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28 UNIVERS'IDAD DE MÉXIC€> Por Fausto VEGA E TIC "A wart Ollé-Laprune, Leonard, Margeritte y Mansion, aunque esta lista tenga su contrapar- tida en Diderot, en Boutroux, en Cuvier, en Lamarck, en Darwin, o en Driesh, según la conformidad del juicio y la disciplina elegida. " Arduo problema de filóso- fos y filólogos ha sido estable- cer la unidad de los textos, ya que parece que la Etica Nico- maquea es rectificadora de la Eudenaia, pues en ésta halla- mos la "expresión incompara- ble de la más ardiente religio- sidad, casi inconcebible en el mundo antiguo, no solo por la unicidad de Dios -ahí abi.erta- mente proclamada- sino poi: el carácter íntimo y filial de la relación afirmada ahí también entre Dios V los hombres" mientras que' en la de Nicómaco, Jaeger encuen- tra e! despego de Dios y la re- currencia a lo inmanente juicio del prudente, que el único y último, según la sabia interpretación del pensador alemán. El Dr. Gómez Roble- do, argiiirá contra esta discre- pancia, que le parece aparente: y da como prueba el que los libros Quinto, Sexto y Sépti- mo, con excepción de los capi- tulas once a catorce del último citado, hayan sido incluídos en la Eudemia y no como piensa Jaeger, que deben ser consi- derados en la Nicomaquea. La autoridad de los revisores que adjudicaron incorrectamente los textos de una ética a otra, Je parece demostración plena (Id acuerdo que existe entre ambos libros. Por otra parte recurre a los mismos textos, para mostrar que Jaeg-er, no estuvo muy feliz en la con- frontación realizadq, aunque él mismo conviene que existe "un orteguiano Dios a la visti en la Etica Nicomaqllea", pre- ferido por J aeg-er en su confe- rencia Humanismo y Teología, V nos recomienda que leamos las Eticas "sin más preocupa- ciones, ... como la ética aristo- télica pura y simplemente; éti- ca que es una, aunque elabora- da sucesivamente en creciente demanda de perfección". No nos detendremos tan puntualmente en 10 que sigue de la Introducción, que, no obstante de su crecido interés, es la parte escolar y prepara- dora de la materia pues no es propio de una nota substituir lo que corresponde al esfue"rzo del estudiante. Sólo anotare- mos la noción, que el Dr. Gó- mez Robledo considera, d·esde su punto de vista, la clave del pensamiento de las Eticas: la (Iel Acto; "esta es para mí la intuición fundamental de Aris- tóteles, si es verdad, como qui,ere Bergson, que cada sador tiene una intuición de la cual emerge toda la flora de las proposiciones concree tas" y prosigue entusiasmado "la filosofía de las cosas hu- manas", y, solo de ellas, en este libro, se ha ocupado e! fi- lósofo, sin que tengamos que aguardar ningún fulgimiento heterodoxo contra las ideas profesadas por sus coterrá- neos. Platón también culmina"" ba en su fi10sofar con la inte- lección de! Estado y la Justi- cia, y hasta puede ser, que" Aristóteles, resulte más· plató- nico de 10 que comúnmente pensamos si nuestro apego a la dicotomía filosófica tradicional no perturbara el limpio fluir del pensamiento helénico. Pero dejemos esto de lado y conti- nuemos con la Introducción. El Dr. Gómez Robledo des- miente enseguida mis atrevi- das afirmaciones: "Porque una ética como la aristotélica será todo lo helénica que se quiera en muchos de sus as"" pectos, y aun si se quiere en la mayor parte de su material temático; pero por' lo menos el: su más alta cima, en la per- fección humana concebida co- mo contemplación de Dios y afán de inmortalidad, se en- frenta de lleno al temor sobre- cogedor del hombre antiguo ante los "celos de los Dioses" y a la primada incontrastable de los intereses y la religión de la ciudad". No pensó de otra manera Platón. aunque sin el mismo aparato lógico en el Fedón y en e! libro Décimo de las Leyes, donde desenvuel- ve lo que ya estaba explícito en la religión de los pitagQri- coso La deshelellización de Aris- tóteres por la que propugna el Dr. Gómez Robledo, fundada en "la tradición secular de la hermenéutica 10 obliga a to- mar partido y decirnos que no basta la simple lectura de los textos, pl1es ellos requieren de la autoridad de los comentado- res" ." Porque el texto solo no tiene una virtudmág-ica que haga luego patente todo Sil sentido, y añade: "es no" más que una invención de última hora, cartesiana y protestante, la de creer que uno solo,en su cuarto y con su estufa puede acometerla con todo". Esta afirmación es cierta en parte, pues las autoridades lo son re- lativamente a la posición que previamente se haya aceptado, y hay quien prefiera a Porfi- rio y a Amonio que a Jaeger oa Burnet, y serán, uqos u otros, los que sostendrán a ca- da cual en los puntos de la irreconciliable disputa. Discrepa el traductor de que considere al filósofo, como lo quiere Jaeger, desclavado de su pensamiento teológico y en semejanza con la ley de los tres estados. Desea, que e! Aristóteles científico no pierda su suelo metafísico y con ello la "unidad radical" de su pen- samiento. En la demostración, argumenta con Burnet, Ste- .. doctor a asestar un coscorrón a los fenomenólogos. Encarece que esta falta ele nervio lite- rario, 110 impide que Aristóte- les- sea "El príncipe eterno de los 7.Jerdaderos pensadores", y recomienela que "sepamos en- tender los textos en función del magisterio viviente a que debíal) servir", pues a menudo encontramos insistencia en los pormenores y descuido en las afirmaciones más importantes, lo quc se explica si, otra vez, y en atención a lo recomenda- do, reparamos en que un pro- fesor no tiene por qué exten- derse"en sus guiones de clase, en aquellos de que está con- vencido o lo están sus alum- nos, y sí, en cambio, "le es menester trazar con todo por- menor el plan argumentativo en cuestiones secundarias du- dosas' o elisputadas". Otra ra- zón, quizá más importante, es la hipótesis de que Aristóteles, por tibieza como diremos nos-o otros, o por no ser "precisa- mente un temperamento heroi- co", como afirma el doctor, o por discreción como otros in_o sisten, no quiso hacer patentes argumentos que disgust:l.ran a sus contemporáneos, sabedor de la suerte de Sócrates y de su suegro Hermias; "el hecho es que ciertas proposic;ones suyas, directamente hostiles a los prejuicios y pasiones de la ciudad antigua. son persisten-o temente encubiertos o velados a lo largo de todo un tratado, y no es sino hasta su conclusión cuando aparecen por fin en to- da su dramática y fugitiva cla- ridad". De motu pl'oprio aña- dimps que esto ocUrre cuanelo previamente hemos interpreta- do la obra, pues, por ejemplo, en la Etica Nicomaquea, segui- remos desde la definición del bien hasta la antesala de la Política, ya que en ella remata * "ARlSTÓTELES, Etiea nico/lla.- quea.. Bibliotheca Scriptorum Grae- corUJl1 et Romanorum Mexicana. Imprenta Universitaria" México, 1954. 658 pp, A SI como la filología no es el fuerte del Dr. Gó- mez Robledo, el mío no lo es el griego y si co- meto la osadía de esta nota, váleme únicamente, el deseo de testimoniar doble agrade- cimiento, a la Uni\'ersidad principalmente aunque por su tradición humanista convenga- mos en que ha cumplido con su deber, y, después, al traductor, que, sin la compulsión de aqué- lla, ha conseguido, sin descono- cer antecedentes, satisfacer las "exigencias del ]retor moder- no" descontento con las traduc- ciones de Petra Simón Abrit'y la de Patricio Azcárate, con la versión a español bien sOllan- te, de la Etica Nicomaquea que enriquece la Bibliotheca Scrip- torum Graecorum et Romano- rum Mexicana. * Dejemos, por descontado, que los entendidos den fe de la cor-respondencia entre el texto griego y el traducido, para que, más modestos, glosemos la ju- gosa Introducción que el DI'. Gómez Robledo nos depara. Comienza por advertirnos que los originales del filósofo no estuvieron destinados a la pu- blicación, sino que fueron apunÚllnientos escolares reco- gidos y publicados por el hijo del filósofo Nicómaco y por su discípulo Eudemo y de ahí el noillbre de estas éticas, en las que consecuentemente fal- ta, "el flumen aureum", de los diálogos aristotélicos, "que enardeció a Cicerón, y por sn conducto a San Agustín", aliento, que en los fragmentos que se cons,ervan es advertible y que, de paso, empujan al

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28 UNIVERS'IDAD DE MÉXIC€>

Por Fausto VEGA

E TIC "A'NIcOMA~UEA

wart Ollé-Laprune, Leonard,Margeritte y Mansion, aunqueesta lista tenga su contrapar­tida en Diderot, en Boutroux,en Cuvier, en Lamarck, enDarwin, o en Driesh, según laconformidad del juicio y ladisciplina elegida. "

Arduo problema de filóso­fos y filólogos ha sido estable­cer la unidad de los textos, yaque parece que la Etica Nico­maquea es rectificadora de laEudenaia, pues en ésta halla­mos la "expresión incompara­ble de la más ardiente religio­sidad, casi inconcebible en elmundo antiguo, no solo por launicidad de Dios -ahí abi.erta­mente proclamada- sino poi:el carácter íntimo y filial de larelación afirmada ahí tambiénentre Dios V los hombres"mientras que'en la pubíicació~de Nicómaco, Jaeger encuen­tra e! despego de Dios y la re­currencia a lo inmanente ~'al

juicio del prudente, que e~ elúnico y último, según la sabiainterpretación del pensadoralemán. El Dr. Gómez Roble­do, argiiirá contra esta discre­pancia, que le parece aparente:y da como prueba el que loslibros Quinto, Sexto y Sépti­mo, con excepción de los capi­tulas once a catorce del últimocitado, hayan sido incluídos enla Eudemia y no como piensaJaeger, que deben ser consi­derados en la Nicomaquea. Laautoridad de los revisores queadjudicaron incorrectamentelos textos de una ética a otra,Je parece demostración plena(Id acuerdo que existe entreambos libros. Por otra parterecurre a los mismos textos,para mostrar que Jaeg-er, noestuvo muy feliz en la con­frontación realizadq, aunqueél mismo conviene que existe"un orteguiano Dios a la vistien la Etica Nicomaqllea", pre­ferido por Jaeg-er en su confe­rencia Humanismo y Teología,V nos recomienda que leamoslas Eticas "sin más preocupa­ciones, ... como la ética aristo­télica pura y simplemente; éti­ca que es una, aunque elabora­da sucesivamente en crecientedemanda de perfección".

N o nos detendremos tanpuntualmente en 10 que siguede la Introducción, que, noobstante de su crecido interés,es la parte escolar y prepara­dora de la materia pues no espropio de una nota substituirlo que corresponde al esfue"rzodel estudiante. Sólo anotare­mos la noción, que el Dr. Gó­mez Robledo considera, d·esdesu punto de vista, la clave delpensamiento de las Eticas: la(Iel Acto; "esta es para mí laintuición fundamental de Aris­tóteles, si es verdad, comoqui,ere Bergson, que cada pen~

sador tiene una intuición dela cual emerge toda la florade las proposiciones concreetas" y prosigue entusiasmado

"la filosofía de las cosas hu­manas", y, solo de ellas, eneste libro, se ha ocupado e! fi­lósofo, sin que tengamos queaguardar ningún fulgimientoheterodoxo contra las ideasprofesadas por sus coterrá­neos. Platón también culmina""ba en su fi10sofar con la inte­lección de! Estado y la Justi­cia, y hasta puede ser, que"Aristóteles, resulte más· plató­nico de 10 que comúnmentepensamos si nuestro apego a ladicotomía filosófica tradicionalno perturbara el limpio fluirdel pensamiento helénico. Perodejemos esto de lado y conti­nuemos con la Introducción.El Dr. Gómez Robledo des­miente enseguida mis atrevi­das afirmaciones: "Porqueuna ética como la aristotélicaserá todo lo helénica que sequiera en muchos de sus as""pectos, y aun si se quiere enla mayor parte de su materialtemático; pero por' lo menosel: su más alta cima, en la per­fección humana concebida co­mo contemplación de Dios yafán de inmortalidad, se en­frenta de lleno al temor sobre­cogedor del hombre antiguoante los "celos de los Dioses"y a la primada incontrastablede los intereses y la religiónde la ciudad". No pensó deotra manera Platón. aunquesin el mismo aparato lógico enel Fedón y en e! libro Décimode las Leyes, donde desenvuel­ve lo que ya estaba explícitoen la religión de los pitagQri­coso

La deshelellización de Aris­tóteres por la que propugna elDr. Gómez Robledo, fundadaen "la tradición secular de lahermenéutica 10 obliga a to­mar partido y decirnos que nobasta la simple lectura de lostextos, pl1es ellos requieren dela autoridad de los comentado­res" . " Porque el texto solono tiene una virtudmág-ica quehaga luego patente todo Sil

sentido, y añade: "es no" másque una invención de últimahora, cartesiana y protestante,la de creer que uno solo,en sucuarto y con su estufa puedeacometerla con todo". Estaafirmación es cierta en parte,pues las autoridades lo son re­lativamente a la posición quepreviamente se haya aceptado,y hay quien prefiera a Porfi­rio y a Amonio que a J aegero a Burnet, y serán, uqos uotros, los que sostendrán a ca­da cual en los puntos de lairreconciliable disputa.

Discrepa el traductor de ques~ considere al filósofo, comolo quiere Jaeger, desclavado desu pensamiento teológico y ensemejanza con la ley de lostres estados. Desea, que e!Aristóteles científico no pierdasu suelo metafísico y con ellola "unidad radical" de su pen­samiento. En la demostración,argumenta con Burnet, Ste-

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doctor a asestar un coscorróna los fenomenólogos. Encareceque esta falta ele nervio lite­rario, 110 impide que Aristóte­les- sea "El príncipe eterno delos 7.Jerdaderos pensadores", yrecomienela que "sepamos en­tender los textos en funcióndel magisterio viviente a quedebíal) servir", pues a menudoencontramos insistencia en lospormenores y descuido en lasa firmaciones más importantes,lo quc se explica si, otra vez,y en atención a lo recomenda­do, reparamos en que un pro­fesor no tiene por qué exten­derse"en sus guiones de clase,en aquellos de que está con­vencido o lo están sus alum­nos, y sí, en cambio, "le esmenester trazar con todo por­menor el plan argumentativoen cuestiones secundarias du­dosas' o elisputadas". Otra ra­zón, quizá más importante, esla hipótesis de que Aristóteles,por tibieza como diremos nos-ootros, o por no ser "precisa­mente un temperamento heroi­co", como afirma el doctor, opor discreción como otros in_osisten, no quiso hacer patentesargumentos que disgust:l.ran asus contemporáneos, sabedorde la suerte de Sócrates y desu suegro Hermias; "el hechoes que ciertas proposic;onessuyas, directamente hostiles alos prejuicios y pasiones de laciudad antigua. son persisten-otemente encubiertos o veladosa lo largo de todo un tratado, yno es sino hasta su conclusióncuando aparecen por fin en to­da su dramática y fugitiva cla­ridad". De motu pl'oprio aña­dimps que esto ocUrre cuanelopreviamente hemos interpreta­do la obra, pues, por ejemplo,en la Etica Nicomaquea, segui­remos desde la definición delbien hasta la antesala de laPolítica, ya que en ella remata

* "ARlSTÓTELES, Etiea nico/lla.­quea.. Bibliotheca Scriptorum Grae­corUJl1 et Romanorum Mexicana.Imprenta Universitaria" México,1954. 658 pp,

ASI como la filología noes el fuerte del Dr. Gó­mez Robledo, el mío nolo es el griego y si co­

meto la osadía de esta nota,váleme únicamente, el deseode testimoniar doble agrade­cimiento, a la Uni\'ersidadprincipalmente aunque por sutradición humanista convenga­mos en que ha cumplido con sudeber, y, después, al traductor,que, sin la compulsión de aqué­lla, ha conseguido, sin descono­cer antecedentes, satisfacer las"exigencias del ]retor moder­no" descontento con las traduc­ciones de Petra Simón Abrit'yla de Patricio Azcárate, con laversión a español bien sOllan­te, de la Etica Nicomaquea queenriquece la Bibliotheca Scrip­torum Graecorum et Romano­rum Mexicana. *

Dejemos, por descontado,que los entendidos den fe de lacor-respondencia entre el textogriego y el traducido, para que,más modestos, glosemos la ju­gosa Introducción que el DI'.Gómez Robledo nos depara.Comienza por advertirnos quelos originales del filósofo noestuvieron destinados a la pu­blicación, sino que fueronapunÚllnientos escolares reco­gidos y publicados por el hijodel filósofo Nicómaco y porsu discípulo Eudemo y de ahíel noillbre de estas éticas, enlas que consecuentemente fal­ta, "el flumen aureum", de losdiálogos aristotélicos, "queenardeció a Cicerón, y por snconducto a San Agustín",aliento, que en los fragmentosque se cons,ervan es advertibley que, de paso, empujan al

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terísticas gramaticales de losdiferentes redactores, a fin defacilitar su lectura. Y si en lossucesos no hay anacronismos,en cambio un mismo temple eleánimo embarga a las plumas deépocas remotas. Tienen simi­lares puntos de vista, actitudesielénticas ante la vida, un crite­rio igual para juzgar las cosasde su época, así que caUSéln laimpresión ele ser un solo testi­go puesto en un punto dd pa­sado, o más bien en un 'ureté­rito indefinido, y que los ar­caísmos son el ~ugar común. hlfuente retúrica en que se mI­tren.

La virtud mús des:\ rrollaelade Valle Arizpe es la cataloga­ción de las cosas de la NuevaEspaña, que ejerce con amory espíritu de oroen, Y divier­te a los lectores en su rebuscade hechos y sucedidos curiososque en la perspectiva de' tiem­po adquieren un carúcter ver­daderamente cómico.

El motivo principal de mu­chas de estas cartas es la des- .cripción de algunos festejospúblicos que tuvieron lugarpara asomhro de propios y ex­traños. Las cartas comienzanpor una dig-resión en la que seinforma sobre la salud de lafamilia, estado· de fortuna ootl-as nimiedades por el estilo,para luego entrar en materiahistórica. Por ejemplo. el Pa­seo del Pendón con el que secelebraba la victoria de los con­quistadores .españoles en la to­ma c!e la ('iudad de México, obien alguna fiesta re'igiosa. co­mo el Corpus. Desde luego,que el lujo de detalles es la c;¡­racterí stica principaL

En otras, se reviven antiguaspasiones políticas. Así Aele?d~­to Leb¡-i ja abunda en ad¡etl­vr.s peyor;¡tivos en con tra ,eleFernando vn, lo llama h1"1bon,menguado. ma rrajo y cobarde.y otras muchas cosas fjue cons­tituían el color Joca1 de mles­tro ielioma en el siglo XIX, Elcriollo Dil"'-o de Pastrana. srC'ueJ'a ~lel n~1 gobierno de losI • .Virreyes, se burla de la Inqt1l-sición V predice e' triunfo de lacausa c·kl cura Hidalgo Lis;¡n­ciro Ba1aro:o simnlemente sedivnte con las pragmáticas delvirrey Berenguer de Marqui­na. puritano que aplica todo elriaor de la lev ;¡ fjuienes bailan

" ." b'lel "jarabe gatuno, al e 1)()-

pujar fjue comparado con nues­tros bailes modernos resultainaenuo; pero que al Virrev lepa~-ecic') muv inmoral y c,di ficc'lsus 1llovimientos de: "impúdi­cos, agitaciones provocativas,al son de una musifjuilla Qulli­ciosa, a cuyo ritmo acelerado seacomodaban aquellos meneoslúbricos v mi! sacudimientosde homb~os v caderas. :1sí co­mo los grotescos ademanes,acompañados de mil ~csticu­

laciones chistosas ..." A lostr;:¡nsrrresores S" l('s conn('!l;;¡ha

c. V, G.

t,\1-, aunque sólo sea en su fue­ro interno, la fatalidad queabate la vida apasionada deloficial Redín, ni de aplatidir laentereza del mayor Máximo,personaje que merece ser elprotagonista, ya no de un ·cuen­to, sino de una ¡lOvela.

Por 10 general, en estoscuentos campea la miseri:l, quecon mucha frecuencia se com­plica con la embriaguez v quecasi siempre se resuelve enuna o más muertes, como su­cede con más regularidad quela debida en este tipo dlé pro­ducción de la literatura his­panoamericana. ¿ Será que es­tamos todavía tan dentro deuna etapa de violencias (lUe elcuento y la novela no puedenlibrarse de ella? ¿ Acaso nues­tras miserias se agotan ~ólo el1la muerte? ¿ O es que todasnuestras demás tragedias nosson perfectamente naturales?¿ Qué es lo que nos hace des­embocar en la muerte corno so­lución única y final?

El lector purista, no obstéln­te los méritos ele la obra pon­ará reparos a algunas expre­siones que el autor, en su él fÚI1de acercarse 10 más posible auna realidad vívida y trascen­dente, pone en boca de sus per­sonajes. Aparecen, por ejem­plo, en "El ardiente ,'erano",términos y aun construccionesque habráíl de condenarse. Pe­ro es que el autor los creenecesarios a fin de ofrecer entodos sus matices ese ambientehíbrido en que viven los com­patriotas arraigados de aquellado de la frontera y que, sien­do mexicanos por la sangre,aspiran a disfrutar de un sta­tus norteamericano y han creél­do una categoria étnica espe­cial de la que se enorgullecen,y que sólo abandonarían antela inminencia ele una catástro­fe. Tal vez no conocen el apo­tegma de Martí: "Hagél1ll0Snuestro vino, y si sale agrio,es nuestro vino ..."

ARTEMIO DE VALLE ARlZPE, Pa­peles amarillentos. Tradiciones,leyendas y sucedidos del Méxi­co virreynal. Editorial Patria,S. A. México, 1954, 248 pp.

Se trata de una serie de car'·tas apócrifas que creó la fan­tasía de Valle Arizpe apoyadaen su afecto por las tradicio­;nes, leyendas y docu!llen\:o~

históricos elel México ':i rreinaJ.Los corresponsales surgen dediversas épocas. La primeraepístola es la de un fraile fran­ciscano que escribe a su fami­lia en tiempos de la fundaciónele la ciudad de México. la úl­tirna la redacta un tal Adeoda­to Lebríja, quien se queja eleFernando VII. Pero el autornrl volull1cn i~ual;¡ las c;¡r;¡c-

t?~-ias de igllominia y explota­ClOl? En ellos se destaca, porencnna de todo, el carácter fir­me, austero, de enterezamasculina, pero también feu­dalista y cme!, de dos hacen­dados poderosos. En verdadsu tamaño se acerca mucho alas dimensiones de los perso­najes centrales, por el trazofil-me y sostenido con que es­tán dibujados y que les hacepredominar en cierto sentidosobre todos los demás. "Cuar­to año", "Las carretelas", "Elcaimán", "El héroe de Peñue­las". "T~ponaxtle" y "Leñaverde" tienen por eséenario aAguascalientes y a otras pobla­ciones pequeñas del centro clelpaís; todos tienen algo que vercon algún episodio ele la lucha,

. ron la Cónvcnción revolucio­naria o con la rebelión llamadade los cristeros,' es decir, to­dos ellos están dentro de la ór­bifa de la Revolución. En cam­bio, se sitúan en época poste­rior y podrían denominarse ur­banos "Estrellas de noviem­bre", "Pasos a mi espalda" y"Viernes Santo en IxtapaJél­pa" ; "El ar"diente verano" tie­ne su inspiración en la aventu­ra de los· mexicanos desarrai­gados ele su país que se insta­lan en Estados Unidos deN orteamérica y es, Junto conalgún otro, el único que pre­senta un deserilace feliz.

El mérito mayor del libroreside en la estructuración dela's narraciones. El autO!- do­mina la técnica del reJato y tie­ne Un sentido.muy justo ele lasproporciones. Nunca queda laacción en el aire, ni oeja depesar esa conexión interna quepresta unidao a cada obra yque tan difícil es de a1canzal-,porque implicél e! donlinio ca­bal ele los personajes y su ubi­cación exacta en la trama asícomo la intensidad y duraciónele los episodios. En este senti­do el control de la pluma escompleto, y ]0 niismo sucedeen la conc1usión que en. cadacaso se siente en su lugar y queresuelve, cuando el desarrollodel cuento 10 exige así, las com­plicaciones que han ido sur­giendo al correr de la trama.. Entre los personajes hay ele

todo: ha<;endados de porte ycomportamiento señoriales,campesinos subyugados a unamo, o levantados en armas ouesufren el rigor del bautismo"defuego; maestros de escuela;alumnos a punto de salvar labarrera definitiva que separaa la niñez de la adolescencia,Soldados de fortuna, bandole­ros, hombres de empresa, fon­deras y quincalleros, etc., 10que en cada caso presta varie­dad a las escenas aunque coin­cidan a veces los escenarios v,también, la dimensión espi~i­tual propia de cada personajeque· siempre· es determinante.Nadie puec1e oe,iar <le bm""-

MAURICro MAGDALENO, El ar­diente Verano.. Letras Mexi­canas, 17. Fondo de CulturaEconómica. México, 1954.238 pp.

Integran este volumen trececuentos, el primero 'de los cua­les cla su nombre al libro. Elnombre del autor está ya con­sagrado como novelista y cuen­tista, pues desde hace cosa deveinte años viene cultivando elrelato, con éxito parejo en susdistintas manifestaciones.

Los temas que el autor pre­fiere son los que están conec­tados con la Revolució.n mexi­cana, que tan copiosa biblio­grafía ha acumulado. Y comopara mostrar que el venero tie­ne aún mucho de utilizable, enocho de los cuentos agrupadosen este libro, Magdalena utili­za asuntos que giran alrededordel fenómeno revolucionario."Las víboras" y "Palo enseba­do" se desarrollan en los tiem­pos inmediatamente anterioresa la lucha armada, en ese cam­po tranquilO pero explotado, enque se escribieron tan!as his-

que ésta intuición es "a la parontológica y axiológica" y que" ... Contrastado con la poten­cia pasiva, el acto es 10 mejor,y tanto más cuanto menos ten­ga de aquella, de ~uerte que enel Acto Puro ser y valor seidentifican, arribos en su másalto momento". Quizá si nos­otros tuviéramos que hacer laelección a que se ha obligadoel Dr. GÓmez· Robledo, esco­¡{el'íamos la intuición dialécticade la que es corolario el Acto.PtL1~0.

No podía faltar en una tra­ducción Aristotélica efectuadapor pem:ador católico. la con­siguient:' ' acometida contraKant, que ha hecho " ... tragara los filósofos cosas enormesque jamás ha.brían engullidode habérnoslas dado' otro queun filósofo alelilán". Y estasenormidades son la confusión,s-egún nuestro comentado "en­tre el eudemonismo de Aris­tóteles y el hedonismo de Aris­tipo", y la de ser una "som­bría y grandiosa ética del De­ber", propia: de)a sociedadburguesa corrompida que no"ha conocido· otras vivenciasque la del placer sensual lleva­d;Q ,hasta la e.xasperación o ]adél "eber sin límites al servicio4~ \li\a comunidad que le rec1a­J1,)~,tºdo sin molestarse en per­,w3dir a la inteligencia". Es}#M1:esaria la apelación que~11t hizo de la libertacl y de'la necesidacl de Dios. que se­guramente, el Dr. Gómez Ro­h1edo ha CIuerido olvidar.

Volvemos a nuestro princi­pio para reiterar nuestro agra­decimiento por esta traducciónlimpia y legible, sin que olvide­mos que si los h01nbres son·amiqos, está de 1nás la justi­ClG-.