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    Nuevo Mundo MundosNuevosDebates

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    Juan Carlos Garavaglia

    La cuestión colonial

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    Referencia electrónica Juan Carlos Garavaglia, « La cuestión colonial », Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En línea], Debates, Puesto en

    línea el 08 febrero 2005, consultado el 13 abril 2013. URL : http://nuevomundo.revues.org/441 ; DOI : 10.4000/nuevomundo.441

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    Juan Carlos Garavaglia

    La cuestión colonial1 Abordar el tema de esta discusión sobre la cuestión colonial exige primero una aclaración de

    mi parte: es obvio que el uso del termino “periodo colonial”, o “época colonial” para hablar de

    todo el lapso que va desde 1492 á 1825, si bien es una convención generalmente aceptada porlos historiadores de ambos lados del Atlántico, poco nos dice sobre los cambios y permanenciasque la(s) sociedad(es) en cuestión ha(n) tenido en esos tres largos siglos. Es una convención,pero su grado de conceptualización como hito de demarcación y sobre todo, como forma deperiodización, es igual a cero.

    2 El problema que quisiera tratar aquí es otro y a él me quiero referir. Es decir, ¿existe algo quepodemos llamar “relación colonial”, sea que lo analicemos desde el punto de vista político,sea que lo estudiemos desde una mirada estrictamente económica? Este es, para mí, el puntomás relevante y desde el cual se deberán leer las páginas que siguen. El autor lamenta doscosas y desde ya se disculpa frente a los potenciales lectores: primero, la mayor parte de loque sigue resulta de una obviedad absolutamente desarmante, pero es evidente, en el marcode esta discusión, que es indispensable recordar determinados hechos; segundo, la extensiónes excesiva, pero nos pareció necesario tratar algunos aspectos con cierto detalle.

    1. El “descubrimiento” de América y la formación de la economía 

    mundo  en el XVI

    3 Si bien es indudable que los europeos estaban animados por exigencias complejas y con-tradictorias en este primer viaje colombino, lo que impresiona en los relatos del propioAlmirante durante sus primeros días en la islas caribeñas, es su monomanía aurífera: el temadel oro aparece una y otra vez en sus primeras cartas, confirmando así uno de los elementoscentrales que se hallaban en el corazón de los intereses castellanos. Escribe Colón el sábado13 de octubre (¡al día siguiente de haber avistado tierra americana!):

      "Yo estava atento y trabajava de saber si havia oro y vide que algunos de ellos traian un pedazocolgado en un agujero que tienen en la nariz. Y por señas pude entender que... estaba por alli unRey que tenia grandes vasos de ello..."

    4 Así, desde el inicio mismo de la aventura americana, los metales preciosos ocuparon un papelfundamental en flujo mercantil América / viejo mundo. Durante más de tres siglos y medio –esdecir, incluso más allá de la ruptura del vínculo colonial-el metal precioso sería la mercancía

     por excelencia en las relaciones entre las nuevas colonias y Europa. Hasta fines de periodocolonial, alrededor del 75% del valor de lo exportado desde América consistió en plata yoro. Los castellanos llegan tarde a esta carrera por el oro y la plata. Ya desde 1457 el reyportugués acuña los primeros cruzados de oro, que mantendrían su encaje durante casi un siglo(los venecianos lo llamarían “el rey del oro”). A la muerte de Enrique el Navegante [1460],

    Portugal poseía un vasto "imperio" que incluía sus posesiones en las islas y la costa africana.Y ya desde mediados del siglo XV hay constancias de la introducción de esclavos negros enel Portugal. Fue este mismo tráfico, según Charles Boxer, el que ayudó a financiar el costo delos viajes en la costa africana. São Jorge da Mina, en la llamada -no casualmente-"Costa delOro", será el ejemplo típico de esa factoría en donde se intercambiaban mercancías europeaspor oro, esclavos, marfil y otros productos africanos.

    5 Esta avidez europea por el oro se explica en gran parte por el hecho de que, habiendodescendido los precios de las mercancías, sobre todo expresadas en oro, el metal amarillose había valorizado en relación a esas mercancías. Pero, además, dado que la economíaeuropea estaba transitando una nueva etapa de crecimiento, la exigencia de medios de pagoera un también un sólido acicate para la búsqueda de nuevas fuentes de aprovisionamientoen metálico.

    6 En los inicios de la irrupción castellana en América los metales preciosos tenían dos fuentesfundamentales: los placeres, es decir, los lavaderos de oro de origen aluvional y los tesoros

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    (objetos rituales y adornos) acumulados durante siglos por las sociedades indígenas. Lasprimeras grandes minas de extracción solo aparecen varias décadas más tarde del último viajecolombino [entre 1538 y 1546 se ponen en actividad Porco y Potosí en el Perú, al igual queTaxco, Pachuca y Zacatecas en México] y será con ellas que la plata dominaría ampliamentesobre el oro desde los años cuarenta en adelante. De todos modos, algunas regiones como laNueva Granada, seguirá albergando importantes centros de producción aurífera de carácteraluvional que la convertirían en la primera área de producción de oro durante el siglo XVI.

    7 En los primeros tiempos, el oro fluía desde el Caribe (unos 30.000 kilos habrían llegado a laPenínsula desde 1492 hasta 1520, cuando la casi total desaparición de los indígenas agotó estaprimera fuente aurífera). Pero, si en la década de 1521-1530 llegan casi 5.000 kilos de oroa Sevilla (es interesante notar que el flujo portugués de oro sobrepasaba todavía en los años15101520 los 700 kilos anuales) y sólo se cuentan 148 kilos de plata, en el largo plazo, la platadominará en forma total. Veamos algunas pocas cifras: de 1500 à 1650, el tráfico legal implicóel envío desde América de 181 toneladas de oro –o sea, un poco más de 1.200 kilos anuales-en cambio, se embarcó desde el Nuevo Mundo a España la cantidad, realmente fabulosa, de16.000 toneladas de plata, o sea, casi 110.000 kilos de plata cada año (promedio para todoel periodo que supera a las cantidades anuales máximas producidas en las minas de Europacentral en sus mejores momentos, es decir, los años 1526-1535). Y estamos hablando aquí sólo

    del tráfico legalmente registrado (tampoco hemos tomado en cuenta en este cálculo el flujodirecto hacia Oriente, vía Acapulco). Por supuesto, dado que llega mucho más plata que oro,ello da como resultado inevitable la lenta desvalorización de la primera respecto al segundo,proceso que se arrastrará durante todo el periodo colonial.

    8 El papel que tenía hacia fines del siglo XVI la exportación de metales preciosos americanosen el marco de la economía mundo en formación, queda en evidencia si observamos elcuadro siguiente, en el cual presentamos las principales importaciones europeas para los años1591-1600 según Peter Kriedte (hemos redondeado los valores para facilitar la lectura):Importaciones europeas (promedios anuales): 1591-1600

    Región de origen Mercancía Peso en toneladas Valor en toneladas de plata

     Báltico cereales 126.109 87

     Asia especias 2.712 137

     América metales preciosos 288 309

    9 Como vemos, comparando los cereales importados desde el Báltico y los metales preciososamericanos –es decir, plata y oro-se observa que hay una relación inversamente proporcionalentre valor y peso (las especias asiáticas ocupan un lugar intermedio). Pero, sobre todo,queda claramente expuesto el papel superlativo de la relación mercantil con América, pues –recordando que además de estos flujos mercantiles existen otros que deberían también tenerseen cuenta- parece claro que aproximadamente la mitad del valor de las importaciones europeasestá constituida por los metales preciosos llegados del Nuevo Mundo en esos años.

    10 Otro dato cuantitativo servirá también para mejor situar el papel de las posesiones americanasen la economía peninsular: a mediados del siglo XVI, los ingresos procedentes de las Indias

    constituían –con un total de 367 millones de maravedíes- el rubro más relevante de todasla rentas de la Real Hacienda castellana (le seguían las “alcabalas-tercias” peninsulares conuna cifra de 333 millones de maravedíes). Por supuesto, estos ingresos de Real Haciendaprocedentes de América, no siempre estaban presentes cuando se les necesitaba –como sí ocurría con las alcabalas interiores- y por ello, eran considerados ingresos no fijos, pero, ellono obsta para sopesar la importancia que había adquirido en el sistema hacendístico castellano.Todavía a fines del XVI, los almojarifazgos sevillanos, el almojarifazgo mayor y el de Indiaseran las más cuantiosas de las rentas arrendadas, según señala Gelabert. En ese momento, lasposesiones americanas de Castilla enviaban a Europa –de acuerdo a los datos presentados enel libro editado por Ernst Van den Boogaart y sus colaboradores- unos 13 millones de pesosanuales, frente a los 4 millones llegados desde Asia, los 3,750 millones que envía el Brasil,

    quedando muy atrás el África con 0,750 millones. En el total de las exportaciones llegadas

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    de América se calculan para ese entonces 2 millones en productos americanos y 11 millonesen metálico.

    11 Obviamente, la economía europea sufriría un enorme impacto con la irrupción de esa masaenorme de metales preciosos. Esto nos obligará a evocar muy brevemente el problema de larelación entre el metal americano y la economía europea durante el periodo. A partir de losaños 1500/ 1503, los precios europeos detienen su evolución negativa; así desde esa primeradécada y sobre todo, desde mediados del siglo XVI, una ola inflacionaria sacudiría ahora a

    la economía europea; ésta se convertiría, poco a poco, en uno de los centros más dinámicosde la economíamundo en formación. En 1934, Earl Hamilton, publicó en inglés su libro  Eltesoro americano y la revolución de los precios en España, 1501-1650; mediante este estudio,al relacionar la inflación europea con la llegada del metal americano, reforzó notablementea los sostenedores de las teorías cuantitativistas de la moneda (mayor llegada de metalesdesde América durante el XVI, mayor inflación y a contrario, a menor llegada de metales,deflación y crisis durante el siglo XVII). Hoy sabemos que las cosas fueron un poco máscomplejas -sin ir mas lejos, varios estudios puntuales europeos muestran que la inflación sedisparó en determinados lugares antes de la masiva irrupción del metal americano- e incluso,algunos autores, ante la discrepancia en el tempo de la evolución de los precios entre productosalimenticios y productos manufacturados (la inelasticidad de la demanda de los precios de

    los alimentos -frente una población que está creciendo-hace que esos precios se adelanten enel movimiento alcista) elaboran hoy una sucesión de acontecimientos completamente distintaa la imaginada hace setenta años por Hamilton: mayor actividad económica -sobre todo, enel mercado interno > mayores precios > creciente demanda de metales preciosos > mayor actividad minera. Y es necesario señalar que, en las primeras décadas del siglo, el nacientemercado americano estaba todavía bastante ligado la economía peninsular.

    2. Metales preciosos, el mercado interno en América y elmercado mundial

    12 ¿Cual es la relación entre ese flujo externo de metálico hacia la metrópoli y el funcionamientodel mercado interno colonial? Ante todo es interesante señalar que la mayor parte del metálico

    que llega a la península por las vías legales -como, obviamente, todo el que lo hace medianteel contrabando- transita a través de mecanismos comerciales: podríamos calcular en formaaproximativa que menos de un cuarto del total de lo enviado legalmente durante gran parte delperiodo está compuesto por remesas realizadas a cuenta del estado metropolitano (productode impuestos y exacciones varias). El resto, es decir, más de las tres cuartas partes de ese total,es el resultado de los envíos privados, realizados por traficantes y otros particulares. Ello nosmuestra la importancia que tiene el estudio de la economía interna de las colonias, verdaderoeje sobre el que rueda toda la maquinaria colonial. Y dentro de ese marco, la relevancia dela minería como "polo estructurador" de los flujos económicos internos y "primer motor" detodo el sistema.

    13 Todos los grandes cronistas y conocedores de la realidad americana, señalaron esta relación

    entre minería y economía general de las colonias. Valga como un ejemplo muy temprano –decenas más se podrían citar-un párrafo de la relación que el primer virrey de Nueva España,don Antonio de Mendoza, deja alrededor de 1550 a su sucesor, don Luis de Velazco, "el Viejo":

    "Lo que al presente parece que da ser a la tierra y la sostiene son las minas. Tenga especial cuidadode favorecer a los que tratan en ellas, porque si estas caen, todas las demas haciendas de la tierravendrán en muy grande disminución..."

    14 Casi dos siglos y medio más tarde y también en México, el segundo conde de Revillagigedo,otro gran virrey novohispano, después de mostrar con detalladas cifras el incremento de losdiezmos de todos los obispados de México hasta 1790, dice:

    "Es imposible que haya dejado de aumentar la Agricultura al paso que ha aumentado la Minería,pues no habiendose hecho progresos considerables en ésta en utensilios o maquinas que ahorren

    o economicen el sebo, cueros, mulada y caballada y los granos necesarios para mantener a esta ya los operarios, es preciso que el consumo de aquellos efectos o enseres, productos de la crianzay labranzas sea proporcional a la mayor saca de metales."

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    15 En los centros mineros se da un fenómeno muy especial que ya había llamado la atención delos estudiosos y economistas de la época, como es el caso del ingeniero y especialista de laminería de fines del siglo XVIII en México, Fausto de Elhuyar: el metal precioso , medida detodos los valores, pero a su vez, mercancía, abunda y por lo tanto , es relativamente barato.Las restantes mercancías escasean y por ende son relativamente caras. Así, en los reales deminas, tanto los trabajadores mineros que han recibido su salario o su “partido” (el metalque ellos mismos podían extraer de la mina a partes con el dueño), como los propietarios de

    las minas, dan el metálico "por nada". Alguna crónica del periodo temprano, nos muestra aun minero que andaba de casa en casa, acompañado de un indio cargado de barras de oro,abonando sus deudas… Sumémosle a ello la presencia de los "rescatadores", los individuosque rescataban el metálico de propietarios y trabajadores -a éstos le trocaban, a tasas de cambioclaramente desfavorables, sus "partidos" (México) o la “corpa”, como se lo llamaba en Potosí;por supuesto, esos “rescatadores” también eran compradores de mercancías (no pocas de ellas,serán justamente las que después terminaban en manos de los trabajadores mineros).

    16 Esta inflación se transmite, mediante la "cinta transportadora" de los intercambios mercantilesa todo el espacio colonial, pero, tiene en los reales de minas su punto más alto. De este modo, seestablecían centros económicos de diversa "presión" -es decir, con niveles de precios distintos-que eran los puntos de redistribución de mercancías hacia el interior del espacio colonial y de

    metal precioso hacia el exterior del mismo. Esos centros, a su vez, eran tributarios de Sevillay ello permitía que gran parte del metálico tomara a fin de cuentas el camino de la península.Evidentemente, no todo el metálico producido era exportado, pues una parte era tesaurizadapor la Iglesia y por los particulares (en especial, por los mercaderes locales), otra parte -y nopequeña- era utilizada en gastos de defensa internos. Volvía así al proceso de circulación –salarios de soldados y oficiales, compras de alimentos para la tropa y adquisición de insumosmilitares-para reiniciar a su vez nuevamente ese camino. Y finalmente, un porcentaje, bastanteescaso por cierto, funcionaba como circulante. Sumémosle a este mecanismo de diferencia deprecios, el hecho de la existencia de pagos en concepto de servicios "invisibles", como losseguros, riesgos de cambio, fletes y otros gastos. Comprenderemos ahora porque el oro y laplata fluían hacia Sevilla. Allí, una vez amonedados, si habían llegado en barra, comenzabandesde las gradas sevillanas una nueva etapa de su viaje.

    17 Pues, es interesante señalar que este mismo mecanismo se volvía a repetir en la ciudadandaluza: aquí también el metal americano era relativamente barato y las mercancías, quellegaban desde toda Europa, relativamente caras. Obviamente, esto condujo al conocidofenómeno de la fuga del metálico hacia las ciudades y centros económicos de la Europamás avanzada que, en ultima instancia, eran quienes lucraban aprovisionando, por intermediode Sevilla, al mercado americano. Alberto Marcos Martín, lo dice con toda claridad “nocaben apenas dudas sobre el carácter claramente deficitario de la balanza de pagos españolacon Europa”. Ya desde la segunda mitad del siglo XVI (hasta ese entonces, los productospeninsulares –en especial, alimenticios- ocupan un lugar destacado en los embarques paraAmérica) esto parece ser una realidad insoslayable. De este modo, ya sea por efecto de lasmercancías destinadas a América, como gracias a los mecanismos financieros descriptos,

    gran parte del metálico americano seguía su camino, pero, tampoco se detenía demasiadoen el espacio económico de Europa occidental particularmente, Francia, los Países Bajos,los estados alemanes, Génova e Inglaterra-pues en gran medida terminaba su largo viaje enOriente, en especial, gracias a la intermediación otomana y a los viajes portugueses por elCabo de Buena Esperanza en la ruta abierta desde 1498 por el viaje de Vasco da Gama.

    18 Desde 1550, los reales de a ocho castellanos recibirían el nombre de guru_ en el ImperioOtomano y a partir de 1570, se les reconoce ya oficialmente el carácter de medio de pago enel marco del Imperio. Desde allí continuarán su viaje atravesando Persia hacia el sur de Asiay la India. Ahora, ya en el lejano oriente, tal como lo muestran los trabajos de Subrahmanyamy otros, la expansión de la circulación de esta moneda castellana -que sería conocida bajodiversos nombres, entre los cuales, el de larins (en realidad lari, originalmente, una moneda

    local)- en todo el área mercantil del océano Indico, se acentúa fuertemente desde mediados delXVI, no solo por efecto de las ya mencionadas vías tradicionales de tráfico entre Occidente

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    y Oriente (sea gracias a las caravanas, como mediante la vía marítima de la Carreira da India por la ruta del Cabo), sino también, a partir de los primeros contactos directos –víaManila-entre América y Asia que se iniciarían a partir de la expedición de Legazpi. La relaciónoro/plata –que era entonces de 1:12 en Europa-descendía a 1:6 en China y ello explica esafuga del metal hacia Oriente; mas, no es nada sencillo dar cuenta de las causas profundas deesta sobre valoración argentífera y varias son las explicaciones propuestas: balanza comercialdesfavorable a Europa, efectos de la conversión al plata del sistema monetario chino, mayor

    valor de uso del metal precioso (es decir, apreciación de la plata estrictamente como unamercancía). Desde ya que todas estas causas no son necesariamente contradictorias.

    19 Pero, volvamos ahora a América. ¿Cómo es el sistema laboral en las minas? En la NuevaEspaña nos encontramos con dos realidades diferentes. La de las minas del centro (Taxco,Pachuca, Sultepec, Temascaltepec, Zimapán, Ixmilquilpan, Tlalpujagua, etc.), donde lapresencia del trabajo forzado a través del repartimiento  es importante y la de las minasnorteñas, donde éste casi no existe. En lo que se refiere a las minas del centro, una fuente de1580 nos da los siguientes datos: esclavos negros 1100, naborías 2600 e indios de repartimiento800. Es decir, sobre un total calculado de 4500 trabajadores, tenemos un 58% de indios libres,un 24% de esclavos negros y un 18% de trabajadores forzados. El área obligada a enviartrabajadores indígenas de repartimiento a algunas de las minas –tal el caso de Pachuca, por

    ejemplo- podía extenderse a más de cien de kilómetros a la redonda. Pero en las minas deNorte, extendidas en un enorme territorio y cuyo papel en la producción total de la NuevaEspaña terminó siendo más relevante, las condiciones eran radicalmente diversas. La causaconsistía en la situación ex-céntrica de estos reales de minas respecto a la gran masa depoblación indígena de México. Aquí no había en las proximidades indios a quienes obligaral repartimiento y fue necesario acudir a otros mecanismos. Tomemos el caso de Zacatecashacia fines del siglo XVI. Allí (estamos hablando de una aglomeración minera que no teníaprobablemente más de 6.000/7.000 habitantes) trabajaban unos 400 esclavos negros, mulatose indios -se trata de los indios de guerra que fueron cautivados y posteriormente esclavizadospor los europeos-y unos 1.500 trabajadores naborías (indígenas libres) originarios de las masdiversas regiones de la Nueva España. Si estas cifras, muy estimativas, fuesen correctas,

    tendríamos una relación de 20/22 % de trabajadores no libres y el resto constituido por fuerzade trabajo “libre” enganchada. Por supuesto que es necesario hablar del sistema de enganchepara comprender un poco más como funcionaba esto realidad.

    20 La mayor parte de los trabajadores viven en la hacienda de beneficio de su patrón y constituyensu cuadrilla de operarios. Los trabajadores deben cumplir su obligación de jornada (el tequio)y después pueden extraer la  pepena: esta era la cantidad de mineral de alta calidad que sepermitía a los trabajadores recoger en una bolsa, una vez finalizado el tequio -equivaldríaa la "corpa" potosina. Esta pepena tenia, al menos teóricamente, tres destinos posibles: eltrabajador lo vendía a su patrón, lo negociaba en el mercado de la ciudad o lo fundía el mismo.La potencial movilidad de los trabajadores en la minería -el constante avance hacia el Norte ylos nuevos descubrimientos hacían que los trabajadores mineros más especializados intentaranmuy frecuentemente buscar nuevos horizontes con minas más ricas y por lo tanto, pepenas

    potencialmente más valiosas-hizo necesario que surgiera rápidamente la figura del peonajepor deudas, que de esta forma y por mecanismos fundamentalmente no económicos, ataba alproductor directo a la unidad de producción. También debió ser importante en estas minasla presencia de trabajadores libres mestizos y de las diversas castas. En una palabra: aquí la mano de obra forzosa esta constituido legalmente solo por la esclavitud, que no superaprobablemente el 25% del total, y el resto seria mano de obra libre; pero, el sistema depeonaje por deudas, en realidad, da nacimiento a una forma de trabajo semi libre. De todosmodos, hay que subrayar que las peculiares condiciones laborales (es decir, el muy frecuenteaislamiento de los trabajadores en los reales de minas respecto a las ciudades y villas en dondelas alternativas al trabajo minero y las posibilidades de escapar a la presión de la deuda eranmayores), hacen que la real libertad de los indios naborías sean muchas veces bastante ilusoria,

    dada la presión ejercida por el mecanismo de endeudamiento compulsivo a través del peonaje.Cada vez que hablemos de “trabajadores libres” en este contexto colonial durante este siglo

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    –ya sea que nos estemos refiriendo a los trabadores mineros, a los indígenas de los obrajestextiles o a los peones de las haciendas-todas estas consideraciones deben tomarse en cuentaa la hora de evaluar la verdadera “libertad” de esos hombres.

    21 Vayamos ahora a Potosí y a su célebre mita. El sistema original establecido por el virrey Toledoen el siglo XVI, ordenaba que los mitayos (en aquellos primeros momentos, más de 14.000individuos) debían realizar sus mitas mediante un complejo sistema. La mita estaba compuestapor un “turno” de cuatro meses de obligación laboral compulsiva. Es decir de 16 semanas de

    trabajo forzado, pero, dado que no todos los mitayos podían estar trabajando durante ese lapso,se establecieron tres turnos (los “tercios”) rotativos de una semana de trabajo compulsivoy dos semanas de trabajo libre; de esta forma se combina un turno de trabajo obligatorio,destinado en aquellos primeros tiempos al pago de la renta monetaria de la encomienda y unperiodo de trabajo voluntario, destinado a mantener -parcialmente- al trabajador. Finalmente,la composición del año de trabajo para cada mitayo era la siguiente: 16 semanas de trabajocompulsivo y 32 semanas de trabajo libre. Es decir, gracias a este sistema de trabajo forzado,los indios debían vivir en Potosí durante todo el año.

    22 Todo lo dicho nos habla de la existencia de un sistema de combinación de formas  en lasrelaciones productivas dominantes en la minería. Sistema que a fines del XVI, se reparte casien partes iguales entre trabajo forzado y trabajo “libre”, tomado este con todas las precauciones

    del caso; y dejando de lado el hecho de que la minería aurífera de la Nueva Granada estabacentrada exclusivamente en el trabajo esclavo. Estos diversos componentes tan peculiares delcosto de la fuerza de trabajo en el proceso de producción en la minería explican uno de losejes centrales de la relación colonial. Porque si la economía campesina indígena está en granparte financiando a la producción minera –en efecto la producción (y reproducción) de lostrabajadores depende mayoritariamente de los recursos de la economía campesina-el costo dela fuerza de trabajo en la minería o en la producción de alimentos (como por ejemplo, en el“reparto de los panes”, es decir la mano de obra indígena forzada que trabajaba en las haciendastrigueras del valle de México y Puebla), resulta inferior a los valores de mercado –suponiendoque tal cosa pudiese ser una realidad en este primer periodo.

    23 Pero, volvamos por un momento a los indios sometidos al repartimiento de trabajo y ala mita en las minas novohispanas y peruanas. ¿Por qué estaban obligados a cumplir conese trabajo? Sencillamente esa obligación impuesta por la fuerza (no sin negociación, porsupuesto, pues tenían ellos sus líderes que bien sabían negociar, nadie puede ser tan ingenuode creer que cada una de estas imposiciones no fue objeto de arduas discusiones) era uno de losresultados del hecho de la conquista, los indios formaban parte de los vencidos en esa conquistamilitar y –como espero poder mostrar mas adelante-no eran súbditos como los aragoneseso los napolitanos. De los derechos que otorga la conquista militar, a aquellos resultantes dela legitimidad dinástica, hay un campo jurídicamente inmenso. Por lo tanto, llamar a estosubordinación colonial, no parece fuera de lugar.

    24 Y aquí no hemos mencionado sino uno de los aspectos resultantes de esta subordinación.Tomémonos, casi al azar, algunos ejemplos del trato dado a los pueblos indígenas en lainmediata post conquista. Por ejemplo, el pueblo de Tepetlaoztoc, cabecera localizada al

    nordeste de Texcoco, en el Valle de México. Este pueblo, en los cinco años inmediatos ala conquista, pasó de mano en mano, a nombre de tres encomenderos y éstos sacaban delpueblo todo lo que podían, verdaderamente sin medida ni "tasa": al primero, le daban en cadaaño treinta pesos de oro, una carga de mantas finas y 3.000 fanegas de maíz; al segundoencomendero, 120 pesos de oro y 21 cargas de mantas finas; al tercero, 120 pesos de oro,12 cargas de mantas, 800 cargas de frijoles, 800 cargas de maíz "molido' y 36.600 cargas demaíz común... y así sucesivamente. En los Andes, los kuraka de Chucuito, un gran señorío prehispánico, podían protestar (y de hecho lo hicieron, negociando cuanto pudieron), pero la tasade la encomienda -pagadera en plata contante y sonante- pasa de 2.000 pesos en 1553, à 18.000en 1559 y a 80.000 en 1574, como nos recuerda Nathan Wachtel en  La vision des vaincus.Otro ejemplo novohispano : en las siete jurisdicciones del Valle de México y de Puebla que

    estaban bajo el control directo de la Corona, el monto del tributo pasó de 21.000 fanegas demaíz y 2.000 pesos, a 12.000 fanegas y 70.000 pesos en los años sesenta del XVI después de la

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    visita de Valderrama. Esta transformación progresiva de la renta de la encomienda (que CarlosSempat Assadourian llamó en su momento “monetización de la renta”) es un hecho impuestoa las sociedades indígenas y está fundado claramente en las necesidades de mercancías y defuerza de trabajo de la economía minera y urbana creada por los europeos. Los europeosnecesitan alimentos y trabajadores y a ello están destinados estos aumentos progresivos dela tasa (renta) de la encomienda, impulsando compulsivamente a los indígenas a acudir almercado como ofertores de mercancías y de fuerza de trabajo. Pero, aquí no se agota, ni

    mucho menos, el interminable catálogo de las imposiciones: ¿Será necesario también evocarlos repartos de mercancías imperantes en Yucatán? ¿O los obrajes con mano de obra forzada?¿O la esclavitud de los indígenas en el norte novohispano? ¿O los trabajadores indígenasforzados en los yerbales paraguayos? Et ainsi de suite…

    25 Pero, volvamos por un momento a lo que decíamos antes acerca de la diferencia entreel derecho de conquista y el de la legitimidad dinástica ¿Es que alguien piensa que losaragoneses o los napolitanos estarían dispuestos a soportar un aumento de los “pechos”, que losmultiplicara por 10 ó por 100 en veinte años, como le sucedió a los kuraka de Chucuito? Inclusoen una sociedad como la castellana, fundada en ese periodo en la relación renta/privilegio,había límites que no se podían pasar impunemente. Es evidente que en esta “monarquíacompuesta”, no todos los que se hallaban bajo su imperium tenían los mismos derechos. Y me

    refiero específicamente el hecho de la pluralidad jurídica existente en el interior de cada unode los reinos que componían la monarquía.26 Como es imposible seguir paso a paso en este trabajo toda la evolución del problema que nos

    ocupa, pasaremos rápidamente al último siglo de la dominación española en América.

    3. La relación colonial en el siglo XVIII27 Veamos ahora como presentaba la obra clásica de Canga Argüelles cual era el papel de las

    diversas colonias en relación a la metrópoli a fines del siglo XVIII. Partimos de estos datos,pues no interesa comprobar como percibían los burócratas y los economistas españoles de laépoca el papel del comercio colonial en relación a la economía metropolitana. El cuadro 1 nosmuestra, expresados en millones de duros, las importaciones y las exportaciones a las coloniasvistas desde España.

     Cuadro 1

    España: importaciones y exportaciones desde las colonias americanas a fines del XVIII

    importaciones exportaciones

    mercancías metálico total

    Nueva España 9.000.000 22.000.000 31.000.000 22.000.000

    Perú 4.000.000 8.000.000 12.000.000 11.200.000

    La Habana / Pto. Rico

    9.000.000 - 9.000.000 11.000.000

    Río de la Plata 2.000.000 5.000.000 7.000.000 3.500.000

    Nueva Granada 2.000.000 3.000.000 5.000.000 5.700.000Venezuela 4.000.000 - 4.000.000 5.500.000

    Totales 30.000.000 38.000.000 68.000.000 59.200.000

    28 Los datos –aproximativos, pero bastante realistas-de Canga Argüelles son claros: la NuevaEspaña representa el 46% de las exportaciones totales a la metrópoli y casi el 58% del metálicoenviado. Es el corazón económico y el área más relevante del imperio. El virreinato peruano(sin el Bajo Perú –Charcas-que desde 1776 dependerá del nuevo virreinato creado en BuenosAires) es la segunda colonia en importancia económica para la Madre Patria. En lo que serefiere a la Nueva Granada, las cifras de Canga Argüelles para el rubro “mercancías” parecenmuy altas (según los datos actuales de Colmenares y Jaramillo Uribe). El Río de la Platase ubica ya en el tercer lugar en cuanto al peso del metálico enviado a España después delPerú (este metal precioso consiste en la plata producida en las minas altoperuanas y en menorparte, en el oro llegado desde Chile) y La Habana ocupa junto con México –pero, siendo una

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    colonia mucho menos importante desde el punto de vista demográfico- el primer lugar comocentro exportador de mercancías (se trata sobre todo, de las exportaciones de azúcar que hancrecido en forma constante después de los sangrientos episodios de Saint Domingue en ocasiónde las rebeliones de esclavos). No olvidemos que a fines del XVIII, la Nueva España teniaalrededor de 6 millones de habitantes, las Antillas españolas no llegaban al millón (800.000probablemente) y todo el virreinato del Río de la Plata tendría un poco más de un millón dehabitantes. Ello quiere decir que lo que podríamos llamar -con todas las precauciones del caso

    y tomándolo más bien en forma metafórica- “capacidad exportadora per capita” sería de de5,6 duros por habitante en la Nueva España, de unos 11 duros en La Habana y de 7 duros enel Río de la Plata. ¡Ya vemos bien porque Cuba era considerada la “perla de las Antillas”!

    29 Pero, estas cifras dan más de si. Si volvemos al cuadro 1, comprobamos que en dos colonias(la Nueva España y el Río de la Plata) la relación metálico/mercancías en las cantidades totalesimportadas desde la metrópoli es la más alta, siendo además casi exactamente idéntica –un71% de las importaciones está constituido por el metal precioso. Los datos originales de lasfuentes rioplatenses confirman en líneas generales estas cifras aproximativas que da CangaArgüelles tomando las fuentes españolas, pues a fines del siglo XVIII, el metálico representa el80% de lo exportado desde el Río de la Plata. Pero, quizás estos números de Canga Argüellesse equivocan en algo que nos parece fundamental y el trabajo de Josep Fontana viene aquí en

    nuestra ayuda con cifras mucho más cercanas a la realidad en lo que se refiere a la relación entreel valor de las importaciones hacia la Madre Patria y el de sus exportaciones en dirección a lascolonias. En efecto, para 1792 tenemos 739,6 millones de reales de vellón de importacionesdesde América (compuesto de 318 millones en mercancías y 421 millones en metálico) y429 millones de exportaciones desde España a América. Los datos pormenorizados para elintercambio legal con América durante el lapso 1782/1796 –el mejor momento del tráficocolonial en la etapa del Libre Comercio-estudiados por John Fisher dan una cifra global de 225millones de pesos fuertes de exportaciones a las colonias americanas contra unos 545 millonesde importaciones a la península para todo ese periodo.

    30 Nuestros propios estudios sobre el comercio rioplatense confirman esta relación entre el nivelde las exportaciones y el de las importaciones o para decirlo más claramente: la metrópoli envíaa las colonias menos de lo que recibe de ellas. Y los datos mexicanos tal como los presenta unafuente como la obra de Lerdo de Texada también atestan acerca de esta relación desigual. Hayque señalar que esto debe calcularse tomando en cuenta los precios en España en ambos rubroso en el sentido inverso, los precios en los puertos americanos también para los dos rubros deentrada y salida; es decir, lo que hoy llamaríamos precios FOB ( free on board ). Dado que nose trata de balanzas comerciales de estados independientes –en ese caso, la diferencia entre loque se exporta y lo que se importa deberá ser saldada en algún momento en beneficio del paísque más envía-existe aquí un flujo constante de valor entre las colonias y la Madre Patria .Evidentemente, la relación colonial se basa en este supuesto obvio.

    31 En la actualidad, algunos historiadores como Leandro Prados de la Escosura y en menormedida, Enrique Llopis, opinan que el papel de la relación colonial era ínfimo en el marcode la economía española de fines del siglo XVIII. Ya sabemos que especialistas como

    Patrick O’Brien afirmaron en su momento que “el comercio entre Europa occidental y lasregiones de la periferia…constituyen un elemento insignificante en función de explicar elacelerado crecimiento experimentado par el centro del sistema mundial después de 1750”.Recientemente Josep María Fradera ha retomado algunos aspectos de esa polémica en unestudio sobre el colonialismo en el siglo XIX y como veremos, el tema sigue abierto a ladiscusión.

    32 En efecto, varios historiadores, como el propio Fradera, Josep Fontana y Carlos Marichaltienen una posición distinta y hasta completamente opuesta. Como también parece ser laopinión de John Fisher que ha realizado uno de los estudios más exhaustivos sobre el comerciocolonial en la última etapa del periodo. Comenta Fisher un documento en el que el ministroDiego de Gardoqui en 1794 señala que el déficit comercial español con los restantes países

    europeos (Francia, Inglaterra, Holanda, los estados alemanes, los estados italianos y Portugal,en ese orden) era de alrededor de 404 millones de reales anuales –es decir, 20 millones de

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    pesossiendo, además, la mitad de ese déficit atribuible a la importación de mercancías queserían después re exportadas a América. Pero, Gardoqui agrega seguidamente que el tráficoamericano dejaba a España unos 184 millones de reales de superávit neto una vez pagadoese déficit con Europa –pues éste, al contrario de lo que ocurría con el superávit colonial, sihabía que compensarlo en algún momento. En ese mismo documento de 1794, el ministro dacifras acerca de ese superávit español en el intercambio con las colonias hispanoamericanas(exportaciones a América 332 millones de reales, importaciones de América 938 millones

    de reales) que confirman ampliamente los datos que hemos citado precedentemente de lostrabajos de Joseph Fontana y de John Fisher. Cuenca Esteban mostró ya hace tiempo el papelque las entradas monetarias provenientes de las colonias tenían en el marco de los ingresosordinarios de la monarquía. En todo caso, no hay dudas, por ejemplo, que la historia de laGuerra de Independencia en la península –es decir, la guerra contra los ejércitos napoleónicos-hubiera sido mucho más difícil sin los 30.000.000 pesos que la Nueva España envió (sin ningúntipo de contrapartida) durante esos años a la Madre Patria, tal como lo ha demostrado CarlosMarichal en un libro reciente, con abundantes cifras y datos difíciles de desmentir. Comotambién es indudable que la llamada “Guerra de América” –es decir la guerra de las coloniasnorteamericanas contra Inglaterra entre 1779 y 1783, en la cual España participaría contra lapotencia europea-fue financiada en gran parte por la plata llegada desde la colonia mexicana.

    Y que, además, todo el sistema defensivo del Caribe español y las Filipinas también estabansostenidos económicamente gracias a los situados llegados anualmente desde la Nueva España,al igual del papel similar que cumplían, en otros contextos regionales, las Cajas Reales de Lima(guarniciones chilenas y de Panamá), las de Potosí (gastos y guarnición de Buenos Aires) ylas de Santafe de Bogotá y Quito (guarniciones de Cartagena y Guayaquil). Quizás sea ciertoque el peso de la relación colonial fuera efectivamente ínfimo en relación al PBI hispano, perolas finanzas imperiales no podían pasarse sin sufrir merma del flujo anual de plata americana.

    33 En efecto, el papel de las colonias americanas fue relevante en función del mantenimientode la estructura fiscal imperial durante el último periodo colonial. Podemos decir que una delas consecuencias de las Reformas Borbónicas fue justamente esa. Siguiendo los detalladosestudios realizados al respecto por Carlos Marichal y sus colaboradores en lo que hace al papel

    específico de la Nueva España en este contexto, podemos distinguir tres niveles:  primero, latesorería de la Nueva España tiene una función central en el mantenimiento de sus fuerzas dedefensa y de sus respectivo “presidios” (fuertes y destacamentos fronterizos) en todo el ámbitovirreinal. Segundo, esta tesorería posee también un papel destacado en toda la estructuradefensiva en Asia y el Gran Caribe. En efecto, como ocurría en otras partes del Imperiohispánico, toda esa panoplia de fuerzas militares y fuertes que se extienden a lo largo y a loancho del espacio caribeño (llegando a también a Guatemala en algunos momentos) y de lasislas Filipinas (incluyendo las Marianas), dependen estrechamente de los situados enviadosdesde la Nueva España. Sin situados novohispanos no hay Imperio en Asia ni en el Caribe,área vital para la continuidad del dominio colonial español y donde se encontraban algunasde las “joyas” del Imperio hispano, como la isla Cuba (y su producción azucarera). Y tercero,la Nueva España llego a ser responsable a fines del periodo colonial de casi el 75% del totalde las remesas enviadas desde las colonias a la Tesorería General de España. Señalemos depaso (volviendo nuevamente sobre la polémica acerca del papel de las colonias americanas enrelación a España) que el total de las remesas americanas destinadas a la Tesorería General(es decir, exclusivamente, los envíos en manos del estado) se sitúan alrededor del 25% de losingresos de esa Tesorería durante la segunda mitad del siglo XVIII –dejando de lado los añosde guerra y por lo tanto, de interrupción del tráfico marítimollegando incluso a superar el 69%[1809] y el 62% [1810] en los momentos más trágicos de la Guerra de Independencia contralos ejércitos de Napoleón en la Península. Sin ingresos coloniales, la Guerra de Independenciapeninsular hubiera sido muchísimo más dura.

    34 ¿De dónde salen estos ingresos en el caso específico de la Nueva España? Primero tenemoslos ingresos regulares del sistema fiscal que ha sufrido profundas transformaciones a partir

    de mediados del XVIII, cuando se inicia la larga serie de innovaciones en la estructura deldominio colonial que conocemos como “Reformas Borbónicas”. Transformaciones destinadas

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    a acentuar la presión fiscal, como lo hemos podido comprobar patentemente en nuestrasinvestigaciones sobre el impuesto a la circulación llamado alcabala. En efecto, en el casoespecífico de este impuesto, el paso de los arrendamientos al sistema de percepción directa dacomo resultado un aumento considerable de la recaudación de las alcabalas (efectivamente,éstas pasan de 10.248.444 pesos entre 1762 y 1776 a un total de 26.164.694 pesos en los años1780-1795). El aumento es imponente y los datos analizados en el capítulo II del libro citadode Carlos Marichal La bancarrota del virreinato, muestran claramente que este crecimiento

    de la presión fiscal no se agota en este caso específico y da como resultado final un peso dela fiscalidad per capita que resulta incluso superior al de las sociedades europeas de la época.Segundo aspecto que debe ser analizado: los préstamos y donativos que la Corona exigirá a sussúbditos coloniales en forma creciente a medida que la crisis fiscal se acentúe en la Península;entre 1781 y 1800 se colectaron en la Nueva España más de 20 millones de pesos en conceptode esos rubros y recordemos que todos los habitantes (ricos y pobres) debieron hacer frentea esos donativos graciosos, incluidas las comunidades indígenas, cuando ya era evidente queno había más posibilidad de seguir extrayendo ingresos fiscales de otras fuentes. Y last but not least , como si todo lo anterior no fuera ya excesivo, la Corona acudió al expediente –defunestas secuelas para la continuidad del sistema de dominación colonial en la Nueva España-de la llamada “Consolidación de los Vales Reales”.

    35 Pero, volvamos un poco para atrás. Decíamos antes que existía un flujo constante de valorentre las colonias y la Madre Patria. ¿En que mecanismo se basa ese flujo? Hay aquí unacompleja concatenación de causas que es imposible estudiar en este –ya demasiado largo-artículo. Pero, podemos centrarnos en uno de los aspectos más importantes por el papel que juega en la relación colonial, es decir, la producción minera. Ya sabemos cual es el peso de laexportación de metales preciosos en la relación colonial. Veamos ahora algunos aspectos delas formas productivas y del costo de la fuerza de trabajo en esta área tan vital.

    36 Vayamos a Potosí. El sistema original de la mita había sido alterado mucho durante eltranscurso del siglo XVII y en el siglo XVIII ya quedaba poco de él. Ante todo, las cantidadestotales sufrieron una baja constante, siendo ya unos 12.000 en 1630, para pasar a unos 4.000 enla época del Duque de la Palata y estabilizarse en una cifra algo superior a los 3.000 indígenasen el siglo

    37 XVIII. Pero, la mayor alteración y la que va a introducir la forma de explotación más durade la fuerza de trabajo, tiene que ver con la implantación del sistema de “tareas” en lugar delde la “jornada laboral”. Este sistema eliminaría en la práctica -ya que no en la legislación-la división original entre una semana de trabajo forzado y dos de trabajo libre, pero, sobretodo, fue el que posibilitó que la minería potosina aumentara la cantidad de mineral procesadocon un número de mitayos casi constante durante toda la segunda mitad del siglo XVIII. Alincrementar el número de cargas que se exigían de los apiris mediante el sistema de tareas(incremento que con frecuencia resultaba de alteraciones en el tamaño de los sacos en quelos mitayos extraían el mineral), los azogueros obligaron de hecho a los mitayos a funcionarcomo trabajadores forzados durante casi todo el año que permanecían en Potosí; mas, no sólolos mitayos sino también a sus familias que terminaban asumiendo en parte la obligación para

    “llenar las tareas”. De este modo, una porción sustancial del incremento de las cantidades deplata producida en las minas recayó sobre el trabajo desplegado por los mitayos y por susfamilias durante el siglo XVIII (es decir, en última instancia, nuevamente sobre la comunidadcampesina indígena que los sostenía) y no fue el resultado de innovaciones tecnológicas defondo. Todo ello se da en el marco de rendimientos en metal fino que había caído a casi unadécima parte de los que imperaban a fines del siglo

    38 XVI: de 50 marcos de plata pura por cajón, a una cifra que oscilaría entre los 4 y los 8 marcospor cajón.

    39 Como se ve, una tecnología atrasada para las pautas de la época –a fines del XVIII casi todoslos ingenios potosinos estaban, además, en manos de arrendatarios que poco interés tenían enmejorar esas condiciones-con rendimientos decrecientes que se acentúan al llegar a fines del

    periodo y con una tasa de sobre explotación (y auto explotación campesina) de la fuerza detrabajo indígena. Así, uno de los misterios (aparentes) de la continuidad de la actividad minera

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    potosina se basa –en gran parte- en costos empresariales muy bajos de reproducción de lafuerza de trabajo y por lo tanto, en un costo final de producción de la plata (mercancía, pero almismo tiempo, medida de todos los valores) más barato en relación a los europeos de la época.Alexander von Humboldt se había asombrado durante su visita a La Valenciana en Guanajuatoal comprobar que con una tecnología tan atrasada respecto a la de Himmelfsfürst en Sajonia(el ilustrado ingeniero prusiano conocía muy bien esa mina, pero los datos cuantitativos queexpone en su obra están tomados aquí de la obra de Abuisson de Voisins sobre las minas de

    Freiberg) se podía producir plata en forma comparativamente más barata, ganando además eldoble. ¿Qué hubiera dicho si hubiese descubierto cuales eran las condiciones de producciónen las minas de Potosí?

    40 Mas, sigamos con nuestra argumentación, ¿qué quiere decir en realidad que la plata tiene enAmérica un costo de producción más bajo? Pues bien, eso significa que la plata es más baratay que por lo tanto, todas las mercancías –y en especial, aquellas que han sido importadasdesde Europa y Asia-son más caras. Es decir, hace falta más plata para adquirir las mismasmercancías. He aquí la explicación de una parte de misterio de la relación colonial y de porquéentran a Europa más valores de los que salen para América.

    41 El panorama es idéntico si nos referimos a las mercancías que Europa importa desdelos territorios coloniales. Si hablamos de la grana cochinilla habría que mencionar a los

    “repartos de mercancías” que constituyen el sistema económico que posibilita la continuidadde la producción de esa materia tintórea en la región de Oaxaca en la Nueva España –y los “repartos de mercancías” son la manifestación de un sistema de comercializaciónque muy poco tiene que ver con los precios de mercado, constituyendo en realidad unaforma coactiva de circulación y de producción de mercancías, aunque hoy algunos autores,como Jeremy Basques y A. Ouweneel digan que fueron “beneficiosos”, pues integraronlos indígenas al mercado (habría que saber si realmente ellos querían integrarse y estoes quod erat demostrandum). En otros casos (por ejemplo, el de los cueros rioplatenses),nos encontramos ante una forma de producción de campesinos pastores y labradores quefuncionan sobre todo a partir de la explotación –y autoexplotación-de la fuerza de trabajofamiliar. Otro tanto ocurre con los llamados “poquiteros”, los productores del añil en laregión centroamericana del actual Salvador, que constituye así mismo un área de produccióncampesina. En todas estas situaciones, los productos destinados finalmente a la exportaciónson adquiridos casi exclusivamente gracias un intercambio de mercancías –es decir, sin acudiral uso del circulante- que se asemeja mucho a formas coactivas de comercialización, conprecios inflados y aprovechando (o acentuándolo artificialmente) el aislamiento de las familiascampesinas productoras. ¿Y qué decir entonces de la esclavitud imperante en los ingenioscubanos productores de azúcar o en las haciendas cacaoteras de los mantuanos en Venezuela?

    42 Todo este complejo de formas productivas tan alejadas de cualquier cosa que se asemejeal “mercado libre”, como la producción campesina de los “poquiteros” salvadoreños, laesclavitud de los africanos en Cuba o la producción indígena de grana en Oaxaca a travésde los repartimientos, revela las peculiares condiciones de producción y los precios finalesde intercambio de esas mercancías cuando entran en contacto con aquéllas, emisarias de los

    sistemas de producción más avanzados imperantes en Europa. He aquí, nuevamente, otroaspecto que contribuye a explicar ese flujo constante de valor entre la economía colonial yla metropolitana.

    4. La cuestión colonial vista desde la política43 Parece claro que, económicamente, las “Indias” eran efectivamente colonias. Veamos qué

    ocurre si cambiamos la perspectiva.

    La conquista y sus derechos44 ¿Cuáles son los derechos que tenía la Monarquía Hispana en Nápoles? Son los resultantes

    de legitimidad dinástica -derecho por el cual los descendientes de Alfonso el Magnánimoreivindican su dominium sobre el reino de Nápoles y sobre sus súbditos. Estos, además, comoes público y notorio, pertenecen desde “tiempo inmemorial” al orbe cristiano. Pero, además,tienen sus propios derechos y sus propias costumbres que el soberano (y sus representantes)

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    deben respetar escrupulosamente; en Sicilia, por ejemplo, su Parlamento (lejana herencianormanda, posteriormente hispanizada) era el custodio de esas leyes y costumbres y todoslos especialistas de historia siciliana moderna (A. Marongiu, A. Baviera Albanese, etc.), nodudan en afirmar que condiciona “l’autorità regia” representada por el “vicerè; otro tantodice G. Galasso para el caso napolitano. En Aragón, según lo relata Fernández Albaladejo,un proverbio afirmaba “antes de Reyes hubo Leyes” y las cortes aragonesas no dudaron enrecordárselo una y otra vez a quienes representaban a la Real Persona. Cuando el duque de

    Alburquerque, es recibido como vicerè en Palermo el 5 de diciembre de 1627, lo rodeabanel duque de Terranova, el príncipe de Roccafiorita, el de Pantelleria y otros nobles sicilianos.Alburquerque se convierte en ese momento en la primera cabeza del reino, pero no puedeolvidar que en estos reinos de la “monarquía compuesta”, él es sólo un primus inter pares.

    45 Es obvio que no era esa la situación en América durante el primer siglo de dominacióneuropea. Los pobladores autóctonos habían sido vencidos en una dura guerra de conquista y,por otra parte –y esto en era un detalle en marco de las concepciones políticas imperantes enel siglo XVI-no eran cristianos y había que convertirlos. No es mi intención internarme en las(movedizas) arenas de la discusión que todo esto suscitó, pero las diferencias jurídicas entrelos derechos de un señor indígena novohispano y de un noble napolitano en el siglo XVI, sondemasiado evidentes como para extendernos demasiado sobre el asunto. La conquista militar

    de pueblos no cristianos (y lejanos o “exóticos”), otorga unos derechos que son absolutamenteincompatibles con los resultantes de la compleja estructuración jurídica que surge en el marcode la sucesión dinástica sobre pueblos cristianos (y europeos). De estas diferencias provienenlas imposiciones que eran perfectamente “lógicas” en América y hubieran desatado unarebelión napolitana o aragonesa.

    46 Desde ya que estas imposiciones, como hemos dicho unas páginas atrás, no podían hacerseefectivas sin un proceso de negociación; nadie es tan ingenuo como para suponer eso. Pero,se negociaba, como se diría hoy, “bajo presión” y todos sabían que había una diferenciaenorme en el peso de ambas partes negociantes. No era ésta una discusión entre iguales. Ylos señores étnicos debían ser muy cuidadosos en estas negociaciones. Las disímiles historiasde don Francisco Verdugo Quetzalmamalitzin Huetzin, señor de Teotihuacan y de don CarlosOmetochin, señor de Texcoco, que nos cuentan Carmen Bernand y Serge Gruzinski, sonsintomáticas en este sentido; podemos ver a través de ellas la búsqueda difícil (y trágica en elcaso de don Carlos, que termina siendo ajusticiado en la hoguera) de una salida en la estrechavía que se abría para los líderes étnicos en ese delgado sendero que transitaba entre el respetoa sus costumbres y sus tradiciones religiosas y las exigencias de los europeos. Las palabras dedon Carlos Ometochin –que probablemente sellaron su aciago destino- resuenan con claridad“¿Quién son estos que nos deshacen y perturban e viven sobre nosotros y los tenemos a cuestasy nos sojuzgan?”.

    47 Porque detrás de todo esto están las matanzas que, sin caer para nada en la “leyenda negra”,es inadmisible olvidar. La de Cholula, pedagógicamente ideada por la habilidad política deHernán Cortés. O la realmente absurda llevada a cabo por el violento Pedro de Alvarado,cuando Cortés lo había dejado por un tiempo al mando de la situación. Este irrumpe en una

    fiesta religiosa mexica dedicada a Huitzilopochtli –que había sido permitida por el propioAlvarado- arranca violentamente las joyas y ricas vestiduras de los jóvenes oficiantes, aquienes “desnudos, en cueros, con solamente una manta de algodón a las carnes, sin tener enlas manos sino rosas y plumas, con que bailaban, los metieron todos a cuchillo.” Las límpidaspalabras del padre Durán nos eximen de toda hipérbole al recordar el hecho que se conocecomo Matanza del Templo Mayor . ¿Debemos recordar también los hechos similares ocurridoscon los guaraníes en la primera época de Asunción del Paraguay, por ejemplo, cuando selevantó en líder Arecayá? ¿O las realizadas contra los muiscas en la conquista de la NuevaGranada? ¿O como relata un cronista como Cristóbal de Molina el accionar de los europeosen Cajamarca y el Cuzco? : "nunca entendieron sino en recoger oro y plata y hacerse todosricos; todo lo que a cada uno le venía a la voluntad de tomar de la tierra lo tomaba, sin pensar

    que en ello hacía mal, ni si dañaba o destruía, porque era harto más lo que se destruía quelo que ellos gozaban y poseían". Hay que decir que, en materia de vesanias resultado de la

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    conquista militar, on n’a que l’embarras du choix! Es bajo esta presión que deben negociaren los primeros tiempos los líderes indígenas. Y lo deben hacer, además, en medio de una delas catástrofes demográficas –causada, sobre todo, por los brotes epidémicos- más terribles dela historia escrita de la humanidad.

    La situación a fines del XVIII

    48 Pero, vayamos ahora a fines del siglo XVIII. Es evidente que las cosas han cambiado, enAmérica y en el mundo. Y entramos así en la famosa discusión en la que terciaría RicardoLevene con su librito  Las indias no son colonias. El libro en cuestión, publicado en 1951,pero con el antecedente de un artículo de 1947 y de una surrealista reunión en la AcademiaArgentina de la Historia en octubre de 1948, en la cual Levene propuso que los historiadoresdejasen de utilizar la palabra colonias en sus trabajos, ante el asombro de un historiador demedianas luces, pero sensato, como Emilio Ravignani, quien se animó a decir que “considerala expresión ‘época colonial’ correcta y que la seguirá empleando”. Otro de los académicos, eldoctor Pueyrredón, afirmó que “sólo debía decirse ‘periodo español’, suprimiéndose tambiénel vocablo ‘dominación’ ”. En realidad, todo esto debe ser entendido en el marco de la holade “hispanismo” que fait rage en esos años como respuesta de las elites argentinas frente ala “invasión” de la inmigración europea (especialmente italiana). Fue más o menos en ese

    momento cuando algunos intelectuales como Leopoldo Lugones, Ernesto Quesada, RicardoRojas y Manuel Gálvez descubrieron que el gaucho, en vez de ser un delincuente mestizado ybárbaro –como pensaba Sarmiento- era un auténtico héroe civilizador, profundamente hispano.Menéndez y Pelayo (como Miguel de Unamuno) no dudarían después –en leyendo a los autorescitados- y así hablarían del gaucho como “el luchador español que después de haber plantadola cruz en Granada, se fue a América a servir de cruzada a la civilización” [sic]. Remitimosaquí al trabajo de Raul Fradkin, publicado en los Annales, “Les centaures de la pampa…”.En fin, dejemos esto aquí, pues en la misma época que Levene discutía estas cosas, otrastrágicas cruzadas estaban en plena acción “civilizadora” en España; esa coincidencia no es enabsoluto casual en el marco de esas dos naciones “católicas”, dado que ambas se imaginarona si mismas en algún momento como constituyendo “el faro de Occidente”, pero no es aquí 

    nuestra preocupación fundamental.49 ¿Y cuales son los argumentos que esgrime Levene? La “prueba” que el imaginaba más sólida

    era la Real Orden de la Junta Suprema de Sevilla de enero de 1809, que había proclamado que« los vastos y preciosos dominios que España posee en las Indias no son propiamente Coloniaso Factorias como las de otras naciones sino una parte esencial e integrante de la monarquía

    española ». Esta Real Orden y aquella otra proclama gaditana del 15 de abril de 1810 “ losdominios españoles de ambos hemisferios forman una sola y misma monarquía, una misma

     y sola nación, y una sola familia y que, por lo mismo, los naturales que sean originarios de

    dichos dominios europeos o ultramarinos son iguales en derechos á los de esta península”, noson más que manotazos de ahogado y puro cálculo político de un pequeño grupo de liberales(y de una mayoría de conservadores puros y duros) encerrados en la Isla de León, protegidos

    por las fortificaciones de Puerta de Tierra y por la flota británica. Tanto el asturiano FlórezEstrada, como el ya citado José Canga Argüelles han escrito encendidas páginas para alabarestas liberales decisiones. Pero, pero… Los acontecimientos que le siguieron mostrarían hastael cansancio cuales eran los límites concretos que estaban dispuestos a permitir los liberalespeninsulares en la relación con sus pares americanos y decimos bien a sus pares, pues éstos,o sea, las elites blancas americanas, eran los únicos a los que, a regañadientes, como se verá,se consideraba como iguales.

    50 Cuando en Cádiz hubo que hacer cálculos electorales, tout d’un coup, la igualdad desapareciórápidamente, en especial, a través de la muy especiosa discusión acerca de los derechospolíticos de las “castas” y sobre todo, de los pardos y mulatos (y hay que señalar que en esterubro, los magros representantes de las elites blancas hispanoamericanas no se destacaron justamente por su tolerancia racial). Y llegamos así a una aritmética electoral extraña queotorgó una mayoría aplastante a los peninsulares en las Cortes provisionales de octubre de1810: más de 200 representantes peninsulares frente a 28 americanos. Hubieran debido ser

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    idealmente 149 á 100 en las Cortes ordinarias elegidas de acuerdo al decreto del 23 demayo de 1812, pero la guerra insurgente y otras circunstancias impidieron la realización delas elecciones en muchos lugares. De todos modos, América estaría siempre en minoría. Yefectivamente, las Cortes se abren con una escuálida representación americana. Pero, sin hacerhistoria contrafáctica, ¿cuál habría sido el futuro de esta relación en el –supuesto- caso deque no hubiera habido proceso independentista? ¿Es necesario que recordemos también quepasó con los diputados cubanos en 1837? Josep Maria Fradera publicó en 1995 un trabajo

    incluido ahora en su libro Gobernar colonias que relata con precisión cómo y porqué fueronexpulsados de España esos representantes de las elites blancas de la isla en 1837. Ahora, sulibro en preparación sobre el imperio hispano durante el siglo XIX, nos aportará muchos másdatos sobre este periodo y ese episodio. Larra, a quien humor no le faltaba, diría lapidariamenteen esos momentos que tal parecía que “la constitución no era un género ultramarino”…

    51 Obviamente, decir todo esto no es olvidar que las elites blancas americanas se sentían a finesdel XVIII miembros de todo derecho de la gran nación española. Y por ello en los primerostiempos de las revoluciones de independencia no se llamaron ni mexicanos, ni chilenos, niobviamente colombianos, sino “españoles americanos”. Pero, una cosa es ese sentimiento depertenencia de las elites a la nación española y otra la subordinación colonial.

    52 En una palabra, todo hace pensar que había una relación “colonial” y que, además, ésta tenía

    alguna importancia en el marco de la economía española y europea de la época. Suponer quela corona y las elites económicas y políticas metropolitanas –tanto sea que hablemos de losliberales gaditanos, como de los legitimistas más duros- se opusieron con las armas en lamano desde 1810 al movimiento independentista hispano americano, sacrificando hombresy recursos que no sobraban, meramente por deporte o por testarudos, nos parece una formabastante poco sagaz de pensar un problema histórico. Alguna importancia tendrían que tenerestas colonias a ojos de los contemporáneos para que durante quince años se enviara gente ala muerte por intentar preservarlas. Así lo demuestra la percepción de la relación colonial quetenían personajes tan relevantes como Canga Argüelles y Gardoqui; éstos, por las funcionesque cumplían, estaban obligados a un conocimiento adecuado del papel del intercambiocolonial en el contexto de la economía española de aquellos años. Y un poco más tarde,cuando resultó evidente que Gran Bretaña aspiraba a reemplazar a España en la provisióndel mercado americano, sus cabezas dirigentes parecían también apreciar esta cuestión conbastante claridad. Si no, habría que pensar que las guerras coloniales –y no nos referimossolo las que se originaron en el proceso de independencia de ibero América- están motivadasúnicamente por la incapacidad de los hombres para entender en que mundo viven y por superseverante voluntad de ejercer el mal sin razón.

     Para citar este artículo

    Referencia electrónica

    Juan Carlos Garavaglia, « La cuestión colonial », Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En línea],

    Debates, Puesto en línea el 08 febrero 2005, consultado el 13 abril 2013. URL : http:// nuevomundo.revues.org/441 ; DOI : 10.4000/nuevomundo.441

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    Geográfico : América latinaCronológico : siglo XVIII

     Palabras claves : Colonialismo, cuestion colonial