estero. La "pampeanización", el proceso de importación del modelo industrial de la agricultura pampeana sobre otras ecoregiones "que no son Pampa", como el Chaco, es el primer paso de un sendero expansivo que pone en riesgo la estabilidad social y ecológica de esta ecoregión tan lábil (Pengue, 2005 b). En el noreste de la provincia de Salta en 2002/03, el 51% de la soja sembrada (157.000 hectáreas) correspondía a lo que en 1988/89 eran todavía áreas naturales (Paruelo, Guerscham y Verón, 2005). En Brasil los Cerrados y las sabanas están sucumbiendo, víctimas del arado, a pasos agigantados.

Soja, expulsión de pequeños agricultores y pérdida de la seguridad alimentaria

Los promotores de la industria biotecnológica siempre citan a la expansión del área sembrada con soja como una forma de medir el éxito de la adopción tecnológica por parte de los agricultores. Pero estos datos esconden el hecho que la expansión sojera conlleva a extremar la demanda por tierras y a una concentración de los beneficios en pocas manos. En Brasil, el modelo sojero desplaza a once trabajadores rurales por cada uno que encuentra empleo en el sector. El dato no es novedoso, ya que desde los setenta 2,5 millones de personas fueron desplazadas por la producción sojera en el Estado de Paraná y 300.000 en Rio Grande do Sul. Muchos de estos sin tierra se movieron hacia el Amazonas donde deforestaron selvas tropicales presionados por fuerzas estructurales y el entorno. Por otro lado, en los Cerrados, donde la soja transgénica está expandiéndose, el índice de desplazamiento es más bajo porque el área no estaba ampliamente poblada previamente (Donald, 2004).

En Argentina, la situación es bastante dramática ya que mientras el área sembrada con soja se triplicó, prácticamente 60.000 establecimientos agropecuarios fueron desapareciendo sólo en Las Pampas. En 1988 había en toda la Argentina un total de 422.000 establecimientos que se redujeron a 318.000 en 2002 (un 24,6%). En una década el área productiva con soja se

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incrementó un 126% a expensas de la tierra que se dedicaba a lechería, maíz, trigo o a las producciones frutícola u hortícola.

Durante la campaña 2003/04, 13,7 millones de hectáreas fueron sembradas a expensas de 2,9 millones de hectáreas de maíz y 2,15 millones de hectáreas de girasol (Pengue, 2005).

A pesar que la industria biotecnológica resalta los importantes incrementos del área cultivada con soja y más que la duplicación de los rendimientos por hectárea, consideradas como un éxito económico y agronómico, para el país esa clase de aumentos implica más importación de alimentos básicos, además de la pérdida de la soberanía alimentaria, y para los pequeños agricultores familiares o para los consumidores esa clase de incrementos sólo implica un aumento en los precios de los alimentos y más hambre (Jordan, 2001).

La expansión de la soja en América Latina está también relacionada con la biopiratería y el poder de las multinacionales. La manera en que en el período 2002/04 se sembraron millones de hectáreas de soja transgénica en Brasil (mientras existía una moratoria en contrario) hace que nos preguntemos cómo las corporaciones se manejaron en esas instancias de prohibición para sin embargo alcanzar tal expansión de sus productos en las naciones en vía de desarrollo.

En los primeros años de la liberación comercial de la soja transgénica en Argentina, la compañía Monsanto no cobraba por el fee tecnológico a los agricultores para utilizar la tecnología transgénica en sus semillas. Hoy en día, que la soja transgénica y el glifosato se han instalado como insumos estratégicos para el país, los agricultores quedaron atrapados, ya que la multinacional está presionando al gobierno, haciendo reclamos por el pago de sus derechos de propiedad intelectual. Esto, a pesar del hecho que Argentina es signataria del convenio UPOV 78, que permite a los agricultores guardar semilla para uso propio en la campaña agrícola siguiente. Por otro lado, los agricultores paraguayos negociaron un acuerdo con Monsanto por el que pagarán a la multinacional 2 dólares americanos por tonelada. La tendencia en el control de las semillas que utilizan los agricultores está creciendo, a pesar que las compañías prometían a principios de los noventa no cobrar cargos por patentes a los agricultores, momento en que el cultivo transgénico se estaba expandiendo.

El cultivo de soja y la degradación de los suelos

El cultivo de soja tiende a erosionar los suelos, especialmente en aquellas situaciones donde no es parte de rotaciones largas. La pérdida de suelos alcanza las 16 toneladas por hectárea en el medio oeste de los Estados Unidos, un valor que podría llegar a valores entre 19 y 30 toneladas por hectárea en Brasil o la Argentina, en función del manejo, la pendiente del suelo o el clima. La siembra directa puede reducir la pérdida de suelos, pero con la llegada de las sojas resistentes a los herbicidas muchos agricultores se han expandido hacia zonas marginales altamente erosionables o son sembradas en forma recurrente año tras año, fomentando el monocultivo. Los agricultores creen erróneamente que con la siembra directa no habría erosión, pero los resultados de la investigación demuestran que a pesar del incremento de la cobertura del suelo, la erosión y los cambios negativos que afectan a la estructura de los suelos, pueden resultar sustanciales en tierras altamente erosionables si la cobertura del suelo por rastrojo es reducida. El rastrojo dejado por la soja es relativamente escaso y no puede cubrir correctamente el suelo si no existe una adecuada rotación entre cereales y oleaginosas.

La monocultura sojera en gran escala ha inutilizado los suelos amazónicos. En lugares con suelos pobres, después de sólo dos años de agricultura se necesitan aplicar intensamente fertilizantes y piedra caliza. En Bolivia, la producción sojera se expande hacia el este

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haciendo que ya muchas de esas áreas de producción estén compactadas o exhiban severos problemas de degradación de suelos. Cien mil hectáreas de suelos exhaustos por la soja fueron dejadas al ganado, que también bajo esta circunstancia es altamente degradante. A medida que abandonan los suelos, los agricultores buscan nuevas regiones donde otra vez volverán a plantar soja, repitiendo así el círculo vicioso de la degradación.

En Argentina, la intensificación de la producción sojera ha llevado a una importante caída en el contenido de nutrientes del suelo. La producción continua de soja ha facilitado la extracción, sólo en el año 2003, de casi un millón de toneladas de nitrógeno y alrededor de 227.000 de fósforo. Sólo para reponer a estos dos nutrientes, en su equivalente de fertilizante comercial, se necesitarían unos 910 millones de dólares (Pengue, 2005). Los incrementos de nitrógeno y fósforo en varias regiones ribereñas se encuentran ciertamente ligados a la creciente producción sojera en el marco de las cuencas de varios importantes ríos sudamericanos.

Un factor técnico importante en la expansión de la producción sojera brasileña se debió al desarrollo de combinaciones soja-bacteria con conocidas características simbióticas que le permitían la producción sin fertilizantes. Esta ventaja productiva de la soja brasileña puede rápidamente desaparecer a la luz de los reportes sobre los efectos directos del herbicida glifosato sobre la fijación bacteriana del nitrógeno (Rhizobium), que potencialmente obligaría a la soja a depender de la fertilización nitrogenada mineral. Asimismo, la práctica actual de convertir los pastizales hacia soja resulta en una reducción económica de la importancia del Rhizobium, haciendo nuevamente que se deba recurrir al nitrógeno sintético.

Monocultura sojera y vulnerabilidad ecológica

La investigación ecológica sugiere que la reducción de la diversidad paisajística devenida por la expansión de las monoculturas a expensas de la vegetación natural, ha conducido a alteraciones en el balance de insectos plagas y enfermedades. En estos paisajes, pobres en especies y genéticamente homogéneos, los insectos y patógenos encuentran las condiciones ideales para crecer sin controles naturales (Altieri y Nicholls, 2004). El resultado es un aumento en el uso de agroquímicos los que, por supuesto, luego de un tiempo ya dejan de ser efectivos, debido a la aparición de resistencia o trastornos ecológicos típicos de la aplicación de pesticidas. Además, los agroquímicos conducen a mayores problemas de contaminación de suelos y polución de aguas, eliminación de la biodiversidad y envenenamiento humano.

En la Amazonia brasileña las condiciones de alta humedad y temperaturas cálidas inducen al desarrollo de poblaciones y ataques fúngicos, con el consiguiente incremento en el consumo de fungicidas. En las regiones brasileñas dedicadas a la producción sojera se incrementaron los casos de cancrosis (Diaporthe phaseolorum) y del síndrome de la muerte súbita (Fusarium solani). La roya asiática de la soja (Phakopsora pachyrhizi) es una nueva enfermedad cuyos efectos se incrementan en Sudamérica, motorizados por las condiciones ambientales favorables (por ejemplo, humedad) sumados a la uniformidad genética de cultivos en monocultura. Nuevamente la roya comanda el incremento en las aplicaciones de fungicidas. Desde 1992 más de dos millones de hectáreas fueron afectadas por el nematodo del quiste de la soja (Heterodera glycines). Muchas de estas enfermedades pueden ligarse a la uniformidad genética y al aumento de la vulnerabilidad por la monocultura sojera, pero también a los efectos directos del herbicida glifosato sobre la ecología del suelo, a través de la depresión de las poblaciones micorríticas y la eliminación de antagonistas que mantienen a muchos patógenos del suelo bajo control (Altieri, 2004).

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El 25% del total de agroquímicos consumidos en Brasil se aplican a la soja, la que recibió en 2002 alrededor de 50.000 toneladas de pesticidas. Mientras el área sojera se expande rápidamente también lo hacen los agroquímicos, cuyo consumo crece a una tasa del 22% anual. Mientras los promotores de la biotecnología argumentan que con una sola aplicación del herbicida es suficiente durante la temporada del cultivo, por otro lado comienzan a presentarse estudios que demuestran que con las sojas transgénicas se incrementan tanto el volumen como la cantidad de aplicaciones de glifosato. En Estados Unidos el consumo de glifosato pasó de 2,9 millones de kilos en 1995 a 19,0 millones en el año 2000, siendo actualmente aplicado sobre el 62% de las tierras destinadas a la producción de soja. En la campaña 2004/05 en Argentina las aplicaciones con glifosato alcanzaron los 160 millones de litros de producto comercial. Se espera un incremento aún mayor en el uso de este herbicida, a medida que las malezas comiencen a tornarse tolerantes al glifosato.

Los rendimientos de la soja transgénica en la región promedian los 2,3 a 2,6 toneladas por hectárea, alrededor de un 6% menos que algunas variedades convencionales, rendimiento sustancialmente más bajo en condiciones de sequía. Debido a los efectos pleiotrópicos las sojas transgénicas sufren pérdidas 25% superiores con respecto a sus pares convencionales (por ejemplo, quebraduras de tallos bajo stress hídrico).

En Río Grande do Sul durante la sequía del 2004/05 se perdió el 72% de la producción de soja transgénica, estimándose una caída del 95% en las exportaciones, con consecuencias económicas severas. Aproximadamente un tercio de los agricultores quedaron endeudados y no pueden hacer frente a sus obligaciones con el gobierno y las empresas.

Otras consideraciones ecológicas

Con la creación de cultivos transgénicos tolerantes a sus propios herbicidas las compañías biotecnológicas pueden expandir sus mercados para sus propios agroquímicos patentados. En 1995, los analistas daban un valor de mercado para los cultivos tolerantes a herbicidas de 75 millones de dólares, que ascendieron a 805 millones en el año 2000.

Globalmente, en 2002 las sojas resistentes al glifosato ocupaban 36.500.000 hectáreas, convirtiéndose en el cultivo transgénico número uno en términos de área sembrada (James, 2004). El glifosato es más barato que los otros herbicidas, y a pesar de la reducción general en su utilización los resultados obtenidos indican que las compañías venden más herbicidas (especialmente glifosato) que antes. La utilización recurrente del herbicida glifosato (llamado Roundup Ready, como marca comercial de Monsanto) sobre los cultivos tolerantes al mismo puede acarrear serios problemas ecológicos.

Se encuentra bien documentado el hecho que un único herbicida aplicado repetidamente sobre un mismo cultivo puede incrementar fuertemente las posibilidades de aparición de malezas resistentes. Se han reportado alrededor de 216 casos de resistencia en varias malezas a una o mas familias químicas de herbicidas (Rissler y Mellon, 1996).

A medida que aumenta la presión de la agroindustria para incrementar las ventas de herbicidas y se incrementa el área tratada con herbicidas de amplio espectro, los problemas de resistencia se exacerban. Mientras el área tratada con glifosato se expande, el incremento en la utilización de este herbicida puede resultar, aún lentamente, en la aparición de malezas resistentes. La situación ya ha sido documentada en poblaciones australianas de rye grass anual (Lolium multiflorum), Agropiro (Agropyrum repens), lotus de hoja ancha o trébol pata de pájaro (Lotus corniculatus), Cirsium arvense y Eleusine indica (Altieri, 2004). En Las

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Pampas de Argentina, ocho especies de malezas, entre ellas dos especies de Verbena y una de Ipomoea, ya presentan tolerancia al glifosato (Pengue, 2005).

La resistencia a los herbicidas se convierte en un problema complejo cuando el número de modos de acción del herbicida a los cuales son expuestas las malezas se reducen más y más, una tendencia que las sojas transgénicas refuerzan en el marco de las presiones del mercado. De hecho, algunas especies de malezas pueden tolerar o "evitar" a ciertos herbicidas, como sucedió por ejemplo en Iowa donde las poblaciones de Amaranthus rudis presentaron atraso en su germinación y "escaparon" a las aplicaciones planificadas del glifosato. También el mismo cultivo transgénico puede asumir el rol de maleza en el cultivo posterior. Por ejemplo en Canadá, con las poblaciones espontáneas de canola resistentes a tres herbicidas (glifosato, imidazolinonas y glufosinato), se ha detectado un proceso de resistencia "múltiple", donde ahora los agricultores han tenido que recurrir nuevamente al 2,4 D para controlarla. En el nordeste de Argentina las malezas no pueden ser ya controladas adecuadamente, por lo que los agricultores recurren nuevamente a otros herbicidas que habían dejado de lado por su mayor toxicidad, costo y manejo.

Las compañías biotecnológicas argumentan que cuando los herbicidas son aplicados correctamente no producen efectos negativos ni sobre el hombre ni sobre el ambiente. Los cultivos transgénicos a gran escala favorecen aplicaciones aéreas de herbicidas y muchos de sus residuos acumulados afectan a microorganismos como los hongos micorríticos o la fauna del suelo. Pero las compañías sostienen que el glifosato se degrada rápidamente en el suelo y no se acumula en los alimentos, agua o el propio suelo. El glifosato ha sido reportado como tóxico para algunos organismos del suelo, sean controladores benéficos como arañas, ácaros, carábidos y coccinélidos o detritívoros como las lombrices y algunas especies de la microfauna. Existen reportes que el glifosato también afecta a algunos seres acuáticos como los peces y que incluso actúa como disruptor endocrinológico en anfibios. El glifosato es un herbicida sistémico (se desplaza por el floema) y es conducido a todas las partes de la planta, incluidas aquellas que son cosechables. Esto es preocupante ya que se desconoce exactamente cuánto glifosato se presenta en los granos de maíz o soja transgénicos, ya que las pruebas convencionales no lo incluyen en sus análisis de residuos de agroquímicos. El hecho es, que es sabido que éste y otros herbicidas se acumulan en frutos y otros órganos dado que sufren escasa metabolización en la planta, lo que genera la pertinente pregunta acerca de la inocuidad de alimentos tratados, especialmente ahora que más de 37 millones de libras del herbicida son utilizadas solamente en los Estados Unidos (Risller y Mellon, 1996). Aún en el caso de ausencia de efectos inmediatos, puede tomar hasta cuarenta años a un carcinógeno potencial actuar en una suficiente cantidad de personas para ser detectado como un causal.

Por otro lado, las investigaciones han demostrado que el glifosato parece actuar de manera similar a los antibióticos en la alteración de la biología del suelo por un camino desconocido y produciendo efectos como:

- reducción de la habilidad de las sojas o el trébol para la fijación de nitrógeno;

- tornando a plantas de poroto (frijol) más vulnerables a las enfermedades; y

- reduciendo el desarrollo de hongos micorríticos, que son una puerta de acceso a la extracción de fósforo del suelo.

En evaluaciones de los efectos de cultivos resistentes a herbicidas recientemente realizadas en el Reino Unido, los investigadores demostraron que la reducción de biomasa en malezas, floración y semillas, dentro y alrededor de campos de remolacha y canola (o colza) resistentes

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a herbicidas, implicó cambios en la disponibilidad de recursos alimenticios para insectos, con efectos secundarios que resultaron en la reducción sustancial de varias especies de chinches, lepidópteros y coleópteros. Los datos dan cuenta también de una reducción de los coleópteros predadores que se alimentan de semillas de malezas en campos transgénicos. La abundancia de invertebrados que son fuente alimenticia de mamíferos, aves u otros invertebrados se demostró más baja en campos de remolacha o canola transgénica.

La ausencia de malezas en floración en campos transgénicos puede traer serias consecuencias sobre los insectos benéficos (predadores de plagas y parasitoides), que requieren polen y néctar para sobrevivir en el agroecosistema. La reducción de los enemigos naturales conduce inevitablemente a agravar los problemas de plagas insectiles.

Conclusiones

La expansión de la soja en América Latina representa una reciente y poderosa amenaza sobre la biodiversidad del Brasil, Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay.

La soja transgénica es ambientalmente mucho más perjudicial que otros cultivos porque además de los efectos directos derivados de los métodos de producción, principalmente del copioso uso de herbicidas y la contaminación genética, requiere proyectos de infraestructura y transporte masivo (hidrovías, autopistas, ferrovías y puertos) que impactan sobre los ecosistemas y facilitan la apertura de enormes extensiones de territorios a prácticas económicas degradantes y actividades extractivistas.

La producción de sojas resistentes a los herbicidas conlleva también a problemas ambientales como la deforestación, la degradación de suelos, polución con severa concentración de tierras e ingresos, expulsión de la población rural a la frontera amazónica o áreas urbanas, fomentando la concentración de los pobres en las ciudades.

La expansión sojera distrae también fondos públicos que podrían haber sido destinados a la educación, la salud o la investigación de métodos agroecológicos alternativos de producción.

Entre los múltiples impactos de la expansión sojera se destaca la reducción de la seguridad alimentaria de los países productores al destinarse a su cultivo la tierra que previamente se utilizaba para la producción lechera, granos o fruticultura. Mientras estos países continúen impulsando modelos neoliberales de desarrollo y respondan a las señales de los mercados externos (especialmente China) y a la economía globalizada, la rápida proliferación de la soja seguirá creciendo y, por supuesto, lo harán también sus impactos ecológicos y sociales asociados. Fuente: Biodiversidadla.org. Publicado 1º de marzo de 2006._________________________________________________________________________

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Expansión del modelo sojero

De “granero del mundo”, productor y exportador de alimentos básicos de consumo, Argentina se transformó en una “república sojera”

Agricultura sin agricultores

Miguel Teubal

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Desde comienzos de los años ’70 se instaura en el país lo que se denomina “el modelo sojero”, basado en la preeminencia de la producción de la soja en detrimento de otra producción agropecuaria. El modelo adquiere un cariz muy especial a mediados de los ’90 cuando se libera el mercado el cultivo de la soja transgénica, con lo que la Argentina se transforma en uno de los principales países del Tercer Mundo en el que se impulsan estos cultivos. Esta producción requiere la aplicación de un paquete tecnológico que consiste en combinar la semilla transgénica provista por empresas transnacionales con el sistema de la siembra directa (que no requiere el laboreo del campo) y la doble cosecha. La maleza que queda en el campo a raíz de la siembra directa es eliminada por el glifosato, un agrotóxico al que, sin embargo, es resistente la semilla transgénica.

El cultivo de la soja en nuestro país creció en forma espectacular. La producción de esta oleaginosa pasa de 3,7 millones de toneladas en 1980/81 a 10,8 millones en 1990/91 y a 35 millones en 2002/2003. Se prevé que en la actual campaña alcanzaría entre 38,5 y 40 millones de toneladas. Esto significa que la soja, que expresaba el 10,6 por ciento de la producción de cereales y oleaginosas en 1980/81, pasa a representar casi la mitad en el período 2002/2003. Asimismo, la mitad de la superficie que se destina a la producción de estos cultivos se utiliza para producir soja.

En la actualidad la casi totalidad de la producción sojera es transgénica y se destina a la exportación. En 2005 las exportaciones de los diversos productos sojeros representaron 8460 millones de dólares, 24,5 por ciento de las exportaciones totales. La mayor parte de esas ventas fueron harinas y otros subproductos del aceite de soja que se destinan fundamentalmente al consumo animal de los países europeos. Después de la crisis de la “vaca loca”, la soja se transformó en uno de los alimentos balanceados más apetecibles para alimentar los pollos y los cerdos del antiguo continente. Evidentemente no es un cultivo que necesariamente contribuye a paliar el hambre en el mundo y, menos aún, en nuestro país.

Según los defensores del modelo, nos hallamos en una frontera tecnológica de enormes proporciones. “Quien no esté a favor de los transgénicos está en contra del progreso” y “no matemos la gallina que pone los huevos de oro”, dicen. Se trata de un boom de la soja transgénica que, dicho sea de paso, coyunturalmente permite la expansión de grandes superávit fiscales y de la balanza comercial, esenciales para el pago de los servicios de la deuda externa.

Cabe preguntarse si esto también significa indefectiblemente mayor bienestar para todos, ahora y en el largo plazo. Lo que no contabilizan los defensores del modelo son sus efectos negativos, que pueden ser múltiples: sociales, económicos, medioambientales, sanitarios. De haber sido uno de los “graneros del mundo”, productor y exportador de alimentos básicos de consumo popular masivo, nos transformamos en una “república sojera”. Contrariando ciertas tendencias que se manifestaron, por ejemplo, entre los nuevos países industrializados del sudeste de Asia, la Argentina aumentó su dependencia de las exportaciones de productos primarios con todo lo que ello significó en términos de la vulnerabilidad externa de la economía.

El boom sojero se da en detrimento de la producción de otros productos cerealeros y oleaginosos. Entre las campañas agrícolas de 1997/98 y la de 2004/2005, la producción sojera aumentó en casi 20 millones de toneladas, mientras que la de girasol cayó 2 millones, la de arroz, 0,5 millones y la de maíz se mantuvo más o menos constante. En la provincia de Córdoba el auge de la soja fue acompañado por la pérdida de 17 por ciento de las cabezas de ganado, una tendencia equiparable a la que se manifiesta a nivel nacional. A escala nacional el número de tambos, de 1988 a 2003, pasó de 30.141 establecimientos a menos de la mitad

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(15.000). También cayó la producción de frutales y de los tradicionales cultivos industriales (algodón) del interior del país.

El auge de la soja se ha dado en detrimento de la yunga, de la biodiversidad y de la flora y fauna que habitan extensos territorios en muchas partes del interior del país. Asimismo, es un modelo que ha menoscabado la agricultura familiar, que era tradicional. En el período 1960/1988 desaparecieron 51.000 explotaciones agropecuarias, 1800 por año. Entre los censos de 1988 y 2002 –en la era neoliberal–, desaparecieron 87.000 explotaciones agropecuarias; esto es, 6263 explotaciones por año. Las que desaparecen son fundamentalmente las de menos de 200 hectáreas. La expulsión masiva de productores agropecuarios contribuyó a la mutación del sector en una agricultura sin agricultores.

M. Teubal es economista e investigador superior del Conicet; profesor consulto de la Universidad de Buenos Aires. Publicado en Página 12, Argentina. Domingo, 30 de Julio de 2006.

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Sojización, toxicidad y contaminación ambiental por agrotóxicos

Alberto J. Lapolla

Publicado en el sitio web EcoPortal el 23 de agosto de 2007

No todo el impacto de los agrotóxicos en la salud humana y el ambiente se debe a la sojización; múltiples ejemplos de ello existen relacionados al tabaco, algodón, hortalizas y a producciones animales intensivas. Sin embargo, el amplio territorio ocupado por la soja y la sistemática negativa a mirar algunas de las consecuencias negativas de su expansión hacen necesario insistir en el tema. No se puede seguir cerrando los ojos. Esta es una contribución de Alberto Lapolla en ese sentido, señalando dos de los varios ejemplos concretos y cercanos con los que puede ejemplificarse la situación: el Barrio Ituzaingó (Córdoba) y la Colonia Loma Senés (Formosa)

1. Lluvia de agrotóxicos sobre el territorio sojizado

Desde los propulsores del sistema de la Siembra Directa (SD) y del cultivo masivo de soja-RR resistente al herbicida “Round Up Ready” se sostiene en general la inocuidad del herbicida Glifosato –utilizado masivamente en su forma comercial denominada Round Up y en menor medida en otras formulaciones comerciales– y del conjunto de agroquímicos utilizados en el sistema. Se afirma que estos efectos benéficos se observarían tanto en lo referido a su inocuidad frente las especies animales, insectos benéficos, como microflora, macrofauna y la biología del suelo sobre el que se lo aplica y también sobre el hombre. Por el contrario, los pocos estudios realizados para determinar los efectos del conjunto o “paquete” de agroquímicos que acompaña la sojización, sobre el ecosistema en su conjunto, arrojan resultados que contradicen lo sostenido.

Se contradicen en particular las opiniones vertidas sobre la inocuidad del ‘barbecho químico’, herramienta central del sistema de SD. Estos estudios hablan de una situación mucho más compleja y grave sobre los efectos del conjunto de agrotóxicos que acompañan el complejo

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sojaRR-SD-glifosato, tal cual han sostenido varios especialistas y organizaciones ambientales, agronómicos, de la salud y vecinales, tanto nacionales como extranjeras.

Un momento de grave anomia colectiva, unida a una fuerte derrota política, económica y social, vivida por nuestra sociedad durante los años noventa, permitió que la expansión masiva de esta forma de producir soja se extendiera tanto como el propio cultivo lo hizo, se extendiera por pradera pampeana –ampliándose ahora a áreas extrapampeanas–, sin ningún debate en la sociedad. De alguna manera, en la actualidad, dicho debate está comenzando ante las graves constataciones de enfermedad que se están verificando a lo largo y a lo ancho del territorio ocupado por la soja. Cabe aclarar que no estamos hablando de un uso puntual u ocasional de agrotóxicos, sino de una masividad desconocida por nuestro agroecosistema pampeano a lo largo de su historia. Ya en la campaña de 2005-2006 se utilizaron -según cifras estimadas oficiales- algo más de 200 millones de litros de glifosato; entre 20 y 25 millones de litros de 2-4-D; unos 6 millones de litros de endosulfán y otros 6 millones de litros de atrazina. (1) Los volúmenes utilizados este año, son aun mayores debido a que la superficie sembrada con soja RR ha crecido casi un 17%, a lo que hay que sumar el resto de cultivos que utilizan el sistema de siembra directa.

El problema no es la soja –bien podría ser de otros granos, de otros cultivos o plantaciones- sino del modelo tecnológico - productivo utilizado y de las consecuencias sociales, ambientales y políticas de su acelerada expansión en buena parte del territorio nacional.

2. Fuerte afectación de la salud de la población en la pampa sojera

Los que recorremos la “pampa sojera”, recogemos denuncias en todas las localidades visitadas, sobre un fuerte incremento de casos de cáncer, malformaciones, alergias de todo tipo, así como enfermedades autoimunes y “raras”, que afectan a los pobladores –especialmente niños y mujeres– sometidos a los efectos de las fumigaciones realizadas en masa en las cercanías o directamente sobre los poblados. Esto es así en poblados de Córdoba como, Pueblo Italiano, Río Ceballos, Saldán, Alto Alberdi, Jesús María, Colonia Caroya, Sacanta y en varios barrios de la propia Ciudad de Córdoba, además del emblemático caso de Barrio Ituzaingó (Ver Adjunto 1) .

En Santa Fe se han registrado casos similares en Rosario, San Cristóbal (el propio intendente denunció la ola de nacimientos con malformaciones en el pueblo. Once niños nacieron con malformaciones en el primer semestre de 2006, de los cuales tres murieron, y otros 3 nacieron con iguales malformaciones en pueblos vecinos)(4), Mal Abrigo (donde se constataron 12 casos de nacimientos con malformaciones)(4), Ciudad de Santa Fe y otras localidades. Una investigación de la Universidad Nacional del Litoral halló que el 86% de las madres en lactancia poseía restos de agrotóxicos en su leche materna. (2’)

Un estudio multidisciplinario llevado adelante por el Centro de Investigaciones en Biodiversidad y Ambiente (Ecosur), el Hospital Italiano Garibaldi de Rosario, la Universidad Nacional de Rosario, el INTA, el Colegio de Ingenieros Agrónomos y la Federación Agraria Argentina, comprobó fuertes correlaciones entre los casos de cáncer, leucemia, lupus y otras graves afecciones, halladas en seis pequeños pueblos del área Sur y central sojera de Santa Fe, con la localización de las máquinas de fumigación, depósitos de agrotóxicos, ‘silos’ de bidones de plaguicidas, transformadores eléctricos con PCB, y lugares de frecuentes fumigaciones aéreas y ‘chorreado’ de los tanques de los aviones aspersores.(2) El informe señala que hay mayor frecuencia de cáncer de hígado y de otros del aparato digestivo, en dichos pueblos rurales que en las grandes ciudades, cuando hasta hace 20 años la situación era

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exactamente la inversa.(2) Ha habido fuertes resistencias y presiones gubernamentales para impedir la difusión de los resultados observados.

En Formosa, se produjo el caso de Colonia Loma Senés (Ver Adjunto 2) entre varios otros, que nos llevó a las primeras planas de la prensa ecológica mundial.(3) Lo mismo se constató en Entre Ríos, donde en Los Portillos, 3 niños de 2, 7 y 8 años que vivían aislados cerca de Arroyo del Tala, fallecieron afectados por leucemia y meningitis. Una cuarta niña del mismo grupo familiar de 18 años también afectada, logró sobrevivir.(4)

En el mismo informe el Dr., Mascheroni (4) señala que los médicos de todas las zonas rurales y de pequeños pueblos de la provincia de Santa Fe encuentran mayor frecuencia de enfermedades raras, tales como leucemia, cánceres, nacimientos con malformaciones, interrupción de embarazos y otras. También se ha denunciado un alto nivel de cáncer y malformaciones en el Barrio 2 de Abril de la localidad santafesina de San Lorenzo, en este caso vinculado directamente al hecho que la cerealera Molinos Río de la Plata, ‘ventea’ -sin filtros protectores- los productos utilizados para sanear el grano de sus silos, enviando a la atmósfera altos niveles de plaguicidas. Los casos de cáncer superan el centenar en unas pocas manzanas.(5)

En provincia de Buenos Aires se han verificado casos de cáncer y malformaciones en Lobería, Saladillo (donde los vecinos realizaron una marcha contra el cáncer, en abril de 2007)(12) y en Chacabuco (donde se ha formado una asociación vecinal para investigar las razones por las que han aumentado los casos de cáncer, leucemia y malformaciones en el pueblo). En Saladillo y Lobería, el autor ha recibido denuncias de los pobladores y técnicos de la zona, respecto de que los aviones fumigadores vacían sus tanques sobre lagunas y arroyos, provocando una gran mortandad de peces, así como la aparición de un gran número de peces con malformaciones y enfermedades que imposibilitan su consumo. En general situaciones similares se constatan en muchos de los pueblos y ciudades pequeñas de toda la cuenca sojera, donde se consulta al respecto.

Ante las graves denuncias producidas por el gobierno de Ecuador y ONGs de Colombia, debido a los efectos encontrados entre las poblaciones rurales de ambos países, afectados por las fumigaciones masivas realizadas por el gobierno norteamericano ‘para erradicar los cultivos de coca’, la ONU cree que hay ‘razones suficientes para estudiar’ los efectos nocivos de las fumigaciones con glifosato.(11) El vicepresidente de Ecuador, Lenin Moreno,’sostuvo que hay pruebas de que [el glifosato] ha generado “cáncer y alteraciones del código genético” en pobladores ecuatorianos. Tales modificaciones aumentan la posibilidad de que los hijos de los afectados nazcan con “malformaciones intelectuales o físicas”.(13).

Lo expuesto no es por cierto una situación exclusiva de nuestro país...

3. Estudios y opiniones que sustentan la gravedad del problema

Hace ya tiempo que el médico entrerriano Darío Gianfelice produjo una serie de informes respecto de la aparición de graves efectos de toxicidad por agroquímicos en la zona pampeana.(6) En ellos sostiene que a partir de 1995, con la expansión incontrolada del sistema de la sojaRR, ‘Si estudiamos los venenos que se hace necesario aplicar a un cultivo de soja encontramos por lo menos tres sumamente peligrosos para la gente, los animales y el medio ambiente en general. Ellos son glifosato , y sus asociados como la polietilendiamina que no siempre figura en los marbetes de los venenos agrícolas, 2-4-D, y endosulfán. En este momento, como si todo esto fuera poco, se ha agregado un nuevo componente que se recomienda para eliminar la “soja guacha”,(...) que se denomina comercialmente Gramoxone

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y que no es más que el viejo Paraquat , químico de altísima toxicidad con un efecto al contacto con la piel desvastador.”(6)

a) El glifosato como se aprecia, ubica al conjunto de productos utilizados en el complejo de la sojaRR, como altamente tóxicos, señalando que el glifosato –clasificado por la Agencia de Protección Ambiental de USA (EPA), como producto altamente tóxico Clase II -por su efecto en la irritación de los ojos- ya que es más peligroso por vía dérmica o inhalación que por ingestión -que produce severas alergias, pudiendo afectar gravemente los ojos, produciendo efectos gástricos que pueden llegar finalmente al cáncer, generando un tipo de linfoma llamado Linfoma No Hadgkin LNH.(6)-

‘El glifosato mismo es un ácido, pero es comúnmente usado en forma de sales, más comúnmente la sal isopropilamina de glifosato, o sal isopropilamina de N-(fosfonometil) glicina.(...)en principio se lo catalogó como levemente tóxico para ir posicionándolo en categorías mas peligrosas a medida que el uso demostraba sus efectos.(...) Sus efectos sobre los ojos hicieron que Agencia de Protección Medioambiental lo reclasificara como muy tóxico. En cuanto a su potencial carcinogénico un estudio publicado en el Journal of American Cancer Society por eminentes oncólogos suecos, reveló una clara relación entre glifosato y linfoma no Hodgkin (LNH), una forma de cáncer. Están probados sus efectos carcinogénicos y de alteración reproductiva en animales.’(6)

Gianfelice señala un aspecto también reseñado por otros investigadores en distintas partes del mundo, que contradice lo señalado por Monsanto y otros, respecto de la rápida digestión del glifosato en el suelo y por ende su inocuidad para el ecosistema: ‘Se ha reportado en Dinamarca, donde su uso está muy extendido, una capacidad de filtración hacia las napas de agua potable muy superior a lo esperado’.(6)

Un hecho señalado por muchos investigadores, biólogos y ecólogos, es el efecto letal que el glifosato posee sobre los batracios; su uso masivo en pradera pampeana se debe muy probablemente la casi extinción de ranas y sapos en nuestros cursos de agua. Al respecto un informe del Dr. Avellaneda (7) señala que la reciente pandemia de malaria, dengue, paludismo y fiebre amarilla, que se extendió en el último verano por Brasil, Paraguay, Bolivia Argentina y Uruguay coincide con el área de propagación del cultivo de la soja RR. Un hecho vinculado a este aspecto, fue la invasión de mosquitos prolongada hasta muy avanzado el otoño, sufrido por pradera pampeana, la propia Ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, ante la casi extinción de los sapos, ranas y otros batracios, predadores naturales de las larvas de los mosquitos. (7)

b) El 2-4-D, es un éster derivado del arboricida altamente tóxico conocido como ‘agente naranja’ el 2-4-5-T-, ‘produce una forma de dermatitis llamada cloracné, en la intoxicación aguda los efectos mas severos se dan en la función renal. En animales de experimentación se han comprobado efectos teratogénicos y fetotóxicos.’ (6) Señala al respecto que estos efectos obligaron al gobierno de Entre Ríos a promulgar la Resolución Nro. 7 de la Secretaría de Agricultura de la Provincia, (Expte Nº.402907) del 16 de abril 2003, prohibiendo el uso aéreo y terrestre del 2-4-D.

c) El insecticida organoclorado Endosulfán pertenece al grupo de los ciclodienos, que actúan como disruptores endocrinos, reemplazando o afectando a las hormonas producidas por el organismo, jugando un papel similar al estrógeno en los animales, produciendo ginomastía y feminización, en niños varones y adelanto del ciclo menstrual en las niñas, en ambos casos cuando han sido expuestos a fumigaciones del producto. ‘Causa gran preocupación la creciente frecuencia de anormalidades genitales en los niños, como testículos no descendidos

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(criptorquidia), penes sumamente pequeños e hipospadias, un defecto en el que la uretra que transporta la orina no se prolonga hasta el final del pene. ’ (6) Estos hechos han sido denunciados por médicos del Hospital Garraham. En el caso de las niñas ‘la aparición a destiempo de hormona sexual femenina o su imitador, provoca desarrollo sexual anticipado con aumento del riesgo de patologías malignas de tracto genital.’(6)

Gianfelice sostiene que los disruptores endocrinos contenidos en los organoclorados y otros productos similares son los responsables de la fuerte disminución de la capacidad reproductiva de la población mundial. Señala al respecto que en 1940 el promedio de espermatozoides era de 113 millones por mililitro de semen, y que en 1990 dicha cifra había descendido a 66 millones/ml.(6) No sólo eso, a los efectos de estos productos, se encontraría vinculado el aumento del tamaño de la próstata y del número de cánceres en la misma y en los testículos. Respecto de las mujeres, en ellas producen un tipo de afección conocida como “endometriosis”, que afecta hoy a cinco millones de mujeres norteamericanas, cuando en los años ‘50 era desconocida. Al papel de los disruptores, se encuentra vinculado que el cáncer de mama crezca a una tasa de 1% por año desde 1940 cuando se iniciara la era química.(6) Resumiendo, el endosulfán produce disfunción tiroidea en aves y peces; disfunción de la fertilidad en aves, peces, crustáceos y mamíferos y deformaciones en el nacimiento en aves, peces, tortugas. También produce feminización en peces, aves y mamíferos y masculinización de hembras en los mismos órdenes.(6) Gianfelice señala la gravedad de que las normas internacionales de la Organización Mundial del Comercio (OMC) establezca el secreto de la formulación, para los fabricantes de agrotóxicos impide su contenido real y que sus normas comerciales, establecen standards para cáncer y malformaciones para adultos de 70 kg de peso.

Nada dicen respecto de los embriones y los niños y sólo miden la sustancia aislada, pero no la interacción entre ellas, puesto que en la realidad están todas juntas.(6) En la misma línea, el investigador de la Fac. de Ciencias Exactas de la UBA Dr. Jorge Kakzewer, refiere entre otros aspectos coincidentes con las opiniones de Gianfelici, el hecho de que la soja –o cualquier otro producto tratado con el mismo herbicida- fumigada con glifosato produce al ser cocinada una sustancia altamente tóxica llamada acrilamida . Dicho producto es la base de la poliacrilamida , sustancia que permite partir la cadena del ADN. Por ello la acrilamida es considerada un tóxico neural y reproductivo, que produce malformaciones en los embriones y finalmente cáncer.(8)

4.1. Avances recientes

Recientes estudios avanzan en el conocimiento de los agrotóxicos que se utilizan en el paquete de la soja RR-SD. Uno de los más importantes surge de las investigaciones del equipo del Dr. Robert Bellé, de la Universidad Pierre y Marie Curie de Francia, quienes demuestran que el glifosato –en su formulación comercial- provoca las primeras etapas del proceso de cancerización, al activar el mecanismo celular de check point (proteínas de control), cuando surgen problemas de división celular. El glifosato interactúa con el ADN tal como ocurre con los agentes cancerígenos. Bellé señala que luego pueden darse tres caminos: que la célula repare el ADN; que la célula se suicide para eliminar la malformación (mecanismo de apoptosis) o que la célula siga adelante produciendo un núcleo cancerígeno.

Luego deben producirse otros procesos, ya ajenos a la célula, que pueden o no determinar el cáncer, pues los agentes defensores del organismo pueden destruirla, pero también puede migrar a otros tejidos u órganos generando metástasis.(9) ‘Bellé afirmó que la aspersión aérea de este químico es “una locura” .(9) Debido a su trabajo en enero de 2007, la mutinacional ‘Monsanto fue condenada en Francia por publicidad engañosa sobre su producto Roundup.’.

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(9) Realmente notables son las consecuencias políticas que Bellé constató al comunicar sus resultados. ‘ Fuimos muy honestos, antes de difundir nuestros resultados en el mundo científico se los dimos a Monsanto, en el 2001, diciéndoles: “Cuidado con su producto, tienen un problema". Nos contestaron que no era posible, que el producto ya estaba registrado y nos pidieron que les demos el lote utilizado en la investigación. Ya habíamos probado con varios lotes y sabíamos que ese no era el problema. Las relaciones se deterioraron muy rápidamente. Luego impugnaron todo, por ejemplo, el modelo experimental, y cuestionaron el uso de células de embriones de erizos de mar, lo que nunca ha sido reconocido como material experimental por instancias oficiales de la toxicología. Les respondí que el argumento no era válido porque el repertorio de la toxicología corresponde al estudio de células ya cancerígenas, mientras que esta investigación era sobre la activación del proceso de cancerización. Después dijeron que no se podían extrapolar los resultados obtenidos con los erizos al ser humano; les explicamos que todas las células del planeta tienen el mismo origen y que el mecanismo más universal es la división celular. A fines del 2001 se premió con el Nóbel de Medicina a Leland Hartwell, Paul Nurse y Timothy Hunt por sus trabajos sobre el cáncer con levaduras y erizos de mar. Y desde ahí ya no pudieron usar este argumento. Estamos seguros de que el glifosato juega un papel importante pero es necesario la fórmula para que se active, porque el producto solo no es un herbicida. Las pruebas para obtener los registros (sanitarios) se hacen producto por producto, entonces es normal que las pase. Pero es extraño que el Roundup siga vendiéndose y su uso sea muy popular.(...) Hice gestiones ante los poderes públicos franceses,(...), para que transmitieran la información a las autoridades. Para mi gran sorpresa, me enviaron a alguien desde París a cuestionar los resultados y me pidieron no hablar con la prensa. Fue alrededor del 2002, antes de publicar el artículo en la revista científica. Argumentaron que no había que alarmar a la población y que quizás los resultados no eran definitivos. A raíz del artículo hubo algunas noticias en los medios, pero la gente aún no toma conciencia. Después me di cuenta que esto se relaciona con los transgénicos y los intereses económicos son muy grandes. Si Monsanto nos pone un juicio, el CNRS no tendría recursos para enfrentarlo.’(9)

Pero además la mezcla de agroquímicos, posee otros componentes que a su vez agravan la situación. El glifosato en sus formulaciones viene acompañado de otras sustancias coadyudantes y surfactantes que potencian los graves efectos de la droga que lo constituye. Tanto Jorge Kacsewer (8), Darío Gianfelice (6), como Walter Pengue (10) señalan el carácter altamente tóxico y especialmente cancerígeno de los productos acompañantes del glifosato. El Dr. Kaczewer, señala que el glifosato en su formulación como Round Up posee además del glifosato [como N-(fosfonometil)glicina], POEA (Polioxietileno-amina) , varios ácidos orgánicos de glifosato relacionados, Sulfato de Amonio, Isopropilamina y agua.

El Sulfato de Amonio produce irritación ocular, nauseas, diarrea, reacciones alérgicas respiratorias y daño ocular irreversible. La POEA, produce ulceraciones, lesiones oculares, nauseas y diarrea. La Isopropilamina es una sustancia extremadamente caústica de membranas, mucosas y tejidos del tracto respiratorio superior, lagrimeo, coriza, laringitis, cefalea y nausea.

Otras sustancias asociadas con efectos más o menos tóxicos son la Benzisotiazolona, el Isobutano, la Metil Pirrolidinona, el Ácido Pelargónico , el Hidróxido de Potasio, el Sulfato de Sodio, el Sulfito de Sodio y el Ácido Sórbico. En síntesis, Kaczewer sostiene que los estudios revelan que el conjunto de sustancias formuladas como “glifosato” son tóxicas en todas las categorías y dosis ensayadas, produciendo dos tipos de toxicidad: subaguda -caracterizada por lesiones en las glándulas salivales- y crónica, caracterizada por inflamación gástrica, daños genéticos en células sanguíneas, trastornos reproductivos y mayor frecuencia de efectos carcinogenéticos, con mayor frecuencia de cáncer hepático observada en ratas

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machos y cáncer de tiroides en ratas hembras.(9) Walter Pengue (10) confirma las opiniones vertidas por Kaczewer, señalando que algunas formulaciones además poseen Dioxano que es una sustancia cancerígena.

Ambos autores reseñan el hecho sugestivo, de que luego de la difusión masiva de la sojaRR, los límites de tolerancia de trazas de glifosato en alimentos fueron elevados de 0.1 mg/kg a 20 mg/kg, es decir fue aumentado 200 veces, al sólo efecto de favorecer la comercialización de productos ahora elaborados con sojaRR y por ende con mayor proporción de glifosato en su composición. Kaczewer señala además que ‘los análisis de residuos de glifosato son complejos y costosos, por eso no son realizados rutinariamente por el gobierno de los EE.UU., (y nunca realizados en la Argentina).’ (Kaczewer, 2002) (10) (pag119).

En Francia, un grupo de científicos encabezados por el bioquímico Gilles-Eric Seralini, de la Universidad de Caen, descubrió que las células de placenta humana son muy sensibles a Roundup en concentraciones inferiores a las utilizadas en la agricultura. ‘Seralini y su equipo decidieron profundizar en los efectos del herbicida sobre la placenta humana después que un estudio epidemiológico en la provincia canadiense de Ontario demostrara que la exposición al glifosato casi duplica el riesgo de abortos espontáneos en gestaciones avanzadas.(..) dosis muy bajas de glifosato provocaban efectos tóxicos en células placentarias humanas, y dosis aún más bajas causaban trastornos endocrinos. El estudio demostró que el glifosato mata una gran proporción de esas células después de dieciocho horas de exposición a concentraciones menores que en el uso agrícola. Esto podría explicar la gran incidencia de partos prematuros y abortos espontáneos en mujeres agricultoras de Estados Unidos que usan glifosato, señalaron los investigadores. Asimismo, advirtieron que sus residuos pueden entrar en la cadena alimentaria, y además se han descubierto como contaminantes de cursos fluviales.’(14)

Otro informe, éste de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la UNRosario, advierte sobre la existencia de estudios toxicológicos recientes, que indican que el glifosato, fue erróneamente catalogado como “toxicológicamente benigno”, tanto a nivel sanitario como ambiental. El bioquímico Federico Paggi indicó que “recientes estudios toxicológicos conducidos por instituciones científicas independientes parecen indicar que el glifosato fue erróneamente calificado como toxicológicamente benigno”, y por ende “los herbicidas en base a glifosato pueden ser altamente tóxicos para animales y humanos”. Paggi explicó que “la revisión toxicológica del glifosato conducida por un equipo norteamericano de científicos independientes (Northwest Coalition for Alternatives to Pesticides) indicó efectos adversos en todas las categorías estándar de toxicología: subcrónicos, crónicos, carcinogenéticos, mutagénicos y reproductivos”.(15)(4)

Respecto de la Atrazina, las reglamentaciones argentinas consideran que ‘la toxicidad de este herbicida es muy baja”, por lo que "No se realizan controles en particular sobre el uso de este principio activo al ser considerado poco tóxico, nuestra legislación no prevé ninguna restricción especial.’(16) Sin embrago la atrazina ‘ha sido clasificada como un plaguicida de uso restringido en algunos países de Europa, e incluso se lo ha prohibido debido a su potencial para contaminar napas subterráneas.’(16) Los efectos tóxicos de la Atrazina son variados,produciendo irritación de los ojos, alergias cutáneas (al aparecer esta alergia, la exposición posterior a muy bajos niveles del producto puede causar picazón e irritación en la piel). Puede ser asimilada por contacto con la piel y es peligrosa su ingestión e inhalación. Al igual que el resto del “paquete sojero” la Atrazina es considerada mutagénico y un mutagénico puede ser cancerígeno.

La Agencia para Sustancias Tóxicas de EE.UU., señala: ‘La exposición a la atrazina puede ocurrir en fincas donde se ha rociado. La atrazina puede afectar a las mujeres embarazadas,

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retardando el crecimiento normal de sus bebés. En animales expuestos se ha observado daño del hígado, el riñón y el corazón; no sabemos si esto puede también ocurrir con seres humanos. También se ha demostrado en animales que produce alteraciones en los niveles de hormonas que afectan la ovulación y la capacidad para reproducirse. Hay datos limitados en seres humanos y en animales que sugieren que puede haber una asociación entre exposición a la atrazina y varios tipos de cáncer.(..)La atrazina puede pasar desde los terrenos donde se rocía a arroyos o ríos o puede pasar a pozos de agua para beber o bañarse. En áreas donde la atrazina se usa extensamente (N.A. en casi toda la zona productiva nacional) las personas deben evitar nadar o tomar agua de fuentes contaminadas .’ (16)

También en USA, ‘La EPA (Agencia de Protección Ambiental de EE.UU.) ha encontrado una contaminación generalizada de los cauces por atrazina. Estudios realizados sobre personas expuestas a este pesticida indican que podría estar vinculado con ciertos tipos de cánceres, incluyendo el de próstata y el linfoma de No Hodgkhin. Pero pruebas en laboratorio también lo relacionan con otros tipos de cáncer y problemas hormonales que podrían interrumpir el proceso reproductivo y del desarrollo.’(16)

La Unión Europea ha prohibido recientemente la atrazina por la contaminación del agua potable. Un reciente estudio de la Universidad de Berkeley (California) expresa: ‘El uso de la atrazina en el medio ambiente es básicamente un experimento incontrolado. Debido a su extensión todos los ecosistemas acuáticos se encuentran en grave peligro. Los efectos de la atrazina en ranas podrían ser una señal de que también podrían estar interfiriendo en el sistema endocrino de los humanos.’(16)

5. Conclusión

En esta primera mirada sobre la relación del modelo de sojización seguido en Argentina y el Mercosur con la afectación a la salud humana y la contaminación ambiental, no puede sino provocar un fuerte llamado de atención a las autoridades sanitarias, ambientales y agropecuarias nacionales, así como para los profesionales agropecuarios en general, sobre los graves riesgos a que se está sometiendo a la población de toda la región ocupada por el monocultivo de sojaRR.

Cabe recordar que en un largo ciclo histórico, en el que la Región Pampeana –base de nuestra producción agrícola ganadera recibiera el mote de ‘granero del mundo’ por su enorme producción excedentaria de alimentos- exportados al mundo entero, en el apogeo del modelo agroexportador, la misma se realizaba prácticamente sin utilización de agroquímcos, más allá de nichos puntuales. La situación comenzó a cambiar a partir de la llamada Revolución Verde a finales de los ’60 y comienzo de los’70, para llegar al paroxismo con la “Segunda Revolución Verde” Revolución Biotecnológica actual, que ha inundado de manera irresponsable nuestro ecosistema de agrotóxicos y tarnsgenes, tal vez más allá del límite tolerado por nuestro ecosistema natural Se hace imprescindible rectificar el rumbo, saneando el ambiente, diversificando la producción, recuperando la rotación agrícola ganadera de nuestros suelos, recuperando las áreas contaminadas pro transgenes, devolviendo gente al campo, y protegiendo y recuperando las áreas extrapampeanas destruidas por la sojización, el monocultivo, la lluvia nociva de agrotóxicos y el desmonte. Eso debería ser así, ya que sino, a un modelo que propone una ‘agricultura sin agricultores’, con un suelo inerte sin vida biológica como propone el ‘barbecho químico’, también pueda continuarlo un país sin habitantes.

Notas1. Cifras informadas por el Dr. Pengue Walter, en la conferencia ambiental realizada en Buenos Aires el 21-3-07.

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2. Ver Federación Agraria Argentina, Informe Semanal N° 197, 29 de diciembre de 2005 e Informe presentado por los Ing. Agr. Alberto Gelín y Javier de Souza, en el 2º Encuentro ‘Suelos, Fundamentos de Vida. Propuestas de Acción para el Cambio.’ organizado por CTERA, ANSAFE y el PAS, en San Jenaro Norte Santa Fe los días 19 y 20-05-2006.

2’. Informe presentado por los Ing. Agr. Alberto Gelín y Javier de Souza, en el 2º Encuentro ‘Suelos, Fundamentos de Vida. Propuestas de Acción para el Cambio.’ organizado por CTERA, ANSAFE y el PAS, en San Jenaro Norte Santa Fe los días 19 y 20-05-2006.

3. Ver artículo al respecto de Sue Brandford: La cosecha amarga de la Argentina, publicado por New Scientist. 17-04-04.

4. Informe del Dr., Ricardo Luis Mascheroni de Santa Fe, investigador y Docente de la UNL, Peripecias Nº 41, 28-3-2007.

5. Denuncia judicial de vecinos de San Lorenzo ante la Justicia provincial.6. Informe presentado en Mar del Plata por Dr Dario Roque Gianfelici:El uso inadecuado de los venenos

agroquímicos en los cultivares de soja y sus efectos sobre la salud humana. 18-07-2003.7. Informe del Dr. Avellaneda, 6-4-07 www.nacypop.net 8. Jorge Kaczewer, Toxicología del Glifosato: Riesgos para la salud humana. 9. Reportaje en Ecuador a Robert Bellé, la investigación fue publicada en Toxicological Sciences Nº 82, 2004 10. Pengue Walter Agricultura industrial y transnacionalización en América Latina, PNUMA, 2005.11. El Nacional, Ecuador-Colombia: 25-02-2006. 12. recorte de www.cnsaladillo.com.ar del 10/4/07.13.- El Mercurio, Ecuador, 26-2-07, citado por (4) 14. Revista del Sur - Nº 160 - abril-junio 2005, Chee Yoke Heong.15. Ver aquí 16. Informe del Dr., Ricardo Luis Mascheroni de Santa Fe, investigador y Docente de la UNL, Atrazina: los

ecologistas son incorregibles. 17. Luis J. M. Castellan, informe técnico ‘contaminacion por deriva con glifosato y 2,4 D’, Loma Senés, Dpto.

Pirané, Pcia de Formosa, diciembre 2003, Secretaria de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos.

 Adjunto 1Las Madres del Barrio de Ituzaingó-Anexo en Córdoba, luchan contra la muerte

El barrio de Ituzaingó Anexo, en las afueras del Sur de Córdoba, es una saliente crecida en los extremos del barrio Ituzaingó, poblado emblemático de los trabajadores de FIAT, hoy masivamente desempleados luego de la desindustrialización forzada de la nación. Durante años el barrio convivió con chacras, huertas y la crianza de animales. De pronto la saliente del Anexo, quedó rodeada por tres de sus lados (el cuarto la conecta al resto del Barrio Ituzaingó) con cultivos de sojaRR. En el barrio además había viejos transformadores y líneas de alta tensión de la empresa EPEC que poseían PCB.

Las Madres del barrio pronto descubrieron que en las casas más cercanas a los cultivos, con sus fumigaciones y, a los transformadores se producían gran cantidad de casos de cáncer, leucemias, Lupus, Púrpura y enfermedades autoinmunes, mayoritariamente en niños y mujeres. Junto con estudiantes de Biología, Agronomía y militantes ambientales las Madres realizaron un mapeo de los casos de las enfermedades detectando más de 140 casos de cáncer y de las restante afecciones (al día de hoy exceden largamente los 200 casos, habiendo ya fallecido muchos de los enfermos) sobre 4.000 habitantes, lo que implicaba más de un 50% por encima de la media nacional. También se producían graves afecciones a la piel, alergias respiratorias y graves malformaciones en los nacimientos.

Luego de luchar contra la indiferencia de las autoridades y la represión de los productores, que ponían gente armada para 'cuidar' las fumigaciones de las protestas de los vecinos, comenzaron a tener repercusión en Buenos Aires, en la cadena CNN, y luego en Córdoba, obligando al gobierno a actuar. Las Madres denunciaban que los aviones fumigaban, pasando por sobre las casas sin cerrar los picos aspersores, fumigando por igual a las casas y su habitantes, incluyendo a los niños que jugaban en la calle o sobre los árboles. Los análisis de agua, suelo y tanques de agua, efectuados por la Universidad Nacional de Córdoba detectaron presencia de Endosulfán, Atrazina, Paraquat, Diquat, Aldrín, Heptacloro y otros

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contaminantes en los tanques de agua y en el suelo. Comprobaron la presencia en los transformadores de los contaminantes de PVC, y señalaron que el barrio había sido construido sobre un antiguo basural de productos industriales de las empresas automotrices y militares de Córdoba, por lo que el nivel de contaminación del suelo con metales pesados y tóxicos era altísimo. EPEC debió retirar los transformadores con PCB chorreante. Las Madres fueron invitadas a foros y encuentros internacionales a denunciar la desidia de las autoridades y la política criminal de algunos productores y fumigadores. Finalmente el gobierno puso vigilancia policial las 24 horas, pero las empresas productoras de soja fumigaban exactamente 'cuando se producía el cambio de guardia' o de noche mientras la policía señalaba que no podía actuar 'por falta de equipos y órdenes para violar la propiedad privada'.

Sorprendentemente los médicos que fueron enviados por el gobierno al barrio, convalidando las denuncias de las Madres, fueron ‘renunciados’ de sus trabajos, ya que el gobierno provincial, consideraba al cultivo de sojaRR ‘una cuestión de Estado’. Luego con el cambio del gobierno municipal en la Ciudad, los vecinos recibieron respaldo, instalándose un centro médico en el lugar. El escándalo llegó al Congreso Nacional, donde se descubrió que desde la convertibilidad, todo el sistema de control ambiental estaba desarticulado y sin posibilidades serias de ser efectuado. Las Madres del Barrio Ituzaingó Anexo continúan hoy su lucha para lograr la limpieza definitiva de su ambiente, la atención adecuada de sus enfermos y la mejora definitiva del ambiente en que viven. Como otras Madres, las de Ituzaingó Anexo fueron la dignidad de su gente en la lucha por la vida contra la muerte.

 Adjunto 2Colonia Loma Senés, Formosa

En febrero de 2003, un grupo de chacareros minifundistas de la Colonia Loma Senés, en el departamento de Pirané, Formosa, debió soportar la destrucción de sus cultivos hortícolas, agrícolas e industriales por una nube de glifosato y 2-4-D, que inundó sus pequeñas chacras provenientes de los campos vecinos sembrados con sojaRR, y que estaban siendo fumigados de manera irresponsable. ‘El veneno penetró en nuestros cultivos y en nuestras casas’, señaló el chacarero local F. Sandoval. ‘Rápidamente, nuestros ojos comenzaron a irritarse. Las piernas de los niños se llenaron de ronchas.’

La mañana siguiente la aldea amaneció en un escena de desolación. ‘La mayoría de nuestros cultivos estaban gravemente dañados, yo no podía creer lo que veía,’ dijo la esposa de Sandoval, Eugenia. En los siguientes días y semanas los cerdos y los pollos murieron y muchas cerdas y cabras tuvieron nacimientos muertos o deformes. Meses mas tarde los árboles de bananero sufrieron deformaciones, detuvieron su crecimiento y sus frutos aun no maduros se destruyeron. Los aldeanos rápidamente señalaron la responsabilidad en una granja vecina cuyos arrendatarios estaban produciendo soja genéticamente modificada, preparada para ser resistente al herbicida Glifosato.

Un mes más tarde agrónomos de la cercana Universidad Nacional de Formosa visitaron el escenario de los hechos y confirmaron las sospechas de los aldeanos. Los investigadores concluyeron que los vecinos de los chacareros, como miles de otros cultivadores de soja GM en Argentina(...), habían fumigado descuidadamente los terrenos y los alrededores de Colonia Loma Senés con una mezcla de poderosos herbicidas. Los pobladores llevaron a sus vecinos a la justicia y obtuvieron una orden para cesar las fumigaciones. La justicia también encontró a los arrendatarios culpables de ‘causar considerables daños a los cultivos y a la salud humana’. Pero fue una victoria pírrica. En septiembre nuevos inquilinos arrendaron la tierra y comenzaron a fumigar nuevamente. Cuando los granjeros les reclamaron, los nuevos

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inquilinos les dijeron que el fallo no se aplicaba para ellos, lo cual era técnicamente correcto.’(3)

El Ing. Agr. Luis J. M. Castellán, a cargo de la investigación de los hechos relata las peripecias de enfrentar al lobby sojero. ‘En los primeros días de febrero del corriente año, un grupo de productores de la colonia Loma Senés, 20 km al sur de la localidad de Pirané, requirió mi servicio para efectuar la constatación e informe técnico sobre los daños producidos por la deriva de la pulverización que días antes se realizó en campos de la colonia, destinados al cultivo de soja. Concurrí al lugar, recorrí las chacras afectadas relevando daños en los cultivos, escuché el relato de los productores y elaboré el primer informe técnico, con el cual se inició el reclamo legal. Posteriormente, sucedieron una serie de hechos que tomaron estado público, donde los productores, integrantes del Movimiento Campesino de Formosa, Equipo de Mujeres Campesinas y Asociación Feriantes de Pirané, “organizadamente” defendieron sus derechos. Fue gracias a esta acción decidida de los productores, que el caso alcanzó cierta trascendencia, ya que en general, los medios de comunicación, incluyendo los medios oficiales, no reflejaron el problema en su real magnitud. Mas bien trataron de minimizarlo. No hubo programa de televisión donde se mostrara los daños producidos en los cultivos ni la forma en que ocurrieron los hechos. No se mostró a los productores afectados. No se reflejó su opinión, como tampoco se requirió la opinión de los responsables de la pulverización. Se trató de orientar la discusión hacia los productos empleados en la pulverización, destacando que su empleo está autorizado por la Secretaría de Agricultura Ganadería Pesca y Alimentos (SAGPyA), cuando lo que en realidad se cuestionaba por parte de los productores, no eran precisamente los productos, sino el mal uso de los mismos. Se cuestionaba la forma irresponsable en que los mismos fueron utilizados, afectando la economía familiar y poniendo en juego la salud de las personas. Mas allá de la “oficial” inocuidad de los productos, nadie tiene derecho a invadir el espacio ajeno, rociando con productos químicos los bienes animados, inanimados y las personas. Esa es la cuestión. En esos momentos, diariamente se oían diferentes comentarios, muchos de ellos mal intencionados. Profesionales, productores, dirigentes, periodistas, funcionarios, todos opinaban y emitían juicio sobre el tema. Pero ninguno se arriesgó a escribir y firmar su opinión, con lo cual dichos comentarios no pasaron de ser opiniones livianas vertidas por quienes no conocían realmente la situación y muchos ni siquiera sabían de lo que hablaban. Por mi parte, como técnico actuante de parte de los productores, fui blanco de críticas y comentarios de diversa índole. Mi preocupación en todo momento fue encontrar argumentos que me den la seguridad de estar en el camino correcto. De lo contrario, honestamente debería cambiar de posición.’(17)

Loma Senés es sólo un pequeño ejemplo de los miles de pequeños productores destruidos por la expansión del monocultivo de sojaRR y otros pocos granos, la concentración de la tierra, el agua, la producción, que ha eliminado cerca de 180.000 pequeñas y medianas explotaciones agropecuarias, la mayoría absoluta de ellas, productoras de alimentos y sostén de igual número de familias. Se suman a ellas las miles de explotaciones que debieron obligadamente arrendar o vender sus tierras para que se haga en ellas sojaRR, pues no pueden seguir produciendo alimentos en campos rodeados por fumigaciones de glifosato y todo el paquete de agrotóxicos que acompaña la sojización transgénica, aplicados sin ningún control por parte de las autoridades, que destruye sus cultivos e inutiliza sus campos. Remarcando el carácter claramente irresponsable de los intereses en juego, vale señalar que la jueza que produjo el amparo a favor de los colonos, fue cesanteada por el gobierno provincial

A. J. Lapolla es ingeniero agrónomo fitotecnista.

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Trece años de soja en Argentina.

Julio 2009

Carlos A Vicnete – recuperado desde http://www.grain.org/biodiversidad/?id=445

La amplia experiencia adquirida en Argentina después de trece años de imposición del cultivo de soja transgénica resistente al glifosato dan la oportunidad al resto del mundo de aprender la lección y no repetir los errores ni permitir las imposiciones que hicieron posible que Argentina se convirtiera en apenas una década en una “republiqueta sojera”. 

En 1996 y de manera absolutamente solapada y antidemocrática se permitió la introducción de la soja transgénica de Monsanto en nuestros campos. Sin estudios de impacto ambiental independientes, sin ningún tipo de consulta pública, sin ninguna discusión parlamentaria ni legislación que la avale. Una simple disposición de la Secretaría de Agricultura creó en 1991 la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (Conabia) que a partir de allí y con amplia participación de las corporaciones “asesoró” a la secretaría sobre la aprobación de OGM.

Ahora, mes con mes, vivimos en Argentina la emergencia de un nuevo problema socioambiental debido a la invasión territorial producida por la imposición del monocultivo de soja transgénica de mano de Monsanto y de un puñado de terratenientes y asociaciones empresariales de siembra.

Los impactos de las fumigaciones, el desmonte, el desplazamiento de campesinos, la falta de alimentos, las inundaciones y sequías, las nuevas enfermedades, son moneda corriente en las noticias pero solamente desde algunos medios alternativos aparece relacionada con la “sojización”.

Todo esto viene de la mano de la instalación de una visión fragmentada de los problemas en que se ocultan las causas profundas de los mismos para analizarlos o mostrarlos, muchas veces de manera sensacionalista, pero siempre aislados y producidos casi como “fenómenos naturales”.

Por eso lo primero y fundamental es recuperar la mirada integral de la problemática. Únicamente mirando y analizando la totalidad y la complejidad de la situación se podrá llegar a alguna conclusión útil para avanzar en alguna dirección y salir de la rueda destructiva en la que el modelo de agronegocio-soja-transgénicos nos ha metido.

Después de trece años de expansión del cultivo de la soja transgénica en Argentina las consecuencias socioambientales son una verdadera catástrofe. Presentamos un breve repaso por los datos concretos que hablan de la tragedia de la soja en el Cono Sur.

En Argentina se sembrarán en la próxima temporada 18 millones de hectáreas de soja transgénica bajo la técnica de siembra directa.

Esta superficie representa más del 50% de la superficie agrícola del país.

Prácticamente 100% de la soja que se cultivará es soja transgénica resistente al herbicida glifosato (SOJA RR).La SOJA RR es propiedad de Monsanto, la mayor empresa semillera del mundo y también

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creadora del glifosato, el herbicida que se debe utilizar para sembrar la SOJA RR. Monsanto controla 90% de las semillas transgénicas que se comercializan a nivel mundial.

Monsanto declaró que las ganancias generales aumentaron un 44% en 2007 con respecto al año anterior y un 120% en el 2008 en relación con el 2007.

Este año se aplicarán más de 200 millones de litros de glifosato sobre toda la superficie cultivada con soja en Argentina mientras en el año 1996 se utilizaban 13 millones 900 mil litros.

El producto comercial cuyo principio activo es el glifosato (Roundup) contiene además una serie de coadyuvantes que aumentan notablemente su toxicidad, fundamentalmente el surfactante poea (polioxietil amina) cuya toxicidad aguda es 3 a 5 veces mayor que la del glifosato.

Por supuesto que este uso intensivo de glifosato ya ha provocado el surgimiento de muchísimas malezas resistentes al glifosato. Algunas de las ya informadas son: Hybanthus parviflorus (Violetilla), Parietaria debilis (Yerba Fresca), Viola arvensis (Violeta Silvestre), Petunia axillaris (Petunia), Verbena litoralis (Verbena), Commelina erecta (Flor de Santa Lucía), Convulvulus arvensis (Correhuela), Ipomoea purpurea (Bejuco), Iresine difusa (Iresine) y recientemente el Sorghum halepense (Sorgo de alepo) que por ser una maleza muy difícil de controlar ha despertado gran alarma.Luego de pasar más de una década negando el surgimiento de malezas resistentes, Monsanto a través de su vicepresidente admitió este hecho y propuso una solución: reemplazar a toda la soja resistente al glifosato por una nueva soja resistente a un nuevo herbicida: el dicamba —de hecho aún más tóxico que el glifosato.

Además se utilizarán otros herbicidas  y agrotóxicos para controlar malezas y plagas del monocultivo de soja ya que la siembra directa requiere de la aplicación de otros herbicidas antes de la siembra de la soja: entre 20 y 25 millones de litros de 2-4-D, otros seis millones de litros de atrazina y unos seis millones de litros de endosulfán.

Esta lluvia de agrotóxicos produce tremendos impactos sobre la salud de la población, animales domésticos, cultivos alimenticios y contamina suelos, cursos de agua y el aire en toda la extensión del cultivo de soja. Suman cientos los casos denunciados por distintas organizaciones e investigadores en los cuales está perfectamente documentado el impacto de los agrotóxicos en las comunidades y sus producciones.

La difusión pública de estas denuncias ha llevado a que recientemente la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas solicitara a la Corte Suprema de Justicia de la Nación la prohibición de la fumigación con glifosato.Este avance desenfrenado de la soja se ha producido a pesar de que según recientes investigaciones de la Universidad de Kansas la soja rr produce entre un 6 y un 10% menos que la soja convencional.

El monocultivo de soja repetido año tras años en los campos produce una intensa degradación de los suelos con una pérdida de entre 19 y 30 toneladas de suelo en función del manejo, la pendiente del suelo o el clima.

Cada cosecha de soja extrae año a año miles de toneladas de nutrientes de nuestro suelo que se exportan. Sólo como ejemplo podemos citar que cada año se van con la soja un millón de toneladas de nitrógeno y 160 mil toneladas de fósforo.

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También cada cosecha de soja que se exporta se lleva unos 42500 millones de metros cúbicos de agua cada año (datos de la temporada 2004/2005) correspondiendo 28190 millones a la pampa húmeda.

Cada año se deforestan en Argentina más de 200 mil hectáreas de monte nativo por el avance de la frontera agrícola debido fundamentalmente a la expansión del monocultivo de soja.

Considerando que cada 500 hectáreas de soja requieren de un trabajador rural es evidente la expulsión de trabajadores rurales y campesinos de los territorios donde se cultiva.

Los grandes productores sojeros están obteniendo ganancias extraordinarias. El Grupo Los Grobo que declara cultivar 150 mil hectáreas en Argentina y en todo el Cono Sur (Paraguay, Brasil y Uruguay) apuesta a controlar 750 mil hectáreas.

El modelo sojero produce una enorme concentración de la tierra en pocas manos ya sea por la adquisición de la tierra por grandes productores o por su arrendamiento por los “Pooles de Siembra”.  Como consecuencia en los últimos 10 años se han perdido más del 20% de los establecimientos productivos.

La obvia consecuencia de esta concentración es que ha disminuido de manera dramática la producción de alimentos básicos para nuestro pueblo. Por citar sólo un ejemplo: el número de explotaciones lácteas disminuyó 50 por ciento entre 1988 y 2003, pasando de 30 mil a 15 mil.

En el caso del algodón su producción disminuyó en un 40% en la provincia de Chaco y un 78% en la provincia de Formosa como consecuencia del avance de la soja.

Miles de campesinos son expulsados violentamente de sus tierras para imponer este modelo y son criminalizados por resistir los desalojos y el avance de la soja. El Mocase-vc y el Movimiento Nacional Campesino Indígena permanentemente denuncian la persecución de campesinos del movimiento a causa de resistir la expulsión de sus tierras en forma violenta para imponer el cultivo de soja.

Finalmente es fundamental tener presente que la introducción de la soja transgénica en Argentina fue el mecanismo elegido por Monsanto para inundar de transgénicos el Cono Sur ya que fue desde Argentina desde donde se comercializó de manera ilegal la soja transgénica a Brasil, Paraguay y Bolivia (países en los que el cultivo de los transgénicos estaba prohibido), inundando estos países de transgénicos e imponiendo así, a partir de la contaminación, la República Unida de la Soja que poco tiempo después publicitaba Syngenta.