Tengo Miedo - relato borrador

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Tengo miedo. Estoy en uno de esos momentos en que uno tiene todas las justificaciones para estar sentado en la cuneta. La espalda marchita. La cara enrojecida. Manos tiritonas. Poros evacuando sudor. Tirando escupos que juegan al caballito de bronce. Imaginar esto último me saca una sonrisa y levanto la mirada: qué mierda hago en este pueblo. Cipolletti, Argentina. Llegué anoche, mochileando. El micrero me dijo que aquí había un buen camping y acepté. Una vez entré al camping me di cuenta dónde estaba metido. Pueblo que parece sacado de una novela de Stephen King. Lo primero que hice al llegar al camping fue ir al baño. Primer indicio: baños churreteados hasta en las paredes. Mierda seca y también fresca. Las ventanas rotas y reconstruidas a la rápida en fragmentos de telaraña. Llaves rotas y sin agua. Un miniespejo trizado. Y un chico con los labios resecos con granitos de falopa. Ojos inyectados en sangre y amenazantes. Segundo indicio: armo mi carpa y uno de los encargados del camping me dice “che, acá son terriblemente territoriales y salvajes. Si se dan cuenta que no sos de aquí, tendré que desearte que pases una noche sin novedad”. Miré a mí alrededor. Y sí. Una vibración oscura, negativa daba una tensión muda de asecho felino. Tercer indicio: se dieron cuenta que no soy de acá. Unos chicos menores de 7 años vienen a mi carpa y la patean, le tiran tierra y me tiran tierra a mí. No sé qué hacer. Miro a sus padres riéndose. Hay por lo menos 200 personas en este camping y siento que si pudieran escupirme con la mirada, lo harían, lo hacen. Es más intimidante que un escupo, más humillante que tener colgando flema ajena en la cara. Tener un historial de años en peleas callejeras, vivir en el barrio más peligroso de Talagante, un par de detenciones en la comisaría local, nada de eso sirve acá. Cuando eres extranjero, y tienes cara de no ser de acá. Hay reglas que no manejo y no logro desenvolverme bien, cosa que sí podría en Chile. La gente pasa y me mira con odio. Con violencia. Por primera vez siento la falta de un pañal o un hoyo en la tierra. Me siento indefenso, absolutamente indefenso.

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Tengo miedo. Estoy en uno de esos momentos en que uno tiene todas las justificaciones para estar sentado en la cuneta. La espalda marchita. La cara enrojecida. Manos tiritonas. Poros evacuando sudor. Tirando escupos que juegan al caballito de bronce. Imaginar esto ltimo me saca una sonrisa y levanto la mirada: qu mierda hago en este pueblo. Cipolletti, Argentina. Llegu anoche, mochileando. El micrero me dijo que aqu haba un buen camping y acept. Una vez entr al camping me di cuenta dnde estaba metido. Pueblo que parece sacado de una novela de Stephen King.

Lo primero que hice al llegar al camping fue ir al bao. Primer indicio: baos churreteados hasta en las paredes. Mierda seca y tambin fresca. Las ventanas rotas y reconstruidas a la rpida en fragmentos de telaraa. Llaves rotas y sin agua. Un miniespejo trizado. Y un chico con los labios resecos con granitos de falopa. Ojos inyectados en sangre y amenazantes. Segundo indicio: armo mi carpa y uno de los encargados del camping me dice che, ac son terriblemente territoriales y salvajes. Si se dan cuenta que no sos de aqu, tendr que desearte que pases una noche sin novedad. Mir a m alrededor. Y s. Una vibracin oscura, negativa daba una tensin muda de asecho felino. Tercer indicio: se dieron cuenta que no soy de ac. Unos chicos menores de 7 aos vienen a mi carpa y la patean, le tiran tierra y me tiran tierra a m. No s qu hacer. Miro a sus padres rindose. Hay por lo menos 200 personas en este camping y siento que si pudieran escupirme con la mirada, lo haran, lo hacen. Es ms intimidante que un escupo, ms humillante que tener colgando flema ajena en la cara. Tener un historial de aos en peleas callejeras, vivir en el barrio ms peligroso de Talagante, un par de detenciones en la comisara local, nada de eso sirve ac. Cuando eres extranjero, y tienes cara de no ser de ac. Hay reglas que no manejo y no logro desenvolverme bien, cosa que s podra en Chile. La gente pasa y me mira con odio. Con violencia. Por primera vez siento la falta de un paal o un hoyo en la tierra. Me siento indefenso, absolutamente indefenso.

El guardia me dice que los baos se cierran de 10 de la noche hasta las 9 de la maana. Por temas de seguridad. Drogas, sexo, peleas, cosas del estilo. Lo dice como quien da el nmero de celular que tiene hace varios aos. Me acuesto con ropa y con un cuchillo en la mano. Afuera, a todo chancho, el Boca-River. Mal da para caer aqu. Todos pelendose. El chileno Fuenzalidaaaaaaa. Pero Fuenzalida es malo, as que no me preocupo por cmo sigue la frase. Escucho toda la noche pasos a m alrededor, peleas, golpes, gritos. Tengo miedo. Apenas dieron las 6 de la maana y algo de sol comenz a salir, desarm la carpa y me fui al terminal de buses de Cipolleti. En el camino un desfile de ebrios por un lado, y por el otro uno de prostitutas. Lo que nunca me haba dado miedo, ahora me estremece. En el terminal pareciera que trabajan los mismos que anoche estaban en el camping: no me quieren vender pasajes. Se dan cuenta que soy chileno. No me quieren vender y me quedo encerrado en este pueblo. Me siento en la cuneta. Quiero irme.

Me puse a hacer dedo y se me acerca un polica. Y vos de qu vienes arrancando?. De nada, por qu?Ah me explic: Cipolletti es un pueblo donde llega gente arrancando de la ley. Por asesinatos, trfico de drogas, y todo tipo de motivos para que alguien quiera esconderse. Pasan las horas y nadie me lleva a dedo. Son las 9pm. Vuelvo al camping.