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TAREAS Ricardo Melgar B. Diógenes de la Rosa Oydén Ortega D. La ley 96-70 José 1. Acosta El Canal de Panamá Marcos Roitman Cuba y occid

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TAREAS

Ricardo Melgar B.Diógenes de la Rosa

Oydén Ortega D.La ley 96-70

José 1. AcostaEl Canal de Panamá

MarcosRoitmanCuba y occid

UN ENFOQUE A LA OBRA DEROGELIO SINAN*

Elsie Alvarado de Ricord**

Abocarse a un comentario sobre la vida y la obra de RogelioSinán cuando su producción, bien conocidas por todos, es ya, dehecho, patrimonio cultural de los panameños : cuando hay unamultitud de admiradores de su simpática personalidad, mezclade una chispeante luz interior, de una tenaz disciplina artística,de una activa conciencia social y de una generosidad que siemprese ha traducido en estímulo y apoyo para toda inteligencia crea-dora que revele preocupación literaria o, más ampliamente, so-cial; cuando, en justo reconocimiento a su valía, un destacadogrupo de intelectuales proyecta denominar una calle con su nom-bre, emitir un sello postal con su efigie, instituir una Orden Roge-lio Sinán al mérito literario y lograr el apoyo requerido para unconcurso centroamericano que con su nombre corone su talla in-ternacional, es como un intento de presentar en primer planotodo un conjunto que exige la vista panorámica; o como enfren-tarse, sin compañía, antes bien, frente a espectadores, aun juego

"Tomado de la Revista Lotería N°370, enero-febrero 1988."Profesora de español de la Facultad de Humanidades de la Universidad dePanamá, presidenta de la Academia Panameña de la Lengua .

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difícil de espejos encontrados, con la figura real del Mago de fren-te y las varias imágenes proyectándose simultáneamente con di-versos ademanes: situación esta más propicia para un relato bor-giano que para una sencilla conferencia.

Los epítetos con que lo mencionan en Panamá yen otrospaíses americanos, tales como El Mago, El Brujo, El Poeta, ElMaestro, El padre de la literatura panameña, ¿designan a cincopersonas distintas o a una sola verdadera? Que tiene, además,dos nombres, uno legal, Bernardo Domínguez Alba, y uno litera-rio, Rogelio Sinán, que ha dejado de ser seudónimo porque hadesplazado resueltamente al primero.

Valga la osadía del intento, en virtud de la admiración quetodos sentimos por el Maestro.

Bernardo Domínguez Alba, o Rogelio Sinán, nació en laisla de Taboga en 1902. El explica que como nuestra separaciónde Colombia se efectuó en 1903, dio siempre a los estudiosos elaño de 1904 como el de su nacimiento, no fuera alguien a dudarde su nacionalidad panameña.

Su Infancia transcurrió en la paradisíaca isla que consti-tuye el ambiente de casi toda su producción, en la que el mar y elcielo, siempre presentes, ofrecen ese panorama ardiente, solea-do, brillante de colores, saturado de brisas y de ritmos en que vi-ven sus personajes, esencialmente tropicales en todas suscaracterísticas, que se revelan también en su yo lírico . El tempe-ramento dionisíaco de sus criaturas novelescas es el que másaflora también en el hablante básico de su poesía.

Cultivador de todos los géneros literarios, revoluciona ycrea formas nuevas ; desafía los temas y los ataca con un ímpetujuvenil y una irreverencia que han sido causa de que re-cientemente un escritor haya aludido a él, en acertada paradoja,como "un joven fantástico de noventa años que sigue haciendodiabluras literarias en su Istmo"• 1

Un enfoque cronológico de su producción nos remitirá alsiguiente cuadro, bastante esquemático:

Su primer libro, Onda, publicado en Roma en 1929, fuenuestra primera obra vanguardista.

Respondieron a la nueva sensibilidad, aunque cada unocon temática y estilo propios, los poetas jóvenes de entonces, que

1 . Luis Simón, "Magia y cultura" . (columna Los libros y los días), publicada enLa Estrella de Panamá, 24 de agosto de 1980, p . A-2.

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constituyeron una generación muy respetable con figuras de latalla de Demetrio Herrera Sevillano (de la misma edad de RogelioSinán), Roque Javier Laurenza, Antonio lsaza, Ricardo J . Bermú-dez, Rosa Elvira Alvarez, Stella Sierra, Tobías Díaz Blaitry. Enotros poetas como Ester María Osses y Eduardo Ritter Aislan, lainfluencia fue mucho menor . Ester María Osses orientó luego suvida y obra hacia el compromiso social.

El legado del vanguardismo en nuestro país, como en elmundo entero, es evidente en la lírica actual: los procedimientoshoy archivos conocidos de la metáfora, la imagen, la sinestesia, eladjetivo traslaticio, la visión, etc ., campean como recursos ex-presivos aunque no con la primacía que tuvieron en el momentode imponerse tras ardua batalla, sino ahora al servicio del conte-nido socia]. De igual modo el versolibrismo, la carencia de rima, laimportancia del ritmo interior, conquistas anteriores

al vanguardismo, solo se estabilizaron en nuestras letras con la publicaciónde Onda.

El aporte de Sinán fue, pues, fecundo, y aumenta la loza-nía de los nuevos frutos . Aunque ese mismo afán creacionistaque siguiendo el llamado de Huidobro nos situó en "el ciclo de losnervios" causa cierta dificultad a los lectores todavía no iniciadosporque, no obstante la tendencia de la literatura comprometida ala sencillez coloquial, el lenguaje poético suele mantener su con-dición metafórica, y en ello estriba la menor popularidad del gé-nero poético frente a otros de estilo más accesible.

En Onda, la tierra natal tiene un lugar en la temática, queaunque es universalista, acoge ciertos elementos del paisaje y de!a idiosincrasia del panameño.

Un ingrediente digno de atención en esta primera obrapoética es un ritmo de tambores de algunos de sus cantos, análo-go al de Nicolás Guillén, si bien en la poesía del cubano predomi-na la intención de denuncia social, y, más recientemente, con eltriunfo de la revolución cubana, el carácter testimonial, que havenido a constituir un ejemplo del crecimiento interno de unaobra paralelo al desenvolvimiento histórico del medio que la nu-tre .

En cuanto a Onda, véase cualquiera de las estrofas de la fa-mosa "Balada del seno desnudo", que, en su totalidad, mantieneel ritmo sobre pies acentuales trocaicos y anfibráquicos:

¡Mangos! . . . ¡Mira! . . . ¡Tantos!

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¡Oh! . . . ¡Uno maduro . .!(Dio un salto. . . ¡y salióse

su seno, desnudo!)

¡Yo salté del árbol'¡Upa! . . . ¡Tan! . . . (¡Qué rudo!)

¡Por mirar de cercasu seno desnudo!

El mismo ingrediente rítmico ofrece una sola muestra enSaloma sin salomar, compilación de poemas dispersos de dife-rentes épocas de nuestro autor, que por lo mismo ofrecen unamayor diversidad estilística . El poema "Candombe" rinde home-naje, sin anunciarlo, a Nicolás Guillén, y asimismo brinda inge-niosas variantes de nuestras tonadas populares:

¿Por qué te pones tan bravacuando te llamanChombita del Curundú?

¡Bríndame espumas de mary embriágame de arreboles!¡Azota, morena, azota,azótame los tambores!

Te dijo el sol : "¡Chomba mala! "y te pusiste a llorar . ..¡Bonito viento, morena,bonito pa navegar!

¡Qué sabroso se cimbreanlos cocos de tu palmera!¡Ay, bate, morena, bate,ay, báteme la bandera!

"Incendio", poema en tres tiempos, se refiere a un siniestroque ocasionó muchas muertes entre los ocupantes de una viejacasa de inquilinato, de madera, que fue devorada por las llamas.Aquí, desde los epígrafes tomados del Infierno, el Purgatorio y elParaíso, correspondientes a cada canto, es visible la influencia deDante; el contenido es originalísimo y la influencia es de corte

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externo en la división en tres partes ; coincidencia es el logro de lamusicalidad, que habiéndose intensificado a su paso por Verlai-ne, se sobrepone aun al patetismo de los cantos. Sinán no renun-cia al ritmo, que, lejos de ser un barniz epidérmico, es parte con-sustancial de su poesía en la función expresiva . Así lo cantó eseotro musical y dionisíaco admirador de Dante que fue PorfirioBarba-Jacob en su Acuarimántima, donde rinde culto ala que fueraptada por Darío en la sagrada selva:

"!Armonía, oh profunda, oh abscóndita Armonía!"El encadenamiento de los endecasílabos, heptasílabos y ale-

jandrinos de Incendio revela el paso del ritmo caribe inicial a unamusicalidad europea tan definida como la que aclimató en la líri-ca española el genial nicaragüense, cuya ascendencia directahabría que buscarla en el mismo Padre y Maestro mágico.

La tendencia universalista del poema se da en todos sus ele-mentos, aunque el motivo directo haya sido el incendio antedi-cho. Los metros que alternan, siguiendo el ritmo interior, subra-yan la musicalidad. He aquí un fragmento del tercer tiempo:

- ¡Qué demasiado tarde se han abiertolos ríos de la alborada!

- ¡Qué musical torrente ha penetradopor todas las heridas!- ¡Qué suave y retardada esta cariciadel agua redentora!

- Ya las llamas adormecen su cólera.- Ya no enseñan los dientes, ya no rugen.- Y el globo de los cielos va a estallar de tanto humo.- Sólo tiniebla y agua.- Agua y tinieblas.- Cataratas, torrentes, marejadas.- Nuestros cuerpos, ya fríos, lejos del llanto,flotan en un océano interminable.- Giran . . . Giran en un gran torbellino.- ¿Ya para qué tanta agua? ¡Señor, detén el agua!

Con una adecuada dirección, que supiera explotar el pathoscon un exacto sentido de los límites, este poema resultaría impac-tante y obtendría un éxito seguro en una representación de poe-sía coral.

Semana Santa en la niebla, poemario también muy elabora-do, presenta gran unidad en su contenido y en su forma. Los

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motivos del paisaje tabogano son pánicos, pero la estructura delpoemario es apolínea, frazada con precisión geométrica, en ale-jandrinos blancos . Aunque el clima es marino, de trópico, apare-ce disciplinado por un lenguaje que es doblemente dificil por suléxico muy culto y por el sentido metafórico que conlleva ; y asi-mismo por el tono cerebral de la expresión poética, como se ad-vertía ya en varios poemas de Saloma sin salomar, según la co-rriente que provenía del Cementerio marino de Paul Valéry.

El tema es la Pasión de Cristo, asimilado a una visión un tantopanteísta, donde cada elemento de la Pasión encuentra una co-rrespondencia alegórica en el paisaje ; y el Dios Sol, antes ado-rado por los indígenas americanos, lo mismo que por antiguasculturas de otros continentes, recobra aquí su papel protagónico:es el Dios de esta Semana Santa tabogana, que ha muerto al ano-checer y ha resucitado al alba:

¡Brisa, espuma, aleluya! Loemos la mañana.¡Toda vida renace cuando renace el Sol!

La crítica nacional y extranjera señala el cuento como el gé-nero en que Sinán logra la más declarada maestría.

Desde los primeros, "El sueño de Serafín del Carmen", " A laorilla de las estatuas maduras", hasta los más recientes, entre loscuales se destaca "La boina roja", el surrealismo juega un papelimportante que se extiende a la novela : así a Plenilunio como a Laisla mágica . El reino onírico había permanecido inexplorado paranuestros narradores ; el más calificado de entonces, el modernis-ta Darío Herrera, había muerto en 1914, antes de que

el vanguardismo europeo hubiera tomado posesión de esa mina Inextingui-ble. En nuestro país es dado a conocer por Sinán, y de él pasó anarradores de la talla de un José María Sánchez, un TristánSolarte y un Ramón H. Jurado, en este último con menor desplieguedebido a su tendencia más realista que incursionó también, qui-zá el único caso en nuestra narrativa, en el existencialismo . Elmás realista de todos, César A . Candanedo, no ha sucumbido a lafantasía y no respeta las fronteras entre una y otra.

La destreza técnica de Sinán delata estudio y concentración,según lo requiere este ejercicio, y también una agilidad mentalque es uno de los atributos más característicos de sus propias fa-cultades. Su prosa es fluida y en ella se advierte el sentido de laarmonía que tienen los poetas.

En la temática prevalece el sexo, a veces erotismo . Y toda su

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cultura europea unida a una visión del mundo que amalgamaaquellas concepciones con la sensibilidad nativa, confiere a suobra una riqueza expresiva capaz de entusiasmar, como de he-cho ocurre, a un lector de cualquier latitud.

Sus obras teatrales, La cucarachita mandinga, Chiquilinga yLobo, go home, dirigidas principalmente a la niñez, interesan yencantan en igual medida a los adultos . Han pasado exitosamen-te la prueba de la representación, que da cumplimiento cabal almensaje dramático. En ellas se hace más evidente que en otrosgéneros, la intención crítica que las motiva.

Con el reciente re-estreno de Chiquilinga, con todos los re-cursos, internos del teatro moderno y con la necesaria atraccióndel público mediante una adecuada campaña publicitariacomplementada con otras formas de promoción que hasta hoyhabía desviado a nuestros niños hacia el absurdo remedo de Su-permán y la mujer biónica, etc ., Sinán y el equipo de destacadosintelectuales que le ha rendido un reconocimiento efectivo, de-muestra que están alertando la conciencia nacional, y que el sub-desarrollo económico no determina necesariamente el subdesa-rrollo cultural, porque éste es más susceptible de superaciónmediante la inteligencia y el esfuerzo puesto en marcha.

Supongo que lo más pertinente será dedicar un comentariodetallado a su última novela, por varias razones : es su obra másambiciosa y más completa . Su realización tiene la ventaja demuchos años de experiencia vital y de ejercicio literario, vale de-cir, de toda su sabiduría . Es, del conjunto de su producción, laque concede una figuración más extensa a nuestro ambiente na-tural; la que satiriza los patrones morales milenarios que no dansolución a los correspondientes problemas yen cambio desvíanla atención de las verdaderas raíces de la general miseria que nosaqueja. Es, también, la obra de mayor interés para el lector por susugestiva trama novelesca, por su riqueza temática, por su arse-nal recursivo y por su lenguaje.

Ubicada en nuestra época, denuncia, como la actual narrati-va hispanoamericana, un atraso secular en la mentalidad colec-tiva de las comunidades rurales ; como si el progreso del mundomoderno hubiera tocado antes otros planetas que la isla mágica,hundida todavía en la inconsciencia de las sociedades primitivas.

La caracterización de los personajes incide en un terreno queparece firme: todos actúan siguiendo los impulsos sensoriales y

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donde hay una excepción a este unánime festín de los sentidos,un ejemplo de continencia que se resiste a la práctica común, a lapostre resulta un personaje redondo que de repente descubreque su castidad era sólo la forma de una aberración.

El protagonista, afectado de un donjuanismo tropical, secomporta de un modo previsible . El narrador conduce al lectorpor esta pista, que no es falsa, pero sí engañosa, porque se siguesin cautela, como atrapado en la vivencia estética por una rela-ción de antagonismo, casi cultivando un sentimiento de repulsacontra el descomedido personaje . ¿Y cómo no, si el donjuanismo,producto de una sociedad machista, recibió ejemplar castigo enla versión de Tirso, trascendió a las literaturas francesa e inglesaa través de Moliere y de Byron, alcanzó el perdón del Romanticis-mo español con Zorrilla, fue desmitificado científicamente porGregorio Marañón y es combatido cada día por el bien fundamen-tado movimiento humanista?

Pues bien, por este camino, todo conspira contra el perso-naje, no obstante la información, tempranamente ofrecida, sobrela tragedia familiar del niño náufrago.

El narrador, dueño de todas las claves, maestro en la técnicadel relato, mantiene inalterable la conducta del protagonista ycon un repentino golpe en la trama, como un moderno Virgilioque manejara un timón eléctrico, hace girar bruscamente aldesprevenido lector, que muellemente seguía el relato, guardan-do su distancia. No gira el personaje, que ahora está atado, imbe-le: gira el lector, sacudido por una mezcla de horror y arrepenti-miento, no sale de su estupor, mientras las Erinias, o las moscassartrianas, que en nuestra obra son más sanguinarias, los mur-ciélagos de la compasión y el remordimiento, acosan al lector y loobligan a volver sobre sus pasos, hacia una revaloración emocio-nal del protagonista. Porque este inesperado vuelco estremecetodo el andamiaje que la apariencia construyó en la mente delconflicto espectador, y su sensibilidad estética, en consecuenciaprejuiciada, lanza ahora la primera orden de retroceso . ¿Es queese pescador de cuerpos, cuyo único verdadero delito fue la in-continencia, merecía un final peor que el de los condenados delcírculo segundo, arrastrados por el torbellino, pero con el lenitivode la mutua compañía con que el Cisne de Mantua atenuó su pro-verbial severidad?

El propósito de la narrativa moderna de implicar activamente

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al lector, se cumple en esta obra con una compulsión catárticaviolenta: gira el lector hacia los orígenes y reiniciando el curso deesa vida, comienza a observar con más objetividad los resortes dela acción.

Constituye una tremenda osadía del autor, de la que sale ai-roso, tomar un personaje de la tradición secular erudita no paraaclimatarlo al trópico, sino para hacerlo nacer de nuevo, configu-ración genética y socialmente por todos los condicionamientos denuestro medio subdesarrollado : no cuenta el Don Juan criollocon la clásica hermosura europea ni tiene el don de la palabragalante destinada a la seducción. Tampoco reside en una granciudad en la que pueda jactarse de haber subido a los palacios yhaber bajado a las cabañas; pero sí agota la escala propia de unainnegable estratificación social de pueblo chico, más afianzadaen la mentalidad de los vecinos que en la existencia real de gran-des capitales, con excepción de los extranjeros, la mayoría, norte-americanos. En los estadounidenses, mencionados siempre enla obra como "los gringos", el narrador recarga las tintas negras,pues figuran como seres inescrupulosos, movidos sólo por el afánde lucro, corruptores, entregados a todos los vicios ; y sus bellasmujeres como compradoras de placer con los nativos de la isla.En estas páginas es plural el número de norteamericanas quepagan como un lujo las relaciones íntimas con Felipe Durgel, quesi bien acepta de buen grado el beneficio económico, actúa másimpulsado por una sed insaciable . Es un Don Juan primitivo,como en estado de naturaleza.

Huérfano en gran medida de principios morales, puedeconsiderarse una víctima de la debilidad de su progenitora, que ala vez lo fue de su propia estolidez, de origen circunstancial . Elpadre tampoco sentó cabeza ni era capaz de una decisión quehubiera salvado el vacío del abandono materno. Felipe Durgel fueun niño recogido que sufrió siempre los excesos de violencia delos mayores. Es el producto de un mundo donde no hay más valo-res que la satisfacción de los impulsos; y la forma elemental delamor, el único aliciente en un medio donde no se encuentra unaatractiva biblioteca, ni la oportunidad de viajes halagüeños, ni unliderazgo social, ni siquiera un ejemplo edificante . Como elocuen-te símbolo de esa falta de paradigmas y de recursos, la única esta-tua en el pueblo es la de Felipe I.

Es una isla donde tampoco han penetrado los tabúes morales

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milenarios . La moral del viejo mundo, representada en lospersonajes que visten hábitos, determina en la obra las escenasmás degradantes.

La estructura externa del Decamerón que se sigue en La islamágica no se queda en nuestra obra en una suma de cuentos,sino que alcanza una original forma de novela que conjuga cum-plidamente ambos géneros . Tampoco coincide internamente consu antecesora porque el análogo clima de desenfreno es en La islamágica el reflejo del drama colectivo de miseria y desamparo cul-tural en que se debaten los mismos personajes, muy diferente delestado de ocioso refinamiento en el vicio que en el Decamerónagrupó a los gentiles tertulianos que pudieron aislarse para evi-tar la peste que asoló a Florencia en 1348.

La diferencia en la perspectiva de los hablantes de ambasobras, determinada por la respectiva posición social, entraña ladiferencia de sentido, que en Sinán se define dentro de la co-rriente de la literatura de denuncia, aunque la apariencia sea ri-sueña, como en la sátira.

El gran marco de la novela de Sinán es la historia del Istmo,desde el descubrimiento, pasando por la Independencia, la uniónvoluntaria a Colombia, la fracasada empresa del Canal a nivel, laguerra de los mil días, la separación de Colombia, el canal poresclusas, las bases militares norteamericanas, las consecuen-cias de la segunda guerra mundial, las gestas nacionalistas pa-nameñas contra el imperialismo norteamericano, la inoperanciaadministrativa de los gobiernos, más acentuada, por causas ex-plicables, en la isla.

En esa atmósfera todo es factible, inclusive la bestialidad y elcrimen, si bien hay una conciencia moral representada en la ley;pero dentro del enfoque dado por los narradores, correspon-diente a su propia perspectiva, la autoridad no es una instituciónconvincente, sino apenas algo como un Inoportuno y casi absur-do gesto severo en medio del regocijo colectivo de una poblaciónmás interesada en las pocas formas concretas de satisfacciónpresente que en las posibles consecuencias espirituales de ultra-tumba.

Más que la intensidad de cada hecho en sí, es quizá la insis-tente pluralidad lo que suscita el sentimiento estético ambiva-lente : el anecdotario contraviene los patrones morales medios,como ocurre con toda obra que pretenda sacudir la conciencia co-

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lectiva. Recuérdese que La Celestina, publicada por vez primeraen 1499, se consideró irrepresentable hasta apenas unos dece-nios .

El enfoque picaresco en La isla mágica está muy bien logrado;asimismo la espontaneidad de los coloquios, el lenguaje vivaz,salpicado de ocurrencias, representativo del habla popular.

La técnica de la novela aparece enriquecida por el dominioque el autor posee en los géneros del cuento y el teatro. Consideroque un aporte fundamental que no se ha mencionado es el queconsiste en haber aplicado internamente, en el vientre de la nove-la, el óvulo fecundado del cuento; porque en su seno se desarrollaen forma múltiple y continua, la vida de cien relatos que aportansu propia fuerza y su sentido propio en función de la trama gene-ral novelesca, en la que ala vez expanden su particular significa-do, potenciándolo hacia un área significativamente más amplia,correspondiente a la novela, siguiendo una bien tejida disposi-ción argumental que avanza con la acción centralizadora del pro-tagonista, dentro de un mismo ambiente, en sus diversos ángu-los. Conjuga, pues, la intensidad del cuento y el más amplio al-cance de la novela.

Por otra parte, sus diálogos son oportunos y vivos, como en elteatro, y obtienen del tiempo el máximo rendimiento. El habla delos personajes es espontánea y por lo mismo, muy expresiva ; sinabusar de los regionalismos, que a veces constriñen el públicopor la dificultad para la comprensión . El empleo de algunos girospopulares se cumple con una gracia que de salida conquista allector.

El ambiente inaugural semeja un gran escenario sin barrerasespacio-temporales ni de índole alguna, como perteneciente alreino de la ficción . Impresiona de ese modo porque el inicial dis-curso de la maestra enajenada, que corresponde a un largo parla-mento, es paso a paso interrumpido por la intervenciones de las

personas y de los elementos de la naturaleza, y también del demo-nio .

Desde las primeras páginas se alcanza el tono dominante enla obra, picaresco y burlón, que de tramo en tramo cobra notaspatéticas, muy bien distribuidas.

El tono está muy lejos de ser moralizador ; todo lo contrario,su desparpajo es casi hiriente.

Hay una escena de incesto, que no se consuma, en que el lec-

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tor, consternado, se pregunta cómo logrará el narrador salir deeste abismo a todas luces insalvable . Las obras maestras dela literatura universal abordaron el problema : la tragedia griega su-blimó el tema del Edipo mediante la catarsis, y su modo de tra-tarlo fue obviándolo; y Dante, genial representante de las concep-ciones teológicas medievales apenas lo sugiere . Ante Paolo yFrancesca, el narrador reflexiona: "¿Cuántos dulces ensueños,cuántos afectos lo conducirían a su doloroso trance?" . La referen-cia al adulterio, en labios de ella, se reduce a dos lineas : "La bocame besó, todo tremante" ; y "aquel día ya no leímos más".

Pero en nuestros días, habiendo pasado por las teorías freu-dianas y por los crudos relatos testimoniales sobre todo de losescritores de la segunda posguerra, es esperable la descarnadadescripción de cualquier acto.

Sartre, Camus, Moravia, lo mismo que Curzio Malaparte,abrieron caminos en zonas muy escabrosas . Asimismo, El Cuar-teto de Alejandría registra excesos casi inverosímiles . Es el signode nuestra época, el tremendismo, que en el cine comercial queaquí nos invade se ha especializado abusivamente y con clara in-tención deformadora, en la degradación sexual y en la enseñanza

minuciosa y eficaz de la técnica del crimen . Pero nuestra narrati-va, que en otras direcciones ha logrado verdaderos aciertos, eneste aspecto seguía marginada, a la espera del brazo audaz que lapusiera en órbita.

Puede pensarse que con estos antecedentes, positivos unos,como fuentes de conocimiento ; negativos otros, como desinte-grantes sociales, estaremos ya curados de espanto, inmuniza-dos, dispuestos a una abierta contemporización intelectual, por-que el asunto no es huir de la realidad sino afrontarla. Pero no esasí . Aquello lo veíamos a mucha distancia, remoto. En nuestromarco es más espeluznante . Quien se aboque a la lectura de Laisla mágica con una mentalidad aldeana, pasará trabajos paraaceptar como necesarias algunas escenas muy crudas que dibu-jan el perfil dramático de la obra.

El desenlace resuelve todos los conflictos ; los de la trama y losdel lector, y es entonces cuando se ilumina el sentido general de laobra y los sentidos parciales de los relatos que integran el argu-mento novelesco.

Felipe Durgel viene a ser, a fin de cuentas, un nuevo cruci-ficado del amor, pero en su versión criolla : la otra cara de la mane-

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da, el complemento o el asiento físico del amor espiritual, que in-tegra esa unidad inseparable en la vida humana, inspiración yfuente de los habitantes de la tierra.

Nuestro mártir es agobiado por un suplicio más, análogo al dePrometeo, porque fue también, de cierta manera tragicómica,portadora del fuego.

Las mujeres que desfilaron en su radio de acción no reniegande él : lo lloran enloquecidas de amor, como en el drama de Tama-yo y Baus, y asimismo en el poema lorquiano, Juana de Castilla aFelipe el Hermoso, que fue un precursor de real alcurnia de estaespecia no extinguida.

Nuestro personaje nada recibirá a cambio de este sacrificioinvoluntario. Rechazado en todas las regiones ultraterrenas, si-gue habitando, ya sin derechos civiles pero con carta de ciu-dadanía literaria universal, la isla mágica; perturbando, invisibley libérrimo como el aire, la memoria de sus paisanos y la concien-cia de sus espectadores.

El narrador lo inmoló, no poseído por un rapto demoníaco ful-minante, sino con premeditación y ventaja, en una bien calcula-da operación estratégica: segura estoy de que siguió al pie de laletra el octavo mandamiento de Horacio Quiroga, que en su partepertinente señala : Toma a tus personajes de la mano y llévalosfirmemente hasta el final sin ver otra cosa que el camino que lestrazaste " • 2 Puede observarse que la explosión del desenlace mar-ca en la línea argumental un balance con respecto a la total irre-verencia de los relatos.

Sin duda nuestro poeta quiso y logró con ello redimir a los lec-tores de sus actitudes inconscientes, variantes de un ascetismotartufiano; o quizá vengarse, recargando sus sentimientos deculpa, de tantos siglos de visión unilateral, fragmentaria, par-cializada, que, atendido solamente a uno de los polos a expensasdel otro, destruye el equilibrio que requiere la interacción de am-bas energías. Cuando el amor es sólo instinto, inhibe la categoríahumana; cuando es sólo espíritu, la excede, puesto que la per-sona es un producto cultural, un ser vivo que ha desarrollado sucapacidad racional no para atrofiar su naturaleza, sino para en-cauzarla socialmente, y cada una de sus relaciones lleva la im-pronta de la sociedad que la engendra.

2 . Véase el interesante estudio de Arturo Sergio Visca, "Concepciónquiroguianadel cuento", en Revista Nacional, Nº 235, Montevideo, marzo de 1986, pp . 99 a109 .

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Crucificado en imprudente juego el amante de los cuerpos,devorado en vida por los murciélagos que se guarecían en la igle-sia, el conmovido lector reconoce que no había causa suficientepara semejar martirio . Para colmo se encuentran algunos indi-cios, muy bien hilvanados, de que por el desconcierto público, sesepultó vivo al crucificado . Así, con una ligera insinuación en po-cas líneas, Sinán logra el efecto escalofriante de un cuento de Poe.

Hay otros personajes de fuerte trazado sicológico aunque fi-gura en segundo y tercer planos . Cada uno con su drama particu-lar, contribuye individualmente y en conjunto a colmar de interéshumano la novela y a configurar dentro de la misma una sociedadurgida de la atención estatal . Rosina Salerno es la moderna ver-sión isleña, pero degradada más allá de todo limite, de la trágicaYocasta . Mención especial merece Serafin del Carmen, el intelec-tual, homónimo del protagonista de uno de los primeros cuentosde Sinán, como un caso de intertextualidad de característicasespeciales.

Interpreto el mensaje de la obra como la búsqueda del equili-brio entre las fuerzas físicas y las espirituales, ese punto medio,un tanto flexible, que se llama normalidad y que, paradójica-mente, es quizá una de las metas más difíciles de la existenciahumana.

Siempre me he hecho la siguiente reflexión, que nunca habíacomunicado porque es muy arbitraria : el poeta que en nuestrotiempo se entrega con fruición al ejercicio de la narrativa, pierdela inocencia, y desde luego no puede regresar a su estado inicial.Las excepciones confirman la regla . Por ello, se colige que cadadetalle de esta obra capital tiene una razón de ser muy planifica-da. Viene esto a colación porque para mí queda todavía en pie,como un reto, una inquietante incógnita : los murciélagos que seguarecen en la iglesia y ahora se sacian en el cuerpo indefenso delmancebo que sucumbe en la cruz del Nazareno cumplen unafunción relevante, apuntada desde las primeras páginas y decla-rada al final. Son personajes que al comienzo parecían inocuos,elementos descriptivos casi imperceptibles, y al final avanzan alprimer plano con una ferocidad que rebasa las expectativas, peroque ajusta perfectamente como la pieza clave del terrible desenla-ce . ¿Se destinan, acaso, a la conciencia del lector? ¿O son los fari-seos de esta otra vertiente también esencial del amor humano?

Falta desentrañar el simbolismo de esos murciélagos, tarea

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no fácil sise está ante una imaginación como la de Rogelio Sinán,que en nuestro país ha recorrido y modernizado todos los cami-nos, en la poesía, el cuento, la novela, el ensayo y el teatro, esteúltimo en su doble aspecto de texto y dirección, y continúa a lavanguardia, cada día más comprometido en la militancia políticoideológica.

Hace unos lustros acogió en su hogar, lo mismo que EsterMaría Osses, a los intelectuales exiliados sudamericanos que sedetenían aquí, rumbo a México, o de regreso ; la mayoría de ellos,apristas que luego evolucionaron a ideologías radicales . Entreellos cabe mencionar a Gustavo Valcárcel, Gonzalo Rose y Ma-nuel Acorza ; también fue huésped suyo don Edelberto Torres.Hoy Sinán es bandera, entre los intelectuales de nuestro país, deun movimiento de adhesión al pueblo y al gobierno de Cuba comotambién al gobierno sandinista de Nicaragua.

La Academia Panameña de la Lengua rinde homenaje al cole-ga académico, al brillante escritor Rogelio Sinán, porque su obra,la más completa en la literatura istmeña, llena una época denuestra historia literaria yen cualquiera de los géneros de crea-ción nos representa airosamente en el concierto latinoamerica-no, que ha alcanzado un nivel muy alto.

Si pudiéramos instalarnos en el mañana para mirar el pre-sente, comprobaríamos con cierto pasmo ante lo que es obvio,que en las letras panameñas, el siglo XX, que cuenta con muyvaliosas plumas, será identificado como el período de Rogelio Si-nán. Y tendrán que esforzarse mucho los que en el futuro recojanla antorcha honrada por esas manos tan superiores .

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