Sobre Los Primeros Pobladores
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Sobre los primeros pobladores de la pampa bonaerense. Apuntes de arqueología para llevar a la escuela
Compiladores: Alejandra Pupio, Romina Frontini, María Magdalena Frère y Natalia Mazzia
Diseño y programación: Christian Díaz
Ilustraciones: Mariana Sabattini
Fue realizado en el marco del Proyecto “Cazadores recolectores pampeanos: el
estudio social de su registro material” PICT 2006-00717– Financiado por la Agencia
Nacional de Promoción Científica y Tecnológica. Grupo Responsable: Dra. María
Isabel González, Lic. Nora Flegenheimer y Lic. Cristina Bayón. Período de
ejecución: 2008-2010; y en el marco del Proyecto SECYT-UNS 24/I 154 (2007-
2009), dirigido por la Lic. Cristina Bayón.
Esta publicación cuenta con el auspicio del Departamento de Humanidades de la Universidad Nacional del Sur
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Compiladores: Alejandra Pupio, Romina Frontini, María Magdalena Frère y Natalia Mazzia Edición: Facultad de Filosofía y Letras. UBA Decano Hugo Trinchero Vicedecana Ana María Zubieta Secretaria Académica Leonor Acuña Secretaria de Supervisión Administrativa Marcela Lamelza Secretaria de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil Silvana Campanini Secretario General Jorge Gugliotta Secretario de Investigación y Posgrado Claudio Guevara Subsecretaria de Bibliotecas María Rosa Mostaccio Subsecretario de Publicaciones Rubén Mario Calmels Prosecretario de Publicaciones Jorge Winter Coordinadora Editorial Julia Zullo Consejo Editor Amanda Toubes Lidia Nacuzzi Susana Cella Myriam Feldfeber Silvia Delfino Diego Villarroel Germán Delgado Sergio Gustavo Castello Diseño interior: Christian Díaz Diseño de tapa: Christian Díaz Foto de tapa: Natalia Mazzia Ilustraciones: Mariana Sabatini Impresión: Talleres de la Facultad de Filosofía y Letras Dirección: Rosa Gómez © Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires- 2008 Puan 480 Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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República Argentina ISBN: 978-987-1450-40-4
Agradecemos a las siguientes personas la cesión de imágenes:
Dr. Mariano Bonomo (CONICET, FCNyM, UNLP)
Dra. Diana Mazzanti (UNMdP)
Dr. Gustavo Politis (CONICET. UNC. UNLP)
Sr. Aldo Raimondi (Canal 2 Montevisión, Monte Hermoso)
Marcelo Canevari
Fernando Cárdenas
A la Dra. Ana Margarita Aguerre (Instituto de Arqueología, FFyL, UBA) por su
inestimable predisposición para ser entrevistada
A las siguientes Instituciones:
Secretaría de Cultura, Municipalidad de San Miguel del Monte
Museo Pampeano de Chascomús
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CONTENIDOS GRUPO DE ARQUEOLOGÍA EN LAS PAMPAS PRÓLOGO. María de Hoyos
Parte I ¿QUÉ ES LA ARQUEOLOGÍA?
Pablo E. Bianchi, Virginia Salerno, Cristina Squitieri y Mariana Vigna
¿Qué sabemos estudiando a los animales?
Paula Escosteguy y Romina Frontini
¿Qué nos cuentan los huesos humanos?
Clara Scabuzzo
¿Qué sabemos estudiando las piedras?
Nora Flegenheimer y Celeste Weitzel
Dime qué comes
Romina Frontini y Cristina Bayón
Estudiar el Pasado: resolver antiguos misterios
Robert Pickering
Una charla con Anet Aguerre, arqueóloga
Pablo E. Bianchi, Virginia Salerno, María Cristina Squitieri y Mariana Vigna
RECURSOS DIDÁCTICOS
Fuentes documentales. De viajes, descripciones y viajeros
¿Qué nos dicen los viajeros sobre la forma de enterrar a los muertos?
Es la hora de comer… ¿Qué nos cuentan los viajeros sobre la comida?
Recursos Literarios. Las letras y el pasado
Recomendamos leer: “Preguntas de un obrero ante un libro” de Bertolt Brecht
Para escuchar
Entrevista a Ana Margarita (Annette) Aguerre, arqueóloga.
Para ver
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Arqueólogos en acción: replicando instrumentos líticos
Parte II
¿QUIÉNES? LOS CAZADORES RECOLECTORES. LA LLEGADA Celeste Weitzel y Natalia Mazzia
Lugares y paisajes
Natalia Mazzia
RECURSOS DIDÁCTICOS
Recursos literarios
Recomendamos leer
Sin. Valeria Mazzia
¿Y cómo es? Valeria Mazzia
Las tradiciones futuras Eduardo Galeano
Para ver
¿Cómo podemos estudiar los paisajes arqueológicos?
Video: Un recorrido por el paisaje serrano (Video Naty Mazzia, Música : Mariano
Colombo)
Parte III
HACE 12.000 AÑOS. LOS PRIMEROS POBLADORES Nora Flegenheimer
Las armas del pasado. Todo un sistema tecnológico
Mariano Colombo
Los objetos y la decoración en el comienzo de las ocupaciones pampeanas
Nora Flegenheimer y Natalia Mazzia
RECURSOS DIDÁCTICOS
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Para ver
Arqueólogos en acción: arrojando lanzas
Parte IV
HACE 7.500 AÑOS. LA GENTE Y EL MAR. Cristina Bayón
Historias de esqueletos
Clara Scabuzzo
Nuevas armas: las boleadoras
Rodrigo Vecchi
RECURSOS DIDÁCTICOS
Fuentes documentales
¿Qué nos cuentan los viajeros sobre las boleadoras?
Recursos literarios
Recomendamos leer: Poesía de Arturo Carrera
Parte V
HACE 3.000 AÑOS. LOS ALFAREROS, CAZADORES Y PESCADORES, EN RÍOS Y LAGUNAS
María Isabel González y Magdalena Frére
La etnoarqueología de los nutrieros
Paula Escosteguy
La comida poco antes de la llegada de los españoles
Paula Escosteguy
La cerámica, paso a paso. Para experimentar y aprender con tus propias
manos
María Isabel González y Magdalena Frére
RECURSOS DIDÁCTICOS
Fuentes documentales
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¿Qué nos cuentan los viajeros sobre lo que se comía poco antes de la llegada de
los españoles? Una ceremonia contada por el viajero George Musters
Recursos Literarios
Recomendamos leer: El hambre. Manuel Mujica Lainez
Parte VI
CULTURA MATERIAL Y CONOCIMIENTO: VERTIENTES DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO Alejandra Pupio y Virginia Salerno
Mitos y realidades acerca de la arqueología.
Magdalena Frére, María Isabel González y Virginia Salerno
Cazadores recolectores bonaerenses. La historia que cuentan los manuales
escolares.
Cecilia Simón y Alejandra Pupio
La arqueología como patrimonio
Magdalena Frére
RECURSOS DIDÁCTICOS
Recursos literarios
Selección de textos de Eduardo Galeano para analizar
Parte VII GLOSARIO ALGO MAS PARA LEER
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PRÓLOGO
María de Hoyos
Instituto de Ciencias Antropológicas – Sección Etnohistoria - Facultad de Filosofía y
Letras. UBA
Esta obra surge del esfuerzo conjunto del Grupo de Arqueología en las Pampas que está
integrado por equipos de investigación pertenecientes a distintas Universidades y cuyas
directoras vienen trabajando en el área desde hace más de 20 años. Los diferentes
especialistas que participan en este DVD nos invitarán a recorrer -en palabras e
imágenes- los últimos descubrimientos y las nuevas interpretaciones originadas de sus
propias investigaciones. De esta manera, podremos tener acceso, en un lenguaje
didáctico, a información que solo suele circular en los ambientes académicos.
Además, este DVD tiene otros dos méritos que considero fundamentales: el primero, es
que modifica la imagen que se difunde tradicionalmente sobre los antiguos habitantes
de la Pampa y el segundo, es que modifica la imagen del arqueólogo cuya misión
principal consiste en excavar tumbas en busca de objetos bonitos para exponer en las
vitrinas de los museos.
En algunos textos escolares aun persiste la idea que los pueblos originarios que
poblaron la Pampa bonaerense vivían en pequeños grupos, aislados, resignados a cazar
con armas rudimentarias y que, para poder alimentarse, deambulaban azarosamente a
través de la llanura persiguiendo las manadas de animales. El Grupo de Arqueología en
las Pampas nos va a demostrar, en primer lugar, que el modo de vida de los cazadores
recolectores fue variando desde que los primeros seres humanos entraron en la región,
hace unos doce mil años. Nos explicarán cómo las sucesivas poblaciones fueron
modificando sus armas, las técnicas de caza, las presas cazadas, sus preferencias
culinarias y la manera de cocinarlas. Además, nos mostrarán que hace unos 3.000 años
muchos de estos grupos se asentaron en bosques cercanos a ríos o lagunas y se
volvieron más sedentarios. Estas nuevas sociedades, más complejas que las anteriores,
enfatizaron la producción de alfarería y de implementos de pesca.
Posteriormente, los arqueólogos nos presentarán algunos de los conocimientos que
tenían los cazadores acerca del territorio y de los recursos disponibles en cada región.
Así descubriremos que ellos sabían en qué sierras conseguir las rocas apropiadas para
fabricar instrumentos o qué frutos eran comestibles y en qué época del año estaban
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maduros para ir a cosecharlos; también qué ríos les proporcionaban los peces más ricos
y qué lagunas concentraban las aves de plumas vistosas. Veremos, entonces, que los
grupos se movían en el espacio pero planificando sus recorridos -de manera anual o
estacional- y que incluían visitas a las sierras, bosques, la costa marítima, lagunas y las
llanuras donde pastaban los animales.
Conoceremos, además, cómo los investigadores descubrieron que algunos de estos
grupos intercambiaban objetos y comida, que compartían información o tradiciones y, a
veces, hasta algunos golpes con la boleadora rompecráneos.
Los arqueólogos también nos demostrarán por qué debemos desechar la imagen de un
cazador en el límite de la subsistencia que come lo poco que puede conseguir. Para eso
nos describirán la variedad de fauna y flora disponible en la región y cómo cada grupo
decidía qué consumir -y qué no- y que tal vez las preferencias alimenticias respondían a
los mismos motivos que en las poblaciones actuales: costumbre, sabor o tabúes
religiosos. Por otro lado, nos sorprenderemos al observar que los cazadores recolectores
y pescadores pampeanos dedicaron mucho tiempo y esfuerzo a decorar los instrumentos
usados en las tareas de conseguir y preparar alimentos: grabaron o pintaron tanto las
armas para cazar como las ollas de cerámica destinadas a cocinar o guardar los
alimentos.
El Grupo de Arqueología en las Pampas nos enseñará mucho más, por ejemplo, cuáles
eran los adornos personales, las técnicas de caza, la manera de enterrar a los muertos.
Pero, también cada especialista nos explicará las actividades que realiza y las técnicas
que emplea para desarrollar sus investigaciones. Algunas ya las imaginaremos
comenzando por la difícil tarea de encontrar sitios arqueológicos -que generalmente
tienen pocos o ningún vestigio en superficie-, seguido de las cuidadosas y pacientes
excavaciones que permite obtener material que luego será analizado en laboratorio.
Otras actividades las sospechamos…como las de analizar los huesos de animales, las
puntas de flecha o las piezas de alfarería. Igualmente nos vamos a impresionar cuando
nos cuenten toda la información que se puede obtener de los huesos humanos o de cómo
logran reconocer los diferentes instrumentos de piedra que usaban los indígenas para
cazar, cuerear, cortar, agujerear o raspar.
Sin duda, lo inesperado serán algunas de las especialidades como aquella en que los
arqueólogos pasan mucho tiempo tallando piedras o cocinando alfarería. Nos explicarán
de la necesidad de experimentar, de reproducir objetos hechos en piedra (por ejemplo
raspadores, puntas de proyectil) o en cerámica (recipientes de diversas formas). Otros
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arqueólogos buscan información en los relatos y cartas de viajeros que circularon por la
Pampa bonaerense en siglos pasados y no faltará el especialista que prefiere acompañar
a los nutrieros -que actualmente cazan en provincia de Buenos Aires- y observar dónde
y cómo atrapan a las nutrias.
Finalmente, nos encontraremos con los arqueólogos que dedican todo su esfuerzo a
proteger este patrimonio porque cualquier pérdida o deterioro del mismo producirá un
daño irreparable en el camino del conocimiento del pasado. Una de las investigadoras
nos dirá que “no se valora lo que no se conoce” y este DVD es una atractiva manera
para que los estudiantes conozcan una parte de la herencia de nuestro país que requiere
protección, dentro y fuera de las vitrinas de los museos.
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PRESENTACION
El Grupo de Arqueología en las Pampas reúne a arqueólogos interesados en socializar,
fuera del ámbito académico, los resultados de las investigaciones realizadas en distintas
áreas de la región pampeana con el fin de promover el uso público de los conocimientos
generados. Las arqueólogas María Isabel González, Nora Flegenheimer y Cristina
Bayón dirigimos los trabajos en las áreas de la Depresión del Salado, el centro-este de
las Sierras de Tandilla y el sudoeste bonaerense, investigaciones financiadas por
subsidios de instituciones nacionales como la Agencia Nacional de Promoción
Científica y Tecnológica, el CONICET, la UBA y la UNS.
Las investigaciones realizadas durante más de veinte años generaron conocimientos
acerca de diversos aspectos de los doce mil años de historia indígena prehispánica.
Permanentemente informamos los resultados de estas indagaciones a colegas en
publicaciones y congresos, como parte del trabajo habitual de investigación. Asimismo,
los comunicamos a otros sectores de la comunidad con mucho esfuerzo, ya que las
universidades y centros de investigación no contemplan una circulación fluida de esos
resultados fuera del ámbito académico. A pesar de esto, durante los últimos quince años
hemos ensayado, como muchos de nuestros colegas, diversas formas de interacción y
construcción de saberes con grupos de la comunidad donde trabajamos y vivimos,
convencidos de que la arqueología puede proporcionar una visión de la historia,
alternativa al discurso oficial, ampliando la perspectiva temporal y cultural de las
poblaciones que habitaron el territorio, y por ello tiene el potencial de constituirse en
una herramienta teórica para repensar el pasado.
Como resultado de estas prácticas editamos libros, realizamos réplicas de materiales,
desarrollamos exposiciones en museos locales y promovimos la participación de la
comunidad en la preservación de sitios arqueológicos a través de talleres y charlas con
especialistas. Hoy presentamos esta nueva propuesta, que es un DVD INTERACTIVO
pensado para ser usado en el aula por docentes y estudiantes, que incluye distintos
aspectos de la historia de las sociedades indígenas desde hace 12.000 años hasta el siglo
XVI, con la llegada de los españoles. En la parte I encontrarán textos, imágenes y audio
que presentan la metodología de trabajo de los arqueólogos, los problemas, las
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preguntas y las estrategias de investigación que aplican. En la Parte II, textos,
cartografía e imágenes ilustran acerca de la llegada de los primeros hombres, mujeres y
niños al continente americano y su forma de vida. En las Partes III, IV y V podrán
conocer, a través de textos, fotos, videos, imágenes y cartografía, lo que se sabe hoy
acerca de la vida de quienes vivieron en la pampa bonaerense antes de la llegada de los
españoles. La Parte VI propone un análisis de las representaciones cotidianas sobre las
sociedades indígenas dentro y fuera de la escuela y una reflexión sobre el rol de la
cultura material de los indígenas como patrimonio local, provincial y nacional. Por
último, quisimos presentar estos contenidos acompañados con una selección de
prácticas didácticas, que permitan abordar estos temas acompañados por juegos,
recursos literarios para leer y escuchar y relatos de viajeros. Ojalá esto sirva para
aprender, valorar, divertirse y tomar conciencia que la historia de los que vivimos en la
provincia de Buenos Aires, es más larga e interesante de lo que comúnmente nos
enseñan los libros.
Finalmente, queremos aclarar que la información sintetizada en este CD se nutre de las
investigaciones de varios grupos de trabajo que en los últimos 20 años han ido
enriqueciendo el conocimiento sobre el pasado indígena regional anterior a la conquista
europea. Para facilitar la lectura del texto no hemos incluido citas de los trabajos de los
colegas, es por eso que queremos dedicar este apartado para mencionar a los principales
grupos de trabajo en la pampa bonaerense. Solo señalaremos a los directores de
proyectos, pero marcamos que junto con ellos hay una gran cantidad de jóvenes
investigadores a quienes no incluimos aquí. Tampoco haremos mención de los
arqueólogos que trabajan sobre tiempos históricos por no incluirse en este DVD ese
lapso.
En el sur de la provincia de Buenos Aires y Sierras de Ventania trabajan los equipos
dirigidos por el Dr. G. Martínez, Lic. Fernando Oliva y Dr. Gustavo Barrientos y la Dra.
Amalia Sanguinetti. En el área Interserrana los equipos de los Drs. Gustavo Politis,
María Gutiérrez, Patricia Madrid, Gustavo Martínez y el Dr. Mariano Bonomo, los Drs.
Eduardo Crivelli Montero y Mario Silveira y el Dr. Ramiro March. En el área serrana de
Tandilia los grupos dirigidos por Diana Mazzanti, en el Oeste de la provincia el equipo
del Lic. Fernando Oliva, en la depresión del Salado y el área norte los equipos de los
Drs. Verónca Aldazábal y Emilio Eugenio, las Lic. María Mercedes Pérez Meroni,
Clara Paleo, Bárbara Balesta y Nora Zagarodny, los Drs. Alejandro Acosta y Daniel
Loponte, Lics Carlos De Fo y Gabriel Balbarrey. Por último, queremos mencionar
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también a los equipos de investigación dirigidos por las Dras. María Luz Endere e Irina
Podgorny que aportan conocimientos acerca de la conformación y gestión del
patrimonio arqueológico, de las representaciones de la arqueología en ámbitos de
educación formal y no formal, y sobre la historia de la disciplina.
Integrantes: María Isabel González (INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA, Facultad de Filosofía y
Letras, UBA)
Se graduó como Licenciada y como Profesora de Enseñanza Media y Superior en
Ciencias Antropológicas, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires. En el año 2.002 obtuvo el título de Doctora (área Antropología) de la
Universidad de Buenos Aires. Desde 1.986 es profesora en la Facultad de Filosofía y
Letras (UBA) y trabaja en el Instituto de Arqueología de la misma facultad como
directora de proyectos referidos a la arqueología de cazadores-recolectores de la cuenca
del río Salado en la provincia de Buenos Aires. E-mail: [email protected]
Cristina Bayón, (Departamento de Humanidades, UNS).
Es Profesora y Licenciada en Historia de la Universidad Nacional del Sur. Es profesora
ordinaria a cargo de las cátedras de Prehistoria General y Recursos Turísticos Culturales
2, UNS. Desde la década de 1.980 dirige proyectos de investigación sobre arqueología
de cazadores recolectores del sur de la provincia de Buenos Aires. E- mail:
Nora Flegenheimer, (CONICET – Área de Arqueología y Antropología de Necochea)
Es Licenciada en Antropología, orientación arqueología de la Facultad de Ciencias
Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata. Es Investigadora Independiente
del CONICET y trabaja en el Área Arqueología y Antropología de la Municipalidad de
Necochea, ciudad en la que vive. Investiga sobre los primeros pobladores de la zona y
sobre como usaron la piedra los distintos grupos prehistóricos pampeanos. E-mail:
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María Magdalena Frère, (INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA, Facultad de Filosofía y
Letras, UBA)
Es Licenciada en Ciencias Antropológicas. Es docente en la Facultad de Filosofía y
Letras de la UBA e Investigadora del Instituto de Arqueología de FFyL, UBA. Realiza
investigaciones arqueológicas en la región de la cuenca inferior y media del río Salado,
provincia de Buenos Aires, abordando temas de tecnología cerámica. E-mail:
Alejandra Pupio, (Departamento de Humanidades, UNS)
Es Profesora y Licenciada en Historia con orientación en Prehistoria (UNS). Es
docente e investigadora del Departamento de Humanidades de la Universidad
Nacional del Sur. Investiga la historia de las colecciones arqueológicas en museos de
la provincia de Buenos Aires y los mecanismos de circulación del conocimiento
arqueológico en contextos de educación formal y no formal. E-mail:
Pablo Emiliano Bianchi (INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA, Facultad de Filosofía y
Letras, UBA).
Es tesista para la Licenciatura y Profesorado en Ciencias Antropológicas, orientación
Arqueología. Actualmente es Becario Estímulo de la Facultad de Filosofía y Letras
(U.B.A). Su investigación se centra en el estudio de la decoración en artefactos
cerámicos provenientes del sitio La Guillerma Ñandú (localidad arqueológica La
Guillerma), con el objetivo de conocer procesos tecnológicos y sociales (intercambio de
información e ideas tanto intra e intergruparles) que influyeron en su desarrollo. E-mail:
eltanopiano@ hotmail.com
Mariano Colombo (CONICET – Área de Arqueología y Antropología de Necochea)
Es Licenciado en Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo,
Universidad Nacional de La Plata. Actualmente es becario de CONICET y trabaja en el
Área Arqueología y Antropología de la Municipalidad de Necochea, ciudad en la que
vive. En su tesis doctoral investiga las canteras arqueológicas ubicadas en los partidos
de Necochea, Tandil, Benito Juárez y Lobería donde los habitantes indígenas de la
región se abastecieron de materias primas de piedra para confeccionar sus artefactos. E-
mail: [email protected]
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Paula Escosteguy (CONICET - INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA, Facultad de
Filosofía y Letras, UBA).
Es Profesora y Licenciada en Ciencias Antropológicas con Orientación en Arqueología.
Es becaria de postgrado de CONICET para realizar su tesis de doctorado en la Facultad
de Filosofía y Letras (UBA). Sus trabajos de investigación los realiza en el Instituto de
Arqueología (FFyL, UBA). Analiza los restos óseos de fauna para estudiar la economía
de los cazadores recolectores pescadores que habitaron la Depresión del río Salado
(provincia de Buenos Aires) durante el Holoceno tardío. Asimismo, trabaja con
cazadores de nutrias contemporáneos para profundizar el conocimiento de su
explotación en el pasado. E-mail: [email protected]
Romina Frontini (CONICET - Departamento de Humanidades, UNS).
Es Licenciada en Historia con orientación en Arqueología, Historia de los indígenas y
de las relaciones interétnicas (UNS). Vive y trabaja en Bahía Blanca. Se especializa en
el estudio de las arqueofaunas de sitios del sur de la provincia de Buenos Aires. Es
becaria de CONICET y está desarrollando su doctorado en la Facultad de Filosofía y
Letras de la UBA. E-mail: [email protected]
Natalia Mazzia (CONICET – Área de Arqueología y Antropología de Necochea).
Es Licenciada en Antropología, egresada de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo
(UNLP). Es quilmeña y trabaja en el Área de Arqueología y Antropología de la
Municipalidad de Necochea. Actualmente cuenta con una beca de postgrado del
CONICET para desarrollar su tesis doctoral en la UNLP. Su trabajo de investigación se
centra en el estudio de los lugares y paisajes de los cazadores recolectores que habitaron
la región pampeana en el pasado. E-mail: [email protected]
Virginia Salerno (CONICET - INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA, Facultad de
Filosofía y Letras, UBA).
Es Profesora y Licenciada en Ciencias Antropológicas con Orientación en Arqueología.
Actualmente es becaria del CONICET para realizar su tesis de doctorado en la Facultad
de Filosofía y Letras de la UBA. En ella investiga la representación social de la
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arqueología y la manera en que ésta es utilizada en el presente en la localidad de
Chascomús, provincia de Buenos Aires, Argentina. E-mail: [email protected]
Clara Scabuzzo (CONICET - UNICENPBA).
Es Licenciada en Antropología (UNLP). Becaria del CONICET y está realizando su
doctorado en la Facultad de Ciencias Naturales de la UNLP. Su área de investigación es
la bioarqueología de los cazadores recolectores pampeanos. E-mail:
Cecilia Simón (Departamento de Humanidades, UNS).
Es Profesora en Historia (UNS). Está realizando su tesis de Licenciatura sobre las
representaciones visuales de las sociedades indígenas prehispánicas y de la arqueología
como ciencia presentes en los manuales escolares. E-mail: [email protected]
Cristina Squitieri (INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA, Facultad de Filosofía y Letras,
UBA).
Es estudiante de la carrera de Arqueología en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA).
Actualmente colabora en la investigación sobre tecnología cerámica de la localidad de
San Ramón (cuenca inferior del río Salado), con el objeto de estudiar la composición de
la pasta para poder determinar si ha tenido relación con las formas y los usos de los
artefactos. E-mail: [email protected]
Rodrigo Vecchi (ANCYT – SECYT - Departamento de Humanidades, UNS).
Es Profesor y Licenciado en Historia con orientación en Arqueología, Historia de los
indígenas y de las relaciones interétnicas (UNS). Actualmente es becario de la ANPCyT
para realizar su tesis de doctorado en Arqueología en la Facultad de Filosofía y Letras
de la UBA. Investiga diferentes aspectos de la boleadora en la actual provincia de
Buenos Aires. E-mail: [email protected]
Mariana Vigna (CONICET - INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA, Facultad de
Filosofía y Letras, UBA).
Es Licenciada en Ciencias Antropológicas con orientación en Arqueología. Es becaria
de posgrado de CONICET para realizar su tesis de doctorado en la facultad de Filosofía
y Letras (UBA). Desarrolla sus investigaciones en el Instituto de Arqueología (FFyL,
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UBA) estudiando la variabilidad de la tecnología lítica de los grupos cazadores
recolectores y pescadores de la microregión del río Salado, provincia de Buenos Aires,
teniendo en cuenta los procesos de producción de artefactos así como los diferentes
actores sociales involucrados en dicha producción. E-mail: [email protected]
Celeste Weitzel (CONICET – Área de Arqueología y Antropología de Necochea).
Es Licenciada en Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo (UNLP).
Actualmente es becaria de CONICET y trabaja en el Área Arqueología y Antropología
de la Municipalidad de Necochea. Esta realizando su tesis doctoral en la Facultad de
Filosofía y Letras (UBA) sobre la manera en que se usaron y se fracturaron los
artefactos formatizados de piedra. E-mail: [email protected]
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Parte I ¿QUÉ ES LA ARQUEOLOGÍA?
Pablo E. Bianchi, Virginia Salerno, Cristina Squitieri y Mariana Vigna
¿Qué sabemos estudiando a los animales? Paula Escosteguy y Romina Frontini
¿Qué nos cuentan los huesos humanos? Clara Scabuzzo
¿Qué sabemos estudiando las piedras? Nora Flegenheimer y Celeste Weitzel
Dime qué comes… Romina Frontini y Cristina Bayón
Estudiar el pasado. Resolver antiguos misterios. Robert Pickering
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¿QUÉ ES LA ARQUEOLOGÍA? Pablo E. Bianchi, Virginia Salerno, Cristina Squitieri y Mariana Vigna
La Arqueología es la ciencia que estudia las sociedades que vivieron en el pasado a
través del análisis de los restos materiales que dejaron. El registro arqueológico,
nuestro objeto de estudio, es el conjunto de:
a. Los restos materiales modificados por el ser humano. Se clasifican en artefactos
(objetos inanimados móviles como una punta de proyectil, una vasija de cerámica,
etc.); ecofactos (objetos de origen vegetal o animal, por ejemplo restos óseos y
vegetales de una comida) y estructuras (objetos inanimados inmóviles como por
ejemplo un fogón o un muro)
b. El contexto en el que se encuentran los vestigios en el terreno, es decir, las
relaciones existentes entre los restos materiales, de acuerdo con su distribución
espacial y temporal.
c. Los procesos postdepositacionales. Cuando los restos materiales son abandonados
por las sociedades que los usan, comienzan a actuar sobre ellos procesos que
hacen que lo que nosotros encontramos no sea un reflejo directo de las actividades
que se realizaron en el pasado. Estos procesos pueden ser naturales (climáticos,
geológicos, biológicos, por ejemplo en la llanura pampeana son comunes las
acciones de grandes raíces y animales cavadores que generan movimiento en los
materiales) o culturales (producidos por el ser humano, por ejemplo la actividad
agrícola genera fracturas y movimientos verticales y horizontales del material
depositado). Para estudiar estos procesos se ha desarrollado una línea de
investigación conocida como estudios
El trabajo del arqueólogo consiste en buscar explicaciones para interrogantes
específicos de la disciplina. Así las investigaciones de los arqueólogos amplían el
conocimiento sobre la forma de vida de los seres humanos en el pasado. Para realizar su
trabajo, los arqueólogos comienzan realizando una planificación de un “proyecto de
investigación”, esto es, a partir del planteo de un problema se elaboran un conjunto de
estrategias para resolverlo, utilizando herramientas teóricas, metodológicas y técnicas.
El planteo de una estrategia de investigación requiere un conocimiento exhaustivo del
problema a resolver que involucra lo que ya se sabe sobre el mismo. Por ello un primer
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paso en el trabajo de investigación es la búsqueda bibliográfica en centros académicos
y en archivos de documentación locales para establecer qué es lo que ya se sabe y qué
es lo que hace falta investigar.
¿Cómo sabemos dónde hay un sitio arqueológico /buscar/investigar/excavar?
La recuperación y análisis de los materiales arqueológicos que fueron dejados por las
sociedades pasadas se realiza en el campo y en el laboratorio. La metodología de campo
incluye en primer lugar la búsqueda de los sitios arqueológicos, es decir el lugar donde
se encuentran asociados los restos dejados por los grupos en el pasado. Para buscar los
sitios se utilizan otras técnicas de observación del paisaje que permiten detectar
acumulaciones de material. Una de ellas es la realización de caminatas sistemáticas en
el campo tomando puntos de referencia espacial y realizando recolecciones del material
que se encuentra en superficie y/o pozos de sondeos; esta actividad se denomina
prospección. Además se pueden analizar fotografías aéreas y satelitales para detectar
antiguos cauces de ríos, o caminos, entre otros rasgos. Asimismo, la información que
brindan los pobladores locales sobre hallazgos que realizan en el campo nos orienta para
detectar zonas en las que hubo ocupaciones pre- hispánicas.
Una vez obicado el sitio se procede a excavarlo. Para esto se trazan cuadrículas
orientadas según los puntos cardinales y cuyas medidas y cantidad varía según los
criterios de cada investigador. Esto nos permite llevar a cabo un cuidadoso registro de
cada material que vamos encontrando: dibujo, posición, profundidad, fotografía.
Las excavaciones en la provincia de Buenos Aires se realizan generalmente de dos
maneras, por niveles artificiales o por niveles naturales. Esto depende de la forma en
que se acumuló el material y del tipo de sitio. Por ejemplo en el norte de la provincia
donde los materiales se encuentran en el horizonte A de suelos, no podemos discriminar
estratos naturales por lo que se opta por excavar en niveles de 5 o 10 centímetros. Los
materiales recuperados en cada nivel son guardados y registrados de forma separada
para su posterior estudio. En otros casos como las cuevas de Tandilia las excavaciones
se pueden realizar siguiendo los estratos naturales del suelo, lo que nos permite tener
una visión mas detallada de los diferentes momentos en que el material se depositó y se
movió.
Una vez terminadas las prospecciones y excavaciones los materiales recuperados son
llevados a los laboratorios donde comienza el análisis que nos permitirá reconstruir
diferentes aspectos de la vida de los pobladores pre- hispánicos. Así es como llegamos
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a conocer diversas formas en que se organizaba la sociedad, de qué modo utilizaban el
paisaje, qué recursos aprovechaban y cómo los obtenían, cómo representaban la
realidad, etc. Es importante tener en cuenta que todos esos aspectos pueden ser
reconstruidos gracias a la cuidadosa metodología que aplicamos en el campo, ya que de
forma aislada esos materiales no dan información, en cambio el registro cuidadoso de
todo el contexto nos permite realizar inferencias más confiables.
¿Cómo ubicar en el tiempo los materiales hallados?
Hay distintos métodos que usa la arqueología para saber cuándo un grupo ocupó un
lugar. Algunos eventos se pueden fechar aproximadamente de acuerdo al lugar que esos
restos ocupen en la estratigrafía, esto es en los depósitos de sedimento. El principio
fundamental de este método es que el nivel inferior se depositó primero y por lo tanto,
antes que el superior. Esto quiere decir que los niveles que están abajo son los más
antiguos y los que están arriba son los más modernos. Pero esto no siempre es así
Pero cuando en los sitios arqueológicos hay restos vegetales o huesos es posible tener
una fecha de datación absoluta, aplicando el método de carbono 14 (14C). El principio
en el que se basa este método es que los vegetales absorben el 14C y también los
animales al alimentarse de las plantas y de otros animales. Cuando un organismo muere
no incorpora más 14C y el carbono que incorporó durante su vida comienza a reducirse a
un ritmo conocido. Cada 5.730 años el 14C se reduce a la mitad. Midiendo la cantidad de 14C que queda en la muestra, sabremos la cantidad de años que pasaron desde la muerte
del organismo. Por convención científica universal se considera al año 1950 como punto
de referencia presente a partir del cual se calcula la antigüedad del hallazgo.
En las publicaciones científicas, las fechas radiocarbónicas se expresan de la siguiente
forma: 3.700 ±100 años AP. La primera cifra indica el año antes del presente o también
BP (before present, según sus siglas en inglés), le sigue el error probable asociado,
conocido como desviación típica.
¿Cómo es una excavación arqueológica?
En el trabajo de campo se obtienen los materiales arqueológicos que posteriormente se
analizarán en el laboratorio. Es un trabajo sistemático, que requiere mucha paciencia y
atención.
22
El sitio en donde se excava es único. Cuando el arqueólogo retira los materiales debe
tener gran precaución en el registro y la extracción del material, dado que esta actividad
es irreversible. Para ello se utilizan diferentes herramientas específicas para excavar y
registrar los materiales in situ. Para excavar se utilizan: pinceles, cucharín, baldes,
espátulas.
La tierra removida se revisa en la zaranda, para recuperar materiales muy pequeños que
no hayan sido vistos durante la excavación.
Antes de ser levantados, los materiales son registrados, tomando las medidas de su
posición en el espacio y la profundidad en la que se encuentran, tomando fotografías
con una escala y dibujándolos en un plano generalmente con una hoja milimetrada.
Esta cuidadosa metodología permite tener un conocimiento preciso del contexto en que
se hallaron los materiales y su asociación con otros restos.
¿Cómo se trabaja en el laboratorio?
El laboratorio es un espacio donde los equipos de trabajo pueden realizar estudios
detallados de los materiales que recogen en el campo. Por ello es imprescindible que el
laboratorio cuente con una mesa de trabajo y espacio para almacenar el material que se
está estudiando (una vez que el material ha sido estudiado, se devuelve a la institución
pertinente de la localidad de procedencia para que sean expuestos y conservados).
El siglado y codificado de los materiales se realiza para clasificar y ordenar los mismos
sin perder los datos de procedencia (el lugar en el campo donde fueron hallados).
El trabajo con el calibre para elementos perfilados (comúnmente llamado peine)
permite obtener los perfiles de las formas con una alta precisión, especialmente se
utiliza para realizar dibujos técnicos de fragmentos de cerámica.
La observación de marcas en los restos materiales a través de la lupa binocular y/o
microscopios permite conocer distintos aspectos diagnósticos que reencuentran en los
objetos y se relacionan con el uso que tuvieron. Por ejemplo marcas de corte en restos
óseos, vestigios de pintura y decoración, presencia de antiplásticos en la cerámica,
presencia de rastros de uso en los filos de los instrumentos líticos, entre otros.
El uso del calibre permite tomar la medida exacta de las diferentes dimensiones de la
pieza (espesor, largo, ancho, distancia entre puntos de inflexión, extensión de filos y
marcas específicas, entre otros)
23
La lámina de bordes de cerámica se utiliza para estimar el diámetro de boca de una
vasija. Esta estimación es confiable siempre que el fragmento de borde supere el 10%
del total del labio.
La información de los materiales son almacenados en bases de datos en computadora
para poder tener un registro de los mismos y extraer distintos tipos de información a
través de programas estadísticos, geográficos, etc.
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¿Qué sabemos estudiando a los animales?
Paula Escosteguy y Romina Frontini
A partir de los restos de animales que recuperamos en los sitios arqueológicos podemos
conocer distintos aspectos de la vida de un grupo humano y del ambiente que lo rodeó.
Existe una gran variedad de restos de animales, entre ellos huesos, dientes, valvas,
cáscaras de huevo, cueros, lana, pelos que son estudiados por una rama específica de
la arqueología: la zooarqueología.
En el pasado, al igual que sucede hoy en día, los animales brindaron una gran variedad
de productos a los hombres. Uno de los más relevantes fue el alimento Sabemos que
dentro de la dieta, los animales aportaron proteínas esenciales para los seres humanos,
por medio de su carne, grasa, tuétano y leche. Las aves también contribuyeron a la
alimentación mediante sus huevos.
Pero de los animales se extrajo mucho más que alimentos. Algunos mamíferos
aportaron pieles y cueros que eran usados en la confección de vestimentas tales como
mantos y en el armado de tiendas o toldos. La elaboración de adornos corporales se
realizaba con diversos elementos provenientes de los animales. De las aves de distintos
tamaños y colores la gente extrajo plumas para la confección de adornos. Los dientes de
mamíferos terrestres y también de animales marinos, así como las valvas, muchas veces
transportadas por kilómetros, eran elementos infaltables en la fabricación de collares o
pendientes.
Los huesos y astas de ciertos animales se usaban como materias primas para la
manufactura de una variada gama de instrumentos. En la pampa bonaerense, algunos
huesos de aves fueron modificados con el fin de fabricar agujas; otros, como los
metapodios de grandes mamíferos (ciervo, guanaco) sirvieron para confeccionar puntas
de arpones, lo mismo que los cuernos de algunos cérvidos. Los dientes también tuvieron
un fin tecnológico en tanto fueron usados como instrumentos en la decoración de la
cerámica.
Asimismo, algunos animales funcionaron como transporte. En el norte de nuestro país
se recuperaron numerosos restos de llama, las cuales formaron parte de extensas redes
de intercambio permitiéndoles a las poblaciones transportar sus productos a regiones
distantes y al mismo tiempo obtener materias primas y/o productos manufacturados. En
25
momentos posteriores a la llegada de los españoles es común hallar restos de caballos
que se usaron para transportar objetos y personas.
Para poder obtener los diversos animales que aprovechaba, la gente desarrolló distintas
técnicas de captura, tales como el arco y la flecha, trampas, redes, las boleadoras,
etc.
El conjunto óseo en un sitio arqueológico también nos permite conocer otros aspectos
de la vida de un grupo humano. Por ejemplo, si se realizan fechados radiocarbónicos
sobre los huesos, podemos conocer en qué época aproximadamente vivieron. También,
a partir de las distintas especies que se identifican podemos conocer el ambiente en que
ese grupo vivió, o los paleoambientes reinantes en momentos anteriores o posteriores a
la ocupación humana.
Para poder interpretar los restos de animales hay que seguir toda una secuencia de
procedimientos. En el caso de los restos óseos, primero se debe reconocer si es un
fragmento o si está entero, y luego determinar de qué hueso se trata y a qué animal
particular corresponde. Esto lo hacemos usando manuales especializados en los que hay
dibujos o fotos de los huesos y dientes de una gran cantidad de especies. Otra forma es
por medio de “colecciones comparativas”, que son esqueletos de distintos animales que
se encuentran en los laboratorios en los que trabajamos y en algunos museos de ciencias
naturales. En muchos casos consultamos con especialistas como los paleontólogos
.Actualmente, con los nuevos métodos desarrollados en la ciencia existen otras vías por
las que podemos identificar la especie, tal como los estudios de ADN. Una vez
determinado el elemento, se realizan conteos de los restos óseos, lo que nos permite
saber la proporción de las distintas especies y de las partes de sus esqueletos. Luego, se
analiza la presencia de las huellas dejadas por los instrumentos en las superficies de los
huesos. Esto nos permite conocer las distintas actividades en las que se vieron
involucrados esos restos (por ejemplo cuereo y desarticulación). También podemos
diferenciar las clases de edad de los individuos a través del análisis de los maxilares,
mandíbulas y de la erupción y el desgaste de los dientes.
A veces, para poder interpretar esas acumulaciones óseas son útiles los datos que
obtenemos de la observación de las sociedades actuales que nosotros realizamos en
diversos grupos humanos desde una perspectiva arqueológica, disciplina que
denominamos etnoarqueología. Otras veces, usamos fuentes documentales, diarios de
viajeros o crónicas de personas que vinieron a nuestras tierras en momentos posteriores
inmediatos a la llegada de los europeos, quienes relatan las impresiones de lo que veían,
26
de los aborígenes, de la fauna y la flora que los rodeaba. Otras veces, para poder
interpretar las marcas y fracturas que observamos en los huesos, necesitamos realizar
experimentaciones en el laboratorio en donde se llevan a cabo los estudios de forma
controlada. Por lo tanto, nuestro trabajo involucra distintas aproximaciones que nos
ayudan a comprender ese pasado que estamos estudiando y en particular, el rol de los
animales hallados en el registro.
En otras palabras, de una simple acumulación de huesos enteros y sus fragmentos
podemos realizar múltiples interpretaciones y extraer datos sobre las actividades de la
gente en el pasado. Sin embargo no todos los restos de animales que recuperamos en los
sitios arqueológicos son resultado de actividades humanas. Necesitamos llevar a cabo
estudios tafonómicos para poder interpretar cómo los huesos llegaron al sitio de la
forma en que lo hicieron. Es decir, quién o qué los acumuló, quién los modificó, en
muchos casos pudiendo alterarlos y cómo se enterraron.
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¿Que nos cuentan los huesos humanos?
Clara Scabuzzo Para conocer cómo vivía la gente en el pasado la arqueología utiliza una amplia
variedad de restos materiales. Cada especialista reconstruye las distintas facetas de la
compleja historia de la acción humana con elementos como los artefactos que
confeccionaban y usaban en múltiples tareas o los desechos de las comidas cotidianas, o
las construcciones que edificaban, así como las pinturas y esculturas con las que
representaron su mundo simbólico. Dentro de este conjunto de vestigios materiales, los
esqueletos de las personas que vivieron en el pasado están entre las evidencias
arqueológicas que nos brindan mucha información. Particularmente nos permiten
acceder a un cúmulo de conocimientos muy valiosos como la composición demográfica,
el estado de salud, la nutrición, la dieta, las actividades y el aspecto físico que tenían y
a partir de sus prácticas mortuorias accedemos a la idiosincrasia de los grupos.
El trabajo del bioarqueólogo incluyen una serie de tareas que se desarrollan tanto en el
campo como en el laboratorio. En el campo, una vez que se descubren los restos
humanos se realiza la excavación y extracción de los mismos, extremando los cuidados
para conservarlos lo mejor posible y obtener la mayor cantidad de información. El
primer paso es indagar sobre las modificaciones que los agentes naturales como el agua,
las raíces, los animales u otros humanos produjeron sobre los restos, a lo largo de los
años.
Observando la disposición del cuerpo y de los objetos que lo acompañan, es posible
conocer las prácticas elegidas por el grupo para disponer de sus muertos. Estas
observaciones permiten contestar preguntas como ¿en qué posición se enterraba a las
personas?, ¿era inhumado con adornos u otros elementos formando su ajuar?, ¿qué
lugares se elegían para sepultarlos? disponían de espacios especiales, como nosotros que
usamos los cementerios o seleccionaban, por ejemplo, el piso de las viviendas o un
lugar dentro de los campamentos? Para poder responder a estos interrogantes el
investigador tiene que hacer las observaciones adecuadas en el campo, por eso es tan
importante que no se extraiga ningún enterratorio sin la presencia de especialistas.
Una vez que los restos humanos son retirados del terreno, limpiados y acondicionados
comienza su estudio en el laboratorio. La primera tarea consiste en un inventario de
todos los huesos hallados y en el análisis del estado de conservación de los mismos.
Esto es importante porque tanto procesos naturales como decisiones culturales pueden
28
alterar la representación de las partes del esqueleto. El impacto de los procesos naturales
sobre los huesos depende de la densidad y forma que tengan estos, es así que los huesos
más densos, tienden a perdurar más y los otros menos; por ejemplo mientras los huesos
de las muñecas y los tobillos por su forma y densidad tienden a no destruirse, las
costillas y los huesos de los dedos son los primeros en desintegrarse. Con el paso del
tiempo los huesos conservados son sólo algunos de los que forman el esqueleto. Las
decisiones culturales también pueden modificar las partes que se conservan debido a la
modalidad de inhumación que practicaba el grupo. En la región pampeana son muy
frecuentes los llamados entierros secundarios, donde partes de distintos individuos eran
inhumados juntos formando un paquete funerario, pero no se incluía la totalidad del
esqueleto.
El paso siguiente que realiza el bioarqueólogo es determinar la edad y el sexo de cada
uno de los esqueletos hallados, para ello analiza una serie de huesos que son los más
informativos. En el caso de las determinaciones de sexo, la pelvis es el hueso más
diagnóstico, ya que son diferentes las pelvis de hombres y mujeres por estar
relacionados estos huesos con la reproducción, mientras la pelvis femenina tiende a ser
más ancha y baja, la pelvis masculina va a ser más estrecha y alta.
La determinación de la edad de muerte del individuo se realiza a partir de las etapas de
consolidación y maduración de los dientes y de los huesos. Tanto la erupción y el
crecimiento de los dientes como el tamaño y la fusión de los huesos ocurren a lo largo
de la vida en momentos muy definidos. Todos recordamos que en nuestra infancia
perdimos los “dientes de leche” que fueron reemplazados por los definitivos. Por otra
parte los huesos crecen hasta que la persona llega a su tamaño adulto, esto es muy
evidente por ejemplo en los huesos largos de brazos y piernas cuya caña (o diáfisis) se
suelda con la cabeza (o epífisis) cuando se completa el desarrollo corporal. De este
modo, analizando los dientes y el tamaño de los huesos es posible saber si el esqueleto
correspondió a un niño, a un joven o a un adulto.
Una vez que conocemos la edad y el sexo de los individuos bajo estudio se comienza a
indagar sobre otras características y a plantear otras preguntas sobre la gente que vivió
en el pasado. ¿Cómo era su salud? ¿De qué morían? ¿Sufrían accidentes? ¿Qué
actividades físicas desarrollaban? El estudio de los esqueletos puede ayudarnos a
contestar algunas de estas preguntas, por ejemplo la causa de la muerte, siempre y
cuando las enfermedades o accidentes que los individuos padecieron hayan dejado
alguna marca o huella en los huesos. Cuando esto sucede el bioarqueólogo con la ayuda
29
de médicos forenses y empleando técnicas como la radiografía y la tomografía puede
saber si un individuo sufrió alguna fractura o tuvo alguna lesión, si padeció alguna
infección y conocer si la gente tenía enfermedades como la tuberculosis, la sífilis o la
lepra.
Otro campo de estudio que está comenzando a explorarse es el de las actividades físicas,
ya que los esfuerzos físicos cotidianos producen desarrollos musculares adecuados a las
exigencias requeridas. Este es un fenómeno que podemos verlo actualmente, tomando el
ejemplo de un tenista, al ser una persona que ejercita periódicamente un brazo más que
el otro, el brazo más utilizado va a presentar un mayor desarrollo muscular. El
bioarquólogo analiza las zonas donde se insertan los músculos y es el desarrollo de
algunas inserciones lo que le permite conocer de una manera indirecta cuáles fueron los
músculos más empleados y de esta manera inferir cuáles fueron algunos de los
movimientos realizados de manera más frecuente. De este modo podemos conocer las
actividades que la gente hacía y repetía de manera regular en su vida cotidiana, por
ejemplo disparar con arco y flecha, permanecer arrodillado por largas horas o moler día
tras día las semillas de los cereales para la comida familiar.
Finalmente, a partir de análisis químicos específicos como los isótopos estables es que
los bioarqueólogos accedemos a conocer cómo era la dieta de la gente. Los estudios
isotópicos nos permiten saber si la gente consumió plantas o animales terrestres o si los
individuos comían alimentos marinos. También podemos saber si todos comían lo
mismo o si había diferencias en lo que comían los distintos integrantes del grupo. Esto
es importante para comprender si todos accedían a todos los recursos o algunos estaban
sólo reservados a algunas personas. En síntesis la información obtenida de los propios
miembros del grupo del pasado es valiosísima para comprender su forma de vida.
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¿Qué sabemos estudiando las piedras?
Nora Flegenheimer y Celeste Weitzel
Las herramientas de los primeros pobladores del territorio estaban confeccionadas sobre
distintos materiales. De estos materiales, el más abundante en los sitios arqueológicos
suele ser la piedra, pero también se han hallado objetos de hueso, madera y otros
productos vegetales y animales. Como la piedra es un material perdurable y que
difícilmente se altera, en muchos lugares donde la madera, el cuero o los huesos se
descomponen, los objetos de material lítico se conservan, y por eso su estudio nos abre
una ventana a la vida en el pasado. Un campo de estudio importante en arqueología es el
de la tecnología lítica, dentro del que se destaca la manufactura de la piedra tallada, que
en el pasado tuvo una importancia fundamental que no tiene hoy en día.
Pensemos en los objetos que nos rodean hoy. ¿Cuántos de ellos son de piedra? La
mesada, un revestimiento, algún collar, algún adorno. ¿Cuántas herramientas de piedra
tiene? Quizás alguna piedra de afilar… Esta situación era muy diferente antes del
desarrollo industrial y especialmente antes del uso masivo de los metales. Por miles de
años el hombre usó la piedra tanto para hacer muchas de sus herramientas, como para la
construcción y para elaborar objetos ceremoniales, como es el caso de los menhires.
Gran parte de nuestro pasado más remoto está escrito en las piedras, incluso la primer
parte de la historia de la humanidad es tradicionalmente conocida como “la edad de
piedra”.
¿Cuál era, entonces, el repertorio de los instrumentos de piedra de los primeros
habitantes de nuestra región? La gente realizó muchos artefactos sobre piedra, algunos
estaban destinados a fabricar herramientas de otros materiales, como madera o hueso;
otros servían para trabajar las pieles, cortarlas, rasparlas y sobarlas para confeccionar
sus ropas, toldos, bolsas, ataduras, etc. Finalmente, había otros artefactos empleados
para procesar animales, cortarlos, despellejarlos y especialmente, armas para capturarlos
De esta gran variedad de herramientas, en general los únicos instrumentos que se
conocen son las piezas más vistosas que se exponen en las vitrinas de los museos, como
las puntas de proyectil y los instrumentos de piedra pulida (bolas de boleadora y
morteros). Sin embargo, los artefactos que se recuperan en excavaciones arqueológicas,
están formados mayormente por muchos instrumentos poco elaborados y los desechos
que se producen al fabricarlos.
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Hoy en día, los arqueólogos podemos reconstruir gran parte del proceso de elaboración
de estos instrumentos de piedra. Observamos que, como cualquier artesano orgulloso de
su trabajo, los primeros pobladores fueron cuidadosos y selectivos con los materiales
que emplearon. El primer paso para fabricar un instrumento consistió en equiparse de la
roca adecuada y de las herramientas necesarias. Éstas consistían en un percutor, que
bien pudo ser un hueso, un asta o una roca; que hacían las veces de martillo para dar
golpes sobre la piedra que se estaba tallando. Por otro lado, no cualquier piedra
resultaba adecuada para hacer un instrumento tallado, en nuestra región las rocas más
usadas fueron las cuarcíticas, las silíceas y algunas volcánicas (metacuarcitas, ftantitas,
dolomías silicificadas y basaltos). Una vez elegidos la roca y los percutores, el tallador
se disponía para la talla.
La forma más simple de trabajar era golpear directamente el núcleo o roca que se estaba
tallando, con el percutor. Esta modalidad de trabajo requirió de golpes secos y precisos.
La forma y tamaño de la astilla o lasca desprendida estaban determinados por una serie
de factores que el tallador debía manejar. Un tallador experto creaba, mediante golpes
de percusión, los ángulos y las superficies necesarios para obtener la lasca buscada.
Cuanto más delgada y simétrica una pieza, más cuidado hizo falta para tallarla.
Algunas piezas delicadas como las puntas de proyectil se terminaron de otra manera.
Una vez obtenida la forma aproximada de la pieza mediante percusión, esta se retocaba
por trabajo a presión, es decir, para sacar las últimas lascas no se golpeaba la pieza sino
que se la presionaba con un retocador de asta o hueso.El trabajo a presión permitió una
mayor precisión que el de percusión y requirió de mayor concentración de parte del
artesano.
Estas formas básicas de talla tuvieron muchísimas variantes. Otra técnica empleada
frecuentemente por los primeros pobladores para partir las rocas, es la talla bipolar. Se
sostenía el material sobre una base de piedra que actuaba como yunque y se lo golpeaba
en el extremo superior. Esta técnica de talla resultaba rápida pero se tenía menos
control del producto que en las anteriores. Fue muy efectiva para partir rodados chicos o
para reciclar instrumentos que ya no se podían seguir usando y así aprovechar mejor la
materia prima. La talla bipolar se usó especialmente en las zonas costeras de la región
donde hay gran cantidad de rodados sobre las playas. En todos los casos, para fabricar
instrumentos de piedra fueron fundamentales los conocimientos y la experiencia de
quien trabajaba. La incorporación de las habilidades motrices y la familiaridad con los
materiales requerían de procesos de aprendizaje prolongados, en general de años. Por el
32
contrario, la talla en sí, no llevaba mucho tiempo. También la adquisición de los
materiales y herramientas apropiadas puede haber llevado su tiempo, pero una vez
reunidos estos, se podía producir un filo útil para cortar una madera o raspar un cuero en
pocos minutos. En cambio, fabricar herramientas más complejas como una hermosa
punta de lanza delgada y simétrica podía llevar algo más de una hora a un artesano muy
experto.
Asimismo, hay que pensar que las rocas adecuadas para la talla no siempre estaban
cerca del lugar donde se iban a usar los instrumentos ya que igual que hoy, se
encontraban sólo en las Sierras de Tandilia y Ventania, o en la costa. En algunas
ocasiones la gente planificó de antemano las tareas y se aprovechaba el tiempo libre
para fabricar herramientas que fueran útiles en el futuro; en otras, se esperaba llegar a
determinado lugar para realizar cierta tarea de talla. Otras veces, resultaba preferible
transportar los núcleos o los instrumentos sin terminar para que no se mellen los filos o
para poder terminarlos de acuerdo a la necesidad del momento.
Con los avances en las investigaciones arqueológicas reconocemos cada vez con mayor
precisión las tareas a las que se destinaban los instrumentos. Además de las armas
empleadas en la caza, los primeros pobladores emplearon muchos instrumentos con
filos y puntas para raspar, cortar y perforar maderas, cueros, vegetales y carne. Existen
distintas maneras de estudiar el uso que los cazadores recolectores les dieron a sus
herramientas. A partir de la aplicación de diferentes análisis químicos y microscópicos,
podemos saber sobre qué recurso se usó cada instrumento y para qué tarea. De esta
manera, los arqueólogos nos acercamos cada vez más al conocimiento de la vida
cotidiana en el pasado y de las actividades que se hacían en distintos espacios.
También es preciso tener en cuenta que todas estas actividades debieron desarrollarse en
un entorno social que tenía sus pautas y normas acerca de cuestiones tales como la
forma más adecuada de hacer los objetos y el modo de usarlos. Cada una de estas
modalidades empleadas hace miles de años, dejó alguna huella en los instrumentos,
núcleos y desechos de talla y en la manera en que estos quedaron distribuidos en el
paisaje. Es trabajo del arqueólogo interpretar estas huellas para elaborar una imagen de
la vida en el pasado.
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Dime qué comes…
Romina Frontini y Cristina Bayón
Alimentarnos es una experiencia compartida por todos los seres humanos, tenemos que
comer para continuar con nuestra existencia. Sin embargo la comida es mucho más que
eso. Es un hecho social, una memoria colectiva, una identidad y una afectividad puesta
en acción en cada rutina diaria de comer. El consumo de los alimentos está organizado
socialmente y ese conjunto de acciones y relaciones es recreado en la práctica culinaria.
¿Quiénes buscan el alimento? ¿Cuáles son los ingredientes que se usan en las
preparaciones? ¿Quiénes cocinan? ¿Quiénes comen juntos? ¿Los niños, las mujeres y
los hombres comen lo mismo?
Dentro de cada sociedad se proponen ingredientes y modos de procesamiento y
preparación particulares, seleccionando algunos recursos a los que perciben como
alimentos. Esto se hace muy notorio cuando un grupo migra, con mucha frecuencia
conserva sus hábitos culinarios y así hablamos, por ejemplo de una comida italiana,
francesa o japonesa. Los sabores y las consistencias recrean la memoria de la infancia,
ese momento en que aprendimos a gustar de ciertos sabores, y a identificarnos con ellos
Los sabores familiares se oponen a otros, desconocidos, que son rechazados. Ninguno
de nosotros comería, por ejemplo, perro y la mayoría no evoca al caballo como
apetitoso, sin embargo los chinos criaban ciertas razas de perros para comer y en
Francia no está mal visto un buen bife de caballo.
De las variadísimas opciones comestibles de un medio ambiente -animales, plantas,
hongos, algas e incluso minerales- cada grupo prefiere extraer una ínfima parte para sus
usos culinarios. Y aún cuando la alimentación es una práctica socialmente compartida e
individualmente valorada, a través del registro arqueológico sólo podemos recuperar
algunos de los aspectos de la compleja experiencia de alimentarse.
En la pampa bonaerense, los cazadores recolectores consumieron animales y plantas así
como sal. Eso lo sabemos porque en los sitios arqueológicos que estudiamos aparecen
huesos de los animales procesados, cáscaras de huevo, fragmentos vegetales y residuos
adheridos a la superficie y filos de los artefactos de piedra. A lo que se suma la
información obtenida de los análisis químicos sobre restos humanos. Aún cuando sólo
sea un pálido reflejo de la práctica de comer, en la pampa bonaerense podemos conocer
que la gente comía distintos animales en las diferentes áreas y que sus preferencias
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cambiaron en el tiempo. También podemos saber qué formas de cocción preferían y qué
enseres domésticos usaban.
Actualmente vemos la pampa bonaerense como un paisaje homogéneo y a veces
monótono pero esto es consecuencia de las modificaciones recientes y fue muy distinto
en el pasado. Una buena forma de ver las diferencias entre áreas es observar la comida
durante el período del Holoceno temprano. En aquel momento los hombres, las mujeres
y los niños habitaron dos de las áreas de la pampa bonaerense: la llanura interserrana y
las sierras de Tandilia. En la primera preferían alimentarse de guanacos, venados y
también comían algunos de los grandes mamíferos hoy extintos como el caballo
americano, el megaterio y un gran armadillo .Otras especies de megafauna no fueron
comidas, por ejemplo la macrauquenia, lo que nos hace preguntarnos ¿no les gustaba el
sabor de su carne?, ¿les resultaba indigesta?, ¿estaba prohibido comerla?.
Por su parte, cuando los grupos iban a las sierras de Tandilia preferían también el
guanaco y el venado. En cambio, de los megamamíferos, sólo comieron un armadillo
gigante, y les resultaba muy apetecible la carne del ñandú y de varios animales
pequeños, como son el coypo, la vizcacha, el piche, el peludo. Para conocer más sobre
los cambios en el tiempo de las preferencias alimenticias, te sugerimos que leas HACE
12.000, Hace 7.500 Años; Hace 3.000 Años. El consumo de plantas es mucho más
difícil de observar a través del registro arqueológico. Esto genera una suerte de
paradoja, ya que uno sabe que su uso fue mucho más importante y variado de lo que
podemos afirmar. Durante mucho tiempo fue sólo indirectamente conocido a través de
los artefactos. La gran cantidad y formas de artefactos de molienda, recuperados en la
región nos hace pensar en lo importante que fueron los vegetales y su procesamiento en
la vida de los grupos pampeanos. Claro que estos instrumentos también se usaron para
otros fines, como moler pigmentos, pero la actividad más habitual a la que estuvieron
destinados fue procesar vegetales. Durante mucho tiempo no se podía conocer
exactamente qué se había molido en ellos. Recientemente se han podido analizar los
residuos atrapados en las rugosidades de las piedras, que nos han permitido conocer
algunos de los alimentos que se procesaban, entre ellos semillas de cebadilla pampeana
y frutos de tala.
Pocos son los recursos que pueden ser comidos sin ninguna elaboración, algunas frutas,
algunas hojas, los huevos. La mayor parte requiere cierta forma de procesamiento
previo al consumo y esto varía mucho según el alimento de que se trate y las
costumbres del lugar.
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En el caso de las plantas, el procesamiento se usa para cambiar el valor alimenticio, el
sabor, la consistencia o hacerlas más digeribles. Hay muchas maneras de procesar
vegetales, cada una de ellas se asocia a un instrumento particular, a una gestualidad
específica, y a un objetivo determinado. En el caso de los granos, para reducir su
tamaño y hacerlos digeribles se usaron molinos y manos de variadas formas y tamaños.
Algunos eran tan pesados que se dejaban en los sitios para recuperarlos en la temporada
siguiente de recolección. También se emplearon otras formas de procesamiento, como
moler o machacar para lo que se utilizaban morteros profundos. Hasta ahora no sabemos
qué vegetales eran los procesados de esta manera.
La forma en que se elaboraban las comidas con carne nos es mucho más conocida y
sabemos qué consumían de los animales la carne, las vísceras, la sangre, la grasa y el
tuétano. Para extraer cada uno de estos recursos, se requería una compleja rutina de
procesamiento, desde la caza o captura de la presa hasta su ingesta. De todas las
acciones involucradas, algunas dejan más rastros en los huesos que otras, por lo que nos
es más fácil a los arqueólogos reconstruirlas. Imaginemos la caza de un guanaco. Una
vez muerto, el animal era cuereado, lo que deja marcas del filo de los cuchillos de
piedra en algunos huesos, por ejemplo, en las falanges de las patas. Luego, se debían
extraer las vísceras. Esto no deja trazas en los huesos, por lo que esta acción es
difícilmente reconstruida desde el registro arqueológico; para conocerla, deberemos
recurrir a los relatos de viajeros y a la información de la etnoarqueología.
Una vez eviscerado, el animal era trozado. Esto permitía transportar al campamento
menos peso y sólo llevaban las partes más apetecibles. Por lo general, las costillas, la
columna y la pelvis quedan abandonadas en el lugar de la caza, mientras que las patas y
muchas veces el cráneo se acarreaban al campamento para trozarlos en porciones aún
menores y compartirlas con otros miembros del grupo. Estas acciones dejan un
abundante registro arqueológico y muchos sitios de la pampa bonaerense fueron
interpretados como campamentos a partir de las partes del animal seleccionadas.
Ya dentro del campamento y una vez repartido el guanaco sólo restaba encender el
fuego y cocinarlo. De las maneras de cocinar, que podemos reconocer
arqueológicamente, la más frecuente fue el asado. Esta forma se usó a lo largo de más
tiempo, desde los primeros a los últimos ocupantes de la región. Un cambio importante
en las prácticas culinarias se produjo con la fabricación y uso de recipientes de
cerámica, hace más de 3.000 años. Estos utensilios de cocina permitían hervir, remojar,
macerar o fermentar distintos ingredientes tanto de origen animal como vegetal.
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Una vez que los huesos de las patas estaban limpios de carne eran partidos para
consumir el tuétano, esa sustancia que se encuentra en la cavidad de los huesos largos
era muy apetecida, como lo demuestra el hecho de que prácticamente todos los huesos
largos eran partidos para extraerla. No sólo partían los huesos de guanaco, sino que
también comían el caracú del venado y del ñandú.
Cuando la presa era pequeña, como los peludos, la manera para aprovecharla era muy
diferente, generalmente se lo llevaba entero al campamento, y luego de eviscerarlo se lo
cocinaba entero sobre el fuego, usando su caparazón como recipiente. Esto lo sabemos
por las numerosas placas quemadas del caparazón.
En síntesis, la información conocida nos permite ver que la gente usaba alimentos muy
variados, que algunos eran muy apetecidos, como por ejemplo el guanaco y que las
recetas variaron de área en área y también con el tiempo.
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Estudiar el pasado. Resolver antiguos misterios
Robert Pickering ¿Alguna vez encontraste un instrumento antiguo de piedra al caminar a través de
la selva o cerca de un río? ¿Viste libros antiguos que muestran cómo se vestía la gente
durante el período colonial? ¿ Alguna vez hallaste un objeto que no pudiste identificar
en la casa de tus abuelos? Si alguna vez te preguntaste ¿Qué es esto? ¿Quién hizo
esto?, entonces pensás como un arqueólogo.
Los arqueólogos a menudo comienzan preguntando ¿Cómo? o ¿Por qué?. Usan
muchos instrumentos, algunos tan simples como una pala y otros tan sofisticados como
un radar que penetra la tierra para revelar la presencia de los artefactos y los sitios de
culturas antiguas. Sin embargo, sus herramientas más importantes son sus mentes
inquisitivas y sus ojos curiosos. La curiosidad es la clave; los instrumentos para
encontrar la información vendrán de muchas ciencias y de fuentes diferentes. Cada
generación de arqueólogos usa nuevas tecnologías que los ayudan a contestar sus
preguntas de investigación.
Estudiar la gente del pasado los hace cobrar vida y a nivel personal nos conecta
con la gente de la antiguedad. De alguna manera, no somos tan diferentes de quienes
vivieron hace miles de años. Todos debemos aprender a obtener el alimento, a
protegernos de las inclemencias del clima y de los depredadores que podrían
considerarnos como una comida. También aprendemos a comunicarnos y vivir
cordialmente en una sociedad formada por la familia, los amigos y los vecinos.
Debemos entender como interactuar con gente de otras nacionalidades sin recurrir
siempre a la guerra. Las culturas del pasado enfrentaron estos problemas; nosotros los
enfrentamos hoy. Estudiar el pasado y visitar los sitios de culturas antiguas nos ayuda a
apreciar el ingenio de nuestros antepasados y nos da una idea más amplia sobre como es
nuestra propia cultura.
¡La exploración del pasado es también una diversión,! Podemos ser detectives
que resuelven misterios antiguos. Cada artefacto es una pista sobre la persona que lo
hizo y el fin para el cual fue hecho. Un grupo de artefactos o instrumentos relacionados
puede contar una historia sobre como vivió la gente. Un sitio entero cuenta una historia
compleja acerca de un lugar y un tiempo. Si somos buenos observadores, si aprendemos
a seguir las pistas, podemos revelar historias fascinantes sobre el pasado.
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Saber sobre las culturas pasadas y conservar los artefactos y sitios creados por
las culturas más antiguas nos conecta a cada uno de nosotros con la historia de nuestro
país. Cada país tiene una historia. Cada generación añade algo a esa historia. Al apreciar
el pasado y recordar a la gente importante y los acontecimientos que dieron forma a
nuestras familias, nuestra sociedad y nuestro país, conservamos parte de aquel pasado.
La visita a un museo, o a un sitio antiguo como puede ser una iglesia histórica de
apenas unos cien años, puede resultar el primer paso hacia una vida de interés por la
gente que vivió antes que nosotros. Los documentales por televisión, los libros y los
museos ayudan a toda la gente, independientemente de su edad, a aprender sobre el
pasado. Algunos museos ofrecen clases y viajes de estudios que proporcionan aún más
contacto con los arqueólogos y los sitios donde ellos trabajan. El hecho de apoyar la
actividad de los museos es un modo de estar activamente implicado en el estudio y la
preservación de importantes sitios arqueológicos.
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Una charla con Ana Margarita (Annet) Aguerre, arqueóloga
Pablo E. Bianchi, Virginia Salerno, María Cristina Squitieri y Mariana Vigna. Diciembre de 2008
Para ser arqueólogo, es necesario realizar estudios de grado universitarios. En
nuestro país, esta disciplina se puede estudiar en diversas universidades nacionales
como la de Buenos Aires, de La Plata, del Centro de la Provincia de Buenos Aires, de
Catamarca, de Rosario, de Tucumán y de Jujuy. Además, para realizar una investigación
arqueológica es necesario contar con el permiso de las autoridades provinciales
respectivas ya que cada una tiene leyes de protección del Patrimonio Arqueológico
(Link a Parte VII: La arqueología como patrimonio). Además se necesitan recursos
suficientes para financiar todo el proceso de estudio. En el caso de la arqueología, éste
se inicia con el planteo de la investigación, sigue con la salida al campo, el
procesamiento e investigación en laboratorio y la conservación y exposición de los
materiales al público con redacción de manuscritos o trabajos escritos de carácter
científico y de transferencia a la comunidad (Link a Qué es la arqueología).
Estas actividades involucran recursos humanos, económicos y tiempo. En la actualidad,
los proyectos de investigación son promovidos y financiados tanto por programas de las
universidades como por organismos estatales que cuentan con un plantel de
investigadores propios. Entre estos últimos se destacan por la cantidad de
investigaciones que desarrollan, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (CONICET, www.conicet.gov.ar), creado en 1958, y la Agencia Nacional de
Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT, www.agencia.gov.ar), creada en 1996.
El CONICET funciona con un plantel de investigadores propios de la misma manera
que las universidades. En el caso de la ANPCyT, este organismo funciona otorgando
subsidios a proyectos de investigación dirigidos por investigadores que pertenecen a
diversas instituciones estatales.
A continuación se transcribe una entrevista realizada a la Doctora en Ciencias
Antropológicas con especialidad en Arqueología, Ana Margarita Aguerre, quién estudió
en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Actualmente se
desempeña como docente en esta casa de estudios y es Investigadora Independiente del
CONICET. A lo largo de su carrera ha participado y dirigido numerosos proyectos de
investigación arqueológica. En sus comienzos participó de investigaciones en sitios del
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noroeste argentino, luego se especializó en la investigación de la región patagónica así
como en la provincia de La Pampa. Como producto de estas investigaciones ha
publicado numerosos libros y artículos en revistas científicas y ha participado en
presentaciones de Congresos de la especialidad. En esta entrevista la Dra. Aguerre nos
cuenta sus experiencias como investigadora desde los inicios de su carrera.
E: Para usted, ¿Qué es la arqueología? y ¿Qué conceptos de la arqueología considera
que son necesarios en la enseñanza de primer y segundo ciclo de E.G.B.?
AMA: La arqueología tiene una virtud que me encanta, ¡me apasiona! Pienso que de
alguna manera, estoy tratando de reconstruir una historia del pasado del hombre a través
de un tipo especial de visión, y estoy ayudando a conformar ese conocimiento que toda
persona necesita: saber su pasado. Todos en algún momento lo necesitamos. Uno piensa
en cómo fue el pasado, el pasado de uno, la familia de uno. Siempre encontré que la
gente a la cual yo le contaba lo que estaba investigando, a lo mejor pobladores viejos de
ahí, empezaban a engancharse y a contarme su vida en esos lugares y sus
interpretaciones. Entonces, de golpe, sentís que esta investigación tenía una razón de
ser. Pasé momentos de crisis en que sentí que esta investigación no le servía a nadie…
de hecho la investigación tiene momentos muy difíciles y hay otros que te motivan a
seguir adelante. Sentir que el país necesitaba un aspecto del conocimiento que a lo
mejor no teníamos, que era ese pasado anterior a los documentos escritos. Yo sentí que
eso era lo que podría ofrecer en cuanto a investigación. Hacer esto individualmente no
es muy útil, pero sí sé que juntos, todos los arqueólogos, hacemos una especie de
background, estamos devolviéndole algo a la sociedad. Por ejemplo, cuando yo
trabajaba en Cueva de las Manos la gente siempre nos preguntaba y estaba muy
pendiente. Llegó un momento que esto se complejizó mucho, y entonces decidimos
dividir el grupo y que María Onetto y Carlos Gradin se ocuparan del tema de la
preservación de las pinturas como patrimonio nacional, la conservación y el plan de
manejo de la cueva, y yo continuara a cargo de las investigaciones en el área. Sólo la
investigación no hubiera tenido sentido, porque había otras necesidades.
El tema del patrimonio es algo que no teníamos en cuenta hasta los `90. Antes el
investigador iba solo guiado por su interés científico, después aprendimos lentamente
que teníamos que interactuar con la gente y juntos buscar los objetivos a priorizar.
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E: ¿Qué le motivó a elegir esta carrera?
AMA: Yo no sabía que me gustaba la Arqueología. Hice un viaje y no tenía nada para
leer y encontré un librito de Gordon Childe. Estaba en quinto año, íbamos al famoso
viaje de final de año y yo vi a Gordon Childe, lo empecé a leer, no entendí nada, era
creo sobre las Sociedades Orientales pero me gustó. Y todo el mundo me pregunta
cómo yo estaba tan segura… y no sé. En ese momento, era difícil. Yo entré en el año
´67, y esto te digo fue en el ´65 ¿no? y la Universidad de Buenos Aires ya estaba con
muchos problemas, en casa la carrera no gustó, querían que yo siguiera la carrera de
Historia. Así que fue una lectura que me motivó a empezar a buscar más información.
E: ¿Era muy difícil en esa época?
AMA: Si, cuando quise reaccionar me tuve que anotar en Historia e hice el primer año.
Cuando terminé primer año dije: “no, esto no es lo mío”. Y había un profesor que nos
había dado Antropología, Martínez Soler, al cual fui a ver y le dije lo que me pasaba.
Entonces me dijo algo que nunca olvidé: ¿usted quiere no tener plata, pero ser muy
feliz? Y sí, sí, sí le digo, porque estuve estudiando un año y me doy cuenta que no es lo
mío. Bueno entonces empiece. Y fue así, que entré a la carrera.
E: ¿Había otras opciones además de la UBA para estudiar en ese momento?
AMA: Si, estaba La Plata. Pero yo vivía en Buenos Aires. Además había un tema que
eran las Ciencias Humanas y La Plata tenía una orientación fuerte en Ciencias
Naturales. Como todo ingresante fui a La Plata y averigüé, no había Internet, así que…
Y también me fui al Museo Etnográfico a ver un poco cómo era eso. O sea, me daba
cuenta que me gustaba Filosofía y Letras de la UBA. Empecé en el ´67, en ese momento
el plan de estudio de la Licenciatura en Ciencias Antropológicas tenía también bastante
de filosofía, psicología, sociología, historia y eso me interesó.
E: ¿Cuál fue su primer acercamiento al trabajo arqueológico?
AMA: (…) Y… el arqueólogo se muere por ir al campo, es una cosa que te surge
naturalmente, te brota, tenés que ir al campo, es el bautismo… Yo digo que el campo es
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una cosa maravillosa. Ahí se decide la vocación (…). Yo era estudiante, estaba en
segundo año… Me quería meter en todo. A cualquier bicho que caminaba me ofrecía y
los profesores te pedían para ir. En ese momento, digamos, al ser pocos, buscaban
ayudantes. Ellos pedían y se pasaba el dato. Así que empecé a ir al campo. Recuerdo
que yo trabajaba en ese momento a la mañana y a la tarde lo tenía libre para cursar pero
entre cursada me iba al museo y ayudaba, como hacen ustedes ¿no? Que pasas el día así,
de un lado para el otro, entre cursar, trabajar… Tenía muchas amigas de Antropología
Social con las que tenía muchas discusiones cuando estudiábamos las materias. Me
gustaba la Antropología Social porque el Arqueólogo está muy en contacto con la gente
(...)
E: Y como alumna ¿recibía un sueldo por este trabajo?
AMA: (se ríe) ¡¡Nooo!!. Me armaba cada lío porque yo tenía un trabajo a la mañana en
un consultorio y tenía que hacer malabares y todo el mundo se reía porque nadie
pensaba que yo iba a poder. Sabían que yo estaba estudiando pero nadie pensaba que yo
iba a seguir en eso. El tema fue cuando efectivamente tuve que decidir renunciar a mi
trabajo porque me salió un concurso (...). Fue un horror porque nadie se lo esperó,
también era difícil porque en ese momento se ganaba poco, así que… Yo creo que en la
vida uno toma decisiones (...).
Cuando me recibí en el ´74 yo ya estaba trabajando en el Museo… La única que se daba
cuenta de que eso era mi vocación era mi madre. Mi padre se negaba a verlo (…) y
cuando me entregaron el titulo me dice mi padre: “Bueno ahora ya está, ya tuviste lo
que querías, ahora vas a estudiar” (se ríe). Y yo decía: “¡No! yo ya estudié ¡yo ya estoy
acá!”... Pero yo creo que hasta hoy en todas las casas es difícil comprender.
Antropología en ese momento era una palabra muy difícil, y ahora yo sé que también.
Pero ahora con el Discovery y History Channel estamos mejor (risas), porque hay gente
que se prende más, la gente sabe lo que hacemos, ve que el investigador tiene un status,
esta mucho mejor (…) Y ahora cuando una es madre, ya más enterados estamos todos,
de estas vocaciones poco tradicionales (se ríe).
E: ¿Cómo era el trabajo de campo y qué cambios puede notar a lo largo del tiempo?
AMA: (…) Yo perdí mucha gente después de las campañas porque es fuerte el campo
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(…). Primero, el trabajo de campo tiene una cosa muy idílica, muy linda, el contacto
con la naturaleza, el contacto con el equipo, con la gente local. Y tiene otras cosas que
es igual a toda tarea de investigación: el aburrimiento de la cotidianeidad, la
incomodidad de donde estas viviendo, porque estas acampando, no tenés agua… (…).
En Patagonia en ese momento, como eran sitios muy lejos, hacíamos campañas de
veinte días, veinticinco días y acumulás muchas tensiones (…) porque generalmente
¿qué hacíamos? nos dejaban en un lugar y nos iban a buscar y dependíamos un poco de
la gente local (que con sus caballos venían a vernos). Era la época del 70´. Vos vivís en
el aislamiento y después están todos los problemas, que este me ronca… que este no se
duerme… que este quiere leer a la noche en la carpa…
Además, no hay cosa más aburrida que cuando los días pasan y no encontrás nada,
cepillás y cepillás y no pasa nada. Es lo mismo que cuando vas al archivo, y lees
documentos y no encontrás nada y te siguen trayendo otros y vos decís ¿qué hago acá?
... (…).
Después me tocó ser directora de Grupo… (se ríe) y es terrible porque tenés de todo: la
responsabilidad de dirigir la investigación y los pequeños problemas domésticos del
equipo: el que se levanta tarde, el que se levanta temprano y hace ruido y el otro que
quiere dormir, después los problemas de logística (que te traigan la carne…) hacíamos
campañas bastantes sufridas. Todos los grupos hacían así. En esa época no teníamos
mucha movilidad y dependíamos mucho de la gente local. Y ya ahora no, ahora la cosa
cambió muchísimo, el campo ya no tiene tanta gente viviendo allí… yo recuerdo con
mucho cariño a la gente del campo, vivían en los puestos, nos visitaban, mandaban a los
chicos a ver si necesitábamos carne, verdura. Y uno les explicaba a los que venían qué
estaba haciendo, y ahí yo me acuerdo, tenía discusiones con mi propio equipo porque
había algunos que decían: no, no paremos, sigamos excavando. Y yo decía: hay que
parar y explicarles a los que vienen a vernos, porque esta gente es la que posibilita que
estemos acá (…).
Y otra cuestión es que necesitás cierta fortaleza física, eso no quita que las mujeres
somos muy resistentes, no es un problema masculino-femenino (…). Hoy se trabaja
mucho con este tema y en ese momento, para esas zonas era un tema, pues en el campo
muchas veces les extrañaba a ellos que hubiera mujeres en el equipo de investigación;
sin embargo nos veían llegar con mucho agrado (…).
En la década del ´90 también hubo otro cambio en Patagonia: nos fuimos dando cuenta
que mucha gente se había ido a vivir a los pueblos, y los puestos estaban sin gente. Y
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después hubo varias catástrofes naturales, nieve, inviernos muy crudos y se quedaron
sin hacienda en la altiplanicie central, por ejemplo, donde yo trabajaba… Ahí nos dimos
cuenta que ya era muy peligroso ir a acampar solos en un campo, sin vehículos, así que
ya cambiamos la dinámica, ahora en muchos casos estamos yendo con un vehículo
permanente, alquilado, y entonces tenemos la posibilidad de evacuar rápidamente, si
fuera necesario (…).
Ahora me siento muy problematizada porque yo quisiera llevar a todos los alumnos al
campo. Pero ya no se puede trabajar con equipos tan grandes. En un momento dado
éramos diez personas, doce personas (estoy hablando de la década de 1970) nos llevaba
un unimog de Gendarmería en la caja, ahí atrás, llevábamos los bultos, nos depositaba y
bajábamos, nos instalábamos en campamento. Ahora con el tema de la seguridad, todo
eso ha hecho que tengamos que reducir el número de ayudantes de campo. Y yo pienso
que eso para el aprendizaje del alumno de nuestras carreras… es difícil porque no hay
tantas oportunidades para ir al campo, salvo en el caso de los que estén mas cerca de sus
lugares de trabajo.
Hay que pensar estratégicamente una campaña, yo ya la estoy pensando en función de
los espacios de la camioneta y si los espacios que tengo son cinco, no puedo subir a
ninguno más. Entonces tendríamos que alquilar dos camionetas, pero ya eso encarece
mucho los costos… También en ese momento eran menos equipos y a lo mejor
teníamos mayor continuidad… ahora cada vez hay más y eso es positivo, pero no es
que haya más plata, hay más equipos… es más difícil para todos por igual.
E: ¿Cómo ve a la arqueología que se desarrolla en el país /la región pampeana en la
actualidad?
AMA: La veo muy bien. Trato de ir a todos los congresos, pienso que es una instancia
muy interesante para interiorizarte de lo que pasa y además tener contacto con la gente
joven y colegas de otros ámbitos universitarios, con los cuales no nos vemos
habitualmente y la verdad que yo la veo muy bien (…). Quizás en todas las
universidades tenemos críticas, todos tenemos críticas dentro de nuestras casas de
estudio. Esto mismo que ahora no podemos llevar tanta gente al campo, también ha
hecho que de golpe mucha gente se vuelque a lo teórico.
Lo que pasa, bueno, hay otros problemas: no nos llega toda la bibliografía que
quisiéramos (eso es real), muchas veces los montos de los subsidios son absurdos en
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relación con costos de las campañas. Pero hacemos muchas cosas, los equipos son
fantásticos acá en Argentina, el alumno o becario te agarra un tema y te lo sigue, lo
sigue y vos estás desesperado porque querés que esa persona siga con vos, y querés que
haya oportunidades para que siga ese tema. Te sentís imposibilitado, pero hay cada
especialidad que es impresionante, me siento mal en eso (…).
Me gustaría tener más posibilidades económicas, creo que igual nosotros manejamos
mucho la bibliografía del exterior, estamos muy al tanto de las metodologías nuevas y a
veces estamos como estamos porque sentimos que tenemos capacidades para hacer más
cosas y tenemos los inconvenientes que tiene toda la investigación en nuestro país, no
solo nosotros, tiene picos, picos en que te dan plata y picos de que no.
Por otro lado se han creado nuevas carreras y nuevas universidades. Yo sí sé por mis
viajes que las universidades del interior tienen mayor información, quizás, los alumnos
están como más informados de todas las posibilidades que tienen, están más integrados,
porque acá se pierden… (…). Sin embargo a mi me gusta mucho acá, la UBA, el Museo
de La Plata. Yo creo que la sana competencia es fundamental, yo me doy cuenta que
generás una necesidad de conocimiento, un intercambio de material, eso te lo da el
número de alumnos, la universidad… es necesario, se te abre la cabeza mucho más.
(…) En provincia de Buenos Aires creo que hay pocas áreas en las que no estén los
equipos de arqueólogos trabajando. Se ha creado la Universidad de Olavarría, que es
importante como centro, la de Luján también, la de La Plata y Buenos Aires con las
viejas trayectorias de sus equipos de investigación. Creo que es una provincia que tiene
mucho trabajo hecho, mucho más que otras.
Encontrar un sitio en provincia de Buenos Aires te parece maravilloso, la posibilidad de
encontrar un material en capa es apasionante, porque hemos visto tantas colecciones…
la gente ha recolectado tanto material de superficie que al final no sabés qué hacer con
tanto material guardado en cajitas. Podes excavar tranquilamente, tener la posibilidad de
obtener fechados y decir bueno, hace 3.000 años que vivieron aquí, es una maravilla, y
eso se está dando en provincia de Buenos Aires. ¿Por qué? porque hay muchos equipos
de investigación trabajando. Con muchas comunidades, pueblos pequeños, la gente de
las estancias, la gente se interesa por la arqueología…
E: ¿Cómo se articula el trabajo del investigador con la vida personal?
AMA: En ese momento, en el que yo empecé a trabajar en región pampeana, década del
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´80, tenía mis hijos chicos. El tema de la mujer y sus hijos (…) eso es un tema, todos
pasamos una etapa en que tu vida pasa sólo por la arqueología ¿no? Yo viví una época
muy linda de becaria y en mi familia éramos más o menos todos de la misma edad,
éramos estudiantes y éramos obsesivos. (…) Pero bueno, es una etapa, después te das
cuenta que la vida es otra cosa, que gracias a Dios, tenés que buscarte una pareja, tener
hijos, porque eso te equilibra, yo digo que emocionalmente el hombre o la mujer
necesitan un equilibrio… y bueno entonces todos pasamos esas crisis (…).Eso sí, es
difícil encontrar una pareja que te aguante, hasta en mi familia había discusiones porque
yo me iba... Hubo años que yo me iba tres, cuatro veces al año, total claro, no tenía
obligaciones familiares; después me enteraba que todos ellos estaban preocupados:
“¿quién va a fijarse en ella, que se va al campo todo el tiempo… (risas) … bueno… y
yo siempre pensé que evidentemente hay que hacer una vida normal. Y… dos hijos es
una responsabilidad que uno aceptó, así que también eso es una decisión.
Para la mujer es difícil… pero al compartir, con una buena pareja… y además cuando
son vocaciones… yo creo que si vos respetás la vocación tuya, respetás la de tu pareja,
de eso yo estoy convencida, porque vos te alegras tanto de lo tuyo como lo del otro (…).
E: Muchas gracias
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RECURSOS DIDÁCTICOS
Fuentes documentales. De viajes, descripciones y viajeros
¿Qué nos dicen los viajeros sobre la forma de enterrar a los muertos?
Es la hora de comer… ¿Qué nos cuentan los viajeros sobre la comida?
Recursos Literarios. Las letras y el pasado
Recomendamos leer: “Preguntas de un obrero ante un libro”. Bertold Brecht
¡A jugar con las palabras !
Sopa de letras
Crucigrama
Para escuchar
Fragmentos de la entrevista a Ana Margarita (Annette) Aguerre, arqueóloga
Para ver
Arqueólogos en acción: replicando instrumentos líticos.
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Fuentes documentales. De viajes, descripciones y viajeros
A partir del siglo XVI, como parte del control de los territorios y de sus recursos -que
incluía a los indígenas-, los europeos desarrollaron una política de viajes exploratorios,
de reconocimiento, de descripción y de control de la costa y el continente de la pampa y
la patagonia. Estos viajeros y naturalistas escribieron lo que vieron como hombres
europeos de los siglos XVI al XIX. Las sociedades indígenas que describieron estos
viajeros eran muy distintas a aquellas que se movían sólo cazando y recolectando antes
del siglo XVI. Para el 1.800 estos grupos, además de cazar y recolectar eran pastores
que controlaban ganado caballar y vacuno para trasladar y vender en Chile.
En esta sección se seleccionaron fragmentos de relatos de un conjunto de viajeros y
naturalistas que describieron sociedades indígenas, en especial, en las regiones
pampeana y patagónica. De ninguna manera estas descripciones pueden ser usadas
como una fotografía para entender la historia de 12.000 años de antigüedad. Pero sí nos
ayudan a imaginar con los datos arqueológicos presentados en estos textos, la vida de
hombres, mujeres y niños que habitaron la pampa bonaerense, con sus voces, rostros,
cuerpos y sentimientos.
¿Quiénes eran y cuándo recorrieron pampa y patagonia?
Benjamin Franklin Bourne nació en Estados Unidos a principios del siglo XIX. Vivió
en la costa este, en las cercanías de Nueva York, hasta que decidió, como otros
estadounidenses, hacerse rico en California, en el período denominado “fiebre del oro”.
Para ello debía realizar un extenso viaje en barco desde Nueva York hasta California,
atravesando desde el Atlántico al Pacífico por el Cabo de Hornos. Finalmente partió en
1849 del puerto de New Bedford. Su viaje habría sido uno más de no ser porque
Bourne, en plena travesía, cayó cautivo de un grupo de patagones, con quienes convivió
durante cuatro meses. Tras lograr escapar regresó a su patria, donde publicó, en 1853,
The Captive in Patagonia.
Jorge Claraz nació en Friburgo (Suiza) en 1832. Realizó estudios sobre ciencias
naturales en su ciudad natal, en Zurich y Berlín. En 1860 viajó a Brasil y, tres años más
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tarde, se trasladó a la Argentina, donde realizó, junto al profesor Christian Heusser,
exploraciones y trabajos de agrimensura. Por veinte años se instala en Bahía Blanca,
adquiriendo terrenos sobre el arroyo Napostá.
En septiembre de 1865 partió desde Bahía Blanca hacia Chubut, tratando de tomar
contacto con la colonia galesa formada en julio de ese año. Aunque sin lograr su
objetivo, logró recorrer durante cuatro meses y medio buena parte del interior del
territorio de Chubut, realizando valiosas observaciones no solo sobre geografía, flora,
fauna, sino también sobre los grupos aborígenes de la región. Sus memorias de este
viaje fueron publicadas en nuestro país recién en 1988. En 1882 Jorge Claraz retornó a
Suiza, y en 1896 se trasladó a Lugano, donde falleció el 6 de septiembre de 1930.
Diego de Rosales nació en Madrid en 1601. Tras realizar sus estudios en su ciudad
natal, ingresó en la Compañía de Jesús. En 1629 llegó a Chile, siendo destinado a la
plaza de Arauco.
Sirvió como capellán de ejército durante el gobierno de don Francisco Lazo de la Vega
y desempeñó tareas misionales con grupos mapuches, aprendiendo su lengua y
costumbres. En estos años realizó su Historia Jeneral del reino de Chile, donde hizo
una descripción física de Chile (su suelo, sus ríos, sus islas y sus producciones vegetales
y minerales), de la vida y costumbres de los mapuches, y un compendio de la historia de
Chile, desde la llegada de Diego de Almagro hasta la gran rebelión indígena de 1655.
Además de este libro, Rosales escribió Conquista Espiritual de Chile, una crónica de la
Compañía de Jesús en aquella región.
Diego de Rosales murió en Santiago de Chile en 1677 sin ver publicada su obra. El
manuscrito de la Historia Jeneral había sido enviado a España para su impresión, pero
ésta nunca se realizó. El texto quedó desaparecido por muchos años, hasta 1870, cuando
Benjamín Vicuña Mackena viajó a Londres con la información de que un librero y
escritor español radicado en esa ciudad, Vicente Salvá, poseía una copia completa del
original. Finalmente, entre 1877 y 1878, la obra de Diego Rosales pudo ser publicado al
fin en Valparaíso, Chile.
Alcides d´Orbigny nació el 6 de septiembre 1802 en Couëron, Francia, hijo de una
familia de médicos especializados en las ciencias naturales. Genio precoz, completó sus
estudios en París, donde adquirió prestigio y renombre incluso antes de cumplir 20 años.
Enviado por el Museo de Historia Natural de París en viaje de exploración científica,
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Alcides se embarcó hacia América del Sur. Aquí realizó trabajos de naturalista,
zoólogo, malacólogo, paleontólogo, geólogo, arqueólogo y antropólogo. En su periplo
llegó a Montevideo hacia fines de 1826 y a Buenos Aires en enero del año siguiente.
Remontó el río Paraná y visitó Corrientes y el Chaco. De regreso a Buenos Aires a
mediados de 1828, se trasladó luego a la Patagonia. Viajó por mar hasta Carmen de
Patagones, donde permaneció ocho meses, haciendo observaciones sobre la vida y las
costumbres de las distintas parcialidades de aborígenes que estaban asentados en el
lugar. De regreso en Francia, en 1834 d´Orbigny editó su obra Voyage dans l´Amerique
Méridionale, de la cual se han tomado las observaciones realizadas entre los distintos
grupos aborígenes asentados en los alrededores de Carmen de Patagones. Falleció en
Pierrefitte-sur-Seine (Francia), el 30 de junio de 1857.
Martin Dobrizhoffer nació en Frierdberg (Alemania) el 7 de septiembre de 1718.
Unido a la Compañía de Jesús en 1736, llegó a Buenos Aires en 1749. De allí se
trasladó a Córdoba, donde continuó los estudios teológicos en la Universidad local. Al
poco tiempo, se le ordenó cristianizar a los mocovíes de la región de Santa Fe, y estuvo
en contacto con este grupo durante cuatro años. En 1754 fue ordenado sacerdote y se lo
destinó a la reducción de Concepción (en el actual territorio de Santiago del Estero), y,
poco después, a la de San Jerónimo (hoy Reconquista). En 1763, después de prestar
servicios en otros destinos de la organización jesuítica, fue encargado de fundar una
nueva reducción de Abipones, la cuarta, sobre el Río Uruguay, en lo que es hoy la
provincia de Formosa.
De regreso a Europa tras la expulsión de los Jesuitas de los territorios españoles, se
instaló en Viena. Allí compuso (entre 1777 y 1782) la historia de su misión, publicada
en 1784 en dos ediciones, una en alemán y la otra en latín con el título Historia de
Abiponibus equestri, bellicosaque Paraquariae natione (Historia de los abipones,
ecuestre y beliciosa nación del Paraguay). Murió en Viena (Austria) el 17 de julio de
1791.
George Chaworth Musters nació en Nápoles (Italia) en 1841. Hijo de aristócratas
ingleses, fue marino. En 1869 viajó a las islas Malvinas, desde donde decidió realizar un
recorrido por la Patagonia. Viajó a Punta Arenas y de allí a la isla Pavón en Santa Cruz,
donde se unió a una partida de tehuelches con los que recorrió lo que son las actuales
provincias de Santa Cruz, Chubut y Río Negro, llegando hasta Carmen de Patagones. El
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relato de su viaje fue publicado en su libro Vida entre los Patagones, editado en
Londres en 1871. En 1873 regresó a Chile, intentando una segunda travesía desde
Valdivia a Buenos Aires, pero no alcanzó a concretarla. De regreso a Inglaterra,
contrajo matrimonio con una mujer boliviana, con la cual viajó a Bolivia, donde se
radicó en 1876. Dos años más tarde fue nombrado cónsul en Mozambique, pero la
muerte le sobrevino en forma repentina el 25 de enero de 1879, cuando se disponía a
partir hacia ese nuevo destino. Su viaje por la Patagonia había sido el primer recorrido
terrestre realizado hasta el momento por el interior del territorio, y constituye una obra
esencial acerca de las costumbres y la forma de vida de los tehuelches.
José Sánchez Labrador nació en 1716 en La Guardia (Toledo, España). Eclesiástico
jesuita, llegó al Río de la Plata en 1734. Hasta 1740 cursó estudios en la ciudad de
Córdoba, donde se desempeñó como profesor. En 1744 viajó a Asunción del Paraguay,
donde se desempeñó como profesor de filosofía, para luego misionar entre los
guaraníes, zamucos y chiquitos. Con sus experiencias desarrolló una Enciclopedia del
Paraguay en tres partes: Paraguay natural, Paraguay cultivado (historia económica) y
Paraguay católico (historia política y religiosa). Expulsado de Sudamérica (junto a
otros jesuitas como Florián Paucke, Martín Dobrizhoffer y José Jolis), regresó a Europa
en 1767, radicándose en Italia y falleciendo en Rávena el 10 de octubre de 1798.
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¿Qué nos dicen los viajeros sobre la forma de enterrar a los muertos?
Al igual que todos los grupos del mundo, en el pasado estas sociedades propiciaban
ceremonias para honrar y acompañar a sus seres queridos después de su muerte. Estas
cambiaron a través del tiempo de acuerdo a las tradiciones de los grupos.
En este caso presentamos la descripción de algunas de esas ceremonias en grupos de la
Pampa, Patagonia, Cuyo y Noreste a partir del siglo XVI realizadas por los viajeros:
“ Cuando muere alguno de ellos, lo entierran en seguida, generalmente a la mañana
siguiente, Envolvían el cadáver en un cuero con todo lo que le pertenece, como ser
arcos, flechas, etc. y se lo llevaban, sin ninguna ceremonia, a alguna distancia de la
aldea y lo echaban en una gran fosa redonda, cavada de exprofeso, que después
llenaban con tierra . Aunque no hacían ceremonia para el funeral, su duelo por el
muerto es muy estricto y sus allegados lo observan por tres meses, durante cuyo tiempo
éstos se retiran a cierta distancia del resto de las chozas y no tienen trato con nadie, pero
son abastecidos con provisiones por toda la ciudad, por orden del rey, hasta que la
duración del duelo ha concluido (Morris 47/8)
“Envuelven a los difuntos en algún cuero, doblando el cuerpo y asegurándolo con
huascas caban una fosa de poca profundidad donde lo entierran”
Outes, Felix . F. 1917 Observaciones etnográficas de Francisco Javier Muñiz. *Physis T. * III:197-215.
También encontramos evidencias documentales del proceso de formación de los
entierros secundarios. Este proceso ha sido documentado por distintos observadores en
el actual territorio argentino. Por ejemplo Rosales describe el proceso de esqueletización
entre los indígenas de Cuyo en 1554 de la siguiente manera:
“y al cabo del año le hazen las honras volviéndose a juntar todos, y para esto le
desentierran, que por ser los lugares de los entierros muy humedos se conservan con sus
carnes. Y uno que tiene el officio de ciruxano o anatomista le va cortando toda la carne,
dejándole los huesos limpios, que seca al sol, y luego los va pintando de colorado,
amarillo y otros colores y la carne la entierra…los huesos ya pintados los ponen en una
bolsa de pellexo de varios colores…y acabadas las honras ponen los huesos en unas
53
alforxas muy pintadas y sobre un caballo los llevan que descansen de los trabaxos de la
vida a una casa que para esto les hazen junto a las suyas, y siempre que se mudan ha de
ser la primera casa que se arma la de los huesos del difunto” (Rosales 1878:2:98).
Dobrizhoffer (1784) hace referencia a la formación de este tipo de entierros entre los
Abipones, grupo nómade del Noreste Argentino. Según este autor “en el mismo
sepulcro descansan los restos de los padres con los de sus hijos, las esposas con sus
maridos, los nietos con los abuelos o antepasados… Así sucede que los desentierran,
transportan y recorren inmensas distancias para por fin dejarlos descansar…”
(Dobrizhoffer 1784, en Lucaioli 2005:117).
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Es la hora de comer…¿Qué nos cuentan los viajeros sobre la comida?
La forma de cocinar los distintos alimentos, ya sea carne, vísceras, huevos, vegetales,
fueron descriptas por los viajeros que recorrieron estos territorios. Asimismo, a lo largo
de sus textos encontramos referencias a los gustos y preferencias de las sociedades que
habitaron la región. Aquí presentamos una selección de fragmentos referidos a las
comidas.
Cómo preparar un huevo de avestruz cocido al rescoldo "Se coloca al huevo derecho, con un agujero abierto en la punta superior, por el que se introduce un palito para revolver la yema y la clara y se le echa un poco de sal; luego se le hace girar para que se cueza por igual en todas sus partes. Resulta de esto una tortilla en su cáscara, de aroma muy apetitoso, pero un novicio en el arte de prepararla corre peligro de quemarse los dedos al hacer girar el huevo”. George Chaworth Musters. 1991. Vida entre los Patagones. Un año de excursiones por tierras no frecuentadas desde el estrecho de Magallanes hasta el Río Negro. Ediciones Solar, Buenos Aires, p.144 Cocinando con piedras calientes “Su guanaca tenía las ubres llenas de leche. Esto es un bocado exquisito. Trajo las ubres consigo, preparó piedras incandescentes y abrió las ubres en dos partes. Metió dentro las piedras calientes y puso todo sobre la brasa. Luego comimos ese tschatschakenn que tenía un gusto delicado. El caldo era muy bueno”. Jorge Claraz, 1988. Viaje de expolración al Chubut (l865-1866). Marymar, Buenos Aires, p. 100. Los vegetales como remedio “En los matorrales a orillas del río crece la zarzaparrilla. Los indios la conocen y la usan como remedio. Los pampas la llaman ´tschicaipa´ y los chilenos ´kenéo´. Hierven sus ramas como té. Usan la cocción como refrigerante y, por vía interna, contra la viruela y ataques febriles”. Jorge Claraz, 1988. Viaje de expolración al Chubut (l865-1866). Marymar, Buenos Aires, p. 45. Los vegetales en la dieta “El agua hace brotar como en cualquier parte, un hermoso verdor. Lefó (lengua de vaca) dondequiera, los indios comen sus tallos crudos”.
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Jorge Claraz, 1988. Viaje de expolración al Chubut (l865-1866). Marymar, Buenos Aires, p. 55. Moliendo raíces y frutos “En la subida se presenta una planta que llaman khet-hela. Parece que reemplaza a las saxífragas, crece donde hay pantanos y tiene un lindo aspecto verde. Los indios dicen que allí la raíz todavía no es muy buena, sino más al sur. La ponen a secar, la muelen y hacen de ella harina, como los araucanos del algarrobo. Tiene un gusto parecido y es dulce”. Jorge Claraz, 1988. Viaje de expolración al Chubut (l865-1866). Marymar, Buenos Aires, p. 61. “Ayer y hoy los indios se hicieron una fiesta con piquillines y algarrobas (tolu), estas últimas las comen ya sea crudas, ya un poco tostadas en ceniza caliente, después de masticarlas, escupen las semillas y vainas. También hicieron harina. La sustancia alveolar que rodea las semillas contiene azúcar y es harinosa. Se tuestan en un instante, luego se machacan entre piedras, y la sustancia alveolar es la que proporciona la harina. Pero como las vainas, los pedacitos y las semillas están mezclados, se pasa todo por un tamiz. Se come la harina que tiene sabor dulce, parecido al assamar”. Jorge Claraz, 1988. Viaje de expolración al Chubut (l865-1866). Marymar, Buenos Aires, p. 140. Mi plato preferido “Los indios gustan de la carne gorda y desprecian la magra. Prefieren la carne de avestruz a cualquier otra. Pero en la primavera y a principios del verano, los avestruces están, por lo común, algo flacos, porque tienen cría..., por eso cazan guanacos. No cazan machos sino guanacas. Su destreza es tan grande que desde lejos saben distinguir entre animales machos y hembras...”. Jorge Claraz, 1988. Viaje de expolración al Chubut (l865-1866). Marymar, Buenos Aires, p 59. El guanaco está servido “Cuando se trata de guanacos...Los bofes, el corazón, el hígado, la pella y el caracú se comen a veces crudos. Los tehuelches sacan también la grasa que hay sobre los ojos, y la gordura cartilaginosa de la coyuntura de los muslos y las comen con gran fruición, así como el corazón y la sangre del avestruz. A causa de la ausencia total de alimentos farináceos, la gordura resulta un artículo necesario se la puede consumir en mucha mayor cantidad que en los países civilizados”. George Chaworth Musters, 1964 Vida entre los Patagones. Solar Hachette. Buenos Aires, p. 132.
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Recursos Literarios. Las letras y el pasado
En la literatura, muchos poetas, novelistas y ensayistas usaron como motivo de sus
escritos sucesos y personajes de la historia. Esto ocurre o bien por un compromiso
político, en el que recurrir a hechos pasados legitima posturas de militancia partidaria; o
en algunos casos atraídos por sucesos particulares en general vinculados a personajes
populares, controvertidos o atractivos; o como ejercicio literario para entender la
historia personal o social que transita el escritor.
En esta sección seleccionamos un conjunto de poemas, cuentos y narraciones de
diferentes épocas y autores que pueden servir como disparador de reflexiones, y que al
mismo tiempo permitirán sensibilizar e introducir a los estudiantes en algunos de los
temas desarrollados en este DVD.
Recomendamos leer
Preguntas de un obrero ante un libro
De Bertolt Brecht (1898 - 1956) - Poemas y Canciones - Alianza Editorial, Madrid Traducción: Vicente Romano. Tebas, la de las Siete Puertas, ¿quién la construyó? En los libros figuran los nombres de los reyes. ¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra? Y Babilonia, destruida tantas veces, ¿quién la volvió a construir otras tantas? ¿En qué casas de la dorada Lima vivían los obreros que la construyeron? La noche en que fue terminada la Muralla china, ¿adónde fueron los albañiles? Roma la Grande está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió? ¿Sobre quiénes triunfaron los Césares? Bizancio, tan cantada, ¿tenía sólo palacios para sus habitantes? Hasta en la fabulosa Atlántida, la noche en que el mar se la tragaba, los habitantes clamaban pidiendo ayuda a sus esclavos. El joven Alejandro conquistó la India. ¿El sólo? César venció a los galos. ¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero?
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Felipe II lloró al hundirse su flota. ¿No lloró nadie más? Federico II ganó la Guerra de los Siete Años. ¿Quién la ganó, además? Una victoria en cada página. ¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria? Un gran hombre cada diez años. ¿Quién paga sus gastos? Una pregunta para cada historia.
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¡A jugar con las palabras!
Sopa de letras
Artefactos Ecofactos Estructuras Arqueólogo Sitio Excavación Arqueología Zooarqueología Tecnología Boleadoras Morteros Raspador Raedera Molinos
Crucigrama
1. Método de datación absoluta. Respuesta: C14 2. Rama de la arqueología que estudia los restos de los animales- Respuesta:
zooarqueología. 3. Análisis químicos sobre restos humanos para conocer la dieta de la gente.
Respuesta: isótopos estables 4. Artefacto para moler/machacar. Respuesta: mortero 5. Artefacto para capturar animales. Respuesta: boleadora 6. Tipo de fauna consumida por los primeros pobladores. Respuesta:
MEGAFAUNA.
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Parte II ¿QUIENES? LOS CAZADORES RECOLECTORES. LA LLEGADA
Celeste Weitzel y Natalia Mazzia
Lugares y paisajes
Natalia Mazzia
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¿QUIÉNES? LOS CAZADORES RECOLECTORES. LA LLEGADA
Celeste Weitzel y Natalia Mazzia
La llegada. Ingreso de los primeros pobladores al continente
El descubrimiento y la colonización de América sucedieron miles de años antes del
desembarco de Colón en el siglo XV, momento en el que estas tierras ya eran el hogar
de una enorme variedad de culturas. A través de evidencias arqueológicas,
bioarqueológicas y lingüísticas se ha llegado a un estrecho consenso con respecto al
poblamiento inicial del continente americano: los primeros pobladores tenían un modo
de vida cazador recolector y arribaron a América durante fines del Pleistoceno. Sin
embargo, aún permanece abierta y sin resolver la discusión acerca del momento preciso
en que se produjo el poblamiento, el lugar por el que estos primeros grupos ingresaron
al continente y las distintas rutas migratorias que habrían seguido los primeros seres
humanos que alcanzaron suelo americano.
¿Quiénes eran y cómo vivían los primeros pobladores del continente?
Aún no existe un acuerdo sobre el lugar desde el cual partieron, ni el o los caminos que
recorrieron las personas que hace miles de años poblaron y habitaron el continente
americano. Lo que sí sabemos es que se trataba de grupos cazadores-recolectores
nómades. En términos generales, cuando hablamos de cazadores-recolectores pensamos
en una manera particular de habitar los lugares, en una forma de moverse a través del
espacio, de procurarse la comida y los recursos para fabricar instrumentos, ropas y
refugio. También sabemos que tenían una percepción del mundo que los rodeaba y una
forma de organizarse y de relacionarse muy diferente a la que conocemos hoy en
nuestra sociedad. Estos grupos nómades se organizaban en bandas compuestas por
pocas familias que habitaban extensos territorios, asentándose durante un tiempo y
organizando un campamento y luego moviéndose hacia otro espacio para armar
nuevamente el campamento. Así, a medida que se movían iban conociendo a cada paso
las nuevas tierras y apropiándose poco a poco de los lugares. Muchas veces volvían a
los mismos sitios, pero el tiempo que tardaban en volver podía variar desde unos pocos
meses hasta más de una generación. Los alimentos y otros recursos eran obtenidos
directamente del ambiente mediante la caza y la recolección.
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De acuerdo con las primeras teorías sobre el poblamiento de América, estos primeros
pobladores eran considerados cazadores especializados de grandes animales hoy
extintos (megafauna pleistocénica) como mamut y bisontes. Estas afirmaciones se
basaban en hallazgos realizados en Norte América. Sin embargo, hoy sabemos que
aunque estos y otros grandes animales fueron consumidos como alimento, la
subsistencia era de amplio espectro. Incluía tanto la caza de animales de mediano y
pequeño tamaño como ciervos, venados, roedores y tortugas, como la recolección que
tuvo un papel fundamental en la dieta, a pesar de que por mucho tiempo fue considerada
secundaria. Por lo tanto, en la actualidad se consideran cazadores-recolectores
generalizados que podían adaptarse a los cambios en los recursos disponibles así como
a las fluctuaciones climáticas del Pleistoceno (ver más adelante). A través de la
recolección obtenían una enorme variedad de recursos que no estaban destinados
exclusivamente a la alimentación. De acuerdo con lo que la naturaleza ofrecía,
recolectaban distintas especies vegetales, animales pequeños, insectos, miel, moluscos;
pero también madera para cocinar y calentarse, para construir refugios o para fabricar
herramientas. Incluso las rocas, que fueron fundamentales para hacer instrumentos y
armas eran recolectadas, así como distintos pigmentos vegetales y minerales que servían
para trabajar y colorear cueros, paredes, vestimentas o el mismo cuerpo.
Imaginemos cómo serían las vidas de estos grupos hace miles de años en un nuevo
continente. Podemos pensar en hombres, mujeres y niños recorriendo el territorio,
reconociendo cada planta, cada animal, cada afloramiento de las distintas rocas
adecuadas para fabricar instrumentos y armas. Guardaban en su memoria, cada rincón y
cada sitio donde acampar así como la ubicación de fuentes de agua, para transmitirlo a
otras bandas y a las siguientes generaciones. A medida que se movían, iban eligiendo
sus lugares preferidos para pasar allí un tiempo, pero sin asentarse en forma definitiva.
En su andar seguramente no necesitaban llevar mucho consigo. Eran grupos que
viajaban con poco equipaje, quizás algunos cueros para arroparse, bifaces, núcleos
pequeños herramientas y armas talladas en piedra, también alimentos. Sus caminos los
llevaban a acampar cerca de alguna laguna, a cazar a orillas de un río o descansar en una
cueva.
¿Qué tareas realizaban y quiénes lo hacían?
El estudio en conjunto de los restos arqueológicos y la información aportada por la
etnografía, nos permite a los arqueólogos delinear algunas respuestas para este tipo de
62
preguntas. Posiblemente, una vez organizado el campamento, las mujeres recolectaban
en los alrededores plantas comestibles y medicinales y algunos huevos con ayuda de los
chicos; también leña y agua. Seguramente otras se quedaban cuidando a los más
pequeños y organizando la preparación de los alimentos. Mientras tanto, los hombres
tallando daban forma a las herramientas de piedra a la vez que enseñaban la técnica de
manufactura a los niños mayores. No siempre viajaban todos juntos, habitualmente
algunos miembros del grupo solían ausentarse por un tiempo en busca de materias
primas o presas de caza, o para encontrarse con otros grupos. Durante esos
desplazamientos también organizaban pequeños campamentos en los que las tareas
realizadas eran más específicas, por ejemplo, el trozamiento de las presas cazadas para
llevar al campamento o la extracción y los primeros pasos de la preparación de las
piedras en las canteras. Cada una de estas actividades también fue dejando su impronta
a través del tiempo por lo que encontramos evidencias particulares y características
como su resultado.
Otro de los aspectos que podemos abordar a partir de la información etnográfica y la
etnoarqueológica, es la organización social de los grupos. Estas disciplinas aportan
datos sobre los grupos de cazadores recolectores actuales y esta información es usada
para proponer modelos sobre la organización social en el pasado, teniendo cuidado de
no asumir que esta era igual que en la actualidad, ni tampoco que es igual para todos los
grupos cazadores-recolectores.
Con este recaudo en mente, se considera que la organización social de los primeros
pobladores de nuestro continente se caracterizó por la conformación de grupos
igualitarios vinculados por relaciones de parentesco, conocidos generalmente como
bandas. No existía una diferenciación social amplia, las divisiones sociales se basaban
en el sexo y la edad de los individuos y también en las capacidades de cada uno. El
liderazgo era temporario y sólo se hacia mediante el consenso del grupo.
Las bandas se organizaban en familias emparentadas que vivían juntas en los
campamentos. Distintas bandas emparentadas se reunían en las estaciones en las que
había más recursos disponibles y luego volvían a separarse. Esas eran oportunidades
para realizar fiestas y ceremonias, formar parejas nuevas e intercambiar regalos e
información. De esta manera, cuando un miembro del grupo formaba una nueva familia,
buscaba su pareja en otra banda, por lo tanto sus parientes pertenecían a diferentes
grupos y el lugar de residencia de los individuos podía variar a lo largo de su vida. Así
iban conformando una red de parentesco amplia que facilitaba las visitas entre bandas,
63
reforzando la solidaridad entre los grupos y reduciendo los riesgos de vivir en un
ambiente nuevo y con condiciones cambiantes.
Las actividades económicas, los vínculos sociales y la relación con el ambiente estaban
articulados por una concepción del mundo y un orden simbólico propio de cada una de
estas sociedades. Sus complejos sistemas de creencias estaban estructurados de acuerdo
a tradiciones particulares y se transmitían mediante mitos y rituales.
El modo de vida cazador-recolector dominó el desarrollo de la humanidad hasta hace
unos pocos milenios, cuando comenzó la domesticación de plantas y animales. Aunque
hoy son pocos, todavía existen sociedades de cazadores-recolectores en América,
Australia y África.
¿Qué encontraron cuando llegaron a América? ¿Cómo era el clima y el ambiente?
Otro de los acuerdos generales es que los primeros grupos de cazadores recolectores
descubrieron estas tierras en algún momento durante fines del Pleistoceno. El
Pleistoceno es la época geológica que comenzó hace 2 millones de años y terminó hace
unos 10.000 años, dando comienzo a la época actual, el Holoceno (ambas épocas
conforman el período Cuaternario). El Pleistoceno estuvo caracterizado por importantes
cambios climáticos entre los que se incluyen las glaciaciones. En los períodos glaciares,
había inmensas capas de hielo que cubrían grandes extensiones de la tierra debido
principalmente al crecimiento de los hielos polares. El agua de mares y océanos se
congelaba formando estos mantos de hielo y haciendo que el mar descendiera hasta 120
metros de profundidad. Estos períodos de frío intenso eran interrumpidos por períodos
interglaciares en los que el clima se hacía paulatinamente más cálido y los mantos de
hielo reducían su tamaño. Hoy estamos atravesando un período interglaciar que
comenzó hace 12.000 años con un mejoramiento climático que produjo el derretimiento
de grandes masas de hielo que, desde hace unos 10.000 años retrocedieron hasta sus
posiciones actuales.
El continente americano fue poblado durante la última gran glaciación pleistocénica,
que en América recibe el nombre de Wisconsin. Durante este período el clima se volvió
muy frío y seco y los glaciares avanzaron mucho más allá de los casquetes polares
alcanzando su máxima extensión hacia el sur y llegando, en algunos lugares del
hemisferio norte, casi hasta los trópicos por las altas cumbres de las cadenas de los
Andes y las Rocallosas. El actual territorio de Canadá estaba casi completamente
cubierto de hielo, así como el norte de Estados Unidos, debido a la presencia de dos
64
inmensas placas glaciares: el manto Cordillerano, que avanzaba desde el oeste y el
manto Laurentiano al este (Figura 1). Estos mantos de hielo retrocedían y se separaban
en algunos períodos, dejando entre ellos un corredor libre de hielos.
Las aguas continentales se congelaron provocando la emergencia de tierras antes
sumergidas bajo el mar, lo que significó también la ampliación de la línea de costas, así
como importantes modificaciones en la distribución de las especies animales y vegetales
e incluso la extinción de algunos de ellos. Pero a su vez, esta emergencia de tierras
formó puentes terrestres, como el de Beringia –que unió Siberia (Asia) y Alaska
(América)- que permitieron la migración de animales y plantas, y posiblemente,
hombres, mujeres y niños. En América del Sur la extensión de las glaciaciones no fue
tan amplia, no obstante, había mantos de hielo en los Andes y la Antártida estaba
completamente congelada. En Argentina, por ejemplo, el hielo llegó a ocupar la
Cordillera de los Andes de forma continua desde el centro de la provincia de Neuquén
hasta Tierra del Fuego, pero prácticamente no llegó a cubrir el pie de las montañas. Si
bien el avance de los glaciares tuvo un amplio impacto sobre el clima y los ecosistemas
las condiciones de frío y aridez no fueron tan extremas como en el hemisferio norte.
¿Cuándo llegaron? ¿Por dónde entraron? ¿Qué recorridos hicieron?
En este escenario climático y ambiental ¿cuáles eran las opciones de los cazadores
recolectores pleistocénicos para entrar al continente? ¿De dónde venían? ¿Qué posibles
caminos recorrieron para descubrir, habitar y hacer propio cada uno de sus rincones?
Lamentablemente, aún subsisten más interrogantes que certezas con respecto a estos
temas. A lo largo de la historia de las investigaciones, diferentes modelos explicativos
fueron contraponiéndose, basados mayoritariamente en evidencias arqueológicas.
Por mucho tiempo, se sostuvo que la entrada al continente se había producido en una
única oleada migratoria. Se trataría de grupos humanos originarios del sudeste asiático
que habrían atravesado el puente terrestre de Beringia hace aproximadamente 12.000
años, luego habrían cruzado el corredor libre de hielos, poblando el territorio poco a
poco, de norte a sur. Este modelo se basa en las evidencias arqueológicas halladas por
primera vez en el sitio Black-Water Draw, cerca de Clovis en Nuevo México (Estados
Unidos). Las puntas de proyectil talladas en piedra que se encontraron asociadas con
restos de mamut en este sitio son conocidas como puntas Clovis, por eso esta propuesta
de poblamiento se conoce como modelo Clovis. A pesar de la solidez de las evidencias
que apoyan en América del norte este modelo, son cada vez más abundantes los
65
hallazgos que dan cuenta de poblaciones de alrededor de 12.000 años de antigüedad en
todo el continente; incluso al sur, tan al sur como en la Patagonia. Es el caso de sitios
como Fell (11.000 años AP) y Palli Aike en el Estrecho de Magallanes, Los Toldos
(12.600 años AP), El Ceibo y AEP 1-Piedra Museo (12.800 años años AP) en Santa
Cruz. Al considerar los cada vez más numerosos sitios tempranos en todo el continente,
hay quienes sostienen que de acuerdo con la información que brindan sitios como
Meadowcroft (centro-este de Estados Unidos) y Monte Verde (sur de Chile) la
antigüedad de los grupos humanos en América se remontaría a más de 15.000 años
atrás. Otras propuestas con menos apoyo entre los especialistas sugieren fechas para el
primer poblamiento tan tempranas como 40.000 años antes del presente, basadas
principalmente en evidencias del sitio Pedra Furada (nordeste de Brasil).
El estudio de la cultura material de las primeras sociedades que habitaron el continente
continúa realizando aportes substanciales al conocimiento sobre el primer poblamiento.
A pesar de ello, hasta el momento no resulta suficiente para resolver gran parte de los
interrogantes que aun persisten. Por un lado, resulta indispensable para seguir
avanzando disponer de información sobre aspectos biológicos de estos grupos. Los
restos humanos de los primeros pobladores de América son escasos, sin embargo
durante las últimas tres décadas ha sido cada vez más enriquecedora la información
bioarqueológica hallada. Esto hizo posible que el debate sobre el lugar de procedencia
de los primeros grupos y la cantidad de migraciones que los trajeron a estas tierras se
sustentara no sólo en información arqueológica sino también en datos de morfología
dental y craneofacial, e incluso genéticos. Por otro lado, la lingüística también ofrece
información interesante al rastrear los troncos lingüísticos que dieron origen a las
lenguas presentes en el continente antes de la conquista europea del siglo XV.
En conjunto, las interpretaciones generadas a través de todas estas diferentes líneas de
evidencias nos indican que el poblamiento inicial de América fue mucho más complejo
que lo propuesto por el modelo Clovis. Por ejemplo, los genetistas examinan la
variabilidad en la actualidad, entre los americanos nativos empleando grupos y sistemas
sanguíneos, ADN mitocondrial para seguir el linaje femenino y cromosomas Y para
seguir el linaje masculino. En líneas generales, los resultados sugieren la presencia de
una importante diversidad biológica existente tanto antes como después del ingreso al
continente. Esto requeriría diferentes oleadas migratorias con orígenes diversos y una
antigüedad no menor a los 20.000 años. Entonces, se instala con más fuerza en el debate
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sobre los primeros pobladores la posibilidad de que el poblamiento no se haya realizado
en una única vez sino en varias ocasiones por diferentes grupos humanos.
Pero, ¿por qué lugar entraron a América los primeros grupos humanos? Si los sitios
arqueológicos tempranos hallados en el sur del continente son tan antiguos como los del
norte, posiblemente las migraciones no fueron solamente a través del puente terrestre de
Beringia. Con esta idea en mente, actualmente se busca dar sustento a la explicación de
una posible migración por el océano Pacífico proponiendo una vía marítima de
poblamiento mediante navegación. Al navegar la costa pacífica desde el norte aquellos
viajeros pudieron encontrar, camino al trópico, accidentes naturales libres de hielo, que
les facilitaba la entrada a América. La capacidad de realizar travesías marítimas largas
se registra al menos desde hace 45.000 años cuando los seres humanos llegaron por
primera vez a Australia sin la existencia de puentes terrestres que permitieran otra vía de
ingreso más que el cruce marítimo entre diferentes islas pequeñas. Por lo tanto, para el
caso americano, la migración costera puede ser considerada como un mecanismo
alternativo que da cuenta de la existencia de sitios arqueológicos tempranos en el sur del
continente. Lamentablemente, existen muy pocas pruebas directas que den apoyo a esta
hipótesis debido a que la costa tal como era a fines del Pleistoceno se encuentra
sumergida bajo el agua en la actualidad. Aun así, dos hallazgos dan luz a esta
posibilidad. Uno de ellos es un instrumento tallado en piedra, datado en 10.000 años
A.P, que se encontró a 50 metros bajo el mar cerca de las islas Reina Carlota, en la costa
oeste de Canadá. El segundo se trata de 3 restos humanos de 13.000 años de antigüedad
en la isla de Santa Rosa (California). Así la dificultad de encontrar los sitios tempranos
costeros se explicaría, en parte, porque la mayoría se encuentran bajo el océano
Pacífico.
Hay quienes suman otra variante al poblamiento costero, considerando principalmente
el ingreso en la parte sur del continente pero colocando el énfasis en la costa atlántica.
Esta perspectiva se basa en el hecho de que la evidencia arqueológica y paleoambiental
de la vertiente atlántica indica antigüedades mayores, gran variabilidad y mayor
cantidad de sitios arqueológicos que la costa pacífica. Estas evidencias permiten sugerir
que los primeros pobladores pueden haber tenido múltiples puertas de acceso en la costa
marítima adentrándose al interior siguiendo las grandes cuencas fluviales. Con esta
explicación no se desecha la idea de que la vertiente pacífica y el puente terrestre de
Beringia hayan sido también puertas de ingreso al continente.
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El debate continúa y nuevas evidencias se suman día a día trayendo consigo acuerdos y
controversias. Por el momento, Beringia sigue siendo la única opción con apoyo
generalizado como lugar a través del cual llegaron los primeros pobladores. Sin
embargo, la migración circumpacífica y el ingreso atlántico son alternativas aun no
desechadas.
68
Lugares y paisajes
Natalia Mazzia
Cada espacio tiene algo de nosotros. Objetos nuestros permanecen en el dormitorio, en
el baño, en la oficina, en el aula de la escuela., algunos con significados muy especiales
y otros solo utilitarios. Pero además de lo material, cada uno de los lugares por los que
pasamos cotidianamente guarda fragmentos de nuestra historia. También aquellos
lugares lejanos en el tiempo, olvidados a veces, pero que en el pasado tuvieron
importancia: un salón de fiestas, la casa de un vecino, un teatro, un parque…Distintos
momentos de nuestra historia personal tienen una locación particular, sucedieron en un
espacio determinado. De igual forma, nuestra familia, la comunidad del barrio en el que
vivimos, la nación entera tienen significados y narrativas encarnados en diferentes
espacios: la mesa debajo de la pérgola donde comemos el asado de los domingos, la
calle que cortamos para festejar los carnavales, la Plaza de Mayo…Todos ellos son
espacios con determinadas características físicas, tienen ciertas dimensiones, son
abiertos o cerrados, oscuros o luminosos, vacíos o repletos de objetos. Pero también
poseen significados. Son nuestros lugares. Son pensados, vistos, olidos, tocados,
usados, evitados, están cerca o lejos, todo en relación con nuestra identidad. Por eso los
lugares también nos ayudan a entender parte de la historia de los grupos del pasado. Por
ejemplo, nos dan algunas pistas sobre las comunidades que aquí nos ocupan, los
cazadores recolectores que habitaban la pampa bonaerense miles de años atrás.
Entonces, los lugares que estudiamos desde la arqueología no son solo sierras, arroyos,
extensas llanuras o grandes árboles, son también todas aquellas personas que pasaron
por ellos. Hombres, mujeres y niños que vivieron experiencias cotidianas en torno a
esos espacios, que los recorrieron en busca de refugio, de alimento o de materias
primas. Grupos que conocieron cada uno de sus rincones y fueron dejando allí su
impronta con el paso del tiempo. Todo espacio físico se transforma en lugar a través de
las experiencias de las personas, de sus memorias y de sus olvidos. Por este motivo, los
lugares y paisajes también nos ayudan a conocer algo más sobre la vida de los cazadores
recolectores del pasado. En lo que hoy es la provincia de Buenos Aires estos grupos no
han dejado construcciones en los sitios en los que acampaban previamente al momento
de la conquista, o al menos éstas no han perdurado en el tiempo. Por lo tanto, sabemos
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que estamos en un lugar que tiempo atrás fue habitado por ellos a través de los objetos
que encontramos. Parte de su cultura material fue quedando por ejemplo, en los lugares
que elegían para armar su campamento, en los talleres donde preparaban sus
herramientas, en accidentes naturales donde cazaban. Esos objetos pueden ser
herramientas talladas en piedras, minúsculos pedacitos de piedra producidos cuando las
tallaban, vasijas cerámicas o fragmentos de ellas, restos de animales que fueron
consumidos, pigmentos minerales usados para decoración, carbones sueltos o fogones
enteros y rara vez algunos restos de vegetales (rara vez porque no es frecuente que
perduren a través del tiempo). No todos estos materiales aparecen juntos. De acuerdo
con las tareas que allí realizaban o el uso que daban a ese espacio han quedado unos u
otros objetos. Al estudiar los sitios arqueológicos los investigadores prestamos atención
a qué tipo de objetos encontramos en un lugar y cómo están distribuidos en el espacio.
Esto nos da información sobre las actividades que la gente realizó en ese sitio. Las
tareas realizadas, el emplazamiento de ese lugar en el espacio, si es fácil o difícil llegar,
la distancia con otros lugares de importancia para la misma comunidad, la visión que se
tiene estando allí, los sonidos que se escuchan, los recursos que se encuentran cerca,
todo nos ayuda a pensar en los lugares de los cazadores recolectores en el pasado.
Hablamos de lugares al hacer referencia a ciertos espacios determinados y acotados en
el terreno. Como si con una cámara fotográfica estuviéramos acercando nuestra lente
para ver de cerca y en forma detallada algo particular. Pero, si nos alejamos para tener
una imagen más amplia podemos abarcar dos o más lugares e incluso los caminos que
los conectan. Entonces, estamos enfocándonos en el paisaje. Al referirnos a paisajes
sociales consideramos una red de lugares que se relacionan entre sí a través de las
actividades habituales de los grupos humanos, conectados mediante los caminos y
recorridos que los llevan de uno a otro. No podrían existir los caminos sin los lugares
que constituyen sus destinos o puntos de partida. Los grupos de cazadores recolectores
nómades se desplazaban con todos sus miembros por entornos distintos a medida que
cambian las estaciones. También algunas personas realizaban viajes de ida y vuelta
desde el campamento para abastecerse de materias primas, buscar alimento y agua o
intercambiar información con otros grupos.
Éstos y otros recorridos tienen que ver con el constante movimiento que formaba parte
de su vida. La pausa en aquellos movimientos son los lugares. En ocasiones
encontramos que volvían una y otra vez a ellos, a través de los años y de las
generaciones dejaron rastros de sus pausas en sitios particulares. La recurrencia que
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muestran ciertos lugares a través del tiempo dirige nuestra atención hacia las relaciones
entre las sucesivas generaciones, vivientes y pasadas. En sociedades de cazadores
recolectores que no poseen historia escrita el pasado se cuenta a través de relatos orales
y corporales, mediante la incorporación del mundo natural en el proceso de descripción
y representación de la experiencia cotidiana. El paisaje mismo proporciona un recuerdo
continuo de los sucesos vividos en diferentes lugares.
En suma, una forma de comprender los paisajes sociales de los antiguos pobladores
pampeanos es conocer cada uno de sus lugares y pensar cómo se relacionan entre sí. Los
lugares del pasado que estudiamos los arqueólogos no solo tienen locaciones, tienen
historias, están unidos por los itinerarios de sus habitantes, existen en el espacio como
nodos en una matriz de movimientos constantes.
71
Recursos literarios
Recomendamos leer:
Sin . Valeria Mazzia
¿Y cómo es? Valeria Mazzia
Las tradiciones futuras Eduardo Galeano
72
Sin
de Valeria Mazzia, Buenos Aires, 2001
Camina la espesura
con mapa prestado
todo ocre se abre
se parece
se encima
por acá
¿ya estuvo?
va a llover
se acurruca
en el hueco del árbol
volver no puede
ni avanzar
ni habitar el tiempo
con mapa prestado
descansa
se abriga
en el hueco oscuro
sin loboferoz
sin leñador ni abuela
escucha llover
y se sueña
llegando al mar
¿Y cómo es?
de Valeria Mazzia, Buenos Aires, 2008
-Mami, ¿qué estás haciendo?
-Estoy preparando todo para irnos de vacaciones
-¿Y cómo son las vacaciones?
-Vamos a estar unos días en un lugar muy lindo, distinto, a donde nunca fuimos, a
hacer cosas que no hacemos todos los días
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-¿Y cómo es ese lugar adonde nunca fuimos?
-Es una casita parecida a esta, pero muy cerca de la playa
-¿Y cómo es la playa?
-La playa es un lugar muuuy grande, con arena y muucha agua
-¿Arena como la de la plaza?
-Sim
-¿Y voy a poder hacer tortas, pocitos y castillos?
-Sí, claro y vas a poder llevar algunos juguetes
-Me llevo todos
-No, sólo algunos porque todos no van a entrar en las valijas
-Bue, ¿y el agua, cómo es, es como la de la piletita del patio?
-Sí, pero muuucha y con olas y espuma
-Ah, como la de la bañadera
-Siim, masomenoss
-Ah, ya sé, como la de la película de Nemo, voy a ver a Nemo?
-Ehh, no sé, mirá que el mar es tan grande, que… ya vas a ver cuando estemos allá, te
va a gustar
Y Juan se durmió y esa noche el sueño fue azul y espuma y naranjanemo y así comenzó
a descubrir ese lugar que ya no quedaba tan lejos.
Valeria Mazzia nació en Quilmes en 1970. Es Psicóloga y escritora. Actualmente vive
en la ciudad de Buenos Aires junto a Gustavo, Candela y Lorenzo. Publicó poesías y
relatos breves con el grupo editor Panópticos en las antologías: Texturas (2005) y
Cuerpo de letra (2005). Bicho Bolita (2007) es una publicación de sus trabajos, entre los
que se encuentra Sin, forma parte de la serie Cuadernillos editado por el mismo grupo.
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Las Tradiciones Futuras Eduardo Galeano. El libro de los abrazos. Catálogos Editora SRL. 1996 (1989), p. 21 Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan, y ese
lugar es mañana.
Suenan muy futuras ciertas voces del pasado americano muy pasado. Las antiguas
voces, pongamos por caso, que todavía nos dicen que somos hijos de la tierra, y que la
madre no se vende ni se alquila. Mientras llueven pájaros muertos sobre la ciudad de
México, y se convierten los ríos en cloacas, los mares en basureros y las selvas en
desiertos, esas voces porfiadamente vivas nos anuncian otro mundo que no es este
mundo envenenador del agua, el suelo, el aire y el alma.
También nos anuncian otro mundo posible las voces antiguas que nos hablan de
comunidad. La comunidad, el modo comunitario de producción y de vida, es la más
remota tradición de las Américas, la más americana de todas: pertenece a los primeros
tiempos y a las primeras gentes, pero también pertenece a los tiempos que vienen y
presiente un nuevo Nuevo Mundo. Porque nada hay menos foráneo que el socialismo en
estas tierras nuestras. Foráneo es, en cambio, el capitalismo: como la viruela, como la
gripe, vino de afuera.
Eduardo Hughes Galeano nació en Montevideo, Uruguay, en 1940. Periodista y
escritor, que vivió exiliado en Argentina y España durante la dictadura uruguaya y
argentina. A principios de 1985, regresó a Uruguay. Durante su estancia en la ciudad de
Buenos Aires, fundó y dirigió la revista "Crisis". Es autor de varios libros, traducidos a
más de veinte lenguas y de una profusa obra periodística. Entre ellos podemos citar:
memorias del Fuergo I- Los nacimientos (1982), II-Las caras y las máscaras (1984) y
III-El siglo del viento (1986), Patas para arriba (1998) y el último Espejos. Una historia
casi universal (2008).
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¿Cómo podemos estudiar los paisajes arqueológicos?
Los arqueólogos utilizamos diferentes vías de análisis en nuestras
investigaciones sobre lugares y paisajes de sociedades pasadas; la informática es una de
ellas. La computadora puede resultar una herramienta muy útil cuando estudiamos la
distribución espacial de los sitios arqueológicos y la forma en que se relacionan con su
entorno. Existen distintos programas de computación que nos resultan de gran ayuda. Se
trata de un conjunto de herramientas tecnológicas (que incluyen tanto hardware como
software específicos) y se los conoce como Sistema de Información Geográfica. Los
datos que se usan como base para trabajar con estos programas son principalmente
imágenes que cuentan con referencias espaciales reales. ¿Qué significa esto? Los
primeros ingredientes que necesitamos para trabajar son cartas topográficas (mapas que
tienen dibujadas curvas de nivel representando las distintas alturas del terreno),
fotografía aéreas (tomadas por ejemplo, desde un avión) imágenes registradas por un
satélite desde el espacio y las coordenadas espaciales de los puntos que nos interesan
tomadas con un dispositivo que se llama GPS. Al mezclar todo esto en una computadora
y procesarlo con los programas adecuados lo que obtenemos son representaciones
virtuales de nuestra área de estudio sobre las cuales podemos hacer cálculos, interpretar
y generar nuevos interrogantes sobre las zonas que nos interesan. Por ejemplo, podemos
analizar la forma en que están distribuidos los sitios arqueológicos con relación a las
formaciones geológicas, los cursos de agua o los recursos vegetales de un área. Si
estamos estudiando un sitio arqueológico en particular, podemos calcular las
condiciones generales de visibilidad que se tienen desde el lugar en donde esta ubicado
y las relaciones visuales que pueden existir con otros sitios cercanos. Además, por
ejemplo en nuestra región, podemos hacer estimaciones de las distancias que debían
recorrer las personas que habitaron un campamento para llegar al lugar donde se
abastecían de rocas para confeccionar sus herramientas. Todo esto puede hacerse frente
a la comodidad de un monitor, pero de nada sirve si no se combina con un intenso
trabajo de campo durante el cual se recolecta la información espacial necesaria. Al
mismo tiempo, la experiencia de estar personalmente en el lugar estudiado nos brinda
mucho más que información espacial para trabajar en la computadora. En nuestra vida
cotidiana la vista suele predominar sobre los demás sentidos. Por este motivo, durante el
trabajo de campo los ojos se nos llenan de horizonte, formas y colores. Sin embargo, los
olores que percibimos, los sonidos, la sensación del viento en la piel cuando llegamos a
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la cima de un cerro, los movimientos de nuestro cuerpo mientras recorremos su ladera
entre las plantas, todo da forma a nuestra percepción de un lugar y es tenido en cuenta a
la hora de estudiarlo.
Un paseo virtual por las sierras
El video que les mostramos a continuación es el resultado de la aplicación de
esta metodología en la investigación de los lugares y paisajes de los cazadores
recolectores pampeanos en las sierras de Lobería (provincia de Buenos Aires). Para
armarlo usamos cartas topográficas hechas por el Instituto Geográfico Militar con una
escala 1:50.000 (1 cm dibujado en el mapa representa 50.000 cm del terreno),
fotografías áreas en blanco y negro de escala 1:20.000 (¡la explicación es la misma!) e
imágenes tomadas por el satélite Landsat. Como resultado obtuvimos un Modelo de
Elevación Digital, que es como tener dentro de la computadora una maqueta del lugar
que estamos estudiando. Los invitamos a hacer un pequeño recorrido virtual por las
sierras de Lobería que fueron habitadas por grupos de cazadores recolectores desde hace
más de 10.000 años hasta el momento de la conquista española. Es en blanco y negro
porque así son las fotografías que utilizamos para armar esta maqueta cibernética…y
quizás porque las fotos en tonos de grises nos remiten un poco más a momentos del
pasado.
Para que este paseo que les proponemos no sea solo una experiencia visual, el
Lic. Mariano Colombo, que es arqueólogo pero también músico, compuso una banda de
sonido con la que podremos sentirnos un poco más cerca del lugar que vemos. Para ello
utilizó instrumentos originales americanos como flauta traversa de caña, moxeño,
rondador, palo de agua y siku junto a una kalimba originaria de África. Si bien estos
instrumentos no fueron utilizados por los habitantes de la zona su sonido nos resulta
más cercano a este paisaje que los instrumentos musicales más familiares para nosotros
actualmente. Incluyó también pasos sobre rocas, silbidos, cantos, el sonido del trabajo
sobre piedras, voces y risas que nos recuerdan que todo paisaje cobra sentido solo a
través de las personas que los habitaron y recorrieron.
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Parte III
HACE 12.000 AÑOS. LOS PRIMEROS POBLADORES
Nora Flegenheimer
Las armas del pasado. Todo un sistema tecnológico. Mariano Colombo
Los objetos y la decoración en el comienzo de las ocupaciones pampeanas. Nora
Flegenheimer y Natalia Mazzia
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HACE 12.000 AÑOS. LOS PRIMEROS POBLADORES
Nora Flegenheimer A partir de las investigaciones arqueológicas realizadas en la pampa bonaerense
sabemos que los primeros cazadores recolectores arribaron hace cerca de 12.000 años.
Vivían en grupos pequeños y móviles que se trasladaban planificadamente en áreas muy
amplias y que mantenían contactos con otros grupos en regiones distantes, por ejemplo
en lo que hoy es Uruguay. Conocemos sus costumbres a partir de los estudios realizados
sobre los restos recuperados en varios sitios y por comparación con la información
proveniente de otras regiones para la misma época. También se han reconstruido
algunas actividades que hoy han caído en desuso, como la talla de la piedra para hacer
herramientas y el lanzamiento de dardos con propulsores. En temas generales de
organización social el marco de referencia está basado en el conocimiento de grupos
etnográficos de cazadores-recolectores.
Su territorio en las sierras de Tandil y en la llanura interserrana era un espacio
ordenado donde llevaban a cabo las distintas actividades de su vida cotidiana. Esta
gente establecía sus campamentos domésticos en algunos lugares, mientras que en otros
realizaba actividades específicas como cazar las presas o procesarlas, trabajar cueros,
fabricar herramientas y aprovisionarse de rocas. Incluso un cerro alto fue identificado
como un espacio reservado para ciertos usos particulares, como controlar el territorio y
“bichar” las presas. La presa principal fue el guanaco, aunque complementariamente
comían otros animales grandes y pequeños.
Para la caza usaban dardos arrojados por lanzaderas o propulsores y también lanzas de
mano, ambos tenían puntas de piedra con un diseño que conocemos como “cola de
pescado”. Un dato interesante es que estas armas suelen emplearse en caza grupal, es
decir, podemos pensar que una partida de caza incluía varios hombres que trabajaban en
colaboración. Conocemos además algunas de las otras actividades cotidianas
desarrolladas por esta gente en torno a la caza. Una vez cazados los animales eran
despostados y trozados para comer la carne (hay evidencias de las huellas de cortes en
los huesos recuperados) y las pieles eran cortadas y raspadas (existen huellas de estas
actividades en los filos de los instrumentos de piedra).
Otros instrumentos que fueron usados para trabajar materiales como la madera también
eran confeccionados en piedra, especialmente en roca cuarcítica que obtenían en
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canteras de las sierras de Tandil. El estudio de las historias de vida de los instrumentos,
es decir: dónde se buscaron las rocas, cómo se tallaron, para qué se usaron, es útil para
entender como se movía la gente en el paisaje. Durante el abastecimiento se eligieron
las rocas de mejor calidad para la talla y dentro de estas, las más coloreadas. Esta
selección por color seguramente tuvo algún valor simbólico para los primeros cazadores
recolectores pampeanos, aunque hoy resulte difícil desentrañar su significado.
Decoraron algunos artefactos por grabado con motivos geométricos y también
utilizaron pigmentos, pero no se han conservado las pinturas que posiblemente se
hicieron sobre soportes blandos, como la piel o los cueros.
No se encontraron hasta el momento restos humanos que correspondan a este período
de ocupación de la región, lo cual dificulta conocer el aspecto físico de la gente. Esta
ausencia puede deberse a que en esta época los muertos se inhumaran de alguna forma
en la cual los cuerpos se destruían sin dejar rastros. Además hay que tener en cuenta que
la densidad de la población en este período era muy baja, lo que disminuye las
posibilidades de encontrar los restos.
El lapso durante el cual vivió esta gente fue escenario de importantes cambios
climáticos. El nivel del mar fue ascendiendo a medida que los glaciares en distintos
lugares del mundo se achicaban; por ejemplo cuando llegaron los primeros habitantes,
Bahía Blanca estaba tierra adentro, muy lejos de la costa actual. El clima era árido y
frío a finales del Pleistoceno y fue tornándose más húmedo y cálido a comienzos del
Holoceno. Estos cambios afectaron a parte de la fauna y en este momento se produjo la
extinción de varias especies de megamamíferos.
En síntesis, sabemos que estos primeros grupos eran móviles y que organizaron sus
recorridas y diseñaron su equipo instrumental para trasladar poco peso y estar siempre
provistos de las herramientas necesarias, aun cuando estaban en la llanura donde no hay
rocas. También conocían muy bien los recursos regionales y eligieron las rocas más
adecuadas para la talla, inclusive dentro de ellas prefirieron las más coloreadas. Aunque
hoy solo se conservan los artefactos de piedra, estos a veces formaron parte de
instrumentos más complejos con mangos de madera atados por tientos y fijados con
resinas. Finalmente, las actividades se desarrollaron en un entorno social que los
arqueólogos recién estamos vislumbrando, en el que por ejemplo, los adultos debieron
transmitir la forma precisa de hacer las tareas a los jóvenes. También sabemos que estas
comunidades mantuvieron una importante red de contactos con otros grupos vecinos.
Hay otros aspectos de los que no tenemos evidencias claras, y que seguramente
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formaron parte de la vida social de esta gente, como contar cuentos, hacer música,
bailar, celebrar ocasiones especiales y jugar.
Información faunística
Los cazadores tempranos convivieron con una gran variedad de especies animales.
Algunos de estos animales eran grandes mamíferos que se extinguieron a finales del
Pleistoceno.
En los sitios arqueológicos de este período se encontraron catorce especies de esta
fauna, de las cuales seis tienen evidencias de haber sido consumidas por los grupos
humanos: Hippidion sp. y Equus sp. (caballos americanos), Megatherium sp. (gran
perezoso terrestre), Eutatus seguini (armadillo gigante), Hemiauchenia sp.(camélido
extinto) y Doedicurus clavicaudatus. También cazaron animales que hoy existen como
guanaco, venado de las pampas, vizcacha, coipo, peludo, piche, ñandú y mulita.
Hay otros animales que convivieron con el hombre en la región aunque aún no tenemos
evidencias de su consumo: Glyptodon sp., Sclerocaliptus sp., Glossotherium sp.,
Mylodon sp., Equus neogeous, Toxodon sp., Macrauchenia sp.
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Las armas del pasado. Todo un sistema tecnológico
Mariano Colombo ¿Quién no ha fabricado alguna vez de chico un arco y una flecha o una lanza?
Simplemente a la hora de jugar a que éramos indios, con una rama un poco curvada, un
piolín y otro palo con punta, se podía hacer más o menos rápido un arco y flecha y
probar quién llegaba más lejos o quién tenía mejor puntería para tirar una lata de un
paredón.
Para los cazadores y recolectores de distintas partes del mundo la fabricación de las
armas fue un trabajo que implicó gran cantidad de tiempo y cuidado, ya que muchas
veces ellas cumplieron un papel muy importante en la caza y en la defensa del grupo. Es
por eso que sus armas fueron construidas con un grado considerable de detalle,
empleando técnicas especiales que los chicos aprendieron, igual que nosotros, al
fabricarlas jugando desde pequeñitos.
Entre la gran variedad de armas que se usaron en el pasado y se usan hasta el presente,
podemos mencionar, por ejemplo al arco y la flecha, las lanzas-jabalinas, lanzas de
mano, los arpones, las hondas, las boleadoras, las lanzas de propulsor, las redes, etc.
Cada una de ellas se compone de varias partes, por eso podemos decir que fueron
fabricadas como verdaderos “sistemas” de armas, pues cada parte depende de la otra
para su buen funcionamiento. Veámoslo con un ejemplo:
Uno de los sistemas de armas que más se utilizó en la historia de la humanidad, ya que
comenzó a ser usado en el Paleolítico Superior y aún se usa en competencias deportivas
en la actualidad es el de lanza con propulsor, lanzadera o atlatl. Esta arma está
constituida por lo menos por 4 partes diferentes que en el momento del lanzamiento
accionan juntas. Ellas son: el propulsor, el astil de la lanza, el intermediario de la lanza
y la punta de piedra que lleva en el extremo. Expliquemos entonces qué son cada una de
estas partes y cómo funcionan:
El propulsor es un palo que en su parte final tiene un gancho. Este artefacto sirve para
extender la fuerza del brazo al enganchar la lanza y tirarla con más fuerza, y por lo tanto
más lejos.
La lanza se separa en 3 partes más: el astil, que es el palo, rama o varilla que engancha
el propulsor, que es de un largo variable, pero siempre mayor que el intermediario, que
es una varilla más corta a la que se une la punta de piedra en un extremo, este
intermediario a su vez se une al astil por la otra punta.
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El propulsor fue utilizado por los cazadores y recolectores de la pampa bonaerense
desde hace unos 10.000 años antes del presente. Este sistema de arma posibilitó llegar a
distancias mayores de las que se pueden alcanzar con una lanza tirada con la mano,
razón por la cual debe haber sido más empleada para la caza colectiva de guanacos y
venados.
Ahora bien, esto que contado suena tan fácil, además tiene una serie de agregados para
que el sistema del arma funcione correctamente; ellos son: las plumas, las sogas y el
pegamento o mástic. Para poder fabricar el sistema de armas del propulsor, vamos a dar
una “receta” fácil que algún niño cazador recolector podría contarle a un niño de hoy:
Primero corto una rama verde y larga de tala, sauce o chañar (que son algunos de los
árboles nativos de la región pampeana); le saco la corteza y la enderezo con las manos
al calor de una fogata y así fabrico el astil. Después, con un pequeño raspador
denticulado (como un serruchito de piedra) corto otra pequeña varita para fabricar el
intermediario. Su función es aflojarse cuando erramos un tiro antes de que se rompa la
punta de piedra o el astil, que son más difíciles de hacer. A este intermediario, con un
cuchillo de piedra o una lasca delgada con dientes retocados le hago una rajadura en la
que voy a clavar más tarde la punta de piedra, que ya había tallado y que tenía
guardada en una bolsita de cuero que hizo mi hermana cuando aprendió a cortar y coser
el cuero. Ahora que tengo todas las partes separadas le pido a mi mamá que me corte el
cuero de un guanaco que papá había cazado el día anterior y me haga varias tiritas
finas. Luego pongo un poco de resina cocinada con cenizas (pegamento llamado mástic)
en la unión entre el intermediario y el astil y entre la punta de piedra y el intermediario y
ato fuerte con las tiritas de cuero mojadas, que luego de secarse apretarán las partes
atadas. Por último hago un agujerito al final del astil para que entre el gancho del
propulsor y ato a la parte de atrás del astil unas plumas de pato recortadas con un
pedacito de tendón de ñandú, vizcacha o guanaco. Estas plumas harán que la lanza gire
cuando vuela y no se caiga tan rápido.
Otras armas
Pero el propulsor no es el único sistema de armas que conocieron los cazadores
recolectores pampeanos. Luego del 3.000 A.P los sistemas de lanza arrojadiza (de mano
y con propulsor) fueron parcialmente reemplazados por el arco y la flecha. Esta nueva
tecnología no solo permitió alcanzar mayores distancias de tiro sino que también
posibilitó realizar estrategias de caza individuales, mientras que la caza con lanza y o
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boleadoras parece haber sido mayoritariamente grupal. Además por su velocidad el arco
y flecha permite capturar animales más pequeños como las vizcachas y por su tamaño se
pueden transportar mayor número de proyectiles.
Otra de las armas que fueron utilizadas además de las lanzas con propulsor y el arco y
flecha fueron las lanzas de mano. Estas están formadas por menos partes que las lanzas
de lanzadera, siendo normalmente más largas y gruesas y muchas veces construidas con
largas varas de cañas huecas. Existieron desde hace 10.000 años hasta el período de
contacto con los españoles. Inclusive, estas armas se usaron en algunas de las guerras de
independencia.
Uno de los problemas que los arqueólogos tenemos en cuanto a los sistemas de armas es
que luego de ser usadas, al ser abandonadas, por ejemplo por una rotura, con el paso del
tiempo varias de las partes con las que estas armas están confeccionadas se pudren,
desintegran y pierden. De esta manera, al hacer una excavación arqueológica muchas
veces lo que encontramos es una parte muy pequeña de ese sistema, generalmente la
punta de piedra, o un pedazo de madera. Es por esto que de algunas de las armas que
fueron usadas en el pasado, podemos no tener registros ni datos, como puede ser por
ejemplo una honda de cuero, una red de fibras vegetales, una trampa hecha con un lazo
de cuero, una cerbatana o inclusive un arpón fabricado con mango de madera y punta de
hueso.
Además de la función que un sistema de armas debía cumplir para la caza y la defensa
algunas armas deben haber tenido un significado especial para sus dueños, pues los
acompañaban en sus recorridos diarios de búsqueda de alimento. Por ello en distintas
partes del mundo se han encontrado propulsores y lanzas decoradas o simplemente
puntas de flecha y lanzas talladas en piedra con hermosos diseños y un alto grado de
detalle que pudieron funcionar como marcas personales del dueño de esas armas. Las
armas fueron tan significativas para los cazadores que por ejemplo entre los grupos
Selk´nam de Tierra del Fuego, distintos viajeros y estudiosos registraron la costumbre
de que al morir una persona, sus armas eran rotas y enterradas con ella.
Técnicas de caza. ¿Te imaginas cazando para comer?
Imaginemos brevemente que estamos con cuatro amigos en un cerro de las sierras de
Tandilia. Es la hora del atardecer, el cielo está de color fuego y corre un viento caluroso
del norte. Desde la cima de ese cerro vemos a una manada chica de 5 o 6 guanacos que
caminan lento y se acercan a tomar agua al arroyo que viborea al pie del cerro ¿cómo
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hacemos para cazar alguno para comer esta noche? Después de una charla corta,
rápidamente se toma una decisión. Dos de nosotros comenzamos a bajar muy lento
pisando el pasto verde por la ladera del cerro para no hacer ruido. Caminamos derecho a
los guanacos, agazapados, casi en cuatro patas, como unos 400 metros, con el viento en
contra para que no nos olfateen. Cuando llegamos a unas piedras grandes nos quedamos
escondidos, callados, mirando cada tanto que los guanacos sigan en su lugar. Nuestros
otros dos amigos se separaron: uno salió para la derecha y el otro por la izquierda: cada
uno por su lado van a dar la vuelta al cerro para encontrarse abajo cerca de la gran
piedra negra que se ve desde arriba. Cuando llegan a la llanura, pasando el lugar de
encuentro empiezan a acercarse lentamente entre los pastos altos a los guanacos.
Sienten en la piel desnuda del torso cada rasponcito áspero de las hojas espinosas de los
curros. Cuando están a unos 200 metros se detienen y los miran: Son 5 machos adultos,
grandes, de un color marrón bayo, con la panza blanca y las orejas paradas hacia el lado
que sopla el viento. Hay en la llanura y el cerro un silencio que hace doler las orejas,
solo el viento de vez en cuando hace sonar como un seseo apagado a las pajas secas y
corta el sudor que cae de la frente de los cazadores. De golpe ambos amigos se miran y
con un gesto mudo, un movimiento corto con la cabeza, se ponen de acuerdo. En un
instante los dos se paran y corren hacia las presas que distraídas comían el pasto fresco
que nace bajo el arroyo. Cuando los animales los ven comienzan a huir. En una carrera
ciega suben cerro arriba hacia las piedras en las que dos de nosotros estábamos
escondidos. Cada uno agarra fuerte su propulsor con la mano derecha y su lanza en la
izquierda, recordando que solo tenían un tiro, una sola oportunidad de dar en el blanco.
¡Vienen para acá! ¡Cada vez más cerca, a toda velocidad! ...
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Los objetos y la decoración en el comienzo de las ocupaciones pampeanas
Nora Flegenheimer y Natalia Mazzia
Los primeros pobladores de la región eran artesanos sutiles a la hora de trabajar la
piedra. Además de los rasgos de notoria habilidad que tenían para tallar instrumentos
tales como las puntas de proyectil cola de pescado, la cuidadosa selección de materias
primas que realizaron y el uso habitual de colorantes, aquí destacamos la producción de
artefactos pulidos y decorados. Todos estos materiales líticos en conjunto, hacen pensar
que en estas expresiones las sociedades pasadas manifestaban significados simbólicos y
sociales que van más allá de la mera utilidad de los artefactos.
La decoración de piezas en distintas materias primas es un rasgo frecuente a escala
mundial a finales del Pleistoceno; son ampliamente conocidas las Venus de la
prehistoria Europea. En América, por ejemplo, se conocen artefactos de hueso y de
marfil con decoraciones incisas.
En la actual provincia de Buenos Aires, en las serranías de Tandilia excavamos cinco
sitios arqueológicos habitados por los primeros pobladores de la zona. Los sitios 1, 2 y 3
de Cerro La China y Abrigo 1 de Cerro El Sombrero presentan fechados entre los
10.200 y 11.200 años AP. En cambio, los conjuntos de la Cima de Cerro El Sombrero,
adjudicados a la misma gente, provienen de recolecciones de superficie y de contextos
estratigráficos sin fechados radiocarbónicos asociados. En los conjuntos arqueológicos
recuperados en los cinco sitios podemos reconocer el sentido de excelencia en la
habilidad de estas personas para la manufactura de artefactos tallados. Los materiales
que provienen de la Cima de Cerro El Sombrero incluyen puntas de proyectil cola de
pescado, raederas, bifaces y una gran variedad de artefactos tallados en piedra. Gran
parte de estos objetos estaba rota, esto sumado a otras características hizo que
interpretáramos al sitio como un lugar de re-equipamiento de instrumental. Es decir,
pensamos que algunos hombres del grupo se encontraban en la cima para terminar de
tallar algunas piezas o arreglarlas, así reemplazaban las puntas de proyectil que se
habían roto durante la cacería enmangando otras recién talladas en los astiles.
También es interesante que en la cima del cerro además de los artefactos tallados
encontramos un conjunto de piezas manufacturadas por otra técnica que conocemos
como picado, abrasión y pulido. Estas también estaban rotas. Entre estos objetos se
destaca por su singularidad y belleza una Piedra discoidal (con forma de disco) con una
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decoración en el centro. Las piedras discoidales son piezas excepcionales recuperadas
en algunos conjuntos tempranos del Cono Sur; fueron descriptas en otros sitios
arqueológicos de los primeros momentos de poblamiento como Fell (en el sur de Chile)
y Los Toldos (en la provincia de Santa Cruz) así como en otras localidades de Chile y
Uruguay. Los significados y el uso que puedan haber tenido aún se nos escapan aunque
a veces se les ha asignado la función de piedras de moler o de objetos con valor
simbólico.
Esta piedra discoidal hallada en la Cima de Cerro El Sombrero está decorada con un
delicado grabado en el centro. La superficie de la parte central de la pieza fue pulida,
produciendo una concavidad que luego fue finamente grabada con un diseño muy
delicado de líneas incisas que componen un reticulado formado por 11 líneas paralelas y
12 líneas perpendiculares a las anteriores.
Para precisar la función de los objetos los arqueólogos frecuentemente usamos métodos
de otras disciplinas. En este caso, con el fin de conocer los posibles usos de la piedra
discoidal realizamos análisis químicos y estudios con microscopio. Con los análisis
químicos podemos conocer la composición de las sustancias grasas (de origen vegetal o
animal) que quedan como residuos en la superficie de los objetos. Mientras que, al
mirar las piezas a través del microscopio podemos ver los microfósiles (por ejemplo,
granos de almidón o de polen) que quedan atrapados en las rugosidades de las piedras.
Sin embargo, por el momento los estudios sobre esta pieza no dieron pistas claras acerca
del uso que puede haber tenido.
Acerca del papel que jugó esta pieza queremos destacar que en todo objeto se conjugan
tanto valores utilitarios como sociales. Por ejemplo, si pensamos en nuestra ropa, esta
sirve para cubrirnos y abrigarnos al mismo tiempo que muestra nuestros gustos y grupo
de pertenencia. En el caso de la cultura material del pasado, las piedras discoidales
pueden verse al mismo tiempo como piedras usadas con algún fin utilitario, por
ejemplo, moler y como objetos que sirvieron en la transmisión de significados
socialmente valiosos.
El trabajo invertido en la confección de la piedra discoidal y sus características
singulares indican que esta pieza seguramente tuvo un valor agregado. Podemos
considerarlo como el primer objeto de “arte portable” o mueble de nuestra región. Otro
indicio que nos habla de la costumbre de decorar es la presencia de pigmentos minerales
en los contextos arqueológicos tempranos. Esta presencia de colorantes indica que es
posible que además del arte mueble haya habido arte parietal, probablemente destruido
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por el paso del tiempo. Asimismo, los pigmentos minerales pueden haber sido usados en
la preparación de pinturas para decorar materiales perecederos como madera y cueros,
en pintura corporal o incluso en los rituales al momento de enterrar a los muertos.
Tanto hoy como ayer y hace miles de años, las creaciones artísticas son una forma de
plasmar percepciones y emociones, sintetizando al mismo tiempo, imaginación y
pensamiento. Sin embargo, es muy difícil acceder desde el presente a los significados
que las personas asignaron a los objetos decorados que hicieron y usaron en el pasado.
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Parte IV HACE 7.500 AÑOS. LA GENTE Y EL MAR
Cristina Bayón
Historias de esqueletos. Clara Scabuzzo
Nuevas armas. Las boleadoras. Rodrigo Vecchi
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Hace 7.500 años. La gente y el mar
Cristina Bayón
Hace poco menos de 8.000 años se inició una nueva etapa en la historia de los grupos de
cazadores recolectores bonaerenses que perduró hasta hace aproximadamente 3.000
años atrás. El límite no es un corte y tanto al inicio como al final se solapan las
características entre lapsos. Luego del período inicial de ingreso, exploración y
ocupación del ámbito pampeano los grupos regionales empezaron una etapa con
cambios e innovaciones de distinto tipo –como la manera de circular y permanecer en
los lugares, la forma de confeccionar su tecnología lítica, y los ingredientes usados en la
comida. Desde el punto de vista de la investigación arqueológica esta etapa es una
paradoja, la parte inicial tiene uno de los registros más ricos y variados tanto en
cantidad como en calidad de evidencias que se conocen regionalmente, en cambio para
el segundo momento entre 5.900 y 3.000 años atrás el registro es muchísimo más
escueto y muchas veces difícil de interpretar. Un ejemplo es la disminución de la
cantidad de sitios ocupados en relación con momentos anteriores. Esta aparente
reducción de las poblaciones ocurrió también en regiones vecinas como el sur de
Mendoza y el norte de patagonia y esto es uno de los grandes enigmas de la arqueología
regional, ¿se despobló el centro de la actual Argentina? ¿Los grupos cambiaron en su
manera de elegir los lugares para acampar? ¿Los sitios se encuentran cubiertos por
sedimentos y no han sido ubicados? El estado actual de la información es insuficiente
para contestar estas preguntas, nuevas investigaciones ayudaran a solucionarlo.
Como ya se dijo, los cazadores recolectores pampeanos eran grupos móviles que
trasladaban sus campamentos con cierta frecuencia. La manera de instalarse y de
circular por el paisaje pampeano fue una de las características que cambió en los
distintos períodos, la de este lapso es muy particular. Se afianzó la elección de algunos
lugares como entornos de gran importancia simbólica para los grupos y a estos puntos
destacados se retornaba periódicamente a lo largo de miles de años, en algunos casos –
como en Arroyo Seco - realizaban rituales mortuorios, en otros, los ocupaban con
acciones cotidianas. Algunos de estos enclaves eran conocidos desde la etapa anterior
otros se incorporan en este lapso. Eran nodos en la representación social de su espacio
Todos ellos señalan una “memoria” social de largo plazo, una conciencia práctica que
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facilitaba las decisiones del grupo para instalarse. No tenemos forma de saber como los
llamaban pero tampoco tenemos dudas de que eran lugares cuyos topónimos marcaban
hitos en los mapas mentales de los antiguos habitantes.
Esta gente circulaba de forma regular por las sierras de Tandilia, la llanura interserrana
y el sur bonaerense y en cada uno de estos ámbitos encontramos sitios de estas
características, aunque la gente se reunía en más cantidad en las llanuras que en las
sierras a juzgar por el tamaño de los sitios. Tenían una agenda de movimientos muy
planificada entre estas áreas. Algunos de sus itinerarios fueron cambiando a lo largo del
tiempo y junto con ello las localidades que seleccionaban para instalar sus
campamentos, en cambio otros lugares que eran muy especiales fueron reocupados
periódicamente durante miles y miles de años. La gente realizaba sus movimientos a
pie, cargando todo lo necesario para poder vivir, incluso los niños pequeños que debían
ser llevados a cuestas. Por esta razón todo el equipamiento era transportable y liviano,
tanto las viviendas- probablemente toldos- que debían armarse y desarmarse fácilmente,
como los instrumentos necesarios para la vida cotidiana que inevitablemente debían ser
cómodos de llevar. Durante esta etapa empieza una modalidad de munir a los lugares a
los que se sabía que se iba a retornar (o lugares predecibles) con los elementos
necesarios para aligerar la marcha. Es el caso de los morteros que se usaban en una
estación del año cuando maduraban las plantas que molían para comer, era un
instrumental demasiado incómodo para trasladarlo y se dejaban entonces guardados
hasta el momento de regresar. Esta práctica fue usual de ahora en más.
Alrededor de 7.500 años atrás comenzaron a incluir de forma regular a la costa en sus
recorridos, de ese modo, estacionalmente vivían en el interior y periódicamente en la
costa atlántica. Esta es otra de las características que se inician en este lapso y perduran
hasta el contacto. Cuando se instalaban en el interior ubicaban los campamentos en los
bordes de lagunas, en los valles de ríos y de arroyos o en algunas cuevas de los cerros,
donde hubiera agua, leña y caza; varios de los lugares elegidos para instalar los
campamentos tienen esa larga historia de ocupaciones, que ya mencionamos. Así
encontramos sitios en los alrededores de la laguna Fortín Necochea y en la de El
Lucero, o en el valle del Tres Arroyos, en el del Quequén Grande y en el del Sauce
Grande En esos campamentos realizaban todas sus actividades cotidianas, algunas
personas (posiblemente los hombres) salían a cazar guanacos, venados, y muchas presas
menores, mientras que otras (probablemente las mujeres) recolectaban plantas. Cuando
se acercaban a la costa, instalaban sus campamentos en pequeñas lagunas entre los
91
médanos, cerca de la playa y desde allí algunos de ellos iban a la costa del mar a cazar
los lobos marinos de uno y dos pelos, peces y a recolectar caracoles No sabemos cómo
los cazaban ni con qué armas, los sitios de captura están ahora bajo el mar o destruidos
por su acción. Mientras tanto cerca del campamento los niños acompañados por mujeres
o adolescentes recorrían las playas de la laguna recogiendo tal vez huevos, vegetales o
pequeños animales. Una vívida imagen de estas acciones desarrolladas en las cercanías
del espacio doméstico podemos verla en el sitio Monte Hermoso 1, muy cerca de la
localidad homónima. Allí hace 7.500 años existía una pequeña laguna entre médanos,
las sucesivas capas muestran la impronta de pisadas humanas de niños y adultos así
como la de algunos animales. A lo largo de un poco más de 1.000 años que la laguna
estuvo activa, se superponen las evidencias del retorno a ese lugar. También conocemos
las prácticas de procesamiento de lobos marinos, una vez cazados en la orilla del mar
eran faenados y las partes con más carne, como los miembros delanteros eran
trasladados hasta la laguna cercana donde se terminaba el procesamiento. Decenas de
esqueletos de lobo fueron llevados hasta las Ollas y allí en un entorno mas calmo se
completaba su despostamiento y se realizaban muchas otras actividades.
También, en algunos sectores de la costa, aprovechaban para recolectar rocas que les
resultaban útiles para fabricar sus artefactos y cargar menos peso. El traslado de
caracoles y piedras son una de las maneras en las que podemos conocer estos circuitos
regulares, pero no es la única, también las señales químicas del uso de recursos marinos
o continentales ha quedado fijada en los huesos de los antiguos habitantes y en los
residuos adheridos a sus artefactos. La movilidad fue entonces una práctica exitosa
mediante la que organizaban sus rutinas cotidianas, realizaban sus rituales y encuentros
y aprovechaban los recursos disponibles.
Para confeccionar su instrumental usaban diversas materias primas, los cuchillos para
cortar la carne, los raspadores para las pieles y muchos otros artefactos más estaban
confeccionados en piedras, de hecho, como en momentos anteriores todos los filos y
gran parte de las puntas eran hechos en rocas procedentes de las sierras de Tandil, de
Ventana y de la costa. La decisión de qué rocas iban a usar dependía en gran medida del
circuito que tenían previsto y eso variaba de área en área dentro de la región. A veces
elegían las de mejor calidad, eso es lo frecuente en los sitios de las sierras de Tandil o
en lugares como la llanura interserrana donde, como toda la roca tiene que ser
transportada, preferían llevar la mejor. En otros casos, como los sitios de la costa del sur
bonaerense optaban por usar las que estaban cerca de los campamentos aunque fueran
92
menos adecuadas para la talla, pero las tenían a mano! También hacían muchos
artefactos sobre madera pero estos sobrevivieron en muy pocas ocasiones al paso del
tiempo, gracias a la excelente conservación de los sitios de Monte Hermoso 1-La Olla
sabemos que confeccionaban muchos artefactos en madera, como puntas, espátulas o
piezas de artefactos compuestos como mangos de hachas. Esta parte del equipo no se ha
conservado en otros lugares, sin embargo el estudio de los filos de los artefactos de
piedra muestra que se usaban muy frecuentemente para trabajar la madera, además de
los cueros, los huesos y cortar la carne. Como ya se dijo, según las áreas donde se
circulaba se elegían distintas rocas, pero la más utilizada era una roca cuarcítica de
Tandil. Es durante ese lapso que comienza a usarse de manera intensa una gran cantera
de la roca mencionada en el arroyo el Diamante que era visitada por las bandas que
circulaban por todas las áreas pobladas.
La tecnología era muy semejante dentro de la región, las armas fueron la lanza
arrojadiza, en cuyo extremo se aseguraba una punta tallada en roca que tenía forma
triangular y carecía de pedúnculo. Este diseño es uno de los cambios tecnológicos
importantes y reemplazó a la punta cola de pescado del momento anterior. Estaba
destinada a la caza pero también se la usaba en enfrentamientos con otros seres
humanos como lo muestran las puntas clavadas en algunos esqueletos de Arroyo Seco.
La boleadora estaba presente pero los hallazgos son muy pocos en este lapso como para
saber la importancia relativa que tuvo en las prácticas de caza y guerra.
Para el lapso que hemos descripto -el Holoceno medio- hubo cambios ambientales muy
importantes, a comienzos del mismo se extinguen los últimos grandes mamíferos.
Algunos de los últimos representantes fue hallado en La Moderna, a orillas del arroyo
del Azul donde uno gran mamífero acorazado, el Doedicurus clavicaudatus, fue cazado
o al menos aprovechado a orillas de un pequeño pantano.
Por otra parte el clima continuaba calentándose y el nivel del mar subió durante este
lapso por encima del nivel actual, produciendo según el sector de la costa una ingresión
sobre el continente. A partir del 5.000 comenzaron muchas oscilaciones, pero sobre
todo predominaron ciclos de sequedad, esto afectó la distribución de algunas especies
de animales y de plantas.
93
Historias de esqueletos
Clara Scabuzzo
Desde fines del siglo XIX se han hallado sitios arqueológicos con entierros humanos en
la pampa bonaerense. A lo largo de tantos años de investigación, diferentes temas e
interrogantes llamaron la atención de los científicos. Hace más de cien años Florentino
Ameghino y sus colegas discutían cuál era la antigüedad del hombre en América o
incluso si la evolución humana había ocurrido en la región pampeana. Estas
preocupaciones fueron cambiando y hacia la primera mitad del siglo XX los intereses de
los antropólogos biólogos giraban en torno a la determinación de las distintas razas que
habían ocupado el territorio argentino. Para lograr este objetivo los bioarqueólogos se
dedicaron a medir cráneos y huesos y a partir de sus características los asignaban a
algún grupo racial. Hoy estos temas han sido abandonados, porque sabemos que la
evolución del género Homo ocurrió en el viejo mundo y que a América llegó sólo el
hombre moderno y por otra parte conceptos como los de “raza” han caído en desuso
debido a que son una construcción social que sólo refleja los prejuicios de nuestra
sociedad hacia otras culturas.
Actualmente, el desarrollo de la bioarqueología en la región se ha centrado en la
comprensión de dos aspectos muy distintos de las poblaciones del pasado. Por una parte
se estudian las prácticas mortuorias y por otra se analiza la biología de las poblaciones,
esto último engloba el conocimiento de las características físicas, del estado de salud, la
dieta, de la genética de los grupos y de los modos de vida.
Las prácticas mortuorias son muy importantes porque permiten que los bioarqueólogos
reconstruyan aspectos simbólicos de las sociedades del pasado. Estas prácticas fueron
parte de los rituales que la gente hacía para despedir a los muertos. La complejidad de
formas que adoptan estas muestra que los antiguos pampeanos dedicaron mucho tiempo
y esfuerzo en elaborar los rituales para sus antepasados. Una de las maneras de disponer
a los muertos era enterrarlos inmediatamente después de la muerte y eso es reconocible
en el registro porque los huesos del esqueleto conservan el mismo patrón que en la
persona viva, a estos entierros se los llama primarios. Esta es, por ejemplo, la manera
más frecuente en nuestra sociedad. Dentro de esta modalidad primaria algunos
individuos fueron enterrados extendidos (boca arriba, boca abajo o de costado) en
94
cambio otros eran fuertemente flexionados en posición fetal. Además de existir
variabilidad en los modos de acomodar los cuerpos también variaba la cantidad de
personas que se enterraban en cada tumba, algunas veces los grupos optaron por
depositar una sola persona, pero en otros casos enterraban a varios individuos juntos.
Una segunda práctica es la que los bioarqueólogos denominan entierros secundarios
que consisten en la formación de paquetes funerarios con los restos de una o más
personas. Varios autores interpretan que esta disposición de los cuerpos se debe al
traslado de los individuos desde el lugar de la muerte hasta donde se los enterraban de
manera definitiva. Muchas veces los huesos que componían el paquete o fardo eran
pintados de rojo. Este modo de inhumar fue muy popular en la pampa bonaerense y se
tornó cada vez más frecuente a lo largo del tiempo.
Más allá de la modalidad de inhumación, algunas personas eran enterradas con adornos
personales como pulseras, collares o tobilleras. Estos adornos estaban confeccionados
en materias primas muy particulares como valvas o colmillos de cánidos. Como expresa
Mariano Bonomo el uso de partes del esqueleto craneal de cánidos o félidos en los
ajuares funerarios de la región sería consecuencia de conductas rituales, que muestran
como los cánidos y otros animales tuvieron un status singular en las creencias de los
grupos pampeanos.
A lo largo de este DVD interactivo dividimos la historia de los pueblos originarios antes
de la llegada de los europeos en tres momentos, pero no todas las etapas están
igualmente representadas en el registro bioarqueológico pampeano.
Los primeros pobladores son físicamente desconocidos, hasta el momento no se han
hallado entierros de ese lapso en la región pampeana. Sabemos que llegaron hace más
de 10.000 años por su cultura material, por los restos de alimentación y por los lugares
donde se asentaban, pero hasta ahora no conocemos ningún entierro de este periodo.
Este hecho es mucho más amplio que el sector de las pampas que presentamos aquí ya
que se conocen pocos sitios con restos humanos de más de 8.000 años en todo el
continente americano.
La segunda etapa, entre 8.000 y 3.000 años antes del presente es mejor conocida,
porque, aunque no son muchos los sitios, uno de ellos ha brindado gran cantidad de
información sobre las antiguas poblaciones, por lo que en este texto será reiteradamente
mencionado. Se trata de Arroyo Seco 2 que se encuentra ubicado en el Partido de Tres
Arroyos, en el área interserrana. La información bioarqueológica de este sitio se
95
complementa con unos pocos hallazgos de restos humanos en las sierras de Tandilia
(sitio Cueva Tixi) y en la costa Atlántica (Monte Hermoso 1).
En Arroyo Seco 2, en distintos trabajos de campo realizados por Gustavo Politis y
colaboradores en los últimos 30 años, se han recuperado los restos de 44 individuos,
tanto hombres como mujeres de distintas edades, desde recién nacidos hasta adultos
mayores de 40 años. Los grupos que allí vivieron eligieron un amplio repertorio de
formas para ritualizar la muerte de sus parientes fallecidos, predominando los entierros
del tipo primario, algunos con una sola persona, otros con varias y es en esta etapa que
aparecen los primeros entierros secundarios. También hay mucha variación en los
ajuares que acompañan a los individuos enterrados en Arroyo Seco y son los niños los
que fueron enterrados con mayor cantidad de adornos.
Datos interesantes han sido obtenidos sobre la dieta de las poblaciones del Holoceno
medio a partir de distintos análisis químicos hechos sobre los huesos humanos. A partir
de estos estudios sabemos que en este lapso la gente consumía animales terrestres,
alimentos marinos y distintos tipos de plantas. También sabemos que la dieta variaba de
persona en persona, algunos consumían mayor cantidad de plantas, otros, mayor
proporción de carne de herbívoros o más alimentos marinos. Conocer el por qué de
estas diferencias en la dieta dentro de un mismo grupo constituye uno de los
interrogantes más importantes para los investigadores.
En cuanto a los modos de vida y las actividades cotidianas en el sitio Arroyo Seco 2 se
hicieron estudios muy detallados mediante el análisis de distintos indicadores. A raíz de
estos estudios es posible afirmar que la salud de las poblaciones cazadoras recolectoras
en general era buena, las personas padecían pocas enfermedades infecciosas y no se han
registrado casos de individuos con los huesos fracturados. En cambio dolencias como la
osteoartritis afectaba a las personas desde comienzos de la edad adulta. Este deterioro de
las articulaciones se debía a que los cazadores recolectores tuvieron una gran exigencia
física que impactaba sobre su cuerpo particularmente sobre sus áreas articulares.
También sabemos que la violencia interpersonal estaba presente desde hace más de
7.000 años. En Arroyo Seco 2, cuatro individuos (tres hombres y una mujer) tenían
puntas de proyectil clavadas en distintas partes del cuerpo y en algunos de estos casos
las heridas ocasionadas por estas armas habrían sido la causa de muerte.
La tercera etapa de la historia indígena anterior al contacto con los europeos se inicia
hace alrededor de 3.000 años atrás. Este lapso ha sido caracterizado por un incremento
de la población, esto se refleja en una mayor cantidad de sitios, pero también aparecen
96
hallazgos en nuevas áreas, por ejemplo en el río Colorado (La Primavera) y en el pie de
monte de Ventana (Laguna de los Chilenos y La Toma), o nuevos sitios en la llanura
interserrana (La Colorada, El Guanaco o Laguna Tres Reyes). En los momentos más
tardíos, a partir de 1.000 años antes del presente, cuando todas las áreas de la pampa
bonaerense estaban ocupadas, los sitios con enterratorios se extienden hasta en el área
norte, en la depresión del Salado, en las sierras de Tandilia, en la llanura interserrana, en
las sierras de Ventana, en el sur bonaerense y en la costa Atlántica.
Las prácticas mortuorias continúan mostrando una gran variabilidad, las personas
fueron enterradas de manera extendida, flexionada o en posición fetal, pero las
inhumaciones secundarias incrementan su importancia en esta etapa y muchos de los
sitios muestran la presencia de huesos pintados de rojo. En los momentos muy cercanos
al contacto se encuentran lugares como el sitio de Paso Alsina 1 , donde el arqueólogo
Gustavo Martínez y sus colaboradores recuperaron los restos de 55 personas que habían
sido inhumadas de manera secundaria en un lapso de pocos años. Entre los lugares con
entierros secundarios se destaca el sitio Los Chilenos en la llanura cercana a Ventana,
donde los arqueólogos F. Oliva y G. Barrientos estudiaron un complejo de entierros
secundarios. También es interesante el Túmulo de la Malacara, en la costa donde
incluso hubo una estructura semejante a un túmulo de arena donde se enterraron los
restos de al menos 13 individuos en inhumaciones primarias y secundarias. En resumen,
la manera de tratar a los muertos y las formas de inhumarlos en las pampas bonaerenses
fueron prácticas complejas que se mantuvieron a lo largo del tiempo y cuyos
significados nos es desconocido.
Otro aspecto que nos llama la atención es que muchas veces los grupos eligieron un
mismo lugar para los rituales de entierro a lo largo de miles de años. Esto muestra la
importancia que tuvieron algunos espacios para los antiguos pampeanos. Algunos
ejemplos de estos lugares son Arroyo Seco 2 de gran jerarquía en el Holoceno medio
pero que continúa siendo ocupado durante la etapa posterior. En otros casos como los
sitios El Guanaco y Paso Mayor fueron espacios ocupados durante miles de años como
campamentos domésticos y resignificados para la práctica de rituales mortuorios
durante la etapa tardía.
También durante esta última etapa hubo eventos de violencia, estos han sido registrados
por G. Martínez y colaboradores en el sitio Paso Alsina. Estos casos de violencia son
difíciles de interpretar porque no sabemos si se debió a disputas dentro del grupo, a
enfrentamientos con otros grupos o a rituales de algún tipo.
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En cuanto a la dieta, el rasgo más notable en los momentos tardíos es que estas variaban
de área en área, así en el área interserrana la alimentación siguió siendo muy semejante
a la etapa anterior, en cambio en la depresión del Salado los peces y los coipos fueron
los más consumidos, finalmente en el sur plantas, animales y alimentos marinos fueron
los alimentos más aprovechados.
En resumen, nuestro conocimiento de las poblaciones pampeanas antiguas aún está
lleno de interrogantes y puntos que quedan por descifrar. Sin embargo, conocemos
distintos aspectos de los grupos tales como su dieta, salud, actividad, modos de enterrar
que no hubieran sido conocidos de no ser por las investigaciones bioarqueológicas.
Creemos que el desarrollo de más investigaciones y el descubrimiento de nuevos sitios
con entierros humanos ayudarán a completar un rompecabezas que aun está inconcluso.
Nota: La información aquí resumida proviene en parte de trabajos realizados por el equipo de trabajo y en parte de trabajos publicados y llevados a cabo por otros grupos de trabajos en la región.
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Nuevas armas. Las boleadoras
Rodrigo Vecchi
Recorriendo los campos de la pampa bonaerense, es común que durante las tareas
agrícolas el arado saque a la luz materiales arqueológicos. Recolectadas, estas piezas
(artefactos tallados, morteros, molinos, moletas, etc.) son guardadas celosamente por la
gente de campo, como recuerdos de piedra de la presencia de grupos aborígenes en estas
tierras.
Parte de estos artefactos recuperados está conformado por bolas de boleadora. La
boleadora es un arma arrojadiza usada tanto para herir como para inmovilizar a una
presa durante la caza o a una persona en un enfrentamiento. A pesar de que
comúnmente se habla de boleadoras, en realidad, bajo esta denominación se encierran
diferentes tipos de armas. La boleadora podía ser tanto de un ramal (es decir, con una
bola de piedra sujeta a una cuerda realizada con tientos de cuero trenzado) como de dos
o tres ramales, variando, además, el tamaño, la forma y peso de las bolas utilizadas.
Estas piezas, realizadas en diferentes tipos de roca (como diabasas, ortocuarcitas,
areniscas, tosca, etc.) son de formas generalmente esféricas o sub esféricas, aunque
también se han encontrado con forma ovalada, periforme, bicónica, etc. Con la llegada
de los europeos se comenzaron a utilizar también bolas metálicas, realizadas con plomo,
hierro o bronce.
Estas piezas eran sujetadas a los ramales de dos maneras posibles. Una era realizando
un surco (o acanaladura) sobre toda la circunferencia de la pieza, lo que permitía
sujetarlas mediante una faja o banda de cuero a uno de los ramales del arma. La otra
forma era “retobando” la bola, es decir, envolviéndola en una pequeña bolsa de cuero, la
cual iba atada a un ramal.
La boleadora podía ser usada de dos maneras. Tomada de uno de sus ramales, la
boleadora se hacía girar velozmente sobre la cabeza, arrojándola luego hacia la presa.
Si el objetivo era capturar un animal o persona, la boleadora era lanzaba a las patas o
piernas, provocando que los ramales se enreden alrededor de ellas, inmovilizándolo. De
la misma manera, la boleadora podía ser lanzada con el objetivo de golpear a una presa,
para lo cual también podía utilizarse el arma como maza.
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¿Desde cuándo y dónde? La boleadora en el registro arqueológico
Las bolas de boleadora han sido halladas en diferentes sitios arqueológicos tanto de la
región pampeana como patagónica, con dataciones que van desde el Holoceno temprano
hasta momentos posteriores a la llegada de los europeos. Pero además de su amplitud
temporal, la boleadora estuvo ampliamente difundida en parte de Sudamérica. No solo
se han hallado bolas de boleadora en otras regiones de nuestro país (en la región Central
-Córdoba y San Luís- y Cuyo -Mendoza), sino también en Uruguay, el sur de Brasil,
Bolivia y Chile.
Los hallazgos más antiguos de bolas de boleadora en América del Sur se realizaron en
Patagonia, en el sitio arqueológico Cueva Marazzi (en el oeste de la isla de Tierra del
Fuego), con piezas datadas en 9.500 años AP. La utilización temprana de estas bolas
para la caza queda evidenciada, además, en un grupo de pinturas rupestres halladas en
Cueva de las Manos (provincia de Santa Cruz, Argentina). Estas pinturas, datadas en
9.000 años AP, muestran grupos de personas cercando y arrojando boleadoras de un
ramal a diferentes guanacos.
En tanto, en la región pampeana la aparición de la boleadora es un poco posterior a la
patagónica. Se han hallado esferoides líticos en sitios arqueológicos como El Sombrero
Cima y Arroyo Seco (datados en entre 11.000 y 10.000 años AP y entre 11.000 y 8.500
años AP respectivamente), en tanto en este último sitio se realizó el hallazgo de una
bola de boleadora en el componente inferior, datado hacia 8.500 años AP.
Sin embargo, aunque la boleadora parece haber tenido una temprana aparición en la
región pampeana, su uso se volvió más generalizado recién durante el Holoceno tardío,
es decir, en los últimos 3000 años.
Detalles de un arma singular: Lo que cuentan los viajeros
Un arma, varias armas
Diferentes viajeros han observado que bajo el nombre de “boleadora” se encierran
diferentes tipos de armas, determinadas por el número de ramales, el tamaño y peso de
las bolas y el tipo de presa a capturar.
La llamada bola perdida (o de un sólo ramal), era utilizada en caso de enfrentamiento
armado con otros grupos indígenas o partidas hispano-criollas. Se trata de un arma de
100
guerra realizada con una bola formatizada toscamente o con una piedra con punta
aguda. La precariedad en su armado responde a que, en combate, el arma era lanzada al
oponente pero no volvía a ser recuperada.
Los viajeros han descrito, además, el uso de otra boleadora de un solo ramal, para la
cual se utilizaba una bola de gran tamaño. Estos romprecráneos no eran arrojados, sino
utilizados como maza. Los arqueólogos han hallado, en la región pampeana y
Patagonia, bolas esféricas de gran tamaño (que llegan a tener hasta más de un kilogramo
de peso) y bolas erizadas. Este tipo de bola presenta no solo un importante peso y
tamaño, sino también salientes o mamelones, por lo que su forma se asemeja mucho a la
figura de una estrella.
La boleadora de dos ramales o ñanducera estaba destinada, como su nombre lo indica, a
la caza del ñandú. La boleadora era lanzada al cogote del animal, permitiendo que la
boleadora se enrede en las patas del animal y caiga.
Por último, se ha descrito el uso de la boleadora de tres ramales, utilizada para la caza
del guanaco. Esta boleadora, además de la cantidad de ramales, presenta como
característica la utilización de bolas un tanto más grande que las utilizadas para la
boleadora ñanducera y el uso, en uno de sus ramales, de una manijera, es decir, una bola
más pequeña utilizada para tomar el arma.
Los viajeros han observado, además, que a pesar de existir estas clases de boleadoras,
las mismas eran utilizadas, en muchos casos y exceptuando a la de un ramal,
indistintamente tanto para la caza del guanaco como ñandú, de acuerdo a la
disponibilidad de alguna de estas variedades por parte del cazador durante la cacería. De
la misma manera, las diferentes variedades de boleadora eran utilizadas no solo en la
caza de guanacos o ñandúes, sino también de otras especies, como venados, pumas,
zorros, mulitas, liebres patagónicas y, a partir de la llegada de los europeos, de caballos
y vacas.
Usos y prácticas
Diferentes viajeros han descrito distintos juegos que realizaban los niños en los grupos
aborígenes pampeanos y patagónicos, destinados, principalmente, a la adquisición de
destrezas necesarias para su vida de adulto.
Entre estas habilidades estaba el uso de la boleadora, por lo que estos niños jugaban con
boleadoras de juguete realizadas por sus padres, las cuales podían estar hechas con los
dedos y tendones de los ñandúes cazados, con bolas hechas con cuero o piedras
101
pequeñas. Los adultos también jugaban y practicaban habilidades, compitiendo entre
ellos lanzando las boleadoras a una lanza o palo clavado en la tierra a varios metros de
distancia o cazando alguna presa ocasional.
La caza era una práctica realizada por los adultos. Si bien la caza podía realizarse de
manera individual (persiguiendo a la presa), la estrategia más utilizada consistía en la
realización de un gran semicírculo (o media luna) conformado por decenas de hombres
y, en muchos casos, también por mujeres y niños. Cerrándose progresivamente, el
círculo iba atrapando a las presas, las cuales eran cazadas por los varones adultos del
grupo. Este tipo de práctica, realizada en espacios abiertos y con la participación de una
gran cantidad de personas, constituye un tipo de caza cooperativa que podía realizarse
en campo abierto o aprovechando la presencia de un accidente natural, como una
laguna, arroyo, río o barranco, lugares hacia donde se acorralaban las presas.
Si bien los viajeros describieron esta forma de caza cuando los aborígenes de la región
ya habían adoptado el uso del caballo, esta estrategia parece haber sido la utilizada con
anterioridad.
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RECURSOS DIDÁCTICOS
Fuentes documentales: ¿Qué nos cuentan los viajeros sobre las boleadoras?
Recursos literarios: Recomendamos leer: Poesía de Arturo Carrera
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Fuentes documentales. ¿Qué nos cuentan los viajeros sobre las boleadoras?
La preparación de armas para capturar animales fue descripta por variedad de viajeros
que compartieron un tiempo con los grupos de la pampa y la patagonia. Aquí se
presenta una selección de textos que les permitirán imaginarse cómo se fabricaban un
tipo particular de armas: las boleadoras y cómo se las utilizaba para que fuera exitosa la
captura. Todos los viajeros señalan que con mucho detalle elegían el tipo de roca, la
forma y tamaño de la boleadora, y la forma de confección el arma en general. Cada tipo
de diseño estaba preparado para cazar un animal en particular. En marcha, a imaginar
esas escenas que vieron esos viajeros de los siglos XVIII y XIX en la Patagonia.
“Entre las armas e implementos representados en la ilustración se encontrarán los
elementos usados principalmente en la persecución de la caza, es decir, la boleadora de
dos bolas, llamada chumé, para cazar el avestruz y la de tres, llamada yachiko, para
cazar el guanaco, parecida a la que usan los gauchos de las provincias argentinas. Las
bolas son comúnmente de piedra, pero a veces las hacen de metal blanco o cobre,
conseguido en las colonias; esas no necesitan forro y se generalizan cada vez más de
unos años a esta parte; también abundan las bolas de hierro fundido o en bruto a las que
los tehuelches mismos dan la forma requerida. Esta clase de bola es redonda destinada a
la bola arrojadiza; la ovalada, que se toma en la mano, y que, naturalmente, pesa un
tercio menos que la otra, se hace por lo común con la lava blanca vesicular que abunda
en muchas regiones. La correa delgada y flexible, para hacer girar las bolas alrededor de
la cabeza, se fabrica, como se ha dicho ya, con tendones de avestruces trenzados en
cuatro ramales, de seis a ocho pies de largo. Lo mejor siempre es bolear a la presa
galopando en la misma dirección que siga ella, porque en todos los casos hay que
apuntar al cuello del guanaco o avestruz; trabar las patas traseras del cuadrúpedo es
inútil, aunque a las vacas y los caballos se les bolea siempre esas patas.
(…) Las armas de los tehuelches consisten en fusíl o revolver, sable o daga, lanza larga
y pesada-que sólo usan los indios desmontados y que difiere completamente de la lanza
liviana que manejan los jinetes araucanos y pampas- y la bola perdida o sencilla,
llamada así porque se la arroja para no volver a recogerla. Esta arma se fabrica
rápidamente; se toma una piedra de punta aguda, se la forra de cuero excepto en la
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punta, que se deja fuera, se le ata una correa de cuero crudo como de una yarda de largo
y se forma un nudo en el extremo de la correa para impedir que ésta se zafe de la mano
cuando se la hace dar vueltas antes de lanzarla contra el enemigo. La bola perdida era el
arma original de los tehuelches, antes de la introducción de las armas de fuego, y hoy
todavía es un proyectil muy mortífero en sus manos” (pp. 241-244)
MUSTERS, George Chaworth: “Vida entre los Patagones. Un año de excursiones
por tierras no frecuentadas, desde el Estrecho de Magallanes hasta el Río Negro”.
Ediciones Solar/Hachette, Buenos Aires, 1964.
“Los Patagones (...), antes de que consiguieran caballos y que los puelches les
enseñaran a usarlos, cazaban a pie. Muchos de ellos se dirigían al lugar elegido; y, al día
siguiente por la mañana, al amanecer, comenzaban su batida, sirviéndose con destreza
de dos clases de boleadoras, ya descriptas varias veces, sea para parar en su carrera, sea
para matar los guanacos, los ciervos y los avestruces. También emplean el arco. Al
llegar al lugar donde los cazadores saben que hay una tropilla de ciervos o de guanacos,
se distribuyen, formando un amplio círculo alrededor de las presas; luego avanzan todos
al mismo tiempo, estrechando el círculo. Cuando un animal así bloqueado quiere
escaparse, le cortan la retirada, arrojándole las boleadoras, o disparándole flechas. Los
numerosos perros, de que siempre están rodeados, les prestan grandes servicios en ese
ejercicio, y actualmente, que se han convertido en buenos jinetes, tienen menos trabajo
para cazar” (pp. 708-09).
D´ORBIGNY, Alcides: Viaje a la América Meridional. Editorial Futuro, Buenos
Aires, 1945. 4 Tomos.
“La caza del guanaco no es sólo su principal provisión de comida, sino una enérgica
diversión, en la que presa y cazador se conducen en el mismo estilo peculiar. Como ya
he dicho, la Patagonia no tiene árboles, pero está cubierta aquí y allá, de trozos, con una
especie de matorrales de poca altura, y las llanuras se extienden cientos de millas a
partir de la costa del Atlántico, como una vasta pradera. Esto representa un despejado y
excelente campo de caza, donde no hay nada que pueda ocultar las presas, o impedir el
avance del cazador, salvo de vez en cuando algunos arbustos bajos, o el pasto alto de los
pantanos. Entre doscientos y cuatrocientos indios a caballo, el pelo al viento y las
mantas de cuero envolviendo el cuerpo, y cada uno con las bolas y el cuchillo a la
cintura, toda la tropa seguida por una innumerable horda de perros de toda especie,
105
hasta los más ínfimos cuzcos, conforman la partida de caza; a toda la distancia que
abarca el ojo pueden verse sus cuerpos gigantescos, disminuidos por la distancia,
proyectándose hacia el horizonte, con las largas cabelleras flotando en el viento. De
pronto se percibe una perturbación en el aire, y se levanta una nube de polvo: señal
segura de que un rebaño de guanacos ha sido espantado por los batidores, y se acerca.
Todos los ojos se clavan con fijeza en la nube; pronto parece como si la gran superficie
de la tierra estuviera viva, y en movimiento acelerado. Se trata de un rebaño de entre
quinientos y mil de estos animales, enfurecidos, corriendo a toda velocidad; cualquier
dirección que puedan llegar a tomar, siguen en una línea recta; y, no bien los indios han
percibido cuál es su rumbo, corren al máximo de velocidad posible para colocarse justo
en el paso de la marea viviente. Cuando los animales están cerca, los cazadores espolean
a sus caballos y se lanzan sobre ellos. Cuando están a veinte o treinta metros, se
arrancan las bolas de la cintura y las hacen girar violentamente sobre su cabeza antes de
soltarlas. El arma por lo general golpea en la cabeza o el cuello de animal y se le enreda
en las patas delanteras, haciéndolo caer. El jinete desmonta, le corta la garganta a la
víctima, vuelve a montar y sigue la persecución. Los proyectiles zumbadores, infalibles
en su puntería, voltean otro y otro, hasta que el grupo se da por satisfecho con el
ejercicio y las presas. Los perros caen sobre los pobres animales cuando éstos se
encuentran impotentes enredados por las bolas, y con frecuencia los mutilan cruelmente
antes de que el cazador tenga tiempo de espantarlos. Es raro que a un indio se le escape
una presa. Entre ellos la cumbre de la ambición viril, el último objetivo de sus
esfuerzos, es sobresalir como cazador” (pp. 58-60).
BOURNE, Benjamín Franklin: Cautivo en la Patagonia. Emecé, Buenos Aires,
1998.
“Para cazar avestruces y gamas los indios (Pampas) se reúnen en gran número, bajo la
dirección de un cacique que cumple las funciones de montero. Hacen partir a los
cazadores por grupos, en diferentes direcciones, a fin de batir un espacio de dos o tres
leguas; cada uno de estos grupos, llegado al sitio que se le ha designado, quema en
forma de señal algunas hierbas secas. Cuando todos están en su puesto, a una nueva
señal dada por el cacique, se despliegan en fila y marchan lentamente hacia el centro del
círculo que forman, hasta que la distancia que separa a unos de otros no sea más que la
de tres o cuatro cuerpos de caballo. Se detienen entonces, locayo –boleadoras- en mano.
A sus gritos, los numerosos perros salvajes que les acompañan se lanzan para hostigar a
106
los avestruces y gamas así batidos. Estos animales, seguidos de cerca y a menudo
mordidos, tratan de huir pasando entre los breves intervalos que han dejado los
cazadores a fin de poder lanzarles una multitud de bolas que raramente yerran el blanco.
Los animales capturados son despellejados con una destreza increíble, lo que da a los
cazadores facilidad para continuar su ejercicio, hasta el momento en que el círculo, muy
reducido, pone frente a frente a toda la masa de indios. Muy rara vez vuelven los
cazadores junto a sus familias sin haber capturado siete u ocho piezas de caza, cuya
sangre, que beben con deleite, es todo su alimento durante la caza, que dura las dos
terceras partes del día” (p. 62).
GUINNARD, Auguste: Tres años de esclavitud entre los patagones (Relato de mi
cautiverio). Espasa-Calpe Argentina, Buenos Aires-México, 1947.
LOS NIÑOS TAMBIÉN APRENDÍAN A HACER Y JUGAR CON LAS
BOLEADORAS
Al hablar de los aborígenes de la región pampeana, José Sánchez Labrador afirmó:
“Desde niños empiezan á divertirse en juegos, que les sirven de ejercicio para cuando
grandes. Su mas frecuente ejercicio consiste en tirar las Bolas, y por que sus años no les
dan fuerzas para manejar Bolas grandes, y pesadas, forman sus Bolas de dos
piedrecillas, atadas á las extremidades de un cordelillo, hecho de nervio de caballo, o
del pellejo fresco, de que sacan un lonja, o tira. De este mismo material forman también
Bolas, dejando en cada extremidad de la tira un pedazo de cuero grueso, que anudan de
forma de Pelota. Secándose estas Bolas, hechas de cuero fresco, no tienen peso, y así no
sirven para sus juegos; pero como tienen abundancia de material, substituyen otras á las
primeras para no interrumpir las diversiones.
Todo el día andan cargados de semejantes Bolas. Con ellas tiran al blanco, que es un
palo levantado á buena distancia; y aquel gana, que enreda, y enrosca más en el sus
Bolas. Con estas cazan también pájaros; llámanlos primero con remedos muy propios,
engañada la Ave al oír su voz en el reclamo, acude al lugar, de donde sale; entonces los
chicos le tiran las Bolas, y la enredan con ellas de modo que no puede volar. Otro modo
de juego de la gente menuda es este: poniéndose algunos en circulo, como seis, o ocho:
uno tira hacia arriba, o al aire sus bolas, y al punto los demás disparan las suyas a
enredar, y coger al vuelo las del primero: el que mejor las enredó, vence, y gana el
premio” (pp. 46-47).
107
SANCHEZ LABRADOR S. J., Joseph: “Paraguay Catholico en sus principales
provincias reducidas á la Santa Fé, y vasallage del rey de España por la
predicación de los missioneros zelosos de la Compañía de Jesús: En gran parte
arruinadas por los Mamalucos del Brasil, y restablecidas por los mismos
missioneros”, En: “Los indios Pampas – Puelches – Patagones, según Joseph
Sanchez Labrador S. J. Monografía inédita prologada y anotada por Guillermo
Fúrlong Cárdiff, S. J.”. Viau y Zona Editores, Buenos Aires, 1936.
“Era una diversión ocasional mirar a los niños en sus juegos, de los cuales uno favorito
era arrojar pies de avestruz, atados con los nervios de las patas. Cortan los dedos de los
pies, y atan dos con un trozo de nervio de un metro de largo. Los niños empiezan a
practicar el deporte ni bien pueden caminar, y se divierten con él todo el día; un chico
los arroja, y otros tratan de acertarle en el vuelo, lo que sirve de aprendizaje de la gran
hazaña varonil de arrojar bolas” (p. 109).
BOURNE, Benjamín Franklin: Cautivo en la Patagonia. Emecé, Buenos Aires,
1998.
108
Recursos literarios: Recomendamos leer: una poesía de Arturo Carrera
Las pisadas de monte hermoso: arqueología y poesía
Por lo general, un informe de investigación está pensado para que se difunda en el
medio académico y suele dar origen a otros escritos científicos similares. Sin embargo,
el articulo que en 1997 publicaron Cristina Bayón y Gustavo Politis sobre los sitios con
pisadas de Monte Hermoso, fue leído por un poeta y estimuló la creación de un libro de
singular belleza: se trata de "El vespertillo de las Parcas" escrito por Arturo Carrera.
Considerado como una de las figuras más importantes de la poesía argentina
contemporánea, Carrera nació hace cincuenta años en la localidad bonaerense de
Coronel Pringles, no muy lejos de las huellas de Monte Hermoso. La imagen de los
rastros en las márgenes de la laguna le permite recuperar los recuerdos de una infancia
signada por la presencia de las mujeres: "Todos mis libros han tocado de un modo u
otro los temas de la identidad, la maternidad, la paternidad, los hijos y las relaciones
laberínticas con el padre, la representación arcoirizada de la vida cotidiana, etcétera;
pero ninguno enfrentó el tema de las mujeres mitológicas, que arman y desarman el
rompecabezas de nuestra vida en nuestra infancia. [...] Mujeres que marcaron nuestro
destino poético o que extendieron el hule de la poesía sobre la mesa como un mapa".
Huérfano de madre antes de cumplir los dos años, se crió al cuidado (cariño) de las dos
abuelas y de sus tías quienes le revelaron los secretos de la sencilla ternura cotidiana.
Las huellas de hace siete mil años sustituyen, se mezclan y, a la vez, representan a una
madre irremediablemente ausente ("esa usura de presencia"): estimulan la búsqueda de
lo que nunca podrá ser hallado. Uno se pregunta, ¿por qué las parcas? El texto de
Carrera nos responde: "[...] quiero lavar, a mi modo, la idea de muerte que los poetas les
atribuyeron a las parcas. Por eso mi libro trabaja sobre esa fuerza de sentido a mi juicio
olvidada: la vida que nos insuflan las Parcas por medio de las repetidas historias y del
señalamiento. Porque ese dedo índice de las mujeres de nuestra infancia que indicaba un
color, un rumor y hasta el silencio de las cosas, es el mismo que propiciaba, en la misma
época, nuestro asombro". El vespertilio -aclara el autor- es un pequeño murciélago que
sale a pasear al atardecer, y que suele prenderse de las faldas de las mujeres que
caminan al borde de la laguna:
109
Texto y poesía transcriptos del artículo de Bayón Cristina y Gustavo Politis. 1998.
Las huellas del pasado: pisadas humanas prehistóricas en la costa pampeana. Ciencia Hoy, vol. 8, nº 48.
“En Monte Hermoso, a pocos pasos del Mar, debajo del mar Las huellas de niños que paseaban con sus madres al atardecer están intactas todavía, como azúcar amarilla, como miel olvidada que un arqueólogo supo probar y fijar; o atender, como el pájaro de los Upanishads (mientras el otro pájaro gemelo no se contenta sólo con mirar…); él mira, calca la huella, le saca fotos la detiene en otra sospechosa memoria, ¿pero no es ése también el signo de la connivencia, de los amores, de las uniones caligráficas? ¿Qué me une al paseo, qué me une a esas misteriosas mujeres tan pequeñas, tan altas como mi madre? …que, sino esos diminutos pasos tras la fugitiva que memoriza un espacio y un tiempo siempre entregado para ella sin materia, oscuros, en partículas leves que se disipan en residuos desorganizados, intangibles, eso que alguna vez nos pareció la naturaleza es acaso su Realidad. …Pero Rodolfo González detuvo ese contorno de polvillo de oro para mí y detiene esa usura de presencia para mí”
El vespertillo de las parcas Tusquets
Buenos Aires 1997
110
Parte V HACE 3.000 AÑOS. LOS ALFAREROS, CAZADORES Y PESCADORES, EN
RÍOS Y LAGUNAS
María Isabel González y Magdalena Frére
La etnoarqueología de los nutrieros. Paula Escosteguy
La comida poco antes de la llegada de los españoles. Paula Escosteguy
Paso a paso la cerámica. Para experimentar y aprender con tus propias manos.
María Isabel González y Magdalena Frére.
RECURSOS DIDÁCTICOS
Fuentes documentales
¿Qué nos cuentan los viajeros sobre lo que se comía poco antes de la llegada de
los españoles?
Una ceremonia contada por George Musters
Recursos Literarios
Recomendamos leer: “El hambre” de Manuel Mujica Lainez
111
HACE 3.000 AÑOS. LOS ALFAREROS, CAZADORES Y PESCADORES, EN
RÍOS Y LAGUNAS
María Isabel González y Magdalena Frére
Hace 3.000 años los cambios culturales de los cazadores recolectores pampeanos se
aceleraron. Se produjo un notable incremento en el tamaño y la densidad de la
población. Esto llevó a su expansión por toda la región y así por primera vez todas las
áreas fueron ocupadas. Los contactos entre grupos se incrementaron y también los
intercambios de bienes procedentes de regiones muy distantes lo que señala la
existencia de redes sociales muy amplias. Estas interacciones se manifiestan por la
circulación de recursos tales como rocas y piedras semipreciosas, pigmentos
provenientes de diferentes regiones como de las sierras de Tandilia y Ventania; de la
provincia de la Pampa y posiblemente más hacia el oeste; de la región de Cuyo; de las
sierras de Córdoba y del Uruguay.
En cada área los cazadores recolectores respondieron con variadas soluciones en su
subsistencia, tecnología y en el diseño del paisaje. En general, los grupos de todas las
áreas disminuyeron su movilidad usando los mejores lugares para permanecer por
períodos más largos en sus campamentos.
Los últimos 2.000 años parecen haber estado dominados por condiciones más secas que
las actuales, aunque aparentemente con episodios de mayor humedad y temperatura.
En cuanto a la subsistencia, en el área norte y en la depresión del río Salado se
utilizaron recursos muy abundantes como los peces, las aves acuáticas y el coipo o
falsa nutria además de otros roedores pequeños. También pero en menor cantidad
consumieron venados y ciervos de los pantanos. En tanto que en el sur bonaerense se
siguió cazando el guanaco, el venado y el ñandú. En ambas áreas se intensificó el
procesamiento de vegetales y los artefactos de molienda fueron muy abundantes. Las
estrategias de caza fueron variadas e incluyeron armas como las lanzas, la boleadora,
el arco y la flecha. Hay evidencias arqueológicas de la confección de artefactos de
piedra tallada realizados con diversas materias primas que muestran una gran
complejidad técnica. Están presentes abundantes fragmentos de cerámica tanto lisos
como decorados, algunos de ellos con restos de hollín y adherencias de restos de
comida. Se sabe que para estos momentos, el litoral marítimo bonaerense fue utilizado
112
por las mismas poblaciones del interior que incluyeron a la costa atlántica dentro de sus
circuitos anuales de movilidad y pudieron cazar no solo animales terrestres sino
también animales acuáticos como el lobo marino.
Recientemente la subsistencia inferida para los cazadores del sur pampeano que
basaban su economía en el guanaco está mostrando algunas singularidades como, el
aprovechamiento de peces que se ha comenzado a identificar para el río Colorado y el
consumo de mamíferos acuáticos.
En los últimos años se han iniciado trabajos extensos en sitios del humedal del río
Paraná inferior en el nordeste de la Provincia de Buenos Aires y en el sudeste de Entre
Ríos. Los conjuntos arqueológicos presentan abundante alfarería y numerosos
instrumentos realizados en hueso como, por ejemplo, los arpones. Los instrumentos
líticos son escasos. La asociación faunística incluye el venado de las pampas, el
guanaco, la nutria, el carpincho y los peces. Recientemente se ampliaron estudios de
colecciones de museos y prospecciones intensivas en el sector entrerriano del Delta del
Paraná. Se localizaron numerosos sitios en los departamentos Victoria, Diamante y
Gualeguay (Entre Ríos), y San Jerónimo, en la provincia de Santa Fe, que indican
gran potencial arqueológico. En esta zona del delta bonaerense y entrerriano
coexistieron grupos con diferentes modos de vida. Por un lado, cazadores-recolectores-
pescadores y por otra parte horticultores de la selva dedicados al cultivo, entre otras
plantas, del maíz.
Una importante innovación tecnológica, en toda la región, caracterizó este período y
fue la confección de cerámica. Se trata de piezas cerámicas de muy buena calidad,
resistentes al uso directo sobre el fuego, con diferentes motivos decorativos y pintadas
o cubiertas con un engobe de color rojo. En particular se han encontrado sitios
dedicados a la manufactura de recipientes de alfarería en la zona del río Salado. Allí se
recuperaron numerosos tiestos de alfarería, vestigios de las etapas de la manufactura
como pequeñas masas, una de mayor tamaño denominada pella, rollos o chorizos. En
todos estos restos se observan marcas de dedos y uñas. También en estos sitios se
encontraron abundantes restos de pigmentos de color rojo con los que debieron
confeccionar las pinturas para decorar o aplicar los engobes en el cuerpo de las vasijas.
Hay numerosos indicadores del aumento del uso de objetos suntuarios, sobre todo
adornos personales. En algunas ocasiones utilizaron los pigmentos para la pintura
corporal, además pintaron las paredes de aleros y cuevas. Por ejemplo, existen
numerosas cuevas y aleros en los sistemas serranos de Ventania y Tandilia, en cuyas
113
paredes o techos se encuentran evidencias de pinturas rupestres. En los motivos, el
color más representado es el rojo también hay algunos motivos pintados en amarillo.
Los diseños predominantes son abstractos y geométricos, se pueden distinguir líneas
rectas o curvas, paralelas, en zig-zags, alineaciones de puntos y triángulos. También
están presentes pero, en menor proporción, manos estampadas. Estos reparos rocosos
con representaciones de arte rupestre se ubican en lugares estratégicos cercanos a
recursos valiosos para los cazadores recolectores como son: el agua, la leña, los
animales y las rocas. Estos sitios, tienen, en general, vistas panorámicas desde donde
se pueden divisar y controlar las vías de circulación, quizás tuvieron una significación
simbólica por la concentración de estos reparos con pinturas en zonas específicas del
paisaje.
En este período la gente enterraba a sus muertos de manera muy variada y hay restos de
inhumaciones en todas las áreas de la región. En algunos casos se los enterraba
inmediatamente después de su muerte, en otros el muerto era descarnado y con
complejos rituales funerarios se enterraban sus partes en paquetes mortuorios. A esto se
llama entierro secundario. En muchos de estos entierros se encuentran depositados los
mismos elementos que se utilizaron en la vida diaria como bolas de boleadoras,
pigmentos y recipientes de cerámica. Así en el registro arqueológico se ve reflejada la
relación entre lo simbólico y lo cotidiano.
Hace aproximadamente 1.000 años hubo un cambio en las poblaciones que habitaron el
sur de la provincia. Aparecen individuos que presentan un aspecto físico más robusto
que sus antecesores. Este cambio en el aspecto físico es explicado como migración de
poblaciones que ingresaron desde el norte de Patagonia.
A partir del siglo XVI
La llegada de los españoles cambió sin retorno la vida de los grupos indígenas de la
región. En los primeros siglos después del contacto se registran patrones de continuidad
y cambio en las sociedades indígenas pampeanas. La continuidad se manifiesta en la
persistencia de la utilización de este espacio y en el mantenimiento de la forma de vida
cazadora-recolectora. Sin embargo, con la llegada de los europeos surgió la posibilidad
de explotar nuevos recursos y establecer nuevos circuitos comerciales. En esta nueva
realidad, la sociedad indígena y la europea comenzaron a necesitarse mutuamente. Las
sociedades indígenas contaron con nuevos recursos, principalmente el ganado europeo:
114
caballos, vacas y ovejas que se extendían por la región pampeana y añadieron otros
recursos tales como armas, cuchillos, yerba, tabaco y alcohol.
Comenzó así un proceso de enfrentamientos, reacomodos de grupos indígenas y en los
siglos posteriores una movilidad de grupos nativos de oeste a este. Para el siglo XIX, el
panorama de las pampas era muy distinto al que existió antes del siglo XVI. Trescientos
años después de la llegada de los primeros españoles, en la pampa y el norte de
patagonia se relacionaban diversos grupos indígenas. A los antiguos pobladores del
lugar, llamados luego Tehuelches o Pampas, se sumaron otros que vinieron de lo que
hoy es el país vecino de Chile, conocidos en la actualidad como los Mapuche.
En síntesis, el modo de vida cazador recolector, que había funcionado durante más de
10.000 años en la pampa bonaerense fue dejando de existir, mutilado por las
dificultades de los cambios abruptos, las enfermedades, las nuevas tecnologías y los
nuevos intereses de poder sobre el territorio.
115
Etnoarqueología de nutrieros
Paula Escosteguy
Uno de los estudios actualísticos que nos sirve para interpretar el registro arqueológico
es la etnoarqueología; esta disciplina implica el contacto con personas que viven en el
presente y la observación de actividades que ellos realizan. En otras palabras, el estudio
de un grupo actual nos permite formular hipótesis que relacionan la conducta con los
restos materiales, permitiéndonos entender mejor las distintas actividades involucradas
en la formación del registro arqueológico.
Esta clase de estudio se realizó, en especial, con los grupos aborígenes. Estas son por lo
general sociedades en las que la caza, pesca y/o recolección continúa siendo una
actividad importante al momento de obtener los alimentos y otros enseres para la
subsistencia aunque eso no significa que ellos estén aislados de la sociedad occidental.
En el norte de nuestro país, algunos arqueólogos han realizado trabajos
etnoarqueológicos con pastores puneños. En la cuenca del Amazonas, son numerosos
los estudios que se han llevado a cabo; por ejemplo aquel realizado por el Dr. Gustavo
Politis con los grupos Nukak y Höti. Lewis Binford, uno de los precursores en esta
disciplina, desarrolló en Alaska, extensos trabajos de campo con los esquimales
Nunamiut. Y en África, son muy conocidos los trabajos que implicaron la observación
con participación en la vida cotidiana de los Hadza y los !Kung.
En la pampa bonaerense, el coipo o “nutria” (Myocastor coypus) es uno de los animales
cuyos restos son muy abundantes en el registro arqueológico del Holoceno tardío. A
esta autora le interesaba conocer en mayor profundidad cómo había sido aprovechado el
recurso, por esta razón, se decidió emprender un estudio etnoarqueológico con nutrieros
actuales.
Un primer paso dentro de este estudio, fue realizar entrevistas a los nutrieros. Se
contactó a un reconocido pescador-cazador de la localidad de Las Flores (provincia de
Buenos Aires), quien a su vez nos puso en contacto con otros nutrieros de la zona. A
ellos se los consultó sobre distintos aspectos de la caza de nutrias. En las entrevistas se
les preguntaba sobre su experiencia en la caza de estos roedores, cuándo habían
aprendido, quién les había enseñado, para qué los cazaban, entre otras cosas. Así se
pudo conocer en profundidad cómo se explota este recurso faunístico actualmente en la
116
Cuenca del río Salado (provincia de Buenos Aires). Vale la pena destacar, que este
roedor es el principal recurso de fauna silvestre, ya que se exportan 2.500.000 de pieles
anuales, además involucra muchas personas y dinero en su captura y comercialización.
Otra de las etapas de este trabajo, implica que participemos en partidas de caza para
observar la forma en que el coipo es cazado. En estas salidas, se observó la tecnología
que se usa para capturar la presa, dónde son colocadas las trampas (arroyos, ríos,
lagunas, etc.), cómo se llega hasta el lugar donde se caza, cuántas presas se capturan y
cómo y hacia dónde se las transportan. También se registró qué se hace con los animales
posteriormente a que son cazados.
En una etapa posterior realizamos experimentaciones que incluyeron la preparación de
las presas para que pudieran ser consumidas. De esta forma observamos cómo el
nutriero cuereó y dividió la presa en porciones que pudieran entrar en la olla para
preparar “Nutria estofada”. Las porciones de las presas fueron luego limpiadas en
nuestro laboratorio con el fin de observar cómo quedaban los huesos y si quedaban
evidencias de su procesamiento con los instrumentos líticos.
En resumen, a partir de un estudio Etnoarqueológico pueden surgir distintas líneas de
investigación que nos ayudan a entender el pasado de un grupo humano en particular y
permite poner a prueba algunas ideas que tenemos sobre ese pasado. Los trabajos
experimentales, por ejemplo, nos ayuda a entender la utilidad de ciertos instrumentos
para el procesamiento de un animal. La realización de entrevistas nos permite observar
y analizar las redes de interacción que existen entre los cazadores. Salir de caza
acompañando a los nutrieros, nos permite observar el uso del paisaje durante la
obtención de un recurso animal y los materiales que resultan de las partidas de caza.
Sin embargo, al momento de analizar nuestros datos debemos tomar ciertas
precauciones ya que sabemos que hoy en día las cosas no se hacen de la misma forma
que hace dos mil años, por lo tanto, estos datos que obtenemos del trabajo
etnoarqueológico con nutrieros no se trasladan automáticamente a nuestra
interpretación, sino que los usamos para postular hipótesis sobre las actividades del
pasado y sus consecuencias materiales.
117
La comida poco antes de la llegada de los españoles
Paula Escosteguy
A partir de los restos de animales que se han recuperado de numerosos sitios
arqueológicos de la pampa bonaerense, podemos conocer que durante el Holoceno
tardío se dio una gran diferencia con respecto a los períodos previos. En los últimos
milenios previos a la llegada de los europeos al continente americano se produjo una
diversificación de la dieta e intensificación en la explotación de algunos recursos
animales. Lo primero lo podemos entender así: comenzaron a cazarse y a consumirse
animales que antes no eran tenidos en cuenta como parte de la dieta, tal es el caso de
algunos roedores como el cuis pampeano (Cavia aperea). En cuanto a la intensificación,
fue en este momento cuando algunos recursos de la fauna empezaron a ser capturados
de forma intensiva, en gran cantidad. Esto sucede con los peces, por ejemplo en la
Depresión del río Salado se pescó con gran intensidad al bagre sapo (Rhamdia sapo) y
la chanchita (Cichlasoma facetum); en cambio hacia el norte de la provincia de Buenos
Aires, se capturaron peces de mayor tamaño pertenecientes a la familia de los dorados.
La estructura de los recursos faunísticos se caracterizó por una gran diversidad, alta
concentración y disponibilidad anual. Estos recursos pudieron aprovecharse por medio
de innovaciones tecnológicas como la alfarería, el arco y la flecha, las trampas y redes,
que también contribuyeron a una reducción de la frecuencia de movilidad residencial.
Los mamíferos más explotados fueron el guanaco (Lama guanicoe) en las áreas
Interserrana y Ventania, los cérvidos y el coipo (Myocastor coypus) en la Pampa
Ondulada. Además, se hace visible el aprovechamiento de los peces y las aves en los
ambientes de humedales. En consecuencia, esta amplia disponibilidad habría facilitado
que las poblaciones se asentaran por períodos más prolongados, como puede observarse
en la Depresión del Salado (en la localidad La Guillerma) y en el área Norte de la
provincia de Buenos Aires.
De los animales de mayor tamaño (alrededor de 100 kg.) se destacan el guanaco (Lama
guanicoe) y el ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus). Los mamíferos
medianos son principalmente el venado de las pampas (Ozotoceros bezoarticus) y los
roedores como el coipo (Myocastor coypus) y la vizcacha (Lagostomus maximus). Pero
también se incluyeron en la economía otros animales de tamaño reducido como el cuis
118
pampeano (Cavia aperea) y cuis de Tixi (Galea tixiensis) y los armadillos como el
peludo (Chaetophractus villosus), el pichi (Zaedyus pichiy) y la mulita (Dasypus
hybridus). En algunos casos particulares se dio la explotación de reptiles como el
lagarto overo (Tupinambis merianae).
Dentro del orden de las aves existe gran variabilidad en las especies capturadas pues se
aprovechó el ñandú (Rhea americana) que es de gran tamaño, pudiendo pesar más de 20
kg. Mientras que el resto de las aves en general son de tamaño mucho menor como las
gallaretas (Fulica armillata y Fulica leucoptera), los patos como el pato cuchara (Anas
platalea) y la avutarda (Chloephaga picta). De ellas se pudieron consumir sus huevos
los cuales aportaban cantidades importantes de nutrientes.
Estos animales no solo habrían aportado en la dieta de los grupos cazadores-
recolectores-pescadores sino que también de ellos pudieron obtenerse otros productos:
en el caso de algunos mamíferos pudieron usarse sus pieles o cueros para la confección
de vestimentas y de los toldos para refugiarse; también pudieron usarse sus huesos para
la confección de artefactos, especialmente en lugares donde las rocas no estaban muy
disponibles. De las aves también pudieron usarse sus huesos y sus plumas, tanto en la
forma de instrumentos como adornos.
Muchos de estos recursos faunísticos seguían siendo importantes en la economía
cazadora recolectora pescadora luego de la Conquista de los españoles. Estos datos
podemos conocerlos a partir de numerosas fuentes documentales que mencionan la
disponibilidad y abundancia de los animales; además de las modalidades en que eran
capturadas y usadas por los aborígenes pampeanos.
En resumen, el registro arqueofaunístico nos permite conocer cómo vivían los grupos
pampeanos y el entorno ecológico que los rodeaba hasta la llegada de los españoles,
pero luego estos datos podemos complementarlos con aquellos obtenidos de los diarios
de los primeros viajeros europeos quienes recorrieron el sector bonaerense de la Región
Pampeana con distintos fines. Otra forma de contrastar estos datos es a partir de los
estudios actualísticos, como el que estamos llevando a cabo con nutrieros actuales,
principalmente porque la explotación de algunos recursos en la actualidad nos permite
ver la actividad desarrollándose y sus consecuencias materiales
119
La cerámica, paso a paso. Para experimentar y aprender con tus propias manos
María Isabel González, Magdalena Frére y Alicia Francese
La fabricación de cerámica fue uno de los avances tecnológicos más destacados en la
historia del hombre. Esta innovación implica transformar barros arcillosos en un
material diferente endurecido por medio del calor. Es así como la cerámica permitió
disponer de recipientes para contener, conservar y transportar distintos productos,
particularmente líquidos. Su uso se ha prolongado hasta nuestros días y es un producto
habitual en nuestra vida.
En los sitios arqueológicos la cerámica es un material muy abundante dada sus
excelentes condiciones de conservación. Frecuentemente aparece en forma fragmentada
(a cada uno de los fragmentos se los llama tiestos) pero también se encuentran piezas
enteras. Se la usó como recipientes de vajilla diaria, contenedores para almacenar
alimentos, objetos de adorno o culto o inclusive, en algunos casos, enterraban a sus
muertos en urnas funerarias que son vasijas de cerámica de tamaño grande.
En el taller del alfarero se encuentran diferentes instrumentos que nos permiten
identificar las etapas del proceso de manufactura de piezas de cerámica:
1) OBTENCIÓN Y PREPARACIÓN DE LA MATERIA PRIMA
2) MANUFACTURA DE PIEZAS
3) TRATAMIENTOS ANTES DE LA COCCIÓN: ACABADO Y
DECORACIÓN.
4) SECADO Y COCCION
Obtención y preparación de la materia prima
La arcilla es un material abundante en la naturaleza. Es una roca de pequeñas partículas,
finamente terrosa formada por cuarzo y una elevada cantidad de minerales arcillosos.
Las distintas arcillas se formaron a partir de la descomposición de otras rocas. Existen
innumerables tipos, cada uno de los cuales poseen propiedades particulares que
dependen de las características de la roca de origen. Entre los componentes básicos de
las arcillas se destacan materias plásticas como el caolín, las illitas, las esmectitas, las
montmorillonitas y, los componentes no plásticos o carga, como el cuarzo, la arena o
120
la pegmatita, que prestan un papel fundamental en el proceso de transformación de los
materiales ya que actúan como fundentes en el momento de la cocción.
La arcilla cuando está húmeda con la cantidad adecuada de agua, tiende a mantener la
forma que le da el artesano. Esta propiedad se conoce como PLASTICIDAD y es una de
las principales cualidades del material. Es la plasticidad la que hace posible la
fabricación de los distintos objetos cerámicos. Esta propiedad se pierde cuando se seca o
cuando alcanza temperaturas elevadas de cocción.
Si una arcilla es excesivamente plástica se le debe añadir materiales no plásticos
llamados ANTIPLASTICOS o ATEMPERANTES para mejorar su plasticidad. La
mayoría de los barros ya poseen ciertos porcentajes de antiplásticos mezclados
naturalmente pero el ceramista puede añadir intencionalmente distintos materiales no
plásticos (arena, tiestos molidos, hueso quemado, valvas trituradas, hierbas, plumas,
etc.). Los ceramistas hablan de pasta que es la masa o cuerpo de arcilla que posee los
requisitos necesarios para ser trabajada.
EL ENCOGIMIENTO es otra propiedad de las arcillas, un recipiente modelado con
arcilla encoge a medida que la arcilla se seca y vuelve a encogerse cuando se quema la
pieza. Las materias no plásticas o antiplásticos ayudan a reducir el encogimiento.
La POROSIDAD Y LA TEMPERATURA DE MADUREZ son también propiedades a
considerar en el análisis de la materia prima arcilla. LA POROSIDAD es el volumen de
agua que puede absorber una pasta cerámica después de la cocción.
LA TEMPERATURA DE MADUREZ está relacionada con la temperatura que puede
soportar una pasta. Después de la cocción se observará la dureza, el color, el sonido. El
color y la dureza son indicadores de la temperatura y de las condiciones de cocción.
Manufactura de piezas
Para la manufactura de piezas disponemos de una amplia variedad de técnicas. Los
procesos para la realización de piezas son relativamente sencillos, pero es necesario
tener una gran experiencia para llegar a dominarlos.
Existen tres técnicas básicas: el modelado, el moldeado y el torneado.
Dentro de las técnicas de modelado describiremos dos: modelado por rollos o chorizos y
modelado directo por presión manual.
La técnica de rollos se ha empleado durante miles de años para la fabricación manual de
cerámica. Previo amasado de la arcilla se preparan los rollos verticalmente con las
manos, como así también haciéndolos rodar horizontalmente sobre una superficie
121
realizando movimientos de vaivén desde las yemas de los dedos hasta las palmas y
moviendo las manos desde el centro hacia los extremos.
Sobre una base de arcilla, en el borde de la misma, se coloca el primer rollo guiándolo a
lo largo de toda la circunferencia y ayudándose con los dedos se va dando la forma .
Así, sucesivamente se van aplicando rollos de grosor uniforme, alisando las paredes por
dentro y por fuera pellizcando la arcilla y alisando con la yema de los dedos en
dirección hacia la base a medida que se incrementa la altura de la pieza.
Este método nos permite ejercer un control completo sobre la configuración de la pieza,
si queremos ensancharla pondremos los rollos sobre el borde externo y si queremos
estrecharla colocaremos el chorizo sobre el borde interno .
El modelado directo es un procedimiento que consiste en tomar una bola de arcilla del
tamaño aproximado del puño y darle forma utilizando el pulgar y los dedos. Se
introduce el dedo pulgar en el centro y se adelgaza la pared aplastándola hacia arriba y
afuera entre el pulgar por la parte de adentro y los otros dedos por fuera mientras se
hace girar la vasija sobre la otra mano. Esta técnica se suele usar para elaborar vasijas
pequeñas .
El uso de moldes para la confección de las piezas es otra técnica muy utilizada. En el
moldeado se puede usar un objeto hueco como una cesta, la base de otra vasija, un
molde de cuero para sostener y moldear la arcilla. También a lo largo de la historia se
han utilizado moldes más refinados para hacer vasijas enteras o partes de ellas. Algunos
moldes tienen una decoración impresa en la cara interior y así la vasija hecha en ellos
presentará una superficie decorada en relieve .
El torno alfarero
Los primeros tornos de alfarero que se encontraron fueron en Sumeria en el 3.250 años
AC, en Siria y Persia en el 3.000 años AC y en Egipto en el 2.750 años AC. El torno de
alfarero es una simple base circular que rota alrededor de un eje donde se coloca la masa
o pella de arcilla para trabajarla . Cuando se usa el “falso torno” no es la base la que rota
sobre sí misma si no es la vasija la que gira y se va modelando apoyada sobre esa base.
Los primeros tornos alfareros estaban básicamente constituidos por una superficie plana
de madera soportada en el centro por un eje de madera vertical, que permitía que todo el
conjunto pudiera girar. El eje de madera se apoyaba en su extremo inferior en la
concavidad de una piedra y las dos rodillas del artesano servían de guía para mantenerlo
122
centrado cuando él con una mano hacia girar la superficie plana de madera y con la otra
rápidamente manufacturaba las vasijas de arcilla.
Esta máquina incipiente requería mucho esfuerzo por parte del artesano lo que lo obligó
a pensar en nuevos diseños y fue así como reemplazó la utilización de sus rodillas por
un buje guía fabricado de piedra o de madera y aumentó la velocidad de giro de la
superficie plana de madera. De esta manera, se enrollaba una tira de cuero
suficientemente larga alrededor del eje vertical, luego una persona la desenrollaba
rápidamente, posiblemente corriendo en línea recta, mientras que otro artesano
utilizando sus dos manos confeccionaba la vasija en el menor tiempo posible.
Tratamiento antes de la cocción
Muchos de los procesos de tratamiento de la superficie de un recipiente de cerámica se
realizan para alisar las irregularidades, para unir las distintas partes y para nivelar la
superficie. Algunos de estos tratamientos se aplican cuando la vasija se ha secado hasta
el punto de “dureza de cuero” aunque hay algunos que se aplican estando todavía en
estado plástico. La pasta cuando está en “dureza de cuero” se ha secado lo necesario
como para poder manejarla sin que se deforme.
Algunos de los tratamientos más comunes son:
ALISADO: es la terminación que se practica cuando la vasija ha tomado forma pero la
pasta está todavía maleable. Se alisa la superficie hasta que queda lisa y regular.
PULIDO: se espera que la pasta esté casi seca, se alisa y frota hasta conseguir un
acabado fino .
BRUÑIDO: se realiza con mayor empeño que el pulido, se insiste en el frotamiento
hasta lograr un brillo más acentuado.
ENGOBE: es una cubierta con espesor de una arcilla diluida en agua y un pigmento.
Esta terminación decorativa de la pieza se combina con el bruñido otorgando a la pieza
brillo, suavidad y una superficie visualmente atractiva. Con el engobe la pieza se
impermeabiliza ya que se aplastan las partículas de la arcilla unas con otras fuertemente
sellándolas parcialmente.
Una vez que se ha regularizado la superficie una pieza de cerámica puede ser decorada
mediante diferentes técnicas. En relación a la decoración citaremos algunas técnicas
aplicables también antes de la cocción.
123
INCISIÓN: las decoraciones incisas se practicaron sobre la arcilla semirígida o en
estado de cuero. Con una punta seca ya sea de madera, hueso u otro material se deja una
huella sobre la arcilla. Con esta técnica se pueden realizar, sobre el soporte cerámico,
motivos geométricos o motivos figurativos .
PINTURA: sobre la superficie de la vasija se pinta con distintos colores. La pintura se
aplica a través de un intermediario (por ejemplo un pincel) y la sustancia empleada se
distingue de la pasta cerámica por la coloración que le imprime el pigmento utilizado.
IMPRESIÓN: la decoración se realiza presionando con un objeto o herramienta sobre
la superficie. Así queda la impronta del elemento usado marcada en la superficie
arcillosa.
PLÁSTICA: cuando a la vasija se le añaden elementos decorativos normalmente
modelados también con arcilla. Por ejemplo botones, mamelones, cordones, diseños
antropomorfos y zoomorfos (foto taller 34).
Secado y cocción
El proceso de secado se puede realizar al aire libre o en lugares calentados
especialmente (templado), esto se hace con el fin de eliminar el agua acumulada. Los
recipientes ya confeccionados deben estar secos cuando se inicia la cocción.
La cocción es la etapa en que la arcilla adquiere su dureza definitiva que la hace
duradera a través de los tiempos. Para cocer las vasijas necesitamos combustibles. Estos
pueden ser muy diversos y según las características de sus valores calóricos actuarán de
manera diferente en la cocción de las piezas. El combustible más utilizado es la madera
pero también se pueden usar, entre otros, huesos y estiércol (bostas secas).
Mediante la cocción se transforman los minerales de arcilla en un material nuevo y
distinto que es lo que denominamos cerámica. Al calentar la arcilla, ésta sufre una serie
de modificaciones que, a partir de un cierto momento, son irreversibles. La arcilla
sometida a una temperatura de 100º C se seca por completo, pero puede volver a su
estado primitivo si se empapa con agua. Si se la calienta hasta 600 - 700º C, empieza a
tomar un color rojo oscuro, y sufre profundas modificaciones químicas. La temperatura
alcanzada es muy importante para lograr el éxito durante la cocción. La temperatura de
cocción varía de acuerdo con el tipo de pasta utilizada y, en consecuencia, con el tipo de
objeto que se quiera fabricar. Para la cerámica la temperatura del horno oscila entre los
650º y los 1000º C; para el gres y la loza entre los 1000º a los 1400º C y para la
porcelana entre los 1300º a los 1500º C.
124
Es interesante realizar una aclaración acerca de las condiciones de cocción de las
piezas. Se habla de fuego reductor si existe poca oxigenación durante el cocido de la
pieza ya que el combustible no se quema completamente y produce monóxido de
carbono libre. Las coloraciones obtenidas son negruzcas. El fuego oxidante se da
cuando se produce la combustión completa y existe oxigenación durante todo el
proceso. Las pastas adquieren una coloración rojiza, anaranjadas o cremas.
Con respecto a las modalidades de cocción podemos reconocer dos:
a) cocción abierta en hoguera o fogón a cielo abierto y
b) cocción en diferentes hornos.
Para preparar la cocción en un fogón abierto debemos quemar maderas para que se
produzcan brasas, luego se acercarán las piezas para el templado. El calor producido por
las brasas hace que la arcilla acabe de secarse. Con la ceniza tibia se realiza una cama
sobre la cual se colocan las piezas en su lugar definitivo cubriéndolas con el
combustible fino y la leña gruesa. Se enciende la hoguera de manera que las piezas
estén totalmente rodeadas de fuego. Se va añadiendo más combustible hasta que la
cocción esté acabada. Este tipo de cocción se caracteriza por el aumento rápido de la
temperatura y la duración de cocción es corta (2 ó 3 horas) si se compara con las
elaboradas en un horno. Las características de esta cocción dejan sus huellas en los
recipientes cocidos puede quedar el interior o núcleo de la cerámica de color gris o
negro, además pueden tener manchas superficiales en el cuerpo (foto taller 35,36,37).
Los primeros hornos se construyeron en Medio Oriente. Estaban construidos por un
hogar situado bajo una "parrilla" de arcilla sobre la cual se colocaban los recipientes.
Luego se levantaba una especie de cámara amontonando encima vasijas viejas o haces
de hierba entre los que se dejaba una chimenea. El calor que retenía la cámara hacía
posible alcanzar temperaturas más elevadas que las logradas con un fogón abierto. Con
posterioridad se utilizó un tipo de horno cerrado más complejo donde el hogar y la
cámara de cocción estaban separados, lo que permitía aportar continuamente
combustible hasta alcanzar la temperatura deseada. Gradualmente los hornos se
convirtieron en estructuras permanentes. El horno permitió proteger a los recipientes de
las llamas tratando de evitar las manchas que éstas producen y al mismo tiempo se
controló la temperatura interior de los hornos.
Como vemos, conociendo la tecnología de la elaboración de cerámica que transforma
por medios físico-químico una materia prima de la naturaleza, se puede acceder a
125
aspectos de la vida diaria de los grupos humanos, conocer cómo manufacturaban sus
vajillas, cómo cocinaban los alimentos, cómo los almacenaban. Asimismo, saber si
utilizaban las vasijas que fabricaban para intercambios con otros grupos, si las
empleaban en sus ritos funerarios o reconocer otros usos que pudieron tener estos
materiales cerámicos.
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RECURSOS DIDÁCTICOS
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Fuentes documentales
¿Qué nos cuentan los viajeros sobre lo que se comía poco antes de la llegada de los
españoles?
Ulrico Schmidl, en el recorrido de nuestro territorio que hizo en la primera parte del
siglo XVI, cuando describió sus encuentros bélicos con los indios Querandíes, también
mencionó los recursos faunísticos de los que ellos hacían uso y que los europeos
comenzaron a consumir:
“En este pueblo de ellos no hallamos más que mantos de
nuederen (nutrias) o ytteren como se llaman, iten harto
pescado, harina y grasa del mismo; allí nos detuvimos
tres días y recién nos volvimos al real, dejando unos 100
de los nuestros en el pueblo para que pescasen con las
redes de los indios y con ello abasteciesen a nuestra
gente; porque eran aquellas aguas muy abundantes de
pescado; la ración de cada uno era de seis onzas de
harina de trigo por día y al tercero un
pescado”.(Schimdl 1903 [1534-1554] 151-152)
Dos siglos después, otro de los personajes que describe con detalle la naturaleza
pampeana y su uso por parte de los nativos, es el padre Thomas Falkner:
“…viven principalmente del pescado que cogen, ya zambulléndose, o echándoles
dardos: son muy ligeros y atrapan guanacos y avestruces con sus bolas.” (Falkner
1974 [1744/67]: 45).
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Una ceremonia contada por George Musters
Musters describió una ceremonia de primera sangre de una niña del grupo de tehuelches
que viajaban con él, cuando acamparon en el valle del Río Chico (hoy provincia de
Santa Cruz). En este caso seleccionamos un fragmento en el cual relata la parte de la
ceremonia en la que a la noche, se preparó la comida y un baile:
"Estuve esperando con mucho interés esa "reunioncita íntima", y en breve vi que
algunas de las mujeres iban a traer una cantidad de leña, que colocaban en la parte
exterior de la tienda. En seguida, al oscurecer, se hizo una fogata, primeramente fuera
del recinto sagrado. Todas las mujeres se sentaron alrededor de ella en el césped, pero a
alguna distancia de los hombres, que se habían sentado también en el suelo, todos
menos cuatro y los músicos. La orquesta consistía en un tambor hecho de un pedazo de
cuero estirado sobre una vasija y de una especie de instrumento de viento formado con
un fémur de guanaco agujereado, que se coloca en la boca y se toca con los dedos o con
un arco corto de crin de caballo. Cuando todo estuvo listo, y mientras varias de las
viejas cantaban en su estilo melodioso, la banda empezó, y cuatro indios embozados en
frazadas de tal modo que sólo se les veía los ojos, y con la cabeza adornada de plumas
de avestruz, entraron marchando en el círculo y se pusieron a dar vueltas lentamente
alrededor del fuego, al compás de la música. Después de dos o tres paseos, el tiempo
empezó a acelerarse gradualmente hasta que los hombres tomaron una especie de trote;
y, como a la quinta vuelta, bailando rápidamente, siempre a compás de la música,
arrojaron sus mantas y aparecieron acicalados de pintura blanca, con la que se habían
pintado todo el cuerpo, y provistos de un cinturón de campanillas atravesado desde el
hombro hasta la cadera, que sonaba acompañando sus danzas. Los cuatro primeros eran
los jefes Casimiro, Orkeke, Crime y Camilo, que, después de bailar con grandes
gesticulaciones, tratando de no pisar el fuego e inclinando grotescamente a uno y otro
lado sus emplumadas cabezas, a los sones del tambor, se retiraron por breve tiempo a
descansar, para volver a aparecer luego y bailar una danza diferente. Cuando ésta hubo
concluido, se presentaron otros cuatro, y así sucesivamente hasta que no quedó uno que
no se hubiera divertido, inclusive los muchachos. A veces, para aumentar el efecto, los
danzarines llevaban en la mano un haz de juncos. Como a las nueve, cuando todo el
mundo estaba ya satisfecho, Casimiro dio la señal. La banda dejó de tocar y todos se
129
fueron a dormir. El baile no era desgarbado, pero lo hacían grotesco los absurdos
movimientos de cabeza. Estaba estrictamente limitado a los hombres; a las mujeres sólo
se les permitía mirar".
George Chaworth Musters. 1991. Vida entre los Patagones. Un año de excursiones por
tierras no frecuentadas desde el estrecho de Magallanes hasta el Río Negro. Ediciones
Solar, Buenos Aires, pp. 134-136.
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Recursos literarios.
Recomendamos leer:
El hambre
Manuel Mujica Lainez
Misteriosa Buenos Aires (1950)
Alrededor de la empalizada desigual que corona la meseta frente al río, las hogueras de
los indios chisporrotean día y noche. En la negrura sin estrellas meten más miedo
todavía. Los españoles, apostados cautelosamente entre los troncos, ven al fulgor de las
hogueras destrenzadas por la locura del viento, las sombras bailoteantes de los salvajes.
De tanto en tanto, un soplo de aire helado, al colarse en las casucas de barro y paja, trae
con él los alaridos y los cantos de guerra. Y en seguida recomienza la lluvia de flechas
incendiarias cuyos cometas iluminan el paisaje desnudo. En las treguas, los gemidos del
Adelantado, que no abandona el lecho, añaden pavor a los conquistadores. Hubieran
querido sacarle de allí; hubieran querido arrastrarle en su silla de manos, blandiendo la
espada como un demente, hasta los navíos que cabecean más allá de la playa de toscas,
desplegar las velas y escapar de esta tierra maldita; pero no lo permite el cerco de los
indios. Y cuando no son los gritos de los sitiadores ni los lamentos de Mendoza, ahí está
el angustiado implorar de los que roe el hambre, y cuya queja crece a modo de una
marea, debajo de las otras voces, del golpear de las ráfagas, del tiroteo espaciado de los
arcabuces, del crujir y derrumbarse de las construcciones ardientes.
Así han transcurrido varios días; muchos días. No los cuentan ya. Hoy no queda
mendrugo que llevarse a la boca. Todo ha sido arrebatado, arrancado, triturado: las
flacas raciones primero, luego la harina podrida, las ratas, las sabandijas inmundas, las
botas hervidas cuyo cuero chuparon desesperadamente. Ahora jefes y soldados yacen
doquier, junto a los fuegos débiles o arrimados a las estacas defensoras. Es difícil
distinguir a los vivos de los muertos.
Don Pedro se niega a ver sus ojos hinchados y sus labios como higos secos, pero en el
interior de su choza miserable y rica le acosa el fantasma de esas caras sin torsos, que
reptan sobre el lujo burlón de los muebles traídos de Guadix, se adhieren al gran tapiz
con los emblemas de la Orden de Santiago, aparecen en las mesas, cerca del Erasmo y el
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Virgilio inútiles, entre la revuelta vajilla que, limpia de viandas, muestra en su tersura el
“Ave María” heráldico del fundador.
El enfermo se retuerce como endemoniado. Su diestra, en la que se enrosca el rosario de
madera, se aferra a las borlas del lecho. Tira de ellas enfurecido, como si quisiera
arrastrar el pabellón de damasco y sepultarse bajo sus bordadas alegorías. Pero hasta allí
le hubieran alcanzado los quejidos de la tropa. Hasta allí se hubiera deslizado la voz
espectral de Osorio, el que hizo asesinar en la playa del Janeiro, y la de su hermano don
Diego, ultimado por los querandíes el día de Corpus Christi, y las otras voces, más
distantes, de los que condujo al saqueo de Roma, cuando el Papa tuvo que refugiarse
con sus cardenales en el castillo de Sant Angelo. Y si no hubiera llegado aquel plañir
atroz de bocas sin lenguas, nunca hubiera logrado eludir la persecución de la carne
corrupta, cuyo olor invade el aposento y es más fuerte que el de las medicinas. ¡Ay!, no
necesita asomarse a la ventana para recordar que allá afuera, en el centro mismo del
real, oscilan los cadáveres de los tres españoles que mandó a la horca por haber hurtado
un caballo y habérselo comido. Les imagina, despedazados, pues sabe que otros
compañeros les devoraron los muslos.
¿Cuándo regresará Ayolas, Virgen del Buen Aire? ¿Cuándo regresarán los que fueron al
Brasil en pos de víveres? ¿Cuándo terminará este martirio y partirán hacia la comarca
del metal y de las perlas? Se muerde los labios, pero de ellos brota el rugido que
aterroriza. Y su mirada turbia vuelve hacia los platos donde el pintado escudo del
Marqués de Santillana finge a su extravío una fruta roja y verde.
Baitos, el ballestero, también imagina. Acurrucado en un rincón de su tienda, sobre el
suelo duro, piensa que el Adelantado y sus capitanes se regalan con maravillosos
festines, mientras él perece con las entrañas arañadas por el hambre. Su odio contra los
jefes se torna entonces más frenético. Esa rabia le mantiene, le alimenta, le impide
echarse a morir. Es un odio que nada justifica, pero que en su vida sin fervores obra
como un estímulo violento. En Morón de la Frontera detestaba al señorío. Si vino a
América fue porque creyó que aquí se harían ricos los caballeros y los villanos, y no
existirían diferencias. ¡Cómo se equivocó! España no envió a las Indias armada con
tanta hidalguía como la que fondeó en el Río de la Plata. Todos se las daban de duques.
En los puentes y en las cámaras departían como si estuvieran en palacios. Baitos les ha
espiado con los ojos pequeños, entrecerrándolos bajo las cejas pobladas. El único que
para él algo valía, pues se acercaba a veces a la soldadesca, era Juan Osorio, y ya se
132
sabe lo que pasó: le asesinaron en el Janeiro. Le asesinaron los señores por temor y por
envidia. ¡Ah, cuánto, cuánto les odia, con sus ceremonias y sus aires! ¡Como si no
nacieran todos de idéntica manera! Y más ira le causan cuando pretenden endulzar el
tono y hablar a los marineros como si fueran sus iguales. ¡Mentira, mentiras! Tentado
está de alegrarse por el desastre de la fundación que tan recio golpe ha asestado a las
ambiciones de esos falsos príncipes. ¡Sí! ¿Y por qué no alegrarse?
El hambre le nubla el cerebro y le hace desvariar. Ahora culpa a los jefes de la
situación. ¡El hambre!, ¡el hambre!, ¡ay!; ¡clavar los dientes en un trozo de carne! Pero
no lo hay... no lo hay... Hoy mismo, con su hermano Francisco, sosteniéndose el uno al
otro, registraron el campamento. No queda nada que robar. Su hermano ha ofrecido
vanamente, a cambio de un armadillo, de una culebra, de un cuero, de un bocado, la
única alhaja que posee: ese anillo de plata que le entregó su madre al zarpar de San
Lúcar y en el que hay labrada una cruz. Pero así hubiera ofrecido una montaña de oro,
no lo hubiera logrado, porque no lo hay, porque no lo hay. No hay más que ceñirse el
vientre que punzan los dolores y doblarse en dos y tiritar en un rincón de la tienda.
El viento esparce el hedor de los ahorcados. Baitos abre los ojos y se pasa la lengua
sobre los labios deformes. ¡Los ahorcados! Esta noche le toca a su hermano montar
guardia junto al patíbulo. Allí estará ahora, con la ballesta. ¿Por qué no arrastrarse hasta
él? Entre los dos podrán descender uno de los cuerpos y entonces...
Toma su ancho cuchillo de caza y sale tambaleándose.
Es una noche muy fría del mes de junio. La luna macilenta hace palidecer las chozas, las
tiendas y los fuegos escasos. Dijérase que por unas horas habrá paz con los indios,
famélicos también, pues ha amenguado el ataque. Baitos busca su camino a ciegas entre
las matas, hacia las horcas. Por aquí debe de ser. Sí, allí están, allí están, como tres
péndulos grotescos, los tres cuerpos mutilados. Cuelgan, sin brazos, sin piernas... Unos
pasos más y los alcanzará. Su hermano andará cerca. Unos pasos más...
Pero de repente surgen de la noche cuatro sombras. Se aproximan a una de las hogueras
y el ballestero siente que se aviva su cólera, atizada por las presencias inoportunas.
Ahora les ve. Son cuatro hidalgos, cuatro jefes: don Francisco de Mendoza, el
adolescente que fuera mayordomo de don Fernando, Rey de los Romanos; don Diego
Barba, muy joven, caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén; Carlos Dubrin,
hermano de leche de nuestro señor Carlos V; y Bernardo Centurión, el genovés, antiguo
cuatralbo de las galeras del Príncipe Andrea Doria.
133
Baitos se disimula detrás de una barrica. Le irrita observar que ni aun en estos
momentos en que la muerte asedia a todos han perdido nada de su empaque y de su
orgullo. Por lo menos lo cree él así. Y tomándose de la cuba para no caer, pues ya no le
restan casi fuerzas, comprueba que el caballero de San Juan luce todavía su roja cota de
armas, con la cruz blanca de ocho puntas abierta como una flor en el lado izquierdo, y
que el italiano lleva sobre la armadura la enorme capa de pieles de nutria que le
envanece tanto. A este Bernardo Centurión le execra más que a ningún otro. Ya en San
Lúcar de Barrameda, cuando embarcaron, le cobró una aversión que ha crecido durante
el viaje. Los cuentos de los soldados que a él se refieren fomentaron su animosidad.
Sabe que ha sido capitán de cuatro galeras del Príncipe Doria y que ha luchado a sus
órdenes en Nápoles y en Grecia. Los esclavos turcos bramaban bajo su látigo,
encadenados a los remos. Sabe también que el gran almirante le dio ese manto de pieles
el mismo día en que el Emperador le hizo a él la gracia del Toisón. ¿Y qué? ¿Acaso se
explica tanto engreimiento? De verle, cuando venía a bordo de la nao, hubieran podido
pensar que era el propio Andrea Doria quien venía a América. Tiene un modo de volver
la cabeza morena, casi africana, y de hacer relampaguear los aros de oro sobre el cuello
de pieles, que a Baitos le obliga a apretar los dientes y los puños. ¡Cuatralbo, cuatralbo
de la armada del Príncipe Andrea Doria! ¿Y qué? ¿Será él menos hombre, por ventura?
También dispone de dos brazos y de dos piernas y de cuanto es menester...
Conversan los señores en la claridad de la fogata. Brillan sus palmas y sus sortijas
cuando las mueven con la sobriedad del ademán cortesano; brilla la cruz de Malta; brilla
el encaje del mayordomo del Rey de los Romanos, sobre el desgarrado jubón; y el
manto de nutrias se abre, suntuoso, cuando su dueño afirma las manos en las caderas. El
genovés dobla la cabeza crespa con altanería y le tiemblan los aros redondos. Detrás, los
tres cadáveres giran en los dedos del viento.
El hambre y el odio ahogan al ballestero. Quiere gritar mas no lo consigue y cae
silenciosamente desvanecido sobre la hierba rala.
Cuando recobró el sentido, se había ocultado la luna y el fuego parpadeaba apenas,
pronto a apagarse. Había callado el viento y se oían, remotos, los aullidos de la indiada.
Se incorporó pesadamente y miró hacia las horcas. Casi no divisaba a los ajusticiados.
Lo veía todo como arropado por una bruma leve. Alguien se movió, muy cerca. Retuvo
la respiración, y el manto de nutrias del capitán de Doria se recortó, magnífico, a la luz
roja de las brasas. Los otros ya no estaban allí. Nadie: ni el mayordomo del Rey, ni
134
Carlos Dubrin, ni el caballero de San Juan. Nadie. Escudriñó en la oscuridad. Nadie: ni
su hermano, ni tan siquiera el señor don Rodrigo de Cepeda, que a esa hora solía andar
de ronda, con su libro de oraciones.
Bernardo Centurión se interpone entre él y los cadáveres: sólo Bernardo Centurión, pues
los centinelas están lejos. Y a pocos metros se balancean los cuerpos desflecados. El
hambre le tortura en forma tal que comprende que si no la apacigua en seguida
enloquecerá. Se muerde un brazo hasta que siente, sobre la lengua, la tibieza de la
sangre. Se devoraría a sí mismo, si pudiera. Se troncharía ese brazo. Y los tres cuerpos
lívidos penden, con su espantosa tentación... Si el genovés se fuera de una vez por
todas... de una vez por todas... ¿Y por qué no, en verdad, en su más terrible verdad, de
una vez por todas? ¿Por qué no aprovechar la ocasión que se le brinda y suprimirle para
siempre? Ninguno lo sabrá. Un salto y el cuchillo de caza se hundirá en la espalda del
italiano. Pero ¿podrá él, exhausto, saltar así? En Morón de la Frontera hubiera estado
seguro de su destreza, de su agilidad...
No, no fue un salto; fue un abalanzarse de acorralado cazador. Tuvo que levantar la
empuñadura afirmándose con las dos manos para clavar la hoja. ¡Y cómo desapareció
en la suavidad de las nutrias! ¡Cómo se le fue hacia adentro, camino del corazón, en la
carne de ese animal que está cazando y que ha logrado por fin! La bestia cae con un
sordo gruñido, estremecida de convulsiones, y él cae encima y siente, sobre la cara, en
la frente, en la nariz, en los pómulos, la caricia de la piel. Dos, tres veces arranca el
cuchillo. En su delirio no sabe ya si ha muerto al cuatralbo del Príncipe Doria o a uno de
los tigres que merodean en torno del campamento. Hasta que cesa todo estertor. Busca
bajo el manto y al topar con un brazo del hombre que acaba de apuñalar, lo cercena con
la faca e hinca en él los dientes que aguza el hambre. No piensa en el horror de lo que
está haciendo, sino en morder, en saciarse. Sólo entonces la pincelada bermeja de las
brasas le muestra más allá, mucho más allá, tumbado junto a la empalizada, al corsario
italiano. Tiene una flecha plantada entre los ojos de vidrio. Los dientes de Baitos
tropiezan con el anillo de plata de su madre, el anillo con una labrada cruz, y ve el rostro
torcido de su hermano, entre esas pieles que Francisco le quitó al cuatralbo después de
su muerte, para abrigarse. El ballestero lanza un grito inhumano. Como un borracho se
encarama en la estacada de troncos de sauce y ceibo, y se echa a correr barranca abajo,
hacia las hogueras de los indios. Los ojos se le salen de las órbitas, como si la mano
trunca de su hermano le fuera apretando la garganta más y más.
135
Manuel Mujica Lainez El cuento “El hambre” fue escrito por Manuel Mujica Lainez (Buenos Aires 1910-
Córdoba 1984), quien publicó más de veinte libros entre novelas, cuentos, biografías,
poemas, crónicas de viaje y ensayos. El cuento transcripto integra el libro Misteriosa
Buenos Aires, publicado en 1950. Los relatos de este libro están enmarcados en el
ámbito de la ciudad porteña, ofrecen desde la ficción, un recorrido por la historia del
lugar, desde los orígenes hasta las primeras décadas del siglo XX, usando los recursos
de una datación minuciosa de los cuentos (El hambre, 1536) y la referencia a personajes
de existencia comprobable (por ejemplo, Pedro de Mendoza). Este cuento, está
desarrollado sobre otro relato, la obra del viajero Ulrico Schmidl en su Viaje al Río de
la Plata, publicada en 1567 en Frankfurt am Main, quien describió el encuentro entre el
grupo de Pedro de Mendoza y los querandíes en la costa del Río de la Plata.
Los acontecimientos históricos aludidos en este cuento son situaciones que le permiten
a Mujica Lainez hablar de otros aspectos: el miedo, el odio y la locura. Estos
sentimientos encarnados en los cuerpos de los españoles, son presentados como
consecuencia de la situación extrema en la que quedaron expuestos en la aventura
emprendida al intentar trasladar un fragmento de la España natal a la pampa del Río de
la Plata. Es interesante discutir a partir de este cuento, cómo el relato desgarrador de
hombres asediados por el hambre, tenga como escenario, el mismo que permitió una
vida tan extensa, rica y variada como la que protagonizaron las sociedades indígenas a
lo largo de 12.000 años.
136
Parte VI CULTURA MATERIAL Y CONOCIMIENTO: VERTIENTES DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO Alejandra Pupio y Virginia Salerno
Mitos y realidades acerca de la arqueología. Magdalena Frére y María Isabel
González
Cazadores recolectores bonaerenses. La historia que cuentan los manuales
escolares. Cecilia Simón y Alejandra Pupio
La arqueología como patrimonio. Magdalena Frére
137
La cultura material de las sociedades indígenas fue objeto de atención por parte del
estado argentino desde la segunda mitad del siglo XIX. Así se recolectaron objetos que
conformaron las primeras colecciones de los museos nacionales, como por ejemplo la
de Francisco Moreno. Estos materiales formaron parte de las colecciones iniciales del
Museo de La Plata (1.888).
Para el estado nacional de esa época las colecciones arqueológicas se convirtieron en
testimonio de un territorio que debía ser conocido, controlado y expuesto en los museos
para la educación de los habitantes del país. Los materiales de las culturas indígenas se
resguardaron en museos creados a tal fin, ya sea de Ciencias Naturales o de
Antropología, mientras eran creados Museos Históricos para resguardar y reafirmar la
historia de la sociedad hispano-criolla (entre ellos el Museo Histórico Nacional en
1.889).
A principios del siglo XX se estableció un marco legal para proteger las colecciones,
Ley Nacional 9080 de 1.913, así las ruinas y yacimientos arqueológicos fueron
declarados propiedad de la nación y su resguardo se concretó en los museos creados por
las universidades como instrumento y resultado de la labor científica. La puesta en
escena de estos objetos en los museos del siglo XIX y comienzos del XX permitió
desconocer el presente de los sujetos productores y portadores de los mismos.
El reconocimiento de los restos arqueológicos como patrimonio, supuso un proceso de
reducción e idealización del pasado indígena, cuya historia fue resignificada de acuerdo
con los intereses que el estado tuvo en cada período histórico durante el siglo XX. Así
por ejemplo se ha difundido una imagen estática, estereotipada, y simplificada de las
comunidades indígenas, cuya historia fue entendida como una fase anterior a la
emergencia del estado nacional. De este modo, mientras el estado nacional “reconoció”
y “jerarquizó” como propia la producción material y simbólica de grupos sociales que
estuvieron en estas tierras desde antes de que exista el estado nacional, se le quitó a
esos grupos el derecho de narrar su propia historia. La escuela y los museos jugaron un
rol central en la reproducción de estos saberes y en la activación de estos patrimonios.
Desde la década de 1.980, se desarrolló una discusión sobre la planificación de la
cultura y la educación, en la que participaron académicos, profesionales de las áreas de
cultura y educadores. En este contexto los temas de políticas y patrimonio cultural no
fueron ajenos. La arqueología se hizo eco de estas reflexiones, y en distintas instancias
los arqueólogos promovieron la discusión de cuestiones tales como la revisión del
138
marco jurídico vigente para la protección del patrimonio arqueológico, la relación
arqueólogo-comunidad, los valores y las percepciones del pasado indígena por parte de
distintos actores sociales, la repatriación de restos humanos a comunidades indígenas y
la planificación de acciones de divulgación de los conocimientos científicos en los
museos y las escuelas. También empezaron a desarrollarse planes de acción integrados
entre arqueólogos y profesionales de la cultura para la realización de planes de manejo
de sitios arqueológicos. Estas acciones incluyen la protección jurídica municipal,
provincial o nacional, la planificación de las actividades turísticas en concordancia con
el crecimiento de esta actividad en los últimos años y las evaluaciones de impacto de
esta y otras actividades sobre los sitios.
En este contexto, se reemplazó la vieja ley 9.080 de 1.913, que protegía al patrimonio
arqueológico, por un nuevo marco legal, la Ley nacional 25.743 de Protección del
Patrimonio, que reafirmó el dominio público del patrimonio arqueológico y estableció
la responsabilidad compartida de los estados nacional y provinciales en el control y
gestión del mismo. Pero tan importante como el nuevo marco legal, es la participación
de distintos sectores sociales en la discusión de lo que se incluye y excluye como
patrimonio y las estrategias de gestión del mismo.
Desde hace dos décadas el campo del patrimonio cultural es un espacio de disputas y
encuentros, en el que diversos agentes y sectores sociales requieren participar en la
definición y gestión de un conjunto de bienes tangibles e intangibles. Entre ellos se
encuentran los agentes históricamente involucrados en este conflicto, como son los
pueblos originarios, quienes reclaman la participación en la declaración del patrimonio
cultural y arqueológico con la finalidad de reclamar derechos, recursos y conocimiento.
De esta manera, se han dado algunos pasos para lograr el reconocimiento de su
preexistencia en el territorio, hacer valer su derecho a la propiedad de la tierra
expropiada y el derecho a su propia cultura. Además, hay otros agentes políticos que
están involucrados en el uso del patrimonio y en los últimos años se han agregado
aquellos vinculados con su uso económico por medio de la industria del turismo.
Con este capítulo quisimos tan solo señalar algunas dificultades acerca de la definición
y la gestión del patrimonio arqueológico y del conocimiento que circula a partir de su
interpretación. No necesariamente las características de la arqueología hoy y los temas
que desarrolla, coinciden con las representaciones del conjunto de los sectores sociales
involucrados. Por eso consideramos relevante que, desde el campo de la arqueología, se
desarrolle una fluida comunicación del conocimiento que se produce en lo referente a
139
los antiguos pobladores de la pampa bonaerense y el modo en que se trabaja para
producir este conocimiento.
140
Mitos y realidades acerca de la arqueología
Magdalena Frére, Maria Isabel González y Virginia Salerno Diversas representaciones sociales sobre la arqueología circulan en distintos registros
culturales, entre ellos los medios de comunicación masiva tienen en nuestra sociedad un
rol preponderante. Las ideas e imágenes que figuran en estos espacios son socialmente
construidas y organizan el modo en que vemos el mundo y los problemas cotidianos.
Las ideas sobre la arqueología y el pasado en general han sido construidas y en muchas
ocasiones convertidas en mitos, justificando situaciones del presente. Un ejemplo de
esto, es el uso del título “conquista del desierto” para referir al avance militar sobre las
poblaciones indígenas del sur argentino. Al proponer que lo que se conquistó es un
desierto, se contribuyó a recrear la idea de que no había indígenas en el sur argentino y
que no existieron sus 10.000 años de historia. Por ello, en este espacio ofrecemos un
breve listado de ideas-mito que circulan en los medios masivos, junto con otros
registros culturales, sobre la arqueología y el pasado aborigen.
MITO REALIDAD
1- Los seres humanos del pasado cazaban dinosaurios
Los dinosaurios se extinguieron hace 65 millones de años. Los humanos modernos han existido hace más de 100.000 años, y han ocupado América, al menos, por más de 12.000 años. Estos primeros habitantes cazaban megafauna como los mamuts y mastodontes, megaterios, caballo americano, animales más pequeños y también recolectaban vegetales.
2- Los aborígenes que vivían en América antes de la llegada de Colón eran miembros de un mismo grupo de gente simple.
Antes de la llegada de los españoles, América estaba habitada por grupos que vivían en diferentes ambientes y con diversas formas de vida. Eran cazadores- recolectores, pescadores, agricultores y otros tenían organizaciones estatales.
3- Los grupos cazadores recolectores eran más primitivos que los agricultores
Ambas formas de vida mostraron diversidades sociales, tecnológicas y económicas que señalaban una adaptación a su espacio y al aprovechamiento de recursos que les permitió sostener a sus poblaciones.
4- Los arqueólogos excavan restos de dinosaurios.
Los restos de fósiles de animales extintos incluidos los dinosaurios son estudiados por
141
los paleontólogos. Las rocas y sedimentos son estudiadas por los geólogos. Los arqueólogos estudian el comportamiento humano del pasado a través de los restos materiales.
5- Los arqueólogos pasan todo su tiempo excavando.
La arqueología es más que una excavación. Los arqueólogos emplean mucho tiempo en el trabajo de laboratorio analizando e interpretando sus hallazgos, preparando los trabajos escritos.
6- Los arqueólogos prefieren excavar tumbas.
Los estudios de restos humanos de sitios arqueológicos pueden ofrecer datos acerca de la dieta y la salud de un grupo. Sin embargo, los arqueólogos excavan distintos tipos de sitios. Por otro lado, antes de excavar un enterratorio, se debe ser muy cuidadoso de respetar las opiniones de las poblaciones nativas actuales.
7- Los arqueólogos mantienen todo el oro que encuentran.
Los arqueólogos no guardan, ni venden, ni comercian ningún artefacto hallado en los sitios. Todos los objetos recuperados son de patrimonio del estado y después de ser estudiados son exhibidos en salas de museos, o guardados en depósitos adecuados para nuevos estudios, para ser estudiados con nuevas tecnologías.
8- Está bien recoger artefactos porque si uno no lo hace, alguien lo va a hacer. De todas maneras, el sitio no durará para siempre.
Al excavar o recolectar artefactos de superficie sin el empleo de un método científico apropiado se destruye la evidencia. Existen leyes que prohíben la excavación sin un permiso.
142
Cazadores recolectores bonaerenses. La historia que cuentan los manuales escolares
Cecilia Simón y Alejandra Pupio
Al momento de preparar una clase sobre historia regional para chicos de cuarto y quinto
año de E.G.B. o de primero y segundo año de E.S.B., ¿cuáles son los recursos que se
utilizan? La respuesta parece sencilla: el manual de texto escolar. Este es un recurso
didáctico que siempre está a mano, ya sea porque se encuentra en la biblioteca escolar o
pública o bien porque las editoriales suelen regalarlo a los docentes a modo de
promoción de sus nuevos productos. Tiene un uso difundido en el ámbito educativo, ya
que sirve a los docentes para preparar la clase y a los alumnos como material de estudio.
Por eso proponemos echar un vistazo a los libros producidos desde la Reforma Federal
de Educación de 1.993. Esto es relevante, porque en los momentos de reformas
curriculares predomina la incertidumbre por los nuevos contenidos y por los recursos
didácticos apropiados. En este contexto, los manuales suelen brindar una aparente
seguridad a los docentes, ya que las editoriales adecuan rápidamente sus contenidos a
las exigencias ministeriales. Esto puede observarse en el exhaustivo análisis que realizó
la antropóloga Irina Podgorny sobre los manuales escolares en la provincia de Buenos
Aires después de la reforma educativa de 1.985. Hoy estamos atravesando otro
momento de incertidumbre, después de la sanción de la nueva Ley nacional 26.206 del
año 2.006. Esto genera dudas, inseguridad, y los manuales se refuerzan como portadores
de contenidos, de su organización y de actividades.
Dada la importancia de los manuales, proponemos observar cómo se organiza la
información en los manuales. La historia indígena del actual territorio argentino es
presentada de acuerdo a la forma de obtención de los recursos: cazadores-
recolectores/agricultores; y según su movilidad: nómades/sedentarios. Estos grupos son
fijados a una región geográfica (pampa, patagonia, noroeste, noreste, cuyo, sierras
centrales) y a jurisdicciones político-administrativas provinciales.
El tiempo en el que transcurre esta historia, pocas veces está expresado claramente, por
el contrario suele presentarse con expresiones como “hace mucho tiempo”, “hace miles
de años”, “hace muchos años”. Pocos libros refieren al poblamiento temprano,
mencionando cambios climáticos, presencia de megafauna extinta y algunos señalan un
ingreso al continente alrededor de 10.000 años antes del presente o antes de Cristo, sin
143
más explicación. La mayoría de los libros presentan a grupos étnicos conocidos tras la
llegada de los españoles, adheridos a un mapa con divisiones administrativas,
trasladando hacia el pasado entidades políticas que no se remontan más allá del siglo
XIX. En este sentido, observamos frases como “aborígenes de la provincia de Buenos
Aires”, aunque hay textos que refieren a “indígenas del actual territorio argentino”. De
este modo, se observa que predomina textual y cartográficamente una profundidad
temporal de la historia indígena que no supera los 500 años antes del presente.
A esta carencia de escalas temporales y espaciales adecuadas, se suma la falta de
referencias a los agentes sociales en general, sin identificar género y edad. Predomina la
presentación de “indígenas-aborígenes- pueblos originarios”, siendo muy pocos los
casos en los que aparece la mención a mujeres, hombres y niños. En las imágenes,
aunque hay más variedad, predomina la representación masculina, con actividades
propias del género, como la caza y la pesca.
En el caso de la historia indígena del actual territorio bonaerense, podemos observar
algunas cosas significativas. Como señalábamos, las sociedades indígenas se presentan
como “los indígenas de la provincia de Buenos Aires” acompañados con un mapa
político en el cual se señala la ubicación de querandíes, pampas y tehuelches. Como
pueblos cazadores-recolectores se destaca que su movilidad fue consecuencia de la
actividad de caza y recolección, y por lo tanto, una respuesta a la movilidad de los
animales. Son presentados como grupos que tuvieron que dedicar todo su tiempo a
obtener alimentos sin planificar sus movimientos. Es por eso, que en casi la totalidad de
los manuales, no se considera la posibilidad de que pudieran desarrollar otro tipo de
actividades y no hay referencias a prácticas sociales, religiosas, artesanales o
recreativas. Respecto a la tecnología, la cerámica no es mencionada en ningún caso
como de los grupos cazadores recolectores que habitaron en la región pampeana,
excepto en un ejemplo particular donde se menciona que entre los tehuelches “el
contacto con otros pueblos les proporcionó las técnicas de la cerámica y los tejidos” (A-
Z Editora 1999 EGB 8). Otras tecnologías como la textilería y la metalurgia son
mencionadas cuando se describen a las sociedades agrícolas. En estos casos se explica
que estas sociedades son productoras de este tipo de prácticas como consecuencia del
tiempo libre surgido por no tener que trasladarse “permanentemente siguiendo a sus
presas”. Del mismo modo, no se hace referencia a las manifestaciones simbólicas y
artísticas como la pintura corporal, la pintura de viviendas, o las pinturas rupestres.
Finalmente, predomina la referencia a un tipo particular de tecnología, que es la de los
144
sistemas de armas (arco y flecha y boleadoras principalmente), reforzando así la imagen
de sociedades abocadas a la obtención de alimentos por medio de la caza. Por otro lado,
ciertos aspectos de su vida cotidiana suelen ser valorados negativamente. A modo de
ejemplo, sus viviendas son calificadas como precarias, su estructura económica como
frágil, sus sistemas de caza como rudimentarios y simples y su organización política
como sencilla y de lazos débiles.
Podemos decir que en la interpretación realizada por los manuales sobre las sociedades
indígenas, se niega tanto la profundidad temporal del poblamiento de la región
pampeana, como la posibilidad de comprender a las sociedades indígenas como sujetos
de la historia. Por el contrario, los textos escolares brindan una imagen de sociedades
suspendidas en el tiempo, sin capacidad de producir transformaciones económicas,
sociales y políticas, lo que genera una descripción de acuerdo a sus “usos y
costumbres”, “su vestimenta” y “su vivienda”. Se observa que la historia tal como la
plantean los manuales escolares es distinta a la que se conoce a partir de la investigación
arqueológica. Esta situación ya fue descripta por Irina Podgorny para los manuales que
circulaban en la provincia de Buenos Aires antes de la Reforma Federal de Educación,
condición que se mantuvo en los textos posteriores a 1.993. Más allá de las reformas
curriculares y de la expresión de deseos de cambios, sobrevive sedimentada la
presentación geográfica regional de las sociedades indígenas y por lo tanto la
subordinación de los pueblos indígenas al ambiente y a la geografía más allá de su
historia, tecnología y complejidad. Tal como señala Podgorny, el mundo social
prehispánico es, de este modo, presentado en clave natural más que en clave histórica.
La riqueza, complejidad y profundidad que quisimos presentar con textos actualizados
en sus contenidos en este DVD, no tienen lugar en los manuales de textos que circulan
en las escuelas. Muchas son las razones para que esto ocurra, entre las que podemos
señalar, la ausencia de comunicación entre el campo científico y el educativo, las
dificultades para poner en diálogo los saberes que se producen y circulan en cada
espacio, y probablemente las dificultades para apropiarse de una historia que podría
constituirse en una herramienta teórica para repensar los pasados de cada comunidad.
145
La arqueología como patrimonio
Magdalena Frére
Álbum de Fotos
Imagínense que limpiando y poniendo orden en una biblioteca de su casa encuentra un
gran tomo viejo, todo sucio, lleno de polvo. No lo reconocen. Mientras piensan qué
podría llegar a ser, lo abren y descubren que no es más que un álbum de fotografías. Son
fotos viejas, en blanco y negro. El tiempo puso a muchas amarillentas, rasgadas, muy
deterioradas. Intrigados, suspenden por un rato la limpieza y se dedican a mirar tan
intrigante descubrimiento.
Van pasando las páginas y reconocen a sus abuelos y tíos abuelos cuando eran chicos,
piensan que los mayores deben ser sus bisabuelos y quizás hasta aparecen los
tatarabuelos... Seguramente muchas imágenes fueron sacadas en sus pueblos de origen,
en la Europa de principios del siglo XX, antes de llegar a la Argentina. Terminan de
hojear el álbum con mucho entusiasmo. Acaban de hacer un gran hallazgo y se dan
cuenta que tienen un gran tesoro familiar.
Quieren mostrárselas al resto de su familia para que conozcan a sus antecesores. Pero
¿Qué hacer ahora? Cómo evitar que las puedan mirar sin que se dañen. Para empezar,
sacarle el polvo al álbum, con cuidado porque las fotos están viejas y podrían
resquebrajarse. Son fotos casi irremplazables ya que en el álbum no están los negativos.
También decidir cuál es el mejor lugar para colocarlas, cómo guardarlas, etc., etc., etc...
Patrimonio Cultural y Patrimonio Arqueológico
Los arqueólogos encontramos “grandes tesoros” para conocer nuestra historia pasada.
Tesoros que la mayoría de las veces constan de huesos quebrados, algunas piedras o
cacharros rotos. Ustedes dirán si es posible hablar de Tesoros. Pues si. Le damos un
gran valor a estos materiales porque son los únicos que nos pueden hablar de sociedades
pasadas que vivieron en distintos espacios y en tiempos diversos y hoy nos queda no
más que estos objetos. El estudio de los diferentes tipos de evidencias materiales nos
permite producir un conocimiento para explicar los diversos aspectos de las formas de
vida de grupos humanos del pasado. Por eso decimos que los materiales arqueológicos
son recursos no renovables.
146
Al considerar el registro arqueológico como un recurso no renovable cualquier deterioro
o pérdida que pueda sufrir ocasiona un daño irreparable. Por tal motivo, el trabajo de
excavación del arqueólogo debe ser muy cuidadoso, registrando en forma precisa todos
los hallazgos y todo lo realizado. Al mismo tiempo, es también responsabilidad del
investigador pensar en el traslado más adecuado de los materiales, en el lugar apropiado
para su estudio y/o preservación posterior a su extracción o recuperación porque
estamos frente a bienes delicados y al mismo tiempo únicos y no renovables. Todas las
entidades de investigación, museos, universidades, etc., que se constituyen en
repositorios para estos materiales, deben cumplir con normas explícitas y planes de
acción vinculados a la conservación y protección de sus colecciones.
Si volvemos a pensar en el ejemplo del álbum, existirán muchas personas atraídas por
estas fotos antiguas pero cada uno se acerca a ellas con distintos intereses. Las fotos no
representarán lo mismo para el abuelo que para los nietos, para los parientes más
cercanos que para los más alejados, para los vecinos que para los que no conocen nada
de la historia de la familia. Algunos estarán atraídos por el lugar de sus orígenes, el
paisaje, otros por la gente, por la vida de los pobladores y varios tendrán una simple
curiosidad. A su vez asumirán diferentes actitudes en relación a las fotos, unos se
esforzarán por colocarlas en un lugar destacado de la casa, otros en la biblioteca con los
otros álbumes y otros quizás lo pondrán en un baúl olvidado.
Del mismo modo, existen distintos actores sociales implicados en el estudio, uso,
conservación y protección del patrimonio cultural. Se trata de organismos de
investigación, universidades, museos, secretarías de cultura, arqueólogos, comunidades
originarias y comunidad en general. Cada uno de estos actores da una valoración y
significados diversos al patrimonio arqueológico que pueden facilitar u obstaculizar las
acciones tendientes al estudio, cuidado y preservación del patrimonio.
Herencia Colectiva
Estos objetos materiales que forman parte del patrimonio cultural de nuestro país nos
permiten acceder al conocimiento del pasado y los entendemos y los apreciamos como
una herencia, una herencia colectiva porque nos pertenece a todos. La tarea de proteger
el patrimonio cultural se convierte en un desafío que debe lograrse en forma continua, a
lo largo de los años, donde deben intervenir diferentes protagonistas de la comunidad.
En numerosos pueblos y ciudades de nuestro país viven coleccionistas de objetos
arqueológicos que en algunos casos, esas colecciones contribuyeron a la formación y al
147
enriquecimiento de museos oficiales y privados. Sin embargo en otras oportunidades, el
coleccionismo de piezas arqueológicas alimentó al mercado ilegal de nuestro
patrimonio, comprando y vendiendo objetos arqueológicos. En el caso de los
coleccionistas que además se consideran “arqueólogos aficionados”, también generan
un daño permanente porque suelen ir a buscarlas por sus propios medios a través de
excavaciones ilícitas que destruyen el contexto de hallazgo de los objetos.
Es ineludible entonces, la necesidad de trabajar para evitar el tráfico de bienes culturales
ya que el único interés de quienes se insertan en esta trama ilícita, es el enriquecimiento
económico de quienes venden y el placer egoísta de posesión de quienes compran. Las
redes internas de este comercio ilícito se han extendido considerablemente, a tal punto
que hoy se compran piezas por unas pocas monedas en las provincias, que luego son
trasladadas a Buenos Aires donde a su vez son revendidas a precios considerablemente
más altos pues, no son pocos los coleccionistas extranjeros que pagan importantes
sumas de dinero por ellas. La pérdida de este patrimonio cultural es entonces
irrecuperable.
Sin embargo, no se protege lo que no se valora y no se valora lo que no se conoce. Por
eso es importante que nos acerquemos al conocimiento de nuestro pasado más remoto.
La articulación entre escuela y museos u otras instituciones de investigación es
imprescindible para la transferencia del conocimiento que generan estas instituciones.
Los jóvenes deberían aprender que los recursos arqueológicos son parte irremplazable
de la herencia de nuestro país y que entonces requieren protección y preservación. De
este modo podrán asumir un rol activo, con mayor atención y responsabilidad en su
comportamiento con los recursos naturales y culturales.
Legislación y Patrimonio
Además de la educación, otra de las herramientas con que contamos para resguardar los
bienes culturales son las leyes. En la Argentina se ha promulgado en el año 2.003 la Ley
Nacional Nº 25.743 de Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico. Ya
en 1.994, cuando se realizó la reforma de la Constitución Nacional se estableció en el
artículo 41 que “las autoridades proveerán a la preservación del patrimonio natural y
cultural…”, además se reconoce el dominio provincial sobre los sitios arqueológicos y
la responsabilidad del Estado Nacional de fijar políticas de protección que deben ser
aplicados en coordinación con los estados provinciales.
148
La ley del año 2.003 establece que el patrimonio arqueológico es de dominio público
del Estado nacional, provincial o municipal según el ámbito territorial en que se
encuentren y además considera fijar los espacios que reúnan los requisitos de
organización y seguridad indispensables para su preservación.
El respeto de las jurisdicciones provinciales y municipales es beneficioso para la
protección de los bienes arqueológicos. Son las comunidades locales las más interesadas
en el cuidado de su patrimonio. Pero al mismo tiempo, los gobiernos nacionales,
provinciales y municipales deben apoyar con recursos y aplicar planes de acción para,
entre otras cosas, la creación de repositorios adecuados.
Es estado nacional es quien debe asumir la tutela en la conservación en la preservación,
investigación y divulgación de los bienes arqueológicos que hacen a la construcción de
la propia identidad y a la valoración de su pasado. Por otro lado, actúa en el ámbito
internacional cuidando el interés nacional y cooperando con otras naciones para la
protección de bienes culturales. A su vez, cada provincia es autoridad de aplicación de
la ley en su jurisdicción y tiene el derecho de dictar sus propias normas respecto a la
protección del patrimonio arqueológico de su territorio.
Al declarar el patrimonio arqueológico como de dominio público se deben buscar las
formas para hacerlo accesible a toda la comunidad. Por tal razón es importante mejorar
los mecanismos necesarios para la participación y cooperación entre organismos
públicos nacionales y provinciales, comunidades locales y profesionales. En los últimos
años surgieron numerosos casos en donde la comunidad tomó un papel protagónico
tendiente a la conservación y protección del patrimonio.
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RECURSOS DIDÁCTICOS
Recursos literarios
Recomendamos leer: Selección de textos de Patas para arriba. Eduardo Galeano
150
Recursos literarios
Recomendamos leer
Selección de textos de Patas arriba. La escuela del mundo al revés de Eduardo Galeano
De todos los nombres, no te entiendo es el más revelador. Desde eso que llaman el
descubrimiento de América, llevamos cinco siglos de no te entiendos. Cristóbal Colón
creyó que los indios eran indios de la India, que los cubanos habitaban China y los
haitianos Japón. Su hermano, Bartolomé, fundó la pena de muerte en las Américas
quemando vivos a seis indígenas por delito de sacrilegio: los culpables habían enterrado
estampitas católicas para que los nuevos dioses hicieran fecundas las siembras. Cuando
los conquistadores llegaron a las costas del este de México, preguntaron: “¿Cómo se
llama este lugar?”. Los nativos contestaron: “No entendemos nada”, que en la lengua
maya de ese lugar sonaba parecido a Yucatán, y desde entonces Yucatán se llama así.
Cuando los conquistadores se internaron hasta el corazón de la América del Sur,
preguntaron: “¿Cómo se llama este lago?”. Los nativos contestaron: “¿El agua, señor?”,
que en lengua guaraní sonaba parecido a Ypacarai, y desde entonces se llama así el lago
de las cercanías de Asunción del Paraguay. Los indios siempre fueron lampiños, pero en
1694, en su Dictionnaire universel, Antoine Furetière los describió “velludos y
cubiertos de pelo”, porque la tradición iconográfica europea mandaba que los salvajes
fueran peludos como monos. En 1774, el fraile doctrinero del pueblo de San Andrés
Itzapan, en Guatemala, descubrió que los indios no adoraban a la Virgen María sino a la
serpiente aplastada bajo su pie, por ser la serpiente su vieja amiga, divinidad de los
mayas, y también descubrió que los indios veneraban la cruz porque la cruz tiene la
forma del encuentro de la lluvia con la tierra. Al mismo tiempo, en la ciudad alemana
de Königsberg, el filósofo Immanuel Kant, que nunca había estado en América,
sentenció que los indios eran incapaces de civilización y que estaban destinados al
exterminio. Y en eso andaban, la verdad sea dicha, aunque no por méritos propios: no
eran muchos los indios que habían sobrevivido a los disparos del arcabuz y del cañón, al
ataque de los virus y de las bacterias desconocidos en América, y a las jornadas infinitas
del trabajo forzado en los campos y en las minas de oro y plata. Y habían sido muchos
los condenados al azote, a la hoguera o a la horca por pecado de idolatría: los incapaces
151
de civilización vivían en comunión con la naturaleza y creían, como muchos de sus
nietos creen todavía, que sagrada es la tierra y sagrado es todo lo que en la tierra anda o
de la tierra brota.
Y continuaron los equívocos, de siglo en siglo. En Argentina, a fines del siglo
XIX, se llamó conquista del desierto a las campañas militares que aniquilaron a los
indios del sur, aunque en aquel entonces la Patagonia estaba menos desierta que ahora.
Hasta hace pocos años, el Registro Civil argentino no aceptaba nombres indígenas, por
ser extranjeros. La antropóloga Buliubasich descubrió que el Registro Civil había
resuelto documentar a los indios indocumentados de la puna de Salta, al norte del país.
Los nombres aborígenes habían sido cambiados por nombres tan poco extranjeros como
Chebroleta, Ford, Veintisiete, Ocho, Trece, y hasta había indígenas rebautizados con el
nombre de Domingo Faustino Sarmiento, así completito, en memoria de un prócer que
sentía más bien náuseas por la población nativa.
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Pareces indio, o hueles a negro, dicen algunas madres a los hijos que no quieren
bañarse, en los países de más fuerte presencia indígena o negra. Pero los cronistas de
Indias registraron el estupor de los conquistadores, ante la frecuencia con que los indios
se bañaban; y desde entonces han sido los indios, y más tarde los esclavos africanos,
quienes han tenido la gentileza de trasmitir, a los demás latinoamericanos, sus
costumbres de higienes.”
Galeano, Eduardo. 2006. Patas arriba. La escuela del mundo al revés.
Catálogos, Buenos Aires, pp- 47-50.
Puntos de vista/4
Desde el punto de vista del oriente del mundo, el día del occidente es noche.
En la India, quienes llevan luto visten de blanco.
En la Europa antigua, el negro, color de la tierra fecunda, era el color de la vida, y el
blanco, color de los huesos, era el color de la muerte.
Según los viejos sabios de la región colombiana del Chocó, Adán y Eva eran negros, y
negros eran sus hijos Caín y Abel. Cuando Caín mató a su hermano de un garrotazo,
152
tronaron las iras de Dios. Ante las furias del Señor, el asesino palideció de culpa y
miedo, y tanto palideció que blanco quedó hasta el fin de sus días. Los blancos somos,
todos, hijos de Caín.
Galeano, Eduardo. 2006. Patas arriba. La escuela del mundo al revés.
Catálogos, Buenos Aires, p 61.
153
Parte VII GLOSARIO Y ALGO MÁS PARA LEER
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Glosario ADN mitocondrial: es el material genético de las mitocondrias, los pequeños órganos que generan energía para las células de nuestro cuerpo. El ADN mitocondrial se hereda solo a través de nuestra madre y no se recombina con el heredado de nuestro padre. Esto implica que los únicos cambios que existen en el ADN mitocondrial se deben exclusivamente a mutaciones a lo largo de multitud de generaciones. Según cálculos estadísticos en los seres humanos cada 10.000 años aproximadamente surge una mutación en una de las bases del ADN mitocondrial. Es decir, la diferencia entre una mujer que hubiera nacido hace 40.000 años y un descendiente directo por vía materna que viviera en la actualidad sería por término medio de 4 bases. Archivo: es el lugar donde un investigador realiza búsquedas en fuentes escritas. Si bien este tipo de lugares es utilizado por investigadores de distintas disciplinas como antropología, historia, etc., también puede ser consultado por cualquier ciudadano interesado en ello. En nuestro país, algunos de los archivos comúnmente consultados son el Archivo General de la Nación, los registros de Museos y Hemerotecas. Arpones: son instrumentos compuestos por una punta que se elabora principalmente en asta o en hueso la cual se enmanga en un astil de madera. Presentan dientes o barbas para facilitar la penetración del proyectil y, a su vez, se evita que se desprenda del cuerpo del animal. Existieron diversas formas de arpones según el grosor, la longitud, la presencia de perforación para su amarre y el número de dientes; los mismos fueron empleados tanto para la caza como para la pesca. Artefactos de molienda: se trata de un equipo compuesto por dos artefactos distintos, la parte inferior es pasiva y su forma varía según el uso al que estuvo destinado. Los más comunes se denominan morteros y molinos. La parte superior es la activa y realiza el movimiento durante el trabajo, generalmente se llaman manos de molino y manos de mortero según el artefacto pasivo que complementaban. Tanto los activos como los pasivos pueden estar hechos en distintos materiales como piedra o madera. En la región pampeana los artefactos de molienda arqueológicos fueron confeccionados en piedra. Estos distintos equipos permiten realizar procesamientos diferentes utilizando gestos corporales particulares en cada caso. Como son equipos relativamente pesados frecuentemente se dejaban guardados en los lugares donde su empleo era predecible. Asociación faunística: se trata de los restos óseos de animales que se encuentran asociados, por formar parte del mismo contexto, a otros materiales arqueológicos, por ejemplo instrumentos de piedra y restos de cerámica. Beringia: con este nombre se denomina a una región que ocupa territorios de Asia y América. Actualmente está integrada por Alaska, el extremo este de Siberia, el Estrecho de Bering y los mares de Bering y Chukchi. Incluye también las Islas Aleutianas y la Península de Kamchatka. Durante la última gran glaciación (Glaciación Wisconsin en América), las aguas de mares y océanos descendieron dejando al descubierto el fondo del actual Estrecho de Bering, permitiendo al formación de un puente terrestre conocido como Puente de Beringia que unió Asia y América. Se cree que este puente natural se formó dos veces: la primera hace 40.000 años AP y la segunda hace unos 25.000 años AP y que se cerró definitivamente entre el 11.000 y 10.500 años AP con el fin de la
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glaciación y el consecuente aumento en el nivel del mar, volviendo a separar estos continentes a través del Estrecho de Bering. Bifaces: son artefactos de piedra tallados en sus dos caras, frecuentemente con el propósito de hacerlos más delgados. Bioarqueología: es una disciplina que actúa como nexo entre la arqueología y la bioantropología. Se ocupa del estudio de los restos humanos encontrados en sitios arqueológicos. Cerbatana: es un tubo hueco en el que se introducen dardos o pequeñas flechas que se disparan soplando con fuerza desde uno de los extremos. Para poder volar, los proyectiles deben ser muy livianos y suelen ser fabricadas con astillas de madera o espinas. Si bien la cerbatana es usada en muchas culturas, las más conocidas son las de las selvas tropicales de América y Asia, quienes acostumbran envenenar las puntas de los dardos para la caza de algunos animales como monos y aves. Cromosomas: es cada uno de los pequeños cuerpos en forma de bastoncitos en que se organiza la cromatina del núcleo de nuestras células. Contienen ADN y por lo tanto, nuestra información genética. Cromosoma Y: es uno de los cromosomas sexuales que poseen los seres humanos junto con los demás animales heterogaméticos (que poseen gametas diferentes en cada sexo), éste sólo esta presente en los individuos masculinos. Los gametos con cromosomas Y son producidos en las gónadas masculinas (los testículos). De este modo se pueden hacer análisis a partir de los cromosomas Y que implican rastreos filogenéticos (una reconstrucción como si se tratara de un árbol genealógico), ya que el cromosoma Y pasa exclusivamente de padre a hijo y así a través de toda la progenie masculina. Cuaternario: se denomina de esta forma al último período de la historia de la Tierra. Su inicio es consensuado internacionalmente en 1.810.000 años y se divide en dos etapas: Pleistoceno y Holoceno. El Cuaternario se caracteriza por importantes cambios en el clima, las faunas y floras y por la evolución de los seres humanos. -Pleistoceno: es la primera época del período Cuaternario. A escala global se caracterizó por cambios climáticos importantes respecto al período anterior, entre los que se incluyen las glaciaciones. -Holoceno: es la segunda época de Cuaternario. Su comienzo está ubicado 10.000 años antes del presente, y continúa hasta la actualidad. Esta época se caracteriza por la regresión de los hielos hacia su posición actual. En líneas generales, el clima cambió hacia las condiciones actuales, templadas y húmedas, por lo que también a esta época se la conoce como post glacial. Durante su desarrollo se produjo el ascenso del nivel del mar. Cueva de las Manos: es un sitio arqueológico que se encuentra en el profundo cañadón del Río Pinturas, en el oeste de la provincia de Santa Cruz, Argentina. Su interés radica en la belleza de las pinturas rupestres, así como en su gran antigüedad, fechada hasta el momento en 9.300 años AP. Se trata de una de las expresiones artísticas más antiguas de los pueblos sudamericanos y ha sido declarada en 1.998 Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Actualmente, para su protección existe un Comité de Sitio
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integrado por arqueólogos, representantes de los pobladores y del municipio de la localidad de Perito Moreno y del gobierno de la provincia. Cultura material: son todos aquellos objetos que las personas hacen y usan, y a los que le otorgan un significado particular. Cuando hablamos de cultura material hacemos referencia a la totalidad de bienes materiales que posee un pueblo para adornarse, vestirse, abrigarse, alimentarse, luchar contra sus enemigos, intercambiar o comerciar, para hacer música y divertirse, etc. Es el conjunto de producciones que conforman la dimensión material y tangible de la vida cultural de los seres humanos. Los restos que estudiamos los arqueólogos forman parte de la cultura material de los grupos del pasado. Datación: consiste en la ubicación de restos materiales en un período de tiempo determinado. Existen dos formas de datación: estableciendo relaciones del tipo más moderno que o contemporáneo a; o haciendo referencia a fechas de calendario. A la primera forma se le llama cronología relativa, con este sistema no se puede establecer el momento exacto sino el orden en que se dieron los acontecimientos. El segundo sistema es mucho más preciso, consiste en medir la edad real y se llama datación cronométrica o cronología absoluta. Uno de los métodos más conocidos es el del Carbono 14 (C-14) que fue mejorado con la técnica AMS (Accelerator Mass Spectrometry) que puede llegar a fechar hasta el 100.000 antes de nuestra era. Otras técnicas utilizadas son: datación por Termoluminiscencia (TL) y Barrido de resonancia electrónica. Densidad de la población: indica el número de personas o habitantes que constituyen la población en un lugar por unidad de superficie territorial.
Despostar: dividir una presa (o carcasa) en partes o porciones más pequeñas Estudios actualísticos: es una línea de investigación que busca observar en situaciones del presente aquello que creemos que pudo suceder en el pasado pero no es observable hoy en día. Los estudios actualísticos incluyen la etnoarqueología, la arqueología experimental y la tafonomía. Estudios tafonómicos: es una línea de investigación que se ocupa del estudio de los procesos que dieron forma a los sitios arqueológicos. Como un estudio forense en la escena del crimen, busca explicar cómo ha sido producido y qué modificaciones ha experimentado el registro arqueológico a través del tiempo. Etnografía: es la descripción de las etnias o los pueblos que habitan la Tierra. Es la rama de la antropología que se ocupa de describir a las diferentes sociedades humanas. El término etnografía hace referencia tanto a una forma de actuar en la investigación de campo como al producto final de la investigación. Etnoarqueología: es la rama de la antropología que estudia sociedades contemporáneas con el objetivo de obtener información para interpretar los restos culturales del pasado. A partir del estudio etnográfico no se obtienen respuestas directas a nuestras preguntas sobre los materiales arqueológicos. Lo que se logra mediante esta estrategia de
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investigación es generar ideas y nuevas preguntas que nos ayuden a pensar en esos objetos del pasado a través de las acciones de personas en el presente. Formatizado: se refiere a un útil o artefacto de piedra cuyos bordes, dorsos, ápices o caras fueron retocados intencionalmente. El retoque implica la extracción de lascas (pequeños fragmentos de roca) mediante la talla del artefacto con percutores de piedra, hueso, asta o madera, con el fin de crear desde filos cortantes y dorsos desafilados -para poder sostener las piezas-, hasta una punta de proyectil. Gordon Childe, Vere (1.892-1.957): fue un arqueólogo australiano especializado en la prehistoria europea. Se destacó por su visión materialista dialéctica, o marxista, de la prehistoria, siendo el máximo representante de esta escuela historiográfica en la arqueología. A través de la lectura de sus trabajos se introdujo esta perspectiva entre los arqueólogos argentinos de mediados del siglo XX. Horizonte A de suelos: es un término con el que se designa a la capa más superficial de los suelos. Cuando hacemos un pozo encontramos capas de distintos colores. Algunas veces estas capas corresponden a sedimentos de distinto origen que están superpuestos, otras son el resultado de la diferenciación de horizontes de suelo dentro de un mismo depósito sedimentario. Para los arqueólogos es fundamental reconocer el origen de las capas que ven y así saber si los hallazgos pueden ser contemporáneos o si están incluidos en depósitos diacrónicos. La formación del suelo es el proceso por el cual un sustrato, que puede ser una roca o un sedimento, sufre transformaciones físicas y químicas: las partículas que componen el sustrato original pueden desintegrarse, moverse hacia arriba o hacia abajo, ser afectadas por la actividad de microorganismos, de animales y plantas o sufrir cambios químicos. El resultado de estos procesos es producir una diferenciación vertical resultando en la formación de capas conocidas como horizontes de suelo. En la región pampeana los suelos están generalmente desarrollados sobre sedimentos eólicos, depositados por el viento. El horizonte A, el más próximo a la superficie, suele ser oscuro y es muy fértil por su alto contenido en materia orgánica; mientras que el horizonte C contiene más minerales y sigue pareciéndose a la roca madre. Con el tiempo, el suelo llega a sustentar una cobertura gruesa de vegetación, reciclando sus recursos de forma efectiva. En esta etapa, el suelo puede contener un horizonte B, más arcilloso donde se acumulan los minerales. Isótopos estables: con este término hacemos referencia a las diferentes formas que puede adoptar un elemento químico (ej. el carbono tiene dos isótopos estables el C12 y C13). Los isótopos de un elemento poseen la misma cantidad de electrones y protones pero difieren en el número de neutrones en su núcleo. A diferencia de lo que ocurre con los isótopos inestables o radioactivos (como el C14), los isótopos estables no cambian a lo largo del tiempo. Los isótopos estables del Carbono (C12/ C13) y Nitrógeno (N14/N15) han sido de gran importancia en los estudios arqueológicos ya que han permitido reconstruir la dieta de las antiguas poblaciones. Linaje: es una línea evolutiva que comparte un ancestro común. Por lo tanto cuando se habla de linaje femenino nos referimos a la línea evolutiva que puede rastrearse a
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través de las mujeres hasta un ancestro común femenino. Esto mismo se aplica cuando se hace referencia al linaje masculino. Machacar y/o moler: son procesamientos que se realizan para producir la reducción del tamaño de las partículas de las sustancias procesadas, sobre todo vegetales. Los cambios físicos hacen a los nutrientes más disponibles para las enzimas digestivas, o remueven los constituyentes menos digeribles, como las fibras. Menhires: son monumentos construidos con una piedra clavada en la tierra. En Argentina los menhires más conocidos son los monolitos de Tafí en la provincia de Tucumán, a nivel internacional son frecuentemente mencionados los que corresponden al arte megalítico del Neolítico europeo. La palabra "menhir" proviene de la lengua bretona y quiere decir piedra larga. Metapodios: es el nombre genérico que se le da a un hueso largo de las extremidades de algunos animales, ubicado entre los carpeanos (en las patas delanteras) o tarseanos (en las patas traseras) y las falanges. Según se trate de las patas delanteras o traseras se los llama metacarpo o metatarso. Modelo: un modelo es una herramienta explicativa. Es decir, los modelos son representaciones de distintos tipos (conceptuales, abstractas, gráficas, etc.) que sirven para describir y analizar los fenómenos que se estudian. El modelo es una reducción de la realidad que señala los aspectos que el investigador considera relevantes. A partir de un modelo se pueden generar hipótesis que luego deben ser contrastadas con el registro arqueológico. Molinos y manos de molino: son equipos destinados a moler, pulverizar y triturar alimentos utilizando la mano de molino con movimientos de vaivén con una cierta rotación, acompañado a veces por percusiones suaves. Es el equipo ideal para producir harinas a partir de semillas aunque también se usaron para moler pigmentos y charque. La base pasiva, el molino, tiene una superficie bastante plana a ligeramente cóncava en el área de trabajo. Morteros y manos de mortero: son equipos destinados a triturar, machacar y descascarar utilizando la mano con un movimiento de presión hacia abajo y de percusión. La base pasiva, el mortero, tiene una superficie de trabajo cóncava, muchas veces profunda. Museo Etnográfico: Es una institución dedicada a la investigación, difusión y conservación del patrimonio arqueológico y antropológico. Es uno de los centros de investigación dependiente de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Está ubicado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Moreno 350. Página web: http://museoetnografico.filo.uba.ar/index.html. Objetos suntuarios: se trata de objetos que por ser escasos, exóticos o representar ciertos valores simbólicos dentro de una cultura se los considera bienes de lujo. Oesteoartritis: se trata de una enfermedad degenerativa y progresiva que afecta las articulaciones de los individuos. La misma se hace visible a través de la presencia de poros y proyecciones óseas en las superficies articulares.
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Es una de las patologías de aparición mas frecuente en los restos óseos humanos recuperados en los sitios arqueológicos y ha sido de gran utilidad para reconstruir los patrones de actividad física de las antiguas poblaciones. Paleoambientes: son las condiciones medio ambientales del pasado. Desde el punto de vista de la arqueología, con su estudio se busca conocer las condiciones ambientales que predominaron durante el desarrollo de las diferentes culturas pasadas. Con este tipo de información puede entenderse la manera en que los grupos humanos se relacionaron con su entorno. Paleolítico: es una etapa de la prehistoria caracterizada por el uso de útiles de piedra tallada; aunque, también se usaban otras materias primas orgánicas para construir diversos utensilios: hueso, asta, madera, cuero, fibras vegetales, etc. (generalmente poco conservadas). Es el período más largo de la historia del ser humano (de hecho abarca un 99% de la misma), se extiende desde hace unos 2,5 millones de años (en África) hasta hace unos 10.000 años en todo el mundo. Etimológicamente significa Edad Antigua de la Piedra. Tradicionalmente, el Paleolítico se divide en tres períodos, el Paleolítico Inferior, el Paleolítico Medio y el Paleolítico Superior; a éste se le añade un período terminal llamado Epipaleolítico. Paleolítico Superior: es un período del Paleolítico que se extiende aproximadamente desde hace 40.000 a 11.000 años antes del presente. Paleontólogo: es el científico que estudia e interpreta el pasado de la vida sobre la Tierra a través de los fósiles, por ejemplo los restos de dinosaurios. La paleontología es una rama de la biología que tiene entre sus objetivos, además de la reconstrucción de los seres vivos pretéritos, el estudio de su origen, de sus cambios en el tiempo, de las relaciones entre ellos y con su entorno, de su distribución espacial y migraciones, de las extinciones. Todo esto permite entender la actual composición y distribución de los seres vivos sobre la Tierra antes de la intervención humana. Pigmentos: son sustancias químicas que pueden ser usadas directamente o mezcladas con algún otro material para colorear alguna superficie, es decir, para crear pinturas. Los pigmentos utilizados en el pasado se encontraban en la naturaleza y eran de origen mineral (arcillas, hematita, óxido de manganeso, etc.) o biológico (carbón, hojas y flores, etc.). Se los solía utilizar con algún aglutinante orgánico como resina, grasa u orina. Con esta preparación se decoraban cueros, rocas, maderas, cerámicas y hasta el propio cuerpo. Pinturas rupestres: son las expresiones artísticas, dibujos y pinturas que fueron hechos sobre grandes rocas al aire libre y en las paredes o techos de las cuevas. Placas glaciares: también denominadas mantos o casquetes glaciares continentales. Son enormes masas de hielo que se forman por la acumulación de nieve que va siendo comprimida por el propio peso de la acumulación, la presión que esto produce provoca la formación de grandes cristales de hielo. Para que puedan existir glaciares continentales es necesario que la temperatura se mantenga muy baja durante un período prolongado de tiempo. Los únicos glaciares continentales que existen en la actualidad son la Antártida y Groenlandia.
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Red social: es una estructura social que se puede representar en forma de uno o varios gráficos en el cual los nodos representan individuos (denominados actores sociales) y las aristas las relaciones entre ellos. Las relaciones pueden ser de distinto tipo, como de parentesco, amistad, pareja, trabajo, intercambios comerciales, etc. En ciencias sociales, el análisis de redes es una herramienta para el estudio de la realidad social que se centra en las relaciones de los individuos (o grupos de individuos) y no en las características de los mismos (por ejemplo, género, edad, ingresos, educación). Registro arqueológico: son todos aquellos objetos fruto de la actividad del hombre que aparecen en el contexto de un sitio arqueológico. Está conformado por los materiales que fueron manufacturados, usados o consumidos por el hombre, y que aparecen en las diferentes capas que constituyen la estratigrafía de los lugares que ocupó el hombre o sobre la superficie. Puede tratarse, por ejemplo, de instrumentos tallados en piedra, huesos de animales quemados o cortados y fragmentos de cerámica. Rituales mortuorios: son las prácticas llevadas a cabo después de la muerte de una persona. Los rituales y costumbres funerarias tienen que ver no sólo con la preparación y despedida del cadáver, sino también con el consuelo de familiares y allegados. La naturaleza y la composición de los ritos funerarios dependen de la época, la cultura, la posición social del difunto y las creencias religiosas de la sociedad. Su estudio en diferentes culturas proporciona una mejor comprensión de la visión que tienen sobre la muerte, las relaciones sociales y sobre la propia naturaleza humana. Sistemas sanguíneos: existen numerosos sistemas de grupos sanguíneos de los cuales los más importantes son el sistema AB0, que permite diferenciar cuatro grupos sanguíneos: A, B, AB y 0; y el sistema rhesus conocido como Rh. Tecnología: es un cuerpo de conocimientos generalizados y objetivos que tienen la capacidad de ser puestos en práctica. Son todas aquellas acciones puestas en práctica por las sociedades para resolver problemas. Tecnología lítica: implica todas las actividades y decisiones de los grupos humanos involucradas en la obtención de materias primas y en la fabricación, uso, consumo, mantenimiento, distribución, intercambio y descarte de los artefactos de piedra. Toldos: hablamos de toldo para referirnos a un tipo de vivienda empleada por muchos grupos de cazadores recolectores. Los toldos más conocidos en Argentina son aquellos empleados por los grupos patagónicos y pampeanos que iban desde un simple paravientos a viviendas con varios compartimientos internos. Se construían con palos de madera que servían de armazón y se cubrían con cueros de guanaco o incluso de yegua en los últimos siglos antes de la conquista. Sánchez Labrador (1936) los describe como “grandes tiendas o toldos, altas, cuadradas y algo arqueadas en el medio. Para el techo cosen 26 cueros de caballo, dejando el pelo hacia fuera...., y cosen otros cueros para los alares de la casa, a la cual dejan dos puertas...” Sánchez Labrador, J. 1936. Paraguay Católico. Los indios Pampas-Puelches- Patagones. Monografía inédita prologada y anotada por G. Furlong Cardiff. Viau y Zona, Buenos Aires.
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Topónimo: es el nombre propio que se le da a determinados lugares. Es una manera de asignarles un lugar destacado en la representación del espacio. Suele ser de mucha utilidad para trazar la historia de las regiones ya que los nombres suelen conservarse a través del tiempo, así por ejemplo en nuestro país encontramos muchos topónimos en lenguas de los pueblos originarios de cada una de las regiones.
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Algo más para leer Para saber más sobre la historia indígena de la pampa bonaerense se sugieren sólo unos pocos artículos del importante volumen de bibliografía existente, debido a que la siguiente, es una lista a la cual se puede acceder fácilmente porque los textos están editados en revistas y publicaciones de divulgación científica: Aguerre, Ana María; Lanata, José Luis, comp. Explorando algunos temas de arqueología. Buenos Aires, Barcelona: Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires. Gedisa, 2004. 201 p. (Biblioteca de educación. Temas de cátedra, 5) Aguerre, Ana M. Las vidas de Pati en la toldería Tehuelche del Río Pinturas y el después: Provincia de Santa Cruz, Argentina. Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires, 2000. 294 p Aguerre A. M. y Alicia H. Tapia Entre médanos y caldenes de la pampa seca: Arqueología, Historia, Lengua y topónimos / Ana M., comps. Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires, 2002. 338 p. Bayón Cristina y Gustavo Politis. 1998. Las huellas del pasado: pisadas humanas prehistóricas en la costa pampeana. Ciencia Hoy, vol. 8, nº 48. Fernández C., Jorge. 2001. Las boleadoras, el arma de la pampa. En Todo es Historia 407, pág. 68-80. Flegenheimer Nora, Cristina Bayón y Alejandra Pupio. 2007. Llegar a un nuevo mundo. La arqueología de los primeros pobladores del actual territorio argentino. Buenos Aires, Editorial Antropofagia. González, Alberto Rex.1953. La Boleadora: sus áreas de dispersión y tipos. En Revista del Museo de la Universidad Eva Perón (Nueva Serie), Vol. IV, pp. 133-292. Mandrini Raúl. 2008. La Argentina aborigen. De los primeros pobladores a 1910. Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores. Podgorny Irina. 1999. Arqueología de la educación. Textos, indicios, monumentos. Buenos Aires, Sociedad Argentina de Antropología. Politis Gustavo. 1989. ¿Quién mató al megaterio? Ciencia Hoy, vol 1, nº 2:26-35. _____________ 2005. Arqueología de carne y hueso. Ciencia Hoy, vol 15, n° 89, pp 44-50 _____________ 2000. Los cazadores de la llanura. En Nueva Historia Argentina. Tomo I Los pueblos originarios y la conquista, dirigido por Myriam Tarragó. Editorial Sudamericana, Buenos Aires: 61-103. Politis Gustavo, Luciano Prates y S. Ivan Pérez. 2009. El poblamiento de América. Arqueología y bio-antropología de los primeros americanos. Colección Ciencia Joven, EUDEBA, Buenos Aires.
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Además se puede ver: Una serie de videos denominados "Arqueología e Historia de los Pueblos Indios de la Región Pampeana", que comprende un texto en CD y seis videos cortos con temas de la historia de 11.000, editados por el Laboratorio de Arqueología de la Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Mar del Plata, 2004. También pueden consultar libros escritos especialmente para chicos: Dánae Fiore y Mariela Glüzmann. 2008. ¿Querés saber qué es la Arqueología? Buenos Aires, Eudeba. Iannamico Roberta y Alejandra Pupio. 2008. Bajo las estrellas. 12.000 años de historias bonaerenses. Bahía Blanca, Vacasagrada Ediciones. Palermo Miguel Angel 1993. Indios y conquistadores en la argentina. Secretaría de Cultura de la Nación-Ediciones Culturales Argentinas-Centro Editor de América Latina. Buenos Aires Serie Cuentos Naturales. Ediciones Colihue. 2002. Serie La Otra Historia. Libros del Quirquincho. 1995/1996. Buenos Aires. Serie Cuentamérica. Primera Sudamericana. Buenos Aires. 1997. Buenos Aires. Colección Cuentos y leyendas de mi país. Biblioteca Genios. 2005. Buenos Aires. Serie Cuentamérica naturaleza. Primera Sudamericana. Buenos Aires. Serie Una Historia Argentina. Libros del Quirquincho. 1990. Buenos Aires.