Suplemento #5 REVISTA LA MANDRÁGORA AÑO 5

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Mayo, 2005 #5 Pág. 1 I. E. S. León Felipe – Benavente EN TORNO AL CENTENARIO por Salustiano Fernández y V (Lectura-s de hoy -continuación-) Íbamos hablando sobre la originalidad que Cervantes consigue con el Quijote y que él mismo subraya cuan- do se refiere al libro como ‘esta nueva y jamás vista historia’. Juan Valera, en el inacabado Discurso ante la Real Academia con motivo del tercer Centenario, cifró la originalidad del estilo cervantino en su vigor poético: La fuerza mágica del estilo de Cervantes… se muestra en el hacer surgir la poesía de la mí- nima realidad desnuda y pobre. Y es verdad que Cervantes muestra en su obra una permanente inclinación poética. Pero la poesía no es lo mejor suyo, ni lo más original. Su naturalidad poética es heredada. Está en los orígenes de la lengua española. Por su parte, Américo Castro re- marca que lo novedoso de Cervantes se halla en un constante «despe- ñarse el ideal por la vertiente de lo cómico», es decir, en la rúbrica permanente que lo grotesco pone a los pies del héroe. Pero en este aspecto Cervantes no iría más allá de la atracción que el humanismo renacentista siente por lo jocoso y risible: Los trescientos cuentos de Franco Sacchetti, Las Facecias de Poggio, Gargantúa y Pantagruel de Rabelais, Elogio de la locura de Erasmo o el Lazarillo de Tormes, son ejemplos de obras del Renaci- miento en las que los más triviales asuntos humanos, y también los más serios, podían tratarse con una refinada sonrisa, una risa franca o una burla descarada. Las chispas de ese humor iluminan la profundidad meditativa en que se hallaba y movía el espíritu renacentista. Ahora bien, la originalidad de Cervantes y del Quijote que tal vez a nosotros más nos interesa no es tanto su estilo alejado del retorcimiento retórico y avecindado al naturalismo poético, ni su insolencia cínica capaz de desenmascarar lo falso de la sociedad haciéndose el loco o haciendo hablar a un loco para evitar ser sospe- chosa. Lo verdaderamente actual, a mi parecer, es el repliegue del texto sobre sí mismo, la densa trama de autorreferencias que hay en el propio Quijote: un libro que habla de sí y donde los personajes se refieren a su autor y a lo que el mundo real dice de ellos, en una especie de metaliteratura. Es literatura sobre la litera- tura. Es la literatura más actual e inteligente. La que encontramos en las mejores y más recientes novelas de ahora en lengua española: Enrique Vila-Matas, El mal de Montano y Roberto Bolaño, 2666; o en otras lenguas: Paul Auster, La noche del oráculo. Es lo que en pintura hará Velázquez medio siglo después con Las Meninas: pintar el pintar, e integrar dentro del cuadro una simultaneidad de perspectivas que atrapa e incluye en la ficción pictórica al propio espectador y al autor de la obra. Don Quijote está enfermo/loco de literatura. Pero tam- bién los personajes del ama, la sobrina, el cura y el barbero hablan de los libros que hay en la biblioteca del hidalgo como si poseyeran un poder superior al de su mera exis- tencia de papel, por tanto se com- portan con los libros de un modo muy semejante al mismo Quijote. Los libros, en sus manos, son entes vivos, con una realidad indudable. Llegan a citar uno –La Galatea– del mismo Cervantes, de quien el bar- bero dice ser amigo y más versado en desdichas que en versos. ¡Los personajes nos hablan de su autor! Ya en el capítulo 2 de la Primera parte el ingenioso hidalgo se refiere al escritor de su historia invirtien- do los papeles: él, Quijote, piensa que quien en el futuro relate sus hazañas será un sabio que «¿Quién duda… contará esta mi primera sali- da desta manera?: Apenas habrá el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra…»; es decir, el hidalgo se pone a imaginar al escritor de su historia y le ruega que no se olvide del “buen Rocinante”; es, podríamos decir, un ‘personaje en busca de autor’. Américo Castro, en un artículo publicado en La Nación de Buenos Aires, titulado Cer- vantes y Pirandello, señaló que la obra maestra del escritor español es un claro antecedente de la técnica pirandelliana. El personaje de la ficción imagina a su autor y le habla, por lo que éste, el autor real, entra en la obra convertido en la ficción de una ficción. En la Segunda parte abundan los momentos en que la obra se convierte en objeto de referencia para sí mis- ma: así, por ejemplo, cuando en casa de don Quijote el

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Revista del IES León Felipe de Benavente (Zamora) Suplemento nº 5 dedicado al Cuarto Centenario del Quijote

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Mayo, 2005 #5

Pág. 1 I. E. S. León Felipe – Benavente

EN TORNO AL CENTENARIOpor Salustiano Fernández

y V(Lectura-s de hoy -continuación-)

Íbamos hablando sobre la originalidad que Cervantes consigue con el Quijote y que él mismo subraya cuan-do se refiere al libro como ‘esta nueva y jamás vista historia’.

Juan Valera, en el inacabado Discurso ante la Real Academia con motivo del tercer Centenario, cifró la originalidad del estilo cervantino en su vigor poético:

La fuerza mágica del estilo de Cervantes… se muestra en el hacer surgir la poesía de la mí-nima realidad desnuda y pobre.

Y es verdad que Cervantes muestra en su obra una permanente inclinación poética. Pero la poesía no es lo mejor suyo, ni lo más original. Su naturalidad poética es heredada. Está en los orígenes de la lengua española.

Por su parte, Américo Castro re-marca que lo novedoso de Cervantes se halla en un constante «despe-ñarse el ideal por la vertiente de lo cómico», es decir, en la rúbrica permanente que lo grotesco pone a los pies del héroe. Pero en este aspecto Cervantes no iría más allá de la atracción que el humanismo renacentista siente por lo jocoso y risible: Los trescientos cuentos de Franco Sacchetti, Las Facecias de Poggio, Gargantúa y Pantagruel de Rabelais, Elogio de la locura de Erasmo o el Lazarillo de Tormes, son ejemplos de obras del Renaci-miento en las que los más triviales asuntos humanos, y también los más serios, podían tratarse con una refinada sonrisa, una risa franca o una burla descarada. Las chispas de ese humor iluminan la profundidad meditativa en que se hallaba y movía el espíritu renacentista.

Ahora bien, la originalidad de Cervantes y del Quijote que tal vez a nosotros más nos interesa no es tanto su estilo alejado del retorcimiento retórico y avecindado al naturalismo poético, ni su insolencia cínica capaz de desenmascarar lo falso de la sociedad haciéndose el loco o haciendo hablar a un loco para evitar ser sospe-chosa. Lo verdaderamente actual, a mi parecer, es el

repliegue del texto sobre sí mismo, la densa trama de autorreferencias que hay en el propio Quijote: un libro que habla de sí y donde los personajes se refieren a su autor y a lo que el mundo real dice de ellos, en una especie de metaliteratura. Es literatura sobre la litera-tura. Es la literatura más actual e inteligente. La que encontramos en las mejores y más recientes novelas de ahora en lengua española: Enrique Vila-Matas, El mal de Montano y Roberto Bolaño, 2666; o en otras lenguas: Paul Auster, La noche del oráculo. Es lo que en pintura hará Velázquez medio siglo después con Las Meninas: pintar el pintar, e integrar dentro del cuadro una simultaneidad de perspectivas que atrapa e incluye en la ficción pictórica al propio espectador y al autor de la obra.

Don Quijote está enfermo/loco de literatura. Pero tam-bién los personajes del ama, la sobrina, el cura y el barbero hablan de los libros que hay en la biblioteca

del hidalgo como si poseyeran un poder superior al de su mera exis-tencia de papel, por tanto se com-portan con los libros de un modo muy semejante al mismo Quijote. Los libros, en sus manos, son entes vivos, con una realidad indudable. Llegan a citar uno –La Galatea– del mismo Cervantes, de quien el bar-bero dice ser amigo y más versado en desdichas que en versos. ¡Los personajes nos hablan de su autor! Ya en el capítulo 2 de la Primera parte el ingenioso hidalgo se refiere al escritor de su historia invirtien-do los papeles: él, Quijote, piensa que quien en el futuro relate sus hazañas será un sabio que «¿Quién duda… contará esta mi primera sali-da desta manera?: Apenas habrá el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra…»; es decir, el hidalgo se pone a imaginar

al escritor de su historia y le ruega que no se olvide del “buen Rocinante”; es, podríamos decir, un ‘personaje en busca de autor’. Américo Castro, en un artículo publicado en La Nación de Buenos Aires, titulado Cer-vantes y Pirandello, señaló que la obra maestra del escritor español es un claro antecedente de la técnica pirandelliana. El personaje de la ficción imagina a su autor y le habla, por lo que éste, el autor real, entra en la obra convertido en la ficción de una ficción.

En la Segunda parte abundan los momentos en que la obra se convierte en objeto de referencia para sí mis-ma: así, por ejemplo, cuando en casa de don Quijote el

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La Mandrágora del «León Felipe» -- Suplemento IV Centenario del Quijote #5 Mayo ~ 2005bachiller le va contando al hidalgo lo que anda escrito de sus aventuras, o cuando hospedado en una venta cercana a Zaragoza y a punto de cenar oye don Quijo-te decir en el aposento paredaño al suyo que quienes allí se hallan y para entretener la espera de la cena van a ponerse a leer la segunda parte de Don Quijote de la Mancha, y «con oído alerto escuchó lo que de él trataban». El texto adquiere espesor, niveles de sig-nificación, repliegues inesperados, sorprendentes e… inquietantes. Jorge Luis Borges, cuya obra es toda ella literatura de la literatura, ha explicado por qué nos inquieta que don Quijote sea lector del Quijote: «Si los caracteres de una ficción pueden ser lectores o espectadores, nosotros, sus lectores o espectadores, podemos ser ficticios». En efecto, la imagen que se re-fleja multiplicada en espejos enfrentados desasosiega por su infinitud mareante. El libro nos obliga a fijarnos en su propia textura; nos damos cuenta que no sólo es una historia ingeniosa, llena de humor, con perso-najes estrafalarios y aventuras mil y una (esta es la lectura más inmediata y superficial que se puede ha-cer de él), sino que nos descubre –y aquí está la gran originalidad– al propio texto convertido en personaje de sí mismo. Como escribe Rabelais en el ‘Prólogo’ a Gargantúa y Pantagruel: «Os conviene ser mesurados para gustar, sentir y estimar estos bellos libros, gra-ciosos por fuera, ligeros en la persecución y osados en el encuentro; luego, leyendo con curio-sidad y meditando f recuentemente , quebrad el hueso y chupad la sustancio-sa médula… con la esperanza cierta de llegar a ser esfor-zados y prudentes bajo el influjo de la lectura, porque en ésta hallaréis otro sabor y una doctrina mas honda». Es «quebrando el hueso y chupando la sustanciosa médula» que el texto adquiere ‘otro sabor’ ofrecién-donos «una doctrina más honda», porque su sentido gusta de ocultarse o se multiplica, según miremos. Para la Cábala, la doctrina mística judía que alcanza su mayor desarrollo en España en el siglo XIII con El Libro del Esplendor, del rabino Moisés de León, los textos no cuentan sólo hechos sino que en sí mismos remiten a la imagen de ‘Dios escondido’. La palabra es-crita tiene sentidos ocultos y niveles de significación, y su materialidad es observada como un fragmento vivo de la Creación. (El ya citado libro de Hermenegildo Fuentes encara una sugestiva y sostenida lectura del Quijote, viendo en él variados elementos de origen cabalístico.) Visto así, el Quijote no es sólo una burla de los libros de caballería. Es, entre otras cosas, un libro cuyo texto se espesa hasta convertir en persona-jes suyos a la persona de su autor, a sus lectores y a sí mismo. Invierte mundos. Los crea. Abre huecos de libertad creadora en la oprimente y marmórea realidad cotidiana. El texto ya no es un medio, sino fin. Da un paso adelante mostrándose a sí mismo como digno de ser tenido en cuenta, con independencia de la historia que es obligado a soportar. Esta es su actual origina-lidad. El protagonismo de un texto que no está al ser-vicio de la comunicación, sino orientado en sí mismo a mostrar el hecho de la creación.

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•••Para terminar, expongo de manera breve una hipótesis.

Cuando se puso de moda la indagación de las características propias de cada cultura, Américo Castro vino a concebir que en la base de la cultura española se mezcla un sueño con una tragedia. El sueño sería la convivencia armónica de las tres culturas, la musulmana, la judía y la cristiana, en un país construido sobre el pluralismo cultural. La tragedia es que el sueño acabó mal. Los judíos fueron expulsados en 1492 y los últimos musulmanes a principios del siglo XVII. La hi-pótesis que quiero formular al hilo del ‘sueño español’ que describe Américo Castro es que el Quijote está escrito desde ese sueño trá-gico. Que su autoría es esencialmente multicultural y su final, como sabemos, trágico. Veamos.

En el primer capítulo se nos habla de los «autores desta tan verdadera historia». ¿Quiénes son esos “autores” de los que aún no sabemos nada?:

UNO, el morisco Cide Hamete Benengeli (o “Berenjena”, como dice con gracia Sancho), del que oímos hablar por primera vez en el capí-tulo 9, cuando quien ha estado relatando los primeros ocho capítulos, va y dice en el octavo que no puede seguir porque «no halló más escrito destas hazañas de don Quijote», y comienza el noveno así: «Estando yo un día en Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos…» escritos en caracteres arábigos, y pidiéndole a un intérprete que casualmente allí había se los “volviese” al castellano se halló con que principiaban así: Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo, pudiendo continuar de ese modo el relato. Asimismo, en en el capítulo 39 de la Segunda parte leemos «todos los que gustan de semejantes historias como ésta deben de mostrarse agradecidos a Cide Hamete, su autor primero».

DOS, ese otro autor que, como acabo de decir, nos cuenta en el ca-pítulo noveno que no halló más escrito de la historia de don Quijote,

lo cual le causó «mucha pesadumbre», pero que le parecía cosa imposible que tan curiosa historia estu-viese entregada a las leyes del olvido; el mismo autor que poco más adelante en ese mismo capítulo nos dice que un día estaba en Alcaná de Toledo cuando «llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sede-ro; y como yo soy aficio-

nado a leer aunque sean los papeles rotos de las calles…». ¿Y quién, si no un conocedor de la Cábala, tal vez judío él mismo o educado en el judaísmo, puede tener esa afición por la lectura e interpretación de textos escritos, y más aún si son textos escritos en ‘papeles viejos y rotos’?, es decir, Miguel de Cervantes.

Y TRES, el propio don Quijote, autor de los hechos «desta verdadera historia», que la llena con diálogos en primera persona, hablando in-cluso de su creador, Benengeli/Cervantes, como cuando dice que «no ha sido sabio el autor de mi historia, sino algún ignorante hablador». El caballero cristiano ‘don Quijote’ es el tercer autor del libro, que llega a ‘escribir’ sobre los otros autores, a referirse a ellos, convirtiéndolos así de algún modo en una ficción suya.

Benengeli, el musulmán, aporta a la novela la superficie de una trama de tapiz oriental, enlazando hilos de aventuras diversas en un sólo bastidor al estilo de ‘Las mil y una noches’. Cervantes, el judío, aporta significados recónditos a las palabras y a las historias; palabras e historias que son fragmentos de luz en el Universo material creado, único rastro de trascendencia que nos permitiría mediante una pa-ciente interpretación completar la imagen del espíritu creador. Y don Quijote, el caballero cristiano, aporta al libro los valores evangélicos, cuyo peregrinar está orientado por el amor más puro y por su deseo de vivir haciendo bien en el mundo; ningún caballero andante murió, se nos dice en el último capítulo, «tan cristiano como don Quijote».

El final del libro ya lo sabemos: es muy triste.

En fin, un musulmán, un judío y un cristiano son los «autores desta tan verdadera historia», de la obra literaria más genial e ingeniosa que ha dado este ‘suelo inhóspito’. En sus páginas conviven pacífica-mente tres culturas. El sueño de España. Y la tragedia.

¿Es el Quijote la obra de un genio inconsciente que escribe ‘saliere lo que saliere’? Creo que no. Muy al contrario, arrimándome al dictamen del amigo Melqui, digo que “Cervantes sabía mucho”.

FIN:::

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EL QUIJOTE de NICOLÁS (es continuación del #4)

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Y así continuaron las mil aventuras del gran don Quijote de la Mancha en busca de su muy amada Dulcinea del Toboso.- FIN

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Carmen Rubio (1ºA-Bach)

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LA RELIGIOSIDADEN

EL QUIJOTEpor Melquisedec Coca

Las inquietudes renacentistas de su tiempo son arti-culadas por Cervantes en el catolicismo, entendido y sentido con evidente autenticidad. Muy lejos de Ma-quiavelo, para quien el cristianismo había enervado el mundo, Cervantes veía en la religión católica el nervio y origen de nuestra civilización. La verdadera valentía tenía su manantial en la religión. Viendo Don Quijote la imagen de San Jorge puesto a caballo, dijo:

«-Este caballero fue uno de los mejores andantes que tuvo la milicia divina, llamose San Jorge, y fue además defensor de doncellas”.

Veamos esta otra:»Descubrióla el hombre, y pareció ser la de San Mar-tín, puesto a caballo, que partía la capa con el pobre; y apenas la hubo visto don Quijote, cuando dijo: -Este caballero también fue de los aventureros cristianos, y creo que fue más liberal que valiente, como lo puedes echar de ver, Sancho, en que está partiendo la capa con el pobre y le da la mitad, y sin duda debía ser entonces invierno; que si no él se la diera toda, según era de caritativo. »-No debió de ser eso -dijo Sancho-, sino que se debió de atener al refrán que dice: ‘Que para dar y tener, seso es menester’.

»Riose Don Quijote y pidió que quitasen otro lienzo debajo del cual se descubrió la imagen del Patrón de las Españas a caballo, la espada ensangrentada, atro-pellando moros y pisando cabezas; y, en viéndola, dijo Don Quijote:»-Este sí que es caballero, y de las escuadras de Cris-to: este se llama don Santiago Matamoros, uno de los más valientes santos y caballeros que tuvo el mundo y tiene ahora el cielo. »Luego descubrieron otro lienzo, y pareció que encu-bría la caída de San Pablo del caballo abajo, con todas las circunstancias que en retablo de su conversión suelen pintarse. Cuando le vido tan tal vivo, que dije-ran que Cristo le hablaba y Pablo respondía: »-Este -dijo Don Quijote- fue el mayor enemigo que tuvo la Iglesia de Dios Nuestro Señor en su tiempo, y el mayor defensor suyo que tendrá jamás; caballero andante por la vida, y santo a pie quedó por la muer-te, trabajador incansable en la vida del Señor, doctor de las gentes, a quien sirvieron de escuelas los cielos y de catedrático y maestro que le enseñase el mismo Jesucristo»44.

¿Queréis ver cómo humilla Cervantes, por boca de Sancho, la soberbia aristócrata de los grandes y po-derosos?Hablábale Don Quijote a su escudero del deseo de gloria, de la ambición del amor a la patria, como mó-viles de las grandes acciones, cuando de improviso le interrumpe Sancho: «-Y dígame ahora: ¿cuál es más, resucitar a un muer-to, o matar a un gigante? »-La respuesta está en la mano -respondió Don Quijo-

te-: más es resucitar a un muerto. »-Cogido le tengo -dijo Sancho-. Luego la fama del que resucita muertos, da vista a los ciegos, endereza los cojos y da salud a los enfermos, y delante de sus se-pulturas arden lámparas y están llenas sus capillas de gentes devotas que de rodillas adorando sus reliquias, mejor fama será, para este y para el otro siglo, que las que dejaron y dejaren cuantos emperadores gentiles y caballeros andantes han habido en el mundo. »-También confieso esa verdad -respondió Don Qui-jote... »-Quiero decir -dijo Sancho- que nos demos a ser san-tos, y alcanzaremos más brevemente la buena fama que pretendemos; y advierta, señor, que ayer o antes de ayer -que, según ha poco, se puede decir de esta manera- canonizaron o beatificaron dos frailecitos descalzos, cuyas cadenas de hierro con que ceñían y atormentaban sus cuerpos se tiene en gran ventura el besarlas y tocarlas, y están en más veneración que está, según dije, la espada de Roldán en la armería del Rey nuestro señor, que Dios guarde. Así que, se-ñor mío, más vale ser humilde frailecito, de cualquier Orden que sea, que valiente y andante caballero; más alcanzan con Dios dos docenas de disciplinas que dos mil lanzadas, ora las den a gigantes, ora a vestiglos o a endriagos. »-Todo eso es así -respondió Don Quijote-; pero no todos podemos ser frailes, y muchos son los caminos por donde lleva Dios a los suyos al cielo: religión es la caballería; caballeros santos hay en la gloria. »-Sí -respondió Sancho-, pero yo he oído decir que hay más frailes en el cielo que caballeros andantes»45.

Queda aquí establecida, con perfecta nitidez, una je-rarquía de valores. Cervantes pone en la cúspide el valor religioso. En un comentario anterior he apuntado el providencialismo de Don Quijote, su comprensión y práctica -a la manera cristiana- de la doctrina del sacrificio. No tiene apoyo en el texto, ni en el con-texto, la gratuita afirmación de Manuel Azaña: «El último aprendizaje de un espíritu superior vendría a ser, según la fuerte expresión de Goethe, enseñarse a desesperar. Desesperanza de este género, que no desesperación, es la de Cervantes, sin funebridad, re-belión ni frenesí románticos, nimbada por las suaves luces del otoño sereno»46. Don Quijote tiene una gran esperanza. Y es precisamente la esperanza de vivir y de realizar el bien y la justicia sobre la tierra -aven-tura en curso- la que funda su vida. Nunca llega a la desesperación: anticipación anti-natural del fracaso. Cuando Don Quijote se desvanece -porque no llega a morir- en el cerebro de Alonso Quijano, asciende -con toda su permanencia ideal- a los senos eternos del arte. Quien se muere -¡y muy cristianamente por cier-to!- es la realidad primaria de Don Quijote (su materia prima, si me vale la expresión): Alonso Quijano.

Nunca una obra literaria ha sintetizado mejor el espí-ritu de un pueblo -realista, sano, luchador, religioso, entusiasta de todo lo bello y grande-. Cervantes, con su ente de ficción, está profundamente enraizado en su tierra, en su mundo propio. Por eso destila esa ter-nura y esa comprensión. Acaso su arrolladora simpatía y la universal adhesión que goza se deba a ese calor que busca siempre en los corazones simpáticos de sus prójimos, lejos de cuyo contacto se entristece. Toda la malicia de los hombres resulta impotente para pri-

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varle de ese caudal de buen humor, de esa risa genial. Conoce su destino y el de su pueblo. Acepta su mala suerte -que en un último sentido es buena- y le da forma universal. «He aquí mi cruz», parece decirnos; la vida es buena hasta por eso, porque nos permite llevar una cruz. «Porque Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que nunca mintió, ni pudo ni puede mentir, siendo legislador nuestro, dijo que su yugo era suave y su carga liviana; y así, no nos había de mandar cosa

que fuese imposible el cumplirla». (Parte II, Cap. XX-VII.) ¡Cristianismo auténtico! Pero cristianismo que no le impide afanarse en pos de la honra y de la inmorta-lidad. Porque tenemos derecho a dejar, sin narcisismo de ninguna especie, nuestra huella en la tierra. Vivi-mos para algo más que para dar con nuestros huesos en una tumba.

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CITAS DEL QUIJOTE CORRESPONDENCIA BÍBLICA

A pecado nuevo, penitencia nueva I, XXX Mt. 9,17: Nadie echa vino nuevo en odres viejos.

A perros viejos no hay tus tus II, LXIX Mt. 9,17

A quien cuece y amasa, no le hurtes hogaza II, XXXIII Dt. 25,4: No pondrás bozal al buey que trilla.

A quien se humilla, Dios le ensalza I, IX

Lc.14,11: Porque a todo el que se encumbra lo abajarán y al que se abaja lo encumbrarán.

Aquí morirá Sansón y cuantos con él son II, LXXI Jue.16,30: “ Y gritó: muera yo con los filisteos”.

Cuando la cabeza duele, todos los miembros duelen II, II 1ª Cor.12,26: Cuando un órgano sufre todos sufren con él.

De la abundancia del corazón habla la lengua II, XII Mt. 12,34: De la abundancia del corazón habla la lengua.

De noche todos los gatos son pardos II, XXXIII Jn.3,20: Todo el que practica lo malo detesta la luz y no se acerca a luz para que no se descubran sus acciones.

Desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano I, XXV y II, VIII, LIII, LV, LVII

Job.1,21: Desnudo salí del vientre de mi madre, desnudo allá retornaré.

Detrás de la cruz está el diablo II, XXXIII, XLVII Mt. 26,47-50

Dios sufre a los malos, pero no para siempre II, XIX Ex. 34,7: Dios castiga el pecado de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación.

El abad, de lo que canta yanta II, LX, LXXI Lc. 10,7: Quedaos en esa casa que el obrero merece su salario.

El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija I, Prólogo Lc. 6,44: Cada árbol se conoce por su fruto.

El que ve la mota en el ojo ajeno, vea la viga en el suyo II, XLIII

Mt. 7,3: Hipócrita, sácate primero la viga de tu ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.

Haz lo que tu amo te manda y siéntate con él a la mesa II, XXIX

Lc. 12,36: Os aseguro que el amo se pondrá el delantal, los hará recostarse y les servirá uno a uno.

La codicia rompe el saco I, XX y II, XIII, XXXVI Mt. 6, 19ss: Dejaos de amontonar riquezas en la tierra, donde la polilla y la carcoma las echa a perder.

No es la miel para la boca del asno I, LI y II, XXVIII Mt. 7,6: No deis lo sagrado a los perros ni echéis vuestras perlas a los cerdos.

Pagar justos por pecadores I, VII y II, LVII Jer. 31,29: Los padres comieron el agraz y los hijos sufren la dentera.

Podría ser que salieran algún día en la colada las manchas que se hicieron en la venta - I, XXII

Lc. 8,17: Pues nada hay oculto que no quede manifiesto y nada secreto que no llegue a ser conocido.

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RECORRIDO POR AQUELLOS PASAJES DEL QUIJOTE QUE, AMÉN DE SER LEÍDOS, COM-PRENDIDOS Y ASIMILADOS, TAMBIÉN PU-

DIERON SER PALADEADOS (y II)

por Fernando Muñiz

ALBONDIGAS:

Se hacen de diversas carnes. Parecidas a las actuales. Se vendían en las calles, en puestos callejeros.

Se llegó ha abusar tanto de su composición que las autoridades tuvieron que dictar disposiciones señalando los componentes básicos de las carnes. (PII.c52)

ALGARROBAS:

Vaina del algarrobo. Árbol grande y verde de la familia de las papilionáceas, cuyo fruto es la algarroba.De ordinario era comida de los animales, pero una vez secas, se comían de forma habitual.

Cabe recordar que en el Madrid de los años de posguerra se vendían en puestos callejeros, se compraban en unidades y tenían una textura harinada y sabor dulce. (PII.c13)

ALFEÑIQUE:

Pasta dulce, azucarada y molida. Se le consideraba un manjar muy delicado en el s.XVI. (PII.c43)

BADULAQUES:

Guiso de carne cortada en forma de dados y cocinada con verduras diversas

Parecido a nuestra menestra. (PIIc32)

BIZCOCHO:

Era una galleta de pan negro, seco, molido y vuelto a cocer. Se comía a falta de pan. Nada que ver con los bizcochos de repostería. (PIc22)

CAÑAHEJA:

En un principio hace referencia a una vara alta; pero también se llamaba así una vara compuesta de cogollos de verduras comestibles. (PIIc54)

CANUTILLOS DE SUPLICACIONES:

Eran unos dulces de barquillo de oblea en forma de finos tubos. Se servian de postre. Son los actuales barquillos. (PIIc47)

FAISANAS:

Se sirven en la cena del gobernador, como un plato extraordinario. Se cita la procedencia de origen “faisanas de Roma”. (PIIc47)

FRANCOLINES:

Ave parecida a la perdiz. Las citan como procedentes de Milán. (PIIc47)

FRICASES:

Una pasta cocida y suave: parecido a los “crepes” franceses o a las filloas gallegas. (PIc33)

FRUTAS DE SARTÉN:

Dulces hachos con almíbar, jengibre y aromatizados con canela. Se sirven como postres en las bodas de Camacho. (PIIc20)

GACHAS:

Se describen como una sopa de harina cocida con agua, leche o caldo. Suponemos que las cuecen con leche puesto que dicen que se les puede añadir miel. Las actuales gachas no han cambiado mucho. (PIc17)

GALLINAS Y GANSOS DE LAVAJOS:

Agrupamos estas dos aves de la misma familia ya que no se describen ninguna forma especial de servirlas.

Conviene hacer referencia a que se vuelve a poner su procedencia, en este caso los gansos son de “lavajos”. Pueblo de la provincia de Ávila. Quizá también se pueda referir a “lavajos” significa charca de llovizna que nunca se seca. (PIIc49)

MANOS DE TERNERA:

Se dicen que deben de estar cocidas hasta estar “en su punto”.

No se indica con qué se sirven, si llevan alguna salsa o como salen una vez cocidas. (PIIc47)

OLLAS:

Es la primera comida descrita en la novela de Cervantes.Es un cocido que contenía carne, tocino, verduras y

legumbres.Era la comida de diario. Cervantes dice de la que se come

en casa de don Quijote que: ”tiene algo más de vaca que de carnero”. Lo que nos quiere indicar es que era más humilde, puesto que la carne de carnero era tres veces más cara que la de vaca. (PIc1)

PERDICES. PALOMINOS Y PICHONES:

Agrupo aquí tres aves de la misma familia. Este tipo de comida aparece en muchas partes del Quijote.

En el capítulo III Part. II se dice que a la cena ordinaria se le añaden “un par de pichones y les parece todo un banquete”.

También se mencionan las perdices de Morón. En el capitulo 1 se habla de palominos como comida. Esto nos indica la condición de hidalgo de Don Quijote ya que podían tener esta clase social un palomar. (PIc1) y (PIIc47)

SALPICÓN:

Un fiambre hecho a base de carne picada, sal, pimienta y

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cebolla. Se preparaba con los restos de la carne cocida de las ollas. También se le ponía vinagre. (PIc1)

TASAJO

Carne seca y curada con sal. Acecinada. Más basta que la actual cecina. Comida que llevaban los viajeros, por lo que resistía sin estropearse. No había que prepararla. (PIc10)

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En fin, añadir que, algunas comidas que, hacen en las ventas o con los cabreros más que comidas lo que se describen son los propios alimentos. Así:

Ajos y cebollas; es una comida de villanos y “prohibida” para caballeros e hidalgos.

Se dice que en algunos estatutos de caballeros se prohibía tomar estos alimentos. Así los caballeros de la Orden de la Banda lo tenían prohibido expresamente.

El queso y el requesón que, tan a mano tenían se consumían de manera habitual.

Están en casi todos los manteles, el requesón fresco y el queso casi siempre duro.

Solo en una parte de la novela se hace alusión a un tipo de queso: el queso de Tronchón.

En cuanto a la leche, frutas y frutos secos, son comidas que se describen en los “banquetes campestres”. Avellanas, bellotas y también aceitunas secas sin adobar.

En cuanto al vino debería de ser corriente ya que no aluden a ninguno en particular.

Sólo citan el vino de Ciudad Real, calificado como el mejor vino de aquella época. (PIIc13)

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¿Gastronomía? ¿Recetas? O simple-mente comidas.

Lo que Cervantes sí hace es poner de manifiesto a lo largo de toda su obra la importancia que le da al tema de la comida, lo que le sirve para describir la economía más elemental de la sociedad del siglo XVII. La de las clases populares, gañanes, campesinos y arrieros. Así como los hidalgos, paradigma del Quijote, y de la situación económica de su casa, de la que Cervantes nos dice que en el comer de una semana las tres cuartas partes de su hacienda.

Lo que no era poco.

♦♦♦

LA MORAL DEL CAPÍTULO XXII DEL QUIJOTE…venían doce hombres a pie, ensartados como cuentas en una gran cadena de hierro, por los

cuellos, y todos con esposas a las manos…Ahora no hay ninguna ley que permita ensartar a personas en cadenas de hierro, por los cuellos. Con

eso no alcanzaban ninguna justicia, ya que ordenaba el rey. Pero desafortunadamente en otros países se sigue haciendo.

…¿Cómo gente forzada?...No les daban ni la oportunidad o el derecho a defenderse y dar su versión de la historia a través

de “logos” y argumentación. Ahora, en estos tiempos, si cogen a alguien preso, tienen el derecho de defenderse y argumentar a través de razones y palabras.

…es gente que por sus delitos va condenada a servir al Rey en las galeras…La gente que ahora es condenada por algo, paga multas o va a la cárcel, pero no a servirle a nadie

ya que ahora está prohibido la esclavitud porque es quitarle la libertad a alguien. Aunque ir a la cárcel también lo es, pero a la gente que comete delitos hay que castigarla de alguna manera, pero no sometiéndola a la esclavitud. O, como hace tiempo, a la pena de muerte, eso sí que es no tener moral. Nadie tiene que pagar con algo tan valioso como la vida.

..A este pecador le dieron tormento y confesó su delito…La ley no obliga a nadie a confesar, cada persona tiene la libertad de elegir inteligentemente si quiere

hablar o no. En este caso, se puede hablar de moralidad. También pueden argumentar, aduciendo razones sincera y verdaderamente.

…amén de doscientos azotes que ya lleva en las espaldas…Con la violencia no llegan a nada. Maltratar a una persona para que confiese no es correcto, está en

su libertad de no confesar. Los maltratadotes y la gente violenta no tienen virtudes, ni carácter o dicho más corto, no tienen altura humana.

…cosa imposible forzar la voluntad…La voluntad es cosa de la autorrealización de cada persona. La voluntad no se puede forzar, porque

depende de la libertad, de las virtudes y de las actitudes. Depende de los modos de actuar de cada persona, de los hábitos y de las posibilidades a elegir inteligentemente.

…que sacó un real de a cuatro del seno y se lo dio de limosna…Se nota que tiene buena moral, le produce felicidad o placer ayudando a alguien o haciendo feliz a

una persona.

…me burle demasiadamente con dos primas hermanas mías, y otras dos hermanas que no eran mías…

Esto que le creó placer a él durante un tiempo se acabó. No fue moralmente justo, no tuvo la predisposición a obrar bien y por el engaño le empezó a ir mal. Pero ahora por eso no lo condenarían a nada, porque estas cosas ahora pasan todos días.

…un buen hombre de muy bien parecer…La verdadera persona se ve por dentro y no por lo físico. Una persona buena es la que tiene forjada

un buen carácter, buenas virtudes y actitudes. Es mejor ser alto de moral y con un físico normal, que tener un excelente físico, pero ser una persona totalmente desmoralizada.

…que trata verdades, y que son verdades tan lindas y tan donosas, que no puede haber mentiras que se les iguale…

Las verdades, de las que hablan, pueden ser certezas, subjetivas o intersubjetivas. Es decir lo que piensa uno, lo que uno cree por un convenio sin ser verdad o estar convencido de algo que no es verdad. La verdad, es lo cierto o lo comprobado, aunque no lo crean.

…las desdichas persiguen al buen ingenio…la mala racha o la mala suerte la tienen todos, igual que la racha de buena suerte. Le toca a todos.

…no le dieron esa vara para que maltratase a los pobretes…Los que maltratan son personas desmoralizadas, nadie tiene el derecho de maltratar o la obligación

de ser maltratada.

…le rogó que no le maltratase…La persona que tiene la valentía de rogar eso a un maltratador es alto de moral, porque ve que está

mal y quiere conseguir el bien.

…vuestra perdición… Una persona no se puede perder moralmente, ya que los caracteres, las virtudes y las actitudes son

adquiridas y no se modifican con facilidad.

…la justicia…Las normas jurídicas y las decisiones políticas se orientan a conseguir el bien común de una

comunidad. Es decir, conseguir la justicia con la elaboración de leyes.

…por bien no se haga por mal…Las cosas que se hacen queriendo hacer mal es mejor no hacerlas. Es mejor hacerlas con buena

intención, porque no se gana nada haciéndole mal a alguien.

..esclavos a los que Dios y naturaleza hizo libres…Todas las normas tienen libertad que significa crear inteligentemente un mundo de posibilidades y

elegir entre ellas la que consideramos mejor. A las personas, que son libres, no hay derecho de utilizarlas como esclavos, eso es inmoral.

…Allá se lo haya cada uno con su pecado… de castigar al malo, ni de premiar al bueno…Si cometes un pecado, vas a tener mala conciencia, si eres alto de moral. Aunque no te castiguen

llevarás un peso encima. Pero las personas desmoralizadas están acostumbradas y por muchos pecados que cometan tendrán la conciencia tranquila.

…alcanzar la libertad…La libertad no hay que alcanzarla, se nace con ella. Lo que hay que alcanzar son las virtudes, para

llegar a ser buena persona.

…es mi voluntad…Una persona tiene voluntad, porque tiene libertad para elegir.

…puedo hacer, y es justo que hago…Si uno puede hacer algo que beneficie a alguien o a ti y es algo bueno, se debería hacer porque así

se le produce felicidad o placer a alguien.

libertad… tal disparate había cometido como el de querer darles …Don Quijote los liberó, y se supone que deberían agradecérselo y hacerle aunque sea el favor que les

pidió, pero en vez de tener esa altura humana van contra él.

…Quitáronle una ropilla que traía sobre las armas, y las medias calzas…Nadie tiene el derecho de quitarle nada a nadie. Al hacer bien a alguien recibió mal. No es justo,

porque Don Quijote sólo quería devolverles la libertad a ver si podían llegar a ser felices. Y ni siquiera se lo agradecieron.

…quien tanto bien había hecho…Pero como dice el refrán: ”Haz bien y no mires a quién”. Don Quijote tendrá la conciencia tranquila,

porque sólo ha hecho bien y ningún mal.

SANDRA SANTIAGO COLINAS (4ºD-ESO)

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Don Quijote muerto, de ÁNGEL CERDERA

Camino Rivera (1ºA-Bach)

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JORNADAS CULTURALES: IV Centenario del QuijoteDel 11 al 15 de abril de 2005

Escenificación teatral realizada por alumnos de 4º de ESO

Danzas antiguas interpretadas por alumnos de 2º de ESO

Taller de gaitas para alumnos de ESO, por Isidro Rodríguez

Danzas y música del Renacimiento a cargo del grupo Saltarello

Hermenegildo Fuentes

El grupo ‘Magua’ de poetas zamoranos, moderados por Tomás-Néstor Martínez (en el centro). De izquierda a dere-cha: Ángel Fernández Benéitez, Juan Manuel Rodríguez Tobal, Máximo Hernández y Tomás Sánchez Santiago.

El grupo de música y danza SaltarelloI.E.S. León Felipe

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CUATRO VERSIONES DEL CAPÍTULO 3 DEL QUIJOTE.(Alumnos de 3º A-ESO animados por ANA BELÉN MULAS)

VERSIÓN 1Estaba jugando en el sendero que rodea mi casa, cuan-

do vi a un hombre muy extraño bajar por él montando en su caballo. ¡Estábamos a principios del siglo XX y él portaba una armadura del siglo XVII!

Entonces llamé a todos los que en casa estaban, para que vinieran a velle, y cuando estos hubieron de salir, este tan extraño señor estaba a nuestra puerta arrimado a su caballo. Subió un peldaño y dijo:

-¡Por favor, sírvanme comida y préstenme cobijo en esta presta noche, en este grandioso castillo, por nuestro señor y mi fermosa Dulcinea del Toboso!

Mi madre, toda anonadada le invitó a entrar y le prestó cobijo. Cuando éste hubo de terminar buscó a mi padre, que se encontraba en el establo cuidando de Rocinante. Cuando Don Quijote húbole visto, se hincó ante él y le dijo:

-¡Mi gran valeroso caballero, Rey de estas tierras, dispu-tado de batallas, me es menesteroso pedille que me armare caballero!

Mi padre al oír semejantes razones, le contestó un poco titubeante:

-¡La del alba será cuando yo haga uso de mi don, de la manera que vos reclamáis!

Cuando mi padre dijo esto, resopló, pues él sabía pocas cosas del castellano antiguo.

Don Quijote, con muestra de satisfacción en el su rostro, preguntole a mi padre dónde se hallaba la capilla. Mi padre, no saliendo de su asombro, le dijo:

-No hay tal capilla, puesto que este castillo está recién construido , podrás velar vostras armas en la gran sala detrás deste castillo.

Habiéndole dicho esto mi padre y tras haber estado una buena pieza inmóvil, se marchó. Entonces Don Quijote portó las armas hasta la mesa del garaje.

Antojóseme que éste me contara un cuento, y sin dejar de pasear de un lado a otro frente a la mesa, me contó un relato, Los motivos del Lobo. Cuando éste hubo terminado, me mostró la espada con la que me protegería si algo me pasare, por ser hija del Rey. Interpretándolo mal mis ferma-nos, dieron señal de alarma y en corto plazo empezó a llover trastos viejos sobre Don Quijote y al ver lo que ocurría, dije a voz en grito:

-¡Padre, madre, este señor sólo me mostraba el arma con la que habría de defenderme, por armalle vos caballero! ¡De-teneos!. Deste modo lo dije para que no le resultara extraño los vocablos que agora se decían.

Viendo mi padre las luces del alba, mandó traer un libro, mientras ayudaba a mi madre a envolver a Don Quijote en su armadura.

Cuando llegó este libro a manos de mi padre, pidió a Don Quijote que se arrodillase y pasole mi padre la espada de un hombro a otro, diciéndole estas palabras:

-¡Por el poder que me otorga la corona y la bendición de la reina, yo te concedo el diploma de Caballero!

Al terminar de decir esto mi padre, Don Quijote, montó a Rocinante y antes de que éste partiera, le di un paquete con ropas limpias por habernos comportado deste modo tan inhospitalario con él; a esto contestó:

-¡Eso se me da!, ¡agradezco estos menesteres que me prestas y que Dios os cuide en estos días venideros!

LAURA ABELLA FERNÁNDEZ / SARA GUTIÉRREZ MOREIRARICARDO MARTÍNEZ / MARIO LÓPEZ.

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VERSIÓN 2 Iba Don Quijote en su vespino, recorriendo los ca-minos de Castilla la Mancha, contemplando el paisaje que le rodeaba. Después de varias horas de vagar sin rumbo, en-cuentra un motel de carretera con, según él, muy buena pinta. Como ya estaba cansado y, además, estaba anocheciendo, decide pasar allí la noche. Al entrar, se encuentra con una lugar muy decorado, ya que era el día de Nochebuena. Le pidió al hombre que estaba detrás de la barra, una habitación con televisión y telé-fono. Al subir a su dormitorio, enciende el televisor y apa-rece su Majestad el Rey, felicitando las fiestas a todos los españoles. Asombrado por la capacidad del Rey de sorpren-der cada año más, a todas las personas que escuchan su mensaje, decide llamarle para felicitarle a él la Navidad. El rey, se sintió muy agradecido por su llamada y comprende el deseo de Don Quijote de ser armado caballero, así que decide visitarle para poder nombrarle en persona y no por teléfono. Cuando Don Quijote estaba cenando, aparece el Rey, comiendo una bolsa de pipas y, de regalo de Navidad, le da a nuestro personaje unos calzoncillos rojos para que empiece el año con buena suerte. Don Quijote estaba muy agradecido y le ofrece a su Majestad sentarse a la mesa con él, para poder disfrutar de una maravillosa cena de Nochebuena. Pero el Rey no puede aceptar porque tiene que hacerse la foto de Navidad con el resto de su familia. Por esto, Don Quijote se vuelve loco y marcha a su habitación y descubre que encima de su cama hay un sobre y un regalo del Rey. Al abrir la carta ve que es un carnet de caballero sellado por la Casa Real, y que el regalo son unos calcetines rojos a juego con los calzoncillos. Loco de contento, se pone su nueva ropa interior y marcha con su vespino en busca de nuevas aventuras.

LARA CALVO / SARA VARA / SHEILA SÁNCHEZCRISTINA MANCHA / ANÍBAL GARCÍA

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Ana Belén Mulas

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VERSIÓN 3 Iba Don Quijote por un bosque denso, muy denso, donde las sombras le asustaban a cada paso. Después de caminar durante mucho tiempo decidió descansar y echarse a dormir sobre el tronco de un árbol. A mitad de la noche un lobo feroz y hambriento lo des-pertó. Don Quijote todavía medio dormido confundió al lobo con un caballo. Al intentar subirse encima, el lobo le mordió. El Quijote herido corrió todo lo rápido que pudo hacia lo que parecía un claro en el bosque. Al llegar allí no daba crédito a lo que veía: ¡¡¡Un castillo!!! En realidad sólo era una cabaña, entró con paso decidido con la convicción de poder realizar su sueño: ser armado caballero. Dentro de la cabaña, encontró a un par de pastores solita-rios resguardándose del frío y que también habían sido consumidos por la locura al pasar tanto tiempo solos. El Quijote les pidió que le armaran caballero, al confundir-los con un rey y una reina. Estos se miraron asombrados y no sabían lo que hacer pero preferían hacerle caso que pasar los días aburridos en la vieja y húmeda cabaña. Los pastores, le propusieron hacer una prueba para de-mostrar su valía y así pasar el rato. Al salir les aguardaba una desagradable sorpresa. El lobo que había perseguido a Don Quijote, estaba allí, lleno de furia y rabia. Rápidamente se volvieron a meter en la cabaña, pero el lobo le dio tiempo a entrar y tuvieron que escapar por la puerta trasera. Corriendo a toda prisa y sin mirar atrás, los tres personajes llegaron hasta un acantilado, pensaron que ya se habían librado, pero cuando se dieron la vuelta, no estaba sólo un lobo, sino toda una manada que parecía que habían encontrado la comida para ese día. Al grupo sólo le quedaba una opción, tirarse al río y confiar en que tuvieran suerte. La caída fue muy fuerte y uno de los pastores perdió la vida al golpearse contra una roca que había bajo el agua. El otro pastor estaba destrozado y decidió seguirle la corriente al Quijote y armarlo caballero, para poder deshacerse de él. Después cada uno tiró por su lado y el Quijote siguió su camino de aventuras, andando durante mucho tiempo. Caminó tanto que llegó hasta unas montañas nevadas. Allí, medio muerto de frío, pensó que todo iba a acabar y más cuando vio que un oso de las montañas se dirigía a él... Despertó en una casita, al lado de una hoguera, donde encontró a dos personas, una niña y un señor que parecía su abuelo. El Quijote desconcertado le preguntó su nombre, la niña dijo que se llamaba Heidi y el señor anciano le contó que le encontraron en el suelo, a punto de ser atacado por un oso. El Quijote agradeció su hospitalidad, les contó que le ha-bían armado caballero y de cómo había escapado del lobo. El abuelo de Heidi, al ver que El Quijote quería aventuras, le contó el rumor de que en un lugar de La Mancha, descansaban unos gigantes. El Quijote no se lo pensó y partió inmediatamente hacia aquel lugar.

JORGE CORDERO DE LA HUERGA FERNANDO FERNÁNDEZ CIDMARÍA PRIETO RODRÍGUEZJARA RODRÍGUEZ MERINO

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VERSIÓN 4Esta historia comienza en una pequeña aldea de la Mancha, de

cuyo nombre no me acuerdo, donde habitaba un hombre llamado Alonso, que quería ser caballero.

Estaba fascinado con los libros de caballería, y su sueño era convertirse en caballero. Como no sabía cómo conseguirlo, fue a pedir consejo a la más anciana del pueblo, que decía ser una bruja.

Llamó a la puerta de la anciana y esperó a que saliese. Se oyeron pasos en el interior de la casa y la puerta se abrió. Tras ella apareció una mujer de avanzada edad, cuyo rostro recordaba a una uva pasa y su nariz era tan larga que parecía una espada. Una gran verruga adornaba su fea frente y su cabello era largo y del color de la ceniza.

Alonso quedó sorprendido con esta imagen, pero al final se decidió a presentarse; la bruja dijo que ya le conocía y que le estaba esperando, pues llevaba tiempo obervándole.

Alonso aceptó la invitación de la anciana de pasar a su casa, y la siguió hasta el salón, mientras le contaba que había ido a que le nombrase caballero si eso era posible.

La anciana lo observó; le indicó que le podía nombrar caballero a cambio de que le trajese a Spinush, la flor sagrada del monte Drissow, clave de la eterna juventud. La misión era muy arriesgada porque estaba custodiada por un dragón de dos cabezas.

Alonso dudaba, pero ser caballero era el sueño de su vida; fi-nalmente aceptó. Para sellar el trato, la anciana le hizo beber una pócima, hecha a base de ojo de burro, pata de rana y el resto era una secreto. Si Alonso era nombrado caballero y no cumplía con la parte de su trato, la pócima le mataría.

Los dos se citaron al día siguiente al alba.A la mañana siguiente, Alonso se encontraba ensillando su caba-

llo Rocinante, portando una armadura vieja pero limpia y una armas dignas de un caballero. Estaba esperando a la salida del pueblo, cuando al momento llegó la anciana, a lomos de su yegua negra. Ambos emprendieron su viaje hacia el castillo, donde llegaron a me-dio día. Las puertas del castillo estaban abiertas, debido a que el Rey estaba de cacería.

Alonso y la anciana pasaron por las murallas y esperaron al Rey que tardó varias horas en llegar, trayendo tres perdices y dos ciervos. Se postraron ante él, pero el Rey se enfureció porque eran dos cam-pesinos y los mandó apresar. La anciana logró tocar la mano del rey y lo hechizó, de modo que empezó a tratarlos como si fuesen nobles y no campesinos.

El Rey escuchó la petición de Alonso, y se comprometió a nom-brarlo caballero, pero tenía que traspasar el laberinto de Damirso y vencer al guerrero que está a la salida.

Tras la comida, Alonso emprendió su viaje acompañado de la anciana, que le guiaba. Se encontraron con el guerrero al que venció Alonso, con ayuda de la bruja.

Regresaron al anochecer y al alba Alonso sería nombrado caba-llero; para ello tenía que pasar la noche custodiando las armas en la piedra sagrada. La noche trascurrió tranquila, salvo por unos criados que Alonso confundió con villanos que querían robarle y les atacó despiadadamente.

Al amanecer comenzó la ceremonia de nombramiento. El Rey le pasó la espada por cada hombro, diciéndole:

-¡Yo, Rey de la Mancha, te nombro a ti caballero y pasarás a tomar el nombre de Don Quijote de la Mancha!

Salieron del castillo y Alonso estaba muy contento, pero la ancia-na le recordó la segunda parte del trato. Los dos cabalgaron deprisa hasta el monte Drissow. Tras lo cual, el nuevo caballero debía ir a recoger la flor en solitario, pues la anciana no podía entrar allí.

Tras varias horas de búsqueda, Alonso encontró la flor y la guar-dó en su armadura, pero inmediatamente despertó el dragón de dos cabezas. Alonso con su gran valentía, como corresponde a un caba-llero, venció al dragón y entregó la flor a la anciana.

La anciana tomó uno de los pétalos y lo introdujo en su boca, convirtiéndose en la mujer más hermosa de la Mancha. Dulcinea, que así se llamaba la joven, montó en su yegua y se despidió de Don Quijote.

Alonso, quedó tan prendado de su hermosura que nunca más podría olvidarse de aquella belleza que siempre le acompañaría en sus andanzas.

SORAYA PEDREROCARMEN MARÍA CALVO

ROBERTO COLINAS----------

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LA FILOSOFÍADE

EL QUIJOTEpor Emperatriz Losada

y V En el capítulo XXXVII de la primera parte, en la continuación de la historia de la infanta Micomicona, hace don Quijote una comparación entre los oficios de las armas y de las letras (un tópico propio, más bien, de épocas anteriores). Don Quijote se inclina ardorosamente por las armas. Dice que los que dan ventaja a las letras aducen que los trabajos del espíritu exceden a los del cuerpo, y que las armas sólo con el cuerpo se ejercitan, como si fuese su ejercicio oficio de ganapanes, para el cual no es menester más de buenas fuerzas, o como si en esto que llamamos armas los que las profesamos no se encerrasen los actos de la fortaleza, los cuales piden para ejecutallos mucho entendimiento, o como si no trabajase el ánimo del guerrero que tiene a su cargo un ejército, o la defensa de una ciudad sitiada, así con el espíritu como con el cuerpo. Cotinúa, luego, don Quijote poniéndo-nos ejemplos concretos para ilustrar su opinión. Descartes defiende la idea dualista que ve el cuerpo como un simple recipiente para el alma, lo verdadera-mente importante, y va tan lejos que llega a considerar la materia como algo estrictamen-te inerte, dejando a sus seguidores el proble-ma de explicar cómo se relacionan entre sí dos sustancias, alma y cuerpo, tan radical-mente diferentes. Don Quijote, de nuevo, de-fiende ideas obsoletas. En este caso, está más próximo a Tomás de Aquino que, sin dejar de ser dualista (un cristiano no puede no serlo), concibe la unión alma-cuerpo tan estrecha que hace imposible su diferenciación mientras dura la vida, y convierte al ser humano en un todo orgánico. Curiosamente, en este sentido, es más moderno santo Tomás (y don Quijote) que Descartes que, a este respecto, más que solucionar problemas, los creó. ¿Y Cervantes?, ¿está de acuerdo con don Quijote en este asunto o, fiel a la modernidad recién estrenada, se burla de la manera antigua de pensar encarnada en su persona-je? Él no nos lo aclara, porque don Quijote continúa argumentando a favor de las armas con razones tan aristotélicas como esta: porque aquella intención se

ha de estimar en más que tiene por objeto más noble fin y, después de alabar en esto a las letras que es su fin poner en su punto la justicia distributiva y dar a cada uno lo que es suyo, y entender y hacer que las buenas leyes se guarden, concluye afirmando que las armas tienen por objeto y fin la paz, que es el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida, y prosigue ilustrando esta idea, tan antigua, tan cesa-riana, de “si quieres la paz, prepara la guerra”. Hoy nos inclinamos, más bien, por la contraria: “si quie-res la paz, no hagas la guerra”, aunque, desdichados acontecimientos actuales nos hagan pensar que los poderosos siguen aferrados a la antigua. Continúa, luego, una larga comparación entre la pobreza y mi-serias por las que pasan tanto el estudiante (salvo algunos privilegiados) como el soldado, y la distinta fortuna de ambos al cabo de estas penas. Después, don Quijote embiste contra la artillería: Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espan-table furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica

invención, con la cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caba-llero, y que, sin saber cómo o por dónde, en la mitad del coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una desmandada bala (disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar de la maldita máquina), y corta y acaba en un ins-tante los pensamientos y vida de quien la mere-cía gozar luengos siglos. La artillería se había ya perfeccionado mucho en el siglo XVII y seguiría perfeccionándose a la par que la ciencia, y la ciencia crecería en el empeño de perfeccionar las armas y, como todo (o casi todo) en la vida no es estrictamente malo o bueno, las in-vestigaciones llevadas a cabo para conseguir

armas cada vez más mortíferas darían como subpro-ductos adelantos técnicos que facilitarían la vida de la gente afortunada y dejarían, como mala conse-cuencia, un mundo dividido por un abismo que crece imparable y que separa a los ricos de los pobres. ¿De qué lado nos pondremos, del de don Quijote, que lamenta estos adelantos o del de Cervantes que, tal vez, los ve con buenos ojos? Depende de lo que queramos; si nos gusta avanzar cada vez más de pri-sa sin cuestionarnos a dónde vamos, estamos en el buen camino, pero si preferimos una vida armónica con la naturaleza, me temo que es mejor el camino de don Quijote.

FIN