TUTTI

Esta es una historia de una familia separada por... EL DESTINO.

Las lagartijas lagartijonas, así las conocían en Guayaquil. Existía una familia de lagartijas, muy humilde y trabajadora, una familia ejemplar que vivían en amor.

En esos tiempos, los barcos piratas anclaban en el puerto de Guayaquil en busca de alimento, para robar y secuestrar esclavos, y si tenían suerte de algún tesoro.

Mi queridísimo padre en el trayecto a su queridísimo trabajo, fue por el puerto guayaquileño sin saber de la visita de los muy temerosos y feos piratas. Entonces al tener mi padre

unos colores muy llamativos, aquellos piratas lo secuestraron dejando nada más que solo una nota y el portafolio de mi padre como prueba del secuestro.

Fue un día trágico, pues mi madre se ahogaba en lágrimas literalmente debido a nuestro y el resto de mis hermanos no hacían más que lamentarse y preguntarse ¿por qué?

Yo, Juanchita TuttiFrutti (de cariño me dicen Tutti), una largatijita de media vida, decidí sin consultarle a mi familia, ir en busca de mi padre. No sabía por dónde empezar a buscar. Pregunte a los habitantes de aquel sector a donde se los llevan pero lo único que supieron decirme es: A LAS ISLAS ENCANTADAS.

¿Qué era eso? ¿Dónde quedaba? Me encontraba perdida. Suerte era la mía, pues me encontré con un perro en busca de su dueño, quien también había sido secuestrado.

Muy amable era el perrito como el tradicional quiteño, pastor alemán supongo que era su raza.

Él sabía hacia donde ir y cómo hacerlo. Entonces fuimos en busca de los señores que hacen viajes para visitar a las ballenas.

Ellos irían en barco hasta mar abierto donde las ballenas se encuentran, es ahí donde nosotros viajaríamos y con suerte, una ballena nos dejaría en las costas de las Islas Encantadas. Lastimosamente no fue así, porque no contábamos con que nos

descubrieran en el bote turístico y efectivamente así fue y como gente sin sentimientos que últimamente son los humanos, nos botaron por la borda hacia un futuro incierto en el mar.

Gracias a la torpe costumbre que tienen los humanos de tirar los desechos al mar, pudimos salvarnos de ahogarnos. Era un largo camino, lo sabíamos pero no había otra salida. No podíamos regresar y nuestra única opción valida era el tener que continuar. Como dicen “Al mal paso darle prisa”, fuimos de a poco aprendiendo a nadar, al menor yo porque Ozzy, el perro, no nadaba nada mal.

Algunos dirán que ser pequeño es feo, pero yo creo que tiene sus ventajas. Pude ir en la cabeza de Ozzy mientras el nadaba. Yo como recién iba aprendiendo, solo iba así en cortos tramos.

Cada vez mis brazos y patas eran más grandes, mis ojos empezaron a ver con mucha más facilidad bajo el agua. Era

increíble. Ozzy también fue desarrollando creo que los mismos cambios, me sentía incómoda en preguntarle eso.

No ha sido un viaje fácil. Hemos tenido percances y problemas. Esto era de valientes y aunque teníamos miedo debíamos ser fuertes.

Vimos a un barco pesquero, no podía ser más indiferente. Nos vieron y nos dejaron ahí, así sin nada más. Solo nos quedo continuar y al mal tiempo buena cara. Pero ¿Cómo puede ser la humanidad tan cruel?

Un día de sol intenso, fuimos nadando despacio cuando de repente sentí que alguien nos seguía y se lo dije a Ozzy. Se veían unas aletas salir y lo primero que pensamos fue que habían sido tiburones. Seguimos nadando lo más tranquilos posibles, si algo tenía que pasar pues que pase. No podíamos evitar estar nerviosos, sentíamos que el alma y el corazón se nos salían del cuerpo. Seguimos como si nada pasara. Entonces, cuando no podíamos estar más asustados grita un delfín.

Mas malo no se podría ser. Eran delfines payaso, así se los llamaba a los delfines que se ocupaban de entretener a la gente que viajaba por mar.

Simulaban ser tiburones para después asustarnos. Después de eso nos ayudaron a encontrar las rutas hacia las Islas Encantadas. Habíamos estado un poco chuecos en nuestro camino. Aun nos faltaba un tercio.

Cuando ya no podíamos más, la suerte nos golpeo. Una ballena hembra, tan comprensiva nos ayudo y nos dio una “posada” en su espalda. Tan buena nos ayudo a llegar a las costas de Galápagos. No tan cerca a tierra pero si cerca de nuestro destino. Nunca había ido yo

allá. Ozzy me contó que su dueño siempre lo llevaba, que era como un padre, un hermano, un amigo para él.

Nos unía ese sentimiento de esperanza de encontrar a quien más queríamos, no nos importaba nada más. Ni el cansancio, ni el hambre nos impidieron seguir pero nuestra alma ya no podía continuar más, no nos fijamos de los cambios que hemos sufrido. Cada vez éramos mas grandes, porque las condiciones nos lo exigían. Mis patas se habían convertido extrañamente en aletas.

La piel de Ozzy, sus patas su hocico, todo creo yo había cambiado.

Llegamos a las Islas Encantadas, todo era tan árido pero majestuoso a la vez. Llegamos a la capital de las islas

donde en ese tiempo el turismo aun no había llegado y donde los piratas les gustaban hacer paradas.

Sus playas me sorprendieron, sus plantas, sus animales. Aquellos animales se me hacían conocidos pero a la vez tan extraños. Creo que les paso lo mismo que a nosotros pero tal vez ellos llegaron por la paz que uno encuentra aquí. Este era como un refugio de los animales que en el continente habían sido perseguidos, como vacaciones.

A todo eso, a Ozzy termine queriéndolo como un hermano. Era ala única persona con la que podía contar en ese momento. No existía nada ni nadie mas.

Ahora solo falta encontrar al barco que lo secuestro. Según los moradores del puerto de Guayaquil, eran un navío con velas muy grandes y con una pequeña bandera negra colgada en la parte más alta del barco. Era inconfundible. Pero aun así no lo encontramos aun.

Pasamos el día descansando y aun así no fue suficiente, pero seguimos buscando porque teníamos una meta.

Lo encontramos a aquel barco en frente de una cantina. Era tal y como lo describieron. Como dije, creo que estábamos de suerte, nadie se encontraba en el barco más que solo prisioneros y como todos unos espiamos los buscamos.

Se sorprendieron al ver nuestros cambios, se les era muy difícil reconocernos pero nuestra personalidad nos delataba.

A mi padre lo habían raptado un grupo de lagartijas mafiosas, muy feas con cicatrices y sucias. Y al dueño de Ozzy los piratas mismo. Su rescate fue un poco más difícil pero no imposible.

Al ser más grande todos lo verían huir, excepto los piratas. Tratamos de liberar a la mayoría de animales y personas de aquel lugar de esclavitud.

Solo podía pensar: -¡Gracias alcohol por existir, atontaste a los piratas!

Nuestro nuevo problema sería el regreso, pero esa es otra historia. Solo diré que termino unida mi familia en un lugar único y mágico, las Islas Encantas, Galápagos.

FIN

Bueno familia, esa es mi historia de cómo viaje a Galápagos. Algún día les contare otras historias...