Tema2 2ºbach
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2º BACHILLERATO
2. CRISIS DE LA MONARQUÍA BORBÓNICA LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA Y LOS COMIENZOS DE LA REVOLUCIÓN LIBERARL LA CONSTITUCIÓN DE 1812 1
2 CRISIS DE LA MONARQUÍA BORBÓNICA
LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA Y LOS COMIENZOS DE LA REVOLUCIÓN LIBERAL
LA CONSTITUCIÓN DE 1812
1. INTRODUCCIÓN
En el período que va desde el estallido de la Revolución Francesa (1789) hasta 1815, España es testigo de un
escenario que le llevará a una de las guerras más crueles jamás sufridas en nuestro país. Durante este conflicto
tuvo lugar, además, la gestación de la España liberal y el primer texto constitucional redactado en nuestro país,
la Constitución de 1812
2. LA CRISIS DEL REINADO DE CARLOS IV
2.1. LA MONARQUÍA DE CARLOS IV (1788-1808)
El reinado de Carlos IV fue totalmente diferente al de su padre, Carlos III. Una de las primeras medidas que tomó
al acceder al trono fue la de prescindir de los ministros ilustrados con los que contó su padre (como Jovellanos,
Frolidablanca o el conde de Aranda) y confiar el gobierno a Manuel de Godoy, un joven militar procedente de
la pequeña nobleza extremeñe. Igualmente frenó las reformas iniciadas por su padre.
Los problemas para Carlos IV comenzaron muy pronto, pues al año siguiente de su coronación estalló la
Revolución Francesa. La reacción de la corona fue el aislamiento de España para evitar el contagio revolucionario
(“Cordón sanitario”), llegando incluso a editarse un índice de libros prohibidos.
La ejecución del rey francés Luis XVI en 1793 impulsó a España a declararle la guerra a la Convención francesa.
La derrota ante los franceses invierte las alianzas y España se convierte en satélite de la república francesa con
la Paz de Basilea (1795). Esta nueva alianza le lleva a la guerra con Reino Unido y el desastre franco-español en
la Batalla de Trafalgar (1805), donde es destruida la flota de guerra española. Esto supuso la suspensión de las
relaciones comerciales con las colonias americanas y, por lo tanto, un desastre económico para nuestro país.
2.2. EL MOTÍN DE ARANJUEZ
El desastre de Trafalgar acentuó la crisis de la Hacienda real. Para luchar contra el desastre económico, Godoy
recurrió al endeudamiento de la corona y a la reforma fiscal donde planteaba el aumento de las contribuciones
y la desamortización de las tierras de la Iglesia. Estas medidas no hicieron más que aumentar la enemistad que
ya existía entre Godoy y la alta aristocracia y la Iglesia. El campesinado, por su parte, no podía soportar ya más
cargas impositivas, lo que aumentó su malestar con el gobierno. La caída del mercado interior como
consecuencia de la reducción del comercio con América, aumentó las hambrunas, epidemias y la mortandad.
Entre los enemigos de Godoy se encontraba el propio Príncipe de Asturias, Fernando, quien temía verse
desplazado.
En el exterior Godoy continuó con la alianza con Francia, firmando el Tratado de Fontainebleau (1807) por el
que España permitiría a las tropas francesas atravesarla para atacar Portugal, aliada de Gran Bretaña. Este
tratado establecía un futuro reparto de Portugal entre España, Francia y el propio Godoy. No obstante, la
entrada masiva de los franceses y la desconfianza del pueblo ante una posible invasión del país desencadenó en
el motín en Aranjuez (1808). La familia real se había refugiado en el palacio de Aranjuez ante el temor de que
HISTORIA DE ESPAÑA
BLOQUE II. CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN 2
en realidad se produjera una verdadera invasión francesa. Este motín pretendía la destitución de Godoy y la
renuncia del rey en favor de su hijo, Fernando VII.
Carlos IV escribe a Napoleón, explicándole lo sucedido, pidiéndole ayuda para recuperar el trono. El emperador
francés constató la debilidad y la incapacidad de los reyes españoles y se decidió por fin a hacerse con la corona
española. Napoleón cita a padre e hijo en Bayona, donde se produce uno de los episodios más vergonzosos de
nuestra historia, pues Fernando VII devuelve la corona a su padre, quien a su vez abdica en favor de Napoleón.
Éste, legitimado por las abdicaciones, nombra rey de España a su hermano mayor, José I Bonaparte, conocido
popularmente como “Pepe Botella”
2.3. LA MONARQUÍA DE JOSÉ I (1808-1813)
Napoleón consideraba al régimen español anticuado y su hermano intentó emprender una serie de
reformas para acabar con el Antiguo Régimen. Una de las primeras medidas llevadas a cabo por José
I fue la redacción de un texto pseudoconstitucional denominado Estatuto de Bayona. Éste consistía
en una carta otorgada por la cual el rey se comprometía a establecer una serie de reformas liberales,
y reconocía la igualdad de los españoles ante la ley, aunque el poder seguía emanando del rey que
controlaba el gobierno y promulgaba las leyes.
Como rey de España, José I desamortizó parte de las tierras del clero, desvinculó los mayorazgos y las
tierras de las manos muertas y abolió el régimen señorial. Se realizó asimismo una reforma impositiva
y se estableció un sistema de acceso a los cargos públicos.
A pesar de estas medidas el nuevo rey contó con escasos apoyos y una incomprensión generalizada.
Sus actuaciones estaban subordinadas a las necesidades militares de Francia, y las violentas
actuaciones de las tropas napoleónicas (con detenciones y fusilamientos) pusieron al grueso de la
población en su contra.
3. LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (1808-1814)
3.1. DIVISIÓN IDEOLÓGICA Y POLÍTICA
La invasión francesa dividió a la población de España en varias corrientes políticas e ideológicas. Las posturas
ideológicas se polarizaron condicionadas por las nuevas ideas revolucionarias importadas de Francia frente al
naciente nacionalismo y a la defensa de la patria y del Antiguo Régimen por parte de aquellos que temían perder
sus privilegios.
Una pequeña parte de los españoles, a los que se les llama afrancesados, entre los que había intelectuales, altos
funcionarios y parte de la nobleza, aceptaron a José I creyendo en sus reformas modernizadoras, controladas
desde el poder. Al fin de la guerra, los que no fueron detenidos tuvieron que exiliarse.
La mayoría de la población formó el frente patriótico, oponiéndose a la invasión pero con posiciones diferentes.
Así, la nobleza quería la vuelta de Fernando VII y restauración de sus privilegios. Algunos ilustrados, como
Jovellanos, y liberales buscaban realizar reformas, pensando que la vuelta del rey las propiciaría para que se
mantuviera la monarquía pero modernizándose el país.
La burguesía, los intelectuales y los sectores claramente liberales veían la posibilidad de convertir a España en
un sistema liberal-parlamentario (soberanía nacional, división de poderes, constitución, defensa de la propiedad
privada y abolición de privilegios estamentales y gremiales).
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Finalmente, muchas personas no tenían ideología clara y vieron la guerra como una invasión extranjera,
luchando por la vuelta de Fernando VII y defendiendo todo el sistema que lo acompañaba. Es un grupo muy
influido por la Iglesia.
3.2. EL ESTALLIDO DE LA GUERRA (2 DE MAYO DE 1808)
Los españoles pensaban que Fernando VII estaba secuestrado por Napoleón, de modo que mientras ocurrían
los hechos de Bayona, el 2 de mayo de 1808 el pueblo de Madrid se levantó contra la presencia francesa y la
partida del resto de la familia real hacia Bayona. Aunque la represión francesa, al mando de Murat fue tremenda,
sirvió de ejemplo para que en toda España empezaran a producirse movimientos de resistencia ante las tropas
francesas.
En los primeros levantamientos empezaron a surgir las Juntas de Armamento y Defensa motivadas por la
desorganización existente y la poca iniciativa de las clases privilegiadas desconcertadas por las abdicaciones de
Bayona. Estas juntas pasaron de ser locales a organizarse provincialmente y a asumir la soberanía en ausencia
del Rey, declarando la guerra a Napoleón y buscando la alianza con Gran Bretaña.
En septiembre de 1808, tras la batalla de Bailén, estas juntas enviarán representantes a Aranjuez para formar la
Junta Suprema Central Gubernativa del Reino, que asumió todo el poder y se dedicó a coordinar la lucha. Esta
Junta reconocía a Fernando VII como el rey legítimo.
3.3. EVOLUCIÓN DE LA GUERRA
Desde el punto de vista bélico, el ejército español no podía oponerse a las fuerzas francesas, superiores en
número y armamento así que optaron por dos modalidades para impedir su avance. Los sitios (las ciudades
cercadas por los franceses resistían la falta de alimentos, agua y los bombardeos con el fin de desgastar al
ejército francés) y la guerrilla (partidas espontáneas de lucha formadas por gente diversa (campesinos,
sacerdotes, burgueses,…) organizadas en torno a un jefe que solía proceder de las élites culturales. Éstas tenían
como ventaja el conocimiento del terreno y el apoyo de la población, y actuaban mediante incursiones que
desgastaban a los franceses impidiendo un enfrentamiento en campo abierto.
La Guerra de la Independencia española pasó por tres fases:
1ª ETAPA (1808)
Al comienzo de la guerra, Napoleón concibió la invasión de toda la Península disponiendo estratégicamente
sus tropas en Barcelona, Vitoria y Madrid, y no esperaba encontrar resistencias en un pueblo e instituciones
atrasados y sin monarcas, con lo cual los primeros sitios como el de Zaragoza les provocaron enormes
retrasos en su plan. Profundo impacto tuvo la derrota de Bailén (julio 1808), que impidió la conquista de
Andalucía y obligó a los franceses a replegarse al norte del Ebro y a José I a abandonar Madrid.
2ª ETAPA (1808-1812)
Ante tal situación, el propio Napoleón se desplazó a España y desde el otoño de 1808 avanzó con un gran
despliegue de hombres hasta el sur peninsular. En enero de 1809 José I entra de nuevo en Madrid.
En estos momentos, el ejército tradicional español no podía oponerse al avance de las fuerzas francesas. Por
ello, se empleó la guerrilla anteriormente citada.
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3ª ETAPA (18012-1814)
La campaña de Rusia obligó a Napoleón a disponer del grueso de su ejército en el este. La retirada de gran
parte de contingente francés complica la situación de José I, quien tiene que luchar contra la resistencia
española, que recibe el apoyo británico con un ejército al mando del general Welllington.
La batalla de los Arapiles (1812) marca un punto de inflexión y fuerza a los franceses replegarse. La ofensiva
anglo-española y las victorias en San Marcial y Vitoria provocaron el final de la guerra y la expulsión de los
franceses de la Península. En 1813 Napoleón decide firmar la paz y permitir la vuelta de Fernando VII
mediante el Tratado de Valençay.
3.4. BALANCE DE LA GUERRA
Tras la Guerra de la Independencia España quedó completamente arrasada con más de 300000 víctimas en un
país de 10,5 millones de habitantes. Las pérdidas materiales fueron cuantiosas, ciudades destruidas, patrimonio
nacional expoliado por el ejército francés, campos de cultivo arrasados, industrias destrozadas,… El final de la
guerra supuso también un estigma social, pues parte de los intelectuales, artistas y funcionarios españoles que
habían apoyado a los franceses en su ocupación tuvieron que huir al país vecino.
La división social entre conservadores y liberales, el sentimiento de odio a lo francés (alimentado por la Iglesia),
la mayor participación militar en la vida política y el inicio ideológico del proceso de independencia americano
son también consecuencia directa de la guerra. Fue además el primer intento en nuestro país de llevar a cabo
una revolución liberal y acabar con el Antiguo Régimen.
4. LAS CORTES DE CÁDIZ (24 septiembre de 1801 0-19 marzo 1812)
4.1. LA CONVOCATORIA DE LAS CORTES
La guerra había obligado a desplazar la sede de la Junta Suprema Central desde Madrid a Extremadura, más
tarde a Sevilla y, por último, en 1810, a la Isla de León, San Fernando. En enero de 1810 la Junta Suprema Central
se disuelve ante los continuos fracasos en la guerra. Poco antes de su disolución había convocado a Cortes, que
tendrían un carácter constituyente. Tras la desaparición de la Junta Central se designa un Consejo Supremo de
Regencia, presidido por el general Castaños, cuyo principal objetivo sería la organización de las Cortes.
Las Cortes se inauguraron el 24 de septiembre de 1810 en San Fernando. Los diputados fueron elegidos por
sufragio universal indirecto y acudieron representantes del territorio peninsular y colonial. Debido a la guerra,
gran parte de la nobleza y jerarquía eclesiástica no consiguió llegar y se les buscó suplentes entre la población
gaditana. Cádiz se había convertido durante la guerra en refugio de intelectuales y burgueses liberales, lo que
explicaría en parte el sesgo liberal de la Constitución, máxime cuando entre los diputados predominaron las
clases medias con formación intelectual. Desde el primer momento, se aprueba que en ellas resida la soberanía
nacional, se establece la división de poderes y acuerdan mantener la monarquía de Fernando VII. Ante el
complicado asedio francés al que se ven sometidas, la asamblea termina trasladándose a Cádiz.
Estas Cortes fueron Asamblea Constituyente hasta el 19 de marzo de 1812, día que se promulgó la Constitución.
En este tiempo, los diputados se dividieron en tres tendencias: jovellanistas, a favor de mantener al rey y las
Cortes como instituciones tradicionales; los liberales, que quieren reformas radicales y creen en la soberanía
nacional, identificando tercer estado con nación; y los absolutistas, quienes defienden el poder absoluto del rey.
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4.2. LA CONSTITUCIÓN DE 1812 “LA PEPA”
Una comisión en el seno de las Cortes se encargó de recibir las propuestas de los diputados y redactar la
Constitución. Ésta se promulgó el 19 de marzo de 1812, día de San José, por lo que se conoció popularmente
como “La Pepa”.
La Constitución de 1812 contiene una declaración de derechos del ciudadano (libertad de pensamiento, de
opinión, de imprenta –aunque se mantiene la censura de textos religiosos-, igualdad ante la ley, derecho de
propiedad,…), reconocía que la soberanía recaía en la nación (no en el rey), establecía una monarquía
constitucional, la separación de poderes y el sufragio universal masculino e indirecto. La Iglesia intervino en su
redacción de ahí la confesionalidad católica del Estado y la prohibición de otra religión (art. 12) o la idea de que
el rey lo era “por la gracia de Dios y la Constitución”
Se establece la división de poderes. El poder legislativo recaía en unas Cortes unicamerales cuyos diputados
ejercían su mandato durante dos años. Sus competencias consistían en la elaboración de leyes, la aprobación
de presupuestos y el control del ejército. Sobre el rey y sus ministros recaía el poder ejecutivo, podía además
elaborar leyes y poseía derecho a veto (aun así el monarca tenía limitaciones como no disolver las Cortes,
contraer matrimonio sin permiso de éstas o imponer impuestos). La administración de la justicia recaía sobre
los tribunales y se establecían los principios fundamentales de un Estado de derecho (códigos únicos para todos
los ciudadanos, garantías de los procesos, inamovilidad e independencia de los jueces,..)
Otros aspectos recogidos en la Constitución son la implantación de una educación primaria, pública y obligatoria;
deberes de los ciudadanos (obligación de contribuir a los gastos del Estado según bienes, obligación de defender
a la Patria,…); se dividía el territorio nacional en provincias, gobernadas por diputaciones; se registraba la
creación de un ejército permanente regulado por las Cortes y una Milicia Nacional a nivel local y provincial.
4.3. MEDIDAS COMPLEMENTARIAS
Además del texto constitucional, las Cortes de Cádiz aprobaron una serie de leyes y decretos destinados a
eliminar el Antiguo Régimen como la supresión de la Inquisición, abolición régimen señorial y señoríos
jurisdiccionales y desamortización de los bienes de órdenes religiosas con menos de 12 miembros por convento.
Desde el punto de vista de la economía se creó la Dirección general de Hacienda que realizó numerosas reformas
económicas como la ley agrícola (autorizaba cercamiento de cultivos, venta y transporte de productos,…), ley de
industria (libertad para establecer fábricas y derogación de ordenanzas gremiales), ley ganadera (supresión
derechos de la Mesta),…
5. CONCLUSIÓN
Con sus 10 títulos y 384 artículos, la Constitución de 1812, significó el inicio del constitucionalismo español. No
sólo fue la constitución española más extensa del siglo XIX sino que también sirvió de modelo para las de
Portugal, Nápoles e Hispanoamérica, siendo la más avanzada de su tiempo y convirtiéndose en bandera de las
reivindicaciones de la burguesía y del liberalismo. Estuvo tremendamente influenciada por las constituciones de
Estados Unidos (1787) y Francia (1791). A pesar de todo apenas tuvo vigencia, pues Fernando VII la derogó a su
vuelta en 1814, recuperándola después durante el Trienio Liberal y en la regencia de María Cristina.