Trauma 741

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Trauma 743

Septiembre 11 de 2001

Estados Unidos bajo ataque

"Descubrimos un enemigo que es so-

fisticado, paciente, disciplinado y leal.

Un enemigo que obtiene amplio apoyo

del mundo musulmán y árabe exigiendo la

rectificación de agravios políticos, pero

cuya hostilidad hacia nuestro país y nues-

tros valores no conoce limite. Su objetivo

es privar al mundo del pluralismo político

y religioso, del derecho al plebiscito y de

la igualdad de derechos para la mujer. No

hace distinciones entre objetivos civiles y

militares. La expresión daños colaterales no

existe en su vocabulario"

Con estas aseveraciones, el prefacio de la

publicación 11-S, El Informe, de enero de

2005, abre las puertas al informe final de los

atentados terroristas contra Estados Unidos

presentado por la Comisión Nacional de

Investigación creada mediante la Ley 107-

306 del 27 de noviembre de 2002 para la

investigación de los hechos que rodearon

esta tragedia.

Este equipo revisó más de 2.5 millones de

páginas de varios tipos de documentos y

entrevistó más de 1.200 personas aproxi-

madamente en diez países.

El 11 de septiembre de 2001 el mundo fue

testigo, virtualmente presencial, de uno de

los eventos terroristas más dramáticos de

la historia de la humanidad. Ni siquiera

las producciones del séptimo arte habían

podido imaginar o recrear una situación de

esta magnitud o con estos alcances.

Miles de personas murieron y millones

vivirían después consecuencias que se ex-

tendieron a todos los confines del planeta y

generaron un cambio global en reglamen-

taciones para la aviación, en regulaciones

comerciales y hasta en la forma de vida de

muchas poblaciones.

Tanto este informe como muchos datos

de prensa y publicaciones al respecto

constituyen una fuente de aprendizaje y

análisis de caso para el abordaje de múl-

tiples eventos a los que los equipos de

emergencia y desastre se deben enfrentar y

que los comités locales, regionales y

nacionales de atención de desastres deben

planificar.

Vamos a revisar en este capítulo qué fue

lo que ocurrió y dónde están las mayores

oportunidades de aprendizaje y aplicación

para la labor de los equipos de emergencia y

de los directivos de planificación y coordi-

nación de la reacción múltiple y codificada

ante la contingencia. Así mismo, esboza-

remos las consecuencias que un evento de

esta naturaleza generó para el mundo

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744 Trauma Estados Unidos bajo ataque

El ataque

El martes 11 de septiembre de 2001, entre las 7:59 y

las 8:42, despegaron dentro del territorio norteame-

ricano cuatro aviones de aerolíneas comerciales cuyo

destino final había sido programado años antes, en un

elaborado plan de ataque que deliberadamente pro-

gramaba la muerte de muchos civiles y la destrucción

parcial a completa de instituciones símbolo represen-

tativo del poder de los Estados Unidos de América.

Dos naves de American Airlines (los vuelos 11 y 77)

y dos de United Airlines (los vuelos175 y 93) fueron

secuestradas esa mañana y dirigidas contra objetivos

predeterminados.

Vuelo 11 de American Airlines: Boeing 767. Su

itinerario era Boston-Los Ángeles. La tripulación la

conformaban el capitán, el primer oficial y nueve asis-

tentes de vuelo; además 81 pasajeros (entre ellos cinco

terroristas que luego del ataque fueron plenamente

identificados). Despegó a las 7:59. La información

de lo ocurrido aquel día provino fundamentalmente,

lo mismo que para los otros aviones, de las llamadas

que gente de la tripulación y pasajeros hicieron a

oficinas de la aerolínea a familiares y a controladores

de vuelo. Al parecer las armas utilizadas para acceder

al dominio del avión fueron puñales y Mace (spray

de pimienta). A las 8:46:40 el vuelo 11 terminó. Las

azafatas alcanzan a informar el número de las sillas de

cuatro de los secuestradores (este dato fue vital para

identificar a los terroristas). "Veo agua, veo edificios.

¡Estamos volando muy bajo! ¡Dios mío! ¡Oren por

nosotros!", dijo una de ellas. El avión se estrelló a una

velocidad calculada de 750 km/hora contra la torre

norte del World Trade Center de Nueva York. Todos

los que viajaban en él, más un número indeterminado

de personas en la torre, murieron instantáneamente.

Vuelo 175 de United Airlines: Boeing 767. Itinerario

programado Boston-Los Ángeles. Contaba con una

tripulación conformada por el capitán, el primer ofi-

cial y siete asistentes de vuelo; llevaba 56 pasajeros

a bordo. Este avión despegó del aeropuerto Logan a

las 8:14. Para apoderarse del vuelo, al parecer, los

terroristas esgrimieron una bomba y atacaron con

puñales.

También hubo comunicaciones múltiples que permi-

tieron reconstruir lo ocurrido. Una de estas es recogida

en el Informe 11-S: "Lee Hanson recibió una llamada

de su hijo Peter a las 8:52. Peter dijo: Creo que se han

hecho con la cabina Han apuñalado a una azafata El

avión está haciendo movimientos muy raros. Llama a

United Airlines" A las 9:00, Hanson recibe una

segunda llamada de su hijo: "Esto está empeorando,

papá. Han apuñalado una azafata Parece que tienen

cuchillos y Mace Dicen que tienen una bomba Creo

que vamos a caer No te preocupes, papá Si pasa

será muy rápido Dios mío, Dios mío".

A las 9:03:11 el vuelo 175 de United chocó contra

la torre gemela sur. Todos a bordo, más un número

indeterminado de personas en la torre, murieron en

forma inmediata.

Vuelo 77 de American Airlines: Boeing 757. Itine-

rario Washington Dulles-Los Ángeles. Tripulación

conformada por el capitán, el primer oficial y cuatro

asistentes de vuelo. Viajaban 58 pasajeros. Despegó

a las 8:20. Para tomar el control los secuestradores

utilizaron cuchillos y poseían además cúters. A las

9:37:46 este vuelo chocó contra el Pentágono a una

velocidad estimada de 800 kilómetros por hora.

Vuelo 93 de United Airlines: Boeing 757. Itinerario

programado Nueva Jersey-San Francisco. La nave

era tripulada por el capitán, el primer oficial y cinco

asistentes de vuelo. Llevaba 37 pasajeros. Este vuelo

despegó con más de 25 minutos de retraso. Este fue

aparentemente determinante para que el desenlace

final fuera diferente en el objetivo trazado pero

desafortunadamente idéntico para la vida de los tri-

pulantes y pasajeros. Tras casi hora y media de vuelo

hizo un giro hacia Washington. "Damas y caballeros,

éste es el capitán, por favor permanezcan sentados.

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Trauma 745 Estados Unidos bajo ataque

Tenemos una bomba a bordo", anunció uno de los

secuestradores. Thomas Burnett llamó a su esposa

para reportar el secuestro. En minutos todos los pasa-

jeros se enteraron de qué estaba sucediendo en tierra

y decidieron hacer algo. Poco después de las 10:00

el contraataque empieza. El ruido de loza y vidrio

sugiere que los pasajeros logran irrumpir en la cabina

usando un carrito de comida. A las 10:06 el avión cayó

en Pensilvania estrellándose a una velocidad de 930

Km/h, y a veinte minutos de Washington D.C. (muy

aproximado al tiempo del retraso).

Se supo después que como defensa ante el eventual

ataque a Washington por este avión, se tenía como

opción inmediata una misión suicida. "Tras con-

firmar que un cuarto avión, el vuelo 93 de United,

estaba en manos de secuestradores, el coronel de la

Fuerza Aérea Robert Marr, encargado de la defen-

sa aérea de la región, se percató de que sólo tenía

cuatro aviones armados disponibles. Inseguro de

cuántas naves están en peligro, ordena a tres F-16

desarmados que están en sesiones de entrenamiento

interceptar el avión de United.

Como los aviones no tienen arsenal ofensivo, Marr

considera ordenar a sus pilotos una misión suicida.

Sin embargo, la decisión no alcanza a ser comunicada.

El avión de United cae en una zona despoblada de

Pensilvania."

Diecinueve terroristas se encontraban distribuidos en

las cuatro naves. Los aviones estaban cargados con

más de 50.000 litros de combustible. Ya hacia las 8:00

de ese martes estos 19 hombres habían superado todos

los controles del sistema de seguridad de la aviación

civil de los Estados Unidos para prevención de un

secuestro.

Evidentemente, estos controles no fueron suficiente-

mente estrictos.

Las comunicaciones sobre la situación real del aten-

tado fueron poco precisas y llevaron a confusiones de

todo tipo tanto en los equipos de reacción frente a la

emergencia como en los de defensa nacional. Entre las

organizaciones que debían responder, y que se vieron

involucradas en la reacción frente a los hechos, esta-

ban: la Administración Federal de Aviación (FAA),

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746 Trauma Estados Unidos bajo ataque

el Centro de Defensa Aeroespacial Norteamericano

(NORAD), el Sector Noreste de Defensa Aérea del

NORAD (NEADS) y el Centro de Mando Militar

Nacional del Pentágono (NMCC).

"No había nadie en la FAA ni en las compañías aéreas

ese día que se hubiera enfrentado a una situación con

secuestros múltiples. Un plan de esas características

no había ocurrido en el mundo en los últimos treinta

años y jamás en el territorio de los Estados Unidos".

Esto tuvo mucho que ver con algunos de los patrones

de reacción ejecutados.

y pediría una escolta militar para el vuelo, poniéndose

además en disposición de colaborar para operaciones

de búsqueda y rescate ante una emergencia. El NMCC

solicitaría entonces la aprobación de la oficina del

secretario de defensa para garantizar su apoyo militar.

Si se tenía luz verde, las órdenes se transmitirían de

nuevo por la cadena de mando del NORAD.

Los protocolos no tenían en cuenta la posibilidad de

interceptar el avión s ecues trado. La es colta de los

cazas sería discreta.

Se partía entonces de las siguientes suposiciones:

El papel de la FAA legalmente era el de regular la

seguridad y la protección de la aviación civil, lo cual

significaba para los controladores aéreos "mantener

una distancia prudente entre los distintos aparatos

de vuelo". El cuartel general de la FAA es el último

responsable de la gestión del Sistema Aeroespacial

Nacional.

El NORAD es un centro de mando binacional que

fue creado desde 1958 y que involucró a Canadá y

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El avión secuestrado sería fácilmente identificable

y no trataría de desaparecer.

Se dispondría de tiempo para enfrentar el inci-

dente mediante las cadenas de mando FAA y

NORAD.

El secuestro seguiría un procedimiento tradicional.

No había posibilidades de que el avión se conver-

tiera en un misil suicida.

Estados Unidos. Su misión consiste en defender el

espacio aéreo norteamericano y proteger el conti -

nente. Esta misión no discriminaba entre amenazas

externas e internas, pero ante la realidad manejada

su objetivo se definió fundamentalmente frente a

amenazas externas.

Según el informe 11-S, las instrucciones de la FAA

para los controladores sobre el procedimiento que

debían seguir en caso de secuestro suponían que el

piloto del avión notificaría la situación al controlador

o se las arreglaría para teclear el código de transmi-

sión 7500 (Código Universal para notificar que se

estaba produciendo un secuestro). Los controladores

notificarían a sus supervisores, éstos a sus directores

y de allí hasta el final de la cadena de mando en los

cuarteles generales de la FAA.

Confirmado un secuestro, el coordinador del área de

secuestros de la FAA se pondría en contacto con el Cen-

tro de Mando Militar Nacional del Pentágono (NMCC)

En resumen, aparte de todo el lineamiento burocrá-

t ic o v i g e n t e p a r a e m it i r co mu n ic a c io n e s y o b t e n e r

autorizaciones, el 11 de septiembre el protocolo

establecido jamás hubiera podido responder a lo que

iba a suceder.

A pesar de todo ello se ejecutaron acciones sin pre-

cedentes, producto de la respuesta ante los ataques,

que merecen ser documentadas:

Hacia las 9:42, cuando el Centro de Mando Nacional

de Operaciones recibió los informes de que una aero-

nave se estrellaba contra el Pentágono, ordenó a todas

las instalaciones de la FAA que a su vez ordenaran ate-

rrizar a todos los aviones en el aeropuerto más cercano.

Entonces, el sistema de control de tráfico aéreo logró

que unos 4.500 vuelos comerciales y otros aparatos

del circuito general aterrizaran sin incidentes.

"La defensa del espacio aéreo de los Estados Unidos

el 11 de septiembre no se llevó a cabo a partir de

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Trauma 747 Estados Unidos bajo ataque

protocolos ni entrenamientos preexistentes. Fue im-

provisada por civiles que jamás se habían enfrentado a

un avión secuestrado que intentaba desaparecer, y

por personal militar que no estaba preparado para la

transformación de una nave comercial en arma de

destrucción masiva" (Informe 11-S).

Sin embargo, la conclusión sobre las operaciones

del NEADS y la FAA apunta a que estas organiza-

ciones trataron activamente de obtener información

y tomaron las mejores decisiones basándose en lo

que sabían.

Se reaccionó con flexibilidad; se recomendó una alerta

a escala nacional; se detuvo el tráfico local y se llegó a

la decisión de hacer aterrizar todos los aviones que

estaban en el aire.

C o m o a p r e n d i z a j e v i t a l p a r a l a o rg a n i z a c i ó n d e

cualquier reacción codificada e interinstitucional y

sacando el mayor provecho en constructivo diríamos

que es necesario:

En lo relacionado con los antecedentes y la oportu-

nidad que pudo haber de previsión y bloqueo de es-

tos ataques fue mucho lo que se escribió, quedando

claro que hizo falta muchísima mayor colaboración

entre las agencias involucradas en la inteligencia;

que el aparato estatal de respuesta ante la seguridad

estaba burocratizado al extremo de la ineficiencia y

que se pudo haber evitado el desenlace final si se

hubieran tomado medidas específicas frente a

hechos anteriores.

El resumen general de estas apreciaciones se tiene en

cuenta en apartes del artículo publicado en El Tiempo

el domingo 8 de s eptiembre de 20 02 en el primer

aniversario de la tragedia:

"Bill Gerz, un periodista de investigación autor del

libro Breakdown (Colapso), narra por ejemplo cómo

la CIA siguió una presunta presencia de dos de los

terroristas del 11 de septiembre, sospechosos de ser

miembros de Al Qaeda, en la residencia del embajador

de Irán en Malasia".

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Obtener información precisa lo más rápida-

mente posible sobre la naturaleza del evento.

Evitar todo tipo de especulaciones, rumores o

conclusiones que no sean objetivas.

Mantener un canal de comunicación perma-

nente y definido entre las cabezas de las orga-

nizaciones que van a reaccionar ante eventos

de este tipo.

Hacer permanentemente ejercicios de entrena-

miento que INVOLUCREN A LOS JEFES y que

manejen comunicaciones ágiles y precisas.

Manejar protocolos de reacción definidos y

ejercitarlos

Ser FLEXIBLE ante la incertidumbre pero

siempre al abrigo de información lo más precisa

posible.

Contar siempre con un Plan B y un plan C fren-

te a imprevistos e impredecibles teorizados.

"Sin embargo, la agencia no compartió su información

con otros organismos y no hizo nada para evitar que

entraran, con sus nombres legales, en suelo estadouni-

dense. A partir de ahí se les perdió la pista".

"En otro caso, un analista de la Agencia de Inteligencia

de Defensa lamenta que sus avisos acerca del riesgo de

que Al Qaeda usara una lancha cargada de explosivos

contra un buque militar estadounidense no fueran to-

mados en cuenta porque su ex novia, también analista

en la misma agencia, decía que eso era imposible".

"Los supervisores consideraron que, tras la ruptura

sentimental entre ambos, el analista tendía a llevar la

contraria a su ex novia, y no hicieron caso. Poco des-

pués, en octubre del año 2000, llegó el atentado contra

el destructor US Cole en el puerto yemení de Adén."

"En otro caso, el director de la Agencia Nacional

de Seguridad (NAS), general Michael V. Hayden,

le confió a un panel del Senado el contenido de dos

mensajes interceptados dos días antes de los atentados,

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748 Trauma Estados Unidos bajo ataque

en los que los terroristas hablaban con claridad del

9-11 como el día señalado y daban pistas de cómo

serían los ataques. Nada se hizo".

"Ese mismo mes también se supo que un operario del

FBI, meses antes de la tragedia, seguía la pista de uno de

los hombres que después pilotaron los aviones, cuando

se estaba matriculando en una escuela de aviación".

A partir de todo esto, las directivas presidenciales

determinaron una reestructuración de fondo en los

esquemas, organigramas, cadenas de mando y

operaciones de las agencias de defensa y seguridad

norteamericanas.

Reacción de los equipos de emergencia y rescate

Minutos después del choque del primer avión el núme-

ro de emergencias 911 de Nueva York fue desbordado

por las peticiones de ayuda y por las llamadas de

testigos de los eventos que buscaban en ese número

una respuesta a sus angustias.

La primera respuesta provino de la gente que se en-

contraba en el edificio y de las empresas que tenían

allí sus establecimientos. Como está escrito y como

es evidente, los primeros respondientes son siempre

quienes generarán un primer escenario de reacción.

Ya en 1993 se había presentado un atentado contra las

torres y los problemas fundamentales se centraron en

aquel entonces en dificultades de comunicación y en

problemas para la evacuación.

Las comunicaciones entre los diferentes equipos que

participaron y las comunicaciones internas entre los

miembros de cada equipo fueron uno de los problemas

más graves y determinantes.

El número de personas que participaron y el ascenso

dentro de las torres de muchos de ellos hicieron cada

vez más difícil una comunicación clara. En ocasiones

eran tantos lo que querían intervenir por la radio que

se hacia imposible captar ideas con claridad.

Cuando el vuelo 175 impacta la torre sur la res-

puesta de los equipos de emergencia se multiplica y

la coordinación y comunicaciones se hicieron aún

más difíciles.

La torre sur se derrumbó hacia las 9:58 y mató en

su caída a todos los civiles y a todo el personal de

emergencia que estaba en su interior. Aplastó además

a gente que se encontraba en las calles adyacentes.

Muchos de los puestos de reacción tuvieron que ser

abandonados y la orden de evacuación de la torre

norte era indispensable. Sin embargo hubo muchas

dificultades para transmitir esa orden.

Se encontraron cuatro razones por las cuales muchos

bomberos nunca hubieran recibido la orden de eva-

cuación de la torre norte.

1. Algunos radios no podían captar las transmisiones

por las dificultades de comunicación en edificios

altos.

2. El número de personas que trataban de usar el ca-

nal táctico tras la caída de la torre sur pudo haber

ahogado las órdenes de evacuación.

3. Algunos bomberos que se encontraban en la torre

norte no estaban de guardia y por lo tanto no tenían

radiotransmisor disponible.

4. Algunos bomberos de la torre norte habían sido

enviados a la torre sur y probablemente estaban

comunicándose con otro canal.

A las 10:28 se derrumbó la torre norte y murieron

muchas personas más. El jefe del Departamento de

Bomberos de Nueva York, el superintendente del

Departamento de Policía de la autoridad portuaria y

muchos de los respondientes murieron allí.

Se estableció después que murieron 2.973 personas

en el balance global de los atentados. Del Departa-

mento de Bomberos murieron 343 personas y del

Departamento de Policía de Nueva York murieron 23

personas. De la Policía Portuaria murieron 37.

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Trauma 749 Estados Unidos bajo ataque

En el Pentágono la respuesta fue mejor organizada - Los organismos de respuesta estaban trabajando

y con mejores resultados. Sin embargo no podemos en preparativos para garantizar la seguridad pú-

comparar las situaciones pues desde todo punto de blica durante las conferencias anuales del Fondo

vista las torres gemelas ofrecieron un escenario mucho Monetario Internacional y del Banco Mundial,

más complicado. previstas para ese mes en Washington D.C.

Entre las diferencias fundamentales del evento del Intervinieron, entre otros, el Cuerpo de Policía, el

Pentágono con respecto al de las torres tenemos: Cuerpo de Bomberos, la Autoridad Aeroportuaria del

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Sólo hubo un incidente de ataque.

El incidente no se produjo a 300 metros del suelo.

El lugar de los hechos era relativamente fácil de

acordonar y asegurar.

No había ningún otro edificio en el área.

No hubo ningún otro daño colateral aparte del Pen-

tágono.

El colapso de la edificación fue solo parcial.

La naturaleza de la edificación era absolutamente

distinta, lo cual implicaba menos personal flotante,

mayor seguridad intrínseca y menos estructuras

circundantes

Área Metropolitana de Washington, el Departamento

de Incendios del Aeropuerto Nacional Ronald Reagan

de Washington, el Departamento de Incendios de Fort

Myer, la Policía del estado de Virginia, el FBI, el FEMA,

un equipo de reacción médica nacional y un importante

número de efectivos militares del Distrito Militar de

Washington.

Se estableció un Puesto de Mando hacia las 9:41.

Se ordenó pronto evacuación masiva y nadie resultó

lesionado durante ella.

La comunicación que ordenaba evacuar fue específica

y adecuada.

Los errores y las dificultades más relevantes durante

Luego del choque del vuelo 77 de American Airlines las operaciones del Pentágono involucraron: los 64 ocupantes del avión murieron, al igual que

125 personas que se encontraban en el Pentágono (70

civiles y 55 miembros del Ejército).

La reacción de emergencias en el Pentágono fue cla-

sificada como exitosa y las razones que se adujeron

para ello fueron las siguientes:

- Problemas significativos en comunicaciones. Es-

pecíficamente los problemas se involucran desde

la notificación inicial hasta las operaciones tácti-

cas. Los teléfonos celulares fueron de muy poca

utilidad. Los canales de radio se saturaron desde

el principio de la situación.

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Se establecieron estrechas relaciones profesiona-

les y de confianza entre los representantes de los

equipos de emergencia.

Se adoptó de inmediato un Sistema de Comando

- Despliegues de intervención de organizaciones,

equipos e individuos que actuaron por cuenta

propia y sin acatar la jurisdicción propia del lugar

del incidente.

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de Incidentes.

Se trabajó con un enfoque regional.

Había un amplio historial de intervención inte-

rinstitucional en eventos regionales.

Hubo múltiples ejercicios de entrenamiento inte-

rinstitucional.

Consolidación del análisis de algunos asuntos críticos:

Se ha estimado que el 11 de septiembre de 2001, hacia

las 8:46, había en las torres gemelas entre 16.400 y

18.000 civiles.

De los 2.052 de quienes se conoció el lugar exacto

de trabajo, 94.6% de las personas que murieron tra-

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750 Trauma Estados Unidos bajo ataque

bajaban en las zonas respectivas de los impactos o en

un piso superior.

Solo 5.3% de los fallecidos trabajaba por debajo del

sitio del choque.

Los datos evaluados muestran que la evacuación fue

todo un éxito para las personas que se encontraban

por debajo de la zona del impacto.

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La determinación de integrantes de Bomberos y

Policía que siguieron ayudando a los civiles, aun

luego de caída la torre sur fue definitiva para sacar

adelante mayor número de sobrevivientes.

La sola presencia de Bomberos y Policía en acción

de apoyo generaba aliento y tranquilidad relativa

en los civiles involucrados.

Muchas de las medidas tomadas a partir del atentado

de 1993 tuvieron un impacto trascendente para la

Como elementos adicionales generales que se asimi-

laron a conclusiones tenemos:

supervivencia de los ocupantes de las torres. Las

medidas son un ejemplo de asuntos a tomar en

cuenta:

- Sigue siendo una premisa axiomática que las

primeras personas en reaccionar frente a la ca-

tástrofe son aquellas que conforman la sociedad

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Las escaleras se mantuvieron iluminadas en los

sitios de menor gravedad de daños.

Muchos de los ocupantes pusieron en práctica los

procedimientos aprendidos durante los simulacros

antiincendios.

Los oficiales de lucha contra incendios que esta-

ban en el vestíbulo fueron vitales para ayudar en

el descenso y la evacuación a las víctimas de la

situación.

Las bandas reflectivas en los pasamanos y los

escalones fueron razón fundamental para la su-

pervivencia de muchas personas.

El tiempo de evacuación a partir de ejercicios

previos y los asuntos anotados se redujo de más

de cuatro horas empleadas en 1993 a menos de

una hora el 11 de septiembre.

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civil.

S o n n e ces a r io s p la n es cla r o s d e ev ac u a ció n d e

civiles desde pisos superiores y azoteas en caso

de inutilidad de las escaleras.

El 911 no estaba preparado en varios aspectos para

un desastre de esta naturaleza.

El 911 con informaciones más precisas a las víctimas

que llamaban desde las torres hubiera podido salvar

muchas vidas más. Al 911 no se le comunicó que

había orden de evacuación de las torres (cuando esta

se generó) y sus operadores siguieron aconsejando a

los civiles durante la siguiente hora que no evacuaran

el edificio, independientemente de si estaban por

encima o por debajo de las zonas de impacto.

Las linternas fueron de valor inestimable.

Los civiles tienen que tomarse más en serio los

El personal de emergencia fue trascendente en el logro ejercicios que pueden salvar sus vidas en situa-

de la evacuación. ciones como ésta.

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Se rescataron los civiles atrapados en el piso 22

de la torre norte.

Los Bomberos y la gente de Policía Portuaria y

Policía Neoyorkina guiaron la salida de muchos

civiles por rutas seguras que evitaban a quienes se

lanzaban al vacío (y que causaron varias muertes)

y los escombros que caían a la calle.

- Las operaciones de emergencia carecieron de la clase

de comunicaciones integradas y del mando unificado

que se sugiere en estos casos y que contemplaba la di-

rectiva emitida por el alcalde de Nueva York, Giuliani,

en julio de 2001. Los problemas de comunicaciones

y de mando unificado se presentaron dentro de los

organismos de emergencia y entre ellos.

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Trauma 751 Estados Unidos bajo ataque

Aprendizajes vitales para Algunos aspectos de la respuesta los equipos de emergencia y rescate hospitalaria y las implicaciones

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La sociedad civil debe ser constantemente en-

trenada. Ella va a ser siempre la primera línea

de respuesta.

Las edificaciones deben ser impulsadas con

firmeza y determinación a organizar y ejecutar

sus ejercicios de evacuación y de emergencia

constantemente.

El número de emergencias o el de la central

que oficie como regulador o coordinador de

emergencias debe mantenerse informado

constantemente para que contribuya a su vez

a orientar a la comunidad aun en medio del

desastre.

El Comando de Incidentes es una alternativa

definitiva y no negociable como garantía de

que estas situaciones puedan enfrentarse con

mejores resultados.

Las comunicaciones al interior y entre los equi-

pos de intervención son factor definitivo. Deben

fortalecerse y actualizarse constantemente.

Las autoridades de socorro deben garantizar

permanentemente un enlace operativo y de

comunicaciones con las autoridades de seguri-

dad, policivas, militares y con las autoridades

gubernamentales.

El cierre de las entradas a la ciudad o a la zona

crítica es fundamental para controlar el des-

borde de situaciones colaterales indeseables.

Estamos frente a una nueva época de terroris-

mo. Sus dimensiones y cariz hacen imposible la

prevención total. Los civiles y los dispositivos

de emergencia se verán tarde o temprano nue-

vamente en primera fila frente a la necesidad

de respuesta. La preparación constante es una

orden imperiosa para todas las comunidades

del mundo.

psicológicas

El comportamiento hospitalario tuvo igualmente

varios matices y muchas situaciones que brindaron

aprendizaje.

En el Hospital Bellevue se presagiaba un infernal esce-

nario de congestión. Sorprendentemente no fue así.

En sus puertas se aglutinaron unos doscientos médicos

y otras tantas enfermeras. Sin embargo, su papel frente a

la tragedia fue solamente secundario. Lo heridos

esperados nunca llegaron.

Para el Saint Vincent Hospital de Manhattan la reali-

dad fue muy diferente.

Hacia las 8:50 fue activado el código institucional para

respuesta frente a un desastre. Un puesto de comando

predeterminado se ubicó en el primer piso. 300 médi-

cos, 100 enfermeras y 500 personas más del staff de

respuesta se reportaron con prontitud en los puestos

preasignados en ejercicios anteriores. La sala de emer-

gencia del Saint Vincent fue designada como área de

triage y personal avanzado de los equipos quirúrgicos

tomó posiciones a la espera de los heridos.

Las cirugías electivas fueron canceladas y todas las

funciones de rutina se suspendieron.

Las comunicaciones entre áreas críticas fueron esta-

blecidas a través de walkie talkies.

En el lapso correspondiente a las tres primeras

horas luego del ataque a las torres, el Hospital

Saint Vincent había asegurado suplencia de sumi-

nistros médicos y quirúrgicos para dos semanas. Se

incluyeron camas, 25 ventiladores adicionales, 300

balas de oxígeno, 7.500 kits para atención de

quemados y 18.000 paquetes de canalización de

varios medicamentos.

Además, un equipo de medicina de emergencias con

médicos y enfermeras estableció dos sitios de triage

en las cercanías seguras a la zona cero.

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752 Trauma Estados Unidos bajo ataque

La Agencia Federal para el Manejo de Emergencias

(FEMA) organizó un gran centro de triage que fue

costoso y complejo cubriendo dos pisos de almacenes

de depósito. Una sección del almacén fue asignada

para tratamiento de condiciones médicas y la otra para

atención de condiciones quirúrgicas. A este centro, sin

embargo, sólo llegó un número limitado de pacientes

y al día siguiente fue cerrado.

El Saint Vincent continuó atendiendo innumerables

víctimas. Esta institución tuvo serios problemas logís-

ticos pues, por ejemplo, las líneas de agua del hospital

eran las mismas que aprovisionaban el World Trade

Center. En las horas siguientes al desastre la presión

de agua cayó de 130 psi a 10 psi. Entonces, el alcalde

Rudolph Giuliani envió dos grandes tanque de agua y

aseguró que se coordinara suplencia de suministros,

restablecimiento de las líneas de comunicación tele-

fónica y computarizada.

La solidaridad de la gente también se hizo sentir y

en las primeras horas luego del ataque había más de

quinientos donantes de sangre que se agolpaban en las

afueras del hospital.. Se organizaron entonces dife-

rentes lugares de recolección y se aseguró el traslado

de donantes a diferentes lugares.

Al final de ese día el Saint Vincent reportó la atención

de 1.038 pacientes. La gran mayoría de las víctimas

tenían lesiones menores.

Aspectos del área psicológica

Familiares y amigos cercanos de las víctimas, cuyos

cuerpos jamás fueron encontrados, vivencian siempre

una angustia extrema y nunca pueden elaborar un

duelo definitivo.

Expertos en el área pronostican que un 20 a 30% de las

personas expuestas a este atentado sufrirán algún sínto-

ma de trauma emocional en los siguientes 20 años.

Por otro lado, muchas personas que ni siquiera hayan

tenido contacto directo con el desastre sufrirán con-

secuencias trascendentes: sensación de inseguridad,

estrés, temores extremos frente a eventos leves, llanto

inexplicado y muchas otras manifestaciones.

Luis Rojas Marcos, psiquiatra doctorado en ciencias

médicas, quien desde 1995 hasta febrero de 2002 di-

rigió el Sistema de Sanidad y Hospitales Públicos en

Nueva York, recoge el balance del impacto de hechos

como este en la población más joven:

Entrevistas realizadas a unos 8.300 escolares entre

los 10 y los 18 años de edad, a través de un estudio

efectuado por psicólogos de la Escuela de Salud

Pública de la Universidad de Columbia, revelaron

que seis meses después de los eventos, 76% de los

entrevistados todavía pensaban con frecuencia en lo

ocurrido, 45% hacían esfuerzos para no hablar de sus

recuerdos y 24% tenían pesadillas.

Los componentes de los equipos de rescate y emer-

gencia igualmente se vieron afectados en porcentajes

significativos por situaciones similares.

Comentario final

Las Torres Gemelas se inauguraron oficialmente en

1973 y cada una contaba con 110 pisos.

Los hospitales más cercanos al desastre atendieron

en los primeros cuatro días unas 2.000 personas,

muchas de las cuales pertenecían a los grupos de

rescate. Se afirma que sólo unas 200 víctimas

tuvieron lesiones de gravedad tal que justificaran

hospitalización.

Los trabajos ininterrumpidos de limpieza de los

escombros duraron nueve meses y recogieron más

de un millón y medio de toneladas de cemento y

acero.

Unas 350 personas que murieron en las torres o en

los aviones alcanzaron a contactarse con alguien

fuera de las torres antes de morir. La gran mayoría

escogieron a un ser querido para su llamada final. Sus

últimas palabras antes de fenecer por la explosión, el

Page 12: Trauma 741

Trauma 753 Estados Unidos bajo ataque

derrumbe, los incendios o la caída en el vacío siguen Solamente aprovechando las lecciones que desde

resonando en los recuerdos erigiéndose como un tes- tantas orillas podemos obtener podremos evitar que

timonio de que prevalecían los buenos sentimientos muchos errores se repitan y capitalizar todos los

sobre la tragedia. aciertos en bien de situaciones futuras.

Page 13: Trauma 741

754 Trauma Estados Unidos bajo ataque

Anexos

Las implicaciones de los atentados en las Torres

Gemelas y en el Pentágono fueron más allá de la

problemática operativa, médica, rescate u organi-

zación.

El orden mundial y las relaciones norteamericanas

tuvieron resultantes muy trascendentes. Transcribimos

aquí algunos apartes de articulistas que analizaron,

años después, los alcances de este tópico.

El editor del libro no comparte necesariamente los

planteamientos de estos artículos pero considera

importante ilustrar a los lectores sobre pareceres de

esta naturaleza.

Anexo 1: Los terroristas de hoy. ¿Auténticos kamikazes?

La visión de gente que muere para hacer morir a otra

gente ha sido diferente a través del tiempo y de acuer-

do con el momento histórico por el que se pasa.

Una de las situaciones más difíciles de controlar a

los terroristas es precisamente que el terrorista está

convencido de que tiene la razón, e incluso considera

que sublima su muerte al hacer morir a otros por una

"causa sagrada", por ejemplo.

Un documento que puede contribuir a entender, y no

necesariamente a justificar, la búsqueda de otro tipo

de muerte es el revisado por Boris Lozano Quintero

en investigación complementaria acerca de este tema,

recogiendo lo que en la historia japonesa relativamen-

te reciente se comenta sobre los kamikazes.

Con profundo respeto por la cultura japonesa y

con precauciones académicas específicas queremos

aclarar que no consideramos del todo comparable la

acción kamikaze de la Segunda Guerra Mundial con

las acciones terroristas que hemos vivido en los

últimos años en el mundo.

Precisamente tratándose de que se respete la diferencia

creemos que semántica y técnicamente no es del todo

válido calificar de kamikazes a los terroristas de hoy

que se inmolan para que otros mueran y para sembrar

pánico y mensajes de venganza y retaliación.

Veamos algunas anécdotas de los kamikazes japoneses

y el trasfondo de su concepción recogido incluso en

comunicaciones personales que algunos hicieron

antes de morir.

Las últ imas not as de los pilot os de Kamikaze y de la vista japonesa de la muerte y de la vida futura "www. ocf.berkeley.edu/liminal/papers/ matsuo/kamikaze.html"

Introducción

"He leído un libro en japonés sobre la Segunda Gue-

rra Mundial. El libro rechazaba la tendencia moderna

de negar las discusiones del ataque de kamikazes y

de los otros aspectos nacionalistas, o aun los actos de

toda esta guerra porque creen que era algo demasiado

horrible para recordarlo. Allí había una carta de un

kamikaze dirigida a su hija recién nacida. La carta

fue escrita por un hombre joven de poco más de

veinte años. Allí, él habla a su hija tranquilamente y

demuestra su amor de padre.

Yasuko, dormiste en mis brazos muy queda. Tu tenías

los mismos ojos de tu madre y el pelo de tú tía, los

recuerdo claramente. Escogí tu nombre con la espe-

Page 14: Trauma 741

Trauma 755 Estados Unidos bajo ataque

ranza de que tu fueras una mujer pacífica (el carácter

' Yasu' tiene el significado de la paz en japonés). La

muñeca con la que tú dormiste vuela conmigo como

amuleto. Muero contigo, así que no estoy asustado.

Tú no deberías estar asustada tampoco, pues siempre

estaré contigo. Si te preguntas cómo me veía en tu fu-

turo, dile a tu madre y pídele venir al templo Yasukuni

en Kudan. Allí estaré. Tú no debes estar avergonzada

de no tener un padre, porque viviré siempre en tu

corazón. Recuerda que tu padre murió en honor del

país y por el país. Sé que vivirás mucho más. Sé buena

con tu madre y tu tía.

Tu padre,

Masashi (seudónimo)

Cada joven kamikaze tenía diversas opiniones sobre

su muerte.

Un punto común a todos los pilotos era que, a pesar de

las circunstancias duras del período de la guerra, ma-

nejaban lo que se entendía como «buena muerte».

El período kamikaze empezó en octubre de 1944 y

duró hasta el final de la guerra en agosto de 1945.

«Kamikaze Tokubetsu Kogekitai (fuerza especial del

ataque de Kamikaze)» se entiende como «las fuerzas

especiales del ataque del viento de los dioses. El nom-

bre se dio a varios cuerpos de la marina y del ejército

que programaron ataques suicidas en los últimos diez

meses de la guerra en el Pacífico. El primer ataque

ocurrió el 25 de octubre de 1944.

En total, 2.198 pilotos se sacrificaron, treinta y cua-

tro naves americanas fueron hundidas y 288 fueron

averiadas .

Pinguet (1993: 326), Taylor y Ryan (1988) describen

los «kamikaze" en la siguiente declaración: «Los

pilotos kamikaze (o viento divino) vuelan aviones

especialmente modificados que en efecto eran bombas

voladoras. El piloto dirigía su avión al blanco, estre-

llándose en él a gran velocidad «(102).

Okumiya, Horikoshi, y Caidin (1956) sugieren:

Durante las grandes batallas del aire de la guerra

pacífica muchos pilotos, mientras intentaban

atacar naves de guerra o instalaciones enemigas

de la tierra, fueron vistos en situaciones en las

cuales resultaron heridos seriamente o su avión

se averió. En tales condiciones no pocos pilotos

eligieron, mientras seguía siendo posible manio-

brar sus aeroplanos, resolver su destino en una

zambullida final de suicidio contra el objetivo

enemigo (326).

Suele indicarse que kamikaze era una operación en

la cual «el piloto, o el equipo entero, de un avión

que atacaba, eliminaba incluso la oportunidad más

remota de sobrevivir y se sometía de una vez a la

zambullida final contra el enemigo. La muerte era el

compañero del piloto kamikaze» (326). Una muestra

de esto es que los depósitos de gasolina de los planos

de Kamikaze eran solamente llenados a medias, pues

no se esperaba que hicieran el viaje de vuelta (Pinguet

1992: 229).

¿Qué llevo a la creación de esta «arma secreta

inusual» que utilizó vida y muerte como el último

sacrificio para causar daño al enemigo?

El antecedente de las unidades organizadas de kamika-

ze ocurrió en junio de 1944, pues la isla de Saipan

estaba a punto de caer a manos de los americanos.

Perder la isla significaba para Japón estar dentro del

campo de los bombarderos B-29. Para proteger su

tierra natal de convertirse en un blanco, una escuadri-

lla de diecisiete pilotos despegaron y se estrellaron

contra las naves enemigas zambulléndose en ellas,

aunque ninguno de ellos alcanzó finalmente su obje-

tivo (Pinguet 1992: 225).

Los comandantes más altos tomaron la idea de estos

soldados feroces y vieron en esto una esperanza para

Japón, ahora que perdía control sobre el Pacífico. El

vicealmirante Takajiro Ohnishi tiene el «crédito» del

nacimiento de los kamikazes. Él estaba al mando de

Page 15: Trauma 741

756 Trauma Estados Unidos bajo ataque

las fuerzas japonesas de la marina que necesitaban des-

esperadamente conservar las islas Filipinas. Con los

ataques en aumento del ejército americano y la escasez

definida de aviones de batalla y de naves, Ohnishi

tomó la decisión de organizar las unidades de «fuerza

especial del ataque» con la esperanza de conseguir la

superioridad japonesa en el aire y en el agua. En el

proyecto, Ohnishi fue asignado como comandante por

la marina y el ejército (Hoyt 1983: 18).

Ohnishi expresó :

Hay solamente dos clases de aviadores en el

mundo, los ganadores y los perdedores. Y aunque

Japón está sufriendo una escasez seria de pilotos

entrenados, hay un remedio para esto. Si un piloto,

haciendo frente a una nave o a un plano, agota

todos sus recursos, entonces él todavía tiene otro,

el avión como parte de un arma magnífica. ¿Y qué

mayor gloria puede es tar allí para un guerrero

que dar su vida por el emperador y el país? (Hoyt

1983: 19).

Taylor y Ryan (1988) sugieren que «la adopción

de tales tácticas estuviera en el contexto de la

convicción del alto comando japonés de la derrota

casi inevitable», mientras que «los pilotos que

emprendieron tales misiones estaban lejos de sentir

la derrota» (103). Las opiniones sobre la derrota

japonesa entre los líderes japoneses no pudieron

haber sido tan simples y unificadas como Taylor y

Ryan sugieren.

Había en Japón una creencia en un salvador divino

que, como los tifones o en forma de ellos, había

golpeado a las tropas mongoles y las había destruido

cuando intentaban invadir el Japón.

El japonés llamó estos tifones «Kamikaze». Kami la

palabra para «los dioses innumerables, alcoholes y las

energías que gobiernan varios aspectos del mundo

natural y de la orden social» (Pinguet 1992: 326) y

kaze, el viento. Las unidades «de la fuerza especial

del ataque» fueron nombradas después de esta figura

divina como salvadoras de la situación desesperada

de la crisis nacional, en la que Japón se encontraba

a la hora del nacimiento de las unidades del ataque

del suicidio.

Inoguchi y Nagajima (1967) sugieren lo siguiente

como la razón de fondo del nacimiento de las fuer-

zas de Kamikaze. Discuten que hay dos diferencias

significativas entre la Segunda Guerra Mundial y

las otras guerras que Japón había disputado: uno, de

que era una guerra total; y dos, que la marina, y

especialmente la fuerza aérea naval, desempeñó un

papel fundamental en ella. Al compararse con los

americanos, el poder de la fuerza aérea japonesa era, a

excepción del período inicial de la guerra, inferior en

términos de números y de la tecnología. La única cosa

en la que el japonés podría confiar era en el número

y la calidad de la gente. Creen que, como la guerra

estaba terminando, estos aspectos espirituales dieron

a luz a la fuerza especial del ataque de Kamikaze y

crearon la atmósfera para que cientos millones de

japoneses esperaran hacer frente a la muerte en cual-

quier momento (252).

El reclutamiento de los pilotos era estrictamente vo-

luntario. Pinguet (1993) sugiere que «no había falta

de voluntarios, de hecho había listas de espera" (227).

Un comandante que estaba encargado de escoger los

voluntarios para esto dice que casi todos querían ir

a la misión, incluyendo algunos que escribían sus

solicitudes con sangre y despertaban a los oficiales a

medianoche para recordarles ser escogidos. (Inoguchi

and Nakajima 1967: 244).

Cartas de los pilotos y puntos de vista japoneses de

la muerte.

«¿Cuáles eran los pensamientos y sentimientos de los

pilotos suicidas mientras se postulaban, esperaban su

turno y salían en las misiones?»

Ichiro Ohmmi hizo un viaje por toda la nación para

visitar el hogar de los pilotos kamikaze después de

la guerra. En estos hogares les mostraron memorias

Page 16: Trauma 741

Trauma 757 Estados Unidos bajo ataque

y cartas de los pilotos. Las siguientes cartas fueron

proveídas por Ohmi a Inoguchi y Nakajima.

Inoguchi y Nakajima (1967) sugieren que las mentes

de los pilotos, juzgando por sus últimas cartas, son

difícilmente controladas por la mentalidad anormal

del campo de guerra. Lo siguiente resume sus argu-

mentos. Las apariencias de calma extraordinaria y

espíritus pacíficos pueden ser vistos en las mentes de

los pilotos kamikaze. Estos no tomaban la muerte a la

ligera; esperaban algo más que la muerte misma de la

misión completada solo con la muerte (228-229).

La primera carta aquí fue escrita por Teruo Yamagu-

chi, que tenía veintitrés años en esa época kamikase.

Fue criado en la isla de Goto en Kyushu, en Japón del

sur, y se graduó en la universidad Kokugakuin , en

Tokio, que estaba afiliada con la tradición shinto.

Murió en la misión en la región de Okinawa.

Querido padre:

Mientras se acerca la muerte, mi única causa de

arrepentimiento es que nunca he sido capaz de

hacer algo bueno para ti en mi vida.

He sido seleccionado para ser un piloto de ataque

especial y estaré marchándome para Okinawa

hoy. Una vez que la orden fue entregada para

mi misión de una vía, se convirtió en mi deseo

sincero poder completar esta misión con éxito.

Aún así, no puedo evitar sentir un lazo muy fuerte

con esta tierra hermosa de Japón. ¿ Será esto una

debilidad? Aprendiendo que ha llegado mi hora,

cierro mis ojos y veo visiones de tu cara, la de mi

madre, la de mi abuela y la de mis amigos más

cercanos. Me esforzaba y desesperaba dándome

cuenta de que cada uno de ustedes quiere que yo

sea valiente. ¡Yo lo haré! Lo haré!

Mi vida en el servicio ha estado llena de recuerdos

dulces. Es una vida de resignación y autocontrol

que ciertamente no es cómoda. Como una razón

de ser para este servicio puedo ver solamente que

me da la oportunidad de morir por mi país. Si esto

parece amargo es probablemente porque tuve la

oportunidad de experimentar la dulzura de la vida

antes de unirme al servicio.

El otro día recibí la Filosofía de la vida y la muer-

te, del teniente Otsubo. Me parece que mientras

él parece tener la razón en ciertos puntos, estaba

preocupado más que todo con pensamientos

superficiales del servicio. Ahora no tiene valía

expresarlo, pero en mis 23 años de vida he desa-

rrollado mi propia filosofía.

Siento un amargo sabor en la boca cuando pienso

en los engaños que hacen algunos políticos a la

gente. Yo estoy feliz de tomar órdenes de los altos

mandos, e incluso de los políticos, porque creo en

las políticas de Japón.

La forma de vida japonesa es hermosa, y yo es-

toy orgulloso de ella, así mismo de la historia y

la mitología japonesas que reflejan la pureza de

nuestros ancestros y su fe por el pasado, así tuvie-

ran razón o no. Esa forma de vida es consecuencia

de todas las buenas cosas que nuestros ancestros

nos han entregado. Y el cuerpo vivo de todas las

cosas maravillosas de nuestros pasados es la

familia imperial que, también, es la cristalización

del esplendor y la belleza del Japón y su gente.

Es un honor ser capaz de dar mi vida en defensa

de estas cosas bellas y adorables.

Okinawa es parte de Japón tanto como la isla

Goto. Una voz interior siempre me dice que debo

destruir al enemigo que viole nuestra tierra natal.

Mi tumba será el mar alrededor de Okinawa, y yo

veré a mi madre y mi abuela de nuevo. No tengo

arrepentimiento ni temor hacia la muerte. Solo oro

por la felicidad de ti y mis compatriotas.

De lo que más me arrepiento es haber fallado en

llamarte "chichiue" (padre reverenciado). Me

siento mal por no haberte dado demostraciones

del profundo respeto que siempre sentí hacia ti.

Page 17: Trauma 741

758 Trauma Estados Unidos bajo ataque

En mis últimos respiros ten seguro que, aunque no

puedas oír, estaré diciendo "chichiue" y pensando en

todo lo que has hecho por mí.

No te he pedido que vengas a la base porque sé

que estás cómodo en Amakusa. Es un buen lugar

para vivir. Las montañas en el norte de la base

me recuerdan a Sugiyama y Magariaka en la isla

Goto, y a menudo pienso en los días en los que

nos llevabas a mí y a Akira de picnic a Matsu-

yama. También recuerdo cabalgando contigo al

crematorio en Magarisaka, sin entender bien que

mi madre había muerto.

Te lo dejo todo a ti. Por favor, cuida bien a mis

hermanas.

Una derrota en esta historia no significa la destruc-

ción de una nación. Oro para que vivas mucho.

Tengo confianza en que un nuevo Japón emergerá.

Nuestra gente no debe estar reacia en su deseo

por la muerte.

Grandes saludos.

Justo antes de partir,

Teruo

Sin gratificación por su vida o su nombre un samu-

rai defenderá su tierra natal. (Inoguchi, Nakajima y

Pineau 1959: 181-183)

La siguiente fue escrita por Isao Matsuo de Nagasaki,

que tenía 23 años en ese tiempo. Fue uno de los pilo-

tos que murieron en la fase temprana de los ataques

kamikaze en las Filipinas.

Queridos padres: por favor felicítenme. Una gran

oportunidad me ha sido brindada, una oportunidad

espléndida para morir. Este es mi último día. El

destino de nuestra tierra está en la batalla decisiva

en los mares al sur, donde debo caer como un retoño

de un radiante árbol de cerezas. Yo seré un escudo

para su majestad (emperador) y moriré limpiamente

junto con mi escuadrón líder y mis otros amigos. Me

gustaría nacer siete veces, cada vez para acabar al

enemigo. ¡Cómo aprecio esta oportunidad de morir

como hombre! Agradezco desde las profundidades

de mi corazón a los padres que me han ayudado con

sus constantes oraciones y tierno amor. Y también

le agradezco a mi líder en el escuadrón y oficiales

superiores que me han cuidado como su propio hijo

y me han dado tan cuidadoso entrenamiento. Gracias,

padres, por los veintitrés años en los que han cuida-

do de mí y me han inspirado. Espero que mi actual

encomienda pague en alguna forma lo que ustedes

han hecho por mí. Piensen bien de mí y sepan que

su Isao murió por nuestro país. Este es mi último

deseo, y no hay nada más que quiera. Debo regresar

en espíritu y esperar que me visiten en el santuario

Yasukuni. Por favor, cuídense bien. Cuán glorioso

es el cuerpo de ataque especial Giretsu (unidad de

Isao Matsuo) cuyos bombarderos Susei atacarán al

enemigo. Nuestra meta es zambullirnos en contra de

los portaaviones enemigos. Camarógrafos de película

han estado aquí para tomar nuestras fotos. Es posible

que ustedes nos puedan ver en cintas de noticias en

el teatro. Somos dieciséis guerreros al mando de los

bombarderos. Que nuestra muerte sea repentina y

limpia como el cristal.

Todas las guerras en las que Japón ha tomado parte

son guerras santas, porque todas son conducidas en

el nombre del emperador, el dios viviente, para pre-

servar y progresar hacia la paz y armonía universales

(Warner and Warner 1982: 39-40; Holtom 1943: 54).

Así, las muertes en estas batallas eran un privilegio,

y los muertos se unirían al templo Yasukuni (Warner

and Warner 1982: 40).

Claramente la población general japonesa creía en

la idea de que los espíritus de los muertos en guerra

irían al santuario Yasukuni, en donde continuarían

luchando y serían los guardianes de los soldados

vivos (Warner and Warner 1983: 40). Por esto Isao

Matuso parece estar tan orgulloso de estar muriendo

Page 18: Trauma 741

Trauma 759 Estados Unidos bajo ataque

por el país. Un punto con el que debemos tener cui-

dado sobre el santuario Yasukuni y las muertes de los

pilotos kamikaze; sin embargo, la idea de consagrarse

en Yasukuni y convertirse en seres divinos no era el

factor motivacional de los pilotos para zambullirse

hacia los barcos enemigos. Esta era una idea de los

occidentales interesados en la sicología de los pilotos.

Para ellos el ataque suicida era un acto anormal, y

merecía ser estudiado.

No se pudo encontrar evidencia de que los jóvenes

pilotos hubieran perdido la cordura después de darse

cuenta de que su muerte vendría. Ellos simplemente

aceptaban la naturaleza de la guerra y morían con la

esperanza de que la vida de sus amados fuera buena,

más que esperar una gran vida divina. Me gustaría

terminar este escrito con la última nota del almirante

Ohnishi, el padre de la fuerza de ataque especial

kamikaze.

Como podemos apreciar, el morir para que otros

mueran y para proteger a la nación daba una enorme

trascendencia a los pilotos kamikazes.

Casi sesenta años después una forma diferente de

kamikazes circula por el mundo. En una mañana de

noviembre estrellaron sus aviones contra las torres

gemelas y contra el Pentágono.

Los protagonistas que se inmolaron matando a

muchos, sienten que su "guerra santa" les ha dado

eternidad.

Combatir algo tan sublimado por quienes ejercen este

tipo de ataque reclamará en este nuevo siglo estrate-

gias cuyas dimensiones aún no han sido precisadas.

Bibliografía

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Warner, Denis, and Peggy Warner. 1982 The Sacred Warriors: Japan's Suicide Legions. New York: Van Nostrand Reinhold Company.

Page 19: Trauma 741

760 Trauma Estados Unidos bajo ataque

Anexo 2: El poder ilusorio

El terrorismo cambió la función de EE.UU. como país más poderoso Tomado de lecturas dominicales de El Tiempo, domingo 8 de septiembre de 2002 Michael Mandelbaum

Es v er d ad u n iv er s almen te r eco n o cid a q u e el r as g o

principal del mundo al comienzo del siglo XXI es el

enorme poderío de EE.UU. Este país posee las fuerzas

militares más formidables y la economía nacional

más grande y más activa del planeta. Tan grande es la

superioridad estadounidense que el apelativo que se le

confería, lo mismo que a su gran rival, la URSS, du-

rante la Guerra Fría, se quedó sin fundamento. EE.UU.

ya no es simplemente una superpotencia; ha ascendido a

la categoría de 'hiperpotencia'. Este hecho tiende a

polarizar. Para los que juzgan deseable tal supremacía

el gran interrogante de la política internacional de este

siglo es cómo perpetuarla. Por otra parte, los que ven

con malos ojos buscan cómo cercenarla.

El hecho incuestionable de la supremacía estadouni-

dense, sin embargo, suscita otro interrogante. ¿Para

qué utilizará todo ese poder? La respuesta adecuada

hace ver ese poderío con luz diferente y ello se debe al

carácter singular y sin precedentes del mundo actual.

Este está dominado por dos conceptos fundamentales:

la paz política dentro de ellos y el mercado libre como

vehículo indispensable para producir riqueza. De estas

nuevas circunstancias deriva el propósito central de

EE.UU. en este siglo y la utilidad básica de su poder:

defender, mantener y expandir paz, democracia y

mercado libre. Lograr esta meta, no obstante, implica

dos tareas aparte, y para éstas ese poder, por grande

que sea, no es necesariamente suficiente.

La primera tarea es sostener las instituciones y

prácticas internacionales concernientes a la vez a la

seguridad y a la economía, dentro de las cuales esos

dos conceptos pueden florecer. La segunda es

fortalecer las relaciones pacíficas internacionales, la

democracia política y los mercados libres, donde no

estén bien arraigados -sobre todo en Rusia y China-, e

instalarlos donde no existan, particularmente en el

mundo árabe. Para la primera de estas dos tareas el

poder estadounidense puede parecer inadecuado en la

práctica, y para la segunda es apenas pertinente.

EE.UU. actualmente sostiene presencia militar que

ayuda a conservar la paz en las dos regiones en que

una guerra mayor podría librarse: Europa y Asia orien-

tal. Estos despliegues se remontan a la Guerra Fría,

cuando su misión fue refrenar a la URSS. Pero aun

entonces tuvieron un segundo objeto. En Europa, la

OTAN fue instrumento de "contención dual". Mien-

tras mantenía a la URSS al alcance del brazo, también

confinó a Alemania dentro de un abrazo restrictivo

y para el mismo fin: evitar que trastornaran el orden

en Europa. Lo mismo resultó cierto en Asia oriental,

donde la presencia de fuerzas estadounidenses y el

tratado de seguridad nipón-estadounidense evitaron

la resurrección de las desastrosas políticas del Japón

en 1930. Los países asiáticos no comunistas se tran-

quilizaron al ver al Japón, su antiguo conquistador,

seguramente replegado bajo el ala de EE.UU.

Con el fin de la Guerra Fría la presencia estadouni-

dense en Europa ha llegado a tranquilizar a todos los

europeos. Análogamente la continuidad de la coope-

ración nipona-estadounidense para la defensa sigue

tranquilizando a otros países, sobre todo a China, pues

Japón no seguirá una política de seguridad indepen-

diente; y también relaja a los japoneses, porque no

tendrán que adoptar tal política. Sin embargo, EE.UU.

Page 20: Trauma 741

Trauma 761 Estados Unidos bajo ataque

no está destinado necesariamente a desempeñar esos

papeles indefinidamente. Concluida la Guerra Fría

los despliegues que los garantizan se han vuelto

vulnerables ante el argumento de que ha llegado el

momento de que los aliados de Washington asuman la

responsabilidad de su propia seguridad, incluidos los

costos. Una razón mencionada raras veces, para man-

tener la presencia militar estadounidense en Europa

y Asia oriental, durante la Guerra Fría y después, ha

sido la de evitar que sus aliados -sobre todo Alemania y

Japón- experimenten necesidad de adquirir armas

nucleares. La OTAN y el tratado de seguridad nipón-

estadounidense han funcionado como instrumentos

contra su proliferación.

Durante la Guerra Fría EE.UU. negoció con la URSS

un compromiso para evitar tal difusión: el Tratado de

Antiproliferación Nuclear. Entonces y ahora EE.UU.

ha procurado mantener este sistema de no prolifera-

ción gracias a su vasto aparato de inteligencia, que

orienta cada vez más sus ojos y oídos sobre países sos-

pechosos de albergar peligrosas ambiciones nucleares.

Fue EE.UU. el que dio la alarma sobre el programa

nuclear de Corea del Norte, en 1990, y el que le siguió

la pista al progreso nuclear de Irak. Hasta donde el

sistema de no proliferación tiene dientes, éstos han

sido provistos principalmente por EE.UU. En la gue-

rra contra Irak, en 1991, las fuerzas de la coalición

dirigida por los estadounidenses aprovecharon para

infligir severos daños al programa nuclear de Bagdad.

EE.UU. se preparó para la guerra contra Corea, en

1994, por sus pretensiones nucleares.

Como con su presencia para efectos de seguridad en

Europa y Asia oriental, a través de su campaña contra

la proliferación nuclear, Washington ayuda a sostener

las condiciones en que paz, democracia y mercado

libre pueden prosperar. Pero esta política está expuesta

a crítica doméstica. El país juega aún un tercer papel

militar post-Guerra Fría: garantizar el flujo del petró-

leo del Golfo Pérsico, donde es más abundante y más

barato, hacia países consumidores de todo el mundo.

Fue el motivo para que EE.UU. fuera a la guerra con-

tra Irak en 1991. Aquí la política tampoco es inmune

a escepticismo doméstico. Los estadounidenses quizá

se preguntan por qué sus aliados del Golfo Pérsico

no hacen algo más para defenderse. También pueden

preguntarse por qué Europa occidental y Japón, que

son los más dependientes del petróleo del Golfo, no

asumen parte de la carga de su salvaguarda, propor-

cional a sus intereses.

Motivo urgente

La potencial fragilidad de estas tres políticas estado-

unidenses, cada una de las cuales brinda amplios bene-

ficios al sistema internacional como un todo, brota del

hecho de que cada una es importante manifestación

de la política internacional, cuyo término común

proviene de la economía. Cada cual es un ejemplo

de 'bien público'. Un bien público es algo de cuyos

beneficios ningún consumidor potencial puede ser

excluido. Tales bienes son difíciles de obtener porque,

por esa misma razón, ningún consumidor experimenta

el incentivo de pagarlo. Los bienes públicos tienden a

ser suministrados aun sin intervención gubernamental,

cuando poder y riqueza están inequitativamente dis-

tribuidos dentro del grupo respectivo; óptimamente,

cuando un país sobrepasa a los demás en ambos aspec-

tos. En tales casos, es más probable que el poderoso y

el rico paguen los costos. Esto es así, particularmente,

cuando suministrar el bien público en cuestión se cree

que es asunto de urgencia. Ambas condiciones se

dieron durante la Guerra Fría. Los EE.UU. se desta-

caron sobre los demás en riqueza y poderío militar, y

tuvieron motivo urgente para pagar los costos de los

bienes públicos internacionales: la misma Guerra Fría.

Los estadounidenses consideraron necesario sostener

alianzas militares en Europa y Asia oriental para su

propia seguridad, aunque ello implicara asumir una

parte desproporcionada de los costos. Sin embargo, la

Guerra Fría ha terminado. Inmediatamente después,

los dirigentes políticos estadounidenses han invocado

Page 21: Trauma 741

762 Trauma Estados Unidos bajo ataque

frecuentemente la necesidad para su país de seguir

ejer cien do el lid erazgo mu n dial. La es en cia d e tal

liderazgo es el pago de los exorbitantes costos de los

bienes públicos internacionales. Pero dirigir al mundo

ya no es tan urgente como antes. También ha dejado

de parecer una empresa heroica.

A favor de la continuidad está el que el precio de ese

papel ha decrecido. Ya no es necesario prepararse

para un conflicto global contra un adversario pode-

roso. Los ataques terroristas contra Nueva York y

Washington, el 11 de septiembre de 2001, no alteran

este cálculo. También favorecen la continuidad los

hábitos inherentes a la segunda mitad del siglo XX.

Los estadounidenses se han acostumbrado a deberes

y cargas, así como a prerrogativas, del liderazgo inter-

nacional. O, más bien, se han acostumbrado algunos,

pues esos hábitos se han concentrado en un sector de la

sociedad. En EE.UU., como en otros países, la política

extranjera es preocupación tan sólo de una pequeña

parte. Pero llevar a cabo cualquier política exterior

requiere el apoyo del segmento mayor del público.

La política exterior de EE.UU. se asemeja así a una

firma en la cual la gerencia -la élite de la política

extranjera- tiene que persuadir a los accionistas -el

público- para que autorice los gastos. Esto también

fue cierto durante la Guerra Fría. Pero después, la

disposición pública para autorizar tales gastos ha

disminuido, aunque sean menores que en el pasado.

Y si hay motivos para esperar que el público simpa-

tice con el apoyo que se necesita para el liderazgo

global, también hay corrientes post-Guerra Fría que

van en dirección opuesta. El obstáculo principal para

el expansivo papel internacional de EE.UU. surge

de lo que tiene en común con nosotros. Los Estados

Unidos tienen el mismo incentivo que los demás para

valerse por sí solos. El liderazgo internacional le im-

pone una especie de impuesto al pueblo y la actitud

normal hacia él expresa en una cantinela atribuida al

ex presidente de la Comisión Financiera del Senado

Russell Long: "No te graves, no me graves, grava al

que está detrás del árbol".

Aunque los ataques terroristas le dieron al pueblo es-

tadounidense nuevos y poderosos motivos para invo-

lucrarse a fondo con el resto del mundo, no es menos

razonable que se canse de ser el de detrás del árbol,

especialmente si la amenaza terrorista se desvanece. Y

la guerra contra el terrorismo, no importa su alcance

y duración, suministra escaso incentivo para sostener

los demás marcos cruciales para paz, democracia y

mercado libre alrededor del mundo: los que implica

la economía internacional. Los prospectos para el

libre comercio global en el siglo XXI restan así en

la misma incertidumbre que los prospectos de paz en

Europa y Asia oriental, la no proliferación nuclear y

el libre flujo del petróleo del Golfo Pérsico dependen

de que EE.UU. siga haciendo grandes aportes para la

provisión de los bienes públicos internacionales.

Razón para optimismo

Walter Lippmann cierta vez identificó el problema

central de la política internacional como "solvencia".

Donde está comprometido el apoyo estadounidense

para los marcos internacionales favorables a paz, de-

mocracia y mercado libre, el problema es, más bien,

de "liquidez". EE.UU. cuenta con recursos para hacer

virtualmente cualquier cosa, pero no todas las cosas.

Lo que escasea potencialmente es la voluntad política

para utilizar esos recursos, en la forma de apoyo do-

méstico. Y para la adopción real de las instituciones

y las prácticas que encarnan esas tres concepciones

por parte del país donde ellas no están todavía bien

arraigadas, la utilización directa del poder estadouni-

dense resulta todavía más problemática.

Hay razón para el optimismo en que, en el curso del

siglo, paz, democracia y mercado libre se distribuyan

más ampliamente y arraiguen con más firmeza en el

mundo. Virtualmente todo país paga tributo, al menos

retórico, a esas tres concepciones y muchos están

tratando de adoptarlas, particularmente el mercado

libre. De hecho estos esfuerzos dominan la agenda

global hoy. Pero el uso directo del poder estadouni-

Page 22: Trauma 741

Trauma 763 Estados Unidos bajo ataque

dense contribuye poco, o nada, al proceso. La lucha

por alcanzar paz, democracia y mercado libre implica

la creación de un tipo particular de Estado, que es la

clave para llevar esas ideas a la práctica. Es un Estado

bastante fuerte para proteger propiedad y libertad,

pero no lo suficientemente poderoso, ambicioso e

intruso para suprimirlas. Es un Estado capaz y deseoso

de imponer la ley, pero no dispuesto a violarla. Tal

Estado es el indicado para conducir políticas extran-

jeras pacíficas.

La construcción de tal Estado, sin embargo, es tarea

para los países mismos: los demás es poco lo que

pueden hacer. No siempre fue así. Históricamente

las instituciones estatales fueron implantadas por un

invasor. Así fue como las prácticas romanas se

difundieron antes por Europa y las europeas después.

Pero ese patrón es muy improbable que se repita en la

post-Guerra Fría, y ciertamente no se repetirá donde

la creación de este tipo de Estado es más importante:

en Rusia y China. Por supuesto, el ejemplo de EE.UU.

y Europa occidental, así como Japón, tiene peso sin

precedente. Como los individuos, las colectividades

cambian observando y aprendiendo, y como modelo

político y económico para el mundo, las democracias

liberales no tienen competidor. Pero a este proceso

de construcción de Estado la política exterior esta-

dounidense no tiene que hacerle contribución directa,

pues los instrumentos -fusiles, dinero, y palabras que

prometan o sugieran el uso de uno cualquiera de esos

elementos, o de ambos- no son efectivos. Los estado-

unidenses se proclaman comprometidos con 'promo-

ción', 'sostenimiento', 'exaltación' y 'facilitación' de la

democracia y el mercado libre. Estas palabras, que

suenan tan bien, tienen la metafórica tendencia a di-

solverse al contacto con la realidad No significan nada

en particular. Aun cuando las sociedades aspirantes

desean revestirse con el tipo de Estado apropiado, el

éxito no está garantizado. La capacidad para desarro-

llarlo y operarlo depende principalmente de que los

valores dominantes de una sociedad lo preparen para

la tarea. Adquirir tal cultura no puede ocurrir de la

noche a la mañana. La unidad pertinente de tiempo

es la generación, pues un cambio en los valores pre-

valecientes en la sociedad requiere que las personas,

cuyas experiencias formativas las hayan provisto con

un conjunto de normas, sean reemplazadas por otras

que han abrazado, en tiempos posteriores y en otras

circunstancias, valores diferentes.

A s í, todo el vas to poderío económico y militar de

EE.UU. no puede garantizar lo que está más allá del

poder de los fusiles para obligar y del dinero para

comprar.

Mandelbaum enseña Política Extranjera de EE.UU.

en la Facultad Johns Hopkins de Estudios Interna-

cionales y es el miembro más antiguo del Consejo

para Relaciones Extranjeras. Este ensayo resume su

nuevo libro, Las ideas que conquistaron al mundo.

(Distribuido por The New York Times Syndicate.

Traducción de Luis E. Guarín).

Page 23: Trauma 741

764 Trauma Estados Unidos bajo ataque

Anexo 3: EE.UU. recuerda Pearl Harbor,

pero no el Maine

Tomado de lecturas dominicales de El Tiempo, domingo 8 de septiembre de 2002 Arthur Schlesinger Jr.

El ataque japonés a Pearl Harbor, el 7 de diciembre

de 1941, que el presidente Franklin D. Roosevelt

describió en forma inolvidable como "una fecha que

permanecerá en la infamia", cambió nuestro mundo

para siempre. ¿Dentro de un siglo, los ataques terro-

ristas al Centro Mundial del Comercio y al Pentágono

se verán como un momento crucial? ¿O se habrán d

e s v a n ec i d o e n u n s e mi o lv id a d o p r e t ér i to h a ci a e l 11

de septiembre de 2001? Eso ocurrió con el 15 de

febrero de 1898, cuando el barco de guerra Maine

explotó en La Habana, matando a 260 oficiales y

marinos estadounidenses. El naufragio, atribuido -

incorrectamente quizá- a los españoles, provocó la ira

de la nación. Contribuyó a comprometernos en

guerra con España y pasó a ser una fecha que viviría

para siempre en la infamia. Pero para el centenario,

en 1998, la mayoría de los estadounidenses lo habían

olvidado. Hoy es simplemente otro día.

Ambos, Pearl Harbor y el 11 de septiembre, por su-

puesto, fueron ataques sorpresivos, golpes asestados

vilmente sin aviso. Pero hay notables diferencias. Pearl

Harbor representó un ataque de un Estado soberano

contra otro. El objetivo fue la Armada de EE.UU.;

supimos quién fue el enemigo y estuvimos conscien-

tes de que las secuelas nos envolverían en una larga y

amarga guerra global. El 11 de septiembre no fuimos

atacados por un Estado soberano. El objetivo no fueron

las fuerzas militares, sino la resistencia civil de EE.UU.

Los ataques no nos comprometieron en una prolongada

guerra entre estados soberanos, ni nuestras hostilidades

concluyeron con una rendición formal. El enemigo

golpeó desde la sombra y huyó en la sombra y los ata-

ques obligaron a acción policiva contra conspiradores

clandestinos y contra países que los albergan, y no a la

movilización total para una tercera guerra mundial.

También hubo una diferencia en el impacto de los

ataques. Pearl Harbor, después de todo, tuvo lugar en

una isla remota en el Pacífico. Los ataques de Al-Qaeda

fueron muy diferentes. Violaron la concepción en sí

misma de la nación. Suscitaron -y vagos 'alertas'sobre la

seguridad del suelo patrio se han intensificado- una

sensación de vulnerabilidad personal desconocida

hasta entonces para la mayoría de los estadounidenses.

¿Quién sabe dónde podrían golpear la próxima vez

Osama bin Laden y su banda criminal? A la vuelta de la

esquina, en la calle, en el supermercado, donde quiera.

Inspectores miran hoy con desconfianza los zapatos

de los pasajeros en los aeropuertos, y éstos observan

recelosos a los demás pasajeros. Si el fiscal general

de EE.UU. se sale con la suya, cada estadounidense

mirará con recelo a los demás estadounidenses.

La gente siente que su mundo ha cambiado para

siempre. ¿Pero eternamente será así? Depende de

cómo termine la guerra contra el terrorismo. Lo cual

quiere decir que conservamos cierta capacidad para

determinar nuestro futuro. Encaramos ahora el mis-

mo dilema que hace medio siglo, al comienzo de la

Guerra Fría. Entonces, algunos solicitaron contención

y disuasión contra la hostilidad soviética. Otros pidie-

ron destruir el poder soviético mediante una guerra

preventiva. Las democracias prefirieron sabiamente,

en frase de George Kennan, "la contención a largo

plazo, paciente pero firme y vigilante", la cual, a fines

de 1980 llevó, como lo habían predicho Kennan en

Page 24: Trauma 741

Trauma 765 Estados Unidos bajo ataque

1947, a atenuación y derrumbe del poderío soviético,

sin tercera guerra mundial.

Hoy, la guerra contra el terrorismo provoca un debate

análogo, si bien no asoma enemigo de comparable

envergadura. No se ha demostrado vinculación entre

el religioso fundamentalista Osama bin Laden y el

secular Saddam Hussein, y ciertamente si la hubiera,

Bin Laden se habría refugiado en Irak. Sin embar-

go, Saddam, por su presunta posesión de armas de

destrucción masiva, se ha convertido en el próximo

objetivo de la guerra contra el terrorismo. Es el pivote

del "eje del mal", según el presidente Bush. Algunos

ejes, como Irán e Irak, se odian, y a nadie le importa

un pepino Corea del Norte.

Los abogados actuales de la guerra preventiva se pre-

sentan con términos más suaves, "guerra preferente",

pero significa lo mismo. El presidente ha declarado

como objetivo nacional el "cambio de régimen" en Irak,

y filtraciones sobre apresto militar salen del Pentágono

todos los días. A diferencia de la Guerra del Golfo, que

fue pagada esencialmente por Arabia Saudita, Kuwait

y Japón, tendríamos que pagar esta guerra, y el impac-

to sobre los precios del petróleo y nuestra economía

podría ser desastroso. Tendríamos que financiar esta

guerra solos. Nuestros supuestos amigos en el Medio

Oriente -el rey Abdullah II de Jordania, los turcos, los

egipcios y hasta muchos de los kurdos- se oponen a la

acción militar. Más aún: tal guerra podría engendrar a

un gigantesco enemigo que actualmente no tenemos.

Si bombardeamos e invadimos a Irak -matando, segu-

ramente, a centenares de civiles-, si desestabilizamos a

los países árabes, si permitimos que Israel les niegue a

los palestinos un Estado propio, corremos el riesgo de

unir al mundo musulmán contra nosotros para dar

comienzo al muy temido "choque de civilizaciones".

Contención y disuasión

Esto podría desembocar en la Tercera Guerra, espan-

toso conflicto con guerras biológica, química, radioló-

gica y hasta -Dios nos ampare- nuclear. Si todas estas

consecuencias se dieran, el 11 de septiembre sería

ciertamente una fecha que superviviría en la infamia.

¿Pero por qué correr ese riesgo? Algo asombroso del

año pasado es nuestra dócil aceptación de la idea de

guerra preventiva. Igual de sorprendente es nuestra

mansa aceptación de que la cuestión de la guerra es el

presidente el que la decide, como si la Constitución,

que le confiere al Congreso el poder exclusivo de auto-

rizar la guerra, se hubiera cancelado misteriosamente

una oscura noche. La guerra preventiva se funda en

una ilusión: que es posible prever lo que viene. Pero

Precogs, de Spielberg, o sea las precogniciones, no

tienen cabida en la Casa Blanca ni en el Pentágono,

y la historia tiene la penosa costumbre de desvirtuar

nuestras certezas. ¿Por qué, entonces, no ensayar la

combinación de contención y disuasión que permitió

ganar la Guerra Fría? Es probable que Saddam no

ataque a otros países. Sabe que quedaría en manos

de Bush. La retaliación sería pronta y apabullante, y

a Saddam no le interesa suicidarse. Lo único que

podría inducirlo a apelar a su armamento es un ataque

de EE.UU.

El terrorismo, como tal, nunca desaparecerá del todo.

Pero con la contención de las conspiraciones globales

se dirigirá primeramente contra gobiernos nacionales

particulares y operará, ante todo, dentro de naciones-

estados, también particulares. Hasta EE.UU. tiene

sus propios terroristas, como Timothty McVeigh y el

'Unabomber' Kaczynski. EE.UU. puede aprender a

vivir con un terrorismo menor, como Gran Bretaña,

España, India, Irlanda, Italia, Rusia, Sri Lanka y la

mayor parte del mundo. Procediendo así, estaremos

seguros de que el 11 de septiembre no llevará a una

tercera guerra y no transformará nuestro mundo para

siempre. Si preferimos la contención a la guerra

preventiva, la catástrofe de las Torres, como la del

Maine, empezará a borrarse de la memoria colectiva

del país. Pero no borrará el tremendo error del ase-

sinato en masa de gente inocente que se encaminaba

Page 25: Trauma 741

766 Trauma Estados Unidos bajo ataque

a sus asuntos diarios, ni el heroísmo de bomberos y

policías que se ofrendaron para salvar la vida de sus

conciudadanos. Ese recuerdo permanecerá mucho

tiempo y tiene que revocar nuestra confianza en el

vigor de la promesa estadounidense.

Historiador, Schlesinger fue asistente del Presidente

Kennedy. (Distribuido por The New York Times

Syndicate. Traducción de Luis E. Guarín).

Page 26: Trauma 741

Trauma 767 Estados Unidos bajo ataque

Anexo 4: La nueva crisis mundial

Tomado de lecturas dominicales de El Tiempo, domingo 8 de septiembre de 2002 Michael Hirsh

Por su impacto emocional, el 11 de septiembre puede

haber sido el día más horroroso de la historia estado-

unidense. EE.UU. se enfrentó con un irreconciliable

enemigo: fue un reto mortal, de esos que parecían

haber concluido para siempre en el período de post-

Guerra Fría. Cuando el gran choque entre ideologías

había terminado, ahora reaparecía con espantable

precipitación. Y George Bush parecía el hombre para

el momento. Para alguien como el presidente, con el

sentimiento maniqueo de bueno y malo, y con una

incontrastable fe religiosa Para no mencionar a los

talibanes y su tolerancia con Al-Qaeda y a Arabia

Saudita, que tuvo que confrontar el hecho de que 15

de sus propios ciudadanos desafectos se formaron

bajo su secta islámica fundamentalista de wahabi y

de ellos procedieron los ataques.

La doctrina Bush ha tratado, también, de reforzar las

relaciones con las mayores potencias, como China,

Rusia e India, y de aislar a Irak, Irán y Corea del

Norte, que constituyen "el eje del mal". Sin embargo, un

año después hay poca claridad sobre la verdadera

dirección de la política de EE.UU. y de la guerra

contra el terror. El Presidente sigue utilizando su

doctrina para justificar nuevos llamados a la acción.

¿Pero qué significa estar 'con' EE.UU. en la guerra

contra el terror? ¿Se trata de una alianza temporal -la

"coalición de aquellos de buena voluntad", a quienes

vagamente se refirió en un comienzo la administra-

ción- o significa algo más?

Los enemigos son, claramente, Osama, con sus sim-

patizantes y colaboradores musulmanes, así como los

estados que apoyan a los terroristas. ¿Pero quiénes

están con EE.UU.? ¿Y por qué protestan, y dicen que

no forman parte de ninguna alianza mayor, muchos de

aquellos que han sido incluidos en lo que Bush llama

"esta poderosa coalición de naciones civilizadas", que

conforman países de Europa y Asia? Mientras Bush

habla de defender la civilización, su administración

parece que, casi uniformemente, desecha las mane-

ras que las demás naciones podrían identificar como

civilización común. La OTAN se muestra reticente,

la ONU siempre llega tarde, los tratados no son para

cumplirlos y la administración cínicamente patrocina

medidas proteccionistas, tales como nuevas tarifas

para el acero y subsidios agrícolas.

Suena hueco cuando Bush apela a su retórica de "es-

tamos juntos en esto", o habla de crear un "marco de

seguridad común para las grandes potencias". Esto

sugiere una tremenda deshonestidad: palabras bellas

sin compromiso real para algo duradero, que no sea

tan solo la seguridad de EE.UU. Si Bush desempeña

bien su papel de líder de la guerra, como jefe mundial

le falta mucho, pues su mala visión no le permite

reconocer que la seguridad de EE.UU. está ahora

inextricablemente comprometida con la seguridad

global y con el fortalecimiento de la comunidad

internacional.

El 11 de septiembre y sus repercusiones tuvieron

el paradójico efecto de demostrar la vulnerabilidad

sin precedentes de EE.UU., así como su poderío sin

igual. Sus centros militares y económicos resultaron

más vulnerables de lo que se hubiera creído posible

y, con todo, a las pocas semanas, desplegaban más

poder del que se hubiera pensado que tienen, en uno

Page 27: Trauma 741

768 Trauma Estados Unidos bajo ataque

de los campos de batalla más difíciles del mundo,

Afganistán. La rapidez con que los talibanes fueron

derrotados sorprendió al mismo Pentágono.

El problema es que el gobierno está casi tan en guerra

consigo mismo, como con los terroristas. Atrapado en

medio de titánicas peleas entre el Secretario de Estado

Colin Powell, con su escaso grupo de multilateralistas

moderados; el eje Donald Rumsfeld-Dick Cheney,

de unilateralistas realistas; y un tercer grupo de in-

fluyentes neoconservadores, encabezados por Paul

Wolfowitz, el presidente parece que no puede decidir

qué perspectiva mundial acoge. Como resultado, ha

vacilado entre un ás pero y reducido realis mo, que

quiere permanecer fuera del mundo (el cual rehúye la

construcción de nación y, con más veras, de mundo),

y un estridente internacionalismo que busca reordenar

el mundo "para la libertad". Pero la inclinación que

parece preponderar en su administración es todavía la

de no comprometerse, salvo en el uso de la fuerza mi-

litar. El problema subyacente puede ser que el sistema

de creencias que el presidente trajo consigo -el cual

condenó a Clinton como mediador en serie y procuró

retirar a Washington de sus excesivos compromisos

con la conservación de la paz, la construcción de

nación y la mediación- está en conflicto directo con

la realidad que Bush afrontó en septiembre. Y este

o bs o leto s is tema de cr een cias es tá d an d o p as o, en

forma muy lenta, a las incursiones del mundo real.

Compromiso y aislamiento

El resultado es una parálisis ideológica, que trae consi-

go una parálisis política. A pesar de todos los esfuerzos

de Bush por mostrarse decidido, proyecta ante el mun-

do una imagen vacilante. Pretende dirigir una lucha

global que exige que EE.UU. se comprometa desde

Afganistán hasta Cachemira y el Oriente Medio. Pero

refrenado por los ideólogos de línea dura -y quizá por

su propia terquedad-, está escasamente consciente del

sistema global por el que lucha ostensiblemente. La

vacilación entre el compromiso y el aislamiento es un

problema crónico en la política exterior de EE.UU.,

pero en la actual administración se ha agravado. La

impresión que crea en el extranjero es profundamente

perjudicial y beneficia a sus enemigos islámicos. A los

aliados los enfada la aparente falta de sinceridad de

Bush, pero a los terroristas les gusta. Estos creen que

su paciencia se verá recompensada con lo que más

desean: el retiro y aislamiento de EE.UU. Y puede

que tengan razón.

La línea dura está ganando las batallas políticas. El

realismo no comprometido diplomático de Rumsfeld

y Cheney parece aventajar a la Cruzada neoconserva-

dora de Wolfowitz y otros, que pretenden ensanchar

"el ámbito de la democracia". Como resultado de la

primacía del 'hegemonismo', los esfuerzos de los

moderados de Bush, como Powell, para lograr una

globalidad más completa, no se dan cuenta de que

éste es su propio terreno. Todas las instituciones inter-

nacionales de mayor calado - ONU, Banco Mundial,

FMI, OTAN, el GATT- son obra de EE.UU. Tomada

en conjunto, toda esta construcción se ha convertido

en un sistema internacional factible, en el que la de-

mocracia y el mercado libre siempre parecen estar en

auge. Los estadounidenses tienen que asumir ahora

lo que parece una contradicción en los términos: un

excepcionalismo más inclusivo, que reconoce que

lo que los separa del mundo ya no es tan significa-

tivo como lo que lo vincula a él. El país afronta un

intercambio de ideales, caros a los estadounidenses

desde hace mucho. Para preservar el más central de

s us 'principios fundadores ', la libertad, tienen que

renunciar a uno de sus 'mitos fundadores': el de que

constituyen un pueblo aparte. Estados Unidos es aho-

ra ineluctablemente parte de una comunidad global,

construida por ellos mismos.

Bush necesita acelerar la muerte del islamismo

construyendo cuidadosamente una alternativa más

inclusiva que ésta. La guerra actual debe terminar, de

hecho, en la misma forma en que todas las guerras

exitosas contra ideologías fundamentalmente opuestas

Page 28: Trauma 741

Trauma 769 Estados Unidos bajo ataque

han concluido en el pasado: en triunfo total. Y como

buenos wilsonianos, deben transformar al mundo en

algo mejor, para que ello no vuelva a ocurrir. El

unilateralismo de hoy tiene menos que ver con las

peculiaridades del equipo mental de "vaquero", que

distingue a Bush, que con la abrumadora desigualdad

en fuerza bruta que se da entre EE.UU. y el resto del

mundo, especialmente Europa. Gústele al mundo o

no, el poder estadounidense es la pieza angular de la

estabilidad en todas las regiones, desde Europa, Asia

y el Golfo Pérsico, hasta América Latina. Supervisa el

sistema global desde inexpugnables alturas, desde el

espacio y desde todos los mares. Si encara el proble-

ma de cómo portarse con tanto poder en el escenario

mundial, Europa debe verificar que su retórica muy

a menudo sobrepasa a su falta de poder.

Consenso nuevo

Así, pues, ambas partes, en verdad, deben verificar

alg ú n aju s te. Lo s aliad o s deb en aceptar q u e alg ú n

unilateralismo es inevitable, y hasta deseable. Esto

implica, principalmente, aceptar la realidad del su-

premo poder de EE.UU. y apreciar cuán afortunados

han sido históricamente esos aliados al ser protegi-

dos por tal período, relativamente benigno. Pero el

ajuste que EE.UU. tiene que proponerse es igual de

grande. Y ello, precisamente, porque su poder es tan

predominante, que los estadounidenses deben hacer

hasta lo imposible para atenuar, y no para aumentar

la disparidad. Si los europeos ya no juegan un papel

grande en la planeación militar, siguen siendo aliados

esenciales para la estrategia del desarrollo institucio-

nal, incluyendo por cooptación en el sistema interna-

cional a Rusia y China. Y si el equipo de Bush quiere

ver una división global del trabajo que sea operante,

no puede esperar que los europeos y los demás firmen

ciegamente, sin ser en verdad consultados antes sobre

la estrategia global.

Hay una opción intermedia entre el globalismo infor-

me y sentimientos que los partidarios de Bush des-

precian, por su dogmatismo de la soberanía absoluta

de los estados, y el "todo o nada" que unilateralmente

ofrecen como alternativa. Es posible un nuevo consen-

so internacional, construido sobre una visión común.

En el mundo de hoy, el predominio de EE.UU. es

factor decisivo y debe conservarse -como piensa la

derecha-, pero sobre todo para brindar discreto respal-

do al sistema internacional por el que han hecho tanto

los estadounidenses en el último siglo y en el que tanto

confía la izquierda. En términos prácticos, Bush debe

hablar francamente sobre el sistema internacional que

a todos beneficia; tiene que apoyar sistemáticamente a

sus instituciones, aunque no siempre esté de acuerdo

con ellas; y tiene que hacer menos hincapié sobre lo

que es exclusivamente bueno para EE.UU.

Como es bien sabido, Woodrow Wilson murió dentro

de un amargo fracaso, aunque sus ideas, posterior-

mente, se convirtieron en lo que Kissinger llamó "el

fundamento sólido" de la política exterior de EE.UU.

en el siglo XX. Antes del 11 de septiembre, algunos

s ab io s , co mo F r an k N ik ov ich , h abían declar ado la

utilidad de olvidarse del "siglo de Wilson". El wilso-

nismo fue "la crisis del internacionalismo", escribió

Ninkovich en 1999, y el retorno del mundo a la

normalidad post-Guerra Fría "suministró la oportu-

nidad para cancelar del todo la política wilsoniana".

El mundo afronta una crisis de nuevo. Y puede que

sea Wilson el primer presidente que internacionalizó

activamente los valores estadounidenses, el hombre

cuyas ideas se hagan más necesarias para librar la

guerra contra el terror, aunque haya que aplicarlas

en forma diferente.

Michael Hirsh, ex editor extranjero de Newsweek,

está escribiendo un libro acerca de la política exterior

de EE.UU. (Distribuido por The New York Times

Syndicate. Traducción de Luis E. Guarín).

Page 29: Trauma 741

770 Trauma Estados Unidos bajo ataque

Anexo 5: Las dos caras del 11 de

septiembre Giuliani el héroe. El político y abogado de Brooklyn ganó luego del ataque más popularidad

que la que tuvo en ocho años en el cargo. Tomado del periódico El País, domingo 8 de septiembre de 2002. Alfonso Ospina T., editor nacional

En la tarde del martes pasado Rudolph W. Giuliani

caminaba por una de las salas del nuevo Museo de la

DEA en Washington. Se detuvo ante dos fotografías

inmensas y atemorizantes, las de Pablo Escobar Ga-

viria y la de Osama bin Laden.

La pregunta de los periodistas era inevitable: ¿qué les

aconseja a los colombianos, acosados por el narcotrá-

fico y el terrorismo?

"Ante males de esa magnitud sólo hay una respuesta,

dar lo mejor de nosotros mismos", dijo.

Y eso fue lo que hizo Giuliani durante el momento

más difícil de su vida, en septiembre del año pasado,

cuando le restaban escasos cinco meses para dejar su

cargo como alcalde de Nueva York y un despiadado

ataque terrorista golpeó el corazón de la ciudad.

Lejos de arredrarse o desesperarse, Giuliani sacó lo

mejor de sí mismo. Se paró en medio de las ruinas, y

protegido por las mismas chaquetas que cubrían a los

heroicos bomberos neoyorquinos decidió levantarla

de entre sus cenizas y a un solo tiempo organizar el

rescate, levantar los ánimos y limpiar la cara de

Nueva York.

Desde entonces la imagen del hoy ex alcalde cambió.

Pasó de ser un administrador eficiente -que mostraba

logros en su política de reducir los índices de inse-

guridad urbana- a convertirse en el símbolo de la

resistencia civil contra el embate de los violentos.

Por eso hubo voces que alcanzaron a levantarse para

pedir que no dejara la Alcaldía de la ciudad al empe-

zar este 2002. Un imposible porque las leyes locales

prohíben la reelección por más de un período y él ya

había triunfado en comicios consecutivos de 1993 y

1 9 9 7 co n v ir tién d o s e en el g o b er n an te n ú mer o 1 0 7

de Nueva York.

Este abogado de Brooklyn, nacido en 1944, hijo

de inmigrantes italianos, dio sus primeros pasos en

calles de barrios de clase media, a los que pertenecía

su familia.

La mayor parte de su vida pública la ha consagrado al

servicio de los neoyorquinos, cosechando milagro tras

milagro. Incluye en esa lista la derrota de los carteles

locales de distribución de droga, la restitución de la

seguridad en las esquinas más agresivas y el retorno

de la confianza después del devastador ataque contra

las Torres Gemelas.

Tras graduarse a los 24 años como abogado con un

reconocimiento Magna Cum Laude en la Escuela de

Leyes en la Universidad de Nueva York, Giuliani ini-

ció una carrera en la que alternó entre cargos públicos

y bufetes privados.

Fue quince años después, en 1983, cuando nació el

romance con su ciudad natal. Habiendo regresado a

la organización del sistema judicial de su país fue

nombrado como Fiscal para el Distrito Sur de Nueva

York, territorio reconocido como feudo de los nar-

cotraficantes.

Allí empezó su seguidilla de milagros. Pactando una

guerra casi personal contra distribuidores de droga,

miembros de redes de corrupción gubernamental y

criminales 'de cuello blanco' marcó el que aún hoy es

un récord para el sistema fiscal: 4.152 órdenes de

captura.

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Trauma 771 Estados Unidos bajo ataque

El reconocimiento fue inmediato, por lo que el si-

guiente escalón resultó casi natural: aspirar a la Al-

caldía. En 1989 falló en su intento por escaso margen,

pero la meta la alcanzó cuatro años después, lo que le

permitió posesionarse en 1994.

Con casi los ocho años de su gestión cumplida, sus

cifras no podían ser mejores: reducción de los índices

criminales en 57%; caída del número de homicidios

en 65%, reconocimiento del FBI -por cinco años

consecutivos- como la ciudad más segura del país,

entre las de alto número de habitantes, y mejora de la

calidad general de vida de los neoyorquinos.

Su imagen es desde entonces inolvidable para sus

ciudadanos. No durmió por días; mantuvo a raya a

periodistas, curiosos, malandrines y cuantos fueran

innecesarios en la zona del desastre; coordinó la tarea

de remoción de escombros, que se antojaba hercúlea,

y presidió el luto de sus coterráneos.

Por eso, semanas más tarde pudo lanzar con orgullo la

primera bola en la apertura de la Serie Mundial en la

que jugaban sus amados Yankees neoyorquinos; por

eso, entregó con orgullo su Alcaldía, y también por

eso hoy es el símbolo del enfrentamiento desarmado

contra las fuerzas del terrorismo.

Osama, el villano

El paradero del terrorista saudí es un misterio. Fue

entrenado por EE.UU., pero luego se convertiría en

su enemigo mortal.

Osama bin Laden es un patriarca del odio y del mis-

terio. P ero también es ejemplo viv o de las agu das

contradicciones que genera la política internacional.

Porque el fundamentalista musulmán de 45 años

que se declara el enemigo número uno de EE.UU. y

del pueblo judío, es el mismo que 20 años atrás fue

entrenado en tácticas de combate y sistemas de es-

pionaje por el gobierno estadounidense, que presidía

Ronald Reagan.

Bin Laden es un hombre signado por el odio. Nacido en

Arabia Saudita de familia procedente de Yemen, here-

dó a los 11 años una fortuna calculada en 80 millones

de dólares, que él mismo haría crecer hasta un esti-

mado de US$2.000 millones a través de la empresa de

construcción de su padre y luego con su propia Osama

Holding. Pero las mieles que le podrían proporcionar

su riqueza las cambió por la dureza de los escondites

en el desierto, con el propósito de cumplir su venganza

contra quienes cree sus enemigos naturales.

Y también es un ser misterioso del que pocas cosas se

saben con certeza. Desde su paso a la clandestinidad

en 1996 -ya había sido expulsado de Sudán y obligado a

buscar refugio en Afganistán-, lo que se conoce de

su camino son puras presunciones, que incluso hoy

no dejan certeza de si está vivo o muerto.

Su carrera en las armas empezó en 1979, cuando

tenía apenas 22 años, para luchar contra el 'satán'

internacional de la época: el imperio comunista de la

Unión Soviética.

Contactos en Turquía le permitieron enrolarse en

el llamado grupo de "Los afganos", un ejército de

30.000 voluntarios árabes que se ofrecieron a luchar

por la liberación de Afganistán, entonces ocupada

por la URSS.

En los años siguientes se nutriría de la instrucción

encubierta de la agencias de seguridad de Estados

Unidos y se convertiría en ficha clave en el espionaje

del Oriente Medio, debido a que participó en la orga-

nización del tráfico de armas por la zona.

Pero la ruleta de las relaciones internacionales cam-

biaría su destino y su red de apoyos.

En 1988 Bin Laden empezó la formación de Al Qae-

da ('La base'), grupo con el que pretendía defender

militarmente la pureza de las costumbres religiosas

musulmanas. Tres años más tarde fue EE.UU., su

antiguo colaborador, el que lo ofendió al profanar el

suelo árabe desplegando tropas en contra de Irak,

durante la guerra del golfo.

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772 Trauma Estados Unidos bajo ataque

Dicha afrenta decidió no perdonarla. Osama había

encontrado nuevos amigos.

Empezó entonces una cadena de atentados para los

que destinó todo su tiempo; su fortuna personal y sus

apoyos políticos, religiosos y financieros.

El primer objetivo fue el mismo que años después

lo convertiría en el villano por excelencia. El 26 de

febrero de 1993 atacó las Torres Gemelas, pero la

bomba que escogió para esa ocasión apenas si resintió

la estructura de los sótanos del complejo, aunque sí

causó la muerte de seis personas.

El 11 de septiembre de 2001 capitalizaría con extrema

crueldad la experiencia recogida. Conocedor de que

un artefacto instalado no era suficiente, convirtió en

poderosas bombas a los dos aviones de pasajeros que

sucesivamente se estrellaron contra cada una de las

edificaciones.

En medio de esas dos fechas hiló una cadena de

ataques que incluyó un carrobomba que mató a siete

personas en Riad, Arabia Saudita; la detonación de

un camión de explosivos en Jobar, en el mismo país,

que se llevó la vida de 19 estadounidenses; dos co-

ches bomba en Kenia y Tanzania que mataron a 224

personas, y el ataque a un barco de guerra de EE.UU.,

anclado en Yemen, en el que murieron 17 marines.

Hoy su fortuna parece haberse diezmado considera-

blemente, sus posibles protectores cada vez son menos

(ningún gobierno quiere arriesgarse a un ataque de ex-

terminio como el que desoló a Afganistán), Al Qaeda

está debilitado y los fondos para su cruzada tienen que

sortear complicados caminos, casi siempre a través

de ONG que recogen donaciones de empresarios que

apoyan soterradamente al fundamentalismo.

Pese a ese cuadro, Bin Laden sigue teniendo poder y

fuerzas para amenazar. En las pocas imágenes que se

han visto de él tras los ataques al World Trade Center,

sus palabras han sido enfáticas: "Juro por Dios que

Estados Unidos no conocerá nunca más la seguridad

antes de que Palestina la conozca y antes de que todos

los ejércitos occidentales ateos salgan de las tierras

santas del Islam", afirmó, por ejemplo, en un video

difundido por una emisora de televisión kuwaití en

octubre pasado.

Los organismos de inteligencia tienen suficientes

pruebas como para saber que no le temblará el pulso

para convertir esas advertencias en realidades. Por

eso sigue siendo el hombre más buscado del planeta,

tanto como el más temido ahora que se acerca el

aniversario del 11 de septiembre o cada vez que los

intereses occidentales interfieren con los del mundo

musulmán.