Una Mirada Bioética a La Normativa Contenida en El Nuevo Código Civil y Comercial de La Nación

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UNA MIRADA BIOÉTICA A LA NORMATIVA CONTENIDA EN EL NUEVO CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACIÓN Autor: Ciruzzi, María S. Editorial: ErreIus MARÍA SUSANA CIRUZZI(*) UNA MIRADA BIOÉTICA A LA NORMATIVA CONTENIDA EN EL NUEVO CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACIÓN I.- INTRODUCCIÓN El 1 de agosto de este año entrará en vigencia el texto del nuevo Código Civil y Comercial, que reemplazará al histórico Código de Vélez Sarsfield. Nos proponemos tratar -brevemente- aquellas cuestiones legalmente novedosas, pero que -definitivamente- parecen intentar incorporar una mirada bioética en las relaciones personales. En algunos casos, creemos que esto se ha logrado; en otros, entendemos que el texto legal queda francamente en deuda. Los temas que abordaremos abarcan desde el comienzo de la vida, pasando por el estatus jurídico del embrión, las técnicas de fertilización asistida, la capacidad jurídica de los niños y adolescentes, el derecho a disponer sobre el propio cuerpo, la investigación médica en seres humanos, el consentimiento informado para actos médicos e investigaciones en salud y las directivas médicas anticipadas. II.- INICIO DE LA VIDA. LAS TÉCNICAS DE FERTILIZACIÓN ASISTIDA Ya anteriormente(1) tuve oportunidad de referirme a esta cuestión que nos convoca. Creo que ha sido un error suprimir del texto del artículo 19 la referencia a la anidación como comienzo de la vida humana, en el caso de las técnicas de fertilización asistida, así como dejar libradas a la regulación posterior (ley especial) las cuestiones referidas al embrión y su protección legal. He sostenido en reiteradas oportunidades que la cuestión a debatir -en mi opinión- no debería centrarse en cuándo comienza y termina la vida humana, conceptos que deberíamos dejar a ser dilucidados por las ciencias médicas (que, dicho sea de paso, no han arribado aún a consenso alguno), sino que nuestra tarea como juristas, abogados o legisladores es determinar cuándo comienza y termina la protección jurídica de la vida humana y cuál será la intensidad de esa protección. Es necesario realizar una interpretación armónica y conglobada de todo el ordenamiento jurídico antes de adentrarnos en discusiones que no nos permiten arribar a buen puerto y que devienen en una mera petición de principios.

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Una Mirada Bioética a La Normativa Contenida en El Nuevo Código Civil y Comercial de La Nación

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UNA MIRADA BIOÉTICA A LA NORMATIVA CONTENIDA EN EL NUEVO CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACIÓN

Autor: Ciruzzi, María S.Editorial: ErreIus

MARÍA SUSANA CIRUZZI(*) UNA MIRADA BIOÉTICA A LA NORMATIVA CONTENIDA EN EL NUEVOCÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACIÓN I.- INTRODUCCIÓN El 1 de agosto de este año entrará en vigencia el texto del nuevo CódigoCivil y Comercial, que reemplazará al histórico Código de Vélez Sarsfield. Nos proponemos tratar -brevemente- aquellas cuestiones legalmentenovedosas, pero que -definitivamente- parecen intentar incorporar unamirada bioética en las relaciones personales. En algunos casos, creemosque esto se ha logrado; en otros, entendemos que el texto legal quedafrancamente en deuda. Los temas que abordaremos abarcan desde el comienzo de la vida,pasando por el estatus jurídico del embrión, las técnicas de fertilizaciónasistida, la capacidad jurídica de los niños y adolescentes, el derecho adisponer sobre el propio cuerpo, la investigación médica en seres humanos,el consentimiento informado para actos médicos e investigaciones en saludy las directivas médicas anticipadas. II.- INICIO DE LA VIDA. LAS TÉCNICAS DE FERTILIZACIÓN ASISTIDA Ya anteriormente(1) tuve oportunidad de referirme a esta cuestión quenos convoca. Creo que ha sido un error suprimir del texto del artículo 19 la referencia ala anidación como comienzo de la vida humana, en el caso de las técnicasde fertilización asistida, así como dejar libradas a la regulación posterior (leyespecial) las cuestiones referidas al embrión y su protección legal. He sostenido en reiteradas oportunidades que la cuestión a debatir -enmi opinión- no debería centrarse en cuándo comienza y termina la vidahumana, conceptos que deberíamos dejar a ser dilucidados por las cienciasmédicas (que, dicho sea de paso, no han arribado aún a consenso alguno),sino que nuestra tarea como juristas, abogados o legisladores es determinarcuándo comienza y termina la protección jurídica de la vida humana y cuálserá la intensidad de esa protección. Es necesario realizar una interpretación armónica y conglobada de todoel ordenamiento jurídico antes de adentrarnos en discusiones que no nospermiten arribar a buen puerto y que devienen en una mera petición deprincipios.

Desde 1921, nuestro Código Penal considera que, a los fines de latipificación del delito de aborto, es necesario que tengamos comopresupuesto de hecho una mujer embarazada. Y solo hay embarazo desdeel momento de la anidación, esto es, desde el preciso instante en que elóvulo fecundado por el espermatozoide ha recorrido todo el camino por lastrompas de Falopio y se ha asentado en el vientre materno. En otraspalabras, nuestro Código Penal ha decidido que la protección de la vidahumana, en su máxima expresión como es la legislación penal, comienzacon la anidación. No existe duda alguna -al menos hasta el momento- de que la únicamanera de concebir vida humana es a través de la fecundación del óvulo porel espermatozoide, fecundación que es el comienzo del desarrollo de la vidahumana pero que requiere de un ámbito especial, físico y orgánico quepermita su evolución. Mal podían Vélez Sarsfield o Rodolfo Morenoimaginarse otra manera de desarrollo de la vida humana que no fuera dentrodel vientre materno. Empero el avance tecnológico nos enfrenta con unnuevo desafío: ese comienzo de la vida humana, que antaño solo podíadarse dentro del vientre materno, con las técnicas de reproducción asistidasucede extracorpóreamente, y jamás se convertirá en ser humano, enpersona, a menos que sea implantado en un útero, porque -conforme alconocimiento científico actual- no tiene capacidad de desarrollarse extraútero. Estamos ante la presencia de ovocitos derivados de una fertilizaciónque se obtienen sin el coito entre la pareja, fuera de la relación sexual, dellado externo del cuerpo de la mujer y del lado interno de las probetas otubos de ensayo. En una palabra, concepción artificial o en laboratorio, en ellugar donde se diferencian claramente los fenómenos de la fecundación ydel embarazo. La primera ya existente, mas el segundo ausente, de lo cualse deduce que si bien toda gestación humana principia con un ovocito ocigoto, no todo ovocito o cigoto desencadena una gestación igualmentehumana, situación en la que también dejan de coincidir concepción ynasciturus, por lo menos hasta que el ovocito, es decir el óvulo yafecundado, no sea introducido en el útero materno y anide. Dicho másclaramente, a menos que el cigoto concebido por fertilización asistida seaintroducido en el útero materno y anide, no podrá haber nunca embarazo nitransformarse ese ovocito en embrión, en feto y -finalmente- en persona. Elovocito así concebido se encuentra imposibilitado de experimentar por símismo la metamorfosis de humanización que ocurrirá con su anidación,anidación que es ya la fase de implantación del cigoto en el endometrio opared del útero, en la perspectiva de su conversión en feto. Por ello afirmo que el análisis jurídico debe centrarse en el origen yterminación de la protección jurídica del bien vida y en la intensidad de esa

protección. Con relación a ello, no existe duda que nuestro ordenamientojurídico, ya desde la década del '20, ha entendido que no toda expresiónconcreta de vida humana (potencial o actual) merece la misma protecciónjurídica. Basta con analizar las distintas figuras delictivas que tienen porobjeto su protección, desde el homicidio (simple, agravado o privilegiado,doloso o culposo), pasando por el aborto (con o sin consentimiento de lamujer), la ayuda o instigación al suicidio, hasta llegar al homicidio justificadopor legítima defensa. Cada una de esas figuras ha recibido la conminaciónde una pena de prisión o reclusión totalmente distinta, que oscila en unrango de 8 a 25 años, de 1 a 3 años, de 1 a 4 años, de 3 a 10 años, prisión oreclusión perpetua, o -lisa y llanamente- la exención de pena. Hablar de discernir acerca de la intensidad de la protección jurídica noquiere decir que la vida humana en sus inicios no reciba protección, sino queesa protección es totalmente diferenciada de la protección jurídica que sebrinda a una persona ya nacida. Acude en nuestro auxilio la bioética, cuandodestaca que la vida en su expresión meramente biológica no es un bienontológicamente absoluto, y frente a ella comienza a hablar de vidabiográfica, vida biológica personalizada, circunstanciada, con una historiavital propia e intransferible, pasada, presente y futura, que solo puedeexperimentar un ser con conciencia de sí mismo y de su entorno. En este mismo sentido, debemos tener en cuenta que la modificaciónoperada en el artículo 19 del proyecto aprobado contraría lo dispuesto por laCorte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el caso ?ArtaviaMurillo?, donde se realizó una interpretación de la disposición del artículo 4.1del Pacto de San José de Costa Rica (PSJCR), estableciendo que por ?concepción? debe entenderse ?anidación?, y que el embrión no implantadono es persona, no debe ser tratado igual que una persona ya nacida, ymerece una protección gradual e incremental conforme a su desarrolloevolutivo. Huelga decir que la doctrina que surge de las decisiones de la CIDHresulta obligatoria para nuestro país.(2) El otro punto que deseo destacar en relación con el texto aprobado es laausencia de regulación del instituto de maternidad subrogada, lo cual meresulta totalmente paradójico. Un país como la Argentina, que se caracterizapor sancionar leyes de avanzada en orden a la protección de derechosfundamentales y que brinda -entre ellas- estatus legal al matrimonioigualitario, reafirmando el derecho que asiste a las parejas del mismo sexo aconstituir una familia y la posibilidad de acudir a procedimientos defertilización asistida para lograr tal fin; que -además- ha brindadoreconocimiento jurisprudencial a hijos nacidos por maternidad subrogada enotros países, ordenando su inscripción en el Registro del Estado Civil y

Capacidad de las Personas, reconociendo a los comitentes como sus padreslegales, la ausencia de estatus legal del procedimiento de maternidadsubrogada produce un serio vacío en el ordenamiento jurídico que carece detoda explicación lógica y que provoca, al menos en lo personal, perplejidad. La función legitimadora del derecho respecto de aquellas conductas queregula y no prohíbe es fundamental en una sociedad democrática. Por ellorecalco el concepto de oportunidad perdida: existe una legitimación social deeste tipo de situaciones que merecía un abordaje jurídico que ha quedadotrunco. Hoy en día, los modelos de familia han dejado de ser los tradicionales, ya diario asistimos a la conformación de distintas variantes conceptuales que-en determinadas circunstancias- requieren del auxilio de la ciencia paralograr plasmarse. Y resulta una función muy importante del derechoacompañar la evolución del conocimiento científico, dotándolo de un marcode referencia que otorgue seguridad jurídica -en el caso que nos ocupa- alos nuevos lazos familiares. En mi opinión, reconocer la filiación que se deriva del procedimiento dematernidad subrogada realizado en un país extranjero, pero omitir regular elacceso a estas técnicas en nuestro propio país, resulta una verdaderacontradicción, una decisión irrazonable y, por ende, arbitraria y -enconsecuencia- inconstitucional. En el análisis puntual de los institutos que la nueva legislación incorporadotándolos de reconocimiento legal(3), es de destacar un principio novedoso-desde el campo jurídico, no así bioético- como es ?la voluntadprocreacional? (art. 562), que bien describe Eleonara Lamm(4) en lossiguientes términos: ?estas nuevas nociones de maternidad y paternidadimportan una 'desbiologización y/o desgenetización de la filiación'; elconcepto de filiación ha ganado nuevos contornos en sede doctrinal yjurisprudencial, comenzándose a hablar de 'parentalidad voluntaria' o'voluntad procreacional' como un acto jurídico compuesto de elementosvolitivos, sociales y afectivos, y no exclusivamente de característicasgenéticas?. Un primer aspecto que consideramos criticable es que en el artículo 561se disponga la necesidad de protocolización del consentimiento informadopor ante escribano público. Nos parece que es un requisito queobstaculizará ciertamente el proceso de toma de decisiones, aumentandolos gastos en salud, privando a quienes no tengan recursos para costear talacto del acceso a estas terapias e introduciendo en la relación asistencial aun tercero totalmente ajeno, como sería el escribano. Máxime teniendo encuenta que, en cuanto a su naturaleza jurídica, el consentimiento informadoes un acto lícito unilateral de la voluntad, no un contrato propiamente dicho,

por lo que debería propenderse a facilitar dicho proceso sin incluir requisitosformales que pueden ser considerados incluso intrusivos del derecho a laintimidad, discriminatorios o vistos con desconfianza, principalmente por elpaciente, quien suele entender que todo resguardo documental al respectolo es con la sola finalidad de proteger al médico de reclamos judiciales. Ha recibido regulación específica el conflicto que se origina entre elderecho a la identidad del niño concebido por técnicas de fertilizaciónasistida y el derecho al anonimato del dador. Dos son los artículosprincipales en la materia(5): las normas de los artículos 564 y 596. Art. 564 - Derecho a la información en las técnicas de reproducciónasistida. La información relativa a que la persona ha nacido por el uso detécnicas de reproducción humana asistida con gametos de un tercero debeconstar en el correspondiente legajo base para la inscripción del nacimiento.A petición de las personas nacidas a través de estas técnicas, puede: a) Revelarse la identidad del donante, por razones debidamentefundadas, evaluadas por la autoridad judicial por el procedimiento más breveque prevea la ley local. b) Obtenerse del centro de salud interviniente información relativa adatos médicos del donante, cuando hay riesgo para la salud. Por su parte, el artículo 596 (referido al instituto de la adopción) dispone: Art. 596 - Derecho a conocer los orígenes. El adoptado con edad y gradode madurez suficiente tiene derecho a conocer los datos relativos a suorigen y puede acceder, cuando lo requiera, al expediente judicial yadministrativo en el que se tramitó su adopción y a otra información queconste en registros judiciales o administrativos. Si la persona es menor deedad, el juez puede disponer la intervención del equipo técnico del tribunal,del organismo de protección o del registro de adoptantes para que prestencolaboración. La familia adoptante puede solicitar asesoramiento en losmismos organismos. El expediente judicial y administrativo debe contener lamayor cantidad de datos posibles de la identidad del niño y de su familia deorigen referidos a ese origen, incluidos los relativos a enfermedadestransmisibles. Los adoptantes deben comprometerse expresamente a hacerconocer sus orígenes al adoptado, quedando constancia de esa declaraciónen el expediente. Además del derecho a acceder a los expedientes, eladoptado adolescente está facultado para iniciar una acción autónoma a losfines de conocer sus orígenes. En este caso, debe contar con asistencialetrada. En una primera aproximación, y si bien el principio es la afirmación delderecho a la identidad del niño y la consiguiente facultad de indagar yconocer acerca de su origen biológico, podemos observar que el derecho ala identidad ha recibido distinto tratamiento en el Código Civil conforme se

trate de un niño concebido por técnicas de reproducción asistida o un niñoadoptado. En el caso de la adopción, el principio general es el derecho aacceder al expediente judicial por donde tramitó el proceso de adopción, demodo de conocer sus orígenes, y el compromiso de los adoptantes de hacerconocer sus orígenes al adoptado. En el caso de las técnicas de fertilizaciónasistida, el ejercicio del derecho a la identidad está supeditado a dospremisas fundamentales: 1) que exista fundamento razonable, a criterio deljuez, que otorgue respaldo a la petición y 2) la necesidad de obtenerinformación sobre datos médicos del donante cuando exista riesgo para lasalud. Debemos plantearnos si esta distinción, esta forma diferenciada de tratarun mismo derecho (la identidad) respeta el parámetro constitucional derazonabilidad. Y para discernir sobre ello nos preguntamos: ¿podemos asimilar lainstitución de la adopción a la filiación por fecundación asistida sin más? Siguiendo en este punto el informe ?My Daddy?s name is Donor?(6),podemos afirmar que el instituto de la adopción está centradofundamentalmente en proveer al interés y protección del niño, regulandominuciosamente los procedimientos en pos de ese objetivo, produciendo, demanera consentida, una intromisión en la esfera de privacidad de losadoptantes que se ven sometidos a estudio y escrutinio sobre sus hábitospersonales, familiares, profesionales, sus relaciones interpersonales, susgustos y preferencias, su estatus económico y social, etc.; mientras que enlos casos del uso de las técnicas de fertilización asistida, en particular laconcepción por donante, tiene en miras la concreción del derecho a lamaternidad/paternidad como una faceta del derecho a la intimidad y lareserva de las decisiones procreativas. De esta descripción podemos observar que ambas situaciones (adopcióny procreación por donante) plantean un claro conflicto de derechos, undilema en términos bioéticos, donde se encuentran involucrados los mismosderechos (intimidad y derecho a la identidad del niño) así como el mismoprincipio (mejor interés del niño), pero donde la solución al dilema ha sidodiferente, privilegiando el derecho a la identidad y a la protección integral delniño, en el caso de la adopción, aun cuando eso signifique cercenar elderecho a la intimidad de los padres adoptantes; y en el caso de laconcepción por donante, se ha privilegiado -como regla- el derecho a laintimidad de los padres y el donante por sobre el derecho a la identidad delniño. Es una verdad de Perogrullo que las técnicas de reproducción asistidatienen como consecuencia que en ciertos casos se afecte el derecho a laidentidad de los niños así nacidos. En efecto, cuando la reproducción

asistida se realiza con semen de donante, existe una confrontación entredos intereses: el del donante de preservar su identidad en anonimato y el delniño a conocer sus orígenes biológicos. Se trata de dos derechos de ordenconstitucional: el derecho a la intimidad y el derecho a la identidad. La cuestión radica en analizar si tal forma de reglamentación constituyeuna armonización constitucionalmente adecuada, restringiendo el derechode menor entidad en cada caso, o resulta una interpretación quedirectamente desconoce un derecho frente al otro, violentando principios deraigambre constitucional. Debe recordarse que ningún derecho constitucional es absoluto y que,principio liminar, es la armonización de los intereses en juego y -cuando estono resulta posible- la limitación de aquel derecho de menor entidad en elcaso en particular. El argumento más usado para oponerse a la revelación de la identidaddel donante, en los casos de fertilización asistida, es que tal determinaríaque la mayoría de las personas optarían por no donar si supieran quepueden exponerse a que el niño así concebido pudiera tomar contacto conellos, o reclamar paternidad o deberes parentales, teniendo en cuenta que aldonante de esperma no lo guía ningún presunto interés en mantener lazoafectivo/filial con él. De esta forma, la ?oferta? de gametos podría sufrir unamarcada restricción, perjudicando la posibilidad de acceder a estas técnicasde fertilización asistida. Pero creemos que el verdadero interrogantedilemático no estriba en si permitir el conocimiento de la identidad deldonante aumentará o disminuirá la donación, sino en si es moralmentecorrecto que el Estado deniegue a algunos de sus ciudadanos el derecho aconocer quién es su padre. Para poder contestar(nos) esta pregunta, debemos evaluar la mejormanera de regular la donación de gametos, de manera de armonizar losderechos en juego. Es el caso de muchos bancos de espermanorteamericanos que pautan cláusulas de revelación de identidad, a travésde las cuales los donantes prestan su consentimiento para que sudescendencia pueda contactarlos al cumplir los 18 años, haciendo menciónexpresa que ello no implica el reconocimiento de derechos alimentarios nisucesorios, ni mucho menos admitir paternidad. En este sentido, se afirmaque ?las personas que te crían y son responsables por la formación de tupersonalidad y valores son tus padres. El donante con el cual compartís tuDNA no es tu padre, y su esperma es solamente una herramienta quepermite a la gente que de otra manera no podría tener hijos a criarles ynutrirlos?.(7) Por otro lado, no hay duda de que en nuestro ordenamiento jurídico elprincipio constitucional del mejor interés del niño es aquel que debe tener

preeminencia en la interpretación de las conductas que involucran a unmenor de edad. El mejor interés es aquel que mejor realiza los derechosindividuales del niño; en otras palabras, aquel que mejor protege sudignidad. En este mismo orden de ideas, un reciente fallo de la Cámara deApelaciones en lo Civil y Comercial de Dolores ha establecido que ?el plazode caducidad de dos años para la impugnación de la paternidadextramatrimonial previsto en el artículo 259 del Código Civil, valladartemporal para el ejercicio de la acción, cede ante la existencia de unpotencial perjuicio para un menor de edad consistente en privarlo de conocersu verdadera identidad o de reafirmar la que tiene en la actualidad. Por ello,dado que el niño tiene derecho a una identidad certera, atañe a los juecesresguardar su interés superior y buscar soluciones que se avengan con laurgencia y la naturaleza de las pretensiones, debiendo encauzar los trámitespor vías expeditivas y evitar que el rigor de las formas pueda conducir a lafrustración de derechos que cuentan con particular tutela constitucional?.(8) En este sentido, considero que la regulación establecida en el nuevotexto del Código Civil y Comercial resulta constitucionalmente razonable,siguiendo en este punto la tendencia en el derecho comparado que vaabriendo camino en cuanto a la posibilidad de que el niño así concebidopueda acceder al conocimiento de su identidad biológica, permitiendoasimismo que exista una evaluación case by case, ponderando lascircunstancias en el caso particular por quien es llamado a interpretar la ley:el juez. A su vez, el ejercicio de este derecho no debería implicar sustentar laposibilidad de reclamos de paternidad, alimentos o derechos sucesorios. Porotra parte, los resquemores que generan este tipo de técnicas en cuanto a laposible herencia genética de enfermedades graves o potencialmente letaleso frente a la posibilidad de consanguinidad en las relaciones personalestambién han recibido una previsión particular. De todos modos, creo que unabuena medida a analizar en este aspecto consiste en mejorar y profundizarla anamnesis al momento de aceptar la donación y la necesidad de realizarespecíficos análisis clínicos que permitan determinar la posible existencia deenfermedades genéticamente transmisibles, hasta donde la evolución delconocimiento científico nos permite. Toda persona nace con una carga biológica, cultural y social transmitidaa través de las generaciones que la precedieron, que configura suscaracterísticas esenciales como persona. Esto hace que un ser humano seadistinto de otro, tenga raigambre que lo enlaza con su grupo social de origeny presente determinadas peculiaridades que, unidas a lo posteriormenteadquirido con su madurez, lo constituye en un ser completo y tendiente alequilibrio.(9)

Todo esto configura la identidad (nature y nuture), lo cual permite teneruna referencia como ser pleno frente a los otros que forman la sociedad. Noexiste posibilidad alguna de cambiar, suplantar o suprimir la identidad sinprovocar daños gravísimos en el individuo, perturbaciones propias de quien,al no tener raíces, historia familiar o social ni nombre que lo identifique, dejade ser quien es sin poder transformarse en otro. Pero también es cierto que los niños nacidos por técnicas dereproducción asistida tienen un doble bagaje identitario: su identidad familiar,individual, cultural está dada por la familia en la cual se inserta y por lascaracterísticas personalísimas de la mujer que acudió a estas técnicas(nuture). Su identidad biológica (nature) está constituida por su madrebiológica y por el hombre que donó su esperma. Y es esta porción deidentidad la cual entra en conflicto con el derecho a la intimidad del donante.Y es la necesidad de encontrar un fiel en la balanza que nos permitaarmonizar ambos derechos el objetivo de la regulación en estudio. III.- LOS NIÑOS Y LA CAPACIDAD DE AUTODETERMINACIÓN. ELPROCESO DE TOMA DE DECISIONES EN SALUD La decisión médica es un proceso multilateral, compartido, discutido,dinámico en el cual participan dos actores fundamentales: el equipo de saludy el paciente. Esta interacción entre quien detenta el conocimiento científicoy quien es titular del derecho a la vida y a la salud no está exenta detensiones ni de reproches, ya que supone un componente en ciertamanera ?altruista?, el cual está constituido por el reconocimiento médico deque el paciente es quien tiene la última palabra en la toma de decisión, es élquien acepta o no la propuesta médica, y ello no implica -per se- ningúncuestionamiento a la capacidad profesional del galeno; y el paciente debeadmitir que es el facultativo aquel que está mejor preparado para ayudarlo yguiarlo en la toma de la decisión más acorde, idónea y correcta para él. Sin embargo, es en el campo de la pediatría donde esta relación secomplica aún más. El paciente ya no es aquella persona jurídicamentecapaz, a quien se le reconoce sin ningún tipo de cortapisas su autonomía enla toma de decisiones. Estamos frente a un ser vulnerable, muchas vecesinmaduro, y la relación médico/paciente ya no es de a dos, sino que asumeun rol preponderante la actuación de un tercero, a la sazón, sus padres y/orepresentante legal o adulto de confianza a su cuidado. Vista de estamanera, la toma de decisiones médicas produce una tensión permanenteentre el paternalismo médico -más acentuado aún en este caso por tratarsede niños que, casi naturalmente, predispone a los adultos a conducirse enpos de su ?protección? y ?cuidado? y aún con prescindencia de susopiniones-, la autonomía del paciente pediátrico -situación que, en lamayoría de los casos, presenta serias resistencias a su aceptación- y el

ejercicio de la patria potestad de los padres, que supone el conjunto dederechos y obligaciones tendientes a la protección, atención y desarrollo desus hijos, lo cual implica adoptar decisiones -de diversa índole- en sunombre.(10) En este punto, debe tenerse en cuenta que la competencia oincompetencia consistente en la posibilidad de decidir por sí mismosometerse a un tratamiento por parte del enfermo luego de una informaciónclara y precisa brindada por el profesional médico acerca del diagnóstico,pronóstico, tratamiento aconsejado, alternativas posibles, riesgos ybeneficios esperados, debe mirarse en forma especialísima, pues no se tratade la capacidad legal para realizar actos jurídicos, sino de la posibilidad deexpresión de su voluntad, previa comprensión del acto médico y de susconsecuencias sobre la vida y la salud, de la facultad de comparar lasventajas alternativas, además de la posibilidad para sobreponerse al miedo,a la angustia y al nerviosismo que conlleva una situación de esta índole.Todo este entramado hace que el conflicto se encuentre latente en todomomento: por un lado, cómo articular la autonomía del paciente frente alpaternalismo médico, entendido como aquella situación en la cual elprofesional -por el saber que le es propio- se encuentra en mejor posición deevaluar cuál es el tratamiento más adecuado para ese paciente en particular;por el otro, la dicotomía que se presenta en cuanto al paciente menor deedad: se trata de alguien que se encuentra inhibido de tomar sus propiasdecisiones o, por el contrario, es un sujeto con plena competencia bioéticacuyas opiniones deben prevalecer aún frente al equipo de salud y a suspadres; finalmente, el rol que asumen los padres en la relaciónmédico/paciente y las facultades que aquellos pueden ejercer enrepresentación de sus hijos.(11) Adelanto que, desde la perspectiva que propongo, la relación asistencialen pediatría supone la búsqueda de consensos mínimos que permitanarticular el saber médico, los derechos y deberes de los padres y el respetoa la dignidad del niño. En este sentido, padres, adultos y médicos son vistoscomo ?amplificadores de la voz del niño?, lo cual supone -en principio- serlos mejores voceros de sus intereses. La competencia bioética es un concepto que pertenece al área delejercicio de los derechos personalísimos y supone detentar la capacidadnecesaria para hacer efectivo el derecho a la salud y a la vida, tomando porsí mismo las decisiones que hacen a su cuidado y asistencia. No se alcanzaen un momento determinado, sino que se va formando, va evolucionandocon el paso del tiempo y la adquisición paulatina de la madurez. Bajo estaexpresión, se analiza si el sujeto puede o no entender acabadamenteaquello que se le dice, cuáles son los alcances de su comprensión, si puede

comunicarse y razonar sobre las alternativas que se le presentan, si tienevalores para poder emitir un juicio. La ley presume que todo mayor de edad es civilmente capaz ybioéticamente competente. Por debajo de la mayoría de edad, estaspresunciones se invierten. Sin embargo, debe tenerse en cuenta, por unlado, que justamente se trata solo de presunciones: estas pueden versedesvirtuadas por la realidad que se presenta al tratar al paciente en cuestión;por otro lado, la evaluación que debe realizarse para determinar lacompetencia bioética no resulta tan estricta como aquella que debeemplearse a los fines de determinar la capacidad civil.(12) En resumen, la noción de consentimiento informado está unida a lanoción de discernimiento y, consecuentemente, a la de competencia: se tratade un ?estado psicológico empírico en que puede afirmarse que la decisiónque toma un sujeto es expresión real de su propia identidad individual, estoes, de su autonomía moral personal?.(13) La naturaleza jurídica del consentimiento informado es ser un acto lícitounilateral de la voluntad; en cuanto a su naturaleza asistencial, refiere alproceso de diálogo y ponderación que se realiza en el marco de la relaciónmédica y que permite consensuar las medidas terapéuticas que mejorrepresenten el interés del paciente en su singularidad. Es por ello que elconsentimiento informado es uno de los elementos básicos de una buenarelación clínica.(14) La toma de decisiones en pediatría es entonces un proceso que sedesenvuelve entre tres actores fundamentales: médico, paciente y familia, ysupone un interacción fluida, constante y confiada entre estos participantes através de la cual se pueda consensuar la aplicación de una determinadaterapia que mejor respete los valores, creencias e intereses del paciente, porun lado, y a su vez ampare al profesional que detenta el conocimientotécnico imprescindible a los fines de la mejor asistencia del enfermo, ydonde los adultos juegan un rol imprescindible de contención,acompañamiento y guía. Su documentación es un acto posterior queculmina el proceso señalado y que puede instrumentarse tanto en unformulario ad hoc como en la propia historia clínica. Empero, este proceso de toma de decisiones ha recibido un girocopernicano, desde el momento en que los niños han dejado de ser ?objetode cuidado?, pasando a ser reconocidos como ?sujetos de derechos?,cambio que comenzó con la incorporación de la Convención sobre losDerechos del Niño al plexo constitucional, y que ha continuado sin pausa yde manera sostenida hasta la actualidad. El caso más emblemático, antecedente fundamental, ha sido ?Gillick?,en Gran Bretaña. Las primeras normas específicas del mundo anglosajón

nacieron para evitar la contradicción existente entre las normas generales yla legislación penal, ya que el Código Penal condenaba toda relación sexualcon una niña menor de 16 años, y se comenzó a plantear el problema de ladistribución de anticonceptivos a personas que no habían llegado a lamayoría de edad. Como corolario, el Ministerio de Salud inglés emitió unaresolución sobre el uso de preservativos por parte de menores que nohabían alcanzado los 16 años, instando a los médicos a proveerlos cuandoeran requeridos, agregando que -en lo posible- debía solicitarse elconsentimiento de los padres. En esas circunstancias, la señora VictoriaGillick, madre de 5 niñas, pretendía que las autoridades locales leasegurasen que sus hijas no recibirían anticonceptivos sin su aprobación.Como la Administración no contestó su requerimiento, entabló una demandajudicial, argumentando que la entrega de anticonceptivos a menores que nohabían cumplido 16 años era contraria a la Sexual Offences Act de 1956 yque, además, interfería con sus derechos derivados del ejercicio de la patriapotestad. La Corte de los Lores, por tres votos a dos, rechazó su petición.Declaró que un médico que prescribe anticonceptivos a una menor de 16años no comete delito siempre que haya actuado de buena fe y en el mejorinterés de su paciente.(15) La consecuencia más inmediata y trascendental de esta sentencia fuedeterminar que la capacidad médica se alcanza a los 16 años; si la personaaún no llegó a esa edad, se aplica la hoy llamada Gillick Competence, por lacual un menor resulta ser competente si ha alcanzado suficiente aptitud paracomprender e inteligencia para expresar su voluntad respecto al tratamientoespecíficamente propuesto. Si no es Gillick Competent o no alcanzó los 16años, el consentimiento debe ser dado por quien tenga responsabilidadpaterna. Se considera que tiene tal responsabilidad quien detenta losderechos, deberes, poderes o autoridad que la ley da al padre sobre losbienes de sus hijos. Puede ocurrir que los padres no se encuentren pero quesea necesaria una intervención de urgencia, en cuyo caso se estimasuficiente la autorización dada por quien tiene un poder de hecho (por ej. elvecino o la maestra que se encontraba en ese momento a cargo o alcuidado del niño). En tales casos se maneja la noción de ?tratamientorazonable?. En los supuestos de urgencia, cuando no resulta posiblerequerir el consentimiento de ninguno de los mencionados, la regla de lajurisprudencia inglesa es que ?el médico puede actuar en una emergencia sicree que ese tratamiento es vital para la supervivencia o la salud del niño?.(16) Más allá de la recepción de esta doctrina por el derecho comparado(EEUU, España, Holanda, entre otros), queremos citar por su importancia enla formación médica la opinión de la Academia Americana de Pediatría(17),

que ha dictaminado que existe una responsabilidad compartida entre losmédicos y los padres de tomar decisiones en nombre de pacientes muypequeños, teniendo en cuenta su mejor interés, y establece que ?los padresy los médicos no deben excluir a los niños y adolescentes del proceso detoma decisiones sin razones de peso que lo justifiquen?. Inclusive, destacaque una vez que se haya tomado la decisión subrogada, el equipo de saluddeberá explicarle cuidadosamente al niño, con la asistencia de sus padres,qué es lo que le va a suceder. Añade que no existe una línea clara ycontundente que trace, a una edad en particular, el límite entre la habilidadpara participar o manifestar opiniones personales en el niño. Para elloestablece una serie de parámetros o pautas que deben seguirse a los finesde poder determinar cuál es el mejor interés del niño: * el daño potencial que puede derivarse al niño de hacer algo que noquiere hacer (por ej. frustración, desconfianza en el médico o en suspadres); * el daño potencial y los beneficios para el niño de tener en cuenta lasvariadas opciones que se presentan desde la perspectiva del menor deedad, así como también las distintas perspectivas del equipo de salud y delos padres y familia; * el daño potencial y los beneficios que pueden originarse para losmiembros de la familia u otras personas con las cuales el niño se encuentrarelacionado afectivamente.(18) Es así que un menor de edad puede ser competente en mayor o menormedida atendiendo a su desarrollo psíquico y emocional; en otras palabras,de acuerdo con su grado de madurez en la situación concreta. No debeolvidarse que tanto la edad como la capacidad mental son cuestiones degrado: una persona puede tener aptitud para decidir sobre ciertas cuestionesy no sobre otras, ya que no siempre es necesario el mismo grado decomprensión y argumentación.(19) Nuevamente destacamos que la norma constitucional de referenciafundamental en el tema es el artículo 19, que consagra el principio deautonomía jurídica y protege la esfera de privacidad de la persona, suautodeterminación, en las acciones que Bidart Campos denomina como ?autorreferentes?, en la medida en que no afectan la moral pública ni losderechos legítimos de terceros. Conforme a nuestra Constitución, todos loshabitantes -con prescindencia de su edad- son titulares de este derecho, quela doctrina anglosajona nombra bellamente como the right to be let alone. Cuando hablamos de niños, el principio rector es el ?mejor interés? deeste (art. 3, CDN), y se considera que ese interés primordial consiste en ?salvaguardar la dignidad del menor en tanto persona?(20). Asimismo,existen determinadas pautas que nos pueden permitir circunscribir este

concepto. No debe perderse de vista que siempre nos estamos refiriendo auna situación puntual: es ese niño, en esas particulares circunstancias, conesa determinada experiencia de vida. Su mejor interés refiere a un momentoy situación en especial que no solo puede modificarse con el transcurso deltiempo en ese mismo niño sino que no resulta automáticamente aplicable aotros casos similares. Deberán, además, ponderarse los siguientesparámetros: grado de desarrollo, madurez y comprensión; naturaleza de laenfermedad diagnosticada y su gravedad; características del tratamientomédico o de la intervención médica aconsejada (si se trata de métodosinvasivos, de terapias corrientes o experimentales); en el caso en particular,sopesar riesgos posibles y beneficios esperados; la posible evoluciónfavorable o no del paciente; opciones al tratamiento propuesto. Tal es elcriterio aconsejado, ya que no debemos perder de vista que nos estamosexpresando sobre decisiones personalísimas del individuo, referidas aderechos inalienables, por lo que, en principio, nadie mejor que la mismapersona afectada para tomar la decisión más conveniente, fundamentada enuna información clara, detallada, precisa y sencilla brindada por elprofesional actuante. Nuestro derecho positivo, paulatinamente, fue haciéndose eco de estosprincipios, incorporándolos en normativas específicas.(21) De esta manera, el nuevo Código Civil y Comercial le ha brindadodefinitivamente estatus jurídico a la doctrina del menor maduro o de laautonomía progresiva, manteniendo la mayoría de edad a los 18 años eintroduciendo la categoría de adolescente, entre los 13 y 18 años, utilizandocomo parámetro el concepto de edad y madurez suficiente, y estableciendola capacidad médica plena (en consonancia con el concepto GillickCompetence) a los 16 años. Entre los 13 y 16 años diferencia dossituaciones: a) tratamientos no invasivos ni que comprometan su estado desalud o no importen riesgo grave en su vida o integridad: el consentimientopuede ser prestado por el propio adolescente, b) tratamientos invasivos oque comprometan su estado de salud o con riesgo grave en su vida ointegridad: el consentimiento será prestado por el adolescente con asistenciade sus progenitores. Tres son las cuestiones fundamentales que quiero destacar en el marcode esta propuesta que celebro. La primera de ellas es remarcar que aúnsigue vigente la excepcionalidad de la capacidad del niño, ya que continúavigente el paradigma por el cual el menor -por principio- ejerce sus derechosa través de sus representantes legales. Teniendo en cuenta que el CódigoCivil aprobado establece que la capacidad es la regla, siendo la incapacidadla excepción, tal vez debería haberse reconocido tal principio también en elcaso de los niños. La segunda cuestión está relacionada con el

establecimiento de categorías etarias. Si bien esta es una de lasposibilidades de regular la autonomía progresiva, considero que hubiera sidomás apropiado hablar de presunciones, de márgenes de edad flexibles, a lahora de reconocerles autonomía a los niños. La enfermedad -en particularlas dolencias crónicas y/o limitantes de la vida- hacen madurar mucho másrápidamente al niño. Es que -conforme a mi experiencia en el ámbitoasistencial con pacientes pediátricos- la rigidez en los parámetros etarioscomplica y desdibuja el proceso de toma de decisiones. Muchas vecesdeviene en una aplicación automática y acrítica de la ley, sin tener en cuentalas especificidades del caso individual. Finalmente, la tercera observación secentra en el concepto de ?tratamientos (no) invasivos?, proponiendo laexpresión ?gravedad de la decisión?, conforme a la evaluación del balanceriesgo/beneficio y el principio de ponderación, como la más adecuada,precisa y real en el ámbito asistencial. Esto quiere decir que cuanto másgrave sea la decisión, en otras palabras, cuanto más repercusión yafectación tenga la decisión en el propio proyecto personal de vida delpaciente y en el ejercicio pleno de sus derechos, mayor será el nivel decompetencia que debe exigirse a la persona que la toma. A tal fin, debemosanalizar las cargas y beneficios de la indicación médica en relación con elobjetivo terapéutico propuesto (curar, paliar, acompañar o brindar confort).En términos aristotélicos, recuérdese que el acto virtuoso es aquel que sehalla en un justo medio entre dos extremos: uno por exceso y el otro pordefecto. Toda conducta terapéutica aconsejada que escape o violente este ?justo medio?, ya sea por imponer un encarnizamiento terapéutico (exceso),ya por faltar a la implementación del tratamiento adecuado (defecto), debeser rechazada de plano.(22) IV.- LOS ACTOS DE DISPOSICIÓN SOBRE EL PROPIO CUERPO, LAINVESTIGACIÓN EN SERES HUMANOS, EL CONSENTIMIENTOINFORMADO Y LAS DIRECTIVAS MÉDICAS ANTICIPADAS Si bien los derechos personalísimos ya gozan de reconocimiento legalen distintos tratados internacionales incorporados a la Constitución Nacional(CN), resulta importante la mención que el nuevo Código trae acerca delprincipio de dignidad (arts. 51 y 52). Si bien existe consenso bioético acercade la dificultad de definir un término tan polisémico y subjetivo como ?dignidad?, lo cierto es que se trata de una noción que permite otorgar unsustrato mínimo común que atraviesa a la medicina, al derecho y a lafilosofía. Es un valor caro a la comunidad occidental, fundante de nuestrossistemas jurídicos. Supone el respeto al otro por el solo hecho de serlo,independientemente de sus accidentes (en sentido aristotélico). Que elCódigo Civil reafirme a la dignidad como faro y norte de la interpretación de

los derechos individuales no hace más que recordarnos la importancia de lasubjetividad y la otredad en las interacciones humanas. En cuanto a la regulación de los actos de disposición sobre el propiocuerpo (art. 56), la norma es la prohibición de aquellos actos que ocasionenuna disminución permanente de su integridad o resulten contrarios a la ley,la moral o las buenas costumbres, con excepción de aquellos actos confinalidad terapéutica o la donación de órganos (que se rige por su propianormativa). En mi opinión, creo que esta regulación es contraria a ladisposición del artículo 19 de la CN, en tanto muchos actos de disposicióncorporal -no estrictamente médicos- quedarían convertidos automáticamenteen ilícitos -cuanto menos civiles- (piénsese por un momento en el ?piercing?o algunas conductas especiales de las conocidas como ?tribus urbanas?).O, yendo más lejos aún, en el suicidio, máxima expresión de autodisposicióndel propio cuerpo, que aún hoy en día se continúa discutiendo acerca de sunaturaleza, en tanto acto de libertad y autonomía o acto patológico. El artículo 57 prohíbe aquellas prácticas destinadas a alterar laconstitución genética del embrión que se transmita a su descendencia. Estaprohibición nos lleva a una situación dilemática: la existencia de los llamados?bebés de diseño? (o ?bebés medicamentos?), aquellos niños asíconcebidos para ?salvar? la vida de un hermano enfermo, lo cual nos lleva ala llamada ?selección embrionaria? y al descarte de ?embriones?. Si bien esuna problemática que nos excede tratarla con profundidad en el presenteartículo, lo cierto es que en los bebés de diseño se busca -intencionalmente-alterar la carga genética de manera de lograr un niño histocompatible y librede enfermedad. Es cierto que se realiza con ?finalidad terapéutica?. Elproblema es que la línea divisoria entre ?terapia? y ?mejoramiento? esdemasiado tenue y, por momentos, imperceptible. Es más, una de lasfunciones primordiales del conocimiento médico es -justamente- mejorar a lapersona. La medicina siempre interviene en la realidad, modificando (o almenos intentando modificar) el curso natural de los acontecimientos. Sin laintervención de la medicina, la gripe seguiría siendo una enfermedad mortal,los órganos se pudrirían al mismo tiempo que el cadáver, y el cáncer y elHIV continuarían causando estragos. A ello debemos agregarle el conceptodel así llamado ?principio preventivo? elaborado por Peter Singer(23). Estegran filósofo y bioeticista afirma que, frente al derecho de tener un hijo,existe una obligación -moral- de no tenerlo cuando sus padres (cualquierade ellos o ambos) saben que pueden transmitir una enfermedad genéticaaltamente discapacitante, grave y/o potencialmente letal. En este sentido,hace referencia a una responsabilidad de los padres de evitar producir dañoa su futuro hijo, y equipara la decisión contraria con una forma de maltratoy/o abuso parental.

El consentimiento informado recibe una regulación específica en losartículos 58 y 59. Un punto crítico fundamental es que resulta prácticamenteuna incorporación directa de la normativa de la ley de derechos de lospacientes [arts. 2, inc. e), y 5, L. 26529], y en donde se puede apreciar quese terminan regulando -bajo un mismo acápite- dos situaciones bioéticastotalmente distintas: el consentimiento para asistencia médica y elconsentimiento como sujeto de investigación. Cada uno de ellos tiene, desdeel campo bioético, una regulación específica que no puede confundirse, entanto en la relación asistencial el foco está puesto en el paciente, larecuperación de su salud, la cura de la enfermedad y -en su caso- eltratamiento de confort y sintomático; y en la investigación en seres humanos,el objetivo fundamental es la búsqueda e incorporación de nuevosconocimientos científicos, con la posibilidad colateral -en algunascircunstancias- de producir un bien en el paciente. Por lo tanto, sus premisasson distintas y sus resguardos específicos, también. Necesario resulta resaltar que la negativa a un tratamiento médico, en elcaso de un paciente adulto plenamente capaz y competente, es soberana yno sujeta a alguna condición. La adecuación del esfuerzo terapéutico(limitación de soporte vital) es una indicación médica que podrá seraceptada por el paciente o no. Ya lo hemos sostenido en ocasión de lasanción de la autodenominada ?ley de muerte digna?, modificatoria de la leyde derechos de los pacientes, al afirmar que no hacía falta ningunaregulación específica, en tanto ya se contaba con protocolos (tantointernacionales como nacionales -Sociedad Argentina de Terapia Intensiva ySociedad Argentina de Pediatría-) que guían la toma de decisiones enrelación con esta práctica médica. A su vez, y siguiendo en esto nuevamente al texto de la ley de derechosde los pacientes, las directivas médicas anticipadas han recibido su expresoreconocimiento legal en el artículo 60. Empero, centramos nuestra crítica enel hecho de reservar las mismas solo a las personas plenamente capaces,sin tener en consideración, por un lado, el reconocimiento de la autonomíaprogresiva en los niños y, por el otro, la naturaleza jurídica de la DirectivaMédica Anticipada, que no es un contrato sino un acto lícito unilateral de lavoluntad; en otras palabras, no es algo distinto a un consentimientoinformado, solo que anticipado. Entendemos que excluir a los niños yadolescentes del derecho que les asiste a disponer anticipadamente acercade sus decisiones personales en orden al cuidado de su salud o al destinode su cuerpo conculca principios constitucionales fundamentales. V.- CONCLUSIONES Creo que estas críticas que formulo hunden sus raíces en eldesconocimiento de un principio liminar de nuestro sistema democrático y

constitucional: el artículo 19 de nuestra Carta Magna, que garantiza elderecho a ser dejado a solas tanto por el Estado como por terceros. Estanorma nos reconoce la facultad de realizar nuestras propias eleccionespersonales (morales, inmorales, disparatadas y/o disvaliosas) con el únicolímite de no conculcar, de no interferir arbitrariamente en los derechos deterceros. Nuestro propio proyecto de vida, que solo nos pertenece a cadauno en la medida, con el significado y el contenido que le otorguemos,determina dos tipos de obligaciones fundamentales en cabeza del Estado:un deber de abstención, en cuanto a no interferir en nuestras eleccionespersonales, y un deber de acción o garantía que nos permita contar con losmedios adecuados y con las protecciones necesarias a los fines de laconcreción de nuestro plan personal. Nuestro ordenamiento constitucional nos concibe como seresautónomos, independientemente de nuestra edad y de nuestras condicionesindividuales (sociales, culturales, económicas, etc.), lo cual implicareconocernos como libres en nuestra esencia. Cada uno de nosotros tendráseguramente posturas muy disímiles frente a los avances tecnológicos y alas posibilidades que las innovaciones científicas nos brindan, pero esfunción del derecho garantizar las decisiones personales con prescindenciade las consideraciones que terceros podamos tener acerca de esasopciones, armonizando la posibilidad de ejercicio de cada proyecto de vidapersonal, en una interacción dinámica y respetuosa de los principios, valoresy derechos constitucionales. El derecho nos debe brindar un marco de referencia que contenga ygarantice la multiplicidad de puntos de vista individuales (morales, inmoralesy/o amorales) justamente porque el mérito de lo moral reside en la libertad. Ycuando un código va perdiendo de vista la legitimidad legal de las conductasque aprehende en pos de una supuesta legitimidad moral general, a mientender, deja de cumplir con su función propia, subvirtiendo los mismosvalores que afirma defender. A mi modesto modo de ver, la aprobación y sanción del nuevo CódigoCivil y Comercial se ha visto influida por concepciones morales y personales,muy respetables en tanto expresión de la individualidad de cada quien, peroque -por propia definición constitucional- no pueden conformar ni dirigir unapolítica de Estado ni pueden imponerse a la sociedad como obligación oparámetro de comportamiento legal. Hemos sostenido en otra oportunidad(24) -y resulta totalmente aplicablea la problemática en análisis- que el encuadre legal es necesario, perotambién que no podemos cifrar todas nuestras esperanzas en lareglamentación de los derechos individuales, sobre todo cuandoinvolucramos a los derechos personalísimos. Que es preciso establecer un

marco de referencia pero que -a su vez- sea respetuoso de la libertadindividual y de los principios bioéticos que regulan la relación asistencial.Establecer una legislación demasiado puntillosa implicaría desconocer elámbito de discrecionalidad propio de la toma de decisiones médicas,gobernada por los principios científicos y la evolución del conocimientotécnico. Pautar ?de antemano? todas las posibilidades técnicas, prever nosolo los dilemas éticos sino su solución particularizada invadiríaarbitrariamente un ámbito de experticia e interrelación personal que solopuede ser analizado -como nos enseña la bioética- casuísticamente, através del principio de ponderación de bienes, expresados bioéticamente enel ?balance riesgo/beneficio?, y dentro del ámbito de la relación asistencial. Obviamente, queda mucho camino por andar. El problema, que siemprepersistirá, es que la evolución del conocimiento científico está años luz de laactualización del derecho. Se enfrentan dos cosmovisiones epistémicas muyparticulares: una, gobernada por el principio probabilístico y sujeta al avancetecnológico, lo que la hace -per se- flexible; otra, rígida y estanca, porque supropia naturaleza la obliga a respetar un principio constitucional primordial,como es la legalidad, y que implica la imposibilidad de producir cambiosconstantes en las normas, porque la seguridad jurídica se vería totalmenteconmovida. Una crea o modifica la realidad; la otra trata de capturarla.Nuestro desafío es intentar equilibrar la balanza, que no niegue elconocimiento científico ni lo aprisione dentro de estrictos e inamoviblesmárgenes legales, pero que a su vez impida el desmadre, la aparición deuna tecnología anómica y amoral que desconozca todo principio legal o todovalor ético. Como bien afirma Baruch Espinoza, ?si alguien pretende que todas lascosas estén reguladas por leyes, generará vicios en vez de corregirlos?.(25) Correlaciones: Código Civil y Comercial de la Nación Ciruzzi, María S.: La reforma del Código Civil y la reproducción asistida:una conducta errante, una oportunidad perdida, Erreius online, Diciembre2014 Reviriego, Nicolás: El inicio de la persona humana en la visión de la corteinteramericana de derechos humanos. Obligatoriedad ?erga omnes? de sussentencias. Modificación del artículo 19 del Proyecto de Código Civil,Compendio Jurídico, Julio 2014 Artavia Murillo y otros (Fecundación "in vitro") vs. Costa Rica - CorteInteramericana de Derechos Humanos - 28/11/2012 Salud y bioética. Ficha temática Notas:

(*) Abogada (UBA), Posgraduada en Derecho Penal(UBA), Diplomada en Bioética (FLACSO), Especialista en Bioética(FLACSO), Doctora de la Universidad de Buenos Aires, Área Derecho Penal.Docente de grado, posgrado y doctorado (UBA). Miembro del Comité deÉtica del Hospital de Pediatría SAMIC Prof. Dr. Juan P. Garrahan.Responsable Académica de las Áreas de Bioética y de los Derechos de losNiños, Niñas y Adolescentes del Observatorio de Salud, Facultad deDerecho (UBA). Investigadora del Instituto Luis Ambrosio Gioja, Facultad deDerecho (UBA). Investigadora del Conselho Nacional de DesenvolvimentoCientífico e Tecnológico, Brasil. Vocal Titular Primera de la AsociaciónArgentina de Bioética. Directora de tesis de Doctorado y Maestría, UBA.Docente invitada en universidades nacionales y extranjeras. Autora de libros,artículos y comentarios en cuestiones penales, médico-legales y bioéticas.Miembro de distintas sociedades, instituciones y academias científicasjurídicas, médicas y bioéticas. Posdoctoranda en Derecho, con lainvestigación ?La criminalización de la Medicina al final de la vida: unamirada crítica, una propuesta superadora?, Facultad de Derecho (UBA) (1) Ciruzzi, María S.: ?La Reforma del Código Civil y laReproducción Asistida: una conducta errante, una oportunidad perdida? -ERREPAR - Erreius Online - noviembre/2014 (2) ?Verbitsky, Horacio s/habeas corpus? - CSJN - sent.del 3 de mayo de 2005 - Fallos 318:514; ?Giroldi?; Fallos 319:1840; ?Bramajo?, Fallos: 321:3555; ?Bulacio? (3) Ciruzzi, María S.: ?Las técnicas de reproducciónhumana asistida en el anteproyecto de reforma al Código Civil: un enfoquebioético? - Microjuris. Salud, Derecho y Bioética - agosto/2012 - MJD5923 (4) Lamm, E.: ?La filiación derivada de la técnicas dereproducción asistida en el Anterpoyecto de Código Civil? en ?El derecho defamilia en el anteproyecto de código civil? - Kemelmajer de Carlucci, Aída yHerrera, Marisa (Coords.) - Jurisprudencia Argentina - número especial -2012-II - Fascículo 12 (5) Ciruzzi, María S.: ?El derecho a la identidad en elAnteproyecto de reforma al Código Civil? - Microjuris. Salud, Derecho yBioética - abril/2013 - MJD 6226 (6) Commision on Parenthood?s Future - Institute forAmerican Values - Nueva York (7) Commision on Parenthood?s Future - Institute forAmerican Values - Nueva York (8) ?G., J. U. v. A., V.? - Cámara de Apelaciones en loCivil y Comercial de Dolores - 10/10/2012

(9) Ciruzzi, María S.: ?Enfoque bioético jurídico de losBancos de Datos Genéticos como herramienta en el Derecho Penal? - MJ-DOC-5787-AR | MJD5787 (10) Ciruzzi, María S.: ?La Autonomía del pacientepediátrico: ¿mito, utopía o realidad?? - Ed. Cathedra Jurídica - Bs. As. - 2010 (11) Ciruzzi, María S. op. cit. (12) Ciruzzi, María S. op. cit. (13) Lorda, Pablo S.: ?La evaluación de la capacidad delos pacientes para tomar decisiones y sus problemas? en ?Estudios deBioética? - Madrid - Universidad Carlos III - Dykinson - 1997 - pág. 120 (14) Ciruzzi, María S. op. cit. (15) Downie, Andrew: ?The doctor and the teenager.Questions of consent? - Family Law - 1997 - vol. 27 - pág. 499 (16) Plomer, Aurora: ?Parental consent and children?smedical treatment? - Family Law - 1996 - vol. 26 - pág. 741 (17) American Academy of Pediatrics - 1995 - pág. 314.En igual sentido se ha expresado la Sociedad Argentina de Pediatría (18) Existen diversos estudios en los que se pregunta aniños sobre situaciones médicas hipotéticas y se les plantea la incorporaciónen la toma de decisiones. En uno de los estudios más amplios, se interrogaa un grupo de 120 niños de 8 a 15 años, pendientes de intervenciónquirúrgica electiva, sobre a qué edad se consideraban suficientementemayores para elegir, realizándose la misma pregunta a sus padres. La edadque consideraban los menores (14 años) difería muy poco de la de suspadres (13.9 años). La misma pregunta se realizó a un amplio grupo deniños sanos y sus padres. La edad establecida fue superior al grupo anterior:15 y 17 años, respectivamente. En el mismo estudio se interrogaba a ungrupo de médicos sobre a qué edad consideraban que sus pacientes podíantomar una decisión madura respecto a una intervención quirúrgicaprogramada, y la respuesta fue una edad mucho menor que la queconsideraban los mismos menores o sus padres, 10.3 años. Conf. EsquerdaAresté M. - Pifarré Paredero J. - Viñas Salas J.: ?El menor maduro: madurezcognitiva, psicosocial y autonomía moral? en ?Bioética y Pediatría.Proyectos de Vida Plena? - de los Reyes López, Manuel y Sánchez Jacob,Marta (Eds.) - Sociedad de Pediatría de Madrid y Castilla - La Mancha -Madrid - 2010 (19) Ciruzzi, María S. op. cit. (20) Prieur, Stephan: ?La disposition par l´individu deson corps? - Bordeaux - Ed. Les Etudes Hospitaliérs - 1999 - Nº 444. (21) Constitución de la Ciudad Autónoma de BuenosAires (art. 39), L. 26061 de protección integral de los derechos de niños,

niñas y adolescentes (art. 24), L. 25673 Programa Nacional de Salud Sexualy Procreación Responsable, L. 26743 de identidad de género (arts. 5 y 11),Guía del Ministerio de Salud de la Nación para la atención hospitalaria de losabortos no punibles (art. 4), L. 26529 de derechos de los pacientes, entreotras (22) Ciruzzi, María S. op. cit. (23) Singer, Peter: ?Desacralizar la vida humana.Ensayo de Ética? - Cátedra - Madrid - 2003 (24) Ciruzzi, María S. op. cit. (25) Baruch Espinoza: "Ética"