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Fascículo No. 12: Hechos y Romanos 1 INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 12 HECHOS Y ROMANOS Capítulo 1 Los hechos del Cristo resucitado El Libro de Hechos es el único libro inspirado de la historia de la iglesia del Nuevo Testamento. Conecta los cuatro Evangelios con las trece cartas de Pablo. Si no fuera por este libro de historia, al comenzar a leer las cartas de Pablo, usted se preguntaría: “¿Quién es este apóstol, llamado Pablo? No aparece en los Evangelios”. Si no estuviera el libro que vamos a estudiar ahora, faltaría un importante eslabón en el Nuevo Testamento. En cierto sentido, los cinco primeros libros del Nuevo Testamento son, todos, libros históricos. Si bien los Evangelios son básicamente biografías inspiradas de Jesús, son también libros históricos. Sin embargo, el Libro de Hechos se diferencia de los Evangelios en que es el libro de la historia de la iglesia del Nuevo Testamento. Este libro comienza así: “En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido” (Hechos 1:1, 2). Estos primeros versículos de Hechos nos dicen que el autor de este libro es el mismo hombre que escribió el Evangelio de Lucas, y que dirige el Libro de Hechos al mismo hombre al que dirigió el tercer Evangelio. Teófilo, cuyo nombre significa ‘que ama a Dios’,

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Fascículo No. 12: Hechos y Romanos

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INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE

FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 12

HECHOS Y ROMANOS

Capítulo 1

Los hechos del Cristo resucitado

El Libro de Hechos es el único libro inspirado de la historia

de la iglesia del Nuevo Testamento. Conecta los cuatro Evangelios

con las trece cartas de Pablo. Si no fuera por este libro de historia, al

comenzar a leer las cartas de Pablo, usted se preguntaría: “¿Quién es

este apóstol, llamado Pablo? No aparece en los Evangelios”. Si no

estuviera el libro que vamos a estudiar ahora, faltaría un importante

eslabón en el Nuevo Testamento.

En cierto sentido, los cinco primeros libros del Nuevo

Testamento son, todos, libros históricos. Si bien los Evangelios son

básicamente biografías inspiradas de Jesús, son también libros

históricos. Sin embargo, el Libro de Hechos se diferencia de los

Evangelios en que es el libro de la historia de la iglesia del Nuevo

Testamento.

Este libro comienza así: “En el primer tratado, oh Teófilo,

hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a

enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber

dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había

escogido” (Hechos 1:1, 2).

Estos primeros versículos de Hechos nos dicen que el autor

de este libro es el mismo hombre que escribió el Evangelio de Lucas,

y que dirige el Libro de Hechos al mismo hombre al que dirigió el

tercer Evangelio. Teófilo, cuyo nombre significa ‘que ama a Dios’,

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aparentemente era un hombre al que Lucas consideró merecedor de

recibir estos dos documentos vitalmente importantes.

En Hechos, Lucas continúa la historia que comenzó en el

Evangelio que lleva su nombre. Él escribe que, en su Evangelio, nos

dio un relato histórico y preciso de todas las cosas que Jesús

comenzó a hacer hasta su ascensión. Sin embargo, nos dice que,

luego de su ascensión, Jesús continuó “haciendo y enseñando” a

través de los apóstoles. Por lo tanto, muchas ediciones de la Biblia

denominan a este libro “Los hechos de los apóstoles”.

Cuando entendemos la importancia del día de Pentecostés,

creemos que un título mejor podría ser: “Los hechos del Espíritu

Santo a través de los apóstoles”. Dado que Pedro atribuye todas las

señales y maravillas de Pentecostés al Cristo resucitado y vivo, un

título aún mejor sería: “Los hechos del Cristo resucitado a través de

los apóstoles” (ver 2:32, 33).

Note que el Libro de Hechos no finaliza; simplemente se

detiene. Algunos eruditos creen que esto se debe a que Lucas fue

arrestado y no pudo terminar el libro. Otros creen que no finaliza

porque es la historia de la iglesia, y usted y yo todavía estamos

escribiendo esa historia.

Qué buscar en el Libro de Hechos

Dado que el Hechos es un libro de historia, debemos

encararlo como hicimos con los doce libros históricos del Antiguo

Testamento. Pablo escribió acerca de la historia hebrea: “Y estas

cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para

amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los

siglos” (1 Corintios 10:11). Busque ejemplos y amonestaciones (o

advertencias) cuando lea Hechos.

El propósito de la iglesia

Al leer este libro histórico, busque el propósito que se le dio a

la iglesia. Cuando Jesús llegó al final de su tiempo con los apóstoles,

les dio lo que llamamos “la Gran Comisión”. Usted encontrará la

Gran Comisión al final de cada uno de los cuatro Evangelios. Según

Mateo, estas fueron las últimas palabras de Jesús a sus discípulos:

“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto,

id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el

nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que

guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con

vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:18-

20).

El libro histórico del Nuevo Testamento comienza de la

misma forma en que finalizan los cuatro Evangelios, con la Gran

Comisión. En realidad, la Gran Comisión tiene un imperativo o

mandamiento, “haced discípulos”, seguido de tres participios que

modifican el imperativo: “Haced discípulos yendo, predicando,

bautizando y enseñando”.

En Hechos, esto es exactamente lo que sucede. Los apóstoles

hicieron discípulos yendo, predicando, bautizando y enseñando. El

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propósito que se le dio a la iglesia, desde su inicio mismo, es la Gran

Comisión. Esa comisión es “el estatuto (el propósito escrito) de la

iglesia”. Como toda organización, la iglesia debe cumplir los

términos de su estatuto, porque si no, debería dejar de existir.

La promesa dada a la iglesia

En los primeros versículos de este libro se nos dice que, antes

de ascender al cielo, Jesús dio mandamientos a los apóstoles.

Además de la Gran Comisión, Jesús les ordenó que esperaran que se

cumpliera la promesa del Padre (ver Hechos 1:4). Jesús les había

prometido en el aposento alto que les enviaría el Espíritu Santo.

Ahora, les está ordenando, básicamente, que no den el primer paso de

obediencia en la Gran Comisión hasta que se cumpla esa promesa.

La Biblia tiene mucho que decir acerca de esperar en el

Señor. Isaías predicó uno de mis sermones favoritos sobre la espera:

“Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas

como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se

fatigarán” (Isaías 40:31).

Cuando Isaías dijo al pueblo de Dios que esperara como lo

hace un águila, estaba compartiendo una verdad muy preciosa acerca

de la fe. Hay veces que las águilas no vuelan. Cuando un águila ve

que se aproxima una tormenta, se posa sobre el borde de su nido un

tiempo muy largo –tal vez horas– y espera hasta que las corrientes de

aire alcancen una gran velocidad. Luego da un salto de cinco metros,

extiende sus magníficas alas y encuentra en ese viento poderoso la

aerodinámica que necesita para sobrevolar la tormenta.

Cuando lea el primer capítulo de Hechos, imagínese a la

iglesia como un águila posada en el borde de su nido, esperando el

viento del Espíritu que vendrá el día de Pentecostés. Cuando lea el

segundo capítulo de este libro, imagine que el águila salta de su nido,

confiando en que el viento le dará la aerodinámica para sobrevolar la

adversidad que enfrenta.

El poder dado a la iglesia

El capítulo 2 describe la llegada del Espíritu Santo en el día

de Pentecostés. Este es uno de los sucesos más importantes de la

historia del pueblo de Dios, porque la iglesia simplemente no puede

cumplir su propósito si no viene sobre ella el poder del Espíritu

Santo. Esto se cumple también en el nivel individual. Cuando

intentamos hacer un discípulo para Jesucristo, intentamos lo

imposible sin el poder del Espíritu Santo.

El desempeño que se le dio a la iglesia

Tal vez recuerde que el énfasis de las enseñanzas de Jesús en

el Sermón del Monte no era la profesión sino el desempeño (Mateo 5

al 7). Según Jesús, lo importante no es lo que decimos, sino lo que

hacemos. Él enfatizó ese valor cuando enseñó a los apóstoles. No

deberíamos sorprendernos cuando leemos que el mundo del primer

siglo se asombró por el desempeño de la iglesia.

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Hay muchas cosas que deberíamos notar acerca del

desempeño de la iglesia. Primero, observe la predicación de los

apóstoles. Se registran muchas grandes predicaciones en este libro

histórico, y esas predicaciones comienzan el día de Pentecostés. El

resultado más importante de Pentecostés fue que se hicieron tres mil

discípulos gracias a la predicación de Pedro, y miles se convertían

cada vez que Pedro predicaba sermones luego del día de Pentecostés.

La predicación de los apóstoles en el Libro de Hechos es una

predicación ungida. Con eso quiero decir que el Espíritu Santo de

Dios viene sobre ellos mientras predican. Esto se llama “unción” en

la Biblia, que significa la aplicación energizante del Espíritu Santo

sobre la persona que está predicando o ministrando algunos de los

dones que han llegado a conocerse como “los dones del Espíritu”.

Considere cuidadosamente los sermones de Pedro registrados

en el Libro de Hechos. No parece haber nada especial en ellos. Así

que, ¿por qué se convertían miles de personas cada vez que predicaba

Pedro? Había resultados sobrenaturales porque Pedro tenía la unción

energizante del Espíritu Santo sobre él cuando predicaba. Se les

acusó a los discípulos de Jesús de llenar todo Jerusalén con sus

enseñanzas (ver 5:28). Hoy, a los que seguimos a Cristo, ¿alguna vez

se nos acusa de esto y, si ocurriera, habría suficiente evidencia como

para condenarnos?

Entonces, ¿qué es una iglesia?

Al leer el Libro de Hechos, note que aparecen unas cincuenta

personas en este libro histórico de la iglesia del Nuevo Testamento.

La palabra “iglesia”, en griego, es eclesia, que significa ‘asamblea’ o

‘los llamados’. Esta palabra significa ‘una asamblea de personas que

son llamadas fuera de este mundo para seguir al Cristo resucitado y

vivo, que tienen comunión con Él y entre sí’. En el sentido más puro

de la palabra, “iglesia” significa ‘personas’.

Al leer este libro por primera vez, trate de familiarizarse con

al menos cincuenta personas, aparte de Pedro y Pablo. El Libro de

Hechos es la historia de personas muy comunes que hacen cosas muy

fuera de lo común porque están ungidas y llenas del Espíritu Santo de

Dios. Ese mismo Dios y ese mismo Poder están disponibles para

usted o para mí, para que hagamos su obra hoy (ver Mateo 28:18-20).

Cuando usted sirve al Señor hoy, ¿viene antes de ir? ¿Espera

en su presencia para que la unción energizante del Espíritu Santo

venga sobre usted, o simplemente va y trata de hacer el trabajo de

Dios con sus propias fuerzas? Uno de los mensajes del Libro de

Hechos es que, sin la ayuda de Dios, no podemos llevar a cabo la

obra de Dios. Por lo tanto, debemos esperar el poder del Espíritu

Santo antes de intentar hacer la obra del Cristo resucitado y vivo.

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Capítulo 2

Las huellas digitales de la iglesia invisible

El segundo capítulo comienza con el relato de lo sucedido el

día de Pentecostés, que fue el día en que nació la iglesia (ver Hechos

2:1-18). Cuando leemos el segundo capítulo de Hechos, es

importante que nos demos cuenta de que el día de Pentecostés era un

día sagrado judío. Esta era su celebración de la cosecha, un día de

acción de gracias, en que el pueblo judío agradecía a Dios por la

provisión de su cosecha. Hay una gran significación simbólica o

alegórica aquí, porque estaba por comenzar una gran cosecha

espiritual en ese día sagrado. En el día de Pentecostés, el Cristo

resucitado comenzó a edificar la iglesia que evangelizaría el mundo

con Él y para Él.

Esto era posible ahora porque el Espíritu Santo descendió con

gran poder ese día. Hubo señales y maravillas que acompañaron la

llegada del Espíritu Santo. Hubo un sonido como de un viento

poderoso y repentino. Hubo lenguas repartidas como fuego sobre las

cabezas de quienes “profetizaban”. Luego esa misma gente “habló en

otras lenguas”.

Una pregunta y su respuesta nos ayudan a centrarnos en el

significado de este suceso milagroso. La pregunta es: “¿Qué significa

todo esto?”. Pedro contestó la pregunta en su sermón: ”Esto es lo

dicho por el profeta Joel”. Joel había profetizado que, en los tiempos

postreros, Dios derramaría su Espíritu sobre sus hijos e hijas, y éstos

profetizarían (Joel 2:28, 29).

En Pentecostés, el mensaje que surgió del milagro de estas

lenguas se denomina “profecía”, es decir un mensaje de Dios que

está dirigido a los oídos del pueblo.

Pablo escribe acerca de un milagro que describe como “el don

de lenguas”. Dice muy claramente que el don de lenguas del que

habla es muy distinto de las lenguas que se hablaron el día de

Pentecostés. Escribe: “Porque el que habla en lenguas no habla a los

hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu

habla misterios” (1 Corintios 14:2).

Cuando un creyente está ejerciendo este don de lenguas, su

mensaje no está dirigido a los oídos de los hombres. Está hablando a

Dios. No está hablando a los hombres, como hicieron los que

hablaron el día de Pentecostés. Está hablando a Dios. Pero las

lenguas de las que leemos en Pentecostés comunicaban una profecía,

un mensaje de Dios para los hombres. Estas lenguas fueron una de

las muchas señales y maravillas que acompañaron la llegada del

Espíritu Santo el día de Pentecostés.

Se registra más de un “Pentecostés” en el Libro de Hechos.

Primero, está el Pentecostés de Jerusalén. Luego, cuando los

apóstoles van a Samaria –y varias veces, al cruzar al mundo no

judío– experimentan un Pentecostés. Note que, cada vez que hay un

Pentecostés, siempre está relacionado con el propósito dado a la

iglesia en la Gran Comisión: “Pero recibiréis poder, cuando haya

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venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y [entonces] me seréis

testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de

la tierra” (Hechos 1:8).

Huellas digitales

Hay varias cosas que usted debería tener en cuenta al leer el

Libro de Hechos. Observe los patrones que surgen de la primera

generación de la iglesia. Ante todo, observe el patrón de la iglesia

misma. Podríamos llamar a este patrón “las huellas digitales visibles

de la iglesia invisible”. Los teólogos hablan de la iglesia visible y la

iglesia invisible, o de la iglesia universal y la iglesia en su expresión

local. La comunidad de los creyentes de la cual usted forma parte en

su comunidad debe ser una expresión local y visible de la iglesia

invisible y universal que el Cristo resucitado está edificando en este

mundo.

¿Cómo sabemos que nuestra iglesia local es una expresión

visible de la iglesia invisible y universal? Así como nuestras huellas

digitales pueden identificar dónde hemos estado y lo que hemos

tocado, la iglesia puede ser identificada por sus “huellas digitales”.

Busque estas “huellas digitales” al estudiar la iglesia de la primera

generación. La iglesia del Libro de Hechos tenía “huellas digitales”,

expresiones visibles de la iglesia invisible, universal y verdadera.

El evangelismo era la “huella del pulgar” de la iglesia que

nació el día de Pentecostés. Los apóstoles entendieron que debían

extenderse como misioneros y evangelistas. Tres mil personas se

convirtieron solo el día de Pentecostés, y miles más se convirtieron

más adelante, cuando los apóstoles y otros predicaban el evangelio.

La enseñanza era la “huella del índice” de la iglesia. Leemos

que los nuevos conversos perseveraban en la doctrina de los

apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y

en las oraciones (Hechos 2:42).

La “huella del dedo medio” visible de la iglesia invisible era

la comunión. Los apóstoles creían que las personas que recibían su

enseñanza debían interactuar con ellos. La palabra griega para

“comunión” es koinonia. La palabra significa ‘estar en una relación

que está fundada en un pacto de compromiso’. El pacto de

compromiso de la primera generación de creyentes era, primero, con

el Cristo resucitado y vivo y, solo después, entre sí.

¿De dónde sacaron los apóstoles la idea de que quienes eran

enseñados debían tener comunión con los que les estaban enseñando?

Tal vez recuerde de nuestro estudio del Evangelio de Juan que,

cuando algunos de ellos se encontraron con Jesús, le preguntaron

dónde vivía (Juan 1:37-39). Jesús les contestó diciéndoles que fueran

y vieran dónde vivía. Leemos que fueron y vieron dónde vivía,

vivieron con Él, y vivieron y murieron por Él por lo que vieron

cuando se comprometieron a ir a ver dónde y cómo vivía Él.

Vivieron con Él tres años. Por eso no debemos sorprendernos al leer

que las personas que se convirtieron el día de Pentecostés tuvieron

una calidad de comunión especial con quienes los habían hecho

discípulos.

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La “huella del dedo anular” era la adoración. Leemos que los

conversos se dedicaban también al “partimiento del pan” con los

apóstoles (Hechos 2:42). Eso significaba la Mesa de la Comunión.

Cuando Jesús instituyó lo que llamamos “la Cena del Señor” y les

indicó que tomaran de esa mesa hasta que Él volviera (1 Corintios

11:26), estaba dando a los apóstoles su única instrucción acerca de

cómo quería que adorara su iglesia (Lucas 22:14-19). Así que,

cuando los primeros discípulos se reunían, adoraban observando la

Mesa del Señor.

Leemos, también, que continuaban con los apóstoles en la

oración, la “huella del dedo meñique” visible del Cristo resucitado.

Dado que no podemos hacer la obra del Cristo resucitado a menos

que permanezcamos en Él, debemos orar continuamente para obtener

poder del la Vid espiritual del Cristo resucitado y vivo (Juan 15:1-

16). Jesús había enseñado a los apóstoles que pidieran, buscaran y

golpearan a la puerta continuamente y con perseverancia, porque

todo el que lo hiciera recibiría, encontraría y vería abrirse la puerta, y

Dios les daría el Espíritu Santo (Lucas 11:9-13; Mateo 7:7-11).

¿Dónde está Él?

El Nuevo Testamento comienza con la pregunta que hacen

los hombres sabios: “¿Dónde está Él?” (Mateo 2:2). Jesús nos dijo

que edificaría su iglesia, y que todos los poderes del infierno no

podrían impedir que Él la edificara (Mateo 16:18). El apóstol Juan

registra la revelación o “apocalipsis” sobrenatural del Cristo

resucitado y vivo que camina entre sus iglesias (Apocalipsis 1:13-

2:1). Esa revelación contesta la pregunta de los sabios: Él está “en

medio” de las iglesias. Es ahí donde está, y es lo que está haciendo

hoy. Comenzó su obra milagrosa en el Libro de Hechos y sigue

haciendo esa obra hoy.

¿Cómo medimos la salud, o cómo medimos los “signos

vitales” de nuestras iglesias locales hoy? Ante todo, debemos buscar

evidencias de estas huellas digitales. Cuando vemos estas huellas

digitales en nuestras iglesias, en una escala de uno a diez, debemos

asignar un puntaje regularmente a los ministerios relacionados con el

evangelismo, la enseñanza, la comunión, la adoración y la oración, y

ver cómo se compara nuestra iglesia con la iglesia de la primera

generación que encontramos en Hechos.

Entonces tendremos una forma de medir el grado en que

podemos decir que nuestra iglesia es una expresión visible de la

iglesia que el Cristo resucitado y vivo está edificando en este mundo

hoy.

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Capítulo 3

Los patrones visibles de la iglesia invisible

Casi inmediatamente, la iglesia del Nuevo Testamento

encontró amenazas y desafíos. Al observar cómo los líderes de la

iglesia enfrentan esos problemas –la persecución de afuera y los

problemas de adentro–, comienzan a aparecer ciertos patrones. Estos

patrones son algunos de esos ejemplos y advertencias que Pablo nos

dice que tienen el propósito de instruirnos y advertirnos hoy cuando

leemos la historia bíblica (ver 1 Corintios 10:11).

Por ejemplo, el patrón de dar se establece muy temprano en la

historia de la iglesia. Leemos que quienes tenían propiedades las

vendieron y trajeron el producido de la venta a los apóstoles para que

pudiera distribuirse de acuerdo con las necesidades de los creyentes.

Daban más que el diezmo, una ofrenda o aun un sacrificio; daban

todo lo que tenían.

También observamos el patrón de la desobediencia civil. Este

es un patrón interesante. Jesús dijo: “Dad, pues, a César lo que es de

César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21). Dios no pedirá lo

que es del César, pero hay veces en que el César pide lo que es de

Dios. Cuando César pide lo que es de Dios, este ejemplo de la

enseñanza del Nuevo Testamento de Jesús nos dice que no podemos

dárselo.

Jesús ordenó a los apóstoles que predicaran y enseñaran el

nombre y el evangelio de Jesucristo. Pero las autoridades religiosas y

civiles les ordenaron que no pronunciaran siquiera el nombre de

Jesús (Hechos 4:18). La primera vez que ocurrió esto, los apóstoles

contestaron a las autoridades, básicamente, que, como simples laicos,

no estaban calificados para decir si estaba bien hacer caso a Dios o a

sus gobernantes. Entonces tuvieron una reunión de oración. La

próxima vez que las autoridades les prohibieron predicar el nombre y

el evangelio de Cristo, contestaron inmediatamente: “Es necesario

obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29). ¡Esto es

desobediencia civil!

Hay momentos en que, para ser fieles a su llamado, los

seguidores de Cristo deben sufrir las consecuencias de obedecer a

Dios y a Cristo, antes que a los hombres. A lo largo de los siglos, y

en todo el mundo hoy, hay creyentes que sufren esas amargas

consecuencias. Han muerto más creyentes por su fe desde la década

de 1940 y el final de la Segunda Guerra Mundial que en el resto de la

historia de la iglesia.

Vemos también surgir el patrón de la disciplina en la iglesia.

Había un hombre y su esposa, llamados Ananías y Safira, que

vendieron una propiedad y mintieron a los apóstoles en cuanto al

precio de la venta. En esta historia, Pedro mostró un discernimiento

asombroso. Preguntó: “Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón

para que mintieses al Espíritu Santo, [...]? No has mentido a los

hombres, sino a Dios” (Hechos 5:3, 4). Cuando fueron confrontados

por separado con su pecado, ¡tanto Ananías como Safira cayeron

muertos!

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Esta severa disciplina mantuvo pura a la iglesia, y puso un

temor reverente y santo de Dios en los discípulos. Y la gente de la

cultura secular de Jerusalén supo que era un asunto muy serio

convertirse en un seguidor de Cristo y un miembro de la iglesia (ver

5:11-13).

En el capítulo 6 de Hechos, surge un patrón que debe ser

aplicado cuando crece una iglesia. La iglesia crecía rápidamente y

tenía muchas personas que vivían juntas en un sistema comunitario.

Cuando miles de personas viven juntas y tienen que ser alimentadas

varias veces al día, hace falta tener un programa de servicios de

comida (6:1). Los apóstoles se vieron absorbidos por manejar este

programa, y esto los estaba alejando de su ministerio de la Palabra de

Dios. Así que convocaron una reunión de la gran multitud y le

dijeron: “No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para

servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete

varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría,

a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en

la oración y en el ministerio de la palabra” (6:2-4).

Cuando se hizo esto, los apóstoles comisionaron a los que

habían sido escogidos para encargarse de esta tarea, y ellos se

dedicaron por completo a la oración y al ministerio de la Palabra de

Dios. Esta decisión fue muy bendecida por Dios, y dio como

resultado una extensión dinámica del evangelio en la ciudad de

Jerusalén. Este es el origen de lo que muchas iglesias denominan

“diáconos” hoy. Era la responsabilidad de los diáconos elegidos

ocuparse de los asuntos de la iglesia de modo que las personas con

dones pastorales pudieran estar libres para dedicarse al ministerio

pastoral.

El precedente establecido por la iglesia en esta ocasión

muestra el principio de que hay un lugar en el cuerpo de Cristo para

todo discípulo. Todas las personas que tienen la unción energizante

del Espíritu Santo tienen dones espirituales. Algunos de estos dones

son pastorales, y algunos son dones espirituales prácticos.

Los dones prácticos, que el Nuevo Testamento llama “de

ayuda”, “de gobierno” o “de administrar”, son tan espirituales como

los dones de la persona que predica, enseña o evangeliza. Sin

embargo, todo discípulo debería ocupar su lugar y ejercer los dones

que Dios le ha dado. Una iglesia que acepta y aplica este patrón serán

bendecida y crecerá.

¿Ha descubierto usted el patrón de su don espiritual? Una vez

que lo haya hecho, entréguese por completo a los ministerios que sus

dones espirituales lo equipan para hacer para el Señor. Este patrón

implica, a veces, que un discípulo que es fiel en un ministerio

práctico, luego pase al ministerio pastoral. El mártir Esteban, y

Felipe, el evangelista, son ejemplos de este patrón de pasar de un

ministerio a otro, ya que empezaron siendo fieles como diáconos y

luego se convirtieron en evangelistas.

Otro patrón que surge del Libro de Hechos es el martirio. Una

famosa cita de los historiadores de la iglesia es: “La sangre de los

mártires es la semilla que hace crecer a la iglesia”. Esteban perdió la

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vida a causa de un sermón (7:54-60). Cuando Esteban murió por su

fe, un hombre llamado Saulo de Tarso estaba guardando la ropa de

los que lo apedrearon. La conversión de este hombre, Saulo, tiene

que haber sido influida por el martirio de Esteban. Eso es lo que

quiere decir la cita anterior acerca de que la sangre de los mártires

hace crecer la iglesia.

Otro patrón obvio y hermoso en la iglesia es la sanidad. Hay

un tremendo énfasis en la sanidad en la historia de Lucas de la

iglesia, como ocurre también en su Evangelio. Según Lucas, el Cristo

resucitado y vivo está obrando ahora a través de los apóstoles, para

continuar su ministerio de sanación.

Pedro y Juan se encuentran con un hombre sentado a la puerta

del templo. Es un paralítico de cuarenta años. Durante toda su vida,

alguien lo ha llevado a la puerta del templo para mendigar. Cuando

Pedro y Juan están entrando en el templo, este hombre está ahí con su

taza. Pedro le dice: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy;

en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (3:6).

Leemos que el hombre no solo se levanta y camina. ¡Entra en

el templo andando y saltando, y alabando a Dios! Un orgulloso y

prestigioso líder de la iglesia señaló recientemente que la iglesia ya

no puede decir: “No tengo plata ni oro”. Un humilde siervo del Señor

respondió: “Tampoco puede decir la iglesia hoy: ‘En el nombre de

Jesucristo de Nazaret, levántate y anda’”.

Esta sanidad, como la que obró Jesús en el hombre del

estanque de Betesda (Juan 5), da a los apóstoles una tremenda

oportunidad para predicar el evangelio. Las autoridades religiosas

quedan impactadas cuando ven a estos pescadores analfabetos

predicando en su templo. Sin embargo, cuando arrestan a los

apóstoles y les prohíben predicar, lo que no pueden negar es el hecho

de que los apóstoles habían realizado este verdadero milagro de

sanidad.

En el fondo de este ministerio de sanidad hay algo todavía

más fundamental. Es el carisma sobrenatural del Espíritu Santo en la

iglesia del Nuevo Testamento. Observe este patrón en la iglesia de la

primera generación: solo por el poder dado a la iglesia podemos ver

el desempeño de la iglesia que no puede ser negado por el mundo.

El patrón del martirio

Esteban, que fue elegido como uno de los primeros diáconos,

pasó de lo práctico a lo pastoral, y se convirtió en un gran predicador.

Al predicar este magnífico sermón ante el Sanedrín, el consejo

religioso que gobernaba a los judíos, Esteban está, obviamente,

predicando en el poder del Espíritu Santo. La predicación no es solo

cuestión de un estudio diligente y una presentación ingeniosa. La

predicación es un don espiritual, y si no se practica con la unción del

Espíritu Santo, no es verdaderamente la predicación ungida que

vemos como modelo en este libro.

En su sermón, Esteban da una reseña de los treinta y nueve

libros del Antiguo Testamento. Demuestra tener una notable

comprensión de las Escrituras. Comienza por Abraham, menciona a

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Isaac, Jacob, cubre los ministerios de José, Moisés, David y

Salomón. Cubre toda la gama de la historia hebrea hasta la cautividad

en Babilonia.

El propósito del sermón de Esteban no es evangelístico, si

bien termina siendo un sermón fructífero, como veremos pronto. El

propósito del sermón de Esteban es decir a los líderes religiosos que

ellos habían rechazado la gracia, el amor y la salvación de Dios.

Habían rechazado todo lo bueno que Dios había intentado hacer por

ellos jamás. El punto culminante de su rechazo fue rechazar al Señor

de Esteban, Jesucristo, el Mesías.

Mientras Esteban hace una reseña de la historia hebrea para

estos líderes religiosos, lo que quiere demostrar es que ellos siempre

habían rechazado la salvación de Dios. La respuesta que ellos dieron

al sermón de Esteban fue predecible:

“Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y

crujían los dientes contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo,

puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba

a la diestra de Dios, y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo

del Hombre que está a la diestra de Dios. Entonces ellos, dando

grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y

echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron

sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo.

“Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor

Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz:

Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto,

durmió” (7:54-60).

Al morir a causa del sermón que predicó, Esteban muestra

que está lleno del Espíritu Santo. Tiene una tremenda visión de Dios

y de Cristo. Y muere como su Señor lo había inspirado para que

muriera, pidiendo el perdón de quienes estaban quitándole la vida.

En el apedreamiento de Esteban nos encontramos con el

mayor misionero, el mayor plantador de iglesias, pastor, maestro y

autor de la historia de la iglesia de Jesucristo. Cuando lo conocemos,

está guardando la ropa de las personas que apedrearon a Esteban. Es

Saulo de Tarso, que se convertiría en el apóstol Pablo.

Cuando llegamos a conocer a ese joven llamado Saulo de

Tarso, nos damos cuenta de cómo y por qué el sermón y el ejemplo

de Esteban podrían haber impactado su vida tan dinámicamente.

Saulo era un “fariseo de fariseos”, y estaba dedicado fanáticamente a

la preservación de las doctrinas ortodoxas de la fe judía. Odiaba lo

que consideraba que era una nueva secta que era una amenaza para el

judaísmo.

Sin embargo, además de estar impresionado por la forma de

morir de Esteban por sus convicciones, como lo hizo Cristo, al ser un

gran erudito judío ortodoxo de las Escrituras del Antiguo

Testamento, sin duda, el resumen ungido y las aplicaciones

ortodoxas de la historia hebrea que aparecen en el sermón de Esteban

le provocaron admiración y convicción de pecado.

¿Estaría usted dispuesto a morir por Jesucristo, como lo hizo

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Fascículo No. 12: Hechos y Romanos

12

Esteban? ¿Tendría usted la gracia para perdonar a sus enemigos?

Tal vez la pregunta más difícil es: “¿Está usted dispuesto, o tiene la

gracia, para vivir por Jesucristo?”.

Capítulo 4

¿Cómo se hace un discípulo?

¿Cómo se hace un discípulo, precisamente? Hay una hermosa

historia en el Libro de Hechos que nos contesta esa pregunta (Hechos

8:26-40). Un hombre llamado Felipe que, como Esteban, fue uno de

los primeros diáconos, se convierte en otro ejemplo de un creyente

con un patrón de un don espiritual práctico que pasa a un patrón

pastoral al convertirse en evangelista. Viaja a Samaria y tiene un

ministerio evangelístico muy fructífero allí.

Durante esta cruzada evangelística sumamente fructífera, el

Señor le dice, a través de un ángel: “Levántate y ve hacia el sur, por

el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto”

(Hechos 8:26). Si bien los evangelistas suelen ir a las ciudades,

Felipe obedeció y fue al desierto.

Cuando llegó al desierto, vio una procesión real de carrozas.

El Espíritu lo guió a una carroza específica. En el original griego el

sentido es “esta carroza específica, distinta de las demás carrozas”.

Es así como sabemos que había una caravana de carrozas. Cuando

Felipe se acercó a esa carroza, ¡encontró al tesorero de Etiopía, que

leía el capítulo 53 de Isaías en un rollo!

Este etíope era un político, tesorero de Etiopía, y leía el rollo

de Isaías. Aparentemente, había viajado de Etiopía a Jerusalén

porque tenía hambre espiritual. Cuando llegó a Jerusalén, encontró la

misma religión desamorada que confrontó tan severamente Jesús. No

encontró realidad espiritual en Jerusalén, pero logró obtener una

copia del rollo de Isaías, y en ese rollo estaba leyendo: “Todos

nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su

camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías

53:6).

Felipe le pregunta: “¿Entiendes lo que lees? El le dice: ¿Y

cómo podré, si alguno no me enseñare?” (vv. 30, 31). Felipe se sube

a la carroza y viajan juntos, y le explica al etíope cómo ese pasaje de

Isaías proclama el evangelio de Jesucristo.

Evidentemente, Felipe lleva su presentación del evangelio a

un veredicto al decirle que la fe en Jesús se profesa mediante el

bautismo en agua. Leemos que el etíope dice: “Aquí hay agua; ¿qué

impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: “Si crees de todo corazón,

bien puedes”.

Este es el gran requisito previo para el bautismo en agua:

creer de todo corazón. Llamamos a esto el “bautismo del creyente”.

La iglesia está dividida en cuanto al método para bautizar a los

creyentes. Sin embargo, el tema importante en el bautismo no es la

forma sino el significado. La Gran Comisión debería decir: “Hagan

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Fascículo No. 12: Hechos y Romanos

13

discípulos, yendo, predicando, bautizando y enseñando a esos

discípulos”.

El bautismo es como una ceremonia de casamiento. Cuando

un hombre pide a una mujer que se case con él, y ella accede, este es

un momento muy sagrado para ellos. Cuando se casan, invitan a la

familia y a sus amigos a una ceremonia que es un anuncio público de

un compromiso que ya se ha hecho en privado. Cuando un hombre

como el etíope cree, su compromiso privado se anuncia públicamente

al bautizarse.

Cuando Jesús hizo que el bautismo formara parte de la Gran

Comisión, hizo que fuera imposible que alguien lo siguiera y

mantuviera su profesión de fe como un secreto. ¿Cómo profesa uno

su fe en Jesucristo? ¿Se hace miembro de una iglesia? ¿Responde a

una invitación hecha por un evangelista? Es importante observar que

el bautismo no nos salva, sino la confesión pública de la fe, que fue

ordenada por Jesucristo.

Una historia sobre Pedro

Antes de considerar la conversión de Saulo de Tarso (capítulo

9), debemos considerar una historia sobre Pedro (capítulo 10 y 11),

que debe ser vista junto con la historia de Felipe, porque ambas nos

muestran cómo hacer un discípulo. Mientras Pedro está haciendo la

siesta en el techo, tiene una visión de una sábana atada en sus cuatro

extremos. En la sábana hay muchos animales que los judíos tenían

prohibido comer. Tres veces la voz dice a Pedro: “Levántate, Pedro,

mata y come” (10:13). Cada vez, Pedro dice: “Señor, no; porque

ninguna cosa común o inmunda he comido jamás”.

Entonces alguien golpea la puerta abajo. El Espíritu Santo

hace saber a Pedro que debe ir con los hombres que han llegado, sin

hacer preguntas. Estos hombres son los sirvientes de un centurión

romano llamado Cornelio. Explican que su amo tuvo una visión

mientras oraba donde se le dijo que, si enviaba a sus sirvientes a la

casa de Simón el curtidor y preguntaban por un hombre llamado

Pedro, éste vendría y les diría a él y a su casa lo que debían hacer

para ser salvos.

Piense en los obstáculos de prejuicio que enfrentó Pedro.

Cornelio no es solo un gentil. Es el enemigo de Pedro. Los judíos se

referían a los gentiles como “perros”, porque creían que una persona

que no era judía tenía la misma conciencia espiritual que un perro.

De hecho, les estaba prohibido a los judíos siquiera entrar en la casa

de un no judío. ¡Y ahora se le estaba indicando a Pedro que predicara

la salvación en la casa de un centurión romano y gentil!

Cuando Pedro va a la casa de Cornelio, encuentra que éste ha

reunido a su casa para escucharlo predicar el evangelio. Pedro

demuestra que ahora entiende el significado de la visión. Esos

animales impuros eran personas impuras: los gentiles. Las primeras

palabras de Pedro son: “A mí me ha mostrado Dios que a ningún

hombre llame común o inmundo” (v. 28).

Mientras Pedro está predicando el evangelio, hay un suceso

que es similar el día de Pentecostés. Leemos: “Mientras aún hablaba

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Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían

el discurso” (v. 44). En el capítulo siguiente, cuando Pedro describe a

los apóstoles y demás creyentes cómo cayó el Espíritu Santo sobre la

casa de Cornelio, agrega las palabras “como sobre nosotros al

principio” (11:15). Es significativo que este “Pentecostés” ocurre

cuando el Cristo resucitado está cruzando las barreras del prejuicio

entre el mundo judío sectario y el mundo gentil, mientras edifica su

iglesia.

La cadena de tres eslabones

En estas historias sobre Felipe y Pedro, encontramos una

fórmula que nos muestra cómo hacer un discípulo. Estos inspirados

ejemplos nos muestran que es como si hubiera una “cadena de tres

eslabones” entre Dios y los perdidos. El primer eslabón es el Espíritu

Santo. El segundo eslabón, la Palabra de Dios. Y el tercer eslabón es

el siervo de Dios, el que hace discípulos.

Para hacer un discípulo, el Espíritu Santo debe estar obrando

en y a través del que hace discípulos, impulsándolo a presentar el

evangelio de Jesucristo a una persona. El Espíritu Santo debe estar

obrando también en esa persona perdida, creando un hambre

espiritual, como ocurrió en el etíope y en el centurión romano.

La Palabra de Dios, o el evangelio, es la herramienta que

Dios promete usar para hacer un discípulo. Cuando la semilla de la

Palabra de Dios es recibida en un corazón de fe, tiene lugar una

concepción espiritual (1 Pedro 1:22, 23).

Entonces el siervo del Señor, el que hace discípulos, debe

estar en su lugar también. Un discipulador dispuesto y fiel –como

Felipe y Pedro– es el tercer eslabón esencial en la cadena de tres

eslabones entre Dios y los perdidos. Es apasionante y tremendo

pensar que Dios escoge a personas como usted o yo para ser sus

agentes para compartir las Buenas Nuevas con los perdidos.

¿Cuáles son las evidencias de que el Espíritu Santo está

obrando en las vidas de los perdidos que nunca han oído o aceptado

el evangelio? En estos dos ejemplos que nos da Lucas, las evidencias

de la actividad espiritual son muy obvias. Tal vez no sean tan

evidentes en nuestra interacción con los perdidos, pero las veremos si

oramos y buscamos tales evidencias.

Una buena pregunta que podemos hacer para iniciar una

conversación en la que podamos compartir el evangelio naturalmente

es esta: “¿Está usted interesado en temas espirituales?”. Lo peor que

puede ocurrir es que nos contesten: “No”. Si usted tiene la fe y la

valentía para hacer esta pregunta, descubrirá que hay muchas

personas interesadas en cosas espirituales. Los perdidos necesitan un

siervo de Dios que esté dispuesto a “subirse a la carroza” con ellos y

ayudarles a entender lo que tiene para decirles la Palabra de Dios,

que está vitalmente relacionado con ellas en cuanto a su salvación

eternal. Cuando usted ve evidencias del Espíritu Santo obrando en la

vida de un perdido, y el Espíritu lo guía a compartir el evangelio con

él, ¿está usted dispuesto a ser el tercer eslabón entre Dios y una

persona perdida? Yo hice este compromiso con el Señor, pensando

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Fascículo No. 12: Hechos y Romanos

15

que no encontraría muchas personas como el centurión romano y el

etíope. Me equivoqué. Desde que hice ese compromiso con el Señor,

en 1957, he encontrado a muchas personas así, y he visto a muchas

de ellas llegar a la fe en Cristo y experimentar el nuevo nacimiento.

Yo era nuevo en la fe, y mi autoestima era muy baja cuando

comencé a responder a la guía del Espíritu Santo para compartir el

evangelio con las personas. Cuando entendí el concepto de lo que

describo como una cadena de tres eslabones, me sentí muy alentado

al darme cuenta y comprobar muchas veces que los primeros dos

eslabones de esta cadena son tan fuertes que la salvación de la

persona perdida no depende realmente de nuestra inteligencia, ni de

nuestra capacidad de persuasión o de “ventas”.

Somos, lejos, el eslabón más débil de esta cadena pero, por

una razón que no comprendo, si bien Dios puede hacer este milagro

sin nosotros, y a veces lo hace, ha escogido usar el débil eslabón de

los seres humanos para llevar a los perdidos a la fe y a la salvación.

El Cristo resucitado y vivo es una Vid que busca ramas a través de

las cuales pueda producir “fruto que perdure” (Juan 15:16).

¿Ha compartido alguna vez las buenas nuevas con otros?

¿Está siendo obediente a la Gran Comisión que nos dio Cristo? Si no

es así, lo desafío a pedir a Dios que le muestre cómo Él ya está

obrando en las vidas de los que lo rodean. Luego pídale que le dé la

osadía de Pedro y Felipe para compartir el mensaje de su gracia y

misericordia con ellos.

Al compartir el evangelio, usted experimentará el gozo de

obedecer a Dios y ser usado por Él. Cuando proclamamos las buenas

nuevas de Cristo entre los perdidos, estamos haciendo una diferencia

eterna en la vida de ellos. Mi oración es que, al estudiar este Libro de

Hechos, usted sea ungido con el poder del Espíritu Santo para

compartir osadamente el evangelio, como Pedro, Felipe, Pablo y

otros acerca de quienes estudiaremos.

Capítulo 5

El Pentecostés personal de Pablo

“Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los

discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas [o

autorizaciones] para las sinagogas de Damasco, a fin de que si

hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos

a Jerusalén.

“Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de

Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y

cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué

me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a

quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.

“El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo

haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá

lo que debes hacer” (Hechos 9:1-6).

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Estas palabras, muy conocidas para algunos, relatan la

conversión de Saulo de Tarso, que suele llamarse la “experiencia del

camino a Damasco”. Uno no puede explicar a este hombre sin la

palabra “experiencia”. Como ya hemos visto, cuando nos

encontramos con él, es una persona con un gran odio hacia Cristo,

pero esta experiencia camino a Damasco es la primera entre varias

experiencias que lo convierten en el mayor apóstol (o misionero) de

la historia de la iglesia de Jesucristo.

Hay varios lugares en el Libro de Hechos donde Pablo nos

cuenta acerca de ésta, su primera experiencia. Ante multitudes

hostiles, gobernadores romanos, un rey y una reina, en tribunales

religiosos y en sus inspiradas cartas, Pablo continuamente nos dice:

“Tuve una experiencia”.

En realidad, Pablo nos cuenta tres experiencias que lo

convirtieron en el apóstol más fructífero de la historia de la iglesia.

Su primera experiencia fue su conversión, camino a Damasco. Tuvo

una experiencia en el desierto de Arabia, que él explica vívidamente

en su Carta a los Gálatas (1:11-2:10). También tuvo una experiencia

celestial que afectó su vida profundamente. Él comparte esa

experiencia con los corintios y con nosotros (2 Corintios 12:1-4).

Esto pudo haber ocurrido cuando fue apedreado en Listra (Hechos

14:19, 20).

Su experiencia celestial convenció a Pablo de que no tenemos

que esperar hasta morir para vivir en el cielo. El tema de su Carta a

los Efesios es “en lugares celestiales”, con lo que quiso decir que

podemos vivir en la dimensión celestial mientras vivimos nuestra

vida aquí en la tierra (Efesios 1:3). No podemos explicar a este

extraordinario apóstol fuera de estas tres experiencias.

Hay algunas pocas e importantes observaciones que debemos

hacer con relación a la primera experiencia de este aborrecedor de

Cristo convertido. Primero, Saulo escucha una voz que lo llama por

su nombre y le pregunta: “¿Por qué me persigues?”. Aquí vemos

nuevamente que el Cristo resucitado está identificado

inseparablemente con su iglesia. Saulo había estado persiguiendo a la

iglesia, pero la pregunta del Cristo resucitado es: “¿Por qué me

persigues?”. El mensaje claro es: “Estás persiguiéndome a mí cuando

persigues a mi iglesia”.

Saulo responde con la pregunta: “¿Quién eres, Señor?”. Ni

siquiera sabía con quién hablaba, pero sabía que la persona con quien

hablaba era su Señor.

En la conversión de Saulo hay una metáfora que nos ayuda a

entender el concepto de “mansedumbre”. De esta historia

aprendemos que la “mansedumbre” es, en realidad, la “capacidad de

ser amansado o domado”. Cuando un caballo es salvaje, y nunca ha

tenido un bocado en su boca, ni una brida en su cabeza, ni una silla

sobre su lomo, ese caballo tiene que ser domado. Cuando el caballo

es domado, y llega al punto en que ya no tira del bocado, sino sigue

la indicación del bocado y la brida, ese animal no es débil. Un animal

domado es un animal manso.

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Cuando el Cristo resucitado dice a Saulo: “Dura cosa te es dar

coces contra el aguijón”, quiere decir: “¿Por qué tiras del bocado? Te

está destrozando la boca. Te está haciendo mal”. Esta metáfora

sugiere que, antes de la experiencia en el camino a Damasco, el

Espíritu Santo ya había comenzado a tratar con Saulo de Tarso,

hablándole a través del testimonio de Esteban y otros creyentes que

había perseguido. Saulo nos muestra que acepta el control del bocado

y la brida –volverse manso– cuando pregunta: “Señor, ¿qué quieres

que yo haga?” (v. 6).

En sus cartas, Pablo nos dice, más que ninguna otra cosa,

todo lo que Dios ha hecho por nosotros al darnos la salvación a

través de Cristo. Pero, cuando se encuentra con Jesús, su pregunta no

es: “¿Qué harás Tú por mí?”, sino que su pregunta básica es: “Señor,

¿qué quieres que yo haga por Ti?”.

Como resultado de su conversión, la visión de Pablo de la

vida cambió dramáticamente. Entre otras cosas, cambió su nombre.

El nombre Saulo, en hebreo, significaba ‘el poderoso’ o ‘el grande’.

Cuando se convirtió, decidió usar su nombre romano, Pablo.

Esto podría haber sido motivado por el hecho de que se le

encomendó hacer creyentes no judíos en todo el imperio romano.

Dado que había nacido como ciudadano romano, y quería ser todas

las cosas para todos los hombres, podría haber sido una decisión

estratégica que usara su nombre romano. Sin embargo, no podemos

pasar por alto el hecho de que Saulo significaba ‘el poderoso’ o ‘el

grande’, ¡mientras que Pablo significaba ‘el pequeño’ o ‘nadie’!

Cuando Saulo se convirtió en Pablo, obviamente experimentó lo que

significa ser “pobre en espíritu” (Mateo 5:3).

Más adelante, dijo a los filipenses, básicamente: “Había

ciertas cosas que yo realmente buscaba, cosas que significaban

mucho para mí. Pero, cuando me encontré con Jesús, esas cosas

pasaron a significar nada para mí. De hecho, llegaron a ser como

excremento, en comparación con algunas cosas que no significaban

nada para mí antes de conocer a Cristo en el camino a Damasco,

como conocerlo a Él y averiguar lo que Él quería que hiciese, y estas

cosas nuevas se convirtieron en mi magnífica obsesión” (ver

Filipenses 3:1-11).

El tema importante, cuando se trata de una experiencia, no

son los detalles de nuestra experiencia. El tema principal es: ¿cuáles

son los resultados de mi experiencia? La experiencia no es un fin

sino un medio para un fin. La experiencia es meramente una puerta

que atravesamos y que nos convierte en mejores siervos de Cristo. En

el Libro de Hechos, Pablo nos cuenta los detalles de su experiencia

camino a Damasco varias veces. Lo que escribe a los filipenses

enfatiza los resultados de esta experiencia.

Algunos creyentes son lo que yo llamo creyentes

“utilitaristas”. Una utilidad es algo que usamos. Los creyentes

pueden usar a Dios como usamos el agua, una vela, la electricidad,

una bicicleta o un autobús. Sin darnos cuenta, podemos convertirnos

en seguidores de Cristo porque creemos que Él resolverá todos

nuestros problemas. Por supuesto, cuando seguimos a Cristo, Él

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soluciona nuestros problemas más serios. Pero déjeme hacerle una

pregunta: Al seguir a Cristo, ¿le está preguntando qué hará Él por

usted o, como Pablo, le está preguntando a su Señor y Salvador qué

puede hacer usted por Él?

Luego de la historia de la conversión de Pablo, leemos lo que

podríamos llamar el “seguimiento” de su conversión. Dios va a un

hombre anciano, llamado Ananías, y le dice: “Quiero que bautices a

un hombre llamado Saulo de Tarso”. El nombre “Saulo de Tarso”

causa terror en el corazón de este anciano. Le contesta: “Señor, he

oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus

santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales

sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre” (Hechos

9:13, 14). Dios ordena: “Ve, porque instrumento escogido me es éste,

para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de

los hijos de Israel” (v. 15).

Hablando figurativamente, Dios desenrolla el pergamino y

muestra a Ananías su plan para la vida de Saulo de Tarso. Note que

Dios no hace lo mismo con Saulo. A él le dice, simplemente:

“Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (v.

6). La aplicación devocional para nosotros, aquí, es que Dios podría

mostrarnos toda su voluntad para nosotros si lo quisiera hacer. Pero

no suele hacerlo. Él revela su voluntad a nosotros como lo hizo con

Saulo: de a un día y de una directiva por vez.

Dos de las más hermosas palabras del Libro de Hechos son

las que pronuncia Ananías cuando entra en la casa donde lo estaba

esperando Saulo de Tarso. Apenas entiende Ananías que este gran

enemigo de la iglesia se ha convertido, dice: “Hermano Saulo”. Lo

que vemos aquí es de lo que se trata la iglesia de Jesucristo: ¡la gracia

de Dios que cambia vidas!

La experiencia de Pablo en el desierto

Nos encontramos con un desafío cronológico al leer la

historia de la experiencia de conversión de Pablo. Nos da la

impresión de que, apenas se convirtió, Pablo comenzó a predicar

osadamente en el nombre de Jesucristo, en Damasco y Jerusalén. Sin

embargo, debemos insertar un gran paréntesis entre la conversión de

Pablo y su ministerio de predicación. Debemos dar cuenta de lo que

Pablo dice a los gálatas sobre su tiempo en Arabia luego de

convertirse (Gálatas 1:11-21).

Los estudiosos no se ponen de acuerdo en cuanto a la

duración de la experiencia de Pablo en Arabia, pero la mayoría está

de acuerdo en que estuvo allí un mínimo de tres años. Pablo dice que

el Cristo resucitado pasó tres años con él y le enseñó todas las cosas

que escribió en sus cartas, que constituyen la mitad del Nuevo

Testamento. Luego, aparentemente, volvió a Damasco y finalmente a

su pueblo natal, Tarso.

Pablo nos dice que, catorce años después de su conversión,

fue a Jerusalén y se encontró con los demás apóstoles por primera

vez (Gálatas 2:1-10). Aparentemente, Pablo los convenció de que

había estado con Jesús tres años, igual que ellos. Seguramente les

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dijo a los apóstoles cosas sobre Jesús que solo podría conocer alguien

que había estado con Él. Fue entonces que decidieron que Pablo

predicaría el evangelio al mundo gentil, y los demás apóstoles

predicarían a los judíos.

Yo no lo hubiera hecho así. Yo hubiera enviado a Pablo, el

rabí y erudito convertido, a los judíos, y a los pescadores analfabetos,

como Pedro, Santiago y Juan, a los bárbaros gentiles. Pero Dios no

hace las cosas como las haríamos nosotros. Parece disfrutar de usar

personas comunes para hacer cosas fuera de lo común. Envió al rabí

y erudito convertido a los bárbaros gentiles, y a los apóstoles

analfabetos a los rabíes y eruditos.

Aproximadamente la primera mitad el Libro de Hechos

presenta a Pedro como el principal apóstol, y el resto del libro relata

la vida y el ministerio del apóstol Pablo. Al leer la historia de la

conversión de Pablo en este libro de historia, asegúrese de hacer un

desvío para leer sus afirmaciones sobre su experiencia en el desierto,

en los dos primeros capítulos de su Carta a los Gálatas. Cuando dice

esas cosas a los gálatas, nos lleva a un veredicto cuando dice “He

aquí delante de Dios que no miento” (Gálatas 1:20).

Usted debe tomar una decisión sobre Pablo. O es un

mentiroso, o es un apóstol. Llega a decir que trabajó más

fructíferamente que los demás apóstoles (1 Corintios 15:9, 10). La

realidad innegable es que fue más fructífero que los demás apóstoles.

Es autor de casi la mitad de los libros del Nuevo Testamento que

estudiaremos al concluir el Libro de Hechos. Reserve su opinión

sobre Pablo hasta haber leído y considerado seriamente el profundo

contenido de sus inspiradas cartas.

Comencé a leer la Biblia en 1949 por la segunda mitad del

Libro de Hechos, en preparación para un estudio de todas las

inspiradas cartas de Pablo. Me he convencido profundamente de que

solo el Cristo resucitado pudo haber revelado a este sorprendente y

extraordinario hombre de Dios la verdad sublime que he seguido

encontrando a lo largo de varias décadas en las inspiradas cartas de

Pablo.

Conozcamos a Bernabé

Lucas se centra principalmente en el ministerio de Pedro y de

Pablo al escribir la historia de la primera generación de la iglesia. Sin

embargo, además de estos dos grandes líderes, hay muchas otras

personas que él considera que debemos conocer para apreciar el

inicio de la iglesia del Cristo resucitado y vivo. Uno de ellos es un

hombre llamado Bernabé, que significa ‘hijo de consolación’

(Hechos 4:36).

De acuerdo con el ejemplo de Jesús, los apóstoles cambiaron

su nombre, de José a Bernabé, que hace referencia a su don espiritual

y su ministerio. Siempre lo encontraremos haciendo honor a su

nombre, apoyando fielmente a los demás y alentándolos a hacer lo

que su Señor resucitado los estaba llamando a hacer. Bernabé fue el

hombre responsable de lanzar a Pablo a su milagroso ministerio

misionero.

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Leemos que estaba trabajando en la iglesia de Antioquía,

haciendo discípulos de los nuevos conversos. La iglesia había

experimentado un tremendo crecimiento en la cantidad de creyentes,

porque el Espíritu Santo estaba trabajando allí poderosamente. Había

tantos nuevos conversos que Bernabé se dio cuenta de que esa iglesia

necesitaba los dones de enseñanza únicos y extraordinarios del rabí

convertido, Saulo de Tarso. Por lo tanto, fue a Tarso y buscó hasta

encontrarlo, y luego lo llevó a Antioquía y lo instaló en ese

ministerio de enseñanza. Leemos que Bernabé intercedió a favor del

antiguo enemigo de la iglesia ante los demás creyentes que,

comprensiblemente, eran escépticos en cuanto a llevar a Pablo a

Antioquía (ver Hechos 9:26).

Debemos recordar que nunca habría habido un apóstol Pedro

si no hubiera sido por un hombre llamado Andrés. Fue éste quien

llevó a su hermano Simón y se lo presentó a Jesús. Andrés aparece de

nuevo trabajando de uno a uno, llevando a personas a Jesús, cuando

descubre al niño que entrega su almuerzo de cinco galletas y dos

sardinas para alimentar a la multitud hambrienta. De la misma forma,

podemos decir que Pablo tal vez nunca hubiera sabido de su gran

ministerio de no haber sido por este “hijo de consolación”, Bernabé.

Pablo y Bernabé son comisionados y enviados por la iglesia

de Antioquía para comenzar sus viajes misioneros sumamente

fructíferos juntos (Hechos 13:1-3). Sin embargo, cuando están por

comenzar su segundo viaje misionero, tienen un fuerte desacuerdo

que pone fin a su ministerio como equipo de discípulos uncidos con

Cristo y entre sí. Bernabé quiere llevar a su sobrino, Juan Marcos,

con ellos en ese segundo viaje misionero. Juan Marcos había estado

con ellos en su primer viaje misionero, pero los había abandonado

cuando comenzó la persecución. Pablo no está de acuerdo en

llevarlo.

El desacuerdo entre Pablo y Bernabé es tan fuerte sobre este

tema que se separan. Pablo toma a Silas y viaja en una dirección, y

Bernabé toma a Juan Marcos y viaja en otra dirección. A lo largo de

la historia de la iglesia, en cierto sentido, los mayores problemas de

los misioneros han sido otros misioneros. El maligno sabe que no

podemos ganar el mundo si nos perdemos unos a otros. Es por eso

que Jesús hizo un énfasis tan grande en trabajar en las relaciones con

nuestros hermanos (ver Mateo 5:23, 24; 18:15-17).

Sin embargo, es importante leer algunas de las últimas

palabras escritas por el apóstol Pablo desde un espantoso calabozo en

la temible prisión mamertina, en Roma. Están dirigidas a Timoteo:

“Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el

ministerio” (2 Timoteo 4:11). ¿Cuál es la historia detrás de este

hombre, que se volvió en “útil para el ministerio”? Los eruditos creen

que la respuesta a esa pregunta está en que Bernabé siguió

ministrando a Juan Marcos luego de que Pablo perdiera las

esperanzas acerca de él. Juan Marcos se convierte en la persona que

escribe el segundo Evangelio, gracias a que Bernabé fue el “hijo de

consolación”.

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21

Siempre ha habido, hay ahora y siempre habrá muchas

personas en la iglesia que necesitan a alguien que los aliente y les

ministre en el contexto de una relación uno a uno. ¿Está usted

dispuesto a ayudar a una persona así? Si usted es un joven creyente,

usted necesita un Bernabé. Si es un creyente maduro, usted debería

estar alentando y guiando personalmente a un “Juan Marcos”. A

medida que tenga la oportunidad, y según lo dirija el Espíritu Santo,

siempre siga el ejemplo de Bernabé y aliente a los que lo rodean –

especialmente los nuevos creyentes– para ser todo lo que su Señor y

Salvador quiere que sean.

Capítulo 6

Los patrones de Pentecostés para plantar la iglesia

Según Lucas, hay disyuntivas cruciales en la extensión del

evangelio. Vemos una de esas disyuntivas en el capítulo 16. Mientras

Pablo realiza su segundo viaje misionero, quiere entrar en Asia para

predicar el evangelio. Sin embargo, leemos que el Espíritu Santo les

impidió a él y a sus compañeros ingresar a Asia. Durante la noche, en

una visión, Pablo ve un hombre de Macedonia que le ruega diciendo:

“Pasa a Macedonia y ayúdanos”.

Luego de que Pablo viera la visión, sabemos que Lucas se

unió al equipo misionero, porque leemos: “Cuando vio la visión, en

seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que

Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio” (Hechos

16:10). Si bien Pablo y sus compañeros van a viajar a Asia pronto, es

muy importante para el Espíritu que lleguen a Macedonia antes de

llegar a Asia.

Es en esta disyuntiva que Pablo tiene su primer ministerio a

los gálatas. Cuando consideramos que Pablo escribió a los gálatas

con relación a problemas de salud que estaba experimentando en ese

momento, podemos suponer que el Espíritu Santo usó los problemas

de salud de Pablo para impedirle entrar en Asia (Gálatas 4:13-15).

Esto es algo especialmente razonable de suponer porque su amado

médico, Lucas, se unió a ellos en este momento.

La primera ciudad que visitan al entrar en Macedonia es

Filipos. Uno pensaría que, dado que era un hombre el que rogaba, en

la visión de Pablo: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”, el apóstol

encontraría cientos de hombres esperando ansiosamente escuchar el

evangelio. En cambio, encuentra un pequeño grupo de mujeres junto

a un río que están teniendo una reunión de oración. Pablo comienza

con lo que obviamente el Señor le ha dado, predicando a estas

mujeres judías.

Una de las mujeres era Lidia, una “vendedora de púrpura” (v.

14). Esto significa que era una costurera que hacía ropa para familias

reales. Leemos que, cuando Pablo abrió la Palabra de Dios, el Señor

“abrió el corazón de ella” (v. 14). Entonces ella abrió su hogar a

Pablo y a su equipo misionero. El hogar de Lidia se convirtió en la

primera iglesia de Europa. Hay y ha habido miles de magníficos

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Fascículo No. 12: Hechos y Romanos

22

edificios de iglesias en Europa, pero, en el cielo, esta humilde

costurera judía podrá decir que su hogar fue la primera iglesia de

Europa.

Es en la ciudad de Filipos que Pablo y Silas son arrestados,

golpeados cruelmente y arrojados en la prisión (vv. 22-24). A pesar

de este castigo, leemos que a la medianoche Pablo y Silas oran y

cantan alabanzas al Señor, y que todos los prisioneros escuchan sus

cantos. De pronto, a la medianoche, ¡hay un tremendo terremoto! Las

cadenas de todos los presos se caen y se abren todas las puertas de la

prisión. ¡Este es un terremoto bastante extraño!

Cuando el carcelero se despierta en el medio de la noche y ve

que las puertas de la cárcel están abiertas, saca su espada y está

dispuesto a matarse, pero Pablo le dice: “No te hagas ningún mal,

pues todos estamos aquí”. El carcelero les hace esa gran pregunta:

“Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?”. Pablo entonces le

contesta con esa gran respuesta: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás

salvo, tú y tu casa” (ver vv. 28-31).

Las palabras siguientes que leemos son: “Y le hablaron la

palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él,

tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y

en seguida se bautizó él con todos los suyos. Y llevándolos a su casa,

les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a

Dios” (vv. 32-34).

El camino de la salvación nunca fue expresado más

claramente que en estas palabras: “Cree en el Señor Jesucristo, y

serás salvo”. Yo fui salvo y me convertí en discípulo de Jesucristo en

1949, cuando escuché predicar esas palabras por primera vez. Creo

que Pablo se ha encontrado ahora con el hombre de la visión que lo

dirigió hacia Macedonia.

Luego de la conversión del carcelero, los magistrados

ordenan que Pablo sea liberado y que se vaya de la ciudad (vv. 35,

36). Sin embargo, Pablo se rehúsa a salir de esa forma y en ese

momento. Como había sido golpeado, sin un juicio, y era ciudadano

romano, exige que los magistrados vengan y lo escolten

personalmente, a él y a Silas, fuera de la ciudad. Deja Filipos de la

forma y en el momento que él escoge.

Pablo no solo ha visto a Cristo trastornar la ciudad de Filipos.

Su iglesia favorita ha sido establecida en la ciudad de Filipos. La

iglesia es la base de apoyo que le permite a Pablo llegar a las iglesias

en ciudades como Corinto, Éfeso y Tesalónica. Use los fieles

patrones de mayordomía de los filipenses como modelo y ejemplo

para las demás iglesias (2 Corintios 8 y 9). Pablo ejercía su oficio de

fabricante de carpas en vez de aceptar el apoyo de creyentes que no

eran lo suficientemente maduros en sus motivos, que cuestionaban su

derecho de llamarse apóstol y no eran dignos de asociarse con él en

su ministerio.

Al leer la historia de Pablo en la ciudad de Filipos, nunca

olvide esas grandes palabras: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás

salvo, tú y tu casa”. Observe que estas palabras nos desafían a creer

en el Señor Jesucristo. “Jesús” significa que creemos que Él es

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Fascículo No. 12: Hechos y Romanos

23

nuestro Salvador. “Cristo” significa que creemos que nuestro

Salvador es el Mesías. “Señor” significa que hemos hecho de nuestro

Mesías Salvador nuestro Señor y Amo.

¿Cree usted personalmente que Jesús es su Salvador y

Mesías? ¿Y lo ha hecho su Señor? Si nunca lo hecho antes, “Crea en

el Señor Jesucristo y será salvo, usted y su casa”.

Capítulo 7

La predicación de Pablo

Cuando Pablo llega a la ciudad de Atenas, su espíritu se

conmueve profundamente al ver a la gente en todas partes adorando

ídolos (Hechos 17:16). Un historiador escribió que era más fácil

encontrar un ídolo que encontrar un hombre en la ciudad de Atenas

que visitó Pablo. La adoración de ídolos preocupa profundamente a

Pablo porque él sabe que estos ídolos no son dioses, y que estas

personas no están llegando a conocer al verdadero Dios a través de

estos ídolos.

Pablo tenía una magnífica obsesión, que establecía el patrón

de su estrategia evangelística en las ciudades que evangelizaba.

Siempre iba primero a la sinagoga y proclamaba a los judíos que

“Jesús es el Cristo”. Era un rabí, y tenía los títulos para probarlo. Así

que solía ir a la sinagoga, conseguía permiso y luego predicaba y

enseñaba el evangelio a los judíos. Esa era siempre la estrategia de

Pablo: “Al judío primeramente, y también al griego” (Romanos

1:16). Si bien Pablo fue llamado a ministrar al mundo no judío, tenía

una gran carga por el pueblo judío, y siempre predicaba primero a los

judíos. Entendemos por qué siempre iba a los judíos primero cuando

leemos la descripción que hace de su carga por los judíos en su Carta

a los Romanos (9:1-5).

La segunda parte de su estrategia era ir al mercado y

compartir el evangelio con las personas que se reunían en grandes

cantidades. Leemos: “Porque todos los atenienses y los extranjeros

residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en

oír algo nuevo” (Hechos 17:21). Los griegos eran filósofos. Les

encantaba debatir y polemizar sobre profundos conceptos

intelectuales, y les encantaba especialmente escuchar cosas nuevas.

Así que Pablo iba al mercado todos los días y compartía el evangelio

con las personas que quisieran oírlo.

Una tercera dimensión de su estrategia era presentar el

evangelio a líderes influyentes de la comunidad. Dado que Pablo era

una de las mentes más brillantes de su generación, fue muy eficaz en

alcanzar a estos líderes. Al implementar su estrategia en Atenas,

terminó por ser invitado a un lugar hermoso y prestigioso en la cima

de la colina de Marte, conocido como el Areópago. El Areópago era

un lugar donde solo se invitaba a debatir a personas destacadas. Era

usado también como tribunal, y dominaba la ciudad de Atenas.

Cuando invitan a Pablo a hablar en el Areópago, en la colina de

Marte, predica un sermón muy elocuente. Comienza diciendo:

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Fascículo No. 12: Hechos y Romanos

24

“Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos;

porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar

en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al

que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio”

(Hechos 17:22, 23).

Esto, en realidad, es muy astuto. Pablo elogia al pueblo de

Atenas por el hecho de ser religiosos. Entonces, les dice,

básicamente: “Vi que uno de sus dioses tenía una inscripción que

significa que hay al menos un dios que ustedes reconocen no

conocer. Este es el Dios de quien les voy a hablar”.

Entonces Pablo predica diciendo que somos descendencia del

Dios que creó los cielos y la tierra. Dios, por lo tanto, no puede estar

hecho de oro, plata, piedra o madera. Cita a sus poetas griegos,

porque aun sus propios poetas dicen que somos descendencia de

Dios. Cita a sus filósofos y, al finalizar el sermón, proclama la

muerte y la resurrección de Jesucristo. Cuando Pablo predica acerca

de la resurrección, leemos: “Pero cuando oyeron lo de la resurrección

de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos

acerca de esto otra vez. Y así Pablo salió de en medio de ellos. Mas

algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio

el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos” (vv. 32-

34).

Los eruditos no están de acuerdo en la forma de evaluar el

sermón de Pablo en la colina de Marte. Algunos creen que sucumbió

a las presiones de la cultura intelectual griega cuando citó a sus

filósofos y poetas, y que, por lo tanto, los resultados evangelísticos

fueron magros. No hay ninguna “Carta de Pablo a los Atenienses”, ni

hace ninguna referencia a una iglesia que fuera plantada en Atenas,

como otras ciudades, como Corinto o Éfeso. Otros discrepan.

Personalmente, estoy convencido de que Pablo creció en su filosofía

de predicación evangelística como resultado de su experiencia en

Atenas.

El evangelio se dirige a Corinto

Desde Atenas, Pablo viaja directamente a Corinto. Corinto

era una ciudad moralmente decadente. En el mundo del primer siglo,

llamar a alguien “corintio” era acusarlo de ser una persona

moralmente decadente. Cuando Pablo contempló la posibilidad de

predicar el evangelio en una ciudad como Corinto, se llenó de temor

(ver 1 Corintios 2:3). Pero Dios tranquilizó a Pablo en una visión:

“Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino

habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti

la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta

ciudad” (Hechos 18:9, 10).

Pablo tuvo un Pentecostés personal que lo preparó para su

ministerio en Corinto. En un sentido, podemos decir que tuvo una

experiencia que lo preparó para sus ministerios a los gálatas, los

efesios, los filipenses y a los corintios. Estas experiencias eran

intervenciones divinas que aseguraban a Pablo la realidad del Cristo

resucitado y vivo, que estaba con él mientras difundía el evangelio a

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Fascículo No. 12: Hechos y Romanos

25

estas ciudades estratégicas. Las señales y maravillas del día de

Pentecostés siguieron como ondas para energizar la proclamación

inicial de evangelio que Jesús había encargado predicar a su iglesia.

Los patrones de Pentecostés sirvieron para plantar la iglesia de la

primera generación.

La perspectiva que compartí con usted con relación a ese

sermón que predicó Pablo en Atenas debe ser relacionada con la

perspectiva que Pablo mismo comparte con los creyentes de Corinto.

Él les escribe que, cuando llegó a Corinto, se propuso no usar

palabras persuasivas de humana sabiduría, sino simplemente

presentar “una demostración del Espíritu y de poder” (ver 1 Corintios

2:1-5). Cuando Pablo predicó ese sermón en la colina de Marte, usó

“palabras persuasivas de humana sabiduría”. Citó a sus poetas y a sus

filósofos, y predicó un sermón muy brillante en ese lugar.

La palabra griega que se traduce “predicar” significa,

literalmente, ‘anunciar’, de la misma forma que se anunciaba un

decreto de un rey a sus súbditos en las aldeas y pueblos de su reino.

Al estudiar la predicación de Pablo, en los próximos seis capítulos de

este inspirado libro de historia, note que lo que Pablo aprendió entre

Atenas y Corinto fue un hito espiritual en la formación de su

estrategia para predicar el evangelio.

Estoy persuadido de que, entre su ministerio en Atenas y su

ministerio en Corinto, Pablo experimentó una crisis que influyó

profundamente en su estrategia para predicar el evangelio. Pablo se

dio cuenta, sin lugar a dudas, de que la predicación era un ministerio

espiritual, y todo lo que tenía que hacer era anunciar los hechos del

evangelio relacionados con Jesucristo. Cierra su Carta a los Corintios

con otra afirmación relacionada con el evangelio que predicó cuando

llegó a su ciudad (1 Corintios 15:1-4). Escribe a los romanos:

“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque [el evangelio

mismo] es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al

judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16).

Luego de Atenas y Corinto, Pablo simplemente anuncia el

mensaje del evangelio y frecuentemente cuenta su experiencia

personal sobre cómo llegó a creer en ese evangelio.

Pablo en Éfeso

El gran ministerio de Pablo en la ciudad de Éfeso fue el

cumplimiento de su deseo de alcanzar a Asia con el evangelio. En

Éfeso, Pablo ingresa en un ministerio de plantación de iglesia muy

fructífero. Los estudiosos creen que la iglesia plantada en Éfeso se

convirtió en la iglesia madre de la cual nacieron seis iglesias más que

se mencionan en el Libro de Apocalipsis. Las iglesias de Pérgamo,

Tiatira, Esmirna, Filadelfia, Laodicea y Sardis posiblemente hayan

sido iglesias satélites de la de Éfeso. La Carta de Pablo a los

Colosenses puede haber sido dirigida a una iglesia que también era

hija de la iglesia de Éfeso.

Una de las razones por la que la iglesia plantada en Éfeso fue

tan fructífera es que Pablo tuvo un “seminario” allí. Leemos que

enseñó “en la escuela de uno llamado Tiranno” durante dos años (ver

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26

Hechos 19:9, 10). Un antiguo manuscrito nos dice que Pablo podía

usar las instalaciones de esta escuela desde las 11 a.m. hasta las 5

p.m. los días en que no se usaba la escuela. En esa parte del mundo,

el día de trabajo se interrumpe varias horas durante la siesta, cuando

hace demasiado calor como para trabajar o tener clases en la escuela.

Pablo tal vez capacitó a pastores de estas iglesias satélites en

esa escuela. Este “seminario” tal vez explique por qué Pablo se

quedó en Éfeso más de tres años, que fue el tiempo más largo en que

se quedó en cualquiera de las ciudades donde plantó iglesias. La

iglesia de Éfeso recibió una enseñanza tan fuerte de su pastor y

maestro que, en la primera mitad de la maravillosa carta que les

escribe, los exhorta frecuentemente a “recordar” lo que les había

enseñado.

Una de las perspectivas más conmovedoras de Pablo y su

ministerio, en este libro de historia, se encuentra en el capítulo 20.

Va camino a Jerusalén, donde el Espíritu le ha hecho saber que será

arrestado, atado y azotado (Hechos 20:22-24). Cuando llega a un

lugar llamado Mileto, cerca de Éfeso, se da cuenta de que no volverá

a estar más con esos creyentes en los que ha invertido tanto de su

ministerio. Por lo tanto, llama a los ancianos de la iglesia y allí, en la

playa de Mileto, les da su discurso de despedida. Las últimas

palabras a estos ancianos son: “Y ahora, hermanos, os encomiendo a

Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros

y daros herencia con todos los santificados. Ni plata ni oro ni vestido

de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que me ha

sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han

servido. En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a

los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo:

Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:32-35).

Dado que Pablo se había mantenido por su cuenta en Éfeso,

nadie podía acusarlo de predicar y enseñar porque quisiera obtener

regalos de ellos. De hecho, Pablo no sólo se mantenía a sí mismo,

sino que mantenía a todo el grupo misionero, porque quería que

aprendieran la verdad de las palabras de Jesús: “Más bienaventurado

es dar que recibir”. Esa declaración de Jesús debería representar

nuestra motivación para el trabajo duro. Si podemos trabajar duro y

ganar dinero, tendremos algo que dar y, por lo tanto, podremos

aprender esta “novena bienaventuranza” de Jesús.

Cuando Pablo dijo a estos ancianos que no volverían a ver su

rostro, “hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le

besaban” (v. 37). Esta es una hermosa imagen de la koinonia, la

íntima comunión que existía en la primera generación de la iglesia.

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27

Capítulo 8

Los patrones de Pablo

En el capítulo 21, leemos que Pablo llega a Jerusalén y

comienza a predicar. En respuesta a su predicación, es atacado por

una gran multitud (v. 27). En realidad, están por matarlo a golpes

cuando llega un oficial romano con soldados y lo rescatan de la

turba. Cuando los soldados llevan a Pablo por encima de sus cabezas

al castillo donde será un prisionero de Roma, Pablo ruega al tribuno

que lo baje y lo deje hablar, porque ve que esta es una gran

oportunidad para predicar el evangelio. Da un magnífico sermón, que

se registra en el capítulo siguiente.

Este no es un sermón como el de la colina de Marte. Pablo no

cita a poetas y filósofos, ni usa palabras persuasivas de humana

sabiduría. Da testimonio de su propia experiencia de Jesucristo. La

reacción no es variada. Leemos: “Le oyeron hasta esta palabra”, pero

luego gritaron: “Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene

que viva” (22:22). Cuando se despertó la furia de la turba

nuevamente, Pablo fue llevado dentro del castillo.

Cuando los romanos arrestaban a una persona, era costumbre

encadenarla a un poste y azotarla. Lo llamaban “examen por azotes”.

Cuando están a punto de encadenarlo para este examen, Pablo

informa los soldados que es un ciudadano romano. Al enterarse de

esto, le dicen al tribuno que no lo azote (v. 29). No puedo dejar de

preguntarme por qué no reclamó su derecho de ciudadanía cuando él

y Silas fueron arrestados y azotados en Filipos. Tal vez se permitió

ser azotado allí porque quería usarlo luego como elemento de

presión, cosa que hizo con los magistrados de esa ciudad.

Cuando los romanos se dan cuenta de que no lo pueden

azotar, lo ponen en prisión. Al día siguiente, deciden tener un juicio

ante los principales sacerdotes y el Sanedrín. Los religiosos de esa

multitud han acusado a Pablo, y son invitados a hacer sus

acusaciones contra él en el tribunal.

El registro de una larga serie de juicios que terminan con

Pablo presentándose ante el César comienza en el capítulo 23.

Vemos la humanidad de Pablo al comenzar este juicio. Mira la sala

de audiencia y ve que aproximadamente la mitad son fariseos y la

otra mitad, saduceos. Los fariseos eran judíos ortodoxos, y los

saduceos, judíos liberales. Los saduceos no creían en la resurrección

o en lo sobrenatural. Así que Pablo hace una afirmación astuta ante

esta sala de audiencia dividida en partes iguales. Proclama

solemnemente: “Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo;

acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me

juzga” (Hechos 23:6).

Cuando Pablo proclama astutamente la resurrección de los

muertos, se precipita una acalorada discusión entre los fariseos y los

saduceos, donde los primeros se ponen del lado de Pablo. Pablo sabía

que estaba siendo llevado a un juicio injusto y simulado. Así que,

simplemente, decidió trastornar la sala de audiencias, como hizo en

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28

la ciudad de Filipos. Nuevamente, los soldados tuvieron que

rescatarlo y llevarlo de vuelta a la prisión para su propia protección.

Cuarenta de estos judíos se unieron e hicieron un pacto de

que no volverían a comer hasta que vieran a Pablo muerto. Su plan

era hacerle una emboscada a Pablo y matarlo cuando fuera traído

para seguir siendo interrogado (v. 12). El sobrino de Pablo se entera

de este complot de los judíos, va a la prisión y se lo cuenta a Pablo.

Luego el muchacho le dice al tribuno lo que estos cuarenta judíos

están planeando hacer.

El tribuno decide sacar a Pablo de en medio. No sabe lo que

ha hecho, ni entiende el problema que tienen los judíos con Pablo,

pero sí sabe que este hombre no le traerá más que problemas. “Y

llamando a dos centuriones, mandó que preparasen para la hora

tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos

lanceros, para que fuesen hasta Cesarea; y que preparasen

cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen en salvo a Félix el

gobernador” (v. 23, 24).

¿No es interesante esta escena? Oculto por la oscuridad, un

pequeño y excéntrico judío, rodeado por cuatrocientos setenta

soldados romanos, que lo sacan a escondidas de un castillo y lo

escoltan a la costa mediterránea, de Jerusalén a Cesarea, en Palestina.

Ante dos gobernadores

Cuando Pablo llega a Cesarea, es entregado al gobernador,

Félix. Éste convoca a los judíos para que vengan a acusar

formalmente a Pablo por sus crímenes. Aquí, nuevamente, tenemos

un gran mensaje dado por el apóstol Pablo. En esta oportunidad,

cuando Pablo predica al gobernador y a su corte, cuenta su “historia

con Dios”, es decir, vuelve a dar su testimonio.

En respuesta a la presentación de Pablo, Félix llega a la

conclusión de que, en realidad, no hay motivo para considerarlo un

criminal. Sin embargo, decide mantener a Pablo arrestado hasta que

pueda decidir qué debería hacer con este prisionero inusual (Hechos

24:22, 23).

El gobernador Félix, y su esposa Drusila, que es judía, están

tan fascinados con Pablo que le piden una audiencia privada. Leemos

que Pablo está muy contento de hacerlo, pero su mensaje es

inquietante. “Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio

propio y del juicio venidero, Félix se espantó, y dijo: Ahora vete;

pero cuando tenga oportunidad te llamaré” (v. 25).

Evidentemente, el gobernador fue tocado poderosamente por

el Espíritu Santo cuando escuchó predicar a Pablo, tanto en público

como en privado. Llamó a Pablo varias veces, pero se nos dice que es

porque quería recibir dinero de él para liberarlo. También leemos que

mantuvo a Pablo en prisión para congraciarse con los judíos.

Luego de dos años, Félix murió y otro gobernador, llamado

Festo, ocupó su lugar. Cuando el gobernador Festo descubre que

tiene un prisionero religioso/político famoso en sus manos, realiza

otro juicio. Pablo sabe que nunca obtendrá justicia en las cortes

influenciadas por los judíos de Jerusalén. Por lo tanto, en ese juicio,

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29

Pablo exige una audiencia ante César, que es su derecho como

ciudadano romano (Hechos 25:10). El gobernador le dice: “A César

has apelado; a César irás” (v. 12).

Ante el rey Agripa

Mientras Pablo espera ser llevado a Roma, el gobernador

Festo recibe una visita real: el rey Agripa y su esposa, Berenice. Al

enterarse de Pablo, le dicen a Festo que les gustaría conocerlo (v.

22). Recuerde que, cuando el Señor le contó a Ananías su plan para

Pablo, le dijo: “Instrumento escogido me es éste, para llevar mi

nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de

Israel” (Hechos 9:15). Esa profecía se cumple cuando Pablo se

encuentra con el rey Agripa.

Pablo, al ser traído ante Agripa y Berenice, da otro magnífico

sermón. Una vez más, cuenta su historia de cómo se convirtió en el

camino a Damasco. Al llegar Pablo a la conclusión de su sermón, el

gobernador estalla y dice: “Estás loco, Pablo; las muchas letras te

vuelven loco” (Hechos 26:24).

Esta expresión, “estás loco”, significa, en el griego original

‘eres un excéntrico’ o ‘estás fuera del centro’. De hecho, Pablo era un

excéntrico. Tenía otro centro alrededor del cual giraba su vida. Ese

centro era el Cristo resucitado que había conocido camino a

Damasco. Como Félix, el gobernador Festo queda impactado

también por las palabras de Pablo.

Entonces Pablo se vuelve hacia el rey. El rey Agripa es judío,

así que Pablo le pregunta: “¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo

sé que crees” (v. 27). Agripa le contesta: “Por poco me persuades a

ser cristiano” (v. 28).

Los estudiosos de la Biblia no se ponen de acuerdo sobre el

significado de estos versículos. Algunos dicen que Agripa no hablaba

sinceramente respecto de hacerse cristiano, sino que estaba, en

realidad, haciendo un comentario sarcástico. Yo no estoy de acuerdo.

Estoy persuadido de que Agripa estaba siendo sincero, porque la

respuesta de Pablo a Agripa fue sincera. Le dijo: “¡Quisiera Dios que

por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que

hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas

cadenas!” (v. 29).

Otra razón por la que creo que Agripa fue sincero es lo que

leemos acerca de la respuesta del rey, la reina y el gobernador luego

de las palabras de Pablo: “Cuando había dicho estas cosas, se levantó

el rey, y el gobernador, y Berenice, y los que se habían sentado con

ellos; y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo:

Ninguna cosa digna ni de muerte ni de prisión ha hecho este hombre.

Y Agripa dijo a Festo: Podía este hombre ser puesto en libertad, si no

hubiera apelado a César” (vv. 30-32).

El viaje de Pablo a Roma

Una de las historias más emocionantes de este inspirado libro

de historia es el relato de Lucas del viaje de Pablo por mar a Roma

(Hechos 27). Pablo demuestra un extraordinario liderazgo y es un

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testigo milagroso para todos los que sobreviven a este viaje con él. Él

recibe palabra del Señor de que, debido a las condiciones climáticas

peligrosas, el barco no debería partir hacia Creta. Pero sus captores

romanos no van a escuchar el consejo de un prisionero.

Cuando la tormenta predicha por Pablo ocurre, luego de estar

catorce día llevados por los feroces vientos, mareados y sin poder

comer, Pablo predica a sus compañeros sobrevivientes, aterrorizados

y cansados de la tormenta (vv. 20-26). Pablo asegura a toda la

población del barco que Dios se le ha aparecido y le ha asegurado

que, si bien el barco será destruido, todos los que están a bordo del

barco se salvarán.

Cuando esta palabra profética que recibe Pablo del Señor se

cumple con exactitud, los sobrevivientes llegan a la isla de Malta.

Hacen un fuego para calentar sus cuerpos mojados y congelados.

Una víbora venenosa salta del fuego y se aferra a la mano de Pablo.

Los que viven en Malta creen que Pablo debe de ser culpable de

terribles crímenes, por lo que Dios seguramente lo está castigando

ahora. Cuando Pablo, tranquilamente, sacude la víbora sobre el fuego

y no muere por la picadura, llegan a la conclusión de que debe de ser

un dios.

Completado el viaje a Roma en otro navío, Lucas presenta un

hermoso cuadro de la comunidad espiritual, la iglesia del Cristo

resucitado y vivo, en Roma. Es conmovedor leer cómo los creyentes

de Roma se enteran de alguna forma de la llegada de Pablo, y cómo

consuela y alienta tremendamente su corazón que los creyentes

vayan a recibirlo al entrar en la ciudad como prisionero de Roma.

Cuando los prisioneros son entregados a las autoridades de la

prisión romana, se le permite a Pablo vivir en una casa alquilada,

donde queda bajo arresto domiciliario durante dos años. Se le

permite invitar a los líderes religiosos judíos de Roma a este lugar

donde, coherentemente con su estrategia de predicar primero a los

judíos, les proclama el evangelio y su argumento de que Jesús es el

Cristo. Algunos creen, pero la mayoría son hostiles hacia Pablo.

En esta casa alquilada, Pablo escribe sus denominadas “cartas

de la prisión” –Gálatas, Efesios, Filipenses y Filemón–, se le permite

recibir invitados, y la última imagen que nos da Lucas de este amado

apóstol es que está predicando sobre el reino de Dios a todos los que

lo visitan y quieran escucharlo (28:30, 31).

Aparte de lo que se nos dice en la última carta a Timoteo,

debemos apoyarnos en la historia de la iglesia para completar la

historia de la vida y el ministerio de Pablo. Los estudiosos están

persuadidos de que Pablo tuvo su juicio ante César, fue liberado y

fue apoyado por la iglesia de Roma para extender su gran ministerio

misionero hacia España.

Cuando Nerón incendió Roma y culpó a los cristianos,

comenzó una terrible persecución contra la iglesia que duró tres

siglos. Todos los creyentes eran odiados y se convirtieron en

acérrimos enemigos del gobierno y del pueblo de Roma. Pedro y

Pablo se convirtieron en las personas más odiadas. Pablo volvió a ser

arrestado. Los estudiosos creen que fue puesto en la temible prisión

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Fascículo No. 12: Hechos y Romanos

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mamertina, en Roma, donde escribió sus últimas palabras a Timoteo,

antes de ser decapitado.

¿Se está familiarizando con este gran y maravilloso apóstol?

Es el autor de los próximos trece libros del Nuevo Testamento que

estaremos estudiando. Todos necesitamos héroes y modelos de fe

para imitar. Mi oración es que usted llegue a amar a Pablo como yo,

desde que leí los capítulos del Libro de Hechos que acabamos de

estudiar.

A lo largo de los últimos capítulos de este libro de historia,

tenemos la sensación de que se está creando un gran clímax con la

visita de Pablo a la capital de Imperio Romano y su juicio ante César.

Es deprimente y algo decepcionante cuando este libro simplemente

termina, pero sin un final. Los estudiosos creen que la persecución

podría ser la explicación de por qué este libro finaliza abruptamente.

Si observa los verbos en plural en los últimos dos capítulos, parece

obvio que Lucas estuvo con Pablo en ese tremendo viaje por el mar y

cuando entró en Roma. Tal vez Lucas fue arrestado y no pudo

completar su excelente historia de la primera generación de la iglesia.

Como señalé al principio de este fascículo, podría ser que, por

designio providencial, la historia de la iglesia no finaliza porque

estamos ahora escribiendo el capítulo 29 de Hechos, desde el día de

Pentecostés, cuando nació la iglesia del Cristo resucitado.

Una breve reseña de la

Carta de Pablo a los Romanos

Capítulo 1

La Carta de Pablo a los Romanos, a vuelo de pájaro

El apóstol Pablo escribió trece de los veintisiete libros del

Nuevo Testamento. El primero de estos libros es su Carta a los

Romanos. Pablo no escribió sus cartas en el orden que aparecen en el

Nuevo Testamento. Los estudiosos creen que esta carta fue escrita

cerca del final de su ministerio, cuando estaba maduro y había

desarrollado plenamente la teología del evangelio que predicaba por

todo el mundo y que comparte con nosotros en esta profunda carta.

Para dar a nuestros oyentes notas de los setenta y tres

programas radiales en los que enseño la Carta de Pablo a los

Romanos, versículo por versículo, escribí cuatro fascículos más. En

este breve comentario de Romanos, presento algunas notas para

quienes han escuchado nuestro resumen de esta inspirada carta de

Pablo. Este fascículo es una breve reseña general de lo que Pablo

enseña en esta amplia explicación del evangelio que proclamaba.

La Carta de Pablo a los Romanos es su obra maestra

teológica. El contenido de esta carta tiene muy poco que ver con la

iglesia de Roma específicamente. Los estudiosos creen que Pablo

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dirigió esta profunda explicación del evangelio a los creyentes de

Roma porque esa ciudad era la capital del mundo cuando escribió

esta carta.

Esta carta es, en realidad, una explicación integral de la

palabra bíblica “justificado”. En la Parábola del Publicano y el

Fariseo, Jesús declara la buena nueva de que todo hombre o mujer

que haga la oración del pecador –una oración de arrepentimiento y fe

en el poder salvador que se encuentra en la muerte, sepultura y

resurrección de Jesucristo por nuestros pecados–, puede volver a su

casa “justificado” (ver Lucas 18:14). Esta es la primera vez que

encontramos esta hermosa palabra en el Nuevo Testamento. En esta

Carta a los Romanos, Pablo explica cómo Dios realiza este

maravilloso milagro de la justificación en el hombre o la mujer que

son justificados. Esta carta es la declaración más integral acerca de la

justificación que tenemos en la Biblia.

Ser justificado significa más que simplemente ser perdonado;

significa que Dios me considera como si nunca hubiera pecado, y que

me ha declarado justo. David introduce proféticamente el concepto

en su profundo salmo de confesión y arrepentimiento, cuando le pide

a Dios, literalmente, que “despeque” su pecado (ver Salmos 51:1).

Lea Romanos de un tirón y trate de determinar el argumento

inspirado y lógico del libro. Le pido que haga esto porque la carta

tiene un argumento coherente del principio al fin. Pida la ayuda del

Espíritu Santo, y luego, concentrándose y sin interrupciones, trate de

determinar el argumento de esta inspirada declaración del evangelio

que Jesucristo encargó que sus discípulos predicaran a toda criatura,

y en todas las naciones de la tierra (ver Marcos 16:15).

Los primeros cuatro capítulos de esta carta muestran cómo la

justificación se relaciona con el pecador. No estaremos interesados

en saber cómo ser declarados justos si no estamos convencidos de

que somos pecadores injustos. Por lo tanto, Pablo presenta un

argumento muy convincente en el sentido de que todos somos

pecadores. Luego de convencernos de la mala noticia de que todos

somos pecadores, Pablo proclama la buena noticia de que Dios tiene

un plan mediante el cual podemos ser justificados.

El plan de justificación de Dios

Según Pablo, la gracia es la fuente de nuestra justificación

(3:24). La cruz de Cristo es la base de nuestra justificación, y la

resurrección de Jesús, la garantía de que somos justificados (3:25;

4:24, 25). Concluye esta parte de su argumento con estas palabras:

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio

de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). Así que la fe es el

principio mediante el cual aplicamos este milagro a nuestro pecado y

somos declarados justos por Dios. Más adelante en su argumento,

nos dirá que Dios es el Autor de nuestra justificación (8:33).

Debo señalar que hay una expresión que se encuentra unas

ciento cincuenta veces en la Biblia cuando se enseña este concepto

de ser justificados. Esta expresión es “a los ojos de”. Hay una

dimensión vertical y una dimensión horizontal involucradas en la

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justificación. Si hemos cometido un asesinato, podemos ser

declarados justos a los ojos de Dios por fe, confesión y

arrepentimiento, pero no somos liberados de la cárcel, porque no

estamos justificados a los ojos de la sociedad, es decir, la

justificación horizontal ante el hombre.

Cuando se realiza un juicio ante un juez, sin jurado, los

asistentes podrán pensar que el acusado es una persona maravillosa

pero, si el juez considera que es culpable, irá a la cárcel o perderá su

vida. Las personas podrán pensar que el acusado es una persona

terrible pero, si el juez cree que es inocente, quedará libre. De la

misma forma, un día nos daremos cuenta de que lo que realmente

importa es lo que el Juez de toda la tierra piensa acerca de nuestra

culpabilidad o inocencia. Es por eso que es una muy buena noticia

que se nos diga que podemos ser como si nunca hubiésemos pecado a

los ojos de Dios.

Los cuatro capítulos siguientes muestran cómo la

justificación se relaciona con la persona, que es, de hecho, justificada

por fe. Dios espera que arreglemos las cosas, que seamos correctos y

que hagamos lo correcto cuando nos declara justos (ver 1 Juan 3:7).

En los segundos cuatro capítulos de esta carta (del 5 al 8), Pablo

habla de las luchas que aparecen cuando una persona que ha sido

declarada justa encuentra en el Espíritu Santo el poder para vivir una

vida justa.

En los siguientes tres capítulos (del 9 al 11), Pablo muestra

cómo la justificación se relaciona con todo el mundo y especialmente

con Israel. Estos son tres de los capítulos más importantes de la

Biblia sobre el tema de la profecía bíblica. En ellos, Pablo predice

que Israel estará involucrado en lo que ocurrirá en el mundo.

Según Pablo, el pueblo de Israel es el pueblo escogido de

Dios. Son la mejor ilustración, en la Biblia, de la doctrina de la

elección, la enseñanza de que Dios escoge a personas para la

salvación. Sin embargo, en estos mismos tres capítulos, Pablo escribe

que los judíos son, también, la mejor ilustración en la Biblia de que

Dios ha creado al hombre para ser una criatura que puede elegir.

Pablo presenta este argumento cuando nos dice que los judíos han

escogido no ser escogidos. Han rechazado a Jesucristo y la salvación.

Pablo escribe que, para castigar a los judíos por rechazar al

Mesías, Dios se ha vuelto al mundo no judío y ha estado salvando a

personas no judías desde que los judíos rechazaron a Jesucristo.

Cuando haya salvado a la cantidad suficiente de gentiles como para

castigar a Israel por ese rechazo, Dios volverá a los judíos

nuevamente, y “todo Israel será salvo” (Romanos 11:26).

Hemos visto el cumplimiento de la profecía del Antiguo

Testamento, de que habrá un retorno de los judíos, de la dispersión

en todo el mundo, a un lugar geográfico en la nación de Israel. Junto

con los profetas del Antiguo Testamento, Pablo predice un retorno

espiritual de los judíos a Dios. Claramente, ese retorno espiritual aún

no ha ocurrido. En estos tres capítulos, Pablo nos muestra que,

cuando experimenten ese retorno espiritual a Dios, Él realizará su

plan de justificación a todo el mundo a través de Israel.

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Los últimos cuatro capítulos (del 12 al 16) son la aplicación

práctica de esta magnífica carta. Cada una de las cartas de Pablo se

divide en dos secciones. Primero tenemos la parte de enseñanza de la

carta, seguida de la parte de aplicación práctica. Busque siempre esta

división de enseñanza y aplicación en las cartas de Pablo.

Si bien los once primeros capítulos de esta carta son la mayor

declaración del evangelio que dejó Pablo a la iglesia, y los tres

capítulos que siguen son la declaración teológica y profética más

difícil de entender, los últimos cuatro capítulos son sus aplicaciones

más prácticas y simples de la verdad del evangelio que se encuentran

en sus inspiradas cartas.

Capítulo 2

Como fue, como es

El primer capítulo de la Carta de Pablo a los Romanos es

como el primer capítulo del Libro de Génesis. Las Escrituras que

tratan de los comienzos no nos dicen algo como fue sino que nos

dicen algo que Dios quiere que entendamos como es hoy. Al contar

Pablo el concepto de la justificación al pecador, luego de dejar en

claro que todos somos pecadores, su siguiente punto es que todos

estamos bajo el juicio de Dios.

Luego presenta la relación entre Dios y el hombre “como fue

y como es” hoy. Dios nos acusa de detener o suprimir la verdad con

injusticia (ver Romanos 1:18). Quiere decir que los pecadores

suprimen deliberadamente la verdad porque quieren justificar sus

estilos de vida injustos. No quieren ver la verdad acerca de cómo

deben vivir la vida que Dios quiere revelarles. Jesús enseñó el

principio de que si un hombre quiere saber qué hacer, lo sabrá (Juan

7:17). Lo contrario es cierto, también. Si un hombre no quiere saber

qué hacer, no sabrá lo que Dios quiere que sepa.

Dios hace más acusaciones: No son agradecidos, siempre

transforman la verdad en una mentira, adoran y sirven a la criatura

antes que al Creador, cambian cosas naturales en antinaturales

(homosexualidad), ni siquiera les gusta retener a Dios en su

conocimiento, y no solo encuentran placer en pecar sino que

disfrutan de ver a otras personas pecar.

Pablo, entonces, presenta algunas respuestas de Dios al

hombre. Escribe tres veces que Dios “los entregó” (vv. 24, 26, 28).

No significa que Dios perdió las esperanzas acerca del hombre, ni

entonces ni ahora. Dios los entregó, y hoy nos entrega, a lo que

nosotros queremos. Dios no viola la realidad de que nos ha diseñado

para ser criaturas que toman decisiones.

Piense en nuestras vidas como un libro. Es idea de Dios

escribir este libro, y tiene un plan sobre cómo debe escribirse. Pero

nos entrega la lapicera a nosotros en cierto punto y dice: “Mira,

termina la historia como te parezca mejor. Deberás vivir con las

consecuencias, pero puedes escribir la historia como la prefieras, si

es lo que quieres hacer”.

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El carácter del hombre: Como fue, como es

Pablo presenta una descripción trágica de lo que sucede con

los que deciden terminar la historia como les parece a ellos. Escribe

que, cuando Dios los entrega, se vuelven vanos en sus pensamientos,

y su corazón es entenebrecido. Entonces resume su trágica vida con

dos palabras: “toda injusticia” (v. 29). Al identificar su injusticia, nos

da una visión realista del carácter del hombre, como fue, y como es

hoy (vv. 29-32). Esta trágica y larga lista de pecados demuestra lo

que quería decir Isaías cuando escribió que “todos nosotros nos

descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino” (Isaías

53:6).

El carácter de Dios: Como fue, como es

Pablo, en realidad, comienza el magnífico argumento de su

carta mientras comparte estas inspiradas perspectivas con relación a

nuestro carácter. Pasa del carácter del hombre al carácter de Dios,

cuando nos dice que Dios es justo, y que su justicia revela también la

ira de Dios (1:17). En otras palabras, Dios es la norma absoluta de lo

que es correcto, y Él exige que sus criaturas sean justas. En realidad,

Dios condena la injusticia en sus criaturas.

Hay dos atributos del carácter de Dios que se revelan en este

versículo clave: la justicia de Dios y la ira de Dios. Pablo ahora

amplía su argumento. No tenemos solo el problema de nuestro

carácter. Tenemos un problema debido al carácter de Dios. No solo

somos pecadores, sino pecadores condenados. Tenemos dos

problemas que no podemos resolver. La Buena Nueva de esta carta

es que Dios resolvió ambos problemas por nosotros.

Luego de que Isaías declarara la mala noticia de que cada uno

se descarrió por se apartó por su camino, predicó las Buenas Nuevas

de que “Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías

53:6). Pablo hace lo mismo en esta declaración del evangelio.

La ira de Dios puede definirse como “la actitud de santidad

permanente y coherente hacia lo que no es santo”, o “la actitud

permanente y coherente de un Dios amoroso hacia lo que está

destruyendo los objetos de su amor”. La Biblia nos dice que el amor

es la esencia de Dios. Pero, cuando aquellos a quienes Él ama corren

peligro y están por ser destruidos por el pecado, nuestro Dios

amoroso es capaz, también, de la ira. Dios odia y condena el pecado

porque el pecado destruye lo que Dios ama.

Capítulo 3

Cuatro reyes y cuatro leyes

Pablo resume el argumento de sus primeros cuatro capítulos

en el primer versículo del capítulo 5, cuando escribe: “Justificados,

pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro

Señor Jesucristo”. Al introducir los segundos cuatro capítulos de su

argumento, continúa, en el siguiente versículo: “Por quien también

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tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y

nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (5: 1, 2). Nuestra

fe en la cruz de Cristo nos justifica y nos da paz con Dios. La fe nos

da acceso también a la gracia que nos permite definirnos por Cristo

en este mundo y vivir una vida que exalta a Jesús y glorifica a Dios.

Cuatro reyes

Ahora que hemos sido justificados por fe, ¿cómo vivimos

como personas que han sido declaradas justas? Pablo comienza su

respuesta a esa pregunta con una enseñanza que podría denominarse

“Los cuatro reyes” (5:12-21). Podríamos llamar al primer rey, “rey

Pecado”. Leemos que el rey Pecado entró en este mundo y “pasó a

todos los hombres” (v. 12). Pablo no se mete en una discusión

filosófica sobre cómo o por qué el pecado entró en el mundo.

Simplemente escribe que el pecado entró, pasó a todos los hombres y

reinó.

El rey Muerte vino enseguida después del rey Pecado. Pablo

nos dice más adelante: “La paga del pecado es muerte” (6:23). El

pecado siempre tiene consecuencias, y esas consecuencias no son

buenas. “Muerte” es también una metáfora que significa que el

pecado siempre paga un salario terrible. Tarde o temprano, todos

debemos sentarnos a nuestro banquete de consecuencias. El rey

Muerte siempre viene después del rey Pecado.

Los primeros dos reyes son las malas noticias, pero los dos

reyes que siguen son las buenas noticias. Según Pablo, hay un tercer

rey que entró, pasó a todos los hombres y reinó en la vida, y su

nombre es Jesucristo. El rey Jesús conquistó al rey Pecado en la cruz,

y conquistó al rey Muerte cuando resucitó.

Después, Pablo tiene más buenas noticias. El cuarto rey es el

rey Usted. Por fe, usted puede entrar en la vida en Cristo. Usted

puede abundar en Cristo por fe. Y quienes ingresan a la vida en

Cristo y reciben por gracia y fe el don de la justicia, “reinarán en vida

por uno solo, Jesucristo” (5:17). En otras palabras, es posible que

usted y yo entremos por fe en Cristo de forma tal que podamos reinar

en vida por Él. Jesucristo dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y

para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Pablo está

meramente diciéndonos cómo entrar en esa vida abundante en Cristo.

Estos cuatro reyes son vencedores. No podemos coexistir con

el pecado, así como no podemos coexistir con un cáncer maligno. El

pecado nos vencerá enviando al rey Muerte. Pero, cuando por fe y

gracia entremos a la vida abundante en Cristo, seremos vencedores

del pecado y abundaremos en la vida. Cuando Pablo concluye esta

parte de su argumento en el capítulo 8, declara que podemos ser más

que vencedores sobre el pecado y en vida (8:37).

Cuatro leyes

La metáfora de los cuatro reyes comienza el argumento de los

segundos cuatro capítulos de esta carta. Estos cuatro reyes nos

preparan para aprender acerca de las cuatro leyes espirituales que

Pablo describe en los últimos dos capítulos de esta segunda división

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de su carta (5 al 8). Si queremos aprender a ser vencedores a través

de Cristo, simplemente debemos aprender estas cuatro leyes

espirituales.

La primera ley es “la ley de Dios” (ver 7:1-6). La ley de Dios

es la Palabra de Dios (Salmos 1:1, 2). La Palabra de Dios es un gran

milagro. La fe viene por oír la Palabra de Dios, y la Palabra de Dios

es una semilla incorruptible que genera vida espiritual en nosotros

(Romanos 10:17; 1 Pedro 1:22, 23).

La ley de Dios hace que aparezca la segunda ley espiritual,

que es “la ley del pecado y la muerte”. Esta segunda ley espiritual es

esa ley absoluta e innegable de que el pecado siempre tiene sus

consecuencias (7:7-25). Según Santiago, la Palabra de Dios es como

un espejo (Santiago 1:23). La función de un espejo es mostrarnos las

imperfecciones de nuestra apariencia para que podamos corregirlas

antes de salir a enfrentar al público. De la misma forma, la Palabra de

Dios nos muestra el pecado en nuestra vida para que podamos vencer

nuestros pecados antes de interactuar con otros. Si bien no es siempre

una experiencia agradable mirarnos al espejo, ¿cuántos de nosotros,

por este motivo, nos deshacemos de todos los espejos que hay en

nuestra casa?

Como ocurre con los cuatro reyes, las primeras dos leyes

espirituales declaran las malas noticias, y la tercera y cuarta leyes

espirituales anuncian las buenas noticias. Pablo llama a su tercera ley

espiritual “la ley del Espíritu de vida en Cristo” (8:1-4). Nos da las

buenas nuevas de que esta ley puede librarnos de “la ley del pecado y

la muerte”.

Así como la ley de la aerodinámica vence la ley de la

gravedad y permite que una gran avión de pasajeros despegue de la

pista y vuele, “la ley del Espíritu de vida en Cristo” es la ley de la

“aerodinámica espiritual” que nos permite levantarnos por sobre “la

ley del pecado y la muerte”.

Dado que esto es cierto, ¿por qué muchos de nosotros

pasamos tanto tiempo espiritualmente como si estuviéramos al

mando de aviones que tienen poderosos motores, pero nunca

despegamos y salimos volando? Aun cuando hemos recibido el

Espíritu Santo, ¿por qué no nos levantamos y vencemos “la ley del

pecado y de la muerte”?

La respuesta a esa pregunta nos introduce a la cuarta ley

espiritual, “la ley de la mentalidad espiritual”. Pablo escribe: “Porque

los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que

son del Espíritu, [piensan] en las cosas del Espíritu. Porque el

ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida

y paz” (8:5, 6). Si no estamos venciendo “la ley del pecado y la

muerte” en nuestra vida, es porque pensamos o nos ocupamos en las

cosas de la carne.

Una de las enseñanzas más profundas de Jesús podría

llamarse también “la ley de la mentalidad espiritual”. Jesús enseñó

que la diferencia entre una vida que está llena de felicidad y una vida

llena de infelicidad es la forma en que vemos las cosas (Mateo 6:22,

23). Los líderes espirituales, los atletas, los diplomáticos y los líderes

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del mundo de los negocios dan una alta prioridad a la importancia de

tener la mentalidad correcta.

Considere en oración estas cuatro leyes espirituales. Luego

pregúntese: ¿Qué mentalidad tengo hoy? “La ley de la mentalidad

espiritual” puede determinar si su vida será regida por “la ley del

Espíritu de vida en Cristo” o “la ley del pecado y la muerte”.

Capítulo 4

Todas las cosas

“¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la

ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables

sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién

fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese

recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas.

A él sea la gloria por los siglos. Amén” (11: 33-36).

Esta es la doxología con la cual Pablo concluye la sección de

enseñanza de este obra maestra teológica. En esta magnífica

doxología, Pablo declara que Dios es la Fuente de todas las cosas, el

Poder detrás de todas las cosas, y que su gloria es el Propósito de

todas las cosas. Usa estas tres palabras, “todas las cosas” juntas

frecuentemente, pero nunca a la ligera (Romanos 8:28, 2 Corintios

9:8). Precisamente ¿a qué cosas se refiere Pablo cuando une estas tres

palabras en esta doxología?

Le he sugerido que usted divida los dieciséis capítulos de esta

carta en cuatro divisiones mientras discierne en oración el argumento

de esta carta. Ahora debo pedirle que se olvide de los capítulos y los

versículos para tratar de entender el inspirado argumento del apóstol

Pablo en esta carta. Los capítulos y los versículos no se agregaron a

la Biblia hasta el siglo XIII. A veces, las divisiones en capítulos nos

pueden distraer de la inspirada lógica de un libro de la Biblia.

Pablo comienza a dirigirse hacia esas tres palabras, “todas las

cosas”, en su doxología, cuando termina de hablarnos de esas cuatro

leyes espirituales (8:13). Luego da una reseña de cómo Dios nos

lleva a la salvación. Lo que quiere mostrarnos es que Dios es el que

inicia el movimiento detrás de todo lo que nos ocurre en el proceso

de ser salvados. Escribe: “Porque a los que antes conoció, también

los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su

Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los

que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos

también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”

(8:29, 30).

Este pasaje, entonces, culmina en una tremenda doxología

propia. El apóstol declara que Dios está en aquellos que lo han

recibido. Está con lo que caminan en obediencia, y está por los que

son llamados de acuerdo con su plan. Cuando Dios está en nosotros,

con nosotros y por nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros, y

qué puede separarnos de su amor? Pablo concluye su octavo capítulo

con una doxología que contesta esas preguntas.

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Lleve estos pensamientos inspirados e inspiradores con usted

al capítulo 9, donde el apóstol amplía una palabra que usó en el

pasaje citado anteriormente. Esa palabra es “predestinó”. La

amplificación de Pablo de este concepto, de lo que se llama también

“elección”, lo convierte en uno de los capítulos más difíciles, pero

más ricos devocionalmente de la Biblia.

Su ilustración de este concepto es un par de mellizos, Esaú y

Jacob, en el vientre de su madre. Antes que ninguno de los niños

hubieran hecho nada bueno ni malo, Dios dice: “El mayor servirá al

menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (9:12,

13). Dios tenía un destino, un plan, para estos mellizos antes que

nacieran.

Uno de mis estudiosos preferidos sugirió que esta enseñanza

debería ser mantenida como un secreto familiar entre los creyentes.

No deberíamos esperar que los que aún no han llegado a la fe y han

recibido al Espíritu Santo entiendan y acepten esta enseñanza. Aun es

difícil para muchos creyentes, porque hace aparecer a Dios como

injusto, especialmente hacia quienes no son “escogidos”.

Frecuentemente, cuando los creyentes descubren por primera

vez esta enseñanza en la Biblia, su reacción inicial es que esto

simplemente no puede ser cierto. La respuesta del apóstol a este

pensamiento es desafiarnos a leer el Antiguo Testamento. Uno de las

poesías más cortas que he escuchado jamás es:

Qué extraño

que Dios

haya elegido

a los judíos.

En un sentido, todo el Antiguo Testamento es una ilustración

de esta enseñanza sobre la elección. Porque, de entre todas las

naciones de la historia antigua, Dios escogió a Israel. Como señalé

antes, sin embargo, estos tres difíciles capítulos (9 al 11) ilustran

también lo contrario a la elección, porque Israel ha escogido –y sigue

escogiendo hoy– no ser escogido.

Dios nos dice, a través de Isaías, que no debemos intentar

entender sus pensamientos y sus caminos. Nos advierte que su forma

de pensar y actuar es tan diferente de la nuestra como los cielos están

distantes de la tierra (Isaías 55:8, 9).

Al presentar esta enseñanza, Pablo nos desafía con algunas

grandes preguntas, como: “Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú,

para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó:

¿Por qué me has hecho así?” (9:20). También ofrece la explicación

de que la elección no es el tema principal. Si somos escogidos para la

salvación, el verdadero tema es que somos salvos por gracia y no por

ningún logro que sea resultado de nuestros propios esfuerzos

personales (v. 11).

La doxología con la que comencé este capítulo y con la que

Pablo concluye la declaración doctrinal de esta obra maestra

teológica es la única forma en que podemos responder a todo lo que

Pablo ha compartido con nosotros, incluyendo su enseñanza sobre la

elección. El apóstol nos recuerda en esta doxología que Dios no

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necesitó de ninguno de nosotros para que seamos su consejero

cuando decidió cómo iba a hacer todo lo que Pablo tenía en mente al

decirnos que Dios es la Fuente, el Poder y el Propósito de todas las

cosas.

Capítulo 5

¿Y entonces?

Ahora lleve la verdad de esta doxología con usted al capítulo

12. “Cuando Pablo usa las palabras ‘así que’, siempre debemos

preguntarnos por qué están ahí las palabras que siguen”. Este sabio

consejo que recibí más de cincuenta años atrás nos ayuda a seguir la

argumentación lógica de este apóstol. Así también comienza

frecuentemente las secciones de aplicación de sus cartas. Al

comenzar a aplicar la verdad que ha compartido con nosotros en esta

carta, su uso de estas palabras busca llevarnos de vuelta al principio

mismo de su argumento (1:17).

“Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia

de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual,

ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No

se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la

renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de

Dios, buena, agradable y perfecta” (12:1, 2, NVI).

Muchos creen que, si se entregan a Dios, la voluntad de Dios

los llevará al peor lugar imaginable. Pero Pablo nos dice que la

voluntad de Dios es buena. De hecho, es perfecta (v. 2). ¿Cómo

podemos conocer la voluntad de Dios para nuestra vida? Pablo

presenta cinco pasos hacia la voluntad de Dios.

Primero, céntrese en Dios. Dado que Dios es la Fuente de

todo, el Poder detrás de todo y el Propósito para todo, simplemente

es razonable hacer de Dios el centro de nuestra vida.

Segundo, comprométase con Dios. Debemos hacer un

compromiso de nuestra voluntad con la voluntad de Dios. Recuerde

ese principio rector que Jesús nos dio, cuando dijo: “El que quiera

hacer la voluntad de Dios, conocerá...” (Juan 7:17). Si Dios sabe que

usted está comprometido con Él y quiere hacer su voluntad, Él le

mostrará la voluntad que tiene para la vida de usted.

Hay un tercer paso donde somos pasivos. Pablo nos dice que

debemos ser convertidos por Dios. “Sean transformados mediante la

renovación de su mente”. Cuando usted nació físicamente, para usted

fue una experiencia pasiva. Esto se aplica también cuando nacemos

de nuevo. Dios juega el papel activo y nosotros, el pasivo, cuando

nuestra mente es transformada (2 Corintios 3:18; 5:17, 18). Cuando

hemos experimentado la “renovación de nuestra mente”, podemos

probar por experiencia que el plan de Dios para nosotros es bueno,

cumple todas sus demandas y nos lleva hacia la madurez espiritual.

Pablo prescribe el cuarto paso cuando escribe: “No se

amolden al mundo actual” (v. 2). En otras palabras, “no sean como

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todos los demás, no dejen que el mundo que los rodea los meta en su

molde”. Si usted lo hace, perderá la voluntad de Dios para su vida. Si

está conformado por Jesucristo, pasará a ser un anticonformista para

el mundo. Sus valores no coincidirán con los valores de las personas

seculares que lo rodean.

Finalmente, el quinto paso es ser confirmado por Cristo.

Según Pablo, una forma de hacerlo es darse cuenta de que el Espíritu

Santo obra a través de su pueblo dándole dones espirituales (vv. 3-8).

Estos dones confirman nuestra vida en Cristo y nos equipan para

nuestros ministerios espirituales. Cuando descubrimos cuáles dones

Dios nos ha dado y los entregamos a Él, y los ejercemos para Él, esos

dones espirituales nos guían a la voluntad de Dios y al propósito de

nuestra salvación en esta vida (Efesios 2:10).

¡Sea verdadero!

Al continuar Pablo su aplicación sumamente práctica, nos

exhorta a relacionar toda la verdad que ha compartido con nosotros

en esta carta con la asamblea local de la cual somos parte. Mi

traducción favorita del Nuevo Testamento usa la palabra “verdadero”

constantemente en la sección de aplicación de esta carta. Primero,

escribe: “Aborrezcan el mal; aférrense al bien” (v. 9, NVI). Está

pidiendo aquí verdadera pureza y santidad entre los creyentes.

Pablo pide también verdadera humildad: “No sean arrogantes,

sino háganse solidarios con los humildes” (v. 16). La humildad es

una virtud espiritual que siempre ocupa un lugar importante en el

programa de los apóstoles. Luego Pablo pide verdadera unidad. La

unidad que Pablo prescribe aquí está basada en el hecho de que

somos todos uno en Cristo, y miembros de su cuerpo.

Cuando Pablo escribe: “Ámense los unos a los otros con amor

fraternal” (v. 10), quiere decir que debemos tener verdadero amor

unos por otros. Cuando él describe el amor que prescribe aquí en la

primera Carta a los Corintios, nos muestra cuál es el verdadero amor

(1 Corintios 13:4-7). Esta es una importante verdad que aparece en la

sección de aplicación en todas las cartas de Pablo.

Después, Pablo pide una verdadera mayordomía. “Ayuden a

los hermanos necesitados” (v. 13). Pablo enumera la hospitalidad

como uno de los dones espirituales. En el idioma original, Pablo

enseña aquí que no solo debemos dedicarnos a la hospitalidad sino

que debemos, literalmente, “perseguir” a las personas con amor. Las

dos cosas en que Pablo nos dice que debemos usar lo que dan los

mayordomos fieles a las iglesias son la extensión del evangelio y las

necesidades de los creyentes.

Pablo entonces pide verdadera actividad. La actividad no es,

nunca, sustituta de la productividad. Pablo escribe: “Nunca dejen de

ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor con el fervor que da el

Espíritu” (v. 11). Pablo, en realidad, nos está desafiando a tener

algunas verdaderas prioridades. Al estar involucrados en demasiadas

cosas, cualquiera de nosotros puede caer en el error de ser controlado

por lo que ha sido descrito como “la tiranía de lo urgente”. No

dedicamos el tiempo para centrar nuestras prioridades en oración.

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El apóstol Pablo era un hombre que conocía sus prioridades.

Podía escribir: “Una cosa hago” (Filipenses 3:13). Observe que las

personas piadosas de las que leemos en la Biblia, como Pablo, tienen

la disciplina espiritual de centrarse en sus prioridades. David

escribió: “Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo”

(Salmos 27:4). La única cosa que David y Pablo mantenían en el

centro era su relación con Dios, y probar su voluntad para ellos en su

experiencia diaria. En la Biblia, no hay mayor ejemplo de

concentrarse en las prioridades que la aplicación de las prioridades

que hizo Jesucristo.

Pablo sigue exhortando a los que creen en la maravillosa

verdad del evangelio que ha compartido con nosotros a tener una

verdadera motivación, testimonio, oración y fe (vv. 14-21). De

nuevo, observe el énfasis en la aplicación cotidiana y de la vida

verdadera del evangelio a nuestra vida en los capítulos de aplicación

de esta obra maestra teológica, “la Carta de Pablo a los Romanos”.

Los creyentes como ciudadanos

En el capítulo 13, Pablo nos muestra cómo aplicar el

evangelio de justificación por fe como ciudadanos. Si bien, como

aprendimos en el Libro de Hechos, hay un momento para que el

creyente practique la desobediencia civil cuando las órdenes del

gobierno civil están en conflicto directo con las enseñanzas y los

mandamientos de Dios. En este capítulo, Pablo escribe tres veces que

el funcionario del gobierno que hace cumplir la ley es “servidor de

Dios” (13:4, 6). Como tal, es la expresión presente de la ira de Dios

(v. 4).

Pablo no está hablando de funcionarios nacidos de nuevo que

hacen cumplir la ley, sino de soldados romanos. La idea del texto es

que el servidor de Dios está “colocado estratégicamente”. Los

servidores del evangelio están colocados estratégicamente para

predicar la ley de Dios. Los servidores del gobierno que mantienen la

paz están colocados para hacer cumplir la ley de Dios. Pablo escribe,

básicamente: “Si quieren llevarse bien con ellos, obedezcan la ley.

Pero si están robando, o cometiendo asesinatos, y ellos usan la

espada contra ustedes, al hacerlo son ministros de Dios”.

Dado que el concepto de que debe haber ley y orden

encuentra su origen en Dios, la fuente última de autoridad del

funcionario que aplica esa ley es Dios. Sin embargo, cuando un

gobierno es corrupto y decadente, y sus leyes son contrarias a la ley

de Dios, hay un momento y un lugar para la desobediencia civil

(Hechos 5:29).

Disputas entre discípulos

En el capítulo 14, Pablo dirige su aplicación práctica a los

desacuerdos entre los discípulos en Roma. Pablo aún no había

visitado a los discípulos en Roma, pero, como todos los caminos

llevaban a Roma cuando escribió esta carta, conocía a muchos

creyentes que habían estado allí o viajarían finalmente a Roma. Sabía

que había disputas entre los discípulos de esa ciudad.

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Fascículo No. 12: Hechos y Romanos

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El primer “concilio eclesiástico” fue convocado para resolver

este tema: Los discípulos gentiles de Jesús no querían vivir como

judíos ortodoxos, mientras que los discípulos judíos nacidos de

nuevo querían seguir viviendo como judíos ortodoxos, mientras

ambos seguían al Mesías judío (Hechos 15). La resolución de ese

concilio fue que no se requeriría a los discípulos gentiles que fueran

judíos, y a los discípulos judíos se les permitiría mantener sus hábitos

judíos, mientras ambos seguían a Cristo. Si bien este tema fue

resuelto oficialmente, mientras estos discípulos judíos y gentiles

intentaban ser uno en Cristo, siguieron teniendo serias diferencias,

especialmente con relación a lo que comían y la celebración de los

días sagrados judíos.

Algunos de los creyentes judíos siguieron celebrando el día

de reposo el sábado, como el día que fue separado por Dios para la

adoración, el descanso y la renovación. Para celebrar la resurrección

de Jesús, los apóstoles, que eran todos judíos, cambiaron su día de

adoración, del séptimo día, al primer día de la semana. Los gentiles

nacidos de nuevo no veían ninguna razón para separar el séptimo día

para la adoración.

Pablo dijo a los creyentes romanos que resolvieran sus

disputas de acuerdo con esta base: “Uno hace diferencia entre día y

día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente

convencido en su propia mente” (14:5). Quiere decir que, además de

la polémica del día de reposo, algunos creyentes consideraban que el

primer día de la semana era “el día del Señor”. Otros creyentes

consideraban que todos los días de la semana eran el día del Señor.

¿Qué quiere decir, exactamente, la expresión “plenamente

convencido” al tratar con estas disputas? Primero, Pablo escribe que

debemos estar plenamente convencidos en base a la conciencia.

Alguien ha dicho: “La conciencia es una pequeña y callada voz que

nos hace sentir aún más pequeños”. Generalmente, la conciencia es

una respuesta condicionada como producto de años de entrenamiento

de nuestros padres y otros.

Es importante notar que Pablo no prescribe a la conciencia

como una guía segura y totalmente confiable. Pero nos aconseja

escuchar a nuestra conciencia cuando nos dice que algo que estamos

haciendo está mal. Afirma la resolución del primer concilio

eclesiástico, de que los creyentes judíos tienen el derecho y la

responsabilidad de respetar las comidas y los días sagrados de su

tradición religiosa, y que no se debe forzar a los discípulos gentiles a

convertirse en judíos en estas cuestiones.

Pablo da un paso más cuando escribe que deberíamos estar

plenamente convencidos en nuestra mente basados en nuestra propia

convicción (v. 6). La convicción no es una cuestión de lo que

nuestros padres nos enseñaron. Es el resultado de la obra del Espíritu

Santo en nuestra vida. El Espíritu Santo no trata con todos los

creyentes exactamente de la misma forma.

Pablo sigue diciendo que debemos resolver estas cuestiones

en base a la consideración por el hermano que discrepa de nosotros

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Fascículo No. 12: Hechos y Romanos

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(vv. 10-23). Aun cuando nuestro hermano no tenga razón, si él cree,

por conciencia y convicción, que algo está mal, tenemos una

responsabilidad para con él.

Pablo explica este principio con mayor profundidad a los

corintios (1 Corintios 8 al 10). Escribe a los romanos y a los corintios

que la cuestión aquí no es lo que está bien o lo que está mal, sino

cuánto amamos a nuestro hermano. No debemos hacer que nuestro

hermano tropiece. Debemos hacer todo lo posible para edificar o

levantar a nuestro hermano. En última instancia, Pablo prescribe que

resolvemos estas disputas en base a ese amor que describe en su

capítulo sobre el amor (1 Corintios 13).

El corazón misionero de Pablo

Llegamos a conocer realmente al apóstol Pablo en el capítulo

15. El mundo estaba en el corazón de este apóstol. En el Libro de

Hechos vimos a Pablo con una obsesión por llegar a Roma. Ahora,

sin embargo, Pablo escribe a los romanos: “Cuando vaya a España,

iré a vosotros; porque espero veros al pasar, y ser encaminado allá

por vosotros, una vez que haya gozado con vosotros” (v. 24). Su

visión se extiende ahora más allá de Roma. ¡Tiene una obsesión por

viajar a Roma porque depende de los creyentes romanos para que le

den una base de apoyo para que pueda predicar el evangelio en

España!

La aplicación personal

No podemos evitar vernos desafiados al ver al apóstol Pablo

aplicar a todo el mundo el evangelio que ha explicado tan

completamente en esta carta. Al terminar nuestra estudio de la

magnífica Carta de Pablo a los Romanos, el desafío obvio, para usted

y para mí, es que primero apliquemos la verdad de esta carta

personalmente. ¿Tenemos paz con Dios a través de nuestra fe

personal en los Jesucristo hizo por nosotros en la cruz? ¿Hemos

encontrado, personalmente, que el poder acceder a la fe por gracia

nos permite tomar partido por Cristo en nuestro mundo y vivir como

una persona que ha sido declarada justa por Dios, con una vida que

glorifica a Dios? ¿Estamos reinando en vida por fe en nuestro rey

Jesús? ¿Estamos considerando “la ley del Espíritu de vida en Cristo”,

que nos libera de “la ley del pecado y la muerte”?

Entonces debemos aplicar la verdad de esta carta a los

hermanos y hermanas de nuestra iglesia local, a nuestro carácter de

ciudadanos y a nuestra relación con nuestro gobierno. Finalmente,

como este amado apóstol, debemos aplicar la profunda verdad de

esta obra maestra teológica a las personas de nuestro mundo hoy que

nunca han oído siquiera acerca de este glorioso evangelio. Como

Pablo, somos deudores a todos los que nos rodean, y siempre

debemos estar listos para predicar y compartir las Buenas Nuevas de

Cristo sin vergüenza, “porque es poder de Dios para salvación a todo

aquel que cree” (Romanos 1:16).