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Revista Internacional de Ciencias Sociales y Humanidades, SOCIOTAM ISSN: 1405-3543 [email protected] Universidad Autónoma de Tamaulipas México Pérez Cosín, José Vicente Trabajo social: globalización y posmodernidad Revista Internacional de Ciencias Sociales y Humanidades, SOCIOTAM, vol. XVII, núm. 2, 2007, pp. 151-173 Universidad Autónoma de Tamaulipas Ciudad Victoria, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=65417207 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Revista Internacional de Ciencias Sociales y

Humanidades, SOCIOTAM

ISSN: 1405-3543

[email protected]

Universidad Autónoma de Tamaulipas

México

Pérez Cosín, José Vicente

Trabajo social: globalización y posmodernidad

Revista Internacional de Ciencias Sociales y Humanidades, SOCIOTAM, vol. XVII, núm. 2, 2007, pp.

151-173

Universidad Autónoma de Tamaulipas

Ciudad Victoria, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=65417207

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Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Trabajo Social: Globalización y posmodernidad

TRABAJO SOCIAL: GLOBALIZACIÓN Y POSMODERNIDAD

José Vicente PÉREZ COSÍN

Universidad de Valencia, España

RESUMENLas nuevas circunstancias sociales se manifiestan

fundamentalmente como consecuencia de dos proce-sos irreversibles —la globalización y la posmoderni-dad— que deben hacernos reflexionar sobre el papelque tiene el Trabajo Social y sobre las respuestas po-sibles que se deberían dar a los desafíos actuales. Laclave de la intervención de los trabajadores socialesno es otra que mantener la vigencia de la posición éti-ca como respuesta ante la adversidad del ser humano,adaptándola a la globalización. De ahí, que hablemosde ética global.

Al mismo tiempo, el cambio de valores que la pos-modernidad implica requiere de un reconocimientodel sujeto como actor social y de la cambiante iden-tidad de las/os trabajadoras/es sociales.

En un futuro cercano abandonaremos esa identi-dad colectiva de atención a lo marginal, para tomaruna nueva identidad colectiva de mediadores socialesdesde una perspectiva universalista.

Palabras clave: sociedad global, migración globaliza-da, ética global, sociedad posmoderna e identidadcolectiva.

SOCIOTAM Vol. XVII, N. 2 (2007)

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PÉREZ COSÍN, J.V.

SOCIOTAM Vol. XVII, N. 2 (2007), pp. 151 - 173.

SOCIAL WORK: GLOBALIZATION AND POSTMODERNISM

ABSTRACTNew social circumstances are fundamentally

manifested as a consequence of two irreversible pro-cesses: globalization and postmodernism, and theyshould make us reflect upon the role of Social Workand about the possible answers that should be givento current challenges. The key intervention of socialworkers is no other than keeping an ethical positionbefore human adversity, adapting it to globalizationtimes. That is why we talk about global ethics.

At the same time, the change in our value systemderived from postmodernism needs to recognize indi-viduals as social actors, and to understand the chang-ing identities of social workers.

In a near future, we will abandon this collectiveidentity of marginality care givers, and will gain anew collective identity of social mediators, from auniversal perspective.

Keywords: global society, globalized migration, glo-bal ethics, postmodern society, collective identity.

1. INTRODUCCIÓN: SOCIEDAD GLOBAL Y ÉTICA GLOBAL

E

n la actualidad, la situación social de nuestro planeta estápresidida por el avance de un concepto —la globalización—, y en élencontramos dos tendencias de análisis: la expansión democrática yla cultura e identidad de los diferentes pueblos, países o comunida-des.

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La globalización facilita el contacto entre las personas, y se pue-den conocer sus valores, ideas y formas de vida. La posibilidad de ladiversidad en esta era global no tiene precedentes en la historia dela humanidad. Pero esta visión positiva no está completamente uni-versalizada, ya que encontramos también la visión perturbadora einhabilitante de quienes ven con temor la presencia de nuevos va-lores y costumbres y, sobre todo, la presencia de los emigrantes, co-mo motores de un desplazamiento de su cultura local. En la base deesta visión temerosa se encuentra la raíz de su identidad cultural co-mo representación de sus valores y costumbres.

Vemos en la globalización un medio que nos acerca a la riquezadel otro, no a una forma predominante de uniformidad y asimilacióneconómica

(Deslauriers y Hurtubise, 2005:3-4)

1

.

La sociedad global está modificando la percepción de los movi-mientos migratorios, tanto desde la perspectiva cuantitativa —porel incremento de la emigración hacia los países de alta renta

per capi-ta—,

como desde la perspectiva cualitativa —en tanto que las perso-nas desean mantener sus identidades culturales y sus lazos de ori-gen (Alonso, 2000)—, configurando un esquema migratorio con unaestructura muy diferente a la que conocemos actualmente, en tornoa los siguientes

indicadores:

La práctica del flujo migratorio se concentra casi exclu-sivamente desde los países pobres hacia los ricos de Eu-ropa occidental, Australia y América del Norte.

La presencia de la inmigración indocumentada, en pro-porciones elevadas, la sitúan en un estatus de carenciade derechos civiles o de ciudadanía.

Los movimientos migratorios circulares hacen posible elretorno de los emigrantes a sus países de origen, e inclu-so a terceros, por las nuevas comunicaciones y la facili-dad del transporte.

Las redes de inmigrantes son un colchón de apoyo im-portante que facilita la emigración, ya que quienes emi-gran por vez primera cuentan con la ayuda de familia-

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res y amigos, que tienen una experiencia previa en elproceso.

Las remesas anuales desde los países subdesarrolladoshacia los desarrollados, mediante acuerdos bilaterales,estabilizan la ocupación en un mercado de trabajo conofertas no atendidas.

Los refugiados y asilados ejercen un movimiento espe-cífico dentro de la emigración, basado en el respeto delos derechos humanos, y que surge como respuesta a losconflictos armados y a regímenes políticos autoritarios.

La feminización de la emigración es una nueva situa-ción, ya que la mujer se desvincula de su familia, bus-cando su inclusión en los mercados laborales del primermundo, con la misma autonomía con la que venían ha-ciéndolo hasta ahora exclusivamente los varones.

En este sentido, el objetivo de las políticas migratorias debe ser laprotección de la pluralidad cultural y la ampliación de las alternati-vas con que cuentan las personas para mantener sus identidadesculturales, tratando de dar una respuesta compatible entre el respe-to a la identidad nacional de las sociedades de acogida y las nece-sidades identitarias de las minorías inmigradas (Lacomba, 2005).

El proceso social al cual nos enfrentamos todos en la sociedad ac-tual —inmersa en un proceso de pluralidad cultural—, generadopor la

migración globalizada

es la exclusión, con base en las carac-terísticas de los grupos sociales a los que nos referimos.

Esta exclusión tiene tres formas:

exclusión económica, exclusiónpolítica

y

exclusión cultural.

Precisamente, la presencia de este últimotipo de exclusión es la que requiere de nuevos enfoques propiciadosen las políticas pluriculturales (Raya, 1999), que deben descansar encuatro principios básicos:

La defensa de las tradiciones no puede frenar el desarrollohumano.

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El respeto por las diferencias y la diversidad es esencial.

La diversidad prospera en un mundo global e interdepen-diente cuando las personas tienen identidades múltiples ycomplementarias. Formamos parte de una comunidad lo-cal, de un país, pero también de la humanidad en su con-junto.

Abordar la falta de equilibrio en el poder político y econó-mico ayuda a detener las amenazas a las culturas de las co-munidades más pobres e indefensas.

En resumen, el análisis de este proceso migratorio globalizadonos lleva a la defensa de una

ética global

, en cuanto a las políticasdel Trabajo Social, que desde cualquier instancia deberemos imple-mentar. En este sentido, la fuente que nutre esta ética global es lavulnerabilidad del ser humano (Ramonet, 1999) y el deseo de aliviar,en lo posible, el sufrimiento de cada uno, además de asumir que to-dos los seres humanos compartimos, en cierta medida, una moralbásica reconocida en todos los documentos suscritos y sancionadosa nivel internacional, desde la

Declaración Universal sobre los DerechosHumanos,

hasta la más reciente

Declaración del Milenio

en la Organi-zación de las Naciones Unidas (ONU).

Este concepto de ética global integra cinco elementos básicos:

Igualdad y equidad: igualdad entre todos los individuos yequidad ante el reparto de los recursos naturales.

Derechos humanos y responsabilidad: protección de los de-rechos individuales pero cumpliendo con los deberes queemanan de ellos mismos.

Democracia como proceso esencial para garantizar el respe-to a la pluralidad, la participación y la expresión de todos.

Protección de las minorías, fomentando la tolerancia activa.

Resolución pacífica de conflictos y negociación, en dondelas partes tengan derecho a expresar su opinión.

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La alerta está en no caer en la trampa de la globalización, justifi-cando su aplicación indiscriminada como motor del éxito, sino per-manecer vigilantes a la erosión del Bienestar Social provocado por elmodelo neoliberal de la globalización. El respeto como base de todarelación humana (Sennett, 2003) también sirve de ejemplo para otromodelo alternativo de globalización que tiene en consideración lasdiferencias identitarias y las respeta, apoyándose en la creencia deque

“otro mundo es posible”.

Encontramos aplicaciones de este mode-lo alternativo de globalización entre las grandes ONGs y entre losnuevos movimientos sociales.

2. EL DEBATE SOBRE LA SOCIEDAD POSMODERNA

E

n las tres últimas décadas asistimos a un proceso de cambio enla civilización occidental que modifica la percepción y la creencia enuna única historia, dirigida hacia un único fin: la búsqueda de la ver-dad trascendente. Nos referimos al llamado pensamiento crítico dela modernidad —

posmodernidad

para unos y

modernidad tardía

paraotros—. En definitiva, proposiciones teóricas que forman parte deun nuevo paradigma, que pone en duda la legitimidad racionalcomo solución a esa necesidad latente de emancipación del sujeto, yque nos sitúa en la realidad social de hoy con sus características, susnuevas condiciones y sus valores.

La creencia en una única historia ha sido sustituida por la pertur-badora experiencia de la multiplicación indefinida de los sistemasde valores. Podemos percibir que se ha roto el consenso, se ha termi-nado la vigencia de la sociedad contractual y la crisis de valores hadado lugar a múltiples razones y legitimaciones.

La interacción social (Lyotard, 1989) ha sufrido una evolución yhan aparecido nuevos lenguajes con múltiples reglas, caracterizadaspor su heterogeneidad, fruto del cual surge el pensamiento posmo-derno, como reflejo de esa pérdida de la verdad y de la autenticidad,como estereotipo de una sociedad ahistórica e hiperrealista, dondees difícil distinguir entre lo real y lo imaginario (Picó, 1986).

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La modernidad supuso la búsqueda de significados ocultos, labúsqueda del sentido. La posmodernidad supone el éxito de la re-presentación, de la fuerza y la plenitud de las cosas del presente.Aparentemente para el individuo esta representación social suponeuna renuncia a las ideas de progreso y transformación social, cues-tión que en nuestra opinión no aceptamos de forma tajante, sino queprofundizaremos en ella más adelante.

La tesis que sustenta este proceso de mutación, desde una so-ciedad que pone el énfasis en el bienestar material y en la seguridad,hacia una sociedad que enfatiza la

calidad de vida

2

, es la tesis del cam-bio intergeneracional que Inglehart (1998) denominó

“la revoluciónsilenciosa”.

El argumento básico de esta tesis posmaterialista, es queuna vez cubiertas las necesidades básicas del ser humano, se buscanotras necesidades, como la participación en las decisiones que afec-tan a la sociedad en general, al trabajo, a la colectividad vecinal, almedio ambiente. Todo esto, amparados en los derechos y las liber-tades cívicas ya conseguidas por las generaciones precedentes. Y lahipótesis central de esta argumentación es que el logro de seguridaden los grupos sociales supone un mayor grado de valores posmate-rialistas.

Este cambio de valores en las sociedades industriales avanzadasse caracteriza por el declive de las instituciones jerárquicas y de lasnormas sociales rígidas, por la expansión del ámbito de elección in-dividual y por la participación en el ámbito de lo social. También In-glehart (1998) nos indica que el desplazamiento de los valores haciala posmodernidad se apoya en un síndrome de cambios congruen-tes, que afecta a numerosas dimensiones de la vida y a una ampliavariedad de normas sociales. Cambios sin duda apoyados por unsentimiento de seguridad existencial; la seguridad genera pluralis-mo en los estilos de vida y tolerancia activa. En resumen, siguiendoa García Ferrando y Ariño (2001), sugerimos que las circunstanciasde prosperidad y seguridad generan pluralismo en general y demo-cracia en particular.

En este sentido, la propuesta teórica de la posmodernidad se uti-liza para representar un avance de la racionalidad instrumental ha-cia la racionalidad de los valores. Amplía el horizonte interpretativo

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impuesto por la teoría de la modernidad e inserta la tesis del posma-terialismo en un marco social complejo.

La posmodernidad tiene cuatro características (Picó, 1986):

La permanencia irreversible de la crisis de valores.

La pluralidad de lenguajes, según los discursos valorativos.

La secularización del progreso. Con la pérdida del sentidodel destino y de la finalidad del devenir, el futuro ha muer-to.

El cambio de las coordenadas espacio-temporales, la repro-ducción del presente y las nuevas tecnologías de la infor-mación y la comunicación.

En la base de ese desplazamiento de valores nombrado por Ingle-hart (1998), se desprenden dos características de la posmodernidadsegún dos principios (García Ferrando y Ariño, 2001):

El alejamiento de todo tipo de autoridad —religiosa, fami-liar, científica, económica o política—, como manifestaciónde un giro desde la autoridad racional-burocrática, hacia laparticipación cívica y la diversidad.

La demanda de transferencia de la autoridad, desde los Es-tados Nacionales, hacia unidades más pequeñas e inmedia-tas con mayor coherencia cultural, es una demostración dela preocupación por la autonomía local y una evidencia delos sentimientos comunitarios, reflejo de la identidad local.

Los principios del posmodernismo que mencionábamos, se re-sumen así. El principio de

utilidad marginal decreciente del determinis-mo económico,

que intenta explicar cómo al acercarnos a una distribu-ción igualitaria de ingresos en la sociedad se produce un debilita-miento del apoyo al Estado de Bienestar como sostén de la redistri-bución, apelando al sentido de la justicia y la solidaridad social. Y elsegundo principio

—el rendimiento decreciente de la burocracia—

es la

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expresión de los limites de aceptabilidad y legitimidad que los ciu-dadanos acotan en el ejercicio de sus derechos a las administracio-nes públicas, volviéndose más exigentes y motivados hacia la parti-cipación en los asuntos de su comunidad.

Partiendo de la mencionada

crisis de valores

que desde hace tresdécadas azota a nuestra sociedad y de la aportación que los trabaja-dores sociales hemos dejado en ámbitos tan importantes como la in-tervención social y las políticas sociales, podemos afirmar, junto conGiner (2002), que el espíritu sociológico ha triunfado. Entre esasaportaciones encontramos el paradigma de la modernidad tardía ode la posmodernidad, que ya hemos caracterizado.

Desde nuestra perspectiva, hay un tercer elemento en liza que esel

proceso de comunicación global.

Para acercarnos a él contaremos conMogardini (2002), en el sentido de cómo nos ubicamos como indivi-duos en una

sociedad de la comunicación global,

donde la carencia desatisfacción por la imposibilidad de dirigir esfuerzos hacia un cam-bio social, se fundamenta en una pérdida de valores.

La comunicación representa hoy la sociedad del presente, terre-no de negación y reconstrucción del sujeto. Esta nueva relación so-cial de la comunicación global obliga al individuo a olvidarse de símismo frente a la atracción de las relaciones en la red. Al mismotiempo, sigue buscando la afirmación de sí mismo a través de emo-ciones fuertes, de la profanación de la norma, con la búsqueda de laestabilidad o el retorno a la tradición.

En este contexto comunicativo se hipertrofia lo visual y se de-sencadena el fenómeno de la desacralización de la comunicación, laimagen se apropia de la imaginación y la modifica. En el sentido dela imaginación individual, pero también del

imaginario colectivo,

sehace posible la constitución de un orden visual y, por lo tanto, la par-ticipación en la construcción social de la realidad.

La comunicación forma parte del paradigma de la modernidadtardía, representa a la cultura del presente, en la cual el individuopasa de una intersubjetividad basada en la moral, en una visión delmundo y en la construcción del futuro, a un nivel más objetivo y abs-tracto, en donde la cultura se asienta y se mantiene sobre la densi-

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dad de la comunicación. La comunicación no implica crítica, sino unsubsistema ideológico, heredero de una dimensión temporal nove-dosa de las ideologías políticas. En este sentido, asistimos a unacompetencia, entre los centros de poder, por el control de las fuentesde comunicación.

Asistimos a una nueva

sociedad global

que impone los estilos devida occidentales, con su mentalidad economicista, y los principiosde utilidad, productividad y cálculo, reflejo del comportamiento del

homo economicus

(Weber, 1993), como advertencia del peligro de re-gresión de la vida colectiva, al surgir el bienestar económico y la bu-rocracia. Lo que hoy llamamos globalización y mundialización esuna visión unilateral de la vida —ideológica, por tanto—, manifes-tación de un modelo rígido limitado al orden económico o políticodel presente, cuyo instrumento predilecto es la exclusión del bienes-tar, de las gratificaciones, de la identidad social y de la visibilidad.

En esta sociedad, el sujeto moderno cede el

vínculo primario

—necesario para la solidaridad y la creatividad de la vida social—, alcálculo económico y a su comportamiento determinado por el exte-rior, carente de sentido. Al mismo tiempo, el sujeto se recupera a símismo, como individuo primitivo, trasgresor y desacralizador, quevive en el presente la efervescencia de una sociabilidad que rechazatoda norma. Aparecen dos expresiones enfrentadas de la personali-dad individual; estamos ante dos sociedades contrapuestas que ha-blan diferentes lenguajes: el de la

globalización

y el del

localismo.

La visión del futuro tiene que analizarse en clave de transición yde innovación. Esta nueva situación requiere diseñar una sinergiaentre arcaísmo y desarrollo tecnológico. Este objetivo sólo lo puedelograr el individuo, buscándose a sí mismo, recuperando el carisma,la personalización, el poder mágico, entre otras actividades. Hacefalta una nueva cultura de la libertad y de la emancipación, es nece-saria la recuperación del sujeto como proyecto.

3. LA POSMODERNIDAD DESDE EL TRABAJO SOCIAL

D

esde este contexto social global, presidido por la sociedad de

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la información y bajo el análisis del paradigma de la posmodernidadque hemos descrito en el punto anterior, el Trabajo Social hace supropio análisis para establecer los parámetros que faciliten la cons-trucción de sus reflexiones teóricas y de sus representaciones socia-les de la realidad.

En este contexto posmoderno —caracterizado como plural, cul-turalmente no agresivo y sin estándares universales—, la importan-cia relevante de los derechos sociales se manifiesta en los ámbitosfundamentales para nosotros. Primero, en el de los usuarios, con elreconocimiento de consumidores o contratantes, es decir, sujetos dederechos, no meros sujetos de la acción graciable. Segundo, en el delos trabajadores sociales, con el reconocimiento de expertos en la in-terpretación y comprensión del presente, respuestas que intentanofrecer a través de la comunicación de sus conclusiones para el me-jor entendimiento entre culturas.

En este sentido, la finalidad del Trabajo Social desde la perspec-tiva posmoderna no es la intervención sobre el individuo, ni sobre elsistema social, sino sobre la cultura, presente en cada faceta de la in-tervención. Es decir, debemos dirigir nuestra intervención hacia laconstrucción lingüística de la realidad (García-Longoira, 2000).

En la búsqueda de los significados en los asuntos de las personas,el Trabajo Social utiliza la perspectiva construccionista, interpretalas proyecciones de las personas e identifica los mitos y los precon-ceptos de la cultura que los ha marginado. La construcción de estesistema de significados sirve para la reconstrucción narrativa de laspercepciones y de las experiencias, adaptadas al contexto cultural deconvivencia.

A pesar de su aparente debilidad, la disciplina del Trabajo Socialconstituye una ventaja a la hora de operar en un mundo posmoder-no, un mundo que no niega la ambigüedad, la pluralidad cultural,la diversidad y la contingencia permanente. En definitiva, un mun-do que no niega su debilidad.

La construcción de nuevos significados, fruto de las nuevas cate-gorías de públicos, implica nuevos retos para el Trabajo Social, alampliar fronteras en sentido figurado. Podemos —a través de la

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concepción contractual— construir un proyecto personal de iden-tidad, construir un futuro para el sujeto, sobre todo ejerciendo un rolde acompañamiento entre los colectivos marginales (Bueno Abad,1997).

Situamos la aplicación del paradigma posmoderno en TrabajoSocial a partir de la década de los 70, siguiendo a Howe (1999), y lacaracterizamos con las siguientes proposiciones:

No existe la verdad única, sólo puede ser interpretada enun contexto social y cultural determinado.

�El cambio y la reformulación social de forma continua esdistinta a la visión de la universalidad y de la trascenden-cia.

�El pluralismo cultural implica un reconocimiento de lossignificados de los diversos sujetos y, por lo tanto, de lasdiferentes lenguas.

�Los valores son productos de las personas, de los lugaresdonde se asientan y de las épocas referidas, cuestión plena-mente distinta a la concepción de los valores universales.

�El rol del trabajador social es interpretar y comprender elmundo, para hacer partícipes a los otros mundos, con la fi-nalidad de establecer una comunicación pluralista, que ga-rantice la comunicación y el mutuo entendimiento entre lasculturas.

La actitud posmoderna del Trabajo Social cuestiona su discursooriginal, y situamos su influencia en cuatro dimensiones, siguiendoa Howe (1999):

�El pluralismo metodológico trata de identificar la diferen-cia, la variedad y el conflicto que implica la defensa deprincipios universales que legitiman la concepción alterna-tiva del mundo. El pluralismo nos conduce a la promocióndel relativismo cultural.

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�La promoción de la participación, en un intento por definirla verdad con la participación de todos los implicados, seapoya en la intervención construccionista.

�El reconocimiento del poder en los trabajadores sociales, yaque ellos definen el problema, así como la forma de resol-verlo. En este sentido, no podemos negar que se encuentranen situación de poder. Este simple hecho de evidenciar loevidente, de tomar conciencia de su posición frente al otro,garantiza sus derechos, aunque el cambio en este nivel noes fácil, ni inmediato. La cita siguiente muestra la reproduc-ción del poder en los sistemas sociales.

Como todos los sistemas de creencias totalitarios, los quetienen el poder para hacer que todas las prácticas se adecuen asu propia concepción, insisten cada vez más en que se realicetal concepción (Howe, 1999:154).

�El cambio en la intervención es lo más importante hoy endía; es necesario que los actores modifiquen sus actos, sub-rayando el compromiso que implica el incumplimiento delcontrato, el proyecto o la consecución de una habilidad. Esmuy diferente al tratamiento o a la reforma sin más. Los de-rechos políticos han modificado la perspectiva teórica, re-duciendo la incertidumbre, y diferenciándose del trata-miento psicosocial. La nueva certeza está en el procedi-miento, no en la pericia terapéutica. Las respuestas son ac-tuaciones evaluables con base en resultados, diferentes delas explicaciones profundas. Y, por último, la consideraciónde la identidad implica el respeto a la lengua del cliente ousuario. La perspectiva es distinta de la de mero consumi-dor de un producto del sistema social: más bien se tratabade la de un sujeto diferenciado.

Resumiendo: la posmodernidad es bien aceptada por el TrabajoSocial (de la Red, 1993), ya que el proceso de construcción del Tra-bajo Social está marcado por la heterogeneidad de dos dimensiones—la investigación y la acción—. Desde la prueba, como interpreta-ción de los factores sociales en un contexto social y cultural, y desde

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la acción, como posibles alternativas a realizar o a facilitar recursosy estrategias de intervención.

En este proceso de construcción, Moreno Pestaña (2001) destacala importancia de la epistemología —“saber lo que hacemos”— enunos momentos en que el Trabajo Social se debate en un conflictoentre lo deseable y lo posible. La demanda de una respuesta “ético-política” (Raya, 1999) —que denomina “trabajo en lo social”— suponela reivindicación de una filosofía del Trabajo Social como indicadorde nuestras coordenadas en el ámbito de las Ciencias Sociales,cuestión, que como nos indica en la cita siguiente, no es tarea fácil.

...No siempre es fácil saber lo que se hace en la práctica cotidianadel Trabajo Social. Profesión de ayuda, prendida, por tanto, a las ur-gencias prácticas, obliga a sus ejercitantes a realizar elecciones encircunstancias poco propicias al estudio y al retiro reflexivo. Si a ellole unimos procesos de formación escasos, en los cuales los saberestienen un endeble nivel de formalización, poco puede extrañar que lanuestra sea una profesión casi fatalmente volcada a estar comandadapor patrones normativos socialmente inculcados... (Moreno Pes-taña, 2001:47).

En nuestra opinión, y siguiendo la tesis de Miranda (2004), la in-tervención desde el Trabajo Social, fruto de la interacción social,debe construir un universo simbólico propio. En él los criterios uni-versales no existen, y por ello debemos hacer conscientes las diver-sas elecciones éticas y los valores como producción social de la vidaen común, promoviendo el ejercicio de una práctica teórica como unelemento de calidad para comprender lo que está sucediendo con elTrabajo Social.

4. A MODO DE CONCLUSIÓN: LAS POSIBLES RESPUESTAS DESDE EL TRABAJO SOCIAL

Las nuevas perspectivas del Trabajo Social son respuestas al pro-ceso del cambio social, manifestado en los sistemas de intervención

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social como productos de la modernidad, en el reconocimiento delos derechos sociales y en el concepto de ciudadanía. Ya no existe elpeligro obrero: las reivindicaciones sindicales se han reducido signi-ficativamente en los últimos años, y cada vez más forman parte delos denominados agentes sociales, con una función de mediadorescualificados entre las políticas sociales y los ciudadanos, no comopromotores de nuevas políticas, sino como agentes reguladores delas ya existentes.

La dimensión de lo social, refiriéndonos a la intervención social,ya no es una recompensa del trabajo, un incentivo o una ayuda so-cial, sino la manifestación de la consolidación de su pérdida, el sen-tido de la respuesta social del nuevo eje horizontal de la interven-ción y la exclusión social (dentro-fuera, incluido-excluido, adapta-do-inadaptado).

La primera perspectiva emerge del ámbito de la ética profesional,y se fundamenta en recuperar la noción de profesionalismo (Banks,1997), concepto que permitirá mantener el estatus y la identidadprofesionales, en los momentos de construcción, modificación ocambio de identidad. La defensa ética debe ser el recurso del traba-jador social ante la falta de identidad colectiva clara, como reivindica-ción de los valores humanos y de los derechos de los usuarios (ciu-dadanos).

La segunda perspectiva viene del análisis psicosocial, en el cualse postula la construcción de un futuro para el sujeto (Bueno Abad,1997; Bueno Abad y Pérez Cosín, 2005), como proyecto personal deidentidad al que el Trabajo Social puede incorporar su metodologíade implicación del sujeto. Nos referimos a la concepción contractualdel Trabajo Social, donde el sujeto es partícipe y compromisario desu propio cambio a través de un contrato de intervención social. Lasampliaciones de fronteras que se exigen al Trabajo Social están con-dicionadas por las nuevas categorías de público, que requieren denuevos objetivos. No se pueden continuar ofreciendo las antiguasimágenes del Trabajo Social, si se quieren obtener nuevas respues-tas.

La tercera perspectiva la ofrece De Robertis (2000), quien sitúa elfuturo de los trabajadores sociales en una función importantísima:

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recuperar el vínculo social, recuperar a la persona. La recuperacióndel vínculo social supone potenciar el trabajo con personas, articu-lando lo individual y lo colectivo, ya que el proceso metodológico noes secuencial sino global. No desde el caso particular hacia lo comu-nitario, sino al contrario; todas las personas convivimos en sociedady debemos reconocer nuestra propia dignidad en la sociedad en laque vivimos. Así es como se debe integrar el proceso metodológicode intervención en Trabajo Social (aproximación global).

La articulación individual/colectivo se consigue trabajando des-de dos perspectivas. Una, a través del trabajo con grupos, en espe-cial, con grupos de desarrollo local, en los cuales el análisis delterritorio preside la finalidad común del grupo. Se realiza un diag-nóstico de la comunidad y después se articulan los procesos de in-tervención, en función de las necesidades sentidas por cada gruposocial, por cada caso individual.

Y, la otra, desde la intervención en redes. Todos los miembros deuna comunidad, de una localidad, todas las personas residentes enun territorio tienen una red social de apoyo, mayor o menor, en fun-ción de su integración social. La capacidad de intervención comotrabajadores sociales es aprovechar las potencialidades que ofrecenlas redes existentes, y si no las hay, habrá que crearlas con el apoyoinicial del trabajador social, hasta conseguir la autonomía suficientepara que la red se dote de grupos de apoyo independientes.

Otra cuestión que no se debe dejar de lado es nuestra posiciónética, no sólo por la defensa de los derechos sociales y de la dignidadde los ciudadanos, sino también con el compromiso de ejercer nues-tra responsabilidad ante las demandas sociales. Con la convicciónde que nuestro trabajo es necesario y provechoso para los ciudada-nos, en este sentido también debemos adoptar una posición ética.No basta con vigilar la confidencialidad de los datos, ni la reservanecesaria de la intimidad; hay que dar un paso más hacia el análisisde cuál es nuestra identidad colectiva, “nuestro lugar en el mundo”, yde “encontrar nuestro sitio”.

El trabajador social recibe su misión de las instituciones, pero sulegitimidad la debe a las personas al servicio de quien ejerce su pro-

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fesión. El renuevo del Trabajo Social pasa por un ideal de promociónde las personas, un proyecto emancipador y productor de cambiossociales (De Robertis, 2000:34).

La cuarta perspectiva nos aporta unas ideas al socaire de la líneade pensamiento en torno al marco normativo del sistema de bienes-tar (Hernández Aristu, 2004), que produce demasiadas veces unaconfusión entre escenario y acción, es decir, entre servicios socialesy Trabajo Social, cuestión que dificulta nuestro reconocimiento co-mo disciplina social universalizadora del proceso de ayuda. Peroquedémonos con lo positivo, que no es poco: con la contribución delTrabajo Social a la universalización de la protección social y el acer-camiento de las administraciones públicas a los ciudadanos. Son doscuestiones que sin duda nos han servido para construir nuestraidentidad y para evidenciar la esencia de la identidad del TrabajoSocial, contribuyendo al cambio, no sin ciertas contradicciones, co-mo explica la siguiente cita:

El Trabajo Social se mueve con la ambigüedad de fondo porqueha de promover el cambio sin alterar el orden (Álvarez-Uría,1993:17).

La quinta perspectiva trata de recuperar el espacio profesional,de forma sólida, con la ayuda de la identidad corporativa de los tra-bajadores sociales, que como hemos explicado en otra ocasión (Pé-rez Cosín, 2005), sólo es posible recuperar y potenciar a través deuna estrategia comunicativa.

Los contenidos éticos y los valores deben ser la esencia de la im-agen; en nuestro caso, deben surgir de las organizaciones represen-tativas del Trabajo Social profesional (Colegios Oficiales y ConsejoGeneral). La valoración de una organización está mediatizada porsu imagen, aceptada como predisposición hacia su contenido. Esteproceso de promoción de la imagen debe formar parte de una estra-tegia permanente e intencionada. Debemos conseguir una identidadcorporativa, que permita a la organización ser identificada y valora-da, y esto lo conseguimos incorporando un conjunto de elementos y

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significados, con los que el contexto del Trabajo Social identifique ala organización profesional.

Además, la identidad tiene una dimensión interna, que es tan im-portante como la externa, ya que si hay una organización valoradaexternamente como positiva, sus miembros participan de esa ima-gen social y, con ello, verán reforzada su motivación en la tarea quedesarrollan. Hay que compartir visión de futuro y misión, como me-jor garantía del buen funcionamiento de la organización profesio-nal.

Como ya apuntábamos antes, la construcción de la identidad cor-porativa debe sustentarse sobre dos características: la primera espermanecer en el tiempo y, la segunda, convertirse en referenciapara el conjunto de las actuaciones profesionales y de los propiosmiembros de la organización profesional.

Los elementos identitarios deben ser de dos tipos: unos vincula-dos a la práctica cotidiana y a los protocolos de actuación y, otros,específicos de la identidad profesional corporativa, el logotipo y eleslogan. Las imágenes corporativas son las que tienen mayor fuerzacomunicativa, basada en su carga simbólica y en su naturaleza emo-cional, capaz de imponerse por sí misma, incluso sin que medie in-tencionalidad.

Hay una última perspectiva, la académica, que no quisiéramosdejar olvidada; es el reconocimiento de la disciplina como elementovertebrador de la identidad colectiva de los trabajadores sociales (dela Red, 1996), como proceso de capacitación para resolver las nuevasdemandas sociales y que resumimos a continuación.

Nos enfrentamos a una diversificación de áreas de actuación enun nuevo contexto globalizador, con una acelerada evolución tecno-lógica que se presenta ambivalente a nuestra intervención. Por un la-do debemos alfabetizar a los ciudadanos en las nuevas tecnologíasde la comunicación y de la información. Por otro, debemos asumirlos procesos de exclusión social ocasionados precisamente por estoscambios tecnológicos, como ámbitos de intervención del Trabajo So-cial (Rubiol, 1997). Asimismo, con la quiebra de la tradición, la debi-

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lidad de la cohesión social, los cambios demográficos y los cambiosen la estratificación social, situaciones que nos llevan a procesos deintervención familiar, procesos de crisis y de rupturas en las redessociales, y que suceden en una sociedad capitalista competitiva e in-dividualista como la que tenemos hoy en día.

En nuestra opinión, ante este panorama debemos reafirmar losvalores del Trabajo Social, que se fundamentan en el respeto a ladignidad humana, en los derechos fundamentales y en los valoresdemocráticos de relación social. Debemos aprovechar los cambiosque hemos provocado para construir nuestra identidad colectiva. Eneste sentido, hay algunas proposiciones que debemos incorporar enun futuro cercano a las nuevas perspectivas del Trabajo Social.

Hay un concepto importante que surge en los países desarrolla-dos, después de las crisis casi indefinidas del Estado del Bienestar.Éste es el desarrollo humano sostenible, corriente de pensamientosocial que tiene sus raíces muy profundas en la filosofía del TrabajoSocial, que sitúa como eje de la intervención el ámbito local. Se leconsidera a éste como un hábitat natural, como escenario de la con-vivencia que requiere nuestra intervención.

El Trabajo Social es la profesión básica en los servicios de proxi-midad —las situaciones de dependencia y los cambios de la familia,la conciliación entre vida laboral y la atención a la infancia son algu-nos ejemplos de lo que comentamos—. Es el espacio profesional idó-neo para recuperar la relación de ayuda a través del desarrollo de laspotencialidades. Hay que abandonar aquello que nos angustia y queconsideramos perverso en nuestro quehacer diario, la burocratiza-ción y la cerrazón ante los problemas presupuestarios que imponenlas instituciones, y que sólo nosotros reivindicamos. Es hora de darla palabra a la sociedad.

Pensamos que estos retos y otros más que se producen, por ejem-plo, con motivo de la intolerancia hacia el inmigrante, son ámbitosde intervención en Trabajo Social, que por su complejidad requierende un abordaje también complejo para su resolución.

Además, debemos alertarnos ante los cambios impuestos en lossistemas de bienestar social por las nuevas políticas sociales, que in-

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tentan eludir la garantía de los derechos sociales logrados histórica-mente, y que se encuentran implícitos en el concepto de ciudadanía.Asimismo, evidenciada la distribución de nuevos flujos económicosen función de la presión social que ejerzan los nuevos movimientossociales y los medios de comunicación social independientes, ten-dremos nuevas estrategias a nuestro alcance como un nuevo escena-rio para el Trabajo Social.

Los modelos de intervención en Trabajo Social deben ser máscomplejos, por su implicación como bisagra entre la exclusión y lainclusión. En el nuevo análisis de la sociedad global siguen existien-do ricos y pobres, aunque en esencia son lo mismo. Los modelos de-ben ser construidos de forma diferente; necesitamos investigar des-de el Trabajo Social, con un doble objetivo, obtener resultados quenos permitan conocer mejor esta sociedad en permanente cambio, yconsolidar nuestra disciplina dentro del ámbito del conocimiento delas Ciencias Sociales.

El proceso que debemos seguir para avanzar más allá del para-digma de los recursos es la necesaria recuperación de los principioséticos del Trabajo Social (Aliena y Pérez Cosín, 2006), y alejarnos delas exigencias instrumentales que imponen las administraciones pú-blicas prestadoras de las políticas sociales. Pero sobre esta cuestióntendremos ocasión de incidir en otro momento.

NOTAS1. La cita original es en francés, la traducción es nuestra.2. Entendida como cultura posmaterialista o como cultura, que

va más allá del materialismo simple, o estrictamente económico.

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José Vicente PÉREZ COSÍN es doctor en Sociología por la Uni-versidad de Valencia, licenciado en Ciencias Políticas y Socio-logía por la Universidad Pontificia de Salamanca, Master en Ge-rencia de Servicios Sociales, Master en Desarrollo Local y Diplo-mado en Trabajo Social por la Universidad de Valencia. ProfesorTitular E.U. del área de Trabajo Social en la Universidad de Va-lencia; enseña Gestión del Trabajo Social. Ha ejercido como fun-cionario de carrera en el Gobierno Autónomo de la ComunidadValenciana, España, en el ámbito de la gestión de las políticas so-ciales. Es miembro de dos unidades de investigación: PsicologíaComunitaria y Políticas del Trabajo Social. Ha contribuido condiversas publicaciones monográficas y con artículos en revistasespecializadas en Trabajo Social relacionadas con el desarrollocomunitario y las representaciones sociales de los trabajadoressociales en los sistemas de bienestar. Correo E.: [email protected] / http://www.uv.es/=jvperezTel.: 001963828203, Fax: 001963828188.