Taller de Un Perfil Docente Tradicional a Uno Basado en Competencias

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Mg. Alejandro Marín-Peláez

Julio 13 de 2012Observación y Práctica Docente ParcialDaniel Jimenez Cardona

UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE PEREIRALicenciatura en español y literatura

Taller:Después de la lectura, “De un perfil docente tradicional a un perfil docente basado en competencias” por: Rosa Victoria Galvis, realice:

1. Identifique los principales planteamientos expuestos en el texto.

2. ¿Qué diferencias se plantean entre perfil docente tradicional y el perfil docente basado en competencias? ¿Cuáles son las más significativas? ¿Por qué?

3. ¿Cuál sería el aporte de las competencias docentes propuestas por la autora a su proceso de formación como docente?

4. Elija dos de las cuatro competencias planteadas en el texto y argumente como se deben desarrollar estas en la profesión docente (cada uno de sus criterios).

Respuestas

1. En el documento se plantea básicamente necesidad de dejar de pensar en el maestro como en un mero transmisor de información para concebirlo de manera holística. En este sentido, es necesario tener en cuenta los cambios socio-educativos suscitados por la masiva llegada de las TIC, puesto que a partir de ellas la información está virtualmente disponible en todas partes. Es insostenible, en consecuencia, la representación del papel del docente como un mero expositor de saberes disciplinares; debe incorporarse a su formación una comprensión crítica y creativa del entorno en que se desempeña, así como un componente axiológico de suma importancia, dado que, en pocas palabras, él enseña con el ejemplo. Así pues, el profesor es mucho más que un mero expositor o transmisor, pues no solamente informa sino que forma, por lo cual (y esto es interpretación mía) su oficio está mejor definido con la palabra educador que instructor. Este último es quizás el punto más importante, dado que el concepto de

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competencia ha sido manipulado y distorsionado por los elementos más suspicaces del modelo neoliberal de educación para que signifique simplemente la capacidad de ejecutar una serie de instrucciones, con el aspecto ético reducido al reconocimiento de verdades únicas y de obediencia silenciosa a la autoridad. El planteamiento de la profesora Galvis, por el contrario, es claro en afirmar que no basta con ello, sino que hay que ir más allá, hacia la construcción de sujetos autónomos, críticos y creativos que permitan la conformación de una sociedad con verdadera participación ciudadana y democracia plena.

2. Hay una gran diferencia entre el perfil docente tradicional y el planteado por la autora. Otrora, el maestro era visto como una persona digna de confianza por causa de su saber enciclopédico y su autoridad se hallaba al nivel de la del médico, el sacerdote y la policía de la población correspondiente. Con los enormes avances de las tecnologías de la comunicación, la información ha adquirido una característica de semi-ubicuidad, de modo que las bases de la autoridad del docente del antiguo modelo han quedado minadas. Si antes era visto como sujeto admirable por su saber enciclopédico, ahora se le mira con cierto recelo, pues se presupone que su discurso es superfluo y fácilmente obtenible en la red o en uno de los numerosos canales de documentales de la televisión por cable. Esta situación obliga a que quienes nos hallamos de alguna manera involucrados en el campo de la educación nos replanteemos el papel del docente frente a la sociedad. Se vuelve importante entonces insistir en el oficio del maestro en tanto educador, distinguido de aquél en tanto instructor y expositor. Esto encuentra sentido en la realidad de que si bien es cierto que se puede hallar información en virtualmente cualquier parte del planeta, el aprovechamiento de esa información en términos de construcción de significados y elaboración de conocimiento para la sana convivencia requiere de la presencia de un educador, pues solo en tal escenario se puede hallar el espacio para la discusión y el debate necesarios en la formación de ciudadanos. Por otro lado, la formación por competencias, tal como la plantea la profesora Galvis, permite aterrizar los discursos moralizantes sobre el deber-ser del docente en un contexto determinado, del cual debe ser consciente y conocedor el maestro para poder desarrollar su labor con eficacia.

3. En mi formación como docente he escuchado muy variados discursos sobre lo que debería ser y hacer un docente frente a lo que no debería ser ni hacer. Como es de esperar de este tipo de argumentación basado en presupuestos éticos no contextualizados en nuestra realidad social, dichos discursos han

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sido más bien idealistas y bastante lejanos de la realidad educativa a la que se ve enfrentado el futuro maestro desde el comienzo mismo de sus prácticas pedagógicas. El aporte principal de las competencias docentes propuestas por la autora a mi formación lo veo en dos puntos principales (aunque podría haber más): primeramente, en el desarrollo de la idea de complementariedad con respecto a las distintas esferas de acción del maestro. Quiero decir con esto que la propuesta de la autora echa por tierra la falsa dicotomía entré los componentes axiológico y práctico que constituyen la actuación de un maestro, puesto que si el actuar y el saber del mismo son específicamente contextualizados, ese divorcio queda anulado. En segundo lugar, en un sentido nuevo para mí, se habla de la necesidad del docente de adquirir y desarrollar competencias intrapersonales. Me llama la atención en particular la idea sugerida por la autora (si bien no explícitamente) de la necesidad de ser consciente de sí mismo. Este proceso de autoconciencia, rasgo fundamental de los seres humanos en cuanto tales, es poco desarrollado en las aulas de clase. En las observaciones que he podido hacer, noto cómo los docentes en ocasiones actúan con base en una especie de libreto, irreflexivamente, lo cual considero nocivo para la formación de ciudadanos que, por definición, son autónomos. En tanto no haya autoconciencia quedarán minadas las bases para la autonomía, puesto que aquel que no activamente consciente de sí mismo puede ser presa fácil de la dominación externa. Y, de nuevo, no es concebible un ciudadano que no sea autónomo. Más bien lo contrario: la costumbre de la heteronomía facilita las condiciones para la dictadura.

4. Las dos competencias que más captan mi atención son la inter e intrapersonal (ser) y las competencias sociales (convivir). La primera tiene fundamento, como ya lo enuncié, en la capacidad humana de autoconciencia. Pero, además, dicha autoconciencia tiene como consecuencia algo que no todos los docentes tenemos en cuenta a la hora de preparar una clase o en el desarrollo de la misma: la responsabilidad del educador. En efecto, de la necesaria autoconciencia de cada sujeto se desprende el hecho de es responsable, en tanto mayor de edad (en el sentido que le da Kant a este concepto en su Respuesta a la pregunta sobre la Ilustración), por todos y cada uno de sus actos. Esto quiere decir que no le puede “echar la culpa” de sus propias falencias al Estado o a la sociedad en que fue formado, dado que él, en tanto individuo, está, para usar las palabras de Sartre, “condenado a ser libre”. Por supuesto, debe ser crítico y creativo frente a los cambios negativos que impone el Ministerio de Educación, por ejemplo; debe ser capaz de adaptarse y no recaer en una suerte

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de nuevo idealismo sin forma ni sustancia. Pero si el Estado promueve el autoritarismo y la autocracia, el maestro no es menos responsable frente a dicho régimen que el soldado alemán durante el período nazi durante la II Guerra Mundial. Lo anterior tiene consecuencias inmediatas para el campo de la convivencia, al cual hacen referencia las competencias sociales. En particular, el docente colombiano de lengua castellana debe aprovechar su capacidad discursiva u argumentativa para combatir el statu quo del pensamiento único. Debe ser de mente abierta, no para que los estudiantes impongan las reglas (recordemos que el docente, como persona adulta, es responsable por sus alumnos), sino para asegurar el bienestar colectivo mediante la búsqueda colegiada de solución a los problemas que afectan o amenazan el bienestar colectivo. Sin tales elementos, es imposible que llegue a convertirse en un auténtico motor de desarrollo social y político para su comunidad, más allá de las locomotoras cuyo combustible quiera alimentar el Gobierno de turno.