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1 Maestría Teoría II Condiciones y posibilidades del conocimiento sobre el pasado Silvia Pappe Margarita Olvera Serrano 2014 Posgrado en Historiografía

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Maestría

Teoría II

Condiciones y posibilidades del conocimiento sobre el pasado

Silvia Pappe

Margarita Olvera Serrano

2014

Posgrado en Historiografía

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Prólogo

A lo largo de varias generaciones del primer posgrado en historiografía (Maestría en

Historiografía de México) que inició en 1994 y cuya última generación concluyó sus

estudios en 2006, se realizaron varios Cuadernos de Posgrado para desarrollar el eje de

teoría (llamado “metodología” en sus inicios). Después de una intensa discusión entre el

colectivo de profesores del posgrado y especialistas externos, Silvia Pappe (texto) y María

Luna Argudín (apoyo didáctico) elaboraron Historiografía crítica. Una reflexión teórica

(México, UAM-A, 2000). Este libro ganó en 2000 el Premio de Libros de Texto de la UAM-

Azcapotzalco, y Mención honorífica del Premio Edmundo O’Gorman, en el marco de los

Premios Anuales del INAH. Las últimas tres generaciones de la Maestría en Historiografía

de México así como las primeras tres del Nivel Maestría del nuevo proyecto del Posgrado

en Historiografía que inició en 2007, trabajaron con este libro y sus ejes de trabajo. Las

discusiones y los debates en torno a la teoría de la historia y la historiografía, sobre todo

en lo que se refiere a los llamados “giros” más recientes (El giro cultural en primer lugar)

llevaron asimismo a la elaboración de un Cuaderno de Posgrado adicional (Teoría IV), a

cargo de Silvia Pappe y Carmen I. Valdes Vega, con una segunda versión aumentada a

cargo de Danna Levín Rojo. Este Cuaderno versa en torno a las posibilidades de la

historiografía cultural y forma parte del material docente del cuarto trimestre de la

Maestría.

Una evaluación crítica de los cambios no sólo en los debates teóricos, sino también en

muchos planes de estudio a nivel licenciatura y posgrado, muestra la necesidad de una

reestructuración del conjunto de los ejes de trabajo, así como de los autores, obras y

planteamientos que forman parte del patrimonio cultural con el que los egresados del

Posgrado en Historiografía deberán de contar. A ello se debe la reestructuración de los

ejes de trabajo.

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En este segundo trimestre partimos del conocimiento ya adquirido a lo largo de los ejes de

trabajo que seguimos considerando básicos: Temporalidad, Espacialidad, Discurso,

Principios dominantes (Cuaderno de Inducción y Teoría I). Proponemos enfocarnos

esencialmente a los campos problemáticos de la escritura, ante el horizonte de las

modernidades múltiples, en función de los siguientes ejes de trabajo:

o Modernidades múltiples como horizonte

o Escritura

o Narrativa

o Hermenéutica

o Autor / lector / editor / soportes materiales / recepción

La reelaboración del Cuaderno de posgrado Teoría II parte de la experiencia previa y

recupera aquellos textos, fragmentos y ejes de trabajo que, desde nuestro punto de vista,

siguen vigentes; se resumen algunos, se profundiza en otros, se proponen nuevas lecturas,

nuevas actividades. Las responsables de esta versión son Silvia Pappe (autora de

Historiografía crítica. Una reflexión teórica) y Margarita Olvera Serrano. En notas a pie de

página se señalarán aquellos textos que fueron elaborados para este Cuaderno.

La reestructuración propone reagrupar temas, debates, reflexiones, campos de

conocimiento, prácticas epistemológicas y experiencias en el quehacer historiográfico. Es

así que a partir de un horizonte de modernidades múltiples (retomamos la denominación

de Eisenstadt), nos enfocamos a distintos ejes de trabajo que podemos resumir como

prácticas de investigación y estructuración del conocimiento, su escritura, interpretación,

comunicación, recepción, reinterpretación. Asimismo, nos centramos en algunos de los

principales actores que intervienen en este quehacer: autores, editores, lectores

especializados y otros. Los ejes de trabajo propuestos para Teoría II, arriba enlistados, son

los que resultan esenciales tanto para la reflexión teórica como para las prácticas

empíricas de la historiografía; sin estos aspectos, difícilmente puede haber autorreflexión

en la actualidad. El principal objetivo será, por lo tanto, reflexionar en torno a las

condiciones y posibilidades de la producción, representación y comunicación del

conocimiento historiográfico y, desde luego, del conocimiento histórico.

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Igual que en las versiones previas, entendemos la propuesta de Teoría II y, para el

siguiente trimestre, la de Teoría III, como versión piloto que seguramente mejorará por la

experiencia, el trabajo y los comentarios críticos de los propios alumnos. Toda teoría

forma parte, necesariamente, de nuestras prácticas y como tal, está sujeta a la

observación y la autoobservación, inscrita en distintas temporalidades y espacios,

incluyendo los nuestros.

Antes de iniciar formalmente con los trabajos de Teoría II, sugerimos realizar la

Actividad 1 (preliminar)

Elaborar un resumen de su proyecto de investigación que incluya los siguientes

elementos:

- Una explicitación de sus puntos de partida epocales, teóricos, disciplinarios y/o

interdisciplinarios, es decir, una reflexión sobre la historicidad y el horizonte del

proyecto.

- A partir de los principales insumos del curso anterior de teoría, enunciar claramente

cuáles piensan que serían las dimensiones específicamente historiográficas de la

orientación del proyecto.

- Plantear brevemente cómo piensan que investigarán y representarán los

acontecimientos y experiencias ligados a sus objetos de investigación.

Objetivo de la actividad: Retomar algunos de los principales hilos conductores del curso

anterior de teoría, particularmente aquellos que son de gran relevancia para las

discusiones a revisar en éste (Modernidad/modernidades; -Escritura; Narrativa;

Hermenéutica; Autor-lector), a fin de establecer las coordenadas que serán el punto de

partida para un trabajo en dos niveles: la autoformación en teoría de la historiografía y

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teoría de la historia, por una parte, y la reflexión sobre sus posibilidades para potenciar los

proyectos de investigación de los integrantes del grupo, por otro.

Extensión del resumen: 3 cuartillas a interlineado 1.5

Fecha de entrega: 13 de enero 2014

Eje de trabajo 1: El horizonte de las modernidades múltiples1

Existen diversas formas de abordar problemas tan complejos como el que atraviesa

aquello que denominamos genéricamente, por comodidad expresiva, modernidad. Tal vez

una que resulta pertinente para los propósitos de un curso dedicado a la reflexión teórica,

sea una entrada de orden conceptual que, como tal, implica un conjunto de dimensiones

relativas a la experiencia histórico-social y a la forma como es posible enunciarla,

explicarla y comprenderla como el horizonte que es la condición de posibilidad misma del

pensamiento histórico e historiográfico moderno. En las disciplinas histórico-sociales se

han elaborado conceptos de corta vida y otros cuya pertinencia y potencial heurístico han

trascendido lugares y tiempos. El concepto modernidad, ha trascendido su contexto de

enunciación “original” y acumulado a lo largo del tiempo significaciones diversas, por lo

que porta contenidos experienciales que se refieren, simultáneamente, a una época

histórica específica, y a un proyecto histórico que conlleva ideales regulativos de corte

universalista sin los que no es posible entender los procesos de transformación

económica, social, cultural e intelectual que ha orientado de forma asincrónica en

distintos tiempos y espacios, ni las consecuencias no planeadas que ha implicado para

prácticamente todas las sociedades, consecuencias que, por cierto, son uno de los

detonantes político prácticos de los debates teóricos que han emprendido diversas

disciplinas desde hace al menos treinta años, sobre el estatus temporal y espacial de la

1 Margarita Olvera Serrano

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modernidad. Precisamente una de las consecuencias de estos debates es el

reconocimiento de la pluralidad de las vías que ha recorrido el proyecto moderno, su

carácter expansivo a nivel espacial y la aceleración como la modalidad predominante de

su experiencia del tiempo.

La noción “modernidades múltiples” es una herramienta conceptual para acercarse a la

complejidad implicada en este conjunto de dimensiones y al reconocimiento de la

inexistencia de un proceso unívoco y homogéneo; su acuñación y usos forman parte del

entramado del horizonte de la modernidad misma y, simultáneamente, de su

autoconciencia. Pensar en modernidades múltiples, más que en modernidad en singular,

implica asumir que los rasgos distintivos de las sociedades modernas occidentales

“originales” son seleccionados, reinterpretados y reformulados al extenderse a sociedades

distintas a ellas, dando como efecto configuraciones heterogéneas, patrones

institucionales, históricos, culturales, políticos y económicos diversos (Eisenstadt, 2000). 2

Existen, desde luego, algunos rasgos distintivamente modernos en las diferentes

sociedades que se asumen como modernas, entre otros, una economía capitalista, una

esfera pública, alguna forma de democracia política y la aspiración a la igualación de sus

integrantes, pero lo relevante aquí es que en cada sociedad tienen lugar recolocaciones,

reinterpretaciones y “combinaciones” que han dado como resultado pautas

institucionales e históricas diferentes de las identificables en las primeras sociedades en

las que surgió la modernidad.

La intensificación de los procesos de compactación del tiempo y del espacio propios de las

modernidades contemporáneas –contenidos metafóricamente en el término

globalización- han sido un poderoso estímulo intelectual para que diversas disciplinas

introduzcan matices conceptuales a estos debates sobre el carácter múltiple de la

modernidad y los efectos de ello, tanto a nivel político práctico, como a nivel de la

reflexión sobre los límites y posibilidades del pensamiento histórico en este horizonte. De

2 Eisenstadt, Shmuel (2000). “Multiple Modernities”. Daedalus, vol. 129, No.1, pp. 1-30.

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hecho, la reflexión sobre el tiempo, el espacio y la historia efectual de la modernidad que

ha tenido lugar en la teoría social desde hace casi tres décadas, ha dado lugar a la

introducción de distinciones conceptuales orientadas a dar cuenta de las diferencias entre

lo que (a la luz de sus consecuencias no intencionales) se adjetiva ahora como modernidad

temprana (primera, sólida) y modernidad tardía (segunda, líquida, globalizada, etcétera);

estas distinciones tratan de llevar al lenguaje teórico la experiencia de la multiplicidad y

fluidez de las estructuras y modos de vida de las modernas sociedades contemporáneas,

que parecen haber roto con el pasado, en comparación con la modernidad de hace ciento

cincuenta o doscientos años.

La historiografía, como saber moderno, no es ajena ni a estos cambios ni a estas

discusiones, por lo que en este curso un punto de partida central será la elaboración

reflexiva de las coordenadas espacio/temporales de los debates sobre la modernidad que

tienen lugar en esta disciplina y de algunas de las principales consecuencias teóricas y

epistemológicas que tienen para el trabajo historiográfico y las prácticas asociadas a él.

Lecturas:

Beck, Ulrich, Wolfgang Bonss, Christoph Lau. “Teoría de la modernización reflexiva -preguntas, hipótesis, programas de investigación”. En Pappe, Silvia (coord.) La modernidad en el debate de la historiografía alemana. UAM-A/CONACYT, México, 2004, pp. 107-173.

Eisenstadt, Shmuel. “Multiple Modernities”, Daedalus, Winter 2000, 129, I. http://www.havenscenter.org/files/Eisenstadt2000_MultipleModernities.pdf (consultado 8 de enero de 2014)

Zima, Peter V., “Modernidad – modernismo – posmodernidad: ensayo de una terminología”, en Pappe, Silvia (coord.), La modernidad en el debate de la historiografía alemana. UAM-A/CONACYT, México, 2004, pp. 19-52.

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Actividad 2:

- Argumentar, de forma sintética, qué elementos teóricos es posible extraer del

planteamiento de Eisenstadt sobre las modernidades múltiples para alimentar

orientaciones interdisciplinarias útiles para la investigación historiográfica de corte

comparativo.

- Identificar los argumentos teóricos centrales a partir de los cuales Ulrich Beck,

Wolfgang Bonss y Christoph Lau distinguen entre lo que en el debate teórico

contemporáneo sobre la modernidad se conceptúa como modernidad temprana y

modernidad tardía.

- Plantear cuáles son los principales cambios existentes entre la experiencia de la

temporalidad de la modernidad temprana, en comparación con la modernidad tardía.

Tomar como eje para ello la reflexión que el texto contiene sobre la postura de

Koselleck al respecto.

Objetivo de la actividad:

Que el estudiante obtenga una primera elaboración historiográfica de la tensión entre la

modernidad temprana y la época de la modernidad tardía (o de las modernidades

múltiples) como el horizonte empírico, intelectual y teórico en que está situado como

observador. Que identifique el tipo de experiencia sociohistórica que condiciona la

reflexividad del pensamiento historiográfico contemporáneo.

Extensión del trabajo: 5 cuartillas

Fecha de entrega: 27 de enero 2014

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Eje de trabajo 2: Escritura como problema teórico3

La representación escrituraria del pasado es, indudablemente, tanto un problema teórico

como empírico que tiene como uno de sus principales condicionantes, la idea de que toda

historia forma parte de una Historia (un horizonte epocal, espacial, cultural, un conjunto

de saberes) previamente constituida que se asume en el mundo de la cultura –

prerreflexivamente- como una entidad dada y a-problemática. Para la historiografía, es

precisamente este supuesto el que queda en entredicho cuando se descubre que el

horizonte histórico no es unívoco ni homogéneo, que es una entidad fluida, móvil, que se

constituye y reconstituye continuamente en función de las coordenadas de la historia que

se busca escribir, o dicho con mayor propiedad, re-presentar a través de la escritura, así

como de los horizontes desde los cuales se emprende esta tarea. Es evidente que esta

práctica disciplinaria tiene una gran densidad procedimental y teórica que, en buena

medida, se desprende de sus relaciones internas con la experiencia de la temporalidad y

del espacio; de los límites y posibilidades de los horizontes hermenéuticos del observador

y de lo investigado; de las instituciones que la posibilitan y la limitan, simultáneamente;

del conocimiento de las consecuencias no previstas de los acontecimientos y acciones de

los seres humanos que nos han antecedido en el tiempo, que fueron desconocidas para

ellos y que son uno de los criterios de selección centrales que las ciencias históricas toman

en cuenta para decidir qué incluye y qué excluye la escritura, así como de las dimensiones

narrativas involucradas en ella y que en este documento de trabajo han sido tratadas por

separado, única y exclusivamente por razones analíticas.

La escritura implica siempre una contradicción intrínseca: si la escritura pretende retener

y transmitir lo que la memoria difícilmente puede hacer, precisamente en lo histórico no

lo logra porque lleva a lo largo del proceso tanto lo retenido como lo que se busca reabrir

en la transmisión, debe cuestionarse, interrogarse, “dividir” en sus componentes. Se

escribe historia para constituir, retener y transmitir el conocimiento sobre el pasado, y se

escribe porque la escritura se puede y se debe volver a abrir a la reflexión en cada texto

nuevo. A esta contradicción responde una de las prácticas normativas centrales de las

3 Elaborado por Margarita Olvera.

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ciencias históricas como disciplinas: la obligación de referir las fuentes y la procedencia de

las interpretaciones “utilizadas”, así como los datos y opiniones que no coinciden con las

del investigador o que, incluso, se oponen a ellas. Las fuentes se citan (y las citas se

construyen) para dejar en claro los componentes referenciales de los cuales,

inevitablemente, se tomó sólo una parte y en determinado sentido. Estas dimensiones

permiten reconocer que la investigación y la escritura son parte de un mismo proceso y

que la capacidad de investigar se identifica con la capacidad de producir una

representación escrituraria.

La escritura se mueve en el espacio de tensión entre las condiciones que la

limitan/posibilitan, por una parte, y las decisiones que el investigador toma a lo largo del

proceso de investigación, tenga o no conciencia de ello. La mayor o menor disposición de

huellas escritas de acontecimientos y experiencias pasadas (los referentes de la escritura

son, frecuentemente, otras escrituras); las formas discursivas permisibles según sean las

coacciones institucionales de lo escrito (formatos, géneros, extensiones, etcétera); los

artificios cronológicos introducidos para crear un orden discursivo; la aplicación de los

criterios en función de los cuales se establece qué del pasado ha de ser recolocado y qué

ha de quedar excluido/olvidado; las formas narrativas que re-presentan los

acontecimientos y experiencias resignificadas; la imposición de un límite, de un final

(siempre provisional) al proceso de investigación (final que no siempre corresponde a la

lógica interna de ésta), son otros tantos problemas teóricos de un grado considerable de

complejidad que, por ello, requieren de un procesamiento mínimo tanto en el análisis

historiográfico, como en la estructuración escrituraria de sus resultados.

Puede sin duda afirmarse que la escritura es un problema teórico por los efectos y la

fuerza que ejerce la historicidad sobre sí misma. Todo proceso escriturario abre a la

representación/interpretación un pasado que está ontológicamente cerrado y concluido,

pero que es continuamente recolocado y resignificado en otras y posteriores coordenadas.

El resultado es un texto “nuevo” que pasa a formar parte de entramados escriturarios

estratificados en el tiempo y en el espacio, un fragmento que significa e imputa relevancia

y significación a determinados acontecimientos y experiencias que, sin él, no llegarían a

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los contemporáneos (y, más allá de ellos, a los sucesores) y, en consecuencia, no podrían

contribuir a la formación de sus expectativas y a la comprensión de su pasado/presente/

futuro. En otras palabras, sin la escritura, el conocimiento histórico carecería de capacidad

de orientación y, en consecuencia, no tendría significación ni relevancia práctica alguna

para el mundo de la vida o para el mundo de la observación.

Puede asumirse, a partir de lo anterior, que la presentificación del pasado que tiene lugar

a través de la representación escrituraria, no se suma a un acervo de conocimiento de

forma acumulativa, sino que lo afecta, lo altera, lo transforma y lo reelabora aportando

nuevas miradas, saberes distintos, abriendo posibilidades futuras para la indagación,

etcétera. La escritura, en este sentido, afecta sus propias condiciones: remite a cómo se

escribió lo ya escrito (incluyendo fuentes y testimonios textuales, narrados, grabados,

transmitidos oralmente), con o sin sentido histórico intencional y bajo qué condiciones. La

selección de aquello que se elabora y constituye en fuente, su interrogación por parte del

observador y los supuestos teóricos de los que se desprenden las preguntas de

investigación, son cuestiones que muestran la apertura permanente que el pasado tiene

frente al acto de escribir y sus resultados discursivos.4

La escritura de lo histórico es una operación condicionada por la historicidad de sus

coordenadas espacio/tiempo que obliga a pensar sobre la necesidad de una reflexividad

de segundo orden que permita ponderar críticamente el estatus y utilidad de los balances,

de los estados del arte y las diversas formas de enmarcar el conocimiento sobre el pasado.

Este tipo de reflexividad implica hacer hincapié en la parte viva del conocimiento,

particularmente sus dimensiones procesuales: el saber histórico no es, está siendo y se

está transformando continuamente; esta condición cambiante no depende del sujeto, no

radica en la intencionalidad del autor. Podría decirse que en realidad en el horizonte de la

modernidad y, más aún, en el horizonte de las modernidades tardías en las que vivimos,

4 En este registro, es pertinente volver a lo dicho por De Certeau en su célebre obra La escritura de la

historia: “El discurso tiene por definición el ser un decir que se apoya sobre lo que ya pasó completamente; hay propiamente un comienzo que supone un objeto perdido; tiene por función, ser, entre los hombres, la representación de una escena primitiva borrosa pero todavía capaz de organizar”. De Certeau, Michel. La escritura de la historia. UIA, México, 1993. pp.63.

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esta condición tiene un estatus ontológico que afecta las posibilidades teóricas y

procedimentales de la escritura. Todo lo que se escribe con sentido histórico, en

consecuencia, está sujeto a ser reabierto e interrogado por otros autores y lectores,

escritos, lecturas, tanto por el peso de la historia efectual como por la escritura como

práctica disciplinaria que ha de efectuarse con un mínimo de autorreflexión.

Lecturas:

De Certeau, Michel, La escritura de la historia, México UIA, 1993 (2ª. Ed. con trad. rev.). “La operación historiográfica”.

Hartog, François, Evidencias de la historia, México, UIA, 2012 (Prefacio, Capítulo 1, Epílogo).

Rüsen, Jörn, “La escritura de la historia como problema teórico de las ciencias sociales”, en Silvia Pappe (coord.), Debates recientes en la teoría de la historiografía alemana, México, UAM-A/UIA, 2000, pp. 235-264.

White, Hayden, “Introducción”, en Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, México, FCE, 1992 (c 1973), pp. 9-50.

Actividad 3:

Asocie las lecturas del eje sobre las modernidades múltiples con las de Hartog, Rüsen y

White, y elabore un listado con un mínimo de tres argumentos acerca del carácter

problemático de la escritura de la historia. Explique por qué la reflexión sobre esta

cuestión es obligada para una historiografía crítica.

Extensión: 6 cuartillas

Fecha de entrega: lunes 5ª semana, 10 de febrero

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Eje de trabajo 3: Narrativa: planteamientos específicos en el marco de la escritura

La narrativa histórica como problema teórico y como práctica discursiva se ha discutido a

lo largo de por lo menos el último medio siglo desde muy diversos ángulos. Dos estudios

son referentes obligados: los tres volúmenes de Tiempo y narración de Paul Ricoeur, y

Metahistoria. La imaginación histórica de la Europa del siglo XIX, de Hayden White. Sin

entrar en detalles, es importante recordar que mientras Ricoeur vincula la narrativa con el

tiempo -dicho de manera simplificada: como posibilidad de orientar y representar de

manera compleja hechos y procesos en el tiempo, y de proveer a los lectores de los

argumentos, explicaciones e instrumentos para analizar estas mismas representaciones-,

Hayden White centra sus análisis en las estructuras poéticas y analíticas de textos

narrativos, en especial del siglo XIX europeo, y vinculando las categorías y los

instrumentos de la teoría literaria con las estructuras que observa en textos históricos y

teórico-filosóficos. En este proceso se consideran desde la intencionalidad hasta la

interpretación y la recepción de los textos narrativos. Esa es sólo una de las muchas

diferencias que marcaron, durante décadas, las discusiones interdisciplinarias entre

teóricos de la historia en sus distintas vertientes, desde la historia de la ciencia hasta la

historia social, teóricos de la literatura, la antropología, el psicoanálisis incluso, entre un

conjunto de disciplinas que recurren a la narrativa con el fin de estructurar la experiencia,

de organizar el conocimiento, de dar cuenta de los procesos cognitivos así como de

representarlos.

Ante la necesidad de contar con una visión de conjunto de estos debates en el campo de

la narrativa histórica, Luis Vergara presenta un excelente balance en el número dedicado a

la narrativa, de Historia y Grafía.5 Relaciona estos debates a los siguientes problemas

teórico-historiográficos tanto clásicos como actuales: “a) verdad en la historia, b) retórica

e historia, c) la forma del discurso histórico, d) la posibilidad de ‘discursos’ históricos no

lingüísticos, e) ética, moral y narración, f) explicación, interpretación y representación”.6

5 Luis Vergara, “Discusiones contemporáneas en torno al carácter narrativo del discurso histórico”, Historia y Grafía, núm. 24, 2005, pp. 19-53. 6 Idem., “Preliminares”, Historia y Grafía núm. 24, p. 10.

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En el presente eje de trabajo queremos resaltar aquel debate en torno a la función de la

narrativa en la historiografía, en el que participan quienes afirman que la narración es la

manera por excelencia de constituir el conocimiento histórico, y aquellos otros que,

como el holandés Frank R. Ankersmit, sostienen que la narrativa es esencialmente una

forma de organizar y representar el conocimiento. Si bien la diferencia entre constituir y

organizar es relevante, lo que ambas posiciones tienen en común es la idea de que la

narrativa permite observar, analizar y hacer presente (es decir, privilegiar para quienes

observan, analizan y comunican) aspectos de –y en- los discursos históricos e

historiográficos que no podrían ser captados a partir de paradigmas como, por ejemplo,

el de la "verdad". Ankersmit resalta que la narrativa en tanto representación posibilita

formas de organización del conocimiento, pero no proporciona ni constituye

conocimiento como tal. Puesto que toda representación es referencial (recuérdense los

debates a partir del giro lingüístico), se introduce un elemento subjetivo en el

conocimiento historiográfico, cuya cometido no se cumple mediante paradigmas como el

de verdad, como señala Ankersmit a continuación:

Con el fin de orientarnos en la realidad (histórica, social o política), necesitamos formas de organizar el conocimiento como sólo lo permite la representación. Sin ella estaríamos tan perdidos como las personas que no pueden o no deben utilizar conceptos como 'aquí', 'allá', 'yo' o 'tú', conceptos que en sí no tienen ningún significado o referencia fija, pero que son indispensables para el orden y la coherencia del mundo habitado por nosotros. Por ello, y eso es muy importante, no deberíamos lamentar la prioridad de la representación ante lo representado como fracaso o falta de la representación, para cumplir con los criterios puros y firmes de un enunciado verdadero (la fuente usual de la oposición moderna frente al concepto de la representación); porque el hecho de que la representación no cumpla con estos criterios, es a la vez la razón por la cual necesitamos tanto la representación, y por la cual disponemos de ella. El que no pueda ser "verdad" no es una falta de la representación (como piensan los modernos), sino la razón por la cual, adicionalmente a la verdad, necesitamos tan urgentemente también la representación. Una 'representación verdadera' podría compararse con el facsímil de un texto, que se nos presentaría como respuesta a nuestra pregunta por la interpretación de este texto.7

El elemento subjetivo aquí mencionado, si bien se caracteriza por su posición en

relación con los demás elementos analíticos, no debe confundirse con lo que la

7 Frank Ankersmit, "Die drei Sinnbildungsebenen der Geschichtsschreibung", p. 106.

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historiografía indaga respecto al lugar social del historiador, que se constituye a partir

de experiencias y horizontes de expectativas. No obstante, hay nuevamente un

elemento en común, la historicidad: los conceptos referenciales no son fijos, sino que se

desplazan junto con el sujeto, lo cual quiere decir que para la historiografía, la

problemática que se plantea es la historicidad de las propias representaciones, su

potencial de transformarse y de transformar la organización del conocimiento, que se

expresa mediante procesos de relectura, interpretación y resignificación. Los debates

entre las distintas corrientes y posiciones aportan, con su crítica, reflexiones fructíferas y,

continuamente, nuevos horizontes.

Estas diferencias que establece la narrativa frente a los procesos hermenéuticos de

interpretación8, no necesariamente resultan contradictorios. Al plantear enfoques

distintos, producen otro tipo de elementos al conocimiento histórico, lo cual convierte los

dos ámbitos en convergentes, y ciertamente no excluyentes, en las discusiones actuales.

Un campo analítico esencial para la reflexión en torno a la narrativa es la influencia que,

como tradición, sigue ejerciendo en las más diversas formas de escribir historia: son

notables la cercanía y las raíces comunes con la literatura, sobre todo a lo largo del siglo

XIX. Asimismo, hay que resaltar el interés renovado en la narrativa ante el escepticismo y

las crisis continuas respecto a los paradigmas de objetividad y verdad en el conocimiento

de las ciencias sociales y humanas, que se pueden observar a partir del giro lingüístico, por

sólo mencionar un ejemplo. Todo ello ha redundado en reflexiones y estudios acerca de la

presencia actual de la narrativa tanto literaria como histórica, y su potencial para el

conocimiento.9 Recuérdese la afirmación de Hayden White en el "Prefacio" a

Metahistoria:

8 Véase el siguiente eje de trabajo, “Hermenéutica”. 9 Un texto importante al respecto es el de Edmundo O ‘Gorman, Fantasmas en la narrativa historiográfica, México, Departamento de Historia, Universidad Iberoamericana, 1992. Otro texto muy revelador en este sentido es el ya citado "La escritura de la historia como problema teórico de las ciencias históricas", de Jörn Rüsen. A partir de distintas tradiciones historiográficas, Rüsen plantea que el trabajo específicamente histórico no está en la selección de datos, en la investigación, en el tratamiento o en el uso de las fuentes, sino justamente en la escritura y, finalmente, en el carácter narrativo de la historia en tanto elemento constituyente del conocimiento histórico. Con ello asume una posición distinta a la de Ankersmit.

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En esta teoría considero la obra histórica como lo que más visiblemente es: una estructura verbal en forma de discurso en prosa narrativa. Las historias (y también las filosofías de la historia) combinan cierta cantidad de "datos", conceptos teóricos para "explicar" esos datos, y una estructura narrativa para presentarlos como la representación de conjuntos de acontecimientos que supuestamente ocurrieron en tiempos pasados. Yo sostengo que además tienen un contenido estructural profundo que es en general de naturaleza poética, o lingüística de manera específica, y que sirve como paradigma precríticamente aceptado de lo que debe ser una interpretación de especie "histórica". Este paradigma funciona como elemento "metahistórico" en todas las obras históricas de alcance mayor que la monografía o el informe de archivo.10

Al delimitar la narración en función de su relación con el tiempo, el espacio y la

experiencia, destacan los elementos que la convierten en una forma ideal para los

discursos históricos, tanto los que exponen y describen como los que analizan, explican e

interpretan. Se le puede analizar en dos vías distintas: desde el punto de vista de lo

narrado (como historia, acontecimientos, procesos, etc.), y desde el punto de vista del

acto de narrar (como discurso). En su cercanía con la narrativa literaria, las narraciones

históricas se definen como propuestas culturalmente construidas sobre el pasado. En este

sentido, la narrativa buscaría organizar o constituir este conocimiento mediante la

producción (la escritura) de un tipo de discurso disciplinario determinado, según

determinadas normas y reglas, con una clara noción acerca del tipo de conocimiento que

se busca y con el aval de una comunidad intelectual que se reconoce a sí misma en su

quehacer.

No obstante que, en este sentido, la narración se concibe como forma específica de

presentar, argumentar y explicar las transformaciones en el tiempo, hay que recordar que

en el ámbito de lo histórico e historiográfico, todo tipo de huellas, objetos, vestigios,

discursos no narrativos e incluso no lingüísticos, además de narraciones no históricas, son

algunos de los elementos que se utilizan como fuentes e instrumentos para desarrollar

discursos históricos. Es Ricoeur quien plantea la pregunta en qué momento algo toma

rango de histórico –una pregunta que no puede sobrevalorarse.11

10 Hayden White, Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, p. 9. 11 Recuérdese que considerando la diferencia entre el pasado (como devenir) y el conocimiento sobre el pasado, podemos establecer que el pasado en sí no es historia, aunque sí, de acuerdo con los intereses y necesidades de cada presente, es historizable.

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Al distinguir entre narrativa a hermenéutica desde un enfoque, un interés, un horizonte

historiográficos, nos proponemos una diferenciación que incide en el tipo de

conocimiento que es factible organizar, estructurar o, incluso, constituir, otorgándole

mayor importancia a un determinado elemento en el proceso cognitivo.

Lecturas:

Stierle, Karlheinz, “Experiencia y forma narrativa. Anotaciones sobre su interdependencia en la ficción y en la historiografía”, en Silvia Pappe (cord.), Debates recientes en la teoría de la historiografía alemana. México, UAM-A / UIA, 2000, pp. 457-499.

Mendiola, Alfonso, “La inestabilidad de lo real en la ciencia de la historia: ¿argumentación y/o narrativa?”, en Historia y Grafía, núm. 24, 2005, pp. 97-127

Pappe, Silvia, “Perspectivas multidisciplinarias de la narrativa. Una hipótesis”, en Historia y Grafía, núm. 24, 2005, pp. 55-95.

Actividad 4:

Establezca y describa las principales características de los procesos de estabilización del conocimiento (en y a través de la narrativa) y las características de aspectos de inestabilidad de esos mismos procesos. Especifique elementos estructurales, de organización y cognitivos y explique, a partir de las distintas posiciones teóricas que conocen, hasta qué grado las diferencias entre estabilización y desestabilización afectan (es decir, obstaculizan, benefician, complejizan) todo proceso de investigación historiográfica.

Objetivo de la actividad: comprender y analizar la complejidad del proceso de investigación y representación de la narrativa, y reflexionar de manera íntegra en torno a algunas de las propuestas teóricas, las categorías y los conceptos de autores como Ricoeur, Gadamer, Hartog, Rüsen, White, Stierle, Mendiola y Pappe.

Extensión: 6 páginas

Fecha de entrega: Jueves 6ª semana, 20 de febrero

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Eje de trabajo 4: Hermenéutica12

Los problemas ligados a las posibilidades y condiciones de la comprensión como una vía

para hacer inteligibles historiográficamente la experiencia y acontecimientos

sociohistóricos constituyen un campo de reflexión teórica obligado. En la modernidad la

cuestión de la historia y de las condiciones de posibilidad de su conocimiento no pueden

desligarse de la hermenéutica ni de la crítica que implica al monismo epistémico de corte

naturalista, en sus distintas versiones, que tanta influencia tuvo en las ciencias humanas

desde sus orígenes como disciplinas institucionalizadas. Desde las coordenadas de una

historiografía crítica, esta reflexión tiene como algunas de sus problemas centrales la

validez de la interpretación; la construcción intersubjetiva del sentido en el mundo

histórico; la tarea hermenéutica como elaboración de segundo grado; la situación

hermenéutica como condición ontológica ligada al lenguaje y a la temporalidad; la

elaboración de las coordenadas de las principales tradiciones hermenéuticas, sus campos

de aplicación y su potencial heurístico para la historiografía.

Como teoría de las posibilidades y condiciones de la comprensión, la hermenéutica se

ocupa no sólo de la interpretación de textos, busca también la atribución de significados

válidos. Esto implica, entre otras cosas, vínculos con la clásica problemática de la verdad 13

que tanta importancia tuvo hasta el último tercio del siglo XIX y que encontró sus

modalidades más relevantes en los afanes de Schleiermacher por acceder al sentido

verdadero de los textos y, más aún, por comprenderlos mejor que su propio autor. Dado

que en este eje se trabajará sobre todo la vertiente de la tradición hermenéutica que se

deslinda de la psicología y de la intencionalidad (Gadamer y Ricoeur), asumimos que el

12 Elaborado por Margarita Olvera. 13 Una postura sobre la interpretación que resulta particularmente importante en la reflexión de este problema es la de Michel Foucault, que reflexiona sobre la posibilidad de acceder al conocimiento del pasado por medios no narrativos (y con base en la investigación de lenguajes no textuales) y que toma como eje central de sus investigaciones –a través del examen de la sexualidad, la locura, la prisión, etcétera- los puntos de fisura en la historia y la forma como las prácticas normalizadoras propias de la modernidad asumen la forma de discursos que es posible desentrañar por medio de una hermenéutica de la sospecha que hunde sus raíces en Marx, Nietzsche y Freud. Sobre estos temas ver: Zermeño, Sergio. “Explicar, narrar, mostrar. Danto, Habermas, Foucault y la historia”. Historia y Grafía No. 24, 2005, pp. 145-184; Foucault, Michel. Hermenéutica del sujeto. Eds. La Piqueta, Madrid, 1987; Foucault, Michel. Historia de la locura en la época clásica. Ed. FCE, México, 1981.

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problema historiográfico radica, no tanto en el problema de la verdad, sino de la validez

del saber que es posible elaborar sobre el pasado/presente, a la luz de la reflexividad

tardomoderna que condiciona el trabajo historiográfico contemporáneo.

En el horizonte intelectual de las transformaciones epistemológicas asociadas al giro

lingüístico, la hermenéutica dejó de ser vista, desde la segunda mitad del siglo XX, como

una disciplina auxiliar de la teología, la filología y la jurisprudencia y se convirtió en una

orientación filosófica con un gran relieve para las ciencias sociohistóricas.14 Esta

resignificación de la tradición hermenéutica se debió sobre todo a la obra de Hans Georg

Gadamer, cuyo célebre estudio Verdad y Método (1960) consolidó, en definitiva, la

reflexión hermenéutica como un campo de conocimiento de primer orden. Gadamer15,

siguiendo las orientaciones de Heidegger, deja de concebir el comprender/interpretar

como un método propio de lo que la tradición histórico-culturalista alemana llamó

Ciencias del Espíritu hacia el último tercio del siglo XIX, y plantea que la comprensión

hermenéutica tiene un estatuto ontológico, es decir, que antes que ser un “método” del

observador del mundo humano, es un modo fundamental de situarse en el mundo. En

otras palabras, existir es comprender.

El reconocimiento de la historicidad del comprender, el carácter productivo de la

interpretación, la centralidad del lenguaje y de la experiencia, la pertenencia del estudioso

del pasado al círculo hermenéutico, el imperativo de situar la elaboración de los objetos

en sus coordenadas espacio/temporales y el asumir su relación dialógica con las nuestras,

la imposibilidad de la “recuperación” de lo que durante mucho tiempo se pensó que era el

14

Debe señalarse, así sea de forma sucinta, que la hermenéutica filosófica del siglo xx es deudora de los dos grandes hermeneutas del siglo XIX: Friedrich Schleiermacher y Wilhelm Dilthey. El primero formula por primera vez una teoría general de la interpretación que se interroga, no por la manera como debe interpretarse un texto en particular (teológico, jurídico o literario), sino por las condiciones comunes a la interpretación de cualquier texto. El resultado es la codificación del canon procedimental ligado al círculo textus-contextus. Por su parte, desde las coordenadas del historicismo neokantiano, Dilthey usa este canon en el estudio de la biografía del primero, libra a la hermenéutica de la clausura del texto y la abre a la posibilidad de aplicarse a la historia y a la sociedad, tratándolas como si fueran un texto a comprender. Traza el círculo obra-vida-historia. 15 Es Gadamer quien rescata del olvido la reflexión hermenéutica y , tras la huella de Heidegger, la introduce en el lenguaje filosófico del siglo XX renovándola a partir de la reflexión sobre el milenario problema de lo que significa la interpretación. En esta operación, logra des-limitarla de la exégesis para elaborarla como un problema filosófico y ontológico universal.

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sentido original de los textos, documentos, acciones, monumentos, etcétera, forman

parte hoy de una especie de sentido común historiográfico que se debe, en buena medida

a las aportaciones de la hermenéutica gadameriana y a las discusiones a las que dio lugar

en distintos ámbitos disciplinarios, de ahí que el estudio y discusión de sus planteamientos

sea una cuestión de gran relevancia en este eje de trabajo.

Otra gran aportación a la reflexión contemporánea sobre estos problemas se debe a Paul

Ricoeur que es, junto con Gadamer, el padre de la hermenéutica despsicologizada del

siglo XX. Ricoeur, deudor de la tradición fenomenológica husserliana, plantea una

hermenéutica de la distancia cuya forma arquetípica sería la existente entre habla y

escritura. La lectura es para Ricoeur la práctica que hace explícito el ser en el mundo

contenido en el texto; al deslindarse de la hermenéutica psicológica que indaga el

presunto sentido verdadero de un escrito, Ricoeur plantea el texto y su objetividad como

un límite a la deriva interpretativa y a la subjetividad; en otros términos, esto significa que

para Ricoeur no hay oposición necesaria entre explicación y comprensión. Para él, la tarea

hermenéutica es comprender el mundo del texto en mediación con el mundo del lector; la

fenomenología de la lectura en sus relaciones con la comprensión/interpretación

constituye aquí una dimensión central para el trabajo historiográfico.

Este breve trazo permite entrever la enorme importancia de estas cuestiones para la

reflexión teórica que debe emprender cualquier practicante de la historiografía, no sólo

para efectuar un trabajo solvente y significativo, sino también para una autorreflexión

sobre las prácticas (hermenéuticas) que están involucradas desde la elaboración del

propio horizonte espacial y temporal; las preguntas iniciales de investigación; los criterios

de selección de las dimensiones implicadas en los objetos a construir y de las escalas de

observación; la aclaración de lo que se constituirá como fuente; la lógica procedimental

del círculo trabajo empírico-reflexión teórica; la representación escrituraria, etcétera.

Finalmente, debe señalarse que las aportaciones que constituirán las dimensiones a

trabajar en profundidad en este eje son las que tienen mayor relevancia para la teoría de

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la historiografía y para la historiografía misma, no las únicas posibles. Dado el estrecho

espacio que representan las once semanas del trimestre quedan fuera vertientes muy

importantes como la hermenéutica analógica de Mauricio Beuchot o los planteamientos

de Emilio Betti, Richard Rorty, Karl Otto Apel o Gianni Vattimo.

Lecturas

Gadamer, Hans Georg, Verdad y Método II: círculo de comprensión, 63-71; lenguaje y comprensión 181-194; lenguaje prefigura el pensamiento, 195-201; la hermenéutica como forma teórica y práctica, 293-309.

Ricoeur, Paul. Ensayos de hermenéutica II. Ed. FCE. México. “La función hermenéutica del distanciamiento” (pp.)

Ricoeur, Paul “El conflicto entre interpretaciones”.

Actividad 5:

Compare las propuestas de Gadamer con las de Ricoeur para contar con elementos

teóricos para la hermenéutica historiográfica. Entregue un cuadro sinóptico que enuncie

las semejanzas y diferencias entre ambos autores.

En un segundo paso, relea el trabajo que realizaron en Teoría I en torno a Stierle, y

compare aquella lectura con la comprensión actual sobre mismo autor, con el fin de

identificar los cambios de horizonte y comprensión. Elabore un texto de no más de tres

cuartillas con los resultados de esta segunda comparación.

Fecha de entrega: jueves 8ª semana, 6 de marzo

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Alcaraz Herrera Dianela El Valle de México. Las visiones de un paisaje cultural a través del tiempo.

Dra. Teresita Quiróz Ávila

Báez Rodríguez Jesús Alejandro Discurso y representación de la Revolución Mexicana en la prensa de caricatura política del México posrevolucionario, 1930-1950.

Dra. Danna Levin Rojo

Carbajal Luna Rodrigo La República pensada. Análisis crítico del discurso en los escritos de Mariano Riva Palacio.

Dra. Leticia Algaba Martínez

Felipe Aparicio Diego Análisis historiográfico del discurso en la Carta Consulta de Pedro Joseph de Leoz, Alcalde mayor de Tulancingo, enviada al virrey de la Nueva España en 1772.

Dra. Danna Levin Rojo

Gachuz Fuentes Fernando Recuerdos de lo chicano: imagen y memoria en el documental I am Joaquin. Hacia un análisis historiográfico de su narrativa visual (1970-1980).

Dra. Danna Levin Rojo

García Santibáñez Covián Edgar Luchas memoriales en México: usos políticos del pasado autoritario. Teoría de la Historiografía. Construcción de la memoria y procesos de significación del pasado autoritario en México, 2000-2012.

Dr. Saúl Jerónimo Romero

González Rico José Roberto Interpretaciones de la guerrilla. Los movimientos guerrilleros en México, 1960-1980.

Dr. Saúl Jerónimo Romero

Guerrero Moreno Isis Monserrat El arabismo decimonónico español al servicio de la política. Un análisis del discurso histórico nacionalista.

Mtra. Martha Ortega Soto

Mejía López Rebeca La soberanía y felicidad de la nación en las Memorias de José María Bocanegra, como principios dominantes del pensamiento histórico decimonónico, 1822-1846.

Dr. Cuauhtémoc Hernández Silva

Sánchez Acosta Norma Fernando de Fuentes y la Revolución Mexicana. Una revisión historiográfica.

Dr. Álvaro Vázquez Mantecón

Torrijos Mayén Jesús Ángel San Beda “El Venerable” y su obra, una visión anglo-sajona de la historia universal durante el siglo VIII.

Mtra. Martha Ortega Soto