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Psiauis Tareas del desarrollo en la edad adulta R. Zapata García, A. Cano Prous, J. Moyá Querejeta Ps~~u~s, 2002; 23 (5): 185-197 Resumen Con el objetivo de mejorar la operatividad del constructo "tareas del desarrollo de la edad adul- ta'', se revisan las tareas propuestas para esta edad por los autores más representativos del área evolutiva y del ciclo vital, se seleccionan y organizan según un mismo nivel de categorización, y se distribuyen de acuerdo con los periodos óptimos y el ámbito psicosocial de presentación. Los resultados configuran una red de tareas, transversalmente complementarias y longitudinalmente progresivas, que mejora, sin duda, la capacidad heurística y operativa del constructo para ser utili- zado como guía y marco de la psicoterapia del adulto. Palabras clave: Edad adulta. Tareas del desarrollo. Ciclo vital. Abstract Developmental tasks in adult life Our goal is to improve the functionality of the construct "developmental tasks of adult life''. We revised tasks for this age proposed by the most representative authors in the study of development and life span areas. We selected and organized by the same leve1 of cathegorization, and distribu- te according to the optimus period and psicosocial background of presentation. The results confi- gurate a net of tasks, transverselly complementary and longitudinally progresive, that improves the heuristic and operative capacity of the construct to be utilised as a guide and frame for adult psy- chotherapy. Key words: Adult life. Development tasks. Life span. Life cycle. Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica. Clínica Universitaria. Facultad de Medicina. Universidad de Navarra.

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Psiauis

Tareas del desarrollo en la edad adulta

R. Zapata García, A. Cano Prous, J. Moyá Querejeta

P s ~ ~ u ~ s , 2002; 23 (5): 185-197

Resumen

Con el objetivo de mejorar la operatividad del constructo "tareas del desarrollo de la edad adul- ta'', se revisan las tareas propuestas para esta edad por los autores más representativos del área evolutiva y del ciclo vital, se seleccionan y organizan según un mismo nivel de categorización, y se distribuyen de acuerdo con los periodos óptimos y el ámbito psicosocial de presentación. Los resultados configuran una red de tareas, transversalmente complementarias y longitudinalmente progresivas, que mejora, sin duda, la capacidad heurística y operativa del constructo para ser utili- zado como guía y marco de la psicoterapia del adulto.

Palabras clave: Edad adulta. Tareas del desarrollo. Ciclo vital.

Abstract

Developmental tasks in adult life

Our goal is to improve the functionality of the construct "developmental tasks of adult life''. We revised tasks for this age proposed by the most representative authors in the study of development and life span areas. We selected and organized by the same leve1 of cathegorization, and distribu- te according to the optimus period and psicosocial background of presentation. The results confi- gurate a net of tasks, transverselly complementary and longitudinally progresive, that improves the heuristic and operative capacity of the construct to be utilised as a guide and frame for adult psy- chotherapy.

Key words: Adult life. Development tasks. Life span. Life cycle.

Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica. Clínica Universitaria. Facultad de Medicina. Universidad de Navarra.

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R. Zapata García y cols.

Introducción

El término edad adulta no denota unos años defi- nidos con precisión, sino que alude, más bien, a un proceso que tiene lugar en la mitad de la vida y que forma parte del proceso general de envejecimiento que avanza fisiológica, psicológica y socialmente desde el momento de la concepción. Generalmente, esta edad se considera como la cima, en la carrera que va desde la niñez y la juventud a la madurez; bien como un fin en sí misma -una época con sus propios problemas y realizaciones peculiares-, o bien como una época de transición y preparación para la vejez (1).

Desde un punto de vista psicosocial la adultez es, en la sociedad occidental, el estadio de la asunción plena de responsabilidades: procreación y cuidado de la familia, educación y transmisión de las pautas normativas de la sociedad, trabajo y producción en el sistema económico que nos caracteriza, dirección y gestión de la sociedad política, y búsqueda defini- tiva de elementos trascendentes que, dando cohe- rencia a todas estas dimensiones, aporten sentido a la existencia.

Aunque con el final de la edad juvenil concluye el desarrollo propiamente dicho, el hombre sigue cam- biando, corporal y psíquicamente. La edad madura es un proceso dinámico que incluye fenómenos de crecimiento y desarrollo y no simplemente transfor- maciones relacionadas con el declinar. Es cierto que en la edad adulta se alcanza, con la madurez psico- física, un cierto equilibrio, pero no lo es menos que en esta edad se continúan produciendo cambios sig- nificativos -intelectuales, sociales y personales- de los que pueden deducirse renovadas tendencias, pautas y patrones evolutivos de comportamiento.

Estos patrones de desarrollo de la edad adulta siguen una evolución menos dependiente del paso del tiempo que los de etapas anteriores, y están más condicionados por las diversas experiencias de la persona. Por ello, también puede decirse que dichos cambios no suponen, en realidad, la apari- ción de nada nuevo sino la consolidación de lo que la persona ya tenía, en un perfilamiento cada vez más claro de la individualidad (2).

1.1 El ciclo vital: teorías fásicas del desarrollo

La investigación sobre el desarrollo humano se centraba, hasta hace muy poco tiempo, exclusiva- mente en la edad infantil y juvenil. Sobre la edad intermedia ha habido un cierto silencio y tan pocos estudios empíricos que los autores han recurrido para su descripción a formulaciones teóricas basa-

das en su experiencia clínica y en los pocos datos obtenidos de su propio trabajo. De hecho, se han realizado pocos estudios longitudinales de segui- miento sobre personas de edad intermedia y los capítulos sobre los años intermedios de la vida no han empezado a incluirse hasta hace poco en los tratados de psiquiatría.

Sin embargo, la edad intermedia está recibiendo ahora una mayor atención gracias, en parte, al aumento de las expectativas de vida y a las mayo- res posibilidades y oportunidades de realización que la mejora de la calidad de vida ha proporcio- nando a las personas de esta edad. Esto ha hecho que también los adultos, presionados por las dife- rencias generacionales y la modificación de las rela- ciones paternofiliales, hayan ido adquiriendo una mayor conciencia de sí mismos y de sus particulari- dades y planteando una demanda de orientación en sus transiciones vitales.

Ya en los años sesenta se registró un considera- ble aumento de interés por el desarrollo adulto. En 1950 Erickson (3) publicó "infancia y soledad': consi- derado en general el libro más influyente de ese periodo, que introdujo para muchos estudiosos el concepto de desarrollo a lo largo del ciclo vital y amplió la noción de los estadios evolutivos a la edad adulta. También Neugarten y colaboradores (4) con- tribuyeron al reconocimiento del desarrollo de la per- sonalidad en la edad adulta. Sus investigaciones supusieron una aportación básica para la compren- sión de los cambios evolutivos en la edad media, hasta entonces considerada un periodo estable.

La idea de ciclo vital sugiere la existencia de un orden subyacente al curso de la vida humana, desde la concepción a la vejez. Aunque cada vida individual es singular, todas atraviesan básicamente la misma secuencia. Esto tiene una importancia decisiva en la comprensión de la vida humana, ya que la significación de los sucesos y relaciones par- ticulares va a estar muy influída por la fase del ciclo vital en la que ocurren (5).

Estas teorías fásicas del desarrollo proponen una secuencia progresiva de cambios cualitativos estructurales o funcionales como base para aclarar el modo en que las personas cambian a medida que pasan por los diferentes periodos de la vida. Durante dichos periodos habría momentos mejores o preferentes para que tuvieran lugar determinados acontecimientos.

Aunque la teoría de fases goza de cierto atractivo popular y de una comprobable utilidad heurística en el desarrollo temprano, en la edad adulta resulta mucho más difícil de medir. Por una parte, la reduc- ción de pautas de conducta complejas a un número

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Psiauis, 2002; 23 (5): 185-197

limitado de parámetros se complica ya que a medi- da que las personas avanzan en el curso del ciclo vital, la situación se vuelve más compleja. Por otra, dado el creciente impacto del entorno y la mayor variación -o desviaciones más amplias- en las medidas psicológicas, fisiológicas y de otros órde- nes, no es tan fácil como en el desarrollo temprano dilucidar los vínculos entre la fisiología y el desarro- llo mental (1).

1.2 Tareas del desarrollo

La vida adulta, al contrario de lo que ocurre en la niñez o incluso en la adolescencia, está fundamen- talmente marcada por acontecimientos sociales, por cambios en la estructura de los roles, por demandas y exigencias que emanan no tanto de las capacida- des y10 características biológicas como de las con- secuencias que se derivan de la asunción de impor- tantes tareas sociales (6).

Tal vez por ello, muchos teóricos contemporá- neos, sin abandonar la teoría de las etapas, desa- rrollaron el concepto de "tareas del desarrollo" (7). Dichas tareas del desarrollo se identifican con las respuestas psicológicas a las experiencias vitales más importantes -trabajo, paternidad, jubilación- que, como resultado de situaciones reales o consi- deraciones psicológicas, producen cambios intrapsí- quicos en todas las personas de determinado grupo etario (8). Se han definido también como cambios sociales, en los ámbitos de la vida profesional y familiar (9), que se resumirían en la apropiación de aquellos roles requeridos para la ejecución de una serie de tareas: elección de ..., aprendizaje de ..., '

adaptación a... En definitiva, acciones y comporta- mientos que se deben manifestar, que se espera que manifiesten las personas que se encuentran en un estatus de edad concreto (6).

Dicho de otro modo, convertirse en adulto exige completar con éxito una serie de tareas del desarro- llo, "tareas que surgen en cierto periodo de la vida del individuo, cuyo cumplimiento exitoso le lleva a la felicidad y al éxito en tareas posteriores, y cuyo fra- caso produce la infelicidad del individuo, la desapro- bación de la sociedad y la dificultad para cumplir tareas posteriores" (9).

1.3 Estado de la cuestión

En la actualidad, algunos investigadores conti- núan mostrándose escépticos ante los intentos de definir la vida adulta como una serie de tareas clara- mente delimitadas. La vida -vienen a decir- es demasiado compleja y la humanidad demasiado

diversa para compendiar los datos y las experien- cias en simples enunciados. El "reloj social" -la receta cultural que indica "la edad apropiada" para dejar el hogar, empezar a trabajar, casarse, tener hijos y jubilarse- varía de una cultura a otra y de una época a otra.

Con todo, son también muchos los autores que, sin negar la dificultad que supone simplificar las edades de la vida por medio de polarizaciones hipo- téticas de sus características, siguen utilizando el concepto de tareas del desarrollo y confirmando la utilidad clínica y el interés del constructo para la investigación empírica (1 0).

Aportaciones teóricas

Desde un punto de vista teórico, los esfuerzos han ido dirigidos a delimitar y caracterizar el cons- tructo y a intentar explicar el origen de los cambios relacionados con la edad.

Respecto al constructo, se afirma, que cada periodo estable de la vida se caracteriza por unas ciertas tareas (tareas de desarrollo) y temas vitales -cruciales para la evolución de ese periodo-, y ter- mina precisamente cuando dichas tareas pierden su primacía y aparecen otras nuevas que inician otro periodo. Los temas de dichas tareas tienen, en el desarrollo adulto, mayor dependencia ambiental, y, por lo tanto, mucha menor precisión cronológica o especificidad de fase, que los de la niñez (los már- genes de variación en cuanto al principio y el final de los periodos son mucho mayores).

En cuanto a la forma en que se generan las dife- rentes tareas a lo largo de las transiciones que tie- nen lugar en la vida, son básicamente tres las teo- rías que tratan de explicarla: el modelo de "niveles progresivos de integración", el de "crisis normati- vas", y el del "momento de ocurrencia de los suce- sos".

Para Colarusso (8) las interacciones biopsicoso- ciales del desarrollo generarían niveles de organiza- ción sucesivos y cada vez más elevados. La secuencia empezaría por un "desafío del desarro- llo", como la necesidad de adquirir una nueva apti- tud o revisar ciertos valores. Ese desafío crearía una "tensión del desarrollo" que actuaría como estí- mulo y produciría un "conflicto del desarrollo", cuya resolución conduciría a un nuevo nivel de integra- ción. El resultado final sería una "sensación acre- centada de sí mismo y de identidad".

Para el modelo de "crisis normativas" (son nor- mativas en tanto que son experimentadas por la gran mayoría de los miembros de una sociedad), es la secuencia definida de cambios biológicos, socia-

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R. Zapata García y cols.

les y emocionales relacionados con la edad la que pronostica el "tiempo más adecuado" para que sucedan diversos hechos. Así, algunas crisis nor- mativas tienen bases biológicas; la pubertad y la menopausia están determinadas por un "reloj bioló- gico" que incluye un intervalo específico de edades generales.

Otras crisis normativas ocurren por normas socia- les que definen lo que es apropiado para las perso- nas a diversas edades. Cada sociedad establece un "margen cultural de las tareas", un "reloj social" que especifica el momento en que se supone que deben suceder los diversos acontecimientos y actividades vitales. Así, existiría una mejor edad para asistir a la universidad, para casarse, para empezar una voca- ción, para tener hijos, etc. (10). Cuando el individuo realiza las cosas antes o después de lo que la sociedad prescribe, es presionado para que se con- forme a las expectativas.

También las crisis normativas están influenciadas por factores emocionales que condicionan la con- ducta. En este sentido, la persona debe estar emo- cionalmente preparada para hacer los cambios o para aceptar diversas responsabilidades -asistir a la universidad, casarse o convertirse en padres-; o, de lo contrario, se retrasará el momento de su apa- rición o los afrontarán en inferioridad de condiciones respecto a sus coetáneos.

Finalmente, para el modelo del "momento de ocu- rrencia de los sucesos", son los sucesos producto- res de cambio y el momento en que éstos tienen lugar (1 1, 12, 13) los que dirigen, favorecen o entor- pecen, la emergencia de las transiciones vitales. Algunos de estos hechos son normativos, mientras que otros -los que suelen resultar más importantes para el desarrollo de la persona- son idiosincrási- cos. Así, el momento de la vida de las personas en que tienen lugar ciertos sucesos importantes (encontrar trabajo, salir del hogar paterno, enamo- rarse, jubilarse, etc.) puede dar lugar a una gran variación -adelanto o retraso- en la aparición y desarrollo de las crisis normativas y de las tareas del desarrollo (1 1).

Apoyos empíricos al constructo

Desde el punto de vista empírico las aportaciones más significativas sobre tareas del desarrollo de la edad adulta han sido los estudios, ya clásicos, de Gould, Levinson, Vaillant y Neugarten.

Roger Gould (14, 15), psiquiatra, fue el primero en abordar el tema en un trabajo descriptivo de las observaciones transversales realizadas durante meses en pacientes psiquiátricos externos. En un

segundo estudio basó sus aportaciones en las res- puestas a un cuestionario, dadas por 524 adultos, de clase media, que no recibían psicoterapia.

Daniel Levinson (1 6, 17), psicólogo social y profe- sor de Yale, y sus colaboradores realizaron, durante varios años, un estudio transversal de una población constituida por 40 hombres, de entre 35 y 45 aiios de edad. Los sujetos fueron divididos en cuatro grupos: 10 obreros, 10 doctores en biología, 10 novelistas y 10 ejecutivos de dos compañías. De los 40 hombres, el 70% había terminado la universidad, todos se habían casado al menos una vez, el 20% se había divorciado, el 80% tenía hijos y el 50% era protestan- te. Los sujetos fueron entrevistados semanalmente durante varios meses, y posteriormente, a los dos años, se les realizó una entrevista de seguimiento.

George Vaillant (1 8, 19), psiquiatra y profesor en la Escuela de Medicina de Harvard, dirigió un estudio longitudinal que se llevó a cabo con 94 hombres que se habían graduado en la Universidad de Harvard entre 1942 y 1944. El estudio, realizado mediante cuestionarios anuales y una entrevista final, propor- cionó historias pormenorizadas de los ciclos vitales de una serie de hombres que estaban entre los mejo- res y más brillantes de Estados Unidos.

Bernice Neugarten (4, 20), psicóloga clínica de la Universidad de Chicago, y sus colaboradores estu- diaron una población de adultos -de 40 a 90 años de edad-, constituida por varones y mujeres, de raza blanca, de clase media, de ámbitos no clínicos, que vivían en una ciudad típica de Estados Unidos (Kansas City, Missouri). En una primera fase trans- versal del estudio, se sondearon las actitudes y sentimientos de los sujetos, explorando sus estilos de vida. La segunda fase consistió en un breve estudio longitudinal (de 6 años).

Las críticas a estos trabajos destacan sus eviden- tes deficiencias: los resultados se derivaron princi- palmente de estudios de segmentos de población

.de clase media y media superior; los sujetos de Gould incluían a dos grupos, uno de pacientes psi- quiátricos de consulta externa y otro constituido por adultos de clase media; los sujetos de Levinson incluían únicamente a 10 obreros, los 30 restantes eran profesionales; los sujetos de Vaillant eran 94 hombres, todos los cuales se habían graduado en la Universidad de Harvard; casi toda la información de la investigación de Neugarten se obtuvo en la fase transversal del estudio. De los cuatro estudios, sólo los de Gould y Neugarten incluyeron a mujeres; las poblaciones de Levinson y Vaillant eran comple- tamente masculinas.

En definitiva, el claro sesgo de las poblaciones estudiadas hace que los hallazgos sólo puedan apli-

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carse a cierto tipo de adultos. Por ello, sigue siendo necesario que se realicen estudios longitudinales con adultos de diversos grupos socioeconómicos, culturales y étnicos, que arrojen luz sobre los cam- bios y los retos que estos afrontan en su paso por las diversas fases del ciclo vital (21).

Interés actual del constructo "tareas del desarrollo"

A pesar de las críticas que se le han hecho al constructo, desde el punto de vista clínico es inne- gable el interés y la utilidad que supondría tener un conocimiento científico -y no sólo heurística- de lo que se espera del individuo en la edad adulta.

Los hallazgos indican que ser adulto conlleva realizar con éxito una serie de tareas -trabajos que deben hacerse en determinado tiempo- propias de dicha época del desarrollo (22, 8), y que la vida se vive con mayor plenitud y satisfacción cuando el sujeto se compromete y lucha con los temas princi- pales de cada una de las sucesivas fases del desa- rrollo y los domina antes de pasar al siguiente con- junto de desafíos (1 9, 10).

El conocimiento de las tareas que deben ser cumplidas y de la edad en que deben serlo, puede ser una gran ayuda para cualquier persona y muy especialmente para aquellas que se dedican profe- sionalmente a "conducir" -educar, asesorar o tra- tar- a otros (23, 13, 5). El constructo facilita la tarea de orientar y preparar las futuras metas, de aportar las experiencias más oportunas para ello; de inter- pretar y configurar los acontecimientos presentes en el contexto de lo deseable para el periodo concreto que atraviesa el sujeto; de comprender los efectos de las experiencias pasadas sobre el psiquismo en desarrollo, etc. (6)

Por otra parte, al revisar el tema hemos encontra- do que la bibliografía científica sobre tareas del desarrollo en la edad adulta durante los últimos años, es relativamente escasa, y que el constructo "tareas del desarrollo adulto" permanece a un nivel más bien descriptivo teórico sin la suficiente siste- matización operativa que facilite tanto su validación empírica como su utilización psicoterápica.

Por todo ello, nos planteamos este estudio con el objetivo de sistematizar el constructo y delimitar, clasificar y describir las tareas básicas del desarro- llo en la edad adulta.

2. Material y métodos

En primer lugar, se realizó un listado exahustivo de todas las tareas del desarrollo de la edad adulta

TABLA l

Autores más representativos de las tareas de la edad adulta

1. Erikson EH ............................................ (3, 24, 25, 7) 2. Havighurst RJ ..................................... (26, 27, 28, 9) 3. Neugarten BL ................................. (4, 29 30, 31, 11)

........................................................... 4. Remplein H (2) 5. Gould RL ................................................. (14, 15, 32) 6. Levinson DJ ........................... (33, 34, 16, 35, 17, 5) 7. Vaillant GE .............................................. (1 8, 19, 36) 8. Colarusso CA ...................................... (37, 38, 39, 8) 9. Rice FP .................................................. (40, 41, 22)

recogidas por los autores más representativos del tema (Tabla 1) y por las aportaciones bibliográficas de los últimos veinte años, obtenidas de las bases de datos Medline y PsyclNFO, mediante las pala- bras clave "tareas del desarrollo", "edad adulta" y "ciclo vital".

En segundo lugar, se seleccionaron y organiza- ron las tareas propuestas de acuerdo con los crite- rios de inclusión establecidos previamente mediante la elaboración de una definición comprensiva y ope- rativa del constructo (Tabla 11).

En tercer lugar, las tareas seleccionadas se distri- buyeron según su ámbito psicosocial (intrapsíquico, familiar, laboral y social) de manifestación; y según el periodo óptimo (edad adulta temprana, media y tardía) (2) en que cada tarea tiende a presentarse.

Por periodo óptimo, sensitivo o crítico, entende- mos el espacio de tiempo, en el desarrollo humano, en el que ciertos aprendizajes (hablar, leer, escribir, etc.) se realizan con mayor facilidad. Aunque el con- cepto procede de la psicología animal (espacio de tiempo en el periodo evolutivo de una especie, en el que los individuos se hallan especialmente dispues- tos para ciertos aprendizajes) también se puede apli- car con una interpretación flexible, al ser humano.

En este sentido, las tareas de la edad adulta, como cualquier otro tipo relevante de aprendizaje, tienen su periodo crítico. En los animales, estos periodos críticos se limitan a intervalos temporales precisos, fuera de los cuales es dificultoso el apren- dizaje (y en ciertos casos imposible). En el ser humano, aunque los periodos críticos son menos restrictivos y en absoluto vinculantes, ocurre, sin embargo, que fuera de ellos, el aprendizaje requiere mayor coste (tiempo, recursos, repeticiones) y el nivel de competencia alcanzado suele ser menor que el que se hubiera logrado en su tiempo óptimo. Por esto en el hombre es más apropiado hablar de periodo óptimo.

Para la división de la edad adulta en periodos

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R. Zapata García y cols.

TABLA ll

Criterios de selección de las tareas del desarrollo de la edad adulta

Definición comprensiva de tarea: cambios psicosociales que cualquier persona tiene que realizar durante la edad adul- ta -resultado de la actualización madurativa de disposiciones intrapsíquicas y del aprendizaje promovido por las demandas normativas del ambiente- para afrontar adecuadamente las exigencias psicosociales de dicha edad y alcan- zar un pleno desarrollo psíquico.

Definición operativa de tarea 1. Cambio psicosocial, resultado de 2. Disposición (posibilidad, forma-raíz) 3. Específica (universal -común a todos los seres particulares de una misma especie- y que tiende a actualizarse por

maduración, independientemente del medio) 4. Inestable (precisa de influencias ambientales propicias [aprendizaje] para su pleno desarrollo: aprendizaje promovi-

do por la demandas normativas del ambiente) 5. De emergencia o consolidación preferente en una determinada época de la vida adulta (periodo crítico, sensitivo u

óptimo) 6. Significativa para un desarrollo psíquico pleno 7. y/o llave para otra serie de tareas que proporcionan al individuo su completa y definitiva adaptación a la vida 8. Que se manifiesta en una o más de las dimensiones psicosociales del individuo (intrapsíquica, familiar, social y

laboral) 9. En forma de actitudes, comportamientos y rendimientos

TABLA III

Tareas del desarrollo en la edad adulta segun edades, ámbitos de manifestación y autores que las proponen

1. Edad adulta temprana (20-21 a 30-32 años)

1.1 Orientación: Realizar la "síntesis realismo-idealismo" (4) 1.2 Familiar: Realizar la 'Yercera individuación" (8) 1.3 Social: Establecer relaciones de intimidad (1, 7, 8, 9) 1.4 Laboral: Establecer una identidad laboral adulta (2, 7, 8, 9)

2. Edad adulta media (30-32 a 42-44 años)

2.1 Orientación: Realizar la "determinación específica y definitiva" (4, 6, 9) 2.2 Familiar: Desarrollar una relación de apoyo mutuo e igualdad con los padres (8) 2.3 Social: Desarrollar actitudes de paternidad (1, 2, 7, 8, 9) 2.4 Laboral: Desarrollar generatividad (1, 2, 3, 4, 7, 9)

3. Edad adulta tardía (42-44 a 56-58)

3.1 Orientación: Aceptar el envejecimiento corporal y la limitación del tiempo (2, 3, 4, 5, 8, 9) 3.2 Familiar: Dejar partir a los hijos y aceptar la inversión de roles con los padres (2, 8, 9) 3.3 Social: Mantener la intimidad y revitalizar las relaciones establecidas (4, 8, 9) 3.4 Laboral: Permitir y apoyar el relevo generacional sociolaboral (1, 8)

Los números indican el autor que incluye dicha tarea

1. Erikson EH 4. Remplein H 7. Vaillant GE 2. Havighurst RJ 5. Gould RL 8. Colarusso CA 3. Neugarten BL 6. Levinson DJ 9. Rice FP

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Psiquis, 2002; 23 (5): 185-1 97

óptimos hemos seguido el modelo de desarrollo de Remplein (2). Para adjudicar una tarea a uno u otro periodo hemos tenido en cuenta el criterio de la mayoría de los autores que la proponen, y en caso de duda la hemos situado en el subperiodo de edad que, por su estructura global, mejor se corresponde con la función adaptativa de la tarea.

Finalmente, para describir las tareas hemos utili- zado, prácticamente, las formulaciones de los pro- pios autores, complementadas -para su mejor com- prensión- por las características más básicas de las fases de la edad adulta de Remplein.

3. Resultados

Las tareas básicas del desarrollo adulto (Tabla III) se enmarcan en el importante cambio de estruc- tura que sufre el psiquismo durante esta edad.

Al final de la adolescencia el sentimiento disminu- ye en intensidad frente al pensar y al querer; los sentimientos de la vitalidad y del propio ser indivi- dual pierden su vigor ante los sentimientos transiti- vos; y el máximo rendimiento de la inteligencia, que al comienzo de la edad adulta se da en las opera- ciones lógico-formales, pasa después al terreno de la experiencia, de la crítica y de la independencia de criterio (2).

Estos cambios de estructura constituyen la condi- ción indispensable para ir consiguiendo la madurez de la personalidad que se espera del hombre confor- me avanza en edad y que, trascendiendo el mero desarrollo biológico, exige el esfuerzo y la autoedu- cación como tarea que no termina nunca. Así mismo, este cambio de estructura da lugar al fenó- meno paradójico de que la curva fisiológica del envejecimiento no coincide con la curva psicológica de la maduración: dicho cambio de estructura "com- pensa" la tendencia biológica hacia la decadencia que se hace sentir ya después de los 30 años, y per- . mite, gracias a ello, que pese al descenso corporal, se siga produciendo una elevación psicológica (2).

3.1 Tareas del desarrollo en la edad adulta temprana (20-21 a 30-32 años)

El adulto joven ha alcanzado la plena madurez corporal y se halla en plena posesión de sus funcio- nes psíquicas. Desde un punto de vista psicosocial, la edad adulta joven se caracteriza por la separa- ción real e intrapsíquica de la familia de origen y el compromiso con nuevas tareas específicas. El suje- to termina por resolver la dependencia infantojuve- nil, establece la confianza en sí mismo y comienza

a formular nuevos objetivos adultos que inducen nuevas estructuras destinadas a promover la estabi- lidad y la continuidad.

Síntesis realismo-idealismo

En primer lugar, los adultos jóvenes aspiran a dar a la vida un sentido más profundo y a llenarla con un valor. Para ello se hace indispensable un cambio de actitud: una síntesis de realismo e idea- lismo, que la mayoría de las voces sólo se consi- gue, en la edad adulta media. Esta síntesis es la que permite, por un lado estar convencidos de la validez de las grandes ideas sin el radicalismo de los años juveniles (como es típico del doctrinario, del fanático y del "eterno revolucionario") y por otro lado, no capitular ante la realidad ni sobreestimar el resultado práctico (como sería el caso de los utilita- r i s ta~ y materialistas) (2).

Tercera individuación

En segundo lugar, la "tercera individuación" o separación psicológica definitiva de los padres que se produce en esta primera edad adulta supo- ne la culminación del proceso de separación-indi- viduación que se inicia en la infancia con la prime- ra individuación (con ella se establece la sensa- ción de estabilidad y capacidad para relacionarse con otros) y se continúa con la segunda individua- ción, o separación psicológica de los padres en la adolescencia. Con esta tercera individuación se induce una nueva definición interna de sí mismo como sujeto competente y en soledad confortable, capaz de cuidarse real e intrapsíquicamente, y se inaugura el desplazamiento gradual de sus espec- tativas, desde la familia de origen a la familia de procreación.

Relaciones de intimidad

Otra tarea propia de esta edad es la de estable- cer relaciones de intimidad. Se trata de la capaci- dad para formar lazos emocionales estrechos -identidad compartida- sin temer la pérdida de la propia identidad; de desarrollar relaciones de amis- tad, de cooperación con los demás; de comprome- terse en empresas comunes y afiliarse a grupos concretos.

Conlleva la habilidad para compartir confianza mutua, para sacrificarse y comprometerse por estar con el otro, para ser tolerante y aceptar las diferen- cias percibidas en los demás. En definitiva supone la capacidad de conferir a las necesidades y preo-

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cupaciones de los otros la misma importancia que a las propias.

Identidad laboral

Finalmente, en el ámbito laboral, el adulto joven se enfrenta con la tarea de establecer una identidad laboral adulta. La transición desde el aprendizaje y el juego al campo laboral puede ser gradual o abrupta, pero en algún momento del segundo dece- nio de la vida, el trabajo se convierte en una activi- dad central para la estabilidad y progresión intrapsí- quica. Sentirse productivo y competente es parte importante del autoconcepto y de la identidad psico- social.

3.2 Tareas del desarrollo en la edad adulta media (30-32 a 42-44 años)

La edad adulta media constituye el núcleo de la vida y debería representar la edad del adulto madu- ro. En ella se llega a una estabilización de todo lo que hasta ahora se encontraba en agitación. La actitud frente a la vida se hace más seria y reflexiva. Desde el punto cumbre de su vida, el hombre mira no sólo hacia adelante, sino también hacia atrás, adoptando una "nueva actitud con respecto al tiem- po: éste se valora ahora más y se aprovecha con más intensidad para sentir la vida lo más posible y para llevarla al pleno éxito. El adulto aún joven creía tener ante sí un tiempo ilimitado (. ..), el adulto maduro, en cambio se da cuenta de que dispone para la realización de sus planes, tan sólo de un tiempo limitado, y por eso lo economiza." (Rem- plein, 1968; p 668).

Determinación específica y definitiva

Sin duda influenciado por todo lo anterior, el indi- viduo tiene que realizar en esta edad la tarea de determinarse específica y definitivamente en los aspectos fundamentales de su vida. Los adultos jóvenes realizan elecciones y compromisos antes de tener experiencia para evaluarlos, y desde el final de los veinte años hasta el comienzo de los treinta una persona puede descubrir nuevos deseos, anhelos, tendencias, y talentos. Superado el periodo de deter- minación inespecífica y provisional -de la época del experimentar (2)- de la edad anterior, el hombre siente la necesidad de tomarse la vida más en serio, de ser más auténtico. Por ello tiende a examinar sus elecciones previas y a preguntarse si la vida que lleva es la que quiere realmente.

En parte por procesos inconscientes de estabili-

zación, y en parte por la limitación consciente, la persona renuncia a una serie de posibilidades en favor de unas pocas que se agotan hasta el máxi- mo, y tiende a sujetarse y circunscribirse a una determinada dirección y a decidirse definitivamente por una meta determinada (estado, profesión, pues- to de trabajo, etc.). Mediante la reafirmación de los compromisos y10 la modificación o adaptación en determinadas áreas, la persona adquiere una nueva sensación de sí mismo y una valoración más realis- ta de las propias facultades.

Igualmente, ''la edad adulta media implica la deci- sión sobre la orientación valorativa. Puesto que ahora se produce la fijación de la estructura psiqui- ca, se fija también la actitud con respecto a las dis- tintas esferas de valores. Gracias a esto, el carácter adquiere su acuñamiento definitivo, y no simple- mente por medio de procesos espontáneos de valo- ración, sino también por medio de un activo anali- zarse y decidirse. Con esto se alcanza también ahora, tras haber pasado la época de búsqueda y de prueba, la madurez del carácterJ' (Remplein, 1968; p 669).

Relación de apoyo e igualdad con los padres

En segundo lugar, el adulto medio tiene que esta- blecer una relación de apoyo mutuo e igualdad con los padres. El matrimonio y la paternidad facilitan esta tarea. La paternidad profundiza la individuación con la familia de origen, y los nuevos padres, al asumir los papeles que eran prerrogativa de sus progenitores, se equiparan con ellos. Es decir, en la medida que el adulto joven contrae matrimonio, es padre, trabaja, forma amistades adultas y se con- vierte en miembro de la comunidad, se completa la tercera individuación, transformándose la relación intrapsíquica de dependencia en otra de apoyo mutuo e igualdad.

Actitudes de paternidad

En tercer lugar, y ya en el ámbito social, se deben desarrollar actitudes de paternidad. La capa- cidad de intimidad se completa y concreta al elegir y amar activamente a otra persona con la que com- partir la identidad exclusiva de padres. La paterni- dad, biopsicológica -o en su caso, simplemente psi- cológica- conlleva actitudes de vinculación y com- promiso progresivo con los "hijos", que inducen cambios intrapsíquicos profundos. "Ambos sexos debieran haber alcanzado la madurez social, siendo aptos para un amor profundo y totalizador, así como para guardarse mutua fidelidad y para asumir la res-

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ponsabilidad de una familia. Además, están capaci- tados para acoger con tolerancia y comprensión la distinta manera de ser y la distinta orientación valo- rativa de su cónyuge", de los hijos y, en general de todas las demás personas. "Esto será tanto más fácil cuanto más se haya realizado la citada síntesis de idealismo y realismo." (Remplein, 1968; p 669).

Genera tividad

Finalmente, el adulto medio tiene que desarrollar, especialmente en el ámbito laboral (pero también en cualquier otro), el compromiso fundamental de esta edad, que Erikson (7) resume como "generati- vidad" (generación de nuevos productos, nuevas ideas, nuevos seres -incluida la autoregenera- ción-). La generatividad incluye tanto el interés altruista por la productividad como la creatividad, que facultan para convertirse en mentor y modelo de la siguiente generación, actuando como transmi- sor de los valores ideales.

El adulto de edad media se encuentra a caballo entre dos generaciones a las que ha de proporcio- nar "apoyos" y "sustentaciones" de todo tipo (42). Para ello cuenta con una actitud que a esta edad es predominantemente extrovertida, es decir se encuentra vuelto hacia el mundo exterior. " ... el hombre se siente poseído por el afán de producción y por los intereses objetivos.. .). Quiere ser eficaz y tener éxito (...) lo que le falta de fuerza de voluntad juvenil lo suple con una mayor concentración de la misma: constancia, perseverancia, resistencia y for- taleza. La clara determinación de los fines a que aspira, junto con la seguridad, experiencia y rutina que ha adquirido, lo capacita para el máximo rendi- miento profesional, hasta tal punto que puede hablarse del estadio de la madurez profesional. " (Remplein, 1968; p 668).

El desarrollo de creatividad -el aportar un algo nuevo en alguno de los campos de la existencia- . proporciona al trabajo y al resto de las tareas de esta edad alicientes de disfrute, satisfacción de las necesidades de sabiduría y originalidad y sentimien- tos de plenitud y progreso personal. Por otra parte, la creatividad favorece también la flexibilidad y el desempeño equilibrado de la multiplicidad de pape- les y actividades -autocuidado personal; tareas familiares; laborales; sociocomunitarias, de ocio, etc.-, que en esta época recaen sobre el individuo. La falta de creatividad en esta época suele dar lugar a desequilibrios, generalmente provocadores de conflictos en alguno de los papeles o campos de actuación, o a cumplimientos rutinarios que predis- ponen al empobrecimiento personal y al estanca-

miento, con reducción de intereses y experiencias.

3.3 Tareas del desarrollo en la edad adulta tardía (42-44 a 56-58 años)

La edad adulta tardía, también llamada edad involutiva, es una época de decadencia biológica y fuertes conmociones psíquicas. De los 45 a los 50 años se presenta una notoria disposición a las Ila- madas crisis de inflexión de la vida. Al descender la curva de la vida cambia también la vivencia del tiempo. La vivencia de que el tiempo transcurre cada vez más aprisa se hace más intensa que hasta ahora y se mira mucho más al pasado (2).

Los visibles cambios que se producen en el aspecto exterior de la persona tienden a provocar sentimientos de inferioridad. En la profesión, dismi- nuye el impulso de trabajo y el rendimiento, a la vez que aumenta la fatiga.

Como reacción ante esta vivencia de decadencia de la vida, el fenómeno llamado "pánico a llegar tarde" (recuperar el tiempo perdido, las metas no alcanzadas, las experiencias no vividas ... antes de que sea demasiado tarde) puede dar lugar, al final de este quinto decenio de la vida, a crisis profesio- nales, familiares, matrimoniales y existenciales (2).

Todo ello hace que, vista en conjunto, la edad adulta tardía suponga una gran prueba de confirma- ción de la personalidad.

Aceptar el envejecimiento corporal y la limitación del tiempo

La conciencia universal del envejecimiento, los visibles cambios que se producen en el aspecto exterior de la persona, y la mayor incidencia de enfermedades importantes, convierten a las ideas y sentimientos sobre la decadencia de la vida en un tema relevante y a la necesidad de aceptación gra- dual de esa realidad en un proceso necesario para un funcionamiento sano.

El proceso de envejecimiento corporal, la muerte de los padres y de los contemporáneos, el creci- miento de los hijos, etc., enfrentan cara a cara con la realidad inevitable de la limitación del futuro y de la muerte personal. La persona tiene que adquirir la fuerza suficiente para poder superar las cargas físi- cas y enfrentarse serenamente con la muerte. Mediante un cambio de actitud, a través de una introversión consciente, se renuncia a la satisfac- ción en lo vital para acceder a la madurez en lo espiritual (2).

"Mientras que hasta este momento se ha vivido vertido hacia fuera y se ha aspirado a la posesión,

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al prestigio y al poder, ahora se vuelve hacia dentro y se preocupa de los valores personales y formati- vos. Así se produce un apaciguamiento interior y una afirmación de sí mismo, potenciándose las energías vitales aún existentes para poder llevar a cabo las tareas de la vida. " (Remplein, 1 968; p 674).

De este modo, después que el hombre se ha encontrado de nuevo a sí mismo en una introver- sión temporal, se produce, en un plano superior, una nueva extroversión, una vuelta a la sociedad y al mundo de las cosas. Por una parte, la aceptación de la limitación del tiempo personal mejora la cali- dad de vida ya que induce a apreciar el valor de las relaciones importantes, a evaluar los objetivos y a reordenar las prioridades; por otra, la aceptación de que la propia muerte es inevitable actúa como un poderoso organizador psíquico que precipita el ree- xamen de todos los aspectos del pasado y del pre- sente y la reevaluación de la manera en la que se empleará el tiempo restante.

Dejar partir a los hijos y aceptar la inversión de roles con los padres

En el ámbito familiar, el adulto de esta edad afronta el reto de los nuevos compromisos y necesi- dades del resto de los miembros del grupo. La tarea se podría resumir en cuatro temas: "dejar partir" a los hijos, alcanzar una relación de igualdad con ellos, integrar nuevos miembros en la familia y aceptar la inversión de roles con los padres ancia- nos.

La conciencia de declinación física y las limitacio- nes del tiempo se corresponden con la pérdida ine- vitable del control sobre los hijos adolescentes y adultos jóvenes. Los progenitores sanos no sólo aceptan el deseo de independencia y autonomía de sus hijos sino que estimulan los cambios en esa dirección.

El desplazamiento del equilibrio de poder entre padres e hijos es gradual y prolongado y se produ- ce a medida que ambos se comprometen con sus tareas del desarrollo. Las relaciones y capacidades adultas del adulto joven maduro que vive fuera del hogar paterno, autosuficiente y con compromisos emocionales importantes con otros, favorecen la relación de igualdad entre padres e hijos.

La tensión universal entre los recién casados y sus familiares debe resolverse mediante la acepta- ción de la nueva pareja y el intento de cultivar la amistad de quien puede añadir una nueva dimen- sión a su vida, pero que también tendrá cierto grado de control sobre su relación con su hijo y nietos.

Finalmente, el cuidado de los padres ancianos

supone una difícil tarea en la edad adulta tardía. Además de los problemas económicos y de control que conlleva, obliga a reelaborar temas de la niñez, centra la atención en las limitaciones del tiempo y en la muerte personal, y anticipa la inevitable inver- sión de papeles con los propios hijos.

Mantener la intimidad y revitalizar las relaciones establecidas

Mantener la intimidad pese a las interferencias físicas, intrapsíquicas y ambientales, y revitalizar las relaciones matrimoniales y los compromisos adquiri- dos durante las etapas anteriores es otra de las tareas importantes en esta edad.

La intimidad puede verse amenazada por las pre- ocupaciones, por el retraimiento emocional debido al compromiso con otras tareas -obligaciones labo- rales, cuidado de los hijos o de los padres ancianos, etc. La intimidad sexual continúa cuando se acepta el aspecto físico de la pareja y los cambios normati- vos del funcionamiento sexual, que se compensan con los sentimientos de amor y ternura generados por los años de convivencia.

Las relaciones de amistad también deben ser fomentadas y revitalizadas activamente, en esta época en que el cansancio y la pérdida de interés por lo establecido, pueden terminar por aislar al individuo de los normales y necesarios apoyos sociales.

En definitiva, hay que aceptar que la experiencia de monotonía a esta edad es provocada, en gran parte, por la pérdida del propio impulso vital, y que el estímulo de novedad que supondría el cambio, sólo la disiparía pasajeramente, y, por supuesto, sin que con ello se recuperara la vitalidad de la juven- tud.

Permitir y apoyar el relevo generacional sociolaboral

La mitad de la vida es una época de logros y ejer- cicio de poder, resultado de los esfuerzos de las edades anteriores para dominar aptitudes y adquirir experiencia. Pero también el desplazamiento inevi- table producido por la nueva generación conforma el núcleo de la experiencia en esta edad.

El "conflicto" entre transmitir poder y conocimien- tos a la siguiente generación y el reconocimiento de que con ello se acelera el propio desplazamiento, se resuelve mediante la sublimación y el sentido de generatividad que permite y apoya el relevo genera- cional y el acceso a puestos de responsabilidad de las siguientes generaciones.

La preocupación "parental" por los demás -que

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implica el esfuerzo por fomentar el bienestar de los más jóvenes- y la creatividad -que incluye el desa- rrollo de actitudes y relaciones de orientación-, favorecen la tarea fundamental de la generación dominante: educar a los adultos noveles y fomentar el desarrollo y la carrera de la generación que empieza, para que en su momento esté preparada para la sucesión.

4. Discusión

Tal vez, la primera cuestión que podría plante- arse a este trabajo sea la importancia actual del tema estudiado. Como sugieren Whitbourne y colaboradores (21), la relativa escasez de publica- ciones durante la década de los 90, sobre los cam- bios y retos que los adultos afrontan durante su paso por las diversas fases del ciclo vital, podría hacer pensar que el tema o no interesa o está ya superado.

Desde nuestro punto de vista esto no es cierto. Tal vez las dificultades de un constructo sin la sufi- ciente sistematización operativa y sin una validación empírica (para la que serían necesarios complica- dos estudios longitudinales), haya desanimado a los investigadores; pero, como afirma Clemente (23), "el estudio y la caracterización de la evidente dife- renciación cognitiva, emocional y actitudinal que se da a lo largo de la vida adulta tiene sin duda una proyección sobre el desarrollo psicológico humano y constituye la base para una adecuada intervención preventiva o de mejora del desarrollo del adulto." (Clemente, 1996; p 25).

Por otra parte, las publicaciones más recientes se limitan a recopilar y comentar las tareas ya expues- tas por los autores de los años sesenta y setenta, sin realizar ninguna propuesta de definición operati- va de las mismas. En este sentido, se podrá discutir el mayor o menor acierto de la nuestra pero no su capacidad para delimitar y formular las tareas a un mismo nivel de categorización psicológica y con un grado de generalización psicológica y sociocultural suficiente como para ser aplicable a cualquier indivi- duo de cualquier cultura.

Por supuesto que nuestra aportación no añade nada al carácter exclusivamente heurístico del constructo -tampoco era esa nuestra intención- pero la distribución organizada de las tareas por los subperiodos de la edad adulta, y la especifi- cación del ámbito social al que pertenecen aque- llas, proporciona al constructo operatividad, para el caso de una futura validación empírica, y efectivi- dad a la hora de cualquier intervención psicológi-

ca. Así, facilita la conciliación de intereses y valo- res de terapeuta y paciente, de las diferentes escuelas (que suelen acentuar aspectos diferentes como objetivos del cambio), y de los diversos valo- res vividos en contextos subculturales o sociales diferentes.

Finalmente, a la hora de organizar la edad adulta en etapas nos hemos decidido por seguir el modelo de desarrollo de Remplein (2). Por su perspectiva fenomenológica -y por lo tanto esencializadora de los fenómenos- nos parece el más acertado y útil en la práctica, tanto para la descripción global y comprensiva de las características biopsico-sociales de la adultez, como para la división de la edad adul- ta en periodos o fases con características propias, entre ellas las de determinadas tareas.

Otros muchos intentos sistemáticos de dividir el periodo de la madurez en subperiodos o fases -como el del esquema evolutivo de Erikson y los de la mayoría de sus seguidores-, por más que reco- nozcan los efectos de las influencias sociales y cul- turales sobre el desarrollo de los procesos mentales y la importancia del conflicto normativo para la pro- gresión del desarrollo, no dejan de ser, como afir- man Zacarés y Serra (13), elaboraciones y exten- siones de los periodos psicosexuales freudianos -delimitados por la activación biológico-maduracio- nal de un nuevo órgano o locus de placer-, faltas de consistencia teórica.

La síntesis de Remplein, por el contrario, aun- que tiene en cuenta los fundamentos anatómico- fisiológicos más importantes del desarrollo psíqui- co, se atiene al principio de que lo psíquico no depende exclusivamente de procesos corporales, sino que también se halla sometido a leyes pro- pias, y, por tanto, no debe explicarse sólo causal- mente. Por otra parte tiene también en cuenta que el desarrollo psíquico no es un proceso exclusiva- mente madurativo como el crecimiento del cuerpo, sino un proceso sometido a la influencia del apren- dizaje, cuya meta -la personalidad plenamente desarrollada- se consigue mediante una ardua tarea educativa.

De todo lo anteriormente expuesto, se puede Ile- gar a las siguientes conclusiones:

1. Las tareas seleccionadas expresan fenómenos universales enunciados a un mismo nivel de abstracción, libres de connotaciones valora- tivas y conceptualizaciones de escuela.

2. La distribución de las tareas seleccionadas por las tres edades o momentos óptimos es más coherente que la postulada por los autores revisados.

3. La continuidad de las tareas, según ámbitos de

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manifestación, a lo largo de las tres subedades res- ponde mejor a las características progresivas del proceso del desarrollo psicosocial y facilita su com- prensión.

4. Con los criterios utilizados para la selección de las tareas, se evita el posible sesgo cultural de las subedades de presentación, ya que para la aplicación del sistema a otras culturas o sub- culturas con diferentes periodos óptimos, bas- taría con ajustar estos a las edades correspon- dientes.

5. En definitiva, los resultados muestran una red de tareas, transversalmente (según los ámbi- tos) complementarias y longitudinalmente (según las subedades) progresivas, que mejo- ra, sin duda, la capacidad heurística y operati- va del constructo para ser utilizado como guía y marco de la psicoterapia del adulto.

6. Aunque el constructo ha sido depurado y dota- do de operatividad, continúa siendo necesaria una confirmación empírica de su validez y fia- bilidad, para lograr una mayor garantía de efi- cacia tanto en la práctica clínica, como en la labor de investigación.

Correspondencia: Dr. R. Zapata García Dpto. de Psiquiatría y Psicología Médica Clínica Universitaria Universidad de Navarra Avda. Pío XII, s/n E-3 1080 Pamplona E-mail: rzapata @unav.es

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