Trayectorias Electorales, participación política de las Mujeres en la democracia boliviana

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    Conversatorio de Genero

    Tema:

    Trayectorias Electorales, participacin poltica de lasMujeres en la democracia boliviana

    Investigadora:

    Mara Lourdes Zabala

    La Paz 11 de Julio 2013

    El contenido del documento es responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente

    Representa la opinin de las instituciones auspiciantes

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    PNUD

    Trayectorias Electorales, participacin poltica de lasMujeres en la democracia boliviana

    Resumen Ejecutivo

    Consultora: Mara Lourdes Zabala Canedo

    8 de marzo de 2013

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    INTRODUCCIN

    El objetivo del presente informe consiste en abordar el anlisis de la participacin poltica

    de las mujeres en Bolivia, en tres momentos fundacionales de la vida del pas: La transicine instauracin de un rgimen poltico democrtico representativo (1982-2003), marcada porreformas neoliberales y la vigencia de una democracia pactada, la instalacin de laAsamblea Constituyente y el contexto de transicin del Estado nacin al EstadoPlurinacional. En este marco nos interesa seguir el itinerario y las estrategias que imprimenel movimiento feminista y de mujeres por revertir los dficits de su ciudadana poltica, porampliar sus derechos y afirmar su pertenencia a la comunidad poltica. En este recorridose destaca la evolucin de su presencia en los diferentes poderes del Estado (Ejecutivo,Legislativo, departamentales, municipales), su relacin con los partidos polticos y

    organizaciones sociales y sus disputas discursivas sobre la definicin de democracia(relacin entre pblico y privado, ampliacin de derechos), sus luchas y movilizaciones porlas reformas normativas nacionales que amplan e institucionalizan nuevos mrgenes deinclusin y los recursos discursivos que buscan legitimar sus demandas.

    Transicin hacia la democracia: Nuevos Actores y actoras

    La dura y complicada transicin a la democracia operada entre 1978 y 1985, permitisuperar una larga historia de autoritarismo militar e iniciar un proceso de modernizacin

    liberal del pas en los marcos procedimentales de la institucionalidad democrticarepresentativa.

    No hay duda que la activa participacin de las organizaciones sociales, y en particular delos sindicatos obreros, fue decisiva para la reconquista de la democracia. No obstante, laconsolidacin del rgimen democrtico, a la larga supuso la prdida de hegemona delmovimiento obrero minero dentro del campo popular y la emergencia de nuevos actoressociales no tradicionales que marcaron con su impronta la dinmica de la sociedad y elespectro social y poltico tradicional.

    Esto quiere decir que los actores subalternos de la nueva escena poltica boliviana ya nogiraron ms en torno al movimiento sindical visibilizado en la histrica Central ObreraBoliviana (COB). Este medular actor de masas vio disminuida su capacidad deconvocatoria y movilizacin paralelamente a su virtual desaparicin fsica y poltica de susector minero, su tradicional vanguardia. En otros trminos, en Bolivia, los trabajadoresparticularmente los mineros, principales e histricos actores de la fase de transicindemocrtica fueron paradjicamente- las vctimas de los resultados de su lucha. Supresencia vital en la recuperacin de la democracia, con la huelga de hambre, perdivisibilidad, con el masivo despido de trabajadores mineros, eufemsticamente llamado

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    relocalizacin (1987), fase en la cual la democratizacin boliviana comienza a mostrar eldesvanecimiento del populista Estado del 52.

    Qu ocurri entre tanto con las mujeres? El desmantelamiento obrero, supuso a su vez eldebilitamiento de su actor femenino: los Comits de Amas de Casa Mineras. En efecto, elmenoscabo de la efectividad del discurso proletarizante de los mineros arrastr a suscompaeras, las que de algn modo se haban constituido en un referente para sectoresfemeninos de izquierda y clase media radicalizada. Se podra haber previsto, tras estaomisin, que la participacin de las mujeres en el proceso poltico ya no iba a tener impactoalguno y que el actor femenino, se iba a constituir en lo marginal de lo marginal. Encambio, el escenario poltico boliviano se recre y la mujer emergi, participando una vezms, pero ya no con el rostro minero, sino bajo nuevas identidades. Apareci el corte tnico

    cultural, con la chola aimara y su presencia en el escenario poltico electoral a la par quecrecan las mujeres de clase media que cuestionaban desde el paradigma feminista lasviejas relaciones de poder.

    En efecto, a mediados de la dcada del 80., emergern tmidamente con una identidad quese adscriba a un horizonte emancipatorio de corte feminista; algunas se adscriban apartidos de izquierda mientras que otras mantenan una posicin independiente. Los clubsde madres, las mujeres de partidos, de los sindicatos, construyeron sus identidades,intereses y propuestas politizando y trayendo a lo pblico sus demandas. Aquella demujeres urbano populares, lo hizo desde sus roles tradicionalmente femeninos interpelando

    a la sociedad y al Estado. Como responsables de la satisfaccin de las necesidades bsicasde la familia, y desde una divisin sexual del trabajo, hicieron visible su aporte a lareproduccin y supervivencia de la vida cotidiana de sus entornos familiares.

    Por su parte, la vertiente de mujeres feministas, nutrindose y ampliando las prcticassociales de aquel heterogneo y amplio movimiento popular, desarrolla su propio punto departida desde el cual imprime una particular dinmica y mirada al proceso de construccinde la democracia en Bolivia.

    Como un movimiento emergente, asumi su identidad feminista haciendo referencia aobjetivos terico/polticos de transformacin de las relaciones de gnero, y por otro, como

    mujeres, indica su interrelacin con un colectivo heterogneo de vertientes de mujeres, conlas que comparte, ms all de sus diferencias, experiencias en torno a las cuales movilizasus prcticas colectivas.

    Un rasgo sobresaliente de este movimiento, compartido con el resto de los feminismos dela regin, fue su dbil interlocucin inicial con la institucionalidad poltica.En ese sentidosu estrategia poltica se despleg priorizando el espacio de la sociedad civil antes queinteractuar o negociar con los estados y gobiernos. En una visin crtica al Estado y susinstituciones este movimiento feminista desarrollar una actitud distante y ajena al ejercicio

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    del poder pblico poltico. Cuidando su autonoma e identidad ir a desplegar una actituddistante al Estado, el que aparecer como un adversario sospechoso de prcticas de

    cooptacin y en definitiva como un lugar de jerarquas patriarcales. Desde una actituddefensiva a la institucionalidad poltica sus estrategias de emancipacin van a transcurrirafirmando su propia identidad, recreando sus propios espacios alternativos y reivindicandodistintas formas de hacer poltica y de concebir la democracia.

    A partir de la consolidacin de diferentes espacios de encuentro y reflexin, queencontraban su expresin ms acabada en el surgimiento de ONGs. de orientacinfeminista y de mujeres; este movimiento devel el carcter poltico de lo privado. Sereplante en ese derrotero las nociones dominantes acerca de lo pblico, la poltica y lopoltico y avanza en la reivindicacin de transformaciones culturales que permitan

    identificar, lo personal y la cotidianidad como mbitos para hacer poltica.Politizar el mundo privado significaba complejizar los contenidos de la democraciatematizando situaciones como la violencia domstica, la divisin sexual del trabajo, ladoble jornada, las asimetras de poder entre hombres y mujeres, los derechos econmicosde las mujeres.

    La reconquista de la democracia ir pues a generar un momento de disponibilidad social enel movimiento feminista y de mujeres para debatir los lmites de la democracia y la nocinde una ciudadana tejida sobre la distincinentre lo pblico y lo privado.

    En el proceso que va de la crisis de la dictadura a la instauracin del rgimen polticodemocrtico, la ciudadana se convierte en un campo de cuestionamiento por su carcterrestringido, parcial y excluyente. Prontamente, las mujeres constataron que la democraciapor la que haban luchado y contribuido a conquistar, no las contemplaba. Si bien lademocracia formalmente garantizaba la universalidad de los derechos polticos, en loshechos y desde una dimensin sustantiva se mostraba frgil y excluyente a la hora deconsiderar a las mujeres sujetas de poder. Su presencia desigual y marginal en los espaciosde definicin poltica del nuevo mapa institucional actualizaba las contradicciones de unateora liberal que al situar al ciudadano como un sujeto neutro en cuanto al sexo, ignorabalas condiciones de desigualdad y desventajas genricas.

    Dcada de los 90: Reformas polticas y modernizacin del Estado

    Los aos de 1993-1997, primer gobierno de Gonzalo Snchez de Lozada, estuvieronmarcados por un perodo de profundas y controvertidas polticas de modernizacin, quepusieron fin al ciclo ideolgico del nacionalismo revolucionario dominante a lo largo dems de treinta aos. Bajo la hegemona ideolgica y cultural de un neoliberalismoglobalizador y dando continuidad a las polticas de privatizacin, en el mbito de laeconoma se impulsaron un conjunto de reformas dirigidas desmantelar el modelo decapitalismo de estado, o estado benefactor, vigente desde 1952. Como contrapunto a su

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    modelo econmico se desplegaron las llamadas Reformas de Segunda Generacin: Ley deParticipacin Popular y Ley de Reforma Educativa, sancionadas en 19941. Ambas

    encargadas de modernizar el Estado y sus estructuras de poder para adecuarlas a las

    La reforma a la Constitucin Poltica del Estado (CPE) promulgada en agosto de 1994,busc a su vez responder a las luchas de los pueblos originarios por su autodeterminacin yreivindicacin territorial y cultural en oposicin a los intentos de modernizacin yhomogeneizacin cultural que las lites polticas pretendieron imponer desde el EstadoRepublicano, a lo largo de 169 aos de historia.

    Como era una larga y secular tradicin de la vida poltica boliviana, las lneas estratgicasde estas reformas, no solo que ignoraron las desigualdades de gnero, sino que transitaron

    sin poder articular la representacin de colectividades y amplios sectores sociales. Una vezque se trat de reformas hechas desde arriba, vertientes de un movimiento de mujeres defiliacin feminista interpelaron la orientacin de esta suerte de modernizacin excluyente yplante su propia agenda de reformas atacando desde distintos flancos.

    En sintona con el contexto internacional abierto por Naciones Unidas y al calor de susprincipales Cumbres y Conferencias Internacionales, particularmente la realizada enBeijing en 1995, este movimiento movilizar una nueva subjetividad colectiva en torno alas desigualdades de gnero y lograr que emerjan renovados campos polticos en loscuales se afirm el carcter sistmico de esta desigualdad. En este contexto construirn sus

    propuestas y ampliarn el debate sobre la democracia y la poltica. La Ley de ParticipacinPopular y la Ley de Reforma Educativa a la par de recoger reformas lingsticas, seconstituyeron en escenarios privilegiados desde donde se conquistarn y plasmarnprincipios de igualdad entre hombres y mujeres.

    En esta misma lnea de accin la Ley contra la Violencia Intrafamiliar o Domestica(1994), que plasm un estado de nimo de las mujeres de las sociedad civil, recogi elbagaje de aos de trabajo de mujeres feministas y que se fundamenta en el compromiso queadquiere el Estado Boliviano al promulgar como Ley de la Repblica (Octubre 1994) laConvencin Interamericana para Prevenir, Sancionar y Eliminar la Violencia contra la

    Mujer; fue impulsada como una accin autnoma de mujeres que desde la sociedad civil yla institucionalidad de Genero del Estado, la imponen como un tema insoslayable de laagenta pblica, insistiendo en la necesidad de recuperar para la democracia el mbito de loprivado.Conviene reparar en que la mencionada Ley se convertir en la expresin ms emblemticade la politizacin del mundo de lo privado, mbito que la ideologa liberal deshistoriza y la

    1 Ley de Reforma Educativa No. 1565 de julio de 1994, Ley de Participacin Popular 1551 de abrilde 1994. Ley de Municipalidades 2028/1994. Ley de Descentralizacin de 28 de julio de 1995.

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    priva de consideraciones sobre la igualdad, la justicia o la democracia. Con la afirmacinde lo personal es poltico el famoso aserto de Julieta Kirkwood- que el movimiento

    feminista en Bolivia, recogi de sus homlogas latinoamericanas, abrir un nuevo horizontediscursivo para pensar la democracia y complejizar el campo de lo poltico

    El tema de la escasa presencia femenina en la institucionalidad del poder se instal en losmismo aos como otro tem que se actualiz y se abri lentamente paso en las reformas quetenan lugar en el Sistema Poltico y Electoral, gracias a la misma conjuncin de energasque provenan de organizaciones sociales y polticas de mujeres en coordinacin con lasestructuras de gnero del Estado. La principal crtica del feminismo de entonces radic encuestionar la persistente exclusin de las mujeres y para poner de manifiesto la tenacidad debarreras de carcter estructural que obstaculizaban una participacin ms igualitaria en el

    ejercicio del poder poltico.

    El tema de la escasa presencia femenina en la institucionalidad del poder se instal en losmismo aos como otro tem que se actualiz y se abri lentamente paso en las reformas quetenan lugar en el Sistema Poltico y Electoral, gracias a la misma conjuncin de energasque provenan de organizaciones sociales y polticas de mujeres en coordinacin con lasestructuras de gnero del Estado. La principal crtica del feminismo de entonces radic encuestionar la persistente exclusin de las mujeres y para poner de manifiesto la tenacidad debarreras de carcter estructural que obstaculizaban una participacin ms igualitaria en elejercicio del poder poltico.

    La relevancia de este hecho se midi y qued clara cuando se reconoci que en ms de unadcada y media de democracia representativa, el pas no logr superar el dficit derepresentacin femenina en los niveles de decisin poltica nacional y regional. En efecto,los guarismos mostraron crudamente que el techo de participacin femenina en los cargosde eleccin, no logr sobrepasar como promedio el 10%.

    El intento ms relevante para hacer efectiva la participacin poltica de las mujeres yremover las barreras que impedan su inclusin, se inscribi en la demanda por introducir

    en el sistema jurdico nacional un Sistema de Cuotas, con el que se garantizara lainclusin de un porcentaje mnimo de mujeres en los niveles de representacin del sistemapoltico formal.

    Para lograr que los actores del sistema poltico aceptaran negociar y acogieran la demandade las cuotas, las mujeres bolivianas se dotaron de un actor colectivo capaz de conjugar ladiversidad y heterogeneidad de las mujeres polticas y las mujeres de la sociedad civil, paradesbloquear el cerco masculino al tema de las Cuotas y debilitar los disensos al interno dela clase poltica. La creacin del Foro Poltico de Mujeres, como un esfuerzo colectivo

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    por transformar la diversidad poltica en una pluralidad democrtica (como diraNorberto Lechner), dio curso a la construccin de un sujeto colectivo que logr una

    alianza indita entre mujeres del sistema poltico. Trascendiendo las barreras de los partidospolticos, pudo nuclear en alianzas interpartidarias tanto a las mujeres de la sociedad civil,militantes y a diputadas y senadoras a travs de la Unin de Mujeres Parlamentarias deBolivia (UMPABOL).

    En un contexto de proceso que mira el desempeo de las cuotas recuperando tres periodoslegislativos, se constata que el efecto inmediato de la normativa electoral fue el incrementode la representacin femenina en la Cmara de Diputados, tal como se puede apreciar en elCuadro siguiente y las grficas posteriores.

    Representacin Poltica femenina en la Cmara de Diputados, bajo la vigencia de laCuota del 30%

    (Ao 1997-2005)

    Ao Diputaciones Plurinominales Diputaciones Uninominales

    TotalTitulares

    MujeresTitulares

    % Mujerestitulares

    TotalTitulares

    MujeresTitulares

    % Mujerestitulares

    1997/2002 62 11 17,74% 68 2 2,94%

    2002/2005 62 17 27,42% 68 7 10,29%

    2005/2009* 60 17 28,33% 70 5 7,14%

    Fuente: Elaboracin propia en base a datos del Atlas Electoral PNUD, 1979-2009.

    Si se toma en cuenta que la Ley de Cuotas, estableca que su efectividad se limitaba a lascandidaturas plurinominales y no as para las uninominales, el resultado de las eleccionesevidenci importantes diferenciales de gnero. Mientras la representacin femenina en loscargos uninominales no sobrepas el 10% de los curules, en los plurinominales el promediode mujeres fluctu entre el 17,7% y 28.3%.

    En cuando a la Cmara de Senadores, la presencia de las mujeres no sobrepas el 3,70%(una de 27 senadores); salvo en la gestin comprendida entre el 2002 y el 2005 cuandoalcanz un excepcional para la poca, aunque anticip lo que vendra tras la crisis delsistema poltico en el 2003- porcentaje del 14,81% que corresponda a 4 senadoras2, comose constata en el Cuadro que sigue.

    Elecciones Nacionales de 1997-2005: Mujeres electas titulares en la CmaraSenadores

    2 Moira Paz y Mirtha Quevedo del MNR; Ana Mara Flores del NFR y Alicia Muoz del MAS.

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    Cmara de Senadores

    Ao Total Titulares MujeresTitulares % Mujerestitulares

    1997/2002 27 1 3,70%

    2002/2005 27 4 14,81%

    2005/2009* 27 1 3,70%

    Fuente: Elaboracin propia en base a datos del Atlas Electoral PNUD, 1979-2009

    mbito Local: Cuotas y participacin poltica de mujeres

    El municipio como espacio del poder local, se constituy en otro lugar de disputa para

    avanzar en la desmonopolizacin genrica de la representacin poltica. A pesar delprincipio de equidad de gnero que incorpor la Ley de Participacin Popular y que se pusoen vigencia en la eleccin de 1995, ste no alcanz para revertir las brechas en laparticipacin poltica de las mujeres; es ms puede decirse que en el impacto inmediato deesta normativa, las acentu.

    La evolucin de la participacin poltica femenina en los Concejos Municipales, muestraque la presencia de las mujeres en las concejalas descendi al 6,3% frente al 8,8% delperiodo anterior de elecciones municipales celebradas en 1993.

    Concejos Municipales titulares, hombres y mujeres a nivel nacional(Ao 1993 1995)

    Concejalas Titulares

    Ao deeleccin

    TotalConcejalas

    No.Hombres

    No.Mujeres

    %Mujeres

    %Hombres

    1993 2.787 2.541 246 8,8% 91,2%

    1995 1.628 1.525 103 6,3% 93,7%

    Fuente: ACOBOL, 2010

    Este quiebre en el comportamiento electoral no deja de llamar la atencin, una vez que hasta esemomento el espacio local apareca como ms cercano y sensible a la gestin de las mujeresbolivianas.

    Al parecer, no fue suficiente la enunciacin del principio de equidad de gnero ni el intentopor modernizar las relaciones entre el Estado y la sociedad civil. La importancia que

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    cobraba la democracia municipal junto con los nuevos recursos financieros que recibanlos municipios del pas, contribuyeron a explicar el renovado inters de los militantes

    varones por ocupar los espacios de representacin y replegar la presencia femenina.

    La cuota del 30% reforzada por el mecanismo de la alternabilidad que se puso a prueba enla eleccin municipal de 1999, constituy una buena seal. El porcentaje de concejalaspudo duplicarse del 6,3% de los comicios de 1995 para alcanzar en 1999 el porcentaje de13,5% del total nacional. El impacto fue mayor en el ao de 2004, cuando nuevamente seampli el nmero de mujeres en las concejalas al 18,97%, triplicando el porcentaje de1995, tal como se observa en el Cuadro a continuacin.

    Concejos Municipales titulares, hombres y mujeres a nivel nacional

    (Ao 1999 2004)Concejalas Titulares

    Ao deeleccin

    TotalConcejalas

    No.Hombres

    No.Mujeres

    %Mujeres

    %Hombres

    1999 1.699 1.470 229 13,5% 86.5%

    2004 1.808 1.465 343 18,97% 81,03%Fuente: ACOBOL, 2010

    Asamblea Constituyente (2006-2009): La Paridad en debateEn el marco de una crisis profunda del sistema institucional y de representacin y delcolapso de la gobernabilidad, Bolivia se dirigi hacia la realizacin de una AsambleaConstituyente que tuvo como rasgo central deliberar sobre su existencia como Estadonacin y crear las reglas de un nuevo orden poltico e institucional. Una vez que laprofundidad de la crisis impidi que el Parlamento llevara adelante las reformas que estacoyuntura exiga, la revolucin se traslad a la constituyente, al parecer nica va para

    reconstituir el orden poltico.

    En el nimo de asegurar un proceso constitucional democrtico e inclusivo, fue claro queuno de los desafos que enfrentaba el colectivo amplio de mujeres, articulado en elMovimiento Mujeres Presentes en la Historia, fue inicialmente definir una propuesta deLey de Convocatoria a la Asamblea Constituyente que asegure nuevos equilibrios de poderentre hombres y mujeres. A pesar de las diferencias sociales y culturales y lasdesigualdades que marcan las distancias entre las mujeres blancas o mestizas y las mujeresindgenas, acentuadas por visiones equidistantes y desconfiadas respecto a las propuestas

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    feministas occidentales, las redes y ONGs de mujeres urbanas, se logr desactivar estosprejuicios y componer consensos.

    Desde un discurso persuasivo de gnero pudieron validar la condicin de subordinacin delas mujeres, trasponiendo las fronteras de clase, tnicas, culturales y regionales. De estemodo se articul en el pas un inters comn que gir en torno a evitar la recomposicin dela exclusin y discriminacin de las mujeres de los lugares de deliberacin y decisinpoltica. En este marco, la Asamblea se convirti en un espacio simblico de poder aconquistar, a travs de la demanda de paridad.

    Se trata de una propuesta que sobrepasaba los mnimos planteados hasta entonces paraplantear de facto aquello que la cuota vista como un medio y una medida temporal de

    ajuste, no logr. Su propsito no fue generar igualdad de oportunidades, sino convertir enun derecho real la elegibilidad de mujeres en la misma proporcin que los varones. Estosignificaba romper o dejar definitivamente en el pasado el monopolio masculino delpoder. La paridad, en este sentido llega a un resultado y acaba en una igualdad real;constituye un principio, a diferencia de la cuota considerada como un medio.

    En tanto la AC se converta en el espacio en el cual se definiran los arreglos de nuevasformas de institucionalidad y convivencia ciudadana, la participacin de las mujeresapareca como doblemente pertinente si se quera ser fiel a los valores de no discriminacine inclusin que reclamaba el proceso de reformas polticas y democratizacin de la

    sociedad que auguraba el escenario constituyente.

    Para muchas lderes indgenas la reivindicacin de la paridad se afianz buscandosimilitudes con la nocin andina del chacha-warmi o de la complementariedad entrehombre y mujer. La paridad fue sin embargo una conquista lograda en un esfuerzo deinterculturalidad en el marco de un movimiento amplio y heterogneo de mujeres nucleadasen la articulacin Mujeres Presentes en la Historia en alianza con lderes de la FederacinNacional de Mujeres Campesinas, indgenas y originarias de Bolivia, Bartolina Sisa.

    En trminos de gnero, los resultados de la implementacin de esta norma arrojan un total

    de 85 mujeres de 255 asamblestas, lo que equivale al 34.50% del total de representantes.La presencia de las mujeres en la AC, en articulacin con organizaciones y movimientosde la sociedad civil (mineras, campesinas, feministas, populares, indgenas) logr permearel discurso hegemnico de la AC e incorporar una agenda de gnero que tuvo sus fuentesen un largo proceso de acumulacin histrica.

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    un modo indito en la historia poltica del pas. El impacto simblico de esta poltica de lapresencia es doble si consideramos la diversidad de presencias y trayectorias que marcan

    la nueva composicin del Parlamento, desplazando una lite preponderantemente mestiza,letrada y masculina. Por primera vez se destacan perfiles nuevos de mujeres que hablan dehistorias previas de activismo social, vecinal, sindical, municipal. Se trata de mujeresindgenas, campesinas, clases medias que han forjado sus liderazgos en el campo de lasluchas sociales, en mbitos profesionales con exitosas carreras en distintos mbitos (sobretodo en el campo del derecho). Muchas de ellas recogen una tradicin familiar vinculada ala militancia partidaria. En el caso de las parlamentarias orgnicas del MAS, su ingresoest vinculado a su origen y liderazgo campesino e indgena y al vnculo con lasorganizaciones y movimientos sociales y sindicales del Partido (Federacin Nacional deMujeres Campesinas de Bolivia, Bartolina Sisa, productores de coca, colonizadores,

    organizaciones de tierras bajas, CIDOB CONAMAQ).

    Pese al importante efecto simblico y cultural que pueda producir el ingreso de

    nuevas actoras a la Asamblea Legislativa, persiste el tema de cmo evaluar, ya en

    trminos cualitativos, esta nueva presencia y visibilidad pblica. Considerando que el

    Parlamento histricamente se ha configurado a semejanza de las necesidades e

    intereses de los varones, cabe preguntarse qu efectos est produciendo que ms

    mujeres ocupen sus curules y compongan el Parlamento boliviano? En un campodiscursivo en el que las relaciones de poder patriarcal muestran una conexin simblicamenos intensa con el proceso de transformaciones en curso, qu nuevas barreras,

    obstculos o prejuicios estn enfrentando las mujeres asamblestas para ser aceptadas

    con la legitimidad de actoras polticas? Es posible hablar de nuevas formas de hacer

    poltica y de estilos de liderazgos remozados, respecto al pasado y a sus actores

    tradicionales? Qu estrategias estn implementando para posicionar sus propias

    agendas.

    Una primera constatacin sobre las condiciones en que desempean su labor parlamentaria,es que continan enfrentando la jerarquizacin sexuada del poder a favor de la presencia

    masculina a posiciones de liderazgo institucional y de autoridad pblica al interior de laAsamblea Plurinacional. En este marco, tal como lo evidencia un testimonio, persistenformas de discriminacin y prejuicios de gnero que se instalan al momento de acceder alos distintos mbitos y rganos del Poder Legislativo. Esto sucede, en la medida en quepervive una cultura de fraternidad masculina que tiende a marginarlaspor encima de losprocesos de reformas democratizadorasque se estn implementando.

    Otro tem pendiente que enfrentan las mujeres es que puedan transformar las prioridadesde la agenda poltica y permear la actividad legislativa con otros estilos y formas de hacerpoltica. Desde alguna literatura se ha asumido, que un nmero consistente de mujeres en

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    espacios de decisin tiene la posibilidad promover formas alternativas de liderazgodiferentes a los tradicionales ejercidos por varones. Otros puntos de vista han matizado

    esta postura, mostrando que una vez en el poder las mujeres tienden a masculinizarse yadoptar un modelo competitivo y agresivo3 que es el que caracteriza a los varones cuandoasumen un cargo poltico(Buvinic, Roza (2004).

    En el caso de Bolivia, a pesar del complejo escenario que viven las mujeres al interior de laAsamblea Legislativa Plurinacional -atravesado por clivajes tnicos y de clase que puso entensin los intereses de las mujeres y que develaron un sujeto femenino fragmentado enmltiples identidades- las mujeres logran movilizar una voluntad poltica comn respecto alos derechos de gnero.

    A partir de una amplia articulacin entre organizaciones y redes del movimiento de mujeresy feministas y las legisladoras se logra impulsar la iniciativa denominada AgendaLegislativa desde las Mujeres para el perodo 2008-2011, cuyo objetivo fue armonizar, enel marco del nuevo texto constitucional, la legislacin secundaria, en materia de losderechos de las mujeres.

    Este proceso constituy un importante avance en la historia del Parlamento Boliviano, allograr conjugar la accin articulada de diversas instancias organizativas del movimiento demujeres y feministas, potenciar un ncleo de mujeres parlamentarias que sostienen elproceso en alianza con instancias del Poder Ejecutivo (ministras y viceministras) que dan

    consistencia tcnica a las propuestas de ley y movilizar un conciencia colectiva nacionalque hace incidencia y control desde la sociedad civil.

    Por otro lado, debe destacarse que la presencia de ms mujeres en el Parlamento hagenerado nuevas disponibilidades y expectativas respecto a su desempeo. Se ha habladodel sndrome de un feminismo latente (Carroll, 1984, citado en Uriarte, 1997: 45) que eneste caso pudiera estar operando de modo que si bien, la adscripcin no es explcita, lasparlamentarias expresan una sensibilidad respecto al tema. En torno al cambio simblicoque representa su presencia en estos mbitos, se ha sugerido que su presencia transforma

    la vida poltica, pero no porque stas tengan una agenda y unas prioridades diferentes a lasde los hombres, sino porque representan un significado distinto para la sociedad ysimbolizan otros temas(Sapiro, 1993, citado en Uriarte, 1997: 45). Es decir, que el pasopor estos espacios despierta nuevas expectativas respecto a su desempeo, tanto en el

    3 De acuerdo a una encuesta realizada por Gallup en 2000 para el Banco Interamericano deDesarrollo (BID), 66% de las personas consultadas opin que las mujeres se vuelven tan agresivas ycompetitivas como los hombres despus de asumir un cargo poltico25. Sin embargo, el sondeotambin indic que suelen ser percibidas como ms honestas y dignas de confianza, y menosproclives a la corrupcin. Segn el estudio, 66% de la poblacin considera a las mujeres mshonestas. En ese sentido, no hay un nico punto de vista.

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    imaginario poltico como social. En ese sentido, se espera algo distinto de las mujeres, entanto la diferencia de sexo o gnero han sido utilizadas por las propias mujeres para llegar a

    las estructuras de poder, a travs del discurso de la especificidad femenina.

    En otro orden de cosas, y tal como sugiere otra perspectiva, no es la cualidad de ser mujerla que impulsa las orientaciones de gnero en la legislacin, sino las experiencias comunesde vida y socializacin que configuran intereses particulares y sensibilidades que soninstaladas en el mbito pblico de la deliberacin. Si bien estas experiencias no bastan parasuscribir la idea de una representacin de los intereses de las mujeres, permite dar cuenta deuna perspectiva diferente de asumir la poltica. Las brechas respecto a su ciudadana civil,social y poltica, articuladas a otras relaciones de poder, les permite poner en cuestin la

    neutralidad simblica del poder (Marques Pereira, 2001; 66) y de los actores polticos.En esta perspectiva, la feminizacin del espacio parlamentario es fundamental para laelaboracin de decisiones polticas que de otra forma no se daran. Su presencia polticaposibilita un nuevo campo de poder que permite matizar o contrarrestar el monopoliomasculino de las discursividades polticas y dar legitimidad y fuerza a sus demandas. (Ej.Ley de las Trabajadoras del Hogar, es impensable en un parlamento solo de varones).

    En esta lgica, la nica garanta con que cuentan las asamblestas para visibilizar y agendarlos problemas que las afectan, es su propia agencia articulada a la movilizacin de actorasde la sociedad civil. En ese sentido, este proceso se sostiene gracias a una vital alianza entre

    las mujeres parlamentarias y del ejecutivo y el movimiento feminista y de mujeres en susdistintas expresiones organizativas. Es bajo el impulso de este ltimo, que se moviliza unamirada crtica sobre el ejercicio del poder porque se entiende que no se trata solo deconquistarlo, sino de transformarlo (Uriarte, 1997). En este horizonte se inscribe lainfluencia del movimiento de mujeres y sus liderazgos: cualificar la gestin de lasparlamentarias y generar espacios de reflexin en estrecha relacin con la sociedad civil,disputar nuevos contenidos para la deliberacin democrtica e intervenir en los debates conpresencia propositiva y autnoma sobre las reformas del Estado.

    En una perspectiva menos optimista de cmo viven las mujeres parlamentarias bolivianassus tiempos polticos por democratizar el poder, se destacan algunos testimonios quereflejan un escenario de precarios equilibrios entre mujeres, en el que afloran distancias casiirreductibles. Niveles de intolerancia y dificultades para construir una paridad interculturalentre mujeres, sumados a lgicas partidarias tutelares amputando iniciativas autnomas odisciplinando comportamientos, muestran un mapa de conflictos difciles de remontar.

    Los desencuentros al interior de la Unin de Mujeres Parlamentarias de Bolivia(UMPABOL), instancia que se cre para articular las diversas voluntades polticas yfortalecer el liderazgo y la accin colectiva de las legisladoras, y en general las tensiones

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    entre mujeres asamblestas, es la expresin de un mapa abigarrado de actoras que no lograpor el momento construir un universal concreto. Es decir configurar un campo poltico que

    sobre la base de intereses distintos admita construir consensos y dilogos.

    Por otro lado, las estrategias de contrapoder que estn impulsando muchas asamblestaschocan con la lgica partidaria que impone sus ritmos y visiones hegemnicas del procesopoltico. En esta tensin donde se busca suprimir lo incmodo de la diferencia, en este casode gnero (aunque existen otros temas tambin sensibles), las representantes femeninas deloficialismo se tornan cautas o renuncian a involucrarse con temas que aparecen comoajenos a las urgencias del proceso de cambio. De hecho, no es casual que las mujeres quedisputan contenidos de gnero a la mirada tradicional partidaria, con frecuencia constituyenuna minora que apela a acuerdos puntuales y a veces burocrticos e instrumentales para

    arrancar a los actores con decisin poltica (jefes de bancada, ministros) demandas que novan ms all de lo posible dejando de nombrar lo deseable (lvarez, 1998).

    Cambios a Nivel Municipal y Departamental

    El panorama municipal resea un lento pero paulatino incremento en la representatividadfemenina, cuyos orgenes se analiz pginas atrs. Sin embargo, lejos estn las cifras dealcanzar la paridad. Las mujeres, tanto en el nivel local, como departamental, enfrentanmltiples barreras que obstaculizan su incorporacin a la vida pblica y su empoderamiento

    poltico. Los sesgos en la representacin advierten que las mujeres no gozan de igualdadde oportunidades para acceder a los espacios de poder e instancias decisorias como loscargos de alcaldesas y las gobernaciones.

    Hasta el 2005, las mujeres haban conquistado paulatinamente puestos y espacios en elpoder municipal, pero luego de las elecciones municipales del 4 de abril de 2010, las cifrasen los consejos municipales bordearon una presencia femenina que no est lejos de laparidad. De un total de 1.830 concejales/as electos, un 42,62% corresponden a mujeres, unenorme salto frente a las elecciones precedentes. En cambio en las elecciones previas de2004, solamente fueron elegidas 343 concejalas titulares, lo que muestra que se ha doblado

    el nmero de mujeres titulares.En contraste, si evaluamos los resultados de alcaldes o alcaldesas electas en municipios deciudades capitales, para el mismo periodo, se tiene que de un total de 337 solo 22 mujeres(6,52%) ostentan este mximo cargo, que es electo por voto directo.

    Se han ensayado diversas aproximaciones para explicar las dificultades que enfrentan lasmujeres en los municipios para acceder a las ms altas instancias del poder local, losmismos que estn vinculados a barreras de tipo personal hasta impedimentos msestructurales que tienen que ver con obstculos legales, sociales y culturales. El ingreso a la

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    vida poltica de las mujeres est marcado por una redistribucin desigual de lasresponsabilidades y tareas domsticas. Una vez que no existe una legislacin efectiva que

    permita conciliar la vida privada y poltica o polticas de provisin de servicios pblicos enapoyo a estas tareas, las mujeres estn en condiciones de desventaja para acceder a untiempo libre que les posibilite el acceso a una formacin que califique su desempeo en lasesferas pblicas. La sobrecarga de trabajo que est en la base de las discriminaciones ydesventajas que experimentan las mujeres en el mbito pblico, limita sus oportunidadespara desarrollar las destrezas polticas, conocimientos y formacin que se requieren paraacceder a los espacios de poder local. Estas condiciones abonan en desmedro de suautoestima y confianza y en la descalificacin que reciben por parte de una ideologapatriarcal.

    La vigencia de factores culturales como el acoso y la violencia poltica, la persistencia demodelos patriarcales de liderazgo, las relaciones machistas de poder, los pactos masculinos,la sobre exigencia hacia las mujeres; son barreras que juegan en contra de su permanenciaen los cargos de representacin poltica. La pobreza, el analfabetismo son otros factoresque a su turno restringen tambin sus oportunidades polticas.

    Desde otra perspectiva, algunas mujeres son atradas hacia la poltica por los propiospartidos al reconocer en ellas algn tipo de crdito o reputacin pblica. Es el caso de lascandidatas reinas de belleza. Hay una utilizacin de la imagen de las mujeres, que seconvierte en un cono para atraer votos, en una suerte de banalizacin de otras cualidades

    para gobernar. Su imagen meditica es utilizada por los partidos, como es el caso de JessicaJordan, candidata a Gobernadora del departamento de Trinidad. Si bien, esta situacin noes ajena a los mecanismos de seleccin de candidaturas masculinas en las que tambin seapela a cualidades construidas al margen de la poltica, como el caso de los deportistas,cantantes, personajes de televisin, empresarios, lo cierto es que en el caso de lascandidaturas femeninas la utilizacin del cuerpo de las mujeres genera un suerte dedisonancia con los discursos por desmontar las idolologas sexistas, racistas y clasistas.

    Respecto a los municipios indgenas, la ausencia de mujeres en las instancias dedeliberacin tanto como de su ejecutivo municipal, es expresiva de la pervivencia debrechas de gnero. Si recabamos en la presencia indgena masculina en los rganos dedecisin local, desde la promulgacin de la Ley de Participacin Popular en 1994,constatamos que los avances de inclusin tnica y de gnero son innegables. Se puedeverificar que su presencia es ya contundente desde el ao 2002 cuando su participacin enlos cargos de autoridades municipales representaba un porcentaje del 65%, mayor que elporcentaje de 63% que dio el Censo Nacional de Poblacin y Vivienda de 2001 (Alb yQuispe, 2004). No obstante, el fortalecimiento organizacional y el liderazgo que lasmujeres indgenas y campesinas han conquistando en un contexto de ampliacin de lademocracia y en confluencia con la accin de redes y ONGs de mujeres, ha contribuido al

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    desarrollo de capacidades polticas y pblicas y ha logrado remover prejuicios y obstculosal ejercicio de sus derechos. Esto ha significado una mayor apertura a su participacin en el

    nivel local. En los 11 municipios indgena originario campesinas, de un total de 55concejales/as titulares, 32 corresponden a varones (58%) y solo 23 a mujeres titulareselectas (42%).

    A MODO DE BALANCE Y DESAFIOS

    A modo de balance, se puede establecer que el horizonte democrtico en Bolivia, en estastres dcadas, se ha ensanchado con la participacin de ms mujeres en los espacios derepresentacin poltica. Tanto la cuota del 30% como la paridad, fruto de las luchas del

    movimiento feminista y de mujeres, se han convertido en dispositivos normativos pararestaurar los derechos polticos y plasmar un nuevo pacto social, entre el Estado y parte dela sociedad civil. Tanto la cuota como la paridad como horizontes discursivos para ampliarla comunidad poltica lograron, una ms que otra, nuevos equilibrios de gnero en losespacios de poder formal y forjar nuevos imaginarios y sentidos comunes, para pensar lademocracia. Precedidas en su conquista por dos momentos histricos de refundacinestatal de distinto signo (periodo neoliberal y pos neoliberal), tanto la cuota como laparidad, permitieron repensar la democracia y redefinir la composicin de las asambleasrepresentativas con nuevas identidades.

    A diferencia de la cuota, la paridad logr, no solo, pluralizar la democracia en trminos derevertir las brechas de gnero, esto es de equiparar la representacin poltica considerandola diferencia sexual, sino que esta inclusin supuso adems imaginar el sujeto femeninodesde sus mltiples identidades. De modo que, el componente de la paridad se convirti enun horizonte de disputa para desbloquear la presencia de las mujeres indgenas de lainstitucionalidad poltica. Su participacin en las luchas de los movimientos sociales ycampesinos abri un horizonte de posibilidad y legitimidad para romper con viejasasociaciones vinculadas a su rol servil en la sociedad y a conquistar por primera vez suderecho a gobernar.

    En este sentido la paridad permiti continuar y profundizar con el desmontaje de clivajesde gnero patriarcal y desmontar representaciones y mandatos coloniales asentados en laconviccin de que las mujeres indgenas son el ltimo eslabn en conformar la comunidadpoltica civilizada y moderna. En esos trminos la paridad se construy alejada de un falsouniversalismo y hermandad entre mujeres, posibilitando la conjuncin de diversas voces ymiradas, trayectorias e historias, en los cargos jerrquicos del Estado, algo que en elpasado, con la cuota, no se consigui.Esto porque, el sistema poltico, anclado en la centralidad de los partidos de entonces,centr sus prcticas en la reproduccin de sesgos de clase en la composicin de sus lites.

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    El reclutamiento de mujeres, orientado por mecanismos de parentesco (endogamia poltica)y de similitudes en los orgenes sociales y culturales, reprodujo una categora de mujeres de

    clase media que de modo inmediato se asumi como el referente femenino de larepresentacin. En ese sentido las cuotas tuvieron como lmite y como filtro un sistemapartidario que sancion las brechas entre mujeres, perpetuando el enclasamiento y laracializacin de los y las candidatas a ser parte de la lite, aunque este extremo no puedageneralizarse a todos los partidos (Por ejemplo, Condepa).

    En sntesis como las cuotas no actuaron sobre un vaco institucional o un campo polticoneutro, se inscribieron en un microcosmos de poderes simblicos diferenciados, en elque solo algunas integrantes, portadoras de capitales simblicos (educacin, profesin) ymateriales (excedente econmico, tiempo libre), calificaban para destacarse como

    profesionales de la poltica autorizadas para ejercer la posicin de portavoz o gozar deinvestidura4. En contrapartida, la vigencia de la paridad tiene otro correlato, al inscribirseen una nueva reconfiguracin del campo poltico definido bajo la hegemona de lo tnicocultural, como ya se ha sealado.

    Es importante poner de relieve la coexistencia de mecanismos de exclusin y autoexclusinque experimentan las mujeres, en los espacios de toma de decisiones, al momento dedesplegar sus intereses y emprendimientos individuales o colectivos. Existen ideologas degnero y prcticas coloniales que incrementan la subsidiaridad de las mujeres en la

    definicin de los proyectos polticos, Los partidos y las fuerzas polticas arrastranconcepciones generales acerca del lugar de las mujeres, recreando estereotipos y prcticasde segregacin. En sus carreras polticas las mujeres desempean funciones instrumentalespara sobrevivir en espacios que todava les son ajenos y hostiles. Las carencias o supuestascarencias que experimentan en sus relaciones con otros actores, son utilizadas comomecanismos de segregacin y exclusin. En estos casos se trata de acortar y eliminar lacompetencia femenina, de recortar su capital poltico y debilitar el prestigio que vanconquistando.

    En este sentido, no se puede pensar en las asambleas legislativas, en los ejecutivos,

    nacionales o locales, sin advertir que estos estn marcados por fronteras a menudoinvisibles que instauran la supremaca de unos actores respecto de otros. Y es que el Estadono es un espacio sin historia, en su configuracin cristaliza, habitus, tradiciones, jerarquas,valores y censuras, formas de normar el tiempo, estilos de liderazgo que son tributarios deuna cultura organizada sobre consideraciones de gnero, tnicas y de clase, frente a lascuales las recin llegadas o profanas de la poltica tienen que disputar o someterse.

    4 Bourdieu lo define como un acto propiamente mgico de institucin, por el que el partido consagraoficialmente al candidato oficial a una eleccin, marca la transmisin de un capital poltico. (2001:94)Carcterque se adquiere con la toma deposesin de ciertos cargos.

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