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Universidad Galileo Crecimiento Humano/Relaciones humanas Catedrática: Laura Reyes VALORES PARA MAYORES 1

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Universidad Galileo

Crecimiento Humano/Relaciones humanas

Catedrática: Laura Reyes

VALORES PARA

MAYORES

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INDICE DE VALORES PARA MAYORES

1. El rey y su halcón (Autodominio)2. Régulo en Cartago (Valentía) 3. Hércules y el carretero (Superación)4. ¿Qué es el carácter? (Carácter) 5. El rey Midas (Sobriedad)6. Edúcate (Autodominio) 7. David y Betsabé (Matrimonio)8. Corazón de bronce (Objetividad) 9. Androcles y el león (Compasión)10. La libertad (Libertad)11. Tráfico de bocadillos (Amistad)12. Jóvenes (Magnanimidad) 13. Rico como Craso (Desprendimiento)14. ¡Qué egoísta eres! (Generosidad) 15. El buen samaritano (Solidaridad)16. ¿Sabes decir: no ? (Autodominio)17. San Jorge y el dragón (Servicio)18. Cometa en hilo (Experiencia) 19. Por falta de un clavo (Terminar)20. ¿Torre de castillo? (Perseverancia)21. El árbol de pañuelos (Perdón)22. Obstáculos (Respetos humanos)23. El pozo de Cascina (Sociabilidad)24. El combate del alma (Paciencia) 25. Poema 50 (Desprendimiento)26. El monje domador (Coherencia)27. ¡Si no ríes, no vives! (Optimismo)28. Frente a la suerte (Voluntad)29. Forma de creatividad (Perdón)30. El joven voluntarioso (Terminar)31. Gavillas de trigo (Bondad)32. Demóstenes (Sacrificio) 33. Marido cuidador (Comunicación)34. Abnegación (Obediencia)35. El cuervo y la vasija (Solidaridad)

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36. Perseverancia (Perseverancia) 37. La verdad poderosa (Honestidad)38. Obra, acomete (Superación) 39. El joven tendero (Justicia)40. Trabajo entusiasta (Laboriosidad)

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EL REY Y SU HALCÓN

Genghis Khan era un gran rey y guerrero.

Llegó con su ejército a China y Persia, y conquistó muchas tierras. En todos los países, los hombres referían sus hazañas, y decían que desde Alejandro Magno no existía un rey como él.

Una mañana, cuando descansaba de sus guerras, salió a cabalgar por los bosques. Lo acompañaban muchos de sus amigos. Cabalgaban jovialmente, llevando sus arcos y flechas. Sus criados los seguían con los perros.

Era una alegre partida de caza. Sus gritos y sus risas resonaban en el bosque. Esperaban a obtener muchas presas.

En la muñeca el rey llevaba su halcón favorito, pues en esos tiempos se adiestraba a los halcones para cazar. A una orden de sus amos, echaban a volar y buscaban la presa desde el aire. Si veían un venado o un conejo, se lanzaban sobre él con la rapidez de una flecha.

Todo el día Genghis Khan y sus cazadores atravesaron el bosque, pero no encontraron tantos animales como esperaban.

Al anochecer emprendieron el regreso. El rey cabalgaba a menudo por los bosques y conocía todos los senderos. Así que mientras el resto de la partida tomaba el camino más corto, él eligió un camino más largo por un valle entre dos montañas.

Había sido un día caluroso, y el rey tenía sed. Su halcón favorito había echado a volar, y sin duda encontraría el camino de regreso.

El rey cabalgaba despacio. Una vez había visto un manantial de aguas claras cerca de ese sendero. ¡Ojalá pudiera encontrarlo ahora! Pero los tórridos días de verano habían secado todos los manantiales de la montaña.

Al fin, para su alegría, vio agua goteando de una roca. Sabía que había un manantial más arriba. En la temporada de las lluvias, siempre corría por allí un arroyo caudaloso, pero ahora bajaba una gota por vez.

El rey se apeó del caballo. Tomó un tazón de plata de su morral, y lo sostuvo para recoger las gotas que caían con lentitud.

Tardaba mucho en llenarse, y el rey tenía tanta sed que apenas podía esperar. En cuanto el tazón se llenó, se lo llevó a los labios y se dispuso a beber.

De pronto oyó un silbido en el aire, y le arrebataron el tazón de las manos. El agua se derramó en el suelo.

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El rey alzó la vista para ver quién le había hecho esto. Era el halcón.

El halcón voló de aquí para allá varias veces, y al fin se posó en las rocas, a orillas del manantial.

El rey recogió el tazón, y de nuevo se dispuso a llenarlo.

Esta vez no esperó tanto tiempo. Cuando el tazón estuvo medio lleno, se lo acercó a la boca. Pero apenas lo intentó, el halcón se echó a volar y se lo arrebató de las manos.

El rey empezó a enfurecerse. Lo intentó de nuevo, y por tercera vez el halcón le impidió beber.

El rey montó en cólera.

- ¿Cómo te atreves a actuar así? -exclamó-. Si te tuviera en mis manos, te retorcería el cuello.

Llenó el tazón de nuevo. Pero antes de tratar de beber, desenvainó la espada.

- Amigo halcón -dijo-, ésta es la última vez.

No acababa de pronunciar estas palabras cuando el halcón bajó y le arrebató el tazón de la mano. Pero el rey lo estaba esperando. Con una rápida estocada abatió al ave.

El pobre halcón cayó sangrando a los pies de su amo.

- Ahora tienes lo que mereces -dijo Gesghis Khan.

Pero cuando buscó el tazón, descubrió que había caído entre dos piedras, y que no podía recobrarlo.

- De un modo u otro, beberé agua de esa fuente -se dijo.

Decidió trepar la empinada cuesta que conducía al lugar de donde goteaba el agua. Era un ascenso agotador, y cuanto más subía, más sed tenía.

Al fin llegó al lugar. Allí había, en efecto, un charco de agua, ¿pero qué había en el charco? Una enorme serpiente muerta, de la especie más venenosa.

El rey se detuvo. Olvidó la sed. Pensó sólo en el pobre pájaro muerto.

- ¡El halcón me salvó la vida! -exclamó-. ¿Y cómo le pagué? Era mi mejor amigo, y lo he matado.

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Bajó la cuesta. Tomó suavemente al pájaro y lo puso en su morral. Luego montó a caballo y regresó de prisa, diciéndose:

- Hoy he aprendido una lección, y es que nunca se debe actuar impulsado por la furia.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Conseguir el hábito de dominar el temperamento y no actuar precipitadamente. Contenido.- Autodominio

Formar un carácter capaz de dominar la comodidad y los impulsos propios de su forma de ser para hacer la vida más amable a los demás.

Es el valor que nos ayuda a controlar los impulsos de nuestro carácter y la tendencia a la comodidad mediante la voluntad. Nos estimula a afrontar con serenidad los contratiempos y a tener paciencia y comprensión en las relaciones personales.

El autodominio debe comprenderse como una actitud que nos impulsa a cambiar positivamente nuestra personalidad. Cuando no existe esa fuerza interior, se realizan acciones poco adecuadas, generalmente como resultado de un estado de ánimo; la armonía que debe existir en toda convivencia se rompe; quedamos expuestos a caer en excesos de toda índole y entramos en un estado de comodidad que nos impide concretar propósitos.

Cada día que buscamos ejercer ese señorío sobre nosotros mismos, automáticamente nuestro carácter comienza a madurar por la serenidad y paciencia que imprime este valor, la voluntad nos libera del desánimo, controlamos nuestros gustos y vivimos mejor la sobriedad, en pocas palabras, entramos en un proceso de superación constante.

Algunas personas han opinado que la fuente para lograr el autodominio proviene de la aplicación de algunas técnicas para relajarse, y aunque efectivamente pueden ayudar, no debemos perder de vista que los valores se forman a través del ejercicio diario, con el esfuerzo por descubrir en nuestra personalidad aquellos rasgos poco favorables.

Las costumbres y hábitos determinan en mucho la falta de autodominio. Debemos comenzar por analizar cuales de ellas nos condicionan e impiden vivir este valor.

El autodominio nos ayuda a reconocer los distintos aspectos de nuestra personalidad y nuestra forma de reaccionar ante determinadas circunstancias. Debemos cambiar nuestras disposiciones en sentido positivo: “en lugar de molestarme por la lentitud de “x” empleado -cuyo ritmo de trabajo es así-, ahora no sólo evitaré el disgusto y llamada de atención, procuraré darle un buen consejo que le ayude a mejorar”. Lo mismo aplica para

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los hijos, el cónyuge y hasta con algunos amigos. Este cambio no es sencillo, requiere atención y esfuerzo para anticipar nuestras reacciones, lo cual significa remar contracorriente para corregir este mal hábito.

Otras de las costumbres más arraigadas se encuentran en el terreno de los gustos y comodidades personales, en apariencia es poco significativo privarse de una golosina a media mañana, quedarse en cama más de lo debido, terminar de trabajar antes de la hora de salida, o buscar como perder el tiempo para llegar más tarde a casa y evadir alguna ocupación, pero cada una de estas cosas pequeñas constituye una excelente oportunidad para practicar el autodominio. Quien tiene la capacidad de privarse de un gusto, también tendrá la fortaleza para soportar situaciones desagradables.

Para algunas personas, la falta de este valor se manifiesta por el deseo de convertirse en el centro de atención en todo lugar, acaparar las conversaciones, presumir de sus logros, compararse continuamente con los demás... El autodominio también ayuda a ser más sencillos, hombres y mujeres de acción y no de palabras inútiles.

En familia este valor es indispensable para la sana convivencia, pues implica aprender a tolerar y pasar por alto las pequeñas fricciones cotidianas, no se trata de desentenderse, sino de dar ejemplo de serenidad, comprensión y cariño, principalmente cuando se tiene la responsabilidad de educar a los hijos. También nos ayuda a estar pendientes de las necesidades de los demás y prestarles servicios, pues la comodidad nos hace esperar ser atendidos, mientras que el autodominio nos impulsa a ser más participativos en los quehaceres cotidianos.

En el contexto de las relaciones personales, el autodominio nos impulsa a ser discretos y maduros para evitar la murmuración, la crítica y la difamación de los demás por cualquier situación que es incompatible con nuestra forma de pensar.

La práctica del autodominio también nos induce a perfeccionar nuestros hábitos de trabajo, aprovechar más el tiempo, tener más cuidado en lo que hacemos, “dar el extra” cuando se necesite. En el campo escolar y profesional siempre es necesario el perfeccionamiento, que sólo se alcanza con esfuerzo, alejando la pereza y la mentalidad conformista.

Para iniciar y desarrollar el autodominio, considera como importante:

- Aprende a escuchar. De lo contrario, se convierte en la muestra más clara de la falta de autodominio.

- Procura no distinguirte por comer abundantemente, decir disparates, vestir de forma estrafalaria, mostrar poca educación o malos modales.

- Evita el deseo de enterarte de lo que no te incumbe, hacer comentarios imprudentes y dar consejos no solicitados, eso es ser entrometido.

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- Cuida especialmente tus relaciones personales, evita suponer las palabras y actitudes que los demás tienen y que “motivan” tu enojo. Lo más importante es que tu cambies de actitud, que hasta ahora también es predecible.

- Dedica unos minutos cada día para reflexionar y elaborar una pequeña lista sobre las situaciones cotidianas que normalmente te disgustan, provocan pereza, caes en excesos y aquellas en las que evades tus responsabilidades. No te preocupes si en un principio son pocas, más adelante seguirás descubriendo otras no menos importantes.

- De la lista obtenida, selecciona dos de todas ellas (puedes elegir entre las interrupciones en el trabajo, comprar los víveres para el hogar, desvelarte con frecuencia, dedicar el tiempo necesario al estudio, por ejemplo), reflexiona sobre la actitud correcta que debes adoptar y llévalas a la práctica por una o dos semanas, después de ese período elige otras y así sucesivamente.

La persona que aprende a controlarse interiormente tiene el privilegio de vivir una alegría auténtica, pues jamás se deja llevar por los disgustos y contratiempos; además, tiene la tranquilidad del deber cumplido, pues por el control que tiene sobre la comodidad, es capaz de cumplir con sus deberes oportunamente. Consecuentemente, todo esto le ayuda a tener excelentes relaciones personales, por la cordialidad y delicadeza que mantiene en su trato.

Actividades.- 1. Contestar estas preguntas:

a) ¿Por qué el halcón no le dejaba beber agua?

b) ¿Cómo calificarías al halcón?

c) ¿Cuál fue la equivocación del rey?

d) ¿Cómo llamarías a este defecto?

e) ¿En qué ocasiones se puede vivir la autodisciplina a lo largo del día?

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RÉGULO EN CARTAGO

Cartago envió una embajada a Roma para pedir la paz. Confióse la legación al romano Régulo, que estaba preso, y se le exigió el juramento de volver a la cautividad si la misión no alcanzaba éxito. Puedes imaginarte la emoción de su alma al ver de nuevo a su amada Roma. Y habría podido quedarse allí, en su patria, definitivamente, caso de conseguir la paz.

¿Sabes qué hizo?

Fue él precisamente quién abogó con más ardor por la continuación de la guerra; y cuando el senado le alentaba a quedarse, dando por motivo que el juramento arrancado a viva fuerza no obliga, contestó:

- “¿Tan empeñados estáis en que me degrade? Bien sé que me esperan torturas y muerte al volver. Pero, ¡qué cosa más baladí es todo esto en parangón con la vergüenza de una acción infame, con las heridas de un alma culpable! Quiero conservar en su pureza el carácter romano, aun siendo prisionero de los cartagineses. He jurado volver. Cumpliré mi deber”.

Volvió a Cartago y los cartagineses, en medio de grandes tormentos, le dieron la muerte.

¡Este era el carácter romano!

Pues, ¿cuál tendrá que se el carácter cristiano?

No se puede pedir que todos los hombres sean ricos; ni que todos sean sabios; tampoco que todos sean célebres; pero sí, de todos podemos exigir, que tengan carácter.

Mas el carácter no es un “premio gordo”, que se pueda sacar - sin méritos.

El carácter no es un apellido de alta alcurnia que se hereda - sin trabajo.

El carácter es el resultado de la lucha ardua, de la autoeducación, de la abnegación, de la batalla espiritual sostenida con virilidad. Y esta batalla ha de librarla cada uno por sí solo, hasta que venza.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Comprender la importancia del carácter personal.Contenido.- Valentía

Personas ordinarias haciendo cosas extraordinarias: El valor que forja familias, empresas y naciones diferentes.

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La valentía es un valor universal que nos enseña a defender aquello que vale la pena, a dominar nuestros miedos y a sobreponernos en la adversidad. Sin la valentía, en los momentos difíciles nuestras vidas podrían irse a la deriva, sin embargo la fortaleza interior conducida por una conciencia recta, pueden llevarnos más lejos de lo que podríamos imaginar.

Ser valiente no es sencillo. En ocasiones, la valentía significa afrontar las consecuencias de nuestros actos, los productos de nuestros errores. El niño que admite ante sus padres que fue él quien rompió la ventana del vecino, el empleado que reconoce el no haber hecho su trabajo como era debido, el padre de familia que acepta ante sus hijos que debería haber pasado más tiempo con ellos son ejemplos que, por desgracia, a veces no son tan comunes: son ejemplos de personas que han tenido la fuerza de aceptar su error y de afrontar sus consecuencias.

La vida misma no es sencilla y puede ser, en ocasiones, sorprendentemente dura: La muerte de un ser querido, una enfermedad, la ruina de un negocio son ejemplos de momentos tremendamente difíciles. La valentía es la diferencia entre hundirse o seguir nadando.

Por otra parte, la valentía también tiene que ver directamente con defender lo que sabemos que es correcto. La conciencia con frecuencia nos indica que se está cometiendo una injusticia, o que se está violentando algún derecho. En esos momentos, es necesaria una posición concreta para actuar como es debido y para defender lo que está bien.

La valentía nos hace personas ordinarias que pueden obtener resultados extraordinarios. Una persona que defiende al débil, que admite sus errores, que afronta las consecuencias de sus actos, que no calla cuando sabe que algo está mal, puede estar asumiendo riesgos, pero también está creando una diferencia real en su vida y en el mundo que le rodea.

Los seres humanos solemos dejarnos llevar por la comodidad y, desgraciadamente, por los miedos. Con gran frecuencia generamos nuestros propios fantasmas y temores inexistentes; nos planteamos consecuencias que aún no existen pero que vemos como algo muy real. ¡Qué triste es el papel de un muchacho que no se atreve a decirle a una chica cuánto le gusta por miedo a que ella le rechace! No es raro que nuestra imaginación nos traicione planteándonos escenarios y panoramas desoladores, y nos inmovilizamos simplemente porque creemos que algo puede salir mal.

La valentía es afrontar riesgos, vencer miedos. A veces las consecuencias de algo pueden ser duras. En ocasiones nuestra valentía no cambia el mundo. El niño que admite haber roto la ventana del vecino puede ser de cualquier forma castigado, quizá el padre que confiesa no haber pasado suficiente tiempo con sus hijos no puede cambiar el alejamiento con su familia, también a veces el muchacho que le abre su corazón a la chica que le gusta es rechazado. La valentía no asegura el éxito inmediato, eso es cierto.

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Sin embargo hay una gran diferencia entre ser un cobarde y ser un valiente: la posibilidad de lograr algo. La diferencia es Esperanza. Quien es cobarde tiene un futuro cierto: la mediocridad. Quien es valiente tiene un futuro inmediato incierto, pero siempre encontrará al final del camino la corona de la victoria.

El niño que rompió la ventana podrá ser castigado, pero a la larga sus padres le tendrán confianza. El padre que no pudo cambiar el alejamiento con sus hijos a la larga ganará el respeto que se merece por haber hecho lo correcto. El muchacho que fue rechazado tal vez un día encuentre a una chica que le valore más y que le quiera sinceramente. Una cosa es un hecho: si ninguno de estos tres casos contaran con el valor de la valentía, el niño que rompe ventanas y esconde la mano será siempre indigno de confianza, el padre que no admite sus errores será visto siempre como un egoísta y un cobarde, el chico que no se atreve a decir sus sentimientos se quedará solo.

La valentía ha forjado patrias, empresas, comunidades, familias. La cobardía nunca ha hecho algo que valga la pena. La valentía a veces falla en lo inmediato, pero siempre a la larga genera un resultado positivo.

La valentía es un valor que se vive día a día, en las pequeñas cosas. No es necesario esperar grandes afrentas, tremendos errores o increíbles batallas. La cobardía diaria sumerge a las personas, a las familias, a las sociedades y a las naciones en un pantano cómodo, suave, pero que acaba ahogándoles. La valentía en las cosas pequeñas va construyendo una obra sólida que tal vez en el momento inmediato no sea tan grande o tan bella, pero que tarde o temprano se convertirá en un magnífico edificio. La valentía construye personas dignas de respeto y de confianza, familias unidas, sociedades pujantes y naciones sólidas.

Actividades.-

1. Responder las siguientes preguntasa) ¿Como demostró Régulo su carácter?b) ¿Cómo se puede alcanzar el carácter?

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HÉRCULES Y EL CARRETERO

Algunas personas demuestran una voluntad casi milagrosa para esperar a que otros vengan a hacerles el trabajo. Esta vieja fábula nos ayuda a entender prontamente que el único trabajo cierto es el que hacemos nosotros.

Un carretero conducía a sus animales por un camino fangoso con una carga completa, cuando las ruedas de la carreta se hundieron tanto en el lodo que los caballos no pudieron moverla. El carretero miraba desesperado en torno, llamando a Hércules a voz en cuello para pedirle ayuda. Al fin el dios se presentó, y le dijo:

- Apoya el hombro en la rueda, hombre, y azuza tus caballos, y luego pide auxilio a Hércules. Si no alzas un dedo para ayudarte a ti mismo, no esperes socorro de Hércules ni de nadie.

El cielo ayuda a los que se ayudan.

SUGERENCIAS METODOLÓGICASObjetivo.- Conseguir el hábito del trabajo para conseguir lo que deseamos.Contenido.- Superación

La superación no llega con el tiempo, el simple deseo o con la auto motivación, requiere acciones inmediatas, planeación, esfuerzo y trabajo continuo.

Nuestra vida esta llena de oportunidades, saber aprovecharlas y obtener los frutos deseados constituyen el centro de nuestras aspiraciones. Actualmente se habla de excelencia personal y el éxito al alcance de la mano, sin embargo, muchas de estas fórmulas se enfocan a la solución de problemas y al logro de una posición económica preponderante, quedando cortas en lo que a la superación personal se refiere, la verdadera superación no tiene cantidad sino calidad.

La superación es el valor que motiva a la persona a perfeccionarse a sí misma, en lo humano, espiritual, profesional y económico, venciendo los obstáculos y dificultades que se presenten, desarrollando la capacidad de hacer mayores esfuerzos para lograr cada objetivo que se proponga.

Si la superación es un deseo innato de los seres humanos ¿por qué en ocasiones nos detenemos? El principal obstáculo es nuestra persona, con temores encubiertos de excusas, con la vana esperanza de una oportunidad "de oro" o el momento adecuado para cambiar de vida; en el peor de los casos, la pereza y el pesimismo propios del conformista.

Podemos observar a personas que constantemente hablan de sus planes y el noble afán que tienen por darle un nuevo y mejor rumbo a su vida, sin embargo, todo se queda en las palabras y en el deseo, argumentando dificultades y contratiempos no previstos, los cuales han impedido concretar los objetivos planeados. Basta pensar en el negocio que

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desde hace tiempo queremos iniciar por nuestra cuenta, del curso de perfeccionamiento profesional que nos abriría las puertas a una mejor posición laboral y que a la fecha no hemos iniciado, o el estudiante que espera el próximo semestre para "ahora sí" prepararse a conciencia y obtener mejores notas.

La superación no llega con el tiempo, el simple deseo o con la auto motivación, requiere acciones inmediatas, planeación, esfuerzo y trabajo continuo.

En muchas ocasiones la superación no aparece como un gran cambio lleno de beneficios materiales. Con cierta frecuencia encontramos a personas inconformes en su trabajo, deseando cambiar porque en el tiempo que llevan no ha mejorado su posición. Sin embargo, rechazan oportunidades con un bajo incremento económico o un mismo nivel profesional, sin darse cuenta que la experiencia, las relaciones y los nuevos conocimientos por adquirir, constituyen un perfeccionamiento personal que más adelante servirá para alcanzar otros objetivos.

La estabilidad y seguridad que otorga el permanecer mucho tiempo en un lugar (empleo, escuela, ciudad...) puede infundir temor a lo desconocido, como si no tuviéramos la capacidad de plantearnos nuevos retos con grandeza de ánimo y dispuestos a enfrentar y resolver las dificultades.

Aunque los recursos económicos y materiales sean necesarios, no debemos enfocar la superación a la acumulación de los mismos, como una manera fácil de medir un progreso. Existen otros aspectos fundamentales y prioritarios que toda persona debe atender:

- Podemos comenzar por ver nuestros hábitos y costumbres: el cuidado de las cosas ajenas y personales; el orden en nuestras comidas, diversiones y descanso; la atención y cuidados que procuramos a nuestros familiares (hijos, padres, cónyuge, etc.); tratar con amabilidad a todas las personas; ocupar nuestro tiempo libre para tener convivencia, cultivar pasatiempos o realizar actividades sencillas...

- En el terreno profesional no basta lo que hemos aprendido, continuamente debemos buscar los medios para ser más profesionales y competentes, como aprender a sacarle el debido provecho al uso de la computadora (ordenador) para aplicarlo a nuestro trabajo y tener un mejor rendimiento; idear nuevos sistemas para hacer nuestro trabajo con mayor agilidad y disminuir errores; estudiar una especialidad.

Para el estudiante significa dedicar más tiempo a su preparación, conocer y aplicar nuevas técnicas de estudio que faciliten un mejor aprendizaje con los resultados deseados; desarrollar la investigación personal y mejorar la calidad en los trabajos que realice.

Los padres de familia pueden dedicar un tiempo a lecturas sobre como educar mejor a los hijos según su edad, o inscribirse a cursos que persigan los mismos fines. Actualmente existen bastantes recursos que ayudan a conocer y a desempeñar mejor la labor de educación y formación de la familia.

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- El ámbito espiritual, con mucha frecuencia descuidado, ofrece muchas posibilidades con el conocimiento de los preceptos y valores propios de nuestra religión, además de la práctica de los mismos; contar con la asistencia de un director espiritual; procurar el trato con Dios de manera continua (y no sólo cuando tenemos algún problema o necesidad grave); frecuentar los sacramentos y las prácticas religiosas.

La superación personal se encuentra en la persona misma y no en los bienes materiales, como tampoco es exclusivo de una determinada edad; existen hoy en día jóvenes y personas mayores capaces de lograr grandes empresas, observando como sus sueños se hacen realidad y sin detenerse a considerar la falta de experiencia o el cansancio natural que traen los años. Renunciar a mejorar equivale a una vida triste, gris y con falta de aspiraciones, en una palabra: conformismo.

Las posibilidades de superación son innumerables y ante tantos aspectos podemos caer fácilmente en el desánimo. Además de tomar la firme decisión de iniciar hoy mismo, conviene elaborar un pequeño plan para hacerlo de manera ordenada y llevarlo a la práctica de forma consistente. Puede ayudar mucho revisar "Vive los valores" y la "Guía Práctica", donde se observan una serie de consejos prácticos para lograr este fin.

Cabe considerar sobre la existencia de los obstáculos, siempre los habrá, pero la verdadera superación consiste en afrontarlos y ante ellos cobrar nuevos bríos. En esta vida nada es fácil, todo lo que vale la pena requiere de perseverancia y paciencia para alcanzarlo, es entonces cuando la superación se hace sublime -alejada de toda vanidad y soberbia- con el gozo interior de acercarnos cada vez más a la cima de la humana perfección.

Actividades.-

1. Responder las siguientes preguntas a) ¿Por qué se hundió la carreta?

b) ¿Hacía algo el carretero para sacar la carreta?

c) ¿A quién llamó el carretero?

d) ¿Qué le contestó Hércules?

e) ¿Cuando podemos los niños trabajar más y mejor?

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¿QUÉ ES EL CARÁCTER?

¿Qué pensamos cuando decimos de alguien: es un joven de carácter?

Con la palabra carácter entendemos la adaptación de la voluntad del hombre a una dirección justa; y joven de carácter es aquél que tiene principios nobles, y permanece firme en ellos, aún cuando esta perseverancia fiel le exija sacrificios.

En cambio, es de carácter inestable, de poca garantía, débil o-en último grado- es hombre sin carácter, quien contra la voz de la propia conciencia cambia sus principios según las circunstancias, según la sociedad, según los amigos, etc., y hace traición a sus ideales desde el momento en que por ellos tenga que sufrir lo más mínimo.

Con esto ya puedes ver en qué consiste la educación del carácter. En primer lugar: hay que adquirir ideales, principios; después tenemos que acostumbrarnos, con un ejercicio continuo, a obrar según nuestros nobles ideales en cualquier circunstancia de la vida. La vida moral del hombre sin principios está toda ella expuesta a continuas sacudidas y es como la caña azotada por la tempestad. Hoy obra de un modo, mañana se deja llevar por otro parecer. Antes de todo, pues, pongamos principios firmes en nuestro interior; después adquiramos fuerzas para seguir siempre lo que hemos juzgado justo y recto.

El primer deber que te incumbe es formar principios rectos en tu alma. ¿Cuál es, por ejemplo, el principio recto en el estudio? “He de estudiar con diligencia constante, porque he de pulir las dotes, que me fueron dadas, según la voluntad de Dios.” ¿Cuál es el principio justo respecto a mis compañeros? “Lo que deseo que me hagan a mí, he de hacerlo yo también a los otros.” Y así sucesivamente. En todo has de tener principios justos.

El segundo deber -ya más difícil- es seguir los principios justos, es decir, educarte para una vida de carácter.

SUGERENCIAS METODOLÓGICASObjetivo.- Valorar la formación del carácter y la educación de la personalidad.Contenido.- Carácter

Transformar la imagen de una personalidad emprendedora, llena de energía, de fuerza y vitalidad, a una forma de ser propia y natural.

El tener carácter implica una decisión firme y una férrea voluntad para proponernos objetivos y alcanzarlos en la medida de nuestras posibilidades, el cultivo de los buenos hábitos, la actitud positiva hacia el trabajo y el esfuerzo por dominar a nuestros impulsos y al egoísmo.

El transformar la imagen de una personalidad emprendedora, llena de energía, de fuerza y vitalidad, a una forma de ser propia y natural, es sin lugar a dudas, algo atractivo para

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cualquier persona. Con cierta facilidad podríamos calificar si una persona tiene carácter o no, dependiendo de las actitudes que consideramos como positivas, o en su defecto, con falta de firmeza y según sea el caso. Esta valoración que hacemos de los demás, ¿la hacemos para nuestra persona sin tratar de engañarnos nosotros mismos?

En algunos momentos se ha malentendido el "tener carácter" como sinónimo de rudeza, prepotencia, altanería, u obstinación. Por otra parte, no siempre se ha identificado la falta de carácter con las quejas continuas por el trabajo y todo lo que implica, las labores domésticas los estudios... y en general de todo aquello que de alguna manera nos incomoda.

Una persona con carácter tiene retos constantes, no contra los demás, sino para consigo mismo. Cada reto personal es una manera de forjar un carácter recio, firme y decidido, incapaz de detenerse ante los obstáculos, de lamentarse por el cansancio o cuando las cosas salen mal.

Podemos revisar algunos aspectos de nuestra vida, que seguramente nos ayudarán a descubrir si estamos formando adecuadamente nuestro carácter:

En la oficina, la escuela o en el hogar y con todas sus variantes ¿Cómo es nuestro trabajo? Hablamos de trabajar con intensidad, sin perder demasiado tiempo en el café o en la plática, procurando hacer las cosas en el momento, sin detenernos a buscar si hay algo más fácil que hacer. Además es necesario considerar como un deber, el terminar todo lo que hemos comenzado sin distraernos en otra cosa, aunque estemos cansados y procurando hacerlo lo más perfecto posible.

Lo propio siempre será asumir siempre nuestra responsabilidad en cualquier caso, lo que nos lleva a evitar mentir o dar pretextos y justificaciones cuando cometimos un error por negligencia. En este rubro se considera el evadir algunas tareas que nos son particularmente desagradables, como aparentar demasiado trabajo para que nuestro jefe no nos asigne una tarea extra para el día de hoy.

De alguna forma todo aquello que tenemos en nuestro interior, lo manifestamos muchas veces sin darnos cuenta: los días pasarán lentamente si continuamente estamos pensando en que llegue el fin de semana para liberarnos, y así dedicarnos a descansar, ponernos cómodos y divertirnos, en pocas palabras: pereza.

Poca fortaleza interior se ve reflejada en las quejas que hacemos por todo: la cantidad de trabajo, del clima, del tráfico... si algo solucionamos, adelante.

Nuestro trato a los demás siempre debe ser cordial, y no sólo eso, hay que evitar por todos los medios criticar o que se haga crítica de las personas. Esto sólo refleja envidia y vano amor propio.

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Para formar el carácter es necesario tener dominio sobre nuestra persona, mediante pequeñas, pero continuas acciones que hagan más fuerte nuestra voluntad, principalmente:

- Hacer pequeños esfuerzos que nos ayuden a dominar nuestros gustos y caprichos. Como levantarse 10 minutos antes de lo normal, comer un poco menos de aquello que más nos gusta, ver menos tiempo la televisión o en su defecto ver el noticiero completo.

- Hablar bien de las personas, siempre.

- Llegar al trabajo o a la casa con una sonrisa.

- Saludar con educación y cortesía a todas las personas.

- Aprender a escuchar y considerar las opiniones y consejos que nos dan.

- Pedir perdón si ofendimos o hicimos pasar un mal momento a alguien por nuestro mal humor.

- Hacer con empeño las cosas que consideramos poco agradables. Si nos confían algo, es porque se tiene la confianza de que está en nuestras posibilidades realizarlo.

- Cumplir con las promesas y compromisos que hemos hecho.

- Proponerse varios retos personales: como trabajar mejor, aprender algo nuevo, mejorar nuestro trato hacia los demás, etc.

La persona que verdaderamente tiene carácter no ve obstáculos, sino retos; domina sus impulsos para ser dueño de su voluntad: conserva amistades y relaciones por los valores que transmite; encuentra alegría en lo que hace, sin conformarse con ser feliz a través de los placeres pasajeros.

Actividades.- 1. Leer y explicar el texto.2. Cada uno escribe en las características de un chico de carácter, y los pasos a seguir para educar el carácter personal.

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EL REY MIDAS

Érase una vez un rey muy rico cuyo nombre era Midas. Tenía más oro que nadie en todo el mundo, pero a pesar de eso no le parecía suficiente. Nunca se alegraba tanto como cuando obtenía más oro para sumar en sus arcas. Lo almacenaba en las grandes bóvedas subterráneas de su palacio, y pasaba muchas horas del día contándolo una y otra vez.

Ahora bien, Midas tenía una hija llamada Caléndula. La amaba con devoción, y decía:

- Será la princesa más rica del mundo.

Pero la pequeña Caléndula no daba importancia a su fortuna. Amaba su jardín, sus flores y el brillo del sol más que todas las riquezas de su padre. Era una niña muy solitaria, pues su padre siempre estaba buscando nuevas maneras de conseguir oro, y contando el que tenía, así que rara vez le contaba cuentos o salía a pasear con ella, como deberían hacer todos los padres.

Un día el rey Midas estaba en su sala del tesoro. Había echado la llave a las gruesas puertas y había abierto sus grandes cofre de oro. Lo apilaba sobre mesa y lo tocaba con adoración. Lo dejaba escurrir entre los dedos y sonreía al oír el tintineo, como si fuera una dulce música. De pronto una sombra cayó sobre la pila del oro. Al volverse, el rey vio a un sonriente desconocido de reluciente atuendo blanco. Midas se sobresaltó. ¡Estaba seguro de haber atrancado la puerta! ¡Su tesoro no estaba seguro! Pero el desconocido se limitaba a sonreír.

- Tienes mucho oro, rey Midas -dijo.

- Sí -respondió el rey-, pero es muy poco comparado con todo el oro que hay en el mundo.

- ¿Qué? ¿No estás satisfecho? -preguntó el desconocido.

- ¿Satisfecho? -exclamó el rey-. Claro que no. Paso muchas noches en vela planeando nuevos modos de obtener más oro. Ojalá todo lo que tocara se transformara en oro.

- ¿De veras deseas eso, rey Midas?

- Claro que sí. Nada me haría más feliz.

- Entonces se cumplirá tu deseo. Mañana por la mañana, cuando los primeros rayos del sol entren por tu ventana, tendrás el toque de oro.

Apenas hubo dicho estas palabras, el desconocido desapareció. El rey Midas se frotó los ojos.

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- Debo haber soñado -se dijo- , pero qué feliz sería si eso fuera cierto.

A la mañana siguiente el rey Midas despertó cuando las primeras luces aclararon el cielo. Extendió la mano y tocó las mantas. Nada sucedió.

- Sabía que no podía ser cierto -suspiró. En ese momento los primeros rayos del sol entraron por la ventana. Las mantas donde el rey Midas apoyaba la mano se convirtieron en oro puro-. ¡Es verdad! -exclamó con regocijo-. ¡Es verdad!

Se levantó y corrió por la habitación tocando todo. Su bata, sus pantuflas, los muebles, todo se convirtió en oro. Miró por la ventana, hacia el jardín de Caléndula.

- Le daré una grata sorpresa -dijo. Bajó al jardín, tocando todas las flores de Caléndula y transformándolas en oro-. Ella estará muy complacida -se dijo.

Regresó a su habitación para esperar el desayuno, y recogió el libro que leía la noche anterior, pero en cuanto lo tocó se convirtió en oro macizo.

- Ahora no puedo leer -dijo-, pero desde luego es mucho mejor que sea de oro.

Un criado entró con el desayuno del rey.

- Qué bien luce -dijo-. Ante todo quiero ese melocotón rojo y maduro.

Tomó el melocotón con la mano, pero antes que pudiera saborearlo se había convertido en una pepita de oro. El rey Midas lo dejó en la bandeja.

- Es muy bello, pero no puedo comerlo. -dijo. Levantó un panecillo, pero también se convirtió en oro-. ¿Qué haré? Tengo hambre y sed, y no puedo beber ni comer oro.

En ese momento se abrió la puerta y entró la pequeña Caléndula. Sollozaba amargamente, y traía en la mano una de sus rosas.

- ¿Qué sucede, hijita? -preguntó el rey.

- ¡Oh, padre! ¡Mira lo que ha pasado con mis rosas! ¡Están feas y rígidas!

- Pues son rosas de oro, niña. ¿No te parecen más bellas que antes?

- No -gimió la niña-, no tienen ese dulce olor. No crecerán más. Me gustan las rosas vivas.

- No importa -dijo el rey-, ahora come tu desayuno.

Pero Caléndula notó que su padre no comía y que estaba muy triste.

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- ¿Qué sucede, querido padre? -preguntó, acercándose. Le echó los brazos al cuello y él la besó, pero de pronto el rey gritó de espanto y angustia. En cuanto la tocó, el adorable rostro de Caléndula se convirtió en oro reluciente. Sus ojos no veían, sus labios no podían besarlo, sus bracitos no podían estrecharlo. Ya no era una hija risueña y cariñosa, sino una pequeña estatua de oro.

El rey Midas agachó la cabeza, rompiendo a llorar.

- ¿Eres feliz, rey Midas? -dijo una voz. Al volverse, Midas vio al desconocido.

- ¡Feliz! ¿Cómo puedes preguntármelo? ¡Soy el hombre más desdichado de este mundo! -dijo el rey.

- Tienes el toque de oro -replicó el desconocido-. ¿No es suficiente?

El rey Midas no alzó la cabeza ni respondió.

- ¿Qué prefieres, comida y un vaso de agua fría o estas pepitas de oro? -dijo el desconocido.

El rey Midas no pudo responder.

- ¿Qué prefieres, oh rey, esa pequeña estatua de oro, o una niña vivaracha y cariñosa?

- Oh, devuélveme a mi pequeña Caléndula y te daré todo el oro que tengo -dijo el rey-. He perdido todo lo que tenía de valioso.

- Eres más sabio que ayer, rey Midas -dijo el desconocido-. Zambúllete en el río que corre al pie de tu jardín, luego recoge un poco de agua y arrójala sobre aquello que quieras volver a su antigua forma. -El desconocido desapareció.

El rey Midas se levantó de un brinco y corrió al río. Se zambulló, llenó una jarra de agua y regresó deprisa al palacio. Roció con agua a Caléndula, y devolvió el color a sus mejillas. La niña abrió los ojos azules.

- ¡Vaya, padre! -exclamó-. ¿Qué sucedió?

Con un grito de alegría, el rey Midas la tomó en sus brazos.

Nunca más el rey Midas se interesó en otro oro que no fuera el oro de la luz del sol, o el oro del cabello de la pequeña Caléndula.

SUGERENCIAS METODOLÓGICASObjetivo.- Aprender a no ser avariciosos y egoístas.Contenido.- Sobriedad

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Es el valor que nos enseña a administrar nuestro tiempo y recursos, moderando nuestros gustos y caprichos para construir una verdadera personalidad.

Qué difícil es hablar de sobriedad en una época caracterizada por la búsqueda del placer y del afán desmedido por acumular bienes de todo género; parece ser que lo único necesario es cuidar las apariencias y satisfacer nuestros deseos. La sobriedad no solo tiene que ver con estar sobrio y el manejo del alcohol. Este valor afecta otras realidades más importantes de nuestra vida.

El valor de la sobriedad nos ayuda a darle a las cosas su justo valor y a manejar adecuadamente nuestros apetitos, estableciendo en todo momento un límite entre lo razonable y lo inmoderado.

¿Has pensado cómo influye el ambiente en tu persona? Aunque no podemos culpar del todo a la publicidad, es ella quien transmite una idea falsa de felicidad: en toda reunión de amigos debe haber determinada bebida para estar alegres; al comprar cierto tipo de auto adquieres presencia y personalidad; si vistes con determinada marca de ropa demuestras actualidad; ser conocedor de restaurantes y platillos exóticos, te hace hombre de mundo; al utilizar cremas, pastillas y tratamientos para cuidar tu figura, te dará belleza... y así, todo un conjunto de elementos que caracterizan a una sociedad consumista preocupada por la apariencia de la persona.

El problema no es la comercialización de los productos, sino la forma en que nos vemos afectados. Por tanto, damos por cierto que la felicidad está en todo aquello que cultiva nuestra vanidad y nos da satisfacciones, entonces, no es extraño que estemos bajo el influjo de agentes externos.

El "tener más", "lo más novedoso" o lo "mas caro" se convierte en la base de nuestra seguridad personal, caemos en el despilfarro con tal de alimentar nuestra soberbia y vanidad por el deseo de sobresalir, de estar a la moda y de aparentar una mejor posición económica; sin reflexionar compramos varios pares de zapatos (ropa, accesorios, etc.) por estar a un precio rebajado, cambiamos de auto con relativa frecuencia para competir con el vecino o los compañeros de trabajo, adquirimos cuanto adorno y aparato electrodoméstico aparece en el mercado para mostrar lujo en el hogar...

En este sentido, debemos reconocer que somos caprichosos y orientamos nuestros esfuerzos a conseguir las cosas sin importar el precio, y algunas veces postergando lo indispensable. Se ha visto a personas que prefieren comprarse un "buen reloj" y no pagar la colegiatura de sus hijos. Los padres viven la sobriedad cada vez que se privan de un gusto personal pensando en otras cosas necesarias para los hijos o la familia en conjunto.

La sobriedad nos ayuda a saber comprar sólo lo verdaderamente necesario, indispensable y de utilidad; por el contrario, aprendemos a obtener el máximo uso y provecho de todo lo que tenemos, sin dejar las cosas prácticamente nuevas y sin utilizar.

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Para la sobriedad hace falta autodominio, es muy claro si se ilustra con el exceso en la comida y la bebida por la imagen y efectos que produce, sin embargo, esta falta de control se manifiesta en el excesivo descanso y la distribución de nuestro tiempo: no es correcto permanecer todo el domingo recostado viendo la TV; nuestro tiempo debe pasar en equilibrio, entre la diversión, la obligación y la actividad, con una buena administración podemos trabajar sin presiones, tener momentos de esparcimiento y desarrollar aficiones.

También debemos ser sobrios en nuestra forma de hablar, de comportarnos y de vestir: existen personas que dicen todo cuanto les viene a la mente, muchas veces sin comunicar nada y sólo por el gusto de sentirse escuchados; otros exageran en las bromas, las palabras altisonantes y los aspavientos; también es chocante vestir estrafalariamente, lleno de accesorios y adornos que podrán ser de moda pero hacen perder elegancia.

Podemos pensar que al darnos nuestros pequeños lujos no hacemos mal a nadie; la verdad es que cada vez que cedemos a nuestros caprichos, nos hacemos dependientes de las cosas, de nuestros apetitos y de la comodidad. Caemos en un malestar por no haber conseguido aquella superficialidad que tanto deseábamos, y cada vez más somos incapaces de hacer grandes esfuerzos.

Cuando no ponemos límites, llegamos a una insatisfacción "por sistema" en la que siempre queremos más. De ahí surgen los vicios, la dependencia de las drogas, el deseo de placer sexual, la infidelidad...

Para vivir este valor no hace falta pensar en grandes cosas y privaciones, una vez más la respuesta esta en cuidar los pequeños detalles:

- Antes de comprar algo reflexiona sobre el motivo de la adquisición: si es necesidad, un simple lujo o un verdadero capricho. Si es el caso, no inventes necesidades, se valiente y reconoce que no vale la pena el gasto.

- Usa las cosas y no las cambies simplemente porque en el mercado hay una más novedosa, o porque todos tus amigos la compraron. En esta competencia sin fin tu bolsillo es el más afectado.

- Reconoce tu verdadera situación económica y vive de acuerdo a tus posibilidades. Cuando te decidas a hacerlo, aprenderás que las personas te aceptan por lo que eres.

- Habla sólo lo necesario. Transmite pensamientos más que palabras.

- Viste de forma elegante y decorosa, la moda también puede cumplir con este requisito.

- Evita el deseo de ser el centro de atención y aprende a divertirte: el alcohol, las bromas de mal gusto, las palabras altisonantes y los desmanes, manifiestan inseguridad y falta de autodominio.

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- Haz el propósito de moderar tus gustos y apetitos: compra menos golosinas; come un poco menos de aquello que más te gusta; establece una hora para dormir y dejar de ver la TV; utiliza una agenda para programar tus actividades; aprende que la diversión también tiene un tiempo límite; modera tu descanso y procura una actividad...

La sobriedad no es negación ni privación. Es poner a tu voluntad y a tu persona por encima de las cosas, los gustos y los caprichos, dominándolos para no vivir bajo su dependencia. Es muy natural que al estar condicionados por nuestros impulsos, nos cueste trabajo dejarlos, pero nunca es tarde para comenzar, con pequeños esfuerzos, fortalecemos nuestra voluntad y desarrollamos este valor necesario para aprender a administrar nuestro tiempo y nuestros recursos, además de construir una verdadera personalidad.

Actividades.-

1. Contesta las siguientes preguntasa) ¿En qué ocasiones algunos chicos son avariciosos, egoístas o codiciosos?b) ¿En qué circunstancias podemos ser generosos?

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EDÚCATE

Esculpir en tu alma la imagen sublime que Dios concibió al formarte, es la noble labor a que damos el nombre de autoeducación. Este trabajo tiene que hacerlo cada uno por sí mismo, y ningún otro puede cumplirlo en su lugar. Los otros podrán darte consejos, podrán indicarte el camino recto; pero en definitiva tú has de ser quien sientas el deseo de formar en ti la noble imagen que Dios ha escondido en tu alma.

Has de ser tú quien desees ser noble, fuerte, limpio de alma. Has de conocer cómo es tu alma, cuáles son las hierbas malas en ella, qué es lo que falta. Has de poner mano en la educación de tu alma, sabiendo que el éxito ha de obtenerse a costa de muchos esfuerzos, abnegaciones y victorias alcanzadas sobre ti mismo. Has de negarte a menudo cosas deleitosas; has de hacer muchas veces lo que no te apetece y sellar tus labios, y erguir tu frente cuando notes que alguna de tus buenas intenciones, una y otra vez, se ve frustrada.

Tu carácter, el curso de toda tu vida, depende de estos trabajos pequeños: “Siembra un pensamiento y segarás un deseo, siembra un deseo y recogerás la acción, siembre la acción y recogerás la costumbre, siembra la costumbre y recogerás el carácter, siembra el carácter y tendrás por mies tu propia suerte.” De pequeños pensamientos y acciones va entretejiéndose la suerte de tu vida.

“En todas las horas de tu vida vuelve tu mirada con respeto y amor hacia la virtud, no pierdas jamás la ocasión de hacer una obra buena y, si esta obra estuviere en pugna algunas veces con tu provecho y deseo momentáneos, acostumbra tu voluntad a vencerlos..., así alcanzarás un carácter con que puedas hacer algo grande, trabajar para tu época y para el porvenir, y lograr que tu nombre se pronuncie entre tus compañeros, envuelto en respeto y amor.” (Kolösey.)

SUGERENCIAS METODOLÓGICASObjetivo.- Comprender que un trabajo personal importante es formarse a sí mismo para ser noble, fuerte y limpio de alma.Contenido.- Autodominio

Formar un carácter capaz de dominar la comodidad y los impulsos propios de su forma de ser para hacer la vida más amable a los demás.

Es el valor que nos ayuda a controlar los impulsos de nuestro carácter y la tendencia a la comodidad mediante la voluntad. Nos estimula a afrontar con serenidad los contratiempos y a tener paciencia y comprensión en las relaciones personales.

El autodominio debe comprenderse como una actitud que nos impulsa a cambiar positivamente nuestra personalidad. Cuando no existe esa fuerza interior, se realizan acciones poco adecuadas, generalmente como resultado de un estado de ánimo; la

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armonía que debe existir en toda convivencia se rompe; quedamos expuestos a caer en excesos de toda índole y entramos en un estado de comodidad que nos impide concretar propósitos.

Cada día que buscamos ejercer ese señorío sobre nosotros mismos, automáticamente nuestro carácter comienza a madurar por la serenidad y paciencia que imprime este valor, la voluntad nos libera del desánimo, controlamos nuestros gustos y vivimos mejor la sobriedad, en pocas palabras, entramos en un proceso de superación constante.

Algunas personas han opinado que la fuente para lograr el autodominio proviene de la aplicación de algunas técnicas para relajarse, y aunque efectivamente pueden ayudar, no debemos perder de vista que los valores se forman a través del ejercicio diario, con el esfuerzo por descubrir en nuestra personalidad aquellos rasgos poco favorables.

Las costumbres y hábitos determinan en mucho la falta de autodominio. Debemos comenzar por analizar cuales de ellas nos condicionan e impiden vivir este valor.

El autodominio nos ayuda a reconocer los distintos aspectos de nuestra personalidad y nuestra forma de reaccionar ante determinadas circunstancias. Debemos cambiar nuestras disposiciones en sentido positivo: “en lugar de molestarme por la lentitud de “x” empleado -cuyo ritmo de trabajo es así-, ahora no sólo evitaré el disgusto y llamada de atención, procuraré darle un buen consejo que le ayude a mejorar”. Lo mismo aplica para los hijos, el cónyuge y hasta con algunos amigos. Este cambio no es sencillo, requiere atención y esfuerzo para anticipar nuestras reacciones, lo cual significa remar contracorriente para corregir este mal hábito.

Otras de las costumbres más arraigadas se encuentran en el terreno de los gustos y comodidades personales, en apariencia es poco significativo privarse de una golosina a media mañana, quedarse en cama más de lo debido, terminar de trabajar antes de la hora de salida, o buscar como perder el tiempo para llegar más tarde a casa y evadir alguna ocupación, pero cada una de estas cosas pequeñas constituye una excelente oportunidad para practicar el autodominio. Quien tiene la capacidad de privarse de un gusto, también tendrá la fortaleza para soportar situaciones desagradables.

Para algunas personas, la falta de este valor se manifiesta por el deseo de convertirse en el centro de atención en todo lugar, acaparar las conversaciones, presumir de sus logros, compararse continuamente con los demás... El autodominio también ayuda a ser más sencillos, hombres y mujeres de acción y no de palabras inútiles.

En familia este valor es indispensable para la sana convivencia, pues implica aprender a tolerar y pasar por alto las pequeñas fricciones cotidianas, no se tratar de desentenderse, sino de dar ejemplo de serenidad, comprensión y cariño, principalmente cuando se tiene la responsabilidad de educar a los hijos. También nos ayuda a estar pendientes de las necesidades de los demás y prestarles servicios, pues la comodidad nos hace esperar ser atendidos, mientras que el autodominio nos impulsa a ser más participativos en los quehaceres cotidianos.

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En el contexto de las relaciones personales, el autodominio nos impulsa a ser discretos y maduros para evitar la murmuración, la crítica y la difamación de los demás por cualquier situación que es incompatible con nuestra forma de pensar.

La práctica del autodominio también nos induce a perfeccionar nuestros hábitos de trabajo, aprovechar más el tiempo, tener más cuidado en lo que hacemos, “dar el extra” cuando se necesite. En el campo escolar y profesional siempre es necesario el perfeccionamiento, que sólo se alcanza con esfuerzo, alejando la pereza y la mentalidad conformista.

Para iniciar y desarrollar el autodominio, considera como importante:

- Aprende a escuchar. De lo contrario, se convierte en la muestra más clara de la falta de autodominio.

- Procura no distinguirte por comer abundantemente, decir disparates, vestir de forma estrafalaria, mostrar poca educación o malos modales.

- Evita el deseo de enterarte de lo que no te incumbe, hacer comentarios imprudentes y dar consejos no solicitados, eso es ser entrometido.

- Cuida especialmente tus relaciones personales, evita suponer las palabras y actitudes que los demás tienen y que “motivan” tu enojo. Lo más importante es que tu cambies de actitud, que hasta ahora también es predecible.

- Dedica unos minutos cada día para reflexionar y elaborar una pequeña lista sobre las situaciones cotidianas que normalmente te disgustan, provocan pereza, caes en excesos y aquellas en las que evades tus responsabilidades. No te preocupes si en un principio son pocas, más adelante seguirás descubriendo otras no menos importantes.

- De la lista obtenida, selecciona dos de todas ellas (puedes elegir entre las interrupciones en el trabajo, comprar los víveres para el hogar, desvelarte con frecuencia, dedicar el tiempo necesario al estudio, por ejemplo), reflexiona sobre la actitud correcta que debes adoptar y llévalas a la práctica por una o dos semanas, después de ese período elige otras y así sucesivamente.

La persona que aprende a controlarse interiormente tiene el privilegio de vivir una alegría auténtica, pues jamás se deja llevar por los disgustos y contratiempos; además, tiene la tranquilidad del deber cumplido, pues por el control que tiene sobre la comodidad, es capaz de cumplir con sus deberes oportunamente. Consecuentemente, todo esto le ayuda a tener excelentes relaciones personales, por la cordialidad y delicadeza que mantiene en su trato.

Actividades.- 1. Contestar las siguientes preguntas

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a) ¿En qué consiste la autoeducación?b) ¿Quién tiene que hacer ese trabajo?c) ¿A qué se refieren “las malas hierbas” de que habla el texto?d) ¿Qué pasos hay que dar para formar el carácter?e) ¿En qué se puede mejorar el carácter de un alumno?

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DAVID Y BETSABÉ

Cuando David llegó al trono, se puso a la cabeza de su ejército para librar guerras contra los enemigos de Israel. Pero llegó un momento en que su reino sufría muchos problemas, y David dejó a Joab, su general, al mando de sus guerreros, mientras él permanecía en su palacio del Monte Sión.

Un anochecer David caminaba por la azotea del palacio. Miró hacia un jardín y vio a una mujer bellísima. Preguntó a un criado quién era esa mujer, y el criado le respondió:

- Se llama Betsabé, y es la esposa de Uriah.

Uriah era un oficial del ejército de David, al mando de Joab, y en esa época luchaba en la guerra contra los amonitas, en Rabbah, cerca del desierto, al este del jordán. David mandó buscar a Betsabé, esposa de Uriah, y habló con ella. La amaba, y ansiaba tomarla como una de sus esposas (en esos tiempos no se consideraba pecado que un hombre tuviera más de una esposa). Pero David no podía casarse con Betsabé mientras su esposo Uriah estuviera con vida. Un pensamiento maligno entró en el corazón de David, quien planeó la muerte de Uriah para poder llevar a Betsabé a su propia casa.

David le escribió una carta a Joab, el comandante de su ejército, y esa carta decía: “Cuando haya una batalla con los amonitas, envía a Uriah al punto donde más arrecie el combate, y déjalo allí, para que le den muerte los amonitas.”

Y Joab hizo lo que David le había ordenado. Envió a Uriah y un puñado de valientes al pie de la muralla de la ciudad, sabiendo que allí se toparían con feroz resistencia. Se libró un fiero combate junto a la muralla, Uriah pereció y con él otros valientes. Entonces Joab despachó un mensajero para informarle al rey David cómo andaba la guerra, y especialmente que Uriah, uno de sus valientes oficiales, había muerto en la lucha.

Cuando David se enteró, le dijo al mensajero: “Dile a Joab: No te inquietes por la pérdida de los hombres caídos en batalla. La espada debe abatir a algunos. Mantén el sitio, continúa el asedio, y ganarás la ciudad.”

Y una vez que Betsabé hubo guardado luto por la muerte de su esposo, David la llevó a su palacio y la desposó. Sólo Joab, y David, y quizás algunos otros, sabían que David había causado la muerte de Uriah, pero Dios lo sabía, y Dios estaba disgustado con David por ese acto malvado.

El Señor envió al profeta Natán para decirle a David que, aunque los hombres ignoraban la maldad que había cometido el rey, Dios la había visto, y castigaría a David por su pecado. Natán visitó a David y le habló de este modo:

- Había dos hombres en una ciudad; uno era rico, el otro pobre. El rico tenía grandes rebaños de ovejas y muchas reses, pero el pobre sólo tenía una oveja que había

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comprado. Esa oveja se crió en su hogar con sus hijos, y bebía de su taza, y se acostaba en su regazo y era como una hija para él.

“Un día un visitante fue a cenar a casa del rico. El rico no sacrificó una de sus propias ovejas para el huésped, sino que robó la oveja del pobre, la sacrificó y la cocinó para comer con su amigo.

David se enfureció al oír estas palabras. Le dijo a Natán:

- ¡El hombre que hizo esto merece morir! Le devolverá a su vecino pobre cuatro veces lo que le quitó. ¡Cuánta crueldad, tratar así a un hombre pobre, sin ninguna piedad!

Y Natán le dijo a David:

- Tú eres el hombre que cometió esa iniquidad. El Señor te hizo rey en lugar de Saúl, y te dio un reino. Tienes una gran casa, y muchas esposas. ¿Por qué, entonces, has cometido esta maldad a ojos del Señor? Has matado a Uriah con la espada de los hombres de Amón, y has tomado su esposa como esposa. Una espada se alzará contra tu casa, y tú sufrirás, y tus esposas sufrirán, y tus hijos sufrirán, todo por lo que has hecho.

Cuando David oyó estas palabras, vio su maldad en toda su plenitud. Sintió gran congoja, y le dijo a Natán:

- He pecado contra el Señor.

Y David mostró tanta pena por su pecado que Natán le dijo:

- El Señor ha perdonado tu pecado, y no morirás por él. Pero el hijo que te ha dado la esposa de Uriah sin duda morirá.

Poco después el hijo de David y Betsabé, muy amado por David, enfermó gravemente. David rezó pidiendo por la vida de su hijo, y no probaba bocado, sino que yacía de bruces en el suelo de su casa, abrumado por el dolor. Los nobles del palacio fueron a verle, y le pidieron que se levantara y comiera, pero él se negaba. Durante siete días el niño empeoró cada vez más, y David seguía acongojado. Luego el niño falleció, y los nobles temieron contárselo a David, pues se dijeron:

- Si estaba tan afligido cuando el niño vivía, ¿qué hará cuando se entere de que ha muerto?

Pero cuando el rey David vio gente cuchicheando con rostro cabizbajo, preguntó:

- ¿Ha muerto el niño?

Y le respondieron:

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- Sí, oh rey, el niño ha muerto.

Entonces David se levantó del suelo, se lavó la cara y se puso sus atavíos de rey. Fue primero a la casa del Señor, y adoró, luego fue a su propia casa, se sentó a la mesa, y comió. Los criados se maravillaron de esto, pero David les dijo:

- Mientras el niño vivía, ayuné y oré y lloré, pues esperaba salvar la vida del niño con mis plegarias al Señor, apelando a su misericordia. Pero ahora ha muerto, y mis plegarias nada pueden hacer por él. No puedo recobrarlo. El no regresará a mí, sino que yo iré a él.

Y después de esto David dio a David y Betsabé, su esposa, otro hijo varón, a quien llamaron Salomón. El Señor amó a Salomón, que con el tiempo se convirtió en un hombre sabio.

SUGERENCIAS METODOLÓGICASObjetivo.- Aprender a dominar la lujuria.Contenido.- El matrimonio, camino de santidad

La indisolubilidad del matrimonio, la fidelidad y el amor a los hijos, son cosas queridas por Dios, para que el hombre y la mujer unidos por el sacramento, alcancen la santidad.Por Pbro. Dr. Francisco Fernández Carvajal.

I. Se encontraba Jesús en Judea, en la otra orilla del Jordán, rodeado de una gran multitud, que escuchaba atentamente sus enseñanzas [1]. Entonces -leemos en el Evangelio de la Misa [2]- se acercaron unos fariseos y para tentarle, para enfrentarlo con la Ley de Moisés, le preguntaron si es lícito al marido repudiar a su mujer. Moisés había permitido el divorcio condescendiendo con la dureza del antiguo pueblo. La condición de la mujer era entonces ignominiosa y prácticamente podía ser dejada a un lado por cualquier causa, siguiendo ligada al marido. Moisés estableció que el marido diera a la mujer despedida una carta de repudio, testificando que la despedía; así quedaba libre para casarse con quien quisiera [3]. Los Profetas ya censuraron el divorcio a la vuelta del exilio [4].

Jesús declara en esta ocasión la indisolubilidad original del matrimonio, según lo instituyera Dios en el principio de la creación. Para ello, cita expresamente las palabras del Génesis que se leen en la Primera lectura [5]. Pero en el principio de la creación los hizo Dios varón y hembra; por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido no lo separe el hombre. De este modo, el Señor declara la unidad y la indisolubilidad del matrimonio tal y como había sido establecido en el principio. Resultó tan novedosa esta doctrina para los mismos discípulos que, una vez en casa, volvieron a preguntarle. Y el Maestro confirmó más expresamente lo que ya había enseñado. Y les dijo: Cualquiera que repudie a su mujer y se una con otra, comete adulterio contra aquélla; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio. Difícilmente se puede hablar con más nitidez. Sus palabras están llenas de una claridad deslumbradora. ¿Cómo es posible que un cristiano

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pueda cuestionar estas propiedades naturales del matrimonio y siga proclamando que imita y acompaña a Cristo?

Siguiendo al Maestro, la Iglesia reafirma con seguridad y firmeza «la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio; a cuantos, en nuestros días, consideran difícil o incluso imposible vincularse a una persona por toda la vida y a cuantos son arrastrados por una cultura que rechaza la indisolubilidad matrimonial y que se mofa abiertamente del compromiso de los esposos a la fidelidad, es necesario repetir el buen anuncio de la perennidad del amor conyugal que tiene en Cristo su fundamento y su fuerza (Ef 5, 25).

»Enraizada en la donación personal y total de los cónyuges y exigida por el bien de los hijos, la indisolubilidad del matrimonio halla su verdad última en el designio que Dios ha manifestado en su Revelación: Dios quiere y da la indisolubilidad del matrimonio como fruto, signo y exigencia del amor absolutamente fiel que Dios tiene al hombre y que el Señor Jesús vive hacia su Iglesia» [6]. Ese vínculo, que sólo la muerte puede desatar, es imagen del que existe entre Cristo y su Cuerpo Místico.

La dignidad del matrimonio y su estabilidad, por su trascendencia en las familias, en los hijos, en la misma sociedad, es uno de los temas que más importa defender, y ayudar a que muchos lo comprendan. La salud moral de los pueblos -se ha repetido muchas veces- está ligada al buen estado del matrimonio. Cuando éste se corrompe bien podemos afirmar que la sociedad está enferma, quizá gravemente enferma [7]. De aquí la urgencia que todos tenemos de rezar y velar por las familias. Los mismos escándalos que, desgraciadamente, se producen y se divulgan, pueden ser ocasión para dar buena doctrina y ahogar el mal en abundancia de bien [8]. «Hay dos puntos capitales en la vida de los pueblos: las leyes sobre el matrimonio y las leyes sobre la enseñanza; y ahí, los hijos de Dios tienen que estar firmes luchar bien y con nobleza, por amor a todas las criaturas» [9].

II. Al elevar Jesucristo el matrimonio a la dignidad de sacramento, introdujo en el mundo algo completamente nuevo. La transformación que obró en la institución meramente natural fue de tal importancia que la convirtió -como el agua en las bodas de Caná- en algo hasta ese momento insospechado. He aquí que hago todas las cosas nuevas [10], dice el Señor. Desde entonces, desde el nacimiento del matrimonio cristiano, éste sobrepasa el orden de las cosas naturales y se introduce en el orden de las cosas divinas. El matrimonio natural entre no cristianos está también lleno de grandeza y de dignidad, «pero el ideal propuesto por Cristo a los casados está infinitamente por encima de una meta de perfección humana y respecto del matrimonio natural se presenta como algo rigurosamente nuevo. Efectivamente: a través del matrimonio es la misma vida divina la que se comunica a los esposos, la que los sostiene en su obra de perfeccionamiento mutuo y la que tiene que animar, desde el momento del Bautismo, el alma de los hijos» [11].

Quienes se casan inician juntos una vida nueva que han de andar en compañía de Dios. El Señor mismo los ha llamado para que vayan a Él por este camino, pues el

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matrimonio «es una auténtica vocación sobrenatural. Sacramento grande en Cristo y en la Iglesia, dice San Pablo (Ef 5, 32) (... ), signo sagrado que santifica, acción de Jesús, que invade el alma de los que se casan y les invita a seguirle, transformando toda la vida matrimonial en un andar divino en la tierra» [12].

El Papa Juan Pablo I, hablando de la grandeza del matrimonio a un grupo de recién casados, les contaba una pequeña anécdota ocurrida en Francia. En el siglo pasado, un profesor insigne que enseñaba en la Sorbona, Federico Ozanam, era un hombre de prestigio y un buen católico. Lacordaire, su amigo, solía decir del profesor de la Sorbona: «¡Este hombre es tan bueno y tan estupendo que se ordenará como sacerdote, incluso llegará a ser un buen obispo!». Pero Ozanam contrajo matrimonio. Entonces, Lacordaire, algo molesto, exclamó: «¡Pobre Ozanam! ¡También él ha caído en la trampa!». Estas palabras llegaron hasta el Papa Pío IX, quien dijo con buen humor a Lacordaire cuando éste le visitó unos años mas tarde: «Yo siempre he oído decir que Jesús instituyó siete sacramentos: ahora viene usted, me revuelve las cartas en la mesa, y me dice que ha instituido seis sacramentos y una trampa. No, Padre, el matrimonio no es una trampa, ¡es un gran sacramento!» [13]. No olvidemos que lo primero que quiso santificar el Mesías fue un hogar. Y es precisamente en las familias alegres, generosas, que viven con sobriedad cristiana, donde nacen las vocaciones para la entrega plena a Dios en la virginidad o el celibato, que constituyen la corona de la Iglesia y la alegría de Dios en el mundo.

Estas vocaciones son un don que Dios otorga muchas veces a los padres que lo piden de corazón y con constancia; brillará en sus manos con un fulgor especial cuando un día se presenten ante Él y den cuenta de los bienes que les fueron dados para su custodia y administración.

III. Dios preparó cuidadosamente la familia en la que iba a nacer su Hijo: José, de la casa y familia de David [14], que haría el oficio de padre en la tierra, al igual que María, su Madre virginal. Quiso el Señor reflejar en su propia familia el modo en que habrían de nacer y crecer sus hijos: en el seno de una familia establemente constituida y rodeados de su protección y cariño.

Toda familia, que es «la célula vital de la sociedad» [16] y en cierto modo de la misma Iglesia [17], tiene una entidad sagrada y merece la veneración y solicitud de sus miembros, de la sociedad civil yde la Iglesia entera. Santo Tomás llega a comparar la misión de los padres a la de los sacerdotes,pues mientras éstos contribuyen al crecimiento sobrenatural del Pueblo de Dios mediante la administración de los sacramentos, la familia cristiana provee a la vez a la vida corporal y a la espiritual, «lo que se realiza en el sacramento del matrimonio, en el que el hombre y la mujer se unen para engendrar la prole y educarla en el culto a Dios» [17]. Mediante la colaboración generosa de los padres, Dios mismo «aumenta y enriquece su propia familia» [18] multiplicando los miembros de su Iglesia y la gloria que de Ella recibe.

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La familia tal y como Dios la ha querido es el lugar idóneo para que, con el amor y el buen ejemplo de los padres, de los hermanos y de los demás componentes del ámbito familiar, sea una verdadera «escuela de virtudes» [19] donde los hijos se formen para ser buenos ciudadanos y buenos hijos de Dios. Es en medio de la familia que vive de cara a Dios donde cada uno encontrará su propia vocación, a la que el Señor le llama. «Admira la bondad de nuestro Padre Dios: ¿no te llena de gozo la certeza de que tu hogar, tu familia, tu país, que amas con locura, son materia de santidad?» [20].

[1] Mc 10, 1.[2] Mc 10, 2-16.[3] Cfr. J. DHEILLY, Diccionario bíblico, Herder, Barcelona 1970, voz Divorcio.[4] Cfr. Mal 2, 13-16.[5] Gen 2, 18-24.[6] JUAN PABLO II, Exhort. Apost. Familiaris consorcio, 22-XI-1981, 20.[7] Cfr. F. J. SHEED, Sociedad y sensatez, Herder, Barcelona 1963, p. 125.[8] Cfr. Rom 12, 21.[9] J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Forja, no. 104.[10] Apoc 21, 5.[11] J. MA. MARTÍNEZ DORAL, La santidad de la vida conyugal, en SCRIPTA THEOLOGICA, Pamplona, IX-XII 1989, pp. 869-870.[12] J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 23.[13] Cfr. JUAN PABLO I, Alocución 13-IX-1978.[14] Lc 2, 4.[15] CONC. VAT. II, Decr. Apostolicam actuositatem, II.[16] Cfr. JUAN PABLO II, Exhort. Apost. Familiaris consorcio, 22-XI-1981, 3.[17] SANTO TOMAS, Suma contra gentiles, IV, 58.[18] CONC. VAT. II, Const. Gaudium et spes, 50.[19] JUAN PABLO II, Discurso 28-X-1979.[20] J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Forja, n. 689.

Meditación extraída de la serie "Hablar con Dios", Tomo V, Vigésimo Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B, por Francisco Fernández Carvajal.

Actividades.-

1. Contestar las siguientes preguntasCada chico contesta a estas preguntas:a) ¿Quién era Betsabé?b) ¿Qué pensamiento tuvo David para acabar con Uriah?c) ¿Por qué Dios estaba disgustado con David?d) ¿Qué ejemplo le puso Natán a David?e) ¿En qué consistió el pecado de David?

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UN CORAZÓN DE BRONCE

Ahora ya sabéis de quién decimos: es un joven de carácter. Lo decimos de aquél que tiene principios, ideales nobles y sabe ejecutarlos y permanecer firme en ellos. Permanecer firme, aun cuando nadie en el mundo confiese estos nobles ideales; aun cuando todos los que le rodean sean cobardes y sin carácter. Permanecer firme, a pesar de millares y millares de ejemplos adversos y malos. ¡Permanecer firmes en nuestros principios, sean cuales fueren las circunstancias! Sólo Dios sabe cuán terriblemente difícil es a veces.

En las sangrientas persecuciones de los primeros siglos cristianos, apresaron a un campesino sencillo y lo pusieron ante una estatua de Júpiter...

- “Echa incienso en el fuego y sacrifica a nuestro dios”.

- “¡No lo hago!” -contesta con calma Barlaam.

Empiezan a torturarlo. En vano. Entonces extienden a viva fuerza su brazo para que la mano esté justamente encima de las llamas y le ponen incienso en la palma.

- “¡Deja caer el incienso y serás libre!”

- “¡No lo hago!” -repite Barlaam.

Y allí está de pie, inconmovible, con el brazo extendido. La llama de fuego va subiendo, ya está lamiendo la palma de la mano, ya empieza a humear el incienso... pero el hombre sigue invencible. El fuego consumió su mano, y así se quemó el incienso, pero el corazón del mártir Barlaam no fue perjuro a su Dios: Un corazón d bronce.

Tihamer Tóth. El joven de carácter.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Necesidad de ser valiente y firme en las convicciones.

Contenido.-

Objetividad

La Objetividad es el valor de ver el mundo como es, y no como queremos que sea.

Los seres humanos somos una compleja mezcla de sentimientos, raciocinio, experiencia y aprendizaje. Todos estos elementos pueden brindar a una persona una percepción de la realidad que puede estar equivocada.

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Cuando una persona no es objetiva, se centra en las circunstancias y no en los problemas. Observa las cosas superficiales, pero no el fondo. Probablemente todos conocemos a alguien que comete un error al no juzgar correctamente la realidad: la persona desilusionada porque había idealizado a su pareja, el muchacho que reprobó el examen porque pensó que sería más fácil de lo que esperaba, el trabajador que no juzga correctamente las circunstancias y pone en peligro a los demás, las personas que discuten porque uno de ellos se aferra a su propia visión.

Ser objetivo es un reto importante, porque exige de nosotros ver los problemas y las situaciones con un enfoque que equilibre adecuadamente emoción y razonamiento. Esto por supuesto es complicado cuando las conclusiones se basan más en los sentimientos. Por ello el valor de la objetividad es tan importante, porque nos permite dar su justo peso a los acontecimientos y obrar de una forma coherente.

Una de las formas más eficientes de vivir el valor de la objetividad es viendo los problemas y las situaciones desde todos los puntos de vista. En este proceso el escuchar la opinión de gente madura y desinteresada nos permite observar las cosas con menos apasionamiento y con mayor objetividad. En ocasiones estamos tan inmersos en los problemas que no logramos ver la solución, por obvia que parezca. En otras ocasiones nos aferramos a nuestro orgullo o a un juicio equivocado por no contar con toda la información necesaria.

La objetividad nos permite tomar decisiones más eficientes, mejora nuestras relaciones humanas, tiene un impacto positivo en la familia. La objetividad nos permite ser más justos con quienes nos rodean y siempre nos abre las puertas.

La lucha por ser objetivos implica el ceder un poco ese “Yo” que a veces nos pesa tanto. En ocasiones no es orgullo, ni soberbia, sino que simplemente tenemos una tendencia natural a creer que tenemos la razón. Si evaluamos siempre que existe la posibilidad de estar equivocados, nos permite ser más certeros y apreciar todo con mayor objetividad.

Para vivir este valor siempre es conveniente:

- No permitir que las circunstancias o personas nublen el hecho central que estamos tratando de resolver. – Escuchar atentamente, pedir consejo y considerarlo seriamente. – No apasionarse. Los sentimientos son fundamentales para el ser humano, pero no son el único factor para evaluar un problema o situación. – Centrarse en los hechos, no en las personas. Es fácil perder objetividad cuando decimos “es que siempre haces lo mismo, eres igual que tu papá”. Es mejor atender a qué ocurrió y que razones y consecuencias se desprenden del hecho, sin calificar a la persona. – No precipitarse en los juicios. Quien es objetivo razona, observa, escucha y concluye en base a información. Si no se realiza este proceso los juicios son apresurados, no se vio

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todo lo que había en juego y tal vez no se sabe todo lo necesario para entender lo que realmente sucede.

Una persona objetiva siempre es apreciada porque genera a su alrededor un sentido real de paz y de justicia. El valor de la Objetividad, además de ahorrarnos muchos dolores de cabeza, puede hacernos mejores personas.

Actividades.-

1. Después de repartir el texto a los alumnos, leerlo en voz alta y hacer preguntas de comprensión.

2. Hacer equipos para contestar a estas dos preguntas:

a) ¿Cómo demostró su carácter el mártir Barlaam?

b) ¿En qué ocasiones se tiene que luchar para hacer lo que se debe?

3. Puesta en común y hacer un listado en la pizarra con las contestaciones a la pregunta b)

ANDROCLES Y EL LEÓN

En Roma vivía una vez un pobre esclavo llamado Androcles. Su amo era un hombre cruel, y lo trataba tan mal que al fin Androcles se fugó.

Permaneció en una selva muchos días. Pero no encontraba comida, y se debilitó y enfermó tanto que pensó que moriría. Así que un día entró en una caverna y se acostó, y pronto se durmió profundamente.

Al rato un gran ruido lo despertó. Un león había entrado en la cueva, y rugía furiosamente. Androcles sintió mucho miedo, pues estaba seguro de que la bestia lo mataría. Pero pronto vio que el león no estaba enojado, sino que cojeaba como si le doliera una pata.

Androcles tuvo la osadía de tomar la pata coja del león para ver qué le pasaba. El león se quedó quieto, y frotó la cabeza contra el hombro de Androcles. Parecía decirle: “Sé que me ayudarás.”

Androcles alzó la pata y vio que una espina larga y filosa causaba ese dolor. Tomó el extremo de la espina con los dedos, dio un tirón rápido y fuerte y la extrajo. El león estaba feliz. Saltaba como un perro, y lamió las manos y los pies de su nuevo amigo.

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Androcles ya no le tuvo miedo a partir de entonces. Y cuando anochecía, él y el león dormían lado a lado.

Durante largo tiempo, el león le llevó comida a Androcles todos los días, y ambos se hicieron tan amigos que Androcles se sentía muy dichoso con su nueva vida.

Un día unos soldados que pasaban por el bosque encontraron a Androcles en la cueva. Sabían quién era, así que lo llevaron de regreso a Roma.

La ley de esa época establecía que todos los esclavos que escapaban de su amo debían luchar contra un león hambriento. Así que encerraron un tiempo a un fiero león sin comida, y se fijó el momento para lucha.

Cuando llegó el día, miles de personas se apiñaron para ver el espectáculo. En esa época iban esos sitios tantas personas como las que hoy van a un circo o a ver un partido de fútbol.

Se abrió la puerta, y el pobre Androcles salió a la arena. Estaba medio muerto de miedo, pues ya oía los rugidos del león. Miró hacia arriba, y vio que no había piedad en los miles de rostros que lo rodeaban.

Entonces entró el hambriento león. De un salto llegó hasta el pobre esclavo. Androcles soltó un gran grito, no de miedo, sino de alegría. Era su viejo amigo, el león de la caverna.

La gente, que esperaba ver cómo el león mataba al hombre, se quedó maravillada. Vio que Androcles echaba los brazos al pezcuezo del león, que el león se tendía a sus pies y se los lamía, y que la gran bestia frotaba la cabeza contra el rostro del esclavo, como si quisiera que la mimaran. Nadie entendía lo que sucedía.

Al cabo de un rato pidieron a Androcles que contara su historia. Androcles se plantó ante ellos y, rodeando el cuello del león con el brazo, contó que él y la bestia habían vivido juntos en la caverna.

- Yo soy un hombre -dijo-, pero ningún hombre ha sido mi amigo. Este pobre león ha sido el único que fue amable y nos amamos como hermanos.

La gente se apiadó del pobre esclavo.

- ¡Vive en libertad! -exclamaron todos-. ¡Vive en libertad!

Otros gritaban:

- ¡Que también liberen al león! ¡Que ambos sean libres!

Así liberaron a Androcles, y le entregaron el león. Y vivieron juntos en Roma por muchos años.

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SUGERENCIAS METODOLÓGICA

Objetivo.- Tener compasión de los demás y ayudarles en sus necesidades.

Contenido.-

Compasión

La compasión se enfoca en descubrir a las personas, sus necesidades y padecimientos, con una actitud permanente de servicio.

Parece ser que la compasión sólo puede tenerse en algunos momentos de nuestra vida, con aquellos que han caído en desgracia y los desvalidos. La capacidad de conmovernos ante las circunstancias que afectan a los demás se pierde día a día, recuperar esa sensibilidad requiere acciones urgentes para lograr una mejor calidad de vida en nuestra sociedad.

Compadecerse es una forma de compartir y participar de los tropiezos materiales, personales y espirituales que aquejan a los demás, con el interés y la decisión de emprender acciones que les faciliten y ayuden a superar las condiciones adversas.

Diariamente ocurren todo género de desgracias: las fuerzas naturales, la violencia entre los hombres y los accidentes. En casos tan lamentables la compasión nos mueve a realizar campañas, colectas o prestar servicios para apoyar en las labores de ayuda humanitaria.

Ante todo, debe quedar claro que tener compasión y sentir lástima no es lo mismo. Contemplamos la desgracia muchas veces como algo sin remedio y sentimos escalofrío al pensar que sería de nosotros en esa situación, sin hacer nada, a lo mucho pronunciamos unas cuantas palabras para aparentar condolencia.

Por otra parte, pasa el tiempo y vemos con asombro la indeferencia que poco a poco envuelve a los seres humanos, los contratiempos ajenos parecen distantes, y mientras no seamos los afectados todo parece marchar bien. Este desinterés por los demás se solidifica y nos hace indolentes, egoístas y centrados en nuestro propio bienestar

Sin embargo, son las personas que nos rodean quienes necesitan de esa compasión que comprende, se identifica y se transforma en actitud de servicio. Podemos descubrir este valor en diversos momentos y circunstancias de la vida, tal vez pequeños, pero cada uno contribuye a elevar de forma significativa nuestra calidad humana:

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- Quien visita al amigo o familiar que ha sufrido un accidente o padece una grave enfermedad, más que lamentar su estado, está pendiente de su recuperación, en sus visitas regulares procura llevar alegría y tener momentos agradables.

- La reacción comprensiva de un padre o madre de familia ante las faltas de los hijos, por inmadurez, descuido o una travesura deliberada, reprenden, animan y confían en la promesa de ser la última vez que ocurra...

- En la escuela el profesor que consciente de la edad y las circunstancias particulares, corrige sin enojo pero con firmeza la indisciplina de sus alumnos, o pone todos los recursos al alcance para sacar adelante a ese joven con dificultades en el estudio.

- Los jóvenes que participan en actividades de asistencia social en comunidades marginadas, asisten con la ilusión de enseñar doctrina a los niños, festejan y animan a todos en el juego de balompié, conviven sin reparar en lo descuidado de su aspecto y sus modales...

- Toda persona en la oficina que roba tiempo a sus ocupaciones para explicar, enseñar y hacer entender a sus compañeros las particularidades de su labor, conocedor de su necesidad de trabajo y de la importancia del trabajo en conjunto.

Con el valor de la compasión se reafirman y perfeccionan otros valores: Generosidad y Servicio por poner a disposición de los demás el tiempo y recursos personales; Sencillez porque no se hace distinción entre las personas por su condición; Solidaridad por tomar en sus manos los problemas ajenos haciéndolos propios; Comprensión porque al ponerse en el lugar de otros, descubrimos el valor de la ayuda desinteresada.

Aunque la compasión nace en el interior como una profunda convicción de procurar el bien de nuestros semejantes, debemos crear conciencia y encaminar nuestros esfuerzos a cultivar este valor tan lleno de oportunidades para nuestra mejora personal:

- Evita criticar y juzgar las faltas y errores ajenos. Procura comprender que muchas veces las circunstancias, la falta de formación o de experiencia hacen que las personas actúen equivocadamente. En consecuencia, no permitas que los demás "se las arreglen como puedan" y haz lo necesario para ayudarles.

- Observa quienes a tu alrededor padecen una necesidad o sufren contratiempos, determina cómo puedes ayudar y ejecuta tus propósitos.

- Centra tu atención en las personas, en sus necesidades y carencias, sin discriminarlas por su posición o el grado de efecto que les tengas.

- Rechaza la tentación de hacer notar tu participación o esperar cualquier forma de retribución, lo cual sería soberbia e interés.

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- Visita centros para la atención de enfermos, ancianos o discapacitados con el firme propósito de llevar medicamentos, alegría, conversación, y de vez en cuando una golosina. Aprenderás que la compasión te llevará a ser útil de verdad.

Es tan enriquecedora la compasión porque va más allá de los acontecimientos y las circunstancias, se enfoca en descubrir a las personas, sus necesidades y padecimientos, con una actitud permanente de servicio, ayuda y asistencia, haciendo a un lado el inútil sentimiento de lástima, la indolencia y el egoísmo.

Actividades.-

1. Sacar por impresora el texto “ANDROCLES Y EL LEÓN” y hacer fotocopias.

2. El profesor lee el texto y lo explica a los alumnos.

3. Cada niño vuelve a leer el texto y contesta a estas preguntas:

a) ¿Qué hizo Androcles con el león?

b) ¿Cómo le recompensó el león?

c) ¿En qué podemos ayudarnos los niños unos a otros?

4. Se hace una lista en la pizarra de las contestaciones a la pregunta c).

LA LIBERTAD

No hay palabra que hechice tanto la mente de la juventud como la palabra “libertad”. ¡Crecer libremente! ¡Desarrollarse libremente! ¡Vivir libremente! Libremente, como el pájaro. Un deseo instintivo impele a la juventud hacia la libertad. Y si es instintivo, luego lo dio el Creador, y, si lo dio Él, entonces habrá fijado metas elevadas a este instinto.

Estos deseos de libertad no pueden tener por fin armar el mayor alboroto durante los descansos y burlar los reglamentos de disciplina. Este fin no puede ser otro que dar arrestos al joven para que pueda luchar contra todo lo que impida su desarrollo ideal.

El deseo de libertad de tu corazón tiene como fin asegurar tu desarrollo de espíritu. Así, pues, no has de luchar contra toda regla y contra todo lazo, esto sería libertinaje, desenfreno, sino sólo contra las pasiones, inclinaciones, obstáculos, que se oponen al libre desenvolvimiento de tu carácter.

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No es justo luchar contra lo que favorece tu desarrollo, por muy difícil que sea; a semejanza de la vid que no puede desprenderse del rodrigón que la sostiene y hace que puedan los sarmientos subir más alto.

Todo instinto abandonado a sí mismo es ciego. Es ciego también el instinto de libertad, y si desprecia la dirección de la mente severa, precipita al hombre en la perdición, en la ruina. Por esto vemos un día y otro día la triste realidad de que muchos jóvenes se pierden por una libertad mal entendida. Los instintos emancipados del control de la inteligencia los arrastran ciegamente hacia cosas que sólo son buenas en apariencia, pero que en verdad son nocivas, y los hacen retroceder ante otras que, bien que parezcan difíciles, serían necesarias para el armónico desarrollo espiritual. Escribía un estudiante a su amigo: “Desde que mi padre me permitió fumar, lo he dejado, ya no me apetece.” Ved ahí el deseo de libertad desviado, que considera intervención abusiva todo mando y prohibición.

Tihamer Tóth. El joven de carácter.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Comprender y vivir la libertad personal.

Contenido.-

Libertad

Un valor que todos reconocemos, pero que pocos sabemos defender, o del cual podemos abusar.

La libertad es un derecho natural de la persona, sin importar la edad, sexo o cualquier otra diferencia de cualquier índole. Gracias a la libertad podemos realizar aspiraciones: un mejor nivel de vida, formar a los hijos para que aprendan a tomar mejores decisiones, buscar un lugar adecuado para vivir, participar de manera activa en beneficio de la sociedad, llevar una vida congruente con la moral y la ética en todo el quehacer profesional, buscar una educación de calidad... pero estos son los efectos de la libertad, no la libertad misma.

La libertad puede entenderse como la capacidad de elegir entre el bien y el mal responsablemente. Esta responsabilidad implica conocer lo bueno o malo de las cosas y proceder de acuerdo con nuestra conciencia, de otra manera, se reduce el concepto a una mera expresión de un impulso o del instinto.

Toda decisión se enfrenta a la consideración de lo bueno y lo malo, del beneficio o el perjuicio de una acción. Si no se realiza este juicio se puede incurrir con facilidad en un error pues se hace un uso irresponsable de la libertad. Al igual que en otros aspectos de

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nuestra vida, el abuso se convierte en un actuar conforme a nuestros impulsos, sin reconocer barreras, límites, moral o ética, es decir, se convierte en libertinaje.

El mal uso o abuso de este derecho, siempre tendrá repercusiones en nuestros semejantes. Es inconcebible pensar que nuestro proceder es independiente y único, no podemos obrar como si fuéramos los únicos en el mundo o imponer sin ton ni son normas a las cuales deben sujetarse los que nos rodean; si por alguna razón alguien con autoridad o poder de cualquier índole afecta abusando "libremente" en perjuicio del prójimo, está olvidando las bases y principios que le han otorgado esas capacidades para el servicio, bienestar y desarrollo de los demás.

Tal es la magnitud de la libertad, que ni Dios la condiciona o restringe, pues forma parte de nuestra naturaleza; sus mandamientos son una guía con la cual se puede ser más humano, nada parecido a un condicionamiento, pues se nota por las acciones, que todos tenemos la capacidad de aceptar o rechazar lo propuesto, de asumirlo con alegría o rechazarlo abiertamente, haciendo lo que mejor nos parece; sin que en este momento se juzgue si esa aceptación o menosprecio sea bueno o malo, podemos afirmar nuevamente que siempre estaremos ejerciendo nuestro derecho de ser Libres.

La Libertad no se construye. No es como en el caso de virtudes como la perseverancia, la fortaleza o la paciencia que requieren de un esfuerzo constante y continuo para hacer de ellas una parte integral de nuestra vida. La libertad se ejerce de acuerdo con los principios fundamentales que nacen en la conciencia, en la familia y en la sociedad, es ahí dónde este valor se orienta, forma, educa y respalda, forjando personas íntegras.

Puede ocurrir que nuestra libertad se vea obstruida por cualquier motivo, lo peor sería dejarnos llevar por el desánimo o el pesimismo, la Libertad siempre estará latente en nuestro ser y en nuestra mente. Siempre contaremos con la libertad de elegir cómo nos afectan las circunstancias. Nuestra libertad, aún cuando sea obstruida, permanece en nuestro interior cuando elegimos si lo que nos ocurre nos derrota, o permanecemos de pie. Desgraciadamente es en condiciones adversas cuando se considera en toda su magnitud el valor que reside en la Libertad. Por eso mismo se defiende la libertad de expresión, de traslado, de decidir por aquello que nos traiga un beneficio, de trabajar donde se prefiera o de elegir lo mejor para la familia o para la sociedad.

Podemos percibir mejor la libertad en nuestra vida diaria en muchos aspectos: En el momento que procuramos enseñarle a los demás (hijos, empleados, padres, amigos, etc.) a considerar lo bueno y lo malo de cada acto; cuando tenemos acceso a distintos medios de comunicación y encontramos que se puede expresar opiniones con respeto y educación; Cuando usamos correctamente de servicios públicos.

Reflexionar en la libertad es una oportunidad para considerar lo que tenemos, cómo lo aprovechamos o desaprovechamos, lo que hemos hecho y dejado de hacer. Vivir libremente es respetar, y al mismo tiempo es decidir, es ejercer un derecho.

Actividades.-

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1. Sacar por impresora y hacer copias del texto “LA LIBERTAD”

2. Que los alumnos vayan leyendo un trozo cada uno sucesivamente y en voz alta.

3. Hacer preguntas para comprobar la comprensión del texto.

4. Cada chico contesta individualmente a estas preguntas:

a) Señala acciones que NO son libertad

b) ¿En qué consiste realmente la libertad?

c) ¿En qué situaciones se puede vivir la libertad?

5. Puesta en común de la pregunta c).

EL TRÁFICO DE BOCADILLOS

A la escuela iban juntos chicos y chicas. Una de éstas, que se llamaba Celia, era la hija del dueño de la pastelería de la esquina, en la que además de pasteles había toda clase de dulces. Todos los chicos procuraban ser amigos suyos porque, además de ser guapísima, siempre llevaba los bolsillos llenos de caramelos. Por eso era bastante presumida, pero a pesar de todo le preguntó a Cucho:

-¿Le gustan los pasteles a tu abuela?

Cucho se quedó pensativo y condescendió:

-Bueno, pero solamente si son de crema.

Un día, don Anselmo, el director de la escuela, se dio cuenta del tráfico de bocadillos entre la clase y Cucho, y se enfadó muchísimo. Don Anselmo era bizco, llevaba gafas, barbas, y tenía que estar casi siempre enfadado para que los chicos no le tomaran el pelo. Es decir, los nuevos se asustaban nada más conocerle, pero luego, según le trataban, se les pasaba el susto porque a lo más que llegaba era a gritar. En cambio, la señorita Adelaida, que era de las maestras, hablaba siempre muy suavecito, dándoles muchos consejos de toda especie, pesadísimos, aburridísimos. Y si los alumnos no le hacían caso, son la misma suavidad llamaba a los padres del desobediente, que se la cargaba.

Don Anselmo se enfadó muchísimo con lo del tráfico de bocadillos, emparedados y pasteles, porque se pensó que Cucho se los quitaba a los chicos para venderlos.

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Por eso le llamó a su despacho y le preguntó:

-¿Para qué les quitas el bocadillo a los otros chicos?

Quizá pensó que se los quitaba porque Cucho era de los más fuertes de la clase y, aunque sólo tenía diez años, estaba más alto que muchos niños de once y hasta de doce años.

-No se los quito, me los dan -le explicó el niño.

-¿Y por qué te los dan? -insistió el director sin perder su enfado receloso.

-Para que comamos mi abuela y yo. Es que mi abuela ya no puede trabajar. Se ha roto una pierna.

-Vaya, hombre... -empezó a balbucear compungido don Anselmo.

Balbuceó compungido porque se dio cuenta de que el chico llevaba los zapatos muy rotos y la ropa también se la notaba muy vieja. Le llamó mucho la atención que los botones de la camisa, en lugar de ir cosidos en su sitio, estuvieran muy de lado, de modo que al abrochárselos en los ojales le quedaba la camisa como estrujada.

-¿Y por qué llevas los botones en un sitio tan raro?

-Es que me los cose mi abuela. Pero como no tiene gafas y ve muy mal, cada vez quedan en un sitio diferente.

-Vaya por Dios -se condolió don Anselmo. Luego, se puso muy reflexivo, abrió un cajón de la mesa de su despacho y sacó unas gafas de aire antiguo, con uno de los cristales rajado, y se lo estuvo pensando un rato. Por fin se las dio a Cucho.

-Éstas son unas gafas viejas que yo uso para leer, pero que no las empleo casi nunca. Igual a tu abuela le sirven. ¿Cuántos años tiene?

Era la misma pregunta que no supo responder al dependiente de la tienda de óptica. Y, como seguía ignorando la edad de su abuela, le respondió poco más o menos que al otro:

-Es una abuela de las viejas. Quizá sea mayor que usted.

Don Anselmo se enfadó:

-¡Seguro que es mayor que yo! ¿Pero qué te has creído?

Se enfadó porque era un hombre joven, aunque la bizquera y las barbas lo disimularan. Cucho pensó que ya no le daba las gafas. Pero se las dio.

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-Bueno, que pruebe tu abuela a ver si le sirven.

Cucho tenía la mala costumbre de no saber dar las gracias. Por eso cogió las gafas y se salió del despacho sin decir nada. El director pensó que el niño se marchaba enfadado porque le había acusado de quitarles los bocadillos a los otros chicos, y le volvió a llamar:

-¡Cucho!

El niño ya estaba en la puerta, pero volvió a entrar.

-Oye -le explicó don Anselmo-, me parece que muy bien que los alumnos te den los bocadillos, ¿sabes?

-Si, señor -asintió el chico.

-Me hubiera parecido muy mal que les quitaras los bocadillos para venderlos en la calle.

Esto último lo dijo corriendo, como quitándole importancia a la cosa. Pero le dio una excelente idea a Cucho.

La idea fue vender los bocadillos sobrantes en la plaza de España, muy cerca de su casa.

Al director le hubiera parecido mal que robara los bocadillos para venderlos; pero no dijo nada de vender bocadillos regalados. Por si acaso, no comentó con nadie lo que hacía con la cantidad de bocadillos conseguidos cada día en la escuela.

No los vendía por capricho, sino porque necesitaban dinero en el ático de la calle de la Luna, para pagar el alquiler. El primer mes se lo pagaron entre todos los inquilinos, pero también tuvieron la mala suerte de que, como el edificio era muy viejo y amenazaba ruina, algunos de los ocupantes se marcharon a vivir a otras casas y, por tanto, ya no les podían ayudar.

Sólo siguieron viviendo la portera, que era tan anciana como la abuela; don Antonio, un viejo músico, y doña Remedios, dueña de una mercería junto al portal.

Además, a la abuela le convenía tomar leche y ésa no se la podían dar los alumnos de la escuela. Por eso necesitaban dinero.

Un día, doña Remedios le puso los pelos de punta porque le dijo:

-Mira, Cucho, lo mejor para tu abuela sería meterla en un asilo. Estará muy bien atendida.

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De momento, Cucho no comentó nada. Pero cuando fue a la escuela, se lo preguntó a Celia, la hija del pastelero, que además de ser la más guapa, era la que más sabía de la clase y siempre sacaba las mejores notas.

-Oye, Celia, si a mi abuela la meten en un asilo, ¿qué me pasará a mí?

La chica se lo pensó y, como si fuera la cosa más natural del mundo, le contestó:

-Pues a ti te meterían en otro.

-¿Pero hay también asilos para niños?

-Claro.

La niña lo dijo con frialdad, como si le importara un pito lo que pasara a Cucho. Por eso éste, disimulando su rabia, le comentó también con mucha naturalidad:

-Oye, Celia, no me traigas más pasteles para mi abuela. Dice que la crema de dentro está agria y le hacen daño.

La niña, en lugar de enfadarse, se quedó muy triste y con los ojos a punto de llorar. Por eso Cucho se marchó corriendo, fastidiado, ya que aunque Celia fuera una presumida y una sabelotodo, con él siempre se había portado bien.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Fomentar la solidaridad entre los alumnos.

Contenido.-

Amistad

Los elementos que forjan amistades para toda la vida.

La amistad es un valor universal. Está claro que difícilmente podemos sobrevivir en la soledad y el aislamiento. Necesitamos a alguien en quién confiar, a quién llamar cuando las cosas se ponen difíciles, y también con quien compartir una buena película. Pero ¿Qué es la amistad? ¿De qué se compone? ¿Cómo tener amistades que duren toda la vida?

Caerse bien

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Las amistades suelen comenzar de imprevisto, y muchas veces sin buscarlas. En el camino de la vida vamos encontrándolas. Y todo comienza porque alguien "nos cae bien".

Convicciones, sentimientos, gustos, aficiones, opiniones, ideas políticas, creencias, religión son algunos de las cosas en común que pueden hacer que nos hagamos amigos de alguien.

Sentirse a gusto con una persona, conversar y compartir sentimientos es el principio de eso que llamamos amistad.

Algo en Común

Para que la amistad sea verdadera, debe existir algo en común y, sobre todo, estabilidad. El interés común puede ser una misma profesión, una misma carrera, un pasatiempo en común, y la misma vida nos va dando amigos. Dice el refrán Aficiones y caminos hacen amigos.

La amistad es un cariño, un apreciarse que promueve un dar, un darse y para ello es necesario encontrarse y conversar.

Después, con el tiempo, la amistad puede desarrollarse en profundidad y en extensión mediante el trato, el conocimiento y el afecto mutuos.

La amistad no puede desarrollarse sin estabilidad. Por eso cuando dejamos de ver durante muchos años a nuestros amigos, a veces nos enfrentamos a que parecen personas totalmente diferentes, o simplemente no se pasa de un diálogo superficial que deja un mal sabor de boca. La amistad es algo que requiere estabilidad en el trato.

Tratarse

Conocer bien al amigo es saber de su historia pasada, de sus quehaceres actuales y de sus planes futuros; y del sentido que da a su vida, de sus convicciones; y de sus gustos y aficiones, y de sus defectos y virtudes. Es saber de su vida, de su forma de ser, de comprenderse; es... comprenderle.

Comprender al amigo es meterse en su piel y hacerse cargo.

Desinterés

Para que una amistad sea verdadera, no basta con caerse bien, hay que dar el paso definitivo: ayudarse desinteresadamente, sin esperar nada a cambio. Al amigo se le

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quiere porque él es él y porque yo soy yo. La amistad se orienta hacia el tú y consiste más en un servir que en un sentir.

No es amigo ni el compañero ni el camarada. Tampoco es amigo que el busca aprovecharse del otro. La amistad no es comercio de beneficios.

La verdadera amistad es, en gran medida, servicio afectuoso y desinteresado.

Vale la pena

Ser amigo de verdad no es fácil, pero vale la pena el esfuerzo. Es un gozo tener amigos de verdad: estar con ellos, charlar, ayudarle o ser ayudado y disfrutar y alegrase con ellos ¡poder contar con ellos! Aunque cueste, vale la pena el esfuerzo que requiere ser un amigo.

Tenerse confianza

No solamente se cree lo que dice el amigo, hay que creer en él. Tener confianza en el amigo significa que tenemos la seguridad moral de que responderá favorablemente a as esperanzas de amistad que depositemos en él.

La confianza mutua hace posible la autenticidad.

Dar. Darse.

La generosidad nos ayuda y facilita el dar que es esencial en la amistad. El dar y el darse es esencial en la amistad. El amigo de verdad es generoso y da. Da sus cualidades, su tiempo, sus posesiones, sus energías, sus saberes. Y lo hace para procurar ayudar eficazmente al amigo.

Debemos mirar generosamente, con respeto y con cariño. El egoísmo se opone radicalmente a la amistad.

Un acto de generosidad especialmente difícil es el perdonar. Debemos comprender y saber los motivos de una acción que nos ha hecho daño. Saber perdonar es propio de almas sabias y generosas.

Ser leales

No hay riqueza más valiosa que un buen amigo seguro. Ser leal supone ser persona de palabra, que responda con fidelidad a los compromiso que la amistad lleva consigo. Leales son los amigos que son nobles y no critican, ni murmura, que no traicionan una confidencia personal, que son veraces. Son verdaderos amigos quienes defienden los interés y el buen nombre de sus amigos.

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Ser leal también es hablar claro, ser franco. Debemos también ser leales en corregir a un amigo que se equivoca.

Ser agradecidos

Dice un refrán que "El agradecimiento es el más efímero de los sentimientos humanos" y con mucha frecuencia parece tener razón. La gratitud es propia de los verdaderos amigos.

¿Cuántas veces nos hemos sentido mal con un amigo porque no ha sido agradecido del tiempo que le damos? Nosotros debemos agradecerle su tiempo, los buenos ratos que nos hace pasar, su ayuda cuando nos sentimos mal. A nosotros nos gustaría que una amistad nos dijera "gracias", demos entonces nosotros el primer paso.

Un enemigo mortal

El Yo es un enemigo mortal de la amistad. El orgullo y el egoísmo no caben en la amistad. El orgulloso no mira más allá de su persona, de sus propias cualidades, de sus intereses. No es capaz de ayudar a nadie.

Mantener las amistades

Las amistades se cultivan, maduran. Es fácil hacer amigos, pero es mucho más difícil mantenerlos. La vida pone a prueba la generosidad, la lealtad, el agradecimiento, y no siempre se sale bien de ella. De aquellos amigos de la universidad, poco a poco la lista se hará menor. De un grupo de 30 o 40 amigos, acabarán quedando, para toda la vida 3 o 4.

Hacer nuevos amigos

El hecho de que alguien no tenga muchos amigos no es algo que deba permanecer así. El cultivar aficiones o asistir a alguna clase que nos interese es uno de los mejores medios para hacer amigos. Una cosa maravillosa de la amistad, es que incluso la gente más tímida puede hacer amistad ¡Con otros tan tímidos como ellos mismos! Hacer nuevos amigos es abrir horizontes. Si alguna vez algún amigo nos ha pagado mal, no significa que ocurra así con todo el mundo. Lo peor que puede hacer cualquiera es cerrarse.

Las amistades cambian

Un punto fundamental al entender la amistad, es que las personas ni somos perfectas y cambiamos poco a poco, es decir, que no siempre encontraremos un "solo mejor amigo". Habrá quien comparta con nosotros nuestras aficiones, otro quizá nuestros problemas, otro nuestros sueños. Querer buscar que una sola persona llene todas nuestras necesidades de amistad es algo que podría llegar a ser una utopía. Además ¿Quién dijo que no se pueden tener varios amigos?

¿Amistad o complicidad?

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Así como la amistad sana es un valor esencial para nuestras vidas, el tener una amistad con la persona equivocada puede serla fuente de muchos dolores de cabeza. Problemas de droga, delincuencia, baja en el desempeño profesional, problemas familiares son unos cuantos efectos de las malas amistades. La amistad es compartir, pero no es complicidad. También es importante recordar que somos personas individuales, con una conciencia individual. El hecho de que tal o cual amistad "lo haga", no significa que nosotros debemos hacerlo. Tampoco podemos esconder nuestra conciencia individual en una conciencia "compartida". Es el caso típico de alguien que se mete en problemas serios porque salió con los amigos y se perdió el control. "Más vale solo que mal acompañado" es un adagio que, de haber sido practicado a tiempo, podría haber evitado muchos problemas.

Conclusión

La amistad es tan importante para el desarrollo humano, su estabilidad y el mejoramiento de la sociedad que es un verdadero valor, que debemos cuidar y fomentar.

Actividades.-

1. Sacar por impresora este texto y hacer fotocopias para cada alumno.

2. Lectura de este cuento en voz alta por parte de varios alumnos. Luego contestan por escrito a estas preguntas:

a) ¿Cucho quitaba los bocadillos a los otros chicos?

b) ¿Cómo llevaba Cucho los zapatos, la ropa y los botones de la camisa?

c) ¿Qué le pasaba a la abuela?

d) ¿En qué consistía el tráfico de bocadillos?

e) ¿Cómo ayudaba Cucho a su abuela?

f) ¿Cómo podemos ayudar a los demás?

3.- Hacer una puesta en común con las distintas respuestas, leyendo de la a) a la e). Escribir en la pizarra las respuestas de la pregunta f).

JÓVENES MAGNÁNIMOS

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Al pronunciar la palabra "magnánimo", no habéis de pensar en los héroes de alguna célebre hazaña, cuyos nombres resuenan en el mundo entero y se ven estampados en los diarios. La mayoría de los hombres no tendrán ocasión ni una vez en su vida de realizar una sola gesta heroica. Por lo mismo, aunque los muchachos muestren ardoroso entusiasmo contando todo lo que harían en una expedición al Polo Sur, cómo morirían de muy buena gana por su religión, cómo quisieran ofrecer su vida entre salvajes por Jesucristo, o con qué denuedo estarían dispuestos a derramar su sangre en cualquier momento por el bien de la patria... por muy hermoso que tal entusiasmo sea, mientras no pase de ser un vago sueño, os diré que será de muy poco valor en la vida cotidiana. Porque es muy probable que los muchachos nunca tengan ocasión de hacer tamaños sacrificios.

Hay que aplicar, pues, esta fuerza interior del entusiasmo fogoso al conjunto de los pequeños deberes de la vida cotidiana, y entonces podremos conseguir enormes energías.

Hoy día es improbable la muerte de martirio por tu fe, y quizá tampoco hayas de morir heroicamente por tu patria. Pero tu religión y tu patria te piden, esto si, una vida saturada de continuos heroísmos. Y esto es lo más difícil. El ejemplo de muchos desgraciados que ponen fin a su existencia muestra muy a las claras que muchas veces es preciso más valor para la vida que para la muerte.

Durante la guerra, nuestros soldados fueron vacunados contra el cólera. ¿Sabes qué vi en el hospital militar en que prestaba mis servicios durante la guerra? Mozos fuertes, de gran musculatura, que no cejaban bajo la lluvia más pertinaz de los proyectiles, ante la pequeña aguja de vacunar empezaban a temblar. Ahí verás que con gran entusiasmo heroico nada lograrás en la vida diaria.

Hay hombres en quienes la valentía es más bien ligereza y fatuidad que virtud. Quizás no temen la misma muerte, pero temen horriblemente los sufrimientos que les esperan en la vida, y este miedo los hace perjuros, pecadores.

Temblando mira el público en el circo los saltos verdaderamente mortales de los acróbatas; pero ¿crees acaso que el que juega con tanta ligereza con su vida podrá vencer por ejemplo la mentira, si a trueque de ella puede librarse de cualquier cosa baladí? Se necesita mucha menos valentía para bañarse a mediados de enero entre los trozos de hielo que flotan en un río caudaloso que para perseverar firme en los puros principios morales en medio de una sociedad que de la vida no tiene sino un concepto ligero. ¡Es valentía decir siempre la verdad! ¡Es valentía ser honrado! ¡Es valentía perseverar inconmovibles en nuestros principios!, y esto es lo que hace el joven de carácter.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Comprender el valor del cumplimiento de los pequeños deberes.

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Contenido.- En la vida hay pocas ocasiones para hacer algo grande, pero tenemos muchas ocasiones para hacer bien las cosas pequeñas. Además, si no hacemos bien las cosas pequeñas, tampoco haremos las importantes cuando se presente la ocasión.

Magnanimidad

El valor que nos hace dar más allá de lo que se considera normal, para ser cada día mejores sin temor a la adversidad o a los inconvenientes.

El valor de la magnanimidad es poco conocido, poco entendido y su definición formal tampoco nos lleva demasiado lejos. Todas las definiciones nos hablan de “ánimo grande” o “espíritu grande”. Nos quedan mas claros los conceptos contrarios de la magnanimidad: mezquindad, tacañería, pusilanimidad. La magnanimidad es una disposición hacia dar más allá de lo que se considera normal, de entregarse hasta las últimas consecuencias, de emprender sin miedo, de avanzar pese a cualquier adversidad. El ánimo grande, la magnanimidad, es el valor que convierte a un simple ser humano en un héroe.

No debemos confundir una grandeza de ánimo con una motivación extraordinaria e impulsiva para realizar algo, los valores se practican independientemente del buen humor y entusiasmo con que recibimos el día y de la simpatía que tengamos por las personas.

En el momento que vivimos estamos propensos a conformarnos con lo que somos: calculadores y egoístas, orientando nuestros esfuerzos a la adquisición de bienes materiales y a la búsqueda de riqueza... para lograr esto último no hace falta magnanimidad porque la ambición es suficiente. Un ánimo grande se caracteriza por la búsqueda de su perfección como ser humano y la entrega total de su persona para servir a los demás desinteresadamente.

Un ánimo grande aleja de sí toda envidia y resentimiento; supera el temor a ser criticado por hacer algo que considera bueno; tiene la capacidad de afrontar grandes retos con paciencia y perseverancia, y sobre todo, la alegría y los buenos modales son rasgos característicos de su personalidad.

¡Qué grandeza de espíritu tiene quien sabe perdonar sinceramente!, sin detenerse a considerar la naturaleza de la ofensa o el mal recibido, comprende y olvida para vivir en armonía con sus semejantes, sabe que al liberarse de esta pesada carga enseña a los demás a vivir el perdón y está en condiciones de lograr la propia paz interior.

Para el magnánimo no existen tareas de ínfima categoría o el temor a cuidar lo que podría denominarse “buena imagen”, actúa con la convicción de cumplir con un compromiso y un deber personal: ayuda a quien goza de menor simpatía en un grupo; saluda con cortesía, cede el paso, o sirve en la mesa al empleado y al amigo por igual; se presta para mover muebles o bultos; asiste con regularidad a sus prácticas religiosas aunque en el medio en que se desenvuelve no sea bien visto.

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Toda empresa es un gran reto y las hay de todos tipos, pero las de naturaleza humana son las primeras que deben interesarnos para sacar adelante: los hijos son la empresa para los padres, los alumnos al maestro, los empleados y trabajadores al director de la compañía, el cónyuge, el amigo... ¿Acaso no tenemos deseos de verlos prosperar y ser mejores? El verdadero triunfo de la magnanimidad está en ver por el bienestar de los demás sin medirlos por el beneficio material que puedan retribuir.

Muchas veces pretendemos que las personas mejoren por sí mismas, nos concentramos tanto en sus defectos de carácter, fallas, errores y los convertimos en pretexto para dejar de ayudarlos, nos falta empeño para corregirlos, enseñarles y hacerles entender lo que haga falta para que salgan de esa situación que tanto les afecta. Si son muchos los inconvenientes que vemos en quienes nos rodea, es mucho lo que tenemos que trabajar personalmente en la magnanimidad, para comprender mejor, para servir más...

Sería absurdo pensar que este valor excluye otras realidades de nuestra vida, que también son empresas y retos a alcanzar, como perfeccionar y acrecentar nuestros conocimientos, aspirar a un mejor puesto laboral y alcanzar una posición económica desahogada. ¿Es que estas aspiraciones van en contra de la magnanimidad? Por supuesto que no, se desvirtúan por la intención con que se realizan. Todo aquello a lo que aspiramos, dinero, conocimientos, posición, influencia, deben tener como finalidad un servicio para el prójimo.

Es muy difícil entender el servicio si pensamos únicamente en un beneficio inmediato y personal, lo correcto es enfocar nuestro esfuerzo para traspasar las fronteras del egoísmo: si tengo más conocimientos puedo servir mejor a la empresa o a mi país, porque mejoraré sustancialmente mi trabajo y seré más productivo; al obtener un mejor puesto, estoy en condiciones de llevar a la empresa a un mejor nivel y ofrecer superiores condiciones de empleo; al ganar más, puedo ahorrar, invertir, asegurar el patrimonio familiar y la educación de los hijos.

Consideremos que para lograr una grandeza de ánimo es necesario:

- Cada día y a lo largo del mismo pregúntate: ¿Para qué hago esto? ¿Quiénes se benefician? ¿Puedo hacerlo mejor?

- Haz el propósito de prestar al menos un servicio diariamente en casa, escuela, oficina o a los amigos. No olvides en tu lista: hacer lo que más te disgusta o incomoda y a quien menos te simpatiza.

- Hoy mismo decídete a olvidar tus resentimientos, envidias y juicios negativos respecto a los demás.

- Comienza hoy a mejorar tus modales y ten más cortesía con todos por igual.

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- Aprende a soportar las contrariedades con serenidad y a dominar la tristeza que pudiera generarse: comentarios negativos hacia tu persona, sean ciertos o no; el contratiempo profesional o escolar; el negocio que no se realizó...

La magnanimidad es un excelente medio para robustecer nuestra comprensión, el espíritu de servicio, la generosidad, el perdón y el optimismo. Todas nuestras acciones se ennoblecen cuando están al servicio de los demás: el consejo, la ayuda, la compañía y hasta el mismo trabajo, son los medios ordinarios que tenemos al alcance para hacer de nuestras labores y aspiraciones algo grande, algo fuera de lo común, algo que pocos están decididos a hacer.

Actividades.-

1. Hacer copias de este texto para cada chico.

2. Lectura individual y silenciosa de "Jóvenes magnánimos" y contestación por escrito a estas preguntas:

a) ¿Qué gestas heroicas se señalan en la lectura?

b) ¿Por qué son importantes las cosas pequeñas?

c) ¿Qué se dice de la valentía de los soldados?

d) ¿Qué cosas pequeñas puedo hacer mejor?

3. Leer las contestaciones de todas las preguntas y hacer comentarios sobre las mismas.

RICO COMO CRESO

Hace miles de años vivía en el Asia un rey llamado Creso. El país que gobernaba no era muy vasto, pero su gente era próspera y famosa por su riqueza. Se decía que Creso era el hombre más rico del mundo, y tan célebre es su nombre que aún hoy es común decir que un individuo acaudalado es “rico como Creso”.

El rey Creso poseía todo lo necesario para ser feliz: tierras, casas, esclavos, finas prendas y objetos bellos. No podía pensar en nada que pudiera darle más comodidad ni satisfacción, y se decía: “Soy el hombre más feliz del mundo”.

Un verano sucedió que un gran hombre de allende el mar viajaba por el Asia. Esa hombre se llamaba Solón, y era legislador de Atenas, en Grecia. Era célebre por su sabiduría, y siglos después de su muerte, el mayor elogio que podía hacerse de un hombre culto era decir: “Es sabio como Solón”.

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Solón había oído hablar de Creso, así que un día visitó su hermoso palacio. Creso estaba ahora más feliz y orgulloso que nunca, pues el hombre más abio dl mundo era su huésped. Condujo a Solón por el palacio y le mostró las suntuosas habitaciones, las finas alfombras, los mullidos divanes, los labrados muebles, los cuadros, los libros. Luego lo invitó a ver los jardines huertos y establos, y le mostró miles de objetos raros y hermosos que había coleccionado en todas partes del mundo.

Al anochecer el hombre más sabio y el hombre más rico cenaban juntos, y el rey dijo al huésped:

- Dime, oh Solón, ¿quién crees que es el más feliz de lo hombres?

Esperaba que Solón respondiera: “Creso”.

El sabio guardó silencio un minuto, y luego dijo:

- Tengo en ment a un pobre hombre que vivió un tiempo en Atenas y se llamaba Telo. A mi juicio, era el más feliz de los hombres.

Creso no esperaba esa respuesta, pero ocultó su decepción y preguntó:

-¿Por qué lo crees?

- Porque -respondió el huésped- Telo era un hombre honesto que trabajo con ahínco durante muchos años para criar a sus hijos y brindarles una buena educación. Y cuando ellos crecieron y pudieron apañárselas por su cuenta, él se alistó en el ejército ateniense y dio su vida con valentía en defensa de su patria. ¿Puedes pensar en alguien que sea más merecedor de la felicidad?

-Quizá no -respondió el atragantado Creso-. ¿Pero a quién consideras más cerca de Telo en la felicidad?

Ahora estaba seguro de que Solón respondería: “Creso”.

-Tengo en mente -dijo Solón- a dos jóvenes a quienes conocí en Grecia. Su padre murió cuando ambos eran niños, y eran muy pobres. Pero trabajaron virilmente para mantener su casa y a su madre, quien sufría de mala salud. Año tras año trajinaron, sin pensar en nada salvo el bienestar de la madre. Cuando al fin ella murió, consagraron todo su amor a Atenas, su ciudad natal, y la sirvieron noblemente mientras vivieron.

Entonces Creso se enfureció.

-¿Por qué no me tienes en cuenta -preguntó- y restas importancia a mi riqueza y mi poder? ¿Por qué pones a esos pobres trabajadores por encima del rey más rico del mundo?

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- Oh rey -dijo Solón-, nadie puede decir si eres feliz o no hasta que mueras. Pues nadie sabe qué infortunios pueden sorprenderte, ni qué desdicha puede despojarte de todo este esplendor.

Muchos años después surgió en Asia un poderoso rey llamado Ciro. A la cabeza de un gran ejército marchó de una comarca a la otra, derrocando a muchos monarcas y anexionando tierras a su gran imperio de Babilonia. El rey Creso, pese a sus riquezas, no pudo oponer resistencia contra ese poderoso guerrero. Resistió todo lo que pudo. Cuando la ciudad cayó, su bello palacio fue incendiado, sus huertos y jardines destruidos, sus tesoros arrebatados, y él mismo cayó prisionero.

- La terquedad d Creso -declaró el rey Ciro- nos ha causado muchos problemas y la pérdida de muchos buenos soldados. Llevadlo y transformadlo en escarmiento para otros reyezuelos que deseen ponerse en nuestro camino.

Los soldados capturaron a Creso y lo arrastraron al mercado, tratándolo con rudeza. Construyeron una gran pilas de ramas secas y maderas tomadas de las ruinas de su bello palacio. Cuando terminaron, amarraron al desdichado rey en el medio y uno buscó una antorcha para prenderle fuego.

-Tendremos una alegre fogata -dijeron esos crueles sujetos-. ¿De qué le sirve ahora toda su fortuna?

Mientras el pobre Creso, magullado y sangrante, yacía en la pira sin un amigo que aliviara su desdicha, pensó en las palabras que Solón le había dicho años antes, “Nadie puede decir si es feliz o no hasta que te mueras”, y gimió:

- ¡Ay Solón, Solon!

Sucedió que en este momentoCiro pasaba por ahí y oyó sus quejas.

- ¿Qué dice? -preguntó a sus soldados.

- Dice “Solón, Solón, Solón” -respondió uno.

El rey se acercó a Creso.

- ¿Por qué invocas el nombre de Solón?

Creso calló al principio, pero cuando Ciro le repitió la pregunta con amabilidad, le contó la visita de Solón al palacio y le repitió las palabras del sabio griego.

La historia afectó profundamente a Ciro. Reflexionó sobre las palabras “Nadie sabe qué infortunios pueden sorprenderte, ni qué desdicha puede despojarte de todo este

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esplendor”, y se preguntó si alguna vez también él perdería su poder y estaría inerme en manos de sus enemigos.

- A fin de cuentas -dojo-, ¿no deben los hombres ser misericordiosos y amables con aquellos que se encuentran en desgrcia? Haré con Creso lo que quisiera que otros hicieran conmigo.

Y ordenó que Creso fuera puesto en libertad, y a partir de entonces lo trató como uno de sus amigos más honorables.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Comprender que la felicidad no está en las riquezas, sino en ayudar a los demás y en el trabajo.

Contenido.-

Desprendimiento

El valor del desprendimiento nos enseñará a poner el corazón en las personas, y no en las cosas materiales.

El valor del desprendimiento consiste en saber utilizar correctamente nuestros bienes y recursos evitando apegarse a ellos y, si es necesario, para ponerlos al servicio de los demás.

El desprendimiento como valor se origina al reconocer que todos tenemos necesidades y en algunos casos encontramos personas con carencias. En cualquier situación debemos superar nuestro egoísmo e indiferencia para colaborar en el bienestar de los demás, no importa si es mucho o poco lo que hacemos y aportamos, lo importante es tener la conciencia de ofrecer algo, de aportar. En la generosidad que requiere el desprendimiento no cabe el ofrecer algo que nos sobra.

El valor del desprendimiento tiene que ver con varios aspectos, entre ellos: la importancia que le damos a las cosas, el uso que hacemos de ellas y la intención que tenemos para ponerlas al servicio de los demás.

En ocasiones vivimos y trabajamos sin descanso para poseer aquello que tanto nos ilusiona (autos, joyas, ropa, aparatos, etc.) y nuestra vida se mueve a ese compás, sin embargo si no tenemos cuidado puede llegar el momento en que a pesar de la insatisfacción que nos produce llenarnos de cosas, pretendemos que éstas llenen un vacío interior.

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A veces en broma, pero muchas veces en serio hemos escuchado decir de alguien: “quiere más a su coche que a (...)”, “ni se te ocurra tocar sus (...) porque tendrás problemas”, “ni se lo pidas, jamás presta lo que tiene”, “ todo su dinero lo ocupa para (...)”, etc., y todas ellas reflejan a una persona con apego inmoderado por lo que tienen. Debemos recordar que en el orden de los afectos, las personas y su bienestar ocupan el primer lugar antes que nuestra persona misma o lo que poseemos.

Existen personas que materialmente ponen el corazón en las cosas materiales. A veces por los recuerdos que evocan, pero en otras debido al valor económico que tienen o simplemente por el trabajo que supuso adquirirlos. A esta particular forma de afecto se le llama apego y de ninguna manera se relaciona con el hecho de cuidar las cosas y hacer buen uso de ellas.

Cuando nuestro aprecio es mayor por las cosas que por las personas, nos parece absurdo compartir lo que tenemos, o en su defecto lo hacemos a regañadientes. El desprendimiento supone un esfuerzo para superar ese sentimiento de posesión y exclusividad de lo que poseemos para ofrecerlo gustosamente a los demás.

No debemos confundir el desprendimiento con el hecho de deshacernos de todo aquello que no utilizamos, que es inservible o se ha convertido en un estorbo, esta actitud manifiesta poco respeto por la persona que lo recibe, independientemente de su condición y situación actual. Somos tan soberbios que consideramos un insulto recibir algo de segunda mano, ¿por qué los demás deben soportar lo que nosotros consideramos desprecio?

Puede parecer que este valor se enfoca únicamente a objetos, pero nuestros recursos van más allá de lo que se puede tocar, poseemos conocimientos, cualidades y habilidades que muchas veces nos cuesta trabajo poner a disposición de las personas, porque requiere prescindir de nuestro descanso, gustos, preferencias y comodidades para llevarse a efecto.

Nos sorprendemos con el médico que atiende enfermos sin cobrar honorarios; personas que pasan los días trabajando en obras de caridad; profesores que trabajan horas extras desinteresadamente; padres de familia que se niegan gustos y diversiones personales para pensando en su familia; lo más inaudito es que muchos de ellos no viven en una condición del todo desahogada. El verdadero desprendimiento no tiene medida, sin calcular cuánto es lo indispensable para cumplir, es una entrega generosa de todo, Sí, de todo lo que tenemos.

Para vivir el desprendimiento puedes: Hacer una lista de las cosas que tiene y determinar cuales realmente necesitamos y cuales son caprichos, vanidades, etc.

- Ayudar a una obra de caridad haciendo una aportación significativa, de acuerdo con tus posibilidades.

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- Enseñar a otros algo que sepas hacer bien (sin olvidar de enseñarles los “secretos” que pudieras atesorar sobre el tema)

- Regala o dona un bien al que sientas que te has apegado.

- Procura decir más veces “si” cuando te pidan algo prestado sin poner pretextos.

El valor del desprendimiento ayudará a nuestra sociedad al convertirnos en personas más altruistas y generosas, brindará un mejor ambiente en nuestras relaciones con amigos y familiares y nos convertirá en personas que tienen el corazón puesto en el lugar adecuado.

Actividades.-

1. El profesor lee en voz alta este texto y hace diversas paradas explicando lo más interesante.

2. Se forman equipos de 4 ó 5 alumnos que contestan a estas preguntas:

a) ¿Por qué Telo era feliz?

b) ¿Cómo se comportaron los dos jóvenes de Grecia?

c) ¿Qué decía Solón?

d) ¿Qué podemos hacer por los demás?

3. Leer las conclusiones de cada equipo.

PERO ¡QUÉ EGOÍSTA ERES!

No puede negarse que no es ningún cumplido hablar así a un compañero. ¿Qué es el egoísmo? Un amor a sí mismo desordenado, desquiciado. El amor justo a sí mismo es mandamiento de Dios y al par un instinto puesto en nosotros. Es el principio de que brota la sustentación del individuo y que nos instiga a evitar todo lo que pueda dañarnos. Pero el egoísmo es la caricatura del justo amor a sí mismo. El muchacho egoísta se cree ser el centro del universo, que todo el mundo está hecho para él y que todos los hombres tienen por único destino en esta tierra el servirle para su mayor comodidad. Juzga hasta los grandes acontecimientos mundiales según la ventaja que para él representan.

Cuanto más pequeño es el niño, tanto más vive bajo el poder de los sentidos, y es por esto mismo más egoísta. Mira, si no, a un niño de tres o cuatro años. ¡Cuántas exigencias tiene! Todo lo ansía para sí; todo lo acumula en su cuarto para que a los otros nada les llegue. A un pequeñuelo se lo perdonamos, aunque preciso es acostumbrarle también al

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desprendimiento; y tampoco puede sorprender que un estudiante de la clase de primer curso mande a su madre, mediado ya septiembre, cartas en que diga, por ejemplo: "En la escuela ya tengo tres buenos amigos: Jorge González en latín, Manolo Ponte en matemáticas, José Vidal en castellano, son mis mejores amigos..."

Pero cuanto más se desarrolla tu entendimiento, tanto más has de comprender -aunque no te hubieran educado para ello en casa-. que el mundo no está hecho tan sólo para ti; que no eres el personaje más importante de la tierra; que millones y millones de hombres hay en tu derredor, con quienes has de tener atenciones. A quien no comprende esto, lo llamamos egoísta.

Y es curioso notar que los muchachos tórnanse con facilidad egoístas precisamente en los años de la pubertad, es decir, precisamente en los años en que más orgullo suelen sentir por su penetración de espíritu y su ciencia. Del muchacho que es insoportable en casa, que se enfada con facilidad, que no deja en paz a sus padres y hermanos, que cierra las puertas con estrépito, que pone ceño adusto, que siempre está descontento, que no trata a nadie con comedimiento, suele decirse: "¡Es nervioso el pobre!" ‘Que va a serlo! Solamente es egoísta.

En cambio, ¡qué honor, si se dice a de alguien que es un joven de alma noble! La nobleza del alma es lo contrario del egoísmo. Si tu compañero tiene algún pesar, consuélalo con unas palabras buenas que brotan del corazón. Es nobleza de alma. Si se alegra, alégrate con él; también es nobleza de alma. Si le ayudas por la tarde a aprender la lección, si procuras alegrar a los demás..., no eres egoísta. Ved ahí pues, ¡qué grandeza de alma, qué elevación de pensamiento, qué amor al prójimo cabe en las insignificantes pequeñeces de la vida estudiantil!

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Distinguir el egoísmo de la generosidad.

Contenido.-

Generosidad

Dar y darse. El valor que nos hace mejorar como personas.

En esta época nuestra, que exalta como valores supremos la comodidad, el éxito personal y la riqueza material, la generosidad parece ser lo único que verdaderamente vale la pena en esta vida.

El egocentrismo nos lleva a la infelicidad, aunque la sociedad actual nos quiera persuadir de lo contrario. Quienes realmente han hecho algo que ha valido la pena en la historia de la humanidad han sido los seres más generosos. Cuando la atención se vuelca hacia el "Yo", se acaba haciendo un doble daño: a los demás mientras se les pasa encima, y a uno mismo, porque a la postre se queda solo.

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Pero ¿Qué es generosidad? ¿Es dar limosna a un niño de la calle? ¿Es invertir mi tiempo en obras de caridad? Si. Definitivamente eso es generosidad, pero también es generosidad escuchar al amigo en sus venturas y desventuras; generosidad también es llevarle un vaso de agua al hermano, hermana, padre, madre, esposo, esposa, hijo o hija. Generosidad es pensar y actuar hacia los demás, hacia fuera. No hacia adentro.

Hace un tiempo hubo un grupo de muchachos que, tras muchos sacrificios suyos y de sus padres, lograron embarcarse hacia Europa para ir a Roma. Querían conocer la Ciudad Eterna, e iban con un grupo de adultos que hacían actividades con universitarios. El recorrido era agotador: una agenda muy apretada, ir corriendo de aquí para allá, muchas horas de autobús, unas caminatas interminables. Uno de los instructores había asistido porque quería conocer Roma a precio módico, pero el viaje comenzó a resultar insoportable. Cuando llegaron a Madrid, su alojamiento estaba a 45 minutos de la capital española. Cuando llegaron estaba lloviendo y el autobús no pudo pasar en un caminito, así que todos tuvieron que bajar porque el albergue se encontraba algunos kilómetros cuesta arriba. Hubo que bajar equipaje y cargarlo bajo la lluvia. Cuando llegaron a su destino, decidieron tomar un baño, y el agua estaba fría. Este era el comienzo de un viaje que duraría casi 3 semanas, y lo peor estaba aún por llegar. El instructor del que hablábamos quedó un día verdaderamente agotado, se la pasaba terriblemente, estaba exahusto y ya ni siquiera estaba disfrutando el viaje. Lo que quería era ir a casa.

Por otra parte, otro de los instructores sentía el mismo cansancio y para él las jornadas eran aún mas agotadoras, pues tenía veinte años más. Sin embargo siempre estaba sonriente, siempre hacia que a los demás el viaje les pareciera apasionante. En medio del peor humor, soltaba un chiste y todos olvidaban las cosas difícil. Este instructor aprovechaba cada oportunidad para hablar con cada uno de los chicos, les preguntaba qué hacían, se preocupaba por ellos. Y cuando no decía algún chiste, o se enteraba de los intereses de aquellos muchachos, los cuidaba silenciosamente, asegurándose de que el autobús no dejara a ninguno, viendo si estaban abrigados o regalándole a alguno de ellos un chocolate. Los dos instructores hicieron el mismo viaje. Uno lo pasó pésimo, el otro fue increíblemente feliz. ¿Cual fue la diferencia? La generosidad.

El instructor generoso no tenía ni siquiera tiempo de pensar en que la jornada era agotadora. Y a pesar de que sus pies le recordaban que el día había sido una larguísima caminata, el viaje estaba siendo de utilidad a los muchachos y para él esa era la mejor recompensa. Al preocuparse de los demás solucionaba dos problemas: los de los muchachos que necesitaban atención, y los suyos propios.

La generosidad es un concepto que poco a poco se ha ido perdiendo, porque en esta sociedad a veces creemos que cuando alguien nos da algo por nada, es que hay una intención detrás, pero todo lo bueno que hay en la vida de los humanos es fruto de la entrega generosa de alguien, y eso bueno se ha obtenido no a base de acumular bienes materiales ni mucho menos de arrebatarlos, sino a base de cariño a los demás y de olvido propio, a base de sacrificio. A pesar de todo, existen todavía hombres y mujeres dispuestos a ser generosos. Cuando se entrega lo que sólo uno puede dar y que no

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puede comprarse en ningún centro comercial, es cuando la verdad se ilumina y sobre todo, entendemos y vivimos la generosidad en su más profundo sentido: la entrega de sí mismo.

A pesar de la gran desvalorización de la sociedad, hay que decir que muchos hombres y mujeres son ejemplos silenciosos de generosidad: la madre que hace de comer, se arregla, limpia la casa y además se da tiempo para ir a trabajar; el padre que duerme solo cinco o seis horas diarias para dar el sustento a sus hijos; la trabajadora doméstica que todos los días hace las mismas cosas pero que ya se siente de la familia; el estudiante que hace lo que debe obteniendo las mejores notas que puede; la chica generosa que ayuda a sus amigas cuando tienen problemas. Todos ellos son ejemplos que sin duda deberíamos seguir. Y estos actos de generosidad son de verdad heroicos. Siempre es más fácil hacer un acto grandioso por el cual nos admiren, que simplemente darnos a los demás sin obtener ningún crédito. Y es que todos tendemos a buscar el propio brillo, la propia satisfacción, el prevalecer sobre los demás y solemos evitar el dar nuestra luz a los demás. Es obligado pues, que en nuestro primer encuentro con la generosidad, nos resulte este valor poco atractivo y quizá hasta incomprensible. Pero verdaderamente, la generosidad resuelve muchos problemas.

Dar sin esperar nada a cambio, entregar la vida, volcarse a los demás, ayudar a los que nos necesitan, dar consuelo a los que sufren, eso es generosidad. Y no es un valor pasado de moda. La generosidad es la puerta de la amistad, el cimiento del amor, la estrella de la sociedad. Y lo mejor de todo es que nosotros podemos ser generosos muy fácilmente. ¿Cómo?

- Sonriendo a los demás siempre.

- Ofreciendo nuestra ayuda.

- Poniéndonos en los zapatos del otro.

- Teniendo un pequeño detalle con nuestra familia, tan simple como dejar que los demás elijan algo qué hacer: ir al cine, a una comida en el campo, o dejar que los demás escojan la película que se va a ver este fin de semana.

Pero no hay que ser tacaños con la generosidad ni comodones. Hay mucha gente que podría consolarse con nuestra ayuda si hacemos un esfuerzo superior. ¿Cada cuánto tiempo vamos a visitar enfermos a un hospital? ¿Por qué no visitar a enfermos terminales? Sí, es duro, sí a veces es deprimente, y por supuesto que es mas divertido salir a pasear que ir a un hospital público a ver gente que muy pronto se va a morir. ¡Pues precisamente como nadie lo hace, es el momento de que alguien lo haga! Nadie nos va a dar un aplauso, o una medalla por hacerlo, pero vamos a volcarnos hacia los demás, el brillo no importa, lo que importa es que a pesar de nuestros defectos y miserias, podemos hacer una diferencia en la vida de alguien.

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Ser generosos aunque hoy en día inusual, no es difícil, también es parte de nuestra naturaleza. Entendamos que el Yo debe dejar un poco de lugar a los demás y entregar lo que uno tiene. En silencio, sin reflectores. Ahí, donde está la paz.

Actividades.-

1. Hacer una fotocopia para cada alumno y hacer una lectura individual subrayando lo más importante del texto.

2. Comentar lo que cada alumno ha subrayado de cada párrafo.

EL BUEN SAMARITANO

Jesús contó la parábola del buen samaritano. Dijo así:

-Un hombre recorría el solitario camino de Jerusalén a Jericó y cayó entre salteadores, que lo despojaron de todo lo que tenía y lo aporrearon y se marcharon, dejándolo medio muerto. Sucedió que un sacerdote recorría ese camino, y cuando vio al hombre en el suelo, pasó por el otro lado. Y un levita, cuando llegó a ese mismo sitio, también siguió por el otro lado. Pero un samaritano llegó adonde yacía ese hombre, y en cuanto lo vio se apiadó de él. Se acercó al hombre y le vendó las heridas, vertiéndole aceite y vino. Luego lo levantó y lo puso sobre su bestia de carga, y lo acompañó hasta una posada. Allí lo cuidó toda la noche. A la mañana siguiente sacó dos monedas de su morral y las entregó al posadero, diciendo: “Cuida de él, y si necesitas gastar más, hazlo. Cuando regrese te pagaré”.

“¿Cuál de estos tres se comportó como el prójimo del hombre que cayó entre los salteadores?

-El que demostró misericordia -dijo el escriba.

Y Jesús le dijo:

-Pues compórtate de la misma manera.

Mediante esta parábola Jesús demostró que “nuestro prójimo” es el que necesita la ayuda que podemos brindarle, sea quien fuere.

Evangelio de san Lucas 10, 29-37

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Aprender a vivir la caridad y el compañerismo con los demás.

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Contenido.- Solidaridad

Un valor que nos ayuda a ser una mejor sociedad y que no solamente debe vivirse en casos de desastre y emergencia.

Pensamos en la Solidaridad como una actitud que debemos asumir en emergencias y desastres, sin embargo, la Solidaridad es una característica de la sociabilidad que inclina al hombre a sentirse unido a sus semejantes y a la cooperación con ellos.

Podemos manifestar esta unión y cooperación, cada vez que procuramos el bienestar de los demás, participando en iniciativas que nos impulsen a servirles, como puede ser la visita a los enfermos en un hospital, haciendo colectas de ropa y alimentos para los más necesitados, en un grupo que imparta educación en comunidades marginadas, colaborando en campañas de cuidado y limpieza de calles y áreas recreativas de la comunidad, en los momentos que auxiliamos a quienes son víctimas de alguna catástrofe, es decir, prestando nuestros servicios en la creación de mejores condiciones de vida.

No podemos reducir el concepto de Solidaridad a un simple servicio extraordinario; el término "servicio", puede hacernos perder de vista otros aspectos de la Solidaridad:

· En la empresa los dueños deben procurar pagar un salario justo a sus trabajadores, de tal manera que les alcance para cubrir las necesidades primordiales de su familia; también los trabajadores en la oficina, el taller, el hospital, deben preocuparse por ayudar a sus colegas a desempeñar mejor su labor, con consejos, orientaciones o simplemente enseñarlos a hacer aquello que más se les dificulta.

· En el trabajo personal: poniendo alegría y empeño por hacerlo lo más perfectamente posible, pues garantiza el progreso de la empresa y por consiguiente el propio.

· Los educadores actualizando continuamente sus conocimientos, al mismo tiempo que las técnicas de enseñanza, para garantizar un mejor aprendizaje y aprovechamiento de los alumnos, además de ver en cada educando a una persona en desarrollo y formación.

· En el hogar: dando un trato justo a los empleados que conviven diariamente con nosotros y nos ayudan a tener una vida más agradable.

· El respetar las normas de vialidad al ir conduciendo, para garantizar la seguridad de los peatones y automovilistas.

La solidaridad es la ayuda mutua que debe existir entre las personas, no porque se les conozca o sean nuestros amigos, simplemente porque todos tenemos el deber de ayudar al prójimo y el derecho a recibir la ayuda de nuestros semejantes.

Qué agradable es el momento en que un desconocido se ofrece a ayudarnos a cambiar el neumático averiado o levanta los objetos que han caído de nuestras manos, son

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pequeños detalles de Solidaridad: servir a los demás desinteresadamente, por el simple hecho de ser personas, porque han descubierto la fraternidad....

Debemos descubrir y comprender que en cada lugar de trabajo y de convivencia, las personas tienen algo interesante que aportar y que enseñarnos; si aprendemos a interesarnos por el bienestar de las personas estamos en condiciones de ayudarles y prestarles un mejor servicio.

Si queremos que algo mejore - el servicio de limpieza de las calles o la educación que reciben los hijos en la escuela, por ejemplo -, debemos decidirnos a tomar el problema en nuestras manos, tal vez el vecino tiene la misma inquietud, y sólo le hacia falta con quien empezar a trabajar, con sus medios y los nuestros... no esperemos que las cosas cambien por sí mismas.

Generalmente el bien común va planteando nuevas necesidades, consecuentemente la labor no termina, pero se crea un ciclo en el cual se va haciendo cada vez más efectiva la ayuda y participación de todos. En resumidas cuentas, para vivir la Solidaridad se requiere pensar en los demás como si fuera otro yo, pues no vivimos aislados y nuestros conciudadanos esperan que alguien se preocupe por el bienestar y seguridad de todos, tal vez de alguien como nosotros, como líderes emprendedores.

Actividades.-

1. Leer en voz alta esta parábola entre los chicos.

2. Hacer equipos y contestar a estas preguntas:

a) ¿De dónde está tomada esta parábola?

b) ¿Qué hicieron el sacerdote y el levita?

c) ¿Qué hizo el samaritano?

d) Imagina tres situaciones en que podemos ayudar a alguien.

3. Puesta en común comentando las contestaciones.

¿SABES DECIR: NO?

Sin el arte de decir “no”, es imposible que haya un joven de carácter. Cuando los deseos, las pasiones de los instintos se arremolinan en ti, cuando después de una ofensa la lava encendida de gases venenosos bulle en ti y se prepara a una erupción a través del cráter de tu boca, cuando la tentación del pecado te muestra sus alicientes, ¿sabes entonces con gesto enérgico pronunciar la breve y decisiva palabra. No? Entonces no habrá erupción. No habrá precipitación. No habrá golpes. No habrá disputa.

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César quiso acostumbrarse a no hablar precipitadamente. a pesar las palabras de antemano, contando hasta veinte en sus adentros antes dar una respuesta. Excelente medio. ¿Para qué sirve? Para que nuestro mejor “yo”, nuestra comprensión más equitativa, pueda hablar, después de sentirse abrasado un momento por la llamarada de los sentidos.

Por un espléndido camino nevado íbase deslizando un joven en esquí. Al fin de una colina se abría un profundo precipicio. El joven iba volando hacia abajo, lanzado como una flecha; pero he aquí que delante del precipicio, con admirable técnica, se para de repente y se mantiene allí en el borde de la sima como una columna de granito. “-Bravo! ¡Estupendo! ¿Dónde lo has aprendido?” “-¡Ah!- contesta el muchacho-, no he empezado ahora. Al principio tuve que ensayarlo muchísimas veces, para poder parar, en las más suaves pendientes.”

También el camino de la vida es una especie de carrera de esquí con innumerables precipicios. Y todos caen, y todos van al abismo, si no han hecho prácticas de pararse infinitas veces, plantados como columna de mármol, y responder un recio y rotundo “no” a las tempestades turbulentas de las pasiones.

El ejercicio de la voluntad no es otra cosa que el prestar una ayuda sistemática al espíritu en la guerra de libertad que ha de sostener contra el dominio tiránico del cuerpo. Quien se incline, sin decir una palabra a cualquier deseo que se asome en su instinto, perderá el temple de su alma y su interior será la presa de fuerzas encontradas. Ahora comprenderás la palabra del Señor: “El reino de los cielos se logra a viva fuerza y los esforzados son quienes lo arrebatan” (San Mateo, XI,12).

Es una suerte si puedes pronunciar -cuando es necesario- el “no” enérgico.

¡No! -has de decir a tus compañeros cuando ellos te incitan a cosas prohibidas.

¡No! -has de gritar a tus instintos cuando ciegamente te acucien.

¡No! -has de gritar a todas las tentaciones que, adulando, quieren envolverte en sus telarañas.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Aprender a decir “no” a las cosas negativas y dañinas.

Contenido.- Autodominio

Formar un carácter capaz de dominar la comodidad y los impulsos propios de su forma de ser para hacer la vida más amable a los demás.

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Es el valor que nos ayuda a controlar los impulsos de nuestro carácter y la tendencia a la comodidad mediante la voluntad. Nos estimula a afrontar con serenidad los contratiempos y a tener paciencia y comprensión en las relaciones personales.

El autodominio debe comprenderse como una actitud que nos impulsa a cambiar positivamente nuestra personalidad. Cuando no existe esa fuerza interior, se realizan acciones poco adecuadas, generalmente como resultado de un estado de ánimo; la armonía que debe existir en toda convivencia se rompe; quedamos expuestos a caer en excesos de toda índole y entramos en un estado de comodidad que nos impide concretar propósitos.

Cada día que buscamos ejercer ese señorío sobre nosotros mismos, automáticamente nuestro carácter comienza a madurar por la serenidad y paciencia que imprime este valor, la voluntad nos libera del desánimo, controlamos nuestros gustos y vivimos mejor la sobriedad, en pocas palabras, entramos en un proceso de superación constante.

Algunas personas han opinado que la fuente para lograr el autodominio proviene de la aplicación de algunas técnicas para relajarse, y aunque efectivamente pueden ayudar, no debemos perder de vista que los valores se forman a través del ejercicio diario, con el esfuerzo por descubrir en nuestra personalidad aquellos rasgos poco favorables.

Las costumbres y hábitos determinan en mucho la falta de autodominio. Debemos comenzar por analizar cuales de ellas nos condicionan e impiden vivir este valor.

El autodominio nos ayuda a reconocer los distintos aspectos de nuestra personalidad y nuestra forma de reaccionar ante determinadas circunstancias. Debemos cambiar nuestras disposiciones en sentido positivo: “en lugar de molestarme por la lentitud de “x” empleado -cuyo ritmo de trabajo es así-, ahora no sólo evitaré el disgusto y llamada de atención, procuraré darle un buen consejo que le ayude a mejorar”. Lo mismo aplica para los hijos, el cónyuge y hasta con algunos amigos. Este cambio no es sencillo, requiere atención y esfuerzo para anticipar nuestras reacciones, lo cual significa remar contracorriente para corregir este mal hábito.

Otras de las costumbres más arraigadas se encuentran en el terreno de los gustos y comodidades personales, en apariencia es poco significativo privarse de una golosina a media mañana, quedarse en cama más de lo debido, terminar de trabajar antes de la hora de salida, o buscar como perder el tiempo para llegar más tarde a casa y evadir alguna ocupación, pero cada una de estas cosas pequeñas constituye una excelente oportunidad para practicar el autodominio. Quien tiene la capacidad de privarse de un gusto, también tendrá la fortaleza para soportar situaciones desagradables.

Para algunas personas, la falta de este valor se manifiesta por el deseo de convertirse en el centro de atención en todo lugar, acaparar las conversaciones, presumir de sus logros, compararse continuamente con los demás... El autodominio también ayuda a ser más sencillos, hombres y mujeres de acción y no de palabras inútiles.

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En familia este valor es indispensable para la sana convivencia, pues implica aprender a tolerar y pasar por alto las pequeñas fricciones cotidianas, no se tratar de desentenderse, sino de dar ejemplo de serenidad, comprensión y cariño, principalmente cuando se tiene la responsabilidad de educar a los hijos. También nos ayuda a estar pendientes de las necesidades de los demás y prestarles servicios, pues la comodidad nos hace esperar ser atendidos, mientras que el autodominio nos impulsa a ser más participativos en los quehaceres cotidianos.

En el contexto de las relaciones personales, el autodominio nos impulsa a ser discretos y maduros para evitar la murmuración, la crítica y la difamación de los demás por cualquier situación que es incompatible con nuestra forma de pensar.

La práctica del autodominio también nos induce a perfeccionar nuestros hábitos de trabajo, aprovechar más el tiempo, tener más cuidado en lo que hacemos, “dar el extra” cuando se necesite. En el campo escolar y profesional siempre es necesario el perfeccionamiento, que sólo se alcanza con esfuerzo, alejando la pereza y la mentalidad conformista.

Para iniciar y desarrollar el autodominio, considera como importante:

- Aprende a escuchar. De lo contrario, se convierte en la muestra más clara de la falta de autodominio.

- Procura no distinguirte por comer abundantemente, decir disparates, vestir de forma estrafalaria, mostrar poca educación o malos modales.

- Evita el deseo de enterarte de lo que no te incumbe, hacer comentarios imprudentes y dar consejos no solicitados, eso es ser entrometido.

- Cuida especialmente tus relaciones personales, evita suponer las palabras y actitudes que los demás tienen y que “motivan” tu enojo. Lo más importante es que tu cambies de actitud, que hasta ahora también es predecible.

- Dedica unos minutos cada día para reflexionar y elaborar una pequeña lista sobre las situaciones cotidianas que normalmente te disgustan, provocan pereza, caes en excesos y aquellas en las que evades tus responsabilidades. No te preocupes si en un principio son pocas, más adelante seguirás descubriendo otras no menos importantes.

- De la lista obtenida, selecciona dos de todas ellas (puedes elegir entre las interrupciones en el trabajo, comprar los víveres para el hogar, desvelarte con frecuencia, dedicar el tiempo necesario al estudio, por ejemplo), reflexiona sobre la actitud correcta que debes adoptar y llévalas a la práctica por una o dos semanas, después de ese período elige otras y así sucesivamente.

La persona que aprende a controlarse interiormente tiene el privilegio de vivir una alegría auténtica, pues jamás se deja llevar por los disgustos y contratiempos; además,

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tiene la tranquilidad del deber cumplido, pues por el control que tiene sobre la comodidad, es capaz de cumplir con sus deberes oportunamente. Consecuentemente, todo esto le ayuda a tener excelentes relaciones personales, por la cordialidad y delicadeza que mantiene en su trato.

Actividades.-

1. Leer en silencio e individualmente este ejercicio y contestar a estas preguntas:

a) ¿Qué hacía César?

b)¿Qué le pasó al joven esquiador?

c)¿Qué se dice de la fuerza de voluntad?

d) Señala tres ocasiones en que debemos decir “no”

2. Escribir en la pizarra las contestaciones a la pregunta d)

SAN JORGE Y EL DRAGÓN

Hace mucho tiempo, cuando había caballeros por estos lares, existía un caballero que se llamaba Jorge. No sólo era más valiente que los demás, sino tan noble, generoso y bueno que la gente le dio en llamar San Jorge.

Los salteadores no se atrevían a molestar a la gente que vivía cerca de su castillo, y todas las fieras fueron exterminadas o ahuyentadas, para que los niños pudieran jugar sin temor en el bosque.

Un día San Jorge salió a recorrer la comarca. Por doquier vio a los hombres trabajando en los campos, a las mujeres cantando mientras hacían sus quehaceres en el hogar, y a los niños jugando alborotadamente.

-Estas personas están felices y a salvo. Ya no me necesitan -dijo San Jorge.

“Pero tan vez en alguna parte haya entuertos y temores. Tal vez haya alguna parte donde los niños no pueden jugar tranquilos, alguna mujer a quien han secuestrado, incluso dragones para matar. Mañana empezaré a cabalgar en busca de tareas que sólo un caballero puede realizar.

Temprano por la mañana, San Jorge se puso el casco y la reluciente armadura, se ciñó la espada, montó su gran caballo blanco y salió por la puerta del castillo. Echó a andar por la empinada y tosca carretera, muy erguido, con el aire de bravura y fortaleza que cuadra a un caballero.

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Atravesó la aldehuela del pie de la colina y echó a andar a campo traviesa. Por doquier vio fértiles campos llenos de espigas ondulantes, por doquier reinaban la paz y la abundancia.

Siguió cabalgando hasta llegar a un paraje que nunca había visitado. Notó que no había hombres trabajando en los campos. Las casas estaban silenciosas y vacías. La hierba de la vera del camino estaba quemada como si la hubieran incendiado. Un trigal pisoteado estaba en llamas.

San Jorge acercó el caballo y miró en derredor. Había silencio y desolación por doquier.

-¿Qué será este espanto que ha ahuyentado a la gente de sus hogares?. Debo averiguarlo, y ayudar si es posible -se dijo.

Pero no había nadie a quien preguntarle, así que San Jorge siguió cabalgando hasta que vio en lontananza las murallas de una ciudad.

-Sin duda aquí encontraré a alguien que podrá explicarme la causa de todo esto -dijo, y cabalgó más deprisa.

Entonces la gran puerta se abrió y San Jorge vio muchedumbres que se apiñaban dentro de la muralla. Algunos lloraban y todos parecían atemorizados. San Jorge vio a una bella doncella vestida de blanco, con un cinturón de seda escarlata, atravesando la puerta a solas. La puerta se cerró con estrépito y la doncella echó a andar por la carretera, sollozando amargamente. No vio a San Jorge, que se le aproximaba a la carrera.

-Doncella, ¿por qué lloras? -preguntó San Jorge, acercándose.

Ella miró a ese caballero erguido, alto y apuesto.

-¡Oh, señor caballero! -exclamó-. Aléjate de este lugar. ¡Ignoras el peligro que corres!

-¡Peligro! -dijo San Jorge-. ¿Crees que un caballero huiría del peligro? Además, bella moza, estás sola aquí. ¿Crees que un caballero te dejaría así? Dime cuál es tu problema, para que pueda ayudarte.

-¡No, no! -exclamó ella-. Lárgate. Sólo perderías la vida. Hay un temible dragón en las cercanías, y puede venir en cualquier momento. Su hálito te destruiría si te encontrara aquí. ¡Vete cuanto antes!

-Cuéntame más -dijo severamente San Jorge-. ¿Por qué sales sola al encuentro de este dragón? ¿No quedan hombres en tu ciudad?

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-Ay -suspiró la doncella-, mi padre el rey es viejo y débil. Sólo me tiene a mí para cuidad de sus súbditos. Esta espantoso dragón los ha echado de sus hogares, se ha llevado sus reses y ha arruinado sus cosechas.

Todos han buscado refugio dentro de las murallas. Hace varias semanas que el dragón llegó a las puertas mismas de la ciudad. Nos hemos visto obligados a darle dos ovejas por día para el desayuno.

“Ayer no quedaron más ovejas, así que dijo que derribaría las murallas y destruiría la ciudad a menos que le ofrecieran una doncella. La gente pidió ayuda a mi padre, pero él no pudo hacer nada. Voy a entregarme al dragón. Tal vez si me tiene a mí, la princesa, perdone a nuestro pueblo.

-Guíame, valiente princesa. Muéstrame dónde se encuentra ese monstruo.

Cuando la princesa vio los brillantes ojos y el fornido brazo de San Jorge, que desenvainó la espada, ya no sintió miedo. Dando media vuelta, echó a andar hacia una reluciente laguna.

-Allí suele estar siempre -susurró-. Como ves, el agua se agita. Está despertando.

San Jorge vio que la cabeza del dragón salía de las aguas Pliegue tras pliegue emergía. Al ver a San Jorge, rugió furiosamente y arremetió contra él.

Exhalando humo por las narices, abrió las mandíbulas como para engullir al caballero y su caballo.

San Jorge gritó y atacó al dragón blandiendo la espada, asentándole feroces y fuertes mandobles. Fue una batalla terrible.

Al fin el dragón cayó herido. Rugió de dolor y se lanzó contra San Jorge, abriendo la bocaza cerca de la cabeza del bravo caballero.

San Jorge aguzó la vista y hundió la espada con todas sus fuerzas en la garganta del dragón, que cayó muerto a los pies del caballo.

San Jorge celebró su victoria con gritos de alegría. Llamó a la princesa, quien se le acercó.

-Dame tu cinturón, oh, princesa -dijo San Jorge.

La princesa le dio el cinturón y San Jorge sujetó el cuello del dragón, y con esa cintilla de seda lo arrastraron hasta la ciudad para que todos vieran que el monstruo ya no podía causarles daño.

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Cuando vieron que San Jorge iba acompañado por la princesa y que el dragón estaba muerto, abrieron las puertas de la ciudad con exclamaciones de alegría.

El rey oyó y salió del palacio para ver por qué gritaban.

Cuando vio a su hija sana y salva, fue el más feliz de todos.

-Valiente caballero -dijo-, yo soy viejo y débil. Quédate aquí y ayúdame a proteger a mi pueblo.

-Me quedaré mientras me necesites -respondió San Jorge.

Así vivió en el palacio y ayudó al viejo rey en su reemplazo. La gente se sentía a salvo y feliz teniendo por rey a un hombre tan valiente y bondadoso.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Sentir la responsabilidad de ayudar a quien lo necesite.

Contenido.- Servicio

Brindar ayuda de manera espontánea en los detalles más pequeños, habla de nuestro alto sentido de colaboración para hacer la vida más ligera a los demás.

Servir es ayudar a alguien de manera espontánea, como una actitud permanente de colaboración hacia los demás. La persona servicial lo es en su trabajo, con su familia, pero también en la calle ayudando a otras personas en cosas aparentemente insignificantes, pero que van haciendo la vida más ligera. Todos recordamos la experiencia de algún desconocido que apareció de la nada justo cuando necesitábamos ayuda que sorpresivamente tras ayudarnos se pierde entre la multitud.

Las personas serviciales viven continuamente estuvieran atentas, observando y buscando el momento oportuno para ayudar a alguien, aparecen de repente con una sonrisa y las manos por delante dispuestos a hacernos la tarea más sencilla, en cualquier caso, recibir un favor hace nacer en nuestro interior un profundo agradecimiento.

La persona que vive este valor, ha superado barreras que al común de las personas parecen infranqueables:

- El temor a convertirse en el “hácelo todo”, en quien el resto de las personas descargará parte de sus obligaciones, dando todo género de encargos, y por lo tanto, aprovecharse de su buena disposición.

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La persona servicial no es débil, incapaz de levantar la voz para negarse, al contrario, por la rectitud de sus intenciones sabe distinguir entre la necesidad real y el capricho.

- Vernos solicitados en el momento que estamos concentrados en una tarea o en estado de relajación (descansando, leyendo, jugando, etc.), se convierte en un verdadero atentado. ¡Qué molesto es levantarse a contestar el teléfono, atender a quien llama la puerta, ir a la otra oficina a recoger unos documentos... ¿Por qué “yo” si hay otros que también pueden hacerlo?

Quien ha superado a la comodidad, ha entendido que en nuestra vida no todo está en el recibir, ni en dejar la solución y atención de los acontecimientos cotidianos, en manos de los demás.

- La pereza, que va muy de la mano a la comodidad también tiene un papel decisivo, pues muchas veces se presta un servicio haciendo lo posible por hacer el menor esfuerzo, con desgano y buscando la manera de abandonarlo en la primera oportunidad. Es claro que somos capaces de superar la apatía si el favor es particularmente agradable o de alguna manera recibiremos alguna compensación. ¡Cuántas veces se ha visto a un joven protestar si se le pide lavar el automóvil...! pero cambia su actitud radicalmente, si existe la promesa de prestárselo para salir con sus amigos.

Todo servicio prestado y por pequeño que sea, nos da la capacidad de ser más fuertes para vencer la pereza, dando a quienes nos rodean, un tiempo valioso para atender otros asuntos, o en su defecto, un momento para descansar de sus labores cotidianas.

La rectitud de intención siempre será la base para vivir este valor, se nota cuando las personas actúan por interés o conveniencia, llegando al extremo de exagerar en atenciones y cuidados a determinadas personas por su posición social o profesional, al grado de convertirse en una verdadera molestia. Esta actitud tan desagradable no recibe el nombre de servicio, sino de “servilismo”.

Algunos servicios están muy relacionados con nuestros deberes y obligaciones, pero como siempre hay alguien que lo hace, no hacemos conciencia de la necesidad de nuestra intervención, por ejemplo:

- Pocos padres de familia ayudan a sus hijos a hacer los deberes escolares, pues es la madre quien siempre esta al pendiente. Darse tiempo para hacerlo, permite al cónyuge dedicarse a otras labores.

- Los hijos no ven la necesidad de colocar la ropa sucia en el lugar destinado, si es mamá o la empleada del hogar quien lo hace regularmente.

Algunos otros detalles de servicio que pasamos por alto, se refieren a la convivencia y a la relación de amistad:

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- No hace falta preocuparse por preparar la cafetera en la oficina, pues (él o ella) lo hace todas las mañanas.

- En las reuniones de amigos, dejamos que (ellos, los de siempre) sean quienes ordenen y recojan todo lo utilizado, ya que siempre se adelantan a hacerlo.

No podemos ser indiferentes con las personas serviciales, todo lo que hacen en beneficio de los demás requiere esfuerzo, el cual pasa inadvertido por la forma tan habitual y natural con que realizan las cosas.

Como muchas otras cosas en la vida, el adquirir y vivir un valor, requiere disposición y repetición constante y consciente de acciones encaminadas para lograr el propósito. Hagamos unas breves consideraciones:

- Esforzarnos por descubrir pequeños detalles de servicio en lo cotidiano y lo común: ayudar a recoger los platos después de la comida, mantener en orden los efectos personales (sea en casa o el trabajo), ceder el paso o el lugar a una persona, llevar documentos u objetos en vez de esperar que alguien venga por ellos... Existen múltiples oportunidades y el realizar cada una de ellas, nos capacita para hacer un mayor esfuerzo en lo sucesivo.

- Observa cuantas cosas hacen los demás por tu persona y sin que lo pidas. Cada una de ellas puedes convertirla en un propósito y una acción personal.

- Dejar de pensar que “siempre me lo piden a mí”. Observa cuantas veces te niegas a servir, seguramente muchas y frecuentemente. Existe un doble motivo para esta insistencia, primero: que nunca ayudas, y segundo: se espera un día poder contar contigo.

- Si algo se te pide no debes detenerte a considerar lo agradable o no de la tarea, sin aplazar el tiempo, comenzar inmediatamente sin considerarlo una carga.

Esperar a recibir atenciones tiene poco mérito y cualquiera lo hace, para servir eficazmente hace falta iniciativa, capacidad de observación, Generosidad y vivir la Solidaridad con los demás, haciendo todo aquello que deseamos que hagan por nosotros, viendo en los demás a su otro yo.

Actividades.-

1. El profesor lee este texto y comenta lo que considera más importante.

2. Hacer una redacción imaginando una nueva aventura de San Jorge.

COMETA EN EL HILO TELEGRÁFICO

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La base de toda virtud es el dominio de sí mismo. En cuanto alguien se hace esclavo de sus instintos pierde inmediatamente la garantía mejor de su vida moral: el gobierno de sí mismo.

Quien se deja arrastrar, sin oponer resistencia, por los deseos sensuales, no solo pierde el derecho de llamarse joven de carácter, sino aún el de llamarse hombre. En el concepto de hombre se incluye el mando, el saber oponerse a las pretensiones ilegítimas del cuerpo, a sus explosiones desenfrenadas. Con asombro vemos en la vida cómo no sólo los niños -en quienes prevalece el poder de los sentidos-, sino hasta hombres maduros obran bajo la influencia de la impresión primera. Cuán increíblemente débil es su autodisciplina, que, sin embargo, podría ayudarles para considerar antes si su acción es justa, legal, conveniente, y las circunstancias que acarrea. Las olas instantáneas de la vanidad ofendida y de la ira, del sensualismo y del orgullo, etc. los empujan y los arrastran a obras que a los cinco minutos son los primeros en lamentar. Un porcentaje enorme de crímenes se borraría en el mundo si los hombres aprendieran a practicar bien una sola virtud: saber mandarse a sí mismos.

En una pequeña ciudad de provincia encontré un día por la calle a un niño que lloraba a voz en cuello. Durante largos días había trabajado en hacer una hermosa cometa, la había adornado, pegado..., y cuando ya quiso soltarla se le quedó prendida en un hilo telegráfico. La hermosa cometa se retorcía impotente bajo el soplo del viento sobre el hilo, se iba destrozando y el niño lloraba al pie del poste telegráfico por aquel trabajo hecho con tanto esmero y solicitud.

El alma de cada muchacho bien volaría hacia las alturas; pero la de muchos queda prendida -por desgracia- en los arenales del entendimiento que duda, en los escollos de la moral, en las redes de las pasiones. ¡Pobre niño! ¡Cómo llora cuando su cometa, que con empuje emprendió el vuelo, se enreda entre los hilos extendidos y se hace jirones! ¿Cuidado que tu alma, en su ascenso, no quede aprisionada entre las garras de las pasiones y en el laberinto inextricable de las fuerzas desordenadas del instinto!

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Comprender el dominio de sí mismo y la autodisciplina.

Contenido.- Experiencia

¡Qué personalidad tan fuerte y atractiva presenta la experiencia! Parece tan lejano el día en el que seamos maduros y más prudentes. Es el aprendizaje de la vida...

Todos apreciamos el valor de la experiencia. Tenemos la necesidad de acudir a las personas mayores en busca de guía y consejo, pues su conocimiento del mundo, de la vida y de la gente son una fuente invaluable para tomar decisiones.

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La experiencia es el conocimiento adquirido en el transcurso de nuestra vida, ayudándonos a tomar mejores decisiones ponderando posibilidades y riesgos; aprendemos en la intimidad de nuestro ser, en la familia, con los amigos, a través de la lectura, en el trabajo. A pesar de todo esto, muchas veces seguimos tomando decisiones a la ligera, cometiendo los mismos errores y cerrando nuestros oídos a los consejos que nos brindan personas con mas visión que nosotros.

Aunque la edad es la que aporta experiencia, cada momento de nuestra vida ofrece un nuevo conocimiento y un panorama más amplio sobre cada circunstancia, nuestro pensamiento y actitudes se van modelando paso a paso, dando como resultado la madurez.

La experiencia es conocer a las personas, sus reacciones y las costumbres sociales; es también la paciencia para afrontar las contrariedades; forma una capacidad para hacer analizar con más profundidad los acontecimientos relacionando vivencias pasadas y adecuándolas al presente para emitir juicios más precisos, además de una marcada serenidad para tomar decisiones.

A diferencia de otros valores, la experiencia no es fácil de construir de manera activa. Podría decirse que la experiencia en su forma básica se modela con los golpes de la vida. Sin embargo sí podemos tener una actitud alerta y vigilante que nos permita sacar el máximo provecho de todas las circunstancias de la vida.

La experiencia es un valor fundamental en muchos ámbitos de la vida: con la pareja, en el trabajo, al tomar decisiones económicas.

Nuestra vida debe ser una rica variedad de sensaciones, acontecimientos y encuentros. La experiencia solo se modela viviendo y aprendiendo. Es ahí donde tenemos una diferencia fundamental con otros seres vivos. Los seres humanos no solamente aprendemos de los impulsos directos de nuestros sentidos (calor, frío, dolor), sino que somos capaces de analizar la información y generar nuevas alternativas.

El vivir la vida con profundidad y un esfuerzo por aprender de ella genera una percepción más exacta de la realidad, y en esa medida podemos darle su justa medida a todo. La experiencia nos ayuda a percibir la realidad como es, no como nosotros queremos que sea. Y esa percepción más exacta de la realidad nos lleva a tomar mejores decisiones, a ser más justos, a medir más nuestros impulsos. La experiencia y la prudencia van tomadas de la mano.

Algunos medios que podemos poner para aprender más de la vida y enriquecer nuestra experiencia son:

- Analizar nuestras decisiones pasadas y futuras, no sólo las más importantes y trascendentes como la elección de estudios profesionales, el matrimonio, iniciar una empresa por nuestra cuenta sino también aquellas decisiones aparentemente sin importancia que trajeron grandes resultados en nuestras vidas.

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- Entender que debemos ser humildes y aprender de los demás. A veces nos empeñamos en no escuchar un consejo porque las alternativas que nos proponen no están de acuerdo al gusto que nos estimula en el momento. No debemos aferrarnos a una idea, cuando varias personas coinciden en hacernos notar el error (sobre todo si por edad, parentesco o alta calidad moral, su punto de vista es particularmente valioso). Debemos tener apertura a la opinión ajena y ser honestos con nosotros mismos para rectificar, tarde o temprano nos daremos cuenta de cuanta razón tenían.

- Al tomar una decisión, comenzar un trabajo, iniciar un negocio o adquirir un compromiso, debemos asumirlo con todas sus instancias, sin escatimar esfuerzos ni abandonarlo a las primeras contrariedades, sólo así estaremos en condiciones de conocer realmente nuestras capacidades y posibilidades. Las cosas que más trabajo nos han costado, son las que más valoramos; quienes más esfuerzo han realizado a través de los años, se encuentran en mejores posibilidades de alcanzar objetivos más "altos", más ambiciosos... La experiencia nos ayuda a plantearnos metas reales y accesibles a nuestra persona, con grandes posibilidades de éxito.

- Afrontar con valor las consecuencias de nuestros actos, sin buscar pretextos o excusas. Al "escondernos" para esperar que las cosas se solucionen por sí mismas, perdemos la oportunidad de conocer la gravedad y magnitud de lo cometido. Lo cierto es que aprendemos más de un error y de un fracaso, que de un puñado de éxitos, lo cual no debe servir de disculpa cada vez que nos equivocamos.

- Aprender a comprender y a tratar a los demás observando como lo hacen aquellas personas "que siempre saben que hacer y que decir" en las más diversas circunstancias. Escuchar con paciencia; controlar la molestia y el disgusto; nunca pedir u ordenar bruscamente; la cortesía en el trato; no levantar el tono de voz innecesariamente; preguntar lo que no se sabe... son algunas de las características que ennoblecen la personalidad como fruto de un continuo acercamiento a sus semejantes, logrando siempre los resultados esperados.

¡Qué personalidad tan fuerte y atractiva presenta la experiencia! Parece tan lejano el día en el que podamos convertirnos, por lo menos, en algo semejante; sin embargo, no debemos esperar a que el tiempo pase y la experiencia llegue a nosotros como una lógica consecuencia, hace falta tomar conciencia, pensar y reflexionar sobre todo lo que ocurre a nuestro alrededor, propio o ajeno, para formar un criterio único y congruente.

Actividades.-

1. Hacer una fotocopia de este ejercicio para cada alumno.

2. Cada uno hace una lectura individual y subraya lo más importante del texto.

3. Comentar lo que cada alumno ha subrayado de cada párrafo.

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POR FALTA DE UN CLAVO DE HERRADURA

(Esta famosa leyenda se basa en la muerte del rey inglés Ricardo III, cuya derrota en la batalla de Bosworth, en 1485, fue inmortalizada por el célebre verso de Shakespeare, “¡Un caballo, un caballo! ¡Mi reino por un caballo!”

El rey Ricardo se preparaba para la batalla de su vida. Un ejército conducido por Enrique, conde de Richmond, marchaba contra él. El combate decidiría quién gobernaría Inglaterra.

La mañana de la batalla, Ricardo envió a un palafrenero a comprobar si su caballo favorito estaba preparado.

-Ponle pronto las herraduras -le dijo el palafrenero al herrero-. El rey desea cabalgar al frente de sus tropas.

-Tendrás que esperar -respondió el herrero-. En estos días he herrado a todo el ejército del rey, y ahora debo conseguir más hierro.

-No puedo esperar -gritó el palafrenero con impaciencia-. Los enemigos del rey avanzan, y debemos enfrentarlos en el campo. Arréglate con lo que tengas.

El herrero puso manos a la obra. Con una barra de hierro hizo cuatro herraduras. Las martilló, las moldeó y las adaptó a los cascos del caballo. Luego empezó a clavarlas. Poco después de clavar tres herraduras, descubrió que no tenía suficientes clavos para la cuarta.

-Necesito un par de clavos más -dijo-, y me llevará un tiempo sacarlos de otro lado.

-Te he dicho que no podía esperar -dijo el impaciente palafrenero. Ya oigo las trompetas. ¿No puedes apañarte con lo que tienes?

-Puedo poner la herradura, pero no quedará tan firme como las otras.

-¿Aguantará? -preguntó el palafrenero.

-Tal vez, pero no puedo asegurártelo.

-Pues clávala -exclamó el palafrenero-. Y deprisa, o el rey Ricardo se enfadará con los dos.

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Los ejércitos chocaron, y Ricardo estaba en lo más fiero del combate. Cabalgaba de aquí para allá, alentando a sus hombres y luchando contra sus enemigos.

-¡Adelante, adelante! -gritaba, lanzando sus tropas contra las líneas de Enrique.

A lo lejos, del otro lado del campo, vio que algunos de sus hombres retrocedían. Si otros los veían, también se retirarían. Ricardo espoleó su caballo y galopó hacia la línea rota, ordenando a sus soldados que regresaran a la batalla.

Estaba en medio del campo cuando el caballo perdió una herradura. El caballo tropezó y rodó, y Ricardo cayó al suelo.

Antes que el rey pudiera tomar las riendas, el asustado animal se levantó y echó a correr. Ricardo miró en derredor. Vio que sus soldados daban media vuelta y huían, y las tropas de Enrique lo rodeaban.

Agitó la espada en el aire.

-¡Un caballo! -gritó-. ¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!

Pero no había ningún caballo para él. Su ejército se había desbandado, y sus tropas sólo pensaban en salvarse. Poco después los soldados de Enrique se abalanzaron sobre él, y la batalla terminó.

Y desde esos tiempos, la gente dice:

Por falta de un clavo se perdió una herradura,

por falta de una herradura, se perdió un caballo,

por falta de un caballo, se perdió una batalla,

por falta de una batalla, se perdió un reino,

y todo por falta de un clavo de herradura.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Aprender a cuidar las cosas pequeñas.

Contenido.- Poner últimas piedras

En este año nuevo, revisamos el valor que nos enseña la importancia de terminar lo que emprendemos.

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Comenzar algo siempre nos llena de entusiasmo. Un nuevo trabajo, un nuevo proyecto, una nueva relación trae consigo esperanzas y expectativas. En realidad poner “la primera piedra” de un edificio es relativamente sencillo. Pero poner “la última piedra” no es tan fácil.

El poner la última piedra es un valor que nos enseña la importancia de terminar lo que emprendemos y no dejarlo a medias.

Cuando termina un año, se da un doble fenómeno: el de la alegría de comenzar un nuevo ciclo, pero en cierta forma también un poco la tristeza de ver que no terminamos todo lo que nos propusimos.

No podemos permitir que el desánimo o la tristeza nos impidan actuar. Los grandes proyectos requieren de un trabajo constante. Las grandes obras se componen de pequeños esfuerzos que se realizan todos los días. Pero también es importante sentarse a meditar en qué queremos lograr y hacia donde esperamos ir. Si no tenemos la constancia y la lucha diaria de construir las cosas grandes con pequeños detalles, nos quedaremos colocando primeras piedras, pero no acabaremos nuestras obras.

Poner la última piedra es la culminación que nos brinda paz y una conciencia serena. Quienes siempre emprenden pero nunca terminan acaban desanimándose y llegando a un conformismo mediocre que no es sano.

Para poner últimas piedras, debemos conocer nuestras capacidades y nuestros defectos. Pero nuestros proyectos siempre deben exigirnos un poco más de lo que podemos hacer. Todos los seres humanos tenemos limitaciones que vamos conociendo con el paso del tiempo. Un joven es mucho más soñador que un adulto. Los jóvenes con frecuencia se establecen metas demasiado altas, poco acordes a sus posibilidades reales. Por el contrario, a veces las personas mayores tienden a ser más pesimistas, pues se han dado cuenta de que la vida no es tan sencilla y que los sueños son difíciles de materializar. Pero ninguna de las dos actitudes es sana: ni la del joven que no mide sus posibilidades, ni la del adulto que deja de soñar. Tener una actitud equilibrada significa plantearnos metas un poco mayores de lo que sabemos que podemos hacer, y asegurarnos de poner la última piedra. Y una vez que lo logremos, volver a empezar haciendo planes, proyectos y fijándonos nuevas metas, cada vez más altas.

Podemos sentir desánimo porque nosotros no pudimos hacer lo que queríamos, y es lógico. Sin embargo nunca debemos olvidar que si lo que emprendemos no lo hacemos solo para nosotros, ni solo nosotros, sino haciéndolo para la Gloria de Dios y contando con Su ayuda, lo lograremos.

Siempre conviene recordar el Episodio de las Bodas de Caná que nos narra San Juan en su Evangelio, cuando Nuestro Señor Jesucristo hizo su primer milagro: Convirtió el agua en vino, pero hay una nota muy importante que debemos resaltar: antes de convertir el agua en vino, pidió que se llenaran seis tinajas que tenían para las purificaciones de los judíos. El evangelista nos narra que “las llenaron hasta arriba”. Este pasaje debe

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recordarnos que el Señor podría haber creado el vino por un solo acto de Su voluntad, sin embargo quiso que los hombres llenaran las tinajas. Dios está dispuesto a ayudarnos, y hará lo que nosotros no podemos, pero cuenta con nuestro esfuerzo. Y nosotros debemos “llenar las tinajas hasta arriba”, no hasta la mitad, ni a tres cuartos de su capacidad, sino “hasta arriba”. Esto significa que cuando tengamos un proyecto, un trabajo, o pongamos una “primera piedra”, debemos hacer nuestro mejor esfuerzo, y confiar en que Dios suplirá lo que nosotros no podemos hacer.

Es fácil poner primeras piedras, pero no es tan fácil poner últimas piedras. Quien pone últimas piedras se convierte en un elemento fundamental en su familia, en el trabajo, en la comunidad, porque todo el mundo sabe lo difícil que es concluir una tarea y lo fácil que es empezarlas. El secreto de la última piedra está en que si nosotros hacemos nuestro mejor esfuerzo y se lo ofrecemos a Dios, él se encargará de ayudarnos a concluirlo.

Dentro de lo que nos corresponde a nosotros, para vivir el valor de poner últimas piedras podemos: - Establecer una fecha clara para terminar un proyecto. - Saber que todo cuanto emprendamos tarde o temprano tendrá obstáculos, y estar preparado para ello. - Crear un calendario en el que establezcamos acciones concretas para terminar nuestros proyectos. - Todo gran edificio está construido con partes más pequeñas. Debemos acostumbrarnos a hacer pequeñas acciones, pero muy constantes. - No poner una sola “última piedra” sino muchísimas, que el culminar nuestras actividades o proyectos se convierta en un hábito, y no en una excepción.

Actividades.-

1. Sacar por impresora y fotocopiar este episodio para cada chico.

2. Leer en voz alta el texto y comentar lo más interesante.

3. Hacer equipos de 4 ó 5 chicos y contestar a estas preguntas:

a) ¿Por qué tenía prisa el palafrenero?

b) ¿Qué ocurrió por falta de clavos suficientes?

c) ¿Qué nos enseña esta historia?

3. Puesta en común comentando las respuestas de los equipos.

¿TORRE DE CASTILLO O VELETA?

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En las ciudades medievales pueden verse con frecuencia ruinas de fortalezas o de castillos antiguos. Cuando todo el edificio ya está desmoronado, la torre sigue desafiando aún años y más años la fuerza destructora del tiempo.

Cuando estas torres seculares clavan inmóviles su mirada de piedra en el ajetreo de una vida nueva que se agita bajo sus pies, en medio de aquel vaivén descabellado, parecen la viva imagen del carácter: a sus pies todo cambia, se inclina, se adapta, se vende, de compra, pero ellas no ceden ni un ápice de sus principios.

Esta torre antigua viene a ser el símbolo del carácter firme del hombre que sabe cumplir su deber. Y como hubo un día en que esta torre era la defensa más fuerte de los habitantes del castillo, así también hay el hombre de carácter es la columna más poderosa de la sociedad humana. “¡Donde te colocó el destino, allí mismo sé todo un hombre y no abandones jamás el puesto!” -pregonan las piedras mudas de la torre secular-. “Miradme: yo no fui edificada en un solo día; ¡cuántos bloques de piedra tuvieron que acumularse! y ¡con cuánta fatiga, con qué voluntad, a costa de cuántos sudores!, pero ahora vedme aquí venciendo los siglos.”

Hijo mío, y tú ¡cuán fácilmente te cansas! ¡Cuántas veces te lanzas con ardor juvenil: ahora, ahora tomaré la senda del carácter; de hoy en adelante me dedicaré con ahínco a modelar y forjar el temple de mi espíritu! Pero pasan horas, pasan días y se achica la llama del entusiasmo, se apaga el fuego y tú... sigues como eras antes.

Para edificar la torre necesitáronse años, quizás decenas de años, y tú ¿quieres hacerte “carácter” en un sólo día? Si es difícil al principio seguir el sendero de la virtud, se hace más fácil a cada paso y en su meta te espera la paz de una conciencia tranquila.

Y mientras estoy mirando la torre del castillo veo algo en la cúspide que está moviéndose de continuo. Ya se vuelve hacia acá, ya gira hacia allá... ¡Ah! si... Es la veleta. No tiene dirección fija, no tiene base sólida, casi diría: no tiene principios, no tiene carácter. Porque si lo tuviera, en vano le cantaría el viento sus canciones al oído. Negar los principios, ceder algo de la propia convicción, porque así resulta más cómodo, porque así se puede hacer una carrera más brillante, porque en mundo entero sopla el viento en esta dirección, es lo propio de la veleta. Pero dime: ¿puede llamarse hombre quien se deja guiar en sus acciones, en sus principios, en su convicción, por circunstancias exteriores, por el parecer humano?

Y sin embargo, conoces a muchos compañeros de esta índole, ¿verdad? Son los que no caminan por sus propios pies, los que son menores de edad espiritualmente, los que en todo miran tan sólo lo que va a decir el vecino.

La conciencia levanta su voz: Oye tú; no leas este libro; sabes que rebosa de inmundicias morales; ¿por qué hundir el ropaje níveo de tu alma pura en un pantano de vicios? -Conforme, no lo leeré. Pero entonces llega el amigo: ¡Hola, santito pintado, que no eres más que un niño! -¿Cómo? ¿Yo un niño?-, y ya lee el libro. Lo lee y mientras vuelve las páginas va hundiendo su alma en la charca.

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Grita la conciencia: ¡No vayas a ver esta película, abandona esa mala compañía!

-Sí, pero van también los “otros”, los “otros” también se divierten, ¿por qué he de ser yo precisamente la excepción?

Sí, si; ésta es la manera de obrar y de pensar... de las veletas.

Pues bien, medítalo: ¿qué quieres ser, torre de castillo o veleta? ¿El cobarde esclavo del respeto humano o el noble prisionero de tu conciencia?

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Valorar la fortaleza en el cumplimiento del deber.

Contenido.- Perseverancia

Es tiempo de que los buenos propósitos se vuelvan realidad.

Normalmente a principios de año comenzamos nuestra lista de "buenos propósitos". El final de un ciclo nos impulsa reflexionar sobre nuestras virtudes y defectos, hasta el punto de tomar una resolución firme y realizar cambios. Todos sabemos cuán efímeros son esos propósitos, y que no pasarán ni siquiera un par de semanas antes de que se olviden. Sin embargo, esto no solo ocurre en año nuevo, puede ocurrirnos en nuestras vidas en muchos aspectos.

La perseverancia es hermana de la fortaleza. Con frecuencia en muchos aspectos de la vida, existe una verdadera lucha. Desde la escuela, el "aguantar" a un jefe lleno de defectos, tener una novia o un novio que hace cosas que nos desagradan, tener un marido o una esposa que a veces nos rompe los nervios y muchos otros momentos de la vida son difíciles. Desde pequeñas crisis hasta grandes huracanes, la vida nos depara un hecho innegable: la vida es hermosa, pero no necesariamente sencilla.

Si somos como un barquito de papel, la menor llovizna nos hunde irremediablemente. Hace falta la fortaleza.

La perseverancia es un esfuerzo continuado. Es un valor fundamental en la vida para obtener un resultado concreto. Existen muchos matices al vivir la perseverancia: existen aquellos que son necios irremediables, y otros que son veletas que cambian de rumbo. Estos últimos, tienen grandes problemas.

Siempre es emocionante iniciar algo: existe una gran ilusión, sueños y esperanzas. Ese "algo" puede ser un nuevo trabajo, vivir en una nueva ciudad, conocer a una persona que potencialmente puede ser nuestra pareja, un nuevo proyecto de trabajo. Sin embargo, fácilmente comenzarán a existir resistencia y problemas. En el nuevo trabajo,

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comenzaremos a conocer gente que no nos agrada, o las exigencias podrán ser agotadoras, al vivir en una nueva ciudad tal vez la gente no nos acepte fácilmente por nuestro acento o nuestra costumbres, tras el "enamoramiento" inicial, comenzamos a descubrir que esa persona ideal no lo es tanto y que en su personalidad hay aspectos que pueden rayar en lo insoportable. Si una persona abandona un trabajo porque su jefe no le agrada, tras cambiarse de ciudad decide regresar a su lugar de origen porque el hicieron el feo por su acento, si abandonamos a la pareja porque "no es perfecta", entonces estamos ante la falta de perseverancia, y en el fondo siempre existe un sentimiento en el corazón: el de haber sido derrotado, vencido y el no haber luchado por algo que valía la pena.

El combustible para que la perseverancia pueda moverse largamente es el de la visión de largo plazo y la profundidad. Los seres humanos somos hedonistas, es decir, preferimos el bien inmediato. Una persona puede utilizar una droga porque en el momento de administrársela a su cuerpo percibe sensaciones que le gustan, pero no le importa que su cuerpo se dañe en el largo plazo. Esa miopía provoca que hagamos grandes tonterías en nuestras vidas por obtener satisfacción instantánea. El punto es que con la perseverancia, debemos tener la fortaleza de no dejarnos llevar por lo fácil y lo cómodo, a cambio de obtener algo más grande y mejor en el futuro. Si vemos la vida con superficialidad entonces nos dejaremos llevar por las cosas inmediatas.

Cuando hablamos de perseverancia, valdría la pena tomar un papel y ver nuestros propósitos de año nuevo. El problema con los propósitos es que siempre decimos el "qué" pero nunca el "cómo". Por otro lado, a veces no conocemos a fondo nuestras capacidades (o falta de ellas) para poder establecer objetivos que realmente podamos alcanzar.

La lista de año nuevo, y cualquier propósito que emprendamos (una relación afectiva, un trabajo, un cambio de residencia), debería estar acompañado de un recuento de los medios con los que vamos a lograr ese trabajo. Si queremos arreglar una cañería rota, necesitaremos herramientas, y sería muy bobo desalentarnos porque no pudimos llegar hasta la cañería por el muro con las uñas ¡Hacen falta herramientas! Esas herramientas son nuestras habilidades, circunstancias, posibilidades y conocimientos. ¿Cómo aplico mis habilidades, circunstancias, posibilidades y conocimientos para que mi relación de pareja sea estable? ¿Cómo intervienen mis posibilidades en ese nuevo trabajo? ¿Qué se hacer bien y mal?

La perseverancia requiere sentido común. A cambio de contar con el valor de la perseverancia obtendremos el gozo de luchar por lo que queremos. Tal vez no lo logremos de inmediato, incluso tal vez no logremos algo en el final, sin embargo es importante disfrutar el camino. La perseverancia brinda estabilidad, confianza y es un signo de madurez.

A veces nos olvidamos de la sabiduría popular, pero no sería mala idea reflexionar solo un momento el viejo refrán El que persevera alcanza.

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Actividades.-

1. Hacer una fotocopias de este texto para cada alumno.

2. Leer individualmente el ejercicio y contestar a estas preguntas:

a) ¿Por qué aguantan tanto los castillos antiguos?

b) Señalar diferencias entre el castillo y la veleta.

c) ¿Cómo desarrollar el propio carácter?

3. Leer las contestaciones de varios chicos.

¡EL ÁRBOL DE PAÑUELOS!

Manolo andaba lentamente por las calles de la ciudad. A menudo miraba atrás por si alguien le seguía. Tenía miedo de todo, de encontrarse con algún conocido, con la policía o con algún ladrón. Se encontraba mal y tenía frío. Diciembre avanzaba y pronto llegaría Navidad.

¿Qué podía hacer? En el bolsillo no tenía ni un duro, había entrado en u restaurante para ofrecerse de lavaplatos a cambio de un plato de comida, pero cuando lo vieron con el pelo sucio y la barba sin afeitar le dijeron que no lo necesitaban.

Manolo llegó a la ciudad con mucho dinero, pensó que no se le acabaría nunca y se lo gastaba sin control. No le faltaban amigos, pero cuando le vieron sin nada y medio enfermo le dieron la espalda. Cada día pensaba alguna manera para conseguir dinero de los demás.

Recordaba a sus padres y hermanos. ¡Qué felices deberían estar en su pueblo! Pero él los había ignorado desde que llegó a la ciudad. ¿Lo recibirían si se lo pedía? Todo el dinero que le habían dado para que estudiara, Manolo lo había malgastado. Nunca les había enviado ni una carta.

¿Una carta? A Manolo se le ocurrió una idea: les escribiría, les diría cómo vivía y que dormía en la calle... Pero seguro que lo perdonarían.

El padre de Manolo volvía rendido del campo. Ya empezaba a notar los años y se casaba mucho. Su mujer, en la cocina, preparaba la cena. Al rato llegaron los hijos a casa.

-“Papá ha llegado esta carta para ti.” –dijo Cristián.

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E padre se sentó, abrió la carta y empezó a leerla. A mitad de la lectura levantó los ojos y mirando hacia la cocina, quiso llamar a su mujer, pero las palabras no le salían de la boca:

-“Isabel... Isabel...”

Su mujer y los hijos acudieron sorprendidos para ver qué pasaba.

-“Qué pasa?” –preguntó Isabel al ver a su marido tan agitado.

-“Manolo... Esta carta de Manolo. Léela en voz alta, Cristián.”

-“Queridos padres y hermanos: os pido perdón por todos los disgustos que os he dado, por el olvido que he tenido hacia vosotros, por no haber cumplido ni un solo día mi obligación de estudiante, por haber malgastado todo el dinero que me disteis para conseguir un buen futuro. Estoy enfermo, sin dinero y nadie cree en mí...”

Cristián dejó de leer, miró por la ventana y vio que los árboles no tenían hojas, hacía frío y el cielo anunciaba una buena nevada. Volvió la mirada hacia la carta y siguió la lectura:

“Si vosotros me perdonáis y estáis dispuestos a acogerme, poned un pañuelo blanco en el árbol que hay entre la casa y la vía del tren. Yo pasaré la víspera de Navidad en el tren. Si veo el pañuelo en el árbol, bajaré e iré hacia casa. Si no, lo entenderé y continuaré el viaje.”

A medida que el tren se acercaba a su pueblo, Manolo se ponía nervioso. ¿Estaría colgado el pañuelo en el árbol? ¿Le perdonarían sus padres? ¿Y sus hermanos? Pronto lo sabría ya que antes de diez minutos el tren pararía en la estación de su pueblo. El tren pasó rápido por delante del árbol pero Manolo lo vio. ¡Estaba lleno de pañuelos blancos que sus padres y hermanos habían atado al árbol! El tren se paró, Manolo agarró su mochila y bajó deprecia. En el andén, bien abrigados, porque estaba nevando, estaba toda la familia.

Aquella Navidad fue muy diferente en el corazón de cada uno de ellos. Habían sabido perdonar y recuperaban el hijo perdido.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Saber pedir perdón y perdonar a los demás.

Contenido.- Perdón

Los resentimientos nos impiden vivir plenamente sin saber que un simple acto del corazón puede cambiar nuestras vidas y de quienes nos rodean

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En los momentos que la amistad o la convivencia se rompen por cualquier causa, lo más común es la aparición de sentimientos negativos: la envidia, el rencor, el odio y el deseo de venganza, llevándonos a perder la tranquilidad y la paz interior. Al perder la paz y la serenidad, los que están a nuestro alrededor sufren las consecuencias de nuestro mal humor y la falta de comprensión. Al pasar por alto los detalles pequeños que nos incomodan, no se disminuye la alegría en el trato cotidiano en la familia, la escuela o la oficina.

Sin embargo, no debemos dejar que estos aspectos nos invadan, sino por el contrario, perdonar a quienes nos han ofendido, como un acto voluntario de disculpar interiormente las faltas que han cometido otros.

En ocasiones, estos sentimientos son provocados por acciones o actitudes de los demás, pero en muchas otras, nos sentimos heridos sin una razón concreta, por una pequeñez que ha lastimado nuestro amor propio.

La imaginación o el egoísmo pueden convertirse en causa de nuestros resentimientos:

- Cuando nos damos el lujo de interpretar la mirada o la sonrisa de los demás, naturalmente de manera negativa; - Por una respuesta que recibimos con un tono de voz, a nuestro juicio indiferente o molesta; - No recibir el favor que otros nos prestan, en la medida y con la calidad que nosotros habíamos supuesto; - En el momento que a una persona que consideramos de "una categoría menor", recibe un favor o una encomienda para lo cual nos considerábamos más aptos y consideramos injusta la acción.

Es evidente que al ser susceptibles, creamos un problema en nuestro interior, y tal vez enjuiciamos a quienes no tenían la intención de lastimarnos.

Para saber perdonar necesitamos:

- Evitar "interpretar" las actitudes. - No hacer juicios sin antes de preguntarnos el "por qué" nos sentimos agredidos (así encontraremos la causa: imaginación, susceptibilidad, egoísmo). - Si el malentendido surgió en nuestro interior solamente, no hay porque seguir lastimándonos: no hay que perdonar. Lamentamos bastante cuando descubrimos que no había motivo de disgusto... entonces nosotros debemos pedir perdón.

Si efectivamente hubo una causa real o no tenemos claro qué ocurrió:

- Tener disposición para aclarar o arreglar la situación. - Pensar la manera de llegar a una solución.

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- Buscar el momento más adecuado para platicarlo con calma y tranquilidad, sobre todo de nuestra parte. - Escuchar con paciencia, buscando comprender los motivos que hubo. - Exponer nuestras razones y llegar a un acuerdo. - Olvidar en incidente y seguir como si nada hubiera pasado.

El Perdón enriquece al corazón porque le da mayor capacidad de amar; si perdonamos con prontitud y sinceramente, estamos en posibilidad de comprender las fallas de los demás, actuando generosamente en ayudar a que las corrijan.

Es necesario recordar que los sentimientos negativos de resentimiento, rencor, odio o venganza pueden ser mutuos debido a un malentendido, y es frecuente encontrar familia en donde se forma un verdadero torbellino de odios. Nosotros no perdonamos porque los otros no perdonan. Es necesario romper ese círculo vicioso comprendiendo que "Amor saca amor". Una actitud valiente de perdón y humildad obtendrá lo que la venganza y el odio nunca pueden, y es lograr reestablecer la armonía.

Una sociedad, una familia o un individuo lleno de resentimientos impiden el desarrollo hacia una esfera más alta.

Perdonar es más sencillo de lo que parece, todo está en buscar la forma de mantener una convivencia sana, de la importancia que le damos a los demás como personas y de no dejarnos llevar por los sentimientos negativos.

Actividades.-

1. Los niños leen en voz alta este texto y el profesor comprueba la comprensión.

2. Cada alumno contesta a estas preguntas:

a) ¿Qué le pasó a Manolo en el restaurante?

b) ¿Qué hizo con el dinero?

c) ¿Cómo se comportó con sus padres y hermanos?

d) ¿Qué les decía Manolo en su carta?

e) ¿Cuál era la señal para saber si le perdonaban?

f) ¿En qué ocasiones podemos perdonar a los otros?

3.Escribir en la pizarra las contestaciones a la pregunta f).

OBSTÁCULOS DE LA FORMACIÓN DEL CARÁCTER

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La formación del carácter tiene un crecido número de obstáculos, y no es raro que muchos jóvenes tropiecen con ellos y echen a perder su carácter.

Uno de estos obstáculos, como ya has podido ver, es el temor que de continuo te acosa: “Bien; yo tengo mis principios sólidos en esta cuestión; pero si los sigo, ¿qué dirán los demás?” Quien no hace sino correr en pos del beneplácito de los hombres, de sus favores, y por ello está dispuesto a negar los principios, de antemano aceptados, es muy natural que nunca llegue a formarse un carácter firme. El joven de carácter no se preocupa del juicio que sus obras merezcan a los hombres, sino del fallo que sobre ellas emita su propia conciencia. ¡Qué espectáculo más triste, por ejemplo, el de aquellos jóvenes que “por amor a la sociedad”, mejor dicho, por temor a los hombres, sostienen conversaciones, hacen cosas, a las que su alma honrada vuelve las espaldas cuando están a solas y no sienten la nefasta influencia del respeto humano!

Otro obstáculo del carácter son las fuerzas desordenadas de nuestro interior; y es un contrasentido hablar de carácter, mientras no hayamos puesto en orden este bosque salvaje personal. En el alma de cada joven hay una o dos pasiones grandes, fuertes; hay algunos vicios que la dominan. Descubrir estas pasiones y tenerlas a raya, he aquí el camino seguro de la formación del carácter. No pierdas el tiempo en la extirpación de faltas pequeñas. Sujeta la pasión dominante; después vencerás con facilidad las restantes. En este joven, por ejemplo, el vicio capital es la comodidad, que huye del trabajo con espanto y terror; en otro, es la gula exagerada; en un tercero, la charla continua; en el de más allá, la ira precipitada, o el amor propio exagerado, la testarudez. Todos estos defectos son otros tantos focos de rebeldía en el reino de tu alma. Si no los vences a tiempo, si no los encadenas ahora, muy mal te saldrá más tarde la partida.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Vencer el “qué dirán” y las pasiones dominantes.

Contenido.- Respetos humanos

Se debe decir la verdad superando el temor al qué dirán...

Textos de la Iglesia

4592 ¡Oh, maldito respeto humano, qué de almas arrastra al infierno! (SANTO CURA DE ARS, Sobre el respeto humano).

4593 ¿Sabéis cuál es la primera tentación que el demonio presenta a una persona que ha comenzado a servir mejor a Dios? Es el respeto humano. (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre las tentaciones).

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4594 Convéncete de que el ridículo no existe para quien hace lo mejor. (San Josemaría ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, n. 392).

4595 Ríete del ridículo.—Desprecia el qué dirán. Ve y siente a Dios en ti mismo y en lo que te rodea.—Asi acabarás por conseguir la santa desvergüenza que precisas, ¡oh paradoja! para vivir con delicadeza de caballero cristiano. (San Josemaría ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, n. 390).

4596 No eres más santo cuando te alaban, ni más vil si te desprecian. Lo que eres, eso eres: ni se puede decir más de ti de lo que Dios sabe que eres. Si miras lo que eres dentro de ti, no tendrás cuidado de lo que de fuera hablan de ti. El hombre ve lo de fuera; Dios el corazón (I Sam 16, 7). El hombre considera las obras, y Dios pesa las intenciones.(Imitación de Cristo, II, 6.3).

4597 Tenéis el sacramento de la Confirmación, por el cual quedáis convertidos en otros tantos soldados de Jesucristo, que valerosamente sientan plaza bajo el estandarte de la cruz, que jamás deben ruborizarse de las humillaciones y oprobios de su Maestro, que en toda ocasión deben dar testimonio de la verdad del Evangelio. Y no obstante, ¿quién lo dijera?, se hallan entre vosotros yo no sé cuántos cristianos que por respeto humano no son capaces de hacer públicamente sus actos de piedad; que quizás no se atreverían a tener un crucifijo en su cuarto o una pila de agua bendita a la cabecera de su cama; que se avergonzarían de hacer la señal de la cruz antes y después de la comida, o se esconden para hacerla. ¿Veis, por consiguiente, cuán lejos estáis de vivir conforme vuestra religión os exige? (SANTO CURA DE ARS, Sobre el misterio).

4598 ¡Oh, Señor mío, que si de veras lo conociésemos no se nos daría nada de nada, porque dais mucho a los que se quieren fiar de Vos! (SANTA TERESA, Camino de perfección, 29, 3).

4599 Aquel que después de ser menospreciado deja de hacer el bien que hacia, da a entender que actúa por el aplauso de los hombres; pero si en cualquier circunstancia hacemos el bien a los demás, tendremos una grandísima recompensa. (S. JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, val. Il, p. 43).

4600 Piensa lo que te plazca de Agustín, con tal de que la conciencia no me acuse delante de Dios. (S. AGUSTÍN, Contra Secundino, 1).

Actividades.-

1.El profesor lee el texto y explica su contenido.

2. Cada alumno contesta individualmente a estas preguntas:

a) ¿En qué consiste el “qué dirán”?

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b) ¿Qué otros obstáculos suelen presentarse?

c) ¿Señala varios vicios que pueden tener algunos jóvenes?

d) ¿Qué hacer para dominar los vicios dominantes?

3.Varios alumnos leen las contestaciones

EL POZO DE LA CASCINA PIANA

Cascina Piana era un pueblo muy pequeño, rodeado de bosques y de prados, muy muy lejos de Roma, la conocida capital de Italia. Tan pequeño era el pueblo que se podían contar las casa con los dedos de tres manos.

En Cascina Piana sólo había un pozo para sacar agua y era un pozo extraño, porque no había cuerda para sacar cubos. ¡Qué cosa! Cada una de las familias, en su casa, tenía guardada una cuerda y quien iba a buscar el agua, se la llevaba al pozo y cuando ya tenía el agua necesaria la descolgaba y se la llevaba celosamente hacia su casa ¡Un solo pozo y quince cuerdas!

Si no os lo creéis, podéis ir allí y os explicarán cómo no hace mucho tiempo, aquellas familias estaban desavenidas, nadie quería saber nada del otro. Eran incapaces de descubrir que era mejor tener una sola cuerda para todos.

Llegó la guerra y los hombres del pueblo tuvieron que marchar, y recomendaron a sus mujeres lo que tenían que hacer y, sobre todo, que no se dejaran robar las cuerdas.

Después hubo una invasión en el país, los hombres estaban lejos, las mujeres tenían miedo, pero las quince cuerdas estaban bien guardadas en las quince casas.

Un día un chico de Cascina fue al bosque a recoger leña y encontró a un hombre herido en un a pierna. Muy deprisa, se lo dijo a su madre. La mujer estaba muy nerviosa y se retorcía las manos, pero de golpe dijo:

-“Lo llevaremos a casa y lo tendremos escondido. Esperemos que alguien ayude a tu padre-soldado en una situación parecida. No sabemos dónde está, ni siquiera si está vivo.”

Escondieron al hombre en el pajar y avisaron al médico diciéndole que se trataba de la abuela, pero las otras mujeres de Cascina, habían visto a la abuela aquella misma mañana, sana como una manzana, y descubrieron que había gato encerrado.

Antes que llegara la noche todo Cascina sabía que un hombre herido estaba en el pueblo y algún campesino viejo dijo:

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-“Si lo saben los invasores, vendrán aquí y nos matarán a todos.. Esto acabará mal.”

Pero las mujeres no razonaron así. Pensaban en sus maridos, tan lejos... y suspiraban. Al tercer día por la noche una mujer cogió una buena longaniza y se la llevó a Catalina que era la madre del chico que encontró al hombre. Al cabo de un rato y a oscuras, llegó otra con una botella de vino, después una tercera con un saco de harina de trigo, una cuarta con un trozo de panceta y antes que amaneciera todas las mujeres de Cascina habían visto al hombre y le habían llevado sus regalos, al mismo tiempo que se enjugaban las lágrimas, para que se curara pronto.

Así, trataron al hombre como si fuera de la familia.

Y llegó un día que, ya muy mejorado, salió a tomar el sol y vio el pozo sin cuerda y se quedó sorprendido de tanto trabajo y tantas cuerdas. Las mujeres no le pudieron dar ninguna explicación satisfactoria. Tenían que haberle dicho que antes no eran amigos. Ahora pensaban que era diferente, todo había cambiado: habían sufrido juntas y juntas habían ayudado al hombre.

Entonces decidieron comprar una cadena entre todas las familias y dejarla en el pozo. Así lo hicieron y el hombre sacó el primer cubo de agua. Parecía la inauguración de un monumento.

Aquel mismo día, marchó el hombre, bien curado, hacia las montañas.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Comprender la necesidad de llevarse bien con todos y ayudarse.

Contenido.- Sociabilidad

Este valor es el camino para mejorar la capacidad de comunicación y de adaptación en los ambientes más diversos.

Es natural sentirnos atraídos por personas que en las circunstancias y momentos más variados, nos cautivan por su amabilidad y su facilidad de conversación, casi inmediatamente reconocemos un natural interés por nuestra persona, trabajo, familia, pasatiempos y actividades, sin otro fin que conocer a la persona y establecer una relación más cordial.

Cuando nos interesamos en establecer un verdadero diálogo para conocer más acerca de las personas, nos damos cuenta que poco a poco el interés se hace mutuo y de esta forma damos un gran paso en las relaciones sociales.

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La sociabilidad es el valor que nos impulsa a buscar y cultivar las relaciones con las personas compaginando los mutuos intereses e ideas para encaminarlos hacia un fin común, independientemente de las circunstancias personales que a cada uno rodean.

Al tener contacto con personas diferentes, tenemos la posibilidad de aprender de su experiencia y obtener otra perspectiva de la vida para mejorar nuestra persona, para más adelante poder contribuir a su desarrollo personal y así comenzar una espiral sin fin en la cual todos nos vemos beneficiados.

El lograr una verdadera amistad no necesariamente es el resultado de la sociabilidad, pues depende de otras disposiciones, este valor es un medio que facilita el acercamiento y la comunicación con las personas.

En las relaciones profesionales o laborales, por ejemplo, debe existir un interés porque las personas desempeñen mejor su trabajo; para lograr este objetivo, hace falta conocer su entorno familiar y las circunstancias en las que viven, así como su forma de ser, sus reacciones y las motivaciones por las cuales se rigen, con estos elementos a la mano estamos en condiciones de contribuir en el desarrollo individual, profesional y de conjunto en el lugar de trabajo.

Otro caso que puede citarse es en el ámbito escolar, donde los profesores que demuestran interés por cada uno de sus alumnos pueden convertirse en los mejores guías positivos para la vida, pues los impulsan no sólo a mejorar como alumnos, sino a contribuir en la mejora del grupo y a participar en actividades de beneficio común para su centro educativo y la sociedad entera.

En cualquiera de los casos (oficina, escuela, lugar de residencia o grupo de acción social), toda relación o proyecto se alcanza a través del conocimiento individual y colectivo de las personas, uniendo las aspiraciones y objetivos propios con los de los demás. Por tanto, este valor no se basa en la simpatía o en la afinidad emocional, que se pueden dar y también cuentan, sino en el auténtico interés por el beneficio de todas las personas, mejorando el entendimiento, la ayuda mutua y el trabajo en equipo.

La sociabilidad es un canal de comunicación que puede sentar las bases para tener nuevos amigos, elegir a la persona adecuada para formar una nueva familia o comenzar una nueva empresa, en base al intercambio de gustos, aficiones e intereses que se comparten y dan como resultado una relación más trascendente.

En términos generales, existen algunas actitudes que dificultan la vivencia de este valor y debemos sortearlas para lograr su desarrollo y vivencia cotidiana:

- Evitar dejarnos llevar por la primera impresión que nos provoca el encuentro con las personas (el semblante, la expresión o el vestido), pues de forma casi automática abrimos o cerramos nuestra comunicación por una simple apreciación.

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- Respetar y aceptar verdaderamente la forma de ser de los demás. Esto se traduce en catalogar a las personas (serio, tímido, aburrido, poco competente, etc.) según como se comporten en determinado ambiente, los excluimos y desplazamos de nuestro círculo sin conocerlos lo más mínimo y posiblemente formando una opinión equivocada respecto a su persona. Quien comete este error es porque no ha comprendido que las personas no son ni se comportan según su gusto.

- Cuidar que nuestro lenguaje sea sencillo y natural. A nadie le agrada encontrar a una persona que se empeña obstinadamente en hablar de su profesión y empleando el vocabulario propio de su actividad sin motivo alguno; es de mal gusto utilizar palabras y expresiones poco usuales y sacadas del diccionario para incluirse en cualquier momento; ni qué decir del lenguaje vulgar y grosero...

- Procurar ser respetuoso en todo momento. La excesiva familiaridad en el trato con personas que acabamos de conocer o con quienes hemos tenido poco contacto puede entorpecer una prometedora relación; el hecho de que sea alguien amigo o conocido de nuestros íntimos, no garantiza que comparta las bromas, las ideas, el sentir y el trato que tiene entre sí el grupo.

- Ser discretos y no tratar de conocer los pormenores e intimidades de las personas, sobre todo cuando no existe un mínimo de relación o confianza.

- Reconocer que todo tiene su momento y lugar. Hay quienes conocen a un médico y casi inmediatamente procuran obtener un punto de vista profesional a un mal que se padece, como una especie de consulta particular, lo cual es molesto e incómodo para el profesional, sobre todo si es en una reunión social y quien lo solicita es alguien con quien en ese momento ha coincidido.

Podemos creer que estamos mejor viviendo aislados, centrados en nuestra propia vida, sin depender de nadie y sin causar molestias. La realidad es que esto puede ser una manifestación de egoísmo y soberbia, pues todas las personas tienen algo bueno que aportar a nuestra vida.

Quienes se han esforzado por vivir e inculcar en su persona el valor de la sociabilidad, han encontrado una fuente inagotable de alegría, un camino para lograr verdaderas amistades, el mejorar su comunicación y capacidad de adaptación en los ambientes más diversos, pero sobre todo, una mejor forma de vida a lado de sus semejantes.

Actividades.-

1. Después de hacer copias del texto, los alumnos lo leen en voz alta.

2. El profesor se asegura de la comprensión y los chicos contestan a estas cuestiones:

a) ¿Qué pasaba con el pozo del pueblo?

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b) ¿Cómo se llevaban las familias?

c) ¿Por qué Catalina ayudó al soldado herido?

d) ¿Qué cosas le llevaron las mujeres al soldado?

e) ¿En qué sentido habían cambiado las familias?

d) ¿Qué hacer para llevarse bien con todos?

3. Puesta en común leyendo las contestaciones de varios niños.

EL COMBATE DEL ALMA

En el alma, pues, hay una lucha continua entre el bien y el mal. En cierta edad, en los años del desarrollo, esta lucha es extremadamente ruda; más tarde se mitiga algún tanto; pero nunca podemos decir que ya ha llegado a su fin.

¿Quién lucha en nosotros y contra quién?

Apenas contabas cinco o seis años, y ya sentiste los primeros movimientos del enemigo. Sentiste algo en ti que te empujaba hacia el mal. Un peso de plomo, que te hundiría en el abismo, en el abismo sin fondo de la ruina moral. Una terrible herencia, que nuestra religión cuenta entre las consecuencias del pecado original y la llama: inclinación al mal.

Esto es conveniente que lo sepas. Has de saber que por su naturaleza, el hombre se inclina más al mal que al bien. Esto lo conoces de sobra por tu propia experiencia.

¡Cuántos obstáculos se levantan en el camino de la formación ideal de nuestro carácter! Conocemos aquellos ideales sublimes que Nuestro Señor Jesucristo fijó a la vida humana, y por lo tanto también a mi propia vida; sentimos entusiasmo por sus divinas enseñanzas, quisiéramos vivir según ellas...

Pero, ¡ay!..., observo al mismo tiempo dentro de mi un persistente choque, trágico y pavoroso. El bien agrada; pero el pecado tiene aún más alicientes. La vida ideal atrae hacia las alturas, pero el pecado tira hacia abajo. Me gustaría subir volando a las cimas nevadas de la vida ideal, pero la tentación del pecado ya me abruma con peso de plomo. Dime, ¿nunca tal vez has echado de ver en ti esta gran lucha, este combate, esta guerra sin cuartel que un niño de primera enseñanza en su lenguaje ingenuo expresó de esta manera: “¿Cómo es tan bueno el ser malo y tan malo el ser bueno?”

Pues bien, el que en esto triunfa, es un joven heroico

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O ¿es que hay jóvenes no heroicos? Por desgracia ¡los hay! Y ¡cuántos! Va un estudiante por la calle y el otro le pincha..., ya le levanta el puño y empieza la riña: no es héroe; sólo aquel que sabe refrenar su naturaleza, sus malas inclinaciones, es héroe.

Es héroe quien vuelve la espalda, si al ir por la calle choca su mirada con un anuncio de mal género, con un cuadro inmoral de algún escaparate.

Si has ofendido a alguien, ¿sabes pedirle perdón inmediatamente? Es heroísmo muchas veces.

Por más que te seduzca el pecado, ¿sabes permanecer firme en el honor? ¡Esto es heroísmo!

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Luchar contra las tendencias del mal.

Contenido.- Paciencia

Si nuestra época pudiera tener un nombre se llamaría “prisa”. ¿Cómo esperamos que nuestra vida tenga más cordura y sea más amable a los demás si todo lo queremos “ya”?

Nuestra vida se desenvuelve a un ritmo vertiginoso: demasiada prisa para hacer, para llegar, para resolver asuntos personales y del trabajo, fricciones que surgen cada día con las personas, citas urgentes. Si nuestra época pudiera tener un nombre se llamaría “prisa”. Por eso es necesario hacer un alto en el camino y reflexionar un poco sobre el valor de la paciencia, para no dejarnos abrumar y tampoco seguir esa carrera loca que va a toda marcha. ¿Cómo esperamos que nuestra vida tenga más cordura y sea más amable a los demás si todo lo queremos “ya”?

La paciencia es el valor que hace a las personas tolerar, comprender, padecer y soportar los contratiempos y las adversidades con fortaleza, sin lamentarse; moderando sus palabras y su conducta para actuar de manera acorde a cada situación.

Al encontrarnos con personas que a nuestro juicio siempre son molestas, inoportunas o “lentas”, podemos caer en el error de fingir una actitud paciente, es decir, dar la apariencia de escuchar sin alterarse ni expresar emoción, buscando escapar de la situación lo más rápido posible dando respuestas breves y un tanto cortantes, eso sí, procurando que no se den cuenta para no herir los sentimientos; a esto se le llama indiferencia, insensibilidad ante el estado de ánimo de los demás.

Uno de los grandes obstáculos que impiden el desarrollo de la paciencia, es, curiosamente, la impaciencia de esperar resultados a corto plazo, sin detenerse a considerar las posibilidades reales de éxito, el tiempo y esfuerzo requeridos para alcanzar el fin:

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- El hacerse de demasiadas actividades produce ansiedad y prisa, quedando un amargo sabor de boca y mal humor por no terminar todo lo que hemos iniciado. En pocas palabras, debe haber moderación, ser conscientes de nuestros alcances para evitar contraer demasiados compromisos que posiblemente no podamos cumplir.

- Otro ejemplo clásico se da en el ámbito laboral con el personal de reciente contratación, su curriculum y proceso de selección muestran los conocimientos y capacidad necesarios para desempeñar el puesto, sin embargo, cada labor específica requiere de un proceso de adaptación a las políticas, modalidades, normas y estilos del centro de trabajo; no se puede descartar a una persona a las dos semanas de iniciar su desempeño por no lograr una rápida adaptación.

- El ahorrar puede ser un forma de medir nuestra paciencia, no importan las cantidades ni la frecuencia con que se acumulen , la constancia nos llevará a reunir la suma necesaria para adquirir el auto, el juguete o realizar ese viaje que tanto hemos soñado. Si quitamos la vista del objetivo, terminaremos por gastar lo poco que hemos reunido, y nuestra meta será cada vez más lejana e inalcanzable.

- Aunque en tono irónico se dice que son los hijos quienes nos proporcionan una fuente inagotable de paciencia, no deja de ser verdadero en cierta forma. La impaciencia que manifiestan los padres, en gran parte se debe al querer que los hijos razonen y actúen como adultos, “¿es qué no piensas?”, “te dije que lo hicieras así...”, son algunas de las más comunes frases empleadas por los padres en su desesperación. No debemos olvidar que la madurez se da con el tiempo, la experiencia y la formación que reciben los hijos. Claro está que hay chicos que son más traviesos, el reto es tener la habilidad para educarlos pacientemente y de la mejor manera posible.

Existen otros retos no menos importantes para el desarrollo de la paciencia, que se refieren específicamente al hecho de soportar y tolerar las contrariedades inesperadas; por ejemplo:

- Soportar las molestias del clima a través del arduo trayecto a la oficina y la escuela, con cientos de autos circulando a nuestro alrededor. - Ser tolerantes al realizar tareas con otros, ante su falta de destreza, conocimiento o pericia para realizar las cosas. Se da con el trabajador que no ha entendido como presentar un informe, con la empleada del hogar que no sabe como deseamos que limpie la casa, con los hijos que no entienden las matemáticas... La paciencia debe llevarnos a enseñar la manera de hacer las cosas, al ofuscarnos los resultados suelen ser totalmente contrarios a nuestros deseos.

- La predisposición que tenemos al acudir a aquel lugar donde “siempre me hacen perder el tiempo”. ¿Por qué disgustarnos innecesariamente?, lleva una revista o un libro para ocupar tu tiempo mientras haces fila en una ventanilla o en la sala de espera del consultorio.

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- Mostrar “buena cara” cada que nuestro jefe o compañero de trabajo, nos pide que le hagamos el mismo favor de siempre. En vez de mostrar impaciencia y hacer las cosas de mala gana, lo más sano es contar con esa actividad como si fuera fija, dentro de nuestro tiempo y quehaceres, sólo así podremos realizarla gustosamente.

Nada ganamos con la desesperación, antes de reaccionar debemos darnos tiempo para escuchar, razonar y en su momento actuar o emitir nuestra opinión.

La paciencia siempre tendrá sus recompensas: mantener y mejorar las relaciones con la pareja y los hijos, los compañeros de trabajo (incluyendo jefes y subordinados); tener amistades duraderas; obtener los resultados deseados en aquella labor a la que hemos dedicado mucho tiempo y esfuerzo

La persona que vive el valor de la paciencia, posee la sensibilidad para afrontar las contrariedades conservando la calma y el equilibrio interior, logrando comprender mejor la naturaleza de las circunstancias generando paz y armonía a su alrededor.

Actividades.-

1. El profesor lee el texto y explica las ideas principales.

2. Cada chico contesta estas preguntas:

a) ¿A qué edad se sienten las primeras tendencias al mal?

b) ¿De dónde nace la inclinación al mal?

c) ¿Quién nos señaló los ideales más sublimes?

d) ¿Qué lucha se plantea entre el bien y el mal?

e) Señala algún ejemplo de heroísmo.

3. Leer las contestaciones de varios alumnos.

POEMA 50

Iba yo pidiendo, de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos, como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel Rey de reyes.

Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé aguardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo.

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La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de pronto tú me tendiste tu diestra diciéndome: “¿Puedes darme alguna cosa?”.

¡Ah, qué ocurrencia la de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Y yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo, y te lo di.

Pero qué sorpresa la mía cuando al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón para dártelo todo!

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Ser generoso con los pobres.

Contenido.- Desprendimiento

El valor del desprendimiento nos enseñará a poner el corazón en las personas, y no en las cosas materiales.

El valor del desprendimiento consiste en saber utilizar correctamente nuestros bienes y recursos evitando apegarse a ellos y, si es necesario, para ponerlos al servicio de los demás.

El desprendimiento como valor se origina al reconocer que todos tenemos necesidades y en algunos casos encontramos personas con carencias. En cualquier situación debemos superar nuestro egoísmo e indiferencia para colaborar en el bienestar de los demás, no importa si es mucho o poco lo que hacemos y aportamos, lo importante es tener la conciencia de ofrecer algo, de aportar. En la generosidad que requiere el desprendimiento no cabe el ofrecer algo que nos sobra.

El valor del desprendimiento tiene que ver con varios aspectos, entre ellos: la importancia que le damos a las cosas, el uso que hacemos de ellas y la intención que tenemos para ponerlas al servicio de los demás.

En ocasiones vivimos y trabajamos sin descanso para poseer aquello que tanto nos ilusiona (autos, joyas, ropa, aparatos, etc.) y nuestra vida se mueve a ese compás, sin embargo si no tenemos cuidado puede llegar el momento en que a pesar de la insatisfacción que nos produce llenarnos de cosas, pretendemos que éstas llenen un vacío interior.

A veces en broma, pero muchas veces en serio hemos escuchado decir de alguien: “quiere más a su coche que a (...)”, “ni se te ocurra tocar sus (...) porque tendrás problemas”, “ni se lo pidas, jamás presta lo que tiene”, “ todo su dinero lo ocupa para (...)”, etc., y todas ellas reflejan a una persona con apego inmoderado por lo que tienen.

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Debemos recordar que en el orden de los afectos, las personas y su bienestar ocupan el primer lugar antes que nuestra persona misma o lo que poseemos.

Existen personas que materialmente ponen el corazón en las cosas materiales. A veces por los recuerdos que evocan, pero en otras debido al valor económico que tienen o simplemente por el trabajo que supuso adquirirlos. A esta particular forma de afecto se le llama apego y de ninguna manera se relaciona con el hecho de cuidar las cosas y hacer buen uso de ellas.

Cuando nuestro aprecio es mayor por las cosas que por las personas, nos parece absurdo compartir lo que tenemos, o en su defecto lo hacemos a regañadientes. El desprendimiento supone un esfuerzo para superar ese sentimiento de posesión y exclusividad de lo que poseemos para ofrecerlo gustosamente a los demás.

No debemos confundir el desprendimiento con el hecho de deshacernos de todo aquello que no utilizamos, que es inservible o se ha convertido en un estorbo, esta actitud manifiesta poco respeto por la persona que lo recibe, independientemente de su condición y situación actual. Somos tan soberbios que consideramos un insulto recibir algo de segunda mano, ¿por qué los demás deben soportar lo que nosotros consideramos desprecio?

Puede parecer que este valor se enfoca únicamente a objetos, pero nuestros recursos van más allá de lo que se puede tocar, poseemos conocimientos, cualidades y habilidades que muchas veces nos cuesta trabajo poner a disposición de las personas, porque requiere prescindir de nuestro descanso, gustos, preferencias y comodidades para llevarse a efecto.

Nos sorprendemos con el médico que atiende enfermos sin cobrar honorarios; personas que pasan los días trabajando en obras de caridad; profesores que trabajan horas extras desinteresadamente; padres de familia que se niegan gustos y diversiones personales para pensando en su familia; lo más inaudito es que muchos de ellos no viven en una condición del todo desahogada. El verdadero desprendimiento no tiene medida, sin calcular cuánto es lo indispensable para cumplir, es una entrega generosa de todo, Sí, de todo lo que tenemos.

Para vivir el desprendimiento puedes: Hacer una lista de las cosas que tiene y determinar cuales realmente necesitamos y cuales son caprichos, vanidades, etc.

- Ayudar a una obra de caridad haciendo una aportación significativa, de acuerdo con tus posibilidades.

- Enseñar a otros algo que sepas hacer bien (sin olvidar de enseñarles los “secretos” que pudieras atesorar sobre el tema)

- Regala o dona un bien al que sientas que te has apegado.

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- Procura decir más veces “si” cuando te pidan algo prestado sin poner pretextos.

El valor del desprendimiento ayudará a nuestra sociedad al convertirnos en personas más altruistas y generosas, brindará un mejor ambiente en nuestras relaciones con amigos y familiares y nos convertirá en personas que tienen el corazón puesto en el lugar adecuado.

Actividades.-

1. Se lee cada párrafo y se establece un debate entre los alumnos para explicar su sentido.

2. Cada alumno hace una redacción sobre la generosidad.

3. Se leen varias redacciones.

EL MONJE DOMADOR

Muchos jóvenes estarían dispuestos a matar el dragón en el bosque cual otro Sigfrido; pero no tienen paciencia para combatir el dragón de las malas inclinaciones que mora en su alma. Y, sin embargo, ¡Qué bendito trabajo es éste!

El abad de un monasterio antiguo preguntó una noche a uno de los monjes: “¿Qué has hecho hoy?” “¡Oh! –contestó el fraile-, tenía tanto que hacer hoy, y también los otros días, que mis propias fuerzas no me habrían bastado, de no ayudarme la gracia de Dios. Tengo que domar cada día dos halcones, debo aprisionar dos ciervos, es preciso que amanse dos gavilanes, he de vencer un gusano, tengo necesidad de domesticar un oso y de cuidar a un enfermo..” – “Pero ¿qué me cuentes? –dijo con risa el abad. No hay modo de hacer esto en todo el monasterio.” – “No obstante, es así” –contestó el monje.

Los dos halcones son mis dos ojos, que he de vigilar continuamente para que no miren cosas malas. Los dos ciervos son mis dos piernas: he de guardarlas para que no corran al pecado. Los dos gavilanes son mis dos manos: he de obligarlas a que trabajen y hagan obras buenas. El gusano es mi lengua: he de refrenarla para que no charle cosas vanas y pecaminosas. El oso es mi corazón: he de luchar continuamente contra el amor que se tiene a sí mismo y contra su vanidad. Y el enfermo es todo mi cuerpo, que he de cuidar para que no lo avasalle la concupiscencia.”

El combate contra los instintos desordenados es un domar continuado que tú también y todos los demás que quieran tener carácter, habéis de cumplir día tras día.

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El joven que se preocupa de su carácter, nunca excusará sus faltas diciendo: “Es por demás; yo soy así; ya nací con este temperamento”; sino que trabajará sin tregua en el perfeccionamiento de su alma. Repite por lo tanto muchas veces para tus adentros: Aunque moren fieras en mí, llegaré a domarlas. No me resigno a ser como sería según mi temperamento, sino que he de ser como yo quiero, . Estamos en este mundo, no para pararnos en lo que somos, sino para plasmar lo que hemos de ser. (Sailer)

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Aprender a dominar las malas inclinaciones personales.

Contenido.- Coherencia

Es el valor que nos hace ser personas de una pieza, actuando siempre de acuerdo a nuestros principios.

Coherencia es la correcta conducta que debemos mantener en todo momento, basada en los principios familiares, sociales y religiosos aprendidos a lo largo de nuestra vida.

Con este valor somos capaces de cumplir con mayor eficacia nuestras obligaciones, pues hace falta ser honesto y responsable; en nuestras relaciones personales es indispensable para ser sinceros, confiables y ejercer un liderazgo positivo; para nuestra persona, es un medio que fortalecer el carácter y desarrolla la prudencia, con un comportamiento verdaderamente auténtico.

En primera instancia, el problema de vivir este valor es que somos muy susceptibles a la influencia de las personas y lugares a los que asistimos; por temor callamos, evitamos contradecir la opinión equivocada, o definitivamente hacemos lo posible por comportarnos según el ambiente para no quedar mal ante nadie. No es posible formar nuestro criterio y carácter, si somos incapaces de defender los principios que rigen nuestra vida. Lo mejor es mantenerse firme, aún a costa del cargo, opinión o amistad que aparentemente está en juego.

Una madre con varios hijos a los que adora y estando felizmente casada, se encontraba en la reunión de los miércoles con sus amigas, cada sorbo de café se acompañaba de comentarios a favor de la familia pequeña (matrimonio, con un hijo o sin él). Nunca en su vida se había visto tan incómoda, sin palabras ni objeciones, avergonzada... ¿Por qué callar? ¿Por qué no defender sus convicciones y lo que representa la razón de su vida? No se trata aquí de discutir sobre el motivo del diálogo, sino de la actitud, de la pasividad con que enfrentamos los temas álgidos, los importantes y los superfluos. ¿De cuántas cosas nos avergonzamos sabiendo que son correctas?

Lo mismo sucede con los compañeros de la universidad y sus “aventuras” a veces riesgosas; al disimular ante los negocios poco transparentes que se dan en una empresa;

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ante la infidelidad de nuestras amistades hacia su pareja... Debemos ser valientes para superar el temor a ser señalados como extraños, anticuados o retrógradas, porque un carácter débil inspira poco respeto y jamás lograremos demostrar la importancia de vivir de acuerdo a unos principios y valores.

Podemos suponer que actuando en base a nuestras propias convicciones basta para ser coherentes, pero existe el riesgo de adoptar una actitud traducida en un “soy como soy y así pienso”. Efectivamente, la coherencia exige esa firmeza y postura, pero se necesita un criterio bien formado para no caer en la obstinación.

Todo indica que en algunos momentos exigimos coherencia en los demás: recibir un justo salario, colaboración por parte de los compañeros de trabajo, que nos procuren atenciones en casa, la lealtad y ayuda de los amigos. Pero esto debe llevarnos a reflexionar si trabajamos con intensidad y en equipo, si correspondemos con creces a los cuidados que recibimos en casa, si somos leales y verdaderos amigos de nuestros amigos.

Siempre debemos estar conscientes que la coherencia hasta cierto punto es flexible. Por una parte es aprender a callar y ceder en las cosas sin importancia; pero en circunstancias en las que el prestigio y la seguridad de las personas, la unidad familiar o la estabilidad social están en juego, se tiene la obligación de enfrentar la situación para evitar un daño a los derechos de los demás. Este es el motivo por el cual, el ejercicio de la prudencia es determinante, para saber actuar acertadamente en cualquier circunstancia.

¿Qué se necesita para ser coherentes, voluntad o conocimiento de los valores? En estricto sentido, ambos. Voluntad para superar nuestro temor a ser “diferentes” con el implícito deseo de ser mejores y ayudar a los demás a formar los valores en su vida. Con el conocimiento, hacemos más firmes nuestros principios, descubriendo su verdadero sentido y finalidad, lo que necesariamente nos lleva a ejercitarnos en los valores y vivirlos de manera natural.

Para la práctica y vivencia de este valor puedes considerar:

- Examina si tus actitudes y palabras no cambian radicalmente según el lugar y las personas con quien estés. Que en todo lugar se tenga la misma imagen y opinión de ti.

- Piensa en la coherencia que exiges de los demás y si tu actúas y correspondes, al menos, en la misma proporción

- Se prudente para elegir amistades, lugares y eventos. Así no tendrás que esconderte, mentir y comportarte en forma contraria a tus principios.

- Evita hacer trampa o cumplir con tus obligaciones a medias. Aunque sea lo más fácil y nadie se percate de ello por el momento.

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- Procura no ser necio. Considera que algunas veces puedes estar equivocado, escucha, reflexiona, infórmate y corrige si es necesario.

- Evita discusiones y enfrentamientos por cosas sin importancia. Si hay algo que defender o aclarar, no pierdas la cordura. Serenidad, cortesía y comprensión

La experiencia demuestra que vivimos con mayor tranquilidad y nuestras decisiones son más firmes, al comportarnos de manera única; que a la larga, todos aquellos que alguna vez se burlaron de nuestros principios, terminan por reconocer y apreciar la integridad de nuestra persona. Por este motivo, la unidad de vida aumenta nuestro prestigio personal, profesional y moral, lo cual garantiza incondicionalmente la estima, el respeto y la confianza de los demás.

Actividades.-

1. Se forman equipos y se estudia este texto.

2. El secretario escribe las contestaciones a estas preguntas:

a) ¿Qué se dice del dragón del bosque?

b) ¿A qué animales domaba el monje en sentido figurado?

c) Realmente, ¿contra quién luchaba el monje?

d) ¿Qué es el gusano y el oso?

e) ¿Qué relación hay entre lo que somos y lo que hemos de ser?

3. Puesta en común leyendo las conclusiones de los secretarios.

¡SI NO RÍES, NO VIVES! ¡Si no ríes, no vives!La risa es salud.

El buen humor es salud.

¿Estás seguro de pensar lo suficiente

en este aspecto de tu bienestar?

Si, a causa de las preocupaciones,

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Envejece el corazón,

También tu rostro

Aparecerá pronto lleno de arrugas.

La risa libera.

El humor relaja.

La risa es capaz de liberarte

De los falsos problemas.

La risa es el mejor cosmético

Para tu belleza externa

Y la mejor medicina

Para tu vida interna.

Sí, riendo,

Tus músculos trabajan regularmente,

Tu digestión resultará beneficiada,

E incluso tu apetito se estimulará

Y tu presión arterial

Permanecerá estable.

La risa y el buen humor

te liberarán de aquella lúgubre seriedad

que vuelve los problemas

pesados como el plomo;

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te liberarán, además,

del triste “tran-tran” cotidiano.

La risa y el buen humor

Crean espacios nuevos

Para alegrías desconocidas.

Un día en que no has reído,

Es un día perdido.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Aprender a sonreír y ser optimistas.

Contenido.- Optimismo

Forjar un modo de ser entusiasta, dinámico, emprendedor y con los pies sobre la tierra, son algunas de las cualidades que distinguen a la persona optimista.

El optimismo es el valor que nos ayuda a enfrentar las dificultades con buen ánimo y perseverancia , descubriendo lo positivo que tienen las personas y las circunstancias, confiando en nuestras capacidades y posibilidades junto con la ayuda que podemos recibir.

La principal diferencia que existe entre una actitud optimista y su contraparte –el pesimismo- radica en el enfoque con que se aprecian las cosas: empeñarnos en descubrir inconvenientes y dificultades nos provoca apatía y desánimo. El optimismo supone hacer ese mismo esfuerzo para encontrar soluciones, ventajas y posibilidades; la diferencia es mínima, pero tan significativa que nos invita a cambiar de una vez por todas nuestra actitud.

Alcanzar el éxito no siempre es la consecuencia lógica del optimismo, por mucho esfuerzo, empeño y sacrificio que pongamos, algunas veces las cosas no resultan como deseábamos. El optimismo es una actitud permanente de “recomenzar”, de volver al análisis y al estudio de las situaciones para comprender mejor la naturaleza de las fallas, errores y contratiempos, sólo así estaremos en condiciones de superarnos y de lograr

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nuestras metas. Si las cosas no fallaran o nunca nos equivocáramos, no haría falta ser optimistas.

Normalmente la frustración se produce por un fracaso, lo cual supone un pesimismo posterior para actuar en situaciones similares. La realidad es que la mayoría de nuestro tropiezos se dan por falta de cuidado y reflexión. ¿Para qué sirve entonces la experiencia? Para aprender, rectificar y ser más previsores en lo futuro.

El optimista sabe buscar ayuda como una alternativa para mejorar o alcanzar los objetivos que se ha propuesto, es una actitud sencilla y sensata que en nada demerita el esfuerzo personal o la iniciativa. Sería muy soberbio de nuestra parte, pensar que poseemos el conocimiento y los recursos necesarios para salir triunfantes en toda circunstancia.

Cualquiera que ha sido campeón en alguna disciplina, llegó a colocarse en la cima por su esfuerzo, perseverancia y sacrificio, pero pocas veces, o mejor dicho nunca, se hace alusión a su optimismo, a esa entrega apasionada por alcanzar su fin, conservando la confianza en sí mismo y en las personas que colaboraron para su realización. El optimismo refuerza y alienta a la perseverancia

El optimista no es ingenuo ni se deja llevar por ideas prometedoras, procura pensar y considerar detenidamente todas las posibilidades antes de tomar decisiones. Si una persona desea iniciar un negocio propio sin el capital suficiente, sin conocer a fondo el ramo o con una vaga idea de la administración requerida, por muy optimista que sea seguramente fracasará en su empeño, ya que carece de las herramientas y fundamentos esenciales para lograrlo.

En otras circunstancias nos engañamos e inventamos una falsa realidad para hacernos la vida más fácil y cómoda. Basta mencionar al estudiante que se prepara poco y mal antes de sus evaluaciones, esperando obtener la calificación mínima y necesaria para “salir del paso”, sin darse cuenta que su falso optimismo lo llevará –tarde o temprano- al fracaso.

Se podría pensar que el optimismo nada tiene que ver con el resto de las personas, sin embargo, este valor nos hace tener una mejor disposición hacia los demás: cuando conocemos a alguien esperamos una actitud positiva y abierta; en el trabajo, una personalidad emprendedora; en la escuela, profesores y alumnos dedicados. Si nuestras expectativas no se cumplen, lo mejor es pensar que las personas pueden cambiar, aprender y adaptarse con nuestra ayuda. El optimista reconoce el momento adecuado para dar aliento, para motivar, para servir.

En la amistad y en la búsqueda de pareja también es necesario ser optimista. Algunas personas se encierran en sí mismos después de los fracasos y las desilusiones, como si ya no existiera alguien más en quien confiar. El optimismo supone reconocer que cada persona tiene algo bueno, con sus cualidades y aptitudes, pero también sus defectos, los cuales debemos aceptar y buscar la manera de ayudarles a superarlos.

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El paso hacia una actitud optimista requiere de una disposición más entusiasta y positiva, es tanto como darle la vuelta a una moneda y ver todo con una apariencia distinta:

- Analiza las cosas a partir de los puntos buenos y positivos, seguramente con esto se solucionarán muchos de los inconvenientes. Curiosamente, no siempre funciona igual a la inversa.

- Haz el esfuerzo por dar sugerencias y soluciones, en vez de hacer críticas o pronunciar quejas.

- Procura descubrir las cualidades y capacidades de los demás, reconociendo el esfuerzo, el interés y la dedicación. Esto es lo más justo y honesto.

- Aprende a ser sencillo y pide ayuda, generalmente otras personas encuentran la solución más rápido.

- No hagas alarde de seguridad en ti mismo tomando decisiones a la ligera, considera todo antes de actuar pues las cosas no se solucionan por sí mismas. De lo contrario es imprudencia, no optimismo.

No es más optimista el que menos ha fracasado, sino quien ha sabido encontrar en la adversidad un estímulo para superarse, fortaleciendo su voluntad y empeño; en los errores y equivocaciones una experiencia positiva de aprendizaje. Todo requiere esfuerzo y el optimismo es la alegre manifestación del mismo, de esta forma, las dificultades y contrariedades dejan de ser una carga, convirtiéndonos en personas productivas y emprendedoras.

Actividades.-

1. El profesor lee cada párrafo y comenta con los alumnos su significado.

2. Cada chico contesta por escrito a estas preguntas:

a) ¿Qué relación hay entre la risa y el envejecimiento?

b) ¿Por qué la risa es el mejor cosmético?

c) ¿Qué órganos del cuerpo mejoran con la risa?

d) ¿A qué se compara la seriedad?

e) ¿Cómo podemos ser más optimistas?

3. Puesta en común leyendo algunas respuestas.

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FRENTE A LA SUERTE

En el retrato de todos los grandes hombres se podrían inscribir estas palabras: “Supo querer.” A Santo Tomás de Aquino le preguntó su hermana: “¿Qué he de hacer para alcanzar la salvación eterna?” “Querer” –fue su palidaria contestación.

El joven no ha de acorbardarse anodadado ante las dificultades, sino que ha de mirar de frente los obstáculos que le cierran el paso. Por más nublado que esté el cielo, llega a salir el sol. Y por más crudo que sea el invierno, ha de llegar un día de primavera.

Los jóvenes nunca tienen que anonadarse. Para los jóvenes, al trabajo; para los viejos, el descanso. Pero no desmayes jamás. Y adelante, con valentía, contra las dificultades. Muchas veces nos imaginamos la empresas mucho más arduas de lo que suelen ser. Y sin embargo, lo dice muy bien un proverbio inglés: Nunca llueve tan fuerte como parece desde la ventana.

Mira cuán sabiamente pensaba ya el pagano Séneca en este punto: “La desgracia no quebranta al hombre valiente”. “La desgracia es ocasión para la virtud”. “El fuego sirve de prueba al oro, la miseria a los hombres fuerte”. La historia de los grandes hombres ofrece en abundancia ejemplos muy alentadores. Hubo muchos que parecían tener conjuradas contra sí todas las fuerzas. Miles y miles de obstáculos se levantaban contra sus planes: pero ellos opusieron con noble ardor su voluntad de acero al sinnúmero de dificultades y vencieron. Donde la primavera es continua y la naturaleza siempre benigna, los hombres son indolentes y sin energías.Ya he recordado antes qué calvario hubo de sufrir Cristóbal Colón, yendo y viniendo con su plan por las cortes de Europa durante dieciocho años y cuántas intrigas se movieron contra él. Y merced a su entusiasmo ideal, a su voluntad tenaz, pudo vencer por fin todos los estorbos y emprender su gran viaje. ¿Sabes cuántos años tenía entonces? Cincuenta y ocho. Otros a esta edad ya se jubilan. Él, sólo entonces, puso mano al gran ensueño de toda su vida. Beethoven, el gran músico, estaba casi completamente sordo cuando compuso su obra más excelsa, su obra maestra. Moisés, el gran libertador de los judíos, no sabía hablar sino con dificultad; pero con la ayuda de Dios y con el humilde reconocimiento de su flaqueza, se hizo jefe del pueblo. Por lo tanto, ¡no seas pesimista! No digas: “En vano emprendo cualquier asunto, nací con mala estrella, nada me sale bien.” No digas, como muchos: “A quien tiene suerte, hasta su buey le da terneros, y el desgraciado siempre se rompe la cabeza.” Si te persigue la mala suerte, encárate con ella y no cejes. No te cruces de brazos.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- No acobardarse ante las dificultades.

Contenido.- Voluntad

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La voluntad nos hace realizar cosas por encima de las dificultades, los contratiempos y el estado de ánimo.

La voluntad es la capacidad de los seres humanos que nos mueve a hacer cosas de manera intencionada, por encima de las dificultades, los contratiempos y el estado de ánimo.

Todo nuestro actuar se orienta por todo aquello que aparece bueno ante nosotros, desde las actividades recreativas hasta el empeño por mejorar en nuestro trabajo, sacar adelante a la familia y ser cada vez más productivos y eficientes. En base a este punto, podemos decir que nuestra voluntad opera principalmente en dos sentidos:

- De manera espontánea cuando nos sentimos motivados y convencidos a realizar algo, como salir a pasear con alguien, iniciar una afición o pasatiempo, organizar una reunión, asistir al entrenamiento...

- De forma consciente cada vez que debemos esforzarnos a realizar las cosas: terminar el informe a pesar del cansancio, estudiar la materia que no nos gusta o dificulta, recoger las cosas que están fuera de su lugar, levantarnos a pesar de la falta de sueño, etc. Todo esto representa la forma más pura del ejercicio de la voluntad, porque llegamos a la decisión de actuar contando con los inconvenientes.

No es de sorprenderse que en muchas ocasiones algo que iniciamos con gusto, al poco tiempo -sea por dificultades o rutina- se convierta en un verdadero reto. En este punto nos enfrentamos a la disyuntiva: abandonar o continuar.

Con relativa facilidad podemos dejarnos llevar por el gusto dejando de hacer cosas importantes; esto se aprecia fácilmente cuando vemos a un joven que dedica horas y horas a practicar un deporte, cultivar una afición o a salir con sus amigos, por supuesto, abandonando su estudio; en los muchos arreglos del hogar o en la oficina que tienen varios días o semanas esperando atención: el desperfecto en el contacto de luz; el pasto crecido; ordenar el archivero, los cajones del escritorio, o los objetos y papeles sobre el mismo...

Como podemos ver la intención no basta, como tampoco el saber lo que debemos hacer. La voluntad se manifiesta "haciendo". No por nada se ha dicho que "obras son amores y no buenas razones".

Se nota claramente una falta de voluntad cada vez que retrasamos el inicio de una labor; en nuestras actividades, cuando damos prioridad a aquellas que son más fáciles en lugar de las importantes y urgentes o siempre que esperamos a tener el ánimo suficiente para actuar. La falta de voluntad tiene varios síntomas y nadie escapamos al influjo de la pereza o la comodidad, dos verdaderos enemigos que constantemente obstruyen nuestro actuar.

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Podríamos comparar a la voluntad con cualquiera de los músculos de nuestro cuerpo, estos últimos se hacen más débiles en la medida que dejan de moverse. Lo mismo ocurre con la voluntad: cada situación que requiere esfuerzo es una magnífica oportunidad para robustecerla, de otra forma, se adormece y se traduce en falta de carácter, irresponsabilidad, pereza, inconstancia...

Todos conocemos -al menos- a una persona que se distingue por su fuerza de voluntad: el padre de familia que cada día se levanta a la misma hora para acudir a su trabajo; la repetición de las labores domésticas de la madre; el empresario que llega antes y se va después que todos sus empleados; quienes dedican un poco más de tiempo a su trabajo y así no dejar pendientes; el deportista que practica horas extras... Cada uno de ellos no sólo asume su responsabilidad, lucha una y otra vez todos los días por cumplir y perfeccionar su quehacer cotidiano, lo distinto en ellos es la continuidad y la perseverancia, su voluntad esta capacitada para hacer grandes esfuerzos por períodos te tiempo más largos.

Esta decisión que se requiere para hacer las cosas debe ser realista, inmediata y en algunos casos programada, de nada sirve esperar "el lunes", "el próximo mes" o el "inicio de año", generalmente son buenos propósitos que se quedan para cuando tengamos mejor disposición o se presenten circunstancias más favorables.

Pese a los modelos que personifican una fuerza de voluntad a toda prueba frente a condiciones severamente adversas (digamos en la televisión o el cine), la voluntad se fortalece en las pequeñas cosas de nuestra vida cotidiana, normalmente en todo aquello que nos cuesta trabajo pero al mismo tiempo consideramos poco importante.

Conviene ahora reflexionar detenidamente en cuatro aspectos que nos ayudarán a tener una voluntad firme:

- Control de nuestros gustos personales: Levántate a la hora prevista y sin retrasos (por eso siempre tienes prisa, te pones de mal humor y llegas tarde); come menos golosinas o deja de estar probando cosas todo el día; piensa en una actividad concreta para el fin de semana, y así no estar en estado de reposo todo el tiempo; tus obligaciones y responsabilidades no son obstáculo para las relaciones sociales, organiza tu tiempo para poder cumplir con todo; haz lo que debes hacer sin detenerte a pensar si es de tu gusto y agrado.

- Perfección de nuestras labores cotidianas: Establece una agenda de trabajo por prioridades, esto te permite terminar a tiempo lo que empezaste; revisa todo lo que hagas y corrige los errores; guarda o acomoda las cosas cuando hayas terminado de usarlas; si te sobra tiempo dedícalo a avanzar otras tareas.

- Aprendizaje de cosas nuevas: Infórmate, estudia y pon en práctica las nuevas técnicas y medios que hay para desempeñar mejor tu trabajo; inscríbete a un curso de idiomas; aprende a hacer reparaciones domésticas; desarrolla con seriedad una afición: modelismo, guitarra, etc.

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- Hacer algo por los demás: En casa siempre hay algo que hacer: disponer la mesa, limpiar y acomodar los objetos, ir a comprar víveres, cuidar a los hijos (o los hermanos, según sea el caso), recoger nuestras prendas, etc.; evita poner pretextos de cansancio, falta de tiempo u ocupaciones ficticias para evitar colaborar; haz lo necesario para llegar puntual a tus compromisos, así respetas el tiempo de los demás. En todos los lugares que frecuentas se presentan muchas oportunidades, ¡decídete!

Una voluntad férrea se convierte a la vez en escudo y arma para protegernos de los vicios, miles de personas han caído en la dependencia y en la aniquilación de su dignidad por no haberse negado aquella primera vez, dando rienda suelta a una felicidad ficticia; algunos de ellos no pudieron evitar las malas compañías por temor a la critica y la soledad, aún sabiendo que no resultaría nada bueno, o posiblemente creyendo poder tener la voluntad de dejarlo después... Lo mismo ocurre si se frecuenta a personas con poco sentido de la moral, las buenas costumbres y los valores humanos.

La voluntad es el motor de los demás valores, no sólo para adquirirlos sino para perfeccionarlos, ningún valor puede cultivarse por sí solo si no hacemos un esfuerzo, pues todo requiere pequeños y grandes sacrificios realizados con constancia.

Actividades.-

1. Lectura en voz alta por parte de los alumnos y el profesor comprueba la comprensión.

2. Contestar por escrito a estas preguntas:

a) ¿Cuál es la fórmula para alcanzar los ideales?

b) ¿Qué se dice de Santo Tomás de Aquino?

c) ¿Qué quiere decir que “nunca llueve tan fuerte como parece desde la ventana”?

d) Escribe las tres frases de Séneca.

e) ¿Qué se dice de Cristóbal Colón?

f) ¿Qué conclusión se puede sacar de este texto?

3. Escribir en la pizarra las contestaciones a la pregunta g).

UNA FORMA DE CREATIVIDAD Una forma de creatividad

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Nada puede pasarte tanto

Como tu incapacidad para perdonar.

Y nada es tan trágico

Como vivir día y noche

Con el corazón lleno de rencor y odio.

Alguno, o tal vez muchos,

Te han hecho daño

Y poco a poco te has desengañado.

Ya no eres aquel de antes.

Te comprendes.

Ya no eres tan amable,

Generoso, bueno.

Tu afecto se ha convertido en frialdad.

La simpatía en antipatía.

Donde antes había un lazo

Hay un a rotura.

Estás mal.

La amistad se ha convertido

En enemistad.

Tu amor se ha transformado lentamente

En odio.

Sufres. Te has encarcelado.

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Tus ventanas están cerradas.

El sol permanece fuera.

La vida se vuelve insoportable.

En lo más profundo de ti mismo

Aspiras a la liberación.

¡Créeme, hay un solo camino!

¡Perdón! ¡Perdona!

Cuesta mucho, lo sé,

Pero vale la pena.

PERDONAR es una forma

De creatividad;

Es generar “nueva vida”

Y “nuevas alegrías”.

Es crear nuevas posibilidades

en ti mismo y en los demás.

PERDONAR, debieras hacerlo

A menudo;

Debes, de hecho, perdonar

Setenta veces siete, hasta el infinito,

Porque también tú

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¡tienes tanta necesidad de perdón!.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Aprender a perdonar.

Contenido.-Perdón

Los resentimientos nos impiden vivir plenamente sin saber que un simple acto del corazón puede cambiar nuestras vidas y de quienes nos rodean

En los momentos que la amistad o la convivencia se rompen por cualquier causa, lo más común es la aparición de sentimientos negativos: la envidia, el rencor, el odio y el deseo de venganza, llevándonos a perder la tranquilidad y la paz interior. Al perder la paz y la serenidad, los que están a nuestro alrededor sufren las consecuencias de nuestro mal humor y la falta de comprensión. Al pasar por alto los detalles pequeños que nos incomodan, no se disminuye la alegría en el trato cotidiano en la familia, la escuela o la oficina.

Sin embargo, no debemos dejar que estos aspectos nos invadan, sino por el contrario, perdonar a quienes nos han ofendido, como un acto voluntario de disculpar interiormente las faltas que han cometido otros.

En ocasiones, estos sentimientos son provocados por acciones o actitudes de los demás, pero en muchas otras, nos sentimos heridos sin una razón concreta, por una pequeñez que ha lastimado nuestro amor propio.

La imaginación o el egoísmo pueden convertirse en causa de nuestros resentimientos:

- Cuando nos damos el lujo de interpretar la mirada o la sonrisa de los demás, naturalmente de manera negativa; - Por una respuesta que recibimos con un tono de voz, a nuestro juicio indiferente o molesta; - No recibir el favor que otros nos prestan, en la medida y con la calidad que nosotros habíamos supuesto; - En el momento que a una persona que consideramos de "una categoría menor", recibe un favor o una encomienda para lo cual nos considerábamos más aptos y consideramos injusta la acción.

Es evidente que al ser susceptibles, creamos un problema en nuestro interior, y tal vez enjuiciamos a quienes no tenían la intención de lastimarnos.

Para saber perdonar necesitamos:

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- Evitar "interpretar" las actitudes. - No hacer juicios sin antes de preguntarnos el "por qué" nos sentimos agredidos (así encontraremos la causa: imaginación, susceptibilidad, egoísmo). - Si el malentendido surgió en nuestro interior solamente, no hay porque seguir lastimándonos: no hay que perdonar. Lamentamos bastante cuando descubrimos que no había motivo de disgusto... entonces nosotros debemos pedir perdón.

Si efectivamente hubo una causa real o no tenemos claro qué ocurrió:

- Tener disposición para aclarar o arreglar la situación. - Pensar la manera de llegar a una solución. - Buscar el momento más adecuado para platicarlo con calma y tranquilidad, sobre todo de nuestra parte. - Escuchar con paciencia, buscando comprender los motivos que hubo. - Exponer nuestras razones y llegar a un acuerdo. - Olvidar en incidente y seguir como si nada hubiera pasado.

El Perdón enriquece al corazón porque le da mayor capacidad de amar; si perdonamos con prontitud y sinceramente, estamos en posibilidad de comprender las fallas de los demás, actuando generosamente en ayudar a que las corrijan.

Es necesario recordar que los sentimientos negativos de resentimiento, rencor, odio o venganza pueden ser mutuos debido a un malentendido, y es frecuente encontrar familia en donde se forma un verdadero torbellino de odios. Nosotros no perdonamos porque los otros no perdonan. Es necesario romper ese círculo vicioso comprendiendo que "Amor saca amor". Una actitud valiente de perdón y humildad obtendrá lo que la venganza y el odio nunca pueden, y es lograr reestablecer la armonía.

Una sociedad, una familia o un individuo lleno de resentimientos impiden el desarrollo hacia una esfera más alta.

Perdonar es más sencillo de lo que parece, todo está en buscar la forma de mantener una convivencia sana, de la importancia que le damos a los demás como personas y de no dejarnos llevar por los sentimientos negativos.

Actividades.-

1.-Un alumno lee un párrafo y se comenta su significado.

2.-Cada alumno contesta a estas preguntas:

a) ¿Qué es lo que suele pesar mucho al alma?

b) ¿Por qué puede estar lleno el corazón de rencor y odio?

c) ¿Qué cambio se ha producido en el alma del hombre descrito?

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d) ¿Cuál es el único camino para la liberación?

e) ¿Por qué perdonar es una forma de creatividad?

f) ¿Cuántas veces podemos perdonar?

3.-Leer algunas de las contestaciones.

EL JOVEN VOLUNTARIOSO

Me gustaría ver jóvenes “voluntariosos”, es decir, que tengan una voluntad fuerte.

¡Mira más de cerca que maldición es el debilitamiento de la voluntad: y qué bendición la voluntad fuerte!

a)El que no posee una voluntad disciplinada, obediente, es incapaz de cumplir cualquier deber serio. Tú mismo conocerás estudiantes, de quienes no se puede decir que sean inactivos; y, sin embargo, nada adelantan en los estudios. Más arriba los he bautizado con el nombre de “estudiantes-abejorro”. Los pobres trabajan, aún más que los otros, pero sin resultado. No saben reconcentrarse para el estudio, porque no tienen voluntad. Se mueven continuamente, pero no emprenden cosa alguna con seriedad. El libro de texto está continuamente ante sus ojos, pero a cada cuarto de hora le toca el turno a un libro distinto, porque el anterior “¡Es tan terriblemente latoso!” Continuamente están atareados, pero temen el más pequeño esfuerzo: y sin esfuerzo no hay trabajo provechoso.

Sin el esfuerzo no hacen sino disponer tan hábilmente la inactividad que parece una actividad febril. Al final del curso se quejan con amargura de lo mucho que han trabajado y no obstante sacan mala nota. Y cuando ya sean hombres, ¿qué será de ellos? Hombres que se dejan arrastrar por la impresión del momento, que no tienen principios, que se olvidan fácilmente del deber, que van pasando por la vida sin plan y sin objetivo. ¡Pobres! ¿Qué falta es la suya? La flaqueza de la propia voluntad.

b)O también, mira, he aquí otro tipo. Quien no tiene voluntad disciplinada, no sabe observar bien. Y sin embargo, la facultad de observar con exactitud y rapidez es instrumento imprescindible de la adquisición de conocimientos y del progreso.

La voluntad obediente no sólo te ayudará cuando tengas que ver, escuchar, hablar o hacer algo, y te salvará de muchos pecados, sino también cuando las leyes morales se cuadren ante tus sentidos curiosos y te prohíban que mires, oigas, hables o hagas tal o cual cosa.

c)Voy todavía más lejos. Quien no tiene una voluntad disciplinada, no sabe pensar, no sabe instruirse. El conocimiento y la conquista de la verdad cuesta duro trabajo.

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El joven de temperamento veleidoso es impaciente aun en la lectura. Continuamente va volviendo las hojas del libro. Corre nervioso tan sólo para terminarlo cuanto antes. No saca ningún provecho.

Quien, en cambio, tiene la voluntad disciplinada, lee despacio, meditando, pesa las frases importantes; no acepta ciegamente todas las afirmaciones, sino que las piensa, para ver si se ajusta en efecto a la verdad lo que afirma el autor; toma notas de las cosas interesantes, etc. Sólo de este modo podemos adquirir conocimientos nuevos. Mas para esto se necesita fuerza de voluntad.

d)Es precisa la voluntad fuerte aun para la memoria.

Muchos muchachos se creen haberlo salvado ya todo, si al tener que decir la lección, sueltan el “Señor profesor, sé la lección, sólo que no la recuerdo”. O bien se les encargó algún trabajo y ellos “se olvidaron” de hacerlo, creen que “olvidarse” ya es excusa.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Lograr una voluntad fuerte.

Contenido.- Poner últimas piedras

Debemos revisar el valor que nos enseña la importancia de terminar lo que emprendemos.

Comenzar algo siempre nos llena de entusiasmo. Un nuevo trabajo, un nuevo proyecto, una nueva relación trae consigo esperanzas y expectativas. En realidad poner “la primera piedra” de un edificio es relativamente sencillo. Pero poner “la última piedra” no es tan fácil.

El poner la última piedra es un valor que nos enseña la importancia de terminar lo que emprendemos y no dejarlo a medias.

Cuando termina un año, se da un doble fenómeno: el de la alegría de comenzar un nuevo ciclo, pero en cierta forma también un poco la tristeza de ver que no terminamos todo lo que nos propusimos.

No podemos permitir que el desánimo o la tristeza nos impidan actuar. Los grandes proyectos requieren de un trabajo constante. Las grandes obras se componen de pequeños esfuerzos que se realizan todos los días. Pero también es importante sentarse a meditar en qué queremos lograr y hacia donde esperamos ir. Si no tenemos la constancia y la lucha diaria de construir las cosas grandes con pequeños detalles, nos quedaremos colocando primeras piedras, pero no acabaremos nuestras obras.

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Poner la última piedra es la culminación que nos brinda paz y una conciencia serena. Quienes siempre emprenden pero nunca terminan acaban desanimándose y llegando a un conformismo mediocre que no es sano.

Para poner últimas piedras, debemos conocer nuestras capacidades y nuestros defectos. Pero nuestros proyectos siempre deben exigirnos un poco más de lo que podemos hacer. Todos los seres humanos tenemos limitaciones que vamos conociendo con el paso del tiempo. Un joven es mucho más soñador que un adulto. Los jóvenes con frecuencia se establecen metas demasiado altas, poco acordes a sus posibilidades reales. Por el contrario, a veces las personas mayores tienden a ser más pesimistas, pues se han dado cuenta de que la vida no es tan sencilla y que los sueños son difíciles de materializar. Pero ninguna de las dos actitudes es sana: ni la del joven que no mide sus posibilidades, ni la del adulto que deja de soñar. Tener una actitud equilibrada significa plantearnos metas un poco mayores de lo que sabemos que podemos hacer, y asegurarnos de poner la última piedra. Y una vez que lo logremos, volver a empezar haciendo planes, proyectos y fijándonos nuevas metas, cada vez más altas.

Podemos sentir desánimo porque nosotros no pudimos hacer lo que queríamos, y es lógico. Sin embargo nunca debemos olvidar que si lo que emprendemos no lo hacemos solo para nosotros, ni solo nosotros, sino haciéndolo para la Gloria de Dios y contando con Su ayuda, lo lograremos.

Siempre conviene recordar el Episodio de las Bodas de Caná que nos narra San Juan en su Evangelio, cuando Nuestro Señor Jesucristo hizo su primer milagro: Convirtió el agua en vino, pero hay una nota muy importante que debemos resaltar: antes de convertir el agua en vino, pidió que se llenaran seis tinajas que tenían para las purificaciones de los judíos. El evangelista nos narra que “las llenaron hasta arriba”. Este pasaje debe recordarnos que el Señor podría haber creado el vino por un solo acto de Su voluntad, sin embargo quiso que los hombres llenaran las tinajas. Dios está dispuesto a ayudarnos, y hará lo que nosotros no podemos, pero cuenta con nuestro esfuerzo. Y nosotros debemos “llenar las tinajas hasta arriba”, no hasta la mitad, ni a tres cuartos de su capacidad, sino “hasta arriba”. Esto significa que cuando tengamos un proyecto, un trabajo, o pongamos una “primera piedra”, debemos hacer nuestro mejor esfuerzo, y confiar en que Dios suplirá lo que nosotros no podemos hacer.

Es fácil poner primeras piedras, pero no es tan fácil poner últimas piedras. Quien pone últimas piedras se convierte en un elemento fundamental en su familia, en el trabajo, en la comunidad, porque todo el mundo sabe lo difícil que es concluir una tarea y lo fácil que es empezarlas. El secreto de la última piedra está en que si nosotros hacemos nuestro mejor esfuerzo y se lo ofrecemos a Dios, él se encargará de ayudarnos a concluirlo.

Dentro de lo que nos corresponde a nosotros, para vivir el valor de poner últimas piedras podemos: - Establecer una fecha clara para terminar un proyecto. - Saber que todo cuanto emprendamos tarde o temprano tendrá obstáculos, y estar preparado para ello.

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- Crear un calendario en el que establezcamos acciones concretas para terminar nuestros proyectos. - Todo gran edificio está construido con partes más pequeñas. Debemos acostumbrarnos a hacer pequeñas acciones, pero muy constantes. - No poner una sola “última piedra” sino muchísimas, que el culminar nuestras actividades o proyectos se convierta en un hábito, y no en una excepción.

Actividades.-

1. Lectura en voz alta de este texto por parte de los alumnos.

2. El profesor hace preguntas para lograr su comprensión

3. Individualmente contestar a estas preguntas:

a) ¿Qué relación hay entre la voluntad y sacar buenas notas?

b) ¿Cómo conseguir la concentración en el estudio?

c) ¿Cómo aprende a observar bien?

d) ¿Qué hacer para aprender a pensar e instruirse?

e) ¿Qué relación hay entre la voluntad y la memoria?

f) ¿Cómo lograr una voluntad fuerte?

4. Leer las contestaciones a la pregunta f).

GAVILLAS DE TRIGO

En el libro de texto de la asignatura de Lengua Francesa que estudié en el bachillerato estaba narrada la siguiente fábula: “Dos hermanos poseían unas tierra. Uno estaba casado con varios hijos. El otro era soltero. Aquellas tierras eran buenas para el trigo. Los dos hermanos trabajaban en su campo, ya fuera arando, sembrando o haciendo la recolección.

Un año, cuando llegó la época de la cosecha, , los dos hermanos se repartieron el trigo cosechado. Hicieron dos montones de gavillas de trigo. Cada montón con el mismo número de gavillas: cien.

Por la noche el hermano soltero se dijo a sí mismo: el reparto es justo, pero mi hermano está casado y tiene que alimentar a sus hijos. Yo estoy solo, y por tanto necesito menos para vivir.

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Decidió ir esa misma noche al campo, y de su montón pasó al de su hermano 20 gavillas.

Aquella misma noche, el hermano casado pensaba lo siguiente: es reparto es justo, pero mi hermano está solo y necesita más dinero para poder pagar la lavandería, la mujer que cuida de su casa, el restaurante donde come, etc. Yo puedo pasar con menos porque mis hijos ya trabajan y ganan dinero.

También este hermano decidió ir al campo: de su montón pasó al de su hermano soltero 20 gavillas.

Al día siguiente los dos hermanos se quedaron asombrados al ver los dos montones con el mismo número de gavillas.

La operación del traspase de gavillas se repitió en noches sucesivas, hasta que una noche ambos hermanos se encontraron en pleno intercambio de gavillas.

Ni que decir tiene que la fábula termina con abrazos y emoción. La caridad nos lleva a pensar en el bien de los demás, con olvido de uno mismo.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- La caridad nos lleva a pensar en el bien de los demás.

Contenido.- Bondad

La bondad perfecciona a la persona porque sabe dar y darse sin temor a verse defraudado, transmitiendo aliento y entusiasmo a quienes lo rodean.

En ocasiones el concepto de bondad es confundido con el de debilidad. A nadie le gusta ser "el buenito" de la oficina, de quien todo el mundo se aprovecha. Bondad es exactamente lo contrario, es la fortaleza que tiene quien sabe controlar su carácter, sus pasiones y sus arranques para convertirlos en mansedumbre.

La bondad es una inclinación natural a hacer el bien, con una profunda comprensión de las personas y sus necesidades, siempre paciente y con ánimo equilibrado. Este valor, por consiguiente, desarrolla en cada persona la disposición para agradar y complacer en justa medida a todas las personas y en todo momento.

¿En qué momentos nos alejamos de una actitud bondadosa? Es muy sencillo apreciarlo en las actitudes agresivas que se adoptan con los malos modales y la manera de hablar, a veces con palabras altisonantes, con la razón de nuestra parte o sin ella; la indiferencia que manifestamos ante las preocupaciones o inquietudes que tienen los demás, juzgándolas de poca importancia o como producto de la falta de entendimiento y habilidad para resolver problemas. ¡Qué equivocados estamos al considerarnos

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superiores! Al hacerlo, nos convertimos en seres realmente incapaces de escuchar con interés y tratar con amabilidad a todos los que acuden a nosotros buscando un consejo o una solución.

Equivocadamente, nuestro ego puede regocijarse cuando alguien comete un error a pesar de las advertencias, casi saboreando aquellas palabras de: "no quiero decir te lo dije, pero... te lo dije", y nos empeñamos en poner "el dedo en la llaga", insistiendo en demostrar lo sabios que son nuestros consejos; seguramente todo esto sale sobrando, pues la persona ya tiene suficiente con haber reconocido su error y quizá en ese momento esta afrontando las consecuencias.

La bondad no se detiene a buscar las causas, sino a comprender las circunstancias que han puesto a la persona en la situación actual, sin esperar explicaciones ni justificación y en procurar el encontrar los medios para que no ocurra nuevamente. La bondad tiene tendencia a ver lo bueno de los demás, no por haberlo comprobado, sino porque evita enjuiciar las actitudes de los demás bajo su punto de vista, además de ser capaz de "sentir" de alguna manera lo que otros sienten, haciéndose solidario al ofrecer soluciones .

Una persona con el ánimo de "exaltar" su bondad, puede subrayar constantemente "lo bueno que ha sido", "todo lo que ha hecho por su familia", "cuánto se ha preocupado por los demás" y eso por supuesto no es bondad. La bondad es generosa y no espera nada a cambio. No necesitamos hacer propaganda de nuestra bondad, porque entonces pierde su valor y su esencia. El hacernos pasar por incomprendidos a costa de mostrar lo malos e injustos que son los demás, denota un gran egoísmo. La bondad no tiene medida, es desinteresada, por lo que jamás espera retribución. Podemos añadir que nuestro actuar debe ir acompañado de un verdadero deseo de servir, evitando hacer las cosas para quedar bien... para que se hable bien de nosotros.

El ser bondadoso tampoco equivale a ser blando, condescendiente con la injusticia, o indiferente ante lo que esta bien o esta mal en las actitudes y palabras de quienes nos rodean, por el contrario, sigue siendo enérgico y exigente, sin dejar de ser comprensivo y amable. Del mismo modo, jamás responde con insultos y desprecio ante quienes así lo tratan, por el dominio que tiene sobre su persona, procura comportarse educadamente a pesar del ambiente adverso.

La bondad, como hemos visto, va más allá que un simple ofrecimiento de cosas materiales en condiciones precarias, para fomentar este valor en nuestra vida podemos considerar que debemos:

- Sonreír siempre - Evitar ser pesimistas: ver lo bueno y positivo de las personas y circunstancias - Tratar a los demás como quisiéramos que nos trataran: con amabilidad, educación y respeto. - Corresponder a la confianza y buena fe que se deposita en nosotros.

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- Ante la necesidad de llamar fuertemente la atención (a los hijos, un subalterno, etc.), hacer a un lado el disgusto, la molestia y el deseo de hacer sentir mal al interesado: buscar con nuestra actitud su mejora y aprendizaje. - Visitar a nuestros amigos: especialmente a los que están enfermos, los que sufren un fracaso económico o aquellos que se ven afectados en sus relaciones familiares. - Procurar dar ayuda a los menesterosos, sea con trabajo o económicamente. - Servir desinteresadamente.

El valor de la bondad perfecciona a la persona que lo posee porque sus palabras están cargadas de aliento y entusiasmo, facilitando la comunicación amable y sencilla; sabe dar y darse sin temor a verse defraudado; y sobre todo, tiene la capacidad de comprender y ayudar a los demás olvidándose de sí mismo.

Actividades.-

Hacer fotocopias de este texto para todos los alumnos. Ir leyendo el texto en voz alta y comprobar la comprensión. Cada alumno contesta a estas preguntas: a) ¿Cuántas gavillas de trigo tenían cada uno?

b) ¿Qué pensaba el soltero?

c) ¿Qué pensaba el casado?

d) ¿Qué decidieron los dos hermanos?

e) ¿Cómo acaba la fábula?

Puesta en común leyendo las contestaciones de varios alumnos.

DEMÓSTENES

Demóstenes perdió de siete años a su padre; su tutor astuto lo despojó de toda la fortuna. En una ocasión el muchacho asistió a un juicio y oyó el discurso del defensor; y cuando el pueblo acompañaba en triunfo al orador, decidió dedicarse también a la oratoria.

Desde entonces no tuvo otro pensamiento, ni de día ni de noche. Pero la tarea no era fácil. A su primer discurso la multitud levantó tanto alboroto y escándalo, que tuvo que interrumpirlo, sin poder llegar al final. Abatido discurría por la ciudad, hasta que un anciano le infundió ánimo, y le alentó a seguir ejercitándose.. Se aplicó entonces con más tenacidad a conseguir el propósito concebido de antemano. Era blanco de mofas continuas por parte de sus contrarios; pero él no se preocupaba. De vez en cuando se apartaba por completo de los hombres, y en grutas subterráneas seguía perorando. Tartamudeaba un poco al hablar; para remediar este defecto y para que su lengua se

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moviera sin trabazón, poníale una piedrecita debajo; íbase a la orilla del mar y gritaba con todas sus fuerzas. Sus pulmones eran débiles; para robustecerlos daba grandes paseos al aire libre y recitaba en voz alta discursos y poesías... Siempre que oía una discusión seria, se iba a su cuarto, pesaba una y otra vez los argumentos de ambas partes, y procuraba fallar quién tenía razón. Y ved ahí, que con esta formación de sí mismo, que no conoció desalientos, poco a poco corrigió sus defectos y llegó a ser orador tan formidable, que sus discursos hoy todavía, después de dos mil trescientos años, son el modelo en que deben estudiar cuantos desean destacarse en el campo de la oratoria. Y sin embargo, de niño era un pobre huerfanito tartamudo. ¡Qué admirables fuerzas laten en el hombre!

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Los hombres pueden superar las dificultades de su formación con esfuerzo.

Contenido.- Sacrificio

Siempre es posible hacer un esfuerzo extra para alcanzar una meta ¿Por qué no hacerlo para servir mejor a los demás?

El valor del sacrificio es aquel esfuerzo extraordinario para alcanzar un beneficio mayor, venciendo los propios gustos, intereses y comodidad.

Debemos tener en mente que el sacrificio –aunque suene drástico el término-, es un valor muy importante para superarnos en nuestra vida por la fuerza que imprime en nuestro carácter. Compromiso, perseverancia, optimismo, superación y servicio, son algunos de los valores que se perfeccionan a un mismo tiempo, por eso, el sacrificio no es un valor que sugiere sufrimiento y castigo, sino una fuente de crecimiento personal.

¿Por qué es tan difícil tener espíritu de sacrificio? Porque estamos acostumbrados a dosificar nuestro esfuerzo, y a pensar que “todo” lo que hacemos es más que suficiente. Dicho de otra forma: debemos luchar contra el egoísmo, la pereza y la comodidad.

Todos somos capaces de realizar un esfuerzo superior dependiendo de nuestros intereses: las dietas rigurosas para tener una mejor figura; trabajar horas extra e incluso fines de semana para consolidar nuestra posición profesional; quitar horas al descanso para estudiar; ahorrar en vez de salir de vacaciones... El problema central, es que no debemos movernos sólo por intereses pasajeros, debemos ser constantes en nuestra actitud.

Es de suponer que el guardar la dieta, hacer ejercicio, pasar las horas con una lectura de particular interés o por nuestra mano dar mantenimiento al automóvil, suponen un esfuerzo personal -y dependiendo de su naturaleza un beneficio propio-, colaboran a vivir

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el valor del sacrificio, pero también es sacrificio saber dejar a tempo nuestras aficiones, aplazarlas y darles su momento, para servir a los demás y no descuidar nuestras principales obligaciones.

Efectivamente hay personas que cumplen con sus deberes y obligaciones de forma extraordinaria, pero pocas veces llevan ese mismo esfuerzo en todos los aspectos de su vida: Pensemos en quien sólo asiste en casa los fines de semana pero se niega a convivir con la familia, salir de paseo o dedicar un tiempo a los hijos, argumentando cansancio y deseos de liberarse de la presión del trabajo. Pese a la realidad de esta situación, su sacrificio está delimitado por la rutina de la oficina, ¿no es esto algo extraño?. El valor del sacrificio contempla dar ese “extra” también en casa, en ese horario y con esas personas que desean gozar de la compañía generalmente ausente de cualquiera de los miembros.

En muchas ocasiones caemos en actitudes que restan mérito a todo lo bueno que hacemos: expresar constantemente nuestro cansancio o echar en cara lo mucho que hacemos y lo poco que los demás nos comprenden. Esta forma de ser demuestra poco carácter y fortaleza interior, cuando no, un medio para evadir algunas responsabilidades.

Son muchos los ejemplos de sacrificios comunes y corrientes, pero pocas veces se notan cuando no existe la intención de demostrarlo: salir a trabajar habiendo pasado mala noche, o tal vez con ciertos síntomas de enfermedad; sonreír a pesar de nuestro estado de ánimo, sea de enojo o tristeza; colaborar en los cuidados de un enfermo; limpiar el piso de la oficina que se ensució por descuido; no asistir a la reunión semanal para llevar a los hijos a un evento deportivo.

Por otra parte, algunas situaciones son bastante fáciles de prever, como el compañero que siempre hace bromas pesadas; el bebé que una vez más necesita cambio de ropa; el platillo que nos desagrada; hacer fila en el supermercado... Son muchas las cosas que nos desagradan y no podemos esperar que todo sea a nuestro gusto. El verdadero valor del sacrificio consiste en sobrellevarlas, intentando poner buena cara, sin quejas ni remilgos.

Con todos lo ejemplos mencionados, podemos darnos cuenta que la mayoría de nuestros sacrificios están orientados a servir a los demás; tal vez, ni siquiera nos habíamos percatado de la importancia que tienen esos pequeños detalles para formar una personalidad firme y recia.

El espíritu de sacrificio no se logra con las buenas intenciones, se desarrolla haciendo pequeños esfuerzos. Por eso es necesario que tengas en mente:

- Aprende a darle un tiempo prudente a tus aficiones y descansos.

- Procura no hablar de tus esfuerzos, ni poner cara de sufrimiento para que los demás se den cuenta de lo mucho que haces.

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- Haz un poco más de lo habitual: juega más con tus hijos; limpia y acomoda algo en casa; recoge la basura de los pasillos; convive con los compañeros de la oficina...

- Controla y modera tu carácter y estados de ánimo.

- Este último punto contempla de alguna manera a todos los anteriores: Haz una lista de las cosas que te desagradan y las que te cuestan más trabajo, elige tres y comienza a luchar en ellas diariamente.

Todo aquello que vale la pena requiere de sacrificio, pues querer encontrar caminos fáciles para todo, sólo existe en la mente de personas con pocas aspiraciones. Quien vive el valor del sacrificio, va por un camino de constante superación, haciendo el bien en todo lugar donde se encuentre.

Actividades.-

1. Sacar por impresora este texto y hacer copias.

2. Formar equipos de 5 ó 6 alumnos que leerán es escrito y contestarán a estas preguntas:

a) ¿Qué le motivó a Demóstenes a estudiar oratoria?

b) ¿Qué pasó en el primer discurso?

c) ¿A dónde se retiraba para ejercitarse?

d) ¿Qué hacía para superar la tartamudez?

e) ¿Cómo dominaba el desaliento?

3.-Los secretarios de los equipos leen las respuestas.

EL MARIDO QUE DEBÍA CUIDAR LA CASA

Érase una vez un hombre tan malhumorado que pensaba que su esposa nunca hacía nada en casa. Una noche, en la época de levantar el heno, regresó a la casa quejándose porque la cena aún no estaba servida, el bebé estaba llorando y la vaca no estaba en el establo.

-Me deslomo trabajando todo el día –rezongó- y tú te quedas en la casa para cuidarla. Ojalá para mí fuera tan fácil. Yo serviría la comida a tiempo, te lo aseguro.

-Querido, no te enfades tanto –dijo su esposa-. Mañana cambiemos nuestras tareas. Yo iré a segar el heno y tú te quedarás a cuidar la casa.

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Al esposo le pareció muy bien.

-Me vendrá bien un día de descanso –dijo-. Haré todas las tareas en un par de horas, y dormiré toda la tarde.

A la mañana siguiente la esposa se echó una guadaña al hombro y enfiló hacia el henar. El esposo se quedó para hacer las tareas de la casa.

Primero lavó ropa, y luego se puso a preparar mantequilla, pero al poco tiempo recordó que debía colgar la ropa para secarla. Fue al patio, y acababa de colgar las camisas cuando vio que el cerdo entraba en la cocina.

Corrió a la cocina para ahuyentar al cerdo y evitar que volcara la mantequera. Pero apenas atravesó la puerta, vio que el cerdo ya la había volcado, y allí estaba, gruñendo y lamiendo la crema, que se extendía por todo el suelo. El hombre se enfureció tanto que se olvidó de las camisas y corrió al cerdo.

Lo capturó, pero el animal estaba tan embadurnado de mantequilla que se le resbaló de los brazos y atravesó la puerta. El hombre salió al patio, dispuesto a pillar a ese cerdo a toda costa, pero se paró en seco al ver la cabra. Estaba bajo la soga de tender ropa, masticando y engullendo las camisas. El hombre ahuyentó la cabra, encerró al cerdo y bajó las camisas que le quedaban.

Luego fue al depósito y descubrió que quedaba crema suficiente para llenar de nuevo la mantequera, y se puso a batir, pues debían tener mantequilla para la cena. Cuando hubo batido un poco, recordó que la vaca todavía estaba encerrada en el establo, y no había comido ni bebido nada en toda la mañana, aunque el sol estaba alto.

Pensó que el prado estaba demasiado lejos, así que la puso en el techo de la casa, pues debemos recordar que el techo tenía grama. La casa estaba cerca de una colina empinada, y pensó que le sería fácil subir la vaca si unía la ladera de la colina con el techo por medio de un tablón ancho.

Pero no podía dejar de batir, porque el bebé gateaba por el suelo. “Si me voy –pensó-, el bebé la volcará.”

Así que puso la mantequera en la espalda y salió con ella. Entonces pensó que le convendría dar de beber a la vaca antes de llevarla al techo, y consiguió un cubo para extraer agua del pozo. Pero cuando se agachó en el brocal, la crema se salió de la mantequera, le resbaló por los hombros y la espalda y se derramó en el pozo.

Se aproximaba la hora de la cena, y ni siquiera tenía preparada la mantequilla. En cuanto puso la vaca en el techo, pensó que le convendría hervir el potaje. Llenó la cacerola de agua y la colocó sobre el fuego.

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Cuando hubo hecho esto, pensó que la vaca podría caerse del techo y desnucarse, así que trepó al techo para atarla. Ató un extremo de la soga en torno del pescuezo de la vaca, y metió el otro por la chimenea. Luego regresó adentro y se la sujetó a la cintura. Tuvo que darse prisa, porque el agua estaba hirviendo en la cacerola, y todavía tenía que moler la avena.

Se puso a moler. Pero mientras lo hacía, la vaca se cayó del techo a pesar de todo, y al caerse arrastró al pobre hombre por la chimenea. Allí se quedó atorado. Y en cuanto a la vaca, quedó colgando contra la pared, entre el cielo y la tierra, pues no podía subir ni bajar.

Entretanto la esposa, que estaba en el campo, esperaba a que su esposo la llamara a comer. Al fin pensó que había esperado demasiado y regresó a casa.

Al llegar vio la vaca colgada en esa incómoda posición, corrió arriba y cortó la soga con la guadaña. Pero en cuanto lo hizo, su esposo cayó por la chimenea. Y cuando ella entró en la cocina, lo encontró de cabeza en la cacerola.

-Bienvenida –dijo él, una vez que ella lo rescató-. Debo decirte algo.

Y le dijo que lo lamentaba, y le dio un beso, y nunca más se quejó.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Respetar y valorar el trabajo de los demás.

Contenido.- Comunicación

Una buena comunicación puede hacer la diferencia entre una vida feliz o una vida llena de problemas.

La comunicación es indispensable para procurar y mantener las buenas relaciones en todos los ámbitos de nuestra vida, particularmente en la familia, el trabajo y con las personas más cercanas a nosotros. Aún así enfrentamos desacuerdos y discusiones sin sentido, provocando -en ocasiones- una ruptura en las relaciones con los demás. Entender y hacerse comprender, es un arte que facilita la convivencia y la armonía en todo lugar.

Con facilidad podemos perder de vista que la comunicación entra en el campo de los valores. Precisamente cuando hay problemas de comunicación en el trabajo, con la pareja, con los hijos o con los amigos se comienza a apreciar que una buena comunicación puede hacer la diferencia entre una vida feliz o una vida llena de problemas.

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El valor de la comunicación nos ayuda a intercambiar de forma efectiva pensamientos, ideas y sentimientos con las personas que nos rodean, en un ambiente de cordialidad y buscando el enriquecimiento personal de ambas partes.

No todas las personas con una magnífica y agradable conversación poseen la capacidad de comunicarse eficazmente, en muchos de los casos transmiten anécdotas y conocimientos producto de la experiencia, la información y las vivencias que han tenido, pero con el defecto de no dar la oportunidad a que otros se expresen y compartan sus puntos de vista. En si, esto no es malo, pero se debe tener cuidado de no caer en excesos.

Queda claro que comunicar no significa decir, expresar o emitir mensajes (para eso están los medios de información), por el contrario, al entablar un diálogo con los demás, tenemos la oportunidad de conocer su carácter y manera de pensar, sus preferencias y necesidades, aprendemos de su experiencia, compartimos gustos y aficiones... en otras palabras: conocemos a las personas y desarrollamos nuestra capacidad de comprensión. Sólo así estaremos en condiciones de servir al enriquecimiento personal de quienes nos rodean.

La buena comunicación tiene algunas características que todos conocemos: escuchar con atención, no acaparar la palabra, evitar interrumpir, utilizar un lenguaje propio y moderado, lo cual demuestra educación y trato delicado hacia las personas. Pero este valor tiene elementos fundamentales e indispensables para lograr una verdadera comunicación:

- Interés por la persona. Cuántas veces nuestra atención total está reservada para unas cuantas personas, nos mostramos atentos y ávidos de escuchar cada una de sus palabras. Por otra parte, los menos afortunados se ven discriminados porque consideramos su charla como superficial, de poco interés o de mínima importancia. Pensemos en los subordinados, los hijos o los alumnos ¿Realmente nos interesamos por sus cosas, sus problemas y conversaciones?

Toda persona que se acerca a nosotros considera que tiene algo importante que decirnos: para expresar una idea, tener una cortesía o hacer el momento más agradable; participarnos de sus sentimientos y preocupaciones; solicitar nuestro consejo y ayuda...

- Saber preguntar. A pesar del esfuerzo por expresar las cosas con claridad no siempre se toman en el sentido correcto (y no hablamos de malas intenciones o indisposición) Recordemos con una sonrisa en los labios, como después de una breve discusión llegamos al consenso de estar hablando de los mismo pero en diferentes términos. Las causas son diversas: falta de conocimiento y convivencia con las personas, distracción, cansancio...

El punto es no quedarnos con la duda, aclarar aquello que nos parece incorrecto, equivocado o agresivo para evitar conflictos incómodos e inútiles que sólo dejan resentimientos.

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- Aprender a ceder. Existen personas obstinadas en pensar que poseen la mejor opinión debido a su experiencia, estatus o conocimientos; de antemano están dispuestos a convencer, u obligar si es necesario, a que las personas se identifiquen con su modo de pensar y de parecer, restando valor a la opinión y juicio de los demás. No es extraño en ellos la inconformidad, la crítica y el despotismo, inmersos en conflictos, críticas y finalmente convertidos en las últimas personas con quien se desea tratar.

La comunicación efectiva es comprensiva, condescendiente y conciliadora para obtener los mejores frutos y estrechar las relaciones interpersonales.

- Sinceridad ante todo. Expresar lo que pensamos, sobre todo si sabemos que es lo correcto (en temas que afecten a la moral, las buenas costumbres y los hábitos), no debe detenernos para mostrar desacuerdo, superando el temor a quedar mal con un grupo y a la postre vernos relegados. Tampoco es justificable callar para no herir a alguien (al compañero que hace mal su trabajo; al hijo que carece de facultades para el deporte pero tiene habilidad para la pintura; etc.), si deseamos el bien de los demás, procuraremos decir las cosas con delicadeza y claridad para que descubran y entiendan nuestra rectitud de intención.

Siempre será importante dar a los demás un consejo y criterio recto, de otra forma continuarán cometiendo los mismos errores o haciendo esfuerzos inútiles para lograr objetivos fuera de su alcance, si actúan así se debe, tal vez, a que nadie se ha interesado en su mejora y bienestar.

Además de los elementos esenciales, es preciso cuidar otros pequeños detalles que nos ayudarán a perfeccionar y a hacer más eficaz nuestra comunicación:

- Comprende los sentimientos de los demás. Evita hacer burlas, criticas o comentarios jocosos respecto a lo que expresan, si es necesario corrige, pero nunca los hagas sentir mal.

- No interpretes equivocadamente los gestos, movimientos o entonación con que se dicen las cosas, hay personas que hacen demasiado énfasis al hablar. Primero pregunta y aclara antes de formarte un juicio equivocado

- Observa el estado de ánimo de las personas cuando se acercan a ti. Todos nos expresamos diferente cuando estamos exaltados o tristes. Así sabrás qué decir y cómo actuar evitando malos entendidos.

- En tus conversaciones incluye temas interesantes, que sirvan para formar criterio o ayudar a mejorar a las personas. Las pláticas superficiales cansan.

- Aprende a ser cortés. Si no tienes tiempo para atender a las personas, acuerda otro momento para charlar. Es de muy mal gusto mostrar prisa por terminar.

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No existe medio más eficaz para hacer amistades, elegir a la pareja y estrechar los lazos familiares, profesionales y de amistad. Todos deseamos vivir en armonía, por eso, este es el momento de reflexionar y decidirse a dar un nuevo rumbo hacia una mejor comunicación con quienes nos rodean.

Actividades.-

1. Hacer copias de este cuento para todos los alumnos.

2. Los chicos leen en voz alta este texto y el profesor explica el vocabulario desconocido.

3. Cada alumno hace una redacción con las tareas del hogar actualmente.

3.-Leer algunas redacciones.

ABNEGACIÓN Durante los largos años pasados en la educación de jóvenes tuve con frecuencia que sufrir un amargo desengaño. Había tenidos muchos jóvenes estudiantes, cuyos ojos de fuego y entendimiento vivaz prometían en las clases inferiores una mies abundante para la edad madura; y, no obstante, ya en las clases superiores las esperanzas puestas en ellos fueron devoradas por los astutos enemigos de la juventud: la pasión, la ligereza, la inexperiencia y la tentación. A menudo tuve que ver, con el corazón espantado, cómo iba consumiéndose de año en año, cómo iba palideciendo cada vez más, por obra de estas cuatro fuerzas malignas, la planta tierna del noble idealismo y de la buena voluntad entusiasta, que encontramos en la mayoría de los muchachos durante los primeros años de estudio.

Descubrí que de las cuatro fuerzas contrarias, la más fuerte de todas es la primera: aquella blandura, aquel efeminamiento con que los jóvenes de hay corren, casi sin resistencia, en pos de sus pasiones, en pos de las bajas tendencias de la Naturaleza.

Hoy el único afán de todo el mundo es “vivir”, “gozar”, “divertirse”. Por esto he mencionado precisamente, como primer modo de ejercitar la voluntad, el sacrificio, la renunciación.

El refrenamiento de los sentidos, el dominio de sí mismo, la abnegación, el tener a raya los deseos no es un fin, es tan sólo medio, el medio de libertar el alma. Por lo tanto, si te aconsejo con insistencia, amado hijo, que te sacrifiques muchas veces en cosas pequeñas; por ejemplo, haz con alegría tu tarea, aunque te resulte cuesta arriba; prívate de vez en cuando de alguna diversión, de algún placer, de algún plato, por mucho que los desees, etc. Lo hago inducido por motivos de peso. Con la abnegación queremos alcanzar un objetivo elevado: dar alas al alma, hacer al espíritu dueño del cuerpo.

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Sé muy bien que estos ejercicios de voluntad sólo sirven de escuela para lograr una voluntad fuerte; pero escuela de la cual brota una seria vida moral. Se encierra una profunda sabiduría en el hecho de que los romanos llamasen virtus tanto a la virtud como a la fuerza: esto significa que no hay virtud sin esfuerzo y sin victoria alcanzada sobre nosotros mismos.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Necesidad de la abnegación en la formación de sí mismo.

Contenido.- Obediencia

La obediencia es una actitud responsable de colaboración y participación, importante para las buenas relaciones, la convivencia y el trabajo productivo.

Una de las cosas que más trabajo nos cuestan es someter nuestra voluntad a la orden de otra persona. Vivimos en una época donde se rechaza cualquier forma de autoridad, así como las reglas o normas que todos debemos cumplir. La soberbia y el egoísmo nos hacen sentir autosuficientes, superiores, sin rendir nuestro juicio y voluntad ante otros pretextando la defensa de nuestra libertad.

Parece claro que el problema no radica en las personas que ejercen una autoridad, tampoco en las normas creadas para mantener el orden, la seguridad y la armonía entre las personas, esta dentro de nosotros mismos. Debemos evitar caer en el error de "sentir" que obedeciendo nos convertimos en seres inferiores y sumisos caracterizados por una libertad mutilada. Por el contrario, la obediencia nos lleva a practicar una libertad más plena, porque echamos por la borda el pesado lastre de la soberbia y la comodidad. ¿No son acaso una fuerte atadura e impedimento para obedecer cabalmente?

¿Por qué nos cuesta tanto trabajo obedecer? Razones puede haber muchas, tal vez la más común se da cuando no reconocemos la autoridad de la persona que manda, por considerarla inferior, inepta, molesta o necia; cada vez que la actividad a realizar es contraria a nuestro gusto y preferencia; porque catalogamos las cosas como poco importantes, o debemos hacer a un lado nuestra comodidad y descanso. Cualquiera que sea el caso el resultado es el mismo: un actuar mecánico y porque "no nos queda más remedio", lo cual resta mérito a todo lo bueno que pudiéramos lograr.

No podemos negar que algunas ocasiones obedecemos gustosamente, pero lo hacemos por la simpatía que tenemos hacia quien lo pide, o definitivamente no nos cuesta trabajo cumplir con la encomienda. Entonces cabe preguntarnos si la obediencia en nosotros es un valor o es una postura que tomamos de acuerdo a las circunstancias.

Debe quedar claro, la obediencia no hace distinciones de personas y situaciones, para que sea realmente un valor, debe ir acompañada de nuestra voluntad de hacer las cosas, agregando nuestro ingenio y capacidad para obtener un resultado igual o mejor de lo

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esperado. Por tanto, el obedecer es un acto consciente, producto del razonamiento, discriminando todo sentimiento opuesto hacia las personas o actividades.

Esto nos lleva a considerar la manera en la que reaccionamos frente a las normas que exigen un cumplimiento: con facilidad desobedecemos las leyes de tránsito, buscamos la manera de simplificar cualquier tipo de trámites, cumplir con menos requisitos o no hacer fila para hacer un pago en la ventanilla correspondiente... no podemos pensar que el mundo debe girar alrededor de nuestros caprichos, sometiendo todo a la aprobación de nuestro juicio.

La obediencia requiere docilidad, traducida en seguir fielmente las indicaciones dadas. Si consideramos que algo no es correcto podemos expresar nuestro punto de vista, pero nunca hacer algo distinto o contrario a lo que se nos ha solicitado.

Además de ser dóciles debemos tener iniciativa, que consiste en poner de nuestra parte "lo que haga falta" para cumplir mejor con nuestra tarea. Muchas veces se manifiesta a través de los pequeños detalles: La portada y presentación final de un informe, limpiar y colocar perfectamente los muebles que cambiamos de lugar, acomodar en la alacena los víveres que compramos...

Ese toque personal y final que ponemos a las cosas complementa magníficamente nuestra obediencia, porque es una manera de identificarnos plenamente con el deseo de quien lo ha pedido, que en el fondo, es la esencia de obedecer.

En algunos casos y circunstancias, las personas que tienen autoridad pueden solicitar acciones contrarias a la dignidad de las personas y ajenas a los principios morales, como mentir, calumniar, robar... en estos y otros casos, no estamos obligados a obedecer porque nos convertimos en cómplices de acciones reprobables, de las cuales no nos gustaría ser los afectados.

Aunque el aprender a obedecer parece un valor a inculcar solamente en los niños, toda persona puede, y debe, procurar su desarrollo. Veamos algunos puntos que te ayudarán a cultivar mejor este valor:

- La obediencia no se determina por el afecto que puedas tener hacia la persona que manda, concéntrate en realizar de la tarea o cumplir el encargo que se te encomienda. Tu sentir en nada cambia el contenido de la orden.

- Ejecuta las peticiones u órdenes sin calificar si son de tu agrado o no.

- Toda encomienda es importante. Si es aparentemente simple, evita pensar que no corresponde "a tu categoría". Si no cumples con las cosas pequeñas, jamás cumplirás con las cosas que consideras como "grandes".

- No te quejes por los continuos encargos que recibes. Por una parte se tiene confianza en tu capacidad; por otra, ¿no crees que estás encubriendo tu pereza?

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- Procura eliminar de tu persona esa visión mediocre de "sólo cumplir". Ten iniciativa: termina las cosas al detalle dando un toque final a todo lo que hagas, es la diferencia entre obedecer y cumplir, y eso, es lo que hace un trabajo bien hecho.

La obediencia nos hace sencillos porque nos enfocamos en la tarea a realizar y no en criticar a las personas; generosos por la disponibilidad de tiempo, el interés y entusiasmo que ponemos al servicio de los demás, generando confianza al actuar responsablemente.

Podemos ver que la obediencia es una actitud responsable de colaboración y participación, dejando atrás el "hacer para cumplir", que eso lo hace cualquiera, poner lo que esta de nuestra parte es lo que hace de la obediencia un valor, no sólo importante, sino necesario para las buenas relaciones, la convivencia y el trabajo productivo.

Actividades.-

1. El profesor lee este texto y explica su significado.

2. Cada alumno contesta a estas preguntas:

a) ¿Cuáles son las cuatro fuerzas contrarias a la formación?

b) ¿Cómo se describe la primera fuerza?

c) ¿Cuál es el modo de ejercitar la voluntad?

d) ¿La abnegación es un fin o un medio? ¿Por qué?

e) Señala varias cosas pequeñas en que luchar.

f) ¿En qué podemos hacer algún sacrificio?

3.-Escribir en la pizarra las contestaciones a las preguntas e) y f).

EL CUERVO Y LA VASIJA Érase una vez un cuervo sediento. Había volado mucho tiempo en busca de agua.

De pronto vio una vasija. Descendió y vio que contenía un poco de agua, pero estaba en el fondo de la vasija y él no llegaba con el pico.

-Pero debo beber esa agua –graznó-. Estoy demasiado fatigado para seguir volando. ¿Qué haré? Ya sé. Volcaré la vasija.

Le pegó con las alas, pero era demasiado pesada. No podía moverla.

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Recapacitó.

-¡Ya sé! La romperé y beberé el agua cuando se derrame. Estará muy sabrosa.

Con pico, garras y alas se arrojó contra la vasija. Pero era demasiado fuerte.

El pobre cuervo se tomó un descanso.

-¿Qué haré ahora? No puedo morir de sed con el agua tan cerca. Ha de haber una manera, y sólo necesito pensar hasta descubrirla.

Al cabo de un rato el cuervo tuvo una idea brillante. Había muchos guijarros en torno. Los tomó uno por uno y los arrojó en la vasija. Poco a poco el agua subió, hasta que al fin pudo beberla. ¡Qué sabrosa estaba!

-Siempre hay un modo de vences los escollos –dijo el cuervo-, si sabemos aguzar el ingenio.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Buscar soluciones para resolver las dificultades.

Contenido.- Solidaridad

Un valor que nos ayuda a ser una mejor sociedad y que no solamente debe vivirse en casos de desastre y emergencia.

Pensamos en la Solidaridad como una actitud que debemos asumir en emergencias y desastres, sin embargo, la Solidaridad es una característica de la sociabilidad que inclina al hombre a sentirse unido a sus semejantes y a la cooperación con ellos.

Podemos manifestar esta unión y cooperación, cada vez que procuramos el bienestar de los demás, participando en iniciativas que nos impulsen a servirles, como puede ser la visita a los enfermos en un hospital, haciendo colectas de ropa y alimentos para los más necesitados, en un grupo que imparta educación en comunidades marginadas, colaborando en campañas de cuidado y limpieza de calles y áreas recreativas de la comunidad, en los momentos que auxiliamos a quienes son víctimas de alguna catástrofe, es decir, prestando nuestros servicios en la creación de mejores condiciones de vida.

No podemos reducir el concepto de Solidaridad a un simple servicio extraordinario; el término "servicio", puede hacernos perder de vista otros aspectos de la Solidaridad:

· En la empresa los dueños deben procurar pagar un salario justo a sus trabajadores, de tal manera que les alcance para cubrir las necesidades primordiales de su familia;

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también los trabajadores en la oficina, el taller, el hospital, deben preocuparse por ayudar a sus colegas a desempeñar mejor su labor, con consejos, orientaciones o simplemente enseñarlos a hacer aquello que más se les dificulta.

· En el trabajo personal: poniendo alegría y empeño por hacerlo lo más perfectamente posible, pues garantiza el progreso de la empresa y por consiguiente el propio.

· Los educadores actualizando continuamente sus conocimientos, al mismo tiempo que las técnicas de enseñanza, para garantizar un mejor aprendizaje y aprovechamiento de los alumnos, además de ver en cada educando a una persona en desarrollo y formación.

· En el hogar: dando un trato justo a los empleados que conviven diariamente con nosotros y nos ayudan a tener una vida más agradable.

· El respetar las normas de vialidad al ir conduciendo, para garantizar la seguridad de los peatones y automovilistas.

La solidaridad es la ayuda mutua que debe existir entre las personas, no porque se les conozca o sean nuestros amigos, simplemente porque todos tenemos el deber de ayudar al prójimo y el derecho a recibir la ayuda de nuestros semejantes.

Qué agradable es el momento en que un desconocido se ofrece a ayudarnos a cambiar el neumático averiado o levanta los objetos que han caído de nuestras manos, son pequeños detalles de Solidaridad: servir a los demás desinteresadamente, por el simple hecho de ser personas, porque han descubierto la fraternidad....

Debemos descubrir y comprender que en cada lugar de trabajo y de convivencia, las personas tienen algo interesante que aportar y que enseñarnos; si aprendemos a interesarnos por el bienestar de las personas estamos en condiciones de ayudarles y prestarles un mejor servicio.

Si queremos que algo mejore - el servicio de limpieza de las calles o la educación que reciben los hijos en la escuela, por ejemplo -, debemos decidirnos a tomar el problema en nuestras manos, tal vez el vecino tiene la misma inquietud, y sólo le hacia falta con quien empezar a trabajar, con sus medios y los nuestros... no esperemos que las cosas cambien por sí mismas.

Generalmente el bien común va planteando nuevas necesidades, consecuentemente la labor no termina, pero se crea un ciclo en el cual se va haciendo cada vez más efectiva la ayuda y participación de todos. En resumidas cuentas, para vivir la Solidaridad se requiere pensar en los demás como si fuera otro yo, pues no vivimos aislados y nuestros conciudadanos esperan que alguien se preocupe por el bienestar y seguridad de todos, tal vez de alguien como nosotros, como líderes emprendedores.

Actividades.-

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1. Hacer copias de esta fábula para cada chico.

2. Formar equipos de 5 ó 6 alumnos y contestar estas preguntas:

a) ¿Qué problema o necesidad tenía el cuervo?

b) ¿Cuál fue la primera idea que tuvo para beber el agua?

c) ¿Por qué no pudo volcar la vasija?

d) ¿Por qué no pudo romper la vasija?

e) ¿Cómo consiguió al final beber el agua?

3. Los secretarios leen las contestaciones a las preguntas.

PERSEVERANCIA El segundo modo de ejercitar la voluntad es la perseverancia, la constancia, la paciencia. Uno de los más renombrados psicólogos americanos, James, aconseja a los jóvenes que hagan cada día algo en contra de sus inclinaciones para afirmar el dominio sobre sí mismos.

En un colegio alemán, ¿sabes qué hicieron al oír esto los muchachos? Se fueron al jardín y masticaron caracoles vivos, porque esto sí que era “contra sus inclinaciones”. ¡Brrr!... Exageración pueril; pero no dejaba de ser un pasmoso espíritu de sacrificio para conseguir una voluntad fuerte.

No sigas este ejemplo: no es preciso que seas Mucio Scévola y que quemes tu brazo en el fuego. La vida diaria de los estudiantes también está llena de pequeñeces en que puedes ejercitar tu paciencia heroica. Tienes que soportar con calma el dolor, el sufrimiento.

Debes aprender con sosiego, sin dar lugar a excitaciones ni enfados.

Es preciso que hables con paciencia en casa y que no discutas; no has de hacer muecas ni ponerte de mal humos. Sean las que sean las cosas que te exciten, te atormenten, te hagan enfadar, no has de saltar ni dar cauce libre a tu ira, sino que has de esperar un poco y, mientras tanto, tranquilizarte con argumentos racionales.

No hagas nada de que tengas que arrepentirte a los cinco minutos. ¡Qué regla más importante es ésta para los muchachos impetuosos!

Y no apunto tan sólo a la paciencia pasiva, al sufrir sin chistar, sino aún más a la paciencia activa, a la perseverancia.

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Nuestro Señor Jesucristo nos dirige una seria amonestación: Quien perseverare hasta el fin, éste se salvará (San Mateo X, 22) Esta frase encierra una gran verdad, no sólo con relación a la vida eterna, sino aun en lo que toca a los éxitos terrenos. Por falta de perseverancia se viene a tierra muchas veces en el último momento el resultado de largos trabajos. No hacía falta más que la perseverancia de una sola hora, de un solo día..., ¡pero hacía falta!

Obras prudentemente si te preparas en todo algo más de lo que te prescribe el deber. Si quieres dar un paseo de tres horas, prepárate para cuatro; y si quieres estudiar dos horas, reconcentra toda tu voluntad para un estudio de dos horas y media: de esta suerte siempre te quedará en reserva un poco de fuerza.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Ejercitar la voluntad en la perseverancia y la paciencia.

Contenido.- Perseverancia

Es tiempo de que los buenos propósitos se vuelvan realidad.

Normalmente a principios de año comenzamos nuestra lista de "buenos propósitos". El final de un ciclo nos impulsa reflexionar sobre nuestras virtudes y defectos, hasta el punto de tomar una resolución firme y realizar cambios. Todos sabemos cuán efímeros son esos propósitos, y que no pasarán ni siquiera un par de semanas antes de que se olviden. Sin embargo, esto no solo ocurre en año nuevo, puede ocurrirnos en nuestras vidas en muchos aspectos.

La perseverancia es hermana de la fortaleza. Con frecuencia en muchos aspectos de la vida, existe una verdadera lucha. Desde la escuela, el "aguantar" a un jefe lleno de defectos, tener una novia o un novio que hace cosas que nos desagradan, tener un marido o una esposa que a veces nos rompe los nervios y muchos otros momentos de la vida son difíciles. Desde pequeñas crisis hasta grandes huracanes, la vida nos depara un hecho innegable: la vida es hermosa, pero no necesariamente sencilla.

Si somos como un barquito de papel, la menor llovizna nos hunde irremediablemente. Hace falta la fortaleza.

La perseverancia es un esfuerzo continuado. Es un valor fundamental en la vida para obtener un resultado concreto. Existen muchos matices al vivir la perseverancia: existen aquellos que son necios irremediables, y otros que son veletas que cambian de rumbo. Estos últimos, tienen grandes problemas.

Siempre es emocionante iniciar algo: existe una gran ilusión, sueños y esperanzas. Ese "algo" puede ser un nuevo trabajo, vivir en una nueva ciudad, conocer a una persona que

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potencialmente puede ser nuestra pareja, un nuevo proyecto de trabajo. Sin embargo, fácilmente comenzarán a existir resistencia y problemas. En el nuevo trabajo, comenzaremos a conocer gente que no nos agrada, o las exigencias podrán ser agotadoras, al vivir en una nueva ciudad tal vez la gente no nos acepte fácilmente por nuestro acento o nuestra costumbres, tras el "enamoramiento" inicial, comenzamos a descubrir que esa persona ideal no lo es tanto y que en su personalidad hay aspectos que pueden rayar en lo insoportable. Si una persona abandona un trabajo porque su jefe no le agrada, tras cambiarse de ciudad decide regresar a su lugar de origen porque el hicieron el feo por su acento, si abandonamos a la pareja porque "no es perfecta", entonces estamos ante la falta de perseverancia, y en el fondo siempre existe un sentimiento en el corazón: el de haber sido derrotado, vencido y el no haber luchado por algo que valía la pena.

El combustible para que la perseverancia pueda moverse largamente es el de la visión de largo plazo y la profundidad. Los seres humanos somos hedonistas, es decir, preferimos el bien inmediato. Una persona puede utilizar una droga porque en el momento de administrársela a su cuerpo percibe sensaciones que le gustan, pero no le importa que su cuerpo se dañe en el largo plazo. Esa miopía provoca que hagamos grandes tonterías en nuestras vidas por obtener satisfacción instantánea. El punto es que con la perseverancia, debemos tener la fortaleza de no dejarnos llevar por lo fácil y lo cómodo, a cambio de obtener algo más grande y mejor en el futuro. Si vemos la vida con superficialidad entonces nos dejaremos llevar por las cosas inmediatas.

Cuando hablamos de perseverancia, valdría la pena tomar un papel y ver nuestros propósitos de año nuevo. El problema con los propósitos es que siempre decimos el "qué" pero nunca el "cómo". Por otro lado, a veces no conocemos a fondo nuestras capacidades (o falta de ellas) para poder establecer objetivos que realmente podamos alcanzar.

La lista de año nuevo, y cualquier propósito que emprendamos (una relación afectiva, un trabajo, un cambio de residencia), debería estar acompañado de un recuento de los medios con los que vamos a lograr ese trabajo. Si queremos arreglar una cañería rota, necesitaremos herramientas, y sería muy bobo desalentarnos porque no pudimos llegar hasta la cañería por el muro con las uñas ¡Hacen falta herramientas! Esas herramientas son nuestras habilidades, circunstancias, posibilidades y conocimientos. ¿Cómo aplico mis habilidades, circunstancias, posibilidades y conocimientos para que mi relación de pareja sea estable? ¿Cómo intervienen mis posibilidades en ese nuevo trabajo? ¿Qué se hacer bien y mal?

La perseverancia requiere sentido común. A cambio de contar con el valor de la perseverancia obtendremos el gozo de luchar por lo que queremos. Tal vez no lo logremos de inmediato, incluso tal vez no logremos algo en el final, sin embargo es importante disfrutar el camino. La perseverancia brinda estabilidad, confianza y es un signo de madurez.

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A veces nos olvidamos de la sabiduría popular, pero no sería mala idea reflexionar solo un momento el viejo refrán El que persevera alcanza.

Actividades.-

1. El profesor lee en voz alta este texto y comprueba que los alumnos lo comprenden.

2. Cada alumno contesta a estas preguntas:

a) ¿Cuál es el segundo modo de ejercitar la voluntad?

b) ¿Cuál es el primer modo, la abnegación o la acción?

c) ¿Qué aconsejaba el psicólogo James?

d) ¿Qué hizo Mucio Scévola?

e) Señala varias maneras de ejercitar la paciencia.

f) ¿Qué quiere decir “Quien perseverare hasta el fin, se salvará”?

g) ¿En qué podemos nosotros perseverar?.

3. Leer las contestaciones a la pregunta g).

LA VERDAD ES PODEROSA Y PREVALECE Cuando Darío fue coronado rey de Persia, celebró un gran festín para todos sus súbditos en ciento veintisiete provincias.

Cuando terminó la celebración, Darío fue a su palacio y se durmió, pero pronto lo despertó la conversación de tres jóvenes que montaban guardia junto a su alcoba.

Discutían acerca de cuál era la cosa más fuerte del mundo, y en su entusiasmo hablaban en voz tan alta que despertaron al rey. Pero él, en vez de decirles que se callaran, escuchó la discusión. Estaban diciendo:

-Que cada cual escriba una frase diciendo qué consideraba más fuerte, y la ponga bajo la almohada del rey. Por la mañana él y los tres príncipes de Persia decidirán cuál es la frase más sabia. El ganador obtendrá grandes regalos por su victoria.

Actuaron como habían convenido.

El primero escribió: “Lo más fuerte es el vino”.

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El segundo escribió: “Nadie es más fuerte que el rey”.

El tercero escribió: “La verdad siempre prevalece”.

Pusieron estas notas bajo la almohada del rey. Al día siguiente el rey se sentó en la sala del juicio con todos los príncipes y gobernadores de provincias en torno, y ordenó que los tres jóvenes fueran convocados para justificar sus opiniones.

El que pensaba que el vino era la cosa más fuerte se levantó y dijo:

-¡Qué fuerte es el vino! Pone en ridículo aun a los hombres más grandes. El rey más poderoso y el niño más ignorante son iguales cuando están bajo su poder. Los tristes se alegran, y aun los más pobres se sienten ricos. Su charla se inflama, su memoria se opaca, y lo mismo da que se amen o riñan bajo su efecto, porque después se olvidan de todo. Si el vino puede lograr esto, ¿no es la cosa más fuerte del mundo?

Luego el segundo defendió su creencia de que el rey era lo más fuerte, con estas palabras:

-Poderoso es el rey por encima de todo. Si ordena que los hombres vayan a la guerra, le obedecen. Cruzan comarcas y montañas, abaten murallas y atacan las torres y, cuando han conquistado un país, llevan los despojos al rey. Asimismo, cuando el labriego cosecha los frutos de la tierra que ha arado, paga gran parte al rey como tributo. El rey es un solo hombre, pero cuando ordena que alguien sea ejecutado, se hace. Cuando ordena que otros sean perdonados, se salvan. Así todo su pueblo le obedece, y él actúa a su antojo. Oh jueces, ¿acaso esto no prueba que el rey es el más poderoso?

Entonces habló el tercer joven, que se llamaba Zorobabel.

-Oh rey, grande es la virtud, y más fuerte que todas las cosas. El vino es inicuo, el rey es inicuo, todos los hijos de los hombres son inicuos, y perecerán. Pero la verdad dura para siempre. Es siempre fuerte, nunca muere y nunca es derrotada. Sin verdad no hay respeto por las personas, y no se la puede sobornar. Hace cosas justas. Ella es la fortaleza, el reino, el poder y la majestuosidad de todas las épocas. Bendito sea el Dios de la verdad.

Con estas palabras concluyó, y la gente prorrumpió en un gran grito:

-Grande es la verdad, y poderosa por encima de todo lo demás.

Entonces el rey dijo:

-Pide lo que quieras. Tú eres el más sabio.

-Y el joven dijo:

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-¿Recuerdas tu promesa de construir Jerusalén el día en que subieras al trono? Has jurado reconstruir nuestro templo y ahora, oh, rey, deseo que te mantengas fiel a la verdad, y cumplas la promesa que hiciste ante el Rey del Cielo.

Entonces el rey lo besó, y lo envió con regocijo a Jerusalén. Y el joven volvió su rostro al cielo, y le rezó a Jehová, diciendo:

-De ti viene la victoria, de ti viene la sabiduría. Tuya es la gloria, y yo soy tu siervo.

Así, gracias a la sabiduría del joven Zorobabel, el rey de Persia fue persuadido de reconstruir Jerusalén.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Valorar la verdad por encima de otros bienes.

Contenido.- Honestidad

La honestidad es una de las cualidades que nos gustaría encontrar en las personas o mejor aún, que nos gustaría poseer.

Si alguna vez debemos hacer un listado de las cualidades que nos gustaría encontrar en las personas o mejor aún, que nos gustaría poseer, seguramente enunciaremos la Honestidad, porque garantiza confianza, seguridad, respaldo, confidencia, en una palabra integridad.

La Honestidad es una forma de vivir congruente entre lo que se piensa y la conducta que se observa hacia el prójimo, que junto a la justicia, exige en dar a cada quien lo que le es debido.

Podemos ver como actitudes deshonestas la hipocresía, aparentando una personalidad que no se tiene para ganarse la estimación de los demás; el mentir continuamente; el simular trabajar o estudiar para no recibir una llamada de atención de los padres o del jefe inmediato; el no guardar en confidencia algún asunto del que hemos hecho la promesa de no revelarlo; no cumpliendo con la palabra dada, los compromisos hechos y la infidelidad.

Faltar a la honestidad nos lleva a romper los lazos de amistad establecidos, en el trabajo, la familia y en el ambiente social en el que nos desenvolvemos, pensemos que de esta manera la convivencia se hace prácticamente imposible, pues ésta no se da, si las personas somos incapaces de confiar unos en otros.

Para ser Honesto hace falta ser sinceros en todo lo que decimos; fieles a las promesas hechas en el matrimonio, en la empresa o negocio en el que trabajamos y con las personas que participan de la misma labor; actuando justamente en el comercio y en las opiniones que damos respecto a los demás. Todos esperan de nosotros un

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comportamiento serio, correcto, justo, desinteresado, con espíritu de servicio, pues saben que siempre damos un poco más de lo esperado.

En la convivencia diaria podemos vivir la honestidad con los demás, no causando daño a la opinión que en general se tiene de ellas, lo cual se puede dar cuando les atribuimos defectos que no tienen o juzgando con ligereza su actuar; si evitamos sacar provecho u obtener un beneficio a costa de sus debilidades o de su ignorancia; guardando como propio el secreto profesional de aquella información que es particularmente importante para la empresa en la que prestamos nuestros servicios, o de aquel asunto importante o delicado que nos ha confiado el paciente o cliente que ha pedido nuestra ayuda; evitando provocar discordia y malos entendidos entre las personas que conocemos; señalando con firmeza el grave error que se comete al hacer calumnias y difamaciones de quienes que no están presentes; devolviendo con oportunidad las cosas que no nos pertenecen y restituyendo todo aquello que de manera involuntaria o por descuido hayamos dañado..

Si queremos ser Honestos, debemos empezar por enfrentar con valor nuestros defectos y buscando la manera más eficaz de superarlos, con acciones que nos lleven a mejorar todo aquello que afecta a nuestra persona y como consecuencia a nuestros semejantes, rectificando cada vez que nos equivocamos y cumpliendo con nuestro deber en las labores grandes y pequeñas sin hacer distinción.

Las relaciones en un ambiente de confianza conducen a la mejora personal y ajena, pues si en todo momento se obra con rectitud, se aprende a vivir como hombre de bien.

Actividades.-

1. Hacer copias de este relato para todos los alumnos.

2. Formar equipos y los secretarios copian las contestaciones a estas cuestiones:

a) ¿En qué se basaba el primer joven para decir que el vino es lo más fuerte?

b) ¿Por qué el rey es muy fuerte?

c) ¿Por qué la verdad es lo más fuerte?

d) ¿Qué le pidió el tercer joven al rey Darío?

e) ¿En qué ocasiones podemos defender la verdad?

3. Los secretarios leen las contestaciones a la pregunta e).

OBRA, ACOMETE

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Para la formación del carácter no basa la abnegación, el abstine; ni la perseverancia, el sustine; junto a ellas es menester un vigor valiente, una voluntad decidida: ¡Obra! ¡Acomete! ¡Aggredere! A los valientes la suerte los ayuda.

Hay jóvenes a quienes no les es difícil ni la abnegación ni la perseverancia, pero rehuyen el trabajo en que se necesita vigor. No hacen bien. No damos el calificativo de “joven de carácter” al muchacho que se sienta cabizbajo en un rincón, y no hemos de entender por abnegación la comodidad, ni por vida cristiana el descanso, la tranquilidad inactiva, sino el movimiento, la acción, ya que la misma felicidad de los cielos llamamos “vida eterna”. Nuestra religión, además de tener preceptos que dicen “lo que no has de hacer”, tiene en abundancia otros que te prescriben “lo que has de hacer”. Por lo tanto, “¡obra, acomete!”

Dicen que la fatalidad tiene puños de hierro que pueden caer sobre cualquiera. ¡Qué más da! Tú, en cambio, tienes alma, y por eso puedes disponer de más perseverancia, resistencia, elasticidad que todo el mundo material. “Pon la mano si deseas alcanzar algo”, dice el refrán.

La hoja de acero tiene elasticidad, pero también dureza. Y ¿cómo se prepara? En el fuego, en medio de vivas llamas.

La vida humana se forma con eslabones de pequeños acontecimientos. Uno a uno parecen de poca monta, y, no obstante, son ellos los que integran la vida. Los ingentes rascacielos se edificaron con piedras pequeñas; la vida excelsa se compone de cosas insignificantes, pero también todas las grandes caídas morales tuvieron por principio un leve tropiezo. No hay que temer por quien sabe guardarse de las faltas pequeñas: éste no tendrá grandes caídas.

Observa en qué tropieza la mayoría de los hombres por la calle. ¿En grandes piedras que encuentran por su camino? No. Estas las notan ya de lejos. Pero resbalan al pisar por casualidad un hueso de cereza y caen.

La perdición de muchos jóvenes empieza por pequeñeces, inocentes al parecer. Con no cumplir alguna que otra regla de la disciplina escolar, excusar con pequeñas mentiras la pereza, pasar algún rato con malas compañías y sin hacer nada, todas esas cosas no son en fin de cuentas tan importantes. Pero de las acciones repetidas con frecuencia se forma el hábito: de acciones malas nace la mala costumbre; de las buenas, la buena.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Aprende a realizar obras o acciones de virtud.

Contenido.- Superación

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La superación no llega con el tiempo, el simple deseo o con la automotivación, requiere acciones inmediatas, planeación, esfuerzo y trabajo continuo.

Nuestra vida esta llena de oportunidades, saber aprovecharlas y obtener los frutos deseados constituyen el centro de nuestras aspiraciones. Actualmente se habla de excelencia personal y el éxito al alcance de la mano, sin embargo, muchas de estas fórmulas se enfocan a la solución de problemas y al logro de una posición económica preponderante, quedando cortas en lo que a la superación personal se refiere, la verdadera superación no tiene cantidad sino calidad.

La superación es el valor que motiva a la persona a perfeccionarse a sí misma, en lo humano, espiritual, profesional y económico, venciendo los obstáculos y dificultades que se presenten, desarrollando la capacidad de hacer mayores esfuerzos para lograr cada objetivo que se proponga.

Si la superación es un deseo innato de los seres humanos ¿por qué en ocasiones nos detenemos? El principal obstáculo es nuestra persona, con temores encubiertos de excusas, con la vana esperanza de una oportunidad "de oro" o el momento adecuado para cambiar de vida; en el peor de los casos, la pereza y el pesimismo propios del conformista.

Podemos observar a personas que constantemente hablan de sus planes y el noble afán que tienen por darle un nuevo y mejor rumbo a su vida, sin embargo, todo se queda en las palabras y en el deseo, argumentando dificultades y contratiempos no previstos, los cuales han impedido concretar los objetivos planeados. Basta pensar en el negocio que desde hace tiempo queremos iniciar por nuestra cuenta, del curso de perfeccionamiento profesional que nos abriría las puertas a una mejor posición laboral y que a la fecha no hemos iniciado, o el estudiante que espera el próximo semestre para "ahora sí" prepararse a conciencia y obtener mejores notas.

La superación no llega con el tiempo, el simple deseo o con la auto motivación, requiere acciones inmediatas, planeación, esfuerzo y trabajo continuo.

En muchas ocasiones la superación no aparece como un gran cambio lleno de beneficios materiales. Con cierta frecuencia encontramos a personas inconformes en su trabajo, deseando cambiar porque en el tiempo que llevan no ha mejorado su posición. Sin embargo, rechazan oportunidades con un bajo incremento económico o un mismo nivel profesional, sin darse cuenta que la experiencia, las relaciones y los nuevos conocimientos por adquirir, constituyen un perfeccionamiento personal que más adelante servirá para alcanzar otros objetivos.

La estabilidad y seguridad que otorga el permanecer mucho tiempo en un lugar (empleo, escuela, ciudad...) puede infundir temor a lo desconocido, como si no tuviéramos

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la capacidad de plantearnos nuevos retos con grandeza de ánimo y dispuestos a enfrentar y resolver las dificultades.

Aunque los recursos económicos y materiales sean necesarios, no debemos enfocar la superación a la acumulación de los mismos, como una manera fácil de medir un progreso. Existen otros aspectos fundamentales y prioritarios que toda persona debe atender:

- Podemos comenzar por ver nuestros hábitos y costumbres: el cuidado de las cosas ajenas y personales; el orden en nuestras comidas, diversiones y descanso; la atención y cuidados que procuramos a nuestros familiares (hijos, padres, cónyuge, etc.); tratar con amabilidad a todas las personas; ocupar nuestro tiempo libre para tener convivencia, cultivar pasatiempos o realizar actividades sencillas...

- En el terreno profesional no basta lo que hemos aprendido, continuamente debemos buscar los medios para ser más profesionales y competentes, como aprender a sacarle el debido provecho al uso de la computadora (ordenador) para aplicarlo a nuestro trabajo y tener un mejor rendimiento; idear nuevos sistemas para hacer nuestro trabajo con mayor agilidad y disminuir errores; estudiar una especialidad.

Para el estudiante significa dedicar más tiempo a su preparación, conocer y aplicar nuevas técnicas de estudio que faciliten un mejor aprendizaje con los resultados deseados; desarrollar la investigación personal y mejorar la calidad en los trabajos que realice.

Los padres de familia pueden dedicar un tiempo a lecturas sobre como educar mejor a los hijos según su edad, o inscribirse a cursos que persigan los mismos fines. Actualmente existen bastantes recursos que ayudan a conocer y a desempeñar mejor la labor de educación y formación de la familia.

- El ámbito espiritual, con mucha frecuencia descuidado, ofrece muchas posibilidades con el conocimiento de los preceptos y valores propios de nuestra religión, además de la práctica de los mismos; contar con la asistencia de un director espiritual; procurar el trato con Dios de manera continua (y no sólo cuando tenemos algún problema o necesidad grave); frecuentar los sacramentos y las prácticas religiosas.

La superación personal se encuentra en la persona misma y no en los bienes materiales, como tampoco es exclusivo de una determinada edad; existen hoy en día jóvenes y personas mayores capaces de lograr grandes empresas, observando como sus sueños se hacen realidad y sin detenerse a considerar la falta de experiencia o el cansancio natural que traen los años. Renunciar a mejorar equivale a una vida triste, gris y con falta de aspiraciones, en una palabra: conformismo.

Las posibilidades de superación son innumerables y ante tantos aspectos podemos caer fácilmente en el desánimo. Además de tomar la firme decisión de iniciar hoy mismo, conviene elaborar un pequeño plan para hacerlo de manera ordenada y llevarlo a la

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práctica de forma consistente. Puede ayudar mucho revisar "Vive los valores" y la "Guía Práctica", donde se observan una serie de consejos prácticos para lograr este fin.

Cabe considerar sobre la existencia de los obstáculos, siempre los habrá, pero la verdadera superación consiste en afrontarlos y ante ellos cobrar nuevos bríos. En esta vida nada es fácil, todo lo que vale la pena requiere de perseverancia y paciencia para alcanzarlo, es entonces cuando la superación se hace sublime -alejada de toda vanidad y soberbia- con el gozo interior de acercarnos cada vez más a la cima de la humana perfección.

Actividades.-

1. Los alumnos leen en voz alta el texto y el profesor comprueba la comprensión.

2. Contestar individualmente a estas preguntas:

a) ¿Cuáles son los dos primeros medios para formarse?

b) ¿Cuál es el tercer medio? Descríbelo.

c) ¿Qué nos enseña el ejemplo de los rascacielos?

d) Señala varias de las “cosas pequeñas” que se nombran en el texto

e) ¿Cómo se forman los hábitos buenos?

f) ¿En qué cosas pequeñas podemos mejorar?

3. Escribir en la pizarra las contestaciones a la pregunta f).

EL JOVEN TENDERO Como empleado (Abraham Lincoln) demostró ser honesto y eficiente, y mis lectores se interesarán en algunos ejemplos de ello que he hallado en el interesante volumen del doctor Holland.

Un día una mujer entró en la tienda y compró varios artículos. Sumaban dos dólares y monedas, o eso creyó en joven empleado.

Se pagó la cuenta, y la mujer quedó totalmente satisfecha. Pero el joven tendero, inseguro en cuanto a la precisión de su cálculo, sumó los artículos una vez más. Para su consternación descubrió que la suma total sólo llagaba a dos dólares.

-Le hice pagar varias monedas –dijo Abraham, perturbado.

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Era una nimiedad, y muchos empleados lo habrían pasado por alto. Pero Abraham era demasiado concienzudo para eso.

-Es preciso devolver el dinero –decidió.

Esto habría resultado fácil si la mujer hubiera vivido “a la vuelta de la esquina” pero, como bien sabía el joven, vivía a unos cinco kilómetros. Esto, sin embargo, no cambiaba las cosas. Era de noche, pero él cerró la tienda, le echó la llave y caminó hasta la residencia de su clienta. Una vez allí, explicó el asunto, pagó la diferencia y regresó satisfecho. Si yo fuera capitalista, estaría dispuesto a prestarle dinero a semejante joven sin pedir garantías.

He aquí otro ejemplo de la honestidad del joven Lincoln.

Una mujer entró en la tienda y pidió media libra de té.

El joven empleado la pesó, y se la dio en un paquete. Era la última venta del día.

A la mañana siguiente, al iniciar sus deberes, Abraham descubrió una pesa de cuatro onzas en la balanza. Comprendió de inmediato que había usado esa pesa en la venta de la noche anterior, así que le había dado a su clienta menos cantidad de la que debía. Me temo que hay muchos comerciantes rurales que no se habrían preocupado por este descubrimiento. Pero no fue así con el joven que nos ocupa. Pesó el resto de la media libra, cerró la tienda y se la llevó a la defraudada clienta. Creo que mis jóvenes lectores comprenderán por qué el presidente Lincoln tenía fama de honesto y justo. Es improbable que un hombre que comienza siendo estrictamente honesto en la juventud cambie al crecer, y la honestidad comercial es, hasta cierto punto, garantía de honestidad política.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- La justicia es dar a cada uno lo suyo.

Contenido.- Primero, ser justos

Cada cristiano ha de plantearse cómo vive la justicia en las circunstancias normales de su vida: en la familia, en el trabajo profesional, en las relaciones sociales...Por Pbro. Dr. Francisco Fernández Carvajal

I. En la Ley de Moisés estaba dispuesto que se cumpliera el diezmo [1]: se debía entregar la décima parte del producto de los frutos más corrientes del campo, como los cereales, el vino y el aceite, para el sostenimiento del Templo. Los fariseos pagaban, además, el diezmo de la hierbabuena, el eneldo y el comino, plantas aromáticas que se cultivaban en los jardines de las casas y que servían para condimentar las comidas. Era

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una equívoca manifestación de generosidad con Dios, porque a la vez dejaban de cumplir otros graves mandamientos en relación al prójimo.

Por eso, por su hipocresía, les dirá el Señor: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! que pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, pero habéis abandonado lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Estas cosas había que hacer, sin omitir aquéllas [2].

No desprecia el Señor el pago del diezmo por la menta, el eneldo y el comino, que podría haber sido una verdadera expresión de amor: como quien regala unas flores a una persona que quiere, o al Señor en el Sagrario; lo que rechaza Jesucristo es la hipocresía que este falso celo oculta, pues con ello se justificaban para no cumplir con otros deberes esenciales: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Los cristianos no debemos caer jamás en una hipocresía semejante a la de estos fariseos: nuestras ofrendas voluntarias son gratas a Dios cuando cumplimos con las obligatorias y necesarias, determinadas por la justicia; esta virtud manda dar a cada uno lo suyo y se enriquece y perfecciona por la misericordia y la caridad. Estas cosas había que hacer, sin omitir aquéllas.

La virtud de la justicia se fundamenta en la intocable dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios y destinada a una felicidad eterna. Y si consideramos el respeto que merece todo hombre «a la luz de las verdades reveladas por Dios, hemos de valorar necesariamente en mayor grado esta dignidad, ya que los hombres han sido redimidos por la sangre de Jesucristo, hechos hijos y amigos de Dios por la gracia sobrenatural y constituidos herederos de la gloria eterna» [3].

El aprecio a los derechos de las personas comienza por un ordenamiento justo de las leyes civiles, al que hemos de contribuir los cristianos, como ciudadanos ejemplares, con todas nuestras fuerzas, comenzando por aquellas leyes que defienden el derecho a la vida, el primero de los derechos, desde el mismo instante de la concepción. Pero no basta con esta contribución, que hemos de hacer siempre en la medida de nuestras posibilidades, aunque sean pequeñas.

Cada día se nos presentan muchas ocasiones para ser justos con nuestros semejantes: a la hora de emitir juicios sobre otros -¡con qué facilidad, con qué frivolidad se falta a veces a la justicia más elemental con juicios temerarios!-; en las palabras, evitando no sólo la calumnia -la acusación falsa-, sino también la difamación, la palabrería que propaga los defectos del prójimo, para disminuir su consideración social, profesional y humana; en las obras, dando a cada uno lo que es suyo...

¿Cómo podrían ser gratas a Dios nuestras obras si no tratamos con esmero -de pensamiento, palabra y obra- a nuestros hermanos, por quienes Jesús dio su vida?

II. Vivir la justicia con el prójimo es mucho más que el mero no causarle daño, y no basta para cumplirla con lamentarse ante situaciones de injusticia; quejas y lamentaciones que serán estériles si no se traducen en más oración y obras para remediar esa situación.

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Cada cristiano ha de plantearse cómo vive la justicia en las circunstancias normales de su vida: en la familia, en el trabajo profesional, en las relaciones sociales... Vivir la justicia con quienes nos relacionamos habitualmente significa, entre otros deberes, respetar su derecho a la fama, a la intimidad, a una retribución económica suficiente... «Estas exigencias no han de limitarse únicamente al orden económico, como es, por ejemplo, la justicia en sueldos y honorarios; la vida y la moral cristianas tienen exigencias más amplias. El respeto a la vida, a la fidelidad, a la verdad, la responsabilidad y la buena preparación, la laboriosidad y la honestidad, el rechazo de todo fraude, el sentido social e incluso la generosidad deben inspirar siempre al cristiano en el ejercicio de sus actividades laborales y profesionales» [4].

También la calumnia, la maledicencia, la murmuración.... constituyen una verdadera y flagrante injusticia, pues «entre los bienes temporales la buena reputación parece ser el más valioso, y por su pérdida el hombre queda privado de hacer mucho bien» [5]. El Apóstol Santiago dice de la lengua que es un mundo entero de maldad [6]: puede servir para alabar a Dios, para hablar con Él, para comunicarnos..., o puede hacer mucho daño, si no hay un empeño decidido en no hablar nunca mal de nadie.

No es infrecuente que se falte a la justicia a través de la palabra. Por eso, el Señor nos pide a los cristianos que sepamos defenderla, que no nos dejemos guiar por rumores, por juicios precipitados de otras personas, de algunos medios de comunicación social..., que nunca emitamos un juicio negativo sobre personas o instituciones -no ser inquisidores y verdugos de vidas ajenas-. Y, entonces, hemos de procurar poner los medios para estar bien informados, y, si alguien tiene el deber de juzgar, oyendo a las dos partes, matizando cuando sea preciso hacerlo y salvando siempre la intención profunda de las personas, que sólo Dios conoce. Especial responsabilidad tienen quienes de alguna manera trabajan en los medios de comunicación social o tienen acceso a ellos, por el gran bien o el mal grave que pueden hacer.

Debemos vivir los deberes de justicia con aquellos que el Señor nos ha encomendado, dedicándoles tiempo, colaborando en la formación de todos, tratando con más esmero a aquel que, por enfermedad, edad o por sus condiciones particulares, más lo necesita. Sabemos bien que no viviría esta virtud, por ejemplo, el padre o la madre que tuviera tiempo para sus gustos y distracciones, y no dedicara lo necesario para la educación de los hijos o para aquellas personas que Dios ha puesto a su cuidado; o quien antepusiera sus gustos y preferencias personales, de los que con un poco de buena voluntad se puede prescindir, a las necesidades de los demás.

Somos justos cuando damos a cada uno lo suyo. El empresario, con la justa retribución de los empleados, de acuerdo con las leyes civiles justas y con la recta conciencia. No será raro que, a veces, haya de remunerar por encima del mínimo exigido por la ley, pues pueden darse circunstancias en las que, cumpliendo lo estrictamente legal, lo establecido, se falte a la justicia con ese mínimo estipulado: pueden darse despidos legales pero injustos, salarios de acuerdo con las leyes pero que ofenden la dignidad de las personas... ; «la justicia no se manifiesta exclusivamente en el respeto exacto de derechos y de deberes, como en los problemas aritméticos que se resuelven a base de sumas y de

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restas» [7]. Al cristiano le importa, sobre todo, ser justo ante Dios, y esto le llevará a cumplir más allá de lo meramente establecido por las leyes, teniendo en cuenta las circunstancias personales y familiares de quien trabaja a su cargo.

III. La economía tiene sus propias leyes y mecanismos, pero estas leyes no son suficientes ni supremas, ni esos mecanismos son inamovibles. El orden económico no debe concebirse -insiste el Magisterio de la Iglesia- como un orden independiente y soberano, sino que ha de estar sometido a los principios superiores de la justicia social, que corrijan los defectos y deficiencias del orden económico y tengan en cuenta la dignidad de la persona [8].

La justicia social exige también que al trabajador no se le deje a merced de las leyes de la competencia, como si su trabajo se tratara sólo de una mercancía [9]; y una de las principales preocupaciones del Estado y de los empresarios «debe ser ésta: dar trabajo a todos» [10], pues el paro forzoso es uno de los mayores males de un país y causa de otros muchos en la persona, en las familias y en la sociedad misma.

Quien trabaja en un taller, en la Universidad, en una empresa, no viviría la justicia si no cumple con esmero con su tarea, con competencia profesional, aprovechando el tiempo, cuidando los instrumentos de trabajo que son propiedad de la fábrica, de la biblioteca, del hospital, del taller, de la casa en la que se ayuda en las tareas del hogar. Los estudiantes faltarían a la justicia con la sociedad, con la familia, a veces gravemente, si no aprovechan ese tiempo dedicado al estudio. De modo general, las calificaciones académicas obtenidas pueden ser materia de un buen examen de conciencia. Muchas veces, la poca intensidad en el estudio será la causa de no ser más tarde buenos profesionales, faltando así a la justicia con la empresa en la que se trabaja, por carecer de la preparación debida. Son puntos que con frecuencia deberemos examinar, para vivir delicadamente, delante de Dios y de los hombres, los deberes hacia el prójimo: la justicia, la misericordia y la fidelidad en los pactos y promesas.

Pidamos a la Santísima Virgen esa rectitud de conciencia, para contribuir a hacer de la sociedad en que vivimos un ámbito de convivencia digno de hijos de Dios.

[1] Lev 27, 30-33; Dt 14, 22 ss.[2] Mt 23, 23.[3] JUAN XXIII, Enc. Pacem in terris, 11-IV-1963, 10.[4] CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Instr. Past. Los católicos en la vida pública, 22-IV-1986, nn. 113-114.[5] SANTO TOMÁS. Suma Teológica, 2-2, q. 73, a. 2.[6] Sant 3, 6.[7] J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 168. 8 Cfr.[8] Pío XI, Enc. Quadragesimo anno, 15-VI-1931, 37.[9] JUAN PABLO II, Enc. Sollicitudo re¡ socialis, 30-XII-1987, 34.[10] IDEM, En el estadio de Morumbi, 3-VII-1980.

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Meditación extraída de la serie "Hablar con Dios", Tomo IV, Martes de la 21ª Semana del Tiempo Ordinario, por Francisco Fernández Carvajal.

Actividades.-

1. Hacer copias de este relato para los alumnos.

2. Cada chico lee individualmente este texto y contesta a estas preguntas:

a) ¿Quién era el joven tendero?

b) ¿Qué ocurrió con la primera mujer?

c) ¿Qué hizo para devolverle las monedas?

d) ¿Qué crees que es la honestidad ?

e) ¿Qué pasó cuando vendió la libra de té?

f) ¿En qué podemos ser más justos y honestos?

3. Leer las contestaciones a la pregunta f).

EL TRABAJO ENTUSIASTA Medio de primer orden en la escuela de la voluntad y del desarrollo del carácter es el trabajo, el deber diario cumplido con alegría. Con celo.

El trabajo, en sentir de los paganos, era algo degradante, indigno de un hombre libre. Fue tan solo el Cristianismo quien tributó el honor debido al trabajo al enseñar que lo que ennoblece al hombre es justamente el trabajo.

El Cristianismo mostró a la humanidad la gran fuerza que late en el trabajo para desarrollar el carácter. El trabajo fortalece en gran manera la voluntad porque exige dominio de sí mismo, abnegación, perseverancia. Quien posee una voluntad bastante fuerte para trabajar con perseverancia, con concienzuda puntualidad, no encontrará gran dificultad en mostrarse fuerte al tener que refrenar las pasiones, cosa bastante difícil para un hombre holgazán que realiza su trabajo con negligencia y descuido.

El trabajo conserva la frescura y la salud del cuerpo; la inactividad, en cambio, consume y corroe las fuerzas. El trabajo perseverante origina constancia, seriedad, paciencia.

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Acaso no comprendas cómo se vigoriza tu voluntad si cumples con puntualidad, con celo y en el tiempo debido la labor diaria que te impone la escuela. Trázate un plan minucioso para la tarde: si al llegar el tiempo del estudio se presentare cualquier otra ocupación para distraerte, por mucho que te seduzca el sofá para echarte, por muy interesante que sea el libro que has cogido, aunque te inviten tus amigos, no vaciles. Lo primero es el deber. Coge con alegría el libro. Aprende con alma y vida. El deber cumplido con entusiasmo tiene una gran fuerza educadora de la voluntad.

Cuando pasé por Milán subí al techo de la catedral, ese templo soberanamente hermoso. Toda la iglesia está construida de mármol blanco deslumbrante; hasta en el techo levántanse innumerables torrecitas de mármol y los nichos de las torres también están llenas de estatuas marmóreas de santos a cual más hermosas. Mientras duraba la construcción dijo alguien al escultor, que estaba trabajando con gran celo:

-Pero, ¡tanto trabajo! ¡Desde abajo nadie verá las estatuas! ¿Para qué entonces tanta fatiga?

-Desde abajo, nadie –contestó el artista-, pero lo ve Dios.

Dios ve mi trabajo y esto me basta. ¿Ves ya cuánta alma y vida puede haber en el trabajo que se hace de esta manera?

El deber cumplido con todas las veras del alma educa tu carácter; en cambio el trabajo hecho de mala gana y superficialmente lo deteriora.

El trabajo sin entusiasmo, sin alma, refunfuñando, es peor que la completa inactividad, pues te engaña haciéndote creer que trabajas mucho.

De la misma materia en que el artista esculpe una estatua maravillosa, el chapucero no sabe sino moldear una caricatura. De la misma manera podemos ser héroes del trabajo y, mediante él, pulir nuestro carácter, mientras que otros son sus esclavos y gimen con cara entristecida bajo su yugo.

El hombre nació para el trabajo, y ya que no hay más remedio que trabajar, por lo menos trabajaré de buena gana. Echaré de ver en seguida que así me resulta fácil el trabajo.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Aprender a trabajar bien.

Contenido.- Laboriosidad

Trabajar es solo el primer paso, hacerlo bien y con cuidado en los pequeños detalles es cuando se convierte en un valor.

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Alguna vez un cómico dijo "Tan terrible es el trabajo que hasta pagan por hacerlo", sin embargo el trabajo es un valor fundamental.

Cuando alguien se refiere a nosotros por “ser muy trabajadores” nos sentimos distinguidos y halagados: los demás ven en nosotros la capacidad de estar horas y horas en la escuela, en la casa o en la oficina haciendo “muchas cosas importantes”. Efectivamente esa puede ser la razón, pero existe la posibilidad de carecer de un sistema de trabajo que nos lleva a “trabajar” más tiempo de lo previsto. Esto se identifica con claridad cuando iniciamos varias tareas y sólo terminamos algunas, generalmente las menos importantes (las que más nos gustan o se nos facilitan), además de ir acumulando labores que después se convertirán en urgentes.La laboriosidad significa hacer con cuidado y esmero las tareas, labores y deberes que son propios de nuestras circunstancias. El estudiante va a la escuela, el ama de casa se preocupa por los miles de detalles que implican que un hogar sea acogedor, los profesionistas dirigen su actividad a los servicios que prestan. Pero laboriosidad no significa únicamente "cumplir" nuestro trabajo. También implica el ayudar a quienes nos rodean en el trabajo, la escuela, e incluso durante nuestro tiempo de descanso; los padres velan por el bienestar de toda la familia y el cuidado material de sus bienes; los hijos además del estudio proporcionan ayuda en los quehaceres domésticos.

Podemos, fácilmente, dar una apariencia de laboriosidad cuando adquirimos demasiadas obligaciones para quedar bien, aún sabiendo que no podremos cumplir oportunamente; también puede tomarse como pretexto el pasar demasiado tiempo en la oficina o la escuela para dejar de hacer otras cosas, como evitar llegar temprano a casa y así no ayudar a la esposa o a los padres.

Al crear una imagen de mucha actividad pero con pocos resultados se le llama activismo, popularmente expresado con un “mucho ruido y pocas nueces”. Es entonces cuando se hace necesario analizar con valentía los verdaderos motivos por los que actuamos, para no engañarnos, ni pretender engañar a los demás cubriendo nuestra falta de responsabilidad.

La pereza es la manera común de entender la falta de laboriosidad; las máquinas cuando no se usan pueden quedar inservibles o funcionar de manera inadecuada, de igual forma sucede con las personas: quien con el pretexto de descansar de su intensa actividad -cualquier día y a cualquier hora- pasa demasiado tiempo en el sofá o en la cama viendo televisión “hasta que el cuerpo reclame movimiento”, poco a poco perderá su capacidad de esfuerzo hasta ser incapaz de permanecer mucho tiempo trabajando o estudiando en lo que no le gusta o no le llama la atención.

Para ser laborioso se necesita estar activo, hacer cosas que traigan un beneficio a nuestra persona, o mejor aún, a quienes nos rodean: dedicar tiempo a buena lectura, pintar, hacer pequeños arreglos en casa, ayudar a los hijos con sus deberes, ofrecerse a cortar el pasto... No hace falta pensar en grandes trabajos “extras”, sobre todo para los

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fines de semana, pues el descanso es necesario para reponer fuerzas y trabajar más y mejor. El descanso no significa “no hacer nada”, sino dedicarse a actividades que requieren menor esfuerzo y diferentes a las que usualmente realizamos.

Podemos establecer pequeñas acciones que poco a poco y con constancia, nos ayudarán a trabajar mejor y a cultivar el valor de la laboriosidad:

- Comenzar y terminar de trabajar en las horas previstas. Generalmente cuesta mucho trabajo, pero nos garantiza orden para poder cubrir más actividades.

- Establecer un horario y una agenda de actividades para casa, en donde se contempla el estudio, el descanso, el tiempo para cultivar las aficiones, el tiempo familiar y el de cumplir las obligaciones domésticas o encargos.

- Terminar en orden y de acuerdo a su importancia todo lo empezado: encargos, trabajos, reparaciones, etc.

- Cumplir con todos nuestros deberes, aunque no nos gusten o impliquen un poco más de esfuerzo.

- Tener ordenado y dispuesto nuestro material y equipo de trabajo antes de iniciar cualquier actividad. Evitando así poner pretextos para buscar lo necesario y la consabida pérdida de tiempo e interés.

- Esmerarnos por presentar nuestro trabajo limpio y ordenado.

Cuando nos decidimos a vivir el valor de la laboriosidad adquirimos la capacidad de esfuerzo, tan necesaria en estos tiempos para contrarrestar la idea ficticia de que la felicidad sólo es posible alcanzarla por el placer y comodidad, logrando trabajar mejor poniendo empeño en todo lo que se haga.

El trabajo es mucho más que un valor: es una bendición.

Actividades.-

1. Contestar a estas preguntas:

a) ¿Por qué el trabajo desarrolla el carácter?

b) ¿Cómo es un trabajo bien hecho?

c) ¿Qué se dice de la catedral de Milán?

d) Explica la frase “Dios ve mi trabajo y esto me basta”

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e) ¿Cómo podemos mejorar nuestro trabajo o estudio?

3. Leer algunas de las contestaciones.

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