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VIAJE A NICARAGUA

OCTUBRE-NOVIEMBRE DE 2012-12-07

Dentro de tres horas tomaremos al tren a Madrid. Mañana volaremos a Miami y de allí a Managua.

Empiezan a cuajar en mis tripas los nervios que me genera el inicio de cualquier viaje largo, no tanto por distancia, como por prolongado en tiempo. La maldita contradicción entre raíces y ansias de volar.

En esta ocasión no voy a mi amiga India, ni a la seductora África. Vamos a América. No a la Patagonia, ni a Iguazú. Tampoco a Cuba, aunque nuestro destino esté relativamente cerca en algún aspecto, además del geográfico. Vamos a Nicaragua.

¿Que por qué elegimos Nicaragua?

No sabría responder con exactitud. Pensamos en un destino relativamente cómodo. Aunque de América hay países que quisiera visitar, Centroamérica no conocíamos. Nicaragua en concreto evoca en nuestra memoria una revolución que desde la lejanía vivimos con ilusión y a la que se incorporaron buenos amigos. Varias veces hemos comentado la posibilidad de visitarles. Todo esto posiblemente ha influido a la hora de elegir Nicaragua. Luego preparando el viaje, un poco por encima pues las historias familiares no nos han dejado demasiado tiempo, he descubierto que además de ser una país centroamericano, evocar a los Sandinistas y ser la residencia de Luisa, es un país tropical, atractivo con selvas, volcanes, tortugas playas, islas, ríos y lagos que realmente pueden llegar a encandilar. Además barato y sin demasiado turismo. ¿Qué más se puede pedir?

Me he preguntado qué pretendo de este viaje. Me respondo que más o menos lo mismo que en todos los viajes, conocer cómo son sus gentes, cómo viven, qué ha sido de la revolución. Igualmente saber de su cultura de su estructura social y familiar. Por supuesto conocer aquellas manifestaciones culturales y artísticas, por más que no sienta predilección por el arte colonial. Sobretodo quiero conocer la naturaleza que he descubierto existe, recorrer sus costas, ríos, lagos volcanes y selvas.

Busco unas relaciones positivas con Luisa, con la gente del país, con otros viajeros y entre quienes viajamos. También pretendo fotear, en la medida que un viaje de cinco personas lo permite. Igualmente quiero escribir esa especie de

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cuaderno de bitácora para aviso a futuros navegantes con datos precisos y la experiencia como tal.

Vamos cinco. Estoy convencido de que viajar sólo es lo más adecuado como experiencia de viaje, por más que únicamente en el viaje a Tombuctú lo he experimentado. Estar enamorado, hace falta ser idiota a estas alturas de la película, pero es así; me lleva a viajar con mi compa. En esta ocasión además pensamos hacerlo con Alfonso y Mila con quienes habíamos ido a Irán y Siria. Igualmente lo propusimos a Luisa quien en repetidas ocasiones no había podido venir con nosotros. Ir cinco tiene ventajas y desventajas. En todo caso es otra experiencia.

Contamos con un itinerario muy abierto. Para establecerlo, hemos tirado de las recomendaciones de Txuri, Internet, foros, el diario de Eva y una guía bien hecha por Echanove y Rabella. Posteriormente, con lo que nos aconseje Luisa, lo acabaremos de perfilar. En principio estaremos con ella en Matagalpa. Queremos ver cuanto antes las tortugas cuyas arribadas están acabando. Queremos visitar León y Granada, ver algún volcán, pasar a las islas de Ometepe y Solentiname, atravesar en barco el Lago Cocibolca para desde San Carlos bajar por el Río San Juan e ir a alguna reserva de la selva en Guatusos o Indio Maíz… Quisiéramos dejar para el final unos días de buceo y relajo caribeño en las Islas Maíz.

Los pasajes no han supuesto demasiada complicación. Tras probar sucesivos buscadores que coincidían en torno a los 800 ó 900 €, por casualidad entré en la página de American Airlines y descubrí los pasajes por 640€. Las agencias ya no envían por allí a Centroamérica. Hubiésemos deseado pagar un poquito más por evitar los estados, pero el precio se nos disparaba a 1200 ó 1300€. y era tanta la diferencia… Tren a Madrid

24 de octubre, miércoles

Acabamos de despegar.

Pensábamos que veníamos sobrados de tiempo y casi no hemos podido tomar un café. Espero que pronto nos saquen algo. La culpa ha sido del tipo del mostrador de American Airlynes que ha permitido que unos mafiosos que estaban delante nuestra cambiaran los bultos de sus maletas para no pagar sobrecarga haciendo esperar a toda la cola.

Anuncian que el vuelo será de 9 horas y siete minutos y que en Miami hay 24º y llueve.

Al final nos han llevado a otra ventanilla donde un rubito, que justo se apañaba con la de Cervantes, nos ha hecho un interrogatorio. Supongo que para ir preparándonos. El excusa de la seguridad les permite pasarse un montón de pueblos. Pero lo que jode es que todos los demás, sabiendo que son estúpidos, siguen sus normas.

Antes que nada, tengo que contar la epopeya del pasaporte. Yo, Javier, el detallista, el que controla todo con sus listas, el que está en todo, el que… Ayer la cagué. Está bien quedar de absoluto gilipuertas sin excusa, ni paliativo alguno. Siempre que sea por una vez, claro.

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A eso de las 17:30 atravesando Soria, mis neuronas (gracias amigas mías pues si lo hacéis hoy, hubiese sido la bomba) elaboraron la imagen del pasaporte y me la estamparon en la frente. Quedé atónito. Pálido total, supe desde ese mismo instante que el pasaporte no estaba en mi riñonera.

Lívido, sin necesidad de mirar mi riñonera, lo comunique a los demás. No tenía ni idea cómo se me había pasado y no tenía conciencia de haberlo visto entre el equipaje los últimos días. Inmediatamente supe dónde tenía que estar. Llamada a Txabi. Tuve la fortuna de que aquella tarde no había corrido a buscar hongos o saludar a corzos. Le dije que fuera a casa y mirara si estaba donde suponía. Pronto sonó el móvil confirmando. Para entonces habíamos hablado con Eneko, taxista hijo de Mikel y Asun que cuidaba de sus hijos. Txabi quedó con él para entregarle el pasaporte. Poco más tarde Eneko tomaría el taxi rumbo al hotel Avant Torrejón (45 € doble y 70 € triple con acceso aeropuerto incluido) donde íbamos a pasar la noche.

Llegados a Torrejón buscamos el hotel y bajamos a cenar algo. Acabábamos de cenar, no eran las 10:30 cuando apareció Eneko con mi pasaporte. Qué relajo, qué suerte haber encontrado a Txabi en casa y que tan rápido se hiciese con el pasaporte, qué bien conocer a Eneko tan rápido y eficiente y qué suerte contar con los 450 eurakos para así no perder el billete. Qué bien todo, salvo que no dejo de ser un gilipollas absoluto.

Bueno me canso de escribir. Además traen el papeo.

***

Estoy de nuevo en el avión. Ya hemos pasado la prueba. No nos han maltratado.

Cuando han acabado los ciudadanos y residentes nos han pasado a sus ventanillas aligerando la prolongadísima cola. El tipo de la aduana ha preguntado a qué íbamos, qué pensábamos hacer…, pero correcto y no desagradable.

El sistema es nefasto. Ya en Pamplona, antes de viajar, tienes que confeccionar el ESTA, especie de visa para los españolitos entre otros, donde firmas que pueden hacer lo que les dé la gana, incluso negarte la entrada y perder el pasaje, sin derecho a protestar. Controles y preguntas en la facturación en Madrid. Control policial de entrada, descalzados… para acceder al embarque. En el avión hay que llenar un formulario con todos los datos… Una vez en los estados, una cola de un par de horas por principio antes del interrogatorio que según que tipo te toque puede ser la bomba. Huellas de los diez dedos y foto al iris. Cuñado del formulario rellenado en el avión. Nuevo control en el que te piden el citado papel. Recoges tus maletas, por más que estén facturadas hasta Managua. Vuelves a entrar y las depositas para que las envíen a Managua. Entonces has de acceder tú nuevamente. Quitar todo, zapatos, revisión de mochilas… y algunos a gritos y con bastante mala hostia. Aún antes de acceder al avión a uno de nosotros le paran y le pasan por las manos unas tiras por lo que parece para comprobar si has tocado droga. Bueno ha sido un rollo muy pesado, pero no nos han pegado, ni torturado.

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Aquí en Miami son las siete de la tarde, las 12:45 nuestras. Es de día, aunque pronto oscurecerá. El cielo está elegante.

Estamos despegando rumbo a Managua. Se ven las luces de Miami. Se observa un trafico más diluido y lento que el acelerado movimiento y los atascos del amanecer que he contemplado en Madrid. En el avión, al igual que en el aeropuerto de Miami, se percibe la mezcolanza racial en la que los blancos somos minoría. Me encanta la gama de pieles del moreno fuerte al negroide.

Pronto aterrizaremos en Managua. He leído bastante de la guía en el viaje. Parece ser que vamos a un país pobre, tras Haití en la escala de pobreza. Posiblemente nos suponga un sopapo, al igual que el del calor húmedo al salir. También nos ayudará a olvidar la prima de riesgo, los recortes y el careto de los Dragui, Merkel, Espenaza, Barcina…

26 de octubre, viernes

Son las seis de la mañana. Ahora temprano es hora ideal para escribir. Estamos en Matagalpa.

Matagalpa es una provincia en una zona relativamente montañosa del norte del País. Es la zona cafetalera por excelencia. En la capital del mismo nombre, vive nuestra amiga Luisa.

Luisa, nuestra amiga, vino con su pareja Juan Manuel a principios de los ochenta en apoyo a la democracia y el progreso de este país. Acabada la guerra, adoptaron un niño nicaragüense, Yarince, y decidieron trabajar aquí en diferentes frentes y permanecer en Nicaragua, cuya nacionalidad adoptaron. Desgraciadamente Juan Manuel falleció en un accidente. Luisa decidió cuidar de Yarince y seguir trabajando, fundamentalmente en el ámbito de las mujeres. Trabaja en un colectivo que denominaron “Grupo Venancia”, cuyo nombre hace referencia a una guerrillera, y que en la actualidad es, sin duda, uno de los movimientos orientados a la mujer más progresistas y pegados a la realidad del continente americano.

Sin tramites, sólo 10$, y adentro. Esa misma Luisa es quien, cuando habíamos recogido las maletas y alcanzábamos la puerta de salida, gritaba: ¡Javier! ¡Javier!

Besos, sólo uno, como los nikas y al coche. Había venido a esperarnos con un pic-up que había pedido prestado para llevarnos a Matagalpa aquella misma noche.

Una vez en Matagalpa, nos detuvimos un momento en su casa y nos dirigimos a la de una amiga que estaba fuera y le había dejado la llave, en la que cabíamos los cinco. No encontramos la casa fácilmente.

El tema de las calles en Nicaragua es algo sorprendente. Con lo sencillo que resulta poner nombres a las calles y números a las casas, ellos mantienen un sistema diferente. Cuentan tantas cuadras en dirección de un punto cardinal o arriba abajo o hacia otro punto y desde un enclave que es generalmente conocido y se utilizan como referencia. Es decir tres cuadras al oeste de la catedral o del monumento a Rubén Darío o de… hacia abajo o hacia el este o hacia el lago. Incluso nos han dicho que en Managua, destruida por el

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terremoto, se utilizan enclaves desaparecidos. Tres cuadras hacia el lago desde el que fue el arbolito o del que fue el teatro… Así vas por las calles contando cuadras y mirando al suelo de la acera para evitar el esguince cuando tu pie sea atrapado por uno de los agujeros que esconden las llaves de paso de agua frente a cada portal.

Quedamos para vernos al día siguiente. Estábamos sin agua, sin comida, sin nada que llevarnos al estómago y absolutamente reventados, pues eran nuestras siete de la mañana y hacía más de veinticuatro horas que nos habíamos levantado.

Ayer nada más levantarnos por la mañana fuimos hacia la Catedral, donde suponíamos el centro, a desayunar. Desayunamos en “Selección Nicaragüense”. Tostadas, tarta… El café exquisito. Supimos luego que están haciendo una promoción en varios establecimientos del café nicaragüense que se está llevando numerosos premios internacionales de calidad y quieren darle un empuje.

Aunque contábamos con dólares necesitábamos cambiar córdobas. El cambio está a 31’64 córdobas por euro. La gestión fue lenta, pero con gran amabilidad.

Fuimos a turismo (INTUR) a interesarnos sobre la zona de Matagalpa y saber de la arribada de tortugas. Amables, nos ofertaron las posibilidades de la zona en torno al café y sus procesos. También aseguraron que con la luna llena el finde llegarían tortugas a La Flor. Pensamos en consecuencia que lo conveniente era correr a las tortugas y volver posteriormente a Matagalpa.

Buscamos el Centro Cultural Guanuca donde trabaja el Grupo Venancia. Se trata de un antiguo local en el que ellas tienen montados cursos, talleres y charlas que imparten no solo a mujeres de la capital, sino de toda la provincia.

Como vienen habitualmente mujeres de las zonas rurales, cuentan con cocina y comedor. Comimos allí con Luisa y Yarince (ocho córdobas/persona, 25 céntimos). Nos mostró la casa y nos presentó a sus compañeras antes de volver a su trabajo.

Pensábamos salir, pero empezó a llover de manera torrencial y nos quedamos planteando un poco el itinerario y la duración aproximada de estancias. En principio bajaríamos a ver las tortugas a San Juan del Sur. Luego volveríamos a Matagalpa. Iríamos por el norte hacia occidente, a León. Ascenderíamos a algún volcán. De allí a Granada y bajaríamos en barco, si era posible, a Ometepe. En barco también de Ometepe a San Carlos. Visitaríamos Solentiname y los Guatusos o el Indio Maíz desde el Castillo. Finalmente de San Juan del Norte tomaríamos el barco por el Caribe a Bluefields. Los últimos días permaneceríamos tirados en las playas de Islas del Maíz, Corn Island, buceando entre corales y peces de colores bajo los azules imposibles de las aguas caribeñas.

Solicitamos a Yarince que nos comprara un teléfono, un móvil de “Claro” (22€) para funcionar por Nicaragua. Cuando Luisa quedó libre, tomamos con ella y Yarince una Toña, la cerveza del país, en Los Artesanos y acabamos cenando en un italiano.

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Reventados y muertos de sueño, a dormir. Tenemos un serio desfase de sueño. No sólo por la paliza del viaje. El caso es que en Nicaragua en esta época, me parece que en todas, oscurece para las cinco o cinco y media y amanece también a las cinco o cinco y media. Como no hay tele, a mis compas no les va el mus… para las ocho o nueve estamos plegando la oreja. Lógicamente para las cinco estamos meneándonos. Acabaremos adaptándonos.

Hoy pretendemos llegar a San Juan del Sur. No es excesiva distancia, pero son numerosos los cambios de autobuses. Vamos a Managua. Allí, cambio de estación, y autobús a Ribas. En Rivas, otro a San Juan del Sur. Con el lastre que supone los abultados equipajes que llevamos, acabará siendo pesado.

27 de octubre, sábado.

Ayer acabamos desayunando en el café de un costado de la catedral, pues Selección Nica aún no había abierto.

El desayuno nicas consta de “gallopinto”, arroz con fríjoles, alubias rojas; huevos, enteros o rotos; trozo de queso no curado; a veces fruta y café. El de Matagalpa, delicioso. Dependiendo de lugar viene a costar entre 30 y 50 córdobas, de uno a dos euros. Con un desayuno así y picando algo a media mañana, se puede aguantar muy bien hasta una comida fuerte a eso de las cuatro o las cinco.

Un taxi a la estación de autobuses, los cinco y los bultos 60 C. El autobús a Managua 72 C. Camino de Managua contemplamos los secaderos de café, en los que extienden éste al sol. Igualmente la exuberante vegetación del ámbito rural que está muy poblado. Admiro lo árboles altos extensos con una fuerza y na emergía imponente. El mismo conductor nos “busca” un carro de transporte, un pic-up, que nos lleva, sin entrar a la estación del Majoreo, a la de Huembes donde hemos de coger el bus a Ribas (250 C). Recorremos la ciudad que parece muy extensa y toda con casas bajas de muy sencilla construcción y tejado de hierro ondulado. Autobús a Rivas 240 C.

En Rivas tomamos rápidamente un nuevo autobús. Los autobuses, aunque la mayoría aseguran ser expresos, acaban parando siempre que quién lo solicita y en las numerosas paradas convencionales. Generalmente va un conductor, un cobrador y un ayudante que se encarga de organizar los bultos. En general son gente amable, en modo alguno serviles como en otros lugares, por humildes que sean. Quiero pensar que la historia del país haya supuesto la existencia de cierta dignidad y valores.

Un vez en San Juan del Sur, nos encaminamos a la Estrella. Es un hotel decadente y bastante destartalado. Cuesta 8 dólares, con desayuno incluido. Vienen a ser 192 córdobas, seis y pico euros.

No nos gusta que establezcan los precios en dólares, pero lo tienen muy arraigado. Aunque siempre puedes pagar en córdobas. Un dólar equivale a 24 córdobas, mientras que el euro equivale a 31 córdobas. Aquí en San Juan del Sur los dólares tienen más sentido, pues numerosos jóvenes americanos que

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vienen a surfear a Costa Rica, que está pegado, vienen aquí por contar con precios mas baratos. Eso mismo hace que haya un rollete turístico que resta autenticidad y encanto a la ciudad.

Cenamos en el primer restaurante que encontramos. Comimos pescado frito o pasta, mientras Luisa se pilló una sopa de marisco. Nada del otro mundo, 1345 C. Hay sin duda otros lugares mucho más económicos. En un lugar de nicaragüenses una comida corriente viene a estar en torno a los 60 C. Si es un filete de res o un pescado puede andar en torno a los 100. En un restaurante puede andar en torno a los 120 ó 150 C. La toñas andan entre 18 y 25 C., dependiendo del lugar. Una de litro, si hay vale 50 C. Una botella de agua grande viene a costar en torno a los 15 C. Si vas a comer a un restaurante no de comida corriente puedes pagar en torno a 150 C con cerveza. Como mucho puedes llegar a pagar 250 ó 300 C/p.

Fuimos a la Casa de Oro, un albergue donde organizan visitas nocturnas a La Flor para ver arribadas de tortugas. Estuvimos allí con una moza argentina que organiza las salidas. Nos dijo que esperaban arribadas en tres o cuatro días en cuanto empezara a mengua la luna. No me dio ninguna confianza, pero quedamos en volver. Me da que no vamos a ver tortugas, pero con la fama

que tengo, prefiero callar.

Decidimos, en consecuencia, modificar los planes. Pasaríamos a Ometepe, que era lo más próximo, para, después de tres o cuatro días, volver para ver las tortugas.

Dentro de un rato desayunaremos y tomaremos el autobús de Rivas. Nos detendremos en San Jorge. Allí cogeremos… No se puede conjugar el verbo “coger” en Nicaragua. Queda muy borde. Así que tomaremos el barco que nos llevará a Ometepe.

Acaba de pasar una nube de cotorras verdes organizando un griterío ensordecedor.

28 de octubre, domingo

Ayer desembarcamos en esta isla que parece un paraíso en medio del lago Cocibolca. Acabo de bañarme en sus aguas y, como queda tiempo antes de desayunar, escribo.

Viajar en transportes locales es una gran oportunidad para contemplar y observar la gente. Puede en ocasiones resultar duro, pero es una delicia. Un autobús auténtico que iba a Rivas (16 córdobas) nos dejó en el cruce de San Jorge y un taxi que nos llevó al puerto, justo en el momento que iba a zarpar el barco hacia San José. 55 C./p

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Tuvimos que correr los últimos metros, pero alcanzamos el barco y

accedimos a la cubierta. En la carrera coincidimos con Maia Tomala, una moza polaca que vive en Alemania y ha vivido en Donosti.

Igualmente encontramos en el barco un tipo que aseguró ser un mago y

de Bilbao. Siendo de Bilbo, tuvo que demostrar sus dotes de mago. Pasó la prueba cum laude. Había vendido una pequeña empresa y, con el alquiler de un piso en Bilbo y alguna ayuda, se dedica a recorrer países latinoamericanos haciendo magia para los chavales y mayores. Ha recorrido siete países y le quedan Salvador, Venezuela y algún otro. Tiene montado un blog (www.zakimagoa.bolgspot.com) en el que denuncia situaciones de maltrato a mujeres, explotación de niños o situaciones de opresión que va descubriendo.

El Concepción y el Maderas, los dos volcanes de la isla de Ometepe, fueron creciendo. El primero se situó sobre nosotros al desembarcar en San José.

Nos dirigimos a pie al Hotel Chico Largo, próximo al muelle. El lugar donde está situado es una maravilla. Si nos apañábamos los cinco en dos habitaciones, nos cobraba siete dólares por persona. Las habitaciones son muy

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majas, el entorno un selva frondosa admirable, un jardín con un porche, una pulpería (tienda de mínimos) detrás y la orilla del lago allí mismo. Una delicia.

Comimos churrasco, carne de res, que siempre hacen demasiado y tilapia frita, también demasiado hecha. Luego tomamos el bus a San Carlos para dar con la casa de unos amigos de Luisa. No fue fácil dar con la casa. Estuvimos con él, ella no estaba. Hablamos de Nicaragua y nos dio alguna información sobre la isla. Volvimos ya de noche en un taxi con Marco. Quedamos para mañana con él. Pretende llevarnos a una granja de café, pero preferimos dejar el café para Matagalpa. Veremos.

Maya Tomala, la chica polaca, se ha ido hoy con una gente al Concepción. No me hubiera importado ir.

En principio iremos hoy al Charco Verde.

30 de octubre, martes

Acabo de ducharme. Hemos estado en el Ojo de Agua. En un par de horas se puede ver y disfrutar, pero nos tirado el día. Habíamos pensado volver a estar con el amigo de Luisa, pero no está su moza y hemos pasado.

No sé qué he hecho pero estoy lleno de picaduras. No sé si de hormigas, mosquitos o pulgas, pero frito. Voy a poner al día este rollo.

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El domingo fuimos al Parque Charco Verde que está junto a nuestro

hotel. Se trata de un terreno privado que tiene una especie de laguna en medio y está bien conservado. A la laguna le llaman Chico Largo a causa de una vieja historia. El dueño cede la gestión a la comunidad. Ésta tiene allí trabajando un par de personas que se enrollan bien y cobran una entrada (20 C). Cuenta con una importante masa arbórea; numerosas aves, entre las que abundan las urracas copetonas; monos, que no llegamos a ver, y una flora increíble. En el lado que da al lago hay una playa, el Bancón, que está bien para darse un chapuzón, y en las parte más alta un mirador.

Ayer habíamos quedado con Marco, el taxista que nos había vuelto el otro día por la noche, para dar una vuelta por el sur de la isla donde, dicen, no existe transporte público. Aunque no es del todo cierto, es necesario tirar de taxi para funcionar por una… no sé como definirla, porque ni pista. Hay un trozo, sobre todo, del istmo en dirección a Mérida que es una bajada abrupta de pedruscos enormes que sólo con un todo terreno y mucho cuidado se puede transitar. El resto de la pista y más por el lado de Balgue, debe ser pista y transitable.

De todos modos no se presentó Marco, que parece estaba enfermo, sino un muchacho con un taxi. Desmontamos su plan de llevarnos al cafetal de la finca de la Magdalena y decidimos que nos llevara al punto de partida hacia la

cascada de San Ramón.

Aunque salimos pronto, entre un cosa y otra más la lentitud por el trecho de pista mencionado, llegamos un poco tarde a la Estación Biológica desde donde se sube. El camino es bonito pues se va bordeando el lago. Descubrimos las barbaridades que están haciendo con la venta de terrenos a extranjeros en el mismo

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borde del lago que, cierran el acceso a éste. No sé si el fervoroso sandinista que nos llevaba estaba muy al corriente de la legislación que, según él prohibía tal práctica, pero, en todo caso, al precio de los terrenos, cualquiera de un país occidental tendría acceso a trozo de costa del Cocibolca.

Tras pagar (70 C) al dueño, se inicia el camino a la Cascada de San Ramón por una especie de pista con inclinación, pero bien preparada de unos dos kilómetros. Al llegar a un depósito, se toma una senda clara y suave de un kilometro. Más arriba, se desdibuja cuando confluye en una regata. Luego se hace más dura, aunque pronto regala repentinamente la visión de una hermosa cascada de treinta y cinco metros sobre una pared muy verde.

El ascenso no tiene dificultad y la mayor parte es en sombra. No obstante el calor, y sobretodo la elevada humedad, hacen sudar de forma exagerada. Una pasada. Alfonso sufrió un pequeño bajón. Esperamos un rato a que se recuperara.

Un vez arriba, además de admirar la cascada, nos situamos bajo su imponente caída, resistiendo el golpe del agua que se precipita con inusitada fuerza. En el camino descubrimos hormigas zompopo y mariposas diversas entre las que llamaba la atención, por su abundancia, tamaño y belleza, la Morpho, de un azul metálico fosforescente. Revoloteaban continuamente a nuestro alrededor, para desesperarme,

pues no se detienen y no pude fotografiar.

El retorno se hizo al final largo y, una vez abajo, nos dirigimos a Mérida, al Caballito de Mar.

Se trata de un Centro Turístico que un catalán, Fernando, con un socio nika tienen montado para realizar paseos en kayak hasta el istmo donde se

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encuentra el río Istiam y por los humedales que conforman la desembocadura del mismo. Además, el Caballito de Mar cuenta con restaurante en el que fríen y asan sabrosas tilapias.

Utilizamos primero el restaurante. Como la espera fue prolongada y nos demoramos saboreando el pescado, se hizo un poco tarde y nos remolcaron en tres Kayak dobles hasta la desembocadura, de manera que nos diese tiempo a dar una vuelta por los humedales.

La lentitud del kayak, el sorprendente y maravilloso entorno y la falta de ruido en medio de aquella selva, constituyen una experiencia deliciosa. Observamos cantidad de aves. Vimos varios caimanes y disfrutamos de una vegetación exuberante que con las luces y los colores del atardecer me dejaron encantados. (12 $)

Si vuelvo, procuraré contar con más tiempo para disfrutar de esa selva. Si tuviese que aconsejar a alguien sobre Ometepe, además de recomendar acceder al Maderas, desde la Magdalena y, si fuese posible, al Concepción, recomendaría hacer un día la Cascada y otro día el Caballito de mar, combinándolos con petroglifos del Provenir o con el Ojo de Agua.

A la vuelta conocimos a Fernando. Es un tipo curioso. Está casado con una nika. Anteriormente había recorrido pausadamente todos los países, de Méjico a Brasil, pensando en cuál instalarse. Decidió hacerlo en Nicaragua, porque fue, con diferencia, donde la gente que le pareció más agradable.

Nos facilitó diversas informaciones. La que más se me quedó fue que dijo que para conocer la selva, lo más adecuado era hacer un recorrido de tres días por la reserva del Indio Maíz desde San Juan del

Norte, donde nos comerían los zancudos (mosquitos). Si no, acudir a Los Guatusos. También nos dijo que ir en barco de San Juan del Norte a Bluefields en esta época, era bastante incierto y nos podíamos ver abocados a retornar a San Carlos para tomar el autobús a Rama y de allí navegar a Bluefields. Pensamos valorarlo más tarde, pues, en tal caso, perdíamos días en las Islas caribeñas del Maíz.

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En Chico Largo disfrutamos de una agradable puesta de sol antes de cenar. Despedimos a Maya, la chica polaca, que hoy estará en Managua. No llegaron al Concepción el otro día. Ayer había alquiló una bici decidida a rodear el sur de la isla por la pista desde el este. Le fue bien hasta Mérida, donde empieza el abrupto camino. Además, no se había sentido muy bien, siendo una chica sola. Ha resultado una chica maja. Asegura estar viviendo las contradicciones de viajar sola.

Comentó algo con lo que me sentí identificado. Aseguró que no le importaba tanto ver lugares como tener experiencias positivas. El viaje no puede entenderse como fichar en todos aquellos sitios que supuestamente resultan atractivos, El viaje es, sobre todo, una suma de experiencias y la riqueza de esas experiencias, que pueden ser de muy diversos tipo, es lo que constituye el valor de un viaje.

Hoy por la mañana, tras pertrecharnos en la pulpería de la trasera del hotel, hemos salido a tomar el autobús que, tras prolongada espera, ha llegado

y nos ha dejado en el cruce que va a la parte sur de la isla. De allí hemos partido en busca de las piscinas naturales de Ojo de Agua. En el trayecto hemos contemplado las casas, las plantaciones de plátanos, la gente. Todo está poblado y resulta agradable. También resulta agradable la gente que es mucho más abierta y comunicativa que lo que hemos podido experimentar en Cuba o Argentina.

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En el Ojo de Agua nos hemos bañado y nos hemos dedicado a descansar

tranquilamente. (72 C./p) No es la gran maravilla que nos habían anunciado, pero se está a gusto. Resulta curioso cómo de cada lugar, si no has visto imágenes, te haces un hipotético dibujo mental que infinidad de veces, luego, nada tiene que ver con la realidad. Algo así me ha pasado a mí. No es que no me haya gustado el lugar, pero esperaba algo distinto.

De vuelta, con los cierres de las campañas electorales, que ya nos había

afectado en el trayecto de la mañana, nos han asegurado que no iban a pasar autobuses por el cruce donde por la mañana nos habían dicho que no tendríamos problemas. Al final hemos cedido a una taxista negra, grande y dotada con una simpatía y una gracia inmensa. En varias ocasiones habíamos declinado su servicio y hoy muertos de risa hemos recurrido a ella que por 250 C nos ha llevado hasta la puerta a carcajadas. Una delicia de mujer.

Lo dejo, que vamos a cenar. Resulta sorprendente que en un momento se

hace de noche y no son más de las cinco y media. A la mañana, para las cinco ya estamos despiertos y para las seis, llevamos un rato tiesos. A esa hora un baño en el lago con el agua tan agradable es un lujo. Para entonces ya están la señoras

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preparando sus planchas de lavar metidas en el agua hasta más arriba de la rodilla y con un enorme zacuto de ropa. Después de cenar ya estamos con ganas de ir a dormir. Todo se cierra y para las nueve y media o las diez todas las luces del hotel están apagadas.

2 de noviembre, viernes

Vamos en autobús hacia Managua. Esperamos recalar esta tarde en Matagalpa.

Acabamos de tener una gran bronca seria con el tipo del autobús. Se ha

pasado un montón y al final, bronca. Quería cobrarnos por las maletas. No nos hemos negado, pero no puede pedirnos sólo a nosotros y por cada bulto 50 córdobas, cuando el viaje de una persona vale 76 córdobas. Le he dicho que nos cobrara lo que tenía derecho a cobrar, que mañana teníamos que estar en el ministerio de Turismo en Managua y que lo íbamos a preguntar. Simplemente que nos diese el nombre del chofer, el del hijo del dueño que parecía iba adelante y el suyo. Al final ha venido el supuesto hijo del dueño, le he repetido la amenaza, se han arrugado, han cobrado dos bultos y han devuelto la pasta. Milagro. El cobrador era un desaprensivo. No es la cantidad de dinero, que siempre es muy poco, sino que molesta que te tomen el pelo. Y, más aún, que consideren lógico el trapicheo y acaben corrompidos por el turismo. Siempre es parecido. Posiblemente no es muy frecuente aquí, pero, si el turismo sube y no cuidan…

Voy a atrás en el tiempo. De Ometepe, muy de mañana salimos a coger el

barco que nos llevaría a San Jorge (55 C/p) y de allí a San Juan del Sur. Un café en el muelle, entre cestas de plátanos y fuimos diciendo adiós a la isla y al Concepción que nos despidió altivo. El agua del lago estaba agitada cuando llegamos a tierra firme.

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Una vez allí, desechamos las ofertas de los taxis y esperamos el bus de línea que por 5 C/p tras numerosos cambios de ruta nos dejó en la carretera de San Juan Del Sur, desde donde el autobús procedente de Rivas nos llevo a nuestro destino (16C./p). A nuestra llegada la Estrella no contaba con habitaciones decentes. Por vagancia, no cambiamos al Rositas que está pegado y nos habían asegurado que estaba bien.

Fuimos a la Casa de Oro. Nada más hablar dos palabras con Marina, supe que únicamente veríamos tortuguitas y no tortugas que llegaran a poner, por más que aseguraba que alguna, que solitaria… Bastante cara. No obstante, como todos no son tan negativos como yo, quedamos en ir a la noche en su camión a La Flor en busca de la tortuga solitaria.

Comimos en el Itxel y la dueña, una negrita sonriente, nos prometió un plato de frijoles, sin arroz, si volvíamos. Todos estaban ansiosos, pues a la tarde era el cierre de campaña de los sandinistas para las elecciones municipales.

A eso de las cinco empezaron a aparecer una legión de bicis, luego motos y finalmente coches, camiones y autobuses repletos de enardecidos sandinistas.

Todos iban enfervorizados señalando la dos, la casilla de los sandinistas, a la que había que votar. Nos acercamos a escuchar el mitin. A parte de un tanto infantil, llamó enormemente nuestra atención la introducción de elementos de tipo religioso y cristiano en su discurso político. “Dios nos está ayudando” “Vamos a ser mejores” “Nicaragua sandinista, cristiana y solidaria” “Estamos bendecidos y vamos a ganar”. Había oído hablar de las cesiones de Ortega al Owando, pero no esperaba que los elementos religiosos formaran parte del discurso político.

A la hora convenido aparecimos en la Casa de Oro, nos dieron una charla

pobre sobre tortugas y nos subieron a un camión en el que fuimos sentados

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lateralmente. Con el culo dolorido llegamos a la puerta del parque. Allí el otro guía, un muchacho que no tenía el papo de Marina, nos confió de entrada que era imposible que ahora llegaran tortugas. Tuve sensación de estafa. Eso no quiere decir que contemplar cómo las tortuguitas pelean por salir a la arena y alcanzar la el borde de las olas no tenga su encanto. Nos repartieron unos escurridores de plástico para colocar allí las tortugas y aproximarlas al agua. (25 $/p)

Ayer, tras ardua investigación, habíamos llegado a saber que un bus

pasaba ante el Ostional, La Flor y Cocos. Desayunamos temprano en el restaurante de la hermana, Itxel, también, en el mercado (40 C/p) y tomamos el autobús (70 C/p).

Nos detuvimos en el Ostional. Recorrimos la playa hasta las rocas. Amparo y yo fuimos al agua. Vimos un raya de puntitos blancos en fondo negro que evolucionaba por la superficie. Alfonso se metió a continuación con tan mala fortuna que una raya le pico en la planta del pie. Empezó a quejarse pero no le dimos demasiada importancia hasta que el dolor fue en aumento. Unos pescadores le confiaron el remedio, ron. Emprendimos el retorno entre quejas de Alfonso. En el camino una señora que vendía chicaharrones (especie de cortezas) le dijo que ron no, que el remedio era humedad de las partes de una mujer. Acabamos en el Centro de Salud donde le pusieron un antiinflamatorio, sin que por ello cejara el dolor. Tomamos el autobús a Cocos.

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Fue en la playa de Cocos nos detuvimos con intención de comer. Fue donde el camarero dio la solución: agua bien caliente. Efectivamente trajo un envase con agua y una esponja y de manera casi milagrosa cedió el dolor en un momento.

A la vuelta tuvimos un incidente. Nos pareció, a Amparo

fundamentalmente que es quien lleva las cuentas y controla todo con absoluta eficiencia, que proporcionalmente a lo que habíamos pagado hasta el Ostional, nos había cobrado demasiado el pequeño trayecto del Ostional a Cocos. A la vuelta hacia San Juan comentamos a los cobradores que nos parecía que se había pasado el cobrador con nosotros y preguntamos cuál era el precio. Nos extrañó la exagerada reacción en contra del otro cobrador, pues estaban dispuestos a pagarnos un taxi al ayuntamiento para que le denunciáramos. Como no teníamos completa seguridad, no podíamos poner en riesgo el sueldo de un tipo y no entramos al asunto.

Esta mañana el chofer ha venido al vernos, nos ha dicho que estábamos equivocados, que no nos había cobrado lo que pensábamos y que en el fondo pretendían echarlo de su puesto de trabajo. Conclusión, mucho cuidado.

A la noche para celebrar la recuperación de la víctima de la raya, la dueña de Itxel nos invitó a un par de hermosos platos de frijoles.

Esta mañana nos ha despertado la misma, u otra, alborotada banda de cotorras. Tras beber un coco y desayunar hemos tomado este bus. A la tarde estaremos en Matagalpa.

5 de noviembre, lunes

En las ciudades nicaragüenses existen varias estaciones de autobuses para los que parten en una u otra dirección. Así como cuando vinimos, abandonamos el autobús a la entrada de Managua para tomar un taxi al Majoreo, estación de la que parten los buses para Matagalpa, ahora hicimos a la inversa. El taxista resultó un mal tipo, pues se pego todo el viaje anunciándonos lo peligrosa que es la ciudad, cómo roban sin piedad y cómo, en consecuencia,

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sólo es posible moverse en taxi. Él acabó siendo el ladrón con lo que nos cobró por el trayecto y sin exponerse en absoluto. Parece ser cierto que en Managua y en ciertas zonas hay un peligro real. Me viene a la memoria lo que nos confió el mago de Bilbo. Dijo que en estos países, entre los que Nicaragua es de los más seguros, utilizaba un método que le había servido en más de una ocasión. Llevaba a mano en la parte exterior de la mochila un silbato para utilizarlo cuando hay un robo. Cuando lo había utilizado, los ladronzuelos habían quedado paralizados sin saber muy bien qué hacer.

El bus a Matagalpa acabó resultando pesado. No era expreso. Tampoco el que trajimos de San Juan del Sur lo era, por más que lo anunciara. Pero éste era más lento y paraba continuamente. Además estos autobuses como tienen asientos estrechos sirven de cobertura a mosquitos, pulgas… Todo un regimiento nos ha atacado y nos ha dejado marcados.

En los autobuses van infinidad de pegatinas de todo tipo sobre todo religiosas, vírgenes, rosarios, estampas… También acostumbran a llevar la música alta, pero de una calidad de sonido tan nefasta, que acabas enloquecido. Observación curiosa. Un tipo delante de mí con cara de mafioso saca del bolsillo para mostrar a su a su compañero un paquete de CDs. Sus caras en cualquier otra parte me hubieran hecho suponer que estaban contemplando las portadas películas porno. Se trataba de música religiosa de cantantes jóvenes, canciones sobre Dios. Sorprendente.

Una vez aquí en Matagalpa nos dirigimos a “La vita e bella”, el restaurante italiano que habíamos visitado la vez anterior, donde teníamos que recoger las llaves de la casa que nos dejan en Matagalpa.

Descansamos y quedamos con Luisa y Yarince a tomar algo.

Luisa se dedica a las mujeres. En un país con el sistema que tienen de emparejarse y deshacer la pareja, de desatender a los mocetes y de ir dejando mujeres con hijos sin ninguna responsabilidad por parte de los hombres, el trabajo es ingente. Si a ello añadimos el mal trato, la explotación de las abuelas… Luisa está contenta con su trabajo. Hay que reconocer que, de lo que hemos visto, en la provincia de Matagalpa es donde más anuncios, pintadas y movidilla feminista, en el mejor sentido de la palabra, se observa.

Parece ser que los sandinistas en el poder son quienes reparten las tarjetas de identidad con las que se puede votar y las reparten a sus futuribles votantes. Que cuando alguien llega al poder responda a los suyos exclusivamente y no a toda la población se percibe como la ausencia de estado. Tampoco cuentan con una estructura generalizada de

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seguridad social, ni siquiera de trabajo organizado. Mucha gente trabaja para otro y el otro le paga lo que le parece y cuando le parece. El currante le pide que le pague y el amo le paga lo que sea. Tampoco es posible establecer impuestos, puesto que mayoritariamente no tendrían nada que pagar y sólo acabarían teniendo pagar los que dominan que en consecuencia no tienen interés en establecer impuestos.

Ayer por la mañana tomamos el autobús para ir al cafetal. Ésta está al norte de Matagalpa, a cinco kilómetros de la Dalia, en un lugar denominado Granadillo 2.

La red de autobuses es bastante aceptable. Puede que no sean rápidos,

que tengas que esperar, que vayan petados y tengas que ir de pie y apretujado. Puedes moverte por todo el país. Los precios son asequibles para ellos y muy baratos para nosotros. Cuentan también con la ventaja de que solicitas subir o descender en cualquier punto.

No sabría decir cuál es la extensión del cafetal. La parte más próxima la casa es la que ocupan las plantas de café. A continuación hay una extensión donde se levantan casas, por denominarlas de alguna manera, de familias emparentadas entre sí. Al fondo hay otra zona más pequeña y abrupta con las vacas.

Supongo que la idea de meterse en esta historia viene de pensar en el

futuro de su hijo. En la actualidad la finca funciona porque allí vive un señor, ya mayor, que controla con gran eficiencia la agricultura en general y el café en particular. Es la pieza fundamental y, gracias a él, todo funciona.

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La finca cuanta con una casa de adobe y cemento con tejado de chapa

ondulada donde vive don Pablo. Hay también una habitación para Luisa, Doña Luisita que llaman ellos, y un par de habitáculos, además de una cocina oscura donde se desenvuelve una de las señoras de las familias que viven en el

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entorno, que se encarga de la cocina. La cocina se limita a tortitas de maíz, fríjoles, arroz, queso, plátanos en tostones, fritos o medio confitados, malanga, yuca, repollo cortado en finas tiras… Supongo que de vez en cuando pollo…

Fuera de la casa hay una cobertizo de madera donde se realiza el proceso húmedo del café. El café se corta cuando está rojo o amarillo. Eso supone hacer unas cuantas pasadas desde octubre a enero. Se contrata a gente que lo corta de manera ordenada, surco a surco, para repasar bien todo el cafetal y se le paga por cantidad de una medida, un cubo, que recolectan. El café se vierte en una tolva que cae a un molino manual que separa la cáscara roja por una lado y el grano por el otro. Éste pasa luego a una especie de aska con agua donde se va lavando y queda prácticamente blanco. Una vez bien lavados los granos, se vierten en unos bastidores con una malla, donde se secan al sol. Cuando la lluvia lo aconseja, como ahora, se entrega sin secar. En secaderos al sol se extiende en el suelo y continuará el proceso en seco.

El cafetal no solo cuenta con las plantas de café, sino que cuenta con plantas diversas, plátanos, bambúes y números árboles de diverso porte, tipo de hoja, fruta… Llama mi atención la “Llamarada del bosque”, un árbol con unas flores que chillan su rojo contra la masa arbórea.

Nada más llegar, Luisa nos pasó las cestas para colocar en la cintura y nos vimos cortando café. Nos colocó a cada uno junto a una cortadora a cuya cesta fuimos echando el fruto de nuestro trabajo.

       Como invitados ilustres nos sentamos a la mesa que preparó Regina.

Frijoles con arroz, plátanos en tostones, plátanos fritos, queso, ensalada de repollo con trocitos de tomate y un gallo cocinado en una deliciosa salsa de verduras.

El resto del día se fue contemplando el proceso de la molienda del café y charlando a cubierto pues no dejó de jarrear de manera incesante durante toda la tarde. Pronto nos fue abandonando la luz e igualmente Regina dejando algo para cenar. En la cena pensábamos haber “platicado” ampliamente con Don Pablo, pero no charlamos demasiado. Posiblemente todos estábamos cansados.

Luisa nos había planteado ir a Dalia a dormir o quedarnos allí y apañarnos. Optamos por lo segundo, pero no era tan sencillo. Dos durmieron en la cama que cedió Don Pablo que se echó en una hamaca de tijera. Yo dormí en otra similar, Otra en una hamaca colgada y Luisa y con otra en su cama.

La verdad es que no dormimos muy bien y temprano nos encontramos todos en el exterior. Después de desayunar fuimos a ver las vacas de Doña

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Luisita que controla Chepe quien con su familia vive en el terreno donde

se encuentran las vacas. Allí el paisaje se abre y ofrece la vista de las colinas que emergen entre nieblas en lo que denominan neblisilva. En el camino pudimos observar cómo vivía la gente en aquel ámbito rural y realmente las condiciones son muy precarias. Viven todos en una pequeña habitación de maderas. Al lado hay otra estancia de similar pero menor tamaño y oscurecida por el humo donde cocinan a base de leña en una cocina de barro. Aparte, una letrina también en madera. La pobreza es patente y las condiciones de sanidad e higiene bajo mínimos.

Cuando palpas la pobreza las tripas se mueven y te planteas la brutal

diferencia entre nuestro mundo agobiadísimo en estos momentos con la prima de riesgo, los recortes… aspectos que siendo reales y brutales nos sitúan, a pesar de todo, en una situación que está a años luz de la estas personas.

Acompañamos a Don Pablo a votar. Fuimos hasta la puerta de la escuela donde estaba el colegio electoral. En la puerta la policía electoral registraba y cacheaba concienzudamente a los votantes antes de acceder a las urnas.

Más tarde paramos el autobús para ir a la Dalia, población con cierta entidad que está a unos cinco kilómetros. Paseamos por el pueblo.

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Visitamos la Casa Materna. Se tarta de una casa donde ingresan las futuras madres rurales para evitar que le pille el alumbramiento en el monte. Allí son atendidas y luego permanecen unos días hasta que se recuperan mínimamente y están en disposición de volver a su casa con su criatura. Además ese tiempo lo aprovechan para instruir a las mujeres en el parto, la atención del niños, la salud…. Los materiales gráficos que vimos eran muy buenos. Nos pareció un servicio muy interesante y positivo. Luisa aseguró que ese tipo de casas están bastante generalizados en Nicaragua.

Comimos en un restaurante de comida corriente que sin duda son los más idóneos, donde mejor se come y son los más baratos. Los asados riquísimos.

Una comida corriente consta de un fresco (zumo aguado de alguna fruta o alguna verdura cocida) y un plato hermoso con un poco de ensalada, unos tostones o unas tortitas de maíz, un pedacito de queso, arroz con fríjoles y un par de trozos de pollo o de cerdo o una chuletita de res. Esta comida puede andar entre los 60 y los 90 córdobas (2 ó 3 €.) Si vas a un restaurante un poco mejor puedes llegar a pagar 120 ó, como mucho, 140 córdobas (4 ó 5 €) y casi otro euro por una Toña, la cerveza nica. Cerveza que, por cierto, estos días electorales está prohibida, como toda bebida alcohólica, aunque en algunos lugares se puede conseguir discretamente.

En general siempre puedes contar con carne de pollo, de cerdo y de res.

En los lugares de costa marina o lacustre se encuentra también pescado. Si hay cierto turismo el precio puede subir un poco No es una chuleta, o un besugo, pero está muy bien. Con una comida de estas y algo que piques durante el día o para cenar, , puedes pasar muy bien. Si a ello añades el potente desayuno nika, queso, gallopinto (arroz con fríjoles)y huevos enteros o rotos; estas suficientemente alimentado. Sí puede resultar a gente con cierto morro un tanto repetitivo.

En cuanto a la fruta, contamos con una exagerada expectativa. La fruta nacional es el plátano, puedes llegar a encontrar deliciosos por un céntimo de euro. El mango también es abundante, pero no en esta época que estamos. Luego hay papayas enormes, piña y otras que resultan muy exóticas, pero tampoco son tan deliciosas. Hay igualmente otras plantas, como una especie de alcachofa roja, que habitualmente se cuecen para hacer fresco, pero no se comen en crudo.

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Tomamos el autobús para volver a Matagalpa. La pintada que me había hecho gracia el día anterior, “La Gilda culea con Oscar”, anunció la inminencia de la capital.

Después de cenar, fuimos a observar cómo llegaban los autobuses con los miembros de las mesas electorales a un instituto de Matagalpa donde se centralizaban los recuentos de votos de la provincia. Cada llegada de un autobús recogía los aplausos de la chavalería sandinista generalmente respondidos con bocinazos por parte de los conductores.

Despedimos a Luisa. Quedamos en vernos con ella a las nueve de la mañana cuando habíamos de tomar el autobús a León para darle las llaves. Así que dentro de un rato desayunaremos y cambiaremos estas tierras por las del Pacífico.

***

Estoy en un microbús. El tipo del comedor donde cenamos dijo que el bus a León partía a 9 y a las 13. Generalmente preguntamos a más de uno por confirmar y no ser víctimas de la estupidez de los güegüenses, pero el tipo lo aseguro con tal seguridad que ni se nos ocurrió pensar no fuese así.

Güegüense es el nica que habitualmente al foráneo le contesta siempre lo que supone éste quiere escuchar. Se dice que es la postura que los nicas mantuvieron con los españoles. Sin ser una actitud exclusiva de los nicaragüenses, sino bastante habitual en diversos países, en Nicaragua es bastante frecuente. Eso obliga a realizar reiteradas veces la misma pregunta para llegar a una conclusión fiable.

No había autobús a las nueve, había partido a las ocho y no quedaba otra que pillar una siento en el micro y esperar que este estuviese absolutamente lleno para que abandonara la estación. El viaje cuesta 75 C/p.

Hemos pasando por los secaderos de café que al pie de carretera esperan que el sol seque el café. Pero no huele a café, sino a requesón. El tipo que ha pillado el trasportín de plástico que el cobrador ha colocado entre el asiento de Amparo y el mío lleva un bolso que debe esconder una vaquería.

Casi atropellamos un perro. Nicaragua es el país de los perros. Hay muchísimos, algunos espantosamente flacos. Igual pasan hambre, pero la gente les aprecia mucho. Las carreteras generales no están mal. Eso no quieta para que aparezcan baches y estén en muchas ocasiones ocupadas por vacas, caballos… o perros.

A lo largo del camino se observan numerosas iglesias de religiones protestante. En realidad son simplemente casetas de madera pintadas que, supongo, sufragan y construyen con la colecta de un domingo en los EEUU o en Canadá. Dicen que a raíz de la revolución y el auge de la teología de la Liberación invadieron todo Hispanoamérica, y con más interés Nicaragua, de todas estas religiones. Es lógico. Lo que no acabo de entender y no veo tan lógico es que Ortega y Rosario impregnen de elementos cristianos religiosos el programa y el discurso político.

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Desde la ventanilla observo los árboles enormes y gigantescos que chillan su potencia y su vitalidad. Son una maravilla. Traen a mi mente los baobabs de la ruta de Bamaco a Mopti.

A nuestra izquierda han empezado a emerger los volcanes de la cadena de los Maribios. Superados, caeremos al lado del Pacífico y estaremos en León.

8 de noviembre, jueves

Pensaba ir a Internet para saber cómo va el tema del albergue en Allahabad, que tan eficazmente está gestionando Fermín desde Iruña. Pero el ordenador estaba ocupado por la italiana que conocimos en San Juan del Sur con su marido. Hemos vuelto a coincidir aquí y ha madrugado más que yo. Tampoco está mal, pues, por lo que estoy viendo, aún no he escrito una línea de León. Aunque habíamos intentado contactar con “La Tortuga Boluda” no había sido posible y, de la Estación del Mercado, nos dirigimos al Hotel Colibrí.. Nos sorprendió positivamente. Las habitaciones están bien, cuenta con un espacio colectivo muy agradable y nos cobra por una doble 20 $ y 25 $ por una triple, incluido el desayuno.

Preguntamos por un lugar nika para comer y una chica nos mandó en busca del “Mesón Segoviano” que está un tanto escondido en un pasillo a la derecha del Union Super Market. Allí acuden todos los nikas que trabajan en el centro y resulta muy agradable. No sólo por la buena y variada comida, sino por la rapidez y lo bien que tratan al personal. Para colmo, pedimos café y nos invitó la casa. La comida sale entre 60 y 70 C/p.

Fuimos hasta Casa Pella, donde alquila coches la empresa Dollar Renta Car. Cobran 45 $/día por un coche majo para los cinco, incluidos impuesto y seguro a terceros.

A la vuelta entramos en el Museo de la Revolución. Se encuentra en un caserón antiguo y decadente, pero muy bien situado frente a la Catedral, que en su momento cedieron a los excombatientes y ahora éstos están dispuestos a defenderlo como sea. Cuentan con unos materiales, periódicos, fotos…, bastante precarios y mal cuidados. Explican la historia de Sandino, la Revolución contra Somoza y la guerra con la Contra. Pero, si los materiales son pobres, la garra que le echa nuestro guía Marcelo es impresionante.

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     Anteayer fuimos a turismo para saber las posibilidades de ascender a

algún volcán. Habíamos pensado en el Cosiguina, pero la lejanía y la dificultad para acceder en un día, nos llevaron a buscar alternativas. El Momotombo, el más chulo, dicen que es demasiado duro, así como el San Cristobal. El Cerro Negro es uno de los más visitados. Invitan a tirarse con tablas de nieve por la arena. Nos parece una horterada. Cuando conocimos la posibilidad de acceder al Telika, que está activo, esperar que oscurezca para contemplar la lava en el fondo del cráter y volver de noche, no dudamos.

Hay que llevar agua y frontales. Te aproximan un poco en un 4x4 y en dos horas y media o tres se alcanza el borde del cráter, antes de que se ponga el sol. La bajada con frontales se hace de noche y para las once o así estamos en el hotel. Llevan algo de picar y sale por 30 $/p

Luego tomamos un taxi para visitar la familia de una chica nicaragüense que trabaja en Navarra y entregar un paquetito que nos había encargado (100 C). Su familia vive al final de un barrio del extrarradio en una casa muy sencilla pero amplia. Vive allí su padre, un hermano y los dos hijos de la chica que está en Navarra. Cuando llegamos había otra moza con dos criaturas. Le dimos el encargo y estuvimos un poco con ellos. El chico mayor se emocionó acordándose de su madre. Drama, lógicamente.

Más tarde supimos que la moza que estaba allí con dos criaturas era una pareja abandonada por otro hijo que en la actualidad vivía en Chinandega. Supusimos que iba a diario a hacerles la comida a los cuatro hombres. Así conseguía su manutención y la de los hijos. A su vez, el otro hijo que vivía en la casa también había abandonado su pareja con sus hijos. El padre, cuando lo refería, afirmaba que, tras el abandono, lógicamente el chico había vuelto a su casa.

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Estamos asombrados con la estructura familiar de los nicaragüenses, que parece ser común a buena parte de los países hispanoamericanos. Cuentan con una familia amplia sustentada en las mujeres, más bien en las abuelas. Cada hombre tiene a lo largo de su vida dos o tres parejas a las que deja una media de un par de hijos y abandona sin responsabilidad alguna. Estas mujeres asumen eso con toda naturalidad la exclusiva responsabilidad de los hijos y vuelven a casa de su madre con las criaturas. Ellos vuelven igualmente a su casa pero sin responsabilidad ni criaturas. Si ellas luego se enrollan con otro mozo o, como era el caso, van a trabajar fuera, dejan a los chicos con la abuela.

Es una estructura muy distinta de la familia nuclear que tenemos nosotros. En principio es simplemente una manera distinta de funcionar, un aspecto antropológico. Pero hay que ponerlo en entredicho, porque, al menso tal como se funciona, posibilita la falta de responsabilidad sobretodo por parte de los hombres, y una carga brutal para las

abuelas, por más que sean jóvenes, pues las chicas para los quince están teniendo hijos.

Volvimos al Mesón Segoviano y, tras descansar un buen rato en El Colibrí, dimos una vuelta por León para acabar cenando en el Vía-vía.

Ayer por la mañana hemos hablado con Lucía, la nica que se encarga de

la limpieza y prepara los desayunos del hotel. Está convencida de que ahora que se ha hecho cargo del hotel un holandés, tiene sus días contados. Al no dominar el inglés pretende deshacerse de ella, ya que intenta captar clientes de habla inglesa.

Fuimos a la catedral. El arte colonial no me atrae demasiado. En la parte alta pueden verse una serie de bóvedas curiosas, la ciudad a los pies y al fondo la cadena de los Maribios. Nos sorprendió positivamente la personalidad del

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guía, un muchacho joven pero con una mente diáfana y progre de verdad. Da gusto encontrar mocetes jóvenes con las ideas claras.

A eso de la una y media con la canícula caía abrasando, nos

aproximaron, menos de lo que presuponíamos, primero por la carretera y luego por una rambla al entorno del volcán. El ascenso es largo, pero no muy duro. Salvo alguna subida más pendiente o con piso de cascajera inestable, la dificultad viene de las matas que invaden la senda e impiden ver las numerosas raíces que constituyen una trampa continua. Que no sea un recorrido duro en comparación con un ascenso del Pirineo, no quiere decir que no sudáramos profusa y continuamente como nunca lo habíamos hecho.

Llegábamos al cráter al mismo tiempo que el sol descendía pintando

todo de naranja y haciendo guiños entre las fumarolas que ascendía del cráter.

Asomarse al amplísimo cráter y contemplar desde el borde el ascenso del humo impregnado de un fortísimo olor a azufre y al fondo el brillo rojo de la lava movediza e incandescente, todo envuelto en un permanente rugido sobrecogedor constituye toda una experiencia. Experiencia por la que tuvimos que pagar el precio de un accidentado descenso. El calor era intenso, con la luz

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del frontal invadida por miles de insectos descubrir las raíces en el fondo de la senda era complicado. En los tramos con cascajera volcánica era difícil no acabar en el suelo. Resultó eterno y bastante más duro que el ascenso.

Que llegáramos agotados a dormir no ha evitado que los gallos me

hayan despertado como todos los días. Bueno, finito. Esto ya está al día. Pero la moza italiana no abandona.

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10 de noviembre, viernes.

Vamos en el autobús camino de la UCA donde haremos cambio a otro para llegar a Granada. Aunque habitualmente miro y remiro por la ventanilla, como este trayecto lo hicimos en coche, aprovecharé para escribir.

Anteayer era día de playa. Íbamos al Pacífico. Caminamos hasta Suitaba, primer enclave de la ciudad indígena, junto a la que se levantó la Nueva León. Tomamos el autobús que nos condujo hasta Poneloya (25 C)

A consecuencia del terremoto que tuvo lugar en Centroamérica y que,

aunque aquí no percibimos, ha supuesto en torno a cuarenta muertos en Guatemala, había alerta de tsunami. La gente no parecía estar alterada en lo más mínimo, pero el que estaba alteradísimo era El Pacífico y no se podía bañar.

Recorrimos la playa hasta las rocas que separan Poneloya de la Playa de las Peñitas. Allí la fuerza inmensa del océano golpeaba de tal manera las rocas que nos regaló un delicioso baño de espuma.

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Proseguimos el recorrido por las Peñitas y acabamos comiendo en La

Barca de Oro, justamente donde se inicia la zona de humedales y la Isla de Juan Venado. El autobús y luego un camión de pasajeros nos devolvió al centro de León.

Descansamos en el hotel antes de salir a cenar. Ya nos gustaría encontrar hoteles de este tipo a lo largo del viaje.

Ayer de mañana Amparo y yo fuimos a la casa de alquiler de vehículos para así salir temprano con el coche alquilado hacia Los Hervideros de San Jacinto. El alquiler del coche sale por 45 $ con impuestos y seguros mínimos. La gasolina es muy cara, en torno a los 31 córdobas, un euro, el gasóleo por el estilo.

Los Hervideros de San Jacinto constituyen un entorno no demasiado

grande donde, por una módica entrada de 55 C/p, te muestran una zona en que el calor ha generado diversos brotes, envueltos en humo de azufre, donde el barro hierve sacando continua, pero suavemente, borbotones.

Luego nos hemos desplazado al Viejo León para ver los restos que quedan de la ciudad. La antigua capital estaba situada a orillas del lago

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Xolotlan o de Managua. La actividad volcánica la hizo desaparecer y los habitantes decidieron rehacerla en otro lugar un poco más alejado de los Maribios. No quedan muchos restos, pero lo explican bien. (47C/p)

Comimos en una especie de recinto recreativo con piscina en la misma

puerta de acceso al Viejo León. Habíamos leído de aguas termales en tierra de un particular que permitía el acceso y fuimos preguntando hasta dar con la entrada a la finca. No parecían animados a permitirnos el paso, pero, ante nuestra decidida intención, cedieron. Nos advirtieron que era imposible llegar con el coche por el fango. Dijeron también que sin botas de hule, como llaman a las katiuskas, imposible. Acabamos dando con la pequeña corriente de aguas termales. Tuvimos que llegar, y volver, descalzos y enfangados hasta la rodilla. Resultó agradable, a pesar de las hormigas que concentradas en la orilla devoraban. Lo más elegante ha sido la contemplación del Volcán Momotombo sobre nosotros.

Condujimos hasta Nagarote al atardecer. Llegamos cuando oscurecía y

nos topamos con una extraña procesión en la que la Virgen llegaba al pueblo y salía a recibirle una imagen de un militar que parece ser representaba a Santiago. A la vuelta dejamos el coche en un parque vigilado frente a la Iglesia de la Recolección. 50 córdobas.

Hemos acudido a La Tertulia para ver una obra de teatro que vimos anunciada en una pasquín de una farola. La obra es “Las de 1982” y la artista es una guatemalteca llamada María Cardona. Trata de la represión que, fundamentalmente sobre las mujeres, habían llevado acabo en Guatemala. Si la obra tenía interés, la interpretación fue muy buena. Y todo en un entorno muy agradable.

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La Tertulia de León es un lugar montado por jóvenes que posibilita el encuentro de gente progre en torno a una amplísima variedad de actividades. En este caso era teatro y se trataba de la represión sobre las mujeres en Centroamérica, saltando de una situación concreta a la situación general. Tras la obra hubo un debate en el que participaron numerosas mujeres de diversas agrupaciones y gente interesada en general.

Quise aportar algo que me rondaba la cabeza continuamente al escuchar situaciones que había comentado Luisa o habíamos conocido de primera mano hablando con nicaragüenses. Dije que, en opinión mía, la estructura familiar existente, en la que el hombre volvía a su casa, reiterada, habitualmente y como por derecho, tras abandonar sucesivas esposas con hijos de quienes no se responsabilizaba e igualmente la abandonada recurría a casa con sus hijos que en muchas ocasiones quedaban al cuidado de la abuela; posibilitaba una falta de responsabilidad de padres fundamentalmente y una mala situación para las madres y las abuelas. Tuve la sensación de no ser entendido, salvo por el anfitrión de la tertulia, un tipo admirable que reconocí al entrar. Quedamos allí a papear una tortilla española. Me hubiese gustado enrollarme más. Fue una pena descubrirlo el último día. Un sitio para recomendar a cualquiera que se pase por León. ([email protected] www.latertuliadeleon.com celular +505 85161228 )

Esta mañana hemos acudido con el coche a la estación de autobuses para llevar los bultos. Luego Amparo y yo hemos ido a devolverlo antes de tomar este autobús a Managua, paso obligado para llegar a Granada. 60C/p

13 de noviembre, martes

El cambio de autobús en la UCA, nos evitó tener que andar cambiando de estación de autobuses en Managua. El segundo autobús que tomamos era

mucho más destartalado 34C/p. Iba lleno, era muy bajito y fue deteniéndose continuamente mientras el habilidoso cobrador, casi desde fuera invitaba a subir hacia Granada.

No sabíamos a qué hotel dirigirnos, pues no teníamos datos y, por lo que nos había comentado el del Colibrí de León, nos dirigimos al Hostal Ángel. Está muy bien situado,

pero las habitaciones son muy pequeñas y justo de limpieza. Nuestra habitación es minúscula y tres andamos mal.

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Fuimos a comer a un restaurante agradable. Dudé entre el Homo (especie de pasta con yuka, calabaza y plátanos) y el Vigorón (carne en adobo con yuka y pepinillos), dos platos típicos de Granada. Homo no tenían y me decidí por el vigorón. Estaba bueno. También tengo que probar el Indio Viejo, especie de sopa gruesa y sustanciosa con cierta acidez que acompañan de arroz y tostones.

Dimos por la tarde una vuelta por Granada. Me pareció menos atractiva

que León. Cuenta con la Catedral y una hermosa Plaza con algunas casas señoriales. La Calle Calzada, medio peatonal, recoge algunos edificios bonitos, casas de colores, buena parte de los hoteles y restaurantes y cantidad de terrazas esperando foráneos.

A ultima hora accedimos al puerto para preguntar sobre el viaje a San

Carlos por barco a través del Lago Cocibolca. Estaba cerrado, pero el vigilante nos aseguró que no hay problema y que podemos alquilar una “perezosa”, hamaca de tela y madera, y el viaje resulta comodísimo.

Cuando volvimos a la noche el tipo del Hotel Cocibolca, como andan mal de turistas, nos ofreció habitaciones mucho más cómodas que las nuestras en un hotel más agradable y también con desayuno incluido, por un precio parecido al que pagamos. Aunque no estábamos contentos donde estamos, decidimos seguir otro día, que es lo que habíamos anunciado íbamos a permanecer. Nos parecía más ético.

Anteayer un autobús a Managua nos dejó en la carretera al lado de Massaya 12 C. Visitamos el famoso mercado municipal. Es un mercado amplísimo donde hay de todo. Merece la pena perderse por él. Nos limitamos a atravesarlo. Hubiese estado más tiempo.

Accedimos luego al Mercado de Artesanías de Massaya que tiene un gran prestigio. No me entusiasmó, pues está excesivamente preparado para el turismo. Nada que ver con el municipal. Tampoco Nicaragua cuenta con una

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artesanía que llame la atención. Además, como tenemos el trastero lleno de cucadas de mil sitios, no tenemos interés en comprar, salvo alguna cosa para los txikis. Al final allí mismo presenciamos unos bailes regionales que precisamente eran de Molimbó a donde habíamos pensado dirigirnos.

Molimbó es precisamente un barrio con historia, donde trabajan al aire

los artesanos. Nos desplazamos hasta él, pero es domingo y todo está cerrado.

En la plaza contemplamos nuevamente bailes regionales y acabamos en el kiosko NE de la plaza. Luisa nos lo había recomendado y nos había dicho para identificarlo que servía un tipo de coleta. Efectivamente los zumos deliciosos.

En los lugares donde se lo curran hacen zumos realmente buenos (25 C). No es lo mismo zumo que fresco. Frescos son el resultado de mezclar zumos, batidos, vegetales o frutas hervidas con más o menos agua. Los zumos son de fruta. Emplean la naranja, el plátano, la piña, el limón, la katala (parecida a la fruta de la pasión), el zapote (redonda, marrón clara con el interior anaranjado)…

Ayer de mañana, cambiamos algo de dinero, pues los córdobas escasean y

pretendemos reservar los dólares para oriente. Vimos el Museo de Cerámica. Reamente bonito y posiblemente de lo mejor que hemos encontrado. Lo explican bien y, aunque no cuentan con infinidad de fondos puedes hacerte una buena idea de los restos encontrados en Nicaragua. Llaman la atención las urnas de barro de carácter funerario. En turismo no nos cuentan demasiado. Tomamos un taxi hasta un ranchón en puerto Ases que es de donde parten las barcas que te llevan a dar una vuelta por las Isletas de Granada.

Las isletas de Granada son un conjunto de pequeñas islas cercanas a la ciudad y entre ésta y la Isla Zapatera de mayor tamaño, que sirven de

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residencia a adinerados, no completa pero mayoritariamente nicaragüenses que cuentan con una residencia silvestre. El muchacho que nos llevo en la panga con motor nos iba indicando la familia a la que pertenecían cada una de las islas, los Pellas, los de los cacaos…, los… Lo que más llamaron nuestra atención fueron los monos que habitan una de las islas. Cuando volvimos contemplamos pescadores y casas del interior que lógicamente nada tienen que ver con las de lujo. (7$/p unas dos horas)

Comimos en el ranchón, una vez en tierra. Luego dimos una vuelta por

Granada. Acabamos cenando en Nuestro Mundo un restaurante que tiene un simpático holandés en una esquina de la plaza.

Hoy en principio pensábamos ir al Mombacho, pero está cubierto. Lo más prudente será esperar a mañana e ir hoy al Volcán Massaya que cuenta con el tiempo asegurado.

14 de noviembre, miércoles

Me levanto molido. Es muy pronto y aprovecho para poner al día esta historia.

Acabamos dudando entre ir al Mombacho que veíamos entre muchas nubes o ir al Volcán Masaya que siempre está despejado. El tipo del hotel opinó que levantará. Fuimos al Mombacho.

Tomamos el autobús en una estación próxima al mercado de Granada y enfilamos la carretera del Mombacho. Pasamos ante el cementerio, la policía y la cárcel y una carretera, flanqueada por chilamatos, que recuerdan los arboles animados y terroríficos de los cuentos infantiles, nos lleva al inicio de la carreterita por la que se accede al centro de visitantes del Parque del

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Mombacho. Cuando llegamos justamente parte un vehículo. La entrada cuesta 15$.

         Una vez arriba hay tres posibilidades, un circuito corto, otro intermedio

y un tercero más largo. Por lo que vimos y nos informaron, si hay una mínima visibilidad supongo que el más idóneo es el intermedio. Como en aquel momento la niebla invadía todo optamos por el primero que es por tu cuenta.

No pudimos ver cráter alguno, ni contemplar el lago Cocibloca, las isletas, Ometepe, Granada… Sí disfrutamos de la selva húmeda invadida de niebla. Sorprende. Muy chulo. Tras compartir con Alfonso unos fríjoles, descendimos. Tomamos otro autobús a Catarina.

Quitamos el hambre en el kiosko de la plaza y nos asomamos a la

inesperada visión de la Laguna de Apoyo. Es muy sorprendente encontrar a tus pies un cráter enorme lleno de agua y constituyendo una lago amplísimo.

A la vuelta fuimos contemplando las artesanías. Me hubiese llevado una

hamaca si no hubiésemos tenido tanto que menearnos con ella. Nos detuvimos en un molino y un par de chicos me pidieron una foto y que se la enviara.

Hoy hemos estado en el volcán Masaya. Como estaba el día, hubiésemos acertado cambiando el plan y habiendo elegido hoy el Mombacho.

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Alfonso ha decidido esta mañana quedarse. Nosotros hemos vuelto a coger el autobús, esta vez hasta la entrada del parque del volcán Masaya. (150 C /p) Enseguida te llevan en un vehículo al Centro de Acogida que cuenta con un museo. Hemos decidido dejarlo para la vuelta y subir en el primer coche con los guardas del parque.

Nos han dejado en el mirador Oviedo a la boca del cráter que está activo

y desde el que se eleva una buena fumarola. A la derecha hay un cruz en un alto con su mirador, pero, como tuvo lugar una explosión en abril, no dejan acceder. Explican que fue un atasco en la especie de chimenea por donde asciende la fumarola que acabó en la explosión.

Tras contemplar el cráter en la medida que la fumarola cambiante lo

permite, hemos realizado un recorrido en torno al cráter Santiago, ya cerrado, desde el que se contempla la laguna de Massaya y la ciudad. Hemos vuelto y descendido para ver el museo del Centro de Acogida.

Tras un nuevo trayecto en autobús y otro, más largo de lo que suponíamos, en taxi (80 cor), hemos bajado hasta la orilla de la Laguna de Apoyo. Nos hemos dado un baño y hemos saboreado una tilapia.

Ahora estamos descansando en el hotel. Hay un ajetreo continuo pues es el año de la Eucaristía y la custodia peregrina va a llegar a Granada. La señora del hotel está con otras señoras montando banderitas y demás. Él es también un tipo curioso que parece sacado de una novela de Galdós. Lo mejor del hotel el desayuno que nos hace una señora que sirve en la casa y esta siempre compuesto queso, bollos, mantequilla un especie de miel que elaboran a partir de una pasta, zumo o fresco, café y una amplia variedad de frutas: kalaka, piña, plátano melón, papaya… Todo tiene su parte buena.

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15 de noviembre, jueves

Voy en el barco tirado en la perezosa y enfrentado al oriente donde entre masas grisáceas surgen redondas nubes coloreadas.

De mañana a hemos ido coger billetes para este barco. 220 C/p

Una vez con los billetes, hemos ido a ver el museo de San Francisco, donde se pueden ver una colección de ídolos precolombinos en piedra.

Más tarde se han quedado todos en el hotel y he ido a dar una vuelta por el Mercado y hacer alguna foto. Querer hacer fotos cuando vas con gente y además varios, es complicado. No quieres hacer esperar y no te detienes lo que te apetecería ni te mueves donde te gustaría. Es algo que asumo de entrada.

Después de comer en Nuestro Mundo, la del holandés, tomamos una calesa, que hacía ilusión, que nos transportó con bultos hasta el muelle.

Un largo rato de espera, revisión exhaustiva del equipaje y acceso al barco. Hemos alquilado (30C/una) cinco “perezosas” que hemos colocado hacia el este evitando el sol. A las dos hemos partido rumbo a Ometepe. Una viajera gorda se ha situado cerca de nosotros y da la chapa a limpio grito a una chica. Amparo grita que le multen por no permitir disfrutar apaciblemente del Cocibolca.

Parece que va a tener lugar un alucinante baile de colores. Espero que se demore la llegada a Ometepe y el Volcán Concepción no pueda ocultarnos al sol acostándose entre sábanas naranjas.

17 de noviembre, sábado

Nos encontramos en la selva, concretamente el Los Guatusos, un parque a orillas del Río Papaturro.

Tras una delirio de colores que compartían el cielo, la superficie del lago y las brumas en el cráter del volcán Concepción, atracamos en Altagracia, puerto oriental de Ometepe.

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Allí cargaron algunas cestas y

numerosas mazas de plátanos. Me dediqué a observar a los estibadores, morenos y musculosos, que movían mazas de plátanos como si fuesen plumas. Observé también a occidentales rubios que viajaban junto a nosotros y se dedican a hacer fotos de posturitas a sus niñas con cara de estúpidas. Encefalograma plano.

Abandonamos Altagracia y partimos rumbo a un par de puertos de la costa de oriente que tocamos antes de atracar al amanecer en San Carlos.

El aire cargado de humedad azotaba de tal manera la perezosa que tuvimos que optar por trasladarnos a los bancos del interior y tirarnos en los asientos bajo un aire acondicionado helador, pero más soportable que la humedad exterior.

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Mal dormidos llegamos para las cinco a San Carlos con las primeras luces.

Subimos a la terraza de los cañones. Todo estaba cerrado. En el puerto arribaban los pescadores y se establecían en las aceras las madrugadoras vendedoras. Aseguramos el viaje a Papaturro para acceder a los Guatusos en la panga de línea oficial, dejamos allí los

bultos y fuimos a desayunar.

Nos sorprendimos cuando al llegar a la panga para ir a Papaturro, comunidad de poquísimos habitantes, teníamos que ocupar los escasos huecos de una profunda y enorme patera con mas de ciento veinte personas hacinadas en la panza sobre bancos de madera bajo un cielo gris, un calor intenso y una fuerte humedad. 105 C/p

Zarpamos. Dejamos a un lazo, Zapote, isla de Solentiname ocupada sólo

por aves que iban y volvían en línea sobre la superficie lacustre. Sufrimos el calor, los humanos efluvios y la humedad intensa. Llevábamos en torno a dos hora y faltaban dos o tres cuando atracamos en un islote donde se podía almorzar una sopa de arroz. Cuando reanudamos la travesía, pretendimos ir en lo alto de la embarcación, pero los militares nos obligaron a descender a la panza de la descomunal patera. Allí supimos entonces por algunos de los nicas que viajan la razón del tamaño pasaje a una comunidad tan diminuta. Eran emigrantes ilegales que se dirigían clandestinamente a Costa Rica a cortar café, pues el corte es más tardío y, sobre todo, lo pagan cinco veces más.

Desde la embocadura del río Papaturro, su nombre viene de un palo, como dicen ellos a los árboles, el paisaje cambia completamente. Un cauce muy estrecho y con pronunciadas curvas obligaba a realizar numerosas maniobras a una panga de semejantes proporciones. Por el camino empezamos a descubrir garzas, tortugas, diversas aves, iguanas, monos...

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Los Guatusos es un parque que cuenta con construcciones de madera para alojarse en medio de la selva y está pegado a la comunidad de Papaturro. Pretenden tener un montaje que salvaguarde la selva y suponga beneficios para la comunidad mediante transportes, guías, restaurantes…

Algunos sacan también beneficio de la proximidad de la frontera

costarricense, como quienes con un pequeño camión tapado con un toldo oscuro fueron montando a los llegados en la panga y transportándolos a la frontera para pasarlos clandestinamente al otro lado. Da la sensación de que se trata de una ilegalidad más o menos tolerada. Aunque según contó uno que lo había sufrido, a veces hacen redadas en Costa Rica, los detienen y llevan a la cárcel mientras se completa un autobús para volverlos a Nicaragua.

Ayer a la tarde anduvimos por la pista hacia la frontera, pero la luz fue

bajando y tuvimos que volver. Un tipo que se enrolló con nosotros a la vuelta nos avisó de los monos congo o aulladores que a las cinco de la madrugada nos saludarían si estábamos durmiendo en los Guatusos.

Más vale que nos había avisado, si no, esta mañana hubiésemos saltado

de la cama aterrorizados con los aullidos de los monos pensando que se trataba

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de auténticas fieras a punto de devorarnos. Eran las cinco y diez y el concierto ha durado unos diez minutos.

Por la mañana hemos hecho con Ernesto, un guía de una comunidad

vecina, el recorrido por el parque. Este circuito por la reserva es un paseo por un camino entre una vegetación selvática y exuberante en la que apenas llega luz por lo que no he podido usar demasiado la cámara. El circuito no es largo y cuenta con un puente colgante entre árboles sobre el río Papaturro.

El resto de la mañana hemos permanecido aquí. Me he enrollado con

plantas y mariposas. Para mi desconsuelo, las Morpho no hay manera de que se

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detengan y no les podido tirar una foto. Luego todos nos hemos estado pendientes de los Congos que han acudido a los árboles próximos y se han enrollado con nosotros de mala manera. Más de una hora hemos estado imitando su aullido, y escuchando su respuesta, al tiempo que los veíamos encima de nosotros mirándonos. Lógicamente me he pasado disparando. A la hora de comer, lo hacemos siempre en el mismo restaurante, el de Toñín, me he vuelto a pasar foteando, intentándolo más bien, a los colibrís.

Por la tarde nos ha sorprendido una copiosa tormenta y aquí estamos. A eso de las siete, cuando esté completamente oscuro iremos al Río Papaturro.

19 de noviembre, lunes

Las primeras luces inciden en el río que está envuelto en una leve bruma. Acaba de amanecer y estoy contemplando el Río San Juan desde el Albergue el Castillo en la localidad del mismo nombre. Hoy visitaremos la Reserva Del Indio Maíz en la desembocadura del Río Bartola.

Volviendo a Río Papaturro, lo recorrimos de noche en una pequeña panga a motor. Armando Murillo, guía altamente recomendable y alma de la Reserva de los Guatusos, fue en la proa con un foco descubriéndonos todo tipo de aves, caimanes… que permanecen agazapados en la oscuridad y que nosotros no hubiésemos visto. Con ello prácticamente nos despedíamos de los Guatusos. Pagamos por alojamiento dos días, recorrido guiado por el parque y recorrido nocturno en panga 145 $ cada uno. Sin contar comidas que venían a salir por 150 C/p

El domingo por la mañana Nuria, que tiene un chiringuito junto al puente y controla las relaciones publicas de la Comunidad, nos apañó un desayuno antes de tomar la panga que nos devolvería a San Carlos.

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Esta panga era otra historia. Tenía el tamaño adecuado a las

comunidades de la zona y el número de viajeros era también el esperado. Sobre el techo de la panga había un cayuco de tronco vaciado y de ayudante iba el enfermero de la zona que con aquel cayuco se mueve en su actividad sanitaria. Cuenta con más de veinte comunidades de diversos tamaños a las que por obligación ha de visitar una vez al mes. En cuanto a educación el maestro acude únicamente dos días cada quincena, fundamentalmente a plantear, repartir y recoger tareas. Eso puede dar una idea de los servicios con los que cuentan en estas zonas selváticas alejadas.

Una vez que pasamos el puesto de control militar nos permitieron, nos lo

había trabajado Nuria, acceder al techo de la panga. Así bajamos el río y continuamos hasta la proximidad de San Carlos. El recorrido por el río volvió a ser un disfrute por la cantidad de aves, monos, iguanas, tortugas, garzas… que descubrimos a nuestro paso.

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En cuatro horas y pico llegamos a San Carlos. Contamos con tiempo justo

para comer e inmediatamente tomamos una nueva panga de las que bajan por el Río San Juan.

El Río San Juan tiene gran importancia. En el pasado mucha más, pues

era el paso obligado a militares, piratas y galeones hacia Granada. Fue inicialmente, y con mucha anterioridad a Panamá, donde se planteó realizar el canal que uniría los dos océanos. Las reticencias y dilaciones supusieron que se adelantara la idea de Panamá. No obstante siguen hablando de la inminente obra de construcción del nuevo canal.

Las pangas que descienden por el río hasta San Juan del Norte, son distintas de las que conocíamos, más estrechas y alargadas. Unas que van a gran velocidad y las normales que van deteniéndose en cada embarcadero o a solicitud de los vecinos.

En todos los trayectos durante los primeros cien metros es necesario

colocarse los salvavidas que son ecogidos inmediatamente una vez fuera de la vista de los militares del puerto. Igualmente en todos y cada uno de los

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trayectos es necesario reiteradamente, una vez por puesto militar de control, escribir tus datos en una hoja que los militares recogen.

Tras detenernos un rato en Boca de Sábalos, reanudamos el viaje hacia el

Castillo a donde llegamos en menos de cuatro horas, cuando estaba a punto de oscurecer. 90 C/p

El Castillo ocupa una estratégica curva de escaso calado sobre el Río San

Juan. Su nombre viene dado de la importante edificación militar defensiva que podía controlar perfectamente el río impidiendo el acceso al Lago Cocibloca y a Granada.

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Nos quedamos en el Albergue del Castillo, que es municipal y regenta Minar. Está un poco dejado, pero es una enorme edificación, construida por españoles, que cuenta con magnificas instalaciones y una vista preciosa sobre el Río San Juan.

Minar, la mujer que lleva el Albergue, nos puso en comunicación con Ramiro, guía de la Reserva del Indio Maíz. Éste nos dio a elegir entre el recorrido del Río Bartola o el de Aguas Frescas, una tanto más largo y duro. Quedamos para realizar hoy el recorrido del Rio Bartola por la selva. Cuesta 65 $ por los cinco.

20 de noviembre , lunes

Ayer a la mañana después de desayunar y alquilar una botas de hule, Ramiro nos llevó en su panga hasta la desembocadura del Bartola.

En el camino fuimos observando las orillas plagas de vida. No sólo aves, sino también pescadores o aquellos que se dedican a extraer arena del fondo a pulmón. Nos mostró en la margen derecha la frontera con Costa Rica y un poco más adelante el desastre del desmonte para la construcción de la carretera que están haciendo los costarricenses. Ramiro asegura que el río pertenece por completo a Nicaragua y que tienen recurrida la actuación costarricense, pues va a incidir muy negativamente en el conjunto del río y en la Reserva del Indio Maíz en particular. La reserva del Indio Maíz se inicia en el Bartola y llega hasta el Caribe. Por el norte cuenta con muchos kilómetros hasta las inmediaciones de Bluefields. Es una gran extensión de la que sólo es visitable este trocito donde estamos y otro en las cercanías de San Juan del Norte. Es, además, la zona de mayor pluviometría del mundo.

Nos detuvimos en el puesto militar. Tras las repetidas formalidades de

siempre: firmas y datos, iniciamos la marcha.

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El recorrido esta previsto para ser realizado en unas dos horas. El camino

es suave, por más que la humedad y el calor son elevados. Las explicaciones de Ramiro son exhaustivas y se refieren a plantas, animales, árboles y costumbres de los antiguos indígenas. Es una gozada escucharle. Es un tipo muy puesto y le gusta mucho su actividad. Ha sido cazador, aserrador de árboles, pescador y luego se preparó con un curso para formar guías.

Nada más partir dimos con la diminuta ranita roja de la que los indígenas extraían veneno para sus flechas o para sus puntas lanzadas por cerbatana. Igualmente veremos las citadas puntas en una palmera espinosa, las ramas que utilizaban para confeccionar flechas y las de elaborar arcos. Nos mostró el árbol del caucho que utilizaban para hacer sacos e incluso flotadores. Todo tipo de plantas medicinales que servirán de antídotos para mordeduras de serpientes, como anestésicos, para los hongos en los pies por las botas, para bajar la fiebre, la lengua de vaca para las piedras de riñón,… Descubrimos huellas de jaguar. Contemplamos las hormigas de la picadura de 24 horas y los expandidos hormigueros de las hormigas zompopo. Éstas nos dejaron alucinados. Empiezan por elegir los árboles a los que ascienden en fila para recortar en lo alto e in situ las hojas que luego acarrean por el tronco y por autenticas autopistas en el barro selvático. Mientras la hormiga transporta el trocito, sobre él viajan las especialistas, más pequeñas, que van purificando el alimento transportando para que pueda ser introducido estéril en el hormiguero. Caso de que antes de ser introducido, la lluvia estropee la purificación a la que ha sido sometido en el trayecto, es abandonado en las inmediaciones y puede observarse perfectamente. Esta hormigas inyectan ácido fórmico en el barro que extraen del interior de sus galerías y lo sacan al exterior extendiéndolo alrededor de su mansión para que otros parásitos no se acerquen a su casa. Nos explicó también las cualidades de los diversos árboles maderables que en la actualidad no pueden ser extraídos de la

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reserva. Por lo visto, nuestro interés hizo que se prolongara el tiempo previsto y las dos horas se convirtieron en más de tres.

Acabado el recorrido, remontamos el selvático Río Bartola hasta una especie de playa. Allí un baño. No disfrutamos mucho del baño, pues cubre poco. Sí disfrutamos a la vuelta con el sorpresivo encuentro con un descomunal caimán que hacía su digestión al sol y se mantuvo plácidamente a pesar de nuestra proximidad.

La vuelta, como la ida hasta el Bartola, la hicimos pegados a una u otra orilla dispuestos a observar las aves, patos, tortugas, caimanes o cualquier otro habitante del río que se deja ver. Disfrutamos tanto que pensamos volver a quedar con Ramiro para hoy y hacer con el segundo recorrido.

Por la tarde probamos los denominados camarones en el Cofalito. Son una especie de langostas. Sabrosos, tampoco para echar cohetes. 250 C./p

21 de noviembre, miércoles

Está atardeciendo aquí en Solentiname, concretamente en San Fernando

y más concretamente en el Mire Estrellas. Alterno el bolígrafo y la cámara, pues los pasteles cálidos han invadido el cielo y la superficie que se abre entre nosotros y las islas Atravesada y Limón.

Vuelvo a El Castillo. El segundo recorrido, el de Aguas Frescas lo hicimos ayer. 75 $ por los cinco. Seguimos la misma ruta del día anterior, pero, tras detenernos en el puesto militar del Bartola para formalidades, continuamos río abajo hasta la desembocadura del Aguas Frescas.

En la desembocadura hemos iniciado el recorrido de cuatro horas por un entorno selvático también, pero más accidentado y largo. Sudamos profusamente por el calor y la humedad. El recorrido es bastante similar, así como las plantas y animales que encontramos que vienen a ser los mismos. Esta vez es Ramiro quien nos va preguntando para ver si asimilamos la lección del día anterior. Encontramos huellas de puma y de tapir. También vimos de resbalón un guatuso. El recorrido acabó en la desembocadura de otro río donde

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nos esperaba el tipo, esta vez no había conducido Ramiro, que nos había llevado en la panga.

Supimos que le había preparado como guía la ONG española Araucaria

con profesorado universitario. Supimos también que Armando, de Guatusos, y él habían sido alumnos destacados.

A la tarde, sorteando borrascas, subimos al Castillo. Es buena la vista y desde allí se entiende el valor estratégico del lugar. También hay una curiosa exposición sobre los planes que fueron para el canal… Dimos una vuelta por el pueblo. Llovía. Paramos con unas pequeñas que jugaban con las misma muñecas que Aroa. Al lado del río jugaban los chicos del pueblo un partido. El balón caía de vez en cuando al río y saltaban a por él metiéndose hasta la cintura. Caían borrascas cada poco. Se fue la luz, algo que debe ser muy habitual pues no parecía preocupar, y la cena tuvo que ser con velas.

De mañana hoy hemos abandonado el Castillo para ir nuevamente a San

Carlos 90 C/p. La panga ha llegado en poco más de tres horas. Tras detenerse en Boca de Sábalos e ir recogiendo a todos los vecinos que o solicitaban desde la orilla.

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Ha dejado en un punto a media docena de viajeros jóvenes que habían subido en Boca de Sábalos. Les he escuchado hablar por el móvil. Iban clandestinamente a Costa Rica. Hablaban alternativamente para ver si todo estaba tranquilo con el enlace de Nicaragua y con el costarricense. También con un colega que estaba ya en costa Rica y esperaban verse pronto.

Una vez en San Carlos, hemos apañado el viaje para más tarde en panga

hasta aquí, a San Fernando. Hemos adquirido un machete de esos enormes de ir por la selva para Txabi. Están preparándose para el Carnaval que celebran el sábado próximo. Eso supone que el viernes que pensábamos dormir aquí nos vamos a ver mal para dormir, pues esta todo petado.

Después de comer hemos tomado la panga para venir aquí, a San

Fernando (10$). En ella venía Elena Pineda, dueña de un hotel, y nos ha ofretado su negocio. Cuando le hemos dicho que pretendíamos ir al Mire Estrellas, aunque no habíamos conseguido contactar por teléfono, no ha puesto pegas. Luego hemos sabido que el negocio es de su hermano Julio Pineda, Don Julio. En Nicaragua a partir de los cuarenta a todos les llaman don o doña y les gusta que así se haga.

Una vez en San Fernando, hemos venido al Mire Estrellas y pillado las

habitaciones (10 $ /p). En realidad no es mucho menos que lo que nos proponía

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su hermana en un hotel de mucho más nivel. Nosotros estamos en un lugar encantador. La habitación es sencilla, pero muy agradable y está prácticamente metida en el lago. Nos tiramos al agua en cada momento. Las comidas hemos quedado en apañarlas con una señora en su casa que nos cobra entre 70 y 90 C a cada uno por comida. Veremos.

La caída de la luz es un regusto con el cambio de colores sobre la superficie del lago.

La cena nos la preparado una señora en su misma casa. Lo hemos

apañado así por medio de Don Julio. Nos hará todas las comidas e iremos a su casa, muy sencilla, a comer cenar y desayunar. Nos ha parecido un buen sistema. En el camino nos hemos topado con numerosos sapos enormes. Supongo que de día serán sustituidos por mariposas y colibrís.

24 de noviembre, sábado

Vamos en el autobús camino de Rama. Nos han traído en panga para las ocho de la mañana y nos ha dado tiempo a desayunar y tomar este autobús.

Anteayer por la mañana Don Julio en su pequeña panga nos llevó a

Macarrón (5$/p). Es la otra isla grande de Solentiname donde existió una comunidad en torno a Ernesto Cardenal.

Aparte de la vegetación, tan desbordante como en toda esta tierra, Macarrón cuenta con una tradición artesanal que supuestamente impulso Ernesto Cardenal. La mayoría de las personas de las diferentes familias dedican parte de su tiempo a elaborar pinturas naif de colores que cobran mayor encanto cuando descubres que las han elaborado unas personas sin preparación pero convencidas de su capacidad. También elaboran tallas de animales, pájaros, exóticos mayoritariamente, con no demasiado esfuerzo en madera de

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balsa, que, tras una baño de un especie de imprimación, pintan de colores chillones.

La isla presume también de un pequeño museo y de la pequeña Iglesia

decorada con las mismas pinturas sobre blanco. Una cucada.

Comimos allí con Don Julio. Nos llevó a una casa donde contaban con

una Lapa Roja y un papagayo. Se llevaron casi la tarjeta entera, pues no dejé de sacarles retratos. También posó para mí una oropéndola. Conocía sus nidos, pero no curiosa estampa.

Se trata de un entorno muy pobre, paupérrimo, donde tres cuentan con un, vamos a utilizar la palabra, hotel y el resto es puta miseria. Esta vegetación exuberante constituye el hábitat de una gente que vive en unas condiciones extremas. Unas condiciones de ausencia de alimentación adecuada, de higiene, de educación, de mínimos sanitarios, de falta de trabajo, de ausencia total de perspectivas fuera de emigrar a Costa Rica o a España. Bueno igual soy una persona excesivamente negativa.

Al atardecer nuevamente los colores pastel diluidos en un cielo tenuemente rosado invadieron la verde exuberancia que resalta sobre el gris iluminado de la superficie del lago absolutamente plana.

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Ayer Don Julio nos propuso dar una vuelta por la Isla de San Fernando.

Abandonado la parte de la isla de cartón piedra orientada al turismo al dejar la senda encementada, pasamos a la realidad de San Fernando.

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El camino ascendió rápidamente para bajar hacia la costa norte. Pasamos

ante una pequeña escuela y alcanzamos más arriba un mirador. Allí encontramos cobertura y llamé a mi hermana para felicitarle.

Luego descendimos por el noroeste hasta unas casas perdidas a la orilla del lago por su cara norte. Aquello era otra historia. Nos detuvimos en una casa que conocía Don Julio con una familia en condiciones muy precarias. Malas condiciones de higiene y sanidad. Nos acercamos a la escuelita con la niña de al casa. Cuentan con escuela tres días a las semana. La chiquilla que nos había acompañado a la escuela presentaba la cara contraída hacia un lado por algún

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problema de musculo facial. Otra muy chiquita permanecía en una hamaca y presentaba pupas diversas por todo el cuerpo. Era otra cara, la cara de la realidad.

A la vuelta nos perdimos, o se perdió más bien Don Julio. Finalmente ya

dimos con la ruta. Visitamos otra familia, también en condiciones precarias. Era el cumple del chico de la casa.

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Por la tarde baño y tranquilidad. Al atardecer fuimos a la Casa de la

Artesanía que presenta su pequeño museo de pinturas y venta de obras de artesanía.

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De vuelta en el lago observamos los que denominan perros de agua y supongo nutrias. Así como la destreza de las garzas para cazar pequeños peces.

Realmente Solentiname es un lugar agradable para estar unos días en plan de descanso, sin dejar de saber dónde se está. El Mire Estrellas es sobrio, pero está en un enclave tan agradable, más nuestra habitación metida en el lago, que resulta recomendable.

Algo que supimos allí es la posibilidad de visitar desde Solentiname los Guatusos que están mucho más cerca que desde San Carlos. Sería cuestión de ver cómo se puede plantear porque sí que merece la pena quedar un día en los Guatusos y dormir allí. Es una alternativa a valorar, fundamentalmente por el ahorro de días. De todas formas, si en esta ocasión nosotros hubiésemos ido a los Guatusos desde Solentiname, nos hubiésemos perdido otras experiencias, como la del viaje en la patera con los emigrantes clandestinos. Al final el viaje es más liar experiencias que ver esto o aquello de la manera más adecuada o correcta.

Ya ayer hablamos y apañamos con el marido de la señora que nos ha preparado las comidas que nos trajera en su panga a San Carlos por el mismo precio que pagamos 10$/p para llegar a Solentiname, pues él pensaba venir con Don Julio al Carnaval que se celebra hoy sábado. Al final la dificultad de encontrar donde dormir en San Carlos acabó siendo una suerte, pues nos ha posibilitado estar un día más en Solentiname y no perder una noche en San Carlos únicamente para tomar este autobús.

Hemos desayunado pronto y para las ocho y media, en un par de horas,

nos ha traído a San Carlos de donde a las nueve hemos partido en este autobús que va directo a Rama por 150 C./p.

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San Carlos por carreta se ve mayor que lo que parece llegando a sus muelles. Acabamos de ver la universidad, el hospital y amplios barrios apartados en los que todos preparan el carnaval.

El trayecto es por carreta y no por pista, como temíamos. El autobús es una cúmulo de vidilla rodante entre viajeros que van cambiando a lo largo del trayecto.

El conductor ante mogollón de amigos hace sonar incesantemente su bocina, al tiempo que su amplia su sonrisa y agita en el aire su enorme mano. El no va más ha sido cuando ha aparecido en dirección contraria otro autobús que procede de Rama. Ha dado una volantazo, colocado el autobús atravesando por completo la raya continua y acercado su ventanilla a la del otro conductor. A pie de carretera se han reunido los cobradores y ayudantes. Todos se han abrazado como si hiciese años que no se hubiesen visto. Lo más sorprendente ha sido cómo los usuarios del carril contrario al nuestro, al ver su trayectoria completamente ocupada, sin bajar la velocidad han pasado sobre la raya continua y han pasado por nuestra derecha, casi por la cuneta. Todo ello con absoluta normalidad y sin disminuir la velocidad. Después de platicar unos diez mimutos, nuestro conductor ha proseguido eufórico.

Saludo a una Ceiba gigantesca. Admiro los arboles de este país por el porte, la corpulencia y la fuerza que manifiestan. Las ceibas me encandilan. Supongo que tendrá que ver con mi África, con mi Principito…

Se han detenido a descargar cervezas. Una con ramalazos de vampiresa que viaja delante nuestra con un niño se ha levantado a la ventanilla. Ha hecho una señal al tipo del establecimiento. Le ha lanzado una pícara sonrisa, ha vuelto a su asiento y ha echado mano del móvil sin dejar la sonrisa. El tipo del bar se ha apartado de la señora que estaba a su izquierda, se ha orillado discretamente y ha cogido su móvil. Lo que uno no descubra en este autobús.

***

Una paradita. El chofer se ha bajado. Ha debido de ir a hacer pis.

La vegetación no es tan profusa, pero sigue habiendo mucha agua y parece ser que se dedican fundamentalmente a la ganadería. No obstante tampoco se ven casas mejores, ni se atisba mejor vida que en el conjunto del país.

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Radio Humedales va a todo volumen, pero los altavoces no son de calidad y acabaremos con la cabeza loca.

No cesan de subir y bajar viajeros. El autobús se detiene en multitud de paradas convencionales y siempre que alguien levanta la mano solicitando su detención o algún viajero le indica dónde pretende apearse. Es un escaparate continuo.

***

Estamos en unas habitaciones (100C/p) en corredores bajos que se asemejan a las de los moteles junto al muelle de Rama del que parten las pangas por el Rio Escondido en dirección a Bluefields.

Bastante cansados, hemos llegado aquí a Rama, tras más de seis horas. El barullo de la calle era mayor que el de Radio Humedales. Sin perder un segundo nos hemos dirigido al muelle. En la oficina nos han indicado que difícilmente se juntaría gente para llenar otra panga. Así que hemos tomado aquí mismo una habitación, pues para las cinco menos cuarto hemos de estar de pie y acudir al muelle.

Hemos dado una pequeña vuelta por centro de la ciudad, que también es pequeña, en pos de un desfile de una fiesta de “Quince años”. Nos parece demencial que en estas latitudes y con estas necesidades hayan conseguido introducir semejante costumbre rancia y casposa. Pero es así. Una niñas primero, cuatro parejas de niños después y unas diez parejas de adolescentes desfilan con trajes de fiesta y tacones de aguja delante de la quinceañera que con cara de cuarenta tacos desfila del brazo de su padre radiante de felicidad. Los volvemos a encontrar cuando se dirigen al lugar del banquete. Les espera la tarta y la continuación de la fiesta en decorados blanco y rosa.

No sé si dormiremos mucho, pues se oye música cercana y siendo sábado…

26 de noviembre, lunes

Estoy enfrentado a una playa caribeña en el lado occidental de la

pequeña Isla del Maíz, Little Corn Island. Es Caribeña porque está en el Caribe, no porque se corresponda con el contenido semántico que la propaganda ha hecho que tengamos en nuestra mente. Es una playa frente a un mar con no demasiada luz envuelto en grises que tímidamente tienden al azul. Es muy temprano y espero, deseo más bien, que la luz remonte y nos regale los turquesas que esperamos.

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Me había quedado en Rama. La noche fue corta y accidentada. El txun txun de un garito próximo impedía dormir. A Amparo y a mí se nos pasó la hora y tuvimos que saltar de las sábanas al muelle a toda velocidad. Al final, aun siendo la primera panga tardamos en salir, pues había habido un robo y los militares revisaban todos los bolsos uno a uno en busca de una cartera.

Finalmente, pasadas las cinco y media, partimos a buena marcha por el Río Escondido 250 C/p. No nos habíamos abrigado, no pensamos, y sobre el río a gran velocidad, el frío era muy intenso.

En Bluefields el tipo de la oficina del mismo embarcadero donde atracamos nos informó de todo y se ofreció a guardarnos las maletas, puesto que ayer mismo pretendíamos venir en avión a Corn Island. De lo contrario, tendríamos que esperar dos días más para hacerlo en barco. Telefoneamos a La Costeña, nada más llegar. Respondieron que si había plazas…

Optamos por ir de entrada al aeropuerto. Efectivamente no pueden

confirmar nuestros pasajes hasta que no se cierre el embarque en Managua que tiene preferencia. Quedamos en lista de espera.

Nos enrollamos con un taxista, Noel, que nos llevó a conocer la ciudad durante un par de horas por 200C. De Bluefields llama la atención su aire caribeño por la estructura de sus calles, sus construcciones… Sobre todo por la variedad racial y el gran porcentaje de personas con rasgos africanos. También nos sorprendió la profusión de sectas o iglesias protestantes de todo tipo.

Comimos y fuimos al aeropuerto. Nos confirmaron el vuelo. 89 € cuesta la i/v a Corn Island desde Buefields. Un pequeño avión en quince minutos nos dejó en Corn island.

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Dado que todos los viajeros afirman que la Little Corn Island es mucho más atractiva, desde el mismo aeropuerto tomamos un taxi al muelle, 5$. El mar está muy picado y el taxista nos recomienda quedarnos. No queremos perder un día y suponemos que pretende hacer su negocio.

Saltamos a la panga. Me extrañó ver que una muchacha de allí indicara a

su novio por señas que le telefoneara al llegar, cuando están pasando continuamente. También me pareció raro que el militar del puerto no dejara de sacar fotos fundamentalmente a nosotros los extranjeros.

Nada más zarpar el mar empezó a zarandearnos como a una cascara de nuez. Nos echaron un plástico por encima para que no nos cayese el agua que saltaba por ambos lados. Aunque quienes estamos en los extremos tenemos que hacer mucha fuerza para sujetarlo, nos empapamos. Estar tapados comporta perder el aire y la referencias visuales, aunque éstas son escasas, pues es de noche. Algunos se marean. Resulta muy dura la travesía. La panga sube continuamente a lo alto de la ola y a la caída nuestro cuerpo queda en suspenso para recibir inmediatamente un impacto brutal contra el banco que se repite y se repite a lo largo de un trayecto que parece no va a acabar nunca. Amparo se pone muy mal. Al final llegamos a puerto. El trayecto que habitualmente dura veinte minutos nos ha costado hora y media (140 C/p).

Golpeados y medio mareados, nos quedamos en el Lobster, porque está pegado al muelle. Cuesta 12 $

El gris no ha virado al azul sino que se ha oscurecido más.

28 de noviembre, miércoles

En vez de Caribe parece que estuviésemos en la Isla de las Tormentas.

Little Corn Island es una isla pequeña situada al noreste de la principal. Tiene forma alargada, más ancha por la parte sur. Está más poblada por el oeste y los vientos y tormentas llegan por el sureste.

Anteayer, como el cielo permaneció de un gris amenazador, decidimos dedicarnos a patear la isla. Iniciamos el trayecto por el sur, donde el sol a escondidas regalaba algún rayo aislado. Cuando ascendiendo giramos y llegamos a la parte este, el gris invadió todo robándonos los turquesas caribeños que sólo entre guiños de luz podemos apreciar.

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Al llegar a la cabañitas del este nos planteamos la posibilidad de

mudarnos a ese lado. Hay menos pueblo, menos tiendas o txiringuitos para comer o desayunar. Cuentan con la playa y el caribe a unos metros y en un lugar paradisíaco.

Amparo y Mila negociaron el precio y quedamos finalmente de acuerdo

en cambiarnos al día siguiente. Por la mañana el muchacho irá a coger los bultos en un carrito y nos mudaríamos al este.

Proseguimos hacia el norte hasta las cabañas donde ha llegado a trabajar como monitor de buceo un muchacho catalán, que conocimos en la alterada travesía. Llovía y todo estaba muy húmedo y poco acogedor. La misma chabola donde estaba el catalán parecía un entorno inhóspito. Estuvimos con él un rato y seguimos hacia el NO. Anduvimos medio perdidos. Me despiste completamente, Afortunadamente el resto no y encontramos la ruta hasta un campo rugbi primero y luego a la zona de las viviendas de los isleños.

Por la tarde la lluvia fue a más y tuvimos que apalancarnos en la terraza

del hotel. Amparo, bróker de alto standing con la cuentas del grupo, perdió la cartera. La perdida posibilitó el reencuentro en un lugar inverosímil de la

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puerta de una pulpería y dio pie a brindar con ron en aquella terraza frente a una mar gris.

Si a la tarde llovió, a la noche ha caído el diluvio. Primero nos despertó uno de los guiris que llegaron anoche. Vino borracho o colocado dando golpes como un energúmeno. Luego vino la tormenta. Llegó brutal con rayos y truenos sobrecogedores mientras el cielo parecía vaciarse sobre nosotros a pozaladas ininterrumpidas que golpeaban con estruendo la metálica techumbre. Sobrecogidos, pensábamos que un tornado se había equivocado de fechas y azotaba la diminuta isla.

Tras semejante tormenta, ayer no se presentó el muchacho de las cabañas y pensamos que con semejante temporal no tenía sentido movernos, pues este lado está más protegido.

Por la mañana desayunamos en La Casona y encargamos langosta para

comer. Luego anduvimos por el costado oeste viendo las casas de los isleños que siguen siendo muy precarias. Después de un baño en el mismo oeste, fuimos a comer. La langosta, muy buena 250 C/p.

Hoy ha amanecido mejor día. No sé si podremos hacer algo en el mar, pero lo intentaremos. Además hoy es último día, pues hemos decidido ir mañana a la Isla Grande, pues con este tiempo tampoco tenemos demasiado que hacer aquí.

29 de noviembre, jueves

Como el sol parecía dispuesto a acariciarnos, aunque fuese un poquito y era la última oportunidad, apalabramos salir a las 13:30 con un muchacho en una pequeña panga a un lugar donde bucear con gafas y tubo, descubriendo, según él, abundante fauna marina (15 $/p).

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Luego Alfonso se dirigió solo a un lugar del oeste y el resto continuamos por las playitas del este hacia el norte. Pero el cielo fue oscureciéndose. Por desgracia y contra lo que esperábamos, el cielo se cargó de un gris opaco y amenazó seriamente con descargar. Intentamos llegar a la zona oeste, pero no nos dio tiempo y tuvimos que refugiarnos en un cobertizo donde una nueva tormenta brutal y prolongada nos retuvo más de dos horas. A la hora convenida apareció el muchacho de la panga diciendo que, aunque se suspendía la excursión ese día. Al siguiente… Con sentimiento le dijimos que hoy estaríamos en la Isla principal.

Comimos en el comedor habitual y plato habitual, frito de pollo. La tarde

la pasamos entreteniendo el tiempo como pudimos.

Hoy al punto de la mañana estábamos en el muelle para tomar la panga que, en un mar supuestamente más calmo que en la anterior travesía, nos trajera a esta isla. Efectivamente el retorno no ha tenido nada que ver.

Frente a mí iba una señora negra de esas cuya cara comunica paz y llevaba sobre sí a una niña. Sus ojos chocaron en una ocasión con los míos. En esa mirada está la sabiduría, he pensado. O simplemente se trataba de una isleña o era una pájara que llevaba el bolso negro repleto de cocaína, o… O es que mi imaginación es excesivamente calenturienta y en exceso habituada a imaginar caras desde que leía a Salgari o a Walter Scott.

En veinticinco minutos hemos, hecha la travesía, estábamos desayunando junto a la muelle. Hemos ido al hotel que nos ha recomendado la señora del Lobster. Está bien. Mejor que el Lobster, aunque no cuenta con la vista que teníamos frente al mar.

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Una vez aquí el primer paso ha sido acudir al aeropuerto para extender

el retorno hasta Managua. Habíamos pagado 84 $ por ida y vuelta de Blufields a Corn Island y hemos puesto 82 $ por alargar a Managua. Después Alfonso ha vuelto al hotel y los demás nos hemos bañado en una playa caribeña auténtica en el SO de la isla.

Después de comer hemos decidido dar la vuelta a la isla que rodea una carreterita. En el norte hemos descubierto unos lugares que parecen aparentes para tirarnos a bucear con nuestra gafas. Al final la vuelta se ha hecho más larga de lo que suponíamos y hemos cogido un taxi. Amparo y yo hemos ido a un lugar con internet y hemos establecido conexiones, pues llevábamos muchos días desconectados. Hemos sabido de Maite y Angelines por los Estados Unidos y he sabido también que finalmente mis amigos han conseguido alojamiento y los pasajes para el Kumba Mella en febrero.

En esta isla, posiblemente al ser mayor su población, el impacto del

turismo es menor y nos ha parecido la gente considerablemente más simpática que la de Little Corn Island. La pequeña puede sorprender más y resultar una cucada, pero un tanto de cartón piedra. La gente de aquí me cae muy bien. Cuenta con ese toque jamaicano, afro, indolente… Siempre están sonriendo y son amables. Su idioma es el creole, una ininteligible mezcla de inglés, miskito y castellano.

1 de diciembre Sábado. Managua

Mas adelante en un club de buceo preguntamos por el mejor lugar para ver algo con el tubo y las gafas (snorquel dicen e eso los bárbaros del norte). Nos indico que iríamos hasta Sebas, un restaurante que está en el lado este y que allí contaríamos con el más idóneo para bucear con gafas.

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Alfonso se metió al agua. Nos cobijamos ante la borrasca. Cuando ésta

cedió entramos al agua. Realmente se veían gran cantidad de peces de elegantes formas y vivos colores. Alfonso decidió volver al norte. Nosotros permanecimos un rato esperando que escampara en el cubierto de una pulpería. La señora de la pulpería propuso prepararnos la comida. Hubiera estado bien comer allí y volver a tirarnos al agua, pero, como Alfonso había vuelto a bucear en la parte norte, no nos quedamos.

En el norte apenas vi peces. El mar estaba muy batido y solo llegué a ver algún coral. La tarde llovió y llovió sin cesar. Realmente no es época para venir aquí. Si en el resto de Nicaragua a partir de noviembre acaban las lluvias y empieza la época seca, parece ser que en Corn Island sólo enero y febrero pueden ser meses adecuados.

Hoy por la mañana hemos ido al aeropuerto. Hemos coincidido con un

tipo curioso y agradable de Munich que tiene una ahijada en Jinotega y es la tercera vez que viene a Nicaragua.

Cómodamente hemos abandonado las tierras húmedas del este para pronto descubrir el gran lago Cocibolca con Ometepe en su centro, más tarde el Mombacho y el Masaya para finalmente el Momotombo vigilando el lago de Managua.

Una vez aquí el tipo de American Airlines del aeropuerto nos ha indicado que mejor que tomar una taxi sería tomar el bus 266 hasta Nuevo Diario y de allí tomar el taxi a la parte antigua donde íbamos a

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quedarnos, Hotel Morgut muy cerca de Plaza Inter.

Aquí estamos. El hotel está bien y parece bien situado. Pagamos algo menos de 20$/p. Como la humedad nos invade a nosotros y todo el contenido de bolsos y mochilas, acabamos de colocar todo a secar al sol.

Pronto llegarán Yarince, Luisa y su amiga Yeta. Comeremos con ellos.

4 de diciembre, martes

Estamos el avión. El aterrizaje será en Madrid. Tengo ganas de contar nuestro paso por los Estado Unidos, pero me aguanto y volveré a Managua.

El sábado acabaron apareciendo nuestros amigos en el hotel. Venía Yeta a quien no conocíamos, una mujer muy maja y con gran energía. Fuimos con ellos a comer una comida corriente al lado del hotel. Nos llevaron a la colina donde se encontraba el antigua palacio de Somoza, los cuarteles, la policía y las mazmorras donde torturaba y asesinaba. Tienen un pequeño museo. Desde allí contemplamos la ciudad en general, la laguna y el área que esta medio vacía desde el terremoto.

De vuelta, descendimos pausadamente por una avenida flanqueada de

paneles sobre la historia de Nicaragua. Visitamos en la Avenida Simón Bolívar un parque recién estrenado con campos para hacer diversos deportes y atracciones para los mocetes de Nicaragua Un grupo de discapacitados físicos jugaba a baloncesto en sus sillas.

Mas adelante contemplamos los numerosos y gigantescos altares con

vírgenes, fondos, música, flores… que han montado ante la proximidad de la Inmaculada. Alucinamos.

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La vieja catedral que quedó en pie tras el terremoto queda testigo de una ciudad que estuvo a orillas del lago. Todos los alrededores están vacíos o con precarias casitas, algunas aprovechando paredes que no acabaron de caer. El grueso de la ciudad se ha desplazado hacia el sur en direcciona Massaya, donde presumiblemente el riesgo es menor.

Llegamos al lago. A nuestra izquierda se levantaba una pirámide de

luces que a medida que oscurecía iba ganando en vistosidad. Bajo la pirámide y hasta un teatro en forma de concha se extendía un sinfín de atracciones gratuitas para la chavalería de la ciudad. De todos los barrios habían montado un sistema de autobuses que les transportaban gratuitamente también. Lógicamente estaba todo lleno de familias con sus niños y vendedores de todo tipo de comidas para picar.

Nos acercamos al puerto de Allende, situado a la izquierda. Es un

entorno cerrado, se pagaba para entrar que cuenta con un paseo a la orilla de la Lago e infinidad de establecimientos para picar, cenar o bailar.

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A la vuelta admiramos la iluminación de la pirámide, la gran cantidad de gente que disfrutaba del evento y la religiosidad en torno a los altares de la Inmaculada.

El domingo estuvimos tranquilos en el hotel, compramos alguna botella de ron para traer y esperamos a Yarince que nos condujo a casa de Yeta.

Volvimos a comer al puerto de Allende y nos limitamos a charlar con nuestras amigas. Hablamos de tiempos pasados y de la situación actual.

Finalmente vinieron las despedidas, tristes como siempre, de Yarince y Luisa. Más tarde de Yeta, una mujer con energía y muy agradable

Un taxista, sandinista convencido, nos llevo ayer lunes al aeropuerto y sin demasiadas complicaciones accedimos al avión que nos llevaría a Miami.

Si nuestro paso por Miami a la llegada a Nicaragua no nos pareció demasiado, ahora nos ha parecido una pasada. Los estadounidenses son auténticos fascistas. Pero lo peor es que los ciudadanos no se han enterado.

Tras divisar desde lo alto Cuba y los cayos de Florida, llegamos desde Managua. Lo mismo hubiese sido de Munich, Moscú, Oslo, París o Pekín.

Una cola entre pasillitos de cintas de una hora cuarenta y dos minutos.

Por la cara y porque no quieren poner más personal. Acabados los pasillitos, no eliges la cola que te parece que va a ser más rápida, un tipo de te va ordenando la cola de cabina en la que has de esperar. Llegas al control con el papel de tus datos que has debido de cumplimentar anteriormente y el pasaporte. El tipo te mira e inicia un interrogatorio sobre tu foto, de qué trabajas, si has estado más veces en EEUU, si tienes familia, dónde viven, de dónde vienes, en qué lugares has estado, qué hiciste en ese país cuyo cuño aparece en tu pasaporte… No puedes decirle a ti qué cojones te importa, porque, como mínimo, perderías tu

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vuelo. Pones cara de merluzo mientras las tripas se te van anudando. Luego te toman las huellas en una maquinita de los cuatro dedos de la mano derecha, el pulgar de la misma mano, los cuatro de la izquierda y el pulgar. Habitualmente has de repetir algún pulgar. Finalmente te hacen una foto del iris. Y te ponen un cuño en el papelito que traías lleno. Tienes un nuevo control en el que has de hacer una cola de unos cinco minutos que los pasas lleno de satisfacción acordándote de la cola anterior. Aquí se quedan con el papel previamente relleno y cuñado en el control. Vas por las maletas que, aunque están facturadas hasta Madrid, tienes que llevarlas. Lógicamente están fuera de las cintas. Las tomas y vuelves a entrar por la puerta de conexiones. Allí tienen la amabilidad de quedarse con tu bolso. Entras a picar algo y te decides a pasar la otra prueba, la de acceder nuevamente a al zona de los embarques. Nueva cola, esta vez liviana. Una tipa en la puerta te revisa el billete y llegas a otro nuevo control donde te revisan el pasaporte y el billete. Luego te descalzas y dejas todo en las bandejitas. No pasas por el clásico arco que pita si llevas metal, sino por una especie de tubo. Una vez en él has de ponerte mirando a la derecha con los brazos levantados. Todo ello con ordenes a limpio grito en ingles y un trato muy desagradable. Cuando levantas los brazos te das cuenta de que se trata del artilugio que te ven en pelotas y tanta polémica produjo en su día. Sales del tambor acristalado y un energúmeno empieza a chillar en inglés señalando el bolsillo. Te metes la mano y muestras un pañuelo de papel. El tío murmura algo a su compañera, un tipa gorda con cara desagradable, que te conduce a un mostrador y te pasa por las manos trozos de cinta parecida a la que usan los pintores, la coloca en una maquina y, ante el resultado que supones indica que no has manoseado coca, la gorda te hace un gesto para que te largues. Mientras tus bandejas con la mochila y las botas ya está en casadios. Vas a recogerlas y un tipo alto, malencarado como casi todos, te llama a una mesa y mete las manos por la mochila. Cuando ya estás dispuesto a que te den por el culo comprendes que has acabado. Agotado de sientas, te calzas y sales. Una pared acristalada rebota tu imagen. Ves un judío de los años cuarenta o un palestino de la actualidad.

***

Despiertos de un mal sueño entramos en este avión. Acabamos de despertar. Hemos dormido algo, poco. Agotados, hemos descubierto que es de día.

Aterrizaremos en Barajas donde no habrá colas interminables ni interrogatorios policiales. Sin esperar, un policía sonriente, que ni mirará el pasaporte, nos dará los buenos días. Tomaremos un café. Subiremos a un lujoso, ordenado y amplio autobús camino de Iruña. Cuando atravesemos Castilla mirando al exterior vendrá a nuestra memoria la vegetación exuberante de un querido país que acabamos de visitar, Nicaragua.