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YAMANAS Historia y tradición oral de un pueblo nómade del mar en el fin del mundo Leticia Bocos y Natalia Zoe Joelson 16/05/2013

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Trabajo Practico acerca del pueblo yagan

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YAMANAS Historia y tradición oral de un pueblo nómade del mar en el fin del mundo

Leticia Bocos y Natalia Zoe Joelson

16/05/2013

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Leticia Bocos y Natalia Joelson Cultura Yámana

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Índice

ÍNDICE 1

INTRODUCCIÓN 2

CONOCIENDO LA CULTURA YÁMANA 3

GEOGRAFÍA DEL TERRITORIO 5

UBICACIÓN 5

HIDROGRAFÍA 5

CLIMA 5

MODO DE VIDA 6

ORGANIZACIÓN SOCIAL Y COSTUMBRES 6

MATRIMONIO 6

FAMILIA 7

SUSTENTO 8

FUEGO 11

LABORES, UTENSILLOS Y HERRAMIENTAS 11

CANOA 12

CASA 13

TRANSPORTE 13

FUNERARIA 14

PROPIEDAD PRIVADA 14

CONFLICTOS 14

MITOLOGIA Y RITUALES YÁMANA 14

USO DE LA PALABRA 17

HECHOS ACTUALES 19

CONCLUSIÓN 21

BIBLIOGRAFÍA 22

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Introducción

En el extremo más austral que un pueblo se haya establecido jamás, vivió, amó, sufrió y murió una

cultura extraordinaria: El pueblo Yámana. Estos nómades del mar se establecieron en la región

Sur de la hoy conocida como Isla Grande de Tierra del Fuego; habitaron lugares de belleza sublime

y de gran rigurosidad climática como la bahía de Ushuaia (bahía que entra al poniente), Lapataia

(bahía de la buena madera); navegaron el canal de Beagle (conocido por ellos como el Onashaga)

y los canales fueguinos y establecieron bases de vivienda temporaria en la Isla Navarino y Hoste

durante los inviernos.

Estos hábiles canoeros, que diseñaban sus propias embarcaciones surcaban los mares más

difíciles de la Tierra, probablemente sin saberlo, siempre buscando lugares de buena caza, buena

pesca y buena recolección de mariscos. Tenían un gran manejo del fuego, que mantenían

encendido en las canoas, tarea que desempeñaban con gran destreza.

Eran personas sociables y pacíficas y en general optaban por huir de sus enemigos, los Onas,

antes que enfrentarse a ellos, pues sabían que eran mejores guerreros. Los Yámanas eran grandes

contadores de historias y poseían una cultura muy rica y desarrollada en las leyendas de tradición

oral. Su leguaje estaba muy desarrollado, tenían palabras muy precisas y un vocabulario muy

extenso para expresarse.

Para el desarrollo de este trabajo nos basamos en testimonios escritos de sobrevivientes y

descendientes de esta cultura. De estudios realizados por personas ajenas a la cultura pero

estudiosos como AnneChapmann o Thomas Bridges. Estas personas no convivieron con los

Yámana sino en un período de transición de su cultura originaria a una cultura impuesta,

occidental y europea. Sin embargo, hay registros y recopilación de información de gran valor.

A través de este trabajo pretendemos empaparnos de esta singular cultura milenaria y entender

su mística. Pretendemos conocer más la vida de los Yámanas por medio de la investigación a

realizar y que todo lector pueda hacer lo mismo de un modo que sea agradable a la lectura.

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Conociendo la Cultura Yámana

Se dice que los primeros pobladores de estas tierras llegaron a pie a lo que es hoy la Isla Grande

de Tierra del Fuego, hace más de once milenios. Nómadas cazadores y recolectores provenientes

del Norte, dispuestos a sobrevivir con los recursos naturales de un espacio que aún se mantenía

conectado a la Patagonia continental. De estos grupos, que estaban emparentados con los

tehuelches del continente surgieron los pueblos selknam y haush, que luego habitaron al Norte de

esta región.

Desde los archipiélagos occidentales de la Patagonia llegó otra oleada de pobladores, los

nómadas del mar, yámanas y kawésqar (alacalufes), quienes con el paso del tiempo se

transformaron en los dueños de estas tierras.

Los Yámanas eran los fueguinos de más baja estatura, de entre 1,44 a 1,64m, de tronco, hombros y brazos muy desarrollados frente a sus pequeñas piernas. Recorrían las costas apenas cubiertos con grasa de ballena o aceite de lobo marino, y a veces con un pequeño cuero de nutria o foca sobre su espalda.

Los yámanas o yaganes, cuya denominación quiere decir “hombre, individuo o ser humano”, así como eran hábiles con arpones y flechas para cazar en el agua, también eranaficionados a la literatura oral y cualquier momento del día les parecía oportuno para escuchar historias.

Según los expertos, eran sociables, más que cualquiera de sus vecinos aonikenk o patagones, selknam u onas, kawésqar o alakalufes y haush.

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Con la llegada del hombre blanco, los yámanas fueron perdiendo sus milenarias costumbres. Debieron vestir ropas europeas y aprender labores en las misiones para refugiarse y sobrevivir, aprender a bordar y a coser las mujeres y los hombres a esquilar y trabajar en el campo, ser sedentarios. Todo eso en lugar de ser los hombres más libres que el mundo haya conocido, vistiendo los cueros de los animales que ellos mismos cazaban y navegaren sus anán, que ellos mismos construían por los mares más embravecidos que el hombre haya navegado…por el canal del Beagle, el Cabo de Hornos, mucho antes de que tuvieran esos nombres sajones y blancos… llamándolos Onashaga y Samajani…Los Yámanas dejaron de cazar para recibir comida que controlaba el hombre blanco; dejaron de tener sus ceremonias Kina de educación para ir a la escuela de la misión recibiendo una educación religiosa y europea. Debieron olvidar a su dios Vatahuineiva y adorar a uno impuesto e ir a la iglesia todas las mañanas. Las viviendas comenzaron a transformarse, ya no eran tiendas de fácil armado aptas para una vida nómada, de pequeño tamaño para generar temperatura y conservarla relativamente eficientes.

Pero los hombres blancos no solo trajeron consigo “el progreso y la civilización”, (seguramente no para los Yámanas), sino también el alcohol (gran herramienta de control y muerte silenciosa) y enfermedades. Para 1830 se estimaba una población entre 3000 a 6000 yámanas y para principios del SXX esa población fue diezmada a menos de 100 sobrevivientes.

A pesar de que los Yámana ya no existen como tribu, hay una revalorización como cultura originaria tanto en Chile como en Argentina, gracias al revisionismo histórico y el reconocimiento de la diversidad.

“No sé donde nací. Tuvimos papeles, pero andando de un lado para otro, todos los perdimos. Eso sí, a nadie le faltó el bautizo de míster Williams en la misión de Tekenika. Allá había un asilo donde llevaban a todos los chicos, aunque tuvieran padre o madre (…) Yo era muy pequeña, apenas caminaba. Cuando llegó mi tiempo de estudiar, ya no había escuela ni enseñaban a tejer porque no hacía falta. Niños (…) y también grandes, empezaron a morir de golpe (…). Los paisanos no entendían tanta mala suerte. (…) era alguna enfermedad que los atacaba, tal como ahora llega una tos mala y agarra a muchos; sólo que entonces no había doctor ni vacunas. Quién sabe si les hizo mal vivir como vivían. Ya no salían como antes, porque tenían su casa en la misión y debían cuidarla. Tampoco comían las cosas naturales de la vida, como los antiguos. (…) Cambiaron el agua por el té y café, y las piedras para hacer fuego por los fósforos. (…) Hoy estamos acostumbrados a las ropas y a las comidas, pero ellos no aguantaron. Dejaron de andar pelados y de conseguir y comer sus propios alimentos y se enfermaron. La civilización les atacó el pulmón, el estómago, y empezaron a morir. Seríamos más si hubiéramos seguido comiendo lo que era nuestra vida (…)”

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Geografía del territorio

“Así es nuestra raza: somos nombrados según la tierra que nos recibe.”

Ubicación

El país de los yámanas se extendía desde Bahía Sloggett al Este (en la margen Norte del Canal

Beagle) hasta la Península Brecknock al Oeste y el Cabo de Hornos por el Sur, es decir un triángulo

cuya base era la margen Norte del Canal Beagle y su vértice el Cabo de Hornos. El Islario que se

extiende al Oeste hasta la desembocadura Occidental del Estrecho de Magallanes estaba

ocupado por otros nómades de mar conocidos como alacalufes, que tenían pocas diferencias

culturales con los yámanas. Hacia el Este entraban en contacto con los haush. En las zonas de

transcisión se producían algunos casamientos mixtos con yámanas y había algunos individuos con

capacidad bilingüe que eventualmente oficiaban de traductores. Por el Norte, detrás de las

montañas, habitaban los selk'nam.

Los Yámanashabitaron la zona Sur de la Isla Grande de Tierra del Fuego, a la que ellos

llamaronOnaisín y habitaron sus costas y prefirieron lugares como Ushuaia (bahía que entra al

poniente) o Lapataia (bahía de la buena madera). Cruzando el Onashaga o Canal de Beagle

también habitaron las islas de Navarino (Huala), Picton(Shúnushu), Wollastony Hoste (Usin). En

esta latitud la vegetación se presenta densa hasta los 500 msnm, dificultando el desplazamiento.

Hidrografía

Ríos

Hay cursos de agua de origen andino, pequeños en general y de moderado caudal. Con nacientes

en las cumbres, se alimentan de las lluvias locales y del derretimiento de hielo y nieve, por lo cual

su régimen es pluvionival.

Lagos y Glaciares

La Cordillera de los Andes está presente en sus últimos tramos, donde puede apreciarse el

esplendor de la cordillera de Darwin. En estas latitudes las alturas máximas no llegan a los

1500 msnm. En la zona hay números glaciares y gran cantidad de lagos. Muchos de estos glaciares

caen en los fiordos directamente al mar, generando un paisaje de una belleza espectacular.

Clima

El clima de la región es del tipo frío, húmedo todo el año, y con verano frío. Este clima es llamado

también: clima oceánico frío, o subpolar oceánico. A pesar de que las temperaturas son frías todo

el año, se encuentra enclavada entre altos bosques magallánicos. Actualmente, se registraen la

zona una temperatura media anual de 5,7 °C y una escasa oscilación térmica anual, que va de -0,3

en julio a 9,4 °C en enero; son extrañas las temperaturas de más de 15 °C en verano o menores a -

8 °C en invierno. Los récords de temperaturas absolutas son 29,4 °C (ocurrió en diciembre) y -

25,1 °C (ocurrió en julio). Tal es lo persistente del frío que en pleno verano austral se han

registrado eventuales nevadas, o temperaturas de solo -6 °C. Las precipitaciones, que en invierno

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suelen ser en forma de nieve, están repartidas equitativamente a lo largo del año sumando un

total de 524 mm, pero, si bien parecerían exiguas, a causa de la constante temperatura baja se

tornan suficientes para convertirla en una zona de clima húmedo; también ayuda para ello el alto

promedio de días con alguna precipitación –200 días al año–, siendo también alto el número de

días nublados o brumosos.

Fuertes vientos desde el cuadrante oeste, originados en el Pacífico, suelen azotar la zona, razón

por la cual los árboles desprotegidos de las tempestades crecen siguiendo la dirección del viento,

lo cual hace que, en razón de su forma, sean llamados "árboles-bandera" por la inclinación que

son forzados a tomar.

Modo de vida

“…No sé cuando nací. Cuando era pequeña vivía con mi papá y mi mamá. Los acompañaba a pescar y a matar nutrias. Mi papá tenía una canoa grande, hecha de un tronco escarbado con hacha y una tabla encima, para que no entrara el agua. Ni un poco se filtraba, pero ¡cómo se movía! Las guaguas íbamos en la parte de atrás, envueltas con ropas que nos daban en la misión. No nos podíamos mover (…) En tierra siempre encontrábamos un lugar para acampar y ahí armábamos nuestro ákar. Sólo teníamos que levantar las varas de la tienda, que eran largas y se juntaban en la parte de arriba, y luego taparlas con las telas que nos daban en la misión. Adentro prendíamos un fuego y nos quedábamos comiendo mariscos. A la hora de dormir nos tapábamos y sentíamos un lindo calorcito que desparramaba la fogata por todo el ákar. Así íbamos de una isla a otra, buscando en la naturaleza lo que podíamos comer. (…) No éramos nada tontos. Ni hablar de lo rico que es el lobo de mar chiquitito, bien asado y con sal y otros condimentos. El aceite de lobo también es muy bueno. Si se toma frío engorda mucho y ayuda a mantener el calor. Los pájaros de la playa son muy sabrosos de comer(…)”Testimonio de LakutaKipa, una de las ultimas yámanas con vida, resumiendo en su testimonio la forma de vida Yámana anterior y posterior a la llegada de las misiones al territorio indígena.

Organización Social y Costumbres

CuentaBridges : "Los fueguinos cumplían muy estrictamente ciertas prácticas sociales y, aunque el robo y la mentira eran moneda corriente, se consideraba como una ofensa mortal culpar a alguien de mentiroso, ladrón o asesino."

Matrimonio

En la cultura fueguina, los parientes cercanos no podían casarse, por eso en la fantasia, quienes

incurren al incesto se convierten en animales y son aislados de la comunidad. Como un padre, que

mediante engaños cohabita con sus hijas y es el protagonista de “La historia del viejo guanaco”, o

una madre y un hijo amantes que son relegados a una roca, en “La pareja de gansos marinos”

“El incesto se prohibia sobre todo entre padres e hijos, pero el adulterio dependía de las

circunstancias” aclara AnneChapman, Etnóloga franco-americana. Según constató Gusinde en su

época, los esposos Yámanas eran más celosos que cualquier otro pueblo y si se sorprendían en

adulterio, (lo que rara vez ocurría) se vengaban con insultos y golpes.

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Esta idea de venganza está presente en la colección de relatos que recopilo Chapman. Uno

particularmente descarnado es “La Historia de los artesanos que fabricaban puntas de piedra”,

sobre un marido que sorprende a su esposa en plena infidelidad.

“Apenas se detuvo a su lado, le dio un empujón; ella lo reconoció y le rogó: Enfría rápidamente mi

pasión, estoy tremendamente caliente. El hombre se alejó un poco y calentó una filosa punta de

piedra. Con esta regresó donde su mujer, y con todas sus fuerzas le clavó la candente punta de

piedra en la vagina, le abrió el vientre hasta el ombligo y allí la abandono”

En la vida diaria las cosas no eran tan extremas. De hecho, antes de la llegada de los sacerdotes

(que no miraban con buenos ojos la bigamia) a Tierra del Fuego, a mediados del siglo XIX, era

común que un hombre tuviera dos mujeres o viceversa (dependiendo de sus habilidades para

encontrar comida). Incluso las mismas esposas, si eran mayores, buscaban jóvenes para que les

ayudaran en el trabajo, la cual la mayoría de las veces era su hermana.

Como no eran parientes de sangre, más natural era el casamiento entre cuñados. El tomar por

esposa a la cuñada viuda, muchas veces era considerado un deber.

La diferencia de edad también era común entre las parejas yaganes. Una mujer podía tener más

de 50 años y casarse con un chico de 18. Así, los maridos jóvenes disponían de mujeres de gran

experiencia que sabían atender sus necesidades y ayudarlos en circunstancias en que las

jovencitas hubieran fracasado.

Hombres y mujeres tenían los mismos derechos y se repartían los trabajos familiares entre uno y

otro. Y asi como la esposa “debía ser pacífica y ayudarle en todo al marido”, éste “debía tomar

parte en las penas y alegrías de la mujer y manifestar un limitado apetito sexual”

La poligamia era frecuente pero no general. Había varones casados hasta con cuatro mujeres.

Todas éstas tenían el status de esposas, no de concubinas. A menudo era la mujer la que

solicitaba al marido que tomara una segunda esposa para que la ayudara en los quehaceres

domésticos. No era infrecuente que dos esposas de un único marido fuesen hermanas entre sí,

sea por solicitud de la primera esposa, sea porque cuando un varón moría, la viuda podía pasar al

núcleo familiar de su cuñado.

Entre los yámanas el matrimonio era muy inestable: se deshacía con gran facilidad si el marido

maltrataba a la mujer, si surgían aversiones o antipatías entre ellos, si se producían adulterios o

simplemente si alguna de las partes deseaba poner fin a la relación. Las mujeres tenían bienes

propios, de los que sus esposos no podían disponer. También podían emitir opinión en los

debates comunitarios. Es probable que este alto grado de independencia (muy diferente al de las

mujeres selk'nam) haya estado relacionado con el importante papel económico que las mujeres

cumplían en la sociedad yámana.

Familia

Como las mujeres alakalufes, solo las mujeres yamana sabían nadar, y manejar la canoa. Así es

que, cuando una mujer daba a luz una niña, al día siguiente, aun en los días más fríos del invierno,

tomaba a la neonata sobre sus espaldas y con ella entraba en el agua, sumergiéndose hasta el

cuello. Aprendían a nadar en la infancia ; sus madres las llevaban consigo para acostumbrarlas. En

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invierno, cuando las algas estaban cubiertas por una fina capa de nieve, ocurría a veces que la

niñas dificultaban la natación a sus progenitoras al subirles a la cabeza para escapar de las aguas

heladas.

Las familias yámanas podían estar formadas por padre, madre e hijos, o agregarse algunos

parientes. El parentesco era reconocido entre consanguíneos, tanto por vía paterna como

materna. Algunas mujeres llegaban a tener muchos hijos, pero el promedio era cuatro o cinco; de

ellos, muy pocos llegaban a la vida adulta debido a la muy alta mortalidad infantil. Los nacimientos

no daban lugar a ceremonias, sino sólo al cumplimiento de ciertas prescripciones rituales. La

madre retomaba muy pronto sus tareas habituales. No se daba nombre a los niños hasta casi los

dos años de vida y por lo general, era el del lugar del nacimiento con el agregado de un sufijo

especial para cada sexo. Sin embargo, también había nombres recibidos por herencia y apodos

que aludían a alguna particularidad física o del carácter.

El núcleo de la sociedad yámana era la familia: no había organización superior que las coordinara o

que tuviera poder de coacción sobre ellas. Entre las familias que recorrían un mismo sector de

costa se reconocía un vínculo muy laxo, pero no había clanes ni tribus. No había gobierno, ni jefes

ni estratificación social. Los adultos no aceptaban recibir órdenes de nadie.

Sustento

Según crónicas de Lucas Bridges, uno de los salesianos a cargo de las misiones en el territorio Yámana: "Para cazar pájaros y pescar, los yaganes usaban arpones de punta de hueso, a veces de más de treinta centímetros de largo, con muchas barbas. Para despegar mariscos, lapas y a veces para buscar cangrejos, usaban arpones de madera de cuatro puntas firmemente unidas a la vara. Pero para cazar mayor utilizaban un gran arpón de hueso de cuarenta centímetros de longitud, provisto de una enorme púa y fijado en una ranura, medio suelta, en el extremo de una sólida caña de unos cinco metros de largo, bien pulida y terminada en punta. Al arpón estaba atada una correa firmemente sujeta a la caña a la altura del tercio de su largo, del lado de la púa, de manera que cuando el arma entraba en el cuerpo de la foca, de la marsopa y alguna vez en el de una ballena diminuta, y el animal se lancíamas adelante, la caña se soltaba y, arrastrada por la correa, giraba formando ángulo casi recto con la dirección en que nadaba la víctima, cuya velocidad, por consiguiente, se reducía mucho y permitía al perseguidor alcanzar en su canoa al exhausto animal y atravesarlo con otros lanzazos que ponían fin a la lucha." "Las mujeres tenia métodos propios para pescar. Usaban sedales hechos con sus propios cabellos trenzados ; cerca de la carnada ataban a la caña una piedra perfectamente redondeada con una pequeña ranura hecha ex profeso para sujetar la línea. La canoa, sólidamente amarrada a una mata de algas, tenía una borda al nivel del agua, sobre cual las mujeres tendían sus cañas. Usaban como carnada colas de pececillos, y una vez engullida por la infortunada víctima, la caña era recogida sin sacudidas. Inconsciente del peligro y sin querer abandonar su alimento, el pez se prendía en el, y en cuanto estaba a algunos centímetros de la superficie la diestra mano de la pescadora lo agarraba y lo depositaba en la cesta destinada a ese objeto. [...] Para pescar peces como el pejerrey y el robalo tenían otro sistema ... " Obtenían todo su sustento a través de la caza, la pesca y la recolección. Hasta que los primeros europeos se instalaron en la región, nunca habían practicado el cultivo de vegetales. Sólo gracias al consumo intensivo de esos lobos marinos, ya que el rendimiento calórico de la grasa y el aceite es muy superior al de la carne o al de los alimentos vegetales; los yámanas podían contrarrestar

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las elevadas exigencias que el clima frío, húmedo y ventoso imponía a su metabolismo (poseyendo, como poseían, una vestimenta muy escasa). Pero no sólo calorías obtenían de los lobos marinos: sus cueros eran rígidos pero aprovechables para confeccionar capas y correas; esófagos, estómagos, intestinos y vejigas servían como bolsitas o pequeños recipientes impermeables. En el Siglo XIX las poblaciones de lobos marinos que recorrían las aguas fueguinas sufrieron tremenda reducción debido a las cacerías indiscriminadas practicadas con finalidad comercial, principalmente por estadounidenses e ingleses y en las últimas décadas del siglo por criollos. Ocasionalmente los yámanas capturaban delfines, pero a los cetáceos de tamaño mayor sólo los aprovechaban cuando los encontraban varados en alguna playa, o quizá, cuando se acercaban moribundos a la costa. Esas situaciones no eran previsibles, pero parecería que en tiempos antiguos ocurrían con relativa frecuencia. En tales casos, obtenían cantidades enormes de carne y grasa que les aseguraban sustento por largo tiempo; incluso daban lugar a una de las pocas instancias de conservación de alimentos que practicaban los yámanas: depositaban pedazos de carne y grasa en turberas o en el lecho de arroyos (donde se conservaba apta para consumo al parecer durante muchos meses). Por lo tanto, la incidencia en la dieta de este recurso no debería ser menospreciada. Los nativos también aprovechaban los huesos de las ballenas (apropiados para confeccionar puntas de arpón y otros utensilios) y las barbas, que convertían en filamentos para cantidad de usos como costuras de canoas y baldes de corteza o lazos de trampas para aves. Sólo en la mitad Oriental del Canal Beagle y en la Isla era posible encontrar guanacos, en el resto del país yámana no los había. Estos eran los únicos animales terrestres de consideración cazados por los yámanas, y su caza se realizaba primordialmente en invierno cuando las tropillas bajaban a la costa.

Los guanacos tienen carne abundante y menos dura que la de lobo marino, pero muy poca grasa. Su captura era más difícil que la de los lobos marinos desde canoas, pues los guanacos son animales muy ágiles, veloces y asustadizos, a los que costaba sorprender. En contraposición, el cuero de los guanacos es flexible y muy abrigado, algunos huesos son muy aptos para la confección de ciertos utensilios y los tendones de cuello y patas son largos y eran útiles para muchos usos. Los yámanas solían cazar nutrias, pero la distribución y la densidad de estos animales no parece haber sido muy amplia en el Oeste y en el Sur. Ponían mucho empeño en apoderarse de pingüinos, cormoranes, cauquenes, patos-vapor y otras aves. También hay que recordar el consumo estacional de huevos. Aparte de su consumo como alimento, de las aves se guardaban ciertos huesos para confeccionar utensilios y adornos, las plumas para adornos y otros fines, el plumón

como sucedáneo de la yesca y los buches como bolsitas para conservar aceite y embutidos. La pesca no era muy variada, pero sí practicada cotidianamente. En el Canal Beagle los peces son en general chicos y no gregarios, pero las migraciones que ingresan en verano y otoño hacían que la pesca resultara remunerativa. Entre esas migraciones suelen ingresar grandes cardúmenes de sardinas perseguidas por peces mayores y otros predadores. Esto proporcionaba a los indígenas comida en abundancia. La recolección de mejillones era fácil y permanente, pero los mejillones tienen cada uno poco valor nutricional. Los mariscos ofrecen otras ventajas para la subsistencia humana. Forman densas colonias fácilmente localizables, que se encuentran casi a todo lo largo de las costas. Obtenerlos no dependía del azar o de factores climáticos y, salvo en marea alta, podían ser

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recogidos en casi todo momento. Eran un componente de obtención segura que incrementaban lo producido por otros recursos. Eran una "válvula de seguridad" para superar momentos de crisis. La obtención del alimento estaba repartida entre ambos sexos. La cacería de lobos marinos era labor masculina cuando se practicaba en tierra, pero la mayoría de las veces ocurría en el agua y entonces era tarea compartida: la mujer aproximaba a remo la canoa, mientras el varón acechaba en la proa y arrojaba el arpón contra la presa. Los hombres se encargaban también de cazar guanacos y aves y, cuando la ocasión se presentaba, arponeaban los peces de mayor tamaño. Las mujeres pescaban con línea y recolectaban toda clase de mariscos. La recolección de hongos, bayas y huevos era cumplida por uno u otro sexo según fueran las circunstancias. Pese a las frecuentes tormentas, las canoas permitían el desplazamiento por los canales, haciendo factible pasar de una isla a otra y posibilitando acercarse a los lobos marinos en el mar. Aún así quedaba el tema del arma a emplear. La que utilizaron primordialmente estaba diseñada para la cacería en el agua y complementaba a la canoa. Se trataba de arpones en los que la punta se insertaba en el mango, en forma que se desprendiera de él en el momento de herir pero quedara unida por una correa flexible. De ese modo se reducía considerablemente el riesgo de rotura de la punta de hueso, y la presa, al huir, debía luchar además contra la resistencia que oponía el mango de madera contra el agua al ser arrastrado. Si el lobo marino se refugiaba entre las espesas matas de algas próximas a la costa, el mango se enredaba en ellas o, si al llenársele de agua los pulmones el animal se hundía, el mango funcionaba como boya que indicaba la localización de la presa.

Los yámanas contaban también con otro tipo de arpón, cuya punta de hueso estaba fijamente atada al extremo del mango y en uno de sus lados mostraba muchos dientes pequeños prolijamente recortados. Esos arpones multidentados eran usados cuando no había temor de que el peso de la presa rompiera esas puntas (para capturar pingüinos, peces de cierto tamaño, etc.) o cuando, por estar firmemente parado en tierra y no sobre una bamboleante canoa, se podía confiar en retener el arma en la mano para asestar nuevos golpes. Cuando se los

usaba contra peces, era frecuente que se ataran dos o más de estas puntas de arpón a un mismo mango. En general los mangos de estos arpones eran de menor tamaño que los que se usaban para encastrar las puntas separables y cazar lobos marinos. Los yámanas eran hábiles en el uso de hondas, empleadas principalmente para apoderarse de aves; conocían los arcos y flechas, con los que cazaban guanacos donde los había, pero esas

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armas no estaban tan bien confeccionadas como las producidas por los selk'nam. También preparaban (pero no muy asiduamente) trampas de lazo. Siendo la pesca una actividad casi constante, llama la atención la precariedad de las líneas de pesca usadas por los yámanas, que no tenían anzuelo. Consistían en un cordón hecho con los resistentes tallos de los cachiyuyos o con tendones trenzados, un guijarro poco o nada trabajado que servía como plomada y un lazo hecho con rajas de canutos de plumas con el que se retenía el cebo. La pescadora, inclinada sobre la borda de su canoa, esperaba que algún pez engullera el cebo; una vez que lo tragaba atraía al pez hacia sí tirando suavemente de la línea y lo capturaba a mano antes que saliese a superficie. Para capturar peces pequeños durante los grandes cardúmenes de las migraciones, simplemente usaban cestos a modo de redes que introducían a mano en el agua desde las canoas. En otras ocasiones los peces simplemente se recolectaban. Esto ocurría especialmente durante los varamientos de sardinas y merluzas de cola.

Fuego

Los yamanas, como los alakalufes, mantenían permanentemente un fuego en su canoa (sobre un poco de arena). Si se apagaba el fuego, el riesgo era de una muerte por el frío. Hacer el fuego era una de las primeras tareas que hacían cuando llegaban a tierra. La enseñanza de hacer fuego había sido dada por los hermanos Yoálosh, (ver Las enseñanzas de los Yoálosh, el fuego inextinguible).

Prendían fuego golpeando un trozo de pirita de

hierro con otro de alguna roca silícea y

recogiendo las chispas en plumón de aves,

hongos secos o musgo para obtener la primera

brasita. Prender el fuego no era fácil y

procuraban por todos los medios que el fuego

no se apagara: lo conservaban en forma de

brasas o tizones, e incluso lo transportaban

consigo adondequiera que fueran, sea en canoa

o a pie. La leña era llevada por los varones al

campamento. Además de servir como

calefacción, el fuego era utilizado para cocinar los alimentos, para algunas actividades

tecnológicas y para hacer señales de humo a distancia.

Labores, utensillos y herramientas

Los yámanas eran laboriosos sólo cuando lo juzgaban necesario; en tales circunstancias podían

efectuar grandes esfuerzos físicos. Sin embargo, su concepción del trabajo no era la de los

europeos. No lo consideraban un fin en sí mismo ni una obligación permanente. Por lo tanto, no

solían mantener el esfuerzo durante mucho tiempo y, de no estar acosados por alguna urgencia,

alternaban la labor física con frecuentes y prolongados períodos de descanso.

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Las conchas más que comida también les servían para hacer herramientas. A pesar de que ninguno de los pueblos fueguinos ha practicado alfarería, ni tejidos, los yámanas eran los mejores cesteros.

Los utensilios de piedra tallada que no fueran puntas de flecha eran poco elaborados.

Con huesos de distintos animales confeccionaban cuñas para partir madera, objetos

para extraer la corteza de los árboles, punzones, tubos

sorbedores, peines, etc. Las conchillas de algunos

mejillones eran usadas como cuchillos, siendo más

eficaces en esa función de lo que se podría suponer. A

veces eran enmangadas, atándolas a un guijarro de

playa en cuyo caso funcionaban más como un cincel

que como un cuchillo. Se confeccionaban baldes y

jarros de cuero o de corteza. Los canastos de junco eran

inseparables de las mujeres.

Había multitud de otras

aplicaciones para la madera, la

corteza, el cuero, el pellejo de

aves y sus plumas, ciertas

vísceras, los tendones, las fibras

vegetales y unos pocos

elementos tomados del reino

mineral.

Canoa

El uso principal de la corteza de árboles era indudablemente la confección de canoas. Las canoas

eran el elemento más elaborado de la artesanía de los yámanas y su propiedad más valiosa, como

que su vida dependía de poseerlas. Placas de corteza cosidas entre sí eran mantenidas abiertas

con un armazón de varillas de madera hendidas al medio y retenidas en posición arqueada por

travesaños y por bordas de madera longitudinales. El piso era reforzado con más placas de

corteza y en el centro se confeccionaba una plataforma de tierra o guijarros, sobre la que se

mantenía fuego siempre encendido. Aunque las había más grandes, en general esas canoas

medían entre 3 m. y 5,5 m.

de largo y podían

transportar seis o siete

personas. No tenían quilla ni

timón. Eran de fondo plano,

lentas, se bamboleaban

mucho y era necesario

desagotar continuamente el

agua que se filtraba por las

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costuras, pero se mantenían bien a flote aunque el agua estuviera agitada. Podían navegar bien

sobre las frondas de algas, capacidad muy importante para poder acercarse a las costas, pues

éstas estaban en su mayor parte bordeadas por densas frondas de cachiyuyos. Los propios

remos, de pala muy larga y mango muy corto, permitían impulsarse sobre las frondas de

cachiyuyos sin enredar el remo en las mismas. Las encargadas de remar eran habitualmente las

mujeres, pero cuando era necesario también lo hacían los varones. Salvo accidentes, solían durar

seis meses a un año; la época habitual de confección era Octubre a Febrero, cuando la corteza

podía ser desprendida de los árboles con facilidad.

Casa

En el ámbito ocupado por los yámanas se construían dos clases de chozas: una en forma de

cúpula, hecha con ramas delgadas entrelazadas y cubiertas de follaje y cueros; la otra de forma

cónica formada por troncos de mediano grosor con igual cobertura. Ambas tenían planta circular

y diámetro entre 3 m. y 3,5 m. En el centro ardía siempre un fogón, junto al cual se apretujaban en

cuclillas los ocupantes en búsqueda de calor. El espacio para cada individuo era mínimo. El uso de

estas chozas no deber ser comparado con el de casas, sino más bien con el de tiendas de

campaña. Servían para repararse de la inclemencia climática o para pasar la noche, pero la vida

diaria se desarrollaba a cielo abierto. Pese a su apariencia endeble, la estructura de esas chozas

podía durar varios años con sólo reparaciones menores. En general, no se las destruía (salvo que

alguien hubiera muerto en ellas) sino que quedaban a disposición de la familia que las había

construido o de terceros para ser reocupadas a placer. En cada choza acostumbraban vivir una o

dos familias, pero a veces dormían en ella veinte o más personas. Había además, aunque raras,

viviendas multifamiliares algo más grandes y chozas de dimensiones mucho mayores que se

levantaban sólo en ocasión de ceremonias colectivas. Alrededor de las chozas se formaban los

montones de desperdicios que dieron lugar a los conchales.

Transporte

El relieve accidentado, los suelos muchas veces saturados de agua, la cerrazón del bosque y la

maraña de troncos caídos no impedían las marchas a pie de los fueguinos. Aunque preferían

desplazarse en canoas, los yámanas solían caminar mucho. Lo hacían con agilidad, pero

encorvados, y tenían una forma de apoyar los pies sobre

el suelo que daba a su marcha un aspecto algo

bamboleante. Se describió que cuando estaban de pie,

daban cierta impresión de desgarbados e inestables

debido a la torsión de los pies hacia adentro, a la flexión

de las rodillas y a la inclinación del tórax hacia adelante.

Sin embargo, en las fotografías que de ellos quedaron,

ésta es la posición de la minoría. Su postura de descanso

más habitual era estar en cuclillas. Todas las mujeres

yámanas nadaban; los varones rara vez o nunca.

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Funeraria

Las personas de edad eran habitualmente tratadas con respeto. Los enfermos eran cuidados,

pero si no ofrecían esperanzas de recuperación o si entraban en agonía se les daba muerte para

evitarles sufrimientos. El duelo se manifestaba con estentóreas lamentaciones y cantos lúgubres;

los deudos se laceraban el rostro y el cuerpo, se tonsuraban el pelo y se pintaban de una manera

especial. El cadáver era amortajado con cueros y atado con correas; luego se lo enterraba o se lo

cremaba. No había herencia: las pertenencias del difunto eran destruidas o repartidas entre los

asistentes a la ceremonia fúnebre. El lugar donde había ocurrido la muerte era abandonado y

durante largo tiempo no se retornaba a él; el nombre del difunto no debía ser pronunciado, al

menos en presencia de los parientes, y si existían personas o lugares que tuvieran el mismo

nombre debían recibir uno nuevo.

Propiedad privada

Muchas veces se dijo que los yámanas practicaban comunidad de bienes. Sin embargo, hay

muchas pruebas de propiedad individual o familiar sobre bienes concretos: canoas, armas, líneas

de pesca, perros, adornos, etc. La propia destrucción de los bienes de un muerto implica un

concepto de pertenencia. La propiedad individual se extendía a los elementos naturales cuando

alguien se apropiaba de ellos. Habiendo propiedad, había hurto y robo. Aquella primera

apreciación de comunidad de bienes en realidad se basó en malinterpretar el aprecio que los

yámanas tenían por las actitudes generosas y la reciprocidad a que se obligaba quien aceptaba un

bien o dádiva. Los productos de la caza, la pesca o la recolección solían ser compartidos entre las

personas, emparentadas o no, que circunstancialmente estuvieran acampadas en proximidad. Se

esperaba reciprocidad y existían los trueques, pero no había sistema organizado de comercio ni se

conoce de intercambios a gran distancia. Los pocos casos concretos que pueden ser catalogados

como auténtico comercio son tardíos.

Conflictos

No había guerras ni conflictos territoriales mayores, pero los yámanas se quejaban de padecer

correrías de sus vecinos del Este y el Oeste con fines de rapiña. Sin embargo, como ya se dijo, en

las zonas de contacto había algunos matrimonios mixtos y cierta convivencia entre grupos.

Mitologia y Rituales Yámana

“Si quieres oir las palabras de la sabiduría, tienes que preguntar a los hombres con canas”. Los

Yámana empleaban esta frase para referirse a los chamanes(yekamush) de su estirpe, quienes

según ellos, “tenían poderes especiales, que les eran transmitidos en sueños). Como se trataba de

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personas ancianas, conocían el pasado y eran depositarias de antiguos mitos que transmitían a la

juventud, especialmente en las ceremonias de iniciación a la pubertad (Chiexaus y Kina), a la que

los yaganes, asi como otros pueblos originarios, prodigaban un solemne respeto. En el caso de los

fueguinos, por ejemplo, solo quien había pasado por estas ceremonias podía casarse.

En una cabaña cupuliforme, que construían hombre y mujeres de la comunidad, ingresaban chicos

y chicas a tomar parte de esta celebración secreta. La enseñanza duraba semanas y semanas, en

los cuales los participantes pasaban por duras pruebas físicas, como soportar horas en cuclillas

sobre el suelo cubierto con ramas secas, los brazos cruzados sobre el pecho y la cabeza inclinada

hacia abajo “para aprender a contentarse con poco espacio”. Todo ello se relizaba en completo

silencio.

Parte del aprendizaje consistía también en escuchar narraciones, como el “mito del origen”. Éste

dice que “al principio de los tiempos había existido un matriarcado, en el que los hombres

realizaban el trabajo doméstico y las mujeres eran jefas, hasta que un dia las féminas que se

burlaban de los hombres haciéndose pasar por temibles espíritus, fueron descubiertas. Entonces

Lom (el sol) y sus hombres, ultimaron a todas las mujeres, que se transformaron en mamíferos

marinos. Fueron vencidas y el patriarcado quedo bien establecido. Hanuxa, la cuñada de Lom,

huyo al firmamento, dode se convirtió en la luna. Akainix, su marido, que era un gran chamán, se

torno arco iris. Y Lom subió a ocupar su lugar en la cúpula celeste. Solo las niñas se salvaron,

porque no se encontraban en el lugar y no se enteraron del engaño de sus madres y tias”

Por desgracia, cuando Martin Gusinde (antropólogo que investigo mucho tiempo la cultura

Yámana) trabajo con los yámanas, lo místico ya no se contaba, comúnmente se narraban relatos

relacionados con la caza de animales o con personajes con los cuales se podían relacionar mas

fácilmente.

El hombre blanco llego a estas tierras hacia 1850, y Gusinde apareció 70 años después, cuando los

ancianos ya no conocían la época anterior a ellos. De todos modos, su trabajo – que incluyó un

importante registro fotográfico- ha sido fundamental para desentrañar la historia de los Yámanas.

“Es una cultura muy rica y muy poco conocida, salvo por los estudiosos. Creo que vale la pena

ponerla de relieve, a pesar de que ya no exista como pueblo. Y, en ese sentido, los mitos que

Gusinderecogio son parte de esa riqueza” sostiene Chapman

El propio sacerdote y antropólogo alemán participó del último rito de iniciación, en 1922 (el cual

algunas fuentes dicen haber sido negociado entre Gusinde y el pueblo Yámana, ya que para ese

entonces no lo seguían practicando). Entonces vivió en carne propia como los jóvenes aprendían

a procurarse alimento y a ser hombres buenos y útiles para la tribu. Y, sobre todo, la lección más

importante de sus vidas: que, “quien sabe dominar su cuerpo, su parte externa, posee también el

dominio sobre sus facultades intelectuales, y quien avanza mucho en el autodominio, es un

hombre perfecto”

En una parte de su testimonio LakutaKipa nos cuenta:

“…Cuando había mal tiempo, los ancianos se juntaban en el ákar y contaban sus historias junto al

fuego. Ellos me contaron que el arco iris que está en el cielo se llama Watauineiwa. A él le piden

favores los hechiceros yaganes y también todos los que necesitan algo porque Watauineiwa no

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castiga, sólo ayuda. Si uno mira al cielo cuando sale el arco iris, puede ver uno pequeño junto al más

grande. El pequeño se llama Akainij y es hijo del otro. Los dos son lo mismo.

Cuando hay tempestad se le pide que venga la calma. Si hay un niño huérfano, sin padre y sin madre,

las personas que lo cuidan lo llevan ante Watauineiwa y Akainij para que hable y les pida:

"Yo estoy solo, no tengo padre, no tengo madre, no tengo hermano", les dice el niño huérfano.

Watauineiwa lo ayuda. Al otro día amanece en calma para mariscar. Se puede salir en la canoa y no

falta alimento. Es como si el niño hubiera pedido perdón para que todo está bien en la tierra y

termine el mal clima.

Cuando había mal clima los hechiceros también salían de su ákar para rogar que mejorara el tiempo.

A los yaganes les dijeron que Watauineiwa es como el padre de Jesucristo y Akainij, su hijo. Así me

contaron. Rezarle al arco iris es rezarle a Jesucristo.

"Matahuakaiak , ayúdanos" le decían.

Hoy día ya nadie cree en nada. A veces me pregunto cómo los antiguos sabían tanto, porque andaban

pelados y no iban a la escuela. Pero aprendían porque hablaban con Watauineiwa.(…)”

La civilización Yámana, posee una mitología rica y elaborada en comparación con su precaria vida

nómada. “La historia de la pareja de pájaros carpinteros” es una de las numerosas fábulas que la

conforman.

El abuelo Juan Calderón cuenta que el origen de esta hermosa ave de los bosques australes se

remontaba a tiempos ancestrales, cuando todavía los pájaros eran humanos. En aquellos tiempos,

un joven se enamoró de su hermana y procuraba cualquier triquiñuela para encontrarse y dormir

junto a ella. Su hermana había notado esa intención y esquivaba a su hermana cada vez que él la

buscaba, evitando relaciones prohibidas. Pero en el fondo, ella estaba dividida: quería estar junto

a él y a la vez no.

El hermano seguía pensando en pretextos para atraerla fuera del akar. Un día descubrió grandes

frutos de chaura roja en el claro de un bosque y fue a contarle a su hermana: “he encontrado

enormes chauras en un lugardel bosque, deberías ir a recogerlas”. La hermana tomó su canasto y

se internó en el bosque, mientras su jermana la siguió sin que nadie lo notara y se escondió a su

acecho. Al pasar ella, él se lanzó abranzándola y juntos cayeron al suelo dando curso a su amor.

Cuando se levantaron se convirtieron en pájaros y volaron, como carpinteros negros. Desde

entonces viven juntos en los bosques y el hermano lleva sobre su cabeza un penacho rojo que

recuerda el color de aquellos grandes frutos de chaura.

Los Yámanas temían a los kíshpix, espíritus del mar, de las rocas, de los árboles, etc. Se los

imaginaba malévolos y de aspecto horripilante. Creían que en los bosques habitaban los hanush,

que podían ser espíritus u hombres salvajes. Los Yoalox (dos hermanos y una hermana) eran una

suerte de héroes civilizadores, seres sobrehumanos (pero no deidades) que habían enseñado a

los antepasados de los yámanas cantidad de cosas útiles (cómo encender fuego, cómo cazar aves,

cómo confeccionar arpones, etc.).

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Los yekamushes gozaban de cierto prestigio e influencia, pero no poseían autoridad efectiva.

Eran curanderos, hechiceros y oficiaban de chamanes (es decir, intermediarios con lo que

nosotros -no los yámanas- llamamos mundo sobrenatural). Llegar a ser yekamush era bastante

accesible para los varones y de hecho casi todos los adultos de este sexo lo eran o decían que lo

eran.

Uso de la Palabra

Los yámanas llamaban a su lenguaje: yamaníhasha. Se caracterizaba por ser sonoro y abundante en vocales. A pesar de su riqueza en vocablos, los yámanas eran poco conceptuales: no entendían ideas abstractas separadas de un contexto de aplicación inmediata.

Dice Bove (citado de A.Coiazzi) : " La lengua yagana difiere sensiblemente de la de sus vecinos, los alacalufes y los onas ; y mientras las palabras de estos últimos son duras, guturales, formadas de consonantes, las de los primeros son dulces, agradables, llenas de vocales. Esta riqueza de lengua les da a los yaganes una facilidad oratoria verdaderamente sorprendente. Mil veces vi en las chozas a varios ancianos tomar la palabra y seguir en el uso de ella horas y horas, sin detenerse nunca, sin una inflexión de voz, sin señal que revelara el menor esfuerzo en el orador."

Sol :Leum / lëm Luna : Anoka / hánuxa Noche :Lakar Día :Maola Hombre :Ua Mujer :Kipa / Keepa

Muchas de sus palabras servían para indicar matices sutiles o diferencias de situación; la estructura gramatical utilizada era sencilla. Interpretaciones ligeras crearon una desfavorable descripción del carácter de los yámanas. Los europeos que establecieron los primeros contactos les crearon una suerte de leyenda negra que incluyó apreciaciones tales como feroces, antropófagos y gran cantidad de términos peyorativos, cuya sola base era la incomprensión. Quienes posteriormente tuvieron convivencia prolongada con estos indígenas acometieron una ardua tarea para cambiar tan denigrante fama, pero lo lograron. Se debe destacar la acción de misioneros anglicanos como Thomas Bridges y John Lawrence, de científicos como Paul D. Hyades y de colonos como Lucas Bridges.

Tomas Bridges ha recopilado cerca de 32.000 palabras Yagán, la riqueza de ese idioma es sorprendente, no solamente por su vocabulario, sino tambien por su gramatica.

Dice Lucas E.Briges : "La creencia de que eran caníbales no fué la única equivocación de Carlos Darwin con respecto a los fueguinos. Al escuchar sus conversaciones le impresiono la constante repetición de las mismas frases y llego a la conclusión de que su idioma no podía abarcar mas de un centenar de palabras. Nosotros, que le hemos hablado desde niños, sabemos que esta lengua, dentro de sus propios limites, es infinitamente mas rica y expresiva que el inglés o el español. El 'Diccionario Yagán o Yamana-Inglés', escrito por mi padre, contiene no menos de treinta y dos mil palabras e inflexiones, que podrían haber sido considerablemente aumentadas sin apartarse del idioma correcto." Agrega : "Los yaganes tenían por lo menos cinco palabras para el vocablo

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'nieve' ; para 'playa' tenían mas aun ; la elección del vocablo correcto dependía de varios factores, ya sea la ubicación de la playa con relación al que hablaba, o al hecho de haber tierra o agua entre el mismo y la playa o la orientación de esta. Las mismas palabras variaban de significado de acuerdo al sitio ; así, une palabra empleada estando en una canoa tenia distinto significado que cuando se pronunciaba para describir el mismo objeto estando la persona en la tierra. [hahshuk, playa guijarrosa, duan, playa pedregosa, lahpicun, playa fangosa, asetan, playa arenosa, wahan, playa sobre la cual se ponen en seco y se dejan las canoas...] Para expresar relaciones de familia, los yaganes tenían por lo menos cincuenta palabras diferentes, cada una destacando alguna particularidad."

Grande riqueza se muestra también en el uso de los verbos : ata, levantar con las manos, mnikata, elevar en los brazos, kumata, elevar un objeto con la extremidad de otro, gaiata, elevar un objeto con la punta de otro, mulata, levantar una cosa con dos dedos de manera de taza...

Dice Bove (citado de A.Coiazzi) : " La lengua yagana difiere sensiblemente de la de sus vecinos, los alacalufes y los onas ; y mientras las palabras de estos últimos son duras, guturales, formadas de consonantes, las de los primeros son dulces, agradables, llenas de vocales. Esta riqueza de lengua les da a los yaganes una facilidad oratoria verdaderamente sorprendente. Mil veces vi en las chozas a varios ancianos tomar la palabra y seguir en el uso de ella horas y horas, sin detenerse nunca, sin una inflexión de voz, sin señal que revelara el menor esfuerzo en el orador."

Ya en 1879, Bridges había observado que “los niños oían hablar de todos los temas imaginables, entraban en contacto con centenares de personas y constantemente escuchaban discursos animados de muchas de ellas. Así, conocían íntimamente a mas personas que la mayor parte de quienes viven en comunidades civilizadas, y oían mas conversaciones que lo común en una sociedad alfabeta y plenamente ocupada”

El comienzo del testimonio de la última Yamana, habla por sus propias palabras:

“…Me llamo Lakuta le kipa. Lakuta es el nombre de un pájaro y kipa quiere decir mujer. Cada

yagán lleva el nombre del lugar donde nace, y mi madre me trajo al mundo en la bahía Lakuta. Por

eso me pusieron por nombre Mujer Lakuta. Así es nuestra raza, somos nombrados según la tierra

que nos recibe. Pero ahora todos me conocen como Rosa, porque así me bautizaron los

misioneros ingleses que vinieron a enseñar su religión a nuestra tierra.

Soy la última de la raza de Wollaston. Los wollaston eran una de las cinco tribus yaganas. Cada

una de esas tribus vivía en distinta parte en las islas al sur de la Tierra del Fuego, pero todos

éramos dueños de la misma palabra, todos hablábamos la misma lengua. Ahora han muerto todos

y sólo quedo yo, que ya estoy vieja...”

Un dato curioso para tener en cuenta, es una palabra Yámana listada por el libro Guinnes como la ‘palabra más concisa del mundo’, y es considerada como uno de los términos más difíciles para traducir. “Mamihlapinatapai”, describe ‘una mirada entre dos personas, cada una de las cuales espera que la otra comience una acción que ambos desean pero que ninguno se anima a iniciar’”.

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Hechos actuales

Numerosos son los estudios que existen en la actualidad sobre este pueblo que al día de hoy solo existe en una pequeña población de descendientes en Villa Ukika en la Isla de Navarino al Sur de Ushuaia.

Lo cierto es que los estudios realizados están hechos por hombres blancos y a partir de 1850, desde que el Fitz Roy hizo su primer contacto. Más tarde volvería con Darwin y el estudioso los encasillaría como antropófagos. Sólo personas que realizaron estudios más profundos y se interesaron en la cultura y forma de vivir realmente pudieron conocerlos en profundidad como AnneChapmann o Martín Gusinde. Claro que cuando se efectuaron estos estudios los Yámanas ya habían perdido parte de su esencia y se encontraban viviendo en un mundo con gran influencia europea. Además este pueblo sufrió prácticamente su erradicación producto de las enfermedades que no pudieron resistir en pocos años. Sin embargo, existe en la actualidad un movimiento, tanto desde Chile como desde Argentina de revalorizar y no perder esta cultura extraordinaria. Es mediante toda la información que está disponible que podemos hacer una reconstrucción de su forma de vivir y de la actualidad de la cultura.

Podemos encontrar gran cantidad de hechos actuales que mantienen la cultura Yámana vigente en el paso de los años:

“Eran grandes conversadores y se divertían mucho en ese sentido”, dice AnneChapman, quien acaba de editar una selección de historias para adultos “Lom, amor y venganza. Mitos de los Yámana de Tierra del fuego”. Se trata de 17 relatos tomados y “corregidos” de 66 historias que, en los años `20, recopilo MatinGusinde, durante sus viajes de investigación en la zona. El trabajo también incluye un mito que la propia autora recibió de los labios de Cristina Calderón, ultima yagana viva que conoce el idioma ancestral.

En Ushuaia se encuentra el “Museo Mundo Yámana”, en el que, a través de maquetas se recrea la

forma de vida de los indios Yámana de Tierra del Fuego y el Cabo de Hornos.

Cristina Calderón un tesoro viviente (declara por la UNESCO): es la última yámana con vida que habla el idioma, actualmente vive en Villa Ukika cerca de Puerto Williams. Cristina Calderón su hermana Ursula son las dos últimas mujeres de su raza. Dos mujeres morenas, de ojos rasgados y nariz chata que cuando sonríen es como si descubrieran el mundo por primera vez. Les gustan las comodidades de la vida moderna a las que tienen acceso: una mediagua, un mercado y una vida sedentaria y no nómade como la de sus antepasados. Cristina tiene 69 y Ursula 75. Quedaron huérfanas de niñas y su educación la asumió una yagana cercana a su clan. A Cristina nunca le gustó viajar tras las nutrias y los lobos marinos. De joven decidió que no se casaría con un yagán "porque si no iba a tener que andar por todos lados navegando". Tuvo suerte, porque su tutora eligió para ella un marido chilote. Cristina Zárraga la nieta de Cristina Calderón está muy interesada en mantener viva la cultura; junto a su abuela publicó en 2008 un libro que habla de las historias Yámanas: HaiKurMamasuShis o Quiero Contarte un Cuento.

Otras manifestaciones de la Cultura Yámana: 11 de diciembre de 2011. “estamos convencidos que el reconocimiento de los valores históricos, culturales, paisajísticos y de esparcimiento, nos permitirán apropiarnos de nuestro patrimonio, y haciéndolo propio

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podremos protegerlo, y para ello es necesario el compromiso social, por lo cual te invitamos a participar”. Cuentos para niños:

El Cómic como promotor de la cultura Yámana:

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Conclusión

Muchas veces escuchamos reclamos o campañas sobre especies de animales en peligro de

extinción y la mayoría de nosotros nos sentimos muy conmovidos por estas acciones y hasta

queremos tomar acciones activas en estas campañas. Sin embargo, ¿Qué sabemos sobre la

desaparición de pueblos y culturas enteras? El hombre hegemónico, el hombre que cuenta la

historia, el hombre “global” es el responsable de estas desapariciones.

En general, se cree que todo esto es ajeno a nosotros, es por eso quizá que ya no hay anán, ni

siquiera aunque sea deportivas para recordar a los antepasados que surquen las aguas de los

canales fueguinos; y sí hay bordes internacionales muy bien delimitados donde las armadas de los

países respectivos determinan muy bien quién puede navegar qué agua y lo que se escucha son

motores y se ven cruceros de los más lujosos. No sé ven yámanas porque no hay. No se hace un

esfuerzo por mantener la cultura viva, quizá porque no somos concientes de de lo que estamos

perdiendo.

Y si bien existe una parte natural en el desvanecimiento de las culturas originarias, es decir, el

drástico cambio de contexto, el avance de la ciencia y la cultura en general, que debemos aceptar

como identidad histórica de nuestro pueblo actual, las matanzas y persecuciones indiscriminadas

a los pueblos originarios ocurridas en nuestros territorios, acompañadas de sus terribles

consecuencias, tampoco deben quedar en el olvido.

Lo complejo es que esto es un fenómeno que pasa a nivel mundial; vayamos a la otra punta del

mundo y la imagen se repite. En Groenlandia, aun hoy habita el pueblo Inuit pero que habitó hace

más de 4000 años y es portador de una cultura polar con rasgos similares en muchos aspectos a

los Yámanas (nómadas, se desplazaban en canoas, cazadores, sociales, pacíficos, vivían en clanes,

etc). Han tenido desde 1950 una intervención muy fuerte de Dinamarca. Han perdido gran parte

de su cultura (sobre todo en el sur y en el oeste) y han destrozado su estructura social. Es curioso

ver como la tierra en donde se creó el kayak la gente ya no rema. Hace unos años los

groenlandeses se dieron cuenta de este fenómeno y del acervo cultural milenario que estaban

perdiendo. Empezaron a trabajar en ese aspecto y hoy se pueden ver en las distintas ciudades

clubes recreacionales de kayak tradicional y una carrera donde se practican todas las técnicas

ancestrales del kayakismo (tirar con arpón, rol esquimal, etc), así la cultura se mantiene viva en un

pueblo que está vivo (más del 80% de la población son inuit o mezcla con daneses) y preservan su

cultura.

Pero no hay que irse tan lejos de los yámanas… ¿Qué ha sido de sus cohabitantes de la isla? ¿Los

alakalufes? ¿Los Onas?¿ Acaso los pocos que sobrevivieron se han refugiado en las misiones de Río

Grande convirtiéndose a la vida de estancia y europea? Estas preguntas nos las podemos hacer

con todos los pueblos originarios del resto del país.

Sin embargo, hay pueblos que resisten, que no se permiten entregar su cultura y perder sus

tradiciones. Lo cierto es que esos pueblos no estarán muertos, no estarán desaparecidos mientras

no permitan que sus tradiciones sean descartadas. Las voces de diversidad se empiezan a

escuchar, habrá que reconocerlas, celebrarlas, aceptarlas como propias, porque de eso se trata

nuestra riqueza cultural… somos un poco de todo esto…

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Bibliografía

Los Yámana, nuestra única tradición marítima autóctona. Autor: Carlos Pedro Vairo.

Rosa Yagán, el último eslabón. Autor: Patricia Stambuck.

Los Yámana. Nuestra única tradición naval marítima autóctona. Autor: Lic. Carlos Pedro Vairo.

Cuando los Yámanas navegaban por el Canal de Beagle. Revista Mampato número

indeterminado de la década de 1970, Reportaje y fotografías de Alvaro Barros.

Leyendas de una estirpe desaparecida. Palabra de Yagán. Autor: Gracia Guerreros. La Nación.

9 de julio 2006. Archivo Chile.

Sitios Web consultados:

http://www.misionrg.com.ar/toponimo.htm Topónimos de Tierra del Fuego.

http://www.e-ushuaia.com/mas_histo_toponimos.htm Topónimos de Tierra del Fuego.

http://www.limbos.org/sur/yaman.htm

http://www.tierradelfuego.org.ar/historia/yamanas.php?idpag=01

http://vimeo.com/12829963 Documental: Cristina Calderon: La dueña del fin del mundo

http://www.tierradelfuego.org.ar/historia/yamanas.php

Facebook/El origen de los vientos

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