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V REUNIÓN CIENTÍFICAASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE HISTORIA MODERNA

TOMO II

LA ADMINISTRACIÓN MUNICIPAL EN LAEDAD MODERNA

Esta edición ha contado con el apoyo del Ministerio de Educación y Cultura,Dirección General de Enseñanza Superior e Investigación Científica, Acción EspecialAPC1998-0123Dirección General de Cooperación y Comunicación CulturalExcmo. Ayuntamiento de San Fernando. Fundación de Cultura.

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MUNICIPAL

EN

COORDINADORJOSE MANUEL DE BERNARDO ARES

UNIVERSIDAD DE CÁDIZSERVICIO DE PUBLICACIONES

1999

ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DEHISTORIA MODERNA

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© Edita: " Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz" Asociación Española de Historia Moderna

Diseño y Maquetación: CREASUR, S.L.

Printed in Spain. Impreso en España

ISBN Obra completa: 84-7786-642-2/ Vol. II: 84-7786-644-9Depósito Legal: CA-SOS/99

Imprime: INGRASA Artes Gráficas

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PRESIDENTA:

EXCMA. SRA. Da ESPERANZAAGUIRRE GIL DE BIEDMA

MINISTRA DE EDUCACIÓN Y CULTURA.

VOCALES:

DR. D. JOSEP JUAN VIDAL

Presidente de la Asociación Española de Historia Moderna.

EXCMO. SR. D. GUILLERMO MARTÍNEZ MASSANET

Rector Magnífico de la Universidad de Cádiz.

EXCMO. SR. D. ENRIQUE ÁNGEL RAMOS JURADO

Vicerrector de Extensión Universitaria de la U.c.A.

ILMO. SR. D. JUAN LÓPEZ ÁLVAREZ

Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la U.CA

EXCMO. SR. D. FRANCISCO RAPALLO COMENDADOR

Almirante Jefe de la Zona Marítima del Estrecho.

D. ANTONIO MORENO OLMEDO

Alcalde-Presidente del Excmo. Ayuntamiento de San Fernando.

D. HERNÁN DÍAZ CORTÉS

Alcalde-Presidente del Excmo. Ayuntamiento de El Puerto de Santa María.

D. JOSÉ QUINTERO GONZÁLEZ

Delegado General de la Fundación de Cultura de San Fernando.

D. JUAN GÓMEZ FERNÁNDEZ

Tte. Alcalde del Área de Servicios Culturales de El Puerto de Santa María.

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COORDINADORES:

DR. JOSÉ LUIS PEREIRA IGLESIAS

Catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Cádiz.

DR. JOSÉ MANUEL DE BERNARDO ARES

Catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Córdoba.

SECRETARIO ORGANIZACIÓN:

DR. JESÚS MANUEL GONZÁLEZ BELTRÁN

VOCALES:

DR. MANUEL BUSTOS RODRÍGUEZ

DRA. MARÍA JOSÉ DE LA PASCUA SÁNCHEZ

DR. ARTURO MORGADO GARCÍA

DRA. GUADALUPE CARRASCO GONZÁLEZ

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naCIa un irn~m€~diaole emdlemclal1l1iellto.

RAFAEL TORRES SÁNCHEZ

Universidad de Navarra

REFORMAS DVll"D'LPl'll'~no DE LAS HACIENDAS MUNICIPALES

La reforma de la hacienda municipal fue una aspiración constante de la política económi­de todos los gobiernos borbónicos del siglo XVIII. Como ha demostrado Carmen García, los

de reforma de las finanzas locales no fueron patrimonio de Carlos III. Durante toda lavviHUi.U<, los sucesivos monarcas intentaron aumentar su control sobre las haciendas locales,

era imposible no intervenir en una parcela tan sensible a las disponibilidades financierasestado y a la política económica en general(l).

La realidad financiera de la mayoría de las haciendas concejiles españolas al iniciarse el sigloera la de un alarmante endeudamiento. Los años de guerra del comienzo de la centuria agu­

un problema crónico que tenía su origen en causas históricas. En general, el fuerte dese­GUlll1brlo entre gastos e ingresos de estas haciendas respondía a las exigencias fiscales del estado y

fraude de las oligarquías urbanas. Durante la época de los Austrias, las reiteradas peticiones decorona de subsidios económicos a los concejos habían obligado a éstos a tomar importantes cen­

que amortizaban mediante la creación de nuevos impuestos indirectos. A las consecuencias dedemandas económicas de la corona se sumaron los manejos y fraudes que mostraba una cadamás poderosa, cerrada y clientelar oligarquía municipal. De tal manera, que los vecinos no sólo

que soportar más impuestos, principalmente sobre el consumo y el comercio sino que tam­eran unos impuestos mal distribuidos socialmente y con unos rendimientos restringidos(2).

I,-VilIICla García, Carmen, La crisis de las haciendas locales: de la reforma administrativa a la reforma fiscal(1743-1845), Valladolid, 1996, p.153

Manuel, De Bernado Ares, Corrupción polítiea y centralización administrati\'[{. La hacienda de propios en laCónloba de Carlos JI. Córdoba: Servicio de Publicaciones, Universidad de Córdoba, 1993 ha planteado que el granespacio de poder disponible por los concejos, basados en la importancia de los recursos que movian las haciendas loca-

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Durante el siglo XVIII se pretendió una reorganización de las haciendas municipales,facilitara su control por parte del Estado, saneara su economía y evitara los efectos perversossobre la población tenía la mala gestión concejil. El camino elegido fue la centralizaciónca y administrativa(3). Pero este camino no estuvo exento de numerosos problemas ae]nv:ad()~

la competencia entre el Consejo de Castilla y la Secretaría de Hacienda por asumir elsupervisión de las haciendas. Un enfrentamiento que se mantuvo hasta el inicio del sigloque con frecuencia fue utilizado hábilmente por las oligarquías urbanas para zafarse de lostos de control de la corona. Las reformas pasaban por la intervención en los modelos dede la administración local. Pero como en otros campos en los que los gobiernos ilustradostaron transformar la realidad, hubo una inadecuación entre los fines y los medios empleados.

En esta comunicación intentaremos analizar las posibilidades que en realidad tuvogobierno de transformar la realidad financiera de la hacienda de Cartagena. Una haciendapor el volumen de población al que afectaba, al finalizar el siglo cerca de 50.000 personas,a movilizar una enorme cantidad de recursos monetarios.

]LA HACIENDA CARTAGENERA ANTES DE ]LAS REFORMAS BORBÓNICAS.

A mediados del siglo XVIII, antes de que se pusieran en marcha las principales reformas, lahacienda municipal de Cartagena se encontraba endeudada. A petición de la corona, que pre:tenldíaconocer el estado real de las haciendas concejiles en España, el concejo realizó un detallado infor­me sobre la situación de la hacienda municipal en el año fiscal 1754-55 de junio a junio)(4).

ESTADO DE LA HACIENDA MUNICIPAL DE CARTAGENA EN 1754-55

Ingresos Gastos% %

Propios 84579 31,8 Real Hacienda 46727 12,9Censos 11565 4,3 Censos 41800 11,6Arbitrios 169893 63,9 Salarios 14569 4,0

Festividades 11446 3,2Total 266037 100 Varios 35282 9,8

Total 149824 41,4Deudas 211979 58,6

Según el volumen de ingresos y gastos, la hacienda concejil de Cartagena podía cubrircientemente los gastos ordinarios anuales pero no podía atender las deudas acumuladas, quenían un total similar al que se ingresa en un año. El problema surgía desde el momento que elde estas deudas estaba vinculado a determinados ingresos ordinarios y, lo que aún era más

les y la trascendencia de las funciones que desempeñaban, era más bien un ideal que se diluían ante la necesidad dedel' las exigencias estatales y los manjeos que en su beneficio ejercían las oligarquias locales.

3.-La pretensión de los barbones de una reorganización de las haciendas municipales debe entenderse como la culrninaclónde un proceso anterior de intervención estatal en los asuntos locales ver B. González Alonso, Sobre el Estado yAministración de la Corana de Castilla durante el Antiguo Régimen, Madrid, Siglo XXI, 1981, pp.203-234.

4.-Archivo Histórico Provincial de Murcia. Libro 168

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eran temporales, a ingresos extraordinarios. El concejo había ido hipotecando sus ingresosCOJ1tnltar préstamos, que no podía atender y le obligaban a nuevos préstamos. La solvencia

era mínima, y los ingresos no llegaban ni para cubrir los gastos ordinarios. Con ciertaun oficial concejil reconocía en el mismo informe "que su Mayordomo no halla ya quien

ita le preste cantidad alguna de que poder yr sobrellevando sus ordinarios gastos" ¿Cómo sebía llegado a esta situación? Analicemos las características de los recursos disponibles.

Cm1agena comenzó el siglo XVIII con unos propios escasos. Los propios eran las propie­ades de la ciudad, ya fuera bienes, rentas u oficios, que el concejo administraba en nombre y aeneficio de la comunidad, y que proporcionaban los ingresos ordinarios. Su aportación al total

ingresos se mantuvo durante la primera mitad del siglo XVIII por debajo del 35-40 por cien­yen algunos años fue incluso inferior porque se perdieron algunos.

El sistema de gestión preferido para su explotación era el arrendamiento. Tras acordar ellas condiciones del arrendamiento, se pregonaba en la plaza pública, y tras valorarse lasposturas era adjudicado al mejor postor. Pero este procedimiento ocultaba numerosas

irregulari¡jadles. En 1725 el corregidor de Cartagena envió un detallado informe al Consejo deexponiendo los manejos y malversaciones cometidos por los regidores de la ciudad en

am:ndamieultos de sus rentas: "en su exterior (escribe el corregidor) (los regidores) solicitandel vecino.... percibiendo ocultamente las posturas"(5) Esto significaba que algunas

se arrendaban por debajo de su valor y sus frutos se estaban desviando hacia el beneficioparticlllar·es. El arrendamiento de las rentas a particulares libraba al concejo de tener que lle­su contabilidad, y con ello se aligeraba la administración necesaria, pero creaba un descon­importante. Las peripecias por las que pasaba cada renta y cada arrendador privaba a menu­

al concejo de recibir la cantidad acordada y en los plazos previstos. En 1712, por ejemplo, elpor ciento del total de ingresos eran deudas de rentas de propios todavía no pagadas al con­

La concentración en un mismo particular de varios arrendamientos y la intensificaciónlazos económicos, y hasta familiares, entre algunos regidores y arrendadores facilitaba la

tranlsferencia de fondos entre las diversas rentas, lo que complicaba aún más la contabilidady era un motivo añadido de mayores irregularidades.

A través de las cuentas que los mayordomos de propios, también arrendada, entregabanlos años al concejo para la aprobación de los ingresos y gastos ocurridos durante el añode junio a junio, se puede conocer los propios existentes y su evolución. Esta contabili­

era enormemente confusa. Los distintos movimientos monetarios eran presentados por elInavordoJffiO en una relación de forma separada, distinguiendo entre cargos (ingresos entrados en

del mayordomo) y data (pagos realizados por éste en nombre de la ciudad). No hubo toda­nada parecido a una contabilidad de doble partida, por lo que era casi imposible conocer el

de cada cuenta y mucho menos precisar en cada momento el nivel real de ingresos y gas­tado lo cual facilitaba aún más los manejos de los mayordomos y los concejiles(7). En este

J.-ArchiVO Histórico Nacional, Consejos, Leg. 34 exp. 9, 2-VII-I725

U.--t"l,JVIIU __ Caja 11.

las ventajas de la contabilidad de doble partida frente a la de "cargo" y "data" ver 1.1. Martínez Ruiz, "La reformade la contaduría municipal de Sevilla y la introducción del libro de caja (1567)", Revista espaíiola de financiación y con­tabilidad, va. XVII, n056, (1988) p,335-349. La evolución de esta reforma puede seguirse en la obra del mismo autorFinanzas Municipales y Crédito Público en la Espal1a Moderna. La hacienda de la ciudad de Sevilla, 1528-1768.Sevilla: Universidad, 1992.

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contexto, la posición del mayordomo en las finanzas municipales se reforzaba. Con UCCu(~nf'

era quien disponía de más dinero y a él recurrían los concejiles para adelantar pagosnarios. El resultado era que el concejo terminaba endeudándose también con el malyordo'!TInpropios. En 1755, por ejemplo, el 15 por ciento de las deudas del concejo era pagos perrdÜ:ntf'"a sus mayordomos de propios anteriores por cantidades adelantadas y todavía no ae1vueltai;(RlEn estas condiciones, la gestión de los propios sólo hacía aumentar su insuficiencia.

EVOLUCION DE LA RENTA DE MATADERO EN CARTAGENA(1669-1793)

La renta más importante era la Renta de Matadero. La evolución de esta renta vinoal consumo, y éste a la evolución de la población y al crecimiento económico. Aunque setuvo durante la primera mitad del siglo XVIII como la principal renta de propios, su vínculonivel de consumo limitó su aportación a las arcas concejiles, situándose por debajo del 17%total de propios. La contribución de esta renta sólo comenzó a ser verdaderamente importantepartir de la década de 1740, coincidiendo con el despegue demográfico y económico.

Junto a la renta de matadero, el propio más importante en los primeros años del sigloeran los impuestos que el concejo cobraba a los productos embarcados y desembarcos en elto, es decir a la actividad portuaria. La constituían varias rentas: la renta mayor del mediociento, la más importante; la renta de almotacenía; y la renta de mollajes sencillos. La cOIltnbu·ción de esta renta se benefició de la reactivación de la actividad portuaria en Cartagena desdeúltimo tercio del siglo XVII. Los ingresos que producían estas rentas se multiplicaron pordurante esos años. Este aumento no fue acompañado por el resto de los propios, que apenastaron más de lo que lo hacían en la década de 1680. Este estancamiento de los propiosel tránsito al siglo XVIII, creo una acusada dependencia de las finanzas concejiles respecto arentas sobre la actividad portuaria. Si durante el último tercio del siglo XVII estas rentastaban en tomo al 20 por ciento del total de ingresos de propios, en las primeros años delXVIII la contribución llegó a superar el 60 por ciento.

8.-Almayordomo Pedro Zapata se le debía 22.772 reales, y a su hijo, José Zapata que fue el siguiente mayordomo,8634 r. por cantidades adelantadas y que el concejo no les había satisfecho, AH.P.M. Libro 168

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DE PROPIOS YLAS RENTAS DE PROPIOS SOBRE LA ACTIVIDAD PORTUARIA EN CARTAGENA

(1680- 1717)

ImpuestosTotal Propios* Indice actividad %

orIuaria* Indice

1680-84 59418 100 9628 100 16

1685-89 61058 103 12845 634 2162792 106 12006 652 1963868 107 10401 663 1659585 100 14490 619 2440497 68 16567 421 4140819 69 24132 424 5927017 45 17981 281 67

Es por ello que la pérdida de estas rentas sobre la actividad portuaria fue un duro golpela hacienda concejil. El rey decidió instalarse en 1707 una aduana en el puerto de Cartagena

la ciudad su administración(9). La corona quería evitar el numeroso contrabando, quelos informes que había recaudado, se estaba desarrollando por el puerto de Cartagena. Laprotestó con firmeza, ya que perdía la mitad de sus ingresos de propios. Alegó que "desdeinmemorial... desde que se gano de los moros" la ciudad había tenido el privilegio de no

aduana. Por este privilegio, las aduanas se instalaron en Mazarrón, Lorca, Totana, Fuentey Murcia "para ceñir con este círculo de refuto lo que saliere desta ciudad.. ya que cogena mar acordonan y ciñen toda Cartagena y su jurisdicción(10). Además, los concejiles

aSE~gurat)an que esta aduana provocaría el hundimiento de la actividad portuaria en Cartagenalo elevados impuestos que soportarían los productos introducidos(11). Los concejiles temí­

el comercio se desviara hacia Alicante "como se ha empezado ya a reconocer", y, en con­Secuellci'l, se redujeran drásticamente los ingresos concejiles. La aduana funcionaba desde junio

y el resultado confirmaba las peores sospechas de los oficiales concejiles(12). Al finallos llamamientos dramáticos desde Cartagena el rey ordenó en enero de 1710 que todo

a la situación anterior. Pero el proceso de centralización y unificación iniciado por losb()lbOllles no hacía excepciones, y en enero de 1718 se ordenó de forma general que se pusieran

en todos los puertos de mar, incluida Cartagena. En adelante, su hacienda concejil tuvoprescindir de este importante ingreso.

Real Cédula de 17-V-1707, el rey concedió autorización al administrador de los almojarifazgos para que pusiera asu costa una nueva aduana en el puerto AMO., Lg. 407

W.--f"\IVILI.~ Caja 190 exp. 7

concejiles de Cartagena estimaban que al 16 por ciento de gravamen establecido se añaría ahora otro 25 por cien-to, "con lo que viene a pagar el comerciante el41 por ciento de gravamen" AMO., Caja 190 exp. 7

concejo informaba que el hundimiento del comercio era total, ponían como ejemplo que entre el día 9 de junio de1709 y el 7 de octubre del mismo año "no había entrado en aquel puerto (ele Cartagena) mas que un navío y este preci­sado e1el mal temporal"AMCt., Lg. 407

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EVOLUCIÓN DE LOS INGRESOS POR PROPIOS EN CARTAGENA (1689-1756)

180000

160000

140000

120000

100000

80000

60000

40000

20000

om N ~~ ro ~ ~ o M w m N ~ 00 ~ ~ o ~ w ro N ~

~ ~ ~ ~ ~ R ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~

Las consecuencias para la hacienda concejil de esta pérdida fueron notables. Baste indi­car que el total de ingresos procedentes de los propios no volvió a recuperar el nivel anteriol'a la pérdida de esta renta hasta finales de la década de 1730. La razón de esta prolongadadebilidad de la hacienda durante la década de 1720 se debió en parte a la propia debilidad desus propios. Aparte de la renta de ".matadero" y las rentas sobre la actividad portuaria, elresto de rentas de propios aportaban cantidades claramente inferiores. Entre ellas destacabanlas rentas de gravaban el comercio de entrada y salida de la ciudad por las rutas terrestres.Como eran las rentas de "correduría de carros" y "saca de pescado", rentas que desde 1717se arrendaban de forma conjunta(13), y las rentas de motacenía y medio por ciento de entra­da de mercancías por tierra.

Había otras rentas cuya aportación eran aún inferior. Se centraban en gravar la venta dealimentos, su distribución o el aprovechamiento de recursos naturales. La gran mayoría se fue­ron estableciendo en los siglos anteriores, y muchas de ellas había perdido su importancia eco­nómica(14). Era el caso del arriendo de hierbas en las tierras baldías para los ganados que vení­an a herbajar a los campos de Cartagena, y cuya aportación a las arcas concejiles durante las pri­meras etapas de la Edad Moderna fue muy importante. Su contribución en el siglo XVIII des"cendió hasta prácticamente desaparecer debido a la expansión de la agricultura desde mediadosdel siglo XVII y a la roturación de los baldíos impulsada por el propio concejo. Un descensosimilar había protagonizado la renta de "la pesca de la Asohia", que gravaba el pescado cojidoen la almadraba de la Azohía durante los meses de abril, mayo y junio, y que durante la prime­ra mitad del siglo se redujo de unos 5.000 reales a menos de 3.000 reales.

El resto de rentas formaba un grupo más heterogeneo que gravaban la venta de alimen­tos, como la "sisa y cabezaje"; la producción y distribución de harina, como la "maquilaalmudí"; el alquiler de las "salas y hornos del Almudí", utilizados para hacer bizcochos

l3.-AMCt., Caja 196, exp.lO

14.-Vicente Montojo Montojo, Políticas fiscales real y concejil en Cartagena (s.xVI-pIincipios XVII), en J.1. FOlteay C.Ma Cremades (eds.) Política y Hacienda en el Antiguo Régimen, vol.I, Murcia, 1992, ppA19-43ü

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para la marina; el arrendamiento de varias tiendas y barracas que existían en diversaspública para la venta de comestibles; el arrendamiento del "alfolí de la sal"; el aprove­

Ahamle:nro de la sosa y juncos silvestre de los baldíos y costa de levante, o en los almarjalesi@redta[()S a la ciudad. En estas pequeñas rentas era donde los manejos de los regidores eran

frecuentes. A menudo algunas de ellas no conseguían ser arrendadas, por lo que eranhdluirlÍstra(laS directamente por los oficiales concejiles nombrados al efecto. En estos casos,

de un rigor contable y las ambiciones económicas, favorecían una mala gestión admi­.'¡<I ..~l1lva. que llegaban hasta la sustración del dinero recaudado. Como declaraba el corregi­

en 1725, era práctica habitual "que algunos regidores se quedaran con el dinero que paga­los arrieros al introducir comestibles en la ciudad"(l5). Los problemas de gestión estaban,

generalizados a todas las rentas.

Pero la atonía que mostraba la hacienda de propios era una realidad a medida que la ciu­se adentraban en el siglo XVIII, también es cierto que existía un importante potencial de cre­

círrnerrto, que se mostró en todo su esplendor durante la segunda mitad del siglo. Nos referimosposibilidades fiscales derivadas de la puesta en cultivo de las tierras baldías de la ciudad y

auténtica explosión en la construcción urbana que se produjo en Cartagena.

Durante el siglo XVIII los oficiales concejiles aprovecharon la demanda de tierras queestaban intensificando desde la segunda mitad del siglo XVII para arrendar las tierras

de su propiedad y aumentar así los ingresos. Desde 1645 la ciudad había compradotierras baldías de su jurisdicción(l6). El uso de esta propiedad no fue fácil. Tuvo que

enl're¡ltarse con los ganaderos y con los sucesivos monarcas que cuestionaron la vigencia delacuerd'D( 17). Los ataques más firmes los protagonizó Felipe V, que, decidido a restituir a la

los bienes cedidos por sus antecesores, constituyó una Junta de baldíos y mandó rea­lizar una pormenorizada investigación sobre el estado de todas la enajenaciones(l8). Por

conocemos que en 1739 las tierras baldías de Cartagena del Rincón de San Ginés y lasde Escombreras y Gorguell retornaron al patrimonio real. No obstante, la ciudad

contra esta decisión, y ofreció 55.000 reales por el indulto, lo que aceptó la Junta deen 1741, y las tierras se mantuvieron en la propiedad del concejo. Lógicamente

pleitos entorpecían el libre uso de esta propiedad y obligaban a gastar elevadas sumasde dinero en pleitos.

A pesar de los obstáculos y el gasto la ciudad puedo comenzar a explotar este recurso coninicio del siglo XVIII. El sistema utilizado fue ofrecer a los vecinos de la ciudad y campo lotestierras en arrendamiento temporal que adjudicaban en subasta pública. Las ofertas de tierrarealizaba con ocasión de gastos extraordinarios y cuando las necesidades financieras eran acu­

en 1702 para la fortificación del fuerte de la Podadera; en 1710 para el servicio que la ciu­hizo a S.M. para remonta de caballería, en 1717 y 1718 para pagar lo que la ciudad debía a

Bertrandi; en 1720 para costear los gastos que causaron el aislamiento por la peste de

15.-AHN, Consejos, Leg. 34, exp. 9.

16.-El precio de compra fue de 30.000 reales, y consiguió la plena propiedad, las tierras baldías y yerbas de su jurisdicciónpara disponer a su voluntad para siempre jamás como de propios.. (el rey se comprometía a).. ceder y traspasar en ellatodo el derecho que S.M. tiene o puede tener a las ¡ierras de su termino, agora y para siempre.. ". AHN, legajo 256, exp.11. yAMCt, Caja 131, exp.lO

1I.--rJI~][O de la ciudad contra Carlos n, AMCt., Caja 99, exp. 12. 1673.

'u.--t'\u'.'. DGR, n R., legajo 4869.

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Marsella; en 1728 para diversas deudas y para construir un pósito; o en 1760 para la COllduccil:)11de agua dulce(l9).

Como no podía ser de otro modo, este nuevo recurso no pasó desapercibido a los regIdoresFueron frecuentes los intentos de los regidores por acaparar lotes de tierra y los manejos desubastas en beneficio propio y de su alianza con otros "poderosos" de la ciudad. De hecho,primeras ofertas de tierras fueron adjudicada en su totalidad a miembros del cabildojil(20). La denuncia de los propios labradores del campo de Cartagena de estos manejos lavaron incluso al rey, que se mostró claramente favorable a los campesinos. La corona era lacipal interesada en recorta estas prácticas y por extensión el poder concejil(2l). El concejo,tanto, dispuso en estas ofertas de tielTas de cultivo una fuente extra de ingresos, pero sución vino unida a remediar urgencias, la mayor parte de ella inducidas desde la corona, y latión tuvo los mismos problemas que otras rentas.

Algo similar oCUlTió con otro propio, las pensiones sobre las viviendas. Los vecinospretendía construir una casa solicitaban del concejo autorización, y por ella estaban obligados a"dar por una vez por vía de limosna 4 reales de plata al prior del convento hospital de Santaorden de San Juan de Dios"(22). Pero lo que en principo era una limosna se terminó convirtien­do en una pensión anual para sus propios. Los regidores detectaron desde el primer momento elincremento que desde mediados de la década de 1730 se estaba produciendo en la ciudad. Larespuesta fue inmediata(23). En 1738 se revisaron el "valor que se han de apreciar los palmosde los sitios de esta ciudad". Como la demanda de solares se intensificaba, decidieron una nuevarevisión en 1753 y el establecimiento de un canon anual del 3 por ciento del valor de terrenocuyo dinero será aplicado a los propios(24). La continuidad de la presión constructora animó alos capitulares a sucesivas aumentos del valor de los solares: en 1767 y en 1796, valiendo esteaño seis veces más que en 1738.

La ciudad no tenía potestad para imponer impuestos pero sí podía modificar el valor delsuelo, y por esta vía se dotó de un nuevo propio que creció de forma espectacular durante lasegunda mitad del siglo XVIII. Como ocurrió con los repartos de lotes de tierra, también en la

19.-AMCt., Ac.Cap., IO-X-1702; Caja 45, exp. 16; Caja 87, exp.16. La relación entre la oferta de tierras por el concejo ylas necesidades económicas parece evidente En 1728, el concejo declaraba expresamente" que se arrienden las fanegasque se necesiten para el pago de 28.260 reales que la ciudad debe a Don Nicolas Montanaro...Se necesitaban 841 fane­gas y 3 zelemi. "AMCt., caja 45, exp. 16.

20.-En 1702, un regidor se enfrenta al resto del concejo para denunciar las maniobras que siguen algunos regidores paraadquirir los lotes de tierra, y afirma: "pues tiene entendido son para algunos de los caballeros capitulares queeste aynntamiento, y que el ánimo sólo es de Horear las tierras y que se les señale lo mejor..", AMCt., Ac.Cap., 21-XI­1702. En 1708 el concejo pretende atTendar 1.000 fanegas, y dos regidores, Nicolas Montanaro y Pedro Siveros ofertanpor la totalidad de las fanegas, y otros regidores también solicitan lotes, aunque menores. AMCt., cajal62, exp. 33

2l.-Ante los abusos que estaba cometiendo el concejo a la hora de repartir las tierras sacadas a subasta en 1703, losdores de su campo acudieron al rey, y este decidió multar al alcalde mayor y regidores. AMCt., Ac. Cap., 27-]]-1703.

22.-AMCt., Caja 173, exp. 10.

23.-Sobre las especulaciones en los alquileres urbanos ver R.Torres Sánchez, Aproximación a las crisis demográfica enperiferia peninsulm: La crisis en Cartagena durante la Edad Moderna, Cartagena, 1990, cap. 5.2.

24.-"siendo conveniente (acordó el concejo) aplicar a beneficio de sus propios algún emolumento.. y pudiendo servirle dealguna modica pension que por razón de censo anual se establezca sobre los sitios que para fabricar casas en su pOOIIaClllU..

la caraga de pensión anual a dichos propios un 3 % de valor que se regule a dichos sitios"AMCt., Ac. Cap. lJ-,'U-" Jo<

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Mliudilcacló1n de solares algunos regidores pudieron hacer importantes beneficios. Una investi­abierta por el Consejo de Castilla en 1758 mostró con claridad los numerosos y compli­

manejos de algunos regidores por la vía de la acumulación de adjudicaciones de solares yposterior cesión a otros particulares(25). No conocemos todavía el impacto con que esta prác­

pudo afectar a la hacienda concejil, solamente sabemos que contribuyó decisivamente aP,llcarecer los precios de los alquileres y a favorecer el hacinamiento de la población urbana.

La debilidad de los propios y la multiplicación de los gastos extraordinarios exigía a loscOllce]lH~s buscar nuevas fuentes de ingresos. La posibilidad de realizar repartimientos entre los

contaba con una oposición clara de los vecinos. El recurso que quedaba era solicitar decorona permiso para establecer nuevos impuestos, arbitrios. Estos nuevos impuestos eran

COIlcedlcloS por tiempo limitado y en condiciones específicas, y se establecían preferentementeel consumo.

Su número proliferó desde finales del siglo XVI y generó importantes problemas. Losarbltr1()S tenían la ventaja que permitían responder con relativa facilidad a los gastos extraordi­

pero tenía inconvenientes superiores. Producía una escalada fiscal, que recaía de formay perceptible sobre la población. Por otro lado, dada la escasa capacidad de aumentar

propios, los concejos terminaban dependiendo de la continuidad de los arbitrios. La reno­de la autorización real no siempre era automática, y solía ser la ocasión perfecta que

el rey para pasar repaso a los temas y agravios pendientes. Si el concejo era capaz de acu­un número importante de arbitrios, y conocida la escasa eficacia de la gestión concejil,

bastantes posibilidades de que el concejo terminara endeudándose con los acreedoreshasta declarándose en quiebra(26).

,"J.--t\Jcm, Consejos, lego 256, exp.11

el caso de la hacienda de Granada que dio en quiebra en 1669 y luvo que ser dirigida por un juez hasta mediadosdel siglo XVIII, ver Jesús Marina Barba, "El Ayuntamiento de Granada y la reforma de las Haciendas Locales en el sigloXVIII", Chronica Nova, Revista de Historia Moderna de la Universidad de Granada, nOl7 (l989)pp.205-224, esta cues­tión es ampliada por el mismo autor en Poder municipal y reforma en Granada durante el siglo XVIII, Univ. de Granada,1992, cap. III. Sin llegar a ese extremo lo normal fue que el uso y abuso de los arbitrios provocara un endeudamiento yla dependencia respecto a los arrendadores, ver l1. Martínez Ruiz,Finanws Municipales y Crédito Público, cap. VIII,y El Quintana Toret "La hacienda municipal de Málaga: gestión y desenlace de una crisis (1590-1714)" en Fiscalitatestatal i hisenda local (ss. XVI-XIX). Funcionament i repercusions socials, Palma de Mallorca, Institut d'estudis balea­rics, 1988, pp.87-100.

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EVOLUCION DE LOS ARBITRIOS CONCEDIDOS A CARTAGENA y ~'-''''Ul,""ftf\.

CION CON LOS PROPIOS (1669-1756)

180000---- Propios

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"" , n\ \

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" N LO al '" " ;:¡: LO al '"N N '" '" ..- ..- LO

" ;:: ;:: ;:: ;:: ;:: ;:: ;:: ;:: ;::

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~ Arbitrio pescado

- - - - Arbitrio Sosa y Barrilla

40000

'"'"-20000JI "g

O .. ""al '" " ;;; LO al '" " .; LO al '"CD " " ro ro al al o o~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ;:: ;:: ;:: "

60000

80000

160000

100000

120000

140000

La hacienda concejil cartagenera recurrió también a los arbitrios. La mayor parte de losarbitrios utilizados durante el siglo XVIII fueron concedidos en el siglo anterior, que con algu­nas lagunas y pequeños cambios en las condiciones se mantuvieron. Uno de los más antiguos eimportantes era el arbitrio de 7 maravedies por libra de pescado grueso de la mitad del que sepescaba en la almadraba de Escombreras durante los meses de abril, mayor y junio, y se vendíaen la pescadería de la ciudad. Su contribución a las arcas concejiles era muy importante. En ladécada de 1680 equivalía al 60 por ciento de todos lo recaudado en los propios. Aunque su apor­tación a las finanzas locales descendió notablemente durante el tránsito al siglo XVIII, llegandoa representar sólo ellO por ciento, inicio un importante ascenso desde finales de la década de1730 y alcanzó la máxima contribución en la década de 1740, cuando su aportación equivalía amás del 70 por ciento de lo recaudado por los propios.

Pero este fructífero arbitrio no pudo ser usado por las finanzas locales porque estaba hipo­tecado para pagar el préstamo concedido por Juan Bautista Prevé en 1632. En esa fecha la ciudadtomó, con la autorización real de 3-IX-1632, a censo redimible la cantidad de 95.000 ducadospara hacer frente a la gastos ocasionados por la construcción de un canal para trasvasar agua desdelos ríos Castril y Guardal hasta el campo de Cartagena(27). La garantía del préstamo fue la mitadde los bienes de propios de Cartagena. La cantidad tan elevada del préstamo, aproximadamenteunas veinte veces los ingresos anuales de esos momentos, y los altos intereses a que se pagaba, el6 por ciento, producían unas pensiones elevadísimas a las que la precaria hacienda cartageneradel siglo XVII no podía atender. El rey concedió que del arbitrio de pescado se pagaran las pen­siones anuales que generaban el préstamo, por lo que en la práctica inutilizaba este arbitrio.

La situación se mantuvo hasta mediados del siglo XVIII. Los únicos cambios fueron unareducción general en el tipo de interés aplicado, que desde 1705 pasó del 6 a14 por ciento. Comola cuantía de los réditos seguía siendo muy elevada, 41.800 reales, aproximadamente 10 mismo

27.-AMCt., Caja 248, exp.20. Sobre la constlUcción de este canal ver AJ. Mula Gómez, 1. Hernández Franco y 1.Martínez, Las obras hidráulicas en el Reino de Murcia durante el reformismo borbónico. Los reales pantanos deMurcia, 1986, pp.64-67.

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se recaudaba por todos los propios y casi el doble de lo conseguido en el arbitrio de pesca­la ciudad protestó ante el rey. El consejo de Hacienda finalmente decidió en junio de 1728

como única hipoteca del censo el arbitrio de pescado, y si faltaba algo fuera completadolo que se recaudaba en la real aduana de Cartagena(28).

Más fructífero para la hacienda concejil resultó el arbitrio sobre la sosa y barrilla. De formaininterrumpida, la corona permitió desde finales del siglo XVI la imposición de un gravamenexportación de sosa y barrilla. El fuerte incremento de la demanda por comerciantes france-e italianos durante la segunda mitad del siglo XVII animó a mantenerlo. En 1712, por ejem­más de un tercio de todos los impuestos recogidos por la actividad portuaria había gravado

tráfico de sosa y barrilla(29).

La corona había concedido en diciembre de 1685 el arbitrio de un 1 real por quintal de sosaotro real por quintal de barrilla que se embarcaba en el puerto de Cartagena. El fruto de este

sirvió para atender los numerosos gastos extraordinarios de los años de tránsito al sigloreparos de los desperfectos ocasionados por la devastadora borrasca de Santa Catalinaconstruir un almacén para pólvora (1702), reparar las fortificaciones del castillo de la

COllCe¡JClCm (1705) o construir el fuerte de la podadera(30). En los años siguientes, y coinci­con la reducción de los propios, la necesidad de este arbitrio aumentó. Los concejiles

recJlamaro1n con insistencia la prorroga del arbitrio. La situación comenzó a hacerse insosteniblela puesta en marcha de la aduana bajo la administración real en 1718. Ante las presiones con­

la corona concedió de nuevo el arbitrio en noviembre de 1729 y volvió a prorrogarse endiciembre de 1735(31).

La lista de arbitrios se fue ampliando a medida que los arbitrios existentes eran claramen­te insuficiente y los propios no sólo no aumentaban sino que se reducían. El concejo contó desde1717 con otro nuevo arbitrio: el gravamen de 4 maravedíes por azumbre de vino que se consu­mía en la ciudad y su jurisdicción(32). Este arbitrio no soportó hipotecas, pero su expansión nofue importante hasta la segunda mitad del siglo XVIII. Todo lo contrario de lo que ocurrió conotro arbitrio, el autorizado imponer sobre la carne cortada. Para poder pagar anualmente la can­tidad asignada a Cartagena de servicio ordinario y extraordinario a la corona, así como las anua­lidades que se estaban debiendo, el rey concedió en 1720 un impuesto de 2 maravedíes por librade carne de carnero y macho cortada en las carnicerías públicas. Este arbitrio se dedicó en sutotalidad al pago de estos servicios, por lo que quedaba hipotecada.

Más impOliante y disponible resultó el arbitrio que en 1747 se concedió para gravar el consu­mo de aguardiente. La venta de aguardiente que se consumía al por menor se ofrecía en régimen deestanco y era administrada directamente por la corona. Pero desde ese año, la hacienda real cedió suexplotación a los pueblos a cambio de que pagaran a ésta una cantidad fija establecida por la corona,pudiéndose quedar los concejos con el sobrante de la renta del aguardiente. A Cartagena le corres­pondió pagar por la "extinción del estanco" 20.520 reales cada año a la real hacienda. El concejo acor­dó establecer un impuesto de 8 reales por arroba de aguardiente que entrara por mar y tierra en su

28.-AMCt., Caja 15, exp. 13.

29.-AMCt.,lg.287

30.-AMCt.,lg. 47. La utilización del arbitrio en este tipo de gastos se prolongó en los años siguientes Caja 186, exp. 7.

.".--¡-""'U.. Caja 163, exp. 23

"&.--rlUHA. Caja 8, exp. 14 y 17.

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jurisdicción o se vendiera por menor. Este arbitrio fue un auténtico balón de oxígeno parazas, ya que desde el primer momento permitió reunir cantidades muy superiores, y en lamitad del siglo XVIII duplicará y hasta tliplicará las cantidades exigidas por la hacienda

RECAUDADO EN LAS RENTAS DE PROPIOS Y EN DIVERSOSARBITRIOS EN CARTAGENA (1751-56)

l2l Pescado

9,45%

Propios

Aguardiente

Sosa y Banilla

Por lo tanto, durante la primera mitad del siglo XVIII, las finanzas concejiles se vieroncondicionadas por unos propios escasos y que perdieron la principal fuente de ingresos, la acti­vidad portuaria. La respuesta fue aumentar el número de arbitrios, llegaron a aportar las dos ter­ceras parte del total de ingresos. Los sucesivos arbitrios no permitieron una mejora importanteporque o estaban hipotecados o estaban destinados a grabar el consumo de una población quehasta finales de la década de 1730 no permitió un cambio sustancial.

Los ingresos de la hacienda concejil eran insuficientes para cublir las necesidades económi­cas de la comunidad. Y no lo eran no tanto por los gastos ordinarios como por los extraordinmios ylas deudas acumuladas. Durante la primera mitad del siglo XVIII, las pmtidas más constantes fue­ron los salmios y los gastos en festividades. El sistema de mTendamiento de rentas aligeraba consi­derablemente la necesidad de dotm'se de una administración. El personal pagado por el concejo osci­ló entre las 30 y 45 personas hasta mediados del siglo XVIII: corregidor, alcalde mayor, regidores(24), escribanos (2), mayordomo, contador, porteros (4), abogado, médicos (2), clarinero (2), pre­gonero y relojero. Sus salarios se mantuvieron casi constante durante toda la primera mitad. Y elgasto que ocasionaba estos salm'ios ocupaba siempre menos del 10 por ciento del total de gastos.

El capítulo de festividades se mantuvo también sin apenas variaciones. Eran festividadesen su totalidad religiosas y el gasto del concejo en ellas se limitaba a pagar las misas, los ser­mones, la cera consumida y algún donativo a la orden o el convento encargado. La cuantía deestas festividades era pequeña y oscilaba entre los 3.500 reales que se gastaban en la celebracióndel Santísimo Sacramento y los 80 reales que se empleaba en cera para las dos fiestas se cele­brar a Santa Rosalía y Santos Mártires de Zaragoza.

Más importantes eran las cantidades empleadas en satisfacer las demandas de la haciendareal. Como apuntamos, el concejo estaba obligado a pagar el servicio ordinario y extraorciinari<o,unos cinco mil reales, que se cubrían con el arbitrio sobre la carne. El concejo tenía que contri­buir también al mantenimiento de las tropas y a la caballería acuarteladas en reino, "utensilios"

33.-AMCt,lg.l!.

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a la caballería". La corona, además, fue responsabilizando durante la primera mitad delXVIII al concejo de determinados funciones, para las que había que dedicar cantidades más

fijas de dinero. Era el caso de la limpia y conservación del malecón y canal que desdela corona mandó al concejo realizar todos los años para evitar que las ramblas desembo­en el puerto, o la obligación de cuidar y aumentar los montes y plantíos de la jurisdicción.

expansión de los arbitrios fue también utilizada por la corona para establecer pagos fijos,oCUlTió con la extinción del estanco del aguardiente, o el establecimiento de un 4 por cien­todos los arbitrios para la hacienda real. La ciudad, además, había contraído con la corona

deuda que si bien era una pequeña cantidad los frecuentes impagos terminaron por hacerlarl1lClortanre. Se trataba de la merced de 226 reales que la ciudad había hecho en 1644 al rey a

de que aumentara en diez el número de oficios de regidores.

Junto a estos gastos casi ordinarios, el concejo debía atender a numerosas necesidades quedebían ser atendidas con la misma cantidad monetaria. como los pleitos, obras públi-

paso de tropas, extinción de langosta, papel sellado... y una larga relación cuyo común deno­.c,'c.nr",r era la irregularidad. Ello provocaba importantes trastornos en la precaria hacienda con­

El solución habitual era tomar préstamos con la promesa de futuras recaudaciones de arbi­con lo que éstos aumentaban el grado de hipoteca. Obras públicas como un nuevo pozo deen siena Espuña, un lazareto en San Julián y un nuevo chapitel y torre de reloj en el ayun­

tanlieJllto fueron cargadas sucesivamente sobre el arbitrio de sosa durante la década de 1740,limltaI1C10 la disponibilidad de este arbitrio.

Por lo tanto, la hacienda concejil de Cartagena estaba durante la primera mitad del sigloen una insolvencia permanente. La continuidad de las exigencias fiscales de la corona se

a una mala gestión local que les llevó a un progresivo endeudamiento y al incremento dela carga financiera. El corregidor de Cartagena describía perfectamente la situación de estahacienda: "pobres y muchos los regidores de esta ciudad han andado de algunos años a esta parte

maniabiertos para los caudales públicos que la han reducido a el mísero infeliz estado de per­sus pleitos sin defenderlos por no aver para papel.. ."(34).

lI1lDT"G'R1Hl1'0 BORBÓNICAS.

La situación de la hacienda concejil de Cartagena era muy común en el resto de haciendas espa­ñolas(35). Es por ello que se valoró muy positivamente las reformas que los Barbones emprendieronen las haciendas locales. Tradicionalmente se ha considerado que la política reformista tuvo aquí unimportante campo para desplegar su programa refonnista. Esta visión se apoyaba en la abundantelegislación que desde mediados del siglo XVIII produjeron los sucesivos gobiemos ilustrados(36). Lasimple lectura de las numerosas leyes dictadas pelTnitía presentar las reformas como un ambicioso

34.-AHN, Leg.34, exp. 9, 2-VIl-1725

35.-Bibliografía sobre las haciendas en el siglo XVIII, .T. de Bernardo Ares "Hacienda municipal, oficios y jurisdiccionesenajenadas. El municipio de Córdoba a mediados del siglo XVIII", Omeya, n023, Córdoba, 1979; Manuel BustosRodriguez "La hacienda municipal gaditana en el reinado de Carlos III", Gades, 9 (1982) pp.85- ¡¡ 6, CM' CremadesGriñán, Economía y Hacienda local del concejo de Murcia en el siglo XVIlll (/701-1759). Murcia: Academia AlfonsoX El Sabio, 1986.

ejemplo reciente de esta interpretación tradicional en C. Merchán Fernández, Gobierno mnnicipal y administraciónlocal en la E¡jJmla del Antigno Régimen. Madrid: Tecnos, 1988.

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proyecto modernizador de hacienda y de la vida municipal(37). Su fracaso se debió sobre todoestructuras arcaicas que pretendía reformar.

Esta interpretación está siendo modificada. El sentido de estas reformas cambia si sedian a la luz de una línea de actuación más amplia y que se enmarca, como indicamos, ensupeditación de la hacienda municipal a los intereses del estado(38). Sin entrar en otrasderaciones sobre las relaciones con los poderes locales, la corona pretendía aumentar elsobre la hacienda municipal, por la vía de fiscalizar su contabilidad, con el fin de mejorar laponibilidad de los concejos sobre sus propios recursos. La corona esperaba conseguir unos con.cejos menos endeudados que pudieran atender en mejores condiciones a las demandas fiscalesdel estado y a los encargos en proyectos de utilidad pública que se pretendían(39).

La Instrucción de arbitrios 3 de febrero de 1745 es presentada como el comienzo de lasreformas. Esto no es totalmente cierto porque durante los reinados de Felipe V y Fernando VI sehabía practicado una creciente intervención de la corona en la vida municipal. Las C'l'p·C'j'·nh,,,

necesidades financieras del estado había estimulado un mayor control de las actuaciones localesen material fiscal, sobre todo a través de los intendentes. Incluso durante el reinado de FernandoVI se discutió la posibilidad de establecer una institución de carácter nacional que gestionara losasuntos relacionados con los propios y arbitrios locales(40).

Esta Instrucción sobre arbitrios hay que situarla en las medidas que desde 1741 se estabanadoptando para aumentar la contribución de los arbitrios municipales a la hacienda real por laurgencia de la guerra con Inglaterra(41). En ella se reconocía el efecto perjudicial para los súb­ditos de la acumulación de arbitrios y la frecuente malversación de fondos. Para remediarlo secreaba una junta local, formada por dos regidores y el superintendente, con el fin de mejorar elcontrol sobre la contabilidad de los arbitrios(42).

Los años siguientes se encargaron de demostrar que los arbitrios no se redujeron, antesbien aumentaron, y que en realidad lo que se buscaba era prioritariamente un aumento de los

37.-Esta visión idealista de la reformas borbónica fue primeramente expuesta por Manuel Pérez Bua, "Las reformas deCarlos III en el régimen local en España", Revista de Ciencias Jurídicas y Sociales, n06, Madrid, 1919. En general sobrelas reformas administrativas ver J. Guillamón, Las reformas de la administración local durante el reinado de Carlos Ill,Madrid, 1980

38.-B. GonzálezAlonso, Sobre el Estado y la administración oo., pp.203-234. Sobre el sentido político de las reformas de lahacienda municipal ver también P. Fernández Albadalejo, "Monarquía ilustrada y haciendas locales en la segunda mitaddel siglo XVIII" en M. Artola y L.M. Bilbao (comps.) Estudios de Hacienda: de Ensenada a Mon, Madrid, 1984,pp.157-174

39.-C. García García "Haciendas municipales y bienes de propios: las reformas de Carlos IlI", Anales de EstudiosEconómicos y Empresariales, 1, Valladolid (1986) pp.89-1l3; Carlos De la Hoz García "Las reformas de la hacien­da madrileña en la época de Carlos IlI." Equipo Madrid, Carlos Ill, Madrid y la Tlustración, Madrid, Siglo(1988): 77-103.

40.-C. García García, La Administración de las Rentas Municipales en el Antiguo Régimen. La Contaduría General dePropios y Arbitrios (1760-1824), Memoria de licenciatura inédita, Universidad Autónoma de Madrid, 1984, passimoo

41.-C. García García, "La crisis de las haciendas municipales: las ayudas financieras de los concejos a la hacienda real(1740-1820)." Fiscalitat estatal i hisenda local (ss.XV1-X1X). Funcionament i repercussions socials. 1nstitutbaleárics (1988): 427-450.

42.-Novísima Recopilación, VII, XVI, XI. La recopilación de estas instrucciones para administrar los arbitrios enCaja 14, exp. 2.

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ín2Jes'u:-.. Sin ningún rubor, cuando dos años después se creó en Cartagena el arbitrio sobre eld~llarldlen[e la corona animaba incluso a gravar este consumo con la excusa de ser perjudicial

la salud: "para pagar lo que les fuese repartido por dicha extinción del estanco de aguar­(utilicen) la providenzia que fuese menos gravosa a el común segun sus sircunstanc-

y encargádoles procurasen no dexar tan libre el Aguardiente y Licores que su abuso per­J(l1etlca~,c; a la salud antes bien se les mandava que aunque sacasen mas de lo que ymportase la

de su repartimiento lo pudiesen aprovechar en benefico del común para lo qual se lesr.onzeGla facultad"(43)

Más ambiciosa fue la Instrucción de 30 de julio de 1760 que ordenaba la creación de unaCOIltaclUrLa General de Propios y Arbitrios, dependiente del Consejo de Castilla, que tendría

objetivo la supervisión y autorización de forma personalizada de cada hacienda local.cada concejo se creaba una junta local de propios y arbitrio, formada por dos regidores y

corregidor, posteriormente se les unirán los diputados del común y síndico personero. Estalocal se debía regular de forma estricta por un reglamento específico para cada pobla­que debía proponer la junta a la Contaduría General y ésta aprobar. La junta local, ade­estaba obligada a rendir anualmente sus cuentas a la Contaduría General a través de la

COIltaclufla provincial.

REGLAMENTO PARA REGULAR LA HACIENDA DE CARTAGENA 1763.

Propios

Arbitrios

Sosa y barrilla

Vino

Tierras

Total Propios y Arbitrios

226573

55626

19439

17161

19025

282200

Salarios

Festividades

Gastos ordinarios y extraordinarios

Al fiel de la pescadería

Casa del gobernador

Casa alcalde mayor

Limpia canal y malecón

Empedrado de calles

Pensión a Totana

Servicio ordinario a la Real Hacda

Utensilio y Paja para tropa

Salario Tesorero de propios

Dos por ciento sobre Propios

Gastos menores

Total gastos

45801

7710

68839

300

2200

1100

6000

4000

365

5094

15000

4233

6546

24000

122350

Cartagena tuvo formado su Reglamento en 1763(44). De la distribución que hizo la Juntalocal· de Propios y arbitrios de Cartagena, su concejo podía gastar hasta 122.350 reales cadaaño e ingresaría 282.200 reales, lo que permitía un superávit de 159.850. La ContaduríaGeneral decidió que este hipotético beneficio anual se dedicara a pagar los alquileres de casaspara alojar la tropa de la ciudad, mientras no se terminaba el cuartel que al efecto se estaba

n.--r\lVILL.. Caja 15, exp.l3.

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construyendo, y el resto para continuar las obras pendientes de construcción de cañerías yducción de agua a la ciudad, obra que estaba tasada en 382.000 reales. Los futurosmientas económicos de la hacienda concejil quedaban limitados deforma expresa a lasdades y el destino asignado en el Reglamento, y hacia directamente responsable a lalocal de cualquier alteración. Si hubiera que hacer algún cambio había que solicitar labación a la Contaduría General.

De este modo se fiscalizaba la contabilidad de la hacienda local. Pero, ¿realmente sesiguió reformar la administración financiera del concejo? ¿dispuso el concejo de más recursospara ampliar su campo de actuación? En principio había razones suficientes para pensar que lasituación de la hacienda concejil había mejorado considerablemente. Los concejiles pudieronincluir como propios dos recursos anteriores pero que ahora comenzaban a dar importantesingresos: los censos que se pagaban por la adjudicación de solares, que en esos momentos ascen­día a la astronómica cifra de 111.353 reales, y el derecho de 8 reales sobre el aguardiente que sevendía en la ciudad y las diecisiete diputaciones del campo, que superaba los 40.000 reales.

Al ser considerados como propios su recaudación era continuada, y ya no dependía de lasrenovaciones de la corona. Además, eran unos ingresos que siguieron aumentando durante el restodel siglo a medida que se incrementaba su población. A finales de siglo, la contribución del impues­to sobre el aguardiente se había doblado en 1794: 80.500 reales. Cantidad a la que había que sumarlo que el concejo ingresaba por alquiler de puestos de tabernas (26) y ventorrillos (14) legalmenteautorizados para vender el aguardiente y que ascendía a los 70.000 reales(45). La importancia deestas incorporaciones a los propios puede seguirse en el fuerte aumento experimentado por los pro­pios durante la segunda mitad del siglo XVIII, en la que llegó a multiplicarse por diez.

45.-AlvICt., Caja 6 exp.2 En otros años las cantidades en licencias para puestos de ventas eran aún mayores. En 1788,ejemplo, sólo el impuesto sobre el aguardiente reportó a a las arcas concejiles 115.979 reales, de las que había quecontar el pago fijo a la Real Hacienda por la extinción del estanco de 20.520 reales, Caja 13. exp. 1

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DE LOS PROPIOS DE CARTAGENA

Pero a pesar del fuerte aumento en los ingresos de la hacienda concejil, los problemas queantes de las reformas continuaron, y el Reglamento no introdujo un cambio importante. A

continuidad contribuyeron varios factores.

En primer lugar, al confeccionar el Reglamento se buscaba conseguir un "sobrante", y seSegún las cuentas realizadas, el concejo dispondría cada año de un superávit que repre­

el 56' 6 por ciento de todos los ingresos previstos. Este casi mágico logro fue común encasos(46). Faltó realismo a la hora de realizar el Reglamento. Muchas partidas de gasto se

ret,oc,lron a la baja, algunas tan importantes como el mantenimiento del malecón, que se pasó dereales a 6.000 reales. La incierta partida de gastos menores, en la que en realidad se incluíaparte de la actuación concejil (desde obras públicas a niños expósitos) también fue reba-

pasando de más de 35.000 reales a sólo 24.000 reales.

En segundo lugar, la hacienda que el gobierno planteaba para Cartagena se mostró total­inviable en los años siguientes, cuando entró en contacto con la realidad de las necesida-

locales. La ciudad estaba experimentado una fuerte expansión demográfica y urbana, y estoIICLIUvllQ numerosas intervenciones del concejo. sobre todo en materia de infraestructuras. Lascall1tIcladt~s destinadas al empedrado de calles dejaron en un nivel casi ridículo los 4.000 realesprevistos en el Reglamento, el arreglo de fuentes, desagüe del almm:jal, casa de Misericordia,

de calles, plazas, paseos.... Incluso la aparición de nuevos gastos, por fuerza no previs­como el alumbrado público(47). Otras partidas de gastos eran marginales y nada hacía pen-

Reglamento de Propios y Arbitrios de la ciudad de Granada ofrecía un sobrante que representaba el 42 % de todoslos iugresos; en Sevilla del 29%, en Salamanca del 40 %; o en Burgos del 32%. Ver respectivamente J. Marina Barba,Poder municipal y rejimna en Granada durante el siglo XVIlI, ob.cit., p.267; M'J. Alvarez Pantoja, "Funcionalidad delas haciendas locales: las reformas de los propios y arbitrios sevillanos (1750-1780)" en en M. Artola y L.M. Bilbao(comps.) Estudios de Hacienda: de Ensenada a Mon, Madrid, 1984, p.7; J. Infante, El municipio de Salamanca al/na­les del Antiguo Régimen, Salamanca, 1984, p.311, Jesús Manuel Aguirre Nieto, "Reglamento del Consejo de propios yarbitrios de la ciudad de Burgos (1763)" en La ciudad de Blt/gos, Burgos, 1985, p.480.

1796 se decidió instalar 400 faroles, el coste no era muy elevado, unos 32.400 reales, más otros 33.000 1". en el gastode aceite, pero no había nada en arcas concejiles y hubo que recurrir a solicitar un arbitrio sobre la nieve, un quarto porlibra de nieve que se consumía en verano. AHN, Consejos, Lg. 1536, exp. 11

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sal' que iban a crecer, pero durante la segunda mitad del siglo XVIII alcanzaron pn)p()rcionl~~

desconocidas. Como ocurrió con el gasto del concejo en la manutención y crianza de niñossitos. De gastar el concejo menos de 400 reales a finales de la década de 1760, pasó aunos 8.000 r. en 1770, y en la década siguiente precisaban casi 60.000 reales(48).

Si estos eran los gastos más ordinarios, aunque ciertamente era dificil precisar su evolu­ción, el Reglamento prácticamente no dejaba ningún margen para los gastos claramenteordinarios, y que dada su frecuencia no fueron tan extraordinarios. Eran sobre todo los gastosrelacionados con las malas cosechas, que provocaban el endeudamiento de sus vecinos y la nece­sidad de abastecimiento, o los relacionado con la sanidad, las gastos ocasionados por las epide­mias en la ciudad o incluso su prevención, a veces igual de cara; el resguardo de la peste deArgel, por ejemplo, costó a la hacienda concejil 115.6711'(49). Tampoco faltaron ocasiones en lasque había que celebrar importantes acontecimientos, y el concejo no duda en hacer cuantiososgastos, como ocurrió en 1777 con el desembarco en este puerto de la futura esposa de Carlos III,actos que costaron a las arcas concejiles la cifra nada desdeñable de 96.436 reales. Lógicamentepara pagar estos gastos eran ridículos los 122.350 r. previsto en el reglamento. La solución fue,como antes del Reglamento, acudir a nuevos impuestos o nuevos préstamos. Sólo un ejemplo,en 1780 para extinguir la plaga de langosta que asolaba el campo de Cartagena, su con.cejo pre.cisaba 60.000 reales, y no dudo en tomarlos en préstamo a los herederos de Juan BautistaMontanaro sobre los propios de la ciudad(50). Como se puede ver las prácticas financieras eranlas mismas. Además había más factores que empujaban hacia la continuidad.

El Reglamento pretendía aumentar la fiscalización de las rentas del concejo y evitar lasmalversaciones de caudales públicos. No podemos precisar si con estas medidas se consiguiómejorar la eficacia de la gestión, pero lo que si parece claro es que aumentó considerablementela estructura administrativa. El número de empleados en el concejo paso de unos 40 a 82 des­pués de la reforma, y el coste de esta administración se cuadruplicó, pasando de poco menos de14.000 reales a más de 45.000. Esta cifra era en realidad mayor porque en el Reglamento, algu­nas partidas que antes se consideraban como salarios, como era el aposento del gobernador y elalcalde mayor, ahora se desviaba hacia gastos ordinarios. El problema estaba en que por esta víaaparecían unos gastos que por su naturaleza eran difícilmente reversible.

Pero no todos los problemas estaba en el nivel local, la corona contribuyó decisivamentea impedir una mejora real en la hacienda. La corona había planteado unas reformas ambiciosaspero no aportó medios y esfuerzos suficientes para asegurar sus cumplimiento. Para su proyec­to de centralizar, inspeccionar y autorizar todos las haciendas municipales, la ContaduríaGeneral de Madrid contaba sólo con 8 oficiales(51). Estos oficiales era a todas luces insuficien­tes para atender medidas como la necesidad de un expresa autorización por la Contaduría detodos los gastos extraordinarios superiores a 100 reales, o la necesaria aprobación de las cuen­tas anuales remitidas para que el mayordomo local las cerrara y liquidara. Los retrasos a las innu-

48.-Entre los años 1775 y 1789 que es cuando contamos con la información más precisa, el gasto del concejo en los niñosexpósitos se elevó a 400.495 reales. R. Torres Sánchez, Ciudad y Población. El desarrollo demográfico de Cartagenadurante la Edad Moderna, Cartagena, 1994, en prensa.

49.-AMCl., Caja 13, exp.3

50.-AMCl., Caja 314.

51.-C. García García, La Administración de las Rentas Municipales en el Antiguo Régimen. La Contaduría GeueralPropios y Arbitrios (1760-1824), Memoria de licenciatura inédita, Universidad Autónoma de Madrid, 1984, passim..

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l11eralJ1leS consultas que llegaban de todo el país comenzaron a ser la práctica habitual. Los ofi­concejiles comenzaron a funcionar ignorando estas medidas, y hasta el reglamento.

La corona, además, empujó a las haciendas concejiles hacia las prácticas anteriores. Labélica en la que se vió inmerso la monarquía a partir de 1779 provocó un fuerte incre­de las necesidades financieras de la corona. La haciendas locales y sus "sobrantes" fue unque en estas circunstancia no podía quedar sin ser requerido. Donativos, servicios y con­

fribuCl0lll~S extraordinarias se sucedieron y superpusieron. En 1780, Cartagena recibió la ordenaportar a la corona 360.058 reales con cargo a los sobrantes de tres años. La cantidad dispo­

por el concejo estaba muy lejos de esa cifra, sólo 11.183 reales. Para poder completar loreauerlOO solicitó y obtuvo aprobación para imponer un nuevo arbitrio sobre el aguardiente, que

en dos reales más. Como no podía alcanzar la cantidad exigida, solicitó de rey unamorat<ma o una rebaja. La respuesta de la corona fue dos nuevas contribuciones en 1781 y 1783.

hacer frente a estas peticiones solicitó imponer nuevos arbitrios, esta vez sobre el pescadola sal, y ampliar los precios de algunos productos(52). Las urgencias financieras continuaronlos años siguientes y la corona continuó reclamando nuevos servicios que debían ser pagados

los "sobrantes", pero que casi nunca alcanzaba para cubrir las elevadas cantidades que sesolilCit.lba.n Yse terminaba pidiendo nuevos arbitrios(53). Junto a los grandes servicios extraor­Ollll111U~, la corona también utilizó los caudales de propios y arbitrios para imponer rebajas por­cenltu2l1es destinadas a cuestiones concretas. En 1794, por ejemplo, la suma de estas rebajas afec-

al 17 por ciento de todos los ingresos de ese año(54).

* * *Por lo tanto, las transformaciones de la hacienda concejil con las reformas borbónicas fue­

más bien escasas y, por su puesto, no produjo un cambio sustancial en las finanzas locales.Aunque la hacienda concejil de Cartagena contó durante la segunda mitad del siglo XVIII con

ingresos y recursos que nunca, el modelo hacendístico fue similar. La corona mostró elde reformarla para mejorar sus fiscalidad, pero no fue consecuente. No planteó las refor­

teniendo en cuenta la realidad local, ni dotó de medios a las instancias centrales para faci­el seguimiento, y tampoco pudo evitar arruinarlas y obligarlas a volver al modelo de hacien­

da anterior a las reformas. Además, introdujo una serie de medidas que se mostraron excesiva­mente rígidas para adaptarse a la demanda de servicios que requerían los vecinos, como se mani-

de forma dramática con el problema de los niños expósitos, y redujo las posibilidades deaor,ovt::char al máximo el principal recurso de la ciudad, su capacidad de consumo. Todo ello,además, limitó la respuesta fiscal de la ciudad ante las exigencias fiscales de la corona a finalesdel siglo XVIII.

52.-AMCt., Caja 21 exp. 1

53.-J.Martínez Mercader, "El cobro de las contribuciones extraordinarias en el Concejo de Cartagena (1779-1783)" en C.M'Cremades Griñán, Estado y Fiscalidad en el Antiguo Régimen, Murcia, 1989, pp.4DI-41O

)4.--JesÜs M. González Beltrán, "Haciendas locales y fiscalidad estatal a fines del siglo XVIII. El Puerto de Santa María,1778-1798", J.I. Fartea López y C.M' Cremades (eds.) Política y Hacienda en el Antiguo Régimen, vol.l, Murcia, 1992,pp.3DI-312.

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