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UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA “JOSÉ SIMEÓN CAÑAS” LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN MATERIA PENAL TESIS PREPARADA PARA LA FACULTAD DE POSTGRADOS PARA OPTAR AL GRADO DE MAESTRO EN DERECHO PENAL CONSTITUCIONAL POR: RODOLFO ALFREDO GARCÍA FLORES OCTUBRE DE 2009. ANTIGUO CUSCATLAN, EL SALVADOR, C.A.

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UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA “JOSÉ SIMEÓN CAÑAS”

LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN MATERIA PENAL

TESIS PREPARADA PARA LA FACULTAD DE POSTGRADOS

PARA OPTAR AL GRADO DE MAESTRO EN DERECHO PENAL CONSTITUCIONAL

POR: RODOLFO ALFREDO GARCÍA FLORES

OCTUBRE DE 2009. ANTIGUO CUSCATLAN, EL SALVADOR, C.A.

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Rector José María Tojeira, S.J.

Secretario General René Alberto Zelaya

Decana de la Facultad de Postgrados Lidia Salamanca

Director de la Maestría en Derecho Penal Constitucional Manuel Arturo Montecino Giralt

Director de tesis �orberto Javier de la Mata Barranco

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I�TRODUCCIÓ�

El instituto jurídico de la responsabilidad civil derivada de la comisión de un comportamiento que la ley reputa como delito exige un estudio que debe tener diferentes fines. Uno de ellos está relacionado con el grado de regulación del mismo conforme a los avances que han ido presentándose en la doctrina y en la legislación más respetada. Otro está vinculado con la aplicación que se hace de él con ocasión de impartir justicia y en este contexto debe tener por objetivo dilucidar si la praxis judicial está acorde con lo que refiere la doctrina y con una interpretación armónica de las normas. Y, finalmente, para apreciar si de acuerdo a su regulación positiva y a la forma como los jueces y tribunales vuelven práctica la norma, tal figura se ha constituido en un instrumento eficaz para la tutela de los derechos de la víctima y un mecanismo adecuado para evitar la vulneración de los derechos de la persona imputada o la persona que eventualmente asume el papel de demandada en el proceso penal.

En virtud de ello, me propongo analizar tal instituto desde tres ópticas, cada una en un capítulo distinto. En primer lugar, desde una perspectiva victimológica, oportunidad en la que procuraré transitar por un panorama general de los diversos instrumentos legales internacionales y nacionales con que cuenta la víctima o el damnificado para el ejercicio de sus derechos. En este primer espacio se procurará poner de relieve el interés que paulatinamente se le ha otorgado a la víctima y las desventajas con que todavía se enfrenta cuando se involucra en la actividad jurisdiccional para conseguir la reparación de los daños.

En segundo lugar, en el siguiente capítulo, un análisis del instituto en el Derecho penal sustantivo. En este se hará un esfuerzo por evidenciar el contenido de la responsabilidad civil y algunas imprecisiones por parte del legislador al momento de identificar principalmente a uno de los responsables civiles subsidiarios especiales.

A fin de establecer si el instituto ha sido apreciado en su correcta dimensión, en el momento de analizar determinados componentes de la responsabilidad civil, se considerarán ciertas sentencias definitivas pronunciadas por unos tribunales de sentencia de la ciudad capital en las cuales se ha hecho alusión a las figuras y, asimismo, se examinará el carácter que tiene la responsabilidad civil cuando es reclamada en la esfera penal. Esto último tiene por propósito comparar la obligación declarada en una sentencia definitiva cuyo contenido es cualquiera de los componentes de la responsabilidad civil, con la sanción. Resultará importante notar que con respecto a ésta, se ha tenido en cuenta la doctrina en algunos

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pronunciamientos, aunque no ha sido pacífica, sino pendularmente incluso por parte del mismo tribunal. En este segundo acápite también se apreciará la regulación de la figura en cuestión en algunos regímenes legales especiales, aunque con menor espacio que para los otros aspectos apuntados.

Finalmente, el ejercicio de la acción es abordado en el tercero y último de los capítulos, aspecto en el que, con base en los principios que inspiran el proceso y los propios de los procesos civil y penal, se ha procurado dedicar más atención a la oportunidad del reclamo, en consideración a la integración de las normativas civil y penal, las cuales, precisamente por ser diferentes, deben integrarse de tal manera que el derecho del damnificado pueda ser reconocido por el juez o tribunal, sin menoscabar los derechos de los sujetos pasivos de la relación procesal. De paso, igualmente me ha parecido necesario tener como referencias ciertas sentencias definitivas pronunciadas por algunos tribunales de sentencia en las que puede notarse que en un aspecto que podría en principio parecer singularmente sencillo, por su accesoriedad, ha dado lugar a criterios dispares, en perjuicio de los derechos de los justiciables.

La ejecución de la sentencia en la parte civil está relacionada con el tema objeto de análisis. Sin embargo, las implicaciones que tiene esa parte del proceso demandan un estudio que por ahora excede el límite de esta investigación, razón por la cual se ha dejado por fuera. De la misma manera, no se ha hecho una comparación en detalle de las consideraciones de la responsabilidad civil en el CPP aprobado, pero no vigente, pues en términos generales se conservan las oportunidades de constitución de parte y los derechos de la víctima vinculados con el reclamo resarcitorio, que posiblemente es la parte más sensible a tener en consideración. Por otro lado, haber decidido el legislador que el inicio de la vigencia del CPP aprobado se difiriera, en nuestra opinión vislumbra la posibilidad de sufrir ese cuerpo de normas algunas modificaciones, como ya ha sucedido en otras oportunidades con otros Códigos, por lo que se ha preferido omitir las peculiaridades de su análisis. Preferimos diferir su estudio pormenorizado hasta que dé inicio su vigencia.

El método empleado básicamente ha consistido en el análisis de las principales instituciones jurídicas sustantivas y adjetivas vinculadas con el ejercicio de la acción civil, así como el de las disposiciones de la Constitución de la República, de los Códigos Penal, Procesal Penal, Civil y de Procedimientos Civiles e instrumentos internacionales de derechos humanos que asimismo están vinculados con el ejercicio de aquella acción. Las fuentes consultadas han consistido en bibliografía relacionada principalmente al Derecho penal tanto sustantivo como adjetivo, al Derecho civil y a las instituciones de la responsabilidad civil ex delicto, así como sentencias

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Introducción 3

definitivas pronunciadas por tribunales de sentencia y sentencias pronunciadas por las diversas Salas de la Corte Suprema de Justicia y de Cámaras de segunda instancia con competencia en materias civil y familia.

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CAPÍTULO I PERSPECTIVA VICTIMOLÓGICA

I. Consideraciones preliminares El Estado dio un giro importante en el tratamiento de las víctimas al

promulgar el actual CPP. Comparativamente con el CPP derogado podemos apreciar avances significativos. Por ejemplo, en el proceso penal anterior la participación de la víctima estaba rodeada de ciertos formalismos que, en definitiva, limitaban considerablemente su intervención activa en la recomposición del orden afectado por el comportamiento delictivo. Entre otras cosas, para intervenir activamente en el proceso era necesaria la constitución de parte acusadora colmando una serie de requisitos, que en muchas ocasiones desalentaba a las víctimas. Haber superado esto consideramos que es influencia de la moderna victimología1.

En el antiguo sistema adjetivo penal era más claro el apoderamiento del Estado del conflicto de la víctima, sin concederle espacios para que ésta pudiera también ser parte de la solución, salvo muy contados casos, principalmente en los de contenido patrimonial en los que procedía la denominada excusa absolutoria cuando, por ejemplo, el imputado pagaba lo defraudado o devolvía lo apropiado o retenido indebidamente. Actualmente, si bien no se ha superado esa sensación de que la víctima sigue siendo la parte olvidada del proceso penal, porque el Estado se ha arrogado la titularidad exclusiva del derecho a recomponer el orden social afectado por la comisión del delito prescindiendo absolutamente de ella, el sistema penal le ha tenido más consideraciones2.

El CPP ahora procura concederle más participación a la víctima, especialmente en aquellos casos cuyas circunstancias posibilitan concluir el conflicto a través de mecanismos de composición. Sin embargo, cabe reconocer que ante la titularidad del derecho a penar que le asiste al Estado, en el CP está ocupado un espacio nada despreciable de comportamientos 1 PEDRAZ PENALVA, E., opina que «…las modernas corrientes victimológicas […] pueden haber influido decisivamente en ello. Procesalmente es indiscutible la trascendencia de la condición de víctima, en cuanto que legitima al sujeto para intervenir activamente en el proceso penal deduciendo, eventualmente, acusación». Comentarios al Código Procesal

Penal, Pág. 131. En relación con la «expropiación» del conflicto de la víctima, Cfr. MONTERO AROCA, J., Derecho jurisdiccional I, Parte general, Págs. 367 – 368. 2 Las investigaciones a nivel latinoamericano sobre este aspecto demuestran la creciente apertura a la intervención de la víctima en el proceso penal. Cfr. TIFFER SOTOMAYOR, C., «La posición jurídica del ofendido en el derecho procesal penal latinoamericano. Un estudio de derecho comparado», en Revista de Ciencias Penales 1, DICIEMBRE – 1989 AÑO 1, N° 1.

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prohibidos en el que la víctima considerada como persona individual o sujeto particular nada o muy poco puede hacer para que en el ejercicio de sus derechos como afectada por el ilícito pueda participar activamente en la recomposición del daño. A pesar de ello, cierta corriente considera que incluso en afectaciones de derechos colectivos es posible considerar a determinados grupos como víctimas, a fin de permitirles intervenir en el proceso formal y, eventualmente, también participar de los mecanismos compositivos3.

En medio de esas actuaciones que realizan el Estado en nombre de la sociedad en ejercicio de su potestad y en representación de la persona víctima, y la víctima por sí misma procurando satisfacer sus expectativas de justicia y de reparación de los daños sufridos por el delito, está el instituto jurídico de la responsabilidad civil derivada por la comisión del delito, que es de los reductos concedidos a la víctima para que, aunque sea parcialmente, pueda obtener la reparación de los daños sufridos, después de transitar por el inevitable proceso de victimización y revictimización que casi indefectiblemente tienen que producirse en las agencias sociales de control formal del delito (las victimizaciones secundaria y terciaria) 4.

Los modelos procesales penales derogado y vigente, al igual que muchos que fueron influenciados por las corrientes legislativas que ignoraron la intervención de la víctima, tienen un elemento en común, que incide directamente en la tutela de los derechos de aquélla, que es el apoderamiento que el Estado realiza del conflicto en el que ella es protagonista obligada. Si bien ambos modelos contienen mecanismos que justifican su intervención en nombre de ella para realizar el ius puniendi del Estado, pero no menos cierto

3 La víctima no tiene el derecho a promover la acción penal pública, sino sólo a intervenir en el proceso. La doctrina nacional expresa que «lo único que se admite, por razones de eficacia, es que la víctima o el perjudicado por el delito puedan participar directa o indirectamente en el proceso penal al pensar que su deseo vindicativo puede reorientarse en pro de la persecución y castigo de las infracciones punibles». PEDRAZ PENALVA, E., Comentarios al Código Procesal Penal, tomo I, Pág. 15. Salvo, por supuesto, los casos de acción penal privada, en los que la víctima tiene que promover la acción y, por lo tanto, asume la titularidad del derecho de acción. 4 Es pacífica la opinión de que la intervención de la persona considerada como víctima en el proceso es producto del auge de la victimología. «Pero actualmente, y quizá como consecuencia del auge que ha adquirido la victimología, se tiende a otorgar mayor relevancia al aspecto indemnizatorio inherente al proceso penal». CLIMENT DURÁN, C., La

prueba penal, Pág. 1199. En cuanto a la victimización secundaria se dice que se aprecia en los «mecanismos judiciales que parecen más orientados a la tutela de los derechos del delincuente pero que omiten todo respeto a los de la víctima ocasionándole así daños psicológicos, sociales y hasta económicos que originan una nueva victimización […]». CASTELLÓN, R.A., - ALBEÑO, L.A., Manual básico de criminología, Pág. 106.

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es que progresivamente se han creado espacios a fin de permitirle, aunque sea parcialmente, satisfacer sus expectativas resarcitorias5.

El Estado en el modelo adjetivo penal superado, por otra parte, dirigía prácticamente toda la investigación –entonces llamado sumario–, hasta llegar a la celebración del juicio y el pronunciamiento de la sentencia. Esta manera de realizar el proceso penal era criticada porque el juez, a la vez que ejercía la actividad jurisdiccional, se convertía en parte, con lo cual reñía con la característica del proceso de ser una contienda de partes con un tercero imparcial que decide el conflicto. En esa línea, el juez oficiosamente también resolvía lo pertinente a la responsabilidad civil, en algunos casos aunque nadie se lo hubiera solicitado, con lo cual se acentuaba aquel carácter inquisitivo que inspiraba el enjuiciamiento penal6.

Ahora ha desaparecido la figura del juez que era considerado como parte del proceso con doble calidad. El abandono del modelo anterior dio lugar al modelo acusatorio mixto, en el que el juez es un tercero imparcial, ajeno a la controversia, que tiene que resolver la pretensión punitiva planteada, con intervención de otra institución del mismo Estado, el Ministerio Público fiscal, que es el que detenta la titularidad del derecho de la acción penal pública. Sin embargo, debe aclararse que es el Estado por medio del Órgano Judicial el exclusivo titular del derecho de la resolución del conflicto, con la connotación que esto tiene, particularmente la de establecer ciertos límites a la intervención de la víctima y con ello incidir en su victimización dentro del sistema7.

5 «El Derecho penal vive, por tanto, de la “neutralización” de la víctima y deja a ésta un reducido papel en la persecución y castigo del delito». HASSEMER, W., - MUÑOZ CONDE, F., Introducción a la criminología, Pág. 39. 6 Para una apreciación de los caracteres de los sistemas inquisitivo y acusatorio, Cfr. RIGHI, E., - FERNÁNDEZ, A.A., Derecho penal. La ley, el delito, el proceso y la pena, Págs. 345 – 349. 7 En efecto, la participación de la víctima no es libérrima. Así es como lo concibe el legislador salvadoreño. En relación con la intervención estatal en la composición del conflicto la doctrina reafirma esta tendencia: «La aplicación del derecho penal sólo puede explicarse si se tiene en cuenta la existencia de tres monopolios, que se presentan de modo escalonado: a) Estatal. El primero atiende a que el Estado ha asumido en exclusiva el ius

puniendi, de modo que fuera de por él mismo no existe aplicación del derecho penal. Esta opción inicial implica: 1º) La prohibición de la autotutela: La sociedad no puede existir, ni aun con un grado mínimo de civilización, si no se parte de la prohibición general de la autotutela o, dicho más llanamente, de tomarse la justicia por propia mano, y ello hasta el extremo de que ha de tipificarse como delito la realización arbitraria del propio derecho […]». MONTERO AROCA, J., Derecho jurisdiccional III, Proceso penal, Pág. 11. En lo que se refiere a la victimización, también existe coincidencia en la doctrina en identificar estos estadios como niveles de victimización. PEDRAZ PENALVA, E., dice: «La denominada victimología nos indica que la Justicia penal, y aún la sociedad, obstaculizan la

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En el nuevo modelo de administración de justicia el Estado continúa al frente de la pretensión punitiva, apoderado asimismo del conflicto de la víctima, y lo ejerce en nuestro sistema por medio de la Fiscalía General de la República, con lo cual ocurre también la situación de ser éste el único responsable de dirigir la investigación del delito y de plantear su pretensión ante el Órgano Judicial y de representar los intereses privados de las personas víctimas para que éstas obtengan, por emplear un término que abarque a todos los conceptos que constituyen las consecuencias civiles del delito, la reparación de los daños producidos por el comportamiento delictivo8.

Abandonados los mecanismos autocompositivos, que dejaba en manos del agraviado la realización de su derecho y el resarcimiento de sus propios daños a costa del agresor, y entrados a la etapa de la heterocomposición de los conflictos, ha existido una peculiaridad consistente en dejar por fuera de la controversia formalizada a la persona sobre quien recae el comportamiento prohibido –el ofendido o la víctima–, por considerar que el restablecimiento de la paz social es una cuestión de orden público o de interés exclusivo del Estado, asumiendo éste en la mayoría de ocasiones, en lo que respecta a la tutela de los derechos de la víctima, una tímida reivindicación de sus derechos, aunque en otras, las menos, lo hace desmesuradamente9.

Sin embargo, en las legislaciones actuales esa tendencia se ha modificado, al conceder a la víctima una intervención cada vez más protagónica, con lo que se ha conseguido que el Estado ya no se apodere, mediante el uso de una especie de monopolio, del conflicto de la víctima, lo cual ha dejado a ésta progresivamente más y mejores espacios para que pueda

intervención procesal de la víctima del delito y además llegan a infligirle perjuicios adicionales a los propios de la infracción padecida. De este modo a la ‘victimización primera’ o ‘experiencia personal del delito en el sujeto pasivo’, se une la denominada ‘victimización secundaria’ […]». Comentarios al Código Procesal Penal, Pág. 47. 8 El ejercicio de la acción civil en el proceso penal por parte del Ministerio Público pone en duda si aquélla es de índole privada o si es pública, Cfr. ARNAIZ SERRANO, A., Las partes

civiles en el proceso penal, Págs. 40 – 41. 9 ZAFFARONI al criticar este diseño dice que «en el modelo punitivo quien sufre la lesión queda de lado, es decir, que no es considerado como persona lesionada, sino como un signo de la posibilidad de intervención del poder de las agencias del sistema penal (que interviene cuando quiere y obrando sin tener en cuenta la voluntad del lesionado). El pretexto de limitar la venganza de la víctima o de suplir su debilidad sirve para descartar su condición de persona, para restarle humanidad». ZAFFARONI, E.R., Derecho penal, Parte general, Pág. 219. A pesar de ello, en el proceso heterocompositivo parece que el Estado como tercero imparcial es la mejor alternativa, con las moderaciones de las intervenciones de la víctima. El Derecho procesal penal tiene atribuida la función de recomponer la paz y seguridad jurídicas, Cfr. MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal argentino, Vol. I, Pág. 120.

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formar parte de la solución de su conflicto. En ese sentido, se ha logrado conminar al Estado a acompañar a la víctima en su pretensión resarcitoria, sin declinar por ello a la aplicación de las formas legales ni a la intervención de las agencias primarias de control social para la represión del delito. Ejemplo en nuestro medio son los artos. 12 y 13 CPP que regulan la calidad de víctima y los derechos de ésta10.

Con todo, es decir, que se hayan creado tales oportunidades o espacios a favor de la víctima, es claro que el Estado no ha renunciado a intervenir en la recomposición del orden social afectado con ocasión de la comisión del delito y es allí de donde se basan los diferentes cuerpos normativos internos e internacionales de carácter penal para necesariamente delimitar las atribuciones particulares que les corresponden a sus entidades. No hacerlo implicaría reconocerle al Estado cierto grado de arbitrariedad. El papel que progresivamente ha asumido el Estado, entonces, en la tutela o protección de los derechos de las personas víctimas es positivo, desde la perspectiva que aquél ha tomado un rol activo en potenciar los derechos de la persona; desde luego el mismo constituyente en el art. 1 la reconoce como el principio y fin de la actividad del Estado11. 10 Parece que no ha llegado el momento de renunciar a la pena a cargo del Estado, a pesar de la incidencia de las corrientes abolicionistas, pero la tendencia se orienta en el sentido de conceder espacios importantes a la reparación. La doctrina argentina refiere: «La concepción moderada de integración de la reparación al cumplimiento de las funciones del Derecho penal deja intactos los fines propuestos, en general, para la pena. No se trata, en principio, de que la reparación describa otra función o tarea propuesta para el Derecho penal, sino de que ella sirva como instrumento aprovechable para cumplir los fines preventivos que se adjudica al Derecho penal». MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal II,

parte general, sujetos procesales, Pág. 595. En cuanto a la posibilidad de que la víctima intervenga activamente en la composición del conflicto, es una característica de las nuevas tendencias legislativas de carácter penal. «Junto a estos fines tradicionales, desde principios de los años ochenta, y con creciente énfasis se le asigna a la pena un cometido que no es posible ubicar en el esquema de retribución y prevención –o en todo caso lo es de modo forzado–: la llamada composición entre autor y víctima, la reparación del daño producido por el delito». STRATENWERTH, G., Derecho penal Parte general I El hecho punible, Pág. 45. En mi apreciación, este es un criterio generalizado. No obstante tal generalización, existe un dato interesante en la normativa colombiana sobre la limitación de la intervención de la víctima en el proceso, según el cual «durante la audiencia de formulación de acusación […] será reconocida la representación legal de la víctima y, si existe un número plural de ellas, el juez puede determinar un número de representantes que no supere el de defensores, para que intervengan en el transcurso del juicio oral», CASTRO OSPINA, S.J., Cinco estudios sobre el sistema acusatorio, Pág. 78. 11 La comunidad internacional y particularmente las organizaciones encargadas de velar por los Derechos Humanos, han elaborado instrumentos que tutelan tales derechos, entre los que están los de la víctima. Entre otros de particular relevancia, en el sistema universal la

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Como consecuencia de asumir el Estado un papel protagónico al procurar la tutela del derecho de la víctima a ser protegida en sus derechos, como contrapartida, naturalmente, es posible la afectación de los derechos del imputado. Éste es parte obligada de la relación jurídica emanada de la comisión de un delito, por lo que también goza de algunas protecciones. El Estado entonces es responsable de garantizar el cumplimiento de los derechos de las partes que protagonizan aquella relación jurídica, sin dejar de desempeñar su rol de tercero imparcial en el conflicto procurando garantizar los derechos de las partes –víctima e imputado–. De allí la reiteración de la necesidad de sus limitaciones. Al hacer esto el Estado consigue preservar el derecho de todos a la seguridad jurídica y el mantenimiento del orden jurídico12.

En el orden anotado, el análisis de la responsabilidad civil derivada de la comisión del delito demanda transitar por algunas consideraciones acerca de las entidades y personas a cuyo cargo está representar los intereses de aquellos que son titulares del derecho a reclamar la reparación y de quienes soportan el reclamo. La importancia de ello radica en que es necesario un equilibrio entre la satisfacción de los derechos de la víctima y los de la persona imputada.

«Declaración sobre los principios fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder» y en el sistema europeo la «Decisión Marco del Consejo de 15 de marzo de 2001 relativa al estatuto de la víctima en el proceso penal». En el sistema interamericano no contamos todavía con un instrumento similar. 12 La desventaja lógica y natural, si así se quiere ver, del imputado en el conflicto penal demanda crear condiciones de equilibro. «[…] la posición del imputado en cuanto a sus derechos y obligaciones o, si se quiere, en el sentido de la equiparación de armas para la defensa de su interés con el acusador estatal, el ministerio público, es considerablemente más débil durante la investigación preliminar que, sobre todo, durante el juicio público o en comparación con él». MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal II, parte general, sujetos

procesales, Pág. 244. Ahora bien, en otros lugares el Estado ha asumido un papel importante en el interés de procurar un equilibrio entre los protagonistas del conflicto. Por ejemplo, en los considerandos 5, 6 y 7 de la Decisión Marco del Consejo de 15 de marzo de 2001 relativa al estatuto de la víctima en el proceso penal, publicado en el Diario Oficial de 22.3.2001 de las Comunidades Europeas (Actos adoptados en aplicación del título VI del Tratado de la Unión Europea), se expresa: «(5) Es importante concebir y tratar las necesidades de la víctima de forma integrada y articulada, evitando soluciones parciales o incoherentes que puedan acarrear una victimación secundaria. (6) Por esta razón, las disposiciones de la presente Decisión marco no se limitan a atender a los intereses de la víctima en el marco del procedimiento penal en sentido estricto. Engloban asimismo algunas medidas de asistencia a las víctimas, antes o después del proceso penal, encaminadas a paliar los efectos del delito. (7) Las medidas de ayuda a las víctimas de delitos, y en particular las disposiciones en materia de indemnización y de mediación, no afectan a las soluciones que son propias del proceso civil».

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Capítulo I Perspectiva victimológica 11

Ninguno de ellos puede emplear métodos de autotutela, desde luego ya superados, sino que están constreñidos a recurrir a mecanismos heterocompositivos regulados por el Estado y en éstos a contar con iguales oportunidades para sus derechos. Este asunto también requiere que se tomen en cuenta los instrumentos jurídicos que conceden espacios para el ejercicio del derecho a la reparación y de los que permiten defenderse de los reclamos13.

Ahora bien, en otro orden, la relación entre los Estados ha creado ordenamientos jurídicos especiales. Éstos, vistos como un todo, constituyen el denominado derecho internacional y cuando dentro de éste el objeto de tutela son los derechos fundamentales se le denomina Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Con base en los diferentes instrumentos internacionales de Derechos Humanos entendemos que se proporcionan las bases de los estándares mínimos impuestos a los Estados para el respeto de los derechos de los protagonistas del conflicto penal y son aquéllos los que nos servirán de referencia para analizar cómo está previsto en nuestro medio el desarrollo del reclamo resarcitorio en el proceso penal14.

En línea con lo expuesto, los sujetos que intervienen en el escenario del conflicto causado por la comisión del delito son, según la Constitución, los instrumentos internacionales y las leyes, en primer lugar, el Estado, entendido

13 «El Derecho penal es una parte del Derecho público y, por tanto, no puede ser objeto de disposición por las personas afectadas por su aplicación. Ni el delincuente ni la víctima pueden decidir su ámbito de aplicación, ni modificar su contenido a su antojo. Esto, que parece evidente respecto al autor del delito, no lo es tanto respecto a la víctima. […] A partir de un determinado momento histórico, pues, el control del delito y la sanción del delincuente dejaron de ser una tarea, socialmente tolerada, de la víctima, para pasar a ser competencia del Estado». HASSEMER, W., - MUÑOZ CONDE, F., Introducción a la

criminología, Pág. 198. 14 «La vigencia y protección de estos atributos esenciales del hombre únicamente ha sido posible a partir de la asunción, tras experiencias traumáticas externas –como las dos guerras mundiales–, de una reacción consistente en que el Estado, como expresión básica de poder, no puede hallarse desprovisto de controles que impone al respecto a la humanidad como comunidad total y que se basan en un límite mínimo de reconocimiento consensuado en torno a las cualidades sin las que el hombre no es tal». FLEMING, A., - LÓPEZ VIÑALS, P., Garantías del imputado, Págs. 653 – 654. «Se ha llegado a crear una conciencia casi totalizadora en beneficio de las víctimas del delito, especialmente como consecuencia de lo siguiente: a) Ha quedado demostrado que de la misma forma en que el ser humano es capaz de construir toda una vida de cientificismo, también puede construir un mundo del terror y destrucción para sus semejantes; b) los Estados Nacionales no albergan la capacidad de proteger los derechos de sus ciudadanos y aquellos que corren a la búsqueda de tutela judicial suelen ser doblemente victimizados, especialmente se vuelven víctimas del abuso del poder». CASTELLÓN, R.A., - ALBEÑO, L.A., Ob. Cit., Págs. 104 – 105.

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éste en su connotación más genérica, y en segundo lugar, sus servidores que lo representan asumiendo distintos roles. Entre éstos a su vez están, primero, el encargado de la investigación del comportamiento prohibido, segundo, el que dirimirá el conflicto y eventualmente, tercero, el que representará los intereses de la persona natural que ha infringido la norma prohibitiva. También están el presunto infractor de la norma, que es una persona natural, y la persona natural o jurídica que tiene calidad de víctima15.

La normativa ha dispuesto que a fin de realizar esta parte del Derecho, por parte del Estado quien debe asumir la obligación de investigar el delito y representar a la víctima sea la Fiscalía General de la República, que quien debe juzgar en materia penal sea el Órgano Judicial, estableciendo en la ley secundaria cuál de los jueces y tribunales serán los competentes para este efecto, y que en representación de los derechos de la persona que tiene calidad de imputada, el defensor técnico, particular o público, caso este último que lo ejerce el Procurador General de la República por medio de sus agentes auxiliares16.

II. La perspectiva victimológica en la legislación

Una apreciación desde el punto de vista del derecho que tiene la víctima a que se le reparen los daños sufridos por el delito es necesaria a fin de establecer las líneas de esta primera parte. El instituto de la responsabilidad civil requiere de una víctima imprescindiblemente, pues es a favor de ella que se establecerá el contenido del resarcimiento de los daños. Pero este análisis tiene que hacerse además desde otros ángulos. En las líneas siguientes me

15 Se aprecia, desde este planteamiento, que el diseño legal adecuado para la recomposición del conflicto es el de tres partes desvinculadas, que conforman el denominado por la doctrina actus trium personarum. Cfr. MONTERO AROCA, J., El nuevo proceso civil, Pág. 63, Derecho jurisdiccional I, Parte general, Págs. 322. «El derecho penal nace precisamente en este momento: cuando la relación bilateral parte ofendida/ofensor es sustituida por una relación trilateral en la que se sitúa en una posición de tercero o imparcial una autoridad judicial». FERRAJOLI, L., Derecho y Razón, Pág. 333. 16 «El esquema de todo proceso, como actus trium personarum, debe conformarse por un juez, tercero imparcial, y por dos partes contendientes, integradas a su vez por uno o varios sujetos. Desde bastantes siglos atrás, en que despareciera el proceso acusatorio que estuvo vigente hasta la Roma imperial, las funciones de acusación y decisión se habían confundido materialmente en los inquisidores. Sin embargo, la sociedad afectada por el delito no podía dejar exclusivamente en manos de los particulares la persecución de conductas que suponen un atentado contra los bienes jurídicos más preciados, de modo que junto al juez imparcial, que ahora se integra además por los ciudadanos jurados, hubo de tomar definitivamente cuerpo la figura del Ministerio Fiscal […]». MORENO CATENA, V., El proceso penal, Vol. I, Pág. 165.

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Capítulo I Perspectiva victimológica 13

centraré particularmente en los puntos de vista relacionados con los cuerpos normativos que de una manera u otra lo contienen y destacaré lo más relevante, pues algunos detalles se abordarán con más pormenores en los otros capítulos. En ese interés, partiré de los segmentos relevantes de la normativa fundamental hasta llegar a la secundaria y la especial17.

II. 1 La Constitución Como lo anoté, en manos del Estado se encuentra la solución del

conflicto causado por la comisión del delito. Pero por ser el Estado un tercero imparcial que debe resolver el conflicto entre el imputado y el damnificado, le vienen impuestos algunos límites para evitar la arbitrariedad. El primer límite está fijado en la Constitución, aunque hay otros en el Derecho internacional y en las leyes secundarias. Para definir de mejor forma ese límite, tanto el constituyente como el legislador han establecido que no es cualquiera de las instituciones del Estado la que habrá de intervenir en la reparación de los daños, sino exclusivamente las que expresamente tengan fijada tal atribución18.

El constituyente, por otra parte, tiene interés en que todas las personas ejerzan sus derechos, aunque, por supuesto, en ese afán no les concede una especie de disfrute ilimitado, sino que pretende que se haga con sujeción a lo que él ha dispuesto y con arreglo en las figuras creadas por el legislador. El modelo dispuesto por el constituyente para ese propósito incluye una especie de catálogo de derechos, sin que éste sea un numerus clausus, que es completado por la legislación secundaria, y por la jurisprudencia en los casos en que es necesario. El límite de los derechos consignados en la Constitución tiene que ver con la naturaleza social del hombre. Su necesaria relación con otros impone una frontera para el ejercicio de los derechos19.

17 Esto responde a la tendencia de crecimiento de la Victimología como disciplina y como ciencia. «Actualmente, pues, el estudio de la víctima comienza a recuperar el interés que merece. La Criminología, el sistema legal, la Política Criminal, la Psicología Social se hacen eco de tan imperiosa necesidad, a la par que se precisan e incrementan los conocimientos científicos de la víctima», GARCÍA–PABLOS DE MOLINA, A, Tratado de

Criminología, Pág. 114. 18 Dada la particularidad del ejercicio de la acción civil en el proceso penal, habrá que tomar en cuenta entre tales límites el carácter fragmentario del Derecho penal, derecho de ultima ratio, y las prohibiciones derivadas del principio de legalidad (lex previa, lex scripta, lex stricta y lex certa). Véase la síntesis de ellas en BACIGALUPO, E., Principios

constitucionales de derecho penal, Pág. 45. 19 «[…] los derechos de cada hombre son derechos de él en sociedad, en la convivencia, lo que supone la pluralidad de hombres que titularizan –cada uno y todos– los mismos derechos y que comparten conjuntamente la interferencia intersubjetiva de sus conductas

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La responsabilidad civil en materia penal 14

En ese sentido, y en lo que respecta a la víctima, el 2º Párr. del art. 1 de la Constitución enumera algunos de los derechos de la persona y para efectos del objeto de esta investigación, llamo la atención sobre el que ubica en último lugar, que es el consistente en ser protegida en la conservación y defensa de

los mismos. Este derecho en mi apreciación es el primer cauce a disposición de la víctima para demandar la protección de sus derechos. Sin embargo, la Constitución no regula ningún mecanismo específico que la persona puede emplear para alcanzar la protección de sus derechos; no significa, por supuesto, que conseguirlo sea imposible. En atención a las circunstancias particulares y a la esfera específica en que se ha producido la lesión del derecho, será posible la debida tutela20.

Aunque no lo dice la Constitución, son los mecanismos judiciales y administrativos por lo general, los dispuestos para conseguir que la víctima sea protegida en sus derechos, según lo ha reconocido la Sala de lo Constitucional en su jurisprudencia; y es en la parte orgánica de la Constitución donde están las disposiciones que tratan sobre las instituciones que se encargarán de atender tales demandas de protección y defensa. Con base en el art. 193 de la Constitución, será a la Fiscalía General de la República a la que corresponderá representar a las personas víctimas. El art. 18 de la LOFGR, entre otras obligaciones, indica que le corresponde a la Fiscalía representar a las víctimas para garantizarles el goce de sus derechos21.

Esta obligación del Estado de proveer tutela a la víctima demanda objetividad de la Fiscalía cuando concurra aquélla a ejercer sus derechos o a procurar de la institución la representación de estos últimos y también para respetar los derechos de los otros partícipes del proceso, como los del imputado y los del civilmente responsable, quienes indefectible o eventualmente serán la parte pasiva de la eventual relación jurídica procesal del reclamo resarcitorio de la víctima. Para que el Órgano Judicial intervenga en la solución del conflicto de las partes, su función igualmente la ejercerá en humanas, de sus conductas “compartidas”». BIDART CAMPOS, G.J., Principios de Derechos

Humanos y Garantías, Pág. 149. 20 No es una protección automática la que tiene la víctima, en muchos casos tiene que reclamarla. En otros casos, aunque no lo haga, el Estado intervendrá. En ambos supuestos, confirma la confiscación del conflicto por el Estado que con probabilidades quedará sin solución. La doctrina argentina sobre el particular expresa que «el poder punitivo no tutela los bienes jurídicos de las víctimas del delito, pues por esencia es un modelo que no se ocupa de eso, sino que, por el contrario, confisca el derecho de la víctima: si esa tutela no la proporciona ninguna otra área jurídica, la víctima debe soportar el resultado lesivo de un conflicto que quede sin solución». ZAFFARONI, E.R., Derecho Penal parte general, Pág. 50. 21 Sentencia definitiva pronunciada por la Sala de lo Constitucional de fecha 3 de diciembre de 2002, en el proceso de inconstitucionalidad 14-99, considerando V 1.

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Capítulo I Perspectiva victimológica 15

un plano de objetividad que, además, supone su imparcialidad. Debido a que tanto el Ministerio Público como la Fiscalía deben actuar con objetividad e imparcialidad, surge la duda basada en si el Órgano Judicial y la Fiscalía, siendo ambos parte del mismo Estado, ejercen en realidad la función de manera seria o si la imparcialidad es aparente, por lo menos de parte de la Fiscalía, que representa a la víctima22.

Si se tiene en cuenta que para ambas instituciones estatales son funciones formales y materiales diferentes que tienden al mismo fin –la debida actuación de la ley penal y la debida tutela de los derechos de las personas–, la realización del Derecho por parte de estas dos instituciones no plantea ningún conflicto. En el caso específico de la Fiscalía, pretender de ella una actuación objetiva e imparcial, pero a la vez identificada como la representante de la víctima, no le resta la seriedad en el cumplimiento de sus funciones, principalmente si se tiene en consideración que el imputado igualmente tiene derechos que espera que sean respetados por el Estado, además de estar pacíficamente reconocido que es la parte débil de la relación procesal de carácter penal, y el civilmente responsable igualmente cuenta con sus derechos23.

II. 2. Derecho internacional La formulación constitucional del derecho a la protección y conservación

de los derechos es congruente con la normativa internacional y con la obligación que le es impuesta al Estado de normar internamente el catálogo de derechos de la persona humana. Todo Estado se ve sometido a instancias de control internacional, incluso por vía del recurso individual. En cierta forma, la jurisdicción internacional tiende a emplazar en un proceso jurisdiccional al

22 Así lo expresan los principios 12 y 13 de las Directrices sobre la Función de los Fiscales de las Naciones Unidas. LLOBET RODRÍGUEZ, J., Proceso Penal comentado, Pág. 142, destaca la crítica acertada sobre la atribución de imparcialidad del Ministerio Público y coincide con BOVINO, A., Problemas del derecho procesal penal contemporáneo, Págs. 29 – 30, en que tal atribución, por ser igual a la del juez, en algún momento perjudica la situación del imputado. Parece que recomiendan una total separación de funciones en este punto. Sobre la función de las diferentes entidades del Estado, Cfr. MONTERO AROCA, J., Derecho jurisdiccional III, Pág. 23. 23 «[…]…el Estado divide sólo formalmente sus funciones en el procedimiento, estableciendo un órgano que requiere […] y otro que decide […], para evitar que quien decide afirme antes la hipótesis sobre la que va a juzgar y limitar exteriormente su decisión a los hechos contenidos en la imputación deducida […] Pero, si formalmente la ley otorga a un órgano estatal el poder de requerir y a otro el de decidir, materialmente, ambos tienen sólo un interés objetivo en la debida actuación de la ley penal […]». MAIER, J.B.J., Derecho

procesal penal argentino, Vol. II, Pág. 272.

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La responsabilidad civil en materia penal 16

Estado presuntamente infractor de derechos humanos a fin de alcanzar la reparación de los daños de las víctimas, con lo cual completa el derecho constitucional anotado24.

El Estado, como sujeto de obligaciones ante la comunidad internacional, tiene la consistente en adecuar su legislación interna a los estándares establecidos internacionalmente, especialmente los que corresponden al derecho internacional de los derechos humanos. El constituyente ha reglado la obligación de proteger los derechos de las víctimas tal como lo está dentro del derecho internacional de los derechos humanos, según se deduce de los principales instrumentos de derechos humanos de los que El Salvador es suscriptor. La reiteración de los instrumentos internacionales en torno a esta obligación no es baladí, si se tiene claro que el origen de esta obligación es la tutela de los derechos de la víctima25.

En el sistema universal de derechos humanos, el PIDCP en el art. 2.2 regula la obligación que tienen los Estados de adoptar las medidas necesarias para hacer efectivos los derechos reconocidos en ese instrumento internacional. En el siguiente apartado del mismo artículo consagra el derecho que tiene la persona de hacer uso de los recursos legales contemplados dentro del derecho nacional para alcanzar la protección de los derechos consagrados en el instrumento. La connotación que tiene la palabra recurso en esta disposición no está limitada al empleo de medios impugnativos, como podría sugerirlo una primera lectura, sino que está más bien referido a cualquier medio legal o de cualquier otra clase para permitir que pueda conseguir la protección de sus derechos26. 24 «[…] si la justicia local priva a las víctimas de sus derechos fundamentales o si es remisa en hacer justicia cabe el recurso internacional […]», VILLALPANDO, W., De los derechos

humanos al derecho internacional penal, Pág. 221. En el caso Velásquez Rodríguez, la Corte Interamericana de Derechos Humanos en la sentencia de fecha 29 de julio de 1988, expresó que «Los Estados no comparecen ante la Corte como sujetos de acción penal. El Derecho internacional de los derechos humanos no tiene por objeto imponer penas a las personas culpables de sus violaciones, sino amparar a las víctimas y disponer la reparación de los daños que les hayan sido causados por los Estados responsables de tales acciones». 25 «La labor interpretativa de esa profusa red de disposiciones internacionales deberá hacerse en todo caso intentando armonizar los textos procurando la vigencia del principio pro víctima, en función del cual debe prevalecer siempre el criterio de mayor protección al derecho que se dice afectado». FLEMING, A., - LÓPEZ VIÑALS, P., Ob. Cit., Pág. 655. 26 En comentario sobre el término recurso pero a partir del art. 8 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, VILLALPANDO, W., (Ob. Cit. Pág. 48) dice que «Esta disposición implica, por contraposición, que el Estado debe proveer las medidas necesarias como para que una persona tenga el derecho a una clara reparación para el caso de que alguno de sus derechos esenciales queden afectados. La obligación de los Estados “no se limita al respeto de los derechos humanos, sino que los Estados partes se comprometen a

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Capítulo I Perspectiva victimológica 17

En el sistema interamericano, la CASDH tiene dispuesto el punto en cuestión lo en el art. 2, identificado con el epígrafe Deber de Adoptar

Disposiciones de Derecho Interno. La redacción de esta disposición muy poco difiere de la contenida en el instrumento del sistema universal. El ámbito interamericano de derechos humanos reitera la intención y obligación de los Estados de garantizar a las personas el goce de sus derechos sin tener más límites que los mismos derechos establecidos dentro del sistema. Está de más decir que, en consecuencia, en el empleo del término personas en esta disposición no hace distinción alguna, por lo que en ella también se encuentra la víctima27.

La tutela de los derechos de la víctima es omnicomprensiva, en el sentido que debe proveerse independientemente de cuál es el origen de la afectación o de si la causa es el comportamiento de una persona natural o jurídica o de una entidad, como el Estado. En ese sentido, el art. 25 de la CASDH, con una formulación similar a la del Pacto, demuestra que la esfera de protección de los derechos de las personas está configurada de tal manera que si en determinado momento existe vulneración de sus derechos, la protección se habrá de proveer tanto si aquélla es producto de la conducta de una persona natural o privada, como si lo es de una persona que actúa en representación del Estado28.

En términos generales, se puede decir que en los dos ámbitos internacionales de los derechos humanos más importantes con los que el Estado se relaciona, el universal y el interamericano, existe la posibilidad de que la víctima pueda recurrir a aquél en procura de la conservación y defensa de sus derechos a través de mecanismos que además deben de tener la característica de ser sencillos y rápidos, que no sólo comprenden el uso de los medios impugnativos, que por supuesto están incluidos en esa previsión normativa, sino a través del mismo ejercicio del derecho de acción. El derecho

garantizar el goce de esos derechos a todas las personas sometidas a su jurisdicción. Exige… (por consecuencia) … que los Estados Partes realicen actividades concretas para que las personas puedan disfrutar de sus derechos”». 27 «Las enunciaciones de derechos que se formulan en los instrumentos de carácter internacional más trascendentes contienen capítulos en que, por separado, se sistematizan las facultades del hombre ante el desarrollo de la actividad estatal jurisdiccional, donde, a su vez, se precisan garantías específicamente destinadas al resguardo del sujeto de arbitrariedades que pueden devenir del intento de actualizar la pretensión punitiva aneja a los delitos en el marco del proceso penal». FLEMING, A., - LÓPEZ VIÑALS, P., Ob. Cit., Pág. 22. 28 La normativa internacional establece esos estándares mínimos que, si no se adoptan, da lugar a acceder a la jurisdicción internacional en forma subsidiaria, de manera que no se creen espacios de impunidad. Cfr. VILLALPANDO, W., Ob. Cit. Pág. 221.

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La responsabilidad civil en materia penal 18

de acción, en ese sentido, también deja abierta la posibilidad de que lo sea en su esfera penal, como con el uso de acciones penales de carácter privado, con la incitación del Estado para que ejerza la acción penal pública, o con el uso de acciones de contenido eminentemente privado, como las civiles29.

Pero también existen instrumentos que aunque no constituyen pactos, acuerdos o convenciones, son fuente de derecho internacional de los derechos humanos y de aplicación obligada por parte de los Estados que integran el sistema universal en virtud de la observación del principio pacta sunt

servanda contenido en los artos. 26 y 31.1 de la Convención de Viena sobre el derecho de los tratados. Estos instrumentos son pertinentes para la tutela de los derechos de la víctima y, particularmente, lo relacionado con la responsabilidad civil. El principal de ellos es la Declaración sobre los

principios fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso

de poder, adoptada por la Asamblea General en su resolución 40/34, de 29 de noviembre de 198530.

29 «También tienen influencia en el sistema de procuración y administración de la justicia penal los derechos a la reparación e indemnización de la víctima que contempla la normativa supranacional incorporada (art. 75 inc. 22 CN), que han permitido a los órganos regionales de protección de los derechos humanos señalar que para garantizar plenamente los derechos reconocidos por la Convención, no es suficiente que el gobierno emprenda una investigación y trate de sancionar a los culpables, sino que es necesario, además, que toda esta actividad del gobierno culmine con la reparación a la parte lesionada». CAFFERATA

NORES, J.I., Cuestiones actuales sobre el proceso penal, Págs. 72 – 73. Por otra parte, la opinión consultiva OC-8/87 del 30 de enero de 1987 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos es ilustrativa al respecto. En ella se aprecia que se consultó acerca del Hábeas Corpus, que doctrinariamente no es considerado como recurso, sino como proceso. 30 Independientemente de cuál sea el lugar que ocupe el instrumento internacional una vez incorporado al derecho interno, ya que las Constituciones contienen regulaciones diferentes, desde todo punto de vista y cualquiera que sea el fundamento legal que se invoque para su intervención en la tutela de sus derechos, tiene garantizada su participación. «El derecho de acceso a la jurisdicción por parte de la víctima u ofendido, hoy es un aspecto sustancial en el proceso. Ya no cabe insistir en la vieja discusión de si la acción debe ser vista desde una perspectiva procesal o sustancial. Cualquiera que fuere la posición que adoptemos al respecto, por Derecho positivo vigente, del máximo rango, la acción debe serle reconocida a toda persona, que tiene derecho a ser oída para la determinación de sus derechos y obligaciones […]». FLEMING, A., - LÓPEZ VIÑALS, P., Ob. Cit., Pág. 492. No obstante, cierto sector de la doctrina critica que el instrumento en cuestión no es suficientemente amplio en la tutela de los derechos de la víctima, pues «como ha criticado BERISTAIN, este reconocimiento se limita a postular la apertura a la víctima del acceso a los mecanismos de justicia, la adecuación de los procedimientos judiciales y administrativos a sus necesidades y la garantía de la información a que tienen derecho». MAPELLI CAFFARENA, B., - TERRADILLOS BASOCO, J., Las consecuencias

jurídicas del delito, Pág. 252.

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Capítulo I Perspectiva victimológica 19

Este instrumento internacional parece tener doble utilidad: la primera, para efectos de identificar a quién se considerará víctima y para que, a partir de ese reconocimiento, ésta reclame protección del Estado por la violación de sus derechos; y, la segunda, para distinguir entre las personas que son víctimas del delito y las que son del abuso del poder del Estado. En las primeras tres disposiciones de esta Declaración se encuentran las que se podrían considerar características generales de ambas clases de víctimas. En el principio No. 1 dice que víctimas serán las personas que, individual o colectivamente, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de los derechos fundamentales, como consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en los Estados Miembros, incluida la que proscribe el abuso de poder31.

En el principio No. 2 la Declaración explica que aunque no esté identificada la persona autora de la violación del derecho, o aunque esté identificada, con prescindencia de su aprehensión, enjuiciamiento o condena, la calidad de víctima se mantendrá. Incluye en este principio asimismo un concepto ampliado de la calidad de víctima, que comprende no sólo a la persona que ha sufrido en forma directa el menoscabo de sus derechos, sino también a otras, como las víctimas colectivas o que representan intereses difusos. Con este concepto ampliado en este instrumento, queda más clara la diferencia entre ofendido y víctima. Tal distinción ayuda al legislador para la mejor formulación de la ley, especialmente la normativa secundaria que de cualquier manera desarrolla preceptos victimales32.

Resulta obligada la aplicación de esta Declaración por parte de los Estados, independientemente de que, de acuerdo a nuestra Constitución, no es un tratado internacional, tal como se entiende éste conforme al derecho de los tratados (art. 2.1 de la Convención de Viena sobre el derecho de los tratados, es decir, el acuerdo internacional celebrado por escrito entre Estados y regido 31 Cfr. CAFFERATA NORES, J.I., Ob. Cit., Pág. 285. De otra parte, «la primera parcela de estudio que asumió la victimología fue esa víctima individual y luego abarcó la colectiva para investigar qué papel jugaba en el delito. Ello demandó la investigación del fenómeno victimal, y todo el cúmulo de interpretaciones lleva a admitir que, por un lado, el juzgador no puede dejar a un lado el proceder de la víctima y, por el otro, la necesidad de una nueva actitud garantista de protección y ayuda moral y material a la víctima». NEUMAN, E., Victimología, Vol. I, Pág. 26. 32 El CPP es producto de esa diferenciación, según se desprende de la redacción del art. 12 y en ese sentido también opina la doctrina nacional: «…de la víctima en sentido tradicional, la persona que sufre el daño directo que provoca el delito, se ha pasado a un concepto ampliado de víctima a la tutela de intereses sociales». LÓPEZ ORTEGA, J.J., Comentarios al

Código Procesal Penal, Pág. 12.

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La responsabilidad civil en materia penal 20

por el derecho internacional). Si bien el Párr. 1º del art. 144 de la Constitución no habla de conjunto de principios, directrices, etc., y por lo tanto no encajan en la calidad de tratados, aquéllos no están excluidos de ser o formar parte del ordenamiento jurídico interno de un Estado33.

Para entender el lugar de aplicación que tiene el tratado según la Constitución en el derecho interno, hay que tener en consideración también el Párr. 2º del art. 144 de la misma, que distingue la posición que tendrán los tratados con respecto al resto del ordenamiento jurídico interno. El análisis de los tratados en la jurisprudencia por parte de la Sala de lo Constitucional ha variado. Primero consideró que había que tener en cuenta dos aspectos: el primero, que los instrumentos internacionales se encontraban en un plano de subordinación con respecto a la Constitución, pero en paridad con relación a la ley secundaria, y el segundo, que en cuestión de conflictos entre la ley y el tratado, éste será preferido sobre la ley. Ésta nunca podrá modificarlo o derogarlo, por lo que con base en esta jurisprudencia, en la aplicación entre las normas internas secundarias y los tratados tendrá que atenderse preferentemente a lo dispuesto en éstos34.

En síntesis esto significa, según este primer criterio, que el orden que debe de tenerse en cuenta en el momento de reclamar ante el Estado la protección de los derechos humanos, o que el Estado procure efectivizarlos, es, primero, la Constitución y luego la ley y los tratados, y sólo en caso de conflicto entre éstos, se preferirán los tratados a la ley, dilucidación que debe plantearse en un caso concreto. Tal postura quedó reflejada en la sentencia del 14 de febrero de 1997, en el proceso de inconstitucionalidad Nº 15-96. Luego 33 «Pero lo interesante del caso es que la cultura universal, pasando por sobre la diversidad ideológica, ha reconocido una serie de principios fundamentales en nuestra materia, antes mencionados, que superan la lucha política e ideológica. Es de esperar que, en un futuro no muy lejano, el reconocimiento de los estados como parte de la comunidad internacional dependa de la observancia de esos principios». MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal

argentino, Vol. II, Pág. 219. 34 Lo que no se previó por el constituyente fue el lugar de la reforma constitucional que pueda entrar en colisión con el tratado. Sintéticamente, me adhiero a la postura que sobre el particular expone BIDART CAMPOS, G.J., Tratado elemental de derecho constitucional

argentino, T – III, El derecho internacional de los derechos humanos y la reforma

constitucional de 1994, Pág. 290: «Pero en materia de tratados internacionales el panorama cambia: el límite heterónomo o externo que el estado se impone y acepta cuando da ingreso a un tratado en su derecho interno coloca una barrera que el derecho interno, así sea la constitución que se reforma en ejercicio del poder constituyente, no puede franquear en adelante; y ello sin que importe cuál sea el plano que jerárquicamente ocupe el tratado en el derecho interno. Por ende, aunque en algunos supuestos su rango sea solamente subconstitucional, las posteriores normas que por enmiendas a la constitución se introduzcan a ella en oposición a un tratado serán inconstitucionales».

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Capítulo I Perspectiva victimológica 21

estimó que para fundamentar pretensiones concretas, no sólo de carácter constitucional, pueden invocarse los tratados internacionales y no únicamente los del Derecho Internacional de Derechos Humanos35.

Asimismo expresó la Sala de lo Constitucional que los tratados internacionales no constituyen un bloque de constitucionalidad, por lo que la Constitución es el único parámetro de control de la constitucionalidad de las leyes; que existe una diferencia entre los tratados y las leyes reflejada en dos planos, el primero al momento de su creación y el segundo cuando en un caso concreto se plantea el conflicto entre el tratado y la ley, en cuyo caso se resuelve a través de la prevalencia del tratado con respecto a la ley. Este giro jurisprudencial se concretó en la sentencia de inconstitucionalidad del 26 de septiembre de 2000, Nº 24-97/21-98, en la que se impugnó la Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz36.

Finalmente, en el último quiebre jurisprudencial la Sala de lo Constitucional se ha pronunciado en el sentido de considerar que los instrumentos internacionales del Derecho Internacional de los Derechos Humanos pueden tener cabida en el control constitucional por gozar junto con la Constitución de un sustrato común axiológico –la dignidad humana y el personalismo–; ha dicho que la contradicción entre el tratado y la ley se

35 Cfr. GARCÍA DE ENTERRÍA, E., La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional, Pág. 73. 36 Acerca del funcionamiento del bloque de constitucionalidad en materia penal, Cfr. GAVIRIA LONDOÑO, G.E., Víctimas, acción civil y sistema acusatorio, Pág. 87. «El bloque de constitucionalidad está compuesto por aquellas normas y principios que, sin aparecer formalmente en el articulado del texto constitucional, son utilizadas como parámetros del control de constitucionalidad de las leyes, por cuanto han sido normativamente integradas a la Constitución, por diversas vías y por mandato de la propia Constitución. Son, pues, verdaderos principios y reglas de valor constitucional, esto es, normas situadas en el nivel constitucional, a pesar de que puedan a veces contener mecanismos de reforma diversos al de las normas del articulado constitucional stricto sensu». MONROY CABRA, M.G., «Interpretación constitucional y tratados internacionales», en La Constitución por

construir. Pág. 71. «La Corte Constitucional ha establecido que la revisión de constitucionalidad de los asuntos sometidos a su competencia, debe realizarse no solo frente al texto formal de la Carta, sino también a partir de su comparación con otras disposiciones, las cuales de acuerdo con la Constitución tienen jerarquía constitucional (bloque de constitucionalidad stricto sensu), o a partir de otras normas que aunque no tienen rango constitucional, representan parámetros para analizar la validez constitucional de las disposiciones sometidas a su control (bloque de constitucionalidad latu sensu). […] Hacen parte del bloque de constitucionalidad, en sentido estricto, los tratados internacionales que reconocen derechos humanos y que prohíben su limitación en los estados de excepción […], los tratados limítrofes […] y los Convenios 87 y 88 de la O.I.T. […]». RODRÍGUEZ, O.A., Prueba ilícita penal, Pág. 57.

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La responsabilidad civil en materia penal 22

traduce en una violación indirecta o por acción refleja de la Constitución, desde luego tanto el Derecho Internacional de los Derechos Humanos y la Constitución confluyen en la protección de la dignidad humana, por lo que con base en el art. 144 Párr. 2º Constitución, en el mismo plano constitucional es posible la aplicación de los instrumentos internacionales. Este último criterio está plasmado en la sentencia del 1 de abril de 2004, en el proceso de inconstitucionalidad Nº 52-2003.

La manera de resolver la aplicación de los instrumentos internacionales –de determinar su fuerza normativa– difiere en los diferentes países. Sin embargo, se identifican básicamente cuatro: la que coloca los tratados sobre la Constitución; la que los ubica en el mismo rango que la Constitución, como Argentina (art. 75 No. 22 de la Constitución Federal de la República Argentina); la que los sitúan en un plano infraconstitucional, como El Salvador; y los que los estiman siempre integrantes de la ley secundaria, como España37.

Entonces, la interrogante que se plantea es qué valor tienen aquellos instrumentos que sin ser tratados se pretende que sean aplicados por los Estados. Esa serie de instrumentos que no son tratados propiamente merece tener aplicación en el derecho interno, si la intención de los sistemas internacionales es la de desarrollar los contenidos de los tratados y de proteger los derechos humanos. El doctor FLORENTÍN MELÉNDEZ, en torno a este asunto de la aplicación por parte de los Estados de los instrumentos internacionales que no son tratados o convenios de derechos humanos, ha tenido oportunidad de pronunciarse38.

El expresado autor arriba a la siguiente conclusión: A diferencia de los tratados, las declaraciones y resoluciones internacionales, en estricto sentido, no tienen carácter jurídicamente vinculante, por lo que dichos

37 Sobre la fuerza normativa que dimana de la Constitución, Cfr. BIDART CAMPOS, G.J., Tratado elemental de derecho constitucional argentino, T – III, El derecho internacional

de los derechos humanos y la reforma constitucional de 1994, Pág. 384, y PÉREZ ROYO, J., Curso de derecho constitucional, Pág. 833. Sobre la incorporación de los tratados, Cfr. SAGÜES, N.P., Mecanismos de incorporación de los tratados internacionales de derechos

humanos, al derecho interno. 38 Básicamente, la función estriba en la protección de los derechos humanos. «Los tratados internacionales sobre derechos humanos son instrumentos de efectos jurídicamente obligatorios para los Estados, los cuales adquieren ciertas obligaciones jurídicas respecto de los derechos de todas las personas sometidas a su jurisdicción territorial. El objeto y fin de estos tratados es precisamente la protección de los derechos fundamentales en toda circunstancia y respecto de toda persona, sin distinciones». MELÉNDEZ, F., Instrumentos

internacionales sobre derechos humanos aplicables a la administración de justicia Estudio

constitucional comparado, Pág. 131.

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Capítulo I Perspectiva victimológica 23

instrumentos deben ser interpretados y aplicados en consonancia con los instrumentos convencionales de carácter general y particular e incluso con las normas constitucionales y demás normas del derecho interno. De tal manera, los instrumentos declarativos y resolutivos sobre derechos humanos sí producen efectos vinculantes para los Estados, ya que éstos están jurídicamente obligados a cumplir de buena fe los compromisos adquiridos en el seno de las organizaciones internacionales. Tómese en cuenta que el contenido de las declaraciones y resoluciones internacionales ha sido ya incorporado y desarrollado en normas de derecho constitucional comparado, en diferentes legislaciones nacionales y tratados internacionales, lo cual reafirma la validez jurídica de los principios y normas que contienen.39 Por tanto, si esta Declaración es norma que puede y tiene que aplicar el

Estado en cumplimiento de sus obligaciones de carácter internacional a efecto de tornar eficaz la tutela de los derechos de las víctimas, debe de analizarse si su contenido comprende regulaciones que tienen que ver con tal fin. Precisamente porque ése es el objeto de la Declaración, el Párr. 1º del principio No. 5 busca allanarle el camino a la víctima para conseguir la protección de sus derechos, al disponer que deban crearse mecanismos expeditos que permitan a las víctimas obtener reparación mediante procedimientos oficiales u oficiosos; y en el último Párr. de este mismo principio expresa que también habrá de informárseles a las víctimas acerca de la existencia de esos mecanismos40.

39 Cfr. MELÉNDEZ, F., Ob. Cit. Pág. 131. 40 «[…] la víctima del delito precisa también que se reconozcan sus derechos cuando se ve inmersa en un proceso penal y no sólo entonces, sino que necesita apoyo desde el momento en que acude solicitándolo a los órganos de justicia penal». ALASTUEY DOBÓN, M.C., La

reparación a la víctima en el marco de las sanciones penales, Pág. 47. «Por cierto que la víctima en el ámbito penal puede ser individual o colectiva y el daño resulta del hecho que la violación de bienes jurídicamente protegidos en la normativa penal: en especial la salud física y mental, pérdida patrimonial, ultrajes sexuales y la libertad, dentro de los delitos convencionales. Todos los menoscabos, en fin, a que la somete la acción u omisión del victimario y que redunda de modo insoslayable en su existencia. A toda esa agresión a los derechos fundamentales de cualquier ciudadano habrá que agregar, según la ONU, los de su familia, dependientes, a quienes sufren al prevenir una victimización y a las víctimas provenientes del abuso del poder político». NEUMAN, E., Ob. Cit., Págs. 25 – 26. El art. 13 CPP no indica la oportunidad en la cual la víctima debe ser informada acerca del catálogo de derechos, ni sobre si sus derechos tienen que serle informados por el fiscal o por el juez o tribunal. Aportaría en la facilitación del ejercicio de sus derechos, así como de sus oportunidades e instituciones de auxilio, clarificar este punto, porque es a partir de ese conocimiento que la víctima sabe qué es lo que puede reclamar. Por ello considero que el modelo más cercano en nuestro entorno, que mejor ha desarrollado esta herramienta procesal, es el costarricense, pues en él sí está prevista esta oportunidad. Cfr. LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Págs. 123 – 124.

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Nótese que una de las principales aspiraciones de la Declaración es que las víctimas consigan mediante esos mecanismos la reparación. Sostengo que debido a que la reparación está más bien relacionada con pretensiones de índole patrimonial, este instrumento internacional tiene por finalidad que las víctimas consigan reparaciones de ese mismo contenido. Lo anterior encuentra sustento además de en la interpretación integral del instrumento, también en ciertas disposiciones particulares de él, como, por ejemplo, en la obligación contenida en el principio No. 6 literal e) y en el principio No. 7. Los principios del No. 8 al No. 11 están comprendidos bajo el epígrafe denominado resarcimiento y los Nos. 12 y 13 bajo el epígrafe indemnización. Ambas instituciones jurídicas, resarcimiento e indemnización, son de contenido esencialmente patrimonial o económico41.

Dentro del resarcimiento regulado en la Declaración, según el principio No. 8 caben:

a) la devolución de los bienes o el pago por los daños o pérdidas sufridos, b) el reembolso de los gastos realizados como consecuencia de la

victimización, c) la prestación de servicios y d) la restitución de derechos. Dentro del resarcimiento están comprendidos los institutos jurídicos de la

indemnización, la reparación, la restitución y las costas procesales, que en la norma sustantiva penal aparecen en disposiciones distintas y sin hacer alusión expresa al resarcimiento, sino sólo bajo la rúbrica de las consecuencias civiles del delito, pero en la Declaración además está la prestación de servicios, que cuando éstos son de utilidad pública se convierten en una pena principal que el CP la contiene juntamente con otras penas principales, aunque también la prestación de ciertos servicios podría caber dentro de los acuerdos que puedan alcanzar la víctima y el imputado en el contexto de la conciliación, en los casos en que ésta es procedente de acuerdo con lo regulado en el CPP42. 41 Sin embargo, la connotación de la reparación la doctrina la considera más amplia y no circunscrita al aspecto patrimonial. «Se ha incluido dentro de la reparación propiamente dicha “la continuación de los procedimientos judiciales para la averiguación de la infracción demandada (en el caso, desapariciones forzadas) incluso aunque no puedan aplicarse sanciones penales y solo se dirijan a develar lo ocurrido (derecho, “a la verdad”); la declaración pública de reprobación de aquella práctica; la reivindicación de la memoria de la víctima y otras similares». Pero se ha aclarado que, en sentido estricto, «medidas de esta clase formarían parte de la reparación de las consecuencias de la situación violatoria de los derechos o libertades y no de las indemnizaciones, a tenor del artículo 63.1 de la CADH». CAFFERATA NORES, J.I., Ob. Cit., Pág. 73. 42 Cfr. MOLINA BLÁZQUEZ, M.C., La aplicación de las consecuencias jurídicas del delito, Pág. 234. «[…] se ligan a la victimología de hoy la ratificación de los Derechos Humanos

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Capítulo I Perspectiva victimológica 25

II. 3. �ormativa secundaria La normativa secundaria contiene las principales disposiciones que

procuran habilitar el ejercicio de los derechos que tienen las personas víctimas para alcanzar la defensa y protección de sus derechos. Los derechos supra mencionados son de naturaleza adjetiva, esto significa que para ejercerlos debe haber también derechos de naturaleza sustantiva con los cuales relacionarse. Esa relación resulta indispensable por la relación entre los derechos subjetivos que tienen contenido y los que permiten su reclamo. En las líneas que siguen, se hará una especie de identificación de las principales normas secundarias que contienen las instituciones jurídicas vinculadas con el ejercicio del derecho de la víctima a obtener el resarcimiento de los daños tanto en su aspecto sustantivo como adjetivo y algunas normas especiales43.

II. 3. A) Código Penal El CP es el principal cuerpo normativo que hace referencia al objeto de

los derechos que tienen las víctimas que serán el eventual contenido del resarcimiento de las afectaciones sufridas por la comisión del delito. En los artos. del 114 al 127 CP se comprenden las diferentes figuras relacionadas con este instituto jurídico. En un primer capítulo el CP establece las condiciones generales bajo las cuales procede la responsabilidad civil. Se advierte desde el inicio la posición que adopta el legislador en el sentido de que la responsabilidad civil no tiene carácter accesorio, esto es, de que se trata de una obligación civil que no corre la suerte de otra considerada principal. No se

para la no humillación de las personas, bregar por un sistema de justicia que tenga en cuenta las necesidades de la víctima y las falencias de los compromisos de compensación legalmente asumidos en sede penal y civil; la erradicación de los procesos sociales que conducen a la victimización; la prevención de esa victimización y de conductas individuales de tipo victimal y, en todo momento, dar respuestas sociales válidas a toda víctima». NEUMAN, E., Ob. Cit., Pág. 27. 43 MONTERO AROCA, J., en referencia al desarrollo histórico del derecho de acción y por él, el acceso a la jurisdicción, indica que el derecho subjetivo material y el derecho público de acción tienen titulares y destinatarios diferentes; en síntesis dice que «de la polémica entre Windscheid y Muther (1856 y 1857) resultó la autonomía del derecho de acción frente al derecho subjetivo material, siendo concebido aquél como un derecho, de naturaleza pública, frente al Estado en sus órganos jurisdiccionales, a obtener la tutela jurídica. Si el destinatario de la acción no es el demandado, sino el Estado, han quedado distinguidas dos esferas jurídicas; el derecho privado material y el derecho de acción, los cuales tendrán como contenido, sujetos y efectos distintos». Derecho jurisdiccional I, Parte general, Pág. 19.

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aprecia que su intención al preverla haya sido la de que siguiera la suerte de la responsabilidad penal, como si ésta fuera principal44.

De manera que, sin perjuicio del resultado del desenlace del conflicto objeto del proceso penal, según el CP la obligación de responder por las consecuencias civiles del delito subsiste a cargo de la persona señalada como probable autora de la conducta ilícita o a cargo de aquélla que por especiales relaciones con la autora del ilícito haya de ser depositaria del reclamo resarcitorio. Esto es lo que se deduce del art. 114 cuando expresa que la ejecución de un hecho descrito por la ley como delito o falta origina obligación civil en los términos que la misma ley penal establece. Debe reiterarse, por otra parte, que el derecho de la víctima tiene límites establecidos en el CP, de manera que no es cualquier obligación la que se hará recaer sobre el responsable civil, sino sólo la que especialmente esté prevista en el CP45.

En ese orden, el CP limita a cuatro el contenido de la obligación civil: la restitución de las cosas o de su valor, la reparación de los daños causados, la indemnización por los daños y perjuicios irrogados y las costas procesales. Regula la responsabilidad civil directa del autor de la conducta considerada como delito o falta, pero también le ha dado cabida a una responsabilidad civil especial a cargo de personas que por su relación con los autores directos del delito o de la falta tienen que asumir las consecuencias civiles de sus actos, como algunas causales que excluyen la responsabilidad penal del art. 27 CP, que consisten, primero, en el estado de necesidad; segundo, en el supuesto de quien en el momento de ejecutar el hecho no estuviere en situación de comprender lo ilícito de su acción u omisión o de determinarse de acuerdo a esa comprensión, por enajenación mental; grave perturbación de la conciencia; y, desarrollo psíquico retardado o incompleto; y, tercero, el de la no exigibilidad de otra conducta46.

44 Con respecto a la autonomía de la pretensión civil dentro del proceso penal, «desde el punto de vista procesal pueden verse ligadas por el hecho de ejercitarse en el mismo procedimiento», MORENO CARRASCO, F., - RUEDA GARCÍA, L., Código Penal de El

Salvador comentado, Pág. 482. Tal connotación aparece planteada en forma diferente, denominándola accesoria o secundaria. Cfr. LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Pág. 125; SEOANE SPIEGELBERG, J.L., Derecho procesal penal salvadoreño, Pág. 243. Esto, sin embargo, se aclarará más adelante. 45 Cfr. DE LLERA SUÁREZ – BARCENA, E., Derecho procesal penal, Pág. 138. 46 En lo que respecta a la indemnización, la opinión de la doctrina que pregona el aseguramiento de la norma a través de la pena refiere: «La cualidad que también se atribuye a la indemnización, consistente en generar un reconocimiento de la víctima, puede realizarse en el caso concreto; sin embargo, este resultado no es en todo caso obligado. […] el deber de resarcimiento puede bastar en el caso concreto como consecuencia del delito;

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En consonancia con los enunciados del derecho común, cuando se trata de conductas penales ejecutadas por varias personas que o bien son consideradas coautoras del delito, o bien partícipes, la responsabilidad civil es considerada solidaria. Sin embargo, esta obligación entre los autores y partícipes de responder in solidum por las resultas civiles del delito demanda una actividad probatoria de las partes a cuyo cargo está la obligación de demostrar esta clase de responsabilidad, a fin de que exista una distribución proporcional entre aquéllos determinada por su contribución al resultado. Como sea, el juez o tribunal a cuyo cargo está la asignación de las cuotas entre los autores y partícipes, a fin de delinear apropiadamente el criterio de proporcionalidad de que trata el legislador en estas disposiciones, seguramente que requerirá de algo más que la simple demostración del aporte de los autores y partícipes en la obtención del resultado para llegar a su determinación47.

De no ser así podría quedar abandonada tal circunstancia al criterio o arbitrio judicial, lo cual no es conveniente, ni contribuye a la seguridad jurídica de los justiciables, especialmente de la víctima, ni a la correcta función de las instituciones del sistema penal. La distinción existente en el CP entre las responsabilidades subjetiva y la objetiva queda en evidencia en materia de la responsabilidad civil. Como se aprecia en la figura de la responsabilidad civil subsidiaria común, indicada en el Párr. 2º del art. 120, cabe la responsabilidad civil subsidiaria común a cargo de la persona natural titular de una empresa o establecimiento que, sin haber intervenido en el hecho punible –porque si hubiere intervenido ya no responde incluso, en algunos delitos puede ser para la víctima más adecuado que prevalezca el deber de resarcimiento sobre la pena. Además, se tiene en cuenta una amplia compensación autor–víctima –que excede al marco puramente civil». JAKOBS, G., Derecho penal, Parte

general, Fundamentos y teoría de la imputación, Pág. 17. Lo que aparece claramente establecido en esta regulación que comprende las cuatro consecuencias civiles del delito, es que la responsabilidad civil no surge tanto de un hecho que la ley repute como delito, sino de la ejecución de un acto que produce consecuencias injustas que la víctima o el perjudicado no tienen por qué soportar. «La reparación del daño causado por un hecho punible imputable a un sujeto es una constante en el derecho histórico, y en este sentido […] “el no causar daño a los demás es quizá, la más importante regla de las que gobiernan la convivencia humana, no en vano los juristas romanos la incluyeron entre las tres grandes máximas del comportamiento social, junto al vivir honesto y al dar a cada uno lo suyo”». SEOANE SPIEGELBERG, J.L., Derecho procesal penal salvadoreño, Pág. 236. 47 «El tema probatorio (thema probandi) está constituido por los hechos afirmados por las partes en sus respectivos escritos de alegaciones (demanda y contestación, o conclusiones provisionales). […] se centra en los hechos alegados […] En este caso, el juez civil queda vinculado por la admisión de los hechos por parte de aquél a quien perjudican». CLIMENT

DURÁN, C., Ob. Cit., Pág. 1206. En cuanto a la solidaridad y subsidiariedad, Cfr. MOLINA

BLÁZQUEZ, M.C., Ob. Cit., Págs. 240 – 241.

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subsidiariamente, sino directa y personalmente– deberá responder civilmente como si lo hubiera cometido personalmente48.

Ante el evento de que los trabajadores, dependientes o administradores que en razón de sus labores hayan cometido un delito, que no necesariamente le haya reportado una ventaja económica, surge la responsabilidad subsidiaria común. Según se aprecia de la dicción de la norma, basta la sola relación laboral entre el autor y el titular de la empresa o establecimiento para que éste deba responder en subsidio de aquél si en razón de su trabajo comete un delito. Al comparar esta disposición con el contenido del art. 4 CP, en el que el legislador proscribe expresamente la responsabilidad objetiva, es dable reconocer que sólo cuando se trata de la aplicación de una pena o medida de seguridad es exigible la proscripción de esa responsabilidad objetiva, pero cuando ya se entra en la esfera civil el legislador penal sustantivo la considera procedente49.

La observación anterior también es aplicable en lo que respecta a la responsabilidad civil subsidiaria especial, que es la que le corresponde a las personas jurídicas o al Estado y sus entes autónomos; en estos casos la responsabilidad civil recaerá: a) sobre las personas jurídicas titulares de empresas o establecimientos cuyos administradores, dependientes o cualquier trabajador a su servicio en el desempeño de su actividad laboral cometa un

48 No comparto la doctrina local que se pronuncia en el sentido de que la determinación de la cuota de la solidaridad debe quedar al criterio del juez o tribunal, cuando dice: «La determinación interna de tales cuotas es labor que la ley encomienda al sentenciador según su arbitrio con la única guía de que ello sea proporcional a la contribución del sujeto al resultado…». MORENO CARRASCO, F., - RUEDA GARCÍA, L., Ob. Cit., Pág. 469. La razón de mi disidencia es porque si bien el arbitrio judicial es una forma para determinarla, pero por tratarse de la materia civil, por aplicación del principio dispositivo y del principio adjetivo acusatorio, debe exigírsele al actor civil definir en su demanda claramente esa distribución. Por otra parte, en lo que atañe a la importancia de la seguridad jurídica, la doctrina opina que «No es necesario, como hemos visto, un gran esfuerzo argumental para comprender que la seguridad jurídica, entendida como la posibilidad de un cálculo apriorístico razonablemente seguro de la manera y el sentido en que los tribunales aplicarán las normas legales, es un elemento inherente de un Estado de Derecho que propugna la libertad como uno de los valores superiores del ordenamiento jurídico (art. 1º, CE). No cabe duda de que el componente mínimo de la libertad es el poder de prever la actuación de los poderes públicos antes de decidir cómo actuar». BACIGALUPO, E., Hacia el nuevo Derecho penal, Págs. 183 – 184. 49 «[…] es preciso la existencia de un sujeto responsable: el imputado o un tercero civil, y un pretensor, que no es otro que el perjudicado u ofendido, titular del derecho subjetivo a la obtención del resarcimiento proveniente de la infracción criminal sufrida […]». SEOANE SPIEGELBERG, J.L., Derecho procesal penal salvadoreño, Pág. 243. Asimismo, Cfr. MOLINA BLÁZQUEZ, M.C., Ob. Cit., Págs. 252 – 253.

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delito; y, b) sobre el Estado, las instituciones autónomas o las municipalidades cuyos empleados o funcionarios haya cometido un delito en el ejercicio de sus funciones. Seguramente que en esta clase de responsabilidad existe un interés por parte del Estado, por un lado, de evitar la impunidad de aquellos servidores públicos que se ocultan en el aparato estatal para la comisión de los delitos y, por otro, en la solidaridad que tiene que asumir el Estado con las personas víctimas cuando los servidores públicos en el desempeño de sus labores cometen delitos50.

Esta regulación especial ha superado la contenida en el CC. Si bien en éste (Párr. 1º del art. 2071) aparece como regla o principio que toda persona es responsable no sólo de sus propias acciones, sino del hecho de aquellos que estuvieren a su cuidado, pero el legislador civil no distinguió si la persona que tenga a su cuidado a otra deba ser natural o jurídica. Pudiera creerse que una interpretación analógica del principio, en consideración a las circunstancias actuales, abriría la posibilidad de entender que así es. Sin embargo, la interpretación de esta regla, particularmente por el sentido que tienen las que están en el contexto, supone que se refiere a la persona natural y no a la jurídica, mucho menos al Estado (el art. 2069 habla del ebrio, el 2070 habla del responsable de menores de diez años de edad, y el 2072 de los padres)51.

50 La doctrina refiere que se trata de dos clases de sujetos o partes pasivos de la relación jurídica procesal, las primeras son «[…] las partes pasivas principales, que son las que sólo pueden ser acusadas como responsables principales de un delito o falta a título de autores o de cómplices, títulos que se nos dan delimitados por la ley y doctrina penal material, y partes pasivas secundarias o de segundo grado, que son los responsables civiles

subsidiarios, cuyo concepto o titularidad se nos entrega elaborado por el derecho material, y así son todas aquellas personas, naturales y jurídicas, de quienes dependen los

responsables principales por razón de servicio o vínculo familiar». SEONANE SPIEGELBERG, J.L., Derecho procesal penal salvadoreño, Pág. 245. Asimismo, Cfr. MOLINA BLÁZQUEZ, M.C., Ob. Cit., Pág. 255. 51 Cuando el Ministerio Público ejerce la acción civil porque preceptivamente le está impuesta, no puede dejar de incluir en la pretensión resarcitoria a cualquier sujeto que le quepa responsabilidad civil, como los apuntados; sin embargo, como lo refiere la doctrina, «a tales personas habrá que dárseles la posibilidad de intervenir en el procedimiento, so pena de condenárseles sin ser oídas, y, por consiguiente, generándoles una evidente, como vedada, indefensión […]».SEONANE SPIEGELBERG, J.L., Derecho procesal penal

salvadoreño, Pág. 246. En otro aspecto, el traslado de la pretensión resarcitoria a la esfera civil, supondría sólo el reclamo en contra de personas naturales. No obstante, «la reserva de la acción derivada del delito sólo supone que el perjudicado expresa su deseo en orden a la jurisdicción competente, pero nada dice de la normativa aplicable, que no es otra que la establecida en las normas de Derecho Civil contenidas en el Código Penal. De donde, reservada la acción civil, los tribunales civiles deben aplicar los artículos 109 a 126 CP». MOLINA BLÁZQUEZ, M.C., Ob. Cit., Pág. 233.

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Sostengo que el CC sólo se refiere a personas naturales porque, en principio, el cuidado de terceros no es obligación del Estado, ni siquiera en las circunstancias excepcionales que se presentan en aquellos casos en los que existen relaciones especiales de subordinación. Pero éstas no suponen una relación de dependencia sino de subordinación especial o excepcional. La previsión del legislador penal está más bien dirigida a aquellas relaciones de dependencia que nacen en razón de las funciones o de los cargos y que con ocasión de realizarlos es que llegan a cometerse delitos o faltas, lo que da lugar a trasladarle la responsabilidad civil a la persona jurídica o al Estado, con lo cual, además de ser congruente con el derecho internacional, se acentúa la protección del derecho de la víctima52.

En el CP la posición del crédito de la víctima goza de un lugar importante. En él se consagra un orden de preferencia para el pago de las obligaciones relacionadas con la imposición de la sanción penal, colocando en el Párr. 1º del art. 123 en primer lugar el pago de la indemnización y luego la multa y posteriormente las demás que contraiga el responsable después de cometido el delito. Me parece claro que el legislador ha querido que la víctima pueda ver satisfecho su derecho de contenido económico al ubicar en primer lugar la indemnización. Coincido con quienes se pronuncian en ese sentido. No obstante, una lectura detallada de la disposición podría plantear algunas dificultades, lo que en mi opinión aconseja su modificación a fin de mejorarla; según se lee, incluye una especie de repetición al hablar en el Párr. 1º de la preferencia y vuelve a establecer el orden de la preferencia en la numeración del Párr. 2º53.

Si ordenamos esa preferencia, tenemos que en ambos párrafos está primero el pago de la indemnización, pero en el 2º al mismo nivel que la indemnización se encuentra la reparación. En el Párr. 1º dice que la indemnización será preferida al pago de la multa, pero en el 2º en medio de la indemnización y la multa está la reparación, si bien juntamente con la indemnización, pero sabemos que el legislador penal ha distinguido entre la indemnización, la reparación de los daños y la restitución de la cosa, por lo que se exige una aclaración acerca de cuál es la que se pagará en segundo lugar, si la reparación o la multa54.

52 Sobre los requisitos para la concurrencia de la responsabilidad civil a cargo del Estado, Cfr. MOLINA BLÁZQUEZ, M.C., Ob. Cit., Págs. 257 – 258. 53 Cfr. MORENO CARRASCO, F., - RUEDA GARCÍA, L., Código Penal de El Salvador

comentado, Pág. 481; LANDROVE DÍAZ, G., Las consecuencias jurídicas del delito, Págs. 159 – 160. 54 No estoy de acuerdo con la interpretación que le han dado MORENO CARRASCO, F. - RUEDA GARCÍA, L., Ob. Cit. Pág. 480, a este orden de prelación, por simplista, ya que si

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En el Párr. 1º parece dejar en tercer lugar cualquiera otra obligación que haya adquirido el responsable después de cometido el delito y en el Párr. 2º en tercer lugar están las costas procesales; así se entiende cuando habla de los gastos hechos por su cuenta en el proceso. Entonces, las costas procesales no son gastos en los que haya incurrido el responsable después de cometido el delito, sino que son gastos en que se incurre por el solo hecho de echar a andar el andamiaje jurisdiccional –el proceso– y que conforme a las reglas comunes contenidas en el CPrC son trasladables al sujeto pasivo de la relación procesal, lo cual significa que las obligaciones que haya adquirido el responsable después de cometido el delito simplemente quedan sujetas a las reglas comunes de la preferencia de los créditos y de ninguna manera constituyen costas procesales55.

Pero, además, el legislador en el Párr. 1º de la disposición citada no previó que su formulación literal plantea una limitación al derecho de reparación de la víctima con respecto al reclamo, cuando habla de las obligaciones que el responsable haya adquirido después de cometido el delito, lo que podría entenderse como si responsable civilmente sólo puede serlo el que haya cometido el delito como autor o como partícipe. Me explico. Como se desprende de las disposiciones que regulan la responsabilidad civil, responsable civilmente por las consecuencias civiles del delito no sólo es la persona del imputado o del condenado, sino, como hemos visto, también terceros, personas naturales o jurídicas o el Estado y los entes autónomos, sobre quienes recae esa especie de responsabilidad objetiva56.

bien es cierto que pudiera comprender dos supuestos, la dicción de la disposición da lugar a dudar cuál es el correcto orden del pago de las obligaciones, así como a entender si la reparación que ha mencionado no tiene una connotación diferente de la que se expresa en el No. 2 del art. 115 CP. 55 Sin perjuicio de abordar el instituto con más detalle, puede adelantarse que «son costas procesales penales los gastos de dinero ocasionados por un proceso penal concreto, cuyo pago recae generalmente sobre las partes privadas del mismo. Se trata, pues, de gastos que tienen su causa directa e inmediata en un proceso penal determinado». LANDROVE DÍAZ, G., Las consecuencias jurídicas del delito, Pág. 158. 56 En cierta forma, esta norma pone de relieve la diferencia entre la pena y la responsabilidad civil. «La pena y la responsabilidad civil ex delicto son instituciones esenciales diversas. La pena consiste en la privación de un bien jurídico impuesta al culpable por la infracción cometida; la reparación tiende, simplemente, a remediar el mal causado a la víctima; la pena es personal, solamente puede ser impuesta a los que participan en el hecho punible […]; la obligación de reparar e indemnizar puede recaer sobre personas que no tomaron parte en la comisión delictiva […]; la base para la determinación de la pena es la culpabilidad del reo, el deber de resarcir es independiente del elemento subjetivo». LANDROVE DÍAZ, G., Las consecuencias jurídicas del delito, Pág. 150.

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Lo anterior quiere decir que cualquier otra obligación que este tercero civilmente responsable haya adquirido después que el autor del delito lo haya cometido, no cae en el supuesto previsto en el Párr. 1º, ya que ese tercero nunca será considerado como autor del delito. En ese sentido, la preferencia de los créditos podría no serle oponible a él por esa razón, de manera que la víctima sólo podrá reclamar tal preferencia en contra del responsable civil que además sea autor o partícipe del delito. La víctima convertida en acreedora para el reclamo de la reparación puede reclamar su crédito en momentos posteriores al pronunciamiento de la sentencia, como, por ejemplo, durante la etapa de ejecución de la sentencia e incluso después de cumplida la pena principal impuesta, principalmente por los efectos que produce el instituto jurídico de la prescripción57.

El legislador ha querido que el derecho de la víctima sea tutelado inclusive en las etapas del cumplimiento de la pena. Por ejemplo, la concesión de la suspensión condicional de la ejecución de la pena y de los beneficios penitenciarios previstos en el CP, como la libertad condicional anticipada y la ordinaria, sólo es posible si la persona condenada satisface la responsabilidad civil o brinda garantías para ello o demuestra su imposibilidad de cumplirla (artos. 77 No. 2 y 85 No. 3) y llega hasta cuando la pena ha sido cumplida y el que entonces fue condenado pretende la rehabilitación de aquellos derechos que le fueron suspendidos por la sentencia definitiva (Párr. 2º del art. 109)58.

Un aspecto que el CP no previó que, sin embargo, ha sido objeto de regulación en otras legislaciones, es el consistente en la relevancia que puede tener la participación de la víctima en la realización del hecho que le produce daños a sí misma. El comportamiento culposo de la víctima, por ejemplo, puede dar lugar a que sufra algún menoscabo en su persona o en sus bienes, conducta que en principio pudiera tener, además, connotación delictiva. Esta conducta no puede pasar desapercibida y, en determinado momento, si a pesar de llegar a demostrarse que aunque en forma parcial ella misma contribuyó a su propio daño, trasladarle a la otra parte la carga de la responsabilidad civil lindaría con el enriquecimiento sin causa59.

Con esta forma de valorar el comportamiento de la víctima, parece claro que el legislador, en aras de moderar las consecuencias civiles del delito, tiene

57 Sobre la preferencia de los créditos conforme al CC, Cfr. ALVARENGA VÁSQUEZ, J.S., «La responsabilidad civil contractual», en Revista Justicia de Paz, Págs. 116 – 124. 58 Cfr. MOLINA BLÁZQUEZ, M.C., Ob. Cit., Págs. 232 – 233. 59 «Precisamente por tratarse de una responsabilidad que tiene su origen en el delito, el comportamiento de la víctima coadyuvando a la producción o agravamiento del daño obliga a moderar el importe del resarcimiento». MAPELLI CAFFARENA, B., - TERRADILLOS BASOCO, J., Las consecuencias jurídicas del delito, Pág. 238.

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en cuenta el aporte que la víctima hace a la construcción del tipo y a la producción de sus propios daños. Esto produce como consecuencia, entre otros aspectos, que en el Derecho penal sustantivo busque aminorar el perfil de la víctima. Es decir, si la valoración que se hace del comportamiento del sujeto pasivo del delito se llega a establecer que éste en cierta forma contribuyó no sólo a la realización del tipo, sino también a las consecuencias dañosas del delito, pierde la preponderancia que el movimiento victimológico le ha concedido60.

A pesar de ello, la tendencia de las legislaciones es, precisamente, a construir en la esfera sustantiva figuras que, con base en la contribución de la víctima en la comisión del delito y en la producción de sus daños, buscan volver menos pesada la carga de la responsabilidad civil sobre el imputado, si no es que llega a eximirlo de ella y eventualmente de la responsabilidad penal, y en la esfera adjetiva a elaborar institutos que potencien y confieran más actividad y presencia a la víctima para efectos de intervenir en el proceso en actos concretos de incidencia tanto en la responsabilidad penal como en la responsabilidad civil. Es claro que esa manera de tratar el comportamiento de la víctima, en cierta forma, es antagónico o contradictorio61. 60 «La cuestión central que ocupa a las aproximaciones victimodogmáticas es la de determinar en qué medida la “corresponsabilidad de la víctima en lo sucedido puede tener repercusiones sobre la valoración jurídico – penal del comportamiento del autor». CANCIO

MELIÁ, M., Conducta de la víctima e imputación objetiva en Derecho penal, Págs. 257 – 258. «[…] a partir de la Victimodogmática, la ciencia victimológica, adquiere nuevos elementos de análisis, con lo cual se enriquece su estudio, ratificándose así la posición de los autonomistas, que desde un principio le colocaron en una función de inexorable valor, en el campo de las ciencias sociales y para poder auxiliar las ciencias penales, en cuanto a la situación de la víctima en todos los conflictos suscitados, además de todas aquellas situaciones en que también tratamos sobre las víctimas sin necesidad de recurrir para su clasificación a las legislaciones penales». CASTELLÓN, R.A., - ALBEÑO, L.A., Ob. Cit., Pág. 109. 61 «Puede decirse a grandes rasgos que en el campo de la victimología convergen valoraciones contrapuestas, que pueden sintetizarse en dos grandes direcciones: exigir responsabilidad a la víctima por su intervención en el hecho que condujo a su lesión (tal vez, disminuyendo la del autor) o resaltar la figura de la víctima, sus intereses olvidados (tal vez, aumentando la punición del autor)», «el resultado de esta ponderación y la consiguiente degradación, en su caso, han de reflejarse también en el importe de la correspondiente indemnización derivada de delito. En lo que se refiere a este punto, el Código de 1995 ha convertido en ley la doctrina del TS a través del artículo 114 del CP», «[…] no es casual que el TS haya desarrollado la doctrina de la concurrencia de culpas precisamente respecto de la conducta de la víctima: supone el reconocimiento implícito de la especial calidad –desde el plano normativo– que debe corresponder a la intervención de quien contribuye a la lesión de sus propios bienes. Esto adquiere aún más relevancia si se tiene presente –como se ha constatado al revisar la jurisprudencia del TS– que la

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En efecto, si su intervención en el proceso para moderar la confiscación de su conflicto, habrá de ser tomada en cuenta no sólo para la realización del Derecho penal y de los fines de éste, la resocialización o la reinserción social, la prevención del delito, parece que no tiene sentido por qué en determinado momento deberá de servir para desdibujar las consecuencias jurídicas del delito, particularmente las de carácter civil. Parece, asimismo, que si el efecto podría llegar, incluso, a eximir de responsabilidad al imputado o a reconocer que no procede a su cargo la imposición de la responsabilidad civil, está de más su participación activa en el proceso62. Al parecer, es cuestión de tiempo la inclusión en el CP de la regulación referida a la relevancia que tiene la conducta de la víctima en la realización del tipo penal y en la moderación del importe de la responsabilidad penal.

II. 3. B) Código Procesal Penal El primer paso que dio el legislador adjetivo penal salvadoreño fue el de

identificar a la persona que tiene calidad de víctima. Con esta enunciación el legislador atinó en partir de lo principal, que es reconocer a la persona que sufre directamente el agravio del delito la calidad de víctima. Pero además estableció que será por regla general dentro del proceso penal que habrá de deducirse la acción civil. El CPP en el art. 12, bajo el epígrafe de Víctima,

construcción jurisprudencial no sólo se aplica a supuestos en los que hay una mera confluencia de conductas generadoras de riesgo, sino también a aquellos otros en los que víctima y autor configuran conjuntamente el contexto del comportamiento que finalmente ha de lesionar a la primera». CANCIO MELIÁ, M., Ob. Cit. Págs. 264, 125 y 153. «[…] se sostenía que la llamada “compensación de culpas” tenía un claro origen iusprivatista y sólo en ese ámbito debía tener alguna incidencia. En esta línea sólo aparecían las opiniones disonantes, aunque absolutamente importantes, de KARL BINDING y FRANCESCO CARRARA, que opinaban que la “culpa de la víctima”, llegado el caso, podría tener la capacidad sistemática de excluir la responsabilidad del autor. Aunque en base a criterios y fundamentaciones diversas. Sin embargo, desde que el problema de la imputación a nivel de la fundamentación del ilícito se evalúa desde el prisma normativo, la consideración de la cuestión ha variado sustancialmente: hoy en día está fuera de discusión la necesidad de ponderar las aportaciones de cada protagonista del conflicto penal». RUSCONI, M.A., Cuestiones particulares de la imprudencia en el Derecho penal, Pág. 28. 62 «Dentro del abanico de movimientos doctrinales aludido, en el campo concreto de la dogmática penal, la tendencia teórica agrupada bajo la denominación de “victimodogmática” […] “trata de examinar hasta qué punto (y en qué términos) el reconocimiento de la existencia –en algunos supuestos delictivos– de víctimas que contribuyen al hecho delictivo puede conducir a afirmar que éstas son corresponsables del mismo (por haber contribuido a él con actos dolosos o imprudentes) y, seguidamente, influir –en sentido atenuatorio o incluso eximente– en la responsabilidad criminal del autor”». CANCIO MELIÁ, M., Ob. Cit., Págs. 262 – 263.

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Capítulo I Perspectiva victimológica 35

enumera a ciertas personas que tienen esa calidad y en el art. 13 reconoce los derechos que ella tiene. Entre los diferentes derechos enumerados en esta disposición, los que tienen más relación con el derecho constitucional a la defensa y protección de los derechos de la víctima y con el derecho a la pretensión resarcitoria, son los contenidos en los números 1, 2, 5, 6, 8 y 9 del art. 1363.

Por el orden en que están enumerados tales derechos creo que es importante destacar las siguientes precisiones: Primero, que es relevante la intervención inmediata y oportuna de la víctima para reclamar desde el inicio de la investigación la protección de sus derechos y para incorporar a través de las mismas autoridades policiales o del fiscal del caso cualquier elemento vinculado con sus pretensiones resarcitorias. Esto sólo es posible si las autoridades mismas le hacen saber el inicio de la investigación y las circunstancias de su desarrollo y del proceso jurisdiccional mismo. Debe tenerse en cuenta que en buena medida sólo el conocimiento del contenido de

63 Un término que genéricamente puede comprender a la víctima y al ofendido es el de damnificado. Esta precisión aparece mejor dibujada en el art. 37 del CPP de Costa Rica que en lo pertinente dice que la acción civil podrá ser ejercida por el damnificado. LLOBET RODRÍGUEZ, J., en nota sintética dice que «damnificado es aquél que sufrió el daño (damnificar significa dañar)». Ob. Cit., Pág. 120. Estimo que el Párr. 4º del art. 115 CP en alguna medida responde a esa concepción, al hablar de los perjuicios causados al agraviado, a sus familiares o a un tercero; éstos son víctimas por rebote que sufren el daño por reflejo, según lo apunta BAUDRIT CARRILLO, D., «El daño reflejo o por rebote», en Revista de

Ciencias Penales 2, MARZO 1990, AÑO 2, N° 2. Aunque también encaja perfectamente en esa idea el término de «perjudicado», COBO DEL ROSAL, M., - VIVES ANTÓN, T.S., Derecho penal Parte General, Págs. 886 – 887. Para MAIER nada agrega calificar a la víctima como damnificado, Cfr. MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal II, Parte general,

Sujetos procesales, Pág. 739. «Damnificado es aquel que, por causa directa del hecho, sufre un daño o agravio. Éste se muestra, materialmente, en el detrimento, pérdida o disminución de un bien con valor económico y tutelado por el derecho, y moralmente, en el menoscabo al sentimiento o afecciones íntimas. Esto comprende otros bienes jurídicos que trascienden de los penalmente tutelados». CLARIÁ OLMEDO, J.A., Derecho procesal penal, tomo II, Pág. 114. En cuanto al ejercicio de la acción civil en el proceso penal, la doctrina reconoce que esa es la regla. Esta refiere que «las leyes procesales penales permiten, por lo general, que esa acción, a opción del actor (el ofendido o algunos de sus sucesores), sea ejercida en el procedimiento penal, para ser decidida, junto a la acción penal, en la misma sentencia, o sea interpuesta ante los jueces específicamente competentes para tratar asuntos de Derecho privado (Derecho de daños o civil). Se trata aquí del objeto accesorio del procedimiento penal, que puede o no existir en los procedimientos concretos (distinto para el objeto procesal penal, y, por ello, nombrado como principal), según que quien se titula ofendido o algún sucesor legitimado ejerza o deje de ejercer la acción civil mientras está pendiente la persecución penal». MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal, II parte, sujetos procesales, Pág. 38.

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los derechos y las oportunidades de su ejercicio permiten un eficaz reclamo de ellos64.

Segundo, que el conocimiento de sus derechos, no sólo de los que le confiere el CPP sino de cualquier otro que esté contenido en la normativa fundamental o en los instrumentos internacionales, aunque no necesariamente en forma exhaustiva, pero sí de manera que le resulten comprensibles, igualmente es importante para saber que además de intervenir en la investigación administrativa y en el proceso tiene el derecho consistente en pretender precisamente el resarcimiento de los daños y perjuicios sufridos por la comisión del delito. Para los efectos que nos ocupan las presentes reflexiones, esto es importante65.

Tercero, que entre las siguientes dos facultades existe una relación, que es la relacionada con la posibilidad de impugnar decisiones que favorezcan a la persona del imputado, lo cual no es intrascendente en el proceso penal, porque si en algún momento existe, por ejemplo, el pronunciamiento de una medida cautelar de carácter patrimonial en contra de los bienes del imputado, que busca asegurar las resultas civiles de la sentencia definitiva, o sea, la parte de la sentencia que decidirá sobre la pretensión resarcitoria, la cesación de los efectos de esa medida cautelar sin haber extinguido o satisfecho la obligación o garantizado de otra manera esa parte de su responsabilidad, seguramente que afectará los derechos de la víctima66.

64 Naturalmente que esto también reitera el derecho de la víctima de participar en la solución del conflicto. «El ofendido –y algunos sustitutos que lo representan o que están legitimados para obrar independientemente en esa posición– puede aprovechar el procedimiento penal –de persecución oficial o privada– para plantear en él, por iniciativa propia, su pretensión reparatoria». MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal, II parte, sujetos

procesales, Pág. 628. 65 El efecto de esta información será abrir la posibilidad de ampliar el objeto del juicio. «Obsérvese, por lo demás, que agregar la consecuencia jurídica civil aumenta también el ámbito fáctico a conocer en el procedimiento, pues esa consecuencia no guarda relación directa con las características del hecho punible o con la extensión del reproche sobre la culpabilidad, sino, antes bien, con el daño causado y fundamentalmente, con el provecho logrado por el agente para sí o para otros (principio del enriquecimiento ilícito, disconforme con los medios regulados para adquirir patrimonio por el Derecho privado)». MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal, II parte, sujetos procesales, Pág. 39. 66 Importa tener en cuenta que «las medidas cautelares son, pues, resoluciones judiciales tendentes a anticipar los efectos de un futura e hipotética sentencia definitiva y que se acuerdan con el fin de evitar la frustración de la sentencia que en su día se emita», ASENCIO

MELLADO, J.M., Derecho procesal civil, Parte segunda, Pág. 115, de ahí que en la esfera penal, en concreto en la pretensión de carácter civil incluida en aquélla, tiene que pesar el interés del damnificado.

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En la etapa de ejecución de la sentencia se plantea la oportunidad de decidir si se conceden beneficios penitenciarios a la persona condenada, pero si ésta no ha satisfecho la condena civil, adquiere sentido que la víctima tenga derecho a dejar saber al juez de vigilancia penitenciaria que su crédito todavía está pendiente de ser cancelado para que él tome las medidas que procuren el cumplimiento de tal obligación o que la garanticen o que establezcan la imposibilidad de pago del condenado67.

Como he dicho, el respeto del derecho a la protección y defensa de los derechos que tiene la víctima le acompaña hasta en la etapa de la rehabilitación de los derechos del condenado, pues hasta en este momento el juez de vigilancia penitenciaria que deba resolver sobre la rehabilitación de los derechos que en la sentencia definitiva le fueron suspendidos al condenado, tendrá que tomar en consideración el cumplimiento de aquella obligación para, nuevamente, procurar su cumplimiento o garantizarlo o establecer la imposibilidad de pago por parte de la persona que ya entonces ha cumplido la condena68.

Cuarto, que el ámbito de acción de la víctima no está limitado a la intervención en el proceso penal por sí o representada por medio de un abogado del Estado o de un abogado particular, sino que también puede ofrecer medios de prueba en ciertas etapas, sin perjuicio de las que por su parte puedan ofrecer aquellos abogados. El ofrecimiento por parte de la víctima de los medios de prueba a que hace alusión la disposición no están limitados a la actividad de carácter penal, o sea, la que pretende determinar la existencia del hecho y la autoría del imputado, sino también la que cabe en la esfera de la responsabilidad civil69.

Y quinto, si la víctima tiene derecho a que se le indemnicen los perjuicios, se le reparen los daños o se le restituyan los objetos reclamados, que serán los aspectos sobre los cuales gravitará indefectiblemente la pretensión resarcitoria, por las exigencias legales y en consideración a la 67 Ya que suele suceder que los condenados por el delito asimismo son insolventes, adquiere importancia la creación de fondos de reparación a los que hacen alusión los instrumentos internacionales. Por otra parte, en etapas previas a la aplicación de la pena, la reparación de los daños o haber contribuido a su aminoración es causa de atenuación de la pena, art. 29 No. 4 CP. 68 El crédito pendiente de pago o el condenado colocado en mora en el cumplimiento de su obligación de pagar la responsabilidad civil, no tiene por qué limitar el disfrute del derecho de libertad si aparece constatada la imposibilidad de cumplirla. 69 «[…] desde una perspectiva funcional, tanto en el proceso civil como en el penal ha de existir una petición explícita o implícita de que se reciba el proceso a prueba, de manera tal que de esa petición depende el que se practique o no se practique la prueba». CLIMENT

DURÁN, C., Ob. Cit., Pág. 1206.

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reiterada naturaleza de la obligación civil, deberá demostrar a través de los medios de prueba pertinentes la entidad de los perjuicios sufridos, el valor que tendrá la reparación de los daños y la acreditación del derecho que posee sobre las cosas que reclama70.

La esfera de acción de la víctima, de acuerdo a lo regulado en el CPP, es mejor que la que tenía en la normativa adjetiva penal derogada. Ahora puede contar con algunos espacios u oportunidades que le permiten ejercer frente al Estado sus derechos de tal forma que adquiere un mayor protagonismo. En la normativa derogada, la víctima, que sólo era denominada ofendido, tenía posibilidades de intervenir en los procesos iniciados por acción pública si se hacía representar por medio de un apoderado especial que tenía carácter de acusador particular. Debía de colmar una serie de requisitos formales y, en cierta forma, su ámbito de acción estaba limitado, pues el encargado del impulso del proceso era el mismo juez71.

II. 3. C) Código Civil La normativa común es la principal fuente de las instituciones vinculadas

con el ejercicio del derecho de la víctima para la reparación de los daños sufridos. Las normas civiles informan a las instituciones jurídicas relacionadas con la pretensión resarcitoria. Por ejemplo, el CC dice que las obligaciones tienen por fuente el contrato, los cuasicontratos, el delito, el cuasidelito, la falta y la ley (art. 1308); que la capacidad civil o capacidad para obligarse está vinculada con condiciones que debe reunir la persona, como su edad o su condición mental, o sea, que parte del concepto de «capacidad» para la validez

70 Cierta jurisprudencia reitera la necesidad de explicitar y demostrar el reclamo resarcitorio. Por ejemplo, se ha dicho en la sentencia definitiva condenatoria pronunciada por el Tribunal 4º de Sentencia de SS, Ref.: 61 – 1 – 2006, a las 13 Hrs. del 23 de marzo de 2006, que « […] lo prescrito en el Art. 361 Inc. 3º. CPP. […] ha de interpretarse que faculta al juez sentenciador para emitir pronunciamiento sobre la existencia o no de la responsabilidad civil, cuando esta exista, se haya demostrado la misma con los pertinentes insumos probatorios; […] al solicitar que sea el Tribunal de Sentencia el que se pronuncie al respecto; […] resulta útil traer a cuenta que en el presente caso se trata de un delito contra el patrimonio, que no llegó a consumarse, en consecuencia […] no se le causó ningún perjuicio patrimonial […] en ese sentido tampoco se habilita por esa vía la reparación de daños causados a consecuencia del delito, de lo anterior se deduce que no se ha efectuado un correcto ejercicio de la acción civil; por lo que es procedente absolver al acusado de toda responsabilidad civil». Centro de Documentación Judicial. 71 Es pertinente indicar que en el CPP derogado la persona víctima no es que tuviera vedada la posibilidad de acceder al proceso penal, pero enfrentaba más obstáculos. En aquel proceso era más acentuado la confiscación del conflicto por parte del Estado. Cfr. ARRIETA

GALLEGOS, M., El proceso penal en primera instancia, Págs. 105 – 106.

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Capítulo I Perspectiva victimológica 39

de las obligaciones (artos. 1316, 1317 y 1318); que la indemnización de perjuicios comprende el daño emergente y el lucro cesante (art. 1417); y que entre las diversas maneras como se extinguen las obligaciones están la convención y el pago efectivo (art. 1438). Por esta razón es que el art. 125 CP en cuestión de extinción de la responsabilidad civil se remite a las reglas contenidas en las leyes civiles72.

El título XXXV del libro IV del CC comprende las disposiciones relativas a la obligación de indemnizar por los daños causados por la comisión de un delito, de una falta o de un cuasidelito. La regla general establecida por el legislador en las disposiciones contenidas en este capítulo, en esencia, es que quien ha cometido un hecho considerado como delito, cuasidelito o falta, es obligado a la indemnización. Esta obligación está desligada de la que emerge por el incumplimiento de las obligaciones contractuales, en las que siempre o casi siempre están delimitadas las cargas de cada una de las partes. En cierta forma es ésta la causa por la cual se preserve la denominación napoleónica del instituto como cuasidelito.

La culpa denominada extracontractual o aquiliana es la que subyace en la elaboración de la responsabilidad civil derivada por la comisión de un delito, es decir, la que tiene por fuente precisamente un comportamiento desvinculado de un contrato válidamente celebrado. El CC entre los artos. del 2065 al 2085 comprende los casos en los cuales es procedente esta clase de culpa. Pueden tipificarse dichos casos en tres grupos: 1º) los que tienen relación con el comportamiento de menores de edad que dependen de una persona capaz; 2º) los que tienen que ver con la conducta de personas capaces que dependen de otra también capaz pero que están relacionadas con ésta en virtud de una vinculación laboral o de dependencia; y 3º) los que están referidos a acontecimientos que no guardan relación con una conducta sino a hechos que vinculados a cosas u objetos que están en la esfera de cuidado o control de las personas que las tienen o habitan en ellas, como los daños a terceros causados por la ruina de un edificio73. 72 El carácter privado del contenido de la responsabilidad civil exige que los institutos jurídicos del CC deban de tomarse seriamente en consideración en el momento de atender y resolver el reclamo resarcitorio. La obligación de integrar adecuadamente ambas normativas para la eficaz tutela de los derechos de la víctima pesa sobre el representante particular o público de la víctima, así como sobre el juzgador. «Mantiene la doctrina civilista que la responsabilidad civil derivada del delito tiene una naturaleza estrictamente civil, de hecho su fundamento sería el mismo que el de la responsabilidad aquiliana y el único motivo por el que queda en el CP es una razón histórica». MOLINA BLÁZQUEZ, M.C., Ob. Cit., Pág. 232. 73 «[…] el concepto de culpa aquiliana se especifica principalmente en la violación de los deberes de abstención, y sólo excepcionalmente, cuando la ley lo prevea, en la violación de

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La responsabilidad civil en materia penal 40

La doctrina dice que la razón por la cual se incluyó entre estas disposiciones la responsabilidad civil a cargo de quienes mantienen relaciones especiales con los que han causado los daños, es por el deber moral de solidaridad con los demás. Este fundamento inserto en estas disposiciones legales aun mantiene validez para tutelar los derechos de la víctima74.

II. 3. D) Código de Procedimientos Civiles Podría creerse que la alusión al CPrC es irrelevante para efectos de

orientar nuestra postura sobre los instrumentos legales con que cuenta la víctima para conseguir la reparación de los daños sufridos por el delito. Sin embargo, no es así. El CPP prevé en el art. 43 la posibilidad de que la víctima pueda renunciar al ejercicio de la acción civil en el proceso penal para plantear su reclamo ante el juez o tribunal civil. Lo que usualmente sucede es el ejercicio acumulado de las pretensiones penal y civil en el procedimiento penal; no obstante, desde el momento en que el legislador adjetivo penal plantea la posibilidad de que el ejercicio de la acción civil resarcitoria pueda renunciarse en el proceso penal, la víctima tiene expedita la vía exclusivamente civil para hacerlo75.

Pero podría suceder también que el ente encargado de ejercer la acción civil en el proceso penal, por cualquier motivo, no la ejerza y deje transcurrir la oportunidad procesal para plantear su pretensión. Esto no significa que ante el silencio del acusador en lo que atañe a la acción civil, la víctima quede

los deberes de actuar. Y estas previsiones legales pertenecen, principalmente, al ordenamiento penal». VISSINTINI, G., Tratado de la responsabilidad civil, tomo I, Pág. 80. 74 «En efecto, el recurso (justificado o no) al brocárdico “in lege Aquilia et levísima culpa

venit”, en su pretendida derivación romanista, traducía la idea comúnmente acogida y explicada por la mayoría de los textos legales de que en el campo del ilícito aquiliano, cualquier culpa, aunque sea la más leve, obliga al que ha causado el daño a repararlo aunque no hubiera querido causarlo, porque las consecuencias dañosas de los propios errores no pueden recaer sobre los demás. Es éste, un imperativo moral que implica, como se ha dicho, responsabilizarse por las propias acciones. Tal imperativo resultaba reforzado por la concepción paralela del elemento objetivo del hecho ilícito, la iniuria, que es identifica con la lesión de los derechos de los demás». VISINTINI, G., Ob. Cit., tomo I, Pág. 48. 75 Como no existe ningún instituto procesal que establezca la procuración necesaria de la víctima en la esfera civil cuando decide ejercer la acción privada fuera del proceso penal, debe colegirse que su formulación resarcitoria correrá por cuenta propia y deberá asumir ella sus riesgos y costes. Para minimizar estos riesgos se va haciendo necesaria la creación de la oficina de tutela o protección de las víctimas, en congruencia con lo dispuesto en los ordenamientos internacionales, tal como lo ha hecho la legislación adjetiva penal costarricense, como más en detalle lo veremos en el Cap. III. Cfr. LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Pág. 122.

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desprotegida de sus derechos. Sucede que independientemente de la promoción de la acción penal por parte del acusador, subsiste el derecho de la víctima para conseguir la reparación de los daños, con la salvedad que su derecho deberá ejercerlo en los juzgados o tribunales con competencia en materia civil76.

El procedimiento que la norma adjetiva común tiene previsto es el ordinario. En el art. 9 CPrC preceptúa que en el juicio ordinario se observan en toda su plenitud las formalidades del juicio, a diferencia del extraordinario, que tiene previsto un trámite especial, como el juicio ejecutivo, el sumario y el verbal. En razón de que el objeto de la disputa es la determinación del derecho que tiene la víctima a que se le reparen los daños, tal pretensión requiere de la práctica de pruebas, las que sólo se producen dentro del término especialmente concedido a las partes, por lo que la clase de juicio será el ordinario de hecho en los términos que lo regula el art. 521 en adelante77.

Ante la inminente vigencia del CPrCyMr, cuyo diseño demuestra una palpable ventaja técnica con relación al CPrC, la víctima contará con herramientas que le aseguren el ejercicio de sus derechos si es que renuncia al ejercicio de la acción civil dentro del proceso penal. La regulación consistente en que a cargo de los juzgados o tribunales civiles pueda declararse la obligación de pagar la reparación e indemnización por los daños y perjuicios causados por el delito está prevista en el cuerpo legal recién aprobado específicamente en el art. 90, el cual, bajo el epígrafe denominado clases de

pretensiones, en el Párr. 1º comprende el procedimiento declarativo, y en el 2º Párr. dispone que tales pretensiones se formularán ante el juez o tribunal competentes.

II. 3. E) Ley Penitenciaria En desarrollo de lo preceptuado en el CP, la LP prevé entre las

disposiciones relativas a la tramitación del incidente que tiene por propósito conceder el beneficio de la libertad condicional, que el juez de vigilancia penitenciaria y de ejecución de la pena, previo a que conceda el beneficio en cuestión, tenga que llevar a cabo las diligencias indispensables para comprobar que el condenado que lo ha solicitado se encuentre imposibilitado

76 Aunque es mínima la posibilidad de que el Ministerio Público no ejerza la acción civil resarcitoria, en el evento que acontezca, podría configurarse una renuncia tácita de ejercer tal derecho en el proceso penal, lo que no significa tener vedada la posibilidad de plantearla en los juzgados de lo civil. 77 Acerca de los caracteres del proceso ordinario, Cfr. ASENCIO MELLADO, J.M., Derecho

procesal civil, Parte primera, Pág. 139; y, MONTERO AROCA, J., El nuevo proceso civil, Pág. 273.

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de satisfacer la responsabilidad civil. En atención al principio de oralidad del proceso penal, a la audiencia que se celebre con el fin de resolver la concesión o no del beneficio penitenciario, será convocada la víctima, la que, además, tiene derecho a impugnar la decisión que la otorgue y a insistir en la satisfacción de su reclamo resarcitorio78.

Damos por sentado que cuando el art. 51 LP habla de la responsabilidad civil lo hace en un sentido genérico, por lo que en ella caben las distintas manifestaciones contenidas en el CP. Los Párr. 4º y 5º del art. 51, que fueron introducidos mediante dos reformas, imponen al juez tal obligación y reitera que la concesión del beneficio de la libertad condicional no exonera al condenado al pago de la responsabilidad civil.

II. 3. F) Ley de Mediación, Conciliación y Arbitraje La LMCYA79 ha incluido entre las materias que pueden ser discutidas

dentro del arbitraje la referida a la responsabilidad civil proveniente del delito. La inclusión en esta normativa de este particular aspecto demanda un breve análisis. Como se aprecia en el art. 23 LMCYA, no pueden ser objeto de arbitraje, entre otros asuntos, algunos reclamos que pertenecen al orden público80, como los de alimentos del derecho familiar, los conflictos laborales,

78 La contribución decisiva del imputado o del condenado a la reparación de los daños, que es tomada en consideración para los efectos de la concesión de medidas que favorecen su tratamiento procesal o potencian la concesión de beneficios penitenciarios, es reflejo de una política premial positiva, «[…] que termina supeditando las soluciones de prevención especial, de justificación evidente, a la previa satisfacción de la responsabilidad civil, puede ser positiva si se entiende que reflejan una encomiable preocupación por la víctima». MAPELLI CAFFARENA, B., - TERRADILLOS BASOCO, J., Las consecuencias jurídicas del

delito, Pág. 254. 79 La ley especial en cuestión contempla los diversos medios alternativos de resolución de conflictos, fiel a la tendencia de la doctrina, la cual, mayoritariamente, los identifica en los siguientes términos: «Los mecanismos alternativos de mayor relevancia y utilización son el arbitraje, la conciliación y la mediación. El arbitraje es una función que verbalmente sería ejercida por un juez remunerado por el Estado pero que las partes entregan a un profesional privado, pagado por ellas mismas, que actúa como un tercero imparcial que ayuda a las partes a encontrar una solución para su conflicto. Generalmente el arbitraje se genera por voluntad de las partes, que lo establecen al celebrar un contrato o concluir un acuerdo de voluntades para solucionar los conflictos futuros, o que lo establecen para resolver un conflicto ya planteado». TOMASSINI/MARIANE, L., Reforma y modernización del Estado

Experiencias y desafío, Pág. 450. 80 Como en la mayor parte de esta clase de legislación, dado el interés público comprometido en los conflictos apuntados, el Estado no los incluye entre los que son susceptibles de ser resueltos a través de los medios alternativos de resolución de conflictos. Cfr. ECHARRI, A., - AGUIRRE, A.P., - SANZ–PASTOR, A. DE Q., Joint Venture, Pág. 66.

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etc., y las causas penales. Sólo los asuntos de Derecho privado caben dentro de las figuras de solución alterna de conflictos según el art. 1 LMCYA. El Derecho penal, que corresponde al Derecho público, no halla cabida81. A pesar de ello, la materia de la responsabilidad civil sí puede ser objeto de arbitraje, lo que reitera que si bien el reclamo resarcitorio dimanante de la comisión de un hecho punible puede ir a la par de la pretensión penal, su naturaleza nunca deja de ser privada82.

El arbitraje como medio alternativo de solución de conflictos se caracteriza por ser heterocompositivo y dispositivo, o sea, la resolución procederá de un tercero ajeno a las partes pero sólo cuando éstas así lo hayan dispuesto. Por ser un medio ajeno a la función jurisdiccional, el tercero que dirime el conflicto no es un juez, sino un árbitro, que puede ser unipersonal o colegiado, y no pronunciará una sentencia sino un laudo de carácter obligatorio, pero no coercitivo83.

81 La doctrina cita el alemán Proyecto Alternativo de la reparación, en el cual es posible conseguir un equilibrio entre los derechos de la víctima y del imputado para que a través de la reparación se sustraiga el conflicto del ámbito penal: «En primer lugar, se pretende que se informe al acusado, así como al perjudicado cuando se considere conveniente, sobre las distintas consecuencias de efectuar la reparación, así como de las distintas opciones que da el proceso para tener en consideración la reparación en el seno el mismo. En segundo lugar, se permite paralizar el proceso y aplazar el momento de formular la acusación o de decidir sobre la apertura del juicio oral con el fin de facilitar al acusado que preste reparación durante ese período de tiempo. Por otra parte, se prevé también la posibilidad de que, durante el período de tiempo en que el proceso se encuentra paralizado, el Ministerio Fiscal o el tribunal hagan intervenir a tribunales de arbitraje extrajudiciales, para fomentar o dar lugar a la reparación. Además, y por último, en la regulación se posibilita que, tras la presentación de la demanda y antes de la decisión sobre la apertura del juicio oral […] se lleve a cabo una “gestión judicial de reparación”, en la que debe tener lugar, a través de un diálogo con el acusado y generalmente también con la víctima, una reparación o un acuerdo de reparación». ALASTUEY DOBÓN, C.M., Ob. Cit., Págs. 84 – 85. 82 A pesar de que el Derecho penal no encuentra cabida entre los medios alternativos de resolución de conflictos, en el ámbito del Derecho internacional público es un medio sugerido para evitar conflictos bélicos. «La doctrina internacionalista entiende que el arbitraje es una solución jurídica y no política, y así lo estudia Rousseau, precisamente en el capítulo de su Droit international public dedicado a las soluciones jurídicas. Como ha dicho Rodríguez Carrión, el arbitraje internacional es una obligación como alternativa al uso de la fuerza, tal y como lo establece el artículo 2.3 de la Corte de las Naciones Unidas, que ordena a las partes arreglas sus diferencias por medios pacíficos». BUENO ARÚS, F., - ZARAGOZA, J. DE M., Manual de Derecho penal internacional, Pág. 154. 83 MANCÍA MANZÓN, P.J., - AMAYA VELASCO, H.R., «Fundamentos jurídicos y prácticos para el desarrollo del arbitraje comercial internacional en El Salvador», en De Legibus, Colección de monografías de Ciencias Jurídicas I, Pág. 15.

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Para que funcione este particular medio alterno de conflictos se requiere que las partes hayan establecido previamente que puedan comparecer ante un tribunal arbitral para ponerle fin al reclamo. Ello significa que debe preceder un convenio celebrado entre las partes. Por lo cual, encontramos en el marco de la asunción de riesgos –en la que caben algunos hechos punibles, como los culposos– el arbitraje. Si bien es cierto que por regla general el hecho punible no puede ser negociado, existe en el Derecho penal un pequeño margen en el cual al mismo tiempo que se cometa un hecho punible, por medio de la reparación de los daños se pueda prescindir de su persecución y tal mecanismo haberse previsto anticipadamente. Este es el ámbito de los hechos cometido por culpa84.

Entre los ámbitos en los que es permitido contratar las resultas civiles del delito están, por ejemplo, la conducción de vehículos automotores, de aeronaves, en la construcción de edificaciones, etc., en los cuales es previsible la producción de daños con ocasión de cometer un delito de manera culposa85.

84 Si el legislador adjetivo penal previó como mecanismo de resolución del conflicto penal la conciliación y la reparación integral del daño para hechos cometidos dolosamente, con más razón debía permitir que en aquellos producidos culposamente también se aplicaran dichos mecanismos. Pero el proceso jurisdiccional, por sus rigores y formalidades, a veces dilatan en el tiempo la solución, de ahí que «las dificultades […] consustanciales al proceso y que repercuten en ocasiones en ineficacia para resolver determinados conflictos […] han llevado a la convicción de instaurar métodos en que los particulares por sí mismos y sin intervención estatal componen sus controversias […] es el fundamento o razón de ser del arbitraje […] como una fórmula heterocompositiva de solución de controversias […]». ASENCIO MELLADO, J.M., Derecho procesal civil, Parte segunda, Pág. 263. 85 Por otra parte, en atención a que la pretensión resarcitoria es de carácter particular, que le importa al damnificado, cabe el empleo de mecanismos que también inviten a terceros ajenos a él para que lo solucionen. Así, por ejemplo, se dice que «Según su naturaleza, en el tratamiento de los conflictos se utilizan varias técnicas de negociación bien conocidas, todas ellas voluntarias, que van de la conciliación a la mediación, pasando por el arbitraje o técnicas mixtas de resolución de conflictos. [...] Arbitraje. Es un proceso, parecido a un juicio, en el que las partes en conflicto solicitan la ayuda de una tercera imparcial y neutral, que adopta una decisión (laudo) y ésta es acatada por las partes». FISAS, V., ANTRAZYT, I., EDITORIAL UNESCO, Cultura de paz y gestión de conflictos, Pág. 188. «[…] el fundamento de la responsabilidad directa de las compañías aseguradoras se encuentra en la voluntad de conceder una mayor garantía resarcitoria a aquellos sujetos que han sufrido daños por la actividad desempeñadas por una persona que se encuentra asegurada, bien sea porque la ley lo imponga, bien porque se haya pactado de forma voluntaria. Y en última instancia, lo que se pretende con la acción directa del perjudicado frente a la compañía aseguradora es evitar esa otra vía –ya no directa–, que sería la de tener que reclamar al sujeto causante del daño y asegurado; y que éste, a su vez, tuviere que dirigirse a su compañía aseguradora para poder hacer frente a la obligación indemnizatoria». ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit., Pág. 283. ASENCIO MELLADO, J.M., explica que «las dificultades que son consustanciales al proceso y

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Capítulo I Perspectiva victimológica 45

En nuestro ámbito, si bien es obligatoria la contratación del seguro para la conducción de vehículos automotores, la mayoría de los contratos de seguros de automotores comprende la responsabilidad ante terceros y no existe nada que prohíba convenir entre el asegurado y la compañía aseguradora que estos reclamos puedan dilucidarse ante un tribunal arbitral. Lo mismo, en el ámbito de la contratación pública, bajo ciertas condiciones la administración pública podrá exigir al contratista la contratación de seguros contra riesgos, según lo dispone el art. 87 LACAP, especialmente en la esfera de edificaciones civiles86.

Finalmente, esta regulación legal especial es congruente con lo dispuesto en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, principalmente con lo dispuesto en la Declaración sobre los principios fundamentales de justicia

para las víctimas de delitos y del abuso de poder, en la cual se ha indicado que se utilizarán, cuando proceda, mecanismos oficiosos para la solución de controversias, como el arbitraje, a fin de facilitar la conciliación y la reparación en favor de las víctimas, y con lo regulado en igual sentido en la Decisión Marco del Consejo de 15 de marzo de 2001 relativa al estatuto de la víctima en el proceso penal, publicado en el Diario Oficial de 22.3.2001 de las Comunidades Europeas (Actos adoptados en aplicación del título VI del Tratado de la Unión Europea), en el cual se regula en sentido similar con

que repercuten en ocasiones en ineficacia para resolver determinados conflictos de naturaleza privada y disponible, han llevado a la convicción de instaurar métodos en que los particulares por sí mismos y sin intervención estatal componen sus controversias. Este es el fundamento o razón de ser del arbitraje que aparece de este modo como una fórmula heterocompositiva de solución de controversias privadas y por tanto disponibles, similar al proceso en cuanto a sus efectos, en la medida en que los laudos emitidos por los árbitros se equiparan en cuanto a su ejecución a las sentencias». Derecho procesal civil Parte segunda, Pág. 263. El art. 10 de la Decisión Marco del Consejo indica que «1. Los Estados miembros procurarán impulsar la mediación en las causas penales para las infracciones que a su juicio se presten a este tipo de medida. 2. Los Estados miembros velarán por que pueda tomarse en consideración todo acuerdo entre víctima e inculpado que se haya alcanzado con ocasión de la mediación en las causas penales». Por su parte, el art. 7 de la Declaración sobre los principios fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder, dice que «Se utilizarán, cuando proceda, mecanismos oficiosos para la solución de controversias, incluidos la mediación, el arbitraje y las prácticas de justicia consuetudinaria o autóctonas, a fin de facilitar la conciliación y la reparación en favor de las víctimas». 86 Su naturaleza no lo prohíbe y la doctrina se pronuncia en el mismo sentido. «La Ley 50/1980, de 8 de octubre, de contrato de seguro no hace referencia expresa alguna al arbitraje como medio de solución de conflictos, aunque ello no impide acudir al mismo, en tanto que la inclusión de una cláusula de convenio arbitral no contraría ningún precepto –en principio, de carácter imperativo en relación con los contratos de seguros en general– de la misma». ROMERO MATUTE, B., El reaseguro, Pág. 390.

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La responsabilidad civil en materia penal 46

respecto a mecanismos de mediación para pretender la reparación de los daños a las víctimas87.

87 Cfr. ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit., Pág. 51. Precisamente, porque el monopolio de la investigación del delito lo tiene el Estado, con lo cual limita la intervención de la víctima en la solución del conflicto, los institutos jurídicos que facilitan la reparación de los daños causados por el delito buscan abrirse paso a través de legislaciones extra penales, lo que reitera la doctrina: «[…] el modelo penal, tal como lo ha subrayado el abolicionismo y otras críticas, desde que la víctima desapareció por efecto de la expropiación del conflicto por el soberano o por el estado, ha dejado de ser un modelo de solución del conflicto». ZAFFARONI, E.R., En busca de las penas perdidas, Pág. 210. Por otra parte, las limitaciones que plantea el Derecho penal para la solución del conflicto de la víctima confirma la necesidad de tomar más en serio el instituto de la reparación de los daños como tercera vía: «Un defecto más que se atribuye al derecho penal tradicional está visto en su incapacidad de satisfacer las necesidades de la víctima por composición material o inmaterial. Lo más fácil es encontrar una tercera vía, que subsane este defecto. De hecho se agrupan como “tercera vía” de derecho penal los preceptos que fueron a parar a éste, que sirven a la reparación del daño y a la composición–víctima–autor». Cfr. NAUCKE, W., Derecho penal, Pág. 131.

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CAPÍTULO II LA RESPO�SABILIDAD CIVIL E� EL DERECHO PE�AL

MATERIAL

I. Definición La responsabilidad civil vinculada con el comportamiento reputado como

delito no siempre ha recibido el mismo tratamiento y por esa razón su definición exige que se tomen en consideración sucintamente algunos elementos que le dieron origen.

En la historia ha habido diferentes maneras de tratarla; en primer lugar, en su forma más incipiente y rudimentaria, la asunción de la reparación de los daños se realizó por acción directa del damnificado, se caracterizó por la autocomposición; ésta dio lugar a compensar los daños –si es que cabe hablar así– desproporcionadamente, ya que no se requería la intervención de un tercero88 y el damnificado dimensionaba a su antojo los alcances de la reparación. En este momento no se habla propiamente de un derecho subjetivo a la reparación ni a la recomposición, sino sólo de una manera de reacción de la víctima, que dio lugar a la venganza privada89, circunstancia que conllevó a echar mano de los bienes del ofensor para lograr la reparación90.

En segundo lugar, la que es superación de ésta, plasmada en la máxima de la ley del Talión y en otras formulaciones similares del derecho antiguo (como la Ley de Manú y el Código de Hammurabi), que se caracterizó por crear una especie de equilibrio entre el daño sufrido y la reparación pretendida, con lo cual se llegó a una especie de justicia reparadora91; este momento es un hito en la historia del derecho antiguo92, ya que a partir de allí el tratamiento de la reparación comenzó a tener diferentes matices. Las antiguas leyes mosaicas en el Antiguo Testamento dan fe de la práctica de la

88 LÓPEZ HERRERA, E., Introducción a la Responsabilidad Civil, Pág. 4. 89 BERISTAIN anota que la «vindicta supone un verdadero castigo, posterior a la violación del derecho y prescindente, a veces, de su reparación material; su esencia coincide con la retribución y la restauración del orden jurídico violado…». (BERISTAIN, A., La pena–

retribución y las actuales concepciones criminológicas, Pág. 46). 90 «El imperio de la fuerza debe haber sido el primer instrumento de incipiente orden y es más que probable que las primeras discusiones terminaran a los golpes y con la muerte de uno de los adversarios. Cuando una persona sufría un daño, ese daño no era considerado personal sino que afectaba a todo el grupo, y las represalias se tomaban contra toda la otra tribu a la que pertenecía el ofensor. Esta venganza era un derecho primitivo que luego fue usado, aunque nos parezca extraño, para limitar las relaciones entre los miembros de los clanes». LÓPEZ HERRERA, E., Ob. Cit., Pág. 4. 91 Véase en apoyo a las razones de este aspecto, BERISTAIN, A., Ob. Cit., Pág. 39. 92 LÓPEZ HERRERA, E., Ob. Cit. Pág. 4.

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La responsabilidad civil en materia penal 48

justicia reparadora; por ejemplo, en ellas se dispuso que “…si alguno hiriere el ojo de su siervo, o el ojo de su sierva, y lo dañare, le dará libertad por razón de su ojo…y si hiciere saltar un diente de su siervo, o un diente de su sierva, por su diente le dejará ir libre…cuando alguno hurtare buey u oveja, y lo degollare o vendiere, por aquel buey pagará cinco bueyes, y por aquella oveja cuatro ovejas” (Éxodo capítulos 21 y 22).

En tercer lugar, la que tiene su origen en las diversas transformaciones habidas en las cuatro etapas del derecho romano, formulada de mejor manera en las XII Tablas93 (todavía fundamento del ordenamiento jurídico), a partir de la cual se ordenan las causas que le dieron nacimiento y se crean los mecanismos para conseguir la reparación de los daños. El perfil de la figura de la responsabilidad civil se establece principalmente por el cumplimiento de las obligaciones contractuales y son las bases de éstas las que proporcionan los elementos de la responsabilidad civil derivada del delito. Finaliza el derecho romano de delinear la responsabilidad civil a través de la Ley Aquilia94, dejando sin uso las XII Tablas, ley de la que nace la responsabilidad que lleva su mismo nombre, es decir, aquiliana, también denominada por la doctrina como responsabilidad extracontractual95.

Al lado de la finalidad resarcitoria de la responsabilidad aquiliana, (formulada de mejor manera con la expresión de no causar daño a los demás), que es uno de los tres principios generales sobre los que se erigió la sociedad romana, estaban el consistente en vivir honestamente y dar a cada uno lo suyo. En esta época se establecen prácticamente dos formas de ejercerla: a través de una sola acción que confunde la responsabilidad penal y civil96, y la que las 93 LÓPEZ HERRERA expresa que las XII Tablas «representa una época de transición entre la fase de la composición voluntaria y la de la composición legal obligatoria: la víctima de un delito privado está en libertad, unas veces para satisfacerse mediante el ejercicio de la venganza personal o por la obtención de una suma de dinero, cuyo importe fija libremente; y obligada, en otras a aceptar el pago de la suma fijada en la ley. Pero esa suma sigue siendo esencialmente el precio de la venganza, una composición una poena; es una pena privada. El derecho romano no llegará nunca a librarse completamente de esa idea, a hacer de la condena civil lo que es en la actualidad: una indemnización». Ob. Cit. Pág. 5. 94 Un resumen de las previsiones de la Ley Aquilia en MAZEAUD, H. Y L., - TUNC, A., Tratado teórico y práctico de la responsabilidad civil delictual y contractual, Págs. 40 – 41. 95 No es muy clara la mención que hace ALVARENGA VÁSQUEZ, J.S., Ob. Cit., Pág. 100, acerca de que la acción civil que tenemos actualmente en nuestra ley nace de una acción llamada “legis aquilea” o “damni injuriae”, porque según se desprende de su contenido, la Ley Aquilia superó las previsiones de las XII Tablas, pero en éstas ya existían regulaciones tendientes a la reparación. 96 Cfr. PLANIOL, M. - RIPERT, G., Las obligaciones civiles, Pág. 20; y MAZEAUD, H. y L., - TUNC, A., Ob. Cit., Págs. 38 – 39.

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Capítulo II La responsabilidad civil en el Derecho penal material 49

distingue97, cuyos principales rasgos se abordarán en el capítulo III. De este breve análisis histórico se nota cómo el planteamiento de la pretensión estuvo exclusivamente en manos de la persona perjudicada o damnificada, pero también a cargo del Estado a veces mediante la acción oficiosa, la cual dependió, esencialmente, de si la responsabilidad civil daba lugar a un reclamo independiente, es decir, si debía considerarse la obligación de reparar los daños como algo distinto de una sanción, de tal suerte que tenía que reclamarse, o si se trató como una sanción más98.

Luego de su evolución y dada la finalidad principalmente atribuida de resarcir los daños a través de la responsabilidad civil, se establecieron los requisitos siguientes para que procediera la obligación resarcitoria a causa del incumplimiento de las obligaciones contractuales: 1) El incumplimiento de una obligación, 2) La existencia de un daño que deba resarcirse, y 3) Una relación de causa a efecto entre el incumplimiento de la obligación y el daño. Al tener como base la responsabilidad civil extracontractual los elementos referidos a la responsabilidad contractual, anteriormente enumerados, aquélla se caracterizó básicamente por los mismos, en el orden y con las peculiaridades que siguen: 1) Un hecho voluntario, una acción u omisión lícita; 2) Que el comportamiento sea culpable; 3) Que se produzca un daño

97 Ya en este momento, en el que el Estado asume un papel protagónico permitiendo que se produzca la reparación por iniciativa del damnificado o tomando por sí mismo el papel del actor, denota la autoridad del Estado reflejo del contrato social. Al respecto, BERISTAIN, A., Ob. Cit. Pág. 47. En elocuente explicación MAZEAUD, H. Y L., - TUNC, A., Tratado teórico

y práctico de la responsabilidad civil delictual y contractual, refieren que «a partir del día en que el Estado se arroga la misión de penar, de castigar a los culpables, la concepción de la responsabilidad se advertirá que se transforma, porque se desdobla. En otros tiempos, tan sólo la víctima tenía la carga de sancionar con una pena al autor del daño, pena corporal, luego pecuniaria (composición); pero que constituía siempre la excepción de la venganza. En lo sucesivo, el Estado es el que pena y, muy pronto, él es el único que pena». Pág. 37. Por otra parte, LÓPEZ HERRERA, E., expresa: «Las vías procesales de hacer valer los derechos de la ley Aquilia eran las acciones útiles y las acciones in factum. Esta última acción la concedía el pretor en ejercicio de su imperium aunque no se encontraran garantizadas en su edicto o no coincidían con las exactas palabras de la ley, pero que correspondían en vista a las particularidades del caso. Por medio de las acciones útiles se extendió la acción a personas ajenas al propietario». Ob. Cit., Pág. 6. 98 Como sucede con algunas figuras legales, que aparecen cíclicamente en diversos momentos históricos, en la época de la escuela positiva del Derecho penal advertimos cómo la obligación de reparar los daños causados por el delito, tuvo carácter penal y no fue considerada como una responsabilidad independiente de ésta, como lo pone de relieve ARRIETA GALLEGOS, M., El nuevo Código Penal salvadoreño, Pág. 403.

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La responsabilidad civil en materia penal 50

resarcible; y, 4) Que exista una relación de causalidad entre la acción y el resultado dañoso99.

Subyace en la construcción de este instituto jurídico el hecho de que existe un daño injusto producido por un comportamiento culpable que el perjudicado no tiene por qué soportar y que quien lo causa está en la obligación de reparar100. La práctica de esta base moral terminó constituyéndose en fuente formal de obligaciones y así la hallamos en el CC, que, está de más decirlo, fue considerablemente influenciado por el derecho romano. El art. 1308 CC dice que las obligaciones nacen, entre otras fuentes, de los delitos y de los cuasidelitos y el art. 2065 CC prevé que quien ha cometido un delito, cuasidelito o una falta es obligado a la indemnización. Esta clasificación de los comportamientos que dan lugar a delitos, cuasidelitos y faltas es más bien para efectos de descubrir la causa de la obligación; esto es, en el delito existe la intención de producir el daño y en el cuasidelito no, ya que en éste el daño se causa por imprudencia o negligencia, por culpa en fin.

De una mejor lectura y análisis de las disposiciones se concluye que en el fondo no son ni el delito ni el cuasidelito los que originan la obligación de reparar los daños, sino la producción de los daños, independientemente de si éstos se produjeron intencional o imprudentemente101. Al ser la producción de los daños el punto básico, uno de los efectos que apareja es el de la indemnización, con su doble consecuencia anotada en el art. 1427 CC: el daño emergente y el lucro cesante; entiendo que esa es la razón por la cual también en los artos. 114 y 115 CP se haya dispuesto que la comisión de un delito apareja consecuencias civiles y que éstas comprenderán, entre otros, la reparación del daño y la indemnización. En estos aspectos el legislador penal coincidió con el civil.

Por otra parte, en ambos cuerpos legales –el penal y el civil– se parte de dos supuestos comunes, un comportamiento humano y un daño causado por ese comportamiento. Pero este comportamiento no puede ser cualquiera, sino 99 CASERO LINARES, L., «La responsabilidad civil», en Revista Justicia de Paz, año I, volumen I, Págs. 144 y 161. 100 ALESSANDRI, SOMARRIVA y VODANOVICH en el Tratado de las obligaciones, volumen I, Pág. 63, indican: «Todos los hombres, por el solo hecho de vivir en sociedad, están sometidos al deber jurídico genérico y negativo de no dañar la persona ni los bienes ajenos; la infracción de este deber se realiza por los hechos ilícitos, delito y cuasidelito, y trae la consiguiente responsabilidad». Y en igual sentido VISINTINI, G., Ob. Cit., Pág. 48. 101 La explicación más clara desde la perspectiva del Derecho civil puede deducirse de la definición y caracteres del hecho ilícito civil brindados por ALESSANDRI, SOMARRIVA y VODANOVICH en Tratado de las obligaciones, volumen I, Pág. 35, y en el mismo sentido CASERO LINARES, L., Ob. Cit. Pág. 180, y QUINTERO OLIVARES, G., Manual de Derecho

Penal, Parte General, Pág. 680.

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Capítulo II La responsabilidad civil en el Derecho penal material 51

sólo aquél que, para que sea relevante para los efectos apuntados, requiere de las siguientes dos precisiones: la primera, que formalmente sólo puede ser el que está considerado en la ley civil como delito, cuasidelito o falta, y en la ley penal como delito y falta, y segundo, que el mismo produzca daños cuantificables. Hay que tener en consideración que no todos los hechos punibles pueden causar los daños, como tampoco todo comportamiento que produce daños es constitutivo de un delito; p. ej., algunos hechos punibles en grado de tentativa o de mera actividad o los de peligro no producen daños; y el incumplimiento de ciertas obligaciones contractuales producen daños, pero no son delito.

Aunque formalmente la responsabilidad civil deriva de la realización de una conducta reputada como delito o falta, tal responsabilidad debe tener la posibilidad de producir las dos consecuencias, penal y civil102. Con fundamento en lo anterior pueden enumerarse los siguientes presupuestos bajo los cuales procede la responsabilidad civil derivada de la comisión de un delito o de una falta: a) debe haber daños que causen perjuicios reales, b) éstos tienen que estar cuantificados o ser susceptibles de cuantificarse, c) los hechos de los que procedan los daños tienen que estar fundamentados, d) tales daños tienen que proceder de una conducta y, por último, e) la persona en cuya contra se pretende ejercer la acción civil tiene que ser imputable civilmente103.

En cuanto a este último aspecto, debe tenerse en cuenta que la responsabilidad civil derivada de los daños causados por la comisión de un hecho punible es procedente reclamarla no sólo en contra de la persona natural que ha ejecutado la conducta prohibida por la norma penal, sino también en contra de una persona jurídica, por lo que, al no existir responsabilidad penal sobre la persona jurídica, tal responsabilidad civil no necesariamente siempre coincidirá con la penal. La responsabilidad civil que interesa para los efectos de la presente investigación, con base en lo que antecede, es la que tiene como fundamento la producción de daños, atribuible a una persona natural o jurídica, que ha quebrantado la prohibición consignada en la ley penal o con quien existen particulares relaciones que dan lugar a establecer tal

102 MAPELLI CAFFARENA, B., «La responsabilidad civil derivada del delito», en Ventana

jurídica No. 4, Pág. 24. COBO DEL ROSAL, M., - VIVES ANTÓN, T.S., Derecho penal Parte

General, Pág. 882. 103 En cuestión de la responsabilidad o atribuibilidad, con muy buena y sucinta explicación, pueden consultarse las anotaciones que existen sobre las valoraciones de Kelsen acerca de la responsabilidad directa e indirecta o vicaria, que ha consignado NINO, C.S., «El concepto de responsabilidad», en La Responsabilidad, Pág. 17.

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La responsabilidad civil en materia penal 52

obligación104. Esta responsabilidad civil crea una relación jurídica necesaria en la que aparecen claramente identificadas dos partes.

II. Sujetos De la definición se desprende que existen dos partes en esa necesaria

relación jurídica, representadas en los sujetos activo y pasivo del delito o la falta. Desde una perspectiva estrictamente civil, se puede decir que esta responsabilidad civil como especial fuente de obligación da lugar a una relación bilateral en la que claramente están identificadas sus partes, los sujetos activo y pasivo del delito, que son el deudor y el acreedor, respectivamente, quienes conforman las figuras del responsable civilmente, que preliminarmente es el imputado, y de la víctima o el damnificado105 o perjudicado, en su orden. Tanto uno como otro pueden constituir una pluralidad.

Hay dos principios consignados en la ley penal para establecer la responsabilidad civil, el primero, que expresa que quien es hallado responsable penalmente por la comisión de un delito o una falta, debe responder también por sus consecuencias civiles, si como resultado de la comisión del delito o de la falta se producen daños o perjuicios de carácter moral o material, Párr. 1º del art. 116, y el segundo, que indica que quienes han intervenido como autores o partícipes en la comisión del delito o como autores de la falta, responden solidariamente entre sí. En el siguiente párrafo del art. 116 también se asigna responsabilidad civil a las empresas que hubieren asumido el riesgo de las responsabilidades pecuniarias como consecuencia de un hecho previsto en la ley penal como delito o falta106. A la responsabilidad regulada en esta disposición en su epígrafe le llama directa.

De la previsión legal anterior deben hacerse dos matizaciones: Primera, que el legislador demanda que como condición de procedencia de la responsabilidad civil a cargo tanto de una persona natural como de una jurídica, es necesaria la declaratoria judicial de responsabilidad penal107. Nótese que en la disposición se habla de «responsable», responsabilidad que

104 Cfr. MAPELLI CAFFARENA. B., Ob. Cit. Pág. 25. En lo que atañe a su connotación estrictamente civil, Cfr. ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit., Pág. 60. 105 Para la definición de cada parte de la relación, puede verse ALESSANDRI, SOMARRIVA y VODANOVICH, en el Tratado de las obligaciones, volumen I, Pág. 107 en adelante. 106 Resultado de la teoría del riesgo, elaborada a finales del siglo XIX como consecuencia de la insatisfacción que producía tanto a los obreros como a los usuarios la existencia de numerosos accidentes provocados por una fabricación en masa escasamente controlada. CASERO LINARES, L., Ob. Cit., Pág. 125. 107 QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit., Pág. 695.

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Capítulo II La responsabilidad civil en el Derecho penal material 53

sólo puede establecerse hasta alcanzar un estadio de certeza que conste en una sentencia definitiva. Y, segunda, que no es cualquier persona la que puede ser declarada responsable penalmente, sino sólo la persona natural que ha alcanzado la mayoría de edad y no se encuentra dentro de ninguna de las causales de exclusión de responsabilidad penal que a su vez excluyen la responsabilidad civil, y que además pueda ser considerada como autora o partícipe de un delito o sólo autora de una falta108 (ya que el legislador ha proscrito en éstas la participación, según el art. 317 No. 3 CP).

La condición impuesta por el legislador que consiste en que deba preceder la responsabilidad penal a la responsabilidad civil presupone a su vez dos circunstancias: 1) Que no haya prescrito la acción para la persecución del delito, y 2) Que el delito haya producido daños. Reiteramos que se desprende de la formulación empleada por el legislador que sólo cuando se producen daños o perjuicios como los apuntados procederá la responsabilidad civil directa; contrario sensu, aunque se haya cometido un delito o una falta y haya una sentencia que declare a cualquier persona responsable por ellos, si no hay daños, no habrá lugar a la responsabilidad civil109.

La fuente de la obligación de la responsabilidad civil directa, entonces, será diferente en cada uno de los casos contemplados por el legislador en esta disposición; en el primer caso tendrá como base el comportamiento propio del autor del delito o de la falta y en el segundo caso, el contrato celebrado entre la persona que ha asumido el riesgo de colmar pecuniariamente los daños dimanantes de un comportamiento delictivo y la que ha causado el daño. De lo anterior se desprende que el legislador en esta disposición previó ambos tipos de responsabilidades civiles, la extracontractual o aquiliana y la contractual.

Aunque no está expresamente indicado, el legislador tuvo en cuenta en este 2º párrafo a las personas jurídicas cuyo giro ordinario es la celebración del contrato de seguro110. La sentencia penal definitiva por la que se declare la responsabilidad penal del autor o partícipe del delito o sólo del autor de la falta, habrá de suponer que si al mismo tiempo se declara responsable a la empresa que haya asumido ese riesgo, ésta haya tenido la oportunidad de ser oída en el respectivo procedimiento, o sea, se le haya garantizado el derecho de audiencia y de defensa. Más adelante veremos cómo esta persona jurídica tiene posibilidad de satisfacer los daños con mecanismos alternativos de resolución de conflictos. 108 Cfr. ALVARENGA VÁSQUEZ, J.S., Ob. Cit., Pág. 112. 109 Cfr. QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit., Pág. 696. COBO DEL ROSAL, M., - VIVES ANTÓN, T.S., Ob. Cit. Pág. 882. 110 En ese sentido se pronuncian MORENO CARRASCO, L. - RUEDA GARCÍA, L., Código

Penal de El Salvador comentado, Pág. 463.

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La responsabilidad civil en materia penal 54

En la segunda clase de responsables civiles directos que figura en el 2º párrafo del art. 116, el legislador parece que incurrió en un error al comprender como civilmente responsable a una «empresa». Según la normativa mercantil ésta es una cosa (artos. 1, 3 y 5 Com), por lo tanto, de acuerdo con los principios del derecho, no puede recaer ningún tipo de responsabilidad sobre una cosa, sino que siempre habrá de ser a cargo de una persona111. Con precisión se habría referido a cualquier sociedad anónima que, de acuerdo con la ley, puede asumir riesgos de esta naturaleza, pues con base en el art. 1 párrafo 2º de la LSS, sólo las sociedades anónimas cuyo giro ordinario es exclusivamente ése, pueden celebrar contratos de seguros, artos. 4 y 75 LSS.

No parece clara la causa por la que el legislador empleó el término, ya que esta ley especial es de creación anterior al CP. En mi opinión se vuelve obligada la adecuación de ambas normativas, especialmente porque se demanda que el legislador secundario precise lo más posible el uso de las palabras que tienen una connotación técnica y que son las pertinentes en materia de responsabilidad, especialmente cuando las emplea en las normas punitivas. La interpretación de esta disposición del CP en el sentido de que al mencionar la empresa alude a las sociedades o compañías aseguradoras es comprensible, pero no es correcta.

Los autores coinciden112 en que el contenido del párrafo 2º del art. 116 CP hace alusión a las compañías aseguradoras y debido a que no caben dentro de éstas las personas naturales, ya que legalmente no pueden asumir riesgos como parte de su actividad comercial, según lo indica la ley de la materia. Por ahora, tal como se desprende de la interpretación –en mi opinión errada– de los autores nacionales, al referirse a una empresa, a quien se refiere el legislador es a una sociedad anónima que ha asumido legalmente el riesgo asegurado. Posiblemente subyace en esta manera de interpretar la ley la aplicación del principio de interpretación común que dice que donde rige la misma razón, rige la misma disposición.

Con base en esta precisión, debe agregarse que la responsabilidad de la compañía aseguradora tiene dos límites, el primero consiste en la indemnización legalmente establecida y el segundo en los términos contractuales del seguro. En el primero se destacan a su vez por lo menos dos

111 Ninguna de las acepciones del término responsabilidad –como función derivada de un cargo, como factor causal, como capacidad y estado mental, y como punible o moralmente reprochable– se refiere a que ésta recaerá sobre una cosa. NINO, C.S., Ob. Cit., Págs. 15 – 17. 112 Cfr. QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit., Pág. 697; MORENO CARRASCO, F., - RUEDA

GARCÍA, L., Ob. Cit., Pág. 463; y ALVARENGA VÁSQUEZ, J.S., Ob. Cit., Págs. 112 – 113.

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Capítulo II La responsabilidad civil en el Derecho penal material 55

aspectos, el primero, que incluye el riesgo mismo, es decir que el límite viene impuesto por el evento que se reclama en contra de la compañía aseguradora, que sea de los comprendidos en el art. 1344 Com, y que no surja por el solo hecho de existir un contrato entre el autor del daño y la sociedad aseguradora; y el otro, que nace de la distribución de la responsabilidad patrimonial fijada en la sentencia definitiva cuando existe solidaridad entre los autores o partícipes113.

En el segundo, el límite está dado por el monto cubierto en la póliza respectiva, de tal suerte que no puede establecerse a priori, sino que depende de muchas y variadas circunstancias, como la naturaleza del evento asegurado, las deducciones, depreciaciones, etc. Por lo anterior, a fin de dejar establecida una identificación importante que nos acompañará en lo que sigue de la exposición, cabe decir que los responsables civiles directos en principio son: a) la persona natural que ha sido declarada responsable como autora o partícipe del delito o autora de la falta, y b) la sociedad anónima que ha asumido el riesgo cuyo giro ordinario es la contratación de seguros.

El art. 117 CP enumera a otros responsables civiles, entre los que están unos directos y otros subsidiarios. Dicha enumeración parte de algunas excluyentes de responsabilidad penal contenidas en el art. 27 CP. Se podría creer que si la responsabilidad penal está excluida al concurrir una causa de justificación, igualmente debe suceder con la civil; sin embargo, ello no es así. La razón estriba en el hecho que la doctrina diferencia entre eximentes de responsabilidad completas e incompletas114, distinción que tiene su fundamento no sólo por la connotación que tiene el hecho cometido desde la perspectiva de la consecuencia jurídico-penal, sino también por la consecuencia jurídico-civil, que es lo que nos interesa.

El comportamiento justificado no tiene por qué ser castigado, es la regla general, por tanto, excluye ambas responsabilidades. La defensa de los derechos propios y de los que están directamente relacionados con el sujeto que la emplea, que la ley autoriza, explica la razón por la cual ambas responsabilidades quedan excluidas. Pero el comportamiento del sujeto que sólo ha sido exculpado da lugar a que subsista su carácter injusto; si bien por esa causa exento de pena, su conducta es fuente de obligación115. A pesar de que esto es así, ello puede dar lugar a una consideración especial en cuestión de errores, como en seguida se comentará.

113 Cfr. MAPELLI CAFFARENA, B., Ob. Cit., Pág. 29. 114 Cfr. QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit. Pág. 698. 115 Cfr. QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit., Pág. 698.

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Las «otras personas responsables civiles» son las siguientes: 1ª) La que ha salvaguardado un bien jurídico propio o ajeno de un peligro real, actual e inminente, que no ha sido ocasionado intencionalmente, mediante la lesión de otro bien de menor o igual valor que aquél, siempre que su conducta sea proporcional al peligro y que no tenga el deber jurídico de afrontarlo; 2ª) La persona responsable del cuidado o guarda del enajenado mental, del que padezca grave perturbación de la conciencia o desarrollo psíquico retardado o incompleto, cuando el daño sea causado por cualquiera de éstos, pero por culpa o negligencia de aquélla; y, 3ª) La que ha actuado en circunstancias de no exigibilidad de otra conducta.

A la primera clase corresponde el supuesto del estado de necesidad justificante. Según la redacción del No. 3 del art. 27 CP, los requisitos de esta excluyente de responsabilidad radican en salvaguardar un bien jurídico propio o ajeno, que la protección se deba a un peligro real, actual e inminente, que el peligro no haya sido provocado por el agente, que éste no esté en la obligación de afrontarlo, que actúe proporcionadamente al mal amenazado y que el mal causado no sea mayor del que se trata de evitar116. De estos elementos se nota que quien se ve en ese estado debe saber que el comportamiento que causa el daño es de origen ilícito y además que el bien jurídico que sacrifica, propio o ajeno, es con el fin de salvaguardar otro mayor, lo que pone de relieve el elemento subjetivo que concurre en la causa de justificación, motivación que a la postre es la raíz de la obligación.

Esta es la razón por la cual el legislador ha incluido en la base de esta responsabilidad el elemento subjetivo del agente. El constatado conocimiento del sujeto de que su comportamiento transgrede la norma es la razón de la inclusión de la subsistencia de la responsabilidad civil a su cargo. No es igual el grado de responsabilidad de quien actúa justificado que el de quien lo hace exculpado. Por tanto esta responsabilidad es considerada directa. El criterio empleado en la ley para establecer el monto que debe soportar el productor del daño, es el de la proporción del beneficio obtenido por aquél a cuyo favor se precavió el mal con el valor del bien jurídico sacrificado del que es titular el perjudicado.

Tal criterio es correcto, justo si se quiere; sin embargo, al quedar en manos del juez o tribunal determinar la proporción de los daños y el monto

116 La razón por la que cabe responsabilidad civil para estas personas es, en esencia, porque nadie está en la obligación de soportar ningún daño en sus bienes jurídicos, aunque tales daños estén justificados; es necesaria la diferencia que hace el legislador entre exculpar la conducta del causante del daño y la obligación a su cargo de reparar los daños por él causados, porque el titular del bien jurídico dañado o sacrificado ha resultado damnificado para que otro se beneficie. Cfr. QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit., Pág. 700.

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resarcible, el legislador creó una dificultad, pues deja al arbitrio su determinación y se aparta del principio dispositivo propio del ámbito privado117. Con base en datos concretos, como el valor económico del daño, que es determinable por diversos medios legales, parece innecesario recurrir al arbitrio judicial para establecer el monto indemnizable, si para ello al mismo tiempo se emplean otros elementos objetivos con los cuales poder determinarlo, como la depreciación ya contemplada en materia tributaria.

A la segunda clase corresponde la responsabilidad subsidiaria del sujeto que tiene bajo su cuidado o custodia la persona que sufre de enajenación mental, grave perturbación de la conciencia o desarrollo psíquico incompleto o retardado; éste es quien se convierte en autor del hecho ilícito causante del daño por culpa o negligencia de aquél. La condición en que se encuentra el autor del daño en estos supuestos, debida a la disminución de sus facultades mentales, lo ubica en lo que la doctrina identifica como imputabilidad disminuida o semi–imputabilidad (calificativo discutible, porque esto no puede dar lugar a semi–penas, entre otras connotaciones), de lo que se colige que el autor del hecho ilícito cuenta con su capacidad intelectual sujeta a alguna graduación118, no suprimida, sino variada, lo cual el legislador entiende que es la razón por la que debe asumir su responsabilidad civil directa; y aquél que en virtud de su negligente o descuidado control ha dado lugar a que se causen los daños debe serlo subsidiariamente.

En este aspecto hay que de diferenciar entre el origen de los daños y el origen de la responsabilidad civil de cada uno de los sujetos, que en ambos casos es distinto: los daños causados por la conducta del agente son los que dan lugar a la responsabilidad civil directa y la falta del debido control o cuidado sobre el autor es lo que da lugar a la responsabilidad subsidiaria del otro. Esta última es la que tiene prevista el legislador en esta segunda clasificación, por lo que da por sentado que el otro responde directamente.

En la tercera y última se abarcan los casos de no exigibilidad de otra conducta. La doctrina recoge en esta excluyente los supuestos del miedo insuperable y el estado de necesidad disculpante119; el legislador en el precepto que comprende esta tercera clase habla en sentido plural, comprendiendo ambos supuestos. Reitera la ley que deberá responder directamente quien haya creado la situación del estado de necesidad y la condición del miedo, y sólo en su defecto, es decir, en subsidio, quien haya 117 Por la problemática que crea este criterio, en igual sentido se pronuncian MORENO

CARRASCO, L., - RUEDA GARCÍA, L., Código Penal de El Salvador comentado, Pág. 465. 118 Cfr. COBO DEL ROSAL, M., - VIVES ANTÓN, T.S., Ob. Cit., Pág. 529. 119 Cfr. MORENO CARRASCO, F., - RUEDA GARCÍA, L., Ob. Cit., Pág. 156; COBO DEL ROSAL, M., - VIVES ANTÓN, T.S., Ob. Cit. Págs. 624 – 629.

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ejecutado el hecho creador del estado de necesidad o del miedo. En resumen, el primero siempre será responsable directo y el segundo subsidiario.

Los principios que subyacen en estas previsiones legales de responsabilidades directa y subsidiaria, si bien no están expresamente referidos a los diferentes errores de prohibición y de tipo y a la actio liberae in

causa120, no significa que no puedan ser aplicados a los mismos. Aparece que

después de las excluyentes de responsabilidad, el art. 28 CP regula los errores de tipo y prohibición con sus diferentes consecuencias penales, dependiendo de si son vencibles o no. En ambos supuestos de errores vencibles me parece claramente dibujada la razón por la cual procede la responsabilidad civil, desde luego el comportamiento que finaliza siendo culposo en el caso del error de tipo y el que da lugar a la imposición de una pena atenuada en el caso del error de prohibición, denotan el sentido y la intención del autor, que son los productores del daño, que es lo que determina la obligación de repararlos.

En cuestión del error invencible o inevitable121, cuando es de tipo el legislador indica que excluye la responsabilidad penal y cuando es de prohibición dice que la exime; el de prohibición incide en la culpabilidad, que es la eximida, y cuando éste es vencible el comportamiento del agente puede ser sancionado entre la tercera parte del mínimo y la tercera parte del máximo. El punto determinante en el primero de los casos es el desconocimiento de los elementos del tipo, por lo que ni se prevé la posibilidad de sancionar el comportamiento en forma culposa122. Y sólo cuando el desconocimiento de la concurrencia de un elemento del tipo objetivo se debe a la falta de cuidado de su parte, cabrá la responsabilidad por culpa. En el segundo el punto es el desconocimiento de que el comportamiento está prohibido por el ordenamiento jurídico, de manera que el sujeto obra creyendo que está autorizado a hacerlo123.

El error inevitable excluye el dolo y la culpa. Podría proceder ésta si las circunstancias del hecho y las personales del autor determinan que es vencible y además que la ejecución del tipo esté prevista en forma culposa124. Con base

120 Cfr. MAPELLI CAFFARENA, B., Ob. Cit., Pág. 30. 121 Cfr. RIGHI, E., - FERNÁNDEZ, A.A., Derecho penal. La ley. El delito. El proceso y la

pena. Pág. 167. 122 Estoy de acuerdo con la doctrina que dice que «el efecto de un error de tipo inevitable es excluir tanto el dolo como el delito culposo. El tipo culposo porque no sabe lo que hace no tiene voluntad de realización; el doloso porque la causa del error no ha sido la falta de cuidado del autor». Cfr. RIGHI, E., - FERNÁNDEZ, A.A., Ob. Cit., Pág. 167. 123 Cfr. RIGHI, E., - FERNÁNDEZ, A.A., Ob. Cit., Pág. 224. 124 Con las variantes que se plantean relacionadas con elementos que agravan el tipo, se puede ver ROXIN, C., Derecho penal Parte General Tomo I, Pág. 478.

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en esta idea se establece el punto de partida para fijar la fuente de la obligación de reparar los daños. Si el error inevitable es aquel que padece el sujeto aun adoptando todo el cuidado que requiere el caso concreto y es vencible el que nace del desconocimiento de los elementos por falta de cuidado del agente125, ello significa que quien comete el hecho considerado punible concurriendo un error de tipo invencible, su comportamiento deviene en atípico y dará lugar a la impunidad. Por lo tanto, no procede responsabilidad civil ante el daño causado. Sin embargo, si el daño procede por cualquier expresión culposa del agente –si su origen es un error vencible–, además de ser un hecho antijurídico, habrá lugar a la responsabilidad aquiliana antes examinada126.

La combinación de errores puede dar lugar a que se deriven diversas responsabilidades y obliga a que se tenga el cuidado de saber diferenciar a cuál clase de error se enfrenta el juzgador en el caso concreto, para definir la responsabilidad civil que procede, con aplicación de los principios apuntados. Por ejemplo, si quien en la creencia motivada por un error invencible, de que su hijo es inminente víctima de una agresión con arma de fuego, para detener al que cree agresor –que resulta ser un enajenado mental que ha escapado del control de su guardador, que sólo ha simulado el robo con un arma de juguete– dispara a éste lesionándolo y hiere además a su hijo, el autor de las lesiones ha sufrido un error en los elementos de la causa de justificación de la legítima defensa, lo que es considerado por la doctrina como un error de tipo127 y, por lo tanto, un comportamiento justificado excluyente de responsabilidad penal y civil, que deja subsistente la responsabilidad civil directa del enajenado y la subsidiaria de su encargado.

La actio liberae in causa demuestra que en el autor del daño existe la intención de cometer el hecho concreto128, que busca de propósito colocarse en estado de intoxicación plena por el consumo de bebidas alcohólicas, drogas u otras sustancias que produzcan efectos análogos, que lo deja en condición que en el momento de ejecutarlo no esté consciente de su conducta. Existen críticas fundadas principalmente en el hecho de afirmar que quien en el momento de cometer el delito o la falta esté en estado de inconsciencia por ello no pueda comprender el carácter ilícito de su conducta, lo cual es cierto y razonable, pero se soslaya que quien de propósito busca estar en esa condición, sabiendo que así con su comportamiento puede dar lugar a un 125 Cfr. RIGHI, E., - FERNÁNDEZ, A.A., Ob. Cit., Págs. 167 – 168. 126 Respecto a la antijuridicidad, Cfr. MOLINA, F., Antijuridicidad penal y sistema del

delito. Particularmente el análisis del injusto civil y las clases de injusto, Págs. 189 – 257. 127 Cfr. BACIGALUPO, E., Tipo y error, Pág. 164. 128 Cfr. STRATENWERTH, G., Derecho penal Parte General I, El hecho punible, Pág. 294.

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hecho punible, y comete el delito y/o causa daños, dolosa o culposamente, debe de responder penal y civilmente. Con base en explicaciones doctrinarias129 la figura subsiste principalmente a fin de que no haya fraude a la ley e impunidad130.

De otro lado, el legislador ha agregado –en mi opinión inapropiadamente– entre los responsables civiles subsidiarios al que por título lucrativo ha participado de los efectos del delito. El párrafo último del art. 120 CP, cuyo epígrafe es la responsabilidad civil subsidiaria común, habla de la obligación que tiene de resarcir hasta la cuantía de su participación el que por título lucrativo hubiere participado de los efectos del delito, de cuya semántica podría sostenerse que es una responsabilidad vinculada con un hecho punible de contenido patrimonial o un comportamiento independiente que daría nacimiento al delito de receptación, o ambas cosas juntas, pero no es así.

Esta manera especial de acreditar responsabilidad civil a estas personas no procede de su relación directa o circunstancial con el delito, como las que antes se han mencionado, sino que es más bien una aplicación directa de los principios civiles que proscriben el enriquecimiento sin causa131. Los elementos de éste aparecen dibujados en tal supuesto132. El párrafo 2º del art. 2067 CC sienta el principio de la obligación de indemnizar hasta la concurrencia de lo que valga el provecho, si éste procede de dolo ajeno. Esta obligación prevista en el CC entre las figuras de los delitos y cuasidelitos no es subsidiaria, sino directa.

En virtud de una interpretación literal del CP, se colige que es subsidiaria; no obstante, de un examen comparativo entre lo regulado entre ambos cuerpos legales, por una parte, y de una interpretación sistemática del CP, por otra, debe deducirse que la fuente de la obligación de resarcir hasta la cuantía de su participación no es subsidiaria, ya que si la causa de la obligación es la participación del sujeto obligado en el hecho punible, hablaríamos de una

129 P. ej., la solución de la autoría mediata y la del inicio de la acción típica más atrás, citadas por QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit., Pág. 548. También, ZAFFARONI, E. R., Manual de Derecho penal Parte General, Págs. 447 – 450. 130 Cfr. QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit. Pág. 549. 131 Cfr. QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit., Pág. 709; COBO DEL ROSAL, M., - VIVES ANTÓN, T.S., Ob. Cit., Pág. 886; MORENO CARRASCO, F., - RUEDA GARCÍA, L., Ob. Cit., Pág. 472. 132 Tales elementos son: a) Un enriquecimiento o aumento en un patrimonio; b) Un empobrecimiento correlativo; y, c) Que el enriquecimiento se haya realizado ilegítimamente, o sea, sin fundamento jurídico. Aunque ALESSANDRI, SOMARRIVA y VODANOVIC (Ob. Cit., Pág. 63) le suman otros dos: a) Que el damnificado no tenga otro medio para obtener la reparación y b) Que la acción no viole ningún texto legal. También puede consultarse VALENCIA ZEA, A., Derecho civil, tomo III De las obligaciones, Pág. 303.

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responsabilidad civil directa en virtud de tal participación, según lo preceptuado en el párrafo 1º del art. 116 CP, pero porque la obligación surge por el beneficio o ventaja económicos y es, por tanto, ajena a la valoración de su contribución al hecho punible; la conclusión, por lo tanto, es que su origen es estrictamente civil y directo133.

En el fundamento de esta previsión hecha por el legislador, al margen de que no haya acertado en la clase de responsabilidad procedente, se encuentra el desconocimiento del obligado al resarcimiento acerca del origen de su ventaja económica. Si conoce el origen de su ventaja económica, estaríamos en presencia de la autoría del delito de receptación, lo cual trae como consecuencia que al lado de la responsabilidad penal tendría que proceder la civil134. Además, el análisis de este instituto nos demuestra que en este caso estamos en presencia de una responsabilidad objetiva –vicaria135– a cargo de la persona obligada.

Debemos plantearnos cómo entender el límite impuesto por el legislador al obligado civilmente, que viene dado por la cuantía de la participación, cuando ésta se circunscribe al resarcimiento. Si lo previsto en esta clase de responsabilidad directa es que la obligación de resarcir no excederá el monto del beneficio obtenido por aquel que se ha lucrado del delito, en primer lugar hay que tener en cuenta que el provecho lucrativo puede tener orígenes diversos, que den lugar a la obligación de restituir la cosa que ha generado la ventaja o a que, si no ha habido más que una expectativa de lucro (como el solo hecho de tener la cosa sustraída), además se reparen los daños o se indemnicen los daños y perjuicios, y en segundo lugar, dimensionar si sólo a través del resarcimiento se podría satisfacer la responsabilidad civil ante el suceso como el aquí contemplado.

Sucede que todos o sólo algunos de los aspectos que constituyen el contenido de la responsabilidad civil (reparación, restitución e indemnización) pueden presentarse ante la comisión del hecho punible, y el lucro del delito, como el mencionado en esta disposición, puede proceder no sólo de un hecho de contenido patrimonial, por lo que la obligación en cuestión (del que por título lucrativo se ha beneficiado de los efectos del delito) se orienta más bien a restituir, reparar los daños y a indemnizar136, y no exclusivamente está

133 Cfr. MAPELLI CAFFARENA, B., Ob. Cit., Pág. 31. 134 Cfr. QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit., Págs. 708 – 709. 135 NINO, C.S., Ob. Cit., Pág. 17. 136 El resarcimiento no parece tener una connotación limitada, como lo indican MAPELLI

CAFFARENA, B., Ob. Cit., Pág. 31; MORENO CARRASCO, F., - RUEDA GARCÍA, L., Ob. Cit., Pág. 472; y, QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit. Pág. 708. ALVARENGA VÁSQUEZ, J.S., Ob. Cit., no hizo ninguna alusión sobre el particular.

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circunscrita al resarcimiento, entendido éste como parte del instituto de la indemnización por daños y perjuicios.

Los responsables que tienen el carácter de subsidiarios son clasificados en dos grupos, clasificación que responde a un criterio de orden. En el primer grupo, cuyos integrantes son denominados comunes, están las personas naturales y en el segundo, denominados especiales, están las personas jurídicas y el Estado y las instituciones autónomas. En ambas clasificaciones la vinculación laboral entre el autor del hecho punible y el responsable subsidiario es la razón por la cual le nace a éste responsabilidad civil.

III. Formas de responsabilidad Hablar de formas implica continuar hablando de los sujetos desde una

perspectiva diferente. Por regla general, el responsable directo del delito o la falta asume también una responsabilidad principal de tipo civil. Pero si dentro de la figura de los responsables directos caben varios y con calidades distintas, como ser varios los autores o varios los partícipes, la responsabilidad civil de éstos deviene en solidaria. Por la manera como los responsables especiales intervienen en la obligación resarcitoria, ellos asumen una responsabilidad subsidiaria, la cual, dependiendo de si recae sobre una persona natural o una jurídica, así será común o especial, respectivamente137.

III. 1. Responsabilidad principal solidaria La pluralidad de los responsables principales se caracteriza por ser

solidaria o, como lo dice el art. 1382 CC, in solidum138. Esta solidaridad

plantea la necesidad de diferenciar la proporción con la que contribuirá cada uno de los obligados a la reparación de los daños. El art. 118 CP abre dos posibilidades de formas de responsabilidad principal solidaria: la solidaria en estricto sentido, contenida en el párrafo 1º y la solidaria con distinción entre cuotas asignadas entre los autores y partícipes, contenida en el párrafo 2º. En ambos casos resulta necesaria la aplicación del principio común de la transmisión de la obligación por causa de muerte contemplada en el art. 122 CP, que en principio parece que no plantea ninguna dificultad139.

Sin embargo, la connotación civil de la transmisibilidad de las obligaciones consistente en que si son varios los sucesores del obligado al pago, en virtud de la confusión de la obligación propia de la solidaridad no le es exigible a cualquiera de los herederos, como si éstos representaran en todo

137 En síntesis, puede consultarse ALVARENGA VÁSQUEZ, J.S., Ob. Cit., Pág. 114. 138 Cfr. PLANIOL, M., - GEORGES, R., Ob. Cit. Pág. 141. 139 Cfr. MOLINA BLÁZQUEZ, M.C., Ob. Cit., Págs. 240 – 241.

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sentido a la persona del condenado al pago, ya que las reglas propias de la sucesión impiden que a un heredero pueda reclamársele en su totalidad la obligación, en virtud de que sólo es titular de una cuota de la herencia140. Esta contribución por cuotas en razón de la transmisión hecha por la herencia es diferente del segundo supuesto del art. 118 CP antes apuntado. Es más bien una reiteración de lo estatuido en el art. 2067 CC.

Una persona que entre varias ha sido declarada heredera de quien fue obligado al pago de la responsabilidad civil del delito no puede ser demandada simplemente como solidaria al pago de aquella obligación, pues su cuota o derecho en la sucesión plantea una limitación al reclamo del acreedor. Esto significa que si bien la solidaridad no convierte por ese hecho a la obligación en indivisible, aunque haya responsabilidad civil declarada en una sentencia a cargo de varias personas, tal obligación es susceptible de ser divisible por efecto del acontecimiento posterior del fallecimiento del obligado solidario141.

III. 2. Responsabilidad subsidiaria común Responder subsidiariamente por las consecuencias civiles juntamente con

la persona condenada penalmente en función de la relación existente entre ésta con la persona natural titular de la empresa o establecimiento donde se hubiere cometido el hecho o con ocasión de su desempeño, según la doctrina tradicional tiene su razón de ser por aplicación del principio de la actuación u omisión culpable, pero también por la asunción del riesgo a partir de una iniciativa económica142. El art. 120 CP regula dos eventos en los cuales procede esta responsabilidad. El primero, cuando el hecho además ha sido cometido por sus administradores, dependientes o cualquier trabajador a su servicio y el segundo, cuando el hecho suceda fuera de él, pero en razón de una actividad laboral.

En los dos casos anotados existe también una reiteración de las reglas generales de los artos. 2071 y 2073 CC. En la redacción napoleónica de estas disposiciones subyace la responsabilidad culpable por el daño causado por el 140 Cfr. PLANIOL, M., - GEORGES, R., Ob. Cit. Pág. 141. 141 Cfr. PLANIOL, M., - GEORGES, R., Ob. Cit. Págs. 128 – 129. 142 En ese sentido, VISSINTINI, G., Tratado de la responsabilidad civil, tomo 2, Pág. 329, y MORENO CARRASCO, F., - RUEDA GARCÍA, L., Ob. Cit., Pág. 471. La razón invocada por la doctrina por su indefectible evolución, me parece acertada. Sin embargo, no es pacífica, según se desprende de lo opinado al respecto por QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit., Pág. 704, quien habla de la culpa “in eligendo” como la fuente de la obligación del responsable subsidiario. Tiene más sentido que tal responsabilidad proceda por la asunción de los riesgos implícitos en la actividad económica, porque la falta de cuidado sobre los dependientes que es la otra fuente de obligación subsidiaria, se orienta más bien a una responsabilidad directa cuyo origen es, precisamente, la falta de cuidado.

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comportamiento de los dependientes, lo que se aprecia en el empleo de la frase «el cuidado que su respectiva calidad les confiere y prescribe, no hubieren podido impedir el hecho» contenida en el 2º párrafo del primer art. Esta responsabilidad regulada en el CC no parece que sea de carácter subsidiario en ninguno de los supuestos contenidos en el título XXXV del libro IV, sino directa. Lo anterior contrasta con la responsabilidad civil establecida a cargo del titular de la empresa o establecimiento tal como se ha dispuesto en el CP, pues éste la considera subsidiaria143.

La paridad de regulación en los dos cuerpos de leyes podría dar lugar a recibir también diferente tratamiento al momento de reclamar su derecho el damnificado. Si éste opta por reclamarlo por la vía civil, tendrá que reclamar la responsabilidad directa, pero dada la necesidad de la renuncia expresa en el ámbito penal de la acción civil para ejercerla en el civil, debido a que el CP la considera subsidiaria seguramente que el juez de lo civil se encontrará con una dificultad en desmedro de los derechos del damnificado, pues no puede ignorar lo indicado en el otro ordenamiento legal. Es claro que el punto no es si procede ser declarado responsable civilmente, sino si por su especial vinculación con el autor del hecho deberá serlo directo o subsidiario. La subsidiariedad es apreciada de mejor manera en el momento preciso de hacer efectivo el crédito.

Hay que reconocer que con más precisión que en el 2º Párr. del art. 116 CP, el legislador acertó en identificar en los artos. 120 y 121 2º Párr. No. 1) CP a la persona natural o jurídica titular de «la empresa» como la responsable subsidiaria, empleando correctamente el término «empresa», con el significado mercantil que tiene, que es el correcto. La hermenéutica sistemática de esas disposiciones indica que, efectivamente, no puede caber responsabilidad civil en contra de una empresa, sino en contra de sus titulares.

III. 3. Responsabilidad subsidiaria especial La especialidad de la subsidiariedad de la responsabilidad civil aparece

cuando recae sobre una persona jurídica o sobre el Estado o sus entidades

143 La culpa civil permite el empleo de la inversión de la carga de la prueba. Demostrar por el responsable civil que se empleó el cuidado debido a fin de descargarse del reclamo resarcitorio es procedente y no riñe con el principio de presunción de inocencia. «[…] buscando mayor congruencia entre la regulación de la responsabilidad civil extracontractual y el ilícito penal, parece que lo más apropiado sería hacer recaer la carga de la prueba de la diligencia sobre los padres, tutores o guardadores». MOLINA BLÁZQUEZ, C.M., Ob. Cit., Págs. 248 – 249.

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autónomas144. Como sucede con la común, los supuestos también tienen su razón de ser en la especial relación laboral o de dependencia que existe entre el responsable civil subsidiario y el autor de los daños. Pero el legislador también incluyó en la responsabilidad especial a otros dos tipos de responsables civiles: las personas jurídicas cuyos gerentes, administradores o representantes resulten responsables por el delito, así como el Estado, las instituciones autónomas y municipalidades cuyos funcionarios o empleados también sean responsables, y los que indiquen las leyes especiales145.

La persona jurídica o el Estado e instituciones autónomas y municipios relacionados con los del primer grupo, responderán cuando el hecho esté relacionado con la empresa de que es titular aquélla, cuando se vincule con la función pública o cuando se cometa el hecho con ocasión de las labores de sus dependientes o servidores146. En cuestión de leyes especiales con base en las cuales procede la responsabilidad civil subsidiaria especial, bajo los supuestos consignados en el CP, por ahora básicamente se circunscribe al supuesto contenido en la LPESAT, en la que en lit. d) del art. 36 se contempla la posibilidad de hacer incurrir en responsabilidad civil a la persona natural o jurídica que, en propiedad, arrendamiento o a cualquier otro título tengan en su poder un vehículo, siempre que éste fuere utilizado por una empresa industrial, comercial o de servicios.

Llama la atención que el CP ha considerado que la asunción de riesgos en función de la actividad económica147 es la fuente de la obligación de la responsabilidad civil subsidiaria común y especial; sin embargo, en la ley citada se aprecia que bajo los mismos presupuestos la responsabilidad es solidaria y no subsidiaria. Como se aprecia, el tema de las formas de esta responsabilidad civil plantea divergencias. Bajo los mismos supuestos –es decir, el patrono (persona natural o jurídica) debe responder por el hecho de

144 Porque sólo a través de una persona física puede actuar la persona jurídica y porque aquélla puede utilizar a ésta o a propósito de su nombramiento encubrir su conducta ilícita, es que se le traslada a ésta responsabilidad civil. Cfr. MORENO CARRASCO, F., - RUEDA

GARCÍA, L., Ob. Cit., Pág. 474. 145 Lo que no dejó claro el legislador es si estos responsables subsidiarios responderán en bloque o solidariamente entre ellos. La solución parece dejarse abandonada en manos de la jurisprudencia. 146 Esta forma de considerar el CP la responsabilidad subsidiaria del Estado es coherente con el art. 245 de la Constitución. La jurisprudencia de la Sala de lo Penal lo ha puesto de relieve en la sentencia definitiva pronunciada a las nueve horas y treinta minutos del 23 de mayo de 2003 en el recurso de casación referencia C333-02. Centro de Documentación

Judicial. 147 Nuevamente, en el sentido actual de la doctrina ver VISSINTINI, G., Ob. Cit., tomo 2, Pág. 329.

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sus dependientes, cuando éstos en el establecimiento o con ocasión de desempeñarse cometen el delito o la falta– la norma común estima que la responsabilidad es directa, el CP considera que es subsidiaria común o especial y la LPESAT que es directa solidaria.

Es necesario el esfuerzo por uniformar esta forma para que la legislación se plantee coherentemente. En mi apreciación habría sido más justo que en todos los supuestos, inclusive en el que cabe en contra del Estado o de las instituciones autónomas, lo que proceda sea la responsabilidad civil directa tal como lo ha dispuesto el CC, sin perjuicio de que puedan tales responsables civiles dirigirse en contra de sus dependientes o funcionarios causantes del hecho148 para repetir lo pagado149.

III. 4. La sucesión del responsable civil fallecido El último responsable subsidiario que aparece en el escenario de los

sujetos es el heredero de la persona que, habiendo sido declarada responsable civilmente en la sentencia definitiva y por tanto se ha convertido en deudor del damnificado, ha fallecido. El legislador emplea correctamente los términos que hacen referencia a la transmisión de la obligación, al indicar que ésta recae sobre «la sucesión del deudor», que grava «los bienes sucesorales» y que se transmite a los herederos «en cuanto a los bienes heredados». Los tres aspectos destacados coinciden con lo dispuesto en el CC, no sólo en lo que atañe a las reglas generales propias de la sucesión por causa de muerte, sino también en lo que respecta al tratamiento de las obligaciones en el seno de la comunidad.

Cabe agregar los siguientes tres aspectos: 1º) Que resulta intrascendente que el heredero del responsable civil sea una persona incapaz o una persona jurídica. 2º) Que en consideración a las reglas comunes del cuasicontrato de comunidad, las que expresamente indican que la sucesión es precisamente uno de tales cuasicontratos, y a las particulares de la sucesión por causa de muerte, la responsabilidad civil se transmite afectando los bienes de la sucesión, en proporción al derecho del heredero, art. 2057 CC. Y 3º) Que la regla del art. 122 CP referida a la transmisibilidad de la obligación, debe matizarse con el

148 Las razones de esa orientación legislativa básicamente estriban, primero, en permitirles la justicia a las personas damnificadas y, segundo, con ello mostrar solidaridad social. El camino lo tiene que allanar el Estado a través de una política legislativa más seria. Me adhiero en esa línea con lo expuesto por QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit., Pág. 705. 149 La repetición –como forma de conseguir lo pagado en nombre de otro– se regula de la manera prevista en el CC, aplicable en todos los ámbitos legales, incluyendo el penal, art. 124 CP. Cfr. COBO DEL ROSAL, M., - VIVES ANTÓN, T.S., Ob. Cit., Pág. 884.

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Capítulo II La responsabilidad civil en el Derecho penal material 67

beneficio de inventario del art. 1169 CC, que establece el límite de la responsabilidad del heredero en la proporción de su derecho en la sucesión.

IV. Regímenes especiales IV. 1. Legislación juvenil La responsabilidad civil originada por el delito aparte del CP sólo ha

tenido oportunidad de ser regulada expresamente en dos esferas legislativas especiales. Una de ellas está en el Derecho penal juvenil150, en el cual existe una referencia expresa a la dilucidación de la responsabilidad civil de acuerdo con las reglas comunes. Cuando el art. 35 de la LPJ dice que la acción deberá ejercerse ante el juez competente y con base en las normas del proceso civil, lo que indica es que no es dentro del proceso penal juvenil que se habrá de formular el reclamo correspondiente151, sino que habrá que recurrir a la integración normativa para definirla.

Primero hay que aclarar que la LPJ se aplica sólo a los menores cuyas edades estén comprendidas entre los 12 y 18 años. Dado que el art. 2 de la LPJ establece dos rangos de edades de los menores a quienes eventualmente se les puede deducir responsabilidad por atribuírseles la comisión de un hecho reputado como delito, es necesario distinguir entre la responsabilidad prevista en la PLJ y la del ordenamiento común. El primer rango de edades consignado en la LPJ está entre los 12 y 16 años y el otro se halla entre los 16 y los 18. Prevé esta norma que a los incluidos en este segundo rango se les aplicarán las medidas de orientación y apoyo sociofamiliar, amonestación, imposición de reglas de conducta, servicios a la comunidad, libertad asistida e internamiento. A los que se encuentran en el otro rango las medidas que le son aplicadas son las previstas en el art. 45 de la ley del ISNA, que consisten en orientación y apoyo sociofamiliar, amonestación, reintegro al hogar con o sin supervisión, colocación familiar, colocación en hogar sustituto y colocación institucional.

En segundo lugar, la separación de los menores en la LPJ en estos dos segmentos de edades, es con el fin de definir cuáles son las medidas propias de la infracción penal que circunstancialmente habrá que imponerles. Pero esta previsión no hace alusión a las eventuales consecuencias civiles que pudieran proceder, tanto a cargo del menor como sobre sus representantes legales o

150 Este derecho está cimentado en los principios de la protección integral y del interés superior del niño, con base en aplicación de los instrumentos internacionales en materia minoril. Cfr. BURGOS MATA, A., La pena sin barrotes, Pág. 8. 151 Ante las dificultades creadas por esta forma de resolver la responsabilidad civil, con obligada remisión a los juzgados civiles, Cfr. LANDROVE DÍAZ, G., Las consecuencias

jurídicas del delito, Págs. 172 – 173.

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responsables. Por esta causa es necesario examinar en el ordenamiento común lo que está previsto sobre el particular. Podría sostenerse que al consignar esta ley especial que los doce años es la edad mínima para hacer responsable penalmente al menor, igualmente podría ser la edad mínima para reclamarle civilmente la reparación de los daños. En las líneas que siguen procuraré consignar una postura que tiene su base en el CC152.

El Derecho común proporciona la directriz sobre el particular. Como anteriormente anoté, la capacidad legal, y dentro de ésta la responsabilidad, tiene su punto de partida en la edad de la persona. El CC expresa que los menores de edad son incapaces, por lo que una primera aproximación al tema es que a éstos no se les podrá hacer responsables civilmente por sus actos153. No obstante, en cuestión de la comisión de delitos el Párr. 1º del art. 2070 CC contiene una redacción que podría dar lugar a sostener que sí pueden responder civilmente por los daños causados. Al limitar a la edad de diez años la incapacidad, se podría creer que los menores cuya edad excede de diez años sí podrían responder154.

Y al referirse a la transmisión de la responsabilidad civil a cargo de las personas bajo cuyo cuidado se encontrare el menor, siempre que aquéllas

152 La doctrina española encuentra el fundamento del reclamo resarcitorio en contra del menor más bien en la propia ley de responsabilidad de los menores, que además contempla la procedencia de la responsabilidad objetiva de los padres. «Se ha optado, frente a los planteamientos tradicionales en nuestro sistema, por una responsabilidad civil objetiva,

directa y solidaria de los padres, tutores, acogedores y guardadores de los menores de dieciocho años que causen daños o perjuicios con su actividad criminal. […] Con tan revolucionaria y pragmática fórmula ha intentado resolver nuestro legislador la problemática suscitada, en estos casos, por la frecuente insolvencia de los infractores menores de dieciocho años; en efecto, ante la doble posibilidad de que los daños y perjuicios derivados de la juvenil infracción sean sufridos – además – por la víctima o afrontados por los padres, por ejemplo, del victimario, se ha entendido que esta segunda solución resulta más razonable, aunque pueda ofrecer una difícil justificación en no pocos supuestos». LANDROVE DÍAZ, G., Las consecuencias jurídicas del delito, Pág. 173 – 174. 153 Ahora la doctrina ha superado la apreciación civilista, al tender a consignar estratos o grupos de menores en consideración a su edad, para concederles un tratamiento diferenciado. «Para la determinación de las medidas, distingue la Ley Orgánica dos tramos de edad en los menores: de catorce a dieciséis años y desde los dieciséis años cumplidos hasta los dieciocho. Se reconoce con ellos que uno y otro grupo de precoces delincuentes presentan diferentes características y requieren, desde un punto de vista científico y jurídico, un tratamiento asimismo diferenciado». LANDROVE DÍAZ, G., Ob. Cit. Pág. 167. 154 A pesar de los límites a la responsabilidad de los menores de edad, las legislaciones se orientan a responsabilizarlos cada vez más con aplicación de la doctrina de la protección

integral de las Naciones Unidas. Cfr. BARATTA, A., Elementos de un nuevo derecho para la

infancia y la adolescencia, Pág. 64.

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Capítulo II La responsabilidad civil en el Derecho penal material 69

hayan sido negligentes en el cuidado de menor, parece que circunscribe la responsabilidad civil a tales personas sólo cuando el daño es causado por el menor mediando negligencia del responsable de su cuidado. Contrario sensu, si a pesar de haber tenido cuidado, el menor causó el daño, entonces el único responsable será el menor. La regla anterior está relacionada con el Párr. 2º de la misma disposición, en la que se establece otro límite a la responsabilidad, que es de los quince años de edad.

El rango de edades entre los diez y quince años de edad en que se encuentra el menor causante de los daños, era, según el CC, sólo para efectos de medir el nivel de discernimiento. La época en la que se elaboró el CC seguramente que se carecía de métodos científicos de medición del discernimiento, razón por la cual se dejaba que lo estableciera la prudencia del juez155. En todo caso estas reglas no hacen más que dar pautas para acreditar la responsabilidad civil del encargado del menor con base en la culpabilidad civil. Al final, según el CC quienes asumen la responsabilidad civil del pago de los daños causados son los padres. Está de más que en el art. 2072 CC diga que aquéllos procedan por su mala educación o los hábitos viciosos.

La única disposición de la LPJ que alude a la responsabilidad civil, el art. 35, en forma lacónica y con la limitación referida al aspecto estrictamente adjetivo, remite a las normas generales la determinación de la responsabilidad civil, como lo anoté. Pero ello no impide que la integración normativa dé elementos que circunscriban tal responsabilidad a los padres o a aquéllos sobre quienes recae la obligación de cuidar de los menores, como lo he destacado156. Al estar limitada la responsabilidad a cargo de esas personas, 155 La diferencia de los menores por edades en las modernas legislaciones penales tiene por finalidad precisar la sanción o pena a imponerle o el tratamiento a seguir, cuando ha cometido delito o falta. En ese sentido indica BARATTA que «La interpretación que aquí se propone, presupone que se trata de una regulación de la capacidad de la responsabilidad penal en general; esto es, de la posibilidad de ser sujeto de sanciones negativas previstas para diferentes estratos de edad o de no ser sujeto de ninguna sanción negativa». Ob. Cit. Pág. 66. 156 Recurrir a la integración normativa refleja la utilidad de la ley dentro del control social del delito, aunque las infracciones de la norma procedan de menores. «El control social penal es un subsistema en el sistema global del control social; difiere de éste por sus fines (prevención o represión del delito) y por los medios de que se sirve (penas, medidas de seguridad, etc.). En efecto, el control social dispone de numerosos medios o sistemas

normativos (la religión, la moral, la ética, la costumbre, la terapia, el Derecho Civil, Administrativo o Penal, etc.); de diversos órganos o portadores del mismo (la familia, la Iglesia, la Ciencia, el legislador, los partidos, los sindicatos, organizaciones varias, la Justicia, etc.); de distintas estrategias o respuestas (prevención, represión, socialización, etc.); de diferentes modalidades de sanciones (positivas: ascensos, recompensas, distinciones, etc.; negativas: tratamiento clínico, reparación del daño causado, sanción

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parece evidente que los daños causados por los menores huérfanos, abandonados o de filiación desconocida que no estén bajo el cuidado de ninguna persona capaz o de una institución dedicada a esa finalidad, queden sin posibilidad de ser reparados157.

El Párr. 2º del art. 35 LPJ contiene una remisión a la LPESAT cuando los daños son causados por el menor en un accidente de tránsito, que en nuestra opinión es innecesaria. Si ya el art. 36 No. 1 de la LPESAT establece la responsabilidad solidaria a cargo del representante legal del conductor si éste es incapaz, indicarlo la LPJ está de más. Por otra parte, si el menor es considerado incapaz, por aplicación de las reglas generales se resuelve el punto de la responsabilidad civil cuando se trata de daños causados en un accidente de tránsito. Sin embargo, según el CC es directa la responsabilidad civil de los padres o de quienes están encargados del cuidado de un menor que causa daños por un comportamiento que se reputa delictivo, o cuasidelictivo según el CC, pero es solidaria según la LPESAT.

IV. 2. Legislación de tránsito El otro ámbito legislativo especial en el que está regulada la

responsabilidad civil es en materia de tránsito. Como se ha resaltado, la responsabilidad civil regulada en la LPESAT, a diferencia de lo estipulado en otras disposiciones, es solidaria. Los supuestos contenidos en la mencionada ley especial son de dos clases: cuando la responsabilidad recae directamente sobre el conductor del vehículo, si es que se trata de una persona capaz en los términos civiles y penales, y cuando procede la responsabilidad solidaria, cuyos supuestos están en el art. 36. Cuando el causante del accidente es el mismo conductor, además de responder directamente por la reparación del daño, circunstancialmente puede dar lugar también a que proceda la responsabilidad solidaria. Tanto en los casos en los que procede la responsabilidad directa, con la matización antes apuntada –de que eventualmente cabe la responsabilidad solidaria de terceros–, como en los que cabe la solidaria, son las mismas reglas generales las que se habrán de aplicar.

pecuniaria, privación de libertad, etc.), y de particulares destinatarios (estratos sociales privilegiados, estratos sociales deprimidos, etc.)». GARCÍA–PABLOS DE MOLINA, A., Ob. Cit. Pág. 195. Las cursivas son suplidas. 157 Lo que no significa que no pueda echarse mano de mecanismos alternos de conflictos previstos dentro de la misma LPJ para alcanzar la reparación de los daños antes de llegar a la sentencia, como la conciliación, los cuales, además, confirman la capacidad del menor de solucionar su propio conflicto, en aplicación de la doctrina de la protección integral. Cfr. GUZMÁN FLUJÁ, V.C., - BELOFF, M.A., - MARTÍN ATIENZA, M.L., Apuntes sobre el proceso

de menores en El Salvador, Pág. 293, y, LANDROVE DÍAZ, G., Ob. Cit. Pág. 167.

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Capítulo II La responsabilidad civil en el Derecho penal material 71

V. Relación con penas pecuniarias La connotación que tiene la responsabilidad civil es estrictamente

patrimonial o pecuniaria. Si bien es cierto que en cuestión de implementar medidas alternas de solución de conflictos o de emplear cualquiera de las salidas alternas del proceso penal, en los casos que procede, es posible poner fin a la persecución penal y a las consecuencias dañosas del comportamiento delictivo a través de acuerdos que no comportan términos pecuniarios, no es menos que la naturaleza de la responsabilidad civil sigue siendo pecuniaria. Concluir el conflicto penal a través de mecanismos que no afectan económicamente al infractor de la norma ni le reportan ninguna ventaja material al perjudicado, es resultado de la corriente de diversion

158 del Derecho penal. La política criminal acoge ciertas corrientes que buscan ese fin, de ahí que existan las figuras de las salidas alternas del conflicto.

158 Cfr. GARCÍA–PABLOS DE MOLINA, A., Introducción al Derecho penal, Pág. 471. Por otra parte, la opción de la víctima de emplear mecanismos heterocompositivos de solución del conflicto para algunos es una forma de manifestar la percepción de que la responsabilidad civil es un derecho subjetivo de la víctima, lo cual debería adecuarse a la concepción clásica de la responsabilidad civil; sin embargo, hay quienes sostienen que es la teoría clásica del fundamento doctrinario de la conciliación. Cfr. ALVARENGA VÁSQUEZ, J.S., Ob. Cit. Pág. 104. «Si bien el modelo punitivo por regla no tiene capacidad para resolver los conflictos, la irracionalidad mínima exige que, al menos, trate de no convertirse en un obstáculo para la solución de éste. De allí que cuando la víctima haya sido involucrada en procesos composicionales, la dinámica del conflicto según los resultados de éstos deba ser considerada por los jueces. Cabe entender por procesos composicionales a los diversos medios por los que el agente puede brindar considerables satisfacciones al sujeto pasivo. Estas posibilidades son de carácter restitutivo y reparador, entendiendo en este último sentido no sólo la reparación pecuniaria, sino también la reparación moral, las excusas, las explicaciones, la recomposición de vínculos, etc. En cualquier caso en que la composición haya operado y la pena sea un inconveniente u obstáculo con capacidad de perjudicar a la víctima, el juez debe tomar en cuenta esta circunstancia para la cuantificación». ZAFFARONI, E.R., Derecho penal, Parte general, Pág. 1002. Asimismo, en ese mismo orden, Cfr. CESANO, J.D., «Reparación y resolución del conflicto penal: su tratamiento en el Código Penal argentino», en 7uevas formulaciones en las ciencias penales, Pág. 514. «La finalidad de esta “tercera vía” debe ser liberar de pena al autor punible en sí, cuando el daño de la víctima se recompone material e inmaterialmente. Para el pensamiento penal, la “tercera vía” es tan importante como la segunda. La “segunda vía” domina los límites de la culpabilidad en el derecho penal. La “tercera vía” separa entre punibilidad e imposición de la pena: lo que es punible necesitará tiempo para que se le imponga una pena. De esta hipótesis resultan nuevas formas organizativas jurídico–penales; por ejemplo, el inmenso campo de la diversion». «En el derecho penal juvenil, la diversion […] y la “tercera vía” en el derecho penal […] están impulsadas en modo ejemplar […]». Cfr. NAUCKE, W., Ob. Cit., Págs. 131, 162.

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Se suele asociar a la consecuencia de la infracción penal la necesidad de reparar los daños cuando la comisión del delito o de la falta, cause daños. Una primera idea que acompaña a esta forma de ver la manifestación del comportamiento delictivo, es precisamente la de conminar al autor a la indefectible obligación de reparar los daños159. En parte esta es la razón por la cual en ciertas esferas jurisdiccionales se entienda que la responsabilidad civil del delito es una sanción natural que acompaña a la imposición de la sanción penal. Y viceversa, es decir, que si no hay responsabilidad penal, no tiene razón de ser la sanción civil160.

Por supuesto, la responsabilidad civil extracontractual, como lo acoté en las líneas introductorias, tiene una naturaleza que difiere de la sanción propiamente. Los requisitos de la responsabilidad civil, si bien en cierta forma

159 También esta forma de considerar la responsabilidad civil es producto de quienes se adhieren a la teoría positiva de la responsabilidad civil. Cfr. ALVARENGA VÁSQUEZ, J.S., Pág. 104. 160 Doctrinariamente el punto está superado; se ha dicho, por ejemplo, que «la influencia del positivismo criminológico, en especial de GARÓFALO y FERRI, condujo a nuestro Derecho penal, históricamente, a pensar que la reparación integraba la pena y a que, por ello, en principio, debía perseguirse a quien había delinquido para lograr su condena a reparar, en el mismo procedimiento penal y aun de oficio», MAIER, J.B.J., Derecho

procesal penal II, Parte General, Sujetos procesales, Pág. 721; asimismo, que «[…] la responsabilidad civil ex delicto como la pura responden a una única finalidad, que no es otra que la de atender a un interés privado como es el de reparar el menoscabo patrimonial o moral producido en la esfera jurídico–privada de un sujeto particular […] lo que en ningún caso va a cumplir, es una función punitiva para el que realizó la conducta delictiva […]», ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit. Págs. 62 – 63; sin embargo, llama la atención de que entre los criterios consignados, en la sentencia definitiva absolutoria pronunciada a las 14 Hrs. del 27 de marzo de 2006, Ref.: 42–2006, el Tribunal 1º de Sentencia de SS dijo que «[…] no se logró comprobar la responsabilidad penal del enjuiciado en el delito por el cual se inició el proceso en su contra, por lo que no es procedente imponerle sanción en cuanto

a responsabilidad civil». El mismo Tribunal, en la sentencia definitiva absolutoria de las 14 Hrs. del 9 de octubre de 2006, Ref.: 134–2006, dispuso que «[…] no se logró comprobar la responsabilidad en el delito […], por lo que no es procedente imponerle sanción en cuanto a responsabilidad (civil) sobre el hecho a ellos atribuidos, absolviéndolos de la misma». Pero en sentido contrario, también ese Tribunal, en la sentencia de las 15 Hrs. del día 3 de octubre de 2006, Ref.: 132-2006, expresó: «al concebir nuestro legislador la responsabilidad civil, como una consecuencia derivada del hecho punible y no como una

pena accesoria y habiéndose determinado por este Tribunal la responsabilidad penal del señor […] en el ilícito que se le atribuye, debe procederse entonces al pronunciamiento en cuanto a la responsabilidad civil»; y en la sentencia definitiva pronunciada a las 16 Hrs. del 9 de febrero de 2006 el Tribunal 5º de Sentencia de San Salvador, Ref.: 22-2006, expuso que «[…] la responsabilidad civil no es una pena accesoria, sino que es una pretensión paralela […]». Las cursivas son mías. Centro de Documentación Judicial.

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Capítulo II La responsabilidad civil en el Derecho penal material 73

están vinculados con la comisión del delito, le conceden un sentido diferente de la sanción. La responsabilidad civil asociada a la comisión del delito es una obligación independiente, que si bien en parte tiene su fuente en el comportamiento prohibido por la ley punitiva, no es vista como una consecuencia obligada de la responsabilidad penal. Debe de tenerse en cuenta que existen comportamientos que son justificados o exculpados penalmente que, no obstante, producen la obligación de reparar los daños causados161, lo que confirma su alejamiento de la sanción162.

La fuente directa de la obligación que da lugar a la responsabilidad civil es la producción de los daños causados por el comportamiento que se reputa delictivo. Ello significa que aun en ausencia de la ley penal –en ausencia de la aplicación de la pena–, podría proceder la responsabilidad civil, porque es en el CC en donde encuentra su principal asiento la pretensión de esta clase. La acumulación de pretensiones dentro del proceso penal puede deberse a diversas causas, como razones de política criminal163, de aplicación de algunos principios procesales, etc., lo cual confirma que las consecuencias civiles del delito reclamadas en el ámbito penal, no gozan de esta naturaleza. La comisión de un delito, repito, no siempre produce daños, por lo que la materia penal no le traslada su naturaleza a la responsabilidad civil164.

161 Cfr. GARCÍA–PABLOS DE MOLINA, A., Introducción al Derecho penal, Pág. 159. VÉLEZ

MARINCONDE, A., Derecho procesal penal, tomo I, Págs. 304 – 307. 162 La sanción, si fuere considerada como el fin del Derecho penal, no obstante filosóficamente es apreciada en forma diferente, desde el momento en que el Estado ha confiscado el conflicto penal, de ahí, entonces que «[…] el fin del derecho penal no es reducible a la mera defensa social de los intereses constituidos contra la amenaza representada por los delitos. Es, más bien, la protección del débil ofendido o amenazado por el delito, así como del débil ofendido o amenazado por la venganza; contra el más fuerte, que en el delito es el delincuente y en la venganza es la parte ofendida o los sujetos públicos o privados solidarios con él». FERRAJOLI, L., Derecho y Razón, Pág. 335. Cierto sector de la doctrina expresa que «[…] es función de la sanción civil recomponer la situación al momento previo a la producción del daño. Tan importante ha sido el cambio operado en los últimos años que ya prácticamente ha dejado de tener vigencia la denominación de responsabilidad civil para comenzar a hablarse de reparación de daños; y la doctrina más progresista nos habla de la existencia de un Derecho de Daños como categoría autónoma». GHERSI, C., Responsabilidad, Vol. I, Pág. 127. 163 En efecto, los ámbitos asistencial y económico dentro de programas de atención a las víctimas, inclusive la regulación expresa de institutos de contenido resarcitorio, demuestra el cambio de actitud de los poderes públicos ante la producción de daños con ocasión de la comisión del delito. Cfr. BORJA JIMÉNEZ, E., Curso de política criminal, Pág. 78. 164 Para una ilustrativa explicación acerca de la naturaleza de este instituto, puede consultarse GARCÍA–PABLOS DE MOLINA, A., Introducción al Derecho penal, Pág. 163. Por otra parte, apelando más a un aspecto que considero de semántica (que es el punto

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En cierta clase de delitos, especialmente en los que es posible finalizar el procedimiento echando mano de mecanismos alternos de resolución del conflicto penal y en aquéllos en que ha habido afectación patrimonial, sucede que con el cumplimiento de las condiciones pactadas entre las partes, que incluye el resarcimiento de los perjuicios patrimoniales, se crea una sombra de duda en torno a la naturaleza de la responsabilidad civil, pero a la vez se dibuja de mejor forma tal naturaleza, pues aunque no se emplee expresamente en la ley sustantiva penal el término «excusa absolutoria», con el efecto que ésta produce se consigue también extinguir la obligación que da lugar a la responsabilidad civil. Operada la excusa absolutoria165, se extingue esta última.

De los pocos casos en los que aparece este mecanismo de extinción de la responsabilidad civil expresamente mencionado es en los delitos en contra de la hacienda pública, contenidos en los artos. 249, 249–A, 250 y 250–A CP, en los cuales se ha dispuesto que si el deudor tributario cumple con su carga, más sus accesorios, operará a su favor la excusa absolutoria, art. 251. Otro de los casos está en el Párr. 1º del art. 206 CP, relativo al delito de incumplimiento de los deberes de asistencia económica, art. 201, en el que el obligado al pago de los alimentos quedará exento de pena si los cancela. En ambos casos, el contenido de uno de los elementos del delito –que es la deuda– aparece indisolublemente relacionado con la responsabilidad civil166.

destacado por MARTÍN RÍOS, M. DEL P., El ejercicio de la acción civil en el proceso penal:

una aproximación victimológica, Pág. 39), se ha dicho por la doctrina minoritaria que la responsabilidad civil del delito no existe, pues ésta sólo es una, que consiste en la responsabilidad civil de reparar los daños. Cfr. MEDINA ALCOZ, M., La culpa de la víctima

en la producción del daño extracontractual, Pág. 45. 165 La doctrina igualmente considera como una excusa absolutoria el reintegro de fondos que pertenecen a la administración pública. En relación con la normativa española, «La nueva redacción dada al artículo 308 del Código penal no modificó esencialmente la estructura del tipo desde su forma por la LO 6/1995. Las novedades más relevantes desde esa reforma afectan a la elevación de la cuantía (de 2.500.000 de pesetas a 10.000.000 de pesetas), a la introducción de una excusa absolutoria para los casos de reintegro de las cantidades recibidas (extensiva a las falsedades documentales) y, por último, a la ampliación del objeto material del delito a las ayudas de las Administraciones públicas». BAJO, M., - BACIGALUPO, S., Delitos contra la Hacienda Pública, Pág. 147. 166 En el delito del impago deliberado de las prestaciones económicas a favor de los dependientes familiares, el legislador ha evitado una dificultad abordada por la doctrina contraída a determinar si la conminación al pago de los alimentos debidos es una sanción o una consecuencia civil del delito. En otros órdenes legislativos la redacción de la disposición de este delito amplía el catálogo de la responsabilidad civil, al disponer que la reparación del daño comprenderá siempre el pago de las cuantías adeudadas: por ejemplo,

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Capítulo II La responsabilidad civil en el Derecho penal material 75

En ambos casos, asimismo, si bien es cierto que el legislador ha indicado en los tipos referidos que procederá la exención de pena al verificar el pago de la deuda identificada y que es casi obligada la interpretación de que el contenido del delito se constituye en la causa de la condena tanto civil como penal, no menos cierto es que desde el punto de vista sustantivo, la causa que da lugar a la responsabilidad penal difiere de la que habilita la civil. En atención al bien jurídico que se tutela en ambas normas, se aprecia que la intención del agente en buena medida justifica la sanción penal. Pero que es siempre el daño causado con ocasión de ejecutar la conducta prohibida lo que autoriza a deducir la responsabilidad civil167.

Por último, un aspecto inherente a la pena es su personalidad. La sanción penal se hace recaer sobre el que ha sido declarado responsable penalmente, circunstancia que no es compartida por la responsabilidad civil. Ésta, como se ha visto anteriormente, puede recaer sobre una persona natural o jurídica que nada haya tenido que ver con el comportamiento delictivo, de ahí que para efectos de su determinación no importa la proscripción de la responsabilidad objetiva como límite para las sanciones penales168. en el art. 227.3 CP español. Cfr. BAJO FERNÁNDEZ, M., Compendio de derecho penal, Pág. 330. 167 Dice la doctrina nacional que en el atentado familiar el bien jurídico protegido «se trata del derecho del menor de edad o de la persona desvalida a percibir los medios indispensables de subsistencia […]» y que en los delitos en contra de la hacienda pública «la postura más admitida afirma que el bien jurídico protegido es la Hacienda Pública, entendida como la parte de la Administración Pública que se sirve de un patrimonio, que es el Erario Público […]», de manera que se aprecia que el origen de la imposición de la sanción penal no es el crédito. Cfr. RUEDA GARCÍA, L., - MORENO CARRASCO, F., Ob. Cit. Págs. 702, 867. Es de rigor aclarar que en estos últimos delitos la doctrina no es pacífica en identificar el bien jurídico protegido. Cfr. BAJO, M., BACIGALUPO, S., Delitos contra la

Hacienda Pública, Págs. 44 – 45. En el Derecho comparado hay modelos que continúan recurriendo a la figura de la reparación como sanción pecuniaria, «[…] en el ámbito del “common law”, encontramos a la “compensation order” prevista por el modelo legislativo inglés […] aparece incluida en el catálogo de sanciones desde 1972 […] en la legislación penal latinoamericana, encontramos, también, un ejemplo de previsión de la reparación como pena, en el Código Penal Mexicano para el Distrito Federal». CESANO, J.D., Ob. Cit., Págs. 499 – 500. 168 «El que la pena fue originariamente reparación y el que las penas privadas y otras satisfacciones concedidas al ofendido hayan jugado un papel importante hasta ya bastante entrado el siglo pasado, y el que también se las hallase y se las halle de diversas maneras en órdenes jurídicos extranjeros, no cambia para nada el hecho de que el Derecho vigente parte el principio de separación». ROXIN, C., Fundamentos político–criminales del Derecho

penal, Pág. 212. Debido a que la doctrina entiende pacíficamente que la reparación tiene el carácter privado, en aquellas legislaciones donde aparece como una sanción más, a fin de evitar colisiones principalmente de orden constitucional, «el propio legislador se ha visto

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La responsabilidad civil en materia penal 76

Al comparar la sanción penal que es de contenido económico y la responsabilidad civil que, como he insistido, igualmente es de contenido económico, se advierten las finalidades que persigue cada una de ellas. El constituyente preceptúa que la imposición de la pena privativa de libertad debe corregir, educar, formar hábitos de trabajo y readaptar socialmente al sujeto que es declarado responsable penalmente, pero además la pena debe conseguir un fin preventivo, Párr. último del art. 27. La pena pecuniaria debería compartir las mismas finalidades de la privativa de libertad, sin embargo, resulta claro que al no importar la restricción del derecho de libertad difícilmente se alcanzan todas aquellas finalidades169.

Pero ello no significa que no cumple con finalidad alguna de las referidas a la privativa de libertad, ya que al ser las sanciones penales legítimas restricciones de derechos, parece que la intimidación170 es la finalidad que mejor es calcada en la pena pecuniaria. Con esto quiero dejar sentado, en último término, que aunque la pena pecuniaria represente la legítima afectación del derecho al patrimonio y, eventualmente, al derecho de libertad, en forma subsidiaria, su finalidad apuntada resulta imposible de ser compartida con la determinación de la responsabilidad civil. Los medios legales a disposición del Estado y del damnificado para conminar el cumplimiento de la pena pecuniaria y el crédito a favor de la víctima terminan de zanjar las diferencias esenciales de ambas figuras.

VI. Contenido de la responsabilidad civil VI. 1. Restitución

forzado a intervenir frente a esta cuestión incorporando una previsión […] para darle una solución: la reparación tendrá el carácter de una pena pública sólo cuando “deba ser hecha por el delincuente”. Por el contrario, cuando “deba exigirse a tercero, tendrá el carácter de responsabilidad civil (…)». CESANO, J.D., Ob. Cit., Pág. 501. 169 Las críticas insistentes en contra de la pena privativa de libertad, fundadas en su ineficacia, han llevado a calificar la pena pecuniaria como la pena del futuro, aunque también con una parte de crítica, pues ha demostrado ser fácilmente ejecutable por el rico y difícilmente por el pobre. Cfr. QUINTERO OLIVARES, G. Ob. Cit., Pág. 677. 170 Entre los inconvenientes que plantea la imposición de la pena pecuniaria es que surge su carácter intimidatorio, con las limitaciones lógicas de que la sanción en cierta forma será más efectiva dependiendo del sujeto a quien se le imponga. «Se ha afirmado que la multa –en contra de arraigados principios punitivos modernos– no tiene una función reformadora y de tratamiento del delincuente, como las penas privativas de libertad, sino solamente intimidativa, ya que consiste simplemente en la privación de un bien». LANDROVE DÍAZ, G., Las Consecuencias jurídicas del delito, Pág. 91.

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Capítulo II La responsabilidad civil en el Derecho penal material 77

El término restitución presupone la devolución a favor del damnificado de la cosa171 o su valor del cual ha sido desposeído. En su significado subyace el carácter patrimonial del instituto, de ahí que aparezca vinculado con ilícitos de afectación del peculio del damnificado. La idea que prevalece en esta figura es el desplazamiento que ha tenido la cosa de la que es titular la víctima, desde su patrimonio hacia el de otro. Este otro no necesariamente tiene que ser el agente del delito, aunque probablemente en la mayoría de los casos así sea. Esto significa que el damnificado puede pretender la restitución de la cosa como consecuencia civil del delito, aun cuando aquélla se encuentre en poder de una persona que no haya tenido que ver con la comisión del ilícito.

Como en su oportunidad lo advertí, el CC ampara al titular del bien para que con base en la figura del enriquecimiento sin causa aspire a la reivindicación de la cosa temporalmente sustraída de su patrimonio, comprendiendo dentro de la pretensión civil la restitución de la cosa que se encuentra en manos de aquella persona que la posea, aun de buena fe. Por permitir el legislador que quien haya participado a título lucrativo responda civilmente, es que encuentra justificación la restitución de la cosa poseída por quien no ha cometido ni participado en el delito. Es exactamente la misma reivindicación que se plantearía en sede civil, la que cabe en este supuesto de la restitución172. Me parece justa la acumulación de las pretensiones restitutoria y punitiva en la esfera penal, si de tutelar el derecho de la víctima se trata.

Ahora bien, es válido cuestionar si el objeto de la restitución puede ser, además de la cosa, el pago de su valor173. Encontrándose la cosa, cuya 171 Que el legislador haya hablado de «cosa» sin ningún agregado, conlleva a entender que caben como objeto de la restitución bienes tanto muebles como inmuebles. Cfr. QUINTERO

OLIVARES, G., Ob. Cit., Pág. 685. 172 Aunque difiere en los términos empleados por el legislador en el CP, no es otra cosa que la reivindicación la que se deduce de este instituto, Párr. 2º art. 902 CC. Cfr. QUINTERO

OLIVARES, G., Ob. Cit., Pág. 686. 173 Y además, cabe la interrogante de si dentro del valor es legítima la pretensión de reclamar los intereses que haya podido producir el valor que representa la cosa o, si se trata de dinero, el dinero mismo. La doctrina se decanta por responder afirmativamente esta interrogante. Cfr. QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit., Pág. 686, LANDROVE DÍAZ, G., Las

consecuencias jurídicas del delito, Pág. 151, RUEDA GARCÍA, L., - MORENO CARRASCO, F., Pág. 460. La jurisprudencia se ha pronunciado sobre la restitución de dinero, mas no de sus intereses, a pesar de ser obvio que el tiempo entre la sustracción del dinero y la orden de su restitución es considerable y debe dar lugar a su cuantificación, así la sentencia definitiva del Tribunal 3º de Sentencia de SS del 26 de junio de 2006, pronunciada en el juicio Ref.: 125-06-2ª, que en esencia dijo: «se ha demostrado el delito, y […] que la víctima perdió la cantidad de OCHENTA DÓLARES de los cuales recuperó solamente TRECE DÓLARES, en tal sentido […] procede condenar civilmente al acusado a pagar la cantidad de

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restitución se pretende, en manos del poseedor, se plantea la posibilidad de que aquélla sufra menoscabos y que, llegado el momento de verificarse su restitución, represente menos valor que el que originalmente tenía. Esto motiva la interrogante de si junto con la restitución también se puede pretender el pago del valor que representa el deterioro sufrido. Sin embargo, el legislador no parece haber acogido en su total dimensión este problema, porque según la dicción del Párr. 1º No. 1 del art. 115 CP, la yuxtaposición «o» seguida después de la restitución relacionada al principio parece indicar que sólo en defecto de la restitución de la cosa procede el pago del valor de ésta.

La interpretación de la redacción que contiene este instituto jurídico podría auxiliarnos para dilucidar si es posible pretender al mismo tiempo que la restitución, el pago del valor de su deterioro parcial. Me parece que si el damnificado puede reclamar el valor total de la cosa en defecto de su posible restitución, porque se haya perdido o destruido totalmente, al aparecer la misma pero dañada parcialmente, con base en la idea subyacente en la restitución –volver las cosas al estado en que estaban antes del perjuicio174– es posible conminar al obligado civil a que también pague el valor de tal daño.

VI. 2. Reparación Debido a que la restitución supone el aparecimiento de la cosa, aunque

ésta no esté en la misma condición que tenía antes de desprenderse de la esfera del damnificado, ante la imposibilidad de su restitución se abre el camino a la reparación175. El orden en el que ésta aparece en el CP tiene sentido, ubicada entre la restitución y la indemnización176. La lectura de la disposición que

SESENTA Y SIETE DÓLARES, los cuales deberán ser retribuidos a la víctima». Centro

de Documentación Judicial. 174 Constituye esta intención la principal razón de ser de este instituto jurídico. «Consiste en la restauración existente con anterioridad a la infracción penal». QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit. Pág. 685. «La restitución […] ha sido configurada tradicionalmente […] como la “vuelta de las cosas a la situación anterior a la comisión del hecho punible”». LANDROVE DÍAZ, G., Las consecuencias jurídicas del delito, Págs. 151 – 152. 175 La naturaleza de la reparación sigue siendo civil; comulga con la naturaleza que en términos generales tiene la responsabilidad civil; por lo que me parece excesivamente limitada la simple remisión que hace ALVARENGA VÁSQUEZ, J.S., a las dos corrientes doctrinarias que se pronuncian sobre la naturaleza de la responsabilidad civil –la clásica y la positiva– para querer explicarla. Ob. Cit. Pág. 104 – 105. 176 Difiero de la doctrina local que encuentra dificultad en localizar la categoría de esta responsabilidad (RUEDA GARCÍA, L., - MORENO CARRASCO, F., Ob. Cit., Pág. 460), en consideración a que el contenido de la reparación, que puede consistir en las obligaciones de dar, hacer o no hacer, que no caben en las otras dos, le concede un carácter distinto de

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Capítulo II La responsabilidad civil en el Derecho penal material 79

contiene la reparación nos permite apreciar que ésta tiene un alcance bien definido por el legislador, que la diferencia claramente de la restitución. Un primer carácter que tiene es que no puede ir más allá que el daño causado. Su escueta formulación en el Párr. 1º No. 2 CP determina a medir la trascendencia que el legislador quiso darle al término daño.

El daño a que se refiere la reparación está relacionado con la esfera material del damnificado177. La connotación moral o intangible del daño sólo puede ser apreciada en el siguiente instituto de la responsabilidad civil. En consecuencia, se puede asegurar que por ser de ese tipo el daño, por regla general éste será cuantificable. De allí que se diga que la reparación también tiene un segundo carácter, que es el de ser material y que opera ante la imposibilidad de hacer volver las cosas al estado en que se encontraban antes del daño, por medio de la incorporación de la cosa misma o de su valor. Una consecuencia de estos caracteres de la reparación es que supone hacer volver las cosas al estado anterior al daño.

Pero para alcanzar ese estado anterior a la producción del daño, en atención a su materialidad es indispensable cuantificarlo. La cuantificación del daño comprende dos elementos: el valor intrínseco de la cosa misma y el valor añadido, que por lo general es de tipo afectivo178. Debido a que las personas suelen generar una especie de identidad con sus cosas, ante su ausencia se produce la afectación en el damnificado. La falta de la cosa determina a que éste pueda conseguir su satisfacción mediante su reemplazo, el cual sólo podrá ser posible mediante la obtención de otra cosa. La connotación de cosa, en este caso, incorpora el valor del dinero, con el cual es posible reponer la cosa material o simplemente con su valor satisfacer la afectación.

Tanto la reposición de la cosa, como llegar a tener el damnificado consigo su valor, puede lograrse colocando en hombros del civilmente responsable el cumplimiento de obligaciones de diferentes contenidos. Si recurrimos a las reglas generales civiles, podemos apreciar que las obligaciones pueden ser tanto de dar, como de hacer o de no hacer. Con base en ellas se puede decir que entre las dos primeras es más fácilmente posible llegar a reponer la cosa o su valor, conminando al sujeto civilmente

las otras dos categorías –la restitución y la indemnización–. Cfr. QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit., Págs. 688 y 689 y LANDROVE DÍAZ, G., Las consecuencias jurídicas del delito, Pág. 152. 177 Con más precisión lo destaca QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit., Pág. 688. 178 Los autores coinciden en que la inclusión de la afección en la reparación debe hacerse, a fin de cuantificarla. Cfr. QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit., Pág. 688, VIVES ANTÓN, T.S, - COBO DEL ROSAL, M., Ob. Cit., Pág. 881, RUEDA GARCÍA, L., - MORENO CARRASCO, F., Ob. Cit., Pág. 460.

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responsable a entregar un objeto material que la reemplace o a entregar la suma de dinero que comprenda el valor de mercado de ella y la satisfacción de la afectación sufrida por el damnificado179.

Por otra parte, se cuestiona si la reparación de estos daños es la misma que la de los daños materiales o morales contenidos en la indemnización. Si la respuesta es afirmativa, la otra interrogante es si habrá que vaciar de contenido el instituto de la indemnización del Párr. 1º No. 3 CP, aunque sea parcialmente. De cara a superar la interrogante, que es justa, sin perjuicio de abordarlo de mejor manera en los siguientes apartados, debe decirse que por lo hasta ahora expuesto se dibuja por lo menos una diferencia entre la reparación de los daños y la indemnización180, que consiste en que la primera no incluye el daño moral causado, ya que la afectación propia de la reparación, si bien es cierto que está también presente en el daño moral, tiene su origen en la falta de la cosa material y, como se verá, la raíz de la afectación que es propia de la esfera moral es diferente.

VI. 3. Indemnización El legislador al prever entre las consecuencias civiles del delito la

indemnización, se refirió a ella como la que tiene por pretensión el pago de los perjuicios materiales y morales causados. Asociado a la figura de la indemnización siempre aparece el contenido civil que incorpora el daño emergente y el lucro cesante. En razón de la naturaleza de la responsabilidad civil, no puede ignorarse la regulación civil en torno a este instituto181. Pero ya que, por lo que he planteado antes, la restitución tiene un carácter particular que la diferencia de la indemnización, se vuelven necesarias algunas precisiones.

Para comenzar, la indemnización incluye la pretensión por parte del damnificado de que se le resarzan los daños y perjuicios182 sufridos por el

179 La redacción del CP no lo expresa, como sí sucede en otras esferas, sin embargo, las obligaciones de dar, hacer o no hacer, como modalidades del cumplimiento de la responsabilidad civil, no son incompatibles con nuestra legislación, por lo que amerita la reflexión acerca de aclarar el sentido de la disposición. Cfr. VIVES ANTÓN, T., - COBO DEL

ROSAL, M., Ob. Cit. Pág. 880. 180 Con la ejecución de obligaciones de hacer, como la publicación a cargo del ofensor en los delitos contra el honor, se repara el daño, mas no se indemnizan los perjuicios, lo cual perfila la diferencia entre ambas figuras. Cfr. QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit., Pág. 689. 181 Como parte del contenido resarcitorio, la «reparación», entendida en su acepción más amplia, aun insertada en el ámbito penal no pierde su naturaleza civil, dice ALASTUEY

DOBÓN, M.C., Ob. Cit., Pág. 64. 182 «Ni en el ámbito del Derecho privado ni en el penal ha sido posible fijar diferencias sustanciales entre reparación de daños e indemnización de perjuicios». MAPELLI

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Capítulo II La responsabilidad civil en el Derecho penal material 81

comportamiento delictivo, planteada frente al responsable civil, que, como se ha expuesto, bien puede ser el responsable penal o cualquiera de los otros responsables civiles. Si bien es cierto que posiblemente es ésta la principal manifestación de la responsabilidad civil relacionada con la comisión del delito y en la que de mejor manera se revela la dimensión de la responsabilidad civil, no menos cierto es que no caben aquí todos los daños que, o bien son objeto de reparación, o bien de indemnización.

Los criterios empleados por el legislador para su cuantificación, –que según la dicción del último Párr. del art. 116 CP son tres: la entidad del perjuicio, las necesidades de la víctima y el beneficio obtenido por la comisión del delito–; en cierta forma le conceden el carácter distintivo a la indemnización. Ya que es imposible reponer o restituir los daños causados cuando la comisión del delito da lugar, por ejemplo, a la pérdida de la vida o a la lesión del honor, el contenido resarcitorio de estos daños aparece bastante distante del de los anteriores. La inclusión expresa de los daños morales juntamente con los materiales, para ser indemnizados a la víctima o a su familia, en buena medida dilucida el carácter de la indemnización.

El ámbito de estos daños en cierta forma es distinto del meramente material. Parece que más bien se asocia con el personal183. Esto no significa que esté desentendido del carácter patrimonial del instituto, pues es generalmente a través de un valor que se consigue paliar los efectos del daño, sino que las circunstancias que principalmente se tienen en cuenta a fin de establecer el quantum son más bien de connotación personal o espiritual. LANDROVE DÍAZ, G., dice que «en muchos delitos […] el resarcimiento del perjuicio producido no puede llevarse a cabo tomando como referencia el precio de la cosa»184. Los delitos contra la vida e integridad, contra el honor y la intimidad, etc., son supuestos que explican la razón de esta postura doctrinaria.

De lo anterior se parte también para sostener que ya que los daños morales no pueden tener como medio del resarcimiento la reparación o la restitución, los mecanismos para su medición tienen que ser distintos de los que se emplean para los otros tipos de daños185. El desarrollo legislativo no ha

CAFFARENA, B., - TERRADILLOS BASOCO, J., Las consecuencias jurídicas del delito, Pág. 240. 183 Opinión que a mi parecer responde al orden en el que el legislador los ha puesto en el CP. MAPELLI CAFFARENA, B., - TERRADILLOS BASOCO, J., Ob. Cit., Pág. 240. 184 Las consecuencias jurídicas del delito, Pág. 153. 185 En la doctrina se dice, por ejemplo, que «es difícil valuar y compensar un perjuicio en dinero cuando no se trata de sustituir o reparar una cosa. En ese caso, la mayor dificultad descansa en apreciar el daño sufrido, corriendo el riesgo de proceder a una valuación

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alcanzado el nivel suficiente para incluir los criterios de los cuales echar mano para la fijación del monto a indemnizar. Lo que significa que a falta de criterios legales se tiene que recurrir a la construcción doctrinaria186. Destacable resulta, por último, en cuestión de los daños morales, que el CP ha sido de los pocos cuerpos legales que contienen una referencia expresa al dictado constitucional de indemnizar los daños morales. En otros órdenes seguramente se tendrá que hacer una aplicación directa de la Constitución.

VI. 4. Costas procesales Las costas procesales son los gastos que se ocasionan en la tramitación

del procedimiento judicial187. Tales gastos son de muy diversa naturaleza y es en los procedimientos civiles donde se aprecia con más claridad la imposición de las costas cuando éstas son reclamadas y procede imponerlas188. La condena al pago de las costas a cargo de la parte que sucumbe en el litigio parece no tener ningún tipo de restricción en los procesos privados civiles, sin embargo, en los procesos penales la jurisprudencia ha generalizado el criterio consistente en que por aplicación del principio del art. 181 de la Constitución, la administración de justicia es gratuita y que no resulta procedente injusta. Para esta valuación, varios métodos han sido propuestos: el cálculo matemático (valuación in concreto) y el cálculo “en el punto” (valuación point moyent).» CARNEIRO, M.F., Método de valuación del daño moral, Págs. 80 – 81. 186 La sentencia definitiva condenatoria pronunciada a las 16 horas del día 18 de mayo de 2006 por el Tribunal 3º de Sentencia, en el caso Ref. 88-2006-2ª, refleja el empleo de insumos doctrinarios para la determinación de la responsabilidad civil, cuando refiere que «no hay prueba ni sobre la llamada pecunia materialis ni sobre la pecunia doloris, por lo anterior, se declarará que hay lugar a la responsabilidad civil de los imputados». (La última cursiva es suplida). Centro de Documentación Judicial. La doctrina habla de pretium

doloris y de quantum doloris, que es otra forma de denominar el contenido de la indemnización moral. Cfr. CARNEIRO, M.F., Ob. Cit., Págs. 82 – 83. 187 La doctrina las conceptúa así: «Las costas procesales son los desembolsos económicos que han de realizar las partes y que tienen su causa directa e inmediata en la realización de un proceso determinado». MONTERO AROCA, J., El nuevo proceso civil, Pág. 292. 188 MOLINA BLÁZQUEZ, M.C., Ob. Cit., y QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit., no hacen mención de este instituto, pero su silencio no hay que entenderlo como si compartieran la postura de que las costas no son consecuencia jurídica del delito. En cambio, LANDROVE DÍAZ, G., Ob. Cit., Págs. 158 – 159, MAPELLI CAFFARENA, B., Ob. Cit., Págs. 28 – 29, y MAPELLI CAFFARENA, B., - TERRADILLO BASOCO, J., Ob. Cit. Pág. 247, sí la abordan y la consideran una consecuencia jurídica del delito. Quienes cuestionan su compatibilidad constitucional son COBO DEL ROSAL, M., - VIVES ANTÓN, T.S., Ob. Cit., Págs. 887 – 888, para quienes en función de la gratuidad de la administración de justicia no deben imponerse. En la doctrina nacional existe divergencia, una no se pronuncia en ningún sentido. Cfr. MORENO CARRASCO, F., - RUEDA GARCÍA, L., Ob. Cit., Págs. 461 – 462, y la otra contiene un análisis extenso, ALVARENGA VÁSQUEZ, J.S., Págs. 109 – 110.

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Capítulo II La responsabilidad civil en el Derecho penal material 83

imponerlas a cargo del imputado cuando es condenado a la respectiva sanción penal189, a pesar de que el CPP expresamente dispone que correrán a cargo de la parte vencida.

Naturalmente que cualquier juez o magistrado que pertenece al Órgano Judicial, imparte y administra justicia, independientemente de la materia a la que pertenece, y que por el hecho de hacerlo no puede pretender de los justiciables ningún tipo de estipendio por cumplir con su función. Con base en el AJ podría opinarse que sí es posible; desde luego allí está previsto así y además es norma vigente. Pero procede acotar que en la época en que se creó el AJ, se disponía que los jueces devengaran ciertos montos allí establecidos y tenían la facultad de cargar a las partes con el pago de algunos gastos; salvo los magistrados suplentes, quienes percibirían sus emolumentos a cargo del Fisco, los demás recibirían las costas. Sin embargo, por ser de orden público la administración de justicia, esta etapa de la historia judicial está superada.

El argumento de que la administración de justicia es gratuita y que, por tanto, el Estado debe asumir las costas del proceso judicial, de ser cierto y generalmente aceptado, debería irradiarse a todas las materias que pertenecen al Órgano Judicial, pero no es así. Los jueces de las materias civil, mercantil e inquilinato, las imponen con aplicación del art. 439 CPrC190. En materia laboral, no se imponen, porque expresamente se ha dispuesto que procede imponerlas sólo en la etapa de ejecución de la sentencia, art. 601 Tr. En materia familiar existe cierta limitación191. De aceptarse tal forma de entender la administración de justicia, tendría el efecto de limitar la visación de planillas y vedaría la posibilidad de reclamarlas por la vía del proceso

189 Reflejo de ello son las siguientes sentencias: Del 1º de Sentencia de SS del año 2006, las siguientes: Ref.: 46-3-2006, de las 14 horas del 27 de marzo, Ref.: 141-1-2006 de las 15 horas del 24 de julio, Ref.: 55-1-2006, de las 14 horas del 18 de abril; del 3º de Sentencia del año 2006, las siguientes: Ref.: 136-2006-2ª, de las 16 horas del 14 de julio, Ref.: 270-05-3ª, de las 8 horas del 7 de febrero, Ref.: 172-2005-1ª, de las 13:40 horas del 7 de febrero, Ref.: 40-06-3ª, de las 8 horas del 13 de marzo; del 5º de Sentencia del año 2006, las siguientes: Ref.: 12-3-06, de las 16 horas del 9 de febrero, Ref.: 04-06-3, de las 10:30 horas del 23 de enero, Ref.: 282-3-2005, de las 16 horas del 24 de enero. Centro de

Documentación Judicial. Y al parecer es un criterio también compartido en otros países, Cfr. FERNÁNDEZ CARRASQUILLA, J., Derecho penal fundamental, tomo II, Págs. 445 – 446. 190 Por todas las que se refieren a la visación de planillas, véase la interlocutoria Ref.: 1323- 2000, pronunciada por la Sala de lo Civil al resolver el rechazo del recurso de casación en el proceso especial de visación de planillas, a las 15:45 horas del 17 de marzo de 2000. 191 Puede consultarse el criterio, en la sentencia pronunciada en apelación por la Cámara de Familia de la Sección del Centro, a las 8:30 Hrs. del 19 de mayo de 2004, en el incidente Ref.: 102 – A – 2003.

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especialmente previsto en los artos. 57 AJ en adelante, en relación con el art. 55 Pr C.

Los jueces y magistrados que integran el Órgano Judicial perciben un salario que procede de los recursos del Estado, de los asignados al porcentaje del Presupuesto General de la Nación que le corresponde al Órgano Judicial. Es correcto entender que si ellos tienen asignado un salario con cargo al Presupuesto del Estado, no ejercen una función privada y tampoco deban las partes asumir ningún costo que tenga por destino el mantenimiento de los gastos de vida del funcionario judicial192. Esto igualmente es aplicable a los empleados de cualquier clase o categoría del Órgano Judicial. Pero el proceso penal genera costos que no corresponden al orden personal del juez o magistrado o del diverso personal del juzgado o tribunal, que unas veces se cargan al Presupuesto de la Nación193.

Entre tales gastos se encuentran, por ejemplo, los costos de algunas pruebas científicas o peritajes, los honorarios de los abogados particulares que circunstancialmente representan los intereses de alguna de las partes, como el querellante que representa a la víctima y el defensor al imputado; los honorarios de peritos propuestos por las partes o nombrados oficiosamente por el juez o tribunal, costos de traslados de testigos y peritos, etc. Gastos de esta naturaleza están previstos en el AJ, en el que se encuentran regulados los montos y porcentajes que habrá de asignarse a favor de los procuradores y los peritos, artos. 39 y 47 AJ, por ejemplo, y cuando se trata de porcentajes, éstos tienen como parámetro los valores disputados en el juicio, art. 23 AJ194.

Comparto el criterio sustentado reiteradamente por los tribunales penales de que a cargo del imputado no debe imponerse la condena de la responsabilidad civil de las costas procesales, por ser gratuita la administración de justicia, si cuando resuelven en ese sentido lo que significan es que no se le impondrá a él ninguna carga pecuniaria que tenga por finalidad subvencionar al juez o tribunal con cualquier suma de dinero adicional a la que percibe en concepto de salario. Pero no lo comparto en tanto parece que entienden que la gratuidad de la justicia prevista en la Constitución importa

192 Y es que, por otra parte, la doctrina que estima procedente las costas entre las consecuencias jurídicas del delito, no considera que allí proceda estipendio alguno para ningún funcionario judicial. Cfr. LANDROVE DÍAZ, G., Ob. Cit., Págs. 158 – 159, MAPELLI

CAFFARENA, B., Ob. Cit., Págs. 28 – 29, ALVARENGA VÁSQUEZ, J.S., Pág. 109 y MAPELLI

CAFFARENA, B., - TERRADILLO BASOCO, J., Ob. Cit. Pág. 247. 193 En el sentido contrario del de nuestra jurisprudencia, la respetable regulación alemana se decanta por imponerlas al condenado. Cfr. ROXIN, C., Derecho procesal penal, Pág. 509. 194 A fin de corroborar los diversos contenidos exigibles a través de la visación de panillas, Cfr. ALVARENGA VÁSQUEZ, J.S., Ob. Cit., Pág. 111.

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asumir el coste económico de todo lo que tiene que ver con el proceso judicial, y porque excluye sin más en las costas los otros gastos que por regla general se causan, sin siquiera justificar de ninguna forma tal exclusión195.

La vetustez del AJ no es obstáculo para que lo regulado en el CPP sobre las costas se entienda en un sentido diverso del que siempre ha tenido este instituto jurídico196. Cuando los artos. 361 Párr. 4º y 447 en adelante del CPP hablan del contenido de la sentencia y de las costas, y se refieren a los honorarios y los gastos del procedimiento, no se refieren a los honorarios de jueces y magistrados del orden penal, sino de los abogados intervinientes en el proceso y a la serie de inversiones dinerarias que han sido indispensable para arribar a la sentencia definitiva, inclusive de los costos que aunque resulten exiguos, son los provocados por una litigación temeraria. Los particulares que actúan en el proceso penal no tienen que soportar costo alguno so pretexto de que la administración de justicia es gratuita197.

195 Y con más razón es cuestionable tal criterio, cuando condena en abstracto al imputado a la responsabilidad civil a pesar de reconocer que ésta violenta los derechos constitucionales de audiencia y de defensa si el acusador no ha fundamentado oportunamente su pretensión, ni ha ofrecido pruebas demostrativas de la responsabilidad civil, condena que por ser de carácter abstracto incluye las costas procesales. Se ha resuelto, p. ej.: «Todo lo anterior hace colegir que si bien […] tiene el derecho al resarcimiento de los daños derivados del delito, ello debe ser en un marco sistemático con la Garantía de Audiencia que permita al procesado […] refutar tanto a través de medios de prueba como de alegatos la pretensión pecuniaria; cualquier establecimiento resarcitorio sin respetar la garantía de audiencia sería una decisión contraria al artículo 11 de la Constitución de la República. […] a los efectos de respetar el derecho de audiencia […] cabrá declarar al procesado […] civilmente responsable, pero para determinar el monto de dicha responsabilidad, ello deberá ser objeto del proceso civil correspondiente, donde se garantice plenamente el derecho de audiencia a que se ha hecho referencia, […]». Sentencia definitiva condenatoria pronunciada por el Tribunal 6º de Sentencia en el juicio Ref.: 272-2005-3, a las 16:05 horas del 10 de enero de 2006. Centro de Documentación Judicial. Resolver de esta forma considero que es procedente cuando existe una disposición que habilita a hacerlo, como el Párr. 2º del art. 368 CPP costarricense. Cfr. LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Pág. 351. 196 Históricamente el contenido de las costas procesales ha comprendido gastos de esa naturaleza; CHIOVENDA, por ejemplo, dijo que «el contenido de la tasación de las costas varía de una causa a otra, pudiendo contener, además de los impuestos del timbre y registro, relativos a los autos procesales, los derechos de secretaría, los derechos de los oficios judiciales, los honorarios de los abogados y procuradores, las costas de testigos, peritos, reconocimientos judiciales, etc., que han de fijarse, según los casos, por los aranceles legales relativos a los actos de que se trate, según la cuantía efectiva del gasto realizado, o la libre apreciación del juez». CHIOVENDA, G., Curso de Derecho procesal civil, Pág. 503. 197 El interés público comprometido en la comisión del delito conlleva a que en la mayoría de las infracciones quien asuma la investigación sea una institución pública, el Ministerio Público, con relación a los delitos perseguibles oficiosamente o por previa instancia

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Es cierto que es obligación del Estado garantizar a todos la seguridad y que en el interés de procurarla debe de hacer todos los esfuerzos necesarios, por ejemplo, por medio de la represión del delito. Además, como expresión de política criminal, trasladar el coste del proceso judicial penal al responsable civil, parte de la doctrina dice que consigue la prevención general y especial198. Sin embargo, para que ese fin se consiga debe superarse el criterio jurisprudencial construido en torno del art. 181 de la Constitución de que la administración de justicia es gratuita y hacer el esfuerzo en elaborar sentencias con razonamientos que contribuyan a la imposición de las costas procesales199.

Por último, el CPP, además de participar de la opinión de que las costas se encuentran condicionadas al vencimiento puro y simple, como cuando en el art. 449 dispone que se impondrán a la parte vencida, acoge en unos aspectos el concepto de costas como sanción, como cuando se le imponen a quien denuncia o litiga con temeridad, artos. 233 y 450, independientemente de que el litigante forme parte de alguna institución estatal, como el Ministerio Público. Desde que la doctrina estableció ambos criterios, al parecer la tendencia legislativa ha sido consignar una posición que acoja ambos, posibilitando que cualquier gasto en que se incurra en el proceso, aun el que sea debido a la irresponsabilidad de la parte, pueda ser reclamado200.

VII. Relación con la ejecución de la pena Llegado a este punto, debe quedar sentado que los responsables civiles

diferentes de la persona del procesado, desaparecen del escenario del reclamo resarcitorio. Los beneficios penitenciarios –como son consideradas la libertad

particular, por lo cual las instituciones vinculadas con el sistema de justicia que actúan con recursos del Estado en ese interés, quedan excluidas de la titularidad de las costas procesales. Con respecto a la oficiosidad Cfr. VÁSQUEZ ROSSI, J.E., Derecho procesal

penal, tomo I, Págs. 334 – 335. 198 En cuanto a las vinculaciones de la reparación de los daños y de las consecuencias jurídicas del delito con los fines de la sanción penal, Cfr. ALASTUEY DOBÓN, M.C., Ob. Cit., Págs. 245 – 250. 199 Llama la atención que en los movimientos descriminalizadores más serios, como expresión de la política criminal, no se prescinde de la responsabilidad civil, porque al parecer, más importante que la imposición de la sanción penal, es de especial relevancia la reparación del daño a favor de la víctima, ámbito en el cual ella participa activamente. Cfr. BACIGALUPO, E., Hacia el nuevo derecho penal, Págs. 489 – 515, DE DIEGO DÍEZ, L.A., Justicia criminal consensuada, Págs. 61 – 62, BARONA VILAR, S., La conformidad en el

proceso penal, Págs. 325 – 326. 200 Para un estudio del devenir histórico del instituto, puede verse CHIOVENDA, J., La

condena en costas, Pág. 209 – 233, y de la regulación en Alemania, ROXIN, C., Derecho

procesal penal, Págs. 508 – 511.

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Capítulo II La responsabilidad civil en el Derecho penal material 87

condicional y la suspensión condicional de la ejecución de la pena– y la rehabilitación de los derechos suspendidos en la sentencia, sólo los puede solicitar una persona que ha sido declarada responsable penalmente, que pesa sobre sí una condena privativa de libertad o que ésta le ha sido sustituida por medio de los diversos sustitutos penales previstos en la ley, a quien además se le ha privado del ejercicio de ciertos derechos como un efecto directo de la condena penal. La persona en este momento ya es considerada «condenada»201.

Debido a que los beneficios penitenciarios y la rehabilitación de los derechos, suponen la existencia de una sentencia definitiva que ya ha alcanzado firmeza, en ésta deben constar la sanción penal impuesta al responsable penalmente y la declaratoria de responsabilidad resarcitoria202. En lo que respecta a la responsabilidad civil, para la víctima existe un crédito que desde el momento en que la sentencia es declarada ejecutoriada puede reclamarlo ejecutivamente y el condenado está en la obligación de pagarlo. De más está decir que por encontrarse la sentencia firme, la vía ejecutiva civil es la dispuesta para satisfacer el crédito, mediante la acción en contra del declarado responsable penal y civilmente o en contra de cualquiera que además haya sido declarado responsable civilmente.

Llegado el momento de decidir el juez o tribunal sobre la concesión de los beneficios penitenciarios o la rehabilitación, aquéllos tendrán que determinar si la responsabilidad civil ha sido satisfecha203. El legislador sustantivo, con ocasión de disponer las condiciones de procedencia de los institutos indicados, no ha circunscrito la misma a la reparación de los daños, sino a «las consecuencias civiles» en general, artos. 77, 85 y 109 CP, por lo que cabe precisar –aunque parezca una verdad de Perogrullo– que la

201 Con efectos similares a los conseguidos por medio de la sentencia, particularmente el vinculado con la responsabilidad civil, está la institución procesal de la suspensión condicional de la ejecución de la pena. Para una breve relación de ella, Cfr. MORENO

CARRASCO, F., - RUEDA GARCÍA, L., Ob. Cit., Pág. 366. 202 Dada la importancia que tiene para el condenado como para la víctima saber con certeza el dato concreto de la condena civil, de cara también a evitar la revictimización dentro de otro proceso, aunque sea de carácter civil, no comparto la postura jurisprudencial de la responsabilidad civil en abstracto, ni la regulación legal expresa en ese sentido, como sucede en el ámbito colombiano. Cfr. GAVIRIA LONDOÑO, V.E., Ob. Cit., Págs. 301 – 302. 203 La doctrina es pacífica en aludir que este requisito debe acompañar a la concesión de los sustitutivos penales o beneficios penitenciarios, ya sea concomitante o posteriormente, sin embargo, parece que no le conceden la misma importancia al incumplimiento del pago de la responsabilidad civil, si es que al condenado se le ha otorgado alguno. Cfr. MORENO

CARRASCO, F., - RUEDA GARCÍA, L., Ob. Cit., Págs. 368 – 369, ALASTUEY DOBÓN, M.C., Ob. Cit., Pág. 314, LANDROVE DÍAZ, G., Ob. Cit., Pág. 70.

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satisfacción de este requisito puede ser de distintos caracteres, pues las consecuencias civiles pueden tener diversos acreedores, según quien sea el titular de la reparación, la restitución, la indemnización y las costas.

A fin de dejar claro el punto, hay que tener en cuenta que la reparación, la restitución y la indemnización tienen una relación directa con la víctima, sin embargo, las costas procesales no necesariamente la tienen. Con base en las explicaciones en las líneas que preceden en torno a las tres primeras consecuencias civiles, reparar los daños, restituir las cosas o su valor e indemnizar los daños y perjuicios, tienen como beneficiario a quien es el titular de los bienes u objetos que se habrá de reparar o restituir y a quien directamente ha sufrido el daño material o moral causado por el delito o la falta. Sin embargo, algunos costos del proceso, como, por ejemplo, de los peritajes ordenados oficiosamente, que no los ha asumido la víctima, tendrá derecho a reclamarlos el representante el Estado204.

No es necesaria la elaboración acabada de la normativa sustantiva en el sentido de especificar alguno o todos los posibles contenidos de la responsabilidad civil, para que se entienda en el sentido que lo he anotado, ya que basta con aplicar las normas comunes para entenderlo. Sin embargo, sí me parece que en determinado momento la pasividad del acreedor de ejercer la acción procedente con el fin de recuperar su crédito, puede crear ciertas condiciones que impidan el goce de los beneficios penitenciarios, en virtud de la obligación que tiene el juez de vigilancia penitenciaria de investigar para comprobar la imposibilidad de pago por parte del condenado de esas consecuencias, lo que dilatará el momento en el que éste inicie nuevamente a disfrutar de su derecho de libertad205.

La reflexión acerca de los efectos que causa esta investigación que tiene que hacer el juez de vigilancia penitenciaria se vuelve obligada. Este sí es un asunto que requiere de una mejor construcción legal para impedir que quien cumpla con los demás requisitos para gozar de los beneficios penitenciarios, se vea privado de libertad por encontrarse en mora en el cumplimiento de una obligación civil. Pero además no se puede ignorar que el Estado tiene la obligación de procurar la satisfacción de los derechos de la víctima. No puede soslayarse que con la sentencia la víctima tiene un crédito, exigible desde que aquélla queda firme, sin embargo, el Estado no debe por esta causa crear condiciones que vulneren otros derechos, como el de libertad del condenado candidato al beneficio206. 204 Cfr. ROXIN, C., Derecho procesal penal, Pág. 509. 205 Cfr. MORENO CARRASCO, F., - RUEDA GARCÍA, L., Ob. Cit., Págs. 368 – 369. 206 De cara a que es innecesario imponer cargas al condenado, ya sea para su concesión o para la continuidad del goce de la suspensión o del beneficio, ALASTUEY DOBÓN, M.C.,

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Capítulo II La responsabilidad civil en el Derecho penal material 89

VII. 1. Libertad condicional En la base del instituto de la libertad condicional se encuentra la finalidad

de la pena privativa de libertad. El constituyente le ha asignado a ésta un propósito, que se supone que a través del control que haga de su ejecución dentro del sistema penitenciario lo logrará. La educación, la corrección, la formación de hábitos de trabajo, la readaptación del responsable penalmente –que es la principal–, que son las finalidades se supone que se logran con la privación de libertad del condenado, son los requisitos que subyacen en las condiciones incluidas para la procedencia de este beneficio207. A partir de la constatación de esos requisitos por parte del Consejo Criminológico Regional, el condenado se encuentra apto para recuperar su derecho de libertad ambulatoria.

Llegado el momento de gozar del beneficio, se presume que en el condenado se ha conseguido el propósito referido y que está apto para vivir reinsertado en la sociedad. No presupone la concesión de la libertad condicional una renuncia al cumplimiento de la sanción penal, ya que las condiciones a que se sujeta el favorecido para gozar del beneficio demuestran que el objetivo propuesto por el constituyente se tiene que cumplir aun encontrándose en libertad el sujeto. No es algo diferente lo que se entiende que sucede cuando está contemplada la posibilidad de revocar el beneficio, si al encontrarse en el período de cumplimiento de la pena bajo las condiciones, el favorecido reincide, en cuyo caso tiene que reingresar al sistema penitenciario y concluir la pena208.

A pesar de que la naturaleza de la responsabilidad civil es exactamente ésta, su abordaje en dos ámbitos parece que la ponen en duda. El legislador ha dispuesto que para que proceda el otorgamiento del beneficio penitenciario, el condenado debe haber satisfecho la responsabilidad civil, pero si no, el pago de ésta formará parte de las condiciones que deberá cumplir el condenado para

refiere que «el condenado, al haber cumplido parte de la condena, ya ha prestado satisfacción hasta un determinado grado. Por todo ello […] sólo será posible la imposición de cargas cuando lo exijan las necesidades de satisfacción por el injusto cometido». Ob. Cit., Pág. 313. 207 Sobre la finalidad, Cfr. MAPELLI CAFFARENA, B., - TERRADILLOS BASOCO, J., Ob. Cit., Pág. 144, LANDROVE DÍAZ, G., Ob. Cit., Pág. 69. 208 A pesar de esta previsión legal, el análisis del hecho que se considere reincidente debe ser lo más objetivo posible, ya que el reingreso a prisión a raíz de la reincidencia puede ser más perjudicial para el condenado, si es que ya se consiguió su reinserción. Cfr. MORENO

CARRASCO, F., - RUEDA GARCÍA, L., Ob. Cit. Pág. 397.

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poder gozarlo209. Si la hubiere satisfecho, obviamente que sólo cumplirá las otras condiciones que la ley regula. Si está cumplida a través de cualquiera de los medios previstos en la ley civil, por otra parte, queda en evidencia su naturaleza civil y no tiene ninguna incidencia con cualquier otro instituto punitivo.

Ahora bien, la falta de cumplimiento de la responsabilidad civil en la fecha en que pueda proceder la concesión del beneficio, ciertamente que no impide la autorización de su otorgamiento, pero su constatada imposibilidad de pago no lo exonera de aquélla, como lo reitera el Párr. final del art. 51 LP, y de haber sido una de las circunstancias para su concesión, se convierte en una verdadera condición que habrá de cumplir para que goce de la libertad mientras dure el período de prueba y si su pago se sujeta a un plazo, igual o diferente del otorgado para cumplir el resto de la sanción penal, la mora en el pago de alguna de las cuotas puede dar lugar a la revocatoria del beneficio, según se desprende el art. 90 CP210.

La connotación que tiene el incumplimiento de la obligación de pago de la responsabilidad civil, entonces sí parece reñir con la Constitución, poniendo de relieve el uso penal de ella. No requiere de ningún esfuerzo apreciar que es la mora en el incumplimiento de una obligación de carácter civil la que produce como consecuencia la nueva privación de libertad del condenado. Si se parte de que el condenado que ha cumplido con los requisitos de procedencia del beneficio está apto para vivir nuevamente en sociedad y se entiende que el sistema penitenciario ha conseguido el objetivo fijado por la Constitución, parece dudosa su naturaleza civil ante cualquier incumplimiento

209 Sobre el punto ALASTUEY DOBÓN, M.C., insiste: «No obstante, la doctrina ve un inconveniente en la posibilidad de imponer cargas al condenado que disfruta de la libertad condicional. El problema está en que las cargas, como vimos, han de servir “a la satisfacción por el injusto cometido” lo que no se compadece con la finalidad del período de libertad condicional, en el que el condenado ha de aprender a vivir en libertad sin delinquir». Ob. Cit., Pág. 313. 210 El incumplimiento de esta obligación debe recibir menor atención en el momento de considerar la revocación de la suspensión o del beneficio, que cualquier otro incumplimiento, por eso no estoy de acuerdo con lo expuesto por MORENO CARRASCO, F., - RUEDA GARCÍA, L., cuando refieren que «A partir de este momento será el Juez de Vigilancia el que controle el cumplimiento de las reglas impuestas, el cumplimiento de los eventuales acuerdos de reparación civil y la comisión de un nuevo delito; la primera incidencia negativa da lugar a que el juez pueda escoger entre la revocación de la suspensión del procedimiento o el alargamiento del período de prueba, mientras que las incidencias segunda y tercera comportan imperativamente la revocación, siguiendo el procedimiento su curso». Ob. Cit., Pág. 366.

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de las obligaciones que le fueren impuestas al condenado para que goce de la libertad condicional, pues ello se traduce en un reingreso a la prisión211.

Una posición razonable que permita obtener la reparación del daño o el cumplimiento, en general, de las consecuencias civiles del delito, ante la mora en el pago de la responsabilidad civil, es interpretar analógicamente las disposiciones referidas al beneficio de la suspensión condicional de la ejecución de la pena. Para éste está previsto que el juez de vigilancia modifique las condiciones impuestas al beneficiario si las incumple, art. 81 CP, concediéndole un plazo mayor para que las ejecute. Con la aclaración de que por la gravedad de la pena impuesta en los delitos graves, la interpretación se limite a la responsabilidad civil212.

La responsabilidad civil, hay que reiterar, cumple también un papel en la consecución de los propósitos del constituyente, aunque expresamente no lo haya dicho. Pero esto no significa que es una sanción de carácter penal, como lo he abordado anteriormente, ni que participa de la naturaleza penal, ni que la Constitución previó que por medio del pago de la responsabilidad civil se logre la resocialización, sino significa que la afectación patrimonial como consecuencia jurídica del delito incide en el sujeto declarado responsable penal y civilmente, para persuadirlo que no reincida en su comportamiento. Pero esta es sólo una ganancia –si puede decirse así– que circunstancialmente se obtiene. Naturalmente que no es el objetivo213.

VII. 2. Suspensión condicional de la ejecución de la pena El orden dispuesto en el CP coloca primero este beneficio y luego el de la

libertad condicional, por lo que lo expuesto anteriormente con relación a la libertad condicional es predicable respecto de este sustituto, con las observaciones que siguen.

La suspensión condicional de la ejecución de la pena funciona de manera similar a la libertad condicional, en lo que respecta a la responsabilidad

211 Como lo anota ALASTUEY DOBÓN, M.C., «Se está forzando, por tanto, mediante medios penales, el cumplimiento del deber civil de indemnización». Ob. Cit., Págs. 266 – 267. 212 Tal interpretación podría dar lugar a creerse que está proscrita, pues la norma es de carácter punitivo, sin embargo, «[…] el principio de legalidad no prohíbe la analogía, porque no prohíbe interpretar, sino que prohíbe generalizar la ley penal de una manera exagerada e inadmisible». JAÉN VALLEJO, M., Principios constitucionales y Derecho penal

moderno, Pág. 33. 213 En alusión al caso alemán, ALASTUEY DOBÓN, M.C., dice que «La reparación del daño debería haberse configurado como criterio orientado a la prevención especial, donde la satisfacción de los intereses económicos de la víctima no constituyese un objetivo prioritario sino colateral». Ob. Cit., Pág. 267.

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civil214. En principio cabe decir que está pensada para que opere a favor de aquellas personas que nunca han estado privadas de libertad, pues parte del supuesto de la responsabilidad penal declarada en contra del sujeto que ha cometido un delito cuya pena máxima no excede de tres años de prisión, Párr. 1º del art. 77 CP, es decir, que se trate de un delito menos grave, Párr. 2º del art. 18 CP, y el art. 292 No. 2 CPP prescribe que la medida cautelar de la detención provisional procederá para los delitos graves, o sea, aquellos cuya pena máxima excede de los tres años de prisión.

A diferencia del beneficio penitenciario, el incumplimiento de las obligaciones que le fueren impuestas al condenado, entre las que está la responsabilidad civil, determina al juez de vigilancia a que modifique las condiciones y no a que disponga el cumplimiento de la sanción penal mediante la privación de libertad. En los casos que procede imponer la sanción penal por delitos menos graves, el legislador, en atención a la inconveniencia o innecesidad de la privación de libertad, renuncia a la afectación de este derecho, sin prescindir de aplicar entre las diversas condiciones que aseguren el cumplimiento de la pena, las que aseguren el pago de la responsabilidad civil.

VII. 3. Rehabilitación Los artos. 58 y 59 CP regulan las penas accesorias consistentes en

inhabilitaciones absolutas o especiales que pueden imponerse a quien es declarado responsable penalmente. El art. 109 CP dispone que el condenado que haya cumplido la pena tenga derecho215 a que se le rehabiliten sus derechos suspendidos o privados y que expresamente hayan sido relacionados en la sentencia definitiva, siempre que haya satisfecho, en lo posible, las consecuencias civiles del delito. Aquí el legislador impone en el juez de vigilancia penitenciaria (art. 37 No. 4 LP) la obligación de requerir del sujeto declarado responsable penalmente que la responsabilidad civil a la que se le condenó también ha sido satisfecha.

214 En consideración a su naturaleza, importa destacar que la reparación de los daños juega un doble papel en la configuración de la sustitución de la pena: como requisito y como carga. ALASTUEY DOBÓN, M.C., Ob. Cit. Pág. 257. 215 En coincidencia con lo dispuesto por la doctrina, el legislador ha acertado en referir que la rehabilitación es un derecho del condenado y no la concesión de una gracia, además de una obligación del Estado. Cfr. MORENO CARRASCO, F., - RUEDA GARCÍA, L., Ob. Cit. Pág. 447, LANDROVE DÍAZ, G., Ob. Cit., Pág. 146, MAPELLI CAFFARENA, B., - TERRADILLOS BASOCO, J., Ob. Cit., Pág. 231, COBO DEL ROSAL, M., - VIVES ANTÓN, T.S., Ob. Cit., Pág. 871.

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El legislador ya no le exige al juez que indague si se ha cumplido con esa obligación, sino que sólo traslada al condenado la demostración de su cumplimiento. Tampoco se amplía el legislador en mencionar cuáles podrán ser las consecuencias si el solicitante no lo demuestra o si se pronuncia en el sentido de reconocer su impago. Debe entenderse que esta disposición es un esfuerzo adicional que se hace con el fin de que la víctima sea resarcida por los daños causados por el delito216. Si el condenado civilmente se pronuncia en el sentido de reconocer que aun no ha cumplido con la obligación, podría interrumpirse el plazo de prescripción en los términos del art. 2257 CC, a menos que el tiempo transcurrido ya haya dado lugar a la prescripción.

En cualquier caso, el juez de vigilancia penitenciaria cumple con plantear al condenado que acredite la comprobación del pago de la responsabilidad civil, para luego resolver la rehabilitación. No puede negar la rehabilitación de los derechos del condenado aunque no se haya cumplido con la obligación civil, ya que la naturaleza de las obligaciones le impide supeditar la rehabilitación a la demostración o al pago efectivo de la responsabilidad civil. El crédito contenido en la sentencia está dentro de la esfera civil del acreedor –víctima o Estado– y el juez no puede oficiosamente ejercer una acción de la que no es titular, en cambio sí está obligado a resolver la pretensión del que aspira a la rehabilitación de sus derechos, pues es un asunto de orden público217.

216 No estoy de acuerdo con la posición de MORENO CARRASCO, F., - RUEDA GARCÍA, L., cuando opinan que la satisfacción de la responsabilidad civil en el momento de procurar el condenado la rehabilitación acentúa el reproche que tiene la responsabilidad civil, Ob. Cit., Pág. 447, a menos que signifiquen con ello la prevención especial que seguramente tiene la responsabilidad civil. 217 Comparto totalmente la posición que refiere que con esta institución «Se intenta impedir que los antecedentes delictivos sean obstáculo para la reinserción del condenado». MORENO

CARRASCO, F., - RUEDA GARCÍA, L., Ob. Cit. Pág. 447.

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CAPÍTULO III LA RESPO�SABILIDAD CIVIL E� EL PROCESO PE�AL

I. Principios rectores I. 1. Principios de la acción en general La base del proceso jurisdiccional en general está constituida por

principios constitucionales. Por lo tanto, el análisis de la conformación de la parte adjetiva que sirve para ejercer la pretensión de carácter civil en el proceso penal, requiere considerar algunos de tales principios. En primer lugar, con carácter general hay que referir que la connotación jurídica del término «proceso» supone la presencia de dos partes que se enfrentan, cada una con intereses distintos, ante un tercero que debe resolver su conflicto218. Este primer carácter del proceso en la doctrina se le identifica con el latinismo actus trium personarum, en el que subyace la imparcialidad del tercero y además su desvinculación de las partes219.

Esta primera indicación la Constitución la plasma en el Párr. 5º del art. 186, al disponer que la función jurisdiccional a cargo de los jueces y tribunales deba ser exclusiva y excluyente de cualquier otra de las entidades del Estado y ajena a cualquier tipo de influencia o injerencia, inclusive de las partes220. Por el carácter heterocompositivo de la resolución de los conflictos y en consideración a la naturaleza pública de la actividad jurisdiccional, el Estado es el que asume el papel de tercero ajeno a las partes y desvinculado de éstas. Además, en virtud de la división de funciones de los órganos del Estado, se ha

218 Suele identificarse como sinónimos los términos «proceso» y «procedimiento», sin embargo, la doctrina pacíficamente los distingue. Cfr. MONTERO AROCA, J., Derecho

jurisdiccional I, Parte general, Págs. 295 – 298; MAIER, J. J.B., Derecho procesal penal II,

Parte general, Sujetos procesales, Pág.17; PEDRAZ PENALVA, E., Comentarios al Código

Procesal Penal, tomo I, Pág. 8. 219 «[…] los juicios de valor son susceptibles de […] control conforme a criterios pragmáticos de aceptación. Estos criterios no son más que los principios generales del ordenamiento, es decir, principios políticos expresamente enunciados en las constituciones y en las leyes o implícitos en ellas y extraíbles mediante elaboración doctrinal. Algunos de ellos son los mismos que presiden el ejercicio del poder de verificación, es decir, las decisiones sobre la verdad procesal con las que se resuelven las incertidumbres creadas por los defectos de denotación de los supuestos típicos legales: tales como, por ejemplo, el criterio del favor rei y su corolario in dubio pro reo […]». FERRAJOLI, L., Derecho y Razón,

Pág. 173. 220 A diferencia de lo que sucede en el procedimiento arbitral, en el que cada parte propone su árbitro.

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La responsabilidad civil en materia penal 96

determinado que sea el Órgano Judicial el que se encargue de configurar el actus trium personarum

221. Relacionado con esta manifestación está también el principio de dualidad

de posiciones, es decir, que el proceso requiere la existencia de dos partes, aunque no necesariamente sólo de dos personas o sujetos. El hecho de que una de las partes tenga que ser titular de una pretensión, no significa que ésta deba estar constituida exclusivamente por una sola persona. De la misma manera, aquella parte en contra de quien se plantea la pretensión –el sujeto pasivo de la relación– no tiene que ser sólo un sujeto o una persona, sino que pueden ser varios. El desarrollo del principio de imparcialidad del que es titular el Estado por medio del Órgano Judicial, sólo se comprende si existen dos posiciones enfrentadas que demandan una solución222.

A su vez, derivación de los dos principios precedentes, un carácter adicional del proceso es que ambas partes deben de disponer de iguales

oportunidades de ser oídas y de tener conocimiento de todos los materiales de hecho y de derecho que componen la pretensión223. La dimensión anterior se encuentra plasmada en la Constitución en el art. 11, que habla del principio del juicio previo como requisito para la potencial afectación de los derechos consagrados en aquélla y de cualquier otro derecho, aunque éste no esté expresamente plasmado en la Constitución, por lo que está incluido allí el de igualdad de oportunidades. El correcto ejercicio de los derechos por sus titulares presupone estas oportunidades, ya que así se puede conseguir la tutela que se demanda del Estado224.

221 Cfr. MONTERO AROCA, J., El nuevo proceso civil, Pág. 63, Derecho jurisdiccional I,

Parte general, Págs. 322; RIGHI, E., - FERNÁNDEZ, A.A., Ob. Cit. Págs. 396 – 408; VÉLEZ

MARICONDE, A., Derecho procesal penal, tomo II, Pág. 317. 222 Cfr. MONTERO AROCA, J., Derecho jurisdiccional I, Parte general, Págs. 322. FERREIRO BAAMONDE, X., La víctima en el proceso penal, Pág. 192. Asimismo, en lo que respecta a la caracterización de la dualidad de partes, Cfr. ASENCIO MELLADO, J.M., Derecho procesal

civil, Parte primera, Pág. 91; MONTERO AROCA, J., El nuevo proceso civil, Pág. 94. 223 Especial referencia a estos aspectos se encuentran en MONTERO AROCA, J., Derecho

jurisdiccional I, Parte General, Pág. 326. 224 Además, supone que para arribar a la afectación de cualquier derecho, debe respetarse el debido proceso, entendido éste como «la observancia de la estructura básica que la misma Constitución prescribe para todo proceso o procedimiento», según aparece en la sentencia definitiva pronunciada por la Sala de lo Constitucional en el proceso de amparo Ref.: 642-99, a las 15 Hrs. del día 26 de junio de 2000. Centro de Documentación Judicial. Y como ese, también el de todos los derechos fundamentales, Cfr. BACIGALUPO, E., El debido

proceso penal, Págs. 31 – 32, 155 – 156; FLEMING, A., - LÓPEZ VIÑALS, E., Garantías del

imputado, Pág. 617.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 97

En el conocimiento que las partes puedan tener de los materiales de hecho y de derecho que constituyen la pretensión, subyacen dos aspectos: el primero, es el planteamiento fáctico en el que descansa la pretensión, que no debe ser secreto, pues es de esperar que sin el debido conocimiento que pueda tener la parte de dichos materiales le resulta imposible formular su pretensión o defenderse, y el segundo, es la sustentación jurídica en la que descansan la pretensión y el derecho de defensa, aunque hay que reconocer que en este aspecto tiene especial preponderancia el principio iura novit curia, en cuya virtud serán el juez o tribunal quienes le den la solución jurídica al caso, sin que el planteamiento jurídico de las partes los vinculen, sino que únicamente estén vinculados a los hechos225.

Por último, el principio de igualdad de las partes completa la conformación del proceso en general. Para que la contienda entre las partes no se lleve a cabo con matizaciones de autocomposición o que el tercero que se supone imparcial no dé muestras de responder a los intereses de una sola de las partes, éstas tienen que enfrentarse ante ese tercero en un plano de igualdad226. La igualdad requerida en el proceso, de la que me ocupo en este momento, tiene dos dimensiones: una legal y una práctica. Por la primera, el legislador debe diseñar los procedimientos de tal manera que no haya ventajas para nadie, ni siquiera en el momento de ejecución de la sentencia, y en virtud de la segunda, con base en las realidades sociales, el legislador debe de crear las condiciones para equilibrar la relación de las partes y también para que éstas cuenten con oportunidades reales de acción o de defensa227. 225 Sólo es parte esencial de la pretensión el hecho aducido por la parte, pues la aplicación del derecho le corresponde al juez o tribunal. Cfr. ASENCIO MELLADO, J.M., Derecho

procesal civil, Parte primera, Pág. 127. Acerca del derecho de igualdad Cfr. FERRAJOLI, L., Derecho y Razón, Pág. 614; y, CASTRO OSPINA, S.J., Ob. Cit., Pág. 27. 226 Con relación al principio de igualdad y al derecho a la igualdad de armas que es derivación de aquel principio, particularmente en su aplicación ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Cfr. LÓPEZ BARJA DE QUIROGA, J., Instituciones de derecho procesal

penal, Pág. 87 – 88. 227 Por la connotación procesal que tiene la igualdad, puede verse MONTERO AROCA, J., Derecho jurisdiccional I, Parte General, Pág. 329 – 330. Por otra parte, por la relevancia que plantea las diferencias en lo que se refiere a derechos fundamentales, me parece pertinente la opinión que refiere que «las desigualdades –sean económicas o sociales– son en cambio las disparidades entre sujetos producidas por la diversidad de sus derechos

patrimoniales, así como de sus posiciones de poder y sujeción. Las primeras concurren, en su conjunto, a formar las diversas y concretas identidades de cada persona; las segundas, a formar las diversas esferas jurídicas. Unas son tuteladas y valorizadas, frente a discriminaciones o privilegios, por el principio de igualdad formal en los derechos fundamentales de libertad; las otras son, si no removidas, al menos reducidas o compensadas por aquellos niveles mínimos de igualdad sustancial que están asegurados

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La responsabilidad civil en materia penal 98

En cuestión de la igualdad práctica no es lo mismo, por ejemplo, que un menor tenga que procurar su declaratoria de paternidad en condiciones idénticas a las de un sujeto capaz, a menos que obren a su favor ciertas presunciones o se invierta el principio de la carga de la prueba; o que el trabajador demandante que reclama el pago de su indemnización o prestación laborales lo haga en un plano igual que su contraparte, pues necesita que haya también una especie de inversión de la carga de la prueba; o que la persona señalada como probable autora de un delito tenga que defenderse frente al Estado que la acusa, si no es oponiéndole la presunción de inocencia con el consiguiente traslado al acusador de la obligación de probar las imputaciones –el onus probandi–228.

Finalmente, el derecho de igualdad en la Constitución está consagrado en el art. 3 y comprende no sólo la igualdad en la ley, sino también la igualdad en la aplicación de la ley. El carácter del derecho de igualdad abordado en las presentes líneas especialmente está relacionado con el de la aplicación de la ley, pues es en el marco del ejercicio de sus derechos ante la pretensión resarcitoria que se habrá de invocar, tanto de parte del damnificado como de aquél que se constituirá en el sujeto pasivo de la futura relación procesal229. por la satisfacción de los derechos fundamentales sociales». FERRAJOLI, L., Derechos y

garantías, Págs. 82 – 83. 228 En desarrollo de estos puntos, pero particularmente el referido a la igualdad de armas, que plantea una diferencia para procurar que la coerción en contra del imputado se decante a favor del Estado, Cfr. MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal argentino, Vol. II, Págs. 269 – 270, y 347, Derecho procesal penal II, Parte general sujetos procesales, Págs. 240 – 256; LÓPEZ BARJA DE QUIROGA, J., Ob. Cit. Pág. 87. 229 «La esencia del principio constitucional de igualdad en su valor de igualdad en la aplicación de la ley será por tanto el reconocimiento de una protección frente a las divergencias arbitrarias de trato en resoluciones judiciales, evitando el capricho, el favoritismo o la arbitrariedad del órgano judicial, e impidiendo que no se trate a los justiciables por igual o se discrimine entre ellos […]», JIMÉNEZ-BLANCO, G., JIMÉNEZ-BLANCO, A., MAYOR JIMÉNEZ, P., OSORIO ITURMENDI, L., Comentario a la Constitución Pág. 75. «El principio de igualdad procesal obliga a que los fiscales, el imputado, su defensor, el querellante, sus representantes y los demás intervinientes, tengan las mismas posibilidades de ejercer durante el procedimiento las facultades y derechos previstos en la Constitución de la República, en el Código Procesal Penal y en las demás leyes que sean de aplicación (art. 14 CPP)», CASADO PÉREZ, J.M., Código Procesal Penal comentado, Pág. 332. En el Derecho Internacional de los Derechos Humanos la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha manifestado que «resulta fundamental la determinación de las partes involucradas en un proceso, tanto como el garantizar los derechos consagrados en la ley. Por ello, es necesario que “se confiera igualdad de oportunidades a las justiciables para la alegación y defensa de sus pretensiones” y se brinde el “debido equilibrio entre los sujetos procesales”. Asimismo, debe procurarse que “el proceso cuente con una parte actora, acusadora o solicitante diferenciada claramente de la función judicial encargada de la

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 99

Pero no significa que entre sus previsiones hallen cabida las variantes indicadas en los párrafos precedentes230.

I. 2. Principios de la acción civil Los principios de la acción civil se desarrollan sobre los anteriores, pero

existen otros que son propios de la materia. En primer lugar cabe decir que por ser el conflicto civil entre personas o sujetos titulares de sus propios derechos subjetivos, desvinculados éstos del interés público, pueden resolver sus conflictos en cualquier momento acudiendo al Órgano Judicial o también pueden renunciar a su resolución231. Si no existe nada que conmine a las partes a recurrir al Estado para la resolución de su conflicto, se confirmará que se trata de intereses privados. A este carácter se le denomina principio

dispositivo, que radica en la autonomía de la voluntad, entendida ésta como expresión del derecho de libertad232.

decisión”». Opinión consultiva OC-17/2002 de 28-8-2002. Finalmente, «la administración de justicia de un Estado social y democrático de derecho debe garantizar, con igual celo, el derecho de la víctima a que se haga justicia, y el de los imputados a ser tratados con justicia». CASTRO OSPINA, S.J., Ob. Cit., Pág. 21. 230 Nuestra jurisprudencia constitucional ha tenido oportunidad de pronunciarse al respecto y, entre otras, en la sentencia definitiva pronunciada por la Sala de lo Constitucional en el proceso de amparo Ref.: 9-2002, a las 14:44 Hrs. del día 1 de noviembre de 2002, planteó que «[…] el principio de igualdad, tiene dos perspectivas constitucionales: a) la igualdad ante la ley; y b) la igualdad en la aplicación de la ley. Conforme la primera, frente a supuestos de hecho iguales, las consecuencias deben ser las mismas, evitando toda desigualdad arbitraria y no justificada. Según la segunda, cuya aplicación se hace en el ámbito judicial, las resoluciones judiciales deben ser las mismas al entrar al análisis de los mismos presupuestos de hecho, aunque sean órganos jurisdiccionales distintos los que entraren al conocimiento del asunto, evitando cualquier violación consistente en que un mismo precepto legal se aplique en casos iguales con evidente desigualdad». En el mismo sentido las Ref.: 939-2002, de las 14:54 Hrs. del 25 de mayo de 2004, y Ref.: 8-2000, de las 9 horas del 4 de noviembre de 2003. 231 Motivar la actuación del Órgano Judicial a petición de la parte interesada es una característica del principio acusatorio, del cual en el diseño adjetivo penal se han adoptado algunos distintivos y de ellos el más característico es el que diferencia entre las funciones requirente y decisoria. Cfr. BOVINO, A., Ob. Cit. Pág. 10. 232 Me parece importante tener en consideración con respecto a este principio, que lo dispositivo que caracteriza el principio no es el monopolio de aportar al proceso los elementos de hecho o de derecho de sus pretensiones, ya que esto, si bien muchas veces suele identificársele con tal principio, sin embargo, es manifestación de un aspecto propio de la pretensión. Cfr. MONTERO AROCA, J., Derecho jurisdiccional I, Parte general, Pág. 337. En su conceptualización puede decirse que este principio «[…] es aquel en cuya virtud queda restringida la libertad investigadora y resolutiva del juzgador, si no media la intervención del quejoso». PARADA GÁMEZ, G.A., La oralidad en el proceso civil, Pág. 72.

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Existen ciertos intereses que en otro momento histórico fueron considerados particulares o privados, sin embargo, como resultado del desarrollo del derecho se han trasladado a otra esfera que la doctrina mayoritaria la considera como Derecho social233. Por ejemplo, algunos intereses de los menores de edad que pertenecen al orden privado, pero que por exigencias de protecciones especiales (ya que pertenecen a segmentos que requieren de cuidados adicionales a los ordinarios), el Estado, algunas veces a través de la autoridad administrativa y otras de la judicial, asume su representación y promueve las acciones que en otras circunstancias las ejercerían sus representantes legales. A esta corriente la doctrina la ha denominado «publicización» del proceso234.

Como efecto directo de la disposición del proceso, las partes asumen la responsabilidad de aportar los hechos, de determinar el objeto del proceso, el objeto del debate y el tema de la prueba. Sin embargo, en lo que respecta a la invocación del derecho aplicable al objeto del debate, si bien las partes pueden demandarlo, no resulta vinculante para el juez o tribunal, quienes por aplicación del principio iura novit curiae aplicarán la norma que corresponde al caso. El manejo de la prueba, por el contrario, no puede quedar en manos 233 Sin perjuicio de que se analice de mejor forma, me parece importante tener en consideración la opinión que dibuja la doctrina en el sentido de que el instituto de la acción civil en el proceso penal como manifestación victimológica es de interés social, pues responde a los principios del Estado Social, para realizar no sólo el ius puniendi del Estado sino también para lograr la justicia en su sentido más amplio, Cfr. ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit. Págs. 99, 102 – 103. «El giro del sistema penal hacia lo social y lo estructural preside la reflexión del penalista […] En ese marco, asistimos a una progresiva potenciación del papel de la víctima, que se refleja no sólo en lo criminológico –en la línea iniciada por Von Hentig–, sino que llega hasta la dogmática penal –con la aparición de la victimodogmática– y se expande a lo procesal –ámbito en el que se reivindica reforzar el protagonismo activo de la víctima– y sobre todo a lo asistencial». MAPELLI CAFFARENA, B., - TERRADILLOS BASOCO, J., Las consecuencias jurídicas del delito, Pág. 251. 234 Un efecto insoslayable de esta «publicización» del proceso, es la necesidad de recurrir a modificaciones o desdoblamientos de las atribuciones o facultades que tiene el Estado, a fin de que éste a la vez que representa a una de las partes, también tiene que juzgar, como reiteradamente se aclara cuando se expone lo relativo al principio acusatorio, en virtud del cual el Órgano Judicial decide y el Ministerio Público requiere, y ambos son parte del Estado. Cfr. ROXIN, C., Derecho procesal penal, Pág. 86. «Es aquí donde cabe referirse propiamente a la publicización de los derechos, por cuanto el Ministerio fiscal asume con plenitud la condición de parte, si bien se trata de una parte especial, dado que su interés no es privado, actuando en defensa del interés general. Así como el abogado del Estado es parte parcial, defendiendo los intereses concretos de la Administración, el Ministerio fiscal, en todo caso, defiende los intereses de la sociedad, atendido el hecho de que ésta ha reflejado cuál es su interés en la ley, y siguiendo los principios de unidad y dependencia», MONTERO AROCA, J., El nuevo proceso civil, Págs. 124 – 125.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 101

del juez o tribunal, sino sólo de las partes, a quienes les corresponde adoptar la iniciativa de su producción y serán ellas las únicas obligadas a aportarla. Al juez o tribunal les está vedada la producción oficiosa de prueba que es de interés de las partes235.

En cuanto a este último aspecto, debe destacarse que nuestra legislación adjetiva común (art. 364) le confiere al juez la facultad de practicar oficiosamente la prueba de inspección, y en el ámbito laboral además disponer de peritajes, revisión de documentos y ampliación de declaraciones de testigos, excepciones estas de la regla anterior. Un diseño que responde en puridad al principio dispositivo proscribe la iniciativa probatoria por parte del juez o tribunal, sin embargo, por razones de política legislativa en ciertos asuntos se le permite tal oportunidad al Órgano Judicial, justificada por el interés de conocer la verdad para sentenciar con acierto236.

Por último, en lo que atañe al desarrollo del proceso, éste sólo se consigue si la parte interesada hace lo conducente para finalizarlo. En otras palabras, el impulso del proceso corre a cargo de la parte interesada. En determinados casos, si ésta no hace lo necesario para ello y deja transcurrir el tiempo, su inactividad es sancionada con la caducidad de la instancia, cuyo efecto es hacer volver las cosas al estado en que estaban antes de la demanda, sin perjuicio de los efectos que pueda producir el transcurso del tiempo entre la demanda y el momento en que se produce la caducidad, es decir, la prescripción de la acción237.

235 En principio, los hechos se establecen en la demanda y corren a cargo y responsabilidad del actor, cabe reiterar que «[…] prevalece en el proceso civil el principio dispositivo que, entre otras cosas, implica que la puesta en marcha de la actividad jurisdiccional siempre ha de ser consecuencia de una petición proveniente de parte, nunca de oficio», ASENCIO

MELLADO, J.M., Derecho procesal civil, Parte primera, Pág. 162. «[…] el poder de disposición de las partes, que existe ya con respecto al objeto del proceso en virtud de la máxima de disposición, se hace extensivo también a la obtención de la prueba (en forma distinta que en el proceso administrativo). Por ello, de acuerdo con el principio dispositivo, el juez sólo puede basar su sentencia en aquello que las partes han afirmado y puesto a prueba, y en aquello que han probado». ROXIN, C., Derecho procesal penal, Pág. 99. Más específicamente, en torno al principio iura novit curiae, Cfr. MONTERO AROCA, J., Derecho

jurisdiccional I, Parte general, Pág. 371. 236 La manera excepcional de recibir oficiosamente las pruebas por parte del juez o tribunal, sin embargo, parece ganar cada vez más terreno, precisamente por el interés de llegar a establecer la verdad formal. La doctrina alemana refiere que en el proceso civil, a pesar de que la aportación de la prueba corre a cargo de la parte interesada, en gran medida es inobservada por la vigencia del principio de la verdad formal, Cfr. ROXIN, C., Derecho

procesal penal, Pág. 99. 237 La figura de la caducidad de la instancia es una institución procedimental, aun no comprendida en el proceso penal tal como está prevista en el CPrC, de manera que por el

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La responsabilidad civil en materia penal 102

En materia de valoración de la prueba, que es un asunto que les corresponde exclusivamente al juez o tribunal, hasta ahora nuestra legislación adjetiva común ha mantenido el sistema de valoración tarifado o legal. No obstante, las materias laboral y familiar segregadas de la esfera civil, en sus correspondientes cuerpos legales han abandonado ese sistema de valoración y han adoptado el de la libre valoración o de la sana crítica racional, y la normativa que está próxima a regir la actividad civil igualmente contempla este sistema. Sin embargo, haber mantenido invariable aquel sistema a pesar de que en las legislaciones posteriores se fue adoptando el otro, causó dificultades238.

I. 3. Principios de la acción penal El proceso penal por su parte tiene sus propios principios, aunque al igual

que el proceso civil, se asienta en los generales del proceso. Para hablar de estos principios del proceso penal son necesarias algunas precisiones. En primer lugar, nace por la necesidad de recomponer el orden afectado por la

impulso oficioso del proceso penal y por los plazos dentro de los cuales deba de tramitarse éste, también parece que es imposible que aquélla suceda en el proceso penal. Pueden consultarse las sentencias definitivas Ref.: 162-G-2003, pronunciada por la Sala de lo Contencioso Administrativo, a las 12 Hrs. del 16 de junio de 2005; y Ref.: 276-C-2005, pronunciada por la Sala de lo Civil, a las 11:30 Hrs. del 8 de junio de 2006. «[…] la caducidad de la instancia es un instituto procesal que implica la terminación anormal de un proceso, por haber transcurrido el plazo que la ley señala, sin que las partes hayan llevado a cabo, de una forma voluntaria y sin que opere algún impedimento, acto procesal alguno». Y, además, PARADA GÁMEZ, G.A., Un atinado y atípico atisbo sobre la caducidad de la

instancia, Centro de Documentación Judicial. 238 Un ejemplo de la manera de resolver acerca de la responsabilidad civil en el proceso penal soslayando las reglas propias del proceso civil, específicamente la regla que alude al sistema de valoración de la prueba, es la sentencia definitiva pronunciada por el Tribunal 1º de Sentencia de SS, a las 14 Hrs. del 29 de marzo de 2006, Ref.: 47-2006, en la que expuso que «la Responsabilidad Civil […] no dejó de ser más que una manifestación por parte de la Representación Fiscal […], no proveyendo las herramientas necesarias que objetivamente pueden servir de parámetros a este Tribunal para establecer la misma, […] y no obstante estas circunstancias, hay que tomar en consideración […] los daños que ha sufrido tanto físicos, morales, psicológicos, […] lo que le ocasiona perjuicio económico tanto a él como a su familia, por lo que tomando en cuenta la gravedad del hecho y dichas circunstancias, es que el tribunal se pronuncia en la responsabilidad civil, en la cantidad UN MIL DOLARES». (Centro de Documentación Judicial) Es evidente que en esta sentencia, con aplicación de parámetros propios de la adecuación de la sanción penal, se resolvió lo referido a la responsabilidad civil. Acerca del sistema de valoración de la sana crítica y sus principales caracteres, Cfr. JAUCHEN, E.M., Tratado de la prueba en materia penal, Págs. 48, 654.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 103

comisión del delito. Esto significa que por ser el Estado el titular239 del ius

puniendi, será sólo por medio de él que se desarrollará el proceso, no pudiendo el particular agraviado disponer de ese derecho. En segundo lugar, en el Estado sólo los órganos establecidos en la ley pueden aplicar el Derecho penal, de tal manera que solamente aquéllos pueden definir lo que es delito, o sea que los particulares o cualquier otro tienen proscrita esa facultad. Y, en tercer lugar, los encargados de aplicar el Derecho penal sólo pueden hacerlo a través del proceso. Se resumen estos puntos en la oficialidad del proceso240.

Estos tres puntos constituyen el monopolio del Derecho penal241, que forman la base de la garantía jurisdiccional del Derecho penal: 1) Criminal o nullum crimen sine legge; 2) Penal o nulla poena sine legge; 3) Jurisdiccional o nemo damnetur sine legale iudicium; y, 4) De ejecución o las penas se ejecutan en el modo previsto por la ley. Lo anterior se aprecia en toda su dimensión si se tiene en cuenta, primero, que con ocasión de la comisión del delito no surge una relación jurídica material penal entre los sujetos que intervienen en el delito, entre el autor del delito y la víctima, y, segundo, que ésta a su vez no puede disponer de la aplicación de la pena que corresponde al delito, pues el Estado es el único titular del ius puniendi.242

Además, el hecho de que en ciertos delitos se requiere del damnificado una actividad inicial –la denuncia– para que dé inicio el proceso penal, como son los delitos de previa instancia particular, esto no significa que él adquiera la titularidad del derecho a imponer la pena, como si se trata de un derecho subjetivo particular, pues el derecho a imponer una pena sigue siendo monopolio del Estado. El único instrumento que se erige para la realización del Derecho penal y para la afectación del derecho de libertad del autor del

239 La doctrina reconoce pacíficamente que es la facultad de sancionar mediante la imposición de penas. Cfr. BACIGALUPO, E., Manual de Derecho penal, Pág. 25 – 26; ZAFFARONI, E.R., Derecho Penal, Parte general, Págs. 3 – 4; QUINTERO OLIVARES, G., Ob. Cit., Págs. 45 – 47; COBO DEL ROSAL, M., - VIVES ANTÓN, T.S., Ob. Cit., Págs. 55 – 58; RIGHI, E., - FERNÁNDEZ, A.A., Ob. Cit., Págs. 71, 380; ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit., Pág. 79. 240 La doctrina lo indica en ese sentido: «Las partes no pueden convenir libremente ni lo que van a investigar, ni la forma de hacerlo […] el orden jurídico establece que lo que se ha de investigar es un delito, el tiempo que debe transcurrir para que se termine el trámite, la forma como se obliga a las partes a participar, y que la decisión expresada en la sentencia se ejecuta». RIGHI, E., - FERNÁNDEZ, A.A., Ob. Cit., Pág. 351. 241 Cfr. MONTERO AROCA, J., Derecho jurisdiccional I, Parte general, Págs. 356 – 357. 242 Los postulados indicados son concreción del Iluminismo desarrollados desde el siglo XIX, Cfr. RIGHI, E., - FERNÁNDEZ, A.A., Ob. Cit., Pág. 351. En lo que atañe al ius puniendi, por todos los autores, Cfr. MONTERO AROCA, J., Derecho jurisdiccional III, Proceso penal, Pág. 12.

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La responsabilidad civil en materia penal 104

delito, cualquiera que sea la forma en que inicie, es el proceso penal, de ahí que se establezca una marcada diferencia con el Derecho civil243.

Hechas estas precisiones, el primer principio que caracteriza el proceso penal es el de necesidad. Debido a que no depende de la discrecionalidad del damnificado, ni de nadie, la realización del Derecho penal, el único facultado para su ejecución es el Estado por medio del proceso penal. En adición a ello, una vez iniciado el proceso, éste no puede paralizarse por decisión de sus protagonistas, ya que el único medio previsto para su conclusión es la sentencia o la resolución que en la oportunidad prevista dé lugar a la finalización del proceso. Conforme a este principio, caracterizará siempre el diseño del proceso penal desde el inicio del mismo hasta sus etapas finales, que corresponda al Estado hacer todo lo necesario para concluirlo en la sentencia o por medio de un sobreseimiento244.

En ese sentido, la realización del Derecho penal no puede ocurrir de la misma manera que la del civil. La inconveniencia de disponer de la pena como se dispone de cualquier otro derecho particular aconseja que no pueda, ni deba, abandonarse en manos de los particulares la iniciación, paralización o finalización del proceso penal. Sin embargo, por razones de política criminal algunas figuras que el legislador ha contemplado dentro del mismo procedimiento, como las salidas alternas en delitos menos graves o en delitos de contenido patrimonial, o el principio de oportunidad, matizan esta caracterización del proceso penal245.

En virtud de que el damnificado no puede disponer del derecho a la pena sobre el autor del delito y de que es el Estado el que exclusivamente desarrolla el Derecho penal, la intervención de la víctima en el proceso sirve como instrumento para su desenvolvimiento, aunque se le confieren ciertas facultades que responden a la idea de parte del proceso civil. Para superar el impedimento que tiene la víctima a disponer del derecho cuando resulta afectada, se ha creado artificialmente en materia penal la figura que en el Derecho civil se identifica con la del actor o demandante, que está 243 Por otra parte, en virtud del principio de oficialidad del proceso penal se prescinde de la voluntad del damnificado para la persecución penal; sin embargo, caben dos excepciones: cuando se trata de delitos de persecución de previa instancia particular y los de acción privada, Cfr. RIGHI, E., - FERNÁNDEZ, A.A., Ob. Cit., Pág. 381. 244 Cfr. ROXIN, C., Fundamentos político–criminales del Derecho penal, Págs. 230 – 231. 245 Sobre el monopolio acusatorio o persecutorio del Ministerio Público, Cfr. MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal argentino, Vol. II, Págs. 544 – 546, RIGHI, E., - FERNÁNDEZ, A.A., Ob. Cit., Pág. 361. Sin embargo, se debe tener en consideración la manera como se aborda por la doctrina la institución de la reparación, considerada como la tercera vía del Derecho penal. Cfr. ROXIN, C., Fundamentos político–criminales del Derecho penal, Pág. 235. Acerca del principio de oportunidad, Cfr. CAFFERATA NORES, J.I., Ob. Cit., Pág. 21.

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representada en el Ministerio Público. A éste le corresponde el inicio y la promoción de la acción, tal como sucede con el actor civil, pero el contenido de aquélla no es la realización del Derecho Penal, pues en atención al monopolio que detenta el Estado, la misma le corresponde a éste por medio del Órgano Judicial246.

En ese mismo sentido, para que la víctima intervenga activamente en el proceso está contemplada la figura de la querella, con la cual tiene la posibilidad de participar sin que dependa su intervención en el proceso penal de la actuación del Ministerio Público. Al disponer la víctima ejercer el derecho de participar bajo la figura de la querella, su marco de acción en cierta forma está limitado, pues sólo si el Ministerio Público inicia el procedimiento podrá intervenir la víctima y en todo caso, su participación en el proceso penal no supone tener facultades distintas o adicionales que las del Ministerio Público en lo que a la titularidad del derecho de acción se refiere. Sí existe una diferencia, en lo que respecta a la promoción de la acción civil dentro del proceso penal247.

Lo anterior expuesto le concede el carácter de pública a la acción penal, si bien con la consecuencia de que no siempre el Estado actuará en consecuencia con la afectación al Derecho penal, pues por depender el ejercicio de la acción de una institución del Estado que actúa políticamente, en determinados casos simplemente habrá inactividad del Estado o prescindirá de

246 En concreto, sobre la creación artificial del Ministerio fiscal, Cfr. MONTERO AROCA, J., Derecho jurisdiccional III, Proceso penal, Págs. 18 – 19. En cuanto al monopolio estatal, además, MONTERO AROCA, J., Ob. Cit., Pág. 14, y RIGHI, E., - FERNÁNDEZ, A.A., Ob. Cit., Pág. 377. «En el ejercicio del ius puniendi el Estado es protagonista, en su doble función: investigador y acusador a través de su organismo especializado: la Fiscalía General de la Nación, como la de sentenciador, que cumplen los jueces y tribunales competentes. La potestad de ejercer la represión constituye uno de los deberes axiales que cumple el Estado para brindarle seguridad a la sociedad». RODRÍGUEZ, O.A., Ob. Cit., Pág. 72. 247 «La querella es el acto procesal consistente en una declaración de voluntad, formulada ante la Policía, la Fiscalía General de la República o el Juez de Paz, por el que el querellante, al mismo tiempo, pone en conocimiento de aquellos la comisión de un posible hecho delictivo (notitia criminis) y ejercita la acción penal». CASADO PÉREZ, J.M., Código

Procesal Penal comentado, Pág. 382. En cuanto al ejercicio de la acción civil, el mismo autor, Ob. Cit., Pág. 391. La doctrina argentina se refiere al querellante, distinguiendo entre el adhesivo o conjunto, que actúa con el Ministerio Público en los delitos de acción pública y la acción pública dependiente de instancia particular, y el querellante exclusivo, que es el acusador particular, Cfr. RIGHI, E., - FERNÁNDEZ, A.A., Ob. Cit., Págs. 400 – 405; MAIER, J.B.J., Derecho Procesal Penal II, Parte general, Sujetos procesales, Págs. 680 – 718. Sobre la connotación de este sujeto procesal en España, Cfr. MONTERO AROCA, J., Derecho

jurisdiccional III, Proceso penal, Págs. 66 – 67.

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la persecución del autor del delito o la falta248. Denominar como «pública» la acción penal podría dar lugar a sostener que cualquiera la puede ejercitar, es decir, se podría argumentar que la anterior connotación supone que de ella cualquiera puede ser titular. Pero no es así. Tal connotación está limitada a la titularidad del Estado. El particular damnificado puede servir de noticia del delito para instar la acción, mas no promoverla directamente o pretender ser su titular249.

Ello deriva en que en el proceso penal la pretensión con sus elementos no se aprecian tal como se articula en el proceso civil. Los sujetos activo y pasivo, la causa de pedir y la petición misma se distancian del concepto empleado en el Derecho civil. Los primeros no son titulares de la pretensión de penar, resulta indiferente que ya iniciado el proceso quien intervenga sea el Ministerio Público o el acusador particular; el imputado no se resiste a una pretensión de la que el actor pueda disponer, por lo que su posición en el proceso siempre es la de resistir la actuación del Estado. La causa petendi es irrelevante, pues si ella viene fijada por el hecho y éste a su vez en la ley tiene prevista su consecuencia, no queda más que adecuar ésta a aquél, lo cual no depende del acusador, y la petición del actor no es vinculante para el juez o tribunal, ya que éstos aplicarán la ley en los términos previstos por ella misma250.

En lo que atañe a la prueba, ésta enfrenta algunas variantes. En primer lugar, a su producción se le opone la presunción de inocencia que acompaña al imputado en el procedimiento. Junto a esta presunción, en segundo lugar, opera una ventaja a favor del imputado, consistente en que no está en la obligación de declarar, ni de hacerlo en contra de sí mismo, por lo que no puede convertirse en un medio de prueba, ni ser conminado a demostrar su inocencia. En tercer lugar, la obligación de probar todos los aspectos de la imputación le corresponde al Estado a través del Ministerio Público, sin

248 A este respecto habrá de tener en cuenta el principio de oportunidad, Cfr. CHANG

PIZARRO, L.A., Criterios de oportunidad en el Código Procesal Penal, Pág. 41, LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Págs. 80 – 87. 249 La caracterización de pública que tiene la acción penal en España entendemos que alude a los delitos perseguibles de oficio y a aquéllos que afectan bienes jurídicos difusos, por lo que la acción se ejerce de forma diferente, Cfr. MONTERO AROCA, J., Derecho

jurisdiccional III, Proceso penal, Págs. 66 – 67. 250 «La causa de pedir es el hecho que ha sido imputado al acusado y aquél sí determina el objeto del proceso. La determinación del hecho acusado no puede quedar en manos del tribunal enjuiciador y, por tanto, éste no puede introducir hechos en el juicio oral». MONTERO AROCA, J., Derecho jurisdiccional I, Parte general, Pág. 371.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 107

perjuicio de que el imputado pueda también hacer producir todos los medios que considere adecuados para resistir la pretensión punitiva del Estado251.

La valoración de la prueba, finalmente, es libre y el sistema que acoge la normativa es el de la sana crítica racional252. En materia penal ahora no opera ninguna presunción en contra del imputado como la habida en el proceso derogado, en la que se presumía la culpabilidad de aquel en quien eran hallados los objetos hurtados o robados, de ahí que la valoración que deba de hacerse es precisamente de las pruebas incorporadas válidamente en el proceso y no de presunciones de ninguna naturaleza, salvo la de inocencia antes dicha, que es opuesta en todo momento del procedimiento. La prueba a valorar, por otra parte, debe haber sido propuesta satisfaciendo las exigencias de procedencia –pertinencia, utilidad, necesidad– y admitida colmando los requisitos legales, que son distintos de los del proceso civil, y respetando rigurosamente las reglas de su producción253.

I. 4. Peculiaridades de la acción civil en el proceso penal Se dice que el ejercicio de la acción civil en el proceso penal es accesorio,

no porque esté supeditado a la procedencia de la acción penal, sino porque una vez iniciada ésta resulta optativo para el damnificado su promoción en aquel proceso254. Esto requiere aclarar que en determinado momento puede

251 Cfr. MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal argentino, Vol. II, Págs. 579 – 592. 252 «[…] en un Estado de derecho y en el que el proceso penal responde a un sistema de garantías (art. 12 Cn.), cuando hoy se defiende la valoración de la prueba conforme a la sana crítica o a las reglas del criterio humano, lo que se está propiciando es la valoración de la prueba realizada por el juez, no por reglas legales apriorísticas, sino expresándose siempre en la sentencia la relación existente entre cada uno de los hechos que se estiman probados y el medio de prueba del que se ha desprendido la convicción judicial». MARCO

COS, J.M., Código Procesal Penal comentado, Pág. 530. 253 Al respecto me parece que es atinada la observación de la doctrina en cuanto que «el examen de la realidad procesal actual permite advertir la existencia de algunos hechos que de manera indiciaria apuntan a una cierta aproximación, no buscada intencionalmente, entre los procesos civil y penal. De un lado, el proceso penal ha acogido resueltamente en la práctica algunos principios y reglas que, aun cuando proclamados desde el siglo pasado, no habían sido realmente aplicados hasta ahora, lo cual ha permitido el acercamiento del proceso penal a los principios y las reglas tradicionales del proceso civil. De otro lado, el proceso civil también ha importado algunas reglas del proceso penal […]». CLIMENT

DURÁN, C., Ob. Cit., Pág. 1193. 254 Cfr. ALVARENGA VÁSQUEZ, J.S., Ob. Cit., Pág. 124; RIGHI, E., - FERNÁNDEZ, A.A., la llaman «eventual», Ob. Cit., Pág. 409, y lo mismo hacen MAIER, J.B.J., Derecho procesal

penal II, Parte general, Sujetos procesales, Pág. 728; y SEOANE SPIEGELBERG, J.L., Código

Procesal Penal comentado, Págs. 167, 171. ARNAIZ SERRANO, A., amplía los calificativos agregando los siguientes: «incidental» y «contingente», Ob. Cit., Pág. 75. MORENO

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La responsabilidad civil en materia penal 108

constituirse en principal, dependiendo del desenlace de la persecución penal. Si se provee un sobreseimiento a favor del imputado o si se le absuelve, el legislador ha previsto una oportunidad adicional para definir la suerte de la pretensión resarcitoria y es allí donde habrá de dejar de ser accesoria para constituirse en única o principal, tal como consta en los artos. 45, 46 y 47 CPP255.

Otro aspecto a tener en consideración es que el damnificado es quien elige si la acción civil la ejercerá al mismo tiempo que se desarrolle el proceso penal o si la diferirá, lo que supone definir cómo operará su representación judicial. Si bien como víctima tiene derecho a intervenir directamente en el proceso penal, pero cuando se trata del ejercicio de específicas facultades, su representación procesal debe recaer en un tercero con capacidad técnica. En este caso sólo pueden ser la Fiscalía General de la República o un apoderado especial que intervenga en concepto de querellante. A diferencia de cómo está dispuesto este aspecto en la norma común, el damnificado no puede representar sus propios intereses256.

El legislador adjetivo penal ha dispuesto que si la víctima no se constituye en parte querellante, deberá asumir la representación de aquélla el Ministerio Público fiscal. Sin embargo, si la opción del damnificado es

CATENA, V., llama «añadido» el objeto civil en el proceso penal, El proceso penal, Vol. III, Pág. 2010. El legislador costarricense expresamente le confiere el carácter accesorio a la acción civil en el art. 40 del CPP, Cfr. LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Pág. 125. En la normativa alemana la acción civil acumulada se ejerce en el denominado «proceso adhesivo», por lo que bien cabe el epíteto de «adherida», Cfr. GÓMEZ COLOMER, J.L., El

proceso penal alemán Introducción y normas básicas, Pág. 212. CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo II, Pág. 109, la denomina «secundaria». 255 Parte de la doctrina argentina, de la que en buena medida se nutrió el modelo adjetivo penal nuestro, ha dicho que «[…] en casi todos los códigos actuales, la acción civil pierde su carácter de accesoria a la persecución penal con la sentencia, aunque ella absuelva al imputado. En efecto, la regla que impone al tribunal decidir la cuestión civil planteada, por rechazo o admisión de la demanda, aun en el caso de absolución del acusado […] deja subsistente la acción civil aun en el caso de que no prosiga la persecución penal. Con ello, la cuestión civil adquiere el carácter de principal, al lado de la penal […]», MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal II, Parte general, Sujetos procesales, Pág. 731. 256 La libertad que tiene la víctima de elegir si interviene en el proceso penal para plantear su pretensión resarcitoria, es resultado de un importante desarrollo legislativo con base en el movimiento victimológico. «El proceso penal no es en este momento exclusivamente el medio de aplicación del ius puniendi, […] a través del mismo se trata de restaurar plenamente el orden social quebrantado por el hecho delictivo […] a […] esta finalidad […] contribuyeron de una forma decisiva los postulados que formuló el movimiento surgido en la segunda mitad del siglo XX y que se conocería posteriormente como Victimología […]», ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit. Págs. 102 – 103.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 109

intervenir como querellante, el legislador presume que simultáneamente con el ejercicio de esa facultad podrá ejercer la acción civil en el proceso penal, pero además el damnificado podrá prescindir del ejercicio de la acción civil en el proceso penal y trasladarla a la esfera civil, en cuyo caso, en tanto el procedimiento civil vigente no se modifique, la procuración no será obligatoria, es decir, el interesado podrá intervenir directamente por sus derechos, para lo cual sólo necesitará de la dirección de abogado, sin necesidad de ser representado por un tercero257.

Un último punto es el referido a que resulta irrelevante que la víctima o el damnificado, en fin, el titular del derecho a reclamar la pretensión civil resarcitoria, sea una persona natural o física o jurídica o ideal, pues lo determinante para el ejercicio de aquélla es que la parte actora sea la titular del bien jurídico lesionado o puesto en peligro. Inclusive, entidades jurídicas o patrimonios que carecen de personería jurídica que en la ley reciben el tratamiento de personas jurídicas con base en la norma civil, pueden actuar como titulares del derecho a reclamar la reparación de los daños258.

El legislador adjetivo penal resuelve varios aspectos vinculados con este tópico. Primero, dispone que por regla general sea en el proceso penal que se ejercerá la acción civil y que la representación de la víctima la ostentará la Fiscalía, a menos que aquélla participe por medio de la querella, en cuyo caso la ejercerá un tercero, o renuncie expresamente al ejercicio de tal acción para

257 En ese sentido, los artos. 99 y 104 CPrC. Hay que tener en consideración, por otra parte, que el CPrC no exige la procuración obligatoria, por lo que permite que la parte interesada promueva la acción o se defienda directamente, bastando con la dirección de un abogado, en cambio, la nueva normativa adjetiva sí exige la procuración, art. 67 CPrCyMr. En relación con la solicitud expresa y no presunta de quien pretende intervenir como demandante, la doctrina refiere que el actor o demandante «[…] debe introducirse voluntariamente en el proceso mediante un acto por el que inste su constitución como

demandante civil […] La constitución en actor es el medio de promover la acción civil introduciendo la pretensión privada en el proceso penal». CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., Págs. 119 – 120. 258 Por ejemplo, el caso de las herencias, que son un patrimonio, en nuestro Derecho civil, para los efectos de las relaciones entre los herederos, son consideradas como un cuasicontrato de comunidad, y por ende se regulan con base en las disposiciones de las corporaciones, artos. 2036, 2055, 2056 y 2057 CC, especialmente en lo que atañe a la disposición o reclamos en torno al haber sucesoral. «Titulares de la acción civil no sólo pueden ser las personas de existencia visible o físicas, sino también las personas de existencia ideal […]. En efecto, ellas pueden ser las portadoras del bien jurídico lesionado o puesto en peligro, como sucede con claridad, por ejemplo, en los delitos contra la propiedad o el patrimonio». MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal II, Parte general, Sujetos

procesales, Pág. 741. En igual sentido ASENCIO MELLADO, J.M., Derecho procesal civil,

Parte primera, Pág. 72 – 73; y MONTERO AROCA, J., El nuevo proceso civil, Pág. 75.

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La responsabilidad civil en materia penal 110

trasladarla al ámbito civil, como antes lo anoté. Segundo, ya que es obligatoria la representación técnica de las partes en el proceso penal, no puede ser de otra forma la representación del actor civil en el proceso penal, con lo cual se diferencia de la litigación en la esfera exclusivamente civil259.

En tercer lugar, sin indicar expresamente que así será, al disponer el legislador que en el mismo proceso penal se haya de ejercer la acción civil, ésta se sujetará a las oportunidades o etapas propias del proceso penal, para lo cual habrá de integrar las normas y aplicar analógicamente las disposiciones del proceso penal para permitir que las facultades de las partes civiles se puedan realizar260. Y, cuarto, en virtud de que es posible la intervención de otros sujetos ajenos a la comisión del delito que responden por su calidad de civilmente responsables, se amplía el ámbito de participación de aquéllos en el proceso penal, con las consecuencias que conlleva, como, por ejemplo, resolver excepciones y pronunciar una sentencia con ambos contenidos261.

259 En cuanto al ejercicio conjunto en el mismo proceso, el legislador parte de una presunción, al disponer que con la formulación de la querella se entenderá que ejerce la acción civil, art. 43 Párr. 2º CPP. En cuanto a la representación, es pertinente la opinión de la doctrina: «Por último, en materia de representación procesal, nos encontramos con la representación específica que deben ostentar los menores de edad y los incapaces para formular una querella en su condición de víctimas del delito, y la representación genérica

del querellante, a la que se refiere el art. 98 CPP al decir que la querella deberá ser iniciada y proseguida por un abogado de la República que actúe con poder especial para el caso. Como excepción, no se exigirá representación alguna cuando la víctima o el representante legal de la asociación querellante fuesen abogados de la República y decidiesen actuar en la querella personalmente como tales», CASADO PÉREZ, J.M., Código Procesal Penal

comentado, Pág. 384. Finalmente, en cuanto al ejercicio conjunto de las acciones, la doctrina habla de la acumulación heterogénea de acciones, Cfr. ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit. Págs. 71 – 72. 260 Como se ha visto, el ejercicio de la acción civil en general se sujeta al principio de oportunidad, es decir, la parte interesada dispone de su derecho a reclamar su pretensión. En el proceso penal el principio mantiene vigencia, sin embargo, la articulación defectuosa de la pretensión civil en el proceso penal a veces no es óbice para que el tribunal oficiosamente considere que se ha satisfecho uno de los contenidos de la responsabilidad civil, como es la restitución, criterio que no compartimos. Así aparece en la sentencia del Tribunal 3º de Sentencia de SS, de las 8 Hrs. del 7 de febrero de 2006, Ref. 173-2006, en la que decidió: «Durante el desarrollo del juicio la representación fiscal no presentó parámetros para que el Tribunal estableciera el monto que por indemnización civil merecen las ofendidas, por otra parte, los objetos que fueron sustraídos se recuperaron por las ofendidas, lo cual constituye una restitución, por lo que deben declararse absueltos por concepto de responsabilidad civil a dichos encartados». Centro de Documentación Judicial. 261 Esta, por otra parte, es considerada acumulación heterogénea de tipo subjetivo, Cfr. ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit., Págs. 71 – 72.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 111

Ahora bien, ya que el principio de economía procesal y la conveniencia de acumular las acciones penal y civil en un mismo proceso, tornan procedente la formulación de una pretensión privada dentro del proceso penal, parece necesario hacer un examen adicional que facilite el análisis y ejercicio de la acción civil resarcitoria. Primeramente, llama la atención que el legislador ha creído conveniente que dos acciones que cuentan con una base común, pero que también tienen caracteres distintos, puedan desarrollarse conjuntamente. La satisfacción de la pretensión privada que tiene como fundamento el daño causado por el comportamiento que también viola la norma penal, queda en manos de un solo juez o tribunal que aplica las normas civil y penal262.

Cabe acotar al respecto, además, que el principio de economía procesal busca que con la menor inversión de recursos la jurisdicción resuelva en un mismo procedimiento conflictos que tienen causas similares o conexas. Si los asuntos sometidos a decisión son antagónicos o no guardan ninguna relación, no existe razón para que con la sentencia o la resolución definitiva se resuelvan juntos. El problema que al respecto se plantea tiene su fuente principalmente en la armonización de las regulaciones propias de dos sistemas legislativos que poco a poco se han distanciado. El del procedimiento civil, que por ahora casi llega a su fin para dar lugar a un modelo más congruente con el resto del ordenamiento, y el del penal que ha evolucionado más que aquél263.

La concentración de la resolución de conflictos de diversa naturaleza en hombros de un mismo juez o tribunal, por otra parte, exige que éstos dominen ambas legislaciones y llegado el momento de decidir el fondo de la pretensión civil y de la petición de la Fiscalía, sepan diferenciar la aplicación de los principios propios de cada ámbito legal, sin vulnerar los derechos de ninguna de las partes. Debe tenerse presente que con ocasión del ejercicio de la acción civil, eventualmente se habrá de afectar derechos de terceros que no han tenido intervención en el delito, por lo que el respeto de los derechos de éstos se sujetará a requisitos o formalidades distintos de los derechos del responsable penalmente264.

262 Cfr. ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit., Págs. 85 – 86. 263 Tres son las grandes aspiraciones de todo sistema de administración de justicia: la rapidez, la sencillez y el coste, lo cual se consigue con la aplicación del principio de la economía procesal. Cfr. ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit., Pág. 87; ASENCIO MELLADO, J.M., Derecho procesal penal, Pág. 84; DE LLERA SUÁREZ – BARCENA, E., Derecho procesal

penal, Pág. 138. 264 El apunte de GÓMEZ COLOMER, J.L., es atinado sobre el particular, además de poner de relieve que este es un problema propio de cualquier orden legal que adopte el mismo

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La responsabilidad civil en materia penal 112

Al respecto, en mi percepción en la base de la dilucidación de los conflictos civiles en el proceso penal son de especial importancia dos puntos: el primero, la valoración de la prueba con base en dos sistemas distintos, el tarifado y el de la sana crítica, y el segundo, el respeto de las etapas del proceso en las cuales las partes tienen que ejercer sus facultades para plantear adecuadamente sus pretensiones y ejercer su derecho de defensa. Dos procedimientos con etapas o momentos bien definidos que tienen puntos de contacto pero también otros de gran separación, en determinado momento causan aprietos e indefectiblemente lesionan o ponen en grave riesgo los derechos de las partes265.

Sin embargo, en la línea de lo que he expuesto, no dispone el legislador expresamente otros asuntos importantes, como el relativo a en qué momento se habrá de verificar el acto de comunicación a aquellas personas que tienen calidad de civilmente responsables, ni si las formalidades del acto de comunicación deban de sujetarse a las exigidas en la norma común, entre los más relevantes; ni dilucida expresamente cómo se combinarán adecuadamente los plazos o términos para efectos de ejercicios de facultades propias de la esfera civil, como para contestar la demanda y resolver el planteamiento de las excepciones o la interposición de recursos, o cómo se conjugarán o

sistema: «[…] permitir la acumulación de un objeto penal y de otro civil en un mismo procedimiento tiene la evidente ventaja de la economía procesal, pues se resuelven dos objetos interrelacionados en un solo procedimiento, de ahí que en la práctica se vea con buenos ojos la acumulación. Pero también tiene el grave inconveniente de obligar a nuestros jueces y magistrados a utilizar, aplicar y manejar una doble mentalidad y técnica jurídicas al mismo tiempo, pues deben investigar, probar y juzgar penal y civilmente en la misma causa». Derecho jurisdiccional III, Proceso penal, Pág. 111. 265 El sistema de valoración de la sana crítica ha permeado suficientemente en nuestro ámbito jurídico en las materiales penal, laboral y familiar, sin embargo, en la civil sigue arraigado el otro sistema. Sus bondades y justificación sobran. Cfr. MARCO COS, J.M., Código Procesal Penal comentado, Pág. 530. De ahí que la próxima normativa adjetiva civil se orienta también en el sentido de propiciar la valoración de la prueba con base en aquel sistema, Párr. 2º del art. 216 CPrCyMr, y la doctrina local más reciente sobre el particular ha planteado, en reiteración de la futura compatibilidad de los procesos civil y penal, que los principios que inspiran el nuevo proceso civil son «[…] el de legalidad por el deber que tienen los jueces de apegarse al marco normativo […]. En segundo lugar, […] el de oralidad y concentración que se constituye en el pilar fundamental de este tipo de procesos […] el de libre valoración que denota la abolición de los regímenes inquisitivos donde el legislador abiertamente inmoviliza al juzgador en su labor de impartir justicia […]. Finalmente, en cuarto lugar, el de la doble instancia, que si bien puede parecer más importante en el ámbito del derecho penal, en el proceso civil oral o es igualmente por la particularidad que supone esa inmediación de los jueces en la valoración de la pruebas […]». PARADA GÁMEZ, G.A., La oralidad en el proceso civil, Pág. 85.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 113

diferenciarán las reglas propias de los distintos sistemas de valoración de la prueba de las materias penal y civil266.

Para articular apropiadamente estos puntos, el juez o tribunal tienen que realizar una integración de las normas, interpretarlas de manera que en todos los supuestos se favorezca el ejercicio fluido de los derechos, pero sin crear condiciones que desnaturalicen el proceso penal, principalmente su celeridad, ya que lo principal a determinar es el derecho de libertad de la persona imputada, que en un significativo número de casos está restringido. Esto no quiere decir que el derecho de la víctima es de menor importancia. Lo que debe tenerse en cuenta es que la satisfacción del derecho de la víctima en determinado momento puede convertirse en un tropiezo para que la celeridad que es demandada en el proceso penal sea una realidad267.

El contenido de la demanda, esto es, la causa petendi, delimita los aspectos que serán el objeto del reclamo en el proceso. En el capítulo II analicé cuáles pueden ser los diferentes reclamos por parte del demandante e insistí en que todos, básicamente, son de contenido patrimonial y referidos al peculio personal de la víctima. Su naturaleza privada, en consecuencia, hace que las instituciones jurídicas del Derecho civil que están vinculadas con ellas encuentren fundamento en éste. No existe causa para que tales instituciones jurídicas puedan ser invocadas y servir de fundamento en el momento de resolver el reclamo resarcitorio. En cuanto a aquellas instituciones del Derecho procesal que en la tramitación de la demanda civil pueden ser aplicadas en el proceso penal, es mi apreciación que podrán ser aplicadas las figuras que no la celeridad del proceso, ni que se constituya en un valladar para que derechos de igual o mayor rango se vean afectados, como el de libertad del imputado268.

266 Todos estos detalles sí son importantes y particularmente relevantes para una administración de justicia integral, porque cabe reconocer que en la práctica los jueces y tribunales del orden penal reciben más capacitación y, de hecho, están mejor familiarizados con la materia penal que con la civil. 267 La doctrina refiere que uno de los problemas con que se enfrenta la administración de justicia en la reclamación del derecho de la víctima es el «peregrinaje judicial», el traslado obligado de una jurisdicción a otra con el fin de reclamar la satisfacción de sus derechos, con la implicación de tener que asumir un costo posiblemente innecesario. Sin embargo, son dos los derechos a ponderar, el de libertad de la persona acusada y el de la reparación de la víctima. En su caso, estará en manos del juez o tribunal ponderarlos. Cfr. ARNAIZ

SERRANO, A., Ob. Cit. Pág. 89. 268 Cierto sector respetable de la doctrina entiende que no tiene que haber limitante a aplicar instituciones del Derecho material como del procesal. «[…] la equiparación entre la demanda civil y la calificación provisional penal no sólo procede en tanto en cuanto una y otra son el instrumento de iniciación del proceso, sino que ambas tienen un contenido muy

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La responsabilidad civil en materia penal 114

II. Los sujetos procesales Como ya lo anticipamos, en el marco del ejercicio de la acción civil ex

delicto parece natural que tienen que intervenir los mismos sujetos que protagonizan el conflicto penal, es decir, la víctima y el imputado. Sin embargo, esta es una aseveración que demanda ser completada. No está de más reiterar que si estas dos partes se enfrentan en un proceso ante un juez o tribunal civil –lo cual es factible–, en primer lugar, tendrán la calidad de demandante o actor y demandado o reo, y en segundo lugar, pueden estar conformadas por varias personas, es decir, pueden ser varias las víctimas o sujetos que constituyen la parte actora o demandante, y varias también las personas imputadas, como cuando hay pluralidad de autores o partícipes del delito, o sujetos que constituirán la parte demandada269.

Pero lo anterior tiene que ser matizado con algunas notas que están especialmente previstas en la ley penal, como es la posibilidad de que personas que no tienen la calidad de ofendidas sino sólo de víctimas puedan intervenir en calidad de actoras de la eventual relación procesal o de que personas que no tienen la calidad de imputadas tengan que participar en el

similar, tal y como seguidamente se expone. 1º Los hechos o la fundamentación fáctica (causa petendi) constituyen uno de los elementos esenciales tanto en la demanda civil como en la calificación provisional penal. Los hechos expuestos en ellas son inmodificables (prohibición de mutatio libelli en lo civil, y prohibición de introducir nuevos hechos en lo penal […] 2º La fundamentación jurídica es otro elemento esencial tanto de la demanda civil como de la calificación provisional penal, en tanto en cuanto es posible determinar el precepto o preceptos que soportan jurídicamente la petición condenatoria luego formulada. […] 3º El petitum o petición de condena se da tanto en la demanda civil como en la calificación provisional penal, solicitando del tribunal sentenciador un pronunciamiento estimatorio de la pretensión ejercitada, que habitualmente será de condena […] 4º Por último, la petición de recibimiento del proceso a prueba y la proposición de pruebas concretas a practicar durante el juicio oral se efectúa concentradamente en el proceso penal a través del mismo escrito de conclusiones provisionales, mientras que en el proceso civil la petición de recibimiento a prueba puede producirse también en la propia demanda o, en la mayor parte de los casos, a través de un escrito ulterior». CLIMENT DURÁN, C., Ob. Cit., Págs. 1203 – 1204. 269 Se identifica en la normativa alemana al actor accesorio, que es un actor privado que puede adherirse a la acción pública, pero que en la práctica interviene más bien para preparar la posterior acción indemnizatoria, según refiere GÓMEZ COLOMER, J.L., El

proceso penal alemán Introducción y normas básicas, Pág. 76. Por lo demás, Cfr. ASENCIO

MELLADO, J.M., Derecho procesal civil, Primera parte, Págs. 69 y 91; CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., Pág. 116.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 115

proceso en la posición de sujetos pasivos de la relación procesal270. La importancia de este acento del proceso penal en lo que respecta a los sujetos, es que deben extremarse las precauciones para que no sean vulnerados los derechos de esos terceros que hayan de intervenir en el proceso, ni los de la persona del imputado, y menos los de la víctima, que tiene especial preponderancia en este contexto271.

II. 1. El actor o demandante Con lo expuesto hasta ahora estamos en condición de identificar las

partes que intervienen en el proceso penal en el escenario de la pretensión o reclamo resarcitorio. En atención a que el contenido de este reclamo es eminentemente civil, son las condiciones de esta naturaleza las que regirán la identidad de sus protagonistas. Por lo tanto, el primer sujeto que participa en el reclamo civil es el demandante o actor. Cierto sector de la doctrina lo denomina actor civil, sin embargo, este epíteto no le agrega nada a su calidad. Está de más el adjetivo si se tiene en cuenta que en la relación jurídica procesal de carácter penal tradicionalmente no se le llama así, sino que los sujetos son el Ministerio Público fiscal, si la persecución es por delito de acción penal pública o dependiente de instancia particular, o el acusador, si lo es por acción penal privada272.

El carácter artificial en el ámbito penal del Ministerio Público para sustituir al sujeto que en el proceso civil ocupa el lugar del actor, se pone más de relieve cuando a aquél se le confiere la facultad de ejercer la acción civil resarcitoria en el proceso penal si la víctima no se ha acreditado como parte

270 En lo que respecta a la diferencia entre ofendido y víctima, la doctrina es pacífica en coincidir sobre tal punto. Por todos los autores, Cfr. ASENCIO MELLADO, J.M., Derecho

procesal penal, Pág. 60. Asimismo, en cuanto a si cabe otra persona en el escenario del reclamo, debido a que los créditos son transmisibles por causa de muerte, el heredero del damnificado puede intervenir si en el curso de la causa fallece el demandante. 271 «[…] no parece haber duda en afirmar que permitir el ejercicio de la acción civil derivada de un hecho punible en el procedimiento penal, representa un auxilio real para la víctima, que tendrá un aliado natural en la fiscalía, titular del ejercicio de la acción penal», MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal II, Parte general, Sujetos Procesales, Pág. 735. 272 GÓMEZ COLOMER refiere que en el proceso penal alemán «carece de importancia interponer la pretensión patrimonial derivada del hecho punible, porque aquella regulación, en opinión de la Abogacía, le es muy perjudicial a ésta. Se prefiere, por tanto, acudir al proceso civil correspondiente», GÓMEZ COLOMER, J.L., El proceso penal alemán

Introducción y normas básicas, Pág. 77. Cfr. VÁZQUEZ ROSSI, J.E., Derecho procesal

penal, tomo II, El proceso penal, Pág. 98. La doctrina argentina, por otra parte, además de adicionarle el calificativo de civil, le llama «sujeto secundario», por el carácter accesorio de la acción civil resarcitoria. Cfr. CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo II, Pág. 112.

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La responsabilidad civil en materia penal 116

querellante. De manera que, independientemente de que por regla general la labor del Ministerio Público sea la de representar los intereses de la víctima, en el evento que tenga que instar la acción penal en contra del imputado, asimismo tendrá la calidad de actor o demandante cuando, llegado el momento, tenga que plantear la pretensión civil en contra del imputado o de cualquier persona que adquiera la calidad de civilmente responsable273.

El ingreso del demandante en el proceso tiene que ser expreso, por otra parte. Si bien es cierto que el legislador ha creído conveniente establecer que cuando la víctima se constituye en parte querellante, se entiende que al mismo tiempo ejerce la acción civil, sin embargo, a efecto de viabilizar el ejercicio adecuado de los derechos de ambas partes, pero particularmente el derecho del sujeto pasivo de la relación procesal, debe haber una manifestación explícita, concreta, detallada, de la pretensión civil. El legislador, además, parece no franquear ningún problema cuando el ejercicio de la acción civil deba hacerse por parte de la Fiscalía, pero da la impresión que sí cuando supedita el ejercicio de la acción civil cuando se ha planteado querella274.

El Párr. 2º del art. 43 CPP determina que la Fiscalía ejercerá la acción civil a partir del mismo requerimiento, lo cual en mi opinión no debe

273 «Resulta así que el Fiscal es, al mismo tiempo, parte penal acusadora y parte demandante civil, asumiendo papeles distintos, pero complementarios, en cada uno de los procesos acumulados. En el civil no es representante del titular del derecho subjetivo material, no estando sujeto a las posibles directivas de éste, no es tampoco sustituto procesal, pues el acreedor puede comparecer como parte civil, y desde luego no afirma ser titular de derecho civil alguno. Estamos ante un fenómeno muy especial de legitimación

extraordinaria». MONTERO AROCA, J., Derecho jurisdiccional III, Proceso penal, Págs. 18 – 19, 93. 274 Parece que la regulación de la responsabilidad civil en el proceso penal, en algunos aspectos es insuficiente. Quienes consideran que debe desterrarse aquélla de éste, aluden a la disminución de la eficacia del Derecho penal cuando a través de la reparación (que es posible con arreglos de contenido patrimonial que son propios de la esfera resarcitoria o indemnizatoria) se impide o limita el ejercicio de la acción penal, Cfr. ROXIN, C., Pasado,

presente y futuro del Derecho Procesal Penal, Pág. 73. La jurisprudencia argentina parece haber superado la dificultad causada por el empleo de términos propios de la esfera civil en la penal y la utilización de mecanismos que corresponden al ejercicio privado del reclamo: «Es de destacar que lo que en el antiguo régimen implicaba una actividad conjunta de acusación y demanda, hoy se ha dividido yendo cada acción a su sector propio. El querellante acusa o el actor demanda, consistiendo en actos separados, que se prevén también en oportunidades separadas, incluso si quien actúa como querellante y actor es la misma persona. De este modo, coexisten términos, formalidades y principios de cada uno de los dos procesos, en actuación conjunta en una misma sede». DONNA, E.A., - DE LA FUENTE, J.E., - MAIZA, M.C.I., - PIÑA, R.G., El Código Penal y su interpretación en la

jurisprudencia, Pág. 256.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 117

representar ninguna dificultad, pero cuando aborda el ejercicio de la acción penal por parte del ofendido o de su representante a través de la querella –curioso que no habla aquí de víctima, lo que me parece necesario corregir porque ya se advirtió que no son lo mismo ofendido y víctima

275– indica que se entenderá que también ejerce la acción civil, situación que plantea el interrogante de si sólo por medio de la querella se podrá ejercer también la acción civil o si, además, podría permitirse su ejercicio en libelos separados con contenidos exclusivos de las pretensiones penal y civil y a través de mandatarios especiales276.

La reflexión sobre el particular es importante, si se parte del supuesto que el legislador, consecuente con las tendencias victimológicas, ha querido brindar un espacio importante a la víctima para que no sólo se le tome en consideración para los efectos penales, es decir, para que conozca el desarrollo del proceso penal que desemboque en la probable imposición de la pena, sino también para que consiga la reparación de los daños. El requisito que impone el legislador cuando se trata del ejercicio de la acción penal por parte de la víctima mediante el empleo del instituto de la querella, es que se realice con un abogado que se acredite con un mandato especial. La expresa mención de este aspecto debe dar lugar a interpretar la norma con relación al alcance que debe tener la acción civil277.

275 «La referencia al ofendido o su representante legal debe reconducirse a la víctima según se fija en los arts. 12 y 13 de este CPP, […]», PEDRAZ PENALVA, E., Comentarios al Código

Procesal Penal, Pág. 252. 276 La doctrina local no dispone nada al respecto, según consulta hecha en Comentarios al

Código Procesal Penal y Código Procesal Penal comentado. Pero, por otra parte, es interesante la postura de PEDRAZ PENALVA, E., en torno a que puede el Ministerio Público continuar con el ejercicio de la acción civil a pesar de que la víctima se hubiere constituido en parte querellante, quien refiere que «tratándose de delitos públicos el fiscal asume tanto la acusación como el ejercicio de la acción civil. Su formulación procede incluso aunque haya en la causa querellante particular que también lleve a cabo el conjunto ejercicio de ambas pretensiones». Comentarios al Código Procesal Penal, Pág. 252. 277 Cfr. ROXIN, C., Pasado, presente y futuro del Derecho Procesal Penal, Págs. 71 – 72. «Cuando la víctima ingresa al proceso penal busca, fundamentalmente, una reparación; sobre todo, muchas veces, una reparación pecuniaria, y no la venganza. Son muy raros los casos en los que la víctima no busca un arreglo económico, sino la imposición de una pena. Modernamente, cuando ya ha entrado en crisis la pena de prisión, muchos comienzan a preguntarse si, en última instancia, esta actitud de procurar una reparación económica no es mucho más sana, mucho más útil a la sociedad que la imposición de una pena que, en realidad, no le sirve a nadie. Consecuentemente, en la medida en que se revalorizó la reparación privada, es decir, la antigua solución de la composición en el Derecho germánico, se revalorizó con enorme vigor la participación del querellante particular en el proceso penal». BINDER, A.M., Introducción al Derecho procesal penal, Pág. 308.

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La responsabilidad civil en materia penal 118

Como lo hicimos notar en el capítulo I, el Derecho Internacional de los Derechos Humanos y las disposiciones del CPP que regulan la intervención de la víctima para los efectos del reclamo de índole civil, coinciden en que es un derecho que le está reconocido al damnificado por el delito para que le sean resarcidos los daños. Ninguno de los instrumentos internacionales expresan figuras o mecanismos ad–hoc para ello, por lo que le corresponde a cada Estado por medio de sus instituciones u órganos, regular los espacios para que aquel derecho pueda ser ejercido. Lo anterior significa que el derecho adjetivo interno que facilita el ejercicio del derecho de acción en general, en tanto no contraríe el diseño propio del Derecho penal, debe servir para que el damnificado pueda formular su reclamo278.

Cuando el legislador adjetivo penal refiere en el art. 42 que será por regla general en el proceso penal que se habrá de ejercer la acción civil, significa que todas aquellas reglas propias del derecho común que por economía procesal son trasladables al proceso penal para conseguir la reparación de los daños, serán aplicables en este último sin ninguna restricción o limitación. Ello quiere decir también que las reglas de interpretación jurídica igualmente son trasladables a la esfera adjetiva penal en tanto se trate de la reclamación civil. Y una de esas reglas precisa que donde no ha distinguido el legislador, al intérprete no le es permitido distinguir279.

En conclusión, si el único límite que ha impuesto el legislador a la víctima para que intervenga en el proceso penal a través de la querella es que cuando su participación tenga por propósito la realización del Derecho penal que lo haga por medio de un abogado que se acredite con un mandato especial para ese fin, y por lo tanto, en la esfera civil no estableció nada, ha de

278 La opinión de la doctrina acerca de la fuerza ejercida en la legislación interna para que la víctima intervenga activamente con el fin resarcitorio, es en el sentido de que «[…] cuando se quiere mejorar la situación de la víctima uno no puede evitar, al edificar esa nueva posición, golpear, y hasta derribar parcialmente, los fundamentos del sistema penal estatal y aún los de otras áreas de la vida jurídica: […] los fines del procedimiento penal, la

relación de los sujetos procesales entre sí, en especial, la de los órganos estatales con los

intervinientes privados […]», MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal II, Parte general,

Sujetos Procesales, Pág. 588. 279 «Y como, a consecuencia de tal acumulación, al juez del delito se le atribuye competencia derivada para actuar unas normas no penales, éstas, a pesar de que tienen una naturaleza y se rigen por principios totalmente diferentes, han pasado a alojarse en el Código Penal», SEOANE SPIEGELBERG, J.L., Código Procesal Penal comentado, Pág. 167. «[…] se considera que la interpretación analógica o extensiva […] es posible ya que, como ha señalado reiteradamente la doctrina, los preceptos relativos a la responsabilidad civil contenidos en el Texto punitivo gozan, precisamente, de naturaleza civil». ARNAIZ

SERRANO, A., Ob. Cit. Pág. 136.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 119

entenderse que no le está vedado a la víctima el derecho a intervenir como demandante o actor a través de un mandatario, que bien podría contar con las facultades generales del mandato o especiales, que de esa manera despoje, por lo tanto, al Ministerio Público de aquella facultad para ejercitarla exclusivamente por su medio280.

La doctrina, particularmente la argentina, recoge la figura del actor o demandante civil con neto carácter privado, sin necesidad de adherirse indefectiblemente a la pretensión penal del Ministerio Público o de hacerlo por medio de un querellante. En la base de esta idea se encuentra la naturaleza de la pretensión civil, esto es, de que se trata de una acción privada. El Estado, si bien está interesado en proteger todos los derechos, no puede poner al servicio de dicha tutela todo el orden jurídico, principalmente cuando los intereses en juego son estrictamente particulares, pues soslaya el principio de autonomía de la voluntad. No es serio tutelar por la fuerza un interés estrictamente privado, o aun en contra de la voluntad o a pesar de la indiferencia del interesado281.

La legitimación del actor viene dada por el hecho de haber sufrido la víctima un daño. De ahí que se exige que el titular del derecho de acción civil deba ser el damnificado. Posiblemente ésta haya sido la razón por la cual el legislador dispuso en el Párr. 2º del art. 43 CPP que el ofendido o su representante sean quienes deban actuar en esa esfera y no la víctima, como lo

280 En el contexto del análisis del instituto de la reparación se destaca el acento civil de aquél, refiriendo la doctrina que sólo si se acepta el carácter penal de la figura puede encontrar algún valladar. Se dice, entonces, que «[…] desde el punto de vista político–criminal es deseable incluir la reparación en un concepto más extenso, que persiga como fin la composición autor–víctima y la conciliación y que reciba, por su intermedio, un acento positivo desde el comienzo. […] La insistencia en el carácter penal de la reparación sólo podría ser allí un obstáculo». ROXIN, C., Fundamentos político–criminales del Derecho

penal, Pág. 222. La doctrina argentina es más clara sobre la intervención del abogado que interviene en representación de la víctima como demandante civil: «Cuando el demandante civil es el mismo querellante, los problemas se simplifican porque es un solo sujeto que actúa como acusador y actor civil simultáneamente. En este doble carácter se incorpora como parte en el proceso al entablar la querella o introducirse como querellante conjunto conforme a los códigos que lo autorizan. Es claro que el querellante puede no ejercer la acción civil simultáneamente en el proceso penal». CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo II, Pág. 118. 281 Cfr. VÁZQUEZ ROSSI, J.E., Derecho procesal penal, tomo II, El proceso penal, Pág. 99; VÉLEZ MARINCONDE, A., Ob. Cit., tomo I, Págs. 306 – 307; CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo I, Pág. 265; MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal II, Parte general, Sujetos

Procesales, Pág. 739. En lo referido a la necesidad del daño, éste puede ser directo o indirecto, por lo que se amplía el margen dentro del cual caben los damnificados, Cfr. LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Pág. 120.

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La responsabilidad civil en materia penal 120

sugerí en líneas precedentes. A esta redacción excluyente de todas las víctimas, circunscrita prácticamente al perjudicado, probablemente abonó el hecho de que según el CPP podrá ser víctima, a los fines del proceso penal, una persona que no haya sido damnificada, como las asociaciones que representen intereses colectivos o difusos. Sin embargo, debe reconocerse que tampoco la redacción con la que quedó la disposición es la más feliz282.

El ofendido o su representante podrán, en determinado momento, no existir. Por ejemplo, en los casos de homicidio, el ofendido será el occiso y si no está él, por haber fallecido, obviamente no tendrá sentido que cuente con un representante. Si se considera como su representante a la sucesión, tal interpretación no abona en nada a la situación, porque aquélla no es una entidad que cuente con personalidad y tampoco es la titular del daño causado. En todo caso, el punto se reconduce a la víctima y tendrían tal calidad las personas naturales que guarden una relación particular con el difunto, tal como lo indicó el legislador en el art. 12 No. 2 CPP. Habría sido mejor simplemente mencionar a la víctima, insisto, según proceda en cada caso particular283.

Finalmente, el ejercicio de la acción civil a cargo del Ministerio Público no deja de causar dificultades e inconvenientes. En algunas oportunidades la

282 Con relación al origen de la responsabilidad, la doctrina refiere que «La condición de perjudicado es precisamente la que legitima a ejercitar la acción civil en el proceso penal […] De ahí que […] no cualquier daño puede legitimar para deducir una pretensión de naturaleza resarcitoria en el proceso penal […] El daño, para poder ser apreciado y, por tanto, indemnizado en la vía penal, debe ser consecuencia directa o inmediata del hecho delictivo. […]», y en cuanto a que las organizaciones tendrán vedada la oportunidad de ejercer la acción civil cuando intervengan en procesos cuyos delitos afecten intereses difusos o colectivos, dice que «[…] es aceptado por todos que el acusador popular no se cuenta legitimado […] para el ejercicio de pretensión alguna que no sea la penal, es decir, no puede convertirse en un actor civil […]», ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit. Págs. 190, 231. La doctrina costarricense, sin embargo, se pronuncia en el sentido de que «si se parte que en los supuestos en que se perjudican intereses difusos se afecta a una colectividad de personas, podría admitirse que las asociaciones que protegen intereses difusos reclamen la reparación del daño, en cuanto se les reconoce por el mismo código como víctimas. Su reclamo, sin embargo, debería estar destinado a la reparación del daño, sea a la restitución de las cosas al estado anterior y no propiamente a la indemnización de daños y perjuicios, puesto que de lo contrario se estaría admitiendo la posibilidad de que las asociaciones mencionadas acrecentaran su patrimonio con el reclamo, lo que no sería admisible», LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Pág. 123. 283 «[…] la mayoría de la doctrina considera que el derecho a la indemnización se funda en un derecho propio, dado que el hecho del fallecimiento impide, por sí mismo, que en el patrimonio del difunto pueda entrar derecho alguno […] el perjudicado en los casos de indemnización por muerte tiene un derecho propio y no por vía hereditaria», ARNAIZ

SERRANO, A., Ob. Cit. Págs. 180 – 181. Cfr. GAVIRIA LONDOÑO, G.E., Ob. Cit., Pág. 225.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 121

jurisprudencia en desmedro de los derechos del damnificado, pero acorde a la actuación procesal deficiente de la Fiscalía, ha absuelto al demandado civilmente por una exigua articulación de la acción y en otras ocasiones ha reconocido que ha faltado la producción de la prueba necesaria para fijar la responsabilidad y sólo la ha declarado en abstracto para conminar al acreedor a reclamar su crédito en la jurisdicción civil, con el costo que causa el peregrinaje judicial. En fin, la práctica ha demostrado que el Ministerio Público no es un fiel representante de los intereses de la víctima cuando se trata de representar su derecho a la reparación284.

284 La realidad anterior a la normativa adjetiva penal actual, ponía de relieve un aspecto que casi nada ha cambiado, se decía entonces que «[…] la posibilidad de ejercer la acción civil (o de delegar su ejercicio al Mp), en sede penal, para la reparación del daño causado por el delito, es irrelevante a los fines del proceso que, en definitiva, cierra las puertas o no da importancia a los procesos de “composición social del delito”, centrando su atención en la aplicación de medidas retribucionistas y represivas», ILANUD, El Ministerio Público en

América Latina desde la perspectiva del Derecho Procesal Penal Moderno, Págs. 109 – 110. En la jurisprudencia reciente es palpable esta situación. P. Ej., sentencias que absuelven de la responsabilidad civil por falta de prueba, carga que le viene impuesta al Ministerio Público, son las pronunciadas por el Tribunal 3º de Sentencia de SS Ref.: 173-2006, de las 8 Hrs. del 7 de febrero de 2006 y Ref.: 174-2006, de las 13:40 Hrs. del 7 de febrero de 2006; en las que, en esencia, el criterio sostenido es el siguiente: «[…] el art. 361 Pr. Pn., señala que el Tribunal deberá resolver igualmente sobre el monto de la responsabilidad civil, […] dicha disposición debe interpretarse en el caso de que la acción civil haya sido debidamente promovida y probada durante el juicio[…] no basta con que en la acusación admitida durante la instrucción se diga de forma genérica que se promueve dicha acción para que en la Sentencia Condenatoria el Tribunal condene de forma automática al pago de responsabilidad civil, sino (sic) ha existido actividad probatoria

encaminada a probar le responsabilidad civil […] la representación Fiscal no probó las

consecuencias civiles que ha generado el deceso […], y por ello al Tribunal no le es posible condenar en dicha responsabilidad, únicamente tomando como parámetro el fallecimiento de la mencionada víctima, y hacer alusión a los objetos y dinero despojado, pero sí dejándose en claro que existe una afectación […]». Sentencias que declaran en abstracto la responsabilidad civil son las pronunciadas por el mismo Tribunal Ref.: 155-2006, de las 13 Hrs. del 6 de enero de 2006 y Ref.: 180-2006 de las 16 Hrs. del día 9 de febrero de 2006, así como la definitiva condenatoria del Tribunal 1º de Sentencia de SS pronunciada a las 15 Hrs. de 24 de julio de 2006, en el proceso Ref.: 141-1-2006. Centro de

Documentación Judicial. Finalmente, la doctrina pone de relieve la importancia que tiene la uniformidad jurisprudencial: «Desde la perspectiva de la seguridad jurídica, es decir, desde el punto de vista del ciudadano, la vinculación horizontal debe ser planteada también en relación con la vinculación que para unos órganos judiciales tiene las decisiones de otros órganos judiciales de igual jerarquía. Es evidente que el orden jurídico carecerá de unidad y, consecuentemente, la seguridad jurídica resultará fuertemente dañada, si los diversos tribunales previstos entre sí, a veces inclusive dentro de la misma jurisdicción territorial o dentro de diversas secciones de un mismo órgano judicial. Este problema carece de

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La responsabilidad civil en materia penal 122

II. 2. El demandado Como lo anoté en la parte referida al ámbito sustantivo, en la posición de

sujeto pasivo de la relación jurídica procesal de índole civil se encuentra por regla general el causante del daño, quien suele coincidir con la persona del imputado. El legislador adjetivo penal en este aspecto es lacónico, ya que sólo en el Párr. 1º del art. 42 hace alusión al ejercicio de la acción civil en el proceso penal en contra de los partícipes del delito o en contra del civilmente responsable y en el Párr. 2º de esa misma disposición contiene una nota de remisión al CP para efectos de determinar a quién se habrá de considerar civilmente responsable. Ya que la definición de la persona civilmente responsable es un asunto que corresponde al Derecho sustantivo, la remisión es correcta285.

Por ello habrá que tener en consideración lo expuesto anteriormente con respecto a la responsabilidad civil directa y la subsidiaria. En principio, entre los responsables civiles directos están las personas naturales que han sido declaradas responsables penalmente por haber intervenido en la comisión del delito como autoras o cómplices o sólo como autoras de una falta. Reiteramos lo ya planteado, en el sentido de que sólo con ocasión de la declaratoria de responsabilidad penal contenida en una sentencia firme cabrá la posibilidad de declarar responsable civil a la persona natural que además fue declarada responsable penalmente. Igualmente, entre estos responsables directos están las personas jurídicas que han asumido el riesgo en virtud de un contrato de seguro, entiéndase las sociedades cuyo giro ordinario sea la contratación de seguros286.

solución actualmente. Pero es real y, por ello, cabe pensar que la garantía adecuada de la seguridad debería ser también una condición de la constitucionalidad del sistema de organización judicial». BACIGALUPO, E., Hacia el nuevo Derecho penal, Pág. 185. 285 En otras esferas, la regulación expresa del demandado apareja una amplia gama de previsiones, como oportunidad de ejercicio facultativo o intervención forzosa, oposición a la pretensión, facultades, etc., como es el caso costarricense en los artos. del 119 al 124, Cfr. LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Págs. 184 – 186. Por otra parte, la remisión al Derecho sustantivo no es compartida por todos los autores; por ejemplo, CLARIÁ OLMEDO, J.A., dice que no debe incluirse en este grupo de responsables a terceras personas que no tienen relación directa con el hecho punible, a fin de «[…] evitar la desnaturalización del objeto procesal […]», y cita como ejemplo al asegurador y el afianzador. Ob. Cit., tomo II, Pág. 135. 286 La doctrina refiere que «[…] no debe olvidarse que existen supuestos de responsabilidad objetiva, en los que no se requiere la demostración de la existencia de una culpa civil. Más bien la tendencia es hacia esa extensión de la responsabilidad objetiva, unido dentro del Derecho Comparado a la extensión de los Seguros de Riesgos, de modo que se tiende a una

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 123

Aunque el CP dice que el responsable civil directo en caso de asunción de riesgos con ocasión de la contratación de seguros será la empresa que haya asumido ese riesgo, con base en las normativas civil y mercantil tal responsabilidad tendrá que recaer sobre la persona jurídica que tenga como giro ordinario la contratación de seguros, ya que este es un ámbito que está reservado exclusivamente a las sociedades anónimas que se dedican al contrato de seguros. La empresa, al igual que la herencia o la sucesión, son cosas o patrimonios que carecen de personalidad, por tanto, no pueden tener facultades subjetivas, aunque esto no significa que carecen de titulares287.

Esta responsabilidad civil directa nunca procederá de una sentencia pronunciada por un Juzgado minoril, ya que la normativa penal juvenil remite (art. 35 LPJ) a la normativa común la dilucidación de la determinación de la responsabilidad civil en los casos que el menor haya causado también un daño con ocasión de realizar un comportamiento prohibido por la ley penal. Mi punto de vista es que eventualmente, con base en el Párr. 1º del art. 2070 CC, un menor que esté entre los diez y quince años de edad puede responder civilmente por los daños causados si ha cometido un delito o una falta, como socialización del riesgo. Ello es lógico, no solamente para dotar de una mejor protección a las víctimas, […]», LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Págs. 118 – 119. En similar sentido lo dicen RIGHI, E., - FERNÁNDEZ, A.A., Ob. Cit., Pág. 410. De otra parte, se refiere que «La acción directa conlleva la solidaridad pasiva entre asegurador y asegurado, lo que significa que, en principio, el perjudicado podría dirigirse contra cualquiera de ellos para obtener la satisfacción total de la obligación indemnizatoria […] En la actualidad, la doctrina es unánime al considerar que la acción directa otorga al perjudicado un derecho propio contra el asegurador por la responsabilidad civil nacida de la acción u omisión del asegurado. […] el derecho del perjudicado no nace del contrato celebrado entre asegurador y asegurado, sino del hecho previsto en el mismo, que ha sido el que ha originado la obligación resarcitoria», ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit., Págs. 280 – 281. En lo que respecta a su constitución de parte, Cfr. SEOANE SPIEGELBERG, J.L., Código Procesal Penal comentado, Pág. 172. En todo caso, cualquiera sea el carácter del demandado, se considera un litisconsorte con el imputado. Cfr. MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal II, Parte general,

Sujetos procesales, Pág. 760, 762. 287 Como en otro lugar lo destaqué, la doctrina local ha faltado a la más elemental precisión para identificar apropiadamente a los responsables civiles subsidiarios, al concederle este carácter a la empresa, cuando es sabido que ésta es una cosa. Se ha dicho, por ejemplo: «[…] A efectos de la adopción de medidas cautelares de carácter patrimonial para asegurar las responsabilidades civiles (art. 305 CPP), se ha de tener en cuenta […] que la responsabilidad civil subsidiaria recaerá normalmente sobre las empresas o cualquier otro tipo de personas jurídicas por los delitos y faltas que comentan sus empleados o personas de ellos dependientes. En consecuencia, dichas personas jurídicas o naturales en su caso deberán ser convocadas a la audiencia inicial y darles la oportunidad de constituirse en parte procesal». LÓPEZ ORTEGA, J.J., Código Procesal Penal comentado, Págs. 94 – 95. Las cursivas son mías.

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La responsabilidad civil en materia penal 124

lo indiqué en la parte relacionada con la LPJ del Cap. II; sin embargo, es de rigor aclarar que no será en el proceso penal seguido en su contra, sino en el contexto de un proceso civil en la competencia exclusivamente civil. En este caso el menor será responsable civil directo288.

Otro responsable civil directo es el sujeto que actúa en estado de necesidad justificante del No. 3 del art. 27 CP. Según esta norma, es quien conscientemente provoca un mal para salvaguardar un bien jurídico propio o ajeno, cuya protección se deba a un peligro real, actual e inminente, que no haya sido provocado por el agente, que éste además no esté en la obligación de afrontarlo, que actúe proporcionadamente al mal amenazado y que el mal causado no sea mayor del que se trata de evitar. La razón por la cual se estima que este sujeto debe responder directamente es por el conocimiento que tiene de causar un mal conscientemente289.

Los otros responsables civiles son los denominados subsidiarios. Entre éstos existen tres grupos. En el primero sólo están las personas naturales dueñas de empresas o establecimientos en que se cometió un hecho punible por parte de sus administradores, dependientes o cualquier trabajador a su servicio o cuando el hecho suceda fuera de él, pero en razón de una actividad laboral. A tales personas se les denomina responsables comunes. En el segundo se encuentran dos clases de personas: las personas jurídicas dueñas de empresas o establecimientos en que se cometió un hecho punible por parte de sus administradores, dependientes o cualquier trabajador a su servicio o cuando el hecho se suceda fuera de él pero en razón de una actividad laboral290. 288 La doctrina acerca de la responsabilidad penal juvenil en este aspecto ha previsto que «[…] al menor de edad, en tanto que excluido de la aplicación personal de la Ley, no se le puede exigir responsabilidad civil ante el Juez de menores, sino que se tiene que ventilar mediante el procedimiento civil que corresponda […]», PLACHANDELL GARGALLO, A., «La pieza de responsabilidad civil en el proceso penal de menores», en Estudios sobre la

responsabilidad penal del menor, Pág. 425. 289 Cfr. ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit., Pág. 338. 290 La doctrina local refiere que «[…] en los supuestos de responsabilidad civil subsidiaria no es preciso que la relación entre el responsable penal y el civil llamado de esta forma esté revestida por un determinado carácter jurídico, sino que basta un mero vínculo de hecho […] basta que la misma esté potencialmente sometida a una cierta intervención del mismo, pero siempre con el límite de que la conducta delictiva generadora de la responsabilidad se circunscriba al ejercicio de las funciones o tareas confiadas al infractor por el responsable civil subsidiario o las que a ambos les ligan en la forma descrita». MORENO CARRASCO, F., Código Penal de El Salvador comentado, Págs. 469 – 470. En otro orden, se dice que «[…] nos encontramos ante una responsabilidad objetiva que encuentra su fundamento en la teoría del riesgo […] En el marco de un Estado social y democrático de Derecho […] no resulta en modo alguno extraño que la responsabilidad civil subsidiaria se vincule a

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 125

Y también se hallan las personas jurídicas cuyos gerentes, administradores o personeros legales resulten responsables de los hechos punibles. A estas personas jurídicas se les llama responsables especiales. En el último grupo se encuentran el Estado, que responde por los daños y perjuicios derivados de los hechos punibles cometidos por sus funcionarios o empleados con motivo del desempeño de sus cargos; y las instituciones públicas autónomas y las municipalidades, que responde en los mismos supuestos del Estado, cuando así expresamente lo ordene la ley291.

Según la Constitución, le corresponde a la Fiscalía representar al Estado. Pero también el CPP le confiere la atribución de representar eventualmente los intereses privados de las víctimas. El Párr. último del art. 121 CP expresa que el Estado es uno de los responsables civiles subsidiarios. Esto plantea la duda acerca de si la Fiscalía, al mismo tiempo que ejerce las acciones civil y penal acumuladas, enfrenta algún conflicto al tener que demandar civilmente al Estado. Puede ser la Fiscalía representante de las pretensiones resarcitorias de la víctima demandante pero también asumir la defensa de los derechos del Estado demandado. Ni la Constitución, ni el CPP dicen nada específico al aquellas personas naturales o jurídicas que con su actividad obtienen un beneficio a costa de generar una situación de riesgo». ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit., Págs. 394 – 395. 291 El carácter dispositivo del Derecho civil da lugar, entre otros aspectos, a que las partes contendientes puedan convenir y con ello finalizar el conflicto. Sin embargo, por su excepcionalidad es importante tener en consideración que alguna parte de la doctrina considera que «[…] se proscribe la aplicación del régimen reparatorio […] respecto de delitos cometidos por funcionarios públicos o en perjuicio de la administración pública», CAFFERATA NORES, J.I., Cuestiones actuales sobre el proceso penal, Pág. 291, lo que da base a considerar que en las disposiciones legales adjetivas debe existir un espacio que aclare bajo qué circunstancias podrá disponer de su derecho la víctima cuando se encuentre en un supuesto como este y cuáles serán los límites que tendrá el instituto. Si no es posible la composición entre ambas partes, en materia de delitos cometidos por funcionarios públicos o en perjuicio de la administración pública el Derecho penal tendrá construida una excepción al principio dispositivo, en evidente desmedro de los derechos del damnificado. Esta opinión doctrinaria contrasta con lo planteado por otras opiniones doctrinarias, como la de MORENO CATENA, que en términos generales recoge la imperante en la esfera española, Cfr. MORENO CATENA, V., El proceso penal, Vol. I, Págs. 618 – 622; y la de ROXIN, para quien la reparación «sirve a la víctima, ya que las consecuencias del delito, que de otra forma ella tendría que soportar, se dejan de lado; contribuye a la socialización del autor, ya que se da a su fuero interior la oportunidad para la reparación que, de otra forma, hubiese sido frustrada de antemano por el temor ante la pena; y se ayuda al Estado, ya que de esta forma generalmente se posibilita la satisfacción de una víctima lesionada», ROXIN, C., Pasado, presente y futuro del Derecho procesal penal, Pág. 82. En lo que respecta a la responsabilidad civil a cargo del Estado o de la administración, Cfr. MOLINA BLÁZQUEZ, M.C., Ob. Cit., Pág. 255 – 258; LANDROVE DÍAZ, G., Las consecuencias jurídicas del

delito, Pág. 157; CAFFARENA, B., - TERRADILLOS BASOCO, J., Ob. Cit., Págs. 246.

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respecto. La anterior situación se resuelve mediante la interpretación de las previsiones del CP mismo y con los principios que regulan las relaciones de la Administración con los administrados. Con base en lo anterior debe decirse que el Estado tiene doble calidad en el momento que representa los intereses privados de la víctima cuando ejerce la representación de sus intereses resarcitorios, pero debe despojarse de una de ellas para superar el conflicto292.

En una contienda judicial nadie puede tener ambas calidades. Los principios procesales examinados al inicio de este capítulo demuestran que el proceso se caracteriza por ser una contienda de dos partes con intereses contrapuestos. Esta particularidad inhibe al Ministerio fiscal de asumir la representación de los intereses del Estado y los de la víctima. Por esta razón cabe la valoración en el sentido de elegir por una sola representación. En consecuencia, en cierta medida la razón por la cual la Fiscalía tiene que asumir la representación de los intereses privados de la víctima estriba en la desprotección en que puede quedar ésta ante el Estado, cuando tiene que reclamar la reparación de los daños producidos por los funcionarios o empleados estatales293.

La condición de éstos los vincula con una institución específica que si bien es parte del Estado, cuenta con su propio titular. De tal suerte que la responsabilidad civil subsidiaria se hará recaer sobre el Estado, entendido éste en forma abstracta, pero el reclamo afectará concretamente a la institución a la que pertenecen aquéllos. El sujeto que representará los intereses del Estado demandado, entonces, será el titular de aquella institución a la que pertenecen el funcionario o empleado públicos que hayan causado los daños en el ejercicio de sus labores. De manera similar sucede con el ejercicio de pretensiones concretas en contra de la Administración, cuando ésta vulnera los derechos de los administrados. Estos últimos dirigen su pretensión en contra,

292 Cuando en la doctrina se refiere que «La pretensión de exigir en el proceso penal responsabilidad civil a la autoridad, agentes y funcionarios se dirigirá de forma simultánea contra la Administración o ente público que se presume ha de responder subsidiariamente», LANDROVE DÍAZ, G., Las consecuencias jurídicas del delito, Pág. 157, no sólo se reitera la procedencia del reclamo resarcitorio en contra del Estado, sino que también en cierta medida se aclara que el reclamo específico en contra de una cualquiera de las instituciones del Estado resulta procedente y con ello se entiende que a éste le cabe responsabilidad civil. 293 Es pacífica la doctrina en reconocer que cuando responde subsidiariamente el Estado, es a la Administración a la que habrá de demandar. «También responderá subsidiariamente la Administración por los delitos cometidos por autoridades, agentes y funcionarios públicos […]». MAPELLI CAFFARENA, B. – TERRADILLOS BASOCO, J., Ob. Cit., Pág. 246.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 127

por ejemplo, de específicos Ministerios o entidades gubernamentales, sabiendo que son parte del Estado, pero no en contra de la Fiscalía294.

También les cabe responsabilidad civil subsidiaria a las personas que tengan a su cargo, en virtud de una relación de parentesco, una orden judicial o de hecho, el cuidado de una persona que padezca de enajenación mental, que sufra de grave perturbación de la conciencia o que tenga un desarrollo psíquico retardado o incompleto, cuando por su descuido hayan cometido un hecho reputado como delito y a la vez se hayan producido daños, tal como lo preceptúa el art. 117 No. 2 CP. El fundamento de esta responsabilidad se encuentra en la falta de cuidado que el responsable civil ha debido tener sobre el autor del daño. La doctrina coincide en identificar la fuente de la responsabilidad en la culpa in vigilando

295. Asimismo, con base en el No. 3 del art. 117 CP, cabe responsabilidad

subsidiaria a cargo de la persona que se encuentra en el supuesto de la no exigibilidad de otra conducta, esto es, a quien obró inducido por las circunstancias creadas por otro. Sin embargo, es de rigor aclarar que la responsabilidad civil ex delicto en este caso procederá también en contra del que creó las condiciones para que actuó bajo la no exigibilidad de otra conducta. Al que creó las condiciones le corresponde una responsabilidad directa y a aquél de carácter subsidiaria296.

III. Oportunidad de ejercicio El ejercicio de la acción civil acumulada con la penal es posible sólo

cuando en los delitos de acción pública o dependiente de instancia particular, el Ministerio Público ha instado la acción y ha dado inicio el correspondiente procesamiento de la persona imputada. Tal como está diseñado el procedimiento, en virtud de ser el Ministerio Público el titular del derecho de la acción penal, no es posible la reclamación de los daños mediante el

294 La doctrina española al comentar la disposición, que coincide con el art. 121 CP, dice que «Esta norma […] obliga al perjudicado por el delito […] a dirigirse de manera simultánea contra la autoridad o sus agentes o contratados y la Administración pública. […] La relación de personas cuyos actos originan la responsabilidad civil subsidiaria de la Administración debe considerarse descriptiva y ejemplificadota, pero a la vista del artículo 121 parece que la voluntad del legislador es que la Administración responda por este artículo sólo en aquellos casos en los que el sujeto activo cometa el delito en el desarrollo de una función que el Estado haya delegado en él». MOLINA BLÁZQUEZ, M.C., Ob. Cit., Págs. 256, 258. 295 Cfr. MAPELLI CAFFARENA, B., - TERRADILLOS BASOCO, J., Ob. Cit., Págs. 244 – 245; LANDROVE DÍAZ, G., Las consecuencias jurídicas del delito, Pág. 156; MOLINA BLÁZQUEZ, M.C., Ob. Cit., Pág. 251; ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit., Págs. 323 – 324. 296 Cfr. MOLINA BLÁZQUEZ, M.C., Ob. Cit., Pág. 251.

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La responsabilidad civil en materia penal 128

ejercicio de la acumulación de pretensiones si no se ha formulado el correspondiente requerimiento fiscal. En cambio, en el procedimiento por acción penal privada, en tanto no haya prescrito ninguna de las acciones, deberán ejercerse ambas acciones conjuntamente297.

El legislador adjetivo regula que a partir del requerimiento se entenderá ejercida la acción civil. En principio el Párr. 1º del art. 43 CPP preceptúa que en los delitos de acción pública la acción civil será ejercida juntamente con la penal y en el art. 247 No. 5 CPP faculta al Ministerio Público a solicitar todo lo que se considere pertinente para el ejercicio efectivo de la acción civil en contra del imputado o del civilmente responsable, así como a pedir la autorización para practicar las diligencias útiles para probar los daños materiales o morales y el monto de la pretensión civil. Si la víctima decide constituirse en parte querellante, será a partir de este momento en que se entenderá que aquélla ejerce la acción civil298.

Debido a que la víctima sólo podrá ejercer la facultad de constituirse en parte querellante a partir de la formulación del requerimiento fiscal y a que el legislador considera que si la víctima se constituye en parte querellante, a la vez de plantear su querella también ejerce la acción civil, Párr. 2º del art. 43 CPP, debe entenderse que ésta sólo podrá ejercerla la víctima una vez el requerimiento ha sido presentado. La reiteración de este aspecto no es una necedad, porque, como veremos, el legislador parece haber obviado un detalle con respecto a la formulación de la querella. En efecto, cuando en el art. 235 CPP dicta el plazo dentro del cual el Ministerio Público debe de formular el requerimiento, dice que será dentro de las 72 horas siguientes de recibida la

querella299.

297 Existe concreción del interés de la víctima de ejercer la pretensión civil cuando el Ministerio Público plantea el requerimiento, sin embargo, éste «[…] no implica petición de que se proceda a instruir la causa sino […] posibilitar el ejercicio efectivo de la acción civil». PEDRAZ PENALVA, E., Comentarios al Código Procesal Penal, tomo II, Pág. 96. 298 Lo que no aclaró el legislador en esta regulación es si al constituirse la víctima en parte querellante y de esta forma entender que también ejerce la acción civil, subsiste a cargo del Ministerio Público el ejercicio de la misma acción, en cuyo caso se convertirían en colitigantes de un mismo interés privado. La doctrina local parece entenderlo así: «Tratándose de delitos públicos el fiscal asume tanto la acusación como el ejercicio de la acción civil. Su formulación procede incluso aunque haya en la causa querellante particular que también lleve a cabo el conjunto ejercicio de ambas pretensiones». PEDRAZ PENALVA, E., Comentarios al Código Procesal Penal, tomo I, Pág. 252. Sin embargo, no parece ser coherente esta postura, desde luego es claro el interés estrictamente privado de la víctima. 299 La función requirente atribuida al Ministerio Público se dibuja a partir del planteamiento de la notitia criminis, aunque ésta tenga forma de querella. Con respecto a la función requirente, Cfr. VÉLEZ MARICONDE, A., Ob. Cit., Pág. 296.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 129

Esto significa que la víctima podrá constituirse en querellante a partir del momento mismo en que formule su denuncia. La dicción de la norma hace colegir que si la víctima plantea ante la Fiscalía su querella, ésta, además de contener la notitia criminis, tiene que colmar los requisitos del art. 96 CPP y podría también contener el ejercicio de la acción civil, si es que la interpretación de la disposición nos hace concluir que si la víctima se constituye en parte querellante, se entiende que con la querella ejerce además la acción civil. En el art. 237 CPP de manera similar se ha dispuesto que si ante el Juez de Paz se formula una denuncia o una querella, aquél deberá remitirlas inmediatamente a la Fiscalía, sin perjuicio de realizar las diligencias urgentes300.

La facultad que la ley le concede al Juez de Paz para que pueda recibir denuncia y querella, a condición de que las remita inmediatamente a la Fiscalía para que ésta realice las investigaciones, debe de entenderse en el sentido de que la querella sólo podrá servir como medio de comunicación de la comisión de un delito y que la conjunción «y» empleada en esta última disposición entre la denuncia y la querella, también debe de concebirse en ese mismo sentido, de tal suerte que, por una parte, pudiera creerse que es posible la promoción de la acción civil sin haber formulado el Ministerio Público su requerimiento y, por otra, de que éste puede ejecutar algún acto de índole civil si recibe una querella planteada directamente ante él o porque le es remitida por el juez301.

300 Ello requiere de una interpretación, ya que si la función requirente consiste en la «actividad de excitar el ejercicio de la función jurisdiccional, solicitando del Tribunal la decisión justa sobre el fundamento de una determinada pretensión jurídico–penal», VÉLEZ

MARICONDE, A., Ob. Cit., Pág. 296, y que, por ende, tal función es exclusiva del Ministerio Público, parece confuso que la víctima pueda comparecer a formular su querella ante un juez, con su obvio contenido penal, sólo para que aquél la remita a la Fiscalía. Seguramente que el legislador ha pretendido con este mecanismo poner a disposición de la víctima el mayor número de entidades posibles para que pueda reclamar tutela de sus derechos, sin embargo, puede dar lugar a creer que contribuye también al peregrinaje judicial. 301 Exactamente, de cara a que la denuncia «Es una relación dirigida a la autoridad facultada para actuar, una noticia que se radica ante quienes están investidos del poder de investigar y decidir. […] Claro está que también la denuncia puede significar una legítima apelación a la autoridad para que ésta actúe en defensa del orden legal y en tal aspecto implica tanto un modo de protección del ciudadano contra el hecho delictivo como una suerte de resabio de la acción popular, un acto de contenido cívico», VÁSQUEZ ROSSI, J.E., Ob. Cit., tomo II, Pág. 352, aunque se le denomine querella, la esencia de su contenido la ubica como denuncia. Siendo así, precisamente por tener el Estado que encomendar la función requirente a un órgano distinto del que juzga, no puede el juez darle curso a la denuncia, sino que remitirla a la Fiscalía.

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Lo anterior demanda algunas precisiones. En su orden, primero, el legislador no previó que con esta manera de regular el instituto de la querella daría lugar a interpretar con equívocos el alcance del ejercicio de la acción civil por medio de aquélla. Segundo, que si bien es cierto que la interpretación de las disposiciones en comento podría permitir tal exégesis, la naturaleza del derecho de acción sólo puede dar lugar a una forma de ejercerlo, con lo cual desplazaría cualquier disquisición, lo que no significa que el legislador pueda mejorar la dicción de la norma. Por último, la acción civil en hombros del titular sólo puede ser ejercida ante la autoridad jurisdiccional, de manera que si bien es cierto que de las disposiciones legales se podría suponer un ejercicio extrajudicial de la acción civil resarcitoria, esta posibilidad está vedada302.

En conclusión, el ejercicio de la acción civil resarcitoria sólo es posible una vez que se haya formulado por parte del Ministerio Público el correspondiente requerimiento fiscal. Y si acaso sin haberse formulado el requerimiento la víctima plantea ante el Juez de Paz o la Fiscalía una querella y en ésta incluye su pretensión resarcitoria, debe entenderse que esta última es sólo expresión de su voluntad de también acumular al ejercicio de la acción penal la acción civil llegado el momento oportuno, es decir, una vez se haya abierto la etapa judicial del procesamiento. Al ser competencia exclusiva y excluyente del Órgano Judicial la administración de justicia y de que el derecho de acción tiene connotación jurisdiccional, es imposible intentar ejercer la acción civil ante cualquier autoridad o funcionario que no ejerza jurisdicción303.

Este ejercicio de la acción civil, por otra parte, tiene un momento límite, o sea, la oportunidad de constituirse en parte civil no sucede en cualquier momento, sino que sólo es a partir de la presentación del requerimiento fiscal, como lo he apuntado, ni puede sobrepasar también el momento establecido en la ley. Si esta última oportunidad transcurre sin que se haya formulado la pretensión civil, habrá de colegir que precluye la oportunidad. En ese orden, tiene que distinguirse según quién sea el sujeto que deba de actuar, esto es, si 302 El carácter accesorio de la acción civil ex delicto, aunado al carácter secundario y provocado de la jurisdicción penal, explica la causa por la cual el orden del ejercicio de la acción civil debe supeditarse al inicio del procesamiento penal. Cfr. VÉLEZ MARICONDE, A., Ob. Cit., tomo II, Pág. 314. «Conforme a este carácter, sólo es posible constituirse en actor civil cuando el proceso jurisdiccional está en marcha, y además mientras pende el ejercicio de la acción penal». CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo II, Pág. 114. 303 «Ha de advertirse que, con independencia del órgano ante el que interponga la querella, sólo un órgano jurisdiccional podrá tener al querellante como parte. Presentada la solicitud de querella y satisfechos sus requisitos esenciales, el Juez deberá realizar en primer lugar un juicio sobre su admisibilidad, para posteriormente entrar en el análisis de su fundabilidad». PÉREZ GIL, J., Comentarios al Código Procesal Penal, tomo I, Pág. 353.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 131

el Ministerio Público plantea la pretensión resarcitoria o si el querellante. Ya que la ley presume que a partir de la presentación del requerimiento se ejerce además por el Ministerio Público la acción civil, no existe ninguna duda al respecto304.

Pero con respecto al querellante no opera de igual manera. El art. 99 CPP indica que la querella deberá presentarse hasta 15 días antes de la audiencia preliminar, por lo que el espacio de tiempo para la víctima que aspira a constituirse en querellante está comprendido entre la presentación del requerimiento fiscal y hasta 15 días antes de la audiencia preliminar. El plazo mencionado no ha dejado de causar dificultad, ya que no aclara si los 15 días de que habla el artículo serán hábiles o no. La interpretación acerca del plazo contenido en esta disposición sigue siendo dispar en los Juzgados de Instrucción. Particularmente sostengo que este plazo debe ser en días hábiles, para ser congruentes con lo indicado en el art. 156 CPP305.

Al Ministerio Público, en cambio, la oportunidad del ejercicio no le representa dificultad alguna. No obstante, tanto a la Fiscalía como al querellante, una vez que éste ha sido admitido en el procedimiento, se les impone otra oportunidad para delimitar en concreto la pretensión civil. Debe distinguirse entre la presunción consistente en que con la formulación del requerimiento se entiende iniciada la acción civil por parte de la Fiscalía (o con la presentación o admisión de la querella), y la concreción de la pretensión. Los términos exactos de la aspiración resarcitoria de la víctima se plasmarán en el dictamen de acusación que cada uno de los sujetos acusadores habrá de presentar hasta 10 días antes de la audiencia preliminar, según el art. 313 CPP306.

304 Si asumimos que al intervenir la víctima como querellante, ésta ostenta exclusivamente la titularidad del ejercicio de la acción civil y por tanto nada hace el Ministerio Público al respecto, la falta de acusación de su parte se entiende como abandono de la querella, con el efecto de no poder continuar con el ejercicio de su pretensión resarcitoria en el proceso penal, art. 104 No. 2 CPP. En torno al instituto de la preclusión y sus consecuencias Cfr. CHIOVENDA, G., Ob. Cit., Págs. 476 – 479. 305 La problemática por fin parece haber sido resuelta, al disponer el legislador que en la próxima normativa adjetiva penal este plazo se compute en días continuos, art. 111 CPP. 306 Al no proceder el sobreseimiento y hubiere que acusar, surge el derecho de los acusadores de delimitar sus pretensiones a través de la acusación. En otra parte se le denomina «calificaciones provisionales», o simplemente escrito de «acusación», «de este modo se delimita a instancia de parte, aunque sea de una manera provisional, el objeto del proceso penal (thema decidendi), que eventualmente, puede ser doble al venir integrado […] por el ejercicio no solo de la acción penal sino también de la acción civil», MORENO

CATENA, V., El proceso penal, Vol. III, Pág. 1989.

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III. 1. Ejercicio de la acción Independientemente de si la acción civil es ejercida por el Ministerio

Público o por el abogado particular que actúa como querellante, éstos tendrán que fijar su alcance en el mismo escrito de acusación. Una vez que se ha materializado el ejercicio de la acción civil acumulada con la penal, superada que ha sido aquella especie de presunción consistente en que una vez planteado el requerimiento se entiende ejercida la acción civil, y presentada la acusación hasta diez días antes de la audiencia preliminar, el contenido de la correspondiente pretensión civil debe hacerse del conocimiento de los sujetos pasivos de la relación procesal civil. Esta es una condición para validar el ejercicio del derecho de defensa de estos últimos sujetos307. 307 «El Código establece, […] el contenido mínimo de los siguientes actos procesales: […] 3) La acusación del fiscal […] ha de contener, entre otros extremos […], la solicitud, si fuere procedente, de un pronunciamiento del tribunal de sentencia sobre el contenido de la reparación civil de los daños». CASADO PÉREZ, J.M., Código Procesal Penal comentado, Págs. 43 – 44. Considero que es importante tener en cuenta la jurisprudencia que resuelve el aspecto referido a los límites de la pretensión. El Tribunal 6º de Sentencia de SS, mediante criterio adoptado por mayoría plasmado en la sentencia definitiva condenatoria pronunciada a las 19:40 Hrs. del 5 de junio de2006, en el proceso Ref.: 92-2006-2, resolvió que: «sólo con enunciar la parte fiscal que se ejerce la acción civil no resulta suficiente para acreditar la misma, sino que se debe plantear paralelamente la pretensión con indicación de circunstancias, cuantías, requisito que debe respetarse al igual que cuando se ejercita la acción penal. Por consiguiente toda pretensión debe ser probada, por esa razón, aplicar el Artículo 361 del Código Procesal Penal, estaría infringiendo garantías fundamentales, porque vulnera principios pertenecientes a la “teoría general de la prueba”, […] al no haber sido objeto de discusión en juicio el aspecto resarcitorio; de ahí que la Fiscalía, al solicitar un pronunciamiento en cuanto a la Responsabilidad Civil, debió ésta haber realizado la proposición probatoria correspondiente en la fase de Instrucción, para así hacerla desfilar durante el juicio, y además que dicha actividad probatoria, de haberse dado- debió haber sido pertinente a determinar la cuantía de la Responsabilidad Civil en que ha incurrido el imputado y los daños y perjuicios causados a la familia de la víctima», y más adelante, como fundamento de la parte civil de la sentencia, expresó que «a los efectos de respetar el derecho de audiencia plasmado en el artículo 11 de la Constitución de la República, que prevalece sobre los artículos 115 del Código Penal y 361 inciso 3 del Código Procesal Penal, por mayoría, cabrá declarar al imputado […] civilmente responsable, pero para determinar el monto de dicha responsabilidad, ello deberá ser objeto del proceso civil correspondiente, donde se garantice plenamente el derecho de audiencia a que se ha hecho referencia, lo cual deberá así declararse en la parte resolutiva de esta sentencia». Pero me parece más curioso que en esta misma sentencia el criterio mayoritario se decanta por declarar inaplicable la norma que en cierta forma impone al tribunal la obligación de decidir sobre la responsabilidad civil y el voto razonado de un juez la invoca para su condena, a pesar de la defectuosa articulación de la acción civil; la decisión mayoritaria consignó: «[…] para determinar el monto de dicha responsabilidad, ello deberá ser objeto del proceso civil correspondiente, donde se garantice plenamente el derecho de audiencia a

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 133

El legislador exige que al ser presentada la acusación, el juez, dentro de las 24 horas siguientes, tendrá que intimar a las partes. El alcance que tiene esta intimación comprende, entre otros aspectos, el que se haga del conocimiento de las partes las pretensiones del Ministerio Público y del querellante a fin de que las partes, dentro de los cinco días siguientes que son comunes para todas ellas, consulten los elementos que se hubieren puesto a su disposición y ejerzan cualquiera de las facultades enumeradas en el art. 316 CPP. Es sólo en la parte final del art. 314 CPP que el legislador indica que será en la acusación que el fiscal deberá solicitar, si fuere procedente, el pronunciamiento del tribunal de sentencia sobre el contenido de la reparación civil de los daños308.

En cuanto al plazo de diez días que otorga el legislador para que se proponga la acusación por parte del fiscal y el querellante, parece que debe computarse en días hábiles con base en el art. 156 CPP. Siendo así, las partes pueden ejercer las facultades enumeradas en el art. 316 CPP dentro de un período más holgado, lo cual se traduce en una ventaja para ellas. Contrariamente, el legislador sustantivo común lo reguló en el sentido de que por regla general los plazos se computarán en días continuos y sólo si el último día de éstos es inhábil, se prorrogará el término al día hábil inmediato. art. 48 CC309.

que se ha hecho referencia, lo cual deberá así declararse en la parte resolutiva de esta sentencia, como además según el Artículo 185 de la Constitución de la República, declarándose la inaplicabilidad de la norma contenida en el artículo 361 inciso 3 del Código Procesal Penal por ser contraria al artículo 11 de la Constitución de la República» y el voto razonado manifestó: «la regla plasmada en el artículo 361 inciso 3 del Código Procesal Penal determina a que el Tribunal debe pronunciarse sobre el monto de la Responsabilidad Civil en la Sentencia Condenatoria, indicando además que “si en el proceso no hubiere podido determinarse con precisión la cuantía de las consecuencias civiles del delito, el Tribunal las fijará tomando en cuenta la naturaleza del hecho, sus consecuencias y los demás elementos de juicio que hubiere podido recoger”. Por ende, no obstante el defectuoso ejercicio de la acción civil por parte de la Fiscalía General de la República, para evitar la impunidad, esta Juez debe pronunciarse sobre el monto de la misma». Centro de

Documentación Judicial. 308 Lo que no significa que deba omitirlo el querellante. Éste también debe hacerlo, para respetar el derecho de audiencia y de defensa y el principio de contradicción. «En el proceso penal la doctrina […] entiende que el acto o actos que delimitan la pretensión civil ex delicto son los escritos de calificación provisional, que vienen a identificarse con la demanda que sirve de vehículo a la pretensión civil». MORENO CATENA, V., El proceso

penal, Vol. I, Págs. 626. 309 «La regla que establece este artículo 156 resulta muy sencilla, aun incompleta al referirse sólo a los términos, o plazos, establecidos por días, manteniendo que en este caso no se contarán los de asueto, descanso semanal o días inhábiles, de manera que la solución

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La regulación de este aspecto parece llegar a un punto en el que necesita de la integración normativa que permita el ejercicio de la acción civil por parte de la víctima, pero que también haga posible el ejercicio del derecho de defensa de los responsables civiles. Si el legislador en esta disposición habla de la acusación, no cuesta entender que por la especialidad del texto punitivo adquiere preponderancia la pretensión penal, lo que es más evidente en la redacción de la norma, ya que los requisitos formales de la acusación están más orientados a que las partes puedan ejercer su derecho con relación a la acción penal. Sin embargo, la construcción del principio de congruencia da inicio precisamente en este instante, porque a través de la intimación se hará del conocimiento de los responsables civiles también la pretensión resarcitoria310.

La integración de las normas penal y civil debe dar paso a dilucidar el mecanismo por el cual las partes puedan actuar adecuadamente. El derecho de acción ejercido ante los tribunales con competencia en materia civil, cuando se trata de un reclamo contencioso, se concreta en la demanda. Si empleamos un símil, se podría afirmar que en el proceso penal, en el que se acumulan las pretensiones heterogéneas, la acusación que presentan el fiscal y el querellante

no puede ser otra que la propia norma recoge para el caso de que el último día del cómputo sea inhábil, el plazo sigue hasta el día siguiente, no tratándose en verdad de una auténtica prórroga sino de un estricto problema de cómputo. Difiere así esta regulación de la prevista en el Código Civil en su artículo 48, si bien será este texto legal el aplicable en el supuesto de plazos establecido por meses o años ante el silencio del Código Procesal Penal sobre esta cuestión». DURO VENTURA, C., Código Procesal Penal comentado, Pág. 530. 310 «Al igual que acontece con la demanda civil, los escritos de calificación provisional asumen la función de determinar el thema probandi. La actividad probatoria del juicio oral versará, por tanto y con arreglo a las reglas de distribución de la carga de la prueba, fundamentalmente sobre los hechos afirmados por las partes en sus escritos de calificación». MORENO CATENA, V., Ob. Cit., Vol. III, Pág. 1992. La doctrina civilista plantea que «la vigencia de los principios dispositivo y de aportación, así como los derechos a la obtención de una tutela judicial efectiva y de defensa, comportan una serie de consecuencias que se reflejan en el contenido de la sentencia y que obligan al tribunal a sujetarse a lo pedido por las partes. El deber de congruencia de las resoluciones se sitúa, pues, en este marco de vinculación o adecuación de la actividad judicial desarrollada en el proceso civil a lo solicitado por las partes con el fin tanto de evitar una actuación no imparcial, cuanto una merma del principio de contradicción». ASENCIO MELLADO, J.M., Derecho procesal civil, Parte primera, Pág. 291. Por la trascendencia que tiene el acto de comunicación con el ejercicio del derecho de audiencia y de defensa, me permito citar la doctrina que dice: «[…] el principio de legalidad constituye la piedra angular de todo el sistema jurídico y especialmente del derecho penal en todas sus manifestaciones, unidas, por una abrazadera común: la proscripción de toda indefensión». DE URBANO CASTRILLO, E., - TORRES MORATO, M.A., La prueba ilícita penal, Pág. 32.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 135

que también suma el reclamo resarcitorio, adquiere el carácter de demanda. De ésta, si es admitida, como sucede en el proceso civil, habrá de corrérsele traslado a la parte demandada para que la conteste dentro del término legal que le corresponde en el ámbito civil311.

Ahora bien, la presentación de la demanda ante el juez o tribunal penales cuando se ejercita paralelamente con la acción penal, abre la posibilidad de que aquéllos también midan el cumplimiento de los requisitos de admisibilidad de la demanda. El legislador adjetivo común en el art. 193 impone en hombros del actor o demandante la obligación de colmar en su libelo una serie de requisitos. Si bien es cierto que no sanciona con nulidad la omisión de algunos de esos requisitos, no significa que no apareje ninguna consecuencia o, lo peor, que a la demanda omisa sin más deba de dársele el curso que proceda. No cuesta percibir que el alcance que tiene esta omisión incide en el correcto ejercicio del derecho de defensa del demandado312.

311 De una parte, la demanda es el cauce de la pretensión. Debe tenerse presente que la doctrina refiere que el proceso civil inicia mediante el planteamiento de la demanda, sin embargo, en el proceso penal se presenta la peculiaridad consistente en que puede haber pronunciamientos de carácter civil sin haber dado inicio el proceso civil acumulado, aunque sí esté en curso el proceso penal, como puede ser el pronunciamiento de medidas cautelares de carácter patrimonial para asegurar las resultas civiles del proceso. «La demanda es de este modo el acto de iniciación del proceso civil que pone en marcha la actividad jurisdiccional […]», ASENCIO MELLADO, J.M., Derecho procesal civil, Parte primera, Pág. 162. «[…] puede definirse la demanda en el juicio ordinario como el acto procesal de parte por el que se ejercita el derecho de acción y se interpone completamente la pretensión», MONTERO AROCA, J., El nuevo proceso civil, Pág. 400. Por otra, el legislador adjetivo penal nunca ha empleado el término demanda para significar el reclamo de índole civil, pero con el diseño que se encuentra próximo a entrar en vigencia se ha superado esa tradición y con ello se ha contribuido a dotar con más precisión el carácter civil de la pretensión resarcitoria, para ello puede apreciarse en los Arts. 120.2, 123 Párr. 2º, 124, 125 y 126 CPP aprobado pero no vigente, el uso del calificativo de demandados civiles. En abono a ello la doctrina dice que «la demanda civil o la calificación provisional son parificables en tanto en cuanto con ellas se ejercita la correspondiente acción o pretensión. Por consiguiente, la función de ambas es similar. […] Pero la equiparación entre la demanda civil y la calificación provisional no sólo procede en tanto en cuanto una y otra son el instrumento de iniciación del proceso, sino que ambas tienen un contenido muy similar […]», CLIMENT

DURÁN, C., Ob. Cit., Págs. 1202 – 1203. En otro aspecto, la doctrina refiere que «El traslado de la causa y de los escritos de calificación provisional ha de hacerse concretamente a quienes figuren como acusados o responsables civiles en tales escritos. El tribunal no puede, de oficio, determinar contra qué personas han de entenderse ejercitadas las acciones civiles ni penales». MORENO CATENA, V., Ob. Cit., Vol. III, Pág. 1992. 312 «Se han de incluir en la demanda dos tipos de fundamentos jurídicos: por un lado, los relativos a la justificación de requisitos procesales del propio actor, tales como los relativos a su capacidad, representación; del órgano jurisdiccional, como la jurisdicción o

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Si esta serie de requisitos debe exigirla el juez o tribunal del orden penal, significa que además de los requerimientos propios del libelo acusatorio deberán cumplirse los que corresponden a la pretensión civil. Aquí es donde estimo que cierta jurisprudencia desacierta con respecto a la naturaleza de la acción civil y su correcto tratamiento con base en la normativa común. Una parte reconoce que existe con el planteamiento de la acusación una deficiente articulación de la pretensión civil acumulada, regularmente por parte del Ministerio Público fiscal, y, no obstante, conoce y resuelve el fondo del reclamo civil y le impone al demandado civil, usualmente el imputado, la carga pecuniaria313. Otra parte de la jurisprudencia simplemente parece soslayar el aspecto de los requisitos314. competencia; o, del procedimiento, como la clase de procedimiento señalado; por otro lado, se deben articular los fundamentos jurídicos relativos al fondo del asunto […]». ASENCIO

MELLADO, J.M., Derecho procesal civil, Parte primera, Pág. 164. 313 Como pocas sentencias ponen de relieve esta problemática, esto es, la insuficiencia de la fundamentación con sus implicaciones, me ha parecido importante la pronunciada por el Tribunal 6º de Sentencia de SS, Ref.: 127-2006, de las 17:40 Hrs. del 28 de septiembre de 2006, en la que se reconoció que «en la Acusación, la representación fiscal expresó: “Teniendo la Fiscalía General de la República, el ejercicio conjunto de la acción civil y no habiéndose constituido la víctima en parte querellante y no ha sido intentada en el Juzgado de lo Civil ni en lo Mercantil la acción civil, solicito sea el Tribunal de Sentencia respectivo, el que se pronuncie sobre la reparación civil de los daños, de conformidad al Art. 317 No. 4 Pr.Pn”. En el desarrollo del juicio, en la etapa de alegatos la parte fiscal no se pronunció sobre una cantidad determinada, en concepto de responsabilidad civil […] en su intervención en los Alegatos, no existió por parte de la Representación Fiscal pronunciamiento sobre la acción civil, […] Ante la falta de actividad probatoria en el sentido mencionado, resulta necesario mencionar que cada uno de los que intervenimos en el proceso penal debemos asumir los roles que se nos han designado […] dados los anteriores parámetros, se estima que es procedente que […] indemnice a la víctima en la cantidad de CIEN DÓLARES», lo cual dio lugar al voto razonado de un juez, quien manifestó que «[…] sólo con enunciar la parte fiscal que se ejerce la acción civil no resulta suficiente para acreditar la misma, sino que se debe plantear paralelamente la pretensión con indicación de circunstancias, cuantías, requisito que debe respetarse al igual que cuando se ejercita la acción penal. Por consiguiente toda pretensión debe ser probada, (sic) […] la Fiscalía, al solicitar un pronunciamiento en cuanto a la Responsabilidad Civil, debió ésta haber realizado la proposición probatoria correspondiente en la fase de Instrucción […] fijar una cuantía que no se ha solicitado quebranta el Principio de Congruencia por ende también el Derecho de Defensa, al no saber el imputado de qué monto defenderse, ni haber tenido la oportunidad de defenderse. No corresponde a este Tribunal haber promovido la discusión en la parte civil en tanto que no es el papel que corresponde al tercero juzgador y no fue planteado en la acusación […]».Centro de Documentación Judicial. Con el criterio plasmado en el voto razonado, pudo haberse declarado inadmisible la demanda en el Juzgado de Instrucción. Sin embargo, en sentido contrario, sentencias como la pronunciada por el Tribunal 1º de Sentencia de SS, Ref.: 47-2006, de las 14 Hrs. del día 29 de marzo de

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 137

En consideración a que el contenido concreto de la acción civil resarcitoria es la declaratoria de responsabilidad civil a cargo del demandado para que se le conmine a indemnizar al damnificado, a repararle los daños causados o a restituir la cosa, en los términos previstos en el CP, el procedimiento que le correspondería en la esfera civil sería el ordinario (artos. 127 y 521 CPrC); desde luego se requiere que se produzca la prueba conveniente y se observen en su plenitud las etapas propias del procedimiento. De allí que los términos que habrá que respetar serán los previstos para el juicio ordinario, con ciertas matizaciones, es decir, habrá seis días para contestar la demanda y si bien debería también concederse un término probatorio, por el carácter oral del proceso, aquel término debe omitirse por carecer de sentido, pues toda la prueba habrá de producirse en un solo acto, la vista pública315.

Es importante la compatibilidad del trámite penal con el civil para que el derecho de audiencia y de defensa se respete. Veamos si esto es posible con la integración de las normas. En el entendido que la acusación que contiene la pretensión civil acumulada se constituye en la demanda y que de ésta habrá de corrérsele traslado al demandado civil para que se defienda y de que para contestarla dispondrá de seis días, la intimación hecha a la parte demandada, que en mi opinión hace las veces de emplazamiento para contestar la demanda, le confiere a esta última un plazo de cinco días, por lo que parece que existe un plazo menor que el que le otorga la ley civil316.

2006, entre otras, reconocen que a pesar de no existir concreción de la pretensión, es procedente la condena de la responsabilidad civil. 314 La doctrina indica que «la ley no impone que en el acto de constitución el actor civil dirija la pretensión contra persona determinada o fije el monto el perjuicio que afirma haber experimentado. Estos dos elementos deben integrar la instancia en el momento de concretarse la pretensión: demanda propiamente dicha». CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo II, Pág. 130. 315 Doctrinariamente los procesos ordinarios también reciben el calificativo de «tipos», «generales» y «plenarios», ya que gozan de la cualidad de la plenitud. «Ello significa que su objeto es debatido y resuelto por el órgano judicial en toda su extensión. Por ello, la posibilidad de alegar, así como la práctica de los diferentes medios de prueba establecidos en la ley, no están sujetas a limitaciones cual sucede en los sumarios». ASENCIO MELLADO, J.M., Derecho procesal civil, Parte primera, Pág. 139. 316 Para un claro planteamiento de la acumulación heterogénea de pretensiones, con la implicación del empleo de normas e institutos que corresponden a cuerpos normativos diferentes, Cfr. ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit., Págs. 70 – 73. Vinculado con el ejercicio del derecho de defensa, el tercero demandado, de la misma forma que el responsable civil directo, tiene asegurado ese derecho. «[…] el derecho de defensa está garantizado para este sujeto procesal dentro del proceso penal. Con esa amplitud, podrá resistir formal y materialmente al ejercicio de la acción civil y al fundamento de la pretensión de reintegro

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Podría parecer así; sin embargo, el cómputo del plazo en días hábiles en el proceso penal en la realidad y en la mayoría de los casos se traduce en seis días, si no es que en más, situación que coincide con lo dispuesto en la norma adjetiva civil. A la postre, hacer coincidir el plazo de la intimación con el del emplazamiento no afecta negativamente en el ejercicio del derecho de defensa del demandado, sino al contrario. Además, para que los demandados tengan la oportunidad de ejercer el derecho de defensa, la comunicación que les hagan el juez o tribunal que habilite el término para contestar la demanda debe ser suficientemente explícita, esto es, tiene que hacerles ver que la notificación que se les hace es con el fin de contestar la demanda317.

Una vez hecho el emplazamiento mediante la notificación del auto que ordena la intimación a las partes para que contesten la demanda y ejerzan las facultades mencionadas en el art. 316 CPP, la postura del demandado puede ser diversa. Puede contestar la demanda en sentido afirmativo, o sea, allanarse a la pretensión resarcitoria; también puede contestarla en sentido negativo; podría asumir una postura mixta, aceptando unos hechos y negando otros; y, si la contesta en sentido negativo, podría alegar y oponer excepciones. Éstas, si bien podrían coincidir en su nomen iuris con algunas de las indicadas en el art. 277 CPP, sin embargo, su fundamentación en cierta medida no puede ser igual a las que corresponden al orden penal, porque el demandado sólo puede excepcionarse con circunstancias propias de la materia civil318.

En efecto, podría el demandado alegar las excepciones de incompetencia, de cosa juzgada, de falta de acción y extinción de la acción, pero, obviamente, circunscritas tales excepciones a sucesos que corresponden a la materia del Derecho privado. En el evento, por ejemplo, que el demandado sea una persona diferente del imputado, la incompetencia que podría argumentar tendría que diferir de la que está prevista para el orden penal, porque las reglas

patrimonial hecha valer en su contra, directa o indirectamente». CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo II, Pág. 143. 317 Me parece que una interpretación analógica e in bonam partem de las normas avala esta postura. «[…] la pretensión civil no discurrirá por los trámites que de ordinario lo haría en un proceso de esta naturaleza, sino por los previstos para la misma en la causa penal; pero los principios que habrán de informar su ejercicio sí serán aquéllos que le son propios por su naturaleza». ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit., Pág. 112. 318 Acerca de la posición que habrá de adoptar el demandado, Cfr. ASENCIO MELLADO, J.M., Derecho procesal civil, Parte primera, Págs. 173 – 177; y MONTERO AROCA, J., El

nuevo proceso civil, Págs. 435 – 438. La doctrina argentina refiere que «[…] sólo podría hablarse de “excepción” cuando la cuestión previa fuese articulada por la defensa. Pero también puede articularla el querellante y aun las partes civiles, y puede hacerlo el agente o procurador fiscal si advierte su existencia». CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo III, Pág. 24.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 139

de la competencia penal sí que son distintas de la civil. Pero, independientemente de cuáles excepciones podría plantear el demandado, para los fines de estas reflexiones la que me parece más relevante es la de la prescripción319.

Una postura que podría adoptar el demandado es la de alegar la excepción de la prescripción de la acción, en el supuesto que el hecho punible haya dado lugar al ejercicio por parte del Ministerio Público de la acción penal pública y que éste, a partir de la notitia criminis, haya dejado transcurrir un término que haga sospechar que el ejercicio de la acción civil haya prescrito, aunque no necesariamente la penal. En el entendido que el Ministerio Público haya ejercido la acción penal suponiendo que ésta todavía no ha prescrito o porque sostenga que es de aquéllas que tienen el carácter de imprescriptibles, el demandado podría planear la excepción de la prescripción320.

III. 2. Vinculación con la prescripción El ejercicio acumulado de la acción civil a la penal en determinado

momento da lugar a que la pretensión resarcitoria reciba un tratamiento distinto del de la penal. Bien podría suceder que el juez o tribunal del orden penal tengan que decidir sobre un hecho punible cuya investigación haya requerido la inversión de tal cantidad de tiempo, al grado que la acción penal que origine el hecho haya prescrito o trate sobre un hecho imprescriptible. También podría acontecer que el ejercicio de la acción penal haya resultado procedente, que exista un proceso en curso, pero que por alguna de las

319 La alegación de la prescripción en el proceso civil es una de las posibles posturas a adoptar por parte del demandado. Este instituto jurídico es un hecho excluyente del alegado en la demanda. Por la prescripción «el demandado no niega ni la realidad de los hechos alegados por el actor, ni las consecuencias jurídicas derivadas de los mismos, pero alega en su defensa otro derecho, un contraderecho que sólo a él le corresponde articular, que excluye dichas consecuencias jurídicas». ASENCIO MELLADO, J.M., Derecho procesal civil, Parte primera, Págs. 177. Coincidentemente MONTERO AROCA, J., El nuevo proceso civil, Pág. 432. 320 Es interesante la explicación en torno a la evolución doctrinaria de la excepción. Se dice que «[…] fue adquiriendo en nuestro Derecho tantos sentidos que al final acabó por no significar nada, al haber pretendido significarlo todo. Después de una larga evolución histórica se había llegado a la conclusión de que por excepción debía entenderse todo lo que el demandado pudiera alegar con el fin de no ser condenado, tanto se refiriera a defectos en la relación jurídico procesal por falta de presupuestos o requisitos procesales, como al tema de fondo. De esta manera cuando, estudiando las actitudes del demandado frente a la demanda, se decía que aquél ha excepcionado, las posibilidades de contenido de esta respuesta eran tantas que en realidad era inútil, por carecer de toda precisión». MONTERO AROCA, J., El nuevo proceso civil, Pág. 429.

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circunstancias previstas en la ley, el plazo de la prescripción se suspenda o se interrumpa, en los términos regulados en los artos. 37 y 38 CPP321.

El art. 34 CPP establece un parámetro de tiempo para el cálculo del plazo de prescripción para que resulte procedente el ejercicio de la acción penal. Se determina que en los delitos cuya pena consista en la privación de libertad, el plazo oscilará entre los tres y los 10 años, que en ningún caso será inferior de tres, ni mayor de 10. En los delitos cuya pena no sea privativa de libertad, la acción prescribirá a los tres años y en las faltas al año. Con base en estas previsiones, en conclusión puede decirse que el rango del plazo de prescripción para los delitos oscila entre los tres y 10 años. Sin embargo, en los delitos enumerados en el último Párr. del art. 34 CPP la acción penal nunca prescribirá322.

Consideraciones especiales demandan las figuras de la suspensión y la interrupción de la prescripción, que tienen efectos distintos. En el caso de la suspensión, el plazo de tiempo que hubiere transcurrido entre la fecha de la comisión del hecho y el aparecimiento de la causa de la suspensión se abona al plazo de la prescripción que volverá a contarse una vez haya desparecido aquella causa. Sin embargo, en el caso de la interrupción, cualquier espacio de tiempo transcurrido que eventualmente habría podido abonarse al plazo de la prescripción, es borrado y una vez desaparecida la causa de la interrupción, comienza el cómputo de un nuevo plazo323.

321 Antes de reconocer la existencia de la prescripción como mecanismo defensivo del sujeto pasivo de la relación, deben extremarse las precauciones por el juez o tribunal para no precipitar la decisión y vulnerar el derecho de alguna de las partes. «[…] hemos de destacar las dificultades que representa pronunciarse sobre esta excepción cuando todavía no se ha resuelto el trámite de calificación […] Por ello, debe considerarse que mal puede declararse prescrito un hecho cuya tipicidad concreta no se ha determinado y, consiguientemente, se ignora la pena que le corresponde. […] la alegación de prescripción es clara cuando quien la realiza es la acusación o cuando proviene del acusado y se basa en la calificación de los hechos realizada por las acusaciones. Es decir, sólo cuando dados los términos de la acusación y la aplicación de las normas sustantivas al delito calificado procede sin duda la prescripción, ésta podrá ser alegada con éxito. Lo que no es admisible es que se declare la prescripción basándose en una calificación de los hechos más favorable que la realizada por la acusación, porque esa discrepancia es, precisamente, la que ha de ser objeto del juicio de fondo». LÓPEZ ORTEGA, J.J., Código Procesal Penal comentado, Pág. 179. 322 Uno de los efectos de la constitución del demandante en el proceso penal, es la interrupción del plazo de prescripción. «Como efectos sustanciales de la instancia de constitución, fundamentalmente debe indicarse el de interrumpir la prescripción liberatoria […]». CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo II, Pág. 123. 323 Entre los efectos generales, «la prescripción hace decaer así no sólo el derecho estatal a castigar -el ius puniendi- (tal y como ocurre en la prescripción del delito), sino la mera

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 141

En ninguno de los supuestos referidos en el párrafo precedente, el CPP hizo alguna alusión a la probable afectación en el instituto de la prescripción. Ante el silencio no cabe más que interpretar que ya sea que se trate de un período de suspensión o que se produzca la interrupción, el término que corresponde al ejercicio de la acción civil queda inalterado, o sea, sigue transcurriendo, de manera que puede suceder que la causa que da lugar a la suspensión o a la interrupción resulte igual o mayor al período de tiempo requerido para la prescripción de la acción civil, de manera que ésta sobreviva a la acción penal o viceversa324.

Ahora bien, en el art. 99 CP el legislador se refirió expresamente a la extinción de la responsabilidad penal con ocasión de prescribir la pena y en el art. 45 No. 2 CPP dispuso que la acción civil se extingue por el sobreseimiento definitivo, salvo que éste se pronuncie por diversas causas, que están enumeradas en ese acápite, entre las que está la prescripción. Esta última disposición me parece que debe ponerse en contraste con lo regulado en el art. 125 CP, que indica que la responsabilidad penal extinguida no conlleva necesariamente la extinción de la civil, ya que ésta se sujetará a las ordenaciones propias del Derecho privado. Si analizamos lo planteado por ambas disposiciones parece que debe ampliarse un aspecto básico que surge de entender el trato que reciben en el proceso penal las instituciones que gravitan en torno a la responsabilidad y acción civiles325.

No causa confusión determinar que la responsabilidad, por una parte, y la acción, por otra, son institutos que corresponden a las materias sustantiva y adjetiva, respectivamente. Lo relevante es advertir que a pesar de haber prescrito la acción penal, no está vedada la oportunidad de ejercer la acción civil. La prescripción de la acción camina a la par de la extinción de la responsabilidad, en el entendido que una acción prescrita impide pronunciar una sentencia de fondo y, por lo tanto, evita definir el derecho subjetivo en

posibilidad de enjuiciar -el ius persequendi-, imposibilitando consecuentemente tanto la absolución como la condena […] (la) paralización temporal determina que los términos establecidos tendrán que contarse en dos plazos diversos: antes de la concurrencia de cualquiera de las causas y después de que se hayan resuelto en función de su contenido, debiéndose sumar ambos datos para poder completar el plazo prescriptivo». PÉREZ GIL, J., Comentarios al Código Procesal Penal, Págs. 237, 242. 324 En las disposiciones legales en cuestión puede apreciarse que las causas están referidas a la persecución penal, debiendo regirse las causas que puedan interrumpir o de cualquier manera incidir en el plazo de prescripción, las reglas comunes. Artos. 2257 al 2259 CC. 325 Cfr. LANDROVE DÍAZ, G., Las consecuencias jurídicas del delito, Pág. 143; MOLINA

BLÁZQUEZ, C., Ob. Cit., Págs. 222 – 226.

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juego. Pero esto en la esfera de la responsabilidad civil ex delicto funciona en forma especial326.

Que en el art. 45 No. 2 CPP se indique que la acción civil no se extingue por la prescripción de la acción penal, reafirma la subsistencia de la obligación resarcitoria en forma independiente. Anteriormente indiqué que la acción civil que promueve el damnificado para pretender el resarcimiento de los daños es ordinaria. Tal carácter procede no sólo por la denominación que de ella hace el CPrC, sino por lo que refiere la doctrina, que en buena medida parte del hecho de su naturaleza misma. El objeto del ejercicio de la acción civil en contra de los responsables civiles directo o subsidiario, es que se declare a cargo de éstos la obligación de resarcir al damnificado los daños sufridos con ocasión de la comisión del delito o la falta327.

En tal virtud, hay que confrontar aquella regulación adjetiva penal con lo dispuesto en la norma común. El CC recoge disposiciones que corresponden a la esfera adjetiva, como, por ejemplo, el instituto de la prescripción en los artos. del 2231 al 2263, normas que desarrollan la prescripción adquisitiva, la extintiva y otras de tipo especial. En lo que atañe a la prescripción de la acción, en mi apreciación el Parr. 1º del art. 2254 marca el rumbo. En esta disposición se dice que prescriben la acción ejecutiva en diez años y la ordinaria en veinte. A partir de esta formulación la interrogante es cómo entender lo regulado en el CPP con lo disciplinado en el CC328.

Todo lo que corresponde al orden civil deducido en el proceso penal tiene que sujetarse a las regulaciones del Derecho privado. Lo cual significa que el transcurso del tiempo que desemboque en la probable prescripción de la acción, independientemente de si incide en la pretensión punitiva, no necesariamente debe conllevar a asegurar que una vez prescrita la acción penal tenga que prescribir también la acción civil. Si la extinción de la responsabilidad civil se habrá de sujetar a los dictados del Derecho civil, aunque haya sido ejercitada en el proceso penal, sólo podrá definirse con sujeción a aquél329. Lo anterior puede abonarse si se toma en consideración el 326 « […] la prescripción de la acción penal, constituye una sanción procesal ante la inercia de la Administración de Justicia cuyo objetivo inmediato es garantizar la seguridad jurídica, tanto de los sujetos involucrados en la causa, como de la colectividad en general». LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Pág. 107. 327 Cfr. MONTERO AROCA, J., Derecho jurisdiccional III, Proceso penal, Pág. 111. 328 En cuanto a la clasificación de los procesos, particularmente los caracteres del ordinario, Cfr. ASENCIO MELLADO, J.M., Derecho procesal civil, Parte primera, Pág. 139. 329 «En los casos normales de derecho privado la función jurisdiccional se actúa con sujeción al principio de oportunidad; la autonomía de la voluntad y la existencia de verdaderos derechos subjetivos privados suponen que la tutela jurisdiccional de los mismos sólo puede realizarse cuando quien comparece ante el órgano judicial afirma su titularidad

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 143

ejercicio independiente de la acción civil de la penal a través de la renuncia que haga la víctima al derecho que tiene de promover su pretensión en el proceso penal330.

Si el damnificado, en uso de su facultad de promover la acción resarcitoria en la jurisdicción civil, renunciara al derecho a promoverla en el proceso penal, luego de transcurrido el plazo previsto por la ley para configurar la prescripción de la acción penal, seguramente que tendría la oportunidad de formular su reclamo, ya que con base en el CC el plazo con que cuenta para tal ejercicio aun no habría concluido y, por consiguiente, su derecho a promover la acción tampoco habría prescrito. No compartir esta manera de configurar el plazo de prescripción determinaría a sostener que pueden caminar paralelamente dos plazos de prescripción diferentes pero vinculados con un mismo objeto, dependiendo de dónde haya decidido el damnificado ejercer su derecho, de forma tal que si optase por mantener su acción en el proceso penal debería prescribir en un período, pero si la ejercita en el ámbito común en uno distinto, lo cual suena absurdo331.

La interpretación de las normas debe proveer una sola solución y, por lo visto, la más coherente, por encontrar fundamento en las normas civiles y ser consecuente con el derecho del damnificado –la víctima– a obtener la reparación de los daños sufridos por la comisión del delito, es la referida a que el plazo de prescripción de la acción civil para reclamar la reparación de los daños no puede ser igual al de la acción penal y, por tanto, subsiste aunque ésta haya prescrito. De la lectura del art. 45 CPP se aprecia que este es el criterio que ha adoptado el CPP. Finalmente, la interrupción y la suspensión del término de prescripción de la acción penal, analizadas así las implicaciones de la norma civil en el instituto en cuestión, no tienen ninguna

del derecho subjetivo e imputa al demandado la titularidad de la obligación […]». MONTERO AROCA, J., El nuevo proceso civil, Pág. 84. 330 En relación con la renuncia del ejercicio de la acción civil, Cfr. CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo II, Pág. 128. 331 Ello, en atención a la naturaleza particular de la pretensión. Su carácter accesorio y circunstancial en el proceso penal, habilita a poder ejercer la acción civil en su esfera natural, que es la civil. «La tutela que el particular puede pedir […] ha de atender precisamente a los derechos que afirme como propios. […] En un ordenamiento basado en la autonomía de la voluntad y en la libre disposición, el único que puede formular la pretensión con legitimación es quien afirme su titularidad activa de la relación jurídica material». MONTERO AROCA, J., El nuevo proceso civil, Pág. 85.

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La responsabilidad civil en materia penal 144

incidencia en la prescripción propia de la esfera civil, ya que es claro que son asuntos que afectan exclusivamente al ejercicio de la acción penal332.

La posible incidencia que tiene el ejercicio de la acción civil en el proceso penal cuando enfrenta causas de suspensión o interrupción del plazo de prescripción de la acción penal, debe motivar a regular algo que asegure el eficaz ejercicio del derecho del damnificado, para que no quede supeditado al desenlace de la pretensión punitiva. No es conveniente que mientras se supera la causa de suspensión o interrupción el damnificado simplemente quede a la expectativa de su derecho. De ahí que el Ministerio Público deba trasladar el ejercicio de la acción civil a este ámbito o, por lo menos, informar a la víctima del probable efecto que producirá la inactividad del proceso en tanto se presenten esas circunstancias, para que ella decida si esperar o promover la acción civil en aquella jurisdicción333.

IV. Relación con formas de simplificación procesal IV. 1. Ejercicio de la acción civil con relación a institutos procesales

particulares Existen por lo menos tres institutos procesales que eventualmente pueden

tener una relación directa con el de la reparación a la víctima, sin que la responsabilidad civil aparezca directamente modificada, o por lo menos no en forma expresa. Uno de ellos es el de la conciliación, otro es el principio de oportunidad y el último el de la suspensión condicional del procedimiento. Las tres figuras son expresión concreta del principio de subsidiariedad del Derecho penal. El ius puniendi podrá realizarlo el Estado sin tener que afectar el derecho de libertad de la persona imputada. Puede el constituyente alcanzar el objetivo resocializador de la pena y de la prevención general a través del Derecho penal, mediante mecanismos menos gravosos, distintos de la privación de libertad, haciendo eco del concepto de la justicia consensuada334. 332 Ni siquiera el interés social podría dar lugar a que se computen plazos de prescripción ajenos a la normativa privada, como cuando las afectaciones particulares son planteadas en forma colectiva. Cfr. MONTERO AROCA, J., El nuevo proceso civil, Pág. 89. 333 No es asunto que quede en la esfera de la información a la víctima, sino que debe trascender, como ha sucedido en Costa Rica, que tiene ampliada la tutela de aquélla. Cfr. LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Págs. 147 – 148. 334 «Desde una concepción de Derecho Penal mínimo o de aplicación del poder punitivo como ultima ratio es que se postula cada vez con mayor intensidad y desde diversos ángulos institucionales, la instauración de criterios de oportunidad, que le quiten a este sistema sancionatorio de orden público su connotación fatal, devolviéndolo […] a un más razonable plano de subsidiariedad». FLEMING, A., - LÓPEZ VIÑALS, P., Garantías del

imputado, Pág. 604.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 145

La conciliación fue prevista por el legislador adjetivo como una solución alternativa del conflicto penal. Pertenece a la corriente legislativa que evita emplear los procedimientos jurisdiccionales en casos que el interés público no está gravemente comprometido. La conciliación es empleada en una parte considerable de las leyes, como la civil (art. 164 CPrC), laboral (art. 385 Tr), familiar (artos. 84 y 102 LPrF), mercantil en los casos en que haya reclamos en contra de sociedades de seguros (art. 99 LSS), además de aparecer ahora inmersa entre los medios de solución de controversias (artos. 20 y 54 LMCYA) y en el caso de la material penal en el art. 32 CPP335.

En lo que respecta a la esfera penal, el art. 32 CPP enuncia entre los hechos que pueden llegar a configurar delitos que pueden permitir esta solución alterna del conflicto, los cometidos en contra del patrimonio o de contenido patrimonial; el homicidio culposo, que tiene prevista una pena relativamente pequeña en comparación con las dosimetrías penales de un considerable número de delitos del CP; las lesiones de los artos. 142 y 146 CP; los hechos que dan lugar al ejercicio de la acción penal pública de previa instancia particular; los que se adecuan a las previsiones de delitos sancionados con pena no privativa de libertad; y, los que se adecuan a las descripciones de los delitos menos graves, Párr. 2º del art. 18 CP336.

El art. 26 CPP, que contiene el catálogo de delitos dependientes de instancia particular, demuestra que o se trata de delitos de contenido patrimonial, o de hechos que afectan una esfera muy privada del damnificado, o de delitos que tienen prevista una pena relativamente corta, es decir, delitos considerados menos graves. Esto significa que al legislador le parece que por el nivel de afectación del hecho en la vida del damnificado o de que la imposición de la pena privativa de libertad pudiera no cumplir del todo con su finalidad constitucional, es posible prescindir de la persecución penal si se alcanzan acuerdos entre el autor o el responsable civil y el damnificado. A pesar de ello, también franquea una serie de limitaciones, que revelan el interés de minimizar la oportunidad a sujetos reincidentes, en aras de evitar la reiteración delictiva337.

335 «Se pretende con ella otorgar a la víctima un papel más activo y participativo dentro del proceso, esto es, permitirle que en algunos asuntos reasuma su papel protagónico en la búsqueda de la solución del conflicto». LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Pág. 114. 336 «Se trata de conductas heterogéneas, agrupadas en función de diversos criterios sin más vínculo en común que el dato de ser susceptibles de acuerdos entre los protagonistas de la acción criminal con el fin de dar una respuesta concorde (sic) al conflicto surgido con el delito». PÉREZ GIL, J. Comentarios al Código Procesal Penal, Pág. 231. 337 «Con ello se trata de impedir un abuso de este mecanismo de solución autocompositiva del conflicto por parte de personas que bien han demostrado reiteradamente su no

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La responsabilidad civil en materia penal 146

En el contexto de la conciliación, cuyo contenido puede ser muy variado, es decir, no necesariamente tiene que consistir en la entrega de una suma de dinero, dado que por lo general los hechos comprendidos en aquel catálogo susceptibles de ser conciliados son de carácter patrimonial, los acuerdos que puedan alcanzar los sujetos facultados para hacerlo también es más probable que tengan la connotación patrimonial, de ahí que existe confusión entre lo que es el acuerdo propio de la conciliación, cuyo efecto es prescindir de la persecución penal, y el contenido de la pretensión civil. Si este efecto es asociado al del sobreseimiento definitivo del art. 45 No. 2) CPP, que puede producir también la extinción de la responsabilidad civil, habrá que aclararlo338.

La consecuencia del cumplimiento de los acuerdos conciliatorios celebrados entre la víctima y el imputado, es la extinción de la responsabilidad penal, art. 32 Párr. 1º CPP. A su vez, el efecto procesal de la extinción de la responsabilidad penal es el sobreseimiento definitivo, art. 308 No. 4 CPP, y éste también da lugar a la extinción de la responsabilidad civil, art. 45 No. 2 CPP. Sin embargo, esta forma de apreciar tales efectos no necesariamente debería desembocar en la extinción de la responsabilidad civil, particularmente si los acuerdos conciliatorios no tienen carácter patrimonial, sino, por ejemplo, ciertas reglas de conducta339.

Los acuerdos que no tengan incidencia patrimonial resultan procedentes para efectos de celebrar una conciliación como medio alterno de solución del conflicto penal. Pero parece que no necesariamente debe significar que esos acuerdos también aparejan la extinción de la responsabilidad civil. Si ésta es de contenido patrimonial, lo que no puede ser de otra forma si entendemos en su sentido correcto la reparación del daño, la restitución de la cosa y la indemnización de perjuicios, no debería desaparecer por el hecho de cumplirse los acuerdos conciliatorios que consistan, por ejemplo, en reglas de conducta. La exégesis de esa disposición requiere tener en cuenta el sentido de los

reinserción social con su propensión delictiva o bien ya se han aprovechado en una anterior ocasión de las ventajas que el sistema de persecución de los delitos les proponía». PÉREZ GIL, J., Comentarios al Código Procesal Penal, Pág. 234. 338 «Puede consistir, por ejemplo, simplemente en la formulación de disculpas por parte del imputado […]». LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Pág. 117. 339 Ello se constata, por ejemplo, en los delitos de violencia doméstica, en los que el proceso penal concluye mediante sobreseimiento si se cumplen los acuerdos que, en la mayoría de ocasiones, no tienen carácter económico, pero no por eso debe quedar extinguida la responsabilidad civil.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 147

acuerdos conciliatorios mismos y de la actitud explícita de la víctima sobre la incidencia de los acuerdos en la responsabilidad civil340.

Aunque los acuerdos conciliatorios a veces sean de contenido económico o patrimonial, tampoco debería ser el efecto del cumplimiento de dichos acuerdos extinguir la responsabilidad civil. Siendo ésta de contenido variado, un acuerdo que consista en el pago de determinada suma de dinero que no aclare si con ella se paga la indemnización, la reparación de los daños o el valor de la cosa que habría de restituirse, no significa que con aquélla se pagan todos esos conceptos. Además, podría caber una conciliación parcial con la que se indemnice al damnificado, lo cual motive el pronunciamiento de un sobreseimiento definitivo, con la extinción de la responsabilidad penal del imputado, pero subsistir la reclamación por los otros conceptos civiles341.

Existe un elemento que además habrá que tener en cuenta, que es el vinculado con la responsabilidad que les cabe a los otros demandados, es decir, a los otros responsables civiles. Acuerdos conciliatorios entre la víctima y el imputado podrían no tener mayor trascendencia en la conclusión del reclamo resarcitorio, si sólo ellos son los protagonistas del conflicto y entre los aspectos convenidos está claramente incluida la extinción de la responsabilidad civil. Pero si en los acuerdos conciliatorios no ha intervenido ningún tercero responsable, en atención a la circunstancia de ser personales tales acuerdos, no conlleva la extinción de la responsabilidad civil que le pueda corresponder a aquéllos342.

En mi apreciación, si con los acuerdos conciliatorios, aunque consistan en reglas de conducta, la víctima y el imputado convienen en que además se

340 «[…] en general la víctima no se opondría a la aplicación de la pena, pero también lo es que su propósito prioritario, de ofrecerse como posible, estaría en el retorno a la situación previa al delito, y que de transitarse esa vía de composición la óptica de promoción de una retribución penal se vería sensiblemente modificada, con notorios beneficios para ambas partes y la paz social». FLEMING, A., - LÓPEZ VIÑALS, P., Ob. Cit. Pág. 605. 341 «En el Estado democrático de Derecho, el Derecho penal no es pura reacción punitiva, sino que debe propender también a la solución del conflicto originado por la conducta delictiva, para lo cual mecanismos tales como la mediación y conciliación deben aparecer antecediendo la mera imposición de la pena». FLEMING, A., - LÓPEZ VIÑALS, P., Ob. Cit. Pág. 607. 342 «[…] la pretensión puede dirigirse contra sujetos que no siendo responsables criminalmente del hecho sí puedan serlo civilmente, mientras que la pretensión punitiva sólo podrá dirigirse contra el autor material de los hechos». ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit., Págs. 73 – 74. Igualmente, CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo II, Págs. 109 – 110. Este último autor dice que el término correcto que procede aplicar a los terceros responsables es el de «civilmente demandado» o «demandado civil», con lo cual estoy parcialmente de acuerdo, ya que lo de civil poco o nada le agrega. Ob. Cit., Pág. 135.

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La responsabilidad civil en materia penal 148

extinguirá la responsabilidad civil, entonces sí procederá ésta juntamente con la penal. El art. 1438 CC comprende diversas formas de extinguir las obligaciones y cualquiera de ellas puede ser implementada en el momento de convenir ambas partes en el marco de la conciliación. Pero si no se presenta ninguna de ellas y tampoco se puede colegir de los acuerdos conciliatorios que éstos se adecuan a cualquiera de aquellas formas, no puede interpretarse el acuerdo en el sentido de extinguir la responsabilidad civil, por tanto, no procederá declarar su extinción, pues sólo habrá lugar a ella con base en las reglas civiles343.

Tampoco se puede colegir que la aceptación por parte de la víctima de cualquier acuerdo conciliatorio para resolver el conflicto penal presuponga su renuncia de la pretensión civil. El legislador adjetivo penal sólo le ha conferido relevancia a la manifestación de la víctima, vinculada con el ejercicio de la acción civil, cuando ha renunciado expresamente a tal pretensión, art. 45 No. 1. Del examen de la normativa no aparece construida alguna presunción que resuelva el punto analizado, por lo que habría que concluir que no cabe la renuncia tácita por parte de la víctima de su derecho de promover la acción civil resarcitoria, ni dentro del proceso penal, ni en el propio proceso civil344.

Las otras dos regulaciones adjetivas al principio relacionadas, que de la misma manera dan lugar a extinguir la acción penal, no hacen alusión a su vinculación con la responsabilidad civil. Debido a que la forma como el legislador las ha elaborado comprende varias posibilidades de vincularse con el ejercicio de la acción civil, debe tenerse el cuidado de identificar el momento en el que se torna efectivo el principio de oportunidad y la suspensión condicional del procedimiento, para medir la posibilidad de ejercitar aquélla. En esencia el principio de oportunidad se aplica en cuatro

343 «Puesto que la acción civil no pretende sino la defensa de un interés privado, es lógico que el primero de los principios al que se someta sea al de oportunidad, pese a que tanto la doctrina como la jurisprudencia suelen referirse de forma exclusiva al principio dispositivo, y prueba de ello es que la acumulación constituye un derecho del perjudicado». ARNAIZ

SERRANO, A., Ob. Cit., Pág. 106. 344 «Todos los códigos modernos prevén el desistimiento expreso de la “demanda” por parte del actor civil. Se trata de la formal declaración de voluntad de éste por la que se aparta del proceso, dejando sin valor alguno su instancia de constitución. Puede hacerlo en cualquier estado del proceso, y también tiene eficacia sustancial. El desistimiento de la acción civil implica renuncia a la pretensión reintegradora patrimonial». CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo II, Pág. 128.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 149

supuestos, los cuales pueden cobrar eficacia en diferentes momentos del procedimiento345.

Tales supuestos consisten, básicamente, en la constatada insignificancia del hecho, en la contribución del imputado en la investigación, en el daño físico o síquico sufrido por él con ocasión del hecho y en la falta de importancia de su persecución en consideración a la pena ya impuesta, a la que corresponde por los restantes hechos o calificaciones, o a la que se le impondría en un procedimiento tramitado en el extranjero, según se desprende del texto del art. 20 CPP. El prescindir de la persecución en razón de la insignificancia del hecho, el perjuicio sufrido por el imputado y la innecesidad de la imposición de la pena puede ser resuelto en la audiencia inicial o en la preliminar; sin embargo, la aplicación del principio por la contribución del agente sólo operará cuando aquélla cobre eficacia, lo cual puede suceder en la vista pública346.

El espacio de tiempo y las oportunidades para la procedencia de la aplicación del principio, oscilan entre la audiencia inicial y la vista pública. Prácticamente, durante toda la instancia. En atención a que puede suceder en cualquiera de esos momentos, si sucede en la audiencia inicial, el art. 46 CPP dispone que en una especie de incidente dentro de aquélla el juez de paz tenga que resolver lo relativo a la responsabilidad civil antes de proveer el sobreseimiento que corresponde. Cuando sucede la aplicación del principio entre la audiencia inicial y antes de la vista pública, el juez o tribunal tendrán que señalar una audiencia especial en la que se decidirá el asunto y las partes tendrán oportunidad de aportar la prueba pertinente sobre la responsabilidad civil, según lo dispone el art. 47 CPP347.

345 La justificación del principio de oportunidad reglado estriba en la «[…] imposibilidad real del Estado de juzgar todos los delitos que se cometen en su territorio, de modo que si no se prevén legalmente criterios de oportunidad, entonces los mismos llegan a operar en la práctica sin ningún control». LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Pág. 81. Igualmente, MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal argentino, Vol. II, Pág. 555. 346 «[…] el de oportunidad reglado por insignificancia lleva a dificultades en la aplicación igualitaria de la ley, resultando además que existe un déficit de legitimación democrática del Ministerio Público, el que en definitiva determina a través de sus criterios lo que está penado o no […]». LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Págs. 81 – 82. «[…] la selección resulta de la colisión de intereses, unos prevaleciendo sobre otros, según factores de poder y desigualdades reales, ponderación que no siempre se adecua a los valores jurídico – sociales declamados por el discurso jurídico y político, o al rango que ellos ocupan relativamente». MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal argentino, Vol. II, Pág. 555. 347 Que pueda operar el principio de oportunidad entre esos momentos reitera sus objetivos reconocidos por la doctrina, como son la descriminalizaciòn de hechos punibles, la eficiencia del sistema penal en aquellas áreas en que es útil como método de control social

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La responsabilidad civil en materia penal 150

Cuando se trate del No. 4 del art. 20 CPP, que está relacionado con el prescindir de la aplicación de la pena porque ya está sufriendo los efectos de otra, por la pena que le corresponderá por otros hechos o la que habría de imponérsele en un proceso seguido en el extranjero, el juez o tribunal suspenderán la autorización del principio de oportunidad hasta que se pronuncie la sentencia que corresponda en esos casos, de manera que la determinación de la responsabilidad penal queda en un espacio de indefinición con el que camina también la oportunidad de reclamar la pretensión civil. En todos los casos parece que el legislador intentó prever acerca de la responsabilidad civil, pero en uno de ellos podría haber duda en cuanto a su procedencia348.

Tiene sentido disponer que en una audiencia especial el juez o tribunal deban resolver sobre la responsabilidad civil, en la que las partes tengan oportunidad de ofrecer y producir la prueba que crean conveniente para demostrar su pretensión o ejercer su defensa. El evento en el que no existe claridad es aquel en el que, antes de resolver sobre la procedencia de la aplicación del principio de oportunidad y de proveer el sobreseimiento definitivo, tengan que resolver sobre la responsabilidad civil. La razón estriba en que las partes, antes de comenzar el proceso y, por ende, de la celebración de la audiencia inicial, no han tenido oportunidad de producir prueba, como sucede en casi todos los casos, excepto en aquellos en los que ha podido anticiparse la prueba en los términos del art. 270 CPP349.

La razón parece imponerse. Si no existe prueba y no está prevista en la ley la celebración de una audiencia en la que especialmente pueda producirse

y abona al descongestionamiento del sistema. MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal

argentino, Vol. II, Pág. 558. 348 En estos casos parece alejarse del propósito que parte de la doctrina le reconoce a ciertas formas del principio de oportunidad, ya que la aplicación del principio por estas causas prescinde de la víctima. «Pensando en la reparación a la víctima, incluso por el método más correcto, el regreso al statu quo ante, cuando es posible, se puede favorecer también ciertas formas de solución del conflicto social que no significan, culturalmente, aplicación del Derecho penal (diversion), de manera de colaborar, efectivamente, con la descriminalización de comportamientos y con el auxilio a la persona más necesitada cuando sucede una acción ilícita». MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal argentino, Vol. II, Pág. 561. 349 Pacíficamente la doctrina reconoce que la prueba es la que se practica en la audiencia del juicio o vista pública, o a través del anticipo probatorio, de manera que todo lo que existe antes no tiene virtualidad probatoria. Cfr. ASENCIO MELLADO, J.M., Derecho

procesal penal, Pág. 247; DE LLERA SUÁREZ–BARCENA, E., Ob. Cit., Pág. 357; MAIER, J.B.J., Derecho procesal penal argentino, Vol. II, Págs. 579 – 580; CLIMENT DURÁN, C., Ob. Cit., Pág. 97; CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo II, Pág. 306.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 151

la pertinente, no parece suficientemente claro cómo el juez podrá resolver la responsabilidad civil. Si está condicionado el juez a decidir con base en lo que el Ministerio Público le brinde junto con el requerimiento, resultaría indefectible que tenga que absolverse al imputado de la responsabilidad civil, lo que no parece coherente con la protección que debe tener la víctima en el proceso. Me decanto por contemplar dos soluciones: la primera, imponerle al Ministerio Público la carga de renunciar a la pretensión civil en el momento de formular el requerimiento para trasladar el reclamo al ámbito civil y la segunda, aplicar analógicamente lo previsto en los otros casos, o sea, la celebración de una audiencia especial con tal propósito350.

Con matizaciones diferentes se resuelve la suspensión condicional del procedimiento. El Párr. 3º del art. 22 CPP condiciona la procedencia de este instituto a los siguientes aspectos: que el imputado haya prestado conformidad con esta forma de resolver su situación jurídica, que haya aceptado los hechos y que haya reparado los daños o asumido formalmente la obligación de su reparación. El legislador ha dibujado con esta institución jurídica las finalidades de estos mecanismos abreviados de la resolución de los conflictos, aunque sean de orden público. Y es que al mismo tiempo que deja en manos del juez o tribunal decidir si procede o no la imposición de las reglas de conducta, conmina al imputado a satisfacer la responsabilidad civil351.

V. Renuncia de la acción civil La pretensión civil es esencialmente privada, particular. El derecho a que

se declare responsable a la persona que ha causado daños con ocasión de comportarse en sentido contrario a lo regulado en la norma, es eminentemente dispositivo. Está de más que el agravio lo haya sufrido una persona natural, una jurídica, el Estado o cualquiera de sus instituciones o las Alcaldías.

350 En el análisis de la unificación de los procesos civil y penal, y en ella sobre la valoración de la prueba de forma que sean compatibles los resultados, CLIMENT DURÁN, C., ha expresado que «sólo son susceptibles de valoración como pruebas de cargo las que, practicadas durante el juicio oral, reúnen determinados requisitos formales o garantías procesales. […] la verdad material debe ceder ante las formas o garantías procesales. He aquí una muestra de la loable formalización del proceso penal, impuesta por razón del respeto de los derechos fundamentales o de las garantías procesales». Ob. Cit., Págs. 1194 – 1195. 351 Este instituto «[…] se enmarca dentro de las formas alternativas de “solución del conflicto” […] al igual que con la conciliación […] y con la reparación integral del daño […], se le da gran importancia al diálogo y acuerdo entre el imputado y la víctima, de modo que la víctima, al igual que en la revocatoria de la instancia de acción pública en los delitos que la requieren […] tiene participación en la decisión acerca del sobreseimiento definitivo en la causa». LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Pág. 94.

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La responsabilidad civil en materia penal 152

Quienquiera que sufra el perjuicio por el hecho reputado como delito puede disponer del derecho a reclamar la reparación del daño y es ésta la razón por la cual el No. 1 del art. 45 CPP contempla la renuncia del ofendido o de su representante legal como causa de extinción de la responsabilidad civil352.

Esta disposición es congruente con lo regulado en el ordenamiento común. En efecto, el art. 12 CC autoriza la renuncia de los derechos conferidos por las leyes, pero tal renuncia sólo puede proceder si cumple con dos requisitos. El primero consiste en que el derecho renunciado debe ser propio, individual, del sujeto que formula la renuncia, y el segundo, en que tal renuncia no esté prohibida. Como en su oportunidad se examinó, los diferentes contenidos de la pretensión civil gravitan en el interés económico o patrimonial del damnificado, visto tal interés no desde la perspectiva de la tutela de la norma penal, sino del derecho particular de su titular a mantenerlo indemne o a recomponerlo, en el evento que hubiere sufrido alguna merma353.

VI. La responsabilidad civil en la fase intermedia del procedimiento El sobreseimiento es la resolución que le pone fin de forma anormal al

proceso. Esa resolución puede ser provisional o definitiva en materia penal. Las causas que pueden dar lugar a proveerla están contempladas en los artos. 308 y 309 CPP, que en su orden regulan los denominados definitivo y provisional. Doctrinariamente, la resolución que le pone fin al proceso es el sobreseimiento definitivo. En el sentido correcto, sólo éste puede dar lugar a finalizar anormalmente el proceso penal. El provisional, en tanto no cierra la posibilidad de concluir el proceso, en realidad es una resolución que lo

352 «La renuncia puede producirse durante el período de constitución provisional, después de la constitución definitiva, y aunque ya se hubiere concretado la demanda en las oportunidades que fijan los códigos. También puede producirse en la alzada […] cuando el actor civil no sea el recurrente, porque de lo contrario se trataría del desistimiento del recurso, cuyo efecto es dejar firme la sentencia». CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo II, Pág. 129. 353 La renuncia del derecho de acción es una forma anormal de concluir el proceso y de evitar el pronunciamiento de la sentencia. «[…] es una figura jurídica procesal […] que consiste en una manifestación de voluntad formulada por el actor mediante la cual abandona su pretensión provocando con ello el pronunciamiento de una sentencia absolutoria. […] se traduce en un abandono definitivo de lo pedido, en una negativa a sustentar lo que inicialmente se pretendió, cualquiera que sea la causa o razón para tal conducta dada la vigencia del principio dispositivo del proceso civil». ASENCIO MELLADO, J.M., Derecho procesal civil, Parte primera, Pág. 305. «[…] es siempre un acto unilateral del demandante, que no requiere la conformidad por el demandado […]». MONTERO

AROCA, J., El nuevo proceso civil, Pág. 499.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 153

suspende temporalmente, hasta que se superen los obstáculos que impiden su continuación354.

Si transcurre el término previsto para que se superen tales obstáculos y no se logra, entonces procede el sobreseimiento definitivo y el proceso concluye. Las causas que habilitan el definitivo están enumeradas en el art. 308 CPP; y en el siguiente, en lugar de causas, más bien trata acerca de una circunstancia que justifica el provisional, consistente en la insuficiencia de los elementos obtenidos en la investigación administrativa o durante la instrucción cuando existe la probabilidad de que puedan incorporarse otros elementos de convicción, en cuyo caso se le confiere al Ministerio Público un plazo que dura un año, a fin de que los recabe y con base en ellos justificar la reapertura y continuación del proceso355.

Proveer un sobreseimiento provisional es competencia de los jueces de paz y de instrucción. Aquéllos lo dictarán al presentársele el requerimiento fiscal que contenga la petición por parte del fiscal del caso o si no lo hubiere solicitado, si así resulta procedente aunque su solicitud consista en la autorización de la instrucción, pero en todo caso al finalizar la audiencia inicial, art. 256 No. 4 CPP. Éstos, luego de agotada la etapa de instrucción y el

354 En algunos casos, no es necesaria la finalización de la etapa instructoria para proveer el sobreseimiento. La mayoría de la doctrina hace referencia únicamente al «sobreseimiento», sin agregarle calificativos de definitivo o provisional, aunque en algunos órdenes los efectos coinciden con éstos. La doctrina argentina dice que «este sobreseimiento es definitivo en su eficacia sustancial, favoreciendo al imputado con el non bis in idem al igual que la sentencia absolutoria […]», CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo III, Pág. 12; sin embargo la germana, que difiere de la americana en tanto faculta a la Fiscalía a proveerlo, dice que «la decisión de sobreseimiento de la fiscalía […] no tiene fuerza de cosa juzgada, esto es, la fiscalía puede reanudar en todo momento el procedimiento […]. Para ello no es necesario que hayan aparecido nuevos hechos de cargo». ROXIN, C., Derecho procesal

penal, Pág. 335. En nuestro ámbito el sobreseimiento no lo puede proveer la Fiscalía, sino que tiene carácter jurisdiccional: «Dos son los caracteres que cabe extraer del concepto de sobreseimiento. Por un lado, es un acto procesal que se concreta en una decisión judicial; esta decisión, en cuanto que pone fin al proceso, al impedir el ejercicio de la acción penal, debe ser objeto de una fundamentación minuciosa, es decir, en ella deben quedar expresados los motivos que permiten considerar que se dan los presupuestos que impiden la apertura del juicio oral». LÓPEZ ORTEGA, J.J., Código Procesal Penal comentado, Pág. 301. 355 «El sobreseimiento es provisional cuando la cesación del proceso no es definitiva, es decir, cuando existe una desvinculación limitada del imputado en la relación procesal, pues el proceso puede reabrirse de nuevo, aunque sólo durante un cierto tiempo. Por los distintos efectos que produce el sobreseimiento, según sea provisional o definitivo, resulta lógico que las causas que provocan el primero sean temporales, ya que es su modificación posterior la que puede determinar un cambio en el estado del proceso». LÓPEZ ORTEGA, J.J., Código Procesal Penal comentado, Pág. 302.

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La responsabilidad civil en materia penal 154

fiscal así lo hubiere solicitado o aunque haya formulado acusación, si eso es lo que procede, y también en todo caso al concluir la audiencia preliminar, art. 320 No. 2 CPP356.

Si la Fiscalía considera que la investigación administrativa realizada no ha producido los elementos de convicción suficientes para promover la acción penal, ella misma justificará que se provea el sobreseimiento provisional. Esta circunstancia impedirá que en el requerimiento fiscal el Ministerio Público solicite el ejercicio conjunto de la acción civil, ya que es de suponer que llegará ante el juez sólo para que éste autorice el transcurso del año para la recolección de los elementos que vuelvan posible el ejercicio de la acción penal. Por lo tanto, carece de sentido pretender ejercerla junto con una acción que no prosperará, por lo menos temporalmente. Pero esto no significa que el ejercicio de la acción civil se vea imposibilitado, pues siendo accesoria, bastará con que la víctima plantee la demanda ante la jurisdicción civil para que dé inicio el proceso en forma independiente357.

La elección que haga la víctima de acudir a la jurisdicción civil obliga a que si la Fiscalía obtiene aquellos elementos que hagan posible el ejercicio de la acción penal, ella ponga en conocimiento del juez de paz o de instrucción que en el proceso penal no habrá acumulación de la pretensión civil. Estando disponible el derecho del damnificado para plantear el reclamo de la reparación de los daños en el ámbito civil, de él dependerá si formula su reclamo en éste o espera el tiempo que dure el sobreseimiento provisional para intentarlo en forma acumulada en el proceso penal. La dificultad que se

356 «[…] el provisional supone un estado de duda que puede despejarse; se han practicado las diligencias de averiguación pertinentes y, no obstante, no se ha conseguido contar con los elementos necesarios para entrar en juicio, ya que el resultado de la investigación se muestra insuficiente para acreditar el hecho delictivo o la participación en él de una determinada persona […] habrá de sobreseerse cuando de la instrucción practicada los actos de investigación hayan puesto de relieve la falta de material de hecho suficiente para fundamentar la pretensión punitiva, bien en su dimensión objetiva (existencia de hecho), bien en la subjetiva (determinación del presunto autor), pero existan posibilidades razonables de completar la instrucción mediante la incorporación de nuevos elementos de prueba». LÓPEZ ORTEGA, J.J., Código Procesal Penal comentado, Pág. 306, 307. 357 Esta forma de definir la situación del proceso supone, por una parte, que le ha precedido la inversión de tiempo en la investigación administrativa y, por otra, que la víctima, a partir del momento en que se decide resolver de esta manera, por sus propios medios debe ejercer la acción civil, de ahí que el tiempo transcurrido ha incidido en la vulneración del derecho de la víctima a obtener la tutela de su derecho a la reparación en forma oportuna, con la consiguiente incidencia en el plazo de la prescripción de la acción civil.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 155

plantea en este caso es el conocimiento que pueda tener el damnificado acerca del ejercicio de su derecho en un proceso distinto del penal358.

En efecto, no existe ningún mecanismo que imponga al Ministerio Público la obligación de informarle al damnificado de que si se encuentra en este supuesto puede ejercer su reclamo en forma individual en un juzgado de lo civil. Pretender que la víctima conozca que ese es su derecho, no goza más que de la presunción del Párr. 1º del art. 7 CC. En la realidad, el conocimiento de la norma legal vigente no es del dominio de todos. Por lo tanto, ello exige que el damnificado cuente con una orientación mínima que le haga ver la posibilidad de ejercer su derecho en otro ámbito distinto del penal y quien mejor le puede hacer ver tal derecho es, exactamente, la Fiscalía359. 358 De ahí que una de las bondades que plantea que la víctima tenga el derecho a ser informada sobre las consecuencias que produce el sobreseimiento, y que la Oficina de defensa civil de las víctimas del Ministerio Público tenga que informárselo y de que, en determinado momento, pueda continuar con el ejercicio de la acción civil en los tribunales civiles, como sucede en el modelo costarricense, es que no exista abandono de la pretensión. Sin embargo, la misma doctrina costarricense le dirige algunas críticas: «La problemática de la ubicación dentro del Ministerio Público deriva de la discusión acerca de si con respecto a dicha Oficina rige el criterio de objetividad en el ejercicio de su labor […]. Nuestro criterio es que la Oficina de defensa civil de las víctimas representa ante todo los intereses de las víctima, tal y como lo debería hacer cualquier abogado litigante. Precisamente la idea principal que está detrás de esa Oficina es la protección de los intereses de los que carecen de recursos económicos, de modo que no pueden contratar un abogado, todo de acuerdo con criterios que derivan del principio de Estado Social de Derecho. Pero no sería conforme al principio constitucional de igualdad el que el abogado (Fiscal del Ministerio Público) que representa a la víctima no solvente se tenga que guiar por criterios de objetividad, lo que no ocurre con respecto al abogado particular del solvente económico». LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Pág. 124. Sin embargo, a pesar de que el art. 12 LOFGR le confiere al Fiscal General la atribución de establecer criterios generales de interpretación y aplicación de la ley, y de que el art. 18 de la misma la obligación de representar a las víctimas, ni en el resto de la ley ni en ninguno de sus reglamentos consta alguna regulación que aluda especialmente a los aspectos apuntados, y tampoco hasta ahora se conoce de ninguna directriz fiscal que aborde especialmente el referido a la representación de la víctima en el marco de la reparación de los daños. En este sentido, el Ministerio Público tiene una gran deuda con los damnificados. 359 Si en algo puede emularse la regulación en el marco de los Derechos Humanos en Europa, puede tenerse en consideración el artículo 13 de la Decisión Marco del Consejo de 15 de marzo de 2001 relativa al estatuto de la víctima en el proceso penal, denominado Servicios especializados y organizaciones de apoyo a la víctima, que dispone: «2. Los Estados miembros propiciarán la participación en las actuaciones de dicho personal o de las organizaciones de apoyo a la víctima, en particular por lo que respecta a: a) la transmisión

de información a la víctima; b) la prestación de apoyo a la víctima en función de sus necesidades inmediatas; c) el acompañamiento de la víctima, en caso necesario y siempre

que resulte posible, durante el proceso penal; d) la asistencia a la víctima, cuando ésta lo

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La responsabilidad civil en materia penal 156

Por otra parte, si el fiscal ha acusado por considerar que procede la celebración del juicio y el juez, en su lugar, provee el sobreseimiento provisional al concluir la audiencia preliminar, si bien es cierto que el efecto temporal es el mismo, esto es, que el fiscal contará con el plazo de un año para recabar los elementos que hagan posible la continuación de la acción penal, también es cierto que al formular la acusación se ha incluido en ésta la demanda de reclamo de los daños causados a la víctima. Consiguientemente, dada la inhibición del juez para conocer del fondo de este reclamo, las condiciones resultan ser similares a las del sobreseimiento provisional pronunciado luego de celebrada la audiencia inicial360.

En relación con lo que sucede con el sobreseimiento definitivo hay que notar que si de los elementos recabados en la etapa de investigación administrativa deduce el fiscal que el hecho no es delito, que la persona imputada no ha participado en él, que no puede fundamentarse la acusación, que concurre alguna causa que exime la responsabilidad penal o alguna que la extingue, tal como se consigna en el art. 308 CPP, la postura que debe adoptar el Ministerio Público es la de solicitar el sobreseimiento definitivo. En cuyo caso, el ejercicio de la acción civil no podrá ser ejercida conjuntamente con la penal desde este momento, salvo las excepciones legales. En este aspecto coincide con los efectos del sobreseimiento provisional.

Cuando cualquiera de las circunstancias antes enumeradas concurre después de transcurrida la etapa de instrucción, hay que distinguir entre ellas las que pueden dar lugar a que el juez o tribunal puedan continuar con competencia para resolver sobre el reclamo civil aun después de pronunciado el sobreseimiento definitivo. Si el hecho investigado no es delito, aunque de él se aprecie que se hayan causado daños, no podrá continuarse con el ejercicio

solicite, una vez que haya finalizado el proceso penal». En congruencia con el 63.1 de la CASDH, que en lo pertinente dispone que «cuando decida que hubo violación de un derecho o libertad protegidos en esta Convención, la Corte dispondrá […] el pago de una justa indemnización a la parte lesionada», el Estado debe asumir un papel más protagónico en ese sentido. «[…] esta disposición y su interpretación por la jurisprudencia supranacional de la región, proporcionan un importante respaldo al ejercicio de la acción civil resarcitoria en el proceso penal, pues así habrá una mayor protección a la víctima, ya que será el Estado (y no la víctima) quien tendrá a su cargo la investigación sobre la existencia del hecho y la individualización de sus partícipes […]». CAFFERATA NORES, J.I., Ob. Cit., Pág. 74. 360 La doctrina y normativa españolas sí regulan el sobreseimiento de dos maneras, el libre y el provisional. El primero es el equivalente al definitivo y el provisional tiene los mismos caracteres que en nuestro ordenamiento. Cfr. MORENO CATENA, V., Ob. Cit., Vol. III, Págs. 1894 – 1919; DE LLERA SUÁREZ – BARCENA, E., Ob. Cit., Págs. 336 – 338; ASENCIO

MELLADO, J.M., Derecho procesal penal, Págs. 210 – 215.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 157

de la acción civil en el proceso penal, pero sí podrá hacerse en un juzgado de lo civil. Algo similar sucederá en el caso de la cosa juzgada, aunque se refiera únicamente a la acción penal, ya que si se juzgó con anterioridad a la persona imputada, pero en aquella ocasión no se incluyó el reclamo civil, entonces podrá plantearse éste en la jurisdicción civil361.

Tal como lo prevén los artos. 45 No. 2, 46 y 47 CPP, en los otros casos que permiten continuar con el ejercicio de la acción civil, una vez dictado el sobreseimiento definitivo el juez o tribunal señalarán una audiencia especial en la que se habrá de resolver el reclamo de los daños. Así como lo refieren las disposiciones citadas, existe una diferencia en la forma como deben resolver el reclamo civil el juez de instrucción y el tribunal de sentencia una vez dado el sobreseimiento definitivo. El tribunal tendrá que hacerlo dentro de una audiencia especial en la que se aportará la prueba sobre la responsabilidad civil. En cambio, según el art. 46, el juez de instrucción no tiene que celebrarla, pero sí debe de resolverla362.

Si la atribución que tiene el juez de instrucción de resolver sobre la responsabilidad civil alcanza hasta imponer sobre el demandado la obligación de reparar los daños, como se supone, la interrogante parece ser por qué no debe haber una audiencia especial en la que se produzca la prueba pertinente, como ocurre con el tribunal de sentencia. El sobreseimiento provisto después de formulada la acusación con la pretensión civil acumulada, supone que en aquélla se hizo el ofrecimiento de la prueba demostrativa de la obligación a cargo del demandado de reparar los daños causados por el delito. Lo anterior hipotéticamente significa que el juez podría resolver sobre la responsabilidad civil sin inmediar ninguna clase de prueba363.

361 «En lo que respecta a la cuestión civil surgida del hecho captado por el sobreseimiento, ya no puede decirse que los efectos civiles sean los mismos de la sentencia absolutoria […] El sobreseimiento no es la absolución que pone fin a un juicio penal sino el truncamiento de que en el futuro sea condenado el imputado. Ello no impide que en la sede respectiva se discuta plenamente la cuestión civil, aunque el sobreseimiento se haya fundado en la inexistencia del hecho principal o en la falta de responsabilidad del imputado». CLARIÁ

OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo II, Pág. 14. 362 Cfr. CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo II, Págs. 116 – 117. 363 «[…] se entiende que el juez una vez impregnado de la observación directa de la evidencia, saque sus propias conclusiones en función de las reglas de la lógica; el método histórico que el juez emplea lo lleva a establecer o desechar la existencia del hecho sobre la base de las reglas de la sana crítica o libre convicción; el principio de inmediación es la consecuencia necesaria del reemplazo de la prueba tasada, propia del sistema inquisitivo; en un contexto en que las pruebas tienen objetivamente asignado un determinado valor, la percepción directa por el juez carece de relevancia, ya que éste no pondera la prueba sino que la cuantifica según criterios que le vienen asignados por la ley; la prueba en este

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Una vez hecho el ofrecimiento de la prueba en el libelo que acumula y define las acciones penal y civil, requisito de validez y admisibilidad de la acusación y de los medios probatorios ofrecidos, artos. 315 y 317 CPP, no parece existir ninguna razón que impida que el juez de instrucción pueda celebrar la audiencia especial en la que se produzca la prueba ofrecida para demostrar la responsabilidad civil. Debe de hacerlo así. No aceptarlo implicaría o permitir que el juez de instrucción resuelva con base en medios ofrecidos que técnicamente no son pruebas o sin siquiera ellos, con el riesgo de no poder solventar el reclamo por falta de insumos probatorios, o vedarle sin ninguna justificación la posibilidad de celebrar audiencias orales a fin de dilucidar el derecho de la víctima364.

Los principios de oralidad e inmediación que inspiran el proceso penal, que no resultan ajenos al reclamo resarcitorio cuando éste avanza acumulado con la acción penal, exigen que con base en un mínimo de actividad probatoria que colme los requisitos legales pueda llegar a afectarse el derecho de una persona. En el caso específico del proceso penal, resolver el planteamiento civil sin una audiencia especial significaría poner en peligro los derechos de la víctima y del demandado, el primero a obtener la reparación de los daños con la debida celeridad y el segundo, con la producción de la prueba que demuestre el derecho que alega el damnificado y que le impone la obligación de reparar los daños, con la posibilidad de ser vencido en juicio365.

sistema ya viene valorada por el legislador; la percepción directa, en cambio, es un presupuesto necesario de la valoración de la prueba de conciencia». FLEMING, A., - LÓPEZ VIÑALS, P., Ob. Cit., Pág. 633. 364 La doctrina local reitera el aspecto al referir que «la proclamación del principio de inmediación, que supone que el tribunal ha de formar su convicción sobre los hechos objeto del juicio, de la que nacerá la sentencia condenatoria o absolutoria, a partir de la valoración de las pruebas practicadas en su presencia, con lo visto y lo oído en la audiencia, por lo que tiene una estrecha relación con el de oralidad». MARCO COS, J.M., Código Procesal Penal

comentado, Pág. 369. 365 «[…] que la vista se celebre con la presencia ininterrumpida de los jueces y las partes, está indicando que la prueba ha de desarrollarse necesariamente ante el tribunal encargado del enjuiciamiento y fallo. Esto implica la proclamación del principio de inmediación, que supone que el tribunal ha de formar su convicción sobre los hechos objeto del juicio, de la que nacerá la sentencia condenatoria o absolutoria, a partir de la valoración de las pruebas practicadas en su presencia, con lo visto y lo oído en la audiencia, por lo que tiene una estrecha relación con el de oralidad». MARCO COS, J.M., Código Procesal Penal

comentado, Págs. 363 – 364. «En esta materia se impone que las legislaciones efectúen una racional delimitación de las excepciones de la oralidad, tolerando la introducción por lectura de registros previos con un criterio verdaderamente restrictivo, que en todo caso, subordine la validez de tales elementos a una valoración combinada con el aporte directo

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 159

Puedo concluir, entonces, que al disponer el legislador que el juez de instrucción tiene que resolver sobre la responsabilidad civil en los casos que proceda, lo cual significa que tiene la potestad de afectar el patrimonio del demandado, para que esta afectación se haga colmando todas las exigencias constitucionales y legales debe celebrarse una audiencia especial en la que se produzca la prueba pertinente, de la misma forma como se dispone con el tribunal de sentencia. Me pronuncio en el sentido de aplicar analógicamente el art. 47 CPP en el supuesto del sobreseimiento definitivo pronunciado por el juez de instrucción366.

VII. Resolución en la sentencia Todo proceso jurisdiccional está supuesto a concluir en una sentencia. En

el proceso penal, la sentencia se pronunciará después de la celebración de la vista pública. Debido a que algunos institutos procesales que permiten salidas alternas son procedentes hasta antes de concluidos los debates en la vista pública, dentro de ésta se podría resolver la conclusión anormal del proceso a través de un sobreseimiento definitivo, o sea, sin sentencia. Cuando ésta se pronuncia, se resuelven los aspectos principales objeto del juicio, esto es, la responsabilidad penal de la persona a quien se le atribuye el comportamiento reputado como delito y la responsabilidad patrimonial de la demandada367.

La sentencia, por otra parte, debe reunir algunos requisitos. Los de forma aparecen consignados en el art. 357 CPP. Internamente debe cumplir otros que no aparecen enumerados en orden en el CPP, pero que se encuentran en algunas de sus disposiciones, como, por ejemplo, la exhaustividad, la como testigos o peritos de quienes hayan participado en la conformación de tales registros». FLEMING, A., - LÓPEZ VIÑALS, P., Ob. Cit. Pág. 633. 366 Como sucede con la afectación del derecho de libertad, que sólo puede suceder colmándose las condiciones del constituyente, ya que «[…] el artículo 11 de la Constitución establece que la privación de derechos sólo puede tener lugar tras un juicio en el que la persona imputada sea “oída” con arreglo a las leyes. Con más claridad, si cabe, el artículo 1 del Código Procesal Penal determina que nadie podrá ser condenado o sometido a una medida de seguridad sino mediante una sentencia dictada tras un “juicio oral y público”», MARCO COS, J.M., Código Procesal Penal comentado, Págs. 384, de la misma manera sucede con el derecho del demandado civil cuando se trata de afectar su patrimonio. 367 «En el modelo de proceso acusatorio que sigue la legislación procesal salvadoreña, la vista pública es el acto esencial. Inspirado por los principios de contradicción, inmediación, oralidad, publicidad, concentración y continuidad, en ella se practican las pruebas propuestas por las partes y, excepcionalmente, las acordadas por el tribunal, se escuchan los informes y alegaciones de las partes, se oye a los acusados y, finalmente, se deja el juicio visto para su conclusión, para dictar la sentencia absolutoria o condenatoria que deber. producirse de inmediato». MARTÍNEZ LÁZARO, J., Comentarios al Código Procesal Penal, Pág. 252.

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La responsabilidad civil en materia penal 160

motivación y la congruencia, que se hallan, entre otros, en los artos. 130, 356, 357 No. 3, 359, 362 CPP, y en cuestión de la debida motivación de la sanción penal, además en el art. 62 CP. Al ser objeto del juicio las responsabilidades penal y civil, dichos requisitos son igualmente aplicables a la sentencia que decide ambas. Las omisiones de esos requisitos aparejan diversas consecuencias, subsanables algunas por parte del mismo tribunal sentenciante y otras por un tribunal distinto368.

Cuando el defecto de la sentencia consiste en alguno de los requisitos de fondo, el que normalmente es denominado vicio, da lugar a su reclamo a través del recurso de casación, artos. 362 y 421 CPP. La sentencia que se pronuncia en el juicio penal que debe de resolver la pretensión civil es susceptible de adolecer también de vicios y de ser impugnada por la concurrencia de los mismos vicios, con la misma intensidad como si lo fuere sobre la responsabilidad penal. Es que la unidad de la sentencia demanda satisfacer todos los requisitos, independientemente de que se predique de la acción civil su carácter accesorio369.

La base del pronunciamiento de la sentencia es el resultado de la producción de la prueba. En consecuencia, ésta puede dar lugar a que se arribe a un estadio de certeza sobre la existencia del hecho considerado como delito y la responsabilidad penal de la persona acusada, o de falta de certeza. Ello, a su vez, dará paso a establecer las consecuencias jurídicas del delito o a prescindir de cualquier consecuencia. En este último caso es frecuente que el efecto consista en hacer volver las cosas al estado en que se encontraban antes del juicio, como, por ejemplo, dejar sin efecto medidas cautelares de carácter personal o patrimonial370.

En orden a la congruencia que debe haber en la sentencia, el principio requiere que ésta tenga que decidir todos aquellos asuntos que fueron objeto de la acusación, que además tiene el carácter de demanda para los efectos civiles. Aquí amerita reflexionar sobre la suficiencia que debe tener la demanda para que internamente la sentencia sea legítima. Sólo si la demanda

368 Cfr. ASENCIO MELLADO, J.M., Derecho procesal civil, Parte primera, Pág. 289. Con relación a los requisitos internos de la sentencia, Cfr. MONTERO AROCA, J., El nuevo

proceso civil, Pág. 467, 477. 369 «[…] la sentencia atiende al fondo del asunto, es decir, por medio de ella se decide sobre la estimación o desestimación de la pretensión». MONTERO AROCA, J., El nuevo proceso

civil, Pág. 467. 370 Las consecuencias jurídicas de la sentencia, tanto si acoge ambas pretensiones o sólo una, responderán en gran medida a los efectos de la aplicación del principio iura novit

curia. Las cuestiones de hecho le corresponden a las partes y la aplicación del derecho al juez. Cfr. MONTERO AROCA, J., El nuevo proceso civil, Pág. 487.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 161

ha sido explícita en detallar el alcance de la pretensión y además en ella se ofreció la prueba que el actor pretendió en su oportunidad que fuera objeto de producción durante el desarrollo de la audiencia de sentencia, se puede medir el grado de congruencia de la sentencia371.

En mi apreciación, cuando en el Párr. último del art. 314 CPP se dispone que en el dictamen de acusación el fiscal deberá solicitar, si fuere procedente, el pronunciamiento sobre la reparación de los daños, no significa que para el legislador basta que el acusador enuncie que pretende del tribunal de sentencia la satisfacción de la pretensión civil y con ello habilitar el principio de congruencia. Esta lacónica regulación sobre la reparación de los daños por parte del legislador requiere de una serie de consideraciones, principalmente las que dotan de sentido el ejercicio conjunto de las acciones penal y civil372.

Si bien es cierto que tal como está redactado, para el legislador podría bastar con que en el dictamen de acusación se le refiera al juez de instrucción que el acusador pretende por parte del tribunal de sentencia el pronunciamiento de la responsabilidad civil, no menos cierto es que resulta esencial para el eficaz ejercicio del derecho de defensa que el sujeto pasivo de la relación jurídica conozca suficientemente en qué estriba el reclamo. Como puede notarse en el mismo art. 314 CPP, en lo que respecta a la imputación se exige que haya en el libelo acusatorio una relación clara, precisa y circunstanciada del hecho imputado, exigencia que no es baladí, sino que está justificada porque se dirige a permitir que el acusado pueda defenderse373.

371 Por tal motivo en la demanda se debe expresar puntual y claramente. Como lo afirma la doctrina: «Las conclusiones relativas a la pretensión civil consisten en expresar […] 1. La cantidad en que se aprecien los daños y perjuicios causados por el delito, o la cosa que haya de ser restituida. […] 2. La persona o personas que aparezcan como responsables de los daños y perjuicios, o de la restitución de la cosa, así como el hecho en virtud del cual hubieren contraído esa responsabilidad», MORENO CATENA, V., El proceso penal, Vol. III, Pág. 2010. 372 «En su correlación con la sentencia, la acusación fija la persona que debe ser juzgada y el hecho por el cual ha de juzgársela. En consecuencia, queda con ella determinado el sujeto pasivo del juicio y el objeto del debate». CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo III, Pág. 33. 373 En lo que respecta a plasmar en la demanda con precisión toda la información referida al daño y el monto pretendido en concepto de resarcimiento, la doctrina argentina refiere que «es una superación evidente que se exija consignar en la instancia de constitución no sólo el daño que pretende haberse sufrido sino también la cuantificación de su monto, con lo cual se garantiza un mejor ejercicio del poder de contradicción y se facilita la consecución de uno de los objetivos de la investigación preparatoria». CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo II, Págs. 121 – 122. Tal circunstancia, asimismo, está relacionada con la garantía de audiencia y el ejercicio del derecho de defensa relacionados con la pretensión penal; se ha dicho, por ejemplo, que «el derecho a conocer las razones por las cuales la persona es

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La responsabilidad civil en materia penal 162

Por otra parte, si bien es cierto que los requisitos exigidos para la acusación están formulados más bien para que la posible o eventual afectación del derecho de libertad del acusado no sea fácil, sino que enfrente obstáculos, desde luego en cierta forma este derecho es más importante que el del patrimonio, pero no menos cierto es que aunque el constituyente ha sistematizado los derechos fundamentales en orden a su importancia, no ha ignorado la relevancia que tiene cualquier derecho cuando puede ser afectado, sin que tal afectación se haga mediando un juicio rodeado de garantías. El orden de los derechos, por decirlo en sentido figurado, no es horizontal, sino vertical, esto es, se encuentran en un mismo plano y no uno sobre otro374.

Por otra parte, el damnificado circunstancialmente puede demandar la reparación de los daños del responsable civil, que bien puede ser una tercera persona distinta de la acusada. De tal manera que los hechos constitutivos de delito en cierta forma pudieran ser irrelevantes, pues no guardan absoluta relación con él. Para que el responsable civil distinto del acusado conozca los motivos de hecho y de derecho por los cuales el actor pretende que se le imponga una obligación patrimonial, igualmente tiene que existir una relación clara, precisa y circunstanciada de los hechos que fundamentan la pretensión. Sin este requisito de la demanda, el principio de congruencia difícilmente podrá construir la sentencia que condene al responsable civil375.

Ello quiere decir que cuando el Ministerio Público ejerce la acción penal y con ésta se entiende que acumula la civil, o cuando la víctima ejerce su derecho a intervenir en el proceso constituyéndose en parte querellante y al imputada es consustancial al derecho de defensa en juicio, pudiendo afirmarse que es el presupuesto necesario e indispensable para que este último pueda ejercitarse», JAUCHEN, E.M., Derechos del imputado, Pág. 360; y que «la garantía de la inviolabilidad de la defensa se expresa a través del derecho de audiencia, del derecho de probar y de controlar la recepción de las pruebas y del mismo derecho de impugnación». LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Pág. 66. Este último autor con relación a las exigencias de la demanda manifiesta que «la exposición de los motivos implica: a) la descripción del hecho causante del daño, la que basta que sea precisa aunque no circunstanciada; b) la indicación del título con base en el cual se hace el reclamo, […] c) precisar en qué consiste el daño que se pretende haber sufrido, si éste es de carácter material o moral». Pág. 181. 374 «[…] la constitución es un conjunto de normas en el que todas ellas tienen el mismo nivel, porque todas forman parte de un mismo sistema normativo supremo, dentro del cual participan en igualdad de rango de esa supremacía común al conjunto entero y a cada norma que lo compone». BIDART CAMPOS, G., Principios de Derechos Humanos y

Garantías, Pág. 141. 375 «[…] la ley le determina un contenido preciso, el que asegura bajo conminación de inadmisibilidad. Por ese contenido deben mostrarse los elementos fundamentales de la pretensión que, una vez concretada, transformará al acto en demanda propiamente dicha». CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo II, Pág. 120.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 163

mismo tiempo actúa como parte civil, llegado el momento de ejercer su facultad de plantear la acusación se le impone una obligación adicional que consiste en agregar a la demanda la relación clara, precisa y circunstanciada de los hechos que sirvan de base para que se le reconozca al damnificado su derecho al resarcimiento de los daños y al imputado la obligación de pagarlos. No es otra cosa la que puede entenderse de la dicción de los Nos. 4 y 5 del art. 193 CPrC, al exigir que la demanda debe contener la cosa, cantidad, hecho o derecho que se pide, y el valor de la cosa si fuere determinada y la narración precisa de los hechos y la invocación del derecho en que se funda376.

Pero además es obligación del demandante incluir en esa parte que se refiere a la relación clara, precisa y circunstanciada del hecho, cuáles de los diversos componentes de la responsabilidad civil pretende que sea objeto de la obligación a cargo del demandado. Aunque en la demanda exista la debida relación de los hechos, la derivación de éstos tiene que aparecer en la pretensión, misma que con base en el art. 115 CP sólo podrá consistir en la restitución de las cosas, la reparación de los daños, la indemnización de los perjuicios y las costas procesales. El principio se verá reflejado en la sentencia cuando su punto de partida sea la relación de los hechos del demandante, con los efectos jurídicos que éstos producen, hasta arribar al fallo377.

En otro orden, la prueba producida en el juicio puede dar lugar a consecuencias variadas. Sucede con frecuencia que si se han articulado apropiadamente las pretensiones y se les han brindado al acusado y al demandado la oportunidad de defenderse del contenido de ambas acciones, y además la prueba ha acreditado los extremos de las pretensiones, la consecuencia sea una condena tanto en el orden penal como en el civil. Pero es posible que la sentencia contenga condena penal y absolución civil, pues podría haberse demostrado la existencia del hecho y la participación del

376 No puede ser de otra manera, si habrá de prevalecer la congruencia. «[…] dada la presunción de ejercicio conjunto de las acciones […] en todos estos casos será preciso, para que efectivamente quede excluida la pretensión de naturaleza privada del conocimiento del tribunal penal, que la voluntad de disposición del perjudicado en otro sentido conste de forma expresa y terminante». ARNAIZ SERRANO, A., Ob. Cit., Pág. 81. 377 «[…] la demanda, como continente de la pretensión completa en un procedimiento escrito, tiene que referirse a los hechos que son el supuesto de la norma cuya alegación hace el demandante como base de la consecuencia jurídica que pide. A esos hechos se le llaman constitutivos, porque “constituyen” el derecho del actor, y se refieren a las condiciones específicas de la existencia de las relaciones jurídicas». MONTERO AROCA, J., El nuevo proceso civil, Pág. 403.

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La responsabilidad civil en materia penal 164

acusado en él, pero no producirse en el juicio la suficiente prueba demostrativa de la obligación de reparar, de restituir o de indemnizar378.

La absolución de la pretensión civil igualmente puede proceder si la acusación se admitió por el juez de instrucción a pesar de haber sido insuficiente el planteamiento del reclamo resarcitorio, como sólo haber manifestado el acusador–actor civil en aquélla que en su oportunidad se pronuncie el tribunal de sentencia sobre el contenido de la responsabilidad civil. Como suele suceder en estos casos, el demandante plantea oralmente su pretensión desde el inicio de la vista pública, luego se produce la prueba ofrecida para demostrar las circunstancias penales y se formulan los alegatos por el actor a fin de motivar el fallo en ambos sentidos, pero el tribunal, al notar que estuvo erradamente articulada la acción civil y, por lo tanto, no procede, emite la absolución379.

Ha habido una cantidad considerable de sentencias en las que se nota que el defectuoso ejercicio de la acción civil ha obligado a que el tribunal de sentencia absuelva sobre este aspecto, a pesar de contar con prueba demostrativa de la existencia del delito y de la participación de la persona acusada en él. Se ha argumentado en algunos casos que acceder a la pretensión civil con semejante defecto en la demanda implicaría violentar el derecho de defensa, pues el demandado no sabría de qué defenderse y además daría lugar a una sentencia cargada con el vicio consistente en ser incongruente con lo pedido, lo cual es cierto. De las combinaciones de sentencias de esta clase, esta es la más frecuente380.

Una especie de criterio que se emplea para moderar en cierta forma el derecho de la víctima a obtener la pretensión resarcitoria, consiste en declarar responsable penalmente al acusado, pero ante la deficiente estructuración de la acción civil, el tribunal, frente a la producción de prueba que demuestra el

378 «Este aspecto de la […] sentencia del tribunal penal muestra variadas manifestaciones, lo que limita en gran medida la posibilidad de encontrar caracteres comunes, pero todas se orientan con abstracción de la libertad del afectado». CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo III, Pág. 281. 379 Cfr. CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., Págs. 283 – 294. 380 Así, la sentencia definitiva condenatoria del Tribunal 6º de Sentencia de SS, Ref.: 105-2006, de las 19 Hrs. del 12 de julio de 2006, que en lo pertinente decidió: «Ante la falta de actividad probatoria en el sentido mencionado, […] la actividad probatoria debió también haberse enfocado al establecimiento de los extremos procesales que determinen la Responsabilidad Civil […] Por tanto, no contando éstas Jueces con parámetros para estimar el monto de esos daños de carácter material ocasionados a la víctima, no se emitirá pronunciamiento por no poder estimar el monto adecuado». Del mismo Tribunal, de la misma clase, las Ref.: 122-2006, de las 19 Hrs. del 20 de septiembre de 2006; Ref.: 127-2006, de las 17:40 Hrs. del 28 de septiembre de 2006. Centro de Documentación Judicial.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 165

hecho y la participación de aquél en el delito, se abstiene de eximirlo de la responsabilidad civil concreta y lo declara responsable en abstracto, remitiendo a la víctima a la jurisdicción civil para que promueva la acción civil de liquidación de los daños y perjuicios. La crítica de este criterio estriba en que soslaya que en el ejercicio deficiente de la acción se vulnera el derecho del imputado a ejercer su derecho de defensa con conocimiento de todas las circunstancias, tanto las de connotación penal como civil381.

En abono a la crítica anterior, con este criterio, si bien el tribunal es consecuente con el derecho del damnificado a obtener la reparación de los daños, se contribuye al denostado peregrinaje judicial, pues prácticamente se obliga a la víctima a continuar en el sistema, que más que ayudarle, acentúa la victimización. Por esta razón parece que una práctica que contribuiría a minimizar no sólo el pronunciamiento de esta clase de sentencias, sino tal peregrinaje judicial, consiste en orientar a la víctima acerca de su derecho resarcitorio desde el inicio de la investigación en la Fiscalía, imponiéndole a ésta la obligación de instruirla y asesorarla y, de ser posible, representarla, inclusive en la instancia civil. Ésta ya es práctica en otros países382. 381 En la sentencia definitiva condenatoria del Tribunal 6º de Sentencia, Ref.: 131-2006, de las 20:25 Hrs. del día 18 de octubre de 2006, se declaró responsable civilmente en abstracto a la persona condenada. Centro de Documentación Judicial. 382 El modelo adjetivo costarricense contempla dentro del Ministerio Público una oficina para la defensa de los derechos de las víctimas en la esfera civil, art. 39 CPP. De ella se dice que «[…] no solamente cumple una función de ejercer la acción civil resarcitoria, sino además “velará en general por el respeto de los derechos de las víctimas, derivados de la acción penal pública..”. De acuerdo con ello dicha Oficina puede cumplir, por ejemplo, una labor de asesoramiento de las víctimas respecto a la conciliación, la aceptación de la reparación integral del daño […] Una clasificación de los derechos de la víctima en el código costarricense sería la siguiente: […] 5) Derechos de ser representada y asistida por la Oficina de defensa civil de las víctimas del Ministerio Público: a) derecho a delegar la acción civil en el Ministerio Público […] b) derecho a ser asesorado con respecto al ejercicio de sus derechos […]». LLOBET RODRÍGUEZ, J., Ob. Cit., Págs. 123, 148. En España, asimismo, se encuentran previstas oficinas similares, «es el caso de la Oficina de Ayuda a las Víctimas del Delito que en 1985 creara la Generalidad Valenciana, del Servicio de Asistencia a las Víctimas de la Ciudad de Barcelona, de la Oficina de Ayuda a la Víctima del Delito dependiente de la Consejería Adjunta a la Presidencia del Gobierno Balear o, del más amplio, Programa vasco de Ayuda a las víctimas de terrorismo». MAPELLI CAFFARENA, B., - TERRADILLOS BASOCO, J., Las consecuencias jurídicas del

delito, Pág. 258. El principio 6 literales a) y c) de la Declaración sobre los principios fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder, es una manifestación de esa forma de atender las necesidades de la víctima. El principio dispone: «a) Informando a las víctimas de su papel y del alcance, el desarrollo cronológico y la marcha de las actuaciones, así como de la decisión de sus causas, especialmente cuando se trate de delitos graves y cuando hayan solicitado esa información; c) Prestando asistencia

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La responsabilidad civil en materia penal 166

También es posible que la sentencia declare que el acusado no es responsable penalmente y, sin embargo, sí lo declare civilmente responsable. Uno de estos supuestos podría consistir en aquellos casos en los que es procedente también el sobreseimiento definitivo por haberse demostrado en la etapa de instrucción un estado de necesidad, pero debe dilucidarse la responsabilidad civil. No es remoto que acontezca que con los elementos recogidos en la instrucción no aparezcan del todo dibujados los elementos del estado de necesidad, pero sí en la celebración del juicio, en cuyo caso es posible declarar la responsabilidad civil a cargo de los demandados383.

Por último, un evento que también sucede con relativa frecuencia consiste en absolver de ambos reclamos al acusado y al responsable civil. No es difícil imaginar que si es insuficiente la producción de la prueba al grado de no demostrar o bien la existencia del hecho o bien la participación del acusado, el tribunal esté inhibido de declarar al acusado responsable penalmente. Y ya que

apropiada a las víctimas durante todo el proceso judicial». En igual sentido el art. 4 de la Decisión Marco del Consejo que, entre otros, dispone: «1. Los Estados miembros garantizarán que la víctima tenga acceso, en particular desde el primer contacto con las autoridades policiales, por los medios que consideren adecuados y, cuando sea posible, en lenguas de comprensión general, a la información pertinente para la protección de sus intereses. Dicha información incluirá, como mínimo: a) el tipo de servicios u organizaciones a los que puede dirigirse para obtener apoyo; b) el tipo de apoyo que puede recibir; c) el lugar y el modo en que puede presentar una denuncia; d) las actuaciones subsiguientes a la denuncia y su papel respecto de aquéllas; e) el modo y las condiciones en que podrá obtener protección; f) la medida y las condiciones en que puede acceder a: i) asesoramiento jurídico, o ii) asistencia jurídica gratuita, o iii) cualquier otro tipo de asesoramiento, siempre que, en los casos contemplados en los incisos i) y ii), la víctima tenga derecho a ello; g) los requisitos para tener derecho a una indemnización; h) si reside en otro Estado, los mecanismos especiales de defensa de sus derechos que puede utilizar». 383 «[…] existen algunos casos muy concretos en los que, a pesar de proceder la absolución del acusado, se permite entrar en el aspecto civil del hecho acusado. El primer caso es […] para los supuestos en que el ejecutor del delito es un enajenado, un menor de edad penal o cuando concurre en él una eximente de estado de necesidad o de miedo insuperable. A pesar de proceder la absolución del acusado, se determina quién debe responder civilmente por razón del hecho enjuiciado». CLIMENT DURÁN, C., Ob. Cit., Pág. 1190. Pero algo diferente sucede cuando sin concurrir ninguno de los supuestos, peor aun, sin haber actuación expresa del demandante, sucede la condena, lo cual es grave pues vulnera el derecho de defensa, además de transgredir los principios del proceso. «Cierta calificada doctrina señala, en primer término, que no es necesario que, la víctima, haya reclamado la indemnización. No compartimos ese criterio. Por el contrario, una interpretación armónica de esta disposición con la previsión contenida en el artículo 29 del Código Penal, permitirían sostener que, la exigencia de reparación, sólo funciona cuando, el autor, ha sido condenado, previamente, a su pago, lo cual, obviamente, supone que, la víctima, haya realizado el reclamo pertinente». CESANO, J.D., Ob. Cit., Pág. 520.

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 167

la prueba que se ofrece para pretender demostrar la responsabilidad penal, habitualmente asimismo se ofrece para demostrar la responsabilidad civil, la insuficiencia que se aprecie con respecto a una pretensión será trasladable a la otra384.

Pero una sentencia como la mencionada anteriormente no ha de interpretarse en el sentido que el tribunal no debe pronunciarse sobre la responsabilidad civil porque éste reconoce que la prueba no ha alcanzado el nivel de certeza suficiente para destruir la presunción de inocencia del acusado, pues habrá casos en los que la prueba ofrecida también tenga que ver con un responsable civil distinto del acusado, como ya se vio, en cuyo caso la valoración y el resultado serán diferentes385.

Existen dos supuestos adicionales que atañen a la responsabilidad civil cuando el conflicto es resuelto a través de la sentencia. Uno es el referido a la responsabilidad civil que no se extingue no obstante haber una sentencia absolutoria que es pronunciada por duda y el otro es el que surge después del veredicto absolutorio en el juicio por jurados, art. 45 No. 3 CPP. En virtud del primero, parece que para el legislador tiene que extinguirse la acción civil cuando la sentencia es absolutoria, sin embargo, el damnificado puede continuar con su pretensión resarcitoria si aquélla está fundamentada en la duda. No está del todo claro por qué tiene que suceder de esa forma, si el tribunal ha conocido acumuladamente ambas acciones, como es la regla386.

El ejercicio acumulado de las acciones penal y civil le confiere competencia al tribunal para resolver ambas pretensiones. Si al ejercer su acción el demandante satisface los requisitos para que el tribunal resuelva aquéllas, no advierto cómo éste puede absolver al acusado fundado en la duda, pero al mismo tiempo quedar subsistente la acción civil. La absolución sólo será posible después de celebrada la vista pública y, por lo tanto, una vez producida también la prueba ofrecida para probar la responsabilidad civil. Si esto es así, no noto ninguna causa que le permita al tribunal inhibirse de 384 Sobre los diversos contenidos y clases de sentencia, Cfr. ASENCIO MELLADO, J.M., Derecho procesal civil, Parte primera, Págs. 287 – 288. 385 La doctrina cita el ejemplo de cierta ocurrencia, que es aquél en el «[…] que la sentencia dictada estima la comisión de un delito contra el patrimonio, y aunque no se dicta una condena penal, sí cabe pronunciarse con respecto al aspecto patrimonial (restitución o indemnización)». CLIMENT DURÁN, C., Ob. Cit., Pág. 1190. 386 «[…] si el tribunal sentenciador está convencido de que una determinada persona es autora de un delito, fundándose tan solo en sospechas, por muy vehementes que éstas sean, no tendrá otra opción que dictar una sentencia absolutoria. Esto significa que en el proceso

penal la verdad formal ha de preponderar sobre la verdad material en todos aquellos casos

en que el respecto de los derechos fundamentales y de las garantías procesales

correspondientes así lo exija». CLIMENT DURÁN, C., Ob. Cit., Pág. 1196.

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La responsabilidad civil en materia penal 168

decidir el fondo de la pretensión civil, aunque esté fundado en la duda, sin poner en riesgo la garantía de la prohibición del doble procesamiento387.

Sin embargo, sí me parece razonable que en el caso del juicio por jurados el tribunal deba decidir sobre el particular, ya que el veredicto no guarda ninguna relación con el tema civil. Nuestro sistema legal no les confiere facultad a los jurados para que se pronuncien sobre la reparación de los daños y demás consecuencias civiles del delito, sino sólo acerca de la culpabilidad del acusado. Esta es la razón por la cual en la sentencia el tribunal tiene que cumplir con la obligación de resolver sobre la responsabilidad civil demandada. Al margen de las críticas que puede merecer el enjuiciamiento por jurados, este caso sí describe claramente la capacidad que tiene el tribunal de resolver con base en criterios estrictamente civiles, ya que no puede ser de otra forma388.

387 De ahí que no esté de acuerdo con la doctrina que refiere que «[…] la sentencia absolutoria extingue la acción civil, salvo los casos en los que la razón de tal absolución provenga de la existencia de dudas sobre la participación del imputado en el hecho criminal objeto de enjuiciamiento. En estos casos, una elemental aplicación de la regla latina, consustancial a la esfera criminal, del “in dubio pro reo”, normativamente consagrada en el art. 5 del CPP, trae consigo necesariamente la absolución del imputado; mas no por ello se extingue la acción civil resarcitoria, toda vez que la existencia de tal duda no impide que recaiga un pronunciamiento condenatorio del Juez civil, ya que éste valora los hechos procesales conforme a criterios distintos que el Juez de lo criminal. En este sentido, la jurisprudencia española ha proclamado que los Tribunales de lo Civil tienen facultades no solamente para valorar y encuadrar el hecho específico en el ámbito de la culpa extracontractual, sino también para apreciar conjuntamente las pruebas obrantes en juicio y sentar sus propias deducciones en orden a la realidad fáctica», SEOANE SPIEGELBERG, J.L., Código Procesal Penal comentado, Págs. 182 – 183, porque sin ninguna explicación deja de lado el efecto obligado de tener que resolver las acciones acumuladas. Ya es más clara y seria la posición de la doctrina, fundada en el principio consuntivo construido jurisprudencialmente, que indica «[…] que la acción civil se extinga, una vez que el órgano jurisdiccional se pronuncie conforme a los hechos jurídicamente relevantes y la petición realizada, sin que pueda pretenderse que desestimada la acción fundamentada en los preceptos del Texto punitivo se pronuncie sobre la posibilidad de éxito de esa misma petición fundamentada esta vez en los arts. 1.902 y ss. del Cc, pues los efectos de la cosa juzgada impedirán un nuevo pronunciamiento […]», «[…] la acción civil ejercitada conjuntamente con la penal impide que la pretensión privada deducida en el proceso penal pueda volverse a plantear en un proceso civil posterior, pues se entiende que ha quedado consumida o agotada en dicho proceso, produciendo la resolución que pone fin a este procedimiento la excepción de cosa juzgada en el posterior proceso civil. Sostener lo contrario constituiría una infracción del principio de seguridad jurídica […]». ARNAIZ

SERRANO, A., Ob. Cit., Págs. 69, 114. 388 La doctrina local no se refiere casi nada a lo que concierne al ejercicio de la acción civil cuando se ha pronunciado un veredicto absolutorio. Cfr. SEOANE SPIEGELBER, J.L., Código

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Capítulo III La responsabilidad civil en el proceso penal 169

VIII. La acción penal privada El diseño del proceso penal por acción particular tiene sus peculiaridades.

Está previsto para ser desarrollado prácticamente en tres oportunidades, según lo regulado entre los artos. 400 y 405 CPP. La primera oportunidad es la formulación de la acusación, la cual debe reunir los requisitos enumerados en el art. 314 CPP; la segunda es la celebración de una audiencia conciliatoria, para intentar concluir de esta manera el conflicto389; y, la última, es la vista pública. Lo esencial es que si quien pretende promover la acción penal privada, asimismo busca que se le imponga a la persona acusada la obligación de pagar cualquiera de las consecuencias civiles del delito, con la acusación el acusador deberá combinar su demanda390.

Resulta imperativo el ejercicio conjunto de las acciones cuando se trata de promover la acción penal privada. En ese orden, hay que analizar cómo el legislador entiende que debe ejercerse la acción civil cuando se trata de una acción penal particular. El legislador dispone en el art. 44 CPP que si la víctima renuncia al ejercicio acumulado de las acciones en el proceso penal y traslada la civil a la esfera civil o mercantil, se entiende que renuncia al ejercicio de la acción penal. Esto quiere decir que al plantear la acusación, el

Procesal Penal comentado, Pág. 183; PEDRAZ PENALVA, E., Comentarios al Código

Procesal Penal, Pág. 256. Sin embargo, en similar sentido a como lo he expuesto aparece regulado en España, donde se dice que «en cuanto a la responsabilidad civil, su determinación es de la exclusiva competencia del Magistrado-Presidente», MORENO

CATENA, V., Ob. Cit., Vol. IV, Pág. 2715. La normativa alemana referida al ejercicio de la acción penal privada parece desincentivarla, al imponerle condiciones que en cierta forma la gravan y por las sanciones que se le imponen al acusador perdidoso. Cfr. ROXIN, C., Derecho procesal penal, Págs. 526 – 527. 389 « […] en el procedimiento especial por delito de acción privada salvadoreño se prevé también necesariamente la realización de un intento de conciliación en el transcurso de una audiencia que será llevada a cabo por uno de los jueces del tribunal […] Sólo si celebrada ésta no se ha logrado un acuerdo, podrá decretarse la detención del imputado […], lo cual, evidentemente, se erige en toda una forma de conminación al imputado para el logro de tal acuerdo». PÉREZ GIL, J., Comentarios al Código Procesal Penal, Págs. 232 – 233. Cfr. CLARIÁ OLMEDO, J.A., Ob. Cit., tomo III, Pág. 354. 390 El Derecho alemán prevé una etapa independiente del proceso penal por acción privada, consistente en la conciliación. «A través del intento de conciliación, en el que se debe perseguir un acuerdo, tiene que evitarse, en lo posible, un proceso penal, tanto en interés de la paz jurídica, como de la descongestión del trabajo de los tribunales. Al intento de conciliación debe comparecer el acusador; de lo contrario, se considera como si no se hubiera realizado. Si el demandado no comparece, el intento de conciliación ha fracasado». ROXIN, C., Derecho procesal penal, Pág. 530.

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tribunal debe examinarla para determinar si resulta procedente el ejercicio de la acción penal, ya que tiene que estar claro que ambas han de ejercerse391.

Al ser ésta la previsión, parece que ninguna acusación debe ser admitida si no consta en ella claramente determinada la pretensión resarcitoria, y en la misma debe constar además que han sido colmados los requerimientos de la acusación y todos los requisitos propios de la demanda, de tal suerte que no haya duda que en el libelo se ejercen las dos acciones. Sólo si la acusación ha sido formulada de esta manera se entiende por qué el legislador ha elaborado el mecanismo de la renuncia tácita del ejercicio de la acción penal cuando se traslada el ejercicio de la civil al ámbito privado. Lo que no está claro es por qué ha creído que ambas tienen que caminar juntas y que si se renuncia una, se presume renunciada la otra392.

391 «Si se quiere deducir la civil, su ejercicio ante el correspondiente orden jurisdiccional provocará el que se tenga por renunciada la acción penal, luego se permite lógicamente el ejercicio primero de la civil lo que determinará la renuncia implícita de la penal. Entiendo que tal alternativa: ejercicio conjunto de ambas pretensiones en sede criminal o ejercicio sólo de la civil ante la jurisdicción civil o mercantil excluye la posibilidad de plantear en exclusiva la pretensión penal y así de renunciar a la civil». PEDRAZ PENALVA, E., Comentarios al Código Procesal Penal, tomo I, Pág. 253. 392 Posiblemente se trate de una manera de desalentar el ejercicio de la acción penal privada, como sucede en el Derecho germano, en el que el tribunal puede sobreseer en el procedimiento en atención a la leve culpabilidad del autor. Cfr. ROXIN, C., Derecho

procesal penal, Pág. 527.

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CO�CLUSIO�ES

Arribo a las siguientes conclusiones. 1. La primera, que el legislador, consecuente con la doctrina y la

normativa internacional, en principio ha recogido de forma correcta la intervención del damnificado por el delito en el marco del Derecho penal. Su sola inclusión en la normativa adjetiva secundaria basta para confirmar este acierto. Pero también puede abonar a ello el hecho de que está a disposición de la víctima una serie de instrumentos internacionales que se refieren a sus derechos y facultades, así como a obligaciones a cargo de los Estados, como lo he abordado en el capítulo I. Sin embargo, falta por delinear algunas de las facultades de las que debe disponer este sujeto para que su participación sea no sólo legítima o válida, sino también eficaz. Particularmente me parece que son ciertos aspectos los que deben tener una regulación más acabada a fin de que el damnificado alcance una correcta tutela.

Entre tales aspectos, en primer lugar, consecuente con la tendencia referida a concederle espacios a la víctima para que pueda participar en mecanismos de recomposición del conflicto, debe revertirse aquella serie de disposiciones que disminuyen la posibilidad de la reparación. Como se ha tenido oportunidad de examinar, el contenido de las consecuencias civiles del delito usualmente es patrimonial, aunque la víctima pueda decidir que la reparación no tenga esta connotación, por lo que en aquellos casos en los que se le ha causado daño a la víctima debe potenciarse la posibilidad de recomponer el conflicto a través de los medios alternos de resolución de conflictos regulados en el CPP, como la conciliación y la reparación integral del daño. Algunas de estas normas han sido modificadas a través de reformas legislativas, con la justificación consistente en otorgarle preponderancia al orden público o a la seguridad ciudadana. Sin embargo, con ocasión de formular tal excusa se dibuja un evidente entorpecimiento del derecho de las partes a alcanzar acuerdos compositivos.

2. La segunda, sin perjuicio de ser configurada en la esfera adjetiva penal la oficina de atención a las víctimas, de cara a la protección integral de los derechos de éstas y en línea con lo dispuesto en los diversos instrumentos internacionales que regulan la tutela de los derechos de las víctimas, debe normarse de mejor manera el derecho que tienen éstas a ser informadas acerca de sus derechos, de mecanismos concretos de protección de ellos, de la conveniencia de eventuales renuncias de los mismos y con el fin de evitar la peregrinación judicial, de trasladar su reclamo ante otra esfera jurisdiccional diferente de la penal, en la que se vislumbre con mejores posibilidades de triunfo el reconocimiento de su derecho a ser resarcida de los daños.

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La responsabilidad civil en materia penal 172

En ese sentido, será en principio al Ministerio Público al que le corresponderá informar apropiadamente a la víctima acerca de sus derechos. Independientemente de que algunas limitaciones culturales en cierto sector de víctimas puedan entorpecer la eficaz comprensión de su parte en lo que respecta a sus derechos, la Fiscalía debe aumentar su nivel de especialización a fin de que, en tanto no exista una oficina que exclusivamente atienda las necesidades de la víctima, sea aquélla la que vele por sus derechos adecuadamente en los juzgados o tribunales de lo penal o de lo civil. Este es un aspecto que se puede resolver con una preparación adicional de los abogados fiscales a quienes les son asignados los casos, sin necesidad de incrementar su número. Pero también puede reforzarse el derecho de la víctima a ser informada cuando los jueces o tribunales tengan consigo sus casos, de forma parecida a como sucede cuando tienen a la persona imputada.

3. Un último detalle vinculado con la perspectiva victimológica es el referido a la posibilidad que tiene la víctima de alcanzar la reparación de los daños mediante el uso de mecanismos alternos de resolución de conflictos operados por fuera del proceso penal. El legislador secundario ha atinado con la creación de procedimientos arbitrales para procurar resolver el reclamo resarcitorio vinculado con la comisión de un delito. Aunque por ahora no tiene mayor aplicación, posiblemente porque en nuestro medio en comparación con el número de vehículos automotores es la poca contratación de seguros que entre los eventos asegurados conlleven el resarcimiento de los daños, a pesar de que normativamente es obligatoria la suscripción de esa clase de seguros, en la medida que se obligue en la práctica a la contratación de ellos, mayormente en la esfera de la circulación de vehículos y en la construcción de cualquier clase de edificaciones, tendremos oportunidad de resolver estos reclamos sin necesidad de recurrir a la actividad judicial.

Por otro lado, en mi apreciación también es necesario que el legislador sustantivo penal aborde dos aspectos.

4. El primero, relacionado con el sujeto responsable civil subsidiario especial identificado como empresa, que en comparación con la normativa mercantil, por tener un tratamiento de cosa y, por tanto, sin personalidad, no puede ser sujeto pasivo de obligaciones. Cualquier razón que haya habido para que la empresa fuera considerada como sujeto responsable civil en el CP, es inexcusable. Seguramente que este punto puede ser subsanable mediante la interpretación sistemática de las normas, pero en tanto eso sucede, a fin de evitar circunstancias que dejen en hombros del juez o tribunal la dilucidación de la norma por aquel camino, y en consecuencia la probabilidad de arbitrariedades, es mejor clarificar su sentido y armonizar los cuerpos normativos.

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Índice de abreviaturas 173

5. Y el segundo aspecto, que es el vinculado con la participación de la víctima en la realización del hecho considerado como delito, es decir, con la ejecución por ella misma de los elementos del tipo, que la doctrina y cierta parte de la legislación han tomado en cuenta a fin de dar lugar a la compensación de culpas, debe ser motivo que el legislador prevea la incorporación de tal regulación del instituto en el CP. A pesar de que en cierta manera puede creerse que este es un aspecto que merma las posibilidades de acceso a una amplia reparación por parte de la víctima, es un asunto de justicia tener seriamente en cuenta su participación en circunstancias como, por ejemplo, cuando en la producción del daño también ella ha tenido participación, tal cual sucede con la autopuesta en peligro y en virtud de ello dé lugar incluso a la exoneración de responsabilidades.

6. En menor grado que los dos aspectos anteriores está el consistente en uniformar los criterios jurisprudenciales de los tribunales de sentencia, por lo menos en lo que respecta a la naturaleza del reclamo de la reparación de los daños sufridos por la víctima. Me parece que después del tiempo transcurrido desde el comienzo de la vigencia del CP es injustificada la confusión que gira en torno a si el reclamo resarcitorio es una sanción o si es una obligación que se declara en hombros del civilmente responsable. Aunque es considerablemente menor el número de tribunales que así lo han resuelto, seguramente que una comprensión clara de este instituto podría dar lugar a resolver el asunto en un sentido diferente. Si en el fundamento de la pretensión resarcitoria no hay confusión en cuanto a su naturaleza civil o privada, por lo tanto, que se trata de un ejercicio acumulado de acciones heterogéneas, el tribunal está determinado a resolver definitivamente con base en los principios propios de aquella pretensión.

7. En lo que respecta a la parte adjetiva, por su vinculación con lo previsto en los instrumentos internacionales, son dos, por lo menos, los tópicos que al parecer se encuentran pendientes de regular para que se complete de mejor forma el instituto de la acción civil resarcitoria. Uno de ellos es el consistente en ser informada la víctima oportunamente de sus derechos, pero de manera especial el que tiene relación con lo que por lo general motiva su intervención en el proceso penal, que es el relativo al ejercicio de su derecho para conseguir la reparación de los daños sufridos. El otro es el vinculado con la atención que tiene que recibir desde que ingresa al sistema formal, esto es, en el primer contacto con las agencias de control formal, como es la policía o la Fiscalía.

8. Al parecer es patente el hecho que una de las causas por las cuales la víctima no consigue la tutela de sus derechos y se ve expuesta al censurado peregrinaje judicial, es porque no cuenta con una pronta

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representación técnica tanto dentro como fuera del proceso penal. La que en otras esferas funciona como una especie de oficina de atención a las víctimas, es lo que en cierta forma garantiza no sólo el conocimiento necesario de los derechos que le asisten al damnificado, sino también lo que hace falta para que a la víctima pueda concedérsele la reparación oportuna. La acumulación heterogénea de las acciones civil y penal en cierta forma disminuye el perjuicio que sufre la víctima cuando ésta procura el resarcimiento de los daños, pero el defectuoso ejercicio de esta acción, muchas veces motivado por la falta de especialización de los agentes fiscales, lleva a incrementar más el perjuicio de la víctima.

En gran medida los sufrimientos de la víctima se ven mermados cuando las personas que atienden y representan sus intereses son abogados preparados especialmente en la materia resarcitoria. Si el Estado procura ser respetuoso de las obligaciones asumidas con la comunidad internacional, pero particularmente consecuente con las responsabilidades referidas a los derechos de la víctima, debería desarrollarse en el interior de la Fiscalía una unidad que se encargue de informar a aquélla acerca de sus derechos y, en caso de asumir la representación de sus derechos, hacerlo por medio de abogados que integren armónicamente la pretensión civil con el ejercicio de la acción penal. O en su defecto, crear una entidad que ex-profesamente se dedique a tal cometido, pero que, en todo caso, coadyuve a la Fiscalía en la representación procesal de los intereses del damnificado.

9. Es imposible pretender que todos los tribunales resuelvan en idéntico sentido la totalidad de los casos, pero es legítima la aspiración a uniformar la jurisprudencia de los tribunales y particularmente la de los de sentencia, ya que en ellos es, por regla general, donde se resuelve la condición jurídica de las personas imputadas y los derechos de los damnificados. De ahí que es importante que los criterios de estos tribunales sean referentes serios para evitar oscilaciones y, eventualmente, afectaciones de los derechos de los justiciables. No es razonable que cada tribunal defina criterios diferentes respecto, por ejemplo, al momento en que debe dar inicio el ejercicio de la acción civil o a las formalidades que debe reunir el libelo que recoge la pretensión civil.

10. Tampoco es seria la postura que se decanta en el sentido de ignorar algunos principios del proceso, con la justificación de cumplir con la obligación de administrar justicia, a precio de vulnerar los derechos de la persona acusada. Ni es aceptable que un mismo tribunal sin ninguna aparente razón, modifique su criterio para decidir en forma distinta casos con circunstancias similares. Como hasta ahora se ha podido apreciar, los criterios jurisprudenciales, en lo que respecta a los aspectos supra apuntados,

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Índice de abreviaturas 175

determinan al justiciable a tener que auscultar el criterio imperante en tal o cual tribunal, o a poder relajar la observancia de las formalidades que en definitiva se constituyen en garantía de los derechos de audiencia y de defensa de los sujetos pasivos de la relación procesal.

Para evitar perjuicios a las partes, bastaría con que los criterios se planteen en términos lo más similares posibles. Que las formalidades requeridas para el ejercicio de la acción civil resarcitoria respondan más que a ritualismos estériles, a la vigencia de los principios generales del Derecho y de los principios constitucionales aplicables e inspiradores del proceso en general y del proceso penal en particular.

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�DICE DE ABREVIATURAS

1. AJ Arancel Judicial 2. art. Artículo 3. artos. Artículos 4. CASDH Convención Americana Sobre Derechos Humanos 5. Cap. Capítulo 6. CC Código Civil 7. Cfr. Confrontar 8. Cn Constitución de la República 9. Com Código de Comercio 10. CP Código Penal 11. CPP Código Procesal Penal 12. CPrC Código de Procedimientos Civiles 13. CPrCyMr Código Procesal Civil y Mercantil 14. etc. Etcétera 15. ISNA Instituto Salvadoreño para el desarrollo Integral de

la Niñez y la Adolescencia 16. LACAP Ley de Adquisiciones y Contrataciones de la

Administración Pública 17. LMCYA Ley de Mediación, Conciliación y Arbitraje 18. LOFGR Ley Orgánica de la Fiscalía General de la República 19. LPESAT Ley de Procedimientos Especiales Sobre Accidentes

de Tránsito 20. LPJ Ley Penal Juvenil 21. LPrF Ley Procesal de Familia 22. LSS Ley de Sociedades de Seguros 23. No. Número 24. Ob. Cit. Obra citada 25. ONU Organización de las Naciones Unidas 26. Pág. Página 27. Págs. Páginas 28. Párr. Párrafo 29. PIDCP Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos 30. Ref. Referencia 31. SS San Salvador 32. Tr Código de Trabajo 33. Vol. Volumen

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ASAMBLEA LEGISLATIVA DE LA REPÚBLICA DE EL SALVADOR, Ley Procesal de

Familia, de fecha 14 de septiembre de 1994, vigente desde el día 1º de octubre de 1994.

ASAMBLEA LEGISLATIVA DE LA REPÚBLICA DE EL SALVADOR, Ley Penal

Juvenil, de fecha 27 de abril de 1994, vigente desde el día 1º de marzo de 1995.

ASAMBLEA LEGISLATIVA DE LA REPÚBLICA DE EL SALVADOR, Ley de

Sociedades de Seguros, de fecha 10 de octubre de 1996, vigente a partir del 1º de enero de 1997.

ASAMBLEA LEGISLATIVA DE LA REPÚBLICA DE EL SALVADOR, Código Penal, de fecha 04 de diciembre de 1996, vigente desde el 20 de abril de 1998.

ASAMBLEA LEGISLATIVA DE LA REPÚBLICA DE EL SALVADOR, Código Procesal

Penal, de fecha 04 de diciembre de 1996, vigente desde el 20 de abril de 1998.

ASAMBLEA LEGISLATIVA DE LA REPÚBLICA DE EL SALVADOR, Ley de

Adquisiciones y Contrataciones de la Administración Pública, de fecha 5 de abril de 2000, vigente desde el 1º de julio de 2000.

ASAMBLEA LEGISLATIVA DE LA REPÚBLICA DE EL SALVADOR, Ley de

Mediación, Conciliación y Arbitraje, de fecha 11 de julio de 2002, vigente a partir del 30 de agosto de 2002.

ASAMBLEA LEGISLATIVA DE LA REPÚBLICA DE EL SALVADOR, Ley Orgánica de

la Fiscalía General de la República, de fecha 27 de abril de 2006, vigente desde el 25 de junio de 2006.

ASAMBLEA LEGISLATIVA DE LA REPÚBLICA DE EL SALVADOR, Código Procesal

Civil y Mercantil, de fecha 18 de septiembre de 2008, próximo a entrar en vigencia a partir del 1º de enero de 2010.

ESTADOS AMERICANOS, Convención Americana sobre Derechos Humanos, adoptada el 22 de Noviembre de 1969, vigente en El Salvador desde el 05 de mayo de 1995.

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La responsabilidad civil en materia penal 192

ESTADOS PARTE, Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y Pacto

Internacional de Derechos Sociales y Culturales, adoptado el 19 de diciembre de 1966, vigente en El Salvador desde el 23 de Noviembre de 1979.

ESTADOS PARTE, Decisión Marco del Consejo de la Unión Europea, de 15 de marzo de 2001, relativa al estatuto de la víctima en el proceso penal.

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Í�DICE DE AUTORES ALASTUEY: 23, 43, 80, 86, 87, 88, 90, 91, 92. ALESSANDRI: 50, 52, 60. ALVARENGA: 32, 48, 53, 54, 61, 62, 71, 72, 78, 82, 84, 107. ARNAIZ: 8, 44, 46, 52, 72, 100, 103, 107, 108, 110, 111, 113, 118, 120, 123, 124, 125, 127, 137, 138, 147, 163, 168. ARRIETA: 38, 49. ASENCIO: 36, 41, 44, 96, 97, 101, 109, 111, 114, 115, 134, 135, 136, 137, 138, 139, 147, 150, 152, 156, 160, 164, 167. BACIGALUPO: 13, 28, 59, 74, 75, 86, 96, 103, 122. BAJO: 74, 75. BALCARCE: VID. CESANO. BARONA: 86. BAUDRIT: 35. BERISTAIN: 47, 49. BIDART: 14, 20, 22, 162. BINDER: 117. BORJA: 73. BOVINO: 15, 99. BUENO: 43. BURGOS: 67. CAFFERATA: 18, 19, 24, 104, 125, 156. CANCIO: 33, 34. CARNEIRO: 82. CASADO: 98, 105, 110, 132. CASERO: 50, 52. CASTELLÓN: 6, 11, 33. CASTRO: 9, 97, 99. CESANO: 71, 75, 76, 166. CHANG: 106. CHIOVENDA: 85, 86, 131.

CLARIÁ: 35, 108, 109, 114, 115, 119, 122, 130, 137, 138, 140, 143, 147, 148, 149, 152, 153, 157, 161, 162, 164, 169. CLIMENT: 6, 27, 37, 107, 114, 135, 150, 151, 166, 167. COBO: 35, 51, 53, 57, 60, 66, 79, 80, 82, 92, 103. DE DIEGO: 86. DE LLERA: 26, 111, 150, 156. DE LA FUENTE: 116. DE URBANO: 134. DONNA: 116. ECHARRI: 42. FERNÁNDEZ: 83. FERRAJOLI: 12, 73, 95, 97, 98. FERREIRO: 96. FISAS: 44. FLEMING: 11, 16, 17, 18, 96, 144, 147, 158, 159. GARCÍA DE ENTERRÍA: 21. GARCÍA–PABLOS DE MOLINA: 13, 70, 71, 73, 75. GAVIRIA: 21, 87, 120. GHERSI: 73. GÓMEZ: 108, 111, 114, 115. GUZMÁN: 70. HASSEMER: 7, 11. ILANUD: 121. JAÉN: 91. JAKOBS: 27. JAUCHEN: 102, 162. JIMÉNEZ-BLANCO: 98. LANDROVE: 30, 31, 67, 68, 70, 76, 77, 78, 79, 82, 84, 87, 89, 92, 125, 126, 127, 141.

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La responsabilidad civil en materia penal 194

LLOBET: 15, 23, 26, 35, 40, 85, 106, 108, 119, 120, 123, 139, 142, 144, 145, 146, 149, 151, 155, 162, 165. LÓPEZ: 97, 98. MAIER: 8, 9, 10, 15, 20, 35, 36, 72, 95, 98, 104, 105, 108, 109, 115, 118, 119, 123, 149, 150. MANCIA: 43. MAPELLI: 18, 32, 42, 51, 52, 55, 58, 61, 80, 81, 82, 84, 89, 92, 100, 126, 127, 165. MARTÍN: 74. MAZEAUD: 48, 49. MEDINA: 74. MELÉNDEZ: 22, 23. MOLINA, F.: 63. MOLINA, M.: 24, 27, 28, 29, 30, 33, 39, 62, 64, 82, 125, 127, 141. MONROY: 21. MONTERO: 5, 7, 12, 15, 25, 41, 82, 95, 96, 97, 99, 100, 101, 103, 105, 106, 109, 116, 135, 138, 139, 142, 143, 144, 152, 160, 163. MORENO CARRASCO: 26, 28, 30, 53, 54, 57, 60, 61, 63, 65, 75, 77, 79, 82, 87, 88, 89, 90, 92, 93, 124. MORENO CATENA: 12, 108, 125, 131, 133, 134, 135, 156, 161, 169. MUÑOZ: 7, 11. NAUCKE: 46, 71. NEUMAN: 19, 23, 25. NINO: 51, 54, 61. PARADA: 99, 102, 112. PEDRAZ: 5, 6, 7, 95, 117, 128, 169, 170. PÉREZ: 22. PLANIOL: 48, 62, 63. PLACHANDELL: 119.

QUINTERO: 50, 52, 53, 54, 55, 56, 60, 61, 63, 66, 76, 77, 78, 79, 80, 82, 103. RIGHI: 7, 58, 59, 96, 103, 104, 105, 107, 123. RODRÍGUEZ: 21, 105. ROMERO: 45. ROXIN: 58, 75, 84, 86, 88, 100, 101, 104, 115, 116, 117, 119, 125, 153, 169, 170. RUSCONI: 34. SAGÜES: 22. STRATENWERTH: 9, 59. TIFFER: 5. TOMASSINI: 42. VALENCIA: 60. VAZQUEZ: 86, 115, 119, 129. VELEZ: 96, 128, 129, 130. VILLALPANDO: 16, 17. VISINTINI: 40, 50. ZAFFARONI: 8, 14, 46, 60, 71.

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Í�DICE Pág.

INTRODUCCIÓN 1 CAPÍTULO I PERSPECTIVA VICTIMOLÓGICA 5 I. CONSIDERACIONES PRELIMINARES. 5 II. LA PERSPECTIVA VICTIMOLOGICA EN LA LEGISLACION. 12 II.1. LA CONSTITUCIÓN. 13 II.2. DERECHO INTERNACIONAL. 15 II.3. NORMATIVA SECUNDARIA. 25

II.3.A) Código Penal. 25 II. 3. B) Código Procesal Penal. 34 II.3. C) Código Civil. 38 II. 3. D) Código de Procedimientos Civiles. 40 II.3.E) Ley Penitenciaria. 41 II. 3. F) Ley de Mediación, Conciliación y Arbitraje. 42

CAPÍTULO II LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN EL DERECHO PENAL MATERIAL 47 I. DEFINICIÓN. 47 II. SUJETOS. 52 III. FORMAS DE RESPONSABILIDAD. 62

III.1. RESPONSABILIDAD PRINCIPAL SOLIDARIA. 62 III.2. RESPONSABILIDAD SUBSIDIARIA COMÚN. 63 III.3. RESPONSABILIDAD SUBSIDIARIA ESPECIAL. 64 III.4. LA SUCESIÓN DEL RESPONSABLE FALLECIDO. 66

IV. REGÍMENES ESPECIALES. 67 IV.1. LEGISLACIÓN PENAL JUVENIL. 67 IV.2. LEGISLACIÓN DE TRÁNSITO. 70 V. RELACIÓN CON PENAS PECUNIARIAS. 71 VI. CONTENIDO DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL. 76 VI.1. RESTITUCIÓN. 76 VI.2. REPARACIÓN. 78 VI.3. INDEMNIZACIÓN. 80 VI.4. COSTAS PROCESALES. 82

VII. RELACIÓN CON LA EJECUCIÓN DE LA PENA. 86 VII.1. LIBERTAD CONDICIONAL. 89 VII.2. SUSPENSIÓN CONDICIONAL DE LA EJECUCIÓN DE LA PENA. 91

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La responsabilidad civil en materia penal 196

VII.3. REHABILITACIÓN. 92 CAPÍTULO III LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN EL PROCESO PENAL 95 I. PRINCIPIOS RECTORES. 95 I.1. PRINCIPIOS DE LA ACCIÓN EN GENERAL. 95 I.2. PRINCIPIOS DE LA ACCIÓN CIVIL. 99 I.3. PRINCIPIOS DE LA ACCIÓN PENAL. 102 I.4. PECULIARIDADES DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL. 107

II. SUJETOS. 114 II.1. EL ACTOR O DEMANDANTE. 115 II.2. EL DEMANDADO. 122

III. OPORTUNIDAD DE EJERCICIO. 127 III.1. EJERCICIO DE LA ACCIÓN. 132 III.2. VINCULACIÓN CON LA PRESCRIPCIÓN. 139

IV. RELACIÓN CON FORMAS DE SIMPLIFICACIÓN PROCESAL. 144 IV.1. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL CON RELACIÓN A INSTITUTOS

PROCESALES PARTICULARES. 144 V. RENUNCIA DE LA ACCIÓN CIVIL. 151 VI. LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN LA FASE INTERMEDIA DEL

PROCEDIMIENTO. 152 VII. RESOLUCIÓN EN LA SENTENCIA. 159 VIII. ACCIÓN PENAL PRIVADA. 169 CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES 171 ÍNDICE DE ABREVIATURAS 177 BIBLIOGRAFÍA 179 ÍNDICE DE AUTORES 195