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- Trabajo Monográfico - - Antropología Sistemática II - Cátedra - Trinchero 2003 “Transformaciones de los procesos laborales capitalistas “La dictadura de la democracia neoliberal Alumno: Luis Antonio Rodríguez Mamby Sorbilli. Libreta/DNI: 26.371.312 Comisión: Viernes 19 a 21 hrs. Docente: Sebastián Valverde. 1

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- Trabajo Monográfico -

- Antropología Sistemática II -Cátedra - Trinchero

2003

“Transformaciones de los procesos laborales capitalistas”

“La dictadura de la democracia neoliberal”

Alumno: Luis Antonio Rodríguez Mamby Sorbilli.

Libreta/DNI: 26.371.312

Comisión: Viernes 19 a 21 hrs.

Docente: Sebastián Valverde.

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“El miedo supura de la fábrica porque la fábrica,

al nivel más elemental, más perceptible, amenaza

permanentemente a los hombres que utiliza.”

(Linhart; 1979:76)

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Índice:

Introducción - 4

La ilegitimidad política neoliberal - 7

Fordismo y toyotismo - 9

El caso “Movicom” - 12

La pauperización del trabajo - 14

Conclusiones - 15

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Introducción.

En las últimas décadas del siglo XIX, el reparto de las colonias del mundo

periférico entre los países industrializados determinó la concentración de capitales en

manos de grandes monopolios provenientes de estos países. Los países de Europa

Occidental, con políticas económicas expansionistas y colonialistas, llegaron a explotar la

producción de la gran parte del planeta a niveles inauditos. El reparto imperialista de la

periferia a lo largo de todo el siglo XX (que desembocó en la 1º Guerra Mundial en 1914 y

que veinticinco años después experimentaría una secuela todavía más violenta), fue una

carrera por apoderarse de los mercados de materias primas producidas en las colonias. La

libre concurrencia del primer período imperialista (en su fase colonialista, cuando todavía

los capitales no se habían concentrado) se virtualizó y dio paso al dominio de los

monopolios (Lenin; 1916:6-7). Los cártels y convenios empezaron a inclinar la balanza a

favor de los monopolios industriales con respecto de los movimientos del supuesto “Libre

Mercado”, dejando en manos de unos pocos núcleos de poder económico el destino de las

relaciones productivas. Los monopolios abarcaban todos los rubros de la producción, desde

la obtención de materia prima hasta su manufacturación.

“El período que corre desde la década de 1870 hasta la de 1920 (…) el

capitalismo alcanzó niveles de expansión territorial y de interrelaciones transnacionales

comparables a la de la actualidad.”, dice Carlos María Villa en un artículo titulado

“Globalización o imperialismo”. El mismo autor sigue, “…la finalidad del proceso de

expansión capitalista [es] elevar la rentabilidad de las inversiones, pero para que ella

pueda ser alcanzada los métodos, vías e instrumentos deben adaptarse a las cambiantes

condiciones históricas.” (Amat, Brieger & Cía.; 2002:15).

El desarrollo industrial generó la acumulación de capital. La demanda de mano de

obra se aceleró a medida que crecía la escala de la producción. Los capitales se

concentraban dentro de los bancos de las grandes ciudades a medida que a los productores

menores se los devoraba el mercado, no quedándoles más remedio que vender su fuerza de

trabajo en el mercado laboral para no sucumbir ante el hambre. Para seguir aumentando la

rentabilidad de las inversiones capitalistas (siempre respetando de la lógica del capital

expansivo), se aprovechó el nuevo régimen de mano de obra que permitía un gran abanico

de posibilidades en cuanto a oportunidades de crecimiento y beneficios para el capitalista.

El modo capitalista de producción se valió de nuevas premisas: 1.- la explotación masiva y

extensiva de la producción, acumulación financiera de capitales invertidos en los bancos,

2.- la concentración de éstos en unos cuantos monopolios que se dividían la producción

total del mundo, 3.- el empleo masivo de mano de obra, describen como algo diferente del

capitalismo de principios de siglo XIX.

La flexibilidad de oportunidades que otorgaba al capitalismo la forma salarial

superó en regalías (las cuales hoy, después de tanto tiempo, podemos ver) a cualquier otra

forma de explotación del trabajo que haya concebido la civilización, transformando las

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relaciones sociales de producción a un vínculo estrictamente monetario, a una relación

compra-venta de fuerza de trabajo, distinta a la relación que existía en los modos de

producción anteriores (por ejemplo, el vínculo entre maestro y aprendiz tenía más que ver

con una relación más próxima a la que se podría dar entre un profesor y un alumno, que a

una relación expresamente lucrativa al modo capitalista). (Marx; 1980:55-59). Uno de los

principios fundamentales del capitalismo primigenio (particularmente según el

materialismo histórico) es convertir el proceso de trabajo en un instrumento de valorización

del capital, mediante la alienación de los medios de producción del productor, pasando

éstos a manos del capitalista. Asimismo, las condiciones objetivas de trabajo y las

condiciones subjetivas de trabajo, o sea, medios de producción y medios de subsistencia

respectivamente, se le enfrentan al trabajador como capital, monopolizadas por quien

adquiere su capacidad de trabajo, el capitalista, quien se ubica como conductor único y

directo del proceso de producción (Gordillo; 1992:47).

La organización del proceso laboral a través del salario dejaba manejar al antojo

de la patronal la regulación del proceso de trabajo, bajar o subir sueldos dependiendo de los

movimientos del mercado, o contratar o despedir trabajadores según la demanda de la

producción, por poner unos ejemplos (Wolf; 1987:429-432). La producción se colectivizó

pero la apropiación continua de esa producción siguió siendo privada (Lenin; 1917:6-7). La

socialización de la producción le permitió al capitalismo implantar a lo largo del siglo XX

un régimen laboral caracterizado por la expropiación al trabajador del conocimiento global

del proceso de producción, desvinculándolo del producto. La producción colectiva pasó a

ser la forma de extracción de plusvalía. En este momento es cuando se pasó de la

subsunción formal del trabajo al capital (la forma general de todo proceso de producción

capitalista) a una subsunción real, dado que se socializa la producción en base al trabajo

colectivo cambiando la forma social de producción precedente. Marx, en el capítulo

dedicado a la subsunción del trabajo en el capital, apunta sobre la subsunción real: “El

capitalista debe ser propietario o usufructuario de los medios de producción a escala

social, en una cuantía de valor que haya perdido toda relación posible con su producción

individual o de su familia. (…) En esa misma proporción debe aumentar en magnitud el

valor del capital y adoptar dimensiones sociales, despojándose de todo carácter

individual.” (Marx; 1980:55-59). Más adelante, continúa refiriéndose a la contraposición

entre producción capitalista y productor ya que… “Es una producción que no está ligada a

limitaciones predeterminadas y predeterminantes de las necesidades”. En el capitalismo

las necesidades del proletariado no se contemplan, ya que la meta es la riqueza material a

expensas del trabajo humano (Marx; 1980:76).

Por otra parte, el modo de producción tecnológicamente específico potencia la

naturaleza real del modo de producción capitalista, transformando el proceso de trabajo y

sus condiciones. De esta forma, la subsunción real representa la adecuación del proceso de

trabajo al proceso de valorización del capital, e históricamente la consolidación de la “Gran

Industria” (Gordillo; 1992:48).

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El próximo paso que daría el capitalismo sería economizar la política de las

naciones a través de la exportación de capitales, debilitando la figura del Estado mediante

la política neoliberal, la adopción de los gobiernos nacionales de la teoría económica

keynesiana, la evolución cualitativa de los monopolios bancarios, que pasaron de ser

intermediarios financieros a comienzos del siglo XX a ser actores centrales luego de la

segunda posguerra y prácticamente dictadores luego de la crisis financiera de la década de

1970 (si no habría que preguntarle a los ahorristas del “corralito” si no resulta totalitario tal

modelo económico).

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La ilegitimidad política neoliberal:

Meillassoux afirma que la acumulación originaria del capital (mediante la cual

Marx había descrito el enriquecimiento primigenio del capital a través de la extracción de

plusvalía, mediante la explotación del trabajador) es permanente gracias a una doble

transferencia: transferencia de tierra y de mano de obra al dominio capitalista (Meillassoux;

1977:150). Las condiciones antes descriptas aseguran esta afirmación. El capitalismo se ha

ido acomodando a las crisis y hechos históricos particulares a lo largo de tres siglos,

imponiendo respuesta a las mismas a favor de si mismo y extenuando al pueblo. En este

contexto, la pauperización del trabajo de hoy en día (que se vive no sólo en la periferia del

mundo, sino también dentro de las grandes ciudades centrales, las cuales albergan las

grandes concentraciones de capitales) no es más que el desenlace de políticas sociales y

económicas que buscan seguir extrayendo más plusvalía al trabajador, articulando nuevas

modalidades de explotación de acuerdo con las necesidades expansivas del capital.

Este trabajo intenta demostrar que el empobrecimiento y la exclusión de gran parte

de la sociedad mundial es causa del fracaso político capitalista, que ha optado por

usufructuar el trabajo social a través de la marginalidad de las poblaciones, como estrategia

para apagar la lucha de clases, la única vía que le queda al pueblo para salir de esa

marginalidad y privación del derecho a trabajar y a reproducirse socialmente.

La pregunta es: ¿Cuáles fueron los aspectos coyunturales que el capitalismo atacó

para poder sentar las bases de una sociedad que produce y se reproduce a través de la

marginalidad de sus productores? Una respuesta preliminar podría argüirse explicando que,

según el capitalismo, el derecho a trabajar (tan malogrado en el mundo periférico) es el

resultado de la evolución social del derecho del pueblo de producir para el estado y la

obligación que tiene éste de dar trabajo al pueblo. Tal obligación nunca fue contemplada

por el estado de bienestar, ya que éste se hace cargo sólo de lo que Meillassoux llama

salario indirecto (la reproducción y mantenimiento de la fuerza de trabajo a través de los

servicios de los organismos socializados) mientras que el sector privado paga la restitución

inmediata de la fuerza de trabajo (Meillassoux; 1977:130).

Si el trabajo asalariado es la principal forma de integración social en la era

capitalista, desplazando a la producción familiar como medio de socialización, en la etapa

neoliberal cada vez menos individuos pueden acceder a una integración plena al proceso

laboral como asalariado, más rentable es hacerlos ingresar al sistema de trabajo mediante el

trabajo marginal y pauperizado. Los ejemplos que propone Meillassoux sobre el trabajo

migrante en la producción doméstica describen la doble explotación en que el capital

expone a estos grupos; y a la vez como se ahorra el sector privado y el estado, el gasto

social que es su deber invertir en estas poblaciones. Este tipo de trabajo carece de todas

esas ventajas que habían ganado los asalariados a lo largo de la historia: seguro social de

retiro, obra social, vacaciones, etc. Estos empleos, (que en Argentina no sólo están

reservados al sector excluido de la población, por lo general los inmigrantes, sino que es un

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método de empleo que se aprovecha de la situación de desempleo y subempleo que hay en

este país) pululan por los diarios y con los brazos abiertos esperan fuerza de trabajo joven

para explotar sus cuerpos, sus mentes y sus almas en beneficio de el consumismo masivo y

a favor de la extensión del capital.

Es mi intención explicar a través de mi experiencia en la empresa Movicom, que

tales situaciones de precariedad laboral no están reservadas, como históricamente se ha

creído, a los sectores más pobres de la sociedad, sino que las políticas neoliberales han

extendido las extenuantes condiciones laborales a la llamada clase media. Es lógico

pronosticar que en la medida que se sigan extendiendo tales situaciones se generalizará el

empobrecimiento social, empujando a la población a tomar caminos alternativos

igualmente irredituables como trabajadores: el trabajo regido por la flexibilidad laboral

neoliberal, o la producción doméstica, ésta última, librada a la lucha dentro de la selva del

mercado capitalista. El trabajador plenamente integrado a la sociedad, donde respeten sus

derechos, es una figurita difícil de conseguir en los países periféricos, solamente accesible

en el primer mundo.

Se me ocurre otra hipótesis de trabajo pertinente si tenemos en cuenta que el

aparato capitalista se monta sobre el ocultamiento de la evidente lucha entre clases. ¿A

través de que mecanismos el neoliberalismo operativiza la desaparición y ocultamiento de

la lucha de clases como motor de nuevos compromisos políticos? Otra respuesta que puedo

adelantar ahora y desarrollaré más adelante es la argumentación de que el feroz aparato de

consumo montado sobre la sociedad desmiente toda interpretación no económica que se

haga de los fenómenos de la globalización. De esta manera, las múltiples dimensiones que

subyacen dentro de lo que apresuradamente se puede describir como globalización están

subordinadas a una manifestación a favor del consumo de mercancías producidas desde el

capital. Así, los fenómenos políticos, culturales, tecnológicos y comunicacionales

responden a estrategias que el neoliberalismo ha construido para desviar la mirada que

antes apuntaba a la lucha entre clases. Pongo como ejemplo de la amenaza que genera al

capitalismo la teorización de los conflictos de clases, la exclusión que hace y la fobia que

tienen al pensamiento comunista, y el tan celebrado derrocamiento de su más férreo

enemigo, el bloque comunista, otra contradicción más si pensamos en el pluralismo

ideológico predicado por la democracia liberal.

Es a través del consumo masivo e intensivo como el dominio neoliberal (a nivel

político, ideológico y cultural, y a través de sus instrumentos más funcionales a su lógica,

aquellos que nos hacen creer que la humanidad a evolucionado, me refiero al desarrollo de

las redes de comunicaciones y la tecnologización) nos persuade seductoramente de caer en

el abotargamiento mental y social, quedándonos sentado frente al televisor, viendo como se

instala la cortina de humo que separa la realidad social original y nuestra propia realidad

aburguesada.

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Fordismo y toyotismo:

A comienzos del siglo XX, el auge imperialista provocó una serie de crisis

estructurales. La Revolución de Octubre en Rusia y luego la Gran Depresión anunciaron la

necesidad de una reestructuración del sistema capitalista. La solución para superar

tremenda crisis fue instalar un modelo taylorista de acumulación basado en la

administración científica del proceso de producción, la producción masiva, “… la

expansión del trabajo asalariado a expensas de la producción tradicional agrícola y

artesanal, y la imposición de un modelo de consumo masivo.” (Hirsch; 1998:11-12). El

modelo fordista, cimentado sobre el principio de la “administración científica” desarrollado

por Frederick Winslow Taylor, puede considerarse como la racionalización de los procesos

productivos al diferenciar las tareas de creación y ejecución, o lo que es lo mismo, al dividir

la organización de la producción (directivos, ingenieros, entre otros) de las tareas

mecánicas, asegurando un mayor control de la producción por parte de los gestores. Así, los

aspectos mentales quedan separados por completo de las tareas manuales. Esto constituyó

una ruptura total con los métodos de producción del anterior modelo, cuando la producción

se organizaba en función del tipo de artesanía y los artesanos creaban, organizaban y

completaban las tareas manuales.

La principal ventaja del empleo masivo de mano de obra es que se abre un

mercado inmediato de consumo conformado por los mismos productores. “El capital

transitó hacia la ampliación sistemática del mercado interno. Esto significó que el

consumo de la clase trabajadora pasaría a formar parte del proceso de reproducción del

capital.” (Hirsch; 1998:12). La sociedad en su conjunto se abrió al consumo de mercancías

producidas por el capital. Las formas tradicionales de producción domésticas de

subsistencia fueron desplazadas por el consumo de la producción capitalista y las relaciones

sociales, en su conjunto, se comercializaron. El Estado Benefactor se garantizaba gracias a

la integración social a través del trabajo y el consumo, la reproducción del capital, al mismo

tiempo que significaba la integración política de los asalariados.

El estado de bienestar, garante de la reproducción social de los ciudadanos,

impuesto como política de Estado desde la segunda mitad del siglo XX, se transformó en el

complemento ideal del modelo fordista en el marco de un proyecto a favor de la

conciliación de clases y al mismo tiempo como respuesta a la confrontación con el

comunismo. La virtual homogeneización de la población que intentaba imponer estas

políticas nacionales garantizaba que ningún individuo subsista por debajo de un mínimo

umbral de calidad de vida; y digo virtual porque la diferenciación social se haría más

evidente en las próximas décadas (cuando las condiciones del estado benefactor choquen

con los intereses del capitalismo), dado que la única forma de lograr el crecimiento del

capital es la jerarquización social.

De esta forma, los veinte años de prosperidad capitalista, volvieron al sector

privado de cada país el sostén del poder del Estado. Este último, que fue y sigue siendo el

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recaudador de impuestos, prestaba servicios que el mercado no otorgaba y aseguraba la

estabilidad social y el disciplinamiento necesario para el desarrollo de emprendimientos

económicos. Según Enrique Palenzuelos, a fines de la década de 1960, empezó a

manifestarse “…el descenso de la rentabilidad de las empresas, la ruptura de los

mecanismos redistributivos y de consenso social y la descomposición del marco de

relaciones económicas internacionales que hasta entonces habían estado vigentes…”

(Amat, Brieger & Cía.; 2002:17), preludio de la crisis financiera en la década del 1970,

producto (igual que las anteriores crisis económicas) del estancamiento del proceso de

acumulación y crecimiento del capital.

El Estado Providencialista, al concentrar el poder, había hecho al orden fácilmente

atacable, ya que los que cuestionaban al sistema tenían un ordenador claro al que apuntar.

Se hizo necesario reemplazar al estado por un ordenador menos visible y más anónimo,

como lo es el mercado financiero. Las empresas fordistas padecían el mismo problema, ya

que las administraciones jerárquicas y centralizadas eran vulnerables a los

cuestionamientos. Entonces comenzó un proceso de desregulación tanto fuera como dentro

de las mayores empresas líderes del mundo, que tomando como modelo el sistema

toyotista, pasaron a organizarse en redes con subunidades autónomas e interconectadas.

Pero las viejas empresas organizadas bajo el fordismo no desaparecieron, sino que se

convirtieron en proveedoras de las nuevas. Además, las organizaciones toyotistas

complementaron su trabajo con empleados externos a las empresas, sin relación de

dependencia. Esta nueva organización frenó la combatividad de los empleados, cuya

organización colectiva se hizo más difícil debido al surgimiento de una enorme diversidad

en las situaciones laborales y debido a que el poder dejó de ser fácilmente identificable.

(Amat, Brieger & Cía.; 2002:21).

En crisis el modelo keynesiano, aparece una de las características más notorias de

la economía de fin de siglo: la internacionalización financiera, desencadenador de un nuevo

modelo de flexibilidad laboral. Panlenzuelos afirma que los factores desencadenantes de la

internacionalización financiera fueron: la crisis del sistema monetario (se abandona el

patrón oro y se establece el funcionamiento de tasas de cambio flotante), el reciclaje de

petrodólares, los prestamos internacionales dirigidos a países no desarrollados como los de

Latinoamérica, la irrupción de corporaciones trasnacionales en los mercados financieros,

desorganización de los mercados de materias primas, la demanda de prestamos exteriores y

la emisión de deuda en los mercados internacionales por partes de los países periféricos,

cuyos déficit presupuestario crecieron enormemente desde la década de 1970 (Amat,

Brieger & Cía.; 2002:17).

A partir de estos cambios, el capital financiero paulatinamente fue fagocitando la

figura del Estado como regulador en la lucha de clases, transformándose en protagonista en

el nuevo escenario de la economía mundial. De esta maneta la economía financiera (o

virtual) empezó a condicionar fuertemente el funcionamiento de la economía real (de estilo

keynesiano) de cada país (Amat, Brieger & Cía.; 2002:18).

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El discurso que festeja la desregulación que posibilita la proliferación del capital

financiero sostiene que su libre circulación es una condición necesaria para el crecimiento

de las inversiones productivas y por lo tanto para la extensión del empleo, el consumo y la

prosperidad de las masas. Con esta perorata, el sector financiero legitima el modelo de

flexibilidad laboral, al mismo tiempo que es sabido que las ganancias financieras no

siempre provienen del crecimiento de la economía real. A diferencia del capital industrial,

que dependían del mercado interno y por lo tanto del consumo de la población, el capital

financiero puede reproducirse sin conceder nada al bienestar colectivo (Amat, Brieger &

Cía.; 2002:18).

En este contexto es donde las estrategias de marketing empiezan a crecer en

popularidad. El auge que tuvo en las últimas décadas el fenómeno de la mercadotecnia ha

llevado a publicar infinidad de libros y que las universidades hayan abierto carreras sobre el

tema. A esta nueva ciencia, puede encontrarse su origen en la campaña publicitaria que se

lanzó en los Estados Unidos para el reclutamiento de soldados para pelear en la 2º Guerra

Mundial, induciendo al enrolamiento voluntario de los civiles; en ésta aparecía “el Tío

Sam” apuntando con el dedo al que leía el afiche, apelando al sentimiento patriótico, tan

fuerte y particular dentro de la cultura popular norteamericana. Es lógico que las políticas

neoliberales hayan traído consigo un cuerpo ideológico con que adoctrinar a la sociedad de

consumo.

Como resultado, las sociedades contemporáneas son presas de decisiones que no

se toman como resultado de reflexiones razonables y de negociaciones sociales, sino por

impresiones momentáneas, modas, rumores e intereses particulares que no necesitan

moldearse.

Podríamos decir que la liberación del tránsito de mercancías, servicios, dinero y

capital crearon las condiciones para una renovada racionalización del proceso de

producción y trabajo. Teniendo en cuenta ésto, la globalización es una estrategia capitalista

como solución a la crisis del fordismo, basada en la destrucción de la conciliación fondista

de clases. Según Hirsch, las innovaciones neoliberales en el marco del proceso de

globalización fueron: una revolución tecnológica como finalidad de la globalización para la

apertura de nuevos mercados, el desplazamiento estructural del reparto social del ingreso a

favor del capital destruyendo la conciliación de clases y la creación de las condiciones para

el tránsito internacional del capital. En estas condiciones, es evidente que el proceso de

globalización no es un mecanismo económico objetivo ni un desarrollo político-cultural

propio, sino una estrategia política capitalista en la lucha de clases “…impuesta por el

capital internacionalizado, en coordinación con los gobiernos neoliberales que, a

consecuencias de la crisis, llegaron al poder. (…) Lo decisivo es que esto conduce al

cambio estructural y funcional de los estados, que los conduce a la incapacidad total para

llevar adelante una regulación social y una política de bienestar en la forma tradicional.”

(Hirsch; 1998:13-14).

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El caso “Movicom”:

A principios del 2003 comencé como vendedor en una empresa de ventas de

servicios de telefonía celular (“Red Celular” era su nombre, hoy ya no existe) que

respondía a la firma Movicom (en adelante voy a utilizar ese nombre para referirme a todo

el sistema de red comerciales que agrupa a una empresa madre totalmente inaccesible, y al

conjunto de empresas que tercerizan los servicios de venta del producto). La retribución

que me correspondía era una comisión por cada plan que venda. Mi relación con esta

empresa se limitó a los meses de enero y febrero, tiempo en el cual nunca pase a ser un

empleado integrado a la compañía, ya que jamás firme ni me dieron firmado ningún

documento que diga que trabajé para Movicom. Mi función como vendedor era estar en un

stand (en el cual figuraba el nombre de Movicom) en un supermercado para convencer a

todas las personas que pasaran a comprar sus suministros diarios a cerca de las bondades de

un producto el cual es bien sabido que es deficitario en muchos aspectos. Además, también

es conocida la empresa Movicom por la mala fama que ostentan sus vendedores a raíz de

las estrategias de venta que utilizan, las cuales podría calificar de deshonestas. Le pregunto

al lector, quién no conoce a alguien que no haya solicitado un plan Movicom y que no le

haya comentado “pestes” de éste. Yo, por mi parte, no tuve el gusto todavía.

Las estratagemas de marketing que enseñan y utilizan los vendedores que trabajan

para Movicom, atentan con la buena voluntad del comprador, a la vez que apelan al instinto

consumista del cliente. Movicom, no duda en aprovecharse de la credulidad de sus clientes,

y en especial, de la ignorancia respecto al servicio y la buena voluntad de la gente más

necesitada, a la cual el producto Movicom está dirigido, ya que a primera vista ofrece uno

de los aranceles de servicios y celulares más barato del mercado de telefonía celular. Por

otro lado, también se hace de fácil acceso para los sectores populares porque son necesarios

escasos requisitos para sacar un plan de servicios (fotocopia de un documento, el cual no es

necesario que coincida con el usuario, y no figurar en el veraz); de esta forma, la

comunidad extranjera resulta ser la más buscada por los vendedores.

El robo de datos para usarlo en solicitudes para otros clientes que figuren en el

veraz, es una trasgresión ordinaria. También, es normal que los productos que se ofrezcan

como nuevos, en realidad sean reconstituidos. Además, la forma más común de venta

deshonesta es a través del embuste en las condiciones de pago y tarifas del servicio. Podría

detallar una docena de situaciones en que participé de tales escenas, pudiendo escribir

algunos libros si sumara las maneras y estrategias que tienen de convencer e influir en la

gente a través del engaño descarado y malicioso.

A la vez, el vendedor de Movicom es también es engañado de la misma forma por

sus jefes y superiores, y por la misma empresa madre. La relación laboral está basada sobre

las mismas reglas de juego que en la venta. He vivido en carne propia la extenuante jornada

laboral a cambio de un sueldo que literalmente, no alcanza ni para los viáticos. A Movicom

le parece justo teniendo en cuenta las cifras que marcan las ventas, pero que importan las

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ventas si el producto es invendible honestamente; y si cuento todas las actividades no

relacionadas con la venta directa del producto, pero que sí le facilitan un servicio a la firma,

como puede ser el atender clientes descontentos tanto míos como de otro vendedor (la

mayoría de los que compran el producto vuelven con ganas de tirarte el teléfono por la

cabeza, y uno que sólo tiene la excusa para explicar que es solamente un empleado, no tiene

manera de solucionarlo). Al igual que la promoción permanente del producto, el manejar

gente que está al borde de ataques de violencia son algunas de las actividades que incluían

mi trabajo pero que no tenían retribución alguna para el vendedor; si uno lo hacía es porque

era una función implícita del trabajo, la cual había que hacerla, al mismo tiempo que para

Movicom era un dolor de cabeza menos.

No es el objetivo de este trabajo hacer pública una denuncia sobre la impunidad

del sector privado en general, ni tampoco a Movicom en particular, de hecho excedería el

escaso espacio que me permiten para este trabajo. Justifico estas líneas con el motivo de

recalcar que las relaciones laborales y comerciales que se entablan dentro del sistema

neoliberal dan lugar a la corruptela de algunas o ambas de las partes de la relación

comercial.

Por otro lado, en este tipo de negocios, (en donde es preciso dar una imagen de

compañía segura a la vez que debe ser inaccesible a reclamos, tanto de clientes como de

empleados), el modelo de tercerizaciones toyotistas es útil para proteger el buen nombre de

la firma. Por eso, la única forma que le queda a estas empresas anexas de cubrir sus

chanchullos es la mentira. La empresa madre no se hace cargo para nada.

En conclusión, a diferencia de la explotación capitalista de épocas anteriores a la

globalización, la flexibilización laboral neoliberal encuentra una nueva faceta de la

explotación del trabajo en la expropiación de los valores morales del trabajador. Si en el

capitalismo más voraz del modelo fordista, la mente y el cuerpo del obrero era propiedad

del patrón durante las diez horas que duraba la jornada laboral, la flexibilización neoliberal

amplia el abanico de facilidades capitalistas agregando la manipulación de la conducta y la

moral del trabajador al servicio del capital. Asimismo, la forma de retribución salarial se ha

transformado en muchos casos, optando las empresas por pagar los sueldos en base a la

productividad del trabajador, como es el caso de los trabajos pagados a comisiones. Esto

obliga a que cada vez más el sector laboralmente activo sea empujado hacia trabajos cada

vez más marginales y peor remunerados, pauperizando la sociedad a través del trabajo.

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La pauperización del trabajo:

Bajo la mentira de la libertad demócrata, el capitalismo (desde hace bastante

tiempo) nos viene vendiendo espejitos de colores. La libertad civil que predica “El contrato

social” es una de las tantas contradicciones del capitalismo, enmascarando su verdadera

intención, la dictadura del capital. El estado democrático (operativo al capital a medida que

fue evolucionando en su faceta imperialista), fundado sobre una sociedad igualitaria de

ciudadanos racionales, otorga el derecho a la libertad individual de las personas, las cuales

entablan relaciones comerciales igualitarias a través del mercado. Pero este discurso no

hace más que negar el verdadero carácter histórico y social de las relaciones sociales

capitalistas, o sea, la pauperización del trabajador. Como argumenta Marcelo Matellanes,

“sólo le importa entonces que esa libertad y racionalidad individuales no sean interferidas

por instancias políticas, léase estado, sindicatos, asociaciones de todo tipo.” (Matellanes,

1998:49).

El capitalismo ha llegado a una etapa de su desarrollo que para seguir

extendiéndose debe tornar ciertos principios del capitalismo primigenio en su antítesis. Más

arriba he explicado como los monopolios (nacidos de la política colonial) eliminaron la

competencia comercial en la industria trayendo un orden social-económico más elevado,

regidos por oligarquías financieras. Podría sumar, para argumentar mejor la ilegitimidad

política del capitalismo, la no conciliación de la reproducción económica del capital con la

reproducción social de los pueblos.

El lector habrá notado que las contradicciones mismas que el capitalismo genera a

través de su desarrollo, evidentes si comparamos su realidad antitética con respecto a la del

proletariado, no permiten más que aumentar la gravedad de los conflictos entre clases. En

estas contradicciones del capitalismo, me baso para desarrollar el fracaso político de éste,

causado por el abandono de lo político al devenir de los mercados. Además, bajo un falso

apoliticismo, el capitalismo propone una política carente de representatividad y

participación, por eso se puede calificar sin ser injusto, de totalitario. (Matellanes,

1998:50).

Por otra parte, debo mencionar que todo monopolio genera estancamiento. Lenin,

al describir el parasitismo del cual vive el imperialismo, sostenía que los monopolios, al

estar pendientes de los beneficios que puede extraer de los ciclos del mercado, regulan a su

antojo el progreso técnico de la producción, tendiendo al estancamiento y descomposición

de la producción. La exportación de capitales acentúa más esto último, acrecentando más

sus regalías sobre el comercio exterior (Lenin; 1917:25-26). En el mundo donde el

imperialismo del capital está globalizado, la descomposición y el estancamiento se presenta

desde los niveles más básicos de la sociedad: la reproducción social del pueblo y la

reproducción de la libertad que tiene éste como su propio soberano; ésta última,

desdibujada a través de la figura del estado democrático, operativo al dominio del capital

financiero internacional.

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Conclusiones;

Se cae de maduro que la ilusión de una sociedad mundial cooperativa, armónica y

democrática, por la cual pregona la globalización, no es ni siquiera una utopía. Es una

mentira que nos venden todos los días. El dominio del capitalismo en la era de la

globalización se hace cada día más evidente a través de dos mecanismos: un sistema de

flexibilización laboral que refuerza la dureza de la explotación del trabajo, permitiendo que

cada vez menos el empleador cumpla con los derechos del trabajador; y un aparato de

consumo masivo, legitimado por años de adoctrinamiento neoliberal a través de técnicas de

mercado que apelan al más bruto consumismo de la sociedad. Ambos modelos, no hacen

más que desviar la mirada del conflicto de clases. El primero, a través de la extenuación del

trabajador y la cantidad de situaciones laborales que se dan bajo el modelo neoliberal que

no permiten hacer causa común. El segundo, mediante el abombamiento de la sociedad de

consumo, que pretende ser cada vez más burguesa a la vez que es más explotada.

Adhiero a la opinión, apoyándome en Matellanes, que arguye que el motor del

proceso de globalización es plenamente político en el marco de la lucha de clases,

quedando los restantes niveles de la globalización (la tecnología y las comunicaciones)

subordinados a una faceta funcional al desarrollo económico del capital. Asimismo,

desvincular tal proceso del proyecto político-económico capitalista en nombre de los

desarrollos sociales que permitió la globalización y el neoliberalismo, es quedarse callado

acerca de las desigualdades distributivas de tales desarrollos en la sociedad mundial.

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