Verdad y lenguaje: ¿cómo se relacionan las palabras y las ... · falsedad, ni verdad, en el...

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Teoría del conocimiento y epistemología Prof. Camila López Echagüe Verdad y lenguaje: ¿cómo se relacionan las palabras y las cosas? 1. La verdad como correspondencia: el punto de vista de Bertrand Russell Russell, B. (1928). Los problemas de la filosoa. Barcelona: Labor. “En este capitulo no nos preguntamos cómo podemos conocer si una creencia es verdadera o falsa, sino qué significa la cuesón de si una creencia es verdadera o falsa. Es de esperar que una clara respuesta a esta cuesón nos ayudará a obtener una respuesta al problema sobre cuáles creencias son verdaderas. Pero por el instante nos preguntamos sólo: «¿Qué es verdad?», «¿qué es falsedad?»; no, «¿qué creencias son verdaderas?», «¿qué creencias son falsas?». Es muy importante mantener estas diferentes cuesones completamente separadas, pues toda confusión entre ellas daría seguramente corno resultado una respuesta que en realidad no sería aplicable a la una ni a la otra. Al intentar descubrir la naturaleza de la verdad., hay tres puntos, tres requisitos, a los cuales toda teoría debe sasfacer: 1º Nuestra teoría de la verdad debe ser tal que admita su opuesto, la falsedad. (…) 2º Parece evidente que si no hubiera creencias no podría haber falsedad, ni verdad, en el sendo en que la verdad es correlava de la falsedad. Si imaginamos un mundo de pura materia, en este mundo no podría haber lugar para la falsedad, y aunque contuviera lo que podemos denominar «hechos», no contendría algo verdadero, en el sendo en que lo verdadero es de la misma especie que lo falso. En efecto: la verdad y la falsedad son propiedades de las creencias y de las afirmaciones; por consiguiente, un mundo de pura materia, puesto que no

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Teoría del conocimiento y epistemología

Prof. Camila López Echagüe

Verdad y lenguaje: ¿cómo se relacionan laspalabras y las cosas?

1. La verdad como correspondencia: el punto de vista de Bertrand Russell

Russell, B. (1928). Los problemas de la filosofía.Barcelona: Labor.

“En este capitulo no nos preguntamos cómo podemos conocersi una creencia es verdadera o falsa, sino qué significa lacuestión de si una creencia es verdadera o falsa. Es de esperarque una clara respuesta a esta cuestión nos ayudará a obteneruna respuesta al problema sobre cuáles creencias sonverdaderas. Pero por el instante nos preguntamos sólo: «¿Quées verdad?», «¿qué es falsedad?»; no, «¿qué creencias sonverdaderas?», «¿qué creencias son falsas?». Es muy importantemantener estas diferentes cuestiones completamenteseparadas, pues toda confusión entre ellas daría seguramentecorno resultado una respuesta que en realidad no seríaaplicable a la una ni a la otra. Al intentar descubrir lanaturaleza de la verdad., hay tres puntos, tres requisitos, a loscuales toda teoría debe satisfacer:

1º Nuestra teoría de la verdad debe ser tal que admita suopuesto, la falsedad. (…)

2º Parece evidente que si no hubiera creencias no podría haberfalsedad, ni verdad, en el sentido en que la verdad escorrelativa de la falsedad. Si imaginamos un mundo de puramateria, en este mundo no podría haber lugar para la falsedad,y aunque contuviera lo que podemos denominar «hechos», nocontendría algo verdadero, en el sentido en que lo verdaderoes de la misma especie que lo falso. En efecto: la verdad y lafalsedad son propiedades de las creencias y de las afirmaciones;por consiguiente, un mundo de pura materia, puesto que no

contendría creencias ni afirmaciones, no contendría tampocoverdad ni falsedad.

3º Pero, contra lo que acabamos de decir, es preciso observarque la verdad o la falsedad de la creencia depende siempre dealgo que es exterior a la creencia misma. Si creo que Carlos Imurió en el cadalso, mi creencia es verdadera, no a causa dealguna cualidad que le sea intrínseca, y que pudiera serdescubierta por el mero examen de las creencias, sino a causade un acaecimiento histórico que ocurrió hace dos centurias ymedia. Si creo que Carlos I murió en su lecho, mi creencia esfalsa: ni el grado de vivacidad de mi creencia, ni el cuidado quehe tenido para llegar a ella, le impiden ser falsa, a causatambién de algo que ocurrió largo tiempo ha, y no a causa deuna propiedad intrínseca de mi creencia. Así, aunque la verdady la falsedad sean propiedades de las creencias, sonpropiedades que dependen de la relación de las tras cosas, node ciertas cualidades internas de las creencias como creencias.

El tercero de los requisitos mencionados nos lleva a la adopcióndel punto de vista —el más común entre los filósofos— segúnel cual la verdad consiste en una cierta forma decorrespondencia entre la creencia y el hecho. Sin embargo, noes una tarea fácil descubrir una forma de correspondencia queno se preste a objeciones irrefutables. En parte a causa de esto—en parte por la creencia de que si la verdad consiste en lacorrespondencia del pensamiento con algo exterior a él, elpensamiento no podrá saber jamás cuándo habrá sidoalcanzada la verdad— muchos filósofos han sido llevados atratar de encontrar una definición de la verdad que no consistaen la relación con algo totalmente exterior a la creencia. Latentativa más importante para establecer una definición deesta clase es la teoría según la cual la verdad consiste en lacoherencia. Se dice que el signo de la falsedad es laimposibilidad de conectarla con el cuerpo de nuestrascreencias, y que la esencia de la verdad es formar parte delsistema completamente acabado, que es la verdad.

Sin embargo, hay una gran dificultad para este punto de vista, omejor, dos grandes dificultades. La primera consiste en que nohay razón alguna para suponer que sólo es posible un cuerpocoherente de creencias. Es posible que, con suficienteimaginación, un novelista pudiera inventar un pasado del

mundo que conviniera perfectamente con lo que nosotrosconocemos, y fuese, sin embargo, totalmente distinto delpasado real. En materias más científicas, es evidente que haya amenudo dos o más hipótesis que dan cuenta de todos loshechos conocidos sobre algún asunto, y aunque en tales casoslos hombres de ciencia se esfuerzan en hallar hechos queexcluyan todas las hipótesis menos una, no hay razón para quelo logren siempre.

También en filosofía no parece raro que dos hipótesis rivalespuedan dar ambas razón de todos los hechos. Así, por ejemplo,es posible que la vida sea un largo sueño y que el mundo,exterior tenga tan sólo el grado de realidad que tienen losobjetos de los sueños, pero aunque este punto de vista noparece incompatible con los hechos conocidos, no hay razónpara preferirlo al punto de vista del sentido común, según elcual las otras personas y las cosas existen realmente. Así, lacoherencia no define la verdad, porque nada prueba que sólopueda haber un sistema coherente.

La otra objeción a esta definición de la verdad es que suponeconocido lo que entendemos por «coherencia», mientras que,de hecho, la «coherencia» presupone la verdad de las leyeslógicas. Dos proposiciones son coherentes cuando ambaspueden ser verdaderas a la vez, e incoherentes cuando una, porlo menos, debe ser falsa. Pero para saber si dos proposicionespueden ser verdaderas a la vez, debemos conocer verdadescomo la ley de contradicción. Por ejemplo, las dosproposiciones, «este árbol es un haya» y «este árbol no es unhaya», no son coherentes, a consecuencia de la ley decontradicción. Pero si la ley de contradicción debiera sometersea su vez a la prueba de la coherencia, resultaría que si nosdecidiéramos a suponerla falsa, no podría, hablarse ya deincoherencia entre diversas cosas. Así, las leyes lógicasproporcionan la armazón o el marco dentro del cual se aplica laprueba de la coherencia, y no pueden a su vez ser establecidasmediante esta prueba.

Por estas dos razones, la coherencia no puede ser aceptadacomo algo que nos dé el sentido de la verdad, aunque sea confrecuencia una prueba muy importante de la verdad, cuandonos es ya conocida cierta suma de verdad. Así nos vemosprecisados a mantener que la correspondencia con un hecho

constituye la naturaleza de la verdad. Falta definir de un modopreciso lo que entendemos por «hecho» y cuál es la naturalezade la correspondencia que debe existir entre la creencia y elhecho, para que la creencia sea verdadera.”

2. Nietzsche: crítica a la noción de verdad comocorrespondencia

Nietzsche, F. (1980). Sobre verdad ymentira en sentido extramoral (Vol.36). NoBooks Editorial.

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En algún apartado rincón del universo, desperdigado eninnumerables sistemas solares centelleantes, hubo una vez un astro enel que animales astutos inventaron el conocer. Fue el minuto mássoberbio y más mentiroso de la "historia universal": pero, a fin decuentas, sólo un minuto. Después de respirar la naturaleza unas pocasveces, el astro se entumeció y los animales astutos tuvieron queperecer. — Alguien podría inventar una fábula como ésta y, sinembargo, no habría ilustrado suficientemente cuan lamentable, cuansombrío y caduco, cuan inútil y arbitrario es el aspecto que tiene elintelecto humano dentro de la naturaleza; hubo eternidades en las queno existió; cuando de nuevo se haya acabado, no habrá sucedido nada.Pues no hay para ese intelecto ninguna misión ulterior que conduzcamás allá de la vida humana. No es sino humano y solamente suposeedor y progenitor lo toma tan patéticamente como si en él semoviesen los goznes del mundo. Pero si pudiéramos comunicarnoscon un mosquito llegaríamos a saber que también navega por el airecon ese pathos y siente que en él se halla el centro volante de estemundo. No hay nada en la naturaleza, por despreciable e insignificanteque sea, que no se hinche inmediatamente como una bota con unmínimo soplo de aquella fuerza del conocimiento; y del mismo modoque cualquier mozo de cuerda quiere tener sus admiradores, el másorgulloso de los hombres, el filósofo, es totalmente de la opinión deque, desde todas partes, los ojos del universo están dirigidostelescópicamente a sus obras y a sus pensamientos.

Es curioso que esto lo haga el intelecto, que precisamente hasido añadido a los seres más desdichados, delicados y efímeros sólocomo un recurso para retenerlos un minuto en la existencia; de la cual,

Nietzsche escribe en forma de fábula. Nos cuenta cómo los humanos inventamos el conocimiento. La idea de “verdad” es una construcción que no hace más que hacernos pensar que somos el centro del universo. La verdad, en realidad, no existe, es una invención. El conocimiento es un error producto del orgullo humano.

por el contrario, sin ese añadido tendrían todos los motivos para huir

tan rápidamente como el hijo de Lessing [que murió a los dos díasde nacer]. Esa soberbia, unida al conocimiento y a la sensación, alponer niebla cegadora sobre los ojos y los sentidos de los hombres,los engaña sobre el valor de la existencia, pues lleva en ella la másaduladora valoración sobre el conocimiento mismo. Su efecto másgeneral es el engaño —aunque también los efectos más particularesllevan consigo algo de idéntico carácter.

El intelecto, como un medio para la conservación delindividuo, desarrolla sus fuerzas capitales en la ficción; pues éstaes el medio por el cual se conservan los individuos más débiles ymenos robustos, como aquellos a los que no se les ha concedidoentablar la lucha por la existencia con cuernos o con la afiladadentadura de los animales carniceros. Este arte de la ficción llega asu cima en el ser humano: aquí el engaño, la adulación, la mentira yel fraude, las habladurías, la hipocresía, el vivir de lustres heredados,el enmascaramiento, el convencionalismo encubridor, el teatro antelos demás y ante uno mismo, en una palabra, el revoloteo incesante entorno a la llama de la vanidad es hasta tal punto la regla y la ley, quecasi no hay nada más inconcebible que el modo en el que haya podidointroducirse entre los hombres un impulso sincero y puro hacia laverdad. Están profundamente sumergidos en ilusiones y ensueños, suojo se desliza tan sólo sobre la superficie de las cosas y ve"formas", su sensación no conduce por ninguna parte a la verdad,sino que se contenta con recibir estímulos y, por así decirlo, jugarun juego de tanteo sobre el dorso de las cosas. Además, durantetoda una vida el hombre se deja engañar por la noche en el sueño sinque su sentimiento moral haya tratado nunca de impedirlo: mientrasparece ser que hay hombres que, a fuerza de voluntad, han eliminadolos ronquidos. En realidad, ¡qué sabe de sí mismo el hombre! ¿Seríacapaz de percibirse por completo, aunque sólo fuese por una vez,tendido como en una vitrina iluminada? ¡Acaso no le oculta lanaturaleza la mayor parte de las cosas, incluso sobre su propio cuerpo,para así, al margen de las circunvoluciones de los intestinos, delrápido flujo de las corrientes sanguíneas y de los intrincadosestremecimientos de sus fibras, recluirle y encerrarle en unaconciencia orgullosa y embaucadora! Ella tiró la llave: y ¡ay de lafunesta curiosidad que, por una vez, pudiese mirar desde el cuarto dela conciencia hacia fuera y hacia abajo a través de una hendidura, yentonces barruntase que el ser humano descansa sobre lo despiadado,lo codicioso, lo insaciable y lo asesino, en la indiferencia de suignorancia y que, por así decirlo, está pendiente en sueños del lomo deun tigre! ¡De dónde procede en el mundo entero, en esta constelación,el impulso hacia la verdad!

El conocimiento, la razón, la Filosofía, son resultado de nuestra debilidad, y no, como lo ha creído la sociedad occidental moderna, nuestra fortaleza. Nietzsche es un crítico severo del racionalismo moderno y del afán de los filósofos clásicos de alcanzar la verdad (desde Platón hasta Descartes, Kant…).

En la medida en que el individuo quiera conservarse frente aotros individuos tendría que utilizar el intelecto, en un estado naturalde las cosas, casi siempre sólo para la ficción: pero, ya que el hombrequiere existir, a la vez por necesidad y por aburrimiento, de una formasocial y gregaria, necesita un tratado de paz y, conforme a ello,procura que desaparezca de su mundo al menos el más brutal bellumomnium contra omnes. Este tratado de paz, sin embargo, conlleva algoque tiene aspecto de ser el primer paso en la consecución de eseenigmático impulso hacia la verdad. Porque en este momento se fijalo que desde entonces debe ser "verdad", esto es, se inventa unadesignación de las cosas uniformemente válida y obligatoria, y lalegislación del lenguaje proporciona también las primeras leyes dela verdad: pues, aquí se origina por primera vez el contraste deverdad y mentira: el mentiroso utiliza las designaciones válidas, laspalabras, para hacer aparecer lo irreal como real; dice, por ejemplo, yosoy rico, cuando la designación correcta para su estado seríajustamente "pobre". Abusa de las convenciones consolidadasefectuando cambios arbitrarios o incluso inversiones de los nombres.Si hace esto de manera interesada y que además conlleve perjuicios, lasociedad no confiará más en él y, de ese modo, le excluirá de ella. Poreso los hombres no huyen tanto de ser engañados como de serperjudicados por engaños. En el fondo, en esta fase tampocodetestan el fraude, sino las consecuencias graves, odiosas, de ciertosgéneros de fraudes. El hombre sólo quiere la verdad en análogosentido limitado. Desea las consecuencias agradables de la verdad,aquellas que conservan la vida; es indiferente al conocimiento puroy carente de consecuencias, y está hostilmente predispuesto contra lasverdades que puedan ser perjudiciales y destructivas. Y además: ¿quésucede con esas convenciones del lenguaje? ¿Son, quizá, productosdel conocimiento, del sentido de la verdad: coinciden lasdesignaciones y las cosas? ¿Es el lenguaje la expresión adecuadade todas las realidades?

Sólo mediante el olvido puede el hombre, a tal efecto,llegar a figurarse alguna vez: que esté en posesión de una verdaden el grado que acabamos de designar. Si no quiere contentarse conla verdad en la forma de la tautología, es decir, con conchas vacías,entonces trocará perpetuamente ilusiones por verdades ¿Qué es unapalabra? La reproducción en sonidos articulados de un estímulonervioso. Pero, partiendo del estímulo nervioso inferir además unacausa existente fuera de nosotros, es ya el resultado de un usofalso e injustificado del principio de razón. ¡Cómo nos sería lícito,si la verdad fuese lo único decisivo en la génesis del lenguaje, si elpunto de vista de la certeza fuese también lo único decisivo en lasdesignaciones, cómo, pues, nos sería lícito decir: la piedra es dura:como si además nos fuera conocido lo "duro" de otra manera y no

El conocimiento depende del lenguaje, y el lenguaje es una construcción humana. En realidad, lo que recibimos son estímulos desordenados, caóticos y dinámicos: nada es estático, todo es devenir (en este sentido, Nietzsche reivindica un sensualismo). El sistema de conceptos que construimos con nuestro lenguaje nos ofrece categorías estáticas que no se corresponden con la realidad; no alcanza para dar cuenta de “todas las realidades”.

El lenguaje y el concepto de “verdad” son invenciones que responden a una necesidad social: la necesidad de convenciones para vivir en paz. El lenguaje es una especie de “pacto” (aquí puede haber una referencia a autores contractualistas como Hobbes, quien sostiene que la sociedad surge por un pacto para evitar la guerra de todos contra todos propio del estado de naturaleza).

La distinción verdad/mentira, bueno/malo es resultado de este acuerdo.

Nietzsche critica aquí al criterio de verdad como correspondencia. La verdad es una invención, no “refleja” ni se corresponde con el mundo “real”.

únicamente como excitación totalmente subjetiva! Dividimos lascosas en géneros, designamos al árbol como masculino y a laplanta como femenino: ¡qué extrapolaciones tan arbitrarias! ¡Quélejos volamos por encima del canon de la certeza! Hablamos de unaserpiente: la designación tan sólo atañe al retorcerse, podría, por tanto,atribuírsele también al gusano. ¡Qué delimitaciones tan arbitrarías, quépreferencias tan parciales, ora de esta, ora de aquella propiedad de unacosa! Los diferentes idiomas, reunidos y comparados, muestranque con las palabras no se llega jamás a la verdad ni a unaexpresión adecuada: pues, de lo contrario, no habría tantos. La"cosa en sí" (esto sería precisamente la verdad pura y sinconsecuencias) también es para el creador del lenguaje totalmenteinaprehensible y en absoluto merece sus esfuerzos. Éste designatan sólo las relaciones de las cosas con los hombres y para suexpresión recurre a las metáforas más atrevidas. ¡Un estímulonervioso extrapolado en primer lugar en una imagen!, primerametáfora. ¡La imagen transformada de nuevo en un sonido articulado!,segunda metáfora. Y, cada vez, un salto total de esferas, adentrándoseen otra completamente distinta y nueva. Podemos imaginarnos unhombre que sea totalmente sordo y que jamás haya tenido ningunasensación del sonido ni de la música: así como este hombre, porejemplo, mira con asombro las figuras acústicas de Chladni en laarena, descubre sus causas en las vibraciones de la cuerda y entoncesjurará que desde ese momento ha de saber a qué denominan loshombres el sonido, así nos sucede a todos nosotros con el lenguaje.Creemos saber algo de las cosas mismas cuando hablamos deárboles, colores, nieve y flores y no poseemos, sin embargo, másque metáforas de las cosas, que no corresponden en absoluto a lasesencialidades originarias. Del mismo modo que el sonido toma elaspecto de figura de arena, así: la enigmática X de la cosa en sí sepresenta, primero, como excitación nerviosa, luego como una imagen,finalmente como sonido articulado. En cualquier caso, por tanto, lascosas no ocurren lógicamente en la formación del lenguaje y todo elmaterial en el que trabaja y con el cual trabaja y después construye elhombre de la verdad, el investigador, el filósofo, si no procede del paísde Jauja, tampoco procede en ningún caso, de la esencia de las cosas.

Pensemos un poco más sobre todo en la formación de losconceptos: toda palabra se convierte de manera inmediata enconcepto en cuanto que, justamente, no ha de servirle a la vivenciaoriginaria, única y por completo individualizada, a la que le debesu origen, por ejemplo, de recuerdo, sino que tiene que serapropiada al mismo tiempo para innumerables vivencias más omenos similares, esto es, nunca idénticas hablando con rigor, asípues, ha de ser apropiada para casos claramente diferentes. Todoconcepto se forma igualando lo no-igual. Del mismo modo que es

Nietzsche realiza una genealogía del lenguaje, es decir, rastrea su origen (origen que olvidamos):el lenguaje surge de un proceso de triple metáfora:Convertimos los estímulos en imágenes, las imágenes en sonidos, y los sonidos en palabras.

Este proceso revela diversos problemas sobre la relación entre el lenguaje y las cosas:

-el lenguaje, los conceptos, se forman a partir de universalizar una serie de experiencias particulares, eliminado su peculiaridad y diferencia (no existe “la” mesa, sino múltiples y diversos objetos, cuyas particularidades se desdibujan al etiquetarlas con el universal “mesa”). Al hacer esto, en lugar de “mostrar” la realidad, la oculta.

-creemos que el lenguaje da cuenta de las cosas, pero en realidad el lenguaje es una arbitrariedad subjetiva. De hecho, solo accedemos al mundo a través de nuestra subjetividad. Es imposible algo tal como un conocimiento “objetivo”.-la existencia de diversos lenguajes muestra que hay muchas formas de acceder a las realidades (¿hay “una” realidad?)

-la “cosa en sí” es inaprehensible, por tanto su búsqueda es inútil. En realidad, las palabras no nos hablan de las cosas, sino de otras palabras. Todo es lenguaje -no hay hechos, solo interpretaciones (de interpretaciones...)

cierto que una hoja nunca es totalmente igual a otra, asimismo escierto que el concepto hoja se ha formado al prescindir arbitrariamentede esas diferencias individuales, al olvidar lo diferenciante, y entoncesprovoca la representación, como si en la naturaleza, además de lashojas, hubiese algo que fuese la “hoja”, una especie de formaprimordial, según la cual todas las hojas hubiesen sido tejidas,dibujadas, calibradas, coloreadas, onduladas, pintadas, pero por manostorpes, de modo que ningún ejemplar hubiese resultado correcto yfidedigno como copia fiel de la forma primordial. A un hombre lellamamos honrado: "¿Por qué ha obrado hoy tan honradamente?",preguntamos. Nuestra respuesta suele ser como sigue: "Por suhonradez". ¡La honradez! Esto de nuevo quiere decir: la hoja es causade las hojas. Ciertamente, no sabemos nada en absoluto de unacualidad esencial que se llame la honradez, pero sí de numerosasacciones individualizadas, por lo tanto desiguales, que nosotrosigualamos omitiendo lo desigual y las designamos entonces comoacciones honradas; al final formulamos a partir de ellas una qualitasocculta con el nombre: la honradez.

El no hacer caso de lo individual y lo real nos proporcionael concepto del mismo modo que también nos proporciona laforma, mientras que la naturaleza no conoce formas ni conceptos,ni tampoco, en consecuencia, géneros, sino solamente una X que espara nosotros inaccesible e indefinible. Pues también nuestracontraposición entre individuo y género es antropomórfica y noprocede de la esencia de las cosas, aun cuando tampoco nosatrevemos a decir que no le corresponda: porque eso sería unaafirmación dogmática y, como tal, tan indemostrable como sucontraria.

¿Qué es la verdad? Un ejército móvil de metáforas,metonimias, antropomorfismos, en una palabra, una suma derelaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas,adornadas poética y retóricamente y que, después de unprolongado uso, a un pueblo le parecen fijas, canónicas,obligatorias: las verdades son ilusiones de las que se han olvidadoque lo son, metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerzasensible, monedas que han perdido su imagen y que ahora ya nose consideran como monedas, sino como metal. No sabemos todavíade dónde proviene el impulso hacia la verdad: pues, hasta ahorasolamente hemos hablado de la obligación que la sociedad establecepara existir, la de ser veraz, es decir, usar las metáforas usuales, asípues, dicho en términos morales, de la obligación de mentir según unaconvención fija, de mentir borreguilmente en un estilo obligatorio paratodos. Ciertamente, el hombre se olvida entonces de que así es susituación; por lo tanto, miente inconscientemente de la manera quehemos indicado, siguiendo habituaciones seculares — y llega alsentimiento de la verdad precisamente por esta inconsciencia, justopor este olvido. En el sentimiento de estar obligado a designar una

Nuestras categorizaciones son por completo arbitrarias; no responden a cómo es la naturaleza, sino como nosotros establecemos y etiquetamos que es.

cosa como roja, otra como fría, una tercera como muda, se despiertaun movimiento moral que se refiere a la verdad: a partir de lacontraposición del mentiroso, en quien nadie confía y a quien todosexcluyen, el hombre se demuestra a sí mismo lo venerable, lo fiable yprovechoso de la verdad. En ese instante somete su obrar como serracional al señorío de las abstracciones: ya no soporta serarrastrado por las impresiones repentinas, por las intuiciones y,ante todo, generaliza todas esas impresiones en conceptos másdescoloridos, más fríos, con el fin de que el carro de su vida y desu acción esté unido a ellos. Todo lo que distingue al hombrefrente al animal depende de esa capacidad de volatilizar lasmetáforas intuitivas en un esquema, esto es, de disolver unaimagen en un concepto; pues en el ámbito de esos esquemas esposible algo que nunca podría conseguirse bajo las primerasimpresiones intuitivas: construir un orden piramidal por castas ygrados, crear un mundo nuevo de leyes, privilegios, subordinaciones ydelimitaciones, que ahora se contrapone al otro mundo intuitivo de lasprimeras impresiones como lo más firme, lo más universal, lo másconocido y lo más humano y, por ello, como lo regulador y loimperativo. Mientras que toda metáfora de intuición es individualy carece de algo idéntico a ella, y, en consecuencia, sabe escaparsesiempre de toda clasificación, el gran edificio de los conceptospresenta la rígida regularidad de un columbarium romano einsufla en la lógica el rigor y la frialdad que son propios de lasmatemáticas. Quien está poseído por el hálito de esa frialdad apenascreerá que también el concepto, óseo y octogonal como un dado y,como éste, versátil, no sea a fin de cuentas sino como el residuo deuna metáfora y que la ilusión de la extrapolación artística de unestímulo nervioso en imágenes es, si no la madre, en todo caso laabuela de cada uno de los conceptos. Ahora bien, dentro de ese juegode dados de los conceptos se llama "verdad" — a usar cada dadotal y como está designado; contar exactamente sus puntos, formarclasificaciones correctas y no violar nunca el orden de las castas nilos turnos de las clases de jerarquía. Del mismo modo que losromanos y los etruscos dividían el cielo con rígidas líneas matemáticasy en un espacio así delimitado conjuraban a un dios como en untemplum, así cada pueblo tiene sobre él un cielo conceptual similar,matemáticamente dividido, y entiende entonces como la exigencia dela verdad que todo Dios conceptual no sea buscado más que en suesfera. Ciertamente, aquí se debe admirar al hombre como unpoderoso genio constructor, que sobre fundamentos movedizos y,por así decirlo, sobre agua que fluye, consigue levantar unacatedral de conceptos infinitamente complicada; claro, paraencontrar apoyo en tales fundamentos tiene que ser una construccióncomo de telarañas, tan fina que sea transportada por las olas, tan firmeque no sea desgarrada por el viento. El hombre, como genioconstructor, se eleva de tales modos muy por encima de la abeja: éstaconstruye con cera que recoge de la naturaleza, él con la materia

La verdad no responde a la esencia de las cosas, no es “objetiva”, sino una narración que creamos para organizar la realidad. La estructura conceptual que construimos para hablar del mundo es un andamiaje frío y rígido que no es más que una mentira. La razón anula la creatividad, la individualidad, la espontaneidad del artista intuitivo..

mucho más fina de los conceptos que primero tiene que fabricar de símismo. Es aquí muy de admirar — si bien, de ningún modo por suimpulso hacia la verdad, hacia el conocimiento puro de las cosas. Sialguien esconde una cosa detrás de un matorral, después la buscade nuevo exactamente allí y, además, la encuentra, en esabúsqueda y en ese hallazgo no hay, pues, mucho que alabar: sinembargo, esto es lo que sucede al buscar y al encontrar la"verdad” dentro de la jurisdicción de la razón. Si doy la definiciónde mamífero y luego, después de examinar un camello, digo:"Fíjate, un mamífero", no cabe duda de que con ello se ha traído ala luz una verdad, pero es de valor limitado, quiero decir que esantropomórfica de pies a cabeza, y no contiene ni un solo puntoque sea “verdadero en sí”, real y universalmente válido,prescindiendo del ser humano. El investigador de tales verdades tansólo busca, en el fondo, la metamorfosis del mundo en los hombres;lucha por una comprensión del mundo como una cosa de especiehumana y se consigue, en el mejor de los casos, el sentimiento de unaasimilación. De modo similar a como el astrólogo considera lasestrellas al servicio de los hombres y en conexión con su felicidad y sudesgracia, así considera un tal investigador al mundo entero cómoligado a los hombres, como el eco infinitamente quebrado de unsonido primordial, el hombre, como la reproducción multiplicada deuna imagen primordial, el hombre. Su procedimiento es: tomar alhombre como medida en todas las cosas, con lo cual, sin embargo,parte del error de creer que tiene esas cosas inmediatamente ante sícomo objetos puros. Olvida, por lo tanto, las metáforas intuitivasoriginales en cuanto metáforas y las toma por las cosas mismas.

Sólo mediante el olvido de ese primitivo mundo de metáforas,sólo mediante el endurecimiento y la petrificación de una masa deimágenes que brota imaginariamente en candente fluidez de lacapacidad primordial de la fantasía humana, sólo mediante lainvencible creencia en que este sol, esta ventana, esta mesa, sean unaverdad en sí, en una palabra, gracias solamente a que el hombre seolvida de sí mismo como sujeto y, por cierto, como sujetoartísticamente creador, vive con alguna calma, seguridad yconsecuencia; si pudiera salir, aunque sólo fuese un instante, fuera delos muros dé la cárcel de esa creencia, se acabaría enseguida su"autoconciencia". Ya le cuesta trabajo reconocer ante sí mismo queel insecto o el pájaro perciben otro mundo completamentediferente al del hombre y que la cuestión de cuál de las dosconcepciones del mundo es más correcta carece totalmente desentido, puesto que para ello tendría que medirse con el criterio dela percepción correcta, esto es, con un criterio del que no sedispone. De todos modos, sin embargo, la percepción correcta — quesería la expresión adecuada de un objeto en el sujeto — me parece unabsurdo lleno de contradicciones: porque entre dos esferas

absolutamente distintas como el sujeto y el objeto no hay ningunacausalidad, ninguna exactitud, ninguna expresión sino, a lo sumo, uncomportamiento estético, quiero decir, una extrapolación indicativa,una traducción balbuciente a un lenguaje completamente extraño. Paralo cual se necesita, en cualquier caso, una esfera intermedia y unafuerza mediadora que libremente poeticen e inventen. La palabrafenómeno [Erscheinung] encierra muchas seducciones, por lo quehago todo lo posible para evitarla; porque no es verdadero que laesencia de las cosas se manifieste [erscheint] en el mundo empírico.Un pintor al que le faltaran las manos y que quisiera expresar pormedio del canto la imagen que se le está formando revelará siempre enese cambio de esferas todavía más de lo que el mundo empírico revelade la esencia de las cosas. Incluso la relación de un estímulo nerviosocon la imagen producida no es, en sí, necesaria; pero cuando lamisma imagen se ha producido millones de veces y se hatransmitido hereditariamente a través de muchas generaciones deseres humanos, manifestándose finalmente en toda la humanidadcada vez como consecuencia del mismo motivo, entonces acabapor tener el mismo significado para el hombre que si fuese laúnica imagen necesaria, como si esa relación de la excitaciónnerviosa originaria con la imagen producida fuese una estrictarelación de causalidad; al igual que un sueño eternamenterepetido sería captado por la sensación y juzgado comoabsolutamente real. No obstante, el endurecimiento y lapetrificación de una metáfora no garantizan en modo alguno ni lanecesidad ni la legitimación exclusivas de esa metáfora.

Ciertamente, todo hombre que esté familiarizado con talesconsideraciones ha sentido una profunda desconfianza hacia cualquieridealismo de esta especie, siempre que por una vez se hubieseconvencido claramente de la consecuencia, omnipresencia einfalibilidad eternas de las leyes de la naturaleza; y ha sacado estaconclusión: aquí, todo aquello en lo que penetramos, en las alturas delmundo telescópico y en las profundidades del mundo microscópico,todo es tan seguro, tan elaborado, tan infinito, tan regular y sindefectos; la ciencia tendrá que cavar eternamente con éxitos en estospozos y todo lo que encuentre estará en concordancia y no secontradirá. Qué poco se parece esto a un producto de la fantasía: pues,si lo fuese, tendría que dar lugar a que se adivinase en alguna parte laapariencia y la irrealidad. Pero, por otro lado, cabría decir: que sinosotros tuviésemos una sensación sensorial que para cada uno fuesede especie diferente, si nosotros mismos percibiésemos unas vecescomo un pájaro, otras como un gusano y otras como una planta, o siuno de nosotros viese el mismo estímulo como rojo, otro como azul eincluso un tercero lo escuchase como sonido, entonces nadie hablaría

de tal regularidad de la naturaleza, sino que solamente la concebiríacomo una construcción altamente subjetiva. Tras lo cual: ¿qué espara nosotros, en suma, una ley de la naturaleza? No nos esconocida en sí, sino solamente en sus efectos, es decir, en susrelaciones con otras leyes de la naturaleza que, a su vez, sólo nosson conocidas como relaciones. Por consiguiente, todas estasrelaciones no hacen más que remitirse continuamente unas a otrasy, en su esencia, para nosotros son incomprensibles por completo;de ellas tan sólo conocemos en realidad lo que nosotrosaportamos, el tiempo, el espacio, es decir, relaciones de sucesión ynúmeros. Pero todo lo maravilloso que admiramos precisamente enlas leyes de la naturaleza, aquello que reclama nuestra explicación yque sería capaz de seducirnos para que desconfiásemos del idealismo,justamente reside única y exclusivamente en el rigor matemático y enla inviolabilidad de las representaciones del tiempo y del espacio. Noobstante, las producimos en nosotros y desde nosotros mismos con lamisma necesidad con que la araña teje telarañas; si estamos obligadosa concebir todas las cosas únicamente bajo esas formas, entonces dejade ser maravilloso que, hablando con propiedad, sólo concibamos entodas las cosas precisamente esas formas: pues todas ellas han dellevar en sí las leyes del número y el número es justamente lo másadmirable en las cosas. Toda la regularidad que tanto respeto nosimpone en las órbitas de los astros y en los procesos químicoscoincide en el fondo con aquellas propiedades que nosotrosaportamos a las cosas, de modo que, con ello, nos imponemosrespeto a nosotros mismos. De esto resulta, en efecto, que esaartística creación de metáforas con la que comienza en nosotros todasensación presupone ya esas formas, es decir, se realiza en ellas; sólopartiendo de la firme persistencia de estas formas primordiales seexplica la posibilidad de cómo, posteriormente, debió de constituirsede nuevo, desde las metáforas mismas, el edificio de los conceptos.Pues éste es una imitación de las relaciones de tiempo, de espacio y denúmero sobre el suelo de las metáforas.

2

Como hemos visto, en el edificio de los conceptos trabajaoriginariamente el lenguaje, en épocas posteriores la ciencia. Y asícomo la abeja construye en las celdas y simultáneamente las llena demiel, así también la ciencia trabaja sin cesar en ese gran columbariumde los conceptos, necrópolis de la intuición, construye siempre nuevasy más elevadas plantas, apuntala, limpia y renueva las celdas viejas y,sobre todo, se esfuerza en llenar ese andamiaje aupado hasta ladesmesura y en ordenar dentro de él todo el mundo empírico, es decir,el mundo antropomórfico. Si ya el hombre que actúa ata su vida a larazón y sus conceptos para no ser arrastrado ni perderse a sí mismo, el

Nietzsche habla aquí específicamente sobre la ciencia. Al igual que los conceptos, las leyes de la naturaleza también son invenciones, que no refieren a la naturaleza sino a otras invenciones o conceptos humanos. Las propiedades de las cosas se corresponden con las características que nosotros hemos introducido en ellas, y no con hechos objetivos.

investigador construye su cabaña junto a la torre de la ciencia parapoder cooperar en su edificación y para encontrar él mismo protecciónbajo el baluarte ya existente. En efecto, necesita protección: pues haypoderes terribles que permanentemente le acometen ya que, en contrade la verdad científica, presentan "verdades" de especiecompletamente diferente con las más diversas etiquetas.

Ese impulso hacia la formación de metáforas, ese impulsofundamental del hombre que en ningún momento se puedeeliminar porque con ello se eliminaría al hombre mismo, no está enverdad dominado ni apenas domado por el hecho de que con susevanescentes productos, los conceptos, se construya un mundo nuevo,regular y rígido, que es como una fortaleza para él. Dicho impulso sebusca para su actividad un campo nuevo y un cauce distinto y losencuentra en el mito y, de modo general, en el arte. Constantementeconfunde las rúbricas y las celdas de los conceptos introduciendonuevas extrapolaciones, metáforas y metonimias; constantementemuestra el deseo de configurar el mundo existente del hombredespierto haciéndolo tan multicolor, irregular, inconsecuente,inconexo, encantador y eternamente nuevo como lo es el mundo de lossueños. En sí, ciertamente, el hombre despierto tan sólo tiene claroque está despierto gracias al rígido y regular tejido conceptual y,justamente por eso, llega a la creencia de que está soñando si, enalguna ocasión, ese tejido conceptual es desgarrado por el arte. Pascaltiene razón cuando afirma que, si todas las noches nos sobreviniese élmismo sueño, nos ocuparíamos de él exactamente tanto como de lascosas que vemos todos los días: "Si un artesano estuviese seguro desoñar todas las noches durante doce horas seguidas que era rey, yocreo — dice Pascal— que sería exactamente tan dichoso como un reyque soñase todas las noches durante doce horas que era artesano." Lavigilia de un pueblo míticamente excitado, por ejemplo, la de losgriegos más antiguos, es, de hecho, gracias al prodigio queconstantemente se produce, tal y como el mito lo supone, másparecida al sueño que a la vigilia del pensador científicamente lúcido.Si cualquier árbol puede un día hablar como una ninfa o si dios bajo laapariencia de un toro puede raptar doncellas, si la misma diosa Ateneaes vista de repente en compañía de Pisístrato recorriendo los mercadosde Atenas en un hermoso carro de caballos —y esto el honradoateniense lo creía—, entonces, en cada momento, como en los sueños,todo es posible y la naturaleza entera ronda al hombre como si ellasolamente fuese la mascarada de los dioses que no se tomase sino abroma el engañar a los hombres en todas las figuras.

Pero el hombre mismo tiene una invencible tendencia adejarse engañar y está como mágicamente transformado por la

felicidad cuando el rapsoda le narra cuentos épicos como si fuesenverdaderos o cuando en una representación teatral el actor interpreta alrey más regiamente de lo que la realidad lo muestra. El intelecto, esemaestro de la ficción, está libre y sin la carga de su ordinario serviciode esclavo tanto tiempo cuanto puede engañar sin causar daño y,entonces, celebra sus Saturnales; nunca es tan exuberante, tan rico, tanorgulloso, tan ágil y tan temerario. Con gozo creador arroja lasmetáforas sin orden ni concierto y cambia de sitio los mojonesfronterizos de la abstracción de tal manera que, por ejemplo, designa ala corriente como el camino móvil que lleva al hombre allí donde éstehabitualmente llega andando. En esos momentos ha arrojado de sí elsigno de la servidumbre: mientras que de ordinario se esforzaba con lamelancólica ocupación de mostrarle el camino y las herramientas a unpobre individuo que suspira por la existencia y como un siervo selanzaba a conseguir para su señor presa y botín; ahora se haconvertido en señor y le es lícito borrar de su semblante la expresiónde indigencia. También ahora, lo que haga, todo conllevará, encomparación con sus acciones más primitivas, la ficción, como éstasconllevaban la distorsión. Copia la vida del hombre, pero la toma por"una cosa buena y parece darse por muy satisfecho con ella. Aquelgigantesco entramado y andamiaje de los conceptos, aferrándose alcual el hombre indigente se salva de por vida, es, para el intelectoliberado, solamente un armazón y un juguete para sus más temerariasobras de arte: y cuando lo destruye, lo arroja sin orden ni concierto, ocon ironía lo vuelve a componer, uniendo lo más diverso y separandolo más afín, entonces revela que no necesita de aquellos auxilios de laindigencia y que ahora no se guía por conceptos sino por intuiciones.Ningún camino regular conduce de estas intuiciones al país de losesquemas fantasmales, de las abstracciones: para aquéllas no estáhecha la metáfora, el hombre enmudece al verlas o habla solamente enmetáforas prohibidas y en inauditas concatenaciones conceptuales conel fin de corresponder creativamente a la impresión de la poderosaintuición presente, al menos, destruyendo y burlándose de las antiguasbarreras conceptuales.

Hay épocas en las que están juntos el hombre racional y elhombre intuitivo, el uno angustiado ante la intuición, el otromofándose de la abstracción; este último es tan irracional, pues, comopoco artístico el primero. Ambos desean dominar la vida: éstesabiendo afrontar las necesidades más esenciales mediante previsión,prudencia y regularidad, aquél sin ver, como un "héroe superalegre",esas necesidades y tomando como real solamente la vida fingida enapariencia y en belleza. Allí donde el hombre intuitivo, como, porejemplo, en la Grecia más antigua, maneja sus armas de modo máspotente y victorioso que su contrario, en circunstancias favorablespuede formarse una cultura y fundarse el señorío del arte sobre lavida; esa ficción esa negación de la indigencia, ese brillo de las

El saber racional nace en Grecia en el siglo V a.C. Antes, la tragedia, el estilo trágico mostraba a un ser humano librado a las pasiones, a la experiencia estética, a la sensualidad. Esto es lo que Nietzsche reivindica: el hombre intuitivo, dionisíaco, contrapuesto al hombre racional, incapaz de vivir de acuerdo con sus instintos y emociones. El hombre racional es uno más del rebaño, no tiene voluntad de vivir; el intuitivo, en cambio, es pura vitalidad, puede vivir de acuerdo a sus propios valores, con libertad y sin ataduras conceptuales.

Los signos como construcción de la realidad

intuiciones metafóricas y, en general, esa inmediatez del engañoacompañan a todas las manifestaciones de una vida así. Ni la casa, niel paso, ni la indumentaria, ni el cántaro de barro revelan que lanecesidad los inventó; parece como si en todos ellos debiera deexpresarse una dicha sublime y una serenidad olímpica y, por asídecirlo, un jugar con la seriedad. Mientras que el hombre guiadopor conceptos y abstracciones únicamente con esta ayuda previenela desgracia, sin ni siquiera obtener felicidad de las abstracciones,aspirando a estar lo más libre posible de dolores, el hombreintuitivo, manteniéndose en medio de una cultura, cosecha apartir ya de sus intuiciones, además de la prevención contra elmal, una claridad, una jovialidad y una redención que afluyenconstantemente. Es cierto que, cuando sufre, su sufrimiento es másintenso; y hasta sufre con mayor frecuencia porque no sabe aprenderde la experiencia y una y otra vez tropieza en la misma piedra en laque ya tropezó. Además, en el sufrimiento es tan irracional como en ladicha, grita como un condenado y no encuentra ningún consuelo. ¡Dequé forma tan diferente se mantiene el hombre estoico en idénticaadversidad, enseñado por la experiencia y dominándose a sí mismomediante conceptos! Él, que de ordinario tan sólo busca sinceridad,verdad, librarse de engaños y protección ante sorpresas que cautivan,ahora, en la desgracia, lleva a cabo la obra maestra de la ficción,como aquél en la dicha; no presenta un rostro humano que se contrae yse altera sino, por así decirlo, una máscara con digna simetría en losrasgos, no grita, ni siquiera altera su voz. Cuando un genuino nubarrónde tormenta descarga sobre él, entonces se envuelve en su manto y seva bajo la tempestad a paso lento.

3. Lenguaje, ideología y poder

“Semiótica para principiantes”- Daniel Chandler

Los signos y la construcción de la realidad

El ‘sentido común’ insiste en que la realidad esindependiente de los signos que se refieren a ésta; mientrasque la semiótica acentúa el papel que los sistemas de signostienen en la construcción de la realidad. John Hartley arguyeque ‘todas las cosas y todas las ideas que nosotros“conocemos” son conocidas a través de los sistemas de signos’(1982: 33).

Ideología

Quien domina los signos, domina la construcción de la realidad

Él añade que ‘el sistema del signo determina a la maneraen que nosotros veremos al referente, y los referentes no sonentidades preestablecidas con propiedades fijas ydeterminadas. Esto no significa que el referente no existeindependientemente de su realización en un discurso’ ( ibid.:34).

Los semióticos arguyen que los signos se relacionan a sussignificados por convenciones sociales que nosotrosaprendemos. Sin embargo, nosotros nos hemosacostumbrando tanto a tales convenciones, en nuestro empleode los diversos medios, que al final, éstas llegan a parecernos‘naturales’, lo que hace que sea difícil distinguir la naturalezaconvencional de tales relaciones. Cuando nosotros tomamos aestas relaciones a la ligera, tratamos al significado como si fuerano mediado o ‘transparente’, como cuando interpretamos a latelevisión o a la fotografía como si fueran ‘una ventana almundo’.

Éste es un asunto ideológico, yaque, como Victor Burgin anota, ‘unaideología es la suma de realidadesdadas-por-supuestas de la vida

cotidiana’ (1982: 46). La semiótica puede ayudar a hacernosconcientizar de qué es lo que nosotros tomamos por cierto alrepresentar al mundo, recordándonos que siempre estamostratando con signos, y no con una realidad objetiva nomediada, y que los sistemas de signos están involucrados en laconstrucción de las significaciones. Como declaró ValentinVolonisov: ‘donde sea que un signo esté presente, una ideología también está presente’ (citado en Gardiner, 1992:14). Los códigos fundamentales de la vida social ‘naturalizan yrefuerzan a un modo en particular de ver la realidad’ (Gardiner,1992: 147). Los signos funcionan tanto para persuadir comopara referir. Consecuentemente el análisis semiótico siempreinvolucra a un análisis ideológico.

Si además de reflejar a la realidad, los signos estáninvolucrados en la construcción de ésta, entonces aquellosquienes controlan a los sistemas de signos, tambiéncontrolan a la construcción de la realidad.

(...) Para Roland Barthes, tales códigos contribuyen areproducir a la ideología burguesa, haciéndola parecernatural, apropiada e inevitable (Hawkes, 1977: 107). Unono necesita ser marxista para apreciar que puede serliberante el darnos cuenta de qué visión de la realidad estásiendo privilegiada en el proceso. Thwaites et al. dicen que latarea del análisis semiótico es ‘desnaturalizar al texto,

demostrando así que sus significados de sentido común noestán dados, sino que son el producto de una codificaciónideológica’ (1994: 161).

En el estudio de los medios masivos, los enfoquessemióticos pueden dirigir nuestra atención a aquellas prácticastomadas-por-supuestas, como la clásica convenciónhollywoodense de la ‘edición invisible’, la cual es aún el estilode edición dominante en el cine y en la televisión popular. Lostratamientos semióticos, pueden hacernos conscientes de queésta es una convención manipulativa, que hemos aprendido aaceptar como si fuera ‘natural’ en el film y en la televisión.

4. Estudio de caso: el debate en torno al lenguajeinclusivo

Introducción a la Guía de lenguaje inclusivo (2010).Congreso de intendentes. Comisióninterdepartamental de género. República Orientaldel Uruguay

“Somos conscientes de que cuando comunicamos algo,raramente tenemos la intencionalidad de excluir. El lenguaje ensí mismo no es sexista o excluyente, pero hay determinadosusos lingüísticos que apartan y ocultan a la mitad de lasociedad con el empleo del masculino genérico y con lautilización de giros, expresiones, vocablos yconstrucciones gramaticales que sitúan a lasmujeres en una posición de inferioridad, queinvisibilizan su valor y su labor como sereshumanos. Estos son aspectos de lacomunicación y de las relaciones entrevarones y mujeres en los que probablementenunca hemos reparado. Pensar sobre lo nopensado nos hace abrir los ojos y la mente, yreflexionar.

El lenguaje modela nuestro pensamiento, loordena, selecciona y clasifica. Es una de lasherramientas con las cuales se construye laidentidad de las personas y de lassociedades. Sirve para comunicarnos y para transmitirconocimientos, acontecimientos, experiencias, ideologías… Conel lenguaje se crean y nombran realidades. En el lenguaje serevelan valores y se evidencian claramente las relaciones de

poder existentes, dando voz o silenciando, nombrando uocultando.

Lo cierto es que a lo largo de siglos las diferencias sexualesentre varones y mujeres, puramente biológicas, han idogenerando desigualdades. La sociedad, compuesta por varonesy por mujeres, ha discriminado claramente a las mujeres. Sehan asignado roles diferenciados a varones y mujeres, se hahecho una clara división sexual del trabajo: trabajo productivo,valorado y remunerado destinado a los varones; y trabajoreproductivo y de cuidados, no reconocido, no remunerado y novalorado, destinado a las mujeres.

En el reparto de funciones la mujer se ha visto limitada a supapel de madre, esposa, hija; alejada de la cultura, laeducación, los espacios de poder y decisión. Se ha puesto entela de juicio su capacidad, su valía, su competencia. En eldenominado sistema sexo-género, entendiendo género porconstrucción cultural que asigna funciones, roles y pautas decomportamiento diferenciadas según el sexo, el varón siguemanteniendo la hegemonía en todos los campos y la mujerqueda excluida de la vida pública, relegada a sus rolestradicionales dentro del ámbito familiar.

Por otra parte, los usos consolidados de la lengua, la creenciageneralizada de que esta es inamovible, el miedo a incurrir enincorrecciones, la pereza a la hora de incorporar cambiosenlentecen el proceso de inclusión. Ciertamente hay quedesaprender lo aprendido, hacer ciertas modificaciones ycolocar a las mujeres en el lugar, real y simbólico, que merecen.El código de comunicación por excelencia debe responder a losintereses y demandas de los y las hablantes; en el caso dellenguaje inclusivo, habremos de sancionarlo con el uso desde laAdministración pública, la educación, los medios decomunicación, la economía, el arte, la publicidad, la vidacotidiana.

Y es que el manejo de un lenguaje inclusivo contribuye al logrode las transformaciones sociales deseadas, y refuerza yconsolida las estrategias de género de las diversas instituciones.Porque con el uso de un lenguaje e imágenes igualitarios senormaliza y fortalece la presencia de las mujeres en losespacios ocupados tradicionalmente por varones, y a la inversa,se normaliza y fortalece la presencia de varones en espaciostradicionalmente ocupados por mujeres.

(...) Se trata, pues, de incluir lo excluido, y contribuir a latransformación social para servir a los ideales, nunca utopías,de la justicia y la democracia para todas y todos.”

Un cambio en el lenguaje, ¿puede cambiar el modo enque nos relacionamos? ¿Puede una transformación

lingüística cambiar el modo en que percibimos larealidad?

5. Bibliografía

Russell, B. (1928). Los problemas de la filosofía. Barcelona:Labor.

Nietzsche, F. (1980). Sobre verdad y mentira en sentidoextramoral  (Vol. 36). NoBooks Editorial.

Congreso de intendentes. Comisión interdepartamental de género.(2010) Introducción a la Guía de lenguaje inclusivo. RepúblicaOriental del Uruguay

Chandler, D. (1998). Semiótica para principiantes. Editorial Abya Yala.