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3ORACION FUNEBRE

QUE E N L A S EXEQU IAS

DE LA REYNA NUESTRA SEÑORA

DOÑA MARIA ISABEL DE BRAGANZA

C E L E B R A D A S

POR EL REAL ACUERDO

D E L A A U D I E N C I A D E V A L E N C I A

EN LA IGLESIA DEL CONVENTO DEL CARMEN

EN EL DLA. DE FEBRERO DE 1 8 1 9

D I J O

E L M , R . P , F r , JO SE F G IN E R Y S J L E L L E S ,MONGE GERÓNIMO^ EX ’ P RI OR D E L R E A L MONASTERIO

D E S A N M IG U E L DE LOS REYES.

V A L E N C IA .

EN LA OFICINA DE D . BENITO MONFORT.

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SEÑOR.

Renetrado este Acuerdo del mas profun­

do dolor con la noticia que V. M, se dig­

nó comunicarle de la muerte de la Rey-

na nuestra Señora D o n a M a r ía Is ab e l de

B ra g a n z a , dio las disposiciones conve­

nientes para celebrar sus Exequias como

V . M . le mandaba ; y lo ejecutó en el

dia 17 de Febrero próximo, haciéndolas

mas notables la tristeza que se veía en los

semblantes de todos, que el aparato con

que se practicaron , que aunque fue el

que dictó el celo y permitían las circuns­

tancias , no pudo corresponder á la dig­

nidad del objeto ; y consagra como debe

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á V. M. el Elogio fúnebre, cuya impre­

sión ha dispuesto , para que se extienda

mas y mas la digna memoria de una Rey-

na , que habiendo alcanzado los desgracia­

dos tiempos en que la impiedad y relaja­

ción de costumbres han hecho tantos pro­

gresos en Europa , ofreció en el Trono

Español un dechado de religiosidad , mo­

deración y caridad que hará inmortal su

nombre, y dignas de grandes elogios á

cuantas procuren imitarlo.

Dios guarde á V. M. los muchos años

que necesita esta Monarquía, y desea

E l Real Acuerdo

de la Audiencia de Valencia.

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Descripción del ornato de la Iglesia del Convento del Carmen , y del Cenotafio

eregido en ella para las Exequias de la Reyna nuestra Señora.

S e formó en el altar mayor un mages tuoso pabellón de cortinas negras , con franjas , cordones y borlas de oro ; y so* bre la mesa del mismo solo se puso un Crucifijo con seis candeleros de plata.

Siendo la arquitectura de esta Igle- sia de aquellos tiempos en que las Nobles Artes se habían elevado á un alto grado de perfección , pensó que contribuiría al mayor lucimiento de la función no desfigurarla en alguna de sus principa­les partes. Por lo cual de la cornisa de la Iglesia únicamente el friso estaba cu­bierto de bayetas negras ; y se colocó en medio del que correspondía á cada capí'- lia un trofeo fúnebre.

Tampoco se anadió decoración algu­na á las pilastras de la nave de la Igle­sia I bien que se pusieron en medio de

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ellas unas arandelas con hachas de cera» Pero el frontis de todas las capillas

se cubrió de bayetas negras^ quependian de la parte inferior del arquitrabe de la cornisa de la Iglesia , y terminaban gurando graciosos pabellones con franjas también, cordones y borlas de oro, y de­jando encima de los mismos bastante es~ pació para adornar el de unas capillas con escudos de armas de España , el de otras con las de Portugal y el de otras con los trofeos de la muerte , y añadir en todas ellas diferentes inscripciones y poe- sias griegas, latinas y españolas , que se han impreso al jin del Sermón, Y así la multitud y oportuna colocacion de lasba* yetas negras hacia campear la buena ar­quitectura de la Iglesia , y esta i'esaltar mas y mas con la oposicion de colores tan diferentes los adornos fúnebres y el melancólico aparato de la función.

En medio de la tercera y cuarta ca pilla de la Iglesia se dispuso el Cenota-- fio ; formóse un graderio áe 88 palmos de circunferencia y ^ de a lto ; y en sus

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cuatro ángulos se colocaron sobre un zó­calo imitado á mármol negro con man­chas encarnadas y amarillas de Filia- marchante unos primorosos jarrones que aparentaban ser del de Carrara , con f la ­mas.

Sobre dicho graderio se erigió un pe* destai de palmos de altitud y figura cuadrada, con zócalo y cornison , que presentaba cuatro frontispicios, y se pu- sieron el escudo de armas de Castilla y León en el neto de estos que miraba al altar m ayor, los de Portugal y de Ara­gón en los de los lados y en el de frenó­te de la puerta de la Iglesia el de Valen­cia^ imitados todos d bronce,

Seguia á este primer cuerpo un zóca­lo de dos palmos de alto imitado á már­mol amarillo de Buscarro; y se alzaba sobre él un segundo cuerpo de 14- palmos de alto j 64 áe circunferencia , y de planta también cuadrada : habia en su neto cuatro lápidas imitadas á máimol blanco con sus inscripciones ; se colocaron en los ángulos de él cuatro cariátides fú -

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nehres del mismo mármol que sostenian el cornison de este segundo cuerpo , y en su llano ocho jarrones de elegante figura con flameros; y se adornaron los centros con trofeos militares, poniendo luces de­trás de ellos para que resaltaran mas, y pudieran leerse mas fácilmente las ins cripciones.

Se elevaba sobre este segundo cuerpo otro de lo palmos de altitud , que for­maba una escorcia , y se veían en sus cuatro centros otras tantas matronas, que representaban la una á España llorando la pérdida de su amada Reyna , la otra á Portugal sumamente afligida por la temprana muerte de su cara Hija , la otra á la Honestidad que se lamentaba de faltarle uno de sus mas fieles decha­dos 5 y la otra á la Caridad elevando al cielo el clamor de tantos infelices á quie­nes socorria S. M, con abundantes auxi^ lios.

' Se coloco en la cúspide la urna se­pulcral 5 imitada á mármol de Carrara y oro 5 y de elegante forma , con los eí-

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y enteramente generoso, porque ningún derecho de méritos anteriores lo exige en el dichoso á quien le ha cabido en su erte , no pasa de un don natural. ¡ Pero qué bien asientan sobre él las pie­dras cortadas en la cantera de la Religión santa por la cristiana educación ! L a sabia Carlota evi­denciaría esta verdad en su tierna h ija , si no es­tuviera ya bien demostrada en nuestra Nación m ism a, por las Berenguelas , Blancas é Isabelas. D ió la primera un San Fernando , formó la se­gunda un San L u is , y la tercera á im Alfonso, Josías ilustres cuya memoria será siempre en toda boca como la m ie l, y como encantadora música en banquete suntuoso ( i) . L a ilustrada Princesa previó que su I s a b e l subirla al Trono de las Es- pañas , y desde luego se dedicó á formar una mano digna del amable F e r n a n d o .

Las máximas divinas pero sencillas que con su sangre estampó el hombre Dios , fueron las pri­meras lecciones que la sabia Maestra Doña Juana de Cabrai inculcó á su ilustre Discípula. Y en ver­dad , Señ or, que tiradas bien estas líneas , bien sentadas estas bases no puede menos de salir el edificio sólido, cómodo y hermoso. Ellas son las únicas que pueden formar un buen h ijo , un buen ciudadano, un Rey completo. ¿ Tiene el hombre otros respetos ó bien se considere aislado, ó cons­tituido en sociedad? Solo en ese libro divinamente sabio se le enseñan al hombre sus deberes para con D io s, para consigo mismo , y para con sus semejantes, sean cuales fueren sus circunstancias, su estado y destinos. Porque esas máximas no son

( i ) E clesiast. x u x . vers. 2.

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sino las mismas que el Criador le inspiró al hom­bre cuando le formó del rojo barro y se llamaban ley n a tu ra l, y las mismas que le dictó y le in ­timó por Moysés y llamó L e y escrita, pero en el Evangelio y L ey de G racia elevadas, enoblecidas y llenas del espíritu de vida con la sangre del mismo Legislador su Hijo. E l espíritu del error ha substituido á estas máximas santas los sofismas de una ilustración engañosa y fementida , causa de tantos males como nos oprim en, y de las lá­grimas que derraman tantos padres verdugos de &us hijos , mientras que la sabia M adre y la ilus­trada A ya reciben con usuras de su tierna I s a b e l

los frutos sazonados de su celo y educación cris­tiana.

En efecto : aquella inocencia encantadora, que mereció la recomendación y caricias del hombre Dios ( i) : aquella amabilidad candorosa, que lleva tras sí los corazones (2) de Dios y de los hombres: aquel amor respetuoso, pero d u lce , que forma en los niños las delicias de los Padres: aquel temor de Dios que lejos de imponer al alma inocente, la lleva como por la mano y sin violencia inclinán­dola á todo lo bueno ; este temor santo , que anda despues con las mugeres escogidas y trata cariñosamente con los justos (3) , todas estas virtu­des , ó llámense semillas que el Labrador divino deja caer liberalmente en los corazones de la ni- iie z , se vieron medrar prodigiosamente en la tier­na I sa b e l con el solícito cultivo de la educación

( 1 ) M a th . XIX. vprs» 1 4 .(2 ) Eclesiast. x l v . vers. i .(3) Eclesiast. cap. i . vers. j6».

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Cristiana. A ya virtuosa , M adre sabia , piadosa A b u e la , ¿ os dio I sa b e l el menor disgusto ? Ah ! vosotras la admirasteis siempre amable , siempre candorosa , obediente siempre. Qué placer ! Q ué bien dice el sabio, que el hijo bueno es la ale­gría de sus Padres ; mientras que el necio y malo es el tormento de su M adre ( i) ! Y a no es extraño que I s a b e l se hallase buena á sus mismos ojos al llegar á aquel momento feliz para pocos, funesto para tan tos, cuando el hombre despierta como de un profundo sueño al rayo de aquella l u z , que e l Criador inspiró en su rostro , y es el principio de su felicidad si mira y sigue atento sus resplan­dores , ó el origen de su desventura si de ella aparta su vista. Siguióla I s a b e l , porque hallán­dose en aquel momento en un cuerpo hasta en­tonces no contaminado y con buenas inclinacio­nes (2) , y conociendo que todo es un don de Dios ; y que sin él no podia conservarse pura; y que aun este conocimiento es un auxilio del Señora presentóse á él y le dijo de todo su co- razon (3) : Dios de mis Padres y de toda mise­ricordia, que criaste todas las cosas con tu pa­labra y las conservas y dispones : : : dame Señor la sabiduría que asiste á tu trono; y no me quie­ras desechar de entre tus siervas ; porque yo sier­r a tu ya soy é hija de tu sierva , muger flaca y de poca v id a , y poco idónea para entender lo justo y conforme á tu ley santa (4). ¡ O pene­trante balido de una cordera inocente! E n otro

( i ) P roverb. x . vers. i .(¡2) Sapient. v i i i vers. 20.(3 ) Ib id . vers. 2 i .(4 ) Sapieat. ix . vers. 2. cet.

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lOtiempo llamaste la atención del que está sentado sobre los Querubines , y le arrebataste todas las bendiciones para el mas sabio de los hom bres, y ahora triunfas con igual felicidad de aquel Dios fu e r te , que se complace en dejarse vencer de los humildes. V ed a h í, Señores, desempeñados por la tierna I s a b e l aquellos primeros actos de conoci­miento , gratitud , dependencia y amor que el Criador exige del hombre en el momento de su razón : y este es un efecto feliz de la buena edu­cación y origen de grandes consuelos para los P a ­dres. I s a b e l no abandonó ya las instrucciones san­tas , que habia recibid o, y se presentó siempre á su M adre adornada con la hermosa guirnalda y rico collar de la obediencia, que la sabiduría le promete ( i) . E lla guardó sus preceptos: atólos en su corazon para practicarlos, y rodeólos á su gar­ganta para tenerlos presentes (2). ¡ Qué placer para una M adre viendo que era ya sabio el áni­mo de su hija (3) 1 ¡ Y cuál se regocijaron sus en­trañas cuando oía que sus tiernos labios pronun­ciaban ya lo recto (4)!

Si S eñ or: I s a b e l fue desarrollando m uy anti­cipadamente los graciosos capullos de unas virtu ­des que se aprecian en el sazonado otoño de la vida. E lla no era insensible á la gloria de su na­cimiento ; porque un ánimo que afecta indiferen­cia por estas glorias humanas , siempre será un jugete de su exterior brillantez. I s a b e l tenia en mucho el lustre de su sangre; pero este aprecio

(1 ) P roverb. i . vers. 8, y 9.(2) Ib id . cap. VI . vers. a o . y a i .

(3) Ib id . cap. x x ii i . vers. 1 5 ,(4) Ib id . vers. 1 6 .

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lejos de levantar en su corazon el dertso humo de una vanidad fastidiosa, le impulsaba podero­samente á copiar los brillantes egemplos de las B eren guelas, de las Blancas , de las Isabelas sus Abuelas ilustres , y singularmente de aquella Isa­bel 5 que si pudo dar honor al A ragón , y enno­blecer el Trono de P o rtu g a l, los Altares mismos parece se muestran ufanos con la religiosa osten­tación de sus virtudes.

Esta era particularmente el original de I s a b e l . De ella aprendió que la gloria de la muger gra­ciosa es la modestia ( i) : y esta era la hermosura que I s a b e l estimaba. De aquella aprendió que la m uger callada y de buen juicio no tiene trueque ni cambio (2). De aquí el amor al retiro , la circunspección en el tra to , piedras tan preciosas en la corona de una doncella , y que I s a b e l guar­dó con tanto celo. De aquí la noble severidad que sin afectación imponia al mismo tiempo que arrastraba dulcemente los corazones. De aquí aquel pudor hermoso que orlado del candor sen­cillo , descubría una alma pura. De aquí la en­cantadora sinceridad que en obras y palabras era incapaz de fingimiento. De Isabel gloriosa ya aprendió la niña I sa b e l la noble codicia, con que en sus mas tiernos años ro gó , instó, y alcanzó de sus Padres el permiso para disponer libremente de los emolumentos de Infanta. Y á qué fin?Señor, pronto está d ich o ; pero es admirable en una don­cella de su rango. Para invertir m uy poco en su sencillo adorno ; mas para socorrer con larga mano

( 1 ) P roverb. cap. x i. vers. 16 .(2 ) E clesiast. cap. x x v i. vers. 18 .

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las necesidades agenas. L a tierna I s a b e l copíá de la Santa la ternura de la caridad con los enfer­mos. Td , Juana de G a b ra l! Tú , A ya feliz , tu estarás ahora recompensando con eternos abrazos la ansiosa solicitud con que tu ilustre Discípula egercitó contigo hasta los actos mas humildes en tu mortal enfermedad , sin que fuese posible se­pararla de tu lad o , hasta cerrar tus ojos. L a pie­dad ú til para to d o , la devocion que presenta los objetos de la Religión santa con toda la grandio­sidad de divinos, pero tan amables como el Dios de a m o r, de paz y de misericordia 5 las copió I s a b e l de su Abuela santa.

Acaso habrá hombres que no gustando las deli­cias de estas v irtu d es, apreciarían mas una ins­trucción sobresaliente en la que estaba destinada para Reyna. Tened un momento, les diré yo , que I s a b e l llenará sin duda vuestros deseos. ¿ Seria en una Infanta m uy propio el adorno de las lenguas? I s a b e l poseyó perfectamente la francesa , la in­glesa, y singularmente la latina con tanta propie­dad , que acostumbraba felicitar á su Padre en su día con una composicion análoga al asunto, en este últim o idioma. L a música le era familiar, y alcanzó conocimientos no vulgares en la geogra­fía é historia. N i menos le fueron desconocidas la m o ra l, la filosofía, y teología; antes mostró sus bellos talentos en estas ciencias, tan extrangeras en el juicio común á una muger ( i) . D irá algún

( j ) E l sabio Jo sef M ontero de R ocha tu vo e l honor de ser e l prim er M aestro que le señalaron sus Padres , y bajo su dirección aprendió la len gua latina , la geografía y la h isto­ria j y e l Padre F r . Antonio de nuestra Señora de la R a b id a ,

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mal contentadizo, que serian mas análogas á una doncella destinada al himeneo , las labores pro­pias de su sexo. Pues I s a b e l sabia tomar la rueca y mover el huso entre sus dedos : enebraba la agu ja , y con ella era acabada en el coser, bor­dar y demás haciendas. N ada les quedará ya que desear á cierta clase de hombres. N o es extraño^ L a instrucción que mira á formar una muger v irtu osa, una esposa b u en a, y una celosa madre de fam ilias, no entra en el plan de tales genios; bien que no es oculto el motivo. Pero la tierna I s a b e l era mas sólida y deseaba la virtud. Por esto al momento que llega á su noticia la elección que la divina Providencia hizo de ella para el Trono de E spaña, se dedica á leer con el mayor empeño los libros que le enseñan á ser una per­fecta casada, una buena m adre, y una Reyna so­lícita por el bien y felicidad de sus pueblos. N o tardaremos en admirar los felices resultados de su aplicación en materia tan interesante.

Mas ay , que aquí debia yo enm udecer! M e temo á m í mismo. S e ñ o r, he de mover otra vez vuestra ternura : habré de llam ar vuestras lágri­mas 5 y es inevitable conmoveros de nuevo. L a virtuosa I s a b e l se nos acerca. L legó el momento feliz en el que se unió á nosotros con los vín­culos mas sagrados. I s a b e l enciende ya el fuego santo de un himeneo cristiano , que debe colmar­nos de bendiciones. Llam a fe liz , pero funesta! E lla nos mostró de cerca e l corazon de nuestra

de la ¿rden de San Francisco , la instruyó en e l B rasil mas que saficientem ente en la Idgica , m etafísica y filosofía m oral, y en m uchas cuestiones y tratados de la sagrada Teología.

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amable Soberana , para que tuviésemos poderosos motivos de amarla ( i) ; pero esta llama se apa­gó al momento para que la lloremos eternamen­te. Ó juicios inescrutables de una Providencia á quien el hombre no puede pedirle razón! Formó para nosotros una Reyna. En aquel dia feliz hizo ostentación de este don grandioso de su mano ; pe­ro nos le arrebató súbitamente. Nación desgracia­da ! Dios te mira y te sostiene con su diestra;pero acaso tus pecados..... Señor, doblemos estah o j a , d o n d e p o r v e n tu r a se h a lla la e q u id a d d e estos j u i c i o s , ju sto s y d iv in o s sí ; p e r o á n u e s tr a v is ta d u rís im o s p a ra n u e stro o r g u llo . E x p ie m o s p u e s h u m illa d o s la ca u sa d e e llo s , a u m e n ta n d o n u e stro lla n to en ra z ó n d e l m a y o r c o n o c im ie n to q u e e l n u e v o estad o d e I s a b e l nos p ro p o r c io n a d e lo m u c h o q u e h em os p e rd id o .

Preguntemos pues : elevada I s a b e l al Trono, unida al gran F e r n a n d o , constituida Reyna de las Españas, ¿m udó I sa b e l de índole? ¿desdijo de su educación ? ¿ abandonó las máximas cristia­nas? ¿ Mutavit Esther educationem suam ? Esta nue­va Estér ¿se dejó deslumbrar del brillo de su nue­va y alta dignidad ? Mas qué dignidad ? ¿ la de R eyn a? I sa b e l bien cimentada en las verdades católicas , no hacia un desden orgulloso de este supremo dictado. Ilabia leído que los de su cla-

( i ) Las Gacetas de M ad rid desde el fe liz desembarco de S . M . en C ád iz hasta su llegad a á la Corte , dan testim onio de su am abilidad , de su d u lzu ra , y del interés con que de­seaba eseusar á los P ueblos del tránsito cuanto fuese posible los dispendios , y aseguran sus actos de religión y piedad en ¡as diferentes Iglesias que visito con adm irable ternura. E n Aran- ju e z confesó y com ulgó antes de la ratificación d el Desposorio.

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se son llamados Dioses ( i) por aquel que sabe apropiar el nombre á cada una de las estrellas. Habia leido el honor y respeto que él mismo man­da prestar á los que en su nombre son sus un­gidos , y llevan su imagen y autoridad sobre la tierra. Pero ella no echaba en o lv id o , que estas Deidades por participación deben algún dia pre­sentarse al ju icio de aquel que es Dios por esen­cia (2 ) . Temblaba I sa b e l á esta consideración, y á la vista de aquel Juez Supremo de los Dioses desaparecía de sus ojos la magestad y grandeza de su Trono. Á este temor santo era consiguien­te estimar en mas el no tan pomposo carácter de sierva y hermana de Jesucristo; pero carácter que nos eleva á la única dignidad de hijos de Dios. Mas como no ignoraba que aquel Padre no mira tanto en los suyos el carácter y nombre como las virtudes de su hijo ; de aquí nacia en I sa b e l el solícito cuidado de adornarse con ellas. ¿ Cómo abandonará Estér. su educación cristiana ? cómo olvidará las máximas de Jesucristo? Antes I sa b e l miraba en su nuevo carácter un doble deber en su observancia por sí y por sus vasallos ; y esta fue la única mudanza de I s a b e l en su elevación al Trono.

N o era ya I sa b e l amable solo por tempera­mento y buena índole : éralo mas por aquel es­píritu de ternura y mansedumbre que sabe ins­pirar el Evangelio. Este es todo paz , am or, com­pasión cariñosa de las debilidades agenas. Digan los domésticos de I s a b e l Reyna si no era este el

(1 ) P salm . L x x x r . vers. 6 .(2) Ib id . vers. i .

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carácter de su Ama. ¿ Oyeron de su boca alguna palabra de ira ? Tuvo que reprender ? H ija mia, míralo mejor ; por tu bien te lo d igo ; no te con- viene; despues te pesará. Estas eran sus palabras. ¿ Y ellas no son mas amonestación de madre tier­na , que reprensión de Reyna irritada ? Diga el necesitado , el afligido, si salió jamás desconso­lado de su presencia. N o Señor : I s a b e l solo lo quedaba por no dar ensanche á su caridad por la escaséz del erario. Pero los sesenta mil reales mensuales que se le daban para alfileres ¿ qué des­tino tenían? L o dirán la viuda desolada, las fa­milias indigentes, los huérfanos desvalidos. Decid­lo vosotros , los que en las cárceles lloráis vues­tros excesos. Decidlo todos los necesitados. Pero acaso no podréis atestiguarlo. Recibisteis el socor­ro , mas ignorabais la mano bienhechora; porque ella lo tenía prevenido así con toda severidad á sus criados. Este es , Señ or, aquel espíritu de de­licadeza , que no alcanzaron los filósofos con to­das sus teorías; porque es peculiar de Jesucristo, que prohíbe á la mano siniestra entender en las buenas obras que la diestra practica ( i) .

Por lo mismo tampoco eran sus oraciones las del h ipócrita , que ora en pie en las sinagogas y es­quinas de las p lazas, para ser visto de los hombres* I sa b e l entraba en su aposento, y cerrada la puer­ta , oraba al Padre en secreto, esperando de él solo la recompensa (2). V ed ahí por qué no con­sentía se le aparejase el oratorio para sus confe­siones semanales. E lla misma se disponía otro den-

( 1 ) M atth . V I . vers. 3.(2) Ib id . vers. 5 . y 6.

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tro de su cám ara, sin que interviniesen en esta obra sus criados. ¿ Y á qué fin las visitas á dife­rentes Iglesias al amanecer, acompañada de su au­gusto Esposo , sin comitiva ni Reales insignias ? ¿ Por qué la admiró mas de una vez la Iglesia de la V ictoria en trage particular , con sola su ca­marera , confundida entre el pueblo y absoluta­mente desconocida , si su modestia y ternura no la hicieran traición? A h ! I s a b e l sabia que estas obras están expuestas en una Reyna al ayre de la vanidad, y que hechas porque sean vistas han recibido ya su galardón ( i) .

Pero I s a b e l ilustrada con las luces del Evange­lio por mas que su humildad la instaba á escon­derse de la vista de las gentes para aquellas religio­sas obras, conocia m uy bien no perm itirlo siempre su alto destino. E lla se miraba en ciertos lances cargada con la responsabilidad del buen egemplo. Habíale oido al Sabio : cual fuere el Gobernador de la c iu d a d , tales serán sus moradores (2). Sa­bia cuán poderoso y mas breve es el camino del egemplo que el de las leyes y preceptos , y que el egemplo les habia hecho conseguir á los hé­roes lo que no habia alcanzado su voz imperiosa. N o busquemos ya otro origen de aquella res­puesta con que I s a b e l hizo enmudecer á un su- geto de su servidumbre. Intentó éste compasivo retraer á su Magestad de la asistencia á los ofi­cios divinos en la ultim a noche buena , alegan­do lo adelantado de su embarazo , diciéndole que Dios veía su corazon y buenos deseos. S¿ , respon­dió , Dios lo ve 5 pero el público no lo ve. Res-

^1) M atth . VI. vers. 5 . y 6 ,( s ) Ecclesiast. cap. x . vers. 2.

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puesta sa b ia , aprendida en el E van gelio , y con­signada por todos los sabios y santos ( i) . Por la misma razón era modesto su vestido, aunque con­forme á su clase , porque quería inspirar la ho­nestidad á sus vasallos ; pues no sin razón está dicho: Mobile mutatur semper cum Principe vulgus.

Parece que estaba reservada para I s a b e l d e

B r a g a n z a la gloria de reproducir en el Trono de España las virtudes de sus antiguas R eyn as, ha­ciendo ver al mundo que si eran Reynas por elec­ción , también pueden ser madres por naturale­za ; pues que esta las ha dotado de cuanto se ne­cesita para este m inisterio, en el que tanto b ri­lla la sabia providencia del Criador. ; Qué expec- táculo , tanto mas noble cuanto mas abandona­do ! I s a b e l se deja ver en piiblico dando el pe­cho á su h ija , y llevándola en sus brazos por el paseo. V osotros, sensibles m adrileños, gozasteis es­te placer ; y solo vosotros sabéis cuál fue la dul­ce emocion de vuestros corazones á esta vista. E lla llamó vuestra atención para amar y observar des­de entonces las virtudes de esta Reyna privile­giada (2). I s a b e l pretende con el egemplo dester­rar la dureza de aquellas madi*es , que por mo­tivos puramente temporales entregan sus hijos á manos mercenarias y á leches vendidas. I s a b e l to­maba á su niña en brazos , quitábale los pañales, linipiábala con sus manos, envolvíala en otros, im­primía en su tierno rostro la efusión de su m a­ternal cariño , y luego la aplicaba á su pecho

( r ) M atth . cap. v . vers. 1 6 .(2) A sí lo atestiguaron infinitas cartas que con entusiasmo

se escribieron desde M a d rid ponderando este hecho.

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como el mas análogo á su constitución física ; por­que ella hubiera sentido cual otra Blanca ilustre, el desprenderse ni en el menor ápice del glorioso y dulce dictado de madre ( i) . ¡Q ué crueles le parecían aun para sí mismas aquellas que desde­ñan tales actos de ternura! E lla no hallaba una razón para robarle á su alma la complacencia de estas virtudes deliciosas, que la sabia naturaleza inspiró en el corazon de los vivientes, y que la gracia tuvo tanto cuidado de elevar á un órden divino , dándolas á gustar plenamente á la que sin el deleyte peligroso fue M adre, y enteramen­te madre de su mismo Autor. Con tales sentimien­tos ya no podía I s a b e l conformarse con la cos­tumbre de dar ayos á los h ijo s , y ponerlos en cuartos separados. N a d ie , decía esta Señora , me­jor ayo de los h ijos , que sus mismos Padres : ?zo, los mios no se apartarán de mi lado. Tal era su modo de pensar en una materia , en la que los Padres son deudores á la Patria según Q uintilia­no ; á la Patria y á Dios según el Evangelio ; y á los mismos hijos , por los males á que los ex­ponen con una educación extraña. Esto lo per­suade la razón , y sin otras luces lo alcanzó el Poeta Filósofo cuando dijo : Quo semel est imhuta recens , servabit odorem texta diu,

¿P ero qué mucho fuese esta la conducta de

( i ) A q u e lla incom parable R eyn a de F r a n c ia , m etiendo los dedos en la boca de 6U tierno hijo Saii L u is , le h izo vom i­tar la leche que le habia dado una de sus Dam as mientras e lla estaba con una fuerte accesión de calentura , y reprendien­do esta acción la dijo : ¿ P reiendeis por ventura , que yo su­f r a se me quite el titulo de m adre que tengo de D ios y de. la naturaleza'^ L e Comte de V alm on t t. i . L et. l o . en la nota.

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I s a b e l con sus hijos? Esta Soberana parece que es­taba destinada para evidenciar en un siglo de tras­torno de id eas, que las virtudes cristianas son las mas propias, dan va lo r, y ennoblecen la magestad de los Tronos. Hospitales de la C o rte , casas de beneficencia, vuestras lágrimas dirán siempre: dón­de está aquella amable Reyna , que con tanta ter­nura consolaba , regalaba y .servia con sus propias manos á nuestros enfermos ? Pero la caridad de I s a b e l tenia sus codicias. Sus manos no eran su­ficientes á llenar su anchuroso seno : deseaba ga- nanciar con manos agenas. Este fue el origen de su celo por la extensión de aquel establecimien­to el mas ingenioso que ha producido la caridad cristiana. H ablo, Señor , de las hijas de la caridad y siervas de los pobres enfermos. Vosotros, Valen- ■cianos,las conocéis ya, y lo debeis al celo de I s a b e l , E lla cuidaba de extenderlas por toda la Nación. E lla solicitó del Santo Padre la reunión de las Casas separadas á la obediencia del General de la Misión ; y ella codiciosa de la caridad de esas heroinas, tuvo la dignación de constituirse su Pro­tectora , y admitió con singular complacencia el cargo de Superiora Generala. Muchas almas pe­queñas se llenan con estas denominaciones y pom­posos dictados de la virtud mas noble , pero miran con desden y hastío á sus objetos predilectos. I sa b e l no a s í: se honraba con el cargo de Superiora de las Siervas de los pobres enferm os, y acreditaba serlo en la práctica y con las obras. Por esto fre­cuentaba, ya so la, ya acompañada de su Augusto Esposo 5 aquellas casas donde la humanidad dolien­te halla la compasion y ternura maternal.

Corazones sensibles, ¿ queréis ser espectadores

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de una escena deliciosa ? Entrad en aquella casa donde los que son infelices antes de respirar el común a y r e , reciben de las hijas de la caridad los consuelos que les negaron sus madres crueles, porque eran culpadas ( i ) . A llí es donde I s a b e l

daba todas las velas á su ternura y dejaba en li­bertad á su amorosísimo corazon. Recorria las cunas de aquellos inocentes que lloraban los de­litos de sus padres. Los mecía , los acallaba con sus caricias, y exhortaba á las nodrizas al mayor cuidado de ellos. A llí tal v e z , y fueron mas las ocasiones, que tomando sobre sus rodillas alguno de aquellos frutos de la flaqueza le quitaba los pañales sucios, lim piábale con sus propias manos, lo envolvía en pañales lim pios, y completaba su ternura honrando las tiernas megillas con el sello amoroso de sus labios. Pocas palabras, S eñ or, po­cas palabras bastan para expresar estos hechos; pero no hay lágrimas bastante amargas para llorar la pérdida de una Reyna , que sabia mejor ser dulce madre. Religión santa, ¡ con qué noble ma­gestad triunfas de los mismos Soberanos! Ellos sé inundan de placer cuando humillados á tus pies te tributan estos homenages.

¡Q ué hacéis ó Grandes de la tierra desdeñan­do tales actos ! Reyna es y de España la que á ellos se hum illa: viles os parecen en la práctica; mas vosotros envidiáis ahora la elevación de I s a b e l

por ellos. R eyna es, pero á los ojos de aquel que no se engaña en los ju icios, I s a b e l es mas grande

( i ) L a Casa de la Inclusa donde al cargo de las mismas H ijas de la Caridad se crian los exjjdsiíos , habiéndolo solicitado psí S. M . alcanzando B u la del Santo P adre para esto , sin que d i­chas R eligiosas se separen de la obediencia de su P relado General.

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cuando sostiene sobre sus rodillas y maneja cari­ñosa aquel inocente desgraciado, que cuando está sentada entre la magestad y púrpura del Solio. E l Juez Supremo le asegura , que en el dia de la universal remuneración atenderá exclusivamen­te á estas obras de beneficencia y misericordia como practicadas con su misma Persona, porque lo han sido en alivio de sus pequeñuelos ( i) . Pero ni aun dilata tanto la recompensa. I s a b e l siente su alma inundada de las consolaciones de aquella diestra liberalísima. Así q u e , en una de estas oca­siones, lavándose despues las manos, tomándole las palabras al R ey inspirado , exclama con mucha gracia : Ahora si que podré decir : M e he lavado las manos entre los inocentes (2 ).

Y tai-fondo de cariño para sus semejantes, ¿d e dónde podía tener principio sino del amor de Dios ? Estos dos amores de tal modo se identifi­can que solo varían en los objetos ; pero aun en estos, el primero es amado por el segundo. Míente, dice el Discípulo privilegiado , el que dice, que ama á Dios si no ama á su semejante (3 ) . Amaba I s a b e l á Dios y lo evidencia su amor al prógimo. Pero todas sus obras lo persuaden, porque todas ellas convencen la solicitud ansiosa de complacer­le. L o convence la continua ocupacion y alter­nativa feliz con que empleaba su tiempo , por h u ir la ociosidad , y con ella las ocasiones de dis­gustar á D ios, que ella abriga. Horas destinadas á la lección de libros santos, y meditación de las

( i ) M atli. cap . XXV. vers. 40 .( í ) Psalin . XXV. vers. 6 .

Í3) I . Joan. cap. iv . vers. 20.

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verdades eternas : horas dedicadas al rosario y otras devociones con su augusto Esposo y familia: horas destinadas á las labores propias de su sexo, hasta remendarse sus paños interiores ( i) : horas ocupadas cual otra muger fuerte en el cuidado de sus domésticos , inspeccionando como aquella sus aposentos y obras : estas y otras atenciones consumían la mayor parte de su tiempo ; porque no gustaba de malbaratar alhaja tan preciosa por las fruslerías de vanas conversaciones y etiquetas. Todo esto no parecerá gran cosa á los ojos de algunos espíritus frívolos, que con notoria injus­ticia se arrogan el título de ilustrados ; pero estos son los medios dignos de una alma sòlida para conservarse en la gracia y amistad de Dios ; y este es el verdadero amor.

¿Pero qué esta Reyna vivía en alguna aldea ó village, enteramente aislada, condenada á una vida obscura sin objeto alguno de recreo, tenien­do de continuo tirante el arco de su espíritu ? N o Señores. I sa b e l vivía en su Corte gran de, brillan­t e , populosa, que gustaba y tenia sus delicias en aclamarla y bendecirla ; y la buena Reyna no era insensible á estas efusiones del amor de sus vasallos. Gustaba de recreos ; pero sencillos, que al mismo tiempo ilustran y deleytan el espíritu. Decidida por las bellas artes dedicaba á ellas algunas ho­ras: hacia progresos singularmente en el dibujo (2). Erigió para las niñas una escuela de él : visitaba

( 1 ) Se sabe de persona de carácter que lo vid.(2) Los dibujos de principios hechos por S . M . bajo la d i­

rección de D . V icente L o p e z , prim er P in tor de C ám a ra , sirven en el d ia de originales en las escuelas de esta clase de la M erced C alzada y calle de Fuencarral.

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y fomentaba estos establecimientos , honrando á sus Profesores : y recibia con singular complacencia los obsequios de estas clases ( i) . Señor: hay ojos tan lech u zas, que ni aun pueden traslucir en es­tos objetos el brillo de la virtud ; pero nuestra Soberana con mejores principios ju zgab a, que to­dos ellos lejos de disonar al E vangelio , están san­tificados por la Religión en sus templos , en sus altares, en sus imágenes, y demás objetos del culto. N o ignoraba, que el mismo Dios formó y mostró á Moysés el diseño de aquel suntuoso Taberná­culo , donde en lo antiguo quiso ser adorado : que señaló los preciosos m ateriales, y eligió los maes­tros (2). Sabia también que él mismo crió los cielos y la tierra con tantas bellezas y adornos; y que despues se complacía en su bondad y ele­gancia ; y finalm ente, que el mismo Criador pa­rece se deleytaba en preguntarle al santo Job: si sabía cómo habia él echado lo? cimientos de la tierra ; cómo puso medidas sobre ella ; cómo ex­tendió las líneas y aseguró este grandioso edificio, desafiándole á que hiciese otro tanto si podia (3), I s a b e l se recreaba en todo e sto , y en que se imi­tasen estas obras prodigiosas en cuanto sea posible á las pocas fuerzas humanas. Pero su fin era fo­mentar la industria, facilitar sus progresos, ase­gurar la decente colocacion de mil familias , y

( i ) A d m itid con sin gular dignación y com placencia la M e­d a lla , que la R eal A cadem ia de San Carlos de V alen cia acuñd para perpetuar la m emoria del fe liz enlace de su M agestad con nues­tro amado Soberano el Señor D . F e r n a n d o S í p t i m o , alabando el pensamiento y acabada egecucion de aquellos Profesores.

( i ) E xod. cap. 2XV. vers. 2 6 . 2 7 . 2 8 .(3) J o b . cap. x x x Y iii. vers, 4 . cet.

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promover así el bien de sus pueblos , evitando millones de excesos y desórdenes con ofensa de D ios, deberes tan sagrados en los Reyes. ¿ Y estas no son atenciones dignas de la carid ad , virtud sabia que saca la dulce miel de todas las flores, y todo lo convierte en bien del hombre ? O fiera guadaña! tií nos has arrebatado inmensos frutos, que nos prometía esta ilustrada caridad.

Pero ya es tiempo de dar un lugar breve á los incontestables testimonios de la R eligión , devocion y piedad , hijas predilectas de la madre de las vir­tudes. L a distancia nos impide el placer del con­vencimiento propio : pero la Real Capilla retor­na aun el eco de la ternura de I s a b e l en su dia­ria asistencia á los Oficios D ivin os, y de sus ge­midos á los pies del Ministro de la Penitencia. A quel Tribunal santo ofrece datos de la humildad con que una Reyna inocente se presentaba en él como culpada ( i) . L a mesa donde se come el Cordero de Dios, repite todavía el respetuoso temor con que á ella se acercaba; pues solía decir '.Jamás tendría yo aliento para recibir al Señor, sin previa confesion , aun cuando mi conciencia no me argu yera de culpa grave* V iven todavía las personas eclesiásticas y á la Real Capilla pertenecen , á quienes en la noche de N avidad penúltim a de su v id a , preguntó, si podría comulgar en aque­lla h o ra , y sin cuyo permiso no quiso verificar­lo (2). Egemplo de sumisión á las disposiciones de

( 1 ) A partaba e l almohadon que se acostum bra poner para las Personas R eales , y se arrodillaba en tierra.

(2) Preguutd al Sacristaii de la R eal C ap illa si se pedia com ulgar en aquella hora , ó si habia p riv ileg io para e llo ; j como e l Saci'igtau le contestase dudando « ansiosa de recib ir al

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la Iglesia , que renuevan la obediencia de los Teo- dosios y Otones.

¿ Mas para qué aislarnos en la Real Capilla? Atocha admiraba todos los Domingos la ternura de I sa b e l con aquella prodigiosa Imagen de M a­ría, y la filial confianza con que á la criatura mas feliz encargaba el buen éxito de sus partos, vi­sitándola en las Iglesias dedicadas á su nombre en los nueve dias primeros del noveno mes de su embarazo. ¿ L a Iglesia de la Victoria no la obser­vó repetidas veces confundida entre el pueblo, asistiendo fervorosa á los egercicios de los trece Viernes en honor del pobre Francisco de Paula su particular protector y patrón ? Y en verdad, que es notable, que una Reyna poderosa humi­llase su magestad y eligiese por su protector ca­balmente al Mínimo de los ciudadanos del cielo, Pero I s a b e l habia oido á la verdad misma; que el menor de aquellos es mas grande que lo mas grande de la tierra ( i) .

¿ Y era este el objeto mas interesante de su ternura? A h ! Jesús Nazareno ocupaba nn lugar distinguido en su cámara , y el primero y el todo en su corazon. A quel hermoso entre los hijos de los hombres , pero ya sin aspecto ni b e lleza , des­preciado 5 y el postrero de todos; varón de dolo­res , y que conocia el padecer ; que tenia su rostro como escondido, y todo él encorbado bajo el peso enorme de nuestras miserias (2). Ese hombre des­conocido y atribulado conmovia el corazon de

S e ñ o r , envid á preguntarlo al Em inentísim o Seíior P atriarca, no com ulgó hasta que tu vo el permiso de S. E .

(1) M ath . cap. x i. vers. 1 1 .(2) Isai. cap. LUI. vers. 2. y 3.

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I s a b e l al amor y á la gratitud , por haber to­mado sobre sus espaldas el castigo de nuestras culpas curando con sus cardenales cual bálsamo divino nuestras heridas ( i) . A sus pies derramaba I s a b e l su alma y de allí salian los vivos deseos de purificarse m as, para estar siempre dispuesta á la menor señal de ese Esposo , de ese Hijo del hombre , de ese poderoso Padre de fam ilias, que vendrá á la hora menos pensada (2). Veis ahí la causa de la confesion general con que se pre­paró para su primer p a rto , y de la particular en su penúltimo dia en la noche buena , como si previera que en la siguiente seria llamada á las bodas eternas ; fortaleciendo su alma con el Pan de vida , oyendo la Misa del Gallo en la Real Capilla 5 y otras tres en su Cámara , con otros egercicios santos, que continuó hasta las tres de aquella noche, diciendo despues : Disponga de mí el Señor como le pareciere. ¿ Y no es esta una in­contestable demostración del fervor de espíritu, con que á los de su servidumbre que le represen­taban compadecidos de lo adelantado de su em­barazo y molestias consiguientes que se habia toma­do mucho trabajo , contestó devota : Para servir á Dios todo trabajo es poco : m a l. rato os he dado mas JO lo recompensaré ? Señor , yo no sé qué pueda pedirse mas á una R e y n a , y Reyna jóven, á los veinte y un años de su ed ad , entre la pesa­dez é incomodidades de un embarazo de nueve meses. Tal ternura de devocion , tal fervor , tal constancia ha grangeado los honores á las Isabelas

( i ) Isai. cap. LUI. vers. 5 .(e ) M a th , cap. x x v . vers. 6.

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y otras heroinas del nombre cristiano. Ellas fue­ron gratas á Dios por estos medios , ¿ por qué no lo será también su N ieta y^su im itadora?

Mas ó F e r n a n d o am able ! O R ey tocado por la poderosa mano de D io s! O desgraciado Esposo! si yo no temiera atravesar con un duro puñal tu angustiado p ech o, te preguntara, si eran estas las virtudes de tu adorada Compañera. Están exage­radas ? son hijas de la vil adulación ? Habla F e r ­n a n d o amable como testigo de mayor excepción. A h Señor ! mi corazon se conm ueve, mi alma se abisma , al observar que el oprimido Monarca puesta la mano debajo de su m egilla, con doloroso silencio y ardientes lágrim as: Sí , me responde. Y o fui testigo de e llas, y de otras que tú ignoras. Esa alma grande se recataba de tomar parte en los asuntos de gobierno y provision de empleos. Si tal vez la estimulaba su conciencia, ¡ con qué prud en cia, con qué miramiento exponia sus ra­zones para que nadie quedase desconceptuado y e l mal se remediase! ¡ Inalterable era su pacien­cia en los disgustos que son comunes á los Reyes! Mas a y ! que yo infeliz he perdido un egemplar de amor co n y u gal! Dónde está aquella ternura encantadora! dónde está aquel amor tie rn o ::: ha desaparecido aquella mano cariñosa que disponia por sí misma las medicinas y me aplicaba los re­medios en mis dolencias ! ¡ Enmudecieron ya aque­llos dulces labios , que en mis frecuentes triste­zas 5 con hechicero embeleso me decían: F e r n a n ­do ; soy Yo la causa ? Te he dado algún disgusto ? 81 así es , perdóname.

Españoles, no seamos inhumanos con nuestro R ey abismado en el dolor. ¿ Por qué le atormen­

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tamos con el recuerdo cruel de una E sposa, que formaba sus delicias y parecía destinada para ha­cerle olvidar la memoria de sus desgracias? A h ! esa muger fuerte era su gozo y hubiera coronado en paz los años de su vida. E lla era la buena su erte , la porcion , y herencia de los que temen á D io s, y que se da al varón por sus buenas obras. E lla era su alegría y conform idad, ora en los sucesos prósperos, ora en los adversos de su Reynado ( i) . F e r n a n d o lo sabia m ejo r, porque mas bien que nosotros admiraba sus virtu d es: mas ya no halla otro consuelo que mezclar con las nuestras sus lágrimas silenciosas. ¿ Mas qué tristes gemidos vienen á herir mis entrañas? Dulce H er­mana ! encanto de nuestra vida ! unión de nues­tras almas ! alma grande, que animada por el amor superior fuiste á toda etiq u eta! ¡ T u que no sa­bias separarte de nuestro la d o , y tus delicias eran nuestra com pañía, ahora sorda, insensible á los clamores de tus hermanos ! ¡ Carlos y Francisca de Asís te han perdido ! y para siempre ! A y Carlota amada ! A y amante madre ! Tu adorada I s a b e l : : : A h ! n o , tü no sobrevivirás á este golpe fiero!

Los tristes lamentos rompen las fuertes pare­des del consternado Palacio. Sus ecos dolorosos hacen entreoír confusamente en la Corte la in­fausta noticia : el ángel de la muerte vuela por todos sus ángulos , y con mal articuladas pala­bras : la R ejn a ha muerto : va gritando. Un yelo mortal oprime los corazones ; palpitan , apenas alientan. Los niños, los jóvenes, Lis doncellas, que en alegres coros celebran por las calles el N aci-

( i ) E clesiast. cap. x x v i. vers. i . 2 . 3 . y 4 .

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miento del Autor de la v id a , se paran , se sus­penden , quedan inmobles ; cáense de sus manos el ra b e l, el panderillo, las sonajas, la alegre can­ción se interrumpe , y despues de un pavoroso si­lencio , la continúa y finaliza el alarido univer­sal ; L a Reyna ha m uerto: : : ; nuestra amada So­berana : : : : la am able, la virtuosa I s a b e l : : : : nues­tra adorada R e y n a ; : nuestra amante M ad re::: ( i) Señor: si este público y dolorosísimo testimonio no es el triunfo de la v ir tu d ; si no es este monu­mento el mas grande y magnífico de la gloria de I sa b e l d e B r a g a n z a ; en la tierra no puede hallar­se otro ni menos sospechoso, ni mas b rillan te: ne­cesario será subir al cielo donde se hallan los ju i­cios ciertos é incontestables.

A llí veo yo escrito con caracteres eternos: gracia es sobre gracia la muger pundonorosa (2). I sa b e l lo fue desde la cuna. A llí está escrito: No hay cosa de tanto peso, sea de oro ó de plata , que pueda compararse con una alma honesta (3). L a

( í ) E s costum bre y a m u y antigua en M ad rid , que los n iñ o s , jtívenes y doncellas celebren e l N acim ien to del Señor reunidos por las calles en varios coros , cantando las letras pro­pias de aquella F estiv id ad , a l son de los tam boriles y otros instrum entos de alegría 5 dem ostración festiva , que se continúa hasta e l dia de R eyes. M as en e l momento en que se oyó la funesta noticia del fallecim iento de esta R eyn a amada , por un im pulso universal y voluntario , sin que nadie lo mandase se interrum pieron enteramente , y se did fin á estas demostraciones de placer j b rillan te testim onio del dolor que abismd á todos, y por con sigu ien te, dato e l mas positivo d el amor de aquellos vasallos , y del sentim iento por la m uerte de la que m iraban m as como m adre que como R eyn a.

(2) E clesiast. cap. XXVI. vers. 19 .(3) Ib id . vers. a o.

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modestia de I s a b e l lo atestigua en su favor. A llí se halla escrito : Lo que el sol al nacer en las al­turas de Dios es para el mundo, esto es la her­mosura de la muger buena para el adorno de su casa ( i) . I s a b e l lo fue para sus Padres, lo fue para sus domésticos, lo ha sido en veinte y siete meses para su Augusto Esposo, y lo hubiera sido siempre para sus pueblos. A llí se halla escrito: Antorcha que alumbra sobre el candelero santo, es la belleza del rostro en una edad robusta (2 ). I sa b e l jó v e n , herm osa, bien com plexionada, gobernaba su casa, criaba sus hijos, consolaba á su marido. A llí está escrito : Columnas de oro sobre bases de p la ta , son los pies que se afirman sobre las plantas de la muger constante (3 ) . I s a b e l tomó las virtu ­des en la cuna y no las dejó en el sepulcro. A llí finalmente se halla escrito : Cimientos eternos sobre piedra sólida , son los mandamientos de Dios en el corazon de la muger buena (4). I s a b e l dirigió sus pasos por el Evangelio y ley santa del Señor. ¿Seria su alma agradable á Dios?

L a perseverancia sella estas virtudes y á ella está vinculado el premio inmortal ; porque escrito está : E l que perseverara hasta el fin será salvo (5). Esa muerte prematura y de solos veinte y dos minutos , precedida de tantos actos de Religión, persuade que su Magestad estaba siempre prepa­rada ; y no es otra la perseverancia que el su­premo Juez exige en los justos cuando dice : Tened

( 1 ) E clesiast. cap. x x v i. vers. 2 1 .(2 ) Ib id . 22.(3) Ib id . 2 3 .(4) Ib id . 24 ,

(5 ) M a th . cap. x. vers. a 2. . •

V

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ceñidos los lomos y las antorchas en vuestras manos para que cuando venga y llame abrais al momen­to ( i) . V ino el Señor , llamó el A rbitro de los destinos á una hora inopinada , á los veinte y un años: contestó I s a b e l , abrió la p u erta , presen­tóse ataviada con las virtudes. ¡ Qué mucho que haya entrado en las bodas eternas para gozar sus d elicias! í qué mucho que el Señor se apresurase á llevársela para darla el eterno R e y n o !

Buen D ios! vuestros juicios no son como los de los hombres, ellos oyen la voz de sus pasiones; pero vos juzgáis con equidad. I s a b e l estaba á vues­tros ojos en sazón , porque era virtuosa (2 ): le dispensaste la gracia de sacarla de entre las mise­rias de la v id a : cumplióse ya vuestra irresistible voluntad. Mas a y ! que nosotros la hablamos me­nester ! Adorados sean Señor vuestros juicios. Y si vuestros ojos linces han descubierto en su alma alguna leve paja , de las que se pegan con la humana conversación y que no sufre la lim pieza de vuestra ciudad , y ha de ser consumida con el fuego admirable y expiatorio, tened Señor com­pasión de ella. Recibid nuestras lágrim as, tomadla en cuenta nuestra dolorosa desolación; y reducid la satisfacción de su deuda , al breve momento en que nosotros digamos penetrados de ternura: Requiescat in pace. Amen,

O. S. G. S. R. E.

(1 ) L u c. cap. XII. vers. 36 .(2) Todos estos hechos están fielm ente copiados de las noti­

cias que han comunicado personas de alto carácter y d ignas de toda fe.

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IN SC R IPC IO N E S Y POESIAS

Que se colocaron en el Cenotafio, y en las paredes de la Iglesia del Convento del C árm en, en las Exequias de la Reyna nuestra Señora D o n a M a ­

r í a I s a b e l b e B r a g a n z a , celebradas por el Real Acuerdo de la Audiencia de Valencia en 17 de Febrero de 1819.

ISABELLA • AUGUSTA

BRASILICA • LUSITAINIGA

HISPANI • ORBIS

AMOR • ET • DELICIAE

VIRTÜTÜiVI • CULTRIX * ARTIUM • FAUTBIX

INOPUM • MATER

TERRAM • PEROSA • HING • ABIIT

HUIG

QUIDQUID • UBIQUE • TERRARUM * EST

C ATHOLIGI • NOMINIS

L A G R I M A S • FUND AT

BENE • APPREGETUR.

ISABELLAE

LUSITANORUM • REGUM

SANGUINE * GLARAE

REGINAE • PARENTI • AMORIBUS • SUIS

HISPANIA • UNIVERSA

MOERENS • AMANS • DESIDERANS

M ATRIS • OPTIMAE

AG • BENEMERENTISSIMAE

EXTREMO • GINERI

DESIDEKIUM • AMOREM • LAGRIMAS

LIBENS • ADFERT.

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MEMORIAE • AETERNAE

ISABELLAE • AUGUSTAE ■ HISPANIAE • REGINAE

HAEG • CLARISSIMORUM ■ REGUM

' CLARISSIMA • SOBOLES

NUTRITA • FAUSTIS • SUB • PE:NETRALIBUS

FERDINANDO • VII

AUGUSTO • CATHOLIGO

POTENTISSIMO • HISP • REGI

IMMENSO • ENAVIGATO • OCEANO

NUPTA • FELICITER

EXPLETIS • NATURAE • MUNERIBUS

REGINA • SPONSA • MATER

IN • IPSO • ADOLESCENTIAE • FLORE

DECESSIT

MOERENTI • UNIVERSAE • HISPANIAE

MOERENTI • INOPUM • POPULO

MOERENTIBUS

LIBERALIUM • ARTIUM - STXTDIIS

INGENTI ■ DESIDERIO • SUI • RELICTO.

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D. O. M.ELISABETHAE • LUSITANIAE • REGIS • FILIAE

FERDINANDI * VII • HISP • REG • CONJUGl

QUAE

OMTslBUS • SEMPER • AMARILIS

NUSQUAM • SUOS • NISI ■ MORTE • TÜRBAVIT

S. V.

UT • TÜ • VIATOR • INTELLIGAS

QUAM • MAGNA • H AEG • TIBI ■ URNA • DEMONSTRET

MEMORIAE ' REGINAE • SUAE

MONÜMENTUM ■ HOG * D.

YIXIT • AN ' XXI • M • V • D • VII *

D. O. M.ELISABETHAE • FERDINANDI • Vn • HISP ■ REG • PF-A

DULQSSIMAE ' GONJÜGI

QUOD

LIBERALITATE • ET • AMORE

HISPANORUM • SIBI * CORDA • DEVINGXERIT

S. V.,

LUBENS • LUGENSQUE

DULCISSIMAE • ET BENEMERENTI • MATRI • D.

VALE-VALE-VALE*

* Compuso esta In scrip ción , la sigu ien te, y la que se colocó «obre la puerta de la Ig lesia el P . J o sef V id a l , de la Couipa- fiía de Jesús , M aestro de R etórica j Poesía en e l R eal Sem i­nario de N obles : las demás , y tam bién las Poesías el P B ue­naventura Prats , de la misma R elig io n , Catedrático de R etó­rica y L engua G riega de la U niversidad de V alen cia.

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EI2 THN I2ABEAAAN

B A 2 I A I 2 2 AN.

EnirPAMMA.

H S lO A a i MOT2 AI TAS HOIA2 HOT* AEIAEIN

AHKAN. X ’‘OS HASAS MEN KEAAAHSE ATPAI.

El A’ AP’ o r ’ ENAOSON THN HMETEPAN BASIA122AN

EIAEN nOT TATTHN AN KEAAAHSE MONHN,

T R A D U C C IO N .

L a Musa al Cantor Ascreo

Dióle el cantar las Eéas;

Y él supo cantarlas todas

Sobre notas duraderas.

Pero si el noble cantor

De esta nuestra oido hubiera,

Á IS A B E L solo cantara,

Y dejara andar las Griegas.

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EI2THN ATTHN

EnirPAMMA.

AINEI^lTfíNrEnAAAI 0 AAEPÍ1N HOTE SEINETYNÁIKÍIN

TON nE P ISnW O N A NOTN THNTE OIAO^POSTNHN

KAITHS EK HATEPÍIN BASIAEIAS TON MEFAN OFRON

A IN aN THNA* EAA0 E2 TH2 HEPI AAKPTOMEN.

TR A D U C C IO N ,

Si alabas , ó Pasagero,

De famosas Heroínas

L a modestia y gentileza,

Y la sangre esclarecida:

Has loado sin pensarlo.

Alabando á las antiguas,

L a misma por quien aquí

Lloramos lágrimas vivas.

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IN FUNERE

ISABELLAE AUGUSTAEH IS P . R E G I N A E .

a n a p a :e s t i .

A g ite , Augustae D ucite funus Quotquot adestis, Moestos Moesti Fundite flatus:E t funereo Sidera pulset, N aenia versu. Omnes quotquot Urbes colitis,Quas Velivolus N obilis amnis Am bit Iberus*Turn VOS quotquot Pinguia rura Laetaque late A rva tenetis,Quae Tagus aureis Lam bit arenis:E t quos , inter- Fuso Oceano, N ovus á veteri D ividit orbis: Tuque remota Gens Brasilidum Solis nimio

Usta calore. T u rba dolentum Omnis adesto. Occidit eheu! Patriae columen, Dicite cuncti: Occidit eheu! Flos Lusiadum Spes Hesperiae, Occidit eheu! Lugent inopes, Lugent artes, Luget et ipsa Candida virtus, Illa Angelicis Immixta Ghor.^ D ucit sacras Rite choreas:Nos interea H ic incertìs Fluctibus act! F leb im u s, omne Nomen Iberum, T e , Bona Mater: Quae nuper amor Regi et populisj

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N un c dolor ingens, Resonet tristiN ec cura levis. Clamore tholus:Populus flentum, V ale as, valeasQuos dolor angit, D icite cuncti;Moestos rursum V aleas, valeasFundite fletus. D ic ite , Mater.

lam que ad Superos hinc abeunti, Plebs L usiadu m , Plebs Hesperiae, Dicite ; Placida sede quiescat.Dicite : F elix scandat Olympum.

E P IG R A M M A .

C u r tacitus moestis decurrit Türia ripis N ec solitis rident haec loca laetitiis?

C u r pullo incedis, formosa Valentia cu ltu ,N ec vultu remanet, qui fuit a n te , nitor?

Conjugis Augustae fatum lugemus Elisae:Haec decus, haec patriae M ater , amorque fuit.

O C T A V A .

Hermosa perla de la noble España,V alen cia , á quien alegre ciñe el coro De las Gracias risueñas ¿cu ál extraña Suerte obscurece tu gentil decoro?A y ! cuánto la esperanza nos engaña!Mientras j triste ! esperaba ün siglo de oro, M uerte , y mi fiel amor me han vuelto presto L a gloria en lu to , y en dolor funesto.

G

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E P IG R A M M A .

Cum Charites tem plum commune sibi et simul almae

V irtu ti optarint quaesierintque diu,

N ec facile inventu fu e rit, virtute negante

Unquam posse s im u l, se, veneresque coli:

Inventum est tandem , quo posset denique condì,

E L IS A B E T H p ectu s, carus utrisque locus.

TR A D U C C IO N .

D e las V irtu d es las G racias H asta que vin o un exacto

D isintieron sobre un puntoj D e todas ellas trasunto,

Q uisieron T em plo com ún, Y en e l pecho de IS A B E L

N i era fácil e l asunto: H abitaron de por ju n to .

O C T A V A .

Cual suele tras la triste noche obscura

Amanecer el sol resplandeciente,

Y dando nueva vida á la natura

A legrar la afligida humana gente;

T al ISA B E L tras nuestra suerte dura

M ostróse, y respiró España doliente:

Mas ay dolor ! que ya el cielo irritado

Esta estrella del dia ha retirado.

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E N D E C H A S.

L lo rem o s, clamemos, F e r n a n d o y E l is a ,Á E l is a la p a z ! Ó q u é a m a b le p a r !A l A ltar sagrado España no pudoPostrada la faz. M ejor desear.

E l is a de España Mas no plugo al CieloD elicia y amor, Tal bien prosperar;Te fuiste y nos dejas L a dicha pasóse,Tristeza y dolor. Nos queda el llorar.

Fue breve el contento Llorem os , gimamos,Q ue España logró: Pidamos la paz.Te vim o s, y al punto L a paz para E l isa

la dicha pasó. Postrada la faz.

Sobre la puerta de la Iglesia se puso la Inscripción

siguiente.

SISTE • V IA T O R

H E IC * U BI • AD STAS

IM P E R IA * M 0 R T I3 * SU N T

A E Q U E • P U L S A N T IS

P A U P E R U M • T A B E R N A S

R E G U M Q • T U R R E S

IN G R E D E R E

C O N T E M P L A R E • A N IM O

QUOD • O CU LIS

N O N • POTES

C A V E • TIBI

V A L E ' U T ■ V A L E A S .

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