EL CATOBLEPAS revista crítica del presente

El Catoblepas • número 54 • agosto 2006 • página 13

Introducción a la Gnoseología del materialismo filosófico: Teoría del cierre categorial

Miguel Ángel Navarro Crego

Dada la creciente cantidad de obras que utilizan la leoría del Cierre Categorial, algunas ya reseñadas en El Catoblepas, para reconstruir gnoseológicamente el campo de diferentes ciencias, presentamos aquí una introducción general a la

misma a partir de sus orígenes bibliográficos

Nota aclaratoria

Este trabajo es un ensayo de introducción general a la Filosofía de la ciencia del Materialismo Filosófico, cuya gnoseología transformacionista recibe el nombre de Teoría del Oerre Categorial. Por un lado Gustél\0 Bueno ha publicado ya cinco \Oiúmenes de dicha teoría (y prepara el sexto), además de los opúsculos ¿Qué es la filosofía? y ¿Qué es la ciencia?, sin contar los desarrdlos especiales en las re\istas El Basilisco y El Catoblepas. Por otra parte autores como Alberto Hidalgo, Julián Velarde, Pilar Palop, Juan Bautista Fuentes, Da\id All.ergonzález, Alfonso F. Tresguerres, Pablo Huerga, Felipe Giménez, Sill.erio Sánchez, E~.eristo Ál~.erez y José Manuel Rodríguez, entre otros, han desarrollado aportaciones muy ~.eliosas en Filosofía e Historia de las ciencias. Sus 'Tesis doctorales así lo demuestran, no obstante aquí no podemos citarlas todas.

Nuestra bibliografía es intencionalmente atrasada, pues se trata de retomar diacrónicamente ciertos manuales genéricos que constituyen el primer acercamiento a cuestiones de «Filosofía de la ciencia», «Epistemología» o «Metodología» por parte del público en general (alumnos de unil.ersidad, profesores de instituto, &c.). De todas formas señalamos en la Bibliografía las últimas obras de Bueno al respecto.

Asimismo aunque citamos El estatuto gnoseológico de las ciencias humanas (como inédito), que fue el magno proyecto inicial que Gusta\0 Bueno desarrolló a principios y mediados de los años setenta del pasado siglo, muchas de sus obras posteriores publicadas se nutren de esa obra, ampliando en mucho el proyecto inicial y desarrollándolo. Principalmente ha de tenerse en cuenta, en este sentido, los ya mencionados cinco \Oiúmenes de la Teoría del cierre categorial (TCC).

Por nuestra parte esperamos que este trabajo sea útil, no tanto para los habituales colaboradores de la rel.ista El Catoblepas (muchos de ellos expertos en diferentes desarrollos y aplicaciones de la TCC) sino para aquellos lectores de otras latitudes (por ejemplo, nuestros amigos mejicanos que recientemente estul.ieron en los Encuentros de Filosofía en Gijón). 'También puede resultar interesante a todo aquel que quiera iniciarse en el conocimiento del Materialismo Filosófico y su leoría del Conocimiento.

Introducción

El trabajo que aquí introducimos es un ensayo de presentación de la idea de

ciencia desde la teoría transformacionista{1} elaborada por el filósofo Gusta\0 Bueno, y múltiples colaboradores y miembros de las sucesi~.es deadas del Materialismo

Filosófico. Esta es conocida en los ámbitos académicos españoles{2l , si bien ello no impide, claro está, que la «sopa anglosajona» siga alimentando a ritmo taylorista los principales logros y ambiciones intelectuales de algunos de los más destacados filósofos de este país (quien sabe si es porque la tarea de la traducción en España no es ya una necesidad intelectual \1\ificadora, sino un remedio, el primado del «primum \i~.ere» de esta mala salud de hierro que la filosofía goza en nuestra tierra

hispana{3l). Procedamos pues sin dilación.

Aunque Marx W. Wartofsky afirma que todo el mundo sabe lo que es la ciencia

y lo que ésta hace{4l , pocos son los autores que, retomando desde una perspecti~.e trascendental y dialéctica el pragmatismo que las primeras líneas de la obra citada de Wartafsky apuntan, han intentado elaborar una \isión de conjunto que comprenda el proceso de construcción de la misma.

Se podría decir que el estado de «re\Oiución permanente» en el que se

encuentra hoy la ciencia{5l , que desborda ampliamente a la que se hacía hace cinco

o seis décadas (como reconoce D. J. S. Price), ha hecho también desbordarse en acelerada carrera las discusiones en tomo a ella (multiplicándose los puntos de \isla). Por eso también el quehacer filosófico, de algunas de las Tradiciones de Pensamiento más importantes del siglo XX. se ha \isto totalmente comprometido en el estudio y análisis de la estructura de las leyes y de las teorías científicas,

gestándose así \isiones muy plurales que dan razón del hecho de la ciencia{6l .

Son múltiples las obras que se le brindan hoy al lector español y que en tono expositi\0 abordan y recorren los principales problemas y debates de la Filosofía de la ciencia.

Algunas de ellas como la de Harold l. Brow.Pl parten de los principales tópicos del positi\ismo lógico y transitando los caminos del falsacionismo (los «falsacionismos» de Popper), llegan a presentar la <<nue~.a imagen de la ciencia» ofertada por los ya clásicos post-popperianos, Kuhn y Lakatos (sintomáticamente no

se cita a Feyerabend). Otros como Alan F. Chalmers{8l , en un lenguaje coloquial, exponen con ejemplos sencillos las limitaciones del inducti\ismo ingenuo y haciendo comprender cómo las obser~.aCiones y los hechos dependen de la leoría desde la que se establecen, introducen los diferentes nil.eles o formas de falsacionismo, a los que siguen las refinadas consecuencias de la teoría de los «paradigmas y «re\Oiuciones» de Kuhn y principalmente de los «programas de inl.eStigación» de lmre Lakatos.

Esta obra recoge al final de la misma, y como contrapunto frente al «aire de familia» de la tradición ya mencionada, algunas de las ideas del materialismo de

Althusser{9l, sin embargo a Bachelard se le menciona de pasada y únicamente como mera introducción al marxista francés.

El caso es que hoy en día (y lo reiteramos una ~.ez más) el número de tratados generales sobre Filosofía de la ciencia, dicho sea así genéricamente, ha aumentado lo suficiente como para que el lector interesado «pueda bucear» en las di~.ersas tradiciones o desarrollos de esta disciplina.

Nosotros, antes de proceder a presentar la «gnoseología transformacionista» del filósofo Gusta\0 Bueno, deseamos ofrecer también algunas referencias clal.eS -aunque pocas y tal l.eZ insuficientes- en tomo a dos teorías o filosofías de la ciencia (dicho sea en sentido amplio) que en España circulan y que forman el basamento (pero no exclusi~.emente) de los esfuerzos que los propios científicos hacen por reflexionar sobre su propio trabajo. Me refiero en concreto a la teoría de los paradigmas y de las re\Oiuciones científicas de Thomas S. Kuhn, y al

materialismo semántico y sistémico de Mario Bunge{10}.

Del neopositivismo clasico al falsacionismo

Es por muchos autores aceptado (tanto filósofos como científicos), y a pesar de las ~.arias tradiciones heredadas (algunas de ellas seculares y otras que hunden sus raíces en lo más granado del pensamiento griego clásico), que el origen de la leoría contemporánea de la ciencia parte de «la concepción científica del mundo», que los miembros fundadores del Círculo de Viena esbozaron ya en los comienzos con su acta fundacional en 1929.

De sus principales integrantes cohesionados en tomo a Moritz Schlick (entre los que cabe destacar al físico y filósofo Ruddf Camap, al matemático y fenomenalista Hans Hahn, al economista y sociólogo Otto Neurath y también a Víctor Kraft, F. Waismann, H. Feigl, GOdel, Philip Frank, F. Kaufrnann, &c.) cabe reseñar algunos elementos en su formación que les dan un «bamiz común». Así su sólida formación en física y matemáticas, su impronta empirista o fenomenal isla (por influencia del empiriocriticismo de Mach), su interés por la semántica (Frege), la lógica simbólica, la teoría del conocimiento y la metodología de la ciencia (Russell,

Wittgenstein){11 l .

La influencia del Tractatus-lógico.Philosophicus de Ludwig Wittgenstein es determinante en dos puntos cruciales del programa neopositil.ista. Por un lado en la «concepción de que la ~.erdad de los enunciados lógicos sólo depende de su estructura y del sentido de sus términos, como en su actitud frente a la metafísica

tradicional»{12l , cuyas formulaciones eran consideradas por aquél como pseudoenunciados, o sea frases carentes de contenido cogniti\0.

"También un elemento a destacar es la importancia que tiene la aplicación de conceptos lógicos en la reconstrucción racional de los enunciados científicos, analizando el lenguaje en busca de significati\idad y exigiendo en todo momento la comprobabilidad de las frases científicas y la búsqueda de un criterio de sentido empírico.

Otra preocupación no menos rele~.ante es el ideal de «Ciencia unificada», que conlle~.a la superación de la distinción entre Oencias de la Naturaleza (NatuiVIissenschaften) y Oencias del Espíritu o de la Cultura (Cassirer)

(Geisteswssenschaften), en un único lenguaje de corte fisicalista{13l .

Harold l. Br01>111 resume que «la doctrina central del positil.ismo lógico es la

teoría ~.erificacionista del significado, cuya tesis es que una proposición contingente es significati~.e si y sólo si puede ser ~.erificada empíricamente, es decir, si y sólo si hay un método empírico para decidir si es ~.erdadera o falsa; si no existe dicho método, es una pseudo-proposición carente de significado»{14}.

Este autor se centra (en uno de los primeros capítulos de su obra) en la ~.erSión moderada del positi\isrno lógico, es decir, en el empirismo lógico, y aunque constata que una de las principales características del mismo es su omisión de un estudio preciso de las teorías científicas reales tomadas de la propia inl.eStigación, según él, esto no debe entenderse corno un rnoti1.0 de crítica, corno un punto débil en dicho empirismo, pues la filosofía de la ciencia ha de partir de un conjunto de presupuestos en materia de leoría del Conocimiento, ya que al igual que en la propia ciencia «no hay hechos sin teoría prel.ia»{15l.

No obstante el origen del criterio de l.erificación (pilar central del Empirismo Lógico) es también el origen de los problemas que éste plantea, pues Karl Popper ya en 1932 manifestó su oposición a la concepción wittgensteniana de la ~.erificación concluyente a la que se había adscrito Camap.

Popper, a la ~.ez que rechaza el criterio de sentido empírico, propone el establecimiento de un nue1.0 criterio de demarcación{16l. Ello 1.e a suponer una nue~.e \isión de la ciencia que podría reexponerse desde el par de «conceptos conjugados» materia-forma{17}.

Así si entendemos que la concepción de la estructura de la ciencia, ofertada por el neopositi\isrno, transita por el camino de un descripcionismo radical, donde la ~.erdad científica está en la presencia de las cosas mismas (diríamos en la materia), y la forma lógica consiste en transformaciones posibles de las proposiciones atómicas empíricas (tautológicas, pues se concibe la forma como reducida a la materia, ya que los hechos quedan intactos después de su elaboración formal){18l , el «Falsacionisrno» de Popper supondrá la aceptación de una gnoseología teoricista, en la que la «forma» de la ciencia queda incorporada corno teoría, teniendo ésta una independencia relati~.e de los hechos (de la materia). Aquí la ~.erdad aparece como «coherencia».

Esto es así pues Popper establece que es la falsabilidad el criterio que se ha de aceptar, afirmando que las teorías no son nunca l.erificables empíricamente{19l. Popper busca «demarcar» el área del discurso significati1.0 de la ciencia (distinguir la ciencia de la metafísica y de la pseudociencia){20l , y como forma de contrastación propone la «falsación», según la cual una hipótesis que no resulta refutada por los hechos puede ser admitida (así no se consigue demostrar que sea ~.erdadera, pero no resulta contradictoria con los hechos), y si una teoría no es falsable no debe ser considerada corno «científica»{21}.

El método empírico ha de exponer siempre a una teoría a la posibilidad de que ésta sea falsada, siendo este un elemento importante que sal1.e9uarda y promue~.e el progreso de la ciencia{22l.

Según Gusta\0 Bueno en la época de la Lógica de la Investigación (1959) Popper acepta «las consecuencias más radicales de su teoreticisrno», ya que las ciencias no tienen conexión con la ~.erdad material de un modo positi1.0. De este modo la materia que no puede ~.erificar nunca las proposiciones obtenidas en el proceso teorético, puede desmentirlas, admitiéndose que toda teoría científica contiene como parte interna de la misma alguna consecuencia falsa. Esto supone que la materia no es solamente un mero agente falsador (y por tanto externo al núcleo central de la ciencia que sería su teoría), sino que ello implica desde una perspecti~.e transformacionista (y precisamente porque los «hechos» pueden falsar), que hay que reconocer a la materia corno algo intercalado en el propio curso de realización de la ciencia{23l.

Con la e1.0lución del pensamiento de Popper hacia un falsacionismo más sofisticado (Objetive Knowedge, 1972), inspirado por la concepción tarskiana de la ~.erdad, éste habría ensayado una aproximación de las formas teoréticas a la materia mediante su concepto de «~.erosimilitud»{24l , pues corno nos recuerda Chalmers no hay que \incular de manera mecanicista «falsabilidad» con «a~.ence significati1.0 de la ciencia»{25}.

Desde esta nue~.e perspecti~.e la concepción popperiana del progreso científico podría considerarse corno realista, ya que según su noción de ~.erosimilitud la ciencia se desarrolla sobre la base de teorías cada ~.ez más ~.erosímiles, es decir, teorías que se corresponden con los hechos mejor que sus predecesoras, que se acercan más a la ~.erdad . {26}

La «irrupción» de la Historia de la Ciencia: ThomasS. Kuhn

Creemos que hacemos bien cuando apelamos al término «irrupción» para calificar los nue\OS derroteros por los que discurrirá la Filosofía de la ciencia, a partir de los años 60 y 70 del pasado siglo, puesto que esta disciplina se debatía hasta ese momento entre los embates del inducti\ismo camapiano y del

reconstruccionismo lógico por un lado (Nagel), y los contraataques antiinductil.istas de Popper por otro.{27} En este sentido serán las inl.eStigaciones sobre «historia de la ciencia» (su e1.0lución y su progreso) las que muestren como la estructura de ésta no aparece recogida ni por el inducti\ismo ni por el falsacionismo. {28l

El trabajo cla~.e en este contexto, y que no tu\0 inicialmente la acogida que después se le dispensó, fue la obra de T. S. Kuhn La estructura de las revduciones científicas (1962). Esta obra aportaba una nue~.e forma de «mirar la ciencia», pues en ella el progreso científico era estudiado desde el punto de \isla del historiador (y no del lógico). La mezcla de datos históricos y de análisis sociológicos con una cierta dosis de hermenéutica psicológica hizo de esta perspecti~.e de estudio algo realmente atrayente, conl.irtiéndose en el «de\OCionarim> de muchos científicos.

Kuhn se había preocupado de las condiciones externas a la ciencia, pero que influyen en ella (p. e. el perfil sociológico de las comunidades científicas), máxime en lo que atañe al cauce y resdución que toman los problemas que las inl.eStigaciones plantean. {29}

Los principales conceptos que introduce Kuhn con su estudio son los de «paradigma», «ciencia normal» y «ciencia re\Oiucionaria» («re\Oiución científica»).

Este autor da dil.ersas definiciones de paradigma, lo cual le ha ser\ido para suscitar bastantes críticas debido a la plasticidad de dicho concepto, asociado unas \eCes a la noción de ciencia normal, otras \eCes al propio proceso de cambio científico (re\Oiución) en el ámbito sociológico, histórico, epistemológico, metañsico o teórico.

Margare! Masterman en su ponencia La naturaleza de los paradigmas (1970) afirma que Kuhn emplea «paradigma» en no menos de ~.eintiún sentidos.{30} Así como un logro científico uni~.ersalmente reconocido, como un libro de texto u obra clásica, como tradición o modelo compartido, como realización científica, como analogía, también como especulación metañsica acertada, como un patrón y ejemplo, como conjunto de instituciones pdíticas, &c. No obstante, el confusionismo de Kuhn no impide que sus abundantes definiciones o matizaciones sean agrupadas en algunos marcos básicos, entre los que cabría destacar el socidógico{31}.

La concepción del progreso de la ciencia que Kuhn presenta es discontinuista{32} (rupturista), en la que destacan los elementos sociológicos -que afectan a la comunidad científica- como diferenciadores entre una etapa de ciencia normal y una etapa de ciencia re1.0lucionaria. La historia de la ciencia es básicamente la historia de la alternancia entre períodos estables (ciencia normal) y períodos re1.0lucionarios (fase de crisis y de crítica)P3l.

La ciencia normal es «la acti\idad en la que la mayoría de los científicos emplean prácticamente todo su tiempo, en función de un acuerdo tácito sobre: temas de estudio, soluciones posibles a una problemática determinada, conocimientos estables &c., en el seno de una comunidad científica»{34l .

Según explica A F. Chalmers los períodos de ciencia normal proporcionan una seguridad teórica compartida entre los científicos, que les lle~.e a profundizar dentro de un marco teórico, epistémico y conceptual establecido, ensayando sus presupuestos en nue~.es y diferentes situaciones (aumento del ámbito de aplicación), lo cual da lugar a una mayor precisión al determinar ~.alares y formular leyes.

La ciencia normal es básicamente conser~.edora y se asienta más en la laboriosidad y tesón de los científicos que en la actitud crítica de los mismos, siendo el progreso conseguido acumulati\0{35}.

Los desajustes entre «hechos» y «teorías» que ~.en surgiendo a lo largo de las fases de ciencia normal pueden hacer tambalear el «seguro» edificio del «paradigma compartido», si bien esto no quiere decir que al más mínimo fracaso las teorías aceptadas hayan de ser abandonadas{36l .

Kuhn ha intentado fijar de manera más precisa la noción de paradigma en los Segundos pensamientos sobre paradigmas, adoptando el concepto de «matriz disciplinar», que contiene a su ~.ez las nociones de «generalización simbólica», de «modelo» y de «ejemplar»{37}.

Cuando surge un nue1.0 paradigma que ri~.eliza con el compartido, y además hay abundantes juicios obser~.ecionales que hacen peligrar las tesis establecidas, se entra en un período rel.ducionario, que habrá de conducir hacia una nue~.e etapa de ciencia normal, pero bajo la forma del paradigma «~.encedor» .

Para Kuhn la ciencia normal y las re\Oiuciones científicas no son algo arbitrario o añadido, a lo que según su perspecti~.e -básicamente socidogista en bastantes aspectos- es la ciencia{38l . Hay que destacar aquí el constante hincapié que este autor hace en los elementos «irracionales». como internamente mo\ilizadores de la

ciencia.

Lo que está en juego es el concepto mismo de racionalidad, pues todo el enfoque de estudio de la ciencia que Kuhn establece ilumina buena parte de las sombras proyectadas por el ejercicio de la racionalidad lógico formal (sintáctica) y teoricista, del Verificacionismo (Camap) y del Falsacionismo (Popper). Pero esa

«iluminación» no es más que la «reacción» frente a la «acciómP 9l del propio «paradigma heredado». De la «altemati~.e a la ortodoxia» en filosofía de la ciencia, al igual que de sus críticas (y críticos), podríamos en ~.erdad decir que aunque transitando en sentido contrario (y precisamente por eso) siguen una misma direcció n{40}.

La epistemología de Mario Bunge

La importancia que adquirió en nuestro país el pensamiento de Mario Bunge hace unos lustros fue, hay que reconocerlo, notable, llegando incluso a con~.ertirse en el «mecenas teórico» de algunos de aquéllos que de un modo u otro, bien en su trayectoria ideológica o política, se las tu\ieron que ~.er con la «dialéctica» o con el «materialismo». Las entrel.istas efectuadas a Bunge por el profesor Alberto Hidalgo

nos sir~.en aquí como guía{41}.

Hay algo que a primera \isla, desde una perspecti~.e deliberadamente extema y superficial, puede lle~.er a pensar que el nombre de Mario Bunge engrosa las muy nutridas filas del pensamiento neopositil.ista. Se trata de su constante preocupación por la elaboración de una «filosofía exacta», en el ámbito de la Metoddogía y de la

Epistemología, que le lle~.e al uso de refinadas técnicas formales{42l. Sin embargo la filosofía de Mario Bunge elabora una crítica fuerte al neopositi\ismo, dada la ~.acuidad de su «filosofía exacta», la flojedad de su teoría ética y su rechazo de la

Ontología.{43}

En tomo al primer punto (la problemática de la «filosofía exacta» y de la formalización), Bunge no identifica ni \incula internamente formalización con ~.acuidad de contenidos rele~.entes . Frente a Quine piensa que la Lógica y la

Matemática están exentas de compromisos ontológicos{44l , afirmando que su posición en teoría del conocimiento es realista y crítica, pues reconoce el momento

inducti\0 pero también el deducti\0 en el conocimiento{45l.

Bunge, que no confunde realismo con materialismo (pues se puede ser realista sin ser materialista y \ice~.ersa), acepta el realismo como postulado gnoseológico (frente al fenomenismo de los positil.istas) y defiende el materialismo en el nil.el

ontológico{46l.

Su materialismo es calificado por él mismo de «monista pluralista», aunque en el caso del problema «mente/cuerpo» su crítica al dualismo le lle~.e a acentuar de

forma intensa su monismo{47} . Un concepto cla~.e del materialismo bungiano es el de «emergencia», del que aquí e\identemente no podemos ocupamos. Digamos en este sentido que acepta la existencia de «saltos cualitati\OS» y de diferentes ni~.eles

de organización de la realidad, toda ella material{48l.

En Bunge esa unión entre Semántica, Ontología materialista (reconociendo la pluralidad de atributos) y Sistemismo (como antiatomismo mecanicista) no es algo extemo, sino que estos «tres grandes ingredientes» están entre sí internamente unidos, lo que no impide que se planteen problemas gnosedógicos e incluso recelos

«ontológicos» en su aplicación al estudio de algunos campos del conocimiento{49l.

De sus ideas epistemológicas destacamos que aunque Bunge recoge el «momento obseMJcional de una ciencia referido al plano de los fenómenos, su noción más importante en este contexto es la de modelo teórico, como constructo

que aunando intuición y razón pura ha de ser contrastado empíricamente»{50l. «Un modelo teórico es un sistema hipotético-deducti\0 concerniente a un objeto-modelo que es, a su ~.ez, una representación conceptual esquemática de una cosa o de una

situación real o supuestamente real»{51}.

No obstante lo que caracteriza a una ciencia es su momento teórico, así las teorías son sistemas de proposiciones constituidos por lenguajes bien formulados (lógico-matemáticos), con los que se pretende dar cuenta de la realidad

(conceptualmente) y no sólo de las apariencias obseMJcionales{52l. En este sentido el modelo está íntimamente ligado con la teoría pues significa una interpretación que

~.erifica los enunciados teóricos{53}.

Bunge pone además en relación el desarrollo teorético con la profundidad y crecimiento de una ciencia, siendo un signo de madurez de la misma el que en ella existan hipótesis muy elaboradas y bien trabadas.

El filósofo argentino acepta el «contraejemplo» y en este aspecto se acerca a Popper. Asimismo asume algunos postulados de cuño kuhniana («la muerte teórica en ciencia es fructífera»), lo que no le impide criticar el sociologismo y relati\ismo de

Kuhn{54l. "También alza su \OZ contra el rupturismo catastrofista de éste último en lo

que se refiere al proceso de e\Oiución de las ciencias{55}, abogando por un e\Oiucionismo. Otro aspecto importante de su epistemología es la constante preocupación por elaborar criterios teóricos y metateóricos de demarcación entre

ciencia y pseudociencia{56l.

Finalicemos este apartado señalando que la teoría de la ~.erdad mantenida por Bunge es adecuacionista, pues se establece una correspondencia entre la forma de la teoría y la materia real positi~.e . Esta correspondencia procede por yuxtaposición,

coordinando forma y materia, teoría y realidad, en busca de una arrnonización{57}. Para conseguir este propósito Bunge pertrecha a una teoría científica de un conjunto de requisitos de índole sintáctica, semántica, epistemológica, metoddógica y filosófica (éstos últimos son más bien propiamente ontológicos), que le sir~.en también para huir del realismo ingenuo y del isomorfismo.

La gnoseología transfonnacionisla de Gustavo Bueno

Resulta difícil hacer una exposición global de la filosofía de la ciencia{58} del filósofo Gusta\0 Bueno que haga un mínimo de justicia a la gran cantidad de matices que la misma posee, de tal suerte que el conjunto a presentar no quede desdibujado o fatalmente mutilado.

Aquellos que conocen, aunque no sea de forma directa, las líneas directrices que ha tejido este filósofo saben que su concepción de la ciencia se encuadra y toma sentido en el contexto mucho más amplio de un nutrido cuerpo de coordenadas filosóficas, que comienzan por la comprensión misma de lo que es la filosofía (el quehacer filosófico). Con esto pretendemos justificar el tono «dogmático­expositi\0» de las tesis que presentamos, tono que en nada se parece, por cierto, a una \isión «dogmático-expositi~.e» de la ciencia.

Nuestro interés es el de resaltar la potencialidad que la «gnoseología transforrnacionista» que presentamos tiene para abordar la problemática de las Ciencias Humanas (Economía, Socidogía, Psicología, Lingüística, Oencias jurídicas, &c.)

Cabría comenzar por el propio nombre de la perspecti~.e desde la cual se aborda la ciencia misma, pues hablamos de «Gnoseología».

En este sentido es necesario comprender que la filosofía se considera como una acti\idad racional, que como tal tiene por objeto el trato con las ideas. Éstas no brotan de una conciencia transmundana, sino que se constituyen fruto de la propia

dialéctica de las categorías{59l . De este modo la filosofía es entendida como un saber de «segundo grado», es decir, como un saber que supone siempre otros

saberes pre\1os{60l.

Entre esta multiplicidad de saberes se encuentran las ciencias, que están a su ~.ez «atra~.eSadas» por una di~.ersidad de Ideas (en sentido Ontológico-trascendental) que se realizan en ellas aunque las desborden. (Así la idea de causa, azar, necesidad, finalidad, \ida, materia, pero también, libertad, justicia, indi\iduo, sociedad, &c.)

Desde esta perspecti~.e la asunción de las ideas filosóficas -bajo el postulado

de la «Symploké» (entretejimiento de las ideas}J 61 l como objetos del «taller filosófico», supone la afirmación del carácter materialista y dialéctico de la

racionalidad específicamente filosófica{62l. En el ni~.el histórico-académico la Historia de la Filosofía se constituye en tomo a un «ámbito» que le es propio, siendo éste el suelo nutricio (como conjunto de los círculos de conciencia moral, política, económica, artística, &c.) sobre el que aquélla se asienta y toma cuerpo en su reflexión, si bien no reduciéndose en su especificidad a las determinaciones

socidogistas de su «ámbito»{63l.

Una ~.ez señalado esto es cuando podemos afirmar que entendemos por «Gnoseología» a una «teoría filosófica de la ciencia» (bajo la concepción de la filosofía ya apuntada).

«la gnoseología -afirma Gusta\0 Bueno- nos remite a una perspecti~.e

filosófica, porque no parece posible eludir ciertos compromisos ontológicos»{64l. Compromisos ontdógicos que están presentes de manera interna en las condiciones mismas de constitución de la ciencia.

Una \eZ sentado el trámite ontológico de la comprensión gnosedógica de la ciencia, ello nos lle~.e a diferenciar esta perspecti~.e de estudio de otras como la «Metodología de las ciencias», la llamada «Ciencia de la ciencia», la «Epistemología» u otras perspectil.eS y tradiciones, algunas de ellas «ocupadas» por escuelas tan influyentes como la de J. Piaget (Epistemología Genética).

Una de las l.irtualidades propias de la Gnoseología del Materialismo Filosófico es la de poder reexponer las coordenadas de las otras grandes altemati~.es en leoría

de la ciencia{65l, y en particular las «teorías de la ~.erdad» que lle~.en acopladas a su comprensión de la ciencia y lo «científico».

Es ahora cuando podemos 1.01\.er a retomar la idea de «categoría», que ya habíamos citado líneas arriba. De esta forma si se entendía la Filosofía como el «trato con las Ideas» (y al filósofo como el artista y «geómetra» de las mismas, por decirlo al modo kantiano), las ciencias se estudiarán como una acti\idad racional, \inculada a la explotación y operati\ización de ciertos campos de la realidad

ordenada de forma categorial {66l.

Este enfoque de estudio no es nue1.0, pues ya en Aristóteles las categorías se configuraban a modo de ideas ontdógicas que se realizaban en el propio material que les correspondía, (en este caso como «modalidades o atribuciones del Ser»), siendo este marco ontdógico el que nos permitirá estudiar las categorías como formas de construcción interna de un determinado conocimiento: el científico.

Entre las principales características de las categorías, comprendidas desde una gnoseología y ontdogía materialistas, destacan: su carácter clasificatorio y

ordenador de la realidad{67} de forma inmanente{68l, y también su delimitación como

clasificación limite{69l, es decir, como «esfera arquitectónica máxima que no admite

otra en\OII.ente»{70l. Además una categoría no puede abarcar todos los objetos del

mundo de manera totalizadora, pues quedaría internamente rota{71 l.

Las categorías no son estáticas, sino que están sujetas a la modificación que impone el resultado del propio ejercicio de la racionalidad sobre el material que está siendo categorizado. Así lo que inicialmente quedaba incluido en una determinada categoría puede ser relegado, en el transcurso histórico del desarrollo científico, a

otras categorías{72l.

Lo que queremos que quede claro es que la racionalidad es indisociable del hecho mismo de la categorización, estando esta última delimitada por aquélla. Esto se determina de forma específica en las ciencias particulares, siendo el «factum» de

las ciencias el hilo conductor que nos lle~.e a establecer el número de categorías{73l. De este modo las categorías no son algo pre\io a la acti\idad científica misma{74l , existiendo tantas categorías como ciencias podamos construi~75} .

Al proceso de construcción científica Bueno lo denomina Cierre categorial, y se considera a las ciencias como un episodio interno del propio desarrollo de las

categorías{76l , aunque éstas no quedan agotadas por la acti\idad científica

inmanente{77l.

El episodio aludido (firecuentemente inacabado) en su proceso de desarrollo y e1.0lución material se configura en l.irtud de un «cierre», como un todo cerrado (que se constituye por la propia acti\idad gnoseológica) dentro de la cual se incluye una parcela de la realidad.

Las ciencias, que por otro lado no son totalidades clausuradas{78l ni parceladas, no pueden tampoco tener un objeto único (ni definirse por su «objeto formal» como se \ellÍa haciendo en la tradición aristotélico-escolástica). De este modo, por ejemplo, «no se puede decir que la Biología estudie la Vida (o los seres \1\0S), porque en realidad, son las células, los tejidos, los órganos, las especies, lo

que estudian los biólogos»{79l. En la misma medida es inaceptable delimitar la

Lógica Formal diciendo que es «la ciencia del conocimiento formalmente l.élido»{80}, porque dicha ciencia con lo que realmente trabaja es con una serie de elementos, como son las ~.eriables, los functores, los cuantificadores, &c.

Generalizando podemos afirmar que «una ciencia se configura como un

conjunto de clases de clases»{81 l, estando formada por una serie de lERMINOS que OPERAN entre sí (al mediar la acti\idad del sujeto -el científico- que «junta y separa» elementos), estableciendo RELACIONES y delimitando así todo ello su «campo».

Desde esta perspecti~.e la «forma» de la ciencia residirá en el mismo proceso

de «cierre categorial» en tanto que incluye la constitución de la ~.erdad científica{82l.

Podemos decir de forma sintetizada que «el mecanismo por el cual/as ciencias cristalizan como sistemas, configurándose al modo de organismos dotados de unidad interna, pero abiertos, no clausurados, y dotados de una recurrencia operatoria que les permite estatuir un tipo específico de categorización de la realidad

es el «cierre categoriaf»{83) .

Según el criterio que establece el propio proceso de «cierre categorial» la ciencia puede definirse como un sistema de términos, operadores y relatores, de tal suerte que ejercitada una operación sobre términos pertenecientes al sistema inicial nos de siempre como resultado un nue1.0 término que pertenece al mismo

sistema{84l. El cierre se establece en función de una «operación interna». Aquí radica principalmente la racionalidad de las ciencias.

Con esto queremos afirmar que el campo que una ciencia delimita, y que le es

propio, se construye de forma y manera (operatoriamente) que los términos resultantes pertenecen al mismo campo o sistema que los términos de origen, y en esto consiste precisamente lo que se llama el «cierre» de una ciencia, pues si el carácter de una ciencia fuese abierto, «no tendría nada de extraño que una operación aritmética se resoll.iese en un producto químico, o que el análisis

histológico nos deparase un accidente geográficm>{85}.

Gusta1.0 Bueno, que critica las posiciones analíticas en tomo a la ciencia por reducir ésta a una forma de Lenguaje, utiliza la teoría de las dimensiones del lenguaje de K. Bühler, coordinadas con la distinción de funciones efectuada por Ch. Morris, para establecer los tres siguientes ejes gnoseológicos que permiten seguir y reconstruir el proceso operatorio bajo el que se instaura la ciencia.

Se trata del eje SINTACTICO en cuanto dice relaciones entre signos, y siendo bien Términos, Operaciones y Relaciones. El eje SEMANTICO (relaciones entre signos y objetos) en el que existen también tres sectores: Fisicalista, Fenoménico y Ontológico (esencial), y por último el eje PRAGMÁTICO (relaciones entre sujeto­signos) en el que se establecen las relaciones Autológicas, Dalógicas y Normativas{86).

Ontología especial (Mi) (géneros de materialidad) _, M1 M2 M3

Ejes de las ciencias l SINTACTICO

Términos Operaciones Relaciones (signos .._.. signos) SEMANTICO

Fisicalista Fenoménico Esencial (signos .._.. objetos)

PRAGMATICO Autdogismos Dialogismos Normas (signos .._.. sujeto)

En definiti~.e «una ciencia es ciencia, según la doctrina del cierre categorial, en la medida en que tras complejos cursos de construcciones operatorias, puede llegar

a establecer verdades objetivas»{87l . La ~.erdad científica se establece «en las

mismas conexiones objeti~.es de los términos del campo»{88l. Dichas conexiones se dan a tral.és de nexos configurados a modo de unidades idénticas y sinecti~.es (sinexión).

Según Gusta1.0 Bueno la opción gnosedógica, que en tomo al tema de la ~.erdad la teoría del cierre categorial presenta, es circularista (camino conocido ya por Aristóteles pero como inl.iable). «Según esto, la unidad de una ciencia y su distinción de otras ciencias brotará no de la materia (descripcionismo) ni de la forma constructiva (teoreticismo) ni del paralelismo de ambas a la vez (adecuacionismo) sino de la construcción de partes materiales dadas según lazos circulares derivados de las propias características materiales (la identidad sintética), nexos en los que

haremos consistir la forma de una ciencia y su verdad»{89l .

Como puede apreciarse la ~.erdad es algo inmanente al propio proceso operatorio en el que consiste la ciencia, por eso las operaciones del sujeto y los instrumentos que median en ellas (p.e. un microscopio) no son algo ajeno a la

~.erdad misma de ese proceso. {90}

Si bien el propio «cierre», en el caso concreto de la cientificidad natural, supone que para llegar a las ~.erdades científicas objeti~.es las propias operaciones subjetuales (en el curso constructi1.0) han de quedar eliminadas, neutralizadas, y solo así es cuando realmente podemos hablar de «corte epistemológico», y no en modo alguno si se entiende éste como el rescate de un «objeto propio de la ciencia»

y pre\.io a la propia práctica operatoria{91}.

Algunas tesis más en tomo al estatuto gnoseológico de las ciencias serían las

siguientes: la ciencia es una entidad objeti~.a{92} y como idea objeti~.e se realiza históricamente en el conjunto de todas las ciencias, a saber: lermodinámica,

lOpdogía, Economía política, Ungüística, &c.{93}

La ciencia tiene un carácter institucional y supraindi\.1dual, {94} pero también, en cierto modo, suprasocial, pues la ~.erdad científica no se reduce a un mero «consensus» entre los científicos.

La ciencia (las diferentes ciencias -principio de pluralidad-) se ha establecido históricamente sobre campos categoriales, que prel.iamente a su tratamiento científico eran transitados y elaborados por las «técnicas» existentes en la práctica de los oficios artesanales. Esto nos lle~.e por un lado a negar la falsa imagen (positil.ista, Comte p. e.) de las diferentes ciencias, «como ramas que a lo largo de la historia se hubiesen desgajado del tronco de la madre filosofía», para afirmar el

origen gremial y artesanal de las ciencias.{95l

Trataremos ahora de abordar la problemática de las Ciencias humanas y su estatuto teórico, es decir gnoseológico.

Las problematicas «Ciencias Humanas» desde la óptica del materialismo

Aunque ya hemos destacado las principales características de la Gnoseología

elaborada por Gusta\0 Bueno, y que han dado frutos en múltiples aplicaciones,{96} nos interesa destacar ahora, aunque sea de manera somera, la problemática que plantean las llamadas Oencias Humanas.

Las dos ideas de este binomio, «Oencias» y «Humanas», son harto complejas existiendo una dil.ersidad de concepciones en tomo a las mismas no menos enjundiosas.

Así habría un conjunto heterogéneo de teorías que negarían la posibilidad de las ciencias humanas. Bajo esta rúbrica nos interesa destacar las posiciones de autores como Plumb, Andreski o Sorokin, que muestran las flaquezas de los «antiguos humanistas» y que no son hoy más que competidores en ~.erborrea que se refugian en pomposas jergas intragremiales, disfrazadas con las l.eStiduras de la «cientificidad» estadística, compitiendo por un puesto estable en las

uni~.ersidades{97} ; lo que conlle~.e el «publicar» para puntuar en los escalafones respecti\OS y no para ejercitar una empresa cognosciti~.e audaz e innol.edora.

Otro gran grupo lo constituirían aquellas teorías según las cuales las ciencias humanas no se diferenciarían en «esencia» de las ciencias naturales o formales. En este bloque habría que incluir además del positi\ismo clásico, al neopositi\ismo y algunas deri~.eciones suyas como el popperismo y las tendencias post-popperianas, también por supuesto a la Epistemología Genética de Piaget y a la leoría general de sistemas de L. \On Bertalanffy.

Otro gran bloque de teorías que también es interesante mencionar son aquellas para las que las ciencias humanas no son homologables a las naturales, pues precisan un tratamiento metodológico propio, dadas las características específicas de sus objetos. En este contexto sobresalen Dilthey y también algunos neokantianos. El primero (en la tradición hegeliana) distingue entre «Oencias de la naturaleza y Ciencias del Espíritu», Rickert y Windelband -<<Ciencia natural 1 Ciencia cultural»- y es importante Cassirer y su concepción de las «Ciencias de la

Cultura» como las de la «autognosis»{98l.

Dilthey adopta el término «Geisteswssenschaften» bajo la impronta l.italista de la especificidad espiritual de la esencia humana y de la historia, Windelband acuña la distinción entre «ciencias nomotéticas», que intentan encontrar leyes generales y «ciencias idiográficas», que tratarían de hechos singulares e irrepetibles. Esto sir~.e de base a Rickert y a sus nociones de «continuo homogéneo» y «discontinuo heterogéneo», entendidas como métodos de considerar la realidad que es siempre un «continuo heterogéneo». «Discontinuidad» y «heterogeneidad» serían las

características principales de las Ciencias humanas (la Historia principalmente){99l.

Como ~.emos históricamente no ha habido una unanimidad en lo que a clasificaciones de las ciencias se refiere, incluyendo las también clásicas de Ampére -que diferenciaba entre ciencias cosmdógicas y ciencias nodógicas­Comte y Spencer. Este último clasificaba las ciencias por su grado de abstracción, y así entendía que había Oencias abstractas como la Lógica y la Matemática, Ciencias abstracto-concretas (Mecánica, Física, Química) y Ciencias concretas que ~.en desde la Astronomía hasta la Sociología, pasando por la Biología entre otras{100l.

Gusta\0 Bueno analiza de manera lógica (intensional y extensional) las posibles combinaciones y clasificaciones de las diferentes ciencias, preocupándose por sondear su ~.elor gnoseológico y cual es su ~.erdadero alcance.

El problema que late en el fondo es que las diferentes dicotomías (Ciencias de lo inorgánico, de lo orgánico y de lo superorgánico; o ciencias formales, naturales y humanas) nos lle~.en, si se analizan gnoseológicamente, a cuestiones oscuras y complejas, entre las que destaca la pregunta «¿Qué es el hombre? y sobre todo

¿Qué es lo humano del hombre?»{101}.

Este tipo de preguntas no es meramente retórico, pues la posibilidad de un auténtico diálogo social, y no tanto de una «Comunidad de diálogo ideal» en el sentido de Habermas, pasa por un «regressus» gnoseológico que analice dialécticamente los marcos de ~.elidez ontológica de toda presunta «racionalidad» científica. «Racionalidad» que por vía discursi~.e y a ~.eees de forma englobante gira en tomo al Hombre y su problemática; sea éste el tema de la eutanasia como problema bioético, de la concertación social en materia económica, diseño y elección de sistemas educati\OS, &c.

Este es el auténtico tema de nuestro tiempo, más aun cuando la rúbrica de «cientificidad» actúa socialmente como una especie de prestigioso sai\OConducto de múltiple y dispar uso, y de «parachoques» a toda crítica. Y sobre todo también cuando las «ciencias humanas» constituyen el «lagos» en el que se desenwel~.en nuestras sociedades burocratizadas, en las que la democratización de las relaciones «ciudadano-Estado» ha de pasar indefectiblemente por una comprensión del «lagos» del Poder, desde el análisis e incluso «trituración» del poder del «Looos» aue aeneran las diferentes «Ciencias humanas».

Así por ejemplo la inmanencia del ejercicio dialéctico, (realimentación entre progressus-regressus) que es la Filosofía, exige saber qué hay de «cientificidad» y qué de ideología oportunista en el «discurso pedagógico», que desde un gobiemo se hace para justificar una reforma educati~.e (la LOGSE con sus posteriores añadidos, LOCE y la LOE).

A nil.el extensional el concepto de Oencias humanas se puede coordinar con otros conceptos clasificatorios clásicos{102l , entre los que destacan el de lbn Hazm de Córdoba, que diferenciaba entre ciencias comunes a todos los pueblos y ciencias particulares de cada pueblo, (como p. e. la Gramática, la Historia, el Derecho e incluso la Sagrada Escritura y la leología Dogmática). Estas últimas bajo la óptica señalada incluirán a la «ciencia interesada»; es decir, a la ciencia en cuanto que no está libre de ~.eloración (por cada pueblo y hoy diríamos por el «espíritu de partido» ){103}.

El enfoque intensional, no denotati\0, se acercaría más bien a la perspecti~.e ontológico-filosófica bajo la cual, y partiendo de una concepción del mundo presupuesta, se definen a priori los espacios o nichos ontológicos a los que han de corresponderse las diferentes ciencias efecti~.es{104l . El llamado «Reino de la Gracia» de los escolásticos caería bajo esta perspecti~.e.

El ámbito de cuestiones que el enfoque intensional ilumina, pero principalmente que el mismo genera y de manera problemática, pasa por delimitar las condiciones de posibilidad de una «Antropología filosófica», entendida ésta precisamente no como ciencia (pues el «Hombre» como totalidad no es el objeto de ningún campo categorial cerrado), sino como una particular forma de disciplina filosófica.

No menos problemático es demarcar el campo de la Etndogía de forma específica (frente a la Sociología, la Psicología Social, la Ungüística, &c.); tarea que comienza por plantearse en tomo a la noción de Cultura que se tenga, o mejor (y he aquí la cuestión) de culturas (Barbarie/Ci\Aiización){105}.

Gusta\0 Bueno, consciente de que hablar de Ciencias Humanas compromete ya de por si la propia idea de ciencia que se tiene, distingue dos acepciones del adjeti\0 «humano» (en relación con el sustanti\0 «ciencias»): la acepción etiológica y la acepción temática.

Según la primera las «Ciencias humanas» son aquéllas de las que puede decirse que están «hechas por el hombre». Según la segunda «Oencias humanas» serían aquéllas en las que en su campo de estudio aparece temáticamente el hombre o las cosas del hombre{100l.

Aunque la primera consideración puede parecer redundante hay que señalar que para los teólogos escolásticos las «ciencias humanas» eran lo que hoy, por extensión, entenderíamos como ciencias naturales, pues las «ciencias di\Anas» dependen de la Re~.elación, la Fe y la Gracia santificante.

Lo que Bueno trata de establecer es una caracterización de las ciencias humanas con significado gnoseológico, huyendo de apriorismos metafísicos (p. e. la «Hermenéutica» de Heidegger, Gadamer y otros, la «autognosis» o lo «simbólico» de Cassirer ... ) y huyendo también de extrapolaciones reducti\Astas emanadas del propio campo de alguna ciencia particular (p.e. la Psicdogía Conductista), que se erige como primer analogado de lo que sea «lo humano». Para ello establece regresar a una idea de ciencia que recoja los elementos gnoseológicos comunes a las ciencias naturales, humanas y formales{107l, y que precisamente por no imponer a priori axiomas ontológicos, pueda recoger la dialéctica gnoseológica (mediada por el sujeto gnoseológico) interna a cada construcción científica particula~108l .

Bueno establece como primer analogado o hilo conductor de «lo humano» a las partes formales de la ciencia misma. Lo «humano» se define así en IArtud de lo que de rele~.ente hay a escala formal en la propia construcción de una ciencia (es decir, en los ni~.eles operatorios bajo los que se elabora el proceso lógico material de la ciencia).

Desde esta perspecti~.e una ciencia humana en sentido temático será aquella «en cuyo campo aparece, de algún modo que pueda mostrarse que es intemo y formal, la propia ciencia (es decir, sus componentes formales)»{109l, que por hipótesis encamaban la determinación de lo «humano».

Esa «parte formal» que actúa como determinación de lo humano es el propio sujeto gnoseológico{110l que ha de figurar en el campo mismo de la ciencia.

Las ciencias humanas serán, pues, las que se ocupan del hombre, siendo «hombre» ahora el propio sujeto gnoseológico (S. G.){111 l. Así sí tiene sentido afirmar que las ciencias humanas son aquéllas en las que el «sujeto se hace objeto». Pero ese «objeto» es el sujeto en cuanto que opera, que liga internamente los términos de un campo -luego como S. G.- y no como mera cosa objetual. {112l

Las operaciones científicas sólo tienen lugar por mediación del S.G. corpóreo que une y separa los términos, y en este sentido hay una distancia gnoseológica entre esos términos designada como «presencia apotética» (frente a la «paratética»

o por contigüidad){113l .

En las situaciones de presencia apotética aparece entre los términos del campo de la ciencia el S.G., campo que se elabora a la misma escala que los componentes formales del sujeto gnoseológico que utiliza operaciones apotéticas. Este tipo de procedimiento se denomina «metodd~ía {3-operatoria», pues intenta establecer un campo de forma científica a base de reproducir análogamente las

mismas operaciones que ha de ejecutar el sujeto gnoseológico para organizarlo{114l .

En las situaciones paratéticas el S. G. no aparece entre los términos del campo, pues en la resultante del propio proceso operatorio el sujeto se elimina, es decir, se neutralizan las operaciones (dicho de forma radical, en el citoplasma celular no aparecen las manipulaciones del bioquímico). A este procedimiento lo llama Bueno «metodol~ía a-operatoria» y se corresponde con la situación límite en

la que una ciencia humana{115l deja de serlo. Es el estado propio de la ciencia natural.

Las metodologías a y J3 operatorias no se encuentran en un estado puro existiendo las siguientes ~.ariantes :

Si en las metodologías a-operatorias se regresa, a partir de situaciones 13-operatorias, a factores anteriores a la propia textura operatoria de los fenómenos de

partida, estamos en el caso específico de una metodología a1-operatoria{116l . Si se

procede progresivamente, la eliminación de las operaciones es sólo relati~.a, y se

correspondería con las metodologías a2-operatorias{11"7} .

En este procedimiento la situación l-a2 es aquella que nos remite a nil.eles

genéricos de composición, (próximos a la cientificidad natural), como por ejemplo los métodos estadísticos como forma «científica» de e~.aluación de un problema social (así por ejemplo «el desempleo» como situación J3-operatoria de partida,

desde la que opera el sociólogo im.estigador){118l . La situación ll-a2 sería aquella en

la que al progresar sobre las operaciones presupuestas se llega a un nil.el no genérico, (pues la «estadística» igual se puede aplicar a un «chorro de electrones»

que a la tasa de «dil.orcios anuales») sino específicamente humano.{119}

En las metoddogías J3-operatorias el caso límite es el 132 (así como en las a era

la a1) que nos remite a las disciplinas práctico-prácticas, a tecnologías y

praxiologías en ejercicio (Jurisprudencia p. e.){120}.

La situación 1-131 se corresponde con aquellas metoddogías operatorias que

reproducen la forma según la cual se determinan las operaciones J3, remitiéndonos a las operaciones mismas y no a ninguna trabazón o estructura de conexión entre

ellas, como era el caso de las metodologías ll-a2{121l.

Finalmente existe la situación 11-131 en la que las operaciones aparecen

determinadas por otras operaciones procedentes de otros sujetos gnoseológicos.

Dentro de esta metodología habría que incluir la leoría de Juegos{122}.

La teoría de las Ciencias humanas del Materialismo Filosófico tiene un gran alcance demarcati\0, pues permite redefinir múltiples oposiciones y polémicas como la de Durkheirn'larde, Chomsky/Saussure o Marx/Je\Ons. "También ha resultado muy fértil para sondear y e~.aluar las construcciones del «Determinismo Cultural» (Mar\in

Harris) frente al «Materialismo Histórico»{123l , y para intentar establecer algunas

distinciones gnoseológicas en las ciencias jurídicas.{124}

Para finalizar queremos señalar lo siguiente:

Nos hubiera gustado hacer un estudio comparati\0 entre la teoría de las ciencias humanas de Gusta\0 Bueno y la teoría de la interacción en el seno de la comunidad lingüística de J. Habermas, si bien esto ya no es aquí posible. Nos parece particularmente interesante la teoría de la ~.erdad de Habermas en lo que tiene de constructil.ista, si bien el constructi\ismo habermasiano arranca de una contextualización social de buena parte de la leoría analítica del lenguaje (Austin, Searle) y esto es puro idealismo.

Habermas compartiría con el transformacionismo la crítica a la idea de ~.erdad como correspondencia, e\idencia, inteligibilidad o éxito, y tendría en común el inmanentismo procesualista en el que la ~.erdad se establece. Para Habermas la ~.erdad sólo puede desarrollarse por referencia a la resolución discursi~.a y a sus pretensiones de ~.alidez . Pero lo que a éste le interesa es analizar la lógica del discurso en su proceso constructi\0 para establecer las condiciones de posibilidad

de la ~.erdad como consenso.{125l Para poder comprender todo esto Habermas intenta establecer una qran síntesis de las Oencias humanas contemporáneas

(lingüística chomskyana, teoría de los «speech acts», sociología de la acción, funcionalismo, psicología genética y cogniti~.e, psicoanálisis, &c.)

Para huir de la tan anunciada «muerte del nombre» en el plano ético y gnoseológico, y que es fruto de la herencia nietzscheana presente en Foucault, en la posmodemidad y en la izquierda políticamente indefinida españda que nos gobierna, y para enfrentar también la ingenuidad del «fin de la historia» (Fukuyama), es necesario comprender cuál es el papel del Sujeto en los diferentes discursos en tomo a lo «humano» (las «ciencias humanas»), pues únicamente así puede ser rescatado, asumiéndose a la vez como ser que existe como tal en la inmanencia de las redes interacti~.es y comunicati~.es que son también una forma de racionalidad operatoria no exenta.

Pensamos que aunque el diálogo, el debate, como ejercicio de una praxis interacti~.e en una sociedad democrática, requiere un análisis de los modos lingüísticos de interacción y sus ámbitos sociales de legitimación (Habermas), también es verdad que la praxis como forma de diálogo (más bien lucha dialéctica, inconmensurabilidad .. . ) entre esa multiplicidad de discursos en tomo al hombre (sean deconstructil.os, cientificistas, monistas , reduccionistas o transcendentalistas , inmanentistas (Bioch) ... ) pasa por un análisis lógico-material (gnoseológico) de los mismos. Esto es así en la medida en que en todos ellos se puede comprender cuál es el punto de enclave y situación del sujeto gnosedógico, del sujeto cognoscente. Aquí la e\idencia gnosedógica del sujeto como constructor de la ciencia nos remite al sujeto operatorio como primera e\idencia ontológica. Un sujeto no sólo psicdógico, ni sociológico, sino un sujeto trascendental (pero no metafísico) y como tal también un sujeto ético, moral y político; sobre todo político,

responsable del alcance de sus propias conductas y actitudes{126l , y responsable de la utilización discursi~.e e ideológica, interesada entonces, de la «cientificidad» de las ciencias humanas.

La tarea de la Filosofía, como crítica crítica, pasa por la denuncia de la ideología imperante en nuestra sociedad capitalista actual, que hipostasía al sujeto ético tderante «ad infinitum», como primer analogado de la racionalidad («sujeto en perpetuo diálogo consensuado», «consumidor satisfecho», «decididor universal en una homogénea sociedad de naciones» ... ), ~.eliéndose de ciertas ciencias humanas (por ejemplo «cierta psicdogía» y «cierta pedagogía»). Un «sujeto ético», que tal como se nos presenta (exento de toda vestidura moral, política, económica, &c.), no existe mas que en la ficción del discurso ideológico de los «Éticos» (con sus manuales universitarios al uso) y de ciertos políticos. Pero en política de la «ingenuidad» a la «mala fe», en el sentido sartriano, no hay más que un paso y este

paso es intolerable{127} .

Epílogo

Unas breves líneas para subrayar que en los últimos lustros han ido creciendo las publicaciones en españd (tanto autóctonas como traducciones de obras foráneas) sobre Metoddogía, Epistemología, Filosofía de la ciencia y Sociología de la ciencia, dicho sea así en un tono descripti\0 y genérico. lénemos pues que citar libros (que hasta ahora no habíamos referido) como el de Da\id Oldroyd, El arco del conocimiento. Introducción a la historia de la filosofía y metodd~ía de la ciencia (1986, Editorial Crítica, Barcelona 1993); Jesús Mosterín, Filosofía de la cultura (Alianza Editorial, Madrid 1993); Alan Chalmers, La ciencia y cómo se elabora (1990, Editorial Siglo XXI, Madrid 1992), Ana Estany, fvbdelos de cambio científico (Prólogo de Jesús Mosterín, Editorial Crítica, Barcelona 1990), de la misma autora, Introducción a la Filosofía de la ciencia (Editorial Crítica, Barcelona 1993); Ja\ier Echeverría, Introducción a la metodol~ía de la ciencia. La filosofía de la ciencia en el siglo XX (Barcan01.e, Barcelona 1989), del mismo autor, Filosofía de la ciencia (Ediciones Akal, Madrid 1995); Miguel Ángel Quintanilla, Tecnol~ía: Un enfoque filosófico (Fundesco, Madrid 1989); Friedrich Rapp, Filosofía analítica de la ciencia (Alfa, Barcelona 1981); Paul Feyerabend, La ciencia en una sociedad libre (Siglo XXI, 1982); Bruno Latour, Ciencia en acción (Labor, 1992); Steve Woolgar, Ciencia: Abriendo la caja negra (Anthropos, Barcelona 1991); Latour y Wodgar, La vida en el laboratorio. La construcción de los hechos científicos (Alianza, Madrid 1995); José Manuel Sánchez Ron, El poder de la ciencia. Historia socioeconómica de la Física, siglo XX (Alianza, Madrid 1992); González García, López Cerezo y Luján López, Ciencia, tecnol~ía y sociedad. Una introducción al estudio de la ciencia y la tecnol~ía (lécnos, Madrid 1996); Yu V. Sachkov (redactor) W . AA. La física en el sistema de la cultura (UNED, Madrid 2001); Ricardo Burguete Ayala y Eloy Rada García, Ciencia y tecnol~ía y su papel en la sociedad (UNED, Madrid 2001 ).

E\identemente el anterior listado no es exhausti\0. Son obras que hemos consultado hace unos años para dos cursos de perfeccionamiento del profesorado, coordinados por la UNED y más concretamente por el profesor Eloy Rada. Dos hechos son destacables dentro de este panorama que por no hacer más extenso este trabajo ya no podemos comentar en profundidad, a saber. la consolidación en España de la asignatura «Ciencia, tecnología y sociedad» (CTS) en el Bachillerato, y por otra parte el pujante desarrollo de la Sociología de la ciencia.

En referencia a esto último destaca el «Programa fuerte» de Bames y Bloor, y el sociologismo de Latour y Wodgar. Este último sigue la herencia francesa postbachelardiana (Sartre, Foucault, Lyotard) y también el enfoque kuhniana.

Hace unos años, y precisamente en polémica con el profesor Rada, nos hacíamos las siguientes preguntas que dejamos aquí como cuestiones abiertas.

1" ¿Acaso el enfoque etnológico y microsociológico que presentan estos autores como más fértil y neutral -frente a la tradición heredada- no tiene también componentes y compromisos ontológicos y gnoseológicos insoslayables? ¿No es necesario reconocer los límites e insuficiencias del sociologismo «supuestamente» ingenuo?

2" Los autores recién citados al negar el ~.alar a la epistemología tradicional (Neopositi\ismo, Filosofía Analítica, leoreticismo popperiano) ¿no están certificando la muerte de lo que hace tiempo es ya un cadálff?

En este contexto es donde una Gnoseología Materialista como la leoría del Cierre Categorial (TCC) cobra su importancia. Desde estas coordenadas una muy atinada crítica a los componentes ideológicos subyacentes al proyecto C.T.S. puede encontrarse en la obra de Pablo Huerga Melcón, ¡Que piensen ellos! Cuestiones sobre materialismo y relativismo. (Ediciones El Viejo lOpo, Barcelona 2003). La \i~.eza y el constante dinamismo del Materialismo Filosófico pueden constatarse en los diferentes ámbitos de trabajo presentes en la obra Filosofía y cuerpo. Debates en tomo al pensamiento de Gustavo Bueno (Ediciones Libertarias, Madrid 2005). Asimismo muchos artículos publicados en El Catoblepas sobre Biología, Darvo.1nismo, Etología, Proyecto «Gran Simio», Física Cuántica, Filosofía de la Religión, Filosofía de la Geografía, &c., de Alfonso Tresguerres, Pedro lnsua, Atilana Guerrero, lñigo Ongay, José Manuel Rodríguez, Carlos M. Madrid Casado, Ja\ier Pérez Jara, Joaquín Robles, Marcelino J. Suárez Ardura, &c., son el mejor reflejo de la potencialidad de la TCC en sus análisis.

Por otra parte la Gnoseología Materialista es muy útil en Estética para el análisis ontológico y gnoseológico de diferentes Artes. Es el caso (por poner un ejemplo muy querido por el que esto escribe) del cine y del Mito del Héroe en el '118stem.

Notas

{1} Como corresponde a una «introducción» es deseable ser lo más aséptico posible en la terminología empleada, para e\itar así malentendidos desde un principio, si bien no hay conceptos neutrales «por sí mismos», y los que se correspondan con la presente nota habrán de ser explicitados y demarcados más adelante. Nuestro trabajo pretende ser también una exposición de algunos puntos ya anunciados por Laso Prieto en su artículo «la idea de ciencia en Gusta\0 Bueno», Rel.ista Universidad y sociedad, n° 6, págs. 171-184.

Véase, Gusta1.0 Bueno, Teoría del cierre categorial. Volumen 1: Introducción General. Siete enfoques en el estudio de la Ciencia, Pentalfa, 01.1edo 1992. Volumen 2: La Gnoseología como filosofía de la ciencia. Historia de la teoría de la ciencia, Pentalfa, 01.1edo 1993. Vdumen 3: El sistema de las doctrinas gnoseológicas. Las cuatro familias básicas, Pentalfa, 01.1edo 1993. Volumen IV: El sistema de las doctrinas gnoseológicas. Descripcionismo. leoreticismo, Pentalfa, 01.1edo 1993. Volumen V: El sistema de las doctrinas gnoseológicas. Adecuacionismo. Orcularismo. Glosario, Pentalfa, 01.1edo 1993.

Gusta1.0 Bueno, ¿Qué es filosofía? El lugar de la filosofía en la educación. El papel de la filosofía en el conjunto del saber constituido por el saber pdítico, el saber científico y el saber religioso de nuestra época, Pentalfa (2" edición ampliada), 01.1edo 1995.

Gusta1.0 Bueno, ¿Qué es la ciencia? La respuesta de la teoría del cierre categorial. Oencia y Filosofía, Pentalfa, 01.1edo 1995.

{2} Principalmente, creemos, que a raíz de los cuatro «Congresos de leoría y Metodología de las ciencias» organizados por la Sociedad Asturiana de Filosofía en colaboración con prestigiosas instituciones del Principado de Asturias. Los tres primeros tul.ieron lugar en abril de 1982 y 1983 y en septiembre de 1985. Contaron con la presencia de figuras tan rele~.entes y dispares como Mario Bunge, Francisco J. Ayala, Karl-Otto-Apel, Abraham Moles, Kenneth L. Pike, René Thom, &c., acompañadas de muy importantes representantes de la Filosofía y la Ciencia españolas. Citamos algunas referencias recientes sobre la leoría del «Cierre categorial»: A. Hidalgo Tuñón, «Estrategias metacientíficas» (parte 1) y (parte 11), El Basilisco (segunda época), n° 5, págs. 1940 y n° 6, págs. 2648, 01.1edo 1990; F. M. Pérez Herranz, «la Filosofía de la ciencia de Gusta1.0 Bueno», El Basilisco, n° 26, págs. 1542, 01.1edo, abril-diciembre 1999.

Desde un punto de \isla terminológico hoy contamos con la obra de Pelayo García Sierra, accionarlo filosófico, Pentalfa, 01.1edo 2000 (Biblioteca Filosofía en español.)

{3} Vid. «El lugar del Pensamiento», «El filósofo ha de refugiarse en España en la docencia» y «las posibilidades de originalidad disminuyen», El País, 12 y 13 de enero de 1987.

(4~ M. W. Wmtofskv. lntmrlur.r.ión a la filosofía de la ciencia (1968). Alianza. Madrid

op. cit. ,

1981, pág. 17.

{5} José Ferrater Mora, La filosofía actual, Alianza, Madrid 1969 (4" reimp. 1986), pág. 14.

{6} Carlos París, Filosofía, ciencia, sociedad, Siglo XXI, Madrid 1972, págs. 24-29.

{7} Harold l. Brown, La nueva filosofía de la ciencia (1977), lecnos, Madrid 1983.

{8} A. F. Chalmers, ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? Una valoración de la naturaleza y el estatuto de la ciencia y sus métodos (1976), Siglo XXI, 1982.

{9} A. F. Chalmers, op. cit. , págs. 195-202.

{10} Aunque todo calificati\0 resulte apresurado nos remitimos en estas apreciaciones a A. Hidalgo Tuñón, «Diálogos platónicos con Mario Bunge (una reconstrucción racional)». Los cuadernos del Norte, n° 13, Caja de Ahorros de Asturias 1982, págs. 6-19 y A. Hidalgo Tuñón, «Entrel.ista con Mario Bunge», El Basilisco, n° 14 (primera época), Pentalfa, 0\1edo 1983, págs. 64-73. He de confesar que lo que me anima a citar precisamente a Kuhn y a Bunge es la apreciación de cuán socorridos son por múltiples im.estigadores (en concreto me refiero a la Psicología en España) los marcos teóricos y conceptuales de estos autores (por supuesto tampoco nos podemos ol\idar de J. Piaget).

{11} A. Ri~.edulla Rodríguez, Filosofía actual de la ciencia, Editora Nacional, Madrid 1984, pág. 25.

{12} A. Ri~.edulla, op. cit. , págs. 25-26.

{13} Vid., p.e., O. Neurath, Fundamentos de las ciencias sociales (1944), laller de ediciones JB, Madrid 1973, págs. 11-15 y 30-35. Véase también E. Cassirer, Las ciencias de la cultura (1942), FCE, México 1951 (3" reimp. 1972), cap. 111.

págs. {'iY4~roldt. BroOO;).; A. Ril.edulla, por ejemplo, A. J. Ayer, Lenguaje, verdad y lógica (1936), Orlbis, Barcelona 1984, pág. 38.

{15} Hardd l. Brown, op. cit. , págs. 27 y 35-36. Harold l. BrOv'VTl afirmará también al final de su trabajo que no hay ninguna prueba por la que el proyecto de inl.eStigación del Empirismo Lógico haya de ser abandonado, y desde una posición concordista armonizará la «nue~.e imagen de la ciencia» (Popper, Kuhn, Lakatos --sintomáticamente no se cita a Feyerabend-) con el inicial «programa de inl.eStigación» empirista (\id. págs. 201 y 221-223).

{16} A. Ri~.edulla, op. cit. , págs. 51 y 141 . Una crítica al inductil.ismo retomando a Popper puede ~.erse en C. G. Hempel, Filosofía de la ciencia natural (1966), Alianza, Madrid 1979, pág. 33.

{17} Gusta\0 Bueno, «Conceptos conjugados», El Basilisco, n" 1 (primera época), 0\1edo 1978, págs. 88-92.

{18} Gusta\0 Bueno, «El cierre categorial aplicado a las ciencias físico-químicas», Actas del 1 Congreso de Teoría y fvf3todología de las ciencias, Pentalfa, 0\1edo 1982, pág. 101-164 (págs. 114-115).

{19} K. R. Popper, La lógica de la investigación científica, lecnos, Madrid (7" reimp.) 1985, pág. 39.

{20} Harold l. Brown, op. cit. , pág. 89.

{21} K. R. Popper, op. cit. , págs. 82-84.

{22} J. Losee, Introducción histórica a la filosofía de la ciencia, Alianza Uni~.ersidad, Madrid 1981, 3" ed., págs. 180-181 . Sobre el criterio de falsación o refutabilidad l.éase también M. Albendea, «Gnosedogía, epistemología y el criterio de falsación o refutabilidad» y M. Boyer, «El principio de inducción y el criterio de refutabilidad de Popper», en Simposio de Burgos. Ensayos de filosofía de la ciencia. En temo a la obra de Sir Karl R. Popper, Editorial lecnos, Madrid 1970, págs. 70-77 y 153-161 respecti~.emente. Miguel Ángel Quintanilla, Idealismo y filosofía de la ciencia. Introducción a la epistemología de Karl R. Popper, lecnos, Madrid 1972, págs. 80-93. M. A. Quintanilla, ldedogía y ciencia, Fernando lbrres editor, Valencia 1976, págs. 68-75.

{23} Gusta\0 Bueno, op. cit. , pág. 118. Véase también Gusta\0 Bueno, TCC, falsacionismo (Popper) págs. 802-808, 817, 828, 834-837, 873, 936, 943, 962-964, 976, 1026, 1035, 1081, 1087-1088, 1131, 1132-1134, 1259, 1260; falsacionismo y teoricismo, 1132-1136, 1144, 1162-1188, 1205-1212; falsabilidad y falsación, 1166; falsacionismo y causalidad, 1209; falsacionismo y con~.encionalismo, 1153-1155, 1160. Gusta\0 Bueno, ¿Qué es la ciencia?, págs. 31-32.

{24} Gusta\0 Bueno, Ibídem.

{25} A F. Chalmers, op. cit. , pág. 80.

{26} A Ri~.edulla , op. cit. , págs. 147-148.

{27} J. Losee, op. cit. , págs. 182-198. A Ri~.edulla, op. cit. , pág. 220.

{28} A F. Chal mers, op. cit. , pág. 111 .

{29} T. S. Kuhn, La revolución copemicana (1957), Ariel en Orbis (2 \Oiúmenes), Barcelona 1985. Véase p. e. el cap. 6 en donde aporta datos «extemalistas» en tomo a «la asimilación de la astronomía copemicana» (\01. 11). T. S. Kuhn, La estructura de las Revduciones Científicas (1962), FCE (1 " ed., 1971), 10" reimp., Madrid 1986, pág. 16.

{30} M. Masterman, «la naturaleza de los paradigmas» en La critica y el desamilo del conocimiento (1970, Lakatos y Musgra~.e editores), Grijalbo, Barcelona 1975, págs. 15S.201. T. S. Kuhn, op. cit. , págs. 13, 22, 25, 33-34, 39, 43-44, 51 , 71 , 80, 103-104, 107-109, 127, 140, 166, 179, 190, 192, 202.

{31} M. Masterman, op. cit. , págs. 16S.172. Según Ri~.edulla la obra de Sneed ser\iría para complementar y aclarar algunas de las insinuaciones presentes en Kuhn. E\identemente algo parecido sucede con la teoría de los «Programas de inl.eStigación» de l. Lakatos.

{32} La noción de ruptura es propia inicialmente de la Epistemología de G. Bachelard y también fue utilizada por el marxista francés Althusser 0féase A Sánchez Vázquez, Ciencia y revolución. El marxismo de Althusser, Alianza, Madrid 1978).

{33} A F. Chalmers, op. cit. , pág. 128.

{34} A Ri~.edulla , op. cit. , pág. 220.

{35} A F. Chalmers, op. cit. , pág. 141 y J. Losee, op. cit. , pág. 215.

{36} Esta es una de las principales críticas que Kuhn hace a Popper. Vid. A Ri~.edulla, op. cit. , págs. 228-232 y J. Losee, op. cit. , pág. 216.

{37} T. S. Kuhn, Segundos pensamientos sobre paradigmas, lecnos, Madrid 1978, págs. 15-16. «Matriz disciplinar» hace referencia a un conjunto de elementos ordenados de diferentes tipos y que son compartidos por los que practican una disciplina. Las «generalizaciones simbólicas» son las expresiones empleadas susceptibles de formalización. Los «modelos» son la fuente de las analogías (o de la ontología) y los «ejemplares» son sduciones de problemas concretos aceptados como paradigmáticos.

{38} Vid. T. S. Kuhn, La estructura de las revduciones científicas, cap. IX

{39} «Acción» que está presente en la formación inicial que tu\0 Kuhn. Vid. T. S. Kuhn, op. cit. , pág. 9. Bajo esta analogía neVvtoniana comprendemos también el desarrollo teórico de Paul K. Feyerabend y de l. Lakatos. El primero de ellos con sus denuncias de los marcos de racionalidad del Positil.ismo (en sentido genérico).

{40} Una tendencia «antifundacionalista» (así la llama José Ferrater Mora, op. cit. , pág. 74) habría surgido también en el seno del pensamiento analítico, que habría encontrado en la obra de Kuhn (principalmente en los componentes «no racionalizables» desde el logicismo y el formalismo de estricta obser~.encia ) un buen moti\0 para abrirse hacia el «pensamiento dialogante», (y en algunos aspectos nihilizante y lúdico) tan querido de los postestructuralistas franceses (reacción y «paso al límite» del estructuralismo).

Asimismo pensamos que la disyunti~.e planteada por Kuhn, y su altemati~.e frente a la \leja idea de racionalidad, lle~.e por un lado al reconstruccionismo racionalista (especie de «superación» de Popper y Kuhn) que representa lmre Lakatos- pues éste parte de la con\icción de que es posible concordar perspecti~.e histórica y racionalidad teorética, siendo el concepto de «Programa de inl.eStigación científica» el nue\0 aglutinante teórico- y también lle~.e por otro lado al anarquismo epistemológico de Feyerabend.

Particularmente pensamos de Feyerabend que cuanto más encrespa su \OZ de forma altanera frente al positil.ismo y al teoricismo de Popper, al que llama «ambicioso maestro de escuela», más nos asoma a la tradición que tanto critica. Su «acción « es en gran medida «reacción», como también reconoce Ferrater, pues Feyerabend es el «deconstruccionismo» a lo anglosajón.

Pero \OI\iendo al nue\0 ámbito de la Historia de la ciencia hay que señalar que trabajos tan espléndidos como el de l. Bemard Cohen, sobre la «re\Oiución neVvtoniana», ponen en entredicho las principales consignas «rupturistas» de

Kuhn, aunque esto parezca atenuado debido a alguros presupuestos filosóficos que Cohen adopta, en los que combina la noción de «rel.dución» con las muy importantes de «estilo» y «transfonnación».

En el campo de la Psicología los estudios de Juan Bautista Fuentes Ortega muestran las debilidades de los conceptos kuhnianos de «re\Oiución» y «paradigma», y su inoperancia gnoseológica, epistémica y ontológica.

Véase R. Rorty, La filosofía y el espejo de la naturaleza, Cátedra, Madrid 1983, cap. VIl, 2. l. Lakatos, Historia de la ciencia y sus reconstrucciones racionales (1974), lecnos, Madrid 1982, pág. 64 y la edición citada de La metodología de los p~ramas de investigación científica (1972), Alianza, Madrid 1983, pág. 173. P. K. Feyerabend, Contra el método (1970), Ariel en Orbis, Barcelona 1984; Adiós a la razón, lecnos, Madrid 1985, págs. 25-28, 32, 60, 67-BB, &c.; ¿Por qué no Platón?, lecnos, Madrid 1985, págs. 62, 93-94, 111-113, 117, &c. José Ferrater Mora, Cambio de marcha en filosofía, Alianza, Madrid 1974, pág. 39; La filosofía actual, Alianza, Madrid 1986 (4" reimp.), pág. 78. l. B. Cohen, La revolución nevo.toniana y la transformación de las ideas científicas (1980), Alianza, Madrid 1983, Parte 1, y la reseña a la obra de Cohen en A Hidalgo, El Basilisco, n° 16 (primera época), Ol.iedo 1984, págs. 8S.90. Juan Bautista Fuentes Ortega, «El segundo sistema de funciones como marco definitorio de la escala de lo psicdógicm> -ponencia presentada en las Primeras Jamadas de Psicología (organizadas por los estudiantes de la facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, Ol.iedo, marzo 1984}- y «Análisis epistemológico de las funciones comportamentales como critica del uso del concepto de paradigma en psicología» -comunicación presentada al 111 Congreso de Teoría y fv'etodología de las ciencias, Gijón, 23-28 de septiembre de 1985--. Sobre lhomas Samuel Kuhn ~.er también Gusta1.0 Bueno, TCC, págs. 814, 872, 976, 1129, 1164, 1181-1184, 1213, 1238, 1248, 1257, 1260-1264.

{41} Aiberto Hidalgo, «Diálogos platónicos con Mario Bunge» y «Entrel.ista con Mario Bunge» (\id. supra). Puede ~.erse una crítica a la «Dialéctica» en Mario Bunge, «El marxismo hoy», en Cien años después de fv1arx (~.arios autores, Román Reyes editor), Akal, Madrid 1986, págs. 27-41 .

{42} A Hidalgo, «Diálogos platónicos ... », pág. 8.

{43} A Hidalgo, op. cit. , págs. 8-9.

{44} Ideas críticas frente a Quine en M. Bunge, La investigación científica (1969), Ariel, Barcelona 1983, parte IV, cap. 12 y otros. Mario Bunge, Epistemología, Ariel, Barcelona 1980, cap. 3.

{45} A Hidalgo, op. cit. , pág. 9. «Entre\ista con Mario Bunge», pág. 66.

{46} A Hidalgo, op. cit. , pág. 67.

{47} M. Bunge, op. cit. , V, cap. 9 y 10. Mario Bunge, fv1aterialismo y ciencia, Ariel, Barcelona 1981, cap. 6.

{48} A Hidalgo, 1 bidem.

{49} Nos referimos aquí a la concepción de la Psicdogía que Bunge tiene y en concreto al problema del reduccionismo en la cuestión mente/cerebro. Véase M. Bunge, «Epistemología de las ciencias naturales. La psicdogía como ciencia natural» en Actas del 1 Congreso de Teoria y fv'etodología de las Ciencias, Pentalfa, Ol.iedo 1983, págs. 25-32. Aquí resume ideas que expone en «lhe Mind­Body Problem» (traducción en lecnos ). Una critica «transforrnacionista» puede ~.erse en J. B. Fuentes Ortega y otros, «El programa psicológico de Mario Bunge: un resumen crítico» en Actas del 11 Congreso de Teoria y fv'etodología de las ciencias (Vd. //), Pentalfa, Ol.iedo 1984, págs. 455-460. leólogos como Ruiz de la Peña se ocuparon también del pensamiento de Bunge. Así en Las nuevas antropologías. Un reto a la teología (Sal lerrae, Santander 1983, págs. 170-173, 180-183 y 227 y ss.). El propio Ruiz de la Peña en su obra Tedogía de la creación (Sal lerrae, Santander 1986) criticando el monismo, el reduccionismo epistemológico y la noción de «emergencia» de Bunge wel~.e de nue\0 «a la carga». Ad~.ertimos la habilidad de Ruiz de la Peña pues utiliza interpelaciones de Gusta1.0 Bueno a Bunge (pertenecientes al 1 Congreso ... ) para acentuar las «flaquezas» de éste. (Vid. págs. 258, 260, 261, 266).

{50} Mario Bunge, Teoría y realidad, págs. 13-14.

{51} Mario Bunge, op. cit. , págs. 15-16.

{52} Mario Bunge, op. cit. , págs. 30 y 55 ss.

{53} Mario Bunge, op. cit. , págs. 33-49. Véase también un resumen de sus principales postulados metateóricos en el \Oiumen colecti1.0 El pensamiento científico, cap. VIl, «Metateoría», lecros-Unesco (1978), 1983, págs. 225-265.

{54} Mario Bunge, Teoría y realidad, págs. 14-15 y 34. A Hidalgo, «Diálogos

platónicos ... », pág 12; «Entre\ista con ... », pág. 65.

{55} Mario Bunge, «Paradigmas y re\Oiuciones en ciencia y técnica», El Basilisco, n° 15, (primera época), 01.1edo 1983, págs. 2-9 (pág. 5).

{56} Mario Bunge, «leoría económica y realidad económica», en Actas del 1 Congreso ... , págs. 441-454 (pág. 450451). Mario Bunge, «¿Cómo desenmascarar falsos científicos?», Los cuadernos del Norle, n° 15, Caja de Ahorros de Asturias, 01.1edo 1982, págs. 52-69 (págs. 58-60).

{57} Gusta\0 Bueno, op. cit. , pág. 119. Mario Bunge, Teoría y realidad, págs. 143-162 y 182. Sobre Mario Augusto Bunge ~.er también Bueno, TCC, págs. 1244, 1246, 1248, 1318, 1321.

{58} Una exposición global de la filosofía de la ciencia de Bueno puede ~.erse en las siguientes ponencias: Gusta\0 Bueno, «El cierre categorial aplicado a las ciencias físicoquímicas» y «Gnoseología de las ciencias humanas», en Actas del 1 Congreso de Teoría y fv'etoddogía de las Oencias, Pentalfa, 01.1edo 1982, págs. 101-164 y 335-337 respectil.emente. Pérez Laborda en su apretado resumen de La ciencia contemporánea y sus implicaciones filosóficas hace mención de pasada a la leoría del Cierre Categorial, señalando su importancia. (Véase op. cit. en Cincel, Serie historia de la filosofía, n° 35, Madrid 1985, págs. 78-82.)

{59} Gusta\0 Bueno, Ensayo sobre las categorías de la economía política, La Gaya ciencia, Barcelona 1972, pág. 16.

{60} Gusta\0 Bueno, El papel de la filosofía en el conjunto del saber; Oencia nue~.e, Madrid 1970, pág. 63.

{61} Gusta\0 Bueno, op. cit., pág. 230 y ss. Ver también Bueno, ¿Qué es la filosofía? y Ensayos materialistas, laurus, Madrid 1972, págs. 391 y ss. Véase Pilar Palop, s. v. «Symploké», Diccionario de Filosofía, Sígueme, Salamanca 1979, 2"ed., págs. 466468.

{62} Pilar Palop, op. cit. , pág. 467.

{63} Gusta\0 Bueno, La metafísica presocrática, Pentalfa, 01.1edo 1974, pág. 17.

{64} Gusta\0 Bueno, Idea de ciencia desde la teoría del cierre categorial, Uni~.ersidad Menéndez Pelayo, Santander 1976, pág. 16.

{65} Gusta\0 Bueno, «El cierre categorial aplicado a las ciencias físico químicas», pág. 102.

{66} José Manuel Femández Cepedal, s. v. «Categoría», en Diccionario de Filosofía, Sígueme, Salamanca 1979, 2" ed., págs. 58-60.

{67} José Manuel Femández Cepedal, op. cit. , pág. 59.

{68} José Manuel Femández Cepedal, Ibídem.

{69} Pilar Palop, «Gnoseología y Educación. Estatuto gnoseológico de la Pedagogía» (policopiado inédito), Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, 01.1edo, pág. 14.

{70} José Manuel Femández Cepedal, Ibídem.

{71} Pilar Palop, «El cierre categorial», resumen de la \Oiuminosa obra de Bueno y colaboradores, Estatuto gnoseológico de las ciencias humanas, 4 \Ois., Departamento de Filosofía (Uni~.ersidad de 01.1edo), 1976 (inédito). Véase Gusta\0 Bueno, Teoría del cierre categorial, 5 \Oiúmenes, Pentalfa, 01.1edo 1992-1993.

{72} Pilar Palop, Ibídem.

{73} José Manuel Femández Cepedal, Ibídem.

{74} Pilar Palop, Ibídem.

{75} José Manuel Femández Cepedal, Ibídem.

{76} José Manuel Femández Cepedal, op. cit. , pág. 60.

{77} Gusta\0 Bueno, «Ciencias antropológicas y Antropología filosófica», en Estatuto gnoseológico ...

{78} Pilar Palop, op. cit. , pág. 14 (\id. supra).

{79} Pilar Palop, op. cit. , pág. 15 (\id. supra).

{80} M. Sacristán, Introducción a la Lógica y al Análisis Formal, Ariel, Barcelona, págs. 17-18. Una concepción «transformacionista» de la Lógica Formal l.éase en J. Velarde, Lógica Formal, Pentalfa, 0\iedo 1982, págs. 15-29.

{81} Pilar Palop, op. cit. , pág. 16.

{82} Gusta\0 Bueno, «El cierre categorial aplicado a las ciencias físicoquímicas» (\id. supra), pág. 111 .

{83} Pilar Palop, Gnoseología y educación. .. , pág. 11 .

{84} M. A. Quintanilla, Ideología y ciencia, Fernando lOrres, Valencia 1976, pág. 82.

{85} Pilar Palop, El Cierre categorial (policopiado), pág. 19 (ll supra).

{86} Gusta\0 Bueno, op. cit. , págs. 129-130. Véase un ensayo de aplicación de la teoría de los tres ejes gnoseológicos al «cierre categorial» de la Etnología en Bueno, Etnología y Utopía, Las ediciones de los Papeles de Son Armadans, Azanca 1, Valencia 1971, págs. 103-120 (reedición ampliada en Ediciones Júcar, Madrid, 1987).

{87} Gusta\0 Bueno, «En tomo al concepto de 'Ciencias Humanas'», El Basilisco, n° 2, (primera época), 0\iedo 1978, pág. 29.

{88} Bueno, Ibídem.

{89} Bueno, «El cierre categorial aplicado a las ciencias físico-químicas», pág. 122.

{90} Bueno, op. cit., pág. 134.

{91} Bueno, op. cit., pág. 140. Gusta\0 Bueno ha criticado ~.arias \€Ces el «catastrofismo» epistémico de Bachelard y su «corte epistemológico». Una exposición de Bachelard y su epistemdogía l.éase en L. Geymonat, Historia del pensamiento filosófico y científico (1972), \01 . 11, Ariel, Barcelona 1984, cap. 10, págs. 277-305.

{92} Gusta\0 Bueno, Idea de ciencia desde la teoría del cierre categorial, pág. 10.

{93} Bueno, op. cit. , pág. 9

{94} Bueno, op. cit. , pág. 11

{95} Bueno, op. cit. , pág. 34. Gusta\0 Bueno, Ensayo sobre las categorías de la economía política, La Gaya ciencia, Barcelona 1972, págs. 26 y ss. Ver también Bueno, TCC y el opúsculo ¿Qué es la ciencia? La respuesta de la teoría del cierre categorial. Ciencia y Filosofía, págs. 37-88.

{96} Bueno, «Sobre el significado de la ~.erdad biológica de los leoremas de Mendel», ponencia presentada en el 11 Congreso de Teoría y fv'etodología de las Ciencias, 4 al 9 de Abril, 0\iedo 1983. A. Hidalgo, «la biología molecular: ¿rel.dución o cierre?», Actas del 11 Congreso ... (Vol. 11), Pentalfa, 0\iedo 1984, págs. 293-308. J. B. Fuentes Ortega, «En tomo a la escala de la psicología científica: el concepto del 'segundo sistema de funciones'», Actas del 11 Congreso, págs. 401409. Sobre las aplicaciones de la teoría del «cierre categorial» existe ya una abundantísima bibliografía y ya dijimos algo a ese respecto en nuestra nota aclaratoria al comienzo de este trabajo. Así puede \erSe La filosofía de Gustavo Bueno. 1-bmenaje a Gustavo Bueno, organizado por la re\ista Meta, Editorial Complutense, Madrid 1992. En este número especial de fv'eta hay artículos de Vidal Peña, Quintín Racionero, Alberto Hidalgo, Julián Velarde, Da\id Al~.ergonzález, Juan Bautista Fuentes y del propio Gusta\0 Bueno. Respecto a la problemática de algunas ciencias humanas citamos lo siguiente sin pretender ser exhausti\OS. Así, el trabajo de Bueno titulado «Sobre el alcance de una 'ciencia media' (ciencia ¡31) entre las ciencias humanas estrictas (a2) y los saberes prácticos (¡32)» (págs. 155-181), se expone también en El Basilisco, n° 2 (segunda época), 0\iedo 1989, págs. 57-72. Bueno, «la Etología como ciencia de la cultura», en El Basilisco, n° 9, 0\iedo 1991, págs. 3-37. Asimismo l.éase de Da\id Al~.ergonzález, que en el mencionado homenaje había desarrollado su «Materialismo gnoseológico y ciencias humanas: Problemas y expectati~.es» (págs. 127-154), el trabajo «Problemas en tomo al concepto de 'ciencias humanas' como ciencias de doble plano operatorio», El Basilisco, n° 2 (segunda época), 0\iedo 1989, págs. 51-56. De J. B. Fuentes Ortega citaremos: «la psicdogía: ¿una anomalía para la teoría del cierre categorial?» en 1-bmenaje a Gustavo Bueno, op. cit., págs. 183-206 (y también en El Basilisco, n° 11, segunda época, 0\iedo 1992, págs. 58-71). Véase además «Nota sobre la causalidad apotética a la escala psicológica, acompañada de algunas obser~.eciones», El Basilisco, n° 1 (segunda época), 0\iedo 1989, págs. 57-64. «Un caso ejemplar de historia interna en psicología: continuidad entre la crítica radical del conductismo metodológico y la crítica gestaltista del estructuralismo», El Basilisco, n" 8 (segunda época), 0\iedo 1991, págs. 19-39. "También son muy importantes las precisiones críticas de Alberto Hidalqo al respecto en «El marco conceptual en

Brunswk», sobre Egon Brunswk, El marco conceptual de la psicología, l.ei"Sión castellana, introducción y notas de Juan Bautista Fuentes Ortega (Debate, Madrid 1989), en El Basilisco, n° 7 (segunda época), 01.1edo 1991, págs. 94-97.

{97} Seguimos aquí el trabajo de P. Palop, «Epistemología de las ciencias humanas y ciencias de la educación» (policopiado inédito, Facultad de Filosoña y Oencias de la Educación, 01.1edo), pág. 3 y ss. E. Andreski, Las ciencias sociales como forma de brujería, laurus, Madrid 1973, pág. 159.

{98} lOmado del trabajo de P. Palop, op. cit. , también en Bueno, El individuo en la historia, Unil.ei"Sidad de 01.1edo 1980, págs. 4348.

{99} Ibídem.

{100} F. Olallaye, t-.Aatodología de las ciencias, Labor, Barcelona 1935, págs. 47-53.

{101} Gusta\0 Bueno, «En tomo al concepto de 'Oencias humanas' . La distinción entre metodologías a-operatorias y ~peratorias», El Basilisco, no 2 (primera época), 01.1edo, págs. 12-46 (pág. 13).

{102} Bueno, op. cit. , pág. 14.

{103} Bueno, op. cit. , pág. 15

{104} Bueno, op. cit. , pág. 16. Bueno y col., Estatuto gnosedógico de las ciencias humanas (inédito), en concreto los epígrafes «Delimitación del sentido de Antropología filosófica que queremos definir», «las disciplinas antropológicas y las ciencias humanas», y «Oencias antropológicas y antropología filosófica». Véase la interesantísima obrita de Elena Ranzón, Sobre la constitución de la idea modema de hombre en el siglo XVI: el «conflicto de las facultades», Fundación Gusta\0 Bueno, Cuadernos de Filosoña, 01.1edo 2003.

{105} Bueno, «En tomo al concepto de 'Ciencias humanas'», pág. 18. Etnología y utopía, págs. 54-74. El mito de la cultura. Ensayo de una filosofía materialista de la cultura, Editorial Prensa Ibérica, Barcelona 1996.

{106} Bueno, «En tomo al concepto de ciencias humanas. La distinción entre metodologías a-operatorias y !)-operatorias», El Basilisco, n° 2 (primera época), 01.1edo 1978, pág. 22. Bueno, «Gnoseología de las ciencias humanas», Actas del 1 Congreso ... , Pentalfa, 01.1edo 1982, págs. 315-337 (pág. 317).

{107} Bueno, op. cit. , pág. 321 . Bueno, «En tomo al concepto de ciencias humanas ... », págs. 20..24.

{108} Bueno, op. cit. , pág. 24

{109} Bueno, Ibídem.

{110} Bueno, Ibídem.

{111} Bueno, «Gnoseología de las ciencias humanas», Actas ... , pág. 323.

{112} Bueno, op. cit. , págs. 323-324.

{113} Bueno, «En tomo al concepto ciencias humanas», pág. 27.

{114} Bueno, op. cit. , pág. 29.

{115} Bueno, «Gnoseología de las ciencias humanas», pág. 328. Bueno, op. cit. , págs. 323 y 330. Bueno, «En tomo al concepto de ciencias humanas ... », págs. 27,29 y SS.

{116} Bueno, op. cit. , pág. 36. Bueno, «Gnoseología de las ciencias humanas», pág. 330.

{117} Bueno, «En tomo al concepto de ciencias humanas ... », págs. 36 y 38.

{118} Bueno, op. cit. , págs. 38-39.

{119} Bueno, Ibídem.

{120} Bueno, op. cit. , pág. 43. Bueno, «Gnoseología de las ciencias humanas», pág. 332.

{121} Bueno, op. cit. , pág. 333.

{122} Bueno, op. cit. , pág. 334. Una exposición más amplia en «En tomo al concepto de ciencias humanas ... », págs. 40-46. Ver también ¿Qué es la ciencia?

La respuesta de la teoría del cierre categ;ríal. Ciencia y Filosofía, págs. 37-88.

{123} Bueno, «Determinismo cultural y materialismo histórico», El Basilisco, n° 4, (primera época), 0\iedo 1978, págs. 4-28.

{124} Pedro José Barbado García & Francisco López Ruiz, «Ensayo de aplicación de las metodologías a y J3-operatorias en las ciencias jurídicas», Revista Universidad y sociedad, Uned, Madrid 1983, págs. 107-122.

{125} J. Habermas, Conocimiento e interés (1968), laurus, Madrid 1982, págs. 310-317 y 318-324. Habermas, Teorías de la verdad (trad. M. Jiménez Redondo) [cortesía de Francisco López Ruiz, Unil.ersidad de Alicante] . Raul Gabás, J. Habermas: Dominio técnico y comunidad lingüística, Ariel, Barcelona 1980. V. Santamaria, «Jürgen Habermas y la escuela de Frankfurt», Los Cuadernos del Norle, no 22, 1983, págs. 2-7. A. Hidalgo, «la estrategia de la resistencia y Jürgen Habermas», Los Cuadernos del Norte, n° 32, 0\iedo 1985, págs. 62-72. A. Cortina, Crítica y utopía: la escuela de Francfort, Cincel, Serie Historia de la filosofia, Madrid 1985, caps. 6, 7 y 8.

{126} Gustél\0 Bueno, El sentido de la vida. Seis Lecturas de filosofía moral, Pentalfa, 0\iedo 1996. 0féase Lectura primera: Ética y moral y derecho; VI: La distinción ética/moral desde la perspecti~.e del materialismo trascendental , págs. 56-88.)

{127} Gusta\0 Bueno, El mito de la Izquierda. Las izquierdas y la derecha, Ediciones B, Barcelona 2003 (2"- edición). Bueno, Panfleto contra la democracia realmente existente, La Esfera de los Ubros, Madrid 2004. Bueno, El mito de la felicidad. Autoayuda para desengaño de quienes buscan ser felices, Ediciones B, Barcelona 2005.

t.aT.m. ;~t:R!T!C6 (! El debate de Teatro crítl

EL CATOBLEPAS rewj&!fa critica d¡el p re :se nte

© 2Cre WMNnodulo.crg