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JULIO / SEPTIEMBRE 2005 205 RESEÑAS RESEÑAS Hay libros teóricos que tienen el raro don de la oportunidad y aparecen en un mo- mento donde pueden ayudar a entender mejor ciertos problemas prácticos; es el caso de Tras la huella de Sabino Arana. Los orígenes totalitarios del nacionalis- mo vasco, de Antonio Elorza (2005). Algu- nos de los temas que estudia esta obra afectan de lleno en dos de los debates recurrentes de la agenda política espa- ñola: la posibilidad de pactar con los na- cionalistas, y especialmente con los vas- cos, un nuevo «modelo territorial», asunto ligado a una posible reforma constitu- cional, y la manera de afrontar el posible fin del terrorismo nacionalista vasco a cargo de ETA, que parece inmersa en la última fase de su historia criminal. Entender la naturaleza ideológica profun- da del nacionalismo vasco no es un problema meramente académico, aun- que muchos políticos tiendan a pensar así. No es lo mismo un partido político eventualmente radicalizado en algún mo- mento, sea por alguna coyuntura desfa- vorable o por un cálculo de interés elec- toral, que un partido cuyo programa y clientela electorales parecen firmemen- te arraigados en ideologías no ya ra- dicales, sino difícilmente compatibles con la democracia, cuando no plena- mente totalitarias. Esta convicción es la que llevó a diversos Estados democráti- cos a excluir del registro de partidos po- líticos legales a organizaciones cuyos fines e ideología fuera expresamente contraria a la democracia, por ejemplo organizaciones racistas, xenófobas y antisemitas –añadamos ahora a funda- mentalistas religiosos como los islamis- tas–, y en algunos casos también a comu- nistas, nacional-socialistas y fascistas. Indudablemente, excluir a un partido de la legalidad por sus ideas es una cuestión siempre peliaguda que debería reser- varse, como hace (¿o hacía?) la Ley de Partidos española, a las organizaciones claramente violentas o involucradas en el apoyo y cobertura de grupos terroris- tas, como es el caso de los grupúsculos Tras la huella de Sabino AranaUIS V ALVERDE Cuadernos de pensamiento político ANTONIO ELORZA Tras la huella de Sabino Arana. Los orígenes totalitarios del nacionalismo vasco Ed. Temas de Hoy, Madrid, 2005

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Hay libros teóricos que tienen el raro donde la oportunidad y aparecen en un mo-mento donde pueden ayudar a entendermejor ciertos problemas prácticos; es elcaso de Tras la huella de Sabino Arana.Los orígenes totalitarios del nacionalis-mo vasco, de Antonio Elorza (2005). Algu-nos de los temas que estudia esta obraafectan de lleno en dos de los debatesrecurrentes de la agenda política espa-ñola: la posibilidad de pactar con los na-cionalistas, y especialmente con los vas-cos, un nuevo «modelo territorial», asuntoligado a una posible reforma constitu-cional, y la manera de afrontar el posiblefin del terrorismo nacionalista vasco acargo de ETA, que parece inmersa en laúltima fase de su historia criminal.Entender la naturaleza ideológica profun-da del nacionalismo vasco no es unproblema meramente académico, aun-que muchos políticos tiendan a pensarasí. No es lo mismo un partido políticoeventualmente radicalizado en algún mo-mento, sea por alguna coyuntura desfa-

vorable o por un cálculo de interés elec-toral, que un partido cuyo programa yclientela electorales parecen firmemen-te arraigados en ideologías no ya ra-dicales, sino difícilmente compatiblescon la democracia, cuando no plena-mente totalitarias. Esta convicción es laque llevó a diversos Estados democráti-cos a excluir del registro de partidos po-líticos legales a organizaciones cuyosfines e ideología fuera expresamentecontraria a la democracia, por ejemploorganizaciones racistas, xenófobas yantisemitas –añadamos ahora a funda-mentalistas religiosos como los islamis-tas–, y en algunos casos también a comu-nistas, nacional-socialistas y fascistas.Indudablemente, excluir a un partido dela legalidad por sus ideas es una cuestiónsiempre peliaguda que debería reser-varse, como hace (¿o hacía?) la Ley dePartidos española, a las organizacionesclaramente violentas o involucradas enel apoyo y cobertura de grupos terroris-tas, como es el caso de los grupúsculos

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ANTONIO ELORZATras la huella de Sabino Arana. Los orígenes totalitarios del nacionalismo vascoEd. Temas de Hoy, Madrid, 2005

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nazis y de Batasuna. Pero, dejando delado el aspecto jurídico y constitucionalde lo que debe hacerse con grupos deideología totalitaria, el problema políticosigue ahí presente y no debería dárselela espalda. Menos aún en estos tiemposde idiocia generalizada en la que estupi-deces como la de que «todas las ideasson legítimas» y «todas las opinionesvalen igual y son igualmente respetables»gozan de un apoyo alarmante, porque nopara de crecer.El problema al que Antonio Elorza cogepor los cuernos es, precisamente, el desi el nacionalismo vasco en su conjunto,es decir las distintas organizacionesnacidas del tronco plantado por SabinoArana en 1894, tiene raíces totalitarias: larespuesta de Elorza es que sí. Trasladado al plano de la actualidad polí-tica, lo que significa ese sí de AntonioElorza es que tenemos a una variedaddel totalitarismo cómodamente instaladoen varias instituciones claves del Es-tado, además de en la sociedad vasca,donde el nacionalismo de orígenes ara-nistas (PNV, EA, ELA … y ETA-Batasuna)ha ido creando fuertes redes clientela-res y de control social. Sin duda es unarealidad política y social que no tieneotra vuelta de hoja –salvo en el caso deETA-Batasuna, donde no hay otra alter-nativa realista que la derrota policial–que la normalización política por víasdemocráticas corrientes, esto es, me-diante elecciones, control público de lasinstituciones dominadas por los nacio-nalistas, etcétera. Pero el carácter tota-litario del nacionalismo vasco en suconjunto, sea latente o evidente, haimpregnado en todos estos años laeducación, la cultura oficial y los medios

de comunicación públicos, dato queprecisamente contribuye a explicar nosólo las dificultades con que tropieza lanormalización política vasca, sino la enor-me magnitud y complejidad de la tareapendiente. Porque el nacionalismo tota-litario, a diferencia de otros partidos deizquierda o derecha, cuando está en elpoder no se limita a desarrollar una polí-tica más o menos aceptable para todos,sino que procura instaurar en su exclu-sivo beneficio toda una cultura políticade «construcción nacional» que afectaprofunda y negativamente a la sociedadobjeto del experimento.Lo que ha hecho Antonio Elorza es, preci-samente, reunir los argumentos necesa-rios para colegir que la ideología formu-lada por Sabino Arana es otra variedadde totalitarismo político. Antonio Elorzaes, como se sabe, un especialista enhistoria contemporánea, y una autoridadclásica en historia del nacionalismovasco, particularmente en la historia polí-tica e ideológica de esta corriente. Llevapublicando libros sobre el tema desde losaños setenta –Ideologías del naciona-lismo vasco 1876-1937 (1978), Un puebloescogido: génesis, definición y desarro-llo del nacionalismo vasco (2001), La horade Euzkadi (2003)–, y Tras la huella deSabino Arana resulta ser en más de unaspecto la culminación de sus estudiosen este asunto. O un cierre de círculo,como el que el propio autor proponetrazar desde el pensamiento de SabinoArana hasta el Plan Ibarretxe, con cuyocomentario detallado termina el libro.Tras la huella de Sabino Arana no es, sinembargo, un estudio académico repletode notas, pensado para un público espe-cializado y exigente en materia de docu-

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mentación. Al libro se le puede reprochar,sin embargo, la falta de una bibliografíacomplementaria suficiente que oriente allector interesado en el problema. Al fin yal cabo, esta obra no sólo completa mu-chas investigaciones del propio autor,sino que habría sido imposible sin lascontribuciones de muchos otros. Es unlibro, eso sí, escrito en tono periodístico,preocupado por comunicar eficazmenteal lector la inquietud que sin duda sienteAntonio Elorza por las consecuenciasactuales de una política de raíces totali-tarias que culmina en el terrorismo eta-rra, pero que tiene una peligrosa versiónincruenta en el soberanismo expresadoen el Plan Ibarretxe. Un Plan que no tienenada que ver con el famoso y quiméricoarreglo del «modelo territorial» que espe-ran algunos ingenuos y bastantes aven-tureros y aprovechados, sino que tienesentido dentro de una concepción polí-tica muy diferente. Peligrosamente aleja-da de la democracia, incluso ajena a éstaen asuntos tan importantes como losconceptos de ciudadanía, nacionalidady territorio nacional.El totalitarismo ha sido definido de diver-sos modos. Antonio Elorza sigue espe-cialmente en su investigación la defi-nición propuesta por Gentile, y la del«totalismo» de Robert Lifon. A diferenciade los totalitarismos fascistas y comu-nistas, el nacionalismo vasco careceríade la preeminencia absoluta de la polí-tica dirigida por un partido-guía de ma-sas, único y fuertemente jerarquizado. Elnacionalismo vasco exhibe la rareza, eneste aspecto característico, de no haberconseguido formar nunca un partido deestas características. Al contrario, elnacionalismo vasco es cismático por

idiosincrasia. El PNV de Sabino Arana fueinmediatamente reformado de arribaabajo tras su muerte, cuando los prag-matistas del grupo de Ramón de la Sotadesbancaron a los herederos nombradospor el fundador y se hicieron con elcontrol político, aunque no con el ideo-lógico, y después experimentó numero-sas escisiones; ETA es una de ellas, enconcreto de EGI, la rama juvenil.Los modelos teóricos siempre encuen-tran excepciones y desviaciones en laexperiencia histórica, y sin duda es exa-gerado y confuso comparar al PNV conlos férreos partidos fundados por Lenin,Hitler o Mao, aunque la comparación esparcialmente válida para ETA. Pero Elorzaprefiere explorar la validez del totalismode Lifon aplicado al caso vasco. Aquí lacomparación parece más fértil y expli-cativa, porque en el totalismo el papel dela política normal es suplantado concreces por una sacralización de la ideo-logía, por una «religión política de laviolencia», una divinización absoluta dela causa de la Independencia de la Patriaque, efectivamente, caracteriza sobra-damente al nacionalismo vasco en susexpresiones y mentalidad más puras ycaracterísticas, las que han personifi-cado Sabino y Luis Arana, pero tambiénEli Gallastegui, Federico Krutwig, JavierEchevarrieta (Txabi Etxebarrieta), XabierArzalluz y tantos otros.Esta es, sin embargo, la conclusión delestudio de Antonio Elorza, no su premisa.Estamos ante un trabajo de interpreta-ción de la historia a la luz de la ideolo-gía, y no al contrario.¿Pero cuáles son los límites sociales ypolíticos del nacionalismo totalitario, talcomo lo entiende Antonio Elorza?

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Salvo los admiradores de ETA, hay bas-tante consenso en que esa organizaciónterrorista –la banda que comete atenta-dos más su tupida red de partidos, sindi-catos y asociaciones de todo tipo– se haconvertido en un ejemplo clásico denacionalismo totalitario (o de fanatismonacionalista, que es su rostro moral) y delos peligros y graves amenazas que pro-duce su tolerancia en las sociedadesdemocráticas: fanatismo, como se hadicho, y además criminalidad organizadacon fines o pretextos políticos, persecu-ción de los disidentes y enemigos, de-safío y transgresión permanentes de lasreglas e instituciones democráticas, rela-tivismo ético y político porque todo valea favor de la causa, etcétera.Hay diferentes interpretaciones sobre laprocedencia o fundamento ideológicodel nacionalismo totalitario que ETA ma-terializa. Para algunos procede del mar-xismo-leninismo, más o menos mestizadocon el nacionalismo de Sabino Arana;para otros, la dosis de marxismo-leni-nismo es más bien anecdótica o retórica,predominando la ascendencia aranista osabiniana. Personalmente soy de la se-gunda opinión: ETA era en sus orígenes,y lo ha sido después, un grupo terroristaarticulado en torno a determinada inter-pretación del mensaje nacionalista deSabino Arana. Antonio Elorza añade nue-vas evidencias de continuidad histórica.Las soflamas socialistas revolucionarias–como las antifranquistas hasta 1978–siempre han sido un agregado retóricosecundario, y más bien ornamental por-que lo que estaba y está realmente enjuego en la acción de ETA, en el terro-rismo, no es otra cosa que la obtenciónpor la violencia de un territorio propio

donde imponer un Estado de tipo marca-damente totalitario.Me refiero a un Estado donde la únicapolítica posible sea la del partido-guíaque monopoliza el poder ejerciendo adiscreción toda la violencia que le resultenecesaria para destruir a sus rivales,modificar la sociedad y perpetuarse enel gobierno imponiendo un régimen polí-tico ad hoc. Esta interpretación no pre-tende absolver al marxismo-leninismo deotras culpas –será necesario decirlo enestos tiempos de susceptibilidad en-fermiza–, sino simplemente explicar delmejor modo posible las múltiples eviden-cias históricas y actuales indicadoras deque el terrorismo nacionalista vasco tienesus raíces profundamente arraigadas enla tradición política e ideológica nativa delnacionalismo vasco, tal como fue dogmá-ticamente formulado por Sabino Aranaa finales del siglo XIX.Incluso muchos de los que admiten elcarácter totalitario del nacionalismoterrorista como una identidad ideológicaautónoma –es decir, que no necesitaagentes externos como el marxismo-leni-nismo o el fascismo– vacilan o retroce-den abiertamente si se trata de extenderesta imputación a toda la herencia deSabino Arana en su conjunto. Es unescrúpulo lógico, porque al fin y al caboafecta de lleno a la respetabilidad demo-crática del PNV, EA y otras formacionessurgidas del tronco común. Sin dudatales cosas no deben decirse sin argu-mentos muy sólidos. Pero deben decirsesi los argumentos existen.En el prólogo, Elorza resume su conclu-sión principal con gran claridad: «en lamedida en que el nacionalismo vasco esen la versión sabiniana vigente hasta

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hoy, una religión política de la violencia,nada tiene de extraño que en su evolu-ción se acerque al patrón totalitario, másconcretamente nazi por su denominadorcomún racista».La aberrante estrategia de «socializa-ción de la violencia» puesta en marchapor ETA-Batasuna en 1995 tiene más deun punto en común, salvo el de la escalade la agresión, con los procedimientosusados por los nazis en la Alemania de1930-1933 para amedrentar y eliminar laoposición política activa y para encerraren nuevos guetos jurídicos a los gruposque deseaban eliminar, particularmentelos judíos. Esta comparación, que sigueescandalizando a muchas almas bellasprogresistas, debe, sin embargo, encon-trar un fundamento que vaya más allá dela anécdota. Y el fundamento lo propor-cionan las ideas y planes de Sabino Ara-na, fundador del PNV e ideólogo nuncarectificado en lo doctrinal por este par-tido, que ha expulsado sistemáticamen-te a los críticos de Sabino (como EmilioGuevara o Joseba Arregi, recientemen-te), igual que ETA fue desprendiéndosea lo largo de sus luchas internas dequienes pretendían sustituir el humussabiniano de sus padres por un sustratodiferente, siempre anatematizado porextranjero.Elorza traza una evolución que parte delos cimientos premodernos de SabinoArana: la obsesión por la «limpieza desangre» y el antisemitismo que caracte-rizaba a la sociedad española de lossiglos XV al XIX (cruel paradoja: el nacio-nalismo vasco es uno de los últimosrestos vivos del antiguo régimen hispa-no). La una y el otro enlazaron con todanaturalidad con el racismo moderno de

base biológica, supuestamente científica,cuya máxima y más degenerada expre-sión es la política genocida del nacional-socialismo germánico. Sabino Arana tras-ladó el odio antisemita tradicional de loscristianos viejos, que englobaba a here-jes y otras gentes de «mala sangre», a losmaquetos (emigrantes) y sobre todo a losmaquetófilos, los vascos traidores. Contraunos y otros, sobre todo contra los vas-cos traidores, valía cualquier violencia,dato positivo que la trayectoria relativa-mente pacífica del PNV –no así la deETA– no debe hacernos ignorar. Lo quedefine la identidad política del naciona-lismo vasco es la asunción del deber demorir y matar por la patria; el deber dematar, asumido realmente por ETA en1968 y precedido por las especulacionesbelicistas de los «aberrianos» en los añostreinta, se sigue en realidad del deliriomartirizador de Sabino Arana y sus com-pañeros, más pasivos que realmentepacíficos. A la luz de esta continuidadtoman pleno sentido datos como la su-cesión genealógica del nacionalismomás radical en algunas sagas familiaresabertzales como la de los Gallastegui,nacionalistas de primera hora, aberria-nos en la década de los treinta y terro-ristas en la actualidad.La mezcolanza congruente de xenofobia,racismo, odio a España y religión de laviolencia que observa en el padre funda-dor, lleva a Antonio Elorza a escribir que«la política del nacionalismo sabiniano esen las ideas y en la práctica, desde elprimer momento, una política del odio»(pág. 105), y que «Sabino Arana es ensentido estricto un prenazi vasco» (pág.108). Así las cosas, y conocida la intoca-bilidad de la herencia sabiniana en el

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seno más íntimo del PNV, no extrañarátanto que Juan José Ibarretxe utilizarasin inmutarse, como parte de la propa-ganda de su plan, frases de resonanciastan nazis como «el futuro nos pertenece»o «los vascos y las vascas no debenrespetar más límite que el de su propiavoluntad». Frases estremecedoras paraquienes comprenden su significadopráctico y conocen el histórico; meroseslóganes inofensivos para quienesmenosprecian el peso de las ideas y lasconvicciones en la conducta humana.

CARLOS MARTÍNEZ GORRIARÁN

Turistasdel idealIGNACIO VIDAL-FOLCHTuristas del idealEditorial Destino (Ancora y Delfín). 2005.

Dramatis personae:

Vigil.– Escritor comunista, castrista, en lacincuentena; autor de novelas policíacas«progresistas» (protagonizadas por Cón-dor, un detective de izquierdas); influyen-te, aunque siempre equivocado, colum-nista en la Prensa. Es multimillonario. Caefascinado por la figura de «El Capitán».Es el prototipo del «revolucionario enpantuflas».«El Capitán».– Ex estudiante de Filosofíaobsesionado con la figura del Che Gue-vara; acaba siendo jefe guerrillero en lasselvas del país centroamericano de Tie-rras Calientes. «El Capitán» aúna su habi-

lidad como propagandista y estratega delos «mass media» con los discursoshumanistas y sentimentales.Augusto.– Novelista portugués de edadprovecta, galardonado con el Toisón deOro de las Letras Europeas (la mayordistinción literaria); charlatán en todocongreso moderadamente intelectual ojornadas solidarias que se celebren en elmundo. Sufre porque, a pesar de las tesisque propugna en sus interesantísimasnovelas, el mundo va a su bola y no lehace ni puñetero caso. Sufre, también,porque se siente envejecer, las fuerzasno le llegan, su mujer no le soporta ysiente que la muerte, poco a poco, em-pieza a rondarle las entrañas.Colores.– Cantautor de inmenso éxito,aficionado a las drogas de todas las cul-turas y a los licores de todas las añadas.Amén de politoxicómano es un erotó-mano inveterado. Quiere componer unacanción en homenaje a la revolución de«El Capitán», pero le sale un homenaje alos grandes hoteles, que son, a la postre,mucho más confortables.Paco.– Joven vasco de pocas luces ycon pujos de literato. En cierta ocasión,años atrás, fue humillado por Vigil yahora, al encontrarse casualmente conél en Tierras Calientes decide hacersepasar por jefe etarra y exigirle el «im-puesto revolucionario».Valdemont.– Viejo escritor franquista,vive, desde la Transición, enclaustradoen sus habitaciones de un hotel cercanoa Las Ramblas. Propondrá a Vigil un tratofáustico: escribir una novela a cuatromanos. Vigil se encargará de la trama yde la condimentación ideológica (esascosas tan menores como desdeñables)y él se ocupará de lo inefable: la retórica,

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el garbo literario, la sintaxis… (Vigil, natu-ralmente, rechaza el pacto como si fueseun sacrilegio).Es habitual que, en las obras de ficcióninspiradas o basadas en acontecimien-tos recientes, el autor avisado coloqueuna advertencia a modo de espantajopara los leguleyos: «Cualquier parecidocon la realidad es mera coincidencia».En Turistas del ideal, la última novela deIgnacio Vidal-Folch (y tal vez la másdescacharrante desde No se lo digas anadie, su primera obra mayor en el mun-do de las letras) se debería dar un reto-que a la advertencia: «Cualquier parecidocon la realidad NO es pura coinciden-cia». Ese dramatis personae que hemosesbozado para que les pueda servir deaperitivo a quienes se hagan el favor dehincarle el diente, tiene corresponden-cias evidentes. Vigil, por descontado, es Vázquez Mon-talbán, aunque su caricatura literaria–tan risible que podría resultar inclusotierna– no atesore la miseria del modelo.Augusto es el pelma del Nobel portu-gués (o sea, Saramago, hasta escribir sunombre da pereza), perejil de todas lassalsas cocinadas por la revolución siem-pre pendiente y farolillo rojo de cualquier

verbena. Colores no es otro que Sabina–¿quién si no?– buscando alguna musaa la que camelar a base de malditismode ocasión y de bohemia abonada contarjeta de crédito (platino, por supuesto).«El Capitán» es el subcomandante Mar-cos, que ha concertado una cita con laHistoria en el Zócalo de México paraacabar atrapado en un bochinche quees una demostración sindical de víaestrecha. Valdemont podría ser cual-quiera. Cualquiera de aquellos grandesescritores catalanes de la pre y la pos-guerra que fueron fusilados por la «cul-tureta» con una cerrada descarga desilencio. Ignacio Agustí, por poner unejemplo.Con esos mimbres (y algunos otros nomenos sabrosos, como Oliver Stone yGünter Grass, que se pasean por la tra-ma fugazmente), Vidal-Folch ha conse-guido poner en evidencia el desbordadocaudal de tartufismo que inunda losbarrancos del buenismo, de la culturaoficiosa y oficial y de ese Sida mental enel que se ha acabado convirtiendo laproliferación del pensamiento estéril. El autor ha roto el molde de la correcciónpolítica como un forzado que escapa asus cadenas. Ha visto la realidad, o larealidad ficticia (al cabo, esa grisalla coti-diana que a todos nos amuerma), en losespejos del Callejón del Gato, para anali-zarla a la luz del esperpento. Ha roto, enun ejercicio brillantísimo de valleincla-nismo posmoderno, el costurón queaherroja al Ruedo Ibérico. Para escribir un libro así –con el queempiezas a reír en las primeras páginasy puedes bebértelo riendo– hay que tenervalor, además de talento. Este último,

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Vidal-Folch lo ha demostrado a través denovelas como La libertad o La cabeza deplástico, que se encuentran entre lopoco realmente original que se ha edi-tado en España en los años recientes. Encuanto al valor, sus artículos en El país oen Tiempo dan fe de que es un personajeque no se amilana fácilmente. Pero Turistas del ideal aún va más lejos.Esta novela es una patada en los mismí-simos de esos filisteos a los que CarmenCalvo les baila el agua (o el «cham-pagne») con una cursilería sin fronteras.Un alegato contra los «maîtres à penser»que no han visto una idea desde quenacieron. Una sátira feroz del progre-sismo «gauche caviar» y de la moralina«todo-a-zen» del izquierdismo memo. Unhierro al rojo que marca donde duele.Si, generalmente, escribir en España esllorar (estamos ya de llorones hasta eltupé, por no ir más lejos), Vidal-Folch,que es un escritor muy serio, nos harecordado que la risa es la mejor tera-pia para despabilar la inteligencia.Turistas del ideal es, en ese sentido, unfulminante antídoto contra el papana-tismo que nos cerca. Alguien, por fin,ha señalado a los que siempre te seña-lan con el dedo. Ha gritado que el reyestá desnudo, y es como si respirar,después de la denuncia, a todos noscostase un poco menos. Si Dante serefería a su Comedia como «ficciónverdadera», Vidal-Folch –mudando lomudable– podría decir lo mismo de suúltima novela. Frente a tanta «verdadmendaz» –como diría Steiner– un soplode aire fresco.

TOMÁS CUESTA

11-M, cómo laYihad puso derodillas a EspañaMIGUEL PLATÓN11-M, cómo la Yihad puso de rodillas a EspañaEd. La Esfera de los Libros, 2005

El 11 de marzo de 2004 constituye unafecha terrible en la moderna crónica delmundo. Como el 11 de septiembre de 2001,el 11 de marzo de hace algo más de unaño marca un hito en lo que un seguidorde Borges se atrevería a denominar, a lamanera del maestro argentino, la histo-ria universal de la infamia, una historia,por cierto, que cada día presenta nuevosy más preocupantes perfiles. Ese día,unos terroristas islámicos asesinaron enMadrid a 192 personas, hirieron a otras1.600 y consiguieron, en vísperas de unaselecciones generales, un vuelco espec-tacular de las urnas, lo que llevó a lavictoria al partido que, según todos lospronósticos, iba a perder, y a la derrota(y, más tarde, al intento de marginaciónde la vida política) al que parecía obli-gado ganador.¿Por qué pasó lo que pasó? ¿Quién lohizo? ¿Qué se buscaba con esa masa-cre? De esto trata 11-M, cómo la Yihadpuso de rodillas a España –de casiquinientas páginas–, de Miguel Platón.Los asesinos querían forzar la retirada delos 1.300 efectivos militares españolesdesplegados en Irak, que no habían par-ticipado en ninguna acción bélica, sino

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en tareas de seguridad y apoyo a lapoblación iraquí, de acuerdo con suce-sivas resoluciones del Consejo de Segu-ridad de Naciones Unidas, y para ellonecesitaban otro Gobierno en España, unpaís en el que el líder de la oposición, elsocialista José Luis Rodríguez Zapatero,había encabezado las manifestacionescontra la guerra y había prometido la reti-rada de las tropas si llegaba al poder. No cabe duda de que, «a reserva de loque, en su momento, determine la sen-tencia judicial o descubra la investiga-ción histórica», como escribe Platón, fueuna célula de la Yihad Islámica, integradapor marroquíes que, en su mayor parte,llevaba tiempo asentada en España, laque organizó el ataque terrorista y la que,con él, consiguió plenamente su objetivo.España retiró sus tropas de Irak, previavictoria socialista tres días después de lamatanza. El Partido Socialista logró resu-citar en la opinión pública, en las horasanteriores a la votación, tan tensas, quesiguieron al atentado, el clima de laspasadas manifestaciones contra la gue-rra. Aznar, y no los terroristas, era el di-recto responsable de la matanza. Lasencuestas fueron papel mojado a manosde los teléfonos móviles. El 14 de marzose votó en un ambiente desmedidamenteemocional, con el zumbido de las bombasdel 11-M alrededor de unas urnas querecordaban, en una metáfora siniestra,los ataúdes que se habían ido acumu-lando en la estación de Atocha.11-M: llevamos más de un año pensandoen esta abreviatura diabólica. Todos losesfuerzos que han hecho el PartidoSocialista y el nuevo Gobierno de Españapara que los españoles olviden el 11 de

marzo de 2004 –o, si no lo pueden olvidar,que al menos lo desvinculen de su triunfoelectoral–, se han mostrado estériles. El11-M está presente en todo lo que ocurre.Cuanto mayor es el empeño del Gobiernode José Luis Rodríguez Zapatero enbuscar la legitimidad de ejercicio paracompensar las flaquezas de su legitimi-dad de origen, promoviendo medidas yacuerdos que han llevado a decir al líderde la oposición, Mariano Rajoy, que «hapuesto España patas arriba» (aunquenadie discuta la legalidad de su triunfo,porque en las elecciones lo que se cuen-tan son los votos y no los sentimientos),mayor es la fuerza con la que se instalaen el imaginario colectivo. Es como si, enun tono de lamento por las víctimas ino-centes, medio país se preguntase, ape-sadumbrado, qué hemos hecho para me-recer esto. Como escribió hace algunosmeses Francisco Umbral en su columnade El Mundo, «mientras no se aclare eltema de los trenes seguimos viviendo enuna provisionalidad muy peligrosa. Le sor-prende a uno cada día el talante con queZP toma decisiones y se adentra en elfuturo. Parece como si él no fuese cons-ciente de esa provisionalidad. Se encuen-tra tan a gusto en el cargo, que se olvidade cómo ha llegado a la Moncloa».Pero para que no nos olvidemos de lo queocurrió, durante un año de minuciosainvestigación Miguel Platón Carnicero(Melilla, 1949) ha reconstruido esos deci-sivos días de marzo. Platón es un perio-dista de largo recorrido, con vitola dehistoriador (el periodismo, después detodo, es la Historia escrita deprisa), seislibros en su haber y miles de crónicas asus espaldas, a quien el 11-M pilló en su

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puesto de mando de la Agencia EFE,como Director de Información, dondellevaba siete años haciendo ese relatodiario y anónimo, pero tan esencial comoel segundero de un reloj cuando se mideel tiempo, que es el trabajo de las gran-des agencias. EFE es la primera agenciade prensa de España, y la cuarta delmundo, y el puesto que Miguel Platóndesempeñaba allí, como máximo respon-sable de toda la información de la casa,constituye una de las más privilegiadasatalayas que pueda haber para observartodo lo que pasa, si bien el periodismo deagencia tiene la contrapartida, hartocomplicada y no siempre conocida, deque no se detiene nunca y debe combi-nar la urgencia con el rigor, la prisa conla precisión. Platón se ha tomado todo el tiempo nece-sario para indagar, minuto a minuto, loque fue el 11-M y lo que lo ha rodeado.Aparte de que por sus manos pasarontodas las noticias que se iban produ-ciendo en aquellos momentos, en algu-nas de las cuales la Agencia EFE tuvo unprotagonismo esencial, poniendo exacti-tud donde había falsedades interesadas,ha hablado con más de dos docenas depersonas directamente implicadas en lacuestión, cargos públicos, policiales yexpertos diversos. Por ello, se puede de-cir, sin menoscabo de otras obras valio-sas sobre este gran acontecimiento, y entorno al cual la bibliografía seguirá cre-ciendo, sin duda alguna, que este 11-M,cómo la Yihad puso de rodillas a Españaresulta un libro esencial en la aproxima-ción al suceso. Platón no ha queridohacer un compendio de conjeturas, sinoun relato de hechos. No ha especulado

con las casualidades ni ha formuladojuicios previos; se ha limitado a buscardatos y a ponerlos uno junto a otro, comoquien levanta un acta notarial de unsuceso aparentemente confuso e ines-crutable, pero sobre el cual hay que irsumando testimonios, para que, paradó-jicamente, se haga la luz. La claridad esla cortesía del filósofo, decía Ortega.Pero, además, es la obligación de losperiodistas.El libro, escrito en una prosa directa yprecisa que se lee como una novela,está dividido en cinco capítulos (unodedicado al clima previo al 11-M, y loscuatro siguientes, uno por jornada, a losdías 11, 12, 13 y 14 de marzo), y lleva unaintroducción y un epílogo. La pormeno-rizada crónica de lo que ocurrió, con ellargo plantel de personajes que apare-cen en el relato, da una visión muy pró-xima, caliente y cercana, a la realidad.Aquí está lo que pasó. Sin aditivos nicolorantes. Como el propio autor explicóen el acto de presentación de la obra,que la directora de la colección «LaEsfera de los Libros», Imelda Navajo,definió como «un referente para la histo-ria de este país», Platón buscaba unatesis innovadora, pero descubrió que no

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había nada oculto, y que no quedabaotro remedio que centrarse en la infor-mación y en el análisis. Sus conclusiones básicas, según élmismo declaró, son que la responsabili-dad fue de la Yihad, que no hubo oculta-ción de información por parte del Go-bierno y que el éxito del brutal atentadofue, sencillamente, la retirada de las tro-pas de Irak y su influencia decisiva en laselecciones que iban a celebrarse tresdías más tarde.Que este era el gran objetivo ofrece yapocas dudas. El cambio producido en lospronósticos y en el clima pre-electoralfue espectacular. Todas las empresasdemoscópicas habían anticipado unavictoria más que suficiente del PartidoPopular, y la duda era sólo si lo sería pormayoría absoluta. Aparte de la prácticaunanimidad de los sondeos, si se cree enel valor representativo del Censo Electo-ral de Residentes Ausentes (308.816 elec-tores que habían votado antes del 11 demarzo) hay que concluir que, sin el aten-tado, el Partido Popular habría ganadolas elecciones, porque en ese voto anti-cipado por correo, que es como unaencuesta oculta, pero muy representa-tiva del sentir general, obtuvo el 40,4 porciento de estos votos, frente al 38 porciento del PSOE, datos que, por cierto,frente a la costumbre de facilitarlos a 23ó 24 días de las elecciones, el Gobiernono hizo públicos hasta el 5 de mayo, 52días después.Todo esto está en el epílogo de la obra,en la que el autor se hace las diez pre-guntas fundamentales sobre quién co-metió el atentado (una docena de isla-

mistas norteafricanos), quién lo organizó(una célula de la Yihad que llevaba tiem-po en España), qué objetivo tenía (la reti-rada de las tropas de Irak, para provocarun efecto dominó entre los aliados deEstados Unidos), sobre si significó unavacuna contra el terrorismo islámico (no),sobre si existe alguna prueba que lovincule con ETA (tampoco, por ahora),sobre su influencia en el resultado elec-toral (evidente), sobre si restringió elGobierno la investigación policial (no),sobre si ocultó información (tampoco),sobre si ha servido de algo la Comisiónde Investigación del Congreso de losdiputados (sí) y, finalmente, sobre a quiénbenefició el atentado, la pregunta del«Cui prodest?», a la que Platón contestasin el menor complejo: al PSOE, «queganó unas elecciones que tenía perdi-das», a la propia Yihad, a los nacionalis-tas catalanes y vascos, a Marruecos, aFrancia, a Chávez y a Castro, al grupoPrisa, a la ETA... Pero, como dice el autoral hablar de la extraña legislatura que seabrió con el triunfo socialista y de lanecesidad de pactar «unas iniciativasnacionalistas que parecían basadas enla negación de España», ésa es ya otrahistoria. Miguel Platón se ha ceñido a loque fue el 11-M. Un día, «al final delinvierno y al comienzo de una primaverainusualmente fríos y húmedos», que trajomuerte, destrucción y nuevos horizontespolíticos al primer país que, en la Histo-ria moderna de Europa, veía cómo unatentado terrorista conseguía imponer suvoluntad a una democracia.

MIGUEL ÁNGEL GOZALO

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PanfletosLiberalesCARLOS RODRÍGUEZ BRAUNPanfletos LiberalesLid editorial, 2005.

¿Qué pensarían si alguien les dijera queconfiar al Estado la resolución de todosnuestros problemas implica cambiar li-bertad por seguridad y prosperidad porparo y pobreza? Probablemente quien seatreviera a poner en tela de juicio el ta-maño, la eficacia y el poder del mismo,sería calificado de demente por unaamplia mayoría.Ahora bien, si en vez de advertirles de lospeligros de la intromisión del Estado ennuestras vidas, alguien les explicara queustedes son pobres porque alguien esrico, que el capitalismo sólo desata elegoísmo y por tanto la guerra de todoscontra todos y que, de no haber libertadeconómica, los lobos no entrarían en elgallinero, es muy probable que más deuno piense que este agorero no padezcaenfermedad mental alguna.Panfletos liberales, el último libro deCarlos Rodríguez Braun, huyendo de lopolíticamente correcto, es una apuestapor decir las verdades del barquero. Poreso, muchos tendrán al autor por un ilu-so, máxime cuando defiende el libre mer-cado y el individualismo. Rodríguez Braun, uno de los mejorespensadores liberales de España y Argen-tina, no en vano es traductor de AdamSmith, se destapa como un brillante divul-gador del pensamiento económico a lapar que catedrático de economía, con-tertulio en la radio y escritor de éxito. Enesta obra recopila algunos de sus mejo-

res artículos aparecidos en prensa, agru-pados en temas tales como la cultura, laglobalización, el capitalismo, el libera-lismo y el socialismo. Probablemente el libro trata de advertirdel peligro de aceptar derechos talescomo el derecho a una vivienda digna, aun salario justo… y creer que el capita-lismo es peor que la jungla. En definitiva,este libro es un revulsivo para quienescreen con Rodríguez Zapatero que «elmodelo de menos Estado y más sociedadha fracasado».Frente al actual Presidente del Gobierno,que califica el liberalismo de bárbaro, elautor se plantea defenderlo explicandoque, básicamente, implica el derecho decada cual a buscar su felicidad sin inter-ferir en la de los demás. Por el contrario,los socialistas padecen una permanenteinsatisfacción, puesto que criminalizan aquienes son felices por no preocuparsesuficientemente por los infelices. El socialista cree que no podemos serfelices salvo que nos sacrifiquemos to-talmente en nombre de la solidaridad.Para la ideología colectivista la solida-ridad supone arrebatarle a unos lo suyopara dárselo a los demás, y en esa coac-ción forzosa considera que el Estado esun santo o, mejor dicho, para no ofendera los ateos militantes, un Robin Hood mo-derno. Rodríguez Braun, en cambio, cali-fica esta ideología de saqueadora y des-cribe con precisión las consecuenciasde esta prostitución de la idea de justi-cia: «falta de productividad, corrupción,cultura del subsidio, espectacularesaumentos de impuestos, gastos y deu-da pública, paro, etc...». Por el contrario, el liberalismo consideraque la solidaridad no puede ser im-puesta sino que debe ser una virtud indi-

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vidual. Asimismo, entiende que no sepuede defender la igualdad de resulta-dos, como propone el socialismo, puestoque si se aplicara esa medida, la genteno estaría dispuesta a arriesgarse, em-peñarse y sacrificar su ocio y dinero paraprosperar. El autor, en un alarde de genialidad, apli-ca estas tesis izquierdistas al fútbol pro-fesional para demostrar que son clara-mente injustas. Todos sabemos que hayequipos que parten de una ventaja com-petitiva, léase el Real Madrid y el Barça,y otros que no tienen presupuesto sufi-ciente para fichar a las estrellas. Paracorregir esta desigualdad y con el obje-tivo de que la igualdad de oportunidadprevalezca, podrían imponerse dos me-didas: «portería con justicia social «(PJSen adelante) y «botas con justicia social»(BJS en lo sucesivo). La PJS supondría,por poner un caso, que el equipo blau-grana tendría una portería enorme quedefender mientras que el equipo contra-rio, al carecer de tantos recursos comoel equipo de Ronaldinho, defendería unaportería pequeña. Así las cosas, el Barçatendría que marcar en una portería dimi-nuta al tiempo que evitar que sus rivalescolaran el esférico por una inmensa por-tería. Si a esta medida añadiéramos otra,

la BJS, por la que «en cada partido acada jugador» se le aplicarían «violentasdescargas paralizantes, cuya intensidadsería creciente conforme a su renta»,podemos estar seguros de que el cam-peón de liga de esta temporada, no hu-biera sido el Barça.Como señala Rodríguez Braun, «en elfondo, la idea de las BJS es exactamentela misma que la de la progresividad fiscal,consagrada en nuestra Constitución ycelosamente respetada por nuestros go-bernantes». ¿Se imaginan la reacción delos aficionados al balompié ante unasmedidas como estas?. Seguro que alega-rían que es injusto restringir la capacidadde los futbolistas o que es imposibleponer porterías de distinto tamaño por-que eso supone tanto como jugar con lapata coja o con los ojos cerrados. Sin em-bargo, esos mismos apasionados delfútbol, seguirían pensando que la riquezasólo procede de la explotación y que, portal motivo hay que compensar a los quepadecen el yugo del capital sin apreciar,en cambio, lo difícil que resulta sacaradelante una empresa, tanto como serpichichi en la liga.Otro de los pilares del socialismo queanaliza el autor son los derechos socia-les. Esta perversión de los derechosimplica pasar del principio de «a cadacual lo suyo» al de «a cada cual segúnsus necesidades». De este modo, porejemplo, que cualquiera que carezca devivienda pueda pensar que es por culpade alguien o de un sistema injusto queimpide que la tenga. Probablemente este«sin techo» alegue que es titular del dere-cho a una vivienda digna, lo cual, «noquiere decir, el derecho a comprarla (…)sino el derecho a violar cualquier liber-

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tad para satisfacer ese derecho». De ahíque pueda llegar a sostener que «si unospropietarios compran una vivienda y nola utilizan, no están ejerciendo su liber-tad sino violando mi derecho a tener unacasa». Si eso es así, ¿cabe establecerrestricciones a la ocupación de una casadeshabitada teniendo en cuenta que laConstitución protege un derecho del quele han privado?.Lo triste del caso es que el principio «decada cual según sus capacidades, acada cual según sus necesidades» erauno de los axiomas del marxismo y, des-graciadamente, sigue siendo uno de losfundamentos del socialismo actual.Como hemos señalado, el izquierdistasostiene que hay que contener el capi-talismo para que no destruya al hombrey que sólo la intervención del Estadopuede conseguirlo. Los efectos colate-rales de la intervención del Estado sontantos que podrían ocupar más páginasque la Enciclopedia británica, aunquebasta con algún que otro ejemplo parahacernos una somera idea. Veamos unode los más paradigmáticos a juicio delautor: las pensiones. Hoy en día la genteconfía en que cuando se retire del mer-cado laboral, cobrará la pensión. Sin em-bargo, Rodríguez Braun encuentra eltalón de Aquiles del sistema público depensiones. Si cada jubilado cobra en lamedida en que otros trabajadores pagancotizaciones a la Seguridad Social y cadavez hay más ancianos y nacen menosniños, a medio plazo, no va a haber bra-zos que sostengan a nuestros mayores. Entretanto, la gente sigue creyendo quepase lo que pase, tendrá su pensión, aligual que piensa que el Estado le protegede los criminales. Sin embargo, esto yano se puede creer a pie juntillas ya que,

tal y como recuerda Rodríguez Braun,citando a un economista norteameri-cano, «el Estado no indemniza a las vícti-mas y como puede recurrir a los impues-tos como fuente de financiación, no tieneincentivos para prevenir el delito, recu-perar lo robado y capturar a los crimina-les». A esta terrible revelación se le uneotra aún más inquietante: en la medidaen que el derecho penal busca reinser-tar al delincuente y no restituir a las vícti-mas, sitúa al criminal en una situaciónprivilegiada, porque si entra en una casaa robar, y el dueño, en legítima defensa,acaba con su vida, terminará en el cala-bozo. El coste de oportunidad para elatracador es casi cero porque si no esdescubierto, roba. En caso contrario, to-davía puede escapar ileso.Mientras los intelectuales sigan asu-miendo el socialismo como la única ideo-logía válida, no sólo se resentirá el de-bate público sino que cualquiera quediscrepe será calificado de fascista. Ro-dríguez Braun ha tenido que escucharese calificativo tantas veces en su vida,como lo refleja en este libro, que hasta locomenta con ciertas dosis de humor.Curiosamente, tachar a la gente de fas-cista es la forma en que la izquierda de-muestra que carece de argumentos sufi-cientes para defender su ideario. Lo máschocante resulta llamar nazi a quien,como Carlos Rodríguez Braun, tuvo quehuir de Argentina para evitar que ladictadura militar cercenara su vida.Con libros como Panfletos liberales, seabre la discusión de las ideas al granpúblico para que tome parte en lo que letoca, su libertad y su propiedad. Si ustedquiere que le traten como una personainteligente, capaz de decidir lo mejorpara usted, y no como a un idiota a quien

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le achacan padecer el virus del confor-mismo y del consumismo, este es su libro.

GORKA ECHEVARRÍA ZUBELDIA

Contra la secesión vascaJOSÉ ANTONIO ZARZALEJOSContra la secesión vascaEditorial Planeta, 2005.

Contra la secesión vasca no es sólo unlibro imprescindible para comprender elproblema vasco. También lo es para com-prender el problema nacional español.Porque, más allá de la brillantez de suanálisis, sobradamente conocida por sudensa labor como articulista, José Anto-nio Zarzalejos ofrece tres aportacionesfundamentales en esta obra. Y la primeraes precisamente ésa, la comprensión delconflicto nacionalista vasco como unelemento de la irresuelta cuestión nacio-nal de España. A ello añade el autor laosadía intelectual de una incorrecciónpolítica que le permite valorar el nacio-nalismo en toda su gravedad, la de lasecesión, algo aún inhabitual en unasociedad que persiste en considerarprovocadora toda alerta sobre el conte-nido de las demandas nacionalistas. Y,en tercer lugar, el libro muestra en primerplano a ETA, como era inevitable, pero lohace en sus dos vertientes más gravesdesde el punto de vista democrático ymoral: en su conexión con el naciona-lismo y en las tendencias constantes aldesistimiento de ciudadanos y fuerzaspolíticas.

El autor acabó esta obra en enero deeste año, y, si su visión sobre el estadode esta cuestión era muy negativa enese momento, podemos suponer que,unos meses después, ha tenido queempeorar inevitablemente. Porque, des-de la publicación de este libro, todas lastendencias negativas apuntadas en él nohan hecho más que intensificarse. Zar-zalejos escribía: «el plan secesionistamás una tregua de ETA sería una combi-nación con posibilidades de obtener losdesistimientos requeridos para prolon-gar el régimen nacionalista en el PaísVasco. Evidentemente no se trataría deconseguir una sustitución del Estatutoactual por el que aprobó el ParlamentoVasco el 30 de diciembre de 2004, perosí de arrancar determinadas concesio-nes que supongan, de una manera o deotra, debilitar la actual estructura auto-nómica y transformarla en otra próximaa la confederabilidad».Pues bien, los desistimientos han sidoconstantes desde la redacción de esaslíneas. Y el entrelazamiento de los inte-reses de los nacionalistas y de los etarrasse ha hecho más visible, si cabe. En fe-brero de este año, el Parlamento de lanación rechazaba el Plan Ibarretxe. Aho-ra bien, el Presidente del Gobierno ofre-cía a Ibarretxe una negociación quepermitiera llegar a algún tipo de acuerdo,que no fuera el Plan Ibarretxe, pero síalgo bastante diferente del Estatuto. Des-de entonces, parece que el Plan Iba-rretxe ha pasado a un segundo plano,pero, mientras tanto, es ETA la que hapasado a primer plano. O, siendo másexactos, es el Gobierno el que ha pasa-do a ETA al primer plano con su oferta denegociación. A pesar de las oscuridades,secretos y manipulaciones que rodean

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esa oferta, sabemos su contenido sus-tancial: las dos mesas, la mesa de lospresos y la mesa del futuro político delPaís Vasco. Es decir, la mesa para lanegociación de la secesión aparece denuevo, pero ahora a través de ETA. Y,sobre todo, a través de un nuevo desisti-miento de los demócratas. Merece la pena reproducir unas pala-bras de Patxo Unzueta que cita JoséAntonio Zarzalejos. Y no sólo porquecoincido con el autor en la admiraciónhacia el trabajo de Unzueta sino porquesus análisis han sido muy tenidos encuenta por la izquierda española. Hastaahora, al menos. Porque Unzueta escri-bía en su último libro que «No sabemosbien qué podría hacer desistir a ETA-qué puede inducir a sus dirigentes aoptar por su autodisolución o reconver-sión en un partido político pacífico–pero parece lógico pensar que será másfácil que desista si se le hace ver quecualquiera que sea el signo del gobiernono habrá negociación política que siexiste ambigüedad al respecto. Y alrevés, será difícil que piense en dejarlomientras el partido mayoritario en Eus-kadi siga afirmando que un grave e irre-suelto problema político subyace al dela violencia de ETA».Pero en los últimos meses análisis comoel anterior han desaparecido práctica-mente de la izquierda española, embar-cada junto al Presidente del Gobierno enesa aventura de negociación con ETA yde diálogo con el nacionalismo secesio-nista para llegar a acuerdos que no sabe-mos adónde nos llevarán. Tampoco losabe el Gobierno. Pero sí sabe que nocree en la política antiterrorista de estosúltimos años, la del Pacto por las Liber-tades, que negaba la negociación con

ETA, y sí sabe que quiere negociar conlos nacionalistas la superación del actualEstatuto de Gernika. Como señala Zarza-lejos, la propuesta de reforma estatutariadel Partido Socialista de Euskadi con sualusión a la comunidad nacional, «cons-tituye todo un síntoma de retorno a lapolítica de apaciguamiento con los na-cionalistas».Este aspecto del retorno nos lleva, porotra parte, a plantearnos si estamos anteun cambio coyuntural o más bien unaconcepción de fondo, no sólo sobre elproblema vasco, sino sobre la configu-ración de España como nación. Muchasde las reflexiones de Zarzalejos nos lle-van a la conclusión de que las dudas, losdevaneos y las indecisiones de la izquier-da española frente a la configuraciónterritorial de España son estructurales,están sólidamente asentadas en el Par-tido Socialista y explican el proceso dereforma constitucional que está en mar-cha. El autor es contundente cuando afir-ma que muchas de las reformas consti-tucionales que pretende el Gobierno sontorpedos en la línea de flotación del espí-ritu y la letra de la Constitución.Y es que no se puede separar la reformaconstitucional de la estrategia de losnacionalistas. Porque una de las refle-xiones más importantes que aporta estaobra es la denuncia de la debilidad delEstado frente a la presión nacionalista.Esa es la clave de la cuestión. EscribeZarzalejos que «el profundo deterioro dela convivencia en España y el vuelcoabsoluto de las políticas anteriores por elgobierno socialista, sus compromisos enCataluña y la demonización de Aznar o sugestión han cambiado la estrategia delmovimiento nacionalista. Sus bazas ad-quieren más valor (…) en tanto que

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disminuye la fortaleza de la interlocucióndel Estado». Y Zarzalejos acierta plena-mente cuando señala que «el problemade la cohesión nacional, como ocurrieraantes en nuestra historia, no procedesólo, ni principalmente, de la presión na-cionalista, sino de la incapacidad nacio-nal para soportarla».Creo, al igual que el autor, que la pregun-ta que nos debemos hacer para enten-der la incapacidad de superar el proble-ma nacionalista es la relativa a la actitudde los partidos nacionales y al papel delEstado. Y justamente en ese campo de-bemos situar el otro gran obstáculo queeterniza la presión nacionalista. Me re-fiero a la incapacidad para valorar ade-cuadamente los objetivos nacionalistas.Y la razón no es la confusión intelectual,sino, sencillamente, la colocación de unavenda ante nuestros propios ojos paraevitar el reconocimiento de lo que es unproblema de grandes dimensiones.José Antonio Zarzalejos no tiene, cier-tamente, la más leve venda en un análi-sis que aborda la naturaleza, la historia ylos objetivos del nacionalismo vascodesde el realismo más demoledor. Enprimer lugar, cuando describe la evolu-ción histórica de lo que califica como unaidentidad destructiva. En segundo lugar,

cuando aborda las relaciones entre lospartidos nacionalistas y ETA. Zarzalejosse refiere en muchas páginas al movi-miento nacionalista, porque, de la mismaforma que el nacionalismo ha instituidoun régimen de poder, los diferentes bra-zos del nacionalismo, y aquí se incluye elterrorismo, configuran un movimiento,unido no sólo por la necesidad de mante-ner el control de ese régimen, sino por unprincipio irrenunciable: la reclamaciónde la soberanía plena para eso que lla-man Euskalherria. Zarzalejos no sólo re-cuerda Lizarra sino que afirma que entrelas elecciones de 2001 y las de 2005, elnacionalismo vasco y ETA se han entre-lazado de nuevo; aún más, piensa queeste proceso no tiene retorno porque lavuelta sólo sería posible con una refor-mulación integral del nacionalismo ensus fundamentos doctrinales y en susprácticas políticas.En una de las más lamentables confu-siones entre deseos y realidades, mu-chos analistas afirmaron tras las elec-ciones autonómicas de abril que el PlanIbarretxe había fracasado, como si elnuevo brazo político de ETA que se sien-ta en el Parlamento vasco no abogarapor la soberanía y como si el movimientonacionalista que tan certeramente des-cribe Zarzalejos hubiera desaparecido.Son los mismos analistas los que tambiénse niegan a reconocer la segunda mesade la negociación con ETA. Quizá espe-ran algún milagro político que puedahacer desaparecer el objetivo sobera-nista de los proyectos nacionalistas. JoséAntonio Zarzalejos dedica las últimaspáginas de su libro a diseccionar el con-tenido del Plan Ibarretxe y a explicar porqué debemos hablar de secesión. Ese es

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el acertado título de este libro, la sece-sión, un título que en el momento en quefue publicada esta obra nos remitía alproyecto de ETA y al Plan Ibarretxe. Nosabemos a qué otro nombre nos remitiráen los próximos meses. Quizá no se lla-me Plan Ibarretxe, pero el movimientonacionalista y sus objetivos permane-cen, y la debilidad del Estado está másacentuada aún. Y no se perciben moti-vos para el optimismo.

EDURNE URIARTE

PeligrospresentesW. KRISTOL & R. KAGANPeligros presentes. Soluciones de lanueva Administración Bush anteuna civilización amenazadaEditorial Almuzara, 2005.

El día 18 de abril de 2005, el filósofo polí-tico italiano Giovanni Sartori impartió enMadrid la conferencia titulada «Victoriay fracasos», dentro del ciclo «La revolu-ción de la libertad» organizado porFAES. Tras realizar un breve repaso alos principales desafíos afrontados porlas sociedades libres a lo largo del si-glo XX, siglo negro de los totalitarismos,proclamó que sólo cuando éstas, en losmomentos de mayor riesgo, se unencon determinación bajo la dirección deun «liderazgo responsable», es posiblesuperar el trance y sobrevivir al envite.A veces, tal unidad ante la agresión li-berticida ha podido consumarse, como

ocurrió, por ejemplo, durante la GuerraFría, cuando el mundo libre señaló alcomunismo como enemigo común ehizo algo al respecto; en otras, ha que-dado desgraciadamente en evidencia,según se ha puesto de manifiesto en laactual guerra global entre el terrorismoislamista y Occidente. Ocurre, y así con-cluyó su discurso el profesor Sartori,que si no hay conciencia del peligro esimposible articular una acción comúnque lo ataje. Justamente de la realidad de los peligrospresentes que vivimos y de la necesidadde un liderazgo mundial fuerte, res-ponsable e inspirado en principios, enestos momentos de Post-Guerra Fría –oSegunda Guerra Fría (Horacio Vázquez-Rial)–, trata el libro que, bajo la direc-ción y coordinación de William Kristol(editor de la prestigiosa revista WeeklyStandard) y Robert Kagan (reputado in-telectual, autor, entre otros, del célebreensayo Of Paradise and Power. Americaand Europe in the New World Order,traducido en España como Poder y de-bilidad), reúne a un selecto grupo deteóricos y estrategas norteamericanoscaracterizado por dotar de contenido elideario neoconservador que orienta yexhorta la política exterior de la actualAdministración comandada por el Pre-sidente Bush. Según revelan los pro-pios editores en la introducción, el pun-to de partida del libro proviene de unartículo publicado por ambos en el For-eign Affairs en 1996, titulado «En pro deuna política exterior neo-reaganiana».Cuatro años más tarde, en el año 2000,aparece la primera edición de la obraentonces sólo en ciernes: Present Dan-gers: Crisis and Opportunity in Amer-

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ican Foreign and Defense Policy (En-counter Books). La edición española que ahora ve la luzcontiene sólo una pequeña parte delconjunto de la obra original. No se lla-me, por lo tanto, a engaño el lector encuanto a fechas de publicación ni por elsubtítulo que aquí se ha tenido a bienelegir, modificando bastante el que luceel texto de referencia. No hay obvia-mente, ni puede haber, mención en ellibro a los atentados del 11 de septiem-bre de 2001, a la intervención en Afga-nistán ni a la acción aliada en Irak quepuso fin a la sanguinaria dictadura deSadam Husein. Aunque sí encontramosen sus páginas las líneas centrales defundamentación filosófica y los crite-rios básicos de justificación estratégicade la política impulsada por el Gobiernode George W. Bush como respuesta alos peligros que desafían al sistema de-mocrático de libertades, en Estados Uni-dos, pero también en el resto del planeta,tras la caída del Muro de Berlín y ras-gada la cortina o telón de acero. ¡Nopodían imaginar los autores la dramáti-ca y plena dimensión que contraía elapremio y aun la desazón contenidos enel título del volumen, y se vieron confir-

mados en los terribles atentados terro-ristas contra las Torres Gemelas de Nue-va York y el Pentágono en Washington!Diríase que es, en verdad, de lamentarla morosidad de la versión española deeste trabajo verdaderamente esencialpara conocer los bases doctrinales, lasrazones de principio y las líneas estra-tégicas de acción en política exteriorque alimentan una corriente de pensa-miento político seria y convincente (la«persuasión neoconservadora» la de-nomina Irving Bristol), que más que unaideología en sentido estricto constituyeun vehículo de actuación práctica arti-culado a partir de urgencias históricas,de un profundo sentido del patriotismoy de un insobornable apego a la liber-tad. El lector en español tendrá, pues,allí noticia del capítulo introductorio dela obra, firmado por los promotores delproyecto, así como de las contribucio-nes a la misma de James W. Ceaser,William J. Bennett, Paul Wolfowitz yDonald Kagan (secciones I y IV de laobra original), siendo ignoradas en lapresente edición la sección II («TheMounting Treat») y la III («Allies andMilitary Assets»), en las que destaca-dos autores repasan con pormenor elmapa internacional –sus puntos «máscalientes»– y asuntos relativos a políti-ca estratégica y de defensa. En consecuencia, teniendo conoci-miento sólo de los capítulos más «espe-culativos» de la obra es fácil caer en lasugestión (o acaso verla confirmada) deque el pensamiento neoconservador secaracteriza por exhibir un sesgo ideo-logizante y abstractamente académico(si bien no faltan entre sus preceptoresfiguras notables del conocimiento y de

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la universidad, desde Leo Strauss allinaje de los Kagan) muy distante delespíritu auténtico que anima su princi-pal motivación, a saber, el estudio y vigi-lancia de la praxis y aun la misma pra-xis: «lo que les distingue son sus cre-denciales como conservadores interna-cionalistas y su fuerte compromiso conun vigoroso liderazgo internacional, conel poder estadounidense y con el avan-ce de los principios democráticos y delibre mercado en el extranjero. En estesentido, todos son herederos de unatradición política exterior que se remon-ta, como mínimo, a Theodore Roosevelt,y culmina en Ronald Reagan» (W. Kristoly R. Kagan, p. 38).De los neoconservadores norteamerica-nos (conocidos a veces con cierta dis-plicencia como neocons) suele tenerseen Europa, como casi todo lo referenteal Nuevo Mundo y a la nación estado-unidense, una noción muy parcial y ses-gada. En realidad, la corriente neocon-servadora en América cristaliza y fusio-na dos tendencias provenientes de filia-ciones políticas distantes: las represen-tadas por «demócratas» liberales querechazaban en los años 60 y 70 el virajeizquierdista del partido y por «republica-nos» de raigambre wilsoniana, opuestosal «realismo» representado en aquellosaños por Nixon y Kissinger. Es durante ladécada de los 90 cuando el movimientointelectual queda definido sin reservasni dilaciones, al comprobar, sobre todo,cómo la incuestionable superioridad y elrefuerzo de la democracia liberal resul-tantes de la caída del Muro y de la im-plosión del comunismo no sólo erandesaprovechados por las Administra-ciones socialdemócratas, sino incluso

originaban un retroceso, una suerte deensimismamiento y autocomplacenciatemerarios. Esta actitud miope, y, sobretodo, suicida, ha demostrado con sufi-ciente, terca y dramática obstinación alo largo de la Historia su efecto dele-téreo para la seguridad e integridad delas sociedades libres, siendo así que,por ejemplo, las victorias mal gestio-nadas se convierten finalmente en fra-casos e incluso en una neta invitaciónpara embestidas futuras.Como ayer, los políticos demagogos (ymanipuladores) y las opiniones públi-cas medrosas (y manipuladas) de hoyacusan debilidad de la voluntad, apoca-miento y falta de convicciones bajo laespada del Islam expansionista quepende sobre nuestras cabezas, desen-vainada para oficiar una macabra cere-monia de degollamientos en la plaza pú-blica, sea de rascacielos o de cabezasde infieles. Sólo la conciencia del peli-gro, la determinación, la fuerza y lavoluntad de quienes creen en principiosdemocráticos liberales, así como en lafirmeza de un liderazgo responsable,han dado, dan y darán la victoria a losciudadanos de las sociedades libres.Mas, ¿qué significa en términos estra-tégicos el liderazgo? Responde PaulWolfowitz: «Demostrar que tus amigosserán protegidos y atendidos, que tusenemigos serán castigados y que aque-llos que rechazaron apoyarte se arre-pentirán de no haberlo hecho». El queavisa no es traidor. Lo es el que huye delos peligros reales, y en su deserción,los convoca.

FERNANDO R. GENOVÉS

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