Veraneantes de Siempre en Ezcaray.

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Adolfo Soto Sáez Restaurantes y Apartamentos Turísticos Rincones del Vino Ezcaray - Logroño (La Rioja) España 802 Veraneantes de siempre. (Capítulo 51) Debemos diferenciar veraneantes de turistas. Veraneantes eran las personas o familias que llegaban a Ezcaray para pasar el verano una vez finalizado el periodo escolar, colegios, institutos o universidades. Los de largas temporadas, julio, agosto, septiembre, solían tener su propia casa o una en alquiler. Había familias que se permitían venir a los hoteles de la época, Echaurren, Marichu e Inés, todos con moderados precios y excelentes cocinas. Por mi edad, nací en 1946, he conocido a muchas de las primeras familias de “veraneantes de siempre”, que venían a Ezcaray desde los primeros años del siglo XX, a partir de 1900 hasta nuestros días, en que lo siguen haciendo hijos, nietos y biznietos. Baile de disfraces en la sala de Fiestas ‘el Abrevadero’, 8 de agosto de 1959. ‘Las Chicas’. En esta bonita fotografía podemos ver a Maite, Rojas, Pili Ortiz, Reboiro, Tere Jorqui, Inés Cadarso, Pili del Río, Carmen Calleja, Carmencito Cía Pórtoles, Carmen Gallego… el único chico es el negro ‘Juanito’ Aransay “Bascuñana”. Los hijos de estas familias pronto formaban cuadrillas entre las que se encontraban chicos y chicas de Ezcaray, que normalmente estudiaban y regresaban en verano porque sus padres vivían en Ezcaray, o siendo de acomodadas familias de Ezcaray, estudiando fuera, volvían en estas épocas a su pueblo como unos veraneantes más; Rivera (hijo de farmacéutico), los Alesanco, Ramón García o las Cornejo (de empresarios), Ricardo “El Mediquín” y Elías (hijos de médicos), Inés Cadarso (hija del Veterinario), etc. (Ver lista de veraneantes de siempre, incompleta, en la página 537, vida de Arturo.) Invitación al Gran Festival de la Cabalgata, “Lunch-Snack” y Baile de Disfraces, con la correspondiente autorización del Ayuntamiento de Ezcaray firmada por su alcalde Cecilio Valgañón. Se molestaban en hacer las cosas bien y daban la cara, entre otros, José Antonio Rivera González y Ramón García Gómez. Los dos terminarían farmacia, el primero nos dejó recientemente.

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Veraneantes de siempre. (Capítulo 51) Debemos diferenciar veraneantes de turistas. Veraneantes eran las personas o familias que

llegaban a Ezcaray para pasar el verano una vez finalizado el periodo escolar, colegios, institutos o universidades. Los de largas temporadas, julio, agosto, septiembre, solían tener su propia casa o una en alquiler. Había familias que se permitían venir a los hoteles de la época, Echaurren, Marichu e Inés, todos con moderados precios y excelentes cocinas. Por mi edad, nací en 1946, he conocido a muchas de las primeras familias de “veraneantes de siempre”, que venían a Ezcaray desde los primeros años del siglo XX, a partir de 1900 hasta nuestros días, en que lo siguen haciendo hijos, nietos y biznietos.

Baile de disfraces en la sala de Fiestas ‘el Abrevadero’, 8 de agosto de 1959. ‘Las Chicas’. En esta bonita fotografía podemos ver a Maite, Rojas, Pili Ortiz, Reboiro, Tere Jorqui, Inés Cadarso, Pili del Río, Carmen Calleja, Carmencito Cía Pórtoles, Carmen Gallego… el único chico es el negro ‘Juanito’ Aransay “Bascuñana”.

Los hijos de estas familias pronto formaban cuadrillas entre las que se encontraban chicos y chicas de Ezcaray, que normalmente estudiaban y regresaban en verano porque sus padres vivían en Ezcaray, o siendo de acomodadas familias de Ezcaray, estudiando fuera, volvían en estas épocas a su pueblo como unos veraneantes más; Rivera (hijo de farmacéutico), los Alesanco, Ramón García o las Cornejo (de empresarios), Ricardo “El Mediquín” y Elías (hijos de médicos), Inés Cadarso (hija del Veterinario), etc. (Ver lista de veraneantes de siempre, incompleta, en la página 537, vida de Arturo.)

Invitación al Gran Festival de la Cabalgata, “Lunch-Snack” y Baile de Disfraces, con la correspondiente autorización del Ayuntamiento de Ezcaray firmada por su alcalde Cecilio Valgañón.

Se molestaban en hacer las cosas bien y daban la cara, entre otros, José Antonio Rivera González y Ramón García Gómez. Los dos terminarían farmacia, el primero nos dejó recientemente.

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Entre los primeros veraneantes que conocí en Ezcaray, se encuentran los recordados y descritos por José Luís Ezquerra Sanz – (Txelís), en su ¿T´ACUERDAS...? ¡CAGÜENLA¡ Sucesivamente y por edad se formaron nuevas cuadrillas.

Las chicas de Txelís y como las describe.

Maria Ángeles Jorqui.- (La Jorqui). Simpática, graciosa de cara y tipo de infarto, lucía un talle aún más llamativo, ajustado con una cinta elástica ancha y un chori escocés verde en cada trenza. Victima de un accidente junto a su marido Aguchi, dos días después de tomarse un café con Txelis en el Monterrey (Bilbao).

Tere Jorqui.- (Terete). Morena como un tito, maciza, una sola trenza aunque más gorda (la trenza). Su intrepidez la llevó incluso a vivir en Guinea.

Izquierda, Emilio Delgado, Ricardo, Merche, Mendiola, Txelís, Moñoño Blanco,..., Delgado (1). En el centro Tere Jorqui y a la derecha su prima Marimar Ortiz (Blanco y negro) (2).

Merche Pagés.- (La corsetera). Buen body, a pesar de que todavía no se había inventado el término. Ya vendía sujetadores, esos complementos íntimos que llamamos sostenes. Niños, ¡Mira que encandilarse con la foto de los Belcor!

Esther Alonso Macazaga. Rubia e igualmente con el mismo excelente desarrollo. La bisoñez de alguno dejó asignaturas pendientes que ni se intentaron. Su frase: ¡Que limpio de polvo y paja era todo aquello!, ¿verdad? Para poner cara a esta cuadrilla he contado con la colaboración de Esther, de la que brevemente les cuento algo.

Esther Alonso Macazaga, nos cuenta algunas historias y pone caras a los amigos de los años 50, de Ezcaray. En la foto de la plaza, tercera de pie por la derecha. Con ella están, abajo izquierda; Jose Ángel Sáenz Mena (hijo del requeté, casado con Pacita, de Madrid) Mari Ángeles Jorqui, Juan Luís Ortiz de Zárate (Jontxu), Merche, Arriba izquierda..., Esther, Tere Jorqui, Emilio Delgado y Txelís (Chelís)

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Esther Alonso Macazaga, es hija de Albito Alonso y Juvencia Macazaga (hija de Andrés, el organista de Santa María la Mayor, quien además daba clases de solfeo, entre otros, al futuro director de la banda Municipal de Música de Ezcaray, Victor Monge. El conde de Torremúzquiz le regala una flauta de plata y ébano y un violín). Una de las hermanas de Juvencia es Marina, casada en segundas nupcias con Antonio Tapia (Café Novelty), de su anterior matrimonio Antonio tiene dos hijos, Pili y Juan Antonio, a Pili la consideran de esta cuadrilla de verano, sin dejar de pertenecer a la de los de Ezcaray. Otra hermana de Juvencia es Encarna, que como ella decía “no se casaba porque su novio era Dios”.

Esther tiene cuatro hermanos, Alicia Josefina, Andrés, Carlos y Fernando. Esther, nacida en Ezcaray, residía en Bilbao. Los veranos los pasa en Ezcaray y forma parte de una

de las cuadrillas, a los que defino como ‘veraneantes de siempre’.

Julio Febrer García, Socio de Honor (1). Años 50. Tenorio, Andrés Alonso con Menchu Cadarso, Esther Alonso y Julio Febrer (2). Esther Alonso Macazaga & Julio Febrer (Veraneantes de siempre) Llegó el amor cuando menos lo esperaba y se casa con Julio Febrer, nacido en Ulldecona –Tortosa (Tarragona). El matrimonio tiene varios hijos: Julio Febrer Alonso, que se casa con Magdalena Tejeiro. Raquel Febrer Alonso, casada con Federico López, tienen dos hijos, Federico y Leire. Francisco Andrés Febrer Alonso, casado con Diana, padres de Ander (Andrés) y Naroa. Un buen esquiador, fue campeón de Slalom de Castilla – León. Conserva la flauta de plata y ébano de su abuelo. Esther Nuria Febrer Alonso, casada con Fernando Marín, serán padres de Ainhoa y Pablo. Además de Esther y sus hijos, Julio termina enamorándose de Ezcaray y siente que debe y puede hacer algunas cosas por las personas que habitan en este privilegiado valle. Sociedad Local de Caza y Pesca de Ezcaray. Pronto Julio se da cuenta que en Ezcaray hay muchos pescadores y cazadores, pero no una sociedad de caza y pesca que aúne esfuerzos e ideas defendiendo sus intereses. Pronto convence a los Grandmontagne, Teodoro, padre, y José Luís, hijo, que tiene poco más de veinte años, para crearla. Se aprueban los estatutos y la sociedad es un hecho que perdura desde hace unos 35 años. El 11 de Febrero del 2011 la ‘Sociedad Local de Caza y Pesca de Ezcaray’, presidida por Gerardo Hernando Trancho, nombra Socio de Honor a D. Julio Febrer García, lamentablemente hace años fallecido. Su familia agradece sinceramente este pequeño y al mismo tiempo gran detalle a la memoria de Julio, socio nº 1.

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Esquí Valdezcaray se pone en marcha. Llegan los primeros monitores de esquí, entre ellos los argentinos

Patricio y Reinaldo. Julio esquiando sufre un accidente que le obliga a dejar este deporte. Comprueba que no había asistencia ante estas frecuentes emergencias. Hace un curso de socorrismo y se hace cargo del dispensario de Valdezcaray.

Primero izquierda Julio Febrer, tercero, Paquito Fernández Ochoa, uno de los mejores esquiadores de España. Foto perteneciente a la época en que Julio se involucra con el esquí y Valdezcaray (1). Izquierda, Esther Alonso Macazaga, a su lado Jonchu Ortiz de Zárate y Merche, hermana de la cantante Miren.

Meticuloso, metódico y constante, Julio, pronto aprende a dar puntos, o coser las heridas como pocos, lo que alaban los médicos que en los centros del valle asistían a los accidentados llegados de Valdezcaray. Mientras tanto crea los estatutos que darán vida al ‘Club de Esquí de Ezcaray’, del que será su primer Presidente. El nuevo ‘Club’ promueve actividades deportivas dentro y fuera de temporada, como los cursos ski acuático en el pantano de Vitoria, viajes para esquiar en glaciares, etc.

Solicita una ambulancia para las pistas de esquí y logra la asistencia de Cruz Roja en las mismas. Igualmente otra ambulancia para Ezcaray, lo que denegaron al tener este servicio en Santo Domingo de la Calzada.

Órgano, arreglo y conciertos Amante de los conciertos de órgano, Julio, desde Bilbao se desplazaba con Esther a Covarrubias,

para asistir a los mismos. Piensa en el órgano de Ezcaray y Victor Monge y el propio párroco Don Dalmacio le informan que el órgano de ‘Santa María la Mayor’ está bastante deteriorado.

A Julio cuando se le fija una idea en la cabeza no la deja ni tira la toalla ante las dificultades, por el contrario se crece. Lograr lo que se propone no es tarea fácil pero un poco “enredas”, Julio, una vez más, tira de todos los hilos a su alcance, desde los Tecedores a Patrimonio de Cultura, etc. Organistas nacionales o el francés Chapelet, de fama internacional, le orientan sobre las piezas a reparar y sustituir tras la visita que sus organeros hacen a Ezcaray.

Finalmente el arreglo del órgano es un hecho y Julio, junto a cientos de personas que llenan la iglesia, podrá disfrutar en Ezcaray de inolvidables conciertos de órgano, como los ofrecidos por el religioso aragonés, José Enrique de Oyarra, profesor de órgano en Sevilla, el mencionado francés Chapelet, etc.

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La ‘Asociación Cultural Ezcarayense’ no deja que el polvo, telarañas y desidia se apoderen del órgano restaurado y son muchos los conciertos que ofrecen. En algunas bodas y otros acontecimientos, laicos o religiosos, las singulares notas de estos tubos metálicos inundan el interior del templo, como lo harían cuando se inauguró, la diferencia es que ahora el empleo de “fuellero” ya no es necesario.

“Casa de la cultura y recuperación de danzas antiguas”. Es la nueva tarea que Julio comenzó, quedando, por causas ajenas a su buena voluntad, sin terminar. Julio nos deja el año 1982, cuando tenía 52 años. Muchas cosas escritas en su cuaderno de, “Como mejorar y enriquecer la vida cotidiana de los habitantes de Ezcaray”.

Soñaba, como otras muchas personas, vivir permanentemente en Ezcaray alcanzada la jubilación.

Izquierda, sentados junto a las mantequillas; Mª Ángeles Jorqui, Andrés Alonso Macazaga, Jose Manuel González (Chechu, hermano Ricardito, hijos del médico Don Ricardo) y Carmen Cadarso. Detrás Esther Alonso y cubriéndose los ojos del sol, el pequeño...

El sueño lo pudo realizar su esposa Esther Alonso Macazaga. Ha vuelto a vivir al pueblo en el que nació y hoy podemos disfrutar de su compañía y feliz memoria, deseando ella disfrute con la nuestra.

Desde estas páginas “GRACIAS”, Julio Febrer García, por tus inquietudes y desvelos permanentes por Ezcaray y sus habitantes. Que siempre sigas con nosotros.

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Las mejores fotos que guardaba e historias las pone Esther a disposición de este trabajo, poniendo rostro a las historias de Txelís, de sus cuadernos ¿T’ ACUERDAS...? ¡CAGÜENLA!

Esther con Ángel Cornejo y dos amigos en el pinar de la fuente de la ‘Teja’ (1). En el puente de la ‘Estación’, con el río Oja a sus pies y Allende al fondo, arrodilladas; Tere Jorqui, Carmen. De pie, izquierda, Esther, Menchu Cadarso (se casará con Andrés Alonso) y Mari Ángeles Jorqui (se casará con Aguchi Dieguez Ortiz) (2).

Maruja Vivar.- (La pequeñita). Doctorada en Aguante y Toreo por la izquierda en la ‘Ricardito Universitas’. En la madurez, necesitó un buga estrella para ponerse a la altura de su conyugue pirao y rescatarlo de centros disolutos como la vinoteca “La Tizona” del hermano Pepe, le Moustache. Sus recuerdos: “Era como una tesina de imberbes”.

Pacita Barbero. Una flor delicada entre tanto bárbaro. Al final se dejó convencer por el más pulido, que además le dedicaba sus partituras, “La octava”, “El sueño de un angel”, etc. y puede que hasta le diera de merendar su madre, Doña Carlota. Así, cualquiera.

Pili Merchán. Prima de Esther, guapa en cantidad. Se dice que en las acampadas de los cadetes de Zaragoza, llegó a ligar con el que luego sería el Rey de todos los españoles, que podrá ser Borbón, pero no necesariamente tonto. También atendía el Café Novelty en la plaza de la verdura (Balele). En su trastienda-salón de baile, organizábamos bailongos con el pic-up (Gramófono de manivela). Las bebidas las sustraíamos del sótano al que se accedía por una trampilla de madera.

Pili Mendiola Ubillos. Una, grande y libre. A la altura de cualquiera de los chicos de la pandilla. Marisol Mendiola Ubillos. Experta en su afición a las pipas que traía de Madrid en una caja de zapatos.

Angelines y Luisita Cornejo. Aportaban el toque modosito a aquella troupe (foto 2, blanco y negro, años 50).

Abajo izquierda; Txelís (José Luís Ezquerra), Moñoño Blanco, Clara Mari Delgado, Esther Alonso, Pacita (casada con José Ángel), Merche (casada con Txelís) y Pili Mendiola. De pie, izquierda; Gochone (mujer de Emilín), Enrique Delgado, Rafa Blanco, Loli (mujer de Moñoño), Conchi (mujer de Rafa), extranjera casada con Victor Delgado,...,...,..., Ricardo González (mediquín), Pepín Azpiazu, Chela (mujer de Delgado), Marisol Mendiola, José Ángel Sáez y Emilio Delgado (1). Parte de la cuadrilla en los años 50 (2).

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Conchita. -¡Hija de mi vida!- Esto es lo primero que se le ocurrió decir años después a Ricardito cuando la vio. Luego ya se soltó las canas.

Inés Cadarso.- (Inesita). Savoir faire. Apuntaba altos vuelos. Una avispa inquieta. Pensaba. “Son unos niños grandes”.

Victoria. Prima de ricardito y niña a la que cuidaban en casa de cualquier desliz de la camada. Angelita. Sureña, chica para “todo” de los Hoyos. Maria Ángeles Goñi.- (Márian). Donosa y donostierra, también cultivaba el género epistolar. Mary. Señorita de compañía de Victoria. Como la esencia venía en envase pequeño y concentrado. En

los guateques de Chef Ricardo, Doña Asunción mediaba para que se nos refrigerasen los bajos. Y ella ¿no notaba nada?

Izquierda; Maruja (mujer de Ricardo), Andrés Alonso, Txelís, Esther Alonso, su sobrino Vicentín. Derecha; Arancha, Moñoño Blanco, de pie Ricardo González Salgado, Jesús Reboiro,... (Ojean unas fotos de sus épocas, allá por los 50) (1). De pie, segundo, izquierda, Ricardo González (Ricardito), en Logroño con varios hombres de Ezcaray. Agachado Pablo Arnáez (se casará con Vitori, bar Satorre). De pie, izquierda, Bernardo Santamaría. Segundo, derecha, Domingo Vázquez (El fraile)...

Arantza Azpiazu Serrats. De la siguiente generación pero que ya empezaba a darnos sopas con onda.

Mari Carmen Soto. De Villaconejos. Matilde. Amiga de la lozana andaluza, tormento de los Hoyos. Menchu Cadarso. Tan distinta de Inés, fichó al portero del equipo, Andrés. Maria Isabel Hoyos Elizalde.- (Maribel). Dedicada a interrumpir el tráfico por la cornisa entre

ventanas del hermano y su lío. Encargada de la intendencia del clan. Mari Paz, amiga de las hermanas Hoyos. Maria Pilar Hoyos Elizalde.- (Piluca, Hellen). Pacífica, terminó haciendo migas con el más

reposado del rebaño, Pepín. Maria Cristina Hoyos Elizalde.- (Maricris). Se decantó por Antonio. Afanoso de las pinacotecas. (Primera cena de reunión de los Acebos, en el restaurante El Rincón del Vino; en la pared quedó la evidencia del clavo y la sombra de un cuadro).

Particularmente agradezco a Txelís la información sobre la persona que se llevó el cuadro, hasta ahora nunca lo supe. Adolfo Soto

Mari Carmen Hoyos Elizalde. Por algo llegaba uno a Bilbao, vía Valdecilla.

Maria Teresa Valdazo.- (Maite). También con trenzas. Pasaba por guapa y “chicoteo” con José Angel.

Maria Jesús Valdazo. Su hermana. Ambas y su padre (ferretero de Miranda de Ebro), soportaban las serenatas nocturnas de una rondalla desafinada y sin más instrumental que una armónica y una pandereta. De una ventana cercana se oye una voz –Iros a dar la vara al boticario.-

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Elda Valentineti Mendi. Il amore imposible di Moñoño, con una carita preciosa y dos peras rotundas, además de agresiva en asuntos del cuore que suelen dejar huella (arañazos).

(1). Derecha; Esther, Emilín, Clara Mari Delgado, Emilio Delgado,..., Pepín Azpiazu,... (2). Derecha; Merche (mujer de Txelís), Txelís, Esther, Adolfo (de El Rincón del Vino), Andrés,...

Edurne y Karmele. Binomio inseparable. Solo para la cuadrilla de los avezados. Están verdes, decía Emilín.

Elisabeth Krott. Otra delicatesse que no pudieron apreciar aquellos bárbaros carpetovetónicos y es que no está hecha la miel para la boca del asno. Parisina, tres mignon, en el idioma adoptivo de Inés, de quien llegó a ser cuñada.

Esther Azpiazu Serrats. Estaba para romper. Se casó con Angel Mari. Mariví Gómez Rubiera. Muy mona, oye. Les parecía algo menor a aquellos “Expertos”. Se casó con

Agustín Reboiro.

Otras chicas (1951-1960). Elena Vizcaya. Hermanas Puig, Finita y Mariluz, eran cuatro. Machalo y Chela Corra. Mari Carmen Olaeta (‘la chica mona’, decía Bley). Mari Carmen Reboiro. Françoise Ramboubille. Mari Nieves Prado. Tere Ortiz. Mari Nieves. Una hermana de Monchi y Paqui,... Soto, de Vitoria, que vivía en la casona frente a la iglesia.

La cuadrilla de Txelís. “Los chicos”. José Luís Ezquerra Sanz – (Txelís), escribe unos cuadernos, enero 2002, dedicado a sus colegas de los veranos de Ezcaray, hoy -2011- casi todos con unos 75 años. De ellos comenta:

Ricardo González Salgado do Saliese (Ricardito, Richard, Cardo). Hijo del médico Don Ricardo, con coeficientes exagerados, el intelectual y el otro. Gafoso, chupadillo, espigado y con nervio.

Jesús Reboiro Ponce de León.- (Libélula). Desgarbado también y seguro que el cole era de los listos. Llegó a Doctor, en derecho e ingeniería. Al final con problemas en cascadas (cataratas).

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José Luís Ezquerra Sanz.- (Txelís). Bastante desparramado, excepto domingos y fiestas de guardar. Igual de desgalichado que esta terna inicial. Terminó de abogado en Deusto (miembro del equipo de fútbol de los veraneantes).

Brindando. Jose Antonio Rivera, Esther, Merche (mujer de Txelís), Vicentín... (1). Andrés,..., Rivera, Esther, enfrente; Reboiro... (2).

José Antonio Rivera.- (Riberita). Algo adiposo, mezcla entre bonachón y retorcidillo. Ludópata frustrado del tute, porque no teníamos un duro. Un tahúr. Daba las cartas por debajo, y casualmente “debajo” del mazo tenía un encendedor de plata tan pulido que podía ver en él reflejadas las cartas que iba sirviendo, memorizando las jugadas de cada incauto. Quiso ingresar en la ‘Academia General Militar de Zaragoza’ y no pasó las pruebas físicas. Acabó en la rebotica. Nos ha dejado.

Emilio Delgado Franco.- (Emilín, Vichinsky). Curtido en mil batallas de transportes Úbeda. Buen trasegador de tintorro. Mirada maliciosa tras las gafillas y aunque no era rompetechos, lo suplía con mañas buenas o no. Su estribillo preferido “To vale pal convento”. Su madre era Doña Clara y Elvira, mi tía.

Izquierda; Inés Cadarso, Andrés Alonso, Ricardo, Txelís,...,...,..., Rafa Blanco, Merche y Esther Alonso. (Blanco y negro, años 50). Ricardo González, Begoña del Río y Andrés Alonso.

Fernando García.- (El Católico). Con ademanes de madrileño fetén, más chuleta que un ocho. Juan Luís Ortiz de Zárate.- (Jontxu). Socarrón, un tanto distante y con andares muy peculiares,

envidia de más de uno, ya usaba gomina. Dedicado a actividades mercantiles, desapareció en combate. Su madre Doña Cándida.

José Ángel Sáez Mena.- (El hijo del Requeté). Chico bien, guapín, de colegio de pago, con negocio familiar que incluso tocaba la lencería fina, habitaba en una casa con jardín y galería para guateques, y él tocaba el piano de la galería.

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Reencuentro en Ezcaray

Txelís, Ricardo, Pepín, Merche (mujer de Txelís), Esther y Maruja (mujer de Ricardo) (1). Txelís, la mujer del guipuzcoano, Chela (mujer de Delgado), Esther y Merche (2).

Juan Carlos Sáez Mena,- (Charly). De distinto nivel, el que utilizaba como aparejador en sus ocupaciones y que le permitía mirarnos un poco por encima del hombro. Era otro de los hijos de “El Requeté”, hermano de Carmelo y Marisol.

Juan Ignacio Blanco Rivas.- (Moñoño). Derroche de facultades físicas, vocales con las napolitanas

de Mario del Mónaco, tumultuosas con Elda, etc. Una vida a todo gas, como la moto de su padre, una “Cóndor”, asombro de lugareño

Il Signore Valentineti.- (el Alpargatero)

Ex-combatiente de los italianos, se casó con Arita Mendi. Padres de Elda, Ricardo, Mari Carmen y Angélica. Elda era una guapísima joven que traía locos a muchos chicos, pero Moñoño luchaba denodadamente contra todos, a base de cantos, envidiable forma física, la gran moto que le dejaba su padre, y sin duda la simpatía y desparpajo de un enamorado. Vivían en la gran casa que los Mendi tenían en la plaza del kiosco, con entrada junto a la puerta del bar de Veguita, entonces de Josefa y Nazario, sus padres, que más de una ronda tuvieron que soportar del enamorado. Además de un pequeño taller en el que hacían abarcas sus cuñados, Valentineti tenía en los bajos una alpargatería-zapatería. Pero a quien el tenor de Bilbao no le caía nada, pero nada bien, era a Ángel Valentineti, padre de la criatura y suegro en ciernes de Moñoño. Durante un verano llevó un aparatoso parche en la cabeza, al parecer de una piedra o ladrillo que le cayó, dijeron, pero Moñoño sonreía cuando se lo comentaban. Moñoño cuenta a Ricardito que el padre de Elda (el Alpargatero) le había metido un viaje en la boca del estómago que le dejó sin respiración - Haberla cerrado a tiempo -, fue la respuesta del Mediquín. El alpargatero cree que soy Dios, sabe que existo pero “no puede verme” (Moñoño). Lo que pudo terminar en boda, terminó en bronca, Elda se casó con un italiano y Moñoño, tras recorrer el mundo de frontón en frontón, nos dejó, mucho antes que Ángel Valentineti.

Rafa Blanco Rivas. Uno de nuestras “Mocedades”; este si cantaba bien hasta que se le atragantó el “Pange Lingua Gloriosi”. Exhibiciones corales, con guitarra y todo en el Hotel Marichu, el más chic de entonces, con predominio de la colonia guipuchi. Terminó como bombero.

José Antonio Azpiazu Serrats. (Pepín). Tranquilo, creció, se dejó barba, practicó el raftin y el subastado en el Central.

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Reencuentros en Ezcaray

Bailando Merche y Esther (1). En el Troika de la plaza de la ‘Verdura’, Juan Carlos atiende a la cuadrilla.

Enrique Gómez Rubiera.- (Quillo). Hermano de Mariví y Cuca. Con este matraco se interrumpieron las fotos, cuando quedó al cuidado de la cámara en el Hombre. Un diente mellado, de los sopapos que se arreaba.

José Ramón Soto.- (Monchi). De Villafranca de Ordicia. En pleno estío, con camiseta, como Popeye. Gonzalo Morera.- (Gonzalito). El mejor futbolista del equipo de veraneantes. Directivo del club de

Fútbol Lleida. Este, con un hijo de “el Requeté”, cansados de fallar con las escopetas de aire a los pajaritos, cogieron una escopeta del padre del primero y de sendos disparos mataron dos gallinas al jefe de la estación, terminando en el cuartelillo de la G. Civil.

“Entre helechos”. Esther, Ángel Cornejo,... (1). La fotografía es única. Sobre una “Lambreta” con matrícula de Madrid, vemos, primero, al recordado fotógrafo Manolito (nombre de su padre, el suyo era Fortun, pero como tal nadie le conocía), entre las manos su inseparable y humilde cámara, no lleva gafas aunque es probable ya las necesitara. El conductor de la moto es Ricardito (El mediquín), con casco y “guantes”, copiloto su hermano Jose Manuel (una de las pocas fotos del mismo. Este majísimo chico, nos dejó a los 47 años, debido a la pasión que había tomado por los alcoholes destilados, disimulados con unas bayas, como la ginebra, que terminaron esclavizándole. Viendo su alegría en esta foto casi no se puede creer) (2).

Vicente Ibarrondo Sanz.- (Vicentín, Visio). Se filtraba en la cuadrilla al pairo de su primo. – “No me ninguneéis que me canta bastante mal genio”.

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José Bley,- (Pepito). Kamikaze funambulista de la bici, usando una sola pierna, Envidia de las damas con su Biscuter, sin marcha atrás; todas se querían hacer una foto con él. Con el biscuter se entiende. Lo mejor de este sátrapa era su hermana Cuqui. Explosiva.

José Luís Hoyos Elizalde.- Tirao p’alante. De Sanse. Preocupado de salvar la distancia que separaba la ventana de la que ocupaba la chatilla andaluza que les atendía. Los arañazos le delataban, (como a Moñoño). “Mientras que las vaquillas en el tentadero, única y nada más, nada más pa los toreros...”

Ignacio del Río.- Buen jugador de paleta y apenas integrado con nosotros. Era de la pandilla de los medianos. Vivía en “Villa Carmen”, con sus padres, Don Luís y Doña Carmen, y sus hermanos; Luís, Elena, José, Pepa, Fernando, Manolo, Begoña, e Isabel. Tenían un caballo que se llamaba como el de “Franco”, el distribuidor en Ezcaray de Sanitex, Lirio.

José Antonio Zubillaga.- (Josean). La eterna discusión: La Concha, ¿es o no la playa de Bilbao? Y Otras: -¿De donde eres? –De Donostia. –Bueno, tampoco es para ponerse así. –Y tú. ¡De Bilbao! –No puede ser, Bilbao es mío.

Joaquín Esteban.- Otro primo delgadurrio acoplado. En el coro de murgas sobre el quiosco de la música una estrofa –“El primo Joaquinito, parece una anchoa fina...” Raúl Rapun Pac. Inolvidable, sobre todo el apellido.

La primera foto la comentaré en su momento (1). En cuanto a la segunda, tomada en la terraza del Novelty, en primer plano el grupo objeto de la toma, dentro del local, otra familia sentada alrededor de la mesita de mármol que había en cada ventana. Tras ellos unos cadetes están jugando al futbolín. Comenzaré por la izquierda, Don Ricardo González, médico (con gafas), a su lado Don Silverio Yáñez, veterinario y alcalde de Ezcaray sucediendo a Lorenzo Soto. A su lado, de negro, su mujer, Doña María Fraile. Sonriente Doña Asunción Salgado, esposa del médico, y terminando a la derecha Agustín Reboiro y señora (2).

Fernando Matosi Samadeni. Uno de los tipos Guadiana, que aparecía a ratos, pero el nombre queda. José Manuel González Salgado. Pululaba al socaire de su hermano con una notable desventaja en

edad y gobierno. No olvido a personajes como Gutapercha, fiel imagen del tebeo Pulgarcito, Anselmo, El Eibarrés,

Peter “El Catalán”... Pablo Estevan, hermano de Joaquín, primos de Pacita. Quico, el aragonés. Ramón García “El Botánico”, hermano de Maite.

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Indigestión de manzanas (Viejos Veraneantes de siempre, años 40) (De los cuadernos de Txelís) Quienes aún vivimos, en 2011 tenemos alrededor de los 75 años, unos más otros menos. De chavales,

durante los largos días de verano en Ezcaray nos reuníamos y paseábamos por Allende, Tenorio o por las piedras del cauce seco del río, entre pozo y pozo, matando peces a “cantazos”, que se refugiaban bajo piedras en los hilillos de agua que aún corrían. Cuando el estómago al atardecer nos daba algún aguijonazo nos decidíamos por robar fruta, ciruelas, peras o manzanas de las huertas del pueblo.

Junto a la ermita de Allende, a principios de verano, subíamos a los grandes cerezos de Segunda, la ermitaña, y, “ocurrencia de Jesús, el Eibarrés”, sobre sus ramas bien acomodados, comíamos y “descomíamos”. Los proyectiles llegaban al suelo tras pincelar de marrón algunas desdichadas cerezas y hojas. Pero en Agosto ya no quedaban cerezas.

Foto tomada junto a los manzanos de esta historia (1). (2) Una foto de Lorenzo Soto con sus compañeros de estudios en La escuela de Ingenieros Técnicos Industriales de Logroño, primero con gafas a la izquierda. (3) Al fondo a la derecha Allende, a la izquierda, caleras y fincas en la que aún sobreviven alguno de los manzanos de esta “desventura”.

Lorenzo Soto, el alcalde, junto a sus canteras y hornos de cal, que se abrían como enormes ojos amenazadores junto a la huerta, tenía unos hermosos manzanos. Nosotros no temíamos ni respetábamos entonces ni al alcalde. Aquella tarde matábamos el tiempo en Allende, cuando alguien recordó con nostalgia las manzanas de la calera del alcalde. -¿Por qué no hacerles una visita? –Se le van a pudrir en el árbol. –Venga, vamos. La huerta estaba apartada del pueblo y no se veía desde la carretera. Ante circunstancias tan favorables ni nos molestamos en guardar manzanas para el vigilante, pues esta vez ni lo pusimos.

Estábamos en plena operación, ignorando totalmente la primera prohibición divina, cuando uno de nosotros, -seguro que al principio no dio crédito a sus ojos-, desde dentro de uno de los agujeros de la calera, vio surgir a un ciclista embalado, y, todavía con el susto, dio la voz de alarma: -” ¡El último Puchi, tú!“.- Caballero en su bicicleta blandía una vara... de avellano por lanza y enfilaba cuesta abajo hacia nosotros. Las manzanas mordisqueadas rodaron por el suelo y perdimos el culo corriendo, buscando la civilización. Al primero que enganchó fue al más lento, Andrés Valcarrere, creo. Frenó, tiró la bicicleta al suelo y la emprendió a varazos con él. La escandalera de gritos dio alas a nuestros pies. En vano. Al alcalde le espoleaba la justicia y muchos años mayor que nosotros como era, (realmente tenía 22 años más), alcanzó a alguno más... En uno de los bancos de El Coso vi al “Filipino” y a su mujer, dos pacíficos veraneantes con los que no había hablado en mi vida. El miedo que tenía dentro y el alcalde pisándome los talones me impidieron correr más y me refugié junto a la pareja para que Soto creyera que eran mis padres y no se atreviese a tocarme. En realidad me puse a huevo. Esta vez ni tiró de cualquier modo la bici; la apoyó con suavidad en un chopo y vino tranquilamente hacia mí con la vara en la mano. El “Filipino”, sin comprender nada, levantaba su puntiaguda nariz hacia el alcalde, mirándolo con sus gafas de aumento en silencio. Yo tampoco dije nada. Resonaban contundentes en mis oídos las frases del serial radiofónico: -¡El criminal nunca gana!- ¡Y caerá sobre él todo- (“¿Todo?” gemí para mis adentros; “Si, todo”, me respondió)- el peso de la ley! Me arreó tres varazos en el muslo izquierdo, mientras que yo gritaba como un loco, volvió a montar en bicicleta y continuó su cacería. -¡A ver si así aprendéis a no robar! Gritó. Me levanté el pantalón corto de mil rayas: había tres líneas paralelas rosadas. –A la noche ya eran moradas-, sobre el fondo blanco del muslo. Se me indigestaron las manzanas para el resto del verano... Relatado por alguien de la cuadrilla de José Luís Ezquerra Sanz (Txelis), en; “Segundas Partes”.

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Cuando Lorenzo Soto leyó esta historia me rogó añada a la misma su opinión y respuesta: El cargo de alcalde no tenía sueldo. Yo era tan solo una persona trabajadora, padre de 6 hijos,

luchando por sacar a mi familia adelante en tiempos muy difíciles. Impartí justicia defendiendo la comida para mi numerosa familia, ya que las manzanas era la única fruta que podían tomar durante mucho tiempo. Estas manzanas, “reinetas”, como un tesoro, se guardaban sobre paja en el alto de la casa y se podían consumir, crudas, cocidas o asadas durante meses. Alguien recuerdo me gritaba “viejo”, gafoso”. Lo de “gafoso” fue una suerte, no tuve que ir a la guerra a matar o morir. En cuanto a “viejo”, hoy con 97 años me lo pueden llamar sin ofenderme. El episodio de las manzanas lo recuerdo como “una buena lección y escarmiento” y me hace sonreír, lamentando que algunos a los que calenté el culo hayan muerto... de viejos. Lo que pertenece a otros no se puede tomar al asalto sin atenerse a las consecuencias, aunque por su juventud entiendo que todos pensaban eran el centro del mundo y el valle suyo.

2. Allende Bley con el francés John Krott, con quien se casaría Inés Cadarso. A la izquierda Juanjo Valle y Menchu. A la derecha de John, Carmen Castroviejo (La peluquera) (1).

Normalmente a Ezcaray las familias de veraneantes llegaban en ferrocarril hasta Haro, con trasbordo al tren mixto o autovía que llegaba a Ezcaray. Muy pocas familias tenían coche. El autobús otra opción.

Los padres, normalmente empresarios o personas con carrera, dejaban su familia en Ezcaray y algunos venían a pasar con ellas los fines de semana o en las vacaciones de verano de su empresa.

1. Allende Bley con,..., Josechu Cervera (agachado) y Pachi Blanco (1). Derecha, Tomas Gandasegui, Don Eliseo y Ricardo (2).

Don Enrique Delgado, llegaba de Bilbao a las 10,30 horas del domingo en tren y regresaba en el autovía a la 18,30 horas del mismo día, los sábados entonces se trabajaba. Como entre los veraneantes eran mayoría los procedentes de Bilbao, a veces alquilaron un autobús, Bilbao-Ezcaray, entre varias familias, pero fueron pocas las ocasiones en que se pusieron de acuerdo.

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1948, Junio. Tres mese por delante. Recados, comprar el pan, -que quiere mi madre un par de barras. - ¿Sobadas o huecas? –Ya empezamos. - Me de una de cada. Nunca llegaban enteras. Otro recado era un paseo hasta la fuente de Allende para llenar el botijo de agua. Más rápido que el grifo de la fuente de arriba se llenaba en el pilón del exterior de la explanada, con el pequeño inconveniente que se colaban los “sapaburus” (alevines de ranas que al beber atascaban el pitorro). La novedad atrae, el verano es largo y en esas épocas enamorarse es fácil, solía ocurrir que dos amigos, o amigas, se enamoraban de la misma persona, entonces surgían los problemas y a veces la amistad terminaba.

En el baile de la huerta de Carlos. Día de mises y damas de honor (1). Elda, derecha (2).

Los más inquietos preparaban guateques en toda regla, incluso con permiso del propio ayuntamiento, en cuanto a las bebidas de aquellas grandes fiestas, buena es la que se salvaba con algunos litros de zurracapote hecho con el vino más barato del almacén de Ángel Alonso, el padre de Pepito, y unas gaseosas teñidas y aromatizadas de naranja o limón, “Sanitex”, que vendía ‘Franco’. A veces un Cáp.

Una noche al francés John, que se casaría con Inés Cadarso, encontró cerrada la puerta del Hotel Inés, en el que se hospedaba, comenzó a gritar y alguien abrió una ventana, ¿Qué te pasa? Preguntó, ¡Que me han dejado encerrado fuera…!

Justo Arriaga se suma a la foto. A Maria Ángeles le gusta un amigo, Félix, con el que se casará.

Las chicas aún no han llegado al baile de la huerta de Carlos, nosotros más inquietos no queremos perdernos ni el pasodoble

En verano, los bailes en Tenorio o por la noche en la huerta de Carlos Cuezva era lo más. Cuando en pleno mes de agosto la niebla ‘escupía’ había que abrigarse, pero a esas edades lo aguantábamos todo, el ‘ron quemado’ que el establecimiento ofrecía servía para calentarnos un poco más.

Esta era la forma habitual de bailar, al menos cuando tocaba una orquesta, en sus repertorios aún no incluían modernos bailes para bailar sueltos, ni falta que hacía, al menos podíamos hablar.

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Acercándose el final del verano llegaban las tristes despedidas y promesas de cartas, tantas veces incumplidas, aún no sabíamos ni lo que era un teléfono móvil. A veces el amor se iba como llegaba, con el viento del otoño.

El verano termina, al menos nos quedará alguna foto de recuerdo (1). Amigas y residentes en Ezcaray (2).

Incluso con piso o chalet en Ezcaray de su propiedad, lo normal es que el turismo venga ahora varios fines de semana, puentes, etc., a lo largo del año, aún contados largas temporadas.

Se van integrando como los antiguos veraneantes con las gentes del pueblo, pero de ellos no tenemos que despedirnos porque si no es el fin de semana que viene los veremos al siguiente. Ya no limitan sus vacaciones al verano, los vemos, con más o menos frecuencia, a lo largo de todas las estaciones. Participan en las distintas fiestas y actividades de Ezcaray como un vecino más, marchas, setas, cabalgata, etc. y son como del pueblo.

Solo tenemos para huevos… Yoli, Adolfo (1). Pero están buenos. Izquierda; Silvia, José Antonio, Juli, Nájera, Carmelo, Ricardo. Derecha, Tere, Marisol, Rafa Blanco,... (2). Cocineras en acción. Por la izquierda; Ana Mendi, Allende Cárdenas, Marisa Peral Y Pili Ródenas. (3). “Estelita”. Baño en la piscina. (Lo cuenta una chica). Terminando la primavera, fuimos una tarde la cuadrilla de chicas en bicicleta a un pueblo cercano, en el que el tío de una de ellas llevaba construyendo años una caseta de campo con pretensión de chalet. Lo primero que habían hecho era una “piscina”, que en verano, cuando más trabajaban en estas obras les servía para darse un refrescante baño y, de paso, regar las hortalizas y legumbres del huerto. Cuando llegamos, el agua estaba entre verdosa y marrón y los pequeños renacuajos y otros bichejos de aguas estancadas campaban a sus anchas entre sus fangosas aguas, llenas de verdín. Vimos unas gruesas planchas del plástico blanco que no pesa y usan como aislante, a modo d Pronto convencimos a Estelita para que fuera la primera, no supo negarse y sentándola dimos un suave empujón a la improvisada balsa, la aventura duró lo que el empujón, tan pronto se vio en medio del estanque, más que piscina, y le entró un poco de miedo, o mucho, al intentar moverse aquella plancha se inclinó y Estelita calló de cabeza al agua entre los mil renacuajos que salieron despavoridos. e pequeños colchones, y decidimos la aventura de intentar atravesar la piscina sobre una plancha. Menos mal que sabía nadar y el miedo la dio alas, a los segundos de haber desaparecido se agarraba tosiendo al borde del estanque. Cuando la sacamos más parecía un pitufo verde que la niña de envidiados cabellos. Como estaba helada encendimos una gran hoguera, que además de llamas producía mucho humo y quitándola hasta las bragas tendimos toda la ropa en unas improvisadas cuerdas, secando a nuestra asustada amiga al lado del fuego lo mejor que pudimos. Se secó todo menos los gruesos calcetines que llevaba, así que vestida y con unos pelos como si hubiera visto al diablo, con los calcetines por guantes, para que se fuesen secando en la bicicleta, regresamos al pueblo. Intentó entrar en casa sin que la viesen, lo que consiguió, pero el olor a longaniza ahumada la delató, a su madre cuando la vio la dio un desmayo. Esa noche, todas fuimos a la cama con el culo caliente. Estelita más...

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1. No ha quedado nada mal, pero se terminó el vino. Izquierda; Marisol Peral, Allende, Pili y Marisa.

Hoy me parece que merendamos solas… Y todo por decirles que escoten… Allende, Pili, Marisa y Ana.

Baile de Vázquez en Santo Domingo de la Calzada. Izquierda; Braulio, Visi, María José y Adolfo (1). (2) Tere y Braulio meditan. Merche, Adolfo, Yoli,..., Silvia,..., Coru Elósegui. (3) Yoli nos invita a un trago.

En ocasión de las fiestas del Santo solíamos acercarnos al famoso salón de baile de los Vázquez, en

Santo Domingo de la Calzada. Normalmente en bicis con frenos de varilla de hierro, bajar era lo de menos, el problema era volver, si la bici se pinchaba nos tacaba andar llevando la bici del manillar. Comidas y meriendas. Con la cuadrilla, se organizaban comidas o meriendas en el campo, si había suerte alguien llevaba un pequeño tocadiscos y algunos viejos discos, la fiesta estaba servida. Antes naturalmente había que hacer las compras y preparar en casa de alguna chica la comida. Los presupuestos solían andar muy ajustados, así que sobre la tortilla, como eje central, solía girar la fiesta.

“Estelita” y las pulgas saltarinas Hace años de esta historia pero no tantos. Tendríamos de 11 a 12 años. Comprando una determinada

marca de bolsas de patatas fritas se conseguían unas “pulgas” de goma. En realidad eran como medias pelotas de golf, puestas sobre una mesa se las daba la vuelta, como un guante y de repente la goma recobrando su forma inicial hacia saltar el invento como si fuera una pulga. Si se humedecía y ponía sobre la mano, apretando para sacar un poco de aire quedaba pegado a la piel a modo de ventosa. Una tarde apostamos las amigas, reloj en mano, a ver quien mantenía más tiempo la “pulga” pegada a su piel. Unas se la pusieron en el reverso de la mano, Estelita en un lado del cuello y yo en la cara. Los segundos pasaban, después los minutos y las pulgas no se soltaban, cansadas de la tontería, a los siete u ocho minutos nos quitamos las “pulgas”.

La madre de Estelita, cuando se sentó a la mesa para cenar, vio el moratón o chupetón que Estelita lucía en el cuello y pensó lo peor. La histeria se apoderó de la mujer – ¡Estelita! ¿Pero de donde vienes?, ¿Con quien has estado?, ¿Quien te ha hecho esto?... y sin dar tiempo a la niña a contestar, que ni sabía de que la estaba hablando, los cinco dedos de la mano de su madre se estrellaron sobre su rosada cara, que a los instantes era color “rojo tomate”. Cuando Estelita llegó al colegio, un pañuelo al cuello ocultaba el moratón, pero en una de sus mejillas se podían adivinar los cinco dedos de la mano de su madre, incluso las huellas dactilares.

En mi caso, el interrogatorio y los sofocos de mi madre fueron parecidos, pero al menos me dio tiempo a contestar y enseñarles la “pulga”, motivo del malentendido.

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Asalto a la bodega de Balele (de los cuadernos de Txelís) Aparte de los suministros de la bodega de Angelito, otra improvisada fuente de

aprovisionamiento era el sótano de Balele. Bajar por aquella escalerilla era como invadir delictivamente la Cueva del Tesoro, mientras los cómplices custodiaban la trampilla. –Dos golpes, señal de que no se puede subir. Las patadas las daba Monchi que igualmente era capaz de poner saltando la planta del pie en el techo. El alijo terminaba en la ‘Fuente del Saúco’ ya de noche sin distinguir lo que se ingería salvo el champán, por el ruido que hacía (las buenas) al saltar el corcho.

En el salón de baile. Pedro, Ángel, Carmelo, Josechu, Ismael, Jesús, Juanjo, Adolfo, Paco Valgañón y Miguel Ángel (1). En “Pozo Negro”. Alguno de los anteriores y Julito Jorqui, Juanjo y Alenchu, Paco Mendi, Allende, etc.

(Nota. Se refiere, quien lo cuenta, al Café Novelty. En el salón de baile se encontraba la bodega del establecimiento a la que se acedía levantando una trampilla de madera y bajando la escalera. Por una pequeña puerta, al fondo del café y junto a la del baile, se salía al pasillo que daba a la calle, lo que permitía a los usuarios del Casino, situado en la primera planta, entrar y salir sin tener que hacerlo por el salón del café. Si alguien de la cuadrilla distraía en la terraza momentáneamente al bueno de Antonio Tapia (al que llama Balele), el resto podía entrar por la puerta de servicio del casino y colarse en el salón de baile. Una vez dentro podían hacer lo que quisieran y tan solo tenían que vigilar que Antonio estuviera de nuevo en la terraza, para salir con la “mercancía”).

Posando. Izquierda; Esther Mari Lacalle, Maria Luisa, Blanqui, Isabelita y Colis (1). Amigos de verano (2).

Los quesos se resisten (de los cuadernos de Txelís, Segundas Partes)

Ricardito y Moñoño, en vísperas de fiestas de San Lorenzo, decidieron asaltar la casa de Jorqui, en principio para tomar prestados “sine die” algún queso de bola de su fábrica con el que merendar. La práctica del segundo que tomando carrerilla, con un paso en la pared, igual que aprendió en los frontones, le llevaba a alcanzar el balcón, fue suficiente para colarse. El otro se ignora como se las arregló, pero ambos fueron descubiertos. –Han sido el hijo del médico y su amigo, el que lleva un parche en la ceja. Alarma general, búsqueda y captura. Pero el botín se había esfumado. No habían podido llegar a los quesos aunque arramblaron con unos cuantos puros y salieron echando humo.

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Entre la leyenda y la realidad Pepito Bley, Arturo Romaní… En el transcurso de la vida vamos conociendo a muchas personas, casi todas más o menos normales, pero

algunas destacan sobre el resto de los mortales. Entre las muchas que he conocido voy a contaros algo de un sevillano, aun nacido en Barcelona, Pepito Bley, y un aragonés, Arturo Romaní.

Pepito Bley. La historia de Pepito Bley se remonta a las épocas de uno de los condes de Torremúzquiz,

Don Severo Aguirre Miramón. Amigo del organista de la iglesia Parroquial de Ezcaray y compositor, Rufino Castro, el conde delega en este la formación de músicos y dirección de la Banda Municipal de Música de Ezcaray, que nace con su mecenazgo.

Don Rufino Castro, el más alto, cuarto de la última fila por la izquierda. Primero izquierda, pie, José Bley Blas, el señor de barba blanca era Ramiro Huerta, ministro de Gracia y Justicia, el tercero por la izquierda, Rufino Bley. Sentada izquierda Celia Ojembarrena, Pilar Bley Castro, Pepita Bley Castro, y Constanza Castro, En cuclillas izquierda Alberto Ojembarrena.

Don Rufino Castro tiene tres hijos, Avelino Castro que se va a vivir a Belorado, otro hijo que parte para América y morirá prematuramente en estas lejanas tierras y una hija, Constanza Castro.

1. Don Rufino Castro con su familia, posiblemente en el parque de Tenorio. 2. Familiares de Don Rufino en día de fiesta y la guapa Cuqui.

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La buena relación del conde con Don Rufino, permite que igualmente la tengan las hijas de ambos.

La hija del conde, sola, sujeta los caballos, con vestido negro Constanza Castro, junto a otras dos amigas de la condesita y un señor que se mantiene a prudente distancia.

Para nuestros buenos amigos Elvira y…en prueba de amistad y cariño. Pepe Bley y Constanza Castro Rufinito, Pilar, Pepita (Bley Castro) Toda la familia impecable. La señora en la foto familiar lleva un bonito abrigo con un ancho cinturón y detalles de piel de astracán en mangas y cuello, su marido un traje a rayas con chaleco, camisa blanca con pajarita, una cadena delata un buen reloj. Las niñas con zapatos de charol y medias blancas, abriguitos y sombreros a juego con el abrigo, las dos llevan unos manguitos de piel para proteger las manos del frío. En cuanto el niño destaca, no por su traje de marinerito con gorro a juego, como sus hermanas, sino por el aro, un típico juguete de la época. Es la foto de una familia de buena posición, los Bley-Castro.

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Rufino (Rufinito, el del aro) Bley Castro, se casará con Carmen.

Pepe Rodríguez Bover (Sevilla) María Elena Garrido (Granada)

Pepe y María Elena son los padres de Carmen, la mujer de Rufino Bley Castro. Rufino Bley Castro se casará con la señorita Carmen García Garrido en Sevilla. Ella es hijastra de José Rodríguez Bover y María Elena Garrido.

Carmen García Garrido y Rufino Bley Castro el día de su boda.

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Pepito Bley García Castro fue uno de los tres hijos del matrimonio formado por Rufino y Carmen, sus hermanas eran Cuqui (Constanza como su abuela) y Allende. Alto y bien parecido, el joven, con acento sevillano, gracia, talento y labia, hacía que las mujeres olvidasen su cojera, creen debida a las muchas horas que sobre el duro mármol del colegio en el que estudiaba los frailes le tenían arrodillado sobrecargando sus brazos en cruz con el peso de algunos libros a los que no prestaba especial cariño. Estos repetidos castigos, al parecer, le produjeron una lesión que terminó por infectar una de sus rodillas en la que los virus causaron estragos. Cuando se dieron cuenta en casa de lo ocurrido era demasiado tarde, tras años en silla de ruedas pudo ser operado pero jamás recuperó la movilidad de la rodilla afectada. Era igual, cuando pudo andar con una pierna en la bici resistía y corría más que los demás con dos.

1. Pepito con su hermana Cuqui, madre y abuela Constanza en el puente de piedra frente a la panadería de los Bascuñana. A su espalda casa y telar de Valgañón 2. Bautizo de Allende Bley García Castro en Ezcaray, de pie sus hermanos Pepito y Cuqui.

Más adelante Pepito consiguió una moto, creo recordar era una vespa, con su pierna tiesa saliendo hacia delante que parecía la iba a usar para frenar en seco sembraba el terror por las calles de Ezcaray y otros pueblos cercanos como Ojacastro, a cuyo río acudía con una escopeta de pequeño calibre y más de un pato, casero, se merendaba con los amigos. En su momento trajo un Biscuter.

1. Pepito Bley con sus padres, Rufino y Carmen, y su hermana Cuqui, mujer de serena belleza y envidiable cintura de avispa. Los soldados miran admirados. 2. Una foto para el recuerdo. En la huerta de Carlos tomando el aperitivo el médico de Ezcaray, con gafas, Don Eliseo Cadarso, su señora al otro lado de la mujer con gafas, el matrimonio Bley, los Gandasegui, etc.

2. Procesión de San Lorenzo, Primer plano Pepe (sastre y alguacil), andas, Bley y Santiago Ortiz, al fondo las casas de los Bley y los Fraile, a las que se entraba por portales contiguos, adornado el balcón con una bandera española. Curiosamente la forja igual a la de la fábrica de Montenegro, así como las pequeñas ventanas del ático. El estilo de fachada es muy parecido, lo que me lleva a pensar que son edificios del siglo XVIII.

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En cuanto a mujeres, ríanse de don Juan Tenorio, había pocas que resistían sus encantos. Le vi salir con las más guapas y nunca pudo permanecer demasiado tiempo fiel a ninguna, ni casado. En este aspecto tengo serias dudas si era él quien las dejaba o viceversa. Tuvo varios hijos con tres parejas y nos dejó en el 2003. De su primera mujer no se divorció. A Ezcaray ya venía con un descapotable junto al que todos querían fotografiarse, era un biscuter. Otro lo traía una familia de Bilbao, que se hospedaba en casa de Justi, y años después Cachumbo. Pienso que la única batalla de amores perdida fue frente a Moñoño por Elda Valentineti, finalmente Moñoño se fue a Miami y ella a Italia, ya casada con un italiano.

1. Pepito junto a sus padres y una directora de la Bayer en Barcelona. 2. Apoyados en una escalera la familia, el matrimonio Carmen y Rufino con sus hijos Cuqui, Pepito y Allende. La morena sonriente que aparece en muchas de las fotos de la familia es Gerarda Castro, hija de Avelino, durante casi un cuarto de siglo alcaldesa de Belorado.

La historia continua y la pequeña Allende Bley García Castro, felizmente casada con Alfredo Montiel tuvieron tres hijos, el primero Javier, el segundo Gonzalo, Licenciado en Derecho quien casado con Olesya Isakova acaba de tener una preciosa criatura, Lucía del Carmen. El último Alfredo, lamentablemente falleció antes de cumplir los dos años.

Javier casado con Paloma Martín tiene tres hijos, Raquel, Rocío y Álvaro, con sus nuevas familias, tanto Javier, buen esquiador, como Gonzalo, vienen a Ezcaray siempre que pueden. Con lo que la historia que comenzamos con Don Rufino Castro continúa…

La familia Montiel Bley reunida en Ezcaray (en la Terraza del Restaurante El Rincón del Vino, 2010). La más pequeña, al fondo, es la guapa Lucia del Carmen Montiel Isakova.