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47 UNA GIENNENSE ILUSTRE: MARIANA DE ARANDA GÁMIZ, MECENAS DE LAS ARTES EN SU MONASTERIO DE JAÉN E L U C I D A R I O ELUCIDARIO. Nº 3 (Marzo 2007). págs. 47 a 65 Seminario Bio-bibliográfico Manuel Caballero Venzalá E Una giennense ilustre: Mariana de Aranda y Gámiz, mecenas de las artes en su monasterio de Jaén CARMEN EISMAN LASAGA Profesora Titular de Universidad Consejera de Número del I.E.G. R E S U M E N A B S T R A C T Voy a presentar en las páginas siguientes la biografía de esta carmelita descalza, nacida en Jaén en el siglo XVIII y profesa en la comunidad de Santa Teresa de Jesús, que enriqueció su convento con valiosísimas obras de arte. In the present work I am going to write about the life of this nun, born in Jaén in the eighteen century and profess in the community of Santa Teresa de Jesús, that enriched his convent with a very valuable pieces of art. Fachada del monasterio de Carmelitas Descalzas de Jaén

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UNA GIENNENSE ILUSTRE: MARIANA DE ARANDA GÁMIZ, MECENASDE LAS ARTES EN SU MONASTERIO DE JAÉN

ELUCIDARIO

ELUCIDARIO. Nº 3 (Marzo 2007). págs. 47 a 65

Seminario Bio-bibliográfico Manuel Caballero Venzalá

E

Una giennense ilustre: Mariana de Aranda yGámiz, mecenas de las artes en su

monasterio de Jaén

CARMEN EISMAN LASAGAProfesora Titular de UniversidadConsejera de Número del I.E.G.

R E S U M E N

A B S T R A C T

Voy a presentar en las páginas siguientes la biografía de esta carmelita descalza, nacida en Jaén en el sigloXVIII y profesa en la comunidad de Santa Teresa de Jesús, que enriqueció su convento con valiosísimas obras dearte.

In the present work I am going to write about the life of this nun, born in Jaén in the eighteen century andprofess in the community of Santa Teresa de Jesús, that enriched his convent with a very valuable pieces of art.

Fachada del monasterio de Carmelitas Descalzas de Jaén

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Mariana de Aranda y Gámiz vio la primeraluz en Jaén el 10 de abril de 1724, y fue hija dedon José de Aranda Eslava Vélez y Mendoza,natural de Baena, y de doña Luisa Ventura de

Gámiz y MendozaTorres y Portugal,nacida en Jaén. El30 de mayo de1742 recibió el há-bito en el monaste-

rio de carmelitas descalzas de Santa Teresa en lamisma capital, y mudó su nombre por el deMariana de San Juan Nepomuceno1 ; el 30 de no-viembre de dicho año recibió la primera aproba-ción de su noviciado y cuatro meses después, 31de marzo, fue propuesta al capítulo y recibió lasegunda. Profesó a la edad de diecinueve años,el 1 de junio de 1743, siendo general fray Diegode San Rafael y provincial fray Francisco de SanJerónimo.

En unos documentos su nombre está escritocomo Mariana y en otros aparece con el nombre

de María Ana e in-cluso con el deMariana Antonia.Ella firma comoMariana en unasocasiones y como

María Ana en otras y, de acuerdo con esto últi-mo, podemos referirnos a ella con cualquiera deambos nombres.

En el momento de profesar entregó al con-vento como dote mil ducados; en dinero diez milsetecientos reales, más una haza en el términode Torredelcampo (Jaén) valorada en trescientosreales, además de alimentos y ajuares muy cum-plidos. En la parte superior del margen izquier-do de su acta de profesión hay una nota que dice:

«Es esta Religiosa por parte de su Padre parien-ta immediata de los Señores Condes de Sevilla laNueva y Humanes, y por su Madre prima her-mana de los Señores Marqueses de el Cádimo yDiezma»2.

Doña Mariana estuvo emparentada con lasfamilias más nobles e ilustres, enlazadas inme-diatamente con títulos de Castilla y adornadas

de hábitos militares y excelentes blasones, perosu vocación fue más fuerte que todas estas con-sideraciones, y el modo de ingresar en el con-vento puede calificarse de peregrino. Lo leemosen el segundo Libro de Difuntas:

«salió de su casa con el motivo de ver la Proce-sión del Corpus acompañada de los Señores supadre y hermano, criados y criadas, y al llegar ala portería de este Comvento suplicó a el Sr supadre le concediese su permiso para tocar a eltorno y pedir una poca de agua. Efectivamenteentró y estando las religiosas prevenidas y con layndispensable licencia de Nuestro Superior leabrieron la puerta y se entró con la mayor pron-titud en la clausura y con ympomderable com-placencia la que le duró lo que la vida. Parezecosa oziosa el pretender significar elyncomsolable sentimiento que se apoderó de losnobles corazones de los dichos Señores cuandobiendo que se tardava en salir adbirtieron queestaba dentro de nuestro claustro. Su Sr padre quela amaba con el más extremado afecto, tanto por-que no tenía otra hija como por ser en todas lí-neas summamente apreciable, y aberle franquea-do nuestro gran Dios un singular atractivo, queciertamente la gracia y la naturaleza pareze seempeñaron a cual más podía faborecerla, fue tanterrible su pena de ver que se lo abía dejado contal valor que cayó en la dicha portería con unmortal accidente»3 .

La cronista sigue diciendo que se restable-ció, pero pasó el resto de su vida con la añoran-za de la hija ausente de su casa. Mucho sufriótambién la joven viendo la tristeza del padre. Entodo fue grande su prudencia y presencia deánimo. Propició el culto divino y siendo prioramovió los resortes posibles para que la iglesiamostrase todo su esplendor.

«No perdonó las más exquisitas diligencias paraproporcionar medios y arbitrios para promovery aumentar este dicho culto de Dios. Testigos sonde esta verdad nuestra yglesia, coros, sacristía &c,llenas de alajas mui preciosas, todo debido a la

1 Con motivo de haber sido canonizado por BenedictoXIII en 1729, el nombre de este santo había adquirido poraquellos años bastante popularidad.

2 A.M.S.T., primer Libro de Elecciones y Profesiones, pág.301.

3 A.M.S.T. segundo Libro de Difuntas, págs. 58–60.

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solicitud de nuestra amada Madre. Nuestro Sr Sa-cramentado en su custodia haze vrillar esta de-voción con la preciosidad y hermosura de los dia-mantes y otras piedras preciosas de su costosoadorno, cuyo valor asciende a más de quince milreales; el tabernáculo, retablo, ymáxenes nuebasde Ntra Madre SSma del Carmen y de Nro PadreSn Joseph, ambas con hermosos Niños con res-plandores y coronas de plata, puertas enteras decristal delante de los altares &c, que hazen a estanuestra yglesia y coro el más hermoso relicariode esta ciudad, perpetuarán la memoria de nues-tra venerada Madre.

Diez urnas costeó su Reverencia adornadas conel primor que está patente. En la que más se es-meró su eminente discurso es en la de su AmadoDivino Pastor; admira el ver la propiedad de losgeroglíficos, tan adecuados y hermosamente co-locados que encantan a cuantos llegan a verlos»4.

Las riquezas que ella supo granjearse parael convento le fueron entregadas por amistadesy miembros de su familia, singularmente por suquerido hermano que se llamó José de Aranda.De sólo la flamante y costosa ropa que llevabapuesta la joven cuando entró en el convento sehicieron cuatro ornamentos completos y una cor-tina para el sagrario, adornado todo de franjasde plata y con bordaduras hechas por su mano.Acabamos de leer la habilidad que tuvo paraestas labores.

Mariana de San Juan Nepomuceno fue ele-gida priora en dos ocasiones. La primera el 28de septiembre de 1768, siendo general frayGregorio del Carmelo y provincial fray José Mi-guel del Niño Jesús y desempeñó su cargo hasta1771. Firma esta acta fray Francisco de San Jeró-nimo, prior del convento de descalzos de Jaén ycomisario nombrado por el provincial para estaelección. Pasados doce años fue nombrada porsegunda vez, el 29 de septiembre de 1780, sien-do general fray Gregorio de San Joaquín y pro-vincial fray José de San Julián, y ejerció todo eltrienio hasta 1783. Firma el documento fray Luisde San Ángelo, prior del convento de descalzosde Jaén y comisario especialmente nombrado porel provincial para este acto.

Al margen de las diligencias propias de sucargo, cuidaba también un huerto y muchas ma-

cetas para mantener siempre flores para adornode los altares; además colocó distintas imágenes,sin faltar entre ellas la de san Juan Nepomuceno,en la iglesia, coros, claustros y oficinas del con-vento. Y todo esto lo hizo cumpliendo al mismotiempo con las obligaciones de su estado. Ade-más de priora, fue dos veces supriora, y tambiéndesempeñó los cargos de maestra de novicias,portera, sacristana y muchas veces clavaria. Fuemuy dada a la lectura y le gustaba rodearse delibros piadosos que le hablasen preferentemen-te de la vida, pasión y muerte de Jesucristo concuyas meditaciones se enternecía su alma.

Atendiendo a sus relevantes méritos y ente-reza de carácter los superiores insistieron en quepasase con otras tres religiosas al convento deGranada para infundir ánimos a las pocas mon-jas que quedaban en él después de los turbulen-tos sucesos de 1765; pero como al final triunfó lacausa de Dios y de la orden, no hubo necesidadde ello. Supo defender el honor de la orden car-melitana y animó a todas las religiosas para quemantuviesen el espíritu de santa Teresa. Tambiénen el año de 1765 la comunidad consiguió quequedara por fin blanqueada y pintada toda laiglesia5 cuyas paredes y bóveda estaban oscure-cidas desde hacía bastantes años. Esto sucediósiendo todavía priora la madre Luisa de SanAntonio6 que terminó su trienio en ese mismoaño, por haber sido elegida en 1762.

Transcurridos más de treinta años, cuandose tuvo noticia de la posible venida a este con-vento de cuatro carmelitas descalzas francesasque por fin llegaron a esta comunidad huyendode los horrores de la revolución en aquel país,Mariana de San Juan Nepomuceno mostró todasu decisión y tacto y fue el motor principal paraallanar todas las dificultades, que fueron muchas,hasta que finalmente quedaron acogidas en estacasa. Esas cuatro profesas vinieron en 1798.

4 A.M.S.T., segundo Libro de Difuntas, págs. 60–63.5 A.M.S.T., Inventario de la Sacristía, fol. 44r.6 Deseo aclarar que un siglo antes hubo en este mo-

nasterio otra religiosa con el mismo nombre que fue profe-sa de velo blanco y aparece con el número 29 de profesión.

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También, como he dicho con anterioridad,tuvo un cuidado muy particular por dignificarel culto y logró enriquecer el patrimonio del con-vento con los múltiples objetos que aportó parala iglesia y sacristía. Durante sus dos prioratosse confeccionaron muchas vestiduras sagradas,como casullas, albas, roquetes, amitos, cíngulos,corporales, frontales, capillos, manteles, etc. Tam-bién consiguió para el culto objetos valiosos deplata, como candelabros, atriles, cruces, patenas,un copón de plata sobredorada que costó tres milseiscientos reales, unas vinajeras con su salvillade plata; y enriqueció la custodia que usabanentonces añadiéndole ochenta diamantes y cin-cuenta y seis esmeraldas, aumentando su valor,desde dos mil reales que valía hasta cerca dequince mil en que se valoró después del arreglo.

En 1783, al finalizar esta religiosa su segun-do y último priorato, su hermano don José deAranda regaló la imagen de nuestra Señora delCarmen con su corona y el Niño para uno de losaltares de la iglesia, así como nueva mano y nue-va cabeza para el San José que está enfrente, enel retablo que lleva su nombre, y colocó un cris-tal delante de cada uno de los dos nichos paraproteger las imágenes7. Y lo más importante quedebo decir en este sentido es que gracias a ellase remodeló el retablo del altar mayor en el año1783.

Además de conseguir alhajas y adornos parala iglesia, coros y sacristía; adquirió nuevas imá-genes, como la de san Juan Nepomuceno. Lacronista que describe estas magnificencias en elsegundo Libro de Difuntas se siente como desbor-dada por tanta belleza encerrada en la iglesiaconventual gracias a los desvelos de esta extraor-dinaria priora.

«En efecto apenas abrá alaja en los altares y ofici-nas referidas en que no haya interbenido su Re-verencia o en su adquisición o en su adorno, puesa todo se extendía su cuidado y lo primoroso desus manos, que verdaderamente fueron singula-res, efecto de su buen talento, ordenadas ydeas yvirtud executiva. Dibujó y bordó lo más del ter-no de damasco blanco que tenemos para las fies-tas solemnes, paño de púlpito, estandarte parala procesión, cenefas para las mesas, pabellón

esquisito para la cruz procesional, vanderola parael trono de nuestra santa Madre, capillos exce-lentes, vnos de sedas y oro, otro de oro y perlascon galones superiores, otro para la arquita enque se reserba a su Magestad el Juebes Santo;hijuelas primorosas, vestidos vordados de oro ypedrería a nuestra Madre Santísima y a nuestropadre san Joseph. Todo su hanelo hera por em-plearse en obsequiar a nuestro Señor y asta fuerade esta santa Casa se estendió su abilidad y sufervor como se manifiesta en el excelente capilloque vordó su Reverencia para cuando sale suMagestad en procesión de la parroquia de señorSan Yldefonso; otra cortina superior para un Sa-grario de un comvento de religiosas de Vbeda. Yvltimamente si no es abiéndolo visto no se pue-de comprehender cómo tubo su Reverencia tiem-po para tanto y tan prolijo trabajo»8.

REMODELACIÓN DEL RETABLO DEL ALTAR

MAYOR

Siguiendo el curso de los acontecimientos,hablaré ahora de la remodelación o reforma he-cha en 1783 en el retablo del altar mayor, que escasi como lo vemos en la actualidad, obra que sedebió en gran parte a la misma Mariana de SanJuan Nepomuceno. Tomamos la noticia inicialdel Inventario de la Sacristía:

«El año de 1783 [...] con un dote que le tocó anuestra Me priora9 y tres mil reales que dio la Sra

Condesa de Umanes10 se [re]iço el retavlo del al-tar mayor con su manifesto, esceto las pinturas ysus marcos; tuvo de costa madera y dorado nue-ve mil y seiscientos reales»11.

¿De dónde y por qué le vino a esta sabia prio-ra dicha dote o herencia con la que pudo remode-lar el retablo? La respuesta está en lo siguiente.

7 A.M.S.T., Inventario de la Sacristía, fols. 45r–47r.8 A.M.S.T. Entre las páginas 58–63 del segundo Libro de

Difuntas se narran los principales sucesos de su vida. 9 Ésta fue Mariana de San Juan Nepomuceno, al final

de su segunda elección como priora.10 Se llamaba Isabel Josefa de Carvajal y Sotomayor; y

su marido, Francisco de Paula Salazar y Miranda. El admi-nistrador que tenían los condes de Humanes por estas fe-chas se llamaba Manuel José de Aguilera.

11 A.M.S.T., Inventario de la Sacristía, fol. 47r.

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Según un documento que he hallado12 de fe-cha 29 de enero de 1782, Mariana de San JuanNepomuceno compareció en el locutorio, detrásde la reja, ante el escribano Rafael Antonio deLuna y declaró que había obtenido licencia de suprelado el reverendo padre provincial para con-tinuar adelante con una pretensión que tenía

«para que se le haga pago del dote y patronatoque de sus vienes fundó en la ciudad de AlhamaDon Rodrigo Bazán Maldonado por correspon-derle como sexta nieta de don Pedro Maldonadohermano de dicho señor fundador, con arreglo ala cláusula de su fundación y a los documentosque justifican su filiación que tiene presentadosante los señores patronos del citado patronato»13.

Y estos señores son: el vicario juez eclesiásti-co de la ciudad de Alhama y el prior del conven-to de carmelitas calzados de la misma. Pero comoha muerto el escribano que la religiosa dejó en-cargado de este asunto, que se llamó Gregorio

de Valenzuela, y el apoderado que nombró ensu tiempo es de edad muy avanzada y no puedeya encargarse de estas cosas, para que esta pre-tensión pueda seguir adelante Mariana de SanJuan Nepomuceno da todo su poder cumplidoy absoluto a don Juan Pedro de Raya, presbíteroen dicha ciudad de Alhama, haciendo uso de lalicencia que tiene para ello del provincial frayJosé de San Julián. La religiosa firma esta escri-tura ante testigos, y el escribano Rafael Antoniode Luna da fe de todo.

Con esa dote que la priora Nepomuceno re-cibió de su antepasado don Pedro Maldonado ylos tres mil reales que entregó doña Isabel Josefade Carvajal y Sotomayor, condesa de Humanes,se reconstruyó en 1783 el retablo que vemos hoyen el altar mayor de la iglesia del convento consu manifiesto aprovechando, por lo menos, laspinturas, marcos y otros elementos que adorna-ban el antiguo retablo donado un siglo antes, en1678, por don Pedro de Contreras Salto. Si la re-modelación de dicho retablo tuvo de coste nue-ve mil seiscientos reales y la condesa de Huma-nes aportó tres mil, se deduce lógicamente quela madre Nepomuceno contribuyó con la sumade seis mil seiscientos reales, que serían los querecibió como herencia o dote del señor Maldo-nado. Lo más sobresaliente de dicha remodela-ción fue la construcción del manifestador en laparte baja de la calle central del retablo. En totalla obra costó menos de mil ducados14.

El Manifestador tiene la forma de un temple-te circular. Se alza mediante cuatro columnascompuestas que lo estructuran en tres frentes queen la fotografía se presentan abiertos, pero quepueden ser cerrados mediante paneles de ma-dera, y así se aprecia en la vista general del reta-blo que he presentado anteriormente; los pane-les ofrecen una decoración muy similar a la que

12 A.H.P.J., legajo 2157, año 1782, fols. 271r–272r. Escri-bano Rafael Antonio de Luna.

13 A.H.P.J., legajo 2157, año 1782, fol. 271r.14 Un real tenía 34 maravedís; un ducado equivalía a 11

reales que es lo mismo que decir a 374 maravedís. Por consi-guiente, la reforma del retablo costó 872 ducados que soniguales al total de los 9.600 reales que se declaran en la citacorrespondiente a la anterior cita de la nota número 11.

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existe en los tableros que enmarcan el sagrario.Las columnas sostienen un destacado entabla-mento, cuyo friso se halla decorado mediante ga-llones y cuya cornisa resulta muy pronunciada.Esta estructura se cubre con una media naranjade parca y plana decoración, compartimentadamediante gruesos nervios. Su aspecto respondea la estética propia de finales del siglo XVIII,momento en el que fue realizado juntamente conla reforma hecha en el retablo.

El gusto imperante en el momento de la eje-cución del manifestador hace que su fisonomíano resulte muy acorde con la del resto del reta-blo que, a pesar de haberse modificado en lasmismas fechas, se muestra muy entroncado conlo que fue el retablo que se labró en el siglo XVII.

EL RETABLO DE SAN JOSÉ

Durante el año 1785 se llevó a cabo una re-novación del retablo del Santo Cristo, como serefiere en la siguiente anotación que aparece en

el Libro Inventario de la Sacristía, fechada en di-cho año:

«Siendo priora nuestra madre Francisca[Antonia] de Santa Ana, se renovó un altar queestá al lado derecho del mayor; se le añadió mu-cha talla y se le pusieron cristales a las quatroláminas que tiene a los lados y se doró todo; y enél se colocó un Niño [Jesús] con su urna que diodoña María Ana de la Peña»15.

En esa fecha dicho retablo debió ser trasla-dado a su emplazamiento actual, siendo coloca-do sobre el altar de San José, motivo por el cualse le cambió de titularidad. Dicho retablo se ha-lla emplazado hacia el centro del murolongitudinal izquierdo de la nave, lado del Evan-gelio, entre la puerta de entrada y la cabecera dela iglesia. Ocupa su hornacina una escultura deSan José con el Niño en brazos, y en el ático se re-presenta en relieve la Escena de los Tallos. Este re-tablo constituye un testimonio del notable in-

15 A.M.S.T., Libro Inventario de la Sacristía, fol. 47v.

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cremento que adquiere la devoción y culto a laInmaculada y a san José a lo largo de los siglosXVII y XVIII. En el suelo y debajo de este retablose encuentra la sepultura de Eufrasio López deRojas y de su familia.

La imagen de San José con el Niño en brazos16,titular de este retablo, ocupa la hornacina delcuerpo, a la que se acopla perfectamente. Se tra-ta de una hemosa escultura, y de una obra decalidad en su talla y en su rica policromía. Suscarnaciones son perfectas, claras en los rostros,y más tostadas en la mano del santo, fruto posi-blemente de alguna restauración. Según constaen el Libro Inventario de la Sacristía fue costeadaen 1783 por don José de Aranda, hermano de lamadre Mariana de San Juan Nepomuceno:«Tamvién costeó dicho señor don Josef [deAranda] el Niño de nuestro padre san Josef y lacaveza y manos17 del santo y el cristal del ni-cho»18.

Esta escultura representa al santo Patriarcaquien sostiene al Niño dormido y recostado so-bre su pecho19. El santo, de aspecto joven y enactitud de caminar con aplomo y serenidad, mide101’5 cm. de altura, y lleva un nimbo de santi-dad; el cabello, de color oscuro, en forma de lar-gos mechones ondulados bien modelados, en-marca el semblante cayendo sobre los hombros;su rostro, de mirada recatada, boca entreabiertaque deja ver unos perfectos dientes y recortadabarba, muestra unas bellas facciones y una ex-presión llena de dulzura; con la mano izquierda,bien esculpida, sujeta la vara florida; su piernaderecha se presenta un poco adelantada, lo quese manifiesta en la posición de los pies y en lacaída de los pliegues de la túnica. El Niño es unacandorosa figura que mide 33’5 cm. de altura; sucabeza, apoyada en el hombro del santo, no ofre-ce corona, ni nimbo ni agujeros en los que pudie-ran haberse insertado; su cabello es rubio y for-ma cortos mechones; su rostro, de ojos cerradosy boca entreabierta que deja ver sus dientes, esde dulce expresión y delicadas facciones; sus ma-nos y sus pies son muy bellos y naturales.

San José viste una túnica azulada ceñida a lacintura y manto rojizo que se recoge sobre los

16 En el siglo XVII y debido al creciente culto josefino,junto a la representación de san José itinerante, guiando alNiño de la mano, por influencia de la iconografía de la Vir-gen con el Niño en brazos, se desarrolló una iconografíasemejante para san José.

17 Debería decir mano, pues san José sólo muestra sumano izquierda.

18 A.M.S.T., Libro Inventario de la Sacristía, fol. 47r.19 Los artistas han representado a san José en edades

diferentes. La iconografía medieval lo muestra maduro oanciano. El Barroco generaliza un san José joven y robusto;este modelo es el que sigue la escuela granadina, que par-tiendo de Pablo de Rojas se concreta en Alonso Cano, y semantiene en Pedro de Mena, en José de Mora y en los prin-cipales escultores de finales del siglo XVII y del siglo XVIII,como Risueño y Ruiz del Peral.

brazos, desde donde cuelga por delante; el Niñose muestra cubierto con túnica blanca un pocoabierta en el pecho. La indumentaria del glorio-so patriarca y la de su hijo están decoradas con

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abundantes motivos vegetales, carnosos y finos,formados por hojas, tallos y flores sobre un fon-do dorado, y en ellas ocupa especial relevanciael empleo de dicho metal. Son telas preciosamen-te estofadas, realizadas mediante el esgrafiado ya punta de pincel. En la túnica del santo, de de-coración un poco más menuda que la del man-to, sólo se emplea el oro; en el manto, junto a laabundancia de oro, se despliegan colores azu-les, verdosos y salmones; un galón dorado bor-dea el manto y la base de la túnica; los plieguesson de un tratamiento escultórico muy bueno enambas prendas y en todo el contorno de la figu-ra, especialmente en la parte delantera, en loscostados, y en el paño del manto que cuelga delbrazo derecho, lugares donde llegan a alcanzaruna notable profundidad. La túnica del Niñoofrece abundantes pinceladas de color rosado;un galón dorado contornea todo el bajo; la faldamuestra un gran movimiento de paños, con plie-gues suaves pero muy bien tallados.

El nimbo del santo, realizado en plata, tieneforma circular y se halla ornamentado con be-llos y carnosos motivos; centra su decoración untondo que contiene una flor de la que parten ta-llos que terminan alternativamente en flores yen hojas; circunda este tondo una fina molduray una guirnalda de ondulados tallos y flores; todoforma una hermosa decoración repujada conprimor y naturalismo, que ofrece un cierto relie-ve. La vara, labrada en plata y de forma circular,se apoya en la peana; mide 115 cm. de larga; ca-rece de decoración, pero remata en un copete deflores, hojas y campanillas.

La peana sobre la que se alza esta imagenestá realizada en madera dorada y policromada.Tiene forma rectangular y mide 14 cm. de altu-ra, 48 cm. de frente y 33’5 cm. de fondo. Estruc-turada en diversas molduras, se distingue porsu aspecto sencillo pero elegante. En las moldu-ras inferiores se encuentra ornamentada con aca-naladuras, y en los ángulos de la moldura supe-rior con superficiales hojas de acanto.

Al acercarnos al estudio de estas esculturasdebemos recordar que en el arte español del si-glo XVIII penetran las influencias berninescasitalianas y las del rococó francés, que agitan lasfiguras y que hacen revolotear sus vestidos, lo-grando que sus aspectos contrasten con el equi-librio formal y expresivo que ofrecen las imáge-nes en el siglo XVII. Pues bien, el arte granadinode esa centuria, especialmente de su primeramitad, no se deja influir demasiado por estasnovedosas modas, ya que la obra de Alonso Canosigue impregnando la escultura y la pintura deesa escuela; y sólo serán los artistas de otras ciu-dades, que de forma circunstancial trabajan enGranada, los que ofrezcan una mayor vincula-ción con los nuevos aires barrocos, como es elcaso de Pedro Duque Cornejo; pero no cabe dudaque lo dieciochesco popularizará los temasiconográficos, que se componen de forma me-nos solemne y con un mayor naturalismo.

Por su extremada belleza, no puedo silen-ciar los relieves tallados en los áticos, tanto deeste retablo como en el de la Virgen del Carmen,que resultan muy interesantes por susiconografías y por la forma de representarlas.

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Están realizados de forma primorosa en maderaricamente policromada y estofada sobre fondodorado. Las vestimentas de los diferentes perso-najes que los integran se muestran decoradas conmotivos vegetales y florales.

En el cuadro que se encuentra en el centrodel ático de este retablo se desarrolla en relievela Escena de los Tallos, también llamada Uniónalegórica de Joaquín y Ana. Por medio de ella, asícomo de las escenas del Árbol de Jessé y del Abra-zo ante la Puerta Dorada, se representaba a la In-maculada antes de establecerse su definitiva ico-nografía. Pacheco no se refiere a la simbólica Es-cena de los Tallos en su libro el Arte de la Pintura,editado en 1647, en el que sí se ocupa del Abrazoante la Puerta Dorada20 .

Los esposos, que ofrecen un aspecto similar,visten larga túnica ceñida a la cintura y ampliomanto que se dispone sobre sus hombros. En suscabezas destacan los grandes nimbos gallonadosque las orlan. Santa Ana oculta el cabello con unatoca. San Joaquín, como es propio de la edad enque debe estar representado, muestra marcadas

arrugas, y una relativa calvicie, aunque no el peloblanco Pacheco aconseja que para representar aeste santo: «débese pintar San Joachín como de68 años, aunque Santa Ana de menos edad, her-mosos i venerables; en fin, viejos»21 . Ambos man-tienen las manos cruzadas en el pecho, una so-bre otra, y de sus respectivos corazones partentallos que se unen y rematan en una azucena,sobre la que se eleva la figura de María Inmacu-lada a quien contemplan con veneración.

EL RETABLO DE LA VIRGEN DEL CARMEN

De nuevo he de referirme en este momentoa la madre Nepomuceno, porque siendo priora

20 Francisco PACHECO, Arte de la Pintura, 1956, tomo II,cap. XI, págs. 206–208.

21 Francisco PACHECO, Arte de la Pintura, 1956, tomo II,cap. XI, pág. 207.

consiguió que la iglesia mostrase un gran esplen-dor. Entre otros muchos objetos, obtuvo algunasimágenes, como la de la Virgen del Carmen y de

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San José, «ambas con hermosos Niños con res-plandores y coronas de plata», y también la ima-gen de san Juan Nepomuceno. La cronista quedescribe estas magnificencias en el segundo Li-bro de Difuntas se siente como desbordada portanta belleza encerrada en la iglesia conventualgracias a esta excepcional priora22 .

En el Libro Inventario de la Sacristía, al hacerreferencia al año 1783, consta una nota que diceque al finalizar esta religiosa su segundo y últi-mo priorato, consiguió de su hermano José deAranda, «para un altar de la yglesia, una Señoradel Carmen con su Niño, corona, urna de crista-les y el resplandor del Niño».

La imagen de la Virgen del Carmen, titular deeste retablo, ocupa la hornacina del cuerpo. Su

reducida dimensión en relación a la hornaciname lleva a considerar que viniera a reemplazar aotra de mayor tamaño. Se trata de una hermosaescultura, y de una obra de calidad en su talla yen su rica policromía. De amplia base, sus rosa-das carnaciones son perfectas.

Esta exquisita imagen representa a la Virgensentada sobre nubes, sosteniendo con el brazo yla mano izquierda al Niño sedente en su regazo;la Virgen, que mide 94 cm. de altura, extiende elbrazo derecho, del que cuelga un escapulario, yen su mano sujeta un delicado cetro de plata; sucabeza se muestra ceñida con corona imperial; elcabello, de color castaño, en forma de largos yondulados mechones bien modelados, enmarcael rostro, cayendo sobre los hombros. Su rostro,ovalado, de ojos entornados, mirada baja, cejasarqueadas, y de finas y delicadas facciones, ofre-ce una expresión dulce y concentrada; la piernaderecha se muestra adelantada y un poco despe-gada de la izquierda, lo que se manifiesta en lacaída de los pliegues de las telas y en la posiciónde los pies. El Niño, que mide 27’5 cm. de altura,se sitúa en posición casi frontal; su cabello, rubiocastaño como el de la Virgen, forma mechonesbien esculpidos; sobre la cabeza muestra tres de-licadas potencias de plata; su rostro, regordete,de mirada baja y coloreadas mejillas, ofrece unacandorosa expresión; colgando del brazo dere-cho muestra otro escapulario; las manos son gor-ditas y delicadas, así como los pies; en la manoizquierda sostiene un cetro de plata, igual al quesostiene la Virgen pero más pequeño.

Como no podía ser de otra manera, la patro-na del Carmelo está vestida con túnica y esca-pulario marrón y capa blanca, El Niño aparececubierto con túnica verdosa que deja ver un pocosu delicado cuerpo. Tanto el hábito de la Virgencomo la túnica del Niño se enriquecen con abun-dantes motivos vegetales, carnosos y finos, for-mados por flores, hojas y tallos, sobre fondo ra-yado en oro y en los que ocupa especialrelevancia el empleo de dicho metal. Son telaspreciosamente estofadas, realizadas mediante elesgrafiado y a punta de pincel. En la túnica y en

22 A.M.S.T., segundo Libro de Difuntas, págs. 58–63.

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el escapulario de la Virgen, de decoración unpoco más menuda que la de la capa, junto a laabundancia de oro se ofrecen colores azules, ro-sas, verdes, etc. Delimitan cada una de las pie-zas galones dorados también ornamentados condecoración vegetal; la parte interna del escapu-lario y del manto, de color verdoso una y rosadala otra acusan repintes; los paños son amplios yofrecen un suave movimiento, y los pliegues delas telas resultan elegantes y naturalistas. En elvestido del Niño, su menuda decoración ofrecepinceladas de color blanco, naranja, etc.

En las azuladas nubes que sirven de trono ybase a la Virgen flotan cabecitas de ángeles, dosen su frente, una en la parte posterior, y otra queapenas permite ver el manto de María y que seemplaza bajo la figura del Niño. Sus rostros, demejillas coloreadas, son similares al del Niño,como también son similares la forma y el colorde los cabellos. Exquisita es la policromía azul yrosa de sus extendidas alas.

La corona de la Virgen, realizada en plata, esde forma cilíndrica, y seis franjas enlazan la basecon la cruz que la remata; mide 22 cm. de alturay 8 cm. de diámetro en la base; circunda el dobleanillo que forma la base una greca gallonada yotra de hojas enlazadas; sobre él se dispone unornato de hojas de acanto que alternan con flo-res; las franjas están decoradas con largos y de-corativos roleos –que enmarcan un motivo cen-tral–, y con acantos; dichas franjas se unen en laparte superior mediante una moldura cilíndri-ca, sobre la que apoya una esfera, y sobre ella lacruz, cuyo brazos terminan en perlas; en ella pre-domina la técnica del repujado, y aunque enmucho menor grado también se emplea la técni-ca del cincelado. Las potencias que muestra elNiño son de rayos rectos y están realizadas conel sistema del repujado; en la base de cada unade ellas se dispone un medallón floral, formadopor curvas arriñonadas contrapuestas que se cie-rran por arriba con una flor.

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En el cuadro que adorna el centro del áticode este retablo el artista ha representado en re-lieve la Transverberación de Santa Teresa. Esta vi-sión es la más célebre de todas las que tuvo lasanta madre y la más reproducida por el arte. Leaconteció por vez primera el año 1559 estandola santa en el coro alto del monasterio de la En-carnación de Ávila, y se repitió varias veces a lolargo su vida. Estos sucesos tan maravillosos fue-

Nepomuceno. Dicho santo, patrono secundariode la Compañía de Jesús, nació en Nepomuk,lugar de Bohemia, de donde tomó su apellido,el año 1330. Después de haber hecho los prime-ros estudios de humanidades en una localidadcercana a Nepomuk pasó a la ciudad de Praga,capital del reino de Bohemia, donde estudió teo-logía y sagrados cánones en la universidad.Cuando salió de ella, acordándose del voto quesus padres habían hecho de consagrarlo a Diosy a la Virgen si sobrevivía a una gravísima en-fermedad que tuvo siendo muy niño y de la quefue salvado milagrosamente, quiso cumplirlo, ydecidó hacerse sacerdote. Después desempeñóuna canonjía en la iglesia metropolitana de Pra-ga, y por todas partes se extendió su fama depredicador, por lo que muchísima gente acudíaa oírlo, siendo uno de sus continuos oyentes elemperador Wenceslao. Este emperador le ofre-ció los principales obispados de Bohemia quefueron vacando y una de las ricas y honoríficasabadías, pero nunca aceptó nada de ello. A pe-sar de todo, san Juan Nepomuceno, que logrólibrarse del peso del obispado, no pudo eximir-se del cargo de confesor y director espiritual dela emperatriz doña Juana, mujer de Wenceslao,y este cargo le ocasionaría el martirio.

El emperador Wenceslao se dejó dominar porla crueldad, llegando a poseer una ciega pasiónde celos contra su mujer, la emperatriz doña Jua-na, y un loco deseo de saber los secretos de sucorazón, que descubría a su confesor en el sacra-mento de la penitencia. A este efecto hizo llamara Juan Nepomuceno, y con promesas y tambiéncon amenazas, deseaba saber lo que había oídode la emperatriz. El santo se horrorizó al oír taldemanda, y le respondió la obligación que teníade sacrificar la vida antes que hablar de lo oídoen confesión, y de quebrantar el sigilo que debíade conservar inviolable. La respuesta del santoprodujo en Wenceslao un gran resentimiento; poreso no pasó mucho tiempo cuando le hizo vol-ver a palacio, y le amenazó con mayor fuerzapara que le manifestase los secretos que en laconfesión le descubría la emperatriz; y al des-echar el santo sus demandas llamó a los solda-dos de su guardia y les mandó que lo atormen-

ron descritos por la misma santa y se encuen-tran mencionados en su Bula de Canonización.Con dicha canonización, que fue decretada porel papa Gregorio XV el año 1622, y tuvo lugar el12 de marzo de ese año, la transverberación al-canzó su consagración definitiva, ya que fue estaexperiencia sobrenatural la escogida para deco-rar el tapiz dedicado a la santa en la fiesta cele-brada en la Basílica de San Pedro del Vaticanocon ese motivo.

TALLA Y LIENZO DE SAN JUAN NEPOMUCENO

La escultura de San Juan Nepomuceno fueadquirida por la madre Mariana de San Juan

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tasen, cosa que hicieron con crueldad, cubrién-dolo de heridas, pero al final lo dejaron libre. Elsanto jamás contó los ultrajes que había recibidodel bárbaro Wenceslao.

Cuando estuvo curado continuó predican-do en la iglesia metropolitana de Praga. Y predi-cando en la tercera dominica después de Pascua,habló con bastante claridad de su cercana muer-te. En efecto, éste fue el último sermón, porquehabiendo ido algunos días después a visitar unaimagen de la Virgen que se veneraba en la ciu-dad de Boleslavia, tal vez para implorar su in-tercesión en el inminente peligro en que se ha-llaba, cuando regresaba al anochecer a Praga fuevisto por el emperador desde el balcón de supalacio e inmediatamente le hizo llamar. Obe-deció el santo, y así que compareció delante deél le volvió a pedir que le manifestase lo que sa-bía por confesión de la conciencia de su esposa,

amenazándole que en caso de persistir en sunegativa lo haría arrojar al río, en donde moriríaahogado.

San Juan Nepomuceno le dio la respuestaacostumbrada. Enfurecido el emperador mandóque, atado de pies y manos y con todo secreto enla oscuridad de la noche, fuese echado al ríoMoldava, que pasa por medio de Praga, inten-tando de esta manera mantener oculto el delito.Pero durante muchas noches se vieron antorchasencendidas que prodigiosamente discurrían so-bre el río, quedando paradas en un cierto lugar.Por esto, pensando que esta maravilla conteníaalgún misterio, la gente buscó lo que allí había,y hallaron el cadáver del glorioso mártir, al cuallos canónigos de la iglesia metropolitana, anima-dos con este prodigio, sepultaron con todo ho-nor en su iglesia catedral, sin temer nada la iradel emperador. Su epitafio, en la catedral de SanVito, de Praga, dice así: «Yace aquí JuanNepomuceno, confesor de la Reina, ilustre porsus milagros, quien, por haber guardado el sigi-lo sacramental fue cruelmente martirizado yarrojado desde el puente de Praga al río Moldava,por orden de Wenceslao IV, el año 1393». Fueprimeramente beatificado, y después canoniza-do por el papa Benedicto XIII el año 1729, lo quehizo que desde esa fecha comenzara el interéspor la difusión de su imagen.

La talla que ahora nos ocupa mide 86 cm. dealtura. No tiene nimbo ni señales de haberlo te-nido. El cabello, de color claro, forma cortosmechones ondulados regularmente tallados. Elrostro muestra una dulce expresión concentra-da, con suaves arrugas en la frente y el entrece-jo, boca entreabierta que deja ver sus dientes, ybarba esculpida superficialmente. Viste sotananegra, roquete blanco y capa corta del mismocolor por fuera y por dentro azulada, que dejaver el cuello azul de una camisa. La sotana estáorlada en su base por un galón dorado, ornamen-tado con puntas y flores. La capa, con capuchóndelimitado en su boca con galón dorado, porfuera evidencia los vellones de la lana en queesta realizada. Las telas ofrecen un buen plega-do y una suave caída. Las manos son de una ta-lla realista, y con ellas sujeta un crucifijo de gran

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tamaño al que contempla; este Cristo, junto conel niño que vemos a los pies de la imagen, –enocasiones ángel– son sus dos principales atribu-tos. La pierna derecha se muestra un poco ade-lantada. Sus preciosas carnaciones son de un tos-tado claro.

A sus pies aparece sentado en la peana noun angelote, sino más bien un niño, pues no tie-ne alas ni señales de haberlas tenido. Desnudo,de cuerpo entero y con cierto dinamismo, es unelemento importante en la iconografía de estesanto, que como acabo de exponer sufrió marti-rio por no revelar el secreto de confesión. Dichoniño simboliza el silencio o sigilo sacramental.Mide 30’5 cm. de altura. Su cabello, de color cas-taño, forma cortos mechones ondulados bien es-culpidos. El rostro presenta una expresión pen-sativa y demuestra una bella talla. Muestra eldedo índice de su mano derecha puesto en laboca, instando al silencio. Se trata de una escul-tura de suave modelado, pero esculpida algosuperficialmente. Sus carnaciones son más vivasde color y más cuidadas en el rostro que en elresto del cuerpo. Un pivote de madera existenteen su base se introduce en un agujero de la pea-na y así se enlazan ambas piezas.

El crucifijo que el santo sostiene con susmanos presenta a Cristo muerto y sujeto a la cruzcon tres clavos y mide 17’5 x 17’5 cm. Su cabeza,caída sobre el costado derecho, no tiene coronade espinas, pero en la parte alta muestra un ori-ficio que pudo servir para insertarla. El cabello,bien esculpido, es de color oscuro y forma lar-gos mechones ondulados, uno de los cuales lecae por el costado derecho. El rostro muestra unaexpresión de dolor callado; los ojos están cerra-dos y la barba bien tallada. El torso presenta he-rida en el costado derecho y un tratamiento ana-tómico realista en todo su contorno. El paño depureza, en forma de amplia faldilla de color azu-lado–verdoso, se recoge con moña en el costadoizquierdo; sus pliegues, suaves en la parte de-lantera, resultan superficiales en la posterior. Losbrazos y las piernas muestran también un trata-miento realista, así como el pie derecho que mon-ta sobre el izquierdo. Se trata de un Cristo bienproporcionado, de fuertes notas realistas y debuen tratamiento anatómico. Notas realistas ydramáticas son los desollones ensangrentados dela espalda y de las piernas, tratados mediante lapolicromía pero que también se perciben al tac-to; y las moraduras realizadas mediante la

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policromía. Se advierten manchas de sangre enlas manos, en el torso desde la herida del costa-do hasta el paño de pureza, en las rodillas, laspiernas y los pies; en la espalda son tambiénabundantes. Sus carnaciones son un poco oscu-ras. La cruz en la que se muestra clavado es demadera redonda, pintada de color verde oscuro,con algunos nudos resaltados; mide 54’5 x 28’5cm. y no tiene cartela del INRI.

El santo se mantiene apoyado sobre una del-gada peana, un simple cajón de madera forma-do por varias molduras en altura, algunas dora-das y otras jaspeadas. Mide 13’5 cm. de altura,45 cm. de frente y 38’5 cm. de fondo.

El cuadro de San Juan Nepomuceno, que mide95 x 70 cm., es un lienzo de la segunda mitad delsiglo XVIII. En él no sólo se representa al santo,sino también su martirio, aunque de forma dis-creta. Esta pintura, al igual que la talla preceden-te, también fue adquirida por la madreNepomuceno. Siguiendo aquí lo escrito en el se-gundo Libro de Difuntas, en su necrológica la cro-

nista señala que fue devotísima de dicho santo yque «dejó colocada su ymagen en los coros, claus-tros y en todas las oficinas del Convento. En layglesia tres a cual más hermoso»23 .

Ocupa el centro de la escena san JuanNepomuceno, nimbado y coronado por cinco es-trellas. Cubre su cabeza una cabellera corta yrubia, y su rostro muestra un estado de beati-tud. Está vestido con una túnica muy oscura,roquete blanco y capa de color blanco por fueray oscuro por dentro. Con la mano derecha sanJuan sostiene la palma del martirio, y con suestilizada mano izquierda, colocada junto al pe-cho, un crucifijo de cruz plana, en el que no sepuede contemplar el rostro de Cristo por la malaconservación de la pintura. Por debajo de ésta seadvierte otra pequeña cruz de Jerusalén que cuel-ga en el pecho del santo. La pierna derecha, ade-lantada y flexionada, se manifiesta en el movi-miento de sus ropas. Rodea al mártir una gloriacercada por nubes y a su alrededor flotan cabe-citas de ángeles –cinco arriba y dos abajo– queasisten gozosos a la escena del triunfo y exalta-ción gloriosa de este santo. A su izquierda apa-rece un ángel mancebo de cabello rubio, atavia-do con túnica verde oscura y manto rojo; con eldedo índice de la mano derecha colocado sobrela boca está invitando al silencio, virtud queenalteció al santo y le condujo al martirio. En lamano izquierda el ángel muestra un libro abier-to en cuyas páginas se lee: «Pro sigilo confessionis»;también observamos delante del libro y en susrodillas la existencia de un bonete. Ambos per-sonajes, tanto el santo como el ángel, son espe-cialmente tratados y cuidados en toda la com-posición. A la derecha de san Juan se hallasituado un angelote de cuerpo entero, en diná-mica postura, que le hace entrega al santo de lapalma del martirio, a la que sujeta con la manoderecha, y de una corona que parece de laurel ysostiene con la izquierda; se encuentra desnudo,a excepción de una blonda rojiza dispuesta conhonestidad.

23 A.M.S.T., segundo Libro de Difuntas, págs. 58–63.

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En el ángulo inferior derecho observamos unpuente y un río, y en medio de las aguas unafigura semiflotante, revestida con roquete blan-co y sotana negra, que representa al santo trashaberse ahogado por los motivos y del modo queanteriormente he dejado dicho. Rodean su figu-ra cinco luminarias que indicaban el lugar endonde se encontraba su cuerpo.

Se trata de una pintura barroca muy dete-riorada. Su composición es equilibrada y se es-tructura en torno a un imaginario eje de simetríacentral vertical que marca la figura del santo;también se observa en ella un esquema triangu-lar, que tiene por vértice la cabeza de san Juan ypor base los dos ángeles de cuerpo entero. Laluz se dirige para iluminar al santo y a los ánge-les que lo glorifican. En el lienzo destacan el rea-lismo con que han sido ejecutados los encajes delas mangas y del bajo del roquete, y la cruz detipo griego, los contrastes cromáticos del blancocon el resto de colores bastante oscuros y los to-ques en rojo de los dos ángeles completos; tam-bién advertimos delicadas pinceladas, especial-mente en los encajes.

LA CUSTODIA

Hablaré finalmente de la custodia que, aun-que no fue donada por dicha religiosa, sí fue re-

formada y enriquecida por ella. Dicha pieza estárealizada en plata sobredorada. De autor anóni-mo, no he encontrado en ella marcas o punzo-nes. Mide 56’5 cm. de altura. Se trata de unacustodia portátil de tipo sol. Muy suntuosa, lasreligiosas la denominan «custodia grande» y seutiliza en las celebraciones litúrgicas más solem-nes. Se estructura en base o peana, astil con nudo,y viril; y estas tres partes, con las distintas pie-zas que las forman, se engarzan en un vástagovertical que se fija a la peana mediante una tuer-ca. La ornamenta una delicada decoración vege-tal en la que se emplean las técnicas del repuja-do y del cincelado, y la enriquece una abundan-te y rica pedrería, algo muy usual en la orfebre-ría del siglo XVIII.

Esta joya fue regalada por la duquesa deAlburquerque a la madre Laura de la Concep-ción entre los años 1695 y 1734 –años que com-prenden los siete prioratos que desempeñó di-

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cha religiosa–, porque la custodia que había enel convento era de bronce. Así está escrito en elLibro Inventario de la Sacristía: «La señora duque-sa de Alburquerque ynbió a la madre Laura dela Conçepçión una custodia de plata sobredoradaque es la que tenemos oi porque la que abía en elconbento era de bronçe»24. Mucho tiempo des-pués, el año 1768, siendo prelada la madre Isa-bel de la Madre de Dios «se izo […] un cerco parala custodia»25. Y algunos años más tarde la ma-dre Mariana de San Juan Nepomuceno enrique-ció esta custodia con la preciosidad y hermosu-ra que le añadieron ochenta diamantes ycincuenta y seis esmeraldas; este adorno de pie-dras preciosas resultó muy costoso y aumentósu valor, desde dos mil reales que valía hasta másde quince mil en que se valoró después del arre-glo, quedando como en la actualidad la contem-plamos. Así aparece en el Libro Inventario de laSacristía: el año 1771, siendo prelada la madreMariana de San Juan Nepomuceno, «a la custo-dia se an añadido 80 diamantes y 56 esmeral-das»; el año 1777 «se yzo un viril de oro para lacustodia»; y el año 1783, siendo de nuevo preladala madre Nepomuceno, «se conpletó la custodiade diamantes puestos en oro y otras piedras fi-nas; se le dio de valor desde dos mil reales queella sola valía asta zerca de quince mil, todo delimosna»26. Y un siglo después, en el mes de sep-tiembre de 1876 consta que se pagaron 10 realespor haber compuesto las piedras de la custodia27.

24 A.M.S.T., Libro Inventario de la Sacristía, fols. 38r y39v.

25 A.M.S.T., Libro Inventario de la Sacristía, fol. 44r.26 A.M.S.T., Libro Inventario de la Sacristía, fols. 45rv y

47r.27 A.M.S.T., Arca grande de madera. Libro de Cuentas.

Años de 1848 a 1893, fol. 187r.

La peana, con pestaña ver-tical, mide 27’4 x 20’2 cm. debase. Ofrece una estructuraovalada de forma cuadrilobu-lada, integrada por varias mol-duras que le hacen ganar altu-ra. Muestra una rica decora-ción, de acantos, roleos y cur-vas arriñonadas, realizada conla técnica del repujado, que dacomo resultado una ornamen-tación de gran relieve, y con unmenudo ornato cincelado for-mado por similares motivos.Centra cada uno de los lóbulosun medallón que contiene una

esmeralda de gran tamaño; los medallones semuestran enmarcados por carnosas y delicadascurvas arriñonadas que se prolongan hasta unir-se por abajo y se coronan por hojas de acanto;tras las curvas arriñonadas cierran los lóbuloscincelados acantos. Sobre esta gran moldura sedispone otra también cuadrilobulada, y en ella,a ambos lados del astil, se muestra otra esmeral-da. Son pues seis las esmeraldas que tiene la pea-na, todas de buen tamaño, y cada una de ellasatornillada a la base.

El astil, elegante, tiene forma abalaustrada yse muestra integrado por varias piezas que ofre-cen diversas formas y por molduras circulares.Se inicia con el gollete cilíndrico. El nudo estáconstituido por un grueso toro, moldurado ensu centro por un fino baquetón, y por un cuerpoovoideo liso que muestra otra fina moldura enla parte alta. Sobre el nudo se dispone un toropoco resaltado, sobre él un largo cuello tronco-cónico y sobre él una pequeña pieza cilíndrica.Lo remata un cuerpo prismático de poca altura,decorado en su frente anterior y posterior por

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una cabeza de angelote de alas extendidas, caside bulto redondo y de bello modelado, y sobreesta pieza se sitúa el viril. Está decorado median-te la técnica del cincelado con finas y delicadasflores, hojas, acantos, curvas arriñonadas y ro-leos.

El viril o cajita de cristal, que es la parte cen-tral y más importante de las custodias, pues tie-ne como misión contener la Sagrada Forma, esde estructura circular y mide 9’2 cm. de diáme-tro. Está delimitado en su parte anterior y poste-rior por un marco circular cajeado, ornamenta-do con diamantes, y orlado por pequeños rayosrectos y curvos que se alternan.

Envuelve al marco anterior otro de igual for-ma que mide 15’2 cm. de diámetro. En su partedelantera esta moldura cajeada está decorada conpedrería de color rojo y de diamantes y con ellase entrelaza una menuda ornamentación cince-lada similar a la que decora las distintas partesque forman el astil; en su parte superior luce unramo de flores y hojas y en la inferior un lazo,uno y otro elemento enriquecido con diaman-tes. En la parte posterior de este marco volve-mos a encontrar la menuda decoración cincela-da a la que tantas veces he hecho referencia; perola pedrería que ornamenta su parte delantera seha suprimido, y en cuatro puntos contrapuestosse dispone un mismo motivo ornamental, for-mado por flores y hojas, cada uno enriquecido

con una esmeralda en su centro y con otras muypequeñas; falta aquí el ramo de flores y hojas,pero en su lugar existe un agujero donde posi-blemente fuera engarzado algún motivo orna-mental; asimismo el lazo de pedrería ha sidosustituido por un medallón similar a los que or-namentan la peana, centrado por una esmeral-da de gran tamaño, y rematado en cada uno desus cuatro lados en una concha avenerada.

El cerco que rodea el viril está constituidopor cuarenta y dos rayos, alternando los rectosque terminan en estrellas de once puntas con losflameados. El viril con el cerco mide 29 cm. dediámetro. Las estrellas, en número de veinte, enla parte delantera se enriquecen cada una conun diamante, y en la parte posterior, asimismocada una, con una esmeralda.

Corona la custodia una cruz, elevada sobreun pedestal abalaustrado sustentado en una pie-za cuadrada, cuyos brazos horizontal y verticalsuperior terminan en perlas. En el cuadrón, pun-to donde se cruzan los brazos, existe un orificioque tal vez sirviera para engarzar algún motivoornamental.

En fin, esta priora excepcional juntó a lamagnanimidad de su espíritu una suma de vir-tudes que siempre avalaron su vocación pere-grina. La firmeza en sus propósitos, la resolu-ción que mostró en sus designios, su humildad,su sentido de la caridad, sus desvelos por en-

Anverso y reverso de la custodia

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28 A.M.S.T., segundo Libro de Difuntas, pág. 63.

grandecer y adornar el monasterio de Santa Te-resa de Jesús con bellas obras de arte y valiososobjetos para el culto divino, su sociabilidad jun-ta con un extremado sentido religioso la hicie-ron digna de un devotísimo recuerdo y una pro-funda gratitud entre sus contemporáneos ymerecedora de que su nombre nunca hubieracaído en el olvido.

Después de una prolongada enfermedad lle-gó a los últimos momentos de su vida y expiró«con una sonrisa summamente agraciada y nadacomún en tan funesta situación».

Había cumplido los setenta y ocho años deedad y sesenta de hábito. Eran las seis o las sietede la tarde del 14 de febrero de 1802 y toda la

comunidad quedó «llorando su falta ynconsola-blemente porque a la verdad una vida tan ynpor-tante hera digna de no haber experimentado nihaun los amagos de la fiera muerte […]. El cuer-po de la dicha nuestra Madre yace en la sepultu-ra del Número primero»28 .

Esta es, a grandes rasgos, la semblanza de lanoble giennense Mariana de Aranda y Gámiz,quien un buen día del mes de mayo de 1742, paragloria y honra del carmelo descalzo, se convirtióen Mariana de San Juan Nepomuceno.

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