Un encuentro bajo la lluvia

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1 María Luisa Benedicto Gil

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En una noche de lluvia todo puede ocurrir, el encuentro de dos desconocidos que marcará sus vidas, un pasado oscuro, una mentira cruel, un accidente y una duda, junto al destino que es quien ordena, solo hay que creer en el, MARÍA

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María Luisa Benedicto Gil

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Andrea, (Un encuentro bajo la lluvia) 1ª Parte

Capitulo 1

Esa noche de noviembre se presentaba distinta, la lluvia, acompañada por el sonido

interminable de los truenos, se adueñaba inclemente de la ciudad; las luces de neón

iluminaban, con cierta dificultad, las calles vacías; pocos, muy pocos eran los vehículos

que circulaban por ellas; la mayoría de las gentes dormían preparando lo que sería una

nueva apuesta con el ir y venir de sus vidas, cuando, el nuevo día despuntara por el

horizonte; muchos otros daban la bienvenida a otra noche en blanco, blanco impoluto,

no exento de dolores de cabeza, irritabilidad, fatiga física y mental, estrés y un sin fin de

aderezos que hacían a muchas personas temer a la noche; horas y horas en las que

hilvanar retazos de somnolencia significaba para ellas una lucha sin cuartel, finalmente,

estos seres compañeros de migrañas y demás sintomatologías relacionadas con la

imposibilidad de conciliar el reparador descanso, se rendían derrotados y, en muchas

ocasiones, con grandes dosis de mal humor.

Muchos eran los que aderezaban esas noches escuchando la radio, una forma, agradable

al menos, de pasar las horas nocturnas siendo parte de las ondas y por ende,

compartiendo con otros insomnes las interminables madrugadas.

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Hugo Lafuente, conocido locutor en la emisora más popular del ámbito nacional de

radio en esas intempestivas horas radiofónicas, acudía cada noche a su trabajo en una

moto de gran cilindrada de la que era un ferviente enamorado.

Esa noche y a consecuencia de dicha anomalía climatológica, el locutor, llegó hasta las

puertas del edificio, donde ejercía su profesión, en taxi; la estela lluviosa no daba tregua

y viajar con su habitual medio de trasporte no era factible, prefería viajar con uno de

aquellos vehículos conducidos por los hombres de la noche, que hacerlo con su propio

automóvil.

Cuando el vehículo se detuvo frente a la puerta principal de la emisora, Hugo, descendió

del mismo con bastante rapidez, no sin antes pagar la carrera y asistir al magistral

vaticinio del taxista con respecto al tiempo que haría en las próximas horas, cuando el

programa terminara y, el locutor y sus compañeros, volvieran a salir a las calles, todavía

semi desiertas, de la ciudad; le encantaba hablar con estos hombres del volante a los que

se refería como un cumulo de sapiencia; se despidió del profesional del taxi que no

dudó en hacerle saber que seguiría fielmente su programa, algo que no sorprendió al

periodista ya que, si de algo podía presumir, era del número de oyentes que tenía cada

noche, por algo su programa era el más seguido, un regalo para quienes escucharle les

significaba enlazar sentimientos de extraordinaria complicidad.

Como era costumbre y antes de acceder al edificio, entró en el bar de la parte baja,

donde, Alfredo, hombre atento y según Hugo, psicólogo de masas andantes, le esperaba

como cada noche desde hacia once años, para tomarse juntos el café antes que el locutor

se pusiera frente al micrófono.

El tipo, un hombre sesentón, afable y buen conversador, cada noche junto a Hugo

hacían repaso de las mejores llamadas de los oyentes de la noche anterior, esto era algo

que el periodista heredó de su antecesor en las ondas; entre el dueño del bar y el del

micrófono, siempre había una cálida camaradería; no en balde, en la barra del

establecimiento se habían dilucidado centenares de sentimientos, descifrado

innumerables incógnitas relativas al estado de ánimo de quienes, amparados por el

anonimato, dejaban cada noche un trozo de si, en aquellos minutos cargados de

solidaridad, un buen refugio para la sensibilidad a corazón abierto.

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Se conocieron la noche en el que, el joven periodista, recién salido de la universidad,

llegó con toda la ilusión del mundo para hacer pasillos en las madrugadas en su primera

toma de contacto con el mundo mágico de las ondas, Hugo, nervioso y un tanto

despistado, entró al local junto a su maestro, el hombre al que admiraba, su referencia

profesional, el mejor de todos, número uno de los periodistas, al que el recientemente

licenciado deseaba emular, para él, entrar a trabajar con el genial presentador fue un

sueño convertido en realidad, comenzar al lado de Raúl Cuesta, conocido por todos

como “Cues”, fue, uno de los mayores privilegios que la profesión le brindó.

El genial “Cues”, fue quien les presentó, para Hugo, aquella primera toma de contacto

con el bueno de Alfredo, representó conocer en primera persona a un hombre fiel,

alguien que se quiere y respeta, también, sintió halago al escuchar las primeras palabras

de reconocimiento hacia su persona por parte de su idolatrado maestro, su sincera

apuesta por él , le presentó como su más firme sucesor; Raúl, vaticino un gran éxito

para el joven ante la incredulidad no solo del hombre, sino también de Hugo, que vivió

aquel momento de elogio como uno de los instantes más importantes de su vida, por

suerte “Cues” no se equivocó, hoy en día Lafuente, es uno de los locutores más

cotizados, las empresas del sector audiovisual le tientan con extraordinarios y

suculentos contratos, sin embargo, él sigue fiel a la noche, por nada desea abandonar a

sus oyentes, noctámbulos e insomnes, que tienen en su programa el mejor de los

aliados.

Después de un par de años con aquella insípida tarea, no era fácil dedicarse a llevar

cafés, buscar en los archivos, hacer fotocopias y todo lo relativo al trabajo de pasillos;

todo cambió de manera inesperada, cuando, una noche el genial locutor sufrió una crisis

cardíaca en pleno programa, el nerviosismo cundió entre los compañeros, Hugo, tuvo

que ponerse ante el micrófono, esa fue la determinación de “Cues” antes de que las

asistencias sanitarias se lo llevarán, aquella fue una noche de locos para todos,

desgraciadamente él, hasta entonces conductor del programa más importante de las

madrugadas, falleció poco después de llegar al hospital, la consternación por el hecho

fue muy grande, las llamadas de los oyentes dieron buena muestra de su carisma, todo

se tambaleó en la fría noche de febrero, nadie se sentía con fuerzas para sustituir a tan

memorable profesional.

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Días después y cuando todo se calmó, los jefes valoraron el trabajo de Hugo durante la

aciaga noche, también, hicieron balance de las cientos de llamadas que habían ensalzado

su buen hacer durante aquella dura emisión, por ello, toda la redacción, con el

presidente a la cabeza, obvió la escasez de su currículo, le ofrecieron un suculento

contrato y a partir de ese momento, el joven periodista, comenzó a trabajar ante aquel

micrófono; poco a poco, con su buen hacer, su afabilidad, su especial sensibilidad para

contestar las llamadas, le hicieron granjearse la simpatía de los oyentes; hoy por hoy, es

el dueño y señor de la noche radiofónica, el mejor baluarte para los noctámbulos, un ser

humano al que contar cientos de historias a las que siempre pone el broche adecuado.

Los dos hombres se encontraban los días laborables de cada semana, esta cita diaria, les

había llevado a ser muy buenos amigos a pesar de la diferencia de edad, Hugo treinta y

dos, treinta menos que su amigo.

Las calles estaban vacías, tan vacías como el bar, solo Alfredo esperaba a Hugo

mientras limpiaba el local, para una vez departir con él, dar por concluida la jornada

laboral, después, mientras llegaba a casa a las afueras de la ciudad, escuchaba las

llamadas que muchas personas realizaban al programa de las madrugadas, personas de

toda índole y condición, una amalgama de vidas, como decía “Cues”, “un excelente

mosaico de la sociedad y un amplio puzle de emociones”. Cada noche era distinta a la

anterior, escuchar el programa daba la oportunidad de congraciarse con la vida.

En ocasiones, las ondas ofrecían la posibilidad de abrirse a personas solitarias,

corazones abandonados que sentían como, a través de su contacto telefónico, sus vacías

vidas encontraban un eco precioso en otros seres humanos, algo muy importante cuando

hablamos de una sociedad dormida, solo preocupada por el estrés y el consumo

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exacerbado, donde los sentimientos, por desgracia, están en la estratosfera de las

prioridades.

Cuando entró se quito la gabardina que estaba empapada pese a no haber andado mucho

desde el taxi, pese a ello, el agua caía de forma impresionante por la tela impermeable,

lo que hacía que las gotas de lluvia llegaran al suelo todavía sucio del local, solo

personas como ellos, con una obligación ineludible, andaban por el mundo ese tipo de

noches desapacibles, en las que, solo en el hogar se está a gusto escuchando el agua

golpeando los cristales de forma salvaje como en esa ocasión.

-Lamento lo del agua- haciendo referencia a la que caía de la prenda de ropa.

-No te apures, el suelo está que da pena.

La lluvia arreciaba y la noche prometía ser una de esas en las que más apetece hablar

con alguien…

-¿Qué te pongo?

-Lo de siempre, ¡no! mejor ponme un brandy, dejaré los cafés para la madrugada.

-¡Vaya noche del carajo! con este agua solo dan ganas de regresar a casa, ponerse

frente a la chimenea y escuchar el ruido del fuego devorando la leña mientras rivaliza

con esta lluvia de ahí afuera, personalmente odio las tormentas, sobre todo cuando

tengo que regresar a casa, si hay algo que detesto es conducir con las calles mojadas.

-Siempre protestando por todo, si no fuera así no serias Alfredo.

Le sirvió la copa.

-¿No vas a acompañarme aunque sea con un café?

-Mejor no, últimamente me cuesta dormir, me estoy haciendo viejo y he de cuidarme,

eso me dice mi mujer, ella es la que está como una rosa, si sale a su madre, o sea, a mi

suegra, se hará como aquel al que llamaban Matusalén, pero yo tío, estoy hecho una

chatarra, cualquier noche de está te llamo, veras que sorpresa te doy.

Ríen...

-Hace un rato que han llegado Marcos y Elena, los pobres estaban histéricos con este

esperpento de tiempecito, a Roberto no le he visto.

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-Vendrá un poco más tarde, me ha llamado hace un rato para advertirme que está en

urgencias con su padre, parece que el hombre tiene los pulmones que no dan más de sí.

-Lo sé, el chaval me explicó hace unos días que se encontraba muy mal, me comentó

que ha fumado mucho en esta vida y ya ves, yo, por suerte, lo dejé hace años, aunque

todavía sigo añorando el humo, además trabajando aquí es más complicado.

-No solo ha sido el tabaco, trabajó en una mina durante muchos años, los dos factores

son cruciales para estar como está siendo no muy viejo, tendrá poco más de sesenta,

quizá como tú.

-Eso me dijo, según él, el pobre hombre parece un anciano, no creo que viva mucho,

¡majo Roberto!, le aprecio de veras, es un tío legal.

-Es buen chico.

-El resto del equipo también lo son, bueno, sin descontar al dueño del bar a quien

damos la tabarra todas las noches.

-Gracias por lo que me toca, me gusta eso de ser miembro del equipo aunque sea de

forma aleatoria, ¿deberás reconocer que soy tu mejor crítico? aunque a decir verdad,

no te castigo demasiado.

-Me tienes contento últimamente.

-No te confíes, todo puede cambiar.

-Mañana ya es sábado, parece mentira cómo pasa el tiempo.

-Sabes Hugo, cuando veo lo rápido que se van las semanas, me doy cuenta que dentro

de nada seré un venerable anciano, cuando pienso que podría ser tu padre.

-¡Tonterías! mi padre es mucho mayor que tú y, de espíritu, podría ser mi abuelo, es

muy cerrado para sus cosas, apenas tenemos relación, creo que nunca me perdonó que

me marchara de su lado.

-Suposiciones tuyas, debe estar súper orgulloso de tener un hijo como tú, lo estoy yo

que me caigo de gozo de ser tu amigo.

-¿Lo dices en serio?

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-No me tires de la legua que no tendrás tiempo a defenderte.

Los dos amigos apuraban los últimos momentos antes de que

Hugo se incorporase al trabajo, mientras, Alfredo, terminaba con los quehaceres de

limpieza antes de regresar al hogar; de pronto, algo rompió aquel momento de

complicidad, alguien llegó al establecimiento para sorpresa de ambos, algo imprevisto,

inaudito dada la noche intempestiva que estaba haciendo, los hombres se extrañaron

cuando, a través de la puerta, se distinguió la figura de una mujer que entraba en el

local, andaba muy despacio, estaba empapada y parecía tener frio, los hombres se

miraron intentando entender lo que estaba sucediendo, la observaron, era una autentica

sorpresa que les impactó, pudieron observar que su mirada se perdía en un punto

inconcreto de la barra; cuando llegó a ella, la mujer se sentó en uno de los taburetes

cercanos a Hugo, la noche era tan terrible, que nadie, en su sano juicio, salía de casa,

por eso, estaban impresionados con esa aparición, Alfredo se le acercó…

-Buenas noches señora, ¿desea algo?

Ella le miró, aunque el hombre percibió que sus ojos estaban como ausentes, aquel ser

humano parecía estar muy alejado del lugar, quizá en otro muy distante de aquel, Hugo,

también la miró, no era difícil adivinar que la mujer no estaba atravesando un buen

momento.

-¿Le sirvo algo señora? - insistió Alfredo que miró a Hugo sin atreverse a atisbar el

motivo de aquella irrupción en un anoche como aquella.

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-Un whisky y ¡por favor señor!, ¿qué hora es? - la temblorosa voz de la mujer delataba

que estaba muy nerviosa.

-Las doce menos diez.

Alfredo le acercó el licor que había pedido, ella lo miró y no lo tomó, se limitó a

observarlo como si toda su atención se concentrara en un punto de aquella copa de

cristal, contemplándola y perdiendo sobre ella la mirada.

Los minutos pasaban, nadie hablaba, la presencia de aquella desconocida había cortado

la charla de los amigos.

Alfredo continuó barriendo el local, Hugo permaneció sentado en la barra mientras

contemplaba en el reloj de la pared el transcurrir imparable de los minutos, también y,

aprovechando que todo el frontal que tenía frente a sí era de espejo, seguía, con cierto

disimulo, el comportamiento extraño de la recién llegada, las manecillas se acercaban

poco a poco a las doce de la noche, quedaban apenas unos minutos antes de dirigirse al

estudio de radio, el programa daba comienzo sobre la una y duraba cuatro horas, así,

apuraba el último trago antes de salir para encontrarse con los miembros de su equipo;

la mujer, seguía sin tomarse la copa, su dedo índice se deslizaba suavemente por su

borde, nada hacía presagiar que fuese a tomar ni un solo trago, de repente…

-¿Cuánto le debo?

Alfredo, dejó la escoba y se dirigió a la barra tan perplejo como al principio.

-Señora, no ha tomado su copa.

-¿Cómo?

-¿Le ocurre algo?

La mujer no contestó, hizo ademan de pagar…

-Déjelo, váyase a casa, no hace noche para ir por ahí.

Se levantó tan perdida como a la llegada, salió del local sin demasiada prisa, los dos

hombres se miraron extrañados, la aparición de la mujer, en una noche como aquella,

les había llamado la atención.

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-Qué raro, ¿dónde irá con este tiempo? – Alfredo, todavía impactado por lo sucedido.

-Ni idea, no parecía estar muy bien.

El hombre se encogió de hombros.

-Ya es la hora amigo.

-Ya me marcho, Roberto llegará desde el hospital dentro de un rato, así que todo irá

bien, bueno socio, ¡hasta el lunes!.

-Hasta el lunes camarada Lafuente – ríen- ¡ah! se me olvidaba ¿cuántos gatos tuvo

Mimí?

-Cuatro, Carmen estaba muy contenta, por fin el animal ha dado a luz, ya sabes lo

preocupada que estaba con la gata.

-Me dormí antes que llamara, ¡pobre mujer!, pensar que solo los tiene a ellos.

-La verdad amigo es que es muy triste llegar a tan mayor sin tener más compañía que

la de un animal, este mundo es peculiar, unos mucho y otros nada, en fin, ya me

marcho, por cierto, se me olvidaba algo muy importante…

-¿Sí?

-Ganaran Los Lakers de calle.

-No lo creas, Toronto está muy fuerte, no me extrañaría que diera la campanada.

-Ya veremos, de todos modos mañana a estas horas estaremos a punto de descubrirlo,

así que, prepárate, el lunes me invitaras a una copa de ese coñac exclusivo que guardas

para las grandes ocasiones.

-De acuerdo socio, ¡hasta el lunes!.

Pagó y se marchó, no sin antes ponerse la gabardina pese a estar a menos de dos metros

de la puerta que daba a la emisora, en el suelo, sucio del local, todavía ostensibles las

gotas del agua caída de la ropa de la mujer, al verlas, Hugo se estremeció, aquella

desconocida era un ser perdido, alguien que surge como de la nada, las preguntas sobre

ella no tardaron en llegar, era lo normal teniendo en cuenta las circunstancias, ¿dónde

habría ido? ¿Qué le ocurriría? ¿Quién sería?; en aquel instante le hubiera gustado

conocer cuál había sido el destino de aquella mujer fugaz en aquella terrible noche, en

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una ciudad vacía, sin gentes, ni coches, sin nada a que aferrarse, pensando en ella y su

irrupción minutos antes, se subió el cuello de la gabardina y salió a la calle donde la

lluvia seguía acometiendo con fuerza sobre todo cuanto encontraba a su paso, antes de

estrellarse contra el pavimento y desaparecer por las ranuras de las alcantarillas.

La cortina de agua no permitía ver más allá de unos metros, cuando traspasó la puerta

del bar miró hacia ambos lados de la calle, estaba solitaria, tanto, que aquella

percepción de soledad le sobrecogió, que diferente a otras noches donde la cantidad de

automóviles que hay a esas horas es notoria, todo era distinto, incluso, el olor del asfalto

mojado; fue entonces cuando llegó la sorpresa, alguien estaba apoyado en una de las

farolas de la acera, con la lluvia era muy difícil su identificación, miró más

detenidamente y en efecto, se trataba de la figura de una mujer, Hugo la reconoció pese

a la dificultad de visibilidad que la pertinaz cortina de agua provocaba, caía de forma

brutal, era la misma que hacía unos momentos había salido del bar, hizo ademan de

meterse en el umbral de la puerta de la emisora, desistió, no sabía que ocurría con ella,

pero tampoco le pareció adecuado dejarla en aquella situación, cuando no era difícil

adivinar que tenía serios problemas, se acercó...

-Señora ¿se encuentra bien?

La mujer no contestó, el agua corría por su rostro sin piedad, Hugo la miró, era una

persona desvalida, algo ocurrió, sin saber por qué, el locutor de las madrugadas, era

incapaz de apartar sus ojos de aquel rostro golpeado por el lluvia de manera despiadada,

reaccionó…

-¡Por favor!, la noche no es adecuada para estar a la intemperie, ¿le llamo un taxi?

-No.

-No puede permanecer aquí, esta diluviando, ¿tiene alguien a quien llamar?

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-No.

-¡Vamos dentro! - la llevó hasta la puerta de la emisora que abrió con su llave, entraron

en la solitaria recepción, a esas horas, en el edificio, habían pocos trabajadores, en el

piso diez se encontraban los miembros del equipo de Hugo, en el primero, alguien de

guardia, miembros de la redacción del periódico y abajo, en el sótano, los encargados de

la rotativa, poco mas…

-No puede ir por la calle, voy a llamar a un taxi y la llevará donde usted deseé, ¿de

acuerdo?

-No lo haga, lléveme con usted, no me deje sola, ¡se lo suplico!.

-Pero eso no puede ser, voy a trabajar y no saldré hasta dentro de unas horas.

-No importa, ¡por favor!, no me deje, no tengo donde ir.

Hugo la miró incrédulo, a pesar de su desaliñado aspecto, la mirada de la mujer tenía

algo misterioso que deseaba conocer, de eso estaba seguro, llevarla con él, significaba,

de algún modo, no seguir ajeno al motivo que le había hecho aparecer de esa manera tan

brusca en una noche desapacible como aquella, quizá, no fuese tan descabellada la idea

de involucrarse en lo que rodeaba a la persona que tenía frente a él…

-¡Está bien! venga conmigo, trabajo aquí mismo.

La cogió por el brazo y junto a ella, se introdujo dentro del amplio hall del edificio; el

ambiente era frio, no se cruzaron con nadie, la actividad que había durante el día,

contrastaba con el silencio de la noche; andando rápido llegaron hasta los ascensores, la

lluvia continuaba cayendo en la calle, esa lluvia que había propiciado el encuentro de

dos desconocidos en una gran ciudad.

La emisora, era la dueña de los doce pisos que ocupaban el inmueble; durante todo el

día, cientos de personas trabajaban en él; en los primeros pisos se encontraba la

redacción del periódico de la firma editorial que, también era dueña de la cadena de

radio; en aquel lugar, desde hacía más de cien años, se albergaba la mejor línea editorial

del país, hegemonía que nada ni nadie relevaba gracias, en parte, a profesionales como

Hugo Lafuente.

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En ese momento, la mayoría de los compañeros del periódico se habían marchado,

aunque todavía quedaban varios en el primer piso, equipo de control, cierre y deportes,

trabajando en la nueva edición, aquella que vería la luz con los primeros albores del

nuevo día.

La rotativa, se encontraba en el sótano del edificio, allí, se concentraba la culminación

de todo el trabajo de la redacción, la creación de planchas, el director de producción y el

nerviosismo propio de los encargados de cotejar que las primeras muestras salieran sin

problemas, asegurándose que no se recibían noticias de última hora, algo que podía

resultar frustrante si no llegaban a tiempo y se cerraba la edición faltando esa nueva

crónica que surge sin esperar; más tarde, el ruido impresionante de las maquinas,

culminaba con la tirada de centenares de ejemplares que saldrían a toda prisa en los

vehículos de reparto, el último paso hasta llegar a las manos de los lectores desde

cientos de puntos de venta repartidos por todo el país.

Cuando se abrió el ascensor la pareja se topó con Elena que estaba preparando todo lo

relacionado con el programa; la joven periodista era la redactora jefe del mismo y

ayudaba a Hugo a dar pinceladas de actualidad cada hora, tras cada uno de los

informativos de los que se encargaba Roberto, Marcos, estaba en la pecera, era quien

recibía las llamadas y ponía música, los cuatro eran el eje principal de las madrugadas

en el dial.

-Buenas noches Elena.

La muchacha se giró al escuchar la voz de Hugo, le recibió con una amplia sonrisa que

se diluyó, casi de inmediato, ante la sorpresa que le produjo verle llegar con la mujer

desconocida…

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-¿Buenas noches? ¿Acabas de decir buenas noches? eso es muy benévolo de tu parte

teniendo en cuenta la nochecita que hace - miró a la acompañante de su colega con

cierta contrariedad.

Hugo, contrarrestó la sorpresa tratando de presentar a…

-Ella es, es…- no tenía idea de quién se trataba, la mujer, no tardó en revelar su

identidad, algo que Hugo agradeció.

-Me llamo Andrea, Andrea Duarte.

-Encantada Andrea, soy Elena Robles –la joven extendió su mano que la mujer estrechó

- trabajo aquí en este mundo de locos, con estos que lo están más todavía y esperando,

a los que están rematadamente perdidos de la parte alta del cuerpo y que son nuestros

ángeles nocturnos.

-¡Cielo! – Hugo, apremiado por el estado de la mujer - creo que Andrea debería

cambiarse, está empapada, ¿tienes algo por ahí?

Elena la miró de arriba abajo con muy poco disimulo, le sonrió…

-Lo único que tengo es mi gabardina que está seca, Marcos, mi chico preferido de las

noches de lluvia, me recogió en la puerta de casa, así que no me he mojado, ¡por favor

Andrea! acompáñame al baño, pondré tu ropa a secar en los radiadores, cuando

salgamos ya estará seca, un viejo truco que nunca falla.

Las dos mujeres se alejaron, Marcos se acercó curioso por conocer algo sobre la

misteriosa mujer…

-¿Quién es la dama?

-No tengo idea, entró unos minutos en el bar de Alfredo, pidió una copa que no bebió,

después, estaba en la calle apoyada sobre una farola con toda la lluvia sobre ella y no

se más.

-¡Vaya!, ¡vaya!, ¿así que tenemos un expediente X?

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-No digas tonterías.

-No son tonterías jefe, si tú consideras qué es lógico que una mujer de su edad vaya por

las calles con este tiempecito.

-¿Edad?

-¿Qué tendrá cuarenta y cinco?

-La verdad, es que no me he fijado, de veras no me he dado cuenta de eso, de todos

modos no está mal.

Marcos, haciendo un guiño.

-Yo no he dicho eso, quizá, con la gabardina de Elena este mejor, es muy guapa, ¡oye!

una curiosidad.

¿Sí?

-¿Se quedara sin ropa interior? lo digo porque también la llevara mojada, ¡digo!,

¡digo!.

-Marcos, ¡por favor!.

-Es broma.

Hugo se quitó la gabardina e hizo una advertencia a su compañero…

-Me gustaría que mientras esa mujer este con nosotros, o sea, durante el programa,

guardes los chistecitos para ti solo, ¿de acuerdo?

-¡Vale! pero que conste, que a mí también me tiene intrigado y ya sabes que soy el rey

descubriendo misterios, sabes de siempre, que mi frustración ha sido el no ser

detective, mi ídolo era Colombo, ¡qué hombre aquél! -ríe.

Eran cerca de la una de la madrugada y el programa estaba a punto de comenzar, en ese

momento entró Roberto, que llegaba como casi todos mojado.

-¡Buenas equipo!, por decir algo.

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Hugo se acercó al joven para interesarse por la salud de su padre.

-¿Cómo va todo?

-No sé – desilusionado – bueno, tampoco es eso, va jodido, está en la UCI, el doctor nos

ha explicado el proceso, si tenemos suerte saldrá como en ocasiones anteriores, pero

los pulmones, los jodidos pulmones, están dando sus últimas bocanadas, así que no sé

cómo va a evolucionar.

-¡Eh! tío, saldrá bien, ya lo veras, lamento decirte que te quedan diez minutos para el

informativo, por suerte, Rafa te ha dejado todo preparado en la mesa y no hay últimas

horas, así que no hay problema.

-Gracias Marcos, por cierto – extrañado - ¿dónde está la chica?

-Está… – Hugo, es interrumpido por Marcos.

-Está con una misteriosa mujer que ha encontrado el jefe en la calle y toda mojadita,

¡umm! un bombón.

Hugo se molestó.

-Parece que no te ha quedado claro lo de los chistes, ¿no?

-¿De qué mujer habla?

-Una que estaba perdida en esta maldita noche, llegó al bar y después me pidió que la

trajera, la verdad, es que si te soy sincero, yo tampoco sé nada de ella, en fin, cosas de

la noche.

Marcos continuó con la sorna.

-Esta con la nena, se han marchado hace un siglo, además, como dice el tópico, dos

mujeres juntas al baño, ¡ay, ay, ay! un día, haremos un estudio sociológico con esa

cuestión.

-¿Quieres dejarlo?

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-Claro jefe, sin embargo, se están pasando, solo perdonaré a Elena si el resultado vale

la pena.

-No entiendo nada, ¡lo juro! – Roberto, perplejo ante lo que parecía estar pasando con

las féminas.

-Ya estamos aquí.

Finalmente, las mujeres regresaron del baño, Elena iba delante cogiendo del brazo de la

que hacía poco se había presentado como Andrea Duarte, los tres hombres se quedaron

mirando a la desconocida, la percepción cambió, ahora, con el pelo seco y la gabardina

de la joven, se la veía mucho más calmada, no tenía nada que ver con la que llegó con

Hugo, al verla, Marcos, se adelantó.

-¿Creo señora que no nos han presentado? y eso es algo imperdonable, soy Marcos

Fuentes, el que lleva todo esto, no es modestia, pero sin mí, estos no serian nada –

todos rieron, el joven la miró de arriba abajo - ¡oh!, el resultado ha valido la pena, ¡si

señor!

-Encantada, soy Andrea Duarte.

-Roberto Diez, el chico de las noticias.

-Gracias.

-Y yo Hugo, Hugo Lafuente.

-A usted ya le conocía, bueno, no es así exactamente, decir eso sería una temeridad por

mi parte, sabía algo de su programa, imagino que como todo el mundo, ha sido una

suerte encontrarle en una noche como esta.

-Creo humildemente que ha sido la lluvia la quien ha propiciado nuestro encuentro.

-¿Y qué hacía por aquí con esta noche tan especial?- Marcos, ávido de curiosidad.

-Es algo personal, no tiene importancia, mañana todo se arreglará.

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-Siento romper este momento de presentaciones y curiosidad, pero ya es la hora– Elena

apremiada por la hora.

-Voy Elenita– Roberto se encaminó al estudio, pero antes - es un placer Andrea, ahora

será testigo de lo que hacen los noctámbulos mas engreídos de la radio nacional.

Andrea sonrío.

-¿Quieres una taza de leche caliente? te sentará bien – Elena solicita.

-No gracias, quizá más tarde.

-De acuerdo, ahora voy dentro con Hugo, si deseas algo me lo pides, con que me hagas

una señal será suficiente, no te escucho, pero te veo, aquí, somos como una familia y tú,

sin esperarlo, esta noche perteneces a ella.

-Gracias por todo, sois muy amables.

La joven se metió dentro del estudio 1, donde Hugo la esperaba para dar comienzo al

programa, Roberto, por su parte, estaba dando el informativo de la una de la madrugada

en un estudio contiguo, Marcos dirigía el control, todo parecía como cualquier noche, de

no ser por la irrupción de la desconocida.

Dentro, la locutora interrogó a su compañero con cierto disimulo, mientras, ella,

permanecía sentada en un sofá frente a ellos…

-No sé porque la has traído.

-¿Pretendías que la dejara?, Elena ¡por Dios!, esta diluviando, no sé lo que le ocurre,

ni tampoco me importa, pero no podía dejarla a su suerte, estamos haciendo un

programa cargado de solidaridad, ¿solo se trata de eso de un programa?, tu hubieras

hecho lo mismo.

-Le he preguntado en el baño, pero no he recibido respuesta, creo que puede ser desde

una loca, a una asesina, pasando por…no sé, una fan psicópata enamorada de ti.

Hugo rió…

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- ¡Cabecita loca!, no importa quien sea, seguramente cuando acabe el programa se

marchará y solo será una anécdota en una noche lluviosa, ¿vale?

Elena asintió, aunque no estaba muy de acuerdo con aquella compañía; en unos minutos

Roberto acabó con las noticias, a continuación, Hugo y Elena, comenzaron su programa

abierto a los oyentes, cuatro, fueron las llamadas que se recibieron durante la primera

hora, entre una y otra, sonaba la música que era también petición de los que llamaban,

era entrañable escuchar a los dos compañeros conversando con los amigos anónimos de

la noche, un lazo que dejaba entrever la complicidad de todos con todos; la noche se

convertía en una red de amistad con personas desconocidas, que durante el programa,

tejían un vinculo especial lleno de emociones, tristezas, dudas, consejos, etc.

Andrea, seguía con interés cada una de las historias que iba desgranando el paso de los

minutos; llegó el siguiente informativo, Roberto, tomó posición, Hugo y su compañera,

salieron del estudio para tomar algo caliente, fue entonces cuando él se acercó a Andrea

que le sonreía…

-He sacado dos cafés con leche, no puede rechazarlo, le sentará bien.

-Muchas gracias.

Le dio el vaso de plástico de la máquina de monedas que había en el pasillo…

-¿Azúcar?

-Una, ¡por favor!.

-Lamento que sea de la máquina de monedas, aquí no hay de otro.

-No importa, está caliente y eso me agrada.

Se sentó a su lado…

-No me interesa el motivo que la trajo hasta aquí, solo espero que cuando acabe el

programa se encuentre mejor y pueda regresar a su… ¿casa?

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-No se preocupe, así será, pero antes quiero darle las gracias por haberme dejado

acompañarle, no sé que hubiera sido de mi sin un triste paraguas, andando por estas

calles tan solitarias.

-Lo cierto es que ha sido una suerte que se haya parado junto a la farola, de no ser así,

no sé si la hubiera distinguido, el agua no dejaba ver a más de un metro.

-Lo llamaremos así, suerte.

-Una noche así puede ser terrible para una persona sola por ahí.

-Gracias por todo, nunca lo olvidaré.

-Por favor, no ha sido nada, vuelvo al micro, al menos esta noche las llamadas no van

en consonancia con las condiciones climatológicas, no han habido muchas penas,

siempre es gratificante escuchar a personas felices, por desgracia, no siempre es así.

-Es emocionante estar aquí viéndoles trabajar, para usted, lo mismo que para ellos,

debe ser muy importante sentirse útiles.

-¿Útiles? es más complicado que eso, cuando esto se acaba, la llamada realidad

regresa a esas almas solitarias, por eso, debemos continuar con esta tónica, el fin de

semana está cerca, a mí, particularmente, no me apetece dejar a esas personas

sabiendo que no están bien, en fin, poco mas podemos hacer.

-Debe ser gratificante poder coger el teléfono, contar lo que te ocurre sabiendo que hay

alguien que te escucha sin conocerte y te da la palabra de aliento que necesitas.

-Está en lo cierto, muchas de las personas que se ponen cada noche en contacto con

nosotros son seres que están completamente solos, con carencias afectivas y que

encuentran, en el programa, una especie de familia, más o menos podríamos decir que

se trata de un vínculo especial que les hace sentir que no están tan solos.

-Y usted ¿también esta solo?

Hugo se extrañó por la pregunta…

Page 21: Un encuentro bajo la lluvia

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-¿Yo? ¡no!, ¡no estoy solo!, por fortuna mi vida está llena de bueno, ya sabe, trabajo,

familia, compañeros, amistad, de todo un poco..., ¿y la suya?

-La mía.., la mía es un tanto desordenada, nada convencional.

La miró y no la entendió; la luz roja del estudio se encendió, el locutor debía regresar a

la emisión, Roberto, había acabado el noticiero y de nuevo, Lafuente, tenía que afrontar

la segunda hora; se levantó y fue, en ese instante, cuando la mujer le cogió del brazo…

-Quiero que sepa que le doy las gracias por haberme ayudado.

-Andrea ¡por Dios!, no ha sido nada, de verdad, quédese aquí y si necesita algo lo pide,

¿de acuerdo?

-Claro.

Hugo regresó al estudio junto a Elena, antes de cerrar la puerta que les mantenía

aislados de ruidos exteriores, miró a la mujer que continuaba sentada con la gabardina

de su compañera cubriendo su cuerpo, su rostro era mucho más sereno; fue, en ese

instante, cuando se dio cuenta que Marcos tenía razón, Andrea era una mujer madura

pero muy bella, morena, la melena larga, y unos inmensos ojos negros, que ayudaban a

que su mirada fuera firme y dulce a la vez, muy guapa, de eso no cabía duda, a pesar de

ello, lo que más intrigaba al periodista, era no saber nada de aquella persona que

encontró bajo la intensa lluvia y decía llamarse Andrea Duarte, tampoco le

tranquilizaban sus palabras sobré su vida, “la mía es un tanto desordenada, nada

convencional”, de lo que si estaba convencido era de que, Andrea Duarte, no tenía nada

de eso.

La segunda hora continuó como era habitual, llamadas de toda índole, aderezadas con

muy buena música; Roberto, seguía recibiendo todas las informaciones que llegaban a

Page 22: Un encuentro bajo la lluvia

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la redacción y podían ser susceptibles de ser ofrecidas como ultimas horas y Marcos,

atendiendo las llamadas; por su parte, Hugo, junto a Elena, seguían comentando con los

oyentes las palabras de quienes buscaban en los demás alguna de consuelo, aliento o

desaprobación, que también podía ocurrir; la noche pasó poco a poco, Hugo, miraba a

Andrea intentando adivinar que le había ocurrido para salir a las calles solitarias e

inhóspitas de la ciudad, sin embargo, no alcanzaba a encontrar un motivo coherente.

A eso de las tres, y durante la pausa del informativo, el locutor recibió una llamada

personal, era de Alicia, la joven que compartía su vida con él y con la que tenía una

relación estable desde hacía tres años, Marcos fue quien le advirtió de la misma.

Haciendo caso a su compañero, se dirigió al despacho para contestar a su pareja…

-De acuerdo, pero sería mejor que me llevase un taxi, no me gusta que salgas de noche

y mas, con esta lluvia.

Las palabras de Hugo, no parecieron convencer a quien estaba al otro lado del auricular,

por eso, a la salida del despacho…

-Alicia vendrá por mí, se ha empeñado y como casi siempre, no ha habido forma

humana que le hiciera cambiar de actitud.

-Es natural, mañana es sábado, la criatura no va a trabajar, así que no le importará

acostarse más tarde, es muy tierno tener a alguien que se preocupe por ti, ya quisiera

yo una persona como ella para mí.

-No exageres Elenita, tú no tienes quien te quiera porque eres María de la exigencia,

¡¡¡cariñito mío!!!.

-¡Y tú!, querido Marcos, tan gracioso como siempre – en tono de sorna.

-¡Ya está! – Hugo, dirigiéndose a Andrea - Alicia y yo podemos llevarte donde desees,

¿no crees?

Page 23: Un encuentro bajo la lluvia

23

-Es una buena idea, gracias por todo, no lo olvidare- él locutor, recibió la contestación

de la mujer con cierta complacencia, esa posibilidad le abría la oportunidad de saber

cuál era el destino de la, hasta ahora, misteriosa mujer.

Elena salió del estudio, debían regresar a la tarea…

-Vamos dentro, Roberto ya ha terminado.

En efecto, Hugo y Elena, se reincorporaron al programa, quedaban dos horas para

terminar, Andrea, permaneció sentada en el sofá frente a ellos; el aspecto de la mujer

era mucho más relajado, el mal trago que le hizo aparecer esa noche en el bar de

Alfredo, parecía haber quedado atrás, en ese momento se mostraba como una mujer

tranquila, atenta a cada una de las contingencias que se presentaban durante la emisión.

Las llamadas se fueron sucediendo, eran, en su mayoría, de personas que ponían el

énfasis en el fin de semana que ya era toda una realidad, muchas de ellas proyectando

viajes o haciendo planes con la familia y amigos, todo iba bien hasta que de pronto…

-¡Hugo!, Andrea no está – Elena alertada por la desaparición de la mujer.

-Habrá ido al baño, quizá se está cambiando, dentro de poco nos vamos.

-Sera eso.

Así, pasaron los últimos minutos antes de poner el punto y final al programa, cuando lo

hicieron, Andrea todavía no había regresado al sofá situado frente al estudio,

Hugo se despidió de sus oyentes dejando el micrófono hasta el próximo lunes de

madrugada cuando de nuevo volviera a dirigirse a su gente a través de las ondas.

Al salir, se dio de bruces con Roberto…

-¡No está!.

-¿Qué?

-Se ha ido, esa mujer se ha marchado, ha dejado la gabardina de Elena en la percha y

se ha esfumado, ¡no está!.

Page 24: Un encuentro bajo la lluvia

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La joven se sumó a los dos hombres…

-En los baños tampoco, ha recogido su ropa y nos ha dejado.

-¡Vaya!, si que ha sido escasa su estancia junto a nosotros, podría haber dicho adiós al

menos – Marcos irónico.

-Hugo, ¿quizá esa mujer escondía algo? y cuando ha tenido que dar la cara ha

decidido ¡puf!, volatilizarse – Elena, tan sorprendida como el resto por la desaparición

de la mujer.

-No creo, sus comportamiento no delataba nada que pudiera parecer extraño, excepto

angustia y soledad, no sé Elena, puede que no haya querido continuar causándonos

trastornos – el locutor desanimado.

-O no quería que supiéramos donde vive, ¿no ibas a llevarla tú?-Marcos.

-Sea lo que sea –Elena intentando minimizar el impacto de los sucedido – lo único

cierto es que no está, así que vámonos que ya es tarde, los chicos del relevo ya están en

onda, yo estoy absolutamente rendida esperando el fin de, me voy, ¿me llevas cariño?

-¿Lo dudas mi amor?

-Claro que no Marquitos, eres mi guerrero de la noche.

-Si me permitís y antes de hacer de taxista para la niña, me gustaría deciros algo.

-¿Adelante?

-Gracias jefe, tengo mi propia teoría sobre la dama desaparecida y lamento tener que

ponerla sobre la mesa...

-¿Cuál es espabilado? - Elena a Marcos.

-No le gustó el programa, lo cual, es una temeridad por su parte.

-Marcos, ¡por favor!.

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-Perdona Hugo, deja que ponga un poco de humor al tema, igual era una espía de la

competencia y se ha ido hastiada por nuestra supremacía.

-Mira que eres tonto – Elena irritada.

-¡Okis! ¡mi reina! –Marcos dándole un beso a su compañera.

Hugo decidió cortar la conversación, no quería pensar en ella, ni siquiera, en la

posibilidad, no tan descabellada, de que todo fuese debido a un problema con su marido,

compañero, amante...

-Ya no importa, vámonos a casa, yo también necesito descansar, si se ha marchado

será porque ha considerado hacerlo sin más, lo cierto es que me siento un poco

decepcionado, no le hubiese costado nada haberse despedido, pero ya está, fin a

Andrea Duarte.

-Vamos Hugo –Elena, dando un beso en la mejilla a su compañero - reconoce que lo de

buen samaritano te ha salido regular, ¿no te espera Alicia? eso es lo importante, ella si

es la verdad tangible, lo otro, ha sido como el espejismo de una noche de lluvia.

-Está bien, vámonos ya, que el fin de semana vuela y hay que acometer muchas horas

de relax.

Se despidieron de los compañeros que les relevaban, todos juntos salieron a la calle, la

lluvia era apenas imperceptible, tal y como había vaticinado el taxista que le dejó hacía

unas horas en la puerta del estudio; el agua caída durante la noche de manera

intempestiva en la ciudad, ya había sido imbuida por la canalización de las calles, solo,

el aroma a asfalto mojado delataba lo que no hacía mucho había acontecido; el centro

continuaba vacío, tan solo, un camión de recogida de basuras se cruzó con el grupo que

se despedía en la puerta de la emisora, el conductor del vehículo municipal, les hizo

señales de luz para saludarles, no utilizó el claxon, no era conveniente a esas horas de la

madrugada, seguramente sería oyente del programa en su periplo diario por las calles

desiertas de la gran urbe.

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Roberto se marchó al hospital para estar cerca de su padre, Elena, junto a Marcos,

emprendió rumbo a su hogar, el cual compartía con dos compañeros de piso; vivía con

ellos desde que rompió con su pareja, una joven aspirante a policía venida del norte, y a

la que conoció en un viaje de vacaciones por Marruecos, país del que ambas eran

entusiastas; la relación entre ellas se rompió cuando se cruzó un compañero de

academia, despertando en la chica el camino hacia su verdadera identidad sexual, algo,

que destrozó el corazón de Elena, que tardó mucho tiempo en recuperarse, desde

entonces, solo deseaba compartir su vida con chicos, no quería adentrarse de nuevo en

una relación con una mujer, estaba muy dolida y cerrada, por el momento, al amor.

Por su parte Marcos, se dirigió a la casa paterna, de la que seguía siendo morador desde

su separación de Esther, una redactora de la emisora con la que había roto hacia poco

más de seis meses, el joven, era la persona más extrovertida de todos, en ocasiones su

humor era malentendido por sus compañeros, aunque, difícilmente, podía encontrarse

en él a una persona insensible, era un buen compañero capaz, de estar en todo y con

todos, el equipo, sin él, no sería lo mismo.

Alicia llegó a la puerta del edificio de la radio en el momento en el que Hugo salía de él,

su coche, de gran cilindrada, daba buena cuenta del alto estatus social en el que se

movían; la joven trabajaba de relaciones públicas de una cadena de hoteles muy

importante y últimamente, la firma hotelera tenía previsto implantarse en el extranjero,

por lo que Alicia, tendría que salir del país durante largas temporadas para cumplir con

su profesión.

Joven, resuelta, bonita, liberal, conoció a Hugo en una fiesta donde el locutor era

premiado como la voz más reconocida del panorama radiofónico estatal, fue un

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autentico flechazo, durante la velada no se separaron ni un solo momento, dos días más

tarde, ella se mudó a la casa del locutor de la que ya no ha salido; su relación era de lo

más relevante en el papel cuché; no salían durante la semana ya que apenas tenían la

oportunidad de verse, los horarios dispares que llevaban, hacían que la convivencia

fuera escasa, solo en los fínes de semana o vacaciones, su relación estaba en su grado

más álgido, compartían amigos y hobbys muy similares, seguían muy compenetrados,

siendo la envidia de más de uno, que no daba un duro por la continuidad de la pareja.

Hugo se despidió de sus compañeros, mientras, Alicia les hizo luces para saludarles,

cuando subió al coche, ella le besó apasionadamente…

-¿Y esto?

-Me gusta.

-Que recibimiento más amoroso, después de la tormenta llega el amor, lo dice Rodrigo,

que es el encargado de dar el tiempo en la emisora.

-Muy listo el chaval, cariño, no sé si recuerdas que hacía más de veinticuatro horas que

no nos veíamos, así que me he dicho, voy a por mí chico para que no se moje.

-Apenas llueve.

-Por fortuna, esta noche ha caído la “intemeratta”.

-Vamos a casa estoy rendido.

-¿Algo de particular?

-Lo de siempre – no entendía porque no le mencionó a la mujer que había estado casi

toda la emisión del programa en la emisora, quizá, no debía darle mayor importancia, si

se había ido seria porque era lo que tocaba, sin más.

Llegaron a casa muy pronto, pese a que esta estaba situada a varios kilómetros del

centro de la ciudad; la vivienda, se encontraba en una zona muy especial, en una

urbanización de lujo que formaban un grupo de viviendas de alto standing, con piscina

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común, zonas de tenis, pádel y un estupendo jardín que compartían con otras tres

familias, todas ellas, con un alto nivel económico.

En la casa contigua a la suya, un joven abogado, con una prometedora carrera, vivía

junto a su esposa, decoradora de profesión, la relación de las dos parejas era muy

estrecha, los Ruiz, eran padres de una niña de tres años, el ojito derecho del locutor.

Hugo deseaba tener un hijo, sin embargo, Alicia, posponía esa decisión hasta no tener

claro su futuro profesional que, en esos momentos, se encarrilaba fuera del país, él

respetaba a su compañera aunque necesitaba ser padre, ya que adoraba a los niños.

Eran cerca de las cinco y media cuando entraron en la casa, todavía era noche cerrada,

ya que las nubes continuaban dominando el cielo…

-¿Qué tal con tus amigas?

-Bien, ya sabes como son, cada una a lo suyo, ¡ah! por cierto, esta tarde estamos

invitados a la inauguración de una exposición de fotografías de una amiga de Caye.

-¿No hablarás en serio?, no me apetecía salir, llevamos varios finés de semana por ahí

tirados, esta noche se juega la final de la NBA, quería verla tranquilo.

Entraron en la casa…

-Lo sé, pero Caye me lo ha pedido como un favor personal, Salva la ha dejado una vez

más, solo por unos días claro, su amiga desea que acuda a la inauguración, ya sabes

cómo es Caye, sola no va a ir, esta súper sensible y nosotros mi amor, estamos para

ayudarla, además, habrá gente interesante.

-Podéis ir las dos, como cuando erais solteras a la caza del espécimen masculino.

-No me digas, todavía me pregunto ¿quién cazó a quien?

Se abrazaron, fue ella quien se mostró más cariñosa…

-¡Hey!, que estoy muy cansado.

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-¿No me digas?.

-¿Esto es un ataque hostil? Porque yo solo deseo acostarme, cerrar los ojos

fuertemente y despertar mañana a la hora de cenar, solo pensar que es sábado me hace

muy feliz, además - bajó la voz - no armes ruido, ella duerme.

-Tranquilo por ella, duerme como una marmota, además, para amarse no hace falta

armar jaleo, ¿o sí?

-Eres una bruja mala, muy mala.

-¡Soy tu bruja! – comenzaron el juego amoroso- pero me has de prometer que iremos

con Caye.

-¿Eso es chantaje?

-Lo que tú quieras que sea.

Finalmente se fundieron en un apasionado abrazo que les llevó sin esfuerzo a hacer el

amor, después se durmieron.

Al día siguiente las nubes habían desaparecido, el sol brillaba en el cielo, nada

recordaba la lluvia de la noche anterior, hacía frio eso sí, pese a ello, la luminosidad

del astro rey daba apariencia de calidez, eran casi las doce del mediodía.

Hugo fue el primero en despertar, se levantó, abrió el balcón y salió a la terraza para

respirar con fuerza el aire puro que le regalaba aquel idílico lugar, lo hizo, guardando en

sus pulmones parte de aquel soplo de naturaleza que se disfrutaba en la urbanización;

sobre los arboles del jardín, varios pájaros iban y venían tratando de localizar el

alimento para sus hijos que les aguardaban en los nidos; todo el entorno se conjugaba

para hacer de aquella zona un pequeño santuario de vida; lejano, a bastantes kilómetros,

quedaba el mundanal ruido de la ciudad, con sus atascos, gases, semáforos, bocinas y

gentes deambulando por calles y plazas.

Los Ruiz, estaban en el jardín con la pequeña Zaira que correteaba intentando coger a

los veloces pajarillos; Julia, era una mujer de armas tomar, independiente como la que

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más, había comenzado a trabajar hacia unos días para la casa de interiores más famosa

del país después de la excedencia que cogió por la maternidad; la señora Ruiz era una

reputada decoradora y muchas de sus creaciones servían de portadas de revistas

especializadas; entre sus clientes, se encontraban personajes de la alta sociedad, que no

ponían reparos para encargarle la decoración de sus costosísimos hogares.

Lucas, por su parte, trabajaba en uno de los mejores bufetes del país del que era dueño

su cuñado, viajaba constantemente por asuntos relacionados con su profesión, sin

embargo, y pese a no coincidir demasiado tiempo juntos, cuando estaban en casa, su

papel de familia feliz no tenía dudas; desde hacía poco, el joven letrado se había

especializado en asuntos de divorcios de personalidades importantes, por lo qué su

sueldo era tan alto como el de un altísimo ejecutivo de una multinacional, el estatus

social de la pareja les hacía ser la envidia de más de uno.

Hugo se dio una ducha y se vistió de manera informal, Alicia continuaba durmiendo, la

miró y la besó sintiéndose satisfecho de todo lo que le rodeaba, era feliz, tenía una

profesión que amaba, una bella compañera, y por supuesto, se sentía útil tal y como le

había indicado Andrea cuando hablaron mientras bebían el vaso de café con leche

sacado de la máquina del pasillo de la emisora; recordó a la mujer de la noche anterior,

fueron solo unos instantes, al hacerlo sonrió, había sido tan fugaz su encuentro.

Pensando en ella bajó a la primera planta para, el mismo, prepararse el desayuno, algo

que le encantaba, al menos los fines de semana; allí se encontró con Dolores, la mujer

que estaba al servicio de la pareja.

La relación de Hugo con ella venía de muy lejos, en concreto, desde que entró a trabajar

como sirvienta en casa de sus padres siendo este un niño; después, cuando el joven

periodista se independizó, ella se marchó con él a la casa del centro de Madrid, dejando

a su única hija con sus antiguos patronos allá en la ciudad de Oviedo, que era donde

tenían su residencia los señores Lafuente; años más tarde la mujer siguió a Hugo hasta

la vivienda de la lujosa urbanización.

Un par de personas le ayudaban, puntualmente, con las tareas más pesadas de la casa,

pero era ella, en primera persona, quien se encargaba de las comidas y de toda la

administración de la vivienda; cuidaba y adoraba a Hugo como si de su hijo se tratara;

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él, también la quería mucho, incluso, se podría decir, que era su mejor confidente,

siempre atenta a lo que necesitará su chico; pese a ello y, desde la llegada de Alicia, sus

reparos con respecto a la joven no fueron disimulados, las mujeres no se transigían, solo

se aguantaban, él periodista se encontraba en medio de las dos a las que no quería

perder, aunque, en ocasiones, le era muy difícil conseguirlo…

-Buenos días mami – se le acercó y le dio un beso, Hugo, llamaba así a la mujer que casi

le vio nacer…

-Buenos días, ¿sigue durmiendo la bella durmiente? – con cierta insidia.

-Pues sí, anoche nos acostamos tarde, ahora duerme, es sábado ¿recuerdas?

-¡Ya!.

-¡Mami!, no te pongas así que estás muy fea – volvió a besarla.

-¿Vas a desayunar?

-Tomare un zumo, yo me lo preparo.

-Anoche salió a cenar.

-Lo sé, fue con sus amigas, cosas de chicas, no quiero imaginarme de lo que hablarían.

-Yo tampoco, es más, ni quiero saberlo.

-¡Vale ya!

-¿Llegó muy tarde?

-Vino a esperarme al trabajo.

-¡Que cumplida! no sabe ni nada, es mas lista que el hambre, ¡que ya es decir!.

-¡Déjalo!, ¿de acuerdo?

-Me muerdo la lengua por la paz, que sí hablara.

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-Así está mejor.

Preparó el desayuno para Alicia mientras se tomaba el zumo de naranja.

-¿Qué estas cocinando?

-Un guiso para morirse de gusto, además, no se para que preguntas, si es aquí donde

comes como los ángeles y no por ahí que a saber lo que te dan.

-¡Tiene que estar delicioso!.

-Como es habitual te ha faltado decir.

-¡Qué cosas tienes mujer...

Cogió la bandeja y subió con ella hasta la habitación, Alicia continuaba dormida pese a

que el sol entraba por los amplios ventanales, regalando una maravillosa luz que

proporcionaba un abrigo perfecto para un dulce despertar…

-¡Buenos días!- la besó en la frente- te estás perdiendo un día radiante.

Ella protestó…

-No sé porque me despiertas, todavía es pronto.

-Lo sé, pero hemos de abrir los ojos a la vida, ¿no eres tu quien dice que durmiendo se

pierde la oportunidad de vivir?

-Recién despiertos decimos muchas tonterías.

-Me salgo con los Ruiz que están en el jardín con Zaira.

-Está bien ahora voy, ¿hace frio?

-Lo normal para esta época del año, pero eso no importa, es un día luminoso, da gusto

vivir aquí.

Poco después Hugo se reunió con el joven matrimonio y la pequeña en el jardín…

-¡Buenos días familia!.

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-¿Qué hay vecino? – Julia acercándose a Hugo y dándole un abrazo, tenían mucha

complicidad.

-Un día esplendido después de una noche terrible.

-¿Y Alicia?

-Esta levantándose, anoche nos acostamos tarde, vino a la radio a esperarme.

-¿Llovía mucho?- Julia que parecía algo molesta.

-Sí, por momentos desde el estudio temimos que se produjera algún problema

importante, los cristales eran vapuleados con fuerza, créeme, llegué a pensar que iban

a ver daños en la ciudad.

Lucas intervino…

-Fue una noche de perros.

-¡Infernal Lucas!, te aseguro que no había nadie por la calle - Andrea regresó a su

mente.

-¡Solo los temerarios estaban por ahí! – Julia con cierto desaire.

-No solo los temerarios, sino los que no teníamos mas remedio, te aseguro amiga que

yo no hubiese ido a la emisora, pero acudir a ella es más que una obligación, es un

deber con mi gente.

-En tu caso así es, pero Lucas también salió a cenar, lo pasé fatal hasta que regresó,

odio quedarme con la niña en noches como la de ayer.

-¡Querida! era una cena de negocios, entiende que hay compromisos a los que no se

puede renunciar, sabes de sobra que no hubiera salido de casa de no ser

imprescindible.

-Alicia también salió con unas amigas, creo que en este caso era una cena de placer, en

cambio yo, hubiera deseado quedarme en casa, en fin, ¿y la reina de mis sueños? -

dirigiéndose a la pequeña que jugaba con una pelota.

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La niña acudió junto a él, Hugo la cogió en brazos y la besó, entonces apareció Alicia

que estaba radiante, vestida con un suéter de cuello alto y unos jeans muy ajustados,

uniéndose de inmediato a la conversación…

-¡Buenos días!, ¿cómo están mis vecinos favoritos?

-¡Estás genial! haciendo honor al día – Lucas complaciente.

-Eso es gracias a Hugo que me cuida muy bien.

Besó a su compañero ante la mirada de Julia que no parecía estar muy cómoda.

-Ha dicho Hugo que saliste con tus amigas a pesar de la noche tan horrible que hacía,

no veo la necesidad, simplemente no, no la veo - incisiva, tono que desconcertó a los

hombres.

-Bueno, era una cena prevista hace tiempo, por lo demás querida amiga, una tormenta

no va a irrumpir en mis planes, faltaría más.

-¡Ya, ya!

-Julia no entiendo porque me preguntas eso, ¿acaso tu no sales?

-Desde hace un tiempo no, espero volver pronto a mi vida normal, no me gusta el papel

de esposa que espera a su marido hasta altas horas de la madrugada.

Hugo no entendía la acritud de Julia que parecía molesta con su marido, actitud que

estaba extendiendo a Alicia; poco a poco, todo regresó a la normalidad, siendo la

pequeña Zaira el eje de ese cambio en la conversación.

-Los niños no tienen estos problemas, mira la peque, corriendo y disfrutando - Lucas

cogiendo a su hija.

-Es un precioso tesoro.

-Entonces la pregunta es obvia, ¿Para cuándo tendremos uno parecido en la casa de al

lado?-Julia mirando a Alicia que no se dio por enterada dando un giro a la

conversación…

-¿Por qué no coméis con nosotros?

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-¡No sé!, tengo preparada la comida, Pilar la ha dejado hecha antes de marcharse a

casa de su hijo, voy a cambiarle el día de descanso, no me gusta quedarme sin servicio

doméstico el fin de semana.

-¡Cielo! no olvides que los finés de semana vamos a casa de tus padres.

-Dejémoslo estar, vamos a comer con vosotros, así de paso hablamos de un proyecto

que tengo en París.

-¿En París? –Lucas contrariado por las palabras de su esposa.

- No te enteras, ayer te lo dije por teléfono, ¿no sé en qué o en quién estas pensando?.

-¡Claro!, ahora que lo dices sí que lo recuerdo.

-De verdad marido, a veces me exasperas.

-Bueno amigos, para hablar de esas cosas es mejor hacerlo comiendo el estupendo

guiso que Dolores está preparando –Hugo recordando las palabras de la mujer en la

cocina.

-Muy bien, cogeré la comida de la niña, dentro de un rato nos vemos – Julia cogiendo a

la pequeña y marchándose a su casa.

Poco rato después los Ruiz llegaron a la casa del locutor, y tal como había dicho este

uno minutos antes, Dolores había preparado una estupenda comida; los cuatro, junto a

la pequeña, que se durmió poco después, departieron frente a la mesa de diferentes

cuestiones; Una, la posibilidad para Julia de viajar a la capital francesa a trabajar al

menos por cuatro semanas, Lucas no estaba muy por la labor, sobre todo por la niña…

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-No es que no me parece bien, pero has de reconocer que Zaida es demasiado pequeña.

-Esto lo teníamos asumido, sabes perfectamente que la empresa tiene allí un importante

proyecto, y es para mí un honor que me hayan designado para acometerlo, una

oportunidad única para conseguir lo que quiero, además, París no es Nueva York, y no

es ninguna novedad, allí he viajado mucho, no veo porque te sorprendes.

-Sé que has estado decenas de veces en la capital francesa, pero antes no estaba la

niña.

-¡Está bien!, ya discutiremos eso con tranquilidad, nuestros amigos no tienen por qué

ser testigos de nuestras divergencias laborales, vamos a hablar de otra cosa ¡por

favor!.

-Julia, ¿porqué no venís esta noche a la inauguración de una exposición de

fotografías?- Alicia solícita con su vecina.

-Me encantaría -mirando a su marido - ¿Quieres que vayamos?

-¡No me apetece! - tajante –además, ¿con quién dejamos a la princesa? .

-Siempre una excusa u otra, la podemos dejar con Dolores, no sería la primera vez, y

en cuanto a su calidad como canguro, hemos de reconocer que la tiene muy elevada, no

hay más que ver a Hugo.

-En eso tienes razón, le tiene como a un crio –Alicia irascible – a veces no la soporto.

-¡Escuchar!, tengo una idea – Lafuente dejando a todos expectantes - espero que os

guste.

-¡Huy! no sé yo.

-Cariño es bien sencilla, Lucas y yo nos quedamos viendo la final de la NBA con Zaira,

mientras, vosotras, os vais tranquilamente, acompañáis a la exposición a la

inconsolable de Caye y todos contentos, después nos la contáis.

-Por mí de acuerdo – Lucas, que miró a su esposa esperando la respuesta de esta, sin

embargo, ella no respondió hasta que…

-¿Aceptas?, me haría tanta ilusión – era Alicia quien intentaba saber si su vecina estaba

de acuerdo o no con la propuesta de Hugo.

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-Me parece bien, a fin de cuentas querida, los hombres siempre culturizándose.

-Mi amor, el deporte también es cultura.

-¿Ver a unos tipos enormes pelearse por un balón?

-Esta mujer Hugo, ¡es un esperpento!.

-¿Como dices? - Julia enojada.

-Un esperpento maravillosamente interesante y muy hermoso - se levantó para

congraciarse con su esposa dándole un sonoro beso.

Los Ruiz se despidieron quedando emplazados para la noche, en la que de nuevo

volverían a reunirse; la tarde fue muy tranquila, vieron un par de películas, comieron

palomitas, leyeron unas novelas, permanecieron relajados en su hogar, pasando unas

horas de total relajación.

Una vez al mes, pese a que Hugo odiaba hacerlo, iban de compras a uno de los centros

comerciales de la ciudad, el resto de las ocasiones era Alicia quien prácticamente

adquiría la mayoría de las cosas para los dos, pues le encantaba eso de ir de tiendas,

todo lo contrario que a él, al que solo le seducían aquellas relacionadas con los

complementos de deporte o las concernidas con el mundo de la moto; la popularidad no

era su fuerte, le incomodaba la notoriedad al ser reconocido por la gente en las

aglomeraciones, ya que, y pese a tener el programa de radio en las madrugadas, su

rostro era muy conocido en los medios; sus salidas con Alicia, no pasaban inadvertidas

para los reporteros ávidos de noticias de la prensa del corazón, algo que le estresaba, ese

asunto era su punto débil, prefería mil veces el anonimato a la fama, por desgracia hacia

demasiado tiempo que había perdido esa partida.

A las ocho en punto, Julia y Lucas fueron, junto a la niña, a casa de sus vecinos…

-Ya estoy preparada.

-Qué guapa estás - Hugo a Julia al abrir la puerta.

-Pues Alicia no está mal.

-Gracias vecino.

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-¿No sé yo si no estará en peligro nuestra estabilidad emocional con este par de

bombones solas por el mundo?

Julia cogiendo a Alicia por el brazo…

-Hugo, ¡por Dios! que vamos muy formalitas.

-Además, vosotros os quedáis con la reina femenina por excelencia- Alicia sonriendo.

-Eso es cierto, es un calco de su madre, tengo mucha suerte de tener dos chicas tan

maravillosas y guapas.

-Puedes estar orgulloso, son encantadoras.

-Lo son Hugo, la pequeña es igualita que su mamá.

-Pero el mal carácter es de su papi ¡qué pena!.

-Mi vida siempre clavando el aguijón.

La tensión entre el matrimonio no parecía decaer, por eso Hugo trato de desviar la

conversación…

-Por cierto ¿quién expone?

-Es una amiga de Cayetana, hija de un empresario, diplomático, abogado, político y no

sé cuantas cosas más, lo mejor de todo es que está forrado, pero forrado de narices, y

según Caye, es un tipo muy interesante, mayor, pero muy, muy apetecible...

-Vaya con la amiguita y su progenitor, por cierto ¿la conocemos?

-¡Eso! como dice Hugo ¿la conocemos?

-¡No!, sus padres, que están divorciados, son españoles pero no viven aquí, ella es

argentina, ha vivido en muchos lugares diferentes, ha ido con su papá de aquí para

allá, tiene mi edad, veintiséis, casi una niña.

-¡Caramba! que interesante –Hugo.

-Al parecer se ha establecido en la capital y quiere conocer a gente, Caye nos la

presentará, nos ha dicho que tiene una historia inquietante.

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-Eso promete, de todos modos - Julia, cogió el bolso que había dejado en la mesa

cuando llegó unos momentos antes - dentro de poco más de una hora, Alicia y yo,

comenzaremos a desmenuzar algo sobre su personalidad, dicen que el fotógrafo regala

su alma en cada instantánea, así que es probable que la artista no nos defraudé, desde

luego, no seré yo quien renuncie a desvelar esa inquietante historia de la que habla tu

amiga.

-No vamos, cuando regresemos os contaremos de que va, quizá sea un fiasco, las fotos,

ella y su venerable papaíto.

-Esperemos que no, porque si los Lakers pierden y la exposición es un fracaso, todos

daremos por perdida esta esperanzadora noche de sábado.

-¿Y de que son las fotografías? –Lucas con picardía - Creo que de mujeres.

-¡Vaya por Dios!, lo que nos hemos perdido -Lucas a Hugo.

-¡Hay desnudos! – Alicia cogió del cuello a su compañero y le dio un apasionado beso.

-¿Cómo? entonces amigo sí que hemos hecho mal en quedarnos – ríen.

-¡Qué va!, vosotros a ver el partido, y si os muerde la curiosidad, vais juntos otro día.

Julia le dio un beso a la niña que estaba muy tranquila en brazos de Hugo.

-¡Qué remedio! – Lucas encogiéndose de hombros.

Las mujeres se marcharon; al rato, los hombres degustaron la cena que amablemente

Dolores les preparó; después, junto a la pequeña, se dispusieron a ver la esperada final

de básquet, deporte del que ambos eran muy aficionados, mientras ellos no quitaban la

mirada de la pantalla siguiendo los lances del disputado partido, la pequeña jugaba con

un montón de juguetes que Hugo le guardaba para cuando estaba en la casa; al cabo de

un rato la niña se durmió, Lafuente la acostó en una de las habitaciones que había junto

al salón, al hacerlo, no pudo reprimir besar a la pequeña que le trasmitía mucha ternura.

Dolores no tardó en despedirse para ir a dormir, no sin antes…

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-Os dejo con esos tíos tan grandes, ¡qué horror! todo en su justa medida tiene su aquél,

no me cabe en la cabeza que ganen tantos millones por una pelota, ¡este mundo está

loco de remate!, en fin, me voy a acompañar a la almohada.

-¿Tan pronto?

-Mire joven – dirigiéndose con cierto desaire al invitado – una ya no es una niña y por

mucha voluntad que le ponga, cada año es un caballo para esta pobre mujer, así que,

¡hasta mañana!.

-¡Hasta mañana entonces!.

-¡Adiós!- tajante

-Hasta mañana Dolores.

La mujer se marchó.

-¡Que carácter!

-Estará cansada, en el fondo no es nadie, si acaso un poquito cascarrabias, pero

sabiéndola llevar…

-No parece que se llevan muy bien ella y Alicia.

-No me hace ninguna gracia esta situación, pero así es, no se tragan desde el principio,

a veces creo que van a terminar mal.

-Creo que le das demasiadas confianzas.

-¿A Dolores?

-Sí, sería mejor que la pusieras en su lugar, Alicia es la señora de la casa, creo que a

veces ella lo olvida.

-No creo que eso sea necesario, en esta casa amigo mío, todos merecemos respeto,

todos por igual, nadie puede suplantar al otro y, por lo que concierne a Dolores, es

cierto que no tiene demasiada simpatía por Alicia, pero de ahí, a faltarle el respeto, eso

es inaudito, además de injusto.

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La conversación acabó, aunque, Hugo se quedó sorprendido por la opinión de Lucas

con respecto a la relación de las dos mujeres, no le dio mayor importancia: Continuaron

la velada ensimismados con el juego del equipo de básquet de la ciudad de Los Ángeles

del que ambos eran fervientes seguidores.

El partido terminó, la victoria se decantó por el equipo de sus amores con lo que los dos

saltaron y gritaron, desatando toda la adrenalina por un triunfo deseado y peleado, al

final brindaron con una buena botella de champan que Hugo descorchó brindando por la

gesta de los pupilos de Phil Jackson.

Después, se retaron a jugar a las cartas, en televisión hacían un reportaje sobre motos,

por lo que el mesurado deporte de la baraja quedo postergado de inmediato; con unas

cervezas y mucho interés, contemplaron un interesante documental sobre rallyes en el

desierto...

-Cuanto me gustaría participar en uno, debe ser acojonante -Hugo poniéndose una

copa.

-A mi no me importaría, pero odio el calor y el desolado paisaje no es precisamente un

paraíso de bajas temperaturas.

-Yo quizá vaya el próximo año, hay unos amigos que hacen rutas por ahí abajo, voy a

pensarlo, a mí el calor no me importa, es más un reto que otra cosa.

Se abrió la puerta dando paso a las dos mujeres que estaban radiantes…

-¡Buenas noches!, -Julia-¿cómo están los hombres de la casa?

Lucas muy cariñoso se dirigió a su esposa…

-No tan bien como vosotras, se os ve exultantes.

-De lo que se deduce que no ha ido mal la exposición –Hugo haciendo lo propio con

Alicia que se quitó el abrigo…

-Es estupenda, os la recomendamos encarecidamente, es genial y la artista maravillosa.

Lafuente les ofreció una copa…

-¿Queréis tomar algo?

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Alicia sentándose en el sofá junto a Lucas…

-De acuerdo amor, ¡dos whiskys!, ¿no vas a acompañarme vecino?.

-Por supuesto, la noche promete.

-Yo un coñac, estoy lanzada, esta noche no me detiene nadie, ¡quiero bailar!- Julia

moviéndose al ritmo de la música.

-¿Había gente?

-Estaba a reventar, Lucas os hubiera gustado venir, por cierto mi vida - dirigiéndose a

Hugo -me han preguntado por mi costilla como cincuenta periodistas, sin olvidar, a las

decenas de señoras decepcionadas por la no asistencia de mi amor.

-¿Y tú que les has dicho?

-Que estabas de canguro.

Rieron y tomaron las copas que Hugo les preparó.

-Por cierto – Julia preguntando por la pequeña- ¿dónde está?

-Dormida como un tronco en la habitación de siempre.

-Gracias Hugo, eres un cielo y doy fe que serías un excelente papá.

Ese comentario no pareció hacer feliz a Alicia que bajó la mirada, fue entonces el padre

de la pequeña quien desvío la conversación para continuar con el tema de la

exposición…

-¡Brindemos por las mujeres!, por cierto ¿qué tal esos desnudos?

-¡Lucas!, los desnudos hay que verlos para después sacar cada uno sus propias

conclusiones –Alicia muy segura de sí misma - no hay nada pecaminoso, osadas mentes

retorcidas y babeantes.

-¡Oye Alicia! no hay nada retorcido por querer ver el cuerpo de una mujer, siendo arte,

¿estás de acuerdo Hugo?

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-Por supuesto, no hay porque escandalizarse, si nos interesa iremos a ver la famosa

exposición sin malos pensamientos, ¡prometido!.

Lucas frotándose las manos…

-¿Podéis adelantarnos algo?

-Hay tres y son de su madre.

Los rostros de los hombres no pudieron ocultar la decepción…

-¿Cómo dices? Alicia, ¿quieres hacernos creer que son de la madre de la artista?

-¡Sí!, porque lo son.

-¿Es una broma?

-¿Broma Lucas? no es una broma, la exposición cuenta con cincuenta fotografías de

mujeres maduras, entre cuarenta y sesenta años, ¿eso si a las de cuarenta se les puede

considerar maduras?

-¡Depende! – Lucas mirando a su compañero buscando en este complicidad…

-A mi me parece excesivo, si fuese así, dentro de poco años seriamos unos pobres

viejecitos, ¡qué fuerte!.

-¡Mira que sois!, Julia cuéntales a ver si se enteran.

-Todas son fantásticas, hay mujeres vestidas, medio desnudas, impactantes, solo al final

de todas están las de su madre, ella si está completamente desnuda, ¡es una mujer

fascinante!, nos ha comentado Carolina, la autora, o sea, su hija, que tiene cuarenta y

seis años y es bellísima, ¿cierto Alicia?

-Por supuesto es muy hermosa, pero hay algo que me ha llamado la atención…

-Llegados a este punto, eso nos interesa como no tienes idea, ¿Qué es eso que ha

llamado tu atención?

-La mirada.

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-¿La mirada? jajajaja, como se nota que eres mujer – Lucas riendo a carcajadas, algo

que no pareció agradar a su esposa.

-No va por ahí bruto, sus ojos son negros, de un negro intenso como la noche cerrada,

muy bellos, sin embargo, su mirada es triste, esa mujer esconde algo muy interesante.

-¡Que suspicaz! –Lucas continuando con sus comentarios poco afortunados.

-Yo también lo creo, es una mujer misteriosa, bella, rematadamente bella –recalco

Alicia - debe ser excitante conocerla.

-¿No estaba en la inauguración?

La joven mirando a Hugo…

-No cariño, Carolina ha dicho que esta fuera del país.

-Y su padre ¿tampoco estaba?

-Él sí, es un tipo extraño, fue diplomático, después, un empresario muy rico y poderoso,

hace poco que se ha jubilado, parece que han vivido en medio mundo, un hombre

seductor.

-Que bueno con la familia de la artista, me da pena no haber estado y, por casualidad

¿se puede saber cómo se llama la artífice de tanta belleza?

-Se llama Carolina Ribo – Julia comenzando a bailar por el salón, dando rienda suelta a

sus ganas por bailar con Hugo gracias a la música que seguía en el televisor.

Lucas desencantado…

-¿Carolina Ribo? no he escuchado hablar de ella.

Alicia cogiendo a su vecino para iniciar juntos el baile puntualizó…

-Duarte.

Al escuchar el segundo apellido de la fotógrafa, Hugo recordó a la mujer que la pasada

madrugada había estado compartiendo con él unas horas en la emisora; se detuvo

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bruscamente…

-¿Su madre como se llama?- confuso.

Las mujeres miraron a Hugo, no era una pregunta usual...

-¿Y eso a que viene? - Julia desconcertada por el desplante de su compañero de baile…

-No se - disimulando – se me ha ocurrido.

-Andrea, se llama Andrea Duarte, lo pone bajo de las fotografías, mira, aquí está el

catálogo donde viene una de las fotos en portada.

Era Julia quien le mostro el pequeño librito donde se encontraban las instantáneas, al

escuchar el nombre de la mujer, la copa, que Hugo llevaba en la mano, cayó al suelo

ante la sorpresa de todos.

-Lo siento, no sé qué ha ocurrido, ahora lo recojo.

-¿Habréis bebido mucho?- Julia contrariada.

-Lo normal.

–No sé si creerte – mirando con desdén a su marido-últimamente haces cosas muy

raras.

-Te repito que no nos hemos pasado, ¡lo juro!

-¡Por cierto!, todavía no sabemos quién ha ganado, ¿han sido los Lakers?

-Ha sido un partido rudo –Lucas observando la copa caída al suelo y que se hizo

añicos- pero al final hemos ganado, ¡somos los mejores!.

-Lo que sois dos niños, seguro que para celebrarlo os habéis pasado de cervezas -

Alicia siguiendo la recogida del suelo de los cristales por parte de su chico.

-Claro que no, solo hemos tomado un par de ellas y una botella de champan que abrió

Hugo por la celebración, ¡díselo tú!.

Hugo seguía noqueado, aunque trató que no se le notara...

-Por favor no tiene importancia, ya lo limpio.

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Se marchó hasta la cocina; el acto reflejo de la caída del vaso, no había sido otra cosa

que el sobresalto que le había producido conocer el nombre de Andrea Duarte como la

madre de la fotógrafa; cogió la escoba, un recogedor y regresó al salón donde el resto

continuaban hablando de las fotografías; la música continuaba impregnando la estancia

y era Lucas quien llevaba en su mano el catálogo que Alicia había traído de la

exposición…

-¡Mira que mujer!, tenéis razón chicas, la dama es muy bella, Hugo ¿qué te parece?

La miró muy rápido sin apenas detener su mirada en ella, aquello era una locura y en el

fondo sentía algo de miedo por comprobar si Andrea Duarte era en realidad quien creía,

Lucas esperó que recogiera los desperfectos del cristal sobre los ladrillos, después se lo

entregó…

-Me está dando ganas de ir a ver la dichosa exposición solo por ver a esa mujer.

Su esposa le increpó…

-Anda con el jovencito, te lleva catorce años criatura, pensándolo bien, si hubiera sido

una niña muy precoz podría ser tu madre.

-Querida, a veces eres desagradable, la señora es hermosa desde luego, lo cierto es que

no parece tener esa edad, ¿no crees Hugo?

Ante la insistencia de su vecino la miró de nuevo y en efecto, era Andrea, la foto de la

portada no tenía duda, era la mujer del bar, la que huía de algo o alguien, ¿qué estaba

pasando con ella?, elucubro, algo por otra parte inútil, pues desconocía todo sobre

aquella mujer; volvió a mirarla, era cierto que estaba bellísima, tanto, que no desmerecía

con ninguna jovencita; con cuidado abrió el catálogo volviendo a encontrar dentro las

otras imágenes; en ellas aparecía desnuda; en una mirándose en un espejo, en otra,

sentada de espaldas como observando algo que tenía sobre sus manos y en la última,

con su cuerpo desnudo cubierto con pequeños pétalos de rosa blancas, Hugo quedó

impresionado, mientras la miraba ensimismado no escuchaba la conversación que los

otros llevaban, de pronto…

-Hugo – Alicia perpleja por la falta de atención de su compañero – Lucas te ha

preguntado ¿qué te parece la madre de Carolina?

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-¡Perdón!, tenéis razón, es una mujer muy… interesante, eso es, interesante.

Su respuesta fue dubitativa por lo que Alicia insistió…

-¿Te ocurre algo?, si no te conociera tan bien, diría que esas fotos te han afectado.

-Claro que no, ocurre es que ya es tarde, son más de las tres de la madrugada.

-¡Es sábado!, ¿recuerdas?

-Lo sé cariño, pero estoy cansado, ¿será que me hago mayor?

Rieron…

-Tienes razón amigo, nosotros también nos vamos, regresó a mi casa con mis dos

amores.

-En efecto ya es tarde, lo cierto es que se nos ha pasado la noche volando, lo hemos

pasado muy bien, Alicia ha sido una velada muy emocionante.

-Me alegra que te hay gustado, de vez en cuando no está de más salirse de la norma,

ahí radica la salsa de la vida.

-Tienes razón, todo está en las normas que nos saltamos para encontrar la dichosa

salsa, ¿Qué seriamos sin ella?, y ahora nos vamos, la niña necesita estar en casa,

mañana domingo nos vamos a casa de mi madre.

-¡Qué emoción! – Lucas ofensivo.

-Emoción o no, gracias a ella Zaira está de maravilla, ya sabes que a la niña no le

gusta la guardería, así que aprovechamos y está con mi mamá que es, por cierto, un

encanto.

-Me parece bien Julia – Alicia cogió a Hugo del cuello – nosotros no tendremos tanta

suerte, los padres de mi amor son muy mayores y están en Asturias, y mi mamá ya me

ha hecho saber que es anti-bebes, así que si tenemos uno, cosa que por el momento no

creo, tendrá que ir a la guardería desde muy pequeño, no estoy dispuesta a dejar mi

carrera por nada ni por nadie.

-¡Por favor! –Hugo molesto - creo que no es el momento de hablar de esas cosas.

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-Vámonos marido, hay cosas que son mejor hablarlas con un poquito de esa salsa que

tanto le gusta a Alicia.

-¿Qué quieres decir?- la aludida.

-Nos vamos- Ruiz cortando lo que podría haber quedado mal - hasta mañana vecinos,

gracias por la velada Hugo, han ganado los nuestros, estaba cantado.

-Hasta mañana Lucas y felices sueños a la reina de la casa.

Zaira salió en brazos de su madre de la habitación cercana al salón, estaba

completamente dormida, se marchó junto a sus padres a la casa contigua, Hugo y Alicia

se quedaron solos, él estaba incomodo, no le gustaba hablar de hijos, al menos, hasta

que todo estuviese claro entre ellos…

-No me gusta que hables así de los niños.

-Es la verdad, para los hombres es muy fácil decidir, seguís con vuestra profesión,

vuestros hobbies, los amigotes, mientras, nosotras, nos tenemos que conformar con ser

madres, sabes perfectamente que no es mi meta, al menos por ahora, ya has visto Julia,

tiene un proyecto, mejor dicho, el proyecto de su vida y todo está en el aire por culpa

de la cría.

-No quiero presionarte, respeto tu libertad, pero no voy a ocultar que a mí me gustaría

que decidiéramos tener uno, solo eso.

-¡Ni hablar!, en el fondo eres un egoísta como todos los hombres, soy joven, quiero

vivir y no voy a consentir que un mocoso me cierre el paso a mis ilusiones...

-No tienes idea de lo que yo podría hacer, no cuestiones mi papel de padre, no sabes

cómo reaccionaría, ni mucho menos lo que sacrificaría por una criatura, para mí un

hijo no es algo prefijado, además, esta discusión no nos lleva a ninguna parte, sabes

que odio discutir, estamos en fin de semana, ¡por favor!, llevémonos bien, ¿vale?

-No discutimos, pero debes respetar mi prioridad y en este momento la mía es mi

trabajo junto a mi cuota de libertad, no voy a renunciar a mi vida, no voy hacerlo.

-No quiero seguir con esta conversación.

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-Discúlpame, ahora vivamos el presente que de momento es el que compartimos tu y yo,

sin nada más.

-De acuerdo, tú y yo.

Subieron a acostarse, Hugo se puso a leer, Alicia se dio un baño, cuando salió de el

comenzó a besar a su compañero, en cambio él no estaba para juegos amorosos, se

encontraba expectante con la mujer del bar, dentro del libro tenía metido el catálogo de

la exposición, Alicia apagó la luz desilusionada…

-¿Vas a dormir?

-¡No!, leeré un rato, por ahora no tengo sueño, disculpa tengo cosas en que pensar.

-¡Déjalo!, mañana será otro día – Alicia se dispuso a dormir mientras él, aprovechando

la luz de la mesilla de su lado, volvió a mirar a Andrea Duarte, durante mucho rato,

aquella imagen permaneció en su retina, después apagó la luz, pero todo resultó inútil,

Andrea continuaba en su mente dispuesta a ser la dueña de su noche.

Poco a poco se durmió, durante aquellas horas sintió como en su inconsciente la imagen

de aquella mujer se apoderaba de su voluntad, recorrió junto a ella cada uno de sus

sueños, no hubo un pequeño resquicio para nada más que para Andrea.

Despertó de forma brusca, su cuerpo estaba húmedo, el sudor dominaba su ser, miró en

la mesilla para ver de nuevo el catálogo de la exposición en la que la mujer misteriosa

era portada...

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Se levantó pese a que era muy temprano, apenas las siete, no podía dormir, miró a su

compañera que lo hacía plácidamente; en otras ocasiones cuando se acostaban enojados,

la mañana era el bálsamo para la reconciliación, por el contrario, en ese momento, Hugo

solo deseaba una cosa, algo descabellado, posiblemente una locura, tampoco le

importaba.

Fue a la ducha donde encontró una sensación placentera, después, se vistió de manera

informal, dejó una nota sobre la mesilla de Alicia y bajó a la cocina; Dolores todavía

dormía, algo que agradeció, no le apetecía dar explicaciones; se preparó el café, y

mientras lo tomaba, su único pensamiento era Andrea; muchas preguntas se

arremolinaban en su mente, el recuerdo de su rostro bajo la lluvia, su huida de la

emisora, su desnudo en las fotografías, un escalofrió recorrió su ser como uno de

aquellos rayos que iluminaban la calle la noche que la conoció; de pronto, sintió que, y

solo por unas horas, él había estado muy cerca de ella, pensar en aquello le devolvió una

mínima ilusión, quizá podría verla si la mujer se acercaba a la exposición, esa idea

pronto se desvaneció, su hija había comentado que estaba fuera del país, ¡mentira!, la

noche anterior, al menos, Andrea Duarte había recorrido las calles de Madrid bajo la

lluvia, perdida e indefensa, ¿por qué?.

Fue en busca de la moto, deseaba salir, respirar libertad; salió a la carretera sin poner el

motor en marcha, era demasiado temprano, no quiso despertar a nadie, deseaba acariciar

al nuevo día a solas para pedirle aquel deseo que anhelaba como ninguna otra cosa en el

mundo.

Una vez en la carretera y gracias a una ligera pendiente que había a unos metros de la

casa, puso la máquina en marcha, el sol despuntaba por el horizonte, la afluencia de

vehículos era pequeña, solo algún coche, en su mayoría con jóvenes que regresaban a

casa después de pasar la noche en discotecas y lugares de diversión, se cruzaron con él.

Así recorrió varios kilómetros, finalmente paró en un bar cercano a una gasolinera, tras

llenar el depósito de combustible entró en el local que estaba semi vacio, solo un par de

camioneros y el dueño del mismo se encontraban en su interior, el hombre le reconoció

de inmediato una vez el periodista se quitó el casco.

-Buenos días señor Lafuente.

-Buenos días.

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-¿Quiere algo?.

-Un café con leche y unas tostadas, gracias.

-Muy bien – el hombre se dirigió a la cocina, y él se sentó en una de las mesas que

daban a la calle, la tranquilidad era absoluta, fuera hacía mucho frio, sin embargo, y

como había ocurrido el día anterior, el sol ganaba la partida comenzando, tímidamente,

a hacerse dueño del paisaje.

Al rato el hombre le llevó la taza con las tostadas…

-Me encanta su programa señor Lafuente, por las noches, cuando estoy aquí, me gusta

escuchar las llamadas, le confieso que en más de una ocasión me han dado ganas de

llamar.

-¿Por qué no lo hace?

-Siempre hay gente a la que atender, parece mentira, pero hoy, que he cambiado el

turno con mi compañero, hay mucha menos que por la noche.

-Entonces esperaré a que me llame, quien mejor que usted para hablar de todas las

cosas que se cuentan en un lugar como este.

-Lo haré, se lo prometo, ahora espero que le guste, mi esposa le ha puesto un trozo de

tarta que ella misma ha preparado.

-Le dé las gracias de mi parte.

El hombre volvió a la barra, en ese momento entraron dos camioneros que acababan de

dejar sus vehículos en el área de descanso, cuando abrieron la puerta, Hugo se percató

que el cartel que anunciaba la exposición de fotografías de Carolina Ribo Duarte, en el

que figuraba, como en la portada del catálogo, la fotografía de Andrea, estaba pegado en

una de las puertas laterales de la entrada al local, uno de los hombres hizo referencia a la

mujer desnuda…

-¡Mama mía! qué mujer.

El otro se sumó y…

-La tía está realmente buena y eso que ya no es una cría.

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Hugo se sintió incomodo por aquellas palabras, no le hizo gracia el comentario sobre

Andrea, pero ¿por qué? no la conocía de nada excepto de la anécdota de la noche en que

la encontró, no sabía nada de ella, ni debía importarle, además, era ella quien había

dejado que su hija la fotografiase de esa manera, ¿por qué tenía entonces que estar

molesto? aquella mujer no le incumbía, esa noche había hecho lo correcto, nada más; no

obstante, la irrupción de los dos hombres y sus comentarios no ayudaban nada al estado

anímico de Hugo, que se levantó, fue a la barra, pagó y salió del local.

Subió a la moto y puso rumbo a casa donde le esperaba Alicia, si algo le gustaba era

despertarla, ella se ponía de mal humor, pero siempre terminaban amándose de forma

pasional.

Recorrió varios kilómetros, en su mente las palabras de aquellos hombres referentes a

Andrea le golpeaban una y otra vez, cambió de opinión, ¿por qué no?, ya eran las nueve

de la mañana, dentro de poco abrirían la exposición, no pasaba nada con ir a verla, así

que dio la vuelta para adentrarse en las calles de la capital que a esas horas del domingo

comenzaba a despertar.

En unos minutos llegó frente al edificio que albergaba las famosas fotografías; el

museo, estaba ubicado frente a uno de los más hermosos parques de la ciudad; bajó de

la moto, la aparcó y tras verificar que estaba segura se adentró por los pasillos repletos

de vegetación, solo un par de personas se encontraban en el, un hombre haciendo

footing y una mujer joven, sentada en uno de los bancos que daban precisamente al

edificio de exposiciones, que estaba leyendo un libro; Hugo respiró intentando que el

aire, todavía limpio de humos y contaminación, penetrara en sus pulmones; dentro de

aquel recinto la tranquilidad se adueñaba de todo, el canto de los pájaros se

entremezclaba con el ruido del agua que manaba de una fuente enorme, que era la

encargada de dar la bienvenida a los que entraban al lugar, Hugo se tumbó sobre el

césped para percibir aquella extraordinaria tranquilidad; el sol ya se había adueñado del

cielo, sus rayos se reflejaban sobre la cristalera del edificio dedicado a la cultura dando

a su fachada una luminosidad muy especial.

Algo le golpeó bruscamente, tanto que le hizo despertar, sin darse cuenta se había

dormido, sobresaltado miró el reloj, eran las diez y cuarto, el móvil no había sonado, lo

que significaba que Alicia todavía dormía y no le había echado de menos.

Page 53: Un encuentro bajo la lluvia

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La joven del banco ya no estaba, ahora era un niño, que paseaba con sus padres, el que

había dado a Hugo con el balón con el que jugaba…

-¡Perdón señor! – era el padre del pequeño que se disculpaba por el golpe involuntario

del aspirante a futbolista.

-No es nada.

Miró hacia la moto que permanecía en su sitio, se incorporó y comenzó a andar en

busca de aquellas fotografías por las que sentía curiosidad o algo más.

Cuando llegó a la puerta, varias personas entraban en el edificio, la afluencia era

notable, ya que muchas aprovechaban los días no laborables para acudir a este tipo de

eventos.

Él tenía prisa por ver lo que aquella mujer escondía, sabía que, como habían dicho

Alicia y Julia, sus ojos le iban a trasmitir algo que no alcanzaba a descifrar.

Mientras recorría la sala, recordó su mirada, él mejor que nadie la había visto aquella

noche, por eso sabía que el vaticinio de Julia sobre ella era muy real.

La exposición estaba en la primera planta, un lugar esplendido, luminoso, capaz de

prodigar al visitante una amalgama de sentimientos, gracias a la famosa cristalera que

adecuaba la luz, para que brindasé una claridad muy agradable durante la visita.

En el resto de los pisos, cuatro en concreto, estaban situadas las exposiciones fijas,

aquellas que Hugo había visto en infinidad de ocasiones, pues era un gran enamorado

del arte.

Dentro de la sala varias personas estaban contemplando las fotografías más cercanas a

la puerta, eran fotos a tamaño real; en ellas, los rostros y cuerpos de mujeres adultas de

varias partes del mundo; retratos que iban desde una mujer del desierto del Sahara, a

varias maquiladoras de México, pasando por policías de la ciudad de Nueva York,

también, la figura aniñada de una filipina en un burdel de Manila, una afgana pidiendo

limosna en las calles de Kabul, ataviada con el característico burka, dos maestras

guineanas dando clase a niñas en una escuela de una orden religiosa occidental, una

eurodiputada del parlamento europeo y así, hasta cuarenta mujeres de diferentes razas y

religiones, instantáneas muy hermosas, cuidadas hasta el extremo, dando buena cuenta

de lo excelente profesional que era la autora de las mismas.

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Al final, y dentro de una sala muy bien iluminada, las fotografías de siete mujeres semi

desnudas muy dispares entre sí, incluso, una de ellas con una mastectomía, otra cuyo

vientre daba buena muestra de los múltiples embarazos que había albergado; todas y

cada una de ellas muy bien fotografiadas, tanto, que resultaba enternecedor mirar

aquellos cuerpos tan diferentes y tan hermosos a la vez;

Continuará…

María Luisa Benedicto Gil

Enero 2013