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97 Nº 54, año 2016 Soberanía negada: la revolución de Tupac Amaru en el mundo atlántico Sinclair Thomson New York University [email protected] Resumen La insurrección andina de principios de la década de 1780, comúnmente asociada al líder inca Tupac Amaru II, representó el desafío más profundo al GRPLQLR HVSDxRO HQ OD $PpULFD /DWLQD FRORQLDO 6LQ HPEDUJR HVWH VLJQL¿FDWLYR evento en general es ignorado en la historiografía sobre el mundo atlántico durante la era de la revolución. Este trabajo analiza las razones de esta omisión e ilumina VXV UDtFHV HQ ORV GLVFXUVRV GH ¿QHV GHO VLJOR xviii y principios del xix, demostrando por primera vez que las noticias de la revolución andina circularon extensamente en el mundo atlántico de forma contemporánea e ilustrando el profundo pánico que sufrieron las autoridades españolas, que temían que la revolución anticolonial en Norteamérica inspirara un proceso similar en la América del Sur hispana. La revolución fue censurada, trivializada y distorsionada: el Estado español tergiversó las noticias e intentó restringir su circulación, mientras que un discurso contemporáneo difundió una narrativa según la cual el movimiento andino no fue sino una expresión de guerra racial. Este caso de “silenciamiento” (Trouillot \ ³QHJDFLyQ´ )LVFKHU HQ HO PXQGR DWOiQWLFR UHÀHMy HO UHSXGLR GHO

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97Nº 54, año 2016

Soberanía negada: la revolución de Tupac Amaru en el mundo atlántico

Sinclair ThomsonNew York University

[email protected]

Resumen

La insurrección andina de principios de la década de 1780, comúnmente asociada al líder inca Tupac Amaru II, representó el desafío más profundo al

evento en general es ignorado en la historiografía sobre el mundo atlántico durante la era de la revolución. Este trabajo analiza las razones de esta omisión e ilumina

xviii y principios del xix, demostrando por primera vez que las noticias de la revolución andina circularon extensamente en el mundo atlántico de forma contemporánea e ilustrando el profundo pánico que sufrieron las autoridades españolas, que temían que la revolución anticolonial en Norteamérica inspirara un proceso similar en la América del Sur hispana. La revolución fue censurada, trivializada y distorsionada: el Estado español tergiversó las noticias e intentó restringir su circulación, mientras que un discurso contemporáneo difundió una narrativa según la cual el movimiento andino no fue sino una expresión de guerra racial. Este caso de “silenciamiento” (Trouillot

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principio radical de soberanía indígena que inspiró a la insurrección andina. En vez de incorporar el caso andino al paradigma existente de las revoluciones atlánticas, este trabajo intenta enriquecer la historiografía de la era de la revolución al mostrar

europea y criolla en América, merece ser considerado un aspecto integral de la época.

Palabras claves: Atlántico; revolución; soberanía; indígena; memoria; Perú; Bolivia; Tupac Amaru; Tupaj Katari.

AbstractWhile the Andean insurrection of the early 1780s, most often associated

with the Inka leader Tupac Amaru II, was the most powerful challenge to Spanish rule in colonial Latin America, it is generally ignored in the Atlantic historiography of the Age of Revolution. This article reviews the reasons for this neglect and traces the problem back to the late eighteenth and early nineteenth centuries.

circulated widely throughout the Atlantic world in the early 1780s. It also provides evidence of a deep panic on the part of Spanish authorities, who feared

counterpart in Spanish South America, especially with instigation by their British imperial rivals. The revolution was censured, trivialized, and distorted – the article reveals Spanish attempts to prevent circulation of the news of the insurrection and the beginnings of a tradition that would reduce the meaning of the Andean revolution to an expression of race war. It argues more generally that this case of “silencing” (Trouillot 1995) and “disavowal” (Fischer 2004) in the Atlantic world

that underlay the Andean insurgencies. Rather than incorporate the Andean case into the existing paradigm of Atlantic revolutions, the article seeks to enrich the historiography of the Age of Revolution by showing that projects for indigenous territory and political authority, which challenged European and creole sovereignty in the Americas, deserve to be seen as integral to the epoch.

Keywords: Atlantic; revolution; sovereignty; indigenous; memory; Peru; Bolivia; Tupac Amaru; Tupaj Katari.

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Cet événement est trop intéressant pour que nous ne réparions pas cet oubli

(1º de mayo de 1782, Le Cap, Saint Domingue, )1

indígenas rurales provocaron acaloradas disputas políticas y enfrentamientos con

de la de 1780, la crisis sociopolítica se amplió con disturbios y levantamientos urbanos –especialmente en La Paz, Cochabamba, Arequipa y Cusco– contra el aumento de impuestos y las restricciones comerciales introducidas por la corona borbónica. Una ola aún más abarcadora de insurgencia contra el gobierno colonial

levantamientos forma lo que se conocería luego como la insurrección de Tupac Amaru, aunque vale remarcar que el fenómeno en cuestión careció, en su momento,

La primera insurgencia fue liderada en sus comienzos por Tomás Katari en el distrito del norte de Potosí, cerca del famoso Cerro Rico que había rezumado enormes cantidades de plata para la corona española. José Gabriel Condorcanqui Tupac Amaru encabezó el levantamiento en Cusco, la legendaria capital de la

nombre de Tupaj Katari y comandó las fuerzas insurgentes de la meseta al sur del lago Titicaca, un próspero territorio comercial con densa población indígena. Estas fuerzas revolucionarias sitiaron ferozmente algunas de las principales ciudades andinas –La Plata, Cusco, Puno, La Paz– y tomaron control de sus alrededores rurales. Los combatientes eran mayormente indígenas de habla quechua y aimara, mientras que un número limitado de mestizos y criollos se adhirió temporariamente a la rebelión.

Aunque sus objetivos han sido materia de intenso debate, es indudable

y de soberanía autóctona. Al decir de Dámaso, hermano de Tomás Katari, los campesinos indígenas del norte de Potosí pretendían ser “hechos dueños de sus tierras y de los frutos que producen, con tranquilidad y sosiego”.2 Este sentimiento

Andes del sur, el cual preveía una nueva era de soberanía comunal sobre sus tierras y recursos. Sin abandonar explícitamente su lealtad a la corona española, Tomás

1 “Este evento es demasiado interesante para que no corrijamos la omisión”. El término oubli puede ser entendido como descuido, desatención, omisión u olvido.

2 Serulnikov (2013: 68).

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administrativa en el norte de Potosí y estableciendo, en efecto, una esfera alternativa de autonomía local. De la misma manera, Tupac Amaru repudió los abusos de las autoridades locales y simbolizó la recuperación de un mando legítimo en un territorio gobernado por sus propios habitantes. La presentación de su empresa en

personal, histórica y política de Tupac Amaru, quien supo conducirse como personaje de la realeza y ganar así la reverencia de sus seguidores. Reconociendo tácitamente la supremacía de Tupac Amaru y respetando su agenda política, Tupaj Katari adoptó el título de virrey y exigió la expulsión de los europeos de los Andes y la subordinación de los criollos a las nuevas autoridades indígenas. De los diferentes proyectos de soberanía indígena que surgieron en el curso de esta gran insurrección contra el gobierno colonial, el intento de Tupac Amaru de restablecer el poder inca tuvo las repercusiones más notorias y duraderas.3

La derrota de los insurrectos no fue ninguna certeza de antemano. Cuando

de miles de personas de ambos bandos habían perecido y la hegemonía colonial había sido comprometida inexorablemente. La insurrección fue indudablemente el desafío más profundo hacia el gobierno español en todo el imperio americano antes de las guerras de la independencia de principios del siglo xix. Así lo recordaría en sus memorias Manuel de Godoy, primer ministro de Carlos IV (1788-1808):

Nadie ignora cuánto se halló cerca de ser perdido, por los años de 1781 y 1782, todo el virreinato del Perú y una parte del de la Plata cuando alzó el estandarte de la insurrección el famoso Condorcanqui, más conocido por el nombre de Tupac-Amaro, correspondido y ayudado en la provincia de La Paz por el sanguinario Tupa-Catari.4

La revolución omitida

A pesar de su magnitud, atributos y cronología, la llamada “rebelión de Tupac Amaru” ha sido motivo de escasa mención o memoria en la historiografía de la era de la revolución en el mundo atlántico. La dramática lucha en los Andes fue omitida completamente en los estudios clásicos de R. R. Palmer y E. J. Hobsbawm. La situación es similar incluso en la bibliografía reciente que ha incorporado América Latina y el Caribe de forma más orgánica. En su estudio de las revoluciones en el mundo atlántico, por ejemplo, Wim Klooster le dedica apenas

3 La historiografía sobre estos movimientos es abundante. Algunos estudios recientes contienen

(2014a).4 Citado en Lewin (1967 [1943]: 413).

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un párrafo a lo que denomina “la gran rebelión”.5 En los últimos años, un auge de estudios sobre la independencia latinoamericana ha dejado de lado las narrativas nacionales para prestar más atención a los procesos americanos en relación a los desarrollos sociopolíticos en la península ibérica.6 Sin embargo, también en este caso la experiencia andina ha sido considerada ajena al proceso de independencia. Este juicio se basa en un particular modelo de periodización o en la atribución de un carácter “pre-moderno” a los eventos en cuestión. Como los levantamientos andinos sucedieron antes de la revolución francesa o bien antes de la invasión napoleónica de 1808 que resultó en la caída de la monarquía española, se arguye que pertenecen a otro ciclo político u otra cultura política de antiguo régimen.7

Sin embargo, es cuestionable negar toda conexión entre el proceso andino y los desarrollos contemporáneos comúnmente asociados a la era de la revolución en el resto de Hispanoamérica, en América del Norte, en Francia y Saint-Domingue. Los dramáticos eventos en los Andes ocurrieron al mismo tiempo que la guerra de independencia que llevaría a la creación de los Estados Unidos y pocos años antes de la toma de la Bastilla. Socavaron la soberanía española sobre una gran población y un vasto territorio por varios años y generaron proyectos radicales de emancipación, autonomía política y relaciones sociales descolonizadas.8 En efecto, la exclusión de la revolución andina de la historiografía de este período y su ausencia en la narrativa de la era de la revolución tienen menos que ver con los hechos históricos que con la memoria histórica. Consideraremos a continuación

xviii y principios del xix que la produjeron.Un primer motivo de esta ausencia es que, como hemos notado, según

algunos historiadores los levantamientos de la década de 1780 quedan fuera del marco temporal de la era de la revolución. Para Hobsbawm, este período comienza

que la revolución francesa. Los historiadores de América Latina muchas veces

en Nueva Granada (actual Colombia) en 1781 y la conspiración de Tiradentes en Brasil en 1789 como pertenecientes a un ciclo político particular: reacciones

5 Klooster (2009), Langley (1998). 6 Existe incluso un debate académico acerca de si la independencia latinoamericana debe ser

considerada parte de la era de la revolución en el mundo atlántico. Ver Breña (2010).7 En su estudio magistral de la experiencia andina, el académico polaco-argentino Boleslao Lewin

de hecho trata las cuestiones de pensamiento ilustrado, contexto imperial europeo y redes atlánticas de conspiración radical comúnmente asociadas con la era de la revolución. Sin embargo, su trabajo ha sido mayormente ignorado en la historiografía. Para el debate en torno a la periodización de la independencia en los Andes, ver Serulnikov (2012) y los comentarios a su texto.

8 De acuerdo a Charles Walker, durante los levantamientos perecieron alrededor de 100.000

guerra revolucionaria en Norteamérica entre 1775 y 1783. Ver Walker (2014a: 16).

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esencialmente locales contra las reformas borbónicas, especialmente de orden

luego de la revolución francesa.Existe un problema más concreto que está también relacionado con la

cronología histórica. Si la revolución andina es relativamente desconocida fuera de la región, es en parte porque precedió (aunque no por mucho) a la explosión de

xviii, difundiría noticias en el mundo atlántico con mucha más rapidez e intensidad. De hecho había pocas imprentas en la Hispanoamérica colonial, mientras que la cultura de la gaceta que prosperaría luego de 1810 estaba aún en ciernes. La Gaceta de México, por ejemplo, sacó su primer número en 1784, poco después de la insurrección en Perú. Con la proliferación de la prensa en Hispanoamérica, las noticias viajarían más veloz y extensamente.9 Aun así, existían formas tempranas de prensa, especialmente gacetas y noticias de navegación, y la información transitaba muchos caminos además de los de la imprenta mecanizada, a través de la difusión de manuscritos y los circuitos de transmisión oral.10

la geografía. La era de la revolución ha sido frecuentemente concebida como un fenómeno del hemisferio norte dentro del cual la península ibérica y la América española jugaron un papel marginal. Por ejemplo, si se considera que España tuvo una cultura ilustrada (lo cual no es siempre el caso), se la distingue minuciosamente del iluminismo inglés o francés. Ubicados al sur y al oeste de Sudamérica, de

periférica dentro de una geografía marginal. Sin embargo, estas presunciones de

grandes centros de poder españoles durante la mayor parte del período colonial. Es más, con su centro minero de Potosí en el Alto Perú (actualmente el sur de Bolivia), la región constituyó la mayor fuente de riqueza del mayor imperio de ultramar durante la era colonial temprana. Es evidente, por tanto, que los Andes

imperio español y a la expansión colonial y capitalista de Europa a comienzos de la llamada edad moderna.

en realidad no conformaron en absoluto una “revolución”. Muchos historiadores de los Andes incluso se han abstenido de utilizar el término a pesar de estar familiarizados con la envergadura del movimiento. La mayoría se ha referido

9 Guerra (2003).10 Ver Scott (1986), Ferrer (2003) y Soriano (2011).

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que debe ser concebido como una jacquerie dentro del mundo político del ancien régime. La historiadora peruana Scarlett O’Phelan Godoy, principal estudiosa de

xxRebelión, expresando así la idea de que se trata ciertamente de un levantamiento a gran escala pero no de una revolución.11 Es innegable que toda interpretación

embargo, en principio no existe razón alguna para negar perentoriamente el carácter revolucionario del movimiento andino.12

De la misma manera, podríamos atribuir la omisión del caso andino a la “enorme condescendencia de la posteridad” hacia los denominados perdedores de la historia.13 No hay duda que la victoria de las fuerzas contrainsurgentes españolas explica en gran medida la subsiguiente escasez de atención hacia el fenómeno. Para muchos historiadores, la incapacidad de una sublevación de tomar o retener el

Pero ésta no sería una explicación del todo adecuada para excluir al caso andino de las narrativas de la era de la revolución en el mundo atlántico. De hecho, la revolución haitiana también fue ignorada o trivializada por varias generaciones de historiadores por más que el movimiento emancipador allí sí desembocara en una toma del poder duradera, superando desafíos internos formidables y condiciones externas adversas.14

Más allá de las cronologías, geografías y resultados, la explicación de la omisión histórica seguramente tiene que ver con la naturaleza del movimiento.

también el contenido político del proyecto andino, que parece ser incompatible con el paradigma de la revolución moderna, liberal, democrática, nacional o ilustrada que domina las narrativas convencionales. A diferencia de este modelo progresista de revolución, el movimiento andino ha sido presentado como retrógrado y antiliberal. El hecho de que Tupac Amaru haya pretendido restablecer la realeza incaica sugiere, para algunos historiadores, que su proyecto era un monarquismo de antiguo régimen. Para otros, era un movimiento nativista que proponía un

11 O’Phelan Godoy (1988, 1995).12 En su estudio de síntesis, Serulnikov (2013) emplea el lenguaje de revolución, como yo mismo he

hecho en otros trabajos. Por su lado, los observadores de la época usaban muchas de las referencias adoptadas por historiadores en el siglo , incluyendo el término “revolución”. De nuevo, se podría debatir si aquellos observadores entendían el término en un sentido pretendidamente moderno, pero tal debate oscurecería su percepción del movimiento como un desafío profundo hacia el orden social y político predominante en los Andes.

13 Thompson (1966 [1963]: 12).14

Walker sostiene que el movimiento andino no constituyó una amenaza tan importante hacia las estructuras de poder atlánticas como la revolución haitiana. Ver Walker (2014b).

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retorno a la era precolombina. Aun otros suponen que Tupac Amaru pretendía restablecer un pacto colonial anterior y más legítimo, efectuado durante el reino de la Casa de Habsburgo, contra el proyecto modernizador borbónico. En todas estas narrativas, el movimiento andino aparece como tradicionalista, restauracionista y,

Estas cuestiones merecen un escrutinio más profundo que el que podemos

estuvo tan ligado como la revolución haitiana a los desarrollos revolucionarios en Europa. El pensamiento ilustrado que comúnmente asociamos a la crítica de las monarquías no parece haber circulado extensamente en la región andina durante la década de 1770, ni hay evidencia alguna de que Tupac Amaru haya leído a los

de otros imperios para desestabilizar o derrocar el dominio español sobre los Andes entre 1780 y 1783, lo cual indica que el episodio careció del grado de rivalidad inter-imperial que caracterizó a Saint-Domingue durante el mismo período. En

Atlántico o de lo que convencionalmente se conoce como “modernidad”.15

Hay sin embargo otra razón para la invisibilidad del caso andino. En su

y pública, Michel-Rolph Trouillot rastreó un “silenciamiento” de la experiencia xviii. La posibilidad inicial y la realidad

subsiguiente de un levantamiento exitoso de esclavos que aboliera la esclavitud y el sometimiento racial y estableciera una nación independiente eran, según Trouillot,

de negación y trivialización. En su estudio de este silenciamiento, Sibylle Fischer aseveró que el principio radical anti-esclavista de la revolución haitiana era tan amenazador que las elites caribeñas se sintieron compelidas a “negarlo”.16

Un mecanismo similar de silenciamiento y negación parece haber marcado la historiografía y la conciencia pública en lo que respecta a la revolución andina de 1780.17 Lo perturbador para las elites políticas y culturales en el imperio

15sino solamente indicar la estrechez de la concepción de modernidad predominante, la cual no pretendo discutir aquí.

16de la revolución haitiana. Además de los trabajos de Trouillot (1995) y Fischer (2004), los estudios de Julius Scott (1986), David Geggus (2001), Ada Ferrer (2003, 2008) y María Cristina Soriano (2011) han sido especialmente estimulantes.

17 He optado por utilizar el término “negación” para traducir al español el término inglés disavowal empleado por Fischer –especialmente en su importante libro Modernity Disavowed (2004) pero también en su “Respuesta a Headley y Roberts” (2005), donde analiza el problema de la traducción al español. Entiendo la negación como un acto cognitivo de rechazo o repudio de un fenómeno

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español era no sólo la percepción de las masas indígenas movilizadas y el trauma de la violencia racial sino también el principio de soberanía política indígena que guiaba a la insurgencia andina. De hecho, creemos que las interpretaciones de la experiencia andina como guerra racial sirvieron precisamente para encubrir los profundos dilemas de soberanía suscitados por el levantamiento.

Explorar estos dilemas supone serios desafíos metodológicos. Trouillot ha enfatizado las formas en que las relaciones de poder determinan la producción de datos históricos, archivos, narrativas e interpretaciones, así como el eventual

otro lado, en su análisis de las múltiples metamorfosis de noticias y rumores en el Caribe revolucionario, Ada Ferrer ha sostenido que los archivos contienen

percepciones y proyectos. Por ende, según Ferrer, las inconsistencias entre un

silenciamiento. A su vez, Fischer ha notado perceptivamente cómo los patrones de ausencias en el discurso histórico permiten revelar tanto el objeto negado como el proceso de negación.18

entendemos la abundancia y la escasez de distintas formas de evidencia histórica. Es sorprendente que las conexiones entre la revolución andina y el mundo atlántico en general aún no hayan sido investigadas en profundidad; acaso ésta sea otra

19 Los historiadores aún

externo considerado amenazante. A diferencia de la ignorancia, es decir el no ser consciente de un fenómeno, la negación implica el conocimiento de lo que se rechaza o repudia. También se puede distinguir el término de una acción netamente represiva como la censura, el castigo o la violencia, ya que implica una dimensión más subjetiva que incluye afectividad y/o juicios normativos. Fischer utiliza el concepto de disavowal con referencia a la teoría psicoanalítica. Para Freud, el concepto de Verleugnung contiene implícitamente un conocimiento del fenómeno negado, y la idea no implica una represión psíquica interior sino el repudio de un objeto o evento externo que aparece como traumatizante. Verleugnung suele traducirse al inglés como disavowal o denial, mientras que la literatura freudiana en español generalmente utiliza los términos “renegación” o “denegación”. El término “negación” adoptado en este trabajo pretende evitar las connotaciones algo restringidas de los términos más técnicos y mantener más abierto y accesible el sentido del concepto. Aunque la literatura psicoanalítica me parece sugerente, no es mi intención limitar el enfoque a este campo teórico y sus discusiones intra-disciplinarias. Evidentemente el término

problema rebasa el campo de las terminologías y el propósito de este texto es suscitar una mayor atención a las dinámicas por las cuales se desconoce, reconoce, repudia, o niega reconocimiento a actores y proyectos políticos en el pasado y el presente.

18 Trouillot (1995), Ferrer (2008), Fischer (2004).19

recepción de noticias sobre la revolución francesa en Perú– ha sido objeto de atención. Ver Rosas Lauro (2006).

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no han constatado que los observadores contemporáneos en el mundo atlántico

si operaba un proceso de negación, debía depender de un conocimiento de lo que los contemporáneos buscaban negar, es decir, para demostrar un fenómeno de negación, debemos primero establecer la existencia de una conciencia de la

No es el objeto de este trabajo inscribir la revolución andina en la narrativa convencional de la era de la revolución en el mundo atlántico, sino reevaluar nuestro entendimiento de ese período teniendo en cuenta la simultaneidad y el carácter radical del movimiento andino. De esta manera podremos concebir los procesos y actores de ese mundo desde otra perspectiva. Como ha escrito Jeremy Adelman: “La propia soberanía de los imperios, las monarquías, las naciones y las repúblicas estuvo en juego durante la gran época de convulsión y lucha desde mediados del siglo xviii a mediados del xix”.20 Lo que descubrimos al investigar las repercusiones de la revolución en los Andes es que el proyecto de soberanía indígena en el Nuevo Mundo fue una corriente más en el Atlántico revolucionario –una posibilidad que no sólo estremeció a las autoridades imperiales sino también inquietó a un gran número de criollos revolucionarios. Los esfuerzos de estos

deben ser considerados como un aspecto integral de la era de la revolución– tanto

narrativas.

Sudamérica y el pánico imperial español

A principios de la década de 1780, la percepción de la revolución andina en Europa y la inquietud de la corona española con respecto a su soberanía en Sudamérica estaban íntimamente ligadas a las rivalidades inter-imperiales, acentuadas por la guerra de la independencia en América del Norte. Francia había

norteamericanos también habían solicitado el apoyo de España. España a su vez

la corona portuguesa, aliada de Gran Bretaña, y demorando mientras esperaba un pesado cargamento de plata hispanoamericana. Pero de esta manera la corona española apenas postergaba un rencor amargo por sus antiguas derrotas ante Gran Bretaña, especialmente durante la Guerra de los Siete Años (1756-1763), y esperaba el momento propicio para tomar la iniciativa. Mientras tanto, proveía asistencia clandestina para las campañas militares de los norteamericanos revolucionarios.

20 Adelman (2006: 2).

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–ambas dinastías pertenecían a la Casa de Borbón– y de esta manera anunció

21

transoceánico. La posibilidad de una invasión británica preocupaba a la corona española, que a la vez fomentaba la revolución anticolonial en Norteamérica y temía que Gran Bretaña hiciera lo mismo en Hispanoamérica. Cuando comenzó a circular la noticia de un levantamiento en Perú, la alarma se difundió velozmente por los Virreinatos de Perú y del Río de la Plata, estremeciendo a sus autoridades y a las de otros territorios e inquietando a las esferas más altas del gobierno de la metrópolis. En marzo de 1781 la situación se complicó aún más cuando la rebelión de los Comuneros estalló en Nueva Granada. En 1781 parecía que

llamas parecían arrebatar el centro mismo del poder español en Sudamérica. Así lo demuestra la siguiente carta, que llegó a Nueva Granada desde Lima en febrero de 1781 y desde allí fue reenviada a la península ibérica:

La sublevación del cacique de Tinta, José 1º Tupamaro, tiene consternada esta Ciudad de Lima… Esto nos tiene en gran cuidado por ser enemigos caseros, además de los que tenemos por mar a los Ingleses… Estos tribunales de Lima se hallan indecisos y recelosos de que con batallón semejante marchen

ninguna defensa que tiene… Se presume con fundamento que de no girar a esta ciudad, se conduzcan a las conquistas de las provincias de Quito, Choco, Antioquia y Popayán, si el ardiente valor de esos moradores no lo resisten… La causa de fundar temor es la emulación que precede este indio.22

Otras cartas y reportes detallaban el levantamiento que comenzó en marzo de 1781 en Nueva Granada, conocido como la rebelión de los Comuneros, indicando que los Comuneros estaban inspirados por la insurrección de Tupac Amaru. De

21 A pesar de su victoria en Minorca, España no consiguió expulsar a los británicos de Gibraltar. España había cedido Florida como parte de un acuerdo luego de la invasión británica de La Habana en 1763. Recuperó la costa este de Florida con el triunfo en Pensacola en mayo de 1781 y la región

22 Caracas dispatches taken by the privateer “Renown”, 1781; Noticias que vinieron en el correo de Lima que llegó el día 1 de febrero de 1781 a Sta. Fe, f. 179; Archivos Nacionales (AN),

correspondence.

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acuerdo a los informes, el movimiento se estaba propagando de Quito a Venezuela.

habían sido vistos desde la costa y que los rebeldes esperaban su apoyo mientras expresaban su admiración por la lucha de los norteamericanos revolucionarios.23 Una carta privada negaba rotundamente que el movimiento en Perú hubiera sido derrotado, ridiculizando a las autoridades españolas que diseminaban estas falsedades y sobreestimaban la credulidad del pueblo.24

Francia y Gran Bretaña también seguían con interés los desarrollos en Hispanoamérica, contando con las noticias de diplomáticos y espías. A mediados

para desestabilizar y acaso destruir el imperio español de ultramar. Con ataques contra Veracruz y Nicaragua, según el plan, sería posible “sacudir íntegramente el enorme, amplio, extendido y mal construido tejido del dominio español en América […]. En el futuro, acaso Perú mismo se vuelva una presa igual de fácil”.25 En este momento inicial, Dalling no conocía en detalle las condiciones en Perú. El movimiento de Tupac Amaru aún no había comenzado, pero ya circulaban rumores sobre las rebeliones, a principios de 1780, contra el aumento de los impuestos y las aduanas coloniales en Arequipa, La Paz y Cusco. En octubre, también antes de la insurrección de Tupac Amaru, Dalling dejó por escrito sus impresiones sobre la “extraordinaria revolución” en Perú, mientras que el canciller británico en América, Lord George Germain, recomendaba que el imperio británico se comunicara con los insurgentes peruanos y les proveyera asistencia y equipamiento militar “para herir de muerte al gobierno español”.26 Después que Tupac Amaru asumiera el liderazgo del movimiento, las autoridades británicas coloniales y metropolitanas continuaron atentas a las inquietantes noticias provenientes de la región –tales

el corsario inglés Renown.27

Conteniendo las noticias de la revolución

Aun antes de que Tupac Amaru se alzara en armas en noviembre de 1780, las perturbadoras noticias de rebeliones contra aduanas e impuestos en Arequipa y en

23 Ibídem, documentos 4, 6 y 11.24 Ibídem, documento 7.25 John Dalling, Governor of Jamaica, to Lord George Germain, Jamaica, no. 75, 23 June 1780, fs.

26 John Dalling, Governor of Jamaica, “Report on military operations on the mainland”, Jamaica, no. 81, 25 October 1780, fs. 48-48v; “Draft dispatch from Secretary of State to Dalling,” 13 January 1781, fs. 90v-91; AN, CO, 137/79.

27 Caracas dispatches taken by the privateer “Renown”, loc. cit.

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los Andes del sur inquietaron a las autoridades españolas, quienes inmediatamente comenzaron a encubrir la situación con un manto de “oscuridad estatal”.28 Las noticias irrumpieron en el mundo atlántico en septiembre, cuando el Glasgow Mercury informó que un paquebote español que llevaba de Buenos Aires la primera correspondencia sobre las “revoluciones” había sido capturado por el corsario inglés Bellona. Antes de su captura, el capitán español arrojó el correo público y los informes

ninguna información sobre el estado del territorio”.29 No obstante, algunas cartas y otros escritos fueron hallados en la embarcación y el Mercury publicó la sensacional noticia: los rebeldes habían declarado lealtad a un monarca inca y la corona española estaba a punto de perder América. Richard Cumberland, un diplomático británico en España peninsular, informó en diciembre de 1780 que las noticias de Perú “llenan a España de la más melancólica aprensión; aunque me he enterado de muchos detalles, están rodeados por demasiada oscuridad estatal para atreverme a repetirlos”.30

Luego de capturar a Tupac Amaru, la contrainsurgencia española en Cusco se dispuso a suprimir la memoria del movimiento –comenzando por el líder– por considerarlo un profundo desafío hacia la soberanía española. Según la declaración del Visitador General del Perú José Antonio de Areche en la sentencia de muerte, la “nación de los indios” en su totalidad creía que Amaru era descendiente “del tronco principal de los incas, como [él mismo] se ha titulado, y por eso dueño absoluto y natural de estos dominios y su vasallaje”.31 Tupac Amaru fue descuartizado en

un lado, el descuartizamiento era el castigo ritual reservado para los crímenes de lesa majestad; por otro lado, como también señalaba Areche, condenar al líder insurrecto a muerte era un claro mensaje político para sus seguidores indígenas, que lo consideraban exento de la pena capital “por lo elevado de su carácter”. Es más, las autoridades coloniales intentaron aniquilar su descendencia, destruir

desparramar sus cenizas, dejaron una placa de piedra detallando los “delitos” de Amaru como único registro de su existencia.32

En la misma sentencia a Amaru, Areche intentó eliminar todo simbolismo inca en la sociedad cuzqueña y los mecanismos que servían para perpetuar la

28 Richard Cumberland, 1780, f. 267v, AN, State Papers (SP), 94/209.29 The Glasgow Mercury: containing a report of the taking of the Spanish packet Cologn by the

privateer Bellona, fs. 417-417v, AN, SP, 54/47/415.30 Richard Cumberland, 1780, loc. cit. Según añadía el diplomático, “La condición [de España] es tan

apremiante que ni siquiera la paz en Europa la salvaría de la ruina en América”.31 Para la sentencia de muerte, ver Comisión Nacional del Bicentenario (1981: 268-277). 32 Ibídem.

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memoria de una soberanía indígena alternativa. Quedaron prohibidas las vestiduras e insignias corporales incas, las pinturas y los retratos de la nobleza nativa y su estirpe, el teatro en que se representaban escenas prehispánicas, los actos públicos en que la nobleza inca se manifestaba ante el pueblo y los rituales de duelo con sus instrumentos e indumentaria. Fue así censurada la memoria inca y sobre todo el recuerdo de los antiguos monarcas.33

Más allá de Perú, las autoridades coloniales también intentaron silenciar las noticias de la insurrección. En julio de 1781, un funcionario venezolano en Maracaibo le escribió una alarmada carta al intendente mencionando el gran apoyo

“Podrá Vuestra Señoría inferir la fatal constitución del tiempo, y que éste no da treguas a disimular como hasta aquí; necesario es que se mezcle la fuerza con la prudencia”.34 Los diplomáticos británicos se sentían obstaculizados cuando intentaban enterarse de las condiciones imperantes. La prensa informaba que el embajador español en Francia tenía noticias de las insurrecciones en Perú y México pero “hacía todo lo posible” por minimizarlas y sugería que habían sido sofocadas.35 Incluso en 1783, un funcionario británico en España se quejaba:

Recientes informes de diferentes partes mencionan que la insurrección en Sudamérica continúa e incluso se expande, pero es tal el esfuerzo de los ministros españoles por tender un velo sobre los eventos de ese continente

sobre el asunto.36

A pesar de tales esfuerzos, entre 1780 y 1784 las noticias de Perú se difundieron extensamente –viajando por tierra y por mar, en boca de viajeros y marineros, o escritas en correspondencia personal y gubernamental, en la prensa marítima y en las gacetas cosmopolitas. La comunicación privada y pública era difusa y frecuentemente también confusa. Noticias de la insurrección en el altiplano arribaron pronto a Lima, capital del poderoso Virreinato del Perú con jurisdicción sobre Cusco, y desde allí partieron hacia Quito, Nueva Granada, Venezuela y el Caribe. Montevideo y Buenos Aires –que desde 1776 era capital

33 Ibídem.34 Informe de Joaquín Alfaro, Administrador de rentas del Tabaco en la Provincia de Maracaibo,

al Intendente de Ejército y Real Hacienda, Don José Avalos, Maracaibo, 24 de Julio de 1781, Archivo General de Indias, Sevilla: Caracas, 477. Mis agradecimientos a Cristina Soriano por esta referencia.

35 La noticia fechada a mediados de julio fue publicada en la Royal Gazette de Jamaica (semanario), 27 de octubre a 3 de noviembre de 1781, vol. 3, no. 133, p. 698.

36 Richard Cumberland, Robert Liston and others, January 1781 to December 1783, f. 871, AN, FO, 72/1.

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del Virreinato del Río de la Plata con jurisdicción sobre Potosí, La Plata, La Paz y las demás provincias del Alto Perú– eran nexos para la información que se dirigía hacia el norte del mundo atlántico. Río de Janeiro recibía viajeros y correspondencia con las últimas novedades y era otra fuente de noticias con rumbo atlántico.37 En febrero de 1781, la “infausta noticia” de que Tupac Amaru se había proclamado rey en Cusco despertó interés público en la Ciudad de México, como indica el diario personal del soldado y diarista José Gómez.38 En el Caribe, un foco

británicas de Kingston recibían noticias de Perú y las transmitían a sus superiores en las metrópolis. La Royal Gazette de Jamaica ofrecía una cobertura sustancial, como era de esperar dadas las hostilidades entre España y Gran Bretaña. Las noticias también transitaban por Saint Johns y Martinica hacia Norteamérica y circulaban públicamente en Saint-Domingue, adonde arribaban desde Sudamérica o Francia.39 La prensa local en los Estados Unidos destinó una cobertura intensa al movimiento andino, especialmente en las ciudades portuarias sobre el Atlántico.40 A medida que llegaban las noticias de América –a través de Kingston, Nueva York y otros puertos– la colosal insurrección fascinó a la prensa británica y fue motivo de celebración.41

37 Cork Evening Post (Irlanda), 29 de agosto de 1782, reimpreso en la Royal Gazette, Nueva York, 19 de octubre de 1782, p. 3.

38 José Gómez, Diario de México, Ciudad de México, 1776-1789, f. 63 (153), Bancroft Library, Berkeley, MSS, M-M105. Le agradezco a William Taylor la sugerencia de revisar el diario de Gómez.

39 No había estado claro si el líder haitiano Jean-Jacques Dessalines había invocado al Inca en la guerra contra Francia y luego de la independencia por haber sabido de la insurrección de Tupac Amaru. Bernard Camier y Laurent Dubois han sostenido convincentemente que la retórica de Dessalines puede haber sido eco del drama Alzire de Voltaire (1736), que fue puesto en escena en los teatros de Saint-Domingue. Ver Camier y Dubois (2012). Sin embargo, es probable que

investigación las noticias de la revolución andina eran de conocimiento público en la colonia francesa a principios de la década de 1780. La evidencia también apunta a una conexión entre el teatro y la política: poco después del arribo de noticias de Perú, la puesta en escena de Alzire en Le Cap y Puerto Príncipe en 1783 –con un vestuario compuesto por atuendos incas supuestamente auténticos– suscitó un entusiasmo sin precedentes. Para las noticias en Saint-Domingue, ver

, 9 de octubre de 1781, 1 de mayo de 1782, 4 de junio de 1783, 2 de agosto de 1783 y 2 de octubre de 1784.

40 La cobertura se extendió desde New Hampshire y Massachusetts hasta Carolina del Sur y Georgia. En Nueva York se publicaron informes que luego tuvieron otros destinos. Le agradezco a Kathryn Callaghan por su colaboración en la investigación.

41 Numerosas noticias, cartas y opiniones sobre la insurrección andina aparecieron en la prensa londinense: por ejemplo, Morning Chronicle and London Advertiser, 5 de octubre de 1780 y 6 de enero de 1781; Morning Post and Daily Advertiser, 28 de septiembre, 3 de octubre, 6 de octubre, 17 de noviembre y 20 de noviembre de 1780; Lloyd’s Evening Post, 4 de octubre y 18-20 octubre de 1780; Whitehall Evening Post, 15 de septiembre de 1780; London Chronicle, 6 de noviembre de 1781; y Morning Herald and Daily Advertiser, 7 de enero de 1782. Le agradezco a Linton Melita por su colaboración en la investigación. Para la prensa irlandesa, ver por ejemplo el Dublin

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parte de la cual fue traducida y publicada por la prensa, impactó por su profundo tono de pánico y pesimismo.42 Las noticias provenientes de Lisboa aparecían en la Royal Gazette de Jamaica y en la de Nueva York.43 En la futura Italia, la información llegaba no sólo a través de la prensa española sino también por medio de las redes privadas de jesuitas expulsados de Hispanoamérica en 1767.44 Las noticias se propagaban por toda Europa: se difundieron en Amsterdam, luego en Praga y otros sitios de Europa Central y aún más al este, como en las ciudades otomanas de Esmirna y Constantinopla. Ya entonces las narrativas eran variadas y frecuentemente contradictorias, y quienes recibían diferentes versiones podían preguntarse, como lo hicieron en Praga: “¿Quién es tan imparcial para decirnos cuál es la situación en Perú?”45

En España, las primeras noticias de los disturbios en los Andes precedieron a la insurrección de Tupac Amaru. En octubre de 1780, la Gazeta de Madrid publicó un relato escrito en Londres el mes anterior acerca de “una sublevación acaecida en cuatro o cinco provincias de la América meridional española”.46 Era de hecho el mismo relato que había aparecido en el Glasgow Mercury, pero la versión londinense mencionaba el escepticismo del público británico, que percibía en el informe un posible intento del gobierno por desviar la atención de los infortunios del imperio en Norteamérica y provocar la consternación de sus rivales. Como la Gazetadel gobierno español, el relato venía acompañado de una nota editorial que negaba (falsamente) el aumento de los impuestos en América y el establecimiento de nuevas aduanas e insistía que los indios de Sudamérica permanecían leales y sumisos. Poco

Evening Post, 8 de noviembre de 1781. Le agradezco a Max Mishler las referencias de Dublin.42 La captura del barco de guerra español Diligencia le proveyó a Gran Bretaña información temprana

sobre una sublevación en cinco provincias de Perú con centro en Arequipa. La nota apareció en la Royal Gazette de Nueva York, 16 de septiembre de 1780, p. 3. La nota en el Glasgow Mercury, que incluía correspondencia procedente de Buenos Aires y Montevideo, provocó aún más furor. Ver The Glasgow Mercury: containing a report of the taking of the Spanish packet Cologn by the privateer Bellona, loc. cit. Ver también Royal Gazette, Nueva York, 6 de diciembre de 1780, p. 3. El corsario Renown informes de Martinica en el Pennsylvania Packet, 29 de noviembre de 1781; la nota de la Royal South Carolina Gazette del 3 de enero de 1782 reimpresa en la Royal Gazette de Nueva York el 23 de febrero de 1782; y Caracas dispatches taken by the privateer “Renown”, loc. cit.

43 Royal Gazette de Jamaica, 17 a 24 de noviembre de 1781, vol. 3, no. 136, p. 794. Royal Gazette de Nueva York, 19 de enero de 1782, p. 3.

44 Juan Pablo Viscardo y Guzmán (1988: 5-6) dijo haber recibido correspondencia secreta que incluía información de fuentes que habían conocido a Tupac Amaru personalmente en Cusco.

45 Por ejemplo, Gazette d’Amsterdam, 3 de octubre de 1780, 29 de junio de 1781, y 23 y 26 de octubre de 1781. En base a fuentes vienesas y como señala el interrogante citado, en Praga se especulaba sobre el contraste entre los intentos españoles por minimizar las noticias y otros reportes, como los británicos. Ver Roedl (1984). Le agradezco a Ana María Lorandi esta referencia. Las noticias de Esmirna fueron referidas por el Connecticut Journal, New Haven, 8 de septiembre de 1784, p. 2. Las de Constantinopla aparecieron en el United States Chronicle, Providence (Rhode Island), 2 de septiembre de 1784, p. 2.

46 Gazeta de Madrid, no. 85, 24 de octubre de 1780, pp. 771-774.

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después, la Gazeta informaba que había arribado desde Buenos Aires a Lisboa, por medio de Río de Janeiro, cierta correspondencia “que aclara las muchas especies que se han divulgado sobre las conmociones” en Arequipa.47

de Tupac Amaru provocaron una convulsión pública: “referían nada menos que la pérdida total de ese inmenso territorio”, según notaba un importante periódico holandés.48 La corte española se vio obligada a responder a los ubicuos rumores, transmitiendo su propia versión de los hechos desde Cádiz y Madrid a la prensa europea; sin embargo, de esta manera propagaba información sobre eventos que deseaba suprimir. El 28 de agosto, la prensa de Madrid informaba sobre la intervención de la corona en la discusión pública: “La conmoción en Perú ha sido presentada al público desde un punto de vista tan falso que la corte ha decidido proveer un informe exacto y auténtico”.49

extenso sobre los orígenes y el comienzo de la insurrección, así como una reseña sobre “el principal cacique Tupa-Aymaru”, que decía “descender de la familia real de los Incas, privados de su trono en 1541 por la muerte de Atahualpa”.50 A continuación se incluía una evaluación bastante respetuosa:

Se trataba del poderoso cacique Tupac Aymaru, rico él mismo, quien halló 50 mil piastras en la casa del magistrado que había perecido por sus propias

valor y grandes dones. Fue bien educado en el colegio de Cusco, y además de haberse provisto de varios cañones pequeños, izó el estandarte del Inca, que atrajo a una multitud. Además, el establecimiento de la aduana en Arequipa había causado descontento; los amotinados tomaron las armas, la demolieron y saquearon la casa del recaudador de impuestos.51

Hasta aquí, el informe era detallado y carecía de distorsión intencional notable. Sin embargo, el relato concluía con una completa falsedad: “Todas estas

47 Gazeta de Madrid, no. 87, 31 de octubre de 1780, pp. 794-795. Casi un año después, una carta escrita en Cádiz anunciaba que la noticia sobre la insurgencia sudamericana para entonces había “viajado velozmente desde una punta de Europa hasta la otra”; Gazette d’Amsterdam, no. 52, 29 de junio de 1781.

48 Gazette d’Amsterdam, no. 85, 23 de octubre de 1781. La correspondencia procedente de Madrid que llegó a Amsterdam estaba fechada el 18 de septiembre de 1781. El periódico holandés notaba que el relato era “singularmente curioso” por su “tono cándido” y porque contenía información intrigante sobremanera, como por ejemplo el hecho de que Tupac Amaru fuera “descendiente de la familia imperial de los incas, la cual se presumía extinta luego de la muerte de Atabalipa [sic], el último emperador de Perú, estrangulado en 1541 por orden de don Diego Almagro, camarada del conquistador de ese imperio, Francisco Pizarro”. Ver también Gazette d’Amsterdam, no. 86, 26 de octubre de 1781.

49 Gazette des gazettes, primera quincena de octubre de 1781, p. 28.50 Ibídem, 29.51 Ibídem, 31.

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circunstancias alarmantes llevaron a tomar el curso de la negociación. Se han hecho 52

había sido resuelto denota una clara intención de contener los rumores e indicar que el peligro había pasado. Implica también que la percepción de peligro preocupaba genuinamente al Estado, no sólo por sus propios objetivos políticos de ultramar sino también por las repercusiones públicas en la metrópolis. La preocupación por controlar las noticias se antepuso entonces a la política previa del secreto de estado.

Buenos Aires traía la novedad de que la “rebelión de Perú” había sido extinguida y “Tupac-Amaro” había sido capturado.53 El reporte de la prensa española estaba basado aparentemente en información transmitida por el virrey en Buenos Aires. En ese nuevo relato, el líder era descrito como un “mestizo” cuyos padres se dedicaban al transporte de mercancías aunque era “en verdad de la raza de los caciques”.54 Tupac Amaru habría usado artilugios similares a los de Pugachov en Rusia para persuadir a una población “débil y crédula”.55 El informe notaba sus supuestos engaños y crímenes:

Dijo que era de la raza de los Incas: su tío y él usaban el atuendo y otras marcas de soberanía de los antiguos hijos del sol. Reunió un ejército más considerable en número que formidable en valor, con el que devastó varias provincias y cometió horrores y atrocidades que desmienten su origen celestial.56

El reporte concluía:

Tal es el resumen de las circunstancias de este evento, extraídas de varias epístolas de Buenos Aires. Todo otro relato contenido en los periódicos públicos extranjeros es un engaño forjado por los ingleses y no merece ninguna credibilidad. Se asume que la corte dará detalles circunstanciales de todas estas felices noticias.57

Se debe notar cuánto había cambiado el tono de los informes sobre Tupac Amaru y la insurrección andina. En principio Tupac Amaru había sido

52 Ibídem.53 Gazette des gazettes, segunda quincena de noviembre de 1781, p. 23.54 Ibídem, 23-24.55 Ibídem, 24.56 Ibídem.57 Ibídem, 25. Este relato se difundió también en inglés. Ver, por ejemplo, la New Hampshire Gazette,

9 de marzo de 1782, p. 2.

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presentado como pudiente e ilustrado, pero el nuevo relato aseveraba que su pretensión de ser descendiente de la realeza inca era cuestionable y que su familia se dedicaba al plebeyo negocio del transporte. Según esta narrativa, el

soberanía y, careciendo de verdadero poderío militar, había cometido crímenes y atrocidades que contradecían su supuesta divinidad. Si bien Tupac Amaru había sido primero descrito como un verdadero e ilustre inca que se proponía defender a su pueblo contra la injusticia, ahora aparecía como un impostor y canalla que no merecía piedad. Esta metamorfosis es evidencia directa del mecanismo de negación. La nueva narrativa negaba que la pretensión de soberanía de Tupac Amaru tuviera legitimidad alguna y convertía la sublevación en una expresión de violencia irracional, inmoral y “atroz”.58

La negación era evidente en el relato publicado en la Gazeta de Madrid. Al

que las autoridades coloniales habían suprimido exitosamente los “alborotos”, los robos y las atrocidades cometidos por “sujetos de baja extracción que para alucinar

59 Un editorial declaraba que el “caudillo” amotinado que había sido capturado era

cacique de la “distinguida familia de Tupac-Amaro que reside en el Cuzco”.60

intereses estatales y deslegitimar la revolución andina en un contexto en que el

De esta manera, toda otra versión constituiría lo que hoy conocemos como “desinformación”, es decir, propaganda instigada por el adversario inglés. De hecho, los informes sobre la sublevación arribaron cuando cundía la inquietud entre funcionarios españoles y el público debido a un rumor que circulaba en la prensa extranjera según el cual el comodoro George Johnstone dirigía una expedición marítima que invadiría Buenos Aires y les ofrecería armamento y apoyo logístico a los rebeldes en los distritos de Perú y del Río de la Plata.61

58 Gazette des gazettes, segunda quincena de noviembre de 1781, p. 24.59 Gazeta de Madrid, no. 81, 9 de octubre de 1781, p. 807.60 Ibídem.61 Ibídem, 806. Según un informe anterior, publicado en Londres en abril, Johnstone se dirigía hacia

Buenos Aires en compañía de un sombrío ex jesuita que había estado en el paquebote capturado por el Bellona en 1780. Ver Gazeta de Madrid, no. 37, 8 de mayo de 1781, p. 372. Un reporte

camino desde las Indias Orientales para invadir los dominios americanos de España sobre el Gazeta de Madrid, no 11, 8 de febrero de 1780, pp. 99-100.

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engañosos. Tupac Amaru había sido en verdad ejecutado en Cusco en abril de 1781 –un hecho aún desconocido en España a principios de octubre– pero las llamas de la insurrección todavía ardían en los Andes. Recién a mediados de noviembre de 1781, con la ejecución de Tupaj Katari en La Paz, las fuerzas contrainsurgentes comenzaron a apagar el fuego, y aun entonces el liderazgo inca en Cusco permanecía intacto.

Dos años después, en septiembre de 1783, un decepcionado observador londinense escribió en la prensa que los “reiterados informes” sobre la rebelión en Sudamérica, que habían alentado las esperanzas de los ingleses desde 1780, habían resultado ser nada más que “ilusiones”. Sopesando la excesiva vigilancia de los gobernadores españoles, lamentaba “la debilidad de los sujetos nacidos en climas que en nada animan los sentimientos de rebelión”.62 Si no había surgido ningún movimiento exitoso mientras los españoles estaban ocupados con la guerra contra Gran Bretaña, concluía el observador, ya no era de esperar que surgiera.

contundente noticia viajó de Buenos Aires a Madrid y resonó luego en Cádiz: “La paz ha sido declarada en todas las posesiones de España”.63

en el imperio español o en el mundo atlántico. A principios de 1784, un informe arribó a Cádiz desde Chile relatando “nuevos disturbios” que implicaban a Diego Tupal Amer (sic), a quien se describía como “más orgulloso y audaz” que el “famoso jefe Tupal Amer”.64 El reporte notaba que desde 1780 Chile contaba con navíos alistados para una posible invasión británica. No fue seguido de ninguna

65

La indisimulable preocupación de las autoridades por los eventos en Perú y sus esfuerzos por restablecer la creencia pública en la legitimidad de la soberanía española son evidentes en otra esfera cultural. En 1784, el gobierno municipal de Madrid organizó un concurso literario en celebración del nacimiento de Carlos y Felipe en el seno de la familia real y del tratado de paz con la corona británica. Además de los dos premios de teatro previstos en la convocatoria, se entregó una distinción adicional a una tragedia titulada Atahualpa, escrita por Cristóbal

62 Gazette des gazettes, primera quincena de octubre, 1783, p. 70.63 La noticia del 29 de diciembre de 1783 apareció en la Gazette des gazettes, primera quincena de

febrero de 1784, p. 31. Un informe similar había arribado de Madrid a mediados de 1782: “Un total sosiego reina en todo Perú y los territorios [de España] en Sudamérica, donde las tropas han conseguido un éxito formidable”. Ver Gazette des gazettes, primera quincena de agosto, 1782, p. 28.

64 Se trataba de Diego Cristóbal Tupac Amaru, quien lideró el movimiento después de la captura de su primo José Gabriel Tupac Amaru. Walker (2014a: 257) ha demostrado que las autoridades españolas consideraban a Diego Cristóbal una profunda amenaza hasta que éste fue ejecutado en julio de 1783.

65 Gazette des gazettes, segunda quincena de junio de 1784, pp. 36-37.

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María Cortés y Vita en 1784. La obra trataba sobre la civilización inca durante la conquista española de Perú en el siglo xvi, un tema en boga en el teatro europeo del siglo xviii inspirado en gran parte por los Comentarios reales del inca Garcilaso de la Vega publicados en 1609. Dos obras prominentes de este género fueron Alzire de Voltaire (1736) y Los incas, o la destrucción del Perú de Jean-François Marmontel (1777), las cuales generaron un sinnúmero de imitaciones en Inglaterra, Prusia, Suecia y otras regiones europeas. La mayor parte de este “teatro inca” seguía las convenciones de la Leyenda Negra, según la cual los indígenas americanos habían sido inocentes víctimas de la crueldad e injusticia españolas. Atahualpa de Cortés rompe con esta narrativa, representando la intervención española en Perú como

basa parcialmente en los escritos de Garcilaso pero convierte a Pizarro y a Almagro en hombres honorables que intentan ayudar a Huáscar, legítimo heredero de Huayna Cápac, a acceder al trono inca contra la voluntad de su injusto hermano, el bastardo Atahualpa. Atahualpa, por su parte, teme el cumplimiento de las profecías según las cuales perecería con el arribo de “hombres extraordinarios y valientes”.66 Luego de ordenar la ejecución de Huáscar, Atahualpa es herido de muerte por la

esta forma, según la obra, los españoles habrían intentado noblemente preservar la soberanía inca pero no pudieron evitar que ambos herederos incas perecieran y

La tragedia neoclásica tenía un claro objetivo político y didáctico, corroborado por el hecho de recibir una mención especial a pesar de su escaso valor literario. Según el crítico literario Angel Raimundo Fernández, la distinción era un reconocimiento para una obra que respaldaba la política real y que servía “para paliar la situación en Hispanoamérica”.67 El drama de Cristóbal María Cortés proclamaba que la conquista española había sido legítima y que no había heredero legítimo del trono inca. Aunque Tupac Amaru y la sublevación andina no eran

negación de la soberanía inca. Es más, si consideramos la situación en España misma, donde tanto las estremecedoras noticias que arribaban de Sudamérica como

provocaban ansiedad y un sentimiento de vulnerabilidad, Atahualpa representaba

imperio amenazado.

66 Fernández Cabezón y Vallejo González (1995: 111). Los autores proveen una sinopsis de la obra.

67 Fernández (2003: 718). El premio a Atahualpa fue anunciado en la Gazeta de Madrid, no. 44, 1º de junio de 1784, pp. 474-475.

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Disidentes y disonancias

Mientras una ola revolucionaria sacudía al continente norteamericano, las noticias de la turbulencia en Perú y Sudamérica alarmaron a los funcionarios españoles e incitaron a sus rivales a tramar planes propios. Es más, al menos inicialmente también animaron a agitadores en las sombras del imperio y avivaron la imaginación revolucionaria más allá de Sudamérica. Pero la revolución andina desaparecería gradualmente del imaginario atlántico y cuando se la reconocía adoptaría cada vez más el sombrío matiz de la guerra racial. En Hispanoamérica, aun cuando el resentimiento contra la dominación colonial estaba en auge, la

pasada insurrección liderada por indígenas.En Inglaterra, las noticias sobre los levantamientos contra las aduanas y

luego sobre la insurrección de Tupac Amaru proliferaron desde el otoño boreal de 1780, reviviendo la Leyenda Negra y alimentando una antigua hostilidad popular contra los españoles. Los intelectuales más radicales estaban intrigados o inspirados por la posibilidad de una revolución en la exótica tierra de los incas. Helen María Williams, una escritora londinense del período romántico cuyas tendencias políticas la llevarían a emigrar a París en tiempos de la revolución, escribió en 1784 un poema épico titulado “Perú” que evocaba la insurrección del inca y la promesa de una soberanía peruana autóctona:

En la noche despótica y oscurala luz de gloria súbita me anima.El éxtasis me eleva a la alta cimay brilla mi alma alborozada y pura.

La libertad proclama con corajey sangra la postrada y vil España.

En la tierra del sol cierra la heridade oro lúcido y plata mal perdida.Más dorada es la gloria el nuevo día.

De la tropa peruana es la victoria

68

68 Williams (1791), Poems, sexto canto, versos 319-332. Reza el original:

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El pasaje iba acompañado por una nota que anunciaba:

Un descendiente del Inca ha obrado varias victorias sobre los españoles y

estas sometidas naciones recuperen la libertad de la que han sido cruelmente privadas.69

Menos de una década después, William Blake también imaginaría el “espíritu elevado” de la revolución en los Andes como “a veces un león, acechando en las montañas,” y auguraría: “veo en México un águila y un león en Perú”.70 Su profecía de emancipación anticolonial optaba por la alegoría vívida sobre la referencia histórica concreta, pero lo más probable es que Blake se haya inspirado en la insurgencia de la década de 1780, de la que habría tenido conocimiento en sus tiempos de estudiante radicalizado en Londres.71

La atención pública europea hacia la revolución de los Andes se disiparía gradualmente, reducida al limitado ámbito de historiadores y viajeros. El episodio era cada vez más asociado al espectro de la violencia racial. Alexander von Humboldt, varios de cuyos libros fueron traducidos al inglés por su amiga Helen María Williams, se referiría a Tupac Amaru en términos más distantes y condenatorios. En 1811, Humboldt escribió que poco se sabía de la insurrección andina en Europa, aunque la propia fama del naturalista prusiano la hizo conocida entre numerosos lectores. Humboldt no tenía duda de que el movimiento había provocado una severa crisis política en el imperio español: “La gran rebelión de 1781 estuvo muy cerca de privar al rey de España de toda la región montañosa de Perú, en el período en que

But, lo! where bursting desolation’s night, A sudden ray of glory cheers my sight;

My heart with pure delight exulting glows: A blooming chief of India’s royal race, Whose soaring soul, its high descent can trace,

’s plain, And leads to glorious strife his gen’rous train: And see Iberia bleeds! while vict’ry twines Her fairest blossoms round Peruvia’s shrines; The gaping wounds of earth disclose no more The lucid silver, and the glowing ore; A brighter glory gilds the passing hour, While freedom breaks the rod of lawless power.69 Ibídem, sexto canto, nota 4. El poema de Williams fue ocasión de sonetos laudatorios por sus

contemporáneos, incluyendo su amigo William Wordsworth. Para tratamientos literarios, ver Kennedy (2002) y Cole Heinowitz (2010).

70 “America, a Prophecy” (1793), en Blake (1988), Complete Poetry and Prose, 51-52.71 Erdman (1977), 251 y 259.

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Gran Bretaña perdió casi todas sus colonias en el continente americano”.72 Atraído

cuestionó la identidad indígena de Tupac Amaru –que describió como bastardo mestizo, hijo de un monje– y su supuesta motivación: el anhelo de venganza personal cuando le fue negado su pretendido título de nobleza. El ilustre viajero aseveró que el proyecto político de Tupac Amaru de “restablecer en Cusco el antiguo imperio del Inca” había degenerado en “una guerra de exterminio contra toda persona que no fuera de su propia raza”, en referencia a la identidad indígena adoptada por el líder insurrecto.73 Humboldt resumiría el supuesto proceso en la narrativa de sus viajes, traducida por Helen María Williams en 1818: “Un levantamiento independentista se convirtió en una cruel guerra entre las diferentes castas.”74

La versión de Humboldt fue cuestionada por Vicente Pazos Kanki, un periodista y político pro-independentista de genealogía indígena nacido en el Alto Perú y radicado en Buenos Aires. En un memorándum escrito en Nueva York en 1819 y dirigido a Henry Clay, Pazos Kanki solicitaba el apoyo de Estados Unidos hacia el movimiento en Sudamérica y consideraba oportuno aclarar:

La revolución de Tupac-Amaru […] ha sido distorsionada por los historiadores y una gran injusticia se ha perpetrado contra la memoria de ese

escuchó en Lima.75

Pazos Kanki se proponía así defender la revolución andina durante las guerras de la independencia hispanoamericana. Sin embargo, no sólo los realistas habían fraguado una visión negativa u ominosa del movimiento. Para los criollos sudamericanos, los eventos relacionados con Tupac Amaru habían adquirido un

1783 habían detonado una secuencia de conspiraciones radicales que sacudirían a América y a Europa. Pero en las siguientes décadas, mientras mutaba la fortuna de los proyectos independentistas, la memoria de la revolución en los Andes se

No se establecía entonces ninguna conexión directa entre la insurrección de Tupac Amaru y la independencia criolla. Por el contrario, la revolución andina frecuentemente producía silencio y negación, sobre todo cuando los criollos

72 Humboldt (1814 [1811], vol. 1: 200).73 Humboldt (1814 [1811], vol. 1: 201 y vol. 4: 244 y 262).74 Humboldt (1818, vol. 3: 438).75 Pazos (1819: 252).

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independentistas enfatizaban las connotaciones de guerra racial en lugar de la idea de soberanía inca.76

La trayectoria del agitador jesuita Juan José Godoy ilustra algunas de las repercusiones atlánticas más inmediatas del movimiento que sacudió los Andes. Es difícil dilucidar el mundo subterráneo de los disidentes hispanoamericanos, pero los registros del espionaje imperial y la correspondencia existente de los mismos revolucionarios ofrecen importantes pistas sobre las redes atlánticas. Godoy era un criollo nativo de Mendoza, en la región andina del Virreinato del Río de la Plata (luego Argentina). Cuando los jesuitas fueron expulsados de la América hispana en 1767, Godoy huyó a Chuquisaca (actualmente Sucre) en el Alto Perú (hoy Bolivia), pero allí fue capturado y enviado a Italia, donde muchos de sus correligionarios estaban exiliados. Luego de recibir noticias de la revolución en Perú, parece haber viajado a Londres en mayo de 1781 con la esperanza de reunirse con funcionarios británicos

Desapareció repentinamente en Londres en 1785, al parecer tratando de evadir la vigilancia de espías españoles. El Ministro de Indias de España ordenó a sus virreyes buscar al fugitivo y atraerlo hacia territorio español. Antonio Caballero y Góngora, virrey y arzobispo de Nueva Granada, envió un espía a Jamaica, donde averiguó que Godoy se encontraba en la cuidad de Charleston, en Carolina del Sur, acompañado por un cubano. Según el espía, Godoy había estado denigrando al gobierno español,

El jesuita fue convencido bajo premisas falsas de viajar a Cartagena, donde fue capturado e interrogado por la Inquisición; se le preguntó si había estado en Cusco y si tenía alguna relación con la sublevación en América del Sur. Godoy fue luego enviado a Cádiz y encarcelado con otros sobrevivientes de la insurrección de Tupac Amaru y de la rebelión de los Comuneros. Murió en la cárcel en 1788.77

Otra trayectoria revolucionaria que atravesó generaciones –desde el jesuita peruano Juan Pablo Viscardo y Guzmán hasta el Libertador Simón Bolívar, pasando por el venezolano Francisco de Miranda– revela un proceso de ambivalencia y negación de más largo plazo. Viscardo era un criollo de Arequipa, exiliado en Italia en 1768 al igual que Godoy. Al recibir noticias de la insurrección en Perú, contactó de inmediato a funcionarios consulares británicos y en 1782 se dirigió a Londres

que detonaría un proceso de independencia en América del Sur. El jesuita peruano

76 No me es posible explorar aquí con mayor detenimiento el impacto de la revolución andina sobre el proceso de independencia en Hispanoamérica a principios del siglo . Para una aproximación

revolucionarios argentinos, ver Thomson (2010).77 Lewin (1967 [1943]: 219-222), Battlori (1953: 87-93), Donoso (1960).

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122 Revista Andina

Hasta su muerte en 1798, escribiría sin descanso con la intención de provocar una

En su entusiasmo inicial, Viscardo celebró “la gran revolución acaecida en Perú” y describió a Tupac Amaru con reverencia, reconociéndolo como descendiente del último soberano inca.78 Pero en la década de 1790 adoptó un tono más distante hacia lo que consideraba “disturbios” en Perú –troubles, escribió en francés– desplazando su admiración hacia la rebelión de los Comuneros en Nueva Granada.79 Esto parece contradictorio, ya que Viscardo abogaba abiertamente por el separatismo y las demandas de los Comuneros constituían un proyecto más reformista y por ende un desafío menos radical que el de Tupac Amaru hacia la corona española. No obstante, este cambio de perspectiva es comprensible si consideramos que el movimiento Comunero daba la impresión tranquilizadora de un proyecto político liderado por criollos, ordenado y racional, caracterizado por una armonía paternalista entre las castas. En este período, Viscardo enfatizaba que los indios sentían “afecto y dedicación” hacia sus superiores criollos y empleaba el servicio doméstico como metáfora de la armonía racial que preveía para después de la independencia.80 En su celebrada “Carta a los españoles americanos”, que sería circulada póstumamente por Francisco de Miranda en todo el continente americano, Viscardo ni siquiera mencionaba a Tupac Amaru y denunciaba solamente la sangre derramada a causa de los impuestos despóticos de José de Gálvez, Ministro de Indias borbónico.81

Francisco de Miranda, por su lado, probablemente se haya enterado de la insurrección andina en 1781 mientras obedecía órdenes de Juan Manuel de Cajigal

en las campañas del Caribe contra los británicos, apoderándose de Pensacola y las Bahamas. Luego de ser nombrado gobernador de Cuba, Cajigal recibió “la feliz noticia” de la captura e inminente ejecución de Tupac Amaru, junto con documentación enviada desde Cusco por el virrey de Nueva Granada en julio de 1781.82 Miranda desertó en 1783, perseguido por Bernardo de Gálvez, sobrino de José de Gálvez y superior de Cajigal, y acaso motivado también por la sensación de que la revolución era inminente en América del Sur. El revolucionario

78 Viscardo y Guzmán (1998: 5 y 12).79 “Ensayo histórico sobre los disturbios de América meridional en el año 1780,” en ibídem, 43–58.80 “Esbozo político sobre la situación actual de América española,” en ibídem, 88.81 Para un tratamiento más detallado de Viscardo y Guzmán, ver Thomson (2010) y la introducción

de D. A. Brading en Viscardo y Guzmán (2002).82 Archivo General de la Nación, Ciudad de México, Correspondencia de Diversas Autoridades, vol.

21, exp. 27, fs. 187–191. En Un camino en el mundo de V. S. Naipaul (1994), Miranda se entera de

soberanía española; también está presente en la mente del joven rebelde cuando decide desertar.

Sinclair Thomson : Soberanía negada: la revolución de Tupac Amaru en el mundo atlántico

123Nº 54, año 2016

venezolano comenzó así su vida peripatética en América del Norte y en Europa. Se propuso reclutar aliados, entrenar cuadros y persuadir a gobiernos extranjeros para que apoyaran la independencia hispanoamericana. Se reunió con encantadas celebridades literarias en cada lugar que visitaba –incluyendo el salón parisino de Helen María Williams– y durante su prolongada estadía en Londres pudo revisar el archivo privado de Viscardo y copiar documentos claves.

“Carta de los Mantuanos” y fechado el 24 de febrero de 1782, en el que tres de los principales criollos de Caracas, incluyendo el padre de Simón Bolívar, expresan su inquietud acerca de los levantamientos en Perú y Santa Fe de Bogotá y le imploran a Miranda que lidere un movimiento independentista. Los historiadores sostienen

cosmopolitas de su propia importancia política y del apoyo que decía gozar de las elites venezolanas. En sus reuniones con el primer ministro William Pitt en 1790 y 1791 y nuevamente en 1800, Miranda presentó documentación que había recolectado sobre los levantamientos en Perú y Nueva Granada. En efecto, usaba la insurrección andina como propaganda revolucionaria y base de negociación en el contexto político inter-imperial.83

Ante altos funcionarios estadounidenses y británicos, Miranda desplegaba planes fantasiosos para el gobierno de una Sudamérica independiente y confederada. Proponía adaptar el modelo británico de monarquía constitucional a las condiciones americanas y creía necesario emplear terminología autóctona que fuera comprensible para las masas. La nomenclatura que adoptó era decididamente andina: en su proyecto político, los dos líderes del poder ejecutivo serían conocidos como Incas, los máximos representantes de las asambleas provinciales se llamarían curacas (término quechua para los gobernadores indígenas), los legisladores ordinarios serían amautas (sabios en la sociedad incaica) y el jefe supremo militar sería denominado hatunapa, o “generalísimo”.84

Las proclamas de Miranda incluían numerosas invocaciones de la historia sudamericana precolombina y colonial. Su llamado a los pueblos del “Continente Colombiano (alias Hispano-América)” citaba las orgullosas muertes de los indios de México, Perú y Bogotá durante la conquista y mencionaba la ejecución de Tupac Amaru I por el virrey Francisco de Toledo en el siglo xvi.85 Con respecto al pasado más reciente, Miranda denunciaba la tiranía del ministro Gálvez y del inspector

de la década de 1780. Sin embargo, sus referencias históricas más recientes

83 Miranda (1982: xxxv-xxxvi), Racine (2003: 27-28), Boulton (1960: 1 y 4).84 Miranda (1982: 286-289). Miranda se inspiró en los Comentarios reales de los Incas de Garcilaso

de la Vega.85 Para la referencia al “Continente Colombiano”, ver Miranda (1982: 263).

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124 Revista Andina

servían exclusivamente para condenar la violación de la promesa real de respetar

general, si bien Miranda sostenía que tanto los indígenas como los descendientes de los conquistadores eran legítimas autoridades en el Nuevo Mundo, su discurso público borraba a Tupac Amaru y a la revolución peruana de 1780-1781 de su lugar en la historia reciente y contemporánea.86

En este sentido, como en otros aspectos, Simón Bolívar emuló y sobrepasó a su mentor. Si bien Bolívar invocaba ocasionalmente la grandeza del pasado incaico y sus contemporáneos supieron llamarlo “vengador del Inca”, sus referencias autóctonas no eran tan abundantes ni comprometidas como las de los independentistas en el Río de la Plata. Es remarcable que el libertador de Perú, que entró a Cusco triunfante en 1825 y pisó la misma plaza donde Tupac Amaru había sido famosamente ejecutado, nunca reconoció públicamente al líder de la insurrección de 1781.87 Habría estado aún menos dispuesto a invocar la memoria de Tupaj Katari cuando pasó por La Paz o la de Tomás Katari cuando llegó a Chuquisaca, la capital de la incipiente nación nombrada en su honor.

La omisión de Bolívar no fue producto de la ignorancia o el descuido, sino que debe ser considerada dentro de un contexto atlántico más amplio. El

“Carta de Jamaica” del 6 de septiembre de 1815, escrita durante su exilio en Kingston:

[N]o somos indios, ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país, y los usurpadores españoles; en suma siendo nosotros americanos por nacimiento, y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar estos a los del país, y que mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallamos en el caso más extraordinario y complicado.88

86 Ibídem, 263-271.87 Bolívar sí mencionó a “Tupac-Amaru” en su carta a la Royal Gazette de Jamaica del 18 de agosto

de 1815, pero ésta era una referencia al líder inca del siglo ejecutado por el virrey Toledo, personaje con el que Bolívar estaría familiarizado a través de Garcilaso; Sociedad Bolivariana (1972: 54-68). Le agradezco a Michael Zeuske por haber rastreado la referencia. El silencio del Libertador hacia Tupac Amaru II es notorio, ya que varios subordinados y miembros de su entorno personal sí reconocieron al líder cuzqueño. Ver Miller (1828-1829, vol. 1: 16-19). Miller también cita la admiración del general Daniel O’Leary por Tupac Amaru, en Miller (1828-1829, vol. 2: 225-226).

88 Es notorio que en la traducción al inglés de esta carta, publicada en el Jamaica Quarterly Journal

originarios” (original natives). Es posible que Bolívar mismo fuera responsable de este aparente ejemplo de negación ya que estaba en contacto con el supuesto traductor, el general John Robertson, durante su exilio en Jamaica. Para un análisis en profundidad del texto y sus varias ediciones y traducciones, ver Sociedad Bolivariana (1972: 73-249).

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En este pasaje, impresionante por su candidez, Bolívar admite explícitamente que los pueblos indígenas podrían reclamar posesión legítima del territorio americano.89 Las guerras de la independencia avivaron la posibilidad de tal restitución de soberanía, convirtiendo a los indios en rivales potenciales pero directos de los criollos. En este caso “extraordinario y complicado”, el problema no era que Tupac Amaru hubiera esgrimido un proyecto monárquico y Bolívar fuera republicano. El líder indígena no podía ser precursor ni inspiración porque representaba una amenaza hacia el derecho criollo de gobernar.

Sin embargo, en una carta posterior, escrita algo después del 28 de septiembre de 1815 y dirigida al editor de la Royal Gazette jamaiquina, Bolívar esbozó una perspectiva contraria a la idea de una disputa entre indígenas y criollos, respondiendo a la presunción de antagonismo racial en América propuesta por Humboldt y negando que la “diferencia de las castas” fuera un impedimento para la independencia, como sostenían los políticos europeos y estadounidenses.90 Si bien

eran admirados por sus sirvientes debido a su intelecto superior y benevolencia:

El colono español no oprime a su doméstico con trabajos excesivos; lo trata como a un compañero; lo educa en los principios de moral y de humanidad que prescribe la religión de Jesús. Como su dulzura es ilimitada, la ejerce en toda su extensión con aquella benevolencia que inspira una comunicación familiar.91

Es más, según Bolívar la extensión del territorio, la abundancia de recursos

una raza intentara oprimir a las otras. Los indios en particular no debían ser una

experiencia de insurrección indígena en Perú:

El indio es de un carácter tan apacible, que sólo desea el reposo y la soledad; no aspira ni aun a acaudillar su tribu, mucho menos a dominar las extrañas. Felizmente esta especie de hombres es la que menos reclama la preponderancia, aunque su número excede a la suma de los otros habitantes. Esta parte de la población americana es una especie de barrera para contener a los otros partidos; ella no pretende la autoridad, porque ni la ambiciona, ni

89 Bolívar reiteró esta idea en su discurso en Angostura del 15 de febrero de 1819: “Americanos

los títulos de posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la oposición de los invasores”. Ver Sociedad Bolivariana (1982).

90 Sociedad Bolivariana (1972: 262).91 Ibídem, 262-263.

Artículos, notas y documentos

126 Revista Andina

se cree con aptitud para ejercerla, contentándose con su paz, su tierra y su familia. El indio es el amigo de todos […].92

existía una “perfecta armonía” entre los habitantes del Nuevo Mundo, la cual debía

Así, pues, parece que debemos contar con la dulzura de mucho más de la mitad de la población, puesto que los indios y los blancos componen los tres quintos de la populación total, y si añadimos los mestizos que participan de la sangre de ambos, el aumento se hace más sensible y el temor de los colores se disminuye, por consecuencia. […]Estamos autorizados, pues, a creer que todos los hijos de la América española, de cualquier color o condición que sean, se profesan un afecto fraternal recíproco, que ninguna maquinación es capaz de alterar. […]Hasta el presente se admira la más perfecta armonía entre los que han nacido en este suelo.93

En su misiva, Bolívar usaba algunos de los mismos recursos que Viscardo había empleado en sus ensayos veinte años antes, incluyendo la referencia a la relación entre amo y sirviente para ilustrar la armonía fraternal entre las razas. Las similitudes entre Viscardo y Bolívar eran producto no tanto de un mismo análisis

discursiva. En un contexto político y diplomático transatlántico, ambos intentaban persuadir a los británicos de que la minoría criolla en América gozaba del afecto y la lealtad de la mayoría de color. Para alcanzar tal objetivo, parecía conveniente que la revolución andina de 1780 y sus connotaciones de violencia racial quedaran en silencio.

Repercusiones y silencios

A lo largo de una generación, la insurgencia en los Andes del sur había provocado reacciones variadas en el mundo atlántico. En un momento de crisis imperial, el Estado español respondió con el silenciamiento y la disimulación

amenazada. En España era bien sabido que la corona británica, enemiga recurrente, estaba al tanto de los desarrollos en Perú y contemplaba la posibilidad de intervenir

92 Ibídem, 263.93 Ibídem, 264-265.

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en Sudamérica, si bien en última instancia desistió de apoyar activamente las incipientes fuerzas separatistas en la región. La imaginación política radical europea se vio encantada por la situación exótica de un pretendiente al trono inca que regresaba para resarcir los crímenes de la conquista española, un tema familiar en el teatro y la ópera de Europa en el siglo xviii. Pero en poco tiempo los letrados europeos abandonaron su simpatía inicial por la insurrección; algunos la recordaron principalmente como instancia de violencia salvaje.

La revolución en los Andes dio lugar a una red más duradera de disidentes sudamericanos que correspondieron y conspiraron en el mundo atlántico. No obstante, aquí también encontramos una reacción ambivalente. Aunque en un principio los disidentes criollos vieron en los movimientos andinos la promesa de revolución independentista, muchos de ellos –al igual que sus enemigos peninsulares– pronto percibieron los levantamientos como instancias de guerra de razas y castas. La contemporánea rebelión de los Comuneros en Nueva Granada, en la que indios y plebeyos se movilizaron bajo el liderazgo criollo, representaba un ejemplo bastante menos amenazador de resistencia al despotismo colonial. Para quienes abogaban por el republicanismo, la noción de un monarca incaico era también problemática. Sin embargo, el malestar criollo era incluso más profundo. En efecto, la revolución andina evocaba memorias de antagonismo racial en vez de unidad patriótica contra los españoles peninsulares y representaba la idea de

posibilidad de una nación bajo gobierno indígena. Si bien la retórica e iconografía de índole autóctono podía resultar atractiva, los patriotas criollos podían llegar a estar tan preocupados por la posibilidad fehaciente de soberanía indígena como sus adversarios metropolitanos.

Si la historiografía de la era de la revolución ha excluido mayormente a la revolución en los Andes, esto no se debe a que la región estuviera realmente aislada del mundo atlántico. Podemos rastrear la producción de silencios en el discurso histórico a la era misma de los hechos, no porque los contemporáneos en el mundo atlántico ignoraran las connotaciones radicales de los eventos andinos, sino porque, precisamente, eran conscientes de ellas. En efecto, fue esa consciencia de la insurrección andina y sus implicancias políticas la que provocó la producción de sutiles y diversas expresiones de negación. El repudio de la soberanía indígena que caracterizó al período modelaría las narrativas históricas que surgieron durante la postulada transición a la modernidad política. Esa llamada “modernidad” sería

representativa, libertades individuales y ciudadanía liberal. No habría lugar, en tales narrativas, para un movimiento de emancipación anticolonial americano que había adoptado concepciones alternativas de autodeterminación, democracia comunal y derechos territoriales nativos –y que había imaginado una sociedad en la que los indios gobernaran en lugar de servir.

Artículos, notas y documentos

128 Revista Andina

Agradecimientos

Numerosos colegas me han ofrecido pistas e ideas para este proyecto a lo largo de muchos años. Algunos de ellos han sido citado en las notas. Por sus comentarios y asistencia editorial, estoy endeudado con Ada Ferrer, Sibylle Fischer, Sergio Serulnikov, Michael McDonnell, Forrest Hylton, Manuel Barcia, Pablo Sendón y dos lectores anónimos de una versión en inglés de este artículo. Les agradezco especialmente a Marcus Rediker y a los organizadores de la conferencia sobre “El futuro de la historia atlántica, transnacional y global” que tuvo lugar en la Universidad de Pittsburgh en mayo de 2014 y donde esta investigación fue presentada por primera vez. Debo agradecerles también a los participantes del Taller de Historia Atlántica de New York University, donde presenté una versión

gratitud a Federico Sor por su traducción del texto al castellano. Una versión similar de este trabajo fue publicada en inglés en la revista Atlantic Studies (Thomson 2016).

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