Textos de la generación del 14 y las vanguardias

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Textos de la generación del 14 y las vanguardias: Tierra de labranza. Olivos y almendros subiendo por las laderas; arboledas recónditas junto a los casales; el árbol de olor del Paraíso; un ciprés y la vid en el portal; piteras, girasoles, geranios cerrando la redondez de la noria; escalones de viña; felpas de pinares; la escarpa cerril; las frentes desnudas de los montes, rojas y moradas, esculpidas en el cielo; y en el confín, el peñascal de Calpe, todo de grana, con pliegues gruesos, saliendo encantadoramente del mar; una mar lisa, parada, ciega, mirando al sol redondo que forja de cobre lo más íntimo y pastoso de un sembrado, un tronco viejo, una arista de roca, un pañal tendido, y, encima de todo, el aliento de la anchura, el vaho de sal y de miel del verano levantino cuando cae la tarde. Y entonces Sigüenza percibe el grito interior sobrecogido: “¡Campo mío!” Ya se ve, sin verse, en el agua de los riegos que corría, que la cal de los cortinales, en el temblor de los chopos, en el azul, en todo lo que le rodeaba. Como en esa tarde vino en aquel tiempo. El olor de los viejos campos de la Marina, como el olor de su casa familiar en la felicidad de los veranos de su primera juventud. Pero no pareciendo que “fuese ayer”, o pareciéndolo precisamente porque entonces sentimos todo lo contrario. Y porque nos oprime la verdad del tiempo devanado tuvo más fuerza alucinante la emoción de esta hora que se había quedado inmóvil para Sigüenza desde entonces. Y hasta hizo un ademán suave de tocarla, de empujarla, queriendo que volviese a caminar a su lado. Una lente lírica le acercaba a sí mismo. En ese algarrobo desgarrado, en aquella quebrada, en un contorno de una colina, en una tonalidad, en un rasgo preciso, debió de dejarse más hincada su mirada, y ahora, entre todo, se le presentaba, no el recuerdo óptico y casuístico, sino la misma mirada, la sensación de su vida, que se había envejecido allí, y ahora le salía para verle pasar, a veinte años de distancia... GABRIEL MIRÓ, Años y leguas http://moteros153.blogspot.com/2012/01/la-senorita-de-trevelez-de-carlos.html La señorita de Trevélez, Carlos Arniches

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Textos de la generación del 14 y las vanguardias:

Tierra de labranza. Olivos y almendros subiendo por las laderas; arboledas recónditas junto a

los casales; el árbol de olor del Paraíso; un ciprés y la vid en el portal; piteras, girasoles,

geranios cerrando la redondez de la noria; escalones de viña; felpas de pinares; la escarpa

cerril; las frentes desnudas de los montes, rojas y moradas, esculpidas en el cielo; y en el

confín, el peñascal de Calpe, todo de grana, con pliegues gruesos, saliendo encantadoramente

del mar; una mar lisa, parada, ciega, mirando al sol redondo que forja de cobre lo más íntimo y

pastoso de un sembrado, un tronco viejo, una arista de roca, un pañal tendido, y, encima de

todo, el aliento de la anchura, el vaho de sal y de miel del verano levantino cuando cae la

tarde. Y entonces Sigüenza percibe el grito interior sobrecogido: “¡Campo mío!” Ya se ve, sin

verse, en el agua de los riegos que corría, que la cal de los cortinales, en el temblor de los

chopos, en el azul, en todo lo que le rodeaba. Como en esa tarde vino en aquel tiempo. El olor

de los viejos campos de la Marina, como el olor de su casa familiar en la felicidad de los

veranos de su primera juventud. Pero no pareciendo que “fuese ayer”, o pareciéndolo

precisamente porque entonces sentimos todo lo contrario. Y porque nos oprime la verdad del

tiempo devanado tuvo más fuerza alucinante la emoción de esta hora que se había quedado

inmóvil para Sigüenza desde entonces. Y hasta hizo un ademán suave de tocarla, de empujarla,

queriendo que volviese a caminar a su lado. Una lente lírica le acercaba a sí mismo. En ese

algarrobo desgarrado, en aquella quebrada, en un contorno de una colina, en una tonalidad,

en un rasgo preciso, debió de dejarse más hincada su mirada, y ahora, entre todo, se le

presentaba, no el recuerdo óptico y casuístico, sino la misma mirada, la sensación de su vida,

que se había envejecido allí, y ahora le salía para verle pasar, a veinte años de distancia...

GABRIEL MIRÓ, Años y leguas

http://moteros153.blogspot.com/2012/01/la-senorita-de-trevelez-de-carlos.html

La señorita de Trevélez, Carlos Arniches

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Juan Ramón Jiménez

¡Infancia! ¡Campo verde, campanario, palmera,

Mirador de colores: sol, vaga mariposa

Que colgabas a la tarde de primavera,

En el cenit azul, una caricia rosa!

5- ¡Jardín cerrado, en donde un pájaro cantaba,

Por el verdor teñido de melodiosos oros;

Brisa suave y fresca, en la que me llegaba

La música lejana de la plaza de toros!

…Antes de la amargura sin nombre del fracaso

10-Que engalanó de luto mi corazón doliente,

Ruiseñor niño, amé, en la tarde de raso,

El silencio de todos o la voz de la fuente.

Vino, primero, pura,

vestida de inocencia.

Y la amé como un niño.

Luego se fue vistiendo

de no sé qué ropajes.

Y la fui odiando, sin saberlo.

Llegó a ser una reina,

fastuosa de tesoros…

¡Qué iracundia de hiel y sin sentido!

…Mas se fue desnudando.

Y yo le sonreía.

Se quedó con la túnica

de su inocencia antigua.

Creí de nuevo en ella.

Y se quitó la túnica,

y apareció desnuda toda…

¡Oh pasión de mi vida, poesía

desnuda, mía para siempre!

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Vicente Huidobro. Non Serviam

Y he aquí que una buena mañana, después de una noche de preciosos sueños y delicadas pesadillas, el poeta se levanta y grita a la madre Natura: Non serviam.

Con toda la fuerza de sus pulmones, un eco traductor y optimista repite en las lejanías:«No te serviré».

La madre Natura iba ya a fulminar al joven poeta rebelde, cuando éste, quitándose el sombrero y haciendo un gracioso gesto, exclamó: «Eres una viejecita encantadora».

Ese non serviamquedó grabado en una mañana de la historia del mundo. No era un grito caprichoso, no era un acto de rebeldía superficial. Era el resultado de toda una evolución, la suma de múltiples experiencias.

El poeta, en plena conciencia de su pasado y de su futuro, lanzaba al mundo la declaración de su independencia frente a la Naturaleza.

Ya no quiere servirla másen calidad de esclavo.

El poeta dice a sus hermanos: «Hasta ahora no hemos hecho otra cosa que imitar al mundo en sus aspectos, no hemos creado nada. ¿Qué ha salido de nosotros que no estuviera antes parado ante nosotros, rodeando nuestros ojos, desafiando nuestros pies o nuestras manos?

»Hemos cantado a la Naturaleza (cosa que a ella bien poco le importa). Nunca hemos creado realidades propias, como ella lo hace o lo hizo en tiempos pasados, cuando era joven y llena de impulsos creadores.

»Hemos aceptado, sin mayor reflexión, el hecho de que no puede haber otras realidades que las que nos rodean, y no hemos pensado que nosotros también podemos crear realidades en un mundo nuestro, en un mundo que espera su fauna y su flora propias. Flora y fauna que sólo el poeta puede crear, por ese don especial que le dio la misma madre Naturaleza a él y únicamente a él».

Non serviam. No he de ser tu esclavo, madre Natura; seré tu amo. Te servirás de mí; está bien. No quiero y no puedo evitarlo; pero yo también me serviré de ti. Yo tendré mis árboles que no serán como los tuyos, tendré mis montañas, tendré mis ríos y mis mares, tendré mi cielo y mis estrellas.

Y ya no podrás decirme: «Ese árbol está mal, no me gusta ese cielo.... los míos son mejores».

Yo te responderé que mis cielos y mis árboles son los míos y no los tuyos y que no tienen por qué parecerse. Ya no podrás aplastar a nadie con tus pretensiones exageradas de vieja chocha y regalona. Ya nos escapamos de tu trampa.

Adiós, viejecita encantadora; adiós, madre y madrastra, no reniego ni te maldigo por los años de esclavitud a tu servicio. Ellos fueron la más preciosa enseñanza. Lo único que deseo es no olvidar nunca tus lecciones, pero ya tengo edad para andar solo por estos mundos. Por los tuyos y por los míos.

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Una nueva era comienza. Al abrir sus puertas de jaspe, hinco una rodilla en tierra y te saludo muy respetuosamente.