Un lugar encantado - sites.google.com · estaba vacío al lado de un niño que miraba ... La...

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1 Un lugar Encantado Por Cristina Rodríguez Moral 2 Capítulo I-La llegada Según se iba acercando Mario pensaba que parecía un barrio tranquilo. Su mamá le había dicho que se alegrara, que era un barrio residencial lleno de niños. Mario estaba triste y decaído, sólo pensaba que no volvería a reír. Nunca había vivido allí, no conocía ese lugar, sus padres se mudaban y él y su hermanito pequeño iban con ellos. Por mucho que su madre le dijera y le insistiera Mario sabía que nunca sería feliz.

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Un lugar Encantado Por Cristina Rodríguez Moral

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Capítulo I-La llegada Según se iba acercando Mario pensaba que parecía un barrio tranquilo. Su mamá le había dicho que se alegrara, que era un barrio residencial lleno de niños. Mario estaba triste y decaído, sólo pensaba que no volvería a reír. Nunca había vivido allí, no conocía ese lugar, sus padres se mudaban y él y su hermanito pequeño iban con ellos. Por mucho que su madre le dijera y le insistiera Mario sabía que nunca sería feliz.

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Todas las casas parecían iguales, estaba tan nervioso. Debía hacer nuevos amigos, iría a un nuevo colegio, viviría en una nueva casa, todo sería nuevo y para un niño de 7 años todo esto resultaba abrumador. Mario se acordó de su hermano menor, sentado ahora a su lado, apenas se llevaban un año y medio y también debía estar nervioso, así que le cogió la mano en silencio. Finalmente, papá paró el coche frente a una bonita casa con jardín.

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Mario sonrió era mejor de lo que él había pensado tal vez todo fuera mejor….Papá se bajó del coche y miro la casa, se giró hacia nosotros que aún estábamos dentro totalmente en silencio:

- Bueno chicos- dijo- he aquí nuestro nuevo hogar, ¿Qué os parece?- pregunto nervioso.

Todo seguía el silencio y papá nos miraba impaciente por saber la respuesta. Mamá también se bajó del coche y nos miró a mi hermano y a mí por la ventanilla:

- Bueno chicos, ¿es que no vais a decir nada?

- Tímidamente dije- Es muy bonita, mamá, de verdad, es muy bonita.

- Claro que si hijo, ya verás cómo lo vamos a pasar genial, va a ser estupendo–suspiro- ¡venga todos abajo!- dijo con ánimo.

Mamá abrió la puerta y nos soltó rápidamente los cinturones de seguridad del coche. Salimos de un brinco, y al alzar la vista de nuevo, para volver a

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contemplar nuestra casa, pensé que me parecía más grande.

Di un paso al frente y luego otro y luego otro hasta llegar a la puerta y por fin entramos. Papá me enseño cual iba a ser mi cuarto y cual el de mi hermano. ¡Oh Dios!, ahora dormiríamos separados. Hasta ahora habíamos dormido en la misma habitación, nos contábamos historias por la noche hasta que el sueño nos vencía, muchas noches papá tenía que entrar dos o tres veces a reñirnos y enfadado y gruñendo nos pedía que nos durmiéramos.

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Lo pasábamos genial, ahora ya no sería así, otra cosa que iba a cambiar... Capitulo II-Nuevo Cole, nuevos amigos A la mañana siguiente Mario se puso el nuevo uniforme nuevo para ir a su nuevo “cole”, esta vez no le llevaría su mamá en coche, como hacía siempre, sino que iría con su hermanito en el autobús del cole. Salieron corriendo de la casa, llegaban tarde como era costumbre en mamá, por suerte el autobús paraba cerca. Cuando por fin lo alcanzaron, Mario vio a un montón de niños que también subían, debían ir al mismo colegio, pensó.

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Cogió de la mano a su hermanito pequeño y tras dar un beso a mamá se subieron al autobús y buscaron un sitio para sentarse juntos.

Finalmente se sentaron y el autobús arrancó. Ya no se podía dar la vuelta Mario miró por la ventana, observo casi perplejo y sin respiración como se alejaban de su nueva casa, de aquella calle que todavía no le era familiar y como su madre se volvía y ya no les decía “adiós” con la mano.

Perdió la mirada en el horizonte, mientras el autobús se movía. No sabría decir cuánto tiempo estuvo así, pero debió ser bastante ya que cuando Mario reacciono fue porque su hermano le está tirando de la manga y le decía nervioso:

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- Mario, ya hemos llegado, ¿no? - Parece que sí. - ¿Me acompañaras a mi clase, por favor?,

no quiero entrar solo- su hermano le mira con tanta pena que Mario accedió.

- Ésta bien, te acompañaré y entraré contigo, pero no me quedaré yo también tengo que llegar a mi clase y no quiero llegar tarde- era mejor tratar de pasar desapercibido.

Su hermano sonrió y cambio completamente la expresión de su cara, ya no parecía preocupado. De todas maneras Mario sabía que su hermano era mucho más extrovertido que él y que nunca había tenido problemas para hacer amigos en ningún lugar. Mario se sintió feliz, su hermano estaba tranquilo, con que poco le había contentado, ojala fuera tan fácil para él. Después de acompañar a su hermano a su nueva clase llena de juguetes y niños- que buena pinta tenía pensó Mario- le dijo que cuando terminarán le recogería y le acompañaría de vuelta al

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autobús que les llevaría a casa. Le dio un beso y se despidió rápidamente.

Se dio la vuelta y comenzó a andar, sin darse cuenta empezó a correr un poco. Estaba muy nervioso y desde luego no quería llegar tarde. Según se acercaba a la que iba a ser su clase sus temores y miedos crecían y se ponía mas nervioso, no conocería a nadie, ¿Cómo serían sus nuevos compañeros? Le odiarían, nunca haría amigos.

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Supo que tenía que enfrentare a esta situación y como siempre decía su madre las cosas que deben pasar cuanto antes mejor. Mario abrió la puerta y avanzó hacia dentro del aula, los niños que ya estaban sentados se giraron y le miraron sin parpadear. Mario notó como si millones de ojos le observaran, se quedó clavado en el suelo y sus pies no le respondían por más que él les ordenaba que avanzaran. No pudo continuar. La profesora se acercó a él, le empujo ligeramente y le presentó a toda la clase:

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- Chicos este es Mario, será nuestro nuevo

compañero, venga, darle todos la bienvenida.

- Buenos días Mario- gritaron casi todos a la vez.

- Buenos días- contesto Mario tan bajo que casi no se le pudo oír.

- Esta bien, siéntate en tu silla- le dijo la profesora señalándole un asiento que estaba vacío al lado de un niño que miraba fijamente a la mesa.

La profesora le acompañó hasta su silla y mientras se sentaba le presentó al que sería su compañero de pupitre:

- Mario este es Ignacio, espero que os llevéis bien, vais a estar todo el resto del curso juntos.

Ignacio alzo ligeramente los ojos y esbozó una leve sonrisa que a Mario le pareció bastante fingida. Por fin Mario se sentó.

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Capitulo III-Su mejor amigo En todo el día apenas Mario e Ignacio cruzaron dos palabras. Mario reconoció a Ignacio del autobús del cole, por lo que dedujo que debían vivir cerca. Su madre le había dicho que tenía que hacer amigos y que debía esforzarse y dar él los primeros pasos ya que era quien quería y debía integrase. Por ello, cuando sonó la última campaña Mario se armó de valor, miro a Ignacio y le dijo sin pensar:

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- ¿vas a coger el autobús del cole devuelta a tu casa?

- Si- respondió tímidamente Ignacio. - Si me acompañas a por mi hermano

podríamos ir juntos, ¿no crees? - Yo siempre voy solo.

Mario se sorprendió de la brusquedad de la respuesta, pero añadió insistiendo:

- Si quieres, esta vez podría ser diferente, a lo mejor ¿es divertido?.

- Está visto que me darás la lata hasta que te diga que sí, ésta bien, ¿en qué clase esta tu hermano?

- En las clases de infantil en la planta de abajo, vamos ya debe haber terminado y estará esperándome!! También era su primer día, así que, estará nervioso e impaciente.

- Demonios!, démonos prisa, no quiero llegar tarde al autobús sino me habrán quitado mi sitio.

Recogieron al hermano de Mario que no paró de hablar hasta que llegaron al autobús. Por

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desgracia ya habían subido bastantes niños y el sitio de Ignacio estaba ocupado, así que frunció el ceño mientras miraba con reproche a Mario:

- No pasa nada Ignacio, ahí tenemos sitio para los tres, ¿Qué te parece?- Mario le sonrió intentando que Ignacio no se enfadara del todo.

- Tendrá que parecerme bien, ¿no hay más remedio, no?, hemos llegado tarde por culpa del loro de tu hermano.

Se sentaron juntos y sorprendentemente a Ignacio se le pasó el enfado y estuvieron hablando los tres todo el camino. Se sorprendieron de lo rápido que se les había pasado el viaje de vuelta.

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Cuando bajaron del autobús la mamá de ambos les estaba esperando, cada uno fue corriendo a saludar a la suya. Cuando emprendieron el camino de vuelta a sus casas, Mario e Ignacio se miraron cómplices como si compartieran un secreto, como si estuvieran conectados sin necesidad de cruzar una sola palabra más. Se sonrieron pícaramente. Según iban caminando vieron con agrado que vivían muy cerca. Desde ese momento Mario supo que serían inseparables y que Ignacio se convertiría en su amigo del alma. Capitulo IV-El descubrimiento Desde entonces, Mario e Ignacio siempre jugaban juntos, cogían sus bicis y sin salir de la urbanización recorrían cada rincón en busca de aventuras.

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El hermano pequeño de Mario siempre iba con ellos y aunque a Ignacio no le hacía mucha gracia, sabía que no había otro remedio, pero era tan patoso, siempre se caía y hacía que llegaran tarde a todos los sitios. Todas las mañanas de domingo se acercaban a una guardería abandonada que había en la urbanización y que estaba muy cerca de sus casas.

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Desde la puerta, que siempre estaba cerrada, observaban el poco interior que se veía y se imaginaban que eran exploradores que buscaban tesoros escondidos. A Mario ese lugar le tenía fascinado, esperaba con ansia cada mañana de domingo para ir allí y jugar en los al redores. Definitivamente le encantaba.

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Un domingo cualquiera cuando se acercaron a la puerta principal comprobaron, con sorpresa, que estaba abierta. Dejaron sus bicis en el suelo, se miraron fijamente y casi a la vez dijeron:

- ¿Entramos?. - Mario puede ser peligroso, no sabemos por

qué está abierta la puerta- dijo su hermano pequeño,

- Si tú no quieres entrar no lo hagas, yo voy a ver que hay dentro, ¿vienes Ignacio?

- Está bien, yo ya estoy preparado. - Pero Mario, espera por favor- insistió su

hermano menor. - ¿Vienes o no? enano gruñón- le dijo Mario

enfadado. - Nos van a castigar, ya verás..- finalmente

su hermano entró con ellos, aun así, les seguía rezagado.

Estaba bastante oscuro aunque de vez en cuando por alguna de las ventanas entraba un rayo de sol que iluminaba lo suficiente para seguir andando.

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Había varias salas, parecían clases para bebes, ya que varios juguetes, que ahora estaban sucios y destrozados, quedaban abandonados y tirados por el suelo y en alguna de las baldas.

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Intentaron caminar sin hacer nada de ruido, apenas se les oía respirar, el silencio que había asustaría a cualquiera, pero ellos tres seguían avanzando y observando las pinturas infantiles que estaban en las paredes y en las pizarras. ¿Por qué se cerraría la guardería? Era algo que Mario siempre se había preguntado y que aún nadie había sabido responderle. Hubo un gran ruido que acelero los corazones de los tres niños, estuvieron a punto de gritar, de hecho Mario tuvo que taparle la boca a su hermano para ahogar su grito aterrado. El sonido venía de una de las salas más alejadas. Cuando volvieron a recobrar las fuerzas y sus piernas se lo permitieron, siguieron caminando y comprobaron que según se iban acercando se veía el resplandor de una luz, a través de las holguras de la puerta que cerraba esa habitación. Habían llegado, estaban plantados delante de la puerta, desde ese ruido no había vuelto a oírse nada.

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Mario miró a Ignacio, ¿entrarían?, ¿qué habría detrás de esa puerta?, Mario intentó ver algo por las ranuras, Ignacio le miraba expectante.

- Nada de nada- vocalizó Mario casi sin voz. Por fin, se armó de valor y decidió empujar levemente la puerta, entonces oyeron:

- Adelante chicos, llevo varios días esperándoos- dijo una voz que venía de una luz.

- ¿Quién nos habla? ¿quién está ahí? La puerta estaba abierta..- dijo Mario

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sobresaltado- me llamo Mario, venimos todas las mañanas de domingo a este lugar y la puerta siempre está cerrada, hoy estaba abierta y hemos decidido pasar.

- No temáis, soy una niña hada y solo los niños podéis verme, estoy aquí, detrás de la luz.

- ¿Un hada?, mi madre me ha dicho que las hadas no existen, que solo están en los cuentos, y esto no es un cuento, ¿verdad?- miro a Ignacio que estaba todavía con la boca abierta, incapaz de articular palabra.

- ¿Quién sabe?. Esto será lo que vosotros

deseéis. Puede ser un cuento, una ilusión,

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un sueño o una aventura llena de imaginación, pero debéis recordar que solo los niños pueden vivir esta aventura, no debéis decir nada a nadie. Adelante, pasar y divertiros.

Los tres niños entraron y sin saber cómo la pequeña habitación se convirtió en un gran salón lleno de luz, de juegos divertidos, de libros de aventuras que cobraban vida y donde ellos eran piratas, eran súper héroes, eran todo lo que quisieran ser. Capítulo V-El aprendizaje Cada domingo acudían a vivir nuevas aventuras, nunca volvieron a ver al hada pero la habitación siempre estaba llena de disfraces.

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Mario dudaba si estaba viviendo un sueño, pero cada domingo soñaban y soñaban, se disfrazaban de corsarios, de piratas que luchaban con grandes espadas y hacían mapas para buscar tesoros, eran exploradores que encontraban islas perdidas, eran héroes que salvaban al mundo de grandes peligros, de fuertes y malos villanos… Tenían un gran secreto y ninguno nunca dijo nada. Toda la semana esperaban ansiosos la mañana del domingo. Mario estaba tan contento de que sus padres le hubieran traído a este lugar. Cuando llegó tenía tanto miedo de no conseguir amigos, de no ser feliz. El cambio le asustaba y le entristecía. Ahora Mario tenía que reconocer que su madre siempre tuvo razón cuando le decía:

- si miras la vida con ilusión y optimismo, hijo mío, siempre te traerá nuevos retos y aventuras. Sin embargo, mi niño, si no te levantas y abres los ojos nunca disfrutaras y te perderás todos los buenos momentos que están por venir.

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Mario nunca creyó a su madre, siempre pensaba que era la persona más optimista que había conocido y que pasaba por la vida sin ver la realidad. Mario siempre la miraba con extrañeza mientras pensaba ¿cómo se puede ser así?, la vida era tan difícil para Mario. Desde que descubrieron ese lugar encantado Mario comenzó a ver la vida con un gran optimismo, disfrutando de cada momento.