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MEDITACIONES SEGUNDA EDICIÓN II Tiempo de Cuaresma Semana Santa Tiempo de Pascua ROMA, 1987

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MEDITACIONESSEGUNDA EDICIÓN

IITiempo de Cuaresma

Semana SantaTiempo de Pascua

ROMA, 1987

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MIÉRCOLES DE CENIZA

112.

MIÉRCOLES DE CENIZA

—La Iglesia nos ofrece hoy la oportunidad de una nuevaconversión.—La contrición ha de apoyarse en la misericordia infinita deDios.—Este tiempo de penitencia ha de manifestarse en propósi-tos concretos de mejora.

HOY EMPIEZA la Cuaresma, y llega a nuestrosoídos la llamada divina a la penitencia. Esto dice Ya-vé: convertios a mí de todo corazón, con ayuno, conllanto y con gemidos. Rasgad vuestros corazones, novuestras vestiduras, y convertios al Señor Dios nues-tro; porque es clemente y misericordioso, tardo a laira y grande en misericordia, y se arrepiente de casti-gar. ¿Quién sabe si, mudando su consejo, no se arre-pentirá y dejará tras sí bendición, sacrificio y ofrendapara el Señor Dios vuestro? 1.

De parte de Dios, la Santa Madre Iglesia nos di-rige una invitación imperiosa, porque le apremia lasalvación eterna de sus hijos: enmendémonos y mejo-remos en aquello en que por ignorancia hemos falta-do; no sea que, sorprendidos por el día de la muerte,busquemos tiempo para la penitencia, y no podamosencontrarlo 2. Ninguno puede sentirse eximido de es-

(1) L. I (loe! II, 12-14).(2) Bened. cinerum, Resp. (cfr. Bar. III, 2).

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TIEMPO DE CUARESMA

te encuentro más sincero con la misericordia deDios: tocad la trompeta en Sión, promulgad ayuno,pregonad asamblea. Reunid al pueblo, ordenad con-gregación, convocad a los ancianos, reunid a los ni-ños, aun a los infantes de pecho. Que deje el espososu cámara, y su tálamo la esposa. Entre el pórtico y elaltar lloren los sacerdotes, ministros de Yavé, dicien-do: perdona, Señor, a tu pueblo 3.

Es necesario disponerse para aprovechar estespatium verae poenitentiae, el tiempo para la verda-dera penitencia a que nos invita la liturgia. Exhorta-mur ne in vacuum gratiam Dei recipiatis (II Cor. VI,1), os exhortamos a no recibir en vano la gracia deDios. Porque la gracia divina podrá llenar nuestras al-mas en esta Cuaresma, siempre que no cerremos laspuertas del corazón. Hemos de tener estas buenas dis-posiciones, el deseo de transformarnos de verdad, deno jugar con la gracia del Señor4. Todos los días sonbuenos para recomenzar en la vida interior, pero elinicio de la Cuaresma contiene una llamada —y unagracia— especial. Ecce nunc tempus acceptabile, eccenunc dies salutis (II Cor. VI, 2): éste es el tiempo opor-tuno, que puede ser el día de la salvación. Otra vez seoyen los silbidos del buen Pastor, con esa llamada ca-riñosa: ego vocavi te nomine tuo (Isai. XLIII, 1). Nosllama a cada uno por nuestro nombre, con el apelativofamiliar con el que nos llaman las personas que nos

(3) L. 1 (¡oel II, 15-17).(4) Es Cristo que pasa, n. 59.

MIÉRCOLES DE CENIZA 9

quieren. La ternura de Jesús, por nosotros, no cabe enpalabras (...).

Ecce nunc dies salutis, aquí está frente a noso-tros, este día de salvación. La llamada del buen Pas-tor llega hasta nosotros: ego vocavi te nomine tuo, tehe llamado a ti, por tu nombre. Hay que contestar—amor con amor se paga— diciendo: ecce ego quiavocasti me (I Reg. III, 5), me has llamado y aquí es-toy. Estoy decidido a que no pase este tiempo deCuaresma como pasa el agua sobre las piedras, sindejar rastro. Me dejaré empapar, transformar; meconvertiré, me dirigiré de nuevo al Señor, queriéndolecomo El desea ser querido 5.

CON LAS palmas y ramos benditos el año pasa-do, se obtiene la ceniza que hoy la Iglesia impone so-bre las cabezas de los fieles, que las reciben con es-píritu de compunción. Oh Dios, que te inclinas antequien se humilla, y te complaces en quien expía suspecados: escucha benignamente nuestras plegarias, yderrama la gracia de tu bendición sobre estos hijostuyos que van a recibir la ceniza; para que, a travésde las prácticas cuaresmales, lleguen a celebrar elMisterio Pascual con un corazón puro 6.

El alma se reconoce culpable: negligencias, fal-tas de generosidad y de vibración en el servicio de

(5) £5 Cristo que pasa, n. 59.(6) Bened. cinerum, Orat.

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10 TIEMPO DE CUARESMA

Dios, flaquezas diarias, omisiones, descuido en lasNormas, indelicadezas causadas por el amor propioo la comodidad... Llenos de manchas nos sentimosante el Santo de los santos; y, dolidos, hacemos nues-tra la advertencia de la Sabiduría divina, que hoynos repite la Iglesia: acuérdate de que polvo eres y alpolvo volverás 7. Pero anhelamos recibir los rayos so-beranos del Sol de Justicia 8, la gracia que Cristo nosganó con su Sangre, y pedimos: crea en mí, oh Dios,un corazón puro, y renueva en mis entrañas un espí-ritu recto. No me deseches de tu rostro, y no quites demí tu Espíritu Santo 9.

Cada año que pasa, la luz de Dios nos hace vermás claramente nuestras ofensas y miserias, perotambién la fuerza salvadora de Dios: sálganos al en-cuentro tu misericordia, pues somos en extremo des-venturados. Ayúdanos, Dios, Salvador nuestro, por lagloria de tu nombre (...). No hayan de decir las gentes:¿dónde está su Dios? 10. Y como nos sabemos hijos,de la filiación divina brota la confianza en el perdón.Dios no se escandaliza de los hombres. Dios no se can-sa de nuestras infidelidades. Nuestro Padre del Cieloperdona cualquier ofensa, cuando el hijo vuelve denuevo a El, cuando se arrepiente y pide perdón. Nues-tro Señor es tan Padre, que previene nuestros deseos de

(7) Impos. cinerum (cfr. Genes. III 19)(8) Camino, n. 599(9) Ps. L, 12-13.(10) Ps. LXXVIII, 8-10.

MIÉRCOLES DE CENIZA 11

ser perdonados, y se adelanta, abriéndonos los brazoscon su gracia ".

Esa confianza en el abrazo cordial de nuestroPadre Dios, nos hace prorrumpir en una oración lle-na de sencillez: en Ti se apoyan nuestros deseos dequitar todo lo que empaña la limpieza de la entrega;en Ti se asienta la esperanza de iniciar ahora unanueva conversión en nuestra vida; en Ti descansa esailusión nuestra de mejorar cada día un poco. El Se-ñor nos anima, como Padre bueno: te oí en el tiempooportuno, te ayudé en el día de la salvación 12. Y pues-to que El te promete la gloria, el amor suyo, y te la daoportunamente, y te llama, tú, ¿qué le vas a dar al Se-ñor?, ¿cómo responderás, cómo responderé también yo,a ese amor de Jesús que pasa? 13.

DURANTE la Cuaresma, revivimos los cuarentadías de ayuno de Cristo en el desierto, en los quepreparó la fecundidad de su vida pública. Y ha dis-puesto la Iglesia que sea tiempo de penitencia y que,a partir de la edad conveniente, los fieles se sujetenen estas fechas a la práctica del ayuno y de la absti-nencia. Es un modo concreto de purificar nuestrasdisposiciones interiores, tantas veces enturbiadaspor el apego desordenado a las criaturas.

(11) Es Cristo que pasa, n. 64.(12) L. II (II Cor. VI, 2).(13) Es Cristo que pasa, n. 59.

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12 TIEMPO DE CUARESMA

De cara a Dios, el espíritu de penitencia implica,sobre todo, que rompamos las ataduras del pecado,que sea sincera la conversión interior, para que el al-ma se transforme según la Vida divina. Cristo noquiere los alardes externos; al contrario, cuandoayunes —nos dice en el Evangelio de la Misa dehoy—, perfuma tu cabeza y lava tu cara, para no pa-recer a los hombres que ayunas, sino solamente a tuPadre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve enlo escondido, te premiará 14. Porque, comenta SanAgustín, debajo de un exterior humilde puede habermucha jactancia; y esto es más peligroso, pues, ocul-tándose en un manto de piedad, engaña con la apa-riencia de servir a Dios 15.

Queremos convertirnos de verdad: renovar el im-pulso del primer amor a Dios, quizá aminorado porlos obstáculos de nuestra miseria. No es tarea fácil.El cristianismo no es camino cómodo: no basta estaren la Iglesia y dejar que pasen los años. En la vidanuestra, en la vida de los cristianos, la conversión pri-mera —ese momento único, que cada uno recuerda, enel que se advierte claramente todo lo que el Señor nospide— es importante; pero más importantes aún, y másdifíciles, son las sucesivas conversiones. Y para facili-tar la labor de la gracia divina con estas conversionessucesivas, hace falta mantener el alma joven, invocar

(14) £v. (Matlh. VI, 16-18).(15) San Agustín, De sermone Domini in monte 2, 12.

MIÉRCOLES DE CENIZA 13

al Señor, saber oír, haber descubierto lo que va mal,pedir perdón 16.

Por eso invocamos ahora a Dios, que siemprenos oye para intervenir, para meterse en nuestra vida,para librarnos del mal y llenarnos de bien: eripiameum et glorificabo eum (Ps. XC, 15), lo libraré y loglorificaré, dice del hombre. Esperanza de gloria, portanto: ya tenemos aquí, como otras veces, el comienzode ese movimiento íntimo, que es la vida espiritual. Laesperanza de esa glorificación acentúa nuestra fe y es-timula nuestra caridad. De este modo, las tres virtudesteologales, virtudes divinas, que nos asemejan a nues-tro Padre Dios, se han puesto en movimiento.

¿Qué mejor manera de comenzar la Cuaresma? Re-novamos la fe, la esperanza, la caridad. Esta es lafuente del espíritu de penitencia, del deseo de purifica-ción. La Cuaresma no es sólo una ocasión para intensi-ficar nuestras prácticas externas de mortificación: sipensásemos que es sólo eso, se nos escaparía su hondosentido en la vida cristiana, porque esos actos externosson —repito— fruto de la fe, de la esperanza y delamor u.

Si nuestro propósito de mejora es sincero, nonos faltará la ayuda de Dios y de su Madre SantaMaría.

(16) £5 Cristo que pasa, n. 57.(17) £5 Cristo que pasa, n. 57.

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T14 TIEMPO DE CUARESMA

113.

JUEVES DESPUÉS DE CENIZA

—La Cuaresma pone de actualidad en nuestra vida la necesi-dad de transformarnos en Cristo.—Para transformarse en Cristo hay que conocerle y amarle.—El verdadero amor lleva al sacrificio gustoso.

HABLO Moisés al pueblo diciendo: considera quehoy he puesto a tu vista la vida y el bien, y por el con-trario la muerte y el mal, para que ames al SeñorDios tuyo y andes en sus caminos, y guardes sus man-damientos y ceremonias y juicios (...). Elige, pues, lavida para que vivas tú y tu posteridad, y ames al Se-ñor Dios tuyo, y obedezcas a su voz, y te apegues a El,porque El es tu vida y la longitud de tus días x.

La Iglesia nos invita, a lo largo de estos cuarentadías, a considerar el tesoro de amor y de vida que elSeñor generosísimamente nos ofrece. Pero al mismotiempo nos recuerda que Dios aguarda nuestra res-puesta libre. Por eso la Cuaresma ahora nos pone de-lante de estas preguntas fundamentales: ¿avanzo en mifidelidad a Cristo?, ¿en deseos de santidad?, ¿en gene-rosidad apostólica en mi vida diaria, en mi trabajo or-dinario entre mis compañeros de profesión?

Cada uno, sin ruido de palabras, que conteste a

(1) L. I (Deut. XXX, 15-20).

JUEVES DESPUÉS DE CENIZA 15

esas preguntas, y verá cómo es necesaria una nuevatransformación, para que Cristo viva en nosotros, paraque su imagen se refleje limpiamente en nuestra con-ducta.

Si alguno quiere venir en pos de mí, niegúese a símismo, tome su cruz cada día y sígame (Luc. IX, 23).Nos lo dice Cristo otra vez a nosotros, como al oído,íntimamente: la Cruz cada día. No sólo —escribe SanJerónimo— en el tiempo de la persecución, o cuando sepresenta la posibilidad del martirio, sino en toda si-tuación, en toda obra, en todo pensamiento, en todapalabra, neguemos aquello que antes éramos y confese-mos lo que ahora somos, puesto que hemos renacidoen Cristo (San Jerónimo, Epístola 121, 3).

Estas consideraciones no son en realidad más queel eco de aquellas otras del Apóstol: verdad es que enotro tiempo no erais sino tinieblas, pero ahora sois luzen el Señor; y así, proceded como hijos de la luz. Elfruto de la luz consiste en caminar con toda bondad yjusticia y verdad: buscando lo que es agradable a Dios(Ephes. V, 8-10).

La conversión es cosa de un instante; la santifica-ción es tarea para toda la vida. La semilla divina dela caridad, que Dios ha puesto en nuestras almas, as-pira a crecer, a manifestarse en obras, a dar frutos querespondan en cada momento a lo que es agradable alSeñor. Es indispensable por eso estar dispuestos a reco-menzar, a reencontrar —en las nuevas situaciones de

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nuestra vida— la luz, el impulso de la primera conver-sión. Y ésta es la razón por la que hemos de preparar-nos con un examen hondo, pidiendo ayuda al Señor,para que podamos conocerle mejor y nos conozcamosmejor a nosotros mismos. No hay otro camino, si he-mos de convertirnos de nuevo 2.

EN AQUEL tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: esnecesario que el Hijo del hombre padezca muchas co-sas, y sea condenado por los ancianos, los príncipesde los sacerdotes y los escribas, y que sea muerto y re-sucite al tercer día 3. Y el evangelista comenta quelos discípulos no entendían este lenguaje, y les resul-taba tan oscuro que no lo comprendían 4.

A primera vista, resulta un poco desconcertanteeste pasaje del Evangelio. Los Apóstoles llevaban yatiempo con Jesús y, sin embargo, no entendían unlenguaje tan claro, tan diáfano. Y es que, aunqueamaban al Señor, su amor era aún imperfecto: nohabían llegado a esa identificación plena, a esa co-municación perfecta que es propia del amor y quehace tan inmediato el conocimiento, que ni siquieranecesita de palabras.

El amor con el que queremos corresponder a Je-sús, ha de saber también entender con prontitud las

(2) Es Cristo que pasa, n. 58.(3) Ev. (Luc. IX, 22).(4) Luc. IX, 45.

TJUEVES DESPUÉS DE CENIZA 17

mociones que el Señor provoca en nuestra alma. Nopodemos dejar que sean un lenguaje desconocido 5,como las palabras de Cristo eran para los Apóstoles.Busquemos siempre, pues, el diálogo, la conversa-ción divina, que nos une a Jesucristo, que nos aden-tra en los afanes de su Corazón.

Cuando se ama mucho a una persona, se de-sean saber cosas de esa persona. Nosotros medita-mos la vida de Nuestro Señor, desde que nace enun pesebre hasta que muere en la Cruz, y luego re-sucita. Y tenemos en la cabeza la vida del Señorcomo en una película. Sin necesidad de libro, encualquier momento, cerrando los ojos, podemos con-templarle, y vivir con El, y con Santa María, suMadre, que es Madre nuestra, y con aquellas santasmujeres, y con aquellos apóstoles. Nos los represen-tamos, no sólo como si viésemos una película, sinoformando parte nosotros mismos de esta película,por el amor6.

Para ponernos en camino siguiendo a Jesús, quecon paso decidido marcha hacia el Calvario, hemosde penetrar bien en la meditación de todo lo que elSeñor ha hecho por nosotros, y llenarnos de deseosde corresponder, de seguirle resueltos, sin titubeosni indecisiones; en una palabra, decidirnos a pagaramor con amor, a dar la vida por Jesucristo, qui de

(5) Luc. XVIII, 34.(6) De nuestro Padre, Noticias 1-64, p. 17.

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coelo descendit pondere caritatis 1, que bajó del cieloarrastrado por el peso de su Amor.

HERMANOS: si hablase yo las lenguas de loshombres y aun de los ángeles, mas no tuviese cari-dad, sería como bronce que resuena o campana queretiñe. Y si tuviese el don de profecía y penetrase to-dos los misterios y toda ciencia; y si tuviese toda laje, hasta trasladar los montes, mas no tuviese cari-dad, nada soy 8. El amor, nos lo dice bien claramenteSan Pablo, es lo que cuenta; por eso queremos trataral Señor, conocerle más y más cada día en la lecturameditada del Evangelio, en la oración, en la Eucaris-tía.

Que cada uno de los fieles se examine, pues, a símismo, esforzándose en discernir sus más íntimosafectos; y, si descubre en su conciencia frutos de cari-dad, tenga por cierto que Dios está en él y procure ha-cerse más y más capaz de tan gran huésped, perseve-rando con más generosidad en las obras de misericor-dia. Si Dios es amor, ningún límite debe tener la cari-dad, porque ningún límite puede encerrar a la Divini-dad9.

Pero el trato con Jesús no puede ser una mani-festación aislada de nuestros deseos de Amor. Por-

(7) San Agustín, De sancta virginitate 37.(8) I Cor. XIII, 1-2.(9) San León Magno, Homilía JO in Quadragesima.

JUEVES DESPUÉS DE CENIZA 19

que no podemos confundir el amor con unos senti-mientos dulzones y blandos. Amor sin abnegación,sin renunciamiento, es mentira, engaño; es egoísmoo sensiblería vana. Lo recuerda San Pablo con laapología de esta virtud: la caridad es paciente (...); to-do lo sobrelleva, todo lo cree, todo lo espera, lo sopor-ta todo 10. Y nuestro Padre nos dice: el amor es sacri-ficio; y el sacrificio, por Amor, goce u.

Nuestro amor, ¿tiene estas características? ¿So-brellevamos con alegría las pequeñas dificultadespor amor a Jesucristo? En los momentos de cansan-cio, de dolor, ¿sabemos confiar en el Señor? ¿Lleva-mos con alegría los pequeños sufrimientos reales? Sino, es señal de que todavía tenemos que enamorar-nos más de Jesucristo; tratarle y demostrar nuestrabuena voluntad con pequeñas obras de amor. En losmomentos más dispares de la vida, en todas las situa-ciones —insiste nuestro Fundador—, hemos de com-portarnos como servidores de Dios, sabiendo que el Se-ñor está con nosotros, que somos hijos suyos. Hay queser conscientes de esa raíz divina, que está injertadaen nuestra vida, y actuar en consecuencia 12.

Madre del Amor Hermoso, te pedimos que nosenseñes a querer a tu Hijo, con un amor que sea sa-crificio, abnegación y holocausto.

(10) I Cor. XIII, 4-8.(11) Forja, n. 504.(12) Es Cristo que pasa, n. 60.

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20 TIEMPO DE CUARESMA

114.

VIERNES DESPUÉS DE CENIZA

—Valor de las obras de penitencia.—La mortificación saludable para el alma ha de vivirse consinceridad, con espíritu interior.—El espíritu de penitencia y la mortificación se han de ma-nifestar en los detalles de la vida ordinaria.

LA CUARESMA es tiempo de penitencia, de pre-paración para el misterio de la Cruz, que dará paso ala Resurrección. Si todo el año litúrgico se orientahacia el misterio pascual —centro de nuestra fe, tér-mino de nuestro camino—, este tiempo aún exige denosotros una mayor devoción, dada su proximidad alos sublimes misterios de la misericordia divina l.

Es especialmente tiempo de morir a las obras dela carne, para renacer después a la Vida de Dios. Laliturgia de la Cuaresma cobra a veces acentos trágicos,consecuencia de la meditación de lo que significa parael hombre apartarse de Dios. Pero esta conclusión noes la última palabra. La última palabra la dice Dios,y es la palabra de su amor salvador y misericordiosoy, por tanto, la palabra de nuestra filiación divina 2. Yes este espíritu de filiación, de unión amorosa connuestro Padre Dios, el que ha de orientar las prácti-

(1) San León Magno, Homilía 9 in Quadragesima.(2) Es Cristo que pasa, n. 66.

VIERNES DESPUÉS DE CENIZA 21

cas de penitencia de las próximas semanas.Para estos días —señala San León Magno— los

Santos Apóstoles, por inspiración del Espíritu San-to, ordenaron ayunos más rigurosos, para que, uni-dos a la Cruz de Cristo, también suframos algo delo que Cristo sufrió por nosotros3, pues hemos si-do hechos herederos de Dios, coherederos con Cris-to, con tal que padezcamos por El, para ser con Elglorificados 4.

Morir a las obras de la carne, expiar esa inclina-ción a las criaturas que puede apartarnos de Dios,reparar, corredimir, desprendiéndonos de las cosasde la tierra: éste es el valor de las obras de peniten-cia que maternalmente impone la Iglesia en estosdías a sus hijos. El ayuno riguroso es penitencia gratí-sima a Dios 5, escribió nuestro Fundador. Y con esteespíritu de penitencia, de reparación, hemos de prac-ticarlo: como una parte de la satisfacción que debe-mos, de la purificación que necesitamos. Y con elayuno, una práctica más generosa de la mortifica-ción corporal y de todas las obras de penitencia.

El mismo espíritu que llevaba a los primeroscristianos a rigurosos ayunos y penitencias, ha deser el nuestro. Razones no faltan, ni tampoco ocasio-nes. ¿Motivos para la penitencia?: Desagravio, repara-

(3) San León Magno, Homilía 9 in Quadragesima.(4) Rom. VIII, 17.(5) Camino, n. 231.

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ción, petición, nacimiento de gracias: medio para iradelante...: por ti, por mí, por los demás, por tu fami-lia, por tu país, por la Iglesia... Y mil motivos más 6.

AYUNEN los ojos de toda mirada curiosa (...), es-cribe San Bernardo. Ayunen los oídos, no atendiendoa las palabras vanas y a cuanto no sea necesario parala salud del alma (...). Ayune la lengua de la difama-ción y la murmuración, de las palabras vanas, inúti-les (...). Ayune la mano de estar ociosa y de todas lasobras que no sean mandadas; pero ayune mucho másel alma misma de los vicios y pecados, y de imponerla propia voluntad y juicio. Pues sin este ayuno, todoslos demás son reprobados por Dios 7.

Lo que el Señor busca ante todo, para perdonar-nos, es el sacrificio interno, de la voluntad: un cora-zón contrito y humillado8 agrada siempre a Dios. Ynos previene contra las prácticas meramente exterio-res de penitencia: en el día de ayuno se descubrevuestra voluntad y oprimís a todos vuestros deudo-res. Ayunáis, sí, entre disputa y riña, golpeando ini-cuamente (...). No ayunéis como hasta ahora, para quevuestro clamor sea oído en lo alto9.

El Señor desea un dolor sincero, que se mani-

VIERNES DESPUÉS DE CENIZA 23

(6) Camino, n. 232.(7) San Bernardo, Sermo 3 in principio ieiunii.(8) Ps. R. (Ps. L, 19).(9) L. I (hai. LVIII, 3-4).

fieste en vivir los medios de penitencia que la Iglesianos propone para la Cuaresma. Por eso hay que ha-cer que el corazón acompañe, compungido, estas pe-queñas obras que, sin amor, no valdrían nada a losojos de Dios. Si pierdes el sentido sobrenatural de tuvida, tu caridad será filantropía; tu pureza, decencia;tu mortificación, simpleza; tu disciplina, látigo, y to-das tus obras, estériles 10.

Mortificación de los sentidos y de nuestro cuer-po; mortificación humilde y discreta, pero sincera ygenerosa que agrada a Dios de un modo particular.Quizá hasta estos momentos no nos habíamos sentidourgidos a seguir tan de cerca los pasos de Cristo. Qui-zá no nos habíamos percatado de que podemos unir asu sacrificio reparador nuestras pequeñas renuncias:por nuestros pecados, por los pecados de los hombresen todas las épocas, por esa labor malvada de Luciferque continúa oponiendo a Dios su non serviam! ¿Cómonos atreveremos a clamar sin hipocresía: Señor, meduelen las ofensas que hieren tu Corazón amabilísimo,si no nos decidimos a privarnos de una nimiedad o aofrecer un sacrificio minúsculo en alabanza de suAmor? La penitencia —verdadero desagravio— noslanza por el camino de la entrega, de la caridad. En-trega para reparar, y caridad para ayudar a los demás,como Cristo nos ha ayudado a nosotros n.

(10) Camino, n. 280.(11) Amigos de Dios, n. 140.

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NUESTRA penitencia ha de ser exigente peroalegre y sin ostentación, tal como la quería el Señor:cuando ayunes, perfuma tu cabeza, y lava tu cara u.Penitencia que desea pasar inadvertida, pero que esreal, sin dejarse engañar por un falso pudor: cuandose ofrece algo por amor de Dios y con espíritu de re-paración, no importa que, a pesar del deseo de noser vistos, alguien pueda"advertirlo: si han sido testi-gos de tus debilidades y miserias, ¿qué importa que losean de tu penitencia? 13.

¿Vivimos este espíritu de penitencia en la vidaordinaria? Penitencia es el cumplimiento exacto delhorario que te has fijado, aunque el cuerpo se resista ola mente pretenda evadirse con ensueños quiméricos.Penitencia es levantarse a la hora. Y también, no de-jar para más tarde, sin un motivo justificado, esa tareaque te resulta más difícil o costosa.

La penitencia está en saber compaginar tus obliga-ciones con Dios, con los demás y contigo mismo, exi-giéndote de modo que logres encontrar el tiempo quecada cosa necesita. Eres penitente cuando te sujetasamorosamente a tu plan de oración, a pesar de que es-tés rendido, desganado o frío.

Penitencia es tratar siempre con la máxima cari-dad a los otros, empezando por los tuyos. Es atendercon la mayor delicadeza a los que sufren, a los enfer-

(12) Matth. VI, 16.(13) Camino, n. 197.

VIERNES DESPUÉS DE CENIZA 25

mos, a los que padecen. Es contestar con paciencia alos cargantes e inoportunos. Es interrumpir o modifi-car nuestros programas, cuando las circunstancias—los intereses buenos y justos de los demás, sobre to-do— así lo requieran.

La penitencia consiste en soportar con buen humorlas mil pequeñas contrariedades de la jornada; en noabandonar la ocupación, aunque de momento se te ha-ya pasado la ilusión con que la comenzaste; en comercon agradecimiento lo que nos sirven, sin importunarcon caprichos.

Penitencia, para los padres y, en general, para losque tienen una misión de gobierno o educativa, es corre-gir cuando hay que hacerlo, de acuerdo con la naturalezadel error y con las condiciones del que necesita esa ayu-da, por encima de subjetivismos necios y sentimentales.

El espíritu de penitencia lleva a no apegarse desor-denadamente a ese boceto monumental de los proyectosfuturos, en el que ya hemos previsto cuáles serán nues-tros trazos y pinceladas maestras. ¡Qué alegría damos aDios cuando sabemos renunciar a nuestros garabatos ybrochazos de maestrillo, y permitimos que sea El quienañada los rasgos y colores que más le plazcan!

Podría seguir señalándote una multitud de detalles—te he citado sólo los que ahora me venían a la cabeza—,que puedes aprovechar a lo largo del día, para acercarte

¡ y más a Dios, más y más a tu prójimo M.

(14) Amigos de Dios, nn. 138-139.

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26 TIEMPO DE CUARESMA

No se trata de olvidar las penitencias grandes,sino de valorar el espíritu con que se hacen, aunquesean pequeñas. Porque cuidar las cosas pequeñas su-pone una mortificación constante, camino para hacermás agradable la vida a los demás 15.

La ayuda de la Virgen María no nos faltará paraque a nuestras prácticas exteriores responda un cora-zón sincero 16.

SÁBADO DESPUÉS DE CENIZA 27

115.

SÁBADO DESPUÉS DE CENIZA

—El pecado es ofensa al amor paternal de Dios.—Malicia de los pecados veniales.—Si no se lucha seriamente contra el pecado venial no pue-de haber vida interior.

YO HE criado hijos y los he engrandecido, y ellosse han rebelado contra mí1, dice el Señor por bocadel profeta Isaías. Y la Cuaresma nos dispone paravivir dignamente los misterios de la Muerte y Resu-rrección del Señor, que ha querido venir a la tierrapara librarnos del pecado. Porque no tienen necesi-dad de médico los que están sanos, sino los enfermos.No he venido a llamar a los justos, sino a los pecado-res a la penitencia 2.

En la entraña de todo pecado late una orgullosaactitud rebelde, el eco de aquella complacencia conque acogieron nuestros primeros padres la sugestióndel enemigo: seréis como dioses 3. Y esa rebeldía sepresenta bajo mil formas: rompamos sus ataduras yarrojemos lejos de nosotros su yugo 4. El pecado sedirige contra Dios, desconoce su autoridad soberana,le niega su absoluto derecho, y cierra los oídos a las

(15) Surco, n. 991.(16) Oral.

(1) ¡sai. I, 2.(2) Ev. (Luc. V, 31-32).(3) Cenes. III, 5.(4) Ps. II, 3.

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invitaciones de su bondad. Es una injuria al amorpaternal de Dios que, para redimirnos, no paró hastadar a su Hijo Unigénito 5, como víctima de propicia-ción 6, por nuestros pecados.

El pecado mortal, en lo que está de su parte, re-nueva la Pasión de Nuestro Señor, vuelve a condenara muerte a Cristo. Es duro leer, en los Santos Evange-lios, la pregunta de Pilato: "¿A quién queréis que ossuelte, a Barrabás o a Jesús, que se llama Cristo?"—Es más penoso oír la respuesta: "¡A Barrabás!"

Y más terrible todavía darme cuenta de que ¡mu-chas veces!, al apartarme del camino, he dicho tam-bién "¡a Barrabás!", y he añadido "¿a Cristo?... «Cru-cifige eum!» —¡Crucifícalo!"1.

Ante el espectáculo de tantos pecados que se co-meten cada día contra Dios —los nuestros persona-les y los de los demás—, hemos de tener el alma y lainteligencia despiertas; hemos de ser realistas, sin de-rrotismos. Sólo una conciencia cauterizada, sólo la in-sensibilidad producida por la rutina, sólo el atolondra-miento frivolo pueden permitir que se contemple elmundo sin ver el mal, la ofensa a Dios, el daño enocasiones irreparable para las almas 8.

Pensemos ahora en nuestros pecados, pidiendo alSeñor humildemente dolor de corazón, y digámosle la

(5) loann. III, 16.(6) I loann. IV, 10.(7) Camino, n. 296.(8) Es Cristo que pasa, n. 123.

29SÁBADO DESPUÉS DE CENIZA

oración que la liturgia pone en nuestros labios: Diostodopoderoso y eterno, mira compasivo nuestra debili-dad y extiende sobre nosotros tu mano protectora 9.

NO OLVIDES, hijo, que para ti en la tierra sólohay un mal, que habrás de temer, y evitar con la gra-cia divina: el pecado 10.

La mayor desgracia para el hombre es el pecadomortal, la ofensa —deliberada y consentida, en ma-teria grave— a Dios, que trae consigo la pérdida dela gracia santificante, de las virtudes y dones, de losméritos pasados y de la herencia del Cielo. Pero des-pués del pecado mortal, el peligro y la desdicha ma-yor para el alma es el pecado venial. Aunque no hagaperder la amistad con Dios, priva de muchas graciasactuales, disminuye el fervor de la caridad, dificultala práctica de las virtudes y dispone al pecado mor-tal. ¡Qué poco Amor de Dios tienes —escribe nuestroPadre— cuando cedes sin lucha porque no es pecado

grave! ".Para manifestar su poder en nuestra flaqueza,

Dios permite que seamos hostigados por el diablo ylas tentaciones. La guerra del cristiano es incesante,porque en la vida interior se da un perpetuo comenzar

(9) Orat.(10) Camino, n. 386.(11) Camino, n. 328.

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y recomenzar, que impide que, con la soberbia, nosimaginemos ya perfectos. Es inevitable que haya mu-chas dificultades en nuestro camino; si no encontráse-mos obstáculos, no seríamos criaturas de carne y hue-so. Siempre tendremos pasiones que nos tiren paraabajo, y siempre tendremos que defendernos contraesos delirios más o menos vehementes.

Advertir en el cuerpo y en el alma el aguijón de lasoberbia, de la sensualidad, de la envidia, de la pere-za, del deseo de sojuzgar a los demás, no debería signi-ficar un descubrimiento 12. Además, a ninguna criatu-ra, salvo por singular privilegio concedido a la Vir-gen Santísima, se le ha dado evitar a lo largo de suvida todos los pecados veniales, pues es imposibleque mientras andamos por este mundo no ceda elánimo unas veces a la curiosidad, otras al deleite,otras a la vanidad más de lo que convendría, aunqueno sea más que por un poco de tiempo, "porque todostropezamos en muchas cosas" (lacob. ///, 2). Sin em-bargo, advierte San Bernardo, ninguno desprecie es-tas culpas ni las tenga en poco. Porque es imposibleir al Cielo con ellas; e imposible es que se limpien si-no en Cristo y por Cristo. Ninguno, repito, se duermacon una seguridad peligrosa, dejando que su corazónbusque palabras engañosas con que excusarse de suspecados, puesto que, si el Señor no los lava, no ten-dremos parte con El. Mas tampoco debemos estar an-

SÁBADO DESPUÉS DE CENIZA 31

(12) £5 Cristo que pasa, n. 75.

gustiados por ellas; El las perdonará fácilmente y aungustosamente si nosotros las reconocemos 13.

Con esta seguridad, renovemos el propósito de lu-char decididamente contra los pecados veniales. Lospecados veniales hacen mucho daño al alma. —Por eso,"capite nobis vulpes párvulas, quae demoliunturvineas", dice el Señor en el "Cantar de los Cantares": ca-zad las pequeñas raposas que destruyen la viña u.

HEMOS de convencernos de que el mayor enemi-go de la roca no es el pico o el hacha, ni el golpe decualquier otro instrumento, por contundente que sea:es esa agua menuda, que se mete, gota a gota, entrelas grietas de la peña, hasta arruinar su estructura. Elpeligro más fuerte para el cristiano es despreciar la pe-lea en esas escaramuzas, que calan poco a poco en elalma, hasta volverla blanda, quebradiza e indiferente,insensible a las voces de Dios 15.

Respecto a los pecados leves —añade San Ber-nardo—, una piadosa manera de obrar de Dios dispo-ne que no se nos quiten totalmente, sino que en ellosmismos nos enseña que, si no podemos evitar los de-fectos mínimos, con toda seguridad no venceremoscon nuestras propias fuerzas los defectos mayores, de

(13) San Bernardo, Sertno in coena Dotnini 4-5.(H) Camino, n. 329.(15) £5 Cristo que pasa, n. 77.

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32 TIEMPO DE CUARESMA

modo que siempre estemos temerosos y solícitos parano perder su gracia, conociendo que de tantos modosnos es necesaria 16.

Esfuerzo y derrotas. Viva señal de que necesita-mos más gracia. Llamada patente a ejercitar el te-mor filial: a buscar el apoyo del Todopoderoso, paraque nos libre de ofenderle más. Respóndeme, Señor,con la bondad de tu gracia; por tu gran compasión,vuélvete hacia nosotros 17.

Pero, junto con la oración, debe haber ademásuna actitud de vigilancia. Hay que estar en guardiapara que no se enfríe la caridad, pues sin esa peleaconstante contra el pecado venial no puede haberverdadera vida interior. El cristiano no debe esperar,para iniciar o sostener esta contienda, manifestacionesexteriores o sentimientos favorables. La vida interiorno es cosa de sentimientos, sino de gracia divina y devoluntad, de amor 18.

Preguntémonos ahora en la presencia del Señor:¿tratamos de averiguar en el examen dónde está lacausa de esos pecados, medio deliberados, que come-temos por falta de presencia de Dios y que deslucenel brillo de nuestra entrega?, ¿les damos toda la im-portancia que tienen?, ¿ponemos los remedios efica-ces para evitarlos?, ¿nos dolemos de verdad cuando,

(16) San Bernardo, Sermo in coena Domini 5.(17) Ant. ad Intr. (Ps. LXVIII, 17).(18) Es Cristo que pasa, n. 75.

SÁBADO DESPUÉS DE CENIZA 33

a pesar de todo, volvemos a caer en ellos?... ¡Qué pe-na me das mientras no sientas dolor de tus pecados ve-niales! —Porque, hasta entonces, no habrás comenzadoa tener verdadera vida interior l9.

Dios nos quiere como a hijos predilectos, y nues-tras infidelidades y nuestra falta de lucha son signosde mayor ingratitud y desamor. No podemos detener-nos. El Señor nos pide un batallar cada vez más rápi-do, cada vez más profundo, cada vez más amplio. Es-tamos obligados a superarnos, porque en esta competi-ción la única meta es la llegada a la gloria del cielo.Y si no llegásemos al cielo, nada habría valido la pe-na20.

Pidamos, pues, la sensibilidad que precisamospara darnos cuenta de la malicia del pecado venial,para considerarlo como enemigo de la vida interior,y procurar evitarlo con la gracia de Dios.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros,pecadores, y alcánzanos el temor santo de pecar, fru-to de un amor sincero y profundo.

(19) Camino, n. 330.(20) Es Cristo que pasa, n. 77.

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34 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA I

116.

DOMINGO I DE CUARESMA

—Cristo ha sido tentado para vencer las tentaciones nues-tras.—Con la gracia de Dios podemos sacar, de las tentaciones,gran provecho para la vida interior.—La fidelidad a la llamada divina es la mejor defensa contralas tentaciones.

LA CUARESMA conmemora los cuarenta díasque pasó Jesús en el desierto, como preparación deesos años de predicación, que culminan en la Cruz yen la gloria de la Pascua. Cuarenta días de oracióny de penitencia. Al terminar, tuvo lugar la escenaque la liturgia de hoy ofrece a nuestra consideración,recogiéndola en el Evangelio de la Misa: las tentacio-nes de Cristo.

Una escena llena de misterio, que el hombre pre-tende en vano entender —Dios que se somete a la ten-tación, que deja hacer al Maligno—, pero que puedeser meditada, pidiendo al Señor que nos haga saber laenseñanza que contiene.

Jesucristo tentado. La tradición ilustra esta escenaconsiderando que Nuestro Señor, para darnos ejemploen todo, quiso también sufrir la tentación. Así es, por-que Cristo fue perfecto Hombre, igual a nosotros, salvoen el pecado (cfr. Hebr. IV, 15). Después de cuarentadías de ayuno, con el solo alimento —quizá— de yer-

DOMINGO 35

bas y de raíces y de un poco de agua, Jesús sientehambre: hambre de verdad, como la de cualquier cria-tura. Y cuando el diablo le propone que convierta enpan las piedras, Nuestro Señor no sólo rechaza el ali-mento que su cuerpo pedía, sino que aleja de sí unaincitación mayor: la de usar del poder divino pararemediar, si podemos hablar así, un problema perso-nal (...).

En la segunda tentación, cuando el diablo le pro-pone que se arroje desde lo alto del Templo, rechazaJesús de nuevo ese querer servirse de su poder divino.Cristo no busca la vanagloria, el aparato, la comediahumana que intenta utilizar a Dios como telón de fon-do de la propia excelencia. Jesucristo quiere cumplirla voluntad del Padre sin adelantar los tiempos ni an-ticipar la hora de los milagros, sino recorriendo paso apaso el duro sendero de los hombres, el amable cami-no de la Cruz.

Algo muy parecido vemos en la tercera tentación:se le ofrecen reinos, poder, gloria. El demonio pretendeextender, a ambiciones humanas, esa actitud que debereservarse sólo a Dios: promete una vida fácil a quiense postra ante él, ante los ídolos. Nuestro Señor recon-duce la adoración a su único y verdadero fin, Dios, y^afirma su voluntad de servir: apártate, Satanás; por-que está escrito: adorarás al Señor Dios tuyo, y a Elsolo servirás (Matth. IV, 10) \

(!) Es Cristo que pasa, n. 61.

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36 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA I

Quiso el Señor soportar realmente la prueba ensu naturaleza humana, sin usar su omnipotencia divi-na. Para que nos aprovechara su victoria, sólo empleóen la pelea los recursos que podemos utilizar tambiénnosotros. Por eso, en el Evangelio de la Misa de hoy,hallamos un motivo poderoso para permanecer fir-mes y serenos ante las tentaciones: el Señor, que vinoa vencer nuestra muerte con la suya, del mismo modocon sus tentaciones venció las nuestras 2.

EN ESTA escena evangélica, que precede al co-mienzo de la vida pública de Jesús, lo verdaderamentemaravilloso es que el Espíritu Santo le lleva al desier-to, y para ser tentado: así lo afirma expresamente elEvangelio, comenta San Juan Crisóstomo. Y es que,como el Señor todo lo hacía y soportaba para nuestraenseñanza, quiso también ser conducido al desierto ytrabar allí combate contra el diablo, a fin de que losbautizados, si después del bautismo sufren mayorestentaciones, no se turben por eso, como si no fuera deesperar. No hay que turbarse, sino permanecer firme ysoportarlo generosamente, como algo muy natural3.

Si no lo tuviéramos en cuenta, las tentacionespodrían abrir la puerta a un enemigo peligroso: elpesimismo. Pueden padecerlo —nos previene nuestro

(2) San Gregorio Magno, Homiliae in Evangelio 16, 1.(3) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 13, 1.

DOMINGO 37

Padre— hombres que se saben hijos de Dios, pero aquienes, si se trata de una contradicción intensa, su so-berbia o una especie de espíritu de cuerpo no les dejaver que son ut iumentum. Ya sabéis lo que digo delburro: cuantos más palos recibe, más trabaja. Nosotroshemos de tener tal espíritu que, si alguna vez hay al-guna contradicción, no nos desalentemos 4.

El Señor permite que seamos tentados; al mismotiempo, con su gracia, podemos sacar provecho paranuestra vida interior. Por eso, ni nuestra vocación decristianos, ni la llamada a la Obra, impiden que nosacometan las tentaciones. Si luchamos, sirven —co-mo dice San Juan Crisóstomo— primero para que tedes cuenta de que ahora eres ya más fuerte. Luego,para que tengas moderación y humildad, y no te en-grías por la grandeza de los dones recibidos, pues lastentaciones pueden muy bien reprimir tu orgullo.Además de eso, la malicia del demonio, que acaso du-da de si realmente le has abandonado, por la pruebade las tentaciones puede tener certidumbre plena deque te has apartado de él definitivamente. Cuarto mo-tivo: las tentaciones te hacen más fuerte que el hierromejor templado. Quinto: te dan la mejor prueba de lopreciosos que son los tesoros que se te han confiado;Porque si no hubiera visto el diablo que estás aho-ra constituido en más alto honor, no te hubieraatacado 6.

!í! ?e n u e s t ro Padre, Crónica IX-61, pp. 7-8.V>¡ S>an Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 13, 1.

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38 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA I

Las tentaciones nos ayudan a purificarnos, y, almostrar nuestros puntos débiles, facilitan el conoci-miento propio. Por eso, mantendremos la visión so-brenatural a la hora de la tentación, seguros de que—como enseña San Pablo— fiel es Dios, que nuncapermitirá que seáis tentados por encima de vuestrasfuerzas, sino que de la misma tentación os hará sacarprovecho para que podáis sosteneros 6. Además, songarantía de fecundidad espiritual. Una abeja es pocacosa, pero muchas juntas elaboran una miel maravillo-sa. En nuestra alma, las contrariedades hacen algo pa-recido a la labor de esos pequeños insectos: a veces senos clavan y duelen; pero, si las aceptamos por amorde Dios, se vuelven dulces y son un tesoro espléndido 7.

POR TRES veces el enemigo de Dios se ha acer-cado al Señor para tentarle: si eres el Hijo de Dios...Y Jesucristo, una vez tras otra, ha rechazado esastentaciones: apártate, Satanás; porque está escrito:adorarás al Señor tu Dios, y a El solo servirás 8.

Aprendamos de esta actitud de Jesús. En su vidaen la tierra, no ha querido ni siquiera la gloria que lepertenecía, porque teniendo derecho a ser tratado comoDios, ha asumido la forma de siervo, de esclavo (cfr.Philip. //, 6-7). El cristiano sabe así que es para Dios

(6) I Cor. X, 13.(7) De nuestro Padre, n. 207.(8) Ev. (A) {Matth. IV, 10).

TDOMINGO 39

toda la gloria; y que no puede utilizar como instru-mento de intereses y de ambiciones humanas la subli-midad y la grandeza del Evangelio.

Aprendamos de Jesús. Su actitud, al oponerse a to-da gloria humana, está en perfecta correlación con lagrandeza de una misión única: la del Hijo amadísimode Dios, que se encarna para salvar a los hombres.Una misión que el cariño del Padre ha rodeado deuna solicitud colmada de ternura: Filius meus es tu,ego hodie genui te. Postula a me et dabo tibi genteshereditatem tuam (Ps. //, 7): Tú eres mi hijo, yo te heengendrado hoy. Pide, y te daré las gentes como here-dad.

El cristiano que —siguiendo a Cristo— vive en esaactitud de completa adoración del Padre, recibe tam-bién del Señor palabras de amorosa solicitud: porqueespera en mí, lo libraré; lo protegeré, porque conocemi nombre (Ps. XC, 14).

Jesús ha dicho que no al demonio, al príncipe delas tinieblas. Y enseguida se manifiesta la luz. Con esole dejó el diablo; y he aquí que se acercaron los ánge-les y le servían (Matth. IV, 11). Jesús ha soportado laprueba 9.

Apoyados en su ejemplo, con su fortaleza, tam-bién nosotros soportaremos todas las pruebas y ten-taciones que el Señor permita. La vida del cristianoes milicia, guerra, una hermosísima guerra de paz (...).

(9) Es Cristo que pasa, nn. 62-63.

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40 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA I

Es la escaramuza sin tregua contra el orgullo, contrala prepotencia que nos dispone a obrar el mal, contralos juicios engreídos 10. Y en esta guerra, el Señor estácon nosotros: El te cubrirá con sus alas, y hallaráscobijo bajo sus plumas n. Invoquémosle, pues, conpalabras de la Iglesia: Tú eres mi refugio y mi roca,mi Dios en quien confío 12.

Al callarme yo ahora —concluye nuestro Padre—y seguir la Santa Misa, cada uno de nosotros debeconsiderar qué le pide el Señor, qué propósitos, quédecisiones quiere promover en él la acción de la gra-cia. Y, al notar esas exigencias sobrenaturales y huma-nas de entrega y de lucha, recordad que Jesucristo esnuestro modelo. Y que Jesús, siendo- Dios, permitióque le tentaran: para que así nos llenemos de ánimo yestemos seguros de la victoria. Porque El no pierde ba-tallas y, encontrándonos unidos a El, nunca seremosvencidos, sino que podremos llamarnos y ser en verdadvencedores: buenos hijos de Dios 13.

(10) £s Cristo que pasa, n. 76.(11) Ant. ad Comm. (Ps. XC, 4).(12) Ps. resp. (C) {Ps. XC, 2).(13) Es Cristo que pasa, n. 66.

LUNES

41

117.

—Para ser santos es preciso esforzarse, un día y otro, porrealizar obras de amor.—Hay que examinarse cada día, para mejorar el amor deDios en las obras.—El examen debe cuajar en propósitos concretos.

EN EL Evangelio nos habla el Señor de su veni-da al final de los tiempos, cuando llegará el Hijo delhombre con toda su majestad acompañado de todossus ángeles, y se sentará entonces en el trono de sugloria, y hará comparecer delante de El a todas lasgentes l para juzgarlas según sus obras. Entoncesquedará de manifiesto —ante los ángeles y ante loshombres— la rectitud de cada uno, el amor que lemovió a lo largo de su vida. Momento definitivo queaguardamos con la confianza puesta en Jesucristo,Nuestro Salvador, porque El —rezamos cada día enlas Preces— es nuestro Juez, nuestro Legislador,nuestro Rey; El nos salvará 2.

Pensando en ese momento, ¿no brilla en tu alma—nos pregunta nuestro Padre— el deseo de que tuPadre-Dios se ponga contento cuando te tenga que juz-gar? 3. Tanto lo anhelamos, que sólo para agradar a

I1) Ev. (Matth. XXV, 31-32).(2) ¡sai. XXXIII, 22.(3) Camino, n. 746.

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Dios queremos usar los días que el Señor nos da 4.Pero nuestra tarea de santificación no puede li-

mitarse a buenos deseos. Jesús premia según la cali-dad del amor que cuaja en obras, no de las intencio-nes ineficaces. Cuando dice: venid, benditos de miPadre, a tomar posesión del reino, que os está prepa-rado desde el principio del mundo 5, da como razónobras bien determinadas, quizá pequeñas, peroobras de amor: de amor a Dios y al prójimo. Porquelo que hicisteis con alguno de estos hermanos míosmás pequeños —dirá el Señor—, conmigo lo hicis-teis 6.

Cada día hay que esforzarse por practicar estasobras de amor, porque cada jornada podemos y de-bemos estar más cerca del Señor. Desde nuestra pri-mera decisión consciente de vivir con integridad ladoctrina de Cristo, es seguro que hemos avanzado mu-cho por el camino de la fidelidad a su Palabra. Sinembargo, ¿no es verdad que quedan aún tantas cosaspor hacer?, ¿no es verdad que queda, sobre todo, tantasoberbia? Hace falta, sin duda, una nueva mudanza,una lealtad más plena, una humildad más profunda,de modo que, disminuyendo nuestro egoísmo, crezcaCristo en nosotros, ya que illum oportet crescere, meautem minui (Ioann. ///, 30), hace falta que El crezcay que yo disminuya.

(4) De nuestro Padre.(5) Ev. (Matth. XXV, 34).(6) Ibid., 40.

LUNES 43

I

No es posible quedarse inmóviles. Es necesarioir adelante hacia la meta que San Pablo señalaba:no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí(Galat. //, 20). La ambición es alta y nobilísima: laidentificación con Cristo, la santidad. Pero no hayotro camino, si se desea ser coherente con la vidadivina que, por el Bautismo, Dios ha hecho naceren nuestras almas. El avance es progreso en santi-dad; el retroceso es negarse al desarrollo normal dela vida cristiana. Porque el fuego del amor de Diosnecesita ser alimentado, crecer cada día, arraigándo-se en el alma; y el fuego se mantiene vivo queman-do cosas nuevas. Por eso, si no se hace más grande,va camino de extinguirse.

Recordad las palabras de San Agustín: Si dijesesbasta, estás perdido. Ve siempre a más, camina siem-pre, progresa siempre. No permanezcas en el mismo si-tio, no retrocedas, no te desvíes (San Agustín, Sermo169, 15)\

NUESTRA lucha para hacernos merecedores dela bendición del Señor, no puede ser vaga, indetermi-nada. Hemos de conocernos bien, necesitamos po-seer una conciencia clara de la propia debilidad per-sonal, de los defectos dominantes, para dirigir allínuestro esfuerzo, y así mejorar. Examina en ti mis-

P) Es Cristo que pasa, n. 58.

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rao qué es lo que eres —aconseja San Basilio—; haztodo lo posible por conocerte 8.

Aunque procuramos a lo largo del día estar cer-ca de Jesucristo, aunque nuestra intención sea bus-car al Señor en todas nuestras acciones, muchas ve-ces no lo conseguimos. Todos necesitamos prevenir lafalta de objetividad, siempre que se trata de juzgar lapropia conducta... —Tú, también 9. En el examen, des-cubrimos faltas y omisiones en el cumplimiento denuestro compromiso de amor; nos vemos todavía po-co humildes, con un corazón que se apega a las cria-turas, con un celo apostólico imperfecto. ¿Por quétodo esto? ¿A qué se deben tantos descuidos?

La prudencia de los hijos de Dios enseña a vigilarsin pausa: hay que dar importancia también a las difi-cultades pequeñas. Mirad que, si no, ese camino tanllano y carretero se enreda, y lo que al principio no eranada, acaba convirtiéndose en un nudo que ahoga. Nopenséis que los que se pierden caen víctimas de un fra-caso repentino; cada uno de ellos erró en los comienzosde su senda, o bien descuidó por largo tiempo su alma,de modo que debilitándose progresivamente la fuerza desus virtudes y creciendo, en cambio, poco a poco la delos vicios, vino a quebrantarse miserablemente... Unacasa no se derrumba de golpe por un accidente imprevi-sible: o había ya algún defecto en sus fundamentos, o la

(8) San Basilio, Homiliae 3.(9) Surco, n. 329.

45

desidia de los que la habitaban se prolongó por muchotiempo, de forma que los desperfectos en un principiopequeñísimos fueron corroyendo la firmeza de la arma-dura, por lo que, cuando llegó la tempestad o arreciaronlas lluvias torrenciales, se destruyó sin remedio, ponien-do de manifiesto lo antiguo del descuido (Casiano, Co-Uationes, VI, XVII) 10.

Con el examen nos iremos conociendo como so-mos, pecadores, y podremos disponer entonces losmedios sobrenaturales y humanos para corregir loque no lleva al Señor y para mejorar: cuando te co-nozcas, podrás conocer a Dios y apartar, como con-viene, tu ánimo de las criaturas ".

Este conocimiento no se puede dejar para unmañana indeterminado. Nos urge hodie, nunc —hoy,ahora— porque de él depende el aprovechamientodel tiempo que el Señor nos da: no podemos olvidarque no sabemos el día en que tendremos que darcuenta a Dios. Y si deseamos en ese día ser de losque quedan a la diestra de Jesucristo, es preciso lu-char ahora.

Hay que decidirse. No es lícito vivir manteniendoencendidas esas dos velas que, según el dicho popular,todo hombre se procura: una a San Miguel y otra aldiablo. Hay que apagar la vela del diablo. Hemos deconsumir nuestra vida haciendo que arda toda entera

(10) Amigos de Dios, n. 15.(11) San Nilo, Epístola 3, 314.

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46 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA I

al servicio del Señor. Si nuestro afán de santidad essincero, si tenemos la docilidad de ponernos en las ma-nos de Dios, todo irá bien. Porque El está siempre dis-puesto a darnos su gracia, y, especialmente en estetiempo, la gracia para una nueva conversión, para unamejora de nuestra vida de cristianos.

No podemos considerar esta Cuaresma como unaépoca más, repetición cíclica del tiempo litúrgico. Estemomento es único; es una ayuda divina que hay queacoger. Jesús pasa a nuestro lado y espera de nosotros—hoy, ahora— una gran mudanza 12.

QUI HABITAT in adiutorio Altissimi, in prote-ctione Dei coeli commorabitur (Ps. XC, 1), habitar ba-jo la protección de Dios, vivir con Dios: ésta es laarriesgada seguridad del cristiano. Hay que estar per-suadidos de que Dios nos oye, de que está pendientede nosotros: así se llenará de paz nuestro corazón. Perovivir con Dios es indudablemente correr un riesgo, por-que el Señor no se contenta compartiendo: lo quiere to-do. Y acercarse un poco más a El quiere decir estardispuesto a una nueva conversión, a una nueva rectifi-cación, a escuchar más atentamente sus inspiraciones,los santos deseos que hace brotar en nuestra alma, y aponerlos por obra 13.

(12) Es Crislo que pasa, n. 59.(13) Es Cristo que pasa, n. 58.

LUNES 47

Pruébame, Dios mío, y sondea mi corazón: examí-name y reconoce mis pasos u. En el examen nos ve-mos tan llenos de barro, tan pobres, que la confesiónde nuestra miseria ha de salir espontánea. Y juntocon el dolor de amor, el agradecimiento, porque elSeñor es siempre misericordioso y clemente.

Qué buena razón la de aquel sacerdote, cuandopredicaba así: "Jesús me ha perdonado toda la muche-dumbre de mis pecados —¡cuánta generosidad!—, a pe-sar de mi ingratitud. Y, si a María Magdalena le fue-ron perdonados muchos pecados, porque amó mucho,a mí, que todavía me ha perdonado más, ¡qué grandeuda de amor me queda!"

¡Jesús, hasta la locura y el heroísmo! Con tu gra-cia, Señor, aunque me sea preciso morir por Ti, ya note abandonaré 15.

Esta disposición de reparar y de agradar a Dioshasta el heroísmo, fruto del amor, debe demostrarseya ahora con pequeñas obras de amor. Por eso, nues-tro examen cuajará de ordinario en un propósitoconcreto para el día siguiente: mejorar aquella Nor-ma, vencerse en aquel punto de lucha que resultamás costoso, dar tal muestra de cariño a nuestroshermanos... Y para animarnos a transformar esospropósitos en obras eficaces, por la mañana, comonos recomendaba nuestro Padre, nada más levantar-

( |4) Ps. CXXXIX, 23U5) Forja, n. 210.

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48 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA I

nos procuramos recordarlos junto al ofrecimientodel día que comienza, y los ponemos en manos delSeñor con un serviam! generoso.

Esforzándonos cada jornada por cumplir esospropósitos pequeños, vendrá el momento en que nonos costará ya trabajo formularlos; porque cuandode verdad tenemos amor de Dios —afirma nuestroFundador— casi, casi me atrevo a decirte que no ha-cen falta los propósitos: mi madre no hacía ningúnpropósito de tratarme bien, y ¡hay que ver qué detallesde cariño tenía continuamente conmigo!16.

Pidamos luz y gracia a la Santísima Virgen, parahacer bien nuestro examen diario.

(16) De nuestro Padre, Noticias VI-58, pp. 21-22.

MARTES 49

118.

MARTES

—El amor que tiene el Padre a sus hijos en la Obra.—La petición por el Padre y por sus intenciones, manifesta-ción de nuestro espíritu de filiación.—Hemos de corresponder, con obediencia filial, con cariñoefectivo al Padre y a los Directores.

LOS APOSTÓLES habían pedido al Señor que lesenseñara a hacer oración, como Juan Bautista habíaenseñado a sus discípulos. Y Jesús les dijo: al orar,no empleéis muchas palabras como los gentiles, quese figuran que por su locuacidad van a ser escucha-dos. No seáis, pues, como ellos; porque bien sabevuestro Padre de qué tenéis necesidad, antes de quese lo pidáis. Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro,que estás en los Cielos...\

La vida del cristiano está empapada de ese espí-ritu de filiación divina, participación de la Filiaciónmisma de Jesucristo. Dios ha querido elevarnos, porel Bautismo, a la inmensa dignidad de ser y llamar-nos hijos suyos. Esta realidad, en la Obra, se reflejatambién en la filiación al Padre. No puedo dejar delevantar el alma agradecida al Señor, de quien proce-de toda familia en los cielos y en la tierra (Ephes. ///,

(1) £v. (Matth. VI, 7-9).

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15-16), por haberme dado esta paternidad espiritual,que, con su gracia, he asumido con la plena concien-cia de estar sobre la tierra sólo para realizarla. Poreso, os quiero con corazón de padre y de madre 2.

Hijos míos, yo os he engendrado como las madres,con dolor como las madres 3, exclamaba con toda ver-dad nuestro Fundador. Y algo semejante podrá de-cirnos siempre el Padre a sus hijos en el Opus Dei.Porque el Padre, sea quien sea, quiere a cada uno co-mo si no tuviese más que un hijo 4.

Esta paternidad espiritual, muy superior a la pa-ternidad de la sangre, fruto de la oración y del sacri-ficio, es la de nuestro Padre y la de cada uno de sussucesores. Hijos míos —nos confiaba nuestro Funda-dor—, os quiero —no me importa decirlo, porque noexagero— más que vuestros padres. Y estoy seguro deque en el corazón de los que me sucedan, encontraréiseste mismo cariño —iba a añadir que más aunque meparece imposible—, porque tendrán muy metido dentrodel alma este espíritu tan de familia que informa laObra entera 5.

La paternidad es uno de los bienes que nuestroFundador —porque así lo quiso Dios— ha legado atodos sus sucesores, hasta el final de los tiempos. Locomprobamos ahora en el Padre: cómo nos lleva en

(2) De nuestro Padre, Carta, 6-V-1945, n. 23.(3) De nuestro Padre, Crónica XII-61, p. 7.(4) De nuestro Padre, 23-VI-1956, en Crónica VII-56, p. 23.(5) De nuestro Padre, Crónica, 1975, p. 1462.

MARTES 51

el corazón; cómo se ocupa de darnos alimento espiri-tual para nuestras almas; con qué paterno y maternodesvelo cumple sus deberes de Buen Pastor, guiandonuestros pasos, advirtiéndonos de los peligros, con-gregándonos en unidad de oraciones y de intentoscon sus constantes llamadas a la responsabilidad y ala santidad...

CRISTO Señor Nuestro —nos enseñó nuestro Pa-dre— hablaba muchas veces de barcas y de redes, demares y de peces... Pero ¿no le habéis oído tratar tam-bién de ovejas y de rebaños? ¡Y con qué ternura!, ¡có-mo goza al describir la figura del Buen Pastor! Noshace notar que las ovejas le siguen confiadas, y lequieren, y distinguen su voz, y se saben bien cuidadascuando se arraciman a su alrededor, dentro del redil oen los anchos pastos.

El Opus Dei también es un rebaño de Cristo, consu Buen Pastor y sus ovejas. En la Obra habrá siem-pre un Padre que podrá decir: cognosco oves meas etcognoscunt me meae, conozco a mis hijos y mis hijosme conocen a mí. Porque el Buen Pastor, en el OpusDei, será perpetuamente el que presida: el Padre, seaquien sea 6.

Normas, apostolado, trabajo... Luchamos y nosesforzamos por vivir cada vez con mayor delicadeza

(6) De nuestro Padre, Tertulia, 13-111-1955.

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todo nuestro plan de vida. Pero si nos faltase la cari-dad —y una caridad con orden—, para nada serviríanuestro esfuerzo: 5¿ yo distribuyese todos mis bienespara el sustento de los pobres, y si entregara mi cuer-po a las llamas, mas no tuviese caridad, todo lo dichono me serviría para nada 7.

El orden de la caridad nos lleva a tener un granamor filial al Padre, cauce obligado de nuestra unióncon Dios, porque el espíritu de filiación es parteesencialísima del espíritu del Opus Dei. Hablando desus sucesores, nuestro Fundador nos advertía: cuan-do yo muera, hijos míos, al Padre, sea quien sea,amadle mucho, aunque se os pasen por la cabeza pen-samientos de que no es suficientemente santo o inteli-gente, o mil ideas más que se os pueden ocurrir y quehabréis de desechar inmediatamente, porque son ma-las. ¡Amadle mucho, hijos míos! Besad donde pise, nodejéis esa pequeña mortificación diaria y de rezar conamor la oración por el que hace cabeza. ¡Amadle mu-cho, hijos míos, que es muy duro llevar esto encima!8.

Pero no debemos conformarnos con el amor queya tenemos ahora al Padre. Nos recuerda el Apóstolque cuando era niño, hablaba como niño, juzgaba co-mo niño, discurría como niño 9; y, podríamos añadir,amaba como niño. Mas cuando fui ya hombre —con-

(7) I Cor. XIII, 3.(8) De nuestro Padre, Meditación, 12-IV-1954.(9) I Cor. XIII, 11.

MARTES 53

tinúa— dejé como inútiles las cosas de niño 10. Sien-do el mismo, nuestro cariño al Padre tiene que cre-cer, ganar en profundidad y en eficacia. A su espon-taneidad y ternura —porque espontáneo y tierno esel amor de los niños a sus padres—, debe unirse lahondura, la responsabilidad, el sacrificio de los hijosmayores.

El conocimiento y el trato engendran amor; y co-noceremos y trataremos más al Padre considerandoen la oración sus indicaciones y sus palabras. De esecariño, cada vez más profundo —amor sacrificado—,surgirá una petición constante por su persona; vibra-remos al unísono con sus deseos, y sus intencionesserán para nosotros lo importante, sabiendo poner-las siempre por delante de otros afanes.

AMOR al Padre y amor a los que, en su nombre,gobiernan en la Obra con sacrificio, con renuncia detoda utilidad personal.

En el cuerpo humano, cualquier pequeño reflejoviene enseguida a la cabeza, al corazón. Un pinchazo,allá, en el dedo meñique de la mano derecha: todo lodoloroso viene a esas partes del cuerpo más nobles.Pues cabeza y corazón tienen que ser nuestros Directo-res: a ellos les llega todo lo desagradable. ¡Pobres Di-

(10) lbid.

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rectores! No cargos: cargas. No honores: servicios n.Y añadía nuestro Fundador: hacer cabeza en una

obra de apostolado es tanto como estar dispuesto a su-frirlo todo, de todos, con infinita caridad 12.

Porque nos quieren, porque somos cada uno ob-jeto directo de sus desvelos y de su oración, en laObra todos hemos de tener con los Directores esaconfianza —fraterna y filial a la vez—, que hace im-posible cualquier forma de recelo o timidez. Tenermiedo a nada o a nadie, pero especialmente a los Di-rectores, es impropio de un hijo de Dios 13. ¿Qué temorpuede caber? La misión de los que gobiernan es depaz, no de aflicción. Y si alguna vez es necesario juz-gar, lo hacen tamizando el juicio en la oración y concariño de hermanos.

El amor a la libertad, característica importantede nuestro espíritu, se manifiesta también en el mo-do de mandar y de obedecer. En la Obra se gobiernarespetando la libertad, sin quitarla a nadie: si la qui-tamos, fomentamos el desgobierno 14, decía nuestro Pa-dre. Precisamente porque los miembros del Opus Deiestán de ordinario lejos de todo control, obran con máscelo y exactitud en la obediencia: son diligentes —hoy,ahora— en el cumplimiento de los mandatos apostóli-cos que reciben; tienen deseos de entregarse, de estar adisposición de sus Directores o de sus Directoras para

(11) De nuestro Padre, Meditación, 29-111-1956.(12) Camino, n. 951.(13) De nuestro Padre, Crónica VI-54, p. 5.(14) De nuestro Padre, Círculo Breve, 12-XI-1961.

MARTES 55

las tareas espirituales; preocupados de las alegrías, delas penas, de los intereses de sus hermanos, de la Igle-sia y de la Obra, para que cada uno se sienta com-prendido y amado, como lo exige el espíritu propio denuestra vocación 15.

En correspondencia a la confianza y a la abnega-ción de los Directores, la obediencia nuestra debeser pronta, delicada, llena de amor: la caridad —diceSanto Tomás— es inseparable de la obediencia, y estoes así porque la amistad produce un mismo querer yno querer16: una plena identificación, una estrechaunión con quienes hacen cabeza.

A la Santísima Virgen, que tan perfectamente seunió siempre a la Voluntad de Dios, pedimos la gra-cia de estar siempre unidos al Padre y a los Directo-res.

05) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 61.I16) Santo Tomás, S. Th. II-II, q. 104, a. 3 c.

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MIÉRCOLES

TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA I

119.

—El Señor ha querido asociarnos a la obra de la Redención.—La Santa Cruz es camino para la eficacia apostólica.—El amor a la Voluntad de Dios da alegría al enfrentarnoscon el sacrificio.

NOS ANIMA a perseverar en las obras de peni-tencia, durante este tiempo de Cuaresma, la lecturade ese pasaje de la Sagrada Escritura donde se narrala compasión de Dios con los habitantes de la popu-losa Nínive: vio el Señor sus obras, cómo se aparta-ron de su mal camino, y tuvo Dios misericordia acer-ca del mal que había dicho que les haría, y no lohizo '.

En esa lección de la misericordia divina, pode-mos detenernos ahora a considerar un aspecto parti-cular. Estaba en los designios de Dios perdonar a losque se arrepintieran, y para moverles a penitencia sesirvió de la cooperación de un hombre elegido, de unprofeta: llegó por segunda vez a Jonás la palabra deYavé, diciendo: levántate y ve a Nínive, la ciudadgrande, y pregona en ella lo que Yo te diré. Alzóse Jo-nás y fue a Nínive, según la orden de Yavé 2.

Desde que Jesús nos redimió con su Sangre, ins-

(1) L. I (lo. III, 10).(2) Ibid., 1-3.

MIÉRCOLES 57

taurando en la tierra un nuevo orden, todos los hom-bres hemos sido llamados a cooperar, unidos conCristo, en la salvación de nuestros hermanos. Y paralos que hemos recibido la vocación al Opus Dei, esamisión no es sólo una tarea buena, incluso urgente,sino un mandato imperativo de Cristo 3.

¿Es posible —se preguntaba nuestro Padre— quelleve Cristo tantos años —veinte siglos— actuando enla tierra, y que el mundo esté así? ¿Es posible que aúnhaya gente que no conozca al Señor? Tenemos la cul-pa nosotros, que hemos sido llamados a ser corredento-res, y a veces no correspondemos a esa voluntad deDios. Porque, contra la voluntad divina de redimir elmundo, está Satanás —que existe, con sus espíritusinmundos—, y están nuestras malas pasiones y nuestralibertad, con la que tenemos la tremenda facultad depoder escoger la Muerte en vez de la Vida 4.

Y añadía nuestro Fundador: pero Cristo no hafracasado: su palabra y su vida fecundan continua-mente el mundo. La obra de Cristo, la tarea que suPadre le encomendó, se está realizando, su fuerza atra-viesa la historia trayendo la verdadera vida, y cuandoya todas las cosas estén sujetas a El, entonces el Hijomismo quedará sujeto en cuanto hombre al que se lassujetó todas, a fin de que en todas las cosas todo seaDios (I Cor. XV, 28) 5.

(3) Camino, n. 942.(4) De nuestro Padre, Tertulia, 13-IV-1968.(5) £5 Cristo que pasa, n. 113.

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También ahora, Cristo, que subió a la Cruz conlos brazos así, abiertos de par en par, con gesto deSacerdote Eterno, quiere contar con nosotros, que nosomos nada, para llevar a los hombres los frutos de suRedención 6.

PARA corredimir con Cristo a impulsos de la ca-ridad, debemos acompañarle en la Cruz. Yo creo—aseguraba nuestro Padre— que por esto el Señor,aquel 14 de febrero del 43, quiso poner la Cruz en elcorazón nuestro, quiso coronar la fachada de su Obracon la Cruz, y quiso que nosotros lleváramos ese sím-bolo, la Cruz, metida en la entraña del mundo 7.

Aunque la Cruz de Cristo no tuviera otro signifi-cado que el señalado por el Apóstol: "quienes son deJesucristo, tienen crucificada su carne, con todas suspasiones y concupiscencias" (Galat. V, 24), ¿no seríaéste —comenta San Agustín— un bien extraordina-rio? 8. Pero, además, la Santa Cruz es la condiciónnecesaria para que la labor de almas dé frutos, por-que para llegar a Dios, Cristo es el camino; pero Cris-to está en la Cruz 9.

Después que el Señor resucitó y ascendió a loscielos, los discípulos obraron grandes maravillas. Pe-

(6) De nuestro Padre, Tertulia, 13-IV-1968.(7) De nuestro Padre, Crónica XI-60, p. 8.(8) San Agustín, In loannis Evangelium íractatus 118, 5.(9) Via Crucis, X estación.

MIÉRCOLES 59

ro era El, el mismo que obró prodigios cuando estabaentre los hombres, el que continuaba actuando a tra-vés de sus discípulos. El mismo les había dicho: "sinMí no podéis hacer nada" (Ioann. XV, 5). Cuandoaquel cojo, que estaba sentado a la puerta del templo,se levantó a la voz de Pedro y empezó a andar consus propios pies, causando la admiración de la gente,Pedro les aclaró que esto no lo había hecho en virtudde un poder peculiar suyo, sino en nombre de Aquél aquien habían crucificado 10.

Sin Jesucristo nada podemos; pero con El, uni-dos nuestros esfuerzos a su Sacrificio, se obrarán enlas almas maravillas de gracia. Es necesario que tedecidas voluntariamente a cargar con la cruz. Si no,dirás con la lengua que imitas a Cristo, pero tus he-chos lo desmentirán; así no lograrás tratar con intimi-dad al Maestro, ni lo amarás de veras. Urge que loscristianos nos convenzamos bien de esta realidad: nomarchamos cerca del Señor, cuando no sabemos pri-varnos espontáneamente de tantas cosas que reclamanel capricho, la vanidad, el regalo, el interés... No debepasar una jornada sin que la hayas condimentado conla gracia y la sal de la mortificación. Y desecha esaidea de que estás, entonces, reducido a ser un desgra-ciado. Pobre felicidad será la tuya, si no aprendes avencerte a ti mismo, si te dejas aplastar y dominar por

(10) San Agustín, In loannis Evangelium íractatus 31, 9.

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tus pasiones y veleidades, en vez de tomar tu cruzgallardamente ".

Con este sentido sobrenatural hemos de ir alapostolado, de modo que busquemos la eficacia en launión con el Señor, con Jesucristo crucificado:unión que hemos de buscar con la gracia, tambiénmediante el sacrificio personal, la mortificaciónconstante, la expiación generosa. Sin una participa-ción personal en el sacrificio del Señor, no puede ha-ber tampoco corredención. £5 necesario, pues, que tecrucifiques con el Crucificado, que padezcas con elque padeció, para que de este modo seas glorificadocon el glorificado n.

¡QUE ALEGRÍA sabernos corredentores conCristo! Es la alegría del Apóstol San Pablo: al presen-te —decía— me gozo de lo que padezco por vosotros,y estoy cumpliendo en mi carne lo que falta a la Pa-sión de Cristo en favor de su Cuerpo, que es la Igle-sia 13. Este es el sentido que adquieren entonces lasincomodidades, el cansancio, los contratiempos, laspequeñas mortificaciones, cuando se ofrecen por lasalvación de las almas. Todo lo sufro por los elegi-dos, para que también ellos alcancen la salvación queestá en Cristo Jesús u. Tener un motivo apostólico ha-

(11) Amigos de Dios, n. 129.(12) Pseudo Macario, Homilía 12, 5.(13) Cotos. I, 24.(14) II Tim. II, 10.

MIÉRCOLES 61

ce generosa al alma, a la hora de enfrentarse con elsacrificio. Le da el gaudium cum pace, la alegría y lapaz en la Cruz, característica de los santos.

Sin embargo, hay en el ambiente una especie demiedo a la Cruz, a la Cruz del Señor. Y es que hanempezado a llamar cruces a todas las cosas desagrada-bles que suceden en la vida, y no saben llevarlas consentido de hijos de Dios, con visión sobrenatural. ¡Has-ta quitan las cruces que plantaron nuestros abuelos enlos caminos...!

En la Pasión —nos recuerda nuestro Padre—, laCruz dejó de ser símbolo de castigo para convertirse enseñal de victoria. La Cruz es el emblema del Redentor:in quo est salus, vita et resurrectio nostra: allí estánuestra salud, nuestra vida y nuestra resurrección 15.

Hemos de aceptar la mortificación —desde lospequeños detalles de puntualidad y orden en eltrabajo, hasta la renuncia a todo lo nuestro— conlos mismos sentimientos que tuvo Jesucristo: elSeñor está en la Cruz, diciendo: Yo padezco paraque mis hijos y hermanos los hombres sean felices,no sólo en el Cielo, sino también —en lo posible —en la tierra, si acatan la Santísima Voluntad de miPadre celestial 16.

Como fruto de la oración de hoy, nos reafirma-mos en la convicción que nos inculca nuestro Padre:

(15) Via Crucis, II estación, punto 5.(16) Forja, n. 275.

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piensa que Dios te quiere contento y que, si tú ponesde tu parte lo que puedes, serás feliz, muy feliz, felicí-simo, aunque en ningún momento te falte la Cruz. Pe-ro esa Cruz ya no es un patíbulo, sino el trono desde elque reina Cristo. Y a su lado, su Madre, Madre nues-tra también. La Virgen Santa te alcanzará la fortalezaque necesitas para marchar con decisión tras los pasosde su Hijo 17.

(17) Amigos de Dios, n. 141.

JUEVES

JUEVES

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120.

—Rezar con afán de reparación, pidiendo por la Iglesia ypor todas las almas.—La mejor ayuda a la Iglesia es vivir nuestro compromisode amor: luchar día a día para ser santos.—La obligación de ser fieles hasta el último momento.

ESCUCHA, Señor, mis palabras, atiende a mis ge-midos, haz caso de mis gritos de auxilio x. Así reza elintroito de la Misa de hoy, impulsándonos a pedir aDios por la Iglesia y por todas las almas.

Es el ejemplo de oración que se nos propone tam-bién en la primera lectura. Recuerda la plegaria de lareina Ester que, temerosa del peligro que amenazabaa su pueblo, oraba al Señor Dios de Israel, diciendo:Señor mío, Tú que eres nuestro único Rey, socórreme(...). Acuérdate, Señor, de nosotros, y muéstratenos enel tiempo de la tribulación, y dame firmeza 2.

Pero hemos de rezar con afán de reparación, reco-mienda nuestro Padre. Hay mucho que expiar, fueray dentro de la Iglesia de Dios. Buscad unas palabras,haceos una jaculatoria personal, y repetidla muchasveces al día, pidiendo perdón al Señor: primero pornuestra flojedad personal y, después, por tantas accio-

(1) Ant. ad Inlr. (Ps. V, 2-3).(2) L. I (Esth. XIV, 3 y 12).

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nes delictuosas que se cometen contra su Santo Nom-bre, contra sus Sacramentos, contra su doctrina (...).Pedid perdón, hijos, por esta confusión, por estas tor-pezas que se facilitan dentro de la Iglesia (...), corrom-piendo a las almas casi desde la infancia. Si no es así,si no vamos por este camino de penitencia y de repara-ción, no lograremos nada 3.

Las necesidades de la Iglesia y de las almas hande movernos continuamente a hacer esta oración aDios, pero con más urgencia cuando las circunstan-cias lo requieran de modo particular. Y siempre lle-nos de confianza.

¿Que somos pocos para tanta multitud? ¿Que esta-mos llenos de miserias y de debilidades? ¿Que huma-namente no podemos nada? Meditad conmigo aquellaspalabras de San Pablo: Dios ha escogido a los neciossegún el mundo, para confundir a los sabios; y Diosha escogido a los flacos del mundo, para confundir alos fuertes; y a las cosas viles y despreciables del mun-do, y a aquellas que eran nada, para destruir las queparece que son grandes, para que ningún mortal se déimportancia (I Cor. /, 27-29).

A pesar de nuestras miserias y de nuestros errores,el Señor nos ha elegido para ser instrumentos suyos, enestos momentos tan difíciles de la historia de la Igle-sia. Hijos, no podemos escudarnos en la pequenez per-

JUEVES 65

(3) De nuestro Padre, Meditación Tiempo de reparar, 20-11-1972.

sonal, no debemos enterrar el talento recibido (cfr.Luc. XIX, 20), no podemos desentendernos de las ofen-sas que se hacen a Dios y del mal que se ocasiona alas almas. Así que vosotros, avisados ya, estad alerta,no sea que seducidos por los insensatos, vengáis a per-der vuestra firmeza (II Petr. ///, 17).

Cada uno en su estado, y todos con la misma voca-ción, hemos respondido afirmativamente a la llamadadivina, para servir a Dios y a la Iglesia, y para salvaralmas. De modo que tenemos más deber y más derechoque otros para estar alerta; tenemos más responsabili-dad para vivir con fortaleza; y tenemos también másgracia *.

La promesa de Jesucristo a la oración humilde,confiada y perseverante nos llena siempre de opti-mismo, aun en los momentos en que la situación, hu-manamente hablando, pudiera parecer menos propi-cia. Porque dice el Señor: todo el que pide, recibe; yel que busca, halla; y al que llama, se le abrirá 5.

EN LA Obra todos tenemos un compromiso deamor, aceptado libremente, con Dios Señor nuestro. Uncompromiso que se fortalece con la gracia personal,propia del estado de cada uno, y con esa otra graciaespecífica que el Señor da a las almas que llama a su

(4) De nuestro Padre. Meditación Tiempo de reparar, 20-11-1972.(5) Ant, ad Com. (Malth. VII, 8).

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Opus Dei. ¡Cómo me sabe a miel y panal aquella divi-na declaración amorosa: ego redemi te, et vocavi te no-mine tuo, meus es tu! (Isai. XLIII, 1); Yo te he redimi-do, y te he llamado por tu nombre, ¡tú eres mío! Nonos pertenecemos, hijos; somos suyos, del Señor, por-que nos ha dado la gana responder: ecce ego, quia vo-casti me! (I Reg. VI, 9); aquí estoy, porque me has lla-mado (...).

Pero ese compromiso de amor, ¿qué materia tiene?,¿a qué nos obliga? A luchar, hijas e hijos míos. A lu-char, con el fin de poner en práctica los medios ascéti-cos que la Obra nos propone para ser santos; a luchar,para cumplir nuestras Normas y Costumbres; a esfor-zarnos por adquirir y defender la buena doctrina, ymejorar la propia conducta; a procurar vivir de ora-ción, de sacrificio y de trabajo, y —si es posible— son-riendo: porque yo entiendo, hijos, que a veces no es fá-cil sonreír.

Padre, me diréis, ¿hemos de luchar para dar ejem-plo? Sí, hijos, pero sin buscar aplausos en la tierra. Novaciléis si encontráis burlas, calumnias, odios, despre-cios (...). No esperéis parabienes, ni palabras de alien-to, en vuestra pelea cristiana. Hemos de tener la con-ciencia bien clara: ¿sabemos que nuestra lucha interiores necesaria para servir a Dios, a la Iglesia y a las al-mas?, ¿estamos convencidos de que el Señor se quiereservir —en estos momentos de tremenda deslealtad—del pequeño esfuerzo nuestro por ser fieles, para llenarde fe, de esperanza y de amor a miles de almas? Pues,

JUEVES 67

a luchar, hijas e hijos míos, cara a Dios y siempre con-tentos, sin pensar en alabanzas humanas (...).

A luchar, hijos, a luchar. No hagáis como ésos quedicen que la Confirmación no nos hace milites Christi.Quizá es que no quieren combatir, y así son lo queson: unos derrotados, unos vencidos, hombres sin fe,almas caídas, como Satanás. No han seguido el conse-jo del Apóstol: soporta el trabajo y la fatiga comobuen soldado de Jesucristo (// Tim. //, 3).

Como soldados de Cristo, hay que pelear las bata-llas de Dios. In hoc pulcherrimo caritatis bello! Nohay más remedio que tomarse con empeño esta hermo-sísima guerra de amor, si de verdad queremos conse-guir la paz interior, y la serenidad de Dios para laIglesia y para las almas 6.

QUIERO recordaros que no es nuestra pelea con-tra la carne y la sangre, sino contra los príncipes y po-testades, contra los adalides de estas tinieblas del mun-do, contra los espíritus malignos... Por tanto, tomadlas armas todas de Dios, para poder resistir en el díaaciago y sosteneros apercibidos en todo (Ephes. VI, 12-13).

En la tierra no podemos tener nunca esa tranquili-dad de los comodones, que se abandonan, porquepiensan que el porvenir es seguro. El porvenir de todos

(*> De nuestro Padre, Meditación Tiempo de reparar, 20-11-1972.

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nosotros es incierto, en el sentido de que podemos sertraidores a Nuestro Señor, a la vocación y a la fe. He-mos de hacer el propósito de pelear siempre. El últimodía del año que pasó, escribí una ficha: éste es nuestrodestino en la tierra: luchar, por Amor, hasta el últimoinstante. Deo gratias!

Yo procuraré batallar hasta el postrer momento demi vida; y vosotros, lo mismo (...). Si alguno de mis hi-jos se abandona y deja de guerrear, o vuelve la espal-da, que sepa que nos hace traición a todos: a Jesucris-to, a la Iglesia, a sus hermanos en la Obra, a todas lasalmas. Ninguno es una pieza aislada; somos todosmiembros de un mismo Cuerpo Místico, que es la Igle-sia Santa (cfr. I Cor. XII, 26-27), y —por compromisode amor— miembros también de la Obra de Dios. Poreso, si alguien no combatiera, causaría un grave dañoa sus hermanos, a su santidad y a su trabajo apostóli-co, y sería un obstáculo para superar estos momentosde prueba (...).

Pido a Jesús, por la intercesión de su Madre Bendi-ta, y de nuestro Padre y Señor San José —a quien tan-to quiero—, que me entendáis. Siempre, pero muchomás en estos momentos, sería una traición dejar de es-tar vigilantes, abrir la mano, consentir la más pequeñainfidelidad. Cuando hay tanta gente desleal, estamosmás obligados a ser fieles a nuestros compromisos deamor. No os importe si os parece que habéis perdidootros motivos, que antes os ayudaban a ir adelante, yahora sólo os queda éste: la lealtad con Dios.

JUEVES 69

¡Lealtad! ¡Fidelidad! ¡Hombría de bien! En lo gran-de y en lo pequeño, en lo poco y en lo mucho. Quererluchar, aunque a veces parezca que no podemos que-rer. Si viene el momento de la debilidad, abrid el al-ma de par en par, y dejaos llevar suavemente: hoy su-bo dos escalones, mañana cuatro... Al día siguiente,quizá ninguno, porque nos hemos quedado sin fuerzas.Pero queremos querer. Tenemos, al menos, deseos detener deseos. Hijos, eso es ya combatir.

Al que no estuviera decidido a ser constante consus compromisos, a mantenerse íntegro en la fe e inta-chable en la conducta, yo le aconsejaría que desista dehacer el hipócrita, que se marche, y que nos deje a losdemás tranquilos en nuestro camino. Hay un refrán enmi tierra que dice así: o herrar, o quitar el banco. Odesempeñar el oficio propio de los cristianos, o supri-mir el banco donde no se trabaja (...).

¿Qué haréis cuando veáis —porque eso se nota—que un hermano vuestro afloja, y no lucha? ¡Pues aco-gerle, ayudarle! Si os dais cuenta de que le cuesta re-zar el Rosario, ¿por qué no invitarle a rezar con voso-tros? Si se le hace más difícil la puntualidad: oye, quefaltan cinco minutos para la oración o para la tertulia.¿Para qué está la corrección fraterna? ¿Para qué estála charla personal, que hay en Casa? Tanto si la rehu-yen como si la prolongan excesivamente, cuidado.

¿Y la Confesión? No la dejéis nunca, en los díasque os corresponda y siempre que os haga falta, hijase hijos míos (...). Todos estos medios espirituales, faci-

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litados por el cariño que nos tenemos, están para ayu-darnos a recomenzar, para que volvamos de nuevo abuscar el refugio de la presencia de Dios, con la pie-dad, con las pequeñas mortificaciones, con la preocu-pación por los demás. Esto es lo que nos hace fuertes,serenos y vencedores 7.

Pidamos a la Santísima Virgen, Refugium no-strum et virtus, que nos alcance de Dios la fortalezaque necesitamos para perseverar en nuestra peleainterior y ser fieles a nuestra vocación, pues así ser-viremos con eficacia a la Iglesia.

(7) De nuestro Padre, Meditación Tiempo de reparar, 20-11-1972.

VIERNES 71

121.

VIERNES

—El Purgatorio, lugar de purificación.—Dios nos va purificando en esta vida.—La purificación total, que permite entrar directamente enel Cielo, exige una continua expiación.

NUESTRO Padre Dios nos ha prometido la glo-ria. ¿Acaso quiero Yo la muerte del impío, dice el Se-ñor Dios, y no que se convierta de sus caminos y vi-va?1. Y ha preparado un lugar, el Cielo, donde po-dremos contemplarle cara a cara en visión luminosa,en unidad total. Pero la morada del Altísimo es lugarsanto: no entrará en ella nada manchado, ni quienobre abominación y mentira, sino sólo los escritos enel libro de la vida 2; el alma afeada por la culpa nopuede llegar a la plena visión de Dios.

Para entrar en el Cielo es preciso estar limpiosde toda culpa. Sed santos puesto que Yo soy santo 3,dice el Señor. El alma de quien muere en estado degracia pero con culpas veniales o penas temporalestodavía no expiadas completamente, necesita purifi-cación, limpiar todo lo que la afea a los ojos de Dios.Este es el sentido del Purgatorio: una muestra del

1 L 1 (EZech. XVIII, 23).W Apoc. XXI, 27.lJ) Uvit. XI, 44

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amor divino que nuestro Padre comparaba al cariñode una madre que coge al niño, y lo mete en agua y loenjabona y lo perfuma y lo arregla, ¡y al fin el crío es-tá hecho un cielo!4.

Hemos de meditar esta verdad de la fe católica yverla como lo que realmente es: muestra del amor deDios a los hombres que, mediante el fuego purifica-dor, les evita la vergüenza de presentarse inmundosante la Majestad divina. El Purgatorio existe; y, en esecrisol donde el alma se purifica totalmente, el dolor yla alegría se entremezclan de modo misterioso.

Hay dolor porque el alma, ansiosa de gozar deDios, está privada temporalmente de su contempla-ción. Es la pena de daño: el alma se siente aún ale-jada de Dios, al mismo tiempo que anhela la Ver-dad y el Amor. Hay dolor y sufrimiento porque elalma se ve también purificada con la pena de senti-do, un fuego más doloroso que cualquier cosa queun hombre pueda padecer en esta vida 5. Pero contodo eso hay alegría, porque se tiene la seguridadde haber ganado ya la batalla, de haber sido llama-do a gozar de Dios.

Para las ánimas del Purgatorio, hasta las pe-nas son fuente de gozo: sufren entregadas plena-mente a la Voluntad de Dios; y con amor encendi-do, aunque todavía imperfecto, reciben gustosas el

(4) De nuestro Padre, Obras VIII-63, p. 18.(5) San Agustín, Enarrationes in Psalmos 37, 3.

VIERNES 73

fuego de la purificación: cada instante de sufri-miento es un' escalón más que les acerca a la po-sesión plena del Señor.

El Purgatorio no es un infierno limitado; es laantesala del Cielo. Después del sufrimiento purifica-dor, los restos de Sión, los sobrevivientes de Jerusa-lén serán llamados santos 6.

EN ESTA vida, Dios purifica a los que son dóci-les a su acción, y les prepara para la gloria. El sufri-miento alegremente aceptado y buscado por amor deDios, el dolor y la penitencia, son instrumentos deexpiación, nuestro purgatorio en la tierra. ¿Tienesmiedo a la penitencia?... A la penitencia, que te ayu-dará a obtener la vida eterna. —En cambio, por con-servar esta pobre vida de ahora, ¿no ves cómo los hom-bres se someten a las mil torturas de una cruenta ope-ración quirúrgica? 7. Esos padecimientos que el Señornos envía o permite, pueden ser la purificación quenecesitamos para presentarnos sin mancha, llenosde amor, en la presencia de Dios.

Es mucho lo que tenemos que limpiar: pecadosveniales, faltas de amor; la inclinación a pecar quenuestra naturaleza adquirió con la primera caída...Además, todos los pecados, aun los ya perdonados

(i) ¡sai. IV, 3.0) Camino, n. 224.

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74 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA I VIERNES 75

por la Penitencia, dejan en el alma una deuda insa-tisfecha, un reato de pena, que exige ser pagado enesta vida o en la otra. Por eso debemos pedir al Se-ñor: limpíame en esta vida y vuélveme tal, que no seanecesario el fuego que me enmiende 8.

Hay que unir al dolor la alegría: si sabes queesos dolores —físicos o morales— son purificación ymerecimiento, bendícelos9. Hemos de convencernosde que el dolor y el sufrimiento entran en los de-signios de Dios, y con su gracia sirven de repara-ción en esta vida, y nos preparan a la unión defi-nitiva con el Señor. Hermanos, nos exhorta SanPablo, estoy persuadido de que los sufrimientos dela vida presente no son comparables con la gloriaque ha de manifestarse en nosotros 10, cuando con-templemos a Dios cara a cara.

Podemos acercar ese momento buscando ahora,sin miedo, la expiación. Si somos generosos en la ex-piación voluntaria, Jesús nos llenará de gracia paraamar las expiaciones que El nos mande n. Sólo así,con esta perspectiva sobrenatural, comprenderemosel sentido último del dolor y del sufrimiento: benditosea el dolor. —Amado sea el dolor. —Santificado seael dolor... ¡Glorificado sea el dolor!12.

(8) San Agustín, Enarrationes in Psalmos 37, 3.(9) Camino, n. 219.(10) Rom. VIII, 18.(11) Camino, n. 221.(12) Camino, n. 208.

EXPIACIÓN: ésta es la senda que lleva a la Vi-da '3. Pero no debemos hacernos falsas ilusiones: lapurificación total en esta vida, la limpieza de almanecesaria para volar directamente al Cielo tras lamuerte, requiere mucha generosidad y mucho amor.Vale la pena acoger a manos llenas la mortificación,la expiación y la penitencia: ¡qué poco es una vidapara reparar!li, afirma nuestro Padre.

Queremos ir directamente al Cielo, después deuna vida gastada toda en trabajar por el Señor; paraeso es condición necesaria el sufrimiento, no tenermiedo al dolor. El cielo: "ni ojo alguno vio, ni orejaoyó, ni pasaron a hombre por pensamiento las cosasque tiene Dios preparadas para aquellos que leaman". ¿No te empujan a luchar esas revelaciones delApóstol? 15. El pensamiento de la gloria que nos espe-ra podrá ser acicate que nos anime a una mayor ab-negación cuando el cuerpo se resista. Y para que noperdamos de vista los medios que están a nuestro al-cance, nuestro Padre nos recuerda: yo te voy a decircuáles son los tesoros del hombre en la tierra para queno los desperdicies: hambre, sed, calor, frío, dolor, des-honra, pobreza, soledad, traición, calumnia, cárcel... 16.

Con esta nueva perspectiva, mientras atesora-mos para el Cielo, mejoramos nuestros deseos de re-

(13) Camino, n. 210.(H) Via Crucis, VIII estación.¡5) Camino, n. 751.

U6) Camino, n. 194.

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paración. Y este afán nos empuja también a expiarpor los pecados de los demás. Ama a Dios por losque no le aman —escribe nuestro Padre—: debes ha-cer carne de tu carne este espíritu de desagravio y dereparación 17.

Toda la vida es tiempo de purificación, spatiumverae poenitentiae; y de modo particular lo son estosdías de Cuaresma. Mientras esperamos el momentode contemplar a Dios cara a cara, también nosotros,que tenemos ya las primicias del Espíritu, suspira-mos desde lo íntimo del corazón, aguardando el efec-to de la adopción de los hijos de Dios, la redención denuestro cuerpo 18. Hasta que llegue ese momento, de-cimos a Jesús con la Iglesia: mira mis trabajos y mispenas, y perdona todos mis pecados 19.

A Santa María, Refugium peccatorum, le pedi-mos que el recuerdo del Purgatorio nos haga másgenerosos cada día en la reparación de nuestrasculpas.

(17) Forja, n. 444.(18) Rom. VIII, 23.(19) Ant. ad intr. (Ps. XXIV, 18).

77

122.

SÁBADO

—El Amor que Dios nos tiene pide la correspondencia de uncorazón puro.—La virtud de la castidad, condición necesaria para la vidainterior y para el apostolado.—Medios que ayudan a vivir la santa pureza, y especialmen-te la sinceridad.

LEEMOS en la Misa estas palabras del Deutero-nomio: el Señor te ha elegido hoy para que seas unpueblo peculiar suyo, como te lo tiene dicho, y guar-des todos sus preceptos, y para hacerte una naciónmás excelsa que todas las que crió, para alabanza yfama y gloria suya, y que seas el pueblo santo del Se-ñor Dios tuyo l.

Como miembros del Pueblo santo de Dios, quenos ha comprado a gran precio 2, que nos ha con-vocado en su Santa Iglesia y nos ha llamado conuna vocación específica a la santidad, hemos dereservarle enteramente todo nuestro ser. Pertenece-mos totalmente a Dios, con alma y cuerpo, con lacarne y con los huesos, con los sentidos y con laspotencias. Rogadle con confianza: ¡Jesús, guardanuestro corazón!, un corazón grande, fuerte y tierno

(1) L 1 {Deut. XXVI, 18-19).(2) Cfr. I Cor. VI, 20.

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78 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA I

y afectuoso y delicado, rebosante de caridad paraTi, para servir a todas las almas.

Nuestro cuerpo es santo, templo de Dios, precisaSan Pablo. Esta exclamación del Apóstol trae a mi me-moria la llamada universal a la santidad, que el Maes-tro dirige a los hombres: estote vos perfecti sicut et Pa-ter vester caelestis perfectus est (Matth. V, 48). A to-dos, sin discriminaciones de ningún género, pide el Se-ñor correspondencia a la gracia; a cada uno, de acuer-do con su situación personal, exige la práctica de lasvirtudes propias de los hijos de Dios 3.

Dichosos los que caminan en la ley del Señor*.Dios quiere nuestra felicidad, y sus mandamientosse encaminan a darnos el gozo posible en esta tierray la alegría plena en el Cielo. Pero es preciso com-portarse, siempre y en todas las cosas, de acuerdocon los preceptos del Señor: bienaventurados los queobraron sus mandatos, los que de todo corazón lebuscan 5.

Necesito recordaros que no encontraréis la felici-dad fuera de vuestras obligaciones cristianas. Si lasabandonarais, os quedaría un remordimiento salva-je, y seríais unos desgraciados. Hasta las cosas máscorrientes que traen un poquito de felicidad, y queson lícitas, se pueden volver entonces amargas como

(3) Amigos de Dios, n. 177.(4) Ps. R. (Ps. CXVIII, 1).(5) Ibid., 2.

SÁBADO 79

la hiél, agrias como el vinagre, repugnantes como elrejalgar.

Cada uno de vosotros, y yo también, confiamos aJesús: ¡Señor, que yo me propongo luchar y sé que Túno pierdes batallas; y comprendo que, si alguna vezlas pierdo, es porque me he alejado de Ti! ¡Llévame detu mano, y no te fíes de mí, no me sueltes!

Pensaréis: Padre, ¡si soy tan feliz! ¡Si amo a Jesu-cristo! ¡Si, aunque soy de barro, deseo llegar a la santi-dad con la ayuda de Dios y de su Santísima Madre!No lo dudo; únicamente te prevengo con estas exhorta-ciones por si acaso, por si se presenta una dificultad.

Al mismo tiempo, he de repetirte que la existen-cia del cristiano —la tuya y la mía— es de Amor.Este corazón nuestro ha nacido para amar. Y cuan-do no se le da un afecto puro y limpio y noble, sevenga y se inunda de miseria. El verdadero amorde Dios —la limpieza de vida, por tanto— se hallaigualmente lejos de la sensualidad que de la insen-sibilidad, de cualquier sentimentalismo como de laausencia o dureza de corazón 6.

Pidamos ahora al Señor, con palabras de la Igle-sia: Padre Santo, dirige hacia Ti nuestros corazonespara que —buscando siempre el único bien necesario,y practicando la caridad— podamos celebrar digna-mente la Liturgia 7.

(6) Amigos de Dios. n. 183.(7) Oral.

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80 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA I

BIENAVENTURADOS los limpios de corazón,porque ellos verán a Dios 8. Sin pureza de corazón,no se puede tener intimidad con el Señor. San Pablonos lo repite: esta es la voluntad de Dios, vuestra san-tificación (...): que sepa cada uno de vosotros usar desu cuerpo santa y honestamente, no abandonándose alas pasiones, como hacen los gentiles, que no conocena Dios 9.

Dios nos quiere santos. La santidad supone vidade oración, trato íntimo con el Señor. Para eso, condi-ción necesaria es la castidad de cuerpo y de espírituque queremos vivir, con la gracia de Dios. Comparo es-ta virtud —escribió nuestro Padre— a unas alas quenos permiten transmitir los mandatos, la doctrina deDios, por todos los ambientes de la tierra, sin temor aquedar enlodados. Las alas —también las de esas avesmajestuosas que se remontan donde no alcanzan lasnubes—pesan, y mucho. Pero si faltasen, no habría vue-lo. Grabadlo en vuestras cabezas, decididos a no ceder sinotáis el zarpazo de la tentación, que se insinúa presen-tando la pureza como una carga insoportable: ¡ánimo!,¡arriba!, hasta el sol, a la caza del Amor 10.

La lucha para vivir la santa pureza podrá, enocasiones, resultar más trabajosa. Pero siempre nosayudarán —con el motivo fundamental del amor queda sentido a nuestra vida— aquellas palabras de

(8) Matth. V, 8.(9) I Thes. IV, 3-5.(10) Amigos de Dios, n. 177.

81

nuestro Padre, que en cada uno de nosotros se tradu-cen en convicción firme: la persona que ha visto cla-ra su vocación, aunque sólo haya sido una vez, aun-que ya no vuelva a verla más, debe continuar parasiempre, por sentido de fidelidad, sin volver la caraatrás, después de haber puesto la mano en el arado n.

No nos puede extrañar la permanencia en noso-tros de inclinaciones que tratan de desviarnos del ca-mino, la tentación que nos brinda consuelos terre-nos. Una cosa es sentir, y otra consentir. La tentaciónse puede rechazar fácilmente, con la ayuda de Dios.Lo que no conviene de ningún modo es dialogar n, nosrecuerda nuestro Padre. Por el contrario, saber queDios mismo nos llama, y que nos pide ser enteramen-te suyos, será siempre la garantía de que no habráde faltarnos la gracia para ser fieles. El Amor... ¡bienvale un amor!1S.

El conocimiento de nuestra flaqueza y una pro-funda decisión de fidelidad cueste lo que cueste, nosllevarán a contar con la gracia de Dios y a poner losmedios para cooperar, porque la castidad la da Diosa los que con empeño, con fe y con oraciones, conti-nuamente la piden u. Por eso hemos de rezar: concé-denos, Señor, que estos gloriosos misterios de nuestraredención nos hagan dignos de tu gracia 15.

(11) De nuestro Padre, Crónica VI-58, p. 8.(12) Amigos de Dios, n. 184.(13) Camino, n. 171.Ü4) Orígenes, ln Evangelium Matthaei commentarium 14, 25.(15) Oral, super oblata.

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82 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA I

PARA ser almas contemplativas es necesario vi-vir delicadamente la santa pureza. Los medios queayudan a vivir esta virtud y le dan hondura y perfec-ción, son algo precioso: el trabajo intenso y hechocon sentido de responsabilidad, huir de las ocasio-nes, la guarda del corazón y de los sentidos, la morti-ficación que somete nuestra afectividad y nuestrocuerpo, dándonos el señorío de los hijos de Dios; eltrato con Jesús en la Eucaristía, la práctica de laConfesión frecuente, la devoción a la Santísima Vir-gen. Especialmente nos ayudará el rezar bien lastres avemarias que recitamos cada noche.

Y, como enlazando con los demás medios, algoque fundamenta toda su eficacia: la humildad y suconsecuencia inmediata, la sinceridad. Si el demoniomudo se introduce en un alma, lo echa todo a perder;en cambio, si se le arroja fuera inmediatamente, todosale bien, somos felices, la vida marcha rectamente:seamos siempre salvajemente sinceros, pero con pru-dente educación.

Quiero que esto quede claro; a mí no me preocu-pan tanto el corazón y la carne, como la soberbia. Hu-mildes. Cuando penséis que tenéis toda la razón, no te-néis razón ninguna. Id a la dirección espiritual con elalma abierta: no la cerréis, porque —repito— se meteel demonio mudo, que es difícil de sacar.

Acordaos de aquel pobre endemoniado, que noconsiguieron liberar los discípulos; sólo el Señor obtu-vo su libertad, con oración y ayuno. En aquella oca-

SÁBADO

sión obró el Maestro tres milagros: el primero, que oye-ra: porque cuando nos domina el demonio mudo, seniega el alma a oír; el segundo, que hablara; y el ter-cero, que se fuera el diablo.

Contad primero lo que desearíais que no se supie-ra. ¡Abajo el demonio mudo! De una cuestión pequeña,dándole vueltas, hacéis una bola grande, como con lanieve, y os encerráis dentro. ¿Por qué? ¡Abrid el alma!Yo os aseguro la felicidad, que es fidelidad al caminocristiano, si sois sinceros. Claridad, sencillez: son dis-posiciones absolutamente necesarias; hemos de abrir elalma, de par en par, de modo que entre el sol de Diosy la caridad del Amor 16.

Sinceridad valiente, que al poner en evidencia losprimeros chispazos de la pasión, contribuye a que és-ta se apague o pierda fuerza. Humildad verdadera,que nos lleva —sin abandonar la lucha— a confiar só-lo en Dios. Este don —la castidad— fue dado a los quelo pidieron, a los que lo quisieron, a los que trabajaronpor recibirlo. Porque todo aquel que pide, recibe, y elque busca, halla, y al que llama se le abrirá 17.

Nuestra petición humilde se llenará de eficaciapor la intercesión de Santa María, Mater PulchraeDilectionis.

(16) Amigos de Dios, nn. 188-189. commentarium 19, 11.(17) San Jerónimo, I» Evangehum Matthaei comm

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84 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA II

123.

DOMINGO II DE CUARESMA

—En el recogimiento interior, Dios se comunica con crecien-te claridad al alma.—El silencio interior es necesario para el alma contemplati-va.—Aprovechar bien —con esfuerzo— el tiempo de la noche yel tiempo de trabajo de la tarde.

EN AQUEL tiempo, tomó Jesús consigo a Pedroy a Santiago y a Juan su hermano, y subiendo conellos solos a un alto monte, se transfiguró en supresencia, de modo que su rostro resplandecía co-mo el sol y sus vestidos se hicieron blancos comola nieve 1. La soledad del monte Tabor es el lugarescogido por Cristo para manifestar su gloria. Escomo un adelanto del Cielo, que Pedro quería rete-ner: Señor, bueno es quedarnos aquí: si te parece,hagamos aquí tres tiendas...2.

Jesucristo, Dios y Hombre, quiere manifestarsetambién a todas las almas, porque a todos llama a lasantidad. Pero, aunque la plenitud de esta contem-plación —la visión de Dios cara a cara— no puedealcanzarse mientras estamos todavía revestidos de la

(1) Ev. (A) (Matth. XVII, 1-2).(2) Ibid., 2.

DOMINGO 85

carne mortal3, debemos buscarla ansiosamente yaen el camino de la vida.

La vida interior es el preludio de la vida del Cie-lo; vida de fe que se va desarrollando mientras cami-namos y que, si somos fieles, culmina en una verda-dera contemplación de Jesucristo y del Padre y delEspíritu Santo. Ahora bien —dice San Gregorio Mag-no—, mientras nuestra mente estuviere disipada enlas imágenes carnales, jamás será capaz de contem-plar (...), porque la ciegan tantos obstáculos cuantosson los pensamientos que la traen y la llevan. Portanto, para que el alma llegue a contemplar la natu-raleza invisible de Dios, el primer escalón es recoger-se en sí misma 4.

Para nosotros resulta imprescindible el recogi-miento interior porque, aunque vivimos en el mundoy participamos de todos los afanes y trabajos de la so-ciedad, nuestra vocación es necesariamente contempla-tiva: estamos en continua, sencilla y filial unión conDios, nuestro Padre. Si no fuéramos realmente contem-plativos, sería difícil que pudiéramos perseverar en elOpus Dei5. En el recogimiento interior, Dios se co-munica al alma con claridad creciente, y hemos desaber acompañar con respetuoso silencio la presen-cia íntima de Cristo en nuestro corazón. Por esonuestro Padre nos aconseja: procura lograr diaria-

(3) San León Magno, Homilía in Transfiguratione Domini 2.W San Gregorio Magno In Ezechielem homiliae II, 5, 8 y 9.I5) De nuestro Padre, Carta, 2-X-1958, n. 4.

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86 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA II

mente unos minutos de esa bendita soledad que tantafalta hace para tener en marcha la vida interior6.

RECOGIMIENTO interior. Es indispensable pa-ra tener vida contemplativa. Corremos el riesgo, adiario, de perdernos en las criaturas, de dispersarnuestra vida escondida con Cristo en Dios 7. En la so-ledad del Tabor pudieron los discípulos contemplarla gloria de Jesús transfigurado. En las cosas de latierra brilla también la gloria de Cristo, pero sólopuede ser contemplada cuando se tiene presencia deDios, un diálogo continuo con el Señor; así podre-mos referir nuestra propia vida y todo lo que nos ro-dea al servicio de Cristo y a la gloria de la TrinidadSantísima.

Para lograr esa contemplación, algunos se apar-tan del mundo. Nosotros, por voluntad divina, per-manecemos en él. Pero ésta es una razón más paraque cada uno se exija a sí mismo un hondo recogi-miento interior. Cuando yo os llamo contemplativos—decía nuestro Padre—, entiendo que en medio delfragor de la muchedumbre —porque nosotros estamosen medio de la muchedumbre, nos interesan todas lasalmas—, en medio del fragor del mundo, sabemos en-contrar el silencio del alma contemplativa, y mirar a

(6) Camino, n. 304.(7) Cotos. III, 3.

DOMINGO 87

Dios como se mira a un Padre, como se mira a unamigo que se quiere con locura 8.

Nosotros somos para la muchedumbre, a la quetenemos que santificar, actuando como fermento di-vino, como sal de Dios. Y ¿dónde se encierra la sal?¿No es para esparcirla? Pues nosotros tenemos que pro-curar que no haya nada insípido; por eso nuestro reti-ro han de ser todas las cosas del mundo 9. No pode-mos aislarnos, pero tampoco podemos perder el sa-bor divino, la capacidad de ser sal de Cristo en la tie-rra. Vosotros sois la sal de la tierra; y si la sal se tor-na insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? 10.

Lo nuestro es meternos más y más en Dios, paraarrastrar a las almas que nos rodean. Y esto lo logra-remos con nuestra vida interior. Mientras cumplimosnuestras Normas, estamos metidos en el mundo y, almismo tiempo, de alguna manera separados y unidísi-mos. Tanto, que queremos estar metidos de lleno enese torrente circulatorio de la sociedad, en todas las ac-tividades de los hombres —todas las que son hones-tas—, para santificarlas, para sobrenaturalizarlas u.

Sabemos cuál debe ser nuestra vida, y sabemostambién, por propia experiencia, que —si no estamosvigilantes— el alma tiende a verterse hacia fuera, dan-

8 De nuestro Padre, Crónica, 1967, p. 783.P) De nuestro Padre, Crónica, 1967, p. 789.(10) Matth. V, 13.(U) De nuestro Padre, Meditación, 4-IM962.

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do rienda suelta a los sentidos; entonces se oscurecela visión de Dios, presente en ella por obra de la gra-cia: los sentidos despiertos y el alma dormida 12. Es elmomento de acallar la algarabía de las cosas exterio-res, de recogernos para conseguir otra vez el silenciointerior, imprescindible para un alma contemplativa;y así poder escuchar con prontitud la voz del Señor, yorientar a su servicio nuestras energías. Es tambiénla ocasión de vivir con más responsabilidad los me-dios que la Obra pone a nuestro alcance, para hacercrecer siempre esa vida interior.

EL SEÑOR nos habla —si le queremos oír, en elfondo de nuestra alma, a través de personas y suce-sos— como un Padre amoroso 13. Y así nos ha dichotambién nuestro Fundador que toda nuestra vida seaoración: ante lo agradable y lo desagradable (...). Antetodo, enseguida, la charla con tu Padre Dios, buscan-do al Señor en el centro de tu alma u.

No nos faltan en Casa los medios para adquirirese hábito que nos permite contemplar la mano deDios en cada acontecimiento; y el Señor no nos nega-rá su gracia para aprovecharlos. Lo que puede fal-tar, a veces, es su uso fiel, la correspondencia por

(12) Camino, n. 368.(13) De nuestro Padre, Carla, 24-111-1931, n. 60.(14) De nuestro Padre, Meditación La oración de los hijos de Dios, 4-IV-1955.

DOMINGO 89

nuestra parte. Silencio para recogerse y prepararbien la Comunión del día siguiente o la oración de latarde, para un trabajo más intenso y sobrenatural.En esos momentos, ¿podemos decir, como el Após-tol, que nuestra conversación está en los cielos? 15.

El silencio de la noche, para un alma de Dios, esuna necesidad. Yo —nos dice nuestro Padre—, al lle-gar la noche siento la necesidad total de recogimiento.Hijos míos, el tiempo de la noche es una bendición deDios 16. Callan los sentidos; concentradas en Dios lamemoria y la imaginación, las pasiones se aquietan;y queda el alma a solas con Jesucristo, y con el Pa-dre y con el Espíritu Santo, que habitan en su inte-rior. Y crece el amor, y el deseo de poseerle. Y nacenlos actos de contrición, las jaculatorias, las comunio-nes espirituales con las que nos disponemos a reci-bir a Jesús Sacramentado, y nos vamos preparandopara la oración de la mañana. El comentario delEvangelio —conciso, práctico— nos ayuda tambiénen esos momentos a concretar nuestra atención ha-cia el Señor en actos de amor, de petición, en propó-sitos de mejora.

Luego, durante el día, contamos con otro reman-so para facilitar y mejorar nuestra vida contemplati-va, luchando por mantener un especial recogimiento:el tiempo de trabajo de la tarde. Según las circuns-

íiü! íM

l'o) D

"'>>• III, 20.' nuestro Padre, Crónica, 1967, p. 788.

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tancias de cada uno, será posible incluso un recogi-miento exterior, evitando conversaciones innecesa-rias. Sobre todo, a través de las Normas de siempre,nos ejercitamos especialmente en adquirir y fomen-tar el hábito de levantar el corazón a Dios en mediode nuestro trabajo, que se convierte así en instru-mento de contemplación. Para eso, puede ser oportu-no dedicar el tiempo de trabajo de la tarde a una ocu-pación determinada, que constituya como el centro denuestro trabajo, evitando la dispersión en muchas acti-vidades sueltas; y convendrá intensificar durante esetiempo la práctica de las mortificaciones pequeñas, tanpropias de nuestro espíritu, sobre todo de aquellas quefaciliten el cumplimiento intenso, fiel, acabado y amo-roso de nuestro trabajo ordinario n.

Hay que tener hambre de tratar, en esas horasde una manera particularmente íntima, al Señor y ala Santísima Virgen; y hay que luchar para conse-guirlo: con esfuerzo constante, con tozudez sobrena-tural, con la preocupación de hacer muchos actos deamor de Dios, y muchas jaculatorias. Lucha sin des-mayos, con amor nuevo cada día. ¿Procuré —nospreguntamos todas las semanas— que mi primerpensamiento y el último de cada día fueran paraDios? 18.

Oigo en mi corazón: buscad mi rostro. Tu rostro

(17) De nuestro Padre, Crónica, 1967, p. 788.(18) Examen del Círculo Breve.

DOMINGO91

buscaré, Señor; no me escondas tu rostro 19. Con esteespíritu de recogimiento interior nos dedicamos anuestra labor profesional con todas nuestras fuer-zas, sabiendo que ahí podemos contemplar a Dios, ysantificarnos santificando el trabajo y a nuestros co-legas. Así no habrá actividad humana que nos dis-traiga de la unión con el Señor, presente en nuestraalma en gracia. ¿Te sientes en el mundo —nos pre-gunta nuestro Padre—, y a la vez te sientes aisladodel mundo, metido en Cristo? Por esa mortificacióncontinua que no te mata, por esa piedad, por esa devo-ción a la Trinidad Beatísima, y a la Madre de Dios:goza llamándola Hija de Dios Padre, Madre de DiosHijo, Esposa de Dios Espíritu Santo 20.

(19) Ant. ad Intr. {,Ps. XXVI, 8-9).(20) De nuestro Padre, Meditación, 4-11-1962.

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LUNES

124.

—Sólo siendo humildes podemos ser gratos a Dios.—Vigilantes, para no dejarnos engañar por una falsa humil-dad.

—Humildes y sencillos en la dirección espiritual y en el tra-to con nuestros hermanos.

EL PUEBLO elegido por Dios para suscitar de élal Mesías, violó tantas veces la alianza con el Señor,desoyendo la voz de sus enviados, los profetas, queal fin fue castigado: destruida la ciudad santa y eltemplo, los sobrevivientes fueron deportados a Babi-lonia. Y en medio de tanto dolor, un hombre, Daniel,reconoce sus culpas: hemos pecado, hemos obrado lainiquidad, hemos vivido impíamente, hemos aposta-tado, desviándonos de tus mandamientos y tus jui-cios '.

En cualquier época, en cualquier situación huma-na, no existe más camino —para vivir vida divina—que el de la humildad. ¿Es que el Señor se goza acasoen nuestra humillación? No. ¿Qué alcanzaría con nues-tro abatimiento el que ha creado todo, y mantiene ygobierna cuanto existe? Dios únicamente desea nuestrahumildad, que nos vaciemos de nosotros mismos, para

(1) L. 1 (Dan. IX, 5).

LUNES 93

poder llenarnos; pretende que no le pongamos obstácu-los, para que —hablando al modo humano— quepamás gracia suya en nuestro pobre corazón 2.

El profeta Daniel, movido por el Espíritu Santo,dirige una plegaria humilde y contrita en nombre detodo el pueblo: a ti, Señor, la justicia, mas a nosotros,la confusión del rostro (...). Pero a ti, Señor Dios nues-tro, te es propia la misericordia y la clemencia 3.

Si somos humildes —asegura de nuevo nuestroPadre—, Dios no nos abandonará nunca. El humillala altivez del soberbio, pero salva a los humildes. Ellibera al inocente, que por la pureza de sus manos serárescatado (cfr. Iob XXII, 29-30). La infinita misericor-dia del Señor no tarda en acudir en socorro del que lollama desde la humildad. Y entonces actúa comoquien es: como Dios Omnipotente. Aunque haya mu-chos peligros, aunque el alma parezca acosada, aun-que se encuentre cercada por todas partes por los ene-migos de su salvación, no perecerá 4.

La oración humilde del profeta Daniel —que nose apoya en sus méritos, sino en la misericordia deDios— obtuvo respuesta. Se le apareció el ArcángelGabriel y le dijo: cuando comenzaste tu plegaria fuedada la orden, y vengo para dártela a conocer, porqueeres el predilecto 5. Y es que esta actitud interior es

P) Amigos de Dios, n. 98.f) ¡~ I (Dan. IX, 7 y 9).vj) Amigos de Dios, n. 104.(5) Can. IX, 23.

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la única agradable a los ojos de Dios, que resiste alos soberbios y da la gracia a los humildes 6. La hu-mildad hace eficaz la oración, deja obrar a Dios en elalma y abre las puertas a la santidad.

Me hizo pensar la frase dura, pero cierta, de aquelvarón de Dios, al contemplar la altanería de aquellacriatura: "se viste con la misma piel del diablo, la so-berbia".

Y vino a mi alma, por contraste, el deseo sincerode revestirme con la virtud que predicó Jesucristo,"quia mitis sum et humilis corde" —soy manso y hu-milde de corazón—; y que ha atraído la mirada de laTrinidad Beatísima sobre su Madre y Madre nuestra:la humildad, el sabernos y sentirnos nada 7.

COMO para todas las virtudes, para vivir la hu-mildad se requiere lucha; una lucha que debe tomarimpulso en el conocimiento del enemigo: la soberbia,el amor propio, la vanagloria. Un conocimiento difí-cil, porque el adversario se enmascara de mil mane-ras, e incluso puede tomar fuerza en sus aparentesderrotas.

Los otros vicios se manifiestan uniformes y sim-ples, dice Casiano. La vanagloria es distinta, comple-ja y varia. Arremete por todos los flancos y su vence-dor la encuentra en todo cuanto le circunda. El porte

95

(6) Prov. III, 34.(7) Surco, n. 726.

y la actitud, el modo de andar, la voz, el trabajo, lasvigilias, los ayunos, la plegaria, la soledad, la lectura,la ciencia, el silencio, la obediencia, la humildad, lalonganimidad, son para este vicio otras tantas armasde que se sirve el enemigo para herir al soldado deCristo 8.

Nuestro Padre nos lo ha advertido de modo grá-fico. Oímos hablar de soberbia, y quizá nos imagina-mos una conducta despótica, avasalladora: grandesruidos de voces que aclaman y el triunfador que pasa,como un emperador romano, debajo de los altos arcos,con ademán de inclinar la cabeza, porque teme que sufrente gloriosa toque el blanco mármol.

Seamos realistas: esa soberbia sólo cabe en una lo-ca fantasía. Hemos de luchar contra otras formas mássutiles, más frecuentes: el orgullo de preferir la propiaexcelencia a la del prójimo; la vanidad en las conver-saciones, en los pensamientos y en los gestos; una sus-ceptibilidad casi enfermiza, que se siente ofendida an-te palabras y acciones que no significan en modo algu-no un agravio 9.

Ese modo de ocultarse de la soberbia exige porparte nuestra una táctica especial para descubrirla ycombatirla; y la piedra de toque nos la indica nues-tro Padre: no eres humilde cuando te humillas, sino

(8) Casiano, Inslitudones 11, 3.(9) Amigos de Dios, n. 101.

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cuando te humillan y lo llevas por Cristo 10. En reali-dad, a un hijo de Dios no debería poder humillarlenadie, porque sólo es posible humillar al que no eshumilde. Por eso, cuando un alma se siente posterga-da, zaherida, aun en detalles sin importancia, debepensar que todavía no es humilde de verdad: y ése esel momento de aceptar la propia pequenez y empe-zar así a ser humildes.

Todo esto —previene nuestro Padre— sí quepuede ser, que es, una tentación corriente. El hombrese considera, a sí mismo, como el sol y el centro de losque están a su alrededor. Todo debe girar en torno aél. Y no raramente recurre, con su afán morboso, hastaa la simulación del dolor, de la tristeza y de la enfer-medad: para que los demás lo cuiden y lo mimen.

La mayor parte de los conflictos, que se planteanen la vida interior de muchas gentes, los fabrica laimaginación: que si han dicho, que si pensarán, que sime consideran... Y esa pobre alma sufre, por su tristefatuidad, con sospechas que no son reales. En esaaventura desgraciada, su amargura es continua y pro-cura producir desasosiego en los demás: porque no sa-be ser humilde, porque no ha aprendido a olvidarse desí misma para darse, generosamente, al servicio de losotros por amor de Dios ".

Supliquemos a Dios que nos ayude siempre a

(10) Camino, n. 594.(11) Amigos de Dios, n. 101.

97

practicar esta virtud, porque, sin la gracia, la perde-mos. ¡Cuánto cuesta vivir la humildad! Porque la so-berbia muere veinticuatro horas después de habermuerto el individuo. Por eso, cuando —en contra de loque os dice quien tiene gracia especial de Dios paraaconsejaros— penséis que tenéis razón, sabed que notenéis razón ninguna. Tened miedo a la soberbia, yacudid entonces deprisa, con el corazón contrito, a laConfesión y a la Confidencia, para que os ayuden asalir del error n.

PARA que nuestra vida de hijos de Dios esté fir-memente asentada, hemos de establecer en Diosnuestro apoyo, retirándolo una y otra vez de noso-tros mismos. Hay momentos en los que el Señor nosurge a este abandono. Nosotros que somos especial-mente de Dios, instrumentos suyos a pesar de nuestrapobre miseria personal, seremos eficaces si no perde-mos el conocimiento de nuestra flaqueza. Las tentacio-nes nos dan la dimensión de nuestra propia debilidad.

Si sentís decaimiento, al experimentar —quizá deun modo particularmente vivo— la propia mezquin-dad, es el momento de abandonarse por completo, condocilidad, en las manos de Dios 13, porque su miseri-cordia nunca nos defraudará.

(12) De nuestro Padre, n. 72.(13) Es Cristo que pasa, n. 160.

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¿Quieres levantar un edificio que llegue hasta elcielo? Piensa primeramente en poner como funda-mento la humildad14. Una humildad que empiecepor no turbarse ante las propias deficiencias, porqueel asombro después de caer en una falta es fruto delorgullo. Dolor por la ofensa cometida, sí; pero no de-saliento, que indicaría una lucha apoyada más en elesfuerzo personal que en la acción de Dios. No teduela que vean tus faltas; la ofensa de Dios y la dese-dificación que puedas ocasionar, eso te ha de doler.

—Por lo demás —escribe nuestro Padre—, que se-pan cómo eres y te desprecien. —No te cause pena sernada, porque así Jesús tiene que ponerlo todo en ti15.Y, como consecuencia, buscaremos poner todos losmedios para seguir mejorando en conocimiento pro-pio. ¿Por qué ese reparo de verte tú mismo y de hacer-te ver por tu Director tal como en realidad eres?

Habrás ganado una gran batalla si pierdes el mie-do a darte a conocer 16. Seremos auténticamente hu-mildes siendo sencillos en la dirección espiritual, di-ciendo la verdad escueta, porque en todo lo comple-jo se esconde el orgullo, que teme siempre quedarmalparado y lleva al circunloquio, a buscar atenuan-tes, justificaciones.

Cuando arranquemos ese amor propio de noso-tros, nos resultará fácil reconocer nuestras equivo-

(14) San Agustín, Enarraíiones in Psalmos 141, 7.(15) Camino, n. 596.(16) Camino, n. 65.

LUNES 99

caciones, y nos será también fácil ceder, declinar elpropio juicio en la amable conversación de nuestrastertulias. Practicaremos con todos el dulce mandatode Cristo: sed misericordiosos como vuestro Padre esmisericordioso ". Por el contrario, cuando el orgullose adueña del alma, no es extraño que detrás, como enuna reata, vengan todos los vicios: la avaricia, las in-temperancias, la envidia, la injusticia. El soberbio in-tenta inútilmente quitar de su solio a Dios, que es mi-sericordioso con todas las criaturas, para acomodarseél, que actúa con entrañas de crueldad.

Hemos de pedir al Señor —recomienda encareci-damente nuestro Padre— que no nos deje caer en es-ta tentación. La soberbia es el peor de los pecados y elmás ridículo. Si logra atenazar con sus múltiples aluci-naciones, la persona atacada se viste de apariencia, sellena de vacío, se engríe como el sapo de la fábula,que hinchaba el buche, presumiendo, hasta que esta-lló. La soberbia es desagradable, también humana-mente: el que se considera superior a todos y a todo,está continuamente contemplándose a sí mismo y des-preciando a los demás, que le corresponden burlándosede su vana fatuidad 18.

Todo debe girar alrededor de Dios, y no alrede-dor de nosotros mismos. Es cuestión de desaparecer;ahí está nuestra humildad. El ideal de un hijo de

í lm EA"- {Luc- VI' 36>-

U8) Amigos de Dios, n. 100.

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100 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA II

Dios en el Opus Dei es no ser necesario nunca. Que élfalte y que lo que lleva entre manos puedan hacerloinmediatamente otros, con la experiencia que él lesdio 19; viendo con alegría que lo hacen mejor que no-sotros.

En su acostumbrada misericordia, Dios, a travésde la Santísima Virgen, Mater misericordiae, nosconcederá la gracia de una sincera y profunda hu-mildad.

(19) De nuestro Padre, Crónica XII-56, p. 8.

MARTES 101

125.

MARTES

—Vivir conforme a lo que enseñamos: la santificación deltrabajo ordinario.—Rectitud de intención en el trabajo: Deo omnis gloria.—Hemos de buscar la perfección humana y el prestigio pro-fesional en nuestro trabajo.

EL EVANGELIO nos presenta a Jesucristo ha-blando a los discípulos y a todo el pueblo: los escri-bas y los fariseos —les dice— están sentados en la cá-tedra de Moisés; practicad, pues, y haced todo lo queos dijeren; pero no acomodéis vuestra conducta a lasuya, porque ellos dicen y no hacen l.

El Señor nos plantea, en toda su triste realidad,uno de los peligros más lamentables que acechan alas almas: la discordancia entre sus palabras y susobras. Quizá esas personas recibieron la misión divi-na de ser luz y fermento entre sus compañeros, perosu luminosidad y su fuerza es brillo superficial, queno enciende, que no transforma, porque todo se vaen fuegos de artificio, en palabrería inútil, sin obras.¿Hay algo más triste, comenta San Juan Crisóstomo,que un maestro, cuando el único modo de salvar asus discípulos es decirles que no se fijen en la vidadel que les habla? 2.

(1) £v. (Matth. XXIII, 2-3).W san Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 72, 1.

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Entre los que presenciaron la vida de Cristo,brotaba un comentario unánime: bene omnia fecit(Marc. VII, 37), todo lo ha hecho admirablementebien: los grandes prodigios, y las cosas menudas, coti-dianas, que a nadie deslumhraron, pero que Cristorealizó con la plenitud de quien es perfectus Deus, per-fectus homo (Symb. Quicumquej, perfecto Dios y hom-bre perfecto 3.

Es la enseñanza de nuestro Padre sobre nuestravocación —santificarnos y santificar a los demás,mediante la santificación del trabajo profesionalordinario—, que hemos de proclamar con la entere-za de nuestra entrega. Puesto que hemos de compor-tarnos siempre como enviados de Dios, debemos tenermuy presente que no le servimos con lealtad cuandoabandonamos nuestra tarea *. Es preciso, para que esalabor sea auténtica, que vaya respaldada por nuestrapropia vida: que nosotros trabajemos a conciencia,con sentido de responsabilidad, con amor y perseve-rancia, sin abandonos ni ligerezas 5.

Estamos, pues, todos nosotros obligados a traba-jar: porque el trabajo es un mandato de Dios, y a Dioshay que obedecerle con alegría: servite Domino in lae-titia (Ps. XCIX, 2).

De este modo se hace sobrenatural el trabajo, por-que su fin es Dios, y el trabajo se hace pensando en

(3) Amigos de Dios, n. 56.(4) Amigos de Dios, n. 62.(5) De nuestro Padre, Cana, 31-V-1954, n. 18.

MARTES 103

El, como un acto de obediencia. No debemos abando-nar el sitio, en el que nos ha sorprendido la llamadadel Señor. Tenemos que convertir en servicio de Diosnuestra vida entera: el trabajo y el descanso, el llantoy la sonrisa. En la besana, en el taller, en el estudio,en la actuación pública, debemos permanecer fieles almedio habitual de vida; convertirlo todo en instrumen-to de santificación y en ejemplo apostólico, sin servir-nos nunca de la Iglesia ni de la Obra: cada uno conresponsabilidad personal6.

Hacemos realidad este espíritu de la Obra cuan-do trabajamos intensamente, día tras día, en el lugardonde el Señor nos ha encontrado, codo con codo alos demás hombres, nuestros iguales. No hacemos unfavor al Señor —nos decía nuestro Padre—, cuandoestamos sujetos a unas horas de trabajo, de labor. Co-mo se sujetan los demás por muchísimas horas, pormuchísimo tiempo, siempre. Un poquito de examen novendría mal, para respetar con cariño las horas de tra-bajo, para hacerlas respetar, para poner en la concien-cia de todos esta necesidad 7.

EN EL pasaje evangélico que estamos conside-rando, leemos unas palabras del Señor que explicanpor qué los fariseos y escribas no viven lo que dicen:

(*) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, nn. 5-6.*') °e nuestro Padre, Meditación, 4-III-1963.

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porque todas sus obras las hacen con el fin de ser vis-tos de los hombres8.

¡La vanagloria! Ella fue la que los apartó deDios, comenta San Juan Crisóstomo; ella les hizobuscar otro teatro para sus luchas y los perdió. Por-que como se procura agradar a los espectadores quecada uno tiene, según son los espectadores tales sonlos combates que se realizan 9.

El que busca agradar a los hombres, es lógicoque abandone con facilidad la tarea escondida, ocul-ta, aunque la haya iniciado con ilusión. Quizá en lafalta de pureza de intención podremos encontrarmuchas veces la causa latente de descuidos, de pe-queñas faltas; la explicación de los trabajos que que-dan sin terminar porque aparentemente no hemostenido tiempo, cuando en realidad no hemos sabidoaprovecharlo heroicamente.

Rectitud de intención: conviene especialmente re-cordar esta faceta central de nuestro espíritu a mis hijasy a mis hijos jóvenes, porque —en los comienzos de laactividad profesional— hay que estar vigilantes, paraevitar que los éxitos profesionales o los fracasos, quepuedan venir, les hagan olvidar, aunque sólo sea mo-mentáneamente, cuál es el verdadero fin de su trabajo.

Es fácil en esas circunstancias valorar exagerada-mente las cosas, y pensar que están llamados a ocupar

(8) Ev. {Matth. XXIII, 5).(9) San Juan Crisóstomo, ¡n Matíhaeum homiliae 72, 2.

MARTES 105

puestos preeminentes o, por el contrario, que no sirven:todo eso es fruto de la inexperiencia juvenil, pero pue-de ser también, si no se corta a tiempo, el comienzo deuna visión terrena de las cosas, y una falta de fe.

Enseñad, a todos, que hacen falta muchos años detrabajo constante —con éxitos y con fracasos—, paralograr la suficiente experiencia y poder dar frutos ma-duros; y que, siempre y en todo momento, nuestro co-razón debe estar puesto en el Señor, porque allí dondeestá nuestro tesoro, allí debe estar nuestro corazón (cfr.Matth. VI, 21)™.

Evitaremos el peligro de la vanagloria si procu-ramos rectificar la intención muchas veces al día, ysi tenemos siempre presente que nuestro trabajo,sea cual sea, es instrumento del que se sirve Dios pa-ra instaurar su reinado en la tierra: para trabajarcon sentido sobrenatural, los miembros de la Obratendrán presente la obligación de dar a su tarea pro-fesional, en medio del mundo, su sentido cristianomás hondo y más pleno: ponerla en relación con lamisión redentora de Cristo, orientándola hacia la sal-vación de las almas ".

HACER todas las cosas para la gloria de Dios,para agradarle; nada por propia satisfacción. Es la

(¡0) De nuestro Padre, Carta, 15-X-1948, n. 19.(•1) Catecismo, 5* ed., n. 72.

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disposición que debemos grabar en nuestra alma. Y,para que nuestra labor profesional sea grata al Se-ñor, además hemos de realizarla con perfección hu-mana, con ilusión, con cariño: poniendo en esa tarealo mejor de nuestras facultades.

Nuestro trabajo es un trabajo en medio del mun-do, y un trabajo profesional. Por eso, al recordaros lanecesidad de trabajar, he de recordaros al mismo tiem-po la necesidad de trabajar bien. No se trata sólo dellenar las horas, sino de trabajar con competencia téc-nica y profesional.

El trabajo no puede ser nunca para vosotros unjuego, que no se toma en serio; ni tampoco cosa de di-lettanti o de aficionados. Qué me importa a mí, queme digan de uno de mis hijos que es, por ejemplo, unmal maestro y un buen hijo mío: si no es un buenmaestro, ¿de qué me sirve? Porque, en realidad, no esun buen hijo mío, si no ha puesto los medios para me-jorar en su profesión. Hemos de trabajar como el me-jor de los colegas. Y si puede ser, mejor que el mejor.Un hombre sin ilusión profesional no me sirve u.

La ilusión profesional es parte integrante del es-píritu que Dios ha querido para el Opus Dei. Por esocada uno de nosotros debe alcanzar un prestigio pro-fesional entre sus colegas, y de este modo tendrá laposibilidad de acercar más almas al Señor, ya que elprestigio profesional es el anzuelo de pescador de

(12) De nuestro Padre, Carta, 15-X-1948, n. 15.

MARTES 107

hombres l3. Esto exigirá trabajar mucho, aprovechan-do bien todos los minutos de nuestra jornada. No en-tiendo que un hijo mío esté mano sobre mano, matan-do el tiempo, como suele decirse. ¡Qué pena matar eltiempo que es un tesoro de Dios! Si un hijo mío, si unahija mía, dijera que le sobra tiempo, es que no cumplecon su deber. A mí, siempre me quedan cosas para eldía siguiente. Hemos de llegar a la noche, después deun día lleno de trabajo, con faena de sobra para la si-guiente jornada. Hemos de llegar a la noche cargados,como borriquillos de Dios.

Me gusta hablar de nuestra vida de trabajo, usan-do una metáfora, una parábola: la del borrico de no-ria. Me atrae ese animal paciente y laborioso, porqueel borrico es recio y austero, porque es humilde. Pero,sobre todo, porque trabaja: porque sabe perseverar díatras día dando vueltas a la noria, sacando el agua quehace florecer el huerto. El borrico se conforma con to-do, hasta con los palos. Trabaja y trabaja, y con unpuñado de paja o de hierba tiene bastante. Así hastael fin, porque la historia de mi borrico termina bien:muere trabajando. Y que lo destrocen después, que lodespellejen y que, con su piel, hagan tambores, parauna guerra de paz; y zambombas, para cantar al NiñoDios.

Esa es nuestra vida. Muchas veces pienso que seríauna comodidad morirse pronto. No deseo la muerte:

(!3) Camino, n. 372.

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debemos desear vivir muchos años, y trabajar. Es pro-pio de nuestra vocación morir viejos, y bien estrujados,como un limón que no puede dar ni una gota más 14.

Apoyados en la intercesión de la Virgen, pida-mos al Señor que nos ayude a trabajar bien, con ilu-sión humana, con sacrificio, con rectitud de inten-ción. Comenzar es de muchos; acabar, de pocos, y en-tre estos pocos —señala nuestro Padre— hemos de es-tar los que procuramos comportarnos como hijos deDios. No lo olvidéis: sólo las tareas terminadas conamor, bien acabadas, merecen aquel aplauso del Se-ñor, que se lee en la Sagrada Escritura: mejor es el finde la obra que su principio (Eccli. VII, 9) 15.

(14) De nuestro Padre, Carta, 15-X-1948, nn. 10-11.(15) Amigos de Dios, n. 55.

MIÉRCOLES 109

126.

MIÉRCOLES

—Para seguir a Cristo hay que acompañarle en el sufrimien-

to.—Sobre todo, vencer constantemente las sugerencias del

egoísmo.—Vivir generosamente las mortificaciones que faciliten a

los demás su entrega.

IBA Jesucristo camino de Jerusalén, camino dela Cruz, y le acompañaban los discípulos y las santasmujeres. Cerca ya de Jericó, en un alto del camino,la madre de Juan y Santiago se acercó con sus hijos,adorándole como para pedirle algo. Jesús le dijo:¿qué quieres? Y ella le respondió: dispon que estosdos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu dere-cha y otro a tu izquierda 1. La respuesta de Cristo fueinstantánea: no sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber elcáliz que yo he de beber? 2.

Es el cáliz amargo y fecundo de la abnegación.Jesús —escribe nuestro Padre— es la única sendaque enlaza el Cielo con la tierra. Lo declara a todoslos hombres, pero especialmente nos lo recuerda aquienes, como tú y como yo, le hemos dicho que esta-mos decididos a tomarnos en serio nuestra vocación de

(1) Ev. {Mcuth. XX, 20-21).(2) Ibid., 22.

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cristianos, de modo que Dios se halle siempre presenteen nuestros pensamientos, en nuestros labios y en todaslas acciones nuestras, también en aquellas más ordina-rias y corrientes.

Jesús es el camino. El ha dejado sobre este mundolas huellas limpias de sus pasos, señales indelebles queni el desgaste de los años ni la perfidia del enemigohan logrado borrar 3. Sin embargo, nos puede sucederlo mismo que a los discípulos: cuando Jesús les ha-bía anunciado la necesidad de que El padeciese elsuplicio de la cruz, comenta San Lucas que ellos nin-guna de estas cosas comprendían; al contrario, paraellos era como un lenguaje desconocido, y no enten-dían lo que les decía 4.

Es preciso que pidamos luz y gracia al EspírituSanto, para convencernos de modo práctico de que elreino de Dios no es un reino terreno, no consiste enhonores ni en encumbramiento personal. El Señorquiere imperar en los corazones, y para eso es necesa-rio que el alma se vacíe de sí misma, y se una a la Cruzde Cristo por la mortificación. Hemos de aprender deEl, de Jesús, nuestro único modelo. Si quieres ir adelan-te previniendo tropiezos y extravíos, no tienes más queandar por donde El anduvo, apoyar tus plantas sobre laimpronta de sus pisadas, adentrarte en su Corazón hu-milde y paciente, beber del manantial de sus mandatos

(3) Amigos de Dios, n. 127.(4) Luc. XVIII, 34.

y afectos; en una palabra, has de identificarte con Jesu-cristo, has de procurar convertirte de verdad en otroCristo entre tus hermanos los hombres 5.

Cuando hizo esa pregunta a sus discípulos—¿podéis beber el cáliz.-?— el Señor sabía que po-drían imitar su pasión, y sin embargo les pregunta,para que todos oigamos que nadie puede reinar conCristo si no ha imitado su pasión; porque las cosas demucho valor no se consiguen más que a un preciomuy alto 6.

Morir es nuestra ganancia: es el precio que he-mos de pagar para alcanzar el reino de Dios; mortifi-cación continua, mortificación generosa, como gene-rosa ha sido la Pasión y Muerte de Nuestro Señor.

PARA redimirnos, y mostrarnos el camino delCielo, Cristo se abraza a la Cruz. Y cuando la madrede los dos Apóstoles pide para sus hijos la participa-ción en su reino, el Señor pone una condición: ¿po-déis beber el cáliz que yo he de beber? 7. No es un cá-liz cualquiera, sino el mismo que bebió Cristo; lo queEl indica de modo explícito —sus mandamientos,sus deseos, sus mociones en el alma—, y lo que per-mite que suceda: incomprensiones, dificultades...: to-do lo que supone luchar contra el egoísmo.

(5) Amigos de Dios, n. 128.(6) San Juan Crisóstomo, Super Matthaeum opus imperfectum 35.(?) Ev. {Matth. XX, 22).

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También a nosotros nos llama —comentaba nues-tro Padre—, y nos pregunta, como a Santiago y a Juan:potestis bibere calicem, quem ego bibiturus sum?(Matth. XX, 22): ¿estáis dispuestos a beber el cáliz —estecáliz de la entrega completa al cumplimiento de la vo-luntad del Padre— que yo voy a beber? Possumus!(Matth. XX, 22); ¡sí, estamos dispuestos!, es la respuestade Juan y de Santiago. Vosotros y yo, ¿estamos seria-mente dispuestos a cumplir, en todo, la voluntad denuestro Padre Dios? ¿Hemos dado al Señor nuestro cora-zón entero, o seguimos apegados a nosotros mismos, anuestros intereses, a nuestra comodidad, a nuestro amorpropio? ¿Hay algo que no responde a nuestra condiciónde cristianos, y que hace que no queramos purificarnos?Hoy se nos presenta la ocasión de rectificar8.

Mortificación de los sentidos, mortificación cor-poral...: bien. Pero eso, siendo indispensable, no bas-ta. ¿Tú crees —pregunta San Jerónimo— que has lle-gado a la cumbre de las virtudes, porque has ofrecidouna parte del todo? A ti mismo te quiere el Señor co-mo hostia viva y acepta a Dios 9. Desea que nada que-de del propio yo, que sepamos renunciar a nosotrosmismos, que nada condicione nuestra entrega. Por-que todo lo que la condiciona es, en el fondo, simple-mente egoísmo, deseo desordenado del propio bien.

Es necesario empezar por convencerse de que Jesús

(8) Es Cristo que pasa, n. 15.(9) San Jerónimo, Epístola 118, 5.

MIÉRCOLES 113

nos dirige personalmente estas preguntas. Es El quienlas hace, no yo. Yo no me atrevería ni a planteármelasa mí mismo. Estoy siguiendo mi oración en voz alta, yvosotros, cada uno de nosotros, por dentro, está confe-sando al Señor: Señor, ¡qué poco valgo, qué cobardehe sido tantas veces! ¡Cuántos errores!: en esta ocasióny en aquélla, y aquí y allá. Y podemos exclamar aún:menos mal, Señor, que me has sostenido con tu mano,porque me veo capaz de todas las infamias. No mesueltes, no me dejes, trátame siempre como a un niño.Que sea yo fuerte, valiente, entero. Pero ayúdame co-mo a una criatura inexperta; llévame de tu mano, Se-ñor, y haz que tu Madre esté también a mi lado y meproteja. Y así, possumus!, podremos, seremos capacesde tenerte a Ti por modelo 10.

CUANDO, en el camino, los otros diez discípulosse enteraron de la petición de Juan y Santiago, se in-dignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús les lla-mó, y les dijo: no ignoráis que los príncipes de las na-ciones avasallan a sus pueblos, y que sus magnateslos dominan con imperio. No ha de ser así entre voso-tros, sino que quien aspire a ser mayor, debe ser vues-tro criado; y el que quiera ser entre vosotros el prime-ro, ha de ser vuestro siervo n.

(10) Es Cristo que pasa, n. 15.(11) Ev. (Matth. XX, 25-27).

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114 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA II

Jesús conoce nuestra profunda inclinación a jus-tificar el desmedido afán de independencia y domi-nio; así señala sin vacilar la calidad de la abnegaciónque pide a sus discípulos. Nuestro Padre nos insta avivir ese sacrificio, sin interrupción, en detalles coti-dianos: procura enseguida sacar propósitos concretos:corta de una vez, aunque duela, ese detalle que estor-ba, y que Dios y tú conocéis bien. La soberbia, la sen-sualidad, la falta de sentido sobrenatural se aliaránpara susurrarte: ¿eso? ¡Pero si se trata de una circuns-tancia tonta, insignificante! Tú responde, sin dialogarmás con la tentación: ¡me entregaré también en esaexigencia divina! Y no te faltará razón: el amor se de-muestra de modo especial en pequeneces. Ordinaria-mente, los sacrificios que nos pide el Señor, los más ar-duos, son minúsculos, pero tan continuos y valiosos co-mo el latir del corazón.

¿Cuántas madres has conocido tú como protagonis-tas de un acto heroico, extraordinario? Pocas, muy po-cas. Y, sin embargo, madres heroicas, verdaderamenteheroicas, que no aparecen como figuras de nada espec-tacular, que nunca serán noticia —como se dice—, tú yyo conocemos muchas: viven negándose a toda hora,recortando con alegría sus propios gustos y aficiones,su tiempo, sus posibilidades de afirmación o de éxito,para alfombrar de felicidad los días de sus hijos n.

La enseñanza del Señor es que la mejor manera

(12) Amigos de Dios, n. 134.

MIÉRCOLES 115

de dar la vida, de combatir el egoísmo, es servir a losdemás, ayudándoles a ser santos. El mismo se ponecomo ejemplo, porque no vino a ser servido, sino aservir13. ¿Cuál será, entonces, la mejor mortifica-ción? La mortificación que no mortifique a los de-más; la mortificación que les haga la entrega más fá-cil y amable; la mortificación que alivia la carga deltrabajo ajeno; la mortificación de la sonrisa habi-tual, que anima e inspira confianza; la mortificación,en una palabra, que es también servicio. Cuando osdigo, comenta nuestro Padre, que hay que hacerse al-fombra en donde pisen blando los demás, no hago unafrase bonita; ha de ser una realidad. Esto es difícil, co-mo es difícil la santidad; pero es fácil, porque la santi-dad es asequible a todos u.

Mortificación abundante, sin límites. Por muchoque te humilles, dice San Juan Crisóstomo, jamás po-drás llegar tan bajo como llegó tu Señor 15. Por eso,en los momentos en que la carne se resista, y unafalsa prudencia arguya en el alma, recordaremos es-ta lección que nos ha dado Jesús. Y recurramos aSanta María, Ancilla Domini, para que nos ayude aser abnegados, a servir a todos con sacrificio perso-nal.

í u ! nV' {M""h- XX' 28>-K c n u e s t r o Padre, Crónica VII-55, p. 5.

' ' í>an Ju a r Crisóstomo, In Maühaeum homiliae 65, 4.

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116 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA II

127.

JUEVES

—Dios es el que santifica.—La confianza en el Señor da seguridad y alegría.—Dios quiere que correspondamos a la gracia, que ponga-mos todo el esfuerzo de que somos capaces.

UNO a uno, hemos sido llamados por Dios a par-ticipar, como hijos de adopción, en la gloria de susantidad. En justa y filial correspondencia, se aceptagustosamente la necesidad de trabajar en este mundo,durante muchos años, porque Jesús tiene pocos amigosaquí abajo. No rehusemos —invita nuestro Padre— laobligación de vivir, de gastarnos —bien exprimidos—al servicio de Dios y de la Iglesia l.

Pero el camino es prolongado, como el del pue-blo de Israel en el desierto, y muchas veces vemosque nuestras fuerzas flaquean, que la senda se hacecuesta empinada y difícil. En ocasiones, sobre tododespués de un tiempo de continuo esfuerzo, puedeincluso llegarnos a embargar un sentimiento de has-tío y desgana, que abre las puertas a la tentación dedescuidar la lucha; pero hemos de reaccionar y acu-dir presurosos en busca de ayuda, como la Iglesianos invita: oh Dios, que amas la inocencia y nos la

(1) Amigos de Dios, n. 297.

JUEVES 117

haces recobrar; levanta hacia Ti el corazón de tussiervos, para que, iluminados con el fervor de tu Es-píritu Santo, permanezcamos firmes en la fe y efica-ces en las obras 2.

Sin embargo, ¿por qué ese tedio, por qué esecansancio? Tal vez, sin darnos cuenta, hemos inten-tado edificar una santidad con nuestras propias ma-nos, sin apoyarnos en el Señor; y entonces, El permi-te un estado interior de soledad y desabrimiento.Porque una santidad sin Dios es un contrasentido. Elprofeta Jeremías nos advierte con claridad el peli-gro: maldito el hombre que pone en el hombre suconfianza, y de la carne hace su apoyo, y aleja del Se-ñor su corazón. Porque será como desnudo arbustoen el desierto; que aunque le venga algún bien, no loaprovecha, sino que habita en la sequedad del desier-to, en tierra salada e inhabitable 3.

La amonestación del profeta nos impulsa a puri-ficar nuestra intención una vez más, a hacer másteologal nuestra fe, a que nuestra esperanza descan-se plenamente en la asistencia amorosa del Señor.Contamos con una guía clara —nos anima nuestroPadre—, con una realidad de la que no debemos nipodemos prescindir: somos amados por Dios, y dejare-mos que el Espíritu Santo actúe en nosotros y nos puri-

(2) Orat.(3) L. I (Ierem. XVII, 5-6).

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fique, para poder así abrazarnos al Hijo de Dios en laCruz, resucitando luego con El, porque la alegría de laResurrección está enraizada en la Cruz 4.

¿Podremos todavía confiar en nosotros, en nues-tro valer, en nuestra fuerza de voluntad...? Cierta-mente, Dios nos ha dado unos talentos; pero si que-remos utilizarlos como recursos propios para esca-lar la cima de la santidad, no encontraremos másque dificultades, porque entonces estaríamos inten-tando conseguir un fin sobrenatural con medios ina-decuados, con medios humanos.

Acudamos siempre al Señor; pidámosle que nonos deje apartarnos de El, que luchemos siemprecon la esperanza puesta en su omnipotencia: es unaparte importante de la conversión íntima que Dios,Padre de Bondad, quiere operar en nosotros.

LA SANTIDAD no depende sólo de nosotros. Másaún, depende principalmente de Dios: es la gracia deDios la que santifica, secundada por la buena volun-tad y el propio esfuerzo. Debemos confiar en que El,que ha empezado en nosotros la obra de la santifica-ción, la llevará a cabo 5, hasta el final, obrando elquerer y el hacer, siempre que no nos apartemos desu gracia 6. Dichoso el varón —leemos en la Sagrada

(4) Es Cristo que pasa, n. 66.(5) Philip. I, 6.(6) Concilio de Trento, sess. VI, decr. De iustificatione, cap. 13.

JUEVES 119

Escritura— que confía en el Señor y en El pone suesperanza. Es como un árbol plantado a la vera delas aguas, que hunde sus raíces hacia la corriente yno teme la llegada del calor. Sus hojas conservan elverdor perenne, en año de sequía no la siente, y nun-ca deja de dar fruto 7.

No soy —recalca nuestro Padre—, ni he sido nun-ca pesimista, porque la fe me dice que Cristo ha vencidodefinitivamente y nos ha dado, como prenda de su con-quista, un mandato, que es también un compromiso: lu-char. Los cristianos tenemos un empeño de amor, quehemos aceptado libremente, ante la llamada de la gra-cia divina: una obligación que nos anima a pelear contenacidad, porque sabemos que somos tan frágiles comolos demás hombres. Pero a la vez no podemos olvidarque, si ponemos los medios, seremos la sal, la luz y la le-vadura del mundo: seremos el consuelo de Dios 8.

Una persona de corazón enamorado conservasiempre el espíritu joven y animoso, y nunca se can-sa de luchar porque la esperanza es aliento y empu-je, es alegría y fecundidad. De ahora en adelante, te-ned prisa en amar. El amor nos impedirá la queja, laprotesta. Porque con frecuencia soportamos la contra-nedad, sí; pero nos lamentamos; y entonces, además dedesperdiciar la gracia de Dios, le cortamos las manosPara futuros requerimientos. Hilarem enim datorem di-

(?) L. 1 (Ierem. XVII, 7-8).I») Es Cristo que pasa, n. 74.

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ligit Deus (II Cor. IX, 7). Dios ama al que da con ale-gría, con la espontaneidad que nace de un corazónenamorado, sin los aspavientos de quien se entrega co-mo si prestara un favor9.

Es cierto que siempre habrá dificultades. Pero elSeñor nos invita a elevar nuestra mirada hacia elpremio que nos aguarda. El Evangelio nos recuerdaa aquel mendigo despreciado, que confió en Dioshasta la muerte, y fue llevado por los ángeles hastael seno de Abraham. Cuando el rico, condenado, pi-dió clemencia, Abrahám respondió: hijo, acuérdatede que tú recibiste bienes durante tu vida y Lázaro,en cambio, males; pero ahora él es aquí consolado,mientras que tú sufres gran dolor10. En un instante,sus dolores y fatigas pasaron, mudándose en una fe-licidad infinita, eterna. Por eso, comenta San JuanCrisóstomo, cuando nos oprima la grandeza de lastribulaciones y enfermedades, acordémonos de Láza-ro, y aceptaremos con alegría las cosas malas ennuestra vida u.

Luchemos siempre con la esperanza puesta en elAmor Omnipotente del Señor y en su gran misericor-dia. Y hagamos nuestro el consejo de nuestro Padre:llénate de confianza en Dios y ten, cada día más hon-do, un gran deseo de no huir jamás de El 12.

(9) Amigos de Dios. n. 140.(10) Ev. (Luc. XVI, 25).(11) San Juan Crisóstomo, De Lázaro homilía 3.(12) Forja, n. 214.

JUEVES 121

HOY, COMO ayer, del cristiano se espera heroís-mo. Heroísmo en grandes contiendas, si es preciso. He-roísmo —y será lo normal— en las pequeñas penden-cias de cada jornada. Cuando se pelea de continuo,con Amor y de este modo que parece insignificante, elSeñor está siempre al lado de sus hijos, como pastoramoroso 13.

A Dios le importa nuestra salvación más que anosotros mismos. Pero, como nadie será salvado con-tra su voluntad (pues somos libres), desea que noso-tros queramos el bien u, que queramos ser santos.No podemos perder nunca de vista que, para levan-tar el edificio de la propia santidad, el Señor recla-ma nuestra cooperación.

Dios nos quiere más que nosotros mismos nosqueremos, y nos proporciona los medios para alcan-zar el bien; pero también es verdad que hemos de co-rresponder a esos medios que nos ofrece, que debe-mos estar pendientes para atacar los malos brotesque descubramos. La fe nos muestra que no valenexcusas. Nuestro ánimo de perseverar con tesón en es-te propósito de Amor es, además, deber de justicia. Yla materia de esta exigencia, común a todos los fieles,se concreta en una batalla constante. Toda la tradiciónde la Iglesia ha hablado de los cristianos como de mi-lites Christi, soldados de Cristo. Soldados que llevan laserenidad a los demás, mientras combaten continua-

f Cris'° ?m pasa- "•82-San Jerónimo, In Episíolam ad Ephesios commentarium 1, 1, 11.

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mente contra las personales malas inclinaciones. A ve-ces, por escasez de sentido sobrenatural, por un des-creimiento práctico, no se quiere entender nada de lavida en la tierra como milicia. Insinúan maliciosamen-te que, si nos consideramos milites Christi, cabe el pe-ligro de utilizar la fe para fines temporales de violen-cia, de banderías. Ese modo de pensar es una tristesimplificación poco lógica, que suele ir unida a la co-modidad y a la cobardía n.

Por el contrario, los hijos de Dios entendemos lalucha, según la enseñanza del Maestro, como guerrade cada uno consigo mismo, como esfuerzo siempre re-novado de amar más a Dios, de desterrar el egoísmo,de servir a todos los hombres. Renunciar a esta con-tienda, con la excusa que sea, es declararse de antema-no derrotado, aniquilado, sin fe, con el alma caída,desparramada en complacencias mezquinas.

Para el cristiano, el combate espiritual delante deDios y de todos los hermanos en la fe, es una necesi-dad, una consecuencia de su condición. Por eso, si al-guno no lucha, está haciendo traición a Jesucristo y atodo su cuerpo místico, que es la Iglesia 16.

Por una parte, lucha, como si todo dependierade nosotros; por otra, acudir a Dios con la confianzadel que sabe que todo lo hace El, con la seguridad deque nuestra petición será oída. Y el Señor, con nues-

(15) Es Cristo que pasa, n. 74.(16) Es Cristo que pasa, n. 74.

JUEVES123

tra lucha alegre, con nuestra pelea confiada, estarácontento de nosotros. Confianza en Dios y esfuerzopersonal son los dos quicios sobre los que debe apo-yarse nuestro combate diario, generoso, heroico; conla mirada puesta en Jesús y María: si se tambalea tuedificio espiritual, si todo te parece estar en el aire...,apóyate en la confianza filial en Jesús y en María, pie-dra firme y segura sobre la que debiste edificar desdeel principio I7.

(17) Camino, n. 721.

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124 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA II

128.

VIERNES

—Responsabilidad personal de cada uno ante la Pasión deCristo.

—Dios nos ha hecho hijos suyos, a pesar de nuestras mise-rias.

—Es de almas agradecidas corresponder con generosidad alamor de Dios.

DÍA a día, la Cuaresma nos introduce en el mis-terio de la entrega del Hijo de Dios por los hombres.Y para ayudarnos a penetrar en esa gran locura delAmor divino, la liturgia nos propone personajes delAntiguo Testamento, como José, que son figuras delCristo Redentor.

La Escritura muestra cómo José, por encargo desu padre, Jacob, iba en busca de sus hermanos. Sumisión era de paz: les llevaba los alimentos, y queríasaber si estaban bien ellos y sus ganados. Y al fin,después de caminar por el valle de Hebrón y la tie-rra de Siquem, los halló en Dotayin. Pero sus herma-nos reaccionaron de un modo muy distinto a comoera de esperar: viéronle ellos desde lejos, antes deque se aproximara, y concibieron el proyecto de ma-tarle. Dijéronse unos a otros: mirad, ahí viene el so-ñador; vamos a matarle y le arrojaremos a uno de

VIERNES 125

esos pozos, y diremos que le ha devorado una fiera 1.También bajó el Señor en busca de sus herma-

nos, los hombres. Venía de parte del Padre Eterno yles traía en sus manos el alimento. Pero los hombresno quisieron saber de El, le tomaron por soñador,por loco y endemoniado: vino a su casa y los suyosno le recibieron 2. Y no fue eso todo; en sus corazo-nes, endurecidos, esclavizados por el odio y la ingra-titud, pensaron: éste es el heredero; venid, matémos-le, y nos haremos con su herencia3.

Aunque nos pese, no somos ajenos a la Pasión yMuerte de Cristo, porque los pecados de todos loshombres —los nuestros también— fueron los que leclavaron en el madero. Viene a mi memoria —decíanuestro Padre en cierta ocasión— algo que sucedióhace muchos años. Estaba dirigiendo un retiro espiri-tual y, en una de las meditaciones, traté de la Pasióndel Señor. Había hecho mucho hincapié en que no fuesólo el pecado original la causa de esos tremendos su-frimientos de Jesús, sino también los pecados persona-les, los de cada uno: mis miserias, las miserias de losque me escuchaban. Me sentí conmovido, y se conmo-vía también la gente. Pero cuando terminé, se me acer-có una de esas personas que, sin saber siquiera el cate-cismo de la doctrina cristiana, se tienen a sí mismospor teólogos; y me dijo: "¿Por qué tanto sufrir, y hacer

(1) L. I [Genes. XXXVII, 18-20).(2) loann. I, 11.(3) Ev. (Matth. XXI, 38).

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sufrir con la Pasión de Cristo? ¿Por qué hablar tantode que nuestros pecados han originado la Pasión deCristo? ¿Por qué, si Dios no puede padecer, hablar delos padecimientos de Cristo?".

Me puse a su altura de teólogo, me hice todo lo pe-queño que pude, sonreí y le dije que recordara lo quehabía estudiado en el catecismo: que Dios tiene todaslas cosas presentes, que no hay para El ni pasado nifuturo; y que, por tanto, Cristo Jesús, dejándonos li-bres, conocía todas nuestras traiciones, durante su Pa-sión y en la Cruz. Padeció por las traiciones de aquelseñor y por las mías, y por las de todos los hombresque habían de venir a la tierra 4.

Nuestros pecados hicieron más pesada, más cos-tosa la Pasión del Señor. Debemos tener concienciaclara de esta verdad, y sentir la responsabilidad per-sonal ante aquellos acontecimientos que tuvieron lu-gar hace casi dos mil años: no cabe esconderse en elanonimato. Y desagraviar, y reparar: amor con amorse paga.

SIGUIENDO el relato bíblico de la historia deJosé —figura de Nuestro Redentor—, comprobamosel cariño que demuestra con los suyos: con Benja-mín, el menor, y con todos los demás hermanos.

(4) De nuestro Padre, Meditación, 15-IX-1970.

VIERNES 127

Aquellos que tiempo atrás le habían traicionado,se echan a sus pies, arrepentidos y avergonzados,cuando le reconocen en Egipto, al frente de la casadel Faraón. Y José, lleno de amor, rompe en sollo-zos, les besa y atiende a todas sus necesidades. Es suquerer tan fuerte y expresivo que hace decir, conmo-vido, al Faraón: tomad a vuestro padre y vuestras fa-milias, y venid a mí. Yo os daré lo mejor de la tierrade Egipto y comeréis lo mejor de la tierra...5.

De nuevo se nos hace patente la insondable mi-sericordia divina. Nuestro Padre Dios, cuando acudi-mos a El con arrepentimiento, saca, de nuestra mise-ria, riqueza; de nuestra debilidad, fortaleza. ¿Qué nospreparará, si no lo abandonamos, si lo frecuentamoscada día, si le dirigimos palabras de cariño confirma-do con nuestras acciones, si le pedimos todo, confiadosen su omnipotencia y en su misericordia? 6. Si muestrade infinito amor es ya la venida del Señor y sus pa-decimientos en la Cruz, ¡qué será el habernos adop-tado como hijos suyos, haciéndonos partícipes de suvida divina, herederos de su gloria! Mirad qué amorhacia nosotros ha tenido el Padre, queriendo que nosllamemos hijos de Dios y lo seamos de verdad 1. A no-sotros, que éramos sólo unos siervos, nos adoptó co-mo a hijos. Favor sobre favor, amor sobre amor.

Son las llamadas que brotan amorosas de la bo-

¡5) Genes. XLV, 18.6 Amigos de Dios, n. 309

\'¡ I loann. IV, 11.

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ca de Dios, invitándonos a volver enseguida, con pre-mura filial, aunque nos abrume el peso de repetidasrebeldías. La conciencia de nuestra filiación divinada alegría a nuestra conversión: nos dice que estamosvolviendo hacia la casa del Padre.

La filiación divina es el fundamento del espíritudel Opus Dei. Todos los hombres son hijos de Dios.Pero un hijo puede reaccionar, frente a su padre, demuchas maneras. Hay que esforzarse por ser hijos queprocuran darse cuenta de que el Señor, al querernoscomo hijos, ha hecho que vivamos en su casa, en me-dio de este mundo, que seamos de su familia, que losuyo sea nuestro y lo nuestro suyo, que tengamos esafamiliaridad y confianza con El que nos hace pedir,como el niño pequeño, ¡la luna!8.

No acaban nunca las gracias del Señor: Jesúsque nos ha redimido, Jesús que nos ha hecho hijosde Dios, nos designa personalmente, con la llamadaa su Obra, para que le sigamos más de cerca, paraque disfrutemos de una amistad más íntima con El.Carísimos, nos recuerda San Juan, si así nos amóDios9..., ¿cómo habremos de amarle nosotros?, ¿có-mo habremos de corresponder? Nuestro Fundador,paladeando esa realidad que nos sostiene siempre,nos sugiere una respuesta vibrante. Ante un Diosque corre hacia nosotros, no podemos callarnos, y le

(8) Es Cristo que pasa, n. 64(9) I loann. IV, 11.

VIERNES 129

diremos con San Pablo, Abba, Pater! (Rom. VIII, 15),Padre, ¡Padre mío!, porque, siendo el Creador del uni-verso, no le importa que no utilicemos títulos altiso-nantes, ni echa de menos la debida confesión de su se-ñorío. Quiere que le llamemos Padre, que saboreemosesa palabra, llenándonos el alma de gozo 10.

EL SEÑOR nos cuida como el padre de familiacuida de su viña. Es la parábola que hoy recoge elEvangelio. Un padre de familia plantó una viña y lacercó de vallado; cavando, hizo en ella un lagar y edi-ficó una torre ".

Estamos en el Opus Dei, que es viña sembradapor Cristo en el gran campo de su Iglesia. Y son mu-chas las tareas que hay que llevar a cabo en el viñe-do: cavar, podar y mullir las vides; protegerlas con-tra las plagas; vendimiar la uva y pisarla en ellagar... Muchos trabajos son necesarios, antes de ob-tener el vino.

La aplicación de esta parábola la hacía así nues-tro Padre: hijo mío, de esta viña donde te ha metidoeí Señor, tú no te puedes marchar; tú no te puedesausentar; tú tienes que estar en la viña, dentro de lacerca, trabajando en el lagar, descansando en la torreque hay dentro de la viña: si te fueras, sería como de-

(10) Es Cristo que pasa, n. 64.Ul) Ev. (Matth. XXI, 33).

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cir a Cristo: ¡eh, que mi tiempo es para mí, no paraTi! ¡No trabajo más en tu viña! u.

El Señor, en justicia, espera mucho fruto de no-sotros, porque mucho nos ha dado. Nuestro peligroestá precisamente ahí: en no dar el fruto que debe-mos; en no rendir de acuerdo con lo que Dios ha he-cho por nosotros; en no ser generosos —aquí,ahora—, en la proporción que el Señor quiere; en nodarnos cuenta del mal que habríamos cometido, si El,Jesús, no nos hubiera confortado con la luz de su mi-rada amabilísima 13. Al meditarlo, surge inmediata-mente la necesidad de reparar. "Lo que debo a Dios,por cristiano: mi falta de correspondencia, ante esadeuda, me ha hecho llorar de dolor: de dolor de amor.«Mea culpa!»" —Bueno es que vayas reconociendo tusdeudas: pero no olvides cómo se pagan: con lágrimas...y con obras u.

Obras de penitencia —concretas, sinceras— es-pera el Señor. Y la mejor penitencia es cumplir, mo-mento a momento, lo que nos vaya pidiendo Jesu-cristo. Nuestro Padre nos recalcó el modo específicode encauzar nuestra penitencia, para desagraviarcon abundancia. Nos previno contra la tentación deemprender penitencias aparatosas, que miran sola-mente a lo extraordinario; es verdad que las grandes

(12) De nuestro Padre, Meditación, 9-1-1956(13) Via Crucis, VIII estación.(14) Camino, n. 242.

VIERNES 131

penitencias —nos dice— se demuestran santas y bue-nas, y aun necesarias, cuando el Señor llama por esecamino, contando siempre con la aprobación de quiendirige tu alma. Pero te advierto que las grandes peni-tencias son compatibles también con las caídas apara-tosas, provocadas por la soberbia. En cambio, con esedeseo continuo de agradar a Dios en las pequeñas ba-tallas personales —como sonreír cuando no se tienenganas: yo os aseguro, además, que en ocasiones resultamás costosa una sonrisa que una hora de cilicio—, esdifícil dar pábulo al orgullo, a la ridicula ingenuidadde considerarnos héroes notables: nos veremos como unniño que apenas alcanza a ofrecer a su padre nade-rías, pero que son recibidas con inmenso gozo 15.

Es lo que el Señor espera una y otra vez de noso-tros, para que aprovechemos las incidencias a lo lar-go de la jornada. Así debes ejercitarte en el espíritu depenitencia: cara a Dios y como un hijo, como el peque-ñín que demuestra a su padre cuánto le ama, renun-ciando a sus pocos tesoros de escaso valor —un carrete,un soldado descabezado, una chapa de botella—; lecuesta dar ese paso, pero al fin puede más el cariño, yextiende satisfecho la mano ".

La Santísima Virgen nos ayuda a ser más gene-rosos en este empeño del desagravio, que mejoranuestra entrega.

(J5;) Amigos de Dios, n. 139.(16) Amigos de Dios, n. 136.

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129.

SÁBADO

—La parábola del hijo pródigo: una historia que puede repe-tirse en nuestra vida.—Hemos de volver a la casa del Padre, siempre que tenga-mos la desgracia de alejarnos de Dios.—Confianza: Dios nos espera con los brazos abiertos.

EL SEÑOR es clemente y misericordioso, tardo ala ira y rico en piedad; el Señor es bueno con todos,es cariñoso con todas sus criaturas 1. Nos lo recuerdahoy la Iglesia, presentándonos a Jesús rodeado depublicanos y de pecadores, que se acercaban para es-cucharle. Y como los fariseos y los escribas murmu-raban diciendo: Este recibe a los pecadores y comecon ellos 2, el Señor les propuso una de las parábolasmás conmovedoras que salieron de sus labios: la delhijo pródigo.

Un hombre tenía dos hijos; el más joven de ellosdijo a su padre: padre, dame la parte de hacienda queme corresponde. Y les repartió los bienes. No muchosdías después, el hijo más joven, reuniendo todo, sefue a un país lejano y malbarató allí su fortuna vi-viendo disolutamente 3. En pocos trazos nos presenta

(1) Ant. ad Intr. (Ps. CXLIV, 8-9).(2) Ev. {Luc. XV, 2).(3)¡bid., 11-13.

SÁBADO 133

Jesús la tragedia de un hijo que abandona el hogarpaterno, donde nada le falta, para correr la tristeaventura de una libertad mal empleada. Aquel hijo,que recibe del padre la parte de patrimonio que le co-rresponde y abandona la casa para malgastarla en unpaís lejano, "viviendo disolutamente", es en ciertosentido el hombre de todos los tiempos, comenzandopor aquél que primeramente perdió la herencia de lagracia y de la justicia original (...). La parábola tocaindirectamente toda clase de rupturas de la alianzade amor, toda pérdida de la gracia, todo pecado *.

Cualquiera de nosotros, si el Señor nos dejara desu mano, podría ser ese hijo pródigo. Cualquiera denosotros es capaz de cometer esa gran equivocaciónque lamentamos en la parábola evangélica, y alejarsede la casa paterna, porque los cristianos llevamos losgrandes tesoros de la gracia en vasos de barro (cfr. IICor. IV, 7); Dios ha confiado sus dones a la frágil ydébil libertad humana y, aunque la fuerza del Señorciertamente nos asiste, nuestra concupiscencia, nuestracomodidad y nuestro orgullo la rechazan a veces y nosllevan a caer en pecado 5.

Sin embargo, jamás debemos desanimarnos. ElSeñor, que es nuestro Creador y nuestro Redentor, co-noce perfectamente el barro de que estamos hechos ysiempre tiene abiertos los brazos de su misericordia,Para perdonarnos. Puesto que la fragilidad humana

íí! í U a n ? a b l ° H. L i t t- «>c. Dives '" misericordia, 30-XI-1980, n. 5.V>) t.s Cristo que pasa, n. 131.

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134 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA II

no puede conservarse en línea recta en medio de estemundo tan corrompido —escribe San Ambrosio—, esebuen Médico te ha proporcionado los remedios, auncontra el error, y ese Juez misericordioso te ha ofrecidola esperanza del perdón. Y así, no sin razón, San Lucasha narrado en orden tres parábolas: la de la oveja per-dida y luego hallada, la de la dracma que se había ex-traviado y fue encontrada, y la del hijo que habíamuerto y volvió a la vida; y todo esto para que, aleccio-nados con este triple remedio, podamos curar nuestrasheridas, pues "una cuerda de tres hilos no es fácil deromper"(Eccles. IV, 12)6.

Acudamos siempre a la misericordia de Dios, pa-ra que nos libre de los pecados y para que nos perdo-ne cuando los cometamos, siguiendo la oración de laIglesia en la Misa de hoy. Oh Dios, que mientras esta-mos en la tierra, con gloriosos remedios, nos hacesconsortes de las cosas celestiales; gobiérnanos en lavida diaria de tal modo que lleguemos al esplendorde tu luz 7.

DESPUÉS de haber dilapidado la herencia, aquelhijo se vio reducido a una extrema miseria, hasta elpunto de que fue y se puso a servir a un hombre deaquella región, el cual lo mandó a sus tierras a guardar

(6) San Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucam VII, 207.(7) Oral.

SÁBADO 135

cerdos; le entraban ganas de saciarse con las algarro-bas que comían los puercos; y nadie se las daba 8.

Hasta esa degradación extrema lleva el pecadomortal, el apartamiento voluntario de la casa del Pa-dre. El hambre del hijo pródigo es una pálida imagendel vacío y la ansiedad del alma que ha perdido a Dios;la esclavitud a que se ve sometido, un modo gráfico deindicar que, quien se aparta del suave yugo del Señor,cae bajo la opresión de dueños tiránicos: la soberbia,la concupiscencia de la carne, la avidez de riquezas...En definitiva, bajo la esclavitud del demonio.

En esta situación, el hijo pródigo recuerda las ri-quezas de la casa paterna, donde ningún bien le falta-ba: ¡cuántos jornaleros de mi padre tienen pan abun-dante, mientras yo aquí me muero de hambre!9. No ha-bía caído en la cuenta anteriormente, cuando despre-ció no sólo los bienes materiales que le ofrecía su pa-dre, sino —lo que es más grave— su cariño y su gene-rosidad. Ahora, en cambio, una luz se enciende en elfondo de su alma, y decide regresar: me levantaré e iréa mi padre, y le diré: padre, he pecado contra el Cielo ycontra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Trá-tame como a uno de tus jornaleros 10.

La conciencia de que somos hijos de Dios, a pe-sar de nuestras ofensas y de nuestras miserias, por-que Cristo ha muerto por cada uno de nosotros, nos

(8) Ev. (Luc. XV, 15-16).(9) lbid., 17(10) lbid., 18-19.

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136 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA II

dará confianza para volver al Señor siempre que ha-ga falta. La vida humana es, en cierto modo, un cons-tante volver hacia la casa de nuestro Padre. Volvermediante la contrición, esa conversión del corazón quesupone el deseo de cambiar, la decisión firme de mejo-rar nuestra vida, y que —por tanto— se manifiesta enobras de sacrificio y de entrega. Volver hacia la casadel Padre, por medio de ese sacramento del perdón enel que, al confesar nuestros pecados, nos revestimos deCristo y nos hacemos así hermanos suyos, miembros dela familia de Dios.

Dios nos espera, como el padre de la parábola, exten-didos los brazos, aunque no lo merezcamos. No importanuestra deuda. Como en el caso del hijo pródigo, hacefalta sólo que abramos el corazón, que tengamos añoran-za del hogar de nuestro Padre, que nos maravillemos ynos alegremos ante el don que Dios nos hace de podernosllamar y de ser, a pesar de tanta falta de correspondenciapor nuestra parte, verdaderamente hijos suyos ".

CUANDO aún estaba lejos, dice la Escritura, lovio su padre, y enterneciéronsele las entrañas y co-rriendo a su encuentro, le echó los brazos al cuello y ledio mil besos (Luc. XV, 20). Estas son las palabras dellibro sagrado: le dio mil besos, se lo comía a besos.¿Se puede hablar más humanamente? ¿Se puede des-

(11) Es Cristo que pasa, n. 64.

SÁBADO 137

cribir de manera más gráfica el amor paternal de Diospor los hombres? 12.

El comportamiento del padre de la parábola,que es imagen de nuestro Padre Dios, ha de llenar-nos de confianza en la misericordia divina. El padredel hijo pródigo es fiel a su paternidad, fiel al amorque desde siempre sentía por su hijo. Tal fidelidad seexpresa en la parábola, no sólo con la inmediataprontitud en acogerlo cuando vuelve a casa despuésde haber malgastado el patrimonio; se expresa aúnmás plenamente con aquella alegría, con aquella fas-tuosidad tan generosa respecto al disipador despuésde su vuelta, de tal manera que suscita contrariedaden el hermano mayor, quien no se había alejado nun-ca del padre ni había abandonado la casa13.

El Señor no deja nunca de perdonarnos, cuandonos arrepentimos de nuestros pecados; nuestras mi-serias le brindan la ocasión de manifestar la hondu-ra de esa misericordia suya, que llena toda la tie-rra u. Como nos recuerda hoy la Iglesia, invitándo-nos a la confianza, El perdona todas tus maldades, Elsana todas tus enfermedades. El redime tu vida de lamuerte, El te corona de misericordia y de piedad 15.

No temamos, pues, haber despilfarrado el patri-monio de la dignidad espiritual en placeres terrenales—escribe San Ambrosio—. El padre vuelve a dar al

!!? £s Cr'5l° que pasa, n. 64.(¡3) Juan Pablo II, Litt. ene. Dives in misericordia, 30-XI-1980, n. 6.

4) CFr. Ps. XXXII, 5.(15) Ps. R. (ps. en . 3-4).

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138 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA II

hijo el tesoro que antes poseía. El tesoro de la fe, quenunca disminuye; pues, aunque lo hubiese dado todo,el que no perdió lo que había recibido, lo tiene todo.Y no temas que no te vaya a recibir, porque Dios "nose alegra de la perdición de los vivos" (Sap. I, 13). Enverdad, saldrá corriendo a tu encuentro y se arrojaráa tu cuello (...), te dará un beso, que es la señal de laternura y del amor, y mandará que te pongan el vesti-do, el anillo y las sandalias. Tú todavía temes por laafrenta que le has causado, pero El te devuelve tudignidad perdida; tú tienes miedo al castigo, y El, sinembargo, te besa; tú temes, en fin, el reproche, peroEl te agasaja con un banquete 16.

Que saquemos alegría y optimismo de la medita-ción de hoy, porque la alegría es un bien cristiano.Únicamente se oculta con la ofensa a Dios: porque elpecado es producto del egoísmo, y el egoísmo es causade la tristeza. Aún entonces —comenta nuestro Fun-dador—, esa alegría permanece en el rescoldo del al-ma, porque nos consta que Dios y su Madre no se olvi-dan nunca de los hombres. Si nos arrepentimos, si bro-ta de nuestro corazón un acto de dolor, si nos purifica-mos en el santo sacramento de la penitencia, Dios salea nuestro encuentro y nos perdona; y ya no hay triste-za: es muy justo regocijarse porque tu hermano habíamuerto y ha resucitado; estaba perdido y ha sido ha-llado (Luc. XV, 32) ».

(16) San Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucatn VII, 212.(17) Es Cristo que pasa, n. 178.

Jesús junto al pozo de Sicar.Vidriera en el oratorio de Pentecostés.

¿ I*

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DOMINGO 139

130.

DOMINGO III DE CUARESMA

—Jesucristo ha venido al mundo para salvarnos.—Y tomó consigo nuestra debilidad: perfectus Deus, perfec-tus homo.—La Humanidad del Señor es el camino. Enamorarnos deJesús, para vivir su vida.

EN SU largo peregrinar por el desierto del Si-naí, el pueblo de Israel acampó en un lugar donde nohabía agua para beber. La gente, exasperada por loinhóspito del lugar y por el cansancio del viaje, mur-muró contra Moisés diciendo: ¿por qué nos has hechosalir de Egipto, para matarnos de sed, a nuestros hi-jos y a nuestros ganados? l. El profeta oró a Dios, ysu oración fue escuchada. Yavé dijo a Moisés: "vetedelante del pueblo y lleva contigo a ancianos de Is-rael; lleva en tu mano el cayado con que heriste elrío, y ve, que Yo estaré allí delante de ti, en la roca deHoreb. Hiere la roca, y saldrá de allí agua para quebeba el pueblo'"1-.

Esa roca, donde saciaron su sed los hijos delpueblo de Israel, era figura de Jesús, el Mesías Re-dentor: la piedra era Cristo 3. Nos lo muestra de ma-nera gráfica el Evangelio de la Misa de hoy.

(1) i. / (A) ÍExod. XVII, 3).(2) Ibid., 5-6.(3) I Cor. X, 4.

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140 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA III

Llegó Jesús a la ciudad de Samaría, llamada Si-car, vecina a la heredad que Jacob dio a su hijo José.Allí estaba la fuente de Jacob 4. Recoged los ojos del al-ma y revivid despacio la escena, nos invita nuestro Pa-dre: Jesucristo, perfectus Deus, perfectus homo fSymb.Quicumque), está fatigado por el camino y por el traba-jo apostólico. Como quizá os ha sucedido alguna vez avosotros, que acabáis rendidos, porque no aguantáismás. Es conmovedor observar al Maestro agotado. Ade-más, tiene hambre: los discípulos han ido al pueblo ve-cino, para buscar algo de comer. Y tiene sed.

Pero más que la fatiga del cuerpo, le consume lased de almas. Por esto, al llegar la samaritana, aquellamujer pecadora, el corazón sacerdotal de Cristo sevuelca, diligente, para recuperar la oveja perdida: olvi-dando el cansancio, el hambre y la sed 5.

Jesús es la verdadera fuente de agua viva 6, y noahorra esfuerzos —hasta su holocausto en la C r u z -para dárnosla, porque el que beba del agua que Yo ledaré —dice a la Samaritana—, no tendrá sed nuncamás, sino que el agua que Yo le daré se hará en élfuente de agua que salta hasta la vida eterna 7.

Sabe el Señor que los hombres tienen sed. Unased que es anhelo de Dios, y que no pueden saciarlas aguas de la tierra, que —por sí mismas— dan só-

DOMINGO 141

(4) Ev. (A) (loann. IV, 5-6).(5) Amigos de Dios, n. 176.(6) Ev. (A) (loann. IV, 10).(7) lbid., 13-14.

lo una satisfacción pasajera, que dejan un sabor detristeza. Jesucristo ha venido a traernos el agua dela vida, de la gracia, de la felicidad, de la alegría. Lodeclara a aquella pobre mujer samaritana, que llegahasta el pozo para llenar su cántaro: si tú conocierasel don de Dios, y quién es el que te dice: dame de be-ber, puede ser que le hubieras pedido a El, y El te hu-biera dado agua viva...8.

En Cristo se han hecho realidad las promesasantiguas de salvación. El vino a apagar nuestra sed,a abrirnos el camino de la felicidad. Basta ahora quepidamos con fe: Señor, dame de esa agua, para queno tenga más sed9.

EN EL pasaje que estamos considerando, hay undetalle luminoso. Jesús —dice el evangelista—, cansa-do del camino, se sentó sobre el brocal del pozo. Eraya cerca de la hora sexta 10, el mediodía. Jesucristo,perfectus Deus, perfectus homo (Symb. QuicumqueA sepresenta a nuestra consideración, para que estemos se-renos ante las exigencias limpias de nuestra pobre natu-raleza, para que las sepamos olvidar o —al menos— po-nerlas en segundo término ante el bien de las almas~de todas las almas—, para animarnos a dar cumpli-miento a la Obra que Dios nos ha encomendado y se-

(8) lbid., 10.(9) lbid., 15.(10) lbid., 6.

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142 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA III

pamos amar su voluntad santísima, alimentándonossiempre de ese afán n.

No es tal nuestro Pontífice, que sea incapaz decompadecerse de nuestras miserias, habiendo experi-mentado todas las tentaciones, a excepción del peca-do, por razón de la semejanza con nosotros 12. Efecti-vamente, comenta San Agustín, vemos que Jesús esfuerte y al mismo tiempo débil. Fuerte, porque "alprincipio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y elVerbo era Dios (...). Todo se hizo por El, y sin El nadase hizo" (Ioann. /, 1-3), y sin cansancio alguno lo hizotodo. ¿Qué fortaleza, pues, mayor que la de Aquel quelo hizo todo sin sombra de fatiga? ¿Quieres ahora co-nocer su debilidad?: "El Verbo se hizo carne, y habitóentre nosotros" (Ibid., 14). La fortaleza de Cristo tecreó; la debilidad de Cristo te redimió. La fortaleza deCristo hizo que lo que no era existiese; la debilidad deCristo hizo que lo que ya existía no pereciese. Nos hi-zo con su fortaleza, y nos salvó con su debilidad n.

A veces permite el Señor que notemos especial-mente el peso de nuestra condición humana. Paraentonces ha escrito nuestro Padre: cuando nos canse-mos —en el trabajo, en el estudio, en la tarea apostóli-ca—, cuando encontremos cerrazón en el horizonte, en-tonces, los ojos a Cristo: a Jesús bueno, a Jesús cansa-do, a Jesús hambriento y sediento. ¡Cómo te haces en-

(11) De nuestro Padre, Crónica 1968 p 761(12) Hebr. IV, 15.(13) San Agustín, In loannis Evangelium traclatus 15, 6.

DOMINGO 143

tender, Señor! ¡Cómo te haces querer! Te nos muestrascomo nosotros, en todo menos en el pecado: para quepalpemos que contigo podremos vencer nuestras malasinclinaciones, nuestras culpas. Porque no importan niel cansancio, ni el hambre, ni la sed, ni las lágrimas...Cristo se cansó, pasó hambre, estuvo sediento, lloró. Loque importa es la lucha —una contienda amable, por-que el Señor permanece siempre a nuestro lado— paracumplir la voluntad del Padre que está en los cielos(cfr. Ioann. IV, 34) u.

HIJOS míos, seguir a Cristo (...) es nuestra voca-ción. Y seguirle tan de cerca que vivamos con El, co-mo los primeros Doce; tan de cerca que nos identifi-quemos con El, que vivamos su Vida, hasta que llegueun momento, cuando no hemos puesto obstáculos, enel que podamos decir con San Pablo: no vivo yo, sinoque vive Cristo en mí (Galat //, 20) 15.

Vivir la vida del Señor no es una frase. Es unarealidad que se alcanza cuando nos enamoramos deJesucristo; cuando procuramos contemplarle, que esmirarle con amor; cuando luchamos por estar juntoa El, viviendo con entereza nuestra vocación. Porquesi de verdad tenemos amor a Jesucristo, si de verdadsentís esta entrega y este amor, con ganas y sin ganas,

(¡4) Amigos de Dios, n. 201.(15) De nuestro Padre, Meditación Vivir para la gloria de Dios, 21-XI-1954.

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144TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA III DOMINGO 145

lloviendo y con sol, en la calle y en la casa, de día yde noche, en el trabajo y en el descanso, en todo res-plandecerá el amor, y, con el amor, la alegría; y tam-bién ese sentido de responsabilidad, del que en tantasocasiones os he hablado, que os ayudará a ser san-tos 16, a identificarnos por completo con el Señor.

Nuestro plan de vida, junto con la formaciónque recibimos, nos lleva a seguir de cerca la vida deCristo, a tratar a su Humanidad Santísima. Porquecuando se ama a una persona se desean saber hastalos más mínimos detalles de su existencia, de su carác-ter, para así identificarse con ella. Por eso —escribiónuestro Padre— hemos de meditar la historia de Cris-to, desde su nacimiento en un pesebre, hasta su muertey su resurrección (...). Porque hace falta que la conoz-camos bien, que la tengamos toda entera en la cabezay en el corazón, de modo que, en cualquier momento,sin necesidad de ningún libro, cerrando los ojos, poda-mos contemplarla como en una película; de forma que,en las diversas situaciones de nuestra conducta, acu-dan a la memoria las palabras y los hechos del

Señor 17.Pero también nos ha enseñado nuestro Padre

que no se trata sólo de pensar en Jesús, de representar-nos aquellas escenas. Hemos de meternos de lleno enellas, ser actores. Seguir a Cristo tan de cerca como

(16) De nuestro Padre, Noticias VI-58, p. 21.(17) Es Cristo que pasa, n. 107.

Santa María, su Madre, como los primeros Doce, comolas santas mujeres, como aquellas muchedumbres quese agolpaban a su alrededor. Si obramos así, si no po-nemos obstáculos, las palabras de Cristo entrarán has-ta el fondo del alma y nos transformarán 1S.

Y si alguna vez sentimos el pasmo de esta empre-sa, de este vivir Cristo en mí, lo mismo que cuandosentimos todo el peso de nuestra miseria, de toda estapobre carne, de toda esta vileza, de este pobre barro,siempre tenemos presente esta llamada de Dios: de Je-sucristo, que es Dios, que es Hombre, que me entiende,porque es mi Padre, mi Hermano, mi Amigo... 19.

La Virgen Santísima, en cuyo seno quiso encar-narse el Hijo de Dios y que tan íntimamente le tratódurante más de treinta años, nos enseñará a enamo-rarnos más y más de la Humanidad Santísima delSeñor.

(18) £5 Cristo que pasa, n. 107.(19) De nuestro Padre, Palabras en la consagración del altar del oratorio de Pentecostés,

4-III-1957.

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146 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA III

LUNES

131.

—Docilidad en la dirección espiritual, para quitar de nues-

tro corazón lo que no es de Dios.

—Con la correspondencia a la gracia se divinizan el alma y

el cuerpo.

—Los frutos de la templanza.

EL ANTIGUO Testamento narra la historia deNaamán, general del ejército del rey de Siria que,enfermo de lepra, se puso en camino hacia Israel.Una esclava le había hablado de un profeta de Ya-vé, que vivía en Samaría, y que podría curarle desu mal. Después de un largo viaje, llegó Naamáncon sus caballos y carros, y se paró ante la puertade la casa de Elíseo. Y el profeta le mandó un men-sajero diciendo: ve, y lávate siete veces en el Jor-dán, y tu carne recobrará la salud, y quedarás lim-pio '.

Pero Naamán, ajeno a los caminos de Dios, noentendió. Yo creía que saldría a mí, y puesto en pieinvocaría el nombre de Yavé, su Dios, y tocaría consu mano el lugar de la lepra y me curaría. Pues qué,¿no son mejores el Abana y el Farfar, ríos de Damas-

(1) L. I (II Reg. V. 9-10).

LUNES 147

co, que todas las aguas de Israel, para lavarme enellas y limpiarme? 2.

Quería curarse, y para eso había hecho un viajetan largo; pero quizá esperaba una curación especta-cular, a la medida de sus deseos. Cuando, contraria-do, regresaba a su país, sus criados, más sencillos, ledijeron: Padre, aunque el profeta te hubiese mandadouna cosa difícil, debieras hacerla. ¿Cuánto más ha-biéndote dicho: lávate y serás limpio? 3.

Naamán recapacitó y reconoció con humildadque sus siervos tenían razón. Marchó, pues, y se lavósiete veces en el Jordán, conforme a la palabra delhombre de Dios, y su carne se volvió como la de unniño, y quedó limpio 4.

Un acto de humildad, de docilidad para seguirel consejo recibido, hizo posible el milagro. Es unaenseñanza que no debemos olvidar. En la Confiden-cia y en la Confesión recibiremos indicaciones quealguna vez, con visión humana, podrían parecerinútiles para combatir las malas inclinaciones, paravencer nuestras miserias. Sin embargo, la gracia deDios vendrá abundante con el cumplimiento de esosconsejos, cuando los vivimos con una docilidad lle-na de fe.

(2) Ibid., 11.12(3) Ibid. 13W) Ibid., u[

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¡Señor, con tu gracia, con la ayuda de NuestraMadre del Cielo, yo (...) dejaré que las manos de losDirectores me moldeen, para hacerme hermoso en tupresencia, fuerte, recio, eficaz! Para tener, de veras, entoda la vida interior y en el trabajo externo, este bullirlimpio, sobrenatural, de la sangre de familia 5.

MUCHOS leprosos había en Israel en tiemposde Elíseo profeta —dice el Señor en el Evangelio—;mas ninguno de ellos fue limpiado sino Naamán,natural de Siria 6. En estas palabras del Señor —co-menta San Ambrosio— (...) queda patente que no escurado ni limpiado de las manchas del cuerpo sinoel que busca la salud con esfuerzo. Pues los divinosbeneficios no se conceden a los que duermen, sinoa los que vigilan 7. Hay que corresponder a la gra-cia; y para esto, sostener con esfuerzo una actitudde vigilancia, prontos para rechazar lo que nosaparte de Dios.

Los sentidos son como las puertas del alma. Laspotencias espirituales se nutren de lo que les propor-cionan los sentidos. Por eso debemos guardarlos, pa-ra evitar que entre por ellos lo que hace daño al al-ma. Disipación. —Dejas que se abreven tus sentidos y

(5) De nuestro Padre, Meditación Con la docilidad del barro, 3-XI-1955.(6) Ev. (Luc. IV, 27).(7) San Ambrosio, Exposilio Evangelii secundum Lucam 4.

LUNES 149

potencias en cualquier charca. —Así andas tú luego:sin fijeza, esparcida la atención, dormida la voluntady despierta la concupiscencia.

— Vuelve con seriedad a sujetarte a un plan, que tehaga llevar vida de cristiano, o nunca harás nada deprovecho 8, nos recuerda nuestro Padre. Y San Agus-tín dice que, para vivir la virtud, hay que tener la mi-rada en Dios y vivir ofrecido a El9.

Tenemos que luchar contra nuestras pasiones,aumentando diariamente la vida de piedad. No mecanso de decir que, en la Obra, ninguno puede pensarque está desprovisto de los medios necesarios para lalucha. Tampoco me cansaré de repetir que, si algunoabandona esos medios, caerá. Es un síntoma evidente:cuando un alma está habitualmente apagada, sin vidao con una vida lánguida, es seguro que hace tiempoque ha dejado de luchar, que tiene el corazón vacío deDios, y lo va llenando de egoísmo, de comodidad, decarne (...). Alimentad, por tanto, el corazón con amorde Dios. ¡Dádselo todo!10.

Debemos amar a Dios con todo nuestro ser;también con nuestro cuerpo y nuestros sentidos,que han de ser instrumentos al servicio del Señor.Siempre resultará costosa esa tensión por centrar

o C<"*ino, n. 375.iL A 8 u s t i n . De beata vita 3, 18.

t'U) De nuestro Padre, Crónica, 1974, p. 219.

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nuestro ser en Dios, porque tendemos a lo que re-sulta placentero. Por eso hay que luchar. Hay algu-nos —observa San Gregorio— que quieren ser hu-mildes, pero sin ser despreciados; quieren contentar-se con lo que tienen, pero sin padecer necesidad;ser castos, pero sin mortificar su cuerpo (...). Cuan-do tratan de adquirir virtudes pero rehuyen los tra-bajos que las virtudes llevan consigo, es como si,no queriendo saber nada de los combates en elcampo de batalla, quisieran ganar la guerra vivien-do cómodamente en la ciudad u. Y así no es posi-ble vencer: vencen los que permanecen vigilantes,los que pelean, los que saben mortificarse de for-ma habitual. Y esas personas son, precisamente,las más felices. Porque lo que se necesita para con-seguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino uncorazón enamorado 12.

MI ALMA se consume y anhela los atrios del Se-ñor; mi corazón y mi carne exultan por el Dios vi-vo 13, leemos en el introito de la Misa de hoy. Es unainvitación a guardar el corazón y los sentidos, el al-ma y el cuerpo, sólo para Dios. Y como solos no po-demos nada, la Iglesia reza en la colecta: con amor

(11) San Gregorio Magno, Moralia 7, 28, 34.(12) Surco, n. 795.(13) Anl. ad irxtr. (fs. LXXXIII, 3).

LUNES 151

incansable, Señor, limpia y protege siempre a tu pue-blo; y como no puede vivir sin tu apoyo, gobiérnalocon tu constante bondad u.

¿Cómo guardar el corazón y los sentidos sólopara Dios? Amando la virtud de la templanza, quetiende a reprimir y pacificar las pasiones que an-sian lo que nos desvía de las leyes de Dios y de subondad, o lo que es lo mismo, de la bienaventuran-za (...). Esta es la función de la templanza: despojar-nos del hombre viejo y renovarnos en Dios, es de-cir, despreciar todos los placeres del cuerpo y lasalabanzas humanas, y referir todo su amor a las co-sas invisibles y divinas 15.

Templanza es señorío. No todo lo que experimen-tamos en el cuerpo y en el alma ha de resolverse arienda suelta. No todo lo que se puede hacer se debehacer. Resulta más cómodo dejarse arrastrar por losimpulsos que llaman naturales; pero al final de ese ca-mino se encuentra la tristeza, el aislamiento en la pro-pia miseria.

Algunos —escribe nuestro Padre— no desean ne-gar nada al estómago, a los ojos, a las manos; se nie-gan a escuchar a quien aconseje vivir una vida lim-pia. La facultad de engendrar —que es una realidadnoble, participación en el poder creador de Dios— la

(14) Oral.O5) San Agustín, De moribus Ecclesiae Calholicae et de moribus manicheorum I, cap.

XIX, nn. 35-36.

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152 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA III

utilizan desordenadamente, como un instrumento alservicio del egoísmo.

Pero no me ha gustado nunca hablar de impure-za. Yo quiero considerar los frutos de la templanza,quiero ver al hombre verdaderamente hombre, que noestá atado a las cosas que brillan sin valor, como lasbaratijas que recoge la urraca. Ese hombre sabe pres-cindir de lo que produce daño a su alma, y se dacuenta de que el sacrificio es sólo aparente: porqueal vivir así —con sacrificio— se libra de muchas es-clavitudes y logra, en lo íntimo de su corazón, sabo-rear todo el amor de Dios.

La vida recobra entonces los matices que la des-templanza difumina; se está en condiciones de preo-cuparse de los demás, de compartir lo propio con to-dos, dé dedicarse a tareas grandes. La templanzacría al alma sobria, modesta, comprensiva; le facili-ta un natural recato que es siempre atractivo, por-que se nota en la conducta el señorío de la inteli-gencia. La templanza no supone limitación, sinograndeza. Hay mucha más privación en la destem-planza, en la que el corazón abdica de sí mismo,para servir al primero que le presente el pobre soni-do de unos cencerros de lata 16.

Recurriendo con filial piedad a la Virgen, la tem-

153

planza producirá sus frutos, y el corazón y los senti-dos, la vida entera estará llena de Dios.

Si quieres ser fiel, sé muy mañano.Nuestra Madre —desde la embajada del Ángel,

hasta su agonía al pie de la Cruz— no tuvo más co-razón ni más vida que la de Jesús.

Acude a María con tierna devoción de hijo, y Ellate alcanzará esa lealtad y abnegación que deseas ".

(16) Amigos de Dios, n. 84. 07) Vía Crucis, XIII estación, punto 4.

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154 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA III MARTES 155

132.

MARTES

—La corrección fraterna asegura el ambiente de lealtad yconfianza propio de nuestro espíritu.—La corrección fraterna es un deber de caridad, a vecesgrave.—Es, además, una obligación de justicia con la Obra.

UNA vez Pedro quiso saber del Señor: ¿cuántasveces he de perdonar a mi hermano, cuando pequecontra mí? ¿Hasta siete? Jesús le respondió: no tedigo que hasta siete veces, sino hasta setenta vecessiete '; es decir, siempre, como El mismo hizo y con-tinúa haciendo. Y un ejemplo concreto de esa divi-na enseñanza es la parábola que les expone a conti-nuación: la de aquel siervo despiadado, que no qui-so perdonar a su compañero una pequeña cantidad,cuando a él le había sido condonada una deudaenorme.

El perdón es consecuencia y manifestación delamor. Yo no he necesitado aprender a perdonar, por-que Dios me ha enseñado a querer 2, decía nuestro Pa-dre. Por eso, en el trato con nuestros hermanos, nopodemos tener resquemores, ni resentimientos queenturbiarían —y hasta podrían anular— el cariño

(1) Ev. (Matth. XVIII, 21-22).(2) De nuestro Padre, Crónica, 1976, p. 907.

fraterno. Cuando es necesario, tenemos al alcanceun remedio eficacísimo: la corrección fraterna.

Aseguraba nuestro Fundador que en la Obra dis-ponemos de todos los medios para decir la verdad, sinherir, de manera que sea útil sobrenaturalmente. Seconsulta: ¿puedo hacer esta corrección fraterna? Tepueden responder que no conviene, porque no se tratade algo objetivo, o porque ya se lo ha dicho otro, oporque no hay motivo suficiente, o por otras razones.Si te responden que sí, haces la corrección fraterna en-seguida, cara a cara, porque la murmuración no cabeen la Obra, no puede haberla, ni siquiera la indirecta:la murmuración indirecta es propia de personas quetienen miedo a decir la verdad.

Hay un refrán que advierte: el que dice las verda-des, pierde las amistades. En el Opus Dei es al revés.Aquí la verdad se dice, por motivos de cariño, a solas,a la cara; y todos nos sentimos felices y seguros, conlas espaldas bien guardadas. No toleréis nunca la me-nor murmuración, y mucho menos si es contra algúnDirector 3.

Cuando tenemos algo que no está bien, nos ayu-dan con esa bendita corrección fraterna, que exige uncariño muy sobrenatural y hacerse mucha fuerza, por-que a veces cuesta mucho ejercitar la corrección frater-na. Con lealtad nos advierten lo que no va, y nos dan

(3) De nuestro Padre, Meditación Vivir para la gloria de Dios, 21-XI-1954.

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las razones. En cambio, detrás de ti están diciendo queeres un santazo, que eres más bueno que el pan.

¿No es esto una hermosura, hijos míos? Habla-mos de lealtad, y esto es lealtad humana. No men-timos, no afirmamos de otra persona que tiene unasexcelencias humanas de las que carece; pero no to-leramos jamás que se le critique a sus espaldas. Ylas cosas desagradables las decimos así, cariñosa-mente, para que las corrija4.

PREDICANDO en el círculo íntimo de sus discí-pulos, Jesús les mostraba la figura amable del BuenPastor que, teniendo cien ovejas, si una se descarría,deja las otras noventa y nueve en el aprisco y sale ensu busca.

Y nuestro Padre comentaba así esa alegoría delSeñor: no os olvidéis de que cada uno de vosotros, ade-más de ser oveja que está en este redil, de algún modo estambién Buen Pastor. Porque es deber de todos, y no só-lo de los Directores o Directoras y de los sacerdotes, ejer-cer una dirección espiritual, prudente y a veces heroica,con los hermanos que tienen alrededor5.

Procurar que cada uno de nuestros hermanossea santo es un deber que nos lleva a pensar en losdemás. Bonus Pastor animan suam dat pro ovibus

MARTES 157

(4) De nuestro Padre, Crónica, 1970, p. 1015.(5) De nuestro Padre, Carla, 28-111-1955, n. 30.

suis (Ioann. X, 11), el Buen Pastor da la vida por susovejas. Daréis vuestra vida, como buenos pastores devuestros hermanos, preocupándoos unos de otros concaridad, ejerciendo la corrección fraterna, cumpliendocon amor aquel mandato del Señor: compelle intrare(Luc. XIV, 23), ayudándoles a seguir con alegría el ca-mino de su dedicación al servicio de Dios.

Si el Señor quería que se obligara a ir a su cena apersonas extrañas, ¡cuánto más querrá que uséis unasanta coacción con los que son hermanos vuestros yovejas del mismo rebaño de Jesucristo! Esta hermosísi-ma coacción de caridad, lejos de quitar la libertad avuestro hermano, le ayuda delicadamente a adminis-trarla bien 6.

Como un modo práctico de vivir esa caridad delBuen Pastor, Jesucristo manifestaba a continuación:si tu hermano pecare, ve, y corrígele estando a solascon él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano 7.Nos lo repiten también estas palabras de la epístolaa los Hebreos: mirad, hermanos, que no se le maleeel corazón a ninguno de vosotros por la incredulidad,hasta abandonar al Dios vivo; sino exhortaos mutua-mente cada día, mientras perdura el "hoy", a fin deque ninguno de vosotros se endurezca en el engañodel pecado 8.

Advertir a nuestros hermanos de las desviacio-

(6) De nuestro Padre Carta, 28-111-1955, n. 32.(7) Malth. XVIII 15d)Hebr. III, 12-13.

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nes o los peligros en su camino hacia la santidad esun deber de caridad, a veces grave. Porque Dioscuenta con nuestras flaquezas, con nuestra debilidad,y con la debilidad de los demás; pero cuenta tambiéncon la fortaleza de todos, si la caridad nos une. Amadla bendita corrección fraterna, que asegura la rectitudde nuestro caminar, la identidad del buen espíritu 9.

SI LA práctica de la corrección fraterna es unaobligación de caridad con nuestros hermanos, estambién un deber de justicia hacia la Obra. La faltade alguien es nociva para la persona que la realiza—dice Santo Tomás—; pero también recae en dañode otros, que resultan lesionados y desedificados, eincluso lesiona el bien común. Por eso, procurar ,e/bien del hermano pertenece a la caridad; pero encuanto mira al bien común, es un acto de justicia 10.

No podéis ceder en las cosas que son de Dios n,nos ha advertido nuestro Padre. No podemos permi-tir que, por comodidad, dejadez o pereza, se origineen alguno un hábito ajeno al espíritu de la Obra, quepueda ocasionar un perjuicio a su alma, a las de losotros, al apostolado... Debéis tener la convicción deque, de alguna manera, todas las almas de la Obra de-penden de cada uno de nosotros: con tu conducta pue-

(9) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 56.(10) Santo Tomás, S. Th. II-II, q. 33, a. 1.(11) De nuestro Padre, Obras, IV-56, p. 9.

MARTES 159

des ayudar o puedes hacer daño a todos. Esta respon-sabilidad santa te dará fortaleza n. El mal de la parteacarrea un mal para el todo, y tenemos que procurarlo contrario: que la actuación de cada uno contribu-ya siempre al bien de la Obra, a su desarrollo. Poreso nuestro Fundador nos dice: cuando hacéis la co-rrección fraterna, además de vivir la caridad con vues-tros hermanos, estáis amando a la Obra, porque lasantificáis ".

Motivos de caridad y de justicia que nos impelena no inhibirnos, a practicar la corrección fraternasin retraernos por falsas razones. La doctrina es cla-ra: después de pensarlo en la presencia de Dios, aúntenemos un medio más para asegurar la objetividadde la corrección: la consulta al Director.

Haznos mantener siempre, Madre nuestra, Virgofidelis, esta responsabilidad de buen pastor, junto aun afán grande por conservar la pureza y la integri-dad del espíritu de la Obra.

(12) De nuestro Padre, n. 114.(13) De nuestro Padre, n. 133.

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133.

MIÉRCOLES

—El motivo sobrenatural de la obediencia: identificarse conla Voluntad divina.—La obediencia verdaderamente sobrenatural lleva a obede-cer aun en los mínimos detalles.—En la obediencia hay que tener iniciativa, y también pron-titud para deponer el propio juicio.

EN AQUEL tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:no penséis que he venido a abolir la Ley o los profe-tas; no he venido a abolirlos, sino a darles su pleni-tud \ El Señor viene a la tierra para dar cumplimien-to a la Voluntad del Padre. Y éste ha de ser siempretambién nuestro deseo: identificarnos con la Volun-tad divina en todo, y particularmente en los manda-tos y consejos de los Directores.

No obedecemos por atención a la persona, o por-que nos parezca útil lo que manda, sino porque el Di-rector es un instrumento de que se sirve el Señor pa-ra darnos a conocer su Voluntad. El estímulo másfuerte que tenéis para actuar —nos enseñó nuestroPadre—, es el sentido sobrenatural y humano de res-ponsabilidad en que os habéis formado. La mayoríade mis hijos viven y actúan, muchas veces físicamente,

161

(1) Ev. (Matth. V, 17).

lejos de sus Directores —aunque nunca les falta laatención espiritual necesaria, ni la continua forma-ción—, y me consta que, por esa razón, se esfuerzan enser más fieles a nuestro espíritu en sus actividades, quesi sintiesen más próximo un control inmediato. Ahoraentenderéis por qué os he repetido con frecuencia que,para cada uno de nosotros, el motivo más sobrenaturales porque me da la gana 2.

Obedecemos siempre con la misma delicadezaque pondríamos si el mismo Jesucristo nos lo indica-ra: todo lo que hagáis, hacedlo de buena gana, comoobedeciendo al Señor y no a los hombres 3, exhortaSan Pablo. Esa entrega obediente es fuente de efica-cia sobrenatural. Ya veis, hijas e hijos míos, lo queocurrió en Cana de Galilea: implete hydrias (Ioann. //,7), llenad las vasijas, había dicho Jesús, y el milagroviene. Así, con esa sencillez. Todo ordinario. Aquelloscumplían su oficio. El agua estaba al alcance de lamano. Y es la primera manifestación de la Divinidaddel Señor. Lo más vulgar se convierte en extraordina-rio, en sobrenatural, cuando tenemos la buena volun-tad de atender a lo que Dios nos pide 4.

Se precisa un gran sentido sobrenatural, una en-trega a Dios sin condiciones, para aceptar siemprecon docilidad las indicaciones de los que gobiernan,

(2) De nuestro Padre, Carta, 6-V-1945, n. 33.(3) Colos. III, 23.W De nuestro Padre. Carta, 14-IX-1951, n. 23.

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que se extienden exclusivamente a todo lo que se re-fiere al fin de la Obra. Es muy sobrenatural y muyheroico tener de modo estable la disposición de obe-decer rendidamente. ¡Qué bien has entendido la obe-diencia cuando me has escrito: "obedecer siempre esser mártir sin morir"!5. Obedecer una vez, y dos ve-ces, y tres es fácil. Obedecer siempre es heroísmo,fruto de una fe y un amor poco comunes. Y ésta es lafe y el amor que el Señor espera de nosotros. Así, in-cluso cuando la obediencia resulte costosa, no falta-rá la alegría íntima que da siempre el amor; y dire-mos: ¡Jesús, que haga buena cara!6.

COMO la Obra es una familia, aunque de vínculossobrenaturales, las órdenes son semejantes a las quesuelen emplearse en las familias de sangre: el mandatomás fuerte es por favor o una frase análoga 7. Formasdelicadas que, a quien entiende la obediencia, le lle-van a hacer las cosas inmediatamente.

Hay que estar pendientes de los Directores. Así—dice un Salmo— como los ojos de los siervos estánatentos siempre a los gestos y deseos de sus amos, asícomo la esclava tiene fijos sus ojos en su dueña, asínuestros ojos están clavados en el Señor Dios Nues-

(5) Camino, n. 622.(6) Camino, n. 626.(7) Catecismo, 5" ed., n. 94.

MIÉRCOLES 163

tro 8. El Señor quiere que nos dejemos guiar. En esetexto nos indica la actitud de la visión sobrenatural enla obediencia. Al vivir la obediencia —dice nuestroPadre—, debéis coger al vuelo las insinuaciones devuestros Directores, que nunca son coacción 9.

No olvidéis, hijas e hijos míos, que Cristo, aunqueera el Hijo de Dios, para darnos ejemplo, quiso apren-der a obedecer sometiéndose a los sufrimientos de laPasión y de la Muerte: cum esset Filius Dei, didicit exiis quae passus est oboedientiam (Hebr. V, 8)10. La ac-titud del Señor ilustra el camino que debemos se-guir: el de una prontitud delicada para responder aDios, a través de los Directores.

No se trata sólo de cumplir las indicaciones ex-presas, sino de identificarnos interiormente conquienes gobiernan. Vivir con fidelidad el espíritu dela Obra nos dará finura de espíritu para descubrirlos requerimientos divinos y obedecer. Muchas vecesserán detalles de poco relieve, pero que, si no secumplen, entorpecen la labor, porque impiden la ac-ción de la gracia. En los trabajos de apostolado nohay desobediencia pequeña u. Es menester obedecerhasta en lo mínimo: el verdadero obediente no des-precia jamás las cosas pequeñas u.

r a í n ' c x x a z

1 0 1 n n " e s l r o Padre' " • l é l

1 r n u e s t r ° Padre, Carta, 29-IX-1957, n. 59¡í •»"»«, n. 614.

I =>an Bernardo, De praecepto et dispensa 5.

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Es lo que el Señor quiere remacharnos en el Evan-gelio de la Misa de hoy. En verdad os digo que mien-tras no pasen el cielo y la tierra no pasará de la Ley nila más pequeña letra o trazo hasta que todo se cumpla.Así, el que quebrantare uno solo de estos mandamien-tos, incluso de los más pequeños, y enseñe a los hom-bres a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reinode los Cielos. Por el contrario, el que los cumpla y ense-ñe, será grande en el Reino de los Cielos 13.

Aun cuando se trate de algo de escasa importan-cia —desde un punto de vista exclusivamente huma-no— y nos lo indicasen como siempre, a modo de invi-tación, enseguida hemos de ver allí la ocasión de en-tregar nuestra actitud personal, de hacer propia la vo-luntad de los que dirigen, que velan por la eficacia delconjunto. Y siempre es una oportunidad para mejorarnuestra dedicación personal a Dios por amor. Y si,por alguna causa, tuviéramos un momento de vacila-ción, habríamos de levantar enseguida el pensamien-to a un plano sobrenatural: el enemigo: ¿obedecerás...hasta en ese detalle "ridículo"? —Tú, con la gracia deDios: obedeceré... hasta en ese detalle "heroico" u.

TODAS las ideas y soluciones personales, dentrode la materia de la obediencia para los miembros de

(13) Ev. (Matth. V, 18-19).(14) Camino, n. 618.

MIÉRCOLES 165

la Obra, por perfectas que parezcan, servirían de bienpoco si no tuvieran el sello, la garantía de que lo quie-re Dios. Hay que preguntar y consultar, para no andarnunca fuera del ámbito del querer de Dios, privadosde mérito, y para que el Señor no pueda hacernos estereproche: no me hagáis más sacrificios inútiles 15.

Además, nos sentimos libres y comprendidos a lahora de obedecer, con la espiritualidad de la Obra:porque nos mandan, teniendo en cuenta que somosgentes con inteligencia, con mayoría de edad, con res-ponsabilidad personal, que han de poner en la obe-diencia activamente su entendimiento y su voluntad, yque aceptan la responsabilidad consiguiente en cadaacto de obediencia. Somos seres vivos, hijos de Dios: alos muertos los sepultamos piadosamente 16.

Movidos por esa libertad efectiva, queremos re-frendar nuestra iniciativa con quien tiene misión degobierno para decidir. Así, llegado el caso, exponemostambién las posibilidades contrarias a aquello que senos haya indicado, para que las conozcan. Pero dis-puestos siempre a cumplir lo que nos dicen. Obedecesin tantas cavilaciones inútiles... Mostrar tristeza o des-gana ante el mandato es falta muy considerable. Perosentirla nada más, no sólo no es culpa —escribe nues-tro Padre—, sino que puede ser la ocasión de un venci-miento grande, de coronar un acto de virtud heroico.

05) ¡sai. I, 13.(16) De nuestro Padre, Carta, 31-V-1954, n. 22.

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166 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA III

No me lo invento yo. ¿Te acuerdas? Narra el Evan-gelio que un padre de familia hizo el mismo encargo asus dos hijos... Y Jesús se goza en el que, a pesar dehaber puesto dificultades, ¡cumple!; se goza, porque ladisciplina es fruto del Amor n.

Conocido el parecer del Director, pongámoslo en-seguida por obra, sin retrasos y con responsabilidadpersonal; precisamente la virtud de la obediencia nosda un ánimo pronto para cumplir la voluntad del quemanda 18. Y escribe nuestro Padre que al obedecer,hay que escuchar, porque no somos instrumentos inertesni pasivos, sin responsabilidad ni pensamiento. Y luego,con originalidad, con iniciativa, con espontaneidad, po-ner todas las energías de la inteligencia y de la voluntaden lo que se nos manda, para ejecutar todo lo que semanda y sólo lo que se manda. Otra cosa sería anárqui-ca. La obediencia en la Obra favorece el desarrollo detodos vuestros valores individuales y hace que, sin per-der vuestra personalidad, viváis, crezcáis y adquiráisuna mayor madurez, siendo la misma persona a los dosaños que a los ochenta y dos 19.

Acudiendo a la intercesión de la Santísima Vir-gen, pedimos al Señor: concédenos que por las salu-dables penitencias de la Cuaresma, y alimentados contu palabra, nos entreguemos a Ti de todo corazón -°.

(17) Surco, n. 378.(18) Santo Tomás, S. Th. II-II, q. 104, a. 2 ad 3.(19) De nuestro Padre, Carta, 6-V-1945, n. 39.(20) Oral.

JUEVES 167

134.

JUEVES

—La santa pureza es virtud para todos: afirmación gozosa

que requiere plenitud de amor.

—Humildad, sinceridad y santa pureza.

—El demonio modo. Consejos de nuestro Padre para ven-

cerlo.

LA IGLESIA nos invita a considerar la vida delos Santos Patriarcas del Antiguo Testamento paraque, al conocer por su lectura la historia de Abra-hám, de Isaac, de Jacob, de todos los justos, siguien-do sus pisadas, caminemos por la senda de la santi-dad, que ellos hicieron accesible con su esfuerzo. Confrecuencia me he ocupado de ellos —comenta SanAmbrosio—; mas hoy toca hacerlo de la historia deJosé. En él, aunque fueron muchas sus virtudes, sinembargo brilla de un modo especial la castidad. Esnatural que así como aprendisteis en Abrahám la fir-meza infatigable de la fe; y en Isaac, la pureza de uncorazón sincero; y en Jacob, la maravillosa pacienciade ánimo en las dificultades (...), el santo José nos seaahora propuesto como espejo de castidad 1.

Es el Apóstol San Pablo quien nos exhorta: her-manos, sed imitadores de Dios, como hijos suyos muyqueridos, y proceded con amor, a ejemplo de Cristo

(') San Ambrosio, De Ioseph 1.

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que nos amó y se ofreció a sí mismo a Dios en obla-ción y hostia de olor suavísimo (...), y toda especie deimpureza o de avaricia, ni aun se nombre entre voso-tros, como corresponde a los santos 2.

Muy lejos del alma ha de estar cuanto de algunamanera pueda empañar la santa pureza, que es vir-tud para todos. Por eso, al recordaros ahora que elcristiano ha de guardar una castidad perfecta, me es-toy refiriendo a todos: a los solteros, que han de ate-nerse a una completa continencia; y a los casados, queviven castamente cumpliendo las obligaciones propiasde su estado.

Con el espíritu de Dios, la castidad no resulta unpeso molesto y humillante. Es una afirmación gozosa:el querer, el dominio, el vencimiento, no lo da la car-ne, ni viene del instinto; procede de la voluntad, sobretodo si está unida a la Voluntad del Señor. Para sercastos —y no simplemente continentes u honestos—,hemos de someter las pasiones a la razón, pero por unmotivo alto, por un impulso de Amor 3.

Hemos de proceder con amor: con un amor celo-so, grande y total, que nada oscurezca. San Pablo nosrecuerda: en otro tiempo erais tinieblas; mas ahorasois luz en el Señor. Andad, pues, como hijos de laluz 4. Y ese andar como hijos de la luz requiere de no-

(2) Ephes. V, 1-3.(3) Amigos de Dios, n. 177.(4) Ephes. V, 8.

JUEVES 169

sotros lucha llena de rectitud, sin diálogo con esas co-sas perversas, que suben y suben, hirviendo dentro deti*.

Un día —el día que nos decidimos a servir aDios en su Obra— escogimos un camino, y la elec-ción fue para siempre; lucharemos tantas veces co-mo permita el Señor que seamos tentados, peronuestra actitud debe ser diáfana: no hay lugar paraconcesiones parciales, porque todo reino divididocontra sí mismo será devastado 6.

NUESTRA castidad es una afirmación gozosa, untriunfo, que nos da una paternidad maravillosa, muysuperior a la de la carne.

Y no tengamos miedo de decir que tenemos defec-tos. Las malas inclinaciones de nuestra naturaleza sesienten lo mismo a los veinte años que a los cincuenta.Hay que saber decir que no por el gran Amor, con ma-yúscula. ¡Hijos míos, no lo olvidéis en la vida!

Por tanto, tenemos que ser humildes 7.

Para ser castos, limpios, nos apoyamos en el co-nocimiento de la personal fragilidad, y en el amor deDios y de su Madre purísima, que no nos niegan suayuda. Aprendamos a ser humildes, insiste nuestro

(5) Ca,(6) iP ) l

«lino, n. 493'• (£uc. XI, 17).• nuestro Padre, Tertulia, 9-XI-1960.

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Padre. Para custodiar el Amor se precisa la prudencia,vigilar con cuidado y no dejarse dominar por el mie-do. Entre los autores clásicos de espiritualidad, mu-chos comparan al demonio con un perro rabioso, suje-to por una cadena: si no nos acercamos, no nos morde-rá, aunque ladre continuamente. Si fomentáis en vues-tras almas la humildad, es seguro que evitaréis lasocasiones, reaccionaréis con la valentía de huir; y acu-diréis diariamente al auxilio del Cielo, para avanzarcon garbo por este sendero de enamorados 8.

Será la humildad lo que nos lleve a emplear ade-más otro medio eficacísimo: la sinceridad. Sed siempresinceros. Sinceros con vuestros Directores y con vues-tros hermanos sacerdotes; sinceros finalmente con voso-tros mismos 9.

Es lógico que sintamos en el corazón las inclina-ciones de la concupiscencia. Pero, para vencerlas,con la gracia de Dios, basta que acudamos con hu-mildad y sinceridad a la dirección espiritual que nosproporciona la Obra. Un enfermo que se quiere curar—escribía nuestro Padre—, va a un médico determi-nado, que le conoce bien, y no superficialmente. Nopone el menor obstáculo para que el médico le exami-ne con detenimiento.

Y el médico, si cumple con su deber, procurará queel enfermo le diga todo lo que le pasa, y que —por debí-

(8) Amigos de Dios, n. 180.(9) De nuestro Padre.

JUEVES 171

lidad, por inadvertencia— no deje de contarle algunacosa que pueda ser de interés. Y el enfermo, si no es unloco, se apresurará a decir al médico todos los síntomas,todas las circunstancias que puedan ser manifestacionesde su enfermedad, hasta las más nimias 10.

Ocultar algo, aun en pequeñas cosas, sería aleja-miento de la luz, juego peligroso que cerraría laspuertas a la curación. La sinceridad, en cambio, esya en sí misma una muestra clara de buena volun-tad, de que se desea vivir como hijos de la luz; y elfruto de la luz consiste en proceder con toda rectitud,con justicia y con verdad ".

EN AQUEL tiempo, estaba Jesús lanzando un de-monio, que era mudo 12. Recordándonos esta escenade la vida de Jesús, recogida por el Evangelio de laMisa de hoy, nos decía nuestro Fundador: en Casa, sinos preocupa algo, lo contamos. Porque ninguno ten-drá el demonio mudo; ¿verdad, hijos? 13.

El demonio mudo es el único enemigo considera-ble. Tres milagros hizo el Señor para poder curar aaquel endemoniado del Evangelio: hacer que escucha-ra, porque no quería escuchar; hacer que hablara, por-que no quería hablar; y hacer que se fuera, porque

00) De nuestro Padre, Carta, 28-IIM955, n. 20.(U)Ephes. V 8-9]2) Ev. (Luc. XI, 14).

1'3) De nuestro Padre, Crónica XI-62, p. 72.

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tampoco quería irse. De modo que no deis lugar a quetengan que obrarse en vosotros esos tres milagros: ¡ha-blad claro!

¿Qué creéis que somos los demás? Yo también mesiento lleno de miserias: lo más bellaco y lo más villa-no, lo más miserable que pueda hacer un hombre, esosoy capaz de hacer yo también, si Dios me deja de sumano. Nunca me avergonzaré de lo que pueda contar-me un hijo mío, e igual les pasa a vuestros hermanos.

Hay que hablar con confianza plena. Si no ha-bláis, se acabó todo: es el principio del fin. Si sois sin-ceros, pase lo que pase seréis fieles y seréis felices 14.

Si alguna vez nos hallásemos en circunstanciasen que —por falsa vergüenza, por soberbia oculta—nos costase más hablar, y empezara a apoderarse denosotros el demonio mudo, hemos de reaccionar conprontitud y energía, y con sentido común. Cuando yoiba —recordaba nuestro Fundador— con vuestroshermanos a explicar el catecismo en unos barrios po-bres, en Madrid, enseñábamos a los niños a ser since-ros en la Confesión. Y a aquellos niños les decía lomismo que digo ahora tantas veces a la gente mayor ytambién a mis hijos:

Tú suponte que una persona camina con una pie-dra grande en la espalda y con los bolsillos llenos depiedrecitas que, entre todas, pesan cien gramos...

(14) De nuestro Padre, Tertulia, 2-X-1969,

JUEVES 173

Cuando llegue al final del trayecto, ¿verdad que no sa-cará una a una las piedras de los bolsillos quedándo-se, mientras, con la grande encima? Hijos míos, puesvosotros igual. Lo primero que tenéis que hacer esechar fuera lo que pesa, ¿está claro? 15.

Os lo repetiré siempre, con machaconería, insistenuestro Padre: para ser fieles, sed sinceros. Para serfieles, sed muy humildes y nunca os dejéis dominarpor el miedo a los Directores. Están para ayudarnos;también cuando con mano de padre, dura pero seguray llena de cariño, nos impiden que vayamos por un ca-mino que no es el bueno 16.

La Virgen Nuestra Señora, Madre del Amor Her-moso, nos quiere humildes y sinceros. Ella nos ayu-dará a conservar siempre limpio el corazón, a llenar-lo de amor de Dios.

(15) De nuestro Padre, Noticias XI-63, p. 15.(16) De nuestro Padre.

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VIERNES

TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA III

135.

—Una característica de nuestra vida interior es pensar siem-pre en la santidad de los demás.—Somos corredentores con Cristo: serenidad y alegría.—Sentido de responsabilidad en el amor a la Obra y a nues-tros hermanos.

UN DOCTOR de la Ley había preguntado al Se-ñor cuál era el principal mandamiento. Cristo le res-pondió citando las palabras del Deuteronomio: el pri-mero es: escucha, Israel, el Señor Dios nuestro es elúnico Señor; y amarás al Señor tu Dios con todo tucorazón y con toda tu alma y con toda tu mente y contodas tus fuerzas. El segundo es éste: amarás a tu pró-jimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento ma-yor que éstos '.

Las palabras de Jesús recuerdan cuál es el cen-tro de toda vida auténticamente cristiana, en uncompendio perfecto: la tarea de concretar los deta-lles la deja a la responsabilidad de sus oyentes. Yeso es lo que vamos a hacer hoy en este rato de ora-ción, guiados por una meditación predicada haceaños por nuestro Padre.

Cada persona acomoda las cosas generales a su

(1) Ev. {Marc. XII, 29-31).

VIERNES 175

necesidad, y a sus circunstancias concretas. Con el mis-mo género de tela se hacen trajes muy distintos: unosmás grandes y otros más pequeños, unos más anchos yotros más estrechos. Millones de hombres toman lamisma medicina, y cada uno la usa según su necesi-dad personal. Cuando esas particularidades o esas cir-cunstancias son más o menos permanentes, originanun modo específico de mirar la vida. Todos tenemosexperiencia, por ejemplo, de lo que podríamos llamarla psicología o el prejuicio psicológico de la profesión.Un médico, si se fija en una persona por la calle, ins-tintivamente quizá piense: está enfermo del hígada; sila ve un sastre, dirá: va mal vestido; si es un zapatero,posiblemente pensará: qué buenos zapatos lleva...

Mirad, hijos míos: si esto pasa en la vida profesio-nal, en las cosas humanas, también en lo espiritual su-cede lo mismo. Nosotros tenemos una vida interior par-ticular, propia, en parte común sólo a nosotros. Carac-terística de esa vida interior de los miembros de laObra, que ha de darnos a cada uno un modo particu-lar de ver las cosas, es procurar activamente la santi-dad de los demás. No amamos a Dios si nos dedicamosa pensar sólo en nuestra propia santidad: hay que pen-sar en los demás, en la santidad de nuestros hermanosy de todas las almas.

Después de mi muerte, podéis romper el silencioque vengo guardando desde hace tanto tiempo, y gri-tar, gritar. He tenido que callar por años y añossfentre

i papeles encontraréis muchas exhortaciones a la

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prudencia, al silencio, a vencer las dificultades con laoración y la mortificación, con la humildad, con eltrabajo y los hechos, y no sólo con la lengua. Habíauna cosa que me impedía hablar, que me llevaba a ca-llar, y que tiene relación con todo el preámbulo que hevenido haciendo. Yo tenía —no es cosa mía, es graciade Dios Nuestro Señor— la psicología del que no se en-cuentra nunca solo, ni humana ni sobrenaturalmentesolo. Tenía un gran compromiso divino y humano. Yquisiera que vosotros participaseis también de estegran compromiso que persiste y persistirá siempre.

No me he encontrado nunca solo. Esto me ha he-cho callar ante cosas objetivamente intolerables: ¡hu-biera podido producir un buen escándalo! Era muy fá-cil, muy fácil... Pero no, he preferido callar, he prefe-rido ser yo personalmente el escándalo, porque pensa-ba en los demás.

No tenemos más remedio que contar con ese—vamos a llamarlo así— prejuicio psicológico de pen-sar habitualmente en los demás, tener este punto devista determinado, propio, exclusivo nuestro. Querríaque lo considerarais cuando estéis dispersos por todaslas Regiones. No os asustéis nunca de la imprudenciade la gente, pero los que tenemos misión de velar porlos demás, no podemos permitirnos ese lujo: al contra-rio, hemos de concedernos el lujo de la prudencia, dela serenidad, de la caridad que a nadie excluye 2.

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(2) De nuestro Padre, Meditación Señal de vida interior, 3-III-1963.

EL SEÑOR nos ha dado el sistema, en el OpusDei, para que la Cruz que El mismo nos impone —opermite que nos impongan las circunstancias, las co-sas o las personas—, para que la Cruz que El ha he-cho para nosotros, no pese: y ese sistema es amar laCruz de Cristo, es llevar la Cruz serenamente, a plo-mo, sin dejarla caer, sin arrastrarla; es abrazarse a lacontradicción, la que sea —interna y externa—, y sa-ber que todas tienen su fin, y que todas son un teso-ro maravilloso. Cuando se trata realmente de la Cruzde Cristo, esa Cruz ya no pesa, porque no es nuestra:no es ya mía, sino de El, y El la lleva conmigo. Deeste modo, hijos, no hay pena que no se venza conrapidez, y no habrá nadie que pueda quitarnos lapaz y la alegría.

Diligam te, Domine, fortitudo mea! (Ps. XVII, 2):te amo, Señor, porque Tú eres mi fortaleza: quia tues, Deus, fortitudo mea (Ps. XLII, 2). ¡Descanso enTi! ¡No sé hacer ninguna cosa, ni grande ni pequeña—no hay cosas pequeñas, si las hago por Amor—, siTú no me ayudas! Pero si pongo mi buena voluntad,el brazo poderoso de Dios vendrá a fortalecer, a tem-plar, a sostener, a llevar aquel dolor; y ese peso yano nos abruma.

Pensadlo bien, hijos míos; pensad en las circuns-tancias que a cada uno os rodean: y sabed que nos sir-ven más las cosas que aparentemente no van y noscontrarían y nos cuestan, que aquellas otras que al pa-recer van sin esfuerzo. Si no tenemos clara esta doctri-

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na, estalla el desconcierto, el desconsuelo. En cambio,si tenemos bien cogida toda esta sabiduría espiritual,aceptando la voluntad de Dios —aunque cueste—, enesas circunstancias precisas, amando a Cristo Jesús ysabiéndonos corredentores con El, no nos faltará laclaridad, la fortaleza para cumplir con nuestro deber:la serenidad.

Decidle a Jesús conmigo: ¡Señor, queremos sóloservirte! ¡Sólo queremos cumplir nuestros deberes par-ticulares, y amarte como enamorados! Haznos sentirtu paso firme a nuestro lado. Sé Tú nuestro únicoapoyo. Nada os robará la paz, hijos míos; si vivíscon esa confianza, nada os podrá quitar la alegría;nadie podrá hacer vacilar nuestra serenidad: en la vi-da todo tiene arreglo menos la muerte, y la muertees, para nosotros, Vida.

¿No sabéis que los que corren en el estadio, todoscorren, pero uno solo alcanza el premio? (I Cor. IX,24). Si alguna ascética dentro de la Iglesia tiene esecarácter deportivo, es la ascética propia de nuestraObra. El deportista insiste, el buen deportista pasamucho tiempo entrenándose, preparándose. Si se tratade saltar, lo intenta una y otra vez. Le ponen la barramás alta, y quizá no logra superarla; pero porfía te-nazmente, hasta que sobrepasa el obstáculo.

Hijos míos, la vida es esto. Si comenzáis y reco-menzáis, va bien. Si tenéis moral de victoria, si hay lu-cha, con la ayuda de Dios, ¡saltáis! ¡No hay dificultadque no se venza! Cada día será para nosotros ocasión

VIERNES 179

de renovarnos, con la seguridad de que llegaremos alfinal de nuestro camino, que es el Amor 3.

DAN PENA los que se han torcido un pie, y nosaben sufrir con espíritu cristiano, deportivo, y no tole-ran que intervenga el médico y el masajista, ¡y dicenque no quieren volver a saltar!

Quien se prepara para la lucha —os leo de nuevounas palabras de San Pablo—, de todo se abstiene, yeso para alcanzar una corona perecedera, pero noso-tros la esperamos eterna (I Cor. XI, 25). Hay que po-ner los medios, los que consiente nuestra debilidad.Muchos llevan una vida sacrificada por un motivosimplemente humano; no se acuerdan esas pobres cria-turas de que son hijos de Dios, y se mueven quizá porsoberbia, por destacar: se abstienen de todo (Ibid.). Ytú, hijo mío, que tienes a la Obra, tu Madre; y que tie-nes a tus hermanos, mis hijos, ¿qué haces?, ¿con quésentido de responsabilidad reaccionas?

Más de una vez, a los que se tuercen los tobillos, alos que se dislocan las muñecas, les he dicho que noestán solos. Tú, mi hijo, no tienes derecho a volver lacara atrás, a condenar tu alma o, al menos, a ponerteen grave e inminente peligro de perderla. Además, notienes derecho a dejar esa carga que el Señor, amorosa

(3) De nuestro Padre, Meditación Señal de vida interior, 3-IIM963.

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y confiadamente, ha puesto sobre tus hombros. No tie-nes derecho a prescindir de la Obra y de tus hermanos,de tus responsabilidades. Yo te quiero pedir, Jesús Se-ñor Nuestro, que nunca más nos apartemos del caminopor las dificultades, que nunca más dejemos de tomartu Cruz y de llevarla gustosos sobre nosotros.

¿Veis cómo en todo se manifiesta esa psicología deque os hablaba? ¿ Veis cómo hacemos la oración desdenuestro punto de vista, a la medida, según nuestra ne-cesidad personal, que no es solamente nuestra, sino ne-cesidad de todos vuestros hermanos, de la Obra ente-ra? Enseñad a los demás esta doctrina, acomodándolaa las circunstancias personales de cada uno. Llevad avuestros hermanos este pensamiento que os he predica-do tanto. Repetid, por todos lados, las cosas que hemosconsiderado juntos en este rato de oración.

Voy corriendo, no como quien corre a la ventura;peleo, no como quien tira golpes al aire, sino que cas-tigo mi cuerpo y lo esclavizo, no sea que, habiendopredicado a los otros, venga yo a ser reprobado (I Cor.IX, 27). Piensa si tú y yo podemos decir esto, con elApóstol. Hijos míos, creo que para la oración de hoybasta ya. Hay que ser fieles a esas pequeñas mortifica-ciones, las corrientes, las de cada día. Y recibir ade-más todas las mortificaciones pasivas que el Señor nosmande: llevar una vida personal, de tal calidad, quehaga imposible ese ser reprobado de que nos hablaSan Pablo.

Un hombre que lucha, que comienza y recomienza,

VIERNES 181

que se agarra una y otra vez a la Cruz de Cristo, ésemarcha. Pero nosotros también debemos poner siem-pre, aun en el más pequeño cumplimiento, un motivode preocupación por los demás, por vuestros hermanos.Hemos de pensar constantemente —como un modomuy nuestro de ver las cosas— que no estamos solos,que no es lógico que estemos solos. Hemos de pensarsiempre en los otros: en todas las almas 4.

A la Santísima Virgen, siempre pendiente de lasnecesidades de sus hijos, pedimos hoy que nos ense-ñe a tener, jornada tras jornada, una preocupaciónbendita por las almas de nuestros hermanos.

(4) De nuestro Padre, Meditación Señal de vida interior, 3-IIM963.

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136.

SÁBADO

—Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes.—Obtendremos la humildad, si la pedimos al Señor y reco-nocemos las personales miserias.—La vida de infancia, camino para conseguir la humildad.

ANTES de narrar la parábola del fariseo y delpublicano, que se recoge en el Evangelio de la Misade hoy, San Lucas se preocupa de señalar que Jesu-cristo hablaba a ciertos hombres que presumían dejustos y despreciaban a los demás K La advertenciadel evangelista nos hace caer en la cuenta, una vezmás, de que la caridad —virtud que nos hace partíci-pes de la misma vida divina— es fundamental en lavida cristiana: si yo hablo las lenguas de los hombresy de los ángeles —escribe San Pablo—, pero no tengocaridad, vengo a ser como un metal que suena o'unacampana que retiñe 2. Y vemos también —la expe-riencia nos lo enseña— que sin humildad no hay ca-ridad: caridad con Dios, caridad con los demás.

La parábola que nos propone el Señor no dejalugar a dudas: el fariseo ha entrado en el templo aorar, y no ha sido capaz de hacer el más pequeño ac-to de amor. El es el centro de sus pensamientos y el

(1) Ev. (Luc. XVIII, 9).(2) I Cor. XIII, 1.

SÁBADO 183

objeto de su propia estimación: se limita a dar gra-cias a Dios por lo que considera que hace bien, perono mira —no quiere ver— sus pecados, su falta decorrespondencia: no es sincero con Dios. Y, comoconsecuencia, en vez de alabar a Dios, se alaba a símismo. No hay amor en su alma, no tiene caridad.

Solamente Dios —Creador de todas las cosas—puede tenerse como fin a sí mismo. Los demás so-mos criaturas: nuestro fin está en Dios. El soberbio,en cambio, se convierte en fin de sus propios actos, yese amor desordenado a la propia excelencia no dejasitio a la caridad, que consiste en amar a Dios sobretodas las cosas y a los demás —incluido uno mis-mo— por Dios.

Pero volvamos a la escena del Evangelio. El fari-seo está de pie. Ora, da gracias por lo que es, por loque hace. Está satisfecho. Se compara con los demás yse considera más justo, mejor cumplidor de la ley. Yno piensa que Dios se merece más de dos ayunos porsemana y más, muchísimo más que los diezmos queentrega. El pecado de los fariseos no consistía en no veren Cristo a Dios, sino en encerrarse voluntariamente ensí mismos; en no tolerar que Jesús, que es la luz, lesabriera los ojos (cfr. Ioann. IX, 39-41). Esta cerrazón tie-ne resultados inmediatos en la vida de relación connuestros semejantes. El fariseo que, creyéndose luz, nodeja que Dios le abra los ojos, es el mismo que tratarásoberbia e injustamente al prójimo: yo te doy gracias deque no soy como los otros hombres, que son ladrones, in-

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justos, adúlteros, ni tampoco como este publicano (Luc.XVIII, 11), reza 3. En cambio, el publicano —que tam-bién ha pecado—, es humilde y confía en la misericor-dia de Dios. Y Dios, que resiste a los soberbios y da sugracia a los humildes i, le justifica.

Seamos, pues, humildes, hermanos —escribe SanClemente Romano—, deponiendo toda jactancia, os-tentación, insensatez y arrebatos de ira, y cumplamoslo que está escrito (...). Porque a los humildes pertene-ce Cristo, no a los que se exaltan sobre su rebaño. ElSeñor Jesucristo, teniendo el cetro de la grandeza deDios, no vino al mundo con aparato de arrogancia nide soberbia, aunque hubiera podido, sino en espíritude humildad, conforme a lo que había dicho de El elEspíritu Santo: "yo soy un gusano y no un hombre,oprobio de los hombres y desecho de la plebe" (Ps.XXI, 7) (...). Mirad, carísimos, qué ejemplo se nos pro-pone. Pues si hasta ese extremo se humilló el Señor,¿qué será conveniente que hagamos nosotros, los quepor El nos hemos puesto bajo el yugo de su gracia?5.

SEREMOS humildes si se lo pedimos al Señorcon tesón y confianza, si de veras estamos convenci-dos de que sólo El puede hacer que la virtud prendaen el alma. Además hay que disponerse a recibirla y

(3) Es Cristo que pasa, n. 71(4) lacob. IV, 6.(5) San Clemente Romano, Epístola ad Corinthios XIII, 1 y XVI, 1, 2, 15 y 17.

SÁBADO 185

reconocer la propia nada. De Dios hemos recibido to-do, hasta el polvo de que estamos hechos; no somosmás que receptáculos de los dones divinos.

Meditar frecuentemente esta realidad es presu-puesto de la verdadera vida interior, porque la hu-mildad es la virtud que nos ayuda a conocer, simultá-neamente, nuestra miseria y nuestra grandeza.

Nuestra miseria resalta con demasiada evidencia. Nome refiero a las limitaciones naturales: a tantas aspira-ciones grandes con las que el hombre sueña y que, encambio, no efectuará nunca, aunque sólo sea por falta detiempo. Pienso en lo que realizamos mal, en las caídas,en las equivocaciones que podrían evitarse y no se evitan.Continuamente experimentamos nuestra personal inefi-cacia. Pero, a veces, parece como si se juntasen todas estascosas, como si se nos manifestase con mayor relieve, paraque nos demos cuenta de cuan poco somos. ¿Qué hacer?

Expecta Dominum (Ps. XX VI, 14), espera en el Se-ñor; vive de la esperanza, nos sugiere la Iglesia, conamor y con fe. Viriliter age (Ibid.), pórtate varonil-mente. ¿Qué importa que seamos criaturas de lodo, sitenemos la esperanza puesta en Dios? Y si en algúnmomento un alma sufre una caída, un retroceso —noes necesario que suceda—, se le aplica el remedio, co-mo se procede normalmente en la vida ordinaria con*a salud del cuerpo, y ¡a recomenzar de nuevo!6.

Esto es lo que no sabe el fariseo de la parábola.

(6) Amigos de Dios, n. 94.

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El se siente satisfecho con su vida aparentementellena, cumplida, sin que le falte nada —ni siquieraDios—, a quien en realidad no ama. Es la suya unaexistencia inútil, encerrada en sí misma. Se le esca-pa la infinita distancia entre Dios y él, olvida sus pe-cados de omisión, y nunca ha llegado a saber que elpropio conocimiento nos lleva como de la mano a lahumildad 7.

No es suficiente orar, ni dar gracias, ni recono-cer los dones recibidos de Dios. Es preciso utilizar-los, hacerlos rendir, y arrodillarse luego reconocien-do la miserias personales y la falta de corresponden-cia a los dones divinos, sin miedo a tener que adop-tar la actitud del publicano. Si obraras conforme alos impulsos que sientes en tu corazón y a los que larazón te dicta, afirma nuestro Padre, estarías de con-tinuo con la boca en tierra, en postración, como un gu-sano sucio, feo y despreciable... delante de ¡ese Dios!que tanto te va aguantando 8.

PARA ser humildes de verdad es preciso sentirseniños, muy niños delante de Dios, con la concienciade la propia debilidad. Nos lo enseña Jesucristo mis-mo cuando, ante las disputas de los discípulos sobrequién iba a ser el mayor en el Reino de los Cielos, to-mando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abra-

(7) Camino, n. 609.(8) Camino, n. 597.

SÁBADO187

zó y les dijo: el que reciba en mi nombre a uno de es-tos niños, a mí me recibe; y quien me recibe, no merecibe a mí, sino al que me envió 9. Y comenta nues-tro Padre: ¿no os enamora este modo de proceder deJesús? Les enseña la doctrina y, para que entiendan,les pone un ejemplo vivo. Llama a un niño, de los quecorrerían por aquella casa, y le estrecha contra su pe-cho. ¡Este silencio elocuente de Nuestro Señor! Ya loha dicho todo: El ama a los que se hacen como niños.Después añade que el resultado de esta sencillez, de es-ta humildad de espíritu es poder abrazarle a El y alPadre que está en los cielos 10.

La sabiduría cristiana —enseña San León Mag-no— no consiste en la abundancia de palabras, ni enlas argucias del discutir, ni en el deseo de gloria y dealabanza, sino en la verdadera y voluntaria humildadque el Señor eligió y enseñó a todos con fortaleza des-de el seno materno hasta el suplicio de la cruz. Y así,cuando disputaban sus discípulos entre sí, según narrael evangelista, sobre quién de ellos sería "el mayor enel reino de los cielos, llamando a un niño, lo puso enmedio de ellos, y dijo: os doy mi palabra de que si no osconvertís y hacéis como los niños, no entraréis en elReino de los Cielos" (Matth. XVIII, 1-4),

Ama Cristo la infancia, que El mismo recibió encuerpo y alma. Ama Cristo la infancia, maestra de hu-

(9) Marc. IX, 36-37.(10) Amigos de Dios, n. 102.

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mudad, regla de la inocencia, jornia de la mansedum-bre. Ama Cristo la infancia, y a ella encamina las cos-tumbres de los mayores, y hace volver la edad de losancianos; e inclina con su ejemplo a los que destinapara el reino eterno n.

Es preciso sentir siempre que se nos ha dado lavida para servir a Dios. Y nuestra incapacidad —sisomos niños— se resuelve en acudir al amor miseri-cordioso de nuestro Padre Dios, que sólo espera esaactitud humilde del alma para llenarla de sus dones,de su eficacia.

No podemos complacernos en nosotros mismos.Nada somos, nada tenemos, nada podemos. Gocémo-nos en nuestro Dios, de quien todo bien procede. Ale-grémonos, porque somos hijos suyos, porque nosama con locura. Este gozo no nos quitará humildad.Es verdad, somos muy pequeños, pero precisamentepor eso Dios tiene más cuidado de nosotros, nos per-dona con más facilidad.

El Señor adornó a María con tantos dones por-que vio su humildad. A nuestra Madre acudimos: nosacogemos bajo tu amparo: sub tuum praesidium. De-bajo de ese manto —de tu manto— hemos crecidosiempre, como crecen los niños en los brazos de su ma-dre. Que tú seas siempre nuestra Maestra, para queaprendamos a tratar y a querer a tu Hijo 12.

(11) San León Magno, Homilía 7 in Epiphania Domini.(12) De nuestro Padre, Noticias 111-56, p. 14.

DOMINGO 189

137.

DOMINGO IV DE CUARESMA

—Alegría ante la proximidad de la Redención.—Confianza en el Señor, que está siempre dispuesto a per-donarnos.—Manifestaciones de esa confianza.

AVANZADA la Cuaresma, los altares se cubrende flores, y resuena en los textos litúrgicos una lla-mada a la alegría: "laetare": alégrate, Jerusalén; con-vocad la asamblea los que la amáis; llenaos de alegríalos que estáis tristes l.

Jesús sigue su marcha hacia la Ciudad Santa; seacerca ya el momento tan deseado de abrazarse a laCruz, y la Iglesia se llena de júbilo pensando en laredención del género humano. Hermanos, en otrotiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en elSeñor2. Alabad, pues, a Yavé porque es benigno; can-tad himnos a su nombre porque es suave 3.

La Iglesia, al hacernos meditar estos pasajes de lavida de Cristo, nos recuerda que, en el tiempo de Cua-resma, en el que nos reconocemos pecadores, llenos deniiserias, necesitados de purificación, también cabe laalegría. Porque la Cuaresma es simultáneamente tiem-

(1) Ant. ad Intr. (cfr. Isai. LXV1, 10).(2) L. II (A) (Ephes. V, 8).(3) Ps. CXXX1V, 3.

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po de fortaleza y de gozo: hemos de llenarnos de alien-to ya que la gracia del Señor no nos faltará, porqueDios estará a nuestro lado 4.

Hoy, sin dejar de vivir el espíritu de penitencia,hemos de llenarnos especialmente del gaudium cumpace, que el Señor nos da con generosidad divina. Nisiquiera el dolor de nuestros pecados, aunque seanmuchos, puede privarnos del contento, pues Dios,que es rico en misericordia, por la extremada caridadcon que nos amó, aun cuando estábamos muertos porlos pecados, nos dio la vida juntamente en Cristo 5.

Tenemos cerca el perdón, la misericordia, lacompasión divina, la sobreabundancia de la gracia.Unas jornadas más, y el misterio de nuestra saludquedará consumado. Si sentimos el cansancio del es-fuerzo y de la lucha, éste es el momento de cobrarnuevos ánimos. Si alguna vez hemos tenido miedo ala penitencia, a la expiación, llenémonos de valor,pensando en que el tiempo es breve y el premio gran-de, sin proporción con la pequenez de nuestro esfuer-zo. Sigamos con alegría a Jesús, hasta Jerusalén, has-ta el Calvario, hasta la Cruz. Además, ¿no es verdadque en cuanto dejas de tener miedo a la Cruz, a eso quela gente llama cruz, cuando pones tu voluntad en acep-tar la Voluntad divina, eres feliz, y se pasan todas laspreocupaciones, los sufrimientos físicos o morales?

(4) £5 Cristo que pasa, n. 63.(5) L. II (B) (Ephes. II, 4-5).

DOMINGO 191

Es verdaderamente suave y amable la Cruz de Je-sús. Ahí no cuentan las penas; sólo la alegría de saber-se corredentores con El6.

HABÍA en Jerusalén, cerca del Templo, un pobreciego de nacimiento pidiendo limosna. Y un sábadopasó por allí Jesús. Si penetramos —comenta SanAgustín— en el significado de este hecho, diremosque este ciego representa el género humano. La ce-guera llegó al primer hombre por el pecado, en el quetiene para todos su origen no sólo la muerte, sinotambién la iniquidad 7.

Todos —cualquiera de nosotros— podemos en-contrarnos de algún modo en la situación de aquelciego. Pasó Jesús. Y con El los discípulos que seguíande cerca al Señor. No te extrañe, hijo mío, si en el ro-dar de la vida, cuando tú sirves a la Iglesia, otros dis-cípulos del Señor —buenos, con recta intención, após-toles— hacen algo semejante a lo que vamos a oír deboca de los primeros Doce.

Dijeron los discípulos: quis peccavit, hic aut paren-tes eius? floann. IX, 2). Mirad cómo interpretan la des-gracia de este hombre: ¿quién pecó, éste o sus padres?;y conocéis la respuesta del Maestro: no es culpa de éste

(6) Vía Crucis, II estación.(7) San Agustín, In Ioannis Evangelium tractalus 44, 1.

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ni de sus padres; sino para que las obras de Dios res-plandezcan en él (Ioann. IX, 3)8.

No sólo la limitación de nuestros talentos perso-nales, sino también nuestros errores, nuestras faltas—si somos humildes y procuramos dolemos y recti-ficar— serán ocasión ut manifestentur opera Dei9,para que el poder de Dios brille en nosotros, dándo-nos nueva gracia. Si estamos ciegos, ¿no nos dice El:mientras estoy en el mundo soy la luz del mundo? 10.Cristo es la luz que necesitamos, y está junto a noso-tros. Oye su promesa y no le creas ausente, pues Eldijo: "sabed que estoy con vosotros". Mas, ¿hastacuándo? No demos entrada a la congoja los que aho-ra vivimos y, en lo posible, transmitamos a los quehan de venir una certeza absoluta, con estas palabras:"Yo estoy con vosotros hasta la consumación de lossiglos" (Matth. XXVIII, 20) ».

Nada ha de turbarnos. Jesucristo está siempredispuesto a darnos su gracia, a borrar con su miseri-cordia nuestras miserias: sólo nos pide arrepenti-miento, dolor, contrición. ¿Cómo se explica esa ora-ción confiada, ese saber que no pereceremos en la ba-talla? Es un convencimiento que arranca de una reali-dad que nunca me cansaré de admirar: nuestra filia-ción divina. El Señor que, en esta Cuaresma, pide que

(8) De nuestro Padre, Meditación, 12-X-1947.(9) Ev. (A) (Ioann. IX, 3).(10) Ibid., 5.(11) San Agustín, In loannis Evangelium tractatus 44, 6.

DOMINGO 193

nos convirtamos no es un Dominador tiránico, ni unJuez rígido e implacable: es nuestro Padre. Nos hablade nuestros pecados, de nuestros errores, de nuestrafalta de generosidad: pero es para librarnos de ellos,para prometernos su Amistad y su Amor 12.

NUESTROS pecados fueron la causa de la Pasión:de aquella tortura que deformaba el semblante amabi-lísimo de Jesús, perfectus Deus, perfectus homo. Y sontambién nuestras miserias las que ahora nos impidencontemplar al Señor, y nos presentan opaca y contra-hecha su figura.

Cuando tenemos turbia la vista, cuando los ojos senublan, necesitamos ir a la luz. Y Cristo ha dicho: egosum lux mundi! floann. VIII, 12), yo soy la luz delmundo. Y añade: el que me sigue no camina a oscu-ras, sino que tendrá la luz de la vida 13.

Mientras hablaba Jesús, aquel ciego sintió la mi-rada del Maestro en sus ojos apagados. El Señor es-cupió en tierra, y formó lodo con saliva, y lo aplicó alos ojos del ciego, y le dijo: ve, lávate en la piscina deSiloé l\

No vacilaron sus pies, no dudó el mendigo en sucorazón. Se alzó rápido y, con andar apresurado, sealejó. Abiit ergo —sigo leyendo el Evangelio— et lavit

(¡2) Es Crtslo que pasa, n. 64.i,2 Va Crucis' VI estación, punto 1.(14) Ev. (A) (loann. IX, 6-7)

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et venit videns floann. IX, 7). Se marchó, se lavó, y vi-no con luz en los ojos. Hijo mío, ¡qué lección estamosviviendo!; lección de fe, una fe viva, operativa; lecciónde obediencia. ¿Haces tú así con los mandatos deDios, cuando muchas veces estás ciego, cuando en lascosas del alma te falta la luz? ¿Sabes acudir entoncesal que está en lugar de Dios? 15.

La ceguera, las miserias personales son un malque hemos de curar. Nosotros no podemos nada, pe-ro contamos con la omnipotencia de Dios, si somoshumildes, si obedecemos. Mira a ese pobre ciego.¿Qué poder tenía el agua, para que al lavarse los ojosfuesen curados? Pero aquel hombre cree y pone porobra el mandato. Así tú. Que tu fe, en lo sucesivo, seaoperativa; una fe que se manifieste en tu conducta, enla rapidez de tu obediencia, en la seguridad de lograrlos propósitos que te propone el que manda en nombrede Dios 16.

El agua de Siloé siguió siendo agua; y el lodo, lo-do. El mendigo —lleno de luz porque hizo lo que sele mandó— cantaba los prodigios del Señor.

—¿No es éste aquel que, sentado allá, pedía li-mosna?

—No es él, sino alguno que se le parece.—Sí que soy yo (...). Aquel hombre que se lla-

(15) De nuestro Padre, Meditación, 12X1947.(16) De nuestro Padre, Meditación, 12-X1947.

DOMINGO 195

ma Jesús, hizo lodo y lo aplicó a mis ojos, y me di-jo: ve a la piscina de Siloé, y lávate allí. Yo fui,me lavé y veo ".

También nosotros podremos cantar las alaban-zas del Señor, que realizará prodigios en nuestravida, sobre todo si acudimos a la intercesión de laVirgen. Sin el auxilio de Nuestra Madre, ¿cómo va-mos a sostenernos en la lucha diaria?18, exclamanuestro Fundador. Y añade, dirigiéndose a cadauno: ¿lo buscas constantemente?19.

í!»!fV- WUoann. IX, 8-11).8 Surco, n. 692.

t>») Surco, n. 692.

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138.

LUNES

—Los sacramentos, fuentes de la vida sobrenatural.—Son signos sensibles que producen la gracia.—Agradecimiento al Señor por estos dones.

NOS ACERCAMOS a la gran fiesta de Pascua, yla Iglesia no puede contener su júbilo al pensar en laobra de nuestra redención, ya inminente. Yo confíoen el Señor —nos invita a clamar en el introito de laMisa de hoy—: tu misericordia sea mi gozo y mi ale-gría, porque te has fijado en mi aflicción l.

El Corazón de Cristo es siempre misericordioso,y ha dispuesto los medios para que, en cualquiertiempo y lugar, podamos hacer presentes y aplicar-nos los méritos de su Pasión redentora. Y así, llega-do el tiempo de la gracia, la misma Sabiduría de Diosencarnada, por la cual fuimos llamados a la libertad,estableció algunos sacramentos saludables con losque se mantuviese unida la comunidad del pueblocristiano 2.

Los sacramentos, canales divinos por los que flu-ye la gracia hasta llegar a las almas, son a la vez sig-no rememorativo de la pasión de Cristo, que ya pasó;

(1) Ant. ad intr. (Ps. XXX, 7-8).(2) San Agustín, De vera religione 17, 33.

LUNES 197

signo manifestativo de la gracia, que en nosotros seproduce mediante esa pasión, y anuncio y prenda dela gloria futura 3. Cada vez que los recibimos con lasdebidas disposiciones, nos ponemos en contacto vitalcon Cristo paciente, fuente de toda la gracia y, portanto, con la misma divinidad, puesto que la causaeficiente principal de la gracia es Dios mismo, en re-lación al cual la humanidad de Cristo es como uninstrumento unido, y el sacramento como un instru-mento separado 4. Gracias a los sacramentos, los mé-ritos infinitos que el Señor nos ganó con su muerteen la Cruz alcanzan a todos los hombres de todas lasépocas, y son, para todos, firme esperanza de la vidaeterna.

Los Sacramentos, medicina principal de la Iglesia,no son superfinos: cuando se abandonan voluntaria-mente, no es posible dar un paso en el camino del se-guimiento de Jesucristo: los necesitamos como la respi-ración, como el circular de la sangre, como la luz, pa-ra apreciar en cualquier instante lo que el Señor quie-re de nosotros 5.

Por el contrario, si se abandonan los Sacramen-tos, desaparece la verdadera vida cristiana. Sin embar-go, no se nos oculta que particularmente en esta épocanuestra no faltan quienes parece que olvidan, y que'legan a despreciar, esta corriente redentora de la gra-

\A\ ?Lanto T o m á s , S. Th. III, q. 60, a. 3.

2 ¿id- .1- 62' a 5.V>) Es Cristo que pasa, n. 80.

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198 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA IV

cia de Cristo. Es doloroso hablar de esta llaga de lasociedad que se llama cristiana, pero resulta necesario,para que en nuestras almas se afiance el deseo de acu-dir con más amor y gratitud a esas fuentes de santifi-cación 6.

Contemplemos la misericordia divina, que tantoamor nos ha mostrado, y dejemos que el corazón seencienda en acciones de gracias, en deseos de corres-ponder, en ansias de una entrega mayor cada día.

QUISIERA que considerásemos ahora ese manan-tial de la gracia divina de los Sacramentos, maravillo-sa manifestación de la misericordia de Dios. Medite-mosdespacio la definición que recoge el Catecismo deSan Pío V: ciertas señales sensibles que causan la gra-cia, y al mismo tiempo la declaran, como poniéndoladelante de los ojos (Catecismo Romano, //, c. /, 3).Dios Nuestro Señor es infinito, su amor es inagotable,su clemencia y su piedad con nosotros no admiten lí-mites. Y, aunque nos concede su gracia de muchosotros modos, ha instituido expresa y libremente —sóloEl podía hacerlo— estos siete signos eficaces, para quede una manera estable, sencilla y asequible a todos,los hombres puedan hacerse partícipes de los méritosde la Redención 7.

(6) Es Cristo que pasa, n. 78.(7) Es Cristo que pasa, n. 78.

LUNES 199

Como al hombre le es natural llegar a las cosasinteligibles por medio de las sensibles 8, la Verdad deDios se ha vestido de formas bien sensibles que nosmanifiestan la eficacia redentora de la Cruz. El aguaque se derrama sobre la cabeza, el crisma con que seunge la frente, las manos del obispo que se imponensobre el futuro sacerdote, las palabras pronunciadasen el nombre de Cristo..., son señales externas quenos hablan de la íntima comunión con el Señor, ritosque despiertan y avivan nuestra fe: nos muestran aJesucristo vivo, obrando maravillas a través de lossacramentos. Y, por medio de estas realidades mate-riales, Dios mismo actúa en el alma: se lava la carnepara que quede limpia el alma; es ungida la carne pa-ra que el alma sea consagrada; se signa la carne paraque se edifique el alma; la carne se cubre de sombrapor la imposición de las manos para que el alma que-de iluminada por el Espíritu; la carne se alimenta delCuerpo y la Sangre de Cristo para que Dios nutra elalma 9.

Esta portentosa eficacia de los sacramentos nodepende de las disposiciones del que los administra,porque obran por su propio poder recibido de Jesús.El ministro principal es siempre el Señor: los sacra-mentos son acciones de Cristo, el cual los administraPor medio de los hombres I0. Es un poder que sólo

¡o! : í a n t° Tomás, S. Th. III, q. 60, a. 4.¡ln\ n í"í °- De car»is resurrectione 8.1 u| P a b l ° VI, Litt. ene. Mysterium fidei, 3-IX-1965.

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Dios posee: ni un ángel, ni un arcángel pueden conse-guir nada en aquellas cosas entregadas de parte deDios, sino que todas las administran el Padre, el Hijoy el Espíritu Santo. El sacerdote sólo presta su lenguay ofrece la mano u. Tan es así, que ya desde los pri-mero siglos se afirmaba que todos los que reciben elbautismo de manos de un hombre bebedor, de un ho-micida, de un adúltero, si el bautismo es de Cristo,por Cristo son bautizados 12.

¡Qué entrega la del Señor al atarse así en manosde los hombres! ¡Qué eficacia la de sus sacramentos!Plenamente confiados en su misericordia, le decimoscon la Iglesia: oh Dios, que renuevas el mundo con elmisterio de tus sacramentos: permite que tu Iglesiaprospere en estos bienes eternos, y que no le faltennunca los auxilios temporales 13.

¡QUE BONDAD la de Cristo al dejar a su Iglesialos Sacramentos! —Son remedio para cada necesidad.

— Venéralos y queda, al Señor y su Iglesia, muyagradecido u. Para corresponder a ese amor del Se-ñor hemos de prepararnos muy bien a recibirlos ysacar de ese encuentro el máximo fruto. No pode-mos olvidar que la eficacia infinita que de por sí tie-

(11) San Juan Crisóstomo, In Evangelium loannis homiliae 86.(12) San Agustín, In loannis Evangelium tractatus 5, 18.(13) Oral.(14) Camino, n. 521.

LUNES 201

ne el sacramento se ve limitada por las disposicionesdel que lo recibe. Por eso decía San Cirilo a los fielesde Jerusalén: limpia el vaso para que recibas la gra-cia más abundantemente, pues la remisión de los pe-cados se concede por igual a todos, pero la comunica-ción del Espíritu Santo se concede según la propor-ción de fe de cada uno. Si has trabajado poco, recibi-rás poco; si trabajaste mucho, grande será la paga 15.

Dispongámonos a recibir dignamente los sacra-mentos porque son ocasión de un encuentro perso-nal con el Señor: la Confesión, coloquio divino (...),tribunal, de segura y divina justicia y, sobre todo, demisericordia, con un juez amoroso que no desea lamuerte del pecador, sino que se convierta y viva(Ezech. XXXIII, 11)16; la Eucaristía, sacramento —sipodemos expresarnos así— del derroche divino ", en elque el Señor nos concede su gracia, y se nos entregaDios mismo: Jesucristo, que está realmente presente—siempre y no sólo durante la Santa Misa— con suCuerpo, con su Alma, con su Sangre y con su Divini-dad 18. Y, en su momento, la Unción de los enfermos,amorosa preparación del viaje, que terminará en la ca-sa del Padre 19.

Los sacramentos nos divinizan, son causa denuestra progresiva santificación. Por eso, abruma-

(¡5) San Cirilo de Jerusalén. Catecheses 1, 5.°¡ ^5 Cristo que pasa, n. 78.

ls fS C r ' 5 í o 1ue Pas". n. 80.MQ¡ Cristo que pasa, n. 80.I'») Es Cristo que pasa, n. 80.

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dos ante el derroche de la misericordia divina, le de-cimos al Señor: haz que recibamos los frutos de laofrenda que te presentamos, para que —purificadosde nuestra antigua condición— marchemos renova-dos hacia la gloria celestial20.

Una forma concreta de agradecer a Jesucristoestos dones será hacer el propósito firme de prepa-rarnos mejor esta semana para acercarnos a la Con-fesión y para recibirle cada día en la Comunión; ydedicar el tiempo conveniente, sin regateos, a la ac-ción de gracias. Si los judíos, según nos narra elEvangelio, querían hacer rey a Jesucristo por habercomido pan hasta saciarse, ¿qué no deberíamos ha-cer nosotros, después de ser alimentados con elCuerpo y Sangre del Señor?

Seamos agradecidos, y en este agradecimientode hijos que reconocen sus favores, sigamos el ejem-plo de Santa María y cantemos y alabemos al Señor,porque hizo en mí cosas grandes el Todopoderoso 21.

(20) Oral, super oblara.(21) Luc. I, 49.

MARTES 203

139.

MARTES

—El Señor está siempre dispuesto a ayudarnos a mejorar.—Pero hay que pedirle esa ayuda humildemente, esforzán-donos sinceramente en poner todos los medios.—Esa petición debe ir avalada con la paciencia, con la dispo-sición de sostener durante años la lucha ascética.

CON INSISTENCIA, a lo largo de estos días deCuaresma, la Iglesia nos está recordando que somospecadores, y nos invita maternalmente a descubrirla malicia y la flaqueza que hay en nosotros. La Igle-sia, que es Madre y Maestra, lo hace —no para quenos desalentemos ante el espectáculo de tanta mise-ria personal—, sino para que nos movamos a peni-tencia, para que procuremos mejorar; porque el Se-ñor está siempre dispuesto a concedernos su ayuday su perdón.

Jesús jamás se muestra lejano o altanero, aunqueen sus años de predicación le veremos a veces disgusta-do, porque le duele la maldad humana. Pero, si nos fi-jamos un poco, advertiremos enseguida que su enfadoy su ira nacen del amor: son una invitación más parasacarnos de la infidelidad y del pecado. ¿Quiero yoacaso la muerte del impío, dice el Señor, Yavé, y nomás bien que se convierta de su mal camino y viva?(Ezech. XVIII, 23). Esas palabras nos explican toda la

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vida de Cristo, y nos hacen comprender por qué se hapresentado ante nosotros con un Corazón de carne, conun Corazón como el nuestro, que es prueba fehacientedel amor y testimonio constante del misterio inenarra-ble de la caridad divina '.

Con esta confianza, nos hace exclamar la litur-gia: Dios es nuestro refugio y fortaleza, auxilio pode-roso en las tribulaciones. Por eso no temeremos aun-que se conmueva la tierra y se trasladen los montesal medio del mar2.

A pesar de todo, en algunos momentos —quizáen temporadas de especial cansancio, de aparente es-terilidad en el trabajo o en el apostolado, de dificul-tades en la práctica de las normas de piedad—, po-dría oscurecerse la claridad de esta doctrina, y que-dar el alma como atenazada bajo el peso de su mise-ria, entonces más patente. Por eso, la Iglesia se com-place en recordarnos que el Señor, vuestro Dios, esclemente y misericordioso, tardo a la ira, grande sumisericordia 3.

Hijos míos, no os inquieten las miserias pasadas,ni la posibilidad de miserias futuras: abandonémonosen las manos misericordiosas de Dios; hagámosle pre-sentes esos deseos de santidad y apostolado, que latencomo rescoldos bajo las cenizas de una aparente frial-dad. El nos escucha; tú no tienes más que hablar *.

(1) £5 Cristo que pasa. n. 162.(2) Ps. R. (Ps. XLV, 2-3).(3) Ad Laudes, 1. br. (loel II, 13).(4) De nuestro Padre, Meditación, 4-IIM963.

MARTES 205

CONTINUA la Iglesia haciéndonos llegar, con eltexto evangélico, su voz de consuelo. Había una fies-ta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Je-rusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina,llamada en hebreo Betzata, que tiene cinco pórticos.En éstos yacía una muchedumbre de enfermos, cie-gos, cojos y paralíticos 5.

Era un espectáculo impresionante. Y el Señor,que es el médico de las almas y de los cuerpos, y quehabía venido para sanar a todos los que creerían enEl, entre tantos enfermos como había, sólo se fija enuno para sanarlo 5. Es un signo de predilección, queJesús quiso tener también con nosotros, cuando nosllamó para su Obra entre tanta gente.

Pero sigamos la escena: como Jesús le viese ten-dido, y conociese que era de edad avanzada, dícele:¿quieres ser curado? 7. Como a nosotros: nos vio elSeñor abatidos en nuestra flaqueza, y leyendo unosdeseos latentes en el corazón, nos dirigió ese dulcerequerimiento, que aceptamos con su gracia. Fijémo-nos, sin embargo, en el pobre paralítico: no se turbópor la pregunta, comenta San Juan Crisóstomo, ni di-jo: viniste a ofenderme cuando me preguntas que siquiero curarme; al contrario, responde con manse-dumbre: "Señor, no tengo una persona que me metaen la piscina cuando el agua está agitada; por eso,

(5) Ev. (loann. V, 1-3).(6) San Agustín, In loannis Evangelium traclaíus 17, 1.(7) Ev. (loann. V, 6).

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mientras yo voy, ya otro ha bajado antes" (Ioann. V,7). Se ve que no sabía quién era el que le preguntaba,y menos que le iba a curar; pensaba que quizá Cristole ayudaría a entrar en el agua. Pero Cristo manifestóque con su palabra podía hacer todo 8.

El Señor está siempre dispuesto a escucharnos;pero quiere nuestra correspondencia personal, nues-tro esfuerzo para salir de esa situación que nos impi-de seguirle de cerca. En la vida interior —nos ense-ñó siempre nuestro Padre— hay una sola enfermedadmortal, un solo error funesto: conformarse con la de-rrota, no saber luchar con espíritu de hijos de Dios. Sifalta ese esfuerzo personal, el alma se paraliza y yacesola, incapaz de dar frutos...

—Con esa cobardía, obliga la criatura al Señor apronunciar las palabras que El oyó del paralítico, enla piscina probática: "hominem non habeo!" —¡no ten-go hombre!

—¡Qué vergüenza si Jesús no encontrara en ti elhombre, la mujer, que espera!9.

Una vez más, el Señor nos muestra que su bon-dad está muy por encima de los cálculos humanos.Vamos a decirle ahora, sencilla y llanamente: sí, Se-ñor, quiero ser curado, quiero verme libre de eseimpedimento que me aparta de Ti, que no me dejavivir plenamente esa vida divina a la que me hasllamado.

(8) San Juan Crisóstomo, In loannem homiliae 36.(9) Forja, n. 168.

MARTES 207

LA PREGUNTA de Jesús —vis sanus fieri?, ¿quie-res ser curado?— tiene una finalidad muy concreta.Porque no pregunta para saber —era superfluo—, sinopara poner de manifiesto la paciencia de aquel hombreque, durante treinta y ocho años, sin cejar, insistió, es-perando verse libre dé su enfermedad 10.

Es la lección que podemos sacar hoy de este pa-saje evangélico: la paciencia. Paciencia en la luchapor arrancar aquel defecto dominante que, como aSan Pablo, nos puede hacer exclamar: ¿quién me li-brará de este cuerpo de muerte? "; paciencia en el es-fuerzo por adquirir aquella virtud fundamental quese hace difícil de alcanzar. Paciencia porque Jesu-cristo puede exigirnos un periodo largo de lucha,quizá toda una vida, como a ese paralítico que llegóa la vejez con su enfermedad. Y es esta paciencia—añade nuestro Padre— la que nos impulsa a sercomprensivos con los demás, persuadidos de que lasalmas, como el buen vino, se mejoran con el tiempo 12.

La paciencia, comenta San Cipriano, es lo quenos hace valer y nos guarda para Dios. La pacienciaatempera la ira, frena la lengua, rige el pensamiento,custodia la paz, regula las normas de vida, rompe elímpetu de la concupiscencia, reprime la violencia delorgullo, apaga el fuego del odio (...). Nos hace humil-des en la prosperidad; en la adversidad, fuertes, y

(10) San Juan Crisóstomo In loannem homiliae 36.(11) Rom. VII, 24.(12) Amigos de Dios, n. 78.

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mansos contra las injurias y ultrajes. Enseña a perdo-nar enseguida a los que delinquen; y al que ha falta-do, a rogar mucho y largo tiempo. La paciencia vencelas tentaciones, soporta las tribulaciones, y lleva atérmino los padecimientos y martirios. Ella es la queproporciona a nuestra fe un fundamento firmísimo;ella es la que provee a que nuestra esperanza crezcahasta lo más alto. Ella es la que dirige nuestros actospara que podamos mantenernos en el camino de Cris-to, mientras avanzamos con su ayuda; ella, en fin, ha-ce que perseveremos siendo hijos de Dios 13.

En las batallas del alma —nos advierte nuestroFundador—, la estrategia muchas veces es cuestión detiempo, de aplicar el remedio conveniente, con pacien-cia, con tozudez. Aumentad los actos de esperanza. Osrecuerdo que sufriréis derrotas, o que pasaréis por alti-bajos —Dios permita que sean imperceptibles— envuestra vida interior, porque nadie anda libre de esospercances. Pero el Señor, que es omnipotente y miseri-cordioso, nos ha concedido los medios idóneos paravencer. Basta que los empleemos (...) con la resoluciónde comenzar y recomenzar en cada momento, si fuerapreciso u.

La Virgen Santísima nos alcanzará la fortalezaque necesitamos para luchar pacientemente, paracomenzar y recomenzar con la esperanza puesta enel Señor, a pesar de nuestros errores personales.

(13) San Cipriano, De bono paíientiae 20.(14) Amigos de Dios, n. 219.

MIÉRCOLES 209

140.

MIÉRCOLES

—La filiación divina nos lleva a buscar la presencia de Dios.—Ejemplo de Jesucristo, para que vivamos como hijos enpresencia de su padre.—Frutos de esta presencia de Dios: alegría que hace amableel camino de santidad.

TODA la Revelación es un amoroso requerimien-to de Dios que quiere ser llamado Padre por sus hi-jos los hombres. ¿No es El el Padre que te crió, el quepor sí mismo te hizo y te formó? \ Este amor pater-nal de Dios por los hombres se nos recuerda tambiénhoy, en la primera lectura. Decía Sión: Yavé me haabandonado, el Señor se ha olvidado de mí. ¿Puedela mujer olvidarse del fruto de su vientre, no compa-decerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella seolvidara, Yo no te olvidaré 2.

Cuando Dios llama a una persona y le da una vo-cación especial, le dice: sé perfecto y camina en mipresencia 3. Y eso es lo que ha hecho con nosotros,pues nos llamó para que seamos santos e inmacula-dos en su presencia, con amor *.

El hijo honra a su padre y el siervo teme a su se-

(1) Deul. XXXII, 6.(2) L. 1 {Isai. XLIX, 14-15).(3) Genes. XVII, 1.(4) Ephes. I 4

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ñor. Pues si yo soy vuestro padre, ¿dónde está mihonra? 5. Quiere el Señor, nuestro Dios, que andemossiempre en su presencia. Y al sentirnos hijos suyos,al saber que es Padre bueno, que es eterna su miseri-cordia, sentimos que el corazón se remueve y le bus-ca. El conocimiento de esta filiación —nos ha escritonuestro Fundador— (...) les hace buscar una continuapresencia de Dios, a través de todos los sucesos de sutrabajo cuotidiano, que son como vehículos de la vo-luntad divina y deben ser recibidos con respeto yamor, con alegría y paz 6.

¿Qué hijo no desea estar con su padre, salircon él, acompañarle? Todos lo hemos experimenta-do. Y en la Obra sucede lo mismo: nos llenamosde alegría cuando vemos al Padre, y se enciendeen nosotros el deseo de ser fieles. Esto mismo eslo que quiere nuestro Dios: que tengamos la mira-da puesta en El. Nos espera, y está dispuesto aayudarnos. Podemos encontrarle en cualquier mo-mento de cada día.

Sin embargo, ¡qué capacidad tan extraña tiene elhombre para olvidarse de las cosas más maravillosas,para acostumbrarse al misterio! Consideremos de nue-vo, en esta Cuaresma, que el cristiano no puede ser su-perficial. Estando plenamente metido en su trabajo or-dinario, entre los demás hombres, sus iguales, atarea-

(5) Malach. I, 6.(6) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 48.

MIÉRCOLES 211

do, ocupado, en tensión, el cristiano ha de estar almismo tiempo metido totalmente en Dios, porque es hi-jo de Dios 7.

HIJOS de Dios, hermanos del Verbo hecho carne,de Aquel de quien fue dicho: en él estaba la vida, y lavida era la luz de los hombres (Ioann. /, 4). Hijos dela Luz, hermanos de la luz: eso somos, portadores dela única llama capaz de encender los corazones hechosde carne 8.

En Jesucristo, Dios se nos revela plenamente, ynos muestra el camino para llegar a El. Hemos deimitar la vida del Señor, hemos de contemplarle enel Evangelio, y aprender de Jesús a tratar a su Padredel Cielo. El era Hijo Unigénito de Dios, era Dios, te-nía la visión beatífica, estaba siempre en presenciade su Padre. Pero se preocupó de enseñarnos, con suejemplo y con sus palabras, a buscarle continuamen-te, a dirigirnos filialmente a Dios.

Muchas veces se retiraba el Señor para orar,quizá durante horas; pero mucho más a menudo levemos, rodeado de sus discípulos o del pueblo que leescucha, que se dirige al Padre en una oración vi-brante, llena de amor: Yo te glorifico, Padre, Señordel cielo y de la tierra 9. En los momentos más impor-

ia! f5 Cr's/O 1"e Pasa- n- 65.Q í/ C!™'° 1ue Pasa. n. 66.

(9) Matth. XI, 25.

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tantes de su vida terrena, Jesucristo quiere dejarconstancia de esta conducta filial: antes de resucitara Lázaro, en la multiplicación de los panes, al ins-tituir la Eucaristía, en la soledad de Getsemaní y enel Calvario: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi es-píritu! 10. La presencia de Dios, el diálogo con Nues-tro Señor no depende del sentimentalismo o de laimaginación; es una realidad que debe llevarnos adesear contentar a Dios en todo, y a cumplir fielmen-te su Voluntad.

Sigamos el consejo de nuestro Padre: yo a Diosle busco en mí, en mi corazón; y vosotros buscadletambién en vuestra alma en graciau. Entonces, elmundo entero se diviniza, adquiere una dimensiónnueva, porque Dios nos habla, porque el Padre nues-tro que está en los Cielos, está junto a nosotros decontinuo 12.

Vivir la presencia de Dios requiere un constanteejercicio de fe, de esperanza y de caridad: un amorque nos saca de nosotros mismos, de nuestras cosas,e impide que nos podamos sentir solos. Un hombrede Dios nunca está solo. No tiene motivos para abu-rrirse. Está siempre en la presencia de quien ama. ElSeñor nos espera en todo momento, se interesa por to-do lo que nos ocurre. Dios está junto a nosotros, conun cuidado paterno y materno, dispuesto a escuchar

(10) Luc. XXIII, 46.(11) De nuestro Padre, Crónica VIII-58, p. 6.(12) Camino, n. 267.

MIÉRCOLES 213

nuestras palabras, correspondiendo eternamente anuestro amor. Vela por nosotros, y quiere que acuda-mos a El con confianza, pidiéndole ayuda, sabiendoque no dejará nunca de escucharnos u.

Así se entreteje la presencia de Dios que se nosha enseñado a vivir en la Obra. Presencia de Dios: nosalimos de ahí. Filiación, unión; porque la santidad esunión u.

LA LUZ de tu rostro, Señor, está grabada en no-sotros: has dado la alegría a mi corazón 15. De esapresencia de Dios nace una alegría que no se acaba.Que vivamos contentos, exclama nuestro Fundador.Yo estoy contento. No lo debiera estar, mirando mi vi-da, haciendo ese examen de conciencia personal quenos pide este tiempo litúrgico de la Cuaresma. Pero mesiento contento, porque veo que el Señor me busca unavez más, que el Señor sigue siendo mi Padre. Sé quevosotros y yo, decididamente, con el resplandor y laayuda de la gracia, veremos qué cosas hay que que-mar, y las quemaremos; qué cosas hay que arrancar, ylas arrancaremos; qué cosas hay que entregar, y las en-tregaremos 16.

Dice la Sagrada Escritura: que se alegre el cora-

03) De nuestro Padre, Crónica VIII-61, p. 10.4) De nuestro Padre, Meditación, 19-VM955.

(15) Ps. IV, 7-8.(16) Es Cristo que pasa, n. 66.

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zón de los que buscan al Señor; buscad al Señor y se-réis fortalecidos, buscad siempre su rostro ". Y nues-tro Padre nos enseñó que la alegría es parte integran-te de tu camino 18. Si tenemos presente al Señor, aquien tanto amamos, es natural que estemos alegres,con esa alegría que es tan propia de nuestro espíritu, ytan agradable a Dios, porque contribuye a hacer ama-ble el camino a los demás, y nos facilita el renovarconstantemente nuestra entrega: in simplicitate cordismei laetus obtuli universa, porque con sencillez de co-razón habremos podido dar todo al Señor (I Par.XXIX, 17).

Sin alegría no se puede servir: ¿os imagináis voso-tros que alguien os sirviera entre penas y llantos? Hehecho escribir en los edificios de nuestra Casa Centralen Roma, estas palabras: servite Domino in laetitia,servid al Señor con alegría (Ps. XCIX, 2) 19.

Por eso, si alguna vez nos sentimos tristes, debe-mos examinar si luchamos bastante por vivir en pre-sencia de Dios: ¿no hay alegría? —Piensa: hay un obs-táculo entre Dios y yo. —Casi siempre acertarás20.Nuestro Padre Dios nos quiere alegres, y por esoquiere que estemos en su presencia, siempre pen-dientes de su voluntad. Emplead —nos dice nuestroFundador— la misma receta que yo empleo: no me

(17) Ps. CIV, 3-4.(18) Camino, n. 665.(19) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 69.(20) Camino, n. 662.

MIÉRCOLES 215

acuerdo de que existo. Yo no puedo tener problemaspersonales, porque no puedo pensar en mis cosas, por-que no tengo tiempo 21.

Todo el tiempo es poco para trabajar porDios, para amarle y hacer que otros le amen. Sinos entretenemos en nuestras pequeneces, perde-mos la presencia de Dios y la orientación funda-mental de nuestra vida. Pero si luchamos, el Señornos oye; nos habla si le buscamos. Al tiempo de lagracia te escuché; el día de la salvación vine en tuayuda. Yo te formé y te puse por alianza de mipueblo, para restablecer la tierra y repartir las he-redades devastadas (...). Cantad, cielos; tierra, saltade gozo; montes, que resuenen vuestros cánticos,porque ha consolado Yavé a su pueblo, ha tenidocompasión de sus males 22.

Esa presencia de Dios llena de alegría se reflejaen la vida en familia y en el apostolado. Haremos lavida agradable a nuestros hermanos, porque sabre-mos estar de buen humor; y con presencia de Dios,procuraremos fastidiarnos un poco para servirles, sialgo nos molesta, si algo nos cuesta. Esa misma ale-gría será el mejor testimonio, cara a los hombres, deque Cristo está con nosotros y merece la pena servir-le. Siempre y en todas partes el miembro del OpusDei lleva consigo la paz de Cristo y la plena y segura

(21) De nuestro Padre, Crónica VII-66, p. 10.(22) L. I (Isai. XLIX, 8-13).

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alegría en el Señor, y las ofrece amigablemente a to-dos los hombres de buena voluntad: es más, se esfuer-za por contagiar absolutamente a todos esta paz y es-ta alegría, y empuja con suavidad, a cada uno, a acep-tar y a saborear esos dones, tan suaves, de la BondadDivina 23.

Sancta María, causa nostrae laetitiae, ora pro no-bis; ayúdanos a vivir siempre en la presencia deDios.

(23) Decreto Primun Ínter, 16-VM950.

JUEVES

JUEVES

217

141.

—En todas nuestras obras ha de brillar sólo la gloria de

Dios.—Humildad: nada tenemos que no hayamos recibido.—Ser instrumentos dóciles en las manos de Dios.

YO NO busco recibir gloria de los hombres \ diceJesús. Toda su vida sobre la tierra transcurre conuna sobrenatural naturalidad. Pasa seis lustros ocul-to, sin llamar la atención, como un trabajador más, yle conocen en su aldea como el hijo del carpintero. Alo largo de su vida pública, tampoco se advierte nadaque desentone 2. Y, con los ojos puestos en cumplir laVoluntad de su Padre, deja que las envidias y mez-quindades humanas le ultrajen hasta llevarle a lamuerte en la cruz.

Pero Yo os conozco —añadía en el discurso querecoge hoy el Evangelio—, y sé que no hay amor envosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre y no*ne recibís; si otro viniera en nombre propio, a ése lorecibiríais. ¿Cómo podéis creer vosotros, que recibísgloria unos de otros, y no buscáis la gloria que proce-de del único Dios? 3. El Señor lo advierte con clari-

(1) Ev. (loann. V, 41).(2) Amigos de Dios, n. 121.(3) Ev. (loann. V, 42-43).

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dad meridiana: no es posible la vida sobrenatural sinla disposición de buscar siempre y en todo la gloriade Dios.

Voy a proseguir este rato de charla ante el Señor—predicaba una vez nuestro Padre—, con una notaque utilicé años atrás, y que mantiene toda su actuali-dad. Recogí entonces unas consideraciones de Teresade Avila: todo es nada, y menos que nada, lo que seacaba y no contenta a Dios (Santa Teresa de Jesús, Li-bro de la vida, 20, 26). ¿Comprendéis por qué un al-ma deja de saborear la paz y la serenidad cuando sealeja de su fin, cuando se olvida de que Dios la hacreado para la santidad? Esforzaos para no perdernunca este punto de mira sobrenatural, tampoco a lahora de la distracción o del descanso, tan necesariosen la vida de cada uno como el trabajo.

(...) Os decía antes que ya podéis lograr los éxitosmás espectaculares en el terreno social, en la actuaciónpública, en el quehacer profesional, pero si os descui-dáis interiormente y os apartáis del Señor, al final ha-bréis fracasado rotundamente. Ante Dios, y es lo que endefinitiva cuenta, consigue la victoria el que lucha porportarse como cristiano auténtico: no cabe una soluciónintermedia. Por eso conocéis a tantos que, juzgando alo humano su situación, deberían sentirse muy felices y,sin embargo, arrastran una existencia inquieta, agria;parece que venden alegría a granel, pero arañas un po-co en sus almas y queda al descubierto un sabor acer-bo, más amargo que la hiél. No nos sucederá a ninguno

JUEVES 219

de nosotros, si de veras tratamos de cumplir constante-mente la Voluntad de Dios, darle gloria, alabarle y ex-tender su reinado a todas las criaturas 4.

Dar gloria a Dios. Con ese fin fueron creadas to-das las criaturas: y en él se integra el fin propio decada una. Los cielos cantan la gloria de Dios y el fir-mamento pregona la obra de sus manos 5, dice el Sal-mista. Pero los hombres hemos de hacerlo de modoconsciente, con libre decisión de la voluntad. Y nosólo de manera general, sino procurando llevar esarectitud de intención a todas nuestras acciones, des-de las más importantes a las más pequeñas: en eltrabajo profesional, en las relaciones sociales, en lavida en familia, en los detalles más ordinarios. Yacomáis, ya bebáis o hagáis cualquier cosa, hacedlo to-do para gloria de Dios ".

No es que Dios necesite la gloria que podamos tri-butarle, pues El tiene su propia gloria cumplida, unagloria que permanece para siempre. Sin embargo, Cris-to nos manda pedir en la oración que también sea glo-rificado en nuestras vidas 7. Porque esto es lo justo y loverdadero y lo santo, porque es el camino de nuestrafelicidad, porque es nuestro fin como criaturas y co-mo cristianos y —de modo especial, por vocación—como hijos de Dios en su Obra, como Opus Dei.

{4) Amigos de Dios, n. 10 y 12.(5) Ps. XVIII, 2.(6) I Cor. X, 31.(7) San Juan Crisóstomo, ln Matthaeum homiliae 19, 4.

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TODO lo que somos, y todo cuanto podemos lle-gar a ser, todo lo que de bueno haya en nosotros vie-ne de Dios: es un don, algo que de El hemos recibidogratuitamente, por difusión y sobreabundancia de suamor, porque es bueno. ¿Qué cosa tienes que no ha-yas recibido de Dios? 8, pregunta el Apóstol.

Esto, que es verdadero ya en el orden natural, loes aún más si cabe en el sobrenatural, en el orden dela gracia, donde se comprueba especialmente lo gra-tuito e indebido de los dones divinos. Sin mí no po-déis hacer nada 9, ha dicho el Señor. No lo olvidemosnunca; y al comprobar cómo Jesucristo obra en no-sotros y nos hace adelantar en el camino de la santi-dad y abundar en frutos apostólicos, reconozcamoscon humilde veracidad el origen de esas gracias.

Omnia possum in eo qui me confortad (Philip. IV,13): es el reconocimiento de nuestra ineficacia y delpoder infinito de Dios; de nuestra poquedad y de lagrandeza del Señor, por quien trabajamos; de nuestraignorancia y de su Sabiduría; de nuestra indigencia yde las riquezas insondables que hay en Dios y que Elnos entrega abundantemente 10. Por eso, no dar a Diosla gloria que le debemos sería un robo sacrilego yuna tremenda falsedad.

Esa es la esencia de toda idolatría: cortar la de-pendencia de Dios, para sujetarse a una criatura

(8) I Cor. IV, 7.(9) loann. XV, 5.(10) De nuestro Padre, n. 77.

JUEVES 221

cualquiera, pensando que tiene subsistencia absolu-ta: divinizarla, tributarle una adoración que sólo aDios se debe.

A veces se repite —menos espectacularmente,pero con la misma realidad— la escena que narra laEscritura: se hicieron los judíos un becerro de me-tal, y lo adoraban diciendo: éstos son tus dioses, Is-rael, que te sacaron de la tierra de Egipto n. Olvida-ban la advertencia del Espíritu Santo: los ídolos delos gentiles son plata y oro, hechuras de mano dehombre: tienen boca y no hablan; tienen ojos y noven; tienen orejas y no oyen, y no hay aliento en suboca. Semejantes a ellos son quienes los hacen,quienquiera que se confía en ellos 12. Y al adorar laobra de sus manos, se adoraban a sí mismos.

Esto, que es injusticia y falsedad, es también elextravío más profundo, la desgracia más irrepara-ble, la soledad y el desconsuelo total. Hijo, no pien-ses nunca en ti. Huye de la soberbia de imaginar queeres eso que en mi tierra llaman el palico de la gaita.Cuando no te acuerdes de ti, entonces haces buena la-bor. No podemos creernos el centro, de modo que pen-semos que todo debe girar alrededor de nosotros. Y lopeor es que, si caes en este defecto, cuando te diganque eres soberbio, no te lo creerás; porque mientras elhumilde se cree soberbio, el soberbio se cree humil-

(11) L I (Exod. XXXII, 8).(12) Ps. CXXXIV, 15-18.

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de 13. Por eso nos escribió nuestro Padre: ¡qué buenoes saber rectificar!... Y, ¡qué pocos los que aprendenesta ciencia! u.

Con San Pablo, hemos de decir —con toda lafuerza de un propósito que quiere ser inquebranta-ble—: en cuanto a mí, de nada me gloriaré sino demis flaquezas 1S.

SI YAVE no edifica la casa, en vano trabajanlos que la construyen. Si Yavé no guarda la ciu-dad, el centinela vigila en vano16. ¡Cuántos gran-des y pequeños fracasos, en la vida personal y enla vida apostólica, podrían explicarse con estas pa-labras inspiradas!

Somos sólo instrumentos: no lo olvidemos jamás.Es verdad que el Señor nos ha elegido con tanto amor,nos ha prodigado con ternura sus cuidados, dándonosgracia sobre gracia; es verdad que nos utiliza paragrandes cosas: para su trabajo, para su Iglesia, parahacer el Opus Dei. Pero El nos ha creado y actúa ennosotros, y suya es toda la eficacia. No queramosadueñarnos nunca de éxitos que son suyos. Cuando elSeñor se sirve de ti para derramar su gracia en las al-mas, recuerda que tú no eres más que el envoltorio delregalo: un papel que se rompe y se tira ". Seamos vera-

(13) De nuestro Padre, Meditación Vivir para la gloria de Dios, 21-XI-1954.(14) Surco, n. 276.(15) II Cor. XII, 5.(16) Ps. CXXVI, 1.(17) Surco, n. 288.

JUEVES 223

ees y justos, demos a Dios toda la gloria y así seremoseficaces y nuestro trabajo no será vano.

Concretemos ahora esa convicción profunda—de la razón y de la fe—, y esa rectitud de inten-ción, en un afán renovado de ser instrumentos dóci-les, de no entorpecer la acción de Dios, de ser malea-bles en sus manos, para que El nos utilice comoquiera. Y para eso, pongamos todo el empeño en se-cundar con prontitud los mandatos y las indicacio-nes de nuestros Directores, que son el camino ordi-nario por el que nos llega la Voluntad de Dios. Lu-chemos contra todo movimiento de vanagloria, con-tra toda rebeldía, contra todo lo que es obstáculo ala gracia, freno para nuestra santidad, ineficacia enel apostolado. Y procuremos que nuestro trabajoprofesional no sea nunca una búsqueda vana de no-sotros mismos, sino el modo —vocacional en el OpusDei— de buscar la gloria de Dios, de cooperar en laextensión de su Reino. Así tendrá nuestra actividadsu verdadero sentido, su auténtica eficacia.

Pureza de intención. —La tendrás siempre, si,siempre y en todo, sólo buscas agradar a Dios 1B. Con-templemos la humildad de Santa María, su humildeocultamiento, su docilidad. Y ruguémosle que nos al-cance del Señor la gracia de buscar en todas las co-sas solamente la gloria de Dios.

(18) Camino, n. 287.

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142.

VIERNES

—Habrá obstáculos en el apostolado, pero se podrán vencersiempre.—Hay que disculpar y comprender las miserias ajenas, parapoder ayudar a los demás en su lucha por ser mejores.—Tampoco nuestras miserias pueden hacernos vacilar, por-que la eficacia de los resultados es de Dios, que se sirve denosotros como instrumentos.

EN AQUEL tiempo, caminaba Jesús por Galilea,pues no quería andar por Judea ya que los judíos le bus-caban para matarle \ Se avecina el momento de la Pa-sión, la hora fijada por Dios Padre para la redencióndel género humano, y la hostilidad de los fariseos y lospríncipes de los sacerdotes va creciendo contra el Se-ñor. Ya lo había predicho el profeta, muchos siglos an-tes: neciamente se dijeron a sí mismos los impíos: pon-gamos asechanzas al justo, que nos fastidia y se opone anuestro modo de obrar, y nos echa en cara las infraccio-nes de la ley, y nos reprocha nuestros extravíos (...). Escensor de nuestra conducta: hasta su vista nos es inso-portable. Porque su vida en nada se parece a la de losotros, y sus sendas son muy distintas de las nuestras 2.

Así fue la vida de Jesús y ha de ser la de susapóstoles, porque no es el siervo mayor que su señor.

(1) Ev. (Ioann. VII, 1).(2) L. I (Sap. II, 1, 12-15).

VIERNES 225

SÍ me han perseguido a mí, también a vosotros osperseguirán 3. A nosotros, además, el Señor nos llamaa hacer apostolado en todos los ambientes, y conparticular empeño en los más difíciles, en los que es-tán más alejados de Jesucristo. No nos ha de extra-ñar, por tanto, que habitualmente encontremos difi-cultades, resistencias y obstáculos.

Hijos míos —nos decía nuestro Fundador—, elPadre conoce mejor que nadie los comienzos de laObra en cualquier país: las dificultades, las esperan-zas... Por eso os puedo asegurar que todas las Regio-nes, humanamente hablando, se encuentran en mejorescondiciones y con más medios que cuando yo hube deempezar aquel 2 de octubre de 1928. No os podéisimaginar lo que ha costado sacar adelante la Obra.Pero ¡qué aventura más maravillosa! Es como cultivarun terreno selvático: primero hay que talar los árboles,arrancar la maleza, apartar las piedras..., para des-pués arar la tierra a fondo, echar el abono (...).

Una vez roturada, hay que dejar reposar la tierra,para que se airee bien. Luego viene la siembra, y losmil cuidados que exigen las plantas: prevenir las pla-gas; el temor a que descargue una tormenta... Es nece-sario esperar mucho, trabajar mucho y sufrir mucho,hasta que el trigo se encierra en los graneros 4.

San Pablo escribe a los de Corinto que muchas ve-ces —por exigencias de su vocación— se ha visto en pe-

(3) Ioann. XV. 20.(4) De nuestro Padre, Tertulia, 2-X-1962.

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ligros de ríos, peligros de salteadores (...), peligros en po-blado,.peligros en despoblado (...); en trabajo y fatiga, enmuchas vigilias, en hambre y sed, en muchos ayunos,en frío y desnudez; y además, añade: fuera de estas co-sas exteriores, cargan sobre mí los desvelos de cada día,por la solicitud y cuidado de todas las Iglesias 5.

Pero los Apóstoles, comenta San Agustín, en me-dio de las persecuciones del mundo, mantuvieron enCristo la paz, sin abandonarle, antes buscando en Elrefugio (...). En ellos se cumplió, pues, lo que les habíadicho: "tened confianza; Yo he vencido al mundo"(Ioann. XVI, 33). Confiaron, y vencieron. ¿Por quiénvencieron sino por El? Pues no hubiera El vencido almundo, si el mundo alcanzase victoria sobre sus miem-bros. Por lo que dice el Apóstol: "gracias a Dios, que nosda la victoria", añadiendo enseguida: "por nuestro Se-ñor Jesucristo "(I Cor. XV, 57), que había dicho a los su-yos: "tened confianza; Yo he vencido al mundo"6.

Con esta firme convicción, pasaremos tambiénnosotros por encima de todos los obstáculos. Jesu-cristo ha vencido el mal, ha rescatado con su Sangrea todas las criaturas. Y nosotros queremos llevarleese pueblo redimido: todas las almas, una a una.

TRABAJAMOS en todos los ambientes, convi-vimos con toda clase de personas y en todas he-

(5) II Cor. XI, 26-28.(6) San Agustín, In loannis Evangelium traclatus 103, 3.

VIERNES 227

mos de ver almas a las que debe llegar la Redenciónobrada por Cristo, llamadas a ser miembros vivosdel Cuerpo Místico, aunque quizá sean ahora miem-bros enfermos, y por eso más necesitados de cariñoy de ayuda. Son seres humanos, con miserias y de-fectos; no puede asombrarnos nada de nadie. Nosduelen profundamente las ofensas a Nuestro Señor;sentimos en nosotros, que vivimos en Cristo, las he-ridas que el pecado produce en su Cuerpo Místico, ynos ha de repugnar todo lo que al Señor le desagra-de; pero no podemos escandalizarnos de nada, nisentirnos desanimados ante las miserias de los de-más, muy semejantes a las que nosotros mismos te-nemos o podemos tener.

Quizá alguna vez pueda venir la tentación de pen-sar que todo eso es hermoso, como lo es un sueño irrea-lizable. Os he hablado de renovar la fe y la esperanza;permaneced firmes, con la seguridad absoluta de quenuestras ilusiones se verán colmadas por las maravillasde Dios. Pero resulta indispensable que nos anclemos,de verdad, en la virtud cristiana de la esperanza 1.

Cada miseria que encontramos en nuestro cami-no, lejos de desanimarnos, ha de servir para recor-darnos lo sobrenatural de nuestra empresa, ha de'levarnos a buscar a Dios, para obrar así con efica-cia. Además, junto a flaquezas y barro hay un soplodivino siempre, una brasa escondida, una luz que

(7) Es Cristo que pasa, n. 159.

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avivar. Por el conocimiento de nuestras propias mi-serias, hemos de tener el corazón grande para com-prender y disculpar las de los demás. Esa miseriapersonal ha de ser un motivo que nos lleve a no es-candalizarnos de nada; ha de movernos a compren-der, a disculpar, a ver de modo positivo lo que nosrodea, puesto que por encima de todo está la Volun-tad salvífica de Dios. Por lo tanto, adelante, con ale-gría, con esfuerzo. Nadie nos parará en el mundo. To-do es bueno, para los que aman a Dios; en la vida to-do se puede arreglar, todo menos la muerte, y para no-sotros la muerte es Vida 8.

Lejos de retraernos, la fragilidad humana seráun estímulo en nuestro esfuerzo por acercar las al-mas a Cristo. ¡Que el otro está lleno de defectos!Bien... Pero, además de que sólo en el Cielo están losperfectos, tú también arrastras los tuyos y, sin embar-go, te soportan y, más aún, te estiman: porque te quie-ren con el amor que Jesucristo daba a los suyos, ¡quebien cargados de miserias andaban!

—¡Aprende!9.

INCONMOVIBLE: así has de ser. -Si hacen vaci-lar tu perseverancia las miserias ajenas o las propias,formo un triste concepto de tu ideal10. No podemos

(8) De nuestro Padre n. 256(9) Surco, n. 758.(10) Camino, n. 995.

VIERNES 229

ser personas fluctuantes, porque Dios no pierde ba-tallas.

Hay que hacer examen; ver si nuestra fortaleza sequiebra por el desaliento ante los propios defectos, siel recuerdo de los pecados pasados resta energía anuestra lucha, si en el apostolado nos desaniman lasdificultades. Habrá entonces que elevar el corazón aDios con más humildad y con más confianza. Es Jesúsquien ha de actuar, y El cuenta con nosotros; sabe lopoco que valemos, pero nos ha elegido para dar testi-monio de su misericordia, con la palabra y con la vida.

Ese celo apostólico, que Cristo ha puesto en nues-tro corazón, no debe agotarse —extinguirse—, por unafalsa humildad. Si es verdad que arrastramos miseriaspersonales, también lo es que el Señor cuenta connuestros errores. No escapa a su mirada misericordiosaque los hombres somos criaturas con limitaciones, conflaquezas, con imperfecciones, inclinadas al pecado.Pero nos manda que luchemos, que reconozcamosnuestros defectos; no para acobardarnos, sino paraarrepentimos y fomentar el deseo de ser mejores.

Además, hemos de recordar siempre que somos sóloinstrumentos: ¿qué es Apolo?, ¿qué es Pablo? Unos mi-nistros de aquel en quien habéis creído, y eso según eldon que a cada uno ha concedido el Señor. Yo planté, re-gó Apolo, pero Dios es quien ha dado el crecer (I Cor. ///,4-6). La doctrina, el mensaje que hemos de propagar, tie-ne una fecundidad propia e infinita, que no es nuestra,sino de Cristo. Es Dios mismo quien está empeñado en

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realizar la obra salvadora, en redimir el mundo.Fe, pues, sin permitir que nos domine el desalien-

to; sin pararnos en cálculos meramente humanos. Parasuperar los obstáculos, hay que empezar trabajando,metiéndose de lleno en la tarea, de manera que el mis-mo esfuerzo nos lleve a abrir nuevas veredas. Antecualquier dificultad, ésta es la panacea: santidad per-sonal, entrega al Señor.

Ser santos es vivir tal y como nuestro Padre delcielo ha dispuesto que vivamos. Me diréis que es difí-cil. Sí, el ideal es muy alto. Pero a la vez es fácil: estáal alcance de la mano. Cuando una persona se poneenferma, ocurre en ocasiones que no se logra encontrarla medicina. En lo sobrenatural, no sucede así. La me-dicina está siempre cerca: es Cristo Jesús, presente enla Sagrada Eucaristía, que nos da además su gracia enlos otros Sacramentos que instituyó.

Repitamos, con la palabra y con las obras: Señor,confío en Ti, me basta tu providencia ordinaria, tu ayu-da de cada día. No tenemos por qué pedir a Dios grandesmilagros. Hemos de suplicar, en cambio, que aumentenuestra fe, que ilumine nuestra inteligencia, que forta-lezca nuestra voluntad. Jesús permanece siempre junto anosotros, y se comporta siempre como quien es n.

El Señor acogerá benignamente estas peticiones,si se las hacemos llegar por medio de su Madre, quees también Madre nuestra.

(11) Es Cristo que pasa, nn. 159-160.

SÁBADO

SÁBADO

231

143.

—La penitencia a que nos invita la Cuaresma no es una ta-rea negativa.—La mortificación facilita el progreso en la oración y en lavida interior.—Mortificación para obtener el recogimiento interior quepermite orar siempre.

TODOS los días pedimos a Dios que nos concedaspatium verae poenitentiae, tiempo para una verda-dera penitencia. Y un tiempo especialmente oportu-no es la Cuaresma, con su apremiante llamada a lapurificación, al desagravio, a la reparación. Porque,aunque no hay tiempo alguno que no sea rico en do-nes celestiales, comenta San León Magno, y en que,por la gracia de Dios, no hallemos siempre abiertaslas puertas de la divina misericordia, conviene, sinembargo, que en éste, de un modo especial, las almasde todos los cristianos se animen con redoblado celoa progresar en la vida espiritual y se llenen de con-fianza 1.

Necesitamos purificarnos del lastre dejado porlas culpas pasadas y presentes. Y eso lo conseguimoscon la penitencia, con la mortificación, que nos ha-

\ ) San León Magno, Sermones in Quadragesima 4.

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cen estar más libres de ataduras, más limpios a losojos de Dios, más ligeros para la marcha por el cami-no de la santidad.

En la Cuaresma la liturgia tiene presentes las con-secuencias del pecado de Adán en la vida del hombre.Adán no quiso ser un buen hijo de Dios, y se rebeló.Pero se oye también, continuamente, el eco de ese felixculpa —culpa feliz, dichosa— que la Iglesia enteracantará, llena de alegría, en la vigilia del Domingo deResurrección (Praec. pasch.).

Dios Padre, llegada la plenitud de los tiempos, en-vió al mundo a su Hijo Unigénito, para que restable-ciera la paz; para que, redimiendo al hombre del peca-do, adoptionem filiorum reciperemus (Galat. IV, 5),fuéramos constituidos hijos de Dios, liberados del yugodel pecado, hechos capaces de participar en la intimi-dad divina de la Trinidad. Y así se ha hecho posible aeste hombre nuevo, a este nuevo injerto de los hijos deDios (cfr. Rom. VI, 4-5), liberar a la creación enteradel desorden, restaurando todas las cosas en Cristo(cfr. Ephes. /, 5-10), que los ha reconciliado con Dios(cfr. Colos. /, 20).

Tiempo de penitencia, pues. Pero, como hemos vis-to, no es una tarea negativa. La Cuaresma ha de vivir-se con el espíritu de filiación, que Cristo nos ha comu-nicado y que late en nuestra alma (cfr. Galat. IV, 6).El Señor nos llama para que nos acerquemos a El de-seando ser como El: sed imitadores de Dios, como hi-jos suyos muy queridos (I Ioann. ///, 1), colaborando

SÁBADO 233

humildemente, pero fervorosamente, en el divino pro-pósito de unir lo que está roto, de salvar lo que estáperdido, de ordenar lo que ha desordenado el hombrepecador, de llevar a su fin lo que se descamina, de res-tablecer la divina concordia de todo lo creado 2.

CON LA penitencia desagraviamos al Señor porlas ofensas cometidas, y con la mortificación elimi-namos los obstáculos que se oponen al crecimientointerior: la paciencia del espíritu extingue la impa-ciencia de la carne; la bondad destruye la malicia; lamansedumbre, la ira; la continencia, la falta de tem-planza; la castidad mata la impureza; de tal modoque el que por el espíritu mortifique las obras de lacarne, ése vivirá 3.

A medida que el alma se purifica, la vida inte-rior progresa, porque la mortificación tiene la granprerrogativa de facilitar el trato con Dios. Si quere-mos que nuestras oraciones penetren en los cielos,cuidemos de purificar nuestra mente de todo vicio opensamiento demasiado terreno4. La mortificaciónconsigue purificar el alma para que con mayor faci-lidad vea al Señor y escuche sus palabras en aqueldiálogo continuo que ha de ser nuestra vida de al-mas contemplativas.

(2) £5 Cristo que pasa. n. 65.(3) Orígenes, In episíolam ad Romanos commentarium 6, 14.(4) Casiano, Collaliones 9, 4.

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Considerad conmigo esta maravilla del amor deDios: el Señor que sale al encuentro, que espera, quese coloca a la vera del camino, para que no tengamosmás remedio que verle. Y nos llama personalmente,hablándonos de nuestras cosas, que son también lassuyas, moviendo nuestra conciencia a la compunción,abriéndola a la generosidad, imprimiendo en nuestrasalmas la ilusión de ser fieles, de podernos llamar susdiscípulos. Basta percibir esas íntimas palabras de lagracia, que son como un reproche tantas veces afectuo-so, para que nos demos cuenta de que no nos ha olvi-dado en todo el tiempo en el que, por nuestra culpa,no lo hemos visto. Cristo nos quiere con el cariño ina-gotable que cabe en su Corazón de Dios 5.

Si viniera a faltar la mortificación —oración delos sentidos—, si dejáramos de sujetar a voluntariaservidumbre el cuerpo y sus inclinaciones, ¡qué difí-cil sería entonces oír a Dios que nos habla! Hay queluchar contra tanta miseria, para subir hacia Dios, yescuchar, y entender su palabra. Mirad que el Señorsuspira por conducirnos a pasos maravillosos, divinosy humanos, que se traducen en una abnegación feliz,de alegría con dolor, de olvido de sí mismo. Si algunoquiere venir en pos de mí, niegúese a sí mismo (Matth.XVI, 24). Un consejo que hemos escuchado todos. He-mos de decidirnos a seguirlo de verdad: que el Señorpueda servirse de nosotros para que, metidos en todas

(5) £5 Cristo que pasa, n. 59.

SÁBADO 235

las encrucijadas del mundo —estando nosotros metidosen Dios—, seamos sal, levadura, luz. Tú, en Dios, parailuminar, para dar sabor, para acrecentar, para fer-mentar 6.

SIN SILENCIO interior, sin una disposición ha-bitual de recogimiento en el alma, es muy difícil—casi imposible— ser contemplativos. Y sólo me-diante una mortificación interior constante, lograre-mos el clima de recogimiento que facilita el trato ín-timo con el Señor. Por eso, si el diálogo de nuestraoración es pobre y fluye con dificultad, quizá se de-ba a que nuestro espíritu de sacrificio es débil, a quenecesitamos exigirnos más, porque la mortificación—como nuestro trato con el Señor— ha de ser conti-nua, como el latir del corazón 7.

Somos templos de Dios, y siempre, pero de unamanera particular en la oración, hemos de buscarleen el centro de nuestra alma en gracia. Para lograreste silencio interior es necesaria la mortificación delos sentidos, de la imaginación, de la memoria. Demodo especial hemos de prodigar las mortificacio-nes pequeñas, durante esos tiempos previstos ennuestro plan de vida, en los que procuramos vivircon la mayor intensidad lo que nuestro Fundadornos pedía para cualquier momento de la jornada: de-

(6) Amigos de Dios, n. 250O De nuestro Padre, n. 205.

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236 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA IV

béis consagrar día y noche todos los esfuerzos a unir elalma y el espíritu a Dios, nuestro Padre, por la ora-ción, por la contemplación con un amor no interrum-pido: metidos en Dios los sentidos, la imaginación, laspotencias del alma, no tendréis problemas personalesy, endiosados, podréis decir: vivo autem iam non ego,vivit vero in me Christus (Galat. //, 20); no soy yo elque vive, sino que Cristo vive en mí".

Este esfuerzo se ha de ejercitar especialmenteen la labor profesional, que ocupa la mayor parte delas horas de nuestra jornada. Persuadios de que noresulta difícil convertir el trabajo en un diálogo deoración, escribe nuestro Padre. Nada más ofrecérseloy poner manos a la obra, Dios ya escucha, ya alienta.¡Alcanzamos el estilo de las almas contemplativas, enmedio de la labor cotidiana! Porque nos invade la cer-teza de que El nos mira, de paso que nos pide un ven-cimiento nuevo: ese pequeño sacrificio, esa sonrisa an-te la persona inoportuna, ese comenzar por el quehacermenos agradable pero más urgente, ese cuidar los deta-lles de orden, con perseverancia en el cumplimientodel deber cuando tan fácil sería abandonarlo, ese nodejar para mañana lo que hemos de terminar hoy: ¡to-do por darle gusto a El, a Nuestro Padre Dios! Y qui-zá sobre tu mesa, o en un lugar discreto que no llamela atención, pero que a ti te sirva como despertadordel espíritu contemplativo, colocas el crucifijo, que ya

(8) De nuestro Padre, Carta, 6-V-1945, n. 28.

SÁBADO237

es para tu alma y para tu mente el manual dondeaprendes las lecciones de servicio.

Si te decides —sin rarezas, sin abandonar el mun-do, en medio de tus ocupaciones habituales— a entrarpor estos caminos de contemplación, enseguida te sen-tirás amigo del Maestro, con el divino encargo de abrirlos senderos divinos de la tierra a la humanidad ente-

raPidamos a la Virgen, Maestra de oración, que

nos ayude a lograr —mediante la mortificación— lasensibilidad necesaria para oír la voz de Dios ennuestra alma, y convertir así todos los momentos denuestra jornada en conversación con su Hijo Jesús.

(9) Amigos de Dios, n. 67.

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238 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA V

144.

DOMINGO V DE CUARESMA

—La vocación es una gracia de Dios que hay que custodiar.—Cuando venga un error, rectificar: comenzar y recomen-zar.

—La resurrección de Lázaro: siempre hay remedio para to-do.

SI DIOS no amara a los pecadores, no habríadescendido del Cielo a la tierra '. Tanto nos ama, queno cesa de hacernos bien, aunque nosotros no co-rrespondamos como debiéramos. Con tenacidad divi-na, una y otra vez prodiga sus gracias. Yo abrirévuestros sepulcros y os sacaré de vuestras sepulturas,pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel; y sabréisque Yo soy Yavé, cuando abra vuestros sepulcros y ossaque de vuestras sepulturas, pueblo mío, y ponga envosotros mi espíritu, y viváis 2.

Continuamente protege Dios a sus hijos, empe-ñado en santificarlos. Y, gracia sobre gracia, nos hadado la más grande de todas, después del Bautismo:la vocación. Desde el día inolvidable de la llamada,¡qué paciencia con nosotros!, ¡qué insistencia divinaen los medios de formación!, ¡qué protección pater-nal y constante sobre cada uno!

Correspondencia de amor será valorar en mucho

(1) San Agustín, In Ioannis Evangelium tractatus 49, 5.(2) L. I (A) (Ezech. XXXVII, 12-14).

DOMINGO 239

ese don divino; proteger, guardar vigilantes ese teso-ro. Los enemigos de Dios no cesan en sus ataques, yhay que estar alerta. La gracia exige cooperación denuestra parte, y la vocación, que procede de la gracia,necesita de nuestra vigilancia y de nuestro esfuerzopara conservarse 3; precisa de nuestra colaboraciónpersonal para lograr efectivamente lo que aspiramos:poner la última piedra en nuestra vida de entrega.

Hijos míos —nos decía nuestro Padre—, haberrespondido afirmativamente a Nuestro Señor, como he-mos hecho nosotros, es ya un gozoso comienzo: un ini-cio que ha necesitado del impulso de Dios, de la ayu-da de su gracia, porque es sobrenatural, pero que tam-bién ha precisado de nuestra voluntad libérrima, queha dicho al Señor: te amo sobre todas las cosas. Túeres para mí todo.

Comenzar ya es algo, pero luego ¡a perseverar!, ¡allegar al final! (...). Os lo quiero repetir: no está lo im-portante en comenzar, sino en terminar. Comenzar yaes algo, pero acabar es todo. Pensad que cualquier ba-talla puede ser la última de vuestra vida, y de nadaserviría haber ganado las anteriores si perdiéramos lapostrera. La suerte de la guerra se decide siempre en laúltima batalla 4.

EN BETANIA, cerca de Jerusalén, vivían Marta,María y Lázaro, una familia amiga del Señor. Un día,

(3) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 69, 2.(4) De nuestro Padre, Tertulia, 19-111-1972.

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240 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA V

Lázaro cayó enfermo, y sus hermanas enviaron a de-cirle: Señor, mira que aquél a quien amas está enfer-mo 5. No le dijeron —comenta San Agustín— que vi-niese, porque a quien amaba le bastaba la noticia. Nose atrevieron a decirle: ven y sánalo; ni tampoco osa-ron decir: mándalo desde ahí y surtirá efecto aquí (...).Nada de eso dijeron estas hermanas. Solamente: Se-ñor, aquél a quien amas está enfermo. Basta con que losepas, pues no abandonas a los que amas 6.

Sin embargo, el Señor, cuando oyó que Lázaro,su amigo, estaba enfermo, quedóse aún dos días másen el mismo lugar1.

Puede suceder a veces: Señor, mira que estoy en-fermo. Señor, Tú, que por amor has muerto por mí enuna cruz, ven a curarme. Y parece como si Jesús nooyera nuestra oración. Ten confianza, hijo mío, y per-severa llamando a ese Corazón amantísimo, exclama-ba nuestro Padre. Mira lo que dice a sus discípulos:Lazaras, amicus noster, dormit floann. XI, 11), duer-me, nuestro amigo está durmiendo. El Señor compren-de que nos podemos dormir y quiere que confiemos enque, pase lo que pase, nos podrá resucitar 8.

Otras veces, Jesucristo no espera a que le diga-mos nada; basta que seamos humildes, que sepamosllorar cuando nos sintamos miserables, hechos debarro. La misericordia del Señor es infinita, y su sabi-

(5) Ev. (A) {loann. XI, 3).(6) San Agustín, In Ioannis Evangelium tractatus 49 5.(7) Ev. (A) {loann. XI, 6).(8) De nuestro Padre, Tertulia, 3-XII-1961.

DOMINGO 241

duría inmensa sabe de todos nuestros buenos deseos,de todo ese amor que le tenemos; y sabe también quetodo, siendo tan divino, está metido en un vaso de ba-rro que fácilmente se rompe. Y entonces, ¿qué? Enton-ces, se hace lo que suele hacerse con los vasos de barrorotos: se recomponen y tienen una gracia especial, des-pués de que les han puesto las lañas, ese hierro queune los pedazos. Siguen sirviendo. Me gusta decir enitaliano que un vaso de barro lañado, roto y recom-puesto, un vaso de barro así é un amore. Y estoy segu-ro de que a los ojos de Dios también lo será.

Hijos míos, no os preocupen las miserias pasadas,ni la posibilidad de miserias futuras: abandonémonosen las manos del Señor; hagámosle presentes esos de-seos de santidad y de apostolado, que son el fin comúnque tenemos todos nosotros; lo que nos ha hecho parti-cipar en esta familia sobrenatural, y entonces, o no seromperá el vaso, o si se rompe, se recompondrá connueva gracia, y seguirá sirviendo maravillosamente:para la propia santidad y para el apostolado 9.

PASADOS los dos días, dijo Jesús a sus discípu-los: vamos otra vez a Judea (...). Nuestro amigo Láza-ro duerme, mas yo voy a despertarle de su sueño 10.

La noticia de que el Señor estaba en camino, lle-gó a Betania cuando hacía ya cuatro jornadas que

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habían enterrado a Lázaro. Marta, sin poderse conte-ner, salió al encuentro de Jesús: Señor, si hubiesesestado aquí, no habría muerto mi hermano ".

¿Habéis visto con qué cariño, con qué confianza,trataban sus amigos a Cristo? Con toda naturalidad leechan en cara su ausencia: ¡te hemos avisado! ¡Si Túhubieras estado aquí!... ¿No os dan ganas de decir:ven, Señor Jesús, y enséñame a tratarte con aquelamor de amistad con que te trataron Marta, María yLázaro, como te trataban también aquellos primerosDoce, que al principio te seguían quizá por motivos nomuy sobrenaturales? 12.

Y se entabló un diálogo singular entre Jesús ylas hermanas de Lázaro: ¿Dónde lo pusisteis? —Ven,Señor, le dijeron, y lo verás. Entonces a Jesús se learrasaron los ojos en lágrimas 13. Su llanto conmuevea los presentes, pero no faltan algunos que dicen:pues éste, que abrió los ojos a un ciego de nacimien-to, ¿no podía hacer que Lázaro no muñese? u.

Una gran piedra cerraba la entrada del sepulcro.Muerto y corrompido estaba Lázaro: iam foetet15, he-día. El perfume de mirra y áloes con que embalsa-maron el cuerpo del amigo se había hecho hedor demuerte. ¿Veis?, parece que ya no hay remedio. Cuán-tas veces os habré dicho que nuestra fidelidad se forja

(12) De nuestro Padre, Tertulia, 3-XII-1961.(13) Ev. (A) (¡oann. XI, 34-35).(14) Ibid., 37.(15) Ibid., 39.

DOMINGO 243

en la lucha de cada momento, con miserias, con erro-res. ¡Ay del que no luche! Porque pierde la vida inte-rior, y es muy difícil resucitar a un muerto. Pero ha-béis visto que los muertos también resucitan, cuandooyen la voz de Dios: Lazare, veni foras! (loann. XI,43).

Hijos míos de mi alma: si las cosas de la tierra noos mueven, que os mueva la voz de Cristo. Y pensadque mis palabras pueden ser la voz de Dios en estemomento: Lazare, veni foras! Y al instante, el que ha-bía muerto salió fuera (loann. XI, 44). ¿Lo veis? Láza-ro resucitó porque oyó la voz de Dios, y quiso salir deaquel estado. Si no se hubiese querido mover, no ha-bría resucitado. Y tú, ¿quieres?

Y ahora un propósito: tener siempre fe en Dios; tenersiempre esperanza en Dios; amar siempre a Dios, que Elnunca nos abandonará, aunque estemos podridos 16.

Demos siempre muchas gracias a Dios que, co-mo verdadero Hombre, lloró a su amigo Lázaro; y, co-mo verdadero Dios, lo resucitó de entre los muertos;y, compadecido de los hombres (...), nos condujo auna nueva vida ". Y tengamos una filial devoción ala Virgen Santísima, porque —como escribió nuestroPadre— si buscas a María, encontrarás ''necesaria-mente a Jesús, y aprenderás —siempre con mayorprofundidad— lo que hay en el Corazón de Dios 18.

(17) /Va™"'™ Pa

(18) Forja, n. 661.

e ' T e r t u l i a . 3-XIM961.

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LUNES

145.

—Ante las incomprensiones, confiar en el Señor.—Defender los derechos de Dios y sostener la verdad, siem-pre con caridad.—Hay siempre para la actuación humana una justificación,una disculpa, al menos en la intención.

ETERNO Dios, que conoces las cosas ocultas, quelo sabes todo antes de que suceda, Tú sabes que hanlevantado contra mí un falso testimonio 1.

Es la voz de un alma de Dios, injustamente con-denada por los hombres. ¡Cómo deben llegar al Cieloestas voces, hasta el justo Juez que tiene misericor-dia por amor, porque nos ama como algo suyo!2. ¡Yqué respeto, qué veneración hemos de sentir por unasola alma, por el hecho de que todas son de Dios! Re-suenan en nuestros oídos las palabras de Jesucristo:no juzguéis, y no seréis juzgados 3. Con este mandato,el Señor no prohibe a unos corregir a otros, pero síque unos desprecien a otros y los odien, en general,por simples sospechas 4.

La verdadera caridad con el prójimo comienzaen lo interior. Por eso, cuando hay amor de Dios, el

(1) L. I (Dan. XIII, 41-42).(2) Santo Tomás, S. Th. II-II, q. 30, a 3 ad 1(3)Atert. VII, 1.(4) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 23, 1.

LUNES 245

cristiano tampoco se siente indiferente ante la suertede los otros hombres, y sabe tratar a todos con respe-to 5; y al contrario, cuando ese amor decae, existe elpeligro de una invasión, fanática y despiadada, en laconciencia de los demás 6.

Mucho supo nuestro Padre, como todas las al-mas que de verdad sirven a Dios, de calumnias y decríticas, pues fue con frecuencia y durante largosaños, la diana de ejercicios de tiro de murmuracio-nes, de difamación, de calumnia. La gracia de Diosy un natural nada rencoroso —comenta en una desus homilías, hablando en tercera persona— hanhecho que todo eso no les haya dejado el menor ras-tro de amargura. Mihi pro mínimo est, ut a vobisiudicer (I Cor. IV, 3), se me da muy poco el ser juz-gado por vosotros, podrían decir con San Pablo. Aveces, empleando palabras más corrientes, habránañadido que todo les ha salido siempre por una frio-lera. Esa es la verdad.

Por otro lado, sin embargo, no puedo negar que amí me causa tristeza el alma del que ataca injustamen-te la honradez ajena, porque el injusto agresor se hun-de a sí mismo. Y sufro también por tantos que, antelas acusaciones arbitrarias y desaforadas, no sabendónde poner los ojos: están aterrados, no las creen po-sibles, piensan si será todo una pesadilla 7.

!Ü! 15 Cris'° 1ue Pas". n. 67.!? f5 Cristo 1ue Pasa' n- 67-(') Es Cristo que pasa, n. 68.

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Son los sentimientos que se reflejan en la prime-ra lectura de la Misa de hoy, donde leemos el relatode Susana, aquella mujer casta, falsamente incrimina-da de deshonestidad por dos viejos corrompidos. Rom-pió a llorar Susana y contestó a sus acusadores: por to-das partes me siento en angustias; porque si hago loque me proponéis, vendrá sobre mí la muerte; y si meniego, no escaparé de vuestras manos (Dan. XIII, 21).¡Cuántas veces —comenta nuestro Fundador— la in~sidia de los envidiosos o de los intrigantes coloca, amuchas criaturas limpias, en la misma situación! Seles ofrece esta alternativa: ofender al Señor o ver deni-grada su honra. La única solución noble y digna es, almismo tiempo, extremadamente dolorosa, y han de re-solver: prefiero caer inculpable en vuestras manos apecar contra el Señor (Dan. XIII, 22) 8.

Por si alguna vez nos encontrásemos en pareci-das circunstancias, tomemos ahora la decisión de noentristecernos nunca, si nuestra conducta recta es malentendida por otros; si el bien que —con la ayuda con-tinua del Señor— procuramos realizar, es interpretadotorcidamente, atribuyéndonos, a través de un ilícitoproceso a las intenciones, designios de mal, conductadolosa y simuladora. Perdonemos siempre, con la son-risa en los labios. Hablemos claramente, sin rencor,cuando pensemos en conciencia que debemos hablar.Y dejemos todo en las manos de Nuestro Padre Dios,

(8) £5 Cristo que pasa, n. 68.

LUNES 247

con un divino silencio — Iesus autem tacebat (Matth.XXVI, 63), Jesús callaba—, si se trata de ataques per-sonales, por brutales e indecorosos que sean. Preocupé-monos sólo —insiste nuestro Fundador— de hacerbuenas obras, que El se encargará de que brillen de-lante de los hombres (Matth. V, 16)9.

HAN LLEVADO ante Jesús a una mujer pecado-ra: Moisés, en la Ley, nos tiene mandado apedrear aéstas; Tú, ¿qué dices? Esto le preguntaban para ten-tarle y poder acusarle 10.

Se trataba de un hecho público, era indudableque se había cometido. A aquellos hombres, sin em-bargo, no les importaba el hecho en sí; la situaciónde aquella mujer les traía sin cuidado. No les preo-cupaba la ofensa a Dios, ni la corrección y el arre-pentimiento de la pecadora. Su propósito era tenderun lazo a Jesús; faltaba la rectitud de intención. Je-sús inclinóse hacia el suelo y con el dedo escribía enla tierra. Mas como porfiasen ellos en preguntarle, seenderezó y les dijo: el que de vosotros se halle sin pe-cado, tire contra ella la primera piedra u. Y aquelloshombres se fueron retirando, avergonzados, comen-zando por los más viejos 12, porque con más tiempode vida podían haber acumulado mayor iniquidad en

nlH Cr}fto que pasa' "• 72-? 7?' ( / o í m"- VIH, 5-6).

Cl) Ibid., 6-7(12) Ibid.

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el corazón y, a pesar de ser miserables, no compren-dían que los demás tuvieran miserias.

La enseñanza de este pasaje del Evangelio esbien clara: no somos quién, para juzgar a otras per-sonas. Sólo Dios penetra en las cosas ocultas, lee enlos corazones, pesa en su real valor todas las cir-cunstancias que acompañan a una acción. Un míni-mo sentido de la justicia exige que, incluso en la inves-tigación de un presunto delito, se proceda con cautelay moderación, sin tomar por cierto lo que es sólo unaposibilidad 13. Hace falta un corazón limpio, celo porlas cosas de Dios y amor a las almas, para poder juz-gar con rectitud de intención.

Pero hay acciones ante las que debemos tomarpartido, hay hechos que no pueden contemplarse pa-sivamente. Y esto es ya juzgar. Además, debemos co-nocer los acontecimientos que salen del fuero de laconciencia y se plasman en hechos o en palabras, sinos afectan de algún modo; y todo lo que se refiere aDios, a la Iglesia, a la Obra, nos atañe muy directa-mente. Y la defensa de los intereses de Dios nos em-puja a dar testimonio de la verdad 14, a no transigiren lo que no es nuestro. Pero esos juicios, cuando ha-ya que hacerlos, han de dejar siempre a salvo la in-tención del autor: han de ir tamizados por la cari-dad.

Sólo el amor puede llevar la duda a la mejor

(13) Es Cristo que pasa n 69(14) loann. VIII, 37.

LUNES 249

parte 15. Por eso Dios perdona, comprende, justifica;mientras que los hombres tendemos a pensar mal.Es el amor, la caridad lo que puede detener el juiciocondenatorio: la caridad es sufrida, es bienhechora;la caridad no tiene envidia, no obra precipitada ni te-merariamente, no se ensoberbece, no es ambiciosa,no busca sus intereses, no se irrita, no piensa malib.

ENTONCES Jesús, alzándose, le dijo: mujer,¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condena-do? Ella respondió: ninguno, Señor. Y Jesús le dijo:pues tampoco Yo te condenaré. Anda, y no pequesmás en adelante 17. Ha habido pecado y Jesús lo lla-ma así, por su nombre. Pero Jesús se ha compadeci-do del alma débil. Para eso ha venido a la tierra: abuscar y salvar lo que estaba perdido 18; no a acabarlode perder. El Señor ha cargado con nuestras mise-rias, para aliviarnos de ellas.

¡Qué misericordia la de nuestro Dios! Es la mi-sericordia que debemos tener hacia cada alma, por-que el celo por las cosas de Dios debe ir unido siem-pre al amor a todas las almas, que Cristo comprópor gran precio 19. Y tendremos más misericordia conlos más necesitados, porque eso es la misericordia:

(15) San Agustín, Sermo 1, 1, 9.(16) I Cor. XIII, 4-5.(17) Hv. (loann. VIII, 10-11).(18) Luc. XIX, 10(19) I Cor. VI, 20.

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compasión de la miseria ajena, que nos mueve a re-mediarla, si es posible 20: a dar afecto, a prestar ayu-da y, sobre todo, a comprender. Tú no puedes tratarcon falta de misericordia a nadie: y, si te parece queuna persona no es digna de esa misericordia, has depensar que tú tampoco mereces nada.

—No mereces haber sido creado, ni ser cristiano, niser hijo de Dios, ni pertenecer a tu familia... 21.

Aunque veáis algo malo —enseña San Bernar-do—, no juzguéis al instante a vuestro prójimo. Excu-sad la intención, si no podéis excusar la obra. Pensadque lo habrá hecho por inconsideración o porignorancia 22. Hay que procurar salvar la intención,sin perjuicio de hacer, si es del caso, la convenienteadvertencia para ayudarle a corregirse.

Esto no sería posible si faltase humildad, porquela humildad —escribió nuestro Padre— es la virtudque lleva a descubrir que las muestras de respeto porla persona —por su honor, por su buena fe, por su in-timidad—, no son convencionalismos exteriores, sinolas primeras manifestaciones de la caridad y de la jus-ticia.

La caridad cristiana no se limita a socorrer al ne-cesitado de bienes económicos; se dirige, antes que na-da, a respetar y comprender a cada individuo en cuan-to tal, en su intrínseca dignidad de hombre y de hijo

(20) San Agustín, De civitate Dei 9, 5.(21) Forja, n. 145.(22) San Bernardo, In Cantici canticorum sermones 40.

LUNES 251

del Creador. Por eso, los atentados a la persona —a sureputación, a su honor— denotan, en quien los comete,que no profesa o que no practica algunas verdades denuestra fe cristiana, y en cualquier caso la carencia deun auténtico amor de Dios (...).

Espero que seremos capaces de sacar consecuenciasmuy concretas de este rato de conversación, en la pre-sencia del Señor. Principalmente el propósito de nojuzgar a los demás, de no ofender ni siquiera con laduda, de ahogar el mal en abundancia de bien, sem-brando a nuestro alrededor la convivencia leal, la jus-ticia y la paz 23.

Así lo pedimos a la Virgen María, que es Madrede misericordia, y que ayuda más a aquellos hijossuyos que más la necesitan.

P3) Es Cristo que pasa, n. 72.

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146.

MARTES

—La perseverancia requiere una respuesta libre y generosaa la gracia de Dios.

—La libertad, en la tierra, tiene siempre sus límites.—Dejarse condicionar por el amor de Dios.

HIJAS e hijos míos, sé que todos vosotros habéis ve-nido a la Obra porque os ha dado la gana, decididos aentregaros, a quemar las naves, de modo que en el cora-zón, en el pensamiento y en la voluntad no haya otroafán que Dios y el bien de las almas. Los que lleváis yaalgún tiempo en la Obra habéis visto, con agradecimien-to, cómo tantas almas se entusiasman y vibran con el es-píritu del Opus Dei, que enseñamos y procuramos refle-jar en todas nuestras acciones, vulgares y corrientes enapariencia, pero que realmente son heroicas.

Me habéis oído decir muchas veces que pitar es algo,pero que perseverar es todo. Por eso os quiero prevenirahora contra una tentación que quizá sientan algunoshijos míos cuando llega el momento, que necesariamen-te tiene que venir, de notar que en el Opus Dei hay cruz.Porque Dios nos pide a todos una abnegación plena, y aveces el pobre hombre de barro —de que estamos he-chos— se rebela; sobre todo si hemos dejado que nuestroyo se interponga en el trabajo, que ha de ser para Dios.

A esos hijos míos, que quizá entonces se encuentrancomo obligados a llevar la cruz (cfr. Matth. XXVII,

MARTES 253

32), me gustaría decirles al oído: si scires donum Dei/(Ioann. IV, 10), ¡si conocieras el don de Dios! Hijo, ¿porqué no lo entiendes?, ¿por qué pareces ignorar el granregalo que te ha hecho llamándote a su servicio precisa-mente a ti, cuando hay tantas almas mejores que la tu-ya, más entregadas, que responderían con generosidadmás plena?'.

En esta última semana de Cuaresma, el Evange-lio de la Misa recoge la larga conversación de Jesu-cristo con los fariseos en Jerusalén, con ocasión dela fiesta de los Tabernáculos. Y cuenta San Juanque, a pesar de la oposición de los escribas y fari-seos, al decir estas cosas, muchos creyeron en El2. Aestos judíos creyentes dirige Jesús la última parte desu discurso: si vosotros permanecéis en mi palabra,sois en verdad discípulos míos, conoceréis la verdad,y la verdad os hará libres 3. Palabras que hemos detener siempre presentes, de modo especial si algunavez pretendiera insinuarse en nuestra vida un con-flicto entre la libertad y la entrega.

Nuestro Padre nos puso claramente en guardiafrente a este falso dilema. Es lógico, hijas e hijos, quehaya límites en nuestra actuación de hijos de Dios, ala vez que nos sentimos y somos verdaderamente li-bres. Los límites y protecciones de las autopistas, queimpiden a los coches salirse del camino, sólo podrían

0) De nuestro Padre, Crónica, 1972, pp. 630-631.(2) Ev. {Ioann. VIII 30)(3) Ioann. VIII 31

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parecer contrarios a la libertad a quien no quisieraverdaderamente llegar a donde conduce la carretera.Únicamente una persona sin juicio quiere que no hayalimitaciones en su camino, como un conductor de auto-móvil que dijera: ¿por qué ponen estas barreras?, y lassaltara pasándose al otro lado. Ese hombre no es máslibre por eso, pero además atropella la libertad de losotros, y terminará perdiéndose i.

Aseguraremos, con la ayuda de Dios, la perseve-rancia si día a día respondemos fielmente a las pe-queñas exigencias de la entrega. Concédenos, Señor,perseverar en tu servicio para que, a lo largo de losdías, el pueblo que te sirve fielmente crezca en núme-ro y santidad \

A VOSOTROS, hijas e hijos míos, la formaciónque recibís en la Obra, mientras os hace cada vez mássencillos y descomplicados, os da rectitud de criterio,que se traduce en la unidad de vida, y en una gran li-bertad, con las limitaciones lógicas de la entrega aDios según una vocación específica, que no tiene otrofin que el servicio a Dios y a las almas.

Por ejemplo, ahora no sería bueno que repitieraislo que hice yo, durante tantos años, con los primeros:ir por los hospitales, para atender a los enfermos, lim-

(4) De nuestro Padre, Crónica, 1972, p. 632.(5) Orat.

MARTES 255

piarles, lavarlos. A eso tuve que renunciar porque noera compatible con esta otra labor que es el trabajoque el Señor me pide ahora. Y vosotros igual: al elegirsantificaros en el lugar que el Señor os ha puesto, te-néis que prescindir de otras cosas buenas, pero que yano son vuestro camino.

Padre, me preguntaréis, entonces ¿estamos condicio-nados?, ¿no tenemos libertad? Mirad si hay en la tierra,hijos, alguna persona que sea libre en el sentido de queno tenga limitaciones de ninguna clase. Nuestras ma-dres están condicionadas por el amor a nuestro padre ya nosotros. Este hombre está condicionado por su profe-sión, aquél por sus ambiciones de gloria, el otro por susensualidad, como lo estaríamos nosotros si no guardá-semos la vista, si no tuviéramos la preocupación de evi-tar las ocasiot\es, y de ser humildes. Condicionado estáel militar, el profesor, y el campesino; condicionado estáel empresario y el obrero... Todos, todos: el enfermo, elsano, el alto, el bajo, el deportista y el baldragas que nose mueve por nada... Todos están condicionados.

Al elegir una cosa, otras muchas —también bue-nas— quedan excluidas, pero eso no significa que faltelibertad: es una consecuencia necesaria de nuestra na-turaleza finita, que no puede abarcarlo todo; aunqueal elegir en cada momento a Dios —que es el fin últi-mo también del orden natural—, en El de algún modose tiene todo (cfr. Eccli. XLIII, 27). Y esto en lo huma-no, en lo terreno. En lo espiritual, con más motivo. Hi-jas e hijos míos: buscar una falsa libertad que ignore

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las consecuencias de las obligaciones que hemos con-traído por amor, porque nos dio la gana, no es ni li-bertad ni siquiera parte de la libertad: es señal de quese ama el libertinaje, de que el corazón se ha desorde-nado. Por eso os pido siempre que obréis con volunta-.riedad actual, para que cada día y en todo instanteconfirméis la elección que habéis hecho, porque Diosos llamó y vosotros dijisteis que sí, por una razón so-brenatural de amor incondicionado.

Hijos míos, ¿no vale la pena que nosotros nos deje-mos libremente condicionar por el Amor y el sacrificio?Cuando tantas cosas se tambalean, y el diablo ha desa-tado una tempestad tremenda contra la Iglesia de Cris-to, ¿no es una maravilla que nosotros nos entreguemosde lleno al Señor, que nuestra vida entera esté condicio-nada por ese afán de amar a Dios y de servir a las al-mas? Un límite que nos lo hemos impuesto nosotros mis-mos, con la gracia divina, porque nos dio la gana 6.

SI UN hombre no se deja vincular por afanes no-bles y limpios, con los que acepta las obligaciones deuna familia, de una profesión, de unos deberes ciuda-danos...; si un hombre no tiene iniciativa para tomaresas decisiones, la vida misma se encargará de impo-nérselas, contra su voluntad. Después vendrá la reac-ción de rebeldía, de violencia, de abandonarse por un

(6) De nuestro Padre, Crónica, 1972, pp. 632-634.

MARTES 257

camino que no es cristiano. Cuando todo eso sucede,esa alma queda todavía más condicionada que la quevoluntariamente quiso aceptar unos compromisos, queen apariencia coartaban su libertad; en apariencia,porque en ese momento era libre, como seguirá siendolibre su lealtad. De otro modo —no lo olvidéis, hijos-queda el alma más esclavizada, con cadenas que en al-guna ocasión parecerán de oro, pero que no dejan deser cadenas. Y, en otras, serán de hierro mohoso.

Os he contado ya otras veces la triste impresiónque me produjo ver un águila dentro de una jaula dehierro, con un pedazo de carroña entre sus garras.Aquel animal —que en las alturas es todo majestad,dueño de los aires, y mira de hito en hito al sol— ence-rrado en la jaula daba asco y pena a la vez, por lasmil diabluras que le gastaban unos niños.

Hijos míos, creedme, todas nuestras rebeldías desor-denadas nos llevan a la jaula y ala carroña, al envileci-miento, a perder la potestad de subir. Sólo entregándo-nos con humildad podremos decir con San Juan de laCruz: volé tan alto, tan alto / que le di a la caza alcance.

No es cosa material, exterior. Se puede estar prisio-nero en la celda más horrenda e inhumana, y ser libre,aceptando la voluntad de Dios y amando el sacrificio,con el pensamiento en todas las almas de la tierra.¡Cuántos mártires de la fe en nuestros días han voladoasí como las águilas, con el cuerpo entre hierros y elalma libre para amar a Dios sin límites!

No contempléis nada sólo con ojos humanos, hijas

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e hijos míos. No miréis con la nariz pegada al muro,porque entonces no veríais más que un poco de pared,algo de suelo y la punta de vuestros zapatos, que ni si-quiera estarán limpios porque se habrán manchadocon el polvo del camino. Alzad la cabeza, y veréis elcielo, azul o nublado, pero esperando vuestro vuelo.Los obstáculos de la sensualidad, de la soberbia, de lavanidad; en una palabra, de la idiotez humana, noson tan altos que puedan, si nosotros no queremos, ce-garnos por completo la vista. Además, con la gracia deDios, nos los saltamos como se los salta un torero o unbuen deportista.

La Obra os está dando una doctrina maravillosa,de modo que el que no recibe la formación debida esporque no quiere; medios no le faltan. Hijos, en elOpus Dei no hay nadie que se niegue descaradamentea aprovechar los medios de formación, pero podría su-ceder que alguno, por soberbia, no entendiera la bon-dad de un determinado criterio. Si dejamos que el yoenrede, es más fácil que nuestra cabeza vea limitacio-nes donde se nos pide que pongamos amor. Pero conun poco de buena voluntad, y la gracia de Dios queno nos falta, la inteligencia se vuelve más clara y todose arregla. Y habremos vencido una batalla más 7.

Acudimos a la Virgen, pidiéndole la perseveran-cia en nuestra entrega. Sancta Maria, Ancilla Domi-ni, ora pro nobis!

(7) De nuestro Padre, Crónica, 1972, pp. 634-636.

MIÉRCOLES 259

147.

MIÉRCOLES

—Jesús nos dio ejemplo de amor a la verdad, con sacrificiopersonal.—Nuestra intransigencia ha de ser santa: porque no transi-gimos en lo que, por ser de Dios, es santo y porque hemos devivir la verdad siempre en la caridad.—La santa intransigencia ha de aplicarse primero a la pro-pia vida: vivir la verdad que enseñamos.

MUCHOS ejemplos nos dio Jesús de su amor ala verdad; el Evangelio de San Juan recoge uno deellos: era invierno y Jesús se paseaba en el templo,por el pórtico de Salomón. Entonces le rodearon losjudíos y le dijeron: ¿hasta cuándo has de traer sus-pensa nuestra alma? Si tú eres el Cristo, dínosloabiertamente \ Son sus enemigos los que le pregun-tan para obligarle a dar una respuesta que le com-prometa. Si Jesús les habla claro, no tardarán en le-vantarse las piedras amenazadoras. Y El, que esnuestro modelo en todo, va a enseñarnos con suejemplo cuál debe ser nuestra actitud. Jesucristo,sin atender al ánimo hostil de aquellos fariseos, diceclaramente: Yo y el Padre somos una misma cosa 2.Se alzan las manos airadas de los judíos, le rodea un

(1) Ioann. X, 22-24P) Ibid., 30.

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círculo de gente enfurecida; mas el Señor sigue dan-do testimonio de la Verdad.

Decía Jesús a los judíos que habían creído enEl: si vosotros permanecéis en mi palabra, sois enverdad discípulos míos, conoceréis la verdad y laverdad os hará libres3. Y comenta nuestro Padre:qué verdad es ésta, que inicia y consuma en todanuestra vida el camino de la libertad. Os la resumi-ré, con la alegría y con la certeza que provienen dela relación entre Dios y sus criaturas: saber que he-mos salido de las manos de Dios, que somos objetode la predilección de la Trinidad Beatísima, que so-mos hijos de tan gran Padre. Yo pido a mi Señorque nos decidamos a darnos cuenta de eso, a sabo-rearlo día a día: así obraremos como personas libres.No lo olvidéis: el que no se sabe hijo de Dios, desco-noce su verdad más íntima, y carece en su actuacióndel dominio y del señorío propios de los que amanal Señor por encima de todas las cosas.

Persuadios, para ganar el cielo hemos de empeñar-nos libremente, con una plena, constante y voluntariadecisión. Pero la libertad no se basta a sí misma: nece-sita un norte, una guía 4. Y esa guía es la palabra deCristo, el Magisterio de la Iglesia. Por eso, no hemosde tener miedo a decir la verdad; aunque algunas ve-ces sea mejor callar por caridad con el prójimo 5: por

(3) Ev. (loann. VIII, 31-32)(4) Amigos de Dios, n. 26.(5) De nuestro Padre.

MIÉRCOLES 261

caridad auténtica, cuando el silencio no dañe a na-die; nunca poi* desidia, ni comodidad, ni cobardía.

LIMPIA y precisa hemos recibido la doctrina, asítenemos que darla. No podemos permanecer impasi-bles ante el error o la confusión, porque no es posi-ble concordia alguna de la verdad con la mentira, al-gún acuerdo de las tinieblas con la luz 6. De ahí nacenuestra intransigencia con el error, que no es intran-sigencia a secas: es "la santa intransigencia"7.

Es santa, en primer lugar, porque no transigi-mos en lo que, por ser de Dios, es santo; siendo no-sotros sólo depositarios, administradores fieles. Eneso, la transigencia sería señal cierta de no tener laverdad. —Cuando un hombre transige en cosas deideal, de honra o de Fe, ese hombre es un... hombresin ideal, sin honra y sin Fe 8. No atendemos a inte-reses personales, sino que decimos lo que tenemosobligación de decir, aunque sea con riesgo de lapropia vida. Esta debe ser nuestra disposición ynuestra actitud, cuando están en juego los derechosde Dios, de la Iglesia y de la Obra: la verdad, sincompromisos.

Pero también debe ser santa nuestra intransi-gencia por el modo de llevarla a cabo: debemos vi-

(6) San León Magno, Sermo 70, 5.(7) Camino, n. 398.(8) Camino, n. 394.

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vir la verdad con caridad: veritatem facientes in ca-ritate 9. Si no enseñamos la verdad con caridad, secorre el peligro de desvirtuar la misma doctrina,que es toda de amor. Hemos de tener en cuenta queel hombre no es sólo razón; hiriéndole, además defaltar a la caridad, hay riesgo de que se cierre a laverdad.

No se puede confundir la santa intransigencia—en las cosas en que no podemos ceder, porque noson nuestras— con la violencia cerril. Nuestro Padrenos recuerda: violencia, nunca. No la comprendo, nome parece apta ni para convencer ni para vencer: unalma que recibe la fe se siente siempre victoriosa. Elerror se combate con la oración, con la gracia de Dios,con razonamientos desapasionados, ¡estudiando y ha-ciendo estudiar!, y repito, con la caridad. Por eso,cuando alguno intentara maltratar a los equivocados,estad seguros de que sentiré el impulso interior de po-nerme junto a ellos, para seguir por amor de Dios lasuerte que ellos sigan 10.

LA VERDAD, además de ser predicada, ha de serpracticada, vivida. El mundo vive de la mentira; yhace veinte siglos que vino la Verdad a los hombres.

—¡Hay que decir la verdad!, y a eso hemos de ir

(9) Ephes. IV, 15.(10) De nuestro Padre, Carta, 31-V-1954, n. 19.

MIÉRCOLES 263

los hijos de Dios. Cuando los hombres se acostumbrena proclamarla y a oírla, habrá más comprensión en es-ta tierra nuestra ".

Es otra vez Jesús quien nos da ejemplo: si no ha-go las cosas de mi Padre, no me creáis, dice a los ju-díos. Pero si las hago, aunque a mí no queráis darmecrédito, dadlo a mis obras 12. Sinceridad en nuestrasvidas, porque los que tenemos la verdad de Cristo enel corazón hemos de meter esa verdad en el corazón,en la cabeza y en la vida de los demás: tenemos obli-gación grave. Lo contrario es comodidad, política fal-sa. Yo tengo el deber —afirmaba nuestro Padre— dellevar a todas las almas por el camino de Cristo n; yesto sólo podremos lograrlo imitando a Nuestro Se-ñor, que comenzó a hacer y a enseñar u.

Hemos de dar testimonio con nuestra vida recta.Y entonces nuestra palabra podrá llevar a los hom-bres el buen olor de Cristo, que es el que arrastra, elque persuade, el que enamora. El cristiano ha de ma-nifestarse auténtico, veraz, sincero en todas sus obras.Su conducta debe transparentar un espíritu: el de Cris-to. Si alguno tiene en este mundo la obligación demostrarse consecuente, es el cristiano, porque ha reci-bido en depósito, para hacer fructificar ese don (cfr.Luc. XIX, 13), la verdad que libera, que salva (cfr.

(11) Forja, n. 130(12) loann. X, 37-38.ÜÜ! De n u e s t r ° Padre, Crónica VII-62, p. 55.(14) Act. I, 1.

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Ioann. VIII, 32). Padre, me preguntaréis, y ¿cómo lo-graré esa sinceridad de vida? Jesucristo ha entregado asu Iglesia todos los medios necesarios: nos ha enseñadoa rezar, a tratar con su Padre Celestial; nos ha enviadosu Espíritu, el Gran Desconocido, que actúa en nuestraalma; y nos ha dejado esos signos visibles de la graciaque son los Sacramentos. Úsalos. Intensifica tu vida depiedad. Haz oración todos los días. Y no apartes nun-ca tus hombros de la carga gustosa de la Cruz delSeñor 15.

Pidamos al Señor, por la intercesión de la Vir-gen Santa María, un gran amor a la Verdad: para vi-virla con sacrificio personal y para decirla siempre,sin cobardes ambigüedades, movidos en todo por lacaridad.

(15) Amigos de Dios, n. 141.

JUEVES 265

148.

JUEVES

—El ejemplo de Jesús nos mueve a querer dar la vida por lamortificación constante.—La Cruz es necesaria para crecer en la entrega y dar fru-tos de santidad y apostolado.—Amar la Cruz es, sobre todo, entregar el propio yo.

"VEXILLA Regis...". Las banderas del Rey avan-zan; brilla el misterio de la Cruz (...), en donde la Vidapadeció la muerte, y con su muerte nos dio vida l.

Muy cerca están ya las horas de la Pasión; muypoco falta para que llegue a su término la obra denuestra Redención, que Cristo ha venido a realizar.Han visto los judíos que el influjo y la fama del Se-ñor, sobre todo después de los últimos milagros, cre-ce de día en día. ¿Veis —comentan— como no ade-lantamos nada? Mirad como todo el mundo se vatras El2. Han fracasado todas sus argucias: las pre-guntas malintencionadas, aparentemente insolubles,hallaron siempre cumplida respuesta en los labiosdel Señor; las campañas calumniosas no encontra-ron eco en la gente sencilla, cada vez más admiradadel ejemplo de vida de Jesús.

Llegó, pues, el momento predicho por el profeta:

(1) Himno Vexilla Reeis(2) loarm. XII, 19.

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por aquellos días dijeron (...): venid, atravesémoslecon los dardos de nuestras lenguas, y no atendamos aninguna de sus palabras 3. Jueces, acusadores y a lavez verdugos, sin abogado que pudiera defender lacausa, dictan sentencia condenatoria e inapelablecontra el Salvador.

Mas aquellas maquinaciones no quedan ocultasa los ojos de Dios, que lee en los corazones de loshombres. Por eso cuando —contentos de la gloria al-canzada por su Maestro— Andrés y Felipe se le acer-can para decirle que hasta unos gentiles desean ver-le, Jesucristo corrige enseguida su optimismo pura-mente humano, y exclama: ¡llegó la hora en que debeser glorificado el Hijo del hombre!4, en que va a esta-blecerse su reinado sobre la tierra; pero no comoimagináis vosotros, porque —comenta San Agustín—Cristo no era Rey de Israel para imponer tributos, nipara tener ejércitos armados y guerrear visiblementecontra sus enemigos; era Rey de Israel para gobernarlas almas, para dar consejos de vida eterna, para con-ducir al reino de los cielos a quienes estaban llenosde fe, de esperanza y de amor5.

Y para eso, pudiendo servirse de muchos me-dios, el Señor eligió morir en la Cruz: en verdad, enverdad os digo, que si el grano de trigo que cae en latierra no muere, queda infecundo; mas si muere, pro-

(3) lerem. XVIII, 18.(4) Ioann. XII, 23.(5) San Agustín, In loannis Evangelium tractatus 51, 4.

JUEVES 267

duce mucho fruto 6. Y tú —pregunta nuestro Padre acada uno—, ¿no quieres ser grano de trigo, morir porla mortificación, y dar espigas bien granadas? 1.

LA CRUZ, por expreso designio de la Voluntaddivina, fue el instrumento de nuestra Redención; pa-ra eso vino Cristo al mundo: ahora mi alma está tur-bada —exclama en la proximidad de la Pasión—, ¿yqué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? No, que paraeso vine a esta hora. ¡Padre, glorifica tu nombre!8. Ynosotros, que somos discípulos de Cristo, ¿cómoreaccionaremos ante el sacrificio que cuesta, sinopensando que hemos sidp llamados para seguir lospasos de Jesús? El que me sirve —nos dice—, síga-me, que donde Yo estoy, allí también estará miservidor9. Sígame es un mandato imperativo, y signi-fica clavarse con Cristo en la Cruz, porque no es eldiscípulo más que su maestro, ni el siervo más que suamo 10.

Hay auténtica entrega, somos verdaderamentediscípulos de Cristo, cuando la Cruz da sentido di-vino a nuestra existencia, porque la Cruz es el sig-no de Cristo Redentor. Dejó de ser el símbolo del

(6) Ioann. XII, 24.(7) Camino, n. 199(8) Ioann. XII, 27-28.(9) Ibid., 26.(10) Matth. X, 24.

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mal para ser la señal de la victoria ". Una victoriaque va a consistir principalmente en dejar a Jesu-cristo que viva en nosotros. Necesitamos de laCruz para apartar los obstáculos que dificultannuestra entrega, para allanar el camino de Jesúsen nuestras vidas. La Cruz es nuestra gloria, lafuente de todos nuestros bienes, nuestra esperanza,nuestro premio u.

Tenemos necesidad de la Cruz para crecer yfructificar como el trigo sembrado en la tierra: en suraíz queda la muerte, la semilla podrida, pero de ahísurge la riqueza de la espiga. Quien conserva su vi-da, la perderá; y quien perdiere su vida por amormío, la volverá a hallar13, más abundante, más rica,más fecunda.

Repasa el ejemplo de Cristo, desde la cuna deBelén hasta el trono del Calvario. Considera su abne-gación, sus privaciones: hambre, sed, fatiga, calor,sueño, malos tratos, incomprensiones, lágrimas...; y sualegría de salvar a la humanidad entera. Me gustaríaque ahora grabaras hondamente en tu cabeza y en tucorazón —para que lo medites muchas veces, y lotraduzcas en consecuencias prácticas— aquel resumende San Pablo, cuando invitaba a los de Efeso a se-guir sin titubeos los pasos del Señor: sed imitadores

(11) De nuestro Padre, Crónica XI-60, p. 8.(12) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 54, 5.(13) Matth. X, 39.

JUEVES 269

de Dios, ya que sois sus hijos muy queridos, y proce-ded con amor, a ejemplo de lo que Cristo nos amó yse ofreció a sí mismo a Dios en oblación y hostia deolor suavísimo (Ephes. V, 1-2) 14.

JESÚS se entregó a Sí mismo, hecho holocaustopor amor. Y tú, discípulo de Cristo; tú, hijo predilectode Dios; tú, que has sido comprado a precio de Cruz;tú también debes estar dispuesto a negarte a ti mismo.Por lo tanto, sean cuales fueren las circunstancias con-cretas por las que atravesemos, ni tú ni yo podemosllevar una conducta egoísta, aburguesada, cómoda, di-sipada..., —perdóname mi sinceridad— ¡necia!1S

No pide Cristo que renunciemos a cosas más omenos importantes; el Señor nos pide algo de ma-yor valor: la renuncia de nosotros mismos, vivir conespíritu de abnegación y sacrificio; y esto todos losdías, siempre. Es condición que pone a todos losque quieren seguirle y de modo especial a quien de-sea, como nosotros, estar cerca de El, pendientes deEl.

Un día sin mortificación es un día perdido, por-que no nos hemos negado, no hemos vivido el holo-causto 16. Si somos fieles, podremos decir con San Pa-blo: estoy clavado en la Cruz juntamente con Cris-

(14) Amigos de Dios, n. 128.(15) Amigos de Dios, n. 129.(16) Surco, n. 988.

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to n. Clavarse en la Cruz, entregar el propio yo, po-ner a los pies del Señor todo cuanto nos rodea, sinentretenerlo en nuestras manos. Saber decir valien-temente que sí a lo que Jesús nos pide. Y saber co-rregir los rasgos de temperamento que se opongan ala entrega, las inclinaciones personales cuando nopermitan todo el rendimiento que Dios nos reclama,aquellas cosas que hacen menos eficaz el aposto-lado...

Los que han de competir en la palestra —escribeSan Pablo— guardan en todo una exacta continencia;y no es sino para alcanzar una corona perecedera, alpaso que nosotros la esperamos eterna 18. Y nuestroPadre comenta: os basta echar una mirada a vuestroalrededor. Fijaos a cuántos sacrificios se someten debuena o de mala gana, ellos y ellas, por cuidar el cuer-po, por defender la salud, por conseguir la estimaciónajena... ¿No seremos nosotros capaces de removernosante ese inmenso amor de Dios tan mal correspondidopor la humanidad, mortificando lo que haya de sermortificado, para que nuestra mente y nuestro corazónvivan más pendientes del Señor? l9.

Si alguno quiere venir en pos de mí... Si el gra-no de trigo no muere... Son claras advertencias, in-vitaciones apremiantes de Jesucristo para que valo-remos el papel de la Santa Cruz en nuestra vida.

(17) Gafar. II, 19.(18) / Cor. IX, 25.(19) Amigos de Dios, n. 135.

JUEVES 271

Somos semilla de Dios y no podemos pasar por latierra sin morir, sin clavarnos en la Cruz del Señorpara obtener los frutos cuajados de su sacrificio.En la intimidad de nuestra oración, podemos pre-guntarnos: ¿qué hago yo para morir cada día?, ¿to-mo con decisión mi 'Cruz desde la mañana hasta lanoche?

Pidamos al Señor que aumente nuestra fe, y acu-damos a Nuestra Madre para que nos enseñe a amarla Cruz, para que aprendamos de Ella a seguir a Je-sucristo hasta el Calvario.

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149.

VIERNES

—Toda la vida de la Virgen está orientada a la Cruz.—Santa María es Maestra del sacrificio escondido y silencio-so.

—Acompañar a la Virgen, al pie de la Cruz, especialmenteen la Semana Santa.

DENTRO de siete días Jesucristo se abrazará ala Cruz para redimirnos. Ahora, mientras le acompa-ñamos en su último viaje a Jerusalén, nos fijamos enla Virgen Santísima, que también se encamina a laCiudad Santa. Queremos revivir muy cerca de Ellalas jornadas que se avecinan, y nada mejor —en estedía antiguamente dedicado a los Dolores de la Vir-gen, en el que la Abuela celebraba su santo— quetratar de meternos en su Corazón Inmaculado, quetanto sufrió a causa de nuestros pecados.

Todo comenzó muchos años antes, cuando laVirgen recibió una divina embajada: concebirás en tuseno y darás a luz un Hijo, y le pondrás por nombreJesús \ le había dicho el Arcángel San Gabriel. Des-pués, otro ángel reveló a José que ese nombre, Jesús,tenía un significado preciso: El salvará a su pueblode sus pecados 2. En la memoria de la Virgen y en lade José, buenos conocedores de la Sagrada Escritu-

(l)Luc. I, 31.(2) Matth. I, 21.

VIERNES 273

ra, debieron de aflorar entonces los pasajes de Isaíasque describen al Siervo de Yavé, cargado con los pe-cados de los hombres, que sufre y muere para redi-mirnos. Y junto a la alegría por el próximo naci-miento de Cristo, en sus corazones habitaría tam-bién la sombra del dolor.

Gozos y penas se juntan en la vida de María desdeel primer momento. En el Nacimiento de su Hijo con-templa las grandezas de Dios en la tierra: hay un corode ángeles, y tanto los pastores como los poderosos de latierra vienen a adorar al Niño. Pero después la SagradaFamilia ha de huir a Egipto, para escapar de los inten-tos criminales de Herodes 3. Por boca de Simeón, Maríaconoció ya entonces que Dios le tenía reservado un pa-pel junto a su Hijo, en la obra de la reconciliación, queexigiría de Ella dolor y sacrificio: mira, éste ha sidopuesto para ruina y resurrección de muchos en Israel,y para signo de contradicción —y a tu misma alma latraspasará una espada—, a fin de que se descubran lospensamientos de muchos corazones 4.

La Virgen se puso sin reservas al servicio delplan divino. Durante su vida terrena no fueron aho-rrados a María ni la experiencia del dolor, ni el can-sancio del trabajo, ni el claroscuro de la fe. A aquellamujer del pueblo, que un día prorrumpió en alabanzasa Jesús exclamando: bienaventurado el vientre que te

(3) Amigos de Dios, n. 284.(4) Luc. II, 34-35.

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274 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA V

llevó y los pechos que te alimentaron, el Señor respon-de: bienaventurados más bien los que escuchan la pa-labra de Dios y la ponen en práctica (Luc. XI, 27-28).Era el elogio de su Madre, de su fiat (Luc. /, 38), delhágase sincero, entregado, cumplido hasta las últimasconsecuencias, que no se manifestó en acciones apara-tosas, sino en el sacrificio escondido y silencioso de ca-da jornada.

Al meditar estas verdades, entendemos un pocomás la lógica de Dios; nos damos cuenta de que el va-lor sobrenatural de nuestra vida no depende de quesean realidad las grandes hazañas que a veces forja-mos con la imaginación, sino de la aceptación filial dela voluntad divina, de la disposición generosa en elmenudo sacrificio diario 5.

* ¡CUANTAS veces debió de meditar la Virgen enla misión que le correspondía junto a Cristo! Maríaconservaba todas estas cosas dentro de sí, ponderándo-las en su corazón (Luc. II, 19). Procuremos nosotrosimitarla —invita nuestro Padre—, tratando con el Se-ñor, en un diálogo enamorado, de todo lo que nos pa-sa, hasta de los acontecimientos más menudos 6.

Así vivió Santa María durante los treinta años dela vida oculta de Jesús: treinta largos años de vidasencilla, ordinaria, como la de un hogar más de un pe-

(5) Es Cristo que pasa, n. 172.(6) Amigos de Dios, n. 285.

VIERNES 275

queño pueblo de Galilea 7, pero llenos de una vibra-ción cada vez mayor en el cumplimiento de la Volun-tad divina, en una espera activa del momento en elque su alma será traspasada por aquella espadaanunciada por Simeón. Son los años en los que laVirgen se nos muestra como Maestra del sacrificio es-condido y silencioso 8.

Un día, cumplidos ya los treinta años, Jesús se des-pidió de su Madre y abandonó la casa de Nazaret. Co-menzaba su actividad pública. Quizás pensó María quellegaba el momento de su participación en lo que tanardientemente esperaba, y la vemos junto a Cristo enCana; pero el Señor le dijo: todavía no ha llegado mihora 9. A partir de entonces, y hasta el momento de laPasión, la Virgen desaparece prácticamente de la esce-na evangélica: vedla, casi siempre oculta, colaborar conel Hijo; sabe y calla 10, escribió nuestro Fundador.

Hemos de aprender de nuestra Madre a sacrifi-carnos con gusto y sin llamar la atención, llenos deuna esperanza sobrenatural. ¡Cómo contrasta la espe-ranza de Nuestra Señora con nuestra impaciencia! Confrecuencia reclamamos a Dios que nos pague ensegui-da el poco bien que hemos efectuado. Apenas aflora laprimera dificultad, nos quejamos. Somos, muchas ve-ces, incapaces de sostener el esfuerzo, de mantener la

P) Amigos de Dios, n. 284.I») Camino, n. 509(9) Ioann. II, 4(10) Camino, n. 509;

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276 TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA V

esperanza u. Contemplar la vida de la Virgen nos ayu-dará a rectificar, a tener más visión sobrenatural.Las grandes heroínas del Viejo Testamento —Judit,Ester, Débora— consiguieron ya en la tierra una gloriahumana, fueron aclamadas por el pueblo, ensalzadas.El trono de María, como el de su Hijo, es la Cruz. Ydurante el resto de su existencia, hasta que subió encuerpo y alma a los Cielos, es su callada presencia loque nos impresiona. San Lucas, que la conocía bien,anota que está junto a los primeros discípulos, en ora-ción. Así termina sus días terrenos, la que habría deser alabada por toda la eternidad 12.

MUCHAS veces había ido la Virgen a Jerusalén.En silencio, como siempre, camina en pos de Jesús.Pero esta vez es distinto. Esta vez sabe lo que se ave-cina. Una mirada de Cristo, unas palabras del Hijoconfusamente entendidas por los Apóstoles, fueronsuficientes para que María comprendiera que habíallegado la hora de su Hijo y la hora de Ella. La Vir-gen, que parecía ausente de la vida pública de Jesús,por disposición divina estuvo a su lado cuando sufrióla muerte clavado en la Cruz 13. Jesús la quiere juntoa Sí y la Virgen acepta. Así entendemos mejor aquelmomento de la Pasión de Nuestro Señor, que nunca

(11) Amigos de Dios, n. 286.(12) Amigos de Dios, n. 286.(13) Benedicto XV, Epist. apost. ínter sodaticia, 22-V-1918.

VIERNES 277

nos cansaremos de meditar: stabat autem iuxta crucemIesu mater eius (Ioann. XIX, 25), estaba junto a lacruz de Jesús su Madre.

Habréis observado cómo algunas madres, movidasde un legítimo orgullo, se apresuran a ponerse al ladode sus hijos cuando éstos triunfan, cuando reciben unpúblico reconocimiento. Otras, en cambio, incluso enesos momentos permanecen en segundo plano, amandoen silencio. María era así, y Jesús lo sabía.

Ahora, en cambio, en el escándalo del Sacrificio dela Cruz, Santa María estaba presente, oyendo con tristezaa los que pasaban por allí, y blasfemaban meneando lacabeza y gritando: ¡Tú, que derribas el templo de Dios, yen tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo!; si eres el Hi-jo de Dios, desciende de la Cruz (Matth. XXVII, 39-40).Nuestra Señora escuchaba las palabras de su Hijo,uniéndose a su dolor: Dios mío, Dios mío, ¿por qué mehas desamparado? (Matth. XXVII, 46). ¿Qué podía ha-cer Ella? Fundirse con el amor Redentor de su Hijo, ofre-cer al Padre el dolor inmenso —como una espada afila-da— que traspasaba su Corazón puro 14.

Sufrió la Virgen según la medida de su amor aDios, el más grande que nunca tuvo ni tendrá criatu-ra alguna, el que la correspondía según la plenitudde gracia en que había sido constituida. Sufrió en lamedida del amor que tenía a su Hijo, ¿y acaso hayuna madre que pueda amar a su hijo más que Ella,

(14) Amigos de Dios, nn. 287-288.

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que por obra del Espíritu Santo le había dado todasu Humanidad? Sufrió, por fin, en la medida de suamor a las almas, a quienes el pecado aparta deDios, y por quienes Cristo estaba muriendo en laCruz. Verdaderamente, la Virgen puede hacer suyaslas palabras inspiradas: ¡oh vosotros, cuantos poraquí pasáis: mirad y ved si hay dolor comparable ami dolor, al dolor con que yo estoy atormentada!15.

En la Cruz, Jesús se siente confortado, con esapresencia discreta y amorosa de su Madre. No gritaMaría, no corre de un lado a otro. Stabat: está en pie,junto al Hijo. Es entonces cuando Jesús la mira, diri-giendo después la vista a Juan. Y exclama: Mujer, ahítienes a tu hijo. Después dice al discípulo: ahí tienes atu Madre (Ioann. XIX, 26-27). En Juan, Cristo confíaa su Madre todos los hombres y especialmente sus dis-cípulos: los que habían de creer en El16.

Acabamos hoy la oración pidiendo: Madre mía—tuya», porque eres suyo por muchos títulos—, que tuamor me ate a la Cruz de tu Hijo: que no me falte laFe, ni la valentía, ni la audacia, para cumplir la vo-luntad de nuestro Jesús 17. Así viviremos siempre, ymás especialmente en los próximos días de la Sema-na Santa, muy unidos a la Virgen Santísima, pues noqueremos ni podemos dejarla sola 18.

(15) Lam. I, 12.(16) Amigos de Dios, n. 288.(17) Camino, n. 497.(18) Via Crucis, XIII estación.

SÁBADO 279

150.

SÁBADO

—Especialmente en estos días, hemos de contemplar la Pa-sión del Señor.—Fe y espíritu de oración y de penitencia, para obtener fru-to de esta contemplación.—Contemplar sin prisa, reviviendo las escenas de la SemanaSanta.

HASTA hace poco acompañábamos a Jesucristopor caminos y aldeas. En estas semanas que acabande transcurrir, presenciábamos dos de sus milagrosmás portentosos: la resurrección de Lázaro y la cu-ración de un ciego de nacimiento. Hemos tambiénoído su palabra divina que nos hablaba de su amor alas almas, de sus ansias de entrega: con un bautismode sangre tengo que ser bautizado y ¡qué angustia lamía hasta que no lo vea cumplido!l.

Jesús camina más aprisa hacia Jerusalén. Sabeque allí le espera la Cruz. En efecto, por aquellosdías los pontífices y los fariseos convocaron el Sane-drín y decían: ¿qué haremos, puesto que este hombrerealiza muchos milagros? Si le dejamos así, todoscreerán en El; y vendrán los romanos y destruiránnuestro lugar y nuestra nación.

Uno de ellos, Caifas, que era Sumo Pontífice

(1) Luc. XII, 50.

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aquel año, les dijo: vosotros no sabéis nada, ni os daiscuenta de que os conviene que un solo hombre muerapor el pueblo (...). Desde aquel día decidieron darlemuerte 2.

Por la actitud del Señor y por la animosidad delos judíos, los discípulos comprenden que se avecinael fin. Vayamos también nosotros —dice Tomás— ymuramos con El3. Y cuenta San Marcos que Jesús seles adelantaba. Y estaban todos como atónitos y le se-guían llenos de temor*.

Es natural que se tiemble ante el sacrificio, anteel dolor. Pero nosotros tenemos ahora —con la ópti-ca de la fe— una visión más completa de la que te-nían entonces los discípulos. El drama del Calvarioya se cumplió históricamente, sabemos bien el frutoinmenso que nos ha ganado la Pasión de Cristo, y te-nemos más motivos para querer unirnos al sacrificiodel Señor, con una participación personal, para san-tificarnos, para corredimir con El.

Hagamos ahora el propósito de redoblar nues-tros esfuerzos para seguir a Cristo más de cerca enel camino del Calvario. Nos será más fácil hacerlosi procuramos contemplarle paso a paso, a travésde la liturgia de estos días que preceden a la cruci-fixión. Pensar en la muerte de Cristo se traduce en

(2) Ev. (loann. XI, 47-53).(3) loann. XI, 16.(4) Marc. X, 32.

SÁBADO 281

una invitación a situarnos con absoluta sinceridadante nuestro quehacer ordinario, a tomar en serio lafe que profesamos. La Semana Santa, por tanto, nopuede ser un paréntesis sagrado en el contexto de unvivir movido sólo por intereses humanos: ha de seruna ocasión de ahondar en la hondura del Amor deDios, para poder así, con la palabra y con las obras,mostrarlo a los hombres 5.

LA CRUZ tiene un lenguaje, un significado sólocomprensible para el que sabe contemplarla a la luzde la fe. Entonces, lo que para los judíos es motivode escándalo, y parece una locura a los gentiles 6, seconvierte en el altar santo donde Jesucristo se hizomediador de un Nuevo Testamento, para que intervi-niendo su muerte para expiación aun de aquellas pre-varicaciones cometidas en tiempos del primer Testa-mento, reciban la herencia eterna los que han sidollamados 7.

No es fácil tener una fe siempre operativa y ar-diente. Leemos en el Evangelio cómo el Señor re-prueba a los judíos su ceguera: si os digo la verdad,¿por qué no me creéis? 8. Y añade la razón de esa in-capacidad para ver las cosas sobrenaturalmente:

(5) Es Cristo que pasa, n. 97.(6) I Cor. I, 23.(7) Hebr. IX, 15.(8) loann. VIII, 46.

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quien es de Dios, escucha las palabras de Dios. Poreso vosotros no las escucháis, porque no sois deDios 9. Y comenta San Gregorio: pregúntese cada unosi acoge en su corazón las palabras de Dios, y sabráde dónde es.

La Verdad manda desear la patria celestial, refre-nar los apetitos de la carne, menospreciar la gloriadel mundo, no apetecer lo ajeno y dar de lo propio.Cada uno, por consiguiente, mire dentro de sí conatención a ver si esta voz de Dios tiene valor en su co-razón, y conocerá si ya es de Dios (...). Repasad, pues,hermanos carísimos, vuestra vida en vuestra concien-cia, y tras seria reflexión temed esto que resuena enlos labios de la Verdad: "por eso vosotros no las escu-cháis, porque no sois de Dios"10.

No basta sólo la fe para entender bien lo que nosquiere decir Jesús desde la Cruz. Hay que disponerel ánimo, mediante la oración y la penitencia. Poreso, dice San León Magno, los días presentes exigenuna devoción especial, sabiendo que ya está cerca lacelebración del misterio más sublime de la divina mi-sericordia. Por cuyo motivo, los Santos Apóstoles, ins-pirados por el Espíritu Santo, promulgaron mayoresayunos para estos días. Para que uniéndonos a laCruz de Cristo, también nosotros participemos en al-go de lo que padeció por nosotros n.

(9) loann. VIII, 47.(10) San Gregorio Magno, Homiliae in Evangelio 18, 1.(11) San León Magno, Sermones in Quadragesima 9.

SÁBADO 283

Precisamente, esa admisión sobrenatural del dolorsupone, al mismo tiempo, la mayor conquista. Jesús,muriendo en la Cruz, ha vencido la muerte; Dios saca,de la muerte, vida. La actitud de un hijo de Dios no esla de quien se resigna a su trágica desventura, es la sa-tisfacción de quien pregusta ya la victoria. En nombrede ese amor victorioso de Cristo, los cristianos debemoslanzarnos por todos los caminos de la tierra, para sersembradores de paz y de alegría con nuestra palabra ycon nuestras obras 12.

ESTA semana, que tradicionalmente el pueblocristiano llama santa, nos ofrece, una vez más, la oca-sión de considerar —de revivir— los momentos en losque se consuma la vida de Jesús 13. Es una invitaciónurgente a contemplar a Jesucristo en su dolor sin lí-mites, y a seguirle por el áspero camino que ahorarecorre.

Cuántos bienes podemos obtener al considerarque Dios se ha dignado abajarse tanto y padecer tan-to por nosotros, a fin de enseñarnos toda virtud. Lea-mos constantemente la Pasión del Señor, nos invitaSan Juan Crisóstomo. ¡Qué rica ganancia, cuántoprovecho sacaremos! Porque al contemplarle adoradosarcásticamente con gestos y con acciones, y hechoblanco de burlas, y, después de esta farsa, abofeteado

(¡2) £5 Cristo que pasa, n. 168.(13) Es Cristo que pasa, n. 95.

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y sometido a los últimos tormentos, aun cuando fue-res más duro que una piedra, te volverás más blandoque la cera y arrojarás toda soberbia de tu alma 14.

Hemos de reaccionar, como reaccionó el cora-zón de los Apóstoles, que acabaron muriendo poramor a Jesucristo; como reaccionó el corazón de lossantos. Los santos —me dices— estallaban en lágrimasde dolor al pensar en la Pasión de Nuestro Señor. Yo,en cambio...

Quizá es que tú y yo presenciamos las escenas, pe-ro no las "vivimos" í5.

Hemos de esforzarnos en revivir estos días la Pa-sión de Jesús, siguiendo las enseñanzas de nuestroPadre. ¿Cómo nos comportaríamos si viésemos a nues-tros padres injustamente deshonrados, maltratados, silos encarcelasen sin culpa? Es seguro que iríamos aconsolarlos, a demostrarles con nuestra compañía elcariño que les tenemos; a manifestarles así que nocreíamos aquellas acusaciones; y estaríamos dispuestosa luchar, para que se impusiese la verdad.

Pues eso mismo hemos de hacer con Dios. Es nece-sario que nuestro corazón reaccione: ver y vivir la Pa-sión, poner nuestras espaldas cuando lo azotan, ofrecernuestra cabeza a la corona de espinas 16.

Así debemos vivir la Semana Santa. Todo lo quea lo largo de estos días nos traen a la memoria las di-

(14) San Juan Crisóstomo, In Mauhaeutn homiliae 87, 1.(15) Vía Crucis, VIII estación, punto 1.(16) De nuestro Padre, Tertulia, 18-VIII-1968.

SÁBADO 285

versas manifestaciones de la piedad, se encamina cier-tamente hacia la Resurrección, que es el fundamentode nuestra fe, como escribe San Pablo (cfr. I Cor. XV,14). No recorramos, sin embargo, demasiado de prisaese camino; no dejemos caer en el olvido algo muy sen-cillo, que quizá, a veces, se nos escapa: no podremosparticipar de la Resurrección del Señor, si no nos uni-mos a su Pasión y a su Muerte (cfr. Rom. VIII, 17).Para acompañar a Cristo en su gloria, al final de laSemana Santa, es necesario que penetremos antes ensu holocausto, y que nos sintamos una sola cosa conEl, muerto sobre el Calvario 17.

De esta contemplación del sufrimiento de Jesús,sacaremos una gran fortaleza sobrenatural: donde serepresenta la muerte de Cristo, no puede reinar el pe-cado. Es tan grande la fuerza de la Cruz de Cristoque, si se pone ante los ojos y se retiene fielmente enel espíritu, de manera que el alma contemple atenta-mente la misma muerte de Cristo, ningún mal deseo,ninguna pasión, ningún movimiento de enfado o deenvidia podrán prevalecer 18.

Se acerca la Semana Santa. Que sepamos estarcomo la Santísima Virgen, al pie de la Cruz, con lamirada pendiente de su Hijo 19.

(17) £5 Cristo que pasa, n. 95.(18) Orígenes, In epistolam ad Romanos commentarium 6, 1.(19) Surco, n. 248.

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DOMINGO DE RAMOS 289

151.

DOMINGO DE RAMOS

—Significado de la liturgia de hoy: la pasión, camino para lagloria.—En la tierra, el dolor es la sal de nuestra vida.—Un borrico fue el trono de Jesús en Jerusalén: dejar que elSeñor reine en el alma.

JESÚS se dispone a entrar en Jerusalén, dondeva a consumar nuestra redención. Y habiendo oídoel pueblo que estaba para llegar, salió a su encuen-tro. Una gran muchedumbre de gentes tendían por elcamino sus vestidos; otros cortaban ramos de los ár-boles y los ponían por donde había de pasar; y tantolas gentes que iban delante, como las que venían de-trás, clamaban diciendo: Hosanna al Hijo de David;bendito sea el que viene en nombre del Señor; hosan-na en lo más alto de los cielos.

Entrado que hubo así en Jerusalén, se conmoviótoda la ciudad, diciendo: ¿Quién es éste? A lo que res-pondían las gentes: Este es Jesús, el profeta de Naza-ret de Galilea l.

Entra el Señor en Jerusalén, y El, que siemprese había opuesto a toda manifestación pública dealabanza, que se había escondido cuando el puebloquiso entronizarle, hoy se deja llevar en triunfo. Sólo

(1) Ad proces. palmarum, Ev. (A) (Matth. XXI, 8-11).

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ahora, cuando está para ir a la muerte, acepta seraclamado como Rey-Mesías. Pero es un Rey que rei-nará desde la Cruz. El mismo pueblo que ahora leaclama jubiloso, dentro de poco le abandonará y leconducirá al Calvario. Las palmas se tornarán azo-tes; los ramos de olivo, espinas; los vítores, burlasdespiadadas y maldiciones.

La liturgia, una vez más, con la ceremonia de labendición de las palmas y con los textos de la Misa,nos muestra lo unidos que están en la vida del Señorla alegría y el sufrimiento, el gozo y el dolor. No sinmotivo —nos hace considerar San Bernardo— laIglesia, que tiene el espíritu de aquel Señor que es suEsposo y su Dios, presenta hoy unidas de modo nue-vo y maravilloso la pasión y la procesión; siendo asíque la procesión lleva consigo el aplauso; la pasión,el llanto 2.

En la procesión está representada la gloria de lasoberana patria, y en la pasión el camino para llegara ella. Si en la procesión te vino al pensamiento aque-lla gloria que esperamos y aquel gozo, grande sobre-manera, que tendremos al ser arrebatados en las nu-bes para encontrar a Cristo en los cielos; si con todotu deseo aspiras a ver aquel día, en que será recibidoJesucristo Nuestro Señor en la Jerusalén celestial, lle-vando el triunfo de la victoria, la Cabeza acompaña-

(2) San Bernardo, In dominica palmarum sermo 1, 1.

DOMINGO DE RAMOS 291

da de todos sus miembros, aplaudiéndole no ya laspopulares turbas, sino las virtudes angélicas, claman-do de todas partes los pueblos de uno y otro Testa-mento: "bendito sea el que viene en el nombre del Se-ñor" (Matth. XXI, 9); si consideraste en la procesión,vuelvo a decir, hacia dónde debes apresurar tus pa-sos, aprende en la pasión el camino por donde debesir. La tribulación presente es el camino de la vida, elcamino de la gloria, el camino de la ciudad que mere-ce habitarse, el camino del reino 3.

¡VALE tan poco la gloria de este mundo! El efí-mero triunfo de Jesús, cuando entra en Jerusalén, esuna lección para sus discípulos. ¿Quién, pues, deberátener confianza en la inconstancia de la gloria tempo-ral, al ver hasta en el mismo Señor que no conociópecado, en el mismo Creador de los tiempos y Hace-dor del universo, seguirse a exaltación tan grande, nomenor humillación? En una misma ciudad, por unmismo pueblo, y en un mismo tiempo, es honradocon un recibimiento glorioso y con alabanzas divinas,y luego llevado a los tribunales y maltratado conoprobios y tormentos, y contado en el número de losmalhechores. Este es el fin de la alegría transitoria,éste es el fruto de la gloria temporal4.

Í4¡ | a ° 5 e r n a r l ' 0 ' In dominica palmarum sermo 1, 2.I J san Bernardo, In dominica palmarum sermo 1, 1.

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No lo debemos olvidar: en la tierra no podemosencontrar un gozo completo. La alegría de los pobre-citos hombres, aunque tenga motivo sobrenatural,siempre deja un regusto de amargura. —¿Qué creías?—Aquí abajo, el dolor es la sal de nuestra vida 5.

La Semana Santa nos invita a ahondar en esteaspecto capital de nuestra fe. La enseñanza cristianasobre el dolor —escribió nuestro Padre— no es pro-grama de consuelos fáciles. Es, en primer término, unadoctrina de aceptación de ese padecimiento, que es dehecho inseparable de toda vida humana (...). Cuandoos hablo de dolor, no os hablo sólo de teorías. Ni melimito tampoco a recoger una experiencia de otros, alconfirmaros que, si —ante la realidad del sufrimien-to— sentís alguna vez que vacila vuestra alma, el re-medio es mirar a Cristo. La escena del Calvario pro-clama a todos que las aflicciones han de ser santifica-das, si vivimos unidos a la Cruz.

Porque las tribulaciones nuestras, cristianamentevividas, se convierten en reparación, en desagravio, enparticipación en el destino y en la vida de Jesús, quevoluntariamente experimentó por Amor a los hombrestoda la gama del dolor, todo tipo de tormentos. Nació,vivió y murió pobre; fue atacado, insultado, difamado,calumniado y condenado injustamente; conoció la trai-ción y el abandono de los discípulos; experimentó lasoledad y las amarguras del castigo y de la muerte.

(5) Camino, n. 203.

DOMINGO DE RAMOS 293

Ahora mismo Cristo sigue sufriendo en sus miembros,en la humanidad entera que puebla la tierra, y de laque El es Cabeza, y Primogénito, y Redentor.

El dolor entra en los planes de Dios. Esa es la rea-lidad, aunque nos cueste entenderla 6.

LA ESCENA que contemplamos hoy está pene-trada de agudos contrastes. ¡Qué diferentes voceseran: "quita, quita, crucifícale" y "¡bendito sea elque viene en el nombre del Señor, hosanna en las al-turas!". ¡Qué diferentes voces son llamarle ahora"Rey de Israel", y de ahí a pocos días decir: "no tene-mos más rey que al César"! ¡Qué diferentes son los ra-mos verdes y la cruz, las flores y las espinas! A quienantes tendían por alfombra los vestidos propios, deallí a poco le desnudan de los suyos y echan suertessobre ellos 7.

Hay también en la procesión triunfal otro fuer-te contraste: en medio del entusiasmo superficial,ruidoso, brilla la silenciosa y dócil figura de un po-llino que, fiel y obediente, lleva al Señor. Un borri-co fue el trono de Jesús en Jerusalén. Mira —nos ha-cía considerar nuestro Padre— si es bonito servir detrono al Señor".

El pobre burro, con el trote más gallardo que

(6) Es Cristo que pasa, n. 168.y) San Bernardo, ln dominica palmarum sermo 1, 1.(8) De nuestro Padre, Crónica XI-65, p. 67.

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sabe, va pisando sedas y púrpuras, lino y lienzos fi-nísimos; los han puesto los hombres para honrar elpaso del Señor. Pero mientras los demás ofrecenobjetos, el borrico se da a sí mismo: sobre sus áspe-ros lomos de burro lleva el peso suave de Jesús. Asu lado los hombres corren, agitando por doquierramos de olivo verde y palmas y laurel. Pero nadie,ni los mismos Apóstoles, están tan cerca del Señorcomo el jumento.

Es una escena que nuestro Fundador nos ense-ñó a meditar muchas veces, animándonos a gastar-nos generosamente en el servicio de Dios, dejándolereinar en nuestro corazón. Si la condición para queJesús reinase en mi alma, en tu alma, fuese contarpreviamente en nosotros con un lugar perfecto, ten-dríamos razón para desesperarnos. Pero no temas, hi-ja de Sión: mira a tu Rey, que viene sentado sobreun borrico floann. XII, 15). ¿Lo veis? Jesús se con-tenta con un pobre animal, por trono. No sé a voso-tros; pero a mí no me humilla reconocerme, a losojos del Señor, como un jumento: como un borriquitosoy yo delante de ti; pero estaré siempre a tu lado,porque tú me has tomado de tu diestra (Ps. LXXII,23), tú me llevas por el ronzal.

Pensad en las características de un asno, ahora quevan quedando tan pocos. No en el burro viejo y terco,rencoroso, que se venga con una coz traicionera, sinoen el pollino joven: las orejas estiradas como antenas,austero en la comida, duro en el trabajo, con el trote

DOMINGO DE RAMOS 295

decidido y alegre. Hay cientos de animales más hermo-sos, más hábiles y más crueles. Pero Cristo se fijó enél, para presentarse como rey ante el pueblo que loaclamaba. Porque Jesús no sabe qué hacer con la astu-cia calculadora, con la crueldad de corazones fríos,con la hermosura vistosa pero hueca. Nuestro Señor es-tima la alegría de un corazón mozo, el paso sencillo,la voz sin falsete, los ojos limpios, el oído atento a supalabra de cariño. Así reina en el alma 9.

Terminamos hoy nuestra oración con un propó-sito que es, al mismo tiempo, una petición que con-fiamos a la intercesión de Nuestra Señora: Omnipo-tente y sempiterno Dios que, para ofrecer al génerohumano un ejemplo de humildad, hiciste que nuestroSalvador se encarnase y muriese en la Cruz: concéde-nos propicio seguir el ejemplo de su entrega generosay merecer participar de su resurrección 10.

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296 SEMANA SANTA

152.

LUNES SANTO

—Generosidad de María en Betania.

—Hemos de ser bonus odor Christi, por la entrega generosaal servicio de Dios.

—Amor a Cristo, realmente presente en el Sagrario.

SEIS DÍAS antes de la Pascua volvió Jesús a Be-tania, donde Lázaro había muerto, a quien Jesús re-sucitó. Y aquí le dispusieron una cena 1.

Jesucristo se encuentra entre sus amigos, en esehogar donde se ve rodeado de cariño. Muchas vecesha estado en Betania; pero ahora el momento es mássolemne: se dirige hacia Jerusalén, va hacia la Cruz,y la familia de Lázaro quiere demostrarle su amis-tad. Marta servía, y Lázaro era uno de los que esta-ban a la mesa con El. Y María tomó una libra de un-güento de nardo puro de gran precio, y lo derramósobre los pies de Jesús enjugándolos con sus cabellos.Y se llenó la casa de la fragancia del perfume 2.

Es ya cosa conocida que los judíos persiguen aJesucristo, y el amor hace presentir a María el dra-ma que se avecina. Quizá no tenga ya otra oportuni-dad de hacer algo por su Señor, y lleva a cabo una

(1) Ev. (loann. XII, 1-2).(2) Ibid., 2-3.

LUNES SANTO 297

determinación generosa: toma lo que de más valorposee, un ungüento de nardo puro de gran precio, ylo vierte sin tacañería. Rompe el frasco, por no re-tener nada: todo para su Dios, y aún le parece po-co.

Algunos de los presentes, irritados, comentan:¿para qué se ha hecho este derroche de perfume?3.Judas Iscariote declara también su disconformidad:¿por qué no se ha vendido este perfume por trescien-tos denarios, para limosna de los pobres?*. Y anotaSan Juan que lo dijo, no porque él pasase algún cui-dado de los pobres, sino porque era ladrón y, tenien-do la bolsa, tomaba del dinero que se echaba en ella 5.

María calla. Poco le importan las críticas y co-mentarios que su actuación despierta: basta con queJesús esté contento. Y el Señor sale en su defensa:dejadla en paz, ¿por qué la molestáis? Ha hecho unabuena obra conmigo; pues a los pobres los tenéissiempre con vosotros... 6.

La actitud de María ha quedado para siemprecomo una dulce invitación a ser generosamente fie-les con el Señor, a darle todo, todo..., en justa corres-pondencia al amor de Cristo, que se ha entregadohasta la muerte, y muerte de Cruz, por cada uno denosotros.

(3) Marc XIV, 4.(4) Ev. (loann. XII, 5).(5) Ibid., 6.(6) Marc. XIV, 6-7.

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298 SEMANA SANTA

LA CASA se llenó con la fragancia del perfume, yel mundo —comenta San Agustín— se llena con labuena fama, porque la buena fama es como un oloragradable. Por eso, los que se llaman cristianos y vi-ven mal, insultan a Cristo: de ellos se dice que "porsu causa es blasfemado el nombre de Dios" (Rom. //,24). Pero si por ésos el nombre de Dios es blasfemado,por los buenos cristianos es alabado su santo nom-bre. Escucha lo que dice el Apóstol: "en todas partessomos el buen olor de Cristo" (II Cor. //, 15) 7.

Somos bonus odor Christi cuando con generosi-dad nos entregamos a El sin reservas. Que nuestrospensamientos sean sinceros: de paz, de entrega, de ser-vicio. Que nuestras palabras sean verdaderas, claras,oportunas; que sepan consolar y ayudar, que sepan, so-bre todo, llevar a otros la luz de Dios. Que nuestrasacciones sean coherentes, eficaces, acertadas: que ten-gan ese bonus odor Christi (II Cor. II, 15), el buen olorde Cristo, porque recuerden su modo de comportarse yde vivir 8.

Hoy, en Betania, Jesucristo anuncia su muerte.Su decisión es inquebrantable. ¡Saldrá de allí tantaVida —clara, hermosa, fuerte— para sus hijos loshombres! El Señor nos invita a cooperar, a ser corre-dentores con El: si alguno quiere venir en pos de mí,niegúese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame 9.

(7) San Agustín, In loannis Evangelium tractatus 50, 7.(8) £5 Cristo que pasa, n. 156.(9) Matth. XVI, 24.

LUNES SANTO 299

Dios cuenta con nuestra libertad, con nuestra deci-sión libre para hacer el bien a las almas; por eso di-ce: si alguno quiere... Y queremos, porque si nuestravoluntad no está dispuesta a morir según la Pasiónde Cristo, tampoco la vida de Cristo será vida ennosotros 10 y vida en los demás.

No podemos esperar ocasiones extraordinariaspara manifestar a Jesucristo nuestro amor. Cadauno de nuestros días es una oportunidad continuadapara servirle, para ofrecerle nuestra vida y gastarlagenerosamente en su servicio, para acompañarle confidelidad a lo largo de su camino por la tierra. Seráncasi siempre cosas pequeñas, cosas de niño, que ha-remos llegar —para engrandecerlas— por manos denuestra Madre Santa María. A veces nos sentimos in-clinados a hacer pequeñas niñadas. —Son pequeñasobras de maravilla delante de Dios, y, mientras no seintroduzca la rutina, serán desde luego esas obras fe-cundas, como fecundo es siempre el Amor ".

YO, Y AVE, te he llamado en la justicia y te he to-mado de la mano. Yo te he formado y te he puestopor alianza para mi pueblo y para luz de las gentes,para abrir los ojos de los ciegos, para sacar de la cár-cel a los presos, del fondo del calabozo a los que mo-

(10) San Ignacio de Antioquia, Epístola ad Magnesios 5, 1.(11) Camino, n. 859.

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ran en tinieblas 12. Todo esto lo ha realizado Jesucris-to con su sacrificio redentor. La humanidad entera—cada hombre, cada mujer, hasta el final de los si-glos— puede mirar con confianza al Cielo, que ya es-tá abierto para todos.

Además, y es una prueba más de la infinita cari-dad de Dios, el Señor se ha quedado realmente en elSagrario, por amor nuestro. Si el amor y la fe impul-saron a María a mostrar tal delicadeza para el Se-ñor, ungiendo sus pies en Betania, el amor y la fehan de movernos a nosotros a reconocer de modo ex-plícito la presencia real de Jesucristo en la Eucaris-tía, y a obrar en consecuencia.

Señor, creo. Señor, yo creo que Tú eres Jesús, elHijo de María Virgen, siempre Virgen. Que estás real-mente presente: con tu Cuerpo, con tu Sangre, con tuAlma y con tu Divinidad. Te adoro. Quiero ser tu ami-go, porque Tú eres el que me ha redimido. Quiero serel amor para Ti, porque Tú lo eres para mí 13.

No piensa María que hace una cosa extraordina-ria, al gastar ese perfume tan valioso para ungir alSeñor. Actúa coherentemente, con la espontaneidaddel amor que no sabe de cicaterías. Y Jesús se loagradece: ha hecho cuanto estaba de su mano; se haanticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultu-ra. En verdad os digo: dondequiera que se predique el

(12) L. I(hai. XLII, 6-7).(13) De nuestro Padre, Dos meses de catequesis, II, p. 683.

LUNES SANTO 301

Evangelio en todo el mundo, se contará también loque ella ha hecho, para memoria suya u.

Aquella mujer que en casa de Simón el leproso, enBetania, unge con rico perfume la cabeza del Maestro,nos recuerda el deber de ser espléndidos en el culto deDios.

— Todo el lujo, la majestad y la belleza me pare-cen pocos.

—Y contra los que atacan la riqueza de vasos sa-grados, ornamentos y retablos, se oye la alabanza deJesús: "opus enim bonum operata est in me" —unabuena obra ha hecho conmigo 15.

Y añade nuestro Padre, invitándonos a manifes-tar nuestro cariño al Santísimo Sacramento: cuandovengáis a decirle al Señor, quizá sin ruido de pala-bras: Señor, te amo, creo que estás aquí; en esos mo-mentos alabad también a la Santísima Trinidad: alPadre, al Hijo, al Espíritu Santo, e invocad a María ya José, porque de alguna manera estarán presentes enel Sagrario, como lo estuvieron en Belén y en Nazaret.Unid la presencia eucarística de Jesús a la TrinidadBeatísima, y acordaos de la trinidad de la tierra: de laMadre de Cristo y de aquel varón perfectísimo, San Jo-sé. Sin palabras, pero con un latir del corazón. ¡No osolvidéis!16.

(14) Marc. XIV, 8-9.(15) Camino, n. 527.(16) De nuestro Padre, 6-VI-1974, en Catequesis en América, I, p. 317.

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153.

MARTES SANTO

—Para dar los frutos que Dios espera, hay que vivir de fe.—Dios da la fe a quienes se la piden con humildad.—Pedir la fe con confianza en la bondad de Dios.

ESTAMOS acompañando a Jesús en su última se-mana sobre la tierra. Aquel Martes Santo, cuenta SanMarcos, el Señor volvía a Jerusalén con sus discípu-los. Así que salieron de Betania, tuvo hambre; y comoviese a lo lejos una higuera con hojas, se encaminó allápara ver si encontraba en ella alguna cosa 1.

Jesús volvía de Betania, venía cansado, comentanuestro Padre. A mí me conmueve Cristo cuando loveo Hombre. Tenía hambre, ¡Jesucristo con hambre!¡El hacedor del universo, el Señor de todas las cosas, elTodopoderoso tiene hambre!

Tiene hambre y va a aquella higuera, allá lejos,que está llena de un follaje espléndido 2. Pero habien-do llegado, nada encontró, sino sólo hojas.

Hijo mío, Jesús tiene hambre y tiene sed. Desde lacruz ha clamado: sitio —¡Tengo sed! Y tiene sed de ti,¡de ti!, de tu amor, de tu alma, y de todas las almasque tú tienes el deber de elevar hasta El por el caminode la cruz, que es el camino de la inmortalidad, de la

(1) Marc. XI, 12-13.(2) De nuestro Padre, Meditación, 9-1-1956.

MARTES SANTO 303

gloria del cielo. Se acerca a ti porque tiene sed, porquetiene hambre; y no encuentra en ti más que hojas, si tehas entregado a El sólo de una manera oficial y seca,con una fe que no tiene vibración; si no hay en ti hu-mildad, ni sacrificio, ni obras; si no hay en ti más quefachada y no estás en el detalle de cada instante 3.

No hallando alimento, dijo Jesús a la higuera:nunca jamás nazca de ti fruto. Y al instante quedóseca 4. Y comenta nuestro Padre: hijo mío, ¿no te ha-cen pensar esas palabras cómo ha de ser tu fe, y tu vi-da conforme a esa fe, para que Cristo tenga siemprefrutos que le consuelen: en tu trabajo, en tu ambiciónde apostolado cuajado de obras?

Discipuli mirati sunt —los discípulos quedaronpasmados diciendo: quomodo continuo aruit? (Matth.XXI, 20) —¿por qué inmediatamente se ha secado?

Arefacta est continuo ficulnea... Se había secado:era ya un leño que jamás podría dar ningún frutoagradable a los viajeros. ¡Seca! Y aquellos hombresque han visto tantos milagros de Cristo, se pasmanuna vez más; su fe todavía no quemaba.

Amen dico vobis. Yo os aseguro, si habueritis fi-dem — si tuvierais fe...: no sólo la higuera, sino montihuic —a este monte le diréis: tolle, et iacta te in mare~sal de ahí y échate en el mar, y así lo hará (Matth.XXI, 21).

(3) De nuestro Padre, Meditación, 12-X-1947.(4) Matth. XXI, 19.

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Hijos míos: ¿veis?, ¿veis?... El Señor pone esta con-dición: que tengamos fe, porque después seremos capa-ces de remover los montes. Y hay tantas cosas que re-mover... Hay que abrir en el mundo este camino nues-tro, que siendo tan viejo es nuevo. Y si hay montes,obstáculos, incomprensiones, trapisondas, que Satanásquiere y el Señor permite, hemos de tener fe, fe conobras, fe con sacrificio, fe con humildad 5.

LA FE es virtud sobrenatural que dispone nuestrainteligencia a asentir a las verdades reveladas, a res-ponder que sí a Cristo, que nos ha dado a conocer ple-namente el designio salvador de la Trinidad Beatísi-ma 6. Si queremos santificarnos en la vida ordinaria,hemos de vivir de fe, saber ponderar a la luz de eseconocimiento sobrenatural todos los acontecimien-tos y todas nuestras acciones. No existe otra alterna-tiva. Sólo son posibles dos modos de vivir en la tierra:o se vive vida sobrenatural, o vida animal. Y tú y yono podemos vivir más que la vida de Dios, la vida so-brenatural. ¿De qué le sirve al hombre ganar todo elmundo si pierde el alma? (Matth. XVI, 26). ¿Qué apro-vecha al hombre todo lo que puebla la tierra, todas lasambiciones de la inteligencia y de la voluntad? ¿Quévale esto, si todo se acaba, si todo se hunde, si son

(5) De nuestro Padre, Meditación, 12-X-1947.(6) Amigos de Dios, n. 191.

MARTES SANTO 305

bambalinas de teatro todas las riquezas de este mundoterreno; si después es la eternidad para siempre, parasiempre, para siempre?

Este adverbio —siempre— ha hecho grande a Tere-sa de Jesús. Cuando ella —niña— salía por la puertadel Adaja, atravesando las murallas de su ciudadacompañada de su hermano Rodrigo, para ir a tierrade moros a que les descabezaran por Cristo, susurrabaal hermano que se cansaba: para siempre, para siem-pre, para siempre (cfr. Libro de la vida, 1, 6).

Mienten los hombres, cuando dicen para siempreen cosas temporales. Sólo es verdad, con una verdadtotal, el para siempre cara a Dios; y así has de vivirtú, con una fe que te ayude a sentir sabores de miel,dulzuras de cielo, al pensar en la eternidad que de ver-dad es para siempre 7.

Paratum est cor meum, Domine; paratum est cortrieum!", decimos con el Salmista: mi corazón estádispuesto, Señor, para recibir este regalo tuyo. Por-que la fe es un don de Dios. Podemos destruirla, perono podemos alcanzarla con nuestras propias fuerzas:hay que pedirla con humildad 9. Y señal cierta de hu-mildad, porque se fundamenta en el conocimiento dela miseria humana y de la bondad de Dios, es pedircomo nos enseñó nuestro Padre: Señor, no merezcoque me oigas, porque soy malo, rezaba un alma peni-

(7) Amigos de Dios, n. 200(8) Ps. CVII, 2.(9) De nuestro Padre, n. 189.

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tente. Y añadía: ahora... escúchame "quoniam bonus"—porque Tú eres bueno 10.

NOS DA pena este pasaje de la Escritura Santa—escribe nuestro Padre, a propósito de la escenaque estamos considerando—, a la vez que nos animatambién a encender la fe, a vivir conforme a la fe, pa-ra que Cristo reciba siempre ganancia de nosotros.

No nos engañemos: Nuestro Señor no depende ja-más de nuestras construcciones humanas; los proyectosmás ambiciosos son, para El, juego de niños. El quierealmas, quiere amor; quiere que todos acudan, por laeternidad, a gozar de su Reino. Hemos de trabajar mu-cho en la tierra; y hemos de trabajar bien, porque esatarea ordinaria es lo que debemos santificar. Pero nonos olvidemos nunca de realizarla por Dios. Si la hi-ciéramos por nosotros mismos, por orgullo, produciría-mos sólo hojarasca: ni Dios ni los hombres lograrían,en árbol tan frondoso, un poco de dulzura n.

Hemos de pedir la ayuda divina sin titubeos, fir-memente persuadidos de que obtendremos cuantonecesitamos. Porque la fe nos convierte en criaturasomnipotentes: y todo cuanto pidiereis en la oración,como tengáis fe, lo alcanzaréis (Matth. XXI, 22).

El hombre de fe sabe juzgar bien de las cuestiones

(10) Surco, n. 469.(11) Amigos de Dios, n. 202.

MARTES SANTO 307

terrenas, sabe que esto de aquí abajo es, en frase de laMadre Teresa, una mala noche en una mala posada(cfr. Santa Teresa de Jesús, Camino de perfección, 40,9). Renueva su convencimiento de que nuestra existen-cia en la tierra es tiempo de trabajo y de pelea, tiempode purificación para saldar la deuda debida a la justi-cia divina, por nuestros pecados. Sabe también que losbienes temporales son medios, y los usa generosamente,heroicamente.

La fe no es para predicarla sólo, sino especialmen-te para practicarla. Quizá con frecuencia nos falten lasfuerzas. Entonces —y acudimos de nuevo al SantoEvangelio—, comportaos como aquel padre del mucha-cho lunático. Se interesaba por la salvación de su hijo,esperaba que Cristo lo curaría, pero no acaba de creeren tanta felicidad. Y Jesús, que pide siempre fe, cono-ciendo las perplejidades de aquella alma, le anticipa:si tú puedes creer, todo es posible para el que cree(Marc. IX, 22). Todo es posible: ¡omnipotentes! Perocon fe. Aquel hombre siente que su fe vacila, teme queesa escasez de confianza impida que su hijo recobre lasalud. Y llora. Que no nos dé vergüenza este llanto: esfruto del amor de Dios, de la oración contrita, de lahumildad. Y el padre del muchacho, bañado en lágri-mas, exclamó: ¡oh Señor!, yo creo: ayuda tú mi incre-dulidad (Marc. IX, 23).

Se lo decimos con las mismas palabras nosotrosahora, al acabar este rato de meditación. ¡Señor, yocreo! Me he educado en tu fe, he decidido seguirte de

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cerca. Repetidamente, a lo largo de mi vida, he implo-rado tu misericordia. Y, repetidamente también, hevisto como imposible que Tú pudieras hacer tantasmaravillas en el corazón de tus hijos. ¡Señor, creo! ¡Pe-ro ayúdame, para creer más y mejor!

Y dirigimos también esta plegaria a Santa María,Madre de Dios y Madre Nuestra, Maestra de fe: ¡bie-naventurada tú, que has creído!, porque se cumpliránlas cosas que se te han anunciado de parte del Señor(Luc. /, 45) 12.

(12) Amigos de Dios, nn. 203-204.

MIÉRCOLES SANTO

154.

MIÉRCOLES SANTO

309

—Judas había recibido la misma vocación que los demásApóstoles.—La traición de Judas se fue preparando con cesiones en pe-queñas cosas, sobre todo de avaricia y apegamiento al dine-ro.—Fomentar la esperanza. El Señor siempre está dispuesto aperdonar.

HOY, MIÉRCOLES Santo, desde la antigüedadmás remota, la Iglesia recuerda la traición de Judas.Uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue dondelos príncipes de los sacerdotes, y dijo: ¿qué me que-réis dar a cambio de que os lo entregue? Ellos le ofre-cieron treinta monedas de plata. Desde entonces bus-caba una oportunidad para entregarlo 1.

¡Qué lejanos quedan, en el alma de este Apóstolque se apresta a traicionar a Jesús, los primeros en-cuentros con quien había considerado el Mesías!Porque también Judas Iscariote había sido elegidopersonalmente por Cristo, y tenía una vocación divi-na. Hijo mío —nos invita a considerar nuestro Pa-dre—, estás viendo a los Apóstoles junto a Cristo: aJuan, un adolescente que viene a darse con toda lafuerza de su vida limpia, y a esos otros hombres que

(1) Ev. (Matlh. XXVI, 14-15).

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vienen de lejos; que, cuando vieron brillar los ojos delSeñor —a la orilla del lago o en el banco de los tribu-tos—, cuando oyeron aquel veni, sequere me (Marc. //,14), lo dejaron todo para seguirle siempre.

Uno dejó la barca y las redes; otro, el dinero quemanejaba; aquél, los padres; el de más allá, los hijos...Y junto a Cristo está incluso, y con llamada especial,un apóstol, Judas, que no es digno de llamarse Após-tol. ¿No te da alegría, hijo mío, contemplar estas esce-nas del Santo Evangelio? (...).

A mí se me llena el alma de ilusión, cuando veoque todos podemos acercarnos a Cristo con confianza,y correr a su vera, arrastrando nuestras miserias, y sen-tirnos seguros a su lado, seguros de su bondad, de suayuda. Late en este pasaje de la Escritura una llama-da, una luz,' una fuerza (...). ¡La misma llamada quetú y yo hemos sentido!2.

Pero Judas no quiso ser fiel a su vocación. Podíahaber sido tan feliz como los demás, junto a Cristo, yhaberse convertido en una de las columnas de laIglesia. Y sin embargo, opta por vender a quien todole daba, por el precio de un esclavo: treinta monedasde plata.

El trágico desenlace tiene lugar en la Ultima Ce-na, cuando Jesús se ve asaltado por la angustia de lacercana Pasión y el desgarrón del abandono de laspersonas amadas. Mientras comían, dijo: en verdad

(2) De nuestro Padre, Meditación, 2-X-1956.

MIÉRCOLES SANTO 311

os digo que uno de vosotros me va a traicionar3. Losotros once Apóstoles, con la experiencia de su rude-za y una gran confianza en las palabras de Cristo, ex-claman sorprendidos: ¿acaso soy yo, Señor? Pero Elrespondió: el que come conmigo en la misma fuente,¡ése me va a entregar! Ciertamente el Hijo del hombrese va, según está escrito acerca de El; pero ¡ay deaquel hombre por quien el Hijo del hombre es entre-gado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido.Tomando la palabra Judas, el que le iba a entregar,dijo: ¿acaso soy yo, Rabi? Le respondió: tú lo hasdicho 4.

Cuando Judas salió del Cenáculo era ya de no-che. Pero había oscuridad sobre todo en su alma. Yel que podía haber perdurado en la memoria de loscristianos, hasta el fin de los tiempos, como uno másde lo que extendieron la semilla del Evangelio por elmundo entero, ha quedado como paradigma de hom-bre traidor y ávido de dinero, capaz de vender lomás íntimo y valioso por un puñado de monedas.

LA TRAICIÓN de Judas no fue, sin embargo, lo-cura de un instante, sino consecuencia de una secue-la de infidelidades. San Juan nos ha transmitido unepisodio significativo: las críticas de Judas, pocos

(3) Ev. {Matth. XXVI, 21).H) Ibid., 22-25.

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días antes de la Pascua, por el derroche de María deBetania, cuando tomó una libra de ungüento muy ca-ro, de nardo puro, lo derramó sobre los pies de Jesús,y los enjugó con sus cabellos 5. ¡Qué prueba tan clarade magnanimidad —comentaba nuestro Padre— elderroche de María! Judas se lamenta de que se hayaechado a perder un perfume que valía —con su codi-cia, ha hecho muy bien sus cálculos— por lo menostrescientos denarios (loann. XII, 5) 6. Se atreve a criti-car indirectamente, con una razón altruista, el com-portamiento de María: ¿no hubiera sido mejor ven-der aquel perfume y dar limosna a los pobres? Peroel Espíritu Santo ha querido que San Juan apostilla-ra: esto lo dijo, no porque él se preocupara de los po-bres, sino porque era ladrón, y, como tenía la bolsa,se llevaba lo que echaban en ella 7.

No es raro que en la base de la infidelidad se en-cuentre la pobreza mal vivida, el desordenado apega-miento a los bienes de este mundo. Cuando un almase entrega a Dios y, después, se corrompe, hace lo queSatanás le hizo hacer a Judas: esconder su dinero, ac-tuar contra la pobreza. Lo escondía como esas aves de-sagradables que guardan en su agujero aquello que re-luce. ¡Para qué quería aquello! Para sus miserias, parasus infidelidades, para ofender a Dios. Hijos míos, la

(5) loann. XII, 3.(6) Amigos de Dios, n. 126.(7) loann. XII, 6.

MIÉRCOLES SANTO 313

virtud de la pobreza es capital para nosotros 8.Pero las insidias que el Enemigo puede poner a

nuestra fidelidad son múltiples. Por eso se nos pideuna actitud humilde de constante vigilia. La vocaciónnos da una seguridad infinita, pero no nos puede hacertemerarios. Si algo no está de acuerdo con el espíritu deDios, dejadlo enseguida. Pensad en los Apóstoles; ellosno valían nada, pero en el nombre del Señor hacen mi-lagros. Sólo Judas, que quizá también hizo milagros, sedescaminó por apartarse voluntariamente de Cristo, porno querer cortar violentamente con lo que no estaba deacuerdo con el espíritu de Dios.

Os lo repetiré siempre, con machaconería: para serfieles, sed sinceros. Para ser fieles, sed muy humildes ynunca os dejéis dominar por el miedo a los Directores.Están para ayudarnos; también cuando con mano depadre, dura pero segura y llena de cariño, nos impidenque vayamos por un camino que no es el bueno 9.

EL SEÑOR no quería la perdición de Judas.Hasta en el mismo prendimiento trata de hacerle re-capacitar, llamándole amigo y aceptando el beso deldiscípulo. Y si aun al pie de la Cruz le hubiese pedi-do perdón, Cristo le habría perdonado, como perdo-nó al ladrón arrepentido. Pero Judas, pecado sobre

(8) De nuestro Padre Meditación, 7-III-1962.(9) De nuestro Padre, Tertulia, 25-VIII-I968.

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pecado, se abandona a la desesperación.Al ver que había sido condenado, movido por el re-

mordimiento, devolvió las treinta monedas de plata alos príncipes de los sacerdotes y ancianos, diciendo: hepecado entregando sangre inocente. Pero ellos dijeron:¿a nosotros qué nos importa?; tú verás. Y arrojandolas monedas de plata en el Templo, fue y se ahorcó 10.

También Pedro, en aquella noche triste de trai-ciones y bajezas, negaría al Señor, y por tres veces.Pedro lloró su pecado con lágrimas de amor; Judas,en cambio, se desesperó. La diferencia entre el arre-pentimiento de Pedro y el remordimiento de Judasestriba en que el primero mantuvo firme la esperan-za, mientras que el segundo la perdió, no confió enel misericordioso juicio del Señor.

Comentando este pasaje del Evangelio, decíanuestro Padre: sólo por Amor, con mayúscula, puedeuno —con la gracia del Señor— portarse bien. Así,¡qué alegría, qué serenidad! Somos más felices que na-die, y luego nos aguarda el Amor. Por eso, hay quecultivar la virtud de la esperanza. Cuando venga algu-na tontería a la cabeza, pensad: en el cielo me aguar-da el Amor, que no saciará, ni terminará, ni se perde-rá nunca; que nó aburrirá, ni se envejecerá jamás.

No es una cobardía pensar esto. Al contrario: lavirtud de la esperanza es necesaria. Estos días estoy re-pitiendo una consideración a vuestros hermanos del

(10) Matlh. XXVII, 3-5.

MIÉRCOLES SANTO 315

Consejo General, y ahora quiero decíroslo a vosotrostambién: ¡mirad si es grande la virtud de la esperanza!Judas reconoció la santidad de Cristo, estaba arrepen-tido del crimen que había cometido, tanto que cogió eldinero, precio de su traición, y lo arrojó a la cara dequienes se lo dieron como premio a su traición. Pero...le faltó la esperanza, que es la virtud necesaria paravolver a Dios. Si hubiera tenido esperanza, podría ha-ber sido aún un gran apóstol. De todas maneras no sa-bemos qué pasó en el corazón de aquel hombre, ni sirespondió a la gracia de Dios, en el último momento.Sólo el Señor sabe lo que sucedió en aquel corazón, ensus últimos instantes.

De modo que no desconfiéis nunca, no os desespe-réis nunca, aunque hayáis hecho la tontería más gran-de. No hay más que hablar, arrepentirse, dejarse llevarde la mano, y todo se arregla u.

Es la lección que podemos y debemos sacar dela oración de hoy: por grandes que sean nuestrasofensas, mayor es la misericordia de Dios. Todo tie-ne remedio, si volvemos contritos al Señor en el Sa-cramento de la Penitencia y abrimos totalmente elcorazón en la charla fraterna, para que puedan cu-rarnos.

Santa María, Spes nostra, nos ayudará a no per-der nunca la esperanza y a recomenzar siempre quesea necesario.

(U) De nuestro Padre, Crónica, 1969, pp. 25-26.

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155.

JUEVES SANTO (I)

—El Maestro y Señor se hace siervo de todos.—Humildad sublime y amor infinito de Jesús en la institu-ción de la Eucaristía.—Amor a Jesús Sacramentado.

LA VÍSPERA de la fiesta solemne de la Pascua,sabiendo Jesús que era llegada la hora de su tránsitode este mundo al Padre, como hubiera amado a lossuyos que vivían en el mundo, los amó hasta el fin(Ioann. XIII, 1). Este versículo de San Juan anuncia,al lector de su Evangelio, que algo grande ocurriráen ese día. Es un preámbulo tiernamente afectuoso,paralelo al que recoge en su relato San Lucas: ar-dientemente, afirma el Señor, he deseado comer estecordero, celebrar esta Pascua con vosotros, antes demi Pasión (Luc. XXII, 15). Comencemos por pedirdesde ahora al Espíritu Santo que nos prepare, paraentender cada expresión y cada gesto de Jesucris-to (...).

La fe nos hace confesar con Simón Pedro: noso-tros hemos creído y conocido que tú eres el Cristo, elHijo de Dios (Ioann. VI, 70). Y es esa fe, fundidacon nuestra devoción, la que en esos momentos tras-cendentales nos lleva a imitar la audacia de Juan:acercarnos a Jesús y recostar la cabeza en el pechodel Maestro (cfr. Ioann. XIII, 25), que amaba ardien-

JUEVES SANTO (I) 317

temente a los suyos y —acabamos de escucharlo— losiba a amar hasta el fin.

Todos los modos de decir resultan pobres, si pre-tenden explicar, aunque sea de lejos, el misterio delJueves Santo. Pero no es difícil imaginar en parte lossentimientos del Corazón de Jesucristo en aquella tar-de, la última que pasaba con los suyos, antes del sacri-ficio del Calvario \

El primer sentimiento del Corazón de Cristo, yraíz de todos los demás, es un amor sin límites aDios Padre y a los hombres. Por eso, en la UltimaCena, en la inminencia de la Pasión, la atmósfera esde amor, de intimidad, de recogimiento. Y Jesús,que sabía que el Padre había puesto todas las cosasen sus manos y que, como vino de Dios, a Dios vol-vía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y,tomando una toalla, se la ciñe. Echa después aguaen una vasija, y se pone a lavar los pies de los dis-cípulos, y a secárselos con la toalla que se habíaceñido 2.

El que tiene todas las cosas en sus manos,Aquél a quien todos llaman en verdad Maestro y Se-ñor, se hace siervo. Atónitos quedaron los Apóstolesante la nueva enseñanza, ante aquel extremo deamor. Simón Pedro quisiera evitarlo, porque aún nogusta plenamente en las cosas que son de Dios, sino

(1) Es Cñsto que pasa, n. 83.(2) Missa in Coena Dontini, Ev. {Ioann. XIII, 3-5).

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en las de los hombres 3; su amor es grande, pero im-perfecto. No sabe que el amor se fragua en el sacri-ficio, que el amor lleva al anonadamiento. QuiereJesucristo dejar a los suyos bien grabada una su-prema lección de humildad, para que nunca olvide-mos que, si no somos humildes, no podremos seguiral Maestro.

De nuevo ha predicado con el ejemplo, con lasobras. Ante los discípulos, que discutían por motivosde soberbia y de vanagloria, Jesús se inclina y cum-ple gustosamente el oficio de siervo. Luego, cuandovuelve a la mesa, les comenta: ¿comprendéis lo queacabo de hacer con vosotros? Vosotros me llamáisMaestro y Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues siyo, que soy el Maestro y el Señor, os he lavado lospies, debéis también vosotros lavaros los pies uno alotro (loann. XIII, 12-14). A mí me conmueve esta de-licadeza de nuestro Cristo. Porque no afirma: si yome ocupo de esto, ¿cuánto más tendríais que realizarvosotros? Se coloca al mismo nivel, no coacciona:fustiga amorosamente la falta de generosidad deaquellos hombres 4.

AQUELLA noche, víspera del día solemne de laPascua, el Señor hizo aún más maravillas. Si se hu-milló lavando los pies a sus Apóstoles, su amor y su

(3) Marc. VIH, 33.(4) Amigos de Dios, n. 103.

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humildad tocan alturas infinitas cuando, durante lacena, tomó el pan y, dando gracias, lo partió y dijo:tomad y comed: éste es mi cuerpo, que por vosotrosserá entregado: haced esto en memoria mía. Y de lamisma manera el cáliz, después de haber cenado, di-ciendo: este cáliz es el nuevo testamento en mi san-gre: haced esto cuantas veces lo bebiereis, en memo-ria mía 5.

El Señor Sacramentado nos muestra una sobrea-bundancia de amor y, a la vez, la mayor expresiónque cabe de la humildad. Ahí lo tienes: es Rey de Re-yes y Señor de Señores. —Está escondido en el Pan. Sehumilló hasta esos extremos por amor a ti6.

Junto a la humildad, brilla el amor de Cristo enla Sagrada Eucaristía. Considerad la experiencia, tanhumana, de la despedida de dos personas que se quie-ren. Desearían estar siempre juntas, pero el deber —elque sea— ¿es obliga a alejarse. Su afán sería continuarsin separarse, y no pueden. El amor del hombre, quepor grande que sea es limitado, recurre a un símbolo:los que se despiden se cambian un recuerdo, quizá unafotografía, con una dedicatoria tan encendida, que sor-prende que no arda la cartulina. No logran hacer másporque el poder de las criaturas no llega tan lejos co-mo su querer.

Lo que nosotros no podemos, lo puede el Señor. Je-sucristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, no deja un

(5) Missa in Coena Domini, L. 11 (I Cor. XI, 23-25).(6) Camino, n. 538.

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símbolo, sino la realidad: se queda El mismo. Irá alPadre, pero permanecerá con los hombres. No nos le-gará un simple regalo que nos haga evocar su memo-ria, una imagen que tienda a desdibujarse con el tiem-po, como la fotografía que pronto aparece desvaída,amarillenta y sin sentido para los que no fueron prota-gonistas de aquel amoroso momento. Bajo las especiesdel pan y del vino está El, realmente presente: con suCuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad.

¡Qué bien se explica ahora el clamor incesante delos cristianos, en todos los tiempos, ante la Hostia san-ta! Canta, lengua, el misterio del Cuerpo glorioso y dela Sangre preciosa, que el Rey de todas las gentes, na-cido de una Madre fecunda, derramó para rescatar elmundo (Hymn. Pange lingua). Es preciso adorar devo-tamente a este Dios escondido (cfr. Hymn. Adoro te de-vote): es el mismo Jesucristo que nació de María Vir-gen; el mismo que padeció, que fue inmolado en laCruz; el mismo de cuyo costado traspasado manó aguay sangre (cfr. Hymn. Ave verum).

Este es el sagrado convite, en el que se recibe almismo Cristo; se renueva la memoria de la Pasión y,con El, el alma trata íntimamente a su Dios y poseeuna prenda de la gloria futura (cfr. Hymn. O sacrumconvivium). La liturgia de la Iglesia ha resumido, enbreves estrofas, los capítulos culminantes de la historiade ardiente caridad, que el Señor nos dispensa.

El Dios de nuestra fe no es un ser lejano, que con-templa indiferente la suerte de los hombres: sus afa-

JUEVES SANTO (I) 321

nes, sus luchas, sus angustias. Es un Padre que ama asus hijos hasta el extremo de enviar al Verbo, SegundaPersona de la Trinidad Santísima, para que, encarnán-dose, muera por nosotros y nos redima. El mismo Pa-dre amoroso que ahora nos atrae suavemente hacia El,mediante la acción del Espíritu Santo que habita ennuestros corazones 7.

LA EUCARISTÍA es como la consumación de lavida espiritual": el Señor nos da su gracia, se nos daEl mismo. El amor llega a realizar su ideal en el Sa-cramento Eucarístico: la identificación con el ama-do, ser una misma cosa, fundirse, compenetrarse.Así como cuando uno junta dos trozos de cera y losderrite por medio del fuego, de los dos se forma unacosa, así también, por la participación del Cuerpo deCristo y de su preciosa Sangre, El se une a nosotros ynosotros nos unimos a El'.

La alegría del Jueves Santo arranca de ahí: decomprender que el Creador se ha desbordado en cariñopor sus criaturas. Nuestro Señor Jesucristo, como siaún no fueran suficientes todas las otras pruebas de sumisericordia, instituye la Eucaristía para que podamostenerle siempre cerca y —en lo que nos es posible en-tender— porque, movido por su Amor, quien no necesi-

(7) Es Cristo que pasa, nn. 83-84.(8) Santo Tomás, S. Th. III, q. 73, a. 3 c.(9) San Cirilo de Alejandría, In loannis Evangetium commentarium 10, 2.

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ta nada, no quiere prescindir de nosotros. La Trinidadse ha enamorado del hombre, elevado al orden de lagracia y hecho a su imagen y semejanza (Gen. /, 26);lo ha redimido del pecado —del pecado de Adán quesobre toda su descendencia recayó, y de los pecadospersonales de cada uno— y desea vivamente morar enel alma nuestra: el que me ama observará mi doctrinay mi Padre le amará, y vendremos a él y haremosmansión dentro de él (Ioann. XIV, 23) 10.

Con sentimientos de adoración y de rendida gra-titud termina nuestra meditación del Jueves Santo. Siel Señor nos ha ayudado —y El está siempre dispuesto,basta con que le franqueemos el corazón—, nos vere-mos urgidos a corresponder en lo que es más importan-te: amar. Y sabremos difundir esa caridad entre los de-más hombres, con una vida de servicio. Os he dadoejemplo floann. XII, 15), insiste Jesús, hablando a susdiscípulos después de lavarles los pies, en la noche dela Cena. Alejemos del corazón el orgullo, la ambición,los deseos de predominio; y, junto a nosotros y en no-sotros, reinarán la paz y la alegría, enraizadas en elsacrificio personal.

Finalmente un filial pensamiento amoroso paraMaría, Madre de Dios y Madre nuestra. Perdonad quede nuevo os cuente un recuerdo de mi infancia: unaimagen que se difundió mucho en mi tierra, cuandoSan Pío X impulsó la práctica de la comunión fre-

(10) Es Cristo que pasa. n. 84.

JUEVES SANTO (I) 323

cuente. Representaba a María adorando la Hostia san-ta. Hoy, como entonces y como siempre, Nuestra Seño-ra nos enseña a tratar a Jesús, a reconocerle y a encon-trarle en las diversas circunstancias del día y, de modoespecial, en ese instante supremo —el tiempo se unecon la eternidad— del Santo Sacrificio de la Misa: Je-sús, con gesto de sacerdote eterno, atrae hacia sí todaslas cosas, para colocarlas, divino afilante Spiritu, conel soplo del Espíritu Santo, en la presencia de DiosPadre11.

(U) Es Cristo que pasa, n. 94.

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156.

JUEVES SANTO (II)

—Institución del sacerdocio en la Ultima Cena.—Veneramos a los sacerdotes por su especial identificacióncon Jesucristo.—Pedir que no falten en la Iglesia sacerdotes santos.

POR AMOR y para enseñarnos a amar, vino Jesúsa la tierra y se quedó entre nosotros en la Eucaristía.Como hubiese amado a los suyos que vivían en elmundo, los amó hasta el fin (Ioann. XIII, 1); con esaspalabras comienza San Juan la narración de lo que su-cedió aquella víspera de la Pascua, en la que Jesús—nos lo refiere San Pablo— tomó el pan, y dando gra-cias, lo partió y dijo: tomad y comed; éste es mi cuer-po, que por vosotros será entregado; haced esto en me-moria mía. Y de la misma manera el cáliz, después dehaber cenado, diciendo: este cáliz es el nuevo testa-mento de mi sangre; haced esto cuantas veces lo bebie-reis, en memoria mía (I Cor. XI, 23-25) \

En la Ultima Cena, el Señor dejaba a su Esposaamada, la Iglesia, un sacrificio visible, como exige lanaturaleza de los hombres 2: el Sacrificio sacramentalde su Cuerpo y de su Sangre bajo las especies de pan yde vino. Pero como el sacrificio y el sacerdocio estántan unidos por ordenación divina que en toda ley han

(1) £5 Cristo que pasa, n. 151.(2) Concilio de Trento, sesión XXII, Doctrina de SS. Missae sacrificio, cap. 1, D. 938

(1740).

JUEVES SANTO (II) 325

existido uno y otro (...), hay también que confesar queen la Iglesia hay un nuevo sacerdocio, visible y externo,en el que fue trasladado el antiguo 3. Y así,' la solemni-dad del Jueves Santo es especialmente grande para lossacerdotes de la Iglesia. £5 la fiesta de los sacerdotes,escribía el Santo Padre Juan Pablo II. £5 el día en quenació nuestro sacerdocio, que es participación del úni-co sacerdocio de Cristo Mediador. En este día, los sacer-dotes del mundo entero son invitados a concelebrar laEucaristía con sus obispos y a renovar a su alrededorlas promesas de sus compromisos sacerdotales al servi-cio de Cristo y de su Iglesia *.

En la Obra nos alegramos con todos los cristia-nos y agradecemos al Señor el don del sacerdocioministerial, con el que ha querido enriquecer a laIglesia. Y rezamos por todos, para que todos vivanplenamente su vocación personal, santamente orgu-llosos de la elección con la que Dios los ha llamado.Todo lo que sea ayudar a los sacerdotes, darles vidasobrenatural, enseñarles que están enamorados, que noestán solos, es salvarles. Y salvar a un sacerdote es sal-var a miles de almas 5.

EL SACERDOCIO lleva a servir a Dios en un es-tado que no es, en sí, ni mejor, ni peor que otros: es

(3) Concilio de Trento, sesión XXIII, Doctrina de sacramento ordinis, cap. 1, D. 957(1764).

(4) Juan Pablo II, Carta Ecce nunc a todos los sacerdotes de la Iglesia, con ocasión delJueves Santo, 16-111-1986.

(5) De nuestro Padre, Tertulia, 28-111-1969.

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distinto. Pero la vocación de sacerdote aparece revesti-da de una dignidad y de una grandeza que nada en latierra supera. Santa Catalina de Siena pone en bocade Jesucristo estas palabras: no quiero que mengüe lareverencia que se debe profesar a los sacerdotes, por-que la reverencia y el respeto que se les manifiesta, nose dirige a ellos, sino a Mí, en virtud de la Sangre queyo les he dado para que la administren. Si no fuerapor esto, deberíais dedicarles la misma reverencia quea los seglares, y no más... No se les ha de ofender:ofendiéndolos, se me ofende a Mí, y no a ellos. Por esolo he prohibido, y he dispuesto que no admito quesean tocados mis Cristos (Santa Catalina de Siena, ElDiálogo, cap. 116).

Algunos se afanan por buscar, como dicen, la iden-tidad del sacerdote. ¡Qué claras resultan esas palabrasde la Santa de Siena! ¿Cuál es la identidad del sacer-dote? La de Cristo. Todos los cristianos podemos y de-bemos ser no ya alter Christus, sino ipse Christus: otrosCristos, ¡el mismo Cristo! Pero en el sacerdote esto seda inmediatamente, de forma sacramental6.

Esta es la razón más profunda de nuestra venera-ción por todos los sacerdotes: su particularísima iden-tificación con Cristo, realizada en el Sacramento delOrden y actualizada especialmente en la celebraciónde la Santa Misa. Todos los sacerdotes —decía nuestroPadre—, seamos pecadores —como yo—, o sean santos

(6) De nuestro Padre, Homilía Sacerdote para la eternidad, 13-IV-1973.

JUEVES SANTO (II) 327

como son otros, en el altar no somos nunca nosotros: so-mos Cristo, que renueva su Sacrificio del Calvario (...).

¡Soy Cristo en el altar! Renuevo incruentamente eldivino Sacrificio del Calvario y consagro in personaChristi, haciendo las veces de Jesucristo, porque le doymi cuerpo y mi voz, mis manos, mi pobre corazón tan-tas veces manchado, que quiero que El purifique 7.

En nuestra oración de hoy, ocupa un lugar privi-legiado la petición por la santidad de todos los sacer-dotes, y hacemos nuestros los sentimientos y deseosde nuestro Padre, que le movían a escribir: yo pido aDios Nuestro Señor que nos dé a todos los sacerdotesla gracia de realizar santamente las cosas santas, dereflejar, también en nuestra vida, las maravillas de lasgrandezas del Señor. Quienes celebramos los misteriosde la Pasión del Señor, hemos de imitar lo que hace-mos. Y entonces la hostia ocupará nuestro lugar anteDios, si nos hacemos hostias nosotros mismos (San Gre-gorio Magno, Dialogus 4, 59) 8.

PARA realizar dignamente la misión que han re-cibido, los sacerdotes han de aspirar con todas susfuerzas a la santidad. Entendemos, con toda la tradi-ción eclesiástica, que el sacerdocio pide —por las fun-ciones sagradas que le competen— algo más que una

(7) De nuestro Padre, Dos meses de catequesis, II, p. 752.(8) De nuestro Padre, Homilía Sacerdote para la eternidad, 13-IV-1973.

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vida honesta: exige una vida santa en quienes lo ejer-cen, constituidos —como están— en mediadores entreDios y los hombres 9.

Gracias a Dios, son incontables los sacerdotesque corresponden fielmente a la gracia divina. Si al-guna vez os topáis con un sacerdote que, externamente,no parece vivir conforme al Evangelio —no lo juz-guéis, le juzga Dios—, sabed que si celebra válidamen-te la Santa Misa, con intención de consagrar, NuestroSeñor no deja de bajar a aquellas manos, aunque seanindignas. ¿Cabe más entrega, más anonadamiento?Más que en Belén y que en el Calvario. ¿Por qué? Por-que Jesucristo tiene el Corazón oprimido por sus an-sias redentoras, porque no quiere que nadie pueda de-cir que no le ha llamado, porque se hace el encontra-dizo con los que no le buscan.

¡Es Amor! No hay otra explicación. ¡Qué cortas sequedan las palabras, para hablar del Amor de Cristo!El se abaja a todo, admite todo, se expone a todo —asacrilegios, a blasfemias, a la frialdad de la indiferen-cia de tantos—, con tal de ofrecer, aunque sea a unhombre solo, la posibilidad de descubrir los latidos deun Corazón que salta en su pecho llagado.

Esta es la identidad del sacerdote: instrumento in-mediato y diario de esa gracia salvadora que Cristonos ha ganado. Si se comprende esto, si se ha medita-do en el activo silencio de la oración, ¿cómo conside-

(9) De nuestro Padre, Carta, 2-II-1945, n. 4.

JUEVES SANTO (II) 329

rar el sacerdocio una renuncia? Es una ganancia queno es posible calcular 10.

El sacerdocio es la más alta dignidad que una per-sona humana puede recibir en la tierra, exceptuada lagracia de la Maternidad divina de la Santísima Virgen.Y aun así, Nuestra Madre Santa María, la más santa delas criaturas —más que Ella, sólo Dios— trajo una vez almundo a Jesús: los sacerdotes lo traen a nuestra tierra, anuestro cuerpo y a nuestra alma, todos los días: vieneCristo para alimentarnos, para vivificamos, para ser, yadesde ahora, prenda de la vida futura u.

Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, ha queridoperpetuar su sacerdocio mediante instrumentos hu-manos. Pidámosle hoy, día de la institución del Sacra-mento del Orden, que haya muchos sacerdotes santosen la Iglesia, para servicio de todas las almas. Que sus-cite vocaciones sacerdotales, abundantes y selectas,en todos los rincones de la tierra. Y que no falten nun-ca en el Opus Dei los sacerdotes necesarios para exten-der por todo el mundo la labor que nos ha confiado.

Como escribe nuestro Padre, la Iglesia necesita~y necesitará siempre— sacerdotes. Pídeselos a diarioo. la Trinidad Santísima, a través de Santa María.

—Y pide que sean alegres, operativos, eficaces; queestén bien preparados; y que se sacrifiquen gustosospor sus hermanos, sin sentirse víctimas 12.

(10) De nuestro Padre, Homilía Sacerdote para la eternidad, 13-IV-1973.(11) De nuestro Padre Homilía Sacerdote para la eternidad, 13-IV-1973.(12) Forja, n. 910.

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157.

JUEVES SANTO (III)

—Locura de amor de Jesucristo, al instituir la SagradaEucaristía.

—La Santa Misa es el mejor modo de corresponder al amorde Dios.

—La liturgia eucarística, centro de la Santa Misa.

SI NO fuerais mis hijos, teniendo que hablar asacerdotes y seglares que han meditado muchas vecesesta escena del Jueves Santo, os diría que lo que voya hacer es como vender miel al colmenero. Por eso,hemos de poner un cuidado especial para que elacontecimiento que hoy conmemoramos no resbale so-bre nuestras almas.

Una meditación sobre la Sagrada Eucaristía la ha-brás comenzado muchas veces, hijo mío^ con alguna deestas citas, que nos recuerdan la humildad de Cristo,la fe de Pedro y el amor de Juan.

La humildad de Cristo: desiderio desideravi hocpascha manducare vobiscum antequam patiar (Luc.XXII, 15); ardientemente he deseado comer este cor-dero, celebrar esta Pascua con vosotros, antes de miPasión.

La fe de Pedro: nosotros hemos creído y conocidoque tú eres el Cristo, el Hijo de Dios (Ioann. VI, 70),ratificada por el Señor: yo he rogado por ti a fin de

JUEVES SANTO (III) 331

que tu fe no perezca, y tú, cuando te conviertas, con-firma a tus hermanos (Luc. XXII, 32).

El amor de Juan, que recuesta su cabeza sobre elpecho de Cristo (cfr. Ioann. XXIII, 25). Jesús les dice:mandatum novum do vobis: ut diligatis invicem...(Ioann. XIII, 34); un mandamiento nuevo os doy: queos améis unos a otros como Yo os he amado. Y Elamaba tan ardientemente a los suyos que estaban en elmundo, que los iba a amar hasta el fin (...).

Et, accepto pane, gratias egit et fregit et dedit eisdicens: Hoc est corpus meum (Luc. XXII, 19); tomó elpan, dio gracias, lo partió y se lo entregó, diciendo: es-to es mi cuerpo. Muchas veces os he hecho consideraresta maravilla del amor humano: dos personas que sequieren, cuando deben separarse, se dejan unos retra-tos con una dedicatoria llena de cariño, tan encendida,que resulta casi un prodigio el hecho de que con elfuego de esas palabras no arda el papel. También Je-sús, que nos amaba hasta el extremo (Ioann. XIII, 1):tenía que irse y, al mismo tiempo, deseaba quedarse.Pero, lo que no podemos nosotros, lo puede Dios: se vay se queda. Instituye la Sagrada Eucaristía para que lecomamos, para que nos fortalezcamos, para que sea-mos fieles y nos hagamos una sola cosa con El (...).

Aunque he recordado estas razones, por las que Je-sús ha querido permanecer entre nosotros, puedo decirtambién que no entiendo por qué se quedó, a sabien-das de cómo iba a ser tratado: no sólo que tantos sa-grarios estarían desiertos; sino que se acercarían a El

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personas que no le conocen, que no le quieren o que leignoran, que le desprecian o que le maltratan. Pues, apesar de esto, Jesús se quedó realmente en la SagradaEucaristía: con su Cuerpo, con su Sangre, con su Almay con su Divinidad. Y se quedó por ti y por mí.

¡Amor con amor se paga! Piensa en tus genufle-xiones ante el Sagrario, en tus visitas al Santísimo,en ese recuerdo hacia El cuando pasas cerca de unTabernáculo, que ha de ser un recuerdo cada vezmás encendido. ¡Amor con amor se paga!1.

QUIZA, a veces, nos hemos preguntado cómo po-demos corresponder a tanto amor de Dios; quizá he-mos deseado ver expuesto claramente un programa devida cristiana. La solución es fácil, y está al alcancede todos los fieles: participar amorosamente en la San-ta Misa, aprender en la Misa a tratar a Dios, porqueen este Sacrificio se encierra todo lo que el Señor quie-re de nosotros.

Permitid que os recuerde lo que en tantas ocasio-nes habéis observado: el desarrollo de las ceremoniaslitúrgicas. Siguiéndolas paso a paso, es muy posibleque el Señor haga descubrir a cada uno de nosotros enqué debe mejorar, qué vicios ha de extirpar, cómo hade ser nuestro trato fraterno con todos los hombres.

(1) De nuestro Padre, Meditación, 14-IV-1960.

JUEVES SANTO (III)333

El sacerdote se dirige hacia el altar de Dios, delDios que alegra nuestra juventud La Santa Misa seinicia con un canto de alegría, porque Dios está aquí.Es la alegría que, junto con el reconocimiento y elamor, se manifiesta en el beso a la mesa del altar, sím-bolo de Cristo y recuerdo de los santos: un espacio pe-queño, santificado porque en esta ara se confecciona elSacramento de la infinita eficacia.

El Confíteor nos pone por delante nuestra indigni-dad; no el recuerdo abstracto de la culpa, sino la pre-sencia, tan concreta, de nuestros pecados y de nuestrasfaltas. Por eso repetimos: Kyrie eleison, Christe elei-son, Señor, ten piedad de nosotros; Cristo, ten piedadde nosotros. Si el perdón que necesitamos estuviera enrelación con nuestros méritos, en este momento brota-ría en el alma una tristeza amarga. Pero, por bondaddivina, el perdón nos viene de la misericordia de Dios,al que ya ensalzamos —Gloria/—porque Tú solo eressanto, Tú solo Señor, Tú solo altísimo, Jesucristo, conel Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre.

Oímos ahora la Palabra de la Escritura, la Epísto-la y el Evangelio, luces del Paráclito, que habla convoces humanas para que nuestra inteligencia sepa ycontemple, para que la voluntad se robustezca y la ac-ción se cumpla. Porque somos un solo pueblo que con-fiesa una sola fe, un Credo,- un pueblo congregado enla unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo(San Cipriano, De dominica oratione, 23) (...).

Que la oblación redunde en salvación de todos

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—Orate, fratres, reza el sacerdote—, porque este sacri-ficio es mío y vuestro, de toda la Iglesia Santa. Orad,hermanos, aunque seáis pocos los que os encontráisreunidos; aunque sólo se halle materialmente presentenada más un cristiano, y aunque estuviese solo el cele-brante: porque cualquier Misa es el holocausto univer-sal, rescate de todas las tribus y lenguas y pueblos ynaciones (cfr. Apoc. V, 9).

Todos los cristianos, por la Comunión de los San-tos, reciben las gracias de cada Misa, tanto si se cele-bra ante miles de personas o si ayuda al sacerdote co-mo único asistente un niño, quizá distraído. En cual-quier caso, la tierra y el cielo se unen para entonarcon los Angeles del Señor: Sanctus, Sanctus, Sanctus...

Yo aplaudo y ensalzo con los Angeles: no me es di-fícil, porque me sé rodeado de ellos, cuando celebro laSanta Misa. Están adorando a la Trinidad. Como sétambién que, de algún modo, interviene la SantísimaVirgen, por la intima unión que tiene con la TrinidadBeatísima y porque es Madre de Cristo, de su Carne yde su Sangre: Madre de Jesucristo, perfecto Dios y per-fecto Hombre. Jesucristo concebido en las entrañas deMaría Santísima sin obra de varón, por la sola virtuddel Espíritu Santo, lleva la misma Sangre de su Ma-dre: y esa Sangre es la que se ofrece en sacrificio re-dentor, en el Calvario y en la Santa Misa 2.

(2) £j Crisío que pasa, nn. 88-89.

JUEVES SANTO (III) 335

ASI se entra en el canon, con la confianza filialque llama a nuestro Padre Dios clementísimo. Le pedi-mos por la Iglesia y por todos en la Iglesia: por el Pa-pa, por nuestra familia, por nuestros amigos y compa-ñeros. Y el católico, con corazón universal, ruega portodo el mundo, porque nada puede quedar excluido desu celo entusiasta. Para que la petición sea acogida,hacemos presente nuestro recuerdo y nuestra comunica-ción con la gloriosa siempre Virgen María y con unpuñado de hombres, que siguieron los primeros a Cris-to y murieron por El.

Quam oblationem... Se acerca el instante de la con-sagración. Ahora, en la Misa, es otra vez Cristo quienactúa, a través del sacerdote: Este es mi Cuerpo. Estees el cáliz de mi Sangre. ¡Jesús está con nosotros! Conla Transustanciación, se reitera la infinita locura divi-na, dictada por el Amor. Cuando hoy se repita ese mo-mento, que sepamos cada uno decir al Señor, sin ruidode palabras, que nada podrá separarnos de El, que sudisponibilidad —inerme— de quedarse en las aparien-cias ¡tan frágiles! del pan y del vino, nos ha convertidoen esclavos voluntarios: praesta meae menti de te vive-re, et te illi semper dulce sapere (Adoro te devotej, hazque yo viva siempre de ti y que siempre saboree ladulzura de tu amor.

Más peticiones: porque los hombres estamos casisiempre inclinados a pedir: por nuestros hermanos di-funtos, por nosotros mismos. Aquí caben también to-das nuestras infidelidades, nuestras miserias. La carga

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es mucha, pero El quiere llevarla por nosotros y connosotros. Termina el canon con otra invocación a laTrinidad Santísima: per Ipsum, et cum Ipso, et in Ip-so..., por Cristo, con Cristo y en Cristo, Amor nuestro,a Ti, Padre Todopoderoso, en unidad del EspírituSanto, te sea dado todo honor y gloria por los siglos delos siglos.

Jesús es el Camino, el Mediador; en El, todo; fuerade El, nada. En Cristo, enseñados por El, nos atreve-mos a llamar Padre Nuestro al Todopoderoso: el quehizo el cielo y la tierra es el Padre entrañable que es-pera que volvamos a El continuamente, cada uno co-mo un nuevo y constante hijo pródigo.

Ecce Agnus Dei... Domine, non sum dignus... Va-mos a recibir al Señor. Para acoger en la tierra a per-sonas constituidas en dignidad hay luces, música, tra-jes de gala. Para albergar a Cristo en nuestra alma,¿cómo debemos prepararnos? ¿Hemos pensado algunavez en cómo nos conduciríamos, si sólo se pudiera co-mulgar una vez en la vida?

Cuando yo era niño, no estaba aún extendida lapráctica de la comunión frecuente. Recuerdo cómo sedisponían para comulgar: había esmero en arreglarbien el alma y el cuerpo. El mejor traje, la cabezabien peinada, limpio también físicamente el cuerpo, yquizá hasta con un poco de perfume... Eran delicade-zas propias de enamorados, de almas finas y recias,que saben pagar con amor el Amor.

Con Cristo en el alma, termina la Santa Misa: la .

JUEVES SANTO (III) 337

bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo nosacompaña durante toda la jornada, en nuestra tareasencilla y normal de santificar todas las nobles activi-dades humanas.

Asistiendo a la Santa Misa, aprenderéis a tratar acada una de las Personas divinas: al Padre, que engen-dra al Hijo; al Hijo, que es engendrado por el Padre;al Espíritu Santo que de los dos procede. Tratando acualquiera de las tres Personas, tratamos a un soloDios; y tratando a las tres, a la Trinidad, tratamosigualmente a un solo Dios único y verdadero. Amad laMisa, hijos míos, amad la Misa. Y comulgad con ham-bre, aunque estéis helados, aunque la emotividad noresponda: comulgad con fe, con esperanza, con encen-dida caridad 3.

Pidamos a la Virgen que nos enseñe a vivir cadadía la Santa Misa con aquellos sentimientos de hu-mildad y adoración con que Ella recibió a su Hijo Je-sucristo.

(3) £5 Cristo que pasa, nn. 90-91.

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158.

VIERNES SANTO (I)

—La oración de Jesús en el huerto.

—Jesús, flagelado y coronado de espinas, nos invita a no te-ner miedo a la expiación.

—Cristo, camino del Calvario, nos invita a poner la SantaCruz en nuestra vida y en nuestros trabajos.

EL MAESTRO divino, que ha predicado la ale-gría con su vida y con su palabra, está ahora abru-mado por la tristeza en el huerto de los olivos. El do-lor ha irrumpido en lo más profundo de su espíritucomo un caudal de aguas tumultuosas que lo cubretodo. Ve ya muy cercana la Pasión y la Muerte: losazotes que van a destrozar su cuerpo, las bofetadas,los insultos, las burlas sangrientas, los clavos y lalanza... Pero sobre todo le aflige el abandono de lossuyos, el escándalo, la traición.

Ahora, en plena noche, los Apóstoles están dor-midos. Jesús, solo y triste, sufría y empapaba la tierracon su sangre.

De rodillas sobre el duro suelo, persevera en ora-ción... Llora por ti... y por mí: le aplasta el peso de lospecados de los hombres.

Pater, si vis, transfer calicem istum a me. —Padre, siquieres, haz que pase este cáliz de mí... Pero no se hagami voluntad, sed tua fiat, sino la tuya (Luc. XXII, 42) l.

(1) Santo Rosario. I misterio doloroso.

VIERNES SANTO (I) 339

Apenas podemos comprender un dolor como el deJesús. Contemplamos en silencio reverente cómo lomuestra a sus discípulos: mi alma siente angustias demuerte 2. ¡Cuánto tenemos que agradecer al Señor susacrificio voluntariamente aceptado para librarnosde la muerte! Y le damos gracias también por el ejem-plo de su actitud decidida, aun en medio de la másgrande aflicción. Jesucristo entra en agonía, y llega aderramar sudor de sangre; pero la confianza en su Pa-dre no desfallece, y hace oración una y otra vez. Cuan-do el cuerpo ya no puede resistir, un Ángel del cielo leconforta. —Está Jesús en la agonía. —Continúa proli-xius, más intensamente orando... —Se acerca a nosotros,que dormimos: levantaos, orad —nos repite—, para queno caigáis en la tentación (Luc. XXII, 46) 3.

En nuestra vida puede haber momentos de luchamás intensa, quizá de oscuridad y de dolor profun-do, con tentaciones de desaliento... ¿Y cómo reaccio-nar, si el alma pasa alguna vez por ese estado? El Se-ñor nos enseña el modo: velad y orad, para que nocaigáis en la tentación 4. Y comenta San Ambrosio: sideseas que la fuerza de Dios te ciña y te ayude, debesvigilar siempre; muchas insidias nos rodean y es pe-sado el sueño del cuerpo. Sacude, pues, ese sueño pa-ra que puedas llamar a la puerta de Cristo 5, para que

(2) Uarc. XIV, 34.(3) Santo Rosario, I misterio doloroso.(4) Marc. XIV, 38.(5) San Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucam 7, 89.

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340 SEMANA SANTA

acuda El en nuestro auxilio, El que es la fortaleza.Hay que rezar mucho, hay que pedir con insistencia,hay que sentirse —¡de verdad!— hijo de Dios, tam-bién en esos momentos.

Jesús ora en el huerto: Pater mi (Matth. XXVI,39), Abba, Pater! (Marc. XIV, 36). Dios es mi Padre,aunque me envíe sufrimiento. Me ama con ternura,aun hiriéndome. Jesús sufre, por cumplir la Voluntaddel Padre... Y yo, que quiero también cumplir la San-tísima Voluntad de Dios, siguiendo los pasos del Maes-tro, ¿podré quejarme, si encuentro por compañero decamino al sufrimiento?

Constituirá una señal cierta de mi filiación, porqueme trata como a su Divino Hijo. Y, entonces, como El,podré gemir y llorar a solas en mi Getsemaní, pero,postrado en tierra, reconociendo mi nada, subirá hastael Señor un grito salido de lo íntimo de mi alma: Patermi, Abba, Pater,... fiat!6.

A LA pregunta de Pilatos, la muchedumbre grita:crucifícale. Y les decía: ¿pues, qué mal ha hecho?Mas ellos gritaban con mayor fuerza: crucifícale 7.

Y Pilatos, deseando contentar al pueblo, les sueltaa Barrabás y ordena que azoten a Jesús.

Atado a la columna. Lleno de llagas.

(6) Vía Crucis, I estación, punto 1.(!) Marc. XV, 13-14.

VIERNES SANTO (I) 341

Suena el golpear de las correas sobre su carne rota,sobre su carne sin mancilla, que padece por tu carnepecadora. —Más golpes. Más saña. Más aún... Es elcolmo de la humana crueldad.

Al cabo, rendidos, desatan a Jesús. —Y el cuerpode Cristo se rinde también al dolor y cae, como un gu-sano, tronchado y medio muerto 8.

La furia de los pecados de la humanidad enteradescarga sus golpes sobre el cuerpo inocente de Je-sucristo. Toda la impenitencia de los corazones en-durecidos, la cobardía, la falta de expiación y deamor, rodean al Señor como el hielo, en soledad. Ytodo lo sufre para salvarnos de nuestros pecados,abriéndonos camino. Tú y yo no podemos hablar, nosdice nuestro Padre. —No hacen falta palabras. —Mí-ralo, míralo... despacio.

Después... ¿serás capaz de tener miedo a la expia-ción? \

Pero aún no ha terminado de sufrir. Después deflagelarlo, llevan a mi Señor al patio del pretorio, yallí convocan a toda la cohorte (Marc. XV, 16). —Lossoldadotes brutales han desnudado sus carnes purísi-mas. —Con un trapo de púrpura, viejo y sucio, cubrena Jesús. —Una caña, por cetro, en su mano derecha...

La corona de espinas, hincada a martillazos, le ha-ce Rey de burlas... Ave Rex Iudaeorum! —Dios te sal-

(8) Santo Rosario, II misterio doloroso.(9) Santo Rosario, II misterio doloroso.

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ve, Rey de los judíos (Marc. XV, 18). Y, a golpes, hie-ren su cabeza. Y le abofetean... y le escupen 10.

La voz profética de Isaías nos lo describe en es-tos momentos, desfigurado por el dolor: no hay enEl parecer, no hay hermosura que atraiga las mira-das, no hay en El belleza que agrade. Despreciado, de-secho de los hombres, conocedor de todos los que-brantos, ante quien se vuelve el rostro, menosprecia-do, estimado en nada.

Pero fue El, ciertamente, quien tomó sobre sínuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores;y nosotros le tuvimos por castigado y herido por Diosy humillado. Fue traspasado por nuestras iniquidadesy molido por nuestros pecados. El castigo salvadorpesó sobre El, y en sus llagas hemos sido curados n.

El cuerpo llagado de Jesús es verdaderamente unretablo de dolores...

Por contraste, vienen a la memoria tanta comodi-dad, tanto capricho, tanta dejadez, tanta cicatería... Yesa falsa compasión con que trato mi carne.

¡Señor!, por tu Pasión y por tu Cruz, dame fuerzapara vivir la mortificación de los sentidos y arrancartodo lo que me aparte de Ti12.

COMO para una fiesta, han preparado un cortejo,una larga procesión. Los jueces quieren saborear su

(10) Santo Rosario, III misterio doloroso.(11) L. ¡[¡sai. Lili, 2-5).(12) Via Crucis, X estación, punto 2.

VIERNES SANTO (I) 343

victoria con un suplicio lento y despiadado.Jesús no encontrará la muerte en un abrir y cerrar

de ojos... Le es dado un tiempo para que el dolor y elamor se sigan identificando con la Voluntad amabilí-sima del Padre n.

Es breve el trayecto hasta el Calvario, pero ¡quélargo se hace con el madero a cuestas! A derecha e iz-quierda, el Señor ve esa multitud que anda como ovejassin pastor. Podría llamarlos uno a uno, por sus nombres,por nuestros nombres. Ahí están los que se alimentaronen la multiplicación de los panes y de los peces, los quefueron curados de sus dolencias, los que adoctrinó juntoal lago y en la montaña y en los pórticos del Templo.

Un dolor agudo penetra en el alma de Jesús, y elSeñor se desploma extenuado u.

Un alma enamorada de Dios no puede permane-cer impasible ante este espectáculo, y ansia ayudar aCristo —como Simón de Cirene— a llevar la Cruz.Pero, ¿cómo amar de veras la Cruz Santa de Jesús?...¡Deséala!... ¡Pide fuerzas al Señor para implantarla entodos los corazones, y a lo largo y a lo ancho de estemundo! Y luego... desagravíale con alegría; trata deamarle también con el latir de todos los corazones queaún no le aman 15.

Al principio, Simón Cirineo llevó la cruz de Je-sús forzado por las circunstancias 16. Sólo después se

(13) Via Crucis, II estación, punto 2.4) Vía Crucis, III estación.

15) Via Crucis, V estación, punto 5.(16) Cfr. Marc. XV, 21.

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dará cuenta de la mejora de su alma, al contacto conel sagrado madero. Así sucede a veces en nuestra vi-da: llega el Señor en el momento más inesperado, ynos pide que le acompañemos al Gólgota. Quizá enun primer momento experimentemos la desazón deese encuentro imprevisto. Pero enseguida ha de acu-dir a nuestro corazón y a nuestros labios el fiat! deuna entrega renovada.

No lleves la Cruz arrastrando..., nos pide nuestroPadre. Llévala a plomo, porque tu Cruz, así llevada,no será una Cruz cualquiera: será... la Santa Cruz. Note resignes con la Cruz. Resignación es palabra pocogenerosa. Quiere la Cruz. Cuando de verdad la quie-ras, tu Cruz será... una Cruz, sin Cruz.

Y de seguro, como El, encontrarás a María en elcamino 17.

Este es el propósito de la oración de hoy: estarjunto a María para seguir de cerca a Jesús. Para mar-char tras El con serenidad y alegría, con afán corre-dentor. Porque Jesús quiere ser levantado en alto, ahí:en el ruido de las fábricas y de los talleres, en el silenciode las bibliotecas, en el fragor de las calles, en la quie-tud de los campos, en la intimidad de las familias, enlas asambleas, en los estadios... Allí donde un cristianogaste su vida honradamente, debe poner con su amor laCruz de Cristo, que atrae a Sí todas las cosas IS.

(17) Santo Rosario, IV misterio doloroso.(18) Vía Crucis, XI estación, punto 3.

VIERNES SANTO (II) 345

159.

VIERNES SANTO (II)—En el momento del dolor, Cristo busca almas fieles y en-cuentra muy pocas.—El Señor muere por nosotros, dando así muestra de cuán-to nos ama.

—Nuestros propósitos de ser fieles, de corresponder, se ha-

rán realidad si contemplamos con frecuencia a Jesús Cruci-

ficado.

JESÚS Nazareno, Rey de los judíos, tiene dispues-to el trono triunfador 1. Le hemos visto llegar a la ci-ma del Calvario cargado con la Cruz; no puede soste-nerse en pie: la flagelación, la corona de espinas ylos malos tratos recibidos durante el camino, hanconvertido su Cuerpo Santísimo en una llaga.

Ahora está Nuestro Señor cosido al madero, enlo alto de la Cruz: sufriendo cuanto se pueda sufrir,extiende sus brazos con gesto de Sacerdote Eterno... 2.Tres largas horas de agonía, blanco de las burlas delos judíos y del sarcasmo de los príncipes de lossacerdotes. Pueblo mío, ¿qué te he hecho o en qué tehe contristado? ¡Respóndeme!*.

En medio de tantos sufrimientos y de tantaamargura, busca Jesucristo a los que durante su vi-

(1) Santo Rosario, V misterio doloroso.(2) Sanio Rosario, V misterio doloroso.(3) Ador. S. Crucis, Improperia.

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da le siguieron de cerca. Su corazón siente necesidadde consuelo, y lo encuentra sólo en un grupo reduci-do de almas fieles. Los demás han huido: Pedro, quepoco tiempo antes prometía seguirle aunque le fueranecesario morir...4; Santiago, que quería incendiarlos pueblos que se negaban a dar hospitalidad al Se-ñor...; y los demás Apóstoles. En el momento del do-lor, Cristo busca almas fieles y encuentra muy po-cas: casi todos le han abandonado.

En la tragedia de la Pasión se consuma nuestrapropia vida y la entera historia humana. La SemanaSanta —insiste una vez más nuestro Padre— nopuede reducirse a un mero recuerdo, ya que es laconsideración del misterio de Jesucristo, que se pro-longa en nuestras almas; el cristiano está obligado aser alter Christus, ipse Christus, otro Cristo, el mismoCristo. Todos, por el Bautismo, hemos sido constitui-dos sacerdotes de nuestra propia existencia, paraofrecer víctimas espirituales, que sean agradables aDios por Jesucristo (/ Petr. //, 5), para realizar cadauna de nuestras acciones en espíritu de obediencia ala voluntad de Dios, perpetuando así la misión delDios-Hombre.

Por contraste, esa realidad nos lleva a detenernosen nuestras desdichas, en nuestros errores personales.No debe desanimarnos esta consideración, ni colocar-nos en la actitud escéptica de quien ha renunciado a

(4) Marc. XVI, 31.

VIERNES SANTO (II) 347

las ilusiones grandes. Porque el Señor nos reclama talcomo somos, para que participemos de su vida, paraque luchemos por ser santos 5.

Contemplamos las escenas del Calvario, comoprotagonistas en la vida de Cristo. Que el Señor nosencuentre a nosotros —fieles, perseverantes— juntoa la Cruz.

YA HAN cosido a Jesús al madero. Los verdugoshan ejecutado despiadadamente la sentencia. El Señorha dejado hacer, con mansedumbre infinita 6.

Levantamos de nuevo nuestra mirada hacia loalto de la Cruz. Verdaderamente, no hay en El pare-cer, ni hermosura 7. Todo su cuerpo está bañado ensangre que brota de manos y pies, atravesados porlos clavos. Despreciado, desechado de los hombres,varón de dolores, conocedor de todos los quebrantos,ante quien se vuelve el rostro, menospreciado, esti-mado en nada8. Y, sin embargo, es Cristo Jesús,Aquel que existiendo en la forma de Dios, no reputócodiciable tesoro mantenerse igual a Dios, antes seanonadó, tomando la forma de siervo y haciéndosesemejante a los hombres; y en su condición de hom-

(5) £5 Cristo que pasa, n. 96.(6) Via Crucis, XI estación, punto 1.(7) L I (Isai. Lili, 2).(8) Ibid., 3.

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bre se humilló, hecho obediente hasta la muerte, ymuerte de Cruz 9.

¿Por qué quiso el Señor morir en la Cruz? ¿Nopodía habernos redimido de otro modo menos dolo-roso, sin necesidad de derramar su Sangre? ¿Porqué ha querido darse a nosotros hasta tal extremo?Verdaderamente, no era necesario tanto tormento. Elpudo haber evitado aquellas amarguras, aquellas hu-millaciones, aquellos malos tratos, aquel juicio inicuo,y la vergüenza del patíbulo, y los clavos, y la lan-zada... Pero quizo sufrir todo eso por ti y por mí. Ynosotros, ¿no vamos a saber corresponder?

Es muy posible —nos dice nuestro Padre— queen alguna ocasión, a solas con un crucifijo, se te ven-gan las lágrimas a los ojos. No te domines... Pero pro-cura que ese llanto acabe en un propósito 10.

En lo más íntimo de nuestro corazón oímos laspalabras de Jesús: nadie tiene amor más grande queel que da la vida por sus amigos u. Y aquel cariñosoreproche que nos transmitió nuestro Padre: obras sonamores, y no buenas razones n.

Meditemos en el Señor herido de pies a cabeza poramor nuestro. Con frase que se acerca a la realidad,aunque no acaba de decirlo todo, podemos repetir con

(9) Philip. II, 6-8.(10) Vía Crucis, XI estación, punto 1.(11) loann. XV, 13.(12) Cfr. Camino, n. 933.

VIERNES SANTO (II) 349

un autor de hace siglos: el cuerpo de Jesús es un reta-blo de dolores. A la vista de Cristo hecho un guiñapo,convertido en un cuerpo inerte bajado de la Cruz yconfiado a su Madre; a la vista de ese Jesús destroza-do, se podría concluir que esa escena es la muestramás clara de una derrota. ¿Dónde están las masas quelo seguían, y el Reino cuyo advenimiento anunciaba?Sin embargo, no es derrota, es victoria: ahora se en-cuentra más cerca que nunca del momento de la Resu-rrección, de la manifestación de la gloria que ha con-quistado con su obediencia 13.

Hubiera sido posible a Dios liberar al hombrede otro modo u, pero el amor se excede siempre: nosabe de pesos y medidas. Jesús muere por nosotros,dando así a entender cómo nos ama. Repitamos connuestro Padre: soy tuyo, y me entrego a Ti, y meclavo en la Cruz gustosamente, siendo en las encruci-jadas del mundo un alma entregada a Ti, a tu glo-ria, a la Redención, a la corredención de la humani-dad entera 15.

ES EL Amor lo que ha llevado a Jesús al Calva-rio. Y ya en la Cruz, todos sus gestos y todas sus pala-bras son de amor, de amor sereno y fuerte 15.

(13) £5 Cristo que pasa, n. 95.(14) Santo Tomás, S. Th. II, q. 46, a. 2 c.(15) Vía Crucis, XI estación.(16) Vía Crucis, XI estación.

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Volvamos a la Cruz, dirijamos constantementenuestra mirada a la Cruz, porque aquel madero quesujeta sus miembros, además de trono, es también cá-tedra desde donde nuestro Maestro enseña17. Allíaprenderemos a llorar nuestros pecados que soncausa de la muerte del Santo, de quien es toda lasantidad; y allí renovaremos el propósito de imitarsu entrega generosa.

Y en esa contemplación, es fácil saborear la re-cia ternura con que canta hoy la Iglesia: dulce leño,dulces clavos, que sostienen tan dulce peso 18. En esehimno se nos invita a cantar y a celebrar el gloriosocombate del Señor, el trofeo de la Cruz, el preclarotriunfo de Cristo: el Redentor del Universo, al ser in-molado, vence. Dios, dueño de todo lo creado, no afir-ma su presencia con la fuerza de las armas, y ni si-quiera con el poder temporal de los suyos, sino con lagrandeza de su amor infinito w. Se afianzan nuestrosdeseos de clavarnos en la Cruz gustosamente, de co-rredimir con Cristo, haciendo que nuestra nada seenriquezca sobremanera al fundirse en esa SangrePreciosísima que brota del cuerpo destrozado de Je-sús, ¡río en que se lavan la tierra, el mar, los astros, elmundo entero!20.

Conviene que profundicemos en lo que nos revela

(17) San Agustín, In loannis Evangelium (ractatus 119.(18) Ador. S. Crucis, Hymn. Crux fidelis.(19) Es Cristo que pasa, n. 100.(20) Ador. S. Crucis, Hymn. Crux fidelis.

VIERNES SANTO (II) 351

la muerte de Cristo, sin quedarnos en formas exterioreso en frases estereotipadas. Es necesario que nos meta-mos de verdad en las escenas que revivimos duranteestos días: el dolor de Jesús, las lágrimas de su Madre,la huida de los discípulos, la valentía de las santasmujeres, la audacia de José y de Nicodemo, que pidena Pilato el cuerpo del Señor.

Acerquémonos, en suma, a Jesús muerto, a esaCruz que se recorta sobre la cumbre del Gólgota. Pe-ro acerquémonos con sinceridad, sabiendo encontrarese recogimiento interior que es señal de madurezcristiana. Los sucesos divinos y humanos de la Pa-sión penetrarán de esta forma en el alma, como pala-bra que Dios nos dirige, para desvelar los secretos denuestro corazón y revelarnos lo que espera de nues-tras vidas.

Hace ya muchos años vi un cuadro que se grabóprofundamente en mi interior. Representaba la Cruzde Cristo y, junto al madero, tres ángeles: uno llorabacon desconsuelo; otro tenía un clavo en la mano, comopara convencerse de que aquello era verdad; el terceroestaba recogido en oración. Un programa siempre ac-tual para cada uno de nosotros: llorar, creer y orar.

Ante la Cruz, dolor de nuestros pecados, de los pe-cados de la humanidad, que llevaron a Jesús a lamuerte; fe, para adentrarnos en esa verdad sublimeque sobrepasa todo entendimiento y para maravillar-nos ante el amor de Dios; oración, para que la vida yla muerte de Cristo sean el modelo y el estímulo de

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nuestra vida y de nuestra entrega. Sólo así nos llama-remos vencedores: porque Cristo resucitado vencerá ennosotros, y la muerte se transformará en vida 21.

Al terminar este rato de oración, nuestra miradase dirige al pie de la Cruz, donde se halla la MadreDolorosa acompañada sólo de unas cuantas mujeresy de un adolescente, porque los demás han huido. In-vócala con fuerza: "Virgo fidelis!" —¡Virgen fiel!, yruégale que los que nos decimos amigos de Dios lo sea-mos de veras y a todas las horas 22.

(21) Es Cristo que pasa, n. 96.(22) Surco, n. 51.

VIERNES SANTO (III) 353

160.

VIERNES SANTO (III)

—El holocausto de Jesucristo en la Cruz se renueva en el Sa-crificio de la Misa.—Las Llagas Santísimas del Señor, que derramaron hasta laúltima gota de su Sangre, son refugio para nuestra flaqueza.—Debemos corresponder a la entrega del Señor dando la vi-da por nuestros hermanos.

ET INCLINATO capite, tradidit spiritum (Ioann.XIX, 30).

Ha exhalado el Señor su último aliento. Los discí-pulos le habían oído decir muchas veces: meus cibusest..., mi alimento es hacer la voluntad del que me haenviado y dar cumplimiento a su obra (Ioann. IV, 34).Lo ha hecho hasta el fin, con paciencia, con humil-dad, sin reservarse nada... Oboediens usque ad mortem(Philip. //, 8): obedeció hasta la muerte, ¡y muerte deCruz! i.

Pero no se había aquietado aún el afán redentorde Cristo. Narra San Juan que los soldados recibie-ron en el Calvario la orden de quebrar las piernas delos crucificados, para acelerar su muerte y evitarque los cuerpos permanecieran en la Cruz durante elsábado, que era un día muy solemne; pero al llegar aJesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las

(1) Vía Crucis, XII estación, punto 1.

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piernas, sino que uno de los soldados le abrió el cos-tado con la lanza, y al instante salió sangre y agua 2.En este gesto del Amor de Dios, que da a los hom-bres hasta la última gota de su Sangre, la Iglesia havisto significado su propio nacimiento.

El Evangelista —comenta San Agustín— hizouso de una palabra muy bien elegida al no decir queel soldado hirió, golpeó y otra cosa semejante, sino"abrió", para dar a entender que allí se abría lapuerta de la vida, de donde manaron los sacramen-tos de la Iglesia, sin los cuales nadie entra en la ver-dadera Vida. Aquella Sangre fue derramada para laremisión de los pecados; aquella agua templa el cá-liz de la salvación (...). ¡Oh muerte que da vida a losmuertos! ¿Qué cosa más pura que esta Sangre? ¿Quéherida más saludable que ésta? (...). Porque del mis-mo modo que la primera mujer fue formada del cos-tado de Adán, que dormía, y fue llamada vida y ma-dre de los vivientes (...), así este segundo Adán, ha-biendo inclinado la cabeza, se durmió en la Cruz,para que fuera formada su Esposa, y naciera de sumismo costado 3.

En la Misa se revive el drama del Calvario, loque me atrevería a llamar la Misa primera y primor-dial, celebrada por Jesucristo 4. Igual que en la Cruz,

(2) Passio (loann. XIX, 34).(3) San Agustín, In Ioannis Evangelium tractatus 120, 1.(4) £5 Cristo que pasa, n. 96.

VIERNES SANTO (III) 355

Cristo se ofrece a Dios en la Santa Misa, siendo almismo tiempo Sacerdote y Víctima. Una sola eidéntica es la Víctima; y el que ahora se ofrece porministerio de los sacerdotes, es el mismo que enton-ces se ofreció a Sí mismo en la Cruz, siendo sólodistinta la manera de ofrecerse 5: en la Cruz, Jesússufrió la muerte con real derramamiento de su San-gre; sobre el altar, a causa del estado glorioso de sunaturaleza humana, "la muerte no tendrá ya domi-nio sobre El" (Rom. VI, 9), y por eso la efusión deSangre es imposible 6.

Al meditar que Jesucristo se inmola cada día pornosotros en la Misa, vemos claramente la exigenciade prepararnos muy bien para asistir al Santo Sacri-ficio. Fe viva en estos momentos, porque nos acerca-mos al mysterium fidei (I Tim. ///, 9), a la SagradaEucaristía; porque vamos a participar en esta Pascuadel Señor, que resume y realiza las misericordias deDios con los hombres 7.

EL NUEVO Testamento habla con frecuencia dela Sangre de Cristo, para darnos a entender la gene-rosidad sin límites del Hijo de Dios, que se entregóhasta el último aliento de vida por la salvación delas almas: el Hijo del hombre —le gustaba decir al

(5) Concilio de Tremo, Decr. De ss. Missae sacrificio, cap. 2.(6) Pío XII, Litt. ene. Medialor Dei, 20-XM947.(7) Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, n. 123.

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Señor— no ha venido a ser servido, sino a servir y adar su vida en redención por muchos 8.

Desde que el pecado entró en el mundo, en losorígenes mismos de la historia, todos los hombreseran cautivos del diablo y servían a los demonios; pe-ro ya han sido rescatados de esa cautividad. Pudieronvenderse a sí mismos, pero no fueron capaces de redi-mirse. Llegó el Redentor y pagó el precio: derramó suSangre y compró con ella el orbe de la tierra 9.

Por cada uno de nosotros ha dado el Señor su vi-da: habéis sido rescatados de la vana conducta de vi-da que recibisteis de vuestros padres —nos amonestaSan Pedro—, no con oro o plata, que son cosas pere-cederas, sino con la Sangre preciosa de Cristo, comode un cordero inmaculado 10: la Sangre que brotó desu Cuerpo lacerado por la flagelación; la que manóde las heridas causadas por la corona de espinas; laSangre de sus Llagas, abiertas de nuevo al ser despo-jado brutalmente de sus vestiduras; la de sus manosy pies, traspasados por los clavos, con la que se regóel leño de la Cruz. Y cuando ya parecía que no que-daba una gota en sus venas, aún encontró sangre yagua la lanza que abrió su costado.

Las Llagas del Señor, por las que fluyó a raudalesesa Sangre preciosísima, serán refugio sereno paranuestras heridas, cuando nos sintamos miserables y

(8) Marc. X, 45.(9) San Agustín, Enarrationes in Psalmos 95, 5.(10) Ad Off. lea., L. II, R. (I Petr. I, 18-19).

VIERNES SANTO (III) 357

afligidos. Porque también a nosotros —escribe nues-tro Fundador— nos llegan sufrimientos. Cuando no-sotros nos damos a Dios de veras, cuando nos dedica-mos al Señor, a veces El permite que vengan el dolor,la soledad, las contradicciones, las calumnias, las difa-maciones, las burlas, por dentro y por fuera: porquequiere conformarnos a su imagen y semejanza, y hacequizá que nos llamen locos y nos tengan por necios.

Entonces, al admirar la Humanidad Santísima deJesús, vamos descubriendo una a una sus Llagas; y enesos momentos de purgación pasiva, dolorosos, fuertes,de lágrimas ¡dulces y amargas! que procuramos escon-der, nos sentimos inclinados a meternos dentro de ca-da una de aquellas Llagas, para purificarnos, paragozarnos con esa Sangre redentora, para fortalecernos.Vamos allí como las palomas que, al decir de la Es-critura (cfr. Cant. //, 14), se esconden en los agujerosde las rocas a la hora de la tempestad.

Cuando la carne quiere recobrar sus fueros perdi-dos o la soberbia, que es peor, se encabrita, ¡a lasLlagas de Cristo! Ve como más te conmueva, hijo, co-mo más te conmueva; mete en las Llagas del Señor to-do ese amor humano... y ese amor divino. Que esto esbuscar la unión, sentirse hermano de Cristo, consan-guíneo suyo, hijo de la misma Madre, porque es Ellala que nos ha llevado hasta Jesús n.

(11) De nuestro Padre, Meditación El camino nuestro en la tierra, 26-XI-1967.

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En las Llagas de Cristo estamos seguros. Empa-pados en su Sangre redentora, embriagados de Dios,nada hemos de temer: porque si la sangre de los ma-chos cabríos y de los toros, y la ceniza de la terneraesparcida sobre los inmundos, los santifica, en ordena la purificación legal de la carne, ¡cuánto más laSangre de Cristo, quien por impulso del EspírituSanto, se ofreció a Sí mismo inmaculado a Dios, lim-piará nuestras conciencias de las obras muertas delos pecados, para que tributemos culto al Diosvivo!12.

OH DIOS, que por la Pasión de Cristo, Hijo tuyoy Señor nuestro, has destruido la muerte, fruto delprimer pecado que alcanza a todo el género humano:concédenos ser conformes a Jesucristo; y así, los quepor necesidad de la naturaleza hemos llevado la ima-gen del hombre viejo, por la santificación de la gra-cia seamos revestidos del hombre nuevo 13.

En la Epístola a los Hebreos, se nos muestra elcamino que es preciso seguir para corresponder alsacrificio total de Jesucristo: teniendo la firme espe-ranza de entrar en el Santuario del cielo por la San-gre de Cristo, con la cual nos abrió un camino nuevoy de vida (...); teniendo asimismo al gran Sacerdoteconstituido sobre la Casa de Dios, lleguémonos a El

(12) Ad Off. íect., L. I (Hebr. IX, 13-14).(13) Oral.

VIERNES SANTO (III) 359

con sincero corazón, con plena fe, purificados los co-razones de las inmundicias de la mala conciencia(...); pongamos los ojos unos en otros para incentivode caridad y de buenas obras, no desamparando alos que son de nuestra familia (...), sino alentándonosmutuamente u.

El modo concreto de corresponder a la entregadel Señor por nosotros se resume en dar la vida porlos demás. Sólo así se vive la vida de Jesucristo y noshacemos una misma cosa con El 15. Participaremos deesa vida en la medida en que tengamos el corazónmuy grande, para amar a Dios y para amar a los de-más. Yo le pido muchas veces al Señor —exclamabanuestro Padre— que me dé un corazón a su medida;en primer lugar, para llenarme más de El, y luego pa-ra querer a todas las criaturas, sin murmurar jamás,sabiendo comprender y disculpar los defectos de losotros, porque no puedo olvidar cuánto me aguantóDios a mí16.

Aprenderemos a querer a los demás, imitando laentrega de Jesús, que me amó, y se entregó a sí mis-mo por mí": Sentid en vuestras almas —insiste nues-tro Fundador— esta bendita fraternidad, que se tra-duce en quereros de verdad, más que si tuviéramos lamisma sangre: que, además, la tenemos, porque somos

(14) Hebr. X, 19-25.(15) Via Crucis, XIV estación.(16) De nuestro Padre, Crónica, 1973, p. 1101.(17) Galat. II, 20.

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360SEMANA SANTA

hijos de Dios, bañados y purificados por su Sangremisma, y elegidos con idéntica vocación 18.

Se trata de hacer la vida agradable a los demás,sacrificando los propios gustos, por legítimos quesean, cuando su satisfacción llevara consigo un de-safecto —aun pequeño— a nuestros hermanos. Alpredicar que hay que hacerse alfombra en donde losdemás pisen blando —son palabras de nuestro Fun-dador—, no pretendo decir una frase bonita: ¡ha deser una realidad!

—Es difícil, como es difícil la santidad; pero esfácil, porque —insisto— la santidad es asequible atodos 19.

Cada uno de nosotros, si de verdad quiere co-rresponder al amor inmenso de Jesucristo, deberásentir dentro de sí aquella sollicitudo omnium eccle-siarum 20 que pesaba sobre el corazón de San Pablo:una solicitud amorosa, siempre atenta, que está pen-diente del bienestar espiritual y material de los de-más. Por ellos ha dado Jesús su vida. Luego no nospuede parecer nunca bastante el cariño y preocupa-ción por nuestros hermanos, porque nuestra generosi-dad, aunque sea completa, es bien poca comparadacon esa generosidad infinita y amorosa del Dios-Hombre, que se entrega al sacrificio por nuestra salva-

(18) De nuestro Padre, Crónica, 1969, p. 488.(19) Forja, n. 562.(20) II Cor. XI, 28.

VIERNES SANTO (III) 361

ción, dando hasta la última gota de su sangre, hasta elúltimo aliento de su vida 21.

La Virgen Santísima, que vivió tan de cerca elSacrificio de la Cruz, conseguirá de Dios que, puri-ficados por la Sangre de su Hijo, sepamos hacernosholocausto en servicio de nuestros hermanos. En-tonces —nos dice nuestro Padre— sabréis cooperarcon todos para impulsar los apostolados: iréis con laprontitud y la eficacia con que la sangre acude a laherida, como la Sangre de Jesucristo ha acudido alas heridas nuestras para restañarlas, para sanarlas,para darnos vida 22.

(21) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 7.(22) De nuestro Padre.

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362SEMANA SANTA

161.

SÁBADO SANTO

—El desaliento de los discípulos, en los primeros momentos,después de la muerte del Maestro.

—La Virgen mantuvo la fe y el ánimo de los que se sintierondébiles.

—Sepamos acudir a Nuestra Madre, en los momentos difíci-les.

JESUCRISTO yacía en el sepulcro. Manos ami-gas lo habían colocado, con cariño, en aquel lugarpróximo al Calvario, propiedad de José de Arima-tea. Ahora ha pasado todo. Se ha cumplido la obrade nuestra Redención. Ya somos hijos de Dios, por-que Jesús ha muerto por nosotros y su muerte nos harescatado.

Empti enim estis pretio magno! (I Cor. VI, 20), túy yo hemos sido comprados a gran precio K

De los Apóstoles sólo estaba presente Juan, cuan-do Nicodemo y José de Arimatea sepultaron el Cuer-po de Jesús. Nada relata el Evangelio de los pasos quedieron los demás en aquellas horas de soledad: ¿vaga-rían de uno a otro lugar de Jerusalén, sin rumbo fijo,oprimidos por la tristeza, desorientados, quizá conremordimiento? Tal vez al atardecer concurrieran alCenáculo donde en otro tiempo se congregaron con el

(1) Via Crucis, XIV estación.

SÁBADO SANTO 363

Maestro. ¡Cuánto desánimo en sus conversaciones!Jesucristo, que les había atraído, que les había ena-morado con su Persona y con su palabra... habíamuerto de un modo ignominioso, y estaba sepultado.Hasta tal punto debió de llegar el desaliento, la sensa-ción de fracaso, que no faltó la idea de abandonarlotodo y volver a las cosas de antes, como si se hubieratratado de un sueño. Era el estado de ánimo que setraslucía en la conversación de los discípulos deEmaús: nosotros esperábamos que El era el que habíade redimir a Israel, y no obstante... 2.

Parecida debió de ser la reacción de las SantasMujeres: habían sido fieles hasta el último momento,seguían amando a Cristo, pero ahora estaba muerto.Su preocupación fue observar el sepulcro y la mane-ra con que había sido depositado el cuerpo de Jesús 3,para volver y terminar de embalsamarlo, despuésdel reposo del sábado. Cuando ponderaban aquellossucesos dolorosos, en sus corazones tendrían unaprofunda sensación de pena. Como los Apóstoles, ha-bían creído en la divinidad del Señor y, ahora, se en-contraban desconcertadas. Su fe y su esperanza yano eran vivas, como en un tiempo: sólo quedaría unaluceoita, que aún brillaba, sobre todo por la fuerzadel amor y por la evidencia de tantos hechos maravi-llosos que recordaban.

(2)Luc. XXIV, 21.(3) Luc. XXIII. 55.

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364 SEMANA SANTA

Es explicable el desaliento de los Apóstoles y delas Santas Mujeres: aún no eran testigos de la Resu-rrección de Cristo. Nosotros, en cambio, sabemosahora con certeza que el Señor ha triunfado plena-mente. Por eso, nuestra actitud ha de ser la de aque-llos discípulos ocultos de Jesús, José de Arimatea yNicodemo, que en la hora de la soledad, del abando-no total y del desprecio..., entonces dan la cara auda-cter (Marc. XV, 43)...: ¡valentía heroica!

Yo subiré con ellos al pie de la Cruz, me apretaréal Cuerpo frío, cadáver de Cristo, con el fuego de miamor..., lo desclavaré con mis desagravios y mortifica-ciones..., lo envolveré con el lienzo nuevo de mi vidalimpia, y lo enterraré en mi pecho de roca viva, dedonde nadie me lo podrá arrancar, ¡y ahí, Señor, des-cansad!

Cuando todo el mundo os abandone y desprecie...,serviam!, os serviré, Señor4.

MUY DISTINTO fue el comportamiento de laVirgen Santísima. Ella, la primera junto a la Cruz,no irá con las Santas Mujeres al sepulcro. Confía enla palabra de Jesús y espera la Resurrección. Nues-tra Señora tenía fe en la divinidad de su Hijo. Juntoal recuerdo doloroso de los sufrimientos padecidospor Jesucristo, un alivio grande se apoderaría de su

(4) Via Crucis, XIV estación, punto 1.

SÁBADO SANTO 365

corazón al pensar que se había realizado la Reden-ción del género humano.

El Sábado Santo no pudo ser para la Virgen undía triste, aunque sí doloroso. La fe, la esperanza, elamor más tierno por su Divino Hijo le darían paz, leharían aguardar con ansia serena la Resurrección.Entre tanto, recordaría las últimas palabras de Je-sús —Mujer, ahí tienes a tu hijo 5 —, y empezaría aejercer su Maternidad con aquellos hombres y aque-llas mujeres que habían seguido a Cristo desde losprimeros tiempos. Trataría de reanimar la fe y la es-peranza de los Apóstoles, recordándoles las palabrasque poco tiempo atrás habían oído de labios del Se-ñor: el Hijo del hombre ha de ser entregado en manosde los hombres, y le darán muerte, y al tercer díaresucitará 6. Bien claro había hablado el Señor, paraque, cuando llegasen los momentos de dificultad, su-piesen asirse con fe a su palabra, aunque no viesennada, aunque todo quedase a oscuras.

Si quieres ser fiel, sé muy mañano.Nuestra Madre —desde la embajada del Ángel,

hasta su agonía al pie de la Cruz— no tuvo más cora-zón ni más vida que la de Jesús.

Acude a María con tierna devoción de hijo, y Ellate alcanzará esa lealtad y abnegación que deseas 7.

Junto a la Virgen, una luz de esperanza se encen-

(5) loann. XIX, 26.(6) Matth. XVII, 22-23.(7) Via Crucis, XIII estación, punto 4.

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dería en los corazones de los Apóstoles y de las San-tas Mujeres: si todo aquello fuese cierto, si de ver-dad resucitase Jesucristo, como había prometido... Ycomo seguían amando a Jesús, les gustaría estar cer-ca de Ella, de la Madre, como en otros tiempos esta-ban todos juntos alrededor del Hijo.

No admitas el desaliento en tu apostolado, nos di-ce nuestro Padre. No fracasaste, como tampoco Cristofracasó en la Cruz. ¡Animo!... Continúa contra corrien-te, protegido por el Corazón Materno y Purísimo de laSeñora: Sancta María, refugium nostrum et virtus!,eres mi refugio y mi fortaleza.

Tranquilo. Sereno... Dios tiene muy pocos amigosen la tierra. No desees salir de este mundo. No rehuyasel peso de los días, aunque a veces se nos hagan muylargos 8.

Cuando las mujeres descubrieron que Cristo Je-sús había resucitado, comunicaron la noticia a losonce y a todos los demás9, reunidos quizá, aquelamanecer, al amparo maternal de Nuestra Señora,que mantenía con su fe, su esperanza y su caridad launidad de la naciente Iglesia.

NUESTRA Señora sostuvo la perseverancia de losprimeros cristianos. Hemos de aprender la lección. En

(8) Via Crucis, XIII estación, punto 3(9) Luc. XXIV, 9.

SÁBADO SANTO 367

aquel primer Sábado Santo, los Apóstoles se sintierondébiles en la fe, y estuvieron a punto de perder el áni-mo necesario para proseguir en el camino. Les salvósu cariño a la Virgen. En el momento de la prueba su-pieron acudir a María, y con Ella, ¡qué fácil!10.

También nuestra vida ha de ser vida de fe: no só-lo cuando las cosas salen sin mucho esfuerzo, sinocuando cuestan, cuando llegan las dificultades y losmomentos de oscuridad. Entonces, si se levantan losvientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollosde las tribulaciones, mira a la Estrella, llama aMaríau; porque, como escribió nuestro Padre, nohay tempestad que pueda hacer naufragar el corazónde la Virgen. Cada uno siente también las tempesta-des. Pero si lucháis, si os metéis en ese refugio firmeque es María, podéis estar seguros 12. Dios quiso queElla fuese para nosotros Abogada, Madre, Caminoseguro, para encontrar otra vez la luz en los momen-tos de oscuridad: a Jesús siempre se va y se "vuelve"por María 13. Junto a Ella, Virgo fidelis, Spes nostra,volverán a crecer la fe en el carácter sobrenatural denuestra vocación y la esperanza en los medios deformación y de progreso interior que el Señor, en laObra, nos proporciona.

No te descaminarás, si la sigues; no desesperarás,

(10) Camino, n. 513.(U) San Bernardo, Homiliae super "Missus esl" 2, 17.(12) De nuestro Padre, Crónica IV-61, p. 41.(13) Camino, n. 495.

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si le ruegas; no te perderás, si en Ella piensasu.Quien acude a la poderosa intercesión de Santa Ma-ría, sabe que jamás se ha oído decir que uno solo dequienes en la Virgen confiaron, quedase desampara-do, por más que el momento fuese duro, y grande laconfusión de su alma 15.

Ahora, situados ante ese momento del Calvario,cuando Jesús ya ha muerto y no se ha manifestado to-davía la gloria de su triunfo, es una buena ocasión pa-ra examinar nuestros deseos de vida cristiana, de santi-dad; para reaccionar con un acto de fe ante nuestrasdebilidades, y confiando en el poder de Dios, hacer elpropósito de poner amor en las cosas de nuestra jorna-da. La experiencia del pecado debe conducirnos al do-lor, a una decisión más madura y más honda de serfieles, de identificarnos de veras con Cristo, de perseve-rar, cueste lo que cueste, en esa misión sacerdotal queEl ha encomendado a todos sus discípulos sin excep-ción, que nos empuja a ser sal y luz del mundo (cfr.Matth. V, 13-14) l6.

De la mano de Nuestra Señora, se alcanza consuavidad lo que la Iglesia pide esta noche para sushijos, al comienzo de la Vigilia pascual: que la luz deCristo gloriosamente resucitado disipe las tinieblasdel corazón y de la mente n.

(14) San Bernardo, Homiliae super "Missus esl" 2, 17.(15) Cfr. Oración Memorare.(16) £5 Cristo que pasa, n. 96.(17) Vig. Pasch., Bened. cerei.

Cristo resucitado.Vidriera en el oratorio de Pentecostés

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RESURRECCIÓN DEL SEÑOR (I) 371

162.

RESURRECCIÓN DEL SEÑOR (I)

—La fe de las Santas Mujeres es un ejemplo para nosotros.—Las dificultades se superan mediante una obediencia llenade fe.—Jesucristo resucitado es el fundamento de nuestra alegría.

HACE AÑOS, dirigía nuestro Padre la medita-ción y nos decía: el Evangelio de la Misa de hoy estátomado de San Marcos: pasada la fiesta del sábado,María Magdalena y María, madre de Santiago, y Salo-mé, compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús(Marc. XVI, 1). ¡Esta sí que es generosidad grande!: yano esperan nada del Señor, pero acuden a prestarle losúltimos honores. Por contraste, mira el mal ejemplo dePedro y de los demás. A mí me conmueve la fe de es-tas mujeres, y me trae a la memoria tantas cosas bue-nas de mi madre, como vosotros recordaréis tambiénmuchos detalles estupendos de la vuestra...

Agradezco a Dios Nuestro Señor que haya queridoque en el Opus Dei exista también la Sección femeni-na. El 13 de febrero de 1930, yo seguía pensando queno habría ninguna mujer trabajando en la Obra; yunas horas después, el 14 de ese mismo mes, nació laSección femenina...

Repito que estas mujeres no esperaban nada. Jesús

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era un cadáver. Habían visto cómo lo maltrataron ycrucificaron: ¡con la violencia de aquella Pasión! ¡Conla unanimidad de aquella condena!: caiga su sangresobre nosotros y sobre nuestros hijos (Matth. XXVII,25). Sólo ofrecieron resistencia a la injusticia José deArimatea y Nicodemo. Yo suelo afirmar que tenían elespíritu del Opus Dei, porque no se proclamaban dis-cípulos del Maestro, ni lo acompañaron en los momen-tos del triunfo, pero supieron defenderle públicamente,ante las autoridades que le condenaron a muerte, ydespués tuvieron la audacia y la generosidad de reco-ger su cuerpo muerto.

Hoy la Cruz corona los más nobles edificios, peroentonces era sólo un patíbulo. Los poderosos de la tie-rra estaban contra Jesús, lo mismo que el pueblo.Aquellas mujeres sabían de los soldados, sabían que elsepulcro estaba completamente cerrado: pero gastan sudinero, y al punto de la mañana van a ungir el cuerpodel Señor: et valde mane una sabbatorum, veniunt admonumentum (Marc. XVI, 2). ¡Hace falta ser valientes!

Y decían entre sí: ¿quién nos quitará la piedra dela entrada? (Marc. XVI, 3). Era una losa enorme. Seven enseguida las dificultades, pero, si hay amor, nose repara en ellas: hay audacia, decisión, valentía: ¡loque hay que hacer, se hace!

¿Quién quitará aquella piedra? Ellas solas no po-dían; y, sin embargo, siguen adelante, camino del se-pulcro. Hijo mío, tú y yo, ¿cómo andamos de vacila-ciones? ¿Tenemos esta decisión santa, o hemos de con-

RESURRECCION DEL SEÑOR (I) 373

fesar que sentimos vergüenza al contemplar la deci-sión, la intrepidez, la audacia de estas mujeres? Cuan-do llegaron al sepulcro, repararon que la piedra estabaapartada (Marc. XVI, 4). Esto pasa siempre. Cuandonos decidimos a hacer lo que tenemos que hacer, lasdificultades se superan fácilmente 1.

NO PODEMOS olvidar que la Resurrección deCristo es el fruto de su perfecta obediencia a la Vo-luntad de Dios. Se humilló a sí mismo —escribe SanPablo—, haciéndose obediente hasta la muerte, ymuerte de Cruz. Por lo que Dios le exaltó, y le dio unnombre superior a todo nombre, para que al nombrede Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tie-rra y en los infiernos, y toda lengua confiese que Je-sucristo es Señor para gloria de Dios Padre 2.

Hoy es un gran día para encender nuestra fe, pa-ra llenarnos de seguridad, y entrever —en medio detodas las dificultades y pruebas— la gran luz de laResurrección, de la victoria definitiva que nos espera,a condición de que manifestemos esa fe en nuestraconducta diaria y, de modo particular, en la obedien-cia a las indicaciones legítimas de los Directores.

¡Sed obedientes! No es posible crecer en una virtudaislada. La existencia de cada cristiano es como un te-

(1) De nuestro Padre, Meditación, 29-111-1959.(2) Philip. II, 8-11.

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374 TIEMPO DE PASCUA

jido en el que las virtudes forman una trama fuerte.No es una fibra, sino un tejido compacto que recubrenuestra vida, de pies a cabeza. Si falta una de las vir-tudes capitales, como la obediencia, la tela se rasga.

A veces hay dificultades para obedecer; tambiéndificultades objetivas, y en ocasiones inconvenientesgravísimos. Pero todos sabemos —quien más, quienmenos— que, cuando nos decidimos a servir a Dios,las dificultades desaparecen. Es la enseñanza delEvangelio de la Misa de hoy. Cuando las santas muje-res llegaron al sepulcro, al mirar, vieron que la piedraestaba apartada (Marc. XVI, 4). Por eso hemos de sa-car un propósito firme: ¡concédeme tu gracia, Señor,para ser valiente a la hora de vivir todas esas virtudesque son imprescindibles para servirte!3.

Y entrando en el sepulcro se hallaron con un jo-ven sentado al lado derecho, vestido de un blanco ro-paje, y se quedaron asombradas. Pero él les dijo: notenéis que asustaros; vosotras venís a buscar a JesúsNazareno, que fue crucificado; ya resucitó, no estáaquí, mirad el lugar donde le pusieron. Pero id, y de-cid a sus discípulos, y a Pedro, que irá delante de vo-sotros a Galilea, donde le veréis, según os tiene di-cho \

Cristo vive. Esta es la gran verdad que llena decontenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz, ha

(3) De nuestro Padre, Meditación, 29-IIM959.(4) Ev. (B) (Marc. XVI, 5-8).

RESURRECCIÓN DEL SEÑOR (I) 375

resucitado, ha triunfado de la muerte, del poder de lastinieblas, del dolor y de la angustia. No temáis, con es-ta invocación saludó un ángel a las mujeres que ibanal sepulcro; no temáis. Vosotras venís a buscar a JesúsNazareno, que fue crucificado: ya resucitó, no estáaquí (Marc. XVI, 6). Haec est dies quam fecit Domi-nus, exsultemus et laetemur in ea; éste es el día que hi-zo el Señor, regocijémonos (Ps. CXVII, 24)5.

DINOS, María, ¿qué has visto en el camino? —Viel sepulcro de Cristo vivo y la alegría del Resucitado.Vi ángeles como testigos; vi el sudario y los vestidos.¡Resucitó Cristo, mi esperanza!6.

¡Cuántos motivos de gozo nos ofrece la solemni-dad de hoy! Confitemini Domino, quoniam bonus,quoniam in saeculum misericordia eius (Ps. CXVII, 1);alabad al Señor porque es bueno, porque su misericor-dia permanece por los siglos. Nos viene como anillo aldedo este salmo. Porque es bueno. Dilo tú, bajito, portu cuenta: quoniam bonus. ¡Qué bueno es el Señor,que nos ha buscado, que nos ha traído a su Obra, quenos ha hecho conocer esa manera santa de ser eficaces,de amar a las criaturas todas de Dios y darles la paz yla alegría! Hijos míos, agradeced estas cosas a Jesús,porque es bueno. Y por eso disculpa nuestros errores, ypor eso agradece nuestra rectificación, nuestra renova-

(5) Es Cristo que pasa, n. 102.(6) Secuencia Victimae Paschali laudes.

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cien continua, nuestro empeño por parecemos a El,por acercarnos a El7.

Esa alegría es fruto de la fe y de la obediencia alquerer del Señor. Es necesario, pues, que nuestra fesea viva, que nos lleve realmente a creer en Dios y amantener un constante diálogo con El. La vida cristia-na debe ser vida de oración constante, procurando es-tar en la presencia del Señor de la mañana a la nochey de la noche a la mañana. El cristiano no es nuncaun hombre solitario, puesto que vive en un trato conti-nuo con Dios, que está junto a nosotros y en los cielos.

Sine intermissione orate, manda el Apóstol, oradsin intermisión (I Thes. V, 17). Y, recordando ese pre-cepto apostólico, escribe Clemente Alejandrino: se nosmanda alabar y honrar al Verbo, a quien conocemoscomo salvador y rey; y por El al Padre, no en días es-cogidos, como hacen otros, sino constantemente a lolargo de toda la vida, y de todos los modos posibles(Clemente Alejandrino, Stromata, 7, 7, 35).

En medio de las ocupaciones de la jornada, en elmomento de vencer la tendencia al egoísmo, al sentirla alegría de la amistad con los otros hombres, en to-dos esos instantes el cristiano debe reencontrar a Dios.Por Cristo y en el Espíritu Santo, el cristiano tiene ac-ceso a la intimidad de Dios Padre, y recorre su caminobuscando ese reino, que no es de este mundo, pero queen este mundo se incoa y prepara.

(7) De nuestro Padre, Meditación, 29-111-1959.

RESURRECCIÓN DEL SEÑOR (I) 377

Hay que tratar a Cristo, en la Palabra y en el Pan,en la Eucaristía y en la Oración. Y tratarlo como setrata a un amigo, a un ser real y vivo como Cristo loes, porque ha resucitado. Cristo, leemos en la epístolaa los Hebreos, como siempre permanece, posee eterna-mente el sacerdocio. De aquí que puede perpetuamentesalvar a los que por medio suyo se presentan a Dios,puesto que está siempre vivo para interceder por noso-tros (Hebr. VII, 24-25).

Cristo, Cristo resucitado, es el compañero, el Ami-go. Un compañero que se deja ver sólo entre sombras,pero cuya realidad llena toda nuestra vida, y que noshace desear su compañía definitiva. El espíritu y laesposa dicen: ven. Diga también quien escucha: ven.Asimismo el que tiene sed, venga; y el que quiera, to-me de balde el agua de vida, la felicidad eterna... Yel que da testimonio de estas cosas dice: ciertamente,vengo pronto. Así sea. Ven, Señor Jesús fApoc. XXII,17 y 20)».

Terminamos nuestra oración yendo a comunicarnuestra alegría a María Santísima: Regina coeli, lae-tare, alleluia 9.

(8) Es Cristo que pasa, n. 116.(9) Antífona Regina Coeli.

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378TIEMPO DE PASCUA

163.

RESURRECCIÓN DEL SEÑOR (II)

—A la soledad de Cristo en su Pasión, sigue la Resurreccióngloriosa.

—También las almas pueden experimentar la soledad deCristo en la Cruz.

—El triunfo de Cristo en la Resurrección es nuestra victo-ria. Renovarse interiormente.

EN ESTOS días pasados, ¿no habéis sufrido alver solo a Nuestro Señor? En una meditación, por lamañana, yo hacía considerar a vuestros hermanos delConsejo General aquella promesa de Pedro, llena deardor: ¡aunque me sea forzoso morir contigo, yo no tenegaré! (Matth. XXVI, 35). Lo proclamaba con toda sualma, con toda su buena voluntad. Pero luego viene ladebilidad humana, las negaciones, y la huida. Y comoPedro, ¡tantos otros! Muchos habían comido el panmultiplicado por Cristo, y los peces. Otros recibieronluz para sus ojos ciegos. Bastantes habían recobrado lavida en sus miembros muertos, o formaban parte deaquella inmensa muchedumbre que iba en pos de El,porque su doctrina era divina y enamoraba... Mas lle-ga un momento, después de los hosannas! que acompa-ñaron su entrada triunfal en Jerusalén (cfr. Matth.XXI, 9), en el que Cristo se queda solo: cosido a unmadero, y un madero que era el patíbulo.

RESURRECCIÓN DEL SEÑOR (II) 379

¡Cristo solo! Es una fuga general. ¿A quién descubrísallí? A la Virgen Madre, acompañada de un pequeñogrupo de mujeres fieles y de un adolescente: todos los de-más han sido cobardes. Hijos míos: en este momento—vosotros, en vuestra juventud; y yo, en los comienzosya de la vejez—, saquemos un propósito firme de ser hu~mildes; y cuando con el corazón encendido le decimos alSeñor que sí, que le seremos fieles, que estamos dispues-tos a cualquier sacrificio, le diremos: Jesús, con tu gra-cia; Madre mía, con tu ayuda. ¡Soy tan frágil, cometotantos errores, tantas pequeñas equivocaciones, que meveo capaz —si me dejas— de cometerlas grandes!

Mientras tanto, haz tu oración personal —esa ora-ción que no se cuaja en ruido de palabras como lamía—, y considera tu experiencia pasada... Porque tú,aunque cuentes pocos años, sabes ya algo de tu sober-bia, de tu sensualidad, y de la ceguera que estas mise-rias infunden en el entendimiento; como yo poseo unaexperiencia aún más triste que la tuya, por tener másaños y porque soy más miserable... Pero, a pesar deeso, osamos decir al Señor: ¡estoy dispuesto a todo!,¡quiero ser lo que Tú, Dios mío, has querido que seaal concederme esta vocación: no ya alter Christus, sinoipse Christus!, el mismo Cristo. Sin embargo, es tangrande mi debilidad, estoy tan inclinado al error, que—si Tú no me ayudas— no haré nada de provecho l.

(1) De nuestro Padre, Meditación, 29-111-1959.

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380TIEMPO DE PASCUA

PASA el tiempo, y a veces unos sienten en su vidaprofesional, en su vida social, en su vida interior, lasoledad: la soledad de Cristo en la Cruz. Y entonces, sise saben ipse Christus, saben salir de esa soledad, bus-can el apoyo del que ha vencido, del que ha resucita-do, del Señor que está por encima de todas las cosas.Y habiéndose sentido vencidos, son vencedores conCristo, y siguen adelante tras la llamada, trabajandode veras con mayor eficacia.

Hijos míos, amad a Cristo en aquella soledad. Yno os inquieten vuestros errores, si tenéis la voluntadde recomenzar. Porque, repito, si nos sabemos ipseChristus, buscamos el apoyo de Cristo en la Cruz, so-mos vencedores con El, nos sentimos en su maravillo-sa compañía y amamos la soledad de Cristo en elmadero.

Buena devoción es, si la haces tú, si la hago yo al-guna vez por motivos interiores, ponerte con los brazosen cruz, e ir a besar así los pies del Crucificado. Devo-ción que está radicada en la humildad, y que muestrael amor que tenemos a Cristo, a su Cruz y a su PasiónSantísima.

En la liturgia de hoy leemos unas palabras encan-tadoras: haec est dies quam fecit Dominus: exsultemuset laetemur in ea fPs. CXVII, 24). Este es el día gran-de que hizo el Señor, el día de su victoria. ¿Dónde es-tán los soldados que había puesto la autoridad? ¿Dón-de están los sellos, que habían colocado sobre la pie-dra del sepulcro? ¿Dónde están los que crucificaron a

RESURRECCIÓN DEL SEÑOR (II) 381

Jesús? Hoy es la gran huida de todos los miserables.Jesucristo no pierde batallas.

Hijos míos, a lo largo de estos treinta y un años demi vocación al Opus Dei, he tenido que pedir perdónal Señor muchas veces... Pero, a la vez, me atrevo adecir que os he entregado lo mejor de mi alma; lo queDios Nuestro Señor me concedió, he procurado trans-mitíroslo a vosotros con la mayor fidelidad; y cuandono he sabido hacerlo, he reconocido enseguida miserrores, he pedido perdón a Dios y a los que me rodea-ban, e inmediatamente he vuelto a la lucha. Sin em-bargo, me doy cuenta también de los momentos en queCristo ha salido victorioso en esta pobre carne mía.

También la Obra ha tenido su Cruz, pero Cristosiempre ha salido vencedor. Vosotros no sabéis que pormuchos años hemos sufrido la persecución, también delos buenos. No lo sabéis, porque el Padre ha prohibidoque se hable o se escriba de esas cosas.

Fue una persecución como la que sufrió Jesús departe de los sacerdotes y de los príncipes del pueblo:calumnias, mentiras, trapisondas, insultos; en la pren-sa, en las conversaciones... Eramos la burla de todo elmundo. Todos se sentían con derecho a escupir enci-ma. Y éramos felices en aquella soledad. Sabíamos en-contrar a Cristo, y nos sentíamos tan acompañados.Callábamos, y sonreíamos, y trabajábamos, y rezába-mos. Yo no hice ninguna defensa hasta que recibí unaindicación de la Santa Sede (...).

Sí, hijos míos, la Obra se ha hecho así: sin dinero

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382TIEMPO DE PASCUA

y sin virtudes; yo sólo tenía veintiséis años y buen hu-mor. Se ha hecho con la vida santa de vuestros prime-ros hermanos: con aquella sonrisa continua, con laoración, con el trabajo, con el silencio. Así se ha hechoel Opus Dei, que ha tenido su Cruz y su Resurrección,sin ruido, pero maravillosa. Y ahora, como en unanueva Pentecostés, se oyen diversas lenguas, manifesta-ción del Espíritu de Dios, de la catolicidad de nuestroespíritu 2.

LAS COSAS todas de la tierra tienen la importan-cia que les queramos dar. Todo lo que pase aquí aba-jo, si estamos endiosados, no nos turbará. Cuando, acausa de nuestra flaqueza y de nuestros errores, damoscategoría a esas pequeneces y sufrimos, es porque que-remos. Pegados al Señor, estamos seguros. Unidos a laCruz de Cristo, a la gloria de la Resurrección y al fue-go de Pentecostés, todo se supera.

Es cierto que, a veces, las penas duran, de tal modoque el cuerpo no puede más, y enferma; entonces hayque arrastrarlo como se tira de un borrico cansado. Perovosotros y yo contamos con un gran remedio en la tie-rra: no sólo disponemos de los sacramentos como los de-más cristianos, sino que además tenemos unos mediosde santificación propios de la Obra; y, entre ellos, laConfidencia. ¡Abrid el corazón de -verdad!

(2) De nuestro Padre, Meditación, 29-111-1959.

RESURRECCIÓN DEL SEÑOR (II) 383

Cuando dice la Escritura que el que encuentra unamigo halla un tesoro (cfr. Eccli. VI, 14), no exagera.En la tierra, amigos de verdad existen pocos; pero nohay mejor amigo que el hermano. Abrid el corazón enla charla fraterna, y veréis qué cantidad de fortaleza,de paz, de serenidad; tendréis la medida de todo, y nodaréis importancia a las cosas de la tierra, porque nola tienen; seréis personas de una serenidad que, hastaen lo humano, os dará fortaleza en la voluntad y clari-dad en el entendimiento.

Haec est dies quam fecit Dominus, exsultemus etlaetemur in ea (Ps. CXVII, 24), éste es el día grandeque hizo el Señor: gocémonos. En la epístola a los deCorinto, San Pablo escribe: expúrgate vetus fermen-tum, ut sitis nova conspersio (I Cor V, 7), purificaos dela antigua levadura, para convertiros en nueva masa.Y, en otro lugar, nos invita a transformarnos in novi-tate sensus (Rom XII, 2). Es el momento de renovarse,hijos míos; la santidad es esto: cada día renacer, cadadía recomenzar. No os preocupen vuestros errores, sitenéis la buena voluntad de empezar de nuevo.

Había un pobre clérigo —¡sería algo más que cléri-go!—, a quien pesaban mucho sus defectos, y quizá nole faltaban motivos. Todos los días debía trasladar elSantísimo y exponerlo en la Custodia de su convento;pero andaba siempre con escrúpulos. Hasta que un díael Superior, con un talento sobrenatural muy grande,le llamó y le dijo: ¿tienes muchas miserias?, ¿muchas?,y ¿muy grandes? Pues reúnelas y colócalas todas deba-

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384TIEMPO DE PASCUA

jo del ostensorio, y verás qué alto queda Jesucristo.Hijo mío, procura mantenerte fiel a lo largo de tu

vida, y cuando sientas que no lo eres, pide ayuda aDios, aplícate con afán, alegría y espíritu deportivo aesa lucha sobrenatural, y vencerás. Todas tus miserias,esos obstáculos que surgen en tu carrera, ponías a lospies de Jesucristo, para que El quede bien alto, paraque triunfe: y tú, con El. No te preocupes nunca, recti-fica, vuelve a empezar, prueba una y otra vez, que alfinal, si tú no puedes, el Señor te ayudará a saltar elparapeto; el parapeto de la santidad. Este es tambiénun modo de renovarse, es un modo de vencerse: cadadía una resurrección, que sea la seguridad de que lle-gamos al fin de nuestro camino, que es el amor.

Hijos míos, amad a Jesucristo y a su Madre bendi-ta. Porque nosotros hemos estado siempre —como Je-sús— pegadicos a su Madre, María, la Madre de Dios,que ha sido la Madre del Opus Dei, la Reina del OpusDei, nuestra hermosura... Filialmente pegados a la Ma-dre de Dios, no nos ha faltado nunca su sonrisa en losmomentos difíciles. Siempre seguros, si ponéis de vues-tra parte un poquito de buena voluntad. Siempre segu-ros en la victoria de la Resurrección. Todo está en noapartarse del Señor 3.

(3) De nuestro Padre, Meditación, 29-IIM959.

RESURRECCIÓN DEL SEÑOR (III) 385

164.

RESURRECCIÓN DEL SEÑOR (III)

—La vida cristiana es un proceso de identificación con Cris-to, que culmina en la Cruz y en la Resurrección.—La transformación en Cristo es obra de la gracia divina yde la correspondencia humana.—La identificación con Cristo lleva a la contemplación y alapostolado.

LA SOLEMNIDAD de hoy nos recuerda que la vi-da cristiana debe ser un proceso constante de imita-ción de Cristo que, partiendo de la gracia primera,recibida en el Bautismo, va transformando el almahasta llegar a la identificación total con el Señor enesta vida y en la otra. Este deber, propio de todos loscristianos, se ha hecho más apremiante con la voca-ción a la Obra, que nos impulsa a seguir a Cristo tande cerca que vivamos con El como los primeros Doce;tan de cerca, que nos identifiquemos con El, que viva-mos su vida '.

El seguimiento de Cristo, esencia de la vida inte-rior, culmina en la tierra como culminó la vida deJesús: con la Cruz y con la Resurrección, misteriosinseparables en la vida del Señor. Un encuentro quesuele hacerse poco a poco, como por un plano incli-nado, casi sin darnos cuenta, pero que —al unirnos

(1) De nuestro Padre. Crónica 1-64, p. 9.

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386 TIEMPO DE PASCUA

con Jesús crucificado y resucitado— nos santifica ynos hace corredentores. La Santa Cruz nos hará per-durables, siempre con el mismo espíritu del Evangelio,que traerá el apostolado de acción como fruto sabrosode la oración y del sacrificio. De este modo se vuelve avivir, por la Obra de Dios y por cada uno de susmiembros, aquel secreto divino que enseñaba San Pa-blo a los de Filipo (II, 5-11), camino segurísimo de lainmortalidad y de la gloria: por la humillación, hastala Cruz; desde la Cruz, con Cristo, a la gloria inmortaldel Padre 2.

Es lo que la Iglesia quiere recordarnos con lafiesta de hoy. Si resucitasteis con Cristo —exclamaSan Pablo—, buscad las cosas de arriba, en dondeCristo está sentado a la diestra de Dios; pensad en lascosas de arriba, no en las de la tierra. Porque estáismuertos y vuestra vida está escondida con Cristo enDios 3.

Vivir con Cristo en Dios: éste es el ideal por elque vale la pena gastar gustosamente la vida. Poreso, el tiempo pascual es tiempo de alegría, de unaalegría que no se limita a esa época del año litúrgico,sino que se asienta en todo momento en el corazón delcristiano. Porque Cristo vive: Cristo no es una figuraque pasó, que existió en un tiempo y que se fue, deján-donos un recuerdo y un ejemplo maravillosos.

(2) De nuestro Padre, Instrucción, 19-111-1934, nn. 28-29.(3) L. II (Colos. III, 1-4).

RESURRECCIÓN DEL SEÑOR (III) 387

No: Cristo vive. Jesús es el Emmanuel: Dios connosotros. Su Resurrección nos revela que Dios no aban-dona a los suyos. ¿Puede la mujer olvidarse del frutode su vientre, no compadecerse del hijo de sus entra-ñas? Pues aunque ella se olvidare, yo no me olvidaréde ti (Isai. XLIX, 14-15), había prometido. Y ha cum-plido su promesa. Dios sigue teniendo sus delicias en-tre los hijos de los hombres (cfr. Prov. VIII, 31).

Cristo vive en su Iglesia. "Os digo la verdad: osconviene que yo me vaya; porque si yo no me voy, elConsolador no vendrá a vosotros, pero si me voy, os loenviaré" floann. XVI, 7). Esos eran los designios deDios: Jesús, muriendo en la Cruz, nos daba el Espíritude Verdad y de Vida. Cristo permanece en su Iglesia:en sus sacramentos, en su liturgia, en su predicación,en toda su actividad 4.

EN UNA de las lecturas de la Vigilia Pascual, laIglesia nos invita a meditar unas palabras de San Pa-blo: ¿no sabéis que cuantos hemos sido bautizados enJesucristo, hemos sido bautizados en su muerte? Enefecto: en el Bautismo hemos quedado sepultados conEl, muriendo al pecado, a fin de que así como Cristo re-sucitó de muerte a vida para gloria del Padre, así tam-bién nosotros procedamos con nuevo tenor de vida 5.

(4) Es Cristo que pasa, n. 102.(5) In Vigilia Paschalis, Ep. (Rom. VI, 3-4).

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Nuestra transformación en Cristo comenzó en elBautismo, donde nuestro hombre viejo fue crucifica-do juntamente con Cristo, para destruir el cuerpo delpecado de modo que no sirviéramos ya más al peca-do 6. Después, por obra de los demás sacramentos,con la correspondencia personal a la gracia, la vidade Cristo se va desarrollando más y más en el alma.

De modo especial Cristo sigue presente entre noso-tros, en esa entrega diaria de la Sagrada Eucaristía.Por eso la misa es centro y raíz de la vida cristiana(...). La presencia de Jesús vivo en la Hostia Santa esla garantía, la raíz y la consumación de su presenciaen el mundo 7. En la Sagrada Comunión se producede un modo singular la identificación con el Señor,pues en el Santísimo Sacramento se contiene verda-dera, real y sustancialmente a Jesucristo, como re-cuerda la liturgia en la ofrenda del pan y del vino:para que los misterios pascuales, que hoy hemos co-menzado, sean —por tu gracia— remedio de eterni-dad \

Verdaderamente, gracias a los sacramentos,Cristo vive en el cristiano. La fe nos dice que el hom-bre, en estado de gracia, está endiosado. Somos hom-bres y mujeres, no ángeles. Seres de carne y hueso, concorazón y con pasiones, con tristezas y con alegrías.

(6) Ibid., 6.(7) Es Cristo que pasa, n. 102.(8) In Vigilia Paschalis, Orat. super oblata.

RESURRECCIÓN DEL SEÑOR (III) 389

Pero la divinización redunda en todo el hombre comoun anticipo de la resurrección gloriosa (...).

La vida de Cristo es vida nuestra, según lo queprometiera a sus Apóstoles, el día de la Ultima Cena:cualquiera que me ama, observará mis mandamientos,y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremosmansión dentro de él (Ioann. XIV, 23). El cristiano de-be —por tanto— vivir según la vida de Cristo, hacien-do suyos los sentimientos de Cristo, de manera quepueda exclamar con San Pablo, non vivo ego, vivit ve-ro in me Christus (cfr. Galat //, 20), no soy el que vi-ve, sino que Cristo vive en mí9,

Con los sacramentos, la gracia especialísima denuestra vocación —si correspondemos con entregagenerosa— va produciendo en nosotros ese parecidocada día mayor con Jesús. Hijo mío, repitió muchasveces nuestro Padre, estás en la Obra porque El te hallamado; y el mismo que te llamó, te da ahora los me-dios sobrenaturales y completos para que llegues a seripse Christus. Y los medios sensibles, que podemos ver,que impiden el descamino, son nuestras Normas ynuestras Costumbres. Cúmplelas, y llegará un momen-to en que podrás decir, sintiendo esa verdad en lo másíntimo de tu alma: no soy yo el que vive, sino queCristo vive en mí (Galat. II, 20) 10.

(9) Es Cristo que pasa, n. 103.(10) De nuestro Padre, Crónica 1-64, p. 6.

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LA VIDA de Jesucristo se repite en la vida decada uno de nosotros de algún modo, tanto en suproceso interno, en la santificación, como en la vidaexterna n. Y esta transformación es obra del Espíri-tu Santo. Cumpliendo las Normas con amor, facili-tamos la acción santificadora del Paráclito. LasNormas y Costumbres son, para nosotros, el modopráctico de llegar a tener los mismos sentimientosde Cristo Jesús 12.

Cada Norma no es sólo un modo de imitar al Se-ñor, sino también un paso más en la transformacióninterior que va haciendo crecer a Cristo en nuestrasalmas. Hay en las Normas una continuidad perfecta;tienen relación una con otra; están perfectamente dis-puestas. Pero, ¿sabéis cuál es el hilo que las uñe? Lavocación contemplativa. Un hijo mío que trate de viviresto, y que llegue un momento en el que durante mu-cho tiempo, lo viva casi sin esfuerzo —aunque parezcaque no haya lucha, la hay—; ésta es persona que vivela Vida de Dios; que puede decir aquello, que a mítanto me gusta repetir: vivo autem, iam non ego; vivitvero in me Christus (Galat. //, 20) 13.

La identificación con Cristo es una meta imposi-ble de alcanzar por las solas fuerzas humanas, peroaccesible para la gracia que Dios nos da, si hacemostodo lo posible por nuestra parte para corresponder.

(11) De nuestro Padre, Meditación, 29-111-1959.(12) Philip. II, 5.(13) De nuestro Padre, Circulo Breve, 27-X-1963.

RESURRECCIÓN DEL SEÑOR (III) 391

Cristo te ha dado el poder de ser como El según tusfuerzas. No te asustes de oír esto. Lo que debe espan-tarte es no ser como El u.

Pero Cristo resucita en nosotros, si nos hacemoscopartícipes de su Cruz y de su Muerte. Hemos deamar la Cruz, la entrega, la mortificación. El optimis-mo cristiano no es un optimismo dulzón, ni tampocouna confianza humana en que todo saldrá bien. Es unoptimismo que hunde sus raíces en la conciencia de lalibertad y en la fe en la gracia; es un optimismo quelleva a exigirnos a nosotros mismos, a esforzarnos porcorresponder a la llamada de Dios.

De esa manera, no ya a pesar de nuestra miseria,sino en cierto modo a través de nuestra miseria, denuestra vida de hombres hechos de carne y de barro,se manifiesta Cristo: en el esfuerzo por ser mejores, porrealizar un amor que aspira a ser puro, por dominar elegoísmo, por entregarnos plenamente a los demás, ha-ciendo de nuestra existencia un constante servicio 15.

Consecuencia de esta identificación con Cristoes el celo por las almas. El Señor vino a incendiar elmundo con el fuego de su caridad: he venido a ponerfuego a la tierra, ¿y qué quiero sino que arda? lb. Ca-da miembro de la Obra debe ser como un ascua queincendia todo lo que le rodea, o al menos eleva la

(14) San Juan Crisóstomo, ln Mallhaeum homiliae 78, 4.(15) Es Cristo que pasa, n. 114.(16) Luc. XII, 42.

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temperatura espiritual del ambiente en el que vive.Nuestro Padre resumía en pocas palabras esta facetade nuestra identificación con el Señor: si somos otrosCristos, si nos comportamos como hijos de Dios, dondeestemos quemaremos: Cristo abrasa ".

La criatura que más perfectamente se ha identi-ficado con Cristo es María, la llena de gracia 18. A suintercesión acudimos, para que nos obtenga del Es-píritu Santo la gracia de reproducir en nuestra vida,cada día más, la vida de Nuestro Señor Jesucristo.

(17) De nuestro Padre, Crónica 11-64 p 8(18) Luc. I, 28. ' '

LUNES DE PASCUA 393

165.

LUNES DE PASCUA

—Obligación grave de hacer apostolado.—Toda nuestra actuación debe tener un sentido apostólico.—El afán apostólico indica el estado de nuestra alma.

EL SEÑOR ha resucitado de entre los muertos,según lo había anunciado. Alegrémonos y regocijémo-nos, porque su reino no tiene fin '. Envueltos en elgozo pascual, quiere la Iglesia hacernos considerarque esa alegría ha de ser comunicativa. Leemos en elEvangelio de la Misa que las mujeres partieron alinstante del sepulcro con temor y gran alegría, y co-rrieron a dar las noticias a los discípulos2. Cristomismo resucitado les sale al encuentro, y las confir-ma en este propósito apostólico: id y anunciad a mishermanos que vayan a Galilea: allí me verán 3.

Somos también nosotros apóstoles, que hemosencontrado a Cristo y sentimos la urgencia de exten-der por todas partes su reinado de amor. Instaurareomnia in Christo (Ephes. /, 20), da como lema San Pa-blo a los cristianos de Efeso; informar el mundo enterocon el espíritu de Jesús, colocar a Cristo en la entrañade todas las cosas. Si exaltatus fuero a térra, omnia

(1) Aní. ad lntr.(2) Ev. (Matíh. XXVIII, 8).(3) Ibid., 10.

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traham ad meipsum floann. XII, 32), cuando sea le-vantado en alto sobre la tierra, todo lo atraeré haciamí. Cristo, con su Encarnación, con su vida de trabajoen Nazareth, con su predicación y milagros por las tie-rras de Judea y de Galilea, con su muerte en la Cruz,con su Resurrección, es el centro de la creación, Primo-génito y Señor de toda criatura.

Nuestra misión de cristianos es proclamar esa Rea-leza de Cristo, anunciarla con nuestra palabra y connuestras obras. Quiere el Señor a los suyos en todas lasencrucijadas de la tierra. A algunos los llama al de-sierto, a desentenderse de los avatares de la sociedadde los hombres, para hacer que esos mismos hombresrecuerden a los demás, con su testimonio, que existeDios. A otros, les encomienda el ministerio sacerdotal.A la gran mayoría, los quiere en medio del mundo, enlas ocupaciones terrenas. Por lo tanto, deben estos cris-tianos llevar a Cristo a todos los ámbitos donde se de-sarrollan las tareas humanas: a la fábrica, al laborato-rio, al trabajo de la tierra, al taller del artesano, a lascalles de las grandes ciudades y a los senderos demontaña 4.

No se nos habrán de aplicar nunca estas pala-bras de San Agustín, que son un duro reproche: sieres frío e indolente, y no miras más que a ti mismo ycon esto vives contento, y llegas a hablar así en tu co-razón: ¿qué tengo que ver yo con los demás?; tengo

(4) £5 Cristo que pasa, n. 105.

LUNES DE PASCUA 395

ya bastante con mi alma, ¡ojalá la conserve íntegrapara Dios! ¡Vamos!, ¿no te viene a la memoria aquelsiervo que escondió el talento y no quiso negociarcon él? ¿Se le condenó acaso por haberlo perdido, ono fue porque no quiso negociar con él? Pensadlo,pues, hermanos míos, de modo que no os deje repo-sari.

AMAMOS a las almas por amor de Cristo, y he-mos de sentir siempre muy vivo el deseo de comuni-car a los demás la felicidad y la alegría que el Señorpone en nuestra vida. Por eso no puede quedar tran-quilo ningún hijo de Dios en su Opus Dei, si no sientede continuo, como el latir de su corazón, el hambre deproselitismo 6.

Este afán de almas está de tal modo metido en laentraña de nuestra vocación, que incluso nuestra la-bor profesional no tendría sentido sin esta proyec-ción apostólica. Si es verdad que la vocación profesio-nal es parte de nuestra vocación divina, lo es en tantoen cuanto que es medio para nuestro apostolado y pa-ra nuestra santificación: para servir a Dios, para ha-cernos santos y para santificar a los demás. Si en al-gún momento la vocación profesional pone obstáculos,entonces se echa a rodar, porque ha dejado de ser me-dio; porque si no es anzuelo con la carnaza para pes-

(5) San Agustín, In loannis Evangelium tractatus 10, 9.(6) De nuestro Padre, Crónica 111-56, p. 35.

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car peces, no me interesa y no es parte de la vocacióndivina, porque ya no es vocación profesional, sino vo-cación diabólica 7.

Es, pues, necesario que toda nuestra actuaciónesté orientada en un sentido apostólico: ganar a to-dos para Cristo. Si por ellos rezas, te sacrificas, cum-ples tu plan de vida, haces bien el trabajo ordinario,el detalle pequeño de una sonrisa..., cumples el fin delOpus Dei8.

De este modo cada uno será como una brasa en-cendida, que pega fuego dondequiera que esté, o porlo menos levanta la temperatura espiritual de los quele rodean, llevándoles a vivir una intensa vida cristia-na 9. Tenemos que quemar, encender, con el fuego deJesucristo, todos los caminos de la tierra. No ocupar-se del proselitismo —afirmaba nuestro Padre— seríaun síntoma de flojera, de enfermedad y quizá de muer-te. ¡Afán de proselitismo! ¡Quemad lo que hay alrede-dor vuestro! Y lo que hay lejano también, mediante laoración, el sacrificio y el cumplimiento sonriente deldeber (...).

Ahora, que cada uno se lleve la mano al corazón,medite lo que acabo de deciros, y saque las consecuen-cias para cumplir mejor su deber. Yo pido a mis hijosque reciben Confidencias, que, por amor de Dios, to-das las semanas pregunten por el proselitismo en las

(7) De nuestro Padre, Crónica IV-62, pp. 13-14.(8) De nuestro Padre, Crónica V-63, p. 11.(9) Catecismo, 5" ed., n. 334.

LUNES DE PASCUA 397

charlas, tanto a los que tengan dieciséis años como alos que hayan cumplido noventa. Que quede claro: ¡sino hay vocaciones, falta amor de Dios!10.

Oh Dios —pedimos con la liturgia pascual—,que siempre aumentas a tu Iglesia con nuevos hijos:concede a tus fieles manifestar en su vida la fe que enel Bautismo recibieron u.

LA EFICACIA y el valor de las obras se mide porel grado de santidad que a través de ellas se adquie-re. Si no sirven para mejorar, si ponen obstáculos ala santificación o impiden el verdadero apostolado,no nos interesan. La santidad personal tuya es parahacerte instrumento eficaz en manos del Señor. Santifi-carte tú para santificar. No es egoísta tu santidad. Re-cibes las aguas de Dios y es verdad que tienes que lle-narte de esas aguas, pero después —generosamente—viertes de la abundancia de tu corazón en todos los co-razones que viven en la tierra u.

Santificarse santificando a los demás. No hayamor de Dios donde no hay celo por las almas; noexiste afán de santidad donde no existe también afánpor difundirla; no es posible encontrar a Dios si nohay preocupación por que los demás lo encuentren.El que no es proselitista —advierte nuestro Funda-

(10) De nuestro Padre, Tertulia 14-11-1960.(11) Oral.(12) De nuestro Padre, Noticias IV-55, p. 29.

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dor—, no tiene para su vida más que dos explicacio-nes: o es un cobarde que no sabe defender y pregonarla verdad, o es que no ama y no es feliz, a pesar dehaber recibido la mejor delicadeza de Dios para su al-ma. En cualquier caso, ha de reaccionar.

El nos ha dado la cabeza, las manos, las faculta-des intelectuales, junto con esa vocación maravillosa,para que hagamos fructificar los talentos. Os lo dirécon palabras que se metan bien en vuestra mente y envuestra alma, porque son una llamada a la responsabi-lidad de cada uno: el Señor quiere operar milagros

•constantes, resucitar a los muertos, dar oído a los sor-dos, vista a los ciegos, posibilidad de andar a los co-jos, a través de esa actuación nuestra, de ese trabajoque será un verdadero holocausto: un darle a Dios to-do, también nuestro yo, porque le pertenecemos y lehemos dicho gozosa y libremente que sí, que se lo que-remos entregar 13.

Con la ayuda de Dios, con la protección mater-nal de Santa María, nunca se apagará ese afán en elcorazón; pero nosotros debemos preguntarnos confrecuencia: desde que estoy aquí, en este sitio y eneste trabajo, junto a estas personas, ¿qué cambio hahabido en mis compañeros, en la gente que trato, enlos que me rodean?

MARTES DE PASCUA 399

166.

MARTES DE PASCUA

—El apostolado es consecuencia de la caridad.—La mies es mucha y los obreros pocos: sentir la urgencia yla inmensidad de la labor.—Características del verdadero celo apostólico, que son pro-mesa y garantía de frutos.

LA VIDA de Jesucristo, que hemos contempladoa lo largo del año, y sobre todo los sufrimientos desu Pasión y Muerte, nos hablan con elocuencia delvalor que las almas tienen para Dios, de cuánto lasama. Y el amor de Dios a los hombres sigue manifes-tándose con la maravilla de la Resurrección y aundespués de la Ascensión de Jesús a los cielos. Alcumplirse el día de Pentecostés, estaban todos reuni-dos en el mismo lugar (...). Y se llenaron todos del Es-píritu Santo, y comenzaron a hablar en lenguas diver-sas según eran movidos por el Espíritu Santo '.

Es el Espíritu Santo, el Amor de Dios, el que im-pulsa al apostolado. ¿Cómo sería posible amar mu-cho a Dios, sin amar mucho a sus hijos, que son ob-jeto de su amor y de sus cuidados de Padre? Si algu-no dice: sí, yo amo a Dios, al mismo tiempo que abo-rrece a su hermano, es un mentiroso. Pues el que no

(13) De nuestro Padre, Tertulia. 18-VIII-1968.(1) Act. II, 1-4.

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400TIEMPO DE PASCUA

ama a su hermano a quien ve, a Dios a quien no ve,¿cómo podrá amarle? Y tenemos este mandamientode Dios, que quien ama a Dios, ame también a su her-mano 2. La caridad fraterna no conoce límites: nosha de empujar constantemente a preocuparnos delos demás, a quererles de un modo activo, eficaz: so-brenatural y apostólico.

La vocación cristiana, esta llamada personal delSeñor, nos lleva a identificarnos con El. Pero no hayque olvidar que El ha venido a la tierra para redimira todo el mundo, porque quiere que los hombres sesalven (I Tim. //, 4). No hay alma que no interese aCristo. Cada una de ellas le ha costado el precio de suSangre (Cfr. I Petr. /, 18-19) 3.

Debemos sentir el impulso urgente de llevar alos pies del Señor a todas las criaturas: a los máspróximos a nosotros y a tantos millones de personasque no conocemos. Pequeño amor es el tuyo si nosientes el celo por la salvación de todas las almas.—Pobre amor es el tuyo si no tienes ansias de pegar tulocura a otros apóstoles 4.

EL AMOR que Dios nos tiene —amor expresadocon palabras y con hechos— no es correspondido

(2) I loann. IV, 20-21.(3) Amigos de Dios, n. 256.(4) Camino, n. 796.

MARTES DE PASCUA 401

por los hombres. Hay muchos que permanecen indi-ferentes, como ignorantes de los desvelos divinos.Fue éste el triste espectáculo de aquella multitudque contempló la Pasión de Cristo; y es el triste es-pectáculo de todos los tiempos: muchedumbres in-mensas continúan volviendo la espalda al amor deDios. ¡Señor! —exclama nuestro Padre en su conside-ración del Vía Crucis—, ¿dónde están tus amigos?,¿dónde, tus subditos? Te han dejado. Es una desban-dada que dura veinte siglos... Huimos todos de laCruz, de tu Santa Cruz.

Sangre, congoja, soledad y una insaciable hambrede almas... son el cortejo de tu realeza 5.

Al resucitar y enviarnos el Espíritu Santo, Jesu-cristo nos hace partícipes de ese amor suyo por lasalmas, nos impulsa a llevar a los demás la felicidadque hemos hallado junto a El. Si de verdad amamosal prójimo, no podemos permanecer indiferentes an-te la infelicidad e insatisfacción de ese mundo, quees nuestro mundo. ¡Qué compasión te inspiran!...Querrías gritarles que están perdiendo el tiempo...¿Por qué son tan ciegos, y no perciben lo que tú —mi-serable— has visto? ¿Por qué no han de preferir lo me-jor?

—Reza, mortifícate, y luego —¡tienes obligación!—despiértales uno a uno, explicándoles —también uno a

(5) Vía Crucis, I estación, punto 4.

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uno — que, lo mismo que tú, pueden encontrar un ca-mino divino, sin abandonar el lugar que ocupan en lasociedad 6.

Hay millones de criaturas que no conocen al ver-dadero Dios y por eso no le aman. Almas, segura-mente nobles, que si conocieran de verdad a Jesús seenamorarían de El y serían capaces de las mayoreslocuras. Aquella realidad de hace veinte siglos —lamies es mucha y los obreros pocos 7—, que el Señorhacía ver a sus discípulos, sigue siendo todavía pa-tente; y nuestros corazones han de sentirse encendi-dos y empujados por el afán de conseguir obrerospara la mies. ¡Hay tantos que no encuentran quienles ayude!

¿Te acuerdas? —Hacíamos tú y yo nuestra ora-ción, cuando caía la tarde. Cerca se escuchaba el ru-mor del agua. —Y, en la quietud de la ciudad castella-na, oíamos también voces distintas que hablaban encien lenguas, gritándonos angustiosamente que aún noconocen a Cristo.

Besaste el Crucifijo, sin recatarte, y le pediste serapóstol de apóstoles 8.

BUEN EJEMPLO de ese celo por las almas lo en-contramos en el pasaje de los Hechos de los Apósto-

(6) Surco, n. 182.(7) Luc. X, 2.(8) Camino, n. 811.

MARTES DE PASCUA 403

les que nos presenta hoy la liturgia. El día de Pente-costés, Pedro, en compañía de los Once, habló a lamuchedumbre sin cobardías ni respetos humanos:sepa, por tanto, con seguridad toda la casa de Israelque Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús aquien vosotros crucificasteis.

Al oír esto se dolieron de corazón y dijeron aPedro y a los demás Apóstoles: ¿qué hemos de ha-cer, hermanos? Pedro les dijo: convertios, y seabautizado cada uno de vosotros en el nombre deJesucristo para perdón de vuestros pecados, y reci-biréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesaes para vosotros, para vuestros hijos y para todoslos que están lejos, para todos los que quiera lla-mar el Señor Dios nuestro 9.

No hay en las palabras de San Pedro deseo derevancha ni de triunfo humano, sino amor sincero ydesinteresado hacia aquellas gentes, ansia de hacer-les felices en esta vida y de encaminarles hacia la vi-da eterna, aunque entre los oyentes no faltaban quie-nes lo interpretaban como locura 10.

El celo es una chifladura divina de apóstol, que tedeseo, y tiene estos síntomas: hambre de tratar alMaestro; preocupación constante por las almas; perse-verancia, que nada hace desfallecern. Para que elafán apostólico no sea un sentimiento pasajero, sino

(9) L. I (Act. II, 36-39).(10) Cfr. Act. II, 13.(11) Camino, n. 934.

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que se mantenga de continuo como una necesidad,tenemos que estar muy unidos al Señor. Cuanto máscerca está de Dios el apóstol, se siente más universal:se agranda el corazón para que quepan todos y todoen los deseos de poner el universo a los pies de Jesús 12.

Primera característica de nuestro celo, primerapreocupación: hambre de tratar al Maestro. Porque esel amor de Dios que reside en nosotros lo que en rea-lidad arrastra a las almas. No lo olvidemos nunca.Señor, haznos locos, con esta locura pegadiza queatraiga a muchos a tu apostolado 13.

¡Qué fácil será entonces que quienes nos cono-cen se sientan empujados al amor de Dios! Porquesólo así vibraréis con la vibración que el espíritu de laObra exige, haciendo que se repita muchas veces, porquienes os tratan en el ejercicio de vuestras profesionesy en vuestra actuación social, aquel comentario deCleofás y de su compañero en Emaús: nonne cor nos-trum ardens erat in nobis, dum loqueretur in via?;¿acaso nuestro corazón no ardía en nosotros, cuandonos hablaba en el camino? (Luc. XXIV, 32) u.

Luego, la preocupación constante por las almasnos llevará a no desaprovechar ninguna ocasión quese nos presente, pues el tiempo de las almas pasa. Ycuando la oportunidad no se presenta, hemos decrear enseguida el clima de confianza, que permitirá

(12) Camino, n. 764.(13) Camino, n. 916.(14) De nuestro Padre, Instrucción, l-IV-1934, n. 3.

MARTES DE PASCUA 405

llegar a un apostolado directo y personal.Y siempre sin desanimarnos, con una perseveran-

cia, que nada hace desfallecer, que nos lleva a clamaruna y otra vez al Señor: ¡Jesús, almas!... ¡Almas deapóstol!: son para ti, para tu gloria.

Verás cómo acaba por escucharnos 15.Terminará por oírnos, porque siempre ponemos

nuestras peticiones en manos de Santa María, Regi-na apostolorum.

(15) Camino, n. 804.

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406 TIEMPO DE PASCUA

167.

MIÉRCOLES DE PASCUA

—Desaliento de los discípulos de Emaús.—El Señor, para ayudarles, provoca su confidencia.—Valor de la charla fraterna.

DOS DE los discípulos de Jesús iban en el mismodía a una aldea distante de Jerusalén sesenta esta-dios l. Marchaban camino de Emaús; posiblementeeran de aquellos setenta y dos discípulos que envióJesucristo a predicar y que volvieron a El llenos dealegría.

Después de lo sucedido la tarde del Viernes San-to, se desalentaron. Aquellos años pasados junto alSeñor habían sido maravillosos: fiados en su pala-bra, abandonaron su familia, su casa, para lanzarsea una aventura prodigiosa; ahora, el Maestro estabamuerto y sepultado; los discípulos más íntimos, aco-bardados y casi sin reaccionar; toda la gran empre-sa, convertida en un montón de escombros y de ro-tas ilusiones. ¿Para qué prolongar una situación quese les presentaba penosa y sin salida? Lo mejor eraregresar al pueblo, a la familia. Han perdido casi to-da esperanza, de modo que la vida comienza a pare-cerles sin sentido 2.

(1) Ev. (Luc. XXIV, 13).(2) Es Cristo que pasa, n. 105.

MIÉRCOLES DE PASCUA 407

Hay que estar prevenidos contra la tentación deldesaliento, que también podría entrar en nuestra al-ma. Nos lo advierte nuestro Padre: Dios puede conce-dernos luces oportunas para que sepamos cómo mar-chamos en determinados momentos, pero otras vecesparece que estamos persuadidos de que vamos mal, deque empeoramos. Y en muchas ocasiones no es así.Nos equivocamos: el Señor premia nuestra perseveran-cia, dándonos más luz y más amor; y entonces vemos—con gran pena— como grandes cosas, cosas peque-ñas, defectos que nos apesadumbran. Agradeced esaluz, y luchad sin perder la paz 3.

Y aún insiste nuestro Fundador: ¿cuántos santoshay sobre la tierra? ¡ninguno!, todos somos capaces delas mayores barbaridades. La santidad está en la lu-cha —me lo habéis oído tantas veces—, en saber quehay defectos y tratar de evitarlos. Nos moriremos así:estando en camino de ser santos. Si no, ¡cualquiera nosaguantaría! No podríamos ser santos, seríamos unos so-berbios. La santidad está en tener defectos y lucharcontra ellos, pero nos moriremos con defectos 4.

EL SEÑOR salió personalmente en busca deaquellos dos discípulos suyos, que probablementehabían estado con El durante tanto tiempo, para re-

(3) De nuestro Padre, Crónica, 1968, p. 912.(4) De nuestro Padre, Tertulia, 13-VIM968-

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408TIEMPO DE PASCUA

cuperarlos, para que no se perdieran. Nos cuentaSan Lucas que, mientras así discurrían y hablabanentre sí, el mismo Jesús, juntándose a ellos, iba en sucompañía 5. Pero no le reconocieron; le tomaron porun caminante cualquiera.

Me imagino la escena, ya bien entrada la tarde,comenta nuestro Padre. Sopla una brisa suave. Alre-dedor, campos sembrados de trigo ya crecido, y los oli-vos viejos, con las ramas plateadas por la luz tibia.

Jesús, en el camino. ¡Señor, qué grande eres siem-pre! Pero me conmueves cuando te allanas a seguirnos,a buscarnos, en nuestro ajetreo diario. Señor, concéde-nos la ingenuidad de espíritu, la mirada limpia, la ca-beza clara, que permiten entenderte cuando vienes sinningún signo exterior de tu gloria 6.

El Señor podía haberse hecho presente deslum-brante de majestad. Pero no se impone por la fuerza.Prefiere actuar con normalidad, sin llamar la aten-ción. Su paso era normal, como el de tantos otros quetransitaban por aquel paraje. Y allí, con naturalidad,se les aparece Jesús y anda con ellos, con una conver-sación que disminuye la fatiga 7. Hasta que provocasu confidencia: ¿qué conversación llevabais entre losdos, y por qué estáis tristes?8. Con sencillez le hablande lo que sucede, y poco a poco van desahogando sus

(5) Ev. (Luc. XXIV, 15).(6) Amigos de Dios, n. 313.(7) Amigos de Dios, n. 313(8) Ev. (Luc. XXIV, 17).

MIÉRCOLES DE PASCUA 409

preocupaciones; incluso se percibe el momento enque sale el veneno que les mataba: nosotros esperá-bamos que El había de redimir a Israel; mas he aquíque han pasado ya tres días...9.

Una vez que han manifestado la causa de su tris-teza, la raíz del desaliento, están en condiciones deque el Señor siga ayudándoles. Ahora que se han de-sembarazado de lo que oprimía su corazón, comien-za Jesucristo a hacerles ver el significado de lo suce-dido: les interpretaba en toda la Escritura los lugaresque hablaban de El... 10.

Se termina el trayecto al encontrar la aldea, yaquellos dos que —sin darse cuenta— han sido heridosen lo hondo del corazón por la palabra y el amor delDios hecho Hombre, sienten que se vaya. Porque Jesúsles saluda con ademán de continuar adelante (Luc.XXIV, 28). No se impone nunca, este Señor Nuestro.Quiere que le llamemos libremente, desde que hemosentrevisto la pureza del Amor, que nos ha metido en elalma. Hemos de detenerlo por fuerza y rogarle: conti-núa con nosotros, porque es tarde, y va ya el día decaída (Luc. XXIV, 29), se hace de noche.

Así somos: siempre poco atrevidos, quizá por in-sinceridad, o quizá por pudor. En el fondo, pensa-mos: quédate con nosotros, porque nos rodean en elalma las tinieblas, y sólo Tú eres luz, sólo Tú puedes

(9) Ibid., 21.(10) Ibid., 27.

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410TIEMPO DE PASCUA

calmar esta ansia que nos consume. Porque entre lascosas hermosas, honestas, no ignoramos cuál es la pri-mera: poseer siempre a Dios (San Gregorio Naciance-no, Epistolae 212).

Y Jesús se queda. Se abren nuestro ojos como losde Cleofás y su compañero, cuando Cristo parte elpan; y aunque El vuelva a desaparecer de nuestra vis-ta, seremos también capaces de emprender de nuevo lamarcha —anochece—, para hablar a los demás de El,porque tanta alegría no cabe en un pecho solo u.

NO HAY problemas cuando vivimos esa sinceri-dad que se nos pide en la Obra, cuando acudimos sen-cilla y confiadamente a aquel hermano nuestro quetiene gracia de Dios para escucharnos y prestarnos suayuda. Hay que procurar ser santos, haciendo la guerracontra nosotros, advierte nuestro Padre. Si algo vamal, en la conversación fraterna con el Director y en laConfesión os curáis 12. E insiste: hablad, sed sinceros.Tenéis que hacer con las cosas del alma como se hacecon las del cuerpo. Cuando vamos al médico, nos dice:quítese todo de encima. Al alma también hay que po-nerla así: a las claras, desnuda, sin trapos, sin tapujos;si no, es que no se quiere ser santo 13.

La Confidencia no es un capricho, es una necesi-

(11) Amigos de Dios, n. 314.(12) De nuestro Padre, Tertulia. 20-1X1961.(13) De nuestro Padre, Tertulia, 20-IX-1961.

MIÉRCOLES DE PASCUA 411

dad u: nos lo dijo muchas veces nuestro Padre y. noslo confirma la experiencia personal. Esos dos discí-pulos de Emaús estaban en peligro de perder el ca-mino, pero abrieron su corazón al Señor y El les de-volvió la alegría y la luz. En cuanto echaron fuera loque les estorbaba, recuperaron la confianza sobrena-tural en su camino y reconocieron a Cristo. Y sus COTrazones, de nuevo, ardieron en deseos de santidad.

Esa conversación fraterna, sencilla, sincera yconfiada, con la persona que nos escucha en nombrede la Obra, asegura nuestra perseverancia. No tene-mos que temer, aunque en algún momento las cosasse pongan difíciles: esa trepidación de tu espíritu, latentación, que te envuelve, es como una venda sobrelos ojos de tu alma.

Estás a oscuras. —No te empeñes en andar solo, por-que, solo, caerás. —Ve a tu Director (...) y él hará queoigas aquellas palabras de Rafael Arcángel a Tobías:

"Forti animo esto, in próximo est ut a Deo cure-ris". —Ten ánimo, que pronto te curará Dios. —Séobediente, y caerán las escamas, caerá la venda de tusojos, y Dios te llenará de gracia y de paz 15.

No olvidemos que la Virgen es el arcaduz de ladivina gracia (...), el acueducto por donde vienen, des-de Dios Nuestro Señor hasta los hombres, todas lasgracias del Cielo. Sin Ella no recibimos nada 16.

(14) De nuestro Padre, Meditación, 2-X-1955.(15) Camino, n. 715.(16) De nuestro Padre, Dos meses de catequesis, II, p. 700.

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168.

JUEVES DE PASCUA

—La filiación divina, fundamento de nuestra fortaleza.—Donde no llegan nuestras fuerzas, llega la fortaleza deDios.—Vencimiento de las dificultades.

PRESENTÓSE Jesús en medio de sus discípulosy les dijo: la paz sea con vosotros; soy Yo, no temáis.Ellos, atónitos y aterrorizados, se imaginaban ver al-gún espíritu. Y Jesús les dijo: ¿por qué os asustáis, ypor qué dais lugar en vuestro corazón a tales pensa-mientos? Mirad mis manos y mis pies, que Yo mismosoy; palpad y considerad que un espíritu no tiene car-ne ni huesos, como vosotros veis que Yo tengo l.

El Señor ha resucitado, y de su Resurrección de-bemos sacar mayor fortaleza, mayor reciedumbreante la dificultad, mayor seguridad en la victoria.Hemos muerto y resucitado con Cristo, hemos naci-do a la vida de la gracia, a la vida de hijos de Dios.La filiación divina, el sentirnos —y ser verdadera-mente— hijos de Dios, es el fundamento de nuestrafortaleza. En medio de las limitaciones inseparablesde nuestra situación presente, porque el pecado habitatodavía de algún modo en nosotros, el cristiano perci-

(1) Ev. (Luc. XXIV, 36-39).

JUEVES DE PASCUA 413

be con claridad nueva toda la riqueza de su filiacióndivina, cuando se reconoce plenamente libre porquetrabaja en las cosas de su Padre, cuando su alegría sehace constante porque nada es capaz de destruir su es-peranza.

Es en esa hora, además y al mismo tiempo, cuandoes capaz de admirar todas las bellezas y maravillas dela tierra, de apreciar toda la riqueza y toda la bondad,de amar con toda la entereza y toda la pureza para lasque está hecho el corazón humano. Cuando el dolorante el pecado no degenera nunca en un gesto amargo,desesperado o altanero, porque la compunción y el co-nocimiento de la humana flaqueza le encaminan aidentificarse de nuevo con las ansias redentoras deCristo, y a sentir más hondamente la solidaridad contodos los hombres. Cuando, en fin, el cristiano experi-menta en sí con seguridad la fuerza del Espíritu San-to, de manera que las propias caídas no le abaten: por-que son una invitación a recomenzar, y a continuarsiendo testigo fiel de Cristo en todas las encrucijadasde la tierra, a pesar de las miserias personales, que enestos casos suelen ser faltas leves, que enturbian ape-nas el alma; y, aunque fuesen graves, acudiendo al Sa-cramento de la Penitencia con compunción, se vuelvea la paz de Dios y a ser de nuevo un buen testigo desus misericordias 2.

Nada ni nadie puede perturbar esa paz, esa se-

(2) Es Cristo que pasa, n. 138.

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guridad que nos da la conciencia de nuestra filiacióndivina. Un razonamiento que lleva a la paz y que elEspíritu Santo da hecho a los que quieren la Voluntadde Dios: "Dominus regit me, et nihil mihi deerit" —elSeñor me gobierna, nada me faltará.

¿Qué puede inquietar a un alma que repita de ver-dad esas palabras?3.

PEREGRINOS somos, y en el camino es naturalque encontremos dificultades; es lógico que surjanobstáculos a nuestra labor apostólica. Contamos contodo eso y con nuestra debilidad, pero seguimos ade-lante porque sabemos que donde no llegan nuestras •fuerzas, llega la fortaleza de Dios 4. Comprendemos,además, que todo eso es necesario, porque la vida deCristo se repite de algún modo en la nuestra, y sabe-mos —nos lo dice el Evangelio— que convenía queCristo padeciese y resucitase al tercer día... 5.

Conviene que os sintáis fuertes, con la fortaleza deDios. Como os he escrito muchas veces —nos adviertenuestro Padre—, mientras sembráis el amor por todoel mundo — exiit qui seminat, seminare semen suum(Luc. VIII, 5), salió el sembrador a sembrar— encon-traréis dificultades. Pero tened en cuenta lo que nosenseña la Sagrada Escritura: qui seminant in lacrimis,

(3) Camino, n. 760.(4) De nuestro Padre, Meditación, 19-111-1960.(5) Ev. (Luc, XXIV, 46).

JUEVES DE PASCUA 415

in exultatione metent (Ps. CXXV, 5), los que siembrancon lágrimas, recogerán con alegría. Y también: quaeenim seminaverit homo, haec et metet (Galat. VI, 8), loque el hombre haya sembrado, eso recogerá.

Si con sacrificio sembráis Amor, también recogeréisAmor. No os faltarán contradicciones, pero si sucedeque padecéis algo por amor a la justicia, sois bienaven-turados. No temáis, ni os conturbéis. Bendecid en vues-tros corazones al Señor Jesucristo (I Petr. III, 14-15).

Luchad esforzadamente contra las dificultades, condeportividad, spe gaudentes (Rom. XII, 12), gozosos enla esperanza, sabiendo que, con la gracia de Dios,siempre saldréis vencedores en la lucha, porque Diosno pierde batallas.

Y si alguna vez os sentís fatigados por el peso devuestra misión, seguid trabajando bien unidos a vues-tros Directores. Este es mi consejo paterno, recordandola histórica frase: las guerras las ganan los soldadoscansados, con el aliento de sus jefes 6.

DICE San Juan Crisóstomo, comentando elEvangelio, que, después de la venida del EspírituSanto, los discípulos del Señor no hacían caso de lospeligros, ni de la muerte (...), ni de su pequeño núme-ro, ni de la multitud de sus contrarios, ni del poder,fuerza y sabiduría de sus enemigos; porque tenían

(6) De nuestro Padre, Carla, 16-VI-1960, nn. 29-30.

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fuerzas mayores que todo eso: el poder de Aquel quehabía muerto en la Cruz y había resucitado 7.

Para vencer todos los obstáculos que puedan pre-sentarse, hemos de contar, siempre y ante todo, con lagracia divina. No estamos haciendo una obra humana,ni siguiendo nuestra propia voluntad: no me elegisteisvosotros a mí, sino que yo soy el que os he elegido avosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fru-to, y vuestro fruto permanezca floann. XV, 16).

Por eso, ante las dificultades, podremos siempreorar confiadamente: fiat manus tua ut salvet me, quo-niam mandata tua elegi (Ps. CXVIII, 173), extiende tumano para ayudarme, pues he seguido tus preceptos 8.

En la Obra tenemos una experiencia ya larga,que nos confirma en la asistencia misericordiosa delSeñor. Os aseguro —lo he tocado con mis manos, lohe contemplado con mis ojos— que, si confiáis en ladivina Providencia, si os abandonáis en sus brazosomnipotentes, nunca os faltarán los medios para servira Dios, a la Iglesia Santa, a las almas, sin descuidarninguno de vuestros deberes; y gozaréis además de unaalegría y de una paz que mundus daré non potest (cfr.Ioann. XIV, 27), que la posesión de todos los bienes te-rrenos no puede dar9.

Recordemos también que, como nos ha dichonuestro Padre, somos lo permanente. La dificultad

(7) San Juan Crisóstomo, Homilía 4.(8) De nuestro Padre, Carla, 16-VI-1960, n. 23.(9) Amigos de Dios, n. 117.

JUEVES DE PASCUA 417

es siempre pasajera; y más tarde, el que ha sido fuerte—con la fortaleza de Dios— iam non meminit pressu-rae propter gaudium floann. XVI, 21), lleno de ale-gría, ya no se acuerda de la tribulación pasada. Vues-tra vocación, la certeza de saberos llamados por Dios,será siempre el mejor escudo contra cualquier tenta-ción, la garantía más firme e indudable de que, siqueréis, el Señor os hará fieles, siempre victoriosos, tes-tigos de Jesucristo en el mundo entero, y llenos de fru-to abundante en servicio de las almas 10.

Mater nostra, Virgo potens, ora pro nobis.

(10) De nuestro Padre, Carta, 16-VI-1960, n. 30.

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169.

VIERNES DE PASCUA

—El proselitismo, mandato divino.

—El afán de ganar almas, señal de amor a la vocación.—Hay que ir a buscar las almas donde estén.

HAN PASADO ya unos días desde la Resurrec-ción del Señor. Los Apóstoles, obedeciendo al man-dato que Jesús les transmitió por María Magdalena—que vayan a Galilea, que allí me verán 1—, han re-gresado a su tierra, a Cafarnaum, y, en la espera, ca-da uno se dedica a su trabajo profesional.

Pedro ha negado tres veces a Jesús, y ha llorado;el gallo con su canto le recordó las palabras del Señor,y pidió perdón. Pero tiene que hacer algo: su oficio, yva a pescar. Volvía a su oficio, como mis hijos. Es pes-cador y pesca. ¿Qué hacen los hijos míos? Profesores,labradores, obreros en la mina, ingenieros, abogados,médicos... Pedro ha llorado tanto y ha vuelto a su ofi-cio. Y todavía hay fariseos que se escandalizan porquelos hijos de Dios en el Opus Dei sigan siendo pescado-res, cuando antes eran pescadores; y porque el que erabanquero, siga siendo banquero. Ahí, al banco decambio, fue a buscar el Señor a Mateo.

Estaban juntos Pedro con Tomás, llamado el Dídi-

(1) Matth. XXVIII, 10.

VIERNES DE PASCUA 419

mo, y Natanael y los hijos de Zebedeo y otros dos (cfr.Ioann. XXI, 2): ¡qué simpatía les tengo a esos dos! Por-que esos dos estaban en el anonimato. A mí me dauna alegría de paladeo, pensar que se puede vivir enel mundo de este modo tan bonito: ocultarse y desapa-recer. ¡Es tan hermoso desaparecer!

Y les dice Pedro: vado piscari (Ioann. XXI, 3), voy apescar. Va a ejercer su trabajo profesional. Las cosasgrandes pasan ahí. Es una cosa grande hacer cada díael trabajo ordinario. Esta es la raíz de nuestra ascética.Y los demás le responden: venimus et nos tecum (Ibid.),vamos también nosotros contigo. Y nada lograron. Pa-san toda la noche pescando. Pero no hay de qué. 2.

Vuelven los pescadores con las primeras lucesdel alba y la barca vacía. Una noche aparentementepasada en vano. Pero cuando ya clareaba el sol... Ma-ne autem facto, stetit Iesus in littore (Ioann. XXI, 4). Alamanecer estaba el Señor en la orilla. Jesús que pasa demañana. ¡Cuántas veces está Cristo no cerca de noso-tros, sino en nosotros: y vivimos una vida tan humana!No nos damos cuenta de que está aquí, junto a nosotros.Non tamen cognoverunt discipuli quia Iesus est (Ioann.XXI, 4). No le reconocieron.

Muchachos, ¿tenéis algo que comer? (Ioann XXI, 5).¡Qué cosa más humana! Dios diciendo a las criaturasque le den de comer. Dios necesitando de nosotros. ¡Québonito, qué maravilla de las grandezas de Dios! Dios

(2) De nuestro Padre, Meditación, 25-VI-1958.

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nos necesita. Ninguno hace falta: yo soy el Fundador yno hago falta; y, sin embargo, te digo a la vez que Diosnos necesita, a ti y a mí3.

Los pescadores, fatigados por haber trabajadotoda la noche, responden sin mirar apenas: no. Unacto de humildad, comenta nuestro Padre: dicen laverdad escueta. Entonces viene Jesús con su omnipo-tencia: mittite in dexteram navigii rete et invenietis(Ioann. XXI, 6), echad la red a la derecha de la bar-ca y encontraréis 4.

Una orden como antaño, pero esta vez con una ca-racterística especial. Echan la red a la derecha. Esuna labor particular, para que nosotros aprendamos.Ya no es el fermento para la muchedumbre, ya es elpescador que pesca pescadores. Son peces de otra cate-goría, son otros instrumentos que, más tarde, han deconvertirse en pescadores 5.

Obedecieron en silencio, con un temblor en elcorazón y también con la humildad de su fatiga inú-til de toda una noche. Fueron dóciles, humildes, obe-dientes. Y enseguida sintieron en las redes el peso dela pesca.

¿Qué haces tú, mi hijo, y qué hago yo para queabunde la pesca, para que sean muchas las piezas deplata viva que vengan a la barca?6.

(3) De nuestro Padre, Meditación, 25-VI-1958.(4) De nuestro Padre, Meditación, 25-VI-1958.(5) De nuestro Padre, Meditación, 16-IV-1954.(6) De nuestro Padre, Meditación, 4-II-1962.

VIERNES DE PASCUA 421

FUE TAN grande la pesca, que no podían sacarla red por el peso de los peces. Dixit ergo discipulusUle, quem diligebat Iesus, Petro: Dominus est! (Ioann.XXI, 7). El amor, el amor lo ve de lejos. Dice Juan, eldiscípulo a quien Jesús amaba: ¡es el Señor! La limpie-za de aquel hombre, la entrega de aquel hombre, quese había siempre conservado limpio, que no había te-nido una vacilación, que se había dado a Dios del to-do desde la adolescencia, hace que conozca al Señor.Se necesita una especial sensibilidad para las cosas deDios, una purificación. Cierto es que Dios también seha hecho oír de pecadores: Saulo, Balaam... Sin em-bargo, de ordinario, Dios Nuestro Señor quiere que lascriaturas, por la entrega, por el amor, tengan una espe-cial capacidad, para conocer estas manifestacionesextraordinarias 7.

En cuanto Simón Pedro oyó las palabras deJuan, se echó al mar para ir más deprisa al encuen-tro de Jesús 8. Pedro es la fe. Y se lanza al mar, llenode una audacia de maravilla. Con el amor de Juan yla fe de Pedro, ¿hasta dónde llegaremos nosotros?9.

El Señor quiere que la pesca sea abundante: só-lo hace falta nuestra obediencia a las indicacionesque nos dan en su nombre. Y entonces, sí; cientocincuenta y tres peces, contados. Cogidos todos a laderecha de la barca. Y la red no se rompía esta vez,

(7) De nuestro Padre, Meditación, 25-VM958.(8) Cfr. Ev. (Ioann. XXI, 7).(9) Amigos de Dios, n. 266.

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422TIEMPO DE PASCUA

y no tuvieron que acudir otros, porque estos peceseran para ellos.

Otro apostolado fecundo, que es apostolado deapostolados. Es la labor de proselitismo. El hijo míoque no es proselitista... hace mal. Algo en él no andabien. Porque el que ama de verdad su camino, sientela ambición de traer otras criaturas a su felicidad, por-que el bien es difusivo. ¡Pobre del hijo mío que no tu-viera este afán de traer otras almas!... Almas que hayque buscar en sitios determinados. El sitio lo determi-nan sus condiciones humanas, de cabeza, de talento,de lealtad. Y las condiciones sobrenaturales, que quizáantes no tenía, y que adquiere a vuestro lado 10.

Menos peces que aquella otra vez, en que tuvie-ron que llamar a otros que estaban también por allípescando. Pero esta vez los peces son todos grandes.Contados. En comparación con la muchedumbre, eran

pocos. No rompen la disciplina interna, y no es precisodecir a otras criaturas, que van también en su barca,que vengan a ayudarnos. ¿Está claro? ".

CUANDO Pedro, con la destreza del que conocebien su oficio, sacó a tierra la red repleta, los demásApóstoles mirarían como asombrados. ¡Qué maravi-lla pescar así, esos peces tan buenos, todos para elSeñor!

VIERNES DE PASCUA 423

(10) De nuestro Padre, Meditación, 16-IV-1954.(11) De nuestro Padre, Meditación, 16-IV-1954.

Hijos de mi alma: si todos sois Cristo, vuestroshermanos sacerdotes, por la ordenación sacerdotal, sonespecialmente Cristo. Están en la orilla. Vosotros, loslaicos, tenéis que traer las redes llenas de peces a lospies de los sacerdotes. Peces numerados y contados.Son las vocaciones de apóstoles. Nos interesan todaslas almas. Y especialmente aquéllas que muestran te-ner las condiciones requeridas por nuestro camino n.

La escena evangélica que hemos consideradohoy nos impulsa a renovar nuestro afán de proseli-tismo. Insiste nuestro Fundador: /lijos míos, yo que-rría que supierais entusiasmaros y entusiasmar a vues-tros amigos, a vuestros parientes, a vuestros compañe-ros de profesión, de labor, a vuestros vecinos. Trae aaquel amigo tuyo, hazle pescador, que quizá venga aser pescado. Porque nosotros somos una brasa encendi-da, y esa brasa tiene que quemar lo que toca o, por lomenos, levantar la temperatura a su alrededor; si no,la brasa se apaga. ¿Y tú te imaginas un corazón de hi-jo de Dios en su Opus Dei, apagado, sin calor, sin vi-da sobrenatural, sin la eficacia operativa de que sólocon su presencia encienda, queme?

Hay tantas cosas buenas por hacer, son tantos losmaravillosos apostolados de la Obra... Todos encanta-dores, eficaces, muchos, muchos...: algunos pequeños,al parecer, pero que van a hacer el bien a la muche-dumbre, y que son ocasión de una segunda pesca, con

(12) De nuestro Padre, Meditación, 25-VI-1958.

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TIEMPO DE PASCUA424

peces que se ponen a los pies de Cristo: son los cientocincuenta y tres n.

Grande es el lago, y hay peces para todos lospescadores. Pero esta vez el Señor ha señalado un si-tio preciso: a la derecha de la barca, de la barcanuestra. Hijos míos, a nosotros no nos molesta nadie.Nos da mucha alegría que todos trabajen. Que es unmar inmenso el mundo de las almas. Que vosotrosaméis la labor de los demás. No nos estorba nadie. No-sotros, en la parcela que de momento tengamos (...).Nunca a un hijo mío le debe preocupar, como no seapara bendecirla, la labor apostólica de los demás. Ynosotros, con nuestro espíritu, ¡a pescar, hijos míos, apescar! u.

El Señor nos manda. El regresa al Padre Celes-tial, y en la tierra quedan sus Apóstoles, surcandotodos los mares. Que aprendan los hijos míos quequerrían vivir encerrados en casa, a abrirse en abani-co, acudiendo a todos los ambientes. Es un deber nues-tro, de primera categoría, sustancial, ir a buscar las al-mas donde estén, para traerlas luego a la barca, heri-das de amor, de compunción, de entrega, de deseos deentrega al menos 15.

Con la ayuda de Nuestra Madre, Regina Apostolo-rum, será siempre muy abundante nuestra pesca, enservicio de Dios, de la Iglesia y de todas las almas.

(13) De nuestro Padre, Meditación, 16-IV-1954.(14) De nuestro Padre, Meditación, 16-IV-1954.(15) De nuestro Padre, Crónica VII-62, p. 55.

SÁBADO DE PASCUA 425

170.

SÁBADO DE PASCUA

—Ser fieles, por sentido de responsabilidad.—Para ser fieles, hace falta una vida de lucha, que se apoyaen la certeza de sabernos llamados por Dios.—Vale la pena luchar hasta el fin: perseverar,

A PUNTO de terminar la octava de Pascua, lee-mos en el Evangelio un resumen de lo que ocurrió enlos primeros momentos de la Resurrección del Se-ñor: habiendo resucitado, al amanecer del primer díade la semana, se apareció en primer lugar a MaríaMagdalena, de la que había expulsado siete demo-nios. Ella fue a anunciarlo a los que habían estadocon El, que se encontraban tristes y llorosos. Peroellos, al oír que estaba vivo y que ella lo había visto,no lo creyeron. Después de esto se apareció, bajo dis-tinta figura, a dos de ellos que iban de camino a unaaldea; también ellos regresaron y lo comunicaron alos demás; pero tampoco les creyeron x.

Hay como un tono de queja en estas palabras delEspíritu Santo: no les creyeron. El mismo Jesús, porúltimo, se apareció a los Once, cuando estaban a lamesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de co-

(1) Ev. {Uarc. XVI, 9-13).

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426TIEMPO DE PASCUA

razón, porque no creyeron a los que lo habían vistoresucitado 2. Es un reproche que podría hacernos elSeñor a cada uno, porque tantas veces nuestra fe esfloja, vacilante. Y la Obra necesita hombres y mujeresseguros, firmes, en quienes sea posible apoyarse 3. Sa-bemos que Dios no necesita de ninguno y, sin embar-go, quiere que todos seamos necesarios para que esetapiz de santificación y de apostolado, que hemos deofrecerle todos los días, sea hermoso y sin falla. Nopodemos soltar los hilos, no podemos dejar de serfieles.

Hemos asumido libremente, por gracia y elec-ción del Señor, unas obligaciones que alguna vez pue-den pesar, pero que podemos cumplir delicadamenteen todas las circunstancias, porque el Señor nos haconcedido el don inefable de una llamada especial,que comporta una gracia especial para corresponder.

Os ruego, hijos míos, que tengáis la preocupaciónde vivir el espíritu de la Obra en todo momento. Estoos dará paz, serenidad, alegría. Mi deseo es que seáisfelices; y lo podréis ser solamente si me cuidáis este es-píritu en vuestra vida personal, sintiendo que el Señoros quiere cada día, cada momento, más Opus Dei.

Os recuerdo una comparación que he puesto mu-chas veces. Pensad en esos pájaros que tienen el vuelo

(2) Ev. (Marc. XVI, 14).(3) De nuestro Padre, Crónica, XI-59. p. 9.

SÁBADO DE PASCUA 427

majestuoso, señorial. No sienten el peso de las alas, yson grandes y verdaderamente pesadas. Si se las corta-sen, o pudieran desprenderse de las alas voluntaria-mente, ellos pesarían menos, pero no podrían volar.Vividme siempre el espíritu del Opus Dei con el con-vencimiento de que vuestras obligaciones no son peso,no son algo negativo. Al contrario, son una continuaafirmación de Amor auténtico.

Y con este fiel cumplimiento volaremos altos, muyaltos, porque —siendo muy poca cosa cada uno— vivi-remos vida de Dios, llegaremos muy cerca del sol, co-mo llegan las águilas en su vuelo de ascensión 4.

La fidelidad es la respuesta positiva que cadauno ofrece a Dios, y también —formamos un grancuerpo místico— a los demás. Ninguno de vosotros esuna pieza aislada. Si tú te paras, haces que se parentodos. ¡Y no puedes destrozar las almas de tus herma-nos! Tienes —a pesar de tus pasiones— la responsabili-dad de la santidad de los demás, de la eficacia detodos 5. Por eso, decía nuestro Padre, ¡serenos! Procu-remos que no nos falte sentido de responsabilidad, sa-biéndonos eslabones de una misma cadena. Por lo tan-to —hemos de decir de veras cada uno de los hijos deDios, en su Obra— quiero que ese eslabón, que soy yo,no se rompa: porque, si me rompo, traiciono a Dios, ala Iglesia Santa y a mis hermanos 6.

(4) De nuestro Padre, Tertulia, 25-VIIM968.(5) De nuestro Padre, Meditación, 19-VI-1955.(6) De nuestro Padre, Meditación Vivir para la gloria de Dios, 21-XI-1954.

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TIEMPO DE PASCUA428

Fieles por amor a Jesucristo, por amor a laObra, por amor a las almas, con una fidelidad quees, al mismo tiempo, nuestra propia felicidad.

SER FIEL a Dios exige lucha. Y lucha cuerpo acuerpo, hombre a hombre —hombre viejo y hombre deDios—, detalle a detalle, sin claudicar7.

La perseverancia final es fruto del querer deDios, que la concede a quienes quiere, aunque presu-pone de ordinario una pelea interior sin tregua. Sinembargo, algunos se comportan, a lo largo de su vida,como si el Señor hubiera hablado de entregamiento yde conducta recta sólo a los que no les costase —¡noexisten!—, o a quienes no necesitaran luchar.

Se olvidan de que, para todos, Jesús ha dicho: elReino de los Cielos se arrebata con violencia, con lapelea santa de cada instante s.

Guarda bien lo que tienes —dice la Escritura—,no sea que otro se lleve tu corona 9. No dejaremosque nos la arrebaten; podemos y debemos guardarnuestro tesoro, porque el Señor ha puesto a nuestradisposición todos los medios. Tenemos la promesade Cristo: no tenéis vosotros que temer, mi pequeñorebaño, porque ha sido del agrado de vuestro Padre

(7) Surco, n. 126.(8) Surco, n. 130.(?)Apoc. III, 11.

SÁBADO DE PASCUA 429

celestial daros el Reino 10. Tenemos la seguridad de lallamada de Dios. Y precisamente el saber que tenemosvocación —hemos venido, porque nos llamó el Señor;si no, nuestra presencia en la Obra no tiene explica-ción humana— es la certeza más grande de nuestra fi-delidad u.

Hijos míos, ¡es Dios quien nos espera! Por eso te-nemos que comprometernos con alegría, con amor, conilusión, aunque se presente la circunstancia —o una si-tuación permanente— de ir a contrapelo. Puede costartrabajo ese compromiso, pero incluso entonces la fide-lidad es una obligación gustosa, que no hemos de elu-dir, aunque exija dejar la vida, aunque suponga sacri-ficio y esfuerzo. Porque Dios nos necesita fieles 12.

Si luchamos, el Señor nos concederá la gracia dela perseverancia final, porque quien ha empezado envosotros la buena obra, la llevará a cabo13. Sabes—nos repite nuestro Padre— que no te faltará nuncala gracia del cielo. Dios te ha concedido el don de lallamada, escogiéndote desde la eternidad, y ha hechoresonar en tus oídos aquellas palabras que a mí me sa-ben a miel y a panal: redemi te, et vocavi te nominetuo: meus es tu! (Isai. XLIII, 1). Eres suyo, del Señor.Si te ha hecho esa gracia, te concederá también toda la

(10) Luc. XII. 32.(11) De nuestro Padre, Crónica 11-56, p. 6.(12) De nuestro Padre.(13) Philip. I, 6.

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430 TIEMPO DE PASCUA

ayuda que necesites para ser fiel como hijo suyo en elOpus Dei u.

Y al final de la lucha, el consuelo de saber que,al que venciere —son palabras del Señor—, le harésentarse conmigo en mi trono, así como yo tambiénvencí y me senté con mi Padre en su trono 15.

QUIEN PERSEVERARE hasta el fin, ése se salva-rá lb. Perseverancia en la vocación, hasta llegar altérmino del camino: esto es lo que importa. Me hacetemblar —escribió nuestro Padre— aquel pasaje dela segunda epístola a Timoteo, cuando el Apóstol seduele de que Demás escapó a Tesalónica tras los en-cantos de este mundo... Por una bagatela, y por miedoa las persecuciones, traicionó la empresa divina unhombre, a quien San Pablo cita en otras epístolas en-tre los santos.

Me hace temblar, al conocer mi pequenez; y me lle-va a exigirme fidelidad al Señor hasta en los sucesosque pueden parecer como indiferentes, porque, si nome sirven para unirme más a El, ¡no los quiero!17.

Conocemos las dificultades, los enemigos de fue-ra y los enemigos de dentro. Pero tenemos también

(14) De nuestro Padre, Meditación La oración de los hijos de Dios, 4-IV-1955.(15) Apoc. III, 21.(16) Matth. X, 22.(17) Surco, n. 343.

•; t

SÁBADO DE PASCUA 431

las armas de la victoria. Por eso, si en algún momen-to se hace más difícil la lucha interior, será la buenjiocasión de mostrar que nuestro Amor es de verdad. Pa-ra quien ha comenzado a saborear de alguna manerala entrega, caer vencido sería como un timo, un enga-ño miserable. No te olvides de aquel grito de San Pa-blo: quis me liberabit de corpore mortis huius? (Rom.VII, 24), ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?Y escucha, en tu alma, la respuesta divina: sufficit tibigratia mea! (II Cor. XII, 9), ¡te basta mi gracia!

El amor de nuestra juventud, que con la graciade Dios le hemos dado generosamente, no se lo vamosa quitar al pasar los años. La fidelidad es la perfec-ción del amor: en el fondo de todos los sinsaboresque puede haber en la vida de un alma entregada aDios, hay siempre un punto de corrupción y de impu-reza. Si la fidelidad es entera y sin quiebra, será ale-gre e indiscutida.

Dejadme que insista: sed fieles. Es algo que llevoclavado en el corazón. Si sois fieles, nuestro servicio alas almas y a la Santa Iglesia se llenará de abundantesfrutos espirituales 18.

Fidelidad por fidelidad; nos corresponde bata-llar de firme para que se pueda decir de cada uno denosotros que en la prueba fue hallado fiel19. Las difi-cultades existen pero, si ponemos los medios, se su-peran. Y más allá, está la recompensa por toda la

(18) De nuestro Padre, Carla, 24-111-1931, nn. 45-46.(19) Eccli. XLIV, 21.

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432 TIEMPO DE PASCUA DOMINGO II DE PASCUA 433

eternidad, que nos atrae y nos invita a vivir y a mo-rir fieles.

En ese momento, como correspondencia a la fi-delidad de nuestra vida —¡qué poco es una vida paraofrecerla a Dios!... m —, oiremos de labios de Jesús:muy bien, siervo bueno y fiel; ya que has sido fiel enlo poco, te constituiré sobre lo mucho; entra en el go-zo de tu Señor21.

Sancta Maña, Virgo fidelis, filios tuos adiuva!

(20) Camino, n. 420.(21) Malth. XXV, 23.

171.

DOMINGO II DE PASCUA

—Alegría y reconocimiento por el don de la fe.—Hemos de adherirnos cada día con mayor firmeza a ladoctrina revelada.—Pidamos humilde y continuamente al Señor que nosaumente la fe.

CON LA festividad de hoy se acaba la solemnidadde la Pascua —decía San Agustín en un sermón—;por eso en este día se cambian las vestiduras de losneófitos, pero de tal modo que la blancura del vestidoque abandonan permanezca para siempre en el cora-zón '.

Hace siglos, los catecúmenos que se incorpora-ban a la Iglesia en la Vigilia Pascual, dejaban hoy lavestidura blanca que les había sido impuesta. Eranya fieles adultos en la fe, pero la Iglesia les aconseja-ba que tuviesen con sencillez hambre de doctrina,como niños recién nacidos. Habían recibido comopreciosa herencia el germen de la vida sobrenatural;ahora deberían procurar que arraigase cada vez másprofundamente en su alma, modelando —bajo el in-flujo de la gracia— toda su conducta de acuerdo conla fe, aceptando las enseñanzas divinas de todo cora-zón, sin dobleces ni reservas, gozosamente.

(1) San Agustín, Sermo in octava Paschae 1.

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434 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA II

Es la misma invitación que se nos dirige hoy anosotros, con las palabras del Apóstol San Pedro queleemos en el introito: como niños recién nacidos, ape-teced la leche del espíritu sin mezcla de fraude, paraque con ella vayáis creciendo en salud2.

¡Qué alegría y qué agradecimiento debemos aDios por el don de la fe! Todo lo que nace de Dios—escribe San Juan—, vence al mundo, y lo que noshace alcanzar la victoria sobre el mundo es nuestrafe. ¿Quién es el que vence al mundo sino el que creeque Jesucristo es el Hijo de Dios? 3. Con la fe se nosrevelan verdades —y verdades de salvación— que nisiquiera éramos capaces de imaginar, y muchasotras que antes sólo confusamente vislumbrábamos.El trabajo, las relaciones familiares y sociales, lascircunstancias todas de la vida, adquieren claridadnueva, sentido distinto. Y es tanta la alegría, que elalma rompe en acciones de gracias. ¡Qué hermosa esnuestra Fe Católica! —Da solución a todas nuestrasansiedades, y aquieta el entendimiento y llena de espe-ranza el corazón 4.

TODO el que cree que Jesús es el Cristo, es hijode Dios 5. En efecto, la fe nos lleva a reconocer a Cris-

(2) Anl. ad intr. (I Petr. II, 2).(3) L. II (B) (I loann. V, 4-5).(4) Camino, n. 582.(5) L. II (B) (I loánn. V, 1).

DOMINGO II DE PASCUA 435

to como Dios, a verle como nuestro Salvador, a identi-ficarnos con El, obrando como El obró 6.

Sin fe no hay esperanza; y mucho menos cari-dad, porque nadie puede amar lo que no conoce. Sinfe no hay verdadera y profunda humildad, cimientosobre el que han de asentarse las demás virtudes.Sin fe, la vida transcurriría pegada a la tierra, aho-gada por el polvo de los caminos. Tan necesaria es lafe, que sin ella es imposible agradar a Dios 7.

El Evangelio de la Misa nos ofrece hoy una lec-ción de fe. Nos cuenta que cuando el Señor se apa-reció por vez primera a los Apóstoles en el Cenácu-lo, el mismo día de la Resurrección, Tomás, uno delos Doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuan-do vino Jesús. Los otros discípulos le dijeron: ¡hemosvisto al Señor! Pero él les respondió: si no veo la se-ñal de los clavos en sus manos, y no meto mi dedoen esa señal de los clavos y mi mano en su costado,no creeré.

A los ocho días, estaban de nuevo dentro sus dis-cípulos y Tomás con ellos. Estando las puertas cerra-das, vino Jesús, se presentó en medio y dijo: la pazsea con vosotros. Después dijo a Tomás: trae aquí tudedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela enmi costado, y no seas incrédulo sino creyente. Res-pondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús

(6) Es Cristo que pasa, n. 106.(7) Hebr. XI, 6.

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436 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA II

contestó: porque me has visto has creído; bienaventu-rados los que sin haber visto han creído 8.

¿Qué pensáis de todo esto, hermanos queridísi-mos? —comenta San Gregorio Magno—. ¿Creéis quefue casualidad que estuviera ausente en aquella oca-sión aquel discípulo elegido, y que cuando vino oye-ra, y oyendo dudara, y dudando palpara, y palpandocreyera? No, no sucedió esto al acaso, sino que fuedisposición de la divina Providencia. La misericordiade Dios obró de modo tan admirable para que, tocan-do aquel discípulo incrédulo las heridas de su Maes-tro, sanase en nosotros las llagas de nuestra incredu-lidad. De manera que la incredulidad de Tomás ha si-do más provechosa para nuestra fe que la fe de losdiscípulos creyentes; porque, decidiéndose aquel apalpar para creer, nuestra alma se afirma en la fe, de-sechando toda duda 9.

También nosotros, a distancia de veinte siglos,hemos de sacar provecho de esta escena evangélica.¡Con qué humildad y con qué sencillez cuentan losevangelistas hechos que ponen de manifiesto la fe flo-ja y vacilante de los Apóstoles!

—Para que tú y yo no perdamos la esperanza dellegar a tener la fe inconmovible y recia que luego tu-vieron aquellos primeros 10.

(8) Ev. (loann. XX, 24-29).(9) San Gregorio Magno, Homiliae in Evangelio., 26, 7.(10) Camino, n. 581.

DOMINGO II DE PASCUA 437

EL JUSTO vive de la fe u. Por la fe participamosdel conocimiento que Dios posee de Sí, tenemos ac-ceso de algún modo a la visión con que Dios se con-templa a Sí mismo y a todas las cosas. Pide humilde-mente al Señor que te aumente la fe. —Y luego, con-nuevas luces, juzgarás bien las diferencias entre lassendas del mundo y tu camino de apóstol u.

Nuestra mirada se vuelve otra vez a esos catecú-menos de los primeros tiempos de la Iglesia. En laVigilia Pascual, ante el baptisterio de la Basílica deSan Juan de Letrán, el Papa les había preguntado:¿qué pides a la Iglesia de Dios? —Fidem!— ¡Fe! Y fees también lo que nosotros necesitamos, como la ne-cesitó aquel Tomás incrédulo.

Pongamos de nuevo los ojos en el Maestro. Quizátú también escuches en este momento el reproche diri-gido a Tomás: mete aquí tu dedo, y registra mis ma-nos; y trae tu mano, y métela en mi costado, y no seasincrédulo sino fiel (loann. XX, 27); y, con el Apóstol,saldrá de tu alma, con sincera contrición, aquel grito:¡Señor mío y Dios mío! (loann. XX, 28), te reconozcodefinitivamente por Maestro, y ya para siempre —contu auxilio— voy a atesorar tus enseñanzas y me esfor-zaré en seguirlas con lealtad n.

(11) Rom. I, 17.(12) Camino, n. 580.(13) Amigos de Dios, n. 145.

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438TIEMPO DE PASCUA. SEMANA II

Siempre podemos disponernos mejor a la fe, ysiempre tenemos la triste posibilidad de rechazarla.Dios nos quiere libres, y la adhesión a su palabra,aunque bajo el influjo de una gracia especial, impli-ca un asentimiento voluntario por nuestra parte. Co-mo buenos hijos, éste es el sentido que debemos dara nuestra libertad: hacer uso de ella para adherirnoscada día con más firmeza a la doctrina revelada. Siadmitimos el testimonio de los hombres, de mayorautoridad es el testimonio de Dios u. Esta considera-ción debe apartar cualquier vacilación, cualquiersombra de duda; hasta que nuestro asentimiento seaincondicionado, pronto, rendido. Dios dijo esto—escribía Casiano—, Dios ha hablado. Para mí supalabra es el mayor argumento. Desecho las dificulta-des, rechazo las discusiones: me basta, para creer, lapersona del que me habla 15.

El Señor premiará esta actitud fiel, dándonos unconocimiento sobrenatural de todo, muy superior enextensión y en seguridad al que puede otorgarnoscualquier ciencia humana. Y esa misma fe nos lleva-rá a comprender cada vez verdades más altas: puesaunque si no se comprendiera algo, no se podríacreer en Dios; sin embargo, la misma fe con la que secree hace que se comprendan cosas mayores 16.

(14) I loann. V, 9.(15) Casiano, De incarnatione Christi adversus Nestoríutn 4, 6, 4.(16) San Agustín, Enarraliones in Psalmos CXVIII, 18, 3.

DOMINGO II DE PASCUA 439

Señor, auméntanos la fe 1T, y que merezcamos es-ta alabanza tuya: bienaventurados aquellos que sinhaberme visto, han creído 18, como buenos hijos deMaría Santísima, que oyó de labios de su prima Isa-bel: dichosa tú, que has creído las cosas que se te handicho de parte del Señor 19.

(17) Luc. XVII, 5.(18) Ev. (loann. XX, 29).(19) Luc. I, 45.

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440 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA II

172.

LUNES

—Infancia espiritual.

—Humildad y responsabilidad en la vida de infancia.—La infancia espiritual, señal de madurez interior.

AYER nos recomendaba la Iglesia, con palabrasdel Príncipe de los Apóstoles, la necesidad de apete-cer la leche del espíritu, como niños recién nacidos.Y hoy, el Señor nos hace en el Evangelio una reco-mendación similar.

Había entre los fariseos un hombre, llamado Ni-codemo, judío influyente. Este vino a El de noche y ledijo: Rabbí, sabemos que has venido de parte de Dioscomo Maestro, pues nadie puede hacer los prodigiosque Tú haces si Dios no está con él. Contestó Jesús yle dijo: en verdad, en verdad te digo que si uno no na-ce de nuevo, no puede ver el Reino de Dios. Nicode-mo le respondió: ¿cómo puede un hombre nacer sien-do viejo? ¿Acaso puede entrar otra vez en el seno desu madre y nacer? l.

Se trata de ser niños interiormente. Cuanto máspequeños, cuanto más necesitados del Señor nos en-contremos, más resplandecerá la gracia de Dios so-bre nosotros. En verdad os digo que si no os volvéis y

(1) Ev. (loann. III, 1-4).

LUNES 441

hacéis semejantes a los niños, no entraréis en el Rei-no de los cielos 2. El niño posee el fundamento de lasvirtudes: la sencillez, la sinceridad, la humildad3,que son básicas para el trato filial, para la confianzay el abandono. Y se produce, para el que se sabe pe-queño delante de Dios, aquella paradoja de que ha-bla San Pablo: cuando estoy débil, entonces soy másfuerte4: cuanto más niños, más poderosos; niño,cuando lo seas de verdad, serás omnipotente 5.

Quasi modo geniti infantes... Me ha dado alegríadifundir por todas partes esta mentalidad de hijos pe-queños de Dios, que nos hará paladear las palabrasque también se recogen en la liturgia de la Misa: todolo que ha nacido de Dios vence al mundo (I loann. V,4), supera las dificultades, logra la victoria, en estagran batalla por la paz de las almas y de la sociedad.

Nuestra sabiduría y nuestra fuerza están precisa-mente en tener la convicción de nuestra pequenez, denuestra nada delante de los ojos de Dios; pero es Elquien nos estimula para que nos movamos, al mismotiempo, con una segura confianza y prediquemos aJesucristo, su Hijo Unigénito, a pesar de nuestroserrores y de nuestras miserias personales, siempre ycuando, junto a la flaqueza, no falte la lucha con elfin de superarla.

(2) Matth. XVIII, 3.(3) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 58, 2.(4) II Cor. XII, 10.(5) Camino, n. 863.

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442 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA II LUNES 443

Me habréis oído repetir con frecuencia aquel conse-jo de la Escritura Santa: discite benefacere flsai. /, 17),porque es cierto que debemos aprender y enseñar a ha-cer el bien. Hemos de comenzar por nosotros mismos,empeñándonos en descubrir cuál es el bien que hayque ambicionar para cada uno de nosotros, para cadauno de nuestros amigos, para cada uno de los hom-bres. No conozco camino mejor para considerar lagrandeza de Dios: aprender a servir, con el punto demira inefable y sencillo de que El es nuestro Padre ynosotros somos hijos suyos 6.

SER PEQUEÑO delante de Dios, seguir la vidade infancia, no significa abandonarse perezosamenteen una especie de quietismo espiritual y apostólico.Nos lo enseñó nuestro Padre de muchos modos, consu ejemplo y con su palabra.

En aquellos primeros años después de la guerraespañola —nos decía en una ocasión—, iba yo muchopor Valencia —algunos de vosotros os acordaréis— yhacíamos la oración donde podíamos, a veces en laplaya. Y una vez, al atardecer, en una de esas puestasde sol maravillosas, vimos que se acercaba una barcaa la orilla. Salieron de ella unos hombres morenos,quemados por los vientos del mar, mojados, que pare-cían de bronce, y comenzaron a tirar de una red que

traían con la barca, dentro del agua. Tiraban hacien-do hincapié, los pies hundidos en la arena, con unafuerza maravillosa. De pronto vino un niño, y se acer-có a ellos, agarró la cuerda con sus manecitas y empe-zó a tirar de la cuerda también. Y aquellos hombresrudos, nada refinados, sintieron su corazón enternecer-se, y dejaron al niño entre ellos, aunque más bien es-torbaba.

Y yo pensé en vosotros y en mí. En vosotros, queno erais de Casa, y en mí, en ese tirar de la cuerda to-dos los días, en tantas cosas. Si nos hacemos pequeñosdelante de Dios Nuestro Señor, es más fácil que noshagamos santos, y traeremos la red a la orilla, llena depeces, que brillan como la plata, porque donde no lle-gan nuestras fuerzas, llega la fortaleza de Dios 7.

La vida de infancia incluye por una parte la con-ciencia de nuestra limitación, de nuestra pequenez.Un niño es la encarnación misma de la debilidad: de-pende de sus padres para todo. Y ésta es nuestra si-tuación respecto del Señor: sin El no podemos darun paso en ningún sentido: sin Mí nada podéis ha-cer8. Pero, por otra parte, somos hijos de Dios; y loque de nosotros mismos era debilidad, se trueca enpoder y eficacia, de modo que podemos decir conSan Pablo: todo lo puedo en Aquél que me conforta 9.

(6) Amigos de Dios, n. 144.

(7) De nuestro Padre, Meditación, 19-111-1960.(8) loann. XV, 5.(9) Philip. IV, 13.

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444TIEMPO DE PASCUA. SEMANA II

Así se realizan estas maravillas de nuestra vidade infancia: el sentirnos pequeños delante de Dios—pero al mismo tiempo hijos suyos— nos lleva a vi-vir la humildad, que es la raíz de nuestra eficacia, ya enfrentarnos con los acontecimientos con sereni-dad y optimismo. Sabemos que las cosas saldránbien, porque es Dios quien pone el incremento. Es ló-gico que seamos audaces, al sabernos respaldadospor la omnipotencia y el amor de nuestro PadreDios: cuando seas sinceramente niño y vayas por ca-minos de infancia —si el Señor te lleva por ahí— ¡se-rás invencible!10.

SED NIÑOS en la malicia, pero en la cordura,hombres hechos ". Y nuestra madurez interior esprocurar conservarnos pequeños en el trato con Diosy con la Virgen Santísima.

Si os fijáis, existe una gran diferencia cuando secae un niño y cuando se cae una persona mayor. Paralos niños, la caída de ordinario no tiene importancia:¡tropiezan con tanta frecuencia! Y si se les escapanunos lagrimones, su padre les explica: los hombres nolloran. Así se concluye el incidente, con el empeño delchico por contentar a su padre.

Mirad, en cambio, lo que ocurre si pierde el equili-

(10) Forja, n. 348(11) I Cor. XIV, 20.

LUNES 445

brio un hombre adulto, y viene a dar de bruces contrael suelo. Si no fuera por la compasión, provocaría hi-laridad, risa. Pero, además, el golpe quizá traiga con-secuencias graves, y, en un anciano, incluso produzcauna fractura irreparable. En la vida interior, nos con-viene a todos ser quasi modo geniti infantes, como esospequeñines, que parecen de goma, que disfrutan hastacon sus trastazos porque enseguida se ponen de pie ycontinúan sus correteos; y porque tampoco les falta—cuando resulta preciso— el consuelo de sus padres.

Si procuramos portarnos como ellos, los trompico-nes y fracasos —por lo demás inevitables— en la vidainterior no desembocarán nunca en amargura. Reaccio-naremos con dolor pero sin desánimo, y con una sonri-sa que brota, como agua limpia, de la alegría de nues-tra condición de hijos de ese Amor, de esa grandeza,de esa sabiduría infinita, de esa misericordia, que esnuestro Padre. He aprendido, durante mis años de ser-vicio al Señor, a ser hijo pequeño de Dios. Y esto ospido a vosotros: que seáis quasi modo geniti infantes,niños que desean la palabra de Dios, el pan de Dios,el alimento de Dios, la fortaleza de Dios, para condu-cirnos en adelante como hombres cristianos n.

Y aún insiste nuestro Padre: las grandes caídas,las que causan serios destrozos en el alma, y en ocasio-nes con resultados casi irremediables, proceden siem-pre de la soberbia de creerse mayores, autosuficientes.

(12) Amigos de Dios, n. 146.

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446TIEMPO DE PASCUA. SEMANA II

En esos casos, predomina en la persona como una in-capacidad de pedir asistencia al que la puede facilitar:no sólo a Dios; al amigo, al sacerdote. Y aquella pobrealma, aislada en su desgracia, se hunde en la desorien-tación, en el descamino.

Roguemos a Dios, ahora mismo, que no permita ja-más que nos sintamos satisfechos, que acreciente siem-pre en nosotros el ansia de su auxilio, de su palabra,de su Pan, de su consuelo, de su fortaleza: rationabile,sine dolo lac concupiscite: fomentad el hambre, la as-piración de ser como niños. Convenceos de que es laforma mejor de vencer la soberbia. Persuadios de quees el único remedio para que nuestra manera de obrarsea buena, sea grande, sea divina n.

La devoción recia y tierna a Santa María, Madrede Jesús y Madre nuestra, nos ayudará a ser cadavez más niños delante de Dios.

(13) Amigos de Dios, n. 147.

MARTES

MARTES

447

173.

—Ser leales a Jesucristo, perseverando en la entrega.—Sinceridad, condición indispensable para ser fieles.—Actuar siempre con nobleza y lealtad.

EL SEÑOR tuvo que sufrir con frecuencia en suvida la deslealtad de los hombres. Cuando en Cafar-naum anunció el misterio de amor de la Eucaristía,muchos de sus discípulos murmuraban entre sí: duraes esta doctrina, ¿quién podrá escucharla? (...). Desdeentonces muchos dejaron de seguirle y ya no anda-ban con El \ Se marcharon tristes, con la tristeza deldescamino. Luego vino la Pasión y la Muerte de Je-sucristo, el abandono por parte de los suyos en aque-llas horas de soledad y de traición. Pero la Resurrec-ción gloriosa del Señor y, más tarde, el envío del Pa-ráclito, disiparon todas las sombras: el Espíritu San-to, que es espíritu de fortaleza, los ha hecho firmes, se-guros, audaces 2.

Esta es la imagen de la primitiva comunidadcristiana que nos presenta la liturgia de la Misa dehoy: la multitud de los creyentes tenía un solo cora-zón y una sola alma, y nadie consideraba como suyolo que poseía, sino que tenían todas sus cosas en co-

(1) loann. VI, 61-67.(2) Es Cristo que pasa, n. 127.

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448TIEMPO DE PASCUA. SEMANA II

mún. Con gran poder, los Apóstoles daban testimoniode la resurrección del Señor Jesús, y en todos elloshabía abundancia de gracia 3.

También nosotros hemos dado a Jesucristo nues-tra vida entera: seamos fieles a esta decisión, man-tengamos con fortaleza esa amistad que le hemosofrecido. Procuremos ser leales a lo largo de nuestravida y, si en algún momento sentimos que no lo somos,luchemos, pidamos a Dios ayuda, y venceremos, por-que Dios no pierde batallas. Pongamos todas nuestrasmiserias a los pies de Jesucristo, para que El triunfe: yveréis qué alto queda, y de qué manera nos ayudará adivinizar nuestra vida terrena.

La flaqueza humana nos acompaña aun en los me-jores instantes, en los momentos más sublimes de nues-tra existencia. Tenemos —para que nada pueda ya sor-prendernos— el testimonio del Santo Evangelio. En laUltima Cena, en aquel clima de efusión de amor y deconfidencias divinas, en la reunión de los íntimos, delos más formados, de los predilectos: facta est autemcontentio inter eos, quis eorum videretur esse maior(Luc. XXII, 24): se pusieron a discutir, a pelear entreellos, sobre quién era el mayor, el más excelente.

Por eso, cuando sintamos en nosotros mismos —oen otros— cualquier debilidad, no debemos mostrar ex-trañeza: acordémonos de aquellos que, con su flaquezaindiscutible, perseveraron y llevaron la palabra de

MARTES 449

Dios por todos los pueblos, y fueron santos. Estemosdispuestos a luchar y a caminar: lo que cuenta es laperseverancia 4.

TAMBIÉN entre los Apóstoles que seguían al Se-ñor de cerca, surgió la deslealtad, hasta la traición;pues Judas Iscariote, hijo de Simón, no obstante seruno de los Doce, le había de vender5. No hay motivopara dudar de que, al principio de su vocación, Judasfue sincero al seguir a Jesucristo; debió de ser mástarde cuando, poco a poco, se insinuó en su alma latraición. No tuvo la nobleza de manifestar abierta-mente lo que pasaba en su cabeza y en su corazón.Permaneció con una apariencia exterior de lealtad,pero su ánimo estaba lejos de Cristo. Su vida ya noera sincera: representaba una farsa con la que preten-día engañar a Dios; pero él fue el único que se perdió.

No son nuestras miserias l'as que pueden con-vertir nuestra vida en algo hueco, falso. Nuestra de-bilidad es grande, y puede llegar incluso un momen-to en que abandonemos a Jesucristo como los Após-toles en la noche triste de la Pasión, en la hora dela prueba. Pero a ellos su misma nobleza y lealtadles hicieron volver junto al Señor. Los Apóstoles noeran hipócritas. Mira: los apóstoles, con todas sus

(3) L. I (Act. IV, 32-33). (4) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 48.(5) Ioann. VI, 72.

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TIEMPO DE PASCUA. SEMANA II450

miserias patentes e innegables, eran sinceros, senci-llos..., transparentes.

Tú también tienes miserias patentes e innegables.—Ojalá no te falte sencillez 6.

Por eso, insiste nuestro Padre, si queremos perse-verar, seamos humildes. Para ser humildes, seamos sin-ceros: sinceros con Dios, con nosotros mismos, y conlos que llevan adelante nuestra alma: ut probetis po-tiora, ut sitis sinceri et sine offensa in diem Christi(Philip. /, 10); a fin de que sepamos discernir lo mejor,y nos mantengamos puros y sin tropiezo hasta el final.Así perseveraremos 7.

Sinceridad. No tengáis miedo a nada ni a nadie,nos pide nuestro Fundador. Si vienen frutos amargos,decidlo. Todo el remedio está en Dios: aunque hubiesesido un delito grande, enorme. Decidlo todo; hablad,que se arregla. El que os oiga no se asustará de nada,porque sabe que él también es de barro, y que es ca-paz de cometer el mismo desatino, si es desatino, por-que la mayor parte de las veces esos sufrimientos pro-ceden de escrúpulos o de una conciencia mal formada.Más motivo para hablar claramente 8.

SAN LUCAS nos refiere un hecho triste, un suce-so ocurrido en la primera comunidad cristiana de

MARTES 451

(6) Camino, n. 932.(7) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 34.(8) De nuestro Padre, Carla, 24-IIM931, n. 40.

Jerusalén. Es la historia de Ananías, que, con su mu-jer, Sáfira, vendió una posesión y retuvo una partedel precio, y trayendo el resto lo puso a los pies de losApóstoles 9.

Es la historia de una entrega a medias, de unahipocresía. Da pena ver a estas dos almas infelices,que quieren aparecer como sacrificadas y desprendi-das sin darse del todo. Querían aparentar una gene-rosidad que no tenían, y recurren a un ardid poconoble. Pero no se puede engañar a Dios, y es descu-bierta la superchería. Díjole Pedro: Ananías, ¿porqué se ha apoderado Satanás de tu corazón, movién-dote a engañar al Espíritu Santo, reteniendo partedel precio del campo? ¿Acaso sin venderlo no lo te-nías para ti y vendiéndolo no quedaba a tu disposi-ción el precio? ¿Por qué has hecho tal cosa? No hasmentido a los hombres sino a Dios 10.

Nosotros, con plena libertad, hemos escogidoun camino: el camino de la entrega a Jesucristo ensu Obra. Y una vez en el camino, debemos tener lanobleza de no escamotear nada a la entrega. Lo per-sonal ha desaparecido, para dar paso a lo de Cristo.Si algo no está de acuerdo con el espíritu de Dios,dejadlo enseguida, nos dice nuestro Padre. Pensaden los Apóstoles; ellos no valían nada, pero en elnombre del Señor hacen milagros. Sólo Judas, que

(9) Act. V, 1-2.(10) Act. V, 3-4.

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452 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA II

quizá también hizo milagros, se descaminó por apar-tarse voluntariamente de Cristo, por no querer cortarviolentamente con lo que no estaba de acuerdo con elespíritu de Dios n.

Hemos de ser fieles al compromiso que un díaadquirimos para toda la vida. Que el Señor —el Pa-dre y los Directores en su nombre— pueda siempreapoyarse en nosotros con seguridad, como en quienno hay doblez ni engaño n, sino firmeza y lealtad. Lallamada divina exige de nosotros fidelidad intangible,firme, virginal, alegre, indiscutida, a la fe, a la purezay al camino: el que persevere hasta el fin, será salvo(Matth. XXIV, 13), fieles hasta el último momento, yasí seremos santos 13.

Beata María intercedente, bene ambulemus!: conla ayuda de Santa María, recorreremos el camino denuestra vida siempre fieles a la vocación con que he-mos sido bendecidos por Dios.

(11) De nuestro Padre, Tertulia, 25-VIII-1968.(12) loann. I, 47.(13) De nuestro Padre, Cana. 24-IIM931, n. 43.

MIÉRCOLES

MIÉRCOLES

453

174.

—Las dificultades en la vida interior no deben desanimar-nos.—El sacrificio da alegría, pues nos une a Cristo en la Cruz ynos lleva a cumplir nuestro fin.—Optimismo ante las dificultades.

CONSIDERO, hermanos, que no se pueden com-parar los sufrimientos de esta vida presente con lagloria futura que se ha de manifestar en nosotros l.Estas palabras de San Pablo nos ayudarán hoy a lle-narnos de optimismo y de audacia en nuestra vidade lucha por la santidad y por el apostolado. SantoTomás las comenta así: en efecto, si esos padecimien-tos se miran en sí mismos, multum deficiunt, distanmucho de la cantidad de gloria que nos espera: "poruna hora, por un momento te abandoné —diceIsaías—, pero en mi gran misericordia te volveré allamar" flsai. LIV, 7). Pero si consideramos esos sufri-mientos en cuanto uno los lleva voluntariamente porDios, por el amor que obra en nosotros el EspírituSanto, sirven para que merezcamos de condigno la vi-da eterna. Pues el Espíritu Santo es la "fuente deagua que salta hasta la vida eterna" (loann. IV, 5)2.

(1) Rom. VIII, 18.(2) Santo Tomás, Super Epístola Sancti Pauli ad Romanos lectura 4, 655.

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Esta debe ser nuestra actitud ante lo que noscontraría. Las dificultades de cada jornada, los pe-queños alfilerazos que el Señor permite, son —divi-nizados por el amor— prenda de gloria, peldañosque nos acercan a la Vida. No te quejes, si sufres. Sepule la piedra que se estima, la que vale.

¿Te duele? —Déjate tallar, con agradecimiento,porque Dios te ha tomado en sus manos como un dia-mante... No se trabaja así un guijarro vulgar 3.

Por otra parte, la consolidación y difusión de ladoctrina cristiana se ha hecho siempre al compás delas contradicciones. No había salido aún la Iglesia deJerusalén, cuando el Sumo Sacerdote y todos los quele acompañaban, que eran de la secta de los sadu-ceos, se levantaron llenos de envidia. Prendieron alos Apóstoles y los metieron en la prisión pública *.

Ningún ideal se hace realidad sin sacrificio 5. Yaun en lo humano vemos que lo que mucho vale, mu-cho cuesta. ¿Qué empresa importante se lleva a cabosin esfuerzo? ¿Dónde radica la eficacia, sino en lacapacidad de sacrificio consciente y silencioso? Lovemos todos los días, entre las personas que nos ro-dean. Los que se proponen un ideal grande en su vi-da, luchan, sufren, aun sin quererlo muchas veces. Y

(3) Surco, n. 235.(4) L. I (Act. V, 17-18).(5) Camino, n. 175.

MIÉRCOLES455

para el cristiano, que tiene su ideal en el amor deCristo, los sufrimientos deben ser estímulo.

Desde todos los puntos de vista, es de una impor-tancia extraordinaria la mortificación.

—Por razones humanas, pues el que no sabe domi-narse a sí mismo jamás influirá positivamente en losdemás, y el ambiente le vencerá, en cuanto halaguesus gustos personales: será un hombre sin energía, in-capaz de un esfuerzo grande cuando sea necesario.

—Por razones divinas: ¿no te parece justo que, conestos pequeños actos, demostremos nuestro amor y aca-tamiento al que todo lo dio por nosotros?6.

"DOMINUS illuminatio mea et salus mea...". ElSeñor es mi luz y mi salud, ¿a quién temeré? El Se-ñor defiende mi vida, ¿quién me hará temblar? Aun-que me vea rodeado de enemigos, no flaqueará mi co-razón 7. Estamos trabajando cara a la eternidad: na-da ni nadie podrá detenernos, alcanzaremos la metaporque el cielo está empeñado en que se realice 8. Nin-guna renuncia puede parecemos grande si sabemosponer el corazón en el fin. Esa convicción sobrenatu-ral de la divinidad de la empresa —nos dice nuestroFundador— acabará por daros un entusiasmo y amor

(6) Surco, n. 980.(7) Ps. XXVI, 1-3.(8) De nuestro Padre, Instrucción, 19-111-1934, n. 47.

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TIEMPO DE PASCUA. SEMANA II456

tan intenso por la Obra, que os sentiréis dichosísimossacrificándoos para que se realice9.

Comprenderemos la emoción de aquel pobre sacer-dote, que tiempo atrás sintió dentro de su alma esta lo-cución divina: et ego, si exaltatus fuero a térra, omniatraham ad meipsum floann, XII, 32); cuando seré le-vantado en alto sobre la tierra, todo lo atraeré a mí. Ala vez, vio con claridad la significación que el Señor,en aquel momento, quería dar a esas palabras de laEscritura: hay que poner a Cristo en la cumbre de to-das las actividades humanas. Entendió claramenteque, con el trabajo ordinario en todas las tareas delmundo, era necesario reconciliar la tierra con Dios, demodo que lo profano —aun siendo profano— se con-virtiese en sagrado, en consagrado a Dios, fin últimode todas las cosas 10.

La creación entera —leemos en la Epístola a losRomanos— ansia la manifestación de los hijos deDios. Sujeta a la vanidad, no de grado, sino por causade aquél que la sujetó, espera también ser redimidade esa servidumbre de la corrupción, para conocer lagloriosa libertad de los hijos de Dios u. Y comentaSanto Tomás: la criatura sensible es ordenada porDios a un fin que excede de su forma natural. Y asícomo el cuerpo humano será revestido de gloria so-brenatural, también las criaturas, en aquella gloria

(9) De nuestro Padre, Instrucción, 19-111-1934, n. 49.(10) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 2.(11) Rom. VIII, 19.

MIÉRCOLES 457

de los hijos de Dios, conseguirán cierta novedad degloria, según aquello del Apocalipsis: "vi un cielonuevo y una tierra nueva" (Apoc. XXI, 1) 12.

Esta es la meta: la glorificación de Dios por todala creación y nuestra felicidad en el Cielo. Pequeñosacrificio es el nuestro. Hay que darse del todo, conalegría, con esperanza, uniendo nuestro dolor al do-lor de Cristo en la Cruz.

ES VERDAD: no valemos nada, no somos nada,no podemos nada, no tenemos nada. Y, simultánea-mente, en medio de la lucha cotidiana, no faltan lososbtáculos, las tentaciones... Pero la "alegría" de tushermanos disipará todas las dificultades, en cuanto tereúnas con ellos, porque los verás firmemente apoya-dos en El: "quia Tu es Deus fortitudo mea" —porqueTú eres, Señor, nuestra fortaleza 13.

Esta es la fuente de nuestro optimismo y denuestra audacia frente a los obstáculos. ¡Hay quemoverse, hijos míos, hay que hacer! Con valor, conenergía, y con alegría de vivir, porque el amor echa le-jos de sí el temor (cfr. I Ioann. IV, 18), con audacia,sin timideces (...). Tenéis que huir tanto de la actituddel intrépido que todo lo ve fácil, porque cree que lesobran energías, como del encogimiento del tímido,

(12) Santo Tomás, Super Epístola Sancti Pauli ad Romanos lectura 4, 660.(13) Surco, n. 66.

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que todo lo ve con dificultad insuperable, porque creeque no tiene fuerzas M.

La victoria de Cristo sobre el demonio, el pecadoy la muerte, es la garantía de nuestra victoria, si deverdad nos apoyamos en El. Precisamente la Obra osforma para que, con valentía, seáis —cada uno en suambiente— hombres o mujeres de iniciativa, de empu-je, de vanguardia. Debéis corresponder a esa forma-ción con vuestro ánimo y con vuestro esfuerzo: sin esadecisión vuestra, de nada valdría la abundancia demedios espirituales. Recordad aquella leyenda, que seacostumbraba a grabar en los puñales antiguos: no tefíes de mí, si te falta corazón.

Sed decididos, tenaces, tozudos, porque no hay nin-gún no definitivo 15.

Ante esta perspectiva sobrenatural maravillosa,de amor a Cristo, de corredención, de santificaciónde todo lo humano, ningún sufrimiento de esta vidanos desanimará. Al contrario, nos llenará de optimis-mo, porque es la garantía de que estamos cumplien-do un proyecto divino, unidos a Cristo en la Cruz:encontrar la Cruz —nos dice nuestro Padre— es en-contrar a Cristo. Y con El hay siempre alegría, aunante la injusticia, ante la incomprensión, ante el dolorfísico 16. De ahí la insistencia de nuestro Fundador:¿Optimismo?, ¡siempre! También cuando las cosas sa-

(14) De nuestro Padre, Carla, 6-V-1945, n. 44.(15) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1959, n. 59.(16) De nuestro Padre, Meditación, 28-IV-1963.

MIÉRCOLES459

len aparentemente mal: quizá es ésa la hora de rompera cantar, con un Gloria, porque te has refugiado enEl y de El no te puede venir más que el bien ".

Junto a la Cruz de Jesús está Santa María, quenos anima y nos da la seguridad de su constante in-tercesión, de su omnipotencia suplicante.

(17) Surco, n. 90.

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460 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA II

175.

JUEVES

—Los Apóstoles fueron enviados a predicar, con sacrificiopersonal.

—Para obtener fruto en el apostolado, es necesaria la entre-ga, renunciando a toda ambición personal.—El apostolado es servicio, y sólo servicio.

EN ESTOS días, el libro de los Hechos de losApóstoles nos describe el crecimiento de la Iglesiaprimitiva, y la persecución suscitada en Jerusalénpor la envidia de los judíos. Tras meterlos en lacárcel, los condujeron y presentaron ante el Sane-drín. El Sumo Sacerdote les interrogó: ¿no os ha-bíamos mandado expresamente que no enseñaseisen ese nombre?; pero vosotros habéis llenado Jeru-salén con vuestra doctrina y queréis hacer recaersobre nosotros la sangre de ese hombre. Pedro ylos Apóstoles respondieron: hay que obedecer aDios antes que a los hombres (...). Al oír esto se en-furecieron y querían matarlos '.

Como entonces, también ahora la fe cristianaencuentra obstáculos en su camino. Porque, mien-tras está en la tierra, la Iglesia "va peregrinando

JUEVES 461

entre las persecuciones del mundo y los consuelosde Dios" (San Agustín, De civ. Dei XVIII, 52, 2),anunciando la cruz del Señor hasta que venga (cfr.I Cor. XI, 26). Está fortalecida, con la virtud delSeñor resucitado, para triunfar con paciencia y ca-ridad de sus aflicciones y dificultades, tanto inter-nas como externas, y revelar al mundo fielmentesu misterio, aunque sea entre penumbras, hastaque se manifieste en todo el esplendor al final delos tiempos 2.

Ya había anunciado Jesucristo: en el mundotendréis tribulaciones3. ¡Y qué bien aprendieronlos primeros la lección del Maestro! Los Hechosde los Apóstoles nos narran cómo supieron arros-trar toda suerte de dificultades y peligros, pararealizar la misión que el Señor les había confiado;estaban convencidos de que, así como Cristo habíacomprado las almas a precio de sangre, asimismoa los Apóstoles que eligió, les envió no a gozar delmundo, sino a padecer*. San Pablo lo dice abierta-mente: todo lo sufro por amor de los escogidos, afin de que consigan también ellos la salvación, ad-quirida por Jesucristo5; y lo dice con alegría: yo,que al presente me gozo de lo que padezco por vo-sotros y estoy cumpliendo en mi carne lo que resta

(1) L. 1 (Act. V, 27-33).

(2) Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 8.(3) loann. XVI, 33.(4) San Gregorio Magno, Homiliae in Evangelia 26, 2.(5) II Jim, II, 10.

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462 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA II

por padecer a Cristo, en pro de su cuerpo, que esla Iglesia 6.

Sin sacrificio personal no habrá fruto. LaCruz está presente en todo, y viene cuando uno me-nos la espera. —Pero no olvides que, ordinariamen-te, van parejos el comienzo de la Cruz y el comien-zo de la eficacia 7.

HIJOS de mi alma: os encontráis aquí, en laObra, porque el Señor ha puesto en vuestro corazón eldeseo limpio y generoso de servir; un celo verdadero,que hace que estéis dispuestos a todo sacrificio, traba-jando silenciosamente por la Iglesia sin buscar ningu-na recompensa humana. Llenaos de esas nobles ambi-ciones; reforzad en vuestro corazón esta disposiciónsanta, porque el trabajo es inmenso.

Debemos pedir a Dios, Señor Nuestro, queaumente nuestra ansia de servir, porque messis qui-dem multa, operarii autem pauci (Matth. IX, 37);porque los obreros son pocos, y mucha la mies: notiene orillas el mar de la labor apostólica, y ¡hayen el mundo tan pocas almas que quieran servir!Considerad qué pasaría, si los que queremos servirno nos entregáramos del todo 8.

Es preciso que, de una vez para siempre, pres-

tó) Cotos. I, 24.(7) Surco, n. 256.(8) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 85.

JUEVES463

cindamos por completo de lo que aparta u obstaculi-za siquiera un poco nuestro camino apostólico. Nadaomití de cuanto os fuera de provecho 9, decía San Pa-blo a los fieles de Efeso. Y eso mismo tendríamosque poder decir nosotros, ante esas almas cuya sal-vación quizá dependa de nuestra entrega. Que jamásolvidemos que sólo cuando el apóstol está dispuestoa sacrificar su propia vida, con una continua nega-ción de sí mismo para servir a los demás por Dios,sólo entonces está unido de verdad a la obra reden-tora de Jesús, y sólo entonces su apostolado puede

ser fecundo.Lejos de desalentarnos, las contrariedades han de

ser un acicate para crecer como cristianos: en esa peleanos santificamos, y nuestra labor apostólica adquieremayor eficacia (...). Hemos de persuadirnos de que pa-ra imitar a Cristo, para ser buenos discípulos suyos, espreciso que abracemos su consejo: si alguno quiere ve-nir en pos de mí, niegúese a sí mismo, tome su cruz, yme siga (Matth. XVI, 24). Por esto, me gusta pedir aJesús, para mí: Señor, ¡ningún día sin cruz! Así, con lagracia divina, se reforzará nuestro carácter, y servire-mos de apoyo a nuestro Dios, por encima de nuestrasmiserias personales.

Compréndelo: si, al clavar un clavo en la pared,no encontrases resistencia, ¿qué podrías colgar allí? Si

(9) Act. XX.20.

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no nos robustecemos, con el auxilio divino, por mediodel sacrificio, no alcanzaremos la condición de instru-mentos del Señor. En cambio, si nos decidimos a apro-vechar con alegría las contrariedades, por amor deDios, no nos costará ante lo difícil y lo desagradable,ante lo duro y lo incómodo, exclamar con los Apósto-les Santiago y Juan: ¡podemos! (Marc. X, 39) 10.

ESTE es mi espíritu —escribió nuestro Funda-dor—, y éste ha de ser vuestro espíritu, hijas e hijosmíos. A la Obra no venís a buscar nada: venís a entre-garos, a renunciar, por amor de Dios, a cualquier am-bición personal. Todos tienen que dejar algo, si quie-ren ser eficaces en Casa y trabajar como Dios nos pi-de, como un borrico fiel, ut iumentum! La única ambi-ción del borrico fiel es servir, ser útil; el único premioque espera es el que le ha prometido Dios: quia tu red-des unicuique iuxta opera sua (Ps. LXI, 13), porque elSeñor premia a cada uno según sus obras.

Servir, pues; porque el apostolado no es otra cosa.Por nuestras propias fuerzas no podemos nada en el te-rreno sobrenatural, pero siendo instrumentos de Dioslo podemos todo —omnia possum in eo, qui me confor-tat! (Philip. IV, 13): ¡todo lo puedo en Aquél que meconforta!—, porque El ha dispuesto, por su bondad,

utilizar estos instrumentos ineptos. Así que el apóstolno tiene otro fin que dejar obrar al Señor, hacerse dis-ponible, para que Dios cumpla —a través de sus cria-turas, a través del alma elegida— su obra salvadora.

El apóstol es el cristiano que se siente injertado enCristo, identificado con Cristo, por el Bautismo; habili-tado para luchar por Cristo, por la Confirmación; lla-mado a servir a Dios con su acción en el mundo, porla participación en la función real, profética y sacer-dotal de Cristo, que le hace idóneo para guiar loshombres hacia Dios, enseñarles la verdad del Evange-lio, y corredimirlos con su oración y su expiación.

El cristiano dispuesto a servir es guía, maestro ysacerdote de sus hermanos los hombres, siendo paraellos otro Cristo, alter Christus, o mejor, como os suelodecir, ipse Christus. Pero —insisto— se trata de no ha-cer una labor personal, de no tener ambiciones perso-nales; se trata de servir a Cristo, para que El actúe; yde servir también a los hombres, porque Cristo no vinoa ser servido, sino a servir: non venit ministrari, sedministrare (Matth. XX, 28) n.

Examinemos ahora, a la luz de estas considera-ciones, con qué espíritu de servicio realizamos elapostolado que los Directores nos encomiendan; conqué alegría sabemos aceptar las dificultades y con-trariedades; qué disposiciones tenemos para recibir

(10) Amigos de Dios, n. 216. (11) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 85-86.

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nuevos encargos o abandonar los que ahora realiza-mos, si así conviene.

Pidamos a Nuestra Madre, Corredentora univer-sal con Jesucristo, que nos ayude a arrancar de no-sotros todo lo que se resista al sacrificio personal,para que haya en nuestro apostolado abundancia defruto.

VIERNES

VIERNES

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176.

—Como a los primeros, el Señor nos ha llamado a tratarlede cerca. Nuestra correspondencia.—Confianza en Cristo, que está siempre dispuesto a satisfa-cer nuestras necesidades.—Corresponder generosamente al cariño que nos manifiestael Señor.

ABIIT Iesus trans mare Galileae... Pasó Jesús alotro lado del mar de Galilea, también llamado Tibe-riades, y como le siguiese una gran muchedumbre degentes, porque veían los milagros que hacía con los en-fermos, subióse a un monte y se sentó allí con sus dis-cípulos (Ioann. VI, 1-2). La primera consideración, hi-jos míos, es examinar por qué hemos seguido nosotrosa Jesucristo, y por qué estamos con El, asentados conEl, en íntima familiaridad, con el deber gustoso debuscar de continuo su trato.

Estas gentes, de que habla el Evangelio, le seguíanporque habían visto milagros: las curaciones que hacíaJesús. Vosotros y yo, ¿por qué? Cada uno de nosotrosha de plantearse esta pregunta y buscar una respuestasincera. Y una vez que te hayas interrogado y respon-dido, en la presencia del Señor, llénate de hacimientode gracias porque estar con Cristo es estar seguro. Po-derse mirar en Cristo es poder ser cada día mejor. Tra-tar a Cristo es necesariamente amar a Cristo. Y amar a

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Cristo es asegurarse la felicidad: la felicidad eterna, elamor más pleno, con la visión beatífica de la TrinidadSantísima (...).

Medita por tu cuenta, hijo mío. ¿Por qué estás conCristo en el Opus Dei? ¿Desde cuándo sentiste la atrac-ción de Jesucristo? ¿Por qué? ¿Cómo has sabido corres-ponder desde el principio hasta ahora? ¿Cómo el Señorcon su cariño te ha traído a la Obra, para que estésmuy cerca de El, para que tengas intimidad con El?

Y tú ¿cómo has correspondido? ¿Qué pones de tuparte para que esa intimidad con Cristo no se pierda ypara que no la pierdan tus hermanos? ¿En qué piensasdesde que tienes todos esos compromisos? ¿En ti o enla gloria de Dios? ¿En ti o en los demás? ¿En ti, en tuscosas, en tus pequeneces, en tus miserias, en tus deta-lles de soberbia, en tus cosas de sensualidad? ¿En quépiensas habitualmente? Medítalo, y luego deja que elcorazón actúe en la voluntad y en el entendimiento.

A ver si lo que el Señor ha hecho contigo, hijomío, no ha sido mucho más que curar enfermos. A versi no ha dado vista a nuestros ojos, que estaban ciegospara contemplar sus maravillas; a ver si no ha dadovigor a nuestros miembros, que no eran capaces de mo-verse con sentido sobrenatural; a ver si quizá no nosha resucitado como a Lázaro, porque estábamos muer-tos a la vida de Dios. ¿No es para gritar: laetare, Ieru-salem (Isai. LXVI, 10)? ¿No es para que yo os diga:gaudete cum laetitia, qui in tristitia fuistis, alegraoslos que habéis estado tristes? (lbidj.

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Hemos de agradecer al Señor, en este primer pun-to, el premio inmerecido de la vocación. Y le promete-mos que la vamos a estimar cada día más, custodián-dola como la joya más preciosa que nos haya podidoregalar nuestro Padre Dios l.

SE ACERCABA la Pascua, la gran fiesta de losjudíos. Habiendo, pues, Jesús levantado los ojos yviendo venir a un grandísimo gentío... (Ioann. VI, 5).Fijaos en esa muchedumbre, insisto. El Señor tienepuestos los ojos y el corazón en la gente, en todos loshombres, sin excluir a nadie. No se nos escapa la lec-ción de que no podemos ser intransigentes con las per-sonas. Con la doctrina, sí. Con las personas nunca,¡nunca! Actuando de este modo necesariamente sere-mos —ésa es nuestra vocación— sal y luz, pero entre lamuchedumbre. De cuando en cuando nos retiraremos ala barca o nos apartaremos a un monte, con Jesús; pe-ro lo ordinario será vivir y trabajar entre la gente, co-mo uno más.

Entonces Jesús dijo a Felipe: ¿dónde compraremospanes para dar de comer a toda esa gente? Mas esto lodecía para probarle, pues bien sabía El mismo lo quehabía de hacer (Ioann. VI, 5-6). Yo, muchas veces a lolargo de la historia de la Obra, he pensado que el Se-ñor tiene las cosas previstas desde la eternidad, pero

(1) De nuestro Padre, Meditación Que se vea que eres Tú, l-IV-1962.

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que por otra parte nos deja libérrimos. El Señor enocasiones parece que nos tienta, que quiere probarnuestra fe. Pero Jesucristo no nos deja: si nos mantene-mos firmes, El está dispuesto a hacer milagros, a mul-tiplicar los panes, a cambiar las voluntades, a dar luza las inteligencias más oscuras, a hacer —con una gra-cia extraordinaria— que sean capaces de rectitud losque quizá nunca lo han sido.

¡Hijos míos, qué confianza! Esto es lo que yo que-rría que fuese el segundo punto. He querido que consi-deréis, en primer lugar, que estamos en la Obra, juntoa Cristo, no para aislarnos, sino, por el contrario, paradarnos a la muchedumbre; primero a vuestros herma-nos, y luego, a los demás. Después, que no nos debeinquietar que nos asalte el pensamiento de las necesi-dades, porque el Señor acudirá en nuestra ayuda. Sialguna vez sentimos ese tentans eum —para probarle—de que habla el Santo Evangelio, no nos hemos depreocupar, porque es eso: que Dios nuestro Señor juegacon nosotros. Estoy seguro de que pasa por encima denuestras miserias: porque conoce nuestra flaqueza, por-'que conoce nuestro amor y nuestra fe y nuestra espe-ranza. Todo esto lo resumo en una palabra: confianza.Pero una confianza que, como está fundamentada enCristo, tiene que ser delante de Dios una oración ur-gente, bien sentida, bien recibida: más, si llega a laTrinidad Beatísima por las manos de nuestra Madre,que es la Madre de Dios.

Sentido de responsabilidad: que estamos en la bar-

VIERNES 471

ca. Con Cristo, la barca no se hunde. ¡Con Cristo! Sen-tido de responsabilidad: de nosotros, de nuestra vida,de nuestra conducta, de nuestra manera de pedir tantacosa divina. Y luego no nos faltarán los medios. Ten-dremos lo necesario para continuar con nuestro aposto-lado a través de los siglos, dando el alimento a todos,multiplicando el pan.

Esta es la segunda consideración: sentido de res-ponsabilidad. Por eso, pedimos perdón a Nuestro Se-ñor por tantas tonterías que cada uno habrá hecho. Pe-dimos perdón, con el deseo eficaz de rectificar. Y da-mos gracias, las damos con fe: seguros de que, pase loque pase, al final madurará el fruto. Sentido de res-ponsabilidad y una gran confianza en ese Señor que esPadre nuestro, que es Todopoderoso, que es la Sabidu-ría y el Amor... Yo ahora me callo; sigue tú por tucuenta unos minutos 2.

OS HE dicho tantas veces, hijos míos —y vosotroslo habéis repetido otras tantas—, que Dios nuestro Se-ñor, en su providencia amorosísima, en el cariño quetiene a los hombres —delitiae meae esse cum filiis ho-minum (Prov. VIII, 31), son sus delicias estar con loshijos de los hombres—, ha querido, de algún modo,hacernos corredentores con El. Por eso, para ayudar-nos a comprender esta maravilla, hace relatar al evan-

(2) De nuestro Padre, Meditación Que se vea que eres Tú, l-IV-1962.

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gelista con todo detalle este prodigio grande. El podíasacar el pan de donde quisiera, porque mías son todaslas bestias de los bosques y los miles de animales delos montes. Y en mi mano están todas las aves del cie-lo y todos los animales del campo..., mío es el mundoy cuanto lo llena (Ps. XLIX, 10-12). Pues, no. Busca lacooperación humana.

Dícele uno de sus discípulos, Andrés, hermano deSimón Pedro: aquí está un muchacho que tiene cincopanes de cebada y dos peces; mas ¿qué es eso paratanta gente? (Ioann. VI, 8-9). Necesita de un niño, deun muchacho, de unos trozos de pan y de unos peces.Le hacemos falta tú y yo, hijo mío: ¡y es Dios! Esto nosurge a ser generosos en nuestra correspondencia. Nonecesita para nada de ninguno de nosotros, y —al mis-mo tiempo— nos necesita a todos. ¡Qué maravilla! Lopoco que somos, lo poco que valemos, nuestros pocostalentos nos los pide, no se los podemos escatimar. Losdos peces, el pan: todo.

Cada uno deberá ahora preguntarse: ¿qué he hechoyo con mis sentidos hasta ahora? ¿Qué he hecho conmis potencias: con la memoria, con el entendimiento,con la voluntad? Sólo la meditación de esta frase nosllevaría horas. ¿Qué habremos de hacer con todo el sernuestro, de aquí en adelante? Es natural que vengaahora a nuestra mente el pensamiento de tantas cosasque no iban, y que quizá todavía no van. Por eso tedigo: hijo mío, ¿tienes deseos de rectificación, de puri-ficación, de mortificación, de tratar más al Señor, de

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aumentar tu piedad, sin teatro ni cosas externas, connaturalidad? Porque todo eso es aumentar la eficaciade la Obra, en nuestra alma y en la de todos los hom-bres. Si te detienes en un examen de la vida tuya másreciente, te será más fácil seguir las consideracionesque yo hago en voz alta, en vuestro nombre y en elmío.

Dijo entonces Jesús: haced sentar a esas gentes...(Ioann. VI, 10). Los discípulos sabían que Jesús desea-ba dar de comer a aquellas gentes, pero no contabancon dinero: doscientos denarios de pan no bastan paraque cada uno de ellos tome un bocado floann. VI, 7).No tenían ni mucho ni poco dinero, y se necesitaba uncapitalón para dar de comer a aquella muchedumbre.El Señor va a poner remedio: haced sentar a esas gen-tes. El sitio estaba cubierto de hierba. Sentáronse,pues, alrededor de cinco mil hombres floann. VI, 10).¡Cinco mil! Oyen la voz del Señor y obedecen todos, to-dos, ¡todos!, empezando por los discípulos.

¡Cómo anda a veces la obediencia por ahí...! ¡Quépena! Todo lo quieren poner en tela de juicio. Aun enla vida de entrega a Dios, hay algunas personas paraquienes todo es ocasión de disquisiciones: si puedenmandar los superiores esto, si pueden mandar lo otro,si pueden mandar aquí, si pueden mandar allá... En elOpus Dei sabemos esto: se puede mandar todo —con elmáximo respeto a la libertad personal, en materias po-líticas y profesionales—, mientras no sea ofensa deDios.

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n

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Pero mirad el fruto de la obediencia de éstos: unmilagro. Jesús hace un milagro pasmoso. Y en laObra, ¡los hace tantas veces! Unos, por providencia or-dinaria; otros, por providencia extraordinaria. Dios es-tá dispuesto, lo que se necesita es que obedezcamos,que obliguemos al Señor, procurando tener mucha feen El. Entonces es cuando se luce. Entonces es cuandorealiza cosas en las que se ve que está El por medio.Entonces es cuando hace una de las suyas: como ésta,como ésta.

Jesús tomó entonces los panes; y después de haberdado gracias, los repartió entre los que estaban senta-dos; y lo mismo hizo con los peces, dando a todoscuanto querían floann. VI, 11). Así, con generosidad.¿Qué me pedís?: ¿dos, tres? El da cuatro, da seis, dacien. ¿Por qué? Porque Cristo ve los sucesos con sabi-duría, y con su omnipotencia puede y va más lejos quenosotros (...).

Después que quedaron saciados, dijo a sus discípu-los: recoged los pedazos que han sobrado, para que nose pierdan. Hieiéronlo así y llenaron doce cestos de lospedazos que habían sobrado de los cinco panes de ce-bada, después que todos hubieron comido floann. VI,12-13). Ya recordáis, es conocidísima, la manera decomentar esta parte del Evangelio un buen predicador.¿Y para qué recoger los restos? ¿Para qué? Para que,con esos doce grandes cestos de pan que han sobrado,comamos nosotros ahora y nos alimentemos de la fe.De la fe en El, que es capaz de obrar todo eso supera-

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bundantemente, por el amor que tiene a los hombres,por el amor que tiene a la Iglesia, por el deseo que tie-ne de redimir, de salvar a las gentes. ¡Señor, que so-bren cestos ahora mismo! ¡Hazlo generosamente! ¡Quese vea que eres Tú!

Habiendo contemplado el milagro que Jesús habíarealizado, decían aquellos hombres: Este es, sin duda,el Profeta que ha de venir al mundo (Ioann. VI, 14).Querían raptarlo, ¿recordáis?, para proclamarlo rey.Nosotros le hemos reconocido ya como Rey nuestro,desde que pusieron la semilla de la fe en nuestros co-razones. Después, cuando nos llamó, le hemos vuelto aentronizar.

¡Perfecto Dios! Si estos hombres, por un pedazo depan —aun cuando el milagro sea grande—, se entusias-man y te aclaman hasta el punto de tener que escon-derte, ¿qué haremos riosotros, por tantas cosas comonos has dado, a lo largo de todos estos años de laObra? (...).

Señor, te pedimos que no te escondas, que vivassiempre con nosotros, que te veamos, que te toquemos,que te sintamos: que queramos estar siempre junto aTi, en la barca, llenos de fe, confiadamente y con sen-tido de responsabilidad, de cara a la muchedumbre, utsalvi fiant (I Cor. X, 33), para que todos se salven 3.

(3) De nuestro Padre, Meditación Que se vea que eres Tú, l-IV-1962.

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177.

SÁBADO

—De la posesión de Dios se deriva una alegría perenne.—Debemos fomentar la virtud de la esperanza.—La recompensa infinita, que el Señor ofrece a los que leson fieles, mueve a luchar aunque cueste.

FRECUENTEMENTE nos habla el Señor del pre-mio que nos ha ganado con su Muerte y su Resurrec-ción. Yo voy a preparar un lugar para vosotros. Ycuando hubiere ido, y os haya preparado lugar, vendréotra vez y os llevaré conmigo, para que donde yo estoyestéis también vosotros (Ioann. XIV, 2-3). El Cielo esla meta de nuestra senda terrena. Jesucristo nos haprecedido y allí, en compañía de la Virgen y de SanJosé —a quien tanto venero—, de los Angeles y de losSantos, aguarda nuestra llegada.

No han faltado nunca los herejes —también en laépoca apostólica— que han intentado arrancar a loscristianos la esperanza. Si se predica a Cristo como re-sucitado de entre los muertos, ¿cómo es que algunos devosotros andan diciendo que no hay resurrección delos muertos? Pues si no hay resurrección de muertos,tampoco Cristo ha resucitado. Pero si no resucitó Cris-to, vana es nuestra predicación, y vana es tambiénvuestra fe... (/ Cor. XV, 12-14). La divinidad de nues-tro camino —Jesús, camino, verdad y vida (cfr. Ioann.

SÁBADO 477

XIV, 6)— es prenda segura de que acaba en la felici-dad eterna, si de El no nos apartamos \

Una vez superados los obstáculos de la vida pre-sente —y si hace falta, pasando luego por el Purgato-rio—, el alma del que ha muerto en gracia se dirigehacia Dios como saeta escogida, deseosa de verle ca-ra a cara. Allí, el alma no necesita sol, ni luna quealumbren en ella; porque la claridad de Dios la ilumi-na, y su lumbrera es el Cordero 2. Y la unión del almacon su Dios perdurará ya eternamente, según la pro-mesa del Señor: nadie os arrebatará vuestro gozo 3.

De la posesión de Dios se deriva una alegría pe-renne. Y junto a esta alegría íntima y profunda, el al-ma tendrá la compañía de la Santa Humanidad deCristo y de la Santísima Virgen; y el consuelo de lapresencia de los Angeles y de los Santos. En la casadel Cielo encontraremos a nuestro Padre y a nues-tros hermanos y parientes que han sido fieles, lo quesupondrá un gozo más en la bienaventuranza eterna.

No lo olvidéis nunca: después de la muerte, os re-cibirá el Amor. Y en el amor de Dios encontraréis,además, todos los amores limpios que habéis tenido enla tierra. El Señor ha dispuesto que pasemos esta brevejornada de nuestra existencia trabajando y, como suUnigénito, haciendo el bien (Act. X, 38). Entretanto,

(1) Amigos de Dios, n. 220.(2) Apoc. XXI, 23.(3) Ioann. XVI, 22.

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478TIEMPO DE PASCUA. SEMANA II

hemos de estar alerta, a la escucha de aquellas llama-das que San Ignacio de Antioquía notaba en su alma,al acercarse la hora del martirio: ven al Padre (San Ig-nacio de Antioquía, Ep. ad Rom. 7), ven hacia tu Pa-dre, que te espera ansioso 4.

DENTRO de poco, contemplaremos a Jesucristo,cuando con sus discípulos, camino de Betania, levan-ta las manos y los bendice. —Y, mientras, se va sepa-rando de ellos y se eleva al cielo (Luc. XXIV, 50) 5. Al-gún tiempo después, tras toda una vida de entrega,María será llevada por Dios, en cuerpo y alma, a loscielos: ¡y los Angeles se alegran!6. También nosotrosnos alegramos, y tenemos los ojos fijos en el Cielo,allí donde están nuestros seres más amados: Jesús yMaría.

Estamos en la tierra como caminantes; no tene-mos aquí ciudad fija, sino que vamos en busca de laque está por venir'1. Nuestra verdadera patria es elCielo, y todos los afanes de santidad tienen comometa la posesión de Dios que se nos dará allí. Afirméque en el Cielo tendremos salud, incolumidad, vida,satisfacción absolutas; sin penas, ni hambre, ni sed;sin flaqueza, ni deficiencia visual... Todo eso dije

(4) Amigos de Dios, n. 221.(5) Santo Rosario, II misterio glorioso.(6) Santo Rosario, IV misterio glorioso.(7) Hebr. XIII, 14.

SÁBADO 479

—escribe San Agustín—, pero no aclaré qué hemosde poseer. Veremos a Dios, y esto será de por sí unacosa tan grande, tan sublime, que todo lo demás esnada a su lado. Dije que tendremos vida y salud per-fectas; que no padeceremos ni hambre, ni sed, ni can-sancio, ni sueño; pero todo esto, ¿qué proporciónguarda con la felicidad de ver a Dios?8.

Es justo que mientras aquí permanezcamos, lle-nemos el corazón con la esperanza del Cielo. Esta es-peranza nos fortalecerá ante las dificultades, puesnos enfrentaremos con ellas como el que está segurode la victoria. Nos lo recuerda San Pedro: Dios, por sugran misericordia, nos reengendró a una viva esperan-za por la resurrección de Jesucristo de entre los muer-tos, para una herencia incorruptible, incontaminada einmarcesible, que os está reservada en los cielos9.

Si lo nuestro es el Cielo, bueno será pensar confrecuencia en él. Nuestro Fundador nos invita: si elamor aquí en la tierra da tantas alegrías, ¿cómo seráen el Cielo, cuando toda la grandeza de Dios, toda laSabiduría de Dios y toda la Hermosura de Dios, todala vibración, todo el color, ¡toda la armonía!, se vuel-que en ese vasito de barro que somos cada uno de no-sotros?

¡Que vale la pena! Vale la pena decir que no a losamores por el Amor. Lo digo también de otra manera,

(8) San Agustín, Sermo 127.(9) I Petr. I, 3-4.

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positiva: porque me da la gana ser fiel al Amor deCristo. Ved por qué hay que amar a la Santísima Hu-manidad del Señor. El se acercó a nosotros de esa ma-nera: semetipsum exinanivit formam servi accipiens(Philip. //, 7), se hizo esclavo, tomó forma de esclavopara que no olvidemos esta miseria de que estamos he-chos... 10.

Piensa en el Amor que en el cielo te aguarda: fo-menta la virtud de la esperanza, que no es falta degenerosidad ".

¿QUE LENGUA es capaz de decir, ni entendi-miento de comprender, qué gozos tan grandes son losdel Cielo, estar entre los Angeles, colocado entre losSantos, en la gloria del Creador, mirar la faz de Dios,ver su luz infinita? (...). Sólo con oír esto se enciendeel ánimo y se desea estar allí donde se espera gozarsin fin 12.

Si somos consecuentes iremos por todos los ca-minos de la tierra con nuestra mirada puesta en lavida eterna, pues sabemos que si esta casa terrestreen que habitamos viene a destruirse, nos dará Diosen el Cielo otra casa, una casa no hecha de mano dehombre, y que durará eternamente. Que aun por esoaquí suspiramos, deseando la sobrevestidura o la ha-

(10) De nuestro Padre, Tertulia, 20-X-1968.(11) Camino, n. 139.(12) San Gregorio Magno, Homiliae in Evangelio II, 17, 1.

SÁBADO 481

bitación nuestra del Cielo 13. Para eso es necesarioponer todos los medios a nuestro alcance, aunquecueste. No hay comparación posible entre el esfuer-zo que se nos exige —limitado y durante unosaños— y la recompensa infinita y para siempre. ¡Vi-sión sobrenatural! ¡Calma! ¡Paz! Mira así las cosas, laspersonas y los sucesos..., con ojos de eternidad.

Entonces, cualquier muro que te cierre el paso—aunque, humanamente hablando, sea imponente—,en cuanto alces los ojos de veras al Cielo, ¡qué pocacosa es!14.

Breve es el tiempo y poco el trabajo. Y sin embar-go, desfallecemos y caemos. En la tierra luchas, y enel Cielo eres coronado (...). Corres durante unos días,y el premio durará por los siglos sin fin 15. El pensa-miento de la gloria, nos ha de mover a una entregamayor, a apartar de nosotros todo lo que nos desvíede nuestro camino hacia el Cielo. ¡Qué maravillososerá cuando Nuestro Padre nos diga: siervo bueno yfiel, porque has sido fiel en las cosas pequeñas, yo teconfiaré las grandes: entra en el gozo de tu Señor!(Matth. XXV, 21). ¡Esperanzados! Ese es el prodigiodel alma contemplativa. Vivimos de Fe, y de Esperan-za, y de Amor; y la Esperanza nos vuelve poderosos.¿Recordáis a San Juan?: a vosotros escribo, jóvenes,porque sois valientes y la palabra de Dios permanece

(13) II Cor. V, 1-2.(14) Forja, n. 996.(15) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 76, 5.

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en vosotros, y vencisteis al maligno (I Ioann. //, 14).Dios nos urge, para la juventud eterna de la Iglesia yde la humanidad entera. ¡Podéis transformar en divinotodo lo humano, como el rey Midas convertía en orotodo lo que tocaba! (...).

Pidamos a Santa María, Spes nostra, que nos en-cienda en el afán santo de habitar todos juntos en lacasa del Padre. Nada podrá preocuparnos, si decidi-mos anclar el corazón en el deseo de la verdadera Pa-tria: el Señor nos conducirá con su gracia, y empujarála barca con buen viento a tan claras riberas 16.

(16) Amigos de Dios, n. 221.

DOMINGO III DE PASCUA 483

178.

DOMINGO III DE PASCUA

—El mandato de hacer apostolado.—Responsabilidad de nuestra vocación al apostolado.—Urgencia del apostolado: muchas almas nos aguardan.

SE ENCONTRARON los discípulos con el Maes-tro en Jerusalén. Allí, antes de llevarlos hasta cercade Betania, les encomendó una misión trascendental.Entonces les abrió el entendimiento para que com-prendiesen las Escrituras. Y les dijo: Así está escrito:que el Cristo tiene que padecer y resucitar de entrelos muertos al tercer día, y que se predique en sunombre la conversión para perdón de los pecados atodas las gentes, comenzando desde Jerusalén. Voso-tros sois testigos de estas cosas 1.

Cristo nos rescató del pecado, e hizo posible lavida de la gracia en nosotros. Pero los frutos de laRedención deben ser aplicados a cada alma, y estalabor la confió a sus Apóstoles. Es la misión de pro-pagar su Reino por todas las naciones, para que pue-dan todos salvarse, para que todos puedan conocer yvivir las cosas que el Señor había enseñado. Para esoeligió a unos cuantos, convivió con ellos, les formó, ydespués los envió por todo el mundo.

(1) Ev (B) (Luc. XXIV, 45-48).

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484 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA III

Para el que hubiese contemplado sin fe esta esce-na del Evangelio, aquello parecería una locura conde-nada al fracaso. ¿Cómo podrían atreverse unos hom-bres sin letras, sin influencia y sin medios, perdidosen aquel rincón de la tierra, a intentar la desmesura-da aventura de la conversión del mundo pagano...?

Sin embargo tuvieron la bendita locura de lan-zarse, de ser fieles a Cristo. Y, gracias a esta fideli-dad, y a la fidelidad de los que les siguieron a travésde los siglos, hoy somos cristianos nosotros y tantosmás. Esta misión no ha terminado todavía. Sigue vi-gente hoy: "id, predicad el Evangelio... Yo estaré convosotros..." —Esto ha dicho Jesús... y te lo ha dicho ati2. Y añade nuestro Padre: no podemos estar cruza-dos de brazos. La extensión del Reino de Dios no es só-lo tarea oficial de los miembros de la Iglesia que re-presentan a Cristo, porque han recibido de El los po-deres sagrados. Vos autem estis corpus Christi (I Cor.XII, 27), vosotros también sois cuerpo de Cristo, nosseñala el Apóstol, con el mandato concreto de negociarhasta el fin 3.

SON MUCHOS los cristianos persuadidos de quela Redención se realizará en todos los ambientes del

DOMINGO III DE PASCUA 485

(2) Camino, n. 904.(3) Es Cristo que pasa, n. 121.

mundo, y de que debe haber algunas almas —no sa-ben quiénes— que con Cristo contribuyen a realizarla.Pero la ven a un plazo de siglos, de muchos siglos...:serían una eternidad, si se llevara a cabo al paso de suentrega.

Así pensabas tú, hasta que vinieron a "desper-tarte" \

Es un honor haber sido elegido por Dios paraser apóstol de Jesucristo, y al mismo tiempo unagran responsabilidad. Como nos enseñó nuestro Pa-dre, el cristiano se sabe injertado en Cristo por el Bau-tismo; habilitado a luchar por Cristo, por la Confirma-ción; llamado a obrar en el mundo por la participa-ción en la función real, profética y sacerdotal de Cris-to; hecho una sola cosa con Cristo por la Eucaristía,sacramento de la unidad y del amor. Por eso, comoCristo, ha de vivir de cara a los demás hombres, mi-rando con amor a todos y a cada uno de los que le ro-dean, y a la humanidad entera 5.

De todo lo que, por Jesucristo, Dios Padre nos hahecho conocer y amar, hemos de dar testimonio porel mundo entero. Ut eatis (Ioann. XV, 16)1 A veces que-rría teneros a mi lado —decía nuestro Padre—, perome da mucha alegría que estéis repartidos por todo elmundo. Ese es el camino 6. Y otras veces añadía: qui-

(4) Surco, n. 1.(5) Es Cristo que pasa, n. 106.(6) De nuestro Padre, Crónica IV-57, p. 6.

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siera teneros siempre conmigo, teneros también mate-rialmente muy cerca... Pero al mismo tiempo gozo vién-doos ya esparcidos, salir sembrando con amor, conhambre de mies... ¡Qué hermoso trigal, hijos míos!...¡Qué hermoso trigal!... ¡Qué bendición de Dios!7.

¡Adelante! Todos seguros de vuestra vocación, sininquirir... Ut eatis!8. Para que vayamos... a todas laspartes del mundo y en todas las direcciones de la rosade los vientos. Y entonces, bien metidos en este mundoque nos toca vivir y en todas las actividades de loshombres, ser sal y luz; luz que ilumina las inteligen-cias y los corazones, sal que da sabor y preserva de lacorrupción. Si faltara afán apostólico nos haríamos in-sípidos, inútiles, defraudaríamos a los demás, y nues-tra vida sería un absurdo 9.

Si los otros se tornan insípidos —dice San JuanCrisóstomo— vosotros les podéis devolver su sabor;pero si eso os pasara a vosotros, con vuestra pérdidaarrastraríais también a los demás. Por eso mayor fer-vor y celo necesitáis, cuantos mayores encargos osocupan 10.

EN EL Evangelio, la Iglesia nos propone nueva-mente la escena de Emaús, que ahora contemplamos

(7) De nuestro Padre, Crónica VI-55, p. 33.(8) De nuestro Padre, Crónica 11-55, p. 27.(9) De nuestro Padre.(10) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 15, 7.

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desde el punto de vista del apostolado. Jesús caminajunto a aquellos dos hombres, que han perdido casi to-da esperanza, de modo que la vida comienza a parecer-les sin sentido. Comprende su dolor, penetra en su cora-zón, les comunica algo de la vida que habita en El.

Cuando, al llegar a aquella aldea, Jesús hace ade-mán de seguir adelante, los dos discípulos le detienen,y casi le fuerzan a quedarse con ellos. Le reconocenluego al partir el pan: el Señor, exclaman, ha estadocon nosotros. Entonces se dijeron uno a otro: ¿no esverdad que sentíamos abrasarse nuestro corazón, mien-tras nos hablaba por el camino, y nos explicaba lasEscrituras? (Luc. XXIV, 32). Cada cristiano debe ha-cer presente a Cristo entre los hombres; debe obrar detal manera que quienes le traten perciban el bonusodor Christi (cfr. II Cor. //, 15), el buen olor de Cristo;debe actuar de modo que, a través de las acciones deldiscípulo, pueda descubrirse el rostro del Maestro n.

¡Cómo vamos a dejar abandonados a quienes ne-cesitan de nuestra ayuda para acercarse a Dios! Porpredicar el Evangelio —dice el Apóstol— no tengogloria, pues estoy por necesidad obligado a ello; y des-venturado de mí si no lo predicare 12. Los parientes,los amigos, los compañeros de trabajo, tienen dere-cho a nuestro apostolado. Para eso hemos sido envia-dos junto a ellos. Si llega un momento en que las cir-

(11) Es Cristo que pasa, n. 105.(12) I Cor. IX, 16,

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cunstancias del trabajo, o exigencias de la vocación,nos llevan a otro lugar, quizá esas almas con quieneshemos convivido durante una temporada no tenganya a nadie que pueda llevarles a Dios.

Obligación de hacer apostolado; a cualquieredad, en cualquier circunstancia en que nos encontre-mos. Padre, ¿y cuando tenga ochenta años? Igual: en eltrato con tus hermanos, con tus compañeros de profe-sión, con tus amigos... n. En todos hemos de despertarla luz y el calor de una auténtica vida cristiana: no de-jar que se pierda para el apostolado y, en lo posible, pa-ra la vocación, ningún alma que se nos acerque 14.

Urgencia de hacer apostolado. Profundiza cadadía en la hondura apostólica de tu vocación cristiana.—El levantó hace veinte siglos —para que tú y yo loproclamemos al oído de los hombres— un banderín deenganche, abierto a todos los que tienen un corazónsincero y capacidad de amar... ¡Qué llamadas más cla-ras quieres que el "ignem veni mittere in terram"—fuego he venido a traer a la tierra, y la considera-ción de esos dos mil quinientos millones de almas quetodavía no conocen a Cristo!ls.

Santa María, Reina de los Apóstoles, ruega pornosotros: para que esté siempre vivo —cada díamás— el celo apostólico que Jesucristo mismo hapuesto en nuestro corazón.

(13) De nuestro Padre, Crónica IV-62, p. 16.(14) De nuestro Padre, Crónica IV-62, p. 16.(15) Surco, n. 211.

LUNES 489

179.

LUNES

—El único fin de los seres creados es dar gloria a Dios.—No busquemos la propia gloria: nuestra vida ha de ser unacontinua alabanza a Dios.—Vigilar para no complacerse en los éxitos apostólicos. Rec-tificar la intención.

EL APOCALIPSIS nos revela la gloria que losjustos tributan a Dios en el Cielo: vi aparecer unagran multitud, que nadie podía contar, de toda na-ción, pueblo, tribu y lengua. Estaban en pie delantedel trono de Dios y delante del Cordero, vestidos convestiduras blancas y con palmas en sus manos. Grita-ban con gran voz, diciendo: salud a nuestro Dios, quese sienta sobre el trono, y al Cordero. Todos los ánge-les estaban en pie alrededor del trono, de los ancia-nos y de los cuatro animales. Cayeron de bruces anteel trono y adoraron a Dios, diciendo: amén. La bendi-ción, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, elhonor, el poder y la fuerza a nuestro Dios por los si-glos de los siglos. Amén l.

Sólo a Dios corresponde la gloria, porque es Señorde todas las cosas. Todo es suyo y todo debe procla-mar la gloria de su Creador, que conserva y cuida con

(1) Ad off. lea., L. I (Apoc. Vil, 9-12).

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su providencia cuanto existe. Los astros brillan en susatalayas (...). Les llama y contestan: henos aquí. Lucenalegremente en honor del que los hizo 2. La creaciónentera se une a esta alabanza, que es el verdadero finde su existencia. Todas las cosas son de El, y todas exis-ten por El. A El sea la gloria para siempre 3.

Sabemos por la doctrina cristiana que el Señores el principio y el fin y el centro de la creación: en elprincipio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y elVerbo era Dios (Ioann. /, 1). Es Cristo, hijas e hijosmíos, el que atrae a todas las criaturas: por El fueroncreadas todas las cosas, y sin El no se ha hecho cosaalguna, de cuantas han sido hechas floann. /, 3). Y alencarnarse, viniendo a vivir entre nosotros (cfr. Ioann./, 14), nos ha demostrado que no estamos en la vidapara buscar una felicidad temporal, pasajera. Estamospara alcanzar la bienaventuranza eterna, siguiendo suspisadas. Y esto sólo lo lograremos aprendiendo de El.

La Iglesia ha sido siempre teocéntrica. Su misiónes conseguir que todas las cosas creadas tiendan aDios como fin, por medio de Jesucristo, cabeza delcuerpo de la Iglesia..., para que en todo tenga El laprimacía; pues plugo al Padre poner en El la plenitudde todo ser, y reconciliar por El todas las cosas consi-go, restableciendo la paz entre cielo y tierra, por medio

(2) Bar. III, 34-35.(3) Rom. XI, 36.

LUNES 491

de la sangre que derramó en la cruz fColos. /, 18-20).Vamos a entronizarle, no sólo dentro de nuestro cora-zón y de nuestras acciones, sino —con el deseo y con lalabor apostólica— en lo más alto de todas las activida-des de los hombres 4.

El mundo ha sido creado para la gloria de Dios.El Señor, Sumo Bien y Bondad Suprema, sabe que só-lo viviendo para El podemos ser felices; no es extra-ño, por tanto, que se nos muestre como celoso defen-sor del recto orden de las cosas: Ego Dominus: glo-riam meam alten non dabo 5, Yo soy el Señor, y no da-ré mi gloria a ningún otro. La única explicación deque las criaturas existan es el amor divino; y el únicofin de los seres creados —también del hombre— esdar gloria a Dios. Para dar gloria al Señor hemos na-cido, y si la vida no tuviera por fin dar gloria a Dios,sería despreciable, más aún: aborrecible 6.

CADA uno de los cuatro vivientes —se lee tam-bién en el Apocalipsis— (...) no reposaban de día nide noche, diciendo: Santo, Santo, Santo es el SeñorDios todopoderoso \

La vida nuestra ha de ser una continua alabanza,una glorificación ininterrumpida a Dios. ¿Cómo?

(4) De nuestro Padre, Meditación Tiempo de acción de gracias, 25-XH-1972.(5) ¡sai. XLII, 8.(6) Camino, n. 783.(7) Apoc. IV, 8.

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Atribuyendo siempre al Señor todo lo bueno que hapuesto en nosotros, porque la gloria que tiene méritodelante de Dios, es la gloria que glorifica, no al hom-bre, sino a Dios 8. No busquemos nunca nuestra pro-pia gloria. Porque toda carne es heno, y toda su glo-ria como la flor del heno: secóse el heno y su flor secayó 9.

Todo lo amable que en nosotros existe, a Diospertenece. Convencidos de esta realidad, no trabaja-mos para encumbrarnos, sino para desaparecer y, connuestro sacrificio, poner a Cristo en la cumbre de to-das las actividades de los hombres.

Nuestro lema es el del Bautista: illum oportet cre-scere, me autem minui (Ioann. ///, 30); conviene queCristo crezca, y que yo me haga pequeño. Por eso, nues-tra ambición más grande —la verdadera gloria de laObra— es vivir sin gloria humana, para que sólo a Diosvaya la gloria, soli Deo honor et gloria (I Tim. /, 17).

Ya hemos contemplado el ejemplo de Jesucristo.Vamos a verle otra vez, volviendo a un texto maravi-lloso de San Pablo, que os he citado en otra ocasión:...no debemos dejarnos llevar de humana complacenciade nosotros mismos... Porque Cristo no buscó la propiasatisfacción, antes bien, como está escrito, decía a suPadre: los oprobios de los que te ultrajaban vinieron adescargar sobre mí (Rom. XV, 1-3) 10.

(8) San Agustín, In loannis Evangelium tractatus 82, 1.(9) I Petr. I, 24.(10) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 81.

LUNES 493

Para combatir la inclinación a la propia compla-cencia, además del ejemplo del Señor, tenemos unremedio muy útil. ¿Quieres librarte de la vanagloriay de la alabanza de la gente?, pregunta San Juan Da-masceno. No enseñes tus obras a los hombres. Traba-ja discretamente, que nadie te vea sino sólo Dios u. Ynuestro Padre nos ha dicho: da "toda" la gloria aDios. —"Exprime" con tu voluntad, ayudado por lagracia, cada una de tus acciones, para que en ellas noquede nada que huela a humana soberbia, a compla-cencia de tu "yo"12.

HIJAS e hijos míos: os he insistido en la necesi-dad de desprendernos de toda ambición terrena y dellenarnos de la preocupación —que es una continuaocupación— de servir. Estamos convencidos de quenada vale, nada tiene consistencia, nada merece lapena, al lado de esa misión sublime de servir a CristoSeñor Nuestro. Pero, precisamente porque hemosaprendido a despreciar el aplauso de los hombres ytoda búsqueda vanidosa de espectáculo, nuestro afánpor conservar el tesoro de la humildad debe ser aúnmás atento y delicado.

Porque estamos expuestos a un peligro muy sutil,

(11) San Juan Damasceno, De octo spiritibus nequitiae 9.(12) Camino, n. 784.

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a una insidia casi imperceptible del enemigo, quecuanto más eficaces nos ve, tanto más redobla sus es-fuerzos para engañarnos. Ese peligro sutil —corriente,por lo demás, en las almas dedicadas a trabajar porDios— es, hijos míos, una especie de soberbia oculta,que nace de saberse instrumentos de cosas maravillo-sas, divinas; una callada complacencia en uno mis-mo, al ver los milagros que se obran por su apostola-do: porque vemos inteligencias ciegas que recobran lavista; voluntades paralizadas que vuelven a moverse;corazones de piedra que se hacen de carne, capacesde caridad sobrenatural y de cariño humano; concien-cias cubiertas de lepra, de manchas del pecado, quequedan limpias; almas muertas del todo, podridas—iam foetet, quatriduanus est enim floann. XI, 39)—,que recobran la vida sobrenatural.

Y tantos obstáculos humanos superados; tantas in-comprensiones vencidas; tantos ambientes conquista-dos: un trabajo cada vez más amplio y diverso, cadavez más eficaz... Todo eso, hijos míos, puede a vecesser ocasión de una injustificada —pero posible— sa-tisfacción de nosotros mismos. Debemos estar atentos,para que esto no suceda; debemos tener una concien-cia muy fina, y reaccionar enseguida 13.

Repitamos ahora, en el silencio de nuestro diá-logo: "Señor, para mí nada quiero. —Todo para tu

(13) De nuestro Padre, Carta. 9-1-1932, nn. 87-88.

LUNES495

gloria y por Amor" 14. La Virgen vivió oculta e hizo detoda su vida una alabanza constante a Dios: ma-gníficat anima mea Dominum 15, mi alma glorifica alSeñor. Pidámosle que nos ayude a rectificar la in-tención muchas veces al día, y como buenos hijossuyos, sepamos repetir: Deo omnis gloria, para Diostoda la gloria.

(14) Camino, n. 788.(15) Luc. I, 46.

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180.

MARTES

—Necesidad de la oración de petición.—Hay que insistir en la petición: constancia.—Confiar: la oración es siempre fecunda.

ALABAD a nuestro Dios todos los que lo teméis,pequeños y grandes, porque llegó la salvación y el po-der y la potestad de su Cristo l. La Iglesia continúacantando la Resurrección de Jesucristo y, con pala-bras de San Pablo, nos invita a llenarnos de confian-za: si hemos muerto con Cristo, creemos que tambiénviviremos con El2.

Sin embargo, es ya inminente la partida definiti-va del Señor. Salí del Padre y vine al mundo; ahoradejo el mundo, y me vuelvo al Padre 3. Es éste, pues,el momento de considerar los últimos consejos queJesús dio a sus discípulos en su despedida. En ver-dad, en verdad os digo que cuanto pidiereis al Padreen mi nombre, os lo concederá. Hasta ahora nada lehabéis pedido en mi nombre. Pedidle y recibiréis, pa-ra que vuestro gozo sea completo 4.

(1) Ant. ad Intr. (Apoc. XIX, 5; XII, 10).(2) Ant. ad Comm. (Rom. VI, 8).(3) Ioann. XVI, 28.(4) Ioann. XVI, 23.

MARTES 497

Rezar, levantar la vista a Dios, que nos contem-pla desde el Cielo, y pedirle todo lo que nos hace fal-ta. Bien conoce el Señor, la Sabiduría infinita, las co-sas que necesitamos para ser santos y apóstoles: sa-be vuestro Padre celestial la necesidad que de ellastenéis 5. Y, sin embargo, Dios quiere ser rogado, quie-re ser coaccionado, quiere ser vencido por una ciertaimportunidad (...). Sé, por tanto, diligente en la ora-ción; sé oportuno en las súplicas; procura no dejarnunca de pedir6.

Todas las cosas tienen su tiempo. El Señor co-noce perfectamente nuestras necesidades, pero quiereque le pidamos con aquella insistencia de los perso-najes del Evangelio: Domine, si vis potes me inun-dare (Matth. VIII, 2); Domine, ut videam (Luc.XVIII, 41). Pedid como le pedían ellos; todos le pi-den. No diré que la vida del hombre sea sólo pe-dir, porque puede haber momentos en que una per-sona sienta la necesidad de abandonarse, y no pe-dir; pero luego se vuelve. Yo, en estos momentos,pido mucho. Pido y pido. Después de habermeabandonado en los brazos de Dios durante años,ahora me parece más conveniente pedir.

Me conmueve la confianza con que tratan al Señorlos que le rodean. ¿Os acordáis de aquel pasaje delEvangelio?: Lázaro, nuestro amigo, está durmiendo

(5) Matth. VI, 32.(6) San Gregorio Magno, In septem psalmis poenitentialibus expositio 6, 2.

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(Ioann. XI, 11). Y Marta y María no le perdonan el re-traso. Señor — le dicen—, si hubieras estado aquí, nohubiera muerto nuestro hermano (Ioann. XI, 32). Hijosmíos, ¡fijaos qué saludo!, ¡mirad con qué confianza lehablan, con qué cariño! La oración lleva a manifesta-ciones de mucha familiaridad 7.

Al orar a Dios, declaramos que confiamos en lamisericordia infinita y omnipotente. Bendito sea Dios,que no desechó mi oración ni me negó su misericor-dia 8, porque rico es el Señor con los que le invocan 9.

NO BASTA pedir; hay que pedir con perseveran-cia, constantemente, para que la continuidad alcancelo que no pueden nuestros méritos. Como el hombrede la parábola: va a casa de un vecino, a pedirle pan;es una hora inoportuna, pero él insiste, porfía en lla-mar y más llamar; Yo os aseguro —dice Jesucristo—que cuando no se levantare a dárselo por razón de suamistad, al menos por librarse de su impertinencia selevantará al fin y le dará cuanto hubiera menester 10.Y comenta nuestro Padre: ¿qué más queréis? ¡Si antesfaltará el cielo y la tierra que deje de cumplirse unasola palabra de las que Jesucristo ha dicho!

Tenemos en las manos, con esa promesa del Señor,

(7) De nuestro Padre, Tertulia, 2-1-1971.(8) Ps. LXV, 20.(9) Rom. X, 12.(10) Luc. XI, 8.

MARTES 499

la fortaleza. Este es el premio que da el Señor. Pide,busca, llama. ¡Oración, oración, oración! Este es el ca-mino (...).

Pedid, y se os dará; buscad y hallaréis; llamad, yse os abrirá. Porque todo aquel que pide recibe, yquien busca halla, y al que llama se le abrirá (Luc.XI, 9-10). ¡No hay más remedio que perseverar! ¡Pedid,pedid, pedid! ¿No veis lo que hago yo? Trato de prac-ticar este espíritu. Y cuando quiero una cosa, hago re-zar a todos mis hijos, y les digo que ofrezcan la comu-nión, y el rosario, y tantas mortificaciones y tantas ja-culatorias, ¡miles! Y Dios Nuestro Señor, si persevera-mos con perseverancia personal, nos dará todos los me-dios que necesitamos para ser más eficaces, y extendersu Reino en el mundo.

Si vosotros, siendo malos como sois, sabéis dar co-sas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre,que está en los cielos, dará el espíritu bueno a los quese lo piden! (Luc. XI, 13).

¿Veis cómo trata Dios a los que perseveran? ¡Lla-ma, llama, que te abren! n.

Esta es la recomendación insistente de nuestroPadre. Todo lo bueno viene de Dios Nuestro Señor,que, en su Providencia amorosísima, cuenta con quenosotros le pidamos una y otra vez, con perseverancia,lo que necesitemos. Además, al rezar, reconocemosnuestra pequenez, nuestra insuficiencia: ¡solos, no po-

(11) De nuestro Padre, Meditación, 4-III-1960.

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demos nada! Por eso, en la Obra, la oración ha sido yserá siempre nuestra única arma: nuestra bomba ató-mica. Hay que rezar mucho, ponerse en las manos deDios y pedir, con tozuda delicadeza, pero ¡tozudos!12.

Si alguien me dice —escribe San Juan Crisósto-mo—: rogué ya una vez, dos, tres, diez, veinte veces, yno he recibido nada; yo le contesto: no ceses, herma-no, hasta que recibas; el fin de la petición es el donrecibido. Cesa cuando recibas; más aún, ni siquieraentonces ceses, persevera todavía. Si no recibes, pidepara que recibas; cuando recibas, da gracias por ha-ber recibido13. /

LA NUESTRA es vida de oración; vida de ora-ción, que es un medio sin el cual no podemos ir ade-lante w.

La petición es siempre eficaz. Por indigna quesea la persona, por imperfecta que resulte la oración,si ésta se alza humilde y perseverante, Dios la escuchasiempre 15. Si perseveramos en la oración, aun cuan-do por el momento pueda parecer que no vienen losfrutos, acabarán llegando abundantes, cuajados. Mu-cho vale la oración perseverante del justo. Elias eraun hombre pasible semejante a nosotros, y pidió fer-

(12) De nuestro Padre, Tertulia, 2-X-1962.(13) San Juan Crisóstomo, In dimissione chananeae homilía 10.(14) De nuestro Padre, Meditación, 12-IV-1954.(15) Surco, n. 468.

vorosamente que no lloviese sobre la tierra de Israely no llovió por espacio de tres años y seis meses. Hizodespués de nuevo oración, y el cielo dio lluvia, y latierra produjo su fruto 16.

Como aquel hombre, del que nos habla el Ecle-siástico, hemos de madrugar por la mañana, para diri-gir nuestro corazón al Señor que nos creó, para orar enpresencia del Altísimo. Abriremos nuestra boca en ora-ción y rogaremos por nuestros pecados; y si le place alSeñor soberano, nos llenará de espíritu de inteligencia.Como lluvia, el Señor derramará palabras de sabidu-ría y en la oración alabaremos al Señor. Dirijamosnuestra voluntad y nuestra inteligencia a meditar losmisterios de Dios. Publiquemos las enseñanzas de sudoctrina (Eccli. XXXIX, 6-11).

La oración nos dará el endiosamiento bueno, hu-milde, santo; y podremos trabajar en todos los ambien-tes, sin peligro alguno. Da, quaesumus, omnipotensDeus: ut, quae divina sunt, iugiter exsequentes, donismereamur caelestibus propinquare (Feria III post Dom.I Pass., Postcomm.): por ese seguimiento continuado,perseverante, de lo divino, el Señor nos dará a manosllenas la riqueza de sus dones, la divinización buena.Da nobis, quaesumus, Domine: perseverantem in tuavolúntate famulatum; ut in diebus nostris, et mérito etnumero populus tibi serviens augeatur (Ibid., Orat. su-per pop.). Perseveremos en el servicio de Dios, y vere-

(16) Iacob. V, 17-18.

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mos cómo crece en número y en santidad este ejércitode paz, este pueblo de corredención 17.

Acudamos a la Virgen Santa María, que es Maes-tra de oración. —Mira cómo pide a su Hijo, en Cana.Y cómo insiste, sin desanimarse, con perseverancia.—Y cómo logra.

—Aprende 18.

(17) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931 n 54(18) Camino, n. 502.

MIÉRCOLES 503

181.

MIÉRCOLES

—Para alcanzar la santidad es necesario trabajar, y trabajarbien.—La santificación del trabajo no puede conseguirse sin vidade piedad.—Unidad de vida: ni piedad sin trabajo, ni trabajo sin pie-dad.

HIJAS e hijos míos: Dios se ha metido en nuestrocamino, con su omnipotencia soberana nos ha compli-cado la vida, dándole un sentido nuevo. Sin embargo,sabéis bien que en lo exterior nada ha cambiado; elSeñor quiere que le sirvamos precisamente donde noscondujo nuestra vocación humana: en nuestro trabajoprofesional: unusquisque, in qua vocatione vocatus est,in ea permaneat (I Cor. VII, 20), permanezca cada unoen la vocación que tenía, en el momento en que Diosle llamó 1.

La vocación profesional, el trabajo ordinario, espara nosotros, por especial voluntad divina, la mate-ria de nuestra santificación: lo que tenemos que san-tificar, santificándonos nosotros mismos y a los de-más. Si no santificáramos el trabajo, no podríamossantificarnos ni llevar a Dios a las almas que nos ro-dean.

(1) De nuestro Padre, Carta, 15-X-1948, n. 1.

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Trabajar mucho, empeñarse a fondo en la reali-zación de una labor profesional, fue algo que los pri-meros cristianos tuvieron como signo distintivo, aejemplo del mismo Jesucristo, que fue consideradoEl mismo como carpintero, y fue así que fabricóobras de este oficio (...) mientras estaba entre los hom-bres, enseñando por ellas los símbolos de la justicia ylo que es una vida de trabajo 2. San Pablo escribía alos de Tesalónica: ocupaos en vuestros quehacerestrabajando con vuestras propias manos, según os lotenemos recomendado 3. Y enyuno de los primerosdocumentos cristianos, se lee: todo el que llegue avosotros en nombre del Señor (...), teniendo un oficio,que trabaje y así se alimente. Mas si no tiene oficio,proveed según vuestra prudencia, de modo que no vi-va entre vosotros ningún cristiano ocioso 4.

Si queremos santificar el trabajo —nos dice nues-tro Padre—, hay que cumplir ineludiblemente una pri-mera condición: trabajar, y trabajar bien. En la Obrano puede haber holgazanes. Si alguno viniera a la Obray no trabajara, si no remediara esa inclinación a la hol-ganza, a los pocos días comprenderá que no sirve. Haymuchas cosas que hacer en el mundo, y nuestro afánapostólico nos tiene que llevar a excedernos, en la tareahumana que nos sea propia. Nuestra vocación pide quese nos aplique aquella frase del Evangelio: omni haben-

(2) San Justino, Dialogus cum Tryphone I(3) I Thess. IV, 11.(4) Didaché, 12.

MIÉRCOLES 505

ti dabitur (Luc. XIX, 26), al que ya tiene trabajo, se ledará más; el que pueda hacer como diez, tiene que ha-cer como quince. En la guerra como en la guerra: por-que nuestra vida es una pelea bendita de sembradoresde paz, de convivencia, de amor 5.

TRABAJAR, mucho y bien, es sólo una condi-ción, el primer paso, ciertamente indispensable, pa-ra poder santificarnos. No ofreceréis nada defectuo-so 6, nos dice el Señor. Pero, a la vez, nos recuerda:¿a mí qué toda la muchedumbre de vuestros sacrifi-cios? (...). No me traigáis más esas vanas ofrendas (...).Aprended a hacer el bien, buscad lo justo 7. Al Señorno le interesa la obra externa, si no va acompañadade una efectiva rectitud interior. Por eso, santificare-mos el trabajo, si somos santos, si nos esforzamos ver-daderamente por ser santos. Nuestra misión es divina,y sólo la realizaremos en unión con Dios: sine me nihilpotestis faceré (Ioann. XV, 5).

Si no tuvierais vida interior, al dedicaros a vuestrotrabajo, en lugar de divinizarlo, os podría suceder loque sucede al hierro, cuando está al rojo y se mete enel agua fría: se destempla y se apaga. Habéis de tenerun fuego que venga de dentro, que no se apague, queencienda todo lo que toque. Por eso he podido decir

(5) De nuestro Padre, Carla, 15-X-1948, n. 10.(6) Levit. XXII, 20.(7) ¡sai. I, 11, 13 y 17.

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que no quiero ninguna obra, ninguna labor, si mis hi-jos no se mejoran en ella. Mido la eficacia y el valorde las obras, por el grado de santidad que adquierenlos instrumentos que las realizan.

Con la misma fuerza con que antes os invitaba atrabajar, y a trabajar bien, sin miedo al cansancio;con esa misma insistencia, os invito ahora a tener vidainterior. Nunca me cansaré de repetirlo: nuestras Nor-mas de piedad, nuestra oración, son lo primero. Sin lalucha ascética, nuestra vida no valdría nada, seríamosineficaces, ovejas sin pastor, ciegos que guían a otrosciegos (cfr. Matth. IX, 36; XV, 4) (...). I

Si queréis ser fieles no olvidéis esta doctrina divi-na, meditad en la presencia de Dios estas palabras delprofeta: ¿quién será sabio para comprender estas co-sas?, ¿quién tendrá inteligencia para conocerlas? Por-que los caminos de Yaveh son rectos, y los justos losrecorrerán, pero los impíos sucumbirán (Osee XIV,10)8. Así viviremos como canta la liturgia de hoy: lle-na está mi boca de tu alabanza y de tu gloria todo eldía. Te aclamarán mis labios, Señor, y mi lengua to-do el día recitará tu auxilio '.

VIDA interior, vida de piedad: yo te amo, Señor,fortaleza mía 10, con todas las fuerzas de mi corazón

(8) De nuestro Padre, Carta, 15-X-1948, nn. 20-21.(9) Antif. ad ¡ntr. (Ps. LXX, 8, 23).(10) Ps. XVII, 2.

MIÉRCOLES 507

y de mi alma. Y también, vida de trabajo. No vivimosuna doble vida, sino una unidad de vida, sencilla yfuerte, en la que se funden y compenetran todas nues-tras acciones.

Cuando respondemos generosamente a este espíritu,adquirimos una segunda naturaleza: sin damos cuenta,estamos todo el día pendientes del Señor y nos sentimosimpulsados a meter a Dios en todas las cosas, que, sinEl, nos resultan insípidas. Llega un momento, en el quenos es imposible distinguir dónde acaba la oración ydónde comienza el trabajo, porque nuestro trabajo estambién oración, contemplación, vida mística verdade-ra de unión con Dios —sin rarezas—: endiosamiento.

Una persona piadosa, con el espíritu de la Obra,con piedad sin beatería, procura cumplir su deber: ladevoción sincera lleva al trabajo, al cumplimiento gus-toso —aunque cueste— del deber de cada día. Por esosomos contemplativos, porque hay una íntima uniónentre esa realidad sobrenatural interior y las manifes-taciones externas del quehacer humano.

El trabajo profesional, las relaciones humanas deamistad y de convivencia, los afanes por lograr —codoa codo con nuestros conciudadanos— el bien y el pro-greso de la sociedad son, en los miembros de la Obra,frutos naturales, consecuencia lógica, de esa savia deCristo que es la vida de nuestra alma: son trabajo deCristo, Opus Dei, operatio Dei n.

(11) De nuestro Padre, Carta, 6-V-1945, n. 25.

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508 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA III

Trabajo y piedad, íntimamente compenetrados,más aún: como dos aspectos de una misma realidad;es el único modo que tenemos de ser santos. Sin tra-bajo la vida interior no podría sostenerse; y, si nosfaltase la piedad, si no estuviésemos de continuo pen-dientes de Dios, no bastarían el talento ni la ciencia niel esfuerzo, porque el Señor nos dejaría y, entonces, sedesacertaría hasta en lo que es corriente: si el Señor noedifica la casa, en vano trabajan los que la constru-yen. Si no guarda el Señor la ciudad, en vano vigilansus centinelas. En vano madrugaréis y os acostaréistarde y comeréis el pan del dolor (Ps. CXXVI, 1 y 2) 12.Sin piedad, el trabajo no alcanzaría ni siquiera susfrutos humanos.

Por intercesión de María Santísima, pidamos alSeñor que tengamos siempre presente, grabada a,fuego, esta doctrina que El ha entregado a nuestroPadre.

(12) De nuestro Padre, Carta, 6-V-1945, n. 26.

JUEVES 509

182.

JUEVES

—El apostolado de la doctrina.—Todos los apostolados de la Obra se pueden comprenderen uno solo: dar doctrina.—Para una mayor eficacia apostólica, se requiere una for-mación cada vez más intensa.

CUMPLIENDO un mandato del Señor, Felipe sedirigió al camino que iba de Jerusalén a Gaza. Delan-te, en una carroza, iba un cortesano de Etiopía. Y en-tonces dijo el Espíritu a Felipe: adelántate y llégate aese carruaje. Acercándose, pues, Felipe a toda prisa,oyó que iba leyendo al Profeta Isaías, y le dijo: ¿creesque entiendes lo que lees? ¿Cómo podré, respondió él,si alguien no me lo explica? Rogó, pues, a Felipe quesubiese, y tomase asiento a su lado l. Y Felipe llevó laluz de la doctrina de Cristo a aquel hombre que esta-ba bien dispuesto para recibirla.

Hay muchas almas, con un corazón grande y no-ble capaz de amar a Dios, que nos esperan, porquenecesitan luz, doctrina que oriente y dé sentido a suvida. Y tenemos el deber de dársela. Se trata de unmandato imperativo del Señor: id y enseñad a todaslas gentes 2... El apostolado de la doctrina es una de

(1) L I {Act. VIII, 29-31).(2) Malth. XXVIII, 19.

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510 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA III

nuestras pasiones dominantes. Vamos a ahogar elmal en abundancia de bien, y sabemos perfectamen-te que la ignorancia es un gran mal, que es el mayorenemigo que tiene Dios en el mundo 3, porque sólo laignorancia puede permitir a un hombre cometer críme-nes sin saber que los comete 4.

La verdad revelada, la doctrina de Cristo puededar la salud y la vida: no hay nada que dé más vidaal alma que la doctrina divina: cuanto más aumenteen nuestra alma la palabra de Dios, cuanto mejor larecibamos, y la entendamos y comprendamos, tantomás crecerá la vida del alma; y, por el contrario,cuando falte la doctrina, disminuirá esa vida 5.

Nuestro Fundador nos urgió siempre a esta la-bor de llevar la luz de la doctrina de Cristo al mundodesorientado: ¿no veis que se descristianizan la cien-/da, el arte, el campo, la industria, los hombres quetrabajan en esas actividades? ¿No veis cómo disminu-yen las familias numerosas? ¿No sufrís ante la incom-prensión naturalista de la abnegación, de la dedica-ción oscura, de las virtudes evangélicas? 6.

El Señor ha venido para que todas las almas ten-gan vida y, para esta misión, ha querido contar connosotros: ut eatis, que vayáis... Tenemos que llevar atodos esta doctrina segura: a todos, porque nos inte-

(3) De nuestro Padre, Obras IV-57, p. 8.(4) De nuestro Padre, Crónica VI-55, p. 12.(5) San Ambrosio, Expositio in Psalmum CXVI1I 7, 7.(6) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 156.

JUEVES 511

resan todas las almas. Pero comenzamos por quienesDios ha querido colocar más cerca de nosotros.

AQUEL personaje etíope leía un texto bíblico. Elpasaje de la Escritura que iba leyendo era éste: comooveja fue llevado al matadero; y como cordero mudodelante del que lo trasquila, no abrió su boca (...). En-tonces Felipe tomando la palabra, comenzó por estaEscritura y le anunció la buena nueva de Jesús \

Hay que anunciar la buena nueva de Jesús, aca-bar con la ignorancia por medio de la abundancia dela doctrina revelada, de la verdad de Cristo. El apos-tolado cristiano —y me refiero ahora en concreto al deun cristiano corriente, al del hombre o la mujer que vi-ve siendo uno más entre sus iguales— es una gran ca-tequesis, en la que, a través del trato personal, de unaamistad leal y auténtica, se despierta en los demás elhambre de Dios y se les ayuda a descubrir horizontesnuevos: con naturalidad, con sencillez he dicho, con elejemplo de una fe bien vivida, con la palabra amablepero llena de la fuerza de la verdad divina 8.

Se nos ha enseñado en la Obra que, cualquiera•que sea la forma externa de nuestros apostolados,siempre tienden a un único fin: dar doctrina9. Dar

(7) L. I (Act. VIII, 32-35).(8) Es Cristo que pasa, n. 149.(9) De nuestro Padre, Carta, 15-VIII-1953, n. 22.

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doctrina, aprovechando toda ocasión; y provocando,si no existe, la oportunidad. Debemos propagar ar-dientemente la Verdad de Cristo, hacer participar aotros de ese tesoro que hemos recibido.

Te conjuro en la presencia de Dios y de Jesucris-to —escribía San Pablo a Timoteo—: (...) predica lapalabra, insiste con ocasión y sin ella, reprende, rue-ga, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porquevendrá tiempo en el que no podrán sufrir la sana doc-trina (...) y cerrarán sus oídos a la verdad 10. Y San Je-rónimo añade: enseña lo que aprendiste; conserva loque es conforme a la doctrina, la enseñanza fiel, paraque puedas exhortar en la sana doctrina y rechazar alos que la contradigan ".

"Venite post me, et faciam vos fieri piscatores ho-minum —venid detrás de mí, y os haré pescadores dehombres. —No sin misterio emplea el Señor estas pala-bras: a los hombres —como a los peces— hay que co-gerlos por la cabeza u.

ES MUCHO, y muy importante, lo que tenemosque hacer en el campo del apostolado de la doctrina.Pero precisamente por eso, necesitamos ir atesoran-do doctrina, llenándoos —indica nuestro Padre— declaridad de ideas, de plenitud de nuestro espíritu

(10) II Tim. IV, 1-4.(11) San Jerónimo, Epístola 52, 7.(12) Camino, n. 978.

JUEVES 513

—que es de Dios— para después, de lo que sobreabun-da, dar a los demás l3. Y para dar doctrina, hay quetenerla; nadie da lo que no tiene. No esperemos unasiluminaciones de Dios, que no tiene por qué dar, cuan-do nos da unos medios humanos concretos: el estudio,el trabajo. Hay que formarse, hay que estudiar 14.

Piadosos, pues, como niños: pero no ignorantes,porque cada uno ha de esforzarse, en la medida de susposibilidades, en el estudio serio, científico, de la fe; ytodo esto es la teología. Piedad de niños, por tanto, ydoctrina segura de teólogos.

El afán por adquirir esta ciencia teológica —labuena y firme doctrina cristiana— está movido, en pri-mer término, por el deseo de conocer y amar a Dios. Ala vez, es también consecuencia de la preocupación ge-neral del alma fiel por alcanzar la más profunda sig-nificación de este mundo, que es hechura del Creador.Con periódica monotonía, algunos tratan de resucitaruna supuesta incompatibilidad entre la fe y la ciencia,entre la inteligencia humana y la Revelación divina.Esa incompatibilidad sólo puede aparecer, y aparente-mente, cuando no se entienden los términos reales delproblema.

Si el mundo ha salido de las manos de Dios, si Elha creado al hombre a su imagen y semejanza (cfr.

(13) De nuestro Padre, Obras IV-60, p. 29.(14) De nuestro Padre, Obras 11-61, p. 45.

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Gen. /, 26) y le ha dado una chispa de su luz, el tra-bajo de la inteligencia debe —aunque sea con un durotrabajo— desentrañar el sentido divino que ya natural-mente tienen todas las cosas; y con la luz de la fe, per-cibimos también su sentido sobrenatural, el que resultade nuestra elevación al orden de la gracia. No pode-mos admitir el miedo a la ciencia, porque cualquierlabor, si es verdaderamente científica, tiende a la ver-dad. Y Cristo dijo: Ego sum veritas (Ioann. XIV, 6).Yo soy la verdad.

El cristiano ha de tener hambre de saber. Desdeel cultivo de los saberes más abstractos hasta las ha-bilidades artesanos, todo puede y debe conducir aDios. Porque no hay tarea humana que no sea santi-ficable, motivo para la propia santificación y ocasiónpara colaborar con Dios en la santificación de losque nos rodean. La luz de los seguidores de Jesucristono ha de estar en el fondo del valle, sino en la cum-bre de la montaña, para que vean vuestras buenasobras y glorifiquen a vuestro padre que está en el cie-lo (Matth. V, 16) 15.

Además de la formación doctrinal religiosa —in-cluso como parte integrante de ella—, necesitamostambién ese don de lenguas de que nos habló reitera-damente nuestro Padre. Un don de lenguas, que noconsiste en el conocimiento de varios idiomas, sino ensaber adaptarse a la capacidad de los oyentes.

JUEVES 515

—No se trata de "hablar en necio al vulgo, paraque entienda"; sino de hablar en sabio, en cristiano,pero de un modo asequible a todos.

—Este don de lenguas es el que pido al Señor y asu Madre bendita para sus hijos u.

Don de lenguas que también nosotros vamos apedir a nuestra Madre la Virgen, que es Asiento de laSabiduría.

(15) Es Cristo que pasa, n. 10. (16) Forja, n. 634.

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516 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA III

183.

VIERNES

—Dios nos da a conocer su Voluntad, sirviéndose de algunaspersonas a las que da las gracias convenientes.—Obedecer a los Directores es obedecer a Dios.—Fundamentados en la obediencia, participaremos de la efi-cacia de Dios.

ESCRIBE San Pablo a los fieles de Tesalónica:de tal manera apasionados por vosotros, deseábamoscon ansia comunicaros no sólo el Evangelio de Dios,sino daros también hasta nuestra misma vida, tanqueridos llegasteis a sernos 1, porque cuando recibis-teis la palabra de Dios oyéndola de nosotros, la reci-bisteis, no como palabra de hombre, sino (según esverdaderamente) como palabra de Dios2. Aquellosprimeros cristianos veían a San Pablo como enviadode Dios, y aceptaban sus palabras como la voz mis-ma del Señor. Y algo parecido ocurría con otras pri-mitivas comunidades cristianas. San Pablo lo testifi-ca de los Gálatas: me recibisteis como a un ángel deDios, como al mismo Jesucristo 3.

Dios da a algunas personas la misión de gobier-no, con la gracia conveniente para ejercerla. Vienen

(1) I Thess. II, 8.(2) Ibid., 13.(3) Galat. IV, 14.

VIERNES 517

de parte de Dios, como ministros suyos, a llenarnosde bienes. Y hemos de obedecerles, siguiendo la re-comendación de la Sagrada Escritura: obedeced avuestros superiores y estudies sumisos, ya que ellosvelan, como que han de dar cuenta a Dios de vuestrasalmas, para que lo hagan con alegría y no penando:cosa que no os sería de provecho 4.

En todo lo que legítimamente nos indican, seaéste o aquel Director el que lo disponga, se trate deun asunto de gran envergadura o de un pequeño de-talle...; en todo hemos de ver la autoridad de Dios.En el apostolado —escribe nuestro Padre—, obedecesin fijarte en las condiciones humanas del que manda,ni en cómo manda. Lo contrario no es virtud.

Cruces hay muchas: de brillantes, de perlas, de es-meraldas, de esmaltes, de marfil...; también de madera,como la de Nuestro Señor. Todas merecen igual venera-ción, porque la Cruz nos habla del sacrificio del Dioshecho Hombre. —Lleva esta consideración a tu obedien-cia, sin olvidar que El se abrazó amorosamente, ¡sin du-darlo!, al Madero, y allí nos obtuvo la Redención 5.

Con este convencimiento, procuramos vivir, des-de que llegamos a la Obra, una obediencia delicadacon los que hacen cabeza, pues el Director —quiensea— representa a Cristo, y es instrumento de Diospara hacernos conocer su Voluntad.

(4) Hebr. XIII, 17.(5) Surco, n. 373.

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518 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA III VIERNES 519

Y MULTIPLICARE tu descendencia como las es-trellas del cielo, y te daré todas estas tierras, y se glo-riarán en tu descendencia todos los pueblos de la tie-rra, por haberme obedecido Abraham y haber guarda-do mi mandato, mis preceptos, mis ordenaciones ymis leyes 6. La obediencia de Abraham es fuerte y de-licada a la vez. Como recompensa, Dios suscitará alCristo entre su descendencia. La obediencia es siem-pre fecunda.

Recibid con docilidad la palabra divina que hasido injertada en vosotros, y que puede salvar vues-tras almas 7. Lo contrario supondría cerrarse a losbeneficios que Dios otorga, despreciar los bienes queEl generosamente ofrece. No importa la persona, niimporta cual sea el conducto por el que nos llega laVoluntad divina. Debemos obedecer siempre conigual delicadeza, viendo a Dios en los Directores,pues no hay potestad que no provenga de Dios, y Dioses el que ha establecido las que hay; por lo cual,quien desobedece a las potestades, a la ordenación deDios desobedece 8.

El Señor nos pide obediencia, pero no nos coac-ciona, porque lo gobierna todo con suavidad9. Tam-bién en la Obra se gobierna con suavidad, con delica-deza, respetando la libertad; muchas veces son insi-

(6) Genes. XXVI, 4-5.(7) lacob. I, 21.(8) Rom. XIII, 1-2.(9) Sap. VIII, 1.

nuaciones, que quizá no se repiten si no encuentraneco en nosotros: y esa falta de una respuesta positivaes desobediencia, obstáculo a las riquezas que Diosquiere verter en nosotros.

Obedece sin tantas cavilaciones inútiles... Mostrartristeza o desgana ante el mandato es falta muy consi-derable. Pero sentirla nada más, no sólo no es culpa,sino que puede ser la ocasión de un vencimiento gran-de, de coronar un acto de virtud heroico.

No me lo invento yo —nos dice nuestro Padre—.¿Te acuerdas? Narra el Evangelio que un padre de fami-lia hizo el mismo encargo a sus dos hijos... Y Jesús se go-za en el que, a pesar de haber puesto dificultades, ¡cum-ple!; se goza, porque la disciplina es fruto del Amor 10.

El Señor se vale de quienes tienen, función de go-bierno para mostrarnos el camino que conduce a lafelicidad, y es el Espíritu Santo quien por boca delApóstol Santiago nos aconseja: sea todo hombrepronto para escuchar n; así, con deseo eficaz de obe-decer fielmente y sin dilaciones, estaremos tambiéndispuestos a poner por obra lo que Dios quiere denosotros.

A VECES, llevados de un impulso meramentehumano, puede resultarnos molesto obedecer. Es elmomento de pensar en nuestro Modelo, Jesucristo:

(10) Surco, n. 378.(11) lacob. I, 19.

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ahora, que te cuesta obedecer, acuérdate de tu Señor,"factus obediens usque ad mortem, mortem autem cru-cis" —¡obediente hasta la muerte, y muerte de cruz!12.Jesús no vino a cumplir su voluntad, sino la deAquel que le envió. Debemos adquirir un conoci-miento más hondo del valor sobrenatural de la obe-diencia, y ejercitar la fe, virtud teologal que nos ha-ce descubrir la sabiduría y la bondad de Dios en elmandato recibido.

El Señor quiere de ti un apostolado concreto, co-mo el de la pesca de aquellos ciento cincuenta y trespeces grandes —y no otros—, cogidos a la derecha dela barca.

Y me preguntas: ¿cómo es que sabiéndome pesca-dor de hombres, viviendo en contacto con muchos com-pañeros, y pudiendo distinguir hacia quiénes ha de irdirigido mi apostolado específico, no pesco?... ¿Me fal-ta Amor? ¿Me falta vida interior?

Escucha la respuesta de labios de Pedro, en aque-lla otra pesca milagrosa: — "Maestro, toda la noche he-mos estado fatigándonos, y nada hemos cogido; noobstante, sobre tu palabra, echaré la red".

En nombre de Jesucristo, empieza de nuevo. —For-tificado: ¡fuera esa flojera! n.

Así nos haremos partícipes de la eficacia deDios, como pone de relieve nuestro Fundador al co-

(12) Camino, n. 628.(13) Surco, n. 377.

VIERNES 521

mentar esta escena evangélica. Estaban los Apóstolesen el lago de Genesareth. Vino el Señor y les dijo:duc in altum et láxate retia vestra in capturam (Luc.V, 4). Y la contestación: praeceptor, per totam noctemlaborantes nihil cepimus. In verbo autem tuo laxaborete (Luc. V, 5). Bajo tu palabra, yo que no he pesca-do, yo que he sido criatura que no he logrado frutos,me pongo a trabajar de nuevo en aquello que parecíaestéril, y traeré la red llena de fruto. Y trajeron pis-cium multitudinem copiosam (Luc. V, 6). ¿Veis la vir-tud de la obediencia? ¿Veis la fecundidad de la obe-diencia, la alegría que produce la obediencia? Aque-llos hombres se llenaron de caridad: al ver aquel fru-to maravilloso, llamaron a los demás y había para to-dos; para todos el bien, para todos el fruto, para to-dos la bendición de Dios 14.

Acudamos a la Virgen para que nos enseñe laalegría y la eficacia de la obediencia: ¿Te acuerdas?:con alabanza dirigida a Ella, afirma Jesucristo: "¡elque cumple la Voluntad de mi Padre, ése —ésa— esmi madre!..."

Pídele a esta Madre buena que en tu alma cobrefuerza —fuerza de amor y de liberación— su respuestade generosidad ejemplar: "ecce ancilla Domini!" —heaquí la esclava del Señor 15. Estos fueron los frutos dela obediencia de nuestra Madre.

(14) De nuestro Padre, Meditación, 9-III-1962.(15) Surco, n. 33.

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522 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA III

184.

SÁBADO

—Preocupación de los Apóstoles por formar a quienes se in-corporaban a la Iglesia.

—Necesidad de ayudar a las nuevas vocaciones.—A todos nos incumbe poner los cimientos en la formaciónde nuestros hermanos.

HACE pocas semanas, recordábamos la incorpo-ración a la Iglesia de los neófitos, los nuevos segui-dores de Cristo que habían recibido las aguas bautis-males durante la Vigilia Pascual.

¡Con qué acentos de afecto paterno hablaba ensu tiempo San Agustín a los nuevos cristianos, queeran fruto de su apostolado! A vosotros me dirijo, alos que sois como niños recién nacidos, párvulos enCristo, nueva prole de la Iglesia, regalo del Padre, fe-cundidad de la Madre. Sois vastago querido, un pue-blo nuevo, flor que nos gloría y fruto de nuestro tra-bajo, mi alegría y mi corona, todos los que estáis enel Señor. A vosotros os hablo con palabras del Após-tol: "revestios de nuestro Señor Jesucristo y no bus-quéis cómo contentar los antojos de vuestra sensuali-dad" (Rom. XIII, 14), de modo que os revistáis en lavida de Aquel de quien os habéis revestido en el sa-cramento. "Pues todos los que habéis sido bautizados

SÁBADO 523

en Cristo, estáis revestidos de Cristo" (Galat. ///, 27) l.Desde el principio, fue preocupación constante

en la Iglesia mantener en la fe a los que ya habíancreído, formarlos para que fueran verdaderos discí-pulos de Cristo. Es la solicitud que manifiesta SanPablo, y que le lleva a escribir a los Gálatas: hijitosmíos, por quienes sufro de nuevo dolores de partohasta ver a Cristo formado en vosotros 2; y movidopor ese afán que le consume, el Apóstol reza y semortifica, escribe, viaja de un sitio a otro, envía per-sonas de confianza cuando él no puede acudir: nopudiendo sufrir más —dice a los Tesalonicenses—,determinamos quedarnos solos en Atenas, y enviamosa Timoteo, nuestro hermano y ministro de Dios en elEvangelio de Cristo, para confirmaros y exhortarosen vuestra fe 3. Todos los sacrificios son pequeños ala hora de afianzar en su vocación a las almas gana-das para Cristo.

Los Apóstoles sienten urgencia de corroborar losánimos de los discípulos y exhortarlos a perseveraren la fe *. Se trata de formarlos bien, desde el primermomento, porque si la buena doctrina se imprime enel alma cuando está aún tierna, luego, cuando la doc-trina se consolida, nadie será capaz de arrancarla 5.Y, reunidos en Jerusalén —en el primer Concilio de

(1) San Agustín, Sermo 8 in octava Paschae 1.(2) Galat. IV, 19.(3) I Thess. III, 1-2.(4) Act. XIV, 21.(5) San Juan Crisóstomo, De inani gloria 20.

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la historia de la Iglesia—, establecen las normas quehan de vivir sus nuevos hermanos en la fe. Junto conla doctrina clara y precisa, quieren que llegue, a losque comienzan, el calor, la ayuda personal, alguienque esté junto a ellos y los comprenda, les anime, losfortalezca. Y les mandan hermanos con experiencia,bien formados, que les enseñarán a vivir esta doctri-na: os enviamos —escriben— a Judas y a Silas, quede palabra os dirán también lo mismo 6.

EL DESVELO del Buen Pastor es formar en lafe a aquellas almas que acaban de llegar a la Igle-sia. También nosotros sentimos —como los prime-ros cristianos— el deber urgente de esa preocupa-ción, y sabemos —nos lo ha enseñado nuestro Pa-dre— que nuestro principal y mejor apostolado esprocurar que las vocaciones que el Señor envía a suObra reciban, desde el primer momento, la formaciónoportuna para corresponder a la llamada y para per-severar en el camino.

Esta es la primera tarea —con obligación dejusticia— de todos los miembros del Opus Dei, y espe-cialmente de los Directores. Sólo así, además, se multi-plicará la eficacia de las labores apostólicas 7.

Encontramos un eco de la primitiva cristiandad

(6) Act. XV, 27.(7) De nuestro Padre, prólogo al Programa de Formación inicial, 3-V-1960.

SÁBADO 525

en esas clases de formación personales, previstaspor nuestro Padre desde los comienzos de la voca-ción; charlas que han de ser conversaciones, en lasque un hermano mayor —con experiencia— explica aun hermano más joven nuestro camino de santidad,los medios que tenemos para recorrerlo, las dificulta-des que puede encontrar, etc.8.

Con cariño fraterno, se siguen de cerca las pe-queñas dificultades que quizá se presenten, y se ayu-da a superarlas; para que a nadie falten en ningúnmomento las palabras de aliento que le impulsen ca-riñosa y fraternalmente en la lucha diaria9.

Tenemos que dar lo que hemos recibido. Lo exi-ge, en primer lugar, un deber de justicia con los quepiden la admisión en la Obra, que tienen el derechode recibir de nuestra Madre Guapa toda la forma-ción que necesitan para ser santos según el espíritudel Opus Dei. Los Directores y sacerdotes trataráncon especial cuidado a los que han pedido la admi-sión, para que la vocación madure. No dedicarles to-das las atenciones espirituales que se les dieron hastaque pidieron la admisión, y dejarles como abandona-dos espiritualmente, en vez de cuidar la vocación in-cipiente con mucha mayor solicitud, sería una impru-dencia gravísima, un pecado contra la justicia, y undesamor respecto a la Obra 10.

(8) Programa de Formación inicial 2" ed., p. 10.(9) Programa de Formación inicial, 2o ed., p. 10.(10) Catecismo, 5' ed., n. 357.

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Eso ayuda, además, a ser cada día mejores, puesquien, por deber de su cargo ha de decir cosas eleva-das, por esta misma necesidad está obligado a vivir-las n, para animar a ir adelante, con la oración y conel buen ejemplo.

DAR ESA formación, indispensable para llegara la santidad, es una tarea que afecta a todos indis-tintamente, aunque de maneras diferentes, porquetodos somos de alguna manera buenos pastores denuestros hermanos. Por eso, nos recuerda nuestroPadre, no sólo tenéis el deber de dejaros conducirpor el Buen Pastor y de responder lealmente cuandoos llame por vuestro nombre, sino también el deberno menos fuerte de contribuir a la santificación delos demás 12. Es un deber gustoso, que hemos deejercer con especial esmero cuando se trata de al-mas que acaban de acercarse al calor de la Obra,porque necesitan de un modo particular nuestraayuda. Nunca olvidemos —escribe nuestro Padre—que, si hemos de recibir continuamente los mediosque en la Obra están prescritos para nuestra santifi-cación, las vocaciones recientes tienen más urgenciade esa ayuda: vuestros nuevos hermanos son comocriaturas recién nacidas, y necesitan, con el afecto y

(11) San Gregorio Magno, Regula pastoratis II, 3.(12) De nuestro Padre, Carta, 28-IIM955, n. 30.

SÁBADO 527

la comprensión de todos, el aliento de la doctrina yel ejemplo de vuestra piedad l3.

Y añadía nuestro Fundador, como una enseñan-za que deseaba grabar firmemente en nuestras al-mas: no se puede hacer con los recién nacidos lo quehacían —según cuenta una falsa leyenda— los habi-tantes de la Maragatería, una comarca del antiguoreino de León. Cuando nacía un niño, lo sacaban denoche al balcón. Si resistía al frío y al relente, ya nolo mataba ni un rayo. No podemos hacer esto con losrecién nacidos a la vida cristiana y a la vocación enla Obra. Tenemos que cuidar, especialmente en esosprimeros momentos, a los que todavía son pequeños;abrigarles con el calor de nuestra oración y de nues-tro cariño diligente. Luego, el Señor les hará cada vezmás fuertes w.

Tenemos que sentirnos instrumentos en las ma-nos de Dios, que es el que santifica. Así, sobre esabase de humildad sincera, convencidos de que esDios el que lo hace todo, bien podemos asumir laresponsabilidad de esa labor maravillosa, con la ale-gría de ver cómo madura el fruto: moldear —no se-gún nuestros gustos y opiniones, sino conforme a unmodelo divino que respeta y, más aún, fortalece lapersonalidad de cada uno— el espíritu de los quehan empezado a vivir la vida de apostolado de la

(13) De nuestro Padre, prólogo al Programa de Formación inicial, 3-V-196O.(14) De nuestro Padre, Tertulia, 2X1969.

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Obra. Labor divina que ha de constituir una preocu-pación para todos: porque esa primera formaciónpone los cimientos de la perseverancia de nuestroshermanos, la base de su santificación y de su efica-cia apostólica. Labor fecunda que nos exige, en pri-mer lugar, oración y buen ejemplo, con el cumpli-miento fiel del trabajo concreto que nos han enco-mendado.

A la Virgen Santísima, Regina Operis Dei, enco-mendamos de un modo particular la primera forma-ción de nuestros hermanos, porque las madres cui-dan con particular esmero a sus hijos más pequeños.

' V

El triunfo de la Cruz-Vidriera en el oratorio de Pentecostés.

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DOMINGO IV DE PASCUA 529

185.

DOMINGO IV DE PASCUA

—La Confesión, sacramento de la misericordia de Dios.—En la Obra, el Buen Pastor es el Padre y los que del Padrehan recibido esa misión.—Acudir siempre al Buen Pastor.

EN LA Semana Santa, vimos cumplirse a la letraunas palabras de Jesucristo que la Iglesia nos re-cuerda hoy en el Evangelio: Yo soy el buen pastor; elbuen pastor sacrifica su vida por sus ovejas. El mer-cenario, el que no es el propio pastor, como no sonsuyas las ovejas, viendo venir al lobo, abandona lasovejas y huye, y el lobo las arrebata y dispersa el re-baño 1.

No le baátó a Jesús mostrarnos el camino queconduce a los parajes más ricos y amenos; ni se con-formó con venir al mundo en busca de la oveja des-carriada; ni se dio por satisfecho muriendo y resuci-tando por su rebaño; ni acabó de llenarnos de merce-des al darse a Sí mismo —su Cuerpo y su Sangre, suAlma y su Divinidad— en el Sacramento del altar.Conociendo nuestra miseria y debilidad, dispuso lascosas para que, cuantas veces nos desviáramos

(1) Ev. (B) (Ioann. X, 11-12).

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—mucho o poco— del camino, pudiésemos volver aEl, limpios, renovados.

La Confesión, hijos míos —decía nuestro Funda-dor—, es la manifestación más hermosa del poder ydel Amor de Dios. La gente recta no tiene dificultaden admirar a Dios Creador, de cuyo poder proceden to-das las cosas. Admira también al Dios Redentor, quese hace criatura humana, se encarna en las entrañaspurísimas de la Virgen María, y llega hasta el sacrifi-cio del Calvario: se deja coser en el madero, más quepor hierros, por el amor enorme que nos tiene. Estáallí, pendiente en la Cruz, sufriendo todo lo que puedesufrir, que es mucho, porque nos ama inconmensura-blemente; y muere. Nos quedamos conmovidos, llenosde agradecimiento.

Pero ¡un Dios que perdona!... ¿no es una maravi-lla? Sé de muchos no católicos que, al conocer bien ladoctrina sobre el Sacramento de la Penitencia, han ex-clamado: esto sólo puede ser cosa de Dios. Y se hanvenido hasta El, y son felices.

Hijos, el Sacramento de la Penitencia no es sólopara perdonar los pecados, graves o leves; sirve tam-bién para fortalecer el alma en la hora de la lucha,para renovar el dolor de no haber sabido ser honrados,buenos, como un hijo noble y decente con su padre.¡Va bien la Confesión! No la dejéis nunca, tened la de-voción de confesaros bien, aunque no haya nada espe-cial de qué acusaros. Haced un buen examen de con-ciencia, y veréis cosas; y, sobre todo, renovaréis el do-

DOMINGO IV DE PASCUA 531

lor de los pecados pasados, recibiréis más gracia paraluchar y unos consejos espirituales que os harán másencendidos, más capaces de todo lo bueno, de todo logrande, de todo lo que es sacrificio 2.

Al meditar en este sacramento de la misericor-dia divina, acuden a nuestros labios, con agradeci-miento, las palabras inspiradas: el Señor es mi pas-tor, y nada me falta. Me pone en verdes pastos, y melleva a frescas aguas. Recrea mi alma y me guía porlas sendas rectas, por amor de su nombre. Aunquehaya de atravesar por un valle tenebroso, no temomal alguno, porque Tú estás conmigo. Tu vara y tucayado son mi consuelo 3.

PARA facilitar el acercamiento del pecador, Diosha puesto como ministro del perdón a un hombreque actúa in persona Christi: el sacerdote, que de-sempeña para los fieles arrepentidos o enfermos elmisterio de la reconciliación y del alivio 4. La Confe-sión lleva consigo un juicio y es, al mismo tiempo,medicina del alma; supone un propósito, una orien-tación hacia el futuro y es, en consecuencia, caucede dirección espiritual. Todo esto hace que, juntocon la misión propiamente sacramental, el ministro

(2) De nuestro Padre, Tertulia, 13-IV-1972.(3) Ps. R. (A) (Ps. XXI, 1-4).(4) Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 28.

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legítimamente aprobado ejerza una acción pastoralque requiere —para su mayor eficacia— algún cono-cimiento de las personas y de sus circunstancias, yuna particular gracia de Dios.

El mismo Jesucristo, con su llamada divina, nosha reunido en este redil suyo que es el Opus Dei.

Quiso el Señor como Pastor de estas ovejas a vues-tro Padre, y a quienes del Padre reciban esa misión:los Directores y los sacerdotes de la Obra, porque no sele da ordinariamente a nadie que no sea del Opus Dei.Los que no son de nuestra familia, no son buenos pas-tores de mis ovejas, aunque sean muy buenos pastoresde las suyas, de las de su grey.

Sólo es Buen Pastor el que, conociendo y viviendonuestro espíritu, recibe esa misión de quien puede dár-sela: a éste abre el portero, y las ovejas escuchan suvoz, y él llama por su nombre a las ovejas propias ylas saca fuera. Y, cuando ha hecho salir a sus propiasovejas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, por-que conocen su voz floann. X, 3-4). Por eso, los miem-bros del Opus Dei, si de verdad quieren ser fieles, nosiguen a un extraño, sino que huyen de él, porque noconocen la voz de los extraños (loann. X, 5) 5.

Y concluía nuestro Padre: conviene, por tanto,que, siempre que sea posible, os confeséis con lossacerdotes hermanos vuestros que están designados. Y

(5) De nuestro Padre, Carta, 28-111-1955, n. 16.

DOMINGO IV DE PASCUA 533

está dispuesto que todos los miembros acudan a elloscada semana, al menos para recibir la bendición 6.

Es el momento de preguntarse, cada uno en laintimidad de su corazón: ¿acudo con puntualidad ala Confesión sacramental?, ¿recibo con agradeci-miento, y deseos de aprovecharlo bien, este medio desantificación personal que la Obra, como buena Ma-dre, pone tan abundantemente en mis manos?

LA IGLESIA Santa, nuestra Madre —y con laIglesia también yo, vuestro Padre, que debo ser paravosotros a la vez padre y madre—, os concede una li-bertad plena, para que podáis (...) ir a confesar concualquier sacerdote que tenga las oportunas licencias.

Sin embargo, no puedo dejar de aconsejaros lo quees más conveniente para vuestras almas, aun respetan-do absolutamente el derecho que cada uno de vosotrostiene. Por eso, os repito de nuevo: vosotros, por ser ove-jas fieles, firmes, y porque queréis ser siempre así, de-béis dejaros cuidar por el Buen Pastor 7.

Una aplicación concreta de esta doctrina quenos enseñó nuestro Padre, se resume en el propósito—que ahora renovamos— de acudir siempre a nues-tros hermanos sacerdotes, especialmente si en algu-

(6) De nuestro Padre, Carta, 28-111-1955, n. 18.(7) De nuestro Padre, Carta, 28-111-1955, n. 22.

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na ocasión hay en nuestra alma algo que nos puedaavergonzar. Y les abriréis el corazón de par en par—¡podrido, si estuviese podrido!—, con sinceridad, conganas de curaros; si no, esa podredumbre no se curaríanunca. Si fuésemos a una persona que sólo puede cu-rarnos superficialmente la herida... es porque seríamoscobardes, porque no seríamos buenas ovejas, porqueiríamos a ocultar la verdad, en daño nuestro. Y ha-ciéndonos este mal, buscando a un médico de ocasión,que no puede dedicarnos más que unos segundos, queno puede meter el bisturí, y cauterizar la herida, tam-bién estaríamos haciendo un daño a la Obra. Si tú hi-cieras esto, tendrías mal espíritu, serías un desgracia-do. Por ese acto no pecarías, pero ¡ay de ti!, habríascomenzado a errar, a equivocarte. Habrías comenzadoa oír la voz del mal pastor, al no querer curarte, al noquerer poner los medios. Y estarías haciendo un dañoa los demás (...).

Hijos míos, que no os avergüence ser miserables, sien algún caso lo sois; no os acobardéis porque tengáisen el corazón el fomes peccati. No os asustéis de nada.¡Fieles de verdad! ¡Sinceros! ¡Sinceros! Tengamos elsentido común y el espíritu sobrenatural de saber quesi el Padre, por ser padre y por ser madre, deja las co-sas muy anchas, vosotros, por ser ovejas firmes, segu-ras, por dejar trabajar al buen pastor, con buen senti-do, sabréis no usar de ciertos derechos, para en cambiotener mayor eficacia en la labor de vuestra propia san-tificación y de la santificación de toda la Obra, de la

DOMINGO IV DE PASCUA 535

santificación de vuestros hermanos y de tantas almas,y de la Iglesia 8.

La devoción a la Santísima Virgen, Mater divi-nae gratiae y Refugium peccatorum, nos impulsará aacercarnos a la Confesión con verdadero dolor denuestras faltas.

(8) De nuestro Padre, Meditación, 12-111-1961.

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LUNES

TIEMPO DE PASCUA. SEMANA IV

186.

—La vibración proselitista, para estar ordenada, ha de co-menzar por nuestra familia sobrenatural.—Somos responsables de la perseverancia de nuestros her-manos.

—Orar los unos por los otros, y ayudarnos con la correcciónfraterna y con otras manifestaciones concretas de verdaderacaridad.

JESUCRISTO nos habla del Buen Pastor en elEvangelio de la Misa de hoy. El mismo es el Pastorbueno, que ha entregado la vida por sus ovejas, y nosinvita: Yo soy la puerta; si alguno entra a través demí, se salvará; y entrará y saldrá y encontrará pas-tos 1. Y comentando este pasaje, nuestro Padre nosenseñó que todos participamos en la misión delBuen Pastor, porque en la Obra todos somos, al mis-mo tiempo, oveja y pastor.

No hay señal, no existe marca alguna que distin-ga mejor al cristiano, que el cuidado que tiene porsus hermanos y su celo por la salvación de las al-mas 2. Y la vibración proselitista ha de estar ordena-da. La caridad ha de vivirse de un modo particularentre aquellos que tienen el lazo de la fraternidad, por

(1) Ev. (Ioann. X, 9).(2) San Juan Crisóstomo, Homilía 6, 3.

LUNES 537

ser hijos de una misma Madre, la Obra 3. Buscar al-mas —muchas— para la Obra, es necesario; peromucho más importante todavía es velar con todo ca-riño por nuestros hermanos, de modo que conserveny mejoren su entrega. Estamos en este redil de Cris-to, y como dice San Agustín, deseo salvar a las ovejasque están fuera, pero temo más que padezcan algo lasque viven dentro4. Falso proselitismo sería el dequienes trabajaran con ilusión en ganar vocaciones ydesatendieran a sus hermanos; equivocado proseli-tismo el de quienes vivieran mil detalles de delicade-za con los de fuera, y no se esmeraran mucho máscon los de la familia.

Vosotros me sostenéis, hijos míos —decía nuestroFundador en una ocasión—, y yo os sostengo tambiéna vosotros para que seáis buenos y fieles. En la Obra,cada uno tiene que unirse a los demás para no caer,hacerse fuerte con la fortaleza de los otros, apoyarseen sus hermanos con el fin de ser bueno y fiel. Y de-ber de cada uno es sostener y ayudar a los demás.¿Afán de proselitismo? ¡Bien, maravilloso!; pero si noprocuramos hacer mejores, más fieles a nuestros her-manos, no creo en ese proselitismo \

Mucha más eficacia apostólica tiene cuidar delos pescadores que de los peces: antes que nadie son

(3) De nuestro Padre, Meditación, 12 IV-1954.(4) San Agustín, Sermo 46, 7, 15.(5) De nuestro Padre, Tertulia, 12-IV-1971.

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los propios hermanos. La primera manifestación delproselitismo es que os ayudéis entre vosotros a perseve-rar y a ser santos 6.

HERMANOS míos —advierte el Apóstol Santia-go—, si alguno de vosotros se desviase de la verdad yotro le redujera a ella, debe saber que quien hace quese convierta el pecador de su extravío, salvará de lamuerte el alma del pecador, y cubrirá la muchedum-bre de sus propios pecados 7.

Si alguno de vosotros se desviase... La posibilidadexiste. Sin la ayuda de Dios y de sus hermanos, ¿quiénpuede sentirse seguro en el camino? ¡Y qué gran res-ponsabilidad la de ayudar a quien en algún momentoflaquea! Las manifestaciones de afecto se prodiganmás con quien más lo necesita. La madre acude conmás amor al hijo enfermo. Una madre, un hermano queama, ante un hijo o ante un hermano enfermo, no seaparta aunque la enfermedad sea contagiosa 8.

No sólo los Directores; cada uno de nosotros esresponsable de la perseverancia de sus hermanos; yes muy necesario que todos cuidemos a los que noshan sido encomendados9, y que estemos como en

(6) De nuestro Padre, n. 122.(7) lacob. V, 19-20.(8) De nuestro Padre, Crónica IX-58, p. 8.(9) San Gregorio Magno, Homiliae in Evangelia 17, 11.

LUNES 539

carne viva ante aquel que vacila. Es el mejor servicioque podemos prestar a la Iglesia y a la Obra: siervosoy de la Iglesia y principalmente de sus miembrosmás débiles, ya que somos miembros del mismocuerpo 10, decía San Cipriano. Es, sin duda, el mejorapostolado: el proselitismo más fino es hacer que nose pierda ningún hermano tuyo n.

¡Qué gran responsabilidad si alguna vez fuése-mos tan ciegos que no nos diésemos cuenta de queun hermano nuestro se hunde! Porque esto se ve an-tes: como se nota que uno está enfermo. Y si seríaun crimen dejar morir a una criatura enferma, mu-cho peor es dejar que uno se pierda. Si alguna vez—escribió nuestro Padre— yo viese flaquear a uno, yflaquear hasta el extremo de perder su felicidad terre-na y quizá la eterna, no excusaría de pecado a los queconvivieran con aquel hijo mío, porque no habrían sa-bido darle los medios para perseverar, medios a losque tenía derecho 12.

Si en un momento alguien sintiera la tentaciónde abandonar el camino que un día vio claro, ten-dríamos que poner de nuestra parte todos los me-dios necesarios para devolverle la vida: le encomen-damos y, dentro siempre de la libertad más plena, leprodigamos nuestros cuidados para ayudarle a per-severar. Lo contrario sería no sólo una falta de cari-

n) San Cipriano, De operibus monachorum 29, 37.(11) De nuestro Padre, Meditación, 19-1111958.(12) De nuestro Padre, n. 128.

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dad, sino aun de justicia, ya que en cierto modo tam-bién fuimos nosotros mismos causa de su vocación.

La enseñanza del Señor es clara. Nos habla delBuen Pastor y del mercenario, que no viene sino pa-ra robar, matar y destruir. Yo vine para que tenganvida y la tengan en abundancia 13. Como buenos pas-tores de nuestros hermanos, si alguna vez viéramosque alguien flaquea, sería necesario intensificar laoración, la mortificación, la fidelidad del día deguardia, y tener para ese hermano nuestro mil deta-lles de cariño.

CADA uno ejercita su misión de Buen Pastor pa-ra los demás principalmente por medio de la correc-ción fraterna. El que busca su propia comodidad yno el bien de Jesucristo (...), se calla, no corrige. Eresmercenario: has visto venir al lobo y has huido. Talvez respondas y digas: aquí estoy, no he huido. Huisteporque te has callado u.

A estas palabras de San Agustín hacen ecoaquellas otras de nuestro Fundador: cuando algunode mis hijos pierde el camino, tienen una buena par-te de culpa los que estaban alrededor suyo y no lehan ayudado. Porque al ir de excursión a un monte oa la nieve, si uno se descamina los demás se vuelven

(13) Ev. (íoann. X, 10).(14) San Agustín, In loannis Evangelium tractatus 46, 8.

LUNES 541

locos para encontrarlo, y salen en su busca afrontan-do todos los sacrificios. Se exponen a cien mil peli-gros, pero lo sacan adelante, le ayudan a volver alcamino. De lo contrario son unos viles. Pues eso mis-mo tenéis que hacer con vuestros hermanos, y, des-pués, con los demás. Es un deber de justicia: primero—repito— con nuestros propios hermanos. Ayudadles,animadles. ¡Adelante!

Para eso tenemos la corrección fraterna, como latenían los primeros fieles de la Iglesia: no hemos in-ventado nada. En la vida espiritual, os lo he dichomuchas veces, no hay nada que inventar. Tenemos losmismos medios que los Apóstoles y los primeros cristia-nos: la fe, que la da Dios, con la esperanza y la cari-dad, que son virtudes sobrenaturales. Después la doc-trina, los sacramentos... Y como una manifestación dela eficacia del sacramento de la penitencia, la direc-ción espiritual y la sinceridad para hablar.

Así iremos todos adelante, todos: no podemos dejara nadie en el camino. Cuando se queda alguno, meparece que se queda un pedazo de mi carne allí, pega-do a una roca. Y sufro. Me parece que he faltado yo, yme doy golpes de pecho: perdóname, Dios mío. Mu-chas veces la culpa no es mía, sino de algunos que es-tán alrededor y no le han ayudado.

Cuando era joven tenía una gran devoción a loscuarenta mártires de Sebaste, aquellos soldados quefueron sumergidos en una piscina de agua helada.Estaban a punto de morir y decían: cuarenta hemos

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entrado en la batalla, cuarenta coronas te pedimos.Se leía antes esta historia en el breviario. Uno deellos se salió del agua y, entonces, el Espíritu Santomovió a uno de los perseguidores, que se metió allí aocupar su puesto para ser testigo de Jesucristo. Puesvosotros igual15.

Es la caridad, el cariño efectivo, el que muevenuestra oración y nuestro trato, el que no repara ensacrificios, el que lleva al Buen Pastor a dar —cadadía— la vida por los suyos. Caridad con vuestros her-manos. Esa caridad os llevará a ayudarles a conservarsu vocación, que es el tesoro más espléndido que Diosnos dio. Esa caridad os llevará a contribuir con vues-tro esfuerzo, para que cada uno de los nuestros seasanto, para que todos tengan una sólida vida interior.

Si sabéis que algún hermano vuestro viene retra-sando la meditación, o se olvida de confesar el día se-ñalado, ¿por qué no ayudarle?: oye, ¿vamos a hacer lameditación?; ¿vienes a confesarte?: hoy nos toca... Sinos damos cuenta de que a aquél o al otro la mortifi-cación le cuesta, ¿no podemos allanarle el camino, conuna palabra cariñosa y buen ejemplo? u.

Hay que desvivirse por la perseverancia, por lafelicidad de nuestros hermanos. Que cada uno sepreocupe de los demás, para hacerles la vida —el ca-

(15) De nuestro Padre, Tertulia, 12-IV-1971.(16) De nuestro Padre, Meditación, 29-111-1956.

LUNES 543

mino de Dios, en la tierra— más amable; que nadie sesienta solo en Casa, que esté persuadido de que se lecomprende; y si tiene una flaqueza, se le disculpa, y sele da la mano; y de que, para su debilidad, está la for-taleza de todos los otros ". Y la fortaleza de NuestraMadre, Santa María, Virgo potens, Virgen poderosa.

(17) De nuestro Padre, Meditación, 12-IV-1954.

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187.

MARTES

—Al llamarnos para santificar el mundo, el Señor nos pideque ejercitemos todos nuestros derechos de ciudadanos.—Hemos de estar presentes donde sea necesario fomentar ydefender los intereses de Cristo.

—Hay que promover entre los católicos la conciencia, cadavez más clara, de su personal responsabilidad en la vida pú-blica.

AL QUERERTE apóstol, te ha recordado el Señor,para que nunca lo olvides, que eres "hijo de Dios"1. Ypor ser hijos, tenemos una herencia que administrar:la herencia de Cristo, que abarca el mundo entero:tú eres mi hijo, hoy te he engendrado Yo. Pídeme yharé de las gentes tu heredad, te daré en posesión losconfines de la tierra 2.

Como todos los martes, la meditación del SalmoII nos impulsa a dirigir nuestra mirada y nuestrosafanes a ese mundo que es el lugar de nuestro en-cuentro cotidiano con Dios, y que tan necesitado seencuentra de redención. El mundo nos espera. ¡Sí!,amamos apasionadamente este mundo porque Dios asínos lo ha enseñado: "sic Deus dilexit mundum..." —asíDios amó al mundo; y porque es el lugar de nuestrocampo de batalla —una hermosísima guerra de cari-

(1) Camino, n. 919.(2) Ps. II, 8.

MARTES 545

dad—, para que todos alcancemos la paz que Cristo havenido a instaurar 3.

Nos espera la tarea de recuperar para Cristo to-do lo que El ganó en la Cruz; y es una labor que de-bemos realizar con alegre seguridad, porque las cria-turas todas están aguardando con grande ansia lamanifestación de los hijos de Dios 4. Jesucristo, queresucitó según predijo, está entre nosotros, y nosanima a vivir plenamente nuestra vocación, a reali-zar la misión que nos ha confiado en la tierra: santi-ficarnos y santificar almas e instituciones, en elmundo y tomando ocasión de las cosas del mundo.

La actitud del Apóstol San Pablo es un ejemploclaro para los cristianos que vivimos en el mundo:San Pablo lleva ya tiempo encadenado, y los judíos en-sayan ante la autoridad romana toda suerte de manio-bras contra él. Nada pueden probar, pero el Procura-dor Festo, queriendo congraciarse con los judíos, res-pondiendo a Pablo le dijo: ¿quieres subir a Jerusalén yser allí juzgado ante mí?5. Pablo advierte la intenciónpoco recta del Procurador, y esgrime sus derechos deciudadano romano: Caesarem appello 6, apelo al Cé-sar.

Empeñado en la causa de Jesucristo, Pablo noduda en hacer uso de los derechos que su ciudadanía

(3) Surco, n. 290.(4) Rom. VIII, 19.(5) Act. XXV, 9.(6) Act. XXV, 11.

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le confiere, en beneficio de la Iglesia naciente: se sa-be obligado a poner cuanto esté de su mano paraprolongar su trabajo apostólico en la tierra, esgri-miendo todos sus derechos en servicio de Dios. Y lohace con gallardía.

Esta es tu tarea de ciudadano cristiano, escribenuestro Padre: contribuir a que el amor y la libertadde Cristo presidan todas las manifestaciones de la vidamoderna: la cultura y la economía, el trabajo y el des-canso, la vida de familia y la convivencia social7. Poreso, no es verdad que haya oposición entre ser buencatólico y servir fielmente a la sociedad civil. Como notienen por qué chocar la Iglesia y el Estado, en el ejer-cicio legítimo de su autoridad respectiva, cara a la mi-sión que Dios les ha confiado.

Mienten —¡así: mienten!— los que afirman lo con-trario. Son los mismos que, en aras de una falsa liber-tad, querrían "amablemente" que los católicos volvié-ramos a las catacumbas 8.

MUCHAS realidades materiales, técnicas, econó-micas, sociales, políticas, culturales..., abandonadas así mismas, o en manos de quienes carecen de la luz denuestra fe, se convierten en obstáculos formidables pa-

(7) Surco, n. 302.(8) Surco, n. 301.

MARTES 547

ra la vida sobrenatural: forman como un coto cerradoy hostil a la Iglesia.

Tú, por cristiano —investigador, literato, científico,político, trabajador...—, tienes el deber de santificaresas realidades. Recuerda que el universo entero —es-cribe el Apóstol— está gimiendo como en dolores departo, esperando la liberación de los hijos de Dios 9.

La realidad de nuestra filiación divina nos hacefuertes y seguros en el empeño de renovar la faz dela tierra. Acelerar y apresurar ese retorno con la ac-ción, con las obras, es un deber de los católicos. Mu-chos, sin embargo, no tienen en la vida social aquelpuesto y autoridad que convienen a los que llevan de-lante de sí la antorcha de la verdad. Tal estado de co-sas puede atribuirse a la apatía o timidez de los bue-nos, que se abstienen de la lucha o resisten flacamen-te; y de aquí los enemigos de la Iglesia sacan mayortemeridad y audacia 10.

Estamos en el mundo, y nuestra misión ha derealizarse entre los hombres. Por eso he afirmado, yos lo repito —escribe nuestro Padre—, que habéis dedar ejemplo, siendo así testigos de Jesucristo en todoslos campos de la actividad humana, a los que llevaréisla buena semilla que habéis recibido, para ser sembra-dores de Dios, sal que sazone las almas que no hangustado aún o que han olvidado el sabor del mensaje

(9) Surco, n. 311.(10) Pió XI, Litt. ene. Quas primas, ll-XII-1925.

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evangélico, luz que ilumine a los que yacen en las ti-nieblas del error o de la ignorancia.

En todos los campos donde los hombres trabajan—insisto— os habéis de hacer presentes también voso-tros, con el maravilloso espíritu de servicio de los se-guidores de Jesucristo, que no vino a ser servido, sinoa servir (Matth. XX, 28): sin abandonar imprudente-mente —sería error gravísimo— la vida pública de lasnaciones, en la que actuaréis como ciudadanos corrien-tes, que eso sois, con libertad personal y con personalresponsabilidad n.

Actuaremos —¡somos hijos de Dios!— con opti-mismo y moral de victoria, porque no buscamosnuestra afirmación personal, sino el establecimientoefectivo del reino de nuestro Padre Dios, que ha teni-do esta finura de Amor con nosotros: permitirnos quele conquistemos la tierra.

El —¡tan humilde siempre!— quiso limitarse a con-vertirlo en posible... A nosotros nos ha concedido laparte más hacedera y agradable: la de la acción y ladel triunfo u.

LA PRESENCIA leal y desinteresada en el terrenode la vida pública ofrece posibilidades inmensas parahacer el bien, para servir: no pueden los católicos —no

(11) De nuestro Padre, Carla, 9-1-1932 n. 40(12) Surco, n. 291.

MARTES 549

podéis vosotros, hijos míos— desertar de ese campo, de-jando las tareas políticas en las manos de los que noconocen o no practican la ley de Dios, o de los que semuestran enemigos de su Santa Iglesia.

La vida humana, tanto privada como social, se en-cuentra ineludiblemente en contacto con la ley y con elespíritu de Cristo Señor Nuestro: los cristianos, en con-secuencia, descubren fácilmente una compenetraciónrecíproca entre el apostolado y la ordenación de la vi-da por parte del Estado, es decir, la acción política.Las cosas que son del César, hay que darlas al César;y las que son de Dios, hay que dárselas a Dios (Matth.XXII, 21), dijo Jesús 13.

Como personas corrientes, tenemos todas lasobligaciones propias de los ciudadanos y, en conse-cuencia, gozamos de los mismos derechos: pero esosderechos, cuando de su ejercicio depende la gloriade Dios y la salvación de las almas, ya no son nues-tros, sino suyos, de Dios: se convierten en deberes in-declinables. No podemos cruzarnos de brazos, cuandouna sutil persecución condena a la Iglesia a morir deinedia, relegándola fuera de la vida pública y, sobretodo, impidiéndole intervenir en la educación, en lacultura, en la vida familiar.

No son derechos nuestros: son de Dios, y a noso-tros, los católicos, El los ha confiado..., ¡para que los

(13) De nuestro Padre, Carca, 9-1-1932, n. 41.

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ejercitemos! H. Por eso, ante la sociedad, el cristianono puede adoptar nunca una postura indiferente,neutral, de espectador pasivo. Esa falsa humildad escomodidad: así, tan humildico, vas haciendo dejaciónde derechos... que son deberes 15.

Es una doctrina que hay que enseñar a la gente,porque su ignorancia es causa de muchos males. Osdiré, a este propósito —ha escrito nuestro Padre—,cuál es mi gran deseo: querría que, en el catecismo de ladoctrina cristiana para los niños, se enseñara claramen-te cuáles son estos puntos firmes, en los que no se puedeceder, al actuar de un modo o de otro en la vida públi-ca; y que se afirmara, al mismo tiempo, el deber de ac-tuar, de no abstenerse, de prestar la propia colabora-ción para servir con lealtad, y con libertad personal, albien común. Es éste un gran deseo mío, porque veo queasí los católicos aprenderían estas verdades desde niños,y sabrían practicarlas luego cuando fueran adultos 16.

Consideremos ahora, en la presencia de Dios, pi-diendo luz a su Madre Santísima, en qué grado nossentimos urgidos para esa tarea, si tenemos ese hon-do sentido de responsabilidad que promueva y encaucela actuación de los católicos en la vida pública n; yqué hacemos —desde el propio lugar y las persona-les circunstancias— para que Jesucristo esté en lacumbre de todas las actividades humanas.

(14) Surco, n. 310.(15) Camino, n. 603.(16) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 45.(17) De nuestro Padre, Obras VI-55, p. 9.

MIÉRCOLES 551

188.

MIÉRCOLES

—Por el Bautismo y la Confirmación participamos en el sa-cerdocio de Cristo.—Ser para todos luz, guía, Buen Pastor.—Tener celo por la salvación de todas las almas.

PABLO y Bernabé, en compañía de otros discí-pulos de Cristo, se habían establecido en Antioquía yallí desarrollaban una intensa labor apostólica. Es-tando ellos sirviendo al Señor y ayunando, les dijo elEspíritu Santo: separadme a Saulo y a Bernabé parala obra a que los he destinado. Entonces, ayunando yorando, les impusieron las manos y les enviaron.Ellos, mandados así por el Espíritu Santo, fueron aSeleucia y desde allí navegaron hasta Chipre 1. Co-menzaba el primero de los viajes misioneros de SanPablo, que tantos frutos habrían de dar para la glo-ria de Dios y la salvación de las almas.

Todos los cristianos, cada uno según la vocaciónconcreta que Dios le ha dado, hemos de continuaresa misión apostólica hasta el final de los tiempos.Y para eso, por el Bautismo y la Confirmación, elEspíritu Santo infunde en nuestra alma un sello

(1) L. 1 {Act. XIII, 2-4).

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sacerdotal. ¿Acaso ignoras que también a ti, esto es, atoda la Iglesia y al pueblo de los creyentes, ha sidodado un sacerdocio? Escucha lo que Pedro dice a lossimples fieles: vosotros sois linaje escogido, sacerdo-cio real, nación santa, un pueblo que Dios ha adqui-rido para sí2. Nosotros, además, por singular voca-ción divina estamos llamados a hacer la Obra deDios con alma verdaderamente sacerdotal y mentali-dad plenamente laical3.

En medio del mundo, hemos de vivir plenamenteese sentido sacerdotal de la vida, propio de todo cris-tiano. Mientras desarrolláis vuestra actividad en lamisma entraña de la sociedad —escribe nuestro Pa-dre—, participando en todos los afanes nobles y en to-dos los trabajos rectos de los hombres, no debéis per-der de vista el profundo sentido sacerdotal que tienevuestra vida: debéis ser mediadores en Cristo Jesús, pa-ra llevar a Dios todas las cosas, y para que la graciadivina lo vivifique todo: con mucho gusto gastarécuanto tengo y me entregaré a mí mismo por las almas(II Cor. XII, 15) *.

Hemos de hacer de todo nuestro día ocasiónconstante para unirnos a Cristo y salvar las almas.Con esa alma sacerdotal, que pido al Señor para todosvosotros, debéis procurar que, en medio de las ocupa-

(2) Orígenes, In Leviticum homiliae IX 1(3) De nuestro Padre, Carta, 2-II-1945 n i(4) De nuestro Padre, Cana, 28-111-1955, n. 4.

MIÉRCOLES 553

ciones ordinarias, vuestra vida entera se convierta enuna continua alabanza a Dios: oración y reparaciónconstantes, petición y sacrificio por todos los hombres.Y todo esto, en íntima y asidua unión con Cristo Jesús,en el Santo Sacrificio del Altar5.

El alma sacerdotal se siente corredentora, y en-tiende bien aquellas palabras que San Pedro dirigíaa la primera comunidad cristiana: no os sorprendáiscon el fuego de la tribulación, que es para pruebavuestra, como si os aconteciese alguna cosa de nuevo.Mas alegraos de ser partícipes de la Pasión de Cristo,para que os gocéis también con júbilo en la apariciónde su gloria 6.

A VECES, cara a esas almas dormidas, entranunas ansias locas de gritarles, de sacudirlas, de hacer-las reaccionar, para que salgan de ese sopor terrible enque se hallan sumidas. ¡Es tan triste ver cómo andan,dando palos de ciego, sin acertar con el camino!

—Cómo comprendo ese llanto de Jesús por Jerusa-lén, como fruto de su caridad perfecta... 7.

El celo por la salvación de las almas es una ca-racterística que Dios ha puesto en el espíritu de laObra. Nosotros —laicos o sacerdotes, todos con alma

(5) De nuestro Padre, Carla, 28-111-1955, n. 4.(6) I Petr. IV, 12-13.(7) Surco, n. 210.

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sacerdotal y mentalidad laical— tenemos metidas ennuestra vida, dedicada al servicio del Señor, aquellaspalabras de Cristo Sacerdote: santifícalos en la verdad.La palabra tuya es la verdad (Ioann. XVII, 17)8.

Nos vamos formando en el conocimiento deldogma y de la moral de la Iglesia para acercarnosmás a Dios, para aliviar la gran necesidad de doctri-na que tienen los hombres; porque el alma sacerdo-tal tiene los mismos afanes que llenaban el Corazónde Jesús: guiar las almas, predicar la verdad, dardoctrina. Vuestra pasión dominante ha de ser el afánde dar doctrina: doctrina católica, que esté plenamentede acuerdo con el sentir de la Iglesia y que siga con to-da fidelidad el Magisterio de Pedro 9.

Nuestra actitud ha de ser la de abrir los brazos atodos los hombres, especialmente a los enfermos delalma, para llevarles a la luz, porque Dios pone ennuestro corazón un ansia insaciable de corredimircon su Hijo. Quienes han encontrado a Cristo no pue-den cerrarse en su ambiente: ¡triste cosa sería ese empe-queñecimiento! Han de abrirse en abanico para llegar atodas las almas. Cada uno ha de crear —y ensanchar—un círculo de amigos, sobre el que influya con su presti-gio profesional, con su conducta, con su amistad, procu-rando que Cristo influya por medio de ese prestigio pro-fesional, de esa conducta, de esa amistad 10.

(8) De nuestro Padre, Carta, 19-IIM954, n. 25.(9) De nuestro Padre, Carla, 28-111-1955, n. 7.(10) Surco, n. 193.

MIÉRCOLES 555

El Señor nos pide que seamos buenos pastoresde sus ovejas, que tengamos compasión de esos hijossuyos enfermos. Quiere que demos nuestra vida, díaa día, por los demás. Si amo a mis hermanos hastadar mi vida por ellos, si por la verdad combato hastala muerte, si mortifico mi cuerpo y me abstengo detoda concupiscencia, si el mundo está crucificado pa-ra mí y yo para el mundo, entonces he ofrecido unholocausto en el altar de Dios y me hago sacerdote demi propio sacrificio ".

Pedimos al Señor esa identificación total con El,en nuestro ser y en nuestro obrar, para ser buenosinstrumentos en sus manos, con la confianza que nossugieren unas palabras de Jesús que se recogen en laMisa de hoy: Yo soy quien os ha elegido, y os ha des-tinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro frutopermanezca 12.

VIVIMOS las mismas virtudes que se exigen alsacerdote: caridad, humildad, piedad, espíritu deoración y de sacrificio... ¿Qué virtudes viven los bue-nos sacerdotes, que no debáis vivir también vosotros,hijas e hijos queridísimos, por exigencia de la voca-ción divina, de vuestra llamada al Opus Dei? u.

(11) Orígenes, ln Leviticum homiliae IX, 9.(12) Ant. ad Com. (cfr. Ioann. XV, 16-19).(13) De nuestro Padre, Carta, 28-111-1955, n. 4.

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Consecuencia de esa alma sacerdotal es el deseosincero de llegar a todos: no hay nadie en la tierra quenos pueda resultar indiferente. Hemos de sentir viva-mente, contemplando las cosas con visión sobrenatu-ral, que la salvación de un alma vale más que todoslos bienes del mundo reunidos. No se puede decir quevivan bien los que por ceguera desconocen el fin delvivir o lo desprecian por soberbia. Nadie puede teneresperanza verdadera y cierta en el vivir si no conoce laVida, que es Cristo, y entra por la puerta en el redil u.

Al tratar a los que nos rodean, no queremos quenadie pase junto a nosotros sin que se acerque unpoco más a Jesús. Entregaos generosamente al servi-cio de las almas. Los sacerdotes, especialmente en lapredicación de la palabra de Dios, y dedicando mu-chas horas a la administración del sacramento de laPenitencia.

Y todos, sacerdotes y seglares, excedeos en ese ser-vicio divino con la mayor caridad, llenos de compren-sión con los demás y de intransigencia con vosotrosmismos; porque debe estar profundamente enraizadoen vosotros el espíritu de reparación y el deseo cons-tante de adquirir y de dar a todos —de modo adecua-do— la ciencia de Dios 15.

Si de verdad tenemos alma sacerdotal, tendre-mos afán de almas, y nuestro trato leal y generoso

(14) San Agustín, In loannis Evangelium tractatus 45.(15) De nuestro Padre, Carta, 28-111-1955, n. 6.

MIÉRCOLES 557

invitará a los demás a abrir el corazón, a comunicarsus inquietudes, pues disponemos de la mejor medi-cina: la gracia y la doctrina de Jesucristo. Si tene-mos alma sacerdotal sabremos orientar, sabremoscomprender, sabremos disculpar los defectos ajenosdeseando, a la vez, curarlos. Y podremos decir, conla alegría de ver la eficacia sobrenatural de esa la-bor: ¿qué hay mejor que dirigir las almas? u.

Acudamos a la Virgen Santísima para que hagaaún más sacerdotal nuestra alma, para que nos hagasentir la profunda necesidad de Dios que tienen loshombres.

(16) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 60, 8.

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189.

JUEVES

—Nuestro camino es de amor.

—El amor lleva a la generosidad, al olvido de sí mismo.

—Nuestro servicio a los demás ha de ser gustoso y alegre.

NUESTRA vida es como la de aquel personaje dela parábola, que encuentra un tesoro escondido enun campo, y gozoso del hallazgo va, y vende cuantotiene, y compra aquel campo l.

Jesucristo nos descubrió este camino de amor, ynos hizo ver que, en comparación con ese tesoro,ninguna otra cosa era digna de ser tenida en cuenta,y que valía la pena dejarlo todo para gozar de él. Sinembargo, aun siendo incalculable su precio, el Señorno nos pidió de una sola vez cuanto teníamos. Poco apoco, para ayudarnos a vencer las resistencias denuestra debilidad, nos ha exigido nuevas renuncias,mayor entrega. Y si la primera vez lo hicimos poramor, gozosos del hallazgo, quiere que nunca másfalte esa alegría, ese motivo de amor.

Comentando el mandatum novum que Cristo dioa sus discípulos, se pregunta San Agustín: ¿por quéel Señor lo llama nuevo, cuando se conoce su anti-güedad? ¿Tal vez será nuevo porque, despojándonos

(1) Malth. XIII, 44.

JUEVES 559

del hombre viejo, nos ha vestido del hombre nuevo?(...). Este amor, en efecto, nos renueva para ser hom-bres nuevos, herederos del Nuevo Testamento y can-tores del cántico nuevo. Este amor, queridísimos her-manos, renovó ya entonces a los justos del AntiguoTestamento, a los Patriarcas y Projetas, como renovódespués a los Apóstoles, y es el que también ahora re-nueva a todas las gentes; el amor, que de todo el gé-nero humano, difundido por toda la tierra, forma ycongrega un pueblo nuevo, Cuerpo de la nueva Espo-sa del Hijo Unigénito de Dios 2.

El primer amor tiene que mantenerse vivo, cre-cer e informar todas nuestras acciones. Todo lo bue-no que podamos hacer en servicio de Dios, si faltaseel amor, sería inútil, labor vana. Conozco tus obras—dice el Señor— y tu trabajo (...), y que tienes pacien-cia, y has padecido a causa de mi nombre y no desfa-lleciste. Pero tengo contra ti que has perdido el fervorde la primera caridad3. ¡Qué poco valen las obras sino van acompañadas del fervor de la caridad! Es po-sible y hasta lógico que, con el paso del tiempo, elfervor juvenil de la primera entrega se haga menospatente. No por eso ha de ser menos intenso: enton-ces hemos de querer a Dios así, con toda nuestra al-ma, aunque la sensibilidad esté como dormida; seráun amor más sobrenatural, más puro.

(2) Ad off. lect., L. II (San Agustín, In loannis Evangelium tractatus 65, 1).(3) Apoc. II, 2-4.

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Buen ejemplo nos dio siempre nuestro Padre.Aunque habitualmente iba a contrapelo —así solíaexpresarse—, sabía encenderse y encendernos enamor al Señor, sobre todo a Jesús en el Sagrario.Dentro de unos minutos —nos confiaba en una oca-sión— me llegaré, con este hijo que me acompaña, acelebrar la Santa Misa: a tener un encuentro personalí-simo con el Amor de mi alma. Y este hijo mío me re-cordará —al contestarme con las palabras de la litur-gia— que me estaré acercando al altar de Dios quealegra mi juventud. Porque soy joven, y lo seré siem-pre, ya que mi juventud es la de Dios, que es eterno.Jamás podré con este amor sentirme viejo.

Después besaré el altar: con besos de amor. Y to-maré el Cuerpo de mi Dios con la mano derecha, y elcáliz de su Sangre con la izquierda, y lo levantaré so-bre las cosas todas de la tierra, diciendo: Per Ipsum, etcum Ipso, et in Ipso: ¡por mi Amor!; ¡con mi Amor!; ¡enmi Amor! *.

Tanto en el principio del camino, como si ya lle-vamos mucho trecho recorrido, el amor debe estarsiempre presente, porque sin caridad nada puede ha-cerse. Con caridad todo. Amor; éste es el secreto de lavida de un hijo mío en el Opus Dei... ¡Amad! Sufridcon alegría. Enredad el alma. Virilizad la voluntad.Asegurad la entrega y, con esto, la eficacia 5.

(4) De nuestro Padre, Crónica, 1969, pp. 403-406.(5) De nuestro Padre, Meditación, 12-IV-1954.

JUEVES 561

ALGUNAS veces —me lo has oído comentar confrecuencia— se habla del amor como si fuera un im-pulso hacia la propia satisfacción, o un mero recursopara completar de modo egoísta la propia personali-dad.

—Y siempre te he dicho que no es así: el amor ver-dadero exige salir de sí mismo, entregarse. El auténticoamor trae consigo la alegría: una alegría, que tiene susraíces en forma de cruz 6.

Las obras de nuestro amor han de concretarseen un servicio generoso y entregado. Nuestra verdades ésta: la entrega, amor —amor a Dios y, por El, alprójimo— fundamentado en el sacrificio 7. Así es comose manifestó la caridad de Dios hacia nosotros, enque Dios envió al mundo a su Hijo unigénito paraque nosotros vivamos por El. En esto consiste la cari-dad, que no es porque nosotros hayamos amado aDios, sino que El nos amó primero a nosotros, y en-vió a su Hijo como víctima expiatoria de nuestros pe-cados. Carísimos, si de esta manera nos amó Dios,también nosotros debemos amarnos unos a otros 8. Yeste amor exige generosidad, servicio, olvido de no-sotros mismos.

No podemos conformarnos nunca con lo que hace-mos, como un artista no se conforma con la estatua oel cuadro que realiza. Todos dicen: es una maravilla.

(6) Forja, n. 28.(7) De nuestro Padre, n. 147.(8) I Ioann. IV, 9-11.

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Pero él piensa: no, no es esto; yo quería más. Nosotrostampoco podemos conformarnos. El Señor no se quedasatisfecho nunca, no se detiene. Hay que ir a su paso.Dios es un amante que quiere todo de la persona ama-da: es celoso, y quiere también que le tratemos con to-da confianza.

Todo cristiano debe buscar y tratar a Cristo parapoder amarlo. Pasa como con el noviazgo: el trato esnecesario, porque si dos personas no se tratan, no pue-den llegar a quererse. Y nuestra vida, hijos míos, es deamor9.

Perdamos el miedo a darnos demasiado. Entre-guémonos a Dios y a las almas sin cálculo. Y si vienela tentación de poner límites y andar regateando, re-cordemos que, al ocuparse en su trabajo los hijos deDios en su Opus Dei, procuran no limitarse a cumplir,sino que se esfuerzan en amar, que es siempre exceder-se gustosamente en el deber y en el sacrificio 10.

CASI todos los que tienen problemas personales,los tienen por el egoísmo de pensar en sí mismos. Esnecesario darse a los demás, servir a los demás poramor de Dios: ése es el camino para que desaparezcannuestras penas. La mayor parte de las contradiccionestienen su origen en que nos olvidamos del servicio que

(9) De nuestro Padre, Tertulia, 13-HM969.(10) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 59.

JUEVES 563

debemos a los demás hombres y nos ocupamos dema-siado de nuestro yo. Entregarse al servicio de las al-mas, olvidándose de sí mismo, es de tal eficacia, queDios lo premia con una humildad llena de alegría ".

Aún insiste nuestro Padre: ¿tú piensas que en lavida se agradece un servicio prestado de mala gana?Evidentemente, no. Y hasta se llega a concluir: seríamejor que no lo hiciera.

—¿Y tú consideras que puedes servir a Dios conmala cara? ¡No! —Has de servirle con alegría, a pesarde tus miserias, que ya las quitaremos con la ayudadivina 12.

El amor hace gustoso y alegre nuestro servicio alas almas: de ninguna manera se pueden considerarpesados los trabajos de quienes aman 13; para los queaman nada es duro, nada resulta difícil u. ¿Qué difi-cultad, qué contrariedad suponen para una madrelos cuidados —a veces penosos— que prodiga a suhijo? Como tiene amor, no regatea ningún sacrificio,ni le falta la alegría al hacerlo.

Amar no es otra cosa que querer el bien paraotro 15. Amar es desear todo lo mejor a los demás, de-sear que sean santos y felices. De este modo se acre-cientan los motivos de alegría, porque no sólo nosalegramos de los bienes propios, sino también —y no

(11) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 15.(12) Forja, n. 308.(13) San Agustín, De bono viduitatis 21, 26.(14) San Jerónimo, Epístola 22, 40.(15) Santo Tomás, S. Th. I, q. 20, a. 2 c.

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menos que de los propios— nos alegramos de los bie-nes de los demás 16. Con un amor así, todo interéspersonal, toda ambición humana, queda definitiva-mente a un lado. Amar como el que más: ganar paraCristo todas las almas; reparar abundantemente porlas ofensas hechas al Corazón Sacratísimo de Jesús: heaquí nuestras ambiciones. Con una locura tan divina,con este celo que nos come las entrañas, zelus domustuae comedit me (Ioann. //, 17), ¿qué ambición huma-na —pregunta nuestro Padre— podrá pegársenos enel camino de nuestra vida? ".

Cuanto más total y sin regateos sea nuestro ser-vicio a Dios y a las almas, mayor será también nues-tro optimismo. Y seremos felices, felices de verdad,en unión con Santa María, Esclava del Señor, llenade gracia y de alegría.

(16) San Juan Crisóstomo, Adversus oppugnatores vitae monasticae 3 11(17) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 83.

VIERNES 565

190.

VIERNES

—El júbilo pascual es fruto de la obediencia de Cristo.—Dios ha dispuesto darnos a conocer su Voluntad concretapor medio de otros hombres.—Obediencia alegre, porque quien obedece responde conexactitud a lo que Dios quiere de él.

LA RESURRECCIÓN gloriosa de Jesucristo, quecontemplamos estos días del tiempo pascual, nosmueve a seguir el consejo del Apóstol: tened los mis-mos sentimientos que Cristo Jesús quien, teniendo lanaturaleza de Dios, no tuvo por codiciable tesoromantenerse igual a Dios, antes se anonadó a sí mis-mo tomando forma de siervo, hecho semejante a loshombres y reducido a la condición de hombre. Sehumilló a sí mismo haciéndose obediente hasta lamuerte, y muerte de cruz l. La Resurrección del Se-ñor es para nosotros la garantía y el anticipo de lagloria que nos espera, si imitamos a Cristo, si sabe-mos —con El— morir a nosotros mismos por la obe-diencia.

La vida de Jesucristo fue un acto ininterrumpi-do de obediencia a su Padre Celestial: Yo hago siem-

(1) Philip. II, 5-8.

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pre lo que es de su agrado 2. Obedeció el Señor a lavoluntad de su Padre y se sometió a todos aquellos aquienes en su vida terrena encontró investidos deautoridad. Fue dócil a la Virgen y a San José: eratsubditus Mis 3. Y por obediencia a su Padre Celestial,no resistió a los que le llevaron al Calvario: maltrata-do y afligido, no abrió la boca, como cordero llevadoal matadero, como oveja muda ante los trasquilado-res *.

Pero en este tiempo de júbilo pascual, pensemossobre todo en los frutos de la rendida sumisión deCristo, que, resucitado de entre los muertos, ya nomuere; la muerte ya no tiene dominio sobre El5. LaResurrección de Jesús, inmolado por obediencia, nosanima a abrazar con alegría y sin reservas nuestrodeber, a cumplir en toda circunstancia la Voluntadde Dios, aunque nos cueste. Con tu Sangre nos hasrescatado, Señor, de todas las razas, y lenguas, pue-blos y naciones, y nos has hecho reino y sacerdotes denuestro Dios. Aleluya 6.

LA EPÍSTOLA a los Hebreos aplica a Jesucristoeste versículo de los Salmos: entonces yo dije: hemeaquí (...), oh Dios, para hacer tu Voluntad 7. La vida

(2) Ioann. VIII, 29.(3) Luc. II, 51.(4) Isai. Lili, 7.(5) Rom. VI, 9.(6) Ant. ad Intr. (Apoc. V, 9-10).(7) Hebr. X, 7.

VIERNES 567

de Cristo en la tierra fue un cumplimiento de la Vo-luntad de su Padre, hasta el detalle, desde el primerinstante en el que vino al mundo hasta que exclamóen la Cruz: consummatum est8, todo lo he cumplido.

Miremos de nuevo el ejemplo de Cristo, nos invitanuestro Padre. Jesús obedece, y obedece a José y aMaría. Dios ha venido a la tierra para obedecer, y pa-ra obedecer a las criaturas. Son dos criaturas perfectí-simas: Santa María, nuestra Madre, más que Ella sóloDios; y aquel varón castísimo, José. Pero criaturas. YJesús, que es Dios, les obedecía. Hemos de amar aDios, para así amar su voluntad y tener deseos de res-ponder a las llamadas que nos dirige a través de lasobligaciones de nuestra vida corriente: en los deberesde estado, en la profesión, en el trabajo, en la familia,en el trato social, en el propio sufrimiento y en el delos demás hombres, en la amistad, en el afán de reali-zar lo que es bueno y justo 9.

No hay un instante en nuestra vida que sea indi-ferente para Dios; un momento en que el Señor noespere de nosotros una respuesta muy determinada.Y, compadecido de nuestra flaqueza para conocer suVoluntad, ha dispuesto que sean otros hombres, her-manos nuestros, los encargados de mostrarnos loque El quiere de nosotros.

Dios convierte así a sus criaturas en instrumen-

(8) Ioann. XIX, 30.(9) Es Cristo que pasa, n. 17.

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tos de santificación. No sería buena una obedienciaque se fundamentase en las cualidades humanas—experiencia, simpatía, capacidad intelectual— dequien hace cabeza. Sólo hay en este terreno un moti-vo que, siendo totalmente sobrenatural, respeta ensu plenitud nuestra legítima personalidad de cristia-nos: el convencimiento de que la obediencia que sepresta a los Directores, se da a Dios mismo.

Así —dice San Bernardo—, todo cuanto el hom-bre nos mande de parte de Dios es preciso ejecutarlocon tanta sumisión como si Dios mismo lo hubieramandado. Porque, ¿qué importa que Dios nos mani-fieste su Voluntad por sí mismo o por sus ministros,ya sean ángeles, ya sean hombres? 10.

Hagamos también muy nuestra la enseñanza queel Apóstol trasmitía a los Colosenses con aquellaspalabras: todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, co-mo obedeciendo al Señor y no a los hombres, tenien-do en cuenta que del Señor recibiréis por recompensauna herencia eterna n.

DIOS, QUE tanto nos ama, nos conduce hasta Elpor el camino de la obediencia a los Directores. Nonos oculta el Señor que esa obediencia rendida a lavoluntad de Dios exige renuncia y entrega, porque elAmor no pide^ derechos: quiere servir. El ha recorrido

(10) San Bernardo, De praecepto et dispensa 9 22.(11) Cotos. III, 23-24.

primero el camino. Jesús, ¿cómo obedeciste tú? Usquead mortem, mortem autem crucis (Philip. II, 8), hastala muerte y muerte de Cruz. Hay que salir de uno mis-mo, complicarse la vida, perderla por amor de Dios yde las almas. He aquí que tú querías vivir, y no que-rías que nada te sucediera; pero Dios quiso otra cosa.Existen dos voluntades: tu voluntad debe ser corregida,para identificarse con la voluntad de Dios; y no la deDios torcida, para acomodarse a la tuya (San Agustín,Enarr. in Ps. 32, 2, 26).

Yo he visto con gozo a muchas almas que se hanjugado la vida —como tú, Señor, usque ad mortem—,al cumplir lo que la voluntad de Dios les pedía: handedicado sus afanes y su trabajo profesional al servi-cio de la Iglesia, por el bien de todos los hombres.

Aprendamos a obedecer, aprendamos a servir: nohay mejor señorío que querer entregarse voluntaria-mente a ser útil a los demás. Cuando sentimos el orgu-llo que barbota dentro de nosotros, la soberbia que noshace pensar que somos superhombres, es el momentode decir que no, de decir que nuestro único triunfo hade ser el de la humildad. Así nos identificaremos conCristo en la Cruz, no molestos o inquietos o con malagracia, sino alegres: porque esa alegría, en el olvido desí mismo, es la mejor prueba de amor 12.

Puede ser que en alguna circunstancia nos cues-te obedecer. Recordemos entonces el final luminoso

(12) Es Cristo que pasa, n. 19.

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de la Pasión de Cristo, recordemos que nuestro Pa-dre Dios espera una respuesta afirmativa; apresuré-monos a poner por obra aquel consejo: ¡Anda!, congenerosidad y como un niño, dile: ¿qué me irás a darcuando me exiges "eso"? 13.

Obendiencia siempre alegre, con sencillez de co-razón u, porque obedecer es responder exactamentea lo que Dios quiere de nosotros, y Dios quiere sólonuestro bien. La caridad hace la obediencia grata yaceptable a Dios, puesto que Dios ama al que da conalegría 15.

La vida del Señor en la tierra dio comienzo conla obediencia de su Madre Santísima: ecce ancillaDomini16, he aquí la Esclava del Señor. Ahora can-tamos llenos de alegría los frutos de esa obedien-cia: alégrate, Reina del Cielo, aleluya: porque Aquéla quien mereciste llevar, ha resucitado como dijo,aleluya ".

(13) Camino, n. 153.(14) Ephes. VI, 5.(15) San Bernardo. Sermo in festivitate Sancíi Andreae 2, 2.(16) Luc. I, 38.(17) Antífona Regina Caeli.

SÁBADO 571

191.

SÁBADO

—La castidad es necesaria para el apostolado.—La guarda del corazón, ejercicio de amor a Dios.—Medios para vivir la santa pureza.

CARÍSIMOS —escribe San Pedro a los cristia-nos de su época, y a los de todos los tiempos—, ossuplico que como extranjeros y peregrinos que sois eneste mundo, os abstengáis de los deseos carnales, quecombaten contra el alma; llevando una vida ejemplarentre los gentiles, a fin de que, por lo mismo que oscalumnian como a malhechores, reflexionando sobrelas obras buenas que observan en vosotros, glorifi-quen a Dios en el día en que los visitará l.

El mundo de hoy también necesita el testimoniode almas dedicadas por entero al servicio de Jesu-cristo. Una ola sucia y podrida —roja y verde— seempeña en sumergir la tierra, escupiendo su puerca sa-liva sobre la Cruz del Redentor...

Y El quiere que de nuestras almas salga otra oleada—blanca y poderosa, como la diestra del Señor-^, queanegue, con su pureza, la podredumbre de todo mate-rialismo y neutralice la corrupción, que ha inundado elOrbe: a eso vienen —y a más — los hijos de Dios 2.

(1)1 Petr. II, 11-12.(2) Forja, n. 23.

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Este es el sentido que tiene la virtud de la casti-dad en nuestra vida: el de dedicarnos al servicio deDios, con todas las potencias y sentidos. Y esto, poruna razón de apostolado: para llevarle almas. El es-píritu de la Obra, por ser cristalino y puro, sólo pue-de permanecer en un corazón limpio. Una vida lim-pia hace que muchos se sientan atraídos hacia elamor de Dios. La pureza, gratísima a los ojos de Diosy de su Madre Inmaculada, da al alma un vigor so-brenatural que arrastra, y permite una total y exclu-siva dedicación al servicio de Dios en el apostolado.

Viviendo delicadamente la virtud de la pureza,somos para Dios el buen olor de Cristo 3, que atrae aotras almas hasta el Señor. El "bonus odor Christi"—el buen olor de Cristo es también el de nuestra vidalimpia, el de la castidad —cada uno en su estado,repito—, el de la santa pureza, que es afirmación gozo-sa: algo enterizo y delicado a la vez, fino, que evita in-cluso manifestaciones de palabras inconvenientes, por-que no pueden agradar a Dios 4. En cambio, sin unapureza llena de amor, sin la santa pureza no se puedeperseverar en el apostolado 5. Porque el apostoladoconsiste en ser cauce por donde corra libremente lagracia de Dios; y el cauce debe ser limpio, si quiereque limpias y puras sean las aguas que por él circu-

ía; II Cor. II, 15.(4) Forja, n. 92.(5) Camino, n. 129.

SÁBADO 573

len. Siendo nosotros canal limpio, serviremos debuenos instrumentos para que las almas se acerquena Dios y le traten como hijos, a la vez que son tam-bién hijos de nuestro espíritu.

¿Quién no tiene hambre de perpetuar su apostola-do?6. ¿Quién no ha sentido, haciendo proselitismo,ese gozo, profundamente humano y sobrenatural, deun nacimiento a la vida de la gracia, a la santidad yal apostolado? ¿Quién no ha sentido alegría ante elnacimiento de un hijo de su espíritu? ¿No es verdadque no cambiaríamos la felicidad de esos momentospor nada; que todo lo demás nos parece una bagate-la? Pues no lo olvidemos cuando, alguna vez, nuestracastidad se haga más difícil, más costosa.

Pidamos a Dios, con palabras que hoy pone la li-turgia en nuestros labios: santifica, Señor, con tubondad estos dones; acepta la ofrenda de este sacrifi-cio espiritual, y a nosotros transfórmanos en oblaciónperenne 7, de manera que, renovados por el Bautis-mo, con la fuerza de tu gracia, demos fruto abundan-te y alcancemos los goces de la vida eterna 8.

AMAD la santa pureza, hijos míos: nuestra casti-dad es una afirmación gozosa, una consecuencia lógicade nuestra entrega al servicio de Dios, de nuestro Amor.Podríamos haber puesto el afecto de nuestro corazón en

(6) Camino, n. 809.(7) Oraí. super oblata.(8) Orat.

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una criatura; pero, ante la llamada de Dios, lo hemospuesto entero, joven, vibrante, limpio, a los pies de Je-sucristo: porque nos da la gana — que es una razón biensobrenatural— corresponder a la gracia del Señor 9.

Vivir la santa pureza es cuestión de amor. Nues-tra castidad es una afirmación gozosa, un triunfo, quenos da una paternidad maravillosa, muy superior a lade la carne 10. Por eso, nuestra primera ocupación hade ser la de mantener nuestros corazones llenos deamor: de amor a Dios y a todas las almas por Dios. Elcorazón está hecho para amar. Por eso, si no ponemos elcorazón en Dios, en la Virgen, Madre nuestra, en todaslas almas..., el corazón se venga y se convierte en unagusanera. Yo he tenido que enjugar muchas lágrimas depersonas que se han perdido por no hablar a tiempo. Alos quince días están asqueados, vienen llorando, arre-pentidos. No conozco a ninguno que sea feliz.

Por eso os digo que os queráis, con sincero y noblecariño; sin idioteces, pero sin miedo. Y después, abridel corazón. No tengáis nunca un secreto; decid siempreprimero lo que más os cueste y, si tenéis la tentaciónde no hablar, id inmediatamente a la Confidencia. Siobráis así, os aseguro la fidelidad, la felicidad en latierra y en el cielo u.

Hay que custodiar el corazón, purificarlo cons-

(9) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 45.(10) De nuestro Padre, Tertulia, 9-X-1960.(11) De nuestro Padre, Tertulia, 17-111-1969.

SÁBADO 575

tantemente, no permitir que entren en él afectos queno hayan pasado por el Corazón Sacratísimo de Je-sús y por el Corazón Dulcísimo de María. Es una ta-rea que nunca puede darse por terminada, porquesiempre es posible tener más delicadeza, afinar más,crecer en el amor.

Podemos hacer nuestra aquella oración de nues-tro Padre: "Jesús, que mi pobre corazón sea huerto se-llado; que mi pobre corazón sea un paraíso, donde vi-vas Tú; que el Ángel de mi Guarda lo custodie, con es-pada de fuego, con la que purifique todos los afectosantes de que entren en mí; Jesús, con el divino sello detu Cruz, sella mi pobre corazón" 12.

CUIDAD esmeradamente la castidad, y tambiénaquellas otras virtudes que forman su cortejo —la mo-destia y el pudor—, que resultan como su salvaguarda.No paséis con ligereza por encima de esas normas queson tan eficaces para conservarse dignos de la miradade Dios: la custodia atenta de los sentidos y del cora-zón; la valentía —la valentía de ser cobarde— parahuir de las ocasiones; la frecuencia de los sacramentos,de modo particular la Confesión sacramental; la since-ridad plena en la dirección espiritual personal; el do-lor, la contrición, la reparación después de las faltas.

(12) Forja, n. 412.

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Y todo ungido con una tierna devoción a Nuestra Se-ñora, para que Ella nos obtenga de Dios el don de unavida santa y limpia.

Si, por desgracia, se cae, hay que levantarse ense-guida. Con la ayuda de Dios, que no faltará si se po-nen los medios, se ha de llegar cuanto antes al arre-pentimiento, a la sinceridad humilde, a la reparación,de modo que la derrota momentánea se transforme enuna gran victoria de Jesucristo.

Acostumbraos también a plantear la lucha en pun-tos que estén lejos de los muros capitales de la fortale-za. No se puede andar haciendo equilibrios en lasfronteras del mal: hemos de evitar con reciedumbre elvoluntario in causa, hemos de rechazar hasta el máspequeño desamor; y hemos de fomentar las ansias deun apostolado cristiano, continuo y fecundo, que nece-sita de la santa pureza como cimiento y también comouno de sus frutos más característicos. Además debemosllenar el tiempo siempre con un trabajo intenso y res-ponsable, buscando la presencia de Dios, porque nohemos de olvidar jamás que hemos sido comprados agran precio, y que somos templo del Espíritu Santo.

¿Y qué otros consejos os sugiero? Pues los procedi-mientos que han utilizado siempre los cristianos quepretendían de verdad seguir a Cristo; los mismos queemplearon aquellos primeros que percibieron el alen-tar de Jesús: el trato asiduo con el Señor en la Eucaris-tía, la invocación filial a la Santísima Virgen, la hu-

SÁBADO 577

mildad, la templanza, la mortificación de los sentidos—que no conviene mirar lo que no es lícito desear, ad-vertía San Gregorio Magno (San Gregorio Magno, Mo-ralia, 21, 2, 4 )— y la penitencia 13.

Madre del Amor Hermoso, Virgen fiel, Madrenuestra: por ti llegan todas las gracias que muevenlos corazones. Haznos limpios, danos un corazón pu-ro que arrastre a otros muchos a amar a tu Hijo.

(13) Amigos de Dios, nn. 185-186.

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192.

DOMINGO V DE PASCUA

—El amor sobrenatural, fundamento de nuestro espíritu defamilia.

—Ese amor debe tener manifestaciones humanas: delicadezay cortesía, sin familiaridades ni acepción de personas.—Hay que hacerse como una alfombra donde los demás pi-sen blando, con caridad sencilla y abnegada.

CANTAD al Señor un cántico nuevo, porque hahecho maravillas el Señor; manifestó su justicia antelas naciones, aleluya \ Desde el domingo de Resu-rrección, la Iglesia nos insta a cantar las glorias y elpoder de Dios: para ti, Señor, es mi alabanza en lagran asamblea 2. E insiste: regocijaos, justos, en el Se-ñor, a los rectos conviene alabarlo 3.

El canto de alabanza es también himno de agra-decimiento, pues todo lo que poseemos es regalo ge-neroso de Dios. ¡Cuántos motivos tenemos para mos-trarle gratitud! ¡Y qué cortas quedan las palabras, alcontemplar maravillados lo que el Señor ha hechopor nosotros! Nos ha dado, después de la gracia dela fe, esta vocación divina que es nuestra alegría y,con ella, un cariño fraterno y un calor de hogar quenos hace fácil, sencillo y amable, el camino de santi-

(1) Ant. ad Intr. [Ps. XCVII, 1-2).(2) Ps. R. (B) {Ps. XXI, 26).(3) Ps. R. (A) (Ps. XXXII, 1).

DOMINGO V DE PASCUA 579

dad. Todos los que pertenecemos al Opus Dei, hijosmíos, formamos un solo hogar: la razón de que consti-tuyamos una sola familia no se basa en la materiali-dad de convivir bajo un mismo techo. Como los prime-ros cristianos, somos cor unum et anima una (Act. IV,32) y nadie en la Obra podrá sentir jamás la amargu-ra de la indiferencia 4.

La caridad, el amor sobrenatural, es el funda-mento de nuestra convivencia. El trato meramentehumano, alejado de la caridad, no puede ser —ad-vierte San Juan Crisóstomo— ni ardiente ni constan-te. Si una desatención, un perjuicio en los intereses,la vanagloria, la envidia, o cualquier otra cosa seme-jante, bastan para deshacer la amistad, es que esaamistad no dio con la raíz sobrenatural5. Y nuestroPadre nos ha dicho: piedad, piedad, piedad: si faltasa la caridad, será por falta de vida interior, y no portener mal carácter6.

San Juan nos amonesta una vez más a querernosno con palabras ni con la lengua, sino con obras y deverdad7. Y añade: en esto conocemos que procede-mos con verdad, y tranquilizamos nuestros corazonesen la presencia de Dios 8. La única tranquilidad posi-ble es la del amor fraterno. Por eso nos ha repetidotantas veces nuestro Padre: quereos con amor sobre-

(4) De nuestro Padre, Carta, 6-V-1945, n. 23.(5) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 60, 3.(6) De nuestro Padre, n. 26.(7) L. II (B) (I loann. III, 18).(8) Ibid., 19.

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natural, con amor eficaz, que ponga a Dios en todoslos afectos y sobre todos los amores9. Y también:cuanto más os queráis, con ese afecto santo, querréismás a la Obra 10.

¡OS QUIERO delicados, finos!, exclamaba nues-tro Fundador. ¡Entre vosotros no debéis ser groseros!Delicados; que no quiere decir amanerados ".

La caridad fraterna ha de tener manifestacioneshumanas: la cortesía y la delicadeza en el trato, quees como la coronación de la fraternidad. Por eso nonos sorprende encontrar este consejo en la SagradaEscritura: vuestra conversación sea siempre agrada-ble, sazonada de sal, de suerte que acertéis a respon-der a cada uno como conviene 12. Y también, en laEpístola de Santiago se nos recomienda: sea todohombre pronto para escuchar, pero tardo en el ha-blar 13.

La falta de educación, las incorrecciones, suelenrevelar una ausencia de finura espiritual, de calidaden el amor; como lo manifiestan también las familia-ridades, que lesionan la dignidad del trato familiar.No tengáis miedo a teneros cariño, pero sin familiari-

(9) De nuestro Padre, Crónica 11-58, p. 7.(10) De nuestro Padre, Noticias IX-54, p. 31.(11) De nuestro Padre, Meditación, 29-111-1956.(12) Colos. IV, 6.(13) Iacob. I, 19.

DOMINGO V DE PASCUA 581

dades u, que no pueden ser nunca expresión de afec-to sincero y noble.

Cultivad —nos dice nuestro Padre— el arte deser amables, la cortesía en el trato, la ausencia de to-da forma de arrogancia, el carácter generoso. No seáisnunca un modelo glacial, que se puede admirar, perono se puede amar. Gracia de Dios y buen humor: unasonrisa, sincera, limpia y abierta, aunque a veces nopueda esconder tantas amarguras humanas 15. Vivir ladelicadeza en la caridad, nos exigirá muchas vecesdominar nuestro estado de ánimo y superar las afi-nidades personales que podrían llevar a las distin-ciones, a la formación de grupitos, de amistadespersonales. Hemos de ser amables y cariñosos contodos. Que os queráis —insiste nuestro Fundador—,sin ninguna cosa particular, que es de gente boba,mal formada 16.

Caridad, pues, con todos, sin distinciones. Y ca-ridad delicada, amable, llena de detalles de esmero ycorrección humana. Esta es la materia de la pregun-ta en el examen del Círculo: ¿me he esmerado en lapráctica de la caridad al tratar con mis hermanos? 17.

CUMPLES un plan de vida exigente: madrugas,haces oración, frecuentas los Sacramentos, trabajas o

(14) De nuestro Padre, Crónica VIII-Í2, p. 13.(15) De nuestro Padre, Carta, 6-V-1945, n. 42.(16) De nuestro Padre, Crónica VIII-62, p. 13.(17) Examen del Círculo Breve.

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estudias mucho, eres sobrio, te mortificas..., ¡pero, no-tas que te falta algo!

Lleva a tu diálogo con Dios esta consideración: co-mo la santidad —la lucha para alcanzarla— es la ple-nitud de la caridad, has de revisar tu amor a Dios y,por El, a los demás. Quizá descubrirás entonces, escon-didos en tu alma, grandes defectos, contra los que nisiquiera luchabas: no eres buen hijo, buen hermano,buen compañero, buen amigo, buen colega; y, comoamas desordenadamente "tu santidad", eres envidioso.

Te "sacrificas" en muchos detalles "personales":por eso estás apegado a tu yo, a tu persona y, en elfondo, no vives para Dios ni para los demás: sólo pa-ra ti 18.

Subrayando con frase gráfica cómo ha de sernuestra entrega a los demás, y de modo particular anuestros hermanos en la Obra, nuestro Fundadornos dijo que tenemos que ser como una alfombra. Yexplicaba: cuando os digo que hay que hacerse alfom-bra en donde pisen blando los demás, no hago unafrase bonita; ha de ser una realidad. Esto es difícil, co-mo es difícil la santidad; pero es fácil, porque la santi-dad es asequible a todos l9.

Así conviene que sea nuestro trato: caridad dis-creta, que acoge con suavidad, amablemente, acomo-dándose a los gustos de nuestros hermanos. Caridad

(18) Surco, n. 739.(19) De nuestro Padre, Crónica VH-55, p. 5.

DOMINGO V DE PASCUA 583

que no rechaza nunca, aunque alguna vez nos encon-tremos incómodos, heridos o preocupados.

Con finura, con la sonrisa en los labios, ayuda atus hermanos de tal manera que ni siquiera lo noten,que no te puedan dar las gracias 20. La delicadeza enel trato, la sonrisa, la amabilidad, hacen olvidar laspreocupaciones y sentirse bien en familia, suave-mente empujados hacia la santidad, por un cariñoreal, que no gusta de ostentación, que a veces sólo senota cuando falta, pero que tiene siempre un conte-nido sobrenatural.

Así tendremos y daremos serenidad, ayudaremos avivir y a querer la propia santidad y la de los otros, ygozaremos de aquella fortaleza, que es la de los nai-pes, que no pueden sostenerse solos, pero que apoyadosunos en otros pueden hacer un castillo, que se sostienebastante bien 21.

Acudamos a la Virgen María. Su presencia ma-ternal en nuestros Centros es fuente de delicadeza ycariño. Ella nos enseñará a vivir siempre la caridadcon la hondura sobrenatural y humana necesaria pa-ra agradar a su Hijo. Serás santo si tienes caridad; sisabes hacer las cosas que agraden a los demás, aunquea ti te cuesten 22.

(20) De nuestro Padre, Meditación, 9-1-1956.(21) De nuestro Padre, Obras VI-63, p. 17.(22) De nuestro Padre, Noticias VII-55, p. 12.

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LUNES

TIEMPO DE PASCUA. SEMANA V

193.

—El Señor nos quiere misericordiosos, compasivos.—Una manifestación es la preocupación, con obras, por lasnecesidades materiales de los demás.

—Es necesario el ejercicio de las obras espirituales de mise-ricordia.

MUCHAS veces he ido a buscar la definición, labiografía de Jesús en la Escritura. La encontré leyendoque, con dos palabras, la hace el Espíritu Santo: per-transiit benefaciendo (Act. X, 38). Todos los días deJesucristo en la tierra, desde su nacimiento hasta sumuerte, fueron así: pertransiit benefaciendo, los llenóhaciendo el bien 1. Y llevó su misericordia hasta elextremo de morir por nosotros. El es verdaderamen-te nuestro Buen Pastor, que ha entregado su vida porsus ovejas, y por su grey se dignó morir2.

En estas semanas de Pascua, leemos en elEvangelio de la Misa el largo discurso de Jesús du-rante la Ultima Cena, en el que el Corazón de Cris-to se vuelca en cariño a sus discípulos. Al contem-plar su dolor —es la hora de la despedida— les ani-ma y consuela: vuestro corazón —les dice— se hallenado de tristeza. Mas os digo la verdad: os convie-

(1) Es Cristo que pasa, n. 16(2) Ant. ad Intr.

LUNES 585

ne que Yo me vaya, porque si no me voy, el Conso-lador no vendrá a vosotros 3.

¡El Consolador! Yo, yo mismo soy vuestro conso-lador*. Ahora, pocos días antes de la Ascensión deCristo al Cielo, estas palabras han de llenarnos dealegría y de fortaleza. Porque nunca nos faltará, es-pecialmente en los momentos más difíciles, la com-pasión, la misericordia divina. Como consuela unamadre a su hijo, así os consolaré Yo a vosotros 5.

El Señor ha tenido una especial predilección connosotros. Llamándonos a su Obra, nos ha queridopor todos los caminos de la tierra, siendo —comotantas veces nos ha dicho nuestro Padre— sembra-dores de paz, de alegría, de comprensión, de consue-lo; de modo que con San Pablo podemos decir llenosde agradecimiento: bendito sea Dios, Padre de nues-tro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias yDios de toda consolación, el cual nos consuela en to-das nuestras tribulaciones, para que podamos tam-bién nosotros consolar a todos los que se hallan encualquier trabajo, con la misma consolación con quenosotros somos consolados por Dios 6.

El Señor nos enseña a ser misericordiosos. Si noaprendemos de Jesús, no amaremos nunca. Si pensáse-

(3) Ioann. XVI, 6-7.(4) Isai. LI, 12.(5) Isai. LXVI, 13.(6) II Cor. I, 34.

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mos, como algunos, que conservar un corazón limpio,digno de Dios, significa no mezclarlo, no contaminarlocon afectos humanos, entonces el resultado lógico seríahacernos insensibles ante el dolor de los demás. Sería-mos capaces sólo de una caridad oficial, seca y sin al-ma, no de la verdadera caridad de Jesucristo, que escariño, calor humano. Con esto no doy pie a falsas teo-rías, que son tristes excusas para desviar los corazones—apartándolos de Dios—, y llevarlos a malas ocasio-nes y a la perdición (...).

Hemos de pedir al Señor que nos conceda un cora-zón bueno, capaz de compadecerse de las penas de lascriaturas, capaz de comprender que, para remediar lostormentos que acompañan y no pocas veces angustianlas almas en este mundo, el verdadero bálsamo es elamor, la caridad: todos los demás consuelos apenas sir-ven para distraer un momento, y dejar más tardeamargura y desesperación.

Si queremos ayudar a los demás, hemos de amar-les, insisto, con un amor que sea comprensión y entre-ga, afecto y voluntaria humildad. Así entenderemospor qué el Señor decidió resumir toda la Ley en esedoble mandamiento, que es en realidad un manda-miento solo: el amor a Dios y el amor al prójimo, contodo nuestro corazón (cfr. Matth. XXII, 40) 7.

(7) Es Cristo que pasa, n. 167.

LUNES 587

SED MISERICORDIOSOS como también vuestroPadre es misericordioso". El Señor nos insta a lacompasión, a la misericordia. ¿Cómo, si no, vamos apoder cumplir con nuestra misión de apóstoles? ¿Có-mo podríamos ayudar a las almas, si no sintiéramosel peso de sus necesidades? No es tal nuestro pontífi-ce que sea incapaz de compadecerse de nuestras mise-rias 9. Nuestra alma sacerdotal nos ha de llevar nece-sariamente a sentir en el corazón la compasión poruna necesidad ajena que, si podemos, tenemos queremediar10.

No hemos de permanecer indiferentes ante eldolor y el sufrimiento ajenos. No podemos privar nia una sola alma de la ayuda y el afecto que Dios nosha regalado. Que nadie pueda decir: vi las lágrimasde los oprimidos y no tenían quien les consolase u.No me deja de interesar ninguna criatura, hijas e hijosmíos: deseo llevarlas todas a Dios. ¡Me duelen las al-mas! A veces, no entiendo cómo me aguantan el cora-zón y la cabeza. Este es el espíritu nuestro: sentir el la-mento de tantos corazones áridos u.

La Iglesia nos advierte, sin embargo, que esacompasión, si es sincera, hondamente sentida, sevierte en detalles concretos. No bastan las frases

(8) Luc. VI, 36.(9) Hebr. IV, 15.(10) San Agustín, De civitate Dei 5.(11) Eccles. IV, 1.(12) De nuestro Padre, Carta, 6-V-1945, n. 40.

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amables o los deseos bienintencionados pero inefica-ces. SÍ un hermano o una hermana andan desabriga-dos y desprovistos del sustento cotidiano, ¿de qué leservirá que alguno de vosotros les diga: "id en paz,defendeos del frío y comed a satisfacción", si no lesdais lo necesario para el cuerpo? n.

La actitud misericordiosa y compasiva que el Se-ñor nos pide, ha de comenzar por nuestros herma-nos, procurando atender sus necesidades espiritua-les y materiales. No somos ángeles, no somos espíri-tus puros, y hay que preocuparse de su salud, de sudescanso, de su alimentación, de su vestido... Por-que, si tú ves que aquél necesita ropa y no lo dice—que debe decirlo—, lo dices tú; y si aquél no come,lo dices al Director 14. Estos detalles, y otros muchos,son una parte de ese ocuparse de los demás, para ha-cerles la vida —el camino de Dios en la tierra— másamable 15.

Entre estas obras materiales de misericordia,ocupa el primer lugar el cuidado de los enfermos.¡Qué atención, qué desvelo merecen! Son realmenteel tesoro de la Obra. Y aunque somos pobres, nuncafalta lo necesario a nuestros hermanos enfermos. Sifuese necesario, robaríamos para ellos un pedacico decielo, y el Señor nos disculparía 16.

(13) lacob. II, 15-16.(14) De nuestro Padre, Meditación, 29-111-1956.(15) De nuestro Padre, n. 123.(16) De nuestro Padre, Crónica 1-61, p. 10.

LUNES 589

Esas atenciones llegan al corazón, confortan elalma, hacen humanamente más atractiva la santidady nos ayudan a ser contemplativos, porque nos ha-cen sentir a Dios entre nosotros. Sed, pues, mutua-mente misericordiosos, compasivos, entregándoos losunos a los otros, así como Dios se os ha entregado enJesucristo n.

LA MISERICORDIA no se queda en una escuetaactitud de compasión: la misericordia se identifica conla superabundancia de la caridad que, al mismo tiem-po, trae consigo la superabundancia de la justicia. Mi-sericordia significa mantener el corazón en carne viva,humana y divinamente transido por un amor recio, sa-crificado, generoso 18.

Insiste nuestro Padre: que no os pase inadvertidonadie que esté a vuestro lado, que para todos tengáispalabras de amistad, obras de servicio, llevando a lapráctica el consejo del Apóstol: alter alterius onerapórtate et sic adimplebitis legem Christi (Galat. VI, 2),llevad los unos las cargas de otros, y así cumpliréis laley de Cristo 19. Junto a las atenciones materiales,se nos exige ejercitar continuamente las llamadasobras espirituales de misericordia.

(17) Ephes. IV, 32.(18) Amigos de Dios. n. 232.(19) De nuestro Padre, Carta, 15-X-1948, n. 27.

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590TIEMPO DE PASCUA. SEMANA V

En primer lugar, corregir al que yerra, con la ad-vertencia oportuna, llena de caridad, que no molestani ofende. Enseñar al que no sabe, dando doctrina,iluminando las inteligencias con la luz del Señor.Aconsejar al que duda, con honradez y rectitud de in-tención. Consolar al afligido, compartiendo su dolor.Perdonar al que ofende: saber disculpar, compren-der; tener el corazón grande. Socorrer al que necesitaayuda, excediéndonos en el servicio de los demás.

Vivid vosotros —insiste nuestro Fundador—, einfundid en los demás, ese espíritu. Manifestadlo enmil detalles de vuestra vida: en la atención con que es-cucháis a quien, tomando ocasión del trabajo, os hacepartícipes de sus propios problemas; en la ayuda calla-da, que pasa incluso inadvertida, a quien se encontra-ba agobiado por no poder acabar su tarea; en el conse-jo desinteresado, que ayuda a vuestro compañero amejorar su actividad 20.

Por último, rogar a Dios por los vivos y por losmuertos, con corazón grande, porque vuestra caridadha de ser amplia, universal: habéis de vivir de cara ala humanidad entera, pensando en todas las almas detodo el mundo. Esa actitud os llevará a rezar por todosy, en la medida de vuestras posibilidades, a ayudar atodos 2I. Al amor universal, corresponde una oraciónuniversal: tantas almas aquí en la tierra: el Papa, el

(20) De nuestro Padre, Carta, 15-X-1948, n. 27(21) De nuestro Padre, Carla, 15X1948! n. 28̂

LUNES 591

Padre, nuestros hermanos, nuestro padres y parien-tes, las personas con quienes tenemos amistad...; lasalmas del Purgatorio: todos necesitan de nuestraoración, todos tienen derecho a ella. Pedid por el queesté más necesitado, para que la caridad sea en laObra tal como el Señor la ha querido. Y todo por me-dio del Corazón Inmaculado de Nuestra Madre SantaMaría 22.

Señor, Tú que has dicho: bienaventurados los mi-sericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia 23,danos una sensibilidad grande para comprender lasnecesidades de las almas; danos la fortaleza y la ge-nerosidad necesarias para remediarlas; danos un co-razón grande, como el tuyo y como el de tu Madre,que es también Mater misericordiae.

(22) De nuestro Padre, n. 129.(23) Matth. V, 7.

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592 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA V

194.

MARTES

—La esperanza del Cielo, fuente de alegría para los hijosde Dios.

—Nada ni nadie puede perturbar esa alegría, que tiene unfundamento sobrenatural.

—Alegría siempre y en todo: luchar enérgicamente contra latentación de la tristeza.

JESUCRISTO resucitado se aparece a los suyos.Están cercanos los días en que el Señor va a dejar elmundo para volver al Padre, .y la liturgia nos disponepara la despedida. Jesús nos advierte: no se turbevuestro corazón ni se acobarde. Habéis escuchadoque os he dicho: me voy y vuelvo a vosotros. Si meamarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porqueel Padre es mayor que Yo '.

El Señor va a prepararnos un sitio en la casa delPadre, porque ahora somos hijos de Dios 2. Y comosomos hijos muy queridos de Dios, nos dispone apo-sento en el Cielo, que es la felicidad sin límites. Paraconseguirla, nos ha dado ya en este mundo la vida dela gracia que es un cierto principio de la gloria ennosotros 3: un anticipo del Cielo.

Por desgracia, algunos, con una visión digna pero

(1) Ev. (Ioann. XIV, 27-28).(2) I Ioann. III, 2.(3) Santo Tomás, S. Th. II-II, q. 24, a. 3 ad 2.

MARTES 593

chata, con ideales exclusivamente caducos y fugaces,olvidan que los anhelos del cristiano se han de orien-tar hacia cumbres más elevadas: infinitas. Nos interesael Amor mismo de Dios, gozarlo plenamente, con ungozo sin fin. Hemos comprobado, de tantas maneras,que lo de aquí abajo pasará para todos, cuando estemundo acabe: y ya antes, para cada uno, con la muer-te, porque no acompañan las riquezas ni los honoresal sepulcro. Por eso, con las alas de la esperanza, queanima a nuestros corazones a levantarse hasta Dios,hemos aprendido a rezar: in te Domine speravi, nonconfundar in aeternum (Ps. XXX, 2), espero en Ti, Se-ñor, para que me dirijas con tus manos ahora y en to-do momento, por los siglos de los siglos *.

Mientras tanto, como extranjeros y peregrinos 5,pasamos por el mundo, camino del Padre. Pero,también en la tierra, podemos disfrutar de una granalegría, gustando en este mundo la esperanza de lavida futura que nos saciará totalmente 6. La esperan-za del Cielo es buena, y aun necesaria: anima, em-puja en los momentos de mayor dificultad, cuandocuesta hacer las cosas sin recompensa alguna en latierra.

Conllevemos —nos dice nuestro Padre— todaslas dificultades de esta navegación nuestra, en medio

(4) Amigos de Dios, n. 209.(5) I Pe.tr. II, 11.(6) San Agustín, Enarmtiones in Psalmos 9.

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594 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA V

de los mares del mundo, con la esperanza del Cielo:para nosotros y para todas las almas que quieranamar, la aspiración es llegar hasta Dios: la gloria delCielo. Si no, nada de nada vale la pena. Para ir alCielo, hemos de ser fieles. Y para ser fieles, hay queluchar, ir adelante en nuestro camino, aun cuandocaigamos de bruces alguna vez: con El nos levanta-remos 7.

PERMANECIENDO unidos a Dios, que es la ale-gría de nuestra vida, nada debe producirnos triste-za. ¿Qué puede perturbar al santo? ¿La muerte? No,porque la desea como premio. ¿Las injurias? No,porque Cristo enseñó a sufrirlas: "dichosos seréiscuando os insulten y persigan" (Matth. V, 11). ¿Laenfermedad? Tampoco, porque la Escritura aconse-ja: "recibe todo cuanto Dios te mande y manten elbuen ánimo en las vicisitudes de la prueba, pues eloro se prueba en el fuego, y los hombres gratos aDios, en el crisol de la tribulación" (Eccli. //, 5).¿Qué queda entonces capaz de turbar al santo? Na-da. En la tierra, hasta la alegría suele parar en tris-teza; pero, para el que vive según Cristo, incluso laspenas se le truecan en gozo 8.

Pase lo que pase, omnia in bonum. Dios así lo

(7) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 55.(8) San Juan Crisóstomo, Homilía 18.

MARTES 595

quiere, o así lo permite: permite incluso, a veces,nuestros errores y miserias para sacar bien, para en-cendernos más en su amor, con una humildad mássincera. Resulta muy cómodo decir: "no valgo; no mesale —no nos sale— una a derechas". —Aparte de queno es verdad, ese pesimismo cela una poltronería muygrande... Hay cosas que haces bien, y cosas que hacesmal. Llénate de contento y de esperanza por las prime-ras; y enfréntate —sin desaliento— con las segundas,para rectificar: y saldrán 9.

Dios —no lo olvidemos— es Padre, y muy Padrenuestro, y aquí radica nuestra alegría. Alegría queno es el cascabeleo de la risa tonta, puramente animal.Tiene raíces muy hondas, es algo muy profundo. Peroes compatible con el cansancio físico, con el dolor—porque tenemos corazón—, con las dificultades ennuestra vida interior, en nuestra labor apostólica. Aun-que alguna vez parezca que todo se viene abajo, no seviene abajo nada, porque Dios no pierde batallas. Laalegría es consecuencia de la filiación divina, de sa-bernos queridos por nuestro Padre Dios, que nos aco-ge, nos ayuda, y nos perdona siempre 10.

ANÍMATE, y alegra tu corazón; echa lejos de ti latristeza; porque a muchos mató la tristeza y no hay

(9) Surco, n. 68.(10) De nuestro Padre, Crónica XII-62, p. 11.

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596 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA V

utilidad en ella u. La tristeza es un gran mal para elalma, porque es fruto de la soberbia, como la alegríalo es del amor de Dios. La tristeza corroe los funda-mentos de la vida interior, y supone una falta de fi-liación divina, de confianza y de abandono en Dios.Aleja de ti la tristeza (...). ¿No entiendes que la tristezaes peor que cualquier otro estado de ánimo, que es lacosa que más desalienta y que rechaza al EspírituSanto? (...). Una persona alegre obra el bien, gusta delas cosas buenas, y agrada a Dios. En cambio, el tristesiempre obra mal w.

La tristeza es la gran aliada del enemigo. Si al-guna vez este gran peligro ronda por nuestra alma,examinémosnos, busquemos sus motivos, pidamosluz. Porque la alegría es una consecuencia de la entre-ga. Se confirma en cada vuelta a la noria 13.

Muchas veces, en el fondo de la tristeza se en-cuentran posos de egoísmo, preocupaciones persona-les. No eres feliz, porque le das vueltas a todo como sitú fueras siempre el centro: si te duele el estómago, site cansas, si te han dicho esto o aquello...

—¿Has probado a pensar en El y, por El, en losdemás? u.

Ante la tentación de la tristeza, el primer reme-dio es el que aconsejaba siempre nuestro Fundador:

(U)Eccli. XXX, 24-25.(12) Pastor de Hermas, Mandatum X, 1 y 3.(13) Surco, n. 87.(14) Surco, n. 74.

MARTES 597

rezar. Para poner remedio a tu tristeza me pides unconsejo. —Voy a darte una receta que viene de buenamano: del Apóstol Santiago.

— "Tristatur aliquis vestrum?" —¿Estás triste, hijomío? —"Oret!" —¡Haz oración! —Prueba a ver ls.

El trato con Dios encenderá nuestra alma, y alver —con visión sobrenatural, de fe y esperanza, deamor y deseos de reparación— que sólo hay razonespara estar contentos, nos decidiremos a remover losobstáculos que nos separaban de Nuestro Señor. Sal-dremos así de la tristeza, a la que en realidad nos ha-bía conducido nuestra soberbia, para servir de nue-vo con gozo a nuestros hermanos y a todas las al-mas. El nuestro ha de ser un servicio hecho con ale-gría. Que donde haya un hijo de Dios en el Opus Deihaya ese buen humor que es fruto de la paz interior,¡lo que hacemos se hace con alegría, cuando tenemosel espíritu del Opus Dei!16.

Terminamos la oración acudiendo a Nuestra Se-ñora, Causa nostrae laetitiae, causa de nuestra ale-gría, para que mantenga siempre en nosotros este es-píritu optimista y alegre, propio de los hijos de Dios.

(15) Camino, n. 663.(16) De nuestro Padre, Crónica 111-64, p. 59.

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598 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA V

195.

MIÉRCOLES

—El apostolado de la Obra es resultado de la acción orgáni-ca y coordinada de cada uno de sus miembros.—La importancia de obedecer.

—En la obediencia está la unión con los Directores, con elPadre, con Dios Nuestro Señor.

ES TAL la magnitud de lo que Dios se ha pro-puesto al promover la Obra, que excede absoluta-mente las posibilidades singulares de cada uno denosotros, aun considerados como instrumentos. Esun bien tan alto, que su logro fue confiado a mu-chos, para que lo realizaran todos, con un mismo co-razón y una misma alma 1, con unos mismos mediosy un mismo espíritu, con una sola autoridad y unacomún fraternidad.

La Obra es parte de la Iglesia, Cuerpo de Jesu-cristo. Una parte orgánica, viva, compuesta a su vezde otras, que somos cada uno de nosotros. Piensa entu Madre la Iglesia Santa, y considera que, si unmiembro se resiente, todo el cuerpo se resiente.

—Tu cuerpo necesita de cada uno de los miembros,pero cada uno de los miembros necesita del cuerpo en-

(1) Act. IV, 32.

MIÉRCOLES 599

tero. —¡Ay, si mi mano dejara de cumplir su deber..., osi dejara de latir el corazón!2.

Esa unión de los miembros entre sí para formarel cuerpo exige la subordinación de unos a otros. Yesta limitación es fuente de eficacia. Fijaos qué suce-dería si nuestro cuerpo no tuviese esa aparente falta delibertad, escribió nuestro Fundador: la cabeza estaríapor un lado, y los miembros cada uno por cualquierotro. Es evidente que todo lo que tiene vida, aunqueconste de muchas partes diferentes, está unido. Pues lomismo pasa en la Iglesia y en la Obra. Si se da liber-tad a la mano, al cerebro o al pie, van irremisiblemen-te a la corrupción, a la muerte; se pudren, porque hanperdido la atadura que les une al resto del cuerpo, ata-dura que les daba vida y libertad.

Esta es la libertad que no queremos tener: la liber-tad de la autodestrucción, de la muerte. ¡Bendita seaesa sujeción nuestra, ese yugo, que es la mejor señal denuestra libertad y de nuestra vida!: iugum enim meumsuave est, et onus meum leve (Matth. XI, 30), que essuave el yugo y no es pesada la carga 3.

De nada serviría una tarea personal perfecta, sino se hiciera orgánicamente, entrelazada con la ac-ción de los demás, si estuviese al margen de nuestravocación a la santidad y al apostolado. Porque nues-

(2) Forja, n. 471.(3) De nuestro Padre. Carta, 31-V-1954, n. 24.

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600TIEMPO DE PASCUA. SEMANA V

tra acción, o es la Obra de Dios, o es una obra huma-na, sobrenaturalmente estéril.

Por la obediencia, nuestra labor personal se coor-dina con la de los demás; por la obediencia somos

. realmente eficaces. La labor de la Obra cada día es co-mo un gran tejido, que ofrecemos al Señor. Si todoscumplimos, si somos fieles y entregados, ese gran tejidoserá hermoso y sin falla. Pero si uno suelta un hilo acá,otro allá, y otro por el otro lado, en lugar de un hermosotejido tendremos un harapo hecho jirones 4.

LUCHEMOS, hermanos —dice San ClementeRomano—, bajo los mandatos del Señor. Considere-mos a los soldados que se encuentran bajo su jefe.¡Con qué orden y obediencia, con qué sumisión cum-plen las órdenes! No todos son jefes, ni todos capita-nes; pero cada uno, en su lugar y condición, realiza loque el rey y los oficiales mandan. Ni los grandes sinlos pequeños, ni los pequeños sin los grandes puedenmantenerse en pie; todos están unidos, y de ahí vienela eficacia 5.

Es menester persuadirse bien de la importanciade obedecer fielmente, considerando que quienes go-biernan saben lo que conviene al bien de la Obra. Sise cumple aquello, redunda en beneficio de toda lalabor; si no, se frena e impide la tarea de nuestros

(4) De nuestro Padre, Crónica XI-59, p. 7.(5) San Clemente Romano, Epístola ad Corinlhios 37, 1-4.

MIÉRCOLES 601

hermanos y el bien de muchas almas. Unidad de mi-ras, unidad de sacrificio, fuerza de nuestra vida... Nose puede derrumbar el frente ni en ti ni en mí6. Comonos ha dicho nuestro Padre, es la unidad el secreto denuestra eficacia y una de las más grandes bendicionesdel Señor para su Obra 7.

Los Directores cuentan con nuestra responsabi-lidad personal. Nos confían siempre encargos razo-nables, pero no nos dan las cosas hechas, ni las difi-cultades ya resueltas. Cuentan con nosotros, connuestra capacidad de trabajo, con nuestro buen sen-tido, con nuestra libertad. Hoy que el ambiente estácolmado de desobediencia, de murmuración, de desu-nión, hemos de estimar especialmente la obediencia.

Soy muy amigo de la libertad —escribe nuestroFundador—, y precisamente por eso quiero tanto esavirtud cristiana. Debemos sentirnos hijos de Dios, y vi-vir con la ilusión de cumplir la voluntad de nuestro Pa-dre. Realizar las cosas según el querer de Dios, porquenos da la gana, que es la razón más sobrenatural8.

Vivir plenamente la obediencia significa, portanto, poner toda la inteligencia para ver cuál es elmejor modo de cumplir lo que nos han mandado; ha-cer nuestro lo que nos encomiendan, tomarlo comocosa propia; y después ir superando las dificultadesque surjan, con ánimo y con la confianza de estar ha-té) De nuestro Padre, Crónica V-55, pp. 74 y 75.(7) De nuestro Padre, Crónica IX-55, p. 58.(8) Es Cristo que pasa, n. 17.

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602 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA V

ciendo la voluntad de Dios, con fe en que todo saldrábien, sin dudar, sin desconfiar del resultado. Y esto,aunque cueste tiempo y trabajo, hasta el final, hastallevar las cosas a término.

EN EL Evangelio de la Misa de hoy, el Señorquiere explicarnos que nuestra labor dará fruto sólosi la realizamos unidos a El. Yo soy la vid verdadera—nos dice— y mi Padre es el labrador. Todo sarmien-to que en mí no da fruto, lo corta; y a todo el que dafruto lo poda para que dé más fruto. Vosotros ya estáislimpios por la palabra que os he hablado 9. Sólo la pa-labra de Dios, que es viva y eficaz 10, puede hacer quenuestra miseria personal se convierta en riqueza. Yesa palabra nos llega a través de los Directores.

Las indicaciones y sugerencias de los Directores,han de acogerse con despego generoso de la propia vo-luntad, de los propios deseos y gustos: non mea volun-tas, sed tua fiat; no se haga, Señor, mi voluntad, sino latuya (Luc. XXII, 42). Obediencia confiada, serena, es-tricta y humana a la vez; obediencia que esté por enci-ma de las dificultades, de las desilusiones, de las ingra-titudes: porque mis hijos todo lo superan con generosi-dad, poniendo no sólo una buena voluntad exterior, si-no todas las energías de su inteligencia y de sucorazón u.

(9)£v. (loann. XV, 1-3).(lO)tfefer. IV, 12.(11) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-1X1950, n. 61.

MIÉRCOLES 603

Este es el modo de obedecer que se nos enseña enla Obra: una obediencia voluntaria e inteligente, mo-vida por el deseo de servir, ser útiles a nuestra Madre laObra, en bien de las almas 12. Por eso, no hemos de olvi-dar que el lugar, en el que somos más eficaces, es aquélen el que nos han puesto los Directores (...): ésa es la vo-luntad de Dios 13. Sólo así, obedeciendo, estarás unido aDios Nuestro Señor —de nuevo son palabras de nues-tro Padre—. Sine me nihil potestis faceré (loann. XV,5). Y te surgirá en el corazón al momento el grito delApóstol: omnia possum in eo qui me confortat (Philip.IV, 13), todo lo puedo en Aquél que me da su fortaleza.

Hijos míos: muy unidos a la cepa, pegadicos anuestra cepa que es Jesucristo, por la obediencia rendi-da a los Directores 14.

Acabemos nuestra oración haciendo el propósitode obedecer con más amor, con más fe, con más espe-ranza. Solamente entonces seremos del todo eficaces.Porque la eficacia emana de la fortaleza misma deDios: vir oboediens loquetur victoriam 15, la personaque es obediente cantará victoria. Si, con piedad dehijos, vamos a pedir consejo a Santa María —MaterBoni Consilii— encontraremos el mismo amoroso eilimitado mandato: haced lo que El os diga 16.

(12) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, n. 10.(13) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, n. 10.(14) De nuestro Padre, Meditación, 9-III-1962.(15) Prov. XXI, 28.(16) loann. II, 5.

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604TIEMPO DE PASCUA. SEMANA V

196.

JUEVES

—Rindamos culto amoroso a Dios, pues todo —en el ordende la naturaleza y de la gracia— se lo debemos a El.—El culto a Dios ha de realizarse mediante su Hijo Jesucris-to, en el Santo Sacrificio de la Misa.

—Ofrezcamos a Dios todo lo nuestro: inteligencia y volun-tad, todo nuestro ser.

TODOS los pueblos han sentido siempre la nece-sidad de ofrecer sacrificios a Dios, porque nace delmismo dictamen de la razón natural, la necesidad deque el hombre demuestre con algunas obras su reve-rencia a Dios 1. En efecto, creados, y constituidos encorona y cabeza de la creación corpórea, hemos sidoordenados por naturaleza a servir a Dios y a rendirleculto de adoración, de amor y de alabanza 2. Y así, lavirtud sobrenatural de la religión nos liga al Diosúnico omnipotente 3.

Con mayor motivo, el cristiano necesita tributara Dios el culto debido, pues además de Señor, Crea-dor y Todopoderoso, Dios es nuestro Padre, que haquerido hacernos partícipes de su misma vida. Y no-sotros, por ser hijos suyos, hemos de adorarle de unmodo sobrenatural, movidos por el mismo amor divi-

(1) Santo Tomás, S. Th. lili, q. 81, a. 2 ad 3.(2) De nuestro Padre, Carta, 19-111-1967, n. 58.(3) San Agustín, De civitate Dei 10, 3.

JUEVES 605

no, y ordenar nuestras obras a buscar en todo su glo-ria. Con más urgencia cuando hay quienes intentandesacralizar todo, pretendiendo convertir en profano loque de suyo es sagrado, hasta el mismo sacerdocio. No-sotros —escribía nuestro Padre— queremos llevar aDios todas las cosas, cada una según su naturaleza y sumodo: y lo que Dios ha hecho sagrado, sagrado es 4.

El reconocimiento de Dios como principio y finde nuestra vida, a quien debemos todo en el ordende la naturaleza y de la gracia, y para quien hemossido hechos, nos inclina a rendir a Dios el culto amo-roso que se le debe, y a que nos sometamos a Dios yconfesemos la necesidad que tenemos de El, comoautor de todos los bienes 5. Por eso, con palabras dela Iglesia, confesamos: realmente es justo darte gra-cias, y deber nuestro glorificarte, Padre Santo, porqueTú eres el único Dios vivo y verdadero, que existesdesde siempre y permaneces eternamente, que habi-tas en una luz inaccesible. Porque Tú sólo eres buenoy fuente de vida, creaste todas las cosas para colmar-las de tus bendiciones y alegrar su multitud con laclaridad de tu gloria. Por eso, innumerables Angelesen tu presencia, contemplando la gloria de tu rostro,te sirven siempre y te glorifican sin cesar. Y con ellostambién nosotros, llenos de alegría, y por nuestra vozlas demás criaturas, aclamamos tu Nombre cantando:

(4) De nuestro Padre, Carta, 10-VI-1971.(5) Santo Tomás, S. Th. II-II, q. 83, a. 3 c.

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606TIEMPO DE PASCUA. SEMANA V

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo.Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria 6.

EL PRINCIPAL acto externo de la virtud de lareligión es el sacrificio. Y desde que Cristo muriópor nosotros en la Cruz, nuestro culto debe dirigirsea Dios a través de Jesucristo, primogénito entre mu-chos hermanos 7. Tan sólo por Jesucristo, Cabeza delCuerpo Místico, rendiremos a Dios Padre el culto de-bido. La Trinidad entera actúa en el santo sacrificiodel altar. Por eso me gusta tanto repetir en la colecta,en la secreta y en la postcomunión aquellas palabrasfinales: Por Jesucristo, Señor Nuestro, Hijo tuyo —nosdirigimos al Padre—, que vive y reina contigo en uni-dad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos delos siglos. Amén.

En la Misa, la plegaria al Padre se hace constante.El sacerdote es un representante del Sacerdote eterno,Jesucristo, que al mismo tiempo es la Víctima. Y la ac-ción del Espíritu Santo en la Misa no es menos inefa-ble ni menos cierta. Por la virtud del Espíritu Santo,escribe San Juan Damasceno, se efectúa la conversióndel pan en el Cuerpo de Cristo (San Juan Damasceno,De fide ortodoxa, 13) (...).

Toda la Trinidad está presente en el sacrificio del

(6) Ordo Missae, Plegaria eucaristica IV.(7) Rom. VIII, 29.

JUEVES 607

Altar. Por voluntad del Padre, cooperando el EspírituSanto, el Hijo se ofrece en oblación redentora. Aprenda-mos a tratar a la Trinidad Beatísima, Dios,Uno y Tri-no: tres Personas divinas en la unidad de su substancia,de su amor, de su acción eficazmente santificadora 8.

En nombre de la Iglesia, el sacerdote ofrece aCristo, como Hostia inmolada, para expresar el do-minio y la majestad de Dios, para dar gracias por losbeneficios recibidos, para implorar nuevas gracias yreparar por los pecados de todos los hombres. Y no-sotros, unidos al Sacrificio de la Misa, ofrecemos alSeñor cuanto somos y tenemos, y procuramos quetodas nuestras obras sean víctimas espirituales agra-dables a Dios por Jesucristo '.

La Misa —insisto— es acción divina, trinitaria, nohumana. El sacerdote que celebra sirve al designio delSeñor, prestando su cuerpo y su voz; pero no obra ennombre propio, sino in persona et in nomine Christi,en la Persona de Cristo, y en nombre de Cristo.

El amor de la Trinidad a los hombres hace que, dela presencia de Cristo en la Eucaristía, nazcan para laIglesia y para la humanidad todas las gracias. Este esel sacrificio que profetizó Malaquías: desde la salidadel sol hasta el ocaso es grande mi nombre entre lasgentes; y en todo lugar se ofrece a mi nombre un sacri-ficio humeante y una oblación pura (Malach. /, 11).

(8) Es Cristo que pasa, nn. 85-86.(9) I Petr. II, 5.

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608 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA V

Es el Sacrificio de Cristo, ofrecido al Padre con la coo-peración del Espíritu Santo: oblación de valor infinito,que eterniza en nosotros la Redención, que no podíanalcanzar los sacrificios de la Antigua Ley 10.

A MI —solía comentar nuestro Padre—, para elSeñor, todo me parece poco u. Deseamos poder ofre-cerle todo lo mejor: dadle generosamente al Señor esecorazón joven que tenéis, esa vida hermosa, espléndi-da: dadle esa vida vuestra. Haced el sacrificio deAbel, no el de Caín. Abel le daba lo más hermoso desu rebaño 12. Y lo que más agrada a Dios es una vidalimpia, una vida dedicada a El por entero, una exis-tencia de amor. Por eso, queremos ofrecer nuestra vi-da, nuestra dedicación sin reservas y sin regateos, co-mo expiación por nuestros pecados; por los pecados detodos los hombres, hermanos nuestros; por los pecadoscometidos en todos tos tiempos, y por los que se come-terán hasta el fin de los siglos: ante todo, por los cató-licos, por los elegidos de Dios que no saben correspon-der, que hacen traición al amor de predilección que elSeñor les ha tenido 13.

Todo para el Señor, todo; hasta lo más íntimo denuestra inteligencia y de nuestra voluntad, de todo

(10) Es Cristo que pasa, n. 86.(11) Forja, n. 47.(12) De nuestro Padre, Crónica 11-60, p. 13.(13) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 83.

JUEVES 609

nuestro ser, lo ofrecemos a Dios. Nuestra ofrenda larecibe el Señor: sube a su trono, agradable, olorosacomo el incienso unida al sacrificio de Jesucristo.Cada uno de nosotros hace la consecratio mundi conuna dedicación personal al servicio del Señor y, porEl, al servicio de todas las almas sin exceptuar ningu-na, en el ejercicio de la propia profesión u oficio, enmedio del mundo, al que amamos, cada uno en su pro-pio estado u.

Quememos a gusto nuestra vida. Tu talento, tusimpatía, tus condiciones... se pierden: no te dejanaprovecharlas. —Piensa bien estas palabras de unautor espiritual: "No se pierde el incienso que se ofrecea Dios. —Más honrado es el Señor con el abatimientode tus talentos que con el vano uso de ellos"15.

Cada uno de nosotros, en su sitio, con un trabajosilencioso y sacrificado, eleva al Señor un culto amo-roso, que por medio de la Santa Misa se incorpora alque ofrece Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, yparticipa así de su eficacia ilimitada. Renovemosahora ese ofrecimiento de toda nuestra vida a Dios,mientras veneramos la memoria de la gloriosa siem-pre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios ySeñor; la de su Esposo San José, la de los santosApóstoles y mártires Pedro y Pablo, Andrés, Santiagoy Juan (...), y la de todos los santos 16.

(14) De nuestro Padre, Carta, 19-111-1954, n. 10.(15) Camino, n. 684.(16) Ordo Missae, Canon Romano.

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610 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA V

197.

VIERNES

—Hemos de realizar una siembra de comprensión y de ca-ridad.—La soberbia personal es el mayor obstáculo a la com-prensión.—Para ser comprensivos hemos de vivir, junto con la cari-dad, una práctica constante de todas las virtudes específicasde nuestro espíritu.

HERMANOS, no habléis mal los unos de losotros. Quien habla mal de un hermano o quien juzgaa un hermano, habla mal de la Ley, y a la Ley juzga.Mas si tú juzgas a la Ley, ya no eres observador de laLey, sino juez de ella. Uno solo es el Legislador y elJuez, que puede salvar y puede perder. Pero tú,¿quién eres para juzgar a tu prójimo? x. ¿Quién puedejuzgar sino Dios? Sólo el Señor ve la intimidad delas conciencias: conoce a las almas y las ve débiles, ysus juicios son juicios de misericordia.

Entre los hombres, sin embargo, es frecuente lacrítica, la murmuración. Ya el Señor tuvo que sufrirlos ataques de las malas lenguas, y no es el discípulomayor que el Maestro 2. Escribe nuestro Padre: ata-ques sistemáticos a la fama, denigración de la conduc-

(1) lacob. IV, 11-12(2) Matth. X, 24.

VIERNES 611

ta intachable: esta crítica mordaz y punzante sufrió Je-sucristo, y no es raro que algunos reserven el mismosistema a los que, conscientes de sus lógicas y natura-les miserias y errores personales, menudos e inevitables—añadiría— dada la humana debilidad, desean seguiral Maestro. Pero la comprobación de esas realidadesno debe llevarnos a justificar tales pecados y delitos—habladurías se les llama, con sospechosa compren-sión— contra el buen nombre de nadie. Jesús anunciaque si al padre de familia lo han apodado Belcebú, noes de esperar que se conduzcan mejor con los de su ca-sa (cfr. Matth. X, 24); pero aclara también que quienllamare a su hermano fatuo, será reo del fuego del in-fierno (Matth. V, 22).

¿De dónde nace esta apreciación injusta con losdemás? Parece como si algunos tuvieran continuamen-te puestas unas anteojeras, que les alteran la vista. Noestiman, por principio, que sea posible la rectitud o,al menos, la lucha constante por portarse bien. Reci-ben todo, como reza el antiguo adagio filosófico, se-gún el recipiente: en su previa deformación. Paraellos, hasta lo más recto, refleja —a pesar de todo—una postura torcida que, hipócritamente, adopta apa-riencia de bondad. Cuando descubren claramente elbien, escribe San Gregorio, escudriñan para examinarsi hay además algún mal oculto (S. Gregorio Magno,Moralia, 6, 22).

Es difícil hacer entender a esas personas, en lasque la deformación se convierte casi en una segunda

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612 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA V

naturaleza, que es más humano y más verídico pensarbien de los prójimos. San Agustín recomienda el si-guiente consejo: procurad adquirir las virtudes quecreéis que faltan en vuestros hermanos, y ya no veréissus defectos, porque no los tendréis vosotros (San Agus-tín, Enarrationes in psalmos, 30, 2, 7)3.

Parte de la tarea de los hijos de Dios se resumeen crear a su alrededor un ambiente de compren-sión, de disculpa, de lealtad. Lo ha dicho Jesús: éstees mi mandamiento: que os améis los unos a losotros, como yo os he amado *. Quien ama con el amorde Dios, se siente necesariamente movido a la com-prensión; y, de un modo especial, cuando tiene unamisión apostólica, una llamada específica a corredi-mir —a salvar— con Jesucristo. Alguna vez —escri-be nuestro Padre— el panorama os puede parecerdescorazonador: porque advertiréis la pequenez huma-na de vuestro esfuerzo, frente a todo un mundo quedesconoce la comprensión. Tenéis razón: se ha dichoque el mundo acaba siempre dividido en dos mitades,y una se dedica a hablar mal de la otra. Pero, precisa-mente porque sobra desunión e incomprensión, nosquiere Dios en todos los caminos de los hombres paravivir personalmente la comprensión de Cristo, y paraenseñarla a vivir5.

(3) Es Crislo que pasa, nn. 67-68(4) Ev. (loann. XV, 12).(5) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 69.

VIERNES 613

¿QUE PUEDE oponerse a la comprensión? La so-berbia, el amor propio. Cuanto más pagado se estáde sí mismo, más insensible se es a los problemasajenos; y, a la vez, con facilidad se emiten, al menosinternamente, juicios sumarios donde sólo hay unavoz: la del acusador. Este era uno de los principalespecados de los fariseos, que Jesús fustiga en el Evan-gelio. Pero también incurrían en esta actitud los dis-cípulos, sobre todo en los primeros momentos, cuan-do la caridad de Cristo no había templado aún suscorazones. Ante el ciego de nacimiento, que Jesús sedispone a curar lleno de compasión, ellos preguntan:¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera cie-go? Y respondió Jesús: ni pecó éste ni sus padres, si-no que eso ha ocurrido para que las obras de Dios semanifesten en él6.

No debemos extrañamos de que muchos, tambiéngentes que se tienen por cristianas, se comporten deforma parecida: imaginan, antes que nada, el mal. Sinprueba alguna, lo presuponen; y no sólo lo piensan, si-no que se atreven a expresarlo en un juicio aventura-do, delante de la muchedumbre.

La conducta de los discípulos podría, benévola-mente, ser calificada de desaprensiva. En aquella so-ciedad —como hoy: en esto, poco ha cambiado— habíaotros, los fariseos, que hacían de esa actitud unanorma 7.

(6) loann. IX, 2-3.(7) Es Cristo que pasa, n. 67.

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A los Apóstoles, en aquellos momentos, les so-braba amor propio y les faltaba caridad. Pero el tra-to con Jesús les hizo cambiar, porque la caridad, in-fundida por Dios en el alma, transforma desde dentrola inteligencia y la voluntad: fundamenta sobrenatu-ralmente la amistad y la alegría de obrar el bien.

Contemplad la escena de la curación del cojo, quenos cuentan los Hechos de los Apóstoles. Subían Pedroy Juan al templo y, al pasar, encuentran a un hombresentado a la puerta; era cojo desde su nacimiento. To-do recuerda aquella otra curación del ciego. Pero aho-ra los discípulos no piensan que la desgracia se deba alos pecados personales del enfermo o a las faltas desus padres. Y le dicen: en el nombre de Jesucristo Na-zareno, levántate y camina (Act. III, 6). Antes derra-maban incomprensión, ahora misericordia; antes juz-gaban temerariamente, ahora curan milagrosamente enel nombre del Señor8.

La soberbia es el mayor obstáculo a la compren-sión, la que envenena las lenguas de los hombres.Por eso nuestro Fundador nos impulsa a pedir aDios la humildad, que —nos dice— os facilitará el co-nocimiento de la grandeza, de la ciencia, de la perfec-ción de Dios, y os hará también saber la pequenez, laignorancia, la miseria que tenemos los hombres.Aprenderéis así a comprender las flaquezas ajenas,

• viendo las propias; a disculpar amando, a querer tra-

(8) Es Cristo que pasa, n. 71.

VIERNES 615

tar con todos, porque no puede haber una criatura quenos sea extraña 9.

A NOSOTROS se nos exige especialmente que ten-gamos el corazón abierto y los brazos bien extendidos,de tal manera que comprendamos y amemos a todoslos hombres, también —si los hubiera— a quienes nonos quieren, y a los que no nos comprenden 10. Unacomprensión como la que nos pide el Señor, sólopuede conseguirse teniendo una gran caridad. La ca-ridad —comenta Santo Tomás— no permite ni si-quiera pensar que alguien obra mal; no permite pen-sar mal del prójimo, fundados en sospechas y juiciostemerarios n. Pero aún hace más: con la luz siemprenueva de la caridad —dice nuestro Padre—, con ungeneroso amor a Dios y al prójimo, renovaremos, a lavista del ejemplo que nos dio el Maestro, nuestras an-sias de comprender, de disculpar, de no sentirnos ene-migos de nadie 12.

Junto con la caridad, que es virtud sobrenaturalinfusa, hemos de poner por nuestra parte la prácticaconstante de las virtudes de la convivencia, ofreciendoa Dios con alegría, sin que se note, los roces inevita-bles con caracteres, mentalidades, gustos diversos: cum

(9) De nuestro Padre, Carta, 16-VIM933, n. 5.(10) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1951, n. 29.(11) Santo Tomás, Super Epistolam I ad Corinthios lectura 13, 4.(12) De nuestro Padre, Carta, 16-VII-1933, n. 3.

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omni humilitate et mansuetudine, cuín patientia sup-portantes invicem in caritate (Ephes. IV, 2) n. Todo es-to nos lo exige el espíritu de la Obra: para compren-der mejor los problemas de los demás, hemos de vivirno sólo las virtudes propias de las almas dedicadas alservicio de Dios, sino también las que integran la fiso-nomía característica de nuestra Obra, que son las que,como fundamento de nuestra ascética específica, se or'denan a la santificación del trabajo ordinario.

Cuanto acabo de deciros muestra claramente —quie-ro recordároslo una vez más— que el fundamento denuestro apostolado estará siempre en la comprensión yen la convivencia con todos los hombres: movidos porla caridad, deseamos ardientemente llevar a todos a laFe, queremos santificar todas las cosas u.

El mismo San Pablo nos ofrece su ejemplo perso-nal para practicar esta doctrina: híceme flaco para losflacos, para ganar a los flacos; híceme todo para to-dos, para salvar a todos (I Cor IX, 22). Este es, hijas ehijos míos, el espíritu que os he enseñado a ejercitar.Un espíritu que es manifestación bien real de diversi-dad práctica, de espíritu abierto, de disponibilidad sinlímites 1S.

El trato filial con Nuestra Señora, Madre de mi-sericordia, es escuela divina donde se aprende a vi-vir la comprensión.

(13) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 69.(14) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1951, nn. 29-30.(15) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 68.

SÁBADO 617

198.

SÁBADO

—Hay que saber esperar, siendo pacientes con nosotros mis-mos y con los demás.—Para ser serenos, ver las cosas con ojos de eternidad, pun-tualizar y aplicar el remedio con caridad y paciencia.—La paciencia en el apostolado.

MIRAD al labrador que espera el fruto preciosode la tierra, puestos en él los ojos con paciencia entanto que recibe la lluvia temprana y la tardía. Sedvosotros también pacientes. Tened, pues, paciencia,hermanos, hasta el advenimiento del Señorl.

Trabajamos por lograr frutos de santidad, en ca-da uno de nosotros y en todas las almas. Dios, cuan-do quiere, envía la lluvia de su gracia, y se recogeentonces una cosecha bien granada. Hay que rezar ytrabajar con esfuerzo, y a la vez, tener paciencia,porque el camino del cristiano, el de cualquier hom-bre, no es fácil. Ciertamente, en determinadas épocas,parece que todo se cumple según nuestras previsiones;pero esto habitualmente dura poco. Vivir es enfrentar-se con dificultades, sentir en el corazón alegrías y sin-sabores; y en esta fragua el hombre puede adquirir

(1) Iacob. V, 7-8.

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618 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA V

fortaleza, paciencia, magnanimidad, serenidad 2.

La paciencia es parte de la virtud cardinal de lafortaleza. El que sabe ser fuerte no se mueve por laprisa de cobrar el fruto de su virtud; es paciente 3. Nisiquiera en los mismos deseos de mejorar y de sereficaces debe haber asomos de ansiedad: también esmala la impaciencia de lo bueno 4. Y malo sería im-pacientarnos por no conseguir enseguida el fruto de-seado, lamentarnos de una aparente esterilidad en latarea santificadora que el Espíritu Santo realiza—día a día— en el alma. Dios sabe por dónde nos lle-va: y nos hace conocer los adelantos interiores cuan-do quiere y como quiere.

Las almas necesitan tiempo para santificarse, yDios tiene una paciencia infinita: continuamente per-dona, da su gracia, y anima. Nosotros debemos tam-bién ser pacientes con nosotros mismos y con los de-más, aunque a veces cueste.

Estemos siempre serenos, nos dice nuestro Padre.Si somos piadosos y sinceros, no habrá penas durade-ras y desaparecerán del todo esas otras que a veces nosinventamos, porque no lo son objetivamente. Vivire-mos con alegría, con paz, en los brazos de la Madre deDios, como hijos pequeños suyos, que eso somos. Decuando en cuando, cada uno tiene en su mundo inte-

(2) Amigos de Dios, n. 77.(3) Amigos de Dios, n. 78.(4) Tertuliano, De palientia 5.

SÁBADO 619

rior un conflicto menudo, que la soberbia se encargade hacer grande, para darle importancia, para arran-carnos la paz. No hagáis caso de esas pequeneces. De-cid: soy un pecador, que ama a Jesucristo 5.

FUERTES y pacientes: serenos. Pero no con la se-renidad del que compra la propia tranquilidad a costade desinteresarse de sus hermanos o de la gran tarea,que a todos corresponde, de difundir sin tasa el bienpor el mundo entero. Serenos porque siempre hay per-dón, porque todo encuentra remedio, menos la muertey, para los hijos de Dios, la muerte es vida. Serenos,aunque sólo fuese para poder actuar con inteligencia:quien conserva la calma está en condiciones de pensar,de estudiar los pros y los contras, de examinar juicio-samente los resultados de las acciones previstas. Y des-pués, sosegadamente, interviene con decisión 6.

Para mantenerse serenos, hay que ver las cosascon ojos de eternidad, como nos recomendaba nues-tro Padre. Mira: pase lo que pase en tu vida interior oen el mundo que te rodea nunca olvides que la impor-tancia de los sucesos o de las personas es muy relativa.—Calma: deja que corra el tiempo; y, después, viendode lejos y sin pasión los acontecimientos y las gentesadquirirás la perspectiva, pondrás cada cosa en su lu-gar y con su verdadero tamaño.

(5) De nuestro Padre, Carla, 24-111-1931, n. 15.(6) Amigos de Dios, n. 79.

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Si obras de este modo serás más justo y te ahorra-ras muchas preocupaciones 7.

Dios todo lo gobierna: ni una hoja se mueve sinque El lo quiera. Y hasta los males son permitidospor el Señor para sacar bienes. Para tener siemprepaz, es necesario mirar las cosas como Dios las mira.Has de ver las cosas con ojos de eternidad, "teniendoen presente " el final y el pasado 8.

Tened optimismo, insiste nuestro Padre. Elpropio San Pablo, en la epístola a los Filipenses,nos dirá: gaudete in Domino semper: iterum dico:gaudete (Philip. IV, 4); vivid siempre alegres en elSeñor; os lo repito: estad contentos. Hay que ver,hijos míos, el aspecto positivo de las cosas. Lo queparece más tremendo en la vida, no es tan negro,no es tan oscuro. Si puntualizáis, no llegaréis aconclusiones pesimistas. Como un buen médico nodice, al ver un paciente, que todo en él está podri-do, os pido por amor a Jesucristo que tengáis con-fianza. No afirméis nada malo, sin ver la contra-partida. Un enfermo no es inmediatamente un cuer-po para el cementerio. Vamos a curarlo, dándolelos remedios oportunos. Dentro de nuestro espíritu,tenemos toda la farmacopea 9.

Lo que hay que hacer es saber aplicar esos reme-dios con caridad y con paciente constancia; si no, di-

(7) Camino, n. 702.(8) Camino, n. 837.(9) De nuestro Padre, Carta, 24-IIM931 n 14

SÁBADO 621

fícilmente podrán surtir todo su benéfico efecto. Lacaridad es el vínculo de la fraternidad, el fundamen-to de la paz, la trabazón que da firmeza a la unidad;la que es superior a la esperanza y a la fe, la que so-brepuja a la limosna y al martirio; la que quedarácon nosotros para siempre en el Cielo. Pero si le qui-tas la paciencia, la caridad perecerá desolada 10. Noexiste verdadera caridad sin paciencia, que todo losoporta. En cambio, cuando van unidas estas dos vir-tudes, todo se sufre gustosamente.

PACIENCIA en nuestra vida interior y en nues-tra actividad. Y paciencia también en el apostolado.Comprendo tu impaciencia santa —escribe nuestroFundador—, pero a la vez has de considerar que algu-nos necesitan pensárselo mucho, que otros irán respon-diendo con el tiempo... Aguárdalos con los brazosabiertos: condimenta tu impaciencia santa con oracióny mortificación abundantes. —Vendrán más jóvenes ygenerosos; se habrán sacudido su aburguesamiento yserán más valientes.

¡Cómo los espera Dios! "..Tenemos que hacer la labor de San Rafael y de

San Gabriel con ilusión, con esfuerzo, con dedica-ción, con constancia. Eso es lo que está de nuestra

(10) San Cipriano, De bono patienliae 15.(11) Surco, n. 206.

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parte; pero los frutos dependen de Dios. Yo planté,Apolo regó, pero Dios es quien ha dado el crecimien-to. Y así, ni el que planta es algo ni el que riega, sinoDios, que es el que hace crecer12. El Señor da el cre-cimiento interior; es la gracia la que va haciendo ma-durar las almas. No queramos frutos verdes, prema-turos. La impaciencia es enemiga del apostolado.

Nuestro Padre nos previene: moderad vuestra im-paciencia, haced el apostolado del proselitismo concalma, despacio, al paso de Dios... Pero sin interrum-pir jamás la labor ¡cueste lo que cueste! n. Al paso deDios: no hacemos nuestro apostolado, sino el de Je-sucristo. No buscamos nada para nosotros mismos,sólo la gloria de Dios. Hay que estar dispuestos atrabajar, si el Señor así lo quiere, toda la vida, sinver los frutos; otros hermanos nuestros los recoge-rán, pues a veces uno es el que siembra y otro el querecoge u.

No perdamos jamás la paciencia, que es sereni-dad y señorío, que es paz y eficacia. Dios marca, encada alma, el ritmo de su santificación. Pongamoslos medios con responsabilidad, y confiemos. Con-véncete: cuando se trabaja por Dios, no hay dificulta-des que no se puedan superar, ni desalientos que ha-gan abandonar la tarea, ni fracasos dignos de este

(12) I Cor. I I I , 6-7.

(13) De nuestro Padre, Instrucción, l-IV-1934, n. 90.(14) Ioann. IV, 37.

SÁBADO 623

nombre, por infructuosos que aparezcan los resulta-dos 15.

La Virgen Santísima, que es nuestra Madre, nosquiere tanto que ni siquiera la continuidad de nues-tros defectos la hace cejar en su intercesión por no-sotros, sus hijos: con paciencia maternal y eficacísi-ma insiste delante de Dios. Recordare, Virgo MaterDei, dum stéteris in conspectu Domini, ut loquarispro nobis bona 16.

(15) Surco, n. 110.(16) Preces de la Obra.

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624 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VI

199.

DOMINGO VI DE PASCUA

—Visión sobrenatural en el apostolado, rectitud de inten-ción.

—El apostolado lo hace Cristo: buscar en todo solamente lagloria de Dios.

—Los frutos apostólicos vienen por la obediencia, que es fá-cil cuando hay visión sobrenatural y rectitud de intención.

HABÍA un hombre llamado Simón, que tiempoatrás venía practicando la magia-en la ciudad y mara-villando al pueblo de Samaría, diciendo ser él algogrande. Todos, del mayor al menor, le seguían y de-cían: éste es el poder de Dios llamado grande; y se ad-herían a él, porque durante bastante tiempo los habíaembaucado con sus magias l. Pero Simón se predica-ba a sí mismo: y sus éxitos fueron sólo aparentes.Cuando llegó el diácono Felipe, que predicaba aCristo 2, el mago Simón fracasó ruidosamente, puesentonces todos creyeron a Felipe, que les anunciabael reino de Dios; y en nombre de Jesucristo, se bauti-zaban hombres y mujeres 3.

En nombre de Cristo. Hay que trabajar en nom-bre suyo, para que el Señor se manifieste con toda laeficacia y el poder divinos en las almas que tratamos.

(l)Acl. VIII, 9-11.(2) L. I. (A) (Act. VIII, 5).(3) Act. VIII, 12.

DOMINGO VI DE PASCUA 625

Ni el que planta es algo ni el que riega, sino Dios, queda el crecimiento 4. Guiarse por un criterio personal ala hora del apostolado y del proselitismo, conduciríapronto a la desilusión y al fracaso. El apóstol es uninstrumento del Señor: es El quien tiene la doctrina,el amor y el consejo para las almas. Y esto es lo quehemos de darles. ¡Qué pena, si al final hubieras hecho"tu" apostolado y no "su" Apostolado!5.

Para el apostolado y el proselitismo, la rectitudde intención es completamente imprescindible. He-mos venido a hacer la Voluntad de Dios, no nuestravoluntad; no actuamos en nombre propio, sino comomensajeros de Cristo. Sólo así —escribe nuestro Pa-dre— me atrevo a asegurar que el Señor nos hará ins-trumentos capaces de obrar milagros y, si fuera preci-so, de los más extraordinarios. Daremos luz a los cie-gos. ¿Quién no podría contar mil casos de cómo unciego casi de nacimiento recobra la vista, recibe todoel esplendor de la luz de Cristo? Y otro era sordo, yotro mudo, que no podían escuchar o articular una pa-labra como hijos de Dios... Y se han purificado sussentidos, y escuchan y se expresan ya como hombres,no como bestias. In nomine Iesu! (Act. ///, 6), en elnombre de Jesús sus Apóstoles dan la facultad de mo-verse a aquel lisiado, incapaz de una acción útil; yaquel otro poltrón, que conocía sus obligaciones pero

(4) I Cor. III, 7.(5) Camino, n. 967.

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no las cumplía... En nombre del Señor, surge et ambu-la! (Act. ///, 6), levántate y anda.

El otro, difunto, podrido, que olía a cadáver, hapercibido la voz de Dios, como en el milagro del hijode la viuda de Naim: muchacho, yo te lo mando, le-vántate (Luc. VII, 14). Milagros como Cristo, milagroscomo los primeros Apóstoles haremos. Quizá en ti mis-mo, en mí se han operado esos prodigios: quizá éramosciegos, o sordos, o lisiados, o hedíamos a muerto, y lapalabra del Señor nos ha levantado de nuestra postra-ción. Si amamos a Cristo, si lo seguimos sinceramente,si no nos buscamos a nosotros mismos sino sólo a El,en su nombre podremos transmitir a otros, gratis, loque gratis se nos ha concedido 6.

NO ESPERES por tu labor el aplauso de las gen-tes, escribió nuestro Padre.

—¡Más!: no esperes siquiera, a veces, que te com-prendan otras personas e instituciones, que tambiéntrabajan por Cristo.

—Busca sólo la gloria de Dios y, amando a todos,no te preocupe que otros no te entiendan \

Todo para la gloria de Dios. Hemos de ser comoesos hombres santos, que se sienten impulsados a ha-cer cosas buenas también entre los hombres, pero querefieren todo a Dios, de modo que no sean ellos mis-

(6) Amigos de Dios, n. 262.(7) Forja, n. 255.

DOMINGO VI DE PASCUA 627

mos, sino su Padre celestial quien resulte glorificado 8.Hemos de realizar nuestra labor apostólica siemprecara a Dios, no buscando honor, ni alabanza, ni gloria,como está escrito en el Evangelio, sino teniendo siem-pre presente sólo al Señor9. Es buen momento para re-petir lo que nos enseñó nuestro Fundador: ¡Dios mío!,renuncio desde ahora a toda gratitud y pago humanos 10.

Hay un pasaje del Evangelio que nos muestra demodo gráfico cómo en el apostolado hemos de bus-car sólo la gloria de Dios. El Señor ha resucitado yse aparece a un grupo de Apóstoles que bregaban,como antaño, en las faenas de la pesca. Siguiendo lasindicaciones del Maestro, aun sin haberle reconoci-do, echan las redes a la derecha de la barca e inme-diatemente se llenan de peces. Enseguida ponen lapesca a los pies del Señor, porque es suya. Para queaprendamos que las almas son de Dios, que nadie enesta tierra puede atribuirse esa propiedad, que el apos-tolado de la Iglesia —su anuncio y su realidad de sal-vación— no se basa en el prestigio de unas personas,sino en la gracia divina.

Jesucristo interroga a Pedro, por tres veces, como siquisiera darle una repetida posibilidad de reparar latriple negación. Pedro ya ha aprendido, escarmentadoen su propia miseria: está hondamente convencido deque sobran aquellos temerarios alardes, consciente de

(8) San Gregorio Magno, Moralia 19, 23, 36.(9) Pseudo Macario, De custodia coráis 13.(10) Camino, n. 789.

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628 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VI

su debilidad. Por eso, pone todo en manos de Cristo.Señor, tú sabes que te amo. Señor, tú lo sabes todo, túsabes que te amo (Ioann. XXI, 15-17). Y ¿qué respon-de Cristo? Apacienta mis corderos, apacienta mis ove-jas (Ioann. XXI, 15-17). No las tuyas, no las vuestras:¡las mías! Porque El ha creado al hombre, El lo ha re-dimido, El ha comprado cada alma, una a una —lorepito—, al precio de su Sangre (...).

No hacemos nuestro apostolado. En ese caso, ¿quépodríamos decir? Hacemos —porque Dios lo quiere, por-que así nos lo ha mandado: id por todo el mundo y pre-dicad el Evangelio (Marc. XVI, 15)— el apostolado deCristo. Los errores son nuestros; los frutos, del Señor u.

Hay también que referir a nuestro Señor el agra-decimiento de las personas que tratamos. El despre-cio de las alabanzas es lo primero y lo principal en loque hemos de estar enseñados 12. Y la alabanza, cuan-do llega, debe encauzarse a Dios, como nos enseñanuestro Padre: es cuestión de desaparecer: para esto senecesita humildad y coger bien el espíritu de la Obra n.

EL APOSTOLADO lo hace Cristo, y hay que obe-decerle para que se realice como El quiere. Jesús hahablado a la muchedumbre desde la barca de Pedro,

(11) Amigos de Dios, n. 267.(12) San Juan Crisóstomo, De sacerdotio 5, 7.(13) De nuestro Padre, Crónica XI-58, p. 7.

DOMINGO VI DE PASCUA 629

en el lago de Genesaret. Cuando acabó su catcquesis,ordenó a Simón: guia mar adentro, y echad vuestrasredes para pescar (Luc. V, 4). Es Cristo el amo de labarca; es El el que prepara la faena: para eso ha veni-do al mundo, para ocuparse de que sus hermanos en-cuentren el camino de la gloria y del amor al Padre.El apostolado cristiano no lo hemos inventado noso-tros. Los hombres, si acaso, lo obstaculizamos: connuestra torpeza, con nuestra falta de fe.

Replicóle Simón: Maestro, durante toda la nochehemos estado fatigándonos, y nada hemos cogido (Luc.V, 5). La contestación parece razonable. Pescaban, or-dinariamente, en esas horas; y, precisamente en aque-lla ocasión, la noche había sido infructuosa. ¿Cómopescar de día? Pero Pedro tiene fe: no obstante, sobretu palabra echaré la red (Luc. V, 5). Decide procedercomo Cristo le ha sugerido; se compromete a trabajarfiado en la Palabra del Señor. ¿Qué sucede entonces?Habiéndolo hecho, recogieron tan gran cantidad de pe-ces, que la red se rompia. Por lo que hicieron señas alos compañeros de la otra barca, para que viniesen yles ayudasen. Se acercaron inmediatamente y llenarontanto las dos barcas, que faltó poco para que se hun-diesen (Luc. V, 6-7) 14. La abundancia de aquella pes-ca milagrosa pertenece por entero al Señor, perotambién es cierto que no se habría producido sin laobediencia de Pedro.

(14) Amigos de Dios, nn. 260-261.

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Jesús, al salir a la mar con sus discípulos, no mi-raba sólo a esta pesca. Por eso, cuando Pedro se arrojaa sus pies y confiesa con humildad: apártate de mí, Se-ñor, que soy un hombre pecador, Nuestro Señor res-ponde: no temas, de hoy en adelante serán hombres losque has de pescar (Luc. V, 8, 10). Y en esa nueva pes-ca, tampoco fallará toda la eficacia divina: instrumen-tos de grandes prodigios son los apóstoles, a pesar desus personales miserias n.

Los frutos del apostolado vienen de Dios, vienende la obediencia a los Directores que lo representan.Si tenemos visión sobrenatural y obramos con recti-tud de intención, la obediencia en el apostolado nosresultará fácil, lógica; y no nos inquietarán los resul-tados: pondremos todo el empeño en nuestro trabajoapostólico, y a la vez lo dejaremos todo en manos delSeñor, seguros de que el resultado siempre es victo-ria, si lo vemos con ojos de fe.

Si hemos sido rectos y obedientes, las almas seacercarán a Jesucristo, el apostolado dará su fruto,porque tiene la bendición del Señor y de Santa Ma-ría. Se necesitará tiempo para que llegue la cosecha,pero el fruto es seguro. Si sois fieles —nos dice nues-tro Padre—, cuando pasen unos cuantos años, cuandoseáis viejos, sentiréis una ternura paternal por la gentejoven que tengáis a vuestro alrededor, porque vuestrosí habrá sido fecundo con la gracia de Dios 16.

(15) Amigos de Dios, n. 261.(16) De nuestro Padre, n. 271.

LUNES 631

LUNES

200.

—El proselitismo es esencial a la vida de un apóstol.—El amor a las almas vence, mediante el esfuerzo abnegado,todos los obstáculos.—Perseverando en el apostolado, los frutos vendrán cierta-mente, aunque en algún caso nosotros no los veamos.

SAN PABLO ha llegado a Roma, para ser juzga-do por el César; vive en una casa particular, bajo lacustodia de un soldado. Y pasados tres días, pidió alos principales de entre los judíos que fuesen a verle(...). Y habiendo señalado día para oírle, vinieron engran número a su alojamiento, y les predicaba el rei-no de Dios desde la mañana hasta la noche, confir-mando con autoridades las proposiciones que senta-ba y probándoles lo perteneciente a Jesús con la leyde Moisés y con los profetas. Unos creían las cosasque decía, otros no las creían l. Y Pablo permaneciópor espacio de dos años enteros en la casa que habíaalquilado, en donde recibía a cuantos iban a verle,predicando el reino de Dios, y enseñando con toda li-bertad, sin que nadie se lo prohibiese, lo referente anuestro Señor Jesucristo 2.

El proselitismo es esencial a la vida de un após-

(1) Act. XXVIII, 17-24.(2) Ibid., 30-31.

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tol, y cualquier circunstancia, por adversa que pue-da parecer, es oportuna para ejercerlo. Has de seruna brasa encendida, que lleve fuego a todas partes.Y, donde el ambiente sea incapaz de arder, has deaumentar su temperatura espiritual.

—Si no, estás perdiendo el tiempo miserablemente,y haciéndolo perder a quienes te rodean 3.

Con espíritu sobrenatural, con verdadero amor atodas las criaturas, cuando vemos a la gente, tenemosque pensar en las almas: he aquí un alma —hemos dedecirnos— que hay que ayudar; un alma que hay quecomprender; un alma con la que hay que convivir; unalma que hay que salvar 4. Almas que debemos atraeral amor de Cristo. El modo de hacerlo, lo dictará laprudencia sobrenatural, mirando los acontecimientosy los hombres con ojos de eternidad 5. En cualquiercaso, nuestra vocación nos ha de encender en afánproselitista, al contemplar tantas personas que po-drían ponerse al servicio de Dios y que, sin embargo,van dando tumbos por la vida. ¡Qué compasión te ins-piran!... Querrías gritarles —escribe nuestro Funda-dor— que están perdiendo el tiempo... ¿Por qué sontan ciegos, y no perciben lo que tú —miserable— hasvisto? ¿Por qué no han de preferir lo mejor?

—Reza, mortifícate, y luego —¡tienes obligación!—despiértales uno a uno, explicándoles —también uno a

(3) Surco, n. 194.(4) De nuestro Padre, Meditación, 25-11-1963.(5) De nuestro Padre, Instrucción, l-IV-1934, n. 90,

LUNES 633

uno— que, lo mismo que tú, pueden encontrar un ca-mino divino, sin abandonar el lugar que ocupan en lasociedad 6.

Hay que estar siempre llenos de esperanza, con elpensamiento de que la Obra ha salido adelante conoración y mortificación. En los comienzos no se podíacontar con ningún medio humano. Sólo había juventud,alegría, decisión, seguridad perfecta de hacer la volun-tad de Dios; y todo eso ungido con mucha oración y mu-cha penitencia...1. Y ya, como en una nueva Pentecostésse oyen diversas lenguas, manifestación del Espíritu deDios, de la catolicidad de nuestro espíritu 8.

EL CELO apostólico de San Pablo no conoceobstáculos. Su visión sobrenatural le hace descubrir,en cada circunstancia, una nueva posibilidad deevangelizar. Su amor a las almas le urge sin cesar alproselitismo. ¿Qué dificultad, qué obstáculo puededetener a un apóstol?

Para pegar vuestra locura a otros apóstoles —dicenuestro Padre—, no se me ocultan los obstáculos queencontraréis. Algunos podrán parecer insuperables...,mas inter médium montium pertransibunt aquae (Ps.CIII, 10): y el espíritu sobrenatural de la Obra y el ím-petu de vuestro celo pasarán a través de los montes, y

(6) Surco, n. 182.(7) De nuestro Padre, Crónica XI-55, pp. 4-5.(8) De nuestro Padre, Meditación, 29-111-1959.

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venceréis esos obstáculos 9. Sin duda, encontraremosdificultades, incomprensiones, ambientes hostiles anuestra labor de almas. Pero los obstáculos son pro-videncia de Dios, para fortalecer a quienes se acer-can con vocación a la Obra; y precisamente esas difi-cultades son garantía de la solidez de la labor.

Convéncete: también ahí, hay muchos que puedenentender tu camino; almas que —consciente o incons-cientemente— buscan a Cristo y no le encuentran. Pe-ro, "¿cómo oirán hablar de El, si nadie les habla?" w.

Toda la eficacia, toda la fuerza viene del sacrifi-cio u, del esfuerzo abnegado, fundado en la fe, en laesperanza y en el amor. Con este espíritu sobrenatu-ral, todos los obstáculos se vencen, y vienen los fru-tos. De aquella labor sacrificada de San Pablo —pri-sionero, reducido en sus movimientos—, de su tena-cidad, de aquel celo que los romanos no pudieron en-cadenar, habría de salir más tarde una multitud demártires y de santos, una Roma cristiana, centro dela Iglesia de Jesucristo.

DURANTE aquellos dos años de apostolado deSan Pablo en Roma unos creían las cosas que decía,otros no las creían 12; pero él continuaba su labor, sindescorazonamientos.

(9) De nuestro Padre, Instrucción, MV-1934, n. 7.(10) Surco, n. 196.(11) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 33, 3.(12) Act. XXVIII, 24.

LUNES 635

A veces, tampoco veremos nosotros los frutos in-mediatos de nuestro trabajo; pero no importa: elapostolado no puede ser abandonado, hay que se-guir, sin desánimos, constantes, convencidos de quela oración es siempre fecunda, y el sacrificio nuncaresulta estéril. La fe es un requisito imprescindible enel apostolado, que muchas veces se manifiesta en laconstancia para hablar de Dios, aunque tarden en ve-nir los frutos.

Si perseveramos, si insistimos bien convencidos deque el Señor lo quiere, también a tu alrededor, por to-das partes, se apreciarán señales de una revolucióncristiana: unos se entregarán, otros se tomarán en seriosu vida interior, y otros —los más flojos— quedarán almenos alertados 13.

Frutos hay siempre, aunque alguna vez nosotrosno los veamos; otros los recogerán, y los encontrare-mos siempre en el Cielo. Por eso, cuando el desalien-to venga, si esta tentación permitiera el Señor; ante loshechos aparentemente adversos; al considerar, en algu-nos casos, la ineficacia de vuestros trabajos apostólicosde formación; si alguien, como a Tobías padre, os pre-guntara: ubi est spes tua?, ¿dónde está tu esperanza?...,alzando vuestros ojos sobre la miseria de esta vida,que no es vuestro fin, decidle con aquel varón del An-tiguo Testamento, fuerte y esperanzado quoniam me-mor fuit Domini in toto corde suo (Tob. /, 13), porque

(13) Surco, n. 207.

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siempre se acordó del Señor y le amó con todo su cora-zón: filii sanctorum sumus, et vitam illam spectamus,quam Deus daturus est his, qui fidem suam numquammutant ab eo; somos hijos de santos, y esperamosaquella vida que Dios ha de dar a quienes nuncaabandonaron su fe en El (Tob. //, 18).

El fruto de nuestros trabajos es seguro que lo en-contraremos en la Patria 14.

Si a pesar de todos los obstáculos que puedanpresentarse, perseveramos en el apostolado, con es-píritu de fe, y de esperanza, y de caridad, con ora-ción y sacrificio, el fruto no puede faltar. Yo os heelegido a vosotros —dice el Señor—, y os he puestopara que vayáis, y deis fruto, y vuestro fruto perma-nezca 15.

Decididos a poner generosamente los medios—cada uno los que ha de poner—, renovamos nues-tra esperanza, confiando en la intercesión poderosade nuestra Madre Santa María.

(14) De nuestro Padre, Instrucción, 9-1-1935, nn. 19-20.(15) Ioann. XV, 16.

MARTES 637

201.

MARTES

—El Señor deja en el mundo a sus discípulos, para que losantifiquen.—Para los cristianos corrientes, como nosotros, la profesiónes medio ordinario de dar gloria a Dios.—Contemplativos en medio del mundo.

LA CRUZ es nuestra gloria —enseña San Juan Cri-sóstomo—, la fuente de todos nuestros bienes, nuestraconfianza y nuestra corona 1; y no sólo para nosotros,sino para la humanidad entera, porque vendrá la Cruz,y con su aparición llamará a todos los hombres 2 a la re-conciliación con Dios: cuando yo fuere levantado en al-to, todo lo atraeré hacia mí3, dijo el Señor.

Han quedado las almas lavadas por la Sangre deCristo. Jesucristo ha puesto de su parte todo: Yo pormí —dice a su Padre— tengo acabada la obra, cuyaejecución me encomendaste *. Y a los Apóstoles lesdirige estas palabras: Yo me voy al que me envió, yninguno de vosotros me pregunta: ¿adonde vas? 5.

Está muy cerca la solemnidad de la Ascensión.El Señor nos ha redimido y se marcha al Cielo; a susseguidores toca ahora corredimir, y aplicar los méri-

(1) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 54, 5.(2) San Juan Crisóstomo. In Matthaeum homiliae 54, 5.(3) Ioann. XII, 32.(4) Ioann. XVII, 4.(5) Ev. {Ioann. XVI, 5).

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tos de la Pasión y Muerte de Cristo, con una vidasanta que santifique cuanto toca. Cuando Jesús va acoronar su obra en la tierra, manifiesta a su Padreaquel deseo: no pido que los saques del mundo 6, desu ambiente, de su sitio, de su trabajo, de sus rela-ciones sociales. Quiere dejarnos en el mundo parasantificarlo, para mejorarlo, para poner a los pies deDios las almas, y las instituciones, y la vida pública,y todas las actividades.

Amamos el mundo porque Dios lo hizo bueno, por-que salió perfecto de sus manos, y porque —si algunoshombres lo hacen a veces feo y malo, por el pecado—nosotros tenemos el deber de consagrarlo, de llevarlo, dedevolverlo a Dios: de restaurar en Cristo todas las cosasde los cielos y las de la tierra (Ephes. /, 10).

Todas las cosas de la tierra son buenas, y no sólode una manera natural, sino por el orden sobrenaturalal que han sido destinadas 7.

Ahora que Jesucristo está a punto de ascender alCielo, es bueno que recordemos el sentido divino denuestra vocación. Cada uno de nosotros ha de ser ipseChristus. El es el único mediador entre Dios y los hom-bres (cfr. I Tim. //, 5); y nosotros nos unimos a El pa-ra ofrecer, con El, todas las cosas al Padre. Nuestravocación de hijos de Dios, en medio del mundo, nosexige que no busquemos solamente nuestra santidad

(6) loann. XVII, 15.(7) De nuestro Padre, Carta, 19-111-1954, n. 6.

MARTES 639

personal, sino que vayamos por los senderos de la tie-rra, para convertirlos en trochas que, a través de losobstáculos, lleven las almas al Señor; que tomemosparte como ciudadanos corrientes en todas las activida-des temporales, para ser levadura (cfr. Matth. XIII, 33)que ha de informar la masa entera (cfr. I Cor. V, 6)8.

NOSOTROS debemos sentirnos incómodos, cuandono estamos —sal y luz de Cristo— en medio de la gen-te 9. Cada uno en su puesto, en el que hubiera ocupadotambién sin ser del Opus Dei, siente la responsabilidadde su misión sobrenatural. En esta guerra hermosísima,que es una siembra de paz y de alegría, cada uno en-tiende su labor profesional con la conciencia de estaren un puesto avanzado, de centinela, y permanece envigilia de amor, tenso, sin dormir, trabajando con em-peño en la consecratio mundi, respondiendo a la voz di-vina que le llama: ¡alerta!, custos, quid de nocte? flsai.XXI, 11); centinela, ¡alerta!: sabiendo a sus compañeroslealmente entregados a su misión, con la misma respon-sabilidad personal, cada uno en su sitio 10.

Jesucristo, al enviarnos al mundo, nos ha dadola misión de transformarlo, siendo uno más entre lagente. No me cansaré de repetir, por tanto, que el

(8) Es Cristo que pasa, n. 120.(9) De nuestro Padre, n. 233.(10) De nuestro Padre, Carta, 31-V-1954, n. 16.

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mundo es santificable; que a los cristianos nos toca es-pecialmente esa tarea, purificándolo de las ocasionesde pecado con que los hombres lo afeamos, y ofrecién-dolo al Señor como hostia espiritual, presentada y dig-nificada con la gracia de Dios y con nuestro esfuerzo.En rigor, no se puede decir que haya nobles realidadesexclusivamente profanas, una vez que el Verbo se hadignado asumir una naturaleza humana íntegra y con-sagrar la tierra con su presencia y con el trabajo desus manos. La gran misión que recibimos, en el bautis-mo, es la corredención. Nos urge la caridad de Cristo(cfr. II Cor. V, 14), para tomar sobre nuestros hombrosuna parte de esa tarea divina de rescatar las almas n.

No se puede esconder una ciudad edificada sobreun monte. Ni se enciende la luz para ponerla debajode un celemín, sino sobre un candelero para quealumbre a todos los de la casa 12. El candelero es nues-tro trabajo, nuestro prestigio profesional. Una perso-na profesionalmente bien preparada se impone en suambiente de trabajo, da el tono, se atrae la estima-ción de los demás, sus acciones y sus palabras hallanparticular resonancia: está como sobre un pedestal.Si es un alma apostólica, usa de ese pedestal para po-ner a Cristo bien alto. El miembro del Opus Dei, paraasegurar una cumplida respuesta a las exigencias de lafe, se dedica seriamente a buscar la santidad con todassus consecuencias; pero la busca precisamente en su es-

(11) Es Cristo que pasa, n. 120.(12) Match. V, 14-15.

MARTES 641

todo —soltero, casado, viudo, sacerdote—, en el ejerci-cio de su propia labor profesional. De ahí que no cam-bie su modo normal de vida, ni su trabajo ordinario, nisus ilusiones y afanes. Esto es lo propio del Opus Dei,lo raro de no ser raros: ser un ciudadano católico más,no querer distinguirse en nada de los otros, porque nohay motivo para distinguirse 13.

TIENES —nos ha dicho nuestro Padre— la lla-mada de Dios a un camino concreto: meterte en todaslas encrucijadas del mundo, estando tú metido enDios. Y ser levadura, ser sal, ser luz del mundo. Parailuminar, para dar sabor, para fermentar, para acre-centar... 14. En efecto, nuestra vocación de hijos o hijasde Dios en su Obra, nos ha de llevar a tener una vidacontemplativa en medio de todas las actividades hu-manas —luz, sal y levadura, por la oración, por lamortificación, por la cultura religiosa y profesional—,haciendo realidad este gran deseo: cuanto más dentrodel mundo estemos, tanto más hemos de ser de Dios 15.¡Cuántas almas hemos de llevarle!

Esta labor no podría ser realizada —ya que essobrenatural— si no fueran sobrenaturales tambiénlos medios que utilizamos: la oración, el trabajo, lamortificación, la alegría y las otras virtudes convenien-

(13) De nuestro Padre.(14) De nuestro Padre, Obras 11-56, p. 9.(15) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 45.

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tes, que llevan a lograr la perfección cristiana en elmundo: para obrar siempre con comprensión, y no sen-tirse ajenos a nadie; para saber callar, si es necesario;para sembrar alegría y paz; para evitar apasionamien-tos y violencias de exaltados; para procurar crear unambiente de serenidad y de convivencia entre los hom-bres: omnia vestra in caritate fiant (I Cor. XVI, 14),todas vuestras cosas háganse con caridad 16.

La caridad, el amor: éste es el secreto para sercontemplativos en medio de los afanes terrenos.Cuando nos mueve el amor de Dios y trabajamos conrectitud de intención, buscamos lo bueno, lo limpio, loque trae paz a la conciencia y felicidad al alma. ¿Queno nos faltan las equivocaciones? Sí; pero precisamen-te, reconocer esos errores, es descubrir con mayor clari-dad que nuestra meta es ésa: una felicidad no pasaje-ra, sino honda, serena, humana y sobrenatural.

Una criatura existe que logró en esta tierra esa felici-dad, porque es la obra maestra de Dios: Nuestra MadreSantísima, María. Ella vive y nos protege; está junto alPadre y al Hijo y al Espíritu Santo, en cuerpo y alma ".

Madre nuestra, ayúdanos a ser tanto más sobre-naturales cuanto más metidos estemos en los asun-tos terrenos; a tener presencia de Dios en la calle, enel trabajo, en nuestro trato con los demás, porque larazón de nuestra vida es poner el mundo a los piesde tu Hijo Jesucristo.

(16) De nuestro Padre, Carta, 19-HM954, n. 13.(17) Amigos de Dios, n. 292.

MIÉRCOLES

MIÉRCOLES

643

202.

—Apostolado de la doctrina.—Todos los apostolados de la Obra se resumen en dar doc-trina.—El apostolado de la opinión pública.

HOY RECORDAMOS la estancia de San Pablo enAtenas. Silas y Timoteo habían quedado en Berea, ydebían reunirse con Pablo lo antes posible. Pero laespera del Apóstol no es inactiva. Mientras Pablo losesperaba en Atenas, se consumía su espíritu viendo laciudad llena de ídolos. Disputaba en la sinagoga conlos judíos y los prosélitos, y cada día en el agora conlos que le salían al paso 1.

No cabe en un hombre de Dios la indiferenciaante el error, que hace que las almas se pierdan. Ycomprendemos las ansias de San Pablo al contem-plar el panorama de su tiempo: un mundo culto, civi-lizado, como el de los atenienses, pero alejado deDios, lleno de ídolos y de confusión. Inmediatamentebusca la ocasión de darles a conocer el Dios verdade-ro, y acude para eso al Areópago, donde se reuníanlos atenienses para sus disputas intelectuales.

Puesto, pues, Pablo en medio del Areópago, dijo:

(1) Act. XVII, 16-17.

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ciudadanos atenienses, veo que sois muy religiosos.Porque al pasar, mirando yo las estatuas de vuestrosdioses, he encontrado un altar con esta inscripción:"Al Dios desconocido". Pues ese Dios que vosotrosadoráis sin conocerle, es el que yo vengo a anuncia-ros

No queremos, no podemos callar la verdad. Nilos respetos humanos, ni las diferencias de cultura,de lengua, de raza, ni la indiferencia o aparentefrialdad de algunos, pueden apartarnos del apostola-do de la doctrina. Recordemos que al oír el discursode Pablo en el Areópago, algunos se burlaron de él, yotros le dijeron: te volveremos a oír otra vez sobreesto 3. Sin embargo, el aparente fracaso no apagó elcelo del Apóstol: todos los sábados —nos cuenta SanLucas poco después— disputaba en la sinagoga, ha-ciendo mención en sus discursos del nombre del Se-ñor Jesús, y procurando convencer a judíos y a grie-gos 4.

Como Pablo, cada uno de nosotros ha de sentir,por encima de todo, la urgencia del apostolado de ladoctrina, porque entre los deberes que nos unen conDios y con la Iglesia, se ha de contar como principalel que cada uno, por todos los medios, procure defen-der las verdades cristianas y refutar los errores 5.

(2) L. I. (Act. XVII, 22-23).(3) Ibid., 32.(4) Act. XVIII, 4.(5) León XIII, Litt. ene. Sapientiae christianae, 10-1-1890.

MIÉRCOLES 645

Dar doctrina es la gran misión nuestra 6, repetíanuestro Padre; y añadía: tú eres la sal, la luz, la leva-dura, y no puedes prescindir de llevar hasta el últimorincón de tus actividades sociales esa luz, esa sal... 7.

LAS PALABRAS de Cristo: id, pues, y enseñad atodas las gentes 8, estaban clavadas en el corazón deSan Pablo. Por eso, con ocasión de las actividades re-ligiosas y sociales, y del trabajo profesional, el Após-tol habla de Jesucristo a quienes le rodean. Y de esetrato directo, personal, surgen las primeras conver-siones, como fruto de un apostolado que prepara loscorazones para el encuentro con Cristo.

Pero Pablo quiere convertir a Atenas, a toda Gre-cia, al mundo entero. Y utiliza los medios disponi-bles para extender la doctrina de Cristo: en el Areó-pago, ante los sabios que poseen la cultura de la épo-ca e influyen poderosamente en el pueblo con susdoctrinas. El Apóstol acude a la fuente de la opiniónpública del mundo griego de su tiempo.

La falta de doctrina ha sido siempre el gran ene-migo de la Iglesia de Cristo: observad —exhorta SanPío X—, os lo rogamos y pedimos, qué grandes estragosproduce en las almas la ignorancia de las cosas divi-

(6) De nuestro Padre, Obras XII-58, p. 14.(7) De nuestro Padre, Obras 11-58. p. 15.(8) Matth. XXVIII, 19.

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646TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VI

ñas'. Son estos estragos, esta indigencia de verdad entantas almas, lo que nos urge a la acción apostólica, aconvertir toda nuestra actividad en ocasión para di-fundir la doctrina que Cristo ha confiado a la Iglesia.

Los apostolados que la Obra realiza son cada vezmás numerosos y más diversos; y, con el paso de losaños, serán más diversos aún. Pero todos —los de aho-ra y los de después y los de siempre— no serán másque un medio de dar doctrina. Primero con el testimo-nio de vuestras vidas, que es el mejor modo de predi-car; y después, con vuestra labor profesional, la quesea. De esta manera, al ejercer el apostolado, seréis luzy sal para tantas almas. El mayor enemigo de Dios, hi'jos míos, es la ignorancia. La Iglesia de Jesucristo notiene miedo a la verdad científica, y los hijos de Diosen su Opus Dei tenemos el deber de hacernos presentesen todas las ciencias humanas, apoyándonos en la doc-trina. ¡Doctos! ¡Os quiero doctos! Cada uno en lo suyo.Cuánta ignorancia disiparemos; cuánto bien haremos alas almas. A la Iglesia le conviene la ciencia que seapoya en la verdad. La ciencia, si es verdadera, nopuede estar en contraste con la doctrina de Jesucristo,ni con sus enseñanzas. Hay que llenar el campo de lasciencias de doctrina recta, auténtica, sin engaños. Lle-nar la ciencia humana de contenido sobrenatural; lle-narla, en una palabra, de Dios I0.

(9) San Pío X, Litt. ene. Acerbo nimis, 15-IV-1905.(10) De nuestro Padre, Obras, 1967, pp. 281-282.

MIÉRCOLES 647

TODOS los atenienses y los forasteros que allí vi-vían, en ninguna otra cosa se ocupaban sino en deciro en oír novedades u. ¡Qué actuales son estas pala-bras de la Escritura! También hoy las gentes deseanenterarse de todo lo que ocurre, estar informados,saber lo que pasa en los rincones más apartados delmundo. Y junto a este deseo de estar al día, ¡qué fal-ta de formación en los auténticos problemas!, ¡quédesconocimiento de la doctrina de Jesucristo y delos derechos de la Iglesia!

Es un fracaso monstruoso para los católicos que,después de veinte siglos de cristianismo, no se haga ca-si nada en este terreno. ¡Qué buen ejemplo nos dan —yqué reproche podrían hacernos— aquellos apologistasde los primeros siglos, que defendían la fe con ardor,con ciencia, con pillería humana! Eran unas cabezasespléndidas. Es difícil encontrar unos entendimientosmás poderosos.

Hoy puede decirse que no hay prensa, que sonmuy pocas las publicaciones en las que se trabaje conmentalidad auténticamente cristiana; donde se respetea los demás, amando y defendiendo también la liber-tad de todos los hombres; donde se sepa comprender,disculpar, unir n.

Hay que formar un modo de ser y de pensarcristiano, y ésa es misión nuestra; tenemos que cum-plirla con la palabra y por escrito, usando todos los

(11) Act. XVII, 21.(12) De nuestro Padre, Tertulia, 12-111-1960.

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648 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VI ASCENSIÓN DEL SEÑOR (I) 649

medios de expresión, y especialmente en los asuntosen que los derechos de la Iglesia son más frecuente-mente ignorados.

Hay dos puntos capitales en la vida de los pue-blos: las leyes sobre el matrimonio y las leyes sobre laenseñanza; y ahí —nos recuerda nuestro Padre—, loshijos de Dios tienen que estar firmes, luchar bien ycon nobleza, por amor a todas las criaturas n. Debe-mos llevar adelante esa labor con todos los mediosque puedan dar mayor difusión a la doctrina sana,porque los que tenemos la verdad de Cristo en el cora-zón, hemos de meter esa verdad en el corazón, en lacabeza y en la vida de los demás: tenemos obligacióngrave. Lo contrario es comodidad, política falsa w. Co-modidad que puede disfrazarse de muchas maneras;por eso hemos de examinar nuestro trabajo perso-nal, en la presencia de Dios.

Que sintamos todos la responsabilidad de esteapostolado, y procuremos cooperar eficazmente. Yque la Reina de los Apóstoles nos ayude a conseguirlos medios adecuados para poder decir las cosascontinuamente, con don de lenguas, de modo que nosentiendan, de modo que reciban la luz de Dios 15.

(13) Forja, n. 104.(14) De nuestro Padre, Crónica VII-62 p 55(15) De nuestro Padre.

203.

ASCENSIÓN DEL SEÑOR (I)

—El Señor se separa de nosotros para precedernos a la casa

del Cielo.—Pero se queda en el Pan y en la Palabra, y espera que le

tratemos.—Fomentar la esperanza del Cielo.

LA LITURGIA pone ante nuestros ojos, una vezmás, el último de los misterios de la vida de Jesucristoentre los hombres: su Ascensión a los cielos. Desde elNacimiento en Belén, han ocurrido muchas cosas: lohemos encontrado en la cuna, adorado por pastores ypor reyes; lo hemos contemplado en los largos años detrabajo silencioso, en Nazaret; lo hemos acompañado através de las tierras de Palestina, predicando a loshombres el Reino de Dios y haciendo el bien a todos.Y más tarde, en los días de su Pasión, hemos sufridoal presenciar cómo lo acusaban, con qué saña lo mal-trataban, con cuánto odio lo crucificaban.

Al dolor, siguió la alegría luminosa de la Resurrec-ción. ¡Qué fundamento más claro y más firme paranuestra fe! Ya no deberíamos dudar. Pero quizá, comolos Apóstoles, somos todavía débiles y, en este día dela Ascensión, preguntamos a Cristo: ¿Es ahora cuandovas a restaurar el reino de Israel? (AcL I, 6); ¿es ahoracuando desaparecerán, definitivamente, todas nuestrasperplejidades, y todas nuestras miserias?

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650 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VI

El Señor nos responde subiendo a los cielos. Tam-bién como los Apóstoles, permanecemos entre admira-dos y tristes al ver que nos deja. No es fácil, en reali-dad, acostumbrarse a la ausencia física de Jesús. Meconmueve recordar que, en un alarde de amor, se ha idoy se ha quedado; se ha ido al Cielo y se nos entrega co-mo alimento en la Hostia Santa. Echamos de menos, sinembargo, su palabra humana, su forma de actuar, demirar, de sonreír, de hacer el bien. Querríamos volver amirarle de cerca, cuando se sienta al lado del pozo can-sado por el duro camino (cfr. Ioann. IV, 6), cuando llo-ra por Lázaro (cfr. Ioann. XI, 35), cuando ora larga-mente (cfr. Luc. VI, 12), cuando se compadece de la mu-chedumbre (cfr. Matth. XV, 32; Marc. VIII, 2).

Siempre me ha parecido lógico y me ha llenado dealegría que la Santísima Humanidad de Jesucristo su-ba a la gloria del Padre, pero pienso también que estatristeza, peculiar del día de la Ascensión, es una mues-tra del amor que sentimos por Jesús, Señor Nuestro.El, siendo perfecto Dios, se hizo hombre, perfecto hom-bre, carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre.Y se separa de nosotros, para ir al cielo. ¿Cómo noecharlo en falta? 1.

EL SEÑOR se ha ido en cuerpo y alma al Cielo.No podemos ver su figura amabilísima, ni oír sus pa-

(1) Es Cristo que pasa, n. 117.

ASCENSIÓN DEL SEÑOR (I) 651

labras llenas de misericordia, ni experimentar suacogedora presencia. Y, sin embargo, también ahorasigue a nuestro lado. Dice el Señor: Yo estoy con vo-sotros todos los días hasta el fin del mundo 2.

En efecto, si sabemos contemplar el misterio deCristo, si nos esforzamos en verlo con los ojos limpios,nos daremos cuenta de que es posible también ahoraacercarnos íntimamente a Jesús, en cuerpo y alma.Cristo nos ha marcado claramente el camino: por elPan y por la Palabra, alimentándonos con la Eucaris-tía y conociendo y cumpliendo lo que vino a enseñar-nos, a la vez que conversamos con El en la oración.Quien come mi carne y bebe mi sangre, en mí perma-nece y yo en él (Ioann. VI, 57). Quien conoce mis man-damientos y los cumple, ése es quien me ama. Y elque me ame será amado por mi Padre, y yo le amaré yme manifestaré a él (Ioann. XIV, 21).

No son sólo promesas. Son la entraña, la realidadde una vida auténtica: la vida de la gracia, que nosempuja a tratar personal y directamente a Dios. Sicumplís mis preceptos, permaneceréis en mi amor, co-mo yo he cumplido los mandatos de mi Padre y per-manezco en su amor (Ioann. XV, 10). Esta afirmaciónde Jesús, en el discurso de la última cena, es el mejorpreámbulo para el día de la Ascensión. Cristo sabíaque era preciso que El se fuera; porque, de un modomisterioso que no acertamos a comprender, después de

(2) Ant. ad Comm. (Matíh. XXVIII, 20).

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652TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VI

la Ascensión llegaría —en una nueva efusión del Amordivino— la tercera Persona de la Trinidad Beatísima:os digo la verdad: conviene que yo me vaya. Si no mefuese, el Paráclito no vendría a vosotros. Si me voy, oslo enviaré floann. XVI, 7).

Se ha ido y nos envía al Espíritu Santo, que rige ysantifica nuestra alma. Al actuar el Paráclito en noso-tros, confirma lo que Cristo nos anunciaba: que somoshijos de Dios; que no hemos recibido el espíritu de ser-vidumbre para obrar todavía por temor, sino el espíri-tu de adopción de hijos, en virtud del cual clamamos:Abba, ¡Padre! (Rom. VIII, 15).

¿Veis? Es la actuación trinitaria en nuestras almas.Todo cristiano tiene acceso a esa inhabitación de Diosen lo más íntimo de su ser, si corresponde a la graciaque nos lleva a unimos con Cristo en el Pan y en laPalabra, en la Sagrada Hostia y en la oración 3.

AL CELEBRAR hoy la gloriosa Ascensión de tuHijo, te ofrecemos, Señor, este sacrificio de alabanza:que el maravilloso intercambio que en El se da, noshaga participar un día en la gloria del Resucitado 4.

Innumerables veces hemos contemplado el se-gundo misterio glorioso del Rosario, pero hoy quere-mos penetrar aún más en su contenido. A la luz de la

(3) Es Cristo que pasa, n. 118.(4) Orat. super oblata.

ASCENSIÓN DEL SEÑOR (I) 653

Ascensión del Señor, recordamos que nuestra vidaen la tierra es un peregrinar hacia la casa del Cielo.La Ascensión de Cristo es una ganancia nuestra por-que, por el mismo motivo que la Cabeza nos ha prece-dido en la Gloria, todo el cuerpo es llamado a la espe-ranza. Hoy, no sólo hemos sido confirmados comoposeedores del Paraíso, sino que hemos penetrado enel Cielo en la persona de Cristo 5.

Al confesar que Jesucristo vive glorioso en elCielo, nuestro corazón se llena de seguridad en la fe,la esperanza se acrecienta y la caridad se inflama.Crezcamos en esperanza, que de este modo nos afian-zaremos en la fe, verdadero fundamento de las cosasque se esperan, y convencimiento de las que no se po-seen (Hebr. XI, 1). Crezcamos en esta virtud —insistenuestro Padre—, que es suplicar al Señor que acre-ciente su caridad en nosotros, porque sólo se confía deveras en lo que se ama con todas las fuerzas. Y vale lapena amar al Señor. Vosotros habéis experimentado,como yo, que la persona enamorada se entrega segura,con una sintonía maravillosa, en la que los corazoneslaten en un mismo querer. ¿Y qué será el Amor deDios? ¿No conocéis que por cada uno de nosotros hamuerto Cristo? Sí, por este corazón nuestro, pobre,pequeño, se ha consumado el sacrificio redentor deJesús 6.

(5) San León Magno, Sermo 73, 4.(6) Amigos de Dios, n. 220.

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654 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VI

La esperanza del Cielo llenará de alegría nuestrocamino, aun en medio de las dificultades. Una espe-ranza sobrenatural de la que la Virgen es la mejorMaestra. "Auxilium christianorum!" —Auxilio de loscristianos, reza con seguridad la letanía lauretana.¿Has probado a repetir esa jaculatoria en tus trancesdifíciles? Si lo haces con fe, con ternura de hija o dehijo, comprobarás la eficacia de la intercesión de tuMadre Santa María, que te llevará a la victoria 7.

(7) Surco, n. 180.

ASCENSIÓN DEL SEÑOR (II) 655

204.

ASCENSIÓN DEL SEÑOR (II)

—Al marcharse al Cielo, Jesucristo nos ha confiado una mi-sión.—Responsabilidad en el cumplimiento de la tarea correden-

tora.—Servir al Señor en la tierra con la mirada puesta en el

Cielo.

EL SEÑOR Jesús, después de hablarles, se elevóal Cielo y está a la derecha de Dios 1. Pero, antes deirse, confió a los Apóstoles la continuación de su mi-sión salvadora en la tierra: se me ha dado todo poderen el Cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulosa todos los pueblos, bautizándolos en el nombre delPadre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándolesa guardar todo cuanto os he mandado 2.

Cristo confía esta misión a los Apóstoles y a to-dos los cristianos, de todos los tiempos. Nosotros, hi-jos predilectos de Dios en su Iglesia, llamados convocación divina a la Obra, tenemos que realizar esatarea de corredención. Es responsabilidad de cadauno de nosotros continuar la misión de Cristo, ha-ciendo el Opus Dei sobre la tierra.

Negotiamini dum venio (Luc. XIX, 13). Mientras

(l)£v. (B) {Marc. XVI, 19).(2) Ev. (A) (Matlh. XXVIII, 18-20).

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656 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VI

esperamos el retorno del Señor, que volverá a tomarposesión plena de su Reino, no podemos permanecerpasivos. La extensión del Reino de Dios no es sólo ta-rea oficial de los miembros de la Iglesia que represen-tan a Cristo, porque han recibido de El los poderes sa-grados. Vos autem estis corpus Christi (I Cor. XII, 27),vosotros también sois cuerpo de Cristo, misioneros conmisión —sin llamaros misioneros—, que tenéis el man-dato concreto de negociar hasta la venida del Señorcon vuestro trabajo responsable —vocacional—, delque Cristo os pedirá cuenta 3.

Es posible que las dificultades nos hagan fla-quear a veces. Como aquella nube que ocultó a Je-sús a la vista de los Apóstoles, puede ser que un de-terminado obstáculo se interponga en el camino ha-cia Dios. Pero el Señor nos pide que continuemoscon perseverancia. Es cierto que aún nos queda mu-cho por andar, mucho por hacer, y también muchosobstáculos que superar; pero hoy la Iglesia nos con-firma en la esperanza. ¡Cuántas veces la visión hu-mana, cuando llegan las dificultades, tiende a ha-cernos pensar que el Señor nos abandona! Pero Elno nos deja nunca: no os dejaré huérfanos 4, nos haprometido.

GRANDE es la razón de alegrarse al ver la natu-raleza humana de Cristo elevada sobre la dignidad de

(3) De nuestro Padre, Carta, 6-V-1945, n. 16.(4) Ioann. XIV, 18.

ASCENSIÓN DEL SEÑOR (II) 657

todas las criaturas del Cielo, sobresaliendo por enci-ma de los ángeles y de la majestad de los arcángeles 5.Mas cuando estaban los discípulos contemplando alSeñor que se iba al Cielo, se presentaron dos perso-najes con blancas vestiduras que les dijeron: varonesgalileos, ¿qué hacéis mirando al cielo? Este Jesús,que de entre vosotros ha subido al Cielo, así vendrácomo le habéis visto ir6.

Por un momento hemos tenido el mismo deseoque San Pedro expresó en el Tabor: Señor, ¡bueno esquedarnos aquí!1. Querríamos gozar de la plenitudde la visión de Dios, casi olvidándonos de nuestra ta-rea en la tierra. Pero ahora la pregunta de los Ange-les nos impulsa a lanzarnos al trabajo, a ser contem-plativos en los afanes de la vida ordinaria, a repar-tirnos por el mundo para enseñar la buena nueva atodos los hombres: a recorrer el orbe de polo a polo,con el corazón lleno de la presencia de Dios, paradarlo a conocer a todos.

No nos ha creado el Señor para construir aquí unaCiudad definitiva (cfr. Hebr. XIII, 14), porque estemundo es el camino para el otro, que es morada sinpesar (Jorge Manrique, Coplas, V). Sin embargo —es-cribe nuestro Padre—, los hijos de Dios no debemosdesentendernos de las actividades terrenas, en las que

(5) San León Magno, Sermo 73, 4.(6) L. I (Acl. I, 11).(7) Marc. IX, 5.

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658 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VI

nos coloca Dios para santificarlas, para impregnarlasde nuestra fe bendita, la única que trae verdadera paz,alegría auténtica a las almas y a los distintos ambien-tes. Esta ha sido mi predicación constante desde 1928:urge cristianizar la sociedad; llevar a todos los estratosde esta humanidad nuestra el sentido sobrenatural, demodo que unos y otros nos empeñemos en elevar al or-den de la gracia el quehacer diario, la profesión u ofi-cio. De esta forma, todas las ocupaciones humanas seiluminan con una esperanza nueva, que trasciende eltiempo y la caducidad de lo mundano 8.

Somos contemplativos, en el mundo y tomandoocasión del mundo. Hemos de ponernos a trabajarcon empeño aún mayor, ahora que sabemos que elSeñor volverá, aunque sin conocer ni el día ni la ho-ra 9. Esta incertidumbre no puede quitar urgencia ala acción de un hijo de Dios: le incitará por el contra-rio a vivir con vigilancia amorosa, a hacer todas lascosas, grandes o pequeñas, acabadamente, como sifueran la última, antes de irse al Padre. Tenemosuna gran tarea por delante, insiste nuestro Fundador.No cabe la actitud de permanecer pasivos, porque elSeñor nos declaró expresamente: negociad, mientrasvengo (Luc. XIX, 13). Mientras esperamos el retornodel Señor, que volverá a tomar posesión plena de suReino, no podemos estar cruzados de brazos 10.

(8) Amigos de Dios, n. 210.(9) Matth. XXIV, 42.(10) Es Cristo que pasa, n. 121.

ASCENSIÓN DEL SEÑOR (II) 659

LA FIESTA de la Ascensión del Señor nos sugieretambién otra realidad; el Cristo que nos anima a estatarea en el mundo, nos espera en el Cielo. En otras pa-labras: la vida en la tierra, que amamos, no es lo defi-nitivo; pues no tenemos aquí ciudad permanente, sinoque andamos en busca de la futura (Hebr. XIII, 14)ciudad inmutable.

Cuidemos, sin embargo, de no interpretar la Pala-bra de Dios en los límites de estrechos horizontes. ElSeñor no nos impulsa a ser infelices mientras camina-mos, esperando sólo la consolación en el más allá.Dios nos quiere felices también aquí, pero anhelandoel cumplimiento definitivo de esa otra felicidad, quesólo El puede colmar enteramente.

En esta tierra, la contemplación de las realidadessobrenaturales, la acción de la gracia en nuestras al-mas, el amor al prójimo como fruto sabroso del amora Dios, suponen ya un anticipo del Cielo, una incoa-ción destinada a crecer día a día. No soportamos loscristianos una doble vida: mantenemos una unidad devida, sencilla y fuerte, en la que se fundan y compene-tran todas nuestras acciones.

Cristo nos espera. Vivimos ya como ciudadanos delcielo (Philip. ///, 20), siendo plenamente ciudadanosde la tierra, en medio de dificultades, de injusticias,de incomprensiones, pero también en medio de la ale-gría y de la serenidad que da el saberse hijo amado deDios. Perseveremos en el servicio de nuestro Dios, y ve-remos cómo aumenta en número y en santidad este

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660 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VI

ejército cristiano de paz, este pueblo de corredención.Seamos almas contemplativas, con un diálogo constan-te, tratando al Señor a todas horas; desde el primerpensamiento del día al último de la noche, poniendode continuo nuestro corazón en Jesucristo Señor Nues-tro, llegando a El por Nuestra Madre Santa María y,por El, al Padre y al Espíritu Santo.

Si, a pesar de todo, la subida de Jesús a los cielosnos deja en el alma un amargo regusto de tristeza,acudamos a su Madre, como hicieron los apóstoles: en-tonces tornaron a Jerusalén... y oraban unánimemente...con María, la Madre de Jesús (Act. /, 12-14) n.

(11) Es Cristo que pasa, n. 126.

ASCENSIÓN DEL SEÑOR (III) 661

205.

ASCENSIÓN DEL SEÑOR (III)

—El Señor nos urge a hacer apostolado.—El apostolado ha de basarse en la comprensión.—La labor apostólica es una siembra de paz y alegría.

LOS LLEVO hasta cerca de Betania y levantandosus manos los bendijo. Y sucedió que, mientras losbendecía, se alejó de ellos y se elevaba al Cielo 1.

Jesús se ha ido a los cielos, pero el cristiano pue-de, en la oración y en la Eucaristía, tratarle como letrataron los primeros doce, encenderse en su celo apos-tólico, para hacer con El un servicio de corredención,que es sembrar la paz y la alegría. Servir, pues: elapostolado no es otra cosa. Si contamos exclusivamen-te con nuestras propias fuerzas, no lograremos nada enel terreno sobrenatural; siendo instrumentos de Dios,conseguiremos todo: todo lo puedo en aquel que meconforta (Philip. IV, 13). Dios, por su infinita bondad,ha dispuesto utilizar estos instrumentos ineptos. Asíque el apóstol no tiene otro fin que dejar obrar al Se-ñor, mostrarse enteramente disponible, para que Diosrealice —a través de sus criaturas, a través del almaelegida— su obra salvadora.

Apóstol es el cristiano que se siente injertado en

(1) Ev (C) íLuc. XXIV, 50-51).

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Cristo, identificado con Cristo, por el Bautismo; habili-tado para luchar por Cristo, por la Confirmación; lla-mado a servir a Dios con su acción en el mundo, por elsacerdocio común de los fieles, que confiere una ciertaparticipación en el sacerdocio de Cristo, que —siendoesencialmente distinta de aquella que constituye el sa-cerdocio ministerial— capacita para tomar parte en elculto de la Iglesia, y para ayudar a los hombres en sucamino hacia Dios, con el testimonio de la palabra ydel ejemplo, con la oración y con la expiación 2.

Nadie puede desentenderse de esta tarea, a laque el Señor urge a todos los cristianos. Mirad: laRedención, que quedó consumada cuando Jesús murióen la vergüenza y en la gloria de la Cruz, escándalopara los judíos, necedad para los gentiles (I Cor. /, 23),por voluntad de Dios continuará haciéndose hasta quellegue la hora del Señor. No es compatible vivir segúnel Corazón de Jesucristo, y no sentirse enviado, comoEl, peccatores salvos faceré (I Tim. /, 15), para salvara todos los pecadores, convencidos de que nosotrosmismos necesitamos confiar más cada día en la miseri-cordia de Dios. De ahí el deseo vehemente de conside-rarnos corredentores con Cristo, de salvar con El a to-das las almas, porque somos, queremos ser ipse Chri-stus, el mismo Jesucristo, y El se dio a sí mismo en res-cate por todos (I Tim. //, 6) 3.

(2) Es Cristo que pasa, n. 120.(3) Es Cristo que pasa, n. 121.

ASCENSIÓN DEL SEÑOR (III) 663

EL APOSTOLADO cristiano no es un programapolítico, ni una alternativa cultural: supone la difu-sión del bien, el contagio del deseo de amar, una siem-bra concreta de paz y de alegría. Sin duda, de eseapostolado se derivarán beneficios espirituales para to-dos: más justicia, más comprensión, más respeto delhombre por el hombre.

Hay muchas almas alrededor de nosotros, y no te-nemos derecho a ser obstáculo para su bien eterno. Es-tamos obligados a ser plenamente cristianos, a ser san-tos, a no defraudar a Dios, ni a todas esas gentes queesperan del cristiano el ejemplo, la doctrina.

Nuestro apostolado ha de basarse en la compren-sión. Insisto otra vez: la caridad, más que en dar, estáen comprender. No os escondo que yo he aprendido, enmi propia carne, lo que cuesta el no ser comprendido.Me he esforzado siempre en hacerme comprender, perohay quienes se han empeñado en no entenderme. Otrarazón, práctica y viva, para que yo desee comprendera todos. Pero no es un impulso circunstancial el queha de obligarnos a tener ese corazón amplio, universal,católico. El espíritu de comprensión es muestra de lacaridad cristiana del buen hijo de Dios: porque el Se-ñor nos quiere por todos los caminos rectos de la tie-rra, para extender la semilla de la fraternidad —no dela cizaña—, de la disculpa, del perdón, de la caridad,de la paz. No os sintáis nunca enemigos de nadie.

El cristiano ha de mostrarse siempre dispuesto aconvivir con todos, a dar a todos —con su trato— la

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664 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VI

posibilidad de acercarse a Cristo Jesús. Ha de sacrifi-carse gustosamente por todos, sin distinciones, sin divi-dir las almas en departamentos estancos, sin ponerlesetiquetas como si fueran mercancías o insectos diseca-dos. No puede el cristiano separarse de los demás, por-que su vida sería miserable y egoísta: debe hacerse to-do para todos, para salvarlos a todos (I Cor. IX, 22).

¡Si viviésemos así, si supiésemos impregnar nuestraconducta con esta siembra de generosidad, con este de-seo de convivencia, de paz! De ese modo se fomentaríala legítima independencia personal de los hombres; ca-da uno asumiría su responsabilidad, por los quehace-res que le competen en las labores temporales. El cris-tiano sabría defender antes que nada la libertad aje-na, para poder después defender la propia. Tendría lacaridad de aceptar a los otros como son —porque cadauno, sin excepción, arrastra miserias y comete erro-res—, ayudándoles con la gracia de Dios y con delica-deza humana a superar el mal, a arrancar la cizaña, afin de que todos podamos mutuamente sostenernos yllevar con dignidad nuestra condición de hombres y decristianos 4.

EL APOSTOLADO es como la respiración delcristiano: no puede vivir un hijo de Dios, sin ese latirespiritual. Nos recuerda la fiesta de hoy que el celo

(4) Es Cristo que pasa, n. 124.

ASCENSIÓN DEL SEÑOR (III) 665

por las almas es un mandato amoroso del Señor, que,al subir a su gloria, nos envía como testigos suyos porel orbe entero. Grande es nuestra responsabilidad: por-que ser testigo de Cristo supone, antes que nada, pro-curar comportarnos según su doctrina, luchar para quenuestra conducta recuerde a Jesús, evoque su figuraamabilísima. Hemos de conducimos de tal manera,que los demás puedan decir, al vernos: éste es cristia-no, porque no odia, porque sabe comprender, porqueno es fanático, porque está por encima de los instintos,porque es sacrificado, porque manifiesta sentimientosde paz, porque ama 5.

A nuestro alrededor, si nos comportamos de estemodo, florecerá un remanso de paz y de alegría cris-tianas, que no dejará de tener consecuencias parabien de la sociedad. Porque la tarea apostólica queCristo ha encomendado a todos sus discípulos produce(...) resultados concretos en el ámbito social. No es ad-misible pensar que, para ser cristiano, haya que dar laespalda al mundo, ser un derrotista de la naturalezahumana. Todo, hasta el más pequeño de los aconteci-mientos honestos, encierra un sentido humano y divi-no. Cristo, perfecto hombre, no ha venido a destruir lohumano, sino a ennoblecerlo, asumiendo nuestra natu-raleza humana, menos el pecado: ha venido a compar-tir todos los afanes del hombre, menos la triste aventu-ra del mal.

(5) Es Cristo que pasa, n. 122.

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666 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VI

El cristiano ha de encontrarse siempre dispuesto asantificar la sociedad desde dentro, estando plenamen-te en el mundo, pero no siendo del mundo, en lo quetiene —no por característica real, sino por defecto vo-luntario, por el pecado— de negación de Dios, de opo-sición a su amable voluntad salvífica 6.

Después de la Ascensión del Señor, los Apóstolesregresaron a Jerusalén con gran gozo. Y estabansiempre en el Templo bendiciendo a Dios 7. Y comen-ta nuestro Padre: ¡Qué lección tan extraordinaria ca-da una de las enseñanzas del Nuevo Testamento!—Después de que el Maestro, mientras asciende a ladiestra de Dios Padre, les ha dicho: "id y predicad atodas las gentes", se han quedado los discípulos conpaz. Pero aún tienen dudas: no saben qué hacer, y sereúnen con María, Reina de los Apóstoles, para con-vertirse en celosos pregoneros de la Verdad que salva-rá al mundo 8.

Esa alegría y esa paz tenemos nosotros cuando,de la mano de la Virgen, realizamos entre nuestrosamigos y compañeros una siembra apostólica incan-sable.

(6) Es Cristo que pasa, n. 125(7) Ev. (C) (Luc. XXIV, 52-53).(8) Surco, n. 232.

VIERNES 667

206.

VIERNES

—Prepararse para la venida del Espíritu Santo.—Acrecentar el deseo de santidad.—El Espíritu Santo sanará nuestros defectos, si somos dóci-les a su acción.

OS DIGO la verdad: os conviene que me vaya;porque si no me voy, el Consolador no vendrá a voso-tros; pero si me voy os lo enviaré '. El Verbo de Diosencarnado ha cumplido ya su misión en la tierra, ydespués de su partida vendrá el Espíritu Santo queprocede del Padre y del Hijo.

Han de pasar aún diez días para que se cumplala promesa de Jesucristo. Y preparamos el corazónen compañía de nuestra Madre y de los Apóstoles,para la Pentecostés, un día que ya en el Antiguo Tes-tamento era muy grande y santísimo 2; y que ahora,tras la venida del Espíritu ese mismo día, constituyeuna de las fiestas más señaladas del año litúrgico,otra gran pascua después de la alegría de la Resu-rrección del Señor. Asistiremos a la fundación de laIglesia; un torrente de luz y de gracia inundará la vi-da de los hombres; será el triunfo del amor divino enlos corazones de los fieles, porque el amor de Dios se

(1) loann. XVI, 7.(2) Lev. XXIII, 21.

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668 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VI

ha difundido en nosotros a través del Espíritu quenos ha sido enviado 3.

Tenemos que disponernos para recibir toda esafuerza, para recibir toda esa gracia, para dar cabidaen nuestra alma al Espíritu de Dios. Y desde hoy co-menzamos ya a pedir: ven, oh Santo Espíritu, y envíadesde el Cielo un rayo de tu luz 4. Es nuestra la ale-gría de los Apóstoles al volver a Jerusalén, porquecon el Consolador recibiremos el espíritu de adop-ción de hijos, en el que clamamos: ¡Abba, Padre! Y elmismo Espíritu Santo nos manifiesta que somos hi-jos de Dios 5.

Ya desde este momento, mientras convertimosen oración nuestro trabajo diario, nos preparamospara este encuentro con el Espíritu de Dios. Sed pia-dosos: no dejéis de mantener un trato continuo con elGran Desconocido y con el Gran Solitario. Así llamoal Espíritu Santo y al Cristo humillado y oculto denuestros sagrarios. A través de la Santa Humanidad deCristo encontraréis al Paráclito, que es el fruto de suCruz, y llegaréis hasta el Padre: toda nuestra vida, enla que lo divino y lo humano están tan íntimamenteunidos, será un diálogo permanente con la TrinidadBeatísima 6.

(3) Rom. V, 5.(4) Secuencia Veni, Sánete Spiritus.(5) Rom. VIII, 15-16.(6) De nuestro Padre, Carta, 6-V-1945, n. 27.

VIERNES 669

SIENDO tan necesaria la acción santificadora deDios, ¿por qué se puede llamar precisamente al Espí-ritu Santo el Gran Desconocido? El Paráclito es des-conocido en la medida en que lo es la santidad. Poreso, el mismo deseo de ser santos es el que nos llevaa conocer y amar al Espíritu de Dios. El EspírituSanto hace que nuestros actos, que podían ser comolos de un animal, sean de un cristiano: sobrenatura-les 7. La meditación de estas palabras de nuestro Pa-dre nos ayudará a introducirnos hoy en este Decena-rio del Espíritu Santo, del que tantas gracias espera-

mos.Hemos oído decir mil veces a nuestro Fundador:

hijos míos: una preocupación hemos de tener los hijosde Dios en el Opus Dei, una preocupación exclusiva. Yes ésta: ser santos. Mirad que el Señor invitó a todos loscristianos a la santidad. Pero a nosotros nos lo ha dichode una manera más especial: elegit nos in ipso antemundi constitutionem, ut essemus sancti et immaculatiin conspectu eius (Ephes. /, 4), por El mismo nos esco-gió antes de la creación del mundo, para ser santos y sinmancha en su presencia. ¡Y no hay más! Esta elecciónparticular, que de cada uno de nosotros ha hecho Dios,tiene este fin concreto: que seamos santos 8.

Siendo ésta una preocupación exclusiva, que semanifiesta en todo tiempo y circunstancia, hemos de

(7) De nuestro Padre, Dos meses de catequesis, II, p. 695.(8) De nuestro Padre, Meditación, 811-1959.

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ver acrecentados nuestros deseos de santidad preci-samente en estos días que anteceden a la venida delEspíritu Santo, de quien proceden los frutos de san-tidad que anhelamos. Vivir según el Espíritu Santo esvivir de fe, de esperanza, de caridad; dejar que Diostome posesión de nosotros y cambie de raíz nuestroscorazones, para hacerlos a su medida. Una vida cris-tiana madura, honda y recia, es algo que no se impro-visa, porque es el fruto del crecimiento en nosotros dela gracia de Dios. En los Hechos de los Apóstoles, sedescribe la situación de la primitiva comunidad cris-tiana con una frase breve, pero llena de sentido: perse-veraban todos en las instrucciones de los Apóstoles, enla comunicación de la fracción del pan y en la oración(Act. //, 42).

Fue así como vivieron aquellos primeros, y comodebemos vivir nosotros: la meditación de la doctrinade la fe hasta hacerla propia, el encuentro con Cristoen la Eucaristía, el diálogo personal —la oración sinanonimato— cara a cara con Dios, han de constituircomo la substancia última de nuestra conducta. Si esofalta, habrá tal vez reflexión erudita, actividad más omenos intensa, devociones y prácticas. Pero no habráauténtica existencia cristiana, porque faltará la compe-netración con Cristo, la participación real y vivida enla obra divina de la salvación.

Es doctrina que se aplica a cualquier cristiano,porque todos estamos igualmente llamados a la santi-dad. No hay cristianos de segunda categoría, obligados

VIERNES 671

a poner en práctica sólo una versión rebajada delEvangelio: todos hemos recibido el mismo bautismo y,si bien existe una amplia diversidad de carismas y desituaciones humanas, uno mismo es el Espíritu quedistribuye los dones divinos, una misma la fe, unamisma la esperanza, una misma la caridad (cfr. I Cor.XII, 44 y XIII, 1-13) \

En estos días hemos de examinar si ronda pornuestra alma el peligro de poner límites a nuestrasantificación, o de subordinarla a otras intenciones,y decidirnos a apartar lejos todo lo que se oponga ala santidad. Conviene que odies en ti —nos recuerdaSan Agustín— lo que es obra tuya, y ames lo que esobra de Dios 10. Como solía decirnos nuestro Padre: oherrar o quitar el banco. Y "herrar" quiere decir te-ner la firme decisión —operativa y sin condiciones—de ser santos y de disponernos generosamente a laacción del Paráclito.

SIENDO Dios quien santifica, respeta nuestra li-bertad, de manera que podamos elegir, prevenidoscon su gracia. Así, comenzando siempre en Dios elcamino de nuestra santificación, hay un momentodecisivo para todos, en el que consciente y libremen-te decidimos servirle de por vida: mantener actuales

(9) Es Cristo que pasa, n. 134.(10) San Agustín, ln loannis Evangelium tractalus 12, 13.

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esas aspiraciones a la santidad, es una gracia deDios, que ordinariamente se manifiesta en comenzary recomenzar, con humildad y entereza, cuantas ve-ces sea menester: es decir, siempre. Ni la experien-cia diaria, ni lo que sabemos de nosotros mismos, nila fundada desconfianza en nuestra propias fuerzas,pueden desanimarnos, porque omnipotente es Dios,para acoger benévolamente nuestra penitencia, yocultar en su juicio nuestros errores n.

El Evangelio nos muestra toda una multitud dedesahuciados que encuentran en Cristo curación. Demodo que ninguna experiencia, por dura que sea ynegativa que parezca, puede aducirse para justificarlo que, de hecho, sería una desconfianza ante la ac-ción del Espíritu Santo; pues en El tenemos de Diosun gran auxiliador y protector; un gran maestro de laIglesia; un gran combatiente que lucha por noso-tros 12.

El Espíritu Santo nos iluminará con un rayo desu luz, si no ponemos obstáculos a su acción, siendosinceros con nosotros mismos, para serlo después enla Confidencia. A la Obra hemos venido a ser santos.No nos vamos a sorprender, al comprobar que estamoslejos aún de serlo. Por eso admitiremos con sencilleznuestras debilidades, sin tratar de revestirlas de recti-tud; evitando la soberbia, que ciega tremendamente, y

(11) San Gregorio Magno, Homiliae in Evangelia 29, 3.(12) San Cirilo de Jerusalén, Catecheses 16, 19.

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lo hace ver todo al revés de como es. Hijos míos, sedsinceros con vosotros mismos, sed objetivos. Lograre-mos, de este modo, la eficacia de nuestra dedicación.Es difícil: se necesita ser humilde, abrir bien el cora-zón, de par en par, en la dirección espiritual, paraairear todos los rincones del alma.

Nuestra ascética tiene la sencillez del Evangelio.No debemos complicar nuestras almas, dejando el co-razón oscuro; no podemos entorpecer la acción del Es-píritu Santo, provocando en nuestra vida una soluciónde continuidad, que nos arranque —aunque sea porpoco tiempo— la simplicidad del corazón y la sinceri-dad delante de Dios fcfr. // Cor /, 12) 13.

Vamos a pedir a la Virgen esa sencillez de cora-zón que nos haga dóciles a la luz del Espíritu Santo,que nos haga comprender que sólo una cosa es nece-saria u: la santidad.

(13) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 38(14) Luc. X, 41.

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207.

SÁBADO

—La verdadera humildad lleva a conocer la propia insufi-ciencia y, a la vez, nuestra dignidad de hijos de Dios.—El conocimiento propio es raíz de la humildad.—Al descubrir los propios defectos, hemos de confiar en elSeñor.

VEN, PADRE de los pobres; ven, dador de las gra-cias; ven, luz de los corazones l.

La vida interior tiende forzosamente a hacer ca-da día más honda en nosotros la conciencia de quesomos hijos de Dios, a hacernos sentir toda la digni-dad que nos corresponde por gracia divina. Y, almismo tiempo, a convencernos de nuestra nulidadpersonal, de nuestra nada.

La conciencia de la magnitud de la dignidad huma-na —de modo eminente, inefable, al ser constituidos porla gracia en hijos de Dios— junto con la humildad, for-ma en el cristiano una sola cosa, ya que no son nuestrasfuerzas las que nos salvan y nos dan la vida, sino el fa-vor divino. Es ésta una verdad que no puede olvidarsenunca, porque entonces el endiosamiento se pervertiríay se convertiría en presunción, en soberbia y, más pron-to o más tarde, en derrumbamiento espiritual ante la ex-periencia de la propia flaqueza y miseria.

(1) Secuencia Veni, Sánete Spiritus.

SÁBADO 675

¿Me atreveré a decir: soy santo? —se preguntabaSan Agustín—. Si dijese santo en cuanto santificador yno necesitado de nadie que me santifique, sería sober-bio y mentiroso. Pero si entendemos por santo el santi-ficado, según aquello que se lee en el Levítico: sedsantos, porque yo, Dios, soy santo; entonces también elcuerpo de Cristo, hasta el último hombre situado enlos confines de la tierra y, con su Cabeza y bajo su Ca-beza, diga audazmente: soy santo (San Agustín, Enarr.in Ps., 85, 4).

Amad a la Tercera Persona de la Trinidad Beatísi-ma: escuchad en la intimidad de vuestro ser las mocio-nes divinas —esos alientos, esos reproches—, caminadpor la tierra dentro de la luz derramada en vuestra al-ma: y el Dios de la esperanza nos colmará de todasuerte de paz, para que esa esperanza crezca en noso-tros siempre más y más, por la virtud del Espíritu San-to (cfr. Rom. XV, 13) \

Al mismo tiempo, la vida interior nos proporcio-na la convicción de que por nuestra parte no haymás que indigencia. Sin embargo, no hace falta cono-cerse demasiado para darse cuenta de que no siem-pre admitimos todas las consecuencias de esa reali-dad; y de que a veces nos comportamos como si nonos viéramos faltos de méritos delante de Dios. Poreso invocamos al Espíritu Santo, que es el Padre delos pobres, de los que no tienen nada propio, de los

(2) Es Cristo que pasa, n. 133.

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indigentes: para que nos haga reconocer la propiamiseria.

ES BUENO reconocer la propia miseria. El co-nocimiento de nuestros errores nos hace humildes, noshace acercarnos más al Señor. Además hemos de teneren cuenta que, mientras estemos en la tierra, por provi-dencia del Señor, tendremos equivocaciones, errores.Santiago escribe de Elias que era hombre pecador co-mo nosotros; sin embargo, después hizo de nuevo ora-ción, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto(Iacob. V, 18) 3. El que se siente falto de todo, sabebuscar su fuerza en Dios, y puede decir: el Señor esmi luz y mi salvación 4.

Para vivir de esa manera, tendremos que ponermuchas veces la mirada en la humildad de Jesucristo,que existiendo en forma de Dios, no reputó codiciabletesoro mantenerse igual a Dios, antes se anonadó, to-mando la forma de siervo y haciéndose semejante alos hombres; y en la condición de hombre se humilló,hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz 5.Advierte Santo Tomás 6 que este modo de salvar al gé-nero humano era el más conveniente de todos los po-sibles. Entre otras razones aduce que, con semejantehumillación, con ese anonadamiento del Verbo, resul-

(3) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 37.(4)Ps. XXVI, 1.(5) Philip. II, 6-8.(6) Cfr. S. Th. I I I , q. 1, a. 1.

SÁBADO 677

taba curada mejor nuestra soberbia, primer pecado yorigen de los demás. Por eso, acudimos al trato conJesucristo, para aprender a ser humildes.

¡Es tan claro el ejemplo de humildad de NuestroSeñor, y tan consolador que el Espíritu Santo sea Pa-dre de quienes intentan imitar ese ejemplo! Pero nobasta entenderlo. Es preciso vivirlo. Somos verdade-ramente fieles cuando cumplimos con las obras loque profesamos con las palabras 7. Somos humildesde verdad, no cuando nos proclamamos indigentes ypobres pecadores, sino cuando reconocemos las con-cretas faltas cometidas.

De la humildad, verdadero fundamento de la vi-da interior, nadie sabe nada hasta que llega el mo-mento de ejercitarla. Quizá alguna vez el alma se hatenido por humilde, y poco después ha debido sor-prenderse reaccionando sin humildad ante una indi-cación llena de caridad. Con un examen sincero y va-liente, aprenderemos a no huir del propio conoci-miento, a no tener miedo de vernos como realmentesomos; y una vez persuadidos de nuestra pobrezapersonal, sabremos portarnos como quien nada tie-ne, que es el medio para tenerlo todo, porque un al-ma se hace preciosa a los ojos de Dios en la medidaque por amor a la verdad se siente despreciable a suspropios ojos8.

(7) San Gregorio Magno, Homiíiae in Evangelio 29, 3.(8) San Gregorio Magno, Moralia 18, 38, 59.

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PUEDE ocurrir también —y es lo normal en la vi-da interior— que vayamos aprendiendo por propia ex-periencia que no se consigue nada, mientras estemosllenos de nosotros mismos, mientras no seamos real-mente pobres de espíritu, humildes, mientras no este-mos bien entregados. Para que semejantes experien-cias interiores puedan servir a la progresiva incorpo-ración a Cristo, se precisa la ayuda del Espíritu Santo,lumen cordium 9, dador también de esta gracia. Para-lelamente a las desazones de una vida no acabada deentregar, el alma ha de crecer en visión sobrenatural,que es el único modo de considerarnos realmente ne-cesitados de la acción santificadora del Paráclito.

Hemos de pedir al Espíritu Santo, con las pala-bras del salmo, que nos haga comprender que esDios quien nos ha hecho a nosotros, y no nosotros aEl10; que la medida de la humildad nos viene dadapor ese sentido de total dependencia de Dios, comoquien nada tiene, nada puede, nada es, pero tiene aDios por Padre. Consecuencia de todo será que deje-mos de extrañarnos ante nuestras infidelidades y de-fectos, aunque nos duelan. ¿Qué otra cosa podría es-perarse de una zarza sino espinos? Hijos míos: no osavergüence ser miserables; no os acobardéis porquetengáis en el corazón el fomes peccati, la materia pro-pia para que se cebe el fuego del pecado.

(9) Secuencia Veni, Sánete Spiritus.(10) Ps. IC, 3.

SÁBADO679

No os asustéis, porque el justo cae siete veces, yotras tantas se levanta (Prov. XXIV, 16). En nuestrapelea espiritual no faltarán fracasos. Pero ante nues-tras equivocaciones, ante el error, debemos reaccionarinmediatamente, haciendo un acto de contrición, quevendrá a nuestro corazón y a nuestros labios con laprontitud con que acude la sangre a la herida, comba-tiendo con eficacia el cuerpo extraño, el germen deinfección n.

El reconocimiento de la propia miseria se haceocasión de santidad. Alto es el Señor: te levantas, yhuye de ti; te humillas, y desciende hasta ti. ¿Porqué? Porque es excelso y mira a los humildes12.Nuestra Madre nos enseña que el Señor a los ham-brientos los colmó de bienes, mientras que a los alta-neros los despidió vacíos 13.

(11) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 11.(12) San Agustín, In Ascensione Domini sermo 2.(13) Luc. I, 53.

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208.

DOMINGO VII DE PASCUA

—Guardar el corazón entero para Dios.

—La guarda del corazón exige no buscar compensaciones.—El Señor colma todas las ansias del corazón humano.

CONSOLADOR óptimo, dulce huésped del alma,dulce refrigerio 1. Por la gracia, Dios mismo habitaen el alma, y así el recogimiento nada tiene que vercon la soledad, sino que se encamina a poner enpráctica el consejo de San Pablo: que nuestra conver-sación esté en los cielos2. Estamos hechos paraamar; y al entregarnos a Dios, lejos de renunciar alamor, hemos elegido el camino del amor más grandey encendido.

Subamos a Cristo con el corazón —nos recuerdaSan Agustín—; cuando llegue el día de su promesa, leseguiremos también con el cuerpo 3. De todos los con-suelos que el corazón humano puede recibir, ningu-no como los que proceden del Espíritu Santo, el Con-solador por excelencia, cuando el alma se le da deltodo, sin titubeos ni divisiones. La entrega es el pri-mer paso de una carrera de sacrificio, de alegría, deamor, de unión con Dios. —Y así, toda la vida se llena

(1) Secuencia Veni, Sánete Spiritus.(2) Philip. III, 20. (Vg).(3) San Agustín, In Ascensione Domini sermo 2.

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de una bendita locura que hace encontrar felicidaddonde la lógica humana no ve más que negación, pa-decimiento, dolor 4. Por el contrario, si buscáramos ala vez otros consuelos, no hallaríamos más que tris-teza, desasosiego, falta de paz.

Hemos de estar prevenidos, porque puede ocu-rrir que, ante las exigencias del amor de Dios, elhombre viejo, que se vicia siguiendo la ilusión de laspasiones5, busque consuelos vanos y engañosos.Aunque el corazón está hecho para amar a Dios, nopodemos olvidar que llevamos en nosotros mismos unprincipio de oposición, de resistencia a la gracia: lasheridas del pecado original, quizá enconadas pornuestros pecados personales. Se opondrán a tus ham-bres de santidad, hijo mío, en primer lugar, la pereza,que es el primer frente en el que hay que luchar; des-pués, la rebeldía, el no querer llevar sobre los hom-bros el yugo suave de Cristo, un afán loco, no de li-bertad santa, sino de libertinaje; la sensualidad y, entodo momento —más solapadamente, conforme pasanlos años—, la soberbia; y después toda una reata demalas inclinaciones, porque nuestras miserias no vie-nen nunca solas 6.

No contar con esta realidad equivaldría a expo-nernos a continuos sobresaltos. Para evitarlos, he-mos meditado muchas veces este consejo: mira que

(4) Surco, n. 2.(5) Ephes. IV, 22.(6) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 10.

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el corazón es un traidor. Tenlo cerrado con siete cerro-jos 7. En cuanto descuidásemos su vigilancia comen-zaría a inclinarse del lado de los consuelos humanos.Si sentimos alguna vez esas naturales inclinaciones,reaccionemos enseguida, recordando que al darnos aDios no hemos renunciado al amor, sino que, por elcontrario, hemos optado por su medida más alta.Arriba los corazones, que debemos tener puestos en elSeñor8.

DE FALSAS compasiones propias proceden a ve-ces las compensaciones que enturbian el corazón, yque suponen un estancamiento de la vida interior,un retroceso en la entrega sin reservas a Jesucristo.Es lógico, por otra parte, que sintamos la atracción,no ya del pecado, sino de esas cosas humanas noblesen sí mismas, que hemos dejado por amor a Jesucristo,sin que por eso hayamos perdido la inclinación aellas. Porque teníamos esa tendencia, la entrega de ca-da uno de nosotros fue don de sí mismo, generoso ydesprendido; porque conservamos esa entrega, la fide-lidad es una donación continuada: un amor, una libe-ralidad, un desasimiento que perdura, y no simple re-sultado de la inercia. Dice Santo Tomás: eiusdem estautem aliquid constituere, et constitutum conservare

(7) Camino, n. 188.(8) San Agustín, In Ascensione Domini sermo 2.

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(Santo Tomás, S. Th. 11-11, q. 79, a. 1 c). Lo mismoque dio origen a tu entrega, hijo mío, habrá de conser-varla 9.

Hay que mantener vivo ese desprendimiento pa-ra guardar todo nuestro corazón para Dios, con unacontinua vigilancia. Siendo el alma en gracia templodel Espíritu Santo, habita con más holgura en el al-ma que se entrega del todo a El. Este incomparablebien se empañaría con las compensaciones, cuales-quiera que fuesen, si no se reaccionase a tiempo. ElEspíritu Santo dejaría de ser el dulce huésped del al-ma, para convertirse en un habitante penosamentetolerado.

¿Quieres ver a DtosR Escúchalo: bienaventuradoslos de corazón limpio, porque ellos verán a Dios. Enprimer lugar piensa en purificar tu corazón: lo queveas en él que desagrada a Dios, quítalo 10. Desde elmomento en que se volviera a mirar atrás, a lo vo-luntariamente abandonado, el alma se detendría ensu caminar hacia el Reino de los cielos.

Sabemos bien que el gran peligro, para la santapureza, está sobre todo en la extinción del amor ar-diente a Jesucristo. Y para que eso no ocurra jamás,es necesaria una firme y prudente guarda del cora-zón. Por eso pedimos al Espíritu Santo: lava lo queestá manchado, riega lo que es árido, cura lo que está

(9) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 12.(10) San Agustín, In Ascensione Domini sermo 2.

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enfermo. Doblega lo que es rígido, calienta lo que esfrío, dirige lo que está extraviado ".

A MEDIDA que el Espíritu Santo se va apode-rando de nuestros sentimientos, inspirándonos, co-menzamos a gustar hasta qué punto El es dulcerefrigerium 12, el más dulce refrigerio imaginable.Mi corazón te dijo: busqué tu rostro; buscaré, Señor,tu rostro; no apartes de mi tu cara 13. El Señor esfiel a Sí mismo, y si nosotros procuramos serlo,aunque personalmente creamos estar aún muy lejosde la meta, la semilla plantada va dando su fruto,ya durmamos o permanezcamos en vela. La únicacondición será que no nos dejemos llevar por losvaivenes del corazón, que tantas veces se desordenaen sus afectos.

La entrega, la obediencia, la mansedumbre delcristiano nacen del amor y al amor se encaminan. Y elamor lleva al trato, a la conversación, a la amistad.La vida cristiana requiere un diálogo constante conDios Uno y Trino, y es a esa intimidad a donde nosconduce el Espíritu Santo. ¿Quién sabe las cosas delhombre, sino solamente el espíritu del hombre, que es-tá dentro de él? Así las cosas de Dios nadie las ha co-nocido sino el Espíritu de Dios (/ Cor. //, 11). Si teñe'

(11) Secuencia Veni, Sánete Spiritus.(12) Secuencia Veni, Sánete Spiritus(13) Ps. XXVI, 8-9.

DOMINGO VII DE PASCUA 685

mos relación asidua con el Espíritu Santo, nos hare-mos también nosotros espirituales, nos sentiremos her-manos de Cristo e hijos de Dios, a quien no dudare-mos en invocar como a Padre que es nuestro (cfr. Ga-lat. IV, 6; Rom. VIII, 15).

Acostumbrémonos a frecuentar al Espíritu Santo,que es quien nos ha de santificar: a confiar en El, apedir su ayuda, a sentirlo cerca de nosotros. Así se iráagrandando nuestro pobre corazón, tendremos más an-sias de amar a Dios y, por El, a todas las criaturas. Yse reproducirá en nuestras vidas esa visión final delApocalipsis: el espíritu y la esposa, el Espíritu Santo yla Iglesia —y cada cristiano— que se dirigen a Jesús, aCristo, y le piden que venga, que esté con nosotros pa-ra siempre (cfr. Apoc. XXII, 17) u.

Se comprende entonces en qué preciso sentido elalma sacerdotal necesita de un corazón generoso.Comenzamos a sentir, también nosotros, aquella so-licitud que mantenía constantemente en vilo a SanPablo: ¿Quién desfallece que no desfallezca yo?¿Quién se escandaliza que yo no me abrase? 15. Y en-tendemos que el Apóstol considere mayor sufrimien-to estar separado del Señor, que los azotes, persecu-ciones, naufragios, prisiones, trabajos sin cuento.Asimismo adquirimos una especial sensibilidad parareconocer y desenmascarar los movimientos desor-

(14) Es Cristo que pasa, n. 136.(15) II Cor. XI, 28-29.

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denados del corazón, y pondremos un especial empe-ño en huir de las ocasiones de apegamiento. Aunagradeciendo en el fondo de nuestro corazón las de-mostraciones de afecto de las almas, sabremos ende-rezar ese sentimiento hacia Cristo. El Señor nos en-seña a prescindir, con una superior generosidad, depequeñas compensaciones, que no justifican la paz yla unión que roban.

La pureza de corazón da la alegría, la confianza,la compunción, el arrepentimiento, las lágrimas, elconocimiento de nosotros mismos y de nuestros peca-dos, el recuerdo de la muerte, la verdadera humildad,un gran amor tanto de Dios como de los hombres: po-ne en el corazón un amor divino 16. Y a medida quevamos teniendo un conocimiento más exacto del pa-pel que le corresponde a nuestro corazón en la vidainterior, comienza a enseñorearse de nuestros senti-mientos la presencia incomparable de la Virgen San-tísima, Madre del Amor Hermoso, como nos gustallamarla.

(16) Hesiquio, De temperantia et virtutibus 2, 11.

LUNES687

209.

LUNES

—El sentido de nuestra filiación divina nos da serenidad.—Como fruto de la serenidad, viene la alegría en las dificul-tades.—Acudir a Dios, con paz.

SEGUIMOS considerando en la oración la accióndel Espíritu Santo en nuestra alma, y queremos aho-ra pedir, ante su inminente venida, que El sea paranosotros descanso en el trabajo, en el ardor tranquili-dad, consuelo en el llanto l. Pedimos así las mismascosas que el trato con Dios comunica al alma entre-gada: paz, serenidad, mesura. Y no las buscamos sincausa, pues sabemos que esa serenidad habitual, esedominio ordinario de las pasiones —en el trabajo, enel sufrimiento, en la tentación— es condición indis-pensable para el alma contemplativa. Supuesta labuena voluntad, que gracias a Dios tenemos, es nece-saria la fortaleza para someterlo todo a su imperio,sin atolondramientos, sin agitaciones que obscure-cen la visión sobrenatural.

¡Hijos de mi alma! Sed serenos en vuestro trabajoy en vuestra vida espiritual. Por amor de Dios, sed fie-les. No seáis niños ni locos. Presencia de Dios, que es

(1) Secuencia Veni. Sánete Spirilus.

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característica de las almas contemplativas, característi-ca clara de nuestra vocación 2. Bien sabemos que estapaz que da el Señor no consiste en la ausencia de di-ficultades, sino en su dominio. Esta quietud, estapaz, esta serenidad que ardientemente esperamosdel Espíritu Santo, provienen del trato filial conDios, que nos hace sentirnos seguros y amparados.Entonces podemos decir: el Señor es mi luz y mi sal-vación, ¿a quién temeré? 3 Y se hace la calma.

Dios viene con tranquilidad *, mas no con la falsaserenidad de la indiferencia, de la despreocupación.Un hijo de Dios en su Obra, aunque sereno siemprecon la serenidad de su filiación divina, no puede per-manecer indiferente ante un mundo que no es cristianoni siquiera humano. Porque muchos hombres no hanllegado todavía a alcanzar aquellas condiciones de vi-da —en el orden temporal— que permiten el desarrollodel espíritu, y están como embotados para todo lo queno sea carnal. Se les pueden aplicar las palabras de laEscritura: son hombres animales, sin espíritu fludae,19). Se cumple, en esas pobres almas, lo que lamenta-ba San Pablo: animalis autem homo non percipit eaquae sunt spiritus Dei (I Cor. //, 14), porque esas po-bres criaturas no ven la luz espiritual, no disciernenlas cosas que son del espíritu de Dios 5.

(2) De nuestro Padre, Meditación, 19-VI-1955.(3) Ps. XXVI, 1.(4) Barsanufio y Juan, Líber utilis.(5) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1959, n. 5.

LUNES 689

La serenidad que Dios nos comunica no está encerrar los ojos a la realidad; pero nos hace verlacon optimismo, al confiar en la ayuda del Padre delCielo.

NECESITAMOS la serenidad, la medida en todasnuestras reacciones, porque también a nosotros nosamenaza la tristeza mala, que puede nacer del dolor,de la enfermedad, de la contradicción, y muy espe-cialmente del peso de nuestra propia miseria. Poreso escribió nuestro Fundador: entre los dones delEspíritu Santo, diría que hay uno del que tenemos es-pecial necesidad todos los cristianos: el don de sabidu-ría que, al hacernos conocer a Dios y gustar de Dios,nos coloca en condiciones de poder juzgar con verdadsobre las situaciones y las cosas de esta vida6. De estemodo nunca se verá encogido el ánimo por aquellatristeza que mata, que lleva a la imaginación a vagarde aquí para allá, revolviendo recuerdos, forjandofantasías, procurando compensaciones, llegando qui-zá a la queja interna ante el trabajo, ante la lucha as-cética o la entrega.

Esa tristeza, que permite un descuido y otro,que lleva a la desgana y a la indolencia, desaparece-rá cuando el Espíritu Santo nos haya enseñado defi-nitivamente que Dios hace concurrir todas las cosas

(6) Es Cristo que pasa. n. 133.

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para el bien de los que le aman, de los que son llama-dos según sus designios 7. Entonces, cada uno de no-sotros será ese alma fuerte a quien nada puede apar-tar del amor de Dios, ni tiene necesidad de tranquili-zar su ánimo, pues está persuadida de que todo es pa-ra bien; no se irrita ni hay nada que le mueva a la ira,pues siempre ama a Dios, y a esto sólo atiende 8.

La fe cristiana, que el Paráclito alimenta cons-tantemente en nuestras almas, no achica el ánimo,ni cercena los impulsos nobles del alma, puesto quelos agranda, al revelar su verdadero y más auténticosentido: no estamos destinados a una felicidad cual-quiera, porque hemos sido llamados a penetrar en laintimidad divina, a conocer y amar a Dios Padre, aDios Hijo y a Dios Espíritu Santo y, en la Trinidady en la Unidad de Dios, a todos los ángeles y a todoslos hombres.

Esa es la gran osadía de la fe cristiana: proclamarel valor y la dignidad de la humana naturaleza, yafirmar que, mediante la gracia que nos eleva al ordensobrenatural, hemos sido creados para alcanzar la dig-nidad de hijos de Dios. Osadía ciertamente increíble,si no estuviera basada en el decreto salvador de DiosPadre, y no hubiera sido confirmada por la sangre deCristo y reafirmada y hecha posible por la acciónconstante del Espíritu Santo 9.

(7) Rom. VIII, 28.(8) Clemente Alejandrino, Stromata 6, 9, 71, 4.(9) Es Cristo que pasa, n. 133.

LUNES 691

El Espíritu Santo nos enseñará a poner fuego in-terior en las cosas que nos ocupan, sin merma de lapaz y sin sucumbir a la tentación de la desesperanza,porque las dificultades, las contrariedades desapare-cen, en cuanto nos acercamos a Dios en la oración.Vayamos a hablar humilde y francamente con Jesús,teniendo en cuenta que el que trata con sencillez, vaconfiado (Prov. X, 9), y enseguida se hará la luz, ven-drán la paz y la serenidad y la alegría 10.

CARÍSIMOS, cuando Dios os pruebe con el fue-go de las tribulaciones no os extrañéis, como si osaconteciese una cosa muy extraordinaria n. Por eso,con alegría y con paz, seguiremos trabajando, conti-nuaremos esforzándonos en las cosas que miran alservicio de Dios, cuando sintamos los alfilerazos delas dificultades diarias. Esa será ya la primera gra-cia que esperamos del Espíritu Santo: que nuncanos parezca inútil la contribución personal en la ta-rea que Dios nos pide. Esta es la diferencia entre no-sotros y los que no conocen a Dios: éstos en la ad-versidad se quejan y murmuran; a nosotros las cosasadversas no nos apartan de la virtud, sino que nosafianzan en ella 12.

Meditemos unas consoladoras palabras de nues-

(10) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 54.(11) I Petr. IV, 12.(12) San Cipriano, De mortalitate 13.

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tro Padre: aunque todo se hunda y se acabe, aunquelos acontecimientos sucedan al revés de lo previsto, contremenda adversidad, nada se gana turbándose. Ade-más, recuerda la oración confiada del profeta: "el Se-ñor es nuestro Juez, el Señor es nuestro Legislador, elSeñor es nuestro Rey; El es quien nos ha de salvar".

—Rézala devotamente, a diario, para acomodar tuconducta a los designios de la Providencia, que nos go-bierna para nuestro bien 13.

Omnia in bonum! Con esa seguridad, se redobla-rán nuestros deseos de no escatimar esfuerzo perso-nal, principalmente en la obra de nuestra santifica-ción, y el Espíritu Santo nos hará entender que en elfondo de toda inhibición se encuentra la soberbia.Detrás de esa desgana en el trabajo, aparentementeinjustificada, se descubre la desilusión humana, laimposibilidad de afirmar la propia personalidad, elpropio criterio, la vanidad. Como detrás de la obe-diencia que se hace dura, tal vez esté, más que lamisma dificultad de lo mandado, el tener que ceder,el no poder ser otra cosa que instrumento. Y, en fin,detrás del dolor pesimista ante las propias faltas,quizá se esconda la humillación sufrida.

Una vez descubierto todo esto, acudiremos ense-guida al Señor, para remediarlo, pues todo el que es-pera en El se santifica u. No hay razón para acongo-

(13) Surco, n. 855.(14) I loann. III, 3.

LUNES693

jarse. Santa María es —así la invoca la Iglesia— laReina de la paz. Por eso, cuando se alborota tu alma,el ambiente familiar o el profesional, la convivenciaen la sociedad o entre los pueblos, no ceses de acla-marla con ese título: "Regina pacis, ora pro nobis!"—Reina de la paz, ¡ruega por nosotros! ¿Has probado,al menos, cuando pierdes la tranquilidad?... —Te sor-prenderás de su inmediata eficacia 15.

(15) Surco, n. 874.

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694 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VII

210.

MARTES

—Nuestra entrega ha de ser rendida y filial.—La entrega es ejercicio de libertad.—Frutos de una vida entregada.

¡OH LUZ santísima!, llena lo más íntimo de loscorazones de tus fieles l. Nuestra vida tiene por findar gloria a Dios. Pero existen muchos bienes en estemundo, capaces de desviar esa atención exclusivahacia el Señor. Y no tenemos mejor manera de dargloria a Dios, que vivir cada vez con más amor nues-tra entrega en servicio de las almas.

El amor de Dios es celoso; no se satisface si seacude a su cita con condiciones: espera con impacien-cia que nos demos del todo, que no guardemos en elcorazón recovecos oscuros, a los que no logra llegar elgozo y la alegría de la gracia y de los dones sobrenatu-rales. Quizá pensaréis: responder que sí a ese Amor ex-clusivo, ¿no es, acaso perder la libertad?

Con la ayuda del Señor que preside este rato deoración, con su luz, espero que para vosotros y paramí quede todavía más definido este tema. Cada uno denosotros ha experimentado alguna vez que servir aCristo Señor Nuestro comporta dolor y fatiga. Negar

(1) Secuencia Veni, Sánete Spiñtus.

MARTES 695

esta realidad, supondría no haberse encontrado conDios. El alma enamorada conoce que, cuando vieneese dolor, se trata de una impresión pasajera y prontodescubre que el peso es ligero y la carga suave, porquelo lleva El sobre sus hombros, como se abrazó al ma-dero cuando estaba en juego nuestra felicidad eterna(cfr. Matth. XI, 30). Pero hay hombres que no entien-den, que se rebelan contra el Creador —una rebeliónimpotente, mezquina, triste—, que repiten ciegamentela queja inútil que recoge el Salmo: rompamos sus ata-duras y sacudamos lejos de nosotros su dominio (Ps. //,3). Se resisten a cumplir, con heroico silencio, con na-turalidad, sin lucimiento y sin lamentos, la tarea durade cada día. No comprenden que la Voluntad divina,también cuando se presenta con matices de dolor, deexigencia que hiere, coincide exactamente con la liber-tad, que sólo reside en Dios y en sus designios.

Son almas que hacen barricadas con la libertad.¡Mi libertad, mi libertad! La tienen, y no la siguen; lamiran, la ponen como un ídolo de barro dentro de suentendimiento mezquino. ¿Es eso libertad? ¿Qué apro-vechan de esa riqueza sin un compromiso serio, queoriente toda la existencia? Un comportamiento así seopone a la categoría propia, a la nobleza, de la perso-na humana. Falta la ruta, el camino claro que informelos pasos sobre la tierra: esas almas —las habéis en-contrado, como yo— se dejarán arrastrar luego por lavanidad pueril, por el engreimiento egoísta, por la sen-sualidad.

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696 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VII

Su libertad se demuestra estéril, o produce frutosridículos, también humanamente. El que no escoge—¡con plena libertad!— una norma recta de conducta,tarde o temprano se verá manejado por otros, vivirá enla indolencia —como un parásito—, sujeto a lo que de-terminen los demás. Se prestará a ser zarandeado porcualquier viento, y otros resolverán siempre por él. Es-tos son nubes sin agua, llevadas de aquí para allá porlos vientos, árboles otoñales, infructuosos, dos vecesmuertos, sin raíces fludae, 12), aunque se encubran enun continuo parloteo, en paliativos con los que inten-tan difuminar la ausencia de carácter, de valentía y dehonradez 2.

DAMOS más gloria a Dios con el holocausto denuestros mejores talentos, que con el vano uso 'deellos. Como sucedió con los sacrificios de Abel, tam-bién ahora agrada a Dios que le ofrezcamos lo mejorque tenemos, lo que más estimamos. Nada es dema-siado para darlo al Señor. Además somos hijos deDios, y no son iguales las obligaciones que corres-ponden a los hijos, que las que se pueden imponer alos extraños. A los hijos tocan los menesteres mássacrificados, los más generosos, que nunca acepta-rían de buen grado los mercenarios.

Siendo la voluntad lo más personal que posee-

(2) Amigos de Dios, nn. 28-29.

MARTES 697

mos, pedir al Espíritu Santo que llene lo más íntimode nuestros corazones es implorar que sepamos po-ner totalmente a disposición de Dios nuestra volun-tad, ejercitando así del mejor modo nuestra libertad.De la misma manera que Jesucristo, precisamenteporque era Hijo de Dios, no tuvo inconveniente entomar la forma de siervo3, así también cada uno denosotros procuraremos vivir una entrega sin reser-vas en las manos de nuestro Padre Dios.

Nunca podremos acabar de entender esa libertadde Jesucristo, inmensa —infinita— como su amor. Peroel tesoro preciosísimo de su generoso holocausto nosdebe mover a pensar: ¿por qué me has dejado, Señor,este privilegio, con el que soy capaz de seguir tus pa-sos, pero también de ofenderte? Llegamos así a cali-brar el recto uso de la libertad si se dispone hacia elbien; y su equivocada orientación, cuando con esa fa-cultad el hombre se olvida, se aparta del Amor de losamores. La libertad personal —que defiendo y defen-deré siempre con todas mis fuerzas— me lleva a de-mandar con convencida seguridad, consciente tambiénde mi propia flaqueza: ¿qué esperas de mí, Señor, pa-ra que yo voluntariamente lo cumpla? (...).

Rechazad el engaño de los que se conforman conun triste vocerío: ¡libertad, libertad! Muchas veces, enese mismo clamor se esconde una trágica servidumbre:porque la elección que prefiere el error, no libera; el

(3) Philip. II, 7.

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único que libera es Cristo (cfr. Galat. IV, 31), ya quesólo El es el Camino, la Verdad y la Vida (cfr. Ioann.XIV, 6).

Preguntémonos de nuevo, en la presencia de Dios:Señor, ¿para qué nos has proporcionado este poder?;¿por qué has depositado en nosotros esa facultad de es-cogerte o de rechazarte? Tú deseas que empleemosacertadamente esta capacidad nuestra. Señor, ¿quéquieres que haga? (cfr. Act. IX, 6). Y la respuesta diá-fana, precisa: amarás al Señor Dios tuyo con todo tucorazón, y con toda tu alma y con toda tu mente(Matth. XXII, 37).

¿Lo veis? La libertad adquiere su auténtico sentidocuando se ejercita en servicio de la verdad que rescata,cuando se gasta en buscar el Amor infinito de Dios,que nos desata de todas las servidumbres. ¡Cada díaaumentan mis ansias de anunciar a grandes voces estainsondable riqueza del cristiano: la libertad de la glo-ria de los hijos de Dios! (Rom. VIH, 21). Ahí se resumela voluntad buena, que nos enseña a perseguir el bien,después de distinguirlo del mal (San Máximo Confe-sor, Capita de chántate, 2, 32) 4.

SOLO cuando el hombre, siendo fiel a la gracia,se decide a colocar en el centro de su alma la Cruz, ne-gándose a sí mismo por amor a Dios, estando realmen-

(4) Amigos de Dios, nn. 26-27.

MARTES699

te desprendido del egoísmo y de toda falsa seguridadhumana, es decir, cuando vive verdaderamente de fe,es entonces y sólo entonces cuando recibe con plenitudel gran fuego, la gran luz, la gran consolación del Es-píritu Santo 5.

Sin duda, la entrega podrá resultar costosa enocasiones. Es entonces la hora de mantenernos fielesa los compromisos de amor que libremente adquiri-mos, correspondiendo a la gracia de Dios. Nada másfalso que oponer la libertad a la entrega, porque la en-trega viene como consecuencia de la libertad. Mirad,cuando una madre se sacrifica por amor a sus hijos,ha elegido; y, según la medida de ese amor, así se ma-nifestará su libertad. Si ese amor es grande, la libertadaparecerá fecunda, y el bien de los hijos proviene deesa bendita libertad, que supone entrega, y provienede esa bendita entrega, que es precisamente libertad.

Pero, me preguntaréis, cuando alcanzamos lo queamamos con toda el alma ya no seguiremos buscando:¿ha desaparecido la libertad? Os aseguro que entonceses más operativa que nunca, porque el amor no se con-tenta con un cumplimiento rutinario, ni se compaginacon el hastío o con la apatía. Amar significa recomen-zar cada día a servir, con obras de cariño.

Insisto, querría grabarlo a fuego en cada uno: lalibertad y la entrega no se contradicen; se sostienenmutuamente. La libertad sólo puede entregarse por

(5) Es Cristo que pasa, n. 137.

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amor; otra clase de desprendimiento no la concibo. Noes un juego de palabras, más o menos acertado. En laentrega voluntaria, en cada instante de esa dedicación,la libertad renueva el amor, y renovarse es ser conti-nuamente joven, generoso, capaz de grandes ideales yde grandes sacrificios. Recuerdo que me llevé una ale-gría cuando me enteré de que en portugués llaman alos jóvenes os novos. Y eso son. Os cuento esta anécdo-ta porque he cumplido ya bastantes años, pero al rezaral pie del altar al Dios que llena de alegría mi juven-tud (Ps. XLII, 4), me siento muy joven y sé que nuncallegaré a considerarme viejo; porque, si permanezcofiel a mi Dios, el Amor me vivificará continuamente:se renovará, como la del águila, mi juventud (cfr. Ps.cu, 5).

Por amor a la libertad, nos atamos. Únicamente lasoberbia atribuye a esas ataduras el peso de una cade-na. La verdadera humildad, que nos enseña Aquel quees manso y humilde de corazón, nos muestra que suyugo es suave y su carga ligera (cfr. Matth. XI, 29-30):el yugo es la libertad, el yugo es el amor, el yugo es launidad, el yugo es la vida, que El nos ganó en laCruz 6.

Y tras la Cruz, no lo olvidemos, viene la Resu-rrección gloriosa y la efusión del Espíritu Santo. Enla vida de Cristo el Calvario precedió a la Resurrec-ción y a la Pentecostés, y ese mismo proceso debe re-

(6) Amigos de Dios, nn. 30-31.

MARTES701

producirse en la vida de cada cristiano: somos —nosdice San Pablo— coherederos con Jesucristo, con talque padezcamos con El, a fin de que seamos con Elglorificados (Rom. VIH, 17). El Espíritu Santo es frutode la cruz, de la entrega total a Dios, de buscar exclu-sivamente su gloria y de renunciar por entero a noso-tros mismos 7.

No es otro el camino que conduce derechamentea Dios: la total renuncia de uno mismo y de lo queposeemos. Merece la pena que lo pidamos para todosa la Virgen María, de quien recordamos su amorosasumisión a la voluntad de Dios: fiat mihi secundumverbum tuum8.

(7) Es Cristo que pasa, n. 137.(8) Luc. I, 30.

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211.

MIÉRCOLES

—La santificación es obra del Espíritu Santo.—Tenemos que escuchar sus inspiraciones.—Docilidad a los Directores, para secundar la acción del Pa-ráclito en el alma.

SI ALGUNO me ama, guardará mi palabra, y miPadre le amará, y vendremos a él y haremos en él nues-tra morada 1. Así como el Padre ama al Hijo, y el Hijoama al Padre en el Espíritu Santo, de manera análogaDios nos ama a nosotros y vive en nosotros por la gra-cia. Así, la unión con Dios mediante el amor transfor-ma el alma hasta llegar a la santidad. Y esa tarea seatribuye de manera especial al Espíritu Santo.

Para que nuestra confianza en el Paráclitoaumente, para ser aún más conscientes de que elprogreso interior no es sólo ni principalmente frutode nuestro esfuerzo, acudamos al Consolador, queayuda nuestra flaqueza (...) y pide por nosotros congemidos inenarrables 2. Vamos a poner en práctica elconsejo de nuestro Padre: frecuenta el trato del Espí-ritu Santo —el Gran Desconocido— que es quien te hade santificar 3.

La acción del Espíritu Santo es multiforme y

(1) loann. XIV, 23.(2) Rom. VIII, 26.(3) Camino, n. 57.

MIÉRCOLES 703

abarca de un modo u otro toda nuestra vida. Aunsiendo'uno solo, a una simple señal de Dios Padre yen nombre de Cristo, el Espíritu Santo causa las di-versas virtudes. Se sirve de la lengua para comunicarla sabiduría, ilumina la mente de otro con el don deprofecía; a éste confiere el poder de expulsar los de-monios, y a aquél la facultad de interpretar las Sagra-das Escrituras. En uno fortalece la templanza, a otroenseña cuanto se refiere a las obras de caridad, y auno más el ayuno y la ascética. A éste mueve a des-preciar los bienes materiales, mientras prepara aaquél para el martirio 4.

Al pasar los años, nuestro desarrollo espiritualen el pensar, en el querer, en el obrar, es tambiénobra del Espíritu Santo. Por eso, no podemos aban-donar nunca la confianza de llegar a ser santos, deaceptar las invitaciones de Dios, de ser perseveranteshasta el final. Dios, que ha empezado en nosotros laobra de la santificación, la llevará a cabo (cfr. Philip./, 6). Porque si el Señor está por nosotros, ¿quién con-tra nosotros? El, que ni a su propio Hijo perdonó, sinoque le entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo,después de habernos dado a su Hijo, dejará de darnoscualquier otra cosa? (Rom. VIII, 31-32) \

Al comprender que toda nuestra santificacióndepende de Dios, suplicamos: ven, Padre de los po-

(4) San Cirilo de Jerusalén, Catecheses 16.(5) £5 Cristo que pasa, n. 176.

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bres; ven, dador de las gracias 6, porque somos verda-deramente pobres, en todo necesitados. Pero másaún: lava lo que está manchado, riega lo que es árido,cura lo que está enfermo, doblega lo que es rígido, en-ciende lo que es tibio, endereza los extravíos 7. Por-que habrá de ser también la gracia del Espíritu San-to la que quite en nosotros todo obstáculo a su ac-ción santificadora, para que nuestra vida cuaje enobras de virtudes y en la actuación de los dones.

EL SEÑOR, hijos míos, además de iluminar a losque creen en El con las luces claras de la enseñanzaoficial de la Iglesia, no cesa de ejercer la acción calla-da, suave y fuerte de su Espíritu, que ilustra las almascomo Maestro interior 8.

Tenemos que- ser dóciles al Paráclito, porque elEspíritu Santo es quien, con sus inspiraciones, va dan-do tono sobrenatural a nuestros pensamientos, deseos yobras. El es quien nos empuja a adherirnos a la doctri-na de Cristo y o asimilarla con profundidad, quiennos da luz para tomar conciencia de nuestra vocaciónpersonal y fuerza para realizar todo lo que Dios espe-ra. Si somos dóciles al Espíritu Santo, la imagen deCristo se irá formando cada vez más en nosotros e ire-mos así acercándonos cada día más a Dios Padre. Los

(6) Secuencia Veni, Sánete Spiritus.(7) Secuencia Veni, Sánete Spiritus.(8) De nuestro Padre, Carta, 6-V-1945, n. 4.

MIÉRCOLES 705

que son llevados por el Espíritu de Dios, esos son hijosde Dios (Rom. VIII, 14)9.

Es lo que se verifica cuando, al leer el Evange-lio, al meditar una verdad de fe, encontramos unanueva luz en algo que ya habíamos considerado mu-chas veces. Y aquello penetra en nuestra alma conmás fuerza y nos mueve a amar al Señor. Nos damoscuenta de que eso no depende de nuestra voluntad,que no es obra nuestra, sino del Espíritu de Dios. Ocuando el Espíritu Santo nos concede que vivamosuna presencia de Dios que excede con mucho nues-tro esfuerzo en emplear industrias humanas; o noshace ver de pronto las cosas que se refieren al Señory a la Obra con una nueva luz, llena de perspectivasinsospechadas; o nos mueve a hacer oración en elmomento más inesperado; o nos hace encontrar lapalabra adecuada para mover a un alma, sin haberlopensado ni querido...

Todo es obra del Espíritu Santo,-que actúa demil modos diversos en las almas que no le ponenobstáculos. El encuentro de Dios con cada hombre esinefable e irrepetible, y nosotros debemos colaborarcon el Señor para hallar —en cada caso— la palabra yel modo oportunos, siendo dóciles y no intentando po-ner raíles a la acción siempre original del EspírituSanto w.

(9) Es Cristo que pasa, n. 135.(10) De nuestro Padre, Carta, 6-V-1945, n. 42.

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Toda esa acción misteriosa de la Tercera Perso-na de la Trinidad nos ayuda a hacer un propósito fir-me de docilidad. Porque, si nos deiamos guiar por eseprincipio de vida presente en nosotros, que es el Espí-ritu Santo, nuestra vitalidad espiritual irá creciendo ynos abandonaremos en las manos de nuestro PadreDios, con la misma espontaneidad y confianza con queun niño se arroja en los brazos de su padre. Si no oshacéis semejantes a los niños, no entraréis en el reinode los cielos, ha dicho el Señor (Matth. XVIII, 3). Vie-jo camino interior de infancia, siempre actual, que noes blandenguería, ni falta de sazón humana: es madu-rez sobrenatural, que nos hace profundizar en las ma-ravillas del amor divino, reconocer nuestra pequenez eidentificar plenamente nuestra voluntad con la deDios n.

Pidamos: oh Dios, que iluminaste los corazonesde los fieles con la luz del Espíritu Santo, haz que,guiados por el mismo Espíritu, sintamos rectamente,y siempre gocemos de su consuelo 12.

SI TODO nuestro obrar a lo largo del día; si vivirbien las Normas, la mortificación, el trabajo, los en-cargos, la fraternidad, el apostolado, ha de ser obrade Dios; si no somos capaces de pensar una sola cosa

(11) Es Cristo que pasa, n. 135.(12) Misa votiva del Espíritu Santo (A), Orat.

MIÉRCOLES 707

por nosotros, porque toda nuestra suficiencia vienede Dios 13, necesitamos cada día mayor docilidad alas inspiraciones del Espíritu Santo, una respuestamás generosa a sus llamadas. Y esta actitud, queconstituye nuestra personal aportación a la obra dela santificación, se concreta en la docilidad a las in-dicaciones que recibimos en la Obra. De esa recti-tud, de ese ir con confianza y seguridad a poner enpráctica los consejos de la Confidencia, depende laobra del Paráclito en el alma: el Espíritu Santo ejer-ce una acción especial en todos los hombres que sonpuros en sus intenciones y afectos u.

Dirección espiritual. No te opongas a que, con sen-tido sobrenatural y con santa desvergüenza, revuelvanen tu alma, para comprobar hasta qué punto puedes—¡y quieres!— dar gloria a Dios 15. Ha de ser la nues-tra una disposición activa, porque Dios obra en no-sotros sin eliminar nuestra cooperación y quiere queejercitemos nuestras potencias, que El mismo nos hadado. Por eso insiste nuestro Padre: déjate modelarpor los golpes —fuertes o delicados— de la gracia. Es-fuérzate en no ser obstáculo, sino instrumento 16. Y nosinvita a dirigirnos a Dios con una oración llena de fe:Señor, ayúdame a serte fiel y dócil, "sicut lutum inmanu figuli" —como el barro en las manos del alfare-

(13) II Cor. III, 5.(14) San Basilio, Commentarius in Isaiam, prooemium 3(15) Forja, n. 327.(16) Forja, n. 874.

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ro. —Y así no viviré yo, sino que en mí vivirás y obra-rás Tú, Amor ".

Pidamos a la Virgen esta docilidad activa, paraque nunca obstaculicemos la obra santificadora delEspíritu Santo. Si quieres, tu Madre Santísima te ayu-dará, y serás canal, en lugar de piedra que tuerza elcurso de las aguas divinas w.

(17) Forja, n. 875.(18) Forja, n. 874.

JUEVES 709

212.

JUEVES

—Somos colaboradores de Dios en la tarea de extender suReino.—Toda nuestra vida está orientada a las almas.—Fidelidad al espíritu de la Obra, para ser eficaces.

ENVÍA tu Espíritu, Señor, y renueva la faz de latierral. El Espíritu Santo renueva la faz de la tierraa la manera de una segunda creación, devolviendo alas cosas el orden establecido por Dios desde el prin-cipio, que sufrió alteración por el pecado del hom-bre.

Esta renovación se realiza en Cristo, imagen delDios invisible, primogénito de toda la creación, por-que en El han sido creadas todas las cosas en los cie-los y en la tierra (...); pues quiso el Padre poner en Ella plenitud y reconciliar por El, que ha establecido lapaz en la sangre de su Cruz, todo lo que existe sobrela tierra y en los cielos, en Cristo Jesús, Señor nues-tro 2.

Pudo el Señor llevar a cabo esta renovación dela tierra por su propio poder; pero dio la tierra a loshijos de los hombres: dispuso que esa tarea se reali-zara con la colaboración de quienes formamos parte

(1) In Dominica Pentecostés, Allel.(2) Col. I, 15-20.

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de su Cuerpo Místico. Jesús ha querido hacer a cadahombre cooperador libre de su obra redentora. No hafracasado: su doctrina y su vida están fecundando con-tinuamente el mundo. La redención, por El realizada,es suficiente y sobreabundante.

Dios no quiere esclavos, sino hijos, y respeta nues-tra libertad. La salvación continúa y nosotros partici-pamos en ella: es voluntad de Cristo que —según laspalabras fuertes de San Pablo— cumplamos en nuestracarne, en nuestra vida, aquello que falta o su pasión,pro Corpore eius, quod est Ecclesia, en beneficio de sucuerpo, que es la Iglesia (cfr. Colos. /, 24) 3.

Como prenda de la eficacia sobrenatural quequiere darnos, el Señor ha enviado a nuestras almasel Espíritu Santo, a fin de que su asistencia sea ga-rantía segura en la empresa de extender el Reino deCristo. Vale la pena jugarse la vida, entregarse porentero, para corresponder al amor y a la confianza queDios deposita en nosotros. Vale la pena, ante todo, quenos decidamos a tomar en serio nuestra fe cristiana. Alrecitar el Credo, profesamos creer en Dios Padre todo-poderoso, en su Hijo Jesucristo que murió y fue resuci-tado, en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida. Con-fesamos que la Iglesia, una, santa, católica y apostóli-ca, es el cuerpo de Cristo, animado por el EspírituSanto. Nos alegramos ante la remisión de los pecados,y ante la esperanza de la resurrección futura. Pero,

(3) Es Cristo que pasa, n. 129.

JUEVES 711

esas verdades ¿penetran hasta lo hondo del corazón ose quedan quizá en los labios? El mensaje divino devictoria, de alegría y de paz de la Pentecostés debe serel fundamento inquebrantable en el modo de pensar,de reaccionar y de vivir de todo cristiano 4.

A TODOS los miembros de la Iglesia correspon-de la tarea de colaborar activamente en la misión re-dentora de Cristo. Cada generación de cristianos hade redimir, ha de santificar su propio tiempo: paraeso, necesita comprender y compartir las ansias de losotros hombres, sus iguales, a fin de darles a conocer,con don de lenguas, cómo deben corresponder a la ac-ción del Espíritu Santo, a la efusión permanente de lasriquezas del Corazón divino. A nosotros,, los cristianos,nos corresponde anunciar en estos días, a ese mundodel que somos y en el que vivimos, el mensaje antiguoy nuevo del Evangelio.

No es verdad que toda la gente de hoy —así, en ge-neral y en bloque— esté cerrada, o permanezca indife-rente, a lo que la fe cristiana enseña sobre el destino yel ser del hombre; no es cierto que los hombres de estostiempos se ocupen sólo de las cosas de la tierra, y sedesinteresen de mirar al cielo. Aunque no faltan ideo-logías —y personas que las sustentan— que están ce-rradas, hay en nuestra época anhelos grandes y actitu-

(4) Es Cristo que pasa, n. 129.

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T

712 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VII JUEVES713

des rastreras, heroísmos y cobardías, ilusiones y desen-gaños; criaturas que sueñan con un mundo nuevo másjusto y más humano, y otras que, quizá decepcionadasante el fracaso de sus primitivos ideales, se refugian enel egoísmo de buscar sólo la propia tranquilidad, o enpermanecer inmersas en el error.

A todos esos hombres y a todas esas mujeres, esténdonde estén, en sus momentos de exaltación o en sus cri-sis y derrotas, les hemos de hacer llegar el anuncio so-lemne y tajante de San Pedro, durante los días que si-guieron a la Pentecostés: Jesús es la piedra angular, elRedentor, el todo de nuestra vida, porque fuera de Elno se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cie-lo, por el cual podamos ser salvos (Act. IV, 12)5.

En nuestro caso, apóstoles por específica voca-ción divina, el apostolado constituye una ocupacióntan absorbente que toda nuestra vida, sin resquiciosde ningún tipo, ha de estar orientada a la salvaciónde las almas. Santidad personal y apostolado son in-separables para nosotros. El doble aspecto de nuestrofin —ascético y apostólico— está tan intrínseca y armó-nicamente unido y compenetrado con el carácter secu-lar del Opus Dei, que da origen a una unidad de vidasencilla y fuerte —unidad de vida ascética, apostólicay profesional—, y hace que nuestra existencia enterasea oración, sacrificio y servicio, con un trato filialcon la Trinidad Beatísima: con el Padre, con el Espíri-

(5) Es Cristo que pasa, n. 132.

tu Santo, con Jesucristo, perfectus Deus, perfectus Ho-mo (Symbolum Athanasianum, 30); con una piedaddulce y recia hacia la Virgen Santísima, nuestra Ma-dre; con un amor sin medida a la Santa Iglesia, al Vi-cario de Cristo y a todas las almas 6.

SABEMOS que no nos puede faltar la ayuda deDios para vivir la vocación a que nos ha llamado. Yesta seguridad nos llena de confianza a la hora de es-forzarnos en acercar al Señor las almas que nos ro-dean, porque El"nos ha escogido como instrumentosprecisamente para eso.

Pero junto a la confianza y al abandono en ma-nos de Dios, es necesario que pongamos un decididoempeño en vivir como El quiere, con el espíritu queEl quiere. Hemos de utilizar los medios propios delespíritu de la Obra en el apostolado que cada unorealiza, con la firme convicción de que esos mediosvienen de Dios, y tienen una eficacia sobrenatural,inalcanzable con las fuerzas naturales. Vosotros y yotrabajamos efectivamente a las órdenes de un Rey—Jesucristo—, y tratamos de conseguir soldados que sealisten en el ejército de nuestro Dios.

Preciso es, por tanto, que empleemos medios divi-nos 7. Únicamente así estamos en condiciones de oír

(6) De nuestro Padre, Carta, 14-11-1950, n. 5.(7) De nuestro Padre, Instrucción, l-IV-1934, nn. 9-10.

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la voz del Espíritu Santo y de colaborar en la reno-vación de la faz de la tierra. Del Señor procede todolo bueno y, sin El, no sólo un poco, sino absolutamen-te nada puedes tú comenzar y perfeccionar 8.

Gracias a esta docilidad a los medios específicosde apostolado, que Dios quiere para sus hijos en elOpus Dei, tiene hoy la Obra fragancia de campo cua-jado (cfr. Genes. XXVII, 27) y —ante la fecundidad dela labor— no hace falta fe, para darse cuenta de queel Señor ha bendecido a manos llenas nuestro trabajo,escribía nuestro Padre en 1959. Hace años que, ha-ciendo oración, con agradecimiento al Señor, cantabayo a la Obra aquella copla de mi tierra: capullico, ca-pullico, / ya te estás volviendo rosa; / ya se está acer-cando el tiempo, / de decirte alguna cosa. Hijos míos,hoy tenéis en vuestras manos unas bellísimas rosas, es-pléndidas, aunque tengan espinas. Este es el momentode no dormirse, de vibrar, para recoger —y entregarlaa Jesucristo y a su Iglesia Santa— la cosecha ganadacon tanto esfuerzo 9.

Nuestra Madre del Cielo, fiel colaboradora delSeñor, particularmente unida a El en la redención,fue dócil a lo que Dios le pedía. Pidámosle la visiónsobrenatural que nos hace falta para llenarnos deconfianza en los medios apostólicos que Dios quierepara nuestra tarea.

213.

VIERNES

—Nuestra misión apostólica nos lleva a dar doctrina.—Para enseñar la doctrina hace falta formarse.—Dar doctrina con don de lenguas.

EN LOS Hechos de los Apóstoles, al recordar lossucesos de la mañana de Pentecostés, se dice que ha-bía entonces en Jerusalén judíos piadosos de todaslas regiones del mundo 1. Y después de la venida delEspíritu Santo, acudió mucho gentío, y quedaronpasmados al ver que cada uno oía hablar a los Após-toles en su propia lengua. Todos estaban atónitos ymaravillados 2. Eran habitantes de los más diversospaíses: partos, medos y elamitas, los que moran enMesopotamia, en Judea, Capadocia, en el Ponto y enAsia, en Frigia y en Panfilia, en Egipto y en tierras deLibia, que confina con Cirene, y los que han venidode Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes 3.

El mensaje de Cristo, la palabra de Dios, ha sidodestinada a todas las gentes: a todas las personas,sin distinción de edad, cultura, idioma, patria, clasesocial, raza o cualquier otra diferencia humana. Estauniversalidad del mensaje de Cristo lleva dentro la

(8) San Bernardo, In festivitate Pentecostés sermo 2, 6.(9) De nuestro Pa'dre, Carta, 9-1-1959, n. 9.

(1) Act. II, 5.(2) Ibid., 6-7.(3) Ibid., 9-11.

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716 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA Vil

exigencia del don de lenguas. La primera manifesta-ción la vemos en el milagro del día de Pentecostés.

La palabra de Dios debe difundirse por todo elmundo. Y esa catolicidad, que han de practicar to-dos los cristianos, obliga especialmente a los que he-mos recibido una específica vocación apostólica. Esvoluntad de Dios, hijas e hijos queridísimos —escribiónuestro Padre—, que lleguemos con nuestra labor atodos los lugares de la tierra. Frecuentemente os he he-cho considerar que nuestra Obra no es una empresanacida para remediar las necesidades particulares deun país o de un tiempo determinados. Quiso el Señordesde el primer momento que su Obra tuviese entrañacatólica, universal. Y en cumplimiento de nuestra mi-sión divina —sin que podamos ni queramos llamarnosmisioneros—, hemos de llegar a todos los países y a loshombres de toda raza, lengua y condición, para queomnis lingua confiteatur, quia Dominus Iesus Christusin gloria est Dei Patris (Philip. II, 11): para que todosden testimonio de que Jesucristo Señor Nuestro, está enla gloria de Dios Padre 4.

LA CARIDAD, el amor al prójimo, que nace delamor a Dios, exige de nosotros que estemos dispues-tos a iluminar las inteligencias y a encender los cora-zones de los que nos rodean con la doctrina de Jesu-

(4) De nuestro Padre, Carta, 16-VI-1950, n. 1.

VIERNES717

cristo. Toda nuestra labor tiene, por tanto, realidad yfunción de catequesis. Hemos de dar doctrina en todoslos ambientes; y para eso necesitamos acomodarnos a lamentalidad de los que nos escuchan: don de lenguas.Don de lenguas que nos obliga a hablar con contenido:en efecto, hermanos, escribe San Pablo, si yo fuese a vo-sotros hablando lenguas, ¿qué os aprovechará si no oshablo instruyéndoos con la Revelación, o con la ciencia,o con la profecía, o con la doctrina? (I Cor. XIV, 6).Luego, hay obligación de formarse: obligación de for-marnos bien doctrinalmente, obligación de prepararnospara que entiendan; para que, además, sepan despuésexpresarse los que nos escuchan 5.

Hemos de fomentar, pues, el sentido de respon-sabilidad y aprovechar los medios de formación quela Obra nos proporciona. Aprende lo que vayas a en-señar —dice San Jerónimo—; adquiere doctrina, lapalabra fiel, para que puedas exhortar6. Y nuestroPadre nos repitió en innumerables ocasiones quenuestra formación no termina nunca: todo lo que ha-béis recibido hasta ahora es fundamento para lo quevendrá después. Por eso, cuando tengáis ochenta años,iréis al Curso anual con la misma ilusión que ahora, yos gustará ver a chiquitos de veinte años, que os expli-can de una manera ingenua, con mucha autoridad, loque vosotros lleváis viviendo y enseñando durante mu-chísimo tiempo. ¡Es bonito! (...).

(5) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 28.(6) San Jerónimo, Epístola 52, 7.

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718 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VII

Por lo tanto, el primer propósito que podéis haceres el de no cerrar nunca vuestro corazón a esos donesdel cielo. Seguid aprendiendo siempre, como aprendeun niño. Pensad que cada uno ha de contribuir a lafortaleza de la Obra entera; que podéis y debéis ser elapoyo y la ayuda de algún hermano vuestro, en unmomento de flaqueza. Esto es siempre necesario, peroespecialmente ahora, cuando —como enseña San Pa-blo— en la Iglesia hay tantos falsos hermanos, tan-tas personas —me dan muchísima pena— que desdedentro, en todos los estratos de la Iglesia universal, es-tán haciendo daño y procurando meter el mal en nues-tra alma 7.

Con la formación doctrinal religiosa, hace faltatambién la debida preparación profesional y huma-na. Así, cada uno con el bagaje de su propia prepara-ción profesional, de toda la cultura humana que pue-da adquirir, con la mentalidad característica de suambiente y de su condición, hará llegar la doctrina deJesucristo, con don de lenguas, de manera que le en-tiendan, a todos los hombres que encuentre en el cami-no de su vida 8.

CON NUESTRA específica dedicación a Dios, tra-bajamos para poner remedio a la ignorancia —de la

(7) De nuestro Padre, Tertulia, 26-VM972.(8) De nuestro Padre, Carta, 15-VIII-1953, n. 9.

VIERNES719

que tantos males proceden—, y ayudamos a los hom-bres a adquirir la formación religiosa que necesitan.

Si tenéis esa sabiduría, que pido al Espíritu Santopara mis hijas e hijos, podréis ser —cada uno en supropio lugar y en sus propias circunstancias— como elmédico que proporciona la medicina conveniente, y enla dosis oportuna: porque daréis la doctrina de salva-ción con don de lenguas.

Y vuestros amigos y colegas, llevados a la fe y alamor de Jesucristo, entenderán bien lo que les enseñéis,y podrán repetir aquellas palabras: audivimus eos lo-quentes nostris linguis magnalia Dei (Act. //, 11)9.

Id por todo el mundo y predicad el Evangelio atoda criatura 10, nos pide el Señor. Pero hemos de ha-cer como El, que se dirigía a la gente con un lengua-je comprensible a todos. Insisto: ruega al Señor quenos conceda a sus hijos el "don de lenguas", el de ha-cernos entender por todos.

La razón por la que deseo este "don de lenguas"—escribe nuestro Padre— la puedes deducir de laspáginas del Evangelio, abundantes en parábolas, enejemplos que materializan la doctrina e ilustran lo es-piritual, sin envilecer ni degradar la palabra de Dios.

Para todos —doctos y menos doctos—, es más fácilconsiderar y entender el mensaje divino a través deesas imágenes humanas n.

(9) De nuestro Padre, Carla, 9-1-1951, n. 32.(10) Marc. XVI, 15.(11) Forja, n. 895.

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720 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VII

Pidamos a la Virgen, que pasó la mayor parte desu vida trabajando, que nos ayude y nos enseñe a di-fundir, de modo que todos lo entiendan, el valor san-tificante y santificador del trabajo; que llevemos coneficacia, a todos los rincones de la tierra, el espírituque Dios nos ha dado. Porque, a la vuelta de tantossiglos, quiere el Señor servirse de nosotros para que to-dos los cristianos descubran, al fin, el valor santifica-dor y santificante de la vida ordinaria —del trabajoprofesional— y la eficacia del apostolado de la doctri-na con el ejemplo, la amistad y la confidencia.

Quiere Jesús, Señor Nuestro, que proclamemos hoyen mil lenguas —y con don de lenguas, para que todossepan aplicárselo a sus propias vidas—, en todos losrincones del mundo, ese mensaje viejo como el Evange-lio, y como el Evangelio nuevo 12.

(12) De nuestro Padre, Carla, 9-1-1932, n. 91.

SÁBADO 721

214.

SÁBADO

—La vida de la gracia es fruto del Espíritu Santo en nuestraalma.—Es menester que secundemos su acción santificadora.—Somos instrumentos.

HOY ES víspera de Pentecostés, la solemnidadlitúrgica que recuerda la venida del Espíritu Santode modo visible sobre la Iglesia, para abrir a todoslos hombres las puertas del reino de los Cielos.

Acordaos —invita nuestro Padre— de aquel pasa-je de San Juan en el capítulo III, del versículo uno aldiez, cuando el Señor dice a Nicodemo: nisi quis rena-tus fuerit denuo, non potest videre regnum Dei; quienno naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios otener parte en él. Nicodemo contesta: quomodo potesthomo nasci, cum sit senex?; ¿cómo puede nacer unhombre, siendo viejo? No os voy aquí a repetir todo elpasaje. Nicodemo no era un ignorante. Jesús le pregun-ta: tu es magister in Israel et haec ignoras? Nisi quisrenatus fuerit, había adoctrinado el Maestro, ex aquaet Spiritu Sancto non potest introire in regnum Dei;¿tú eres maestro en Israel, e ignoras estas cosas?; quienno naciere por el bautismo del agua y del EspírituSanto, no puede entrar en el reino de Dios. Y en otra

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parte: sic est omnis qui natus est ex spiritu, eso mismosucede al que nace del espíritu 1.

Antiguamente, en la noche de la víspera de Pen-tecostés, se bautizaban los catecúmenos que no ha-bían podido hacerlo en la vigilia de la Pascua de Re-surrección. El Señor, a toda la humanidad, sin excep-ción, abrió la posibilidad de una nueva vida, de rena-cer en el Espíritu, de iniciar una existencia de vence-dores que pueden exclamar: si Dios está por nosotros,¿quién contra nosotros? El que no perdonó a su propioHijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nosha de dar con El todas las cosas?... Porque tengo laconvicción de que ni la muerte, ni la vida, ni los ánge-les, ni los principados, ni lo presente, ni lo venidero,ni las virtudes, ni la altura, ni la profundidad, ni cria-tura alguna podrá arrebatarnos al amor de Dios enCristo Jesús, Nuestro Señor (Rom. VIH, 31 y 32, 38 y39). ¡Himno espléndido de seguridad, de plenitud, deendiosamiento, que el pobre barro humano jamás pu-do soñar en entonar!2.

La raíz de toda eficacia sobrenatural, en la vidainterior y en la acción apostólica, está en esa accióndivina en el alma, en esa renovación que prometía elSeñor: del seno de quien crea en mí manarán ríos deagua viva. Esto lo dijo por el Espíritu Santo, que ha-bían de recibir los que creyesen en El3. Con la gracia

(1) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 17.(2) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1959, n. 1.(3) loarm. VII, 37-39.

SÁBADO 723

que los sacramentos nos confieren, recibimos el Es-píritu Santo, que al darnos un corazón nuevo, noshace una nueva criatura con una nueva eficacia: conposibilidad de alcanzar la santidad y de ayudar a al-canzarla a los demás.

LA ACCIÓN santificadora de Dios se atribuye alEspíritu Santo de una manera especial, al igual quese atribuye la Creación a Dios Padre y la Redencióna Dios Hijo. El Espíritu Santo es quien nos infundela gracia para hacernos participar de la vida de Dios.Por el divino poder nos han sido otorgadas todas lascosas de la vida y de la piedad, gracias al conocimien-to del que nos llamó por su gloria y por su virtud, porel que también nos dio las grandes y maravillosasgracias que había prometido, para hacernos así partí-cipes de la naturaleza divina \ El Espíritu Santo dis-pone nuestra alma para la más plena participaciónen la vida de Dios mediante el ejercicio de las virtu-des sobrenaturales y la actuación de los dones. Lasvirtudes y los dones del Espíritu Santo dan la posibi-lidad y una especial facilidad para que nuestros ac-tos sean de verdaderos hijos de Dios.

Esta acción del Espíritu Santo exige nuestracooperación inteligente y libre, ya que el Señor noviolenta nuestra voluntad, sino que la mueve de mo-

(4) II Petr. I, 3-4.

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724 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VII

do que permanezcamos libres en todo momento. Poreso, la tradición cristiana ha resumido la actitud quedebemos adoptar ante el Espíritu Santo en un soloconcepto: docilidad. Ser sensibles a lo que el Espíritudivino promueve a nuestro alrededor y en nosotrosmismos: a los carismas que distribuye, a los movimien-tos e instituciones que suscita, a los afectos y decisio-nes que hace nacer en nuestro corazón. El EspírituSanto realiza en el mundo las obras de Dios: es—como dice el himno litúrgico— dador de las gracias,luz de los corazones, huésped del alma, descanso en eltrabajo, consuelo en el llanto. Sin su ayuda nada hayen el hombre que sea inocente y valioso, pues es Elquien lava lo manchado, quien cura lo enfermo, quienenciende lo que está frío, quien endereza lo extravia-do, quien conduce a los hombres hacia el puerto de lasalvación y del gozo eterno (cfr. Secuencia Veni, Sán-ete SpiritusJ.

Pero esta fe nuestra en el Espíritu Santo ha de serplena y completa: no es una creencia vaga en su pre-sencia en el mundo, es una aceptación agradecida delos signos y realidades a los que, de una manera espe-cial, ha querido vincular su fuerza. Cuando venga elEspíritu de verdad —anunció Jesús—, me glorificaráporque recibirá de lo mío, y os lo anunciará floann.XVI, 14). El Espíritu Santo es el Espíritu enviado porCristo, para obrar en nosotros la santificación que Elnos mereció en la tierra.

No puede haber por eso fe en el Espíritu Santo, si

SÁBADO 725

no hay fe en Cristo, en la doctrina de Cristo, en los sa-cramentos de Cristo, en la Iglesia de Cristo. No es co-herente con la fe cristiana, no cree verdaderamente enel Espíritu Santo quien no ama a la Iglesia, quien notiene confianza en ella, quien se complace sólo en se-ñalar las deficiencias y las limitaciones de los que larepresentan, quien la juzga desde fuera y es incapazde sentirse hijo suyo 5.

EL QUE ama tiene consigo al Espíritu Santo; yteniéndole, merece tenerlo más abundantemente, y te-niéndole con mayor abundancia es más intenso suamor. Y los discípulos tenían consigo al Espíritu San-to, que el Señor prometía, sin el cual no podían lla-marle Señor; pero no lo tenían aún con la plenitudque el Señor prometía. Lo tenían y no lo tenían, por-que aún no lo tenían con la plenitud con que debíantenerlo 6.

Algo semejante sucede en nuestra vida. Necesita-mos crecer, disponernos a recibir al Espíritu Santocon mayor plenitud y abundancia. Nos ha escritonuestro Padre: el Espíritu Santo —Dios contigo— vadando tono sobrenatural a todos tus pensamientos, de-seos y obras 7.

(5) Es Cristo que pasa, n. 130.(6) San Agustín, ln loannis Evangelium íractatus 74, 2.(7) Camino, n. 273.

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726 TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VII

Al conocer nuestra radical necesidad del auxiliodivino, aumentarán nuestros deseos de que nos lleneel Espíritu Santo. Somos sus instrumentos. Dios,cuando desea realizar alguna obra, emplea medios des-proporcionados, para que se note bien que la obra essuya. Por eso vosotros y yo, que conocemos bien el pe-so abrumador de nuestra mezquindad, debemos deciral Señor: aunque me vea miserable, no dejo de com-prender que soy un instrumento divino en tus manos.No he dudado jamás de que los trabajos que haya he-cho a la largo de mi vida en servicio de la Iglesia San-ta, no los he hecho yo: sino el Señor, aunque se hayaservido de mí: no puede el hombre atribuirse nada, sino le es dado del cielo (Ioann. ///, 27)8.

Por nuestra parte, pobres y pequeños como so-mos, sería una locura no buscar en el Espíritu Santola fuerza necesaria para esas cosas de ordinario pe-queñas, pero grandes y heroicas a los ojos de Dios,que lleva consigo el servicio de la Iglesia. Equival-dría a negar a Dios lo poco que nos pide —ser ins-trumentos—, esa colaboración amorosa, en la quenosotros ponemos la parte menos importante, peroque Dios quiere necesitar, por amor a sus hijos loshombres.

Podemos, por tanto, tomar como dirigida a noso-tros la pregunta que formula el Apóstol: ¿no sabéisque sois templo de Dios y que el Espíritu Santo mora

(8) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 31.

SÁBADO 727

en vosotros? (I Cor. ///, 16), y recibirla como una invi-tación a un trato más personal y directo con Dios. Pordesgracia el Paráclito es, para algunos cristianos, elGran Desconocido: un nombre que se pronuncia, peroque no es Alguno —una de las tres Personas del únicoDios—, con quien se habla y de quien se vive.

Hace falta —en cambio— que lo tratemos con asi-dua sencillez y con confianza, como nos enseña a ha-cerlo la Iglesia a través de la liturgia. Entonces cono-ceremos más a Nuestro Señor y, al mismo tiempo, nosdaremos cuenta más plena del inmenso don que supo-ne llamarse cristianos: advertiremos toda la grandeza ytoda la verdad de ese endiosamiento, de esa participa-ción en la vida divina, a la que ya antes me refería 9.

La Virgen María, nuestra Madre, Esposa del Es-píritu Santo, nos enseñará a tratar al Paráclito.

(9) Es Cristo que pasa, n. 134.

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SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (I) 729

215.

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (I)

—La venida del Espíritu Santo fortificó y transformó a losApóstoles.—La Pentecostés es actual: también ahora el Espíritu Santovive en la Iglesia.—Fe en la acción del Espíritu Santo, a pesar de nuestras mi-serias personales.

LOS HECHOS de los Apóstoles, al narrarnos losacontecimientos de aquel día de Pentecostés en el queel Espíritu Santo descendió en forma de lenguas defuego sobre los discípulos de Nuestro Señor, nos hacenasistir a la gran manifestación del poder de Dios, conel que la Iglesia inició su camino entre las naciones.La victoria que Cristo —con su obediencial con su in-molación en la Cruz y con su Resurrección— había ob-tenido sobre la muerte y sobre el pecado, se reveló en-tonces en toda su divina claridad.

Los discípulos, que ya eran testigos de la gloria delResucitado, experimentaron en sí la fuerza del EspírituSanto: sus inteligencias y sus corazones se abrieron auna luz nueva. Habían seguido a Cristo y acogido confe sus enseñanzas, pero no acertaban siempre a pene-trar del todo su sentido: era necesario que llegara elEspíritu de verdad, que les hiciera comprender todaslas cosas (cfr. Ioann. XVI, 12-13). Sabían que sólo en

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730 SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (I)

Jesús podían encontrar palabras de vida eterna, y esta-ban dispuestos a seguirle y a dar la vida por El, peroeran débiles y, cuando llegó la hora de la prueba, hu-yeron, lo dejaron solo. El día de Pentecostés todo esoha pasado: el Espíritu Santo, que es espíritu de forta-leza, los ha hecho firmes, seguros, audaces. La palabrade los Apóstoles resuena recia y vibrante por las callesy plazas de Jerusalén.

Los hombres y las mujeres que, venidos de las másdiversas regiones, pueblan en aquellos días la ciudad,escuchan asombrados. Partos, medos y elamitas, losmoradores de Mesopotamia, de Judea y de Capadoeia,del Ponto y del Asia, los de Frigia, de Pamfilia y deEgipto, los de Libia, confinante con Cirene, y los quehan venido de Roma, tanto judíos como prosélitos, loscretenses y los árabes, oímos hablar las maravillas deDios en nuestras propias lenguas (Act. //, 9-11). Estosprodigios, que se obran ante sus ojos, les llevan a pres-tar atención a la predicación apostólica. El mismo Es-píritu Santo, que actuaba en los discípulos del Señor,tocó también sus corazones y los condujo hacia la fe.

Nos cuenta San Lucas que, después de haber ha-blado San Pedro proclamando la Resurrección de Cris-to, muchos de los que le rodeaban se acercaron pre-guntando: ¿qué es los que debemos hacer, hermanos?El Apóstol les respondió: haced penitencia, y sea bau-tizado cada uno de vosotros en nombre de Jesucristopara remisión de vuestros pecados, y recibiréis el dondel Espíritu Santo. Aquel día se incorporaron a la

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (I) 731

Iglesia, termina diciéndonos el texto sagrado, cerca detres mil personas (cfr. Act. //, 37-41).

La venida solemne del Espíritu en el día de Pente-costés no fue un suceso aislado. Apenas hay una pági-na de los Hechos de los Apóstoles en la que no se noshable de El y de la acción por la que guía, dirige yanima la vida y las obras de la primitiva comunidadcristiana: El es quien inspira la predicación de SanPedro (cfr. Act. IV, 8), quien confirma en su fe a losdiscípulos (cfr. Act. IV, 31), quien sella con su presen-cia la llamada dirigida a los gentiles (cfr. Act. X, 44-47), quien envía a Saulo y a Bernabé hacia tierras le-janas para abrir nuevos caminos a la enseñanza de Je-sús (cfr. Act. XIII, 2-4). En una palabra, su presenciay su actuación lo dominan todo K

ESA realidad profunda que nos da a conocer eltexto de la Escritura Santa, no es un recuerdo del pa-sado, una edad de oro de la Iglesia que quedó atrás enla historia. Es, por encima de las miserias y de los pe-cados de cada uno de nosotros, la realidad también dela Iglesia de hoy y de la Iglesia de todos los tiempos.Yo rogaré al Padre —anunció el Señor a sus discípu-los— y os dará otro Consolador para que esté con voso-tros eternamente (Ioann. XIV, 16). Jesús ha mantenidosus promesas: ha resucitado, ha subido a los cielos y,

(1) Es Cristo que pasa, n. 127.

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732 SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (I)

en unión con el Eterno Padre, nos envía el EspírituSanto para que nos santifique y nos dé la vida.

La fuerza y el poder de Dios iluminan la faz de latierra. El Espíritu Santo continúa asistiendo a la Igle-sia de Cristo, para que sea —siempre y en todo— signolevantando ante las naciones, que anuncia a la huma-nidad la benevolencia y el amor de Dios (cfr. Isai. XI,12). Por grandes que sean nuestras limitaciones, loshombres podemos mirar con confianza a los cielos ysentirnos llenos de alegría: Dios nos ama y nos librade nuestros pecados. La presencia y la acción del Espí-ritu Santo en la Iglesia son la prenda y la anticipaciónde la felicidad eterna, de esa alegría y de esa paz queDios nos depara.

También nosotros, como aquellos primeros que seacercaron a San Pedro en el día de Pentecostés, hemossido bautizados. En el bautismo, Nuestro Padre Diosha tomado posesión de nuestras vidas, nos ha incorpo-rado a la de Cristo y nos ha enviado el Espíritu Santo.El Señor, nos dice la Escritura Santa, nos ha salvadohaciéndonos renacer por el bautismo, renovándonospor el Espíritu Santo, que El derramó copiosamentesobre nosotros por Jesucristo Salvador nuestro, paraque, justificados por la gracia, vengamos a ser herede-ros de la vida eterna conforme a la esperanza-que te-nemos (Tit. ///, 5-7).

La experiencia de nuestra debilidad y de nuestrosfallos, la desedificación que puede producir el espec-táculo doloroso de la pequenez o incluso de la mezquin-

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (I) 733

dad de algunos que se llaman cristianos, el aparentefracaso o la desorientación de algunas empresas apos-tólicas, todo eso —el comprobar la realidad del pecadoy de las limitaciones humanas— puede sin embargoconstituir una prueba para nuestra fe, y hacer que seinsinúen la tentación y la duda: ¿dónde están la fuer-za y el poder de Dios? Es el momento de reaccionar,de practicar de manera más pura y más recia nuestraesperanza y, por tanto, de procurar que sea más firmenuestra fidelidad 2.

NON EST abbreviata manus Domini, no se ha he-cho más corta la mano de Dios (Isai. LIX, 1): no esmenos poderoso Dios hoy que en otras épocas, ni me-nos verdadero su amor por los hombres. Nuestra fe nosenseña que la creación entera, el movimiento de la tie-rra y el de los astros, las acciones rectas de las criatu-ras y cuanto hay de positivo en el sucederse de la his-toria, todo, en una palabra, ha venido de Dios y aDios se ordena.

La acción del Espíritu Santo puede pasarnos inad-vertida, porque Dios no nos da a conocer sus planes yporque el pecado del hombre enturbia y obscurece losdones divinos. Pero la fe nos recuerda que el Señorobra constantemente: es El quien nos ha creado y nosmantiene en el ser; quien, con su gracia, conduce la

(2) Es Cristo que pasa, n. 128.

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734 SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (I)

creación entera hacia la libertad de la gloria de los hi-jos de Dios (cfr. Rom. VIII, 21) 3.

Sin embargo, como los cristianos llevamos losgrandes tesoros de la gracia en vasos de barro (cfr. IICor. IV, 7) *, no es de extrañar que, a veces, en la vi-da de los que formamos parte de la Iglesia, sean másvisibles los pecados y los defectos, que la bondad di-vina. Pero la Iglesia es siempre joven y bella, sinmancha ni arruga ni cosa semejante 5. Como explica-ba nuestro Fundador, Dios ha confiado sus dones ala frágil y débil libertad humana y, aunque la fuerzadel Señor ciertamente nos asiste, nuestra concupiscen-cia, nuestra comodidad y nuestro orgullo la rechazan aveces y nos llevan a caer en pecado. En muchas oca-siones, desde hace más de un cuarto de siglo, al recitarel Credo y afirmar mi fe en la divinidad de la Iglesiauna, santa, católica y apostólica, añado a pesar de lospesares. Cuando he comentado esa costumbre mía y al-guno me pregunta a qué quiero referirme, respondo: atus pecados y a los míos.

Todo eso es cierto, pero no autoriza en modo algu-no a juzgar a la Iglesia de manera humana, sin fe teo-logal, fijándose únicamente en la mayor o menor cua-lidad de determinados eclesiásticos o de ciertos cristia-nos. Proceder así, es quedarse en la superficie. Lo másimportante en la Iglesia no es ver cómo respondemos

(3) Es Cristo que pasa, n. 130.(4) £5 Cristo que pasa, n. 131.(5) Ephes. V, 27.

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (I) 735

los hombres, sino ver lo que hace Dios. La Iglesia eseso: Cristo presente entre nosotros; Dios que viene ha-cia la humanidad para salvarla, llamándonos con surevelación, santificándonos con su gracia, sosteniéndo-nos con su ayuda constante, en los pequeños y en losgrandes combates de la vida diaria.

Podemos llegar a desconfiar de los hombres, y ca-da uno está obligado a desconfiar personalmente de símismo y a coronar sus jornadas con un mea culpa, conun acto de contrición hondo y sincero. Pero no tene-mos derecho a dudar de Dios. Y dudar de la Iglesia,de su origen divino, de la eficacia salvadora de su pre-dicación y de sus sacramentos, es dudar de Dios mis-mo, es no creer plenamente en la realidad de la venidadel Espíritu Santo (...).

Por encima de las deficiencias y limitaciones hu-manas, insisto, la Iglesia es eso: el signo y en ciertomodo —no en el sentido estricto en el que se ha defini-do dogmáticamente la esencia de los siete sacramentosde la Nueva Alianza— el sacramento universal de lapresencia de Dios en el mundo. Ser cristiano es habersido regenerado por Dios y enviado a los hombres, pa-ra anunciarles la salvación. Si tuviéramos fe recia y vi-vida, y diéramos a conocer audazmente a Cristo, vería-mos que ante nuestros ojos se realizan milagros comolos de la época apostólica.

Porque ahora también se devuelve la vista a cie-gos, que habían perdido la capacidad de mirar al cieloy de contemplar las maravillas de Dios; se da la liber-

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736 SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (I)

tad a cojos y tullidos, que se encontraban atados porsus apasionamientos y cuyos corazones no sabían yaamar; se hace oír a sordos, que no deseaban saber deDios; se logra que hablen los mudos, que tenían atena-zada la lengua porque no querían confesar sus derro-tas; se resucita a muertos, en los que el pecado habíadestruido la vida. Comprobamos una vez más que lapalabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante quecualquier espada de dos filos (Hebr. IV, 12) y, lo mis-mo que los primeros fieles cristianos, nos alegramos aladmirar la fuerza del Espíritu Santo y su acción en lainteligencia y en la voluntad de sus criaturas 6.

Pidamos a la Santísima Virgen, Esposa del Espí-ritu Santo, que nos haga dóciles a las mociones delParáclito, fieles instrumentos de su gracia salvadora.

(6) Es Cristo que pasa, n. 131.

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (II) 737

216.

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (II)

—La consagración de la Obra al Espíritu Santo completanuestro itinerario espiritual.—Disposiciones espirituales para renovar con fruto estaconsagración.— Petición por la Iglesia y por la Obra.

SABÉIS que el Padre no es amigo de proponer de-vociones particulares a sus hijas e hijos. Me gusta quecada uno tenga sus propias devociones, pocas, sencillasy sólidamente arraigadas, y que de vez en cuando lasdejéis, para volver luego a recogerlas con mayor piedad.Pero siempre las vuestras, las devociones de cada uno.

Sin embargo, a lo largo de la historia de la Obra he-mos sentido la necesidad de hacer todos juntos —corunum et anima una (Act. IV, 32)— la consagración denuestras familias a la Sagrada Familia de Nazaret, laconsagración de la Obra al Dulcísimo Corazón de Ma-ría y al Corazón Sacratísimo de Jesús. Y ahora, cuandopor bondad divina contemplamos este florecer del OpusDei en almas de toda raza, lengua y nación, haré porvez primera la consagración de la Obra al Espíritu San-to, el próximo día de Pentecostés. En estos momentos esmuy necesaria. Será un acto de entrega y de oraciónpersonal, de cada uno, y también corporativo '.

(1) De nuestro Padre, Crónica, 1971, p. 498.

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738 SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (II)

Así nos hablaba nuestro Fundador poco antesdel 30 de mayo de 1971, solemnidad de Pentecostés,cuando realizó por vez primera la consagración de laObra al Espíritu Santo. Eran tiempos de dura prue-ba para la Iglesia, que hacían sufrir mucho a nuestroPadre. En medio de esas circunstancias tan doloro-sas, el Espíritu Santo prodigaba sus frutos sobrena-turales en la vida del Opus Dei.

Nuestro Fundador practicó y difundió, desdemuy joven, el trato con el Espíritu Santo. Puedo deci-ros, hijos, que gracias a Dios siempre he tenido muchadevoción a la Tercera Persona de la Santísima Trini-dad 2. Ya en los primeros años de su vida sacerdotal,después de la fundación de la Obra, se dirigía al Pará-clito con fervor intenso. Ven, ¡oh Santo Espíritu!: ilu-mina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: for-talece mi corazón contra las insidias del enemigo: infla-ma mi voluntad... He oído tu voz, y no quiero endure-cerme y resistir, diciendo: después..., mañana. Nunccoepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte 3.

Apenaba a nuestro Fundador que el Paráclitofuese tan poco conocido y tratado por la mayoría delos cristianos; por eso solía llamarle el Gran Desco-nocido, y procuraba desarrollar —en las almas queformaba— una piedad doctrinal y tierna a la TerceraPersona de la Santísima Trinidad. Hablaba de lo que

(2) De nuestro Padre, Tertulia, 31-1-1971.(3) De nuestro Padre, abril-1934.

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (II) 739

vivía, cuando decía: todos los días, en todos los sitiosen que me encuentro, hablo del Gran Desconocido,porque no quiero que sea desconocido. Me gusta que letratéis. Así seréis buenos hijos de Dios ".

También ha querido el Señor que en el Opus Deivivamos, corporativamente, esta recia devoción cris-tiana. Os he llevado de la mano a María, a Jesús, aDios Padre, a la Sagrada Familia y al Espíritu Santo,nos decía nuestro Fundador poco después de la con-sagración de la Obra al Paráclito. Y añadía: la filia-ción divina y el amor a la Virgen son característicaprincipalísima de nuestra vocación, y el cariño al Hijoes obra de una enseñanza que nos ha dejado su Ma-dre, que es también Madre nuestra. Ahora, Dios nues-tro Señor ha querido que manifestáramos también unaveneración especial —que estaba en la entraña de laObra desde el principio— por ese Gran Desconocido,que es el Espíritu Santo. Me parece que tenemos biencompleto nuestro itinerario espiritual. No es fruto delentendimiento humano, no es cosa mía: es fruto delquerer de Dios, que ha querido que sea así el caminonuestro 5.

EL TEXTO de la consagración trae a nuestramente la disposición de espíritu con que nuestro

(4) De nuestro Padre, Dos meses de catequesis, II, p. 697.(5) De nuestro Padre, Tertulia, 9-IX-1971.

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740 SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (II)

Fundador se dirigió en ese momento a la TerceraPersona de la Santísima Trinidad, poniendo bajo suprotección las intenciones de servicio a la Iglesia y alas almas, que fueron siempre la razón de su vida.

Por nuestra parte, oh Dios Espíritu Santo, te consa-gramos el Opus Dei y nuestra vida entera. Te ofrecemostodo cuanto somos y podemos: nuestra inteligencia ynuestra voluntad, nuestro corazón, nuestros sentidos,nuestra alma y nuestro cuerpo. Queremos ser siempretemplo santo de tu inhabitación con el Padre y con elHijo, y que nada haya en nosotros contrario a esa mora-da 6. Con esa misma fe y vibración deseamos renovarhoy la consagración al Espíritu Santo, que nuestroFundador dispuso que se hiciera en todos los Centrosde la Obra, en la solemnidad de Pentecostés.

Para prepararnos debidamente, hemos de actua-lizar las virtudes teologales —la fe, la esperanza, lacaridad—, con el fin de que el Paráclito tome pose-sión de nuestra alma con más intensidad. Las invoca-ciones que nuestro Fundador recogió en la fórmulade la consagración, nos ayudan a dirigirnos confia-damente a cada una de las tres divinas Personas,presentes en nuestra alma en gracia, que nos escu-chan y esperan nuestra plegaria. Más aún: el mismoEspíritu pide por nosotros con gemidos inenarra-bles \

(6) De nuestro Padre, Consagración al Espíritu Santo.(7) Rom. VIII, 26.

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (II) 741

Dios Padre Celestial (...), confirma y renueva ennosotros esa participación de la naturaleza divina quepor la gracia nos has concedido.

Dios Hijo (...), aumenta y refuerza en nosotros esamisión de tu Espíritu, que conformándonos a ti, conti-go nos identifica.

Dios Espíritu Santo (...), que has dado siempre a laIglesia tu paz, tu gozo y tu consuelo, en medio de tan-tas contradicciones, confirmando nuestra fe, sostenien-do nuestra esperanza, encendiendo nuestro amor: con-cédenos tu don septiforme, para que en nuestra vidaentera, en nuestras obras, en nuestro pensamiento y ennuestra palabra, halle también sus complacenciasNuestro Padre que está en los Cielos, Dios eterno, Unoy Trino 8.

Este diálogo humilde, porque nos sabemos indig-nos de tan augusta presencia, será extraordinaria-mente fecundo y nos situará en el clima sobrenatu-ral adecuado para recibir los dones y los frutos delParáclito. Sobre nosotros, como sobre el Alma Santí-sima de Jesucristo, reposará el Espíritu de sabiduríay de entendimiento, de ciencia y de consejo, de pie-dad, de fortaleza y de temor de Dios9. Con la gracia,aumentarán en nosotros la caridad y las demás vir-tudes teologales, y nos llenaremos de los sabrososfrutos del Espíritu: la caridad, el gozo y la paz, que

(8) De nuestro Padre, Consagración al Espíritu Santo.(9) Cfr. ¡sai. XI, 2.

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742 SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (II)

se derivan inmediatamente del amor de Dios; la pa-ciencia y la longanimidad ante las adversidades, labenignidad y la bondad efectiva con el prójimo, lamansedumbre, la fidelidad, la modestia, la continen-cia y la castidad, que serán como los componentesdel buen olor de Cristo que nos proponemos difun-dir, por misión divina, en medio del mundo.

Al mismo tiempo, el Espíritu Santo, que llena deluz el corazón y la conciencia, nos hará ver qué obs-táculos concretos se oponen a su morada y a su ac-ción: afectos al pecado, resistencias a los consejos dequien tiene gracia de Dios para guiar nuestra alma,negligencias en el cumplimiento de los propósitos devida interior y de apostolado...

Conscientes de que necesitamos toda esa asisten-cia, imploraremos al Paráclito con humildad y espe-ranza: ilumina nuestra inteligencia, purifica nuestrocorazón, confirma nuestra voluntad. Haz que reciba-mos todas las cosas como venidas de tu mano, sabien-do que todo concurre al bien de los que aman a Dios.Concédenos un ánimo dócil a los suaves impulsos detu gracia, oh Dios Espíritu Santo, y haz que correspon-damos con generosidad 10.

LA CONSAGRACIÓN que renovamos, nos impul-sa a pedir grandes bienes para la Iglesia y para la

(10) De nuestro Padre, Consagración al Espíritu Santo.

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (I) 743

Obra, porque inmensas son las riquezas que Dios tie-ne reservadas a quienes le invocan con esperanza yamor.

Pedimos ser instrumentos fieles para hacer elOpus Dei, eslabones de la continuidad, en perfectaunión con nuestro Fundador y con el Padre. Conser-va siempre en tu Obra los dones espirituales que le hasotorgado, para que, según tu voluntad amabilísima,indisolublemente unidos a nuestro Padre, al Padre y atodos nuestros hermanos, cor unum et anima una, sea-mos santos y fermento eficaz de santidad entre todoslos hombres. Haz que seamos siempre fieles al espírituque has confiado a nuestro Fundador, y que sepamosconservarlo y transmitirlo en toda su divina integri-dad11.

Ponemos en manos de Dios Espíritu Santo, aco-giéndonos a su Bondad inmensa, nuestra misión deservicio a la Iglesia de Cristo. En nuestra oraciónconfiada, según la mente del Padre, ocupan lugarprincipal el Papa y los Obispos en comunión con elVicario de Cristo, y, junto a ellos, todos los miem-bros del Pueblo de Dios.

Te rogamos que asistas siempre a tu Iglesia, y enparticular al Romano Pontífice para que nos guíe consu palabra y con su ejemplo, y para que alcance la vi-da eterna junto con el rebaño que le ha sido confiado;que nunca falten los buenos pastores y que, sirviéndote

(11) De nuestro Padre, Consagración al Espíritu Santo.

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744 SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (II)

todos los fieles con santidad de vida y entereza en lafe, lleguemos a la gloria del cielo 12.

Muchos son los bienes que el Espíritu Santo, Al-ma increada de la Iglesia, desea derramar en losmiembros del Cuerpo Místico de Cristo, para que to-dos caminen animados por el mismo espíritu de feviva y de unidad inquebrantable, sin divisiones nidiscordias. Y para eso es preciso que todos se mues-tren dóciles a los impulsos de la gracia y a las direc-trices de los legítimos Pastores. Pedimos así la uni-dad y la paz, bienes que harán de la Iglesia signo einstrumento cada vez más eficaz de la acción salva-dora de Dios en el mundo.

Oh Dios Uno y Trino, principio y fin de nuestravida, que te has dignado además llamarnos a partici-par en la intimidad de tu gloria, atiende las súplicasque con filial piedad te dirigimos:

Concede la paz a tu Iglesia para que todos los ca-tólicos, llenos del Espíritu Santo, den siempre a loshombres testimonio firme y verdadero de la fe, mues-tra efectiva de su amor y razón de su esperanza n.

El Espíritu Paráclito, fuente viva, fuego, caridad,unción espiritual14, puede y quiere encendernos enla vida divina; será también como riego feraz para elmundo, de modo que la benignidad divina se desplie-gue en frutos eternos. Le ofrecemos, como buena tie-

(12) De nuestro Padre, Consagración al Espíritu Santo.(13) De nuestro Padre, Consagración a! Espíritu Santo.(14) Secuencia Veni, Creator.

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (II) 745

rra, nuestra firme decisión de corresponder: que conlealtad humana y fidelidad sobrenatural, demos siem-pre el fruto que Tú quieres de nosotros y que ese frutopermanezca; de modo que, viviendo siempre en tuamor, lleguemos con María nuestra Madre a gozar detu gloria sempiterna, unidos ya para siempre al Padreque con el Hijo vive y reina contigo por todos los si-glos de los siglos. Amén 15.

(15) De nuestro Padre, Consagración a! Espíritu Sanio.

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746 SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (III)

217.

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (III)

—La Iglesia es un milagro viviente, porque en ella habita elEspíritu Santo.—La Iglesia es la depositaría de los medios de salvación.—Nuestra cooperación en la obra divina de la Redención.

PENTECOSTÉS es una de las festividades másimportantes del año litúrgico. En la mañana de Pen-tecostés, el día en que descendió el Espíritu Santosobre los Apóstoles que estaban todos juntos en unmismo lugar1 esperándole, se manifestó por primeravez la Iglesia visible, comunidad instituida por Jesu-cristo para la salvación de los hombres.

Se hace entonces patente el carácter orgánico delCuerpo Místico de Cristo. Mientras exteriormente elEspíritu Santo aparecía en forma de lenguas de fuego,interiormente enardecía los corazones; y al recibir lavisión de Dios en forma de fuego, se llenaban suave-mente al mismo tiempo de amor; porque el EspírituSanto es Amor2. La Iglesia aparece santificada y visi-ble por ese ruido del cielo, como de viento que soplabaimpetuoso, que llenó toda la casa en donde estaban 3.

Igualmente la Iglesia se muestra el día de Pente-

(1) ¿. / (/leí. II, 1).(2) San Gregorio Magno, Homiliae in Evaneelia 30(3) L. I [Act. II, 2).

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (III) 747

costes en su universalidad: el milagro de las gentesde muchos países que entienden claramente el len-guaje de los Apóstoles, nos dice que la palabra deDios debe extenderse por todo el mundo, llegar a to-dos los hombres.

El día de la Pascua de Pentecostés, los hebreosconmemoraban la entrada del pueblo judío en la tie-rra prometida, la tierra que entrevieron los Patriar-cas a través de las promesas que les hizo el Señor; latierra por cuya esperanza se mantuvieron junto aMoisés los hebreos durante cuarenta años en el de-sierto. Aquella tierra se mostraba desde lejos comoun país anhelado, rico y fecundo. La Iglesia, verdade-ra tierra de promisión, se nos muestra en toda la fu-tura riqueza de dones que a lo largo de los siglos hade entregar a los hombres, salvando todas las difi-cultades que el Maligno ha levantado y levantará.Hasta que descienda del cielo la ciudad santa, la nue-va Jerusalén —cielo nuevo y tierra nueva (cfr. Apoc.XXI, 1 y 2)—, no habrá tregua en la batalla que se li-bra entre el Señor de los señores y Rey de reyes y losque están con él, llamados, escogidos y fieles (Apoc.XVII, 14) por una parte, y los servidores de la bestia ydel hijo de la perdición, que se opone y se alza contratodo lo que se dice Dios o es adorado, hasta sentarseen el templo de Dios y proclamarse dios a sí mismo (IIThes. //, 3 y 4; cfr. Apoc. XIII, 1-17) 4.

(4) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1959, n. 3.

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748 SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (III)

La Iglesia es un milagro viviente. Ante los milobstáculos que se le oponen, no es posible explicarhumanamente su crecimiento, su desarrollo, su per-manencia en el tiempo. No es posible explicar conrazones naturales su unidad, su santidad, su univer-salidad y su ímpetu apostólico. Sólo una explicacióntiene el misterio de la Iglesia: la promesa de Cristode enviar al Espíritu Santo. El Consolador, el Espíri-tu Santo, que os enviará el Padre en mi nombre, Elos enseñará todas las cosas y os recordará todo cuan-to os he dicho 5.

LA IGLESIA, depositaría de la verdad de Cristo,milagro permanente, misterio del amor de Dios a loshombres, nos muestra con su vida lo que tiene queser la nuestra. Cuando el Apóstol San Pedro alza suvoz ante la multitud, para dar testimonio de Jesu-cristo, se ha levantado ya un clamor de rebeldía conapariencias de buen sentido —¡están borrachos!6—;pero el ímpetu del Paráclito obra una conversión enmasa. El Reino de Dios ha de extenderse por el mun-do por la fuerza del Espíritu Santo, que nos utilizacomo instrumentos, nos guía con su luz, nos consue-la y nos anima con su amor.

Volved los ojos a esos pueblos, que han alcanzadoun crecimiento casi increíble de cultura y de progreso;

(5) loann. XIV, 26.(6) Act. II, 13.

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (III) 749

que, en pocos años, han llevado a cabo una evolucióntécnica admirable que les proporciona un alto nivel devida material. Sus investigaciones —es una maravillacómo Dios ayuda a la inteligencia humana— deberíanhaberles movido a acercarse a Dios, porque, en la me-dida en que son realidades verdaderas y buenas, pro-ceden de Dios y conducen a El.

Sin embargo, no es así: tampoco ellos, a pesar de suprogresó, son más humanos. No pueden serlo, porque, sifalta la dimensión divina, la vida del hombre —por mu-cha perfección material que alcance— es vida animal.Sólo cuando se abre al horizonte religioso culmina elhombre su afán por distinguirse de las bestias: la reli-gión, desde cierto punto de vista, es como la más granderebelión del hombre, que no quiere ser una bestia.

En el orden religioso, hijas e hijos míos, no hayprogreso, no hay posibilidad de adelanto. La cumbrede ese progreso se ha dado ya: es Cristo, alfa y omega,principio y fin (cfr. Apoc. XXI, 6). Por eso, en la vidaespiritual no hay nada que inventar; sólo cabe lucharpor identificarse con Cristo, ser otros Cristos —ipseChristus—, enamorarse y vivir de Cristo, que es el mis-mo ayer que hoy y será el mismo siempre: Iesus Chri-stus herí et hodie, ipse et in saecula (Hebr. XIII, 8).¿Comprendéis que yo os repita, una y otra vez, que notengo otra receta que daros más que ésta: santidad per-sonal? No hay otra cosa, hijos míos, no hay otra cosa 7.

(7) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1959, n. 6.

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750 SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (III)

El empeño responsable por poner todos los me-dios humanos nobles a nuestro alcance, no puede ha-cernos olvidar nunca dónde está el íntimo secreto detoda eficacia sobrenatural, cuál es el único verdade-ro sistema para hacer la Obra de Dios: la santidadpersonal. Es así como podremos exclamar con laIglesia: el Espíritu del Señor llenó toda la tierra 8.

LOS APOSTÓLES hablaron en muchas lenguasdiversas, en la mañana de Pentecostés. El milagrodel don de lenguas nos enseña la misión universal,católica, de la Iglesia de Cristo. La Iglesia tiende aextenderse por todas partes, entre todas las gentes,para renovar la faz de la tierra por la fuerza del Es-píritu Santo. A nosotros nos toca cooperar en esta la-bor por la salvación de las almas.

Es un dolor ver que, después de veinte siglos, ha-ya tan pocos que se llamen cristianos en el mundo yque, entre los que se llaman cristianos, haya tan pocosque tengan la verdadera doctrina de Jesucristo. Os hecontado alguna vez que, contemplando un mapamun-di, un hombre que no tenía mal corazón, pero que notenía fe, me dijo: mire, de norte a sur, y de este a oes-te, mire. ¿Qué quiere que mire?, le pregunté. Y éstafue su respuesta: el fracaso de Cristo. Tantos siglos

(8) Ant. ad Intr. (Sap. I, 7).

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (III) 751

procurando meter en el corazón de los hombres su doc-trina y vea los resultados: no hay cristianos.

Me llené, al principio, de tristeza; pero, enseguida,de amor y de agradecimiento porque el Señor ha que-rido hacernos cooperadores libres de su obra redentora.Cristo no ha fracasado: su doctrina y su vida están fe-cundando continuamente el mundo. Su redención essuficiente y sobreabundante, pero nos trata como a se-res inteligentes y libres y ha dispuesto que, misteriosa-mente, cumplamos en nuestra carne —en nuestra vi-da— aquello que falta a su pasión pro corpore eius,quod est Ecclesia (Colos. /, 24).

La redención se continúa haciendo: y vosotros y yosomos corredentores. Vale la pena jugarse la vida ente-ra, y saber sufrir, por amor, para sacar adelante lascosas de Dios y ayudarle a redimir el mundo, paracorredimir9.

La sobrenaturalidad de la empresa, la universa-lidad del mensaje, la necesidad que las almas tienende nuestra labor debe servirnos de acicate para re-novar nuestra confianza en Dios, para fomentarnuestros deseos de apostolado. La gracia del EspírituSanto no admite tardanzas 10. Tenemos que llegar atodos: no puedes vivir de espaldas a la muchedumbre—nos dice nuestro Padre—; es menester que tengasansias de hacerla feliz n.

(9) De nuestro Padre, Carla, 9-1-1959, n. 2.(10) San Ambrosio, Exposiíio Evangelü secundum Lucam 2.(11) Camino, n. 32.

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752 SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (III)

Terminemos pidiendo a la Virgen que nos acom-pañe en nuestro camino, como estuvo junto a losApóstoles aquel día de Pentecostés: que ruegue pornosotros para que el Espíritu Santo nos llene con sugracia. Hagamos todas las cosas con la fe de que Elmora en nosotros, a fin de ser templos suyos y El ennosotros Dios nuestro ™, para que así cumplamosfielmente la misión divina que hemos recibido en elseno de la Iglesia de Jesucristo.

(12) San Ignacio de Antioquía, Epístola ad Ephesios 15, 3.

ÍNDICE 753

ÍNDICE

PAG.

TIEMPO DE CUARESMA112 Miércoles de Ceniza 7113 Jueves 14114 Viernes 20115 Sábado 27

116 Domingo I de Cuaresma 34117 Lunes 41118 Martes 49119 Miércoles 56120 Jueves 63121 Viernes 71122 Sábado 77

123 Domingo II de Cuaresma 84124 Lunes 92125 Martes 101126 Miércoles 109127 Jueves 116128 Viernes 124129 Sábado 132

130 Domingo III de Cuaresma 139131 Lunes 146132 Martes 154133 Miércoles 160134 Jueves 167135 Viernes 174136 Sábado 182

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754 ÍNDICE

N° PÁG.

137 Domingo IV de Cuaresma 189138 Lunes 196139 Martes 203140 Miércoles 209141 Jueves 217142 Viernes 224143 Sábado 231

144 Domingo V de Cuaresma 238145 Lunes 244146 Martes 252147 Miércoles 259148 Jueves 265149 Viernes 272150 Sábado 279

SEMANA SANTA

151 Domingo de Ramos 289152 Lunes Santo 296153 Martes Santo 302154 Miércoles Santo 309

155 Jueves Santo (I) 316156 Jueves Santo (II) 324157 Jueves Santo (III) 330

158 Viernes Santo (I) 338159 Viernes Santo (II) 345160 Viernes Santo (III) 353

161 Sábado Santo 362

TIEMPO DE PASCUA

162 Resurrección del Señor (I) 371163 Resurrección del Señor (II) 378

ÍNDICE 755

N° PAG.

164 Resurrección del Señor (III) 385

165 Lunes de Pascua 393166 Martes de Pascua 399167 Miércoles de Pascua 406168 Jueves de Pascua 412169 Viernes de Pascua 418170 Sábado de Pascua 425

171 Domingo II de Pascua 433172 Lunes 440173 Martes 447174 Miércoles 453175 Jueves 460176 Viernes 467177 Sábado 476

178 Domingo III de Pascua 483179 Lunes 489180 Martes 496181 Miércoles 503182 Jueves 509183 Viernes 516184 Sábado 522

185 Domingo IV de Pascua 529186 Lunes 536187 Martes 544188 Miércoles 551189 Jueves 558190 Viernes 565191 Sábado 571

192 Domingo V de Pascua 578193 Lunes 584

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756 ÍNDICE

N° PAG.

194 Martes 592195 Miércoles 598196 Jueves 604197 Viernes 610198 Sábado 617

199 Domingo VI de Pascua 624200 Lunes 631201 Martes 637202 Miércoles 643

203 Ascensión del Señor (I) 649204 Ascensión del Señor (II) 655205 Ascensión del Señor (III) 661

206 Viernes 667207 Sábado 674

208 Domingo VII de Pascua 680209 Lunes 687210 Martes 694211 Miércoles 702212 Jueves 709213 Viernes 715214 Sábado 721

215 Solemnidad de Pentecostés (I) 729216 Solemnidad de Pentecostés (II) 737217 Solemnidad de Pentecostés (III) 746