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Talla de san Juan de la Cruz JOSÉ VICENTE RODRÍGUEZ Avila INTRODUCCIÓN Por Juan de la Cruz se pelearon a primeros de siglo Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset. Unamuno escribió en una carta a Azorín, publicada en el ABC del 15 de diciembre de 1909: «Si fuera imposible que un pueblo dé a Descartes y san Juan de la Cruz, yo me quedaría con éste ... ». Como también decía: «Son muchos aquí los papanatas que están bajo la fascinación de esos europeos». Or- tega se sintió aludido, y respondiendo a Unamuno en El Imparcial, se confiesa «plenamente, íntegramente uno de esos papanatas». Arre- mete después contra don Miguel entre festivo y airado: «En los bailes de los pueblos castizos -dice- no suele faltar algún mozo que cerca de la media noche se siente impulsado sin remedio a dar un trancazo sobre el candil que ilumina la danza: entonces comien- zan los golpes a ciegas y una bárbara baraúnda. El señor Unamuno acostumbra a representar este papel en nuestra república intelectual. ¿ Qué otra cosa es si no preferir a Descartes el lindo frailecito de corazón incandescente que urde en su celda encajes de retórica ex- tática? Lo único triste del caso es que a don Miguel, el energúmeno, le consta que sin Descartes nos quedaríamos a oscuras y nada vería- mos, y menos que nada el pardo sayal de Juan de Yepes» 1 1 J. ORTEGA y GASSET, Obras Completas 1, p. 128-129. Recoge toda esta contienda y calibra bien el alcance y los matices subyacentes RAMIRO FLÓREZ FLÓREZ en su estudio Razón mística: experiencia de la interioridad en San Juan REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 56 (1997), 479-513

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Talla de san Juan de la Cruz

JOSÉ VICENTE RODRÍGUEZ

Avila

INTRODUCCIÓN

Por Juan de la Cruz se pelearon a primeros de siglo Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset. Unamuno escribió en una carta a Azorín, publicada en el ABC del 15 de diciembre de 1909: «Si fuera imposible que un pueblo dé a Descartes y san Juan de la Cruz, yo me quedaría con éste ... ». Como también decía: «Son muchos aquí los papanatas que están bajo la fascinación de esos europeos». Or­tega se sintió aludido, y respondiendo a Unamuno en El Imparcial, se confiesa «plenamente, íntegramente uno de esos papanatas». Arre­mete después contra don Miguel entre festivo y airado: «En los bailes de los pueblos castizos -dice- no suele faltar algún mozo que cerca de la media noche se siente impulsado sin remedio a dar un trancazo sobre el candil que ilumina la danza: entonces comien­zan los golpes a ciegas y una bárbara baraúnda. El señor Unamuno acostumbra a representar este papel en nuestra república intelectual. ¿ Qué otra cosa es si no preferir a Descartes el lindo frailecito de corazón incandescente que urde en su celda encajes de retórica ex­tática?

Lo único triste del caso es que a don Miguel, el energúmeno, le consta que sin Descartes nos quedaríamos a oscuras y nada vería­mos, y menos que nada el pardo sayal de Juan de Yepes» 1

1 J. ORTEGA y GASSET, Obras Completas 1, p. 128-129. Recoge toda esta contienda y calibra bien el alcance y los matices subyacentes RAMIRO FLÓREZ FLÓREZ en su estudio Razón mística: experiencia de la interioridad en San Juan

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Cada uno de los asistentes a esta riña entre dos grandes apostará por quien bien le parezca desde su punto de vista.

No hay duda de que la humanidad debe mucho al filósofo y matemático francés, pero' ¿alcanza acaso la talla del frailecito de corazón incandescente? ¿Debe menos la humanidad a Juan de la Cruz que a René Descartes? ¿No va creciendo más cada día «aquel personaje, carmelita de sandalias y escaso de figura»? 2. ¿No marca acaso Juan de la Cruz, como quería Unamuno, "el punto culminante de la mística castellana»? 3, Y ¿desde cuándo es el mundo filosófico y matemático de Descartes superior a la mística sanjuanista?

SANTA TERESA VALORA A FRAY JUAN

La talla física de Juan de la Cruz, según las últimas investigacio­nes, estaba algo así como en 1,60 4

• Santa Teresa andaba empeñada en subrayar lo poquito que levantaba del suelo aquel su primer descalzo y de su pluma sale aquello de «con cuan chico es» 5; «aun­que es chico» 6. Reparte algunos diminutivos muy decidores, «mi senequita», «aquel santico de fray Juan» 7, refiriéndose, naturalmen­te, no a la poca sabiduría ni a la poca santidad del nombrado, sino a su estatura física menudita.

Al lado de esta pequeñez somática pone de relieve sus cualida­des morales y mentales, condensando así su juicio : «aunque es

de la Cruz y San Agustín, en 11 Simposio sobre san Juan de la Cruz. Ponencias. Avila, 1989, p. 164-168.

2 Así llama Torrente Ballester a San Juan de la Cruz en el prólogo puesto al libro de JosÉ VICENTE RODRÍGUEZ, Florecillas de San Juan de la Cruz. La hondura de lo humano. Ed. Paulinas, 2' ed., Madrid, 1990, p. 5.

3 M. DE UNAMUNO, En torno al casticismo: de mística y humanismo, Col. Austral, 10.ª ed., Madrid, 1983, p. 108.

4 Puede verse Relazioni sul trattamento conservativo eseguito sul carpo, Roma 1993; allí mismo ed. española. La estatura de aquel «medio fraile», «estimada en 160 centímetros, no parece excesivamente baja. Se señala a tal pro~ósito también una leve lordosis lombar»: p. 47.

Carta a Jerónimo Gracián, en Madrid, 21-22 de agosto de 1578, desde Avila.

6 Carta a Francisco de Salcedo, en Avila, finales de septiembre de 1568, desde Valladolid.

7 Carta a J. Gracián, en Alcalá, 15 de abril de 1578, desde Avila.

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chico, entiendo es grande en los ojos de Dios» 8, No se cansa de llamarlo a pluma y a boca llena «santo» 9, «harto santo» lO. Como quien canoniza a su fray Juan, escribe a don Teutonio de Braganza, Obispo de Evora: «el uno que llaman fray Juan de la Cruz, todos le tienen por santo, y todas, y creo que no se lo levantan» 11. Lo cano­niza asimismo ante el propio rey Felipe II: «y este fraile, tan siervo de Dios, está tan flaco de lo mucho que ha padecido, que temo por su vida»; y poco más aniba le ha dicho: « ... un fraile descalzo, tan gran siervo de nuestro SeñoL .. ; le tienen por un santo, y en mi opinión lo es y ha sido toda su vida» 12. Sigue haciendo obra de taracea dejándonos un perfil muy logrado: «hombre celestial y divi­no» 13; «en mi opinión es una gran pieza» 14; «tiene el espú'itu de nuestro Señor» 15; «sé de su gran caridad» 16; «gran tesoro», «muy espiritual y de grandes experiencias y letras» 17. En su persona se encuentra «tanta gracia acompañada de tanta humildad» 18; jura por la lealtad de fray Juan 19; «tiene harta oración y buen entendimien­to» 20; «es cuerdo»; sabe y proclama que siempre ha hecho «vida de mucha perfección y religión» 21; «hablándole, contentóme mucho» 22.

Estos juicios de valor los da alguien tan sagaz como la madre Teresa que lo ha conocido de cerca, que ha convivido con él varios

8 Carta cit. a Francisco de Salcedo. 9 Carta a María de San José, en Sevilla, 19 de diciembre de 1577, desde

Avila; a don Teutonio de Braganza, en Evora, 16 de enero de 1578, desde Avila; a Gracián, en Madrid, 19 de agosto de 1578, desde Avila; a Gracián, en Madrid, 21-22 de agosto de 1578, desde Avila; a Roque de Huerta, en Madrid, 4 de octubre de 1578, desde Avila.

10 Carta a Gaspar de Salazar, en Cuenca, 13 de febrero de 1573, desde Avila.

11 Carta a don Teutonio, 16 de enero de 1578. 12 Carta del 4 de diciembre de 1577, desde Avila. 13 Carta a Ana de Jesús, en Beas de Segura, nov-dic., 1578, desde Avila. 14 Carta a don Teutonio de Braganza, en Evora, 16 de enero de 1578,

desde A vila. 15 Carta a Ana de San Alberto, en Caravaca, enero 1580, desde Malagón. 16 Carta cit. a Ana de Jesús, en Beas. 17 Ibíd. 18 Carta a Inés de Jesús, en Medina del Campo, en 1574, desde Avila. 19 Carta a Gracián, en Alcalá, febrero 1580, desde Malagón. 20 Carta cit., a Francisco de Salcedo. 21 Fundaciones 13,1. 22 Ibíd., 3, 17.

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años en Avila, que lo ha tenido de confesor, con quien ha hecho viajes fundacionales, que lo ha tenido más de un mes consigo en Valladolid para transmitirle el carisma de la nueva familia renovada del Carmelo, que lo ha vuelto a visitar en la primitiva casa de Duruelo, con el que se ha encontrado más veces, que se ha carteado con él, de quien ha recibido grandes aclaraciones acerca de su mundo místico, con quien asegura tener en común grandes regalos y mer­cedes del Señor, deseando entrambos servir a su Majestad y padecer por él, etc.

Para que no le faltase nada, además de cartas de fray Juan, tuvo Teresa conocimiento de escritos del mismo y, aunque fuera en el tono zumbón propio del género llamado vejamen, dio su opinión sobre las excelencias de aquel largo tratado que le había presentado en respuesta a su palabra interior: búscate en mí 23. Saboreó también parte de los poemas sanjuanistas, en concreto canciones del Cántico Espiritual y exhortó a sus monjas a que las cantasen 24.

Cuando se vio sin él, al pasar fray Juan a Andalucía, llora su ausencia y la expresa así: «oo. después que se fue allá, no he hallado en toda Castilla otro como él ni que tanto fervore en el camino del cielo. No creerá la soledad que me causa su falta. Miren que es un gran tesoro el que tienen allá en ese santo, y todas las de esa casa traten y comuniquen con él sus almas y verán qué aprovechadas están, y se hallarán muy adelante en todo lo que es espíritu y per­fección; porque le ha dado nuestro Señor para esto particular gra-

23 Véase en Obras de Santa Teresa. Vejamen sobre las palabras "búscate en mí». En la crítica al escrito de fray Juan le dice: «Harto buena doctrina dice en su respuesta para quien quisiere hacer los Ejercicios que hacen en la Com­pañía de Jesús, mas no para nuestro propósito». Y después de otros períodos añade: «Dios me libre de gente tan espiritual que todo lo quieren hacer con­templación perfecta, dé do diere. Con todo, los agradecemos el habernos tan bien dado a entender lo que no preguntamos. Por eso es bien hablar siempre de Dios, que de donde no pensamos nos viene el provecho».

24 Ana del Santísimo Sacramento declara en las Informaciones de Medina: « ... estando preso mucho tiempo en la cárcel de Toledo en su prisión hizo y compuso las canciones de la esposa: las cuales la dicha Santa Madre trajo a este convento y pidió a las religiosas que se holgara se entretuviesen en ellas y las cantasen, y así se hizo, y desde entonces se han cantado y cantall»: ANDRÉS DE LA ENCARNACIÓN, Memorias Historiales, ms. 13482, fol. 74r, D. N. 202: ed. Salamanca 1993,1, p. 170.

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cia» 25. Y quien ha tratado con tantos y tan grandes teólogos como ella, solía decir «todas las cosas que me dicen los letrados hallo juntas en mi Senequita» 26

A este caudal de noticias ciertas habría que añadir otros aconte­cimientos que desconocemos y en los que la madre Teresa funda­mentaría también sus testimonios sobre fray Juan.

JUICIOS SUCESIVOS

Después de cuatro siglos no sé si hemos añadido algo esencial a estos juicios de valor de la madre Teresa, comprobando de esta manera cuán acertada andaba y cuán buena «lapidaria» era, es decir, conocedora de las piedras preciosas que caían en sus manos, discer­nidora de espíritus, sagaz y fina descubridora de los talentos de las personas y aquilatadora de los valores de aquel santico de fray Juan muy en particular.

Aun suponiendo que no hayamos añadido nada sustancial a la radiografía teresiana, hemos adelantado no poco y profundizado en el conocimiento de las diversas áreas señaladas por la madre Teresa: experiencia espiritual, talento discernidor, comunicador de espíri­tu, etc., y vamos conociendo mucho más técnicamente parcelas que a ella le resultaban menos explorables: filológico-literaria, poética, teológica, interpretativo-bíblica, etc.

Luis de San Angelo, carmelita descalzo que recibió el hábito de manos de fray Juan en 1583, y que cuando se ordenó de sacerdote la primera persona que confesó fue el santico de fray Juan, dejó escrito acerca de su padre y maestro: «Sería de importancia impri­mir los libros que dejó por ser muy espirituales, como lo fue su trato

. todo y creo lo serían de grande provecho en la Iglesia» 27. Es un testimonio que no ha sido tan aireado como las declaraciones de doctos, de grandes catedráticos, de universidades, en concreto la

25 Carta cit. a Ana de Jesús, nov-dic. 1578. 26 ANDRÉS DE LA ENCARNACIÓN, Memorias Historiales, ms. cit., D. N. 196,

ed. cit., p. 167; véase también, Ibíd., p. 146 Y 131. 27 Ms. 12738, p. 769? cfr. asimismo sus declaraciones en los Procesos:

BMC 23, p. 497; Y BMC 24, p. 409.

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de Alcalá, con que se adornaron las primeras ediciones de 1618, 1619, 1630 Y siguientes; pero es un testimonio de un testigo que trató muchísimo con el santo y a través de su juicio se adivina y pronostica lo que será Juan de la Cruz como maestro en la Iglesia de Dios.

Las ediciones de aquellos libros llegaron y siguen publicándose sus obras y a través de ellas se le ha ido conociendo y apreciando. Alcanza actualmente unas cotas altísimas en los planos del espíritu.

CLAMOR POR UN DOCTORADO.

Dentro de todo este bullir sanjuanista, hay un acontecimiento positivo que supuso un nuevo impulso en el conocimiento de la persona y de la obra de Juan de la Cruz: su nombramiento de Doctor de la Iglesia Universal en 1926. En la primera documentación ofi­cial de la Orden, ya en el siglo pasado, para solicitar de la Santa Sede que Juan de la Cruz fuera declarado Doctor de la Iglesia, se recordaban los elogios de la propia Iglesia en la Bula de Canoniza­ción del santo, donde se dice que escribió libros de mística teología llenos de sabiduría celestial 28.

El Capítulo general de la Orden en 1889 acoge alborozado la petición del Prior de Segovia 29 y allí mismo se lee una gran expo­sición sobre la posibilidad del doctorado, aduciendo argumentos intrínsecos (ciencia y doctrina eminentes del santo ... ), argumentos extrínsecos (testimonios ajenos). Sería magnífico que fuera declara­do doctor en el tercer centenario de su muerte en 1891 y que para bien de la Iglesia y alegría de cuantos lo esperan «dicto anuo ejus diei quam optamus rubescat aurora» 30. Pero habrá que pasar no pocas auroras y soles hasta que llegue ese día venturoso. En otras instancias que se van sucediendo por parte de episcopados, Univer-

28 Ese primer documento se debe al prior y comunidad de Segovia: 29 de abril 1889. Puede verse en San Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia. Docu­mentación relativa a la declaración oficial (ed. Eulogio Pacho) MHCT, 12, Roma, 1991, p. 3-4.

29 Ibíd., p. 4-5. 30 Ibíd., p. 5-13.

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sidades eclesiásticas y civiles, facultades de teología, colegios, Or­denes religiosas se insistirá en la necesidad de tener en la teología mística un doctor declarado en la persona de Juan de la Cruz lo mismo que en la teología dogmática se tiene a Tomás de Aquino, en la ascética a San Francisco de Sales, en la moral a San Alfonso 31,

Juan de la Cruz de hecho en el campo de la mística «resplandece como 'el sol» 32; se enaltece su doctrina como totalmente segura, íntegra, útil a todos, altísima y nobilísima, de modo que será prác­ticamente imposible encontrar a otro que hable como él de las per­fecciones de Dios, de las mercedes divinas, del misterio inefabie de la benignidad de un Dios que se comunica con el' hombre 33. La utilidad de dicho doctorado lo demuestra «il desiderio grande di tante anime che ormai stanche della vita materiale e greve che si vive oggi nel mondo, anelano agli slanci sublimi, ed ai puri e larghi respiri della vita spirituale» 34. Aprovechando la devoción incon­mensurable de Pío XI a Teresa de Lisieux se le insta a que declare Doctor al maestro, guía y padre, «alla cui scuola essa formo il suo spirito, alla cui dottrina informo la sua santita e per il quale essa ebbe sempre particolarissima predilezione e devozione» 35. Ante la implantación de cátedras de ascética y mística en las universidades eclesiásticas parece oportunísimo y sumamente deseable que a pro­fesores y alumnos, a escritores y lectores se les dé en la persona de san Juan juntamente un modelo, un maestro y un patrono declarán­dolo doctor de la Iglesia, ya que sus enseñanzas en estos ámbitos del saber son «communis doctrina» 36.

31 Ibíd., Carta Postulatoria pro Doctorado del Obispo de Segovia, 1926, p. 38-40.

32 Ibíd., p. 39. 33 Ibíd., p. 42, en el texto enviado por el Obispo de Segovia como modelo

a Cardenales, Arzobispos, Obispos y Superiores religiosos para que pidan el doctorado. De hecho han firmado 467 entre Cardenales, obispos, religiosos, Universidades de Europa, Africa, Asia, América y Oceanía: Ibíd., p. 40-63.

34 Ibíd., Carta Postulatoria del General de los carmelitas descalzos: p. 63-65.

35 Ibíd., p. 63. Sobre la parte que pudo tener este reclamo a Teresa de Lisieux en la decisión de Pío XI, puede verse el relato de Emidio Federici, lbíd., p.438-444, donde desvela la trama de esa especie de asedio al Papa por ese camino de su vulnerabilidad teresiano lexoviense.

36 Ibíd., p. 67-68, en la carta postulatoria de la Universidad Gregoriana.

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El prepósito general de la Compañía de Jesús, el famoso padre Ledochowski, partiendo del elogio de la bula de canonización de Juan de la Cruz «in mysticae theologiae arcanis scripto explicandis aeque ac Theresia divinitus instructum», sigue diciendo que la au­toridad de Juan de la Cruz como maestro no ha disminuido sino aumentado y sigue aumentando con el correr de los años y el flore­cer de los estudios místicos dentro y fuera de la Iglesia; por esta razón y por los peligros que entraña la desviación en estas materias sería algo estupendo declarar doctor a este santo que tan bien ha sabido poner en guardia a los lectores contra la vana curiosidad de visiones y de otros favores singulares, llamándolos incesantemente a lo que es el concepto central de toda la vida del espíritu: la abne­gación de sí y la unión con Dios por medio de la caridad 37.

La Facultad de Teología del Angelicum eleva su petición muy bien razonada y reconoce que estamos ante un guía particularmente seguro en los caminos del espíritu que «merece particularmente el título de doctor en espiritualidad por haber admirablemente distin­guido la contemplación infusa de los favores extraordinarios que a veces la acompañan, como son visiones, revelaciones, palabras in­teriores» Otra razón especial para este doctorado es que importa dar una dirección segura a lo que se puede llamar el movimiento místico contemporáneo». La lectura de sus obras es siempre muy útil para las almas interiores, para que sepan librarse de tantas im­perfecciones y sobrellevar las pruebas y purificaciones dolorosas en las que se aviva el espíritu de fe, la esperanza y la generosidad del amor de Dios 38.

Muy buena y abundante la petición de Universidades eclesiásti­cas, Seminarios, Universidades civiles y Academias de España. En la segunda parte hablan de la oportunidad de tal doctorado para bien de clérigos, estudiosos de la mística, etc. Suscriben la petición el 24 de junio de 1926. La última en firmar es la Real Academia Española de Ciencias Morales y Políticas que dice ¿se vería muy honrada en que Vuestra Santidad se dignase conferir señaladísimo título de Doctor de la Iglesia a San Juan de la Cruz, hombre celestial y

37 Ibíd., p. 69-70. 38 Ibíd., p. 75-79.

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divino, el más original de los místicos, cuyo lenguaje tiene algo de sobrehumano y misterioso, que no es posible medirlo con criterios ordinarios» 39.

Ya cercanos a fecha de la proclamación los dos teólogos seña­lados ex officio «tuvieron que contestar a una objeción que se refería a la forma poético-literaria usada por el santo. Al primero se le presentó así: 'la forma usada por san Juan de la Cruz en sus escritos no parece tan conveniente en un Doctor de la Iglesia (<<minus decet Ecclesiae doctorem»); pues como suele comentar algunos poemas por él compuestos, su exposición se toma menos clara y menos teológica y científica de cuanto será de desear». Esta era la objeción. La respuesta fue la siguiente: «como antiguamente Platón encenó la suma filosofía en sus diálogos y mitos, así pudo san Juan de la Cruz expresar su altísima doctrina mística en poemas y canciones y en comentarios a las mismas; y esto vale, sobre todo, porque por este camino se pueden comunicar mejor, en lo que es posible, las luces infusas y los ímpetus de amor infuso que constituyen por así decir la «mística experimental» y de los que trata la «mística especulati­va»: y en esto es gran místico san Juan de la Cruz al armonizar en su persona ambas cosas: experiencia y doctrina mística» 40.

La segunda objeción deCÍa: «Se podría objetar que san Juan de la Cruz no ha hecho obra de teólogo, porque se expresa en lenguaje poético y simbólico». El teólogo encargado contesta: «Distingamos: nuestro santo emplea los versos y las figuras para describir las ex­periencias místicas; pero emplea el lenguaje propio cuando da la explicación teológica de los mismos. Por otra parte, para el uso de las figuras, se autoriza con el ejemplo de la Sagrada Escritura; en el prólogo del Cántico Espiritual demuestra admirablemente la razón de ser de est¡:: procedimiento» 41.

Es posible que estas objeciones hayan tenido mucho de puro trámite, más que de objeciones propias y verdaderas. Las respuestas

39 Ibíd., p. 79-90. 40 Ibíd., p. 115-126. Este primer voto es del famoso jesuita JosÉ DE GUIBERT,

La objeción mencionada y su respuesta, p. 119. 41 Ibíd., p.127-143. La mencionada objeción, p. 138. El voto es del carme­

lita descalzo fr. Pascal du T.S. Sacrt, no del P. Garrigou-Lagrange, O.P., como se ha venido pensando por mucho tiempo. cfr. Ibíd., p.127 en nota.

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de los teólogos podemos considerarlas suficientes y pasables. Ac­tualmente con otra sensibilidad «transformaríamos la forma poética y simbólica no en una objeción sino en un mérito particular y en un valor excelso y positivo» 42.

De aquí que Juan de la Cruz no sea un simple encantador desde los titmos, acentos y musicalidad de sus grandes poemas sino maes­tro y hasta doctor de la Iglesia por su producción poética. Así lo ve nada menos que Hans Urs Balthasar quien escribe: «Juan de la Cruz tiene plena razón cuando presenta la parte doctrinal de su obra como un comentario desajustado e infetior a las poe­sías, donde tienen lugar los auténticos pronunciamientos de que ninguna prosa es capaz. Si damos crédito y aprobación a la juste­za de esta autocrítica, resulta que es Doctor de la Iglesia más como poeta que como prosista. Exige así de modo singularmente valio­so, la atención sobre el carácter del Verbo mismo de Dios (= la Palabra divina misma), que tampoco es mera prosa, ni es adecua­damente traducible en simple prosa, pero en su simplicidad habita la plenitud de la divinidad, como el sentido en un símbolo inson­dable» 43.

ESPALDARAZO DOCTORAL

Resueltos todos los trámites previos, el Doctorado sanjuanista llegó el 24 de agosto de 1926, respondiendo de esta manera a los deseos de cuantos habían clamado por esa declaración y proclaman­do ante la faz de la Iglesia universal que Juan de la Cruz «ilustrado con divinas luces, enseña a las almas el camino de la perfección con una luminosa explicación de los carismas celestiales. No obstante, tratar de arduas y recónditas matetias la Subida del Monte Ca/mela, la Noche Oscura, la Llama de Amor viva y algunas otras produccio­nes y cartas suyas, vense enriquecidas con tal copia de doctrina

42 JosÉ VICENTE RODRÍGUEZ, San Juan de la Cruz, profeta, enamorado de Dios y maestro, Madrid 1987, p. 143.

43 Gloria. Una estética teológica, 1'01.3: estilos laicales, Ed. Encuentro, Madrid, 1986, p. 170. Dedica un espacio amplísimo a Juan de la Cruz, p. 114-178.

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espiritual y tan adaptada a la inteligencia de los lectores, que justa­mente son reputadas como el código y escuela del alma fiel deseosa de emprender una vida de mayor perfección. Con razón, pues, se afirma en la Bula de Canonización que san Juan de la Cmz «escribió libros de mística teología. henchidos de sabiduría celestial»; y a este tan valioso testimonio se han adherido después casi todos.

y se añade:

«En efecto, después de su muerte, acaecida en 1591, fue tanta la autoridad que, a través de los tiempos, se granjeó Juan en materias ascético-místicas, que los expositores de la cien­cia sagrada y varones santos han reconocido siempre en él al maestro de la santidad y de la piedad, y a sus enseñanzas y escritos han acudido a beber, como en purísima fuente del cristiano sentir y del espíritu de la Iglesia, las sentencias y argumentos de las cosas espirituales que trataban» 44.

Curiosamente la Biblia es llamada en el Concilio de un modo tan parecido a lo dicho en el Breve del doctorado de los escritos sanjua­nistas: «alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espi­ritual» 45. Así se relanzó con autoridad superior la figura de Juan de la Cmz hace setenta y un años. El Doctorado fue un punto de lle­gada y de afirmación de quién era y qué significaba el nuevo doctor para la Iglesia, para la vida de los fieles, para los estudiosos de las sendas del espíritu, y para cuantos emprendieran animosamente la aventura de la santidad, y para los que se van santificando día a día en la fidelidad constante a lo insignificante y necesitan, como todos, de lo que fray Juan ofrece: «palabras al corazón bañadas en dulzor y amor», de discreción para el caminante, de luz para el camino y de amor generoso en el caminar 46.

44 La Carta Apostólica de Pío XI se titula Die vicesima septima, en refe­rencia al día de la canonización de Juan de la Cruz en diciembre de 1926. El texto de la proclamación del doctorado puede verse en AAS 18 (1926), p. 379-381 también en el vol. de la Documentación oficial, ed. cit. de E. PACHO, p. 144-147, donde se señalan otras publicaciones; se puede ver el texto o en latín y castellano, en francés, italiano, alemán.

45 Dei Verbum, 21. 46 Véase en JUAN DE LA CRUZ el prólogo a los Dichos de Luz y Amor.

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A setenta y un años de distancia de la fecha de la proclamación, podemos comprobar que no fue un doctorado sin pena ni gloria, sino que fue un punto de partida para nuevas investigaciones y conquis­tas de la mano de un maestro tan calificado.

En el Concilio se citó unas cuantas veces a san Juan de la Cruz 47,

pero la alegación principal llegó, no de manos del episcopado espa­ñol ni de otros de habla hispana, sino de Africa. En aquella interven­ción memorable del entonces arzobispo de Uagadugu en el Alto V olta, Monseñor Zoungrana, que más tarde sería nombrado Carde­nal, dio un resumen del texto cumbre del santo del cap. 22 del libro segundo de la Subida. Habló en nombre propio y de sesenta y siete obispos africanos. Y lo hizo de esta manera: «Dios hace una reve­lación, dice una única Palabra y en esta Palabra se nos dice todo. El Padre nos manda que escuchemos a su Hijo para conocer las verda­des, para hacer su voluntad y nos entrega todos los medios de la gracia, cuando en la trasfiguración dice: «Este es mi amado Hijo, en que me he complacido; a él oíd» (Mt 17,5) ... ; por lo cual pedir ahora al Padre que nos revele algo nuevo es hacer un agravio al Padre y al Hijo. Nada nos puede ser revelado que sea mayor que Cristo, ni hay nada que revelar que no esté ya dicho en Cristo». Terminada la cita se dice con énfasis: «Ita nos docet S. Ioannes a Cruce, Ecclesiae doctor, quando de revelationibus tractat in operibus spiritualibus» Invocada así la autoridad del doctor se pide que se tenga en cuenta y que es de desear que en el esquema que se está examinando de la que será la Constitución conciliar Dei Verbum, se diga que «la per­sona de Cristo es la revelación misma», la revelación en persona. Y clama en tono profético: «Decid al mundo, Padres Conciliares, que Jesucristo es la revelación divina, «para que el mundo entero oyen-

47 En Acta Sinodalia del Concilio publicadas por el Vaticano pueden verse: I-lI, p. 437, habla el obispo Jaime Flores Martín de la eficacia de la oración para el provecho de la Iglesia conforme a CB 29. En lI-III, p. 147, habla el arzobispo de Chicago de la humildad de Juan de la Cruz, cuando cercano a la muerte no quiere que le recuerden sus buenas obras. En lII-VI, p. 236, Aniceto Fernández, General de los dominicos, recuerda lo de «un solo pensamiento del hombre vale más que el mundo entero ... ». En IV-n, p. 967, se enaltece el destino final del hombre en la vida de la Trinidad conforme a la doctrina sublime de Juan de la Cruz. También puede verse n-VI, p. 348; III-V, p. 470; IV-V, p. 304.

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do crea, creyendo espere y esperando ame» 48. Así tuvo también voz Juan de la Cruz en el Concilio VaticanoIl 49. Pienso que en la Dei Verbum se tuvieron en cuenta estas sugerencias. Esto puede verse leyendo el cap. 1, nn. 1-4.

Las intervenciones del Papa Juan Pablo II habladas y escritas acerca de Juan de la Cruz tienen el aire de un nuevo relanzamiento del doctorado y del magisterio del doctor místico al mundo y al hombre moderno.En su gran discurso-homenaje al santo el 4 de noviembre de 1982 en Segovia, decía refiriéndose a esos mismos textos de 2S 22, 5-7, citados en el Concilio: «En estas palabras del doctor místico encontramos una doctrina de absoluta coherencia y modernidad. Al hombre de hoy, angustiado por el sentido de la existencia, indiferente a veces ante la predicación de la Iglesia, es­céptico quizás ante las mediaciones de la revelación de Dios, Juan de la Cruz invita a una búsqueda honesta, que lo conduzca hasta la Fuente misma de la Revelación que es Cristo, la Palabra y el Don del Padre. Lo persuade a prescindir de todo aquello que podría ser obstáculo para la fe, y lo coloca ante Cristo. Ante El que revela y ofrece la verdad y la vida divinas en la Iglesia, que en su visibilidad y en su humanidad es siempre esposa de Cristo, su Cuerpo Místico, garantía absoluta de la verdad de la fe» 50.

AMBITOS DIVERSOS

Para admirar la talla siempre creciente de este hombre, sería útil dar un recorrido por los diversos ámbitos del universo sanjuanista. Su persona y su obra no son coto cerrado ni de la Orden del Carmen ni de la Iglesia sino que es patrimonio de la humanidad. «Su recla­mo ha movilizado a ensayistas, pensadores, poetas y estudiosos de todo tipo, en publicaciones individuales, colectivas, seminarios,

48 SAN AGUSTÍN, De catechizandis rudibus 4, 8: PL 40, 316. 49 El texto latino entero de la intervención de Zoungrana en Acta Sinodalia

S. Concilii Oec. Vaticani Il, vol. IlJ, Periodus tertia, Pars JIl, Congregationes Generales XC-XCV Typis Po1ig1ottis Vaticanis. MCMLXXIV, p. 212-214.

50 Juan Pablo Il en España. Texto íntegro de los Discursos del Papa, Madrid 1983, p. 128-129.

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congresos, etc., que han visto en su obra un referente ineludible del quehacer humanístico. No hay ámbito del saber humano donde no se note de alguna manera su presencia, sobre todo en aquellos que limitan con el misterio: la religión, el arte, la filosofía» 5i.

Simplificando mucho, nos limitamos a algunos aspectos, sabien­do que los poetas, la historia, la hagiografía, la filosofía, la teología, la historia de las religiones, la psicología, la psiquiatría, la crítica literaria, la música, la iconografía, el cine y otros saberes se han echado sobre Juan de la Cmz para dialogar con él y al1'ancarle sus secretos. Todos quieren conocerlo mejor y sentarse a su mesa.

Lo biográfico

En lo que va de siglo, especialmente después del doctorado, se han escrito las mejores biografías de Juan de la Cmz. Los avances en este tel1'eno van deshaciendo por igual la leyenda blanca y la leyenda negra acerca de fray Juan y han ido configurando mejor la fisonomía del hombre. Desde esos avances con su buena criteriolo­gía histórica podemos conocer mejor su misma doctrina. Mucho se ha hecho, pero queda todavía no poco tajo 52.

Junto a lo biográfico hay que poner la reconstmcción trabajosa que se ha ido realizando del magisterio oral de Juan de la Cmz; esto ha ayudado a conocer mejor su persona y a entender también mejor su magisterio escrito. Ambos magisterios se van entrelazando, te­niendo nuestro santo más vocación para instmir oralmente que para hacerlo con la pluma 53.

51 SALVADOR Ros GARCíA, en la presentación del libro de que es coordinador La recepción de los místicos Teresa de JeslÍs y Juan de la Cruz, Salamanca, 1997, p. 19.

52 Puede verse JosÉ VICENTE RODRíGUEZ, El avance de la biografía sanjua­nista en el siglo XX, en La recepción de los místicos ... , ob. cit., p. 271-292.

53 Véase JosÉ VICENTE RODRÍGUEZ, «Magisterio oral de San Juan de la Cruz», Revista Espiritualidad 33 (1974), p. 109-114; Idem, en «San Juan de la Cruz profeta ... », p. 59-77; Idem, «San Juan de la Cruz, magisterio oral y eSCli­tos breves», Teresianum 40 (1989), p. 397-433. En esta misma onda se mue­ve MIGUEL ANGEL DiEz, Palabras vivas de San Juan de la Cruz, Burgos, 1997, 261 p.

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Mundo poético

Lo biográfico nos introduce en los momentos de la creaClOn artística y nos sitúa ante la palabra poética de fray Juan, que con­sigue «la poesía que lo es todo: iluminación y perfección» 54

Para acercarse al orbe poético sanjuanista resulta extraordinaria la siguiente confesión: «Una vez más confirmo lo que mucho repito: que siempre se puede decir la primera palabra sobre un poeta, pero que nunca se puede decir la última». Así escribía Leopoldo de Luis, el gran editor de Obra poética completa de Miguel Hemández, a Nicolás de la CalTera 55.

También sobre Juan de la Cruz como poeta se han dicho, efec­tivamente, primeras palabras y se van añadiendo siempre otras nue­vas, pero todo se cielTa con el convencimiento de que queda mucho por decir. No es el caso de recordar ahora a tantísimos como han escrito sobre la poesía sanjuanista 56. Los no pocos que nos hemos metido a publicar e introducir a los lectores en su poesía, termina­mos siempre con la impresión de que hay un «más allá» en que navegar e investigar, que gustar, que descubrir, de que hay no poco trabajo por delante. Se va haciendo clásica la conclusión de Carlos Bousoño, que después de analizar estéticamente las estrofas 13-14 del Cántico A (14-15 CB) y de quedarse admirado ante tantas imá­genes visionarias, como allí acumula el poeta místico, termina cali­ficándolo de poeta «contemporáneo», poeta del siglo XX, y de la segunda mitad del siglo XX 57. Por muy buena que sea esta palabra de Bousoño, habrá que ampliarla en su alcance cronológico y llamar a fray Juan a boca llena poeta del siglo XXI y de los siguientes, de los que vengan.

54 JORGE GUILLÉN, Lenguaje y poesía.Algunos casos españoles. Alianza Edi­torial, Madrid 1969: San Juan de la Cruz o lo inefable místico, p. 73-109; la cita en p. 109.

55 NICOLÁS DE LA CARRERA, El Dios de Miguel Hernández, Verbo Divino, Estella, 1995, p. 18.

56 Puede verse la bibliografía correspondiente en Obras Completas, EDE, Madrid, 1993, p. 1145, Y 1151-1152.

57 Teoría de la expresión poética, 5.ª ed., versión definitiva, Madrid, 1970, t. 1, cap. XI, p. 280-302.

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Experiencia místico-poética y teología

El contacto con los versos sanjuanistas suscita de inmediato una pregunta: ¿de dónde le viene a la poesía sanjuanista su vigencia perenne y el embrujo de que está dotada?

Quien mejor apunta al hontanar poético es Pablo VI en su Carta Apostólica Altissimi Cantuso El documento pontificio se refiere di­rectamente a Dante Alighieri, pero allí cita entre los más eminentes poetas cristianos a Juan de la Cruz y recuerda el hecho de que «los contemplativos, es decir, los hombres religiosos por excelencia, más que cualquiera son candidatos a la Poesía, a la grande Poesía» 58. Y añade: «en realidad entre los místicos y los verdaderos poetas y, en general, entre los cultivadores de las bellas artes, de las que la poe­sía es animadora y madre, existe un secreto parentesco» 59.

Esta afirmación se ilustra ulteriormente diciendo: «el don poéti­co corresponde en el orden natural a lo que en el orden sobrenatural es el don profético y místico; y, en ambos casos, cuando se dan esos dones, existe un proceso psicológico análogo. Ambos a dos buscan la morada más escondida del alma, la punta más alta del espíritu, el centro del corazón, donde unos sienten la presencia de Dios y los otros, los poetas, aunque no plenamente comprendida, pero sí sos­pechada e intuida (barruntada) la presencia de un don del autor de la Belleza» 60.

En el caso singular de Juan de la Cruz sucede que en la misma persona se da el poeta y el místico y esa única persona es la depo­sitaria de unas riquezas extraordinarias en lo poético y en lo místico. Los introductores a su poesía y contempladores auténticos de sus versos no pueden menos de relacionarlos con la experiencia mística del autor; «poeta teopático y teofático a la vez, intuye la analogía existente entre sentimiento místico y poético, e intenta expresar con palabra lírica su experiencia de «paciente de divinidad» 61.

58 AAS 58 (1956), p. 35. La Carta de Pablo VI del 7 de diciembre de 1965 está escrita con ocasión del séptimo centenario del nacimiento de Dante.

59 Ibíd. 60 Ibíd. 61 CRISTÓBAL CUEVAS, San Juan de la Cruz. Poesías, Llama de amor viva,

Clásicos Taurus, Madrid, 1993, p. 17, donde dice además: «Parece una obvie-

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Ya el biógrafo y editor de Juan de la Cruz y poeta él mIS­mo, Jerónimo de San José (Ezquerra) escribía en su día en 1641 hablando de los poemas sanjuanistas: «Muy cierta cosa es que la verdadera y santa poesía es una comunicación de superior aliento inspirada en el ánimo, para que con la armonía y consonancia de su número el espíritu se levante al cielo de donde ella procede. Este es el propio origen suyo y el efecto que causa en todo corazón bien templado» 62.

Anteriormente fray Luis de León, en quien se inspira fray Jeró­nimo, había dicho que «poesía no es sino una comunicación del aliento celestial y divino» 63.

Del verso al misterio

Al tratarse, pues, de un altísimo poeta místico, desde sus versos se cae en el misterio de Dios, en la realidad del mismo Dios expe­rimentado y ahí sí que no se puede pronunciar ni la primera palabra completa y perfectamente articulada, aunque sí se puede balbucir, cuando la experiencia recibida «es tal un no sé qué que se siente quedar por decir y una cosa que no se conoce quedar por decir, y un subido rastro que se descubre al alma de Dios, quedándose por rastrear, y un altísimo entender de Dios que no se sabe decir, que por eso lo llama no sé qué ... ; llámalo un no sé qué, porque así como no se entiende, así tampoco se sabe decir, aunque ... se sabe sentir. Por eso dice que le quedan las criaturas balbuciendo, porque no lo acaban de dar a entender. Que eso quiere decir balbucir, que es el hablar de los niños, que es no acertar a decir y dar a entender qué hay que decir» (CB 7, 9).

Estas son las afirmaciones del propio poeta santo, que, puesto ante sus poemas y en oficio de comentarlos y expandirlos en prosa,

dad, pero hay que repetirlo: san Juan de la Cruz es el más alto poeta místico de la literatura española de todos los tiempos».

62 Historia del Venerable padre fray Juan de la Cruz (ed. JosÉ VICENTE

RODRÍGUEZ), Salamanca, 1993, p. 339-340. 63 Obras Castellanas, Nombres de Cristo (Monte), BAC, 2.ª ed. Madrid,

1951, p. 468-469.

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va ofreciendo los criterios con que hay que acercarse a sus versos, autocalificados de «dichos de amor en inteligencia mística» 64.

Habla seguro y convencido de su inspiración divina, de la an­churosidad y copia que su mente fecundada por el amor ha sido capaz de sembrar en esas pocas palabras verdaderas y asegura que es ignorancia pensar que «con alguna manera de palabras se pueden bien explicar» 65. Ni los que padecen estas experiencias las pueden explicar y por eso tienen que echar mano de mil ejemplos, compa­raciones y semejanzas, símbolos, figuras extrañas, etc., ni siquiera él mismo cree poder declararlos en su justeza. Le parece lo mejor dar alguna luz general «porque los dichos de amor es mejor declararlos en su anchura, para que cada uno de ellos se aproveche según su modo y caudal de espíritu que abreviarlos a un sentido a que no se acomode todo paladar» 66.

DESAFÍO PERENNE

Con estas afirmaciones de fondo, con estos criterios en la mano y con la libertad interpretativa que concede a sus lectores, sigue este fraile diminuto desafiando a los estudiosos: filósofos, teólogos, bi­blistas, poetas, prosistas, críticos literarios, etc. No por eso sus es­critos son libros sibilinos sino textos transidos de la presencia de Dios intuido, experimentado y barruntado. No es tampoco la esfinge de Tebas que detiene a los transeúntes para proponerles enigmas y devorar a los que no acierten a resolverlos. Es un hombre de carne y hueso que con su gran cargamento de experiencia y de vida mís­tica va señalando el camino hacia las alturas. No le gustan los ro­deos; más bien disfruta buscando el atajo. Ahí está su Subida al Monte Carmelo, dando fe de su amor a lo escarpado y rectilíneo. Quiere comunicar su seducción por la cima del monte y por la profundidad del abismo. Cualquier lector avisado se puede dar cuen­ta de este doble reclamo: a la altura y a las profundidades.

64 Así lo hace en el prólogo del Cántico, n. 1. 65 Ibíd. 66 Ibíd., nn. 1-2.

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En la Carta postulatoria para el doctorado sanjuanista del Ins­tituto Católico de Paris hacía el rector unas preguntas enaltecedo­ras de la obra sanjuanista: «¿Qué hay más indicado para reformar las costumbres que la Subida del Monte Cm'melo? ¿Qué mejor para confiImar en su empeño a los que caminan por el camino de la santidad que la Noche Oscura? ¿Qué habrá más saludable para reconfortar que el Cántico Espiritual? ¿Qué mejor para encen­der los ánimos y llevarlos al amor puro que la Llama de Amor viva?» 67.

Desde las vivencias del espíritu que pulsan en su obra, goza Juan de la Cmz introduciéndose e introduciendo a los demás en el mis­terio de Dios, de Cristo, de la Iglesia, del hombre nuevo. En este su ser guía de caminantes, al comienzo, al medio y al fin del recorrido alerta fray Juan a todos para que sepan que «por más misterios y maravillas que han descubierto los santos doctores y entendido las santas almas en este estado de vida, les quedó todo lo más por decir y aun por entender, y así hay mucho que ahondar en Cristo, porque es como una abundante mina con muchos senos de tesoros, que, por más que ahonden, nunca les hallan fin ni término, antes van en cada seno hallando nuevas venas de nuevas riquezas acá y allá» (CB 37, 4). Anunciadas así y de la mano de San Pablo (Col 2,3) las dimen­siones del misterio de Cristo, actúa nuestro místico como el gran mistagogo que va iniciando en las riquezas que ha descubierto. Como minero experimentado, estimula a teólogos y biblistas en su tarea de abrir caminos y galerías hacia el corazón del misterio.

Pienso que su mejor destino y su valor máximo sea el de procla­mar el misterio, la trascendencia de Dios, su inmanencia y condes­cendencia sin fin, la gratuidad del amor divino, su generosidad sin límites. La realidad de la generosidad y gratuidad divina, por ejem­plo, traía particularmente ocupado a fray Juan cuando escribía las segundas redacciones de su Cántico y de la Llama, como se puede ver por algunos de los párrafos que añade en Cántico B: 33, 8, y en Ll B: 1,5-16. Explorador arriesgado y seguro califica a Dios de «las ínsulas extrañas», concluyendo que Dios «sólo para sí no es extraño ni tampoco para sí es nuevo». Todos los demás: ángeles y hombres

67 Documentación, ob. cit., p. 74.

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tienen que seguir llamándole por toda la eternidad «Ínsulas extrañas» (CB 14-15,8).

ESFUERZO TITÁNICO DE COMPRENSIÓN

En este siglo desde Francia se han atrevido con San Juan de la Cruz, queriéndose medir con él, dos autores de renombre, Jean Baruzi y G. Morel. El segundo recuerda al primero como ejemplo típico de un filósofo desazonado ante la mística de san Juan de la Cruz.

Cree Morel que las preocupaciones personales de Baruzi y su constante contr"lponer el camino filosófico al camino místico le impidieron comprender el auténtico pensamiento sanjuanista. Éste vino a ser su drama y ésta su agonía: haber estudiado y conocido tan perfectamente la obra del doctor místico y no poder seguir en defi­nitiva, a su héroe. No obstante, la gran obra de Baruzi Saint lean de la Croix et le probleme de l' expérience mystique (Paris, 1924; 2: ed., 1931)68 «reste, par bien des aspects, un livre remarquab1e» 69.

Morel, por su parte, ha querido entablar un diálogo franco y leal con Juan de la Cruz. Quiere preguntarle sólo acerca de cuestiones de su competencia. Y no olvida que fray Juan «no es ni un economista ni un sociólogo ni un político: es un místico, es decir (seguir una fórmula provisional) un técnico de la vida religiosa o metafísica» 70.

Piensa Morel que Juan de la Cruz tiene mucho que decirnos a los hombres del siglo XX, y ofrece su libro a filósofos y teólogos es­perando que se vuelva a llegar a un acuerdo profundo que nos dé una civilización donde lo metafísico y 10 teológico sean los dos polos de una sabiduría única. Quiere que su libro sea una introduc-

68 Con ocasión del IV Centenario de la muerte de san Juan de la Cruz ha aparecido Jean Baruzi, San Juan de la Cruz y el problema de la experiencia mística (traducción de Carlos Ortega), Valladolid, 1991. Pienso que se debiera haber traducido la segunda edición, no la primera.

69 GEORGES MOREL, Le sens de l' existence selon S. Jean de la Croix, Paris, Aubier, 1960, t. 1, Problématique, 255 p. La cita en p. 16. El t. TI se titula Logique, 349 p. [mismo lugar y año de impresión]; el t. III titulado Symboli­que, Paris, Aubier, 1961, 193 p.

70 Ibid., t. 1, p. 9.

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ción a la lectura de Juan de la Cruz y su propósito «est de dégager les avenues pour permettre aux lecteurs d'entrer dans un domain qui vaut a la fois par les larges horizons et par la valeur presque infinie du détail» 71.

No todos recibieron bien esta obra. Nosotros mismos en dos recensiones examinamos y rebatimos algunas de sus tesis 72. A fe, que si la obra quería ser únicamente una introducción a la lectura del Santo tenía que ser más clara y comprensible que los escritos a que quiere guiar. Aparte las críticas que se pueden mover al libro, del que el mejor es el tercer tomo, hay que reconocer que se trata de un esfuerzo poderoso para atreverse con los desafíos mentales que lan­za Juan de la Cruz desde el mundo de su experiencia mística.

LUGAR TEOLÓGI<;:O

Por poeta y por místico, Juan de la Cruz es un lugar teológico al que hay que recurrir para sacar a la teología de la menesterosidad y pobretería de que adolece con frecuencia.

El santo doctor está, pues, llamado a impulsar y a orientar los trabajos de los teólogos. La teología misma, alimentándose genero­samente de su poesía, tiene que remozarse con el aliento de los místicos, una vez que se ha librado del no poco lastre que la impedía nuevos vuelos.

Precisamente alguien como Olegario González de Cardedal que tanto sabe de poesía y que sabe, naturalmente, mucho más de teo­logía se ha preguntado: «¿Tiene la teología que prestar oídos a la poesía?» 73. El poeta Francisco Muñoz Rojas ante la pregunta de su amigo responde: «Para nosotros la afirmativa no tiene duda. Pero no sólo en el caso de la Teología. En los tiempos que corren son muchos los oídos sordos a la Poesía: es su gran carencia» 74. El propio Ole­gario va desentrañando su pregunta y anticipando la respuesta. Hace

71 Ibid., p. 50-51. 72 Puede verse en Ephemerides Carmeliticae 12 (1961), p. 197-214; 490-

493 73 Cuatro poetas desde la otra ladera, Ed. Trotta, Valladolid, 1996, p. 10. 74 Ibíd., p. IX.

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ver que la teología después de haber servido a la filosofía y a la ciencia, no se agota en ellas. Y ha de servirse de la poesía.

Examina el autor el caso de Unamuno, Jean Paul, Machado y Oscar Wilde, pero a lo largo de sus páginas es Juan de la Cruz el más presente en su mente por aquello de que en nuestra literatura la cumbre de palabra e idea, de fondo y de forma, de imaginación y de realismo, de sobriedad y de pasión «la ha alcanzado san Juan de la ClUZ, en quien la experiencia del misterio divino ha anancado su vibración suprema a la palabra humana» 75.

Años antes el mismo Olegario había proclamado: «San Juan es místico en cuanto poeta y a partir de su poesía es maestro» 76.

Un teólogo y biblista como Secundino Castro acaba de escribir sobre Nueva palabra teológica de san Juan de la Cruz y asegura que el doctor místico «que ofrece preciosas novedades teológicas, toda­vía no ha sido aceptado de una forma real por los teólogos dogmáti­cos» Subrayando fuertemente el factor de la experiencia de lo divino tal cual la presenta fray Juan, va indicando lo que, pueden ser apor­taciones sanjuanistas en su perspectiva bíblica, Dios-Hombre, Cristo, lo teologal, la Trinidad, teología de la liberación, la belleza, para terminar con el apartado: la teología como armonía de saberes y experiencias. Sus palabras finales suenan así: «La obra de nuestro autor deja intuir la imagen del verdadero teólogo que está exigiendo nuestra época y que demandará todavía con más ardor el futuro» 77.

Es una lástima, se ha escrito con razón, que mística y dogmática sigan «estando lejanas con una lejanía que las empobrece» 78.

Eclesiología

Personalmente ya he manifestado varias veces cómo para mí un valor insoslayable de Juan de la Cruz, y por el que merece toda la

75 Ibíd., p. 2. 76 En la lección de clausura del Congreso Intemacional sanjuanista celebra­

do en 1991 en Avila, titulada Memoria, Misterio y Mística, Actas del Congre­so, t. I1I, Valladolid, 1993, p. 436.

77 En La recepción de los místicos ... , ob. cit., p.459-476. 78 JESÚS CASTELLANO, en el libro de M. DIEGO S ÁNCHEZ , Juan de la Cruz, IV

Centenario de su muerte (1991). Bibliografía, Roma, Teresianum, p. 68.

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atención que no acaban de prestarle los teólogos, está o radica en su eclesiología. Si intelTelacionamos el misterio de Dios, el de Cristo, el de María, «de cuyo consentimiento el misterio (de la Encarna­ción) se hacía», y el de la Iglesia y vemos cómo Juan de la Cruz ha sentido cada uno de éstos nos percataremos de que realmente su gran mensaje es una palabra fusionada y fusionadora de todos ellos, como lo es la realidad misma, en la vida y acción de la Iglesia.

El símbolo nupcial es el más influyente en sus reflexiones tota­les, mucho más que el mismo símbolo de la noche oscura. Este de la alianza, de las bodas, del desposorio y del matrimonio es el más claro y decidor, el más bíblico además, y el más congenial con la unión del hombre con Dios, de la que la Iglesia es el sacramento.

Pablo VI en su Discurso pronunciado el 21 de noviembre de 1964 en la sesión de clausura de la tercera etapa conciliar, dejó dicho con gran énfasis: «en verdad, la realidad de la Iglesia no se agota en su estructura jerárquica, en su liturgia, en sus sacramentos ni en sus ordenaciones jurídicas; su esencia Íntima, la principal fuente de su eficacia santificadora, ha de buscarse en su mística unión con Cristo».

Esta mística unión con Cristo no es otra, naturalmente, que la unión esponsal de Cristo-Esposo y de la Iglesia Esposa.

A esta profundidad del misterio se lanzó Juan de la Cruz. Hace años explicando lo que yo llamaba clave eclesial en la

lectura de Juan de la Cruz me hacía esta pregunta: «¿La eclesiología de Juan de la Cruz está en sintonía con la eclesiología actual nues­tra, de modo que la clave sanjuanista le sirva al lector de hoy no sólo para comprender el pensamiento del santo sino también para alimentar su «sentido de Iglesia»? 79.

La respuesta por mi parte es que el pensamiento sanjuanista en este campo concreto es de lo más actual. Para iluminar de alguna manera esta afirmación basta fijarse en una doctrina sustancial, matizada y repetida por el Concilio a propósito del ser y del queha­cer de la Iglesia, concebida como «sacramento» de Cristo, a saber, como signo e instrumento de la gracia invisible de Cristo: «La Igle­sia es en Cristo como (veluti) sacramento, es decir, signo e instru-

79 En San Juan de la Cruz profeta ... , p. 131.

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mento de la Íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG 1) 80.

Calando en estas palabras conciliares en las que se afirma que la «Iglesia es sacramento de la íntima unión con Dios», salta a la vista el dato de que los escritos de Juan de la Cruz tengan precisamente como tema único, prácticamente único, la unión del alma, la unión del hombre con Dios, de la que la Iglesia es sacramento en el sen­tido indicado.

De este modo la realidad más profunda de la Iglesia coincide plenamente con lo más medular de los escritos de Juan de la Cruz.

No hay duda ninguna de que cuanto escribe y cuanto escribe sobre la unión del hombre con Dios y de Dios con el hombre está, objetivamente, escribiéndolo sobre la Iglesia. Esto, objetivamente hablando. Pero ¿se ha dado cuenta Juan de la Cruz, con conciencia refleja de que la Iglesia ha surgido para eso, de que es eso? Pienso que sí. Favorece esta interpretación saber que para él la unión del alma con Dios no es sino la alianza, y la alianza vivida.

En su expresión máxima llamará a esa unión (y alianza) matri­monio espiritual, desarrollando como pocos y como nunca en la espiritualidad el símbolo nupcial, que es una de las imágenes prin­cipales ya bien presente en la Biblia, y de la que nos servimos para manifestar también «la naturaleza íntima de la Iglesia» (LG 6).

La equivalencia mencionada: (= unión = matrimonio = alianza) nos lleva al hontanar de las cosas, es decir: al origen trinitario­cristologal de la Iglesia; a su nupcialidad; a Cristo como Esposo y Cabeza de su Esposa y Cuerpo: la Iglesia; a Cristo como Esposo del alma dentro de la Iglesia.

No faltan lectores de Juan de la Cruz que piensan que el santo escribe y describe muy bien el itinerario del alma; es decir, del alma enamorada que es juntamente con Dios, juntamente con Cristo, la protagonista principal del itinerario espiritual y de sus libros, parti­cularmente del Cántico Espiritual, de la Llama, de la Noche, de la Subida. Esos mismos lectores no descubren que toda esa doctIina encuentra la más plena aplicación no sólo en el caso del alma par-

80 Hay otros textos parecidos: LG, n. 48: «sacramento universal de salva­ciÓll»; se n. 5, etc.

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ticular, sino en el caso de la Iglesia en cuanto tal, ya que ella es Esposa, la Esposa de Cristo. Porque la Iglesia es la Esposa de Cristo y de ella y en ella Cristo engendra a las almas, por eso ellas son cada una esposa de Cristo. En CB 23, 6, traza todo el itinerario espüitual partiendo del sacramento del bautismo en el que el bautizado queda desposado con Cristo. Toda la evolución de la gracia recibida será esponsal-eclesial. Es de advertir que este planteamiento bautismal lo hace de ese modo tan explícito y consciente en la segunda redacción de su Cántico, como quien nos está diciendo que sigue trabajando para acercamos mejor el misterio.

Tiene conciencia clara de esto cuando en la CB 30 (compuestos los versos en la cárcel) explica «cómo, por el entretejimiento de estas guirnaldas y asiento de ellas en el alma, quiere dar a entender esta alma esposa la divina unión de amor que hay entre ella y Dios» en el estado de matrilnonio espiritual (CB 31,1); al comentar el verso «haremos las guirnaldas», escribe: «este versillo se entiende harto propiamente de la Iglesia y de Cristo, en el cual la Iglesia, Esposa suya, habla con él, diciendo: «haremos las guirnaldas», en­tendiendo por guirnaldas todas las almas santas engendradas por Cristo en la Iglesia, que cada una de ellas es como una guirnalda arreada de flores de virtudes y dones, y todas ellas juntas son una guirnalda para la cabeza del Esposo Cristo» (CB 30, 7).

Esta declaración afecta a lo más íntimo de la Iglesia, al mundo de la santidad y de la unión con Dios, misterio que así queda remi­tido del modo más explícito a la Iglesia esposa, formada por todas y cada una de esas almas «engendradas por Cristo en la Iglesia», con la misma calidad de esposa cada una de ellas, ya que la unión con Dios y con Cristo es esponsal desde su mismo origen bautismal (CB 23,6), lo sigue siendo en su desenvolvimiento o desarrollo y lo será en su culminación: aquí abajo en el matrimonio espiritual en la Iglesia militante y allá arriba en su coronación escatológica «en el matrimonio glorioso de la Iglesia triunfante» (CB 40,7)

Pablo VI en su encíclica programática Ecclesiam suam insiste en la importancia de tener conciencia del misterio de la Iglesia. De vivir y nutrirse de esa conciencia nace «el sentido de Iglesia».

Aboga por una profunda y buena pedagogía para despertar en nosotros mismos y educar en los fieles «este fortificante sentido de

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la Iglesia». Si se logra esto «muchas antinomias que hoy fatigan el pensamiento de los estudiosos de la ec1esiología ... serán práctica­mente dominadas y resueltas con la experiencia iluminada por la doctrina, por la realidad viviente de la Iglesia misma; pero, sobre todo logrará ella un resultado, el de una magnífica espiritualidad, alimentada con la piadosa lectura de la Sagrada Escritura, de los santos padres y doctores de la Iglesia, y con cuanto contribuye a engendrar en ella esa conciencia» 81. Así de magnífica creo que es la espiritualidad de San Juan de la Cruz.

Desde ese su sentido de Iglesia como esposa de Cristo se com­prende el mensaje profético de Juan de la Cruz con el cargamento de anuncio y de denuncias que trae consigo:

Anuncio de que «es más precioso delante de Dios y del alma un poquito de este puro amor y más provecho hace a la iglesia, aunque parece que no hace nada, que todas esas otras obras juntas» (CB 29, 2). Hay que tener conciencia de «lo mucho que aprovecha e importa a la Iglesia un poquito de este amor» (Ibíd., 2): se está hablando de amor esponsal calificado.

Denuncia profética: «Adviertan, pues, aquí los que son muy activos, que piensan ceñir el mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios, dejado aparte el buen ejemplo que de sí darían, si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración» (Ibíd.) Y sigue martillando y dando fuerte y se planta diciendo: «¡Oh, cuánto se pudiera escribir aquí de esto!, mas no es de este lugar» (Ibíd., 4).

Aquí denuncia el exceso de activismo vacío y sin savia oracio­nal; pero no denuncia menos fuertemente la actitud contraria de quienes no predican la palabra de Dios como tienen obligación. En este punto emplaza ante el tribunal de Dios a obispos y prelados remisos en la predicación y en vivir conforme al evangelio. Nada menos que dice: «No hace de ellos mención esta letra. Pero hacerla ha en el día del juicio, porque a ellos les convenía primero hablar esta palabra de Dios, como a gente que Dios puso por blanco de ella, según las letras y más alto estado» (2S 7, 12).

81 Nn. 43-44, Texto español en Ecclesia 1964, n. 1205, p. 11.

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y no digamos nada de las denuncias proféticas fortísimas que lanza contra padres y directores espirituales: ineptos, desaprensivos, celótipas, ignorantes, insipientes, trancadores de la puerta del cielo (ellos mismos son la tranca), enemigos del Espíritu Santo, estropea­dores de su obra divina en las almas, causantes de peljuicios enor­mes en la comunidad eclesial, por las almas que echan a perder. Me quedo corto en este resumen.

Le duele a Juan de la Cruz la Iglesia y por eso un hombre tan dulce, tan manso, tan pacato, se vuelve un león en estos casos.

Un apunte más: es importante recordar como el título del Cántico es «Declaración de las Canciones que tratan del ejercicio de amor entre el alma y el Esposo Cristo»; no obstante este título, el autor hace la aplicación señalada a la Iglesia entera y a la Iglesia en cuanto tal. El título del poema de la Fonte es: «cantar del alma que se huel­ga de conocer a Dios por fe»; pues de igual manera podemos noso­tros leer en la más plena clave eclesial este poema y es la Iglesia la que disfruta conociendo todos esos misterios de Dios, aunque es de noche, y es la Iglesia la que anhela saciarse de la Eucaristía, sin que esto quite el carácter autobiográfico sanjuanista que tiene el poema.

Viendo todo el panorama eclesiológico de los escritos de Juan de la Cruz, como juicios de valor que estimo más razonables yo daría los siguientes:

1) Si la doctrma de Juan de la Cruz acerca de la unión con Dios es tan excelente, su magisterio eclesial, - quiero decir acerca de la Iglesia - lo es en igual medida y por la misma razón.

2) La eclesiología más honda que ha de nacer de las enseñan­zas del Concilio Vaticano TI está ya escrita en buena parte ante litteram por el doctor místico que, además de expositor de esa rea­lidad eclesial más vital y sustancial, es testigo experiencia!.

3) La mística, pues, de la Iglesia está ya escrita y su doctor hoy por hoyes Juan de la Cruz, que sintoniza así de un modo incuestio­nable con lo más profundo de su misterio;

4) La Iglesia Esposa está amando a Cristo Esposo uniéndose con Dios a través de esa alma protagonista de la Subida-Noche, del Cántico y de la Llama. Es el doctor místico quien canta la dichosa ventura de la Iglesia y del alma, de la Iglesia y de Cristo, de quienes «se entienden harto propiamente» (CB 30, 7) estas cosas.

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5) Si se me pidiese una definición o descripción de la Iglesia conforme al pensamiento y a las vivencias sanjuanistas, no dudaría en dar la siguiente:una sociedad o compañía de amor, alianza de amor entre Dios y las criaturas. Proyectada por Dios, cuya esencia es el amor; realizada únicamente por amor y rescatada como esposa de sangre por la muerte de amor de Cristo sobre la cruz, cumple su etapa telTena a la sombra del Espíritu Santo, AMOR que une al Padre y al Hijo, y a los fieles hace compañeros de la divinidad conglutinándolos entre sí y con Dios que es «el principal amante».

La presencia viva y operante del EspÚ'itu en el Cuerpo místico de Cristo realiza progresivamente sus designios amorosos sirviéndo­se, en fuerza de la condescendencia divina, del ministerio de unos hombres para conducir a otros, no bastándose nadie a sí mismo, y necesitando cada uno de la ayuda y colaboración de los demás.

Con estos mini-apuntes sobre la eclesiología de Juan de la Cruz me permito animar a los eclesiólogos de profesión a que guiados por el doctor místico enriquezcan sus tratados y den nuevos vuelos a sus planteamientos 82.

OTRAS ÁREAS

Autores de peso van dando sus juicios ponderados y abogan por el enriquecimiento de la teología desde otros valores contenidos en las obras sanjuanistas. Así, por ejemplo: «La mística como «acon­tecimiento lingüístico», en la que más que lo que se dice interesa el modo de decirlo y el hecho mismo del hablar, está llamada a ser una nueva y saludable sacudida a una teología aún autosuficiente en su tímida apertura a la experiencia como fuente legítima del propio saber y decir teológico» 83.

82 Personalmente he dedicado muchas páginas a la eclesiología sanjuanista, tales como «El tema Iglesia en San Juan de la Cruz», Eph Carm, 17 (1966), p. 368-404; 18 (1967), 91-137; «Evangelio eclesial de san Juan de la Cruz», Revista Espirirualidad 49 (1990), p. 475-500; La Santa Madre Iglesia, en Teresa de Jesús, n. 45 (1990), p. 20-26.

83 SANTIAGO GUERRA, San Juan de la Cruz y la Teología mística del siglo XX, en Actas del Congreso Internacional sanjuanista de 1991, t. III, Valladolid 1993, p. 193.

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A Juan de la Cruz han recurrido también autores de la teología de la liberación, haciendo ver que también el doctor místico tiene mucho que decir en esa nueva sensibilidad eclesial.

Gustavo Gutiérrez, el padre de la teología de la liberación, des­pués de tantas experiencias y reflexiones condensa su pensamiento en estas palabras: «Juan de la Cruz, el de las noches, el de la sole­dad, el del camino, el del encuentro con Dios no nos es ajeno» 84. Y otro como Segundo Galilea, que se nutre abundantemente en sus libros de la savia de fray Juan, asegura que el doctor místico «con­tinúa siendo la figura central en las Facultades y estudios serios de espiritualidad contemporánea, porque la riqueza de su espíritu no es sólo patrimonio del pasado, sino también del presente y garantía de nuestro futuro» 85

No es ajeno tampoco Juan de la Cruz en la nueva evangelización en América Latina, que encuentra en él «inspiración orientadora y en su recorrido existencial un testimonio encarnado y vital de lo que es y lo que implica la fidelidad a los caminos de Dios y a las opciones del evangelio» 86.

Juan de la Cruz es considerado también hoy como puente entre Oriente y Occidente y se han analizado ya con agudeza los puntos en que él puede ser «el interlocutor privilegiado en el diálogo cris­tiano-oriental». Para tratar con el budismo resulta «un interlocutor especialmente cualificado y gustosamente aceptado como tal por los budistas. Tampoco es san Juan de la Cruz un forastero o un convi­dado de piedra en el diálogo cristiano-hindú. Ha sido llamado el yogui por excelencia de Occidente y su doctrina asimilada por los maestros hindúes no sólo a la del Baghavad Gita, sino también a la propia del Vedanta» 87.

84 Ibíd., p. 335, en su intervención en el Congreso titulada Relectura de san Juan de la Cruz desde América Latina, p. 325-335.

85 El futuro de nuestro pasado, Bogotá, C1ar, 1983, p. 88. 86 CAMILO MACCISE, San Juan de la Cruz y la nueva evangelización, RevEs­

pir., 49 (1990), p. 565-566. Se trata de un trabajo excelente y largo: p. 543-566; véase del mismo «Lectura Latinoamericana de san Juan de la Cruz desde una perspectiva liberadora», en AA.VV., Experiencia y pensamiento en San Juan de la Cruz, Madrid 1990, p. 271-295.

87 SANTIAGO GUERRA, «San Juan de la Cruz y el diálogo con Oriente», Revista de Espiritualidad, 49 (1990), p. 501-541; la cita en p. 502. Véase

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El doctor místico alimentó su vida de Biblia y sus obras están impregnadas de la palabra de Dios. Entre las tres fuentes de sus escri­tos señaladas por él aparece con toda la autoridad que le cOlTesponde la Sagrada Escritura. Para lo más importante y oscuro de entender se aprovechará «de la divina Escritura, por la cual guiándonos no po­dremos elTar, pues que el que en ella habla es el Espíritu Santo». Irá confirmando y declarando su doctrina con autoridades bíblicas, y vuelve a repetir que escribirá «alTimándome a la Escritura Divina».

También los biblistas están actualmente interesados por escudri­ñar las riquezas bíblicas que encielTa la obra del fontivereño, gran experto en la lectio divina. Se ha podido observar «que el conoci­miento de la Biblia que tiene Juan de la Cruz es tan connatural a él, que en muchos casos «habla Biblia» sin darse cuenta. Llamo «hablar Biblia» a expresar con términos bíblicos y de manera natural lo que quiere decir, como si ese lenguaje bíblico lo tuviera tan asimilado, que le surgiese de forma espontánea y natural» 88.

Juan de la Cruz es siempre una tentación para psicólogos y psi­quiatras. Los estudios recientes de Javier Alvarez apuntan certera­mente -aunque no todas sus razones nos convenzan- a algo que puede ser muy positivo en la investigación del pensamiento y de la personalidad total de nuestro doctor. La novedad de su estudio ra­dica en que «san Juan de la Cruz describe las depresiones que él mismo ha padecido y, por tanto, el tratar de interpretar cómo pueden haber afectado esas depresiones a su vida y a su obra» 89.

Se trata de la llamada depresión endógena, cuyos entresijos muestra conocer al detalle el santo cuando describe los fenómenos de la noche oscura, especialmente de la noche pasiva, y más en concreto aún de la noche pasiva del espíritu. Creemos con el autor que «la depresión no le quita a San Juan de la Cruz un ápice de su valor. Su doctrina de teología espiritual, el conjunto de su figura

también SWAMI SIDDHESWARANANDA, Le Yoga et Saint Jean de la Croix, Pensée indienne et mystique carmélitaine, Paris 1996, 205 p.

88 JosÉ MANUEL SÁNCHEZ CARO, Biblia y Mística. San Juan de la Cruz y la lectura espiritual de la Biblia hoy, en La recepción de los místicos ... , ob. cit., p. 477-506.

89 «La psicopatología de san Juan de la Cruz a la luz de su obra en prosa», en San Juan de la Cruz, año XIII, n.19 (1997), p. 59-118. La cita en p. 65.

90 Ibíd., p. 114.

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-con o sin melancolía- siguen conservando toda su valía. Al contrario, nuestro místico y poeta se vuelve más entrañable cuando lo contemplamos en su verdadera dimensión humana, en su hechura de balTO, con su sufrimiento incluido» 90.

Un buen estudio o ensayo de interpretación fenomenológica ofrece José Sánchez de Murillo, concretizándose en tres ejes estruc­turales: la unidad del «bioconcepto Todo-Nada»; la unión con Dios en sus varios niveles; el proceso como forma dinámica y temporal de la realidad. Al final de su estudio confiesa: «Hasta ahora sólo hemos «balbuceado» las primeras frases de esa antropología divina que el místico poeta fundamentó. Este ensayo no pretende ser más que una invitación a continuar la tarea comenzada» 91

Siempre pasa lo mismo con este fray Juan tan sencillo y a la vez tan profundo. Sigue retando y provocando a una comprensión más completa.

De Alemania nos llega desde la pluma de Reinhard Komer una llamada de atención sobre el papel de la razón en la mística sanjua­nista. Después de exponer el acontecer místico y racional en el con­texto general del proceso del conocimiento humano y de sacar algu­nas conclusiones, termina con este convencimiento: «Tanto la investigación de la mística en el terreno de la teología y disciplinas correspondientes, como la discusión sobre la racionalidad en el terre­no de la filosofía, encontrarán en San Juan de la Cruz -de esto estoy plenamente seguro- un impulso decisivo para una nueva orienta­ción» 92.

También hemos acercado a Juan de la Cruz al tema de la eco­logía 93,

91 JOSÉ SÁNCHEZ DE MURILLO, «La estructura del pensamiento de San Juan de la Cruz.Ensayo de interpretación fenomenológica», en AA.VV., Experiencia y pensamiento, ob. cit., p. 297-334; la cita en p. 334; Idem, «El pensamiento fundamental de la fenomenología moderna en la doctrina mística de san Juan de la Cruz. Una interpretación fenomenológica», en San Juan de la Cruz 6 (1990), p. 9-41.

92 «El papel de la razón en la mística sanjuanista», en Actas del Congreso de Avila en 1991, t.UI: Pensamiento, p. 195-202; viene a hacer un gran resu­men de su libro Mystik - Quell del' Vernunft. Die Ratio auf dem Weg del' Vereinigung mit Gott bei Johannes vom Kreuz, Leipzig, 1990.

93 JosÉ VICENTE RODRÍGUEZ, «San Juan de la Cruz y la ecología», en Revista

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También los músicos se interesan por Juan de la Cruz buscando en sus poemas particularmente letras inspiradoras para su arte 94.

Por su pequeño diseño de Cristo muerto se ha hecho también famoso y ha llegado a interesar a pintores tan excelsos como José María Sert y Salvador Dalí y otros 95.

Un espacio, finalmente, en el que la doctrina de Juan de la Cruz es extraordinariamente válida y actual es el de las visiones y revela­ciones. Cuando en nuestro mundo cristiano actual se capta tanto co­rreteo tras apariciones de lo alto y tanta efervescencia carismática, hay que tener a mano como piedra de toque y de discernimiento los cri­terios de Juan de la Cruz. Hace ya más de veinte años que con buen tino la Comisión Episcopal de Estudio y Práctica Pastoral de los Es­tados Unidos, en su Declaración sobre el movimiento carismático, decía: «Es igualmente importante volverse hacia los grandes santos y maestros de la vida espiritual cuya experiencia propia, bajo la direc­ción del Espíritu Santo ha legado a la Iglesia un rico tesoro de discer­nimiento y de sabiduría. Entre éstos destacan santos como Gregorio el Grande, Ignacio de Loyola, Teresa de Avila y Juan de la Cruz» 96.

Como el ansia por lo preternatural va a seguir existiendo y se va a ir expandiendo más en la medida en que no se viva la reciedumbre y la oscuridad de la fe, pienso que Juan de la Cruz va a seguir siendo actualísimo por ese aspecto de su magisterio. Ya se reclamaba su doctorado por ese motivo y por la palabra iluminadora que posee en el discernimiento de lo puramente teologal y de los fenómenos de visiones y revelaciones.

de Espiritualidad 46 (1987), p. 109-133; publicado también en Florecillas de San Juan de la Cruz, ed. cit., p. 191-215. En Manuel Diego Sánchez, Biblio­grafía sanjuanista del IV Centenario, se recogen varios títulos sobre esta mis­ma realidad: nn. 1192-1200.

94 En La recepción de los místicos, ob. cit., puede verse el estudio de ANTONIO BERNALDO DE QUIRÓS, San Juan de la Cruz en la música del siglo XX, p. 413-428.

95 Una información suficiente sobre esta joya sanjuanista puede verse en Juan Bosco de Jesús, «El artista», en AA.VV. Temas sanjuanistas, Avila, 1991, p. 73-80; véase también JosÉ VICENTE RODRÍGUEZ, «El Cristo de San Juan de la CIUZ», en Teresa de Jesús, n. 86 marzo-abril 1997, p. 54-57.

96 «Orientaciones pastorales sobre el movimiento carismático en los Esta­dos Unidos», en Ecclesia, n.1735, 12 de abril de 1975, p. 16-20; el paso citado en la p. 17.

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CONCLUYENDO

Hemos querido recrear algunos de los elementos que dan fe de la talla de Juan de la Cruz. Su mundo personal es sumamente rico. Lo que acertó a depositar en sus libros forma parte del más puro patrimonio de la humanidad; son libros sin clausurar y están requi­riendo el complemento que puedan darle lectores de diversas proce­dencias y culturas. Acaso a muchas personas enseña tanto o más con lo que sugiere que con lo que dice abierta y explícitamente. La sugerencia está siempre viva y es interminable.

Desde las comprobaciones certeras de santa Teresa hasta las últimas experiencias que pueden hacer ahora los lectores de su bio­grafía y de sus libros aparece Juan de la Cruz como una de esas personas que, según él mismo, «ordinariamente traen en sí un no sé qué de grandeza y dignidad, que causa detenimiento y respeto a los demás, por el efecto sobrenatural que se difunde en el sujeto de la próxima y familiar comunicación con Dios» (CB 17,7).

Grandeza y dignidad en su persona, detenimiento y respeto ante él por parte de los demás. Por eso se le respeta y se le estudia como poeta, como teólogo, como hombre de Dios, como guía espiritual. A pesar de los estudios interdisciplinares y plurales desde los que se le aborda y que llenan las bibliografías sobre el mismo, sigue desafian­do, tranquilo, todos los saberes y entenderes de los más doctos en las diversas disciplinas.

Juan de la Cruz fue un gran «paciente de lo divino»; no pudien­do a veces aguantar tanto peso de divinidad decía con gracia: «¡Oh, qué gran moledor es Nuestro Señor!»97 De los frutos de esa molien­da, y de su andar triturado por tanta lucha contemplativa y orante con el Señor disfruta ahora la Iglesia entera. También solía decir que prefería andar al aire libre y que «más consolado estaba cuando caminaba que no cuando estaba en los lugares, por poder dejar el espíritu en su libertad; que algunas veces era tanto, que le forzaba a dar gemidos y voces, sin ser en su mano resistirlos» 98.

97 Carta de Ana de San Alberto, priora de Cm'avaca, del 4 de noviembre de 1604: BMC 13, p. 400; más abajo dice también sobre este molimiento: «Algu­nas veces me deCÍa: «Tráeme nuestro Señor de manera que no 10 puede sufrir este flaco natural, y así anda el asnillo muy molido», p. 402.

98 La misma Ana de San Alberto: BMC 14, 196-197.

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Desde su vida y desde sus libros sigue dando gemidos y voces este gigante del espíritu. Y lo mismo en los textos originales que desde las diversas versiones: portugués, francés, inglés, alemán, ita­liano, polaco, coreano, árabe, griego, japonés, flamenco, maltés, holandés, etc., sigue Juan de la Cruz enseñando y guiando.

Los estudiosos siguen acercándose a Juan de la Cruz, sirviéndo­se de las no pocas introducciones a su persona y a sus libros que siguen prestando su ayuda 99. Al mismo tiempo se sigue producien­do el fenómeno de nuevos escritos en los que escritores y más es­critores van sugiriendo: cómo leer a san Juan de la Cruz; iniciación al santo, pautas para su lectura, claves de lectura y títulos parecidos, y unos y otros van poniendo en claro la actualidad del santo 100. Esta floración de estudios de acercamiento a Juan de la Cruz es un tes­timonio evidente de su gran talla. Son al mismo tiempo un homenaje que se le tributa y la proclamación de que no acabamos nunca de conocerlo suficientemente.

Siempre hay que saludar con gozo nuevos y buenos estudios, tales como uno de los últimos sobre dos dimensiones fundamentales de la doctrina espiritual de San Juan de la Cruz ,negación y plenitud. Así se estimularán otros trabajadores de la pluma a emprender nue­vas investigaciones 101.

Acaso en lo que más se va a requerir la presencia y la sabiduría de Juan de la Cruz de aquí en adelante va a ser en el tema, un tanto extrapolado, de su noche oscura para iluminar las noches oscuras y tragedias del hombre contemporáneo, las llamadas noches epocales y otros fenómenos de obscurecimiento colectivo e individual.

Ni le va a faltar tarea a Juan de la Cruz en el movimiento ecu­ménico y en el camino hacia la unidad. Aquí los místicos, y en

99 Pueden verse rápidamente repasando en Obras Completas de San Juan de la Cruz, EDE, 5." ed. (José Vicente-Federico), la Bibliografía: 4. Introduccio­nes y 5. Estudios fundamentales, p. 1134-1136.

100 El lector puede darse cuenta de este fenómeno con sólo repasar la ya citada Bibliografía del N Centenario, preparada por Manuel Diego Sánchez, Roma 1993: nn. 940-954; 959-998, etc.

101 JosÉ DAMIÁN GAITÁN, Negación)' plenitud en San Juan de la Cruz, Ede, Madrid 1995, 316 p. El libro es muy rico de contenido y muy notable por sus análisis. El mismo autor ha hecho una presentación bien documentada de lo que ha sido «El tratamiento doctrinal de San Juan de la Cruz en la primera mitad del siglo XX», en La recepción de los místicos ... , ob. cit., p. 429-458.

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concreto Juan de la Cruz, tienen una de las principales palabras que decir a las Iglesias: a la católica y a los hermanos separados.

El siglo XXI, ya a la puerta, será aún más sanjuanista que el nuestro, que lo ha sido muy mucho: con el doctorado del santo y otros nombramientos, con los centenarios de su nacimiento y muerte celebrados con buena cosecha de estudios, etc.

En fin, con toda razón ha sido calificado Juan de la Cruz como <<una de las seis u ocho personalidades más gigantescas y también enigmáticas del Occidente, y un cristiano de un radicalismo que pone un poco carne de gallina, pero cuya voz no se puede dejar de escuchar, y tanto como poeta como en cuanto místico, cada día resulta más nuevo y sorprendente y moderno» j(l'.

102 JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO en «Bloc de Notas». Vida Nueva, n.923, 9-3-1974, p.29.