Taller abc 2011

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“Educar personas responsables es un valor tan relevante y magnífico que merece el máximo esfuerzo”. José Antonio Alcántara La gran mayoría de los padres coinciden en el deseo de que sus hijos sean responsables, pero el significado que cada uno de ellos le da a esta palabra es muy diferente, puesto que nosotros tenemos que aprender a establecer la diferencia entre responsabilidad y obediencia (la cual radica en quien decide qué es lo que el niño, el joven o el adulto deben realizar) y en dónde se origina la motivación para que ellos lo realicen. Cuando se trata de obediencia se espera que el niño haga lo que le ordenan; la decisión y la motivación son externas. En cambio la responsabilidad implica la aceptación por parte del niño , del joven o adulto, de la labor o tarea a realizarla, así como la motivación interna para llevarla a cabo. “Nos comportamos con responsabilidad cuando decidimos qué hacer y buscamos la forma de motivarnos a nosotros mismos para hacerlo”. “La expresión más sublime de la libertad es una acción responsable” (Miguel Ángel Cornejo) COMPONENTES DE LA RESPONSABILIDAD Definir con toda claridad la tarea a realizar : Para saber claramente qué es lo que se debe hacer y cómo realizarlo. Cuando el niño acepta realizar la labor o tarea : Se traspasa el umbral de la obediencia a la responsabilidad. Siempre les asignaremos tareas que sean asequibles a su edad y capacidad y que les ayuden a su desarrollo interno y a su maduración como persona. Capacidad para motivarse: No podemos olvidar que los niños muy pequeños dependen totalmente de sus mayores para su soporte y para obtener la información, por esta razón los padres de familia deben promover para que la motivación de sus hijos provenga de su interior, así como el desarrollo de habilidades como la auto disciplina, para lograr objetivos benéficos a largo plazo más qUe d corto plazo. Son muy importantes los alicientes para estimular la responsabilidad, tales como elogios y algunas recompensas cuando los niños son muy pequeños, pero a medida que van creciendo los alicientes deben trasladarse de los padres a los niños, de tal forma que él pueda motivarse a sí mismo. NIVELES DE RESPONSABILIDAD El niño ayuda a realizar la labor : En este nivel el niño aprende cómo se hacen las cosas. Ej.: Observa como se prepara la mesa para la cena, ayuda o colocar cubiertos, después de ver a mamá hacerlo y sucesivamente con platos y pocillos. Establecer la necesidad de supervisión : El niño conoce la mayor parte de la información para desarrollar la labor determinada, pero puede olvidar algunos detalles, colocar algún utensilio, por lo tanto debe realizar la misma labor muchas veces para aprenderla realmente.

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“Educar personas responsables es un valor tan relevante y magnífico que merece el máximo esfuerzo”.

José Antonio Alcántara

La gran mayoría de los padres coinciden en el deseo de que sus hijos sean responsables, pero el significado que cada uno de ellos le da a esta palabra es muy diferente, puesto que nosotros tenemos que aprender a establecer la diferencia entre responsabilidad y obediencia (la cual radica en quien decide qué es lo que el niño, el joven o el adulto deben realizar) y en dónde se origina la motivación para que ellos lo realicen.

Cuando se trata de obediencia se espera que el niño haga lo que le ordenan; la decisión y la motivación son externas. En cambio la responsabilidad implica la aceptación por parte del niño, del

joven o adulto, de la labor o tarea a realizarla, así como la motivación interna para llevarla a cabo. “Nos comportamos con responsabilidad cuando decidimos qué hacer y buscamos la forma de motivarnos a nosotros mismos para hacerlo”.

“La expresión más sublime de la libertad es una acción responsable” (Miguel Ángel Cornejo)

COMPONENTES DE LA RESPONSABILIDAD Definir con toda claridad la tarea a realizar: Para saber claramente qué es lo que se debe hacer y cómo realizarlo. Cuando el niño acepta realizar la labor o tarea: Se traspasa el umbral de la obediencia a la responsabilidad. Siempre les asignaremos tareas que sean asequibles a su edad y capacidad y que les ayuden a su desarrollo interno y a su maduración como persona.

Capacidad para motivarse: No podemos olvidar que los niños muy pequeños dependen totalmente de sus mayores para su soporte y para obtener la información, por esta razón los padres de familia deben promover para que la motivación de sus hijos provenga de su interior, así como el desarrollo de habilidades como la auto disciplina, para lograr objetivos benéficos a largo plazo más qUe d corto plazo. Son muy importantes los alicientes para estimular la responsabilidad, tales como elogios y algunas recompensas cuando los niños son muy pequeños, pero a medida que van creciendo los

alicientes deben trasladarse de los padres a los niños, de tal forma que él pueda motivarse a sí mismo.

NIVELES DE RESPONSABILIDAD El niño ayuda a realizar la labor: En este nivel el niño aprende cómo se hacen las cosas. Ej.: Observa como se prepara la mesa para la cena, ayuda o colocar cubiertos, después de ver a mamá hacerlo y sucesivamente con platos y pocillos.

Establecer la necesidad de supervisión: El niño conoce la mayor parte de la información para desarrollar la labor determinada, pero puede olvidar algunos detalles, colocar algún utensilio, por lo tanto debe realizar la misma labor muchas veces para aprenderla realmente.

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Realiza la labor sin ayuda: En este tercer nivel de responsabilidad el niño adquiere INDEPENDENCIA; por Ej.: no sólo hace bien su tarea en forma completa y satisfactoria, sino que ya no requiere

recordatorios -a este nivel todos aspiramos llegar-. Los niveles de responsabilidad dependen del desarrollo alcanzado por él y también de las expectativas de los padres.

En algunas oportunidades los padres se muestran reacios a transferir responsabilidades a los niños y jóvenes, en algunos casos no permiten que llegue a ser responsable. Ejemplo relatado por una mamá: “Estuve vistiendo a Juanito todos los días hasta que cumplió cuatro años de edad. Un día, él y yo fuimos a visitar a su amigo Miguel, quien tenía una hermanita de dos años de edad, que estaba vistiéndose sola cuando llegamos. Verla vestirse me sorprendió y tuve la curiosidad de saber si Juanito también podría hacerlo. Al día siguiente le di la oportunidad y encontré que no sólo estaba dispuesto sino que ya era capaz de hacerlo. Yo nunca le había dado la

oportunidad y me pregunto, ¿cuánto tiempo habría pasado todavía sin que a mí se me hubiera ocurrido dejar que él mismo se vistiera?”. Estas expectativas son transmitidas en forma verbal y no verbal. En el ejemplo anterior el mensaje no fue verbal, puesto que la mamá nunca le había dado la oportunidad al niño de vestirse solo. En las verbales los padres por ejemplo dicen: “Cuando estés más grandecito podrás tú mismo lavar el baño, o deja de andar corriendo por ahí, puedes romper una lámpara”.

LAS HABILIDADES MOTIVACIONALES

Enseñar a las personas a motivarse por sí mismos requiere el reemplazar la motivación externa por la motivación interna, desarrollar habilidades como: aprender a fijar metas a largo plazo, aprender a

confiar y a trabajar por esas metas que se han establecido, aprender a dividir estas metas en etapas cortas que les permitan paso a paso ir logrando los objetivos y aprender a pedir ayuda. Paro comenzar a pasarle al niño la responsabilidad, se puede trabajar recompensas de orden interno y externo. Por ejemplo: “cuando la niña termine sus labores, la mamá puede decirle -estoy orgullosa de ti- (recompensa externa); -apuesto a que tú te sientes también muy orgullosa de ti misma- (recompensa interna)”. Cuando los niños presentan alguna dificultad para aprender ciertas labores, se pueden crear

expectativas positivas, dictándoles „imagina como te sentirlas de bien si pudieras realizar tus labores escolares”. En algunas otras oportunidades se puede realizar un listado, respecto a las actividades en las cuales los padres pueden prestar apoyo a los niños, pero sin hacer sugerencias específicas. Ej.: “Me parece que ya puedes aprender a comer sólo o sóla ¿puedo ver cómo lo haces?; para generar un mensaje claro de -tú eres responsable y yo estoy disponible para ayudarte-. Cuando los niños comienzan a sentir que ya son responsables, por lo regular necesitan menos

ayuda, puesto que ya han desarrollado algunas habilidades que les permiten avanzar‟ por sí mismos, pero es fundamental que la actividad que el niño realice tenga una fuerte motivación para él. Para enseñar al niño a fijar y a proyectar metas de largo alcance y ponerlas en práctica, es necesario tener en cuenta su edad y la experiencia alcanzada por el niño. Un niño de seis años, podría tener una meta de aprender a montar en bicicleta, pero uno de doce años, podría tener una meta de ahorrar para comprar una nueva bicicleta el año siguiente. El elemento fundamental para lograr el éxito, es tener una meta clara respecto a lo que se desea obtener.

Creer en la meta: En algunas oportunidades los niños desean realizar algunas cosas, pero sienten que es muy difícil lograrlo, en este momento los padres pueden ayudarle a identificar los motivos por los cuales él piensa que ese objetivo es imposible de alcanzar y ayudarle a elaborar un plan de

acción que le permita lograr el éxito en su meta. Por ejemplo: Si el niño está convencido respecto a que no puede aprender historia, porque él no es inteligente, entonces sus padres le ayudan a reforzar su autoestima, en todos los aspectos, se destacan las áreas en las cuales el niño es muy eficiente y se le ofrecen herramientas que le permitan en el citado coso de la historia desarrollar una capacidad mayor de memorización, etc.

Dividir la meta en etapas cortas: Una forma de lograr que el niño pueda llevar a cabo una gran tarea, es dividirla por fracciones, o por niveles, los cuales a medida que se van logrando deben ser elogiadas de tal forma que se conviertan en pequeños logros, que van aunando al logro final. Ej.: „Juan Carlos quería obtener un -excelente- en matemáticas, como nota definitiva, pero él pensaba que era imposible lograr ese objetivo. Su mamá le ayudó a desarrollar un plan, como a él le colocaban cinco tareas a la semana en matemáticas, comenzó por obtener un excelente semanal, gradualmente fue aumentando a dos semanales, luego o tres y así sucesivamente, hasta llegar a cinco excelentes, a medida que iba logrando los objetivos a corto plazo fue aumentando su confianza en si mismo y llevó a feliz término su meta propuesta”.

Conseguir ayuda: Para los niños es de vital importancia contar con el apoyo de sus padres, para lograr sus

objetivos, quienes los pueden orientar respecto a su avance y recordarles cuáles son sus metas. Para los niños el lenguaje que escuchan también es fundamental, porque aprenden a ser responsables; un lenguaje optimista motiva, pero si por el contrario recibe y observa actitudes de desaliento fácilmente fracasará; de igual manera existen mecanismos para estimular su conducta, como los sistemas de refuerzo (elogios, sonrisas, un detalle, etc.), los cuales alientan y dan apoyo. El desarrollo de la independencia y la autonomía en el menor, son también de vital importancia; estas actitudes le permitirán decidir, solucionar problemas y enfrentar situaciones no conocidas. Y aquí como en todo, los PADRES son los primeros que deben ser EJEMPLO. De ellos depende que los hijos aprendan a obedecer y posteriormente a ser responsables. El CEI colabora con ellos.

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La integración plena de la mujer en el mundo laboral ha traído aparejado cambios sustanciales en la vida de las familias. La participación activa de los dos cónyuges en el trabajo fuera de casa, ha producido un impacto no sólo económico sino también en el

tiempo de dedicación a los hijos…

Adolfo Mizrahi - psicoterapeuta

Antiguamente, los roles paternos eran (en la mayoría de los casos) distribuidos de forma tipificada. El padre era el proveedor y la madre se ocupaba del hogar y la crianza de los hijos.

A medida que la mujer fue entrando en el mercado laboral, el hombre se vio desplazada como único proveedor de la familia y debió compensarlo asumiendo con su mujer el cuidado de la casa y los hijos. Lamentablemente no se da esta “conversión-compensación” en todos los casos sino todo lo

contrario y la mujer ve incrementado su esfuerzo, ya que además del trabajo fuera, realiza las tareas del hogar y el cuidado de los hijos Esta situación se vuelve más trágica cuando los padres se separan y el cuidado de los niños queda a cargo de la mujer, que debe trabajar más horas para compensar el dinero que el marido ya no aporta. En este caso la mujer llega cansada al hogar y debe gestionar la educación y la dosis de cariño que los hijos necesitan; ella sola, poniendo toda su energía al servicio de los hijos y olvidándose de su propio bienestar.

Cuando los dos padres trabajan, están fuera del hogar durante muchas horas y el cuidado de los hijos queda a cargo de otras personas como los abuelos y otros familiares o instituciones como la guardería o la escuela.

Un estudio realizado recientemente por investigadores de la Universidad de California hizo un seguimiento a padres de niños de edad pre-escolar después que las madres comenzaran a participar

en la vida laboral. Demostró la importancia de apartar tiempo en el horario cotidiano para que los padres puedan dedicarse a sus hijos.

Las especialistas precisan que es importante tener siempre en mente que la necesidad de ganarse el sustento no debe privar a los padres del contacto afectivo con sus hijos.

Apuntan estos especialistas, que el aspecto más importante del tiempo que pasan juntos padres e hijos es evitar el estrés que genera el apresuramiento y que impide prestar atención o responder a

las señales sutiles de los hijos y concentrarse en disfrutar de su compañía.

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Los niños son pequeños genios, en ocasiones, difícilmente comprendidos por los padres, cuando estos están estresados.

Es de estimar que es menos importante la cantidad de tiempo que los padres dedican a sus hijos que la calidad con que los padres se relacionan con ellos. Un padre puede estar horas en casa y dejar a su hijo en el corral o frente el televisor para que no moleste con ruidos o preguntas de difícil respuesta; o por el contrario, puede estar poco tiempo con sus hijos pero con una intensidad y amor profundo que llena el espacio afectivo y desarrollo mental del niño.

Padres e hijos pueden realizar actividades juntos, como leer libros, jugar a juegos o hacer ejercicios,

conversar, jugar en el parque, asistir a eventos escolares en las tardes, preparar las comidas y compartirlas en familia, limpiar la casa o el patio o hasta pasar la mañana de un sábado o domingo relajados. La mayoría de los padres que trabajan necesitan ayuda para el cuidado de sus niños y la solicitan a sus propios padres o los envían para su cuidado a los jardines de infantes, escuelas, hogar

de algún familiar o canguros.

En todos los casos es importante tener en cuenta el tipo de empatía que se genera entre el cuidador

y el niño. En el caso de instituciones, la relación cantidad de niños por cada adulto.

Los bebés y los niños pequeños necesitan amor de una misma persona. Es inconveniente que la persona que cuida a su hijo sea rotativa.

El bebé se puede confundir si cambia de persona cuidadora muy a menudo. Esta persona debe ser alguien a la que el padre quiera y en el que confíe. Cualquier lugar donde se encuentren los bebés

debe ser siempre limpio y seguro. El mejor lugar para el cuidado de su niño puede ser difícil de encontrar, ¡pero vale la pena encontrarlo!

Las personas que mejor cuidan de los niños hacen mucho uso del lenguaje. Ellos leen, cantan, y hablan con los niños y, jugando con ellos, les ofrecen oportunidades para que los niños traten y experimenten con cosas nuevas.

Los niños pequeños necesitan jugar mucho para desarrollar su capacidad y sociabilidad. Ellos

necesitan subirse a las cosas, jugar, salpicar o chapotear en el agua y correr con cuidado.

Los niños necesitan saber que sus padres y las personas que cuidan de ellos los quieren. Esto les ayuda a aprender a controlar sus sentimientos. Tienen que tener la certeza que si los padres se alejan, por poco tiempo y a distintas distancias, igualmente los siguen protegiendo.

Hay veces que los padres sienten culpa por trabajar y estar fuera de casa sin atender

suficientemente a los niños. En estos casos, aunque los niños vayan a una magnífica guardería, igual perciben la culpa que sienten sus padres y se vuelven exigentes pudiendo transformarse en

verdaderos dictadores, insaciables, centralizando la atención en casa y demandando constantemente.

Para evitar situaciones como esta, cuando llegan a casa, los padres necesitan relajarse, poner algo

de orden, preparar la cena o hacer algunas llamadas telefónicas. Los niños deben respetar este tiempo que los padres necesitan de al menos media a una hora. A partir de la cual, los padres, ya tranquilos y organizados, pueden dedicarse de lleno a los niños compartiendo el afecto que necesitan y percibir las sutilezas de diálogo de los niños y sus demandas paternas, de protección y seguridad.

Es importante para el niño el contacto corporal, como los juegos físicos, caricias, besos y abrazos

para desarrollar, además de inteligencia, que ya lo hacen y lo seguirán haciendo en las instituciones,

la inteligencia emocional que es y será muy importante en su desarrollo y éxito social.

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¿QUÉ BENÉFICIOS NOS PROPORCIONAN?

Son principios básicos.

Brindan armonía.

Ayudan a que el amor permanezca vivo.

No deben faltar en la relación matrimonial

PRINCIPIOS BÁSICOS

El buen humor

La creatividad

La comunicación

El respeto

La confianza

EL BUEN HUMOR (1)

La vida es algo maravilloso: un don de Dios.

Nuestra meta es ser feliz donándonos.

El matrimonio es un camino de crecimiento como personas.

La rigidez y el cuadriculamiento son dañinos

Ser flexible facilita la convivencia

La sonrisa en un ambiente tenso despeja la hostilidad.

El buen humor indica: madurez

imaginación

capacidad de entrega y generosidad

Amor hecho de sacrificio y servicio etc

“¡Cuantas amargas discusiones de pareja se evitarían si ante un malentendido, una

presunción equivocada, el error inevitable o el despiste habitual, en lugar de la “chispa

incendiaria” saltara la carcajada o la sonrisa franca y natural ¡….”

Francisco M. González

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LA CREATIVIDAD

Peligro de la RUTINA y del peligro que ella representa para el matrimonio.

Buscar alternativas que rompan la monotonía

Actividades que inviten a la re-conexión de los cónyuges.

Buscar espacios para compartir juntos.

LA COMUNICACIÓN

El DIALOGO respetuoso herramienta básica de toda relación humana y la relación

conyugal es la más importante.

Facilita el conocimiento del otro cónyuge: identifica fortalezas y debilidades.

Permite encontrar apoyo en las dificultades.

Genera lazos de confianza e intimidad

Pueden evitarse situaciones de conflicto.

Establece un diálogo sincero, sereno, amoroso y respetuoso.

Es un recurso maravilloso para apoyar a los hijos en su educación y un EJEMPLO

DE VIDA para el entorno

EL RESPETO

Crisis matrimoniales = falta de comunicación.

ESENCIAL para lograr una relación DIALOGO respetuoso herramienta básica de

toda relación humana y la relación conyugal es la más importante.

Facilita el conocimiento del otro cónyuge: identifica fortalezas y debilidades.

Permite encontrar apoyo en las dificultades.

Genera lazos de confianza e intimidad

Pueden evitarse situaciones de conflicto.

Establece un diálogo sincero, sereno, amoroso y respetuoso.

Es un recurso maravilloso para apoyar a los hijos en su educación y un EJEMPLO

DE VIDA para el entorno

La madre de todas las virtudes. Dietrich Von Hildebrand

ESENCIAL para lograr una relación fiel, sincera y amorosa.

La actitud de respeto hacia el cónyuge, hace, es opina etc. es básica para que la

relación pareja no sufra heridas.

Estas heridas con los años se vuelven “llagas” que difícilmente podrán cerrarse

El respeto = clave para una vida feliz= matrimonio feliz.

La lucha constante por vivir el respeto facilita su práctica

LA CONFIANZA

Confiar = ser fiel a lo que me dice, creer = estar junto a ti

Confiar en el amor, en las capacidades, en las promesas del cónyuge.

Da solidez a la relación.

Es un acto de amor

Demostración maravillosa de confianza

Es entregar lo mejor de sí para integrarlo en uno solo.

CONCLUSIONES

Estos cinco aliados si están dentro del MATRIMONIO facilitan una vida feliz, segura

y una paz interior que repercute en la convivencia.

Se encuentran al alcance de los esposos para

Servirles

Ayudarles

Y mantener su fortaleza

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G. K. Chesterton, He aquí una frase que oí el otro día a una persona muy agradable e inteligente, y que cientos de

veces he oído a cientos de personas. Una joven madre me dijo: «No quiero enseñarle ninguna

religión a mi hijo. No quiero influir sobre él; quiero que la elija por sí mismo cuando sea mayor.» Ése

es un ejemplo muy común de un argumento corriente, que frecuentemente se repite, y que, sin

embargo, nunca se aplica verdaderamente. Por supuesto que la madre siempre estará influyendo

sobre su hijo. De la misma manera, la madre podría haber dicho:

«Espero que escogerá sus propios amigos cuando crezca; por eso no quiero presentarle ni a primas ni a primos.»

Pero la persona adulta en ningún caso puede escaparse a la responsabilidad de influir sobre el niño;

ni siquiera cuando se impone la enorme responsabilidad de no hacerlo. La madre puede educar al

hijo sin elegirle una religión; pero no sin elegirle un medio ambiente. Si ella opta por dejar a un lado

la religión, está escogiendo ya el medio ambiente; y además, un medio ambiente funesto y

contranatural. La madre, para que su hijo no sufra la influencia de supersticiones y tradiciones

sociales, tendrá que aislar a su hijo en una isla desierta y allí educarlo. Pero la madre está

escogiendo la isla, el lago y la soledad; y, es tan responsable por obrar así como si hubiera escogido

la secta de los mennonitas o la teología de los mormones. Es completamente evidente, dicen, para

quien piense durante dos minutos, que la responsabilidad de encauzar la infancia pertenece al

adulto, por la relación existente entre éste y el niño, completamente aparte de las relaciones de

religión e irreligión. Pero la gente que repite esta fraseología no la piensa dos minutos. No intentan

unir sus palabras con una razón, con una filosofía. Han oído ese argumento aplicado a la religión, y

nunca piensan en aplicarlo a otra cosa fuera de la religión. Nunca piensan en extraer esas diez o

doce palabras de su contexto convencional y tratar de aplicarlas a cualquier otro contexto. Han oído

que hay personas que se resisten a educar a los hijos aun en su propia religión. Igualmente podría

haber personas que se resistieran a educar a los hijos en su propia civilización. Si el niño cuando sea

mayor, puede preferir otro credo, es igualmente cierto que puede preferir otra cultura. Puede

molestarse por no haber sido educado como un buen sueco burgués; puede lamentar profundamente

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no haber sido educado como un Sandzmanian. De la misma manera puede lamentar haber sido

educado como un caballero inglés y no como un árabe salvaje del desierto. Puede (con la ayuda de

una buena educación geográfica), mientras examina el mundo desde China al Perú, sentirse

envidioso por la dignidad del código de Confucio o llorar sobre las ruinas de la gran civilización

incaica. Pero, evidentemente, alguien ha tenido que educarlo para llegar a ese estado de lamentar

tal o cual cosa; y la responsabilidad más grave de todas es tal vez la de no guiar al niño hacia

ningún fin.

EDUCAR LA PIEDAD SEGÚN LAS DISTINTAS EDADES

HASTA LOS TRES AÑOS

La familia educa las convicciones, los hábitos y actitudes. Importancia del ejemplo de los

padres. El colegio colabora con los padres.

¿Cómo fomentar la piedad?

Dar a conocer a Dios y a su Madre. Jaculatorias.

Fomentar trato y amor a Jesús, Virgen, Ángeles Custodios, vida en Nazareth.etc..

Miradas a las imágenes.

Frases sencillas de oración DE 3 A 6 AÑOS

Aprendizaje de oraciones sencillas en familia.

Asistencia a la Misa dominical toda la familia. Explicaciones previas.

Visita a Jesús en el Sagrario.

¿Cómo fomentar la piedad?

Diálogo sencillo con Nuestro Padre Dios, con Jesús y María.

Acciones de gracias y petición de perdón.

Rezar al levantarse y acostarse.

Elevando su corazón a Dios, los padres facilitarán a sus hijos a descubrir una verdad decisiva

para todos los ámbitos de su formación Ernesto Juliá

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La asimilación de valores por parte de los hijos se produce a partir de dos procesos de actuación que los padres podemos ofrecer de manera correlativa. Un proceso de inmersión

cuando son pequeños, en el que nuestro ejemplo de padres les induce a imitar nuestra conducta, y un proceso de convicción intelectual, cuando empiezan a ser mayores, en el

cual se les convence por la fuerza de la razón, mediante el diálogo. Todas las personas, de manera más o menos consciente, disponemos de una amplia relación de

cosas que consideramos valiosas y por las que estamos dispuestos a esforzarnos y a perseverar. Todas esas cosas (bienes, actitudes, maneras de actuar, ideas...) son lo que llamamos valores. Son especialmente importantes porque son los indicadores que rigen nuestra conducta.

Seguramente a todos los padres nos gustaría que nuestros hijos compartieran con nosotros esa valoración de las cosas, que asumieran los valores que nosotros consideramos importantes. Nos da miedo que se equivoquen en algo tan importante, que consideren alguna cosa como algo valioso y apetecible, y que en realidad no sea más que un espejismo. ¿Hay alguna manera de asegurar que mi hijo asuma unos valores realmente valiosos? O dicho de

otra manera, ¿puedo enseñar a mi hijo a apreciar los mismos valores que a mí me parecen importantes? La respuesta es que sí, aunque naturalmente no se puede asegurar completamente. Se puede afirmar que, si se intenta de manera coherente, los resultados son apreciables. Por otro lado también conviene asegurarse de que los valores que tenemos son realmente lo mejor que podemos ofrecerle.

Como es lógico, es del todo imposible tener la certeza de que los valores que consideramos primordiales son tan importantes como nos parece. Pero como mínimo, debemos valorar nuestra propia coherencia. Puede ocurrir, por ejemplo, que pensemos que es muy importante ayudar a los demás y colaborar con ellos y luego llegamos a casa y dejamos que nuestra pareja haga todas las tareas mientras nosotros "descansamos del duro trabajo". Si nuestra conducta no se adapta a nuestra escala de valores, revisemos nuestra conducta o nuestra escala de valores y cambiemos alguna de las dos. Generalmente debería ser nuestra conducta lo que tendríamos que cambiar.

Una vez decididos los valores que vamos a enseñar, veamos cómo hacerlo. Básicamente hay dos procesos para conseguirlo: la inmersión y la convicción intelectual. Inmersión Referido a la educación de los valores, "inmersión" se refiere a hacer que nuestro hijo esté, desde el

primer momento en que llegó a nuestra familia, inmerso en un ambiente en que nuestras maneras

de actuar dan testimonio de los valores que intentamos comunicar.

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Los niños, desde el primer momento, actúan imitando las conductas y actitudes que ven a su alrededor. Mas tarde, a través del lenguaje, llegan a comprender las razones por las que sus padres

actúan así. De este modo, la manera de actuar de los padres y las razones por las que lo hacen, conforman una especie de fluido que envuelve al niño y que penetra dentro de su inteligencia y de

los hábitos que va adquiriendo. Y casi sin proponérnoslo, va asumiendo nuestros valores. Estoy hablando del ejemplo que damos el padre y la madre al unísono y que es muy significativo cuando los hijos son pequeños. Pero en realidad no está todo resuelto, ni mucho menos. El fluido ambiental que rodea a nuestros hijos no es únicamente el ejemplo de los padres. Hay otros muchos ejemplos e influencias que flotan

en el ambiente (gran familia, amigos, compañeros, profesores, medios de comunicación...) y que también penetrarán en la inteligencia de nuestro hijo y en los modos de actuar que imita. Y como quizás muchos de esos ejemplos e influencias sean negativos nos preguntamos si podemos hacer algo para minimizar su influencia. Sin lugar a dudas la respuesta es sí. Podemos hacer como mínimo cuatro cosas: - Dedicar el máximo tiempo posible a la convivencia familiar, con la intención de que, cuanto mayor

sea el tiempo de convivencia familiar, menor influencia ejercerán otros ejemplos. Hay que aprovechar cuando nuestros hijos son pequeños y tienen menos autonomía para frecuentar otros ambientes. - Estrechar nuestras relaciones afectivas con ellos. El ejemplo es mucho más decisivo cuanto más importe a los niños la persona que lo ofrece. Será, por lo tanto muy importante mostrarle nuestro

cariño y aceptación habitualmente. - Enjuiciar las actuaciones o afirmaciones de otros cuando contradigan nuestros propios valores, eso sí, con respeto. Ya que no podemos evitarlos, al menos presentemos ante sus ojos elementos críticos. - Desarrollar en nuestros hijos hábitos de conducta relacionados con valores importantes. Estos

hábitos son especialmente importantes en los seis o siete primeros años. Durante esos años podrá aceptar sin dificultad las conductas que le proponemos los padres por la confianza que deposita en nosotros. Así, cuando tenga más edad podrá relacionar su modo habitual de comportarse con los

valores que entraña. Entonces el mismo hábito formará parte del ambiente que le rodea por lo que le será más fácil aceptar como bueno algo que le resulta muy familiar. La convicción intelectual

No es otra cosa que apreciar algo como bueno, conveniente o útil para sí mismo o para los demás mediante el razonamiento lógico. Es un recurso que se puede utilizar cuando nuestros hijos son un poco mayores, cuando, paralelamente a su llegada a la adolescencia, comienzan a tener recursos intelectuales suficientes para establecer relaciones entre distintos valores y para deducir las posibles causas y consecuencias de las diferentes maneras de comportarse.

La manera de entrenar su capacidad de razonamiento y, con ella, la de apreciar los valores más importantes será mediante el diálogo y el debate de ideas. En este momento en que los hijos empiezan a percibir que no somos las personas perfectas y todopoderosas que imaginaban cuando niños, es la ocasión de enseñarles a apreciar los valores, no ya por la confianza que les inspirábamos sino por la fuerza de la lógica.

José María Lahoz García

Orientador escolar y profesional. Profesor de educación primaria y de Psicología y Pedagogía en secundaria.

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¿Cómo exigir algo a los hijos, cuando los mismos padres hacen todo lo contrario? El mayor deseo de un padre, es que sus hijos sean personas rectas e íntegras, por eso las incesantes enseñanzas sobre

valores y virtudes, las cuales requieren ser reforzadas con grandes dosis de buen ejemplo, de lo contrario, será difícil que los hijos interioricen las normas o acaten los llamados de atención.

Aprendizaje por imitación

Todo proceso educativo se encuentra constituido por una parte de comunicación verbal y otra de no

verbal. Ambas igualmente importantes, pues una sirve de soporte a la otra y viceversa. Así surge el aprendizaje por imitación, una de las vías más utilizadas por el cerebro humano durante las primeras edades.

El niño hace un permanente y exhaustivo trabajo de observación de lo que a su alrededor se encuentra, sea positivo o negativo, para luego repetir la información que ha absorbido; de ahí que el buen o mal ejemplo de los padres sea tan determinante.

Predicar con el ejemplo

El ejemplo es la conducta que sirve de modelo para que otros asimilen una lección. Es la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, su gran influencia en la transmisión de normas y valores, lo

convierten en una de las claves de la formación de los hijos. Su efecto es tan arrollador, que puede echar al piso todas las buenas intensiones de un solo tiro.

Una situación cotidiana de cualquier familia, puede ser aquella cuando se presenta rivalidad entre hermanos, en la que los padres deben intervenir y darles a sus hijos una plática sobre el buen trato que debe haber entre ellos. No obstante, estas palabras caen en saco roto, cuando una vez culminada la conversación, los padres se agreden e irrespetan entre sí.

Por tanto, poco o nada sirven las charlas y sermones que no van de la mano de actos acordes a lo que se predica. Los hijos necesitan ver en sus referentes principales –los padres-, modelos que sirvan de inspiración, para poder así validar las enseñanzas que se les brindan. Cuando esto no sucede, se despierta en los chicos una postura crítica y/o rebeldía, debido a que no hallan relación alguna entre lo que se les reclama y lo que observan.

De esta manera, se dice que enseñar mediante el ejemplo, puede implicar mayor esfuerzo por parte de los educadores, ya que hablar es relativamente fácil, de cierta forma las palabras son “libres”, pero los actos no.

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Tampoco ha de presumirse que los padres sean seres perfectos, ajenos a las equivocaciones. La

misión del ser humano es buscar su propia realización personal sin percatarse de que otros lo tengan

en la mira, es más una cuestión de rectitud. Lo mismo sucede con el ejemplo que se le debe proveer

a los hijos, no se hace para que ellos crean que sus padres son superhéroes, sino para que imiten las

bondades que los llevarán a actuar y proceder positivamente ante diferentes situaciones que la vida

los pondrá a prueba. De otro lado, también es muy sabio aceptar los errores y disculparse ante los

hijos, además hacerles expresa la decisión de remediar la falta. Esto les enseña el valor de la

humildad y en ningún momento se ve perjudicada la autoridad.

10 puntos en los que los padres deben dar ejemplo

El buen ejemplo es el gran aliado de los padres a la hora de emitir conceptos y enseñanzas, para ello Francisco Gras, autor de Micumbre.com propone los siguientes puntos:

1. En el cuidado, respeto y cariño demostrado a sus padres (abuelos).

2. En las exquisitas relaciones con su esposa e hijos.

3. En su comportamiento de visión y liderazgo familiar, religioso y social, a plazo corto, medio y largo.

4. En su comportamiento con los amigos y con la sociedad.

5. En su comportamiento cívico al respetar las leyes y las costumbres de donde se vive.

6. En su comportamiento religioso, poniendo por delante en su vida, las prácticas religiosas y el ejercicio de las virtudes y valores humanos.

7. En su continua formación humana, profesional e intelectual.

8. En el mantenimiento responsable de su salud.

9. En su entrega al prójimo.

10. En la forma de hacer negocios o cumplir con sus obligaciones laborales y profesionales.