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Serie: “Cognición, moral y desarrollo psicológico”

Tomo II

Cognición y Embodiment

Jaime Yáñez Canal Ph.D.Adriana Milena Perdomo Salazar

(Editores)

Autores:Jaime Yáñez Canal

María Clara GaravitoEsteban Quesada

Texto producto del convenio entre el grupo de investigación "Estudios en desarrollo socio-moral" y el Departamento de Psicología de la Corporación Universitaria Minuto de Dios UNIMINUTO. El documento publicado es parte del informe de un proyecto financiado por la Universidad Nacional de Colombia. Convocatoria Fals Borda. 2009-2010. Código 201010012958. Este informe fue mejorado en el trabajo adelantado entre el grupo de in-vestigación y el programa de Psicología de la Corporación Universitaria Minuto de Dios.

CORPORACIÒN UNIVERSITARIA MINUTO DE DIOS-UNIMINUTO-

Leonidas López HerránRector General

Alonso OrtízRector Sede Bogotá

P. Harold Castilla de Voz. CJMVicerrector Académico

Bernardo Nieto SotomayorDecano Facultad de Ciencia Humanas y Sociales

Claudia Patricia Cortés CuellarDirectora Programa de Psicología

Jaime Yánez CanalAdriana Milena Perdomo SalazarEditores

Adriana Milena Perdomo SalazarCoordinadora Editorial

Jorge Helberth Sánchez TiradoCorrección de Estilo

Ferney Saavedra EstradaDiagramación e Ilustración

Giovanni Vanegas DíazDiseño de Carátula

Imagen GráficaPBX: 5432174Bogotá – Colombia.Impresión

ISBN: 978-958-8635-46-0

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PRESENTACIÓN DEL LIBRO

CAPITULO I.MERLEAU-PONTY Y LAS RAÍCES DE LA COGNICIÓN ENCARNADA

Introducción

1. ALGUNOS DEBATES Y DESARROLLOS INICIALES EN LA PSICOLOGÍA2. DILUCIDACIONES EN TORNO AL REFLEJO SIMPLE2.1. La explicación asociacionista de los comportamientos superiores2.2. Teoría de Gestalt en la obra de Merleau-Ponty2.3. A riesgo de parecer reiterativos: la acción en la obra de Piaget2.4. La noción de cuerpo a partir del análisis de un caso clínico: Gelb y Goldstein en la obra de Merleau-Ponty2.5. El desarrollo, el cuerpo y el mundo en Merleau-Ponty

CAPITULO IITEORÍAS CONTEMPORÁNEAS DEL DESARROLLO DE LA CATEGORIZACIÓN, MANEJO DE PERSPECTIVA Y NOCIÓN DE OBJETO

Resumen

1. TEORÍAS CLÁSICAS DE LOS PROCESOS COGNITIVOS EN EL DESARROLLO1.1. La noción de permanencia de objeto1.2. Otras interpretaciones del error A-no-B1.3. El conocimiento de las propiedades de los objetos1.4. Categorización1.5. Nociones de perspectiva y de profundidad1.6. Conclusiones de estos primeros debates2. LAS TEORÍAS DE LOS SISTEMASDINÁMICOS PARA LA COGNICIÓN2.1. La noción de permanencia de objeto

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2.2. Categorización2.3. Noción de perspectiva y profundidad3. CONCLUSIONES

CAPITULO IIILAS CRÍTICAS AL CONCEPTO DE REPRESENTACIÓN Y LAS NUEVAS POSIBILIDADES DE LA INVESTIGACIÓN COGNITIVA DESDE LAS PERSPECTIVAS DE COGNICIÓN SITUADA Y CORPOREIZADA

Introducción

1. PASOS PRELIMINARES: EL PROBLEMA DE LA REPRESENTACIÓN DESDE LA FILOSOFÍA2. SURGIMIENTO DEL PARADIGMA COMPUTACIONAL2.1. La representación desde los modelos computacionales2.2. Algunas críticas a las teorías computacionales2.3. Los modelos conexionistas3. PROPUESTAS CONTEMPORÁNEAS AL PROBLEMA DE LA COGNICIÓN: LA COGNICIÓN SITUADA Y ENCARNADA3.1. La mente extendida3.1.1. ¿Qué papel juega la representación en la concepción de la mente extendida?3.2. La cognición distribuida3.3. La cognición a partir del cuerpo3.3.1. Teoría enactiva de Nöe: el papel de la percepción que no es representacional3.4. El constructivismo radical y la teoría de la enacción de Varela3.4.1. ¿Y el papel de la representación?3.5. Las perspectivas de sistemas dinámicos para entender la cognición: Esther Thelen y Linda Smith3.5.1. ¿Es posible hablar de cognición sin representación?4. CONCLUSIONES

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CAPÍTULO IVREPRESENTACIÓN Y VALOR

Introducción

1. LA DETERMINACIÓN METAFÍSICA DEL MUNDO1.1. El mundo representado1.2. El mundo racional y su fundamento moral2. EL HORIZONTE DE LA VIDA Y LA METÁFORA ARTÍSTICA

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INDICE DE FIGURAS

Figura 1. El error ocurre cuando el objeto se esconde debajo de un elemento distinto al inicial (Lado A).Figura 2. Etapa de habituación y de prueba usados por Kellman y Spelke.Figura 3. Precipicio visual de Gibson y Walk.Figura 4. Tarea A-no-B alternando la postura en la que el bebé realiza la tarea.Figura 5. Ilustración de los artefactos usados por Nelson y otros.Figura 6. (a) Ejemplar (b) Dos de los objetos del test.Figura 7. (a) El ejemplar. (b) Las dos clases de acciones-simétrica y asimétrica.Figura 8. Los seis objetos del test.Figura 9. Ejemplos de estímulos en Thelen y Smith.Figura 10. Precipicio verdadero de Adolph. Figura 11. Pendiente con diversos grados de inclinaciónFigura 12. TVSS.Figura 13. Tarea A-no-B alternando la postura en la que el bebé realiza la tarea.Figura 14. Pendiente con diversos grados de inclinación.Figura 15. Precipicio verdadero de Adolph.

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PRESENTACIÓN DEL LIBRO

Además del concepto de conciencia el de “Embodiment” ocupa un lugar dentro de la ciencia cognitiva actual. El concepto Embodiment puede ser traducido como “cognición corporizada” o “embebida”. Pero independien-temente de la traducción (la que preferimos no hacer), el término refiere a una idea de la mente enraizada en el cuerpo, y en el contexto donde se desenvuelve una acción.

Al contrario de la tradición computacional de la psicología cognitiva, las teorías de la cognición embebida, rechazan la idea de “representación” y con ella la formulación de procesos y reglas internas estables en el proce-so de conocimiento. La crítica al concepto de Representación conduce a la búsqueda de nuevos modelos para describir los procesos cognitivos, al igual que genera la consideración de aspectos contextuales y de la acción corporal en ambientes imprevistos y siempre variables.

Las formas en que la demanda del contexto, y la crítica a los procesos re-presentacionales, se expresan, adquieren muchas formas y muchos rótulos. Dentro de estas posiciones podemos incluir las teorías de la cognición ex-tendida, la cognición situada, distribuida, las teorías enactivas, el construc-tivismo radical, la teoría de sistemas dinámicos etc. Independientemente de las diferencias entre estas posturas, lo común entre ellas es el distan-ciamiento de los modelos computacionales y de la descomposición de lo cognitivo en procesos discretos organizados algorítmicamente. Algunas de estas conceptualizaciones son las que van a ser trabajadas en este texto. Los artículos que lo componen son los siguientes.

El primer artículo se titula “Merleau-Ponty y las raíces de la cognición encarnada”. Este artículo es escrito por Jaime Yáñez Canal y María Clara Garavito. En él se presenta al pionero de las propuestas encarnadas de la cognición: Maurice Merleau-Ponty. Este autor polemizando con las teorías iniciales de la psicología, especialmente con el asociacionismo, la Gestalt, Piaget, Wallon, entre otros, intenta llamar la atención sobre el cuerpo y todas las sensaciones a él asociadas. El cuerpo sería el fundamento de toda

forma de conocimiento y el que garantiza la unidad de la experiencia.

Merleau-Ponty tiene una relevancia en la discusión actual ya que muchos autores que cuestionan los modelos representacionales recurren a la argu-mentación y a las reflexiones que desarrolló este autor en los años 40s y 50s para ofrecer nuevas dimensiones de la mente y el desarrollo humano. La presentación de sus ideas no tiene tan solo un interés histórico, sino se realiza para poder entender y contextualizar muchas de las más recientes formulaciones de la ciencia cognitiva.

El segundo artículo se titula: “Teorías contemporáneas del desarrollo de la categorización, manejo de perspectiva y noción de objeto”. Este artículo fue escrito por María Clara Garavito y Jaime Yáñez Canal. En este texto se hace una rápida presentación por las posturas más significativas en la psicología del desarrollo, especialmente por las investigaciones de éstas sobre los dos primeros años de vida del niño. Después de presentar los de-bates más reconocidos en las últimas décadas del siglo pasado, los autores exponen la teoría de los sistemas dinámicos y su nueva conceptualización sobre el desarrollo infantil.

La teoría de los sistemas dinámicos es una de las posturas actuales que cuestiona todos los modelos tradicionales sobre la cognición y el desarro-llo. Esta postura pone en cuestión los modelos estructurales de la mente humana, al igual que cuestiona la idea de progreso propuesta por las teorías piagetianas del desarrollo.

El tercer artículo tiene por título: “las críticas al concepto de represen-tación y las nuevas posibilidades de la investigación cognitiva desde las perspectivas de la cognición situada y corporizada”. Este texto, con algu-nas pequeñas modificaciones, es el trabajo de tesis de María Clara Garavito y que contó con la dirección de Jaime Yáñez Canal.

En este texto se hace una raída presentación de la historia de la psicología cognitiva para culminar en las diferentes posturas de la cognición corpori-zada y contextual. Se presentan las ideas principales de la cognición exten-dida de Andy Clark, las teorías de la cognición situada, el constructivismo

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radical, las teorías enactivas y las teorías de sistemas dinámicos. A pesar de las divergencias entre estas teorías todas procuran criticar los modelos computacionales que posibilitaron la aparición de la revolución cognitiva. Todos los esfuerzos críticos comparten el cuestionamiento contra uno de los pilares fundamentales de las perspectivas del procesamiento simbólico: el concepto de representación.

Al criticar el concepto de representación se reclama la consideración del cuerpo, del contexto y con ellos se propone la búsqueda de otros modelos para entender la actividad mental. En contra de modelos abstractos estas teorías demandan contemplar la variabilidad constante del contexto y la flexibilidad humana para adaptarse a las siempre variables condiciones del ambiente.

El último artículo de este libro titulado “Representación y valor” fue escri-to por el único filósofo permanente de nuestro equipo de trabajo Esteban Quesada Salazar y el director del grupo de trabajo Jaime Yáñez Canal. En este trabajo se hace una crítica al concepto de Representación, pero desde una perspectiva diferente a la realizada en los artículos anteriores. En este corto escrito se parte de las teorías de Heidegger y Nietzsche para estable-cer el vínculo histórico del concepto de representación con algunas ideas religiosas y especialmente con algunas concepciones cristianas. Al igual que las nociones de espíritu y divinidad se asociaban a la permanencia y a la universalidad, el concepto de representación se ha vinculado con sentido de permanencia y trascendencia.

La crítica a este concepto, en este artículo, es básicamente histórica y mues-tra como el sentido de las principales ideas de las posturas cognitivas se en-raíza en una serie de significaciones y valoraciones de la cultura occidental.

A pesar de que tanto el estilo como las argumentaciones en este artículo se diferencian notoriamente de los anteriores escritos de este libro, creemos relevante resaltar su importancia. A pesar de que las críticas adelantadas en los anteriores ensayos contra la psicología cognitiva y el concepto de representación eran básicamente psicológicas, y por qué no decirlo cogni-tivas, en este último documento la reflexión es totalmente social. Si bien

puede generar sospechas en el lector sobre la uniformidad del texto, cree-mos importante incluirlo en este trabajo ya que muestra otra perspectiva u otra dimensión desde donde las aproximaciones cognitivas tradicionales se evidencian con sus enormes limitaciones.

Como cierre final de esta presentación es conveniente explicar que todos los textos de este libro se escribieron con la intención de cada uno fuera autosuficiente y no se refiriera a ninguno de los otros para sustentar o for-talecer su argumentación. Inicialmente cada uno de los artículos de este libro (al igual que en el anterior de esta serie) se realizó para ser publicado en otros espacios. Posteriormente después de avanzadas las relaciones de cooperación entre el grupo de investigación “Estudios sobre el desarrollo sociomoral” y el programa de psicología de la Corporación Universitaria Minuto de Dios, decidimos incluir estos documentos como un primer paso para avanzar en nuestra dinámica de trabajo conjunto. Por esta razón el lector encontrará en algunos textos algunas repeticiones. Repeticiones que no convierten los escritos en copias de las mismas ideas. Salvo algunos pe-queños detalles, cada artículo es un documento independiente y con estilos y formas de argumentación completamente separadas.

Jaime Yáñez CanalAdriana Milena Perdomo Salazar(Editores)

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CAPITULO I

MERLEAU-PONTY Y LAS RAÍCES DE LA COGNICIÓN ENCARNADA

Jaime Yáñez Canal(1)

María Clara Garavito(2)

Introducción

La historia de la psicología, como posiblemente la de otras ciencias huma-nas, es una historia de batallas y triunfos parciales que se acompañan de estrategias que suelen presentarse cuando los conquistadores saben que sus periodos coloniales pueden ser poco duraderos. Los paradigmas que han logrado cierta hegemonía en la psicología, intentan consolidar su efímero dominio destruyendo los íconos y pilares sobre los que se ha construido la disciplina. Los autores opositores, o que han propuesto otros caminos para el investigar psicológico, son colocados en el anaquel de las reliquias, o en el desván de los errores que deben ser olvidados, para poder alcanzar esos ideales que todo imperio establece para prolongar su periodo de dominio.

Las perspectivas behavioristas y sus más cercanos continuadores, las ver-siones anglosajonas de la cognición, han adelantado esta política de tierra arrasada, que ha generado que los investigadores se alejaran de aquellos problemas sobre los que se construyó todo el trabajo de nuestra joven dis-ciplina. El cuerpo, el esquema corporal, la cognición como producto de la acción sensoriomotora, la actividad tónica emocional como fundadora del carácter y de la vida social, la conciencia y muchos otros problemas son esos pilares que afortunadamente fueron escondidos en tierras nunca movedizas.

Las perspectivas behavioristas y sus más cercanos continuadores, las ver-

(1)Profesor asociado al Departamento de Psicología de la Universidad Nacional de Colombia.

(2) Psicóloga egresada de la Universidad Nacional y actualmente docente del programa de Psicología de la Corporación Universitaria Minuto de Dios.

siones anglosajonas de la cognición, han adelantado esta política de tierra arrasada, que ha generado que los investigadores se alejaran de aquellos problemas sobre los que se construyó todo el trabajo de nuestra joven dis-ciplina. El cuerpo, el esquema corporal, la cognición como producto de la acción sensoriomotora, la actividad tónica emocional como fundadora del carácter y de la vida social, la conciencia y muchos otros problemas son esos pilares que afortunadamente fueron escondidos en tierras nunca movedizas.

Al igual que en toda historia humana, la psicología ha vuelto sobre cami-nos escondidos y ha desenterrado algunos iconos, que en tiempos de crisis siempre facilitan volver a pensar sobre los fundamentos y las preguntas fundadoras.

La ciencia psicológica, y especialmente el área que dentro de ésta preocu-pada por el estudio de la mente, ha girado nuevamente hacia aquellos mo-mentos que le habían dado toda su tonalidad y vitalidad. La conciencia, la corporeidad, las visiones holísticas, los vínculos de la mente con el cuerpo, entre otros temas, han vuelto a ocupar nuevamente ese lugar central de la investigación psicológica.

Dentro de esa historia Wundt, Köhler, Guillaume, Wallon, Piaget y Mer-leau-Ponty, entre muchos otros, juegan un papel fundamental. El concepto de representación, la idea de mente, cuerpo, desarrollo, vida social fueron los temas centrales donde se encontraron y debatieron estos pioneros de la psicología. Hoy esas discusiones y esos abordajes vuelven nuevamente a ocupar un lugar fundamental en la disciplina psicológica.

La exposición de algunas de estas ideas pioneras, nos ayudarán a darnos cuenta que nuestra empresa se ha establecido sobre muchos pilares que, a pesar de que hayan sido olvidados, han determinado las preguntas y la dirección de nuestras investigaciones. En los momentos en que una deter-minada disciplina, o un determinado paradigma se enfrenta a los límites de su trabajo conceptual, los clásicos tienen la tarea de volver a enfrentar a sus miembros con aquellos fundamentos que pudieron haberse descuidado por la rápida carrera de extensión de los dominios disciplinares, y por la ansiosa

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preocupación de ser admitidos en el espacio imaginario de respetabilidad científica.

Merleau-Ponty es uno de esos íconos que en la actualidad se intenta volver a colocar en el pedestal que ayudaría a ver el horizonte en dimensiones más abarcadoras. La crítica al concepto de representación, la cognición como un proceso de variación constante y como parte de una actividad corpo-rizada, es parte de la agenda actual de las ciencias cognitivas. El renacer de la fenomenología, el avance de la robótica, las propuestas dinámicas y de modelos caóticos, al igual que la consideración de formas prereflexivas en el estudio actual de la ciencia cognitiva, han conducido a que muchos investigadores desempolven muchas de las ideas precursoras de autores como Merleau-Ponty.

En este artículo intentaremos recrear la escena intelectual donde las prin-cipales ideas de Merleau-Ponty se fueron gestando y las maneras como este autor planteó algunos conceptos que hoy en día, después de muchas décadas, han vuelto a tener el reconocimiento que nunca debieron perder.

Presentaremos algunos debates y distancias de Merleau-Ponty con las ini-ciales ideas asociacionistas, la cercanía y diferencias con la teoría de la Gestalt, con Piaget, Wallon, Goldstein, Lacan y otras teorías pioneras de la psicología.

1. ALGUNOS DEBATES Y DESARROLLOS INICIALES EN LA PSICOLOGÍA

Para los historiadores, con la obra de Wilhelm Wundt se constituyó la disci-plina psicológica como ciencia y como área del conocimiento independien-te de la filosofía. Pero independientemente de ser la primera formulación experimental sobre problemáticas relacionadas con el ser humano, la obra de este autor tiene una fundamental importancia ya que sobre sus ideas se desarrollaron las perspectivas que iban a determinar el discurso de esta novel ciencia.

Wundt formuló como tareas centrales para la psicología el estudio de la

mente(3), entendida ésta como el conjunto de elementos que se relacionaban gracias a la conciencia. La conciencia tenía, en el esquema de Wundt, la función de organizar y determinar las relaciones que podían adquirir to-dos los elementos o estados mentales (Murphy, 1964). Los estados menta-les eran descompuestos en elementos objetivos (como rojo, calor, dureza, etc.), y subjetivos (como los sentimientos) y en una serie de relaciones entre ellos. Con la introspección controlada, el investigador buscaba al mismo tiempo identificar, controlar y cuantificar las variables psicológicas que se estaban estudiando.

Independientemente de la fortuna que tuvieron, estas primeras ideas ge-neraron en la psicología diferentes vías de investigación. La primera, tra-tando de cuestionar la idea atomista de Wundt, se concentró en proponer una visión holística de la mente humana e intentó abordar el problema de la conciencia desde otros ángulos. Dentro de esta perspectiva la escuela de Würzburg, la teoría de la Gestalt, las formulaciones de William James, e in-cluso del mismo Husserl, intentaron vincular la conciencia con la identidad, y con una particular idea de unidad psíquica (Humphrey, 1978).

La otra tendencia investigativa, mantenía por el contrario la idea atomista, pero se alejaba de la idea mentalista propuesta por Wundt. Para Sherring-ton, Pavlov, Watson, y otros autores behavioristas, la introspección resulta-ba problemática, ya que no era posible confiar en el reporte de fenómenos no observables. Estas distancias se establecieron no sólo en relación con el método introspectivo, sino también respecto a la presunción de que la psicología tenía como objetivo estudiar la conciencia. La psicología sólo adquiriría el estatus de ciencia, dirían los autores citados en este párrafo, si su trabajo se concentraba en el estudio de la conducta. La conducta ya no se entendería como un medio que da indicios de unos procesos internos, sino que es en ella donde se ubica lo estrictamente psicológico.

La psicología entonces dirige la mirada hacia un estudio del comportamien-to, basado en descubrimientos fisiológicos y en la relación de las reacciones

(3)En Las preocupaciones de Wundt y otros autores de la Volkerpsychologie sobre la psicolo-gía social obviamente constituyen otro pilar de las primeras épocas de la psicología. Este tipo de preocupación no será parte de nuestra actual exposición.

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físicas con los estímulos, entendidos como fenómenos externos al orga-nismo. De esta manera, con la reflexología y el conductismo, la psicología empezó a preocuparse por identificar las asociaciones que un organismo hace entre estímulos diferentes.

Estas tendencias en la investigación inicial de la psicología generaron una tensión que en la obra de Merleau-Ponty se expresó en la búsqueda del esclarecimiento de una visión holista de la mente, aunque en ésta no nece-sariamente la conciencia (como era entendida por Wundt y algunos psicó-logos pioneros) ocupaba el lugar que sus antecesores le habían otorgado. La acción y la percepción podrían ser las raíces de lo psicológico, pero de una manera no atomista, ni vinculadas a la concepción estimular del con-ductismo asociacionista(4).

A continuación veremos cómo el mismo Merleau-Ponty adelanta este de-bate y va formulando las ideas centrales de su propuesta. El primer texto al que le dedicaremos nuestra atención, y en donde se ve este debate, es La structure du comportement (La estructura del comportamiento) que publica en el año 1942(5). Este texto se concentra en los debates en contra del aso-ciacionismo y la teoría de la Gestalt, de la cual sin embargo toma algunas ideas importantes para su propuesta fenomenológica.

(4)Realmente los debates de la psicología y de disciplinas cercanas son más ricos que los que podamos presentar en este ensayo. Es preciso reconocer las discusiones de la fenomenología sobre la conciencia y sobre la necesidad de formular instancias prereflexivas como funda-mentos del operar de la mente. Heidegger, Sartre, y el mismo Merleau-Ponty en discusión con Husserl, cuestionaron el marcado énfasis puesto a la conciencia. De la misma manera la etología y la biología iniciaron un debate muy fuerte sobre la caracterización de la mente y la definición del pensamiento. Debate que tuvo impacto en la psicología y que condujo a ampliar los significados de muchos conceptos mentales. Sin desconocer la riqueza de los múltiples debates académicos durante las primeras décadas de la historia psicológica, nos concentraremos en ciertas temáticas que nos permitirán ilustrar claramente las ideas de Merleau-Ponty. Especialmente aquellas ideas que han vuelto a recupe-rarse en la discusión actual sobre la mente.

(5)Para la realización de este ensayo nos servimos de los textos tanto de Merleau-Ponty, como de los autores con los que él discute, en su versión original y en la traducción consultada. Por esto, al citar estos textos ponemos en primera medida la fecha en que aparece la versión ori-ginal y a continuación la fecha en que fue publicada la traducción, y que puede ser consultada en las referencias. Ponemos las dos fechas para que el lector no pierda de vista el momento en que fueron publicados dichos textos y se haga una idea de los tiempos en que se dan las discusiones originales.

2. DILUCIDACIONES EN TORNO AL REFLEJO SIMPLE

Merleau-Ponty comienza a cuestionar el asociacionismo analizando el con-cepto de reflejo, especialmente como es entendido en las primeras formu-laciones de la psicología fisiológica. Para estas posturas, según lo afirma Merleau-Ponty, el reflejo se establece a partir de entender el sistema ner-vioso como un conjunto de conexiones neuronales que vinculan de manera directa los estímulos con las reacciones motoras.

El modelo para estas teorías iniciales se puede comparar con el juego de unas bolas de billar que colisionan entre sí generando unas reacciones par-ticulares. Los reflejos, con esa imagen, pueden entenderse como parte de una red de conexiones, que se estimulan o impactan recíprocamente, sin ninguna valoración o atribución de sentido por parte del organismo que los presenta.

Merleau-Ponty encuentra esta definición de reflejo en el trabajo del fisiólo-go inglés Charles Sherrington (1857-1952), quien hace importantes inves-tigaciones al respecto. Este autor se interesó por los reflejos que ocurren en la médula espinal, los cuales estudió a partir de sus experimentos con ani-males “descerebrados” o “espinales”. Con este término quiere dar cuenta de los animales con los que trabajó y a los que había logrado escindir, de ma-nera artificial, los vínculos entre la médula y el cerebro. Para Sherrington (1923/2010), el órgano central, la médula espinal, se puede entender como un “panel de control” (switchboard) que activa o apaga un determinado nervio motor ubicado en los músculos. Este nervio motor no reaccionaría a todo lo que sucede en la superficie, sino que es específico de una excitación sensorial. La reacción implica unos flujos de corrientes que llegan al panel del control, y en un relevo, estos terminan estimulando los músculos, lo cual genera el reflejo simple. Siguiendo esa explicación, el reflejo dependería de las conexiones preesta-blecidas entre la superficie sensible y los músculos efectores, por lo que la reacción es dependiente del lugar de la excitación. El estímulo tendrá una función en la aparición del reflejo porque posee unas propiedades que mo-difican elementos anatómicos particulares, lo que lleva a que se desenca-

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dene una reacción. Sin embargo, para Merleau-Ponty no es tan clara esa linealidad en el reflejo. En primera medida, se encontrará que el estímulo puede sufrir transformaciones sin necesidad de que la respuesta varíe, sólo con la conservación de su forma espacio-temporal (Boburg, 1996, Merleau-Ponty, 1942/1953). Al mismo tiempo, un reflejo puede variar, sólo si la forma del estímulo cambia, aunque su naturaleza, lugar o intensidad de la excitación sean las mismas. Por ejemplo, un estímulo aplicado en un mis-mo lugar (como tocar la oreja de un gato) con diferente forma (que se haga cosquillas o que se pliegue la oreja) conduce a respuestas distintas (que la oreja se sacuda o que se baje).

Mientras que para Sherrington (1923/2010) la complejidad del comporta-miento se explica por la coordinación de múltiples reflejos simples, que se pueden descomponer en unidades independientes, para Merleau-Ponty la complejidad estará relacionada con el hecho de que el organismo constitu-ye una sola unidad con los estímulos. Merleau-Ponty ilustra su oposición a la visión atomista afirmando que no se puede caracterizar el movimiento del tigre como unas orejas, unos ojos u otras partes, que siguen a un animal que huye. Con esto quiere mostrar que la idea de unidad es central y no se puede llegar a entender un fenómeno como la composición de una infinidad de elementos (o en este caso reflejos) que interactúan linealmente entre sí.

En general, podemos afirmar que el comportamiento está influenciado por el mundo exterior, pero al mismo tiempo, ese mundo se percibe gracias a la acción del organismo que expone, de formas particulares, los órganos receptivos a esas influencias exteriores. Así, Merleau-Ponty presenta al or-ganismo como agente constructor del propio mundo de estímulos. Cuando se habla de un mundo externo construido por el sujeto se quiere significar que un determinado organismo hace significativo el mundo cercano, y que el medio externo es organizado a partir de las particularidades de la espe-cie, o de la historia de acciones que sobre él haya ejercido un particular organismo(6).

(6)Para Merleau-Ponty, al igual que Goldstein, Piaget, Köhler y muchos otros, esta idea cons-tructiva es tomada del concepto de “Umwelt” de Von Uexkull. La expresión alemana significa todo “alrededor” (Um) del “mundo” (Welt). Con esto se resalta la acción que el sujeto ejerce sobre su mundo cercano.

Para Goldstein, siguiendo a Von Uexkull, el organismo ejerce acciones par-ticulares sobre su entorno circundante, las cuales terminan configurando a este último de una forma que es única; hablamos entonces de un mundo que es exclusivo del organismo. Con esto se hace referencia a una idea de cau-salidad particular. Ya con el concepto de mundo construido, se propone una idea diferente a la propuesta por la teoría del reflejo que invitaba a entender la conducta del organismo como una influencia directa (lineal) del estimulo particular en la acción motora específica. Al contrario, la conducta debería ser explicada de manera circular, ya que el estímulo no será la causa directa de la reacción, sino que la acción del organismo afectaría al estímulo, lo que a su vez afectaría al organismo; de allí que el organismo de alguna manera sea causa de su propia reacción. La conducta no depende, entonces, de la naturaleza especial de un estímulo, ni de la simple sumatoria de varios de éstos, sino de la estructura que puedan recibir. Con las palabras del título de su primer libro Merleau-Ponty lo expresa más claramente: todo depende de “la estructura del comportamiento”.

Pero veamos con más detalle la propuesta de Sherrington (1923/2010) para entender más claramente la reacción de Merleau-Ponty. Sherrington inten-ta, a pesar de su idea asociacionista, pensar el organismo como una uni-dad coherente. Los organismos conformarían una unidad adaptativamente diseñada, ya que los cuerpos poseen receptores con un específico valor biológico. Así, determinados estímulos ocasionarían reacciones específicas por haberse activado una red de conexiones evolutivamente establecidas (Sherrington, 1923/2010). Biológicamente se establecerían las conexiones y la prevalencia de algunas de ellas cuando se presentara alguna simultanei-dad y conflicto entre varios estímulos. La presencia de estos estímulos va-riados no generaría ninguna dificultad en el organismo porque éste ya tiene establecido el proceso de selección atencional y la conducta que asegure un mayor valor adaptativo. De esta manera se ve la coherencia y estabilidad de las conductas del organismo.

Este tipo de interpretación genera una serie de dudas. La primera es que el problema de la explicación de las conductas complejas en un organismo es simplemente trasladado a otra instancia que parece ser ajena a Sherrington. La referencia a una instancia evolutiva que tiene la capacidad de diseñar

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las maneras como un organismo debe comportarse para ser adaptativo es simplemente una evasión de la tarea fisiológica que se había propuesto el investigador citado. Supongamos que existe este tipo de instancia diseña-dora, o que sea adecuado este tipo de atribuciones causales a las fuerzas evolutivas, las preguntas fundamentales serían cómo funciona esta instan-cia y qué correspondencia tiene con una teoría del reflejo.

Una teoría del reflejo necesita una serie de supuestos previos para poder dar cuenta de su operatividad. Esto si dicha teoría pretende evitar las dificul-tades que se hacen evidentes cuando, al establecer conexiones particulares entre estímulos y acciones, se hace referencia a cómo un mismo estímu-lo puede ocasionar infinidad de respuestas, o cómo infinidad de estímulos pueden generar tan solo una respuesta.

La segunda dificultad, que se deriva de la formulada anteriormente, es la atribución antropomórfica de intenciones y planes de diseño a la naturale-za. Establecer planes de diseño adaptativo a las fuerzas de la evolución es atribuir intenciones y voluntades a la naturaleza, lo que generaría sorpresa sobre todo si es formulada por una concepción que condenaba la atribución de intenciones al mismo comportamiento humano.

Contra esta visión antropomórfica reacciona Merleau-Ponty señalando la necesidad de postular otro modelo del funcionamiento corporal, un mode-lo que se distancia de las propuestas de Sherrington y teorías semejantes que descomponían los eventos y las conductas en elementos específicos conectados por líneas de transmisión nerviosa. Para esto habrá de adelantar una visión del cuerpo como un sistema integrado que posee una estructura flexible que se acomoda a las constantes variaciones del contexto.

Ante la consideración del comportamiento como parte de un circuito cerrado(7) Merleau-Ponty, siguiendo a Goldstein, argumentará que muchos

(7)Sherrington (1923/2010) no ignoraba el hecho de que muchas veces un estímulo puede ocasionar diferentes respuestas, y en algunos momentos de su obra parece abandonar la idea clásica de la correspondencia uno a uno de los reflejos, que los supone producto de unos cir-cuitos cerrados. Así, Sherrington dirá que una misma raíz aferente hace que la espina dorsal haga una descarga “centrífuga” de impulsos eléctricos a diferentes vías eferentes, lo que lleva a una descarga plurisegmental. De esta manera un mismo sustrato nervioso puede provocar...

estudios confirman que el reflejo se encuentra bajo la influencia de condi-ciones químicas, secretorias y vegetativas de los órganos externos o inter-nos, y bajo influencias cerebrales y cerebelosas. Este complejo entramado de factores puede suprimir o hasta invertir el efecto que se espera de un estímulo.

Si para Sherrington el cerebro tenía como función inhibir el reflejo, desde los estudios de Goldstein, éste es concebido como un sistema dinámico donde todos sus órganos interactúan de formas complejas de manera que posibilitan que el organismo a la vez afecte y se vea afectado por el ambien-te. El organismo no está diseñado para cumplir con unos fines adaptativos previamente establecidos, sino que la adaptación se da en la marcha, ape-lando a las características corporales en relación con entornos particulares.

Para Merleau-Ponty, era necesario abolir la teoría de la inhibición y su co-rrespondiente propuesta teleológica para otorgar otras funciones al cerebro y para dar cuenta de la complejidad del comportamiento. El cerebro, diría nuestro autor, no tiene la tarea de autorizar la expresión de particulares reflejos, ni posee una capacidad predeterminada de hacia dónde deberían dirigirse las acciones del organismo.

El cerebro asume en esta teoría un papel más activo, un papel constructor y reorganizador del comportamiento, papel que permitiría explicar la enorme versatilidad del comportamiento humano y de sus conductas superiores. De acuerdo a esto, Merleau-Ponty, siguiendo a Goldstein, propone abolir la teoría de la inhibición, que además de atribuirle un papel bastante res-trictivo al cerebro, supone que el sistema nervioso sigue leyes estrictas de asociación, en donde el reflejo se manifiesta a su vez con un proceso de inhibición de las inervaciones contrarias al canal estimulado. Si pensamos en los movimientos finos, nos sugiere Merleau-Ponty, podemos entender la propuesta de que el sistema nervioso puede hacer varias cosas a la vez y

(7)...reacciones cualitativamente diferentes. Pero este tipo de situaciones son más planteadas en este autor como excepciones o “anomalías” dentro de su teoría, ya que las asociaciones uno-a-uno seguirían siendo consideradas los aspectos fundamentales dentro de su teoría. De la misma manera cuando un reflejo esperado no se presentaba, la explicación podría darse recurriendo a una instancia extramedular, que en muchos casos era el cerebro, que inhibía una determinada respuesta.

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podemos hacer evidente que los movimientos antagónicos pueden coor-dinarse de manera integrada, dependiendo de las situaciones particulares.

De igual manera si pensamos en el reflejo rotular podemos ver cómo en reflejos simples también los comportamientos dependen del estado del or-ganismo y de las excitaciones específicas: por ejemplo, un golpe bajo la rótula provoca una reacción de extensión si la pierna estaba cruzada encima de la otra, y de flexión si está extendida.

Si las condiciones de la situación generan reacciones diferentes en un refle-jo simple, es claro que en situaciones algo más complejas, las condiciones estimulares no generaran las mismas respuestas, de igual modo hay que tener en cuenta que las situaciones a las que se enfrentan los individuos no siempre son las mismas. Esa variabilidad de las situaciones y de las respuestas de los organismos demanda un modelo que opere sobre otro tipo de parámetros y que considere el entorno en estrecha vinculación con el cuerpo y añada una idea diferente de la totalidad.

Si Merleau-Ponty cuestiona insistentemente las propuestas asociacionistas en relación con el reflejo simple, su polémica contra esta corriente se ex-tiende de manera aún más fuerte en los espacios que hacen referencia a los comportamientos “superiores”. La obra de Pavlov, entre otros autores, es el otro campo de batalla donde nuestro autor habrá de abogar por una “estructura” del comportamiento en contra de las ideas atomistas y de des-composición de los eventos psicológicos.

2.1. La explicación asociacionista de los comportamientos superiores

El mayor esfuerzo investigativo de Sherrington giró alrededor del arco re-flejo, afirmando en algunos apartes de su obra no estar capacitado para estudiar los comportamientos superiores. Incluso llegó a pensar, según lo anota García (1993), que la ciencia no podría abordar este tipo de compor-tamientos.

Esta declaración de imposibilidad investigativa fue censurada por Pavlov, quien la interpretó como dualista. Este último autor, tomando el aparataje

conceptual de Sherrington, se propuso dar cuenta de la inteligencia y otros procesos calificados como superiores.

Al contrario del asociacionismo de Sherrington, que más bien se parecía a una conexión predeterminada biológicamente entre los estímulos y las respuestas reflejas, el asociacionismo pavloviano establece, en un sentido empirista estricto, la asociación entre ciertos tipo de reacción biológica y la experiencia particular del organismo. Con otras palabras, en esta propuesta la asociación se daría entre un instinto o reacción automática del organismo y un estímulo o evento nuevo a los que se haya visto sometido el ente bio-lógico. Una reacción natural a un evento específico podría asociarse por contigüidad (que se formula como el mecanismo asociativo fundamental) a un estímulo propio de la experiencia de un sujeto particular (Humphrey, 1978).

Un reflejo será entendido por Pavlov “como la reacción necesaria que sigue a un estímulo estrictamente definido en condiciones estrictamente defini-das” (Humphrey, 1978, p. 17). La psicología conductista que de allí surge con Watson hablará de un reflejo incondicionado como la reacción gene-rada por la sensación, mientras que el condicionado “reemplaza a las ela-boraciones asociativamente derivadas de la sensación” (Humphrey, 1978, p. 18).

En este nuevo esquema reactivo el reflejo condicionado vendría a ser la unidad fundamental a partir de la cual se forma el hábito y toda conducta compleja. Toda conducta puede ser descompuesta en unidades, siendo cada una de ellas a su vez un reflejo condicionado. A esta suma de reflejos, tanto incondicionados como condicionados, se reducirán todo tipo de procesos psicológicos, incluyendo el pensamiento y el lenguaje.

La explicación asociacionista del comportamiento superior se basará en un argumento básico fuertemente criticado por autores como Merleau-Ponty: que las partes involucradas no sufren en sí mismas modificaciones, tal como operaría un átomo que no sufre modificaciones porque entre a participar de una molécula u otra. Las asociaciones no implican una reproducción, o reinstalación (como una especie de interpretación) sino una simple suma

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lineal de elementos (Humphrey, 1978).

En la caracterización del condicionamiento se proponen tres propiedades: la irradiación, la concentración y la inducción recíproca. La irradiación su-pone que en el sistema nervioso, toda región excitada o inhibida, tiende a extrapolar su poder a otras zonas circundantes. Esto lleva a que, por ejem-plo, un perro, que asocia la nota musical “do” con la llegada de alimento, comience a salivar no sólo con la aparición de esta nota sino que también con otras notas musicales. La concentración implica que progresivamente, se va inhibiendo la respuesta a estímulos que no están relacionados con el estímulo incondicionado, por ejemplo, la progresiva inhibición de la res-puesta frente a notas musicales diferentes a do. Finalmente, la inducción recíproca implica que la región de la corteza en que se ha concentrado el proceso de excitación, se encuentra rodeado de una zona de inhibición y viceversa (García, 1993).

Merleau-Ponty, argumentando de manera parecida a como lo hizo con She-rrington, pondrá en duda el proceso de irradiación como categoría expli-cativa. Para que el mecanismo de irradiación sea operativo se requerirá postular una gran cantidad de fuerzas que habrían de corregir, o limitar dicho proceso. Suponiendo que un estímulo excite una determinada zona cerebral, la pregunta que podría formularse es ¿cómo se habría de evitar que la irradiación no se extienda de una manera indeterminada? La exten-sión indefinida e ilimitada de una zona excitada se evita postulando a su vez una contrafuerza que corrija tanto los efectos de la irradiación, como la posibilidad de que un estímulo venga a provocar cualquier reacción con la que se ha asociado. Nuevamente las teorías reactivas del funcionamiento fisiológico han de suponer un mecanismo de inhibición.

Pero este freno, demandaría a su vez un freno que limite su propio accio nar. Con otras palabras, el freno necesita de un freno, que reclamaría nuevamente un freno para establecer los límites a un proceso que parece operar fuera del modelo de asociación. Para Merleau-Ponty este tipo de explicación parece funcionar a la saga de la conducta producida en una situación específica.

Ilustremos esta argumentación a través de un ejemplo. Si pensamos en el perro que empieza a salivar con el sonido “do” con el que se ha condiciona-do, el mecanismo de irradiación podría extenderse inicialmente hacia otras notas musicales, como “re” “fa” etc. Posteriormente, el mismo principio de irradiación y la asociación de contigüidad podrían llevar a que el perro con-dicione su salivación hacia cualquier sonido, no necesariamente musical, o hacia la persona que carga una batuta de dirección de orquestas, o cualquier otro estímulo que caprichosamente se le ocurra a nuestro ocasional lector. Obviamente para que el proceso de asociación tenga alguna funcionalidad debe establecerse algún límite a las posibilidades de conexión. Este límite, es el “freno” propuesto, que simplemente se agrega por el investigador para dar cuenta de cada caso especifico. Pero este freno, y su mecanismo con-trario de irradiación solo son dos conceptos imprecisos que operan según la necesidad del caso y de acuerdo a unas valoraciones externas al modelo que parece que el observador habrá de establecer de manera caprichosa y nunca delimitable.

Para Merleau-Ponty, esa necesidad de buscar corregir una ley con otra ley para explicar cada situación, mostrará que no se ha descubierto un eje cen-tral desde el que se entiendan los hechos. Toda teoría que pretenda descom-poner un proceso en componentes elementales interactuando de manera lineal habrá de enfrentar los mismos problemas. Toda teoría asociacionista operará de manera caprichosa en el establecimiento de los límites de la descomposición y de las maneras en como los átomos interactúan entre sí. El proceso de significación, o las ideas antropomórficas permearán cons-tantemente una teoría que no establece los límites al mecanismo de asocia-ción. Después de analizar las primeras formulaciones conductuales, en la teoría del reflejo simple de Sherrington y el reflejo condicionado de Pavlov, continúa su argumentación con el conductismo de Watson y la teoría del aprendizaje instrumental de Thorndike.

Thorndike y Watson utilizan las ideas anteriormente descritas para explicar el aprendizaje y el comportamiento que no necesariamente está vinculado a un reflejo. Thorndike propondrá una teoría “conexionista” que intentará vincular los estímulos y las respuestas a partir de procesos de ensayo y error y del efecto que tenga una determinada conducta (Schunk, 1998).

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Esta propuesta de ensayo y error supondría que el organismo actúa sin ninguna intención o sin ninguna búsqueda dirigida de la estimulación. Sin embargo, cómo se explica que un animal despliegue una serie de conductas variadas ante una estimulación particular, conductas que parecen guardar algún tipo de vínculo con el contexto específico. De la misma manera po-demos preguntar por qué el mismo organismo sigue desplegando una serie de respuestas ante una situación a pesar de que éstas sean completamente infructuosas. Merleau-Ponty (1942/1953) pone como ejemplo una rata que está encerrada en una jaula y a la que se le muestra el alimento fuera de su alcance; ella desplegará una multiplicidad de gestos y de acciones a pesar de que estos sean infructuosos la mayoría de las veces (es decir, que no le permiten salir de la jaula para alcanzar el alimento). De igual manera, si el organismo es descrito como un ente que reacciona de manera automática y refleja, no queda claro cómo es que se “mantienen” las respuestas exitosas o “felices”, según observa el investigador conductista.

Thorndike presentará ante este tipo de preguntas, que posiblemente puedan parecer triviales a un investigador conductual, unas ideas similares a las de Sherrington y Pavlov. Thorndike afirmará que las múltiples respuestas o en-sayos que un animal presente ante un estimulo específico, se deben a que a nivel fisiológico existen múltiples vías eferentes frente a unas vías aferentes individuales. De esta manera una misma estimulación podrá generar, o si se quiere “irradiar”, múltiples respuestas posibles.

Respecto a la permanencia de ciertas respuestas a pesar del fracaso en la consecución de una meta (recuerde el lector el caso de la rata que sigue mostrando el mismo repertorio conductual a pesar de no conseguir aban-donar la jaula) podríamos remitirnos, tal como hace Merleau-Ponty, al con-cepto de inducción recíproca de Pavlov. La inducción recíproca, explicaría que un animal intente un nuevo ensayo a pesar del fracaso, ya que en estos casos se excitan puntos de la corteza que con un ensayo anterior se habían inhibido (esas regiones que rodean el proceso excitatorio inicial), pero que pueden entrar en juego una vez dichos excitantes han desaparecido. Esta sería la explicación de autores como Watson y Edward Tolman, el cual es citado por Merleau-Ponty debido a su investigación en el aprendizaje de ratas de estímulos negativos y positivos.

Este tipo de explicaciones evidencian nuevamente, siguiendo a Merleau-Ponty, una atribución antropomórfica y la simpleza y evidencia de las situa-ciones analizadas evita la explicitación de este proceder. Será obvio afirmar que en una situación de encerramiento la rata solitaria no exhibe conductas de canto o de apareamiento, porque el mecanismo que se activa de manera adaptativa inhibe este tipo de conductas. Pero podemos preguntarnos si el modelo de ensayo y error puede establecer cuáles son las conductas que se adaptan de manera previa a una situación particular y si la rata dispone de algún mecanismo que le permita establecer la conducta adecuada a la situación.

Planteemos con otras palabras. El modelo del ensayo y error no establece un parámetro para decidir cuál respuesta se acomoda mejor a la situación específica. Si toda conducta tiene la misma posibilidad de aparecer (en este caso la irradiación puede proponerse para dar cuenta de este caso), o una de ellas es la seleccionada para dar cuenta de la situación de manera adecuada (la inhibición, o la inducción recíproca aparecen como explicación en este caso) queda oculto el poder predictivo de la teoría, ya que cada situación llevará al investigador a completar la información necesaria. En algunos casos la irradiación está expresándose; en otros es la inhibición y el freno a la irradiación la que pueden dar cuenta de la conducta del animal.

De la misma manera se puede proceder para analizar el éxito de una con-ducta como factor determinante de la permanencia de la misma. El fracaso de las conductas de la rata para escapar de la jaula no la hace desistir de buscar con otras conductas (e incluso con las mismas) la salida de su estre-cho encerramiento. De igual manera, un solo evento feliz, en algunos casos, puede estabilizar y volver una conducta específica parte del repertorio de un animal. En estos casos el investigador, con la obviedad que generan las situaciones simples de las investigaciones conductistas, puede afirmar o que el vínculo puede hacerse más fuerte porque la conducta está más vinculada biológicamente con la situación (en el caso de una sola respues-ta efectiva), o porque las respuestas se relacionan con una necesidad más primaria de la especie (como la necesidad de estar libre de todo aprisio-namiento) y por eso las respuestas pueden ser más persistentes. Con esto Merleau-Ponty señala que la teoría asociacionista y reactiva de la acción

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termina demandando explicaciones antropomórficas.

El mismo problema lo tendría la utilización de los conceptos “éxito” o “fe-liz”, para dar cuenta del vínculo y asociación que se establece entre un es-tímulo y una conducta. Qué se entiende por feliz, o adecuado, depende de un proceso de valoración del organismo, que dentro de esta corriente se ob-via simplemente al observarse que una respuesta se ha instaurado. Podría-mos quedarnos eternamente estableciendo los casos en que esta valoración del “éxito” puede expresarse de múltiples maneras. El éxito o lo feliz puede relacionarse desde la satisfacción de una necesidad hasta la evitación de un dolor, pasando por cualquier posibilidad intermedia que se le pueda ocurrir al lector, incluyendo dentro de éstas aquellas situaciones confusas donde la mezcla de sensaciones opuestas pueda presentarse. La consecuencia de esta manera de proceder, sería un edificio de detalles siempre variables y de relaciones triviales, o una sugerencia general que el investigador habrá de completar siempre de manera velada, según sean las demandas específicas de la situación.

Para Merleau-Ponty, la única forma de explicar que una conducta exitosa se mantenga es viendo al organismo y al entorno como una totalidad y no como un repertorio de respuestas sucesivas. Si se expresa en el lenguaje conductual lo que dice este autor, se dirá que, en el caso de la rata que hala una palanca para liberarse y alcanzar el alimento, la palanca no sólo es un estímulo condicionado de los reflejos de prensión y masticación que se dan frente al alimento, sino que también de las manipulaciones previas a la apertura de la puerta. Es decir, se confunden en una totalidad las reacciones dirigidas al alimento con aquellas que son preparatorias a la solución que se podría establecer.

Pero esta visión no atomista no pretende reintroducir de manera confusa el problema de la “irradiación”, para agregar nuevas dimensiones al análisis de la acción, sino que se propone para enfatizar que son vitales todas las relaciones que se dan entre los elementos de la situación a la que se enfren-tan los organismos. Para Merleau-Ponty, la conducta del organismo sólo se explica porque esas manipulaciones, antes de ser ensayadas, o después de logradas, deben estar integradas con la percepción del objetivo. Él afirmará

que el aprendizaje no es simplemente una suma de reacciones a conductas antiguas, ni de conexiones entre ciertos estímulos con ciertos movimientos, sino que es una alteración global del comportamiento, dependiente de una significación constante.

Merleau-Ponty ilustra su idea a través de un ejemplo propuesto por Koffka, quien es representante de la Gestalt. El ejemplo es el de un gato que ha aprendido a halar una cuerda para obtener comida. Este animal hala la cuer-da con la pata en la primera prueba de manera exitosa; después lo hace con los dientes. Con este ejemplo se mostraría, cree Koffka y nuestro autor con él, que el animal busca la consecución de cierto objetivo y algunos elementos son medios para su consecución. La acción puede variar, pero ésta se supedita al objetivo y el animal le atribuye a los diferentes medios una determinada significación o uso. Así concluiría que “aprender no es, pues, nunca volverse capaz de repetir el mismo gesto, sino de proporcionar a la situación una respuesta adaptada por diferentes medios” (1942/1953, p. 144). Por otra parte concluirá que la reacción no es sólo a una situación individual, sino que implica una aptitud nueva para resolver una serie de problemas similares.

Esta definición de aprendizaje recuerda la idea de inteligencia(8) que propusieron la Gestalt y una serie de autores de las primeras décadas del siglo XX. Pero independientemente del término utilizado es claro que el de-bate conceptual estaba dirigido a proponer a los organismos como entes con capacidad de seleccionar ciertos eventos y con una capacidad de determinar y seleccionar las condiciones de su entorno(9).

Es precisamente la Gestalt la fuente de donde Merleau-Ponty retomó mu-cho de los argumentos y las ideas anteriormente expuestos. Pero si siguió a esta escuela de pensamiento en sus debates contra el asociacionismo y las primeras formulaciones conductuales, es preciso resaltar que se preocupó(8)En esta época el concepto de inteligencia no era muy preciso y en algunos autores el término usado era el de pensamiento o incluso aprendizaje. (Köhler, 1929b/1967; Lorenz, 1949/1972; Piaget, 1936/1969; Vigotsky, 1934/1964; Wallon, 1949/1982).

(9)Este tipo de críticas al conductismo se dio no solamente desde la Gestalt, sino que se dio desde muy variados flancos. La etología y el movimiento critico denominado “New look” señalaron similares inconsistencias dentro de la perspectiva conductual.

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de señalar hasta qué momento seguía a esta propuesta de pensamiento. En el siguiente apartado nos referiremos a la concepción que tenía Merleau-Ponty sobre la Gestalt.

2.2. Teoría de Gestalt en la obra de Merleau-Ponty

La psicología de la Gestalt tiene como antecedentes el trabajo respecto a la experiencia sensorial que hacen Mach (1888) y su discípulo Von Ehrenfels (1890) quien funda la escuela de Gestaltqualität(10). Ambos tienen interés en el estudio de los procesos perceptivos, de manera diferente a como lo había entendido la propuesta asociacionista.

Estos dos autores establecen una diferencia entre los procesos sensoriales y la percepción; siendo este último proceso el que tiene la tarea de organizar la información y establecer relaciones entre diferentes sensaciones. Si las cosas pueden estimular los órganos de los sentidos de manera individual, los sujetos captarían los eventos gracias a un proceso organizador que es-tablece muy variadas relaciones entre las sensaciones o entre los objetos y estímulos del mundo.

Mientras Mach hacía más énfasis en las sensaciones y como éstas se cor-respondían con las relaciones entre los objetos, Von Ehrenfels consideraría que en la percepción el sujeto agrega cualidades que van más allá de las cu-alidades sensoriales por separado. Así comienza a plantearse que el pensa-miento puede tener unas características particulares independientes de las relaciones directas con los objetos. Entre estas estarían la configuración, la forma o el diseño.

Si bien estos autores pueden ser unos antecesores remotos, serán Max Wert-heimer, Wolfgang Köhler y Kurt Koffka (alrededor de 1910), los verdader-os creadores de la teoría de la Gestalt. Desde esta teoría se propondrá una

(10)Para Gurwitsch (1979), Humphrey (1978) y Klein (1989), tanto Mach como Von Ehren-fels son parte de la escuela de Graz, que puede ser incluida dentro de la Gestalt. Realmente la diferencia esencial entre las dos posturas está en que la escuela de Graz establecía una separa-ción entre el proceso de la sensación y la percepción. Separación que no aceptaba la Escuela de Berlín que es conocida de manera excluyente como la teoría de la Gestalt.

unidad mayor, una totalidad organizada o gestalt como aquella que puede explicar los comportamientos adaptados al entorno (Köhler, 1929a/1959; Wertheimer, 1945/1991). Siguiendo la definición clásica de la Gestalt, en La estructura del comportamiento, Merleau-Ponty se referirá al enunciado central de la teoría de la “forma”, como un enunciado fundamental en su discusión con el asociacionismo. El enunciado refiere a cómo los “proce-sos totales (…) no son la suma de las que poseyeran las partes aisladas” (1942/1953, p. 76).

Esta formulación de la Gestalt hace que todo proceso perceptivo y toda acción de un organismo empiece a entenderse como parte de una totalidad dinámica. Cada componente adquiere un valor, o una valencia según el término de Köhler, de acuerdo al lugar que ocupen en la totalidad. En un intento de precisar el funcionamiento de esta totalidad Wertheimer pro-pone una serie de leyes dentro de las que podemos destacar las siguientes: la ley del “carácter de miembro” (Murphy, 1964, p. 292) según la cual los elementos de un todo no tienen cualidades fijas sino que estas dependen del lugar que ocupen en la totalidad; y por otro lado, la ley de la “buena forma”, que supone que toda totalidad estructurada tiende a una organización sus-ceptible de ser predecible. Esta organización sería la forma “más ordenada, más amplia, más estable y más libre de lo casual y lo arbitrario” (Murphy, 1964, p. 292-293).

Las fuentes conceptuales de la Gestalt fueron la teoría del campo de la fí-sica y las reflexiones de la fenomenología de Husserl. Esta mezcla teórica lleva a dicha escuela(11), a considerar que el mundo (dentro del que se pue-de incluir el sujeto y su experiencia anterior) funciona como un campo de fuerzas, donde cada elemento es un vector que dependiendo de la presencia de otras fuerzas generará una Gestalt particular. Estas leyes físicas se utili-zarán para analizar la percepción como problema básico del actuar humano, ya que siguiendo las primeras formulaciones de Husserl(12), en el presente se actualizan todos los estímulos y experiencias vividas por un sujeto.

(11)Realmente las reflexiones conceptuales de esta escuela se pueden seguir de manera más clara en la obra de Wolfgang Köhler, especialmente en su texto “Gestalt Psychologie”.

(12)La Gestalt, igual a una serie de autores que, rescatando la idea de la vivencia y el concepto de intención propuesta desde la fenomenología, se distancian de la idea de que la conciencia...

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Las ideas del campo perceptivo se pueden ilustrar con un experimento de Köhler. Este autor encerraba a un chimpancé en una jaula y fuera del al-cance del animal colocaba un banano. Entre la fruta y la mano que se ex-tendía para alcanzar la comida se interponía un palo, colocado en diferentes posiciones. Cuando el animal, que no había sido enfrentado anteriormente a este tipo de situaciones, encontraba el instrumento paralelo a su brazo, de modo que “aparentara” ser una prolongación de su brazo, tendía con mayor probabilidad a utilizarlo como medio para alcanzar el alimento. Si el palo se colocaba perpendicularmente al brazo, las posibilidades de su uso disminuían. Y si el palo se colocaba en una situación que no estableciera un vínculo perceptivo entre el brazo y el objetivo que dirigía la acción del primate (por ejemplo en la misma jaula pero a espaldas del animal), este último no utilizaba el instrumento. La mayor probabilidad del uso del in-strumento se debía a que el palo y la mano conformaban dos vectores que ofrecían perceptivamente la solución al animal.

De esta manera la teoría de la Gestalt establecía el comportamiento como el producto dinámico de fuerzas que podían alterarse continuamente, por las mismas variaciones del ambiente. La experiencia del sujeto participaba de las situaciones presentes como un componente dentro de una totalidad que determinaba por encima de cualquier otra categoría psicológica la conducta del sujeto(13). Pero si la Gestalt había posibilitado la noción de totalidad y las constantes variaciones de la acción de un organismo, Merleau-Ponty y una serie de autores más le cuestionarán el sometimiento de la acción a

(12)...es el elemento fundamental del psiquismo. La percepción, como forma prereflexiva permitirá no solamente oponerse a la explicación asociacionista sobre la conducta, sino que además permitirá abordar la cuestión de el pensamiento sin el lenguaje, y eliminará los límites radicales con otras formas de vida animal y con otras manifestaciones del psiquismo humano.

(13)Realmente la Gestalt (específicamente Köhler, 1929a/1959) establecía una oposición en-tre los fenómenos perceptivos o la acción motora y los procesos reflexivos que entendían como una actividad simbólica. Los símbolos (entendidos en el uso que era más corrien-te encontrar en lingüistas y semiólogos europeos, como proceso transformador del mundo perceptible) podrían incluso convertirse en un obstáculo para el adecuado funcionamiento del cuerpo y del sistema perceptivo. Estos esbozos de Köhler que se referían a los primeros momentos de vida de un niño, no solo posibilitaron una visión genética de la cognición, sino que establecieron una separación entre el cuerpo y la imagen corporal que habrá de ser funda-mental en las teorizaciones de Merleau-Ponty y de los clásicos de la psicología del desarrollo (nos referimos a Piaget, (1936/1969); Wallon (1949/1982), Werner (1940/1965), Vigotsky, (1934/1964) entre otros).

condiciones físicas o a eventos externos al sujeto(14).

Para entender con más detalle cómo Merleau-Ponty llega a dicha conclu-sión, necesitamos pasar rápidamente por aquellas reflexiones fenomenoló-gicas(15) que permitan contextualizar la perspectiva gestáltica y los comen-tarios de dicho autor. Empecemos por la observación de un objeto externo. Pensemos en un cubo por ejemplo. Si observamos un cubo por uno de sus lados, lo que podría presentarse ante los ojos es una figura geométrica de dos dimensiones, un cuadrado. Pero a pesar de lo que se nos presenta apa-rentemente, nosotros podemos estar seguros de estar viendo un cubo. De la misma manera si observamos un escritorio, podemos tener una sensación de globalidad y que este objeto tiene otras partes a pesar de que no estén siendo percibidas actualmente.

Si nos desplazamos alrededor del escritorio, posiblemente vemos otros pedazos o percibamos otros elementos del mismo objeto que no necesari-amente son similares a la parte inicialmente vista. El que todas las partes del escritorio conformen una unidad (piense el lector en un escritorio, o en una mesa con toda la complejidad que sea capaz de imaginarse) no es por una similitud entre las partes, sino por una actividad de integración que sólo es parte del sujeto que percibe. El que la parte delantera de un escritorio se unifique dentro de la misma percepción del objeto, con las gavetas u otras partes del mismo se debe a una actividad de síntesis que funciona en el

(14)Realmente Merleau-Ponty no es el único ni el primero que hace este tipo de crítica a la Gestalt. Piaget (1936/1969; 1950/1975) establece una diferencia entre fenómenos de campo (refiriéndose a lo que proponía la Gestalt) y actividad perceptiva. Esta última llevaba a Piaget a plantear que la actividad organizadora era parte de las estructuras de la vida que se expresaba de manera diferente en cada especie. De esta manera el mundo sería claramente una construc-ción del sujeto. Gurwitsch (1979), siguiendo algunas críticas a la Gestalt hechas por Husserl, igualmente plantea la necesidad de otorgar un papel más activo al sujeto y de contemplar las sensaciones subjetivas del mismo. En esta dirección se desarrollaría la obra de Merleau-Ponty. Esto porque una orientación fenomenológica que se orienta hacia la explicación de la conciencia, de la sensación de unidad, de la estabilidad del sí-mismo y de la experiencia, trae a colación lo subjetivo que influirá en la caracterización del cuerpo y de la conducta que hace Merleau-Ponty.

(15)La reflexión que hace Husserl sobre la conciencia ha tenido diferentes momentos. Nos referiremos a las primeras reflexiones sobre el problema de la intencionalidad y la conciencia, en las que este autor establecía los primeros pasos para una psicología fenomenológica. Para evitar malinterpretaciones, nos hemos basado en los textos de algunos autores que analizan la obra de Husserl (Dartigues, 1981; San Martín, 1987; Szilasi, 1973).

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mismo acto de percepción. La parte delantera (o cualquier otra parte) del escritorio que primero es observada se va integrando en el momento si-guiente a una misma unidad perceptiva; esto lo hará un agente que de algu-na manera garantiza la continuidad de su experiencia.

Si pensamos en la percepción de un ritmo podemos sacar conclusiones si-milares. Pensemos por ejemplo en un concierto para piano que esté dando Mozart, o en un concierto de música norteña. En la mitad de un movimien-to, o del coro de un corrido, percibimos la nota “do” de determinada mane-ra. Esa nota es percibida de acuerdo al conjunto de todo lo oído hasta ese momento. Posiblemente, si somos unos músicos de profesión, percibimos mal tocada la nota “do”. La percepción de desarmonía o de armonía depen-de del conjunto de notas anteriores que nos hace captar los sonidos como conformando en conjunto un ritmo o una canción particular. La sensación de unidad está dada nuevamente por ese conjunto de sensaciones que va integrando y armando una secuencia unificada. La unidad no es un proceso de memoria y de comparaciones constantes entre lo escuchado y lo que va a ser escuchado, sino es una continuidad que se garantiza por la permanencia de un proceso unificador por parte del sujeto. Este es el sentido del concep-to de conciencia.

La conciencia no es el proceso de reflexión, o de conocimiento explícito de que estamos realizando una determinada actividad, es la actualización de la unidad en un momento presente. Por esto para las reflexiones de la unidad del conocimiento, la percepción es un proceso fundamental ya que sólo en momentos presentes se actualizan las experiencias pasadas.

Si este proceso de integración se da sobre las percepciones de objetos en el espacio presente, podemos pensar en otras situaciones que garantizan esa misma unidad. Siguiendo con esta reflexión fenomenológica podemos ampliar el sentido de la idea de subjetividad. Podemos pensar en otra serie de situaciones, de situaciones, como la presencia de una foto y un recuerdo. Cuando recordamos una determinada situación, o cuando comparamos un evento actual con otro hecho antes vivido, o incluso cuando experimen-tamos un de javù, la sensación de similitud no está necesariamente en el hecho objetivo, ni porque realicemos la comparación de las dos situaciones

elemento por elemento; antes bien, una sensación subjetiva nos aporta la similitud y la certeza de unidad. Con toda seguridad el recuerdo de un even-to, o el establecimiento de la igualdad de un recuerdo con un hecho real, no se corresponde con la realidad del evento (suponiendo que tuviéramos una imagen precisa cuando recordamos algún hecho específico, lo que es claramente cuestionable). La similitud es parte de una continuidad subje-tiva que puede agrupar experiencias diferentes a partir del significado o el sentimiento que generen.

Este proceso se hace más evidente en el caso de la identidad, o la per-cepción del sí-mismo. Un observador externo puede observar que nosotros mismos nos comportamos de manera diferente en variadas situaciones. Si el observador externo nos viera con máscaras diferentes podría suponer que se trata de personas diversas. Pero independientemente del observador externo, o de las máscaras con las que nos vean terceras personas, nosotros nos sentimos los mismos en esas diversas ocasiones. Piense el lector en las diferentes maneras de comportarse que puede exhibir en una reunión laboral, en un encuentro con amigos, o en la intimidad con su pareja. En cada una de estas situaciones, con toda seguridad, nuestro compañero en este viaje imaginario, se comporta de manera particular, pero en ninguna de ellas se siente menos él mismo, o se siente que es parte de un juego teatral ajeno (bueno, eso esperamos de alguien que haya sido capaz de llegar hasta este momento de la lectura).

Para hacer de este ejercicio imaginativo algo más dramático, piense en la historia de su vida. Por el profundo grado de confianza que ya hemos esta-blecido en este extenso camino de compartir símbolos, podríamos esperar que nuestro lector nos cuente su historia personal desde los 7 años de vida, sin alterar para nada el significado del pronombre “yo”.

A pesar de que cuente historias que no se corresponden con la de una persona adulta y menos con las de un profesional de la psicología, o de las ciencias humanas, ciencias humanas, con toda seguridad no pondrá en duda que el niño con el que empieza su narración es el mismo “yo”, que actualmente cuenta la historia.

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La identidad sólo es posible por unas sensaciones subjetivas que aseguran la unidad y la continuidad de las experiencias. La unidad de nosotros mis-mos no se construye sobre la certeza de unos recuerdos, ni siquiera sobre el decirnos a nosotros mismos, en cada momento de nuestras vidas, que somos nosotros los que estamos viviendo una determinada experiencia. La unidad de la experiencia es parte de una sensación que nos acompaña per-manentemente, a pesar de que no nos refiramos a ella de manera explícita.

Es importante resaltar que esta unidad solo es posible por las sensaciones, ya que ellas son las actualizaciones de lo que las situaciones producen a los sujetos. Los objetos, o los comportamientos, no pueden asemejarse ni por su parecido, ni por su contigüidad, ni por otro mecanismo asociativo, sino por un sujeto que valora, o mejor, tiene la misma sensación ante diferentes momentos o eventos del ambiente. Esta sensación es el componente subje-tivo que garantiza las comparaciones, la permanencia de ciertas conductas y que los objetos sean percibidos de ciertas maneras.

Este tipo de reflexión va a ser seguida por la Gestalt, pero despojando a la percepción de toda actividad subjetiva y de toda referencia a las sensacio-nes y sentimientos que acompañan todo acto perceptivo. Por esta razón el insight del chimpancé de nuestro ejemplo anterior, va depender de fuerzas externas y no de una experiencia subjetiva. El animal alcanza el banano con el palo (en la situación donde el palo se coloca paralelamente al brazo), porque el instrumento se le presenta como una continuación de su brazo y no como una unidad producto de la conciencia. Las posiciones de los componentes de la situación hacen que el palo y el brazo sean percibidos de manera unificada y como vectores que dan como resultado necesario la acción de alcance del banano. El medio se vincula estrechamente con el objetivo (por percibirse en el mismo espacio) y la acción simplemente actúa como producto de ese vínculo evidente. La unidad del mundo y las respuestas coherentes con este mundo se dan por un juego de fuerzas físicas donde el sujeto está inscrito. La percepción conforma que el sujeto actué de determinada manera determinada manera, según las reglas que se han propuesto desde esta teoría.

Si la conciencia es parte de un proceso reflexivo humano, entonces el aná-

lisis de conductas de otras especies no reclama este tipo de conceptos. Al chimpancé que utiliza el palo para alcanzar el banano, no le podemos atri-buir ningún grado de conciencia, por lo menos con el sentido aquí expues-to. Por esta razón el mismo animal puede tener algunas dificultades para utilizar el mismo instrumento en situaciones algo diferentes(16), o puede evidenciar una incapacidad para alterar las formas del instrumento, o para mostrar conductas de búsqueda sin ningún indicador perceptible.

Pero la negación de la conciencia no solo se produce para observar la con-ducta de animales pre-humanos, sino como supuesto esencial para anali-zar todas las conductas que muestran alguna forma de organización. Los fenómenos de percepción y las conductas humanas pueden ser analizados sin remitirse a la conciencia. Al igual que los primeros asociacionistas, los teóricos de la Gestalt colonizan un tipo de fenómenos donde creen hacer evidentes sus formulaciones y posteriormente (sin la misma rigurosidad utilizada en sus estudios empíricos) extrapolan sus conclusiones a otros problemas y aspectos del actuar humano. Nuestro interés no es evaluar las extrapolaciones que hacen los teóricos de la psicología, sino estudiar las maneras como analizan los fenómenos que abordan. Por eso seguiremos nuestra exposición ampliando la concepción gestáltica de la percepción para poder comprender el foco de los cuestionamientos de Merleau-Ponty. Ampliemos sus ideas con otro ejemplo.

Refirámonos al fenómeno Phi estudiado inicialmente por Wertheimer (Mer-leau-Ponty, 1945). El fenómeno phi es una ilusión óptica según la cual unos puntos fijos expuestos a determinada distancia entre sí y a intervalos de tiempo específicos, llevan a que la persona no perciba puntos fijos sino mo-vimiento (recuérdese las luces navideñas que se prenden individualmente

(16)Esta afirmación hay que entenderla como parte de los datos que sobre el comportamiento animal existían en los años 30s y 40s de siglos XX. En esta época, Köhler(1929a/1959), Pia-get(1936/1969), Viaud (1946/1976), Vygostski (1934 /1964) y Wallon (1949/1982), suponían que el animal tenía solamente una inteligencia (era capaz de coordinar medios y fines de manera adaptativa y flexible) sensoriomotora o práctica. Es decir, sólo operaba cuando los eventos estaban presentes. El animal no era capaz de alejarse del presente y por eso sólo utili-zaba el instrumento para situaciones específicas con las que se había vinculado el medio y el objetivo. Independientemente de esta concepción sobre la inteligencia animal, el sentido de lo expuesto en este texto se mantiene. Es decir, no es necesario invocar la idea de conciencia, ni de sensación subjetiva de unidad para poder dar cuenta de la idea de totalidad y de la unidad de nuestras experiencias.

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en cierto momento y dan la sensación de un movimiento del punto lumi-noso a lo largo de una trayectoria). Este no se puede entender a partir de las manchas de luz separadas, sino como una mancha que se mueve de un punto espacial a otro. La percepción de movimiento es producto de una ley de cierre de las formas perceptivas, y no depende de otro tipo de factores. El fenómeno Phi aplicado a las notas musicales, o a cualquier otro evento, operaría de la misma manera. Las notas son escuchadas de determinada manera y en intervalos y tonos tan particulares que los sujetos tienden a es-perar que los siguientes movimientos se presenten con la misma secuencia y con las mismas características.

Con lo expuesto hasta acá se puede entender la separación de Merleau-Ponty de las ideas de la Gestalt. Interpretar la idea de totalidad a partir de la teoría del campo de la física y de la dinámica de los vectores conllevaría, cree el filósofo francés, a un sometimiento del sujeto a las fuerzas exterio-res, lo que limitaría la participación activa del sujeto en la selección y deter-minación de su mundo. Si bien, dicho autor se distancia de toda referencia a la conciencia en los términos en que la entiende Husserl, mantiene de su herencia fenomenológica la idea de la sensación o de experiencia subjetiva.

De manera resumida repetiremos lo hasta aquí planteado en relación con la crítica a la teoría de la Gestalt. Una teoría que entiende la percepción como el resultado de fuerzas físicas, o de tensiones entre ciertos eventos que ac-túan a la manera de unos vectores, acaba sometiendo la actividad humana a la pasividad y a ser un producto de fuerzas ajenas. La primera y más evidente duda que genera una perspectiva tal, es que su idea de totalidad se desvirtúa, al no considerar la experiencia y la participación del sujeto (Merleau-Ponty, 1942/1953). Si la totalidad sólo se aplica para analizar las fuerzas, o las relaciones entre los objetos, es claro que no se está hablando de una verdadera totalidad al no contemplarse al organismo que actúa.

2.3. A riesgo de parecer reiterativos: la acción en la obra de Piaget

Merleau-Ponty emprende ese camino para incorporar en la percepción la “actividad” y las maneras como los organismos establecen demandas en la interacción con su Umwelt. La “acción” en la obra de Merleau-Ponty se

integra a una concepción de un cuerpo cargado de subjetividad. Esta inte-gración es el producto de recoger algunas ideas que operaban en la psicolo-gía europea de los años 30 y 40s(17). Por un lado estaban las elaboraciones sobre el concepto de la actividad perceptiva y por otra la idea de un cuerpo cargado de subjetividad. Algunas ideas que de aquí tomó Merleau-Ponty pudieron influir en su concepción de la Gestalt y en la manera en que él for-mula sus tesis esenciales. En este apartado nos concentraremos en la obra de Piaget y su concepto de acción. En los siguientes apartados abordaremos algunas ideas sobre la corporalidad y la idea de unidad.

Piaget cuestiona a la Gestalt por considerar la percepción como un someti-miento a las condiciones del ambiente. Piaget califica de empirista a la Ges-talt, ya que esta teoría no considera la acción, o el comportamiento de los organismos. El creador de la epistemología genética(18) diferencia los fenó-menos de campo de la actividad perceptiva. Los primeros, “los fenómenos de campo”, además de ser evidentes en los primeros estadios del sensorio-motor, expresan la manera como la Gestalt comprendió la percepción.

Los recién nacidos, por ejemplo, no logran establecer una separación en-tre su cuerpo y los estímulos del ambiente. Por esta razón el niño puede ser afectado por alguna sensación que pueda tener la madre mientras está siendo amamantado. O incluso el llanto de otro niño desencadena automá-ticamente la misma reacción en los bebés. Este sometimiento a los eventos del mundo, hace al niño un ser susceptible a las condiciones variables del ambiente (Piaget, 1936/1947; 1946/1987; 1957/1979).

(17)La presentación que haremos a continuación la hacemos bajo nuestra responsabilidad y nuestro esfuerzo por vincular ciertas discusiones. Afirmamos esto debido a que en la época no era usual que los autores citaran todas sus fuentes, ni explicaran cuál era el origen o historia de algunos de sus conceptos.

(18)Realmente Piaget tomó el concepto de epistemología genética y las ideas de la acción sensoriomotora de James Mark Baldwin (1902/2008). Baldwin fue el primero que planteó algunas ideas del desarrollo sensoriomotor en el niño (las reacciones circulares, la experimen-tación de los estadios finales de este periodo del desarrollo, y los conceptos de asimilación y acomodación, entre otras cosas). Pero Piaget, a pesar de no ser el creador de estos conceptos, les da un sentido biológico y establece más claramente el papel de la acción en el desarrollo infantil y en el desarrollo de la función simbólica. Nos centraremos en la obra del maestro ginebrino porque en éste se da un proceso de distanciamiento de la Gestalt similar al operado por Merleau-Ponty, y porque nos permite mostrar claramente las tendencias de la psicología del desarrollo en cuanto al papel de la acción en el desarrollo de la representación y en relación con la corporeidad.

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A partir de los 8 o más meses, el niño empieza a mostrar conductas intencio-nales y un mayor control de su acción, al igual que evidencia una búsqueda más activa de ciertos objetos que empiezan a ser parte de sus intereses. En este momento del desarrollo (que se corresponde con el cuarto estadio del sensoriomotor en el esquema piagetiano) aparece la inteligencia, la in-tencionalidad y una mayor capacidad de exploración del mundo. En estos momentos Piaget habla de actividad perceptiva, para referirse a las maneras como el sujeto explora su mundo y varía ciertas condiciones del mundo, de acuerdo a su experiencia anterior(19). El niño del cuarto estadio (entre los 8 y 12 meses de edad) es capaz de variar su conducta para vincular medios y fines de una manera inteligente(20). Un niño no sólo conecta un palo con un banano (o en este caso un juguete atractivo) por simple resultado de unos vectores perceptivos, sino que es capaz de explorar y variar las condiciones o usos del instrumento de acuerdo a su experiencia anterior.

Pero si en estos casos se hace evidente el papel de la acción en las tareas sensoriomotoras del niño, Piaget se refiere a otras investigaciones donde se manifiesta claramente el papel de la acción. Una de estas tareas es la realizada sobre unos gatos recién nacidos. Inmediatamente después de na-cidos los dos animales fueron aislados de estímulos visuales y limitados en su movimiento. Luego de unas cuantas semanas de su nacimiento fueron colocados en una especie de carruaje, que era movido por uno de ellos, permaneciendo el otro amarrado a la parte superior de este objeto sin que

(19)El concepto de actividad no solo lo establece Piaget para dar cuenta de cómo un niño pequeño puede abordar ciertas tareas de inteligencia, sino para dar cuenta de la historia y la explicación del desarrollo. Al postular el desarrollo de la actividad sensoriomotora, introduce la consideración de la historia del sujeto y cómo su experiencia anterior participa en los actos que se desarrollan en un presente. La teoría de la Ge stalt (o como lo hemos dicho su más claro teórico, W. Köhler) describe a los niños de manera similar a Piaget (siendo este último el que retoma estos datos e investigaciones de la Gestalt) pero antes de los 8 meses los niños no mere-cen su atención. Los logros de los niños de 8 meses se explican por un proceso maduracional. Es decir, el niño no tiene una historia de interacción con su ambiente, ya que sus habilidades perceptivas se desarrollan como parte de un automático proceso de crecimiento neuronal.

(20)El concepto de inteligencia de Piaget es claramente tomado de los experimentos y la conceptualización de Köhler. En el debate con etólogos y biólogos alrededor del instinto y del aprendizaje, este psicólogo definió la inteligencia (o los insights) como la coordinación novedosa de medios y fines. Este mismo autor estableció el paralelo entre los chimpancés y los últimos momentos de la primera infancia. Comparación que Piaget mantuvo al llamar al quinto estadio del sensoriomotor “La edad del chimpancé”, en clara referencia a las pruebas de la escuela alemana de psicología.

pudiera dirigir su desplazamiento. Esta situación prolongada en el tiempo generó que el animal, que tuvo alguna posibilidad de movimiento, pudiera desarrollar su motricidad y orientación de manera adecuada en el espacio. El otro gato, al contrario, mostró posteriormente un caminar torpe y unas dificultades para mantenerse erguido y para orientarse en el espacio (Fla-vell, 1968).

Aunque creemos suficiente este ejemplo para ilustrar la importancia que Piaget le da la acción, nos queremos referir a un experimento clásico que dicho autor toma de Ivo Köhler. Este investigador desarrolló unas gafas que invertían la percepción del mundo. Los sujetos a los que les colocaba las gafas eran incapaces de mantener el equilibrio y de desplazarse por el espacio. Lo curioso del experimento es que los sujetos, al cabo de un tiem-po de usar estos dispositivos, no solo eran capaces de caminar, sino incluso realizar tareas de equilibrio como el montar en bicicleta. Ellos iban regu-lando y compensando los efectos perceptivos de acuerdo a los resultados de su acción.

De esta manera, Piaget incorporó la acción como el factor fundamental para entender la percepción y toda forma de conocimiento. La acción sensorio-motora sería el factor que permitiría incorporar la experiencia del sujeto en la determinación de su mundo perceptivo, además de ser la raíz de toda for-ma de conocimiento. La acción sensoriomotora posibilitaría no solamente la adecuada y flexible utilización de los instrumentos, sino que sería a su vez la raíz de todas las formas abstractas de conocimiento. La acción, al po-sibilitar la organización de los eventos, lograría dar cuenta de las relaciones y otras formas de organización propias del pensamiento lógico del adulto. Si el conocimiento se construye sobre la experiencia, éste no es producto de las relaciones entre los objetos, sino el producto de las acciones que el sujeto ejerce sobre los objetos. Algunos aspectos de esta idea diferenciarán a Merleau a Merleau-Ponty de Piaget.

No creemos necesario plantear la idea general sobre la acción que puede compartir Merleau-Ponty con Piaget, ya que creemos que su originalidadestá en las maneras como él se distancia de esta conceptualización. A pesar de que algunos elementos se entienden mejor con lo que vamos a presentar

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en nuestro último apartado, queremos adelantar algo inicial, que va a per-mitir seguir con el desarrollo de nuestra exposición.

En un primer punto, Piaget se separa de cualquier perspectiva fenomenoló-gica al considerar que el conocimiento se vuelve cada vez más abstracto y separado del cuerpo. Más adelante se ampliará esta postura, y la respuesta de Merleau-Ponty al respecto. Otro segundo aspecto en el que se distan-cian estos dos autores, tiene que ver con la idea de acción de Piaget y su significado poco preciso. Piaget, como ya lo dijimos, establecía la acción sensoriomotora como la fuente de todo conocimiento y el mecanismo por el cual la percepción y la interacción con el mundo se regulaban y lograban la adaptación de los organismos. Los sujetos que no tenían posibilidades de actuar sobre el mundo verían limitados sus esquemas de conocimiento y, como los gatos del experimento anteriormente citado, verían truncado su desarrollo.

Los seres humanos que no tuvieran posibilidades de moverse y actuar sobre el mundo no lograrían alcanzar los periodos más avanzados del esquema de desarrollo piagetiano. Pero, ¿qué quiere decir exactamente Piaget cuando habla de acción sensoriomotora?, ¿quiere con esto significar que el sujeto debe poseer todos sus sentidos funcionando adecuadamente?(21) O, ¿quiere decir que el movimiento corporal es el componente fundamental de este desarrollo y de esta idea de acción?.

Si este fuera el caso, ¿qué pasaría con niños ciegos de nacimiento, o con los niños parapléjicos, o que nacen con una limitación total en su movimiento?, ¿qué pasaría con los niños que están limitados en su movimiento a la vez que carecen de visión? Este tipo de cuestionamiento, que recibió Piaget, no fue aclarado con la suficiencia y precisión que era común en sus escritos (Flavell, 1991). En estos casos, a pesar de presentarse algún retraso en el desarrollo, se encuentran las características cognitivas que Piaget le atri-buyó a los sujetos normales.

(21)Por los experimentos realizados por Piaget parece que la visión fuera el sentido más fun-damental. Las observaciones realizadas en el periodo sensoriomotor demandan la participa-ción de la visión principalmente. Sólo en un estudio posterior (Piaget e Inhelder, 1959/1983) y refiriéndose a las operaciones concretas, utiliza situaciones donde participa la percepción quinestésica.

Si un niño no muestra adecuadamente los sentidos o su motricidad y logra avanzar en su desarrollo, ¿cuál sería entonces el papel de la acción senso-riomotora? ¿Qué función de organización se le puede atribuir entonces a los sentidos y a la acción motora, si aquellos que carecen de ellas logran las mismas capacidades cognitivas de aquellos que gozan de mejor suerte?.

Estas dificultades nos conducen nuevamente a la idea de subjetividad y de unidad como condición de posibilidad para la percepción y la interacción con el mundo. Pero la sensación de unidad en el niño pequeño y en algunos animales pre-humanos no se da a través de la conciencia, sino a través de un cuerpo que siempre se presenta como garantía de organización. Es ésta precisamente la vía que tomará Merleau-Ponty y que le permitirá afirmar que el cuerpo es el fundamento de todo conocimiento, y no sólo el origen de posteriores formas cognitivas. El cuerpo y el sentido de unidad y organiza ción asociado a su sensibilidad son los componentes fundamentales que siempre están presentes en toda actividad humana y los que garantizan la continuidad de la experiencia. A continuación nos concentraremos en am-pliar la idea de la corporeidad en Merleau-Ponty.

2.4. La noción de cuerpo a partir del análisis de un caso clínico: Gelb y Goldstein en la obra de Merleau-Ponty

A pesar de que las formulaciones de la Gestalt, como lo mostramos ante-riormente, se dirigían a comprender la percepción, sus ideas tuvieron otras interpretaciones y otros campos de aplicación. Una de estas nuevas aplica-ciones fueron las de Kurt Goldstein (1878-1965) y Adhemar Gelb (1887-1936) a la neurofisiología.

Según ellos, el cuerpo humano es una totalidad, que aunque está compuesta por órganos, no debe entenderse como la simple yuxtaposición de ellos, sino bajo una mirada holística, es decir, el cerebro no es un ensamblaje de segmentos que funcionan autónomamente, como si las interacciones entre estas partes fueran posteriores al funcionamiento independiente de esas partes. Antes bien, en cada acción y reacción está involucrado el sistema nervioso en su totalidad, que se vuelca completo a desarrollar una tarea (Gurwitsch, 1966).

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Gelb y Goldstein trabajaron juntos en investigaciones que utilizaban pa-cientes con lesiones cerebrales. En su estudio de casos patológicos, Golds-tein encontró que una lesión se puede extender a lugares imposibles de identificar, lo que complementaría su idea de no reducir una función a un lugar específico del cerebro. Si una lesión en una región específica del cere-bro se presenta acompañada de una alteración de una determinada función cognitiva, no se sigue necesariamente que en el área dañada se ubique la función y que los procesos fuera de esa sean irrelevantes. Si bien el aisla-miento de regiones del cerebro permite entender ciertos fenómenos, no se puede de esto concluir, dirá Goldstein, que el comportamiento del organis-mo sea la simple suma de esos fenómenos particulares que se observan al ver cada región separadamente. Estos fenómenos se deben entender a partir del organismo como totalidad.

Con esto no se está negando que existan áreas determinadas que tienen un significado especial para particulares funciones. En dichos casos, incluso se puede hablar de que en estas regiones se dan los sucesos de primer plano respecto a una determinada función, mientras que en el resto del cerebro se dan los de segundo plano. Esta conceptualización de Goldstein se formula siguiendo los lineamientos de la Gestalt sobre la relación figura-fondo. Así como en un proceso perceptivo no se puede entender la identificación de la “figura” sin el “fondo”, en el campo de la neurofisiología no se puede entender el “primer plano” sin considerar la participación del “segundo plano”.

Muchas de las formulaciones de Merleau-Ponty en contra de los “postu-lados atomistas” (1942/1953, p. 94) de autores como Pavlov, se basaron en estas formulaciones gestálticas de la neurofisiología. Para Pavlov un excitante complejo era una sumatoria de excitantes simples, por lo que el sistema nervioso estaba organizado mecánicamente, y una lesión corres-pondía linealmente con la pérdida de una función. Si, como Goldstein y Gelb sugieren, la función no se localiza en un punto específico, entonces la enfermedad no se explica por una lesión en una región específica, sino por una reorganización de la manera en que se asume el mundo, en que se da respuesta a él, lo que involucra a todo el cuerpo.

Esta nueva conceptualización explicará, según Merleau-Ponty, las particu-laridades en los casos de afasias, amnesias, alexias y agnosias y permitirá ofrecer una nueva mirada sobre muchas patologías humanas. Esta visión de totalidad mostrará que las diferencias entre un sano y un enfermo no son variaciones de tipo cuantitativo (de supresión o déficit de habilidades es-pecíficas), como sugerían las iniciales posturas asociacionistas, sino trans-formaciones cualitativas. Una patología supone un cambio en la totalidad del sujeto, en donde el comportamiento adquiere una nueva significación.

Nos referiremos a un caso clínico que Goldstein y Gelb estudiaron duran-te un buen tiempo y que será esencial para la concepción sobre corporei-dad que Merleau-Ponty presenta en la Fenomenología de la Percepción (1945/1985). Este es el caso de Schneider, un herido de guerra que presen-taba trastornos de la percepción, del reconocimiento y del recuerdo visual (por ejemplo, no podía describir algo que estuviera tocando, si cerraba los ojos; olvidaba aquello que estaba viendo; y si se le preguntaba donde que-daba su nariz, no podía responder); además, tenía problemas de motricidad porque no podía hacer un movimiento con los ojos cerrados.

Según Merleau-Ponty, se podía diagnosticar este caso como ceguera psí-quica, astereognosia (incapacidad de reconocer objetos por el tacto) y tras-tornos de inteligencia. Sin embargo, para este autor, el caso era llamativo porque el sujeto, aunque aparentemente sólo tenía una lesión en un punto específico de la región occipital, no parecía haber perdido la sensibilidad y motricidad básicas.

El paciente, que antes de la lesión trabajaba como fabricante de carteras, podía desempeñarse de manera adecuada en sus habituales tareas profesio-nales. Igualmente el mismo sujeto podía desempeñar actividades cotidianas como lavarse los dientes, sonarse la nariz, rascarse donde le picaba un mosquito o abrir una puerta; hasta podía desempeñar sus actividades coti-dianas con los ojos cerrados, con la única condición de que fueran habitua-les para él. Por todo esto, Schneider aparentemente tenía una vida práctica normal, aunque fracasaba en la reacción a situaciones novedosas, o cuando se le demandaba la realización de una tarea específica, como por ejemplo, cuando se le daba una orden como “señálame tu nariz”.

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Merleau-Ponty inicialmente se interesa por el caso de Schneider, porque cree que las dificultades de este sujeto ayudarán a entender las relaciones entre el espacio corporal (o esquema corporal) y el espacio exterior. El esquema corporal correspondería a esa sensación de unidad de un sujeto que actúa en el mundo a través y por su cuerpo. El cuerpo es entendido como esa totalidad que integra sensaciones, acciones y sentimientos en función de las demandas siempre cambiantes del espacio circundante. El esquema corporal es ese conocimiento del cuerpo en su relación activa con el mundo; un conocimiento del cuerpo que le permite al sujeto actuar de manera adecuada en las situaciones particulares; esto es lo que éste autor denominará “espacialidad de la situación” (1945/1985, p. 117), o ser-en-el-mundo y que refiere a una subjetividad actuante. El esquema organiza los movimientos corporales en una totalidad dirigida al mundo.

Gelb y Goldstein entienden la enfermedad de Schneider como una pérdida de la movilidad a cierto nivel. Mientras que el paciente podía realizar mo-vimientos “concretos”, no podía realizar movimientos “abstractos”. Con movimientos “abstractos” los autores querían señalar que el paciente tenía dificultades para realizar determinado tipo de movimientos si estos le eran solicitados. Los movimientos concretos por el contrario eran los mismos movimientos que Schneider realizaba cotidianamente, sin ninguna deman-da externa para su ejecución. Por ejemplo el sujeto podía rascarse la nariz si ésta era picada por un mosquito, pero no era capaz de realizar la misma acción si ésta era pedida por el médico. De la misma manera no podía ca-minar si se le pedía que lo hiciera, a pesar de que esta acción se realizaba espontáneamente sin ninguna dificultad.

Las dificultades de Schneider permiten establecer la diferenciación entre un cuerpo que actúa ante las demandas del entorno y un cuerpo que obedece a instrucciones propias o ajenas. El caso clínico permite entender que las demandas son diferentes cuando se trata de caracterizar las acciones y las conductas de un sujeto. La diferencia entre acciones que los sujetos normales no perciben (por ejemplo, puede pensarse que cogerse la nariz espontáneamente es casi lo mismo que señalarla cuando alguien lo pide), se hace evidente cuando se observan las dificultades de dicho caso clínico. El cuerpo puede operar sin conciencia y sin demandas, ni instrucciones exter-

nas. El cuerpo puede establecer un vínculo con las situaciones específicas donde se desenvuelve la acción y puede realizar movimientos e incluso tareas de alguna complejidad, sin que ellas estén dirigidas o planeadas de manera explícita.

Para Merleau-Ponty, a nivel del espacio corporal, la capacidad de movi-mientos abstractos daba cuenta de que Schneider no podía reconstruir su cuerpo como un cuerpo objetivo. Él lo vivía como cuerpo fenomenal, del aquí y ahora de la acción concreta. La incapacidad de reconstruirlo como un objeto activo llevaba a que el enfermo no pudiera “señalar” su nariz, aunque sí pudiera “cogerla”. Para Merleau-Ponty, un observador despre-venido consideraría que “coger” es lo mismo que “señalar”; sin embargo, este ejemplo de Gelb y Goldstein mostraba a Merleau-Ponty que ambas acciones suponen dos tipos diferentes de relacionarse con el cuerpo: co-ger está en el marco de lo que se llama fenomenal, es una acción mecá-nica que no necesita una representación objetiva del cuerpo. Señalar por el contrario significa que yo tengo dicha representación, que mi nariz se encuentra en esa descripción objetiva de mi cuerpo. El enfermo, tenía que volver “actual”, “concreta” la situación de su cuerpo para entenderla: Para dar cuenta de dónde estaba su brazo en determinado momento, debía hacer movimientos pendulares, de tal manera que esta actividad le diera una pista de la situación del brazo con respecto al tronco y al resto del cuerpo. Sólo podía reconocer numerosos hechos en su cuerpo si él mismo hacía el movi-miento de escribirlos. Merleau-Ponty dirá: “En el movimiento concreto, el enfermo no tiene ni conciencia tética del estímulo, ni conciencia tética de la reacción: simplemente él es su cuerpo y su cuerpo es la potencia de cierto mundo” (1945/1985, p. 123).

Esta dificultad de relacionarse con el cuerpo a diferentes niveles ocasiona-ba que Schneider tuviera igualmente dificultades para percibir y nominar objetos externos. Si el sujeto se encontraba en problemas cuando tenía que identificar o mover partes de su cuerpo cuando se le pedía, igualmente mos-traba dificultades para identificar objetos del mundo, así estos fueran parte de su cotidianidad. El paciente no podía categorizar objetos, darles nombre, a menos que actuara con ellos, que los hiciera “concretos”. No sabía que era una llave, a no ser que la agarrara, la moviera y la hiciera funcionar.

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Si bien las ideas de Gelb y Goldstein posibilitaron que Merleau-Ponty (22) atendiera al cuerpo como componente esencial del comportamiento, se dis-tancia de estos autores por su no “holística” comprensión de lo sensoriomo-triz y por su particular diferenciación entre cuerpo y conciencia. Empece-mos por el primer punto, para lo que nos servirán como insumo contextual algunos análisis adelantados más arriba sobre Piaget.

Al tratar de explicar las causas de la patología de Schneider, Gelb y Golds-tein centran su análisis en las dificultades de ciertos sentidos particulares. Según estos autores el paciente, al tener una lesión en la región occipital, carecería de un adecuado uso de la función visual. Una persona sana posee-ría no solamente el aparato visual y táctil funcionando de manera adecuada, sino que estos dos sistemas sensoriales funcionarían de manera holística e integrada. Si uno de los dos sistemas se afecta, como es el caso de nuestro paciente, el comportamiento en su totalidad se alteraría. Del mismo modo, la percepción con el sentido sano cambiaría drásticamente, a diferencia de si estuviera activo el sentido afectado. Schneider sólo habría conservado in-tacto su sentido del tacto, el cual no habría recibido influencia de lo visual. Esto explicaría su forma de actuar, por una parte porque necesitaba volver táctil su experiencia para poderla entender, y por otra, porque su percepción cuando táctil (que ahora se encontraba en estado puro) no sería la misma que cuando operaba conjuntamente con la visión.

(22)En las primeras décadas del siglo XX varios autores igualmente reclamaron la conside-ración del cuerpo y la conducta sin referencia a la conciencia u a otros procesos represen-tacionales (en el sentido que hizo popular Cassirer y Piaget). El cuerpo y lo sensoriomotriz condujeron a establecer nuevas comparaciones con el comportamiento animal, a vincular la mente y el cuerpo en explicaciones del desarrollo, y a establecer de muy variadas maneras la relación entre el cuerpo y la mente. Bertalanffy (1969/1994), Bowlby, (1973/2001), Piaget, (1936/1947, 1946/1987 y 1957/1979), Vigotsky, (1934 /1964) y Wallon, (1949/1982) son al-gunos ejemplos de autores que recogieron esta discusión y reformularon muchas de las discu-siones de la psicología y otras disciplinas cercanas.

Para Merleau-Ponty, el problema central de la teoría de Gelb y Goldstein era que no se había definido acertadamente la relación entre la experiencia visual y táctil, y las diferencias entre enfermos y personas normales. Aquí Merleau-Ponty afirma que considerar el tacto y lo visual como mezclados en el caso del sano y en estado puro en el caso del enfermo, lleva a una consideración de integración, contraria a la que promulga la misma Gestalt. Desde una perspectiva gestáltica se hablaría de una integración y no de una suma de sentidos, ya que éstos, dentro de la organización intersensorial, no pueden separarse.

Para que esto sea posible, debería reconocerse que la integración no es externa al actuar en el mundo, ya que esto conduciría a reinstaurar la idea de mezcla, donde los datos son completamente separables. Una perspectiva holística sólo sería posible si la idea de organización se da a nivel espacial, es decir se postula una “unidad de comportamiento”. El comportamiento no se deducirá de la representación visual más la experiencia táctil, más movimiento, sino que es todas ellas. Este es el verdadero sentido de “la estructura del comportamiento”, una unidad, que se explica por sí misma, cuyas “partes” sólo son separables virtualmente, porque en realidad unas no se pueden entender sin la existencia de las otras.

Esa unidad del comportamiento no solo explica que no se pueda hablar de movimiento y percepciones separadas, sino que no se pueda hablar de una separación entre cuerpo y conciencia. Esto lleva al segundo punto de discordancia de Merleau-Ponty con Gelb y Goldstein, ya que en la diferen-ciación de lo abstracto y concreto, ellos terminan asumiendo una postura asociacionista que desde la Gestalt se pretende evitar. Si Schneider está in-merso en la actividad, dirán los mismos autores, debe ser a modo del refle-jo, y por ende a modo de unas reacciones motoras simples, mientras que a nivel del sujeto normal, en la actitud abstracta, entra en juego la conciencia entendida como intencionalidad.

Es esta separación la que va a ser cuestionada por Merleau-Ponty, al menos en su texto Fenomenología de la percepción. Este autor propondrá que en todo acto motor se debe hablar de intencionalidad y de conciencia y que las dificultades de Schneider deben ser explicadas de otra manera.

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Para Merleau-Ponty, en toda acción dirigida al mundo, sea normal o enfer-ma, el mundo no se presenta al sujeto de forma pasiva, sino que lo atrapa, lo guía por unos caminos particulares. El mundo me presenta, según las palabras de este autor, unos “puntos de agarre”. Esos puntos de agarre atraen y el cuerpo actúa de manera que esos puntos indican una relación óptima con el mundo (por ejemplo, indican a qué distancia de un cuadro debe pararse uno para verlo bien). Una taza es una taza, porque, en la re-lación de un cuerpo que se sabe cuerpo con el mundo, se distinguen, se relacionan, una serie de percepciones con situaciones particulares del ob-jeto. Entonces se concibe lo que se tiene al frente como una taza porque se distinguen todas unas percepciones determinadas como sintetizables en un único objeto. Esta síntesis no se da a nivel de una representación como se ha entendido tradicionalmente, sino que esas percepciones indican al cuerpo cómo comportarse frente a una unidad. Esos puntos son puntos para mi cuerpo particular, por lo que el cuerpo activo es necesario, es el que de alguna manera los posibilita.

Dreyfus (2007) comenta, que la diferencia fundamental entre la explicación de Goldstein del caso Schneider y la explicación de Merleau-Ponty, radica en la explicación que este último hace de esos puntos de agarre. Para Golds-tein el problema de Schneider es que se deja envolver por las situaciones, sin tomar una postura libre (el coser lo absorbe de tal manera que no se puede salir de la actividad sin que se le pida), a diferencia de quien actúa de manera abstracta, que tiene la posibilidad de salirse de ese embebimiento para dirigirse hacia un nuevo proyecto. Esto supone que el actuar abstracto permite ubicarse por encima de las situaciones, lo que permitiría en últi-ma instancia tomar decisiones. Según Dreyfus, Merleau-Ponty estaría de acuerdo con Goldstein en que Schneider se ve absorbido por la actividad habitual, que su cuerpo es un simple objeto de la situación. Sin embargo este embebimiento también se observa, para Merleau-Ponty, en la persona normal; cuando algo lleva a que cambie de actividad, no puede arrastrar la nueva situación que está realizando en ese momento, sino que esos puntos de agarre en la actividad agarran el cuerpo, lo halan hacia la nueva tarea. Esa relación del cuerpo con los puntos de agarre se denominara “intencio-nalidad motriz” (Merleau-Ponty, 1945/1985, p. 127).

Si Schneider perdió esa intencionalidad motriz, Dreyfus se pregunta por qué entonces el enfermo puede cambiar de tareas (por ejemplo, puede co-menzar a cortar cuero y luego parar para empezar a coser). Sin esto él no podría trabajar, del mismo modo que sin ser arrastrado por los puntos de agarre no podría percibir ni siquiera los objetos que manipula para trabajar. Si bien puede hacer estas cosas, Schneider no puede cambiar de situaciones como dejar de coser para irse a casa. Dreyfus, interpretando a Merleau-Ponty, dirá que lo que ha perdido Schneider es la capacidad de cambiar la absorción de una situación intencional a otra.

Con esta diferencia en la interpretación del caso Schneider, se puede enten-der por qué Merleau-Ponty afirma que Gelb y Goldstein cayeron en el dua-lismo, al considerar que en el movimiento concreto no hay “conciencia” de lo que se está haciendo, mientras que en el movimiento abstracto sí. Si en el actuar de Schneider hay algún tipo de intencionalidad motora, entonces hay un tipo de conciencia de los objetos y del mundo. Lo que podemos encon-trar en Merleau-Ponty es que Schneider muestra esa conciencia corporal, aunque sea vivida de manera diferente debido a la enfermedad.

La diferenciación entre movimiento abstracto y concreto no debe conducir a la dicotomía de cuerpo y conciencia. No se puede limitar la acción del enfermo a un reflejo táctil, ya que éste al coser usa su cuerpo de la misma manera que lo haría una persona normal. No existe el movimiento vacío, porque ya en el dirigir el cuerpo para coger las tijeras, hay un tipo de in-tencionalidad. El cuerpo se pliega de una manera diferente a como lo hace cuando se dispone a coger un bulto de papas. Y la conciencia no se puede limitar, ni se puede pensar como operando sobre el cuerpo, simplemente se puede pensar en que ésta se manifiesta en formas diferentes. Con palabras de Merleau-Ponty: “hay varias maneras para el cuerpo de ser cuerpo, va-rias maneras de ser conciencia para la conciencia” (1945/1985, p. 141).

Al establecer el funcionamiento de la conciencia y de la intencionalidad a un nivel sensoriomotriz(23) la preocupación de Merleau-Ponty es múltiple.

(23)Como lo hemos intentado mostrar, Merleau-Ponty no solamente ligaba el problema de la conciencia a la intencionalidad (según ideas previas de Brentano y de las primeras reflexiones de Husserl), sino establecía el aspecto subjetivo entendido en términos de totalidad percep-...

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Por un lado, quiere establecer que hay niveles de percepción y de interac-ción con el mundo, anteriores al reconocimiento explícito de que somos nosotros los que realizamos la acción. La conciencia, en su sentido de uni-dad subjetiva opera a niveles corporales. El yo se siente involucrado en la acción a pesar de que no opere en ésta una actividad de reflexión (en el sentido de reflejar, de volver sobre sí mismo).

Por otro lado, al establecer esta cognición encarnada propone distanciar-se con aquellas posturas que establecen niveles cada vez más englobantes y abarcadores en el proceso de conocimiento. Al calificar de dualistas a Gelb y Goldstein, está oponiéndose a aquella caracterización que entiende la conciencia como una instancia de control y decisión en el actuar humano. Gelb, Goldstein, Köhler, Piaget, Wundt, quienes establecían una jerarquía en las formas de conciencia, colocaban en la cúspide de esta clasificación de los procesos alguna cualidad que podría incorporar como “contenido” las formas más elementales. El cuerpo, se habría de convertir en un “con-tenido”, dependiente de las representaciones o de las formas “abstractas” de conocimiento. Un vestigio que progresivamente habría de perderse en formas cada vez más alejadas del presente.

El concepto de embebimiento y de la cognición encarnada, al igual que el de conciencia corporal, se propondría en la obra de Merleau-Ponty para mostrar que el cuerpo y el vínculo directo con el cambiante mundo debe-rían ser una constante, y que su manifestación no serían signos de niveles previos, ni primitivos de ser-en el-mundo.

(23)...tiva donde la sensación de unidad ocupaba un lugar fundamental. La Gestalt y Piaget al contrario sí asociaban el término de conciencia al de intencionalidad y establecían la exis-tencia de ésta en los niños de 8 meses de vida y en los animales donde podría encontrarse acciones inteligentes. El sentido de conciencia en estos autores estaba ligado a una función de conocimiento y de control de la acción. Esta diferencia va a ser central en Merleau-Ponty que se resiste en establecer esta caracterización de la conciencia y en reconocer que esta tenga como función controlar o dirigir (cual nivel metacognitivo) la acción.

Reconociendo su principal preocupación, tenemos que señalar que su in-tento por dar cuenta de las diferentes formas de conciencia quedó como un esbozo incompleto, al menos en las obras expuestas hasta este momento. Al señalar las formas de embebimiento corporal como una expresión particu-lar de la conciencia, descuida de alguna manera aquellas perspectivas que pudieran sugerir otra idea diferente, o aquellas manifestaciones diferentes de las que motivaron su central indagación.

Expresémoslo de manera informal con una serie de hechos que podrían formularse contra sus anteriores ideas. Si el cuerpo opera en una adecuada sintonía con los eventos variables del ambiente, ¿cuáles podrían ser las diferencias con la acción corporalmente adaptada de otras especies? ¿Qué diferencias podrían establecerse entre un delfín, o un perro de circo, que realizan contorsiones y maromas complicadas con su cuerpo, de un hu-mano (piense el lector en un gimnasta o en un clavadista olímpico) que ha dedicado su vida entera a producir figuras corporales de variada y creativa complejidad? O, volviendo a Schneider, ¿qué hace que un paciente no pue-da delimitar su actividad, cuando una persona normal puede establecer un horario, o un plan de trabajo, que le permitiría determinar hasta qué mo-mento continúa con una determinada acción? Si Schneider poseía el embe-bimiento que caracteriza todo acto de percepción y conocimiento, ¿cuál era su particularidad? Si todo acto de conocimiento implica una fuerza de aga-rre de los eventos externos ¿qué hace que nos podamos desprender de ellos transitoriamente, o que nuestras fuerzas sean dirigidas hacia otros eventos? o, ¿qué hace que incluso podamos ser “arrastrados” hacia la reflexión de esos procesos de “conciencia concreta”? ¿Qué hace que sintamos que la fascinación o el embebimiento se dirijan hacia el interior de nosotros mis-mos?.

Con el riesgo de que podamos ser descalificados por estas licencias expo-sitivas, queremos conducir nuestros ejemplos hacia aquellas perspectivas que se interesan en mostrar la necesidad de establecer niveles, o jerarquías de conciencia. Si el lector considera suficiente el establecimiento de seme-janzas entre Schneider y un zapatero normal, podría pensar si esas equi-paraciones se pueden establecer entre nuestro mismo paciente y un poeta que puede perseverar en las más aisladas formas de ensimismamiento. O

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nuestro lector podría pensar en las posibles similitudes, entre el ensimis-mamiento de un autista alrededor de un objeto que hace girar indefinida-mente, un melómano ante una hermosa performance musical, y algún invi-tado ocasional que en estos momentos se encuentre al frente de esta página, que nos haya acompañado hasta estas líneas esperando simplemente un desenlace embarazoso.

Suponiendo que las sensaciones subjetivas en estos casos sean similares, y que la sensación de unidad y de agencia se puedan equiparar (lo que de por sí es discutible, obviamente), podríamos pensar, sin riesgo de espantar a nuestro ocasional lector, que hay algo que diferencia todos los casos citados. Estas diferencias pueden establecerse dentro de un esquema jerár-quico, que proponga, por ejemplo, que hay ciertas formas de conocimiento más elementales, o que éstas mismas formas pueden ordenarse según sea el momento de aparición en el desarrollo infantil, o que las diferentes ma-nifestaciones humanas pueden separarse según éstas estén acompañadas de niveles de abstracción, o estadios de reflexividad y autoconciencia(24).

Las diferentes formas en que se expresan la conciencia o la corporeidad conducen a Merleau-Ponty a un esfuerzo de integración, que si no es con-tradictorio, al menos sí lo obligan a alejarse de sus preocupaciones de fundamentar todas las formas de conocimiento. Si se formulan maneras diferentes de vivenciar el cuerpo, o de ser arrastrados por esos “puntos de agarre” del mundo, se desemboca en una jerarquía que acaba descom-poniendo la idea de subjetividad y con ella la de la conciencia. Con otras palabras una jerarquía que sugiera niveles en la capacidad de distancia-miento del presente, que proponga estadios en la reflexión y en el control de la acción, independientemente de la acción encarnada, corre el riesgo de convertir el cuerpo en un contenido que puede ser organizado y sobre el que puede ejercerse una violencia conceptualizadora.

(24)Es justo reconocer que algunos fenomenólogos como Sartre, o el mismo Husserl esta-blecen diferencias entre la imagen, el retrato, o un signo abstracto sin establecer niveles de complejización. Pero el análisis clínico de Merleau-Ponty y las discusiones con Gelb, Golds-tein y otros psicólogos del desarrollo lo enfrentaron más directamente con la obligación de establecer algún criterio para diferenciar diferentes eventos psíquicos.

Otra posible estrategia para evitar el torbellino absorbente de esos “puntos de agarre” es alejarse de toda perspectiva psicológica y desconocer su im-portancia, o al menos sugerir que ésta es posible de enfrentar con criterios de diferenciación y significación social no jerárquicos. El riesgo de esta estrategia es que las categorías de conciencia, intencionalidad, corporeidad, que en Merleau-Ponty se propusieron como propios de las reflexiones psi-cológicas y que fueron centrales para sus empeños investigativos, acaben abandonándose, y terminen siendo asociados a un estorboso tufillo indivi-dualista y ontologizador.

Este es el dilema en el que parece haber caído Merleau-Ponty y a la que le dedica algunas reflexiones en un texto escrito en 1951 y sobre el que nos vamos a concentrar en el siguiente apartado.

2.5. El desarrollo, el cuerpo y el mundo en Merleau-Ponty

En la Fenomenología de la Percepción afirmaba Merleau-Ponty cómo la psicología había objetivizado el cuerpo y lo había entendido a partir de la representación(25). La representación(26) sería un proceso que se refiere a eventos externos y que establece con estos una distancia que garantizaría su conocimiento. Sólo estableciendo una diferenciación entre el sujeto que conoce y la cosa conocida pueden proponerse, creía la psicología criticada por nuestro autor, formas que den cuenta del mundo externo. Desde esta postura, el cuerpo sería un objeto más entre otros, con la única diferencia, tan sólo operativa, de que al propio cuerpo no lo podríamos manipular de

(25)Lamentablemente Merleau-Ponty no se refiere a algún autor o teoría en particular.

(26)No es necesario repetir que el concepto de representación y sus conceptos relacionados se entienden según era usual en algunas perspectivas europeas de inicios de siglo. Represen-tación se define como la capacidad de distanciarse del presente y de recordar hechos lejanos en el tiempo o de hacer planes a un futuro distante. El símbolo en esta tradición se entiende como lo opuesto al signo lingüístico. Es decir las relaciones entre el significante y el signifi-cado se dan de manera analógica, motivada y no convencional, además de evidenciar formas opuestas a la lógica. Esta concepción de lo representacional (que en algunos casos se denominaba función simbólica, símbolo, e incluso pensamiento, incluía las imágenes, los símbolos oníricos, y los signos lingüísticos) era compartida, además de los autores citados por Cassirer, Sussanne K. Langer, Saussure, Freud y una serie de autores europeos de diferentes disciplinas sociales. Esta perspectiva sobre lo representacional difiere de manera notable con aquella que hizo carrera en la filosofía analítica y que se expresó de manera más clara en la psicología cognitivo-computacional.

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maneras tan variadas como lo hacemos con un objeto.

Merleau-Ponty afirma que el cuerpo, en ese mundo de objetos externos, tiene un estatus diferente al de cualquier objeto. Esto porque, a diferencia de los otros objetos que se pueden separar del sí-mismo y por ende pueden ser explorados, el cuerpo se niega a dicha exploración, imponiéndose, e imponiendo su propia perspectiva a los demás objetos del mundo.

Ya en apartados anteriores presentamos las maneras en que Merleau-Ponty se distancia de algunas concepciones de la psicología, para reclamar un lu-gar para el cuerpo, desde donde se garantice la continuidad y la completud de nuestras experiencias. La corporeidad se propone como elemento central en la obra de Merleau-Ponty para resaltar el mundo experiencial de los su-jetos y sus vivencias de embebimiento. Pero además de ese cuerpo vivido y experiencial, podemos establecer una representación sobre él y sobre el mismo mundo. La noción de representación habrá de adquirir en nuestro autor una significación particular, la que habrá de ser expuesta en relación con la imagen corporal.

En el texto que trabajaremos en este apartado, The child relations with others, Merleau-Ponty muestra que esa construcción de la imagen del cuer-po, estará relacionada con el conocimiento de un cuerpo emocional que se vincula con el mundo social. Para este propósito las fuentes de las que se nutre son Henry Wallon y su teoría del desarrollo sensoriomotriz, Guillau-me y su idea de la imitación, y el psicoanálisis y su propuesta de la cons-trucción de lo imaginario. Veamos cómo asume nuestro autor las ideas psi-cológicas de estos autores.

Henry Wallon, es un psicólogo del desarrollo que había propuesto en las primeras décadas del siglo XX una diferenciación entre un periodo senso-riomotor y representacional. Pero si en estas caracterizaciones generales del desarrollo podría coincidir con Piaget, Vigotsky y otra serie de teóricos del desarrollo, su particularidad se hace notoria en la caracterización emo-cional del primer periodo del desarrollo infantil. Lo emocional se entiende como las reacciones tónico-corporales que se expresan de acuerdo a las demandas y presencia de eventos en el mundo.

El niño va consolidando progresivamente su carácter y este se va marcando a través de una serie de expresiones corporales que paulatinamente van señalando el control de la acción y el reconocimiento del mundo y del sí-mismo. En sus primeras semanas de vida, el niño no logra establecer un control de sus acciones, ni una clara diferenciación entre él y el mundo, lo que le genera unas expresiones emocionales espasmódicas y de contagio con otros seres humanos(27). Estas primeras formas de relación determina-rán una mayor sensibilidad del niño por el “otro humano”, que en su cuida-do posibilitará el progresivo control corporal y una más adecuada forma de comunicación (Wallon, 1949/1982).

Desde que nacemos vivimos en el cuerpo, aunque un recién nacido no ten-ga una conciencia de él como una entidad que lo constituye y lo diferencia de los demás. A partir de esta concepción Merleau-Ponty, considera que el bebé no tiene una percepción global de sí mismo, ni logra establecer su ac-tuar de manera independiente. Esta percepción de fusión significa que tanto el mismo niño, como los otros son percibidos de manera simbiótica y no diferenciada. El bebé no vive la presencia o ausencia del otro como la de un ser independiente que se aleja o se acerca, sino que, para Merleau-Ponty, lo que experimenta el bebé es una sensación de completud en su presencia e incompletud en su ausencia.

Siguiendo a Wallon, para Merleau-Ponty la noción de sí-mismo está vin-culada con el reconocimiento del otro como autónomo, como un otro que posee unas propiedades particulares. Esto implica un proceso, en el que el otro se presenta, e interactúa con el sí-mismo constantemente. Esta relación con el otro se da inicialmente a través de la percepción y a través de la imitación.

(27)El psicoanálisis (y muchas ideas previas de la antropología que tuvieron alguna influencia en la obra de Freud) habían establecido una total indiferenciación del niño con su mundo gra-cias a las formas simbólicas, que se oponían al funcionamiento lógico, abstracto y sistemático de la lógica y del pensamiento adulto. Wallon, Piaget y los pioneros de la psicología del de-sarrollo proponían esa misma indiferenciación de los primeros momentos de la vida del niño, pero a diferencia del pensamiento freudiano esa indiferenciación se presentaba sin ninguna participación de formas representacionales. El niño sensoriomotriz no poseería ninguna forma representacional y por lo tanto su indiferenciación era simplemente corporal, no simbólica. La fusión corporal determinaría el contagio emocional inicial del niño. Estas diferencias entre estas teorías generaran una perspectiva algo particular en Merleau-Ponty, como más adelante lo mostraremos.

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Respecto a la imitación, Merleau-Ponty recurre a un autor con el que igual-mente estuvo relacionado Piaget, Paul Guillaume. Para este autor la imita-ción no es una acción mecánica, espontánea e instintiva, sino que requiere un aprendizaje. Es gracias a la imitación que el niño se inscribe en lo social (Carroy, Ohayon y Plas, 2006).

La imitación para Guillaume no supone la imitación de una psique interna (como la imitación de unas emociones profundas), sino de unas acciones que el bebé comienza a observar. A pesar de que Merleau-Ponty coincide con Guillaume en lo temprano de la imitación y cómo ella se constituye en el proceso de incorporación de lo social, se distanciará de este autor al afirmar que en la imitación del niño pequeño si participaría una psique o una conciencia, siempre y cuando ella no se entienda como relegada, o encerrada en el espacio que hemos llamado “interno”.

Lo que hemos denominado mental, para Merleau-Ponty tiene su forma más importante de expresión en el cuerpo y en la relación activa de éste con el entorno. El comportamiento no será entonces una reacción mecánica a unos estímulos sino una experiencia de embebimiento en el mundo. Al imitar las acciones el niño imita la psique de los otros, por lo que al final de cuentas lo que está imitando son las formas de ser en el mundo.

En la Fenomenología de la percepción, Merleau-Ponty critica a la “psico-logía clásica”(28) por entender el operar del cuerpo y la imitación a partir de las sensaciones cinestésicas. Desde esta perspectiva, esas sensaciones serían como reportes corporales, que facilitarían al sujeto establecer o tener un conocimiento de la posición del propio cuerpo en cada momento del movimiento. La imitación se explicaría porque el sujeto puede tener un conocimiento explícito sobre lo que el otro está realizando y por lo tanto facilitaría la comparación con lo que uno (o la persona que imita) esté haciendo.

(28)Como lo dijimos en una nota anterior, Merleau-Ponty no especifica a que autores incluye bajo el rotulo de psicología clásica. Por las ideas que expresa y por la época de sus escritos nos atreveremos a presentar algunas ideas con las que pareciera polemizara el autor de La Fenomenología de la Percepción.

Este autor señala que si dicha concepción de la imitación fuera cierta, ha-bría una serie de problemas al observar la capacidad temprana del bebé para imitar. Sería bastante difícil creer que un bebé pueda entender que determinada acción motora por él realizada se corresponde con la sonrisa que ve en el otro(29). El bebé no puede ver su propia imagen, no sabe que su acción lleva visualmente a lo mismo que hace el otro, no puede establecer una correspondencia entre su acción y la acción del otro, porque ni siquiera se reconoce como ente independiente.

Merleau-Ponty propondrá, para dar cuenta de este fenómeno, su concepto de esquema corporal, al que entiende como un conocimiento global del cuerpo; un sistema en el que los aspectos interoceptivos como los exte-roceptivos se expresan a sí mismos de forma recíproca. Según Merleau-Ponty, la experiencia de mi cuerpo se transfiere a otros y viceversa porque al primero lo impregno de la postura de los otros que estoy presenciando. Como había dado cuenta del proceso de acción sobre el mundo y el proceso de embebimiento, el esquema de acción se transfiere de un cuerpo al otro, entendiéndose ambos comportamientos como un todo.

Para dicho autor, la falta que el bebé tiene del conocimiento de sí y de los otros como seres distintos, lleva a una precomunicación, a una forma de contacto sin diferenciación de los otros y sin una búsqueda de objetivos es-pecíficos. Esa precomunicación sería el primer paso para la diferenciación del sí-mismo de los otros y para el desarrollo de la identidad. Posteriormen-te, el niño comienza a identificar actitudes y emociones en los otros, y a re-conocerse como sujeto independiente; proceso que en su más primitiva for-ma podría visualizarse en las reacciones del niño ante su imagen especular.

(29)Piaget atribuía, como lo hacía Guillaume, la primera imitación del niño a los 6 meses de edad. Piaget lo explicaba por el desarrollo de la intencionalidad y porque el niño ya era capaz de ver su cuerpo como otro objeto sometido a ciertas leyes físicas captadas de manera sensoriomotora. En los estudios post y neopiagetianos, como en los críticos a Piaget (Meltzoff y Gopnik, 1993; Meltzoff y Moore, 1977) la imitación de partes invisibles del cuerpo del niño (por ejemplo la sonrisa) es un logro muy temprano del niño. Esta conducta, que se presenta casi desde el nacimiento, ayudaría a confirmar la idea de Merleau-Ponty, ya que el niño recién nacido imita por contagio emocional. Él no tiene una separación del ser que percibe, simple-mente lo siente de manera directa y complementaría con él mismo.

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En la interpretación que Gallagher (2005) hace del texto de Merleau-Ponty, esa identificación en el espejo constituirá una segunda fase que posibilita la total separación del yo de los otros. El reconocimiento de la imagen del espejo como un sí-mismo establece en el niño las primeras formas de lo que anteriormente hemos llamado la “imagen corporal”. Para la caracteri-zación de este proceso, Merleau-Ponty recurre a las obras psicoanalíticas de Lacan y Frenkel-Brunswik.

La importancia del reconocimiento de la imagen del espejo en la obra de Merleau-Ponty se establece en su intento por dar cuenta de la imagen cor-poral y cómo ésta se constituye a partir de un cuerpo que opera de manera no diferenciada. En el texto de 1951, Merleau-Ponty trata de establecer el origen de la imagen corporal y las relaciones que ésta habría de establecer con su predecesora y fuente generadora, el esquema corporal.

Si bien era común para muchas perspectivas del desarrollo humano en-tender el crecimiento infantil como un proceso de diferenciación (Piaget, 1946/1987; Vigotsky, 1934 /1964; Wallon, 1949/1982; Werner, 1940/1965; Langer, 1972), las diferencias entre las teorías citadas radicaba en la mane-ra en que se explicaba dicho proceso y como caracterizaban la noción de indiferenciación inicial. Freud y la teoría psicoanalítica entendían la nula diferenciación del recién nacido como la expresión de un proceso simbó-lico que, al carecer de todo proceso lógico, conducía a la alucinación y a la creación de imágenes omnipotentes. El niño poseía desde su nacimiento una serie de representaciones desorganizadas que progresivamente se irían transformando en la medida que el yo y la vida social se fueran imponiendo sobre los deseos y el pensamiento caótico del niño. Lacan(30) manteniendo estas ideas básicas hace una diferenciación entre un periodo inicial de in-diferenciación, un momento donde se instaura lo imaginario (que se puede identificar con el reconocimiento de la imagen en el espejo, alrededor de los 8 meses de vida) y una fase donde se instaura el reino de lo simbólico, donde caben todas las formas asociadas al lenguaje y a la cultura.

(30)El texto que trabaja Merleau-Ponty se titula “El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica” y aparece en el texto de Escritos I, p. 86-93.

Al contrario, Piaget, Vigotsky y el mismo Wallon caracterizaban los prime-ros dos (2) años de vida del niño como formas de interacción con el mundo con total ausencia de procesos representacionales. El niño de los primeros años no poseería ningún proceso representacional, sean estos imágenes, símbolos o signos lingüísticos. Las conductas del niño pequeño se explica-ban a partir de esquemas, hábitos, o reacciones sensoriomotoras(31).

Estas concepciones bastante opuestas parecen no incomodar a Merleau-Ponty, ya que en su intento de dar cuenta del origen de la imagen corporal y del reconocimiento como sujeto diferenciado de los otros, recurre tanto a las teorías de Wallon como a algunas teorías psicoanalíticas.

Wallon le aporta el componente emocional de los procesos comunicaciona-les iniciales y el psicoanálisis el acto valorativo que establece una serie de significaciones a todo acto humano, además de la postulación temprana de lo “imaginario”. Merleau-Ponty dirá que el desarrollo expresa una deter-minada tonalidad acompañada de significaciones y demandas inconcientes.

(31)El mismo Piaget (1946/1987) cuestiona la idea de inconciente psicoanalítico que le atri-buía al niño recién nacido imágenes inconcientes. En este texto, Piaget postula que el psi-coanálisis caracterizaba el inconciente con formas de conocimiento propios de la conciencia (tener imágenes del mundo, hacer variaciones sobre imágenes, mostrar formas de conoci-miento, etc.). Piaget critica los argumentos psicoanalíticos para demostrar la existencia de representaciones en el recién nacido. Sobre la realidad del pasado a través de las narraciones y los recuerdos del paciente, obviamente Piaget afirma que son reconstrucciones sin ninguna fiabilidad. Sobre la presencia de movimiento ocular en los pequeños de manera similar a como se da en el sueño REM en los adultos Piaget argumenta que este movimiento ocular se presenta incluso en los niños ciegos de nacimiento, e incluso en la vida intrauterina. Si un niño ciego tiene actividad ocular no se puede interpretar que estas se refieran a eventos percibidos anteriormente, ya que éste nunca ha visto un objeto. Ante esto, Piaget afirma, que la relación entre imagen y acción ocular (o cualquier otra manifestación corporal, o de imitación senso-riomotora, según la expresión de Piaget) no es de doble vía. Es decir, es válido postular que siempre que tenemos una imagen mental se presenta algún tipo de actividad sensoriomotora, pero no siempre que hay una actividad sensoriomotora se presenta una imagen corporal. Como argumentos complementarios se pueden citar los sueños de muchos animales que se acompa-ñan de gruñidos, u otro tipo de acciones sin que les podamos atribuir representaciones. Este autor afirmaba que la única manera de resolver ese interrogante era con sus pruebas del objeto permanente, las cuales demostraban que las representaciones sólo eran posibles a los 2 años de edad. Recuerde el lector que nuestra presentación se refiere a las discusiones y propuestas de los autores expuestos. Actualmente se presentan otras concepciones dentro de la misma psicología del desarrollo sobre este concepto de representación, y sobre la edad en que puede observarse en el niño, a la que no creemos necesario referirnos, por centrarse nuestro interés en contextualizar las discusiones en que Merleau-Ponty formuló sus ideas centrales.

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A pesar de rescatar la idea social y emocional de Wallon, el fenomenólogo francés se distancia del mismo, cuando su interés se dirige a dar cuenta del proceso de constitución de la imagen corporal. Las ideas del desarrollo del reconocimiento del sí-mismo ante el espejo de Wallon son interpretadas por Merleau-Ponty como propuestas intelectuales, ya que a aquel autor le interesaba proponer una teoría del desarrollo del conocimiento infantil.

Wallon establece una serie de etapas en el desarrollo del sí-mismo, don-de el reconocimiento de los otros en el espejo se da previamente antes de que el niño sea capaz de hacer lo mismo con su misma imagen especular. Según Wallon esto se podría explicar porque el niño puede ver a los otros directamente y es capaz de reconocer que eso que ve se asemeja a la figura que refleja la superficie de vidrio. Incluso el niño puede reconocer que la imagen que se refleja en el espejo es él mismo, pero eso no significa que él se identifique con esa imagen. El niño puede pensar que él está en los dos lados de esa superficie reflectante. Sólo posteriormente el niño aprende a identificar que él y la imagen son la misma persona y que ocupan una mis-ma espacialidad, gracias a un desarrollo intelectual que le permite hacer tal síntesis. En ese momento se podría hablar del reconocimiento de la imagen del sí-mismo.

Merleau-Ponty retoma las ideas psicoanalíticas, por considerar que la pro-puesta de Wallon, al proponer unos estadios diferenciados que suponen un desarrollo intelectual, desconocería la sugerencia social que había caracte-rizado dicha propuesta. Aquel autor cree reinstaurar las ideas sociales de la construcción de la imagen corporal con las ideas del psicoanálisis, pecial-mente con Lacan y Frenkel-Brunswik.

El reconocimiento de la imagen del espejo no es solamente el reconoci-miento de una forma corporal, sino el de una serie de demandas de los otros a un sí-mismo que en sus orígenes es totalmente narcisístico. Con el adve-nimiento de los otros se limitan los propios deseos y se constituye un “yo” que se ha estructurado de acuerdo a las respuestas que los otros explicitan ante ese sí-mismo. La imagen del sí-mismo no es el reconocimiento de un cuerpo, con unas dimensiones, es el reconocimiento de un yo que hace parte de una historia de relaciones, donde las demandas y expectativas de

los otros siempre habrán de tener presencia.

La preocupación de Merleau-Ponty no era explicar la génesis y los meca-nismos que daban lugar a una determinada característica cognitiva, como era el interés de Wallon. Para Merleau-Ponty, como para muchos psicoa-nalistas, la referencia al desarrollo infantil se hace para constituir ese espa-cio mitológico que permite dar cuenta de cómo nuestra imagen y esquema corporal se constituye en un juego de demandas sociales, y cómo nuestros roles y acciones sólo obedecen a unas fuerzas donde es poca la participa-ción de las intenciones y reflexiones explícitas.

La referencia al desarrollo infantil es parte de la estrategia conceptual de establecer un punto de origen y de poder dar cuenta que toda acción está cargada de significaciones y de valoraciones sociales. Todo acto recuerda la historia de relaciones, a pesar de que esas marcas sólo sean visibles a través de un cuerpo que no puede descifrar las huellas de su pasado. La his-toria inicial permite ordenar las relaciones entre el cuerpo y las imágenes; relaciones que pueden darse sobre él mismo y sobre todos los objetos de conocimiento. El cuerpo orienta su acción hacia ciertos eventos y la imagen dota de sentido a esas construcciones que siempre nos desbordan.

La integración de las perspectivas del desarrollo con la teoría psicoanalíti-ca le permiten superar a Merleau-Ponty algo a lo que se opuso desde sus primeras obras y que se manifiesta de formas particulares en los psicólogos del desarrollo: la formulación de las formas más tardías en el desarrollo se postulan como las formas predominantes en el actuar humano y como las formas organizadoras de la corporalidad. Expliquemos con algo más de detalle el sentido de esta discusión.

La preocupación de los iniciales psicólogos del desarrollo era múltiple y que podríamos diferenciar de manera arbitraria en los siguientes puntos. El primer objetivo de teorías como la de Piaget, Wallon y Vigotsky era poder dar cuenta del origen de las formas de conocimiento más complejas y abs-tractas del ser humano. La segunda preocupación de estos autores era ex-plicar el operar de los mecanismos generadores de estas formas abstractas, además de ofrecer una teoría del cambio ontogenético. Y por último, otra

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preocupación conceptual, aunque en menor escala y con énfasis variados entre los diferentes autores, era ofrecer un modelo para establecer las posi-bles relaciones entre estas diferentes formas de conocimiento.

Sobre el primer objetivo, los autores citados coinciden en establecer la ac-ción o las formas pre-representacionales, como el inicio o el origen del lenguaje, el símbolo u otras formas propias de la función simbólica(32). Las diferencias entre estas formas de conocimiento estarían dadas en términos del par concreción-abstracción, o de la posibilidad de diferenciación entre las “formas” y los “contenidos”.

El periodo sensoriomotor, o “práctico” se podría caracterizar como más concreto, más contaminado de las apariencias de los eventos presentes, de las necesidades personales y de las figuras salientes de la percepción. Los períodos representacionales (entre más avanzado fuera este periodo, esta característica era más evidente) al contrario eran más abstractos y con más posibilidades de referirse a mundos posibles alejados en el tiempo y el espacio. Este proceso podría dar cuenta de cómo el conocimiento humano lograba distanciarse de los vínculos inmediatos y de las demandas especí-ficas del contexto o de la historia individual de los sujetos. El cuerpo era el origen del conocimiento, pero su destino era perderse dentro de las cada vez más complejas formas del razonamiento humano.

A pesar de esta distancia de lo corporal, que habría de caracterizar las formas propias de la ciencia y del pensamiento hipotético, los autores se preocupaban por establecer la relación con la acción sensoriomotora, como una manera de garantizar, entre otras cosas, que el conocimiento abstracto tuviera un vínculo con lo real. Vínculo distante, pero al fin y al cabo vín-culo que permitiría recuperar el papel activo y creador de todo proceso de indagación humana.

(32)Pasamos por alto en esta rápida presentación las diferencias terminológicas de los autores y seguiremos las nominaciones realizadas por Piaget y Wallon. Es preciso anotar que en estas conceptualizaciones sobre los primeros años de vida del niño participaron una infinidad de teóricos de la psicología y la etología. El encuentro entre tan variados investigadores se dio alrededor de la pregunta central de la época sobre la originalidad del ser humano, sobre la discontinuidad de la evolución de las especies, cuando se trataba de dar cuenta de la aparición del hombre y sobre las variadas significaciones de la teoría de la recapitulación.

La acción sensoriomotora(33) era la primera forma de conocimiento donde se muestran las similitudes del conocimiento humano con otras formas pre-lingüísticas pre-humanas. De esta manera las formas abstractas se podrían entender como formas de conocimiento adaptativas y en estrecha relación con un mundo externo que imponía de manera severa sus condiciones.

Estas dos ideas centrales nos conducen a la tercera formulación de estas perspectivas y que mostrarían la más clara separación con las formulacio-nes de Merleau-Ponty. Al proponerse un proceso de mayor abstracción en el desarrollo y al sugerirse una idea de progreso direccional, es claro que el cuerpo, por ser una forma primitiva de conocimiento, habría de supeditarse a las formas más avanzadas del espíritu humano. El cuerpo, y lo que a él se asociara(34), debería ser absorbido, o integrado a las formas más complejas de conocimiento. El cuerpo se convierte en un residuo, o en el mejor de los casos en un “contenido” de las “formas” representacionales.

Cuando es un “contenido”, el cuerpo se equipara a los demás objetos del mundo que pueden ser conocidos, o sobre los que puede ejercerse una ac-ción de control. Cuando se mantiene como residuo es simplemente ese es-tertor que acompaña cualquier acción, o que evidencia la energía moti-vacional, siempre secundaría a la manifestación intencional. Sensación que al igual que un prurito puede generar sensaciones placenteras o incomodas, pero siempre irrelevantes(35).

(33)Sea entendida como una acción interiorizada como la hace Piaget, o como formas de comunicación pre-lingüística según Wallon y Vigotsky, el cuerpo y su acción son el origen de toda forma de conocimiento y acompañan a éstas como vestigios cada vez más constreñidos en las formas más avanzadas del desarrollo humano.

(34)En los autores del desarrollo citado (especialmente en el caso de Piaget) se reedita la clásica oposición de la cultura occidental, que de manera dicotómica establece las formas que facilitan y dificultan el conocimiento. El cuerpo, el afecto, lo perceptivo, lo inmediato, el “contenido” contingente se proponen (además de ser más “concretos”) como un obstáculo, como una trampa, como una limitación de las formas de conocimiento, que por ser más abs-tractas se acercan más a la verdad.

(35)Este tipo de comprensión de lo corporal se mantiene incluso en aquellas posiciones que postulan que las formas representacionales pudieron ser la condena del ser humano, ya que en estas pueden establecerse los mitos, los engaños y todas las formas primitivas que en muchas teorías se asociaban al pensamiento simbólico. A pesar de que el cuerpo pudiera entenderse según perspectivas románticas, como poseyendo una sabiduría especial, acabaría sometido a las formas representacionales, que anulaban su adaptativo comportamiento. Köhler, Bowlby...

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Después de esta rápida presentación de las teorías psicológicas podemos volver a las ideas de Merleau-Ponty. A pesar de retomar las ideas del desa-rrollo de Wallon y Guillaume y de hacer énfasis en el proceso social de la constitución del yo, nuestro autor se resiste a establecer entre los procesos de conocimiento e interacción corporal alguna forma de supeditación, de control, o de superioridad.

La imagen, si bien se postula posterior en el desarrollo infantil, es propuesta a partir de la conceptualización de Lacan. Esto significa asumir la prueba del espejo como una manera como el sujeto reconoce su papel en las inte-racciones con el otro. El otro se inscribe desde el principio en el cuerpo y simplemente con la imagen, las significaciones se expresan en términos de las demandas hechas ante un sí-mismo que empieza a reconocerse como independiente.

Al no establecer un proceso de desarrollo, ni una direccionalidad hacia la abstracción, Merleau-Ponty no diferencia las formas de interacción social en términos de la relación de “formas y “contenidos”, ni en formas de com-plejización, sino en términos de reconocimiento de la presencia del otro en el propio cuerpo. Con Lacan la imagen corporal es simplemente la mani-festación del sí-mismo en la interacción social. Los momentos en que se presentan las diferentes expresiones de la corporeidad no implican un or-denamiento, ni una diferenciación en términos de algún criterio direccional del crecimiento.

De la misma manera, la referencia a las significaciones inconcientes como determinantes de la sensibilidad corporal y de las expresiones del yo y de la imagen corporal, permiten mostrar que Merleau-Ponty no tiene como preocupación el utilizar criterios formales, ni artificiales separaciones entre “formas” y “contenidos”, para dar cuenta de las formas de conocimiento ni de la interacción de los seres humanos. Todo acto de conocimiento y todo acto social, son parte de un cuerpo que de manera flexible se adapta a las condiciones siempre variables del contexto. El cuerpo y la eliminación de

(35)...y muchos teóricos de la psicología del yo y de las relaciones objetales, dentro del psi-coanálisis serían otros ejemplos de esta última perspectiva.

las clásicas dicotomías permiten ilustrar cómo la propuesta de Merleau-Ponty nos conduce a entender el conocimiento como un proceso holístico, donde el ambiente, y la acción del sujeto se transformen de manera cons-tante y sin fin.

El inconciente lacaniano, que adquiere una vital importancia en el texto citado de Merleau-Ponty, se aleja de toda preocupación psicológica y de toda diferenciación en términos de formas de conocimiento y de percep-ción individual. Si el inconciente freudiano se entendía en relación estrecha con un pensamiento simbólico, que era dominado por la presencia de lo visual, de la condensación y el desplazamiento y otras formas opuestas a la lógica(36), en la interpretación de Lacan este mismo proceso es parte de un funcionamiento lingüístico que introduce al niño en la vida social. El len-guaje es el espacio por el cual el niño es introducido en la cultura y a través del cual toda la historia de significaciones se hace presente, sin que pueda establecerse un origen, o un inicio hacia donde puedan dirigirse todas las reflexiones humanas.

Con esta conceptualización, se le quita valor al cuerpo, o a las formas de percepción común a todos los seres humanos, las que inicialmente se ha-bían propuesto para establecer un fundamento de la conciencia y de toda forma de conocer y experienciar el mundo. La sensibilidad, el cuerpo y la imagen que de éste se pueda tener, habrán de estar determinadas por una serie de significaciones sociales. El yo, el cuerpo y la sensibilidad no tienen una naturaleza anterior a la vida social, son producto de la vida social.

The child relations with others puede considerarse un punto de inflexión en la obra de Merleau-Ponty. Un punto que lo habría de conducir al análisis

(36)A pesar de que en el psicoanálisis el poder y control se le otorga al inconciente, se hace la diferenciación con la conciencia en términos de la capacidad de diferenciar “formas” de “contenidos” y de la capacidad de reflexión. La conciencia es un logro tardío que se establece en el ser humano en su intento de ejercer control sobre la acción. Piaget, quien tuvo una inicial atracción por el psicoanálisis, propuso el mismo esquema de oposición de lo simbólico (en-tendido en estas teorías como lo no-lógico) y lo sígnico. La diferencia fue establecer la noción de conciencia e inconciencia en términos de momentos dependientes de las formas de cono-cimiento en su desarrollo. El concepto de inconciente es entendido en estas dos perspectivas como dependientes de particulares formas psicológicas de conocimiento. Formas diferentes que podrían ser ordenadas según el criterio jerárquico de mayor capacidad de control, de anti-cipación, o simplemente de autoreflexión (Piaget, 1946/1957).

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social de la percepción de la obra de arte y otras formas de la acción y la co-municación humana (Merleau-Ponty, 1964a/1977; 1964b/1970; 1965/1969; 1969/1971). Un análisis que lo alejó de sus iniciales preocupaciones por dar cuenta de las diferentes maneras en que se expresa el cuerpo y de las varia-das formas en que puede presentarse la conciencia (37).

El conflicto entre distinguir las diferentes manifestaciones de la conciencia, que había expresado en Fenomenología de la Percepción y el no establecer niveles, ni jerarquías que condujeran al cuerpo a convertirse en un “con-tenido” representacional, sometido a formas superiores de ser el mundo, condujo a nuestro reconocido filosofo francés, a abandonar su propuesta alrededor del cuerpo como el fundamento de la conciencia y de todo acto de conocimiento. Posiblemente el proceso de reflexión de Merleau-Ponty sea un buen ejemplo de todas las dificultades que pueden generarse cuando se intenta conciliar tan diferentes preocupaciones conceptuales.

No es nuestro interés extendernos hacia esos otros caminos recorridos por nuestro revolucionario pionero. Nuestro análisis se detiene en el momen-to en que el cuerpo se entendió como el elemento siempre presente en el conocimiento, y en el momento en que nos señaló las siempre variables condiciones a las que se adapta nuestra percepción.

Independientemente de los análisis sobre la posible coherencia del autor en sus diferentes épocas (Bech, 2005), y de la posible integración de una con cepción que considere el cuerpo como determinante de la percepción, con otra que lo considere como producto de la significación social, la obra de Maurice Merleau-Ponty, nos permite contextualizar los debates actuales de la ciencia cognitiva sobre la cognición corporizada, sobre el embebimiento de todo acto de conocimiento y sobre las críticas actuales a la idea de mo-delos formales como maneras de caracterizar el conocimiento.

(37)Es claro que existen otro tipo de razones propias de la historia de la fenomenología que condujeron a nuestro autor a este acercamiento a lo social para dar cuenta de una serie de fenómenos humanos. Este mismo proceso puede observarse en Husserl, Sartre, Heidegger. Sin desconocer este tipo de desarrollo nuestra presentación giró alrededor de discusiones psi-cológicas y sobre los apartes que Merleau-Ponty dedica a esta disciplina.

Hoy hemos vuelto al origen. Hoy hemos vuelto a pensar algunos proble-mas que nos garantizaron la existencia como disciplina. Hoy la obra de Merleau-Ponty nos recuerda la importancia de la acción. Hoy su espíritu nos reconcilia con el cuerpo.

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