Thorstein Veblen - Teorico de La Clase Ociosa

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Traducción deEDUARDO L. SUÁREz

Traducción de la Introducción a esta edición:BEATRIZ GONZÁLEZ CASANOVA

JüHN PATRICK DIGGINS

THÜR8TEINVEBLEN

Teórico de la clase ociosa

FONDO DE CULTURA ECONÓMICAMÉXICO

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Primera edición en inglés,Primera edición en español,Segunda edición en inglés,Segunda edición en español,

cultura Libre

1978198319992003

Ami madrey a la memoria

de mi padre

Comentarios y sugerencias: [email protected] nuestro catálogo: www.fondodeculturaeconomica.com

Título original:The Bard ofSavagery. Thorstein Veblen and Modern Social Theory© 1978, The Seabury Press, Nueva YorkISBN 0-8164-9323-5El bardo del salvajismo. Thorstein Veblen y la teoría social moderna© 1983, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Esta edición:Thorstein Veblen, Theorist ofthe Leieure Class© 1999, Princeton University Press

D. R. © 2003, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14200 México, D. F.

ISBN 968-16-6960-6

Impreso en MéxicoPritüed in Mexico

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INTRODUCCIÓN A ESTA EDICIÓN

AHORA QUE EL SIGLO XX LLEGA A SU FIN, los Estados Unidos es­tán obsesionados con el fetiche de la moda, sea que se trate dealta costura para ricos o de tenis Nike para los chicos de barrio.Más que nunca, el "consumo conspicuo", la expresión inmortalde Thorstein Veblen, se ha apoderado de una sociedad opulentay ostentosa. Personas de uno y otro sexo, de todas las edades,desean que se les diga cómo deben vestirse para ser aceptadaspor los demás. En referencia a The Official Preppy Handbook,Henry Fairlie escribió que "Veblen hubiera comprendido la im­portancia de todos los adornos, vestidos y costumbres de los ni­ños bien que se describen allí". La moda, que es el arte de lasapariencias, sigue adhiriéndose a la máxima de Henry DavidThoreau: "Cada generación se ríe de las viejas modas mientrassigue religiosamente las nuevas". Veblen continúa la tradiciónde los moralistas norteamericanos al burlarse de la moda entanto que innovación desperdiciada en aras de la reputación;explica cómo las prendas de una persona combinan eleganciacon ineptitud, para señalar que su vida no cumple ninguna fun­ción útil. Al parecer, el comportamiento humano en 1999 esexactamente igual al de 1899, año en que apareció la Teoría dela clase ociosa el libro de Veblen que puso un espejo ante lacara del pueblo estadunidense. ¿Pero el pueblo atendió algo desus locuras y fantasías con respecto a la indumentaria y susengaños?

Veblen fue un economista serio y, al mismo tiempo, un sati­rista social. Su análisis sobre el modo en que la actividad eco­nómica real escapa a la teoría económica ortodoxa puede sermás relevante que nunca, aun cuando sus soluciones a los pro­blemas del capitalismo moderno sigan siendo tan irrelevantes

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como siempre. Pensemos en otros filósofos de la economía.Echando a volar la imaginación, Aclaro Smith, Carlos Marx,John Maynard Keynes y Max Weber probablemente nos obser­van desde las alturas celestiales o desde las profundidades delinfierno; todos mueven la cabeza en señal de desaprobación,pero cada quien por razones diferentes.

Smith demostraría a Veblen que las vicisitudes de la modareflejan simplemente una economía de intercambio en la quelas personas buscan distinguirse unas de otras; Keynes trata­ría de enseñarle que el consumo puede ser un estímulo positivopara el flujo de dinero. Marx, en cambio, trataría de explicar aSmith y a Keynes que las sociedades opulentas no pueden corre­gir racionalmente su insaciable demanda de mercancías. Ve­bIen, a su vez, preguntaría a Marx por qué dio por hecho que laclase trabajadora podía alcanzar la conciencia revolucionaria,en tanto que Weber le preguntaría a Veblen por qué pensó quelos ingenieros podrían hacerlo y por qué dio por hecho que laciencia sería liberadora y no una nueva forma de dominacióntecnológica. Esto es historia intelectual en su mejor expresión:diálogo vivo con los muertos.

Thorstein Veblen bien puede describirse como el primer teó­rico social que dio una necesaria descarga de humor a la "cien­cia deprimente" de la economía. Después de Veblen, el "hombreeconómico" se convirtió en algo más que una criatura de inte­reses racionales y algo menos que un agente de virtud social.En contra de las interpretaciones que prevalecían en su tiem­po -la teoría marxista o la teoría neoclásica conservadora-,Veblen describió la economía del mercado capitalista como algoirracional y esencialmente hedonista, un fenómeno atávicoque podía entenderse, más que a través del estudio de gráficasy estadísticas, mediante la investigación del comportamientode los hombres y mujeres arcaicos que vivían en comunidadestribales primitivas. El genio de Veblen reside en haber combi­nado la sensibilidad del antropólogo para captar los motivos noeconómicos del comportamiento humano con la sensibilidad

del escritor para usar la ironía y la sátira. Recientemente, porejemplo, las ciencias sociales han propuesto la teoría de la "elec­ción racional" en el comportamiento económico, la cual afirmaque los seres humanos actúan prudentemente con el objeto demaximizar sus intereses tratando de ganar más y gastar me­nos. ¿Por qué entonces -preguntaría Veblen- la gente se com­pra costosos abrigos de casimir cuando la ropa podría hacersede cartón?

Bastaría con leer la Teoría de la clase ociosa para entender­lo. La gente gasta pródigamente y adquiere cosas para exhibirsu valía y alta posición social, así como para mostrar su des­precio por el trabajo ordinario. En su libro más importante-en el que expone las costumbres polinesias- Veblen analizacómo el comportamiento moderno refleja la persistencia de"rasgos arcaicos" provenientes de épocas premodernas. Parti­cularmente memorable es la escena en la cual cierto rey fran­cés, acostumbrado a tener un funcionario encargado de moversu silla, se quedó sentado cerca del fuego, manteniendo la com­postura aun cuando el funcionario no se presentó a cumplir consu deber. "El rey se quedó sentado frente al fuego sin emitiruna queja y su real persona se tostó más allá de todo remedio."

La obra mejor conocida de Veblen puede leerse como uncomentario social sardónico (en este caso, sobre la vanidad dela posición social. que hace de la teoría del consumidor racio­nal una obsesión pintoresca de la teoría económica ortodoxa).Pero Veblen podía ser igualmente mordaz en los numerososartículos eruditos que publicó en revistas académicas como elJournal ofAmerican Sociology y el Journal of Political Eco­nomy. En estos artículos, recogidos posteriormente y reimpre­sos en sus dos trabajos más teóricos, The Place of Science inModern Civilization and Other Essays y Essays in Our Chan­ging Order, Veblen introduce con frecuencia alguna digresiónsardónica, con la cual consigue ilustrar el punto de maneramucho más .efectiva que con la forma tradicional del discursoacadémico.

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Algunos de estos artículos teóricos se analizan en mi libro.Pero como lo escribí hace dos décadas, no pude entender lascualidades de Veblen como escritor. Del mismo modo en quefue único como economista, sociólogo y antropólogo, tambiénlo fue como artista literario. Escribía con un procedimiento in­directo en un estilo diseñado para disfrazar sus propios pensa­mientas. Con frecuencia su humor deja frío al lector y recuer­da al espíritu cómico de escritores como Mark Twain; pero en laprosa de Veblen, en contraste con la de Twain, la forma lenta,densa y repetitiva de sus escritos refleja la imperturbable im­pasibilidad de su punto de vista. Twain, quien viviría para ates­tiguar el nacimiento de la máquina de escribir, un invento tanemocionante como la computadora, compartía con Veblen la feen el proceso mecanizador. Los propios escritos de Veblen parti­cipan a menudo -con su ritmo monótono-- de ese proceso.

El estilo de Veblen ha sido materia de considerable atención y

mucho debate entre los científicos sociales, los eruditos litera­rios e incluso entre los filósofos analíticos. El sostenido interésen su estilo de exposición es un indicador más de que muchodel atractivo de Veblen reside en su poder como escritor y retó­rico. Sin embargo, a pesar de que sus ideas económicas fueronasimiladas hace mucho tiempo por los científicos sociales, éstosno han podido adoptar o imitar completamente su oficio lite­rario. El lector queda fascinado -y ocasionalmente tambiénirritado-- ante una prosa sobrecargada que combina una labo­riosa solemnidad académica con ingeniosos y llamativos epi­gramas, así como con brillantes ideas relegadas frecuentemen­te a apostillas o pies de página.

Las largas y retorcidas descripciones de Veblen, como lo hadicho Max Lerner, pueden dar la sensación "de interminablespolisílabos traqueteantes, como si sus oraciones fueran unalarga cuerda de coches de carga rodando ininterrumpidamen­te". También es irritante la forma como Veblen oculta su pro­pia postura moral tras una fría prosa objetiva que pretende serneutralmente científica. Y algunos estudiosos se exasperan por

la forma en que usa monografías académicas y tratados erudi­tos para reírse de los "conocimientos arcanos" de los mercaderesde cerebros del status quo, los catedráticos y los "capitanes dela erudición".

Sobre todo, son las reiteraciones de Veblen, así como su debi­lidad por las tautologías y circunloquios, las que dejan a mu­chos de sus lectores sin aliento. H. L. Mencken -vengador ideo­lógico de Veblen y su más acerbo crítico literario- creía quelos escritos de Veblen debían ser excomulgados de la lenguainglesa:

Es como si la práctica de ese increíblemente oscuro y maloliente es­tilo fuera una enfermedad implacable, una suerte de diabetes inte­lectual progresiva, una lepra del sentido común. Las palabras seatropellan unas con otras hasta que cualquier reminiscencia de sig­nificado, cualquier base o justificación para usarlas, se pierde. Unodeambula en un laberinto de sustantivos, adjetivos, verbos, pronom­bres, adverbios, preposiciones, conjunciones y participios, la mayo­ría de ellos hinchados y casi todos incapaces de caminar. Es difícilimaginar un peor inglés dentro de los límites de una gramática in­teligible. Es torpe, afectado, opaco, rimbombante, ampuloso, vacuo;carente de distinción y, a menudo, del orden más elemental. El cate­drático culto queda atrapado en sus torcidas oraciones como un toroenredado en alambre de púas, y sus esfuerzos para liberarse sonigualmente furiosos y espectaculares.

A pesar de su molestia con el estilo, el ensayo de Menckensobre "el profesor Veblen", en la colección Prejudices (1919), seocupa más bien de las ideas principales de su adversario, espe­cialmente de las sátiras de Veblen sobre el comportamientocapitalista, de su defensa de las mujeres, y de su interpretaciónde la tosquedad del estadunidense como la flor más delicada dela barbarie primitiva. Mencken no se da la oportunidad de in­ferir que el elaborado estilo de Veblen pudo ser deliberado, notanto incapacidad de proporción cuanto ingenioso artilugio paraIl'anjearse los sentimientos profundos de la gente y exhibir

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mejor la tontería de la sabiduría convencional. En el "mundoinvisible" de la sociología, en que las implicaciones de las cos­tumbres, hábitos y valores se ocultan al alcance ordinario delentendimiento, ¿qué mejor estilo podría emplearse para sensi­bilizar la conciencia humana?

Quizá sería fácil sugerir que la manera como alguien res­ponde al estilo de Veblen depende de la forma en que respondea] análisis de la sociedad estadunidense moderna. No obstan­te, los paladines liberales y radicales de Veblen tienden a con­siderar su prosa como una evidencia más de la sentencia queafirma que la técnica satírica se acerca a la verdad al desen­mascarar la hipocresía y desprestigiar los falsos conceptos es­tablecidos. Para este fin Veblen utilizó varias piezas literariassatíricas o irónicas y en el proceso acuñó algunas de su propiainventiva, tales como la parodia del desgraciado presidenteuniversitario en The Higher Learning in America. Otro ejem­plo está en el uso de frases inventadas que tienen un giro inge­nioso; expresiones memorables como "consumo conspicuo", "en­trenada incompetencia", "buen humor voluntarioso", "emulaciónpecuniaria", "instituciones imbéciles", "chochez inocente", "cándi­da brutalidad", "desperdicio honorífico", "distinción envidiosa","don de la ferocidad" y "abandono consciente de la eficiencia".

La prosa de Veblen se viene abajo con el peso de volumino­sas estructuras gramaticales que a menudo zozobran de puraerudición. Pero su estilo difuso siempre se ve aligerado por untoque juguetón, una idea casual, un giro irónico o un sentidodel humor cruel que, en ocasiones, alcanza brillantez epigra­mática. "El disparatado esquema de Platón", escribió Veblenen The Higher Learning, "en el cual los filósofos se ocupan dela administración de los negocios, se ha puesto de cabeza; loshombres de negocios dirigen la búsqueda del conocimiento."A pesar de las críticas de conservadores como Mencken, e in­cluso de admiradores liberales como Lerner y Alfred Kazin, Ve­bIen sigue siendo uno de los grandes escritores en el pensa­miento social de los Estados Unidos. Observador agudo de los

usos y costumbres, elevó las ciencias sociales al nivel de arte li­terario; y si tenía la tendencia de ocultar sus propios propósitostras una prosa densa, también dio luz al significado más profun­do del comportamiento social con percepciones perdurables.

Además de funcionar como satirista de las prácticas socia­les, Veblen se perfila como un teórico que vislumbra, en las pro­fesiones técnicas y científicas, una esperanza radical para latransformación social de los Estados Unidos. Ya que dichas es­peranzas están lejos de haberse cumplido, un acercamiento de­masiado próximo a los libros de Veblen The Engineers and thePrice System. y Absentee Ownership tienen el efecto de limitar,más que de iluminar las muchas dimensiones y profundidadesde este análisis único de la moderna sociedad industrial. Asícomo algunos comentaristas consideran su estudio sobre la cla­se ociosa como el punto de partida del trabajo posterior de VaneePackard en relación con la búsqueda de posición social, se haconsiderado también que su trabajo sobre los ingenieros es sim­plemente la puesta en escena de la tesis de James Burnhamsobre la "revolución administrativa". Visto de esta manera,Veblen puede ser fácilmente relegado a la categoria de unanota de pie de página en la historia intelectual estadunidense,como un autor cuyos trabajos se citan con frecuencia pero sinponderarlos demasiado.

La talla de Veblen parece fluctuar de acuerdo con el humorde las diferentes generaciones, indicio de que las reaccioneshacia él dependen, con frecuencia, del juicio que cada quientiene sobre los Estados Unidos. Asi, la izquierda del GreenwichVillage de la época de la primera Guerra Mundial lo veia comoun valioso recurso intelectual para examinar la conciencianacional, aliado de los jóvenes rebeldes en la lucha contra las"costumbres tribales" y la respetabilidad de los oficinistas. Lavieja izquierda de la década de los treinta consideraba sus aná­lisis quirúrgicos sobre la "economía de saqueo" del capitalismofinanciero como el presagio de la caida de Wall Street en 1929,año de su muerte. Y aunque la fama de Veblen se eclipsó en la

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época de Calvin Coolidge, en 1931 John Chamberlein diría deél: "Ahora brilla como una estrella de primera magnitud". Pocotiempo después de su muerte, se escribieron varios libros sobreél, incluyendo la biografía Thorstein Veblen and his Amerieaescrita por Joseph Dorfman. En 1938, el simposio organizadopor The New Republic sobre "los libros que han cambiado nues­tra forma de pensar" puso a Veblen ----quien obtuvo 16 mencio­nes- muy por encima de otros; lo seguían Charles Beard con 11menciones; John Dewey, con 10; Sigmund Freud, con nueve;Oswald Spencer y Alfred North Whítehead, con siete cada uno;y V. l. Lenin e l. A. Richards, carla uno con seis menciones. Noobstante, en los desesperados años de la depresión, la críticasocial de Veblen parecia que negaba todo y no afirmaba nada.El novelista John Dos Passos, quien dibuja un retrato magistralde Veblen en The Big Money, y comenta a su amigo EdmundWilson que "la obra de Veblen es una suerte de nota de pie depágina antropológica a la obra de Marx", hace eco de la quejade toda una generación de escritores cuando se lamenta de laincapacidad de Veblen para "conseguir que salga de su boca elsí esencial". Pero en la trilogía USA, que incluye retratos deTomás Edison y de los hermanos Wright, Veblen obtuvo untratamiento más amable por haber "establecido un nuevo dia­grama" de relaciones sociales con una prosa "grabada en iro­nía", y los lectores fueron informados de que los Estados Uni­dos se habían expuesto al "cristalino prisma de su mente".

Después de la segunda Guerra Mundial, la reputación deVeblen declinó, en parte debido al espectacular desempeño de laeconomía estadunidense durante la guerra y a la revaloraciónde la sociedad estadunidense en la década de los cincuenta. Noobstante, su legado fue vital para Max Lerner, quien publicóen la editorial Viking The Portable Veblen. Durante los años deposguerra, historiadores intelectuales como Daniel Aaron,Henry Steele Commager y Morton White evaluaron el pensa­miento de Veblen a la luz de la tradición liberal de los EstadosUnidos, mientras que los economistas Douglas Dowd, John

Kenneth Galbraith y Robert Heibroner alabaron la crítica quehace Veblen de la ortodoxia neoclásica, la cual recientemente hagozado de una revaloración en los escritos de Milton Friedman;asimismo, C. Wright hizo renacer a Veblen como una "cómica"piedra en el zapato de la complacencia burguesa. De ningunamanera ha habido unanimidad. El sociólogo Talcott Parsons,egresado de Harvard, mantenía que la teoría social de Veblenera "en esencia muy simple" y que una "bastante adecuadacomprensión de las contribuciones reales de Veblen se podíanencontrar en la obra de Max Weber". La descalificación de Par­sons pierde completamente de vista las profundas diferenciasentre Veblen y Weber con respecto a la religión, el capitalismo,la cultura burguesa, la ética del trabajo y el papel de la cien­cia. De manera similar, Daniel Bell sostenía que el propósito deVeblen -como el de todos los tecnócratas desde Saint-Simonhasta James Burnham- era el de convertirse en la "fuerza po­lítica activa" de una "nueva clase" capaz de derrocar el ordenexistente. La proposición de Bell respecto a que Veblen "debeser colocado del lado de los elitistas" ignora la personalidad di­sidente de Veblen que lo hacía incompatible con las exigenciasde cualquier movimiento organizado. Ciertamente, un hombreque simpatizó con los Wobblies, se burló del empresarismo aca­démico y rechazó la oferta de convertirse en el presidente de laAmerican Economic Association no estaba simplemente prosti­tuyéndose para obtener poder.

¿Qué era entonces lo que motivaba a Veblen? Hace años queDavid Riesman trató de contestar esta pregunta en su libroThorstein Veblen: A Critical Interpretation (1953), un análisisfreudiano de los determinantes de la infancia de Veblen quesupuestamente influyeron en su antipatía hacia la sociedad declases. El sugerente libro de Riesman falla porque en aqueltiempo muy pocos conocían algo sobre la infancia y los antece­dentes familiares de Veblen. Pero el libro nos ayuda a entenderpor qué los catedráticos "consensuales" de los cincuenta esta­ban intrigados con la hostilidad de Veblen hacia el capitalismo

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y por qué se inclinaban a rastrear el origen de sus ideas enuna patología individual más que en la realidad social. Aun­que Veblen bien pudo tener su cuota de "neurosis", no todos losneuróticos compartían sus ideas. Es verdad que Veblen teníauna personalidad idiosincrásica, pero en la historia intelec­tual, aunque no en la historia del alma, es la obra del hombre, y

no su vida, la que presenta las preguntas más apremiantespara la filosofía social. No obstante, antes de pasar a la relevan­cia de su obra en la actualidad, haré un breve bosquejo sobresu carácter como ser humano.

Mencionar el nombre de Thorstein Veblen provoca sonrisasinevitables. Su extraña carrera académica es lo bastante le­gendaria como para desatar suspicacias en los círculos univer­sitarios. ¿A qué estudiante o catedrático no le gustaría sabermás sobre un hombre que podía ser tanto un genio como unfracasado, por no decir un inescrutable inadaptado que le ha­cía la vida tan frustrante a los gobernantes como interesante alas mujeres? El rumor del escándalo sexual fue lo que cortó detajo la carrera de Veblen en las universidades de prestigio. Sinembargo, casi todo lo que se sabía -años atrás cuando otraspersonas y yo escribimos libros sobre él- en relación con esteaspecto de su vida pertenecía al ámbito del rumor y las habla­durías. No sólo las historias sobre sus conquistas eróticas pa­recían más fantásticas que reales, incluso el hombre mismoescapaba a nuestra comprensión. ¿Cómo era él?

Hasta hace muy poco, casi todo lo que sabíamos de Veblenprovenía de la abundante biografía de Dorfman publicada hacemás de medio siglo. Como Veblen ordenó en su testamento quetodos sus papeles se destruyeran, parecía que no había queda­do nada de su correspondencia salvo unas cuantas cartas sinimportancia. Pero la diligente investigación de Rick Tilman enThorstein Veblen and his Critics (1992) sacó a la luz materialinteresante. El libro de Dorfman, aunque un tesoro de detallesobjetivos, nos deja con la idea de que Veblen era un académi­co seco, reservado y evasivo, desapegado y no comprometido,

indiferente a la amistad y a los placeres de la vída. Según al­gunos de sus compañeros de mesa, también era conocido porno pronunciar palabra durante la cena. Sin embargo, cuandoDorfman expresó esta impresión en su libro, Jacob Warshaw,quien había dado clases junto con Veblen y lo conocía personal­mente, reaccionó con enojo. Él lo describió como un hombresensible, capaz de arrebatos apasionados y, bajo ninguna cir­cunstancia, como alguien que ocultara sus emociones o inten­ciones. "Nunca pensé -escribió Warshaw- que fuera el suavee imperturbable personaje de piedra que retrata Dorfman"(Tilman, 6-7). Algunos miembros de la familia de Veblen tam­bién se disgustaron con la imagen que pintó Dorfman de unjoven Thorstein creciendo en medio de privaciones económicas,aislado en un enclave noruego del Midwest norteamericano.Algunos estudiosos citaron las supuestas privaciones y el aisla­miento como la posible causa del encono de Veblen hacia elcapitalismo y la vida fácil del ocio. Sin embargo, la familia deVeblen tenía recursos para pasarla bien; Thorstein mismohabía llevado, en realidad, la vida de un holgazán en la granjade la familia. Andrew Veblen, hermano mayor de Thorsteín,quien se convertiría en un famoso matemático y en colega deAlbert Einstein, también se quejó del retrato de la familia lu­chando en una aldea solitaria.

Veblen continúa siendo un personaje tan misterioso, un enig­ma tan lleno de contradicciones, que nunca se podrá saber losuficiente sobre él. Gracias a la minuciosa investigación deElizabeth y Henry Jorgensen, publicada en el libro TharsteinVeblen: Victarian Firebrand (1998), ahora tenemos acceso anumerosas cartas familiares y a la correspondencia que Ve­bIen sostuvo con sus estudiantes y compañeras. Resulta queVeblen no era, como se llegó a pensar, un mujeriego invetera­do, un conquistador con el que ningún marido se atrevería a de­jar a su mujer sola en un cuarto. Sin embargo, también es cier­to que Veblen tuvo más de un amorío y que sus relaciones conlas mujeres fueron tan complejas como él mismo.

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Veblen estuvo casado con Ellen Rolfe, sobrina del presidentede Carleton College. El idilio empezó con todo el ímpetu delamor. Según un amigo, "desde el primer día ya no tuvo ojos sinopara ella"; pero en 1896, ocho años después de la boda, Veblenle escribió a su mujer para decirle que debido al "cariño" quesentía por otra mujer, una estudiante de Wellesley, ya no podíaseguir considerándose como su marido. Lo que Veblen no ledijo a su esposa es que la otra mujer estaba a punto de contraernupcias con otro hombre. Extraño comportamiento. Muchosprofesores niegan tener una aventura con un estudiante, aun­que acaban fugándose con una joven alumna; Veblen no.

No obstante, Ellen se vengó. Aunque es entendible que des­pués del rompimiento quedara muy confundida, se comportóen forma casi tan extraña como su ex marido. Al mismo tiempoque se preocupaba por su situación económica y solicitaba aVeblen que la siguiera sosteniendo (cosa que él generosamentehabía ofrecido aun antes de que ella se lo pidiera), también sededicó a reunir pruebas para enviárselas, años más tarde, alpresidente de la Universidad de Stanford, David Starr Jordan.El material que envió demostraba que Veblen se había involu­crado con una mujer casada, y también daba a entender que susalud era débil y no gozaba de seguridad económica. Finalmen­te, las quejas de Ellen sobre su marido hicieron que a éste se ledespidiera de la Universidad de Stanford. Si bien esto dio sa­tisfacción a los deseos de venganza de Ellen, no deja de sor­prender que una esposa que espera que su marido la sostengahaya hecho todo lo posible para conseguir que lo despidan desu trabajo, y no sólo del que tenía en Stanford. Más adelante,el presidente Jordan escribió a la Universidad de Chicago des­cribiendo a Veblen como alguien que, a pesar de observar unperfecto comportamiento de educado caballero universitario,en sus relaciones privadas "parece ser incapaz de resistir a la[emme mécomprise [la mujer incomprendida]" (Jorgensen,123). La descripción era injusta para Veblen quien estaba tra­tando de resistirse precisamente a esa situación y, de hecho, no

volvería a involucrarse nunca más en algo así. Pero esas his­torias circularon y dieron inicio a la leyenda del libertino cuyaúnica ofensa, a decir verdad, fue la de haber solicitado el di­

vorcio.Dado el trato que recibió, la amargura de Veblen hacia las

autoridades académicas es perfectamente entendible; pero susardónica hostilidad hacia el ocio, cuando él mismo se dejaballevar por el placer de los sentidos, lo pone a contrapelo co~ lahistoria. La idea de que el comportamiendo del consumidormoderno podía estar enraizado en las costumbres primitivassubvierte, en el mejor de los casos, la idea del progreso huma­no; el argumento podría servir igualmente para reafirmar lavalidez de dichas costumbres, en tanto que se observa su valorpara la supervivencia. El filósofo Charles Sanders Pierce con­sideraba ese tipo de "fijación de creencias" como "tenacidad", lacapacidad de una idea o costumbre para prevalecer como ~n

hábito establecido mediante la repetición. Veblen nos permiteburlarnos de la clase ociosa, pero uno no puede escapar de ladeprimente sensación de que, si lo que ocurría en el pa~ado

persiste en el presente, los ricos ociosos son una clase que SIem­

pre existirá.'No se puede decir nada positivo sobre el ocio? Recuérdese el

comentario que JohnAdams hiciera a Abigail, a saber, que él tra­bajaba en la política y el gobierno para que sus hijos, y los hi­jos de sus hijos, pudieran entrar al mundo del con~cimiento,elarte la música y las cosas más delicadas de la VIda. InclusoAbraham Lincoln, quien tenía una pasión calvinista hacia laética del trabajo, reconocía que los estadunidenses trabajabanduro para ganar dinero con el propósito de poder pagarle a o~ro

para que tomara su lugar y liberarse así de la mundana VIdalaboral. Los trascendentalistas de Nueva Inglaterra, RalphWaldo Emerson y Henry David Thoreau, tenían la preocu­pación de que la implacable actividad del obrero conduce a "~avida de silenciosa desesperación" que no deja tiempo para la VIdamás elevada de la mente. Veblen quizá sentía poca simpatía ha-

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cia una persona que dijera "[Tengo que ir a trabajar!", pero endos ensayos, "The Place of Science in Modern Civilization" y

"The Intellectual Pre-eminence of Jews in Modero Europe", lle­gó a admitir que la cultura está relacionarla con la curiosidad y

que ambas tienen lugar fuera del dominio del trabajo producti­vo práctico.

No obstante, hay que hilar fino para cardar este tema a partirdel ensayo de Veblen sobre la ciencia, ya que el autor comienzacon la detenninación de liberar a la ciencia de la cultura conven­cido de que una disciplina dedicada al estudio impersonal de loshechos objetivos debe mantenerse al margen de cualquier cre­do, dinastía o secta. Veblen también buscaba liberar a la cien­cia de la nueva filosofía del pragmatismo, que rinde culto a loútil y lo práctico. El verdadero progreso científico se da con la"ociosidad curiosa", esa investigación que tiene más que ver

con la capacidad de asombro que COn la conveniencia. Por otrolado, según Veblen, el conocimiento pragmático, una vez que con­duce a la formulación sistemática, sólo "consiste en exhortacio­nes didácticas con respecto al ahorro, la prudencia la ecuani­

midad y la administración juiciosa, un cuerpo de se~tencias deconducta razonable. En este campo escasamente hay avancedesde Confucio hasta Samuel Smiles", y asegura que el pensa­miento chino es tan prosaico como la filosofía de autoayuda delpensador británico. Al intentar impedir que la filosofía nortea­mericana se volviera demasiado empresarial, Veblen pudohaberse anticipado a la distinción que hace Max Weber entrela razón objetiva y la razón instrumental, en donde la primerarealiza una pregunta inducida por el objeto bajo investigaciónmientras que la segunda está principalmente interesada en la

org~izacióne integración de las condiciones de vida, en la adap­tación más que en el conocimiento. Cualquiera que sea el casoVeblen invierte la distinción entre cultura y ciencia y nos dej~con la impresión de que la cultura, tan amarrada a las con­venciones del momento, está interesada en la búsqueda y laobtención de fines, mientras que la ciencia, supuestamente aje-

na a las costumbres, permanece abierta a la recepción de expe­riencia y se deja guiar tan sólo por el deseo de saber.

Para Veblen, el modelo de científico es el judío intelectual. Suensayo sobre este tema es autobiográfico en parte, ya que veíaen la situación marginal de los judíos su propia exclusión de lasociedad estadunidense. El judío intelectual es "preeminente"y está a la "vanguardia de la investigación" porque su condiciónde intruso no le da "paz mental" y, en cambio, le otorga una cu­riosidad inagotable que lo hace cuestionar todo conocimientoestablecido. Sin embargo, a Veblen se le encargó que escribieraun ensayo sobre los judíos a finales de la primera Guerra Mun­dial cuando el tema del sionismo y la posibilidad de la creaciónde un Estado judío estaban en el aire. Significativamente, Ve­blen creía que el que los judíos dejaran de ser nómadas tendríaun costo intelectual. Cuando los judíos tengan su "tierra pro­metida" y "se vuelquen en sí mismos, será justo esperar, a la

luz de la evidencia histórica, que su contribución prospectivaa la producción intelectual del mundo tomará el cariz de la cien­cia talmúdica y perderá ese escepticismo impulsado por la li­

bertad con el que esos renegados han infundido habitualmen­te la investigación de las ciencias modernas en las naciones

extranjeras".En 1919, cuando Veblen escribió estas palabras, la vida inte­

lectual judía estaba floreciendo en Berlín, Viena, Zurich y otraspartes. No obstante, Veblen estaba dispuesto a reconocer su"preeminencia" sólo en el campo de la ciencia; no hace menciónalguna de los mundos del arte, la música o el teatro; de la arqui­tectura, el psicoanálisis o la filosofía; de la historia como forma

literaria, de la política como vocación, de la estética como devo­ción; de la armonía, la belleza, la tragedia. ¿Acaso Veblen senegaba a considerar que el mundo del conocimiento y de la alta

cultura bien podrían depender de una clase acomodada segura?¿Acaso la cultura misma, al igual que los objetos materiales, po­dría ser considerada como parte del fenómeno del consumismo?¿Acaso el ocio tiene que ser frívolo, siempre y en todo lugar?

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En la antigüedad clásica el ocio se asociaba a la creatividad y

las facultades superiores de la mente, así como a las personasprivilegiadas dotadas de una disposición especial hacia las abs­tracción y la mitopoiesis, Preservar el ocio y la libertad del tra­bajo manual no sólo era importante para la cultura, sino parala política y el arte de gobernar. Tanto la contemplación -esen­cial a la ereatividad- como la deliberación -esencial a las obli­gaciones cívicas- requerían de tiempo libre. Veblen se acercaal reconocimiento de esta realidad en su idea de la curiosidadociosa y la observación desinteresada. Pero, al igual que JohnDewey, Veblen entendía perfectamente que la antigua distin­ción entre el ocio y el trabajo manual convertía a las jerarquíasy al sistema de clases no en algo inevitable, sino en algo quepertenecía al orden natural.

A lo largo de gran parte de la historia, el ocio fue asociado allujo y sus corrupciones. Los republicanos clásicos tenían la ideade que la virtud exigía sencillez y renuncia a la riqueza. Entrelos puritanos que fundaron los Estados Unidos, tanto la riquezacomo el ocio fueron vistos con recelo, no sólo como un pecado in­dividual sino como un vicio vergonzoso que amenaza a toda lacomunidad. Benjamin Franklin tuvo que defender el lujo antesus detractores con el argumento de que el consumo creaba tra­bajo para las masas, una versión primitiva de la teoría de la"derrama económica" del bienestar. Franklin podría haber ex­plicado también lo que los historiadores de la economía handescubierto: la dramática expansión manufacturera en la In­glaterra del siglo XVIII no se debió al comercio exterior sino alconsumo interno. Más recientemente, la economía de consumode los años posteriores a la segunda Guerra Mundial, auspi­ciada por las tarjetas de crédito y los pagos de intereses deduci­bles de impuestos, alimentó "el gran boom" durante un cuartode siglo, hasta que sobrevino la crisis del petróleo a finales delos setenta.

Si el consumo puede conducir al desperdicio, y puede sercasi mágico al momento de generar "fábulas de abundancia"

(para usar el título que Jackson T. Lears da a su libro sobre estetema), también puede ser fructífero para el mundo de la altacultura. Siglos atrás, los reyes, papas y nobles asumían el sub­sidio de las artes. El Vaticano empleó a Miguel Ángel y a Rafael,y Federico el Grande -siendo él mismo un prestigiado compo­sitor- invitó a Joseph Haydn y a Voltaire a Potsdam para par­

ticipar en conciertos y debates filosóficos.Con el advenimiento de la prosperidad, la cultura también

lucha por obtener reconocimiento y difusión. En The Pleasuresof the Imagination, John Brewer explica cómo el desarrollo delcomercio moderno arrancó el arte de manos de los reyes, corte­sanos y aristócratas para convertirlo en propiedad de un públi­co más amplio. En The Embarrassment ofRiches, Simon Schamademostró que las élites acomodadas de Holanda financiaron elflorecimiento del arte flamenco del siglo XVII en todas sus ma­nifestaciones: óleos, murales, escultura, gobelinos, vidrio y ce­rámica decorativa, así como en la arquitectura de Amsterdam.Siglos atrás, el arte, la música, la poesía y la filosofía del Rena­cimiento italiano fueron auspiciados por los Medici y otrasfamilias adineradas. "La educación que se le daba a las muje­res de las clases altas", escribió Jacob Burkhardt en El Renaci­miento en Italia, FCE, "era esencialmente igual a la que recibí­an los varones". En el texto clásico The Reinaissance, WalterPater enfatiza que el artista y el escritor deben ser capaces deexpresar su voluntad tanto como su talento. El bienestar eco­nómico hacía posible tal expresión. Hasta una pequeña canti­dad bastaba, como lo demuestra Virgina Woolf en relación con

su modesta herencia en A Room ofOne's Own.La relación entre el bienestar y el ocio con el arte y la cultura

se volvió aún más pronunciada en los Estados Unidos moder­nos en que el propio Veblen vivió. Entre los años de 1887 y1917, exactamente durante el periodo en que Veblen escribiósobre las instituciones económicas y el comportamiento social,los Estados Unidos disfrutaban, gracias a la filantropía de An­drew Carnegie, de la época dorada de la arquitectura pública.

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Las bibliotecas que hizo construir a los largo del país con fre­cuencia destacaban por sus columnas clásicas rematadas pordomos. La construcción de edificios en los cuales las masaspodían leer y estudiar culminó con la espléndida BibliotecaPública de Nueva York, orgullo y alegría de los Estados Unidos.

Veblen pudo no haberse sorprendido de que la clase ociosagastara su dinero pródiga y conspicuamente, pero quizás hubie­ra quedado atónito al descubrir que las mujeres de la clase ocio­sa eran -al igual que sus judíos intelectuales- la vanguardiade la cultura. En lugar de conformarse con el Museo de Bostontal como era, Isabella Stewart Gardner decidió recurrir a suherencia para construir uno nuevo. Cuando Fenway Court seinauguró en 1906 -un museo público hecho de colecciones pri­vadas instalado en un edificio de excelente gusto y con un sen­tido asiático de la naturaleza-, el historiador Henry Adams leescribió a Gardner para hacerle ver que había dado a luz "unacreación especial pura en medio de un entorno adverso", y ledijo: "Usted es una creadora, y se sostiene sola".

Fueron las mujeres estadunidenses quienes se situaron enel primer plano de la cultura y promovieron nuevas formas en lapoesía y el arte. Veblen describió a las mujeres como recipien­tes pasivos de la cultura de consumo, pero algunas de las quepertenecían a la clase ociosa adoptaron por sí mismas la defen­sa de los últimos movimientos en el mundo del arte. GloriaVanderbilt Whitney, bisnieta del titán de los ferrocarriles, Cor­nelius Vanderbilt, auspició a pintores experimentales antes deinaugurar el Museo Whitney de Nueva York, en el cual se ex­puso lo más moderno del arte moderno.

Muchos comentaristas de esa época veían a las mujeres comolas "guardianas de la cultura". Como si ellas hubieran asumi­do la responsabilidad de transmitir únicamente las perlas delpasado. En realidad, mucho más que los hombres, fueron lasmujeres quienes se atrevieron a apoyar lo nuevo y desconoci­do. Gertrude Stein y Peggy Guggenheim adoptaron el cubismoy otras formas no representativas del arte en un tiempo en que

la cultura masculinizada de los Estados Unidos favorecía elrealismo de la frontera del Oeste. Prácticamente fueron Steiny Guggenheim quienes introdujeron a los Estados Unidos elarte de Pablo Picasso, Paul Cezanne y Georges Braque. El crí­tico Clement Greenberg describió así la forma en que las dosmujeres llegaron a la escena del arte en Europa: "Mientras quela señorita Stein entró sobre las alas de la literatura, la señori­ta Guggenheim lo hizo sobre las alas del dinero y de una vi tali­dad que valía casi tanto como la genialidad".

Aprovechar el dinero para descubrir lo mejor, ver la bellezaen toda su deliberada oscuridad, tener una cualidad especialpara encontrar la perfección, comprar y consumir arte por puroplacer, ¿qué habría pensado Thorstein de esto?

Cuando se publicó The Bard of Savagery en 1978, algunosestudiosos lo criticaron porque sacaba a Veblen de su supuesto"contexto histórico" correcto. En la mayoría de los estudios so­bre la historia intelectual estadunidense se examina a Veblendentro del contexto de la era progresista -más o menos de1895 a 1920- y se asume que pertenece a la misma escuelade pensamiento que Charles Beard, John Dewey y HerbertCroly, todos ellos liberales que creían tanto en la posibilidad dela reforma política como en el progreso mismo. Sin embargo,Veblen rara vez escribió sobre política o hizo alguna observa­ción sobre las instituciones políticas; claramente no se identi­ficaba con Theodore Roosevelt ni con el Partido Progresista.Y no lo examino a la luz de un contexto precisamente estadu­nidense, sino en comparación con otros filósofos encumbradoscomo Karl Marx y Max Weber. Lo que hace a Veblen tan relevan­te para el mundo contemporáneo es que pensaba en forma com­pletamente diferente a la de los antiguos progresistas e inclusoa la de los liberales de nuestros días. Los progresistas y libera­les pensaban que la historia y la ciencia entrañaban el estudiode la libertad y las condiciones que la hacen posible. Veblen esmucho más cercano a las corrientes posmodernistas y decons­tructivas actuales, en cuanto a que empieza a preocuparse por

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lo contrario, el estudio del poder, la dominación, la hegemonía,la incorporación, la sujeción, la exclusión, la manipulación, las"narraciones maestras", las "formas discursivas"; en resumen,con todo aquello que nos deja con el sentimiento de que nos­otros creamos las condiciones de nuestro propio confinamiento,lo que Veblen llamó las "instituciones imbéciles". Más tarde re­gresaremos a este tema "teórico", pero primero examinaremosbrevemente algunos temas prácticos en los cuales Veblen con­tinúa siendo hoy de vital relevancia.

Beneficios sin productos. Los Estados Unidos enfrentan enla actualidad la situación económica que Veblen previó. La fa­bricación de dinero ha tomado el lugar de la fabricación de bie­nes, y el precio de los bienes es más alto que los bienes mismos.En el análisis de Veblen, el dinero no tiene una función de "abas­tecimiento lateral" en el crecimiento económico, ni tampoco unefecto de "derrama" hacia el pueblo en cuanto a mejores sala­rios o ingresos. Simplemente sigue el camino de la utilidad sinque la gente o la productividad importen. Esta percepcción fuela mayor contribución de Veblen a la teoría económica, la de­mostración de que la industria y el comercio operaban con fi­nes opuestos, donde la posible optimización de la producciónconduce a un exceso de rendimientos que pone en riesgo la op­timización de las ganancias. Mucho antes de la tesis de A. A.Berle y Gardner Mean sobre la separación de la administracióny la propiedad, Veblen observó que el capitalista se convertiríaen un propietario ausente, invirtiendo fondos aquí y allá enactividades que podrían no tener relación en la producciónindustrial. En la época de Andrew Carnegie, que producía ace­ro lo mismo que dinero, Veblen previó la época de Ivan Boeskyy Michael Milken, corredores de Wall Street, cuya idea de laeconomía es hacer dinero por el solo propósito de hacer másdinero.

Sin embargo, al menos Wall Street sabe cómo hacer dinero yposiblemente hasta algunos bienes útiles productivos. El comu­nismo, por el contrario, debe ser juzgado como un proyecto eco-

nómico; la trágica farsa del siglo xx. En 1917, V. l. Lenin tomó elpoder con la esperanza de que la revolución mundial ocurriríaa continuación. Él y otros bolcheviques se encontraban en lasituación que alguna vez Carlos Marx definiera como "la idio­tez de la vida rural", un medio atrasado carente del desarrollopleno de la industrialización sin el cual el socialismo era impo­sible. Uno se pregunta qué estaba pensando Veblen, que habíacriticado las bases teóricas del marxismo, cuando vislumbróun naciente "soviet de ingenieros" en Rusia, tal como si su sue­ño de que los técnicos rescataran a la economía de manos de laclase capitalista estuviera ocurriendo finalmente. Como éliteprofesional, los ingenieros rusos fueron los primeros en serliquidados bajo el sistema totalitario de José Stalin. Pocas per­sonas en el mundo occidental sabían lo que estaba pasando enla Rusia de Stalin, por lo que es comprensible que Veblen vierael experimento del comunismo con simpatía. No obstante, se­gún Beckey Veblen Meyers (la hijastra de Veblen a quien tuveel placer de entrevistar), en 1929, dos meses antes de su muer­te, Veblen dijo a un amigo que "Stalin era probablemente lamás grande calamidad que hubiera sufrido el mundo hastaeste momento".

Los muchos admiradores de Veblen lamentan que su muertehaya ocurrido exactamente cuando Wall Street quebró y el sis­tema económico estadunidense pareció venirse abajo. Sin em­bargo, ese sistema sobrevivió, más fuerte que nunca, a la GranDepresión y a la segunda Guerra Mundial. En el curso de la gue­rra fría, las dos superpotencias parecían ofrecer al mundo di­ferentes sistemas económicos. Hoyes claro que, como dice JohnGray, "el colapso soviético fue una última demostración de queen las economías modernas no existe una alternativa globalpara la competencia de mercados". Esta observación puedecausar la desesperación de los veblenitas y marxistas radicalesque quedan, pero que el capitalismo sea algo con lo cual tenga­mos que aprender a vivir, hace que las propuestas críticas deVeblen sean más pertinentes que nunca.

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Educación superior y altas finanzas. Cuando Veblen escribiósu libro sobre educación universitaria con el malicioso título deThe Higher Learning, sonaba como un moralista victorianoprotestando por la intrusión de los valores comerciales en lossagrados claustros de la academia. Él dijo ---eomo se recorda­rá- que "la locura de Platón", que proponía que los filósofos seencargaran de la economía y la organización de la sociedad,se había "puesto de cabeza"; porque hoy, escribió Veblen en 1916,son los "hombres de negocios" los que dirigen las universida­des. Ahora todo el escenario ha sido puesto de cabeza otra vez.En tiempos recientes, son las universidades las que se muestranencantadas de que el mundo financiero las sostenga. Veblenanticipó esta complicidad por parte de los universitarios, aun­que podemos asumir que cuando escribió su libro pensó queavergonzando a las autoridades las refrenaría de tan crasaprostitución. Hoy los presidentes de las universidades y deescuelas de posgrado son elegidos en función de sus capacida­des para obtener fondos y muchas universidades dependen delas donaciones del mundo de los negocios y buscan subsidiosdel gobierno. Con tal de obtener dinero los universitarios soncapaces de dar el nombre de un benefactor generoso a sus edi­ficios. Veblen llamó a este intercambio de la fachada por elapoyo financiero "la arquitectura de la notoriedad". Aun siendopartidario de la modernidad y la eficiencia, Veblen se disgustóporque algunas instalaciones universitarias fueran construi­das a la manera de edificios góticos con una acústica mal dise­ñada. "Pareciera que los exitosos hombres de negocios, a quienesse dirige la solicitud de fondos, encuentran en estos edificiosdesperdiciados, ornarlos y prostituidos, la expresión adecuada desus esperanzas y ambiciones culturales."

Feminismo contemporáneo. Según Aristóteles, "la mujer esmujer en virtud de una cierta carencia de cualidades". Veblenrecurrió a la antropología para formular una sentencia entera­mente distinta: las mujeres no tienen esencia ni cualidadesesenciales y, por lo tanto, tampoco falta de ellas. En sus escritos,

Veblen se anticipa a la obra magistral de Simone de Beauvoir,El segundo sexo, al sostener que la mujer no llega al mundocon ciertos atributos especiales, sino que los va adquiriendo enfunción de las costumbres sociales de un determinado tiempo y

lugar; las mujeres no nacen como tales, se "hacen". Los diver­sos escritos de Veblen sobre las mujeres -víctimas de su "con­dición bárbara" no sólo en el pasado sino en el mundo industrialde su tiempo- lo hace precursor del feminismo contemporá­neo. Veblen reconoce que las actitudes patriarcales del pasadosiguen conservándose en el presente, privilegiando así lo militarsobre lo maternal y la depredación sobre la crianza. En esteaspecto, Veblen también se anticipó al trabajo de Carol Gilligan,In a Different Voice, al demostrar que las mujeres actúan apartir de un conjunto de principios diferente al de los hombresque las hace llevar una vida asistencial, de responsabilidad y

conexión íntima. Obviamente tales presupuestos ponen a Veblenen una situación contradictoria. En tanto que sostiene que laimagen y posición de la mujer son producidos por condicionessociales, es un construccionista; en tanto que considera que lamujer se comporta de acuerdo con su propia naturaleza y actúa,por ejemplo, bajo el instinto de la "destreza" y de la "disposiciónpaterna", es un esencialista. Actualmente, un grupo de escrito­ras feministas trata de conciliar estos dos puntos de vista.

Ya fuera como construccionista o como esencialista, Veblendescribió la causa de la subordinación de las mujeres más comoun fenómeno cultural que político, más como una consecuenciade los valores establecidos por la sociedad que de la falta dederechos de las mujeres. Esta hipótesis pareció confirmarsecuando las mujeres estadunidenses consiguieron el derecho devoto en 1920 y su situación cambió bien poco. Fue necesaria unaprofunda alteración de las actitudes culturales, la cual empezócon la rebelde generación de los sesenta, para que las mujereshicieran avances significativos en el campo de la educación, lapolítica y el trabajo profesional.

Sin embargo, ni a Veblen ni a Marx se les puede otorgar la úl-

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32 INTRODUCCIÚN A ESTA EDICIÚN INTRODUCCIÚN A ESTA EDICIÚN 33

tima palabra con respecto a la situación de las mujeres. Marxy los marxistas consideraban que la subyugación de las muje­res acabaría radicalmente Con la abolición de la propiedad pri­vada. Tal proeza puede ser que se haya conseguido en la Cubaautoritaria, pero en la China comunista el machismo siguesiento tan fuerte como siempre, mientras que en Rusia las mu­jeres han hecho avances significativos básicamente a partir dela caída del comunismo. La visión de Veblen es aún más defí­ciente. Mientras que Marx veía a la ciencia como la posibilidadde modernizar las relaciones sociales, Veblen albergaba unaidea romántica con respecto a las sociedades primitivas y con­sideraba que, en algunas de ellas, la mujer había sido más res­petada que en la sociedad moderna. En los Estados Unidosciertamente, hoy las mujeres tienen mayor poder y prestigi~que en cualquier país subdesarrollado. Hasta un veblenitatendría que admitir que en los campos de la publicidad, los ne­gocios, la educación, el periodismo, las leyes y la medicina, sehan abierto oportunidades para las mujeres en una escala sinprecedente en el pasado. Las mujeres hicieron un progreso so­cial y profesional sólido cuando se dieron cuenta de que podríanavanzar de manera más consistente si se incorporaban al sis­tema que si trataban de cambiarlo. Pero antes tuvieron querepudiar el tradicional papel de sumisión que la sociedad leshabía asignado y, en este esfuerzo, Veblen ayudó inmensamen­te al analizar la forma en que ese papel les había sido heredadoa través de varios periodos históricos.

La nueva historia social. La aproximación de Veblen al estu­dio de la historia y la sociología anticipa varias tendencias re­cientes en ese campo del saber. A excepción de su poco conocidotrabajo, An Inquiry into the Nature of Peace and the Terms ofIts Perpetuation -un estudio de 1916 sobre los acuerdos pos­teriores a la primera Guerra Mundial en el que se insinúa quela Alemania vencida representaría una amenaza en el futu­ro-, Veblen prácticamente no escribió nada sobre política oinstituciones políticas. En este trabajo, su aproximación tiene

mucho en común con la escuela francesa de los Anales; ambasperspectivas sugieren que el enfocarse únicamente en la política,cómo se había hecho hasta entonces, oculta las fuerzas másinamovibles del pasado, la longue durée de las costumbres in­mutables, o lo que Veblen llamaría los "rasgos arcaicos". ComoFernand Braudel insistiría, medio siglo después de Veblen, losacontecimientos políticos bien podrían oscurecer más que re­velar las causas reales del desarrollo histórico, gobernadas nopor los asuntos del momento sino por la persistencia a largo pla­zo de la mentalité.

En muchos de sus escritos Veblen no sólo fue un pionero delpensamiento estadunidense sino un predecesor de muchos pen­sadores europeos, a pesar de que se nieguen a reconocer su in­fluencia. Una buena parte del trabajo de Pierre Bourdieu tieneraíces veblenitas. Un siglo antes, Veblen fue el primer científi­co social radical (con Wemer Sombart de cerca) que sugirió queel modo de producción marxista no debía ser el centro de la in­vestigación, puesto que ya no era determinante; ya no era "lafuerza rectora" que dominaba todas las relaciones humanas.Por el contrario, las prácticas culturales, particularmente elconsumo en todas sus formas, se interponían simbólicamenteen la economía. Podría resultar muy provechosa una lecturacomparada de los influyentes libros de Bourdieu, Distinction yHomo Academicus, y los estudios de Veblen sobre la clase ocio­sa y los altos estudios.

El trabajo de dos de los intelectuales europeos más influyen­tes en nuestros días puede situarse al lado de las investigacio­nes que Veblen realizó previamente. Al igual que Michel Fou­cault, Veblen dedicó muy poco tiempo al estudio de las obrasdel liberalismo occidental que incluye la idea de libertad, los de­rechos naturales, las constituciones e instituciones representa­tivas, y el gobierno basado en el consentimiento de los gober­nados. Veblen juntó a la economía con la antropología paraabrir las mentes a las múltiples formas de dominación que ope­ran en la sociedad, de la misma manera que Foucault, más re-

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cientemente, demuestra cómo hemos permitido que las insti­tuciones y las formas del lenguaje distorsionen nuestro enten­dimiento de las fuerzas que silenciosamente nos gobiernan. SiVeblen tenía la esperanza de que la humanidad pudiera pensarcientíficamente y en consecuencia en forma "práctica", Foucaultmostró cómo las mismas categorías a través de las cuales con­cebimos el mundo, hacen que nos conformemos con el estadode las cosas tal como son.

Otra figura influyente que hace pensar en Veblen es el filósofoitaliano Antonio Gramsci. Al igual que Veblen lo hiciera antes,Gramsci aconseja a los marxistas que abandonen su obsesiónpor la economía y estudien las costumbres y prácticas sociales.Gramsci creía que la verdadera lucha de clases se daría en laforma de una prolongada "batalla de ideas", en la que el espíri­tu y el alma de la gente entraría en disputa para ver quién sequeda con la mente. El problema que enfrenta Gramsci es enesencia el mismo que confrontó Veblen: el de la "hegemonía"; lainfluencia y autoridad de la clase gobernante sobre el resto dela sociedad. Cuando los marxistas aceptaron que los trabajado­res desarrollarían una conciencia de clase, Gramsci vio en talconciencia un problema ya que, a menos que fuera remodeladapor la educación, estaría condicionada por los de arriba. Veblenatribuía este fenómeno a la "emulación", la tendencia de las cla­ses bajas a imitar a las clases altas. Como Foucault y Gramsci,Veblen puso en tela de juicio lo que se consideraba como con­venciones sociales normales; los tres estaban de acuerdo en queaquello que legitima también somete.

Estructuralismo, postestructuralismo, semiótica. Aquí llega­mos al controvertido y abstracto mundo de la "teoría". El pensa­dor francés contemporáneo que se acerca más a las ambicionesde Veblen es Claude Lévi-Strauss. Ambos veían en la antropo­logía la clave para entender las relaciones sociales, ambos bus­caron por debajo de la variedad de las actividades humanas,en estructuras más profundas, los códigos y principios que lesdieron forma, y ambos consideraron el estudio del estructura-

lismo de manera científica. La más reciente aparición del post­estructuralismo, el cual insiste en que no hay estructuras au­tónomas más acá o más allá del mundo de las apariencias yrepresentaciones, probablemente hubiera disgustado a Veblen,quien creía que lo que buscaba podía ser encontrado y que po­día conseguirse que la verdad y la realidad se correspondieran.Pero considérese la forma en que Veblen estudiaba la economía.Él no investigó en las profundas teorías estructurales y las le­yes de la oferta y la demanda, supuestamente responsables dela manera como se comportan los mercados, sino cómo se com­porta realmente la gente en su vida cotidiana. Ese giro de loteórico a lo real introduce a Veblen al mundo del postestructu­ralismo y particularmente al de la semiótica, la cual postula latesis de que toda realidad es una serie de signos y símbolos.En la teoría económica de Veblen, lo que importa no es la pro­ducción de bienes ni el ganarse la vida, sino la forma en que eldinero, como símbolo, es exhibido y actúa como signo de poder,a través de gastos extravagantes e innecesarios. Como señalanLévi-Strauss y Veblen, tener propiedades y "poseer una mujer"pueden cumplir la misma función, ya que una y otra sirvencomo signos del éxito masculino en la obtención de bienestarsin esfuerzo. En la glamorosa publicidad de la moda, las muje­res posan en toda su elegancia y suavidad dentro de una at­mósfera que sugiere que no realizan un trabajo verdadero nicrían niños. Como lo ilustrara el dramaturgo Henrik Ibsen (no­ruego como Veblen), la mujer es un trofeo que el hombre guardaen una casa de muñecas.

Algunos críticos sociales franceses reconocen la importanciade los trabajos previos de Veblen. Jean Braudrillard lo elogia enLes Temps Modernes, por haber estudiado el consumo y por lle­vamos más allá de "la lógica económica ordinaria" del familiarvalor de intercambio. René Girard, en Deceit, Desire, and theNovel: Self and Other in Literary Structure, utiliza las catego­rías de Veblen para discutir el fenómeno del "deseo triangu­lar", que se refiere al comportamiento que tiene una persona

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que desea un objeto sólo cuando un tercero lo desea también.Un objeto por sí solo, hace notar el católico Girard, no puedegenerar el deseo de ser poseído a menos que la envidia entreen juego. Cualquiera que sea ese objeto en sí y para sí, perma­nece como un signo cuyo significado depende de la emociónque despierta. La percepción de Veblen de que el bienestar esun signo, lo introduce, por muy forzado que parezca, al mundode la semiótica. Se desea lo que otros tienen o desean tener porenvidia, celos o vanidad, y el objeto deseado sólo toma signifi­cado por ese hecho. Algunos, incluso, llegan a pensar que laidentidad puede comprarse en los almacenes:

Estoy perdido en el supermercadoYa no puedo comprar con alegríaVine por la oferta especialDe una personalidad con garantía

The Clash

Es sorprendente el grado en el que Veblen presagió los avan­ces de las teorías filosófica y social modernas. Considérese 10que llamamos "antifundamentalismo", la convicción de que másallá o más acá de nuestros pensamientos no hay nada, no hayprincipios antecedentes, nada sólido sobre lo que el conocimien­to descanse y que, por lo tanto, toda realidad es materia de tex­tualización, ya que cuanto conocemos llega a nuestra concienciasólo cuando el lenguaje y la retórica nos lo hacen aparecer. ¿Es­taría Veblen completamente de acuerdo con el antifundamen­talismo? Veblen, ciertamente, se propuso liberar a la economíade todo fundamento metafisico basado en la ley natural y losaxiomas clásicos del mercado, así como en los postulados y teo­rías que imputaban a los objetos significado humano, propen­siones, causas, propósitos y otros hábitos tropismáticos de lamente que daban sentido a lo que es esencialmente mecánico;la falsa conciencia del animismo. Veblen se acogió al estudio dela antropología cultural para describir diferentes costumbres

tribales y para hacer comparaciones irónicas entre el estadosalvaje y la modernidad. Como si fuera un protopostestructu­ralísta, buscó deconstruir las oposiciones jerárquicas conven­cionales que privilegian al macho sobre la hembra, a la civiliza­ción sobre la barbarie, al ocio sobre el trabajo, a la razón sobreel instinto, a lo práctico sobre la curiosidad, a 10normal sobre loanormal. A través de esa "perspectiva incongruente", Veblenllevó a los Estados Unidos a una suerte de transvalorizaciónde sus propios valores demostrando que la ética protestanteexistía como creencia pero no como práctica. En los EstadosUnidos de Veblen, las masas se veían a sí mismas como trabaja­dores dedicados y consumidores racionales, industriosos y fru­gales. Veblen abrevó de la antropologia para confrontar esaimagen de sí mismos redescribiendo a la sociedad modernacomo heredera de costumbres tribales y feudales que valorabanel ocio más que el trabajo y el consumo excesivo más que laproducción. Y la semiótica podría explicar el triunfo de la cul­tura capitalista al demostrar, como lo hizo Veblen, que las mer­cancias de consumo irradian como "signos"; como objetos no hu­manos que a pesar de no ser humanos transmiten el sentidohumano del éxito. Así, Veblen fue más allá de Marx para de­mostrar lo que los postestructuralistas franceses apenas estánempezando a entender: que, tal como lo es la literatura, la eco­nomía es un lenguaje, y que la materialización se manifiesta así misma, más que en la producción, en el consumo.

Hoy en día, varios estudiosos consideran que Veblen, por vir­tud de anticipación, pertenece totalmente a la escuela del post­estructuralismo moderno. Cabría cuestionarlo. ¿Qué pensaríaVeblen del "giro lingüístico" de la filosofia y la teoría literaria talcomo se aplica al campo de la economía? La idea de que inclusoel estudio de la economía podría no ser otra cosa que un dis­curso, una estrategia de persuasión retórica, podría o no parecer­le atractiva. Ciertamente, podría considerase que los econo­mistas ortodoxos a quienes atacó aceptaban que estaban diciendola verdad cuando sólo estaban escribiendo palabras. Pero la

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38 INTRODUCCiÓN A ESTA EDICiÓN

postura postestructuralista puede volverse fácilmente en con­tra de los postestructuralistas. Resulta tentador afirmar quetodo conocimiento depende del discurso de las representacio­nes lingüísticas que, en vez de servir de espejo a la realidad,reflejan las condiciones de su producción más de lo que real­mente se refieren al objeto discutido. Pero si Veblen fuera areclamar tal postura en contra de sus oponentes, difícilmen­te podría eximírsele del cargo de que, él también, sólo nos ofrecepalabras cuando lo que solicitamos es sabiduría, 0, lo que seríapeor, que sus propios escritos reflejan las condiciones persona­les que están detrás, quizá su resentimiento hacia los ricos y

ociosos. Si ése fuera el caso, entonces, ¿para qué tomar en seriola Teoría de la clase ociosa?

Más que hacerlo deambular por lo que hoy llamamos "de­construcción", Thorstein Veblen debe ser apreciado por lo queera: un moralista que condenaba el despilfarro y honraba eltrabajo.

En una época en la que la autoridad de la riqueza controlaconsiderablemente a la política y gobierna la sociedad, los es­critos de Veblen continúan siendo un recordatorio de las hono­rables locuras de los Estados Unidos. Una locura es lo que loseconomistas de hoy llaman el "efecto Veblen", el comercio, a al­tísimos precios, de ciertos bienes de marca dirigido a consumi­dores que lo que buscan es hacer pública su riqueza. Una im­plicación política gubernamental consecuencia de que tal efectose vuelva absurdo, es el impuesto al lujo. ¡Veblen está vivo!

JOHN PATRICK DIGGIN8

15 de junio de 1998.

PREFACIO: LA TEORÍA SOCIALY EL IMPERATIVO ANTROPOLÓGICO

Los ricos son diferentes de ti y de mí.F. SCOTT FIT7.GERALD

Sí, tienen más dinero.ERNE8T HEMINGWAY

EN ESTE BREVE DIÁLOGO, supuestamente entre dos de los másgrandes novelistas modernos de los Estados Unidos, encontra­mos la clave de toda la teoría social de Thorstein Veblen. Fitz­gerald estaba fascinado por los ricos y por la sociología de lariqueza. Hemingway podía despreciar el encanto del dinerosólo porque adoraba algo aún más romántico y más relaciona­do con la imaginación de Fitzgerald de lo que se daba cuenta: elmundo de la voluntad, la fuerza y la conquista. Impulsados porla compulsión del triunfo, ambos escritores se sentían perse­guidos por la sombra del fracaso. Quizá sólo Veblen, a la vez ungenio y un fracasado, pudiera percibir la conexión entre la fan­tasía de Fitzgerald y la masculinidad de Hemingway, entre laposesión de riqueza y el disfrute de la posición, entre el dineroy el poder, el amor y la gloria.

Thorstein Veblen era un intelectual polifacético: crítico pro­fundo de la teoría económica ortodoxa, agudo fustigador de lasdistinciones de clase, campeón del feminismo contra la "bárbaraposición de las mujeres", enfunt terrible del "mundo académi­co", teórico de la industrialización y el poder nacional, expo­nente de la filosofia científica y la antropología económica, soció­logo de la posición social y anatomista de la opulencia, literatode estilo irónico y satírico y estilista de juguetona solemnidad.

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40 LA TEORÍA SOCIAL Y EL IMPERATIVO ANTROPOLÓGICO

Las anteriores investigaciones sobre Veblen se han centradogeneralmente en un aspecto singular de su pensamiento, olvi­dando otras dimensiones. En la historia intelectual estadu­nidense, por ejemplo, se ha presentado a menudo a Veblen comouno de los principales críticos sociales de la época progresista,un escritor cuyas ideas se aprecian mejor en el contexto deotros movimientos reformistas, tales como el liberalismo y elsocialismo. Sin dejar de ser útil, tal interpretación deja de ladoel alejamiento de Veblen de los movimientos reformistas, sucrítica de los fundamentos teóricos del socialismo, y sus genui­nas dudas acerca del poderoso credo pragmático que constituíael núcleo filosófico del liberalismo norteamericano moderno.

El nombre mismo de "Veblen" evoca diversas imágenes:entre los lectores comunes hace recordar al excéntrico profesory cáustico ridiculizador del arribismo y el "consumo conspi­cuo"; entre los lectores mejor informados, el nombre evoca alteórico que vio en la ascendencia de las profesiones técnicas ycientíficas una esperanza radical de la transformación social.Pero estas impresiones, derivadas respectivamente de TheTheory of the Leisure Class* y The Engineers and the PriceSystem, oscurecen en lugar de iluminar la profundidad y ladiversidad del análisis peculiar que hace Veblen de la sociedadindustrial moderna. Por una parte surge Veblen apenas comoel mentor de Vanee Packard; por la otra, apenas como el pre­cursor de James Burnham o el antepasado espiritual de JohnKenneth Galbraith, Asi considerado, Veblen puede ser relega­do fácilmente a las notas al pie de página de la historia inte­lectual norteamericana, un autor cuyas obras se citan con fre­cuencia pero raras veces se leen.

La confusión respecto de la reputación de Veblen deriva enparte de la naturaleza ambigua de su propio legado ideológico:a la izquierda, los marxistas admiran su crítica del capitalis­mo, pero les molesta su rechazo de Hegel y el materialismo dia-

* Teoría de la clase ociosa, FCE, México, 1944.

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léctico; los liberales aprecian su ataque a las grandes empre­sas, pero se sienten perturbados por su escepticismo acerca delprogreso histórico; los conservadores gozan con su exposiciónde las debilidades de la sociedad de masas, pero se alarmanante su falta de respeto a los ricos y los poderosos; y los feminis­tas estiman su entendimiento de la base arcaica de la dominaciónmasculina, pero se desconciertan ante sus propias relacionescon las mujeres. Veblen parece deleitar a todos sin satisfacer anadie.

Me parece que el procedimiento más adecuado para superarestas ambigüedades y lograr un entendimiento más claro delos logros de Veblen es examinar sus ideas principalmente enrelación con las teorías de los dos mayores pensadores socialesde la época: Carlos Marx y Max Weber. Por esta razón subra­yaremos desde el principio que este libro se refiere a la teoríasocial en general; Veblen servirá de figura central, y Marx,Weber, Tocqueville, Durkheim, Simmel, Sombart, Mead y otrosnos darán ocasionales perspectivas para la comparación. Creoque así le habría gustado a Veblen que se le reconsiderara, nosólo como un reformador tecnocrático, sino como intelectual degran amplitud, que se ocupa de los mismos grandes problemasde la aprehensión de la realidad social que preocuparon a otrosteóricos sociales del siglo XIX y principios del siglo xx.

Desde esta perspectiva, Veblen fue casi el único que negó alcapitalismo su legitimidad histórica. Negó que representarauna fuerza "progresista" que debiese considerarse productiva y

racional, independientemente de sus aspectos negativos. Por elcontrario, insistió en que una gran parte del comportamientocapitalista es irracional y esencialmente hedonista, un fenó­meno casi atávico que no refleja tanto la fría prudencia delhombre burgués como los hábitos residuales de las sociedadesprimitivas. Ni Marx ni Weber exploraron a fondo la posibilidadde que el capitalismo moderno pudiera interpretarse como unproblema antropológico, es decir, que pudiera verse menos comouna "etapa" histórica o un "espíritu" peculiar que como una

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mentalidad intemporal, cuyas raíces se hunden no sólo en lasantiguas comunidades analfabetas sino también en las pro­fundidades "bárbaras" del hombre contemporáneo. En conse­cuencia, tanto Marx como Weber subestimaron la capacidad depermanencia del capitalismo y no pudieron percibir la reali­dad total de la cultura burguesa. Marx se concentró en las fuer­zas económicas de la producción, con exclusión de las presio­nes sociológicas del consumo; mientras que Weber subrayó lanaturaleza ascética, no adquisitiva, del capitalismo primitivo,percibiendo el surgimiento de una nueva "ética" más bien queel resurgimiento de un rasgo arcaico. Fue precisamente estadeterminación de explicar lo "superior" por lo "inferior" lo queconvirtió a Veblen en veneno para el capitalismo, e hizo de él "elbardo del salvajismo", como bien lo describió Perry Miller.!

Toda evaluación completa de los logros de Veblen como teóricosocial deberá partir del reconocimiento de que fue el precursordel campo de la antropología económica.é Sus críticas a la filo­sofía económica tradicional derivaban sobre todo de su convic­ción de que la teoría económica no podía explicar adecuada­mente, por sí sola, el comportamiento económico ordinario. Porlo tanto, la teoría económica ortodoxa debía ceder el paso a unateoría más comprensiva de los fenómenos sociales, una teoríabasada en los datos de la etnología y la antropología. Conside­remos, por ejemplo, la función del dinero. En su definición clá­sica, el dinero desempeña tres papeles: es un medio de cambio,un patrón de valor y un almacén de riqueza. A Veblen le pare­ció esta definición demasiado racional, basada en la sicologíadel interés propio y el cálculo económico, característica de lossupuestos ortodoxos prevalecientes acerca del comportamiento

1 Perry Miller, "Introductíon", American Thought: Civil War to World WarOne (Nueva York, 1954), p. xlix.

2 Sobre la "rev?lución sustantiva" que provocó Veblen en este campo, véaseEdw~rdE. Lefllair Jr. y Harold K. Schneider (ccmps.), Economic Anthropology:Readmgs in Theory andAnalysis (Nueva York, 1968). Se encuentra una evalua­ción. más profunda de Veblen como "pionero" en Norman O. Brown, Lifeagamst Death: The Psychoanalytical Meaning ofHistory (Nueva York, 1959),pp. 254-257.

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humano. Para Veblen, lo importante del dinero es el contextoen que circula, una dimensión sociocultural que, una vez en­tendida, nos permitirá contemplar el dinero no como un mediode cambio principalmente, sino como una expresión de podermediante su valor de ostentación. Lo que a fin de cuentas sebusca, con el nombre de beneficio o riqueza, es esencialmenteel poder, sobre hombres y mujeres, de quienes poseen los sím­bolos de la riqueza. Uno de los muchos logros de Veblen fue ladestrucción del mito de la autoridad de la riqueza, mediantela exposición de la estructura psicológica de un sistema económi­co movido por causas no económicas. Aunque no pudo transmitir,quizás algo explicable, este mensaje en una cultura norteame­ricana abandonada obsesivamente al imperio de los bienes, lamagnitud de su realización se pone de manifiesto en el hechode que estaba escribiendo, según la forma, acerca de economía,mientras que realmente profundizaba en la antropología, y ha­cía a fin de cuentas una contribución importante a la sociologíade las relaciones del poder humano.

Para tratar a Veblen como un teórico social se requiere una de­finición más amplia del término "teoría". El propio Veblen nun­ca se molestó en explicar lo que entendía por tal término, aun­que lo utilizó en el título de su libro más famoso. Yo no utilizoel término para referirme a una metodología rigurosa, un meropunto de vista, un programa de liberación humana o un "sis­tema" teórico integrado por proposiciones lógicamente interre­lacionadas y sujetas a refutación o confirmación empíricas.Utilizo el término en una forma ligada al problema de la con­ciencia. A principios del siglo, en un periodo en que estabanformulando sus teorías los académicos posmarxistas, comoWeber, Durkheim y Veblen, la sociedad y la conciencia de lasociedad se habían vuelto problemáticas. Se percibía cada vezmás que la sociedad no debe ser explicada por las nociones dequienes participan en ella, sino por las causas más profundasque sus miembros no advierten. Veblen, como Durkheim y otrossociólogos contemporáneos, concebía la sociedad como un poder

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independiente, colocado por encima y a un lado del individuo, unpoder que dota a la mente de conceptos que sutilmente se im­ponen a medida que moldea al individuo mediante las "formas"derivadas de sus inexorables procesos socializantes. Presumi­blemente, el conocer a la sociedad mediante la teoría era esca­par de esta circularidad epistemológica en que han quedadoatrapados el sujeto que conoce y el objeto del conocimiento. Ve­blen pensaba que la teoría nos permitiría penetrar en los pro­cesos subyacentes de la sociedad que se ocultan a las formasmás ordinarias de la conciencia.

Pero la teoría no significaba para Veblen la injerencia socialni el activismo político, sino la separación, la autorreflexión yuna perspectiva irónica que parecía negarlo todo y no afirmarnada. Mientras que los marxistas creían que conocemos el mun­do actuando sobre él y transformándolo (la praxis), y mientrasque los liberales pragmáticos creían que la verdad social de­riva de la experimentación social, Veblen mantenía que la "cu­riosidad ociosa" ofrecía la mejor esperanza para superar unacondición de la mente tan enajenante, que no puede expe­rimentar siquiera su propia alienación. Marxistas y capitalis­tas por igual estaban dedicados a cambiar el mundo. Veblenestaba convencido de que no puede cambiarse fundamental­mente lo que no se puede interpretar correctamente. Antes deque podamos empezar siquiera a hablar de superar (Aufhe­bung) el enajenamiento y la explotación, necesitamos descu­brir de dónde surgieron tales fenómenos en la sociedad arcaica,primitiva. Esta tarea constituía el imperativo antropológico dela teoría social.

Para apreciar plenamente la contribución de Veblen a la con­ciencia moderna, debemos adentrarnos en la teoría social com­parada. Hay algunos peligros en este campo; entre ellos, la du­dosa promesa de la verdad final. "La comparación -escribióGeorge Santayana- es el recurso de quienes no pueden llegaral meollo de las cosas que se comparan; y no hay ninguna filo­sofía más externa y egotista que aquella que coloca la esencia

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de una cosa en su relación con alguna otra."3 La crítica de San­tayana puede humillar al filósofo; el teórico social y el historia­dor intelectual, que no se ocupan de las "esencias" fijas ni de laverdad absoluta, sino de la naturaleza dinámica de los fenóme­nos sociales, reconocen que sólo podemos entender la vida socialcomo un todo y que cada parte puede entenderse sólo por susrelaciones. Lo que se aplica a la realidad se aplica a la teoría.Para obtener alguna verdad aproximada acerca de los fenóme­nos sociales, debemos recurrir al análisis comparado. Ningunateoría social puede examinarse aislada de sus competidoras,pues sólo cuando confrontamos entre sí las teorías nos damoscuenta cabalmente de sus limitaciones. Este libro es esencial­mente un ejercicio de confrontaciones teóricas, enfoque queresulta, por cierto, enteramente compatible con los métodos deanálisis del propio Veblen. Más que cualquier otro pensadornorteamericano contemporáneo, Veblen era, por excelencia, unacadémico comparativo. Su teoría implicaba la determinaciónde ciertos rasgos culturales en la sociedad industrial modernay la comparación de las relaciones sociales contemporáneascon el comportamiento de los hombres y mujeres primitivos delas antiguas sociedades. Examinando los recientes datos de laetnología y la antropología, Veblen ofreció perspectivas nuevasde la realidad social que merecen un estudio sistemático norecibido hasta ahora. Creo que Veblen arrojó luces nuevas eimportantes sobre la naturaleza de la sociedad, y la originali­dad de su visión sólo puede hacerse evidente con la acumula­ción de perspectivas diferentes a ese respecto. Bien entendi­das, las intuiciones de Veblen pueden, finalmente, originar unareorientación de la teoría social moderna. Como el novelistacostumbrista, Vebíen iluminó el significado más profundo delcomportamiento social con percepciones imperecederas. Comolos literatos, reconoció que podemos aproximamos a la verdadmediante la técnica satírica, exhibiendo la hipocresía y desen-

3 George Santayana, Charaeter and Opinion in the United States (GardenCity, Nueva York, 1956), pp. 102-103.

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mascarando las erradas concepciones prevalecientes acerca dela "falsa conciencia", Como satírico y como teórico social, Veblensigue siendo una mente crítica de cuya mirada no escapabanada.

Unas palabras acerca de la organización del libro. La PrimeraParte, "El ambiente y el hombre", trata de presentar a Veblencon el lector común mediante una discusión elemental de susobras, su carrera y el contexto histórico general en que vivió.La Segunda Parte, "Teoría e historia", explora las corrientesmás profundas de la filosofía social moderna: las teorías delvalor, la alienación o enajenación, reificación o cosificación, me­diación, hegemonía e historia, y en particular la dinámica so­ciológica del capitalismo en el curso de la historia estaduni­dense. La Tercera Parte, "Dentro de la ballena", examina lasopiniones de Veblen sobre problemas sociales contemporáneos,tales como la educación superior, el feminismo, la guerra y lapaz. El capítulo final, "Discípulos y disidentes", se ocupa del le­gado de Veblen al pensamiento y la acción social norteamerica­nos; y la Conclusión: "¿Cuál es el futuro del capitalismo?", ofreceuna estimación final del problema central planteado por Veblen:¿cómo se legitiman la riqueza no ganada y el consumo derro­chador en una cultura supuestamente dedicada a la ética deltrabajo y el valor de la eficiencia?

Una parte de estos materiales ha aparecido antes en las si­guientes publicaciones periódicas: Chronicle of Higher Educa­tion, History and Theory, The New Republic y Social Research.

Varios estudiosos tuvieron la amabilidad de leer porcionesdel primer borrador del manuscrito. Deseo agradecer las críti­cas y sugerencias de Lewis Coser, Carl Degler, Anthony Gid­dens, Robert Heilbroner, Robert Huberty, Christine Hyermany Alan Lawson. También estoy en deuda Con mi amigo GeraldMeaker, quien se quitó tiempo destinado a sus propias investi­gaciones para dar una lectura rigurosa al manuscrito. Aprecioen todo lo que valen las sugerencias editoriales de GeorgeLawler, al igual que la información biográfica que me propor-

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cionó Joseph Dorfman y los recuerdos de Veblen que me ofrecióLewis Mumford. Agradezco a la Fundación Simon GuggenheimMemorial que haya posibilitado mi residencia en la Universi­dad de Cambridge, donde, como miembro del Churchill Colle­ge, trabajé en el libro y me beneficié de las conversaciones conMaurice Dobb, Mases Finley, Doug Gale, Tony Giddens, JackGoody, Jack Pole y Joan Robinson. Una nota especial de agrade­cimiento para David Reisman. quien me alentó a ir más alláde su propia interpretación psicoanalítica de Veblen, advirtien­do sin duda, como deberíamos hacerlo todos, que aun los reviso­res serán revisados, sin excluir al que esto escribe, por supuesto.

Laguna Beach, 1977

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PRIMERA PARTE

EL AMBIENTE Y EL HOMBRE

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ABREVIATURAS

Ao Absentee Ownership und Business Enterprise in Recent Times(Nueva York, 1923; Bastan, edición Beacon, 1967).

BE The Theory of Business Enterprise (Nueva York, 1904; ediciónAugustus Kelley, 1965).

ECO Essays in Our Changing Order (Nueva York, 1934; ediciónAugustus Kelley, 1964).

EPS The Engineers und the Price 8ystem (Nueva York, 1921; ediciónHarcourt, 1963).

HL The Higher Learning in America: A Memorandum on the Con­duct of Universities by Business Men (Nueva York, 1918; edi­ción Hill & Wang, 1957).

IG- Imperial Germany and the Industrial Revolution (Nueva York,1915; edición en rústica de Ann Arbor, 1966).

lOW The Instinct ofWorkmanship and the State ofthe IndustrialArts (Nueva York, 1914; edición Norton, 1964).

Tco Teoría de la clase ociosa (México, FCE, 1944).NP The Nature of Peace and the Terms ofIts Perpetuation (Nueva

York, 1917).pos The Place of8cience in Modern Civilization and Other Essays

(Nueva York, 1918; edición Capricorn, 1969). Nota: La ediciónCapricorn, utilizada aquí, lleva el título revisado de Veblen onMarx, Race, 8cience and Economics.

VI The Vested Interests and the Common Man (Nueva York, 1919;edición Capricorn, 1969).

Dorfman 1 Joseph Dorfman: Thorstein Veblen and His America(Nueva York, 1934).

Dorfman II Joseph Dorfman, Thorstein Veblen: Essays, Reviews and

Reports: Previously Uncollected Writings (Clifton, N. J.,1973).

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1. VEBLEN y LOS ESTADOS UNIDOS

LA CRISIS DE LA REPÚBLICA

La obra de Veblen Teoría de la clase ociosa se publicó en 1899,en vísperas de la auspiciosa entrada de los Estados Unidos alsiglo xx. Muchos escritores saludaron la transición de un sigloal otro como una crónica maravillosa de progreso, pero los di­versos movimientos de protesta recientes -la libertad de laplata, el impuesto único, el populismo, el socialismo y el pro­gresismo- sugieren fuertemente que la mayoría de los ciuda­danos se sentían víctimas de nuevas y amenazadoras fuerzaseconómicas que no podían comprender ni controlar. Siempreresulta difícil explicar con precisión cómo entran los "proble­mas" por primera vez en la teoría social y luego impregnan eldominio más amplio de la conciencia pública; pero, si explora­mos la literatura de fines del siglo XIX y principios del siglo xx,podremos distinguir las corrientes contrarias de descontentoque fluían por debajo de la superficie doctrina!. Veamos algu­nas de las revelaciones manifestadas en los escritos publicadosmás o menos una docena de años antes y después de la publi­cación del gran libro clásico de Veblen.

Aprendemos en primer lugar las lecciones del poder: que lalibertad ha sucumbido ante el gobierno de la plutocracia (JamesBryce, The American Commonwealth, 1889), que los magnatesde Wall Street no producen nada y lo controlan todo (William"Coin" Harvey, Money, Trusts, and Imperialism, 1900), que lacorrupción se propaga sin freno en los más altos niveles de la ad­ministración pública (David Graham Phillips, The Treason ofthe Senate, 1906), y que "la naturaleza es rica, pero en todaspartes el hombre, heredero de la naturaleza, es pobre" (Henry

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Demarest Lloyd, Wealth Against Commonwealth, 1894). Luegoaprendemos las lecciones de la historia: que los valores demo­cráticos surgidos de la abundancia de tierra y espacio declina­rían al cerrarse el territorio occidental a nuevos asentamientos(Frederick Jackson Turner, "The Significance of the AmericanFrontier", 1893), que a las minorías étnicas, apiñadas en losghettos urbanos, se les había negado el acceso a las oportunida­des que volvían reales y viables los valores democráticos (JacobRiis, How the Other Half Lives, 1890), que los valores políticosde los Estados Unidos ocultan en realidad el lado turbio de lahistoria norteamericana (Charles Beard,An Economic Inter­pretation of the Constitution, 1913), y que los valores norte­americanos tradicionales no pueden significar nada mientrasno se libere a la mujer de las penalidades de las faenas domés­ticas (Charlotte Perkins Gilman, Women and Economics, 1898).y cuando estudiamos a los filósofos y los teóricos sociales en­tendemos que no puede aspirarse a la elevación de la concienciamientras no alcance la mente un entendimiento autocrítico desu propia naturaleza (William James, "Does ConsciousnessExist?", 1904), que quizá resulte imposible determinar el signi­ficado y el valor individuales porque todo conocimiento dependede costumbres que son relativas, ni buenas ni malas, sino tansólo culturalmente pertinentes al tiempo y lugar (William Gra­ham Sumner, Folkways, 1906), y que el individuo ha sido absor­bido en la sociedad política y ya no puede ser considerado comouna unidad de investigación discreta, discontinua (ArthurBentley, The Process ofGovernment, 1908). Por último, buscandola ayuda religiosa, aprendemos que el hombre ha sucumbido to­talmente ante las tentaciones de la carne (Max Nordau, De­generation, 1895), que el pecado y el sufrimiento son reales y sólopueden comprenderse a través de la fe en Dios (Josiah Royce,Studies ofGood and Evil, 1898), que un reavivamiento del fervorreligioso y el deber social es la última oportunidad para la re­dención de los Estados Unidos (Walter Rauschenbusch, Christian­ity and the Social Crisis, 1907), pero la naturaleza humana es

incorregiblemente venal (Mark Twain, ''The Man that CorruptedHadleyburg", 1899), y que la cristiandad está senil y Dios hamuerto (H. L. Mencken, The Philosophy ofNietszche, 1908).

En medio de esta babel de sabiduria de la intelectualidad, elpueblo norteamericano permanecía tan perturbado como entu­siasmado cuando miraba hacia el nuevo siglo. Tres problemaslo aquejaban especialmente. Uno era la pérdida de la libertadindividual, la erosión de la autonomía por obra de las estructu­ras jerárquicas del poder surgidas de los procesos de moderni­zación. A medida que el país pasaba de una economía agrariaa una industrial, y a medida que los ciudadanos emigraban delcampo a la ciudad, más y más trabajadores dependían para susubsistencia de los propietarios de las fuentes de materiales ymaquinaria para la producción. A su vez, la propiedad de estosmedios cruciales de la vida económica gravitaba alrededorde una entidad antes desconocida, que se convirtió, después de1880, en la sede principal del poder económico: la sociedad anó­nima. Al principio un instrumento eficiente para la canaliza­ción de la actividad empresarial, la forma sociedad anónima dela empresa llegó a ser considerada por la mente popular comoalgo más que un leviatán de avaricia y corrupción: los cons­piradores ferroviarios, bien conocidos por los lectores de TheOctopus (1901) de Frank Norris; y los manipuladores de accio­nes, de quienes tenían noticia los lectores de The Titan (1914)de Theodore Dreiser. Los Estados Unidos habían sido predomi­nantemente una nación de agricultores y de comerciantes pue­blerinos dedicados a una vida de oportunidad económica y deindividualismo competitivo. Los estadunidenses llegaron a darpor sentado que la propiedad se distribuiría ampliamente yque el poder político y económico se dispersaría por todas par­tes. La reacción contra la aparición repentina de la sociedadanónima gigantesca, a fines del siglo XIX, reflejaba la reaccióngeneralizada contra el poder económico centralizado y revela­ba el vigor de los valores norteamericanos tradicionales. Pre­cisamente le correspondió a Veblen demostrar que las insti-

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tuciones nuevas sólo podrían ser efectivamente cuestionadascuando se superaran los ideales antiguos.

Los trabajadores y los consumidores no eran los únicos ame­nazados por la sociedad anónima. El capitalismo avanzado tam­bién sacrificó al empresario independiente en aras del progre­so. La desaparición del artesano que trabaja por cuenta propiay del tendero avanzó a medida que el capitalismo asociado des­arrollaba técnicas de organización cada vez más refinadas. Esteproceso culminó en el trust o consorcio, una forma de combina­ción en la que las compañías afiliadas entregan sus acciones ysu poder a una junta central de administradores. El consorciode la Standard OH de John D. Rockefeller, organizado en 1889,constituyó el primero y más afortunado proyecto de control decrédito a gran escala. Rockefeller y sus defensores sosteníanque las victorias en las competencias que produjeron su rique­za y poder enormes se debían a sus métodos de comercializa­ción innovadores y su genio empresarial. Resulta significativoel hecho de que quienes consideraban el poder de la sociedadanónima como una amenaza para la libertad individual no tu­viesen ninguna refutación técnica contra la defensa capitalistade la consolidación empresarial, basada en la eficiencia y la pro­ductividad. En efecto, como era común en este país, la únicarespuesta legislativa ante el poder asociado fue la restaura­ción del principio de la competencia mediante un estatuto le­gal, lo que constituía una política tal vez única entre las nacio­nes occidentales. Pero la Ley Antimonopolística* de Sherman(1890), elaborada para fragmentar las asociaciones en unidadesmás pequeñas, era sólo un esfuerzo para remediar con más indi­vidualismo los problemas provocados precisamente por el in­dividualismo irrestricto. En cambio, Veblen formuló una refu­tación singular de la ideología empresarial de concentración;presentó argumentos contra el capitalismo en términos de suspropias pretensiones de eficiencia y productividad.

* En inglés, Sherman Anti-Trust Act.

Si el pueblo norteamericano sentía en el terreno político supérdida de poder bajo el capitalismo asociado, en el terreno psi­cológico cobró cada vez más conciencia de la afrenta de la rique­za y la posición social. La obra en tres volúmenes de GustavusMyers, A History of Great American Fortunes, publicada en1909 y 1910, confirmaba con hechos el descontento popular porla mala distribución del ingreso. Es posible que Myers no hayaestado del todo en 10 cierto cuando supuso que la concentraciónde la riqueza derivaba del crecimiento industrial del periodoposterior a la Guerra Civil. Aun durante la época jacksonianadel "hombre común", para no ir más lejos, las clases adineradashabían integrado una selecta minoría social. Lo nuevo a fines delsiglo XIX era el ensanchamiento del abismo que separaba a ri­cos y pobres y la forma en que podía ostentarse tan descarada­mente la riqueza. Mark Twain llamó a estos años la "Edad deoropel", para denotar una época de robusta extravagancia. "Lasociedad" se volvió un sinónimo de las nuevas mansiones seudo­góticas, donde las luces de gas parpadeaban con lascivia sobrejuergas presumiblemente interminables en un ambiente decristal y plata, roble y caoba, terciopelo y mármol. Nueva York,Chicago y San Francisco -grandes ciudades todas ellas- te­man sus "locutorios", un eufemismo para los magnificentes bur­deles de puertas de roble talladas a mano, paredes con panelesde aceitillo donde se alinean espejos biselados y, por supuesto,las barras de caoba pulida donde los "caballeros" podían sabo­rear champaña Y ostiones importados mientras se vanagloria­ban de sus éxitos comerciales y sus conquistas eróticas. En unaépoca de sensibilidad ostentosa, era natural que Jim Fisk, eltalentoso roué que había llevado a la quiebra al Ferrocarril Erie,construyera la Gran Ópera de la ciudad de Nueva York comoun monumento esplendoroso que albergaba la oficina principaldel Erie y a gran número de atractivas mujeres que lucían tra­

jes de malla.Pero Fisk y sus cómplices Daniel Drew y Jay Gould, los ma­

landrines millonarios de la "conspiración del oro" de 1869, se

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veían despreciados por los Rockefeller, los Vanderbilt y otrosmiembros del estrato superior de los "antiguos" nouueaux riches,para quienes su riqueza reflejaba sus hazañas y su carácter.Estos futuros pilares de la sociedad solían anunciar su "llega­da" mediante bailes de gala de considerable suntuosidad. Laseñora W. K. Vanderbilt ofreció una fiesta de inauguración ensu mansión de la Quinta Avenida; parecía que los Médicis ha­bían llegado a Manhattan: los pasillos y los salones estabanadornados con arreglos florales, y el gimnasio del segundo pisose convirtió en un enorme comedor incongruentemente situadoen el trópico; el señor Vanderbilt vestía como Luis XlV y su esposaCOmo una princesa veneciana. Tal extravagancia podía ser jus­tificada por los economistas conservadores y los custodios de lacultura: al fin y al cabo, el gasto lujoso servía para hacer circu­lar el dinero; la construcción de una casa de 40 habitacionesimplicaba el empleo de mano de obra, y la decoración exquisitapatrocinaba las artes y las artesanías.' Pero en raras ocasio­nes veía el público las cosas de otra manera. Durante el pánicode 1897, los Bradley Martin decidieron ofrecer un baile paraayudar a aliviar el desempleo nacional; la fastuosa celebra­ción, efectuada en el Waldorf Astoria, tuvo un costo estimadoen 369000 dólares. Fue tan grande la protesta de la prensacontra tan dispendiosa opulencia que los Martin, cayendo endesgracia, huyeron a Europa.

La izquierda radical se deleitó con este derrumbe, en el queveía el presagio de una conciencia de clase. El artista WilliamBalfour se sintió inspirado para pintar su famoso cuadro de uncomedor lleno de magnates y matronas, resplandecientes consus gemelos de diamantes y sus vestidos de gala adornados deesmeraldas, que retrocedían justamente horrorizados ante elpoderoso puño de un obrero que atravesaba el entarimado delrestaurante. La pintura, donde aparecía el piso apoyado en lascabezas y hombros inclinados del proletariado que se encon-

1 Edward Chase Kirkland, Dream and Thought in the Business Community,1860-1900 (Chicago, 1964), pp. 29-49.

traba debajo, satisfacía sin duda la estética del conflicto de cla­ses. Pero cabría preguntarse si los norteamericanos de clasebaja deseaban derribar en efecto a las clases altas o sólo ascen­der al nivel de ellas. ¿Serían capaces de cuestionar la hegemo­nía del capitalismo los trabajadores, a quienes tenía que recor­dárseles de continuo que los ricos eran infelices y decadentesen el terreno psicológico? ¿Constituía de veras el movimientoobrero una amenaza real para la autoridad de la riqueza en losEstados Unidos?

Otro problema afrontado por la nueva sociedad industrialnorteamericana era la evidente inadecuación de los principiosmorales en la lucha entablada contra el poder de las grandes em­presas. La filosofía ética contemporánea representaba una amal­gama curiosa, derivada del materialismo utilitarista de Fran­klin y los Padres Fundadores, el idealismo espiritual de Emersony los trascendentalistas, y el individualismo amoral y competi­tivo de William Graham Sumner y los darvinistas sociales. Es­tas corrientes doctrinales, que ofrecían las opciones antitéticasde una materialización de la mente, una intuición mística del"espíritu", o un culto comercial de la acción," no tenían en co­mún más que la más preciosa idea de todas: el principio de laconfianza en uno mismo. Pero, de hecho, había resultado inútilel intento de aplicar este código moral individualista, nacido deuna sociedad agraria que desaparecía rápidamente, a las reali­dades de un orden social altamente industrializado y cada vezmás integrado. Inútil porque la noción tradicional de la moraldescansaba en gran medida en la responsabilidad personal,mientras que el anonimato de la organización en sociedad anóni­ma ayudaba a oscurecer la obligación individual, y en efecto adespersonalizar toda la esfera de las relaciones humanas. Porla misma razón, la idea más antigua de la moral religiosa ha­bía implicado que el bien y el mal podían reconocerse sin difi­cultad; pero como observó el sociólogo E. A. Ross en Sin and

2 George Santayana, Winds ofDoctrine and Platonism and the Spiritual Life(Nueva York, 1957), pp. 1-24, 185-215.

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Society (1907), estaba en la esencia de la moderna vida empre­sarial que abriera de par en par las puertas a la codicia, libera­ra a la sociedad de las restricciones tradicionales, y así despo­jara al comportamiento de la antigua carga de la culpa. Además,mientras que los antiguos códigos éticos de Jefferson y Franklinhabían presupuesto un "sentido moral" innato, la ciencia mo­derna y el pensamiento evolutivo negaban la realidad de laconciencia espiritual del hombre. En el universo de silenciomoral revelado por el pensamiento naturalista, la ética pare­cia seguir a la lógica del poder, no al poder de la lógica o las ur­gencias de la compasión.

A fines del siglo XIX y principios del siglo xx, habia en los Es­tados Unidos, sin duda, mucho más que ambición materialdesenfrenada, conflicto industrial, parálisis ética, corrupciónmunicipal e inmigrantes rudos; pero ésta era la visión de lavida norteamericana que surgía de las páginas de LincolnSteffens, Homer Lea, Ignatius Donnelly, Mary Lease, Brooks yHenry Adams y, sobre todo, Jack London, Y esta visión alimen­taba las premoniciones apocalípticas de los representantes delantiguo orden angloamericano, que se veía cada vez más desafia­do por lo que parecía ser una alianza profana de los embrute­cidos obreros irlandeses con los avarientos banqueros judíos.Aun los utópicos más benignos y patricios, como Edward Bellamyy William Dean Howells, sentían el cálido aliento de la revueltasocial inminente, y en efecto era este temor de la catástrofe loque se encontraba detrás de su obsesión por la armonía. Algu­nos progresistas experimentaban también una sensación pro­funda de fatalismo ante el avance del poder asociado. Hasta elvigoroso Theodore Roosevelt confesaba su impotencia inicialen su Autobiography:

La oleada de materialismo individualista, donde la libertad com­pleta del individuo [...] significaba en la práctica la libertad absolutapara que los fuertes abusaran de los débiles. El poderío de los gran­des señores de la industria L..] había avanzado a grandes zanca-

das, mientras que los métodos para controlarlos [... ] a través delgobierno, seguían siendo arcaicos y por lo tanto prácticamente im­potentes."

Roosevelt y muchos de los reformadores de la época se inte­resaban menos por el análisis de las causas más profundas delpoder capitalista que por la corrección de sus perniciosas con­secuencias. Este enfoque colocaba la solución adelante del pro­blema. Si pudiera utilizarse el poder del gobierno para restringirel poder económico de las grandes empresas, ¿cuáles mediospolíticos podrían emplearse para limitar la autoridad culturalde la riqueza? Si en efecto eran tan manifiestamente malvadosy egoístas los "grandes señores de la industria", ¿cómo habíanpodido ganar tan gran influencia y prestigio que aun Roosevelt,el presidente de los Estados Unidos, podía sentirse a menudoempequeñecido en su presencia? Es sobre todo a esta interro­gante a la que Veblen buscaría una respuesta.

LA PERSUASIÓN DE LA REFORMA

El esfuerzo de la república por salvarse del poder de las clasesadineradas y restablecer la potencia de la conciencia moral ori­ginó en la época de Veblen dos movimientos políticos, el progre­sismo y el socialismo. A través de estos movimientos fluíantres corrientes intelectuales que suministraban el impulso parala reforma y la inspiración para el cambio social: el idealismoliberal, el humanitarismo cristiano, y la ingeniería científica y

social.La primera de estas corrientes surgió a la superficie política

durante el movimiento progresista, ya que encontró una plata­forma nacional en las administraciones de Roosevelt y de Woo­drow Wilson. Ambos presidentes querían renovar la fibra moralde la nación; ninguno de ellos proponía una reestructuración

3 Theodore Roosevelt, An Autobiography (Nueva York, 1913), pp. 462-463.

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básica del orden económico ni un análisis a fondo de sus basesideológicas. Roosevelt estaba dispuesto a utilizar el poder delgobierno federal para dar un "trato justo" a los trabajadores,agricultores y pequeños empresarios que estaban siendo elimi­nados por las grandes empresas. Wilson no quería utilizar elEstado para disciplinar a las empresas, sino para revivir lasvirtudes norteamericanas originales. El sentido de lucha y con­flicto de Roosevelt y su condena de los "malefactores de la rique­za" se asemejaban en algunos sentidos al entendimiento darvi­niano que tenía Veblen del poder de los fuertes sobre los débiles.En cambio, Wilson creía que podía eliminarse el poder abusivomediante la restauración de las oportunidades competitivas delas empresas a través de las agencias reguladoras del gobierno sifuese necesario. Mientras Roosevelt pensaba que a lo sumo po­día restringirse el poder, Wilson estaba convencido de que podíadepurarse dando nueva fuerza a los antiguos valores del indi­vidualismo, la iniciativa y el espíritu de aventura. "Un pueblo sesalvará", declaraba Wilson,

por las aguas que broten de sus propias fuentes, dulces y perennes.No desde arriba; no por el patrocinio de sus aristócratas. Todo lo queflorece hermosamente en el aire del cielo obtiene de sus raíces subelleza, su vigor [...] Del suelo, de los capullos silenciosos de la tierra,surgen las corrientes de la vida y la energía. Del suelo común, delcorazón tranquilo del pueblo, brotan jubilosamente ahora las corrien­tes de esperanza y determinación que habrán de renovar la gloriaen la faz de la tierra.!

La tradición liberal representaba una fuente de reforma; laherencia religiosa representaba otra. El idealismo protestanteradical, con su indignación moral y su promesa evangélica deun mundo mejor, influyó tanto en el progresismo como en el

4 Woodrow Wilson, The New Freedom: A Call for the Emancipation oftheGeneroue Spirit of a People; compilador: William Leuchtenberg (EnglewoodCliffs, N. J., 1961), p. 6.

socialismo cristiano. Uno de los libros más leídos de la épocafue el de Edward Bellamy, Looking Backward (1888), una pa­rábola del comunalismo espiritual que, en la tradición de lasgrandes restauraciones, pedía "una fusión y comunicación delos corazones de los hombres". El ministro W. D. P. Bliss, de Bos­ton, organizó la publicación periódica American Fabian comouna fusión del idealismo de Bellamy y el socialismo cristiano;y el reverendo George D. Herron, una de las figuras más pro­minentes del Partido Socialista estadunidense, identificaba elcristianismo con el marxismo como evangelios iguales de la re­ligión de la humanidad. El movimiento del evangelio socialtambién aplicó su celo misionero a la vida pública, enviando asus discípulos a los barrios miserables para que estudiaran elproblema laboral, la política de los caciques y la propiedadabsentista. En el nivel teórico, estas ideas y actividades culmi­naron en el libro de Walter Rauschenbusch, Christianity andthe Social Crisis (1907), tratado religioso que denunciaba alcapitalismo por haber corrompido el espíritu de los hombresal alentar tales principios anticristianos como la agresión, la

codicia y la soberbia.Thorstein Veblen respondió a la vasta literatura de la refor­

ma moral con aburrimiento y escepticismo. Desde su perspec­tiva, el progresismo liberal y el socialismo cristiano parecíanun esfuerzo inútil por avanzar hacia el ayer, por revivir comosoluciones las nociones mismas que formaban parte del pro­blema. El individualismo burgués apenas si podría contener laconcentración de riqueza y poder, derivada en gran parte delos imperativos técnicos de la organización en sociedad anóni­ma. Tampoco podría el protestantismo restaurar la ética deltrabajo en una sociedad donde el ocio se volvía cada vez másun estilo de vida envidiable, si no es que una noble vocación.

En el tercer ingrediente del pensamiento reformista -laciencia y la ingeniería social- encontraba Veblen mayores es­peranzas para el futuro de la civilización industrial. El presti­gio de la ciencia a principios del siglo se debía en parte a las

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grandes hazañas de la ingeniería y la medicina, cuyos logrosse celebraban regularmente en ferias y exhibiciones mundiales.Las realizaciones logradas en estos campos no podían dejar defortalecer la creencia de que podría recurrirse al genio del mé­todo científico para iluminar también la naturaleza y el funcio­namiento de la sociedad. Resultaba irónico que este gran sueñode la Ilustración del siglo XVIII apoyara la posición de variosteóricos sociales conservadores, quienes suponían que un estu­dio empírico de las leyes económicas de la "naturaleza" justifi­caría las doctrinas del liberalismo y conduciría a una vida másracional y productiva para todos. Pero el método del análisisempírico también inspiró a muchos críticos radicales que consi­deraban el socialismo como la "ciencia de la sociedad". A prin­cipios del siglo, la izquierda intelectual gustaba de citar a Marxen el sentido de que los científicos debían "poner sus conoci­mientos al servicio de la humanidad". Veblen defendió tambiénesta síntesis del conocimiento empírico y el progreso socia1.A pesar de sus diferencias teóricas con los marxistas, tradujocon entusiasmo, para los lectores norteamericanos, el emocio­nado discurso de Ferdinand Lasalle, "Die Wissenschaft und dieArbeiter" ["La ciencia y el trabajador"].

Lester Ward, padre de la sociología estadunidense, tambiénconsideraba la ciencia como el cimiento de la sociedad moder­na y el foco del análisis social moderno. Ward era la respuestaliberal al darvinismo social conservador. Su Dynamic Socio­logy (1883) instaba a los darvinistas como Herbert Spencer yWilliam Graham Sumner a apreciar el papel creativo de lamente y a no despreciar al hombre como un ser pasivo en elproceso evolutivo. La economía del1iberalismo conducía al caosy el conflicto, mientras que el progreso genuino sólo derivabade la interferencia calculada del hombre en la naturaleza. Por10 tanto, los mejores agentes del progreso social eran quienesentendían que el hombre puede controlar las fuerzas de la na­turaleza por el artificio deliberado.

PREEMINENCIA DE LA IDEOLOGíA CAPITALISTA

5 Henry Steele Commager (comp.), Lester Frank Ward and the Welfare State(Indíanépclís, 1967), p. xxxvi.

En muchos sentidos, Veblen fue para el capitalismo del siglo XIX

lo que Voltaire para el catolicismo del XVIII: el azote, el satiriza­dor y el grand démolisseur de la creencia dogmática. Tanto elfilósofo francés como el teórico social norteamericano tomabanla modernidad con cierta ambivalencia, y ambos dirigieron suingenio mordaz a las ficciones en que se sostenían las institu­ciones sagradas y a las inagotables debilidades de la especie

63VEBLEN Y LOS ESTADOS UNIDOS

Antes de que la legislación progresista pueda triunfar -advertíaWard- cada legislatura deberá convertirse, por decirlo así, en unaescuela politécnica, un laboratorio de investigación filosófica de lasleyes de la sociedad y la naturaleza humana. Ningún legisladorestá calificado para votar o proponer medidas destinadas a afectarlos destinos de millones de unidades sociales mientras no dominetodo lo que se sabe de la ciencia de la sociedad. Todo verdadero le­gislador debe ser sociólogo.f

¿Cuáles eran esas "leyes de la sociedad y la naturaleza hu­mana"? Ward creía que podríamos descubrirlas mediante lainvestigación empírica y el análisis teórico; así podría demos­trar el sociólogo la naturaleza cooperativa y sociable del hombre,y echar las bases para la llegada de la buena sociedad. Veblenestaba menos seguro de que los "hombres de buena esperanza"(según la apropiada descripción de Daniel Aarcnl triunfaransobre las fuerzas del poder de la sociedad anónima. Tal visiónoptimista no sólo subestimaba la carga de la herencia arcaicadel hombre, sino que no advertía la profunda asimilación de laideología del capitalismo en el pensamiento y la cultura norte­americanos. Nadie estaba más consciente de la preeminenciade los valores capitalistas que el propio Veblen.

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humana. Pero mientras que las ideas de Voltaire triunfaron fi­nalmente y encontraron expresión en la Ilustración, las de Ve­blen resultaron a fin de cuentas incapaces de sobrevivir a losintereses y percepciones cambiantes de varias generacionesde intelectuales estadunidenses. Más adelante discutiremos siel "gran hombre"Veblen fue "enterrado por la ortodoxia", comoha lamentado la economista británica Joan Robinson (en unaconversación con el autor), o si sus ideas sucumbieron ante suspropias falacias. El objetivo inmediato de estos primeros capí­tulos es explicar el papel que desempeñó Veblen en la libera­ción del pensamiento social norteamericano durante las dos pri­meras décadas del siglo xx. Para el efecto será necesario queentendamos primero los supuestos en que se basaba la hege­monía de las ideas y los valores capitalistas. Los supuestos dela ideología conservadora estadunidense de fines del siglo XIX

contenían tres ingredientes dominantes: la ética protestante,el darvinismo social, y la economía política.

La ética protestante surgió en los Estados Unidos en los ser­mones de los puritanos del siglo XVII; pero sería un error --o porlo menos una grave simplificación- el considerar la teologíacalvinista como la partera de la ideología capitalista, como hanquerido imaginar algunos estudiosos posteriores. El calvinis­mo apenas instilaba la confianza audaz y la racionalidad irres­tricta que se volvieron características del empresario burgués;tampoco los puritanos norteamericanos llevaban una vida deindividualismo económico, empresa competidora, y materialis­mo sin límites. Por el contrario, su sueño más preciado se en­contraba en la comunidad, su mayor temor en la discordia. Noobstante, aunque el puritanismo y el capitalismo eran ideolo­gías históricamente distintas, compartían por lo menos unapremisa (cuestionada por Veblen en su formulación capitalistaposterior): el "evangelio" del trabajo y la riqueza. Dos siglos an­tes que lo enunciara Andrew Carnegie, podemos encontrar enlos escritos de Cotton Mather y otros teólogos puritanos la doc­trina de las dos vocaciones, la idea de que un cristiano puede

servir a Dios mientras realiza su propia ocupación. Conforme aesta formulación mundana, el éxito económico podía conside­rarse como una "señal" de salvación, aunque la pretensión dela santificación a través del trabajo violara la doctrina de lagracia y llevara consigo el pecado de la soberbia. El puritanis­mo era incompatible con el capitalismo en muchos sentidos;pero en la medida en que mantenía la esperanza de salvacióna través del esfuerzo práctico cristiano, alentaba una moral ac­tivista en la que el hombre sería absorbido tarde o temprano,como temían los puritanos, por los deseos materiales, y "sehundiría en los Obstáculos de su Ocupación"."

Benljaminl Franklin no era la perfecta encarnación norte­americana de la ética protestante. Era demasiado hedonista,empleado público y científico curioso para "hundirse" en la bús­queda única de la adquisición capitalista. Pero la creencia deFranklin en el cultivo del carácter mediante el trabajo arduotenía claras raíces en el protestantismo, y sus máximas 'Paraalcanzar la riqueza" fijaron el tono de los preceptos de "trata,trata de nuevo" del McGuffey Reader, las parábolas de HoratioAlger sobre "el vagabundo que se vuelve millonario" y la filoso­fía del esfuerzo propio de Carnegie. La idea del éxito indivi­dual, del triunfo de la voluntad sobre las circunstancias, prontoimpregnó el pensamiento y la cultura norteamericanos, tan­to elevados como bajos, y Veblen lo sabia bien. Para fines del si­glo XIX, la ética protestante tradicional se volvió casi sinónimade las lecciones del famoso "Evangelio de la riqueza" de Carnegie:la prosperidad evidencia carácter y virtud, la pobreza patentizaflojera y vicio.

La doctrina del darvinismo social reforzaba la ética protes­tante al convertir una supuesta verdad espiritual en un su­puesto hecho natural. Los lemas derivados de la teoría de laevolución -la "lucha por la existencia", "selección natural" y

la "supervivencia del más apto"- daban validez científica a la

6 Cotton Mather, A Christian at hie Calling (Bastan, 1791), pp. 36-48.

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filosofía capitalista de la vida. Pues la premisa central del ca­pitalismo y del darvinismo -una premisa cuestionada por Ve­

blen- sostenía que la vida es una lucha dura, de competencia,por los limitados recursos de que provee la naturaleza; unalucha donde la naturaleza, no Dios, premiaría al fuerte, capaze industrioso, y castigaría al débil, perezoso y descuidado. Elgran exponente del darvinismo social en los Estados Unidosfue William Graham Sumner, académico de Yale que habíasido educado en el ideal protestante de que se sirve a Dios sien­do frugal y productivo. Posteriormente, como estudiante gra­duado, Sumner abandonó el cristianismo por las enseñanzas delinfluyente filósofo inglés Herbert Spencer, quien sostenía quenadie debería tratar de interferir con los procesos inexorablesde la naturaleza, que, abandonados a sus propias "leyes", acer­carían al hombre a la perfección. Spencer se oponía a la regu­lación gubernamental de la economía, las escuelas financiadaspor el Estado, la ayuda a los pobres y aun a las leyes de saludpública, pues creía que la naturaleza le hacía un favor a la hu­manidad "señalando a los deprimidos, a los intemperantes ydébiles como las víctimas de una epidemia". 7

Como discípulo norteamericano de Spencer, Sumner atacó alos reformadores y socialistas de izquierda, los "ignorantes llenosde sueños imposibles" que trataban de desafiar a la naturalezavolviendo a hacer el mundo. Según Sumner, la sociedad podíaentenderse mejor corno una analogía con la biología. Persistenlos principios darvinianos de la lucha, y las crueldades de lanaturaleza se reflejan inevitablemente en la sociedad. El animalhumano se ve impulsado a competir sólo por el "aguijón de hie­rro" de la escasez; la abundancia de habitantes y la falta detierra obligan a los hombres a luchar entre sí por los mediosde subsistencia. En este combate sin fin, nadie le debe nada anadie. El individuo solitario debe practicar las dos grandes vír-

7 Sobre la "moda de Spencer" en los Estados Unidos, véase Richard Hofstad­ter, Social Danoiniem in American Thought (Boston, edición Beacon, 1955),pp. 31-50.

tudes de la autonegación y el trabajo arduo, virtudes humanasque contribuyen a los recursos económicos del trabajo y el ca­pital. El "héroe de la civilización es el depositante bancario",declaraba Sumner, el hombre que, por la capacidad para pos­poner su placer, ahorra e invierte sabiamente, crea capital y

así forja el crecimiento económico. Estas lecciones morales eranlas verdades científicas olvidadas por la izquierda. Motivadospor la falsa doctrina de la igualdad, los radicales querían eli­minar la competencia y quitar a los productivos para dar a losimproductivos. Al destruir las fuentes del capital, la izquierda

destruiría la base de la civilización."La economía política, tercer ingrediente del pensamiento con­

servador estadunidense, reforzaba la ética protestante y eldarvinismo social. La teoría económica norteamericana del si­glo XIX derivaba en gran medida de La riqueza de las naciones,de Adam Smith, y el concepto de la ley natural del siglo XVIII.

Como disciplina, la economía era deductiva, basada en el su­puesto de un orden natural de las cosas que opera a través deleyes inmutables regidoras de un universo de regularidad casiperfecta. A partir de este supuesto, los economistas como JohnBates Clark, blanco de los ataques de Veblen, pudieron extraervarios corolarios: primero, los economistas conservadores creíanque la competencia era la ley de la vida, y tendían a ver en esteprincipio más orden y armonía que los darvinistas sociales."Bien vista ---escribió el distinguido economista Francis A. Wal­ker- la competencia perfecta parecería ser el orden del uni­verso económico, tan cierto corno que la gravitación es el ordendel universo físico, y no menos armoniosa y benéfica en su ope­ración."? Segundo, el "mercado libre" era el reflejo institucio­nalizado de la tendencia natural del hombre hacia la auto­afirmación, de modo que no podía ser eliminado, como no podía

8 Williarn Graham Sumner, "Sociology" y "The Absurd Effort to Make theWorld Over", en American Thought, pp. 72-104.

9 Citado en Henry Steele Cornmager, The American Mind (Nueva Haven,1950), p. 230.

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eliminarse la ley de la gravitación. Tercero, la libre empresaasegura que la economía funcione de acuerdo con las leyes dela oferta y la demanda, un mecanismo automático que gobiernalos niveles de precios y salarios para beneficio del comprador y

del vendedor. Cuarto, puesto que los precios y los salarios si­guen un "curso natural", el principio del liberalismo debe serobservado por un gobierno cuya única función sea la seguridadnacional y la protección de la propiedad. Y quinto, como el inte­rés propio es y será siempre la fuente principal de la acciónhumana, el comportamiento del "hombre económico" es racio­nal y, por ende, susceptible de análisis empírico, y quizá final­mente susceptible de pronóstico científico.

Los dogmas de la ética protestante, el darvinismo social y laeconomía política no sólo eran compartidos por los economistasconservadores, sino por algunos titanes del capitalismo, talescomo John D. Rockefeller, James J. Hill, el comodoro Vanderbilty J. P. Margan. El ilustrado Carnegie con ocia a Spencer, peroes muy dudoso que otros gigantes de los negocios fuesen versa­dos en la literatura de la economía política o del darvinismosocial. 10 Y tampoco intentaban los capitanes de la industriaconciliar efectivamente los ingredientes del pensamiento con­servador. Por lo tanto, Rockefeller podía utilizar el darvinismosocial para explicar por qué no era adecuado para la supervi­vencia el principio clásico de la competencia en la época mo­derna de la consolidación de empresas.

El desarrollo de una empresa grande es simplemente una supervi­vencia del más apto... La hermosa rosa norteamericana sólo puedeproducirse en el esplendor y la fragancia que alegran a su propieta­rio mediante el sacrificio de los botones tempranos que crecen a su

ID Robert Bannister, '''The Survival of the Pittcst is Our Doctrine': Hietory orHistrionics?", Journal ofthe Hietorv of Ideas 31 (1970), pp. 377-398. Véase tam­bién una valiosa discusión del darvinismo y la teoría económica en Paul F. Boller,American Thought in Transition: The Impact 01" Evolutionary Nuturalism,1865-1900 (Nueva York, 1969), pp. 70-93.

derredor. Ésta no es una maligna tendencia de los negocios: es sim­plemente la operación de una ley natural y una ley de Dios.'!

Sin llamar jamás a los negocios una "maligna tendencia",Veblen pudo contradecir claramente casi cada uno de los su­puestos y cada una de las proposiciones en que descansaba la

ideología del capitalismo.

11 Citado en Hofstadter, p. 45 (véase la nota 7).

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n. LA ENTRADA DE VEBLEN,"PERTURBADOR DE LA PAZ INTELECTUAL"

LA POSICIÓN SOCIAL DEL OCIO Y EL ESTIGMA DEL TRABA.JO

Las obras más conocidas de Veblen -la Teoría de la clase ocio­

sa, The Theory ofBusiness Enterprise, The Engineers and thePrice System y Absentee Ownership- fueron intentos de expo­ner el sistema de valores de la moderna Norteamérica indus­trial, como hemos visto, mientras que sus ensayos teóricos y sutratado filosófico más audaz, The Instinct of Workmanship,pueden considerarse como intentos de desarrollar una explica­ción opcional de las tres teorías sociales reinantes en su época:la escuela neoclásica de economía, la filosofía marxista de lahistoria y la interpretación weberiana del capitalismo y la éti­ca protestante. Nos ocuparemos en primer término de Veblenel demoledor, y empezaremos por el principio, por los orígenes dela propiedad. Para disociar la ideología del capitalismo, Veblenplanteó una interrogante sencilla: ¿Cómo se adquirió original­mente la propiedad?

De acuerdo con la teoría ortodoxa, la posesión de bienes serelacionaba de algún modo con la valía moral del poseedor, con­forme al supuesto de que el hombre capitalista había creadoriqueza por la virtud de su trabajo y su inteligencia y caráctersuperiores. Esta noción, prevaleciente en el siglo XIX, se basabaen la filosofía de Locke y en el pensamiento clásico del siglo XVIII.

Pero Veblen no creía que fuese necesario retornar al pensa­miento clásico para cuestionar la legítimidad de la propiedadcomo recompensa del trabajo. Recurriendo en cambio a la an­tropología contemporánea, señaló que la propiedad con frecuen­cia se arrebataba, se tomaba por medio del robo o de la fuerza

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VEBLEN "PERTURBADOR DE LA PAZ INTELECTUAL" 71

bruta. En lugar de ser una hazaña honorable de producción, lariqueza privada se originaba a menudo en un acto de agresión.

Para apoyar esta tesis impía, Veblen examinó dos tipos decomunidades contrastantes, que los antropólogos apenas habíanempezado a estudiar a fondo. Descubrió en el Japón feudal, enlas islas de la Polinesia y entre las tribus de Islandia la exis­tencia de una "clase ociosa", es decir: guerreros y jefes tribualesque vivían del trabajo de su propio pueblo. En términos másprovocativos, Veblen afirmó que había encontrado entre algu­nos pueblos poco estudiados, que apenas empezaban a investigarlos antropólogos -tales como los indios pueblo, varios otrosindios norteamericanos, los andamanes, los todas, los ainu deAsia y África y "ciertos grupos de bosquimanos y esquimales't-.,algunas comunidades que parecían carecer por completo de unaclase explotadora, comunidades que eran invariablemente pe­queñas, sedentarias y colectivistas. Las características distin­tivas de estas comunidades eran sus economías de subsistenciamarginal, su carácter pacífico, y la ausencia de toda pretensiónformal de propiedad privada. Por el contrario, en las socieda­des con clases ociosas la propiedad era un aspecto fundamental,y de hecho una de las primeras expresiones de la propiedadera la posesión de las mujeres por los hombres más fuertes dela aldea. La captura de mujeres en los enfrentamientos tribua­les determinó las etapas inferiores de la "cultura bárbara", unacto relacionado tal vez con los orígenes de la esclavitud. Ve­blen especuló que las mujeres eran capturadas muy probable­mente como "trofeos útiles", y esta apropiación de humanos seextendió finalmente a otras "cosas útiles" en las economías ar­caicas que avanzaban más allá de la mera supervivencia. Asípues, en su forma más primitiva, la lucha por la riqueza no erasimplemente una lucha por la subsistencia, como habían su­puesto algunos teóricos clásicos. Ni podía leerse la historiaeconómica del hombre, como lo había hecho Simon Patten, elpopular contemporáneo de Veblen, como la historia del triunfode una economía "placentera" o de excedente sobre una economía

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"dolorosa" o de privación. Por el contrario, en las sociedades enque la mera supervivencia había sido sustituida por ciertaabundancia la lucha continuaba, expresándose en un deseo depoder y prestigio, y las posesiones de los miembros dirigentesno derivaban del trabajo, sino de "la fuerza y el fraude", La cla­se ociosa no estaba inactiva: acumulaba afanosamente sirvien­tes, esclavos, mujeres, adornos, vestidos y otros artefactos de­mostrativos de la posición social. Pero sus actividades teníanpoco que ver con la creación efectiva de la riqueza mediante eltrabajo productivo. Dicho sucintamente: la clase ociosa era de­predadora.

La afirmación de que la propiedad es un robo no constituíaninguna revelación en el pensamiento social radical, ni afectabagravemente la justificación teórica de la propiedad como unarecompensa del trabajo y el ahorro, por lo menos en la econo­mía empírica donde no importan las motivaciones de los indi­viduos. Pero los economistas neoclásicos y los defensores de laempresa moderna suponían que los capitalistas disfrutaban dedeferencia porque el pueblo reconocía su aportación al bienes­tar general. Las investigaciones antropológicas de Veblen con­dujeron a una conclusión radicalmente distinta: aunque los je­fes tribuales hacían poco por aumentar el bien público, podíanapoderarse de los bienes y ostentar su riqueza expropiada conla aprobación sonriente de toda la comunidad. ¿Por qué? Laposición respetada de la clase ociosa, señaló Veblen, derivaba delos cambios ocurridos en las condiciones económicas. El pasode la existencia agrícola sedentaria a una búsqueda de anima­les grandes y la realización de invasiones y conquistas tribualessignificaba que las habilidades del cazador y el guerrero serianapreciadas ahora por la comunidad. En esta desaparición del"salvajismo pacífico" residía no sólo el origen de la clase ociosa,sino también de la distinción entre las ocupaciones masculinasy femeninas. La posición de la mujer trabajadora, que en unaépoca había cultivado el suelo y vigilado la cosecha en un planode igualdad con el hombre, declinaba ahora porque su trabajo

se consideraba aburrido y rutinario en comparación con lashazañas aventureras del poderoso varón.

El guerrero y el cazador cosechaban donde no habían sembrado. Suafirmación agresiva de fuerza y sagacidad difiere obviamente deltrabajo manual, asiduo y rutinario, correspondiente a las mujeres;no debe considerarse como un trabajo productivo, sino como unaadquisición de bienes por el apoderamiento.'

El prestigio del guerrero y el cazador se fortaleció ademáspor el aumento de la tendencia a la "imitación". Con la desapa­rición de la economía pacífica del estado salvaje y la apariciónde la etapa depredadora de la existencia, se arraigó por prime­ra vez como fenómeno social el surgimiento de los objetos dedeseo y envidia. El botín, los trofeos y otros avías llegaron a serapreciados como evidencia de la "fuerza preeminente" del po­seedor. Muy atrás en la historia de las culturas arcaicas, Ve­blen descubrió en la psicología de la imitación una clave para elenigma que desconcertó a Marx: el "fetichismo de los bienes".

La ascensión del poseedor a una posición de poder y eminen­cia nos conduce a una de las percepciones más importantes deVeblen, la revolución cultural ocurrida en la actitud del hom­bre hacia el trabajo, que acompañó al avance de la sociedad eco­nómica moderna. Junto con la creciente estimación de la ri­queza depredadora surgió un desdén creciente por el trabajoproductivo. La obtención de bienes por métodos distintos delapoderamiento llegó a considerarse algo prosaico y mundano,mientras que la adquisición de riqueza por la fuerza se consi­deraba cada vez más como algo honorable y digno. Finalmente,todo el trabajo productivo, aun el empleo en el servicio perso­nal, sufrió el mismo desprecio por la misma razón. A medidaque aumentaba la abundancia, el trabajo ya no era honradopor la comunidad: se convirtió en una ocupación sólo propia dehombres y mujeres de posición más baja. Y se perdieron los

1 Veblen, Tea, p. 22.

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placeres del trabajo productivo cuando la comunidad llegó aconsiderarlo como una estéril ocupación tediosa. Pero la activi­dad del trabajo -y éste es el meollo del asunto- no es aburriday rutinaria por su naturaleza intrínseca, sino porque la socie­dad la ha calificado así. "El trabajo -señaló Veblen al refutarel supuesto ortodoxo de que el hombre no tiene un amor innatopor el trabajo- adquiere un carácter irritante a causa de laindignidad que se le atribuye."2

Aunque aparentemente alejadas de la economía contempo­ránea, las observaciones antropológicas de Veblen trataban dedemostrar que los rasgos depredadores del hombre primitivocontinuaban en los hábitos monetarios del moderno hombre "ci­vilizado". Estos caracteres arcaicos se manifiestan en variasformas. Para empezar, el ocio como expresión de superioridadsocial y el trabajo como una forma de degradación siguen sien­do una característica de la vida industrial moderna. Toda evi­dencia de abstención del trabajo productivo "es hermosa y enno­blecedora a los ojos de todos los hombres civilizados". El hombrerico contemporáneo, no menos que su antepasado tribual, hacetodo lo posible por demostrar que no tiene ningún empleo cons­tructivo. Este comportamiento puede observarse en los moda­les gentiles que distinguen a la clase ociosa: prueban la buenacrianza los gustos refinados y las delicadezas, cuyo cultivo sólopueden lograr quienes están libres de las exigencias más prác­ticas de la vida. La contratación de sirvientes prueba tambiénla posición social del dueño de la casa; y cuanto más rico sea elamo, más infructuosos serán los sirvientes. También el ama decasa se convierte en la dama ociosa, cuyas actividades frívolasdesempeñan la función ceremonial de poner de relieve la repu­tada posición del esposo. Más obvio aún es el estilo del vestidode la clase ociosa: las ropas elegantes no sirven sólo para lucir elgasto extravagante, sino también para demostrar que quien laslleva está libre del contacto personal con el trabajo productivo.

aVeblen, Tea, p. 25.

El "encanto" de la camisa inmaculada, el traje pulcramenteplanchado, el incómodo cuello almidonado, los brillantes zapa­tos de charol, y el "lustroso sombrero cilíndrico" sugieren queel caballero así vestido no puede tener un empleo útil.

Mientras que la clase ociosa manifiesta su posición privile­giada absteniéndose de toda actividad socialmente útil, mag­nifica su poder económico consumiendo lo que otros han pro­ducido. Según Veblen, el fenómeno del "consumo conspicuo" erasintomático del superfluo estilo de vida superflua de los ricos.El uso de joyas engastadas de diamantes, el abuso de los ali­mentos lujosos y el alcohol, y el mantenimiento de una cuadrade caballos de carreras eran los distintivos de los hombres debuena crianza, cuyas fiestas rumbosas y ampliamente anun­ciadas aumentaban su gloria. Veblen concedía que ciertos obje­tos de arte poseídos por los ricos tenían un valor estético in­trínseco, pero su valor artístico no podía explicar su preciocomercial excesivo. Aun las grandes obras de arte sólo se vuel­ven grandes cuando son descubiertas, cuando el "canon delalto precio" las vuelve "hermosas". Por encima de todo, los obje­tos del consumo conspicuo deben carecer de función y de utili­dad: puesto que su valor social reside en el hecho de no tenerningún uso práctico, sólo pueden darse el lujo de adquirirlosquienes pueden despilfarrar la riqueza. "Para ser prestigiadoha de ser dispendioso." Para aclarar este refrán, Veblen sometiólas costumbres económicas de la alta sociedad victoriana a uncriterio utilitarista malvado e hiperbólico. Por ejemplo, los jar­dines, espaciosos y bien cuidados, que rodean las mansionespalaciegas de Newport y Hyde Park no se conservaban comopasto para el ganado, porque tal cosa habría sugerido parsimo­nia y utilidad, algo barato y por ende indecoroso. Lo mismo ocu­rre con los animales: ninguna familia honorable se atrevería atener animales útiles, como borregos, cabras, cerdos, caballosde tiro y aves de corral; por el contrario, adornan sus casas conmascotas curiosas. Y los ricos -observa Veblen secamente, qui­zá más por divertirse que con ánimo de acertar- sienten aver-

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sión temperamental por el gato, demasiado independiente y

autosuficiente (excepto el de Angora); prefieren el perro, ya seael de pedigrí, que simboliza la riqueza y crianza del dueño, o elsabueso amaestrado, que simboliza el pasatiempo del amocomo cazador, la actividad ociosa del depredador. Se dice que elperro es "el mejor amigo del hombre", lo que sólo puede signifi­car en opinión de Veblen que "el más sucio" y "desagradable"de los animales domésticos tiene "el don del sometimiento in­condicional y la rapidez del esclavo para adivinar el humor delamo"."

En vista de los enormes beneficios de la industria moderna dealimentos para mascotas, los analistas del mercado podrían con­siderar la relación de Veblen acerca de los animales caseros comoconsumidores conspicuos. Pero los economistas de la época deVeblen tenían sus ojos fijos en gráficas y estadísticas, mientrasque él estudiaba el comportamiento primitivo para entendermejor los motivos del comportamiento moderno. Para la mayo­ría de los pensadores del siglo XIX, el desarrollo de la sociedadmoderna demostraba el progreso histórico, un supuesto com­partido por capitalistas y marxistas. Veblen fue casi el único quevio continuidad y persistencia donde otros veían cambio y pro­greso. Por ejemplo, no sólo la clase ociosa seguía practicandosus antiguos instintos depredadores, sino que todavía era esti­mada por la comunidad a causa de la irreflexiva admiración dela fuerza personal, que es el residuo del barbarismo en la vidacontemporánea. La "supervivencia moderna de valor astuto"podía advertirse en la preferencia tradicional de la clase ociosapor la lucha y el duelo, su espíritu marcial y su agresivo pa­triotismo. Veblen reconoció que el caballero de fina crianza y elpendenciero tienen ambos un temperamento belicoso; pero lalucha puede ser, para el "delincuente de clase baja", una brevereversión producida por la irritación momentánea, la exalta­ción alcohólica o el instinto de conservación; para la clase ociosa,

3 Veblen, reo. p. 146.

la lucha es una fonna natural de vida, una ocupación honorableque durante siglos había sido la única profesión digna de uncaballero. El artefacto más claro de este comportamiento es elbastón, que no sirve sólo como un símbolo del ocio ambulante,sino también como un arma de autodefensa.

En ninguna parte se ilustra mejor que en el campo de los de­portes el sagaz valor bárbaro de la clase ociosa; el celo de losjuegos atléticos es otra prueba de la supervivencia del instintocombativo. Por supuesto, el boxeo y la tauromaquia tienen sólouna importancia indirecta para los ricos, y de hecho para todoslos que se consideren civilizados; pues estos espectáculos permi­ten que el hombre moderno experimente el triunfo de la fuerzay la imposición de dolor sin admitir tales deseos en su interior.Otras actividades, como la caza, el tiro y la pesca, son presti­giosas porque representan la continuación de las antiguasactividades útiles que permitieron al hombre primitivo alcan­zar una posición superior y porque a través del tiempo han lle­gado a identificarse con la vida de los caballeros terratenien­tes. Estas actividades satisfacen los dos requisitos de "utilidadinmediata y derroche posterior". Si la caza de zorros es econó­micamente inútil pero socialmente honorable, también sugiereque el juego del hombre tiene un sorprendente valor de super­vivencia, pues el instinto del horno ludens sirvió originalmenteal propósito biológico de la provisión de alimento. Pero otrosdeportes son prestigiosos porque dramatizan el combate delhombre con el hombre, un episodio de "ferocidad emuladora"que requiere habilidades tales como la astucia y la persistencia.De todos los deportes depredadores, el futbolle parecía a Ve­blen el ejemplo más claro de un retorno a la ferae natura. Anteel argumento de que el futbol colegial fortalece el carácter, re­plicó Veblen: "Se ha afirmado, no sin razón, que la relación delfutbol con el cultivo físico se asemeja mucho a la que existeentre el toreo y la agricultura"."

4 Veblen, reo, p. 267.

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Un aspecto integral del deporte es el carácter fortuito, quepuede significar el elemento de peligro personal, como ocurreen el futbol o la caza mayor, o simplemente el elemento del azar.Pero ya se trate de la emoción de la aventura o de la psicologíade la apuesta, la creencia en la suerte representa para Veblenotra continuación de los hábitos bárbaros. El jugador, tratandode superar la "prosaica mediocridad" de la moderna vida indus­trial, encuentra alivio a la rutina mecánica en la creencia deque lo imprevisible y lo desconocido podrán determinarse usan­do amuletos, teniendo fe en mascotas o inventando un "sistema"para superar a la mesa de ruleta. La proclividad del deportehacia el juego de azar sugiere su relación con la índole capitalis­ta del éxito mediante el riesgo y la especulación; también su­giere su relación con las fantasías de la adolescencia. Una aficiónjuvenil al atletismo y a las apuestas es una forma de adoles­cencia que "indica un desarrollo contenido de la naturalezamoral del hombre". Es una característica de quienes se incli­nan a la aventura, el histrionismo y la charlatanería, al igualque al exclusivismo, la bravuconada y la rudeza. En efecto, esla adoración del fuerte como un héroe lo que tienen en común laclase ociosa y la clase trabajadora, y lo que se admira mutua­mente son los rasgos arcaicos de agresividad y competenciainfantiles, destructivos de la vida social madura. Las observa­ciones de Veblen merecen citarse al pie de la letra:

Tal como se expresa en la vida del bárbaro, el valor astuto se mani­fiesta en dos direcciones principales: la fuerza y el fraude. En gradosvariables, estas dos formas de expresión están presentes tambiénen la guerra moderna, en las ocupaciones pecuniarias, en los depor­tes y juegos. Ambas líneas de aptitudes se cultivan y fortalecen me­diante la vida del deporte y las formas más serias de la vida emu­ladora. La estrategia o la astucia es un elemento invariablementepresente en los juegos, al igual que en las actividades bélicas y en lacaza. En todos estos usos, la estrategia tiende a convertirse en arti­ficio y engaño. El engaño, la falsedad e intimidación tienen un lugarasegurado en el modo de proceder de cualquier competencia atlética

y en los juegos en general. El empleo habitual de un árbitro, y lasminuciosas reglas técnicas que gobiernan los límites y los detallesdel fraude y de la ventaja estratégica permisibles, prueban suficien­temente el hecho de que las prácticas fraudulentas y los esfuerzospor superar a los oponentes no son aspectos adventicios del juego.En estas condiciones, la habituación a los deportes debe conducir aun desarrollo más pleno de la aptitud para el fraude; y el predomi­nio en la comunidad del temperamento depredador que inclina alos hombres hacia los deportes denota un predominio de la prácticadura y la insensible indiferencia por los intereses de los demás, tan­to en lo individual como en lo colectivo. El recurso del fraude, concualquier apariencia y bajo cualquier legitimación legal o consuetu­dinaria, es una expresión de un hábito mental estrictamente egoís­ta. No hay necesidad de explayarnos en el valor económico de esteaspecto del carácter de los deportes.

En este sentido conviene advertir que la característica más obviade la fisonomía que afectan los atletas y otros deportistas es la deuna astucia extrema. Los talentos y las hazañas de Ulises apenas sivan a la zaga de los de Aquiles, tanto por lo que se refiere a la ventajaesencial en el juego como por el ascendiente que confieren al depor­tista astuto entre sus compañeros. La pantomima de la astucia sue­le ser el primer paso de la incorporación a deportista profesional queexperimenta un joven tras de graduarse en cualquier escuela pres­tigiada, ya sea de segunda enseñanza o superior. Y la fisonomía dela astucia, como un rasgo decorativo, nunca deja de recibir la aten­ción cuidadosa de los hombres cuyo interés serio se centra en los jue­gos atléticos, las carreras u otras contiendas de similar carácteremulador o competidor. Como otra indicación de su semejanza espi­ritual, podría indicarse que los miembros de la clase baja delin­cuente suelen mostrar esta fisonomía de la astucia en alto grado, yque muy frecuentemente demuestran la misma exageración his­triónica de tal fisonomía que se advierte a menudo en los jóvenescandidatos a los honores atléticos. Por cierto, ésta es la señal más evi­dente de lo que se llama vulgarmente la "dureza" en los jóvenes as­pirantes a un apodo o mal nombre.

Debe observarse que el hombre astuto no tiene ningún valor eco­nómico para la comunidad, excepto en los tratos mañosos con otrascomunidades. Su funcionamiento no hace avanzar el proceso vital

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genérico. A lo sumo, en su efecto económico directo, es una conver­sión de la sustancia económica de la colectividad a un crecimientoajeno al proceso vital colectivo, muy semejante a lo que en medicinase llamaría un tumor benigno, con cierta tendencia a traspasar la lí­

nea incierta que separa los crecimientos benignos de los malignos."

En la Teoría de la clase ociosa citaba Veblen los deportes, laguerra, el gobierno y la religión como las ocupaciones principa­les de quienes no contribuyen al incremento de la riqueza me­diante el esfuerzo productivo. Para establecer una continuidadcon el pasado bárbaro, era necesario que examinara las activi­dades más reveladoras de los rasgos del hombre depredador: elengaño y la manipulación políticos, la hazaña y la dominaciónmilitares y atléticas, y el adorno religioso extravagante y lasuperstición de la "clase sacerdotal". Pero el verdadero villanode la teoría de la historia de Veblen es el empresario moderno, elcapitán de la industria que llena las páginas de sus libros sub­secuentes como un espectro amenazador. Si la Teoría de la claseociosa podía leerse como una sátira inocua, The Theory ofBusi­ness Enterprise era terriblemente seria y The Engineers andthe Price System y Absentee Ownership eran obras sumamente

ominosas.

Los INGENiEROS Y EL SISTE.MA DE PRECIOS

The Theory of Business Enierprise se publicó en 1904, cincoaños después de que la Clase ociosa desinflara las pretensio­nes de los ricos y poderosos. El segundo libro de Veblen carecíade la ironía juguetona y el humor mordaz del primero, pero susimplicaciones para la teoría del capitalismo eran más devasta­doras aún. En Business Enterprise, Veblen pasó de la hauteculture del capitalismo al papel económico decisivo desempe­ñado por los héroes de esa cultura. El contexto es crucial, puesVeblen escribió su segundo libro en el denso ambiente de una

5 Veblen, reo, pp. 279-281.

teoría económica tendenciosa que colocaba al hombre de nego­cios en el primer plano del progreso histórico. Todos los gran­des economistas desde la época de Adam Smith habían con­siderado al capitalista como la fuerza impulsora del proceso deindustrialización; aun Marx alababa al capitalista como demiur­go de la historia. El hombre de negocios era el principio activo, elgenio emprendedor que percibía las oportunidades adecuadas,aplicaba sus talentos de organización, utilizaba su imagina­ción y visión, y así iniciaba los diversos procesos de moderni­zación creadores de la "riqueza de las naciones". Veblen invirtiópor completo esta imagen, y con ello convertía a un héroe anti­

guo en un nuevo villano.No son los hombres de negocios, sostenía Veblen, sino los hom­

bres de industria -inventores, ingenieros, expertos técnicos­quienes hacen el trabajo intelectual, elaboran los proyectos, des­arrollan las técnicas e incluso deparan las expectativas de laganancia económica que posibilitan el sistema industrial mo­derno. El científico y el técnico deben crear la posibilidad mecá­nica de métodos de producción nuevos Y más eficientes, antesde que los ojos del empresario se abran a las nuevas oportuni­dades económicas. Pero ¿se interesa en absoluto el empresarioen la productividad? No siempre. Veblen estableció una distin­ción clara entre el ingeniero y el capitalista, entre lo que llamó"el empleo industrial y el empleo monetario" entre quienes ha­cen bienes y quienes hacen dinero. Frente al ingeniero preocu­pado por la productividad, servicio y eficiencia, aparece el empre­sario con su preocupación por los precios óptimos y los beneficiosmáximos. Los dos intereses coinciden ocasionalmente, sobretodo en las primeras etapas de la industrialización; pero más amenudo entran en conflicto, y en tal punto los intereses del ca­pital se anteponen a los intereses de la ciencia. Siempre quehaya una escisión, el empresario puede reducir la oferta paramantener precios elevados, transferir fondos de las operacio­nes productivas a la inversión especulativa, administrar deli­beradamente mallos asuntos de la compañía para crear "una

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apariencia convincente de declinación o desastre" a fin de en­gañar a los competidores, y en general realizar una serie deactividades deshonestas, que Veblen describió, con su carac­teristica ironía, como un "abandono consciente de la eficiencia".En consecuencia, el sistema del beneficio poco o nada tenía quever con el logro y el mantenimiento de la productividad indus­trial máxima a fin de obtener la mayor cantidad de bienes parael mayor número de personas al precio más bajo posible.

El técnico es el precursor que allana el camino del progresoindustrial, así como el cultivador antiguo era el innovador queexperimentaba con el suelo y la semilla y el innovador de laera artesanal fue el artesano que brindaba nuevos métodos deproducción. Pero los intereses comunales del productor se venfrustrados por el depredador que salta a la escena para conspi­rar contra la producción máxima y quedarse con los beneficios.En consecuencia, la tecnología no determina el capital; por elcontrario, la industria se desarrolla en aras del negocio. A cadamomento, el "experto financiero" que ha llegado a dominar lavida económica opera para perturbar, desquiciar u obstruir elproceso industrial en algún punto de la producción: la lógicadel dinero triunfa sobre la lógica de la maquinaria.

¿Es lógico el capitalismo mismo? Veblen gustaba de utilizarcomo sinónimos los términos "capitalista", "empresario" y "di­rector de honras fúnebres", porque sin duda consideraba queel sistema capitalista, aunque no su cultura, estaba enredadoen una lenta danza mortuoria. Podría haber afirmado del capi­talista lo que dijo Jefferson del horno sapiens: es el único miem­bro de la especie que depreda a sus semejantes y les declara laguerra. No es sólo que la eficiencia tecnológica produzca unaconsolidación mayor de las unidades empresariales y por endecause el eclipse del mercado libre: lo irónico es que los propiosempresarios, en la medida en que perciben la rentabilidad dela estandarización de sus operaciones, desean destruir cuantastransacciones comerciales puedan. El propósito de la adminis­tración es coordinar, no oponerse, de modo que el capitalismo de

libre competencia tiene como resultado lógico la eliminaciónde la competencia, la ruina de la supuesta savia del propio ca­pitalismo (por lo menos para el darvinista social, si no pa~a elindustrial). Como una clase, los empresarios desean reducir SU

número, y con gusto encabezan su propia destrucción. Cuandose dice que está avanzando el sistema de empresa privada, enrealidad está desapareciendo la oportunidad de la empresaprivada. "El papel heroico del capitán de industria -decía conburla Veblen- es el del libertador de un exceso de administra­ción empresarial. Es la expulsión de los empresarios por el jefe

de todos ellos." 6

Si la competencia es la guillotina del capitalismo, el sistemade crédito es su cámara de gas moderna. En la teoría económicaclásica se suponía que el uso de los préstamos facilita la inver­sión, extiende el elemento temporal antes de que deban obte­nerse beneficios, aumenta la capacidad de ganancia de la empre­sa privada, y así contribuye a la salud de la sociedad indust~a~.

Veblen no estaba tan seguro de esto. En primer lugar, el erédi­to es necesario sólo para las transacciones y el control de laempresa moderna, no para la industria moderna; puede serviral volumen de negocios mientras aumenten los precios, segúnVeblen, pero no aumenta necesariamente el equipo industr~al

total o el grado de eficiencia con que se administra la industria.Además, en la medida en que las empresas llegan a dependerdel crédito, su puja competitiva eleva las tasas de interés, y enrespuesta las compañías incrementan excesivamente su acer­vo, cuyo valor monetario sólo se basa en su capacidad para ob­tener más crédito. Finalmente, todas las operaciones de las com­pañías se hacen depender de una base de crédito que no tienenada que ver con sus capacidades de ganancias efectivas. Cuan­do surge esta discrepancia, se inicia un periodo de liquidación, y

a medida que los acreedores exigen el pago ocurre una transfe­rencia de la propiedad a favor de grandes sociedades financieras.

6 Veblen, BE, p. 49.

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Más aún: la expansión del sistema crediticio produce, en elescenario de Veblen, una separación entre la administración y

la propiedad. Los administradores del dinero disfrutan de unenorme poder discrecional, de modo que los procedimientos ma­teriales de la industria ahora realmente los administran quie­nes controlan sus activos inmateriales (acciones, valores, cré­dito comercial). Por último, todo el proceso de la expansióncrediticia culmina en lo que podríamos llamar la teoría de lacrisis empresarial de Veblen: se concede crédito en las épocasprósperas, pero su oferta limitada eleva las tasas de interés,por lo cual las compañías demasiado capitalizadas se ven obli­gadas a elevar sus precios, lo que a su vez reduce la demandade bienes y por ende el volumen de las ventas. A medida quebajan los beneficios, los préstamos se vuelven más restringi­dos, y el empresario siente pánico cuando contempla la estruc­tura de la prosperidad derrumbada por un sistema crediticiodesacreditado.

Pesimista acerca del futuro del capitalismo empresarial, Ve­bien pudo ser optimista acerca del futuro de la sociedad indus­trial. En 1904, cuando apareció The Theory ofBusiness Enter­prise, los Estados Unidos se encontraban en medio de lo queparecía ser una protesta general contra el poder de las grandesempresas. El presidente Theodore Roosevelt, movido por la in­dignación pública y por su propio desdén aristocrático hacia laclase empresarial, denunció a los "malefactores de la riqueza"con el aplauso de los progresistas. Por supuesto, los interesesdel capitalismo constituido en sociedad no padecieron realmen­te bajo la administración de Roosevelt o las de sus sucesoresTaft y Wilson. Pero su imagen de institución benevolente eilustrada se vio empañada y ridiculizada por periodistas quedenunciaron su corrupción y deshonestidad y por los reforma­dores liberales. Al mismo tiempo, el capitalismo se veía desafia­do por un movimiento socialista que estaba experimentandosu "edad dorada" en el primer decenio del siglo xx, cuando sulíder nacional Eugene Debs ganó casi un millón de votos en las

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elecciones de 1900 y 1912. Si alguna época de la historia norte­americana moderna pareció ofrecer esperanzas de un cambio y

una reforma radicales en la sociedad, tal fue la época progre­sista. Pero Veblen tenía escasa fe en la reforma liberal y menosaún en el socialismo marxista. Por el contrario, centró su aten­ción en un nuevo elemento funcional de la sociedad moderna,

producido por el propio capitalismo: el ingeniero. .En Business Enterprise, Veblen dedicó dos capítulos a expli­

car la influencia del "proceso de la máquina" sobre la sociedadindustrial moderna. La máquina surge como el agente históri­co de la redención, desempeñando un papel muy similar al delproletariado de Marx. La máquina es la antítesis. d~ la em~re­

sa: la tecnología busca la eficiencia y la productividad, rmen­tras que el capitalismo sólo busca los beneficios. Y no sólo eso,sino que, además, dos actitudes mentales diferentes separan elmundo de la ciencia del mundo de los negocios: el carácter dis­tintivo capitalista se basa en la psicología de la posición socialy el prestigio personal y en la economía del oci~ ~ el consu~odispendioso, fácilmente explotables por la publicidad y la tec­nica de ventas; en cambio, la ciencia utiliza una mentalidad"realista", un modo de inteligencia que permite al hombre sercrítico y analítico, interesado primordialmente en la correc­ción, precisión y objetividad. La "disciplina de la máquina"induce a la mente a pensar en términos de "causas y efectosopacos, impersonales, con exclusión de los modelos de vali~e.z

que dependen del uso y de las normas tradicionales transmití­das por el uso". 7 Así dotados, quienes entren en contacto con lamáquina se verán liberados tarde o temprano de todo lo falso y

supersticioso, en particular de ideas, como la de la ley natural,que constituyen la base teórica del capitalismo, y de costum­bres sociales, como el ocio y el consumo, las distinciones clasis­tas de modales y gustos que dan al capitalismo su legitimidadcultural. Sólo el conocimiento científico puede penetrar en los

7 Veblen, BE, p. 310.

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orígenes y la naturaleza de los impulsos sociales del comporta­miento, para descubrir así la irracionalidad de un sistema eco­nómico regido por motivos no económicos. En consecuencia, Ve­blen aspiraba al surgimiento de una sociedad caracterizada notanto por el conflicto de clases como por la división funcional:el científico contra el vendedor; el técnico contra el sacerdote, elgeneral y el político; el ingeniero contra el financiero.

Veblen pudo acariciar tal visión de la realidad social duran­te las dos primeras décadas del siglo. Su sentido de las contra­dicciones funcionales del capitalismo se volvió más marcadotras el estallido de la primera Guerra Mundial y más optimistacon la revolución bolchevique. En el periodo de 1917-1920, Ve­bIen encontró estímulo en las revueltas que estallaban por todala Europa orienta!. El bolchevismo le parecía un desafio a los in­tereses creados, un genuino movimiento revolucionario enca­bezado por intelectuales disidentes que deseaban democratizarel sistema industrial. Pero Veblen se mantuvo escéptico acercade que los ingenieros de otras partes del mundo lograran tomarel poder político, aunque tuvieran el poder real del conocimientotécnico en sus manos. En 1921, cuando apareció The Engineersand the Price System, Veblen admitió que el orden establecidono tenía por qué temer a la revolución, y sólo pudo aconsejar ala izquierda que no la esperara en el futuro cercano.

Mientras tanto, el ataque de Veblen a las empresas seguíasiendo tan hostil como siempre. La indiferente respuesta de loscapitalistas ante los sufrimientos de los europeos desplazados ylos norteamericanos desempleados suscitó más aún su ira du­rante el periodo de depresión de la posguerra. La avaricia de un

sistema empresarial que recurría a cualquier expediente paramantener los precios sólo se comparaba a su caos desesperado.Por lo tanto, Veblen inició el libro con un capítulo sobre el "Sa­botaje", un término que se había asociado en la mente popular

al impulso incendiario de la izquierda radical, en particular elde los Wobblies, de inspiración sindicalista. Veblen admitía quela huelga constituye un acto de sabotaje, pero insistía en que hay

otras formas de sabotaje sancionadas por la ley y la concienciapública: el paro y los despidos industriales y la táctica de los fi­nancieros de restringir y demorar la producción. Veblen seña­laba de nuevo el sistema crediticio como la fuente del problema,pero ahora incluía el papel del banquero de inversión, la figuraprincipal, en su análisis de posguerra, de la sindicación y com­binación de recursos de las empresas a través del Sistema de laReserva Federal, recientemente establecido.

En 1922 publicó Veblen su último libro: Absentee Ownershipand Business Enterprise in Recent Times. Fue su obra más som­bría, su denuncia final contra una civilización empresarial apunto de recibir su coronación de manos de la administraciónde Calvin Coolidge. Aquí expresaba explícitamente, por prime­ra vez, lo que había tenido en mente durante dos decenios: quela clase ingenieril estaba demasiado integrada al sistema em­presarial para constituir su negación, y que la población sub­yacente continuaría soportando las "instituciones imbéciles"del capitalismo porque había absorbido su ética cultural de indi­vidualismo y materialismo. En un capítulo tras otro desarrollaVeblen una historia sombría de la expansión y el control del"poder monetario", de las conspiraciones del comercio y la impo­sición de los costos de publicidad al consumidor; de las penuriasdel agricultor independiente, demasiado autónomo para orga­nizarse en contra del capital organizado; de la centralizacióndel poder asociado, y de la explotación dispendiosa y el agota­miento creciente de los recursos naturales de los Estados Uni­dos a manos de propietarios absentistas. Lo que más indignabaa Veblen era la discrepancia entre lo que consideraba el verda­dero papel de saboteador del negociante y su imagen de em­presario astuto que había rechazado las aventuras insensatasdel capitalismo pirata y se había "asentado en la sabiduría dela 'Espera Alerta". El nuevo negociante puede aparecer comoun castor de la industria; en realidad funciona simplementecomo un reptil haragán con pretensiones territoriales en el do­

minio público:

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No hay duda de que estas palabras, "espera alerta", se habrán em­pleado en primer lugar para describir el estado mental de un sapo

que ha alcanzado años de discreción y ha encontrado el lugar que lecorresponde alIado de un camino muy transitado, donde muchasmoscas y arañas pasan y vuelven a pasar rumbo al destino que lesha deparado una Providencia omnividente y misericordiosa; pero

mediante un giro fácil del discurso, se ha utilizado la susodicha frasepara describir la estrategia segura y cuerda de esa orden madurade capitanes de la industria gobernados por sólidos principios co­merciales. Hay cierta suficiencia suave en el rostro de este sapo,mientras que su garbosa apariencia personal ofrece garantías deuna estabilidad piramidal de principios."

En la última década del siglo XIX, Veblen había esperado quesu denuncia de la clase ociosa y el capitalismo suscitara algunarespuesta por lo menos dentro de la comunidad de científicos eintelectuales. Un cuarto de siglo después, describía un país hip­notizado por las maravillas de la empresa comercial, cautivadopor los parásitos que disfrutaban la imagen de príncipes feu­dales. Para la mente cansada de Veblen, un país que podíaaplaudir la declaración de Coolidge de que "el negocio de losEstados Unidos son los negocios" sólo podía merecer lo que ob­tenía: todo el poder para los depredadores. En un capítulo pos­terior exploraremos el análisis que hace Veblen de las razonespor las cuales pudieron establecer su hegemonía las clases capi­talistas. Aquí basta mencionar que Veblen vio a las masas comoparticipantes entusiastas en su propia servidumbre. SugiereVeblen que hay en la naturaleza humana cierta necesidad ocierto instinto que lleva a los hombres a admirar la fuerza y eltriunfo, y a atribuir así los motivos más nobles a los gobernantesmás poderosos. En consecuencia, los capitanes de la industriahan alcanzado tanto el poder económico, con el que pueden ex­plotar y esquilmar los intereses del pueblo, como la posiciónsocial, con la cual pueden hacer que parezca que proceden con-

8 Veblen, AO, p. 110.

forme a los intereses del bien común. Veblen encontró ampliosprecedentes de este fenómeno en épocas anteriores de la histo­ria: los guerreros de las incursiones bárbaras, los barones de laEdad Media, el príncipe de la época de la formación del Estado,los sacerdotes de los primeros y posteriores tiempos de la cris­tiandad y el micado en los tiempos del shogunado. En la épocamoderna, el capitalista ha heredado el papel del protector y

proveedor benevolente, y sus verdaderas hazañas no se venamenazadas de ninguna manera por el surgimiento de la demo­cracia de masas. En efecto, la democracia es el medio dondeflorece la deferencia, y la propiedad absentista -no la produc­ción y el buen trabajo- es la más honrada de todas las ocupacio­nes. Observando este desarrollo en la sociedad empresarial delos años veinte, la aguda ironía de Veblen ya no podía ocultarsu desesperación:

Así, el capitán de industria ha pasado a ocupar el lugar de primeraimportancia y ha asumido las responsabilidades de prototipo, filóso­fo y gran amigo de la humanidad civilizada. Y nadie dirá que no lo hahecho tan bien como sería de esperarse; ni se ha quedado corto res­

pecto de la favorecedora gravedad que imprime a sus actos. Cuantomayor es la proporción de la riqueza y del ingreso de la comunidadque ha tornado, mayor ha sido la deferencia y la atribución de méri­tos para él, y mayores y más graves esa afable condescendencia y

esa tranquila benevolencia que suelen adornar el carácter del grancapitán de industria. No hay rama ni esfera de las humanidadesdonde no sea competente el acaudalado propietario absentista paraactuar corno guía, filósofo y amigo, ya sea con arreglo a su propiavanidad o por la estimación de la población afectada por él -en elarte y la literatura, en la Iglesia y el Estado, en la ciencia y la edu­

cación, en la ley y la moral-, y esa población lo acepta contenta. Y enninguna parte está el personaje financiero en una posición más ele­vada o más segura, corno depositario por excelencia de las virtudescívicas, que en los democráticos Estados Unidos; y así tenía que ser,

ciertamente, pues los Estados Unidos son el país más democráticodel mundo. Y en ninguna otra parte dirige el capitán de la gran em­presa los asuntos de la nación, civiles y políticos, ni controla las con-

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diciones de la vida tan irrestrictamente como en los democráticosEstados Unidos; así ha de ser también, porque la adquisición de pro­piedad absentista es, después de todo, para la mente popular, el tra­bajo más meritorio y necesario que puede realizarse en este país."

En vista de las sombrías reflexiones de Veblen sobre eltriunfo de la ideología capitalista, debemos preguntarnos dedónde surgió su visión de esperanza; ¿qué sostenía su fe, porreservada que fuese, de que el capitalismo como teoría nopodría resistir la prueba de los hechos? Contra la hegemoníade la cultura capitalista, ¿cómo podría percibirse la realidad?Para Veblen sólo quedaba una respuesta: la ciencia. En virtudde que el análisis social de Veblen está estrechamente relacio­nado con su concepción filosófica de la ciencia, debemos exami­nar su visión de la naturaleza del pensamiento científico y sufunción presumiblemente liberadora en la sociedad moderna.

CIENCIA y LIBERACIÓN

Veblen estaba bien preparado para defender la filosofía de laciencia. En el decenio 1881-1890, como estudiante graduado dela Universidad Johns Hopkins, fue discípulo de Charles San­ders Peirce, fundador del pragmatismo norteamericano, quienha llegado a ser reconocido como uno de los filósofos más talen­tosos de la época moderna en su calidad de epistemólogo, lógi­co y semiólogo. Veblen escribió también su tesis sobre un temafilosófico: "Bases éticas de una doctrina de la retribución". Estetrabajo, terminado en Yale en 1884, se ha perdido para la poste­ridad. Pero al trabajar en su tesis, y después como estudianteposdoctoral, Veblen se había abstraído en las ideas evolutivasde Herbert Spencer y las epistemológícas de Kant. El materia­lista británico le atraía tanto como el idealista alemán, puesVeblen no veía ningún conflicto entre la ciencia y la filosofía, en­tre el conocimiento empírico y el entendimiento teórico.

"Veblen, AO, p. 116.

El primer ensayo importante de Veblen, publicado en elJournal ofSpeculative Philosophy en 1884, se ocupó de la "Crí­tica del juicio de Kant" el título del último libro de Kant, toda­vía no traducido al inglés. Veblen observó que Kant, en su obrafinal, estaba tratando de mediar entre el determinismo estric­to de la Crítica de la razón pura y el imperativo de libertadmoral de la Crítica de la razón práctica. Veblen reconoció elproblema de la conciliación de la ciencia y la ética, y aprecióel esfuerzo de Kant por rescatar la libertad humana de la cau­salidad natura!. También admiró la humildad metafísica deKant ante los dualismos intratables de la filosofía: el hechode que el sujeto y el objeto estén divididos, de que el hombre per­ciba el mundo con el auxilio de un aparato mental que imponesus propias formas sobre los datos elementales de la vida. Esteaspecto subjetivo de la filosofía kantiana subsistiría en Veblen,quien nunca habría de olvidar la gran importancia de las fun­ciones mediadoras de la aprehensión humana y el predominiodel poder de juicio de la mente. Pero mientras que Kant se ha­bía asomado a su interior para desarrollar principios objetivosde la ley moral, Veblen creía que en el interior de la mente nopodía evitarse el flujo del cambio y la experiencia. Es cierto quela mente desea orden y coherencia sistemática en el conoci­miento que adquiere. Pero la mente sólo puede "reflexionar yreflexionar sobre el material que se le entrega"; nunca podrácomprender la teleología, el propósito y el porqué de las cosas.Como Peirce, sostenía Veblen que el conocimiento de las co­sas deriva de un sentimiento de insatisfacción por la percep­ción incompleta de las cosas, pero esta tensión epistemológicaes todo 10que puede proporcionar la experiencia. La mente, im­pulsada a la búsqueda por necesidades emocionales, nunca po­drá quedar satisfecha: siempre pedirá más de 10 que el conoci­miento le puede dar.

Si la razón pura no aporta nada al acto empírico del conoci­miento, como insistía Kant, y si la mente tiende a formularexigencias imposibles a la experiencia, ¿cómo podremos saber

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algo acerca del mundo? La respuesta de Veblen consistió enbuscar más allá de Kant, hasta Locke y la experiencia sensibleque nos da el origen y el significado de nuestro conocimientode la naturaleza. Recurriendo a la tradición empírica británica,Veblen sustituyó la mente por el método; el conocimiento de­ductivo, absoluto, por el razonamiento inductivo, tentativo. Sólola inducción puede "reducir las cosas a sistemas y conexiones",colocar los fenómenos bajo "leyes de interacción definidas", y

permitirnos así emprender el intento de explicación y pronós­tico científicos. Es posible que el método baconiano de la induc­ción, del razonamiento a partir de hechos particulares parallegar a principios generales, no nos conduzca a la verdad finalde las cosas; pero es el único modo de cognición que tiene al­gún valor útil inmediato, "el único conocimiento que puede ser­vir como una guía en la vida práctica, ya sea moral o de otraíndole'"!"

En 1908, hablando ante el Club Kosmos de la Universidadde California en Berkeley, Veblen expuso en mayor detalle sufilosofía de la ciencia y la naturaleza en un ensayo titulado "Laevolución del punto de vista científico". Al parecer, aquí tratabaVeblen de continuar el esfuerzo de Kant por rescatar el conoci­miento científico del escepticismo filosófico de Hume. Aunque eragran admirador de Hume -ese "plácido incrédulo" cuyo cáus­tico escepticismo destruía "todo lo que se recibiera bien"_,11

Veblen refutó su argumento de que el concepto de la causali­dad era esencialmente metafísico o psicológico, una cuestiónde atribución más bien que de observación. Veblen sostuvo quela ciencia moderna ha tomado como un postulado el hecho del"cambio consecutivo", un nexo de secuencias basado en la rela­ción de causa y efecto. La naturaleza es un "proceso" que puedeentenderse a fin de cuentas en términos de una secuencia acu­mulativa y causal temporal, incluso la investigación intelectualse inicia con la comezón de la curiosidad metafísica. El darvi-

10 Veblen, ECO, pp. 175, 193.11 Veblen, POS, p. 96.

nismo ofrecía una prueba de esta revolución en la epistemolo­gía. La ciencia predarviniana se conformaba con la taxonomía,la clasificación y la definición de los fenómenos, y con las "leyesnaturales", principios tan causales como estáticos que suponenrelaciones inmutables donde las cosas se corresponden "natu­ralmente". En cambio, la ciencia posdarviniana huye de lasestructuras metafísicas presupuestas y ofrece una teoría delcambio consecutivo, un proceso de evolución que se continúa yse propaga a sí mismo, sin causas finales ni metas definitivas.

El poder liberador de la ciencia moderna reside en su exigen­cia de una explicación genética de los fenómenos que investi­ga. Este imperativo empírico difiere del sistema primitivo deconocimiento, que se construye sobre "lineamientos animistas",El animismo, término fundamental para Veblen que explorare­mos más a fondo en capítulos posteriores, es la tendencia a atri­buir cualidades personales a los datos impersonales de la natu­raleza. En el análisis de Veblen se cita el animismo para ilustrarla forma en que el hombre moderno, como sus antepasados pri­mitivos, construye sistemas cosmológicos y doctrinas teológi­cas, cómo disocia la realidad del hecho y, por ende, separa elesquema de la vida del esquema del conocimiento. Veblen esta­ba convencido de que la ciencia moderna emancipa al hombrehistórico de la superstición, el mito, el saber tradicional, anec­dótico, la magia y todas las fuerzas animistas de la autoridad yla tradición. La ciencia analiza los imponderables hasta ahorasagrados, aplica la prueba crucial del escepticismo a todas lasinstituciones existentes, y destruye ideas y valores falsos expli­cando sus orígenes naturales.P

El sueño filosófico de Veblen era el terror metafisico de HenryAdams, quien creía que el pensamiento moderno había asalta­do de tal modo la autoridad que la legitimidad había quedadoreducida a mero poder. Veblen abrazó la modernidad precisa­mente para producir dicho efecto. Estaba ansioso -quizá de-

12 Veblen, POS, pp. 32-55.

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masiado ansioso-- por privar de santidad a la autoridad median­te el análisis científico y exponer su naturaleza brutal, ansiosode privar a las instituciones existentes de sus velos ideológi­cos. La idea de Veblen de una "teoría crítica" contenía el aguijóncrítico del escepticismo. Era tan corrosivo su temperamento em­pírico, que ni siquiera "la autoridad" del marxismo pudo sobre­vivir a su análisis. ¿Cuál era, pues, la idea que tenía Veblen dela autoridad?, ¿deseaba destruir las instituciones existentespara crear una nueva sociedad tecnológica gobernada por unaminoría gerencial? Debemos formular esta interrogante aquí y

volver a ocuparnos del asunto en capítulos posteriores, porqueésta es la acusación esencial que dirigen contra Veblen algu­nos de sus críticos más severos, tanto de la izquierda como dela derecha.

Veblen no estaba en modo alguno libre de ambigüedad en sudefensa del surgimiento de una sociedad racionalizada: saludóel advenimiento del "proceso de la máquina" en la vida modernacomo una respuesta al atraso cultural; pero tenía dudas acercade los ingenieros como profesionales independientes y senti­mientos mezclados acerca de la tecnología como una fuerzaautónoma. Examinaremos estas cuestiones en detalle cuandoanalicemos sus numerosos libros y ensayos. Basta sugerir aquí,en nuestro estudio de la postura epistemológica de Veblen, queparecía resistirse a la racionalización casi tanto como la preco­nizaba, así como era capaz de abrazar el progreso y el primi­tivismo a la vez. Quizá por esta razón trataba de invertir elutilitarismo afirmando, contra todos los cánones del empiris­mo, que la ciencia sólo progresa en la medida en que no sirva aningún propósito inmediato útil. En "The Place of Science inModern Civilization", uno de los artículos de Veblen más intri­gantes desde el punto de vista teórico, se introduce por primeravez el concepto de la "curiosidad ociosa". Aunque nunca se defi­ne claramente, el concepto se cita como una "atención más omenos irrelevante", un comportamiento íntimamente relacio­nado con la "aptitud para jugar" del hombre y los animales

inferiores, y una actividad que "parece peculiarmente vivaz enlos jóvenes, cuya aptitud para el pragmatismo sostenido es, sinembargo, relativamente vaga y poco confiable". La actitud deVeblen hacia la filosofía del pragmatismo ha preocupado a losacadémicos, en particular a los discípulos de John Dewey. Poruna parte, admitía Veblen que el lema pragmático de que lamente es funcional y el conocimiento instrumental, si no es"toda la verdad [.. .l por lo menos se aproxima más al meollodel problema epistemológico que cualquiera formulación ante­rior". Por otra parte, parecía censurar a los filósofos pragmáticospor entender mal el fundamento de la inteligencia, que presu­miblemente no residía en la actividad de solución de problemassino en el mero asombro y la curiosidad innata." Las reservas deVeblen acerca del pragmatismo pueden interpretarse comouna crítica a la apropiación potencial de la ciencia para finesde control social; pues un objetivo de la "curiosidad ociosa" eraafirmar la naturaleza juguetona, espontánea del conocimiento,contra las pretensiones de la ciencia exacta y la conciencia ob­jetiva. En este sentido, la protesta de Veblen contra el utilita­rismo puede dirigirse también contra el conductismo, que sepuso de moda en los años veinte y se asoció, desafortunadamen­te, con su nombre. La mente sólo puede controlarse si el cientí­fico social está dispuesto a extinguir la chispa de la curiosidadhumana que ha generado el progreso a través de las épocas.Veblen sostenía que si la historia intelectual enseña algo, en­seña que la ciencia no puede ser a la vez un instrumento dedominación y un agente de la Ilustración, porque avanza endesafío de los intereses políticos inmediatos y responde al ins­tinto natural de la especulación juguetona del hombre.

En realidad, Veblen mostraba una arrogante despreocupa­ción por los problemas técnicos y lógicos propios del método cien­tífico, y su convicción de que el cambio puede explicarse fácil­mente en términos causales parece ingenua. Toda evaluación

13 Veblen, POS, pp. 1-31.

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de sus primeros ensayos epistemológicos debe tomar en cuentaestas deficiencias. Pero Perry Miller se acerca a la verdad cuan­do afirma que "The Place of Scíence in Modern Civilization" esuna protesta contra la "ciencia aplicada" por parte del "bardodel salvajismo", un ataque contra la sistematización excesiva delprocedimiento empírico por parte de un "romántico" que deseasalvar la mente de la esclavitud del "frío realismo fáctico",Observa Miller que el profuudo ensayo de Veblen es "un cri decoeur de la humanidad; parece un ataque al pragmatismo porno tomar suficientemente en cuenta la inextinguible inclina­ción del animal humano al autoengaño, y porque así, al pro­porcionar sencillas fórmulas para la fijación de la creencia o eldeseo de creer, ayuda a la mecanización de la sociedad, contrala que se rebelan los instintos primordiales"." La "curiosidadociosa" podría considerarse como la versión de Veblen de lafunción de duda y negación de la "teoría crítica". En la medidaen que pueda ayudar a frenar la determinación de Dewey devolver oportuno todo conocimiento y el deseo de James de per­mitir que el hombre crea lo que quiera creer, la "curiosidadociosa" podrá servir para impedir el instrumentalismo y la ela­boración de mitos, para asegurar así alguna esfera donde lamecanización y la racionalización científica no puedan absor­ber a la mente inquisitiva.

Fue tal vez el residuo de kantismo presente en Veblen lo quelo llevó a concebir la ciencia como eficazmente liberadora sóloen la medida en que la mente permaneciera teóricamente librede las exigencias de lo práctico. La ciencia es un modo de cogni­ción, no un medio de explotación económica o de dominacióntecnológica. Su potencialidad para la emancipación humanareside en su capacidad para explicar genéticamente los oríge­nes de las ideas e instituciones, y al explicarlas, liberarlas demitos. Paradójicamente, la ciencia, el logro más reciente y ele­vado de la mente moderna, permitiría que el hombre contem-

14 Perry Miller, "Introduction", American Thought ..", pp. xlviii-xlix.

VEBLEN "PERTURBADOR DE LA PAZ INTELECTUAL" 97

poráneo empezara a retornar a su estrado natural de inocen­cia y armonía, el estado saludable de la vida salvaje.

¿Quién era este "bardo del salvajismo", este pensador ente­ramente moderno que combinaba el realismo positivista conlos sueños primitivos? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Si sus es­critos son ambiguos, su carácter y su vida son una leyenda en­vuelta en mito y enigma.

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III. EL CIENTÍFICO SOCIAL COMO UN "EXTRAÑO"

EL HOMBRE A qUIEN NADIE CONOCE

LA ESCENA ocurre en una librería de Nueva York; la época: pocodespués de la primera Guerra Mundial; habla Madge Jenison,la propietaria:

Un hombre solía aparecerse cada seis u ocho semanas, con granregularidad; una persona ascética, misteriosa, con llaves para pene­trar en las cosas, según me pareció, y un aire gentil. Usaba el cabellolargo y parecía escandinavo. No sé exactamente por qué o cuándo loconvertí en un ministro sueco. Siempre compraba libros interesan­tes: textos griegos, la obra menos leída de William Morris ... Cuandono teníamos lo que quería, nos solicitaba que lo pidiéramos, y unajoven de largas piernas, tez rosada y largas trenzas rectas venía porel encargo; su sobrina, pensaba yo. Decidí que vivía con su hermana:una mujer delicada de rostro brillante, tranquilo, serio pero no frío,y ojos como el vidrio claro, muy erecta y con un sombrerito como eldel retrato de una dama de Zorn que vi alguna vez en una exhibi­ción sueca. Solía tratar de interesarlo en la economía: pensaba queel clero debería estar informado de estas cosas, y él era un clérigoespecialmente distanciado. De vez en cuando le ofrecía importacio­nes importantes. Una vez hasta traté de lograr que se iniciara conla Teoría de la clase ociosa; le expliqué cuán brillante puerta de en­trada a la conciencia social es esta obra. Pero era claro que si algu­na vez llegaba a interesarse en sociología y economía no ocurriría talcosa por mis esfuerzos. Escuchaba con atención todo lo que le decía,y luego se escurría tranquilamente por la puerta. Un día pidió unvolumen de himnos latinos.

-Tendré que anotar su nombre porque encargaremos esta obraexpresamente para usted -le dije-: no nos volverán a pedir un li­bro de esta naturaleza en mucho tiempo.

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EL CIENTÍFICO SOCIAL COMO UN "EXTRAÑO" 99

-Me llamo Thorstein Veblen -c-mueitó.!

Esta remembranza muestra el carácter y temperamento elu­sivos de Veblen. Tranquilo, reservado, sencillo, insondable, ma­licioso, a menudo sombrío, ocasionalmente caprichoso: Veblenes, sin duda, una de las figuras más desconcertantes de la hi~­

tm-ia intelectual estadunidense. Aun cuando alcanzó la POSI­

ción de celebridad intelectual, siguió siendo siempre el extrañomisterioso; casi todos lo respetaban pero casi nadie lo conocía.y así lo quería él. Se afirma a menudo que los escritores buscanla inmortalidad a través de su obra. Veblen luchó por sostener laoscuridad personal así como ganaba reputación académica.y al final los secretos de su vida lo acompañaron a la tumba,

como lo solicitó en su testamento:

Deseo también, en caso de muerte, que se incineren mis restos, siello pudiere hacerse convenientemente en la forma más expe~ita y

barata posible, sin ritual o ceremonia de ninguna clase; que mIS ce­nizas se arrojen al mar o en alguna corriente apropiada que desem­baque en el mar; que no se erija ninguna tumba, lápida, epitafio, efi­gie, tabla, inscripción ni monumento de ninguna clase o naturaleza enmi memoria o en mi nombre en ningún lugar ni en ningún momen­to; que no se imprima o publique, ni en ninguna forma se repr.oduzca,copie o haga circular, ningún obituario, memorial, retrato o biografíamíos, ni misiva o carta alguna escrita por mi o dirigida a mí.

2

Veblen tenía los modales y la fisonomía de un campesino no­ruego. Una fotografía, rara, lo muestra impasible Yenigmático.Sus astutos ojos se asomaban en un rostro largo, duro. Tenía elcabello ligeramente despeinado, la barba descuidada y el mos­tacho abundante y desafiantemente hirsuto. Los estudiantesrecuerdan sus movimientos, lentos, letárgicos, que lo hacíanaparecer medio dormido, y sus arrugadas ropas como si hubiese

1 Madge .Ienison, Sununse Turn: A Human Comedy oj"Bookselling (NuevaYork, 1923), pp. 125-126. Agradezco esta referencia al profesor Joseph Dorfman.

2 Citado en Dorfman, r, p. 504.

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dormido con ellas. Los cuellos de sus camisas eran de ordinariodemasiado grandes, los pantalones holgados, y llevaba los grue­sos calcetines de lana invariablemente detenidos con pinzasen las piernas de los pantalones. Despectivo de la ostentación-algo que no nos sorprende-, no usaba anillos ni joyas deninguna clase; portaba su reloj en una tira de listón negro quecolgaba del frente de su chaleco mediante gran imperdible.

Veblen era sin duda uno de los seres más extraños que jamáspasearon por los jardines de la academia. Llevaba una extra­vagante vida que escandalizaba al mundo académico de suépoca. Cuando enseñaba en una universidad del Medio Oeste,vivía en el sótano de la casa de un amigo, y entraba a su domi­cilio escurriéndose a través de una ventana. Años después,retirado en California, vivía en una barraca rodeada por unaselva de arbustos y maleza. "La casa ~recuerdaun amigo-e­estaba vacía y parecía un establo por dentro y por fuera; polvosa,y tan privada de comodidades ordinarias que se sentía como siestuviese acampando en ella alguien de una cultura muy ex­traña, alguien para quien nuestras sillas, camas y mesas fuesencuriosidades irrútiles.":' Aunque era un ardiente defensor de latecnología y la producción en masa, Veblen hacía sus propiosmuebles de cajas de frutas y sacos de arpillera, y aun se propusoproducir ropas de papel. Se negaba a tener un teléfono, mante­nía sus libros amontonados contra una pared en cajas de car­tón y le divertía abrir los relojes para ver cómo funcionaban.Incómodo con cualquier forma de domesticidad, daba el ejemplopara la liberación de las mujeres practicando el evangelio de laeficiencia. Considerando un ritual dispendioso el tendido diariode las camas, Veblen simplemente arrojaba las sábanas a lospies en la mañana y las levantaba otra vez por la noche. Los pla­tos eran una molestia tediosa; los amontonaba alarmantementeen el fregadero, y cuando se le acababan las tazas y los platos,lavaba toda la grasienta pila con la manguera del jardín.

3 Citado en Dorfman, r, p. 497.

Veblen era excéntrico e impredecible. Podía tratar con cariñoa los niños y deleitarse con el juego de los animales. Pero supropio sentido del humor rayaba en lo sádico: una vez pidió pres­tado un saco a un granjero vecino y lo devolvió con un nido deavispas en el interior, diciendo "gracias". Se pasó la mayor partede su vida luchando contra la "propiedad absentista", pero suspropios bienes eran otra cosa: cuando volvió, después de 20años, a la pequeña cabaña que poseía en el Oeste y creyó, erra­damente, que alguien se había apropiado la tierra, "tomó unhacha y metódicamente rompió las ventanas", de acuerdo con subiógrafo Joseph Dorfman, "ocupándose del asunto con una con­centración que parecía una locura, la concentración de unapersona fisicamente perezosa movida a la actividad repentinapor la indignación"." Criticaba severamente a los economistascontemporáneos por razonar en una forma que pretendía serobjetiva mientras ocultaban juicios de valor; él mismo no pre­tendía nada pero lo ocultaba todo. "¿Toma usted algo en serio?",preguntó una vez un estudiante a Veblen. "Sí -c-muaitó Veblenfurtivamente-, pero no se lo diga a nadie." Estaba ansioso porpenetrar en el mundo social con sus escritos, pero manteníavirtualmente impenetrables sus propios pensamientos sobrecualquier tema determinado. En cierta ocasión, un amigo tomóun ejemplar del Nacimiento de los dioses de Dimitri Merej­kovski y le leyó a Veblen el prefacio, que termina con la declara­ción de que "el mundo viviente es el espacio abstracto donde seforma el cuerpo de Cristo". Luego preguntó a Veblen, como aca­démico, de qué trataba el prefacio; y éste contestó: "Ocupa comocuatro páginas y media".5

LA SÁTIRA DE SU PRESENCIA

Thorstein Veblen nació en una granja fronteriza de Wisconsinen 1857. Venía de la misma frontera media que produjo con-

4 Citado en Dorfman, 1, p. 4565 lbid., p. 498.

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temporáneos tan eminentes como Charles Beard, Vernon L.Parrington, Simon Patten, Frederick Jackson Turner y LesterWard: historiadores y sociólogos que desatarían un asalto delargo alcance sobre los valores económicos y culturales del Este.Pero Veblen era un extraño no sólo para el establecimiento orien­tal sino para todo el país, y esta alienación más profunda sereflejaba en su crítica de la sociedad norteamericana, sin pre­cedentes en su dureza y su profundidad.

Veblen fue el cuarto varón y sexto hijo de una familia norue­ga inmigrante. Sus padres, Thomas Anderson Veblen y KariBunde Veblen, habían llegado a los Estados Unidos diez añosantes de su nacimiento, con amargos recuerdos del viejo país.El abuelo paterno de Veblen había sido despojado de su heren­cia de la tierra familiar y había sufrido una dolorosa declinaciónde su posición social al haberse visto obligado a convertirse enun humilde agricultor inquilino. Su abuelo materno tambiénhabía perdido sus tierras a manos de los abogados y, deprimidopor este infortunio, murió joven; con lo cual, a la edad de cincoaños, la madre de Veblen quedó huérfana. En Minnesota, losVeblen encontraron dificultades similares con especuladoresinmobiliarios y prestamistas. Pero esta experiencia no infectóal joven Veblen con el cortés antisemitismo que arroja su som­bra sobre la mente de contemporáneos tales como Henry Adamsy Frederick Jackson Turner. Las raíces de la avaricia y la espe­culación no se encontraban en los judíos ni en el capitalismo:iban más allá de la raza y se extendían mucho más allá de loslímites de las instituciones económicas.

El padre de Veblen era un hombre solitario, dotado de unamente lenta pero perspicaz. Su madre era dinámica, tierna yapasionada. La austeridad de los pioneros forjó el carácter dela familia: las ropas se hacían a mano, el café y azúcar eran lu­jos. Para su familia, frugal y laboriosa, Thorstein aparecía comoun joven extraño, flojo, malicioso, irreverente: prefería leer enel ático antes que ayudar en las labores de la casa, peleaba conlos muchachos, mortificaba a las muchachas y fastidiaba a los

mayores. Por encima de todo, era precoz. "Desde que yo meacuerdo -relata un hermano menor que él- pensaba que losabía todo. Podía hacerle cualquier pregunta y él me decía todoal respecto en detalle. Después he descubierto que mucho delo que me dijo era de su cosecha, pero hasta sus mentiras eranbuenas.?"

En 1874, el padre de Veblen, ahora relativamente acomodado,decidió que sus hijos debían asistir a la universidad y escaparde las limitadas oportunidades de la vida campestre. Un día,Thorstein fue simplemente llamado del campo para encontrarque sus pertenencias habían sido empacadas y esperaban en elcarruaje de la familia. No supo su destino hasta que llegó aCarleton College, una sucursal de la congregación cultural deNueva Inglaterra en las praderas de Minnesota. Se enviabaallí a Thorstein con la esperanza de que se convirtiera en mi­nistro luterano; pero, como era de esperarse, el iconoclasta inci­piente encontró embrutecedora la piadosa atmósfera. El plan deestudios giraba alrededor de la filosofía moral, en particularde las doctrinas de sentido común que Thomas Reid y WilliamHamilton habían elaborado para contrarrestar el escepticismode Hume. La ciencia natural casi se pasaba por alto. Mas Ve­bIen se las arregló para adquirir su propia educación a través deuna lectura independiente y voraz; y le impresionó su profesorJohn Bates Clark (posteriormente un economista distinguido yblanco de las críticas teóricas de Veblen), a quien le simpatizabael joven "inadaptado" que tenía "una mente vestida de humorsarcástico". Veblen provocó un escándalo entre los profesoresde orientación misionera con sus discursos "En defensa del ca­nibalismo" y "Apología del borracho", en los cuales justificabala ingestión de carne humana y la bebida espiritosa. Los fun­cionarios de Carleton se sintieron muy aliviados cuando el ex­céntrico joven se graduó en 1880.

Veblen salió de Carleton en busca de una carrera académica.

6 Citado en Dorfman, r, pp. 12-13,56.

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Ahora iniciaba su largo y miserable aprendizaje en lo que po­dría llamarse la supervivencia del menos apto. Su primer pues­to, en la Academia Monona de Wisconsin, terminó al cabo de unaño cuando la escuela cerró sus puertas. Veblen decidió seguira su hermano Andrew (padre del matemático Oswald Veblen,colega de Einstein en Princeton) a Johns Hopkins para estudiarfilosofia. Tomó algunos cursos con el filósofo hegeliano GeorgeSylvester Morris y con el economista político liberal Richard T.Ely, ninguno de los cuales ejerció ninguna influencia impor­tante en su pensamiento. El único hombre que lo impresionófue un conferenciante temporal en lógica, Charles SandersPeirce. Veblen buscó una beca en la recién abierta UniversidadJohos Hopkins; pero, a pesar de las brillantes recomendacio­nes de sus maestros, fue rechazado (como lo fue Jobo Dewey, enel mismo año). Veblen decidió entonces trasladarse a Yale paraestudiar filosofía con su presidente, el reverendo Noah PorteroAquí se vio arrastrado por la olímpica figura de William GrahamSumner, darvinista social conservador que estaba luchandopara radicalizar el plan de estudios centrado en la religión me­diante la introducción de más cursos de ciencia moderna. Veblenestudió también a Kant, obtuvo reconocimiento por su inteli­gencia filosófica, a pesar de su habitual irreverencia, y se graduóen 1884 de doctor, pero sin ninguna perspectiva de un empleoacadémico.

Volvió a Minnesota abatido, amargado y menos inclinado quenunca al trabajo duro. Insistió en que no se sentía bien y nece­sitaba atenciones; su familia sospechó flojera: "Leía y haraga­neaba ~escribióun hermano->, y luego, al día siguiente, hara­ganeaba y leía". Cuando no estaba paseando por los bosques olucubrando inventos, leía todo y cualquier cosa: opúsculos polí­ticos, estudios botánicos, tratados de antropología, economía y

sociología, e incluso libros de himnos luteranos. Mientras tanto,se casó con Ellen Rolfe, sobrina del presidente del CarletonCollege e hija de una de las principales familias del Medio Oeste.Su padre, un magnate de silos y ferrocarriles, se indignó porque

su hija se casaba con un académico desempleado y ateo. Peroaceptó la mésalliance, como en efecto resultó, y permitió que lajoven pareja se asentara en una de sus granjas de Iowa. Pero apesar de su doctorado, las conexiones de su esposa y sus cartasde recomendación, Veblen continuaba con su mala suerte en lorelativo a la obtención de un puesto académico, o siquiera de unempleo como contador del ferrocarril. Mientras tanto, él y suesposa leían acerca del movimiento populista que estaba ba­rriendo el Medio Oeste y cayó en sus manos el libro de Bellamy,Looking Backward, "el momento crucial de nuestras vidas",escribió después Ellen. Excitado por la oleada de descontentoagrario, Veblen empezó un estudio serio de la economía y con­sideró la reanudación de su educación formal. Por último, trassiete años de retiro prematuro, su familia lo alentó a volver alos estudios para graduados, a la edad de 34 años, y a hacer unnuevo esfuerzo por entrar al mundo académico.

En 1891, un hombre delgado y pálido, ataviado con una gorrade mapache y pantalones de pana, entró a la oficina del profe­sor J. Laurence Laughlin, de Cornell, y anunció: "Soy Thors­tein Veblen". Aunque era un pilar de la economía conservado­ra, Laughlin se impresionó extrañamente con Veblen y casi deinmediato le consiguió una beca. Encontrando aliento por fin,Veblen empezó a reflexionar sobre sus vastas lecturas y a es­cribir algunos artículos teóricos y técnicos para The QuarterlyJournal ofEconomics. Cuando la Universidad de Chicago abriósus puertas al año siguiente y contrató a Laughlin como jefedel departamento de economía, éste invitó a Veblen para quelo acompañara. Fue así como, a los 35 años, consiguió Veblen porfin su primer empleo, con un sueldo de 520 dólares anuales.

Veblen permaneció en la Universidad de Chicago durante 14años, un periodo difícil para la escuela y para el intelectual.Sus modales y sus ideas, poco ortodoxas, su enseñanza, poco ins­pirada, y su vida amorosa, muy inspirada, generaban frecuen­tes choques con los funcionarios de la universidad. Veblen es­cribiría tiempo después un libro devastador donde describía la

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"erudición superior" como una forma de barbarismo cultural.Pero a pesar de sus pleitos con los burócratas y empresariosadministrativos, VebIen tuvo la fortuna de contar con un am­biente intelectual estimulante, formado por intelectuales tandistinguidos como John Dewey en filosofía, William I. Thomasy George Herbert Mead en sociología, Jacques Loeb en psicolo­gía, y Franz Boas en antropología. Cuando apareció en 1899 laTeoría de la clase ociosa, el propio Veblen se hizo famoso de re­pente. El libro, que Lewis Mumford compararía posteriormen­te con un cartucho de dinamita envuelto en papel de dulces, seconvirtió de la noche a la mañana en la sensación de los inte­lectuales, y recibió el elogio de Williani Dean Howells y LesterFrank Ward por igual. El "veblenismo" llegó a denotar las ob­servaciones maliciosamente satíricas y punzantes sobre todolo que había sido sagrado y seguro. El segundo libro de Veblen,The Theory ofBusiness Enterprise (1904), no recibió la aclama­ción entusiasta de su primera obra. Su estilo, opaco, intrinca­do, marcado por largos neologismos y terminología esotérica, noagradaban a los radicales, que esperaban una receta para larevolución, ni a los conservadores, que esperaban una refuta­ción al socialismo. Sobre todo, había pocos lectores no versadosque pudieran descifrar la intención del autor: el libro conteníauna censura salvaje contra el "móvil monetario"; y sin embar­go, un lector le escribió a Veblen para solicitarle su consejo so­bre la forma de hacer dinero.

Los funcionarios de la Universidad de Chicago se enorgulle­cían de la fama académica de Veblen, pero no podían tolerar lapublicidad generada por su franca condición de mujeriego.Cuando se le presionó para que respetara los cánones de la res­petabilidad académica, desafió a sus superiores y optó por bus­car otro puesto. En 1906 se fue a Stanford, pero el libertinajeque mostró allí confirmaba plenamente la reputación escanda­losa que había traído consigo, y a los tres años se le pidió larenuncia. Entonces hubo de solicitar empleo en varias escue­las, sólo para recibir rechazos vagos, burocráticos. Por último,

un antiguo discípulo y permanente amigo y admirador, H. J.Davenport, lo ayudó a obtener un puesto en la Universidad deMissouri en 1911.

En ese mismo año, su esposa obtuvo el divorcio.* Libre delmatrimonio, Veblen sufrió un severo aislamiento en la ciudadde Columbia, donde vivía como un recluso entre rotarios y filis­teos. Instalada su residencia en el sótano de la casa de Daven­port, solitario, amargado y aparentemente derrotado, Veblenexperimentó en realidad un periodo notablemente productivoen la Universidad de Missouri. Terminó dos de sus obras más im­portantes: The Instinct ofWorkmanship (1914) e Imperial Ger­many and the Industrial Revolution (1915). Pocos lectores semolestaron con el primer libro: infortunado desdén para su másprofundo esfuerzo por explorar en términos antropológicos losorígenes de la alienación. En cambio, Imperial Germany, consus implicaciones para la gran guerra que tenía lugar en Euro­pa, fue ampliamente leído y considerado por algunos reseñado­res como una obra genial. En 1918 publicó otros dos libros, AnInquiry into the Nature ofPeace y The Higher Learning in Amer­ica, este último concebido y parcialmente escrito durante susdías de Chicago. Sus libros posteriores fueron colecciones deensayos anteriores, como The Vested Interests and the CommonMan (1919) y The Place cfScience in Modern Civilization (1919),reformulaciones de tesis anteriores, como The Engineers and thePrice System (1921) y Absentee Ownership (1923), y publicacio­nes póstumas, como Essays in Our Changing Order (1934). Es­cribió en total 11 libros y más de 150 artículos y reseñas.

* Sobre la vida doméstica de Veblcn y sus relaciones con las mujeres, véase elcapítulo vm; se encuentra mayor información acerca de su carrera académicaen el capítulo IX. Hago especial hincapié en que no he tratado de escribir una bío­grafia de Veblen, tarea realizada con todo detalle en el libro de Joseph DorfmanThorstein Veblen and hi» America (1934); ni pretendo elaborar una explicaciónpsicológica de esta excéntrica personalidad, objetivo del provocativo libro deDavid Riesman: Thoretein Veblen: A Critical Interpretation (1953). Al hacer unbosquejo de su vida y carácter, he tratado de presentar un retrato de este sin­gular hombre, antes de enfrascarme en un análisis más profundo de sus ideas yteorías, igualmente intrigantes.

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Cuando los Estados Unidos entraron en la guerra, en 1917,Veblen decidió trasladarse a Washington y ofrecer sus servi­cios a la causa norteamericana. Escribió varios informes sobrela escasez de mano de obra para la Administración de Alimen­tos, y en general lo transferían constantemente de puesto losburócratas gubernamentales, que prestaban escasa atención asus trabajos. Preparó también varios memorandos para la "in­vestigación" de Calonel House, un grupo de intelectuales a quie­nes el presidente había pedido que estudiaran los términos deun posible arreglo de paz. Varios de estos documentos, que exa­minaremos en un capítulo posterior, también fueron pasadospor alto.

Al año siguiente se traslada a Nueva York a fin de escribirpara Dial, el órgano literario de los intelectuales liberales. Losartículos de Veblen, que pugnaban por la liquidación del síste­ma empresarial como requisito esencial para una paz perma­nente, fueron ampliamente discutidos durante algún tiempo; yla revista, que publicaba también algunos artículos de Dewey,Mumford y Randolph Bourne, se conoció pronto como "el Dialvebleniano". Por las repercusiones de la guerra, los escritos cí­nicos de Veblen fueron acogidos con simpatía por los intelectua­les liberales, desencantados con la política de Wilson; mientrasque su respuesta positiva a la revolución bolchevique agrada­ba a la izquierda marxista. Pero el interés por Veblen declinócuando el Dial, una vez terminada la guerra, se ocupó más decuestiones literarias y menos de causas políticas y controver­sias económicas. La Nueva Escuela de Investigación Social, re­cién establecida, acudió en auxilio de Veblen con el ofrecimientode un puesto que había sido financiado en parte por un antiguodiscípulo y admirador. La Nueva Escuela tenía entre sus pro­fesores a personajes tales como Charles Beard, Harold Laski,Wesley Mitchell y Horace Kallen: Veblen era ahora una estre­lla entre estrellas. Pero era también un hombre cansado, y susconferencias, al principio rebosantes de estudiantes curiosos,se convirtieron en aburridas pruebas de resistencia. Como en

Chicago, Stanford y Missouri, Veblen seguía balbuciendo mien­tras sus discípulos disminuían constantemente.

Para mediados de los años veinte, tenía casi 70 años de edad,y ya se le notaban. Se sentía cada vez más solitario en NuevaYork. Su segunda esposa, con quien se casó en 1914, había su­frido un trastorno mental y tuvo que ser internada; su primeraesposa, Ellen, murió en 1926. Veblen tenía todavía muchos ad­miradores y discípulos, y varios economistas académicos se re­unieron para firmar un documento en que se recomendaba sunombre para presidente de la Asociación Económica Estadu­nidense, a lo que él declinó, comentando: "No me lo ofrecieroncuando lo necesitaba". Rompiendo sus últimos lazos con el mun­do académico, Veblen regresó a Palo Alto y se refugió en su pe­queña cabaña de las afueras del pueblo. Y allí, en total aisla­miento, a pesar de que se moría por compañía y conversación,vivía -este profeta de la utopía tecnológica- entre sus rudi­mentarios muebles, usando ropas bastas compradas a travésde un catálogo de Sears Roebuck, cada vez más hundido en suspropios pensamientos, sin prestar atención a las ratas que ex­ploraban su cabaña ni a la mofeta que se restregaba contrasus piernas mientras él soñaba sentado en su silla de fabrica­ción casera. Poco antes de su muerte, el 3 de agosto de 1929, lovisitó una vecina. Veblen le dijo que "había escuchado a algu­nos miembros de su familia, muertos hacía mucho tiempo, quele hablaban en noruego, con tanta exactitud y claridad como yole estaba hablando entonces".'

El. VAGABUNDO INTELECTUAL

¿Quién era este hombre? En cuanto formulamos este interro­gante tenemos que admitir que Veblen continúa eludiéndonos,y esto se aplica tanto a su mente como a su personalidad. Si bien

7 Citado en Dorfman, 1, p. 504.

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su carácter pudiera ser un tema para la psicohistoria -em­presa ardua a causa de la pérdida de sus documentos priva­dos-, sus ambiguos pensamientos y escritos siguen siendo unreto para el estudioso de la historia intelectual. Un antiguo dis­cípulo ha descrito bien lo que podríamos llamar "el problemaVeblen":

Las explicaciones de Veblen no solían ser sencillas. Su tesis princi­pal parecía a menudo el resultado de una prolongada reflexión; sus

datos de apoyo ofrecían con frecuencia una prueba notable de granerudición. Pero su argumento no era una prueba directa. Introducíagiros y retorcimientos en la discusión, lo cual hacía que se extravia­ra el distraído, y entonces surgía el doctrinario temerario con una sor­prendente sacudida. Si pudiera simbolizarse un tipo de pensamien­

to con otra forma de actividad, su procedimiento podría compararseal correr de un zorro: brusco alejamiento, astuto giro, uso de unafuerte defensa, decidido atrincheramiento.R

Varios de los admiradores de Veblen (uno de los cuales lo lla­maba "el hombre de Marte") compartían la perplejidad de esteestudiante. El sociólogo británico Graham Wallas suplicó unavez que alguien escribiera "un 'Secreto de Veblen', que se reca­pitularan (¡con un índice de materias!)" sus maliciosos libros.En realidad, el propio Veblen suministró la mejor clave de sucarácter en un ensayo, curiosamente revelador, escrito en 1918:"The Intellectual Preeminence of Jews in Modern Europe.'Tenemos aquí lo más parecido a un autorretrato que jamás hayaenviado a la imprenta Veblen.

De la misma manera que algunos sabios judíos, como Marx,Freud y Einstein (este último uno de sus grandes admirado­res), Veblen consideraba a la ciencia como benigna destructurade ilusiones perniciosas y, por ende, heraldo indispensable dela conciencia moderna. Como los judíos, con quienes se identi­ficaba obviamente, Veblen se veía a sí mismo como un hombre

8 Citado en Dorfman, r, p. 250.

marginal, el eterno forastero sin lazos duraderos con la cultu­ra prevaleciente y las instituciones dominantes de su época.Veía también las ventajas indudables de la existencia solitariay desarraigada, que llevaban él y los judíos. Porque el ostracis­mo alentaba una mente inquisitiva, lo que explicaba que losjudíos estuviesen "a la vanguardia de la investigación moder­na". El intelectual solitario, liberado de prejuicios muy comu­nes, lleno de "ánimo escéptico, Unbefangenheit [y] liberado dela mano muerta de la finalidad convencional", era el creadorde conocimientos nuevos y de intuiciones fructíferas. Deshere­dado, el judío errante permanecía como el enemigo de todos loshábitos y pensamientos heredados, y por ende como amigo delos hechos no mediados. Culturalmente desarraigado, es posibleque el judío no vuelva a ser completamente asimilado jamás."Quien se marcha de su casa verá muchas cosas poco familia­res y tomará nota de ellas; pero no se sigue de aquí que creeráen todos los dioses extraños que se encuentre en el camino."

El análisis que hace Veblen del judío desarraigado guardauna notable semejanza con el ensayo "The Stranger" de GeorgSimmel. En el tratamiento de Simmel, el "extraño" no es sólo unvagabundo "que llega hoy y se marcha mañana", sino más bienuna "persona que llega hoy y se queda mañana", una persona quees "un elemento de" la sociedad, pero no forma cabalmente par­te de ella. Otros sociólogos contemporáneos, como Karl Mann­heim y Max Weber, describieron también la posición peculiarde los intelectuales "libremente flotantes" y del Benufsmensch(hombre de vocación). Simmel creía, al igual que Mannheim,que el forastero disfruta de una "objetividad" privilegiada porqueno está "atado por compromisos que pudieran motivar pre­juicios en su percepción, entendimiento y evaluación de lodado"." Veblen pudo aceptar que la alienación social genera cier­tos beneficios intelectuales. "El judío intelectualmente dota­do", escribió,

9 Georg Simmel, "The Stranger", en Kurt Wolf (comp.), The Sociology ofGeorg Simmel (Nueva York, 1950), pp. 402-409.

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se encuentra en una posición peculiarmente afortunada respecto deesta inmunidad requerida frente a las inhibiciones del quietismo in­telectual. Pero puede obtener tal inmunidad sólo a costa de perdersu lugar seguro en el marco de las convenciones en que ha nacido, y

también a costa de no encontrar un lugar similarmente seguro enel marco del convencionalismo gentil a que se ve arrojado. Para él,

como para otros hombres en situación semejante, el escepticismo,que lo convierte en un factor efectivo del incremento y la difusión delconocimiento entre los hombres, trae consigo una pérdida de la paz

mental, que es patrimonio del pietista seguro y sensato. Se convier­te en un perturbador de la paz intelectual, pero sólo a costa de con­

vertirse en un intelectual viandante, un vagabundo en la tierra in­telectual de nadie que busca otro lugar para descansar, más adelanteen el camino, en algún sitio del horizonte. No son un conjunto com­

placiente ni complacido estos alienígenas de pies inquietos. lO

El dolor de la propia alienación de Veblen lo volvía aguda­mente consciente de que la objetividad no podía ganarse sinpagar un precio terrible en ostracismo e inquietud. Veblen, unamente libre en una sociedad estructurada, era, como los judíos,"un escéptico por la fuerza de las circunstancias, sobre las queno ejerce ningún control". Solitario, curioso, objetivo, Veblenestaba "en" el mundo, pero no era "del" mundo. No escogió elmundo moderno del capitalismo industrial; este mundo lo es­cogió a él. Yen este mundo permaneció el inmigrante cerebral,cuyo escape residía en la investigación seria, obligación del in­telectual, y el humor mordaz, refugio de los inconformes.

lO Veblen, Ero, pp. 219-231.

SEGUNDA PARTE

TEORÍA E HISTORIA

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IV. LA ECONOMÍA Y EL DILEMADE LA TEORÍA DEL VALOR

¿BENTHAM o HEGEL? LA CRíTICA DE VEBLEN

A LAS TEORíAS ECONÓMICAS DE MARX

Puede apreciarse un buen ejemplo del "ánimo escéptico" del pro­pio Veblen en su enfoque de las teorías económicas de Su épo­ca. En efecto, Veblen era tal vez el único científico social norte­americano del siglo XIX que estaba intelectualmente preparadopara cuestionar las teorías económicas de Carlos Marx en suspropios términos. Como Marx, Veblen llegó a la economía porel camino de la filosofía, disciplina que trata de expandir loshorizontes del conocimiento al mismo tiempo que señala los Ií­mites de lo que puede saberse. Ambos usaron su instrucción enlógica y epistemología para cuestionar las ideas reinantes en suépoca, y ambos se propusieron refutar la teoría económica or­todoxa. Pero medio siglo separaba al joven Marx (1818-1883)del joven Veblen (1857-1929). Por lo tanto, cuando Marx estudiólas ideas y los supuestos teóricos del capitalismo, su análisiseconómico tomó como punto de partida la tradición modernade los derechos naturales de la Ilustración y el pensamiento uti­litarista de Adam Smith y David Ricardo. Cuando Veblen estu­dió economía, a fines del siglo XIX, la disciplina se encontraba enun estarlo de fermentación y confusión. Una fuente importantede la controversia era la teoría del valor del trabajo expuestapor el propio Marx.

El valor, el constituyente de cualquier cosa que la vuelvedeseable y útil, no ocurre simplemente; según Marx, el valor secrea por los procesos del trabajo humano. La idea de que el va­lor se localiza en los esfuerzos productivos del hombre no era

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original de Marx: en el siglo XVII, John Locke defendió la pro­piedad privada en tales términos; y en el siglo XVIII, DavidRicardo propuso la idea de que "el valor de un bien" depende"de la calidad relativa del trabajo necesario para su produc­ción".! Marx aceptó estas ideas del valor sólo para invertir laproposición. Si el valor total de un producto está determinadopor el trabajo requerido para su producción, ¿no debería pa­garse el valor total a los hombres que hayan producido el bien?El capitalismo no puede permitir tal remuneración, insistíaMarx, porque vive de los beneficios -la diferencia entre lossalarios y los precios- y crece gracias a ellos.

Marx no era en modo alguno tan ingenuo como para sostenerque el valor de los bienes pudiera medirse por el tiempo quedemorara su producción, en cuyo caso un trabajador indolentepodría crear más valor que uno eficiente. Por el contrario, intro­dujo la ingeniosa noción del "poder de trabajo", el número dehoras que debía trabajar un hombre para ganar un salario quele permitiera subsistir y procrear. El hombre puede ganar losuficiente para mantenerse vivo trabajando un número limita­do de horas, digamos medio día. Pero en la sociedad capitalistacarece de derecho y de poder para contratar un turno de traba­jo tan breve. La diferencia entre la cantidad de tiempo que debetrabajar para subsistir y el tiempo adicional que el empleadorlo obliga a permanecer en el trabajo es la medida de la explota­ción del trabajador. Marx llama "plusvalía" a esta diferencia,porque el valor que produce un hombre que trabaja 12 horassupera ampliamente el valor que produjo en seis horas; y sinembargo, sólo el capitalista puede vender todo el tiempo de tra­bajo incorporado en los bienes que el propio trabajador ha pro­ducido. Obligados a trabajar más tiempo del justificado por sumera subsistencia, los trabajadores son engañados por un sis­tema salarial que oculta la distinción existente entre el valorque crearon en el periodo del "trabajo socialmente necesario" y

1 David Ricardo, Principies ofPolitical Economy and Taxation (Homewood, Ill..1963), pp. 5-28.

el valor creado durante el periodo excedente, entre el tiempo detrabajo pagado y el no pagado, entre el costo de los salarios yel

precio de los bienes.La teoría marxista del valor pareció simplista a los economis­

tas contemporáneos de Veblen. Se criticó ampliamente la insis­tencia de Marx de que el trabajo constituye la única fuente delvalor y que la paga de los trabajadores gravitará siempre haciael nivel de subsistencia. Economistas como Bohm-Bawerk, Stan­ley Jevons, Carl Menger y Lean Walras cambiaron el enfoquericardiano-marxista de la producción por el de las operacionesreales del mercado. Con este cambio, que recibió los varios nom­bres de "revolución jevoniana", "Escuela austriaca" o "análisisde la utilidad marginal't.é la atención se concentraba ahora en laactitud de los consumidores individuales hacía los bienes quesatisfacían los deseos humanos. Así reorientada, la disciplina dela economía podía demostrar que los precios no reflejan necesa­riamente los costos de producción y que el valor funciona comouna respuesta a la demanda. Este desplazamiento hacia una"teoría subjetiva del valor" minimizaba los procesos de produc­ción en favor de la atracción de la demanda y la utilidad delconsumo. Pero cuanto más reflexionaban los economistas con­temporáneos acerca del problema del valor, más parecía eludir­los su solución precisa; el aire, por ejemplo, puede tener utilidadaunque carezca de valor de trabajo, pues no se ha hecho nin­gún esfuerzo para producirlo; en cambio, una obra de arte pue­de requerir años de trabajo, pero no posee ningún valor porqueno hay ninguna demanda de ella. ¿Qué queda entonces de laconvicción de Marx de que el valor deriva sólo del trabajo?

La posición de Marx era en realidad muy compleja, en efectotan ambigua, que los economistas académicos y los teóricos so­ciales discuten aún su interpretación correcta." Quizá pueda

2 Maurice Dobb, Theories of Value and Distribution since Adam Smith(Cambridge, 1973).

3 R. L. Meek, Studies in the Labor Theory ofValue (Londres, 1973); MurrayWolfeson, A Reappraisal ofMarxian Economice (Penguin, Baltimore, 1968);Joan Robinson, An Essay on Morxian Economics (Nueva York, 1966); Geoffrey

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enfocarse mejor el problema sugiriendo que Marx se interesa­ba menos por el problema de la forma en que se crea el valor quepor el proceso mediante el cual se pierde. En el volumen 1 deEl capital, trata Marx de relacionar el valor con los precios, perono lo hace para establecer una ley del valor, sino para deter­minar cómo opera la "forma" del valor de cambio cuando sevenden los bienes. Estaba convencido de que una teoría sepa­rada del valor había de preceder a una teoría de los precios, y

de que existe una cualidad singular, o "esencia", que es inhe­rente a los bienes y gobierna su intercambio. La tarea del eco­nomista consiste en penetrar en las conexiones internas que seencuentran detrás de las "apariencias necesarias" de las rela­ciones de intercambio con que se regulan los bienes, para descu­brir por qué el valor congelado en el trabajo se enajena y se pro­yecta en las cosas, los objetos de riqueza que demandan losconsumidores. Este fenómeno se expresó con la conocida frasede "fetichismo de los bienes", concepto que no valida en modoalguno la teoría laboral del valor, sino que transfiere súbita­mente el problema de la esfera de la economía a la de las "rela­ciones sociales". Así pues, Marx no estaba tratando de susti­tuir los precios del mercado fijados de acuerdo con el principiotradicional de la oferta y la demanda por una "ley del valor"; másbien trataba de descubrir por qué la teoría clásica no podíadescribir lo que pretendía explicar, una búsqueda donde la ver­dad se revelaría mediante la reflexión filosófica y la investiga­ción empírica. Es significativo que sólo Veblen, entre los econo­mistas contemporáneos, haya entendido plenamente el esfuerzoheroico de Marx, un acto de empatía que volvería aún más pers­picaz la crítica del propio Veblen.

Su ensayo en dos partes, "The Socialist Economies of KarlMarx and his Followers", es el análisis más penetrante del temaque jamás realizara un intelectual norteamericano. El ensa­yo, que apareció después en el Quarterly Journal ofEconomics,

Pilling, "The Law ofValue in Ricardo and Marx", Economy and 8ociety, 1 (1972),pp. 281-307.

se presentó primero como un discurso pronunciado en la Uni­versidad de Harvard en 1906, aproximadamente al mismo tiem­po que Jack London hablaba ante la Sociedad Socialista Interco­legial acerca de las glorias de la lucha de clases. N o hay dudade que el balbuceo seco de Veblen no podía compararse con elpoder oratorio de London, pero lo que aquél tenía que decirconserva todavía su valor.

Veblen admiraba profundamente la "audacia de la concep­ción" y la "gran consistencia lógica" de las obras de Marx. Porlo tanto, quería defender en primer término a Marx de sus crí­ticos contemporáneos, para mostrar luego dónde se encontrabaen realidad la falla oculta del marxismo. Los oponentes deMarx erraban cuando trataban de examinar sus teorías econó­micas como un conjunto de principios independientes, y por elloestos académicos "hostiles" solían "perderse en un escrutinioenredado de detalles supuestamente abstrusos". Bien concebi­do, el marxismo es una construcción sintética, no un modo ana­lítico de explicación. "Excepto como un todo y excepto a la luzde sus postulados y objetivos, el sistema marxista no es sóloinsostenible sino aun ininteligible. Una discusión de un aspec­to aislado del sistema (como la teoría del valor) desde el punto devista de la economía clásica (como la que ofrece Bohm-Bawerk)resulta tan inútil como una discusión de los sólidos en términosde dos dimensiones." Los críticos de Marx habían identificadotambién sus teorías con las de Ricardo, pero aun cuando elpropio Marx reconocía la identidad, se trataba de una "coinci­dencia superficial". La idea que tiene Marx del trabajo se basaen el valor intrínseco del trabajo, el valor que se convierte en elcuánto o parte del trabajo congelado en el bien; mientras quela característica principal del trabajo es, para Ricardo, su "gra­do de molestia", cualidad negativa que sugiere que el trabajono posee la propiedad única de ser capaz de producir más valorque el necesario para la subsistencia. Por lo tanto, la noción dela plusvalía no puede derivarse de la posición de Ricardo; lo quepuede derivarse es el valor de cambio, una cuestión de distri-

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bución antes que de producción. La razón o relación de cambiode los bienes es compatible con la economía clásica, para la cualel mercado determina el valor de los bienes; sin embargo, el va­lor de cambio es para Marx apenas la "forina fenoménica" delvalor real. Y esta distinción entre las diferentes situacionesdel valor es fuente de confusión entre quienes identifican a Marxcon Ricardo para enterrarlos a ambos:

Los críticos de Marx suelen identificar el concepto del "valor" con eldel "valer de cambio", y demostrar que la teoría del "valor" no se ajus­ta a los hechos del precio conforme al sistema de distribución exis­tente, con lo que piadosamente esperan haber refutado la doctrinamarxista; siendo que, por supuesto, en su mayor parte ni siquiera lahan tocado. El error de los críticos se debe tal vez a la ambigua os­curidad (posiblemente intencional) de Marx. Ya sea por esta defi­ciencia, o por la suya propia, sus refutaciones han distado hastaahora de ser concluyentes. La censura más severa de Marx contralas injusticias del sistema capitalista es aquella que se encuentraimplícitamente en su desarrollo de la forma en que el valor de cam­bio efectivo de los bienes diverge sistemáticamente de su valor real(de costo de la mano de obra). En efecto, aquí reside no sólo la injus­ticia inherente del sistema existente, sino también su enfermedadmortal, de acuerdo con Marx."

Veblen podía convenir con Marx en que el capitalismo es in­trínsecamente injusto, pero no se seguía de aquí que estuviesedestinado a la autodestrucción. El hecho de que el capitalismo"deba" derrumbarse no es razón para creer que esto ocurriráhistóricamente. Veblen podía aceptar también la "ley de con­centración del capital" de Marx, la tendencia hacia el monopo­lio y fusión industrial, bien conocida de los críticos progresistasde los Estados Unidos. Pero la "ley de la acumulación capitalis­ta" no parecía convincente. Según Marx, la competencia obligaal capitalista a instalar maquinaria más y más ahorradora demano de obra para producir más bienes a un costo menor y 80S-

4 Veblen, POS, p. 422.

tener así su margen de beneficio. Sin embargo, al realizar estatransición hacia la maquinaria mina de hecho su propia posi­ción porque sustituye medios de producción explotables, traba­jadores humanos, por medios no rentables. Para Veblen, ado­rador del "proceso de la máquina", no tenía ningún sentido laafirmación de que la tecnología no podía crear valor. Más vul­nerable aún era la "ley de la miseria creciente", la penuria pro­gresiva de la clase proletaria (VerelendungstheorieJ. No sostenía,como lo hacían muchos marxistas revisionistas y reformadoreshumanitaristas, que las condiciones de la clase trabajadora es­tuviesen mejorando efectivamente, un hecho que tenía escasaimportancia para las premisas teóricas de la filosofía de la his­toria de Marx. En lugar de ello, formuló dos observaciones querevelaban la debilidad del razonamiento en que se basaba lateoría marxista del "ejército de reserva industrial" en creci­miento. Primero, la teoría implica que aumentará el número detrabajadores fabriles a pesar de la declinación de sus mediosde existencia, un supuesto acerca de las reivindicaciones re­dentoras de la pobreza que desafía la noción darviniana de lasupervivencia. En segundo lugar, la noción de que el empobre­cimiento de los trabajadores conducirá a una situación revo­lucionaria se basa en la dudosa premisa hegeliana de que losmovimientos históricos invierten su dirección, de que la mismaimpotencia del trabajador producirá su efecto opuesto y harásurgir el poder de la conciencia de la clase proletaria. Tal si­tuación sería posible si la vida imitara a la filosofía, pero la his­toria suele desafiar a la dialéctica. "La experiencia, la expe­riencia de la historia, enseña que la miseria abyecta lleva consigoel deterioro y la sujeción abyecta. La teoría de la miseria pro­gresiva encaja convincentemente en el esquema de la dialécti­ca hegeliana de las tres fases. Es la antítesis que se fundirá enla ulterior síntesis; pero no tiene fuerza particular como un ar­gumento de causa y efecto."

5 Veblen, POS, p. 443.

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El esquema de tres fases de la dialéctica no es tan funda­mental para Marx como sostenía Veblen, pero la filosofía hege­liana sí lo es sin duda; y Veblen, junto con Benedetto Croce enItalia, fue uno de los primeros teóricos sociales que, en la últimadécada del siglo XIX, advirtieron las ilusiones de un materialis­mo histórico deificado por el idealismo alemán. Veblen seguíaconvencido de que la revolución científica, anunciada por lateoría de la evolución biológica, había naturalizado por com­pleto el pensamiento moderno y vuelto así obsoletas las cate­gorías de entendimiento hegelianas-marxistas. Veblen y Marxmantenían dos filosofías de la historia opuestas, la darvinianay la dialéctica. Pero no era sólo por su temperamento empíricoque Veblen se sentía escéptico acerca del marxismo como unaproposición teórica. Tal postura empírica caracterizaba la posi­ción de muchos socialistas "científicos" de principios de siglo.Ahondando mucho más allá que otros críticos contemporáneos,Veblen descubrió dos principios irreconciliables en las teoríaseconómicas de Marx que revelaban los fundamentos contradic­torios del propio socialismo marxista.

Los postulados y los prematuros conceptos de Marx, escribióVeblen, están tomados de "dos líneas de antecedentes distin­tas: el hegelianismo materialista y el sistema inglés de los de­rechos naturales". Del primero derivó su teoría del desarrollohistórico como algo que se actualiza a sí mismo, un movimien­to que avanza por "necesidad interna". Del segundo elaboró suteoría del valor y su convicción de que el trabajador tiene dere­cho a todo el producto de su trabajo. El problema surge cuandoMarx trata de sintetizar estas dos tradiciones contrarias en ladoctrina de la lucha de clases; pues en el esquema hegelianola "dialéctica del movimiento del progreso social [... ] se mueveen el plano espiritual del deseo y la pasión humanos, no en elplano (literalmente) material de la tensión mecánica y fisioló­gica, en la cual se desenvuelve el proceso de desarrollo de lacreación bruta. Es un materialismo sublimado, sublimado porla presencia dominante del espíritu humano consciente". En

cambio, la lucha de clases "se origina en motivos de interés, y

un reconocimiento del interés de clase sólo puede alcanzarse,por supuesto, mediante una reflexión sobre los hechos del caso".En efecto, la doctrina de la lucha de clases tiene

origen utilitarista y es de ascendencia inglesa; y pertenece a Marxporque éste tomó prestados sus elementos del sistema del interés pro­pio. En realidad es un elemento del hedonismo, y se relaciona máscon Bentham que con Hegel. Deriva de los fundamentos del cálcu­lo hedonista, que también es extraño a la noción hegeliana de un pro­ceso que se desenvuelve y a las nociones posdarvinianas de la cau­salidad acumulativa."

El problema de la historia es el problema de la conciencia.La conciencia de clase fue el gran ideal de Carlos Marx. Pero¿puede una noción arraigada en la "fantasía piadosa" de Hegel,del espíritu humano que se realiza a sí mismo, conciliarse conun movimiento basado en el egoísmo utilitarista de las deman­das de la clase obrera? Si la conciencia de clase no puede tras­cender jamás los intereses de clase, si el ideal no puede trascen­der jamás lo real, si Bentham puede ser absorbido en Hegel,¿cómo podrá el proletariado liberar a toda la humanidad en elacto revolucionario de la autoliberación?

METAFíSICA DE LA NORMALIDAD.

LA CRíTICA DE VEBLEN A LA ECONOMÍA CLÁSICA

Veblen aplicó a la economía clásica el mismo espíritu críticoque reveló en su análisis de la economía marxista. Gran partede esta agudeza escéptica fluía de su propia personalidad, la deliconoclasta aldeano que gustaba de convertir las respuestas eninterrogantes. Pero, más que eso, la preparación filosófica deVeblen lo equipaba para cualquier sistema teórico que pudiera

6 Veblen, POS, pp. 415-418.

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encontrar. Había estudiado con Peirce, y es posible que hayaheredado de este filósofo su actitud crítica hacia el hedonismoy la idea utilitarista de la felicidad. Era también un admiradorde Hume, quien le hizo cobrar aún más conciencia de la impor­tancia de ser "irreverentemente escéptico [... ] de la necesidad oel uso de cualquier fórmula de conocimiento que vaya más alládel [... ] argumento realista y gradual de la causa al efecto".'y de Kant, el tema de su trabajo de graduado, aprendió que elentendimiento humano descansa en categorías de pensamien­to preconcebidas y que la mente está activa y no es un receptorpasivo de sensaciones. Veblen se apropió de estas posicionesfilosóficas en su análisis del pensamiento ortodoxo contempo­ráneo en "The Preconception of Economic Science", serie detres articulas que publicó en el Quarterly Journal ofEconomics;allí elaboró los argumentos presentados en su ensayo más co­nocido: "Why is Economics not an Evolutionary Science?"

¿Por qué no es la economía una ciencia evolutiva? Porqueesta disciplina no ha podido imitar a las ciencias físicas en laadopción de una metodología evolutiva. Veblen no acusó a loseconomistas de ignorar datos fácticos, ni de ser negligentes enla formulación de un cuerpo de teoría que explicara el creci­miento y el desarrollo. La diferencia reside en que el científicomoderno "se resiste a alejarse de la prueba de la relación cau­salo de la secuencia cuantitativa", mientras que el economistaquiere "ir detrás de la secuencia incolora de los fenómenos ybuscar una base más alta para su síntesis final". El científicoobserva el desarrollo de los fenómenos naturales a largo plazo,y trata de discernir cuidadosamente, en sus procesos acumula­tivos, una teoría de la relación causal. En cambio, el economistaestira los límites del entendimiento causal e, inconscientemen­te, busca más allá de la naturaleza para descubrir el signifi­cado personal de sucesos impersonales. Veblen calificó de "ani­mista" esta inclinación a atribuir significación moral a los

7 Veblen, POS, p. 97.

fenómenos naturales. Así como el hombre primitivo atribuyevalores humanos a los árboles y otros objetos materiales, eleconomista "moderno" contempla en la naturaleza sus propiasnecesidades emocionales de orden y simetría. Entre los fisió­cratas del siglo XVII se expresaba esta tendencia en la idea deun ordre naturel y una loi naturelle. Entre los economistas delsiglo XIX, todavía encuentra expresión en los supuestos de una"mano invisible" y en las leyes que supuestamente controlanlos salarios "naturales" y el valor "normal".

La economía política clásica es también prerrevolucionariaen el terreno científico porque descansa en lo que Veblen llamóun hábito mental "taxonómico". En lugar de considerar los fenó­menos económicos como dinámicos e interrelacionados, de acuer­do con las concepciones evolutivas, los economistas enfocan elcontenido de su disciplina como un ejercicio de análisis estático,clasificación y abstracción incorporal. Esta actitud conduce asu vez al supuesto de que el equilibrio se restablecerá siempreen un "sistema competitivo libre de fricciones" (la frase es deJohn Bates Clark), y de que toda aberración puede descartarsecomo una mera "causa perturbadora", que sólo prueba la capa­cidad de autocorrección del sistema. Veblen observó en su pe­netrante ensayo sobre Clark que la noción de un "sistema com­petitivo hipotéticamente perfecto" descansa en un cuerpo deproposiciones lógicamente consistentes acerca de las "relacionesnormales de las cosas"; es decir, descansa en la mente deducti­va, constructora de modelos del propio Clark. Es importanteseñalar este punto porque los críticos de Veblen, como ArthurK. Davis, discípulo de Parsons, han sostenido que "la adhesiónrigurosa a la metodología de Veblen conduciría a la ausenciade toda ciencia", puesto que la ciencia requiere hipótesis, abs­tracciones y modelos de sistemas.f No está claro que Veblenniegue los modelos como tales; de hecho, sus propias especula­ciones antropológicas son tan cuestionables como la "historia

8 Arthur K. Davis, "Sociological Elements in Veblens Economic Theory",Journal ot Political Economy 53 (1945), pp. 132-149.

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conjetural", de cuya práctica acusa a los economistas. PeroVeblen quiere demostrar que, cuando los economistas formu­lan una situación ideal -"si prevaleciera la competencia per­fecta", "si compradores y vendedores estuviesen gobernadospor un motivo", etc. 9- , es porque tal idea representa 10 que ensu opinión debería existir," Los critica por hablar como cientí­ficos y comportarse como moralistas. En cuanto a los economis­tas que continuamente construyen modelos e invocan el "casonormal" para escapar mejor de las anormalidades de la vidadiaria, Veblen respondió en forma satírica preguntando quéparte del mundo podrían explicar huyendo del mundo medianteun paradigma que no sólo es incapaz de representar la realidad,sino que resulta totalmente defectuoso en el terreno lingüístico:

Pero ¿qué significa todo esto? Si nos sentimos inquietos bajo la taxo­nomía de un sistema salarial monocotiledóneo y una teoría del inte­rés criptógama, con embrolladas variantes loculicidas, tomentosasy monoloformes, ¿cuál será el proceso citoplásmico, centrosómico ocariocinético al que podamos recurrir, y en el que podamos encon­trar la terminación de la metafísica de la normalidad y los princi­pios contrcladoresv'v

La economía política clásica no era sólo abstracta y evasiva,sino también estrecha y cautelosa. Por ejemplo, la escuela depensamiento de la utilidad marginal sostenía que cada unidadsucesiva de capital y de mano de obra es menos productiva quela precedente a causa de los límites de la demanda, y que el

9 Acerca del método de razonamiento utilizado por Veblen en el análisiseconómico, véase Morton White, Social Thought in America: The Revolt againstFormalism (Boston, 1957), pp. 24-26.

* "Este Orden de la Naturaleza, o reino de la Ley Natural, no es el curso realde los hechos materiales, sino de los hechos interpretados en forma tal que sesatisfagan las necesidades del taxonomista en materia de gustos, consistencialógica y sentido de la justicia. La cuestión de la verdad y la adecuación de lascategorías se refiere al consenso del gusto y las predilecciones entre los taxono­mistas, es decir, expresa la naturaleza humana adiestrada en el campo de loque debe ser." Veblen, "Professor's Clark's Economícs", pos, p. 191.

10 Veblen, POS, p. 70.

comportamiento del consumidor es racional y por ende puedecalcularse científicamente en términos de la utilidad decrecien­te de los bienes consumidos. Veblen aceptó que el consumo es elenfoque adecuado, pero los marginalistas detenían la investi­gación precisamente donde debía iniciarse: en la cultura y cos­tumbres de una sociedad consumidora. Quería ver una "explica­ción genética" de los orígenes y el desarrollo de estos fenómenos,más bien que una descripción taxonómica de la teoría del preciobasada en el costo. Deseaba ampliar el campo de la investiga­ción para incluir las implicaciones sociológicas del comporta­miento económico. Pero los economistas contemporáneos comoClark eran tímidos precisamente cuando debían ser audaces,cerrados de mente cuando debían ser imaginativos. Estabantrabajando todavía con arreglo a "una metafísica de normalidadque no establece ninguna restricción extracausal en los suce­sos, sino que se conforma con establecer correlaciones, equiva­lencias, homologías y teorías referentes a las condiciones delequilibrio económico". Cegado así, el economista verá en el com­portamiento económico más desusado las leyes más uniformesde la naturaleza, y toda situación será un mero reflejo de suspropias conjeturas, su propia necesidad interna de los "postu­lados metafísicos de la congruencia". "Por lo que se refiere a larealidad taxonómica, se afirma que una banda de isleños aleu­tianos que chapotean en las olas para capturar mariscos conrastrillos y encantamientos mágicos realizan una tarea de equi­librio hedonista en materia de rentas, salarios e intereses."ll

En la base de toda la estructura de la economía política clá­sica se encuentra su concepción unidimensional de la natu­raleza humana. Esta concepción resultaba demasiado profanaaun para uno de los más irreverentes intelectuales de la épo­

ca victoriana:

El concepto hedonista que se tiene del hombre es la de un calculadorrapidísimo de placeres y dolores, que oscila como un glóbulo homo-

11 Veblen, POS, p. 193.

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géneo de deseo y felicidad merced al impulso de estímulos que lomueven por la superficie, pero lo dejan intacto. Él no tiene antece­dente ni consecuente. Es un dato humano aislado, definitivo, enequilibrio estable excepto por los golpes de las fuerzas esporádicasque lo desplazan en una dirección ti otra. Autoimpuesto en un espa­cio elemental, el hombre gira simétricamente alrededor de su propioeje espiritual hasta que el paralelogramo de fuerzas cae sobre él, mo­mento en que sigue la línea de la resultante. Cuando se agota la fuer­za del impacto, el hombre reposa: un glóbulo autónomo de deseo,

como antes. En el terreno espiritual, el hombre hedonista no es unimpulsor primario. No es el asiento del proceso de la vida, exceptoen el sentido de que está sujeto a una serie de permutaciones que leimponen las circunstancias externas y ajenas a él. 12

Gran parte de la descripción que hace Veblen de la economíapolítica es pura caricatura; no hace justicia a la riqueza y com­plejidad del pensamiento económico del siglo XIX. ¿Pero porqué resultaba tan repugnante el concepto hedonista del "hom­bre económico" moderno para Veblen, quien consideraba el he­donismo como un rasgo arcaico y en efecto lo incluía en su propioanálisis del consumo? Por una parte, tal conceptuación tendíaa reorientar la economía, de modo que la disciplina se ocupabacasi exclusivamente de la distribución, de cuestiones tales comola propiedad, el ingreso, los precios y la adquisición. Los mar­ginalistas como Clark, por ejemplo, analizaban la producciónen términos del valor, cuando el valor es primordialmente unasunto de distribución. Por lo tanto, Clark y otros autores con­fundían las dos esferas de actividad con el "teorema de la equi­valencia", la supuesta igualdad establecida entre la produc­tividad y la remuneración, entre el producto global del esfuerzocolectivo y la distribución uniforme de acuerdo con la contribu­ción individual. El teorema implica que los trabajadores obtie­nen tanto como producen y producen tanto como obtienen, yque los consumidores pagan tanto como vale el bien y dan lo

12 Veblen, pos, pp. 73-74.

que están dispuestos a pagar. Para Veblen, tal formulación nosólo compara actividades incomparables, sino que pasa por altola ausencia de libertad entre los miembros de la sociedad eco­nómica y la necesidad de ajustarse a presiones externas. La nor­ma es la competencia, la realidad puede ser la coerción. "Nopuede haber equilibrio, ni conmensurabilidad, entre la desutili­dad (el dolor) del trabajador que produce los bienes y la utilidad(el placer) del consumidor que los consume, porque estos dosfenómenos hedonistas se producen en la conciencia de perso­nas distintas." Por lo tanto, "los salarios del trabajo (es decir, lautilidad de los bienes que recibe el trabajador) no igualan la des­utilidad que experimenta, excepto en el sentido de que estádispuesto a aceptarlo en términos competitivos; tampoco sonestos salarios iguales a la utilidad que obtiene el consumidor debienes, excepto en el sentido de que está dispuesto a pagar por

sllos'"!"Cuando se trata de sistematizar el deseo y la incomodidad,

se trata de eliminar el elemento humano de la ciencia econó­mica, de permitir que el modelo absorba al hombre: ésta era lacrítica más severa de Veblen. La economía política clásica nosólo suponía un balance equitativo entre el trabajo y la remu­neración, sino que presentaba tan hipostáticamente* las "le­yes" del comportamiento económico que podía entenderlo todomenos al hombre mismo. Veblen señaló que John Stuart Milihabía cuestionado el cálculo utilitarista complementando elhedonismo cuantitativo de Bentham con distinciones cualita­tivas entre diferentes clases de placeres que motivan la con­ducta. Veblen observó también, quizá siguiendo a Kant, que lapsicología asociativa en que se basaba la economía hedonista re­ducía la mente a un componente pasivo de la materia. Pero lamente humana es algo más que una entidad condicionada que

13 Veblen, pos, pp. 204-205.* "Hipóstasis r...1 término usado [peyorativamente] para indicar transfor­

mación falaz de un concepto" (N. Abbagnano, Diccionario de filosofía, FCE,

México),

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responde a estímulos externos. Aun la formación de asociacionessugiere la actividad de la mente. "La semejanza de las impre­siones ---escribió Veblen- implica una comparación de impresio­nes que realiza la mente en la que ocurre la asociación, y por lotanto implica cierto grado de trabajo constructivo de parte delsujeto que percibe." Los órganos mentales del cuerpo respon­den al ambiente, pero lo hacen de una forma selectiva, lo queindica una cualidad deliberada, discrecional. Como prueba deesta observación, Veblen citaba la revisión que hizo Dewey del"concepto del arco reflejo", que señala que la secuencia causalexistente entre el impacto y la respuesta es continua, mientrasque la mente delibera antes de actuar. Así pues, la mente esmenos un epifenómeno inútil que un "complejo tropismático"vital. 14

Traducidos a la teoría económica, los discursos de Veblen so­bre la psicología moderna le permitieron -por lo menos asícreía- demoler el concepto utilitarista del hombre. Tras el su­puesto del hedonismo se encuentra la noción de que el amorpor el placer y el temor al dolor determinan lo que hace el hom­bre. Veblen invirtió esta proposición: "En lugar de que el placerdetermine por último la conducta humana, las propensionestropismáticas que se materializan en la conducta determinanfinalmente lo que será agradable". Negó incluso que el placerpudiera considerarse como un fin en sí mismo, sosteniendo queera "el sentimiento concomitante de ciertos estados o modos deactividad", una especie de satisfacción derivada. Veblen dis­taba mucho de tener un concepto claro de la naturaleza huma­na, como veremos más adelante; pero estaba convencido, comoPeirce, de que el hombre no podía estar motivado sólo por algotan burdo como la felicidad, ni podía considerarse simplemen­te como una criatura inerte de la comodidad. Sacando a loseconomistas de su disciplina, Veblen trataba de demostrar quela psicología y la antropología modernas habían expulsado al

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hedonismo como una explicación de la actividad humana y

habían provisto al economista contemporáneo de una concep­ción enteramente diferente de la naturaleza humana.

De acuerdo con esta concepción, es característico del hombre haceralgo, no simplemente sufrir los placeres y los dolores a través de lainfluencia de fuerzas propicias. No es simplemente un montón dedeseos que deban saturarse colocándolos en la ruta de las fuerzasdel ambiente, sino más bien una estructura coherente de propensio­nes y hábitos que buscan realización y expresión en el desenvolvi­

miento de la actividad.P'

La última afirmación sugiere que Veblen, el decidido evolu­cionista, está más cerca de Hegel que de Darwin: el hombre esmenos la criatura del ambiente que el agente de su autorreali­zación. Éste no es el único momento en que Veblen cambia debando filosófico para fortalecer su ataque económico, o de bandoantropológico para robustecer su crítica de la cultura moder­na. En capítulos subsecuentes volveremos a observar este pro­blema. Por ahora debemos evaluar los argumentos de Veblen

contra la economía política clásica.

LA TEORÍA DEL VALOR Y EL FETICHISMO DE LA PRODUCTIVIDAD

Desde la perspectiva de la historia intelectual, la crítica quehace Veblen a la teoría contemporánea parece casi una parodiade la ideología del pasado. Es posible que el agrupar toda latradición de la economía política clásica con el título de "hedo­nismo" haya servido para un útil propósito polémico, pero noera una caracterización justa o precisa. Es dudoso que Malthusy Ricardo puedan ser colocados con justicia en este esquema,según el cual todos los economistas ortodoxos piensan que elprogreso y el propósito (la "teleología") derivan de la interrela­ción de intereses propios. Es más dudoso aún que la economía

14 Veblen, POS, pp. 155-156. 15 Veblen, POS, p. 74.

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de los intereses propios y la psicología del hedonismo sean lamisma cosa. En su Theory of Moral Sentiments (1790), AdamSmith afirmó que la "naturaleza" ha dotado al hombre con un"deseo original" de "sentir placer" al ganarse la consideraciónfavorable de los demás; pero no concluyó que esta "pasión exce­lente de la naturaleza humana" pudiera satisfacerse compi­tiendo con otros y actuando sólo por el móvil de los intereses".16

Es una cuestión distinta el que la psicología del capitalismo sehaya desarrollado o no de acuerdo con esta dimensión socioló­gica; esto lo exploraremos en un capítulo posterior. Más inme­diatamente, cuando comparamos la Moral Sentiments de Smithcon su Riqueza de las naciones, debemos plantear una interro­gante decisiva: ¿creían realmente los economistas clásicos quedebía permitirse que la economía misma determinara el com­portamiento? Resulta difícil creerlo. Casi todos los teóricos bri­tánicos (Smith, Locke, Hume, etc.) esperaban que la autoridadsocial restringiera la actividad individual y el juicio privado.No sólo los mezquinos beneficios, sino también una concienciasocializada gobernarían la sociedad civil. En efecto, las mis­mas ideas veblenianas de la estimación social, emulación yapropiación incluían la psicología social del Second Treatise deLocke, The Fable of the Bees de Mandeville, los Discourses onDavila de John Adams y, por supuesto, la Autobiography deBenjamin Franklin. En su psicología social de la envidia y la po­sición social, Veblen se aproxima más de lo que cree a la odiadatradición clásica, de la que trataba de liberar a la economía.

El esfuerzo de Veblen por utilizar a John Dewey para refu­tar a Jeremy Bentham contiene también algunas implicacio­nes embarazosamente irónicas. Tenemos en primer lugar lacuestión de la inconsistencia. En uno de sus ensayos sobre los"Conceptos prematuros", alaba Veblen a la "nueva psicología"por introducir la "personalidad" en la ciencia social moderna;dos páginas más adelante, en el mismo ensayo, ensalza la "in-

16 Adam Smith, Theorv of Mural Sentimente (Londres, 1759), pp. 144-145.

dustria mecánica moderna" por la "eliminación de la persona­lidad" a favor de un "proceso" de causa-efecto de pensamiento"no teleológico";'? Veblen libera al hombre del hedonismo sólopara entregarlo al mecanismo; o más precisamente, desea veral "hombre económico" libre y autopropulsado, al mismo tiem­po que exige que el economista ajuste sus pensamientos a losprincipios deterministas de la ciencia. Es posible que esta am­bivalencia se deba al esfuerzo de Veblen por asimilar a Kant yDarwin. Cualquiera que sea la fuente de la ambivalencia, éstaindica otra vez la tensión existente en el pensamiento de Veblenentre el humanismo y el conductismo, entre su deseo de ver alhombre autónomo y su deseo de entender al hombre en térmi­nos empíricos. Pero es mucho más grave su aparente inadver­tencia de las implicaciones finales de la psicología que queríaaplicar a la economía. La "nueva psicología", en la medida enque introducía la "personalidad" como un factor del comporta­miento económico, minaba el argumento mismo que Veblen es­taba tratando de elaborar. De John Dewey a Charles Cooley,George Herbert Mead y. más recientemente, David Riesman,tenemos una progresión que va del descubrimiento psicológicooriginal de la "personalidad" y el "yo" a la psicología social del"yo social", la búsqueda de identidad a través del "otro genera­lizado". el "yo que se mira en el espejo" interactivo y, finalmente,la "personalidad dirigida hacia los demás". Por lo tanto, mien­tras Veblen citaba la "nueva psicologia" para demostrar a los eco­nomistas neoclásicos que la conducta humana no se determinanecesariamente por lo que es agradable, los mismos economis­tas podían citar la misma psicología para demostrar lo que su­pieron siempre los antiguos economistas clásicos: que la conduc­ta se determina en efecto por lo sociable. El hombre económicoestá muerto, pero subsiste el hombre sociológico, y la conductadel interés encuentra su expresión "más alta" en el comporta­miento de la posición social, en los determinantes sociales de

17 Veblen, ros, pp. 156~158.

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la personalidad. La "mano invisible" de la economía ha sidoremplazada por los reflejos fieles de la sociedad. Veblen difícil­mente podía oponerse a esta conclusión; él mismo deseaba traera la conciencia los impulsos sociales del comportamiento eco­nómico. Así pues, su uso de la psicología tenía el efecto irónico derelegar el valor precisamente al lugar del que había tratado de li­berarlo: la sociedad.

La proximidad inconsciente de Veblen a la economía clásicaen el área de la psicología social parece darse también en uncampo importante de la ciencia económica: la teoría del valor.Veblen quería una economía de producción antes que de consu­mo, un sistema empírico que se ocupara del proceso tangible y

real de la producción, y no de un intercambio en el mercado, queocasionaba los caprichos artificiales de consumo y posición so­cial. En consecuencia, no podía entrar al siglo xx con los teóricosmarginalistas que subrayaban la naturaleza subjetiva del va­lor. Y la lógica de su posición, si no su temperamento, exigíanque Veblen "regresara" el análisis económico al siglo XVIIJ, cuan­do el valor se ubicaba sólo en los factores objetivos de la produc­ción, las variables racionales que determinan la distribución yel consumo de la riqueza, como sostuvieron Ricardo y otros au­tores. Pero Veblen no estaba interesado -como lo estaban loseconomistas c1ásicos- en la relación entre la tierra, la manode obra y el capital con la renta, los salarios y los beneficios.En efecto, no se interesaba siquiera por establecer una normade remuneración aproximada de la mano de obra. "La diver­gencia entre la utilidad del trabajo y los salarios pagados porél -escribió en una nota al pie de página en Business Enter­prise- parece suficientemente grande para dejar de conside­rar teóricamente toda la cuestión de la equivalencia."18 Indife­rente a la necesidad de una escala salarial, Veblen pudo pedirtambién, inocentemente, la eliminación del sistema de precios.Todo lo que quedaba en la utopía tecnológica de Veblen era la

18 Veblen, Rl!:, p. 63.

producción por la producción misma, un estado de bendiciónsindicalista que sólo se ha alcanzado en tiempos de guerra (Ve­blen habría apreciado la ironía), cuando los esfuerzos de un paísse dedican a la producción de unos pocos materiales vitales.Mas ninguna sociedad industrial puede perdurar mucho sinuna base lógica de asignación y distribución. Como ha observa­do Daniel Bell: "Cualquier mecanismo complejo de planeaciónque trate de distribuir los recursos en forma eficiente (es decir,determinar los costos relativos) en la producción de decenas demiles de productos diferentes, sólo podrá hacerlo a través de unsistema de precios, como han descubierto aun las economías

socialistas".19

El análisis que realiza Veblen del comportamiento de la em­presa moderna afronta otras dificultades. Al concentrarse úni­camente en los aspectos tangibles de la producción, en los obre­ros y su maquinaria, olvidó las actividades no ingenieriles quetambién contribuyen a la producción de bienes: las funcionesadministrativas del financiamiento, el personal y la coordina­ción. Además, si bien Veblen entendía las presiones de la po­sición social, nunca admitió que el empresario moderno puedeverse impulsado por el orgullo a alcanzar la eficiencia produc­tiva tanto como el beneficio. Veblen confinó a los técnicos el prin­cipio de la optimación mediante agentes productivos; nuncaexplicó por qué no era posible que también los empresarios de­searan aumentar su prestigio mediante un despliegue de efi­ciencia técnica. Veblen estaba convencido de que los valores dela clase ociosa habían triunfado sobre el instinto del trabajo.Pero aun en la cultura norteamericana surgió Andrew Carne­gie como el modelo del genio empresarial y la racionalidad, noJay Gould o Jim Fisk. De igual modo, todo el análisis de Veblenpresume la existencia del monopolio; y aunque este supuestoresulta entendible en vista de las grandes fusiones que ocurríanen esa época, hizo que Veblen prestara muy poca atención al

I~J Daniel Bell, -Introduction", EPS, p. 30.

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papel positivo que desempeña el mercado, si no en la compe­tencia de precios, por lo menos en la calidad de la producción.Como ha señalado Kenneth Arrow, Veblen suspiraba por el anti­guo espíritu comunal de la "época artesanal", y por esta razónno advertía que las empresas protegidas, fraternales, caracte­rizadas por la intimidad de las relaciones personales entre elcomprador y el vendedor, pueden abrigar la incompetencia ymala calidad.s"

Los economistas teóricos económicos de la actualidad, comoel docto Arrow, ganador del premio Nobel, todavía encuentranmuy fructífera la lectura de la teoría de los ciclos económicosde Veblen. Lo que lamentan, y que tienden a criticar en la eco­nomía institucional en general, es la indiferencia de Veblenhacia la teoría de los precios. Podría señalarse, en defensa deVeblen, que en un paraíso de abundancia económica no habríanecesidad de un sistema de precios, ni siquiera de una teoría delvalor. Porque sin la escasez no hay lucha por las prioridades y,por ende, no hay una necesidad apremiante de valuación de loscostos de producción y la utilidad del consumo. Los socialistascontemporáneos, por ejemplo, podrían citar la parábola del tan­que de agua de Bellamy para indicar que la abundancia resolve­ría el problema de la distribución (yen nuestra época, MichaelHarrington ha tratado de formular un argumento similar encontra de la competencia)." Pero Veblen, fustigador de la opu­lencia derrochadora, no podía considerar el advenimiento dela abundancia como una respuesta a los problemas teóricos de laeconomía. Así pues, no podía buscar adelante ni atrás para en­contrar la base de un sistema de valores. A primera vista, la ló­gica de su dilema parece imponer un retroceso. Ya que suponíala prioridad del trabajo sobre los bienes, del esfuerzo humanosobre la propiedad y el gasto, parecería que sólo podría regresar

20 Kenneth Arrow, "I'horsteín Veblen as an Economic Theorist", AmericanEconomiet 19 (primavera de 1975), pp. 5-9. Véase también Donald A. Walker,"Thortein Veblen's Economic System", Economic Inquiry (próxima publicación).

21 Michael Harrington, Socialism (Nueva York, 1972).

a Marx y tratar de rescatar la teoría laboral del valor. A esto senegó. Por otra parte, no concedería siquiera un mínimo de legi­timidad a la esfera de los valores del mercado que habían tra­tado de sistematizar los economistas clásicos y neoclásicos. Enopinión de Veblen, tales esfuerzos sólo se refieren a la "reacciónante el estímulo monetario", no a la creación de valor, al propio"tasador". La economía política clásica ofrece "una teoría de lavaluación que deja fuera el elemento de la valuación: una teo­ría de la vida enunciada en términos de las complicacionesnormales de la vida".22 Parafraseando la definición de OsearWilde del cínico, Veblen podría haber dicho que los economis­tas que sólo observan el mercado pueden decimos el precio detodo y el valor de nada. Pero ninguna sátira o ironía ocultaríael hecho de que el propio Veblen no tenía respuesta para elproblema de la valuación.

Cuando descendemos de las alturas de la teoría a las opera­ciones mundanas de las empresas, encontramos en las obras deVeblen muchas cosas notablemente acertadas. No podía darmucho crédito a un sistema de precios competitivos en una épo­ca en que la United States Steel y la Standard OH manteníanun control vertical y horizontal sobre casi todas las fases de laproducción y distribución. Medio siglo después de que se publi­có Business Enterprise, el público estadunidense supo que losprecios los "administraban" realmente firmas conspiradoras,situación que prevaleció en las industrias del acero y el auto­móvil durante varios años, hasta las investigaciones del ComitéKefauver de 1958. Nada de esto habría sorprendido a Veblen, aquien tampoco habría desconcertado el enorme crecimiento deactivos de las sociedades anónimas. Porque Veblen fue uno de losprimeros economistas que percibieron las implicaciones delconcepto emergente de la propiedad intangible, el valor pre­sente de las transacciones rentables futuras. Veblen considera­ba "crematístico" este valor "intangible", porque no representaba

22 Veblen, POS, p. 144.

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tanto el capital en el sentido tradicional de la propiedad mate­rial, sino más bien las estimaciones puramente monetariasque hacían los empresarios del poder estratégico de la mani­pulación derivado de los valores asociados, el crédito, privile­gios monopolísticos, franquicias, clientela, publicidad, relacionespúblicas y -para poner al día la lista- las exenciones fisca­les, reservas de depreciación, contratos gubernamentales, etc.Quienes viven en el mundo de la riqueza intangible son espe­culadores en valores, abogados, agentes de bienes raíces, ban­queros, corredores, financieros: gente ocupada primordialmenteen el valor de intercambio y de mercado. Veblen insistió en quetales actividades empresariales son "lucrativas sin que sirvannecesariamente a la comunidad". Lo expuso en sus artículos so­bre "Credit and Prices", "The Limits ofMarginal Utility" y "Onthe Nature of Capital", ensayos brillantes que trataban dedemostrar que la inflación puede causar precios altos sin ex­pandir necesariamente la producción industrial, que la exten­sión del crédito puede aumentar los márgenes de beneficio sinllevar productos nuevos al mercado; en suma, que el hombrepuede hacer dinero sin hacer bienes. Los artículos de Veblenejercieron influencia," y aun ahora los críticos estudiosos deVeblen expresan su admiración por sus aportaciones al estudiode la transición moderna de la propiedad material a la propiedadintangible. "Se exponen en toda su fragilidad los esfuerzos delos economistas tradicionales por derivar beneficios monopolís­ticos de los 'salarios empresariales', o emisiones excesivas de ac­ciones del 'buen nombre comercia!''', escribió David Riesman."

Es notable cuánto entendió Veblen la naturaleza futura dela sociedad industrial avanzada. Sus observaciones de dos

* Como observó John R. Commons, el Tribunal Supremo llegó a algunas delas conclusiones de Veblen acerca de la propiedad intangible cuando decretó quepodría gravarse con impuestos la capacidad de ganancia esperada de unaempresa, basándose en el gran valor de mercado de sus acciones y bonos. VéaseCommons, lnstitutional Economics: lts Place in Political Economy (UniversityofWisconsin Press, Madison, 1959), pp. 651-653.

23 David Riesman, Thorstein Veblen (Nueva York, 1953. Reproducido en edi­ción de bolsillo por The Seabury Press, 1975), p. 163.

desarrollos de la economía norteamericana revelan prescien­cia. Uno de tales desarrollos es la separación de la administra­ción respecto de la propiedad de los medios de producción, y lapróxima dominación de la economía por parte de un núcleo oli­gárquico de sociedades anónimas gigantescas, como lo verifica­ron tres decenios después A. A. Berle y Gardiner Means en TheModern, Corporation and Private Property (1932). La segundaobservación de Veblen se refiere a su teoría de la crisis econó­mica, una anticipación a la gran depresión, que en algunossentidos es notablemente similar al famoso tratado de JohnMaynard Keynes: General Theory ofEmployment, Interest andMoney (1936).24

Aunque las dos personalidades diferían marcadamente, Key­nes y Veblen podrían convenir en la naturaleza transitoria dela prosperidad y estabilidad económica, la ausencia de unademanda efectiva que apoye la sobreproducción y la considera­ción psicológica de las expectativas de beneficio por parte de losempresarios, presas del pánico. Pero mientras que Veblen seinclinó hacia una teoría diabólica de la depresión, con villanosreales, Keynes naturalizó todo el fenómeno. En el análisis deVeblen la depresión surge a raíz de un sistema de crédito infla­do, en que las empresas reciben préstamos garantizados conactivos intangibles sobrevaluados, se comprometen a obtenergrandes ganancias futuras basándose en el supuesto de conti­nuas rondas de prosperidad, que, si se realizan temporalmen­te, conducen a una capitalización mayor aún; y tal situación nopuede sostenerse, pues la innovación tecnológica reduce los pre­cios y las empresas sólo pueden expandirse compitiendo entresí; por lo tanto, se genera una disminución general de los bene­ficios y una declinación continua de los valores, hasta que todoel sistema se derrumba, no con una agitación masiva, como vis-

24 Se encuentra un examen de Veblen y Keynes en Riesman, op. cit., pp. 164­166; Y en John S. Gambs, Beyond Supply and Demand: A Reappraisal of Insti­tutional Economice (Nueva York, 1946), pp. 6-8; David Dowd, Thorstein Veblen(Nueva York, 1964), pp. 644-648.

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140 TEORíA E HISTORlA LA ECONOMíA Y EL DlLEMA DE LA TEORíA DEL VALOR 141

lumbraba Marx, sino de un sordo golpe. El análisis de Keynesse inicia con el movimiento del ingreso y la inversión y con larelación de estos factores con el ahorro y el gasto, y luego trazala contracción y la expansión de la tasa del flujo de dinero a tra­vés de toda la economía, desde los compradores a los producto­res y hasta los perceptores de ingresos. Mientras Veblen creíaque las empresas conspirarían para restringir la producción,Keynes sostuvo que las empresas deciden en primer términodejar de reinvertir y expandir la producción porque el consumode bienes específicos ha llegado a su límite, ya sea a causa de lasaturación del mercado o por la disminución del poder de com­pra de los consumidores, o por ambas causas. Así pues, segúnVeblen el ciclo descendente puede ser un "sabotaje"; para Key­nes, en cambio, es simplemente un estancamiento natural. Porotra parte, mientras Keynes esperaba que la inversión guber­namentalllenara el hueco de la empresa privada, Veblen su­puso que la salida más probable de una depresión residiría en"alguna forma de gasto dispendioso, como una demanda soste­nida derivada de la guerra o del incremento de los armamen­tos, navales y militares";" Quizá no deba sorprendernos queVeblen haya subestimado el papel del gasto gubernamentalcomo medio de estímulo del flujo de ingreso y consumo para in­crementar el empleo y lograr la recuperación económica gene­ral. Sin embargo, una prosperidad basada en el consumo masivoy la producción militar no escapaba a la imaginación de Ve­bIen, quien podía entender la lógica de todo, aun la "normali­dad" del despilfarro y de la guerra.

Marx se habría deleitado calificando de "contradicción" nues­tros actuales programas federales de economía keinesiana;Veblen se habría referido con mayor pesimismo a un "deteriorocrónico". Pues ni Marx ni Veblen creían que la propiedad pri­vada, la competencia y el sistema de beneficio tuviesen muchoque ver con el significado y el valor reales de la vida, con la

~5 Veblem, BE, p. 211.

potencialidad del hombre para un desarrollo plenamente hu­mano. ¿Dónde podrán encontrarse entonces este significado yeste valor'i, y ¿cómo se distorsionó en primer lugar la capaci­dad de autorrealización del hombre?

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V. MARX, VEBLENy EL "ENIGMA:' DE LA ALIENACIÓN

LA NECF.STDAD DE UN ENFOQUE comparativo de la historia inte­lectual se impone al historiador por una interrogante: ¿por quéestá enajenado el hombre? Un examen de diversas perspectivaspodría fortalecer nuestro entendimiento de la alienación comoun fenómeno histórico. Este capítulo intenta tal estudio median­te el contraste de los análisis de los orígenes de la propiedad quehacen Marx y Veblen, y mediante el examen de las ramificacio­nes sociológicas más extensas de tal desarrollo. De ningún modoquiero sugerir que Marx o Veblen tuviesen una respuesta paralos problemas que pusieron al descubierto. Mi objetivo es másmodesto: sugerir que Veblen tenía un entendimiento diferente deestos problemas, y quizá más profundo, porque entre otras co­sas tuvo acceso a datos antropológicos de fines del siglo XIX, in­accesibles para Marx.! Tanto Marx como Veblen llegaron al es­tudio de la economía por el camino de la filosofía, pero Veblenextendió su análisis del comportamiento económico a las disci­plinas relativamente nuevas de la antropología, etnología, psico­logía y sociología. Al explorar estos campos en desarrollo, Ve­blen descubrió nuevas maneras de observar las relacionessociales contemporáneas mediante el redescubrimiento de lasformas antiguas en que los hombres se relacionaban entre síen las comunidades primitivas. Marx pidió al hombre que ex­trajera su "poesía" del futuro; Veblen extrajo sus percepcionesintuitivas del pasado.

1 Mientras que Veblen tuvo acceso a las obras de Boas, Fraser, Malinowski yotros antropólogos de fines del siglo XIX, Marx recurría a los estudios, anteriores,de Margan, Maine y Lubbock. Véase The Ethnological Notebooks ofKarl Marx,traducción al inglés de Lawrence Krader (Aseen, Holanda, 1972).

142

MARX, VEBLEN Y EL "ENIGMA" DE LA ALIENACIÓN 143

ALIENACIÓN y ORÍGENES DE LA PROPIEDAD

La descripción que hace Marx del proceso de alienación delhombre, y su explicación dialéctica de tal proceso, resulta cues­tionable cuando se yuxtapone a un enfoque vebleniano de lasecuencia causal de los fenómenos históricos. Según Marx,la alienación se origina en el surgimiento de la propiedad pri­vada y la división del trabajo. Privado de los frutos de su tra­bajo y del derecho de determinar el modo de trabajo, el hombrese separa de sí mismo y de los demás. En el capitalismo --obser­vó Marx-, los trabajadores no experimentan el trabajo comouna creación sino como coerción; y el trabajo forzado deshuma­niza las relaciones personales, pues la introducción del "inter­mediario extraño" del dinero asume todo el valor y por endedevalúa al hombre. Pero ¿por qué ocurre la alienación? "Cuáncontradictorio ha de ser -c-confesó Marx en sus notas de 1844­que cuanto más subyugue el hombre a la naturaleza a travésdel trabajo [,..1deba renunciar a su alegría por la producción yel disfrute de su producto por amor a tales poderes." Al adqui­rir poder para conquistar la naturaleza, ¿cómo perdió el hom­bre el poder para dominarse a sí mismo? "Ahora nos pregun­tamos cómo ocurre que el hombre exterioriza su trabajo, loenajena; ¿cómo se arraiga esta alienación en la naturaleza deldesarrollo humano?" Planteado con este dramatismo la interro­gante, continúa Marx: "Consideremos más claramente estasrelaciones", y en este punto se interrumpe el manuscrito, in­concluso.?

Persisten las mismas dificultades cuando Marx pasa de lasinterrogantes acerca del comportamiento humano al procederde la historia misma. Inicia Marx su exploración de los proce­sos de la historia concentrándose en lo que supuestamente go-

2 Karl Marx, "Economíc and Philosophical Manuscripts", en Loyd D. Eastony Kurt Guddat (comps.I, Writings ofthe Young Marx on Philosophy and Society(Nueva York, 1967), pp. 265-301.

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bierna todas las relaciones humanas: la productividad. Tantola producción de los medios que sostienen la vida como el in­tercambio de las cosas producidas ocupan la atención de Marxcuando estudia lo que considera las cuatro épocas históricasbásicas: "los modos de producción asiático, antiguo, feudal y

burgués moderno".3 El desarrollo es ingenioso, pero nos queda­mos con la duda de que se trate simplemente de una descripcióndisfrazada de explicación. Consideremos, por ejemplo, la socie­dad comunal que en opinión de Marx caracterizaba a las anti­guas aldeas eslavas y ciertas comunidades asiáticas (a las queEngels añadió los iroqueses de Norteamérica). En esta etapahistórica, la tierra se posee y cultiva en común, y los productosse comparten comunalmente en una sociedad en que la caza, lapesca y la ganadería constituyen las ocupaciones principales.¿Por qué se derrumba este sistema, que llamaba "comunismoprimitivo" Engels, y da origen a formas de producción nuevasque ya no son de propiedad colectiva? Marx "apenas se ocupóde la prehistoria", ha señalado Eric Hobsbawn;! sabiamenteeludió la pregunta, quizá porque advertía que cualquier res­puesta sería una mera conjetura. Pero Engels tomó la suposi­ción marxista básica de que la propiedad privada surge cuandola producción supera a las necesidades de subsistencia, y tratóde aplicarlo a la sociedad primitiva. "El advenimiento de la pro­piedad particular de los rebaños y los artículos de lujo ---escri­bió en El origen de la familia ... - condujo a un intercambioentre los individuos, a una transformación de los productos enbienes. Aquí se encuentra la raíz de toda la revolución poste­rior." Estamos a punto de descubrir la razón de que una socie­dad comunal, supuestamente no explotadora, se transforme enlo contrario. Pero cuanto más buscaba Engels el origen del fe­nómeno, más lo eludía éste. "Nada sabemos hasta ahora acerca

3 Karl Marx y Friedrich Engels, A Contribution to the Critique of PoliticalEconomv (Chicago, 1907), p. 13. (e. Marx, Contribución a la critica de la econo­mía política, cun reseñas de F. Engels.l

4 E. J. Hobsbawn (comp.I, Karl Marx: Pre-Capitalist Economic Formations,traducción al inglés de Jack Cohen (Nueva York, 1964), p. 26.

de cuándo y cómo pasaron los rebaños de propiedad común de latribu [... ] a ser patrimonio de los distintos cabezas de familia",concluye Engels, quien termina con una observación revelado­ra del estancamiento teórico en que se encuentra: "Los hatosse deslizaron hacia las manos de individuos privados"."

En muchas de sus excursiones por la antigüedad clásicay la prehistoria, Marx enfocó la tierra como el factor decisivoen la evolución de la propiedad privada. En predios de propie­dad privada los esclavos producían el excedente de lo requeri­do para su propia subsistencia. La tierra se identificó con lariqueza y la sociedad se diferenció con arreglo a la propiedad.Pero en sus Manuscritos económico-filosóficos, por oposición asus estudios históricos, Marx consideró la alienación lógi­camente anterior a la propiedad de la tierra. Aquí sugiere queen lugar de preguntar por el origen de la propiedad priva­da, deberíamos preguntar: "¿Cómo podemos explicar la aliena­ción que brotó en el curso del desarrollo humano?" En efecto,¿cómo?

No es sorprendente que esta interrogante resulte menos di­ficil para el filósofo que para el historiador. El primero puedesalir del dilema mediante el razonamiento; el último no puede, ono debe, permitir que la lógica sustituya a las pruebas. No essorprendente que muchos académicos contemporáneos, sobretodo los estudiosos de la antigüedad clásica, hayan abandona­do la búsqueda de los orígenes de las cuestiones que motivaronlas especulaciones de los antropólogos e historiadores de finesdel siglo XIX. En cambio, el filósofo contemporáneo, en particu­lar el marxista, se apresura a intervenir allí donde el historia­dor retrocede. Por ejemplo, la relación entre la alienación delhombre y el surgimiento de la propiedad y la división del tra­bajo no constituye un problema difícil, teórico o factual, para elfilósofo yugoslavo István Mészáros. El hecho de que los medios

5 Friedrich Engels, The Origine ofthe Family, Private Property, and the State(Chicago, 1902), pp. 194-195. [F. Engels, El origen de la familia, la propiedadprivada y el Estado.}

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de la deshumanización del hombre -las fuerzas producti­vas de la historia- sirvan también para la rehumanizacióndel hombre constituye un aspecto de la lucha humana por lalibertad que debe entenderse como una "reciprocidad dialécti­ca", afirma Mészáros." De igual modo, el filósofo estadunidenseBertell üllman nos informa que, puesto que Marx no ofreciójamás ningún "detalle" sobre la forma en que ocurrió la trans­ferencia original de la propiedad COmún a la propiedad privada,no necesitamos molestamos con esta cuestión, por lo menos noen términos históricos. Pero el erudito tratado del tema quehace Ollman revela que también él se percata del terrible dile­ma que dejó Marx a los estudiosos de la historia: si la propie­dad privada y la división del trabajo son "expresiones idénticas"(frase de Marx), y si propiedad privada es el término con queMarx describía los objetos producidos por el "trabajo enajena.do", parece seguirse que necesitamos saber qué ocurrió pri­mero, si la propiedad privada enajena al hombre, o si el hom­bre no enajenado hace la propiedad privada y así produce lacondición de su propia alienación. Marx se ocupó directamentede este "enigma":

Así pues, la propiedad privada es el producto, el resultado, la conse­cuencia necesaria del trabajo enajenado, de la relación externa deltrabajador con la naturaleza y consigo mismo. La propiedad privadaresulta así del análisis del concepto del trabajo enajenado, es decir,del hombre enajenado, del trabajo aislado, de la vida aislada, delhombre aislado. Es cierto que gracias al movimiento de la propiedadprivada hemos obtenido el concepto del trabajo enajenado (de la vidaenajenada) de la economía política. Pero al analizar este conceptose pone en claro que, aun cuando la propiedad privada parece ser lafuente, la causa del trabajo enajenado, es realmente su consecuen­cia; así como los dioses no son al principio la causa sino el efecto dela confusión intelectual del hombre. Posteriormente, esta relaciónse vuelve recíproca.

6 Istvén Mészáros, Marx 's Theory ofAlienation (Londres, 1970), p. 155.

Ollman, tras citar el pasaje anterior de los manuscritos de1844, sostiene convincentemente que Marx tenía razón cuandoafirmaba que la alienación no puede formularse en los térmí­nos familiares del entendimiento causal:

Este "efecto recíproco" entre la propiedad privada y el trabajo ena­jenado recibe la distinción de ser llamado el "secreto" de la propiedadprivada, cuando afirma Marx que "por una parte es el producto deltrabajo enajenado y L..l en segundo lugar es el medio por el cual seenajena a sí mismo el trabajo, la realización de esta alienación". Laconexión lógica postulada por Marx entre ambos conceptos vuelveimposible que el uno aparezca sin el otro, y convierte en una tareaestéril cualquier intento de establecer la primacía histórica."

Así pues, desde la perspectiva marxista, la alienación es unproceso en que su actividad y su consecuencia son lo mismo, enque la noción tradicional de causa y efecto debe verse en térmi­nos dialécticos como dos fuerzas que son al mismo tiempo ellasmismas y la otra. El fenómeno de la propiedad privada puedeentenderse desde la misma perspectiva. Como observó Marx,está conectado a la desintegración de la sociedad primitiva;evolucionó "a la par" con la "propiedad comunal y estatal de laantigüedad", que culminó en la sociedad romana; y se desarrollójunto con la división social del trabajo entre el campo y la ciu­dad, la separación de las actividades industriales y comercialesfrente a las de la agricultura." Tales sucesos pueden entender­se sin determinar la necesidad de sus orígenes; pues el intentode establecer la "primacía histórica" de estas relaciones es una"tarea estéril", según indica el filósofo. Vista desde esta posi­ción epistemológica privilegiada, la propiedad aparece, emerge,se desenvuelve, crece y se desarrolla, relacionándose con todo

7 Bertell Olman, Alienation: Marx 'sConception ofMan in Capitalist Society(Cambridge, 1971), pp. 163-164.

8 Marx, Pre-Capitalíet Economic Formations, pp. 67-139. Véase tambiénKarl Marx y Friedrich Engels, The German ldeology (Londres, 1965). (CarlosMarx y Federico Engels, La ideología alemana.)

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en general y originándose de nada en particular. El "secreto" dela propiedad privada se ilumina en el terreno filosófico, aunquesólo sea mediante su olvido en el terreno histórico.

DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA DE LOS INICIOS DEL DOMINIO

Tal solución al "secreto" de la propiedad y el "enigma" de laalienación apenas si podía ser aceptada por Thorstein Veblen.Como darvinista antes que dialéctico, estaba convencido deque la revolución cientificada desatada por la teoría de la evo­lución biológica había naturalizado por completo el pensamien­to moderno y había vuelto casi obsoletas las categorías deentendimiento hegelianas-marxistas. Como hemos visto a Ve­bien le resultaba muy problemático el intento de Marx de res­catar una teoría del valor de la economía ortodoxa. Es posibleque, al tratar de trascender la ética del capitalismo, sólo hayaabsorbido Marx su carácter; pues extendió el análisis ricardia­no de los factores de la producción formulando una teoría delvalor en la cual el trabajo, ya sea libre o impuesto, posee la pro­piedad única de ser capaz de producir más de lo que requierela subsistencia. En el Grundrisse, al igual que en El capital,insiste Marx en que la explotación y alienación derivan de lapropiedad, la cual debe verse como un resultado del esfuerzohumano, y explica por qué han de excluirse todos los otros fac­tores que pueden contribuir a la "condición humana", aun elfactor del consumo:

Reducimos esta propiedad a la relación con las condiciones de laproducción. ¿Por qué no la relacionamos con el consumo, puesto quela producción del individuo se restringe originalmente a la repro­ducción de su propio cuerpo mediante la apropiación de objetosaccesibles, preparados por la naturaleza misma para el consumo?Aun donde la única tarea consiste en encontrar y descubrir, esto re­quiere pronto de esfuerzo, trabajo ---como ocurre con la caza pesca, ,

cuidado de rebaños- y la producción (es decir, el desarrollo) de cier­tas capacidades por parte del sujeto."

Veblen utilizó raras veces la palabra "alienación", y cuandola usó solía denotar con ella, como lo hicieron otros filósofos so­ciales de su época, una privación política en relación con losderechos naturales. Mas no hay duda de que a Veblen le preo­cupaba profundamente el mismo fenómeno que obsesionó aljoven Marx. En su libro poco conocido, pero quizás el mejor detodos, The Instinct ofWorkmanship and the State of the Indus­trial Arts, observa Veblen que la eliminación de este instintorepresenta la pérdida de control del hombre sobre los mediosde su libertad, aunque haya sido tal vez un resultado necesa­rio del crecimiento cultural y tecnológico a medida que salía elhombre de la etapa de la vida comunal primitiva; y esta "susti­tución" es "la mutación más universal y radical que haya expe­rimentado la cultura humana en su avance del salvajismo a lacivilización".10 En el análisis que hace Veblen de la fuente dela alienación, la pérdida de la "libre habilidad" no reside tantoen la producción como en el consumo, en la posesión antes que enla creación de riqueza, en la forma en que los bienes llegan aser poseídos, no fabricados.

Mientras Marx y Engels creían que la propiedad privadasurge de la división del trabajo y el producto de la plusvalía, ymientras los economistas clásicos sostenían que la propiedadse funda en el trabajo productivo y el contrato social, Veblenpercibió los inicios de la institución en el acto de la ccnquista.!'

9 Karl Marx, Grundisse, traducción al inglés de Martín Nocolaus (Londres,1973), p. 492.

w Veblen.vow, p.147.11 Marx consideró también esta posibilidad, pero luego trató de explicar la

guerra relacionándola con el modo de producción. Observó, como una objecióna su teoría de la propiedad y la división del trabajo: "A toda esta concepción de lahistoria parece contradecir el hecho de la conquista ~y luego procedió a demos­trar que--; en cuanto al pueblo bárbaro conquistador, la guerra sigue siendol... ] una forma normal de relación, explotada tanto más celosamente cuanto que,dentro del tosco modo de producción tradicional I... l el incremento de la pobla­ción crea apremiantemente la necesidad de nuevos medios de producción". Marx,

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Sin embargo, no estaba totalmente convencido de que la pro­piedad pudiera explicarse simplemente relacionándola con elacto del apoderamiento sin explorar las implicaciones socioló­gicas del acto mismo. Resulta significativo el hecho de que, cuan­do Veblen se ocupó de este problema, se abstuvo de utilizar eltérmino propiedad (property) y tituló su artículo "The Begin­nings of Ownreship" ["Los inicios del dominio"], con lo cual sa­caba la cuestión de las perspectivas marxista y liberal y la fun­daba en nuevos conceptos antropológicos. Quería demostrar,ante todo, que en muchas culturas antiguas era tan fuerte laaprehensión subjetiva de los objetos externos que "la relaciónde cualquier individuo con sus efectos personales se concibe deuna clase más íntima que la de la mera propiedad". Los objetosque vemos claramente separados del hombre, se ven en la so­ciedad primitiva como extensiones de la personalidad humana.En las aldeas tribuales antiguas, los "conjuntos de cosas", talescomo las ropas, adornos y armas, no son lo que llamarían bie­nes los economistas modernos. El hombre primitivo "concibeestos artículos como suyos en un sentido muy semejante a comoson suyos sus manos y pies, o el latido de su pulso, o su diges­tión, o el calor de su cuerpo, o los movimientos de sus miem­bros o su cerebro". Es tan estrecha la relación psicológica de lapersona con la cosa, que dificilmente puede decirse que existala idea de dominio. "Las escasas pertenencias del salvaje primi­tivo, que clasificaríamos como propiedad personal según la no­menclatura posterior, no son para él propiedades en absoluto,sino que pertenecen orgánicamente a su persona."12

¿Cómo surgíó entonces la idea de la propiedad? No pudo tenersus raíces en la desintegración del comunismo primitivo. Parael hombre primitivo, el dominio comunal es una contracción en símismo: la idea misma de propiedad implica un poseedor in­dividual. Debe invertirse la secuencia: el comunalismo es de

The Germen Ideology, pp. 12-13. (C. Marx y F. Engels, La ideología alemana;citamos de sus Obras escogidas [Moscú], tomo 1, p. 71.)

12 Veblen, ECO, pp. 36-39.

"origen relativamente reciente", quizás una respuesta conscien­te a una etapa anterior no comunal. Tampoco es la propiedaduna "noción instintiva", una idea innata profundamente im­plantada en la naturaleza humana. Por el contrario, es un ras­go cultural adquirido, que debe aprenderse. Ni pudo haber de­rivado el concepto de propiedad de la posición cada vez másincierta de los artículos y las cosas, porque un objeto deter­minado puede incluso cambiar de manos "sin abandonar elcampo cuasipersonal" del dueño original. La posesión no esnecesariamente sínónima de la propiedad. Los esclavos, porejemplo, usan las herramientas del amo y así poseen los me­dios de producción, mas de ningún modo son dueños de ellas nilas controlan. Pero es en la institución de la esclavitud, y pos­teriormente de la servidumbre, donde observamos una co­nexión fundamental: la propiedad se inicia donde termina lahabilidad para trabajar. Sin embargo, la conexión es compleja."Podemos afirmar en términos generales -señala con cautelaVeblen-, que el dominio no se inicia antes del surgimiento deun canon de hazañas; pero debe agregarse que tampoco pareceiniciarse con el primer indicio de la proeza como una ocupaciónmasculina." Las primeras hazañas se relacionan con la caza yel cultivo, ocupaciones de autosostenimiento cuyos productosse consumen colectivamente. Veblen cita dos razones por lascuales no pudo haberse iniciado la práctica del apoderamiento,acumulación y reclamación privada de tales productos bajo el"pacífico régimen comunista del primitivo salvajismo": prime­ra, la disensión resultante de tales actos habría sido fatal parala tribu; segunda, la "primitiva horda luchadora todavía ne­cesita consumir en común sus escasos medios de subsistenciapara dar a la horda colectiva toda su eficiencia en la pelea;de otro modo sucumbiría ante cualquiera horda rival que nohubiese renunciado aún al consumo colectivo". Aunque la ac­tividad depredadora aumenta a medida que pasa la vida delsalvajismo pacífico a la explotación bárbara, la posesión indi­vidual no deriva sólo del pillaje, porque los bienes tomados,

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armas y alimentos, siguen siendo esenciales para la supervi­vencia del grupo conquistador. Por lo tanto, el surgimiento dela idea de dominio exige que el desarrollo de la vida económicaalcance un nivel en que los bienes sean más durables que pe­recederos. Pero el crecimiento económico es sólo una causa ne­cesaria, no una causa suficiente; es posible que la idea de lapropiedad no surja tampoco con la abundancia. La propiedadno es en sí la causa de la alienación, fenómeno que debe enten­derse como algo más que una serie de desarrollos económicospredeterminados.

Veblen parece decir que no debemos entender la propiedadComo se presenta a la experiencia, en particular la experienciade los teóricos económicos del siglo XIX. Más bien debemos en­tender la forma en que se concibió en su inicio mismo. En el aná­lisis de Veblen, el surgimiento de la propiedad privada debederivar de un cambio de conciencia, y la reorientación del en­tendimiento humano ocurre cuando la horda primitiva no seapodera de bienes sino de personas, no de los productos delhombre sino del hombre mismo. "Los cautivos son artículos queno encajan en el esquema comunal del consumo, y el que el in­dividuo que lo capture se adueñe de él no perjudica manifiesta­mente al grupo. Al mismo tiempo, estos cautivos siguen siendoobviamente distintos de su aprehensor en lo tocante a la indi­vidualidad, de modo que no se introducen con facilidad en elámbito cuasipersona1. Los cautivos a quienes se imponen con­diciones rudas son sobre todo mujeres.v'"

¿Por qué mujeres? Curiosamente, Veblen no atribuye móvilsexual a la captura de mujeres. Por el contrario, sugirió que~excepto cuando hay una clase de hombres esclavos-e- lasmujeres son más útiles porque su trabajo vale más que su man­tenimiento y son menos "formidables" porque no usan armas.Pero la importancia sociológica de la captura de mujeres es ma­yor que la económica o sexual. Las mujeres desempeñan la fun-

13 Veblen, ECO, pp. 32-49.

ción simbólica de "trofeos" que demuestran valor sagaz de suaprehensor. "Son adecuados sujetos de mando y coacción; elsojuzgarlas sirve al honor y la vanidad del que las ha captura­do, y es muy grande su utilidad en este sentido. Pero ya que lasubyugación del hombre sobre las mujeres prueba su valor sa­gaz, es incompatible con la utilidad que representan como tro­feos el hecho de que otros hombres se tomen libertades con es­tas mujeres, pues ellas patentizan la relación coercitiva delaprehensor." Una mujer capturada no se comparte en la formaen que se consume colectivamente un bien capturado en las so­ciedades primitivas. La mujer es el único sujeto que el hombredepredador puede reclamar en virtud de su fuerza demostra­da; y a medida que esta práctica se convierte en costumbre, el"derecho consuetudinario de uso y abuso de un objeto, que ob­viamente no forma parte orgánica de su persona, constituye larelación de dominio, tal como se entiende ingenuamente't.I"añade con ironía Veblen.

La propiedad se extendió pronto a las reclamaciones de losproductos del trabajo ejecutado por la persona apropiada, y deaquí nació la explotación. En la base de tal comportamientodepredador no se encuentra simplemente el mero impulso debeneficio económico, sino las emociones más profundas de or­gullo y "emulación". Las mujeres son capturadas primero comopremios, emblemas humanos que significan que el dueño, adiferencia de "todos los miembros no combatientes o innobles"de la comunidad, es lo suficientemente eminente y poderosopara no dedicarse al trabajo productivo. Cualquiera que seala relación de la esclavitud con la propiedad o el capitalismo, lacautividad humana apenas si habría sido posible sin el des­precio del trabajo manual, desprecio arraigado, como veremos,en la contaminación de los instintos del hombre hacia el traba­jo y la benevolencia paterna!. Y el primer signo de la riquezafueron las mujeres subyugadas, los únicos "bienes" reales que

14 Veblen, ECO, pp. 42-47.

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podía poseer el hombre primitivo. Al plantear el problema dela alienación, Marx invierte esta secuencia de los fenóme­nos históricos: la ambición de cosas, las "furias de los intere­ses" son el resultado del apoderamiento de las personas, no sucausa.

La interpretación que hace Veblen de los orígenes de la pro­piedad y la esclavitud era quizá novedosa para la teoría econó­mica y social del siglo XIX, pero no carecía de antecedentes. Lateoría de Platón de que el Estado se origina cuando nómadas ycazadores someten poblaciones sedentarias la descubrió poste­riormente Hume, quien la criticó, basándose en esto la versiónclásica, liberal, del contrato social. Veblen se había visto influidopor Hume, y es muy probable que el mismo escepticismo hayadeterminado sus actitudes hacia las teorías liberales de la pro­piedad, actitudes que se reforzaron claramente a causa de susentido darviniano de la lucha. Los estudiosos contemporáneosde la historia antigua han señalado la relación entre la escla­vitud y la demanda de sirvientes por parte de las clases gober­nantes, cuyos sirvientes se desean menos por razones econó­micas que sociales. El hacerse de esclavos y convertirlos enpropiedad fue un hecho frecuente en la Grecia clásica; y en Roma,donde había un nivel de vida material mayor y donde eran másbrillantes los gastos fastuosos y las conquistas militares, eratambién mayor la proporción de esclavos respecto de la pobla­ción libre. "La esclavitud casual de individuos forasteros, en par­ticular de mujeres cautivas, data de la fecha más antigua queconocemos", escribe M. 1. Finley, autoridad eminente en lo to­cante a la esclavitud en la antigüedad clásica. A Finley le intri­gan naturalmente los motivos de la esclavitud, y tras señalarque los propios griegos no elaboraron ninguna explicación sis­temática de la institución, observa: "Pero de algún modo debe­mos entender la psicología de Jenofonte cuando propone contoda seriedad que el Estado ateniense adquiera suficientesesclavos de propiedad pública para que trabajen en las minas,de suerte que todos los atenienses sean mantenidos por el era-

rio público"." Sin duda, Veblen entendería esa "psicología" dela separación conspicua de todo trabajo manual, actitud queganó aceptación social a través de los escritos de Platón y Aris­tóteles, a pesar de la alta estima en que tenían al trabajo losfilósofos presocráticos e hipocráticos. ie

Así pues, la explicación que da Veblen del inicio de la propie­dad, que ubica la fuente de la propiedad privada en las acti­vidades de los nómadas, cazadores y guerreros, y no en el trabajoenajenado, guarda cierta semejanza con la teoría del surgi­miento del Estado por la subyugación, una escuela de pensa­miento que abarca toda la historia intelectual de Occidente,desde Platón y Aristóteles hasta Nietzsche y Toynbee, y que, porcierto, resulta inaceptable para los marxistas."? Es probableque las observaciones de Veblen también hayan sido familia­res para algunos antropólogos del siglo XIX, y se asemejan aalgunas de las teorías del antropólogo contemporáneo ClaudeLévi-Strauss, quien también considera a las mujeres como laprimera expresión del intercambio de propiedades que hizo elhombre arcaico (tema que abordaremos en otro capítulo), ya las teorías del filósofo español Ortega y Gasset, quien estáconvencido de que el Estado no sólo se originó en la agresiónsexual -que es la tesis de Freud en Tótem y tabú-, sino queel significado mismo de la riqueza surgió de la autoridad del

conquistador.*

15 M. 1. Finley (comp.) Slavery in Classical Antiquity (Cambridge, 1960),pp. 1-14,53-72, Y en otras. Véase en particular Henri Lévy Bruhl, "Es~uissed'une théorie sociologique de l'esclavage a Reme", pp. 151-169; M. 1. Fmley,"Slavery", Oxford Classical Dictionary (Oxford, 1970), pp. 994-996.

16 Rodolfo Mondolfo, "I'he Greek Attitude to Manual Labor", Past & Present 6(noviembre de 1954), pp. 1-5.

17 "Esta teoría ha sido refutada ya: puesto que el nomadismo aparece des­pués de las primeras civilizaciones, el surgimiento del Estado debe de ~abertenido causas autóctonas." Jurgen Habermas, "Toward a Reconetructíon ofHistorical Materialism", Theory & Society 2 (1975), pp. 287-300.

* "Para los que persigan con interés estas cuestiones añado aquí, lacónica­mente, una ecuación que muestra entre los germanos el mismo origen del Es­tado. Los sostenes del Estado son los ricos homes. Rico es el poderoso, el Recke(Sigfrido y, en general, los nobles de la épica son Recken), jayán o mozo ague­rrido. Su poderío es Reich, y adonde su poderío alcanza, Reichland. Conste,

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156 TEORÍA E HISTORIA MARX, VEBLEN Y EL "ENIGMA" DE LA ALIENACIÓN 157

Aparte de las dificultades de verificar históricamente talesespeculaciones, la tesis de Veblen debe juzgarse a la luz de sucoherencia interna. Es posible que Veblen haya enmendado aMarx al demostrar que la captura de hombres y mujeres pre­cede a la pasión por los objetos que produce la persona captu­rada, que la dominación y la explotación tienen poco que vercon la teoría laboral del valor; en suma, que la opresión antece­de a la alienación. Y sin embargo, el propio Veblen afrontó lamisma dificultad de Marx: también creía que la sociedad primi­tiva era pacífica, comunal y productiva. De aquí la paradoja: siel hombre "natural" disfruta del trabajo, ¿por qué se siente im­pulsado a capturar mujeres como trofeos y sirvientes para de­mostrar que ya no se ocupa del trabajo productivo? Si la pro­piedad se funda en la conquista y el apoderamiento, ¿deberemosconcluir que el hombre es agresivo y adquisitivo?

LA NATURALEZA HUMANA Y EL ESTADO DE LA NATURALEZA,

VEBLEN FRENTE A HOBBES

Veblen trató de contestar tales interrogantes en The Instinct ofWorkmanship and the State ofthe Industrial Arts (1914), El li­bro se inicia con una descripción del hombre como un ser "con­dicionado por el complemento de las proclividades instintivasy las actitudes tropismáticas", El animal humano se encuentra amerced de sus instintos, pero afortunadamente estos instintosson impersonales, benevolentes y teleológicos, tendencias "cons­cientes" que contienen la potencialidad de incrementar el bien­estar material de la comunidad. Antes, en su ensayo "Why isEconomic not an Evolutionary Science?", había descrito alhombre como "no simplemente un montón de deseos que deban

pues, que rico no significa poseedor de cuantías económicas. El rico-heme noera rico porque fuese 'propietario de los instrumentos de la producción' sino alrevés, era dueño de tesoros porque era rico, valiente y aguerrido." José Or-tegay Gasset, "El origen deportivo del Estado", en El espectador, tomo VII.

saturarse L..] sino como una estructura coherente de propen­siones y hábitos que buscan su realización y expresión en unaactividad desenvolvente", Veblen estaba obligado entonces aexplicar cómo estas propensiones, inclinaciones e instintos orien­tarían al hombre hacia fines altruistas. Las dos disposicionesprincipales que conducen hacia el bien común son el impulsodel trabajo y la inclinación paternal. El primer instinto, como elsegundo, forma parte de la herencia nata del hombre, y funcio­na de tal modo que el hombre se ve a sí mismo como "un centrode actividad impulsiva que se desenvuelve, una actividad 'teleo­lógica'. Es él un agente que busca en cada acto la realizaciónde algún fin concreto, objetivo, impersonal. Por la fuerza de sertal agente, el hombre posee un gusto por el trabajo eficaz, y undisgusto por el esfuerzo estéril. Tiene un sentido del mérito delservicio o la eficiencia y del demérito de la inutilidad, desper­dicio o incapacidad". La inclinación paternal como una "dispo­sición instintiva" significa más que solicitud o diligencia por elbienestar de los hijos, y no debe confundirse con "los impulsoscuasitropismáticos de procrear descendientes". Más bien la in­clinación paterna, sobre todo como floreció en las culturas primi­tivas, alcanza a las generaciones futuras, no sólo a la comunidad.Indica "solicitud por el bienestar de la especie en general", y enla medida en que guía al hombre hacia actividades más efi­cientes y productivas en aras de la posteridad, refuerza el sen­tido del trabajo. Los dos instintos están tan íntimamente relacio­nados, que Veblen sugiere que el espíritu del trabajo puedeconsiderarse como el medio para lograr los objetivos de la incli­nación paternal."

La teoría de los instintos de Veblen hace arquear las cejas amuchos académicos modernos. Las confusiones terminológicasde sus sinónimos: "propensión", "inclinación", "impulso", "hábi­to", "proclividad", "sentido", "actitud tropisrnática", etc., hanprovocado que algunos sociólogos consideren poco refinada su

18 Veblen, IOW, pp. 1-37.

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158 TEORÍA E HISTORlA MARX, VEBLEN y EL "ENIGMA" DE LA ALIENACIÓN 159

obra.l? Pero Veblen sabía bien que la teoría de los instintos es"un concepto cuya definición resulta demasiado vaga y cam­biante para satisfacer las exigencias de la ciencia biológica exac­ta",20 y usó el término con gran cautela y reserva en el libro(tiempo después le dijo a un amigo que entendía "por instinto unadirección, un anlage'J.21 Hay confusiones acerca del propósitoy la precisión de los términos de Veblen. Talcott Parsons, porejemplo, compara el instinto del trabajo de Veblen con la ideade "la vocación" de Max Weber. 22 La semejanza es dudosa. ParaWeber, el trabajo es un ejercicio del deber moral represivo; se­gún Veblen, es una "actividad expresiva que se desenvuelve",un concepto totalmente secularizado, libre de la angustia psico­lógica y espiritual supuestamente asociada a la "ética protes­tante". También debemos cuidarnos de equiparar la idea delespíritu de trabajo de Veblen a la idea que tiene Marx de la na­turaleza básica del hombre como un horno faber: Veblen com­paró el instinto del trabajo con la capacidad para el "juego" y la"curiosidad ociosa" (más adelante volveremos sobre este pun­to)," lo que sugiere que el elemento formativo de la cultura nosólo reside en la necesidad biológica de la producción, como di­ría Marx, sino en diversas actividades de expresión simbólicacomo un medio del desarrollo humano, como lo expuso despuésel más eminente de los discípulos de Veblen, Lewis Mumfcrd.t"

rs Véase la defensa que hace Bernard Rosenberg contra esta crítica a Veblenen The Values of Veblen: A Critical Appraisal (Washington, D. C., 1956), pp. 44­46. Louis Schneider presenta un examen completo del problema en The Freud­ian Psychology and Veblen's Social Theory (Nueva York, 1948).

20 Veblen, IOW, p. 2.21 Citado en Dorfman, II, p. 100.22 Talcott Parsons, The Structure of Social Action (Nueva York, 1968), 1I,

p.529.* Veblen subrayó el carácter creativo y expresivo del trabajo para refutar la

noción de la "irritabilidad del trabajo", que se encuentra en la doctrina de la eco­nomía política clásica. Pero, aunque Veblen gustaba de equiparar el trabajocon la capacidad para el juego y aun para la curiosidad ociosa, nunca se mostrómuy entusiasta de la idea del trabajo como placer puro, y en varios lugares des­cribió como una característica del instinto del trabajo "la tendencia a esforzar­se" (Veblen, /OW, p. 33).

23 Lewis Mumford, Technics and Human Development (Nueva York, 1966).

La teoría de los instintos de Veblen postula un antagonismoentre el hombre natural y la cultura que él mismo ha erigido.Al reforzar el instinto del trabajo, la inclinación paternal "sereafirma de continuo en su carácter nato y no enseñado", quelucha por liberarse de las limitaciones de las instituciones mo­dernas y de las ataduras de los hábitos y pensamientos acepta­dos. Pero sólo en las primeras épocas neolíticas estuvieron hom­bres y mujeres de acuerdo con su naturaleza instintiva, con "lasactividades y las relaciones mutuas que favorecían la vida delgrupo". Veblen creía que el hombre nace con instintos que lepermiten ajustar la vida a los fines humanos. Pero hubo ciertogiro extraño, una "inversión irónica" en la herencia nata delhombre, de modo que la congruencia entre la naturaleza origi­nal y la vida primitiva del hombre cede con el tiempo a la dis­cordia, y al final triunfan las instituciones sobre los instintos, lamuerte sobre la vida. Quizá no sea por mera coincidencia quela obra de Veblen Instinct o{Workmanship se haya publicadoen 1914. En aquel año aciago, la civilización occidental parecíaencontrarse en un estado de perdición espengleriana. TambiénVeblen se veía perseguido por la larga sombra del "barbaris­mo", pero en lugar de percibir una "declinación" abrupta de Oc­cidente, parecía expresar una melancolía estoica que nos hacerecordar la meditación de Santayana sobre el destino humano:

En el curso del crecimiento cultural, la mayoría de las civilizacioneso de los pueblos que han tenido una larga historia han experimen­tado ocasionalmente una necesidad imperativa de revisar el esque­ma de sus instituciones a la luz de sus instintos natos, so pena delderrumbe o decadencia; y han escogido en formas diversas, y en sumayor parte a ciegas, vivir o no vivir, según los ha guiado su incli­nación instintiva. Cuando ha ocurrido que operan con bastante fuer­za los instintos que propician directamente el bienestar material dela comunidad, como la inclinación paternal y el sentido del trabajo,o cuando han sido suficientemente endebles los elementos institu­cionales que se oponen a la continuación de los intereses vitales dela comunidad o civilización en cuestión, se han roto los lazos de la

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160 TEORíA E HISTORIA MARX, VEBLEN y EL "ENIGMA" DE LA ALIENACIÓN 161

costumbre, la prescripción, los principios, el precedente; o bien sehan aflojado o modificado para permitir que siga fluyendo la co­rriente de la vida y el crecimiento cultural, con un retraso sustancialo sin él. Pero la historia registra más casos, frecuentes y notorios,del triunfo de instituciones imbéciles sobre la vida y la cultura quecasos de pueblos que se hayan salvado, en virtud de su visión inter­na instintiva, de una situación institucional desesperadamenteprecaria, como la que afronta ahora el pueblo de la cr-iatiandad.ét

La dicotomía que establece Veblen entre la naturaleza ins­tintiva del hombre y la criatura institucionalizada en que seha convertido se asemeja al conflicto descrito por Freud entreel ello y el superyó, entre el yo y el mundo exterior. Pero segúnFreud, el problema reside en el hombre, quien se encuentra di­vidido c~ntra sí mismo en la estructura misma de su psique;en cambio, para Veblen reside en las "instituciones imbéciles"que representan el enajenamiento de la razón de sus crígeneshumanos. Mientras que, según Freud, la cultura surge parareprimir y así canalizar en forma constructiva los instintos delhombre, esencialmente destructivos, Veblen creía que la he­rencia nata del hombre, la cual floreció en la era neolítica, nofue tanto asfixiada como estirada, distendida por el propio pro­ceso de crecimiento.

Veblen no fue claro ni consistente en sus descripciones de lanaturaleza del hombre. Vacilamos en la interpretación de uncientífico social elusivo y aparentemente oscurantista. Por ejem­plo, ¿cómo entenderemos su afirmación de que los instintos delhombre se contrapesan y no son totalmente autónomos? Las"proclividades instintivas -dice- se cruzan, mezclan, trasla­pan, neutralizan y refuerzan recíprocamente". Puesto que nopueden concebirse como si actuaran aisladas e independientesunas de las otras, "deben incontinenti tocarse, mezclarse, tras­laparse e interferirse". Aun el instinto del trabajo, supuesta­mente uno de los impulsos más profundos del hombre, no es lo

24 Veblen, lOW, pp. 24-25.

bastante "apasionado" para que pueda resistir la desviación."Bajo presión, no mantiene tenazmente su lugar como un inte­rés principal en competencia con las otras proclividades ins­tintivas más elementales; sino que [... } cede con cierta facili­dad, sufre represión y se desvanece, y sólo se reafirma cuandose alivia la presión de otros intereses urgentes." No especificaVeblen cuáles son estas proclividades "más elementales", ni losotros "intereses urgentes". Menciona el "instinto del deporte"para contrastar sus frívolas actividades con las del trabajo; y

aparentemente supone que el deportismo surgió del trabajocuando el instinto del primero desvirtuó al del segundo a cau­sa de los cambios ocurridos en las circunstancias de la vida delgrupo. Pero si puede pervertirse un instinto en forma tal, nopodemos menos de preguntarnos si se trata de un instinto ver­dadero; y si las "proclividades instintivas" del hombre puedentanto neutralizarse como reforzarse en forma recíproca, nosqueda la duda de cuáles instintos son más genéricos y cuálesprimarios y fundamentales.é''

Por imprecisa que sea su terminología, Veblen estaba con­vencido de que los instintos básicos del salvaje pacífico pierdensu fuerza original mediante los procesos del cambio y creci­miento. Los instintos, por ejemplo, son impulsos teleológicoshacia fines inmediatos. Sin embargo, los procedimientos y losmedios para alcanzar los fines buscados por los instintos de­penden de la inteligencia, una facultad más "extensiva" y "refi­nada", que por ende puede perder de vista el fin a que debeservir. "Toda acción instintiva es teleológica, implica la ad­hesión a un propósito." En cambio, la inteligencia puede dis­traerse a medida que el cambio y el desarrollo alejan al hom­bre del impulso instintivo que originó la inteligencia. Al revésde lo que ocurre con la "razón" de Kant, la inteligencia es sólouna herramienta sin imperativos normativos; no impone el de­ber a la inclinación. Así, el instinto del trabajo puede combi-

25 Veblen, lOW, pp. 9-11. Véase también Stanley Matthew Daugert, The Phi­losophy ofThorstein Veblen (Nueva York, 1950), p. 89.

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narse con una preocupación por la belleza para producir bie­nes que sean a la vez útiles y estéticos; pero en una comunidad deposición pecuniaria puede desarrollar una devoción por la téc­nica exclusivamente, de modo que la habilidad y la inteligen­cia del trabajador se perderán en un detalle decorativo estéril.La inclinación paternal no es menos corruptible. Puede tenersus orígenes en impulsos altruistas, pero cede su lugar a los"sentimientos egoístas" de una "gerontocracia" cuando la sumi­sión a los hombres maduro~ no inválidos triunfa en la culturacada vez más depredadora y guerrera, característica de lasúltimas etapas del salvajismo y de la primera etapa de barba­rie. Los instintos se desvían o desvirtúan a medida que se des­arrollan las instituciones, y no entiende Veblen por institucioneslas estructuras físicas -corporaciones, gobiernos, universida­des-, sino los "hábitos de pensamiento prevaleciente", las ideas,creencias y principios mediante los cuales regulan sus vidaslos hombres.s"

Excepto por la sugerencia de Veblen de que los instintos pier­den su cualidad (o inocencia) original a causa de los procesos deldesarrollo histórico y las aplicaciones conflictivas de la inteli­gencia derivadas de las "complicaciones institucionales", noestá claro cómo evolucionan instituciones perversas a partir deinstintos productivos. Si el hombre nace como un salvaje ama­ble, ¿por qué se convierte en un bárbaro agresivo? ¿Cuál es, enrealidad, la imagen del hombre que tiene Veblen?

En La clase ociosa se refirió ocasionalmente al "instinto de­predador". Aunque presupuso un estado inicial de salvajismopacífico, concedió que no hay ningún punto de la evolución cul­tural "antes del cual no haya habido lucha", un comportamientoque atribuyó a la generalizada "competencia sexual", cuya se­ñal podemos advertir en los "hábitos conocidos" de los gruposprimitivos y los monos antropoides y en nuestros propios "bienconocidos arrebatos de la naturaleza humana". Pero lo impor-

~6 Veblen, IOW, pp. 1-37, Yen otras.

tante aquí no es la posible ocasión del combate sino la frecuen­te ocurrencia de un "estado mental habitualmente belicoso", laelevación de la lucha al carácter de institución normativa.Este estado marcial se alcanza "sólo cuando la actitud depre­dadora se ha vuelto la actitud espiritual habitual y acreditadade los miembros del grupo", Asi pues, el instinto depredador essimplemente potencial Ysólo se "imprime profundamente enlos hábitos de pensamiento de aquellos pueblos que han pasa­do por la disciplina de una prolongada cultura depredadora".

Cuando se ocupó del tema de la naturaleza humana en TheInstinct ofWorkmanship, no presupuso la bondad "natural" delhombre, es decir, no dio por supuesto lo que debe explicarse. Nisu darvinismo profundo lo llevó a concebir al hombre como unafigura trágica abrumada por la culpa psiquica o el pecado ori­ginal. Admitió que en la controversia sobre la naturaleza delhombre, que separaba a idealistas y realistas, "no son en modoalguno inequívocas" las pruebas de ambos bandos, derivadasde la antropología Yla teoría social. Pero no podía aceptar lapostura de los darvinistas sociales del siglo XIX que considera­ban el principio de la selección natural como prueba de que elhombre es naturalmente combativo y socialmente competidor.El darvinismo sólo mostraba que los miembros más fuertes dela especie han eliminado a los más débiles. Tal teoría no sólosugiere que quienes ahora son más fuertes podrían considerar­se inadaptados, Ysus "proclividades instintivas" inútiles, a me­dida que continúa el cambio evolutivo; sino que apunta que encada etapa previa del esquema evolutivo debe de haber sidomás débil la especie extinta porque era menos agresiva, de modoque al principio de la historia puede haber ocurrido que el hom­

bre fuese pacífico."Veblen sabía bien que muchos de los supuestos de la teoría

social liberal Yconservadora acerca del hombre se arraigabanmenos en el darvinismo que en la filosofía política de Thomas

27 Veblen, Le, pp. 26-27; IOW, p. 100.

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164 TEORÍA E HISTORIA MARX, VEBLEN Y EL "ENIGMA" DE LA ALIENACIÓN 165

Hobbes. En consecuencia, en The Instinct ofWorkmanship hizovarios paréntesis para cuestionar la afirmación de Hobbes deque el estado natura! es un estado de guerra permanente de cadauno contra todos. La descripción de Hobbes puede explicar qui­zá los orígenes del leviatán, es decir, del Estado autocráticopero no los requisitos biológicos de la supervivencia. ¿Cómo po­drían existir los hombres por un solo día en una sociedad deseres adquisitivos donde el derecho de cada uno a todo amena­za el derecho de los demás? "Parece históricamente improbableque el cultivo de plantas y domesticación de animales pudierahaberse logrado en pueblos que no llevaran una existencia acep­tablemente pacífica y en su momento sedentaria." La duraciónextraordinaria del periodo necesario para tales logros en la "an­tigüedad remota" refutaba la visión que tiene Hobbes del hom­bre como un depredador nato, y el predominio de las deidadesmaternales entre las comunidades prehistóricas sugería unacultura de fecundidad antes que de ferocidad. En cuanto a laafirmación de Hobbes de que el "temor" impregnaba el estadonatural y por ende generaba el deseo de orden, Veblen exami­nó algunas sociedades tribuales existentes y descubrió que asíocurría entre algunos nativos "guerreros" de Australia y Mala­sia, pero no entre los esquimales e indios pueblo, más pacíficos.Hobbes había visto hundirse de pronto en la guerra y la revolu­ción a la Inglaterra del siglo XVI, de modo que, junto con otrosteóricos políticos ingleses, temía siempre una reversión al es­tado natura!. El mundo de Veblen también se hundiría en elcaos y la turbulencia en los años de la primera Guerra Mundialpero el estado natural no sería para él una fuente de ansiedadsino de redención:

El modo de vida salvaje, que fue, y en cierto sentido es, innato en elhombre, se caracterizaría por una considerable solidaridad de grupodentro de una unidad relativamente pequeña que viva muy cerca delsuelo y cuya subsistencia dependa irremediablemente de la eficien­cia del trabajo de todos los miembros del grupo. En estas condiciones,

el requisito primordial de la supervivencia sería una propensión noegoísta e impersonal a utilizar al máximo los medios materiales dis­ponibles y una inclinación a emplear todos los recursos de conoci­mientos y materiales para el sostenimiento de la vida del grupo.28

LA CONTAMINACIÓN DE LOS INSTINTOS

Veblen no podía eludir la cuestión de la primera alienación dela humanidad si suponía una etapa inocente de vida salvajepacífica. En su análisis no surge la condición de enajenación dela propiedad privada, cuyos orígenes históricos consideraba"un tema de especulación aventurada't.P' Mucho menos surgecon el desarrollo del capitalismo industrial, que considerabasimplemente una continuación del pasado "bárbaro", donde elmoderno capitán de industria desempeñaba el papel del anti­guo jefe en el combate. Ni se manifiesta primero, como creeMarx, con la aparición del "medio extraño" del dinero.i'? Por elcontrario, es posible que la semilla de la alienación resida en lapropia productividad humana. Además de la complicación yla desviación de los instintos por efecto del hábito acumulati­vo, observó Veblen que "la distorsión más grave que afecta alespíritu de trabajo es lo que podríamos llamar su propia conta­minación". Surge esta infección cuando el hombre primitivo, afin de comprender el mundo natural para trabajar en él y re­gularlo, atribuye cualidades personales familiares a los objetosexternos. Esta tendencia hacia el antropomorfismo o el animis­mo lleva al hombre a proyectar en las cosas externas su propiainclinación por el trabajo. En consecuencia, los fenómenos iner-

28 Veblen, lOW, pp. 36-37.29 Ibíd., p. 149. En su ensayo sobre "The Beginnings ofOwnership" (1898),

Veblen ofreció una posible explicación del surgimiento de la psicología de pose­sión humana. Pero en The lnstinct of Workmanship (1914) examina variasotras interpretaciones que podrían explicar la transición de la etapa salvaje de"trabajo libre" a la etapa bárbara del control pecuniario de la propiedad. En elcapítulo VII analizaremos estas hipótesis.

30 Marx, "Economic and Philosophical Manuscripts", p. 266.

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tes e impersonales de la naturaleza adquieren un significadopersonal, y el propio conocimiento humano experimenta unatransformación básica:

Como todos los hombres actúan de ordinario bajo la dirección de losinstintos y, por ende, con arreglo a la fuerza del sentimiento, buscaninstintivamente algún fin en toda actividad; de suerte que los obje­tos con que se relaciona el trabajador primitivo se conciben tambiéncomo si actuaran bajo cierto impulso instintivo; y se atribuye a ta­les objetos una inclinación, una naturaleza teleológica o pragmática,la que llega a aceptarse sin dificultad como un elemento constitutivode su estructura comprendida. En esta forma, una reputada incli­nación pragmática, innata, de las cosas externas pasa a ser consi­derada como un hecho observado. Por la fuerza del sentido del tra­bajo, los objetos externos se perciben en gran parte en relación conlo que harán. Y por lo tanto, su característica más sustancial, sunaturaleza individual íntima, en la medida en que se conciben comoentidades individuales, es que harán cosas.é!

Según Veblen, en la etapa salvaje inicial de la historia "coexis­ten la mentalidad fáctica y la mentalidad de atribución" singraves efectos adversos para el desarrollo de la tecnología pri­mitiva. Por ejemplo, la atribución de rasgos antropomórficos alas plantas y animales no había impedido el cultivo, la crianza deganado o la domesticación, aunque la proyección de tales ras­gos al fuego y a ciertos tipos de roca, por parte del hombre pri­mitivo, retardó el desarrollo de la metalurgia y artes similares.Pero a medida que se desarrollan las artes industriales, des­cansan cada vez más en el conocimiento objetivo, lo que conducea la expansión de un ambiente científico cuyo control requierede una adaptación impersonal. Así pues, aunque subsisten losinstintos antropomórficos, el animismo está limitado por lasexigencias prácticas. Pero el animismo se sublima, sin llegar adesaparecer. El conocimiento ha evolucionado de manera dual,como un crecimiento en dos escalas de aprehensión, donde el

31 Veblen, IOW, pp. 53-54.

animismo se enfrenta a lo fáctico. Por lo tanto, el mundo se di­vide en dos categorías de percepción, la antropomórfica y lainerte. Ocurrió el progreso científico cuando el hombre primiti­vo percibió un fenómeno como algo inerte y se preguntó: "¿Quépuedo hacer con esto?" De igual modo, el entendimiento tecno­lógico se desvía y el espíritu de trabajo se "contamina" cuando elhombre percibe un fenómeno como algo animado y se pregun­ta: "¿Qué podrá hacer por sí solo?" A pesar de todos los avancesdel conocimiento industrial y científico, el hombre moderno aúntiene que liberarse de su herencia primitiva lo suficiente paraconsiderar sólo la primera pregunta. Veblen sugiere que la ta­rea puede ser imposible desde el punto de vista psicológico, puescuanto más trabaja el hombre con los materiales de la tierra,más adquieren las cualidades animistas "una forma más cir­

cunspecta, ingeniosa e idealizada".

Porque la mutilación de la creación bruta en una mera realidadopaca es tan extraña al hombre, con su sentido instintivo del trabajo,y la "conciencia de especie" se impone de modo tan irrevocable, quese busca la redención de cada renuncia sucesiva a tal inclinaciónatribuida del trabajo por objetos concretos ocultando la atribución de­trás de los fenómenos observados y expresando su reputada incli­nación laboral en términos más definidamente antropomórficos. Deeste modo, una concepción animista de las cosas llega a comple­mentar, y en parte a sustituir, la imputación más ingenua e inme­diata del trabajo, lo que lleva a elaborar mitos más refinados; hastaque en el curso del refinamiento puede surgir un Creador monoteís­ta y providencial, sentado en el espacio infinitamente remoto peroubicuo de cuatro dimensiones.P

Aquí reside el dilema. Marx supuso que, mediante el trabajo,el hombre podría superar el dualismo que lo separa de la natu­raleza porque la actividad humana subjetiva es en sí misma elproceso de la actividad objetiva a través de la cual el hombre

32 Veblen, IOW, pp. 58-59.

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"humaniza la naturaleza't.P Veblen dudaba que pudiera sal­varse este abismo, que el hombre pudiera comprender el mundosimplemente cambiándolo. Mientras Marx creía que el hombredebe actuar para saber, Veblen creía que el hombre debe en­tender antes de actuar, y es posible que lo que aprenda no seajamás el mundo tal como realmente es. El hombre trabaja so­bre la materia al mismo tiempo que el mundo natural escapasiempre a su entendimiento; porque una naturaleza desencan­tarla, tan necesaria para el progreso científico, es tan escalo­friante que el hombre se ve obligado a atribuir interpretacio­nes antropomórficas a los objetos e instituciones de su propiacreación, y vuelve así sagrado e inmutable lo que es natural y

cambiable. Así pues, el espíritu del trabajo lleva consigo las se­millas de su propia alienación (la "autocontaminación"). A me­nudo surge sólo a través de una identificación animista con elmundo natural, pues el hombre primitivo necesita primero in­timar con lo que debe entender. Pero este proceso sólo puedecontinuar hasta cierto punto, porque la realidad tiene capaci­dad para resistir las interpretaciones falsas. Aun así, no puedelograrse por completo el dominio de la naturaleza sin algunailusión de poderes intrínsecos que gobiernen, o de cualidadesocultase" y esta ilusión -daba a entender Veblen- conformólas "leyes invisibles" del mundo de Adam Smith y la "teleolo­gía" de la filosofía de la historia de Marx.

Smith y Marx alabaron las virtudes del trabajo (aunque porrazones diferentes), pero Veblen tuvo cuidado en señalar queel espíritu del trabajo "está peculiarmente sujeto a desviacio­nes. De ordinario, o normalmente, no persigue su propio fin in­dependiente, creativo, sino que se relaciona con los procedimien-

33 Marx, "Economic and Philosophical Manuscripts", p. 304.34 Entre los fenómenos "animistas" que no ha podido extirpar siquiera una

actitud moderna realista, menciona Veblen el concepto de la causalidad, enparticular la búsqueda de causas ocultas en los efectos observados, la ley natu­ral y Dios. Aun el escéptico científico moderno sólo puede remplazar las anti­guas deidades con su propia actividad de hacedor de maravillas. "Es como eltrabajador creativo, el Gran Artífice, que el científico ha adoptado su última pos­tura contra las potencias de la penumbra espiritual." Veblen, IDW, pp. 59-60.

tos y los medios de realización de propósitos dados ins­tintivamente'V" No especificó Veblen cuáles son estos "propósi­tos dados instintivamente", pero afirmó que la preocupacióndel hombre por su reputación es "una característica que siem­pre tuvo y sin duda tendrá siempre".36 Esta tendencia estásólo latente en la cultura pacífica y sedentaria del salvajismo,donde se valora a los hombres en términos de su eficiencia y

asiduidad industrial. Pero el "incentivo de la imitación" estápresente en la sociedad comunal aunque no se exprese abierta­mente (como han descubierto los antropólogos modernos en lasculturas del prestigio y la vergüenza de los isleños de Anda­mán, los habitantes de las islas Trobriand, y los pescadoresmaoríesl."? Así como Rousseau había intuido que el desarrollode "comodidades" por parte del hombre primitivo le produjo "laprimera emoción de orgullo", y que los hombres empezaron a"saber lo que es la estima" cuando perdieron la autosuficienciaal surgir la actividad del grupo.s" Veblen utilizó los estudiosetnológicos contemporáneos para concluir que las actividadeslaborales del hombre están estrechamente relacionadas con lanaturaleza de su ser social. "Dondequiera que las circunstan­cias de la vida tradicional conducen a una comparación habi­tual de una persona con otra en lo tocante a la eficiencia, elinstinto del trabajo se revela en una comparación emulativa oenvidiosa de las personas." El resultado es que el trabajohumano origina la propensión a la emulación, que "con laexcepción del instinto de conservación [...] es probablemente elmás fuerte, alerta y persistente de los móviles económicos pro­piamente dichos".39

35 Veblen, JOW, pp. 34-35.36 Veblen, POS, p. 392.37 A. R. Radclíffe-Brown, The Andaman Islanders (Cambridge, 1933), p. 50;

Rayrnond Firth, Primitioe Economics of the New Zealand Maori (Londres,1929), pp. 164-167; Bronislaw Malinowski, Coral Gardens and their Magic(Londres, 1965).

38 Jean-Jacques Rousseau, The Social Contract and Diecouree on the OriginofEquality (Nueva York, 1967), pp. 212-219.

39 Veblen, TCO, pp. 23-24.

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170 TEORíA E HISTORlA MARX, VEBLEN Y EL "ENIGMA" DE LA ALIENACIÓN 171

De algún modo, el concepto del orgullo se convirtió en el frutodel trabajo. Irónicamente, el trabajo no produce tanto la sustan­cia de la propiedad (mucho menos la plusvalía) como la idea dela propiedad en la medida en que la emulación impulsa a laposesión y acumulación de bienes como prueba de la posiciónsuperior, y este estímulo sirve de motivo importante en la transi­ción de la etapa pacífica a la etapa depredadora de la culturaprimitiva. Así pues, el espíritu del trabajo, infectado ya de una"inclinación pragmática", que lleva al trabajador a considerarque los objetos inertes y los fenómenos naturales se muevenpor sí solos, sufre una nueva contaminación por los "cánones dela distinción envidiosa", que llegan a regir una cultura mone­taria. Pero el instinto del trabajo no se atrofia nunca por com­pleto, observa Veblen, y en las primeras etapas del capitalismopuede expresarse en una dedicación al logro y una repugnan­cia por el desperdicio y la inutilidad. Sin embargo, a medidaque se moderniza la sociedad, el instinto se pervierte y "tiendemás y más a expresarse en un esfuerzo por superar a los demásen el terreno monetario't.v' cuya prueba se palpa finalmente enun estilo de vida que contradice la esencia misma y la ética deltrabajo: la vida de adquisición y ocio, en lugar de producción yesfuerzo. En una cultura caracterizada por la imitación de laposición social, no se buscan el significado y el valor en los pro­cesos de la producción, sino en los objetos del consumo, bienesque han heredado las cualidades animistas del poder y el pres­tigio personal, la dimensión sociológica de la "materialización",que constituye quizá la mayor contribución de Veblen a la teoríasocial moderna.

El hombre ha fallado en dos sentidos, y aquí reside la fuentede su alienación. La primera falta es la maldición del animis­mo, la tendencia de la mente a intervenir en la materia de talmodo que el hombre no pueda aceptar los hechos simplementecomo objetos. No puede haber ningún conocimiento que no estémediatizado por los "hábitos de pensamiento prevalecientes".

40 Veblen, Ten, pp. 23-24.

El resultado de la inclinación antropomórfica del hombre es laresistencia de la sociedad a la comprensión racional. El segun­do defecto es la trampa social del propio espíritu del trabajo.Basado en los cánones de la eficiencia y la utilidad social, paraluego verse contaminado por el instinto de emulación, el espí­ritu del trabajo sólo puede promover el principio de la realiza­ción a costa del principio del placer (en términos freudianos},Veblen estaba convencido de que la productividad humana debedirigirse hacia los intereses de toda la comunidad, pero tambiénestaba convencido de que los "cánones del gusto pecuniario"determinan lo que se producirá. Cuando se fabrica un produc­to para satisfacer a otros, pierde su propio valor intrínseco, y laalegría del trabajo no puede ser un fin en sí misma. Y cuandose fabrica un producto sólo para intercambiarlo por los bienesfabricados por otros, el trabajador supone que puede realizarseen el consumo y no en la producción, que mediante el dineropodrá salir de la situación en que se metió por virtud del traba­jo. Así el espíritu de trabajo, un instinto ennoblecedor y al­truista, impulsa al trabajador a contribuir a su propia aliena­ción. El trabajador no se ve tanto explotado como socializadopor las presiones de la "comparación envidiosa".

EL PROCESO DE LA MÁQUINA Y LA CURIOSIDAD OCIOSA

Veblen trató de encontrar una solución a estos dos dilemas, la di­ficultad antropomórfica y la conversión del espíritu de trabajoen servidumbre. En lugar de las inevitables propensiones ani­mistas del hombre, Veblen propugnó el ascenso de "el procesode la máquina". La máquina "arroja los hábitos de pensamientoantropomórficos; impulsa la adaptación del trabajador a su tra­bajo, en lugar de adaptar el trabajo al trabajador"." Los hom­bres deben trabajar con la máquina y regirse por sus procesos,

41 Veblen, BE, p. 310.

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172 TEORíA E HISTORlA MARX, VEBLEN Y EL "ENlGMA" DE LA ALlENACIÓN 173

porque la "disciplina" de la máquina elimina todo el residuoantropomórfico de la naturaleza humana. La mentalidad "rea­lista" es la "incidencia cultural" de la tecnología de la máquina.Liberado por la máquina, el hombre podrá ver las cosas en tér­minos de causa y efecto, antes que de bien y mal, de "peso, tallay medida", antes que de mérito y demérito, de procesos natura­les y no de reglas de precedentes establecidos, de objetos im­personales y no de fuerzas personales. Veblen aplaudía lo queHenry Adams y Max Weber temían: el desencantamiento delmundo como resultado de la extirpación del animismo y el su­pernaturalismo. Sólo entonces dejarán de tener sentido la ma­gia, religión, nacionalismo, la cultura del consumo, el derechode propiedad y el desperdicio y la inutilidad de la guerra, parauna mente que ya no es susceptible de alienarse a sí mismaporque se ha liberado de la necesidad de intervenir la expe­riencia en términos humanos.

Sin duda es ésta una solución extraña de la condición huma­na: [el hombre podrá recobrar su integridad preenajenada sólosi se despoja de sus cualidades emocionales de hombrel Casino hay necesidad de mencionar los dilemas éticos obvios de talproposición. La verdadera dificultad es que la solución de Ve­bien sólo robustece la paradoja de la propia alienación. Veblenno explica claramente cómo surgió la máquina en primer lu­gar, por qué el hombre -al revés del resto del reino animal­no se conforma con lo que requiere objetivamente la vida, sinoque necesita inventar una tecnología. Este hecho indica que elhombre no se enajenó, no cayó de un estado de "comunismo pri­mitivo" (Marx) o de "salvajismo pacífico" (Veblen), sino que yaestaba enajenado en el centro de su ser, que el propio "instintodel trabajo" que produjo la máquina alejó al hombre de su esen­cia. Porque si el ser del hombre coincidiera plenamente con elde la naturaleza, no tendría ninguna necesidad; sus aspiracio­nes y sus satisfacciones serían la misma cosa, y por lo tanto elmundo no le sería extraño. Pero el invento de la máquina, yasea la herramienta primitiva o la tecnología moderna, sugiere

un "deseo", la necesidad del hombre de convertirse en algo queoriginalmente no es.

La teoría tecnológica del desarrollo histórico de Veblen noofrece ninguna solución para el problema mismo de la aliena­ción que pone al descubierto. Por una parte, limita al hombre alpapel de productor y así no hace justicia a la humanidad plenadel trabajador. El hincapié que se hace en el espíritu del traba­jo implica que el hombre se conforma con el mundo externo delos objetos, el plano determinista de la naturaleza donde el sig­nificado del trabajo se pierde en las tareas rutinarias de lasobrevivencia y no puede elevar la existencia por encima de lascargas biológicas de la vida. El concepto que tiene Veblen delhombre se restringe severamente al horno faber y omite todo elcampo de las relaciones sociales y las aspiraciones culturales,pues toda la actividad humana parece reducida al denomina­dor común de la obtención de los bienes básicos de la vida. Y enla medida en que el productor -por libre, creativo y "feliz" quesea- se mueva en un mundo de cosas y no de personas, resul­tará difícil entender cómo se desenvuelve la personalidad hu­mana en la noción del trabajo que tiene Veblen. Es posible quesu concepto darviniano de la lucha lo haya liberado de las res­tricciones del pensamiento ortodoxo, pero también lo confinó aun naturalismo que se ocupa de los procesos brutos de la viday no de sus propósitos y valores humanos. El hombre moderno,como sus antepasados más antiguos, no trabaja para vivir, sinoque vive para trabajar; porque el valor de la vida reside, segúnVeblen, en las actividades necesarias para llevarla adelante ynada más.

¿Por qué trabaja el hombre? Resulta curioso que tanto Ve­blen como Marx, que critican la idea capitalista de que el tra­bajo refleja la necesidad, eluden las implicaciones más profundasdel hombre como animallaborans. 42 Ninguno de ellos conside­ra que el trabajo mismo puede ser enajenante en la medida en

H Véase Jobo P. Diggins, "Thoreau, Marx, and tbe 'Riddle' of Alienation",Social Research 39 (1972), pp. 571-598.

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174 TEORÍA E HISTORlA MARX, VEBLEN Y EL "ENIGMA" DE LA ALIENACIÓN 175

que el hombre se ve impulsado a esforzarse porque forma par­te de la naturaleza y sin embargo aspira a ser algo más quenaturaleza. (Weber atribuyó esta condición a la Angst del pro­testantismo, en particular del calvinismo; pero Ortega y Gasset,quien escribe en un ambiente católico, ve al hombre occidentalen general como "una especie de centauro ontológico".)43 TantoVeblen como Marx le piden al hombre que no cuestione el sig­nificado de la existencia, sino que expanda su poder sobre lasmaterias de la existencia mediante la industria y la tecno­logía: "el libro abierto de los poderes esenciales del hombre"(Marxr." Así pues, sin darse cuenta siguen ambos la tradiciónprotestante de instar al hombre a buscar en el trabajo lo queha perdido en la vida. Además, Marx y Veblen estaban similar­mente preocupados por el problema de la ideología, por el pen­samiento inconsciente de sus motivos, y por los hábitos de pensa­miento que desvirtúan la percepción mental de la realidad.Ambos creían que la liberación genuina sólo se inicia cuandotodas las ilusiones terminan. Pero no podemos dejar de cues­tionar si el "animismo" y la "falsa conciencia", que Veblen y Marxtratan de extirpar, afectan sus propios pensamientos. En lossupuestos de ambos pensadores, el trabajo toma cualidades má­gicas, es el medio que utilizan Veblen y Marx para achacar alos procesos del mundo natural las cualidades originadas en elmundo humano. La máquina es para Veblen lo que el proleta­riado es para Marx: el agente mítico a través del cual se realizancomo hecho objetivo los ideales nacidos del deseo puro. El hom­bre primitivo acredita poderes ocultos a los palos y las piedrasde eficacia probada; en las mentes "modernas" de Veblen yMarx, los procesos inanimados (es decir, la "disciplina de la má­quina") o las abstracciones metafísicas (es decir, la "negaciónde la negación") parecen concebidos inconscientemente en tér-

43 Ortega y Gasset, "Man the 'I'echnician", en History as a 8ystem and OtherEssays toward the Philosophy o(History (Nueva York, 1962), pp. 87-161. Tengouna gran deuda con este ensayo.

44 Marx, "Economic and Philcsophical Manuscripts", p. 310.

minos de valores humanos para que el mundo externo obedez­ca a sus deseos morales.v

Podría afirmarse entonces que Veblen no fue suficientementecientífico en su intento de formular una respuesta para la alie­nación. Pero no es ésta la postura de algunos de los mejorescríticos de Veblen. Theodor Adorno, un crítico simpatizante queha escrito el ensayo más perspicaz sobre las deficiencias de lateoría social de Veblen, llega a la conclusión contraria y acusaa Veblen de una especie de positivismo aquiescente:

Como positivista que no reconoce ninguna norma que no sea laadaptación, Veblen plantea con sarcasmo, en uno de los pasajes másavanzados de su obra, la pregunta de por qué no debemos tomarcomo determinado el principio del desperdicio, la inutilidad y la fe­rocidad que, de acuerdo con su doctrina, constituye el canon de ladecencia monetaria: "Pero ¿por qué se requieren disculpas? Si pre­valece un conjunto de sentimientos populares en favor de los depor­tes, ¿por qué no es ese hecho una legitimación suficiente? La prolcn­gada disciplina del valor astuto a la que se ha sometido la raza bajola cultura depredadora y semipacífica ha transmitido a los hombresde hoy un temperamento que encuentra satisfacción en estas ex­presiones de ferocidad y astucia. Por lo tanto, ¿por qué no aceptarestos deportes como expresiones legítimas de una naturaleza huma­na normal y sana? ¿Qué otra norma existe... ?" Aquí, el razonamien­to de Veblen lo aproxima al peligro de capitular ante lo meramenteexistente, ante el "barbarismo normal". Su solución es sorprenden­te: "La norma ulterior a la que se recurre es el instinto del trabajo,que es un instinto más fundamental, de prescripción más antigua quela propensión a la emulación depredadora". Ésta es la clave de su

4.5 Alvin Johnson, colega de Veblen en la Nueva Escuela, se aproximó a expo-ner una observación similar en otro contexto: "La teleología es la especialidadde Veblen. Basta que otro científico formule una generalización, por abstractaque sea, para que Veblen extraiga de allí un elemento teleológico, un motivoulterior. Es como un patólogo hábil, capaz de demostrar que todo el mundo estápadeciendo su enfermedad favorita L..] Tal patólogo suele terminar por con­traer él mismo la enfermedad, si es transmisible; y aunque no lo sea, tenderá areproducir los síntomas. Así le ha pasado a Veblen". (Reseña que hizo Johnsonde The Instinct of Workmanship en la publicación Political Science Quarterly31 [19161, p. 631.)

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46 Theodor Adorno, "Yeblen's Attack on Culture", Studies in Philosophy andSocial Science 9 (1941), pp. 389-413.

47 Robert Heilbroner, The Worldly Philusophers (Nueva York, 1961), p. 212.48 Veblen, ntc, p. 313.

teoría de la edad primitiva. El positivista se permite pensar en lapotencialidad del hombre sólo mediante su expresión como un dato,es decir, como expresión del pasado. No permite otra justificación dela vida no depredadora que aquella que, supuestamente, es aúnmás determinada, más positiva, más existente que el infierno de laexistencia. La edad dorada es el asylum ignorantie del positivieta.t"

Se presenta a Veblen como un empírico carente de ética: bus­ca sin esperanza una norma mítica que sea más básica que larealidad inmediata; quiere establecer la validez de un ideal ba­sándose en su antigüedad.

Robert Heilbroner es otro crítico radical compasivo; admiró aVeblen más por los enemigos que se fabricó que por las respues­tas que dio. A Heilbroner lo perturba el culto del cientificismode Veblen. "Es cierto que las máquinas nos hacen pensar fría­mente, pero es posible que nos lleven a pensar con demasiadafrialdad. No olvidemos que el objetivo de una dirección 'cien­tífica' de la producción puede ser el robot humano y que el pro­ceso de la máquina puede permitirnos el ejercicio de nuestrojuicio técnico, pero también puede ahogar y frustrar nuestraimaginación y nuestras emociones."47

Veblen esperaba tales críticas. "Durante más de un siglo-observó en Business Enterprise- este cambio de los hábitosde pensamiento del trabajador se ha considerado como un de­terioro o un entorpecimiento de su intelígencia.?" Veblen acep­tó incluso la mitad del argumento, por lo menos, al afirmar quela tecnología eleva ciertas clases de inteligencia y rebaja otras.Quizás haya podido aceptarlo porque él mismo era ambivalenterespecto de la perspectiva de una sociedad totalmente mecani­zada. Ya vislumbramos algo de esta ambivalencia al discutirsu ensayo "The Place of Science in Modern Civilization". Susreservas se vuelven más marcadas en el capítulo final de The

177

49 Veblen, IOW, pp. 318-334.M) Citado en Dorfman, n, p. 113.

MARX, VEBLEN Y EL "ENIGMA" DE LA ALIENACIÓN

Instinet of Workmanship. "El límite de la tolerancia innata enel hombre, en términos físicos y espirituales, no llega a ese ma­terialismo absoluto ni a esa rutina mecánica inevitable a laque conduce la tecnología de la máquina." Entre los diversospueblos del mundo cristiano "hay una oposición visible contralas enseñanzas de la máquina, oposición que en ciertos mo­mentos y entre ciertas clases de la población llega al punto dela repulsión". Veblen llegó a sugerir, con un giro irónico tantípico de sus conclusiones, que aunque la máquina es muy efi­caz para sacar al hombre de la era artesanal, el hombre mo­derno se aleja de la tecnología y suspira por "la vida sencilla" y

por un "retorno a la naturaleza". Este comportamiento es par­ticularmente visible entre los "moderadamente ricos, las clasessemioeiosas" que se inclinan a los cultos y las fantasías. "Ni laforma de vida impuesta por el proceso de la máquina, ni el modode pensamiento inculcado por el hábito a su lógica, encajaránen el movimiento libre del espíritu humano, nacido para ajus­tarse a las condiciones de la vida salvaje. Se observa así unrecrudecimiento irreprimible -en cierto sentido congénito­de la magia, ciencias ocultas, telepatía, espiritismo, vitalismo y

pragmatismo.?"¿Estaría profetizando Veblen el surgimiento de los hippies y

los hijos de las flores de los años sesenta, los "nuevos mutan­tes" que dieron la espalda a la tecnología para emprender supropia búsqueda de la inocencia pastoril? O ¿estaría expresan­do sus propios pensamientos ocultos y, como dice su admiradoringlés R. M. Fax, "reconociendo la aversión humana contra lamecanización'Y'" Resulta difícil saberlo, y así lo quería Veblental vez. También resulta difícil entender cómo podía conciliarel conocimiento científico empírico, basado en la causalidad me­cánica, con lo que llamaba el "libre movimiento del espíritu hu­mano". Pero parece claro que Veblen estaba buscando algo másallá del espíritu de trabajo y el proceso de la máquina, alguna

TEORÍA E HISTORIA176

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clave epistemológica tan preciosa que no pudiera ser corrompi­da por las instituciones ni volverse contra sí misma por su po­tencialidad oculta de "autocontaminación". Hemos visto queVeblen no tenía sólo una respuesta al animismo sino también ala segunda deficiencia que afecta al hombre, la inversión delespíritu de trabajo en servidumbre. Si la disciplina de la tec­nología pudiera ayudar a superar la primera deficiencia, la res­puesta a la segunda residiría en el "instinto de la curiosidadociosa".

Veblen formuló este "instinto" en "The Place of Scíence inModero Civilization", donde trató de distinguir entre la investi­gación empírica genuina y el método pragmático del conoci­miento. "El pragmatismo no crea otra cosa que máximas deconducta conveniente. La ciencia sólo crea teorías,"!' El conoci­miento científico sólo avanza cuando los hombres piensan endesafío de intereses inmediatos. Tal procedimiento requiereuna "atención inaplicable" a la práctica, una indiferencia a lasconsecuencias de las ideas en aras de su comprensión total. Laepistemología incolora, libre, a la que aspira la ciencia, se enfo­ca y sistematiza mejor bajo los "cánones de la curiosidad quebajo los de la conveniencia". Sólo una ciencia que sea pura­mente especulativa podrá liberar a la imaginación lo suficien­te para cuestionar sus propios prejuicios y desafiar las normasaceptadas por la sociedad. Así pues, el ensayo de Veblen tratade iluminar las limitaciones del pragmatismo como una pro­posición epistemológica. Porque la filosofía del pragmatismo,producto de la cultura norteamericana, no podría constituir unrecurso para cuestionar los fundamentos de esa cultura. El prag­matismo no tiende sólo hacia el ajuste y la adaptación, sinotambién hacia la imputación. No es una coincidencia, reflexio­nó Veblen, que los filósofos pragmáticos estadunidenses con­temporáneos estuviesen imputando a la doctrina decimonóni­ca de la evolución la doctrina del progreso del siglo XVIII.

51 Veblen, POS, p. 19.

En The lnstinct ofWorkmanship regresa Veblen a la noción dela curiosidad ociosa. Ahora sugiere que quizá sean incompatiblesel espíritu de trabajo y la curiosidad. El hombre común tieneescasa capacidad para la curiosidad natural, sobre todo en unacultura de activismo y adquisición, de manera que la curiosi­dad libre sigue siendo el genio peculiar de individuos excepcio­nales considerados como "soñadores l.. .l de mente insana". La,cualidad de la ociosidad, de la reflexión incondicional, implicauna ausencia completa de objeto o sentimiento utilitarista, y

esto explica por qué recibe tan escasa atención en los EstadosUnidos, aunque la sociedad norteamericana se beneficia del co­nocimiento y la información fáctica derivados de la especula­ción desinteresada. Los trabajadores laboran con arreglo a loshábitos y las convenciones de la cultura existente, mientras quela curiosidad ociosa está "perturbando persistentemente el cuer­po de conocimientos sobre el que opera el espíritu de trabajo".Pero aun cuando tal cuerpo de conocimientos incorpora la nue­va información descubierta por los soñadores curiosos, no esta­mos más cerca de la verdad, porque el espíritu de trabajo ajus­

ta la realidad a sus propios propósitos:

El espíritu de trabajo utiliza así el material que se ofrezca como co­nocimiento, o como hechos. En las formas ya indicadas, este uso delos "hechos" establecidos se ve estimulado y obstruido a la vez por elhecho de que la información obtenida por la incesante curiosidaddel hombre se reduce a una forma sistemática, en su mayor parte ototalmente conforme a los cánones del espíritu de trabajo. Para lamayor parte del conocimiento humano, esto significará que la mate­ria prima de los hechos observados se trabajará en forma selectiva,se conectará y se acumulará de acuerdo con un reputado orden decosas teleológico, expresado con cierto dramatismo. De aquí se sigueque el conocimiento que así se obtenga se conserva y se transmitede una generación a otra en una forma que se presta con facilidad amanipulación laboral; ya está digerido para su asimilación en unesquema teleológico que instintivamente gusta al sentido de locorrecto que tienen los trabajadores. Pero también se sigue que en

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la medida en que el orden personalizado, teleológico o dramático asíatribuido a los hechos no refleje, por casualidad, fielmente las rela­ciones causales subsistentes entre estos hechos, su utilización comoelementos tecnológicos acarreará algunos problemas. Así que la con­currencia de la curiosidad y el espíritu de trabajo en la asimilaciónde los hechos en esta forma puede generar -yen la cultura primi­tiva debe generar- un retraso del progreso tecnológico, en compa­ración con lo que podría haber sido concebiblemente el resultado deesta obra de la curiosidad ociosa si no estuviese innatamente conta­minada por el sentido del trabajo y no tendiera así a las concepcio­nes de una eficacia mágica en lugar de una eficiencia mecánicaP''

¡Increíble! Parece que Veblen nos ofrece una pesadilla epis­temológica. La experiencia estará condicionada siempre porrasgos animistas, de modo que no puede proporcionar la ver­dad; el pensamiento estará siempre desvirtuado en la acción; yel espíritu de trabajo nunca podrá elevarse por encima de unamanipulativa preocupación por el uso del conocimiento en lugarde entender la realidad. Sólo la "curiosidad ociosa" podrá libe­rarse de los intereses inmediatos y las ilusiones antropomórfi­cas y aportarnos el conocimiento de los fenómenos, en virtudde su percepción superior del fenómeno del conocimiento. Peroaun este recurso intelectual precioso estará "contaminado" enel momento en que se aplique, en el momento en que deje deser ocioso.

Si el problema de la sociedad es el problema del conocimientode la sociedad, como ha señalado Karl Mannheim, Veblen afron­tó francamente este reto epistemológico. Cuestionó un supuestoque es básico tanto para el pragmático como para el marxista,el supuesto de que, mediante la praxis, podrá identificarse lapercepción de la realidad con la naturaleza de la realidad mis­ma, que el mundo social puede "conocerse" simplemente actuan­do sobre él y transformándolo, Así pues, Veblen no pudo ofrecerotra solución a la alienación humana que invocar la mística de

52 Veblen, lOW, pp. 88-89.

la curiosidad ociosa, un modo de conocimiento tan desprovistode contenido funcional que no podía ser corrompido por las ins­tituciones existentes, una epistemología tan encendida por lallama de la intención pura que no tenía ninguna obligación haciaotra causa que no fuese el canon de la curiosidad misma.

La idea es noble, ¿pero es factible? Pragmáticos y marxistasdirían que Veblen divorcia la teoría de la acción, que quieremeditar en los problemas de la existencia en lugar de resolver­los. Estas críticas no van al fondo del problema del enajena­miento del hombre. La "curiosidad ociosa" es en realidad la ex­posición de una condición antes que un remedio para ella. Lacuriosidad presupone un estado de vacío intelectual, un inten­to por descubrir en el pensamiento lo que no puede encontrarseen la acción. No puede ser el medio para superar la alienaciónporque en realidad es una descripción del enajenamiento. Se­gún Veblen, el hombre conoce el mundo antes de cambiarlo,pero el conocimiento tiene para Veblen el mismo significado queel trabajo para Marx. El conocimiento empieza con la duda, asícomo el trabajo empieza por el deseo. Ambas actividades indi­can que el hombre está impulsado por el deseo de saber más delo que puede aprender y de llegar a ser más de lo que es. La ne­cesidad de conocer y el deseo de hacer sugieren un vacío den­tro de la naturaleza del hombre, una aspiración a la autorrea­lización. Resulta difícil entender cómo podrá superarse laalienación mediante las actividades que manifiestan la ansie­dad de la propia alienación. En efecto, tal supuesto puede ser

la ilusión del "animismo".

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VI. COSIFICACIÓN, ANIMISMO, EMULACIÓN:LA HEGEMONÍA CULTURAL DEL CAPITALISMO

EL CAPITALISMO Y SUS ADVERSARIOS: WEBER, MARX, VEBLEN

Max Weber, Carlos Marx y Thorstein Veblen, los tres grandesteóricos sociales del capitalismo industrial, supusieron que unentendimiento del "problema" de la sociedad moderna debeiniciarse en la investigación histórica. También supusieronque el futuro del capitalismo sólo podría aprehenderse si seentendiera su crecimiento y desarrollo a través de la historia;y creyeron que la dimensión histórica del conocimiento ofrecela mejor perspectiva para volver inteligible la "realidad" actualen que nos encontramos.

Pero estas aspiraciones comunes ocultan diferencias más pro­fundas y fundamentales. Una comparación de Weber, Marx y

Veblen ilustra las diversas formas en que pueden comprender­se los fenómenos históricos similares desde perspectivas dife­rentes. Weber, por ejemplo, creía que nuestra realidad humanano puede conocerse jamás sin "presuposiciones" valoratívae, ysu escepticismo acerca de la posibilidad de descubrir "factores"últimos o "leyes" generales generó una visión trágica de la his­toria que difiere notablemente de la postura tecnológica de Ve­bIen, ya no digamos de la omnisciencia teleológica de Marx.El tratamiento que hace Weber del ascenso del capitalismo enparticular y de la sociedad moderna en general es sutil, pe­netrante y comprensivo en su análisis funcional de las interre­laciones entre las ideas y las instituciones.

La filosofia de la historia de Marx ofrece también muchoscontrastes interesantes con la de Veblen. Marx inicia su aná­lisis del pasado suponiendo que la historia de la humanidad

182

LA HEGEMONÍA CULTURAL DEL CAPITALISMO 183

representa un proceso triple: un ascenso, en que el hombre ob­tiene un control creciente sobre la naturaleza Y sus recursosmediante el desarrollo de la ciencia y la tecnología; un descen­so, en el cual el hombre se separa cada vez más de sí mismo y desus semejantes; y una síntesis, en que el hombre y la historiaparticipan en un movimiento ascendente de la conciencia, queevoluciona hacía un fin predeterminado. A propósito de este es­quema, Veblen creía que "la estructura teórica de Marx se de­rrumba cuando se convierten estos elementos a los términosde la ciencia moderna". Para Veblen, el enfoque de Marx era"enteramente personal" y "teleológico": Marx advertía una metaal final de la "prehistoria" porque eso era lo que quería ver. Enlugar de la visión hegeliana-marxista, que significaba paraVeblen el triunfo de la voluntad sobre el intelecto, el científicosocial norteamericano ofreció la visión darviniana, que repre­sentaba la subordinación de la mente a la dimensión mecáni­ca-materialista del mundo natura!. Sin embargo, el papel de lamente no sería pasivo; como hemos visto, el kantismo de Veblenimpedía el materialismo unilateral o el conductismo extremo.El conocimiento se obtendría a través de alguna forma de atri­bución, pero la proyección sería supuestamente más congruen­

te con la realidad empírica.

En el esquema de pensamiento darviniano, la continuidad buscadaen los hechos y atribuida a ellos es una continuidad de causa y efecto.Es un esquema de ciega causalidad acumulativa donde no existeninguna tendencia, ningún término final, ninguna consumación. Lasecuencia sólo está controlada por la vis a tergo de la causalidadbruta, y es esencialmente mecánica. El esquema de desarrollo neo­hegeliano (marxista) se elabora sobre la imagen del espíritu humanode lucha ambiciosa; el esquema de la evolución darviniana tiene la

naturaleza de un proceso mecánico.'

Donde Marx percibió significado y propósito en la historia,Veblen sólo percibió movimiento y proceso, moción sin dirección

1 Veblen, POS, pp. 436-437

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184 TEORÍA E HISTORIA LA HEGEMONÍA CULTURAL DEL CAPITALISMO 185

teleológica. Para Marx, el presente es un preludio del futuro;para Veblen, el presente lleva la carga del pasado.

A pesar de estos modos de aprehensión diferentes, Marx,Veblen y Weber estaban igualmente convencidos de que el pro­blema teórico central de la investigación histórica debe ser elde los orígenes, desarrollo y destino del capitalismo. ¿Cuál es ladinámica interna del sistema moderno del capitalismo? ¿Quélo hace surgir como si fuese el demiurgo de la historia, trayendoconsigo bien y mal, progreso y pobreza?

En el escenario de Marx, el capitalismo se desarrolla direc­tamente del feudalismo, la cuarta etapa de la historia que su­cede a los modos de producción primitivo, comunal y esclavo.Marx no dio una descripción satisfactoria del feudalismo: fuepara él una etapa de transición que presenció la transforma­ción de la pequeña agricultura campesina, con servidumbre, enla mano de obra urbana representada por artífices y artesa­nos. La desintegración del feudalismo se liga al surgimiento dela ciudad, el centro de la actividad mercantil, y "la mano de obralibre" ya no está ligada a la tierra. Aquí, en un periodo queabarca desde el siglo XII hasta el XIV, pueden discernirse las se­millas del capitalismo en la formación del capital mercantil y

usurario y en la alienación o enajenamiento creciente del pe­queño productor frente al control de sus productos, la nuevaposición del campesino semiindependiente, que depende más y

más del mercado para la venta de su trabajo. Aunque el patrónvaría en términos geográficos, el desarrollo pleno del capitalis­mo se ve obstruido por las restricciones feudales del campo, queimpiden el crecimiento de un sistema crediticio, y por las res­tricciones gremiales de la ciudad, que limitan el número dejornaleros y aprendices. Así pues, las nuevas fuerzas producti­vas y la creciente clase nueva de los comerciantes se ven conte­nidas a cada paso por el modo tradicional de la producción agrí­cola y el sistema tradicional de las relaciones sociales feudales.

Dos acontecimientos acuden a liberar al incipiente capitalismode sus ataduras feudales. A fines del siglo xv, los nuevos descu-

brimientos geográficos significan una entrada de capital, sobretodo en forma de oro y plata de América, y al mismo tiempo sedesarrolla una demanda de bienes, y a consecuencia de estose minan aún más los arreglos económicos y sociales existentes.Más importante aún para el derrumbamiento del feudalismoes el desarrollo de la "acumulación primaria" de la inversióncapitalista, un desarrollo que sólo puede ocurrir, según la teo­ría laboral del valor expuesta por Marx, cuando los dueños deldinero y de los medios de producción se encuentran directamen­te con las masas de trabajadores privados de sus instrumentosde producción y dejados sólo con su poder de trabajo, quienesahora, presas de la desesperación, deben venderlo a cambio desalarios. Este proceso ocurre en periodos diversos en países di­ferentes, y se manifiesta en formas variadas. Marx se concentraen el caso de Inglaterra, donde aparece el proceso en su "formaclásica". Aquí se inicia en el último tercio del siglo xv, dramati­zado con la expropiación del agricultor independiente, el infamemovimiento de los cercamientos "escrito en los anales de la hu­manidad con letras de sangre y fuego". Durante este periodo,la nobleza, empobrecida por las grandes guerras feudales, dis­persa a sus sirvientes y desarraiga a los campesinos para con­vertir la tierra cultivable en pastos que puedan ser adminis­trados sólo por unos cuantos ganaderos. Poblaciones enterasde campesinos independientes se dispersan en la ruina total y searrojan al mercado como la primera "masa de proletarios li­bres". La Reforma aporta un "impulso nuevo y terrorífico" alproceso, mediante la supresión de los monasterios y la distri­bución de las tierras a los favoritos reales o los especuladores,que dispersan a los campesinos y consolidan sus explotaciones.Todo el proceso de cercamiento es una sucesión de "la más des­carada violación de los 'sagrados derechos de propiedad' y delos actos más crueles de violencia contra las personas", quienesse "liberan" de la servidumbre del campo sólo para quedar es­clavizadas del sistema salarial de la ciudad.

En esta etapa apenas se ha sembrado la semilla del capita-

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186 TEORíA E HISTORIA LA HEGEMONíA CULTURAL DEL CAPITALISMO 187

lismo. Lo que se requiere para que florezca es la formación deuna clase nueva, dispuesta a explotar la mano de obra. Este des­arrollo se inicia cuando surgen los fabricantes en los puertosde resultas de la acumulación del capital, facilitada por los des­cubrimientos marítimos. Después del siglo XVI, la producciónorganizada se extiende a las áreas rurales, donde pueden in­culcarse hábitos de trabajo colectivo a hilanderos y tejedorescon escaso adiestramiento técnico. Así pues, la era capitalistano se inicia con los inventos técnicos (como cree Vehlen). La pri­mera fase genuina de la producción capitalista es la "manufac­tura", que para Marx significaba el trabajo manual, y se ex­tiende durante más de 200 años, desde mediados del siglo XVI

hasta el último tercio del siglo XVIII. Durante este periodo surgeuna división del trabajo, pero la manufactura como modo deproducción no representa un alejamiento radical del sistemade la artesanía medieval." Lo nuevo es el ascenso de una clasenueva, la burguesía, que cada día controla en mayor medidalos medios de producción en virtud del control que ejerce sobreel flujo de capital; y esta clase nueva es responsable del movi­miento del capital, que sale del comercio y la producción con elúnico objeto de la acumulación del propio capital. Esta clasecrece considerablemente a fines del siglo XVI y el XVII y expresasu peso político en la Revolución inglesa, la "revolución glorio­sa", que, según Marx, "llevó al poder a los que se apropiaban dela plusvalía", los "capitalistas burgueses" dedicados a la pro­moción del comercio libre de la tierra, a la extensión del dominiode la agricultura moderna en grandes sistemas agrícolas, y elacrecimiento de su oferta de "los proletarios agrícolas libres alalcance de la mano".3

2 La fase que llamaron "industria moderna" Marx y Engels sólo aparece afines del siglo XVlll. La evolución técnica de la maquinaria, avivada sobremane­ra por el sistema fabril, es una respuesta a las demandas crecientes de un mer­cado siempre en expansión al que ya no puede satisfacer el trabajo manual.Marx, El capital, 1, pp. 368-369, 430, 502. Véase también Marx, The Poverty ofPhilosophy (Nueva York, 1973), pp. 150, 152.

3 Marx, El capital, 1, pp. 676-677.

Quizás haya sido un error de Marx la elección de Inglaterrapara ejemplificar el ascenso creciente de la sociedad capitalistaen su "forma más típica". Porque aquí la clase media nunca llegóa asumir el dominio político, por lo menos no en el siglo XVII, y

quizá ni siquiera en los siglos XIX o xx. Aun es posible que la"Gran Rebelión" ocurrida en Inglaterra durante el siglo XVII nohaya impuesto ningún cambio fundamental en la estructurasocial del país. En el estudio más amplio de esta cuestión TheCrisis ofthe Aristocracy de Lawrence Stone, la nobleza no afron­ta ninguna amenaza grave por parte de los crecientes recursoseconómicos y la influencia política de una clase mercantil eindustrial de capitalistas, cuyos intereses financieros se veíanfrustrados por las posiciones privilegiadas de una aristocraciafeudal, según se creía tradicionalmente. Afirma Stone que eldesafío a la autoridad de la nobleza no provenía de "los capita­listas o la burguesía, sino de sólidos terratenientes, que se en­contraban apenas un peldaño por debajo en la escala social yeconómica, los caballeros rurales. En cuanto a los hombres ver­daderamente nuevos, los comerciantes ricos, estaban demasiadoocupados ascendiendo por la escala para tratar de derribarla"."El hincapié de Stone en las aspiraciones de la posición social ysu investigación sostenida del comportamiento de la noblezacon su riqueza y no sólo de la forma de su adquisición, represen­ta un desplazamiento de una interpretación económica a unainterpretación sociológica de la causalidad histórica, que se ase­meja al análisis que hace Veblen de las minorías selectas de laclase ociosa.*

4 Lawrence Stone, The Crisis ofthe Aristocracy, 1558-1641 (Nueva York, edi­ción Galaxy, 1967), p. 8.

* '" La esencia de la clase social-afirma Stone citando una fuente anónimaal final de su libro- es la forma como tratan a un hombre sus semejantes (yrecíprocamente, la forma en que este hombre los trata a ellos), no las cualidadeso las posesiones que provoquen el tratamiento'" (p. 349). Conforme al análisisde Veblen, la riqueza afecta el comportamiento, y el tratamiento que recibeuna persona está influido por la exhibición de posesiones, lo que sirve como unaespecie de "código" en las relaciones de posición social que regulan la comunica­ción social. A Marx le interesaba la clase, que consideraba determinada por larelación del hombre con los medios de producción. Veblen, al igual que Stone,

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VEBLEN y LAS ETAPAS DEL DESARROLLO HISTÓRICO

En el esquema del desarrollo histórico de Veblen, la instituciónde la clase ociosa, que tiene antecedentes en la sociedad arcaica,llega a su apogeo en la Europa feudal (al igual que en el Japónfeudal). Las características principales de este desarrollo sontambién más sociales que económicas, basadas primordial­mente en la importancia simbólica del papel ocupacional de unindividuo en el orden social. Esta distinción, y no necesariamen­te la posición del individuo en relación con el modo de produc­ción, separa a la nobleza de la burguesía. El código aristocráti­co es de servicio al Estado, en particular de servicio militar, y deun estilo de vida relajado, de placer y juegos, decoro social y

afición a las artes. En cambio, la burguesía practica una moralde mejoramiento personal, ahorro, laboriosidad y austeridad.Según Veblen, estos últimos rasgos representan la reaparicióndel instinto del trabajo, el que puede contaminarse durante di­versos episodios históricos, pero nunca desaparecerá por com­pleto. Estos rasgos son saludables, mas indican también que losmiembros de la nueva clase media son hijos del orgullo, arribis­tas que han ganado un "sentimiento de clase" de respetabili­dad meritoria a causa de sus hazañas empresariales. Su orgullotiene poco que ver con la tranquilidad espiritual en el sentidoweberiano; es enteramente secular, una cuestión de movilidadantes que de ansiedad. Es más importante el hecho de que laaparición de una nueva clase económica no representa ningu­na amenaza para la distribución tradicional de la posiciónsocial; la ética protestante (aunque Veblen no utiliza esta frase)no puede extinguir durante largo tiempo el código aristocrático,porque los "cánones de la respetabilidad" siguen siendo carac-

se interesó en la posición social determinada menos por la producción que porel consumo, por "estilos de vida" específicos. Véase el capítulo de Stone sobre el"Gasto conspicuo", pp. 249-267, que contiene un examen interesante del com­portamiento social de la aristocracia del siglo XVII.

terísticos, aun durante lo que según Marx fue la transiciónhistórica del feudalismo al capitalismo.

El desprecio aristocrático por el comerciante y todas sus obras noha experimentado ninguna mitigación importante durante todo estesurgimiento de métodos nuevos de respetabilidad burguesa. Lastres clases convencionalmente reconocidas: alta, media y baja, soncategorías monetarias: la clase alta es de ordinario la clase (aristo­crática) que posee riqueza sin haber tenido que trabajar o negociarpara tal efecto; la clase media ha adquirido sus pertenencias me­diante alguna forma de tráfico comercial (empresar-ial); y la clasebaja obtiene lo que tiene mediante el trabajo. Es una gradación dea) depredación, b) negocios, e) industria; la primera es negativa y

onerosa, la segunda es onerosa, y la tercera es servicial. Y ningúnhombre civilizado moderno es tan ignorante de los cánones de larespetabilidad para no reconocer a primera vista que la primera ca­tegoría es meritoria y la última está desacreditada, independiente­mente de lo que piense de la segunda a causa de sus prejuicios indi­viduales. La aristocracia sin riqueza no ganada, o sin antecedentesdepredadores, es una incongruencia. Cuando una clase aristocráticapierde su ventaja pecuniaria se vuelve cuestionable. Un aristócratapobre es un "caballero deteriorado"; y la "nobleza del trabajo" esuna expresión desafortunada."

La clase ociosa resurge a fines de la Edad Media, establecien­do así una continuidad de hábitos culturales entre un feudalis­mo decadente y un capitalismo ascendente, un legado de valoresaristocráticos que seguirán obstruyendo el desarrollo pleno delinstinto del trabajo. Esta clase parásita tiene predecesores enel pasado histórico más remoto. Veblen derivó de sus lecturasde antropología un esquema de la evolución histórica. En suopinión, la humanidad ha pasado por cuatro etapas principa­les: la comunidad salvaje pacífica de la era neolítica; la econo­mía bárbara, en la que detectó los orígenes y las relaciones delas instituciones de la propiedad privada, la guerra, la proeza

5 Veblen, lOW, p. 184.

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masculina y la clase ociosa; la economía artesanal de la erapremoderna; y la tecnología de la máquina de la era industrialmoderna. Como hemos visto, la transición del salvajismo al bar­barismo trajo consigo la desaparición de la vida agraria pacífi­ca y el advenimiento de la caza y la guerra como los mediosprincipales de supervivencia. En tales transiciones históricas,considera Veblen el papel de la religión y el modo de producción.En consecuencia, el surgimiento de una vida prestigiosa y dehazañas depredadoras marcó también la desaparición de unareligión politeísta de deidades maternales, una cultura de adora­ción de la fecundidad, que había sostenido lo que para Vebleneran las propensiones redentoras de la naturaleza humana: elinstinto del trabajo y la inclinación paterna!. El feudalismo esla expresión monoteísta de la carga del pasado; porque en laetapa del barbarismo, los mismos empleos no productivos quehan llegado a generar el prestigio mayor son las profesionesque disfrutan la posición más alta durante el periodo feudal:"el gobierno, la guerra, los deportes y la observación devota".Pero Veblen no considera que el capitalismo surja directamen­te del feudalismo, como creía Marx, ni del protestantismo, comoWeber. ¿Dónde se origina entonces?

Es claro que los orígenes del capitalismo no deben confun­dirse con el inicio de la propiedad; la propiedad privada ante­cede a la libre empresa, y la concepción del derecho de pose­sión carece de sentido mientras no aparezca un incentivo parala acumulación de riqueza. Veblen sugiere que tal incentivopuede haber derivado del excedente de bienes producido por laeficiencia del trabajo a fines del periodo salvaje. Pero la forma,el lugar y el momento en que el creciente dominio tecnológicotransformó el plan salvaje de trabajo libre en el sistema bárba­ro de industria bajo control pecuniario "es tal vez un tema deespeculación aventurada". Veblen no está de acuerdo con Marxcuando éste afirma que la tecnología, como la propiedad priva­da y el capitalismo, simplemente se desenvuelven de acuerdocon una "dialéctica interna" del desarrollo: un deus ex machina

que relega a la filosofía metafísica algunos problemas que re­quieren una explicación basada en la psicología humana. Tam­poco sugiere que el "deseo" o la "necesidad" del hombre lo hayallevado a cambiar el modo de producción para producir másbienes. Tal afirmación sólo indicaría que el hombre sintió una dis­paridad entre sus aspiraciones y sus satisfacciones, que estabaenajenado -como hemos mencionado- antes de que se enaje­nara. Por el contrario, sostiene Veblen que el hombre inventala tecnología gracias a la dedicación a la eficiencia y la indus­tria que le infundió el instinto del trabajo. Esta formulación noresuelve en modo alguno el problema de la alienación, porqueaun el "instinto" de la invención implica que la verdadera na­turaleza del hombre es siempre potencial, nunca efectiva. Perosí amplía el estrecho racionalismo tecnológico de la concepciónmarxista, que da a los instrumentos materiales de la produc­ción el papel central en la evolución humana, sin explicar ne­cesariamente por qué se desarrollaron tales instrumentos.

En la interpretación que da Veblen a las pruebas arqueológi­cas e históricas existentes, el inicio rudimentario de la tecnolo­gía surge y se vuelve más refinado cuando quedan atrás la erapaleolítica y el semidesarroílo de la neolítica. En la prehistoriade la cultura del Norte de Europa, donde existen algunas prue­bas, el hombre empieza a emplear herramientas pulidas, culti­va plantas, y domestica animales, trabaja la tierra y realizaotras actividades que requieren el uso de instrumentos de ma­dera y fibras y de llevar a cabo esfuerzos y procedimientos sis­temáticos. A su vez, esta tecnología primitiva crea dos conse­cuencias desagradables. Primera: conduce a una acumulaciónde riqueza por encima de las necesidades de subsistencia co­rrientes y aun por encima de "esa pequeña porción de efectospersonales que no tienen valor sino para su salvaje poseedor".Segunda -quizás aún más importante-: los nuevos procedi­mientos de la industria ("cultivos, árboles frutales, ganado, apa­ratos mecánicos") adquieren "un lugar y una rutina determi­nados", de modo que por primera vez resulta posible el control

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de estos procedimientos. Los elementos materiales necesariospara la actividad de la industria, que varían con el tiempo y ellugar,* llegan a identificarse con los elementos tangibles de lapropiedad, de modo que lo que alguna vez fue un medio de pro­ducción se convierte en un objeto de posesión. La "estrategia dela propiedad converge" en las artes industriales, y la tecnología,que antes era un cuerpo de conocimientos del dominio común,el "equipo inmaterial" de la comunidad, pierde su naturalezade usufructo. A medida que la tecnología genera valor en losbienes productivos, el trabajador ya no tiene acceso a los mate­riales de la vida o los medios de producción, de manera que el"trabajo libre" de la era salvaje del neolítico cae bajo el controlpecuniario.

Veblen era un estudioso bastante astuto y católico que no tra­zaría un simple desarrollo lineal entre la tecnología, la propie­dad y el capitalismo. Observó que los indios pueblo, por ejem­plo, pudieron avanzar materialmente por encima del esquemasimple de la vida salvaje sin requerir un sistema de propiedado de control monetario sobre la industria; y los esquimales to­davía podían vivir en forma comunal mientras avanzaban mu­cho más que el hombre neolítico en el desarrollo de botes, tri­neos, perros domesticados, redes de pesca, arpones y lanzas, y

otros instrumentos refinados que "precisan de una técnica mi­nuciosamente estandarizada". Veblen no descartaba estos casoscomo simples ejemplos de "retraso cultural" sin buscar los fac-

* "En consecuencia, el objeto principal de dominio pueden ser los árbolescultivados, como ocurre en las islas de los Mares del Sur; o la tierra cultivable,como sucede en muchas comunidades agrícolas; o los bancos de peces y su loca­lización, como se observa en algunas de las corrientes de salmones de la costanoroccidental americana; o los animales domésticos, como OCUITe en la culturapastoril; o las personas de los trabajadores, como sucede bajo diversas circuns­tancias en comunidades pastorales y agrícolas; o bien, con un adelanto de la tec­nología de tal naturaleza que coloque los aparatos mecánicos de la industria enuna posición peculiarmente privilegiada para fortalecer los procesos indirectosde la producción, como ocurre en la industria de maquinaria de nuestros días,estos aparatos mecánicos pueden convertirse en la categoría típica de la rique­za industrial, y por ende en "bienes productivos" en algún sentido eminente."Veblen, lOW, p. 151.

tores faltantes que generaron la institución de la propiedad pri­vada. Se preguntaba si la presencia de una "clase sacerdotalrudimentaria" (chamanes, curanderos, angehut), que se ganala vida en parte "por su talento", y que llega a adquirir un de­recho especial a las cosas por el valor de sus servicios, tenía algoque ver con el desarrollo de las obligaciones pecuniarias entrelos sirvientes productivos y los amos ociosos. También sugirióVeblen que con la acumulación de riqueza se desarrolla un "in­centivo para la agresión". Pero Veblen, con su conciencia de lastrampas de las explicaciones causales, advirtió que esta for­mulación no explica todavía si "la propiedad provoca la depre­dación o la depredación inicia la propiedad".6

Pasando al periodo inicial de la Europa moderna, examinaVeblen la relación entre los movimientos religiosos y el desarro­llo del capitalismo. Aquí considera, sin mencionar una sola vezla fuente, The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism, deWeber, publicada en Alemania por la época en que Veblen em­pezó a escribir The Instinct ofWorkmanship. Señala Veblen quelos lemas de la fe moderna habían sido "revisados y recons­truidos" en términos de una moral de "esfuerzo propio y auto­nomía" más consistente con los ideales del trabajo que re­surgieron en la era protestante; y observa que en los paísescatólicos del Sur de Europa se había restringido la empresacomercial, una situación existente también, en forma menosmarcada, entre los pueblos de Europa central. En efecto, eldesarrollo del capitalismo parece seguir un patrón; surge la in­dustria entre los pueblos que se han despojado de las supersti­ciones arcaicas y los cultos de la antigua ortodoxia y han adop­tado la piedad más moderada de la fe moderna. Es probableque la Reforma haya promovido el disentimiento e individua­lismo necesarios para la mentalidad del capitalismo. "Esta con­comitancia del dominio tecnológico y el disentimiento religiosoes susceptible sin duda de una explicación aceptable y útil por

u Veblen, row, pp. 159~160.

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parte de los expertos religiosos." Pero Veblen examina la tesissólo para descartarla. Como veremos, no podía aceptar el argu­mento de Weber de que el capitalismo representa la extensión"espiritual" del cristianismo, un argumento que parecía per­vertir el significado del cristianismo primitivo y omitir a la vezel papel de la ciencia moderna. En cuanto al hecho de que elcapitalismo se haya desarrollado en Europa en el Norte pro­testante y no en el Sur católico, Veblen sugirió, "sin prejuicio",[que el factor diferenciador de las dos regiones pudo haber sidomás racial que religioso!*

A diferencia de Marx y Weber, Veblen siguió convencido deque el capitalismo tuvo sus orígenes en la "era de la artesa­nía", el periodo que siguió a dos fases de barbarismo, que sonaproximadamente equivalentes, en la historia europea, a laEdad Oscura y el feudalismo. Concebía Veblen la era artesanalcomo la vigorización de la herencia instintiva del hombre, quehabía sido desviada, pero no destruida, por la condición servilde los trabajadores bajo el feudalismo. Veblen obtuvo gran par­te de su información de las investigaciones de Wemer Sombarty Karl Bücher, fuentes que reconoció en The Instinct ofWork­manship. Y como Sombart, Veblen creía que un incentivo parala acumulación de riqueza era requisito para el surgimiento delcapitalismo. Pero a la entusiasta descripción de Lewis Mum­ford, el más grande de los discípulos antropológicos de Veblen,debemos recurrir para entender por qué creía Veblen que esteperiodo artesanal representaba el florecimiento más hermosoy quizás el último, de los instintos humanos: '

Dondequiera que se usaban libremente las herramientas y el poderde los músculos, a la orden de los propios trabajadores, sus obras

" * Con su ap.lomo car~cterístico, escribió Veblen en una nota al pie de página:En este sentido conviene señalar que existe una concomitancia semejante

entre la difusión de la raza rubia en Europa y las formas modernas del protes­tantismo y la herejía religiosa. Quizá debamos dejar en el aire la pregunta de sieste hecho fortalece o debilita cualquier argumento que pueda extraerse de laconcomitancia de la herejía y la industria antes citada". Veblen, IOW, 268.

eran variadas, rítmicas y a menudo profundamente satisfactorias,así como todo rito deliberado es satisfactorio. El aumento de la ha­bilidad generó una satisfacción subjetiva inmediata, y esta sensa­ción de maestría se vio confirmada por el producto creado. La remu­neración principal de la jornada laboral del artesano no eran lossalarios sino el trabajo mismo, realizado en un ambiente social. Enesta economía primitiva había horas para el esfuerzo y horas paradescansar; tiempo para ayunar y tiempo para festejar; tiempo para elesfuerzo disciplinado y tiempo para el juego irresponsable. Al iden­tificarse con su trabajo y tratar de hacerlo perfecto, el trabajadorremodelaba su carácter.

Toda la alabanza de la fabricación y el uso de herramientas quese ha aplicado erróneamente al desarrollo del hombre primitivo sejustifica a partir de la época neolítica, y aun debe exaltarse al eva­luar los logros posteriores de la artesanía. El hacedor y el objetoreaccionaron recíprocamente. Hasta la época moderna, aparte delconocimiento esotérico de los sacerdotes, filósofos y astrónomos, lamayor parte del pensamiento y la imaginación humanos fluyó através de las manos."

Esta era feliz de la artesanía no habría de perdurar. La dis­ciplina de diversos oficios inculca el aprendizaje de formas detrabajo cada vez más eficientes, y pronto los instrumentos me­cánicos se aplican a la abreviación del trabajo manual. Veblenaplaude estos desarrollos porque la tecnología de la máquinano contaminada sostendría una mentalidad empírica saluda­ble. Pero la actividad mercantil se desarrolló alIado de la arte­sanía, y de aquí surge la ironía.

En las primeras etapas de la era artesanal, el artesano dis­fruta una posición honorable y tiende a conservar un residuode animismo y a explicar los hechos en términos antropomór­ficos, interpretando sus productos como aportaciones persona­les sujetas a evaluación externa y no como creaciones objetivas.y en la medida en que la ocupación de la artesanía se limita aciertos estratos sociales, se desarrolla un sentido de "conciencia

7 Mumford, p. 238.

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~ Pero el elemento de animismo subsiste en la ciencia moderna, sobre todoen el concepto de la causalidad. "La causalidad e-escribió Veblen- se concibecomo trabajo manual; como se diría en francés, es un remaniement de materiasprimas a la mano. Las explicaciones fisiológicas o químicas deben reformularsefinalmente en términos de la física, para satisfacer el sentido de finalidad delcientífico moderno; y la física debe expresarse en términos de efecto, presión,desplazamiento en el espacio, reagrupamiento de partículas materiales, movi­mientos coordinados y un desplazamiento del equilibrio." Aquí, en este esfuer­zo temprano por aplicar el concepto de la ciencia física al entendimiento de laeconomía, observamos por primera vez las dificultades que rodean la teoría delvalor, de acuerdo con Veblen. "En todo esto aparece el requisito concomitantede la cuantivalencia, expresable en forma estadística. Los resultados del cientí­fico sólo pueden venderse, en el mercado de la ciencia, cuando se reducen a térmi­nos contables que pueda entender el hombre versado en el tráfico de mercancíasdel pequeño comercio, para cuya convicción deben val uarse meticulosamente

de clase", mediante el cual califican continuamente los traba­jadores sus esfuerzos de servicio a los ojos de la comunidad,comparándose desfavorablemente con otros órdenes de la socie­dad que no se dedican a la producción de cosas útiles para el usohumano. Mientras que el trabajador siente el aguijón del des­dén aristócrata, el pequeño comerciante puede mostrarse indi­ferente al sentimiento de la comunidad porque sólo responde ala fluctuación objetiva de las relaciones de mercado emergen­tes. Por un giro extraño de la evolución humana, es el protoca­pitalista quien, al principio de la etapa artesanal, adquiere elhábito mental científico, tan fundamental para una compren­sión racional de la sociedad. La técnica principal de esta nuevacomprensión es la "contabilidad", la cuantificación exacta detodas las cosas, la clasificación impersonal y objetiva de todoslos fenómenos de acuerdo con el criterio único del precio. Loslibros de contabilidad, las libretas de apuntes, las tablas, la es­tadística rudimentaria: tales son los artefactos comerciales delgran avance de la ciencia física y la matemática. Y Veblen es­taba enteramente dispuesto, como lo estaba Sombart, a alabaral capitalismo por haber traducido por primera vez los concep­tos empíricos en categorías económicas y por considerar a laciencia, más que a la religión, como la criada de la revoluciónempresarial, que marcó las últimas etapas de la era artesa­nal." Además, el factor decisivo de la ciencia material explica

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el hecho de que el capitalismo no haya podido surgir directa­mente del feudalismo, una era de fe caracterizada por un "cultode sometimiento temeroso y autoridad arbitraria", que matabaal espíritu crítico, empírico. Ese espíritu no resurge en el tra­bajo, todavía "contaminado" por los hábitos de la costumbre so­cial, sino en el capitalismo, la institución que imita mejor a laciencia en su búsqueda de poder a través del razonamiento abs­tracto de la cuantificación. "Aun los ensueños del soñador pe­cuniario ~escribióVeblen- toman forma como cálculos debeneficio y pérdida en unidades convencionales de magnitudimparsonal.t" La sustitución de los valores humanos por losvalores monetarios fue sólo uno de los numerosos resultadosde que se haya apropiado de la ciencia el capitalismo medianteel libro de contabilidad. Como expresa claramente Mumford:"El poder de la ciencia y el poder del dinero eran, en últimainstancia, la misma clase de poder: el poder de la abstracción,medición, cuantificación" .10

Es posible que la tecnología del capitalismo sea científica,pero la técnica misma no hace una sociedad capitalista, ni elcapitalista se dedica a la ciencia pura. Veblen se interesaba pri­mordialmente en las "consecuencias culturales" del uso de latecnología moderna a manos de una nueva clase empresarial.

las cosas en valores de cambio. Pero [... 1es sólo como un expediente de contabi­lidad científica que los hechos investigados se registran en una hoja de valores.Esta meticulosa contabilidad estadística es necesaria para salvaguardar laexactitud del trabajo realizado y su conformidad con los hechos a la mano; peroel trabajo así realizado maneja estos hechos como factores activos que. cooperaneficientemente en la producción de los resultados observados. Se concibe que lacausa produce el efecto, así como un trabajador calificado produce un artículoterminado. Pero cuando el científico establece las operaciones y condiciones detrabajo que han producido los efectos que trata de explicar, para convence~ asus colegas artesanos debe mostrar un estado estadísticamente detallado de m­gresos y gastos que cubran los hechos investigados: debe demostrar en valorescuantitativos que los costos están balanceados por los valores que surgen en elproducto terminado de ese proceso artesanal de causalidad, cuya recóndita na­turaleza y trayecto ha colocado bajo la luz del entendimiento." Veblen, IOW,

pp. 264-265.9 Veblen, IOW, p. 200.

10 Mumford, p. 25.

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Le preocupaba lo que llamarían los marxistas la posición "he­gemónica" del capitalismo 0, en términos de Veblen, cómo llegaa dominarlo todo la "cultura pecuniaria" de una parte de la so­ciedad. Esta cultura surge cuando la era artesanal deja el sitioa la era empresarial y luego a la etapa de la tecnología de lamáquina. Una cultura empresarial se caracteriza por a) un sis­tema de precios basado en la propiedad y el contrato; b) lacompetencia basada en la unidad monetaria y las relacionesde mercado, que al principio son responsables de los cánones deeficiencia de la producción; e) una tecnología que sistematizalos procesos de la producción; d) los hábitos de consumo, quetambién se vuelven más estandarizados, y e) el crecimiento y

la consolidación, con el tiempo, de las industrias basadas en lapropiedad privada. Pero estas consecuencias no "contradicen"o "niegan" necesariamente la era de la artesanía anterior. Se­ñala Veblen que muchos elementos de los principios empresa­riales tienen la misma naturaleza que el "impulso sentimentalhacia el propio engrandecimiento, que se encuentra en la basede la cultura depredadora y que asi forma el núcleo sustancial detodas las civilizaciones pecuniarias". En efecto, aun el artíficede la era artesanal era tanto comerciante como técnico. Estabamuy cerca del mercado; y con el advenimiento de un esquematecnológico más amplio y más extensamente diferenciado, ycon relaciones de mercado más amplias y remotas debidas alincremento de los medios de transporte, se vio absorbido por elsistema y la cultura comerciales del capitalismo moderno.

Si el trabajador fue absorbido, el empresario fue abortado. Amedida que la industria crea unidades productivas más gran­des, el empresario pierde contacto con los asuntos de la tecno­logía, para los que ha llegado a revelar una "incapacidad adies­trada". En la época moderna son los ingenieros quienes asumenlas funciones asignadas en la teoría económica ortodoxa al"empresario", y el "ingeniero eficiente" asume ahora la mentali­dad científica que alguna vez caracterizó a la saludable menta­lidad mercantil de la era artesanal. En la época de la industria

moderna, los empresarios están completamente absortos porla banca, los seguros, actividades que no tienen nada que vercon el equipo material de la tecnología o con el desempeño tan­gible de la industria. Cuanto más alejado está el empresariode los procesos empíricos de la industria, más se enreda en unaproyección animista de poderes externos a sí mismo. Ocurre la"inversión" final cuando los empresarios recurren a la publici­dad y las relaciones públicas como un medio de poder, con locual se someten a los caprichos de las demandas de los consu­midores. El capitalista, como el trabajador, se convierte en lacriatura de su propia creación: la sociedad industrial.

Veblen no lamenta la suerte del empresario, cuyas inclina­ciones monetarias se habían marcado desde el principio de suaparición en la historia moderna. Pero el trabajador es víctimade una doble ironía. En .la era de la artesanía, los artesanos ytrabajadores agremiados disfrutaban una autonomía conside­rable. Los artesanos eran los "hombres sin amo" que rompie­ron los últimos lazos del feudalismo, minaron el poder de losintereses terratenientes, desafiaron valientemente la autori­dad arbitraria de la nobleza, y tenazmente afirmaron los dere­chos personales que habían ganado para sí mismos. Al actuarasí, los trabajadores adquirieron los hábitos de iniciativa, es­fuerzo propio e individualismo, de modo que se despojaron dela solidaridad gremial que poseían cuando luchaban contra losresiduos del feudalismo. En este periodo apareció John Lockepara proponer una teoría de los "derechos naturales" como unarespuesta al esquema de experiencia incorporado en el siste­ma de la artesanía, donde el trabajador individual, laborandopor su sostenimiento mediante el uso de su fuerza y su habili­dad personales, se convirtió en la fuente y el creador del valor.Veblen cita el Second Treatise de Locke:

Aunque la tierra y todas las criaturas inferiores sean comunes atodos los hombres, cada hombre tiene la propiedad de su propia per­sona; a ella sólo él tiene derecho. Podemos afirmar que el esfuerzo

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de su euerpo y el trabajo de sus manos son propiamente suyos. Por lotanto, cualquier cosa que extraiga del estado que ha proporcionado y

dispuesto la Naturaleza, el hombre ha mezclado su trabajo con eso,y ha unido algo que es suyo, de modo que lo convierte en su propiedad.

Como una filosofia de la libertad basada en la ética del traba­jo, Locke formuló un enunciado amplio y generoso. Pero tam­bién superfluo. Para el momento en que se convirtió en un cre­do del liberalismo de la Ilustración, el derecho inalienable de lapropiedad ya había sido enajenado por los cambios económicosque privaban al trabajador del derecho a la propiedad. La filo­sofía de Locke llegó demasiado tarde, como dijo Hegel de la fi­losofía en general.

Hay otro aspecto de Locke que aunque Veblen no lo mencio­na, puede servir como una transición hacia el examen siguien­te. Convencido de que el gobierno debe descansar en la propie­dad privada, Locke sostuvo que la propiedad es un derechonatural e inalienable que faculta al hombre a disfrutar del "es­fuerzo de su cuerpo y el trabajo de sus manos", lema que ubica­ba la propiedad en el trabajo creativo del poseedor original.El hombre es dueño de lo que hace, y "todos tienen derecho l. ..]a cuanto puedan usar". Aunque el hombre puede apropiarsemediante su trabajo de todo lo que sea útil para su conservación,produce más de lo que puede consumir, de modo que el valor desu trabajo se ve amenazado en la medida en que el fruto de sutrabajo pueda pudrirse y declinar. "Así surgió el uso del dinero,una cosa durable que los hombres podían guardar sin que seechara a perder, y que por consentimiento mutuo tomarían loshombres a cambio de los sostenes verdaderamente útiles peroperecederos." Con la invención del dinero, el trabajo ya no esun título suficiente para la propiedad. Ahora está abierta lapuerta para que todos adquieran y dispongan como deseen. Eldinero impide el deterioro del valor y estimula "posesionesmás grandes y el derecho a ellas"; el hombre puede ahora "po­seer justificadamente y sin causar perjuicios más de lo que

pueda utilizar".ll Desde la perspectiva de Veblen, Locke liberóal hombre del feudalismo y lo entregó a la sociedad adquisitivadel capitalismo.

Según Locke, la invención del dinero aproximó al hombre ala realización de uno de sus títulos naturales, el derecho a la"felicidad". Marx rechazó por completo esta tesis, descartandoel liberalismo como una gran ilusión, otra ficción de la "con­ciencia falsa". Para Veblen, la ilusión era precisamente el pro­blema, porque era más real de 10 que imaginaba Marx.

EL DINERO, EL "MISTERIO" DE LOS BIENES Y LA COSIFICACIÓN

Locke sostuvo que el dinero libera el valor de la naturaleza fijade la propiedad, da durabilidad a los objetos del trabajo, y asílibera al hombre de la atadura económica de la sociedad tradi­cional. Marx insistió en que el dinero representa la "capacidadenajenada de la humanidad"; es el "velo" en que se pierde devista el valor verdadero. El dinero libera al hombre del feuda­lismo sólo para aprisionarlo en el universo del fetichismo. Ve­blen pudo convenir con Marx, pero sólo hasta cierto punto.

El problema de la alienación que Marx había explorado ensus Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 se convierteen el volumen 1 de El capital, en un aspecto de la "reificación" o"cosificación". Este término, acuñado por Georg Lukács en1923,12 significa que los productos hechos por el hombre llegana adquirir en la sociedad capitalista una existencia indepen­diente del hombre, "la erección de un mundo objetivo de cosas"(VergegenstiindlichungJ. En El capital y Grundrisee, la preocu­pación primordial de Marx es el "misterio" de los bienes, su ca­pacidad para controlar a los seres humanos a causa de ciertas

11 John Locke, The Second Treatiee of Government (The Liberal Arts Press,Indianápolis, 1952), p. 28.

12 Georg Lukács, History and Class Consciousness: Studies in Marxist Día­lectics; traducción al inglés de Rodney Livingston (Cambridge, 1971), pp. 83-222.

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1~ Observa Foucault que la crítica formulada por Marx contra la teoría capi­talista del valor no podía refutar al capitalismo porque se basa en los mismosfundamentos metafísicos, el mismo orden de conocimiento basado en un mun­do de cosas y objetos. "Al nivel más profundo del conocimiento occidental, elmarxismo no introdujo ninguna discontinuidad real; encontró su lugar sindificultad como una forma plena, tranquila, confortable y satisfactoria parauna época (la suya), dentro de un arreglo epistemológico que la recibió congusto (ya que de hecho era este arreglo 10 que le estaba haciendo campo) yque, por su parte, no tenía ninguna intención de perturbar y, sobre todo, notenía poder para modificar, ni siquiera una tilde, porque descansaba ente­ramente sobre tal arreglo. El marxismo existe en el pensamiento del siglo XIX

como un pez en el agua, es decir, no puede respirar en ninguna otra parte.Aun cuando se opone a las teorías 'burguesas' de la economía, y aunque estaoposición lo lleva a utilizar el proyecto de una inversión radical de la historiacomo un arma contra ellas, ese conflicto y ese proyecto no tienen como con­dición de posibilidad la reformulación de toda la Historia, sino un suceso quecualquier arqueología puede situar con precisión, y que prescribió simultánea­mente, y de acuerdo con el mismo modo, la economía burguesa del siglo XIX yla economía revolucionaria del mismo siglo. Es posible que sus controversiashayan agitado unas cuantas olas y provocado unas cuantas ondulaciones su­perficiales, pero no son más que tormentas en un vaso de agua." Foucault, TheOrder of Things: An Archaeology of the Human Sciences (Vintage, NuevaYork, 1973), pp. 261-263.

"leyes internas del movimiento" que intervienen en su compor­tamiento y gobiernan su intercambio. Marx trató de eliminarel "fetichismo de los bienes" distinguiendo el valor de uso delvalor de cambio, para demostrar cómo todos los productos dela sociedad capitalista pierden su cualidad anterior cuandocaen en el medio de cambio y la esfera del "bien universal": eldinero. En la sociedad burguesa, los hombres persisten en os­curecer la medida en que el valor de los bienes reside en la can­tidad de trabajo socialmente necesario gastado en su produc­ción. Podría afirmarse, como ha observado Michel Foucault,que Marx, con toda su habilidad dialéctica en materia de aná­lisis de la forma fenoménica de los bienes, hizo poco más quesuministrar una "exégesis" del valor enlodado en los supuestosdel siglo XIX. 13 Un problema igualmente revelador del análisisque hace Marx de la cosificación es el supuesto de que este fe­nómeno, tal como se expresa en el bien fetiche, ocurre con eldesarrollo histórico del capitalismo. Marx estaba seguro de quelas relaciones de intercambio surgen en forma plenamente des-

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arrollada sólo cuando la idea de la propiedad aparece lo suficien­te para volver privados y por lo tanto enajenables los objetos:

En sí mismos, los objetos son externos al hombre, y en consecuencia,alienables por él. Para que esta alienación pueda ser recíproca, sóloes necesario que los hombres, mediante un entendimiento tácito, setraten recíprocamente como propietarios privados de tales objetosenajenables, y por consecuencia como individuos independientes.Pero tal estado de independencia recíproca no existe en una socie­dad primitiva basada en la propiedad en común, ya tome tal propiedadla forma de una familia patriarcal, ya de una comunidad india anti­

gua, o un estado inca peruano. 14

¿Deben volverse los objetos "externos al hombre" para ser"alienables"? Veblen inició un ensayo citando a M. G. de Lapou­ge: "La antropología está destinada a revolucionar las cienciaspolítica y sociales tan radicalmente como la bacteriología harevolucionado la ciencia de la medicina"." Gracias a la investi­gación de Franz Boas, Veblen se familiarizó con la costumbredel potlatch* y percibió en la alta sociedad de la cultura mo­derna lo que los etnólogos habían descubierto entre indios ynativos. "Los entretenimientos costosos, como el potlatch o baile,están peculiarmente adaptados para servir a este fin [el de laostentación]. Por este método se logra que el competidor conquien el anfitrión desea establecer una comparación sirvacomo medio para un fin. El competidor consume en forma indi­recta, para su anfitrión, al mismo tiempo que atestigua el con­sumo de ese exceso de cosas buenas que su anfitrión no puedeconsumir por sí solo, y también debe presenciar la riqueza de

su anfitrión en etiqueta."16El sociólogo francés Marcell Mauss, sucesor de Durkheim,

14 Marx, El capital, 1, p. 91.15 Veblen, POS, p. 56.* Entre ciertas tribus de la América del Norte, banquete que da el aspirante

a una posición social más alta. [Editor.]16 Veblen, reo, p. 82.

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que llegó a admirar a Veblen como el único sociólogo norteame­ricano importante, exploró las numerosas implicaciones de ri­tuales similares en Essai sur le don. 17 Del potlatch de los huia­kiutl, que estudió Boas, y el kula de los isleños de Trobriand,de que habla Malinowski, elaboró Mauss una teoría de la"estructura" de la reciprocidad, y encontró huellas de prácticassimilares en la cultura de Grecia, Roma y las tribus germáni­cas. Aunque la idea de la propiedad está implícita en lacostumbre, el potlatch mismo no depende de un sistema biendefinido de propiedad privada, y tiene poco que ver con lasrelaciones de bienes en el sentido marxista del término. "Ésteno es el mundo ordinario de esfuerzo y cuidado, de cálculos dela conveniencia o la adquisición de bienes útiles", escribe JohanHuizinga en Horno Ludens. Es un mundo de ritual fantástico,derrochador, que funciona para distribuir los bienes y aun paradestruirlos, un sistema mediante el cual se expresan las rela­ciones y las obligaciones recíprocas en arrogantes desafíos deestima personal y competencias dramáticas de derroche cons­picuo, una costumbre en que los objetos-regalo parecen insepa­rables del "espíritu" de quienes los poseen. Huizinga creía queel potlatch era otra expresión del elemento de "juego" presenteen la cultura humana. Más recientemente, algunos antropólo­gos de muy diferentes posturas ideológicas han tratado de darun significado político al fenómeno. El marxista francés Mau­rice Godelier considera el potlatch y ritos similares como unaexpresión primitiva de la "alienación" del donante en los ritosmísticos del intercambio, mientras que Marshall Sahlins creeque estos rituales festivos del intercambio primitivo sirven debase para "la alianza, solidaridad, comunión; en suma, la paz, lagran virtud que algunos filósofos anteriores, sobre todo Hobbes,habían descubierto en el Estadov.t"

17 Mareel Mauss, The Gift, traducción al inglés de Ian Cunnison (Londres1954), '

18 Johan Huizinga, Homo Ludens: A Study of the Play Element in Culture(Boston, 1955), pp. 60~63; Maurice Godelier, Rationalité et irratíonalité en

La interpretación de los rítos tales como el del potlatch hagenerado una controversia entre los antropólogos de las insti­tuciones económicas, divididos en "formalistas" y "sustantivis­tas", entre quienes consideran las economías tribuales comomodelos económicos formales basados en una "mentalidad demercado" y quienes insisten en que los intercambios de lascomunidades arcaicas son "prestaciones" sociales, regalos obli­gatorios sin consideraciones de beneficio.l'' Para Veblen, en cam­bio, la ausencia de cálculos de beneficio es sólo otra prueba deque el comportamiento económico, así primitivo como moderno,debe entenderse en términos sociológicos más amplios, como elresultado de las causas más profundas de prestigio y poder.Por lo tanto, consideraba el potlatch como una forma de los mo­vimientos del poder estratégico que dramatizan la relación en­tre la dominación y la subordinación. Como quiera que inter­pretemos el fenómeno, el resultado es que el "ritual de losregalos" compromete y complica la dicotomía entre el valor deuso y el valor de cambio, tan fundamental para la teoría de lacosificación de Marx. Los antropólogos han descubierto entrelas tribus indias, sobre todo entre las de la costa noroccidentalde los Estados Unidos, que la característica central de la ri­queza es su valor de exhibición. La riqueza puede encontrarseen los bienes consumibles, pero la riqueza simbólica más desea­ble deriva de los bienes prestigiosos de valor no utilitarista:pendientes de conchas, penachos de pájaros carpinteros y gran­des hojas de obsidiana ceremonial.s'' Estos objetos sirven para

economie (París, 1966); Marshall Sahlins, Stone Age Bconomíee (Londres,1974), p. 169.

19 C. Tullio-Altan, "La Teoría del valore-lavoro di K. Marx nel quadro deiproblcmi attuali i del!' antropología economíca", La Critica Sociologica 23 (1972),pp. 5-23; Walter Goldschmidt, "I'he Economics of'Brideprice among the Sebeíand in East Afnca", Ethnology 18 (1974), pp. 311-331; Melville J. Herskovits,Economic Anthropology (Nueva York, 1940).

aoVéase, por ejemplo, Eugene E. Ruyle, "Slavery, Surplus, and Stratíficationon the Northwest Coast: The Ethnocnergetice of an Incipíent Stratifica­tion System", Current AnthropoLogy 14 (1973), pp. 603-617; Ylos "Ccmments",pp. 618-631, e ihiti., 15 (1974), pp. 200-201.

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mantener, mediante la exhibición o la donación, el prestigio yla posición del propietario. Tales costumbres tribuales parecenindicar que las categorías del valor de Marx se oscurecen en laserie continua de reciprocidad, característica del intercambioprimitivo, que subraya el predominio de las funciones socialessobre las transacciones económicas. Todo esto sólo sugiere quela antropología y la etnología suministran amplias pruebas deque las sociedades humanas más antiguas rebosaban de ritos,magias y mitos que sólo pueden describirse como cosificaciones.

Veblen no fue el primer científico social que advirtió las ex­tensas implicaciones de tales ritos. Pero fue el primer académi­co norteamericano que utilizó tales datos antropológicos parademostrar algo que sería articulado medio siglo después porfilósofos europeos como Jean Braudrillard y Jurgen Haber­mas: el análisis que hace Marx de la alienación y la cosificaciónse restringe excesivamente a un discurso sobre la producción so­lamente. Cuando se considera al hombre primordialmente comoproductor, no podrá entenderse la "estructura de la interacciónsimbólica" existente entre la mente y la cultura. El verdaderofoco de la cosificación debería ser la semiología, el estudio delos bienes como "signos", objetos no humanos que transmitensignificados a los sujetos humanos."

Traduciendo a un lenguaje más familiar, podríamos afirmarque los anunciantes comerciales son los grandes comerciantesen sueños de la semiología. La Avenida Madison no anunciasólo la realidad del producto sino su imagen, no la actuacióntécnica de un bien tal como un automóvil sino su promesa cul­tural como un símbolo. En la publicidad, la verdad se sustituyepor la credibilidad, y lo que signifique el bien es la única reali­dad. La hermosa modelo que aparece junto a la botella de Clairolsugiere que el contenido de la botella producirá un cabello her­moso. En el mundo de la significación estamos muy lejos del

21 Jean Baudrillard, The Mirrcr nf Prcduction, traducción al inglés de MarkPoster (San Luis, Misuri, 1973); Jurgen Habermas, Knowledge and HumanInterests (Bastan, 1971), pp. 1-63.

mundo "racionalista" de Marx, donde las ideas corresponden ala realidad, las palabras a las cosas y los valores de uso a las ne­cesidades humanas. Nos encontramos en el mundo remoto deVeblen, quien percibió las implicaciones culturales de la se­miología para señalar que no consumimos sólo para satisfacernecesidades básicas sino para situarnos en un sistema socialjerárquico.

La medición, no la producción, es la clave. Si la teoría laboraldel valor no puede aplicarse a las formaciones precapitalistas,donde el valor de uso no toma la forma de los bienes, tampocopuede considerarse todavía el trabajo como la esfera dominantede la actividad del hombre en la sociedad moderna. Veblen su­giere que el problema final de la sociedad industrial no es laproducción sino el consumo, no es la forma como se produzcanlos bienes sino la forma en que adquieran un significado. El pa­pel del significado como una característica de las tendenciasmediadoras de la mente debe explorarse en relación con la "raízde todos los males": el dinero.

En sus manuscritos de 1844 consideró Marx el dinero comoun "medio extraño", porque oculta el verdadero valor del traba­jo y, como vehículo de intercambio, adopta cualidades externasal hombre. Con el predominio del dinero, la esclavitud del hom­bre llega a su clímax porque todo lo que representaba el esfuer­zo humano ha sido "transmitido" a una agencia externa que seconvierte en un fin en sí misma. En el Grundrisse insiste Marxen que el dinero se abstrae tanto de la riqueza tangible que nisiquiera puede considerarse como parte de la realidad. "Comouna forma general de la riqueza, el dinero se enfrenta a todo elmundo de los valores reales. El dinero es la abstracción purade tales valores: pura fantasía. Mientras que la riqueza pareceexistir en una forma completamente material, palpable, el di­nero sólo tiene existencia en mi cerebro, como un artificio demi mente." En última instancia, el dinero es para Marx unaenfermedad de la mente, un poder imaginario, alucinante, quegenera la ilusión de la alquimia personal. "Soy feo, pero puedo

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comprar la mujer más hermosa. Por lo tanto, no soy feo, porqueel efecto de la fealdad, su poder de repulsión, es destruido por eldinero."22

Los escritos de Marx sobre el dinero guardan una notablesemejanza con las protestas de los puritanos del siglo XVII con­tra los pecados de la codicia. Él y ellos estaban convencidos deque el "lucro asqueroso" destruiría toda esperanza de regene­ración humana, y ambos reconocían el complejo de Midas y suparadoja fáustica: quien ambiciona todo no puede disfrutarnada. Los antiguos sabían también, al igual que Rousseau,Thoreau y otros filósofos modernos, que la sabiduría principiapor la cesación del deseo; Aristóteles observó que el espíritu deadquisición, que carece de objetivo, no tiene límites. Pero talescensuras morales no agotan el tema. Otro enfoque del problemapodría llamarse la "sociología del dinero". Algunos estudiososfranceses, como Braudrillard y Roland Barthes, están explo­rando el significado del dinero, la riqueza y los bienes, a travésdel estudio de la semiología, considerando sus diversas mani­festaciones como una especie de lenguaje de signos.s" En reali­dad, este método de análisis había sido anticipado medio sigloantes por el sociólogo norteamericano George Herbert Mead."El dinero", escribió Mead,

es un símbolo de algo que desean los individuos que están dispuestosal intercambio; y las formas del intercambio son entonces los méto­dos de conversación, y los medios de intercambio se convierten engestos que nos permiten realizar a grandes distancias este procesode entregar algo que no queremos, para obtener algo que queremos,colocándonos en la actitud de la otra persona. Así pues, los mediosde estos símbolos de la riqueza son, en este proceso de intercambio, loque son los gestos o símbolos del lenguaje en otros campos.é!

22 Marx, "Economic and Philosophical Manuscripts", pp. 265-269; Grundrisse,pp. 1:38-166.

23 Baudrillard, Mirror; Roland Barthes, Svetéme de la mode (París, 1967).24 George Herbcrt Mead, Mind, Sel], and Society: From the Standpoint (JI' a

Social Behauiorist, en Charles W. Mon-is Icomp.I (Chicago, 1934), p. 292.II

El problema que preocupaba tan profundamente a Marx, elde la "confusión" del dinero y los bienes, no molestaba a Ve­blen, por lo menos no en la misma forma. Veblen podía descar­tar alegremente el dinero como "la ciencia exacta del intercam­bio",25 una forma de comunicación que, como el lenguaje y elgesto, no sugiere la "objetivación" de las relaciones humanas ypor ende la creciente privatización del hombre, sino su inte­gración y socialización. Podía convenir con Marx en que la eco­nomía monetaria tiene algo que ver con el aumento del exce­dente, pero este desarrollo no condujo tanto a la censura delvalor de cambio en el capitalismo como a la lógica de las super­fluidades irracionales, el impulso hacia el consumo conspicuoque se inicia con el hombre arcaico. Los hombres desean el di­nero simplemente porque desean bienes. Como un denomina­dor común del intercambio, el dinero no es más que la cosifi­cación del poder de los bienes para controlar los deseos de loshombres. ¿Por qué desean bienes los hombres? Llegamos otravez al "fetichismo de los bienes".

Marx reconoció que todas las relaciones económicas son fe­nómenos sociales, pero parecía indiferente a la significación cul­tural de los bienes. No sólo negó que los bienes sean "símbolos"y que el dinero sea una forma de "lenguaje",26 sino que eliminóde sus investigaciones todo interés por los "deseos" humanosque los bienes satisfacen, y quizá los motivos más profundos y

complejos que tales deseos reflejan.é? Si a Veblen le resultaba

25 Veblen, JOW, p. 200.26 "Si se declara que son meros símbolos los caracteres sociales que adquieren

los objetos, o las formas materiales que adquieren las cualidades sociales deltrabajo bajo el régimen de un modo de producción definido, se declara al mismotiempo que estas características son ficciones arbitrarias sancionadas por elllamado consenso universal de la humanidad" (Marx, El capital, 1, p. 94). Sobreel dinero y el lenguaje, véase Grundrisse, pp. 162-163.

27 "Un bien o mercancía es, en primer lugar, un objeto que está fuera de nos­otros, una cosa que por sus propiedades satisface necesidades humanas de unau otra clase. No importa la naturaleza de tales necesidades, por ejemplo, si deri­van del estómago o de la fantasía. Tampoco queremos saber aquí cómo satisfacenlos objetos tales necesidades, ya sea directamente como un medio de subsistencia,o indirectamente como un medio de producción" (Marx, El capital, 1, p. 43).

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difícil aceptar la idea hegeliana de que las cosas físicas son laactividad mental enajenada que dramatiza la falsa separaciónde sujeto y objeto, también le resultaba difícil aceptar la opi­nión de Marx de que los bienes son la actividad social enajena­da que dramatiza las creaciones de los hombres que se han vuel­to independientes de los hombres. Veblen veía los bienes comoaparecieron tal vez por primera ocasión en su forma primitiva,como "extensiones orgánicas de la personalidad" cuyo signi­ticado determina la mente animista." Un marxista podría con­ceder que Veblen tenía razón en lo tocante a la posición de losobjetos en la sociedad arcaica. Pero con el advenimiento del ca­pitalismo burgués, el "medio extraño" del dinero se interponeentre el hombre y sus objetos, y las relaciones humanas se ex­teriorizan ahora por el valor de intercambio, una relación quesólo pone en contacto "la cosa con la cosa". Precisamente aquíVeblen invierte todo el esquema teórico de la explicación de lacosificación que da Marx. El desarrollo del capitalismo no eli­mina el animismo hasta el punto de la "objetivación" total y laconversión del trabajador en un "esclavo" ante un mundo deobjetos fetichistas que no puede controlar ni comprender. Porel contrario, nunca se disuelve por completo el lazo psicológicoentre el sujeto y el objeto, entre la persona y la cosa. En efecto,si los bienes se vuelven tan abstractos y despersonalizados en suexistencia aparentemente autónoma bajo el capitalismo, ¿cómose explica la naturaleza de su "fetichismo"? ¿Por qué se ventan atraídos los hombres hacia algo aparentemente tan extra­ño a su ser?

La respuesta es obvia para Veblen, quien había sido influidopor Kant y había estudiado con Charles Sanders Peirce.P y

28 Veblen, ECO, pp. 32-43.2~ Es muy probable que la comprensión que tenía Veblen de los significados

de la semiología derivara de Peirce, con quien estudió como estudiante graduado.Peirce, como Veblen en sus últimos escritos, consideraba el "hábito" y la "cos~

tumbre" como el punto de partida del conocimiento. Las creencias son el signi­ficado sesgado que tiene el individuo de los sucesos en que media la mente activa,que responde al "carácter de signo" de la realidad. La clave para el pensamientoes la eficacia de los objetos para transmitir un significado al sujeto que conoce;

quien sentía la mediación de la mente en cada acto de observa­ción: los bienes conservan un fuerte carácter de signo personalque permite al hombre atribuirles cualidades humanas quepuede reconocer. El hombre no se ve "confundido" por la calidadfría, separada, de los objetos como meros objetos. Más bien lecausa admiración el objeto como un símbolo que expresa el ca­rácter vigoroso y superior de la persona que lo posee. La pro­piedad misma se origina en grandes hazañas de caza y pesca,conquista y pillaje. En la mente del hombre primitivo que viveen la etapa depredadora del barbarismo, se forma entoncesuna conexión entre la posesión y la fuerza, la propiedad y el po­der, una exhibición prodigiosa de bienes y una posición socialsuperior. Esta conexión de significado se desarrolla más en laépoca feudal, cuando el valor bruto se eleva al nivel de virtudnoble y el botín y los trofeos se estiman como prueba de la "fuer­za preeminente't.s'' Veblen no deja duda acerca de que esta men­talidad primitiva sigue viva en la mente moderna:

y la mente, producto de hábitos vivientes, es el intérprete final de la serie de sig­nificados puramente representativos o verbales. Infortunadamente, Veblen semostró reticente acerca de los pensadores y las ideas que influyeron en él, no sólosobre este tema sino sobre el conocimiento en general. Véase un estudio acercade Peirce y Veblen en Allen G. Gruchy, Modern Economic Thought (NuevaYork, 1947), pp. 16-17; Habermas, pp. 99-112, presenta un análisis de la filoso­fía de Peirce como una especie de complemento de la epistemología de Marx.

:JO Gaetano Mosca ha descrito en términos específicos el proceso al que ape­nas alude Veblen. Examinando la forma en que el militarismo introduce unaplutocracia en la India, Rusia, Polonia y la Europa medieval, a~rma Mosca:"Polonia constituye un ejemplo característico de la metamorfosis general deuna clase guerrera en una clase absolutamente dominante. Originalmente, lospolacos tenían la misma organización por aldeas rurales que prevalecía entr.etodos los pueblos eslavos. No existía ninguna distinción entre guerreros y agn­cultores, es decir, entre nobles y campesinos. Pero después que los pola~os lle­garon a asentarse en las grandes planicies regadas por el Vístula y el Niemen,empezó a desarrollarse entre ellos la agricultura. Sin emb~rgo, p~rsistió lanecesidad de luchar con vecinos guerreros, de modo que los Jefes tribuales, ovoivodes, se rodearon de cierto número de hombres seleccionados cuya ocupa­ción especial era el manejo de las armas. Esos guerreros se distribuyeron entrelas diversas comunidades rurales; estaban exentos de los deberes agrícolas,pero recibían su parte del producto del suelo, al igual que los otros miembrosde la comunidad. En los primeros tiempos no se consideraba muy deseable suposición, y los habitantes del campo renunciaban a veces a la exención del t.ra­bajo agrícola para no tener que ir a la guerra. Pero gradualmente, a medida

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Para el bárbaro primitivo, antes de que el contenido simple de lanoción haya sido oscurecido por sus propias ramificaciones y por uncrecimiento secundario de ideas cognoscitivas, lo "honorable" parecedenotar exclusivamente la afirmación de una fuerza superior. "Ho­norable" es "formidable"; "meritorio" es "prepotente". Un acto honorí­fico es en última instancia el reconocimiento de un acto de agresióneficaz; y cuando la agresión significa conflicto con hombres y bes­tias, la actividad que llega a ser especial y primordialmente hono­rable es la afirmación de la mano dura. El hábito ingenuo y arcaicode concebir todas las manifestaciones de la fuerza en términos depersonalidad o "poder de voluntad" fortalece grandemente esta exal­tación convencional de la mano fuerte. Los epítetos honoríficos, demoda entre las tribus bárbaras como entre la gente de cultura másavanzada, suelen llevar el sello de este sentido simple del honor.Los epítetos y los títulos utilizados al hablar a los jefes, y en los rue­gos dirigidos a reyes y dioses, atribuyen muy comúnmente una pro­pensión a la violencia terrible y una fuerza devastadora irresistiblede la persona halagada. Esto se observa también, hasta cierto pun­to, en las comunidades más civilizadas de la actualidad. La predi­lección mostrada en los escudos heráldicos por las bestias más rapa­ces y las aves de rapiña robustece esta conclusión.

Según esta apreciación bárbara de sentido común del valor y elhonor, la privación de la vida -la muerte de competidores formida­bles, ya sean animales o humanos- es lo más honorable. Y este oficiode carnicero, comouna expresión de la prepotencia del verdugo, creaun halo de valor alrededor de cada acto de carnicería y alrededor detodas las herramientas y los accesorios del acto. Las armas son ho­norables, y su uso se convierte en un empleo honorífico, aun cuan­do se prive la vida a los seres más humildes de los campos. Al mismo

que se estabilizaba este orden de cosas, a medida que una clase se habituaba ala práctica de las armas y la organización militar, mientras que la otra se habi­tuaba al uso del arado y el azadón, los guerreros se convirtieron en nobles yamos, mientras que los campesinos, antaño compañeros y hermanos, se conver­tían en villanos y siervos. Poco a poco, los señores guerreros aumentaron sus de­mandas hasta el punto en que la porción que tomaban como miembros de lacomunidad llegó a incluir toda la producción dela comunidad menos lo que fueseabsolutamente necesario para la subsistencia de los cultivadores; y cuando éstostrataban de escapar de tales abusos, eran obligados por la fuerza a permaneceratados al suelo, y su situación tomaba todas las características de la servidum­bre pura y simple" (Mosca, The Ruling Ctoee, Nueva York, 1939, pp. 54.55).

tiempo, el empleo en la industria se vuelve consiguientemente odio­so, y en la apreciación de sentido común se considera indigno de loshombres capaces el manejo de las herramientas y los implementos dela industria. El trabajo se vuelve irritante.é!

Por supuesto, hay gran hipérbole en este pasaje de La claseociosa. Pero sirve para indicar que el hombre no considera losobjetos externos como cosas animadas, sino como símbolos re­presentativos de algo más. El fetichismo de los bienes reside ensu valor de prestigio, en su capacidad para despertar respeto,autoridad, deferencia, actuando como "signos". En un mundogobernado por símbolos y valores de signos, basta que podamosaparecer como poderosos y triunfadores mediante la adquisi­ción de los bienes que transmiten tales atributos humanos. Esprecisamente porque los bienes irradian un "halo semiperso­nal" que Veblen no puede considerarlos como las abstraccioneslibres de Marx. Los bienes están llenos de significado humano,pero tal significado existe sólo en la mente del intérprete. Asípues, lo alienante no es el fetichismo de los bienes sino el ani­mismo del hombre, que lo impulsa a atribuir cualidades perso­nales e individuales en los fenómenos observados.

Veblen estaba convencido de que este comportamiento no especuliar del capitalismo moderno, sino que tiene sus orígenes enlas comunidades primitivas, en que la percepción es una cues­tión de "psicología popular, no de hecho mecánico". Este hábitoantropomórfico de concebir los fenómenos en términos perso­nales impulsa también a la mente a proyectar la voluntad sobrela materia. "Todas las manifestaciones obvias de la fuerza secaptan como expresiones de la volición: el esfuerzo realizadocon cierto propósito por algún agente similar a la voluntad hu­mana. El punto de vista de la cultura arcaica es el de una per­sonalidad vigorosa, irnpregnadora, cuyo desenvolvimiento es elhecho sustancial que se tiene a la vista en toda relación dondeintervengan los hombres o las cosas." La tendencia a ver las

31 Veblen, TCO, pp. 25-26.

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cosas inanimadas en términos animados, a dotar la materiainerte de cualidades antropomórficas, prevalece "casi univer­salmente" en las culturas antiguas, y refuerza "la aprehensióndel fenómeno en términos genéricamente idénticos a los térmi­nos de la personalidad y la individualídad't."

En el análisis de Veblen, la cosificación no podría reflejar elestado inerte de los bienes, su "estado de cosa" escalofrianteque vuelve su comportamiento aparentemente autónomo y

fuera del alcance del hombre. Más bien, ocurre la cosificacióncuando "los objetos externos se perciben en gran parte en re­lación con lo que harán; de modo que su característica mássustancial, su naturaleza individual íntima, en la medida enque se conciben como entidades individuales, es que haráncosas".33 El hecho de que el bien, ya sea una canoa capturada oun Cadillac comprado, "hará cosas" para el hombre, cosas queéste no puede hacer por sí solo, que le darán el poder y el pres­tigio que la sociedad le niega, que le permitirán convertirse enlo que no es: esto es para Veblen el significado psicológico de lacosificación.

Ya debe estar claro que el bien fetiche de Marx y el animis­mo de Veblen son dos aspectos del mismo comportamiento; ladiferencia consiste en que el primero se determinó para locali­zar los orígenes de la cosificación en las "leyes" de la economíapolítica, mientras que el segundo percibió la cosificación comoalgo característico de la mentalidad colectiva de la sociedaddepredadora en general. Pero Veblen percibió también otro as­pecto de la cosificación en la estratificación de la sociedad ba­sada en la posesión de símbolos de prestigio, y en el fenómenode la "emulación" descubrió por qué el bien fetiche, en lugar dealienar al hombre y generar el conflicto social, integra al hom­bre y produce la cohesión social.

:12 Veblen, RCO, pp. 35-36; POS, pp. 101-103.:¡:1Veblen, IOW, pp. 54-55.

LA EMULACIÓN Y LA HEGEMONÍA DEL CAPITALISMO

Veblen consideraba la emulación como una característica innatadel hombre, pero la naturaleza y la expresión de esa dotaciónnatural ambigua se modifican en el curso de la historia. En lasprimeras culturas primitivas de las pequeñas comunidades pa­cíficas, hay escasa competencia y discriminación social, y todoel espíritu de emulación se orienta hacia los trabajadores pro­ductivos que contribuyen a la vida de la comunidad. Pero conel avance de las herramientas, incluidas las armas, algunoshombres pueden dedicarse a la caza mayor y a las incursionescontra tribus vecinas. Entonces las actividades del hombre ad­quieren cada vez más el carácter de hazañas, y una "compara­ción envidiosa" entre el cazador-guerrero y los otros resultacada vez más fácil y habitual a medida que los depredadorestraen consigo pruebas tangibles de su gran valor sagaz. Así sur­ge la distinción entre los "empleos honoríficos", que significanhazaña, y los "empleos humillantes", que significan activida­des útiles para la comunidad.

La acumulación de artículos de riqueza por métodos distintosdel esfuerzo físico representa el intento del hombre por identi­ficarse con la clase superior mediante la posesión de sus sím­bolos. La riqueza tiene poco que ver con el valor de uso, y ni si­quiera el consumo de bienes se dirige hacia la satisfacción delas necesidades y comodidades básicas. El incentivo de la rique­za, la familiar "causa del beneficio" de la economía política, esmás un rasgo cultural que lila verdad económica. "El móvil quese encuentra en la raíz de la propiedad es la emulación; y elmismo motivo de la imitación continúa activo en el desarrolloposterior de las instituciones que ha originado y en el desarro­llo de los rasgos de la estructura social que toca esta institu­ción de la propiedad. La posesión de riqueza confiere honor; esuna distinción envidiosa."34 Este motivo aumenta a medida

34 Veblen, reo, p. 32.

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que la sociedad se vuelve más grande y más difusa y móvil,creando una situación en la que resulta difícil evaluar a unapersona de algún modo que no sea una valuación externa, talcomo el vestido elegante, los modales refinados, o las posesionesextravagantes. Lo irónico es que la emulación, siendo un rasgoprimitivo, no se desvanece con la marcha del progreso. Porquecuanto más avance la industria, mayor será la oportunidad dela comparación, y por lo tanto será más intenso el deseo de lossignos económicos de la respetabilidad social. Además, la dis­criminación de la posición social basada en una "comparaciónodiosa de las personas en relación con el mérito, valor y poten­cia", como ocurre en el caso de la riqueza heredada y los derechosadquiridos, "se transmite por la descendencia honorable". Asípues, el éxito económico como una medida de la aprobación esuna impresión que se fortalece con cada generación que here­

da la creencia."Es posible que las teorías de Veblen sobre el comportamiento

humano hayan resultado ultrajantes en la América victoriana,pero no fueron extrañas para los pensadores de los siglos XVII yXVIII. Rousseau hizo notar cómo funciona la "estimación" comomotivo social de la riqueza, y en El sobrino de Rameau ofrecióDiderot quizá el más fino tratamiento literario de la emulacióny la ansiedad de la posición social como una forma de aliena­ción tan aguda, que llegó a sacar al propio Hegel de sus ensue­ños mctañsicos." Los filósofos sociales británicos no estabanmenos conscientes de la relación de las presiones sociales conel comportamiento económico. Adam Smith afirmó que "el gransecreto de la educación es dirigir la vanidad hacia objetos ade­cuados"; Bernard de Mandeville sostuvo que el "orgullo" es el"vicio" particular del que fluye el "beneficio público"; y aunHobbes advirtió que el poder no puede convertirse en autoridad

35 Veblen, POS, pp. 82-179. . ..36 Jean-Jacques Rousseau, The Social Contract and Díecouree on the Ongr.n

ofInequality. en Lester Cracker (comp.l (Nueva York, 1967), pp. 153-358;.DemsDiderot, Rameau's Nephew. traducción al inglés de L. W. Tancock (Baltimore,1966).

sin un mínimo de conciencia social entre la ciudadanía. "No haymayor vejación de la mente" que "la burla y el desprecio", escri­bió Hobbes, quien estaba seguro de que "la mayoría de los hom­bres preferirían perder la vida [... ] antes que padecer la des­honra."37 Tal vez el documento de filosofía política escrito eninglés que se asemeja más al análisis de Veblen sea el ensayode John Millar, The Origin of the Distinction ofRank (1779), unadisertación sobre los modales y costumbres de diversas etapasde la civilización que subraya los determinantes sociológicos dela riqueza y el consumo. No obstante, los hombres de la Ilus­tración tendían a considerar transitoria y artificial su sociedadcontemporánea: un fenómeno "antinatural" cuyas ilusiones ydistorsiones se desvanecerían ante el poder de la razón (Locke),la compasión (Rousseau) o la filosofía misma (Hege\). Veblendudaba de las capacidades redentoras de la mente o el corazón.En efecto, su propia mente parecía casi abrumada con conoci­mientos de la sociedad antigua. Mirando hacia atrás, fue Ve­blen el primer intelectual moderno que dio al comportamientoeconómico no sólo un significado sociológico, sino también unabase antropológica; y al hacerlo así descubrió dos problemasrelacionados de la civilización industrial contemporánea quepermanecen con nosotros como pesadilla posmarxista: la hege­monía cultural del capitalismo y el estigma social del trabajo.

Veblen llegó a este descubrimiento examinando el capitalis­mo moderno como un fenómeno sociológico con precedentesantropológicos. En consecuencia, quiso ampliar la investiga­ción económica tradicional para entender el comportamientocomo una función de la situación social con raíces en culturasanteriores. En la sociedad moderna, como en las comunidadesprimitivas, la preocupación por la posición social puede con-

37 Adam Smith, The Theory of Moral Sentiments (Londres, 1790), p. 173;Bernard de Mandeville, AFable of the Bees (Londres. 1725); Thomas Hobbes,Leniathan. edición a cargo de Michael Oakshott (Oxford, 1946), pp. 101-102;véase también Arthur O. Lovejoy, Retlectione un Human Nature (Baltimore,1961), quien hace un estudio penetrante del papel del "orgullo" y la "emulación"en el pensamiento de la Ilustración.

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vertirse en una obsesión tal que los supuestos de "placer y do­lor" de la economía política parecen racionales en extremo. ¿Es elmargen de beneficio más importante que los móviles del orgu­llo?, o ¿es siquiera el instinto de conservación más esencial quela aspiración de la posición social? Por supuesto, Veblen noplanteó el caso en términos tan llanos, pero no pudo resistirsea refutar un principio serio mediante una descripción satírica:

En las personas de sensibilidad delicada, habituadas desde lo anti­guo a los modales gentiles, el sentido de la vergüenza por el trabajomanual puede volverse tan fuerte que, en un momento crítico, haráa un lado hasta el instinto de conservación. Por ejemplo, se nos hareferido que ciertos jefes polinesios, bajo la presión de los buenosmodales, prefirieron morir de inanición a llevarse el alimento a laboca con sus propias manos. Es cierto que este comportamiento pudohaberse debido, por lo menos en parte, a una santidad o un tabúdesmedidos anejos a la persona del jefe. El tabú se habría comuni­cado por el contacto de sus manos, de suerte que hubiera vuelto in­adecuado para el consumo humano todo lo que tocara. Pero el tabúmismo deriva del demérito o la incompatibilidad moral del trabajo;asi que aun cuando se explique en este sentido la conducta de losjefes polinesios responde mejor de lo que pudiera creerse al canondel ocio honorífico. Una ilustración mejor, o por lo menos más clara,es la de cierto rey de Francia que perdió la vida por un exceso de celomoral en la observancia de la debida compostura: en ausencia delfuncionario encargado de mover el asiento de su amo, el rey se sen­tó, sin quejarse, junto al fuego y dejó que su real persona se tostarairrecuperablemente. Pero al actuar así salvó a su CristianísimaMajestad de la contaminación servil.

Summum crede nefas animam praeferre pudori,Et propter vitam vivendi perdere causas. 38

[El peor de los crímenes es arriesgar el alma antes que la vergüen­za, y, bajo color de vida, perder la razón de vivin]

3R Veblen, TCO, pp. 50-51.

El humor de Veblen no debe hacernos olvidar la importanciateórica de este pasaje. Veblen resultó ser uno de los primeros es­tudiosos de lo que llegaría a conocerse en sociología como "desem­peño de papeles". El hecho de que los hombres han de desempe­ñar la función social de su clase independientemente de lasconsecuencias sólo indica la medida en que esa función determi­na los pensamientos y las acciones del individuo. El hombre com­pletamente socializado cuya vida entera se ve absorbida por supapel social es otro ejemplo de la forma en que la conciencia hu­mana puede perderse ante fuerzas externas a ella misma, sóloque ahora la reificación o cosificación no se asocia a los bienessino a la sociedad misma. La cosificación opera en la sociedaddotando a los papeles sociales de una posición ontológica." Laidentidad, personalidad e individualidad del hombre se alcan­zan mediante la realización de un papel separado de la intencio­nalidad humana, preformado por las instituciones, los sistemasde clase y los hábitos culturales. En la sociedad, los hombres notienen vida; sólo tienen funciones sociales, y sus funciones seejecutan mediante meras repeticiones miméticas de las accio­nes prototípicas incorporadas en los papeles.

Los modales -escribió Veblen- L..l son en parte un refinamientodel gesto, y en parte son vestigios simbólicos y establecidos por con­vención que representan antiguos aetas de dominio o de servicio ocontacto personales. En gran parte son una expresión de la relaciónde la posición: pantomima simbólica del dominio por una parte ydel sometimiento por la otra.w

La sensibilidad de Veblen a los determinantes sociales delcomportamiento económico puede observarse también en su com­prensión de lo que Robert Merton llamaría posteriormente las"funciones latentes" de la conducta manifiesta.'! Observó Veblen

:J9 Peter Berger y Stanley Pullberg, "Reification and the Sociological Critiqueof Conscíousness", History & Theory 4 (1965), pp. 196-211.

40 Veblen, TeO, p. 55.41 Robert K. Merton citó a Veblen cuando desarrolló su teoría de las funciones

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que mientras la educación es un medio para la ilustración, laclase ociosa estudia lenguas antiguas y bellas artes no por elimpulso de alguna "curiosidad ociosa", sino para subrayar sugran alejamiento de las actividades industriales inmediatas.De igual modo, en nuestra época es el automóvil un medio detransporte, pero la clase alta compra automóviles Cadillac paraindicar que ocupa una posición superior a la del dueño de unautomóvil Chevrolet. Gracias a sus percepciones de los funda­mentos sociales del comportamiento, Veblen estaba alerta a laconducta y las afectaciones destinadas menos a satisfacer nece­sidades que a mejorar la posición social. Además, pudo percibircon claridad cómo se apropia la clase ociosa, sin dificultad, de losestilos "contraculturales" supuestamente radicales. Aunqueadmiraba a John Ruskin y William Morris como críticos del des­pilfarro y la fealdad del capitalismo, dudaba que su llamadoestético a un retorno a las artes, los oficios y la industria hoga­reña ofreciera un recurso real. Irónicamente, él mismo era unpracticante de la economía de la sencillez de Ruskin y Morris,alguien que fabricaba sus propios muebles con los materialesmás rudimentarios. Pero advirtió que los finos trabajos manua­les y la artística encuadernación de Morris serían mucho más ca­ros que los métodos industriales de la producción en masa, demodo que la gran excelencia atribuida a los "procedimientosantiguos y obsoletos" tendría menos que ver con la belleza ar­tística que con la atracción pretenciosa de los artículos precio­sos fuera del alcance de las masas. Los cánones del buen gustotambién pueden "contaminarse", y el comprador de obras dearte raras, obviamente un conocedor, está elevando también suprestigio como un buscador de posición social "latente't.t?

El hecho de que la clase alta pueda apropiarse aun de las for­mas artísticas nuevas y los estilos culturales originados en la

latentes y manifiestas al señalar que el talento de Veblen para la observaciónde las dimensiones irónicas y satíricas de la vida social le permitía percibir lasintenciones ulteriores en la conducta ostensible (Social Theory and SocialStructure, Nueva York, 1968).

42 Veblen, reo, pp. 167-169.

protesta social sugiere un aspecto sociológico todavía más im­portante de la teoría que expuso Veblen de la emulación: susimplicaciones conservadoras. A medida que los criterios pecu­niarios invaden la comunidad, las instituciones existentes ejer­cen una fuerza normativa restrictiva y sin dificultad desvían oabsorben todos los desafíos. Las instituciones se perpetúan porla emulación, que siempre se dirige hacia arriba porque la masade los hombres se adapta de continuo a la cultura y estilo devida de las clases que están inmediatamente por encima. Enconsecuencia, los individuos "interiorizan" las normas del or­

den social:

La institución de una clase ociosa afecta no sólo la estructura socialsino también el carácter individual de los miembros de la sociedad.En cuanto una proclividad o un punto de vista cualesquiera gananaceptación como criterio autorizado o norma de vida, producen efectoen el carácter de los miembros de la sociedad que los haya aceptadocomo norma. Hasta cierto punto moldearán sus hábitos o pensa­mientos y ejercerán una vigilancia selectiva sobre el desarrollo delas aptitudes e inclinaciones de los hombres.f

Gracias a la propensión humana a emular, la clase alta seencuentra en situación de establecer un "ejemplo preceptivo dederroche conspicuo" y de suministrar un "ejemplo imperativo"de la forma como se establecen los "cánones de la reputación".Así pues, las normas que organizan el sistema de valores de unasociedad y le dan cohesión se originan en la cima de la estructu­ra de clases y se transmiten hacia abajo, con lo cual afectan (o"contaminan") las poblaciones de los diversos estratos inferio­res. Por esta razón Veblen no podía descartar la "superestruc­tura" de la sociedad -la capa que se encuentra en la cima dela pirámide social y que representa todas las falsas ideologíasde la religión, el nacionalismo y el capitalismo- como un mero"reflejo" de la "base" estructural de la sociedad, que tiene sudinámica en el modo de producción. Las ideas de la clase ocio-

43 Veblen, reo, p. 218.

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sa pueden ser tan falsas como perniciosas, pero su poder es tanreal como ubicua es su influencia.

Al tratar las ideas culturales reinantes como los fundamen­tos inconscientes de la vida social, Veblen estaba anticipandoun tema de la teoría social que descubriría después AntonioGramsci: el fenómeno de la hegemonía. El problema de la hege­monía reside en explicar cómo toda una sociedad llega a estardominada por los valores de una parte, y por qué el hombre con­siente así que lo dominen otros, fenómeno que resulta especial­mente desconcertante porque significa el sometimiento del hom­bre ante las ideas y no ante el poder y la coerción. En suma, sipor la fuerza no, ¿cómo se legitima la clase gobernante? Veblenpercibió que, en una sociedad de masas, el fenómeno del poder,la capacidad para mandar por la amenaza de la coerción, cedesu lugar al fenómeno de la influencia, la capacidad para persua­dir mediante la tendencia a la emulación. El agudo análisis quehizo Veblen de los determinantes sociales del comportamientoeconómico le permitió ver cómo funcionaba la imitación paraamortiguar los efectos de la alienación y explotación, con lo cualintegra al trabajador a la cultura del capitalismo.

LA PRIVACIÓN DE LA POSICIÓN SOCIAL

Y T.A INTEGRACIÓN DE LA CLASE TRABAJADORA

Veblen se ocupó de la cuestión de la clase trabajadora en el en­sayo titulado "Sorne Neglected Points in the Theory of Social­ism", publicado en 1892. El ensayo fue en parte una respuesta ala inquietud laboral de principios del decenio 1891-1900 y en par­te una respuesta a las severas críticas de Herbert Spencer contrael movimiento socialista de los Estados Unidos. Spencer habíadenunciado el socialismo como una amenaza para la competen­cia y el sistema de la libertad de contrato, que supuestamentehabía ayudado en gran medida a promover el progreso económi­co. Veblen, quien había respetado a Spencer desde sus días de

estudiante, asumió el papel del analista para contrarrestar alalarmista. Antes de indignarnos ante las supuestas consecuen­cias negativas del socialismo, aconsejó Veblen, deberíamos son­dear las profundidades del "sentimiento de insatisfacción cróni­ca" que afecta a las clases trabajadoras. Reconoció Veblen queSpencer pudo haber señalado una de las causas cuando achacóla fuente del descontento a un sentimiento de "tedio" entre lostrabajadores, pero no es una motivación suficiente. Menos con­vincente aún resultaba el argumento de los populistas progre­sistas: que el sistema económico funcionaba para volver másricos a los ricos y más pobres a los pobres. Tal sentir tenía sólo "lafascinación de un epigrama" observó Veblen señalando las ga­nancias económicas obtenidas por los trabajadores. Si la fuentede la intranquilidad laboral no se encontraba en el aburrimien­to ni en la desesperación, ¿dónde podría encontrarse?

Veblen contestó a esta interrogante introduciendo una idea quedesarrollarían los científicos sociales más de medio siglo después:la idea de la privación relativa: ''El sistema existente no ha vuel­to, ni tiende a volver, a los pobres industriosos más pobres entérminos absolutos de los medios de subsistencia; pero tiende avolverlos relativamente más pobres, a sus propios ojos, en térmi­nos de la importancia económica comparativa, y esto es lo que pa­rece contar, por curioso que parezca a primera vista", Lo quesienten los trabajadores no es una privación física sino emocio­nal, y ésta toma la "innoble forma de emulación", de aspirar a un"buen nombre" y una posición de reputación en la comunidad.Padeciendo ansiedades de posición social, los trabajadores orien­tan su resentimiento hacia los dueños de la propiedad privada

cuyas posesiones se elevan por encima de cierto promedio mal defi­nido. Este sentimiento de injusticia no se distingue siempre de laenvidia, pero en todo caso es un factor favorable a una política de

nivelación. A esto se une un sentimiento de la hombría despreciada,que funciona en la misma dirección.v'

44 Veblen, POS, pp. 387-408.

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En los escritos de Veblen surge el orden social norteamerica­no como una sociedad de clases sin un conflicto de clases. Care­ciendo de un sentido bien desarrollado de la conciencia de clase,el trabajador llegó a envidiar, y con el tiempo a adoptar, el estilode vida de la clase ociosa, creyendo que el significado y el valor dela vida no se encontraría en la producción, como habían espe­rado Marx y Veblen, sino en el consumo, de acuerdo con los "cá­nones monetarios del gusto". Deseando ascender a la clase me­dia, e influido por la cultura codiciosa y relativamente ociosade los nouveaux riches, el trabajador industrial padecía la indig­nidad de la "hombría despreciada" cuanto más buscaba el eva­sivo respeto de quienes se encontraban por encima de él. Aquípodríamos encontrar una clave para el problema que había mor­tificado a los marxistas desencantados: la cooperación aparen­temente gustosa de la clase trabajadora en su propia subordina­ción. En la medida en que el trabajador industrial se comparabacon su imagen de persona de una clase superior, aceptaba elderecho de esa clase a juzgarlo.

¿Era este comportamiento peculiar sólo de la sociedad norte­americana en el tiempo de Veblen? Quizá. Pero tal comporta­miento puede adquirir mayor importancia a medida que "se mol­dea con arreglo al carácter estadunidense" el resto del mundoindustrializado. Pueden señalarse a este respecto los casos dra­máticos de Abudada, Kuwait y otros países petroleros del Me­dio Oriente, donde una de las consecuencias sociales y culturalesmás importantes de la prosperidad instantánea es la importa­ción inmediata de trabajadores extranjeros. Con la riqueza re­pentina, el trabajo productivo se vuelve más injurioso que nun­ca; y a medída que los Cadíllac sustituyen al camello, los bienesalcanzan la posición de iconos sociales. Si la "posición bárbara"de las mujeres permanece igual, todos los hombres se vuelvenjeques.

Sea cual fuere la validez de las ideas de Veblen para el restodel mundo, los estudios de los historiadores sociales de los Es­tados Unidos en los siglos XIX y xx tienden a confirmar sus ob-

servaciones, lo que convierte a Veb1en en un anatomista previ­dente de 10que tiempo después se llamaría "las heridas ocultasde la clase". El hecho de que el trabajador norteamericano no seconvirtiera en una fuerza social radical no puede explicarse sim­plemente señalando la prosperidad y la movilidad social. El tra­bajador estadunidense no estaba materialmente mejor que eltrabajador alemán antes de la primera Guerra Mundial; y, comohan descubierto los historiadores, si bien es cierto que existíacierta movilidad a bajo nivel para los trabajadores industriales,la estructura social no ofrecía una ancha escalera hacia el éxito,el mito de Alger tan querido por las minorías empresariales."Sin embargo, resulta sobremanera difícil, en vista de la esca­sez de datos históricos, descubrir si el trabajador creía en elmito del individualismo porque el mínimo de movilidad socialpermitía que muchos trabajadores ascendieran desde la basede la escala, aunque no llegasen muy lejos. Puesto que las acti­tudes de los trabajadores con respecto a este punto resultan tandecisivas, nos vemos obligados a especular. Si, por una parte,los trabajadores permanecían escépticos ante el mito, ¿por quéno desarrollaron un ímpetu de conciencia de clase radical paradestruir la falsa ideología? Por otra parte, si creían en la ideo­logía capitalista de la oportunidad y la movilidad, y sin embargono lograban mejorar en ocupación, ingreso y posición social,¿permitieron su integración al orden social volviendo su resen­timiento contra sí mismos, interpretando su fracaso en términosde inadecuación personal antes que de la injusticia social, ypor lo tanto padecían un sentimiento de culpa individual?

Carecemos de datos para responder a estas preguntas encuanto al siglo XIX, pero las pruebas de mediados del siglo xxindican que, a medida que aumentan la oportunidad y la movi­lidad, las actitudes de los trabajadores se llenan de dignidadinjuriada y autorreproche. Cualquiera que sea la fuente de estesentimiento -religiosa, étnica, psicológica, etc.-, las actitudes

4~ Stephen Thernstrom, Pooerty and Progrese: Social Mobility in a Nine­teenth-Century City (Nueva York, 1970).

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de los trabajadores se expresan en dos formas curiosamente dis­tintas. Un sentir, descubierto por Richard Sennet y JonathanCobb, muestra que el trabajador admira la cultura y el carácterde la clase alta, no tanto a causa de su riqueza COmo de sus su­periores recursos internos. En contraste con el ambiente duro,brutal y a menudo salvaje de la vida de la clase trabajadora, en­suciado por las disputas de borrachos y las riñas familiares, lavida de la clase alta aparece pacífica, tranquila, gentil, "civiliza­da" por una capacidad mayor de autocontrol. El trabajador po­dría despreciar las ocupaciones del banquero y el vendedor, masconsidera su cultura doméstica como un "modelo prestigioso"que quisiera poder imitar junto con su familia." Podríamos ha­blar aquí de un sentimiento weberiano, por cuanto el trabajadoratribuye cualidades superiores de restricción interna a la clasealta. Pero hay otro sentimiento compartido por la clase baja que

se aproxima más a las observaciones de Veblen. Esta actitud

surge en las entrevistas a trabajadores de diversas ocupacionesque llevó a cabo Studs Terkel. Las declaraciones siguientes, de

un trabajador siderúrgico de Chicago, sugieren la tesis de Ve­

bIen acerca de la degradación del trabajo manual a los ojos de lostrabajadores y su envidia de las libertades y los estilos de vidahedonísticos de la clase ociosa:

Si yo lo pongo a usted en un muelle, frente a un carro cargado consacos de cincuenta libras de papas, y hay otros cincuenta carros comoéste, yeso es lo que va a hacer durante todo el día, ¿en qué pensaráusted? .. , ¿en papas? Sólo los chiflados piensan en el trabajo ohablan de él. Los demás, quizás hablen de beisbol o de emborra­charse una de estas noches, o de que fueron despedidos o no lo fue­ron. Yodiría que uno de cada cien se emocionará con el trabajo.

¿Por qué están diciendo siempre los comunistas que están a favordel trabajador, y apenas se apoderan de un país empieza uno a can­tarles a los tractores? Cantan lo mucho que aman la fábrica. Por eso

46 Jonathan Cobb y Richard Sennet, The Hidden Wounds of Class (NuevaYork, 1972); véase también Joseph Goldthorpe y otros, The Affluent Worker inthe Clase Structure (Cambridge, 1969).

no podría tragar el comunismo. Es la utopía de los intelectuales, no lamía. No puedo imaginarme cantándole a un tractor; simplemente nopuedo. (Rieas.) O cantarle al acero. (Canturreo.) [La, la, lal, ¡estoyen la bonderizadora!; [cómo amo este acero pesado! No, gracias. Nipor pienso.

Sí, claro, sueño despierto. Sueño con una rubia atractiva de Miamique se ha apoderado de mis cuotas sindicales. (Risas.) Pienso delpresidente del sindicato como pienso del presidente de mi compa­ñía: dándose la buena vida. Pienso en Miami en febrero: tiempo cá­lido, un lugar para descansar. Cuando escucho a un estudiante uni­versitario que se queja: "Estoy oprimido", no le creo. ¿Sabe lo que megustaría hacer por un año?: vivir como un estudiante universitario.Sólo por un año. Me encantaría. ¡Huy! ¡Automóvil depor-tivol, pnari­guana! (Risas.) Golfas sexuales, salvajes. Me encantaría eso; [dia­blos!, ya lo creo.f

Cuando comparamos los estudios de Sennet y Cobb por unaparte y el de Terkel por la otra, vemos que los trabajadores pa­recen tener dos visiones diferentes de la clase alta. Algunos ven

a los ricos como moralmente superiores, otros los ven como más

libres en términos sensuales. Como quiera que podamos expli­

car esta actitud dual -y sin duda podría hacerlo un freudia­no-, la realidad indudable es que la clase trabajadora estadu­nidense posee escasa autonomía cultural. Mira hacia fuera

de su propio medio, y generalmente por encima de él, en busca de

modelos de comportamiento discretos. Esto se aplica no sólo a

la cultura de la conducta sino también a la cultura del trabajomismo. Una de las características notables de la fuerza de tra­

bajo norteamericana del siglo XIX era el hecho de que muchos

de sus miembros eran inmigrantes que llegaban con escasa

comprensión, y aún menor atracción, de los imperativos y el ca­

rácter distintivo del trabajo industrial. Sin embargo, los cam­

pesinos, agricultores, artesanos calificados y jornaleros se veían

pronto encadenados a nuevos hábitos de trabajo puntual y ri­

guroso, un esfuerzo que requería considerable propaganda de

47 Studs Terkel, Working (Nueva York, 1974), pp. xxiv-xxxv.

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228 TEORíA E HISTORIA LA HEGEMONíA CULTURAL DEL CAPITALISMO 229

parte de las minorías empresariales.t" El éxito de los cabeci­llas empresariales norteamericanos en disciplinar a una fuer­za de trabajo potencialmente recalcitrante y rebelde es unaprueba adicional no sólo del poder del capitalismo, sino tam­bién de su hegemonía cultural.

Lenin fue quizá el primer teórico marxista que percibió que laclase trabajadora estaba mal preparada para destruir la ideo­logía de la clase gobernante; por lo tanto, la "espontaneidad" delproletariado debe ser impulsada por la "conciencia" del parti­do. Pero fue el italiano Gramsci quien apreció por primera vezcabalmente el poder de las ideas como una fuerza creativa y

-lo que es más importante para nuestros fines- conservado­ra. También Veblen entendió la función estabilizadora de lasideas en una sociedad capitalista. Conforme con su análisis,los elementos animistas y antropomórficos de las ideas impidenque la población piense de manera objetiva y capte la verdade­ra secuencia causal de los fenómenos naturales. Es caracterís­tico que la clase gobernante apele a los ideales antes que a loshechos, y estas "propiedades devotas" logran "inducir y conser­var cierto reconocimiento habitual de la relación con un supe­rior, y así congelan la sensación actual de posición y lealtad'v"

Según Marx, la hegemonía de la clase capitalista era sólouna etapa histórica que se superaría mediante la lucha de laclase trabajadora y la conciencia de clase; para Veblen eraésta una cuestión más compleja, que sugería la supervivenciade rasgos arcaicos y la incapacidad del pensamiento científicomoderno para penetrar en la mente de las masas. Pero hay unpunto de vista enteramente diferente que debemos conside­rar: ¿se basaba la deferencia de que disfrutaban las clasescapitalistas sólo en el poder y la propaganda, o derivaba de uncarácter moral genuinamente distinto que las masas hubiesenreconocido en efecto? Veblen describió el capitalismo como una

48 Herbert Gutman, Work. Culture and Society in Industrial America (Nue­va York, 1975).

49 Veblen, reo, p. 218.

oligarquía de poder y una orgía de derroche. En cambio, MaxWeber percibió en el capitalismo incipiente algunos elementosde timocracia," forma de gobierno basada en los principios delhonor, el deber y la probidad. Tenemos por una parte un retra­to del capitalista como una criatura hedonista de deseos insa­ciables; por la otra, el retrato de un carácter heroico de pasionescontroladas. Debemos examinar el estudio que hizo Weber delcapitalismo, no sólo porque su análisis histórico proporcionaun contraste interesante con el tratamiento de Veblen, sinotambién porque es posible que la solución de Veblen al proble­ma de la hegemonía capitalista se entienda mejor, desde laperspectiva de Weber, como una mera extensión y aumentodel problema mismo.

* Aunque en español suele denominarse así al gobierno de los ricos, aquí sele da su sentido etimológico: timé, honor, y krates, gobierno.

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VII, VEBLEN, WEBERY EL "ESPÍRITU DEL CAPITALISMO"

No HAY DOS TEÓRICOS SOCIALES más opuestos entre sí, por inte­lecto y temperamento, que Thorstein Veblen y Max Weber. En­tre el empirismo radical del norteamericano y el humanismoconservador del alemán corre una falla ideológica tan anchacomo profunda. Ninguno de estos intelectuales ejerció influenciaalguna en el otro,' y SUS obras difieren tanto en el tono y la tesis,que parece haber escasas bases para una comparación; ¿para quécompararlos entonces?

La razón de la comparación es simplemente que ambos pensa­dores estaban preocupados ~casi diríamos "obsesionados"­con el significado histórico de la sociedad industrial contempo­ránea. También estaban seguros, como hemos visto, de que elfuturo del capitalismo moderno sólo podría percibirse si se en­tendían su surgimiento y desarrollo; y para tal efecto centró We­ber su análisis en los Estados Unidos como la encarnación his­tórica de la "ética protestante", el país donde creció Veblen, paradescubrir que el capitalismo no era básicamente ético ni esen­cialmente cristiano.

Una comparación entre Veblen y Weber merece nuestra aten­ción por otras razones. Como contemporáneos que alcanzaronla cima de sus facultades intelectuales en el periodo anterior a laprimera Guerra Mundial, respondieron a muchas de las mis­mas experiencias históricas: el crecimiento económico y la ex­pansión industrial de principios del siglo, la transformación del

1 Weber cita a Veblen dos veces en las notas de referencia de The ProtestantEthic, y describe The Theory ofBusiness Enterpriee como un "libro sugerente". MaxWeber, The Protestant Ethic and the Spirit ofCapitalism, traducción al inglés deTa1cott Parsons (Nueva York, 1958), pp. 258, 275. Veblen no menciona a Weberespecíficamente, pero se ocupa de la tesis de The Protestant Ettuc. como veremos.

230

VEBLEN, WEBER Y EL "EspíRITU DEL CAPITALISMO" 231

capitalismo burgués en las formas burocráticas, corporativas dela administración, y la crisis de la primera Guerra Mundial y larevolución bolchevique. Respondiendo a estos sucesos desqui­ciadores, se ocuparon de problemas notablemente semejantes.A principios de la década 1891-1900, Weber y Veblen escribieronartículos sobre la agricultura, el mercado de valores, el sistemacrediticio y el capitalismo financiero. El libro de Weber, La éticaprotestante y el espíritu del capitalismo, apareció en forma de en­sayo en 1904-1905, cinco años después de la publicación del librode Veblen Teoría de la clase ociosa; y cinco años más tarde Ve­bIen ofreció su propia interpretación de la religión y el capitalis­mo en "Christian Morals and the Competitive System". En 1915,cuando Weber estaba meditando y escribiendo con ansiedad so­bre el futuro de la Alemania de Hohenzollern, Veblen publicó Im­perial Germany and the Industrial Revolution. En 1918, año enque Weber presentó su elocuente protesta contra la supresión dela libertad académica y escribió su importante ensayo sobre lamisión de la educación "La ciencia como vocación", Veblen publi­có una tesis similar en The Higher Learning in America. Duran­te este periodo bélico, Veblen y Weber trabajaron también parasus gobiernos respectivos, y ambos escribieron provocativos ar­tículos sobre la Revolución rusa, aunque con perspectivas cla­ramente diferentes. Y después de sus muertes (la de Weber en1920, la de Veblen en 1929), sus discípulos y admiradores pu­blicaron como libros sus artículos, ricamente estimulantes, quehabían permanecido enterrados en revistas especializadas.

Sus publicaciones siguieron el curso de los acontecimientoshistóricos en gran medida porque ambos autores compartíanlos mismos intereses teóricos. Aunque vivían en culturas polí­ticas diferentes, Weber y Veblen estaban profundamente intere­sados en los problemas del poder, la legitimidad, la autoridad yla hegemonía personalizada que se manifiestan en el fenómenodel "liderazgo carismático" y de los "capitanes de industria".También se interesaban por los problemas metodológicos de laobjetividad científica y del papel crucial de los conocimientos

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232 TEORíA E HISTORIA VEBLEN, WEBER Y EL "EspíRITU DEL CAPITALISMO" 233

tecnológicos en la sociedad moderna, y ambos criticaban a fon­do la interpretación marxista de la historia. Por último, Weberexploró los orígenes del capitalismo con profundidad no menorque la de Veblen y Marx, aunque llegó a conclusiones notable­mente diferentes acerca de los problemas de la alienación, co­sificación, hegemonía y el destino final del "espíritu del capita­lismo" en el mundo moderno.

Aparte de estos paralelos intelectuales, una razón más pode­rosa aún para la comparación de Weber con Veblen es el eclip­se de este último ante la eminencia del primero en la teoría socialnorteamericana. Este eclipse se debió en parte a la influenciaacadémica de Talcott Parsons y la escuela sociológica conocidacomo "funcionalismo estructural" (más adelante volveremos aocuparnos de este punto). Como ya hemos visto, Parsons equi­paró el "instinto del trabajo" de Veblen a la idea de la "voca­ción" de Weber, con lo cual igualaba una dotación biológica conun imperativo religioso; además, llegó a sostener que la teoríasocial de Veblen es "esencialmente muy simple" y que "en laobra de Weber puede encontrarse una comprensión muy ade­cuada de todas las aportaciones reales de Veblen". 2 Parsonsconfunde aquí afinidad con igualdad. Si pudiera encontrarsealguna analogía, quizá surgiría entre las ideas de Weber sobreel deber filial protestante y la noción de la "inclinación pater­nal" de Veblen; pero aun tal paralelo puede ser demasiado su­perficial para sugerir una "comprensión adecuada de todas lasaportaciones reales de Veblen".

MAX WEBER y EL SURGIMIENTO DEL CAPITALISMO

Como hemos visto, Veblen databa el surgimiento del capitalis­mo en el periodo artesanal de los siglos xv y XVI, mientras que

2 Talcott Parsons, "Introduction"; Max Weber, The Theory ofSocial and Eco­nomic Organization (Nueva York, 1947), p. 40; Parsons, The Structure ofSocialAction, 2 vols. (Free Press, Nueva York, 1968), JI, p. 529.

Marx sostuvo que el capitalismo surgió del derrumbe de la sín­tesis feudal de la riqueza inmobiliaria y el poder hereditario.Weber rechazó tanto la interpretación tecnológica como la ma­terialista de la historia. Según Weber, las características pri­mordiales del capitalismo no residen en la descripción que haceVeblen de la depredación y el consumo ni en la teoría de la ex­plotación y la plusvalía de Marx. Por el contrario, para Weberel capitalismo es el producto de un tipo único de personalidadque aparece en el escenario histórico en la época de la Reforma.¿Qué hizo al capitalista tan peculiarmente diferente? No fueronsu egoísmo ni su avaricia, rasgos humanos encontrados en lassociedades precapitalistas y personificados en las actividadesrapaces de los conquistadores españoles y los piratas ingleses,así como de los aristócratas romanos y los mandarines chinos.El rasgo distintivo de la personalidad capitalista es la intensadisciplina moral comprendida en su actitud hacia el trabajocomo una obligación espiritual y un deber social. Según Weber,el capitalismo es menos un impulso codicioso placentero queuna devoción sin placer hacia el trabajo arduo como una res­ponsabilidad que lleva en sí misma su remuneración intrínseca.Identifica los principios del capitalismo moderno como sigue:

La ganancia de más y más dinero, combinada con la evitación es­tricta de todo disfrute espontáneo de la vida, se [...] considera tanpuramente como un fin en sí misma que, desde el punto de vista dela felicidad o la utilidad del individuo singular, aparece enteramentetrascendental y absolutamente irracional. El hombre está domina­do por la producción de dinero, por la adquisición como el fin último desu vida. La adquisición económica ya no se subordina al hombrecomo el medio para satisfacer sus necesidades materiales. Esta in­versión de lo que deberíamos llamar la relación natural, tan irracio­nal desde un punto de vista ingenuo, es evidentemente un principiofundamental del capitalismo y algo extraño para todos los hombresque no se encuentran bajo la influencia capitalista."

:l Weber, Protestant Ethic, p. 53; véanse algunos resúmenes útiles de la tesisde Weber en Anthony Gíddens, Capitalism and Modern Social Theory: An Analy-

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234 TEORÍA E HISTORIA VEBLEN, WEBER Y EL "EspíRITU DEL CAPITALISMO" 235

Weber y Veblen estaban de acuerdo por lo menos en un punto(sin duda porque ambos recurrieron a Sornbart): que el "espíritu"capitalista encontró expresión en la reorganización eficiente y

racional de la producción fundándose en el "cálculo riguroso"(Weber) y la "contabilidad sistemática" (Veblen), En contraste

con el "capitalismo aventurero" de épocas anteriores, el capita­lismo moderno se basa en la búsqueda racional de la gananciaeconómica mediante inversiones a largo plazo, mercados orga­nizados de bienes y valores, administración continua de los or­ganismos políticos y actividades empresariales sancionadaspor el contrato y otras formas legales. Veblen había reconocidomuchos de estos rasgos en la época artesanal, en particular losavances tecnológicos de los modos de producción. Pero en vir­tud de que consideraba la ciencia como el heraldo del progresoy quería ver en la historia más continuidad que cambio, no ex­ploró Veblen la psicología que se encuentra detrás del movimien­to hacia la racionalización ni el significado de las nuevas actitu­des del hombre hacia el trabajo y la riqueza, una reorientaciónde valores que implicaba nada menos que una revolución cul­tural. La gran aportación de Weber fue el haber ubicado estecambio en una fuente que no examinaron ni Veblen ni Marx: lareligión."

Sugirió Weber que la nueva actitud hacia el trabajo, surgidaen el siglo XVI, estaba conectada con la doctrina luterana de lavocación. En contraste con los ideales monásticos del catolicis­mo medieval, la doctrina luterana pedía al hombre que sirviera

si.'! of the Writings ofMarx, Weber, and Durkheim (Londres, 1971), pp. 119-132;Reinhard Bendix, Max Weber: An Intellectual Portrait (Garden City, NuevaYork, 1960), pp. 49-79.

4 Weber sugirió también que el desarrollo de la ciencia y el capitalismo se re­lacionaban, aunque se trataba más bien de que los capitalistas se apropiabande las posibilidades técnicas de la ciencia, no de que los descubrimientos cientí­ficos originaran el "espíritu" del capitalismo. Veblen presentó una visión diferen­te del desarrollo del progreso científico. Véase Weber, Protestant Ethic, pp. 13~15,

24, 168, 249; Veblen, POS, pp. 1-55. Véase también R. Hookyaas, "Science andReformatíon", en S. N. Eisenstadt (comp.j, The Protestant Ethic and Moderni­zation (Nueva York, 1968), pp. 211-239; Y Roberl K Merton, Science, Technologyand Society in Seuenteenth Century England (Nueva York, 1970).

a Dios y probara su carácter moral en la vida diaria de los asun­tos mundanos. Pero aunque la idea de la vocación, tan ajena ala Edad Media y la Antigüedad, daba significado espiritual y

moral a las actividades mundanas, la doctrina misma no podíaexplicar la intensidad y aun la "ansiedad" con que se realizabantales actividades. Por lo tanto, Weber examinó las creencias del

calvinismo, donde encontró no sólo una expresión "ascética" del pro­testantismo, sino una teologia del terror que parecía explicar elimpulso activista del hombre capitalista moderno. En el calvi­nismo resulta difícil considerar la religión como un "opio" que

ofrece el paliativo de una ilusión. Las enseñanzas del calvinis­mo exaltaban la sabiduría y misericordia infinitas de Dios yachacaban la condición del hombre a un estado de depravacióninfinita. El hombre no podría comprender jamás los misterio­sos procederes de Dios. Ser inescrutable cuyas causas de enojoe ira permanecen impenetrables. Más horrorizante aún era ladoctrina calvinista de la predestinación, según la cual se habíaordenado en el momento mismo de la creación, en forma irre­vocable, el estado de gracia de cada individuo. Weber sostuvo que

estas doctrinas deben de haber producido en el hombre una "so­ledad interior sin precedentes", Ante Dios, el hombre se erguíasolo: ni los sacramentos de la Iglesia ni las plegarias del sacer­

dote podrían interceder ante Dios para ayudar a su salvación.Pero este aislamiento interior del individuo encontró un escapeen la doctrina del trabajo. Examinando los escritos pastoralesde los teólogos puritanos, descubrió Weber que el calvinismo, apesar de su prioridad de la fe sobre las obras, había alentadoen efecto el esfuerzo mundano sin límites como un recurso paraaliviar la ansiedad humana. Aunque en teoría no era posible

observar ningún signo exterior de la gracia, las dudas acercade nuestra condición espiritual podrían interpretarse fácilmen­te como prueba de una fe imperfecta; por 10 tanto, el individuopodía suponerse como uno de los escogidos y realizar una "inten­sa actividad mundana" para sostener la necesaria confianza ensí mismo. El esfuerzo económico no ayudaría al hombre a al-

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236 TEORÍA E HISTORIA VEBLEN, WEBER Y EL "ESPÍRITU DEL CAPITALISMO" 237

canzar la salvación, pero lo ayudaría a despejar sus dudas acercade su estatura moral. En otras palabras, el hombre no podía sal­varse por el trabajo, pero podía salvarse para el trabajo comoun medio de vida ordenado por Dios. "Puedes trabajar para serrico para Dios -dice Weber, citando a un teólogo puritano­mas no para la carne y el pecado." Mientras implicara esfuerzoincesante y ausencia de indulgencia, y se trabajara para Diosantes que para sí mismo, la búsqueda afortunada de la ganan­cia era el deber del cristiano y también del empresario.v

La tesis de Weber planteaba un grave desafío a todo el análi­sis del capitalismo realizado por Veblen. Debemos yuxtaponerlas perspectivas contrastantes, aun a riesgo de llegar a la sim­plificación. Mientras que Veblen examinaba los desarrollos téc­nicos de la era artesanal, Weber subrayó los factores espiritua­les como algo más decisivo que los factores materiales para eldesarrollo del capitalismo moderno. Mientras Veblen consideróal capitalismo como una continuación de los hábitos bárbarosde la proeza, Weber dio la "ética" capitalista como una heroicadisciplina moral que representaba, por lo menos en sus oríge­nes, un rompimiento decisivo con el comportamiento depreda­dor de los hombres de las etapas precapitalistas de la historia.y mientras Veblen describía al capitalista como a un ser enbusca de posición social y de comodidades, e incluso como a unsaboteador industrial, Weber hacía hincapié en la primacía dela conciencia individual y la admonición protestante contra laholgazanería, ociosidad, y el consumo indulgente como algo pe­caminoso y espiritualmente condenable. Así pues, Veblen yWeber diferían respecto del origen, naturaleza y significadoético del capitalismo. Erraríamos si consideráramos básica­mente políticas estas diferencias, de modo que Veblen fuese elbardo radical de la tecnocracia y Weber el juicioso conservadorde la burocracia. Hay aquí más de lo que podría revelar jamásun análisis ideológico.

5 Weber, Protestant Ethic, p. 162.

Por una parte, el teórico social norteamericano y el alemánestaban separados por posturas éticas curiosamente irónicas.Veblen, un satírico que podía creer de algún modo también enel determinismo y la objetividad científica, fustigaba al capita­lista en los términos morales más severos, como si la desdichadacriatura pudiera considerarse responsable de lo que había for­jado. Weber, un humanista angustiado que apreciaba profun­damente la libertad y consideraba la mente del individuo comoel foco final de la investigación, ofreció una explicación del ca­pitalismo que presentaba al capitalista como alguien incons­ciente de las consecuencias de sus propias acciones: tratandode crear una religiosidad ética, produjo una sociedad empresa­rial. Además, Weber llegó a ser reconocido como uno de los so­ciólogos más grandes de la era moderna, aunque escribió unainterpretación del surgimiento del capitalismo que minimizael papel de las fuerzas sociales y subraya las preocupacionesespirituales trascendentes; en cambio Veblen, un economistaeducado en la filosofía y conocedor de la antropología, escribióuna interpretación del capitalismo como un fenómeno socioló­gico susceptible de un análisis funcional estructural de suscomponentes culturales. No son menos irónicas sus actitudeshacia el trabajo. Veblen consideraba el "espíritu de trabajo" comoun "instinto" natural saludable que promueve los fines de lavida, mientras que Weber consideraba el trabajo como una"irracional" actividad compulsiva que puede distraer nuestraatención de los dolores de la existencia." Esta ironía final se in­tensifica por el hecho de que refleja dos personalidades entera­mente diferentes. Veblen podía componer rapsodias acerca deltrabajo porque él eludía las tareas aburridas del esfuerzo físi­co, parecía singularmente (¡y maravillosamente!) carente deambición académica, y de hecho era torpe y flojo, de acuerdo consus contemporáneos. En cambio, Weber parecía considerar sutrabajo académico casi como una cuestión de salvación perso-

6 Weber no era de ningún modo un admirador sin restricciones de la éticacapitalista del trabajo; véase, por ejemplo, Protestant Ethic, pp. 69-72.

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238 TEORÍA E HISTORIA VEBLEN, WEBER Y EL "ESPÍRITU DEL CAPITALISMO" 239

nal, como si la "ética protestante" brotara oscuramente de supropia Angst alemana. Cuando se le preguntó qué significabanpara él sus extenuantes esfuerzos académicos, respondió: "Quie­ro ver cuánto puedo resistir". 7 No es extraño así que Weber sehaya sentido obligado a atribuir al capitalismo una significaciónmoral que no había recibido ni siquiera en las muy visibles ma­nos de Adam Smith.

y si bien la interpretación vebleniana de la evolución del ca­pitalismo ha pasado virtualmente inadvertida para los histo­riadores, la tesis weberiana ha sido el punto focal de la contro­versia durante tres cuartos de siglo. Algunos estudiosos críticossostienen que el capitalismo es en realidad más viejo que el pro­testantismo; otros cuestionan la supuesta caracterización quehace Weber del calvinismo como un credo estático; otros másseñalan algunas áreas, tales como Holanda y Renania, comoejemplos que refutan la primacía causal de la ética protestanteen la génesis del capitalismo." Más recientemente, los científicospolíticos Michael Walzer y Sheldon Wolin han sostenido queWeber trató de conciliar dos temperamentos incompatibles, elcalvinista "reprimido" y el capitalista liberado, y que trató detraducir la ansiedad espiritual en actividad económica, cuandoen realidad esa condición de ansiedad se sublimó en la reformapolítica cuando los puritanos intentaron nada menos que laregeneración total del hombre por medios seculares."

Es posible que la revaluación más importante, por lo menosdesde la perspectiva del argumento de Veblen, haya sido la ofre­cida por Werner Sombart. En Luxury and Capitalism (1913)revisó Sombart su tesis anterior acerca del antecedente reli­gioso del "espíritu" capitalista, enunciada en la obra clásica que

7 Marianne Weber, Max Weber (Heidelberg, 1950), p. 731.8 Véanse los diversos ensayos de Proteslantism and Capitalism: The Weber

Thesis and Ite Critics, en Robert W. Green (comp.) (Boston, 1959), y de The Pro­testant Ethic and Modernization.

9 Sheldon Wolin, Politice and Yieicm: Continnity and Innovation in WesternPolitical Thought (Nueva York, 1960), pp. 165-194; Michael Walzer, The Revo­lution ofthe Saints (Cambridge, 1965).

influyó en Weber y Veblen, Der Moderne Kapitalismus (902), ysostuvo que el capitalismo representa la transición de una eco­nomía de necesidades a una economía de adquisición. El ímpetude este desarrollo provino de los nouveaux riches cuyas fortunascrecieron en Francia e Inglaterra desde 1600 hasta 1800. Estosnuevos elementos sociales alteraron el clima moral de la épocaformando alianzas con la nobleza arruinada, cuya posición so­cial trataban de adquirir comprando las costosas pertenenciasde esta categoría social. Veblen, quien citó a menudo a Sombart,pudo convenir sin dificultad en que la noción de la adquisiciónde dinero para salir de la clase propia era ajena a la antigua teo­ría corporativa feudal y aun a la teología calvinista. Tambiénpudo convenir en que el capitalismo derivaba no sólo de los des­arrollos técnicos, sino de la "contaminación" de los hábitos ad­quisidores, originados entre los arribistas, que imitaban al ricoocioso, y luego se dispersaban rápidamente por el resto de lasociedad. Tanto Sombart como Veblen minimizaron así el hin­capié marxista en la producción, pues una vez debilitadas laslíneas que separan las clases, las energías de la sociedad se di­rigen hacia un horizonte de consumo siempre creciente. En estesentido, la sociedad capitalista representa la liberación de ten­dencias de adquisición en una economía donde la riqueza tiendea considerarse no como una cantidad fija sino como un recursocapaz de expansión infinita. Sin embargo, a pesar de estos pun­tos de vista comunes, Sombart y Veblen diferían en una premi­sa esencial: como economista, Sombart consideró "moderno" elcomportamiento capitalista; como antropólogo, Veblen lo consi­deró primitivo. Veblen pudo haber señalado que el excedenteeconómico y aun la abundancia no fueron desconocidos paraalgunas comunidades primitivas, mientras que las sociedadescapitalistas modernas dedicaban sus teorías económicas a laproposición de la escasez, a pesar de su abundancia. lO

10 Werner Sombart, Luxury and Caoitalíem. (Arm Arbor, 1967); la introduccióninformativa que hace Philip Siegelman para esta obra contiene una descripciónde la controversia de Sombart y Weber.

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Veblen pudo reconocer su deuda con Sombart, como lo hizoWeber. Pero el científico social norteamericano podía aprenderpoco de la peculiar interpretación weberiana del capitalismo.La incompatibilidad de los dos autores implica algo más que elempleo de definiciones del capitalismo diferentes. Sus diferen­cias podrán entenderse mejor mediante un examen de la histo­ria norteamericana.

BEN FRANKLIN y JOHN ADAMS

En el campo de la historia estadunidense, la tesis sistemáticade Weber debe ponderarse frente a las impresiones no siste­máticas de Veblen. Esto se justifica en gran medida porqueWeber consideraba a los Estados Unidos como el país donde el"espíritu del capitalismo Í. •• l existió antes que el orden capita­lista";l1 y, por supuesto, fuera del contexto norteamericano for­mó Veblen sus actitudes y percepciones. Sin embargo, debemosseñalar de partida que la impresión que tiene Weber del resul­tado del capitalismo estadunidense no contradice en modo al­guno el retrato cáustico que hace Veblen del mismo desarrollo.Weber reconoció que, aunque la religión suministró la visióndel mundo que forjó la actividad capitalista, el propio capita­lismo, una vez establecido, se sostiene por su propio impulsocuando la religión deja de ser un movimiento y se convierte enuna institución. En realidad, en uno de los pasajes finales deLa ética protestante encontramos una observación casi veble­niana, en el sentido de que el capitalismo norteamericano hadejado de ser una ética ferviente de salvación para convertirseen una frívola energía de "deporte":

Desde que el ascetismo se puso a remodelar el mundo y a realizar susideales en el mundo, los bienes materiales han ganado poder cre­ciente y finalmente inexorable sobre la vida de los hombres como no

11 Weber, Protestant Ethic, p. 55.

había ocurrido en ningún periodo anterior de la historia. Hoy en díase ha escapado de la jaula el espíritu del ascetismo religioso, nosabemos si para siempre. Pero el capitalismo victorioso, puesto quedescansa en fundamentos mecánicos, ya no necesita su apoyo. El sem­blante rosado de su sonriente heredero, la Ilustración, también pa­rece desaparecer irremediablemente, y la idea del deber en nuestravocación vaga por nuestras vidas como el fantasma de creencias re­ligiosas muertas. Cuando la realización de la vocación no puede rela­cionarse directamente con los valores espirituales y culturales másaltos, o cuando, por otra parte, no necesita sentirse simplementecomo una compulsión económica, el individuo abandona en generaltodo intento de justificación. En el campo de su desarrollo más alto,en los Estados Unidos, la búsqueda de la riqueza, privada de susignificado religioso y ético, tiende a asociarse a pasiones puramen­te mundanas, lo que a menudo le da realmente el carácter de losdeportes. 12

Tal vez la interpretación que hace Weber del "victorioso" capi­talismo tardío refleje un "desencanto con el mundo" que corres­ponda al alejamiento melancólico de Veblen, una desilusión conla historia moderna que se volvió más completa con la visita deWeber a los Estados Unidos en 19041 3 Pero el tratamiento nocrítico que hace Weber de la historia norteamericana antigua,del puritanismo de Nueva Inglaterra en particular, no ha sidobien recibido por los historiadores. Edmund Morgan encuentraciertas huellas de una "ética protestante" entre los ministrospuritanos que veían en la guerra de independencia frente aInglaterra un recurso para contener el retroceso moral que sesentía profundamente entre el populacho.!" pero otros histo­riadores coloniales consideran la tesis de Weber enteramente

12 Weber, Protestant Ethic, pp. 181-182.13 Acerca de la visita de Weber, C. Wright Milis y Hans Gerth escriben (en

términos curiosamente veblenianoe): "Una y otra vez, Weber se impresionaba porel desperdicio del capitalismo, en particular el desperdicio de la vida humana":Gerth y Milis, "Introduction", From Max Weber: Essays in Sociology (NuevaYork. 1958), p. 15.

14-Edmund S. Morgan, "The Puritan Etbic and the American Revolution",William and Mary Quarterly 24 (1967), pp. 3-43.

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15 Perry Miller, The New England Mind: From Colony to Province (Boeton,edición Beacon, 1960, pp. 40-52; Perry Miller y Thomas Johnson, "Introduc­tion", The Puritans, 2 vcls. (Nueva York, 1965),1, pp. 1-79.

16 Gabriel Kolko, "Max Weber on América: Theory and Evidence", History &Theory (1960), pp. 243-260.

17 Rex A. Lucas, "The Weber 'I'hesis: Plymouth Colony", History & Theory 10(971), pp. 318-346. Véase un análisis excelente de las actitudes coloniales ha­cia el trabajo y la salud, que llegó a mis manos demasiado tarde para incluirloen este estudio, en J. E. Crowley, This Shcba, Self The Conceptualization ofEconomic Life in Eighteenth-Century America (Baltimore, 1974).

inaceptable o por lo menos necesitada de ciertas modificacio­nes. Los historiadores intelectuales han señalado que los puri­tanos estaban educados en una teología "medieval" que res­tringía la actividad económica y aspiraban a una ética socialcomunal en que el individualismo mismo era el legado princi­pal de la naturaleza pecaminosa del hombro." Los historiado­res económicos consideran que la Nueva Inglaterra colonial seaproximaba más a un sistema mercantilista administrado porel Estado que al "tipo ideal" del capitalismo de Weber como unaempresa que busca el beneficio ilimitado y funciona de acuerdocon el cálculo racional. 16 Y los historiadores sociales, siguien­do el consejo metodológico de Weber y escogiendo una coloniacomo un estudio particular de la "especificación", tienden a re­forzar la opinión de los historiadores intelectuales demostrandoque los puritanos no sólo pensaban sino que se comportaban deuna manera más preocupada por "la vida interna, espiritual,de la comunidad, que por las complejas actividades comercia­les de la colonia".17 Pero cualquiera que sea su especialidad,los historiadores que critican a Weber no han podido ofrecerotra explicación del surgimiento del capitalismo en los EstadosUnidos; ni han podido ofrecer otra respuesta al enigma queWeber trató valientemente de explicar en La ética protestante:¿por qué trabaja tan arduamente el hombre occidental?

Parece claro que, aunque el puritanismo de Nueva Inglaterrano mató por completo el "espíritu del capitalismo", tampoco loalimentó. Habia, como ha observado Bernard Bailyn, un "deli­cado balance de tensiones en la vida del comerciante piadoso",

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un equilibrio psíquico dividido entre una ética medieval quecondenaba el lucro y un "ascetismo mundano" protestante que losancionaba; y el surgimiento de la sociedad capitalista sólo pudo

ocurrir cuando ese balance se darrumbó.l"Aun concediendo que el capitalismo sólo pudo florecer con la

declinación de la misión puritana, todavía no está claro por quéfloreció el capitalismo. Los historiadores hablan de la "ambicióneconómica" y la "tentación" de "éxito mundano" como algo quemina el genio comunal del puritanismo. 19 Sin embargo, desea­mos saber qué ambiciona el puritano, o el hombre en general, y

por qué puede verse tentado por la idea del "éxito", término ensí mismo ambiguo, que supone más de lo que explica. Aun siconcedemos que la erosión de la hegemonía puritana liberó alhombre de la carga de la culpa y estimuló el motivo del benefi­cio todavía debemos encarar el hecho de que en realidad nosabemos casi nada del motivo como tal. El beneficio puede bus­carse por diversas razones, Ypor un solo motivo puede aspirar­se a diversas ambiciones. ¿Concebía el principiante capitalistanorteamericano la riqueza como un fin en sí mismo?, o ¿era laadquisición material sólo un medio para obtener alguna otracosa? Weber trató de resolver este dilema del aparente plura­lismo de la intencionalidad. En un esfuerzo por pasar de la ex­plicación a la comprensión, para él el nivel más alto del enten­dimiento, Weber se interesó profundamente por las causasestructurales que se encuentran detrás de los sucesos históri­cos. Quería descubrir el significado subjetivo de las acciones defiguras históricas, aunque éstas mismas no hubiesen estadoquizá conscientes de los móviles de sus acciones. Y cuando es­tudió los orígenes del "espíritu" del capitalismo estadunidense,se concentró en las ideas y valores de Ben [jamin] Franklin. Elencuentro de Weber con Franklin representa el caso de un in-

te Bernard Bailyn, "Introduction", The Apologia ofRobert Keayne: The Self-Portroit ofa Puritan Merchant (Nueva York, 1964), p. xi. .

19 Richard Bushman, From Puritan to Yankee: Ctiaroctcr and the SocialOrder in Connecticut, 1690-1765 (Cambridge, 1967), pp. ix, 135-143, 188, Yenotros lugares de la obra.

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244 TEORÍA E HISTORIA VEBLEN, WEBER Y EL "ESPÍRITU DEL CAPITALISMO" 245

telectual que encuentra al hombre correcto y descubre el signi­ficado errado.

Nos vemos tentados a censurar a Weber por tomar la obrade Franklin, Advice to a Young Tradesman, como "el documen­to característico del espíritu capitalista't.w No hay duda de queWeber tomó las ufanas máximas de Franklin más en serio que elpropio Franklin. Y es claro que Weber apenas si podría conci­liar con su idea del ascetismo protestante al Franklin que gus­taba de los deportes, teatro, alta cocina, licores finos y jóveneshermosas (en orden inverso con el paso del tiempo). Pero lo la­mentable es que Weber parece no haber conocido otro libro deFranklin: Dissertation on Liberty and Necessity, Pleasure andPain (1725). Aquí podría haber encontrado Weber amplias prue­bas del joven psicológicamente ansioso que adoptaría la vidade la actividad incesante para aliviar el temor de la existencia."La insatisfacción -escribió Franklin a la edad de 19 años­fue la primera Fuente y Causa de toda Acción", y el hombredebe trabajar y esforzarse para liberarse de los tormentos de lainquietud. El placer y el dolor se conectan psicológicamente enel análisis de Franklin: la obtención del placer consiste simple­mente en la eliminación del dolor. "El placer lo causa en su to­talidad el Dolor l... ] El Placer más alto es sólo la Conciencia dela Liberación del Dolor más profundo... " Es posible que Weberhubiera encontrado en estas sombrías reflexiones no sólo la in­quietud nerviosa del empresario atareado, sino también unaconexión histórica con la primacía de la mentalidad del dolorque opera como una premisa central en la economía clásica deAdam Smith y Jeremy Bentham."

Veamos ahora lo que pensaría Veblen de Franklin. Resultafructífera la especulación sobre tal encuentro intelectual, nosólo para sugerir que Veblen habría percibido seguramente, enFranklin, actitudes y valores básicos que Weber pasó por alto,

20 Marianne Weber. Max Weber, p. 231.21 Benjamin Franklin, A Dissertation on Liberty & Necessity, Pleasure &

Pain (Nueva York, 1930),

sino también para ampliar la interpretación de la historia norte­americana antigua, más allá de las esferas política, económicay religiosa, para incluir una olvidada dimensión sociológica.

Leyendo los ensayos y las reflexiones teóricas de Franklin,quizá Veblen hubiese pensado al principio que había descu­bierto un temprano camarada intelectual. El Veblen que estabatan convencido de que la propiedad privada no se crea por eltrabajo sino que se toma en la conquista, podría simpatizar sinduda con la teoría de la riqueza de Franklin. "Sólo parecenexistir tres conductos para que una nación adquiera riqueza-escribió Franklin-: el primero es la guerra, utilizada por losromanos en el pillaje de sus vecinos conquistados; esto es robo.El segundo es el comercio, que generalmente es engaño. El ter­cero es la agricultura, el único conducto honesto. "22 Pero el tercerconducto, [oh desgracia!, le habría parecido a Veblen una pre­sunción de la teoría fisiocrática. Veblen escribió sobre la vidaagrícola a principios de los años veinte. Presenciando la trans­formación de la agricultura norteamericana moderna, de lassupuestas delicias del cultivo de la tierra a las demandas polí­ticas de paridad, Veblen descartó la agricultura, junto con elcapitalismo financiero, como otro intento por "obtener algo acambio de nada". Mucho tiempo antes de que el historiador Ri­chard Hofstadter revelara las raíces burguesas del populismo,Veblen desempeñó su propio papel en la revelación del "mitoagrario".23

Escéptico respecto de las teorías económicas, Veblen se mos­traría también ambivalente acerca de Franklin como un mode­lo del intelecto científico. Sin duda habrían impresionado aVeblen la mente inventiva de Franklin, sus maravillosas facul­tades de observación, sus experimentos con el calor, electricidady lentes bifocales, sus composturas de aparatos y su exploración

22 Citado en Paul K Conkin, Puritans and Pragmatists: Eight EminentAmerican Thinkers (Nueva York, 1968), p. 106.

2:1 Thorstein Veblen, "The Independent Farmer" y "The Country Town'', enAG, pp. 129-165.

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de las leyes mecánicas de los fenómenos naturales. En efecto,hasta podría considerarse la carrera de Franklin como encar­nación de la combinación de actividad tecnológica y deber so­cial, característica del nuevo modo de pensamiento de la eraartesanal, la que para Veblen representaba el periodo históricoen que se arraigó por primera vez el capitalismo moderno comouna mentalidad mecánica. Pero la decisión de Franklin de con­vertir toda reflexión teórica en aplicación práctica violaría elprincipio de la "curiosidad ociosa" de Veblen, que exige una"atención descuidada" de los usos inmediatos del conocimientocientífico. Para Veblen, la incapacidad de Franklin para la in­vestigación desinteresada probaría la "contaminación" del ins­tinto del trabajo por una cultura burguesa de la que no podíaliberarse. Podemos imaginar a Veblen dedicando a Franklin elepitafio que endilgó Van Wyck Brooks a Mark Twain: un genioen potencia y un fracaso en la realidad.

Weber había afirmado que la Pensilvania de Franklin, fun­dada por los cuáqueros, estaba empapada en el "espíritu capita­lista", mientras que algunas áreas, como Virginia, las estable­cieron estrictamente como proyecto comercial "aventureroscapitalistas" y no sectas religiosas. Weber percibió también en lafilosofía ética de Franklin el "Alfa y Omega" de la doctrina dela vocación "que su estricto padre calvinista le había inculcadouna y otra vez en su juventud", y Weber sostuvo que estas ideasy valores de los escritos de Franklin podían encontrarse en"todas sus obras sin excepción'i.>' Weber exagera cuando tomaa Franklin como ejemplo de la energia de la piedad al serviciodel capitalismo, y pierde por completo lo que Veblen habría des­cubierto seguramente: la base social del comportamiento deFranklin, por oposición a su base espiritual.

En la obra más franca de Franklin, su Autobiography (1791),no encontramos ningún rasgo de la ansiedad religiosa que enopinión de Weber lleva al hombre a sublimar su aislamiento

~4 Weber, Protestant Ethic, pp. 53-54.

interior adoptando la vida de los negocios. Tampoco encontra­mos en esta obra madura huella alguna de las dudas metafisi­cas que llevaron al joven autor de la disertación sobre el placery el dolor a ver una conexión lógica entre la felicidad y el sufri­miento. En efecto, el enfoque instrumentalista de Franklinacerca de la religión, en que las consecuencias y usos socialesde una doctrina predominan sobre cualquier otro criterio de laverdad, está tan desprovisto de todo contenido teológico queaproxima a Franklin más a un pragmatismo alegre que a uncalvinismo mórbido.

Hay algunos vestigios de moral protestante en el pensamien­to y comportamiento de Franklin. Pero resulta revelador elhecho de que Franklin aplicara la noción weberiana del "cálcu­lo racional" no sólo en la realización del trabajo sino tambiénen la persecución de mujeres. Su ingenioso "Consejo para laelección de una amante" se asemeja a las notas de Benthamsobre el muestreo de un burdel, el "cálculo felicífico" aplicado alos "miembros" y "torsos" femeninos, y otros objetos fisiológicosdonde se posa el ojo empíríco. (Dos siglos después, Hugh Hefnerdemostró su profundo sentido de la historia al publicar el en­sayo de Franklin en Playboy.) Franklin podía ser excesivamenteracional, pero usaba la razón para dar rienda suelta a las emo­ciones, no para reprimirlas. Weber sostuvo que la ética protes­tante, ejemplificada en Franklin, combinaba la acumulaciónde más y más dinero con "la evitación estricta de todo disfruteespontáneo de la vida, [y] está sobre todo completamente des­provista de toda dosis eudemonista, ya no digamos hedonis­ta".25 Cuando Franklin redactó una lista de las virtudes, lasenumeró una tras otra con una precisión matemática, en unestilo que le viene muy bien a un protestante weberiano; perola castidad ocupa el número 12 en una lista de 13, y Franklinadmitió que podía observar mejor esa virtud durante el díaque durante la noche.

25 Weber, Proteetont Ethic, p. 53.

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El comportamiento de Franklin como sensualista calculadorhace estragos en la noción del ascetismo de Weber, y además noencontramos en Franklin ningún indicio de la negativa cuáque­ra a arrodillarse o inclinarse ante la autoridad secular porquetal veneración sólo le corresponde a Dios. Franklin no puede serconsiderado como modelo del "heroico" individualismo burguésque discernía Weber en el capitalismo protestante. ReducidoDios por el deísmo a una vaga primera causa, Franklin respe­taba en efecto las manifestaciones seculares de la autoridad,sobre todo en la forma de opinión pública. Nunca ofendería lasensibilidad de los demás: "Me impuse la regla de evitar todacontradicción directa del sentimiento de los demás y toda afir­mación positiva del mío".26 Estaba enteramente dispuesto asubordinar la conciencia propia a la conveniencia pública. Esposible que este comportamiento ilustre una de las numerosastensiones del legado puritano. La dedicación de Franklin al idealdel servicio público guarda cierta semejanza con el ideal puri­tano del administrador, pero al mismo tiempo viola la teologíacalvinista. El humanitarismo secular requiere que los actos vir­tuosos se juzguen a la luz de la utilidad social, mientras que elcalvinismo juzga la intención espiritual del actor, la condicióndel corazón y el plan de Dios para el mundo. En el pensamien­to de Franklin se exterioriza y colectiviza el juicio moral indi­vidual, reino puritano de la intimidad ética, y en el proceso seequipara al consenso popular.

Si la carrera triunfal de Franklin no se basa en la mera bús­queda del beneficio ni en el tormento espiritual interno, ¿dóndese encuentra la explicación causal de sus acciones? Afortuna­damente, la Autobiography ofrece un extraordinario análisisinterno de los impulsos que inspiraron las diversas activida­des de Franklin, así fuese con ironía y burla de sí mismo. Mu­chos investigadores han señalado los motivos "puritanos" delcomportamiento de Franklin, rasgos tales como la frugalidad,

~¡; Benjamin Franklin, Autobiography (Berkeley, 1930), p. 112.

laboriosidad y autocrítica; otros han descubierto que "no gus­taba particularmente del trabajo duro" y que, aunque se oponíaa la importación de lujos europeos, quería multiplicar las co­modidades de la vida norteamericana.é? Pero la fuerza motivafundamental de Franklin, tan fuerte que lo impulsa a sumar asu lista de virtudes el principio de la "humildad" para contra­rrestarla, es la idea claramente anticristiana del orgullo. "Enrealidad, quizá no haya ninguna pasión natural tan dificil decontrolar como el orgullo: lo disfrazamos, lo combatimos, loaplastamos, lo congelamos, lo mortificamos tanto como que­remos, pero sigue vivo y de vez en cuando asomará la cabeza."A pesar de sus protestas, Franklin disfruta en realidad su egotan fuerte, y aun llega a dar gracias a su Creador por haberlobendecido con una pasión tan práctica:

La mayoría de la gente abomina de la vanidad en otros [... ] pero yola acojo bien dondequiera que la encuentro, pues estoy persuadidode que a menudo es buena para el poseedor [... ] Por lo tanto [... ] nosería del todo absurdo que un hombre diera gracias a Dios por suvanidad entre las otras comodidades de la vida.

Tales pensamientos habrían parecido sin duda "absurdos" aJonathan Edwards. Pero lo importante es que la pasión del or­gullo no se expresaba en Franklin como una afirmación arro­gante de superioridad, sino en un sensible instinto de confor­midad. "Para asegurar mi crédito y carácter como comerciante,me cuidé no sólo de ser en realidad industrioso y frugal, sinotambién de evitar toda apariencia de lo contrario." Era social­mente importante, nos dice Franklin, que no se le viera cargan­do libros y que evitara ir de pesca o a cazar, actividades "diso­lutas" que indicarían que no trabajaba arduamente. Franklin

27 Paul W. Connor, Poor Richard's Politiks: Benjamin Franklin and Hi.s NewAmerican Order (Nueva York, 1965), pp. 43-46; sobre las opiniones de Franklinacerca del lujo y el consumo, véase la carta de Franklin a Benjamín Vaughn, 26de julio de 1784, en Adrienne Koch (comp.), The American Enlightenment(Nueva York, 1965), pp. 100-104.

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deseaba ser "estimado como un joven industrioso y emprende­dor", y estaba dispuesto a manipular debidamente las aparien­cias, pues advertía la necesidad de mantener una imagen res­petable y de ajustar su comportamiento a las esperanzas de lacomunidad. En consecuencia, los rasgos secundaríos que acha­có a las fuerzas motivas humanas, la avaricia y ambición, cedí­an su lugar al impulso primario de posición social y prestigio.El orgullo significaba para Franklin la autoestima y el deseode alabanza y admiración; y sintiendo este instinto tan hondoen su alma, creía que era una característica universal: "Casitodo hombre tiene un fuerte deseo natural de ser valorado yestimado por el resto de su especie".28

Las reflexiones de Franklin sobre el orgullo y el deseo deaprobación apenas si son peculiares del pensamiento de la Ilus­tración, y de hecho representan una corriente intelectual im­portante en la propia revolución estadunidense. Los padresfundadores creían firmemente en el poderoso papel que desem­peña la posición social en el orden de la sociedad, y aunque re­conocieron que la revolución cambiaría el flujo del poder político,supusieron que la autoridad social, bajo la forma de un lide­razgo deferente, seguiría siendo una característica. Ni siquierala doctrina de la igualdad llevaba consigo algunas implicacio­nes de nivelación social. En la nueva república, los revoluciona­rios no tenían ninguna intención de destruir las gradacionesde la jerarquía social, y muchos consideraban estas gradacio­nes como parte de una estructura social inevitable que refleja­ba las distinciones "naturales" entre los hombres.s''

Aunque a Veblen le parecerían tales distinciones una cuestiónde convención, y no de naturaleza, también estaría de acuerdoen muchas de las ideas de los padres fundadores. Toda inter­pretación vebleniana de la historia norteamericana antigua

28 Franklin, Autabingraphy, pp. 4, 82, 113; The Writings ofBenjamin Franklin,edición al cuidado de A. H. 8myth, la vols. (Nueva York, 1905-1907), n, p. 108.

29 Gordon Wood, The Creatian ofthe American Republic, 1776-1787 (ChapelHill, 1969).

debe iniciarse con John Adama, estadista y filósofo que apreciócon gran agudeza la medida en que la "pasión por la distinción"gobierna las acciones humanas. El austero Adams, quien con­sideraba las escapadas a París de Franklin como un ejemplode "discipación [sic]" continua't.s? puede ser considerado a suvez como un representante muy auténtico del legado puritano.

En Discourses on Davila (1792), una reflexión sobre la psico­logía social que presagia La clase ociosa, sostiene Adams que"la gran pasión domioante del alma" es la "emulación", a la que lla­mó "el amor de la alabanza" y "el deseo de la atención, conside­ración y congratulación de los demás". Adams concede a la emu­lación una posición tan fundamental como el instinto sexual deFreud. "El deseo de estimación es una necesidad natural tanreal como el hambre, y la indiferencia y el desprecio de los demáses un dolor tan agudo como el de la gota y los cálculos." La apro­bación emuladora es el deseo oculto de todo hombre "de ser obser­vado, considerado, estimado, alabado, amado y admirado porsus semejantes". Se manifiesta en varias formas. Una es sim­plemente el deseo de "atención" a toda costa, el logro veblenianode la posición social, así sea mediante vicios y crimenes notorios,la celebridad de las grandes hazañas. Sin embargo, la mayoría

no busca la distinción mediante los vicios o virtudes, sino por losmedios que tengan mayores probabilidades de alcanzarla, de acuer­do con el sentido común y la experiencia consuetudinaria: por lariqueza, los registros familiares, el juego y otros logros personalesfrívolos. Pero hay algunos, muy pocos, que buscan algo más. Aspiran ala aprobación tanto como a la atención; a la estimación tanto comoa la consideración; a la admiración tanto como a la gratitud y con­gratulación. En efecto, la admiración es la idea completa de aproba­ción, congratulación y asombro combinados.i'!

* Para entender el sic del autor, hemos puesto la misma falta: en inglés dicediscipation, siendo lo correcto dissipatinn.

30 Diary and Autobiography nf John Adams, en L. H. Butterfield (comp.),4 vals. (Cambridge, 1961), IV, pp. 118-119.

31 The Political Writings al John Adams, en George A. Peek (comp.) (India­népolis, 1954), pp. 175-194.

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Aunque Adams y Veblen compartían una psicología similardel estímulo, diferían respecto de las implicaciones políticas yéticas de la tendencia del hombre a la emulación y el deseo deaprobación. Veblen creía que ambos rasgos tienen su origen enla actividad laboral del hombre primitivo, la que generó el im­pulso por la "comparación odiosa" o maliciosa, mentalidad ena­jenante que a su vez sancionó el advenimiento de la propiedadprivada y la estratificación de clases. Adams no podía concebirel "instinto del trabajo" como un don natural, de modo que con­sideraba la emulación como una fuerza necesaria, civilizadora."La indolencia es el carácter natural del hombre -escribióAdams- a tal grado, que nada, a excepción de las necesidadesdel hambre, sed y otros deseos igualmente apremiantes, puedemoverlo a actuar, hasta que se introduce la educación en lassociedades civilizadas, y se establecen en las mentes de todoslos hombres los más fuertes motivos de la ambición de sobre­salir en las artes, oficios y profesiones. Mientras no se introdu­ce esta emulación, el perezoso salvaje estima tan poco la pro­piedad que no se molesta en su conservación o adquisición ... "32

Pero Adams estaba más cerca de Veblen que de Hamilton ensu convicción de que no debía confiarse en la aristocracia, por­que la riqueza, en lugar de iluminar y elevar, corrompe al po­bre y lo aleja de la ética de la producción y el ahorro, trabajo y

capital, y anuncia una vida de ocio y lujo. Tenemos en Adams aun escéptico poscalvinista que advirtió que la "ética protestante"ya no podía constituir una base confiable para la construcciónde las instituciones políticas. Incapaz de creer en la competen­cia del hombre para la autonegación, Adams aceptaba plena­mente la premisa del Federalist, según la cual la democraciasólo podrá impedir la tiranía si todas las clases, tanto los ricoscomo los pobres, se reprimen mediante controles externos.

Adams también compartiría la convicción de Veblen de que elhombre es algo más que un homo economicus. En efecto, la idea

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dellwmo sociologicus impregnaba gran parte del pensamiento dela Ilustración, sobre todo en documentos como la Autobiographyde Franklin, donde el elusivo autor creaba deliberadamente, alestilo típico del siglo XVIII, un yo polifacético. El egotismo y lavanidad humanos preocupaban a philosophes como Rousseauy Diderot; y, como hemos visto, algunos autores británicos comoLocke, Hobbes, Adam Smith y John Millar achacaban la ambi­ción y avaricia a la naturaleza social del hombre. En vista deeste cuerpo de historia intelectual, resulta sorprendente que losconceptos de "posición social", "papel social" y "grupo de refe­rencia" ~para utilizar la terminología contemporánea- aparez­can raras veces en el pensamiento económico del siglo XIX y

reciban ahora escasa consideración entre los intelectualesmarxistas. Por ejemplo, el filósofo político e, B. Macpherson hasostenido que fue el surgimiento de la economía de mercado loque emancipó al hombre de los lazos comunales tradicionales yasí introdujo el impulso de la ambición social y el "individua­lismo posesivo" en la vida moderna. Sin embargo, como lo sabíabien Veblen, una sensibilidad por la reputación y una "propen­sión" a poseer caracterizaban las formas más antiguas de lasociedad. En efecto, como ha demostrado recientemente AlbertHirschman, los diversos argumentos políticos que originaronla ideología capitalista sólo prometían "domar" las antiguas''pasiones'' aristocráticas -honor, gloria, el amor al poder, etc.­volviéndolas sensibles al cuidado, más razonable e inocuo, delos intereses económicos.s" En los términos de Veblen, la "com­paración odiosa" subrayaba la disputa por el "honor" en la épo­ca feudal; y si la "emulación" es el objetivo final de la avaricia,como observó Adam Smith, la necesidad social de aprobaciónune psicológicamente al hombre burgués a sus antepasadosprimitivos. Dicho sucintamente: el orgullo aparece antes que elcapitalismo,

32 The Political Writings ... , pp. 148-149.

aa C. B. Macpherson, The Political Theory cfPossessive lndividualism (NuevaYork, 1962), pp. 31-46; Albert O. Hirschman, The Passions and the lnterests:Political Arguments [or Capitalism befare its Triumph (Princeton, 1977),

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Rousseau creía que el orgullo había separado a los salvajesinocentes, quienes eran "ajenos a la vanidad", del hombre civi­lizado, l'homme sociable, que se obsesiona con el amour-propre.Veblen podía aceptar esta distinción, aunque no estaría deacuerdo con su presunto origen: Rousseau pensaba que el or­gullo nace de la tendencia del hombre a compararse con los de­más (la [ureur de se distinguer) en cuanto abandona su ais­lamiento y pasa a depender económicamente de otros; paraVeblen, en cambio, las "distinciones envidiosas" no surgen delesfuerzo comunal, sino de la división del trabajo y el ocio, quemarca la transición del salvajismo pacífico a la etapa bárbarade la hazaña y depredación. Como quiera que traten de explicarlos teóricos sociales el "pecado original" del orgullo sin recurrira la paradoja cristiana, fue John Adams quien percibió clara­mente sus implicaciones para una sociedad democrática.

En sus debates con Jefferson sobre la igualdad y la aristo­cracia, Adams aclaró los diversos significados y la importanciapolítica de la emulación. Jefferson había convenido con Adamsen que una aristocracia podía fundarse, aun en los Estados Uni­dos, basándose en la definición de Adams de un aristócrata comouna persona que tiene capacidad para "controlar dos votos,uno aparte del propio, o para influir en ellos". Pero Jeffersonsostuvo que una aristocracia sólo puede ser "natural" cuandoel poder del aristócrata deriva de talentos o virtud. A esta fan­tasía de la Ilustración, Adams sólo replicó que "la educación,Riqueza, Fuerza, Belleza, Estatura, Nacimiento, Matrimonio,los Atributos y Movimientos graciosos, el Porte, Aire, Tez, Fiso­nomía" también son talentos, y algunos de ellos más "naturales"que la apreciación de la virtud convencional que hacía Jeffer­son. La clave del concepto que tenía Adams de la aristocracia esla "influencia", y algunas personas la poseen en mucho mayorgrado que otras, independientemente de que la merezcan o nopor razones morales o intelectuales.e!

34 Adams a .Iefferson, 15 de noviembre de 1813, en American Enliehtenment.pp. 218-219.

La comparación de Adams con Veblen resulta muy fructíferaen virtud de su interés común por el papel de la influencia. Am­bos pensadores sentían que, en una república o en una sociedaddemocrática, el fenómeno del poder cedería ante el fenómeno dela influencia, la capacidad para persuadir por la tendencia a laemulación. Adams estaba convencido de que la capacidad paraganarse el respeto de los demás e influir así en sus actitudes sedebe a diversas cualidades ganadas, y aun a los accidentes ge­néticos no ganados o a las fortunas ambientales entre los hom­bres. También estaba convencido de que la emulación estimulaa los hombres a aspirar a altas posiciones, porque impulsa alindividuo una necesidad básica de sentirse a sí mismo, de mos­trarse y ser reconocido por lo menos como igual a los demás, sino es que superior. Pero en la época de Adams, en contraste conla de Veblen, podía presumirse que este deseo de poder socialse realizaría gracias a ciertas cualidades, atributos o talentosque tuviera el propio individuo. Para mediados del siglo XIX, laépoca de Marx y el socialismo, las características enumeradaspor Adams parecían haberse reducido a un solo criterio en cuan­to los Estados Unidos pasaron de una república semiaristocrá­tica a una democracia de masas. Algunos hombres podían dis­frutar todavía de la posición de aristócrata tal como la habíadefinido Adams; pero ahora el poder de mando residía sólo enel dinero, no como un fin en sí mismo, sino como un instrumentode emulación, un medio para imponer nuestra voluntad a tra­vés del acto de la compra y alcanzar una posición social median­te la economía. El dinero puede comprar lo que Jefferson espe­raba que sólo la virtud y el talento pudieran alcanzar. Adams y

Jefferson murieron dos decenios antes de que Marx escribierasus Manuscritos económicos y filosóficos, pero podemos imagi­narlos apoyando la protesta de Marx contra el influjo corrup­tor del dinero en la vida social:

Lo que el dinero puede crear para mí, aquello por lo que puedo pa­gar (es decir, lo que el dinero pueda comprar), eso es lo que soy yo, el

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256 TEORíA E HISTORIA VEBLEN, WEBER Y EL "EspíRITU DEL CAPITALISMO" 257

poseedor del dinero. La extensión del poder del dinero es la exten­sión de mi poder. Las propiedades del dinero son las propiedades y

los poderes esenciales míos, su poseedor. Por lo tanto, lo que soy y loque sea capaz de hacer no está determinado en modo alguno por mi

individualidad. Soy feo, pero puedo comprar la mujer más hermosa;

por lo tanto, no soy feo, pues el efecto de la fealdad, su poder derepulsión, lo destruye el dinero. De acuerdo con mi naturaleza indi­vidual' soy un inválido, pero el dinero me da veinte piernas; por con­siguiente, no soy inválido. Soy malvado, deshonesto, inescrupuloso,

estúpido; pero la gente honra el dinero, y por ende también a suposeedor. El dinero es el bien más alto; por lo tanto, su poseedor esbueno. Además, el dinero me ahorra la molestia de ser deshonesto;así pues, se presume que soy honesto. Soy estúpido, pero el dinero esla mente real de todas las cosas: ¿cómo puede entonces carecer de

mente su poseedor'P''

La gente honra el dinero, y por ende a su poseedor. Marx creíaque tales actitudes de "falsa conciencia" desaparecerían anteel poder inexorable de la historia. Veblen consideró la adora­ción del dinero como una forma de alienación social profunda­mente arraigada en la naturaleza emuladora del hombre, unfenómeno que tiene su origen en el respeto del hombre primitivopor el poder y el éxito. Tocqueville discernió otra dimensión enel fenómeno, y sus reflexiones sobre los Estados Unidos en laépoca de Jackson hacen ver por qué el "espíritu" del capitalis­mo murió antes de nacer.

TOCQUEVILLE. RIQUEZA y ENVIDIA EN LOS ESTADOS UNIDOS

DURANTE LA PRESIDENCIA DE JACKSON

Al discutir el papel que Veblen había asignado a los ingenieros,Daniel Bel! sugiere que Veblen debe ser considerado entre losteóricos "elitistas" como Saint-Simon, tecnócratas que darían

35 Karl Marx, Economic and Philosophical Manuscripts of 1844, traducción alinglés de Martin Milligan (Moscú, sin fecha), pp. 136-138.

el poder sólo a quienes estuvieran conectados directamente conla producción de bienes." Esta apreciación debe tomarse con re­servas. Si las prescripciones de Veblen implican un elitismoradical, también indican un igualitarismo liberal y quizá hastaconservador. Porque cuanto más examinamosla distinción quehace Veblen entre los empleos industriales y los monetarios,más regresamos a los grandes conflictos sociales de los EstadosUnidos en la época de .Iackson. En los Estados Unidos -anun­ció el presidente Jackson en su resonante mensaje de veto a laley bancaria-, la "gente verdadera", la que se dedica a "la acti­vidad sobria de la industria honesta", es la vedadera conserva­dora. Jakson señaló a los plantadores y granjeros, mecánicos y

jornaleros, como "el hueso y el músculo del país", los "hombrescomunes", que se encuentran a merced del "poder del dinero".37Como lo indica la ideología jacksoniana, la queja de Veblencontra la riqueza no derivada del trabajo tenía raíces profundasen el sistema de valores norteamericano. Esa base de valuaciónse vio amenazada a principios del siglo XIX cuando los EstadosUnidos entraron en la era de actividad bancaria e industriali­zación manufacturera en pequeña escala, tras de la guerra de1812, y luego se lanzaron a la industrialización en gran escaladespués de la Guerra Civil. Los alineamientos políticos reflejanel destino de la filosofía moral de los trabajadores norteameri­canos. La ideología de Jefferson, de trabajo y buena adminis­tración, encontró una plataforma primero en el partido republi­cano y luego en la democracia jacksoniana, ambos absorbidos oderrotados en última instancia por el Partido Whig y el capita­lismo comercial en la elección de 1840. Con el triunfo de loswhigs, las ideas de Locke se convirtieron en la ideología cen­tral de la vida política nortearnericana.i" Y Locke, como hemos

36 Daniel Bell, "Introduction", The Engineers and the Price System (NuevaYork, 1963), pp. 31-32.

37 Citado en Marvin Meyers, The Jacksonian Persuasion: Politics and Belief(Nueva York, edición Vintage, 1960), pp. 18-23.

38 Louis Harz, The Liberal Tradition in Americe (Nueva York, 1955), pp. 89­142.

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visto, hizo del dinero la piedra de toque del valor, el vehículo quepodría conservar el valor de los artículos, aun a costa del valordel trabajo.

El argumento de La ética protestante descansa en el supuestode que una personalidad completamente nueva, inspirada enel "carácter metodológico del ascetismo mundano", forjó el as­censo del capitalismo como una consecuencia no deliberada dela búsqueda religiosa de salvación..19 Este supuesto sólo ahon­da la paradoja. Pues en la economía monetaria del capitalismo,como señaló Georg Simmel en Philosophie des Geldes, y comoreconoció implícitamente el propio Weber, ya no existe ningunarelación directa entre la personalidad moral de quienes ganandinero y la de quienes sólo llegan a poseerlo, entre la ética deltrabajo y la posición social de la riqueza.s'' Podría decirse queWeber estaba tratando de explicar la formación del capitalis­mo, no su función, y que estaría de acuerdo con Veblen (y conSimmel) en que, una vez que surge el capitalismo, es el mediosocial, y no la religión, lo que gobierna el comportamiento eco­nómico de los individuos. Sin embargo, esta explicación no pue­de aplicarse a los Estados Unidos porque, como hemos visto, elcapitalismo sólo surgió tras el derrumbe del puritanismo. Loque necesita explicación no es tanto el surgimiento del "espíri­tu" capitalista, sino la hegemonía de la sociedad capitalista, elque se haya impregnado toda una cultura en los valores de laoportunidad y la empresa. Nuestro análisis debe pasar del pu­ritanismo, Franklin y Adams, a la boyante era de la democra­cia jacksoniana.

Esa posición "honorífica" del dinero, que Marx consideró lacaracterística fraudulenta de la sociedad burguesa del siglo XIX

en general, era para Tocqueville 10 que después fue para Ve­blen: la característica frenética de la sociedad norteamerica­na en particular. Perturbado por sus propias observaciones,Tocqueville se preguntó acerca del hombre jacksoniano lo que

39 Weber, Protestant Ethic, p. 37.40 The Sociology of Georg Simmel, pp. 293-294.

Weber se había preguntado acerca del capitalista: "Por qué sontan inquietos los estadunidenses en medio de su prosperi­dad", es el título de uno de los capítulos del libro de TocquevilleDemocracy in America. 'Ioequeville Y muchos otros europeosque viajaron por los Estados Unidos veían a los norteamerica­nos obsesionados por una búsqueda febril de riqueza, "el atajohacia la felicidad". Pero la búsqueda cobró su precio en agita­ción psíquica. "En ningún otro país vemos las caras de la gentesurcadas con líneas de preocupación tan duras -escribió unviajero británico-; el trabajo y la preocupación acaban con elcorazón de la gente." Tocqueville no pensó que esta "intranqui­lidad secreta" derivara de la soledad interior y ansiedad espiri­tual de la gente que Weber consideraba como el motor incansa­ble de la personalidad capitalista. Por el contrario, Tocquevilleubicaba la fuente del hambre de adquisición en la propia pro­posición de igualdad, una proposición de la sociedad de masasque, como señalaría Durheim medio siglo después, vuelve infi­nitos los deseos humanos y lanza al hombre a una búsqueda defelicidad desprovista de alegría. Pero los norteamericanos, alrevés de los franceses -observa Tocqueville, anticipándosecuriosamente a la tesis de Durheim-, no se "suicidan" de re­sultas de la insatisfacción que seguirá inevitablemente a lamera gratificación física del consumo; sino que continúan trasel sueño de la igualdad social por medios económicos, ignoran­tes de que "aun si alcanzaran desgraciadamente esa igualdadabsoluta y completa de la posición, subsistiría la desigualdad delas mentes; la cual proviniendo directamente de Dios, escapa­rá eternamente de las leyes del hombre". Las observaciones de

Tocqueville son punzantes, proféticas:

En las naciones democráticas, los hombres alcanzan con facilidadcierta igualdad de condición, pero nunca pueden alcanzar tantocoma desean. La igualdad los elude perpetuamente, pero no se ocul­ta de su vista, y al retirarse los atrae. A cada momento piensan queestán a punto de alcanzarla; a cada momento se les escapa. Estántan cerca que pueden ver sus encantos, pero demasiado alejados

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para disfrutarlos; y antes de que puedan disfrutar plenamente susdelicias, mueren.O

Según Tocqueville, las ilusiones de la igualdad eran el resul­tado directo de la estructura social norteamericana. Una socie­dad fluida, amorfa, hace que se compita por la realización y, loque no es menos importante, por los símbolos de la posiciónsocial y el éxito económico. Paradójicamente, la apertura delorden social, en lugar de nutrir la diversidad e individualidad,maximiza la competencia entre los individuos, y así -como sa­bían bien Thoreau y los trascendentalistas- intensifica las in­certidumbres de la posición y las presiones de la conformidad.Tocqueville discernía en la sociedad capitalista la misma soledadinterior del individuo que vislumbró Weber, pero tal condiciónsignificaba un aislamiento social, no espiritual:

Cuando el habitante de un país democrático se compara individual­mente con todos los que lo rodean, siente con orgullo que es igual acualquiera de ellos; pero cuando examina a la totalidad de sus se.mejantes y se confronta con un cuerpo tan enorme, se siente aplas­tado de inmediato por el sentimiento de su propia insignificancia y

debilidad. La misma igualdad que lo vuelve independiente de cadauno de sus conciudadanos, tomados individualmente, lo deja solo y

desprotegido ante la influencia del mayor número. Por lo tanto, enun pueblo democrático tiene el público un poder singular, que lasnaciones aristocráticas no pueden concebir; porque no persuade aotros de sus beneficios, sino que los impone y hace que impregnen elpensamiento de cada uno mediante una especie de enorme presiónde la mente de todos sobre la inteligencia indívídual.O

El argumento de Tocqueville en el sentido de que la sociedadconfigura y moldea al individuo no aclara cuáles son las fuerzasque configuran a la sociedad misma. Resulta entendible que nopudiese encontrar una aristocracia que funcionara en los Esta-

41 Alexis de Tocqueville, Democracy in America, 2 vals. (Vintage, NuevaYork, 1945), n, p. 147. [Hay edición del ~·CE.]

42 Ibid., r, p. 11.

dos Unidos como lo hacía en el Viejo Mundo. Después de todo,Tocqueville estaba escribiendo acerca de los Estados Unidos y

las promesas de libertad, mientras pensaba en Francia y lastiranías del ancien regime.v' Si consideramos la aristocracia enel sentido de Adams y Veblen, como la capacidad para obtener

43 Debe admitirse que Tocqueville advirtió en la sociedad estadunidensemuchos rasgos en que no reparó Veblen. Así ocurre en el caso del indio norteame­ricano. Mientras que Veblen tenía considerables conocimientos antropológicosacerca de los indios del sudoeste y de la costa del Pacífico norte, de modo quepodía citar a los indios pueblos y a los esquimales como ejemplos de la vida tri­bual comunal pacífica, Tocqueville se concentró en los indios del nordeste, don­de encontró una cultura marcial semejante a la de los "hábitos bárbaros" delfeudalismo europeo. Veblen desconocía la cultura guerrera de los indios de lasPlanicies y de los iroqueses del nordeste. Pero lo irónico es que Veblen creíaque el barbarismo agresivo de la clase ociosa triunfa de ordinario sobre las po­blaciones pacíficas, sedentarias, mientras que Tocqueville creía que los indiosdedicados primordialmente a la guerra y la caza, que despreciaban el trabajo,correrían la suerte de la aristocracia europea. Al revés de lo que ocurre con elesclavo negro, cuya propia condición lo obliga a aceptar la ética del trabajo, el in­dio está condenado a la extinción a causa del "orgullo" cultural.

Los nativos de Norteamérica consideran el trabajo no sólo como un mal, sinotambién como una desgracia, y su orgullo lucha contra la civilización casi tanobstinadamente como su pereza.

Ningún indio en su choza de cortezas será tan desdichado que no alber­gue una concepción orgullosa de su valor personal; considera los afanes de laindustria ocupaciones degradantes; compara al cultivador con el buey que araun surco, y considera todos nuestros oficios simplemente como trabajo deesclavos. Es cierto que se ha formado una opinión muy elevada del poder y lainteligencia del hombre blanco; pero mientras que admira los resultados denuestros esfuerzos, se burla de los medios utilizados para alcanzarlos; y aun­que admite nuestra ascendencia, se considera nuestro superior. Cree que sólola caza y la guerra son dignos del hombre. Por lo tanto, el indio, en las mise­rables profundidades de sus bosques, acaricia las mismas ideas y opinionesque el noble medieval en su castillo, y sólo necesita convertirse en un conquis­tador para completar la semejanza. Resulta curioso que los antiguos prejui­cios de Europa no reaparezcan entre la población europea de las costas, sinoen los bosques del Nuevo Mundo (Democracy in America, l, pp. 327-328).

Las diferencias entre Tocqueville y Veblen van más allá de los indios y otroshabitantes norteamericanos. Con respecto al tema de la religión, por ejemplo,Tocqueville se adelanta a Weber cuando observa que las naciones religiosashan alcanzado con frecuencia grandes progresos industriales porque los pue­blos llenos de fe "trabajan tanto en favor de la felicidad en este mundo como dela gloria en el próximo" (íbíd., 1, p. 547). Una comparación de Tocqueville conVeblen puede producir tantas ideas valiosas como la comparación de Webercon Veblen. (En la nota siguiente se examina un ejemplo de las perspectivasopuestas.) Por supuesto, la diferencia reside en que Weber, Veblen y Marx die­ron prioridad a la realidad capitalista, mientras que Tocqueville subrayó larealidad de la democracia y la ideología de la igualdad y libertad.

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atención y ejercer influencia, podemos observar un fuerte ele­mento aristocrático que funcionaba en los Estados Unidos comouna plutocracia mucho tiempo antes del surgimiento pleno delcapitalismo industrial.w Los historiadores sociales están descu­briendo ahora las enormes concentraciones de riqueza en manosde un núcleo de familias, minorías culturales que disfrutaban dehegemonía social en la época jacksoniana, y un investigadorha llegado a interpretar la institución de la esclavitud como

44 Tocqueville considera esta posibilidad en su capítulo titulado "How anAristocracy may be Created by Industry". La división del trabajo, observa Tocque­vi.lle, conduce a la división de clases sociales. Pero mientras que este principioeconómico reduce la conciencia de la clase trabajadora a medida que el trabajose vuelve más repetitivo y aburrido en proporción a su especialización, se con­solida la posición e inteligencia de la clase capitalista. El empresario triun­fante debe ampliar su conocimiento de la ciencia y la sociedad para conducir sunegocio con "visión". A medida que continúa el proceso de industrialización, elpatrón se asemeja más y más al "administrador de un gran imperio", mientrasque el trabajador se ve reducido cada vez más a la condición de un "bruto". Porlo tanto, parece al principio que puede surgir una aristocracia del "seno de lademocracia". Pero Tocqueville rechaza esta probabilidad. En primer lugar, enlos Estados Unidos no podría perpetuarse jamás una aristocracia, no sólo por­que la naturaleza del capitalismo competidor vuelve permanentemente insegu­ra la posición del empresario, sino también porque los ricos no comparten un"espíritu corporativo" ni lazos orgánicos con las instituciones establecidas. Ade­más, la naturaleza dinámica y difusa del capitalismo es tal que los norteameri­canos ricos no ejercen ningún control paternal sobre las poblaciones subyacen­tes. "Entre el trabajador y el patrón hay relaciones frecuentes, pero no unaasociación verdadera." Por último -y Tocqueville desarrolla este argumentoen su extenso capítulo titulado "Concerning Honor in the United States andDemocratic Societies"-, el código aristocrático nunca podrá nutrirse en la so­ciedad norteamericana. En la Europa feudal, la nobleza alababa la generosidady liberalidad como una responsabilidad social, el valor militar como la virtudmás alta y la lealtad personal hacia los superiores como la esencia de la obliga­ción política. En cambio, en los Estados Unidos se invierten las categorías devirtudes y vicios: en esta sociedad móvil, donde todos se están formando, no seimpone ningún estigma a la avaricia y la codicia. "Para desmontar, cultivar ytransformar el enorme continente deshabitado que les pertenece, los norteame­ricanos necesitan el apoyo constante de una pasión movilizadora; esa pasión sólopuede ser el amor a la riqueza" (ibíd., 1, pp. 555-558, 616-627).

Tal vez la educación aristocrática del propio Tocqueville le haya impedidoadvertir que el dinero puede significar poder e influencia en una sociedad de­mocrática tanto como el valor militar, que su posesión y ostentación puede serel conducto para el rango social tanto como los títulos de nobleza, y que en efec­to la invocación de la ética del trabajo laborioso sólo puede indicar lo que JohnAdams temía y Veblen confirmó: que con la riqueza y el lujo resurgirían losantiguos valores de la clase ociosa del pasado.

una forma de "consumo conspicuo"." Estas minorías de la "eradel hombre común" llevaban un estilo de vida de semiocio, vi­vían en casas extravagantes, asistían a óperas y bailes elegan­tes, tenían sirvientes bien vestidos y coches brillantes, "casasde campo", bibliotecas privadas, se daban a la hospitalidadderrochadora de una féte champétre y otros gastos extravagan­tes que un rico filadelfiano describió como el "millonarismo dela aristocracia del dinero".46 Numerosos críticos sociales con­temporáneos, algunos tan políticamente diversos como JamesFenimore Cooper y Orestes Brownson, lamentaron la influen­cia nociva que ejercía la nueva "aristocracia" norteamericana,y los reformadores morales escribieron acerca de los peligrosde "la Riqueza y la Envidia"."? William Gouge, editor, econo­mista político y teórico prominente de los demócratas jackso­nianos, describió la atracción del dinero en términos que Adams

y Veblen podrían entender:

Para algunos hombres, el amor por la riqueza parece ser una pasiónciega. La urraca que esconde cucharas de plata en su nido pareceactuar con tanta reflexión como ellos cuando apilan un costal de di­nero sobre otro. No piensan en ningún objetivo aparte de la acumu­lación. Pero en la mayoría de los hombres parece subordinarse eldeseo de grandes riquezas al amor por el gran poder y distinción.Éste es el fin, aquél es el medio. Quieren casas hermosas, espléndi­dos equipajes y grandes posesiones, menos por la gratificación físicaque brindan que por la distinción que confieren y el poder que otor­gan. Algunos ambicionan tanto que se les incluya entre los hombresmás ricos, como otros desean ser equiparados a los grandes guerre­ros, poetas o filósofos.é"

45 Alan Tully, "Patterns of Slaveholding in Colonial Pennsylvania", JournalofSocial History 6 (1973), pp. 284-305.

46 Edward Pessen, "The Egalitarian Myth and the American Social Reality:Wealth, Mobility, and Equality in the 'Era ofthe Common Man' ", AmericanHietorical Reuiew 76 (1971), pp. 989-1034.

47 Edwin C. Rozwenc (comp.), Ideology and Power in the Age of Jackson(Garden City, Nueva York, 1964), especialmente la segunda parte: "The Uncer­tainties of Status".

48 William M. Gouge, "The Artificial Inequality of Wealth", en Rozwenc,Ideology... , pp. 109-121.

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Ni Weber ni Tocqueville ni Veblen tendrían ninguna dificul­tad para interpretar este pasaje, pues estos tres sociólogos com­parten una visión que los separa de Marx y toda la tradiciónsocialista. Los tres consideran al hombre burgués poseído porun espíritu o temperamento inquieto, y reconocen que el dina­mismo del capitalismo ha penetrado en casi toda la sociedad,cuyos miembros son movidos por sueños de adquisición y fre­nados por temores de posesión. Weber atribuyó este desarrollo alas incertidumbres internas de la salvación religiosa; Tocque­ville al credo falso de la igualdad; en cambio, para Veblen, lainquietud del hombre deriva del propio fenómeno de la posiciónsocial. Es necesario subrayar este punto, porque los académi­cos marxistas de la actualidad sostienen que el comportamien­to de los hombres bajo el capitalismo se debe a una "ética" decompetencia, históricamente condicionada por el hecho de laescasez económica en la sociedad preindustrial. Con el adveni­miento de la abundancia, el hombre ya no tiene que ser un lu­chador nervioso en un orden social pulverizado. Según HerbertMarcuse, incluso el freudianismo puede reinterpretarse ahora,en la abundancia norteamericana, como la base teórica de laliberación del hombre de todas las represiones y la realizaciónfinal del "principio del placer", hasta ahora reprimido.é" El di­lema aquí es que, según Weber, Tocqueville y Veblen (al igualque Sombart, Durkheim y Simmel), el progreso económico per­petúa el problema de la alienación en lugar de resolverlo. Weberniega que el hombre pueda encontrar la salvación religiosa porel medio secular de la economía (o la política) ; Tocqueville ob­serva que el deseo de igualdad se vuelve más intenso a medidaque la igualdad se vuelve más completa; y Veblen subraya quela aspiración a la posición, el honor y la deferencia es insacia­ble y no puede llevarse a cabo porque la emulación misma esintrínsecamente contradictoria.50 Nunca puede satisfacerse el

49 Herbert Marcuse, Eros and Civilization: A Philosophical Inquiry intoFreud (Bastan, 1955).

50 En una ocasión, Veblen dejó escapar una esperanza utópica: "Con la abolición

ansia humana de riqueza como una señal de la "distinción en­vidiosa"; y puesto que no se refiere a ninguna suma particularde bienes, sino siempre a una cantidad mayor que las posesio­nes conspicuas de los demás, esta ansia es tan incesante y com­pulsiva como la ética del trabajo de Weber:

El deseo de riqueza no puede saciarse en ningún caso individual, yevidentemente la saciedad del deseo medio o general de riqueza que­da fuera de toda consideración. Por más que se distribuya esta ri­queza con amplitud, igualdad o "justicia", ningún incremento de lariqueza de la comunidad puede aproximarse a saciar esta necesidad,pues el fundamento de ésta es el deseo de cada uno de superar a todoslos demás en la acumulación de bienes. Si, como se supone a veces, elincentivo de la acumulación fuese el deseo de subsistencia o de como­didad fisica, las necesidades económicas totales de una comunidadpodrían satisfacerse concebiblemente en algún punto del avance dela eficiencia industrial; pero ya que la lucha es sustancialmente unacarrera por la reputación basada en una comparación envidiosa, noes posible ningún acercamiento a una realización definitiva.v!

En cierto sentido, las opiniones de Veblen sobre el capitalismoson compatibles con las de Weber y ambas se iluminan mutua­mente. Ambos pensadores percibieron al hombre burgués im­pulsado por motivos vagamente entendidos, si no totalmenteinconscientes: los capitalistas de Veblen tratan de encontrar laseguridad de la posición social a través del esfuerzo monetario;los capitalistas de Weber buscan la tranquilidad espiritual através del trabajo incesante. La conexión entre el capitalismocomo reflejo del tormento interior y el capitalismo como cosifica­ción de la Angst social no pasó inadvertida para unos cuantos

de la propiedad privada, la característica de la naturaleza humana que ahorase ejercita en esta forma de emulación deberá ejercitarse lógicamente en otrasactividades, quizá más nobles y socialmente más útiles; de todos modos, resul­ta dificil imaginarla en una línea de acción más inútil o menos digna del es­fuerzo humano". Veblen, "Some Neglected Points in the TheoryofSocialism", POS,

pp. 387-408.51 Veblen, reo, pp. 38-39.

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intelectuales norteamericanos sagaces del siglo XIX: Brownson,George RipIey, Emerson, Thoreau, William Ellery Channing,autor favorito de la piadosa madre de Weber, y Melville, quienesconsideraban la propia empresa comercial como una parábolade la autoalienaci6n cristiana. "Cada época -escribió Emer­800-, como cada cuerpo humano, tiene su propio malestar [... ]Nuestros antepasados caminaron por el mundo y se fueron ala tumba atormentados por el temor del Pecado y el Terror delDía del Juicio. Estos terrores han perdido su fuerza, y nuestrotormento es la incredulidad, la incertidumbre acerca de lo quedebemos hacer."52 Los intelectuales trascendentalistas rompie­ron con su herencia religiosa unitaria porque dejaba al hombrecon un apetito espiritual perpetuo que sólo podía satisfacersemediante instituciones económicas y sociales. Percibieron loque quedaría implícito en el análisis de Weber: el cristianismollevaba en la doctrina de la vocación la semilla de su propiadestrucción. En el acto mismo de la realización de esta doctri­na, el capitalismo minó la teología en la que se había fundado.La vocación aleja al hombre de la majestad de la Providencia ylo arroja en brazos del orgullo, y el orgullo se expresa con un de­seo de aprobación, que se traduce en servilismo ante la opiniónmasiva y los valores del mercado; por ello repudiaba Thoreaula ética del trabajo occidental y se convirtió a la "sabiduría" con­templativa de la filosofía oriental. A medida que los hombressentían cada vez más que debían dar pruebas de su valor -noprivadamente a los ojos de Dios, sino socialmente ante los ojosdel público tiránico de Tocqueville- el "espíritu del capitalis­mo" destruía la sustancia misma del protestantismo. Nietzsche,admirador de Emerson, llegó a la misma conclusión acerca dela "muerte" de Dios a manos del hombre. La acusación trascen­dentalista a la institución "cadavérica" de la religión en los Es­tados Unidos formula una interrogante para la tesis de Weber:si el capitalismo tiene éxito, ¿será posible el cristianismo?

S2 The Proee ofRalph Waldo Emersan (Boston, 1870), p. 154.

RELIGIÓN, CIENCIA Y RACIONALIZACIÓN

Thorstein Veblen planteó una interrogante similar en un im­portante ensayo escrito en 1910. Por una parte tal interrogante,en que se manifiesta cómo entendía Veblen la verdadera natu­raleza del cristianismo, y por la otra su actitud hacia el papelde la ciencia en la reforma de la sociedad, constituyen los as­pectos fundamentales que lo separan radicalmente de MaxWeber. Estos dos aspectos, la religión y la ciencia, sugieren porqué puede avivarse el realismo de Weber con el idealismo deVeblen, y a la inversa, por qué deben atemperarse los ensue­ños tecnológicos de Veblen con las pesadillas burocráticas deWeber.

El ensayo de Veblen, "Christian Morals and the CompetitiveSystem", puede leerse como una respuesta a la tesis de Webersobre el protestantismo. Aunque Veblen no menciona a Weber, serefiere en términos generales a la impresión generalizada deque la "moral cristiana" y la "competencia pecuniaria" están"íntimamente involucradas en el sistema de vida occidental".53

sa Otra vez sin mencionar su nombre o su obra, Veblen se ocupa brevementede la tesis de Weber en The Instinct ofWarkmanship, como hemos visto en uncapítulo anterior. Allí cuestionó la validez histórica de la tesis; en el ensayoexaminado en el texto, se ocupa Veblen de sus implicaciones éticas. Pero debemencionarse que Veblen se interesaba también en la importancia de la tesispara la historia intelectual. En efecto, podría afirmarse que, mientras Weber es­taha interesado en lo que la religión había hecho para el capitalismo, a Veblen leintrigaba lo que el capitalismo había hecho a la religión. Esto se aplica en par­ticular a la teología. Veblen entendía claramente que en los siglos XVI y XVII unresiduo teológico continúa impregnando la doctrina de la economía política y sucorolario de ley natural. Pero entre el pensamiento escolástico de la Edad Me­dia y el naturalismo deificado del pensamiento racionalista moderno, que re­sulta del temperamento mecanícista del capitalismo, se encuentra un profundoabismo epistemológico:

En las especulaciones medievales, ya sean teológicas, filosóficas o científicas,la búsqueda de la verdad retrocede hasta el auténtico fundamento de lasverdades religiosas, en gran medida hasta la verdad revelada; y estas verda­des religiosas retroceden hasta el interrogante: "¿Qué ha ordenado Dios?"En el curso de la época de la artesanía, este interrogante final del conoci­miento tenía esta forma: "¿Qué ha forjado Dios?" No es que el oficio creativo deDios en la economía divina lo omitieran o menospreciaran en alguna medida

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Veblen empieza por preguntarse: "¿Se impulsan y fortalecenrecíprocamente?; ¿funcionan juntas sin ayuda u obstrucciónmutuav, o ¿se inhiben y derrotan mutuamente?" Las interro­gantes son cruciales, afirma Veblen, porque la impresión populares que el cristianismo y el capitalismo están tan íntimamenteligados que la civilización moderna no podría sobrevivir si des­apareciera una u otra de estas instituciones.

Examinando los fundamentos históricos del cristianismo,descubre Veblen que el cristianismo original, no institucional,se basaba en dos principios: amor fraternal en forma de serviciomutuo, y humildad en la forma de no resistencia. El primer prin­cipio es anterior al cristianismo y representa la "herencia espi­ritual salvaje", que "brota eterna" a través de la historia. Comoprueba cita Veblen la sorprendente receptividad a la idea cris­tiana del amor durante la época romana, respuesta a un "princi­pio moral revolucionario" que sólo puede indicar que los conver­sos deben de haber estado predispuestos a tal "actitud espiritual"por los hábitos de su propia vida y conducta diarias. El segundoprincipio, el de la no resistencia, no está tan firmemente arrai­gado entre los pueblos libres. Surgió entre los pueblos sujetosal dominio romano, que no tenían derechos básicos para defen­derse del "imperio de los Césares". Las clases bajas, que expe­rimentaron "la devastación romana y su castigo despiadado",perdieron todas sus distinciones de clase y derechos diferen-

los primeros especuladores; ni que negaran la soberanía de Dios o la cuestio­naran en algún grado los investigadores devotos, que continuaron el trabajoen una época posterior: en esa fase inicial de fe e investigación es claramen­te la soberanía de Dios, y Sus ordenanzas, lo que proporciona la base de fi­nalidad en que debe descansar en última instancia toda investigación refe­rente a la economía de este mundo; y en la fase posterior, como se advierte alfinal de la época artesanal, es también claramente Su arte creativo y la lógicade Su designio creativo lo que ocupa el lugar de un término definitivo de lainvestigación humana, tal como se desenvuelve convencionalmente tal inves­tigación dentro de las fronteras espirituales de la cristiandad. Dios no habíadejado de ser el Rey Celestial, ni había dejado de ser glorificado con las fra­ses tradicionales de homenaje como el Altísimo, el Señor de los ejércitos,etc., sino que, con cierta incongruencia, había llegado también a ser exaltadocomo el Gran Artífice: el artesano preternatural. Los hábitos vulgares depensamiento que producían en la masa trabajadora la rutina del taller y elmercado se habían colado subrepticiamente en el santuario y los consejos de ladivinidad (Veblen, fOW, pp. 256-257).

ciales y se quedaron "desnudos y desvergonzados y libres paraseguir los impulsos de la naturaleza humana salvaje que pro­picia la hermandad y la caridad cristiana". Las masas roma­nas estaban reducidas a un "estado medianamente homogéneode sujeción, en que una clase o un individuo tenía poco que ga­nar a costa de otro, y cada uno necesitaba palpablemente elauxilio de todos los demás". Así surgió la no resistencia parareforzar los rasgos más básicos de mutualidad y hermandad.Resulta notable, señala Veblen, que el cristianismo tienda a di­fundirse en proporción a la experiencia de derrota y someti­miento, de modo que en su origen es raras veces una doctrinade las "clases dominantes".

Pero la institución del capitalismo tiene una herencia entera­mente diferente. El capitalismo moderno tiene sus orígenes doc­trinales en el principio de los derechos naturales del siglo XVII,

el que a su vez representa la culminación de las ideas de egoís­mo, interés propio e individualismo, que gradualmente cobra­ron prominencia durante la transición de la época medieval ala moderna y después de ella. Aunque tiene un origen relativa­mente reciente, el capitalismo como forma de vida pecuniaria,es decir, la sociedad capitalista, se desarrolló lentamente. Enla época artesanal, el derecho de propiedad podía apoyar laigualdad y humanidad porque el modo de producción era tan ele­mental que la relación creativa de los esfuerzos del trabajadorcon la comunidad podía ser apreciada por todos. Pero con la or­ganización en asociación y la tecnología de la máquina moderna,ya no existe tal "contacto estrecho y visible entre el trabajador ysu producto que persuada a los hombres de que el producto lepertenece por efecto de una extensión de su personalidad. Laalienación del hombre del fruto de su trabajo señala tambiénel divorcio de la empresa adquisitiva moderna de los cánonesde la servicialidad cristiana. Así pues, la moral cristiana y losprincipios empresariales son "subproductos institucionales" dedos situaciones culturales diferentes, y son incompatibles porcuanto reflejan dos hábitos mentales diferentes. Los principios

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del cristianismo inculcan humildad, amor fraternal y ayudamutua; los del capitalismo inculcan autoafirmación, competen­cia, emulación y "una valuación de los hombres, las cosas y

sucesos en términos pecuniarios".Veblen creía, o quizá esperaba desesperadamente, que los

"instintos" del cristianismo natural prevalecerían sobre las ins­tituciones del capitalismo. En el pasado, la repulsión cristianacontra el materialismo se expresó en abnegación y renuncia.Pero el cristianismo modern.o puede reafirmar sus rasgos anti­guos de ayuda mutua y hermandad, para servir como un criterioque exponga la ética empresarial en toda su vacuidad espiri­tual. El cristiano, al igual que el científico, está intelectual­mente preparado para advertir que hay "poco en la situaciónactual que mantenga el derecho natural de la discreción pecu­niaria en contacto con el sesgo impulsivo del amor fraternal, yque en la disciplina espiritual de esta situación hay mucho quepropicia una discrepancia efectiva entre los dos". Reinterpre­tado a la luz de las verdades antiguas, el cristianismo puedeconvertirse en la conciencia de la muerte del capitalismo mo­derno. "Esto es particularmente cierto -añadía Veblen, comosi estuviese pidiendo a Weber que pusiera al día su tesis- porcuanto la empresa ha tomado el carácter de una inversiónimpersonal, desapasionada y muy poco graciosa, en busca delbeneficio."54

Veblen simplemente había redefinido el cristianismo paradistinguir sus principios iniciales de sus prácticas modernas,su primitivo genio comunal de su ética competidora actual. Cual­quiera que hubiese sido la respuesta de Weber, quien sabíamás acerca de las religiones del mundo que Veblen o cualquierotro teórico social contemporáneo, nuestra respuesta debe serde asombro. "Christian Morals and the Competitive System" esel ensayo más desesperado e inconsistente de Veblen. Para em­pezar, su tratamiento del cristianismo contradice su anterior

54 Veblen, EOC, pp. 200-218.

argumento de que la hazaña competidora se desarrolla con eldesvanecimiento de las formas politeístas y matriarcales de ado­ración; además, Veblen no aclara nunca si las masas de conver­sos romanos eran comunalistas porque eran cristianos, o cris­tianos porque eran comunalistas. Como quiera que enfocara elasunto, tendría que conceder que un principio de amor y her­mandad inspirado en el "animismo" es preferible a un princi­pio de cálculo frío, inspirado en la tecnología, que imbuya el"espíritu del capitalismo". Su repentino descubrimiento delvalor del cristianismo primitivo como un arma de ataque con­tra la moral protestante moderna plantea otro problema difícil:¿cómo conciliar el "instinto del trabajo" con la tradición judeo­cristiana que considera el trabajo como un castigo impuesto porDios a la humanidad a causa del pecado original del hombre?

Llegamos así a lo que constituye, desde el punto de vistaweberiano, la debilidad más grave de la solución de Veblen al"problema" del capitalismo. Es posible que Veblen haya espe­rado vagamente un reavivamiento de los ideales del cristianis­mo primitivo, pero su propia "fe" descansaba sólidamente en laevolución del progreso empírico. Como recordaremos, Veblensuponía que la ciencia, la tecnología y el "proceso de la máqui­na" ofrecerían al hombre un modo de aprehensión nuevo, obje­tivo, que eliminaría las tendencias mentales antropomórficas yfinalmente extirparía el mundo del animismo. Este supuesto des­cansaba en la esperanza de que el método del conocimiento in­dustrial, basado en los cánones del trabajo, eficiencia y produc­tividad, llegara a absorber el hábito mental del empresario,basado en la hazaña pecuniaria. No obstante, la cruel ironía esque parece haber ocurrido lo contrario; pues el propio capita­lismo moderno surgió de un sistema de métodos de producciónracionalmente calculados, rutinarios, que no buscaban sólo elbeneficio sino también la precisión científica. Los mismos atri­butos que Veblen había asignado a los ingenieros llegaron acaracterizar la mentalidad de los administradores del capitalis­mo. Veblen pareció advertir esto cuando se refirió a la naturaleza

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272 TEORÍA E HISTORIA VEBLEN, WEBER Y EL "EspíRITU DEL CAPITALISMO" 273

"impersonal, desapasionada" de la empresa moderna. Otroscontemporáneos celebraban lo que Veblen sólo concedía, WalterLippmann, por ejemplo, creía que los progresistas liberales po­dían recurrir a los nuevos administradores porque el liderazgode la industria había pasado a "las manos de hombres intere­sados en la producción como un arte creativo y no como unaexplotación bruta". "Ese hecho sutil -escribió Lippmann en1913-, la modificación de los motivos de las empresas, la de­mostración de que la empresa puede conducirse como la medi­cina, puede civilizar todo el conflicto de clases."55

Veblen, como Lippmann, Herbert Croly, Lincoln Steffens yvarios otros escritores liberales que aplaudieron diversas for­mas del gobierno de administradores, no pudo comprender loque Weber llamó el fenómeno de la "racionalización". En los es­critos de Veblen no hay indicios de que hubiese previsto que seextendería la creciente racionalidad científica de las técnicasde producción hasta absorber casi todas las fases de la vida,En los escritos de Weber, en cambio, se percibe la racionalizacióncomo la forma de control predominante en la sociedad índustrialmoderna. La burocracia, la flor de la administración científica(el "tailorismo"), genera una forma nueva del poder: la domina­ción por la administración. Además, la "racionalidad formal"orienta la acción humana hacia reglas y normas abstractas, sis­tematizadas, hacia un orden impersonal en el cual pueden ha­cerse cálculos "sin consideración de las personas". La orientacióndel capitalista hacia el mercado impersonal, la del burócratahacia las reglas impersonales, y aun la del científico hacia losdatos impersonales, son aspectos de racionalización que handejado al mundo "desencantado", desprovisto de todo vestigio deanimismo, como había deseado Veblen, pero también despro­visto de todas las fuentes primarias de la acción humana y de losvalores de la mente que escapan al cálculo científico.56 Weber

lili Walter Lippmann, A Preface to Politice (Ann Arbor, edición de bolsillo,1962), p. 48.

S6 "El hilo conductor en la interpretación de esta realidad ---escribió Karl

insiste en que la actividad científica de elevar los medios a lacalidad de fines es lo que ha producido la devaluación del hom­bre, sin duda la más grotesca de las consecuencias no delibera­das irracionales, de la racionalización.

La forma en que comprende Weber el significado de la racio­nalización indica la debilidad del análisis que hace Veblen delcapitalismo moderno. Allí donde Veblen percibió que la tecno­logía libera al hombre de la dominación de los valores de laclase ociosa, Weber percibió la tecnología como una nueva for­ma institucionalizada de dominación que reduciría el ámbitode la libertad; y donde Veblen creyó que la ciencia permitiríaque el hombre entendiera más objetivamente los fenómenossociales, Weber advirtió que la ciencia, al considerar al hombrecomo una extensión de la naturaleza, sanciona a los poderosospara que traten al hombre como naturaleza. Weber se opuso ala revolución bolchevique, y es obvio que habría convenido con laobservación de D. H. Lawrence en el sentido de que toda la so­ciedad moderna es "una clase firme de bolchevismo; algo quemata la cosa humana y adora la cosa mecánica".57 Como vere­mos, Veblen apoyó entusiastamente el bolchevismo; pero tendríaque confrontar a Weber antes de poder liberar a Lenin de la"jaula de hierro" de la burocracia.

Las brillantes intuiciones de Weber acerca de las numerosasimplicaciones de la racionalización indican también que la de­cisión de Veblen, de separar la industria de la empresa, resultainútil. Tanto los "hábitos" de la técnica productiva como los dela empresa comercial habían sido asimilados tan funcional­mente por la cultura y la ciencia que el "proceso de la máqui­na" no podía deshacer lo que la máquina misma había unido.

Lowith acerca de la teoría de Weber~ es el proceso de racionalización median­te el cual la realidad ha perdido su encanto y se ha vuelto gris, roma y ordina­ria". Lüwith, "Weber's Interpretation of the Bourgeois-Capitalist World inTerms ofthe Guiding Princíple of'Rationalization''', en Dennis Wrong (comp.),Max Weber (Englewood Cliffs, N. J., 1970), pp. 101-122.

57 Lawrence aparece citado por César Graña en Modernity and its Discon­tents (Nueva York, 1967), p. 208.

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58 Ortega y Gasset, "Man as 'I'echnician", p. 151.

El dilema de Veblen nos recuerda la acusación de Allen Tate y

los "agraristas sureños" conservadores a los comunistas en losaños treinta: querían capitalismo sin capitalistas. Porque elsueño de Veblen, de una sociedad dirigida sólo por ingenieros, seasemeja al predicamento de los líderes comunistas que quierenadoptar ahora las técnicas racionales del capitalismo. Talestécnicas derivan del sesgo calculador, cuantitativo del raciona­lismo moderno, que es en sí mismo una expresión del "espí­ritu" del capitalismo que Veblen quería eliminar de la sociedadindustrial.

La fe de Veblen en que los ingenieros desempeñaran el papelde la extirpación sólo puede considerarse tan desesperadamentesoñadora como la fe de Marx en que el proletariado cumplierasu misión histórica de una revolución clasista consciente. Si elproletario no pudo responder a este reto, como reconoció Lenin,los ingenieros sí se han elevado a una profesión prominente,sólo para convertirse en una de las fuerzas políticas más con­servadoras de la vida norteamericana de la clase media alta.Weber podría haber interpretado la integración de los ingenie­ros en la urdimbre de la sociedad norteamericana como un casoparticular de racionalización. Absorbidos por el procedimientoburocrático, los ingenieros no pueden dirigir, innovar, lanzarseen nuevas direcciones audaces; enamorados de la equiparaciónde la verdad científica con la objetividad, los ingenieros no pue­den cuestionar el mundo racionalizado, sino sólo aceptarlo talcomo aparece. Sólo el "carisma" del gran hombre puede desafiarla rutina de los procedimientos industriales. El dilema de Ve­blen cala más hondo aún que la teoría de la dominación buro­crática de Weber. La idea del ingeniero como líder es un errorfundamental. Justo porque la tecnología puede hacerlo todo, elhecho de ser un ingeniero y nada más que un ingeniero signifi­ca, como ha señalado Ortega y Gasset, "ser todo en potencia ynada en realidad'U" La ciencia no puede definir el propósito de

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la existencia, y el ingeniero no puede ayudar al hombre paraque entienda el significado y el valor de la vida, Lejos de cues­tionar o criticar los valores de su sociedad, el ingeniero tratade preservarlos o de ajustarse a ellos. Puede poner en movi­miento algunos mecanismos de cambio ordenado, pero está ata­do por las metas de la institución cuyas tareas realiza. Inclusopodría afirmarse -y Veblen hubiese apreciado la ironía- quelos ingenieros se han convertido en los nuevos aristócratas, es­pecialistas con títulos, diplomas, lenguaje esotérico y símbolosde conocimiento que escapan a la comprensión y quizá al con­trol de las masas. "El ingeniero -escribió Veblen en 1923- esalgo nuevo bajo el 801."59 Veblen no pensaba en una minoría se­lecta nueva que continuara la función hegemónica de los capi­

tanes de la industria.Pero la ironía final es más amarga aún. En los Estados Uni­

dos, el primer ingeniero profesionalmente capacitado que llegóal pináculo del poder político fue Herbert Hoover, la personifi­cación completa de los valores capitalistas de individualismo y

oportunidad, y de los valores de la eficiencia y la productividaddel técnico. Como el último gran vocero de la ética protestan­te * Hoover simbolizaba a la vez el "espíritu del capitalismo" de,Weber y el "instinto del trabajo" de Veblen. Hoover tomó posesióncomo presidente de los Estados Unidos el 4 de marzo de 1929;Veblen murió el 3 de agosto de 1929.

59 Veblen, AG, p. 255.* Aunque la defensa del Estado benefactor que hace presidente a .Iimmy

Carter guarda escasa semejanza con la filosofia del individualismo de Hoover,el presidente Carter combina sin dificultad lo que para Veblen deberían ser dosmentalidades incompatibles: rigurosa capacitación en ingeniería nuclear y creen­cia devota en la teología protestante.

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TERCERA PARTE

DENTRO DE LA BALLENA

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VIII. EL "STATUS" BÁRBARO DE LAS MUJERES

EN MUCHOS ESTUDIOS FEMINISTAS contemporáneos, el nombre deThorstein Veblen apenas si recibe poco más que una mención ouna cita pasajera. No encontramos ningún análisis sostenido desus libros, ensayos y tratados (nueve volúmenes en total). Aunen la antología de Alice S. Rossi, por lo demás excelente y com­prensiva, The Feminist Papers: From Adams to de Beauvoir,Veblen brilla por su ausencia. Este olvido es lamentable, por­que hubo una época en que se consideraba a Veblen como elmás importante de los críticos culturales del mundo de la domi­nación masculina, la espina en el costado de la patriotería y elcapitalismo. Para la izquierda de Greenwich VilIage, surgiócomo un satírico fustigador de las distinciones de clase y de laspretensiones machistas por igual. Otras generaciones lo apre­ciaron más como un intelectual laborioso que como un críticomordaz. Comparando a Veblen con Ibsen, el emigrado alemánT. W.Adorno alabó al economista norteamericano como "uno delos últimos filósofos importantes que se atreve a tomar en seriola cuestión feminista".'

En este capítulo continuamos el análisis de Veblen desde laperspectiva de la teoría social comparada, contrastando susopiniones con las de otros comentaristas sobre la cuestiónfeminista, incluidos el liberal John Stuart Mili, el marxista Fe­derico Engels, la feminista Charlotte Perkins Gilman y el con­servador H. L. Mencken, azote de Veblen y de la liberaciónfemenina. Debemos considerar otros puntos de vista, no sóloporque tal ejercicio nos permite entender mejor que un fenóme­no histórico y social puede interpretarse en diversas formas,

1 Adorno, p. 296.

279

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sino también porque entonces nos encontraremos en mejorposición para entender las ventajas y las deficiencias peculia­res de la postura y el modo de análisis de Veblen. Estoy con­vencido de que Veblen se aproximó más que la mayoría de losteóricos al entendimiento de la importancia contemporánea delos orígenes históricos de la situación oprimida de las mujeresen la sociedad moderna. Pero, como en el caso de la alienación y

la reificación o cosificación, expuso un problema que podía ex­plicar mejor que resolverlo.

JOHN STUART MILL y VEBLEN: LIBERALISMO y NATURALISMO

Es probable que la forma en que entendía Veblen el problemade la opresión femenina pueda apreciarse mejor contrastándo­la con el enfoque de la misma cuestión a manos de John StuartMill. En "The Subjection ofWomen" (1869), sostuvo Mill que lameta de la igualdad femenina seguía siendo el compromiso po­lítico inconcluso del propio liberalismo, un compromiso quepodría cumplirse cuando se concedieran a las mujeres los dere­chos políticos de que han disfrutado los hombres en el progresode la historia. Sin dejar de reconocer que la lucha por la emanci­pación de las mujeres sería larga y ardua, Mill estaba conven­cido de que podía demostrar que las actitudes contemporáneasacerca de la situación "naturalmente" inferior de las mujeresno se habían fundado históricamente en el consentimiento libreo en algunas ideas sociales propicias para el beneficio de la hu­manidad o el bien de la sociedad. Concediendo que las costum­bres establecidas se fundan en prejuicios antiguos, aceptó Millel reto de cambiar el sentimiento popular poniendo al descubier­to sus premisas y orígenes falaces.

Acepto -escribió MilI refiriéndose a las actitudes comunes respectode las mujeres- que la costumbre establecida y el sentimientogeneral están claramente en mi contra, a menos que pueda demos-

trarse que la costumbre y el sentimiento han debido su existencia,a través del tiempo, a causas distintas de su sensatez, y que handerivado su poder de las partes peores, y no de las mejores, de lanaturaleza humana.v

Mill estaba empeñado valientemente en una penosa batallacontra sentimiento y costumbres "no enseñados", los "prejuicios"burkeanos que dan a la sociedad su cohesión orgánica y estabi­lidad histórica. Sin embargo, todavía no está claro que Millhaya logrado lo que se proponía: demostrar las causas históri­cas "insensatas" de la posición de las mujeres en la sociedadcontemporánea. Su argumento estaba persuasivamente razo­nado y lúcidamente expresado, mas se limitaba a mostrar cómose habían quedado atrás las mujeres a medida que los hom­bres avanzaban de una sociedad de prescripción y posicioneshereditarias a la sociedad moderna de libre contrato y compe­tencia abierta. Pero a Mill no le interesaban los orígenes de laopresión de las mujeres en la sociedad primitiva, y era dema­siado escéptico acerca de la posible existencia de diferencias"naturales" entre los sexos para advertir que la cuestión de laigualdad podía ser en efecto extraña a la cuestión más ampliade la libertad política y autonomía personal de las mujeres. Millcuestionó también la institución del matrimonio por lo que tocaa la equidad legal, demostrando que funciona en perjuicio de lasmujeres en relación con la propiedad, la servidumbre y aun laseguridad física. Pero no consideró necesario explorar los oríge­nes de dicha institución fuera de su formulación contractual.En efecto, estaba tratando de poner al día todas las institucio­nes que afectaban la existencia de las mujeres, y para tal efectotrazó distinciones morales entre la sociedad tradicional y la so­ciedad moderna que hacían de la igualdad sexual menos unhecho empírico que un ideal normativo. Como argumento ético,

2 John Stuart Mili, "I'he Subjection ofWomen", en Alice S. Rossi (comp.),John Stuart Mill and Harriet Taylor: Essays on Sex Equality (Chicago, 1970),pp. 128, 141,pássim.

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el tratado de Mill es una formulación sonora; como explicaciónanalítica de las razones de la posición sometida de las mujeres,es un documento retórico que inspira más de lo que ilumina.Mill parecía sentir que las mujeres padecían algo similar a unatraso histórico, que eran víctimas del progreso, cuyo tristedestino debe corregirse si se quiere tranquilizar la conciencia.Esta formulación confunde la respuesta con la pregunta. Aunconcediendo que se les hayan negado los derechos políticos alas mujeres del siglo pasado, todavía deberemos preguntarnospor qué continúan oprimidas las mujeres en las sociedades don­de han ganado precisamente los derechos que Mill había pro­pugnado: el sufragio y la liberalización de las leyes del divor­cio. Es posible que la sociedad democrática moderna hayaeliminado las razones más obvias, pero no las más sutiles del so­metimiento de las mujeres a través del tiempo. Quizá hayamosllegado tan lejos sólo para descubrir que sabemos muy pocoacerca de estas razones.

Para Thorstein Veblen, el naturalista que trató de explicarlos fenómenos "superiores" a partir de los "inferiores", la razónde la opresión femenina derivaba menos de la ausencia de dere­chos políticos que de la presencia de ritos sociales. Su preocu­pación por la supervivencia de rasgos arcaicos en la época mo­derna le proporcionó una perspectiva singular sobre la cuestiónfemenina de fines del siglo XIX. Mientras que la emancipación fe­menina era para Mill casi un artículo de fe política, resultadoinevitable del progreso democrático y el cambio social, Veblenconsideró que la continua opresión femenina era un artificioantropológico, residuo que reflejaba la persistencia de la costum­bre y la continuidad del hábito. Veblen expuso su argumentoen "The Barbarian Status ofWomen" ("La posición [social] bár­bara de las mujeres"), publicado en el American Journal ofSociology de 1899, 30 años después de la aparición del libro deMill, The Subjection ofWomen. Este artículo siguió a otro publi­cado en la misma revista con el título de "The Beginnings ofOwnership" ("Los orígenes de la propiedad"). Otro ensayo, inti-

tulado "The Economic Theory ofWoman's Dress" ("Teoría econó­mica del vestido femenino"), apareció cinco años antes en el Po­pular Science Monthly.3 Estas discusiones analíticas constituye­ron el material académico que Veblen utilizó, condensó y avivócon chispazos de ingenio y sátira en el primero y más popularde sus libros: Teoría de la clase ociosa.

Darviniano en materia científica, Veblen se burlaba tambiéndel progreso; esto constituía una combinación única que le per­mitía ver en la evolución humana tanto el descenso de las mu­jeres como el ascenso del hombre. En la etapa inicial de la histo­ria, la época del "salvajismo pacífico", no existe una división deltrabajo bien definida ni una división de los sexos por ocupa­ciones. Pero cuando alcanza cierto grado de eficiencia el uso deherramientas y el control técnico de las fuerzas materiales,se desarrollan gradualmente ciertas distinciones entre los sexosde acuerdo con sus respectivas actividades económicas. Surgendos tipos de empleo: el honorífico, que supone la fuerza mascu­lina, y el humillante, que requiere la diligencia femenina. Unavance apreciable en el uso de herramientas debe preceder a ladiferenciación de los empleos, porque las herramientas propor­cionan las armas que permiten al hombre enfrentarse con lasbestias feroces. Las herramientas suministran también ali­mento suficiente para mantener poblaciones más densas, lasque luego podrán establecer un contacto hostil entre sí en unavida nueva de valor y pillaje bélicos, basados en el advenimien­to del excedente. Además, la supervivencia es demasiado difícilen la época del salvajismo para permitir que alguna parte dela comunidad sea eximida del trabajo vulgar. Las herramien­tas liberan a la vida de las exigencias de la economía de sub­sistencia y permiten la existencia de una clase ociosa bien defi­nida. En adelante, los criterios del mérito descansan en una"distinción envidiosa" entre quienes son capaces de luchar yquienes no pueden hacerlo. Los hombres reciben el honor de

3 Estos tres artículos aparecen reproducidos en ECO.

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defender a la tribu, conquistar al enemigo y apoderarse de susposesiones, o sea, las actividades de depredación y hazaña. Lasmujeres deben encargarse del "monótono trabajo diario" de lacomunidad primitiva, las actividades industriosas y tediosas.Las mujeres pueden contribuir al bienestar de la comunidadmediante sus esfuerzos productivos, pero son los hombres quie­nes, como guerreros y cazadores, no producen nada y lo disfru­tan todo. Cuando el sistema de vida depredadora se estableceentre los grupos tribuales o las hordas mediante la prolongadahabituación, el ostracismo de las ocupaciones femeninas es unhecho definitivo:

U na de las primeras consecuencias de esta depreciación de la fragi­1idad es un tabú sobre las mujeres y sus empleos. En la comprensióndel bárbaro primitivo, animista, la fragilidad es infecciosa. La infec­ción puede producir su efecto nocivo mediante la influencia simpá­tica y la transfusión. Por lo tanto, se justifica que el hombre sano,consciente de su virilidad, evite todo contacto y conversación inde­bidos con el sexo débil y eluda toda contaminación con los empleoscaracterísticos del sexo. Los hombres no deben comer siquiera losalimentos habituales de las mujeres, so pena de ver reducida sufuerza. La prohibición contra los empleos y los alimentos femeninosy contra el contacto con las mujeres, se aplica con rigor especial du­rante el periodo de preparación de cualquier hazaña masculina,como la caza mayor o el ataque guerrero, o la iniciación en algunadignidad, sociedad o misterio masculinos. Las ilustraciones de estetabú estacional abundan en la historia primitiva de todos los pue­blos que han tenido un pasado guerrero o bárbaro. Las mujeres, susocupaciones, alimentos y vestidos, su lugar habitual en la casa o laaldea, y en casos extremos aun su lenguaje, se vuelven ceremonial­mente impuros para los hombres. Esta imputación de impurezaceremonial a causa de su fragilidad ha perdurado en la cultura pos­terior como un sentido de la falta de mérito o la inadecuación levíti­ca de las mujeres; de modo que aun ahora sentimos la impropiedadde que las mujeres asuman el mismo rango que los hombres, o querepresenten a la comunidad en cualquiera relación que exija digni­dad y competencia ritual; como ocurre, por ejemplo, en los cargos

sacerdotales o diplomáticos, o aun en los cargos civiles representa­tivos, y de igual modo y por igual razón, en los cargos de los sirvientes

domésticos y corporales que tengan un carácter ceremonial serio,como los lacayos, mayordomos, etcétera.t

El estigma de los empleos femeninos se relaciona con la propiainstitución del dominio. Como hemos visto, Veblen achacó losorígenes de la propiedad a la captura de personas, especial­mente de mujeres no combatientes, que llegaron a codiciarseno sólo por su trabajo sino también como "trofeos" que simboli­zan los laureles del valor astuto masculino. La relación de ladominación masculina con la subordinación femenina derivadel "uso y el abuso de un objeto", por parte del hombre, que nopertenece a la comunidad ni orgánicamente al "ámbito semi­personal" del aprehensor. La forma más antigua de posesión esuna "propiedad de mujeres por parte de los hombres física­mente dotados de la comunidad". Además, el hábito de la apro­piación de mujeres se solidifica en una costumbre que originauna "relación matrimonial convenientemente reconocida" querecibe la sanción de la comunidad. El sistema de "propiedadcoercitiva-matrimonio" constituye la base de la propiedad priva­da y la familia patriarcal. La creciente predilección por el do­minio y la coerción como un rasgo masculino, aunada a la "cre­ciente aprobación moral y estética del matrimonio basado encoerción y propiedad", configura los gustos populares de la co­munidad, incluidos los gustos de las mujeres. Así pues, la insti­tución del matrimonio, como la institución de la propiedad, sefunda en la hazaña y se sostiene por la emulación.

A través del precepto y ejemplo de quienes determinan la moda, y

mediante la represión selectiva de quienes son incapaces de acep­tarla, la institución de la propiedad-matrimonio avanza hacia laaceptación definitiva como la única forma hermosa y virtuosa derelación. A medida que la convicción de su legitimidad se fortalece

4 Veblen, ECO, pp. 51-52.

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con cada generación sucesiva, llega a creerse irreflexivamente comoun dictado del sentido común y de la razón ilustrada, que la actitudbuena y hermosa del hombre hacia la mujer es una actitud de coer­ción. "Sólo los valientes merecen lo justo.:"

Una vez establecido que la posesión de las mujeres desem­peña la misma función de posición social que la propiedad, lasmujeres independientes, "sin amo", pierden categoría; otrasformas posibles de la relación de matrimonio "caen bajo unareprobación cortés", y ahora todos los hombres tratan de "alle­garse alguna mujer o algunas mujeres por los honorables lazosdel apoderamiento". Pero a medida que aumenta el tamaño delgrupo, se vuelve difícil obtener una esposa mediante este méto­do, así que se busca el remedio en una "captura mímica o cere­monial" de mujeres libres y su asimilación a la "clase de mujeresaceptables", que ya están asignadas a algún amo. El "motivoprobable" de esta asimilación es conservar la posición social delos hombres de alto rango, que de otro modo podrían verse ten­tados a buscar relaciones sexuales fuera del matrimonio. Laceremonia nupcial "no se considera en modo alguno una far­sa". Las galas de los ritos mágicos y religiosos atestiguan queel matrimonio es una representación de la hazaña original delmatrimonio por la captura. En última instancia, puede verseel matrimonio como otro aspecto del animismo y la cosificación,una institución cuyos brutales orígenes humanos se han perdi­do de vista, por cuanto ha tomado funciones ceremoniales apa­rentemente inocentes, lo que asegura la servidumbre de lasmujeres mediante la acción simbólica:

Desde el punto de vista de este prejuicio animista, todo proceso essustancialmente teleológico, y la propensión que se le achaca no seapartará de su fin legítimo tras de que tome forma o se inicie el cur­so de acontecimientos en los que se expresa. Se sigue lógicamenteque, una vez ensayados en la forma y secuencia acreditadas los mo-

5 Veblen, ECO, p. 56.

vimientos que conducen a la consumación deseada, se alcanzará elmismo resultado sustancial del proceso imitado. Ésta es la razón dela eficiencia que se atribuye a las observancias ceremoniales en to­dos los planos culturales, y es especialmente el elemento principal dela adopción e iniciación formales. De aquí deriva, probablemente, lapráctica de la captura fingida, o el apoderamiento fingido, y por endela profesión formal de fidelidad y sumisión por parte de la mujeren los ritos matrimoniales de los pueblos en que prevalece el hogarcon un jefe masculino. Esta forma de familia se asocia casi siemprea alguna supervivencia o reminiscencia de la captura de la esposa.En todos esos casos, el matrimonio es, por derivación, un rito de ini­ciación en la servidumbre. En las palabras de la fórmula, aun des­pués de que se ha suavizado apreciablemente con la declinacióncontemporánea del sentido de la posición, la mujer debe amar, hon­rar y obedecer."

Como un resultado de la emulación entre los miembros deuna comunidad guerrera, la familia patriarcal es una "institu­ción depredadora". Veblen reconoció que también han existidoa través de la historia algunas formas de familia maternal, yse preguntó si tales instituciones, que llamó "el hogar de lamujer libre", se habrán desarrollado tras un periodo conside­rable de vida pacífica e industriosa. Observó que muchas tri­bus indias norteamericanas parecen incluir algunos rasgos deambos sistemas de relación; y donde se encuentra una mezclade los dos sistemas, la clase baja parece tener la familia mater­nal y la clase alta la familia paterna!. Veblen señaló tambiénque el sistema patriarcal se había debilitado considerablementeen los países occidentales, donde la desintegración del esque­ma tradicional de la superioridad masculina derivó de modosnuevos de vida económica "de acuerdo con la libertad indus­trial". Puesto que la forma patriarcal no tiene ninguna base enla vida más primitiva y cada vez está más fuera de lugar en lavida industrial moderna, es posible que se esté derrumbandoahora. ¿Hay entonces algunas razones para pensar que la ins-

6 Veblen, RCO, p. 58.

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titución de la propiedad se erosionará junto con la institucióndel matrimonio?: "Ésa es, tal vez, más una curiosidad especu­lativa que una cuestión de interés teórico urgente". 7

Por supuesto, la actitud de Veblen hacia las mujeres formabaparte de su critica a la teoría económica ortodoxa de su tiempo.En vista de su hostilidad por la teoría capitalista, que equipa­raba el valor a las relaciones de mercado, era natural que Veblenestableciera una distinción entre las ocupaciones femeninas y

masculinas para subrayar lo que era para él la verdadera fuen­te del valor: productividad y utilidad. En su formulación extre­ma, la diferencia entre mujeres y hombres es la diferencia queexiste entre el trabajador y el capitalista, entre quienes fabri­can bienes mediante el trabajo socialmente útil y quienes fa­brican riqueza mediante la hazaña improductiva. Por lo tanto,cuando Veblen atacó la mística del "hombre económico" lo hizoen el sentido más literal, señalando que esa noción trastorna elentendimiento de la vida económica primitiva, no sólo por efec­to de su premisa individualista sino también a causa de susesgo masculino. Respondiendo al libro de John B. Clark, TheEssentials ofEconomic Theory, Veblen mostró por qué era bas­tante importante el estudio de la economía para no dejarlo sóloen manos de académicos masculinos:

En la situación económica primitiva -es decir, en el salvajismo y elbarbarismo inferior- no existe ningún "cazador solitario" que vivaen una cueva o algo así, y no hay ningún hombre que "fabrique consu propio trabajo todos los bienes que usa", etc. En efecto, es unadesfiguración bien engañosa hablar en este sentido de "la economíade un hombre que trabaja sólo para sí mismo", y decir que "el inhe­rente poder productivo del trabajo y el capital tiene una importan­cia vital para él", porque tal presentación de las cosas omite loshechos principales de la situación para hacer hincapié en un aspec­to insignificante. No hay ninguna duda razonable de que, por lomenos desde que el hombre alcanzó el plano humano, la unidad

7 Veblen, ECO, p. 64.

económica no ha sido un "cazador solitario", sino una comunidad decierta clase; una comunidad en la que, por cierto, las mujeres pare­cen haber sido en las primeras etapas el factor más importante, enlugar del hombre que trabaja para sí mismo. El "capital" poseídopor tal comunidad -digamos, por una banda de indios "cavadores"de California- era insignificante, más valioso para un coleccionis­ta de curiosidades que para cualquier otro, y la pérdida de tal signi­ficaría muy poco para las muchachas "cavadoras". Lo que teníarealmente una "importancia vital" para ellos era la sabiduría acu­mulada por las mujeres, la tecnología de su situación económica, dela que dependía absolutamente la vida del grupo. La pérdida de lacanasta, del palo para cavar y del mortero, simplemente como obje­tos físicos, habría significado poco, pero la pérdida concebible delconocimiento de las mujeres acerca del suelo y de las estaciones, delas plantas alimenticias y fibrosas y de los procedimientos mecáni­cos habría significado la dispersión inmediata e inanición de lacomunidad."

En algunos sentidos, la distinción que establece Veblen entrelas ocupaciones femeninas y masculinas primitivas se asemejaa la distinción marxista del trabajo y el capital. Pero resultaríadificil asimilar el análisis que realiza Veblen de las razones dela condición oprimida de las mujeres al análisis derivado de latradición marxista. Un examen de la descripción que haceEngels de las penurias de las mujeres en El origen de la familia,la propiedad privada y el Estado puede ayudar a entender lasdificultades que trae consigo establecer tal síntesis.

DE ENGELS A LÉVl-STRAUSS

Engels inicia su estudio postulando un esquema del desarrollohumano primitivo que, como el análisis de Veblen, distingueclaramente la etapa salvaje C'comunismo primitivo") de la etapabárbara de la historia. También cree que el deterioro de la po-

8 Veblen, "Professor Clark's Economice", POS, pp. 184-185.

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sición de las mujeres ocurrió en la historia antigua con la des­aparición de la sociedad salvaje y el advenimiento de la sociedadbárbara; y descubre una conexión similar entre la imagen de­gradada del trabajo físico y doméstico y el surgimiento de laesclavitud y la división del trabajo. Allí termina la semejanzade Engels con Veblen. Lo que separa a los dos teóricos no sonsólo los prematuros juicios marxistas del primero sino tambiénsus concepciones diferentes de la secuencia causal de los fenó­menos históricos.

Según Engels, el inicio de la opresión de las mujeres se en­cuentra en la institución de la propiedad privada, y el desarrollode ambos fenómenos se liga al surgimiento de la familia pa­triarcal. El problema de Engels era explicar cómo se transfor­mó la familia misma, del sistema de clan maternal de la socie­dad salvaje -una unidad sana, equitativa, que funcionabaprincipalmente para el fin de la procreación- en la familia dela sociedad civilizada dominada por el padre. Engels utilizó lateoría del antropólogo Lewis H. Morgan, de las diferentes for­mas familiares, para explicar la transformación. Pero ya des­criba la familia "por emparejamiento", "punalúa" o "consanguí­nea", es siempre el modo económico de producción lo que da supoder explicativo al análisis de Engels. Cuando el modo de pro­ducción es comunal, como ocurre en la sociedad salvaje, la fa­milia no existe como una institución económica compuesta depares singulares; se comparten la propiedad y las herramien­tas; el trabajo doméstico de las mujeres se estima tanto comoel trabajo de los hombres. Pero el desarrollo de recursos produc­tivos destruye esta armonía comunal al introducir la propiedadprivada, que se manifiesta primero en los animales domésticosy las tierras cultivadas, recursos que se reponen por encima delas necesidades de subsistencia. Como ya hemos visto, es posi­ble que Engels no haya podido explicar satisfactoriamente losorígenes de la propiedad, pero estaba seguro de que la propie­dad había transformado las relaciones entre hombres y muje­res. La propiedad privada genera riqueza, lo que de algún modo

"fortalece" la posición del padre, quien procede a desafiar elorden tradicional de la herencia, en contra del clan y a favor desus propios hijos, y a destruir el derecho tradicional de la ma­dre a conservar su linaje femenino dentro de la familia. "La des­trucción del derecho de la madre fue la derrota histórica delsexo femenino en todo el mundo." La familia se basa ahora enla supremacía del hombre, quien introduce al mismo tiempo elprincipio de la monogamia y su propio derecho a la infidelidadconyugal. Las mujeres pierden no sólo la libertad sexual sinotambién la libertad política, económica y social. A medida quela producción para el intercambio sustituye a la producciónpara el uso, la propiedad de las cosas pasa a las manos de quie­nes trabajan fuera del hogar, y a medida que los hombres ama­san mayor riqueza y poder, la posición de las mujeres se hunde,el trabajo doméstico pierde estimación, y la mujer queda redu­cida a la servidumbre. El propio término "familia", observaEngels refiriéndose a una observación de Marx, deriva de lapalabra latina familia, que originalmente significaba la totali­dad de los esclavos hogareños pertenecientes a un individuo.No menos que Marx, Engels estaba convencido de que la familiaconstituía el "embrión" de la sociedad de clases y contenía "to­dos los antagonismos que luego se desarrollaron en mayor es­cala dentro de la sociedad y su Estado"."

Hay varias dificultades en el análisis que hacen Engels yMarx del origen histórico de la opresión de las mujeres. En pri­mer lugar, hay muchos datos antropológicos indicativos de quelas mujeres no disfrutan siempre la posición de igualdad con loshombres en las sociedades más antiguas, que carecen de pro­piedad privada, sistema de clases y Estado bien definido; y hayalgunas sociedades capitalistas modernas donde las mujeresno sólo heredan la propiedad sino que tienen derechos legalestales como los de divorcio, pensión alimenticia y sostenimien-

9 Frederick Engels, The Origin of the Family, Private Property, and the8tate (Nueva York, 1972), pp. 44-68. (Puede encontrarse, por ejemplo, en lasObras escogidas -c-tomo JTI- de Marx y Engels; Moacu.)

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to de los hijos, garantizados por el Estado.!? John Stuart Milihabría aplaudido estos datos como pruebas del progreso de losderechos de las mujeres, pero Veblen no enfocaba el proble­ma de la opresión de las mujeres desde un punto de vista libe­ral o marxista. La verdadera diferencia entre Engels y Veblenpuede apreciarse en el pasaje siguiente de El origen de lafamilia:

Nada sabemos hasta ahora acerca de cuándo y cómo pasaron los re­baños de propiedad común de la tribu o de la gens a ser patrimoniode los distintos cabezas de familia; pero, en lo esencial, ello debió deacontecer en ese estadio. Y con la aparición de los rebaños y demás ri­quezas nuevas se produjo una revolución en la familia. La industriahabía sido siempre asunto del hombre; los medios necesarios paraella eran producidos por él y propiedad suya. Los rebaños constituíanla nueva industria; su domesticación al principio y su cuidado des­pués, eran obra del hombre. Por eso el ganado le pertenecía, así comolas mercancías y los esclavos que obtenía a cambio de él. Todo exce­dente que dejaba ahora la producción pertenecía al hombre; la mu­jer participaba en su consumo, pero no tenía ninguna participaciónen su propiedad. El "salvaje", guerrero y cazador, se había conformadocon ocupar en la casa el segundo lugar, después de la mujer; el pas­tor, "más dulce", engreído de su riqueza, se puso en el primer lugar yrelegó al segundo a la mujer. Y ella no podía quejarse. La división deltrabajo en la familia había sido la base para distribuir la propiedadentre el hombre y la mujer. Esta división del trabajo continuabasiendo la misma, pero ahora trastornaba por completo las relacionesdomésticas existentes por la mera razón de que la división del tra­bajo fuera de la familia había cambiado. La misma causa que habíaasegurado a la mujer su supremacía anterior en la casa -su ocupa­ción exclusiva en las labores domésticas-, aseguraba ahora la pre­ponderancia del hombre en el hogar: el trabajo doméstico de lamujer perdía ahora su importancia comparado con el trabajo pro-

HJ Karen Sacks, "Engels Revisited", en Michelle Zimbalist Rosaldo y LouiseLamphere (compe.), Wumen, Culture & Society (Stenford, 1974), p. 219; véasetambién Ann J. Lane, "Women in Society: A Critique ofFrederick Engels". enBerenice A. Carroll (comp.), Liberating Women.'s History: Theoretical and Criti­cal Essays (Urbana, 1976), pp. 4-25.

ductivo del hombre; este trabajo lo era todo; aquél, un accesorioinsignificante. Esto demuestra ya que la emancipación de la mujer ysu igualdad con el hombre son y seguirán siendo imposibles mientraspermanezca excluida del trabajo productivo social y confinada den­tro del trabajo doméstico, que es un trabajo privado. La emancipa­ción de la mujer no se hace posible sino cuando ésta puede partici­par en gran escala, en escala social, en la producción, y el trabajodoméstico no le ocupa sino un tiempo insignificante. Esta condiciónsólo puede realizarse con la industria moderna, que no solamentepermite el trabajo de la mujer en vasta escala, sino que hasta lo exi­ge y tiende más y más a transformar el trabajo doméstico privado enuna industria pública.U

Veblen estaría sin duda de acuerdo con la solución de Engels:la entrada masiva de las mujeres a la industría pública. Pero lehubiera parecido curioso el deseo de Engels de ver reducidoslos quehaceres domésticos a tiempo "insignificante", actitudindicativa de que el propio Engels había heredado la impre­sión de que diversas clases de trabajo son importantes y hono­rables u oscuras e indignas. Esta actitud, originada en el hombrebárbaro, es llevada adelante por el hombre burgués moderno yconstituye en efecto la premisa psicológica de la teoría del va­lor de la economía clásica. Según Veblen, la "irritabilidad deltrabajo" es una atribución cultural antes que una observaciónreal, una impresión socialmente condicionada que se imponeal acto del trabajo, doméstico o de otra clase, y no necesariamen­te algo inherente al trabajo.

El problema real es explicar el porqué de la pérdida de esti­mación del trabajo de las mujeres. Engels no ofrece ningunarespuesta convincente. Nos dice que "la obtención de los mediosde vida había sido siempre la responsabilidad del hombre", y

que el "guerrero y cazador 'salvaje' se había conformado con ocu­par el segundo lugar en la casa, en la cual dominaba la mujer".Este estado de igualitarismo sexual se ve corrompido por la ri-

II Engels, Origin, pp. 151-152. (En español citamos de C. Marx y F. Engels,Obras escogidas, tomo iu, pp. 336-337; Editorial Progreso, Moscú, 1981.)

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queza, la que induce aun al "pastor 'más gentil'" a avanzar paratomar el poder de la mujer y reducirla a la condición servil. Lapropiedad privada, las relaciones de intercambio y la divisióndel trabajo, las fuerzas productivas que crean riqueza, sir­ven para destruir la posición de igualdad, y quizá superioridad,que ocupan las mujeres en la sociedad primitiva. En el análi­sis que hace Veblen del proceso de déclassé de las mujeres, no esel rico pastor quien cambia las cosas sino el guerrero y el cazador,los brutos furtivos y fuertes. No es la mera posesión de riquezalo que derroca a las mujeres, sino la forma en que se genera, y

la técnica de apoderarse de la riqueza por "la fuerza y el fraude"es peculiarmente masculina y llega a ser aceptada como pruebade la habilidad y poder superiores.

Veblen negaría también que la obtención de los medios devida "había sido siempre" la función del hombre en la sociedadprimitiva. Por el contrario, eran las mujeres quienes poseíanun sentido peculiarmente íntimo de los ritmos del crecimientoy la fecundidad. Refiriéndose al mundo animado de las cose­chas y los animales como "los silenciosos otros", Veblen sostuvoque el esquema de este mundo es de

fecundidad, crecimiento y naturaleza, y todas estas cosas son másnaturales para las mujeres que para los hombres; por lo tanto, en lasprimeras etapas de la cultura, la conciencia de la especie y la con­gruencia había puesto en claro para todos los interesados que elcuidado de las cosechas y los animales pertenece a las mujeres porconveniencia de las cosas. En efecto, existe la comunidad espiritual(mágica) entre las mujeres y la fecundidad de las cosas animadasque toda intrusión de los hombres en las cuestiones del crecimientoy fecundidad pueden llegar a verse, por la fuerza del contraste, conla más viva irrtranquilidad.P

En The lnstínct ofWorkmanship atribuye Veblen a las muje­res las dos propensiones básicas, que son el fluido vital de la

12 Veblen, lOW, p. 78.

sociedad: el espíritu de trabajo y la inclinación paterna!. Veblense resistía a aceptar -así como otros antropólogos del siglo XIX

estaban quizá demasiado inclinados a hacerlo- que las pri­meras sociedades se hubiesen organizado según el principiodel matriarcado. Advertía que tal aseveración era sólo una"historia conjetural". Sin embargo, Veblen seguía convencidode que, en la sociedad primitiva, tal vez a causa de su capaci­dad para la maternidad, las mujeres estaban mejor dotadaspara captar intuitivamente lo que se requería para la atenciónde las cosechas, los rebaños y el suelo. "Es especialmente evi­dente que la comunión con estos otros silenciosos correspondea las mujeres, porque la silenciosa comunión similar con suspropios hijos es quizá el rasgo más notable y sólido de su pro­pia maternidad." Además, en virtud de que el resto de la tributiende a atribuir rasgos mágicos y antropomórficos a lo que esesencialmente el papel tecnológico de las mujeres, éstas llegana ocupar el lugar central en los primeros esquemas de la vidaeconómica. E irónicamente, mientras que las mujeres que tra­bajan con los materiales de la tierra están extirpando en efectoel animismo, ellas llegan a ser adoradas como hacedoras demaravillas que pueden dominar la naturaleza porque puedensimpatizar con el mundo objetivo, de modo que parecen hacer­lo responder al deseo humano. Esta relación curiosa entre lanaturalización del mundo realizada por las mujeres como tra­bajadoras, y el animismo generado por su imagen de producto­ras de vida se sostiene por la imitación de poderes superioresdel hombre primitivo.

El sentido de la propiedad imitativa, así como la fuerza restrictivareconocida que se ejerce por el ejemplo y la representación miméticaa través del impulso de la imitación, habrá guiado astutamente alespíritu del trabajo para que desempeñe la femineidad y maternidaden un esquema siempre creciente de observancias mágicas destinadasa promover el incremento natural de los rebaños y las coseches.t"

13 Veblen, lOW, pp. 94-96.

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En un momento de la historia remota, sostuvo Veblen, sehonró debidamente a los verdaderos hacedores.

Según el análisis de Veblen, la división del trabajo no ocurrecon la aparición de la propiedad sino con los ataques depreda­dores del hombre, que originan a su vez las instituciones de lapropiedad. En el apoderamiento de las mujeres reside el dere­cho original a la posesión individual. Como se recordará, las cau­tivas son la primera manifestación de dominio en las socieda­des arcaicas porque no se consideran como bienes esencialespara la supervivencia de la tribu conquistadora ni como objetosque pertenezcan a priori al poseedor por el hecho de ser una"extensión orgánica de su personalidad". De estas especulacio­nes derivó Veblen su teoría del matrimonio como una forma desometimiento que se origina en la conquista y se sostiene porla ceremonia simbólica de la coerción, una institución dondeno puede decirse que las mujeres hayan perdido el derecho decompartir la propiedad porque a los ojos del hombre bárbaroson la primera expresión de la propiedad como un "trofeo". Con­tra la interpretación económica casi unidimensional de Engels,Veblen ofreció una interpretación que combinaba una sensibi­lidad antropológica hacia el ritual con una sensibilidad socio­psicológica hacia la fuerza motiva: el matrimonio por la capturase origina menos en la escasez de mujeres que en la vanidad delos hombres.

Engels habría rechazado lo que sólo podía parecer una inter­pretación darviniana rudimentaria de los orígenes de la opre­sión de las mujeres. Se burlaba de la noción, prevaleciente enla antropología de fines del siglo XIX, del origen de la exogamia,del "matrimonio por secuestro" de las tribus que tomaban es­posas fuera de su propio grupo; y citó la Ancient Society de Mar­gan para demostrar que las comunidades exógamas y endógamasson en realidad parte de una unidad de la "gens" más grande,donde desaparece la distinción entre los dos tipos de prácticasnupciales. Hasta cierto punto, Engels y Veblen tenían opinio­nes diferentes acerca del matrimonio y el sometimiento de las

mujeres porque partían de supuestos diferentes acerca de lanaturaleza humana original. Engels negaba que hubiese exis­tido en el estado de la sociedad comunal primitiva algún indi­cio de envidia personal, celo sexual y aun del tabú del incesto(que para Freud y la mayoría de los antropólogos es algo tanuniversal como eterno); y sostuvo que en la sociedad primitiva"era desconocido en todo el mundo el amor sexual individualde la actualidad'U" En cambio, Veblen estaba quizá más cerca deFreud en sus supuestos acerca de los "instintos", "impulsos"y "propensiones" del hombre, pues creía que la "competenciasexual" ayuda a estimular las primarias tendencias combati­vas del hombre (aunque era el desarrollo del excedente econó­mico lo que había generado "una mentalidad habitualmentebelicosa")." Y aunque pudo haber convenido con Engels en queel amor sexual romántico moderno era desconocido en el mundoprimitivo, habría subrayado que el amor individual a sí mis­mo, el deseo de estima y aprobación, era algo más que latente,algo que se expresaba cada vez más en los hechos de la "emu­lación" y la "comparación envidiosa".

El análisis de Veblen puede parecer rudimentario en últimainstancia, ya que sugiere una especie de visión darviniana delsometimiento de las mujeres basado en la autoridad que el fuer­te adquiere sobre el débil. Pero según Veblen las mujeres sóloson deficientes en un atributo: la ferocidad. En efecto, Veblenquería demostrar, en sus tanto digresiones antropológicas comoen sus estudios económicos, que las mujeres eran los verdade­ros trabajadores, los productores efectivos de ropa, alimento yabrigo, mientras que los guerreros y jefes masculinos repartíansu tiempo entre el pillaje ocasional y la ociosidad frecuente.Esta distinción entre quienes crean valor mediante el trabajosocialmente útil y quienes prosperan y alcanzan una posición so­cial basándose en la hazaña improductiva no aparece en el aná­lisis que hace Engels de la opresión de las mujeres. La ausen-

14 Engels, Origin, pp. 44-65, pássim.15 Veblen, Tea, p. 27.

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cia de una sensibilidad sociológica hacia las distinciones de laposición social deja ver la razón por la cual la solución de Engelsa la opresión de las mujeres está cubierta de dificultades. Su­ponía Engels que la oportunidad para que las mujeres se libe­raran realizando un trabajo socialmente útil se presentaría"sólo de resultas de la moderna industria en gran escala". Hayuna ironía sombría en este supuesto. Pues el crecimiento de laindustrialización ha significado no sólo la creación de nuevasclases sociales y ocupaciones -la "tecnoestructura" que percibióVeblen mucho tiempo antes que Daníel Bell o John KennethGalbraith-, sino también la exclusión deliberada de las muje­res educadas y talentosas de la fuerza de trabajo profesional.En el análisis de Veblen es necesario entender las razones SO~

ciológicas, y no sólo las razones económicas, de dicha exclusiónsistemática, y al proceder así no podemos esperar que la in­dustrialización resuelva el problema de la discriminación sexualque pudo haber tenido sus orígenes en la sociedad preindustríal.En efecto, la discriminación sexual como un fenómeno históricoencuentra en el análisis marxista las mismas dificultades deexplicación que la "alienación"; si ambos desarrollos derivaronde las "fuerzas productivas" de la historia, ¿cómo podrán fun­cionar esas mismas fuerzas como su solución históricar!"

Es cierto que un marxista subrayaría sin duda las "contra­dicciones" derivadas de las "fuerzas productivas" a través de lahistoria. Esta perspectiva permaneció cerca de Veblen. Comodarvinista más interesado en la ascendencia naturalista delhombre que en el supuesto movimiento ascendente de la con­ciencia humana, como antiguo estudioso de la filosofía kan­tiana, y por ende sensible a las limitaciones del conocimientometafísico final, Veblen no simpatizaba con las pretensionesomniscientes del razonamiento dialéctico de Hegel. Por el con-

16 Sobre los problemas de la teoría de la alienación de Marx consideradacomo un fenómeno histórico y no como un fenómeno espiritual o metafísico,véase John P. Diggins, "Thoreau, Marx, and the Riddle oí Alienation''', SocialResearch 39 (1972), pp. 571-593.

trario, optó por regresar al principio, al origen de las cosas, parabuscar una "explicación genética" de las relaciones socialesmodernas. Veblen se centró en el surgimiento del modo de acti­vidad de la caza y en el advenimiento de la guerra tribual, des­arrollos derivados del excedente material que elevaron al predo­minio cultural las hazañas masculinas en virtud de su "fuerzapreeminente". En adelante se deteriora la posición de las mu­jeres, que son obligadas a trabajar sin cesar en la extracción deraíces, acarreo de agua, recolección de leña, ordeña del ganado,preparación de los alimentos y la crianza de los hijos: las acti­vidades domésticas que le parecen al hombre tan "impuras entérminos ceremoniales". Estas distinciones tempranas de laposición social, basadas en la división sexual del trabajo, per­sisten como hábitos y costumbres en nuestra época moderna.En la América victoriana de fines del siglo XIX, resultaba bas­tante enojoso que Veblen describiera a las mujeres como algoreducido a un "bien mueble",* y que sostuviera además que lapropiedad no se origina en la posesión de cosas sino de sereshumanos, y que las mujeres cautivas fueron las primeras ma­nifestaciones de la esclavitud, de donde surgió la institucióndel "matrimonio de propiedad". Pero las observaciones de Veblenno eran enteramente ajenas al mundo de la antropología delsiglo XIX, y aun a la teoría política inglesa del siglo XVIIl. 17 Enefecto, podemos encontrar cierta semejanza con las ideas deVeblen en la obra del antropólogo contemporáneo Claude Lévi­Strauss, quien también considera a las mujeres como la prime­ra forma de "moneda". Tanto Veblen como Lévi-Strauss se inte­resan por la estrategia de las alianzas matrimoniales; amboscreen que los sistemas económicos, como los sistemas de paren­tesco y los de autoridad, y las relaciones de autoridad en gene-

* En inglés chattel. Como arcaísmo puede significar eieroo.wa; pero estaacepción parece inusitada. Objeto, artículo movible, bien mueble es la acepcióncomún y jurídica.

17 Véase el capítulo de John Millar titulado "Ofthe Rank and Condition ofWomen in Different Ages", en The Origins ofthe Dietinctíon ofRanks (Glas­gow, 1779).

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ral, pueden considerarse como una especie de "lenguaje" de lacomunicación social: ambos se concentran en las distincionesde la posición social, y no necesariamente en el modo de pro­ducción, como los medios que permiten a los hombres dominara las mujeres; y ambos suponen que la captura y el intercam­bio de mujeres precedieron a la adquisición y el intercambio debienes en las comunidades primitivas. "En la sociedad humana-escribe Lévi-Strauss-, son los hombres quienes intercam­bian a las mujeres, y no al revés."!"

Pero las teorías de Lévi-Strauss son tan imposibles de verifi­car como las especulaciones de Veblen. Los antropólogos hanrevelado muchos datos sugerentes de que la posición de lasmujeres -virtualmente inferior a la de los hombres en casi to­das las sociedades-e- puede variar con los papeles sociales fe­meninos en diferentes épocas y lugares. Por ejemplo, MargaretMead descubrió que en la comunidad toda de los Mares del Sures "muy sagrado" el trabajo doméstico para las mujeres, mien­tras que el estudio de los kpa mendé de Sierra Leona, realizadopor Carol P. Hoffer, revela que las mujeres obtenían un domi­nio político efectivo mediante la manipulación de los arreglosmatrimoniales.l? Y entre los esquimales, como sabía bien Ve-

. bIen, la esposa podía considerarse como una forma de "inter­cambio de regalos", aunque la propiedad privada siguiera siendoun concepto nebuloso y la proeza pecuniaria fuese un compor­tamiento poco familiar. Sin embargo, los antropólogos concuer­dan en un hecho que las feministas han conocido por siglos:que cualquiera que sea la causa, restricción biológica o acondi­cionamiento social, la mujer carga con una posición subordinadaque parece volverse más pesada a medida que se eleva la con-

18 Claude Léví-Strauss, Structural Anthropology, traducción al inglés deClaire Jacobson y Brooke Grundfest Schoepf(Londres, 1972), p. 47.

19 Margaret Mead, Sex and Temperament in Three Primitive Societiee (NuevaYork, 1935), pp. 310-322; Carol P. Hoffer, "Madam Yoko: Ruler of the KpaMende Confederacy", en Women, Culture & Society, pp. 173-187; véase una eva­luación escéptica de las teorías de Lévi-Strauss en Edmund Leach, Lévi­Strauss (Londres, 1974).

ciencia de las mujeres hasta el punto de la pasión social. Lasantropólogas están explorando este problema con gran laborio­sidad intelectual, y se hallan desconcertadas por un enigmaque parece desafiar los métodos de análisis evolucionista y di­fusionista. Así se explican las interrogantes que formularonMichelle Zimbalist Rosaldo y Louise Lamphere:

Aunque parece probable que los desarrollos de la caza mayor y laguerra promovieran una ética de dominación masculina, resultadifícil entender por qué han de subsistir hasta nuestros días lossesgos asociados a las primeras adaptaciones del hombre. La interro­gante se plantea entonces así: ¿por qué, si nuestros mundos socialesson tan diferentes de los mundos de nuestros antepasados, ha per­manecido asimétrica la relación de los sexos?, y ¿por qué los grupossociales, que cambian radicalmente a través del tiempo, continúanproduciendo y reproduciendo un orden social dominado por loshombresfé''

¿Es nuestro esquema cultural tan diferente del de nuestrosantepasados? Es casi seguro que Veblen habría planteado alteórico social contemporáneo esta interrogante, que MilI nohabía considerado extensamente. El objetivo central de Veblen,aunque a menudo se expresara en la ironía y la hipérbole, erademostrar que "los vestigios modernos del valor sagaz" y la"conservación de rasgos arcaicos" funcionan en la sociedad con­temporánea para perpetuar la discriminación sexual y excluira las mujeres de la fuerza de trabajo industrial. El antiguo es­quema de vida de la clase ociosa afecta a casi todas las seccio­nes de la sociedad, incluidas las esposas e hijas de los hombresque han caído bajo el influjo de los cánones de respetabilidadprevalecientes. El trabajo industrial moderno, como el antiguotrabajo agrícola y manual, se ve así como algo degradante, y elempleo profesional relacionado con la producción útil de bie­nes y servicios es peor que degradante; es "vulgar", y por lo tan­to "indigno de la mujer". En particular, las mujeres casadas no

20 Rosaldo y Lamphere, "Introduction", Women, Culture & Society, p. 7.

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se atreven a desafiar este canon de decencia por temor a poneren peligro la reputación de sus maridos.

Todavía se siente que la vida de la mujer, en sus aspectos civil, eco­nómico y social, es esencial y normalmente una vida indirecta, cuyomérito o demérito se atribuye a algún otro individuo que guardacierta relación de propiedad o tutela con la mujer. Por ejemplo, todaacción de una mujer que viole una censura de la lista de comporta­mientos apropiados se refleja de inmediato en el honor del hombreal que pertenece.é!

En la sociedad moderna, sugiere Veblen, la posición de lamujer permanece casi como estaba cuando sus antepasadaseran capturadas y sometidas; sigue siendo el apéndice del mari­do, a cuyos intereses sirve y cuya imagen de buena vida debereproducir. No se advierte mejor este residuo que en los hábi­tos de vestido de las mujeres modernas.

PSICOLOGíA ECONÓMICA DEL VESTIDO DE LAS MUJERES

Veblen creía que la familia patriarcal estaba experimentandouna declinación por efecto de la vida industrial moderna. Peroen el modo del vestido femenino podía advertirse la persistenciade un artificio indicativo de la supervivencia de la dominaciónmasculina. Veblen reconoció que el vestido tiene sus orígenesen el principio del adorno y en la necesidad física de proteccióny comodidad. Pero la decoración del cuerpo representa sólo el"sentido estético ingenuo" del vestido, sentido que tiene escasaimportancia en la moda moderna. La evolución del vestido par­te de las formas sencillas de adorno para llegar a una mezcla deaccesos estéticos y económicos, una línea de desarrollo que seextiende desde los pigmentos y los dijes hasta lo que llamanahora indumentaria. La decoración primitiva no es necesaria-

21 Veblen, reo, p. 360.

mente una expresión económica, como tampoco lo son los obje­tos durables de adorno que pueden reflejar significados míticoso religiosos. Lo que hace al vestido un factor económico es sufunción como un indicador de la riqueza de quien lo lleva ...mejor dicho, del propietario, porque en la sociedad patriarcalno son necesariamente la misma persona el propietario y quienusa. El vestido de las mujeres simboliza la riqueza de la "uni­dad económica" representada por la que lo lleva. Y cuanto másextravagante sea el vestido, más deberá considerarse a la quelo usa como "algo parecido a un bien mueble", cautiva que anun­cia la fuerza pecuniaria de su marido al permitirle, ya sea porcostumbre o por coerción, que gaste dispendiosamente en ella.Esta práctica tiene precedentes en la conducta del hombre pri­mitivo, y su propósito es el mismo en todo tiempo y lugar: laexhibición de un gasto dispendioso

La porción adicional de mantequilla, o de algún otro ungüento, con laque se untan las esposas de los magnates del interior de África, másallá de lo que requiere la comodidad, es una forma de esta clase degasto que se encuentra en la frontera entre el embellecimiento per­sonal primitivo y el vestido incipiente. Lo mismo ocurre con los bra­zaletes y las tobilleras de alambre de latón, etc., que a veces pesanmás de diez kilos, usados por la misma clase de personas y, en me­nor medida, por la población masculina de los mismos países. Tam­bién con las pieles de focas del Ártico, que las mujeres de los paísescivilizados prefieren a tejidos superiores en todos sentidos, exceptoel costo. También con las plumas de avestruz y las numerosas efi­gies curiosas de plantas y animales utilizadas por las modistas. Lalista es inagotable, porque casi no hay artículo del atuendo masculi­no o femenino, civilizado o no civilizado, que no posea en gran me­dida este elemento, y en el caan de muchos de tales artículos podría­mos afirmar, por lo que toca al principio económico, que virtualmente

no son otra cosa.22

22 Veblen, EOC, pp. 69-70.

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Veblen señaló tres principios del atuendo femenino moderno:carestía, novedad e ineptitud. El primer principio sirve parasubrayar el "consumo conspicuamente improductivo de los bie­nes", la capacidad de la esposa para derrochar la riqueza comoun medio de distinción social. Pero cuando la forma de un estiloparticular se populariza, y los productores tratan así de bajarsu precio, ese estilo está al alcance de un número de comprado­res tan grande que mina su función como símbolo de posiciónde la clase ociosa. De aquí deriva el surgimiento curioso de lanovedad en la moda: el atuendo femenino debe, a primera vista,probar que ha sido usado durante breve tiempo, quizá solo unavez, como la delicada pijama. Mientras que los historiadoresculturales parecen casi incapacitados para explicar las fluc­tuaciones repentinas de los estilos del vestido.P Veblen presu­mió saber por qué cambian las modas tras un periodo breve deestabilización: nunca debe permitirse que los imitadores sepongan al día, sobre todo en el momento culminante de la moda.En el mundo de la moda, la posición de la clase ociosa nunca seve en peligro: las matronas pueden defenderse de todas lasamenazas, aun en una sociedad próspera, abundante. Cuandoun número creciente de mujeres de clase media alta empiezana imitar el comportamiento económico de la clase ociosa sólo,manifiestan un derroche burdo, revelador de que sus mediosde exhibición han sido adquiridos recientemente. Los imitado­res carecen todavía de conocimientos y del hábito de la buenaforma en el vestido y los modales, afectaciones que requierenun cultivo tan prolongado y deliberado que sólo pueden adqui­rirlas quienes se hallan dispuestos a derrochar tiempo y es­fuerzo. El derroche es prestigioso.

Según Veblen, el tercer principio del atuendo -la inepti­tud- ilustra la racionalidad social que se encuentra detrás dela irracionalidad económica de los estilos del vestido femeninoa fines del siglo XIX. Las esposas de la clase ociosa manifiestan

23 Véase, por ejemplo, René Kóning, A la Mode: On the Social PsycholoHY ofFashion (Nueva York, 1973).

en sus vidas sociales el mismo desdén por el trabajo que mani­fiestan sus maridos en las actividades económicas. La "absten­ción conspicua" de todo trabajo se simboliza en el cabello largode la mujer, el "tacón francés" -peligrosamente alto-- y la faldavoluminosa que llega hasta el tobillo, de modo que impide elmovimiento de la que lo lleva, quien no puede desempeñar nin­guna ocupación útiL Aun las mujeres que deben ganarse la vidaperpetúan, a través de su vestido voluminoso, la impresión deque están más dispuestas al consumo ocioso que a la producciónreal. Observando la "incapacidad fisica voluntariamente acep­tada" de las mujeres que tratan de demostrar que son a la vezcaras e inútiles, creía Veblen que resultaba casi imposible tra­tar de reformar el vestido hacia la conveniencia, comodidad osalud. La violencia más obvia contra la salud puede advertirseen el corsé, que hace a las mujeres occidentales lo que el "pieabortivo" hacía a sus "hermanas chinas": deforma el cuerpo na­tural en aras de la idea que tiene el hombre de la belleza feme­nina como una combinación de fragilidad y debilidad.

Ambas cosas son mutilaciones indudablemente repulsivas para elojo no preparado; se requiere habituación para conciliarse con ellas.Pero no hay duda de su atractivo para los hombres, en cuyo esque­ma de vida encajan como elementos honoríficos sancionados por losrequisitos de la reputación económica. Son elementos de bellezapecuniaria y cultural que han llegado a servir como elementos delideal de la femineidad.>'

Veblen observó que el corsé y la falda larga habían estadopasando de moda recientemente porque un nuevo deseo de co­modidad parecía determinar las preferencias de las mujeres.Pero este cambio de gustos, que va de hábitos socialmente im­puestos a un consumo racionahnente analizado, puede ser másaparente que real. El culto de la comodidad personal "parecehaberse debido a una ramificación del atletismo sentimental

24 Veblen, TeO, pp. 154-155.

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(adoración de la carne), que se ha vuelto dominante última­mente; y ahora que ha pasado la cresta de esta oleada de senti­miento, está retrocediendo también este motivo ajeno del ves­tido".25 Es posible que, con la declinación de los deportes, elvestido retorne a los dictados culturales de lo caro y novedoso.Pero el vestido como una expresión del derroche conspicuo nosigue siempre los cánones de la novedad: puede ser arcaizante,como OCUITe con el vestido de los sirvientes domésticos, cuyosfeos adornos de encaje tratan de sugerir la larga herencia fa­miliar de sus empleadores.

El impulso arcaizante caracteriza también los uniformesusados por las señoritas de las escuelas de "educación social",donde se resiste la moda juvenil y la plena sencillez se vuelveen sí misma un indicador de la posición social superior. Cual­quiera que sea la moda del vestido, la estrategia es siempre lade exhibición personal, y las vicisitudes de la moda señalan elelemento de emulación de clase en el seno de la vida social.

Como ha señalado J. C. Flugel, quizá la moda sea la "diosamisteriosa" cuyos decretos resultan más fáciles de obedecerque de entender.s" Veblen entendió el fenómeno demasiadobien tal vez, y en consecuencia nos ofrece una interpretación untanto unilateral del significado de los estilos del vestido. Por lomenos exageró la continuidad existente entre los patrones delcomportamiento primitivo y los del comportamiento moderno.En las sociedades primitivas, donde el salvaje teme lo novedosoy extraño, el vestido permanece estable y desempeña una fun­ción de socialización. En las culturas modernas, donde el indi­viduo teme la absorción y obstrucción, los estilos del vestidocambian de continuo y desempeñan una función de segrega­ción. Y es posible que el papel discriminador del vestido mo­derno sugiera, como observó Georg Simmel.F' que la mujer seadhiere con mayor firmeza a la moda, no sólo porque sea un

2.5Veblen, EOC, p. 76.26 J. C. Ftugel, The Psychology ofClothes (Londres, 1930), p. 137.27 George Simmel, "Fashíon", lnternational Quarterly 10 (1904), pp- 130-155.

apéndice del marido, sino primordialmente porque la debili­dad de su posición social engendra en ella un respeto estrictopor la costumbre, lo que irónicamente le da fuerza para desear"la individualización Yostentación personal" en el vestido, paraser afirmativa en lugar de sometida en la única esfera quecompensa su falta de posición en una cultura masculina basadaen una vocación o profesión. Las mujeres encuentran la liber­tad en la moda, aunque sólo sea la libertad de una ilusión.

Tampoco encontramos en los escritos de Veblen ningún indi­cio de que el vestido pueda entenderse a la luz de la psicologíadel egoísmo individual y de la sociología de la emulación de cla­ses. Es posible que las mujeres Y los hombres aprovechen lamoda para incrementar su propio atractivo físico. Aunque élmismo era un libertino, Veblen no parece haber reconocido nun­ca el vestido como un instrumento de la rivalidad sexual: nospreguntamos qué habría hecho con el escote atrevido o la mi~i­

falda ... ¡como simbolos de la incapacidad física de la clase OCIO­

sa! Las dificultades del análisis de Veblen derivan de su es­fuerzo por aplicar las características de la moda del siglo XIX atoda la historia del vestido, planteando los problemas de la mu­

jer de 1. Magnin al hombre de Cromañón.Quentin Bel!, un gran admirador de Veblen, ha señalado las

limitaciones del análisis de Veblen en On Human Finery. Bel!cuestiona el principio del "consumo indirecto" de Veblen. A tra­vés de la historia, observa Bell, cuando las esposas quedanreducidas en efecto a la posición de un "bien mueble", son losesposos quienes exhiben su propia riqueza. "Cuando las muje­res empiezan a adquirir una posición propia, comienzan a ves­tirse para el mundo." Podríamos añadir que, en la historia dela moda, no es tanto la esposa sino la amante quien establecelos estilos del vestido, como señaló Sombart al relacionar elascenso del capitalismo con la aceptación cultural del amor sen­sua!." Bel! duda también de que el análisis de Veblen pueda

28 Sombart observa que, en la sociedad parisina del siglo XVTIT, la "dama res­petable" debía competir con la amante y ajustar consiguientemente muchos de

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explicar por qué cambia a veces el estilo hacia la sencillez y aveces hacia la "suntuosidad". Sin embargo, fue Veblen - sub­raya Bell- quien exploró por primera vez la relación del pro­ceso de emulación con el comportamiento de clase, un fenóme­no que ayuda mucho a la explicación de la historia de la moda.

Estoy convencido -concluye Bell- de que aparte de todas las mo­dificaciones que sean necesarias en la historia, ha sido Veblen quiennos mostró la forma correcta de enfocar el problema. No creo quealgún estudioso serio de la historia social pueda ignorar sus ense­ñanaas.w

Desafortunadamente, los intelectuales han olvidado los es­critos de Veblen sobre la moda y la cuestión femenina. Lo mismo

ocurrió con los feministas contemporáneos de Veblen, escrito­res y activistas que se encontraban dentro de la misma "jaula"de la sociedad moderna y deseaban, como la Nora Helmer deIbsen, echar a la calle la domesticidad.

VEBLEN y CHARLOTTE PERKINS GILMAN

¿Cuál era exactamente la posición de las mujeres cuando Ve­bien escribió La clase ociosa a fines del siglo pasado? Los histo-

sus propios hábitos de vestido. Tras de analizar el papel de la eocotte y del salon,agrega Sombart:

Pero el resultado más importante de este desarrollo es que el estilo de vidadel bajo mundo determinaba el de las mujeres del mundo es decir de la so­ciedad. Casi nada ha cambiado en este sentido desde entonces. Aun en elmundo respetable de la clase media de hoy, la mujer de posición segura (nome refiero a la gente excéntrica de vestidos "racionales" que vegeta en de­partamentos de tres habitaciones) estudia los vestidos usados por las gran­des coc?ttes en las carreras de Primavera de París. Las mujeres galantes ensa­yan primero todas las extravagancias de la moda, el lujo y el esplendor, antesde que sean aceptadas, un tanto moderadas, por las matronas de buena re­putación. ~n los días de aye~ que examinamos aquí, cuando el burgués vivíaen su propia esfera, muy alejado de lo que era entonces "la sociedad" la cor­tesana ejercía naturalmente, en su círculo restringido, una influencia que sesentía en forma más completa y directa de lo que es posible hoy (Werner~ombart:, "The Secularization of Lave", en Luxury and Capitalism, p. 57).. Quentm Bell, On Human Finery (Londres, 1947), pp. 116-126.

riadores sociales contemporáneos que han estudiado las bellasletras, los manuales matrimoniales, tratados médicos, sermo­nes religiosos, literatura higiénica y otros libros, folletos y ar­

tículos de orientación en materia de la niñez, el matrimonio y lafamilia, no han llegado a un claro acuerdo acerca de la posiciónde las mujeres.so Sin embargo, surgen de su investigación dos

grandes generalizaciones: primera, la cultura norteamericanaentre la Edad de Oropel y poco antes de la primera GuerraMundial, un periodo que abarca aproximadamente desde 1875hasta 1910, prescribía una imagen clara del lugar subordinadode las mujeres en una sociedad dominada por los hombres ybasada en papeles bien definidos entre los sexos; segunda, el

sexo era un aspecto biológico de la vida que las mujeres debíandisfrutar sólo después del matrimonio, y entonces no con de­masiada frecuencia ni con una expresión demasiado profunda

de pasión, porque de otro modo podría parecer la esposa inde­bidamente agresiva y quizá neurótica. Hasta cierto punto, éstasy otras actitudes similares acerca de la femineidad se popula­

rizaron a través de los materiales de lectura infantiles, cuyosautores imponían conscientemente sus propios valores en unesfuerzo por socializar a los jóvenes. Tal proceso traía consigo la"emulación" en el sentido vebleniano, porque muchos autores

estadunidenses de la clase media alta, tanto mujeres comohombres, estaban ansiosos por interiorizar los aspectos del es­tilo de vida -vestido, modales y comportamiento moral- queparecieran significar y asegurar la posición de clase. Se incul-

so Charles E. Rosenberg, "Sexuality, Class and Role in 19 th Century Ameri­ca", American Quarterly, 25 (1973), pp. 131-153; Sondra R. Herman, "LovingCourtship or the Marriage Market? The Ideal and its Critica, 1871-1911", ibid.,pp. 235-252; Caroll Smith-Rosenberg, "The Hysterical Woman: Sex Roles andRole Conñict in 19th Century America", Social Research 34 (1972), pp. 652-678;Carl Degler, "What Ought to Be and What Was: Women's Sexuality in theNineteenth Century", American Hietoricol Review 129 (1974), pp. 1467-1490;G. J. Barker-Benfield, The Horrors al the Half-Knawn Lífe: Male AttitudesToward Women and Sexuality in Nineteenth Century America (Nueva York,1975); Sarah J. Stage, "Out ofthe Attic: Studies ofVictorian Sexuality", Ameri­can Quarterly 27 (1975), pp. 480-485; Barbara Sicherman, "American History",Signs 1 (1975), pp. 461-485.

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caban a las jóvenes los ideales de la castidad premarital y ladomesticidad posmarital, cuya observancia aseguraría una vidade felicidad conyugal, aun a costa del amor romántico impulsi­vo. Las feministas protestaron contra éstos y otros "ideales"que implicaban la subordinación de la mujer ante la carreradel esposo, el patrón doble de la moralidad masculina, y la ideade que el amor juvenil debía ser racionalmente calculado, comoun tablero de movimientos sociales estratégicos, y que el sexotenía que experimentarse calmada y pasivamente, como los pla­ceres de una caja de chocolates.

Por dudosas que puedan ser las fuentes preceptivas, talescomo los manuales matrimoniales, algunos investigadores haninterpretado las limitaciones impuestas a la autonomía perso­nal de las mujeres, y las restricciones de su libertad sexual,como prueba de una "represión" cultural en general, un esfuer­zo deliberado por canalizar las energías libidinosas de hom­bres y mujeres en contra del placer y la libertad y a favor deltrabajo y la autonegación o abnegación. En esta interpretaciónfreudíana-marxista, la prescripción sexual es un recurso parasatisfacer las necesidades de una economía capitalista en des­arrollo. "El evangelio de la continencia --escribe un académicoque toma este punto de vista- revela su significado cuando serelaciona con la cualidad dinámica inherente a la estructura yel funcionamiento del Sistema Económico Respetable, el im­pulso por acumular y reinvertir capital."31 Esta interpretaciónpuede confundir las aspiraciones morales con las condicioneshistóricas reales, la retórica con la realidad. No es sólo cuestio­nable, como han observado algunos historiadores scciales.F quelos patrones victorianos obstruyeran los imperativos biológicosdel crecimiento emocional, sino que La clase ociosa demostraraque la ética protestante tradicional se había transformado ya,de un principio de trabajo, en una psicología de consumo. Es

.H Peter T. Cominos, "Late Victorian Sexual Respectability and the SocialSystem", International Review ofSocial History 8 (1963), p. 216.

32 Degler [véase la nota 30], pp. 1467-1490; Rosenberg, pp- 131-153.

posible que las "cruzadas de pureza" de fines del siglo XIX estu­viesen tratando demasiado tarde no de sostener el capitalis­mo sino de contener una revolución moral derivada del capita­lismo mismo: la vida de gratificación sensual que acompaña ala vida de adquisición material.33 Quizá sea exagerado relacio­nar el surgimiento de lo erótico con el producto nacional bruto,en particular si consideramos la penuria de las mujeres traba­jadoras de clase baja. Sin embargo, es significativo que variasfeministas prominentes no sostuvieran que se les estaba ne­gando la libertad sexual porque se veían obligadas a trabajar,sino que se veían obligadas a permanecer ociosas cuando que­rían estar activas, ser productoras en lugar de consumidoras."Se le prohibe hacer, pero se le alienta a que tome", escribióCharlotte Perkins Gilman en Women and Economics, libro quese asemeja notablemente al análisis que hace Veblen del lugarque ocupa la esposa en la sociedad industrial moderna."

Women and Economics se publicó en 1898, un año antes dela aparición de La clase ociosa, y el mismo año en que Veblenpublicó su ensayo sobre "The Barbarian Status of Women":¿coincidencia cronológica? Tal vez, ya que no hay ningún iniciode que Gilman o Veblen se hubiesen visto influidos por los es­critos de la una y el otro. Esto parece especialmente extraño en

33 "Todo el lujo personal deriva del placer puramente sensual. Todo lo queencante alojo, el oído, la nariz, el paladar o el tacto, ti~nd~ a encontra:r una ex­presión cada vez más perfecta en los objetos del uso ,dl~rlO. Y ~~ ~reclsamenteel gasto en tales objetos lo que constituye el lujo. En último análisis, ~s ~uestravida sexual lo que se encuentra en la raíz del deseo de refinar y multiplicar losmedios de estímulo de nuestros sentidos, porque el placer sensual y el placer eró­tico son esencialmente la misma cosa. Indudablemente la causa primordial deldesarrollo de cualquier clase de lujo debe buscarse muy a menudo en los impul­sos sexuales conscientes o inconscientes.

"por esta razón vemos el lujo en ascenso dondequiera que empieza a acu­mularse la riqueza y se expresa libremente la sexualidad de una nación. Encambio, donde se niega la expresión sexual, la :iqueza empieza a atesorarse enlugar de gastarse; entonces se acumulan los ble~es, sob~e tod? en forma~ abs:tractas tales como los metales preciosos y, en periodos mas reCIentes, el dmero(Sombart, Luxury and Capítaliem, pp. XX-XXI). .

34 Charlotte Perklns Gilman, Women and Economice (Nueva york, 1966),

p.118.

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vista de las numerosas semejanzas de sus respectivos análisis.Ambos consideraron que la cuestión femenina era mucho másamplia que la etapa histórica del sufragio (Mili) o la industria­lización (Engels); ambos analizaron el problema en términosde las sutiles presiones sociales presentes en la cultura de lasociedad industrial moderna. Animaba a su modo de investiga­ción también una perspectiva darviniana común, de modo queVeblen y Gilman -profundamente influidos por la sociologíade Lester Ward- trazaron la evolución social de las relacioneshumanas. De igual modo, ambos autores consideraron que lanaturaleza de hombres y mujeres estaba dotada de un instintobásico para trabajar, producir y crear un medio artístico deautoexpresión. "Los seres humanos organizados en sociedadtienden a producir, como una glándula tiende a secretar --escri­bió Gilman-. El impulso creativo, el deseo de hacer, de expre­sar el pensamiento interior en forma externa [... ] éste es elcarácter distintivo de la humanidad." Gilman y Veblen exami­naron también las implicaciones del vestido femenino, atribu­yeron a las mujeres las cualidades de cooperación y utilidad, ysubrayaron -aunque Gilman lo hizo con mayor fuerza- elvalor económico y el beneficio social no reconocidos del trabajohogareño de las mujeres y su aislamiento de los factores pro­ductivos de la economía en conjunto.P

Sin embargo, Gilman no sostenía la teoría de Veblen de ladivisión sexual del trabajo, según la cual no se debía la exclu­sión de las mujeres a su incapacidad para el trabajo duro, físi­co -el supuesto prevaleciente en gran parte del pensamientosocial darvinista del siglo XIX 36_, sino a su incapacidad para la

35 Charlotte Perkins Gilman, Women ... , pp. 116-117.36 William Graham Sumner, "Sociology", en Perry Miller (comp.), American

Thought: Civil War to World War 1 (Nueva York, 1954), pp. 72-92. Sobre el dar­vinismo y el feminismo, véanse los estudios siguientes: Aileen S. Kraidtor, TheIdeas ofthe Woman Suffrage Movement, 1890-1920 (Nueva York, 1965), pp. 18­42; Lester D. Stephens, "Evoluticn and Woman's Rights in the 1890s: TheViews of -Ioseph LeConte", The Historian 33 (976), pp. 239-252; RosalindRosenberg, "In Search of Woman'e Nature, 1850-1920", Feminist Studies 3(975), pp. 141-154; ClifIord H. Scott, "A Naturalistic Rationale for Women's

violencia y la agresión de la vida económica primitiva. Deacuerdo con Gilman, la división del trabajo se originó de otromodo, y de hecho contribuyó al progreso. En el inicio de la vidahumana, la mujer representaba las fuerzas de la procreación yel trabajo, mientras que el hombre -más impaciente por eltedio de la ocupación y más inventivo para adaptarse a loscambios ambientales- estaba mejor capacitado para inventarprocedimientos que aligeraran la carga del trabajo. La mujerusó también su sexo para humanizar ("maternizar") al hombrey para motivarlo a que se volviera algo más que un cazador ydestructor. Así pues, las mujeres estaban en realidad indefen­sas, porque sólo poseían los instintos estables de la preservación,mientras que los hombres inventaban los medios para hacerque la vida progresara en lugar de permanecer estancada. En ladescripción de Gilman, que invierte por completo la de Veblen,la mujer acepta conscientemente que el hombre ascienda alnivel de dominación a causa de su capacidad biológica superioren la "lucha por la existencia't.F Pero esa lucha ha terminado---<Jbservaba Gilman al estilo de Lester Ward-, y "ha llegado

Reform: Lester Frank Ward on the Evolution ofSocial Relations", The Histo­rian 33 (1970), pp. 54-67.

37 Gilman estaba fascinada por la frecuencia con que los insectos machos sondeliberadamente "sacrificados" por los suyos en aras de la supervivencia de laespecie, y por comparación parecía que la posición subordinada de la mujer erasólo un interludio secundario y transitorio en los procesos creativos de la natu­raleza.

Jamás en la historia de la humanidad se ha comparado ningún ultrajecometido contra las mujeres con estos sacrificios totales de los machos inde­fensos de especies inferiores. La hembra ha sido dominante durante la mayorparte de la duración de la vida en la Tierra. Ha sido por lo menos igual hastael advenimiento de nuestra propia especie; y en nuestra especie ha quedadosubyugada por el macho durante el periodo de desarrollo inicial en aras deuna ganancia racial tan enorme, de usos tan hermosos y nobles, que lasmujeres, que conocen tal poder, no han de mencionar los sacrificios ni pen­sar en ellos. Para el fortalecimiento de la vida humana sobre la Tierra, lamujer podría soportarlo todo; y -próxima, tierna, amorosa- para la eleva­ción de su feroz compañero hasta un plano de hermandad libre y gentil, parala consolidación del alma humana en su adorado hijo, la mujer podría habersoportado no sólo esto sino aún más, sonriente, sin reniegos, con gusto, por elbien de su hijo y del mundo (Women and Economics, p. 135).

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el momento en que estamos abiertas a impulsos más profun­dos y amplios que el instinto sexual; los instintos sociales sonpor fin suficientemente fuertes para expresarse en toda su mag­nitud". Por supuesto, Veblen se sentía mucho menos optimistaacerca de la desaparición de los instintos bárbaros del hombreprimitivo. Además, mientras que él deseaba que las mujeresparticiparan en el movimiento tendente a controlar los proce­sos productivos de la vida económica, Gilman se interesaba enla red más amplia de las relaciones humanas y quería que ocu­rrieran, dentro del hogar y la familia, algunos cambios que per­mitieran que la mujer continuara siendo una madre amante aligual que una trabajadora productiva. Ella seguía creyendoque las mujeres debían participar en el trabajo útil, digno, delmundo exterior, para que disfrutaran mejor del "amor delica­do" y la "sencillez" de la vida en el hogar, su verdadero "lugarde descanso'V"

En vista de los persuasivos escritos de Gilman, y los de otrosfeministas del fin de eiécle, ¿por qué consideró Veblen necesa­rio defender la causa de la emancipación social de las mujeres?Al revés de Mill, Veblen no expresó jamás que el igualitarismosexual fuese una obligación del organismo político liberal. Pocoimpresionado con el análisis de Engels, deliberadamente elu­dió la tendencia marxista a equiparar la cuestión femeninacon la cuestión clasista. Y al revés de Gilman, expresó escasa feen el progreso moral. En fin, ¿qué pensaba exactamente Veblende las mujeres como seres humanos?, y ¿por qué buscó en lasmujeres, como Henry Adams, el precioso sentido vital que sal­varía a la raza humana?

38 Gilman, Women ... , pp. 138,257.

VEBLEN y LA "NUEVA MUJER"; H. L. MENCKEN

y EL CONTRAATAQUE MASCULINO

Las relaciones de Thorstein Veblen con las mujeres constitu­yen uno de los puntos más discutidos y menos documentadosde la historia cultural norteamericana. La vida amorosa decualquier persona constituye un reto para el estudio serio; lade Veblen es un frustrante callejón sin salida. No sólo destruyósu correspondencia privada, sino que se mostraba tan reticen­te acerca de sus pasiones como acerca de sus convicciones.Pero no hay duda de que Veblen se sintió atraído por las muje­res, y a lo largo de su vida profesional se vio envuelto en unidilio tras otro, en cierta ocasión con la esposa de un colega, lacual posteriormente se hizo amante de Anatole France.s?

David Riesman sugiere que la defensa teórica de las muje­res por parte de Veblen y su atracción fisica y psicológica haciaellas derivaban probablemente de "un hombre que se sentíadeficiente en las habituales virtudes masculinas de la autosu­ficiencia, represalia agresiva, la eficacia social, etc ... "40 Nospreguntamos si tales rasgos son peculiarmente masculinos y sisu ausencia describe en efecto lo que se quiere explicar. Veblenera un hombre fisicamente poderoso, que en su juventud podíaser combativo y como adulto era capaz de desafiar la autoridady la corrección, y tanto su vida en la austera choza californianacomo sus exploraciones singulares, precursoras, en el campode la economía antropológica primitiva indican una "autosufi­ciencia" casi única en la historia intelectual norteamericana.

Si resulta dificil explicar el interés de Veblen en las mujeres,más dificil es, quizá, la explicación del interés de las mujeres porVeblen, un pedagogo despeinado, letárgico, que huía de los dis­frutes fraternales de la compañía y conversación y no parecíanecesitado de intimidad. R. L. Duffus, periodista que había com-

39 Dorfman, ll, p. 97; conversación con Dorfman, 15 de junio de 1974.40 Riesman, p. 2.

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partido la choza de Veblen en sus días de estudiante en Stan­ford, sugiere que Veblen era "más capaz de afecto que de pasión".Veblen podía inspirar "devoción profunda en una mujer", des­cubrió Duffus al hablar con la primera esposa de Veblen, aquien había sido infiel. Otra dama le dijo a Duffus que Veblenera "el caso de un hombre que descubrió bien avanzada su vidaque era atractivo para las mujeres"41 Veblen no se afanaba enperseguir mujeres, pero tampoco resistía sus avances. Una vezrespondió fatigadamente con una pregunta a un amigo escan­dalizado: "¿Qué puedes hacer si una mujer se te insinúa?"42Irónicamente, este hombre despreocupado tenía esa esenciaindefinible llamada atractivo sexual. Cualquiera que haya sidoel secreto de Veblen, es claro que se trataba más de un seduci­do que de un seductor.

Su primer matrimonio, celebrado con Ellen Ralfe en 1888,terminó mal: la sobrina del presidente de Carleton College erauna mujer de ideas, dotada de una personalidad cálida y viva.En los primeros años hubo compatibilidad intelectual naturalentre ambos. Veblen le leía a ella obras de Spencer, y ella le leíaobras de Henry George y de Ruskin. Ella tenía talento paranarrar historias y se interesaba vivamente en los cuentos defantasmas y misterio; también publicó algunos libros para jar­dines de niños. Veblen estaba encantado con ella, de acuerdocon su biógrafo Joseph Dorfman. Pero parece dudoso que hayahabido mucha sensualidad en su matrimonio. Cuando murióEllen en 1926, la autopsia reveló que sus órganos sexualesestaban retardados. Independientemente de que esta desgra­cia explique o no las aventuras adúlteras de Veblen.v' el hechoes que el matrimonio se volvió más inestable con el paso de los

41 R. L. Duffue, Innocents at Credo: A Memoir of Thorstein Veblen and SorneOthers (Nueva York, 1944), pp. 92-93.

42 Citado en John dos Paseos, The Big Money (Nueva York, 1936), p. 100.43 La condición parece haber sido mucho más dura para ella que para él.

Veblen se negó a tener hijos con su segunda esposa, pues decía que no podíaimaginarse como padre. La desdicha de Ellen ha sido descrita vivamente por unavecina que escribió a Dorfman tras la aparición de su biografía. "Ella [Ellen]habría dado la vida, casi diría su alma, por tener un hijo." Dorfman, n, p. 131.

años. Ellen lo abandonó periódicamente, a veces impulsadapor sus indiscreciones, a veces por su frialdad hacia ella. Trasuna serie de separaciones, se divorciaron en 1911. Un matrimo­nio iniciado con cálida inocencia virginal terminó en amargaacritud. Ellen era dueña de varias casas y de un aserradero enOregón que valía 4000 dólares, pero se sentía insegura y re­chazada. En una carta le confió a una amiga: "No he recibido uncentavo de ayuda desde el divorcio, a pesar de que se me conce­dió pensión alimenticia: tal es la gratitud de los hombres't.v'

Veblen se casó por segunda ocasión en 1914, ahora con AnneFessenden Bradley, una divorciada a quien había conocido enChicago y California. La nueva señora Veblen se puso de inme­diato a cuidar por completo de su excéntrico marido, encargán­dose de su mecanografía, lavarle la ropa y de cuidar que las doshijas de ella, del matrimonio anterior, no lo molestaran. Mien­tras tanto, sin ningún sentido de contradicción, educó a sus hi­jas con las enseñanzas de La clase ociosa, que subrayan la in­dependencia y la autonomía económica de las mujeres. Anneera radical, "impaciente, explosiva y muy doctrinal", de acuerdocon el testimonio de una vecina, y se sentía movida por el espí­ritu rebelde de la preguerra. Es posible que no sintiera ningunaviolación a sus principios feministas cuando atendía a su mari­do porque, como observa con ironía Riesman, lo consideraba comoun valioso "recurso nacional". Durante los años de la guerrasufrió un colapso nervioso, con delirios de persecución, y hubode ser internada. Nadie parece saber cómo afectó a Veblen sucolapso repentino (o su muerte en 1920), pero Veblen se volviómás inútil que nunca, de modo que sus amigos debieron hacerarreglos para enviar a las niñas con algunos parientes y lograrque alguien cuidara de él. Durante algún tiempo lo cuidaroncuatro mujeres que se daban a sí mismas el título de "las Viro­las". Curiosamente, las mujeres parecían querer protegerlo ycuidar de sus modestas necesidades. Isador Lubin, economista

44 Dorfman, r, p. 305

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que trabajó con Veblen en Washington durante este periodo,recuerda sus numerosas visitas a la casa de Veblen cuandoéste vivía con Anne y sus dos hijas (de 12 y 14 años de edad):

Lo que más me impresionó de las tres mujeres de la casa fue su ac­titud protectora para con Veblen: sentían que debían protegerlo dealgo; no pude entender de qué se trataba, pero era evidente queellas se encargarían de que nada le ocurriera. Gradualmente, lastres desarrollaron una especie de actitud maternal para conmigo.Al término del año tuve la sensación de que esta actitud hacia mí sedebía en parte al hecho de que ellas sentían que yo también que­ría proteger a Veblen. Pero todavía no sé de fijo de qué lo estábamos

protegiendo.t''

En efecto, ¿de qué? Riesman sugiere que Veblen se sentíamás cómodo con las mujeres porque ellas exigían menos de suintelecto; mientras que D. R. Scott, un colega de Veblen en laUniversidad de Missouri, cree que Veblen encontraba en lasmujeres "una especie de alivio psicológico" de la soledad de sualejamiento del mundo de las relaciones sociales." También po­dría ser que Veblen experimentara inconscientemente, en lasmujeres, las mismas emociones humanas que había eliminadoconscientemente de su teoría social del rigor científico y el tra­bajo irracional: libertad, placer, belleza y felicidad. Junto conLester Ward, Veblen fue el primer científico social importanteque cobró un interés auténticamente intelectual en la causafeminista a principios del siglo. Además de sus artículos sobreel vestido y la posición de las mujeres, dedicó una sección deLa clase ociosa al estudio de las razones que se encuentran de­trás de los fenómenos del movimiento de la "Nueva Mujer".

Veblen consideró el movimiento feminista de esa época, comolo es ahora, una expresión de agitación y resentimiento por la po­sición, predominante en la clase media alta blanca. La trabaja-

4S Isador Lubin, "Recollections ofVeblen", en Carlton Qualey (comp.), Thor­stein Veblen (Nueva York, 1968), p. 132.

46 Ríesman, p. 27, cita las observaciones de Scott.

dora de clase baja -observó Veblen- puede soportar todavíalas actividades embrutecedoras, porque su trabajo es inmedia­to, tangible y tiene un propósito económico, además de que "notiene tiempo para pensar en una afirmación rebelde de la pro­pensión a la autosuficiencia heredada". En cambio, la mujereducada de clase media se inclina más a experimentar una "re­versión hacia un tipo más genérico del carácter humano", des­crito por Veblen, con ironía maestra, como "protoantropoide" y

"posiblemente subhumano", Esta mujer está cansada de verseindirectamente, como una "expresión de la vida del hombre ensegundo plano". Por lo tanto, los lemas del movimiento son"Emancipación" y "Trabajo", liberación inmediata de todos losesquemas actuales de la posición social y de toda exclusión delempleo útil. 47

En la misma sección de La clase ociosa se preocupó Veblenpor contestar a la crítica al movimiento de la Nueva Mujer.Citó a uno de los críticos para quien la mujer activista "estámimada por su esposo, el más dedicado y trabajador de los es­posos del mundo l... ] Supera a su esposo en educación y en casitodos los sentidos; está rodeada de las atenciones más numero­sas y delicadas. Pero no está satisfecha". Veblen no tuvo difi­cultad en utilizar las propias palabras del crítico a fin de mos­trar que la solución normal del hombre era precisamente elproblema de la mujer; y también pudo demostrar que el femi­nismo no surgiría nunca en los Estados Unidos de la meranecesidad económica sino de las falsas promesas de prosperi­dad y lujo que habían reducido las vidas de las mujeres a lavacía ceremonia del consumo. Pero Veblen no contestó a otrocrítico que simpatizaba con algunas causas femeninas y no conlo que consideraba la trivialidad vebleniana: H. L. Mencken.

Mencken había sido el acérrimo rival de Veblen durantemuchos años. No sólo le molestaba el culto de Veblen que habíasurgido durante la primera Guerra Mundial, sino que lo irrita-

47 Veblen, reo, p. 363.

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ba más aún el abuso del idioma inglés por parte de Veblen.Además, Mencken acudió en defensa del difamado varón norte­americano, a quien Veblen había venido describiendo como elejemplo más claro del barbarismo primitivo.

Mencken se propuso realizar este rescate intelectual redu­ciendo en primer término las 406 páginas de la repetitiva Teoríade la clase ociosa a tres proposiciones sencillas, para procederluego a demoler todo el edificio de la teoría de la posición socialde Veblen mediante la demostración de las falacias del princi­pio de la "posesión exclusiva":

1. La clase ociosa, que es la clase depredadora de la época feudal, sereserva todos los lujos para sí misma y desaprueba su uso por partede los miembros de las clases bajas, porque este uso elimina suencanto al eliminar su posesión exclusiva.

2. Las mujeres son bienes muebles en posesión de la clase ociosa,y por ende, sujetas a las reglas formuladas inferiores: "La tradiciónpatriarcal [... ] muestra que la mujer, siendo un bien mueble, sólodebe consumir lo necesario para su sostenimiento, excepto en la me­dida en que su mayor consumo contribuya a la comodidad o la buenareputación de su amo".

3. El consumo de alcohol no aporta nada a la comodidad o la bue­na reputación del amo de la mujer, sino que empaña obviamente lacomodidad o placer. Por lo tanto, se prohíbe beber a la mujer.

Me parece que este es un ejemplo válido del razonamiento veble­niano; obsérvese bien, pues es típico. Es decir, se inicia con un su­puesto gratuito y muy dudoso, continúa con una deducción igual­mente dudosa, y termina con una perogrullada que elude toda ladificultad. ¿Qué razón sensata existe para creer que la posesiónexclusiva es la característica primordial del lujo? No puedo ver nin­guna. Puede ser cierto de algunos lujos, pero no de la mayoría de loslujos familiares. ¿Disfruto un baño decente porque sé que JohnSmith no puede dárselo... o porque me gusta andar limpio? ¿Admirola Quinta Sinfonía de Beethoven porque resulta incomprensiblepara diputados y metodistas ... o porque aprecio genuinamente lamúsica? ¿Prefiero la "tortuga a la Maryland" al hígado frito porquelos campesinos deben conformarse con el hígado ... o porque la tor-

tuga es intrínsecamente más deliciosa? ¿Prefiero besar a una jovenhermosa a besar a la mujer que limpia la oficina porque aun unportero puede besar a una asistenta ... o porque la joven hermosa seve mejor, huele mejor y besa mejor? Es cierto que la idea de la pose­sión exclusiva interviene a veces en el concepto del lujo. Si soy unbibliófilo, puedo estimar un libro porque es una primera ediciónúnica. Puedo estimar a una mujer que me gusta porque sólo a mí mesonríe. Pero aun aquí, salvo en una minoría muy pequeña de casos,otros atractivos intervienen claramente. Me agrada tener una pri­mera edición única, pero no me interesaría nada una primera ediciónúnica de Robert W. Chambers o Elinor Glyn; es necesario que elautor cuente con mi respeto, que el libro sea intrínsecamente valio­so, que haya mucho más que la mera singularidad. Y si me sientoen la gloria con las sonrisas exclusivas de cierta dama, es seguroque mi satisfacción dependerá sobre todo de la dama misma, no de mimonopolio. ¿Me deleitaría la fidelidad de una asistenta?; ¿me cau­saría alguna alegría saber que, por un sentimiento de lealtad haciamí, ella ha dejado de besar al portero?

Mencken sostuvo que la teoría del consumo y el derrocheconspicuos de Veblen, aplicada al comportamiento real, no esmás que un "fantasma de disparates". Un marido puede beberen exceso y prohibirle a su esposa que lo haga, no porque laebriedad de la mujer "reduzca el placer del hombre" sino por­que "la dignidad y felicidad de la mujer es algo precioso para elhombre". En cuanto a la presunción de la dependencia y subor­dinación de la mujer frente al marido, Veblen no podía enten­der lo que en realidad motiva a la gente, de modo que no podíaver quién maneja efectivamente a quién en un matrimonio:

Supongo que nadie negará que, en un sentido claramente limitado,las mujeres ocupan un lugar en el mundo -o mejor dicho, aspiran aun lugar en el mundo-e- muy semejante al de un bien mueble. El ma­trimonio, meta de sus únicas esperanzas honestas y permanentes,invade su individualidad. Por lo tanto, la apariencia que presenta almundo es a menudo la imagen del egotismo de su esposo. Un hom­bre rico llena a su esposa de ropas y joyas costosas por la misma

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razón, entre otras, que adorna su propia cabeza con un sombrero decopa: para notificar a todos que puede pagarlo; en suma, para exci­tar la envidia de los socialistas. Pero es de esperarse que lo hagatambién por otra razón mucho mejor y más poderosa, a saber: queella lo intriga, que lo deleita, que la ama y por eso quiere volverlallamativa y feliz. Es posible que esta razón no convenza a los soció­logos socialistas. En Rusia, de acuerdo con un antiguo escándalo(apoyado oficialmente por los británicos para molestar a los yan­quis), los bolcheviques repudiaron este argumento como una locura.Pero el argumento sigue atrayendo con gran fuerza a la mayoría delos esposos normales de los países de Occidente, y estoy convencidode que es cien veces más fuerte que cualquier otra razón. En particu­lar, el esposo norteamericano viste a su mujer comoa un caballo decirco, no porque quiera desplegar su riqueza en la persona de la es­posa, sino sobre todo porque es un tipo suave y simplón, siemprelisto a complacer los deseos de la mujer, por absurdos que sean. Sihubiese en él cualquier concepción de la mujer como una posesión,por inconsciente que fuese, sería mucho menos su esclavo. En reali­dad, la práctica indirecta del derroche conspicuo de la mujer alcanzade ordinario tal desarrollo, que su propio amo se ve obligado a re­nunciar a muchas cosas, lo que destruye la teoría del doctorVeblen.v'

Podrían desecharse fácilmente las observaciones de Menckencomo nada más que patriotería masculina, una acusación queelude al adversario en lugar de confrontarlo. Además, la acusa­ción no es enteramente justa. Si la perspectiva darviniana deVeblen lo llevó a imputar las causas de la opresión de las mu­jeres a la fuerza bárbara del hombre arcaico, la postura nietzs­cheana de Mencken lo llevó a achacar el dilema de la mujermoderna a la naturaleza irremediablemente débil y sentimentaldel hombre. Es la "moral esclava" y embriagadora del cristia­nismo lo que ha colocado a las mujeres en el pedestal. En efec­to, a pesar de los ataques que dirigia Mencken a Veblen, amboscomparten muchas actitudes hacia las mujeres. Ambos ensal­zaron la inteligencia superior y el equilibrio emocional más

48 H. L. Mencken, Prejudices: First Series (Nueva York, 1919), pp. 59-82.

saludable de las mujeres, y ambos admiraron el desapego delas mujeres del mundo de los negocios y la política, ejemplifica­do sobre todo por su aversión a la guerra. Ante todo, la mujernorteamericana podía convertirse en lo que el hombre norte­americano no podría ser jamás: un espíritu libre. "Ella es esen­cialmente una proscrita, una rebelde, lo que llama H. G. Wellsnómada", escribió Mencken en su libro In Defense ofWomen. 49

En vista de estas simpatías comunes, resulta lamentableque Veblen no haya respondido a Mencken. Si lo hubiese he­cho, quizá hubiera contestado a su adversario con las verdadesde la antropologia. El hecho de que un hombre, ya sea "sim­plón" o poderoso, pueda desplegar su riqueza en su esposa, odejar de hacerlo, indica que ella es el objeto de la voluntad ypoder del hombre, y no necesariamente el sujeto de sus propiosdeseos. El conocimiento que tenía Veblen de la significación delpotlatch le permitió entender que el "ritual de los regalos" es uninstrumento para que el donador afirme su autoridad sobre elreceptor, una costumbre que, como hemos visto, subraya a tra­vés del comportamiento simbólico la relación de la dominacióna la subordinación. Mencken, el cínico rudo, se convirtió en unidealista romántico cuando pidió a sus lectores que creyeran("es de esperarse") que un hombre adorna a su esposa porqueella lo deleita e "intriga" y porque él la "ama". Si hubiese res­pondído.s'' es probable que Veblen hubiera anticipado la con­signa de las esposas liberadas de los años setenta: "menos amor,más respeto", un manifiesto que nos obliga a reflexionar de nue-

49 H. L. Mencken, In Defense ofWomen (Nueva York, 1918), p. 51.50 En toda su carrera, Veblen sólo contestó en una ocasión a sus numerosos

críticos, y ese crítico particular confesó más tarde: "A menudo me he pregunta­do cómo pude haber estado tan ciego" (Dorfman, 1, pp. 507-50S). Cuando apareciópor primera vez el ensayo de Mencken en Smort Set, en 1919, los pensamientos deVeblen se centraban en la guerra, la paz y la Revolución rusa, sucesos que 10desilusionaron en los años veinte, cuando se hundió más aún en el aislamientoy la soledad. Un debate entre Veblen y Mencken sobre el tema del feminismohubiera resultado estimulante, y quizá hubiese ayudado a mantener viva lacontroversia durante los años veinte, cuando la aprobación de la decimonovenaenmienda sobre el sufragio había terminado con la batalla política aparente yhabía iniciado la verdadera lucha cultural.

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vo sobre el enigmático decir de Ovidio: "El amor y la dignidadno pueden vivir juntos".

RACIONALIZACIÓN DEL PODER

Los feministas podrán encontrar en las obras de Veblen muchasideas y visiones útiles. Su explicación de los orígenes de la pro­piedad y la división sexual del trabajo ofrece una dimensiónsociológica, fincada en datos antropológicos, que faltan en lainterpretación económica de los fenómenos históricos que rea­liza Engels. En vista de las tendencias recientes, las ideas deVeblen acerca del vestido, la posición social y dependencia eco­nómica de las mujeres parecen más válidas de lo que aceptaríaMencken, aunque sean en el terreno emocional más complejasque en la presentación de Veblen. y su teoría de los instintosdel trabajo y la inclinación paternal encontrará sin duda unarespuesta entusiasta en todas las mujeres que hayan exami­nado la teoría de la naturaleza instintiva femenina de Freud.Pero lo que quizá no encuentren las mujeres en Veblen es unasolución práctica convincente a su situación en la sociedad in­dustrial moderna. Así como Marx y Engels creían que las "fuer­zas productivas" intensificarían las "contradicciones" del capi­talismo, Veblen esperaba que el futuro redimiera el pasado.Aunque siempre persiste en Veblen el sentimiento de que lasfuerzas de la continuidad triunfarán sobre las fuerzas del cam­bio, tenia la gran esperanza de que el poder de la tecnologíaaflojaría las ataduras psicológicas que conectaban el pasadobárbaro con el presente civilizado. La tecnología sería aliadatanto del ama de casa como del ingeniero, porque el trabajo ma­quinalliberaría la mente y permitiría que mujeres y hombresdesecharan las ideas antropomórficas responsables del actualestado de cosas. La misión de la tecnología es liberar a hombresy mujeres del "animismo", de una sumisión a fuerzas sobrena­turales, "invisibles" leyes económicas, instituciones santifica-

das y todas las fuerzas irracionales que perpetúan la místicade la subordinación femenina y la superioridad masculina comoun hecho inalterable, preordenado por la misteriosa voluntadde Dios o los designios inescrutables de la naturaleza.

La mística ha sido cuestionada en efecto, pero resulta dificildeterminar el papel de la tecnología en este proceso. De hecho,la tecnología trajo consigo la prosperidad y el tiempo ocioso quepermitieron que un número mayor de mujeres obtuvieran edu­cación y cobraran así conciencia de su condición. Pero este pro­ceso no formó parte del pronóstico de Veblen. La "disciplina dela máquina" habría de crear en las mujeres, tanto como en loshombres, una mentalidad mecánica, objetiva, científica, "fac­tual", la única que estaría suficientemente purgada de las emo­ciones humanas para desafiar y derrumbar un sistema capita­lista que estaba sostenido no sólo por el poder coercitivo sinotambién por la hegemonía de las ideas subjetivas, los hábitosprofundamente arraigados de la propiedad, la clase y la posi­ción social. Fue en efecto la máquina, en realidad una máquinaparticularmente innovadora, la que llevó a un número crecientede mujeres a la fuerza de trabajo a principios del siglo, y esamáquina las logró "disciplinar" para que pensaran mecánica­mente y se sometieran a los ritmos del trabajo industrial y alas nuevas demandas de una eficiencia administrativa científi­camente precisa. Esa máquina novedosa originó incluso todauna nueva clase de mujeres profesionales y elevó la "posición"de la mujer a la de un trabajador confiable, y ayudó en granmedida a diseminar las ideas y expandir los horizontes de lacultura. Esa máquina hizo muchas cosas para generar el cam­bio; lo único que no pudo hacer, excepto quizá por su capacidadpara provocar repulsión, fue convertir a una mecanógrafa en

feminista.¿Qué puede decir entonces Veblen a las mujeres liberadoras

de nuestro tiempo? Ante todo debemos advertir que si la má­quina le falló a Veblen también el "proletariado" decepcionóa Marx y la urna electoral a John Stuart Mili. Ni la ciencia, la

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conciencia de clase o la democracia parecen haber alterado laposición de las mujeres modernas en la forma esperada algunavez por radicales y liberales. Pero la interpretación que hace Ve­bIen de la antropología cultural de la discriminación sexualmerece nuestra atención. Al revés de Marx y Engels, no se con­formó con explicar la naturaleza de las relaciones sociales sintratar de explicar sus orígenes. Trató de explicar no sólo cómoson las cosas sino también cómo surgieron. Conviene repetir sucontribución singular a la teoría social: en el surgimiento simul­táneo de la propiedad y de una clase ociosa, percibió Veblen laprimera formación de sistemas de papeles sociales que serviríanpara legitimar no sólo la sociedad de clases y el capitalismomoderno sino también la dominación masculina. Por lo tanto,por oposición a Charlotte Perkins Gilman, no consideró Veblenla evolución de la división sexual del trabajo como una necesidadnatural, ni pensó que los "instintos sociales" del hombre seríanredentores en modo alguno mientras no se hubiese extirpadopor completo la cultura del capitalismo.

Esa cultura misma tenía sus orígenes más profundos en eladvenimiento de la hazaña y la depredación masculinas, quese desarrollaron cuando la humanidad pasó de la etapa del "sal­vajismo pacífico". Veblen quería señalar la existencia de una"conexión estrecha" entre el surgimiento de tres desarrollosindividuales: la propiedad individual, la familia paternal, y lapérdida de posición por parte de las mujeres.51 Cualquiera quehaya sido la estructura subyacente de estos fenómenos, Veblenhizo una clara aportación a los estudios feministas al describirlas formas en que funcionan los valores para sostener las rela­ciones sociales nacidas en el inicio de la historia humana. Enesta forma cuestionó el significado convencional de los "valores"sociales y culturales. La moderna "posición bárbara de las mu­jeres" no deriva de "normas" ni de "ideales" conscientementeaceptados, como sostiene el común de los investigadores (ni

51 Veblen, "Barbarían Status", ECO, p. 63.

deriva necesariamente de las "fuerzas de producción" ni de las"relaciones de producción", como sostienen los marxistas). Másbien, la posición contemporánea de las mujeres es el resultadode las relaciones de poder originadas en actos primitivos de coer­ción, relaciones que se cosifican en costumbres "naturales" y

adquieren la calidad de una ideología tanto científica como mo­ral. Al describir los orígenes brutales de la hegemonia mascu­lina, Veblen hizo mucho por reorientar la conciencia socialseñalándonos por qué no deben dignificarse jamás los actos depoder con la aureola de la autoridad. Ésta es una perspectivaque tal vez puedan compartir plenamente los liberales, los radi­cales y quizá aun los conservadores.

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LAS TRIBUS DE LA UNIVERSIDAD 329

IX. LAS TRIBUS DE LA UNIVERSIDAD

EL PROFESOR VEBLEN

Thorstein Veblen fue un niño problema de la educación supe­rior. Tolerado como colega por un cuerpo de profesores envidio­sos, era tratado como oveja negra por una resentida adminis­tración. Y por buenas razones. Porque la reputación de Veblenlo seguía por todo el país, de una universidad a otra, y rarasveces dejó de responder a su imagen de recluso excéntrico e ico­noclasta. Aun ahora, su leyenda perdura en los círculos acadé­micos. Menciónese el nombre de Veblen, e invariablemente es­bozaremos una sonrisa. ¿Qué profesor no desearía saber másacerca de un académico que podía ser a la vez un genio y unfracasado, ya no digamos un desajustado inescrutable que ha­cía la vida tan frustrante para los administradores y tan inte­resante para las estudiantes?

Veblen se sentía cómodo en una universidad norteamericanacomo un casanova en un monasterio europeo. Gran parte de suscontinuos problemas con los funcionarios universitarios deri­vaban de sus obvios amoríos. Su asociación con la Universidad deChicago terminó cuando escandalizó a las autoridades viajandopor Europa con una mujer que no era su esposa. Durante su bre­ve estancia en Stanford, algunas jóvenes estudiantes lo visita­ban en su cabaña de troncos, y a veces se quedaban para algomás que el té y la conversación. En cierta ocasión un amigo, tra­tando de ser discreto, se refirió a una joven que se encontrabaen la cabaña como su sobrina. "No era mi sobrina", corrigió Ve­bIen. No trataba de ocultar su estilo de vida, y sin duda sedeleitaba trastornando la sensibilidad de la América victoria­na. Cuando el canciller de la Universidad de Chicago, William

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Rainey Harper, le expresó a Veblen su profunda preocupaciónpor la "salud moral" de las esposas de sus colegas, Veblen estuvoenteramente de acuerdo con su superior: según la leyenda, res­pondió lentamente, en voz baja, inclinándose frente al escrito­rio del canciller: "Las he probado todas. No son buenas";'

Si las aventuras eróticas de Veblen resultaban intolerablespara las autoridades, sus métodos de enseñanza no eran me­nos insultantes. Veblen parecía considerar los tres ritos sagra­dos de la vida universitaria ----calificaciones, asistencia a clasesy reuniones departamentales- como distracciones nocivaspara la búsqueda del saber. Daba a todos sus estudiantes lacalificación de e, independientemente de su trabajo. A un estu­diante que se quejaba de que su calificación era la más bajaque había recibido en la universidad, le explicó Veblen: "Miscalificaciones son como el rayo: pueden pegar dondequiera".Pero cuando otra estudiante necesitaba una calificación másalta para obtener una beca, Veblen elevó caballerosamente suevaluación de "mediana" a "superior", y cuando esto no bastópara el propósito buscado la calificó de "excelente", dejando com­pletamente desconcertado al personal de la oficina del decano.Raras veces pasaba lista de asistencia, y cuando se lo ordenabanlas autoridades pasaba lista con gran despliegue de precisión,colocando cuidadosamente a un lado las tarjetas de los estu­diantes ausentes; luego, una vez separadas, como si fuese poraccidente mezclaba de nueva los mazos de tarjetas. Veblen nogustaba de las reuniones de profesores, y solía afirmar que eltrabajo de comités sólo servía para "cerner aserrín".2

Para los estudiantes no graduados, Veblen parecía un profe­sor tan irresponsable como una personalidad impenetrable. Im­partía sus conferencias en voz baja y monótona, tan difusa einarticulada que sus chistes y observaciones penetrantes se per­dían a menudo para el auditorio. Un estudiante que tomaba

1 Heilbroner, pp. 180-213; Franco Ferrarotti, Il pensiero sociologico daAuguste Comte a Max Horkheimer (Milán, 1974), pp. 144-149.

2 Dorfman, l, pp. 248-253; Heilbroner, pp. 194-195.

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notas con asiduidad pidió que repitiera una frase, pero Veblenle dijo que no valía la pena la repetición. No trataba Veblen deavivar sus discusiones, y mantenía pequeños sus grupos pre­guntando a los estudiantes en potencia si podían entender fran­cés y alemán. En cierta ocasión dijo a una joven miembro deuna hermandad que inquiría acerca de su curso: "No quisierafallarle a ningún miembro de una hermandad, pero ningúnmiembro de tal organismo ha aprobado todavía uno de miscursos". Sarcástico e intimidante, pidió una vez a una devotaestudiante de religión que le explicara el valor de su Iglesia entérminos de barriles de cerveza. Reticente y caprichoso, cuan­do se le pidió su opinión acerca del trabajo de cierto sociólogoque escribía en una revista editada por el propio Veblen, con­testó: "En una página hay en promedio 400 palabras. El pro­medio del profesor apenas llega a 375". Los grupos de Veblense diezmaban a medida que él seguía divagando y rumiando;uno terminó con un solo estudiante. Sus horas de oficina cam­biaban correspondientemente. Un letrero en la puerta que de­cía: "Thorstein Veblen, 10 a 11, lunes, miércoles y viernes" fuecambiado gradualmente hasta "Lunes: 10 a 10:05".3

A pesar de su reticencia, o quizá a causa de ella, la reputaciónde Veblen como intelectual creció rápidamente tras la publica­ción de La clase ociosa. Empezó a advertirse su erudición, hastaentonces enterrada en revistas académicas. "Allí va el doctorVeblen, quien habla 26 lenguas", dijo un estudiante. Algunosde sus estudiantes graduados ya habían quedado admiradosante el alcance de su mente. "Interdisciplinario", antes de queesta palabra se volviera parte de la jerga, Veblen era versado enliteratura nórdica, mitología islandesa e historia cretense, y sumente errante le permitía, como observó Lewis Mumford, des­truir "la división convencional entre la economía, etnología,antropología, psicología y las ciencias físicas". Varios de sus an­tiguos estudiantes recordarían después, con afecto y admiración,lo que habían aprendido de Veblen.

3 Dorfman, 1, pp. 248-249; Heilbroner, p. 194.

Para un hijo bien criado en la cultura norteamericana -afirmóWesley Clark Mitchell- tomar uno de los cursos de Veblen signifi­caba el empleo de la vivisección sin anestésico. Quienes pudieransoportar el tratamiento, y no todos podían hacerlo, salían con unaactitud mucho más crítica, que incluía los métodos utilizados por elpropio Veblen para llegar a conclusiones.

James Hayden Tufts, un connotado científico social, recuer­da haber conocido a Veblen en medio de un examen oral:

Cuando entré al aula se había iniciado el examen y alguien a quienyo no conocía estaba formulando preguntas. Me pareció su discursoel más lento que había escuchado jamás: me resultaba difícil recor­dar el inicio de la pregunta cuando llegaba al final. Pero después deun rato empecé a advertir que estaba aquí una mente sutil quepenetraba en cuestiones fundamentales sin revelar sus propias opi­niones, excepto la determinación de llegar al fondo de las cosas.

Aun las conferencias lánguidas y discursivas de Veblen po­dían ser apreciadas por los pocos que entendían adónde iba.Dijo otro antiguo estudiante:

En un tono bajo y áspero, empezó una relación de la economía alde­ana entre los antiguos alemanes. De pronto mencionó cierta ficciónlegal injusta que imponían los nobles en ascenso y sancionaba el cle­ro. Una sonrisa burlona torció sus labios; diablillos azules brinca­ban en sus ojos. Con un mordaz sarcasmo disecó el supuesto tortuosode que el deseo de los aristócratas es la voluntad de Dios. Mostróimplicaciones similares en las instituciones modernas. Rió silencio­samente. Luego volvió a la historia para continuar la exposición."

Resulta casi doloroso pensar en las calificaciones que habríarecibido Veblen si se hubiesen usado en su época las evaluacio-

4 Dorfman, r, p. 118; Heilbroner, pp. 193-194; Lewis Mumford, "ThorsteinVeblen", New Republic 68 (1931), pp. 314-316; Mitchell aparece citado en JosephDorfman, "Background of Veblen's Thought", en Qualey (comp.), ThoreteinVeblen, p. 129.

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nes estudiantiles. Su misma erudición lo perjudicaba como ins­tructor, la fanfarria universitaria lo irritaba, los deberes admi­nistrativos lo congelaban. En cambio, muchos de sus colegassentían su grandeza y varios de sus estudiantes graduados des­cubrirían posteriormente que estaba interesado en el bienestarprofesional de ellos en mayor medida de lo que ellos habían pen­sado. Si la aportación de un profesor se mide más por su influjoduradero que por su popularidad efimera, Harold Laski explicapor qué merece Veblen ser juzgado así:

Conocí al profesor Veblen poco después de la apertura de la NuevaEscuela de Investigación Social. Era muy tímido, y en las primerassemanas de nuestra relación resultó muy difícil llegar a intimarcon él. Pero una vez superadas las barreras iniciales, era un compa­ñero fascinante. Se entregaba, en una forma medio sentenciosa,medio irónica, a juicios extraordinariamente punzantes acerca dehombres y cosas. Recuerdo en particular su admiración por Marx[...] su alabanza de F. J. Turner y Charles Beard [...] Solía insistiren que habíamos entrado en una época revolucionaria y dudaba deque algún norteamericano de su tiempo volviera a ver la clase de pazsocial característica de los Estados Unidos de su juventud L..J Meimpresionó grandemente por sus destellos de intuición repentina-un relámpago que revelaba visiones inesperadas- y por el alcan­ce asombroso de su conocimiento general y su memoria de hechoscasi esotéricos. Podría describirse fácilmente como cínica gran partede su conversación; pero pronto se descubría que esto era en reali­dad sólo una coloración protectora, tras de la cual ocultaba emocio­nes profundas que no quería traer a la superficie. Me conmovían supaciencia, su disposición para considerar las dificultades, su tena­cidad en la discusión, y su ansiedad -en cuestiones que conside­rara importantes- por descubrir puntos de acuerdo. Cuando loconocí empezaba a obtener el reconocimiento que merecía; y resul­taba profundamente conmovedor observar su regocijo tímido aladvertir que su larga lucha empezaba por fin a rendir frutos l. ..l Norecuerdo haber discutido nada con él sin recibir alguna ilumina­ción; y su amabilidad hacia un profesor mucho más joven sigue

siendo uno de los recuerdos indelebles de mis primeros años en losEstados Unidos."

Es posible que la estimación de los colegas de Veblen hayasido más alentadora que la evaluación de sus alumnos. Sinembargo, hay cierta tragedia en una mente tan fina que no pue­de comunicar su conocimiento superior. Pero el propio Veblen noparecía mortificado por sus limitaciones como profesor. Lo quelo mortificaba era la condición de la propia universidad norte­americana,

Los CAPITANES DE LA ERUDICIÓN

The Higher Learning in America: A Memorandum on the Con­duct of Unioersities by Business Men apareció en 1918, doceaños después de la redacción del manuscrito. Veblen quería es­tar fuera de la Universidad de Chicago antes de que este docu­mento viera la luz. Quizá considerara también el viejo adagioacerca de las sátiras: quienes son suficientemente listos paraescribirlas, son tan tontos que las publican. Por lo menos re­consideró y, a sugerencia de varios amigos, eliminó el subtítulooriginal: "Un estudio sobre la depravación total".

The Higher Learning se inicia con una generalización antro­pológica que ya se había vuelto característica de Veblen: entodas las civilizaciones conocidas existe un cuerpo de conoci­miento esotérico cuyos poseedores pueden ser brujos, eruditos,intelectuales, sacerdotes, chamanes, clérigos o científicos. Yaderive tal conocimiento de la ciencia, filosofía, religión o mito­logía, se le reverenciará como una "sistematización de la ver­dad fundamental y eterna", que forma el núcleo sustancial dela civilización. Sin embargo -y aquí está lo más importante-,los custodios de la cultura no son agentes libres; sus ideas es­tán sometidas a las fuerzas y hábitos institucionalizados queluchan contra el intelecto. En el pasado, la Iglesia y el Estado

5 Laski aparece citado en Dorfman, 1, pp. 450-451.

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se entremetieron en los asuntos de la academia; ahora, esepapel está siendo desempeñado por la empresa. La autoridad delo eclesiástico y lo político ha cedido el lugar a la hegemonía de locomercial en el conjunto de la sociedad, y el sistema universitarioestá absorbiendo el espíritu pecuniario como si hubiese encon­trado su misión cultural. "El esquema clásico de la locura dePlatón, donde los filósofos tendrían el control, ha sido inverti­do; los hombres de negocios han asumido la dirección de la bús­queda del conocimiento." Nombrados miembros de las juntas degobierno de algunas universidades, los hombres de negocios ha­bían adquirido un control discrecional sobre enormes fondosde dotación, una administración "pecuniaria" de las finanzasque sacrificaba las necesidades de la institución a las aventu­ras empresariales de los patronos. Raras veces se nombra paratales puestos a los ingenieros o los inventores, porque el éxitoen el mundo comercial es la "prueba concluyente de sabiduría" enla administración de las cosas, aun en asuntos que no tengannada que ver con el comercio. ¿Qué tenía, pues, que ofrecer el"honorable" hombre de negocios a la universidad? Las mismascualidades que los capitanes de las finanzas aportaron a la eco­nomía: "un espíritu de quietismo, cautela, transacción, colusióny trapaza", las características "seguras y sanas" de la "esperavigilante", mejor resumidas en el proverbio popular norteame­ricano: "El cerdo silencioso se lleva la bazofia","

La forma en que Veblen trataba al infeliz negociante no fuemenos sarcástica en The Higher Learning. Pero su propósitomás serio era demostrar que los principios del capitalismo ha­bían impregnado todos los aspectos de la universidad: la am­pulosa "arquitectura escandalosa", los nuevos edificios "falsa­mente antiguos", que no tenían ningún propósito académicoútil y sólo inculcaban a los estudiantes "un espíritu de insince­ridad"; los costosos festivales y ritos académicos y otras "solem­nidades gentiles" que servían para anunciar la universidad y

6 Veblen, HL, pp. 51-52, 57.

producir regalos y donaciones a costa de la inversión de másdinero en relaciones públicas y menos en la enseñanza e inves­tigación; la rivalidad entre los departamentos por los fondos y

la "lucha diplomática" de los directores de departamentos por laexpansión de sus dominios; la caza competidora de estudiantesy la dispendiosa duplicación de programas; y los divertidos "es­pectáculos colaterales", como los atléticos, las fraternidades deletras griegas, las "actividades estudiantiles" y otros frívolosinstrumentos de distracción y "disipación cortésmente inocua".Veblen se preguntaba si los propios profesores aceptaban sercautivos del "yugo ceremonial" de la vida académica. Las obje­ciones de los profesores se sienten menos de lo que se expresan,observaba Veblen, y no parecía importarles que sus esposas sevieran sometidas a "esta rutina de constante festividad"."

The Higher Learning es más que una sátira sobre los moda­les sociales de la universidad. Además de desenmascarar laspretensiones de rango y posición -el propio Veblen quitó eltítulo de "doctor" del letrero de su puerta-, el libro ofrecía unanálisis precursor de las operaciones burocráticas de la univer­sidad moderna. La cuantificación de créditos y las estadísticasdel registro, la lucha insidiosa por los puestos de decano y dedirector de departamento; las presiones de la conformidad e hi­pocresía, derivadas de un sistema de ascenso y remuneraciónbasado en la antigüedad; un plan de estudios diseñado para lacontabilidad mecánica y el control jerárquico; la evaluación deltrabajo académico en términos de la capacidad de subsistenciao de percepción de ingresos: todas estas características de launiversidad moderna eran blancos fáciles para quien no podíaaceptar la dominación de la mente por la administración de co­sas. Los "capitanes de la erudición" habían logrado transformarel saber mismo en un cálculo utilitario.

En todos sus aspectos, el trabajo se reduce así a una consistenciamecánica, estadística, con patrones y unidades numéricas, algo que

7 Veblen, HL, pp. 122-123.

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genera en todo momento un trabajo superficial y mediocre, y aleja aestudiantes y maestros de una búsqueda libre del conocimiento, poroposición a la búsqueda de créditos ecedémícos.s

Para Veblen, la universidad seguía siendo la última esperan­za de la Ilustración, la única institución de la cultura modernadonde todavía existe la búsqueda pura del conocimiento. Ve­blon reconocía la preeminencia de la actividad intelectual aunen una sociedad norteamericana dominada por los valores dela clase ociosa. Pero sentía que el "saber superior" debía serprotegido no sólo de las fuerzas corrosivas de la burocracia quefuncionaban desde dentro, sino también de la tendencia de lasociedad a imponer sus funciones a la universidad. Veblen casino ocultaba su desprecio por los cursos de divulgación y porcorrespondencia ("y las excursiones similares al campo de ladiversión pública"), la capacitación vocacional, la preparaciónde profesores de escuelas secundarias y los planes que ofrecían"economía doméstica", "ciencia doméstica", y aun la instruc­ción en habilidades industriales (en La clase ociosa había ex­presado que prefería la educación tecnológica a las humanidadesy las bellas artes). Protestó contra el vocacionalismo y el utili­tarismo en casi todas las ramas del estudio. Las escuelas decomercio estaban demasiado imbuidas en el "ánimo empresa­rial", y las escuelas de derecho se ocupaban tanto del estudiodel uso estratégico del conocimiento que no exploraban sus fun­damentos teóricos (en cambio, Oliver Wendell Holmes Jr. opina­ba que el estudio del derecho en los Estados Unidos no se ocu­paba lo suficiente de los asuntos mundanos). Veblen hizo unaexcepción en la capacitación de médicos, cirujanos, farmacéuti­cos, agricultores, "ingenieros de todas clases", y "quizá aun pe­riodistas", porque sus servicios eran útiles para la comunidaden generaL Pero dondequiera que escuchaba la palabra "prác­tico" en materia de educación, sentía la ambición desvirtuadade un joven, la preocupación de los padres por el éxito material de

8 Veblen, HL, p. 163.

sus hijos O la búsqueda de una "dotación abundante de subor­dinados, a salarios razonables", por parte de los negociantes.?

Al examinar el espíritu y la estructura de la universidad nor­teamericana, Veblen no era sólo el crítico malévolo para quiennada es sagrado. Planteaba sugerencias concretas. Quizá lamás controvertida haya sido su esfuerzo por distinguir entreun colegio y una universidad para separar mejor sus respectivasfunciones. La integración de ambos por parte de los adminis­tradores, mediante el ofrecimiento de la educación graduada yno graduada dentro de una sola institución, se debe menos aconsideraciones pedagógicas que a cálculos burocráticos. Ob­servó Veblen que el colegio no graduado no puede ser catalogadocomo una institución de enseñanza superior, ya que su objetivoes la preparación de los estudiantes para las profesiones o, entiempos más recientes, la provisión de toques culturales a quie­nes vayan a entrar en una vida pecuniaria de "modas o de ne­gocios". Mientras que la universidad no necesita ofrecer un plande estudios determinado, el colegio debe ajustar de continuosus ofrecimientos para satisfacer las necesidades cambiantesdel público. Una institución se dedica a la búsqueda del conoci­miento, la otra al servicio de la sociedad.

Sus obras económicas le habían ganado la reputación de uncínico que no tiene nada constructivo que ofrecer. En The HigherLearning, quizá en respuesta a esta acusación, ofreció una pro­puesta "positiva", debida "en parte a una deferencia razonableal prejuicio actual de que una mera crítica negativa y una citade objeciones no es más que un indigno experimento de irrita­ción". La propuesta tenía una ironía swiftiana: pedía modes­tamente la abolición del cargo de presidente, de la junta de pa­tronos y de los "órganos" de otros funcionarios administrativos.Veblen prevenía que su "remedio heroico" podía parecer "suicida"a primera vista, porque tanto los educadores como los legos te­merían el derrumbe total del sistema universitario. Pero la

9 Veblen, m., pp- 152-162, pássim.

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reflexión permitirla que quienes estuviesen familiarizados conlos asuntos académicos advirtieran que los miembros de la ad­ministración y las juntas de gobierno sólo sirven para darpublicidad a la universidad y para crear funciones nuevas,superfiuas, que perpetúan sus propias canonjías burocráticas.Una vez destruida la "fe irracional en las combinaciones grandesy difíciles" (la misma fe que sostiene a las sociedades anóni­mas), podrá transferirse el poder de la universidad a sus legí­timos administradores: los profesores; y se confirmará más aúnla "incompetencia confirmada" y la inutilidad de la administra­ción. Como lo sugíere el último párrafo de The Higher Learning,resulta difícil saber si Veblen tomaba en serio su propuesta,"pero no podemos dejar de apreciar el sueño sindicalista que lainspiraba:

Ahora bien: toda esta especulación acerca de lo que podría ocurrirtiene, por supuesto, poco más que un valor especulativo. No se quiereproponer seriamente, ni como una medida práctica, la abolición delpuesto de presidente o consejo administrativo; tampoco se quiere

* Esta propuesta específica puede ser un tanto irónica, pero otras propues­tas contenidas en el libro deben tomarse en serio. Por ejemplo, Veblen consideróla posibilidad de que las fundaciones, los institutos y los centros pudieran ha­cerse cargo de la función de investigación de la universidad; en consecuencia,algunos autores han sostenido que fue uno de los primeros defensores de lo quese llama ahora "centros de ideas" ("think tanks"). Pero Veblen señaló sagaz­mente que tales instituciones destruirían la creativa "interacción entre profe­sores y estudiantes", de modo que la universidad sería más "rutinaria" y"comercial" que nunca, al sobrevivir en las "arenas del quietismo intelectual".Mucho más importante para él era la creación de "casas de refugio académico",una propuesta hecha en el capítulo de "Introducción" escrito tras el estallido dela primera Guerra Mundial. Veblen estaba pensando en las penurias de losintelectuales alemanes, pero también vio en tal propuesta un medio de controlde la dispendiosa duplicación de las universidades norteamericanas.

Podía empezarse con una empresa conjunta de los académicos y las universi­dades de los Estados Unidos para crear un establecimiento central biendotado de fondos, donde maestros y estudiantes de todas las nacionalidades,incluidos los estadunídenses, puedan proseguir su trabajo como huéspedesde la comodidad académica norteamericana en conjunto, o como huéspedesdel pueblo norteamericano con el carácter de una democracia de la cultura.Pocos años después de la muerte de Veblen, acaecida en 1929, se estableció

una "universidad en el exilio" en la Nueva Escuela de Investigación Social, paraayudar a los intelectuales alemanes que huían de Hitler.

insinuar que se puede prescindir realmente del capitán de la erudi­ción. Es tan apreciado por la imaginación popular comercializada, y

encaja tan convincentemente en el esquema de las cosas prev~a­

mente concebido por los hombres de negocios, que no se nos permitetal esperanza de cesación de la negligencia y malversación hábil.Aquí sólo se pretende expresar la opinión incidental de que, desdeel punto de vista del saber superior, el ejecutivo ac~démicoy to~as

sus obras son anatema, y deberían eliminarse mediante el sencilloexpediente de borrarlos del mapa; y que el consejo administrativo, ~nla medida en que se toma la libertad de ejercer no más que funcio­nes distraídamente negligentes, tiene el mismo valor y debería per-

I . . d 10derse con ganancia en a rmsma juga a.

REALIDADES BUROCRÁTICAS

Pueden desecharse fácilmente los escritos de Veblen sobre laeducación como un estudio de la perversidad de la brillantez,la obra de la insensatez malvada de un académico inconforme.Más tentador aún resulta atribuir el origen de su melancolía alas frustraciones de su carrera académica. Por ejemplo, es POM

sible que su sentido de la estupidez de la educación colegial hayaderivado en parte de su propia experiencia estudiantil. En Carl­eton College, hasta el economista conservador John BatesClark sintió simpatía protectora por el joven Thorstein, "cuyocarácter extraño ~escribióel hijo de Clark-c- no le había gran­jeado las simpatías de las autoridades de una institución enque el hábito de fumar bastaba para la expulsión, y en la cual elprofesor de matemáticas iniciaba cada ejercicio de clase con unaplegaria".l1 Es posible también que los obstáculos ~nco~trados

en la escuela de graduados hayan influido en la animosidad deVeblen para con el sistema universitario. No pudo obtener unabeca para estudiar en Johns Hopkins (ni otras becas que pidió

10 Veblen, HL, p. 109. ..u J. M. Clark, "Ihorsteín Bunde Vablen: 1857-1929", TheAmencan Economic

Review 19 (1929), p. 742.

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posteriormente, ya como académico establecido), y aun con undoctorado tardó nueve años en encontrar su primer empleo,como hemos visto en un capítulo anterior. Como profesor enChicago, Stanford y Missouri, se burlaba de los logros acadé­micos, se negaba a acomodarse al protocolo administrativo y

consideraba la universidad como el reducto de los valores po­pulares. Con la posible excepción de Charles Sanders Peirce,con quien estudió brevemente, y de Henry Adams, otro profesorenajenado de la vida académica, Veblen podría ser descritocomo el fracaso más notable en la historia de la educación norte­americana moderna.

The Higher Learning es más que un tratado impertinente.El contexto histórico del libro justifica las aprensiones de Ve­blen acerca de la influencia creciente de los grandes negociosen la educación. En efecto, todas las universidades grandes enlas que estudió y enseñó habían sido fundadas con recursos deriqueza personal o de una empresa. Johns Hopkins, un comer­ciante-banquero, dejó en su testamento 3500000 dólares paraque se fundara una universidad en Baltimore; LeIand Stanford,un magnate ferroviario, dio 24 millones de dólares a una univer­sidad que lleva el nombre de su hijo y está ubicada en la gran­ja de la familia en California; y John D. Rockefeller, magnatepetrolero provisto de un consejo de abogados astutos, aportó 34millones de dólares para rescatar de la oscuridad a la Univer­sidad de Chicago.V Es obvio que el capital había enriquecido elambiente universitario, proveyendo la educación superior desu "acumulación primaria", y no hay duda de que los hombresde negocios ocuparon los directorios de los colegios. Pero Veblenno aclara al lector si los ricos ejercían sólo influencia o en efectocontrolaban el poder. Por ejemplo, nunca se pone a discutir lossensibles temas de la libertad de cátedra. Basta comparar TheHigher Learning con el libro de Weber, The Power of the Stateand the Dignity of the Academic Calling in Imperial Germany,

12 Edward Chase Kírkland, Dream and Thought in the Business Commu­nity, 1860-1900 (edición Quadrangle, Chicago, 1964), pp. 83-113.

para apreciar lo que falta en Veblen: una controlada indignaciónmoral por las violaciones a la conciencia intelectual. La lecturade The Higher Learning no nos llevaría jamás a adivinar quelos parámetros del comportamiento profesional habían sidodelineados por una serie de controversias sobre la libertad decátedra, en particular el juicio por "herejía" contra el profesorRichard T. Ely, de la Universidad de Wisconsin, en 1894, y al añosiguiente la expulsión del discípulo graduado de Ely, EdwardBemis, de la Universidad de Chicago, por haber expresado enpúblico sus opiniones sobre los monopolios, sindicatos y la huel­ga de la compañía Pullman, que ponían en aprietos a la univer­sidad patrocinada por Rockefeller.!" Veblen llegó a Chicagoen medio de la controversia de Bemis, y en 1918 publicó TheHigher Learning, cuando tres profesores de la Universidad deColumbia, incluido el eminente historiador Charles Beard, re­nunciaron en protesta contra la entrada de los Estados Unidosa la primera Guerra Mundial. Thorstein Veblen parece haberestado desapasionadamente libre de estos detalles humanos

pasionales.Aunque sentía la presencia del poder, nunca luchó abierta­

mente contra él, nunca cuestionó directamente la autoridad,nunca se unió a las protestas públicas de los profesores. Comoobservó sagazmente David Riesman, Veblen se conducía como"un inconstante académico, saboteador disimuladamente efi­caz de los Secretarios generales, Decanos de estudiantes y otrosfuncionarios"J4 Pero el ataque indirecto de Veblen era tantoartístico como político: un satírico tanto como un sindicalista,se burlaba de las "instituciones imbéciles" en lugar de confron­tarlas personalmente; aceptaba su sueldo de un benefactor yluego lo tildaba burlonamente de "filándropo". Si la sátira es,entre otras cosas, un conducto para encontrar cierto alivio psi­cológico en la expresión de todo lo que sea feo, incongruente y

13 Laurence R. Veysey, The Emergence ofthe American University (Chicago,1965), pp. 368, 385.

14 Ríesman, p. 107.

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16 Veblen, HL, p, 163.

consecuencia, la presunción comercial subyacente parece serque el saber es un bien negociable, algo que puede producirse adestajo, clasificarse, compararse y venderse en unidades uni­formes, medirse, contarse y reducirse a una equivalencia sim­ple mediante procedimientos impersonales, mecánicos."16 Peroen The Higher Learning no encontramos tanto las criaturasdel capital como los agentes de la racionalización, la coordina­ción científica de todas las actividades, la burocratización totalde todos los procedimientos, que es un producto del ingeniero y elexperto en eficiencia en mayor medida de lo que creía Veblen.Es decir, encontramos el mundo de Weber, el espectro de los en­sueños anarcotecnocráticos de Veblen. Éste querría hacernoscreer que la administración estaba dedicada a las realidades delcapitalismo, mientras que los profesores se dedicaban a losideales del academismo puro. Pero los propios profesores, a finde liberarse de la influencia empresarial y alcanzar cierta auto­nomía, podrían frenar el poder del presidente sólo mediante lapromoción de una red de estructuras de comités que desperso­nalizarían las operaciones de la universidad. Veblen era dema­siado arisco para participar vigorosamente en comités de pro­fesores. Si lo hubiese hecho, quizá habría advertido lo que seencontraba detrás de todo este esfuerzo aparentemente des­perdiciado de "cerner aserrín": la seguridad máxima a travésde la organización burocrática. En suma, Veblen no podía lu­char contra el poder burocrático porque no tenía ninguna teoríadel poder o de la burocracia. Su propio apego al cientificismo lodejaba en la posición paradójica de pedir la cuantificación de lavida en el mundo social y deplorarla en el mundo académico.

Su "idilio profesoral", ha escrito David Riesman, representa"una especie de pensamiento rousseauniano del 'estado natu­ra!', de la misma clase que atacaba con tanto encono, algo queconsidera a los intelectuales como una procreación, por decirloasí, del 'hombre científico', que sólo persigue la verdad que se en-

DENTRO DE LA BALLENA

excesivo, el retrato que hace Veblen del presidente universita­rio servía perfectamente al propósito del autor:

~n cuerpo lacio, la hipertrofia del abdomen, venas varicosas, en par­ticular las de los tejidos faciales, un ojo legañoso y una coloraciónsugerente de bilis y apoplejía: cuando este bulto enfermizo se en­vuelve convenientemente en un traje convencionalmente decorosose le acepta como una marca de peso y responsabilidad, y así sirva~ara ~istinguirlos pilares de la sociedad urbana. Tampoco debemosimaginar que estos graves hombres de negocios y discreciones se in­clinen en ningún grado peculiar a los excesos de la mesa o ratos dedisipación que rompen los nervios. Pero las exigencias de la publici­dad son, de ~cuerdo con el uso y deseo actuales, tales que no requierenesas excursiones de la perversidad sensual tanto como una confor­midad caballerosa con una amplia rutina de festividades conspicuas.La "indulgencia" en momentos ostensiblemente glotones de estac~ase -banq~~tes,comidas, etc.- no es tanto una cuestión de gusto,SInO de ~ubhcldad astuta, destinada a mantener entre los legos lareputacíon de los celebrantes, cuya fuente de estimación más sim­ple y segura es la prueba de una capacidad de pago derrochadora.Pero las consecuencias patológicas, físicas y de otra índole son muysimilares en ambos casos.t"

Es posible que la personalidad introvertida y el estilo mor­daz d~ Veblen expliquen la perspectiva y el tono de The HigherLearmng. Pero no explican su negativa a enfrentarse al poder, yafuese personalmente como una confrontación moral o intelec­tualmente como un problema teórico. A Veblen no le interesabaprimordialmente el mero poder de las empresas sino la influen­cia sutil de los valores capitalistas, y me parece que aquí radicala falla básica del libro.

Veblen estaba convencido de que la manifestación más clarade la cultura capitalista podía advertirse no sólo en la devo­ción de la educación superior por las metas monetarias sinotambién en la cuantificación del propio proceso de estudio. "En

15 Veblen, HL, pp. 178-179.

LAS TRIBUS DE LA UNIVERSIDAD 343

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cuentra al margen de lo ya conocido, y que no requiere ningúnapoyo institucional para esa búsqueda't.!? Es posible que lapropuesta de Veblen de abolir toda administración haya sidopoco práctica, y es evidente que su inocencia de la dinámicadel poder le impedía advertir que todo movimiento de la socie­dad industrial moderna, aun el movimiento en favor de laautonomía profesoral, requiere el poder de la organización bu­rocrática para su realización. Pero ¿le sorprendería la condiciónactual de la educación superior? Veblen escribió su libro en unaépoca en que los profesores padecían la interferencia adminis­trativa y en la que muchos necesitaban medios independientespara complementar sus sueldos nominales. re Por su parte,Riesman escribió su libro sobre Veblen hace un cuarto de siglo,cuando la educación superior se estaba expandiendo responsa­blemente, la universidad prestaba un servicio muy útil en lacapacitación de estudiantes para el trabajo profesional, ofrecíaoportunidades educativas a los soldados que volvían de la gue­rra y otorgaba doctorados cuando realmente se necesitaban.Ahora no existe el contexto en el que Veblen atacó a la enseñan­za superior ni la situación en la que Riesman la defendió razo­nablemente. Ahora no son los Rockefeller ni los Stanford quie­nes proveen con fondos personales la educación superior: es elgrueso de la clase media, sobre la que recaen con mayor pesolos impuestos. Es posible que el capitalismo empresarial hayamantenido al autor de la Teoría de la clase ociosa; ahora se pideal público que mantenga a un cuerpo masivo de académicosque cada vez parecen representar mejor, a sus ojos, "el ocio dela clase teórica". Veblen, maestro de la ironía, no se habría sor­prendido ante tales desarrollos. Siempre captó con rapidez laincursión de los valores comerciales en el campo académico, y sinduda advertiría que el sistema de ocupación de un cargo y otros"privilegios" académicos de la actualidad pueden utilizarse a

17 Riesman, p. 106.18 Veysey, p. 6, pássim.

menudo como un "derecho de propiedad", con tanto abuso comola reserva de depreciación de un pozo petrolero.

Riesman ha formulado la crítica más aguda de The HigherLearning aplicándole a Veblen sus propios juicios. Veblen noadvirtió que la universidad, en lugar de capitular ante los ne­gocios, proporcionaba realmente carreras opcionales para jóve­nes de inclinaciones humanistas. Más grave aún fue que seinfectara con la enfermedad que tan despiadadamente habíaexaminado en el cuerpo de la cultura capitalista. "Así pues, apesar de su odio por el esnobismo, Veblen ha terminado porapoyar, por lo menos hasta cierto punto, algunos esnobismosacadémicos de la actualidad: las actitudes ofensivamente so­berbias hacia el mundo de los negocios; la recompensa adicionalotorgada a quienes no enseñan en absoluto, o enseñan a varo­nes graduados, por oposición a quienes enseñan en escuelassecundarias, o a las mujeres o en cursos de divulgacion."e

¿Podrá acusarse a Veblen de esnobismo en reserva? ¿Era unelitista que alardeaba de igualitarista? Todo juicio que formu­lemos acerca de las ideas educativas de Veblen tendrá que serideológico, basado en nuestras propias opiniones de los propó­sitos sociales o culturales (o aun políticos) de la educación. ¿Cuáldebería ser, pues, la misión de la educación? No debe ser, aclaraVeblen, la perpetuación de las distinciones clasistas o cultura­les, ni siquiera la distinción entre la enseñanza y la investiga­ción, lo que supuestamente distingue la instrucción graduadade la no graduada. Veblen pedia a todos los educadores tanto de,colegios como de universidades, que adquirieran "un interésde investigador en el tema a que está llamado a enseñar", por­que la "instrucción ofrecida puede alcanzar su mayor eficienciasólo en la medida en que sea parte de una campaña agresivade búsqueda por parte del profesor". Veblen haría de todo pro­fesor un académico, y haría que todo académico atrajera a susestudiantes hacia su propia vida de investigación y reflexión.

19 Riesman, p. 109.

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Pero la vida de la mente se ve frustrada por los administrado­res que obligan a los profesores a estirarse para ofrecer cursostan diversos que sólo pueden convertirse en una rutina de "pe­dantería de aficionados't.w

En lugar de afirmar las "actitudes soberbias hacia el mundode los negocios" por parte de los educadores, Veblen describióel prestigio inmenso de la educación superior, cuya consignaexigía el respeto a un imperativo moral: "el incremento y la di­fusión del conocimiento entre los hombres". ¿Por qué admiranlos ricos a los instruidos? Este comportamiento planteaba unproblema al sencillo esquema dual de la asignación del presti­gio de Veblen. Quizá, musitó Veblen, "la búsqueda del saber seauna especie de ocio". en cuyo caso los ricos desean la asociaciónhonorífica que disfrutaron en otras culturas los escribas y loschamanes. Es posible que los ricos admiren el conocimientoporque adoran el poder y por ende aspiran a poner sus manosen "este sistema de conocimiento altamente esterilizado, aprueba de gérmenes, mantenido en un lugar fresco y seco": losarchivos y laboratorios de la universidad. Sea como fuere, Ve­blen reconoció que la actividad del estudio generaba más res­peto aún que "la devoción religiosa, el prestigio político, la ca­pacidad de combate, la gentileza, la distinción económica, elconsumo profuso de bienes". Por lo tanto, en The Higher Learn­ing reconoció Veblen lo que había pasado por alto en sus obrasanteriores: la eminencia de la vocación académica aun en unacultura capitalista. Pero su sentido de la historia lo llevó a per­cibir cuán efimera podría ser esta eminencia y cómo podía con­vertirse el saber, como en el pasado, "sólo en un instrumento alservicio de algún objetivo o impulso dominante, como el patrio­tismo vanaglorioso, la política dinástica o la alimentación de unaaristocracia comercial't.s! La propuesta de Veblen para abolirla administración puede parecer un sueño radical, pero su ob­jetivo final no era tanto transformar la universidad, sino pro-

20 Veblen, TIL, pp. 80-8L21 Veblen, TIL. pp. 1-11, 85.

tegerla del deterioro institucional y la presión externa, políticay social. Su elitismo era un llamado para que el "estudio supe­rior" permaneciera independiente de las minorías del poder.

Es posible que Veblen haya sido l'enfant terrible del sistemauniversitario moderno, el académico iconoclasta que planteabainterrogantes embarazosos al mundo intelectual. Pero era algomás que un perturbador de los pedagogos. Era también unaconciencia, un moralista con sensibilidades elitistas y simpa­tías igualitarias que deseaba salvar la educación "superior" delas realidades "inferiores" de la vida norteamericana. Se opusoa las tendencias profesionales de la vida colegial que habríanconvertido a la universidad en una agencia empingorotada parala producción de jóvenes empresarios bien adaptados. Aunqueél mismo era un profesor poco afortunado, criticaba la centrali­zación burocrática porque minaba las "relaciones personalesestrechas o cordiales" entre estudiantes y maestros, y cuestiona­ba el "sistema de control autoritario, estandarización, grada­ción, contabilidad, clasificación, créditos y castigos que inevi­tablemente tomará lineamientos más marcados a medida quela escuela adquiera más el carácter de una casa de corrección oestablecimiento penal".22 Denunció los rituales de la pompa y

la posición social, al igual que la vaciedad de muchas activida­des "extracurriculares". Sobre todo se opuso al intento de que laeducación superior saliera a servir todas las necesidades dela sociedad, sólo para descubrir que una sociedad de consumotendrá pronto escaso respeto por sus sirvientes.

LA CURIOSIDAD OCIOSA Y EL PRAGMATISMO

A pesar de su cinismo, The Higher Learning es un mensaje deesperanza. Veblen creía que la universidad podía resistir enúltima instancia los ataques del mundo comercial contra su

22 Veblen, HL. pp. 162-163.

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integridad. El verdadero educador, naturalmente inquisidor y

lleno de admiración y especulación, estará siempre en guerracon la jerarquía, autoridad burocrática, hipocresía y otras fuer­zas nocivas para la búsqueda del conocimiento. Aun bajo la in­fluencia corrosiva de los principios empresariales podrían so­brevivir los ideales del saber, porque no podía corromperse todoel cuerpo de profesores sin padecer el aguijonazo de la concienciaprofesional.

La tradición académica otorga una sanción amplia, aunque tal vezincierta, al espíritu científico que mueve este oscuro elemento delcuerpo académico. Y los colegas más felizmente dotados, más mun­danos, tienen también cierto respeto por esa búsqueda incesante delconocimiento, aunque quizá vean a estos ingenuos hijos del impulsocon cierta compasión divertida; porque el cuerpo general del perso­nal académico está integrado todavía en gran medida por hombresque han empezado con ideales intelectuales, aunque tales idealesse hayan desvanecido en parte bajo la presión de la conveníencía.v'

Lo que sigue mortificando la conciencia del académico conmauvais [oi, si se entrega a la cultura del capitalismo, es elinstinto de la curiosidad ociosa. La fe de Veblen en la resisten­cia de este don humano lo lleva a la expresión quizá más opti­mista que jamás haya enviado a la imprenta:

El que se impregne la política académica de los principios empresa­riales es una cuestión de mayor o menor dominación, no de domina­ción absoluta. Se trata, al parecer, de determinar el grado de des­viación del propósito singular de la intelectualidad que tolerará elsentido común a largo plazo de la comunidad. El culto a la curiosi­dad ociosa se clava muy hondo en la dotación instintiva de la espe­cie, y en la civilización moderna ha adquirido firmemente la formade una búsqueda de conocimiento factual tan sólida, que no podráhacerse definitivamente a un lado ni olvidarse. Es en gran medidauna parte integral de los hábitos de pensamiento inducidos por la

23 Veblen, HL, p. 126.

disciplina de la vida diaria de trabajo. La fe en el conocimiento fác­tico, y las aspiraciones que despierta tal conocimiento están tanarraigadas profundamente en la comunidad moderna, y son tan con­sonantes con su hábito mental consuetudinario que no admiten quelas elimine ningún fin objetivo distinto, por lo menos por ahora, yhasta que alguna fuerza más intensa que la disciplina tecnológicade la vida moderna adquiera la primacía entre los factores de la ci­vilización, y nos entregue así una cultura de carácter diferente a laque ha generado esta ciencia moderna y que la ha colocado en elcentro de las cosas humanas.P

Veblen definía la curiosidad ociosa como" 'ociosa' en el sentidode que se busca un conocimiento de las cosas independientes detodo uso ulterior del conocimiento así obtenido". El objetivo de lacuriosidad es una aprehensión teórica que permita a la "incli­nación desinteresada a adquirir conocimiento de las cosas yreducir este conocimiento a un sistema comprensible". Los hom­bres han poseído siempre esta propensión, porque la naturale­za de los fenómenos ha excitado siempre la curiosidad del hom­bre y ha desafiado su necesidad de explicar el comportamientocurioso de las cosas. El que se considere la búsqueda del "conoci­miento improductivo" como un fin legítimo en sí mismo dependede las circunstancias culturales.P

David Riesman ha observado astutamente cómo la noción dela curiosidad ociosa refleja la propia personalidad de Veblen:alejado.juguetón, no comprometido con las "grandes cuestiones"inmediatas del momento, y desafiantemente independiente detodos los intereses creados.é" También puede considerarse estanoción como un elemento central de la filosofía de la educaciónde Veblen. Así como los psicólogos posteriores, tales como JeromeBruner, sostendrían que el estudio no es la adquisición de uncuerpo de conocimientos sino un "proceso" de pensamiento, Ve­bIen creía que no se alcanza el conocimiento como una tarea

24Veblen,HL, p.111.25 Ibid., p. 4.26 Riesman, p. 112.

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terminada sino que se desarrolla una capacidad para aprendera aprender a través de "el esfuerzo de investigación", Veblen sehabía interesado siempre por las implicaciones epistemológi­cas de la función del pensamiento: qué hacemos y por qué lohacemos cuando pensamos. Se ocupó de esta cuestión en "I'hePlace of Science in Modern Civilization" (1906), escrito en queintrodujo por primera vez el concepto de la curiosidad ociosa.Recordaremos que es también aquí donde ofrece Veblen algu­nos comentarios despectivos sobre la fllosofia del pragmatismo.En este sentido, su ensayo sobre la ciencia, y no necesariamentesu libro sobre la educación superior, puede proporcionar unaclave de la filosofía educativa de Veblen.

La actitud de Veblen para con el pragmatismo es profunda­mente ambigua; nunca se sabe qué entiende por pragmatismo,y mientras se refiere a la filosofía misma con regocijado escep­ticismo, se cuida de expresar gran respeto por John Dewey yWilliam -Iames.é? Aun así, parece claro que Veblen quería mostrarlas limitaciones del pragmatismo como un modo de conocimien­to (o descubrimiento) introduciendo la noción de la curiosidadociosa. Mientras Dewey y James creían que la investigación sur­ge de una situación problemática, Veblen sostenía que la curio­sidad ociosa deriva del desarrollo orgánico en respuesta a unacomplicación nerviosa inhibida. La primera reacción a esta com­plicación ~un "pragmatismo ingenuo"~ es un impulso motordirigido hacia un resultado conveniente para el organismo es­timulado. La otra reacción no se manifiesta en forma similar yno se dirige hacia el uso práctico. Acerca de esta última respues­ta dice Veblen: "En términos pragmáticos, esta cadena remotade respuesta no es deliberada ni relevante". Lo que distingue a

27 En una nota que aparece en The Higher Learning, afirma Veblen que los"precursores" del pragmatismo negaron todo valor del conocimiento que no seasu utilidad, pero luego hicieron "las paces" con la noción de la curiosidad ociosa(p. 4). Veblen citaba con frecuencia a James, o por lo menos hacía referencias a susobras, y cuando más tarde supo que James y Dcwey estaban siendo atacadospor un conductista, Veblen replicó: "Ese autor nunca sabrá siquiera lo que hanolvidado Dewey o James". Dorfman, 1, p. 450.

la curiosidad ociosa, y la vuelve indiferente a las líneas del pen­samiento conveniente, es el hecho de que toma su forma de unainterpretación antropomórfica o animista de los fenómenos,una interpretación que incita la capacidad del hombre primiti­vo para la admiración a causa de su "consistencia" y "cosmolo­gía" dramáticas. Veblen estaba convencido de que, a través dela historia, la curiosidad ha conducido a un sistema de conoci­miento cada vez más comprensivo, mientras que en el modopragmático del conocimiento, tan arraigado en las máximas dela conveniencia, "casi no ha avanzado desde Confucio hasta Sa­muel Smiles". Además, mientras que la curiosidad ociosa parecehaber florecido en las pacíficas comunidades antiguas, basadasen las relaciones sanguíneas y las distinciones de clanes, el com­portamiento pragmático se desarrolla cuando la vida se trans­forma de una cultura de fecundidad en un ambiente de depreda­ción que trae consigo dominación y servidumbre, gradacionesdel privilegio y honor, coerción y dependencia personal. Ahoralas presiones e incertidumbres de la vida diaria hacen que hom­bres y mujeres se comporten en forma pragmática y se ajustenconvenientemente a un sistema social fundado en las distin­ciones de posición social y la fuerza personal. "Una adaptaciónhábil a este sistema de dignidad y servidumbre graduadas seconvierte en una cuestión de vida y muerte." Citando el Princi­pies ofPsychology de James, observa Veblen que los hábitos delpensamiento se determinan ahora por las discriminaciones queimpone la vida diaria. El pragmatismo es el consejo de la con­formidad y la supervivencia; lo que se requiere es el consejo de laciencia: la interrelación entre la curiosidad ociosa y la discipli­na de la tecnología, entre la actividad de la mente y la realidaddel hecho. El pragmatismo vuelve cauta la investigación cuandodebería ser audaz, tolerante cuando debería ser subversiva.s"

Según Veblen, el temperamento pragmático no está jamáscompletamente ausente luego de que el hombre abandona la

28 Veblen, POS, pp. 1-31.

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etapa del salvajismo pacífico. Aun en la cultura bañada de teo­logía de la Edad Media, la "edad de la fe" ultramundana, pode­mos discernir un "pragmatismo acentuado" en la forma en quelos conceptos escolásticos se extraen en términos de experiencia,fuerza personal, hazaña, jerarquía feudal y autoridad precep­tiva. "Las leyes que se quieren descubrir en el universo naturalse buscan en términos de la promulgación autorizada. La rela­ción que guardan la deidad o las deidades con los hechos ya nose concibe como la relación del progenitor sino como la de sobe­ranía." Ni siquiera la búsqueda de Dios podía trascender elcomportamiento egoísta y convenienciero. "Los mejores hom­bres de ese mundo confesaban sin vergüenza que la inmensapreocupación por su propia salvación era el principal motivo desu conducta, y en todas sus especulaciones es evidente que nopodían aceptar otro motivo o sanción tan final en ningún senti­do." En el comportamiento social y económico, tanto como en laespeculación filosófica, todo pensamiento se convierte en unacuestión de sagacidad práctica, y el conocimiento en general seaplica en favor del individuo. Cualesquiera que hayan sido losideales comunales y espirituales originales del cristianismo, sucultura se adaptó a los nuevos requisitos de los cambios vitalesdel mundo occidental. Sugiere Veblen que la ética cristiana noera suficientemente fuerte para impedir que los medios de vidase confundieran con los fines de la vida. "La gran etapa del bar­barismo en Europa, la Edad Oscura y la Edad Media, se separade lo que ha ocurrido y de lo que le sigue en la secuencia cultu­ral por un ánimo claramente utilitarista." Veblen nunca aclarósi la cultura determina la conducta o la refleja, pero estaba se­guro de que el estudio superior, aun el del humanismo clásico,sucumbió ante el prurito activista de la vida diaria:

La universidad de la época medieval y de principios de la época mo­derna, es decir la universidad bárbara, se ocupó inevitablemente delas disciplinas pragmáticas, utilitarias, porque tal es la naturalezadel barbarismo; y la universidad bárbara es sólo otra expresión,

algo sublimada, de la misma mentalidad bárbara. La cultura bár­bara es pragmática, utilitaria, mundana, y su saber tiene la mismacomposición. El bárbaro de los últimos tiempos o de los primeros esde ordinario un pragmático de remate; tal es el rasgo espiritual quelo separa más profundamente del salvaje por una parte y del hombrecivilizado por la otra. "Pone una cara viva, clara, a la necesidad ins­

tantánea de las cosas."29

Es posible que las generalizaciones de Veblen paren los pe­los del historiador intelectual. Pero había un método en su tra­tamiento ligero de la historia de las ideas. Al atribuir un áni­mo utilitario a la cultura clásica, Veblen aclaró que no estabapidiendo un retorno al estudio superior de una época pasada,como han sostenido algunos autores. Tampoco estaba sugirien­do, como lo hacen algunos marxistas contemporáneos, que lafilosofía del pragmatismo surgió como el equivalente ideológicodel capitalismo moderno. El temperamento pragmático ante­cedió al capitalismo industrial y tuvo sus raíces en el dominiode las fuerzas de la naturaleza por parte del hombre primitivo.El pragmatismo, en la medida en que ha alimentado un enfoqueempírico de la realidad, no debe ser culpado por las limitacio­nes culturales de la conciencia moderna. Pero cuando se aplicael pragmatismo a la pedagogía y se pregunta: "¿Para qué sirveeste saber?", se inician los problemas. El verdadero investiga­dor no tiene obligación de contestar esta interrogante. "Si noestuviese infectado con el pragmatismo del mercado, la res­puesta del investigador debería ser: iQuitate de mi vista!"Contestar tal interrogante es aceptar los valores de la personaque la ha planteado. "Ben Franklin -pragmático refinado­desechó en cierta ocasión esa interrogante con otra: ¿Para quésirve un bebé?" Veblen utilizó con eficacia la aguda observa­ción de Franklin, porque indicaba hasta dónde se habia des­viado el hombre "bárbaro" moderno de la sensatez de sus ins­tintos salvajes. Sin embargo, Veblen observó también que el

29 Veblen, POS, p. 11; Veblen, IlL, pp. 24-25.

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hombre "civilizado" no podía menos de admitir con vergüenzaque consideraba a los niños en términos monetarios, lo que su­giere que los dos instintos constructivos de la humanidad, lacuriosidad ociosa y la inclinación paternal, siguen siendo unafuerza potencial en la vida moderna. "Sin duda, lo que impulsaprincipalmente a los hombres a la búsqueda del conocimientoes su inclinación nativa a la curiosidad: una proclividad impul­siva por dominar la lógica de los hechos, así como el incentivoprincipal de la crianza de hijos ha sido siempre, sin duda, lainclinación paternal." El impulso del conocimiento y el enten­dimiento, como el impulso de la procreación y la crianza, es ensí mismo una actividad evaluadora. Los instintos más básicosde hombres y mujeres se justifican por sí solos.i'"

Es posible que su argumento de que el saber existe por símismo no haya resuelto los dilemas éticos de su filosofía de laeducación; tampoco podía demostrar cómo se traduciría en unafilosofía de la ciencia cualquier proceso de investigación divor­ciado del mundo de la acción. Sería interesante saber por quéconsideró Veblen tan necesaria la distinción entre la curiosidadociosa y el pragmatismo. ¿Previó que la filosofía de Dewey de­jaría a la universidad teóricamente indefensa siempre que lasociedad exigiera que el conocimiento fuese útil para satisfa­cer mejor sus necesidades, aun las necesidades conservadorasdel orden social existente? Algunos autores han sugerido queThe Hígher Learning presagia los ataques estudiantiles contrala "multiversidad" de los años sesenta." Pero es seguro que Ve­bien habría percibido el anzuelo dentro de la carnada: la de­manda estudiantil de "pertinencia" equivalía a una capitula­ción ante la visión del mundo de sus enemigos burgueses, laexigencia de que todo tuviese usos prácticos. Veblen insistió enque la universidad no puede servir a otro fin que la "búsquedadesinteresada" del conocimiento mismo.

Su carrera inicial en el mundo académico es un testimonio a

30 Veblen, HL, pp. 146-148.31 Ferrarotti, p. 140.

favor de la tesis que propuso en The Higher Learning. Crítico fe­roz de la sociedad, continuó censurando toda universidad querenunciara a su misión cultural para con la sociedad. Sin em­bargo, tras del estallido de la primera Guerra Mundial, el pro­pio Veblen dejó de ser el investigador y teórico social "desinte­resado". Cuando los ideales de Minerva se enfrentaron a lasfuerzas de Marte, la ética de la "curiosidad ociosa" se convirtióen la primera víctima del estudio superior de Veblen.

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X. LOS ESTADOS UNIDOS Y EL MUNDO

LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL y LA ALEMANIA IMPERIAL

La respuesta de Thorstein Veblen a la primera Guerra Mundialsorprendió a casi todos aquellos que lo conocían. En realidad,no fue el único hombre de izquierda que apoyó la entrada delos Estados Unidos en el conflicto. Casi toda la izquierda inte­lectualllegó a defender la intervención entre el estallido de lashostilidades, en agosto de 1914, y el mensaje de guerra pronun­ciado por el presidente Wilson ante el Congreso en abril de 1917.No sólo apoyaron la guerra liberales como Walter Lippmann,Herbert Croly y Lincoln Steffens, sino que aun militantes so­cialistas como Jack London, William Englihs Walling y UptonSinclair rompieron con la Segunda Internacional y abrazaron lacausa Aliada.' Lo que vuelve tan peculiar la posición de Veblenes que era el único de los teóricos sociales que había denuncia­do sin cesar la guerra moderna como una combinación de furiabárbara y conveniencia tecnológica. Veblen había desdeñadosiempre la actividad bélica porque discernía en ella los orígenesde la propiedad privada y estratificación de clases, y tambiénla distorsión de sus dos valores más altos: la productividad, pro­ducción eficiente de bienes útiles, y la servicíalidad, preocupa­ción por el bienestar de la comunidad. Sobre todo, el espíritu dela guerra minaba la búsqueda objetiva de la verdad mediante laalimentación de un "ánimo conservador" basado en la obedien­cia cultural irreflexiva y la aquiescencia política total. Veblensubrayó la conexión entre la guerra, el capitalismo y la depre­dación bárbara en The Theory ofBusiness Enterprise, publicada

1 John P. Diggins, TheAmerican Left in the Twentieth Century (Nueva York,1973), pp. 81-88.

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en 1906. Menos de un decenio después, defendería la partici­pación de los Estados U nidos en la guerra más sangrienta dela historia moderna. ¿Se había vuelto el "bardo del salvajismo"apologista de la civilización?

Pueden encontrarse algunas respuestas a tal interroganteen el cuarto libro de Veblen: Imperial Germany and the Indus­trial Revolution. Inició Veblen el manuscrito poco antes del es­tallido de la guerra en Europa, pero la urgencia de la situacióninternacional 10obligó a terminarlo en cuestión de meses, 10quees una hazaña asombrosa para un autor que había trabajadovarios años en sus otros libros. Una virtud de esta prisa fue queVeblen no tuvo tiempo de jugar al irónico y retórico. Esta vez

conocemos el objetivo de11ibro: proporcionar una explicaciónhistórica del grado de progreso y eficiencia industrial excepcio­nalmente elevado de Alemania, una relación basada en "cau­sas naturales", las cuales eliminan explicaciones falsas como las

del destino manifiesto, genio nacional y "nepotismo providen­cial". Veblen estaba decidido a demostrar la falacia de la expli­cación racial de la supremacía de Alemania en materia de des­arrollo científico y tecnológico. El pueblo alemán, como la mayorparte de los pueblos de otras naciones europeas, estaba inte­grado por una "raza híbrida". Por herencia, si no es que por há­

bito, los alemanes tenían al nacer aproximadamente las mismascaracterísticas que otros pueblos del continente europeo. Dasdeutsche Volk puede ser un misterio cultural, pero no corres­

ponde a dones innatos de la biología humana. No habia, pues,ninguna base científica para creer que el pueblo alemán, o cual­quier otro pueblo, fuese una raza superior.s

Para explicar el genio de la superioridad de Alemania en

2 Veblen, IG, pp. v-vii, 3-12. Veblen pasó gran parte de sus últimos años in­vestigando teorías acerca de la raza y la eugenesia, y en sus propios escritos ha­cía referencia a tipos raciales tales como "el temperamento dólico-rubio". Perola idea de una supremacía racial lo parecía pura tontería. Tras de acompañar aIsador Lubin a ver la película The Birth of a Nation. (El nacimiento de unanación), Veblen comentó: "Lubin, ése es el mejor ejemplo de mala informaciónconcentrada que he visto jamás". Lubin, "Recollections ofVeblen", en Qualey(comp.), Thorstein Veblen, p. 133.

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cuanto a la capacidad industrial y militar, Veblen, economista,antropólogo y sociólogo, se convirtió en historiador. Lo que pa­recía decisivo ahora no era cómo funcionaban o se originabanlas instituciones, sino cómo cambiaban durante el curso deldesarrollo. Veblen enfocó el problema de Alemania contrastan­do su historia con la de Inglaterra para ilustrar un hecho obviocon implicaciones sutiles y de largo alcance: Alemania estabamás avanzada en materia de tecnología mientras que Inglaterraseguía siendo más madura en términos políticos. Por lo tanto,la Inglaterra industrial no proporcionaba, como había sugeridoMarx, el "terreno clásico" del modo de producción capitalista;es decir, no era el modelo del país más desarrollado que mos­traría al país menos desarrollado la imagen de su propio futu­ro. Por el contrario, Alemania superó a Inglaterra absorbiendosu tecnología, adoptándola virtualmente nueva, sin tener queasimilar también sus complicadas instituciones políticas y há­bitos mentales ideológicos. Esto no significaba que Alemaniase volvería necesariamente más ilustrada, porque "un sistematecnológico tendrá un valor económico y una incidencia cultu­ral sobre una comunidad que lo tome ya hecho diferentes de losefectos que ya haya desarrollado en la comunidad de la que setoma, en la cual ha llegado gradualmente a la madurez ... " El he­cho de que el adelanto tecnológico moderno no se hubiese hechoen Alemania sino que se había tomado de la ciencia e industriainglesas sugería un hecho histórico con muchas ramificaciones:

Alemania combina los resultados de la experiencia inglesa en el des­arrollo de la tecnología moderna con un estado de las otras artes dela vida más semejante al que prevalecía en Inglaterra antes del ad­venimiento del régimen industrial moderno; en consecuencia, el pue­blo alemán ha podido tomar la herencia tecnológica de los inglesessin tener que pagarla en los hábitos del pensamiento, uso y costum­bre" inducidos en la comunidad inglesa por la experiencia que traíaconsigo su realización. La tecnología moderna ha llegado a Alema­nia ya hecha, sin las consecuencias culturales que su desarrollogradual y uso continuado han significado para el pueblo inglés, cuya

experiencia inició tal tecnología y determinó el curso de desarrollode la misma.é

En Inglaterra, señaló Veblen, las artes industriales perdura­ron lo suficiente para afectar la cultura y costumbres del pue­blo. El espíritu del industrialismo minó instituciones como laCorona y la Iglesia, y engendró un orden constitucional y ungenio distintivo comercial, ambos basados en un saludable es­cepticismo, nutrido él mismo por la tecnología, que podía diri­girse contra el poder del Estado. En cambio, en Alemania, latecnología llegó casi como una importación extraña, de modoque tuvo escaso efecto, o no tuvo ninguno, en la cultura política.Aquí, la tecnología de la máquina sólo estaba conectada con unorden político existente, cuyas raíces se hundían profundamen­te en el pasado medieval de Alemania. El sistema institucional,los hábitos y valores del pueblo alemán dominaban todavía latecnología y la ciencia; y tales hábitos y valores estaban influidostodavía por un Estado dinástico y un sistema semifeudal declases que tenía por objetivo la centralización interna del po­der y la expansión y dominación externas del pueblo. Los ale­manes impusieron su nueva tecnología a su antiguo Estadodinástico, y de esta síntesis surgió un "compuesto culturalinestable", susceptible de cambio acelerado y también capaz deagresión y conquista mundial.

En opinión de Veblen, Alemania planteaba tres peligros: suhistoria peculiar de construcción nacional, su patrón peculiarde desarrollo económico y su filosofía peculiar de la autoridad.En contraste con Inglaterra, cuya geografía insular le permitióevitar las guerras y rivalidades extranjeras que azotaron elcontinente, Alemania forjó su unidad y nacionalidad en siglosde guerras ofensivas y defensivas y en prolongadas luchas in­ternas de "despiadada explotación, terror, perturbaciones, re­presalias, servidumbre y gradual habituación a la lealtad esta­blecida, gobierno personal irresponsable y represión pacífica".

:-1 Veblen, te, p. 86.

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En contraste con la historia económica de Inglaterra, que nutrióel individualismo y el espíritu de empresa en oposición al Es­tado, la de Alemania estuvo guiada por los prusianos, quienesa partir del Zollverein identificaron el desarrollo comercial conel poder del Estado y su capacidad de lucha, una política mani­festada ahora en el sistema de transportación de Alemania:una red ferroviaria unificada, estratégicamente desplegada deacuerdo con las necesidades militares. Y en contraste con lafilosofía política de Inglaterra, cuya doctrina libertaria de losderechos naturales equivalía al principio de "vive y deja vivir", lade Alemania inculcaba la idea del deber y la obediencia. El con­cepto alemán de la autoridad, observó Veblen, no colocaba la so­beranía en el pueblo ni en el gobernante, sino en una comunidadmoral mística, superorgánica, llamada "Estado". La noción in­glesa de la lealtad se atemperaba con los intereses propios, asícomo el propio empirismo británico se preocupaba por las "rea­lidades materiales". En cambio, la filosofia alemana, tanto porsu tendencia metafisica como por la romántica, se había aleja.do de las realidades de la percepción sensorial para buscar "loideal, lo espiritual, lo trascendental". Esta filosofía "más noble"y "más profunda" granjeaba aquiescencia a la política dinásti­ca y el gobierno burocrático; porque el concepto alemán delEstado hacía del poder y la gloria de la nación el objetivo másalto de sus ciudadanos. Según la idea alemana de la libertad,la libertad más verdadera y más alta no residía en la resisten­cia al poder y la autoridad sino en la capacidad para obedecerórdenes y ejecutar instrucciones.s

En Imperial Germany reveló Veblen una atracción por la li­bertad inglesa que está completamente ausente de sus obrasanteriores. No sólo sugirió que la democracia nutre el espíritucientífico y representa un ajuste más perfecto a la industriamoderna que el del Estado dinástico, sino que además trató latradición liberal británica como un recurso intelectual valioso

4 Veblen, lG, pp. 88-149.

por el que valía la pena pelear. Sólo un año antes, en The Ins­tinct of Workmanship, había relegado los derechos naturalesingleses al museo de las reliquias históricas, una filosofía delindividualismo competidor que ya no era pertinente en unaépoca de capitalismo empresarial. Ahora examinaba de nuevola historia inglesa y, convirtiendo los defectos en virtudes, en­contró muchas cosas admirables y muchas otras censurables.

En Inglaterra, según Veblen, la tecnología de la máquina y laempresa comercial llegaron antes y maduraron más lentamen­te que en Alemania. A medida que el comercialismo y la cienciase desarrollaban a través de los siglos, se minó el orden antiguoy la filosofía social inglesa se vio imbuida del canon utilitario del

interés propio.

La lealtad del súbdito británico hacia el monarca reinante o hacia laCorona está condicionada a la utilidad de tal lealtad para sus propiosintereses materiales. Una lealtad que se pregunta '¿Para qué?' sealeja mucho del ideal feudal y del espíritu de abnegación entusias­ta, que ha sido siempre el fundamento de un Estado dinástico prós­pero."

Sin embargo, el surgimiento del escepticismo liberal a partirdel materialismo capitalista resultó una ventaja discutible.Mientras que la filosofía del interés propio transfirió la sobera­nía al individuo mismo, también transfirió el poder a los capi­tanes de la industria. Antes, en los siglos XVI y XVII, la clase ca­pitalista que ascendía en Inglaterra desempeñó bien su papelal adoptar las metodologías tecnológicas de las naciones conti­nentales más avanzadas e integrar las actividades agrícolas,industriales y financieras del país. Pero en el siglo XIX, los va­lores institucionalizados del capitalismo -propiedad, compe­tencia y sistema del beneficio- obstruían el desarrollo plenodel industrialismo en Inglaterra. En lugar de mantenerse a lacabeza de las últimas innovaciones tecnológicas, los capitalis-

5 Veblen, IG, p. 103.

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tas británicos siguieron la estrategia de la "depreciación por laobsolescencia", ya que permitieron que sus ferrocarriles, fábri­cas y puertos se deterioraran. Los beneficios de la empresa, nola eficiencia tecnológica, inspiraban al empresario inglés, queya no tenía un interés creado en el cambio y la innovación. Enla descripción que hace Veblen de la lógica de la moderniza­ción, el capitalista surgía menos como villano y más como víc­tima:

Todo esto no significa que los británicos hayan pecado contra los cá­nones de la tecnología. Es sólo que están pagando el castigo por haber­se lanzado a la delantera y haber mostrarlo así el camino. Al mismotiempo, no debe imaginarse que esta delantera no haya creado másque dolores y castigos. Las deficiencias de esta situación industrialbritánica se advierten sobre todo por contraste con lo que podríanestar haciendo los británicos si no fuese porque los frena el pesomuerto de sus realizaciones del pasado, y últimamente por el con­

traste con 10 que está haciendo el pueblo alemán con la tecnologíainglesa."

La combinación del idealismo filosófico de Alemania con sueficiencia tecnológica perturbaba sobremanera a Veblen. Estasíntesis inesperada parecía demostrar que quizá la ciencia nolibera a la sociedad del atraso cultural, del "peso muerto" de losvalores y los hábitos mentales del pasado, como había espera­do Veblen. Alemania aparecía como el principal "perturbador dela paz", precisamente porque su industria y su comercio se ha­bían desarrollado para fortalecer a una nación cuya perspecti­va cultural seguía siendo casi medieval mientras que su econo­mía era enteramente moderna. Estas observaciones llevaron aVeblen a concluir que un Estado constitucional como el de laGran Bretaña pelearía principalmente cuando fuese provocado,mientras que los Estados dinásticos como Alemania usan laguerra como medio de expansión de su poder y dominación. Pero

6 Veblen, m, p. 132.

Veblen seguía convencido de que la combinación de idealismoy eficiencia de Alemania era antinatural y por lo tanto ines­table. Aunque un poco desconcertado por el espectáculo delpoderío prusiano, Veblen seguía creyendo que el industrialis­mo destruiría finalmente todos los impedimentos culturales.Por consecuencia, expuso la siguiente alternativa posible paraAlemania: o bien su antiguo patrón dinástico podía transfor­marse gradualmente en un Estado constitucional, integradopor una economía capitalista e instituciones políticas liberales,o bien el pueblo alemán "todavía puede ser capaz de retirarsea esa fase más arcaica de civilización occidental de la que seha estado escapando últimamente", retirada que significaría"una reacción tan drástica de sus instituciones civiles y polí­ticas que contrarrestaría, luego neutralizaría y finalmentedisiparía los efectos generados por la habituación a los pro­cedimientos y medios de la industria moderna y las ciencias

exactas"."La segunda opción de la alternativa ha llevado a algunos aca­

démicos a creer que Veblen previó el surgimiento del fascismo,no sólo en Alemania sino también en Japón, otro país de rápidamodernización sobre cuyo futuro también especuló en 1915. Alfinal de este capítulo regresaremos a tales dones proféticos.Aquí es importante señalar que Veblen no presentó una "teoríadiabólica de la guerra" ni culpó a Alemania como la única respon­sable del estallido de hostilidades. En la estimación de Veblen,la guerra era el resultado de numerosos factores que afectabana todas las naciones occidentales beligerantes: los desarrollostecnológicos, que rompían las defensas geográficas; la luchapor las colonias, que despertaba los apetitos imperiales; el ritmoincrementado del transporte y la comunicación, que aumenta­ba el temor de la agresión; y, sobre todo, el espíritu volátil delpatriotismo, que hacía del éxito militar la prueba de la hom­bría nacional. El peso de la historia dinástica de Alemania ha-

7 Veblen, m, pp, 236-237.

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cía inevitable que este país quedara colocado en el "asiento dela perturbación, ya fuese en la ofensiva o en la defensiva", perootras naciones occidentales contribuían también a la situacióndiplomática, aunque Alemania padeciera "la distinción de to­mar la delantera y apretar el paso". Todas las naciones protes­taban sus intenciones pacíficas, observó oblicuamente Veblen,pero "no era necesario que se deseara de modo expreso la guerrapara producirla: bastaba con que se hiciesen preparativos sufi­cientemente completos para que la guerra resultara inevitable"."

Si ningún país deseaba la guerra y sin embargo cada uno delos líderes nacionales realizaba acciones que conducían inexo­rablemente a la guerra, ¿cuáles medidas podían adoptarsepara impedir los conflictos internacionales futuros? Si la pri­mera Guerra Mundial era inevitable, ¿resultaba imposible lapaz perpetua? Veblen se ocupó de este asunto en su siguientelibro.

PAZ SIN HONOR

Imperial Germany and the Industrial Reuolution dejó perple­jos a los pocos norteamericanos que se molestaron en leer ellibro. La descripción que hizo Veblen del capitalismo británicocomo un sistema derrochador e ineficiente ofendió a los anglófi­los estadunidenses; y su desprecio de la Kultur alemana comodisparates metafísicos pareció algo excesivo a los intelectualesnorteamericanos que alguna vez habían estudiado en las uni­versidades de Berlín y Heidelberg. El libro recibió una acogidatan ambigua que ni siquiera los funcionarios gubernamentalespodían decidir si Veblen debía ser alabado o encarcelado. Luegode la entrada de los Estados Unidos en la guerra, el experto enpropaganda del presidente Wilson, George Creel, trató de ex­plotar los argumentos antialemanes del libro; pero la Oficinade Correos, quizá intranquila ante el duro tratamiento dado

8 Veblen, te, pp. 258-259.

por Veblen a los británicos y su descripción de la imaginaciónempresarial prusiana como algo superior a la norteamericana,prohibió la entrega por correo del libro declarándolo proalemán.

Los años de la guerra constituyeron quizá el único periodo enque Veblen se tomó muy en serio la política y la diplomacia.Por primera vez, el cínico solitario se convirtió en ciudadanointeresado. En el otoño de 1917, Wilson autorizó la creación dela Investigación de los Términos de Paz por parte de los EstadosUnidos, un grupo de estudio que debería preparar las basespara una posible conferencia de paz. El grupo fue oficialmenteencabezado por el coronel Edward House, pero en realidad lodirigía el secretario, Walter Lippmann. Veblen sostuvo corres­pondencia con Lippmann acerca de la posibilidad de colaborarcon la investigación, indicando que el objetivo del comité coinci­día exactamente con los propósitos de un libro que acababa determinar: The Nature ofPeace. Lippmann respondió, impulsadoen parte por la sugerencia de un subordinado, pidiendo a Ve­blen que elaborara un memorando que se ocupara de "la pe­netración económica de intereses extranjeros en los paísessubdesarrollados", un estudio que tratara de "proteger a los pue­blos atrasados y semiatrasados de la injusta explotación" y de"reducir al mínimo las ventajas económicas y políticas de losconcesionarios contra los nacionales de otros grupos". Veblenrealizó la investigación solicitada y además emprendió variosotros estudios que ayudarían al esfuerzo bélico. Entre ellos seencontraba una tarifa de regulación de precios elaborada parala Administración de Alimentos; una propuesta ante el Depar­tamento de Agricultura para que el juicio federal contra los Tra­bajadores Industriales del Mundo (IWW) "se suspenda inmedia­tamente", de modo que pudiesen utilizarse en la cosecha degranos durante la escasez de mano de obra; una propuesta si­milar para que se liberara a los "sirvientes menores" de los que­haceres hogareños de los ricos Y" se los empleara en las indus­trias bélicas; un estudio de las políticas exteriores e internasde Japón; y hasta un memorando: "Wire Barrage", que sugería

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a los militares un método práctico en la lucha contra los sub­marinos.

Muchos de los informes de Veblen se perdieron en ellaberin­to de las agencias gubernamentales (y sólo se recuperaron mástarde, gracias a la investigación diligente de Joseph Dorfman).?Pero un estudio titulado "Sugerencias acerca del programa detrabajo de una investigación sobre los términos probables de lapaz" se recibió en la investigación "cuando estábamos prepa­rando el memorando de los catorce puntos", recordó tiempo des­pués Lippmann.'? Resulta difícil saber si Veblen ejerció algunainfluencia en las políticas de Wilson. Pero merecen gran aten­ción sus estudios sobre los términos de la paz y la reconstrucciónde la posguerra, así como el análisis contenido en su libro titu­lado An Inquiry into the Nature of Peace and the Terms of itsPerpetuation (1917). Porque ahora pensaba Veblen como un es­

tratega político y diplomático, no sólo como teórico social. Susestudios sobre la guerra y la paz proveen de una conexión entresu crítica cultural y su pensamiento político.

En el prefacio de The Nature of Peace [obra citada en unpárrafo anteriorl discutió Veblen el libro de Kant titulado Zumewigen Frieden, señalando que el filósofo alemán consideraba

la búsqueda de una paz duradera más como un deber humanointrínseco que como una empresa prometedora. Kant exhorta­ba al hombre a tratar de volver real la paz, pero seguía con­vencido de que, al final, la paz no se lograría como una realiza­ción deliberada de la sabiduría humana sino como "una obrade natura y del diseñador de las cosas: Natura daedala rerum".La cuestión de la paz ha cambiado considerablemente desde laépoca de Kant, señalaba Veblen. La respuesta no puede encon­

trarse en lo que debiera hacer el hombre ni en lo que hará lanaturaleza por sus propios conductos misteriosos. La respuestadebe buscarse "en términos de los factores conocidos del com-

9 Dorfman, n, pp. 116-140, 199-232.10 Dorfman, 1, p. 374.

portamiento humano que, de acuerdo con el análisis de la expe­riencia, controlen la conducta de las naciones en coyunturas deesta clase";'! Para Veblen, estos "factores conocidos" constituíantoda la subestructura psicológica de los valores y las mentali­dades que determinan la cultura política de un país. Y la pri­mera Guerra Mundial daba, irónicamente, la oportunidad deexaminar tales valores y hábitos mentales, y quizá aun la opor­tunidad de destruir sus fundamentos institucionales. En ciertosentido, el veblenismo añadía un corolario al wilsonismo: laprimera Guerra Mundial sería la guerra que terminaría contodas las guerras; una guerra que volvería al mundo seguropara la tecnocracia.

The Nature of Peace contenía varios argumentos provocati­vos. Ante todo, señalaba Veblen con deleite anarquista, la pazno puede establecerse mediante negociaciones entre los Esta­dos beligerantes. Tales maniobras y negociaciones sólo podíanconducir a un armisticio, "en efecto terminable a discreción y acorto plazo". A lo sumo, el Estado o el gobierno servían comoun instrumento para el establecimiento de la paz, no para superpetuación. Y el Estado no significaba para Veblen tanto el"brazo ejecutivo" de la clase capitalista -según creía Marx-,

sino un descendiente lineal modificado de los establecimientosfeudales (Veblen señaló las excepciones de los gobiernos deSuiza y de los países escandinavos, así como la antigua repú­blica de Islandia y su ciudadanía insubordinada). Aceptó quehabía algunas diferencias importantes entre los Estados di­násticos y los Estados democráticos, pero a pesar de las varia­ciones, ambos tipos poseían ciertos atributos de la "soberanía".Ya fuese en Alemania o en Inglaterra, el ciudadano era en cier­ta medida un "súbdito" del Estado, a cuyas autoridades here­dadas o constituidas debía obediencia. Como lo indicaba lapreocupación reciente por la traición y sedición, los gobiernosmodernos poseían muchos de los mismos derechos discreciona-

11 Veblen, NOP, pp. vii-viii.

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les, coercitivos, que pertenecían al jefe feudal, y no poseían talpoder necesariamente porque fuesen opresivos sino porqueeran venerados. El patriotismo era el pegamento psicológicoque unía al ciudadano con el Estado.

Veblen había considerado el patriotismo, desde largo tiempoatrás, con el mismo desdén que sentía por el capitalismo: lamaldición animista que plagaba la mente colectiva del hombremoderno. En The Nature ofPeace dedicó un extenso capítulo altema, un discurso revelador que indica Veblen veía el patriotis­mo como algo más que la ideología de la clase capitalista. Comofenómeno generador de "un sentimiento de solidaridad parti­dista en lo tocante al prestigio", el patriotismo no era simple­mente una conciencia falsa manufacturada, sino una propen­sión que había derivado de hábitos primitivos anteriores:

El espíritu patriótico es un espíritu de emulación, evidentemente, almismo tiempo que es la emulación impulsada por un sentido de so­lidaridad. Pertenece al grupo general del deportismo más que alespíritu de trabajo. Ahora bien: toda aventura deportiva se apoya enel éxito envidioso, que precisa tener como su propósito principal laderrota y humillación de algún competidor, independientemente detodo lo demás que incluyan sus objetivos. Su objetivo es una ganan­cia diferencial frente a un rival; y el espíritu emulador llamado pa­triotismo busca esta ventaja diferencial comúnmente, si no es quesiempre, mediante el daño al rival y no mediante un incremento delbienestar nacional. 12

Aunque el patriotismo puede considerarse como un sistematribual en gran escala, Veblen tuvo cuidado de señalar que noes universal. Ciertas comunidades, como los esquimales y loshabitantes de la antigua república de Islandia, no conocían ta­les sentimientos; y aun los chinos, que habían sobrevivido ycivilizado a sus conquistadores bárbaros, parecían ser "inco­rregiblemente pacíficos" y carecer de una "solidaridad del va-

12 Veblen, NOP, pp. 31, 33.

lar sagaz" hasta el punto de que ahora entraban a la políticainternacional "no como una potencia sino como un motivo dedisputa". Así pues, los impulsos del patriotismo derivaban de unsesgo adquirido, no de un rasgo básico de la naturaleza huma­na; eran una cuestión de hábito, no de herencia.

La lealtad patriótica despertada por el Estado era en muchossentidos la expresión política de la deferencia cultural disfruta­da por los capitanes de industria. El espíritu patriótico, como lapropensión a la emulación, tenía también sus orígenes en losvagos inicios de la humanidad, cuando la caza y la lucha en soli­daridad con el clan propio constituían un requisito para la su­pervivencia y el bienestar material del individuo. Aun despuésde que este requisito ya no era necesario, a causa del adveni­miento de la tecnología, los hábitos de la solidaridad tribual per­sisten en la forma del nacionalismo moderno, en que los ciuda­danos se enorgullecen por la magnitud física de sus países, eltamaño de sus monumentos y edificios, su riqueza total, sus re­cursos naturales y valor astuto de sus militares. Veblen estabaconvencido de que los ciudadanos comunes, las "poblacionessubyacentes", no tenían ningún interés en el patriotismo. Luegode que los derechos de propiedad empezaron a surtir efectos, demodo que la propiedad y el beneficio gobiernan ahora las rela­ciones de los hombres, las preocupaciones materiales colectivasde la vida cesan de referirse a la solidaridad del grupo. Al des­arrollarse el estado de las artes industriales, los derechos depropiedad desplazaron la comunidad de usufructo, y surgierondistinciones envidiosas entre las personas. "Los intereses mate­riales de la población [... ] se dividieron entre el grupo de quie­nes son propietarios y los que mandan, por una parte, y el grupode quienes trabajan y obedecen, por la otra parte." Gracias aesta división del trabajo, de los privilegios y las prescripciones,el esfuerzo conjunto se volvió benéfico sólo para una clase, y seaprovechó el patriotismo para forjar una solidaridad de emo­ciones que compensara la pérdida de una comunidad de intere­ses. Por 10tanto, el hombre común aceptó la moderna protección

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arancelaria y la subvención comercial, por ejemplo, porquesupuestamente prometían un incremento del poder y prestigionacionales; y así formaban parte de su "ingreso psíquico", mien­tras que en realidad tales conspiraciones contra el libre comer­cio perjudicaban los intereses de la generalidad. Los interesesde las clases privilegiadas en el bienestar común, observó Ve­blen, "son de la misma clase que el interés de un parásito por elbienestar de su huésped".13

En su hábil disección del patriotismo, Veblen hizo una apor­tación al pensamiento social moderno que ha recibido escasoreconocimiento. Los pluralistas liberales clásicos (como Madison),y hasta cierto punto aun los teóricos del conflicto (como Marx),suponían que las clases de un estrato social sabían -o inevita­blemente llegarían a saber, nos dice Marx- cuáles eran suspropios intereses de clase, de modo que los ideales morales ylas motivaciones éticas carecían de importancia para el estudiode la historia. En cambio, es posible que Veblen haya sido.jun­to con Georges Sorel, uno de los primeros pensadores socialesmodernos que insistieron en que la clase trabajadora es psico­lógicamente incapaz de moverse sólo por intereses materiales.Por lo tanto, los lemas diplomáticos tales como la "Puerta abier­ta", la "Libertad de los mares", o "Un lugar en el Sol" puedenengendrar emociones masivas, no porque el hombre común en­tienda claramente las realidades de la política exterior, sinoporque puede agitarse su sentido de equidad y juego limpio, pordesorientado que se encuentre. En consecuencia el patriotismo,mucho más que el conflicto radical de las clases o aun la políti­ca de intereses liberales, recibía el mayor apoyo porque teníala sanción de la necesidad moral.

Por sí misma, una promesa de ganancia para los activos materialeso inmateriales de la nación no resultará plenamente convincentepara el ciudadano moderno común, ni siquiera para los ciudadanosmodernos mejor dotados de un espíritu nacional. En general, y des-

la Veblen, NOP, p. 57,pássim.

contando ese contingente apreciable de ciudadanos moralmentedefectuosos que se encuentra en toda población híbrida, veremosque ninguna empresa o política que se contemple será plenamenteaceptada por el sentido popular del mérito y la conveniencia mien­tras no se le dé un cariz moral, de modo que se ajuste a los dictadosde la conducta correcta y honesta [... l Para dar el mayor efecto prác­tico al fervor patriótico que mueve a toda nación moderna, y poderusarlo así en la forma más eficaz, es necesario demostrar que estánimplicadas las exigencias de la equidad. Cualquier examen superfi­cial de los sucesos históricos modernos relacionados con este punto,entre los pueblos civilizados, revelará que no puede lograrse ningúnmovimiento concertado y sostenido del espíritu nacional sin contarcon el apoyo de las convicciones morales de la comunidad. Debe per­suadirse al hombre común de que el derecho está de su parte: "Tresveces armado está quien sabe que su causa es justa".t4

Veblen había cortado el patrón a su medida. Ante las ilu­siones del hombre común por una parte y las decepciones delas clases capitalistas por la otra, ¿cómo podría obtenerse lapaz? Como Max Weber, Veblen criticaba los esfuerzos de lospacifistas por imponer una paz basada en la "buena volun­tad". También criticaba el plan "anticuado" de las alianzas de­fensivas del siglo XIX, la escuela del equilibrio de poder bis­marckiana, que se derrumbó como un castillo de naipes enagosto de 1914. Por lo tanto, según Veblen, sólo dos opcionesquedaban para los Aliados: el rendimiento incondicional ysometimiento a la hegemonía dinástica de Alemania y Japón,*o la eliminación de los Estados belicistas, junto con todos losrecursos adecuados para la formación de subsecuentes coali­

ciones formidables.Llamando al sometimiento "paz sin honor", Veblen aconsejó

la creación de un organismo internacional que erradicara todo

14 Veblen, NOP, p. 36.* Por supuesto, Japón se encontraba entonces del lado de los Aliados, pero

Veblen lo consideraba tan amenazador para la paz como Alemania. Véansemás adelante, en el apartado "Teoría social y realidades mundanas", de estecapítulo, las observaciones de Veblen sobre Japón.

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vestigio del militarismo e imperialismo alemanes, que conce­diera a su gobierno sólo una posición administrativa mientraspudiese establecerse un régimen democrático, y que confiscaralas tierras de los Junkers y utilizara las recaudaciones en la in­demnización de los civiles de los países invadidos. Veblen llamó"Liga de neutrales" al organismo que habría de encargarsede esta segunda opción, o sea un conjunto de países capaces de"neutralizar todas las pretensiones nacionales subsistentes".Los miembros principales serían los países del Atlántico Norte,incluidos no sólo los Estados Unidos y los dominios de habla in­glesa y Francia, sino también Escandinavia y los Países Bajos.Veblen consideraba tales naciones menos belicosas y suficiente­mente maduras para haber "abolido la ambición y el dominiodinásticos". Otros países de Europa oriental, una vez liberadosdel gobierno dinástico, se incorporarían a la liga, y asimismo,con el tiempo, las colonias en ultramar menos desarrolladas.Variarían los grados de la influencia, pero las relaciones entrelos tres grupos ya no serían imperiales y explotadoras. La ligaseguiría un patrón parecido al de la evolución del sistema fe­deral norteamericano, en que los Estados, territorios y posesio­nes ejercían grados variables de soberanía y autonomía. En laparte del mundo gobernada por la liga no habría discriminacio­nes ni privilegios económicos, todos los pueblos tendrían igualacceso a los recursos naturales; el comercio internacional seríalibre, la diplomacia "abierta y pública", y un sistema de seguri­dad colectiva serviría como una "Liga para la vigilancia de lapaz".15

Veblen compartía la convicción de Wilson de que la entradade los Estados Unidos a la Liga de Naciones era imperativa,pero dudaba mucho que las empresas norteamericanas apoya-

15 Veblen, NOP, pp. 178-298; "Outline of a Policy for the Control ofthe 'Eco­nomic Penetration' of Backward Countries and of Foreign Investments", en[<;CO, pp. 361-382. Véase un útil estudio de las actitudes de Veblen hacia la guerray la paz en Sondra Herman, Eleven against War: Studies in American Inter­notionaliet Thought, 1898-1921 (Stanford, 1969), pp. 150-178.

ran cualquier aventura que pudiera frenar el nacionalismo yla libertad económica en aras del bien común. El último capí­tulo del libro se titula "La paz y el sistema de precios". Vebleniba mucho más allá del internacionalismo wilsoniano y pedíamucho más que la derrota de Alemania y la creación de un go­bierno mundial. Su "paz sin honor" se refería a la política delsometimiento sin resistencia a la dominación imperial, peroimplicaba que la política de autodeterminación nacional deWilson no era menos derrotista porque dejaba intacto el poderde las clases capitalistas. Veblen nunca perdió de vista el he­cho de que la guerra alienta las fuerzas del nacionalismo y lareacción, pero creía también que la primera Guerra Mundialofrecía una gran oportunidad. En la medida en que se prolon­gara el conflicto, observaba Veblen, era posible que el públicoadvirtiera el derroche y la avaricia de las empresas, así comola estupidez de las clases gobernantes, cuyos "galantes funcio­narios" habían permitido una tasa de mortalidad tan alta enlos campos de batalla, que se ponía en duda su capacidad de su­pervivencia. La guerra podía desatar el lazo psicológico que unea la clase baja con el orden antiguo. El "hombre común -es­cribió Veblen en un momento de optimismo- , que sólo obtie­ne privación y ansiedad del sabotaje discrecional del propieta­rio, puede perder su percepción de que los intereses creadosde la propiedad son la columna vertebral de su vida, su libertady búsqueda de felicidad't.!" Veblen no fue jamás un hombremuy esperanzado, pero por un breve momento de 1919 creyóque la guerra podría romper el embrujo de la hegemonía capi­talista. Lo que alentó su creencia de que la primera GuerraMundial podría ser la semilla de la liberación fue el sucesohistórico más volcánico de principios del siglo xx: la Revolución

rusa.

16 Veblen, NOP, pp. 254-255.

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UN CONSEJO DE TÉCNICOS

El interés de Veblen por la Revolución bolchevique se despertóen 1917, alcanzó su clímax en 1919 y se desvaneció después de1921. Cuando Lenin tomó dramáticamente el poder, Veblen leíapuntualmente los diarios para enterarse de los éxitos del par­tido bolchevique y el Ejército Rojo, siguiendo ansiosamente elcurso de la guerra civil. También conversó con el representan­te de Lenin en los Estados Unidos y empezó a estudiar ruso.En febrero de 1919 escribió en Dial un extenso ensayo titulado"El bolchevismo es una amenaza... ¿para quién?"

Interrogante justificado, sin duda; pero el ensayo de Veblendebe catalogarse como un ejercicio de autoengaño. Partiendode sus convicciones anarcosindicalistas, Veblen insistía en quelos bolcheviques trataban de trasladar la democracia política yel gobierno de la mayoría al terreno económico aplicando am­bos principios en el dominio de la industria. Los cadetes libe­rales y los mencheviques de Kerensky sólo estaban dispuestos adestruir los derechos privilegiados, mientras que los bolche­viques estaban dispuestos a impulsar la Revolución hacia la iz­quierda y desafiar los derechos de la propiedad misma. La ideadel bolchevismo se difunde mediante la comunicación, y lasfuerzas conservadoras de Occidente se opondrían sin duda aeste "contagio". Pero las medidas tomadas por los estadistasviejos, como la del bloqueo, no podían menos que enervar losvestigios del antiguo orden de Rusia. Tras un breve periodo dedesorganización, los bolcheviques habían restablecido los sis­temas de transporte y provisión de alimentos. Mientras tanto,los trabajadores se estaban pasando al bando de los bolchevi­ques, cuyo "esquema de ideas entiende fácilmente el hombrecomún porque no lo obliga a aprender muchas cosas nuevas,sino que ante todo lo impulsa a olvidar muchas cosas viejas".El adiestramiento proporcionado por "las industrias mecáni­cas y fortalecido por la experiencia de la vida diaria en una co-

munidad organizada mecánicamente no presta apoyo a los de­rechos preceptivos, ni a la propiedad, las canonjías de clases oel ingreso no ganado". En suma, el bolchevismo desempeñabala función del "proceso de la máquina", emancipando al hombrede los "antiguos prejuicios, las convicciones habituales anti­guas". En este sentido, el bolchevismo es una "amenaza paralos intereses creados y para nada ni nadie más". El verdaderobolchevique, concluía Veblen, "es el hombre común que se haformulado esta interrogante: '¿Qué puedo perder?' y ha obtenidola respuesta: 'Nada"'.l7

En un ensayo subsecuente sobre el bolchevismo, publicadoen 1921, Veblen mostró el mismo entusiasmo por la revoluciónviolenta. Calificando de "caballos muertos" a los socialistas de­mócratas, describió al soviet ruso como "algo muy semejante ala reunión del pueblo que conocemos en la historia de Nueva In­glaterra". La mística de un "soviet" ocupó los pensamientos deVeblen en estos años críticos, y en The Engineers and the PriceSystem, también publicado en 1921, propuso Veblen un "Sovietde técnicos" como el único recurso al gobierno de los propieta­rios absentistas. Perdida la fe en un levantamiento masivo delhombre común, Veblen se volvía desesperadamente hacia losingenieros como el único grupo indispensable para el gobiernode la sociedad industrial moderna, esperando que se unieran alos mecánicos y otros trabajadores, negaran colectivamente sushabilidades a las empresas y se prepararan para dirigir sus ope­raciones. Resulta dudoso que Veblen creyera realmente en talposibilidad. Cuando escribía sobre "Los técnicos y la revolu­ción", en 1921, observó que "no hay en la situación nada que agi­te razonablemente las sensibilidades de los Guardianes o deese cuerpo masivo de ciudadanos ricos que constituyen las fi­las de los propietarios absentistas ... todavía no". Ese "todavíano" sólo indica que Veblen seguía siendo un irónico de la retóricay nunca se convirtió realmente en un teórico de la Revolución.

17 Veblen, ECO, pp. 399-414.

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''Veblen no podría señalar los puntos débiles [de la estructurasocial y económica] con una precisión más seca y magistral sifuese un ingeniero consultor de Su Satánica Majestad que lainventó", escribió Max Eastman, el editor leninista del Libera­tor. «El 'soviet de técnicos' de Veblen debe considerarse comoun soviet de abstracciones, interesante como una experienciaintelectual, pero inaplicable al problema de la definición y or­ganización de una fuerza dinámica suficiente para alterar elcurso esencial de la historia."!"

En realidad, el curso de la historia empezaba a virar haciala derecha después de 1920, y nadie sabía esto mejor que Ve­bien. La alarma roja de 1919 era ya un aviso cuyo significadono pasó inadvertido para Veblen, quien escribió sobre el tema eneditoriales anónimos de Dial y posteriormente resumió toda laimportancia de la reacción de la posguerra en un ensayo vi­sionario publicado en The Freeman con el título de "DementiaPraecox", Este documento refleja todas las esperanzas anti­guas y los temores nuevos de la izquierda revolucionaria de losEstados Unidos: el fracaso de la gran huelga siderúrgica, larepresión de los uiobblies, la suspensión de las libertades ci­viles y el resurgimiento del [Ku Klux] Klan, la Legión Ame­ricana y el "servicio secreto" que realizaba "fielmente la tareade hacer surgir dos sospechas donde antes sólo había una".Si los Estados Unidos no hubiesen intervenido en Europa-especulaba Veblen con fría melancolía- , el orden antiguohabría sido liquidado por el mero agotamiento de los recursosy una crisis fiscal inevitable. Pero la interferencia norteame­ricana terminó la guerra antes de que tales desarrollos pu­dieran desenvolverse plenamente, y por consecuencia los inte­reses creados siguen en el poder mientras que el hombre comúnpadece ahora desempleo, privación, desorden, y una paz incon­clusa que sólo puede conducir a futuras hostilidades. En suinterior, los Estados Unidos se han convertido en "una especie

18 Eastman, citado en Dorfman, I, p. 460.

de clínica siquiátrica" ya que "cierta credulidad temerosa yfebril" lleva a los ciudadanos a "recurrir a atrocidades espanto­sas en defensa de males imaginarios", mientras que los capita­listas hacen negocios como de costumbre y el gobierno concedearanceles protectores y garantías internacionales a las compa­ñías petroleras. "El frenesí patriótico irreflexivo se ha converti­do en una virtud cívica", se lamentaba Veblen, quien ya no teníahumor para satirizar a una nación deteriorada por la "creduli­dad persecutoria".'?

En los años veinte, Veblen estaba cansado y profundamentedesilusionado. Sus esperanzas de revolución, siempre mancha­das de duda, resultaban demasiado dolorosas de recordar. Suúltimo libro, Absentee Oumership, puede leerse como una pre­monición del cambio de la estructura y la cultura de la econo­mía norteamericana en los "prósperos" pero inestables añosveinte: el ascenso de la publicidad, la compra a crédito, la especu­lación financiera, y sociedades anónimas gigantescas. En susúltimos años, Veblen perdió todo interés por la política. Exceptopor un ensayo sobre teoría económica, sus dos últimos esfuer­zos intelectuales se ocuparon de la traducción del poema épicoislandés, The Laxdaela Saga, y la redacción de un artículo sobreeugenesia. La mente de Veblen seguía tan aguda como siem­pre, pero ya no existían la inteligencia y el ingenio apasionadosque marcaron sus obras anteriores. En las angustias de la gue­rra y la revolución, había buscado con ansia las señales de laaparición de un nuevo orden, y llegó a creer que los bolchevi­ques podrían mostrar el camino. Pero era la esperanza de unescéptico caído, una creencia desesperada en la aparición de loimposible. Por lo tanto, "cuando esto no ocurrió", recordabaHorace Kallen, un colega de la Nueva Escuela, Veblen "mostróseñales de cierto relajamiento de la voluntad y el interés, unaespecie de viraje hacia la muerte ... "20

19 Veblen, ECO, pp. 423-436.20 Kallen, citado en Heilbroner, p. 210.

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TEORíA SOCIAL Y REALIDADES MUNDANAS

Las obras que escribió Veblen durante la guerra se considerande ordinario como una respuesta a los hechos que perturbaron elmundo en la década 1911-1920 y a principios de la siguiente,un conjunto de trabajos que es algo más que una Piece d'occasionpero algo menos que una chef d'ouure. Mientras que sus librosanteriores, La clase ociosa, Business Enterprise e Instinct ofWorkmanship, son una especie de clásicos en el sentido de quehay una cualidad intemporal en los procedimientos originalesutilizados por Veblen para explorar problemas perennes de lateoría social, sus escritos sobre acontecimientos mundanos pa­recen a primera vista limitados a un contexto histórico parti­cular. Hay cierta validez en esta evaluación de la naturalezatemporal de sus estudios de la guerra, la paz y la revolución.Nadie leería ahora a Veblen para obtener una explicación co­rrecta del resultado de la Revolución bolchevique. Sin embar­go, muchos de sus escritos de este periodo pueden leerse toda­vía por sus intuiciones perdurables. Es probable que el mayorelogio de este conjunto de trabajos haya provenido de AlbertEinstein, quien escribió a un amigo:

Thorstein Veblen, economista norteamericano -en mi opinión unode los más notables escritores políticos, no sólo de los Estados Unidossino de todo el mundo-, presentó también un análisis excelente y

exhaustivo de estas características de las clases gobernantes [alema­nas y japonesas]. Encontrará usted este análisis particularmenteen los libros de Veblen titulados The Nature of Peace e ImperialGermany and the Industrial Revolution. Me parece muy lamenta­ble que este gran hombre no sea suficientemente apreciado en supropio país. 21

21 Einstein a Ely Culbertson, 8 de agosto de 1942, en Otto Nathan y HeinzNorden (comps.I, Einstein on Peace (Nueva York, 1960), pp. 321-322.

El lamento de Einstein, escrito en 1942, resulta un poco pre­maturo, pues Veblen sería redescubierto por las generacionesfuturas como lo había sido por diversas generaciones de inte­

lectuales en el pasado.La contribución más importante de los escritos de Veblen de

tiempos de guerra, la teoría que han redescubierto intelectualesde diversas disciplinas después de la segunda Guerra Mundial,es su descripción del proceso de modernización. Su análisis deAlemania e Inglaterra ofrece un estudio precursor en el terrenode lo que se llamaría luego "historia comparada", y además unanovedosa teoría tecnológica de la historia y el cambio social.Su teoría de los "méritos de la adopción" y del "castigo por to­mar la delantera" ha sido aplicada con eficacia por intelectua­les interesados en explicar por qué Inglaterra, donde se inició laRevolución Industrial, se ha quedado atrás en el siglo xx, mien­tras que los Estados Unidos, Alemania, Japón y Rusia se hanconvertido en potencias industriales preeminentes porque su"despegue" se inició con un alto nivel tecnológico posterior y porende más alto.

En particular en Alemania, algunos académicos como RalfDahrendorf han empleado el análisis de Veblen para explicarel avance "increíble" de Alemania hacia la madurez industrial,en manos del Estado prusiano, a fines del siglo XIX; además hanrecurrido a Veblen para subrayar el proceso de modernizaciónpeligrosamente incompleta que ocurrió. Dahrendorf cambiala metáfora química de Veblen, el "compuesto inestable", por unametáfora geológica al describir a Alemania como una "sociedadcon una falla", así como Barrington Moore utiliza una metáfo­ra arquitectónica cuando describe la Alemania de fines del si­glo XIX como un "palacio victoriano" con "electricidad"; unanación integrada por un sistema económico altamente raciona­lizado y un estrato social atávico de minorías tradicionales ape­gadas a una concepción patriarcal de la autoridad. Los es­tudiosos de la historia alemana pueden criticar a Veblen porsubestimar los beneficios reales obtenidos por la clase trabaja-

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dora alemana bajo el régimen imperial, pero reconocen susprecursores esfuerzos por explicar la historia de Alemania entérminos de fuerzas objetivas y no de las variables de la perso­nalidad, el carácter nacional, o la Realpolitik. En efecto, Veblenfue el primer intelectual, tanto de Europa como de los EstadosUnidos, que minimizó el papel de atto van Bismarck y enfocóla historia alemana moderna desde un punto de vista que ahorallamaríamos "estructuralista", enfoque que no hace hincapiéen las acciones dramáticas de los estadistas sino en los inexo­rables procesos de la industrialízación.é'

Historiadores y economistas también han recurrido a Veblenpara explicar los beneficios del atraso que reciben los países endesarrollo que se industrializan; mientras tanto, los sociólogoscitan el análisis de Veblen como un estudio precursor de las di­ferencias entre las sociedades tradicionales y las modernas porefecto de los determinantes tecnológicos."

La tesis de Veblen no sólo se ha colado al lenguaje común delpensamiento económico contemporáneo, sino que ha sido utili­zada también por un antropólogo para desarrollar la "Ley dela potencialidad evolutiva": "Cuanto más especializada y adap­tada esté una forma que se encuentre en una etapa evolutivadeterminada, menor será su potencialidad para pasar a la eta­pa siguiente".24 La dialéctica de Veblen entre el desarrollo tec­nológico y la declinación histórica, entre la especialización y laobsolescencia final, es una especie de alegoría moral que tambiénha sido ponderada por Arnold Toynbee. Al describir las cultu­ras "huéspedes" y sus "parásitos", Toynbee cita al biólogo J. B.

22 Véanse los ensayos de ABen Gruchy, Myron Watkins, Carter Goodrich yDouglas Dowd, en Douglas F. Dowd (comp.), Thorstein Veblen: A Critical Reap­praisal (ltaca, Nueva York, 1958); sobre Alemania, véase Ralf Dahrendorf,Society and Democracy in Germany (Garden City, Nueva York, 1967). En cuan­to a la información sobre la influencia de Veblen en la intelectualidad alemanacontemporánea, estoy en deuda con el profesor Kenneth Barkin, quien ha exa­minado este tema en "Germany's Path to Industrial Maturity", Revue de l'Uni­oereité Laurentienne 5 (1973), pp. 11-33.

23 Véase, por ejemplo, Reinhard Bendix, Nation-Building and Citizenship:Studies ofOur Changing Social Order (Nueva York, 1964), pp. 6-8, 168, 200, 210.

24 El antropólogo E. R. Service aparece citado en Dorfman, n, p. 123.

S. Haldane: "Un paso en la evolución de cualquier grupo animalse ve seguido por un avance evolutivo de los parásitos't"

En última instancia, el valor del análisis de Veblen va mu­cho más allá del estudio de la formación y transformación de lassociedades tradicionales y las sociedades modernas. No sólocomo los de un teórico de la modernización debemos juzgar losescritos de Veblen de tiempos de guerra; también los podemosleer como los de un moralista. Hoy en día, cuando todas las na­ciones parecen decididas a "ponerse al corriente", a "emular" atodas las naciones más avanzadas, como diría Veblen, y ahoraque estas naciones más desarrolladas continúan explotandosus limitados recursos por temor a quedarse atrás, el análisisque hace Veblen de la evolución histórica puede servir comouna moraleja de cautela para el egoísmo humano y el orgullonacional. Porque Veblen es, con la posible excepción de MarkTwain y Henry Adams, el ironista más grande del progreso es­tadunidense, y su mensaje es tan perverso como profundo: loslíderes serán finalmente los perdedores y al final el futuro nopertenecerá a los innovadores sino a los depredadores.

La reaparición del comportamiento depredador en la socie­dad moderna plantea otro tema implícito en los escritos de Ve­bien sobre la guerra: la profecía del fascismo. Algunos científicossociales, como Max Lerner, Douglass Dowd y David Riesman,creen que podemos encontrar en las obras de Veblen ciertas pre­moniciones del ascenso de Hitler y el tercer Reich, o por lo me­nos algunos aspectos de este fenómeno grotesco.

Quienquiera que lea ahora Imperial Germany -c-escr'ibió Lernerpoco después de la segunda Guerra Mundial-e- se asombrará de laclaridad con que previó Veblen la mezcla de racismo, eficiencia in­dustrial, casta militar y aventura imperial que integró el nazismo,y de la semejanza del Estado dinástico alemán descrito por Veblencon el Estado totalitario."

25 Arnold J. Toynbee, A Study ofHistory, IV (Londres, 1934), p. 430.26 Max Lerner, "Introduction", The Portable Veblen (Nueva York, 1948), p. 13.

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Riesman está menos seguro de que Veblen haya previsto elterror y el fanatismo de la Alemania de Hitler, si bien previósu uso de la psicología masiva y la propaganda; por su parte,Dowd no especifica exactamente qué había pronosticado Veblen,y tan sólo cita su descripción de una "reacción drástica de lasinstituciones civiles y políticas"."? Está claro que el argumentomás fuerte en favor de la profecía vebleniana del fascismo apa­reció en el Political 8cience Quarterly en 1940, escrito por elentonces secretario de Agricultura Henry Wallace. Reseñandola nueva edición de Imperial Germany, publicada en diciembrede 1939, tras de que Hitler había invadido Polonia, Wallace ala­bó el estudio de Veblen como "el análisis más agudo de la Ale­mania moderna que jamás se haya escrito", Wallace señalócuán difícil resulta para los norteamericanos una percepcióncorrecta de Alemania, la nación que ha dado a los Estados Uni­dos tantos inmigrantes decentes y responsables, la Alemaniade Goethe, Kant, Beethoven y Heine. "Pero -añadió Wallace­si Veblen viviera ahora, es casi seguro que vería a Hitler sim­plemente como la expresión y extensión actuales del espírituimperial prusiano de la preguerra."28

Era natural que se reevaluara a Veblen positivamente con elestallido de la segunda Guerra Mundial; en efecto, uno de susdiscípulos, Walton H. Hamilton, informó a los lectores de la NewRepublic que Veblen había previsto el pacto de Muních.w Enretrospectiva, parece que Veblen hubiese descrito muchos delos factores que conducirían a otra guerra: la debilidad de unaliga que impuso un acuerdo de paz que dejaba intacto el ordensocial alemán; el peligro de una Alemania que padecía una hu­millación nacional y alimentaba afrentas patrióticas; el com­promiso pretensioso de Occidente de preservar la democracia

27 Riesman, pp. 137-138; Dowd, pp. 100-103.28 Henry Wallace, "Veblen's 'Imperial Germany and the Industrial Revolu­

tíon'", Political Science Quarterly 55 (1940), pp. 435-445.29 Walton H. Hamilton, "Veblen on the Munich Pact", New Republic 100

(1939), pp. 107-108.

y, por ende, la decadencia de la diplomacia británica en losaños treinta.

Lo que vuelve más notable aún el caso de Veblen no son sólosus expectativas sombrías para Alemania sino también sus se­veras advertencias acerca del curso futuro de la historia japo­nesa. Cuando escribió "The Opportunity of Japan" en 1915, nohabía ningún Eje; Japón estaba luchando en el lado de los Alia­dos en contra de Alemania. Sin embargo, Veblen mostró queJapón no era diferente de Alemania en cuanto a su patrón dedesarrollo histórico. "En esta combinación singular de un espí­ritu bien forjado de lealtad feudal y honor caballeresco con laeficiencia material otorgada por la tecnología moderna residela fuerza de la nación japonesa." Adoptando los métodos indus­triales occidentales mientras conservaba las instituciones y

costumbres arcaicas de la época preMeiji, Japón permanecióen un periodo "de transición", un país que se vería cada vezmás atormentado por los valores comerciales e industriales delmundo nuevo y los valores militaristas y nacionalistas del "Es­píritu del viejo Japón". La ética caballeresca y honorífica po­dría conciliarse con la cultura tecnológica sólo durante un tiem­po limitado, antes de que se pusiera en claro que "la nueva eraindustrial lleva consigo los defectos de sus propias cualida­des"; el "deterioro espiritual" de las instituciones antiguas y lacreación de nuevas salidas que desviarán las energías del pue­blo. Así pues, si se quiere que Japón evite el error de Inglate­rra, que conecte su nuevo poder tecnológico con sus antiguasambiciones imperiales, deberá avanzar antes de que el influjopleno de la modernización lo transforme, de una máquina in­dustrial bien plantada en una sociedad burguesa complacientey decrépita.

Para que esta eficiencia nueva sirva al engrandecimiento dinásti­co de Japón, deberá utilizarse antes de que la tasa del deterioro ins­titucional, que se acelera acumulativamente, supere y neutralicela tasa de crecimiento de la eficiencia material, que declina acumu-

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lativamente; esto significa, en términos humanos, que Japón debeatacar, si ataca, dentro del término de vida efectiva de la genera­ción que ahora empieza a madurar. Porque aunque el pueblo japo­nés se ha mostrado flexible, no hay razón para dudar que la comer­cialización de Japón se complete aceptablemente dentro de eseperiodo. Por lo tanto, también se contiene en las premisas que, paraforjar una maniobra afortunada (desde el punto de vista imperial),el gobierno imperial deberá arrojar toda la fuerza de que dispone,sin reservas, en un ataque definitivo; porque la naturaleza de lascosas indica que no habrá una segunda oportunidad de esta clase."

Este tipo de pronunciamientos han llevado a algunos admi­radores de Veblen a alabar sus "cualidades proféticas". Debe­mos resistir la tentación de afirmar que Veblen haya previstoMunich y Pearl Harbor. Si la necesidad de Japón de lanzar un"ataque definitivo" inevitable puede ayudar a explicar su inva­sión de Manchuria en los años treinta, de ningún modo expli­cará el desarrollo de Japón en la posguerra. Aquí un emperadorreinante y una cultura patriarcal y paternalista permanecie­ron casi intactos mientras que se fortalecía un parlamento de­mocrático y florecía una economía capitalista desmilitarizada,todo lo cual contradice la tesis de Veblen en el sentido de quela modernidad y el tradicionalismo forman un "compuesto ines­table". Hay algunos problemas similares en el análisis que haceVeblen de Alemania. Irónicamente, fue el propio régimen naziel que destruyó finalmente la hegemonía de la vieja aristocra­cia y de la clase Junker. La notable "revolución social" de Hitlerllevó al poder a nuevos grupos minoritarios que tenían escasaconexión, o no la tenían, con el Estado dinástico de la Alemaniahistórica.s- Y la política exterior de Hitler no representó unacontinuación de la Realpolitik de Bismarck ni del imperialismode Guillermo, cuyos objetivos eran contiguos y limitados, sino queexpresó una Weltanschauung dinámica que hacía de la guerra

30 Veblen, ECO, pp. 248-266.31 David Schoenbaum, Hitler'« Social Revolution: Class and Status in Nazi

Germany, 1933-1939 (Nueva York, 1966).

un fin en sí mismo. Incluso es cuestionable que las grandes em­presas de Alemania hayan prestado un apoyo sustancial altercer Reich.32

El hecho de que la Alemania de Hitler se haya caracterizadomás por el cambio que por la continuidad no es lo que arroja enúltima instancia algunas dudas sobre los pronósticos de Ve­blen. Si los académicos sostienen que los escritos de tiemposde guerra de Veblen "previeron" el fascismo, ¿por qué no co­mentó el surgimiento del fascismo en Italia, Hungría, Poloniay otras partes de Europa en los años veinte? Muchos de los con­temporáneos de Veblen lo hicieron (por ejemplo, Charles Beard,Lincoln Steffens, Walter Lippmann, Herber Croly, OswaldVillard, Horace Kallen), algunos como simpatizantes (GeorgeSantayana y Ezra Pound), otros como críticos agudos (MarxEastman y Albert J. Nock, quienes dieron a conocer los ensa­yos de Veblen en sus respectivas publicaciones, The Liberator yThe Freemani.v' En virtud del silencio total de Veblen sobreeste punto, el historiador tiene que reconstruir sus pronósticosimplícitos a partir de conjeturas y suposiciones, tomando erra­damente algunas observaciones dispersas o incidentales porprofecías omniscientes. En efecto, sólo podemos preguntarnosqué habría hecho Veblen con el régimen conspicuamente pom­poso de Benito Mussolini. Il Duce conocia el valor del patrio­tismo, reclamaba la herencia total de la historia italiana almismo tiempo que adoraba paradójicamente el poder y la pre­cisión de la máquina y destruía con desprecio total el Estadoitaliano tradicional. Fue el primer cabecilla que explotó lasdoctrinas radicales del conflicto de clases y la ética conserva­dora del trabajo, mientras fabricaba una solidaridad nacionalde ejemplo heroico y llevaba una vida personal tan licenciosa,que parece un capítulo de la Teoría de la clase ociosa. Éste era

32 Véase, por ejemplo, "Big Business in German Polities: Four Studies"(Fritz Stern, Gerald D. Feldman, Henry A. Turner, Ernst Nolte), AmericanHistorieal Review 57 (1969), pp. 37-78.

33 John P. Diggins, Mussolini and Fascism: The View {rom America (Prince­ton, 1972).

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un héroe político que creía a la vez en la mística de la tecnolo­gía y en el romanticismo de la grandeza nacional, que atacabapor igual al liberalismo y al marxismo, que aceptaba la irracio­nalidad y sin embargo aspiraba a la eficiencia. Es cierto que,después de 1933, sufrió el "castigo por tomar la delantera".

Sólo podemos especular sobre la forma en que habría interpre­tado Veblen las revoluciones derechistas que brotaron en Italiay Alemania (después de todo, algunos norteamericanos vieronen el Estado empresarial la realización del sindicalismo y del so­cialismo gremial, la representación política plena de los gruposproductoresj.f Los escritos de Veblen sobre las revoluciones deizquierda son otra cosa. Si su esquema de análisis históricopuede haber resultado extraño para el entendimiento del signi­ficarlo del fascismo, resultó, por otra parte, totalmente inade­cuado para el entendimiento de lo que estaba ocurriendo en laUnión Soviética.

Lo notable acerca de su interpretación del bolchevismo no esque viera a los soviets funcionando como una junta municipalde la Nueva Inglaterra; casi toda la izquierda norteamericanapadeció ilusiones por sus buenos deseos en 1917. Lo notable esque no aplicara Veblen a Rusia el mismo modo de análisis apli­cado a Alemania, a pesar de que la carga del pasado feudal deRusia era mayor que la de Alemania. En casi todos sus escritosreveló Veblen una fina sensibilidad ante el paso dentro del cam­bio histórico y la persistencia de valores y costumbres arcai­cas. Pero en sus ensayos sobre el bolchevismo supuso que lapsicología de la máquina impregnaría de tal modo la vida rusaque se borrarían de inmediato los "antiguos prejuicios" y las"convicciones habituales". No está claro por qué la misma me­canización de la vida no produciría el mismo efecto en Alema­nia. El resultado es que el supuesto de Veblen fue más utópicoque las premisas de los propios bolcheviques, en particular

34 Véase, por ejemplo, Herbert W. Schneider, Making the Fascist 8tate (NuevaYork,1928).

Lenin, quienes apreciaron las fuerzas acumuladas en la historiarosa que se oponían a una transición rápida hacia el "comunismo":el estado primitivo de la agricultura, el autocrático y represivolegado político, la población analfabeta, atascada en las doctri­nas de la Iglesia ortodoxa, el enorme campesinado, incapaz deresponder a los incentivos socialistas, y los poderosos granjeros(luego llamados "kulaks"), capaces sólo del embourgeoisement.Lenin tenía sus propias respuestas a estos problemas, y sussoluciones tenían también más que ver con los imperativos dela organización política que con el poder transformador de latecnología.

Seis meses antes de su muerte, en 1929, Veblen indicó a unvecino: "Naturalmente, habrá otros desarrollos, pero ahora ofre­ce el comunismo el mejor camino que yo pueda ver". 35 Esta ob­servación se hacía en el momento en que la oposición anties­talinista estaba siendo aplastada y el propio Stalin estabainiciando el programa brutal de la colectivización rural. LaRevolución bolchevique había eliminado las dos institucionesde la vida moderna que Veblen consideraba como la maldicióndel barbarismo: propiedad y patriotismo. Con la eliminación deestas instituciones, Veblen podía sentir -por lo menos en loseufóricos años 1919-1920- que también serían extirpadostodos los otros impedimentos culturales y políticos. Por supuesto,no lo fueron; y pocos años después de la muerte de Veblen in­troduciría Stalin las diferencias salariales, desecharía la ideade la igualdad como "sandeces burguesas", reviviría el nacio­nalismo ruso tradicional y explotaría el culto a la personalidadcon la sagacidad de un capitán de industría norteamericano.Si Veblen hubiese vivido otro decenio, quizá hubiera censuradoal gobierno despótico de Stalin como la venganza del barbaris­mo ruso antiguo contra el comunismo soviético, desde la pers­pectiva de la historía eslava. Pero para elaborar una teoría dela liberación, Veblen habría tenido que ir más allá de la historia

35 Citado en Dorfman, 1, p. 500.

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rusa para encontrar las raíces de la libertad en otra parte, yafuese en la vida comunal primitiva o en las instituciones políti­cas de Occidente, ninguna de las cuales podría ayudar a explicarlos dilemas de un experimento socialista que desafiantementese ahorraba las etapas burguesas del desarrollo histórico. Enefecto, describió astutamente, en The Instinct ofWorkmanship,el proceso mediante el cual surgió la tradición de libertad anglo­americana con el ascenso de la propiedad privada y de una eco­nomía liberal. Cómo podía desarrollarse la libertad en un paísdonde la líbertad polítíca nunca echó raíces y donde las uní­darles comunales tradicionales, como el antiguo mir; estabansiendo drásticamente transformadas por la industrialización,sigue siendo la carga central de la interpretación de Veblen delbolchevismo. Aun podría decirse que Veblen olvidó su propiasensibilidad darviniana cuando se permitió creer que el comu­nismo no tendría que evolucionar a partir de condiciones his­tóricas preexistentes, sino que podría imponerse al curso de lahistoria por un acto de voluntad. En este sentido debe juzgarsea Marx - quien estaba convencido de que cada etapa de la his­toria debe alcanzar su desarrollo pleno antes de pasar a otraetapa- un evolucionista más auténtico que Veblen, quien creíaen lo que el propio Lenin consideraba una fantasía infantil:que la flor de la democracia puede brotar en todo su esplendorde las entrañas del despotismo.

Veblen nunca elaboró en realidad una teoría de la política odel poder. Enfocó el fenómeno del Estado moderno y de las rela­ciones de autoridad mediante el análisis del poder económico yde la influencia cultural de las clases capitalistas. Confrontadocon un episodio como el comunismo soviético, donde había sidoeliminada la influencia de los intereses de la propiedad, Veblencarecía de un marco teórico para el análisis de la dinámica po­lítica y burocrática de un régimen revolucionario. Al final, susobras no ofrecen tanto una teoría política del poder sino unateoría psicológica de la sumisión. Como ha observado Max Ler­ner, Veblen se apresuraba a explicar "la presteza de la víctima

para el sacrificio. Hacía más hincapié en la disposición de lamente capturable a ser capturada que en la posición estratégi­ca del aprehensor".36

Pero en la Unión Soviética era la posición estratégica delpartido, y ciertamente no las tendencias de las masas rusas ala aquiescencia, lo que explicaba el éxito del bolchevismo. Esposible que la teoría de Veblen de la "emulación" explique porqué hasta los ciudadanos de una sociedad democrática cedensu soberanía a las minorías capitalistas; también puede expli­car por qué quienes viven bajo regímenes fascistas se inclinana identificarse con el poder sometiéndose a la autoridad. Y sinembargo, en los primeros años de la Unión Soviética lo notablees la resistencia popular a la centralización del poder y la auto­ridad en manos del partido comunista. Esta resistencia provinode todos los elementos que no pertenecían al grupo, relativa­mente pequeño, de los bolcheviques: campesinos, menchevi­ques, cadetes, kulaks, anarquistas, grupos étnicos no rusos eincluso muchos de los intelectuales. Por supuesto, la gran es­peranza de Veblen era que los ingenieros subieran a la cima yguiaran el aparato del partido. Esta esperanza derivaba de suanálisis de la tecnología moderna, que supuestamente pone elpoder y la responsabilidad en manos de los técnicos; quienes,en virtud de sus actividades empíricas, se vuelven creciente­mente escépticos de la verdad convencional. La sombría ironíaes que los ingenieros rusos empezaron a ascender a puestos im­portantes al final de los años veinte, sólo para convertirse enuno de los primeros grupos profesionales que cayeron víctimas,de la primera de las purgas, los juicios industriales del partido de1930-1931.37 Más que cualquiera otra cosa, esta purga signifi­caba la incompatibilidad del veblenismo con el bolchevismo.Los ingenieros, quienes habían sustituido ahora a los capita-

36 Lerner, p. 27.37 Kendall E. Bailes, "Tbe Politics of Technology: Stalin and Technocratic

Thinking among Soviet Engineers", American Historieal Review 79 (1974),pp. 445-469.

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listas en el control de los medios de producción, constituían unaamenaza para el partido y formaban una "nueva clase", cuyoslíderes debían ser liquidados.

Veblen tuvo la fortuna de morir antes de ver cómo se apro­piaba el partido comunista ruso de sus ideas (y de las de Marx)para sus propios fines. Como ha señalado Herbert MarcuseThe Instinct ofWorkmanship ilustra la forma en que la meca­nización y racionalización del trabajo genera actitudes de con­formidad estandarizada y de sumisión rigurosa al proceso dela máquina, lo que a su vez requiere ajuste y respuesta más queautonomía y espontaneidad.38 En la medida en que el indus­trialismo corroe las actitudes antiguas sólo para alimentar for­mas nuevas de estricta reglamentación, la ciencia misma nopuede ser una fuerza que se oponga a un régimen totalitario.Esencialmente, la insistencia de Marx y de Veblen en la cien­cia como el nivel más alto de la comprensión humana, y en laproductividad como el principio más alto de las relaciones so­ciales, no ofrece ninguna base ética o política para criticar alEstado soviético. Indiferente a los aspectos cualitativos de lavida, a las dimensiones de la libertad humana e incluso a losvalores del ocio y la búsqueda de la felicidad, la tecnología-que solamente hace hincapié en la eficiencia y la producti­vidad- se convierte en un instrumento de control más que deliberación.

Aunque las suposiciones de Veblen lo llevaron a interpretarmalla naturaleza y la dirección del comunismo ruso, es posibleque sus escritos de los tiempos de la guerra nos digan algo acer­ca de la condición actual de los países del Tercer Mundo. Quelos países adoptantes no toman necesariamente todos los as­pectos de la industrialización de las sociedades avanzadas; queel estado desempeña un papel decisivo en la promoción o el re­tardo del desarrollo; que el crecimiento económico trae consigo

38 Herbert Marcuse, Soviet Marxism: A Critical Analysis (edición VintageNueva York, 1961), p. 69. '

el influjo del cambio tecnológico en la cultura y el marco insti­tucional en que funciona la economía; que el "equipo de capital"es un recurso público que incluye el acervo común del conoci­miento tecnológico de la comunidad; que una economía de pro­ducción más que de distribución y consumo maximiza su capa­cidad plena de servicio: estas ideas son muy importantes paralos países que luchan ahora por superar su atraso. Pero tambiénestamos obligados a señalar que el propio Veblen no pudo pre­ver el surgimiento del Tercer Mundo. Aunque escribió un docu­mento importante para el gobierno de Wilson sobre el uso deuna liga internacional que impidiera la explotación económicade los países atrasados por parte de las potencias occidentales-protegiendo así las culturas primitivas que respetaba delataque de la tecnología que admiraba-, no parece que Veblenhaya sospechado que gran parte del mundo subdesarrolladoalcanzaría la independencia de las metrópolis y la autonomíapolítica. Una de las razones para que Veblen no pudiera prevertal desarrollo fue el hecho de que había descartado como tonteríaarcaica el factor motivo que tanto ayudó a agitar la concienciapolítica del Tercer Mundo: el patriotismo.

Con el tema del patriotismo llegamos a la ironía final de lavida y el pensamiento de Veblen. Fue el alejamiento de Veblende la sociedad estadunidense lo que le permitió examinar loshechos normales rutinarios con los instrumentos quirúrgicosde un patólogo y la locura inspirada de un literato. Pero fue esemismo alejamiento lo que llevó a Veblen a interpretar mallaimportancia histórica del patriotismo. Veblen consideraba elsentimiento patriótico como una propensión hereditaria cuyasraíces se hundían en el legado primitivo del hombre. Pero estehecho no bastaba por sí mismo para que Veblen rechazara losimpulsos del patriotismo. Su sentido de lo que constituye elcomportamiento ético, tal como el espíritu de trabajo, la obliga­ción paternal y la curiosidad ociosa, indica que los ideales ge­nuinos podían tener una base natural. Pero mientras que losinstintos e ideales defendidos por Veblen se desvirtúan de al-

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gún modo a través de los procesos del cambio histórico, el pa­triotismo le parecía una especie de maldición proveniente delinicio mismo de la historia humana. En cuanto a la concatena­ción de las propensiones que constituyen el "ánimo patriótico",Veblen señaló la existencia de un "apego sentimental al hábitoy la costumbre que se llama amor del hogar, o nostalgia en suexpresión acentuada". Existe además una

autocomplacencia envidiosa aunada a una inclinación gregaria, locual da un contenido de grupo a la comparación odiosa; y además,comúnmente, si no es que siempre, una inclinación hacia la abnega­ción, autodenigración, sometimiento, o como quiera que se le llame,que lleva al individuo a aceptar y servir en forma irracional e irre­flexiva un ideal preceptivo impuesto por la costumbre o la autoridadconsuetudinaria.

Aunque el patriotismo inculca "abnegación", Veblen no creíaque pudiera llevar a una devoción por ideales comunales supe­riores y, por ende, a una renuncia al egoísmo individual. Comoun "edificio al prestigio nacional", el patriotismo sólo puedecobrar vida cuando se sueltan los perros de la guerra, cuandola solidaridad del grupo se advierte porque se desecha la sim­patía humana:

Podemos afirmar, por lo menos en términos generales, que el senti­miento patriótico nunca ha llegado al punto del abandono entusias­ta, excepto cuando persigue algún fin de concentrada malevolencia.El patriotismo tiene una naturaleza belicosa, y sólo encuentraexpresión cabal en la aventura marcial; su objetivo principal es lamuerte, daño, pena y destrucción de la otra parte.é?

La hostilidad de Veblen hacia el patriotismo puede enten­derse en su contexto histórico. Muchos de los mejores literatosde la época -Dos Passos, Hemingway, Cummings, Eliot, Pound-

39 Veblen, NOP, p. 33.

salieron de la primera Guerra Mundial convencidos de que elpatriotismo es la mentira de los viejos; y Max Eastman y Ran­dolph Bourne, dos contemporáneos de Veblen, escribieron vi­rulentos ensayos sobre el veneno mortal del nacionalismo entiempos de guerra. Podríamos entonces perdonar la actitud deVeblen si no hubiese tenido la audacia de ofrecer una soluciónal problema del patriotismo: la eliminación de las fronterasnacionales. Veblen estaba convencido, aun ante las aspiracio­nes nacionalistas de los pueblos de Europa oriental, de que lacultura y tecnología modernas se habían vuelto tan complejase integradas que la nación resultaba obsoleta como una "uni­dad industrial". Las fuerzas del cambio sólo beneficiarían alhombre común en la medida en que pudieran minarse de algúnmodo el patriotismo y su hermano de sangre, el sistema de pre­cios. En consecuencia, Veblen aspiraba a la "eliminación de lasdivisiones nacionales y la integridad nacional't.s'' Así desafiabael supuesto liberal de que la autodeterminación nacional posi­bilitaba la democracia. Como evolucionista cultural, Veblen nopodía identificar la nacionalidad con la libertad. Podría habernacionalidades unidas por lazos lingüísticos y religiosos, comola de los escoceses, galeses e irlandeses, pero la nación como unEstado sólo funciona como un "organismo para la ofensa y de­fensa colectivas".

Para el historiador hay mucho de cierto en el argumento deVeblen. Mientras que muchos otros científicos sociales contem­poráneos -sobre todo quienes realizaron sus estudios gradua­dos en universidades alemanas, como John Burgess y WilliamDunning- consideraban al Estado como una fuente de forta­leza política y espiritual, Veblen fue uno de los primeros intelec­tuales norteamericanos en señalar que la nación-Estado surgiócomo un instrumento de seguridad y agresión, y que el nacio­nalismo funciona como una ideología de cohesión y organiza­ción. El nacionalismo sólo triunfa cuando las fuerzas del libe-

40 Veblen, "Economic Penetration", ECO, p. 368.

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ralismo y la modernización han minado los lazos antiguos dela Iglesia y la fe religiosa, la red sólida de las relaciones fami­liares y la sensación íntima de localidad y lugar.

Veblen percibió con claridad la relación del nacionalismo conel orgullo y la "emulación" engendrados por la rivalidad inter­nacional, pero su error fundamental fue equiparar nacionalis­mo con el patriotismo. Desde una perspectiva histórica, es po­sible que el nacionalismo haya sucedido al patriotismo al surgirel Estado industrial, pero ambos conceptos no son sinónimos, demodo que no se sigue que el patriotismo y el nacionalismo des­aparecerán por igual con la integración transnacional produci­da por la tecnología. No es sólo que la unificación tecnológicaexistente haya sido forjada, como lo vemos ahora, por las em­presas multinacionales. El problema consiste en que el patrio­tismo es un sentimiento natural profundamente arraigado enel primitivo pasado del hombre, mientras que el nacionalismo esun desarrollo histórico moderno que no representa más que unepisodio en la historia de la civilización occidental. De hecho,es posible que el nacionalismo se intensifique con el avance de latecnología, porque el Estado nacional se basa en la racionali­dad instrumental, un proceso de organización técnica que bus­ca la conversión del mundo en recursos para el poder económicoy político. El nacionalismo y la tecnología comparten una pre­misa común: la doctrina del progreso; por lo tanto, como ha ob­servado John Schaar, los exponentes del nacionalismo puedenutilizar la ideología para traducir ambiciones más bajas enprincipios universales, ya sea la mística de la modernizaciónde W. W. Rostow o la idealización del Estado prusiano, de G. W.F. Hegel."

Veblen tenía razón en dos sentidos. El Estado nacional hasignificado a través de la historia la división de la tierra enfacciones belicosas; su existencia misma es el símbolo de la

41 John H. Schaar, "The Case for Patriotism", New American Review 17(1973), pp. 59-99.

inocencia perdida, ya que sugiere la imposibilidad de paz per­petua. Además, es pura ficción -y aquí Veblen fue especial­mente profético- que la sangre o la raza sean el fundamentobiológico de la nacionalidad y el lazo primario entre los gruposhumanos. Pero la equiparación de nacionalismo y patriotismolo llevó a rechazar casi con desprecio uno de los sentimientosmás sanos de la humanidad. Aunque desaparecieran la nacióny el Estado nacional con la eliminación de las fronteras nacio­nales por efecto de la integración cultural y tecnológica, comoesperaba Veblen, el patriotismo seguiría siendo viable. Al re­vés de lo que ocurre con el nacionalismo, el patriotismo es esen­cialmente un lazo emocional generado por un sentimiento decomunidad. El impulso patriótico significa el amor por nuestrohogar, un aprecio de lo familiar, una identidad con valores y

costumbres arraigados. Como fuente de devoción por costum­bres antiguas y cosas íntimas, el patriotismo es un sentimien­to concreto al que se retorna, mientras que el nacionalismo esuna abstracción ideológica, una forma adulterada del patrio­tismo que tratamos de expandir como una exportación univer­sal, mediante la fuerza militar si es necesario.

Atrapado en las promesas maravillosas de la tecnología, ydesdeñoso de todos los rasgos arcaicos, Veblen no pudo distin­guir entre el nacionalismo y el patriotismo para discernir asíuna potencialidad radical en un sentimiento conservador. Comoreverencia a un mundo que hemos abandonado, el patriotismopuede ser la única perspectiva para la crítica de la sociedad con­temporánea. En tal ejercicio de la crítica social, los teóricos nomarxistas necesitan toda la ayuda que puedan obtener. Veblendenunció el ocio y el consumo como un derroche, un insulto alas capacidades productivas plenas del hombre; un siglo antes,John Adams había reprochado el lujo y la ociosidad como unpeligro para la república. Ambos rechazaron los dioses de lacomodidad burguesa, ambos exploraron las implicaciones dela "emulación", ambos negaron la pretensión de la unicidadde los Estados Unidos, y ambos permanecieron ambivalentes

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acerca de la modernidad. Si Veblen hubiese retornado a lastradiciones intelectuales norteamericanas en lugar de pedirerradamente un "soviet de técnicos", quizá hubiese podido reali­zar la tarea más difícil en tiempos de guerra: separar el patrio­tismo de los patriotas.

XI. DISCÍPULOS Y DISIDENTES. EL LEGADODE VEBLEN AL PENSAMIENTO Y LA ACCIÓN

SOCIAL NORTEAMERICANOS

VERDAD Y TECNOCRACIA

La Teoría de la clase ociosa y The Theory ofBusiness Enterpri­se trataron de minar, mediante la sátira y el análisis erudito,los dos supuestos fundamentales en que descansaba todo el ge­nio distintivo del capitalismo moderno. El primer libro de Ve­bIen expuso la falsedad del concepto ortodoxo de que riqueza y

virtud marchan de la mano y de que la vida de trabajo físicoha sido siempre, y por ende deberá ser siempre, el destino delas clases bajas. Su segundo libro negó que el capitalista desem­peñara un papel esencial en la marcha del progreso industrialy que el motivo del beneficio fuese necesariamente el sirvienteo criado de la productividad. Tales generalizaciones escandali­zaron a la mente victoriana de principios del siglo, y sin dudapueden agitar todavía las sensibilidades convencionales. ¿Eranciertas?

En realidad había casi tanta historia objetiva como hipérbolecómica en los estudios de Veblen. En particular su segundo li­bro utilizó las investigaciones económicas contemporáneas, da­tos censales y los diversos testimonios presentados ante uncomité del Congreso que investigaba las prácticas empresaria­les, publicados en un Report of the Industrial Commission de19 volúmenes. Veblen pudo obtener en estas fuentes, al igualque en Chapters on Erie de Charles y Henry Adams, ampliaspruebas en apoyo de su acusación de que el capitalista no erasólo un "jefe de ladrones", el epíteto de los intelectuales libera­les, sino también un "saboteador" que conspiraba contra los

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intereses de la producción. Por ejemplo, la creación de la U. S.Stee! Corporation, en 1901, ilustraba los beneficios enormesque podían obtenerse sin ninguna reducción sustancial de losprecios o un aumento de la eficiencia de la producción. J. P.Morgan and Company ganó 12500000 dólares vendiendo ac­ciones infladas al doble del valor de los activos reales de la plan­ta, ejercicio del nuevo fenómeno de la "propiedad intangible",que también denunciaría Veblen, en sus ensayos sobre teoríaeconómica, como un medio de "obtener algo a cambio de nada".

La distinción que estableció Veblen entre el ingeniero y elhombre de negocios podía documentarse también en la cons­trucción de los grandes ferrocarriles transcontinentales. Inge­nieros hábiles como el general Grenvil!e Dodge y TheodoreJudah realizaron el trabajo constructivo de la planeación devías seguras y eficientes para el Union Pacific y el Central Paci­fic. Pero sus cuidadosos mapas y planos fueron hechos a unlado deliberadamente por los financieros que peleaban por ob­tener la mayor parte de los subsidios y donaciones de tierrasfederales. Cuando se clavó el famoso barrote dorado, que co­nectaba la línea transcontinental Northern Pacific, en 1869,miles de ciudadanos aplaudieron y los economistas ensalzaronel genio organizador de los financieros, que coordinaron hom­bres y materiales para esta gran aventura empresarial. Perotendrían poco de que alegrarse si hubiesen visto una carta es­crita por un empresario de los ferrocarriles del Oriente, JamesJ. Hil!.

Las líneas están ubicadas en buen terreno -escribió Hill trasobservar el imperio del Northern Pacific-; algunas regiones sonricas y producen una carga abundante; pero la capitalización esmucho mayor de lo que debiera ser por lo que se ve, y la selección derutas y clases es abominable. Prácticamente tendría que ser cons­truido de nuevo.

En lugar de reconstruir las líneas dilapidadas, muchos pro­motores ferroviarios emprendieron aventuras mayores y mejo-

res. Los Cuatro Grandes que organizaron el Central Pacific-Collis P. Huntington, Mark Hopkins, Leland Stanford Jr. yCharles Crocker- compitieron por los donativos de tierras conel Union Pacific en su carrera por tender vías hacia el Oeste, através de las montañas de la Sierra y el desierto de Nevada. Elgobierno federal subsidió generosamente su capital y equipo,mientras que la tarea heroica descansaba horriblemente enlas espaldas de los inmigrantes irlandeses y los culíes chinos.Los Cuatro Grandes perdieron la carrera, pero ganaron 10sufi­ciente para comprar el gobierno estatal de California.'

El análisis de Veblen pudo haber sido documentado tambiénpor los populistas, que creían que las depresiones son inherentesal sistema de crédito y dinero, no a la economía. Los agriculto­res que veían el valor de mercado de su trigo controlado por labolsa de valores de Chicago, mientras ellos pagaban 12% a unacompañía hipotecaria, también podían entender la distinciónestablecida por Veblen entre quienes elaboran los productos yquienes manipulan los precios. Y los trabajadores industrialesque laboraban en los campos mineros y las acerías para obte­ner un salario de subsistencia mientras que los beneficios delas compañías se iban por las nubes, sabían por experienciapropia que la ética protestante del trabajo no era admirable nifuncional. En efecto, había algunos capitalistas interesados enla producción que podian convenir con Veblen: James J. Hil! YAndrew Carnegie, y después Henry Ford y Henry Kaiser, fue­ron voceros honestos del trabajo arduo y la eficiencia indus­trial. Pero los Gould, Fisk, Drew, Morgan, Rockefeller y Stanfordde fines del siglo XIX se interesaban más por la manipulaciónexcitante de montones enormes de riqueza intangible que porel tedio de la producción de bienes útiles.

Los ataques satíricos de Veblen contra la ineficiencia empre­sarial representaban el lado negativo de su deseo más positivo

1 Osear Lewis, The Big Four (Nueva York, 1938l; Matthew Josephson, TheRobber Barons (Nueva York, 1934); Heilbroner, pp. 302-305.

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de promover un entendimiento científico del sistema indus­trial moderno. Su devoción por- la productividad atrajo a unpuñado de teóricos y moralistas que empezaron a predicar elevangelio de la eficiencia a fines del siglo XIX. El más promi­nente de ellos fue Frederick W. Taylor, un sociólogo industrialconvencido de que la solución a todos los conflictos sociales seencontraba en la "administración científica't.s La principal pre­ocupación de Taylor crea el problema fisiológico de la fatiga yel problema técnico de la producción máxima. Taylor elaboró al­gunos estudios de tiempos y movimientos para racionalizar eltrabajo y justificar sus remuneraciones a los asalariados pro­pensos a las huelgas. Una vez que se planearan científicamen­te los procesos del trabajo, creía Taylor, no podría haber dispu­ta acerca de la cantidad de esfuerzo requerida o de la paga quedebería recibirse. Veblen concedía escasa importancia a todasestas teorías referentes al trabajo y la paga; pero Veblen y Tay­lar compartían un disgusto común por el desperdicio y la con­fusión del sistema industrial y una fe común en que el incremen­to de la productividad guiado por los cánones de la ciencia antesque por el beneficio significaría a la larga el progreso social paralas masas.

Alrededor de 1910, cuando la idea de la "administración cien­tífica" comenzaba a prender, centenares de personas empezarona darse el título de "expertos en eficiencia". Uno de los tailoris­tas, Henry L. Gantt, fundó un organismo llamado la NuevaMáquina, que atacaba la incompetencia de los "financieros"·afirmaba que el sistema empresarial estaba a punto de derrum­barse, y pedía al "ingeniero" que se preparara para ocupar sulugar. Pero los pocos técnicos que se agruparon con Gantt sevieron absorbidos por el trabajo gubernamental con el estalli­do de la guerra en Europa. Otro tailorista era Morris L. Cooke,

2 El examen de este tema se basa en los estudios siguientes: Samuel HaberEfficiency and Uplift: Scientific Management in the Progreseioe Era (Chicago,1964); Edward Layton, The Revolt of the Engineers: Social Responsibility andthe American Engineering Profession (Cleveland, 1971) ; Bell, "Introduction", EPS.

vicepresidente de la Sociedad Norteamericana de IngenierosMecánicos. Cooke ayudó a formular un nuevo código de ética,que ímponía la lealtad del ingeníero a las normas de su profe­sión, no a las necesidades de su empleador. Veblen había cono­cido los escritos de Cooke por intermedio de un profesor de dise­ño de máquinas de Stanford, Guido Marx. Años después, cuandoVeblen enseñaba en la Nueva Escuela, pidió a Marx que fueraa Nueva York a impartir un curso sobre el estado de las condi­ciones industriales desde el punto de vista del ingeniero. Marxacudió sólo para descubrir que "no aparecía en el cuadro nin­gún miembro maduro de la Sociedad Norteamericana de Inge­nieros Mecánicos". La inminente conciencia revolucionaria de losingenieros, que Veblen tenía en mente cuando se refirió vaga­mente a un "soviet de técnicos" que siguiera el ejemplo de laRevolución rusa, permanecía tan distante como el sueño del"proletariado" norteamericano.

Pero uno de los seguidores del plan Veblen-Cooke era HowardScott, figura controvertida que organizó la Alianza Técnica enlos años veinte. El organismo permaneció casi dormido hasta laDepresión, cuando el nombre de 8cott apareció de pronto enlas primeras páginas de los periódicos como el líder de lo quese llama ahora "tecnocracia". 8cott había enumerado comofundadores de su movimiento a figuras tan eminentes como eldifunto Veblen y el famoso ingeniero eléctrico Charles Stein­metz. Es dudosa la afirmación de Scott, pero el programa de latecnocracia, que pedía la eliminación del sistema de precios y laimplantación del gobierno de los ingenieros, atrajo a algunosautores importantes como Stuart Chase y Harold Loeb. Comouna opción al caos del capitalismo y la coerción del comunis­mo, se discutió ampliamente la tecnocracia en la revista con­servadora Business Week y en la liberal The Nation. Veblen eraahora el centro de la conversación, y el editor volvió a anunciarThe Engineers and the Price System, convirtiéndolo por brevetiempo en un libro de éxito. "Un anciano llamado ThorsteinVeblen, que murió en 1929 -decía una revista-, y cuyas

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obras sólo leían antes los intelectuales, se asombraría de saberque su nombre está ahora en labios de todos/"

Entre los seguidores de Veblen había más que tecnócratas.Mucho tiempo antes de la depresión, otro grupo de reformado­res que admiraba al teórico excéntrico era el de los economis­tas institucionales de Johns Hopkins y Wisconsin. Académicostales como Richard T. Ely YJohn R. Commons asimilaron elmodo de análisis económico de Veblen, en particular su recha­zo del apriorismo, el mito de la competencia benéfica, y la mís­tica del "hombre económico". Pero Ely y Commons se alejaronde Veblen cuando consideraron al Estado como una agenciapositiva para la reforma social. Los escritos de los economistasinstitucionales tuvieron un influjo considerable en el mundoacadémico e intelectual, y en los años treinta su trabajo influ­yó en funcionarios del Nuevo Trato (New Deal) como RexfordGuy Tugwell, Thurman Arnold, Jerome Frank, Henry Wallacey Mordecai Ezekiel. Para varios liberales de Roosevelt, la ideavebleniana de la producción para el uso sirvió como una especiede equivalente moral de la idea keynesiana del gasto deficitario'

OPINIONES SOBRE VEBLEN EN TRES DECENIOS

Como crítico social y como economista, Veblen alcanzó tambiénreconocimiento. Pero su estatura creció y bajó con el humor decada generación de autores norteamericanos. Es posible que suposición incierta en la historia intelectual estadunidense pue­da entenderse mejor si describimos tres decenios de aprecia­ción y crítica: la década 1911-1920, época de fermento cultural yrebelión política; los años treinta, decenio de esperanzas radi­cales y de análisis marxista; y los años cincuenta, periodo desilencio político y de reflexión histórica.

3 Citado en Dorfman, 1, p. 51L4 David Seckler, Thoretein Veblen and the Institutionalists (Boulder, Colorado.

1975).

A principios del siglo, la Teoría de la clase ociosa se convirtióen un documento familiar aunque su autor seguía siendo ex­traño y poco conocido. El vocabulario del libro entró al idiomade la crítica social, y sus ideas encontraban eco a través de lasnovelas de Robert Herrick y Ben Hecht, ambientadas en Chica­go y cuyos personajes padecían los males de la sociedad capita­lista mientras citaban a Veblen y a Nietzsche. (Aunque WilliamDean Howells anunció, en su reseña en dos partes de La claseociosa titulada "Oportunidad para la ficción norteamericana",que el material para la "gran novela norteamericana" podríaencontrarse en el tratamiento dado por Veblen a la "aristocra­tizaeión" de una sociedad democrática por los valores del viejomundo tales como el lujo y la ociosidad, ningún novelista esta­dunidense, ni Henry James ni John Dos Passos, siguieron esteconsejo específico.) Apenas en los años inmediatamente anterio­res a la guerra se convirtió Veblen en un genuino héroe cultural.Para la izquierda de Greenwich Village era un recurso valiosoen materia de autocrítica nacional, un aliado en la revuelta delos jóvenes contra las "costumbres tribuales" y la respetabilidadde la clase de cuello duro. Los radicales de The Masses y losintelectuales literarios del Dial consideraban a Veblen como unsabio notable que iluminaba la morfología de las operacionesmercantiles y los modales ociosos. Algunos autores se sentíanespecialmente atraídos por la noción vebleniana del "instintodel trabajo" como uno de los impulsos primarios de la naturale­za humana. Lewis Mumford, joven filósofo que trabajaba conVeblen en el Dial, utilizaría las ideas veblenianas al escribir sufecundo estudio de la historia de la máquina y sus efectos sobreel ambiente natural y humano: Technics and Civilization.

Durante la primera Guerra Mundial, cuando estaba escribien­do sobre problemas políticos de actualidad, la fama de Veblen

llegó a su clímax en los Estados Unidos.

Estaba -se quejaba H. L. Mencken refiriéndose a su béte noir- en

todas las páginas de The Nation, Dial, The New Republic y todas

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las demás publicaciones, y sus libros y folletos empezaban a fluir delas prensas, y los periódicos publicaban cada gesto y cada suspirode Veblen, y todos los que se sentían alguien empezaron a citarlo.

Durante todo el año de 1918, Veblen

dominó el escenario norteamericano -gruñía Mencken-. Todas lasreseñas estaban llenas de sus ideas; un centenar de sabios menoreslas manejaban. Todos los que tenían pretensiones intelectuales leí­an sus libros. El veblenismo estaba brillando en todo su esplendor:había veblenistas, clubes de Veblen, remedios Veblen para laspenas del mundo. E incluso, en Chicago, había chicas Veblen: quizálas chicas Gibson creciditas y desesperadas."

En los años veinte, Mencken ya no necesitó quejarse. La eco­nomia de Nueva Era de Calvin Coolidge prometia prosperidadpara todos, y la clase ociosa determinaba los gustos de las jóve­nes emancipadas y de los financieros. En una época de abun­dancia aparente, los discursos de Veblen no podían competir conlos sueños de Gatsby. Pero en el decenio siguiente resurgió Ve­bIen como una Casandra que presumiblemente había pronos­ticado la crisis económica de 1929. La generación de los añostreinta redescubrió a Veblen y de inmediato utilizó su princi­pio del "sabotaje de las empresas" como una explicación delderrumbe de Wall Street. El Veblen eclipsado "ahora [... ] brillacomo una estrella de primera magnitud", escribió John Cham­berlain en Farewell to Reform. Para autores como Chamber­lain, Mumford, Max Lerner y Alfred Kazin, Veblen era el ana­tomista de la "economía del pillaje", el satírico agudo de losintereses creados y aun el trágico moderno que percibió la ne­cesidad desesperada de cambio social y sin embargo dudaba desu posibilidad histórica. Era esta visión fatalista lo que pertur­baba a los intelectuales liberales de los años treinta. Veblen noofrecía ningún programa de acción política, ningún medio po-

5 Mencken, Prejudices, pp. 59-82.

tencial con el que pudiera esperarse que los creadores técnicosdesbancaran a las criaturas del sistema de precios y benefi­cios. Después de 1929 ya no bastaba tener simplemente unacrítica del capitalismo: se requería una opción realista a la em­presa comercial. Pero Veblen, quien parecía capaz de analizar­lo y explicarlo todo, no podía afirmar nada. Era constitucional­mente incapaz, escribió John Dos Passos, "para dejar escaparde su boca el sí esencial"."

El novelista Dos Passos aprendió mucho de Veblon, en parti­cular la tesis de que la industria y la empresa operan con propó­sitos opuestos. Hizo un retrato magistral de Veblen en The BigMoney, obra publicada en 1936, y ese mismo año le dijo a suamigo Edmund Wilson que "la obra de Veblen es una especiede nota antropológica al trabajo de Marx"." Para la izquierdamarxista de los años treinta, Veblen era en efecto una referen­cia valiosa, pero era también una frustración intelectual. Losautores del Marxist Quarterly y de The New International po­dían admirar sus ensayos simpatizantes con la Revolución rusay el bolchevismo de 1919 y 1921. También podian respetar suscríticas del liberalismo y las reformas graduales, su disecciónde las premisas de la teoría económica clásica y su análisis com­prensivo de los fundamentos del capitalismo y de su ideologia y"superestructura". Pero los intelectuales de la vieja izquierdacompartían también las dudas que habían asaltado a los autoresde The International Socialist Review a principios de siglo. Am­bas generaciones de marxistas veían con desdén el alejamientode Veblen de las causas radicales. Igualmente perturbadoreseran sus rechazos de la idea de la lucha de clases y la teoría delvalor-trabajo; sus teorías psicológicas de los "hábitos", que ha­cían de la mente humana la fuerza motivadora primordial, y,sobre todo, su repudio a la idea del progreso y la perfectibili-

6 Dos Passos, The Big Money p. 98.7 Townsend Ludington (comp.L The Fourteenth Chronicle: Letters and Diaries

of John Dos Passos (Boston, 1973), p. 443. Véase también John P. Diggins, "DosPassos and Veblen's Villains",Antioch Review 23 (1963), pp. 485-500.

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dad en favor de la idea darviniana del cambio acumulativo sinconsumación. Los comunistas querían usar a Veblen, pero comotodos los demás, sencillamente no sabían qué hacer con él. Ca­marada no comprometido durante su vida, Veblen seguía siendoen la muerte una leyenda incierta. El más simpatizante de lossociólogos radicales, Lewis Corey, sólo podía esperar que "todolo que hay de vital en Thorstein Veblen se realice en el marxis­mo y el socialismo".8

Entre 1934 y 1936 ocurrieron cuatro hechos literarios queaumentaron la reputación de Veblen entre los autores de la ge­neración de la Depresión. Lean Arzrooni y Wesley C. Mitchell,dos antiguos discípulos de Veblen, editaron, respectivamente,sus dispersos ensayos en Essays in Our Changing Order (1934)y What Veblen Taught (1936); Joseph Dorfman, joven profesorde historia de la Universidad de Columbia, publicó ThorsteinVeblen and his America (1934); y Dos Passos publicó el volumenfinal de la trilogía inspirada por Veblen, USA, The Big Money(1936). Las antologias póstumas de Veblen recibieron rese­ñas favorables de radicales y liberales por igual. La novela de DosPassos produjo un amplio reconocimiento para la carrera de­safiante y la mente penetrante de Veblen, y el libro de Dorfman--que sigue siendo la biografía definitiva- compiló una monta­ña de información fáctica acerca de la vida del hombre y unacrónica de impresiones contemporáneas acerca de su obra, es­tudio monumental que llevó aun al desalentado Mencken a re­visar su opinión de Veblen. Es probable que el mayor de los tribu­tos rendidos a Veblen haya aparecido en una antología reunidapor Malcolm Cowley con el título de Books that Changed OurMind (1938). Cowley y los editores de The New Republic pidie­ron a varios intelectuales norteamericanos prominentes quecitaran a los autores y libros que no fuesen de ficción y hubie­sen "sacudido" en mayor medida su pensamiento y sus obras.

8 Lewis Corey, "Thorstein Veblen'', The Marxist Quarterly (1937), pp. 162­168. Véase también John G. Wright, "Thorstein Veblen: Sociologist", The NewInternational2 (935), pp. 20-23.

Veblen ganó ampliamente con 16 menciones, seguido por Char­les Beard (l1), John Dewey (10), Sigmund Freud (nueve),Oswald Spengler y Alfred North Whitehead (siete cada uno),y V. 1. Lenin e 1. A. Richards (seis cada uno). Rexford Tugwellescribió el ensayo sobre Veblen para la antología.

Después de la segunda Guerra Mundial, la reputación deVeblen nunca llegaría al nivel que alcanzó en la década 1911­1920 y de nuevo en los años treinta. Gran parte de la razón dela declinación del interés por Veblen es el surgimiento de lasactitudes de consenso a fines de los años cuarenta y durantelos años cincuenta. Volveremos a ocuparnos de este punto enseguida, pero aquí convendrá observar tres tendencias que sedesarrollaron en el estudio de Veblen en los Estados Unidos: pri­mera, Veblen se convirtió en el tema de disertaciones de estu­diantes graduados de diversos departamentos de Columbia,Harvard, y la Nueva Escuela de Investigación Social. Segunda,el conjunto de su trabajo ya no interesaba sólo a los economistasde la Escuela Institucional: ahora lo exploraban sociólogos, fi­lósofos analíticos, psicólogos freudianos, antropólogos culturalese historiadores intelectuales. Tercera, se desarrolló lo que he­mos llamado el "problema Veblen" en el academismo norteame­ricano, las dificultades de explicar las extrañas peculiaridadesde su mente, la evaluación de la validez perdurable de su pen­samiento, y la relación de su vida y su obra con las corrientesprincipales de la tradición intelectual norteamericana.

Si algo siquiera semejante a una moderada resurrección ve­bleniana ha ocurrido después de la segunda Guerra Mundial,se debió en gran parte a la perspicaz y valiosa "Introducción"de Max Lemer al libro The Portable Veblen, publicado en 1948.Para Lemer, el "significado fundamental" de Veblen residía enel hecho de que la "civilización mercantil" más avanzada y "te­naz" había producido al más consumado y mordaz de sus críti­cos. Como sociólogo profundamente preocupado por el destinode los Estados Unidos como una civilización, Lerner describió aVeblen como "la mente más creativa que ha producido el pensa-

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miento social norteamericano". Las intuiciones de Veblen sonmás aplicables que nunca a un mundo que ha experimentadoaños de "desintegración económica y cultural y una guerra di­nástica", advirtió Lerner. Aunque criticaba la primacía conce­dida por Veblen a la actividad económica, Lerner estaba im­presionado por el ataque de aquél contra la teoría económicaortodoxa, y apreciaba la sensibilidad "dual" que llevó a Veblena advertir el choque de fuerzas opuestas sin cometer el errormarxista de pronosticar el triunfo de una sobre la otra. Sobretodo, Lerner respetaba la "creencia rousseauniana" de Veblende que el hombre nace pacífico y sin embargo por todas partesestá en conflicto, que sus instintos de curiosidad y productivi­dad están en guerra con las instituciones del derroche y la fu­tilidad que él mismo ha creado. Nadie podría esperar ya solucio­nes económicas de Veblen, como lo habían hecho los tecnócratasy, en menor medida, los economistas institucionales, pero la"Introduction" de Lerner indica por qué el modo irónico y la sabi­duría melancólica de Veblen pueden atraer todavía a la gene­ración de la posguerra.?

¿Encajaba realmente en la tradición intelectual estaduni­dense Veblen, el descendiente de inmigrantes que raras vecescitaba a un autor norteamericano? Tres académicos trataronde contestar esta interrogante a fines de los años cuarenta yprincipios de los cincuenta. En The American Mind (1950),Henry Steele Commager sostuvo que Veblen era demasiado sa­tírico y ausente para identificarlo con los populistas, progresistaso socialistas. "Su rebelión era tan profunda, que confundía lospropios disidentes; sus herejías tan profanas, que desconcerta­ban a la ortodoxia y heterodoxia por igual."lO Commager pudoenunciar claramente las cuestiones a las que se oponía Veblen;más difícil le resultaba, como les ha ocurrido a todos los histo­riadores intelectuales, establecer con precisión lo que defendíaVeblen. La indiferencia de Veblen ante los programas y proble-

9 Lerner, "Introduction", pp. 1-49.10 Cornmager, p. 236.

mas éticos ha mortificado también al filósofo Morton White,quien tituló su capítulo "El moralista amoral" en Social Thoughtin America (1949). White creía que Veblen era el "santo patro­no" de los intelectuales progresistas que "se rebelaron contrael formalismo". John Dewey, Charles Beard, Oliver WendellHolmes y James Harvey Robinson se opusieron al abstraccio­nismo y el deduccionismo, y podían seguir a Veblen en lo tocan­te a la liberación de las cadenas metafísicas de su educaciónanterior para ocuparse de los procesos de la vida real, munda­na. Pero White confesaba que "estamos moderadamente con­fundidos" cuando tratamos de determinar la posición moral deVeblen, y "nuestra confusión es completa" cuando Veblen nosdice que intenta "discutir el lugar y el valor de la clase ociosacomo un factor económico de la vida moderna". 11 Quizá la con­fusión sólo signifique que la irónica retórica de Veblen resultamás atractiva para el historiador literario, y en efecto tal estiloencontró el intelectual ideal Daniel Aaron con su obra Men ofGood Hope (1951). A Aaron no le impresionaba el culto de laextrañeza que había crecido alrededor de la reputación deVeblen, y observó agudamente que se entiende mejor a Veblencomo un literato que, en la tradición de Swift, oculta su posturaética con pretensiones de desapego objetivo mientras diseca lasociedad como un "moralista, satírico y retórico" .12

Mientras que Aaron fue el primer comentarista que se cen­tró en el estilo de Veblen para colocarlo claramente dentro dela corriente principal del pensamiento progresista -aunque acosta de hacer a un lado la orientación casi totalmente euro­pea y antropológica de las fuentes de Veblen-, otros historia­dores intelectuales han subrayado la calidad distintivamentenorteamericana de las ideas de Veblen. Perry Miller creía queVeblen poseía tal independencia mental que podía revisar con­ceptos y concebir ideas "que sólo podían haber surgido en los

11 White, pp. 89-90.12 Daniel Aaron, Men ofGood Hcpe (Nueva York, 1951), p. 213.

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Estados Unidos't.P Una de tales ideas ha sido elaborada porDavid Noble: la convicción de Veblen de que la máquina indus­trial redimirá al hombre de los males de la sociedad industrialy 10 colocará en una utopía preindustrial. Noble sostuvo quetal supuesto era característico de la "paradoja del progresismo"en general.!" La caracterización de Noble está equivocada. Saint­Simon, Marx, Sorel y otros socialistas europeos alababan latecnología como el agente que liberaría al hombre de los dolo­res y confusiones de la modernidad. Quizá sería más correctodecir que la esperanza de utilizar la ciencia y la industria pararestablecer una comunidad de preceptos morales precientíficoses el dilema central de toda la teoría social moderna basada enfundamentos empíricos.

Si los historiadores intelectuales de la posguerra trataronde volver comprensible a Veblen, otros académicos trataron devolverlo utilizable. El economista radical Douglas Dowd creíaque Veblen era "útil para el proceso de desaprender"; pero es­forzándose por convertir a Veblen en socialista, Dowd trazóparalelos entre la "clase gobernante" de Marx y los "interesescreados" de Veblen, y entre la idea del "proletariado" de Marx yla referencia de Veblen a la "población subyacente", sólo paraconcluir que tales analogías deben enseñarse para desapren­derlas mejor. Al final, concluye sabiamente Dowd que "Veblenno tenía una panacea para nuestras enfermedades, pero noscapacitó para percibir sus causas".15 Para el economista RobertHeilbroner, el mundo de Veblen era, más que enfermo, "salvaje".En Los filósofos de la vída material (1953), Heilbroner recreóbrillantemente el ambiente brutal de la guerra industrial queVeblen exploró con los "ojos de un extraño". No debe interesarnosel retrato escalofriante que hace Veblen del empresario comoun depredador, aconseja Heilbroner; ese "clima" de la economíapertenece al pasado. Lo que queda por ponderarse es la teoría

ra Miller, "Introduction",American Thought, p. xlvii.14 David Noble, The Paradox ofProgressivism (Mineápolis, 1958).105 Dowd, p. 158.

de Veblen de la "imitación competidora", su dicotomía del "ge­nio técnico" por una parte y la "desconsideración financiera"por la otra, y las "sombrías conclusiones sociales y económicas"que obtuvo de sus propias observaciones." El sociólogo radicalC. Wright Milis pudo aceptar que las conclusiones de Vebleneran pesimistas, pero no estaba tan seguro como Heilbroner deque ya no fuesen ciertas sus descripciones del mundo empresa­rial. En su "Introduction" a una edición de 1953 de la Teoría dela clase ociosa, describió Mille el "realismo falso" de los capita­listas que pasan por hombres de negocios prácticos pero enrealidad son "utópicos" que viven en su propio "mundo iluso"de beneficios, guerra y destrucción. Mills encontró muy útil aVeblen como una ~spina en el costado de la complacencia delos años cincuenta y, como académico rechazado que era élmismo, se identificó fácilmente con "el único autor cómicoentre los científicos sociales modernos". Pero MilIs creía tam­bién que Veblen "no era suficientemente serio acerca del pres­tigio porque no percibió su relación plena e intrincada con elpoder"17 Aquí Milis parece haber estado tan fascinado por laidée fixe de una "minoría en el poder" en los Estados U nidos,que tomó erradamente un efecto por una causa, equiparando elpoder a la fuente del prestigio y no a su resultado. El poder re­quiere la capacidad para imponer, el prestigio requiere la capa­cidad para persuadir. Veblen advirtió que, en una sociedaddemocrática, el prestigio es tan importante como el poder mis­mo, si no es que más importante aún. En efecto, si definimos elpoder en el sentido clásico utilizado por los padres fundadores,es decir, como la capacidad para ejercer influencia por virtudde la deferencia, la teoria de Veblen del conocimiento científicoy la emulación de la posición social ataca el meollo del problemadel poder en la sociedad norteamericana moderna.

Este problema ha preocupado al economista John KennethGalbraith. En los años cincuenta y sesenta, el liberal Galbraith

16 Heilbroner, pp. 181-213.17 Mills, p. xvii.

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aprovechó algunos aspectos del veblenismo para apoyar lasplataformas económicas del "centro vital". Como en el caso deMilis, Galbraith se sintió atraído por Veblen, pero por razonesdiferentes. Como Veblen, Galbraith fue criado por inmigranteslaboriosos (canadienses escoceses) que se mofaban, no con en­vidia sino con "desprecio amable", del desdén de la clase alta porel trabajo manual. En consecuencia, ambos llegaron a ser hom­bres "de ánimo y no de revolución". Y como Veblen, Galbraithpensó que la "ciencia sombría" de la economía es una cuestiónde persuasión literaria y de ingenio tanto como de hechos y ci­fras. Así pues, ambos eran sensibles a los engaños de la retóri­ca: Veblen habló de la "adecuación ceremonial" del pensamientoortodoxo, Galbraith de la "sabiduría convencional" de las ideastradicionales. En cuanto a la sustancia, también son notableslos paralelos existentes entre Veblen y Galbraith. Ambos nega­ron la premisa de la "soberanía del consumidor" en el mercadolibre, sobre todo en vista de las técnicas de publicidad de laempresa moderna, que subrayan la producción de bienes "ven­dibles" antes que "útiles". Ambos se preocuparon por el efectode la riqueza en el comportamiento, por el derroche cultivado dela abundancia y por la prioridad de la producción y el crecimien­to económico sobre la estabilidad de precios y la distribucióndel ingreso. Por último, ambos creían que la naturaleza comple­ja de los procesos industriales modernos requiere la separa­ción de la propiedad y la operación efectiva, y que el poder delconocimiento especializado generará una clase gerencial: el"nuevo orden" de Veblen, la "tecnoestructura" de Galbraith. Asípues, Galbraith pudo utilizar a Veblen en los años sesenta paramostrar las deficiencias de una economía que permite que losintereses creados impongan una demanda artificial a un pú­blico crédulo que vive en una cultura que aplaude el avancetecnológico y se resiste a la innovación social. También pudoproponer un "nuevo Estado industrial", administrado por espe­cialistas interesados en la maximización de la producción y elvirtuosismo técnico. Y aquí, en su papel preceptivo, Galbraith

encuentra el dilema a que se enfrentan todos los tecnócratas:en la medida en que reconoce la competencia como un princi­pio anticuado, la esperanza de Galbraith de una reconstruc­ción social de lineamientos veblenianos deja todavía insolutala cuestión del poder que Veblen se negó a afrontar: la autono­mía de los organismos productores. Sin embargo, Veblen siguesiendo para Galbraith "un genio, la fuente más penetrante, ori­ginal y desinhibida -de hecho la más grande- del pensa­miento social de su tiempo".18

En los escritos de varios académicos de la posguerra -Heil­broner y Galbraith en economía, Lerner y Mills en sociología,Aaron y Commager en historia-, Veblen se convirtió en valio­so recurso intelectual y en vehículo importante para la críticasocial. Sin embargo, varios otros académicos norteamericanoscreían que Veblen permanecía demasiado fuera del sistemaestadunidense de valores para tener alguna importancia per­durable. Por el contrario, varios académicos europeos exiliadoscreían que Veblen permanecía demasiado dentro de ese siste­ma de valores para tener alguna significación perdurable. Unestudio de esta convergencia representa una de las síntesismás extrañas de la historia intelectual moderna.

Los ACADÉMICOS DEL CONSENSO Y LOS TEÓRICOS CRíTICOS

Después de la segunda Guerra Mundial, muchos radicales po­líticamente renegados retornaron a casa como hijos pródigos.Quizá sea injusto afirmar que todos ellos participaron en lo queC. Wright Milis llamó "la gran celebración norteamericana",pero un número influyente de ellos descubrió o redescubrió la

18 John Kenneth Galbraith, "A New Theory ofThorstein Veblen", AmericanHeritoge 24 (1973), pp. 32-40; John Kenneth Galbraith, The Affluent Society(edición Mentor, Nueva York, 1963) y The New Industrial State (Boston, ediciónSentry, 1971). Véase también Charles G. Leathers y John S. Evans, "I'horeteinVeblen and the New Industrial State", Journal of Political Economy 5 (1975),pp. 420-437.

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salud básica de la sociedad estadunidense y las bellezas olvi­dadas de la historia norteamericana. Muchos apoyaron tam­bién el surgimiento del academismo del "consenso", escuela depensamiento que hace hincapié en la estabilidad y continuidadde las instituciones y valores norteamericanos. Por lo que tocaa la decíinación de Veblen, el culto del consenso puede atribuir­se a tres desarrollos históricos que presumiblemente volvieroninnecesaria su obra.

Primero, el desempeño extraordinario de la industria norte­americana durante la guerra parecía terminar con la queja ve­bleniana del derroche y la ineficiencia del sistema económico,ya fuese competidor o en sociedad anónima. Aunque quizá elpropio Veblen no se habría sorprendido de las hazañas del ca­pitalismo de guerra, unos cuantos críticos radicales anterioresno podían dar crédito a sus ojos cuando el tercer Reich maravi­llosamente "colectivizado" caía ante el ataque de las líneas demontaje de la General Motors.t? Segundo, la Guerra Fría, consu Plan Marshall y su Doctrina Truman, no sólo exigía que laempresa norteamericana soportara la carga económica de la de­fensa del Occidente democrático, sino que ayudó en gran medi­da a restaurar la viabilidad de la tradición de libertad basadaen los derechos naturales que Veblen había rechazado tan a laligera. Después del estalinismo, ¿quién podría leer íos ridículosensayos de Veblen sobre el bolchevismo? Tercero, la posguerracontempló el "milagro económico" de Europa occidental y el ad­venimiento de la abundancia en los Estados Unidos, dramati­zado en los complejos de viviendas suburbanas y en los super­mercados, los Chevrolet y Cadillac aerodinámicos, los televisoresy aparatos de cocina. Cuando los lujos anteriores se convirtie­ron en bienes básicos al alcance de la gran mayoría de los ciuda­danos, con el artificio de los aparatos y los accesorios que sur­gían del mismo sistema crediticio que Veblen había consideradoalguna vez como la muleta frágil del capitalismo, los consumi-

19 Diggins, Mussolini and Fascism, pp. 454-455.

dores no podían resistir las tentaciones de la "compra a plazos".Aunque los historiadores empiezan a considerar la abundan­cia económica como el aspecto central del "carácter norteame­ricano", tesis del influyente libro de David Potter, People ofplenty (1953), Vebíen no se habría sorprendido más de la de­mocratización de la abundancia después de la guerra que de laracionalización de la industria durante la guerra. Cuandola cuenta de crédito se volvió casi universal junto con la sema­na laboral de cinco días, la ética protestante de la austeridad yel esfuerzo perdió todo significado en la cultura norteamerica­na; de modo que Veblen resultaba más importante que nuncacomo una conciencia burlona en una sociedad adquisidora queda publicidad a las promesas falsas del ocio. Pero los académi­cos del consenso no querían saber nada de Veblen.

Se le empezó a menospreciar en realidad en los años treinta,sobre todo en la obra de Talcott Parsons, el sociólogo de Harvardque se convirtió en la posguerra en uno de los intelectualesacadémicos más influyentes. Parsons es un espécimen raro enla historia intelectual moderna de los Estados Unidos. Escri­biendo en una época en que la mayoría de los académicos delconsenso norteamericanos estaban convencidos de que las ideaseuropeas no tenían ninguna aplicación en los Estados Unidos,Parsons se dio a la tarea de difundir las teorías de Durkheim,Pareto y Weber. Es desafortunada la indiferencia de Parsonshacia Veblen. La escuela del "funcionalismo estructural" fun­dada por él -una teoría que sostiene que todas las sociedadeshumanas, por complejas o simples que sean, comparten algu­nos de los mismos principios de organización básicos, y que to­dos los fenómenos sociales tienen una función necesaria paramantener unida a la sociedad- no es tan diferente de las fun­ciones del consumo con arreglo a la posición social, lo cual ana­liza Veblen. En efecto, la ausencia de éste en la investigaciónsociológica reciente es una omisión curiosa por parte de losteóricos del consenso, que tanto recurrieron a los papeles de laposición social y la tensión social de la cultura política norte-

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20 Talcott Parsons, "Social Straíns in America", en Daniel Bell (comp.), TheRadical Right (Garden City, Nueva York, 1963), pp. 209-238.

21 Arthur K. Davís escribió su tesis doctoral sobre Veblen, con la supervisiónde Parsons, en la Universidad de Harvard. Se inclinó Davie por subrayar las"numerosas faltas graves" de las obras de Veblen. Véase, por ejemplo, su ensa­yo "Sociological Elements in Veblen's Economic Theory", Journal of PoliticalEconomy 53 (1945), pp. 132-149.

* El esfuerzo de los intelectuales de la nueva izquierda por poner al descu­bierto los estratos de la pobreza olvidados y poner ante la conciencia pública ladesdicha de los grupos étnicos desposeídos, tanto en el pasado histórico comoen el presente, no refutó en modo alguno las conclusiones de los académicos delconsenso, tales como Bell, Daniel Booretin o Louis Hartz. Los mismos "conflic­tos" descubiertos por los historiadores -esclavitud, guerras de los indios,movimiento laboral- tenían poco o nada que ver con el conflicto de clases en elsentido marxista del término. La cuestión central consiste en saber si tales lu­chas se dirigían contra la doctrina de la propiedad o contra su distribución. Labúsqueda de una tradición radical en el pasado norteamericano requiere laprueba de que cierto estrato social planteó una "negación" potencial del ordensocial existente y no sólo una exigencia de redistribución de su riqueza; es decir,

americana durante la época de McCarthy.20 Aunque los discí­pulos de Parsons se han ocupado de Veblen.O el propio Parsonssiguió convencido de que lo que tenía que decir Veblen aparecemejor presentado en las obras de Weber. No importó que Ve­blen y Weber tuviesen conceptos enteramente diferentes delsignificado del capitalismo, el trabajo y la moral burguesa. Enlugar de confrontar a Veblen, Parsons optó por descartarlo: tales el caso de un sociólogo que trata la historia intelectual norte­americana con lo que podríamos llamar, no sin espíritu carita­tivo, una "negligencia benigna".

Daniel Bell también trató a Veblen como si no fuese más queuna irritante nota al pie de página para los grandes teóricossociales del siglo XIX. En 1960, Bell anunció el "agotamiento"de todas las teorías radicales del conflicto social en The End of1deology, y al igual que muchos académicos del consenso esta­ba seguro de que la tradición del pluralismo liberal que Veblenatacó se había solidificado de algún modo, y de que ahora po­día ser apreciada de hecho como la realidad política central dela vida norteamericana. Como testamento político del humorde la posguerra, la tesis de Bell era tan presciente como profun­da.* Pero por correcta que fuese como una descripción de la

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condición social norteamericana, generaba un patrón doble dela moralidad política. Las ideologías del siglo XIX -sostuvo Bellcon una referencia implícita a la herencia marxista, a la queuna vez juró lealtad- se basaban en las metas "universalis­tas" y "humanistas" de la igualdad social y la libertad, mien­tras que las neoideologías del siglo xx eran "parroquiales" e"instrumentales" y derivaban de los "impulsos" del desarrolloeconómico y el poder nacional.P Con esta formulación, resulta­ba inevitable que Bell identificara a Veblen con la última tradi­ción y sostuviera que su objetivo, como el de todos los autorita­rios tecnócratas desde Saint-Simon hasta James Burnham,era el descubrimiento de una "nueva clase" capaz de derribaral orden existente. Veblen "debe ser colocado en el lado de los eli­tistas", escribió Bell en su "Introduction" a The Engineers andthe Price System en 1963. Bell basó gran parte de su argumentoen los escritos de Veblen sobre el bolchevismo, y sus explicacio­nes de los motivos "elitistas" de Veblen parecen una parodia de la

psicohistoria de moda.

Una mujer desdeñada en el amor se dedica a la reforma como unasegunda elección; un hombre despreciado por el poder se lanza a me­nudo a la revolución. Veblen había sido siempre subversivo en suironía verbal; mas luego, en los dos años siguientes, de 1919 a 1921,empezó a concebir esperanzas, siempre un poco encubiertas, de con­

vertirse en una fuerza política activa."

Una cosa es afirmar que el enamoramiento de Veblen con losingenieros tenía implicaciones elitistas; otra muy diferente esel argumento de que el propio Veblen buscaba el poder por lasencilla razón de que el poder lo había eludido. Tal interpreta-

una exigencia de la política del interés familiar, incor~oradaen principio a .laestructura misma del sistema constitucional de Medison. P~ra la n~e,,:a IZ­

quierda resultaba fácil suponer la existencia de un pasado radical; lo diñcil eraencontrarlo. . . .

22 Daniel Bell, The End of Ideology: On the Exhaustion ofPoiitical Ideas tn

the Fiftíee (Nueva York, 1961), p. 403.23 Bell, "Introduction", EPS, pp. 4, 13.

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ción olvida el escepticismo del propio Veblen acerca de losingenieros como entes políticamente ineficaces, sus simpatíaspor los uiobblies indefensos y nómadas y su personalidad indó­mita que lo volvía incompatible con las exigencias de cualquiermovimiento organizado. Veblen no tenía ningún interés en con­vertirse en un Lenin norteamericano, así como no le interesóla presidencia de la Asociación Norteamericana de Economía:[quizá esto diga algo de su sentido del poder!

Veblen frustra al ex marxista que busca una visión opcionaldel cambio social.'" también intriga al ex marxista que, auncomo liberal o conservador, se siente suficientemente nostálgicopara tratar de rescatar algo de la tradición radical de los Esta­dos Unidos. En 1953, el sociólogo Lewis S. Feuer explicó a Ve­bien para los lectores del American Quarterly, la revista nacio­nal de estudios norteamericanos. Feuer, veterano de la viejaizquierda, mostró gran admiración por Veblen: "el primer pen­sador científico norteamericano [... ] que presentó una críticasocialista de la sociedad y pensamiento norteamericanos". Sinembargo, al comparar la epistemología de Veblen con la deWilliam James, Feuer descubrió que el "materialismo" del pri­mero no llegaba a explorar las grandes profundidades de la ex­periencia humana. No era sólo superficial la filosofia de Veblen,sino que su teoría del "instinto de la curiosidad ociosa" puedehaber surgido de las necesidades psíquicas de un "inmigranteinternado".

Hay un sentido -sostuvo Feuer- en que la "curiosidad ociosa" esun mito defensivo similar para el propio Veblen, un retrato de símismo, disfrazado de observador frío, como un instinto de la huma­nidad. Pero zera su propia "ociosidad", su silencio amargo, su inca-

24 No todos los marxistas que alcanzaron la madurez política en los añostreinta llegaron a convertirse en críticos de Veblen en los años cincuenta. Véase,por ejemplo, el respetuoso capítulo que dedica Lewis A. Coser a Veblen en Mas­ters of Sociological Thought: Ideas in Historical and Social Context (NuevaYork, 1971), pp. 263·302. Véase también Bernard Rosenberg, The Values ofVeblen: A Criticol Appraisal (Washington, D. C., 1956).

pacidad para hablar y actuar, la expresión de un impulso libre,natural?; o, por una extraña ironía, ¿había confundido Veblen laneurosis que le había infligido la sociedad con la constitución natu­ral, instintiva, del hombre? En este caso, el propio Veblen había sidotocado por la "contaminación" en la base de su pensamiento. La irareprimida contra la clase ociosa se había convertido en odio de símismo y en una ansiedad del silencio rumiante."

Feuer tocó un punto delicado que los académicos del consen­so tendrían que considerar: el estado de la salud mental deVeblen.

"Si Veblen estuviese todavía entre nosotros --escribió DavidRiesman en 1953- es casi seguro que sus amigos, con la mejorvoluntad del mundo, lo instarían a que consultara a un psico­analista." El libro de Riesman, Thorstein Veblen: A CriticalInterpretation, es un análisis perspicaz que "subraya sobretodo la ambigüedad, aun las contradicciones internas, de supensamiento". Seguía siendo un "problema" para Riesman elhecho de que Veblen pudiera alabar la vida comunal y el espí­ritu de trabajo primitivos y, al mismo tiempo, aplaudir la tec­nología industrial; y que pudiera condenar la guerra como unrasgo recurrente del "barbarismo" y apoyar, no obstante, sinsombra de duda, la entrada de los Estados Unidos en la pri­mera Guerra Mundial. Riesman logró resolver algunos deestos misterios; pero, como un análisis freudiano de las ideasde Veblen, su libro es un ensayo especulativo que empieza enla conjetura y termina en la inferencia. Riesman nos dice queVeblen "al parecer nunca pudo exorcizar a su propio padre",cuyo poder y autoridad simbolizó en el ingeniero. Afirma tam­bién que la falta de "arrojo masculino" lo llevó a simpatizar conla causa del feminismo, que sus "raíces campesinas" explican("quizá") su repulsión por el lujo y la extravagancia, y que sus

25 Lewis Feuer "Thorstein Veblen: The Metaphysics ofthe Interned Immi­grant", American 'Quarterly 5 (1953), pp. 99-112. Véase también George Fred­rickson, "Thorstein Veblen: The Last Viking", ibid., 11 (1958), pp. 403-415.

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"tendencias masoquistas" y su "temor al éxito" pueden expli­car tal vez su didáctica ineficaz y su incapacidad para ascen­der en el mundo académico, lo que a su vez generó en parte superverso libro: The Higher Learning in America. Riesman nosomete al tratamiento freudiano sólo a Veblen, sino también alos lectores de Veblen: "¿Cuál es la fuente del poder que ejerceVeblen sobre nosotros?" Podría ser nuestra vida de gran abun­dancia en una sociedad que aún no ha resuelto los problemasde la pobreza y el desempleo; de aquí nuestra "culpa" y "nues­tra disposición a permitir que Veblen nos castigue por nuestrospecados".26

Hay algo de verdad en el enfoque psicoanalítico de Riesman,pero está lejos de ser toda la verdad. Si su libro ricamente su­gerente nos ayuda a entender a Veblen, también nos ayuda aentender por qué los académicos del consenso de los años cin­cuenta estaban desconcertados por la hostilidad de Veblenhacia el capitalismo, y por qué se inclinaban a achacar los orí­genes de su "alienación" a una patología individual y no a larealidad social. Cualquiera que pueda ser esa perspectiva, to­davía resulta difícil entender cómo podemos descartar las ob­servaciones de Veblen por tener raíces psicológicas, a menosque estemos dispuestos a sostener que la sociedad norteameri­cana, tal como existía entonces, constituía una norma racionala la que daba su asentimiento la propia comunidad intelectual.El peligro reside en atribuir un papel causal a una experienciapersonal única en el caso de problemas sociales que concerníana toda una generación de autores. Además, una cosa es juzgarirracionales los pensamientos de Veblen a causa de sus "contra­dicciones internas"; otra es juzgarlos así porque violan nues­tras normas, como se inclina a hacerlo Riesman en su análisisde la educación. Veblen era, sin duda, una personalidad pecu­liar, quizá el carácter más "dirigido hacia dentro" que jamáshaya aparecido en la historia de la ciencia social norteame-

26 Riesman, pp. 7~8, 18,41, 78-79,pássim.

ricana. Pero una explicación de sus ideas que haga hincapié enlos determinantes de la infancia pasará por alto la influenciaenorme de muchos autores (Kant, Hume, Darwin, Mill, Clark,Bellamy, Peirce, Marx y Sombart) que contribuyeron a su cre­cimiento intelectual, así como las experiencias históricas (elmovimiento populista, el socialismo y el conflicto industrial, lamarcha de protesta de Coxey, etc.) a las que respondió. Por úl­timo, aun si concedemos que el proceso de formación de las ideasde Veblen derivaba de excentricidades personales, no se sigueque sus ideas de la sociedad moderna no tengan mérito algunoy no puedan examinarse con espíritu crítico y evaluarse racio­nalmente. En la historia intelectual, por oposición a la psico­historia, es la obra del hombre, no su vida, lo que plantea inte­rrogantes para la teoría social, y tal obra debe examinarsebasándose en observaciones, supuestos y pruebas. Es posibleque Veblen hubiese tenido su porción de "neurosis", pero notodos los neuróticos compartieron sus intuiciones.é?

La reseña anterior de la historiografía de Veblen ilustra elhecho de que nuestra reacción ante Veblen puede depender denuestro juicio acerca de los Estados Unidos. Pero no podemosconcluir simplemente que sólo quienes celebraban la salud dela sociedad estadunidense sentían antipatía por Veblen. Enrealidad, sus críticos más mordaces eran hombres sin un paísque defender, vagabundos intelectuales como él mismo.

Tales fueron los intelectuales alemanes exiliados que hansido asociados con el Frankfurt Institut für Sozialforschung[Instituto de Francfort para la Investigación Social], quienes aprincipios de los años treinta huyeron del régimen hitleriano.Theodor Adorno, Max Horkheimer y Herbert Marcuse, voceroprincipal de la teoría social de Francfort en los Estados Unidos,se habían nutrido en sus primeros años con la "imaginación

27 Véase una crítica a la interpretación psicológica que hace Riesman de Ve­bIen en Ferrarotti, pp. 139-144. Mis propias críticas se han visto influidas porlos problemas metodológicos que examina con perspicacia Gerald Izenberg en"Psychohístory and Intellectual History", History & Theory 14 (1975), pp. 139~155.

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dialéctica" tranquilizante de la tradición hegelianamarxista.Pero también eran sociólogos provenientes de la filosofía quese habian vuelto melancólicos por el fracaso del proletariado-los "herederos de la filosofía clásica" (Engels)-, el cual nohabía cumplido su misión histórica de liberar al hombre de lastrampas y las falsas comodidades de la sociedad burguesa. Elaspecto de Veblen que interesó a los exiliados alemanes fue elmismo desarrollo histórico que interesaría a Riesman: el fenó­meno de la sociedad de masas. En los años cuarenta, Riesmanhabia estado explorando las presiones conformistas de la cultu­ra norteamericana, mientras que los exiliados alemanes habíandescubierto antes en los Estados Unidos lo que aparecía me­nos claro en Europa: la "integración" de la clase trabajadora.En consecuencia, ambos miraron a Veblen como una posibleclave de la naturaleza futura de la sociedad industrial avanzada,y los alemanes ---en particular Horkheimer- creían que Veblen,"el más grande de los críticos sociológicos de la cultura norte­americana, nos ayudaría a entender mejor el cambio catastró­fico de la naturaleza humana", dramatizado en el barbarismode la segunda Guerra Mundial."

Sin embargo, la obra de Veblen era sólo un punto de partida;de modo que los intelectuales estadunidenses y los alemanesinterpretaron a Veblen de manera diferente. Mientras que lossociólogos como Riesman y Feuer vieron a Veblen como un ex­traño introvertido enajenado de la sociedad norteamericana,los exiliarlos alemanes lo vieron como un pensador norteameri­cano típico, asimilado a los valores dominantes de tal sociedad.Mientras que algunos académicos norteamericanos criticarona Veblen desde el punto de vista del consenso, los autores ale­manes lo juzgaron consensual desde el punto de vista de la"teoría crítica", La idea de la teoría crítica sugiere un estilo depensamiento que va de una negación a otra negación y que pre­sumiblemente capacita a la mente para cuestionar todos los

28 Max Horkheímer, "Preface", Studies in Philosophy and Social Science 9(1941), pp. 365.

fenómenos sociales y percibir toda la realidad como algo transi­torio porque, en términos hegelianos, el "llegar a ser" lo es todo.Así pues, en opinión de los académicos alemanes, Veblen nocuestionó suficientemente los valores de la cultura norteame­ricana porque ofreció como una solución lo que en realidad debeverse como parte del problema mismo: los valores "positivis­tas" de lo práctico y lo eficiente. Más grave aún era la incapaci­dad de Veblen para apreciar las contribuciones de Marx, unaincapacidad derivada de que Veblen rechazaba a Hegel. Sin elentendimiento dialéctico aportado por Hegel, Veblen sólo podriapensar de acuerdo con los lineamientos científicos de la causa­lidad mecánica, lo cual excluye la tensión dual entre el "es" y el"debe ser". Según el modo de análisis de Veblen -criticaronAdorno y Marcuse-, el pensamiento y la realidad son la mis­ma cosa, y lo ideal y lo real se funden en una aceptación de lo"dado" como la norma. También carecía Veblen de un conceptode la "totalidad", así que su epistemología no representabatanto un esfuerzo de visión radical, sino mera "adaptación", To­das las limitaciones de Veblen derivan del hecho de que nopodía apreciar el principio hegeliano-marxista de la "negación",la negación del mundo existente y la afirmación de idealesúltimos que trascienden la realidad presente.P

Ningún académico contemporáneo de Veblen debe pasar poralto esta crítica ilustrada. Adorno demostró brillantementeque "el motivo crítico de Veblen y su reverencia por lo históri­camente dado son irreconciliables". Pero Adorno y Marcusetrataron de probar mucho más, y aquí reside el problema. Sobreeste punto crucial, veamos con atención lo que dice Adorno:

En opinión de Veblen, Marx había dado un valiente paso inicial enmateria del análisis cultural, aunque padecía la desventaja de unapsicología superficial derivada de Bentham y de una metafisica ro­mántica derivada de Hegel. La influencia de Bentham llevó a Marx

29 Herbert Marcuse, "Sorne Social Implications ofModern Technology", ibid.,pp. 414-439.

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a elaborar una teoría común de los intereses de clase que no consi­deraba la forma en que ciertos hábitos de pensamiento se imprimenen los hombres de negocios por sus ocupaciones monetarias, mien­tras que en los asalariados imprime hábitos de pensamiento muydiferentes el proceso de la máquina, en el cual se ven atrapados. Lainfluencia de Hegel hizo que la teoría marxista de la evolución so­cial fuese esencialmente una secuencia intelectual que tiende haciauna meta, "la estructura económica sin clases del término final so­cialista", mientras que el esquema del pensamiento darviniano con­cibe una "causalidad ciegamente acumulativa, en que no hay ten­dencia, no hay término final ni consumación". Por lo tanto, Marx sedesvió de la estrecha senda del análisis científico apropiada parauna época mecanicista y alcanzó una visión optimista del futuro, vi­sión que realizaba su deseo de una revolución socialista. El puntode vista darviniano, que proporciona el programa de trabajo ne­cesario, se difundirá entre los científicos sociales, no porque seamenos metafísico que sus predecesores o se aproxime más a la ver­dad (cualquiera que sea el significado de esta noción), sino porque"armoniza mejor con los pensamientos suscitados por el trabajodiario en el siglo xx". La tesis de que el "punto de vista darviniano"no se "aproxima más a la verdad" que Marx, sino que sólo es másadecuado a las condiciones de trabajo de la sociedad actual, indicalos yerros decisivos de la teoría de Veblen. La "armonía" del pensa­miento y la realidad que defiende su doctrina de la adaptación pue­de ser finalmente una armonía con la misma opresión que condenaen otra parte. Es una armonía ciertamente no superior a las opinio­nes discordantes de Marx. Éste no tenía una "psicología superficial";no tenía ninguna psicología, y ello por buenas razones teóricas: elmundo que Marx escrutó está regido por la ley del valor, no por lasalmas de los hornbres.é"

La afirmación de que el mundo de Marx está "regido por laley del valor" puede ser tan engañosa como la declaración deque está regido por el valor de la ley. En cuanto a la teoría del va­lor, no era Veblen quien estaba sumergido en las ideas y lossupuestos de la cultura capitalista, sino el propio Karl Marx, y

.10 T. W. Adorno, "Veblen's Attack on Culture", ibid., pp. 389-413.

Veblen fue el primer científico social que señaló los sentidos enque la teoría del valor-trabajo descansa torpemente en funda­mentos ricardianos y fantasías hegelianas. El tratamiento deAdorno, perspicaz en otros sentidos, sugiere la razón de que Ve­blen permanezca siempre como un obstáculo intelectual paralos marxistas y teóricos críticos que pueden criticarlo todo,menos sus propias premisas. Veblen no podía creer en el marxis­mo como una proposición filosófica ni aceptar el capitalismocomo una condición humana. Es esta tensión entre la creenciay la duda lo que hizo de Veblen un extraño tan alejado y oríentósu mente hacia lo satírico y lo absurdo, la única salida parauna inteligencia que tomaba con espíritu crítico la teoría críti­ca. Mordaz, separado, escéptico dotado de una apreciación cínicade la ridícula naturaleza de la realidad social, elevó la inani­dad de la sociedad a la dignidad de la teoría social.

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XII. CONCLUSIÓN:¿cuÁL ES EL FUTURO DEL CAPITALISMO?

LASOCIEDAD BURGUESA ha tenido pocos amigos entre los intelec­tuales; y el capitalismo, su savia vital, se ha analizado de ordi­nario mediante metáforas sombrías relacionadas con la pato­logía, decadencia y desaparición inevitable. Aunque florecenmejor precisamente en la sociedad capitalista, podría acusarsecon justicia a los intelectuales de haber albergado deseos demuerte para el capitalismo. Con tanta frecuencia han procla­mado su derrumbe inminente, que su capacidad perversa parasobrevivir al desastre, y para prosperar de nuevo, debe pare­cerles poco menos que un milagro, como la remisión espontá­nea de los síntomas de un paciente condenado a muerte.

El último de una larga serie de pronósticos sombríos es el deDaniel Bell, quien es demasiado refinado para caer en el análi­sis unidimensional -marxista o de otra clase-, pero cuyoestudio reciente de las "modalidades" del capitalismo, sus for­mas expresiva y simbólica, es casi tan apocalíptico como el delos marxistas que se concentran en el modo de producción. Bellestá convencido de que la sociedad industrial contemporá­nea está atrapada en graves "contradicciones culturales", princi­palmente porque el genio burgués que alimentó su surgimien­to ha cedido su lugar a la cultura "sensual" del modernismo.

La visión burguesa del mundo -c-racionaliata, factual, pragmática;ni mágica ni mística ni romántica; que hace hincapié en el trabajo y

la función; preocupada por la restricción y el orden en la moraly conducta-e- había llegado a dominar, para mediados del siglo XIX,

no sólo la estructura social (la organización de la economía) sinotambién la cultura, en particular la motivación religiosa del niño.Reinaba triunfal esta visión por todas partes, sólo desafiada en el

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CONCLUSIÓN: ¿cuÁL ES EL FUTURO DEL CAPITALISMO? 427

terreno de la cultura por quienes desdeñaban su talante nadaheroico y antitrágico, así como su actitud de orden hacia el tiempo.'

Belllamenta la desaparición de este mundo que hemos per­dido. Esta perspectiva triunfal sucumbió en el siglo xx anteuna cultura de libertad y placer, un estilo de vida que equiparóla mística de la autorrealizacián a un derecho inalienable, y

una economía de consumo masivo de gratificación ilimitada. Elsistema de valores del capitalismo, concluye Bell, está experi­mentando por fin una crisis fundamental de legitimidad.

Significativamente, tanto los autores marxistas como los an­timarxistas (en algunos casos ex marxistas) están dispuestos aaceptar que el capitalismo tenía esta visión del mundo, ascéticay racionalista, formulada en primer término por Max Weber.Pero tal visión del mundo no puede explicar cómo es posible lasociedad capitalista moderna. Si el capitalismo primitivo tienesu génesis en la ética del autocontrol, el capitalismo maduro hallegado a ser, como reconoció el propio Weber, la sistematiza­ción racional de necesidades irracionales, esclavitud a la sobe­ranía del deseo. De esta perspectiva quizá podamos entendermejor por qué la cultura capitalista conserva su legitimidad yhegemonía y aparentemente absorbe todos los desafíos, convir­tiendo las crisis y los conflictos en nuevas pruebas de un con­senso enteramente general.

El problema de la hegemonía, el sometimiento del hombre alas ideas y no sólo a la fuerza bruta, podría ser la realidad fu­tura de la sociedad burguesa. Si esto es así, convendrá añadirotra dimensión a las especulaciones angustiadas de Daniel Bell.Es posible que las "contradicciones culturales" actuales del ca­pitalismo no deriven sólo de la separación de su ética del traba­jo y su principio del placer. Por el contrario, desde que la filoso­fía de la propiedad recibió su formulación liberal clásica en los

1 Daniel Bell, "The Cultural Contradictions ofCapitalism", The Public Interese21 (1970), p. 35. Véase una extensión del argumento en el contexto de la historiaintelectual en Bell, The Cultural Contradictions ofCapitalism (Nueva York,1975).

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escritos de Locke, podemos discernir una paradoja funda­mental: se considera que el trabajo tiene valor como fuente deriqueza, pero al trabajador mismo se le considera condenado asoportar la carga del trabajo; cuanto más se alaba el principiodel trabajo en el terreno económico, más se denigra la activi­dad en el terreno social. 2 Podrían desecharse fácilmente talesactitudes como un aspecto de la "alienación" o una especie de"conciencia falsa". En efecto, el análisis de Veblen sugiere quela distinción entre los frutos del trabajo y los actos del espíritudel trabajo, entre la estimación del producto yel desprecio delproductor, es un pensamiento cosificado que se experimentacomo antropomorfismo, de modo que la alienación misma pue­de tener sus raíces en la esfera del consumo y no en la esfera dela producción. En nuestra época, cuando es cada vez menor elnúmero de las personas dedicadas al trabajo industrial, y cuan­do la tecnologia y la abundancia han permitido que más perso­nas se dediquen a la "búsqueda de la felicidad" en actividadesociosas, parecería que debiéramos desviar nuestra atención delas "fuerzas productivas" a la cultura de los bienes, quizá el ele­mento formativo crucial en el desarrollo de la conciencia popu­lar moderna. Tal vez los escritos de Veblen sirvan como punto departida para un estudio de los lazos antropológicos que unenal presente "civilizado" con el pasado "bárbaro".

Es posible también que sus escritos iluminen una dimensiónnueva del debate contemporáneo entre los académicos del con­senso y los teóricos del conflicto o la coerción de la sociedad mo­derna. Los representantes de ambas escuelas se interesan pri­mordialmente por el interrogante de Hobbes: ¿Cómo existe elorden social? En el modelo del consenso, articulado en primertérmino por Alexis de Tocqueville, y en nuestra época por Sey­mour Martin Lipset y Talcott Parsons, existe una sociedadporque la masa de los ciudadanos comparte normas, ideas y

creencias comunes, un sistema de valores y una estructura de

2 E. J. Hundert, "The Making of'Homo Faber: John Locke between Ideologyand History", The Journal ofthe History ofldeas 33 (1972), pp. 3-22.

428 DENTRO DE LA BALLENA CONCLUSIÓN: ¿CUÁL ES EL FUTURO DEL CAPITALISMO? 429

organización de principios, que funciona para mantener unidoel orden social. En la escuela del conflicto, expuesta sistemática­mente en primer término por Marx, y en el pensamiento con­temporáneo revisado por pensadores no marxistas como RalfDahrendorf y Lewis Coser, se explican los fenómenos socialespor la interacción de los intereses de clase o por la realidad delas relaciones de autoridad, de modo que el sistema social no seperpetúa por las normas sino por el poder.

La posición de Veblen guarda ciertas semejanzas con am­bas escuelas de pensamiento, pero es distinta de ellas. Los Es­tados Unidos que describió Veblen a principios de siglo apa­recen como una sociedad de clases en que los trabajadores nopadecen tanto por la miseria económica como por la privaciónde posición social, fenómeno que indicaba la penetración de lasnormas capitalistas de la realización pecuniaria. Pero es tam­bién una sociedad en que prevalecen los valores de la clase in­dustrial dominante a causa de su éxito anterior en la lucha por

el poder.Se admira al capitán de industria por la misma razón que el

hombre primitivo admiraba al guerrero: tiene "el don de la fe­rocidad". La persistencia de tales actitudes deferentes haciala fuerza personal es el resultado de la evolución biológica y lacoerción ideológica. "Este efecto", escribió Veblen refiriéndose

a la hegemonía de la clase ociosa,

deriva por una parte de una adaptación educativa, coercitiva, de loshábitos de todos los individuos, y por la otra de una eliminación se­lectiva de los individuos y líneas de descendencia menos aptos. Elmaterial humano que no se preste a los métodos de vida impuestospor el esquema aceptado, padecerá en mayor o menor medida elimi­nación y represión. En esta forma, los principios de la emulación pe~

cuniaria y de la exención industrial se han erigido en cánones de vida,y se han convertido en factores coercitivos de cierta importancia enla situación a la que deben adaptarse los hombres.é

3 Veblen, reo, p. 218.

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430 DENTRO DE LA BALLENA CONCLUSIÓN: ¿cuÁL ES EL FUTURO DEL CAPITALISMO? 431

Según Veblen, la estructura del poder es la base de que sur­gen las actitudes sociales. Las ideas y la cultura de la clase vic­toriosa adquieren vida propia y dan a la ideología capitalistamoderna la misma calidad cosificada disfrutada en el pasadopor las ideologías de la clase gobernante. En cierto sentido, Ve­bIen ofrece una síntesis del debate entre el consenso y el con­flicto: la historia de la sociedad es la historia de las luchas porel poder que crean una cultura de fetichismo de la posiciónsocial, un culto por el triunfo masculino, alrededor del cual seforma un consenso y a través del cual se sostiene la sociedad.No es una coincidencia que Veblen haya discernido en la ideo­logía capitalista lo que otros filósofos como George Santayanay William James consideraron la maldición de la propia cul­tura norteamericana: la adoración a "la prostituida diosa deléxito".

Si Veblen nada más hubiese demostrado la autoridad que elfuerte adquiere sobre el débil, sólo habría afirmado una varia­ción del darvinismo social del siglo XIX. Pero al basar su análi­sis en la naturaleza antropomórfica de los fenómenos cultura­les, el enfoque de Veblen hacia la formación de actitudes nosólo absorbió la distinción entre las normas y el poder, lo cualdivide a los teóricos del consenso de los teóricos del conflicto,sino que además cuestionó un supuesto compartido por liberalesy marxistas, tanto como los darvinistas sociales: el supuestodel progreso histórico. Donde los teóricos del progreso percibie­ron cambio, Veblen sólo vio continuidad; donde aquéllos vieronla racionalidad y el dominio crecientes del hombre sobre el am­biente, Veblen observó al hombre manifestando en formas sim­bólicas de comportamiento animista los residuos de su natura­leza bárbara; y donde aquéllos recurrieron a la "inteligencia" oa la "conciencia de clase" para minar el orden antiguo y produciruna sociedad nueva y tal vez incluso un "hombre nuevo" (lafrase de Trotskí), Veblen recurrió a la "disciplina de la máquina"para liberar al hombre de sus rasgos arcaicos mediante la res­tauración casi intacta de su naturaleza productiva, sana, que

supuestamente había florecido en la primera etapa del "salva­jismo primitivo".

La esperanza final de Veblen ha parecido siempre "paradóji­ca" a los historiadores intelectuales;" y debemos reconocer quela idea de que la máquina, un producto del hombre moderno,podría reavivar los saludables instintos primarios de la natu­raleza humana, parece en efecto una proposición dudosa. Peroel poder liberador de la ciencia y la tecnología no puede negar­se en una perspectiva histórica. Al fin y al cabo, ¿qué es másamenazante para las distinciones sociales falsas que un "pro­ceso de la máquina" que no establece distinciones culturales?¿Qué cosa es más revolucionaria que un modo impersonal deconocimiento que tiene una lógica y realidad independienteseparadas del usuario? ¿Qué cosa es más democrática que unaempresa empírica que no tiene una obligación mayor que la deser práctica y útil? El problema, como observó sagazmenteLewis Mumford, es que la máquina surgió en la cultura occi­dental como un "instrumento externo" para la conquista delambiente, más que como una extensión de los poderes intelec­tuales del hombre; por lo tanto, a medida que la vida modernase volvió más mecanizada, y el trabajo aburrido y enajenante,la civilización asimiló los objetos producidos por la tecnologíaen lugar del "espíritu" que los había producido. Conviene citar enextenso a Mumford, porque ha expresado la promesa veble­niana de la "estética" de la máquina con mayor lucidez que el

propio Veblen:

La posibilidad de que la técnica se hubiese convertido en una fuerzacreativa, movida por su propio impulso, de que estuviese ordenan­do rápidamente una clase nueva de ambiente y produciendo untercer estamento entre la naturaleza y las artes humanas, de quefuese no sólo un conducto más rápido para alcanzar fines antiguossino un conducto eficaz para la expresión de fines nuevos; en suma,

4 Véase, por ejemplo, David Noble, "The Theology ofThorstein Veblen", enQualey (comp.), Thorstein Veblen, pp. 72-105.

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5 Mumford, pp. 322-323.

Sospechamos que Marx habría convenido de inmediato conMumford en cuanto al papel liberador del capitalismo y de laciencia. Pero ¿qué había salido mal? ¿Cómo ganó ascendenciala cultura adquisidora del capitalismo sobre su sistema racio­nalizado de producción? ¿Por qué continúa prevaleciendo lasubjetividad del hombre sobre la objetividad de la máquina?

la posibilidad de que la máquina propiciase un nuevo modo devida, era algo muy alejado de la mente de quienes la promovíanactivamente. Los propios industriales e ingenieros no creían en losaspectos cualitativos y culturales de la máquina. Por su indiferen­cia a estos aspectos, estaban tan lejos de apreciar la naturaleza dela máquina como lo estaban los románticos; excepto que los román­ticos, al juzgar la máquina desde el punto de vista de la vida, consi­deraban un defecto lo que los utilitaristas alababan como una vir­tud; para estos últimos, la ausencia de arte era una seguridad delespíritu práctico.

Si la máquina hubiese carecido en realidad de valores cultura­les, los románticos habrían estado en lo cierto, y su deseo de buscarestos valores en un pasado muerto si fuese necesario, se habríajus­tificado por el estado desesperado del caso. Pero los intereses en lofáctico y lo práctico, que los industriales consideraban la única cla­ve de la inteligencia, eran sólo dos de toda una serie de valoresnuevos generados por el desarrollo de la técnica nueva. En las civi­lizaciones anteriores, las cuestiones de hecho y de práctica se habí­an tratado de ordinario con desprecio pedante por parte de las cla­ses ociosas, como si el ordenamiento lógico de las proposicionesfuese una hazaña técnica menos noble que la articulación de lasmáquinas. El interés por lo práctico era algo sintomático de esemundo más ancho e inteligible en que la gente había empezado avivir, mundo donde los tabúee de la clase y la casta ya no podíanconsiderarse definitivos en el tratamiento de sucesos y experien­cias. El capitalismo y la técnica habían actuado como un disolventede esos coágulos de prejuicio y confusión intelectual; de modo queal principio eran importantes liberadores de la vida."

432 DENTRO DE LA BALLENA CONCLUSIÓN: ¿cuÁL ES EL FUTURO DEL CAPITALISMO? 433

¿Cómo llegó a triunfar la ideología sobre la tecnología? En losescritos de Veblen -en los que el capitalismo es más que unrompimiento definitivo con el pasado, una continuación, enforma modificada, de las relaciones feudales de posición social y

los vestigios bárbaros del valor astuto y admiración; en los quela economía de mercado reorientó las pasiones de gloria y po­der en lugar de "domarlas"- podemos encontrar una respues­ta firme a este problema de la teoría social contemporánea.

No podemos concluir este análisis extenso de las ideas y lasteorias de Veblen sin alguna reflexión final sobre el hombremismo. En algún sentido personal profundo, la vida de Veblensigue siendo tan interesante como sus ideas. Pero todo esfuer­zo por evaluar a Veblen en relación con sus obras conduce sóloa un montón de paradojas desconcertantes, las cuales nos lomuestran como un empírico que se burlaba del valor de la lite­ratura y el arte, pero pasó sus últimos años traduciendo poesíaislandesa; un filósofo social que denunció el ocio como un derro­che, y sin embargo escribió un ensayo para probar que la ocio­sidad es el estado más alto del conocimiento; un radical queatacó la propiedad y el absentismo, pero luchó fieramente porla posesión de su propio terreno y de su choza; un feministaque luchó por la liberación de las mujeres, pero permitía quesus propias esposas y amantes lo atendieran como criadas; unseductor inveterado que elaboró una teoría de la naturalezahumana fríamente indiferente al instinto sexual, tan decisivopara Freud; un tecnócrata que llamó a los ingenieros para quetomaran el poder, mientras rehusaba la presidencia de la Aso­ciación Norteamericana de Economía, y un científico social quebuscaba en el futuro la tecnología moderna y en el pasado laarmonía primitiva. Nos preguntamos si tales contradiccionesmortificaron alguna vez a Veblen. Quizá creyese, como Emerson,que una mente exploradora no puede permitir que la limite elespantajo de la consistencia.

No fueron menos enigmáticos los últimos días de Veblen enCalifornia. ¿Quién podría adivinar qué pensamientos ocupa-

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434 DENTRO DE LA BALLENA

ban su mente cuando se sentaba en su cabaña, en las colinasde las afueras de Palo Alto, con la vista perdida en el espaciomientras una rata vagabunda o una mofeta se restregaban ensus pantalones bombachos? ¿Sucumbiría acaso, en su humorfinal de triste resignación, a alguna sospecha secreta de que lasociedad capitalista había eludido la poderosa red de su aná­lisis? Una cosa es segura: la dinámica de la personalidad deVeblen elude todavía al historiador intelectual, así como des­concierta al psicohistoriador. Quizá así deba ser. Veblen nosdio las ideas y los enfoques a través de los que conocemos aho­ra mejor las sutiles fuerzas culturales, presiones sociales yrealidades del poder de la sociedad industrial moderna. Hizoparecer real y tangible, y hasta un poco tonto, el mundo invisi­ble de los valores, hábitos y costumbres. En efecto, no sólo logróañadir un alivio cómico a la "ciencia sombría" de la economía,sino que soportó los absurdos de la existencia social mientrasconservaba tercamente intacta su propia individualidad. ¿Quémás podemos pedir de la vida? ¿Hemos de mortificarnos por el"misterio" perdurable de su personalidad? Aparentemente a élno lo molestaba. ¿Debemos analizar las fuentes de su "descon­tento", o habremos de aceptar su alienación como la condiciónnecesaria de la conciencia en el acto de la percepción? "El mun­do debe sus impulsos de avance- nos dice Nathaniel Haw­thorne- a los hombres inquietos."

ÍNDICE

Introducción a esta edición. . . . . . . . . . . . . . . . 9Prefacio: la teoría social y el imperativo antropológico 39

Primera ParteEL AMBIENTE Y EL HOMBRE

1. Veblen y los Estados Unidos . 51La crisis de la República . . . 51La persuasión de la reforma . 59Preeminencia de la ideología capitalista 63

Il. La entrada de Veblen, "perturbador de la paz intelectual". 70La posición social del ocio y el estigma del trabajo 70Los ingenieros y el sistema de precios. 80Ciencia y liberación . . . . . . . . . . 90

III. El científico social como un "extraño" 98El hombre a quien nadie conoce . 98La sátira de su presencia. 101El vagabundo intelectual. . . . . 109

Segunda ParteTEORíA E HISTORIA

IV.La economia y el dilema de la teoría del valor 115¿Bentham o Hegel? La crítica de Veblen a las teorías

económicas de Marx. . . . . . . . . . . . . .. 115

435

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436 íNDICE íNDICE 437

Metafísica de la normalidad. La crítica de Veblen ala economía clásica . . . . . . . . . . . . . . . . .. 123

La teoría del valor y el fetichismo de la productividad 131

V Marx, Veblen y el "enigma" de la alienación. . . . .. 142Alienación y orígenes de la propiedad. . . . . . . .. 143Dimensión antropológica de los inicios del dominio. 148La naturaleza humana y el estado de la naturaleza.

Veblen frente a Hobbes. . . . . . . . . . . . . . 156La contaminación de los instintos. . . . . . . . . 165El proceso de la máquina y la curiosidad ociosa. 171

VI. Cosificación, animismo, emulación: la hegemoníacultural del capitalismo. . . . . . . . . . . . . . . .. 182El capitalismo y sus adversarios: Weber, Marx,

Veblen 182Veblen y las etapas del desarrollo histórico. . . . .. 188El dinero, el "misterio" de los bienes y la cosificación 201La emulación y la hegemonía del capitalismo . . . . 215La privación de la posición social y la integración de

la clase trabajadora. . . . . . . . . . . . . . . . . . 222

VII. Veblen, Weber y el "espíritu del capitalismo" 230Max Weber y el surgimiento del capitalismo. 232Ben Franklin y J ohn Adams . . . . . . . . . . 240Tocqueville. Riqueza y envidia en los Estados Uni-

dos durante la presidencia de Jackson . 256Religión, ciencia y racionalización. . . . . . . . . . . 267

Tercera ParteDENTRO DE LA BALLENA

VIII. El status bárbaro de las mujeres. . . . . . . . . . .. 279John Stuart Mili y Veblen: liberalismo y naturalismo 280

De Engels a Lévi-Strauss. . . . . . . . . . . . . . 289Psicología económica del vestido de las mujeres. 302Veblen y Charlotte Perkins Gilman . . . . . . . . 308Veblen y la "nueva mujer"; H. L. Mencken y el con-

traataque masculino. . 315Racionalización del poder. . . 324

IX. Las tribus de la universidad . 328El profesor Veblen . . . . . . . 328Los capitanes de la erudición. 333Realidades burocráticas. . . . 339La curiosidad ociosa y el pragmatismo 347

X. Los Estados Unidos y el mundo . . . . . . . . . . . . 356La primera Guerra Mundial y la Alemania imperial 356Paz sin honor. . . . . . . . . . . . . . 364Un consejo de técnicos. . . . . . . . . 374Teoría social y realidades mundanas 378

XI. Discípulos y disidentes. El legado de Veblen al pen-samiento y la acción social norteamericanos . 397Verdad y tecnocracia. . . . . . . . . . . . . . . . .. 397Opiniones sobre Veblen en tres decenios . . . . .. 402Los académicos del consenso y los teóricos críticos 413

XII. Conclusión: ¿Cuál es el futuro del capitalismo? .. 426