Tema 1: Fundamentos teóricos y conceptuales de la …€¦ · · 2010-06-02... Fundamentos...

Intervención Evolutiva en Procesos del Envejecimiento Tema 1: Teorías y conceptos básicos.

Tema 1: Fundamentos teóricos y conceptuales de la Psicología del Envejecimiento.

1.- ELEMENTOS PARA LA CONCEPTUALIZACIÓN DEL DESARROLLO.

2.- APROXIMACIONES TEÓRICAS AL ESTUDIO DEL ENVEJECIMIENTO.

3.- EL PROCESO DEL ENVEJECIMIENTO.

1


La Psicología Evolutiva y del Desarrollo, de forma general, es la disciplina que se ocupa de estudiar los cambios psicológicos, que en una cierta relación con la edad, se dan en las personas a lo largo de su desarrollo, es decir, desde su concepción hasta la muerte.

1.- ELEMENTOS PARA LA CONCEPTUALIZACIÓN DEL DESARROLLO.

1.1.- El papel de la herencia y el medio en la determinación del desarrollo.

Cuando en Psicología nos preguntamos qué hace que las personas nos comportemos como lo hacemos, la disyuntiva que primero se plantea es si las fuerzas que nos moldean tienen su origen en la herencia que recibimos o en el medio en el que nos desarrollamos. Anastasi (1958) ya dio una respuesta simple y definitiva a la cuestión: herencia y medio.

Así, no se trata de la negación de una u otra, sino que se mantiene como principio, que todos los aspectos de la conducta y el desarrollo humano se encuentran a la vez posibilitados por la interacción entre las fuerzas de la herencia y las del ambiente.

De esta manera, el problema fundamental, es conocer cómo se relacionan las unas con los otras, y establecer si existen momentos en el desarrollo o contenidos evolutivos en que, en la interacción entre la parte proporcionada por la herencia y la adquirida en contacto con el ambiente, un aspecto o el otro tienen un papel más o menos determinante, es decir cual es la contribución cualitativa de cada uno de ellos en los procesos psicológicos y cómo se realiza su interacción.

Según Jacob (1970), la herencia se describe en términos de información; transmitiéndose de generación en generación las instrucciones que especifican las estructuras moleculares, los planos arquitectónicos del futuro organismo. Para Jacob, la herencia prescribe cómo debe ser el organismo y cuáles han de ser sus pasos y su destino, pues sólo así se garantiza la reproducción y supervivencia de la especie.

Desde su punto de vista, en el código genético podemos distinguir unos contenidos cerrados y unos contenidos abiertos. Los contenidos cerrados, son todos aquellos que no son alterables como consecuencia de la experiencia individual; nos acompañan desde el nacimiento, nos proporcionan un

2


calendario madurativo, nos definen como especie y sólo sufrirían alteraciones como resultado de larguísimos procesos filogenéticos.

Los contenidos abiertos, tienen que ver con las posibilidades de adquisición y desarrollo. Así, por ejemplo, en el ámbito del lenguaje, la evolución de la especie nos ha dejado unos órganos fonadores que permiten el lenguaje pero en el momento en que las bases madurativas están a punto, son el medio ambiente y la estimulación que se ejerce sobre la persona, los que determinan su mayor o menor prontitud, riqueza o tipo de lenguaje adquirido (castellano, francés, árabe...). También, por ejemplo, en el área de la autoestima, podemos ver cómo los elementos cerrados permiten que nuestro cerebro pueda pensar o sentir, pero el que nos sintamos más o menos satisfechos con nosotros mismos es un hecho que no está determinado por la evolución de la especie, sino por nuestra propia historia personal en relación al medio en el que crecemos y nos desarrollamos.

Para Jacob (1970), a medida que los organismos aumentan en complejidad, el rigor de la herencia se atenúa apareciendo un creciente número de posibilidades abiertas, posibilidades que la interacción con el medio se encargará de actualizar. Lo que varía en última instancia es la capacidad de aprendizaje. Cuanto más complejo sea un organismo más vías diferentes le quedan para desarrollar las posibilidades que la herencia le da.

Así, según Palacios (1993, 2001), podemos afirmar que los procesos psicológicos están posibilitados por los genes que nos definen como miembros de una especie, están limitados por un cierto calendario madurativo que determina el momento en que ciertas adquisiciones son posibles y están finalmente determinados en su concreción por las interacciones de la persona con su entorno.

A este respecto, el concepto de canalización, nos indica que, los seres humanos somos más parecidos en nuestro desarrollo cuanto más cerca del nacimiento estamos. Diferentes investigaciones transculturales, han demostrado que niños nacidos en contextos marcadamente diferentes son parecidos en su desarrollo, pero según nos alejamos de los momentos de la primera infancia, las diferencias introducidas por la cultura no hacen sino aumentar. Esto no significa que el desarrollo infantil sea independiente de la

3


estimulación ya que los mínimos de estimulación solo garantizan los mínimos de desarrollo.

Tal y como se puede ver, las relaciones entre herencia y medio no son una cuestión de exclusión ni de porcentajes, sino que son relaciones marcadas por la complementariedad y por un peso diferencial en función del aspecto que se trate y del momento evolutivo que se considere.

1.2.- El concepto de edad en la Psicología del Desarrollo.

Tal y como hemos visto, en la definición de Psicología del Desarrollo, la edad, es una de las variables “reina” de nuestra disciplina. Ésta, ha sido central en la investigación a lo largo de la historia de nuestra disciplina y no por ello menos controvertida y sujeta a gran cantidad de discusiones formales y teóricas dentro de cada modelo psicológico.

En este sentido podemos distinguir tres grandes líneas de pensamiento, de las cuales la primera asigna a la edad cronológica un valor meramente descriptivo, siendo su opción epistemológica más extrema, la puesta de manifiesto por el conductismo de Bijou y Baer, quienes consideran que no existe una necesidad real de explicar las diferencias de edad ya que lo importante es dar cuenta del cambio comportamental en términos de mecanismos antecedentes. Desde este planteamiento, la edad, únicamente sería necesaria para catalogar e imponer un orden en la diversidad de funciones.

En segundo lugar, existe otra consideración en la que la variable edad tiene mayor relevancia. Así, en su posición más extrema, la edad cronológica aparece como un agente central en sí mismo y puede llegar a ser algo intrínseco a una secuencia de estadios, como por ejemplo en el caso de Piaget, Kohlberg o Erikson. La edad, aquí, se convierte en algo normativo y prescriptivo.

En tercer lugar y a medio camino entre las posiciones anteriores, se encuentra la idea postulada por Wohlwill (1973), en la que la edad se convierte en una variable dependiente. Así, según Bermejo (1982 y 1992) y Bermejo y Lago (1994:

CE= f(H * Epa * Epr)

4


Según esta formulación, la psicología del desarrollo se convierte en una ciencia que estudia los cambios que aparecen con la edad o en el tiempo y que son una función de la interacción entre la herencia, la experiencia pasada y la experiencia presente.

Así, aparece otra forma de integrar los diferentes factores que intervienen en un determinado momento del desarrollo, a través del denominado tiempo funcional, el cual intenta recoger dimensiones coherentes del comportamiento.

Para Birren (1969) el tiempo funcional se ha de utilizar de una forma más general y global. Entendiéndolo como la capacidad para adaptarse al ambiente y como un conjunto de edades funcionales específicas siendo las de más frecuente utilización la edad biológica, la edad psicológica y la edad social.

La edad biológica, se define como “la estimación de la posición actual de un sujeto con relación a su potencial del ciclo vital”, (Birren y Renner, 1977) y se calcula a partir de indicadores de la capacidad funcional de los sistemas orgánicos que poseen cierto valor a la hora de la predicción del volumen y/o expectativa de vida del sujeto. Este tipo de edad y los cambios que implica constituye en sí misma una forma unidireccional de medir el tiempo, y genera toda una base teórica para explicar algunos por qués del envejecimiento.

Por lo que se refiere a la edad psicológica y frente al constructo piagetiano de edad, se define como la capacidad de adaptabilidad que un sujeto manifiesta ante los distintos eventos de su vida. Según Birren y Renner (1977), este tipo de edad, indica hasta qué punto una persona puede adaptarse a las exigencias ambientales cambiantes en comparación con el resto de individuos de su misma edad cronológica o de otras edades y se estima a partir de la relación funcional establecida entre la edad cronológica y variables o procesos comportamentales como sensación, percepción, atención, aprendizaje, memoria, habilidades, destrezas, etc.

Por último, la edad social se basa tanto en el conjunto de estatus y roles que asume el individuo a lo largo de su vida como en los acontecimientos relevantes que vive y que configuran su curso vital. Este tipo de edad está impregnado de expectativas y roles que podríamos definir como normativos en cada sociedad o grupo de referencia y que determinan modos y formas de comportamiento y forma de ver el mundo. Un subtipo de esta edad es la

5


denominada edad legal, que se utiliza como un sistema de organización social y que hace referencia a aspectos tan concretos e influyentes del desarrollo como es la finalización del rol laboral tras la llegada de la jubilación. Esta edad, la de la jubilación, fijada en función de una serie de variables independientes al propio individuo, en muchos casos condiciona el bienestar y la calidad del individuo, cerrando expectativas e imponiendo formas de actuación.

1.3.- Influencias y determinantes del cambio comportamental en Psicología del Desarrollo.

La Psicología del Desarrollo, centra su atención en el estudio del desarrollo desde la concepción hasta la vejez, siendo una de sus metas el conocer los principios generales del desarrollo a lo largo de la vida así como las diferencias y similitudes en el desarrollo interindividual y el grado y condiciones de la plasticidad o modificabilidad del desarrollo individual. Desde esta perspectiva se pretende describir y explicar el desarrollo, ya que además de interpretar y analizar los elementos humanos, psicológicos y bioculturales que influyen en el curso vital hemos de buscar los elementos causales que ofrecen algunos por qués del mismo.

Desde el nivel descriptivo, el desarrollo se considera, no como un estado, sino como un proceso que se da a lo largo de toda la vida, un proceso en el que existen ganancias y pérdidas para cada una de las etapas que componen el desarrollo humano. Así, aparece de forma implícita, la idea de interacción entre las diferentes etapas, tomando como variable relativamente importante la edad cronológica, pero teniendo en cuenta también otras como la biografía del propio individuo o el ambiente donde se desarrolla. Los cambios aparecen en cualquier momento del ciclo vital (también en la vejez) y no son específicos de una determinada etapa ni proceso evolutivo.

En cuanto al nivel explicativo de las variaciones y las formas de modificación de los comportamientos, el enfoque del ciclo vital ha puesto de manifiesto la importancia de tres grupos de variables, es decir, tres conjuntos de factores antecedentes, tres sistemas de influencia en el desarrollo que dan cuenta de los procesos de cambio evolutivo. Así, Baltes, Reese y Lipsiit (1980) distinguen entre influencias normativas relacionadas con la edad, influencias normativas relacionadas con la historia e influencias no normativas.

6


Planteadas en la figura que a continuación presentamos, tal y como se puede observar, cada una de ellas tiene un peso diferente en cada etapa.

Influencias normativas relacionadas con la edad y la historia e influencias no normativas

Las influencias normativas relacionadas con la edad, tienen que ver con factores que afectan al desarrollo psicológico en relación relativamente estrecha con la edad, de manera que conociendo la edad de una persona podemos hacer predicciones razonablemente acertadas sobre algunos de sus procesos evolutivos. A medida que nos alejamos de la infancia, este tipo de influencias tiende a disminuir en magnitud, pues la maduración asociada a la edad va imponiendo menos y permitiendo más, con lo que otras fuentes de influencia se convertirán en predominantes, especialmente a partir de la adolescencia.

Como se observa en la figura, la curva que representa este tipo de influencias tiene un cierto repunte al final de la vida humana, lo que se relaciona con la influencia que sobre aspectos psicológicos pueden tener los cambios biológicos del último tramo de la vida humana (menos reflejos, más lentitud en algunos tipos de procesamiento, etc.).

7


Las influencias normativas relacionadas con la historia afectan a todas las personas que viven en una época y una sociedad determinadas, pero no a quienes han vivido o vayan a vivir en otra época y otra sociedad. Estas influencias presentan un perfil inverso al de las relacionadas con la edad; en efecto como se observa en la figura, allí donde las influencias normativas relacionadas con la edad presentan un perfil de influencia débil, las relacionadas con la historia lo presentan fuerte, y viceversa. La disminución en la vejez de la curva de influencias normativas relacionadas con la historia guarda relación con el incremento de la curva correspondiente a las influencias normativas ligadas a la edad: cuando la lógica biológica impone sus reglas, las influencias generacionales se debilitan.

Finalmente, las influencias no normativas hacen referencia a experiencias que tienen un carácter idiosincrásico o cuasi-idiosincrásico. Estas, son experiencias por las que se sabe que no pasan todos los que tienen una determinada edad o los que pertenecen a una determinada generación. Dos son los elementos que hacen que un hecho sea no normativo, por un lado, que afecte a algún o algunos individuos, pero no a todos y por otro, que tal hecho es impredecible respecto a su ocurrencia en un momento determinado. Así, tal y como se puede observar en la figura, la curva que representa las influencias no normativas no deja de aumentar con el paso del tiempo, porque se supone que los acontecimientos a que nos estamos refiriendo se van añadiendo unos sobre otros, acumulando una historia personal cada vez más diferenciada.

A este respecto decir por último tal y como plantea Palacios (2001), que si volvemos la mirada a la figura, podremos concluir que adultez y vejez son etapas de la vida abiertas al cambio, sensibles a las diversas fuentes de influencia. Muchos de estos cambios son netamente evolutivos, pues se presentan en una determinada secuencia y están dotados de una determinada organización que se relaciona con el conjunto de características que la persona tiene en cada momento. En la adultez y la vejez hay, efectivamente, pérdidas y decrementos, como sostenían los viejos estereotipos; pero hay también ganancias, adquisiciones, incrementos y reorganizaciones, contrariamente a aquellas viejas creencias. Son, pues, etapas tan evolutivas como lo puedan ser la infancia o la adolescencia, aunque sin duda con características peculiares.

Todos estos planteamientos, próximos al paradigma contextual y más concretamente a la formulación de la Psicología Evolutiva del Ciclo Vital, nos

8


acercan a conceptos fundamentales en la explicación del desarrollo en general y del desarrollo adulto y del envejecimiento en concreto. De alguna manera, una concepción del cambio en múltiples aspectos nos aproxima al concepto de multidimensionalidad del ser humano como modificaciones que a lo largo de la vida se observan en cada una de las dimensiones del comportamiento, haciendo que cada una de ellas siga un curso específico de cambio (multidireccionalidad). No existe ninguna etapa del ciclo vital en la que sólo exista crecimiento, madurez o deterioro y esos procesos pueden darse en cualquier momento de nuestro desarrollo, de forma aislada o simultánea. Así, el desarrollo se configura como un sistema, como un conjunto de patrones de cambio con distinto origen, duración y finalización, superándose un modelo exclusivamente biológico y planteando un modelo de desarrollo en el que sin restar importancia a este tipo de determinantes, se tengan en cuenta que cada dimensión del individuo puede seguir una dirección diferentes.

2.- APROXIMACIONES TEÓRICAS AL ESTUDIO DEL ENVEJECIMIENTO.

2.1.- Teorías psicodinámicas: la influencia de Erikson.

Erikson es uno de los primeros autores que trata el desarrollo psicosocial a lo largo de todo el ciclo vital; su teoría sobre las etapas y conflictos que deben resolverse a lo largo de la vida, ha proporcionado una base fundamental para entender el desarrollo psicosocial en todas las etapas del ciclo vital; desde la infancia, adolescencia y adultez, hasta el final del ciclo vital.

Para Fernández Lópiz (2000), en esta propuesta teórica, cada una de las ocho fases del desarrollo es caracterizada por la existencia de una crisis en la expansión del Yo, que se traduce en forma de “conflicto”. El desarrollo tiene lugar en la medida, que se supera cada conflicto ya que no se puede dominar lo que corresponde a una fase posterior a menos que se haya superado con éxito la crisis de desarrollo de las fases previas.

Su secuencia de fases, coincidente con la teoría freudiana en sus primeros estadios, amplía el rango a los demás momentos del ciclo vital y establece que cada fase es fijada en función del acierto o desacierto de las soluciones a que se puede llegar, es decir, cada estadio representa una elección o una crisis en la expansión del Yo. Según Zacarés y Serra (1998), en esta se describen los estadios del Yo según el principio epigenético que afirma

9


que todo lo que crece tiene un plan básico, del cual surgen las partes, y que cada una de ellas tiene un período de ascendencia especial, hasta que el conjunto emerge como un todo que funciona. El organismo que está madurando continúa desenvolviéndose, no desarrollando nuevos órganos sino mediante una secuencia predeterminada de capacidades locomotoras, sensoriales y sociales. Así, la epigénesis va más allá de la mera sucesión, ya que determina ciertas leyes que rigen las relaciones fundamentales que las partes en crecimiento guardan entre sí.

Todas estas regularidades quedan recogidas en su diagrama epigenético del desarrollo psicosocial que expresa dos ideas básicas: que cada elemento de la personalidad está sistémicamente relacionado con los demás y su desarrollo cambia la relación que el resto de elementos mantienen entre sí y que todo elemento existe en alguna forma antes y después de su emergencia en un periodo crítico, aunque no con igual importancia.

Diagrama Epigenético de los ocho estadios del desarrollo psicosocial del Yo

10


Para comprender mejor la última etapa del desarrollo vamos a detenernos en las dos últimas fases que hacen referencia tanto a la edad adulta como al envejecimiento.

Desde los 30 hasta aproximadamente lo 60 se produce la etapa denominada Generatividad versus Estancamiento. La generatividad, abarca productividad y creatividad y por tanto la generación de nuevos seres, productos e ideas incluido un tipo de autogeneración que tiene que ver con el mayor sentido de identidad. La generatividad, es entendida aquí como el compromiso del individuo con el establecimiento y guía de la siguiente generación, tarea que se resuelve a través de la procreación, crianza o educación de los hijos, es la necesidad de aportar algo valioso al sistema social que redunde en el beneficio para las siguientes generaciones. En palabras de Erikson (1970), el hombre maduro necesita sentirse necesitado, y la madurez necesita la guía y el aliento de aquellos que ha producido y que debe cuidar. Frente a esta tarea, encontramos en su antítesis el estancamiento el cual, según Erikson (1985), es algo de ninguna manera ajeno ni siquiera a quienes son más intensamente productivos y creativos, mientras que puede abrumar totalmente a quienes se encuentran inactivados en cuestiones generativas. El estancamiento implica que la persona no muestra preocupación por las generaciones futuras o por la sociedad, se preocupan por sí mismas y puede que encuentren sus vidas frustrantes y tengan la sensación de estar algo perdidos, aunque no sepan cuál es la causa.

Tras esta fase, aparece la etapa que Erikson (1970) denomino Integridad versus Desesperación (después de los 65 años). Para este autor, solamente la persona que ha cuidado de cosas y de personas, que se ha adaptado a sus triunfos y a sus desilusiones, que se ha adaptado también al hecho de ser generador de otras personas o de productos e ideas es un individuo capaz de madurar las etapas de la vida en general y de resolver la última etapa con éxito. Así, define el concepto de integridad como: “la aceptación del propio y único ciclo de vida como algo que debía ser y que, necesariamente, no permitía sustitución alguna”.

Según Erikson (1970), aunque la persona que se encuentra en la última etapa de la vida es consciente de que existen diferentes estilos de vida, que tienen la recompensa de otorgar significado al esfuerzo humano, la persona que está resolviendo la crisis hacia la integridad, está lista para defender la

11


dignidad de su propio estilo, porque sabe que una vida individual es la coincidencia accidental de sólo un ciclo de vida, con sólo un fragmento de la historia.

Para Erikson (1970), la superación de esta etapa, es decir, el hecho de que la persona consiguiera la integridad, haría que la muerte perdiera ese carácter atormentador que tiene en nuestra sociedad. Por el contrario, si no se consigue esta integración se teme a la muerte. La desesperación expresa el sentimiento de que ahora el tiempo que queda es corto, demasiado corto para intentar otra vida y para probar caminos alternativos hacia la integridad. La persona que no logra esta integridad tiene remordimientos y se encuentra desesperada, siente que ha desperdiciado su vida. Tal y como podemos ver el concepto de integridad de Erikson, implica lograr una paz interior con respecto a lo que se ha llevado a cabo en la vida y lo que ésta ha sido. Así pues, desde su perspectiva, la persona que ha logrado la integridad es aquella que acepta de manera responsable la vida tal y como ha vivido, que es capaz de integrarla, de darle un sentido, de sentirse feliz y de acuerdo con ella, de aceptar lo que ha sido, lo que ha hecho, las decisiones que ha tomado. Aquí, no hablamos de resignación, pero si de aceptación, contemplar la propia vida y a uno mismo al final del camino y ser capaz de aceptarlo, porque uno ya no puede volver atrás, ya no tiene otra oportunidad de lograr esa paz interior.

Esta personalidad “integrada” a la que estamos haciendo referencia, es el camino hacia uno de los atributos más señalados como característica positiva susceptible de ser alcanzada en estas últimas etapas de la vida: la sabiduría. Para Erikson (1970), la sabiduría incluye la aceptación de la vida que se ha llevado sin grandes arrepentimientos, la percepción, en suma, de que uno ha vivido poniendo “las mejores intenciones”. De esta forma, lograr la integración, es lograr la sabiduría, ser una persona que acepta su ciclo de vida, es ser una persona sabia.

Un estudio realizado por Hannah, Domino, Figueredo y Hendrickson (1996), analizó los predictores de la integridad, partiendo de la hipótesis eriksoniana de que la resolución exitosa de la octava y última crisis integridad versus desesperación, requiere la superación de las crisis anteriores. Sus resultados presentan, en primer lugar, a la generatividad, confianza, intimidad, identidad y autonomía como los predictores de la integridad. Ello confirma la teoría de Erikson respecto a que la resolución exitosa de la octava y última

12


crisis a través de la adquisición de la integridad no es una tarea aislada sino que depende de la superación de las etapas anteriores. En segundo lugar, la generatividad destaca como el predictor más potente de la integridad, confirmándose de nuevo la concepción de Erikson respecto a la necesidad de superar la crisis inmediatamente anterior para poder alcanzar la integridad, a pesar de que todas las crisis se hallan interrelacionadas y son interdependientes.

Tal y como podemos observar la influencia de la teoría eriksoniana respecto al desarrollo de la edad adulta y del envejecimiento es relevante y aunque el trabajo podríamos decir que está empezando sugiere un prometedor camino hacia la construcción de una teoría que explique el desarrollo en las diferentes etapas del ciclo vital.

2.2.- El ciclo vital: una perspectiva contextual-dialéctica.

Antes de comenzar a explicar los aspectos básicos que definen esta perspectiva queremos anotar que existen diferentes visiones respecto a la incidencia de la Psicología del Ciclo Vital en el entramado teórico de las explicaciones del desarrollo humano.

Baltes, Lindenberger y Staudinger (1998) confieren el estatus de teoría a lo que se conocía como orientación, perspectiva o enfoque del Ciclo Vital (Life-Span). Nuestro planteamiento se muestra cercano a que más que de una teoría perfilada y fundamentada, podemos hablar de una perspectiva próxima a diversas orientaciones (dialéctica, contextual, dinámica). Así, hablar de esta orientación, es hablar de una toma de posicionamiento sobre el desarrollo como realidad que, aconteciendo a lo largo de todo el ciclo vital, centra su estudio en todas las etapas del desarrollo.

Para Baltes (1987), quizá uno de los autores más representativo del estudio la Psicología del Ciclo Vital, desde estos planteamientos, se ha superado la conceptualización clásica del desarrollo como unidireccional, secuencial, irreversible, universal. Para Baltes et al., (1998), en base a los datos sobre envejecimiento de los estudios longitudinales, se ha visto que el desarrollo es multidireccional, multidimensional, plástico; que no existen trayectorias únicas del desarrollo; o que se producen continuidades y discontinuidades, por lo que el cambio no se puede predecir. Así, plantean que

13


el foco primordial de esta perspectiva se halla en “la estructura, secuencia y dinámica del curso vital entero en una sociedad cambiante”.

Así, estudiar, investigar o trabajar desde una perspectiva del Ciclo Vital, debe justamente integrar el concepto de ciclo vital y estaremos ante una toma de postura a cerca de fenómenos específicos que acontecen en períodos delimitados del desarrollo pero integrados en una unidad, lo cual nos servirá para ganar en potencia explicativa del desarrollo humano y por tanto, en conocimiento sobre los diferentes modos de optimizarlo.

Los teóricos del ciclo vital (Labouvie-Vief, 1982; Baltes y Willis, 1982), entienden que el concepto de desarrollo, es un concepto amplio que enfatiza la importancia de la multidimensionalidad de los procesos de desarrollo, así como la multiplicidad de causas intervinientes en los mismos.

Pasamos a continuación a presentar los supuestos básicos de los que parte la Psicología del Ciclo Vital, en base de la conceptualización del desarrollo, a partir de Baltes (1987), Baltes (1989), Baltes y Graf (1996), así como de la actualización realizada por Baltes, Lindenberger y Staudinger (1998), Baltes et al. (1998), y Baltes y Smith (1999).

1.- El desarrollo se produce a lo largo de toda la vida. Esta primera idea nos acerca al planteamiento de que el desarrollo individual (ontogenético) es entendido como un proceso a lo largo de toda la vida, desde la concepción hasta la muerte. De esta manera, los procesos de cambio comportamental que podemos calificar como “evolutivos”, pueden suceder en cualquier punto del ciclo vital y por tanto ningún período de edad es más importante que otro como regulador de la naturaleza y curso del desarrollo.

Desde este planteamiento, el contexto del desarrollo no es algo finito y orgánico sino que es un concepto más amplio y a largo plazo (Trianes y Gallardo, 1998). Por ejemplo, los psicólogos del ciclo vital consideran que envejecer es un “empezar” después de alcanzar la edad adulta (Woodruff-Pak, 1988). Así, el desarrollo se entiende como el cambio en la capacidad adaptativa del individuo, algo que puede suceder en cualquier etapa (Baltes y cols., 1998). Esta idea, está en contraposición con la visión biológica u ontogenética según la cual el cambio acabaría en la edad adulta temprana y cualquier cambio posterior se consideraría un retroceso. Desde esta teoría, el desarrollo biológico no se toma como la guía principal del desarrollo.

14


Por el contrario, tal y como ya hemos planteado, son los diferentes cambios adaptativos, orientados a adecuarse a las necesidades del momento evolutivo por el que se está pasando, los que marcan la pauta de desarrollo, siendo por tanto el objetivo que la psicología del ciclo vital propondría la identificación de cómo y cuándo se dan estos cambios, así como el establecimiento de un patrón de orden temporal y de interrelaciones. La psicología del ciclo vital atendería tanto al desarrollo ontogenético como al marco biocultural histórico, generacional (Baltes, Reese y Lipsitt, 1980).

Este concepto, esta íntimamente relacionado con la siguiente de las características que presentamos.

2.- Multidireccionalidad y Multidimensionalidad. Ambos, son principios asociados a esta noción del desarrollo que enfatizan el pluralismo y la diversidad que se encuentra en los cambios ontogenéticos, incluso dentro del mismo dominio. Como principio básico del Ciclo Vital, se plantea que existen diferentes niveles de cambio individual con la edad (inteligencia, sistema perceptivo, lenguaje, valores, relaciones interpersonales, etc.) y cada uno de ellos puede cambiar en una dirección diferente.

Serra, Pérez y Viguer (1994) indican que la multidireccionalidad del cambio ontogenético, se refiere a que en la ontogénesis las conductas cambian sin seguir una única dirección: las distintas categorías conductuales despliegan perfiles de desarrollo diferentes, y dentro de un mismo período de vida encontramos conductas que muestran una dirección ascendente (crecimiento) junto a otras cuya dirección es descendente (declive). Para Vega y Bueno (1996) cada una de las dimensiones puede cambiar en una dirección diferente. No existe ninguna etapa de la vida en la que sólo se dé crecimiento, madurez o deterioro. Estos procesos pueden tener lugar en diferentes momentos de la vida humana y, de forma simultánea, en diversas dimensiones o capacidades. Cuando se representan distintas dimensiones en función de la edad cronológica, la correlación entre sus trayectorias se encuentra próxima a cero. El desarrollo es un sistema o un conjunto de patrones de cambio que se diferencian en su origen, duración, finalización, dirección y ordenación.

Por otra parte, considerar el desarrollo como un proceso multidimensional lleva a afirmar que el cambio ontogenético sólo puede ser correctamente estudiado y comprendido a través del análisis de la evolución de

15


las distintas dimensiones o componentes de los procesos psicológicos, ya que se ha demostrado que el desarrollo de estas dimensiones no sigue siempre un único curso. Para Vega y Bueno (1996) son múltiples los aspectos del individuo que cambian a lo largo de su vida. No sólo existen cambios biológicos, sino también psicológicos y sociales. La mayor parte de los aspectos del comportamiento puede soportar cambios ordenados a lo largo de la vida. La multidimensionalidad se refiere a los diferentes niveles del individuo que cambian con la edad: los órganos y sistemas corporales, la inteligencia, la memoria, el lenguaje, las actitudes y los valores, las relaciones interpersonales, etc.

Los hallazgos de la investigación psicométrica de la inteligencia nos permiten ilustrar este presupuesto aplicado al desarrollo intelectual. La multidimensionalidad viene dada por el hecho de que la inteligencia es un sistema compuesto de varias dimensiones o subsistemas, la inteligencia fluida y la cristalizada. Y la multidireccionalidad se observa en la diferente evolución de ambos tipos de habilidades. Los trabajos de Horn y Hofer (1992) muestran con mayor detalle la múltiple dirección de las diferentes potencialidades.

Baltes y Willis (1978) representan con el gráfico que podemos ver a continuación la sugerencia de cómo los cambios que tiene lugar a lo largo de todo el ciclo vital pueden ser de naturaleza bastante diversa.

Proceso de Cambio Comportamental (Baltes, 1983).

Recientemente se ha añadido también el concepto de equifinalidad, para caracterizar la naturaleza de los cambios a lo largo del ciclo vital en capacidad adaptativa. Este concepto clarifica “el hecho de que el mismo resultado

16


evolutivo puede alcanzarse por diferentes medios y combinación de medios” (Baltes, Lindenberger y Staudinger, 1998). Dos individuos con puntos de comienzo diferentes en su curso vital pueden coincidir en un mismo punto final, habiendo incluso recorrido caminos diferentes en su desarrollo (Gottlieb, 1997). El papel de la equifinalidad es evidente, por ejemplo, cuando se consideran las diferentes vías por las cuales los adultos llegan a alcanzar idénticos niveles de bienestar subjetivo (Brandtstädter, 1998).

Para Baltes (1998), además de las nociones de grandes diferencias interindividuales, de multidimensionalidad y multidireccionalidad, hemos de contar con la complejidad del desarrollo a lo largo de todo el ciclo vital y muestran mediante la siguiente figura, la posible discontinuidad en el desarrollo a lo largo de todo el ciclo vital.

Proceso de Cambio Comportamental (Baltes, 1983).

Para los teóricos del Ciclo Vital, los procesos de cambio

comportamental/conductual en el desarrollo a lo largo de todo el ciclo vital no siempre abarcan todo el ciclo vital, ni tampoco son siempre consecuencia de influencias y procesos continuos. Así, los procesos de cambio, pueden diferir, tal y como adelantábamos en el punto anterior, con arreglo a su comienzo, duración y finalización cuando son considerados dentro del marco del ciclo vital. Un claro ejemplo de esta idea, la podemos encontrar en la formulación de la Tareas Evolutivas de Havighurst (1951), según la cual pueden surgir procesos de cambio en diferentes puntos del desarrollo.

3.- Existe una distribución de los recursos para las diferentes funciones del desarrollo: crecimiento vs. mantenimiento vs. regulación. Para

17


la Psicología del Ciclo Vital, el desarrollo ontogenético implica el reparto competitivo, pero coordinado, de recursos biopsicosociales en tres metas o funciones distintas (Baltes, 1997; Baltes, Lindenberger y Staudinger, 1998):

(a) La función de crecimiento. Se refiere a aquellas conductas que se dirigen hacia el logro de niveles superiores de funcionamiento o capacidad adaptativa.

(b) La función de mantenimiento y recuperación-resistencia. Agrupa todas aquellas acciones del sujeto dirigidas a mantener los niveles de funcionamiento frente a importantes retos del entorno o a volver a los niveles previos tras una pérdida.

(c) La función de regulación de las pérdidas. Se identifican aquí aquellas conductas que organizan el funcionamiento individual adecuado en los niveles más bajos, cuando ya el mantenimiento o la recuperación no es posible. Este sería el caso, por ejemplo, si se diesen significativas e irreversibles pérdidas externas o biológicas.

El crecimiento, el mantenimiento y la regulación de las pérdidas son importantes en todos los períodos del ciclo vital. Se asume, sin embargo, que hay un cambio sistemático a lo largo del ciclo vital en el reparto relativo de recursos funcionales. El perfil “típico” de estos cambios queda ilustrado en la figura siguiente.

Reparto de recursos para las tres funciones

del desarrollo (adaptada de Baltes, 1997).

18


Durante la infancia y la niñez los recursos se dirigen básicamente hacia la función de crecimiento. Durante la adultez predomina el reparto de recursos hacia la función de mantenimiento y recuperación. En la vejez, y a medida que se avanza en edad, se dedican cada vez más y más recursos directamente hacia la regulación o manejo de las pérdidas, mientras que quedan pocos disponibles para el crecimiento. Esta caracterización del ciclo vital resulta una simplificación, puesto que se tendrían que considerar también las diferencias individuales, tanto contextuales como de dominio.

¿Cuál es la significación de la dinámica entre estas tres funciones u objetivos en el desarrollo humano? El “arte de vivir” supone siempre conflictos, competición y elección entre las tres metas. Para Zacarés y Serra (1998), varias son las implicaciones derivadas. En primer lugar, resulta evidente inferir que los sucesos, transiciones y crisis a lo largo del desarrollo se convierten en momentos privilegiados para observar la interacción entre las tres funciones, especialmente la de resistencia y mantenimiento (Clemente, 1996; Serra, González y Oller, 1989). A partir de esa observación, se comprueba cómo la ocurrencia y dominio efectivo de las crisis y conflictos representa no sólo riesgos sino oportunidad para nuevos desarrollos. Las nociones evolutivas de base dialéctica, que estuvieron en el núcleo de los primeros trabajos de ciclo vital, se hacen aquí necesarias para poder identificar las nuevas síntesis entre funciones (Riegel, 1975, 1976, 1981): en las crisis adultas (manejando la pérdida o tratando de no sucumbir y mantenerse) el objetivo del crecimiento se reactiva y reorienta.

Esto resulta claro cuando se analiza cómo los déficits en el potencial biológico se convierten en catalizadores para el crecimiento o progreso y para el incremento en capacidad adaptativa, especialmente en edades ya avanzadas. Las limitaciones y restricciones biológicas del cuerpo que envejece generan nuevas formas de dominio e innovaciones tanto en el nivel de la cultura como en el del individuo (Baltes y Graf, 1996).

En segundo lugar, hay que señalar que la dinámica entre las tres funciones “ilumina” la visión de otras dinámicas psicológicas a lo largo del ciclo vital. Un ejemplo de ello es la interacción entre autonomía y dependencia en los diversos períodos del ciclo vital (Baltes y Silverberg, 1994). Así, mientras que la maximización de la autonomía es el foco primario en la primera mitad de la vida y una de las expresiones por excelencia de la función de crecimiento, el uso

19


creativo y productivo de la dependencia llega a ser crítico en la vejez. Efectivamente, para que las personas mayores puedan mantener cierta autonomía en algunas áreas de funcionamiento, es necesario el efectivo uso de la conducta dependiente como mecanismo compensatorio. Gracias a esa demanda de apoyo y dependencia (función de mantenimiento o regulación de las pérdidas), se pueden liberar recursos para usarlos en otros dominios en los que se ha logrado desarrollar altos niveles de eficacia (función de crecimiento).

Finalmente, la consideración de las tres funciones de manera simultánea a lo largo del ciclo vital implica el abandono de una visión del desarrollo como avance unidimensional (en cantidad y calidad en el funcionamiento) y abre el camino a una concepción alternativa de desarrollo de carácter funcionalista y contextual como selección y adaptación selectiva (Baltes, 1997; Lerner, 1991, 1998a; Magnusson, 1996). El desarrollo, más que “despliegue” de un organismo, es “la selección ontogenética a partir de un conjunto de potencialidades más o menos constreñidas y la optimización selectiva posterior de los caminos en los que se ha entrado” (Baltes, Lindenberger y Staudinger, 1998). En la medida en que se elige y optimiza una vía de desarrollo, otras se ignoran o suprimen. La selección se debe a una amplia variedad de factores biológicos, psicológicos, culturales y contextuales que extienden o limitan las posibilidades. Como el desarrollo implica siempre selección, la compensación entre avances funcionales logrados y la existencia de discontinuidades entre períodos del ciclo vital constituyen la regla más que la excepción.

4.- El desarrollo como dinámica de pérdidas y ganancias. En cualquier momento de la vida de una persona pueden encontrarse logros positivos y negativos. El desarrollo, para la teoría del Ciclo Vital, implica siempre pérdidas y ganancias, crecimiento o incremento y declive o decadencia (Baltes, 1987; Uttal y Perlmutter, 1989). Este presupuesto se opone a la idea tradicional de otras orientaciones evolutivas según la cual el desarrollo es sinónimo de crecimiento continuo y ascendente hasta la adolescencia, a partir de la cual se inicia una tendencia involutiva hasta el final de la vida. La ontogénesis, desde este punto de vista, consiste en un sistema continuo, cambiante e interactivo de ganancias y pérdidas en la capacidad adaptativa: no hay ganancias en el desarrollo sin pérdidas y no hay pérdidas sin ganancias. Cualquier progreso evolutivo conlleva al mismo tiempo una nueva capacidad

20


adaptativa así como la pérdida de la capacidad previamente existente. No hay etapas en las que sólo existan ganancias o sólo deterioro y pérdidas.

Los evolutivos del Ciclo Vital defienden que todo cambio, ascendente o descendente, es desarrollo y que en cualquier momento del curso vital existen pérdidas y ganancias en unos u otros componentes de la conducta en desarrollo. Además sostienen que se producen cambios sistemáticos asociados con la edad en la “ratio” entre ganancias y pérdidas, de tal modo que la cantidad relativa de posibles ganancias y pérdidas cambia proporcionalmente a medida que se avanza en edad. En la infancia y niñez las ganancias superan a las pérdidas, mientras que en la vejez la situación se invierte. Aunque el balance ganancias-pérdidas resulta más visible en el período adulto posterior a la mediana edad por los déficits asociados al envejecimiento biológico, esta dinámica es universal y opera asimismo en la infancia, niñez y adolescencia.

La dinámica cambiante en la proporción de ganancias y pérdidas parece también que se refleja en las concepciones subjetivas o creencias que los propios adultos tienen sobre la trayectoria evolutiva de los cambios a través del ciclo vital (Heckhausen, Dixon y Baltes, 1989). ¿Cuáles son las expectativas al respecto? Cuando se preguntó a un grupo de adultos por la trayectoria evolutiva típica de una serie de atributos (p. ej. inteligente, fuerte, ansioso, etc.), señalaron esa relación cambiante entre ganancias y pérdidas esperadas: a medida que se incrementa en edad se esperan cambios que suponen más pérdidas que ganancias, aunque se continúan dando expectativas de ganancias en la vejez, tales como un incremento en sabiduría y dignidad. Las pérdidas sólo superaron a las ganancias en edades superiores a los 80 años. No obstante, esta relación esperada necesita ser explorada de manera más completa en diversos grupos de adultos y con diversas metodologías, antes de afirmar que se ajusta a lo avanzado hipotéticamente por los teóricos del ciclo vital.

En nuestro contexto, Triadó y Villar (1997), utilizando una técnica de entrevista semiestructurada, comprobaron que los propios adultos mayores asociaron los cambios del envejecimiento a pérdidas en mucha mayor medida que los sujetos de la muestra de Heckhausen, Dixon y Baltes (1989). Las referencias a ganancias fueron mínimas.

21


Expectativas subjetivas de cambios deseables (ganancias) y no deseables

(pérdidas) a lo largo de la adultez (Heckhausen et al., 1989).

Los ejemplos de este fenómeno de ganancias-pérdidas los podemos encontrar a lo largo de todo el ciclo vital, pero ¿Cuál es la relación entre ganancias y pérdidas? Uttal y Perlmutter (1989) señalan al menos cuatro modelos básicos, de los cuales los dos primeros no asumen que ambos elementos se relacionen causalmente, así, nos presentan un modelo de fenómenos no relacionados que predice ganancias y pérdidas simultáneas después de que acontezcan sendos hechos simultáneos, pero independientes y un modelo de fenómenos espúreos que predice ganancias y pérdidas simultáneas que siguen a otro factor simple. El tercer y cuarto modelo que nos presentan, sí asumen la relación causal entre ganancias y pérdidas, y de esta manera, encontramos un modelo de supresión que asume que las ganancias preceden y causan las pérdidas, y un modelo de compensación que considera que las pérdidas anteceden y originan las ganancias. La mayoría de los investigadores evolutivos asumen que el modelo de supresión se aplica a la relación entre ganancias y pérdidas en la infancia y adolescencia, mientras que el modelo de compensación serviría para explicar la relación entre ganancias y pérdidas en la etapa adulta y especialmente en la etapa de la vejez.

5.- La Optimización Selectiva con Compensación. La Psicología Evolutiva del Ciclo Vital ha madurado en sus elaboraciones teóricas hasta el

22


punto de proponer en los últimos años una metateoría del desarrollo (una teoría evolutiva sobre teorías evolutivas): el modelo de Optimización Selectiva con Compensación (OSC) (Baltes, 1997; Baltes y Baltes, 1990; Baltes y Graf, 1996; Baltes et al. 1998).

Aunque el modelo propuesto se ha desarrollado básicamente en el campo del envejecimiento y no es el único que trata de esbozar unos principios sistémicos del desarrollo en el curso vital, Baltes (1997, pp. 371), lo considera “inherente en cualquier proceso evolutivo”. Para los teóricos de esta metateoría, desde la misma concepción y nacimiento el ser humano selecciona, optimiza y compensa; por lo que el modelo OSC es “un marco general para la teoría evolutiva” (Ibíd.). Como modelo teórico, la optimización selectiva con compensación, muestra rasgos tanto universales como particulares. Universales por que propone que el desarrollo humano implica una orquestación de la selección, la optimización y la compensación y particulares por que se puede aplicar a dominios y contextos específicos (tales como el sentido de control, el de autonomía o el de la experiencia profesional o a diferentes contextos culturales), que requieren entonces de una especificación suplementaria derivada del conocimiento base del dominio o contexto elegidos para su aplicación.

Las definiciones específicas de selección, optimización y compensación que veremos a continuación están condicionadas además por el marco teórico elegido. Baltes y sus colaboradores las encuadran en el de la teoría de la acción (Brandtstädter, 1998), pero sería posible hacerlo desde otras tales como la teoría de Erikson. Cada uno de los elementos que aparecen puede ser activo o pasivo, interno o externo, consciente o inconsciente. Un ejemplo cotidiano que los autores del modelo suelen traer a colación sirve para ilustrarlo intuitivamente:

“Cuando al pianista A. Rubinstein, a sus 80 años le preguntaron en una entrevista

de televisión cómo era capaz de mantener a su edad tal nivel de ejecución en el

piano aludió a la coordinación de las tres estrategias. Primero, ejecutaba menos

piezas (selección); en segundo lugar, practicaba esas piezas más a menudo

(optimización); finalmente, contrarrestaba su pérdida en velocidad mecánica

usando una especie de manejo de impresiones, como la de ejecutar más

lentamente antes de partes rápidas para conseguir que éstas últimas pareciesen

más rápidas (compensación)” (Baltes et al., 1998).

23


La selección implica direccionalidad, metas y resultados. La selección permite al sujeto identificar los dominios relevantes de conducta y dirigir la conducta y su desarrollo. A través de la selección, la persona, activa o pasivamente, elige entre una multitud de posibilidades u oportunidades a la vez que se restringen otras opciones alternativas. Las razones para que se produzca la selección durante la ontogenia son varias (Baltes et al., 1998). La limitada capacidad individual en tiempo y en recursos obliga bastante tempranamente a identificar qué opciones seguir y cuáles abandonar. La misma incompatibilidad de metas y resultados es otro motivo. El sistema de metas (desarrollo de unas habilidades frente a otras, actitudes, valores, etc.) que define el desarrollo deseable para un adulto es un buen ejemplo de ello.

Baltes, Lindenberger y Staudinger (1998), distinguen dos tipos de selección. La selección electiva, es el resultado de una selección entre posibilidades, impulsada por la motivación activa hacia la especificación y contextualización de metas. La selección basada en la pérdida proviene de la no disponibilidad de recursos o medios para el logro de resultados deseables que previamente sí existían. Esta segunda variedad de selección obligaría, por ejemplo, a reconstruir una jerarquía de metas o a rebajar el nivel de aspiración. Schulz y Salthouse (1999) señalan acertadamente que el principio de selección ha de combinarse con el de diversidad para que se mantenga el potencial para la ejecución elevada en distintos dominios y se reduzca el riesgo y vulnerabilidad asociados con una estrecha y temprana especialización.

La optimización se centra en la “adquisición, refinamiento y mantenimiento de medios o recursos que son efectivos para lograr los resultados deseables y para evitar los indeseables” (Baltes et al., 1998). De este modo, aunque la selección es condición necesaria para el desarrollo pleno, por sí sola no es suficiente. Se requieren métodos de optimización, procedimientos que permitan el logro de las metas elegidas. La optimización, en línea con el concepto tradicional del desarrollo, supone un movimiento hacia niveles superiores de eficacia en el funcionamiento. En un nivel general, la optimización no es el perfeccionamiento de un único medio; requiere la coalición de factores que se fortalecen unos a otros como la salud física y toda una serie de condiciones contextuales y psicológicas.. La optimización puede ser tanto específica de una meta o dominio, como general para diversos

24


dominios y metas; a este último caso se refieren Baltes, Lindenberger y Staudinger (1998, p.1057) como “mecanismos de propósito general”.

Finalmente, la compensación implica una respuesta funcional a la pérdida de medios o recursos con vistas a mantener los niveles evolutivos deseados. Hay dos categorías funcionales de compensación. La primera es la de disponer de nuevos medios como estrategias de compensación para alcanzar la misma meta deseable. Una persona que tras un accidente ha perdido capacidad de movilidad “compensará” esa pérdida utilizando ayudas técnicas o humanas necesarias. La segunda estrategia es cambiar las metas del desarrollo en sí mismas, una vez se han perdido recursos para el logro de las iniciales (Heckhausen y Schulz, 1995). Esta segunda categoría se relaciona con la selección basada en pérdidas a la que nos hemos referido en las características anteriores. Tres tipos de fracasos o desafíos evolutivos dan lugar a situaciones compensatorias según Schulz y Salthouse (1999):

a) Experiencias de fracasos normativos en la medida en que los sujetos tratan de ampliar y mejorar sus competencias. En situaciones de dificultad intermedia durante la adquisición de nuevas habilidades y conocimientos es esperable cierto número de fracasos.

b) El declive característico de la última etapa de la vida, asociado con los cambios en plasticidad con la edad (características que trataremos más tarde).

c) Sucesos no normativos de carácter negativo como accidentes, enfermedades severas o la pérdida del trabajo y que podrían acelerar el declive en plasticidad. Cambiar de un entorno a otro, por ejemplo, podría implicar una pérdida de recursos basados en el contexto o hacer disfuncionales algunos de los medios adquiridos.

Schulz y Salthouse (1999) indican junto al principio de compensación, la importancia para un desarrollo óptimo del manejo de las transferencias entre dominios y fases del ciclo vital (“management of trade-offs”). De este modo, los sujetos deben reconocer que la inversión selectiva, en un dominio funcional dado y en un cierto momento del curso vital, a menudo repercute en otros dominios y tiene implicaciones en momentos posteriores. Estas implicaciones

25


pueden ser positivas o negativas. En general, el desarrollo de capacidades de amplio espectro, polivalentes y multifuncionales conlleva intercambios positivos con fases posteriores, mientras que inversiones más estrechas limitan su aplicabilidad en otros dominios o fases. En consecuencia, se deben tomar decisiones sobre si continuar o no dedicando tiempo y esfuerzo en un dominio dado o cambiar a otro. Este manejo de transferencias es especialmente crítico para el adulto, “cuando los individuos deben regular múltiples dominios tanto secuencialmente como en paralelo” (Ibíd, pp. 180).

¿Cuál es la dinámica evolutiva de la OSC? El modelo OSC intenta caracterizar aquellos procesos que en su orquestación coordinada dan lugar a los resultados evolutivos deseados a la vez que minimiza los no deseados. Los tres componentes interactúan dando lugar a un sistema conductual que busca siempre lograr el “desarrollo óptimo”. Como dicho modelo no identifica ni el contenido ni la forma de dichos resultados deseables, es aplicable a un amplio rango de variaciones en metas y recursos para el desarrollo. Además, dependiendo del nivel de análisis elegido (microconductual, individual, social, etc.) se requerirán diferentes niveles de medida y especificación del modelo. Finalmente Baltes, Lindenberger y Staudinger (1998) señalan que el hecho de que una conducta dada se interprete como selección, optimización o compensación vendrá condicionado por la multicausalidad y multifuncionalidad del desarrollo. En un punto ontogenético dado, determinada conducta adquiriría valor compensatorio (p. ej. aprender técnicas no verbales de comunicación por pérdidas en el habla) mientras que en momentos posteriores o en otros contextos, esas mismas conductas se convierten en técnicas de optimización (p. ej. para mejorar la ejecución de un actor).

Por su alto grado de generalidad y de consistencia entre los distintos niveles de análisis, el OSC puede relacionarse y permitir la “reconstrucción” de otras teorías evolutivas como la piagetiana o la eriksoniana o vincularse a otras corrientes actuales en Psicología del Desarrollo como la teoría de los sistemas dinámicos (Thelen y Smith, 1998). En ese sentido, el modelo OSC y otros similares nos parecen ejemplo del esfuerzo por identificar principios sistémicos reguladores del desarrollo a lo largo del ciclo vital y del poder generativo que a nivel teórico (o mejor dicho metateórico), puede tener un enfoque de ciclo vital. Todavía es un modelo necesitado de fundamentación empírica en todas las etapas del ciclo vital, pero constituye “una prometedora estrategia hacia la

26


comprensión de cómo emerge el desarrollo humano efectivo y de cómo los cambios evolutivos en el ciclo vital en recursos, contextos y desafíos requieren una reorganización y transformación adaptativa de medios y fines” (Baltes et al., 1998).

6.- La Plasticidad. La plasticidad del desarrollo, hace referencia a la modificabilidad en el curso evolutivo, a la variabilidad intraindividual. El ser humano, en cualquier punto de su vida, posee un potencial para cambiar hacía formas de conducta o desarrollo diferentes de las que posee. Esta plasticidad podría manifestarse en el grado en que las mismas personas exhiben distintos comportamientos si se exponen a condiciones de vida diferentes.

La perspectiva del Ciclo Vital, en convergencia con la reciente biología evolutiva (Gottlieb, Wahlsten y Lickliter, 1998), ha insistido en una visión interactiva y dinámica de las relaciones entre genes y ambiente, lejos de cualquier determinación basada genéticamente. En este sentido, la especie humana dedica, comparativamente, una mayor proporción de la ontogenia a desarrollar la capacidad para la plasticidad que otras especies de mayor rigidez comportamental. La plasticidad deviene entonces un fenómeno evolutivo. El nivel de plasticidad alcanzado por el ser humano o por cualquier otra especie animal a lo largo de su vida es el resultado “de la relación temporalmente cambiante y dinámica entre naturaleza y cultura” (Lerner, 1998a, p.4).

De esta manera el concepto de plasticidad, o mejor dicho, de relativa plasticidad, se convierte en la base de esa noción de desarrollo pluralista que defiende la Psicología del Ciclo Vital. Se opone, por ejemplo, a la tradicional “concepción del ciclo vital como U invertida” (Guillèron, 1980; en Triadó y Villar, 1997), que lo caracteriza como una función del crecimiento, seguido de estabilidad tras la que sobrevendría un período de fuerte declive. Específicamente, el concepto de plasticidad “ilumina la postura metateórica de que cualquier curso del desarrollo no es sino uno de entre la multitud de potencialidades; que la naturaleza del desarrollo humano no está fijada; y que (excepto el hecho de la finitud) no hay un único estadio final en el desarrollo humano” (Baltes, Lindenberger y Staudinger, 1998, pp. 1048).

El trabajo sistemático en relación con la plasticidad dio lugar con el tiempo a nuevas diferenciaciones en el concepto. Dos de ellas nos parecen de interés (Baltes, 1987; Baltes, Lindenberger y Staudinger, 1998):

27


a) Los cambios con la edad en la plasticidad y las diferencias interindividuales en la misma. La investigación sobre entrenamiento cognitivo en la adultez y vejez, no sólo demostró la plasticidad en el desarrollo sino que también trató de señalar sus límites y el rango de posible desarrollo. Esta estrategia es similar a las investigaciones de tradición vygotskiana sobre la zona de desarrollo proximal en niños (Valsiner, 1998). El envejecimiento cognitivo muestra las dos caras de la plasticidad de manera simultánea. Por una parte, se acumula la evidencia de considerable plasticidad en los sujetos mayores. Por otra, hay también evidencia de pérdidas en plasticidad asociadas con el envejecimiento.

b) Baltes (1987) diferencia entre el nivel base de ejecución, el nivel máximo de ejecución y la capacidad de reserva evolutiva. El nivel base de ejecución se refiere al punto de partida de un individuo en un momento dado; el nivel máximo de ejecución indica hasta dónde puede llegar cuando todas las fuerzas converjan en la misma dirección, y el nivel de reserva evolutiva es la capacidad de cambio que le queda después de una intervención inicial. Esta distinción resulta básica dentro de la estrategia evaluadora de “comprobación de los límites” (“testing the limits”) como procedimiento para medir la plasticidad en el desarrollo. La línea base de la capacidad de reserva identifica el nivel de plasticidad actual en los individuos y se refiere al nivel máximo del potencial de ejecución de una persona cuando todos los recursos están disponibles para la mejora de esa ejecución. La capacidad de reserva evolutiva se determina a través de la especificación de lo que es posible en principio si una serie de intervenciones optimizadoras se emplean como medio para estimar el potencial ontogenético. Denota por tanto, el incremento en la capacidad de reserva tras una intervención.

Hay importantes implicaciones derivadas de la constatación de la relativa plasticidad. La principal de ellas es que legitima una búsqueda activa a través del ciclo vital de aquellas características de las personas y de sus contextos que, conjuntamente, pueden influir en el diseño de políticas y programas

28


optimizadores del desarrollo. Esa capacidad para el cambio es pues, la base que posibilita y estimula cualquier intervención evolutiva en cualquier período del curso vital humano (Lerner et al., 1994).

7.- El contextualismo ontogenético e histórico como paradigma. Este apartado, parte de la consideración del concepto de desarrollo como vinculado a un espacio y a un momento histórico determinado. Por ello, no se puede entender el desarrollo ontogenético sin atender al contexto en el que se da (Elder, Modell y Parke, 1993; Baltes, Lindenberger y Staudinger, 1998; Elder, 1998; Baltes et al., 1998), hallando evidentes diferencias transculturales y generacionales. Los factores culturales cambian constantemente, al igual que ocurre con los biológicos.

Baltes, Reese y Lipssitt (1980) señalan a los factores normativos de edad, los históricos y los no normativos, como los responsables del cambio inter e intraindividual, siendo ellos mismos susceptibles de cambio. Según señalan Baltes, Reese y Lipsitt (1980) y Gottlieb (1997), el verdadero causante del cambio no serían los diferentes factores en sí mismos (biológicos, históricos, ...) sino las relaciones existentes entre ellos.

Sistemas de influencia que regulan la naturaleza del desarrollo a lo largo del ciclo vital

Baltes, Cornelius y Nesselroade (1978) resumen en la figura anterior un enfoque multicausal que parece ser necesario para explicar la complejidad del desarrollo a lo largo de todo el ciclo vital. El esquema postula tres conjuntos

29


principales de influencias en el desarrollo individual: normativos relacionados con la edad, normativos relacionados con la historia y acontecimientos vitales no normativos. Estos tres conjuntos de influencias interaccionan en la producción de los procesos de cambio evolutivo, generando un conjunto de preguntas coordinadas acerca de las causas del desarrollo a lo largo de todo el ciclo vital.

Para Baltes (1998), las influencias normativas relacionadas con la edad se refieren a determinantes biológicos y ambientales que muestran una alta correlación con la edad cronológica. Son aquéllas que normalmente se consideran en la psicología evolutiva tradicional. Ejemplos de estas influencias relacionadas con la edad son la maduración biológica y la socialización cuando es considerada como algo consistente en la adquisición de una serie de roles o competencias normativas relacionadas con la edad.

Las influencias normativas relacionadas con la historia consisten en acontecimientos, e incluso normas, completamente generales experimentados por una unidad cultural dada en conexión con el cambio biosocial, tal como se evidencia, por ejemplo, en los efectos generacionales (Baltes, Cornelius y Nesselroade, 1978). Como sucedía con las influencias normativas relacionadas con la edad las influencias de tipo histórico pueden implicar tanto características ambientales como biológicas. Dichos efectos de cambio biosocial varían con el tiempo histórico y pueden producir constelaciones únicas de influencias relacionadas con una generación.

Se distinguen habitualmente dos tipos de influencias normativas históricas (Baltes, 1987): las que muestran efectos continuos y duraderos a largo plazo (p. ej. evolución del sistema educativo o laboral, la industrialización y modernización de un país, etc.) y las que son más específicas y puntuales como una guerra. La Guerra Civil Española constituye sin duda el ejemplo prototípico de este segundo tipo de influencias, que afectó diferencialmente al desarrollo de varias generaciones (Serra et al., 1989).

Las influencias no normativas en el desarrollo a lo largo de todo el ciclo vital, finalmente, se refieren a determinantes ambientales y biológicos que, aunque significativos en su efecto sobre historias vitales individuales, no son generales. No ocurren a todo el mundo ni tienen lugar necesariamente en secuencias o patrones fácilmente discernibles o invariables. Ejemplos de esto

30


son los acontecimientos y patrones de acontecimientos relacionados con actividades profesionales (desempleo), vida familiar (divorcio, muerte de otra persona significativa) o salud (enfermedades serias).

Para Baltes (1998) la figura anteriormente presentada, sugiere que los tres conjuntos de influencias interactúan entre sí. Las flechas orientadas hacia la derecha indican que también tienen efectos acumulativos y pueden cambiar con el tiempo. Es importante reconocer que existe una convergencia entre la complejidad del desarrollo a lo largo de todo el ciclo vital como hemos visto en las características anteriores y el sistema multicausal de influencias postulado en este punto. Ello es así porque la diversidad y discontinuidad en las influencias (en relación con su contenido, secuencia, duración, patrones, etc.) son prerrequisitos para la diversidad en los resultados evolutivos.

Respecto a si ¿son igualmente importantes los tres tipos de influencias a lo largo del ciclo vital? Baltes, Reese, y Lipsitt (1980) sopesaron la hipótesis de un perfil general de relativa incidencia de cada categoría en distintas fases del ciclo vital. Resulta plausible esperar que las influencias relacionadas con la edad tengan un peso mayor en la infancia, en la adolescencia temprana y durante el proceso de envejecimiento, mientras que las influencias relacionadas con la historia vayan cobrando fuerza más allá de la niñez, a lo largo de los años adolescentes y de la adultez. Se reconoce así la importancia del contexto sociocultural en la transición a la vida adulta. Finalmente, se propone que las influencias debidas a sucesos no normativos sean particularmente significativas durante la mediana edad y vejez, reflejando el incremento de variabilidad interindividual producida por la experimentación de sucesos únicos por parte de cada persona.

9.- El estudio del desarrollo es multidisciplinar. Dado que la complejidad de los estudios evolutivos rebasa lo puramente psicológico y que en el concepto de desarrollo intervienen tantos factores biológicos, histórico-sociales, psicológicos,..., debe ser estudiado por diferentes disciplinas, no pudiendo circunscribirnos únicamente a la perspectiva psicológica puesto que caeríamos en un reduccionismo evidente. Se requiere una interdisciplinariedad en la medida que los cursos de la vida individual debe ser analizados desde una perspectiva más amplia que las meras categorías psicológicas.

31


La Psicología del Desarrollo, al igual que otras disciplinas, va adquiriendo cada vez más el carácter interdisciplinario. Se entiende por “interdisciplinariedad” el encuentro y la cooperación entre dos o más disciplinas, aportando cada una de ellas en el plano teórico o/y de investigación sus propios esquemas conceptuales, una forma de enfocar los problemas y métodos de investigación.

3.- EL PROCESO DEL ENVEJECIMIENTO.

A la hora de plantearnos la entrada en el periodo evolutivo de la vejez, surgen diferentes perspectivas acerca de cuál es la edad que debe determinar este momento. Muchos gerontólogos discrepan con la idea de que los 65 años deban ser el indicador que señale nuestro ingreso en la edad avanzada, incluso se plantean, que si se debiera escoger un indicador cronológico, quizás una edad más apropiada sería entre los 75 y los 80 años, edad que determina el límite entre lo que se podría denominar anciano joven y anciano anciano. En cualquier caso en lo que sí existe una cierta coincidencia entre los diferentes autores, es que, es a partir de la séptima década cuando nuestro equilibrio físico se inclina más hacia la fragilidad que hacia lo vigoroso y surge como consecuencia una prevalencia de los problemas físicos, de las discapacidades y las deficiencias, que poco a poco van acelerándose.

Según Belsky, (1996) a medida que envejecemos, somos cada vez más susceptibles a las enfermedades. Cuando los cambios físicos experimentados con la edad avanzada se producen hasta un grado moderado, se denominan envejecimiento normal, pero, cuando estos cambios se aceleran o extreman, se denominan enfermedades crónicas. Además, incluso cuando alguno de estos cambios fisiológico no se convierte directamente en una enfermedad crónica concreta, sucede que nos debilita y, por esta razón, nos hace más vulnerables a diversas enfermedades (Hayflick, 1987; Johnson, 1985). Así pues, la posibilidad de desarrollar tipos muy distintos de enfermedades aumenta a medida que la edad avanza.

Tal y como plantea Strehler (1962), para poder decidir si un cambio físico puede considerarse básico en el envejecimiento podemos utilizar el criterio de que el cambio o bien sea deletéreo (mortífero) o bien que produzca un empeoramiento en el funcionamiento y que sea progresivo, volviéndose

32


gradualmente más intenso a medida que transcurren los años. Siguiendo esta línea podremos diferenciar aquellos signos reales de envejecimiento biológico, y que por tanto debemos controlar, de aquellos que no lo son.

Para Vega y Bueno (1996), por lo que respecta a los aspectos biológicos, podemos identificar los signos corporales del envejecimiento. Cuando envejecemos tenemos más dificultad para ver los objetos. Nuestros ojos enfocan los objetos con mayor dificultad y perdemos agudeza visual. Oímos con mayor dificultad, no sólo los ruidos y los sonidos que nos permiten desenvolvernos fácilmente en el medio físico, sino también la voz humana. Nuestra capacidad para detectar y diferenciar olores diminuye. Los movimientos corporales se hacen más lentos y tenemos menos fuerza física. El pelo se vuelve blanco y la piel rugosa. Sin embargo, y tal y como plantean Vega y Bueno (1996) conocemos muy poco sobre las causas del envejecimiento biológico, según estos autores ¿Por qué envejecemos? es una pregunta que todavía no tiene una respuesta cierta.

3.1.- Cambiando con el tiempo: una primera aproximación al envejecimiento.

Para Lehr (1980), la investigación científica de los procesos de envejecimiento ha sido considerada durante mucho tiempo como algo exclusivo de la medicina, desempeñando un papel decisivo a este respecto el deseo de prolongar la vida, así como el descubrimiento de posibilidades y medios de alcanzar tal prolongación. Se ha destacado siempre la cuestión relativa al modo de envejecer de la manera más sana y mantenerse dueño de las propias energías. Se comprende, pues, que la mayoría de tentativas destinadas a definir o describir el proceso de envejecimiento arranquen de fundamentos biológicos (Curtis 1966, 1968; Bischoff, 1969; Palmore, 1970) y se orienten de acuerdo con las teorías biológico-fisiológicas (Birren, 1996; Kandel, 1998; Mora, 2001; COP, 2002).

Según San Martín (1997), el envejecimiento, se entiende de una forma general como los cambios y modificaciones morfológicas, psicológicas, fisiológicas y bioquímicas que aparecen en nuestro organismo como una secuencia de su funcionamiento en el tiempo, planteándose como un proceso que comienza mucho antes de lo que socialmente se entiende.

33


En el libro “La vejez: perspectivas sobre el desarrollo humano”, Kalish

(1996) nos hace reflexionar a este respecto indicándonos que:

“... en el tiempo en que ha leído las doce primeras palabras de esta frase ha

envejecido: ha tomado parte del fenómeno universal que ocurre a los humanos

y otros animales, en los objetos animados e inanimados, en las ideas y en las

culturas. Ha envejecido, ha cambiado, ha avanzado un escalón más hacia su

propia e inevitable muerte. Cierto es que puede preferir el término «desarrollo»

en lugar de «envejecimiento», desde el momento en que uno implica un futuro

ilimitado y el otro sugiere un proceso decreciente. Pero el concepto que se

prefiera no altera el hecho de que está cambiando con el tiempo, de que está

envejeciendo”.

Con este planteamiento, el autor quiere enfatizar que el desarrollo

humano y su existencia es un continuo y que el envejecimiento no es un hecho

que se da en un momento cronológicamente puntual, sino que es un proceso

que transcurre a lo largo del tiempo, de una forma dilatada, en el que

intervienen múltiples variables que producen efectos distintos, unos

acumulativos, otros compensatorios y con una serie de características

diferenciales muy acusadas.

Para Muñoz y Alix (2002), el envejecimiento es un proceso natural,

gradual, con cambios y transformaciones que se producen a nivel biológico,

psicológico y social, que aparecen en el transcurso de los años y van unidas al

desarrollo y al deterioro.

Desde su punto de vista, al igual que el de muchos de los profesionales

que trabajan en este campo, el envejecimiento ha estado más cercano al

segundo de los conceptos referidos, percibiéndose como un proceso de

deterioro al que se llega a cierta edad y tras un periodo de desarrollo, pero se

hace necesario dotar de una conceptualización más moderna en la que se ligue

el concepto de envejecimiento al desarrollo porque ambos procesos siguen

caminos paralelos. Así, el envejecimiento no se concebirá como un proceso

involutivo y de retorno a estadios anteriores, sino como un proceso de

evolución en el que las modificaciones psicológicas profundas del individuo

aparecen a lo largo de todo su ciclo vital.

34


3.2.- Hacia un nuevo concepto de Psicología del Envejecimiento.

Este nuevo concepto del envejecimiento al que queremos hacer referencia, parte de la idea de que este proceso no es exclusivamente de orden involutivo, algo que de entrada es avalado por el hecho de que muchas personas mayores conservan una excelente calidad de vida. Los avances en la medicina, el mayor nivel cultural de la población, su calidad de vida, etc. acentúan la correlación que existe entre el envejecimiento con los procesos de maduración y las interacciones que éste establece con el ambiente que le rodea. Estas interrelaciones permiten considerar al envejecimiento como un proceso heterogéneo, variable e interindividual (Muñoz y Alix, 2002).

Para Palacios (2001), aunque no existe todavía un acuerdo generalizado al respecto de en qué consiste el envejecimiento y cuáles son sus causas, en cambio sí que existe un amplio consenso en distinguir lo que se denomina el envejecimiento primario y secundario.

El envejecimiento primario, según Belsky (2001), implica los cambios graduales e inevitables que aparecen en todos los miembros de una especie, así, se refiere a los procesos de deterioro biológico genéticamente programado en el que los diferentes procesos ocurren incluso en las personas con mejor salud y sin enfermedades importantes. Por ejemplo, tal y como plantea Palacios (2001), las células están programadas para envejecer como lo demuestra el hecho de que no se pueden dividir infinitamente para producir células nuevas, siendo su capacidad de regeneración limitada. Hartley, Creider y Furchet, determinaron en 1991 que nuestras células se desdoblan unas 50 veces en nuestra vida y que en cada una de estas divisiones, los cromosomas pierden algunos fragmentos de sus extremidades (telómeros), que son excelentes indicadores de la edad de las células. Lo que actualmente se está investigando a este respecto es si los telómeros son simples indicadores o si por el contrario son los verdaderos responsables del envejecimiento. Simultáneamente, el mismo equipo de investigadores, está analizando la naturaleza de las llamadas “células inmortales” que se han identificado en los cánceres; estas células secretan una “enzima telomeraza” capaz de fabricar los fragmentos de telómeros que faltan a los cromosomas (San Martín, 1997).

Así, podemos afirmar que el cuerpo humano está diseñado y programado para morir, teniendo un potencial máximo de vida estimado entre

35


110 y 120 años. El envejecimiento primario es por tanto inevitable, universal e irreversible.

El envejecimiento secundario, para Belsky (2001), es el deterioro corporal producido por fuerzas dañinas externas y evitables, y que se relacionan con factores controlables, tales como la nutrición, el ejercicio físico, los hábitos de vida y las influencias del ambiente. A este respecto, hay personas que pueden vivir sin experimentar todos o algunos de los efectos de este tipo de envejecimiento y que por tanto se convierte en algo predecible, evitable y no universal. Para Palacios (2001), muchos trastornos y enfermedades que observamos en adultos y ancianos no son consecuencia del primario sino de este tipo de envejecimiento que es evitable y no universal.

Por último, también se propone la existencia de un envejecimiento terciario, relacionado con la hipótesis del “bajón terminal”. Así, y de acuerdo con numerosos estudios longitudinales parece que a medida que se acerca la muerte de una persona se producen deterioros generalizados en su nivel de funcionamiento psicológico. Tales deterioros suelen ser más acusados cuanto más cerca de la muerte se encuentra el anciano. La capacidad de adaptación disminuye, todas las habilidades cognitivas se deterioran, la personalidad se desestabiliza y se hace más vulnerable a las situaciones. Estos tres tipos de envejecimiento interactúan entre sí y añaden sus efectos mutuos.

Históricamente, todos estos procesos, universales, no universales, reversibles o no reversibles, han sido estudiados a través de la disciplina científica denominada Gerontología, y que según Muñoz y Alix (2002), designa a todas las disciplinas ligadas al estudio de este proceso e implicando una concepción más amplia que el estudio de lo puramente biológico, abarcando todos los problemas propios del envejecimiento.

De esta manera podemos entender que la gerontología es un campo multidisciplinario, en el que el estudio del envejecimiento combina o integra la información procedente de varias áreas de estudio. La biología, la sociología y la psicología constituyen las áreas troncales o básicas, junto con contenidos procedentes de muchas líneas de investigación como la política pública, las humanidades y la economía.

Así, la gerontología puede quedar definida como el estudio de los procesos de envejecimiento y de los individuos conforme vayan pasando desde

36


la vida media hacia etapas posteriores e incluye:

- el estudio de los cambios físicos, mentales y sociales en las personas mayores conforme van envejeciendo.

- la investigación de los cambios en la sociedad que resultan del envejecimiento de nuestras poblaciones.

- la aplicación de estos conocimientos a las políticas y programas desarrollados.

Así, para desarrollarse este campo de la ciencia, se debe adoptar una actitud de comprensión recíproca y de realizar intercambios de experiencias con las demás ciencias. Sólo desde esta perspectiva se puede practicar la multidisciplinariedad como parte esencial de este campo de investigación e intervención.

Goldhaber (1986), se vale de una analogía para explicar la naturaleza de los organismos y plantea que si analizamos el proceso de formación del agua o de la sal común veremos que cada uno está formado por la interacción de dos elementos básicos, pero que ninguno de estos elementos básicos por sí solos tienen el sabor a sal o la humedad propia del agua, sino que se forman cuando sus respectivos elementos se combinan. Son el resultado de la interacción continua.

Por otra parte, en el campo de la Psicología, tras la introducción del término “aging”, en 1991, descriptores como “geriatrics” o “gerontology” entraron en desuso, orientandose hacia Psychology of Aging (PSICOLOGÍA DEL

ENVEJECIMIENTO). Este concepto difiere de otros anteriores como el de Psicología de la Vejez, que se refiere al estudio de las personas mayores en la última etapa de su vida sin considerar la interrelación con etapas anteriores. O del de Psicología de la Edad, centrado básicamente en las diferencias relacionadas con la edad. Para estos autores el concepto de Psicología del Envejecimiento, nos encamina hacia una perspectiva evolutiva, del estudio del proceso del envejecimiento, tanto a nivel intra como interindividual, considerando además como objetivos de la descripción y explicación del cambio evolutivo la optimización del mismo.

37

Tema 1: Fundamentos teóricos y conceptuales de la …€¦ · · 2010-06-02... Fundamentos...

Documents

Transcript of Tema 1: Fundamentos teóricos y conceptuales de la …€¦ · · 2010-06-02... Fundamentos...