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V Centenario de la primera vuelta al mundo

Congreso Internacional de Historia

PRIMUS CIRCUMDEDISTI ME»

Valladolid20 marzo

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MINISTERIO DE DEFENSA

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ÍND

ICE

9 INAUGURACIÓN DEL CONGRESO «PRIMUS CIRCUMDEDISTI ME. CLAVES DE LA PRIMERA GLOBALIZACIÓN»

13 CONGRESO INTERNACIONAL DE HISTORIA «PRIMUS CIRCUMDEDISTI ME. CLAVES DE LA PRIMERA GLOBALIZACIÓN»

17 CONMEMORACIONES DEL V CENTENARIO DE LA PRIMERA VUELTA AL MUNDO DE JUAN SEBASTIÁN ELCANO AL MANDO DE LA NAO «VICTORIA». CLAUSURA DEL CONGRESO INTERNACIONAL DE HISTORIADORES

23 PresentaciónCarlos Martínez Shaw

27 La vuelta al mundo y los inicios de la mundialización ibéricaSerge Gruzinski

39 Entre el Mar del Sur y el Pacífico en el siglo xviRafael Sagredo Baeza

51 Las crónicas de los viajes de Zheng He y de Magallanes-ElcanoJosé Eugenio Borao Mateo

67 El descubrimiento del Mar del Sur desde tierra firme c.1513-c.1525Bethany Aram

79 Magallanes, de Sevilla a ValladolidJuan Gil Fernández

95 Fernando de Magallanes y PortugalJosé Manuel García

111 Mitos y verdades sobre Elcano: hacia una nueva biografíaSalvador Bernabéu Albert

«PRIMUS CIRCUMDEDISTI ME»Congreso Internacional de Historia

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125 La Getaria de Juan Sebastián de Elcano. Una encuesta genealógica y de cartografía social (1430-1530)Francisco de Borja Aguinagalde

151 La expedición Magallanes-ElcanoCarla Rahn Phillips

165 Brasil en la ruta de la primera vuelta al mundo: la estancia de la flota de Magallanes en Río de JaneiroPaulo Roberto Pereira

179 Los barcos de la armada del MalucoFrancisco Fernández González

189 Los navegantes del océanoPablo E. Pérez-Mallaína

207 El desembarco de la expedición de Magallanes en las FilipinasDanilo Madrid Gerona

225 El «Maluco». La financiación de las expediciones, 1518-1529Sergio Sardone

259 Los cronistas del viaje de Magallanes y ElcanoConsuelo Varela

271 La cartografía de la expedición Magallanes-ElcanoCarmen Manso Porto

301 En torno a Magallanes: imágenes de los nuevos mundosRichard L. Kagan

319 El Santo Niño de Cebú y la evangelización de FilipinasBlas Sierra de la Calle

345 El Tratado de Zaragoza de 1529 en su contexto histórico-jurídicoMiguel Luque Talaván

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V Centenario de la primera vuelta al mundo Congreso Internacional de Historia

Valladolid, del 20 al 22 de marzo de 2018

Entre el Mar del Sur y el Pacífico en el siglo xvi

RAFAEL SAGREDO BAEZAPontificia Universidad Católica de Chile

RESUMENEl texto analiza el reconocimiento del litoral del Pacífico de América del Sur entre 1513 y 1559, incluyendo lo que los pueblos originarios, sobre todo los del extremo sur, signi-ficaron en la exploración y la descripción que los europeos hicieron de su nuevo ámbito de expansión ultramarina.

Entre el descubrimiento del Mar del Sur en 1513, el ingreso de Fernando de Magallanes al que llamó océano Pacífico y los reconocimientos que desde la gobernación de Chile realizó Juan Ladrillero entre 1557 y 1559, los españoles, en un corto lapso de tiempo, exploraron, reconocieron y delinearon una parte fundamental de la costa occidental de América del Sur entre Panamá y el estrecho interoceá-nico que Ladrillero fue el primero en navegar en ambos sentidos.

Desde entonces, el extremo sur de América quedó asocia-do a la exploración y a la aventura más allá de los límites conocidos, a la naturaleza salvaje, pero también a lo his-tórico, a lo dramático y a lo épico, incluso a lo maravilloso, lo nunca visto, lo fantástico. Representando para el mundo occidental una frontera, el finis terrae del mundo, un con-fín, un lugar donde todo es inédito, ignoto, una terra incog-nita. Situación que se explica porque el imaginario sobre esta zona del planeta tiene su origen en la Europa occi-dental, en la época de los descubrimientos, la que se inicia con la navegación transatlántica, continúa con los viajes de circunnavegación y la exploración antártica y cada cier-to tiempo se nutre de la tragedia, del dolor y del sacrificio que a su vez hacen posible los actos heroicos, de valor y de humanidad, los que están asociados indisolublemente también a la historia protagonizada por Magallanes.

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ABSTRACTThe text deals with the exploration of the Pacific coast of South America between 1513 and 1559, including that made by the aboriginal peoples, es-pecially those in the most southern extreme, and its influence on the European image of this new ambit of overseas expansion.

Between the discovery of the Mar del Sur in 1513, the arrival of Magellan to the Pacific Ocean and the explorations made from Chili by Juan Ladri-llero (1557-1559), Spaniards, in a short time, ex-plored, recognized and outlined an essential part of the western coast of South America between Panama and the straight that Ladrillero navigated for the first time in both senses.

Since then, the southern extreme of South Amer-ica remained associated with the exploration and adventure beyond the known borders, with the wild nature, but also with the historic, dramatic and epic, even the marvellous, the never-seen, the fantastic. Being a frontier for the Western world, the finis terrae, a remote part, a place where everything is new, unknown, a terra incognita. This situation can be explained because the image of this zone of the planet has its origin in Western Europe, in the time of discoveries, initiated with the transatlantic navigation and continued by the circumnavigation voyages and Antarctic explora-tion, and because this image, from time to time, was fed by tragedy, pain and sacrifice that make possible acts of heroism, courage and humanity, all of them inseparably associated with Mage-llan’s exploit.

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Entre el Mar del Sur y el Pacífico en el siglo xvi

El propósito de este trabajo es ofrecer antecedentes sobre el reconocimiento del litoral del Pacífico de América del Sur, entre 1513 y 1559, en el contexto del proceso de expansión ultramarino europeo.

Entre el descubrimiento del Mar del Sur en 1513, el ingreso de Fernando de Magallanes al que llamó Pacífico, y los reconocimientos que desde la gobernación de Chile realizaron Hernando Gallego y Juan Ladrillero en 1554 y entre 1557 y 1559 respectivamente, los españoles en un corto lapso exploraron, reconocieron y delinearon parte fundamental de la costa occidental de América del Sur entre Panamá y el estrecho interoceánico que Gallego y Ladrillero fueron los primeros en navegar en ambos sentidos.

Desde entonces, junto con la consolidación de la conquista de vastos territorios y el sometimiento de pueblos en el interior de América, para lo cual fue decisivo el reconocimiento de los puntos en el lito-ral occidental sudamericano que comunicaban a la metrópoli con sus ahora colonias, el extremo sur del continente quedó asociado a la exploración y a la aventura más allá de los límites conocidos, a la naturaleza salvaje, pero también a lo histórico, a lo dramático y a lo épico, incluso a lo maravilloso, a lo nunca visto, a lo fantástico, a la leyenda, como la de la ciudad de los Césares en la Patagonia. Llegando a representar para occidente una frontera, el finis terrae del mundo, un confín, un lugar donde todo es inédito, ignoto, una tierra incógnita.

Situación que se explica porque el imaginario sobre esta zona del planeta tiene su origen en Europa, en la época de los descubrimientos, la que se inicia con la navegación transatlántica y continúa con los viajes de circunnavegación, y más tarde en la exploración antártica, y cada cierto tiempo se nutre de la tragedia, del dolor y del sacrificio que a su vez hacen posible los actos heroicos, de valor y de humani-dad, que están asociados indisolublemente también a la historia protagonizada por Magallanes y los que navegaron por el estrecho en el siglo XVI.

Nuestro texto explica que el hallazgo del mar del Sur en Panamá, el del estrecho de Magallanes por parte del portugués, y los reconocimientos del paso interoceánico por parte de Hernando Gallego y Juan Ladrillero, forman parte de un proceso de construcción del espacio americano occidental, en el que también participan los editores de representaciones cartográficas. A través de él se delinea, con observación e imaginación, en un marco científico propio de su tiempo, y gracias a informes, derrote-ros, cartas, memoriales y crónicas que irán completando paulatinamente la costa intermedia desco-nocida, un litoral, un espacio costero, de suma importancia para el Imperio español y de gran interés político y económico para las potencias europeas. En definitiva, ofreceremos antecedentes de cómo se completó el litoral vacío que está elocuentemente representado en el planisferio de Cantino y en el mapa de Agnese de 1544, que reflejan el estado del conocimiento del Nuevo Mundo a comienzos del siglo xvi y el proceso que se estaba viviendo a partir de los hallazgos de Balboa y Magallanes.

Planisferio o mapa de Cantino con los contornos del mundo conocido a comienzos del siglo xvi (ca 1502), antes de la conquista de México y el Darién, el hallazgo del Mar del Sur y el inicio del avance europeo por la costa occidental hacia el Perú. Biblioteca Estense de Módena

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El reconocimiento del litoral del Pacífico de América del Sur se extiende realmente entre 1513 y 1619, es decir, desde que Vasco Núñez de Balboa avistó el que llamó mar del Sur en 1513, hasta que, por el extremo sur, los hermanos García Nodal y el piloto Diego Ramírez de Arellano confirmaron el hallazgo del cabo de Hornos. Ello implicó acceder a un nuevo paso interoceánico, al que se sumó el descubri-miento de las islas Diego Ramírez. No obstante, aquí nos interesa identificar las expediciones que desde los focos de expansión de la conquista americana, como Panamá y Perú, salieron hacia el sur, hasta el estrecho, navegándolo en ambos sentidos y describiéndolo en sus rasgos esenciales. Señalar también a algunos de sus protagonistas y etapas esenciales y, por último, identificar a un explorador y piloto que navegó prácticamente todo el litoral occidental de América del Sur.

Este proceso de exploración costera por parte de navegantes hispanos, que se debe entender en el contexto de la expansión ultramarina europea, permitió no solo reconocer las costas del mar del Sur americano, sino también constatar la existencia de diversos pueblos costeros que se extendían a lo largo de gran parte de los hitos geográficos explorados, así como también apreciar la diversidad geo-gráfica del paisaje. En efecto, fue gracias a sus exploraciones y descripciones como se llegó a delinear la forma que tenía el continente americano en su litoral occidental, gran incógnita geográfica de prin-cipios del siglo xvi, que solo se resolvió a comienzos del xvii.

Los protagonistas de cada una de las travesías que fueron configurando el litoral americano son todos actores de una época de reconocimiento que no ha sido comprendida como tal pues, hasta ahora, se ha privilegiado la crónica en vez del análisis, la visión nacionalista sobre la continental y, sobre todo, las visiones parciales y locales en desmedro de las de conjunto, comprensivas y de larga duración. En aquellas, además, las poblaciones locales y sus aportes al proceso de reconocimiento geográfico del litoral, han sido prácticamente ignoradas, olvidando que en el proceso de reconocimiento geográfico ultramarino impulsado por los europeos, estos aprovechan el saber y la experiencia local, como lo muestran las crónicas que dan cuenta de ello, pero también las representaciones cartográficas del litoral sudamericano que durante un siglo fueron dando forma a la costa sudamericana del mar del Sur utilizando, por ejemplo, las características culturales ancestrales de los pueblos originarios para nombrar lugares, espacios y territorios, como Tierra del Fuego y Patagonia.

Ofrecemos así un esbozo original de un proceso que ha tenido en los espacios interiores de América su principal foco de atención, y en los conquistadores de imperios, más que en los navegantes, sus protagonistas más reconocidos.

Navegantes y exploradores

En el proceso de reconocimiento del litoral sudamericano hay etapas, o ciclos históricos, marcados por la derrota de las expediciones destinadas a la exploración, pero también por el momento en que estas se realizaron. Así, es preciso distinguir entre aquellas comisiones organizadas en la península y despachadas al extremo sur de América durante la primera mitad del siglo xvi, la mayor parte de ellas

Representación del océano Atlántico de Juan Bautista Agnese, en el que el litoral occidental

de América del Sur refleja las exploraciones españolas de la primera mitad del siglo xvi.

Su atlas data de 1544. Biblioteca Nacional de España

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frustradas en sus pretensiones; y las que fueron consecuencia de la expansión de la conquista que, iniciada en La Española, sucesivamente fue alcanzando México, Centroamérica y Perú, y que, desde la gobernación de Chile, hizo posible el envío de comisiones al extremo del continente con el propósito de asegurar el dominio del estrecho para España.

Desde Vasco Núñez de Balboa en adelante, numerosos exploradores y navegantes se aventuraron a recorrer el litoral sudamericano hacia el sur. Entre los que hemos podido identificar, debe considerarse a Pascual de Andogoya, que alcanzó las costas ecuatoriales en 1522; Juan Bautista Pastene acompa-ñando al conquistador del Perú Francisco Pizarro a partir de 1524; el piloto Bartolomé Ruiz, que cruzó el Ecuador hasta los 9º S entre 1526 y 1528; Fray Tomás de Berlanga, que en marzo de 1535 encontró casualmente las islas Galápagos en su camino a Perú con el objeto de mediar entre los conquistadores enfrentados; Juan Bautista Pastene de nuevo, que en 1544 alcanzó la latitud de Valdivia; Francisco de Ulloa y Francisco Cortés de Ojeda que en 1553 exploraron las costas meridionales y australes de Amé-rica; y Juan Ladrillero, Hernán Gallego y Francisco Cortés de Ojeda que entre 1557 y 1559 llegaron a la boca occidental del estrecho de Magallanes.

Desde Europa, y por lo tanto desde el Sur en relación al litoral Pacífico de América, luego de Fernando de Magallanes en 1520, García Jofre de Loaiza, en 1526, cruzó hacia el Pacífico, en una travesía del estrecho que demoró cuarenta y ocho días, para después experimentar diversas alternativas en medio del mar del Sur, dividiéndose «las naves malditas» (una llegó a México y otra hasta las Molucas) des-pués serían Simón de Alcazaba en 1535 y Alonso de Camargo, entre 1539 y 1540, los que intentaron poblar el litoral del estrecho de Magallanes, objetivo que no consiguieron debido a las adversas con-diciones existentes en la zona1.

El resultado de todos estos intentos fueron algunos reconocimientos del estrecho por quienes lograron cruzarlo hasta el Pacífico, pero también de la costa occidental patagónica y del litoral de Chile, los cua-les se reflejaron en derroteros y representaciones que incorporaron topónimos y corrigieron errores. Pero sobre todo sirvieron para determinar la orientación del continente en la cartografía en el cuadran-te del Pacífico Sur, reflejo de lo cual es el atlas llamado Islario general de todas las islas del mundo que el cosmógrafo de la Casa de Contratación, Alonso de Santa Cruz, elaboró entre 1539 y 1560, y en el cual resumió también el conocimiento acumulado sobre el estrecho de Magallanes2.

1 No cabe en este trabajo aludir al proceso de descubrimiento y exploración del Pacífico que, desde Magallanes en adelante, y en menos de un siglo, significó descubrir para Europa la mayor parte de las islas y archipiélagos de Oceanía. Véanse, por ejemplo, Amancio Landín Carrasco, et. al., Descubrimientos españoles en el Mar del Sur, Madrid, Editorial Naval, 1992; y Marina Alfonso Mola y Carlos Martínez Shaw, «La exploración española del Pacífico en el siglo XVI», en Archivo General de Indias, Pacífico: España y la aventura de la Mar del Sur, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2013, pp. 125-187.

2 Hemos resumido las conclusiones que ofrece para cada uno de los viajes nombrados VÁSQUEZ DE ACUÑA GARCÍA DEL POSTI-GO, Isidoro, en su Historia Naval del Reino de Chile. 1520-1826. Síntesis. Santiago: Compañía Sudamericana de Vapores S.A., 2004.

Representación del estrecho de Magallanes en el islario que el cosmógrafo español Alonso de Santa Cruz comenzó a preparar en 1539 y en el cual incluyó los avances geográficos realizados por España en el extremo del continente americano

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Pero quienes siguieron a Magallanes y lograron alcanzar el Pacífico nunca dejaron de mencionar a los patagones y su porte de gigantes, y sobre todo de alimentar mitos y quimeras respecto de la región, como la Especiería, la ciudad de los césares o la abundancia de oro. Sin duda efecto de los acontecidos y desgraciados viajes de entonces, pródigos en naufragios y desafíos impuestos por una naturaleza extrema, en cuyo entorno iba quedando «gente perdida»3.

Por último, el viaje de Camargo, como finalmente alcanzó Arequipa, fue una fuente útil de noticias para los navegantes que más tarde explorarían el litoral austral desde Perú y Chile, completando entonces el reconocimiento exterior de la costa hasta la Patagonia y el estrecho de Magallanes.

Entre los navegantes que complementaron por mar el avance por tierra del adelantado Diego de Al-magro en 1536, y de Pedro de Valdivia en 1541, están el piloto Juan Fernández, quien alcanzó hasta la desembocadura del río Biobío (36° 50’ S); y Juan Bautista Pastene, que llegó a la altura de los 39° S, hoy Valdivia, en 1544. Más tarde, consolidada su conquista, Pedro de Valdivia, en 1553, envió a Francis-co de Ulloa, junto con el cosmógrafo Francisco Cortés de Ojeda y el piloto Hernando Gallego, a recorrer

3 Véase GIL, Juan. Mitos y utopías del descubrimiento 2. El Pacífico. Madrid: Alianza Editorial 1989, apartado «La tierra del César», pp. 258-274.

Detalle de una carta de 1529 con una representación de todo lo conocido hasta

entonces, y en la que junto con el litoral del Pacífico sudamericano que comienza a delinearse, aparece ya la Tierra de los

patagones

Carta del mar del Sur, 1545, con la representación de las noticias de la expedición de Alonso de Camargo que entre 1539 y 1540 cruzó el estrecho y arribó al Perú

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la costa todavía más hacia el sur. Oportunidad en que sus comisionados no solo reconocieron el litoral de Chiloé y el archipiélago de Chonos, sino que incluso, según la relación que escribió, Gallego alcanzó el estrecho de Magallanes, obteniendo conocimientos que pocos años después serían aprovechados por Juan Ladrillero, uno de sus acompañantes.

La derrota de Gallego, confirmada además por la crónica de Jerónimo de Vivar sobre la conquista de Chile, describe muy escuetamente su navegación, en ambos sentidos, por el estrecho de Magallanes entre diciembre de 1553 y enero de 15544. La misma que, sin embargo, ofrece algunas de las principales referencias geográficas de la costa sur y austral del continente americano, como la isla Santa María, al sur de Concepción en los 37° S; la isla Guafo al sur de Chiloé, en los 45° S; y el archipiélago de Chonos, en los 45° S; hasta entrar, llevado por las corrientes, en el estrecho a la altura de los 52° S, advirtiendo la cordillera que, desde entonces, los navegantes han señalado como hito de su navegación por el paso inte-roceánico, pero también la presencia de indígenas, todo lo cual describe: «Este estrecho tiene cien leguas, poco más o menos, de complidor. Y de anchor será en partes una legua y legua y media; y en partes más ancho, porque dentro de él hay muchas bahías donde hay muchas canoas hechas de cortezas de árboles. Y los indios son barbados y gente de alta estatura. Los cuales dichos indios andan vestidos con pellejos de lobos marinos, de los cuales indios tomé yo, Hernán Gallego, siete y un muchacho». Reflejando a con-tinuación, en una frase, una de las formas que los europeos utilizaron para obtener información de los territorios explorados y de los pueblos conocidos. «Los cuales los traje a la provincia de Chile, donde los tengo, y en mi casa, para que demuestren la lengua y para que den razón de lo que en la tierra pasa».

Luego de alcanzar el que llama mar del Norte, Gallego decidió «dar la vuelta por causa que no teníamos comida», y saliendo al Pacífico, «para venir en busca de las provincias de Chile, nos dio un temporal muy recio de norte, que nos hizo ir por la tierra que está en la banda sur del estrecho hasta los 55° S». Circunstancia que entonces le permitió reconocer el litoral que se extiende entre la boca del estrecho y la actual bahía Cook que conecta con el canal Beagle, situado al sur de la isla Tierra del Fuego. En lo que constituyó el mayor avance hacia el extremo sur del continente americano realizado hasta que, en 1619, los hermanos Bartolomé y Gonzalo Nodal, llegaran a las islas Diego Ramírez en los 56° S.

La derrota de Hernando Gallego, sin duda un hito en el proceso de exploración del litoral del Pacífico austral, por las escasas noticias que ofreció en términos de descripción geográfica tal vez no significó un avance sustantivo en materia de conocimiento de las costas del estrecho propiamente tal, como de los pueblos que lo habitaban; de ahí que la exploración que Juan Ladrillero emprendió años más tarde, por el detalle que ofrece de la Patagonia y sus habitantes, resulte un auténtico hito en términos de descripción geográfica y representación etnográfica de sus habitantes ancestrales.

Juan Ladrillero y el reconocimiento del estrecho de Magallanes

Experimentado navegante, antes de emprender la exploración del estrecho de Magallanes por la que terminaría siendo recordado, Juan Ladrillero había participado desde 1537 en las exploraciones del mar del Sur emprendidas desde Panamá. Reconocido como cosmógrafo, desde joven se había adies-trado en la práctica marinera, realizando numerosas travesías transoceánicas y obteniendo carta de examen de piloto ya por el año 1535.

Ladrillero fue uno de los primeros en determinar latitudes al sur del Darién, proporcionando datos sobre Lili, Popayán y otros puntos situados hasta la isla de la Gorgona, en la actual Colombia. También formó parte de la empresa del adelantado Pascual de Andagoya, oportunidad en la que alcanzó hasta la bahía de la Cruz y participó en la fundación de Buenaventura. En 1545 se halla en Quito, participando de los aprestos de la expedición que marcharía contra Gonzalo Pizarro, cuya derrota a manos de La Gasca le permitió retirarse a disfrutar de su encomienda en Chuquiago, Alto Perú5.

4 Véase el artículo de José Miguel Barros en que, comparándolos, reproduce el capítulo de Vivar sobre los puertos que des-cubrieron los navíos que envió el gobernador a descubrir el estrecho de Magallanes, y la declaración de Gallego luego de su derrota por el paso, «Expedición al estrecho de Magallanes en 1553: Gerónimo de Vivar y Hernando Gallego», en Anales del Instituto de la Patagonia. Punta Arenas, Chile: 12, 1981, pp. 31-40.

5 Glosamos las noticias que sobre Juan Ladrillero y sus peripecias como navegante ofrece Ramón Guerrero Vergara, quien transcribió y publicó su derrotero al estrecho, con notas y comentarios eruditos y una carta geográfica que más adelante reproducimos. Véase, Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile, año V. Santiago: Imprenta Nacional 1879, pp. 453-525.

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En esa situación fue cuando el virrey del Perú, valorando su experiencia, conocimientos y pericia como marino, lo llamó para que acompañara al nuevo gobernador de Chile, su hijo García Hurtado de Mendo-za. Una vez en Chile, Ladrillero recibió la orden de navegar al paso interoceánico con el objetivo, como escribió en su relación del viaje, de «acabar de descubrir el estrecho de Magallanes y tierra desde los últimos límites de las provincias y gobernación de Chile, hasta dicho estrecho».

La enumeración del contenido de su memoria que Ladrillero hizo al comienzo de esta permite cono-cer los intereses imperiales respecto del estrecho, y la información que se esperaba recogiera para satisfacerlos: «Una relación, derrota y altura y señales de tierra, y calidad de ella, y traje y manera de la gente de cada provincia o bahía, y de los tiempos que reinan en ella en todos los meses del año; y asimismo para que así más bien entendida sea, y rehablando en las derrotas y alturas de la costa, de cómo se corre y la altura en que está, y señales de las bahías y puertos, y la distancia de lo que cada bahía entra en la tierra adentro, y cómo se corre, y las brazas que en ella hay, y la calidad de la gente y traje que en cada una acostumbran traer, y las armas que tienen para ofender»6. Y como efectivamente contiene todo lo señalado, se podrá comprender la importancia histórica de la exploración de Ladrillero al describir el estrecho exhaustivamente por primera vez, legando, además, una derrota de su nave-gación en ambos sentidos, la que incluye la descripción de canales existentes en el interior del paso.

Contribución que el navegante está consciente de hacer al advertir a sus lectores que «tornaré desde la misma bahía de la boca de la mar a hablar en cómo se corre la costa adelante desde aquella bahía a otra, y la altura en que está, y las brazas que en ella hay, y calidad de la tierra; y así iré declarando y discurriendo por esta mi relación para que mejor se entienda hasta el dicho estrecho de Magallanes hasta la primera boca que está en 53° S (52° 43’), como hasta la segunda, que está en 54°; y asimismo el estrecho adentro de mar a mar, y todo de la manera dél, y los canales que tiene, así a la mar como dél, por donde puedan entrar y salir las naos, viendo lo que más les convenga».

La descripción del litoral austral

A la altura de Valdivia, en los 39° 8’ sur aproximadamente, desde donde zarpó en noviembre de 1557, inició Ladrillero su relación con la descripción del litoral sudamericano del Pacífico, que desde el mar caracteriza como una «tierra montuosa» que en lo alto «hace como una mesa», cuyos accidentes principales va nombrando al tiempo que señala las distancias en leguas que calculó entre cada uno de ellos. Un litoral que a medida que avanza hacia el sur aprecia «alto y montuoso», sin pendiente ningu-na, solo interrumpido por algunas bahías planas. Ya en la que hoy se conoce como costa desmembra-da, en el archipiélago de Chiloé, Ladrillero comienza a describir las islas por las que navega, señalando si son llanas o no, calculando su contorno, informando cuando están habitadas, advirtiendo sobre sus «muchas aguas y mariscos», como también de los accidentes que va encontrando, como entradas de mar y farallones que surgen de las aguas, en una relación cuya exhaustividad fue apreciada en el siglo xix. Una costa cada vez más erosionada por el agua, el hielo y los movimientos de la corteza terrestre por lo que Ladrillero, ajeno a estos fenómenos y ante la falta de palabras, decide nombrar «alcachofa-do» al hoy conocido como archipiélago de Chonos. Fue en esta zona, además, donde Ladrillero tomó un indígena como «lenguaraz», ofreciendo otra de las prácticas propias de los exploradores.

Avanzando hacia el sur, más allá del golfo de Penas, en medio del archipiélago Guayaneco, entre los 47° y 50° aproximadamente, Ladrillero dice estar navegando entre «una cordillera de islas, farello-nes y bajos», observando hacia el este, cerros altos, volcanes, una «tierra montuosa y de peñas» que cancelaba cualquier esperanza de poblamiento. Aun cuando, describe, en los canales, por ejemplo, el actual Fallos, habitaban «indios pescadores», los llamados chonos, cazadores recolectores que califica de «muy salvajes y sin razón» y cuyas vestimentas y prácticas refiere con detalle.

La orientación, duración y fuerza de los vientos entre noviembre y diciembre, que es cuando navegó por el canal Fallos, también son reseñados por Ladrillero. Como la duración de la luz, cuando escribió, «y los días son dieciséis horas y media en el mes de diciembre»; y la existencia de un «buen puerto que abriga de norte a oeste sudoeste» en la isla de la Campana, con agua dulce, fondo de arena, seis a siete brazas de fondo y a un tiro de ballesta de la tierra.

6 Anuario, p. 457.

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A medida que avanzaba en búsqueda de la entrada del estrecho va detallando el archipiélago de islas, como la de Wellington, sus puertos, la dirección de la costa, los accidentes, como bajos y farallones; navegando por entre el golfo Trinidad, adentrándose hacia el noroeste en el estrecho Concepción hasta los hoy llamados Campos de Hielo Sur, y la Madre de Dios, además de otra multitud de islas al sur de los 49° hasta el estrecho de Nelson en los 51°30’ Sur. Siempre describiendo, indicando, advirtiendo, re-comendando, incluso señalando el tipo de amarras que es necesario utilizar en determinados lugares. Haciendo gala de una exactitud que los marinos decimonónicos apreciaron, entre otras razones por tratarse de una exploración que no se repetiría en siglos, y cuya derrota orientó a quienes en el siglo xix se adentraron en los canales patagónicos, pues Ladrillero fue el descubridor de numerosos canales interiores, como los llamados Concepción, Trinidad, Ancho, Indio, Messier y varios otros menores que desembocan en ellos. Y así, hasta llegar a la que creyó entrada del paso interoceánico, el que nombra canal San Lázaro, hoy Sarmiento.

Confusión que explica: «Entré creyendo que era el estrecho, por estar como está en 52°, do la figura y relación de Magallanes decía que estaba el estrecho». Aprovechó para describirlo, así como también las islas existentes en él, como la de Carrington y la de Newton, avanzando así en el reconocimiento de los canales interiores del Pacífico austral, los que solo volverían a ser visitados en el siglo xix, y advir-tiendo sobre «las grandes corrientes» que en ellos se experimentaba. Reflejo tal vez de su experiencia, como la de otros navegantes, «y visto que no era lo que buscábamos» y «que no hallábamos por ahí el estre-cho», como Ladrillero escribió, son algunos de los topónimos de aquella geografía, como los canales Obstrucción y Última Esperanza.

Tal vez fueron este tipo de confusiones las que llevaron a algunos in-tegrantes de la expedición, como relata uno de ellos a, en medio de los canales, subir «hasta una sierra muy alta, para ver si viéramos el estrecho de Magallanes, y desde que fuimos en la cumbre alta de ella vimos…», reflejando en su relato también las prácticas de exploración7.

De regreso a la ruta que lo conduciría al paso entre el mar del Sur y el del Norte, en los 52° 28’, Ladrillero delinea las islas Narborough y el archipiélago de la Reina Adelaida, a continuación de lo cual su derro-tero ofrece las señas de los cabos que marcan la entrada del paso, el Deseado y el Parker, informando que el «estrecho entra al sureste cuar-ta al este», para a continuación explorar la nombrada isla Desolación, llamada así por John Narborough en 1670. Flanco oeste del estrecho descrito como una cordillera de islas altas que salen cinco leguas a la mar, con bajos y farallones entre ellas; una tierra muy quebrada, ase-guró Ladrillero, de muchas abras, donde entra el nordeste, con playas donde irrumpen olas grandes. Un territorio que desde 1558, cuando los españoles lo exploraron por primera vez, y el nombre con que se le conoce así lo representa, fue caracterizado como de «sierras peladas de alto y de peña, con poca arboleda, sin haber tierra ninguna», donde reinan los vientos nortes en el verano y los oestes y sudestes en el in-vierno, todos «forzosos y fríos»; donde «nieva mucho, calma y salta el viento, de agua y cerrazón», quedando así señalado por su clima crudo y su aspecto horrible.

Ladrillero permaneció en el extremo sur de la isla Desolación entre el 22 de marzo y el 22 de julio de 1558, a continuación de lo cual siguió por el estrecho en dirección a las islas de Carlos III y de los Príncipes, refirien-do la dirección de las islas, los detalles de su relieve, mareas, vientos y, cada cierto tramo, la situación geográfica en que se encontraba. Y también las características de la población aborigen nómada que avistaba a su paso, ponderando su porte, «bien dispuesta de cuerpo»; vestidos, «de cueros de lobo y de nutrias»; comestibles, «marisco, pescado, lobos que matan y ballenas que dan en tierra»; la forma de

7 V éase la relación de las derrotas y navegación del capitán Francisco Cortés Ojeda con el navío San Sebastián al descubri-miento del estrecho de Magallanes, en GAY, Claudio. Historia física y política de Chile, Documentos, tomo II. París: Casa del autor 1852, pp. 55-98. Ahí aparece como «Viaje del capitán Juan Ladrillero al descubrimiento del estrecho de Magallanes».

Imagen satelital del estrecho de Magallanes. En https://es.wikipedia.org/wiki/Estrecho_de_Magallanes, visitada el 1 de octubre de 2018

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consumirlos, «crudo y otras veces lo asan poca cosa»; armas, «dardillos de madera blanca y dagas de huesos de ballena»; habitaciones, «donde quiera que llegan ponen unas varas y encima unas cortezas»; y medios de transporte, «traen canoas de cáscaras de árboles cosidas con barbas de ballenas». Todos, preciosos y elocuentes datos que también contribuirán a caracterizar la región de los canales australes.

Indicando la orientación del paso marítimo en su derrota hacia su boca en el Atlántico, informando sobre su anchura y las principales formas de su costa, como ensenadas y los canales que desembo-can en él, Ladrillero además se interna en algunos de los canales laterales. Como el San Gabriel, el Bretón y el San Sebastián, informando sobre las características de las islas que encontraba en su ruta. De vuelta en el paso, nombra la isla que halla en la ensenada que navega, Gonzalo de Borja, hoy isla Isabel, señalando sus características y advirtiendo sobre la amenaza que representa para los navíos. Luego describe la hoy llamada segunda angostura del estrecho, midiendo distancias, aludiendo a las características del relieve, identificando la flora y los elementos del clima que se presentan en la zona, entre ellos, vientos recios y soberbios, mucho frío y algo de nieve. También informa del régimen de las mareas, advirtiendo «que corren con furia».

Las características de la costa, «tierra de sabana, llana y rasa», playas de arena; de los habitantes, los patagones, «gente soberbia»; la orientación del estrecho hacia su salida en el mar del Norte; y el relie-ve de la región, «la cordillera comienza desde donde hace la vuelta el estrecho». Son otras tantas indi-caciones que Ladrillero entrega en su derrotero hasta alcanzar la salida en el Atlántico el 9 de agosto de 1558, y dar la vuelta para, como escribió, «ir a dar razón de lo hecho, y porque más claridad haya de este estrecho para que los que por él hubieran de ir o venir». Pero, antes, y «para que los navegantes tengan más claridad por donde se rijan», el navegante y explorador ofrece una «relación desde la boca de la mar del Norte, con los brazos y canales que en el dicho estrecho entran y salen». Describiendo a continuación la situación de la boca norte, su anchura, sus costas y principales accidentes del terreno circundante, operación que también realiza con el litoral que contiene el estrecho a medida que avan-za en su derrota hacia la salida en el mar del Sur, con precisas indicaciones sobre las condiciones de navegación y los principales obstáculos existentes a lo largo del canal y sus riberas que la podrían ha-cer todavía más difícil. Siempre señalando la orientación geográfica de la costa, describiendo las que llama «señas» de cada forma del relieve visible, indicando las distancias entre una y otra, y advirtiendo sobre las posibilidades de errar en la laberíntica ruta. Entre otras razones, y, además, por los violentos e imprevistos vientos que la azotan y por la fuerza de las mareas que se suceden y se chocan en ella.

Pero Juan Ladrillero también indica la mejor época del año para navegar en el estrecho de Magallanes, diferenciando si la derrota es desde el Pacífico o del Atlántico, e informando sobre los días estimados para cruzarlo, los vientos que se encontrarán y las formas del relieve de la ruta que sirven para orien-tarse. Concluyendo, después de su prolija y exacta descripción de la costa patagónica, que «el estrecho es el canal más noble de todas las bahías que hay en aquella región, por causa de que tiene la serranía más baja, así en la cordillera, como en todo lo demás de él»8. Apreciando de este modo un clima menos extremo por la llanura de sus costas, la inexistencia de ventisqueros y sus amenazantes rodados, y las posibilidades de orientación que un paisaje plano ofrece al navegante al destacar los puntos sobresa-lientes del mismo.

En su viaje de regreso hacia Chile, el navegante exploró nuevamente la comarca y los pasos del estre-cho, empleando ahora los meses de verano, saliendo al agitado océano Pacífico a comienzos de 1559. Una tripulación agotada por el hambre y los desafíos de una naturaleza implacable culminó una em-presa que, finalmente, luego de casi dos años de haber zarpado, arribó a Concepción. Llegaba a su fin así una expedición que transformó a Juan Ladrillero en el primer navegante que recorrió íntegras las costas occidentales de la América meridional, entre el Darién y el estrecho de Magallanes, contribu-yendo con sus descripciones y derroteros a delinearla y a eliminar de los mapas las zonas marcadas como terra incognita. Completando además los contornos de un continente que hasta su navegación por el paso interoceánico austral todavía estaba en proceso de configuración.

Muertos a su regreso todos los protagonistas de la exploración, incluido Juan Ladrillero, y ocultado su derrotero por una Corona celosa, las escasas noticias acerca de la expedición, que solo unos pocos co-nocieron, y de manera parcial, confusa y contradictoria, contribuyeron también al halo de misterio que

8 Ya antes Antonio Pigafetta, caracterizando el paso y las facilidades que en él encontraron para alimentarse, escribió: «no creo que haya en el mundo estrecho más hermoso ni mejor».

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cubrió el viaje y, con él, la región que Ladrillero exploró9. Aunque solo en el siglo xix se confeccionó una represen-tación de la travesía de Ladrillero, no puede descartarse que su derrotero, o partes de él, fuera no solo conocido, sino también utilizado por quienes lo sucedieron en la ex-ploración de la costa austral de América del Sur. Que en el hallazgo del piloto Juan Fernández tiene también un hito, tanto por el descubrimiento en 1574 del archipiélago frente a las costas de Chile que hoy lleva su nombre, como tam-bién porque este fue consecuencia de haber constatado la existencia de una corriente que cercana al litoral americano retardaba la navegación desde Perú al sur, la hoy corrien-te de Humboldt, que el piloto eludió saliendo mar adentro, acortando y facilitando así el viaje entre Perú y Chile.

Luego de la comisión de Ladrillero, los afanes en el estre-cho fueron abandonados por la monarquía española, se-guramente porque su descripción canceló cualquier expec-tativa sobre posibles riquezas en las tierras australes. No fue hasta que Francis Drake, en 1578, pasó al mar del Sur y amenazó sus dominios en América, cuando Pedro Sar-miento de Gamboa, por orden de la Corona, realizó una ex-pedición de reconocimiento que zarpó desde Lima en 1579, y otra de colonización organizada en España. Ambas con propósitos de defensa ante la amenaza de otras potencias. De este modo, Sarmiento de Gamboa fue el último atrevido que en el siglo xvi navegó por el estrecho de Magallanes y contribuyó a su reconocimiento. Dejando dos relatos con sus travesías, en las cuales, sin embargo, no alude y menos utiliza, el precioso derrotero legado por Juan Ladrillero. Y aunque la comisión sí fue conocida en el siglo xvii, como lo demuestra la alusión a que de ella se hace en un derrotero español anónimo datado en 1675, su legado solo sería recuperado por los hidrógrafos que en el siglo xix se adentraron en los mares australes para explorar la costa meridional de América, entre ellos los ingleses Phillip Parker King y Robert Fitz-Roy, y los marinos de la Armada de Chile10.

9 V éase, por ejemplo, el texto de GONZÁLEZ-BARRERA, Julián. «La derrota a través del estrecho de Magallanes: El viaje olvidado de Juan Ladrillero (1557-1559)», en Atenea, nº 501. Concepción, 2010, pp. 11-33.

10 V éase MORENO JERIA Rodrigo y ORTIZ SOTELO, Jorge. Un derrotero del mar del Sur. El Pacífico americano a fines del siglo XVII. Santiago: Centro de Investigaciones Diego Barros Arana 2018, p. 525.

Representación decimonónica del viaje de Juan Ladrillero que refleja el detalle con que el piloto exploró el estrecho de Magallanes y la región circundante

En 1589, el geógrafo y cartógrafo flamenco, Abraham Ortelius, en su Atlas Theatrum Orbis Terrarum, cuya primera edición data de 1570, representó el mar Pacífico con sus costas y la toponimia conocida hasta entonces