Viaje Alucinante - Isaac

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Novela de ciencia

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  • VIAJEALUCINANTE

    Isaac Asimov

  • Isaac Asimov

    Ttulo original: Fantastic VoyageTraduccin: J.Ferrer Aleu 1966 by Isaac Asimov 1988 Plaza & Jans editoresTravessera de grcia 47, BarcelonaEnviado por Carmen TenorioR6 04/02

  • A Mark y Marcia, que me obligaron a escribir este libro.

  • CAPITULO I: AVION

    Era un viejo avin, un cuatrimotor a reaccin de plasma, que haba sido retirado delservicio activo, y segua una ruta que ni era econmica ni particularmente segura. Elaparato pasaba entre bancos de nubes, en un viaje de doce horas, cuando un avin-cohete supersnico hubiera podido hacerlo en cinco.

    Y todava le faltaba ms de una hora de viaje.El agente a bordo del avin saba que su cometido en la tarea no terminara hasta que

    el aparato aterrizase, y que la ltima hora sera la ms larga.Dirigi una mirada al otro y nico ocupante de la amplia cabina de pasajeros, el cual

    dormitaba en aquellos instantes, con la barbilla hundida en el pecho.Este pasajero no tena una apariencia que llamase la atencin, pero, en aquel

    momento, era el hombre ms importante del mundo.

    El general Alan Carter levant la cabeza, malhumorado, al entrar el coronel. Cartertena los ojos hinchados y cadas las comisuras de los labios. Trat de devolver su formaprimitiva al sujetapapeles que estaba retorciendo, y ste se escap de entre sus dedos.

    - Por poco me da - dijo el coronel Donald Reid, tranquilamente.Tena el cabello rubio y liso, peinado hacia atrs; en cambio, su breve bigote era gris y

    erizado. Llevaba el uniforme con la misma e indefinible falta de naturalidad que suinterlocutor. Ambos eran especialistas, reclutados para un trabajo desuperespecializacin, y se les haba dado graduacin militar por razones de convenienciay casi de necesidad, dadas las aplicaciones de sus conocimientos cientficos.

    Ambos llevaban la insignia FDMC, con cada letra en el centro de un pequeohexgono, dos arriba y tres abajo. En el hexgono del centro de la hilera de tres haba unsmbolo para clasificar mejor a quien lo llevaba. En el caso de Reid, era un caduceo,revelador de su profesin de mdico.

    - Adivine lo que estoy haciendo - dijo el general.- Rompiendo sujetapapeles.- Cierto. Y, adems, contando las horas. Como un estpido! - Su voz se hizo ms

    aguda, aunque sigui controlndola -. Heme aqu sentado, hmedas las manos, pegadoel cabello, latindome con fuerza el corazn, y contando las horas. Aunque ahora cuentoya por minutos. Setenta y dos minutos, Don. Setenta y dos minutos para que aterricen enel aeropuerto.

    - Bien. En tal caso, por qu est nervioso? Ocurre algo malo?- No. Nada. Fue recogido felizmente. Lo arrancaron literalmente de las manos de Ellos,

    sin que, al parecer, recibiese un solo rasguo. Lleg sin novedad al avin, un avin viejo...- S. Lo s.Carter movi la cabeza. No le interesaba contarle cosas nuevas al otro; le interesaba

    solamente hablar. Pensamos que Ellos pensaran que Nosotros pensaramos que eltiempo tena la mayor importancia, y que por ello le meteramos en un X-52 y loproyectaramos al espacio. Pero Nosotros pensamos que Ellos pensaran esto y alertaranal mximo su red de anticohetes...

    - Paranoia - dijo Reid -; as lo llamamos en nuestra profesin. Me refiero a que alguienpueda creer que Ellos haran esto. Se expondran a una guerra y a la aniquilacin total.

    - Tal vez se expondran a ello, para impedir lo que est ocurriendo. Poco me falta paracreer que nosotros nos arriesgaramos, si nos hallsemos en su situacin. Porconsiguiente, elegimos un avin comercial, un cuatrimotor a reaccin. Me pregunt silograra despegar. Es tan viejo...!

    - Y lo hizo?- Si hizo, qu?Por un instante, el general haba perdido el hilo de sus ideas.

  • - Si despeg.- Oh, s! Y viene sin novedad. Recibo la informacin de Grant.- Quin es Grant?- El agente encargado. Le conozco bien. Con el asunto en sus manos, me siento todo

    lo seguro que puedo sentirme, lo cual no es mucho. Grant llev toda la operacin; lesquit a Benes de las manos, como quien saca una pepita de una sanda.

    - Entonces...?- Sigo estando preocupado. Sepa, Reid, que slo hay una manera segura de llevar los

    asuntos en este maldito embrollo. Debemos pensar que Ellos son tan listos comoNosotros; que, por cada truco que inventamos, Ellos inventan un truco contrario; que, porcada hombre que situamos entre Ellos, Ellos sitan otro entre Nosotros. Esto empezhace ms de medio siglo. Era preciso que estuviramos equilibrados, pues, en otrocaso, todo habra terminado hace ya tiempo.

    - Tranquilcese, Al.- Acaso puedo hacerlo? Esto de ahora, esa cosa que Benes trae consigo, ese

    nuevo conocimiento, puede deshacer el empate de una vez para siempre, y darnos eltriunfo.

    - Ojal los Otros no lo crean as - dijo Reid -. Si lo creen... Bueno, Al, hasta ahora hahabido reglas en nuestro juego. Ninguno de los bandos hace nada para acorralar al otrohasta el punto de obligarle a apretar el botn de los cohetes. Hay que dejarle un margenen el cual pueda retroceder. Empujarle, pero no demasiado. Cuando Benes llegue aqu,pueden pensar que les hemos apretado con exceso.

    - No tenemos ms remedio que arriesgarnos - dijo Carter; y, como acuciado por unaidea importuna, aadi -: Esto, si Benes llega hasta aqu.

    - Llegar. Por qu no?Carter se haba puesto en pie, disponindose a iniciar un paseo de un lado a otro. Pero

    mir fijamente al otro y se sent de nuevo, bruscamente.- Est bien, no nos excitemos. Veo en sus ojos el brillo de las pldoras sedante, doctor.

    Yo no las necesito. Pero supongamos que Benes llega dentro de setenta y dos..., desesenta y seis minutos. Supongamos que aterriza en el aeropuerto. Todava habr quetraerlo aqu, cuidar de su seguridad... Puede haber algn fallo...

    - Entre la copa y los labios - salmodi Reid -. Por el amor de Dios, general, seamossensatos y hablemos de las consecuencias. Quiero decir, qu pasar cuando ya estaqu?

    - Bueno, Don; esperemos a que haya llegado.- Bueno, Al - le imit el coronel, con un deje de irritacin en sus palabras -. De nada

    sirve esperar a que llegue, pues entonces ser demasiado tarde. Estar usted demasiadoocupado, y todas las hormiguitas del Pentgono empezarn a correr locamente de unlado para otro, sin dejar hacer nada de lo que creo que debera hacerse.

    - Le prometo... - Y el general hizo un vago ademn para zanjar la cuestin.Reid hizo caso omiso de l.- No. Sabe usted muy bien que no podr cumplir ninguna promesa que haga para el

    futuro. Llame al jefe ahora, quiere? Ahora! Usted puede hacerlo. En este momento, esla nica persona que puede llegar hasta l. Hgale ver que la FDMC no es nicamente lacriada del Departamento de Defensa. Y, si no puede hacerlo, pngase en contacto con elcomisario Furnald. ste est de nuestra parte. Dgale que quiero algunas migajas para laciencia biolgica. Hgale observar que hay votos en juego. Escuche, Al; tenemos quegritar para que nos oigan. Tenemos que tener alguna oportunidad para luchar. En cuantoBenes llegue y se le echen encima los verdaderos generales, a quienes Dios confunda,nos quedaremos sin empleo para siempre.

  • - No puedo hacerlo, Don. Y no quiero hacerlo. Voy a decirle la verdad: no voy a hacerabsolutamente nada hasta que Benes est aqu. Y no me gusta que pretenda ustedforzarme la mano.

    Los labios de Red palidecieron.- Y qu debo hacer, general?- Esperar, como espero yo. Contar los minutos. Red se volvi para marcharse. Segua

    dominando firmemente su indignacin.- Si yo estuviera en su sitio, general, pensara en las pldoras sedantes.Carter le dej marchar, sin replicarle. Consult su reloj.- Sesenta y un minutos! - murmur, y estir la mano para coger un sujetapapeles.

    Casi con un sentimiento de alivio entr Reid en el despacho del doctor Michaels, jefecivil del departamento mdico. La expresin del ancho rostro de Michaels no pasabanunca de una tranquila animacin, acompaada, a lo sumo, de una seca risita; mas, porotra parte, nunca descenda a nivel inferior de una fugaz solemnidad que, al parecer, ni lmismo se tomaba muy en serio.

    Tena en la mano su inseparable grfica, o una de ellas. Para el coronel Reid, todasesas grficas se parecan. Cada una de ellas era un verdadero lo, y, tomadas en suconjunto, el lo se multiplicaba.

    En ocasiones, Michaels trataba de explicarle las grficas, o de explicarlas a otraspersonas; Michaels era terriblemente aficionado a explicarlo todo.

    Por lo visto, el torrente sanguneo estaba provisto de una dbil radioactividad, y elorganismo (igual en el hombre que en una rata) tomaba su propia fotografa, por asdecirlo, sobre un principio laserizado que daba una imagen tridimensional.

    - En fin, no se preocupe por esto - deca Michaels, al llegar a este punto -. Lo cierto esque se obtiene una imagen en tres dimensiones de todo el torrente circulatorio, la cualpuede ser entonces registrada bidimensionalmente en cuantas secciones y direcciones serequieran para el trabajo. Si la imagen se ampla lo bastante, puede llegar hasta losmenores capilares.

    Y con ello me quedo convertido en un simple gegrafo - terminaba Michaels -. Ungegrafo del cuerpo humano, que traza el mapa de sus ros y bahas, de sus radas y desus riachuelos; los cuales son mucho ms complicados que los de la Tierra, se loaseguro.

    Reid contempl la grfica por encima del hombro de Michaels y dijo:- De quin es, Max?- De nadie que valga la pena - dijo Michaels, dejando la grfica a un lado -. La gente,

    cuando espera, suele leer un libro. Yo leo un sistema sanguneo.- Tambin esperando, en? Lo mismo que l - dijo Red, moviendo la cabeza en

    direccin al despacho de Carter -. Y esperando lo mismo, no?- La llegada de Benes, naturalmente. Y, sin embargo, no acabo de creerlo.- De creer, qu?- De que ese hombre tenga lo que dice que tiene. Yo soy fisilogo, claro est, y no

    fsico - dijo Michaels, encogindose de hombros en humorstico ademn casi de excusa -,pero suelo creer en los tcnicos. Y stos dicen que no hay manera. Les o decir que elPrincipio de Incertidumbre impide que pueda hacerse por ms de un tiempo dado. Y elPrincipio de Incertidumbre es indiscutible, no cree?

    - Tampoco yo soy tcnico, Max; pero estos mismos expertos nos dicen que Benes es laautoridad suprema en este campo. Los del Otro Lado lo han tenido a su servicio y se hanmantenido a nuestra altura gracias a l; slo gracias a l. No tenan otro sabio deprimera fila, mientras que nosotros tenemos a Zaletski, a Kramer, a Richtheim, a Lindsayy a todos los dems. Y nuestros hombres ms importantes creen que debe tener algo, sil lo dice.

  • - De veras lo creen? No creern, nicamente, que no podemos arriesgarnos a queas sea? A fin de cuentas, aunque resultara que no nos trae nada, su desercin sera yauna victoria para nosotros. Los Otros no podran utilizar ya sus servicios.

    - Por qu haba de mentir?- Y por qu no? - dijo Michaels -. Con esto logra salir de all y venir aqu, que es donde

    supongo que quiere estar. Si resulta que no nos trae nada, no por ello le haremos volver,no es cierto? Adems, es posible que no mienta; sencillamente, puede estar equivocado.

    - Hum! - Reid se retrep en su silln y puso los pies sobre la mesa, en un estiloimpropio de un coronel -. Apntese un tanto. Y, si nos da gato por liebre, le estar bienempleado a Carter. Les estar bien empleado a todos. Malditos imbciles!

    - No le ha sacado nada a Carter, eh?- Nada. No quiere hacer absolutamente nada hasta que llegue Benes. Est contando

    los minutos, y yo he empezado tambin a hacerlo. Faltan cuarenta y dos.- Para qu?- Para que el avin que lo trae aterrice en el aeropuerto. Y las ciencias biolgicas se

    quedan con las manos vacas. Si Benes trata nicamente de huir del Otro Lado, seapoderar de todo, de las tajadas, de las migajas e incluso del olor. Ser demasiadobueno para ellos y no lo soltarn para nada del mundo.

    - Tonteras... Tal vez al principio se agarren a la presa; pero tambin nosotros tenemosinfluencias. Podemos soltarles a Duval, al tenaz y piadoso Peter.

    Una expresin de disgusto se pint en el rostro de Reid.- Me gustara arrojarlo a los militares. Tal como siento ahora, me gustara tambin

    arrojrselo a Carter. Si Duval estuviese cargado de electricidad negativa, y Carter deelectricidad positiva, y pudiese juntarlos hasta que murieran los dos echando chispas...

    - No sea destructor, Don. Se toma demasiado en serio a Duval. Un cirujano es unartista, un escultor que trabaja con tejidos vivos. Un gran cirujano es un gran artista ytiene temperamento de tal.

    - Bueno; tambin yo tengo temperamento, y no lo empleo para ser un incordio.Acaso monopoliza Duval el derecho de ser un antiptico y soberbio hijo de perra?

    - Si l tuviera el monopolio de esto, mi coronel, yo estara encantado. Dejara que lodisfrutase l solo, y le estara agradecido. Lo malo es que en el mundo hay muchos hijosde perra tan antipticos y tan soberbios como l mismo.

    - Supongo que s, supongo que s - murmur Reid, pero sin ablandarse -. Treinta ysiete minutos.

    Si alguien le hubiese repetido al doctor Peter Lawrence Duval la descripcin encomprimido de Reid, le habra respondido aqul con el mismo breve gruido con quehabra correspondido a una declaracin de amor. Y no era que Duval fuese insensible alinsulto o a la lisonja, sino que slo reaccionaba frente a ellos cuando tena tiempo, y rarasveces lo tena. Lo que habitualmente llevaba en el semblante no era una mueca, sino msbien una contraccin muscular provocada por lejanos pensamientos. Hay que presumirque todo hombre tiene su forma de evasin de este mundo; la de Duval era la sencillsimade concentrarse en su trabajo. Este proceder le haba llevado, a sus cuarenta y pico deaos, a la fama como neurocirujano, y a su estado casi inconsciente de soltera.

    Al abrirse la puerta, ni siquiera levant la mirada de las cuidadosas mediciones queestaba haciendo sobre unas radiografas en tres dimensiones que tena delante. Suayudante entr con su acostumbrado paso, lento y silencioso.

    - Qu ocurre, Miss Peterson? - pregunt, concentrando todava ms su atencinsobre las fotografas.

    La impresin de profundidad era bastante clara para el ojo, pero la medicin de laprofundidad real exiga un delicado clculo de los ngulos y un conocimiento previo delgrado probable de tal profundidad.

  • Cora Peterson esper que pasara el momento de concentracin adicional. Tenaveinticinco aos, exactamente veinte menos que Duval, y haba puesto cuidadosamente alos pies del cirujano su ttulo facultativo, obtenido el ao anterior.

    En las cartas que escriba a su casa, deca casi siempre que cada da pasado conDuval vala tanto como un curso escolar; que el estudio de sus mtodos, de la tcnica desu diagnstico y del empleo de los instrumentos de su oficio, era increblementealeccionador. En cuanto a su dedicacin al trabajo y a la causa de la curacin, slo podacalificarse de estimulante.

    En un terreno menos intelectual, ella se daba perfecta cuenta, con la clarividencia delfisilogo profesional, de la aceleracin de los latidos de su corazn cuando captaba losplanos y las curvas de la cara de l, inclinada sobre su trabajo, y observaba los rpidos,firmes y seguros movimientos de sus dedos. Sin embargo, su rostro permanecaimpasible, porque la joven no aprobaba la actuacin de su poco intelectual msculocardaco.

    El espejo le deca, con bastante claridad, que no era una mujer vulgar, sino todo locontrario. Sus ojos negros eran grandes y tenan una expresin ingenua; sus labiosreflejaban un humor alegre cuando ella se lo permita, cosa que no ocurra a menudo; y sufigura la enojaba por su visible propensin a chocar con el debido aspecto profesionalHubiese querido provocar silbidos (o su equivalente intelectual) por su competencia, y nopor las sinuosidades de su cuerpo.

    Al menos Duval apreciaba su eficiencia y no pareca turbado por sus atractivos fsicos,lo cual era un motivo ms de admiracin por parte de ella.

    Por fin respondi:- Benes aterrizar antes de treinta minutos, doctor Duval.- Hum...! - murmur l, levantando la cabeza -. Y qu hace usted aqu? Su jornada de

    trabajo ha terminado.Cora hubiese podido replicarle que tambin haba terminado para l, pero saba que

    slo terminaba cuando el hombre daba fin a su trabajo. Muy a menudo se haba quedadocon l durante diecisis horas seguidas, aunque presuma que el doctor habra sostenido(con absoluta buena fe) que la obligaba a observar la jornada de ocho horas.

    - Estoy esperando para verle - dijo.- A quin?- A Benes. No le parece emocionante, doctor?- No. Por qu?- Es un gran sabio, y dicen que trae una informacin importantsima, que revolucionar

    todo lo que estamos haciendo.- De veras? - Duval levant la fotografa que estaba encima del montn, la dej a un

    lado y fij su atencin en la siguiente -. Acaso la ayudar en su trabajo con el lser?- Puede facilitar el dar en el blanco.- Ya da en el blanco. En cuanto a lo que puede aadirle Benes, slo ser til para los

    artfices de la guerra. Todo lo que aqul har ser aumentar las probabilidades dedestruccin mundial.

    - Pero, doctor Duval, usted mismo dijo que el progreso de la tcnica podra tener granimportancia para el neurofisilogo.

    - Eso dije? Est bien, lo dije. De todos modos, preferira que se tomase usted eldescanso necesario, Miss Peterson. - Levant de nuevo la cabeza (y no suaviz unpoquito el tono de la voz?) -: Parece cansada.

    Cora levant la mano hasta la mitad del camino de sus cabellos, pues, traducida allenguaje femenino, la palabra cansada quiere decir despeinada. Dijo:

    - En cuanto Benes haya llegado, me marchar. Lo prometo. Y, a propsito...- Qu?- Emplear usted el lser maana?

  • - Es lo que ahora estoy tratando de decidir., si usted me deja, Miss Peterson.- El modelo 6951 no puede utilizarse.Duval dej la fotografa y se ech atrs en su silla.- Por qu?- No me inspira bastante confianza. No puedo enfocarlo debidamente. Supongo que

    uno de los diodos del tnel est averiado, pero todava no he descubierto cul.- Est bien. Monte uno del que podamos fiarnos, por si fuera necesario, y hgalo antes

    de marcharse. Maana..- Maana ver lo que anda mal en el 6951.- S.Ella se volvi, dispuesta a marcharse, pero mir rpidamente su reloj y dijo:- Veintin minutos..., y dicen que el avin llegar puntualmente.l emiti un vago sonido y Cora comprendi que no la haba odo.Y se march, cerrando la puerta a su espalda, despacio y sin ruido.

    El capitn William Owens se arrellan en el blando y almohadillado asiento delautomvil. Se frot cansadamente la afilada nariz y apret las cuadradas mandbulas.Sinti que el coche se elevaba por efecto de los fuertes chorros de aire comprimido yemprenda la marcha perfectamente nivelado. No oy el menor zumbido del turborreactor,aunque quinientos caballos se agitaban a su espalda.

    A travs de las ventanillas a prueba de bala, poda ver, a derecha e izquierda, laescolta de motocicletas. Otros coches le precedan y le seguan, convirtiendo la noche enun bullicio de luces veladas.

    Aquel medio batalln de guardianes le haca sentirse importante, aunque, desde luego,no eran para l. Ni siquiera eran para el hombre a quien iban a recibir; no para el hombrecomo tal. Slo para el contenido de un gran cerebro.

    El jefe del Servicio Secreto se sentaba a la izquierda de Owens. El hecho de que steno estuviera seguro del nombre de aquel caballero indefinible que, desde los quevedoshasta los conservadores zapatos, pareca un profesor de instituto - o un dependiente decamisera -, era una prueba del carcter annimo del Servicio.

    - Coronel Gander... - haba dicho Owens, haciendo una prueba, al estrecharle la mano.- Gonder - haba dicho el otro, sin alzar la voz -. Buenas tardes, capitn Owens.Ahora estaban ya en las cercanas del aeropuerto. En alguna parte, en lo alto y delante

    de ellos, y seguramente a pocas millas de distancia, estara el arcaico avin,disponindose a aterrizar.

    - ste es un gran da, no? - dijo Gonder, tambin en voz baja.Todo en aquel hombre pareca murmurar, incluso el corte discreto de su traje de

    paisano.- S - dijo Owens, esforzndose en quitar toda tensin al monoslabo.Y no era que se sintiera particularmente tenso, sino, simplemente, que su voz pareca

    no poder abandonar aquel tono. Era el mismo aire de tensin que parecan reflejar sunariz fina y afilada, sus ojos entornados y sus salientes pmulos.

    A veces pensaba que esto le convena. La gente se imaginaba que era excitable,cuando no lo era. Al menos, no ms que cualquier otra persona. Por otra parte, la gentehua a veces de l por esta misma razn, sin que tuviera que levantar la mano. Tal vez lascosas se equilibraban por s solas.

    - Ha sido un buen golpe - dijo - traerle hasta aqu. Hay que felicitar al Servicio.- El mrito corresponde a nuestro agente. Es el mejor de nuestros hombres. Y creo que

    su secreto es que tiene toda la estereotipada apariencia de un agente.- De veras?- Es alto Jugaba al ftbol en el instituto, Y guapo. De constitucin esplndida. Cualquier

    enemigo que lo vea dir: Mira; es el tipo que habra de tener uno de sus agentes; por

  • consiguiente, no puede serlo. Y lo dejar en paz, para enterarse ms tarde de que,efectivamente, lo era.

    Owens frunci el ceo. Hablaba el otro en serio? O bromeaba, porque pensaba queas aliviara la tensin?

    - Supongo - dijo Gonder - que se da usted cuenta de que su papel en este asunto tieneverdadera importancia. Podr identificarlo, verdad?

    - Le conozco bien - dijo Owens, con su breve y nerviosa risita -. Nos encontramosvarias veces en conferencias cientficas, en el Otro Lado. Una noche me emborrach conl; bueno, no llegamos a emborracharnos..., nos alegramos un poco.

    - Habl?- No le emborrach para hacerle hablar. Pero, de todos modos, no habl. Haba alguien

    ms con l. Sus sabios van siempre en parejas.- Y usted, le habl?El tono de la pregunta haba sido ligero; pero no la intencin que se ocultaba en ella.Owens se ech a rer.- No hay nada que yo sepa que l no sepa ya; puede creerme, coronel. Podra estar

    hablando con l todo un da sin causar el menor dao.- Ojal supiera yo algo de esto. Les admiro a ustedes, capitn. Aqu tenemos un

    milagro de la tecnologa capaz de transformar el mundo, y slo un puado de hombrespueden comprenderlo. La mente del hombre huye de los hombres.

    - La cosa no es tan grave, cralo - dijo Owens -. Somos muchsimos. Claro que slohay un Benes, y yo estoy muy lejos de poder considerarme de su clase. En realidad,mis conocimientos se limitan casi exclusivamente a aplicar la tcnica a mis planos debarcos. Esto es todo.

    - Pero, reconocer a Benes?El jefe del Servicio Secreto pareca necesitar una seguridad absoluta.- Aunque tuviera un hermano gemelo, y estoy seguro de que no lo tiene, lo reconocera.- No es precisamente cuestin de rutina, capitn. Como ya le he dicho, nuestro agente,

    Grant, es muy bueno; pero, incluso as, me sorprende un poco que haya podido lograrlo.Y tengo que preguntarme: no habr en esto una contramaniobra? No habrnbarruntado que trataramos de apoderarnos de Benes, y habrn fabricado un falsoBenes?

    - Yo advertira la diferencia - respondi Owens, confiado.- No sabe usted lo que puede hacerse hoy en da con la ciruga plstica y la

    narcohipnosis.- No importa. Su cara podra engaarme, pero no su conversacin. O conocer la

    Tcnica mejor que yo - y su acento puso la mayscula en la palabra - o no ser Benes,sea cual fuere su aspecto. Tal vez pueden imitar el cuerpo de Benes, pero no su mente.

    Haban llegado al campo. El coronel Gonder consult su reloj.- Lo oigo. El avin aterrizar dentro de unos minutos... y a la hora fijada.Hombres armados y vehculos blindados se desplegaron, incorporndose a los que

    haban rodeado el aeropuerto, que qued convertido en un territorio ocupado y cerradopara todos los que no tuvieran autorizacin especial.

    Las ltimas luces de la ciudad se haban extinguido, dejando slo un dbil resplandoren el horizonte, hacia la izquierda.

    Owens suspir con infinito alivio. Benes llegara, al fin, dentro de un instante.Final feliz?Frunci las cejas al percibir la entonacin mental que haba puesto un punto de

    interrogacin detrs de estas dos palabras.Final feliz...!, pens, torvamente; pero la entonacin escap a su control y las dos

    palabras volvieron a ser: Final feliz?

  • CAPITULO II: AUTOMVIL

    Grant observ con profundo alivio cmo se acercaban las luces de la ciudad alaproximarse el avin a su destino. Nadie le haba dado verdaderos detalles sobre laimportancia del doctor Benes, salvo el hecho evidente de que se trataba de un sabio quedesertaba, provisto de informacin vital. Era el hombre ms importante del mundo, lehaban dicho, pero sin explicarle la razn.

    No te precipites, le haban dicho. No lo eches a perder todo ponindote nervioso. Peroel asunto es vital, le haban dicho, increblemente vital.

    Tmalo con calma, pero piensa que todo depende de ello, haban aadido: tu pas, tumundo, la Humanidad.

    Y lo haba hecho. Tal vez no lo habra logrado si ellos no hubiesen temido matar aBenes. Cuando se dieron cuenta de que slo matando a Benes podan salvar algo, era yademasiado tarde y el pjaro haba volado. Un rasguo de bala sobre las costillas era elnico dao sufrido por Grant, y lo haba remediado con un vendaje.

    Pero ahora estaba cansado, mortalmente cansado. Fsicamente cansado, desde luego;pero tambin fatigado de toda su estpida carrera. En sus tiempos de estudiante, hacade esto diez aos, solan llamarle Granito Grant, y l haba procurado justificar el apodoen el campo de ftbol. Un brazo roto fue su recompensa, aunque tuvo la suerte deconservar intactos los dientes y la nariz, reteniendo de este modo su aspecto de hombreguapo. (Sus labios se curvaron en una silenciosa y fugaz sonrisa.)

    Desde entonces, haba renunciado tambin al empleo de su nombre patronmico. Sloel monosilbico gruido de Grant. Resultaba muy masculino, muy rudo.

    Pero al diablo con ello! Qu ventajas le haba reportado, salvo cansancio y todas lasprobabilidades de una vida breve? Haba cumplido ya los treinta y haba llegado elmomento de sacar a relucir de nuevo su nombre de pila. Charles Grant. Tal vez inclusoCharlie Grant. El viejo Charlie Grant!

    Dio un respingo, pero volvi a fruncir el ceo y a ponerse firme. Tena que ser as. Elbueno y viejo Charlie. Ni ms, ni menos. El bueno y viejo y dulce Charlie, aficionado adormitar en una mecedora. Hermoso da, Charlie. Hola, Charlie! Parece que va allover... Bscate un empleo cmodo, viejo Charlie, de modo que, sin fatigartedemasiado, puedas gozar maana de un buen retiro.

    Grant mir de soslayo a Jan Benes. Le pareci ver algo familiar en aquella mata depelo gris, en aquella cara de firme y gruesa nariz, de spero y descuidado bigote, tambingrisceo. La nariz y el bigote eran buen tema para los caricaturistas; pero tambin susojos contaban - unos ojos circuidos de finas arrugas -, y las rayas horizontales quesurcaban su frente.

    La ropa de Benes no le caa muy bien; pero haban tenido que salir precipitadamente,sin tiempo para acudir a un buen sastre. El sabio, segn saba Grant, frisaba en loscincuenta; mas pareca ms viejo.

    Benes estaba inclinado hacia delante, observando las luces de la ciudad que se ibanaproximando.

    Grant le dijo:- Ha estado alguna vez en esta parte del pas, profesor?- No he estado en ninguna parte de su pas - dijo Benes -. O acaso esta pregunta era

    una trampa? - aadi, con dbil pero claro acento extranjero.- No. Lo dije slo por decir algo. Es nuestra segunda ciudad, por orden de importancia.

    Sin embargo, se la regalo. Yo soy del otro extremo del pas.- A m me tiene sin cuidado. Un extremo, el otro extremo..., qu ms da? La cuestin

    es que estoy aqu. Ser...No termin la frase, y pintse en sus ojos una expresin de tristeza.

  • Romper lazos es cosa dura, pens Grant, aunque uno crea que es su deber hacerlo.Dijo:

    - Procuraremos que no tenga usted tiempo de cavilar, profesor. Le daremos trabajo.Benes conserv su expresin triste.

    - Lo supongo. Estoy seguro de ello. Es el precio que he de pagar, no?- Grant contest:- Temo que s. La verdad es que nos dio usted bastante trabajo, sabe?Benes apoy una mano en el brazo de Grant.- Se jug usted la vida, y se lo agradezco. Pudieron matarle.- Para m, el jugarme la vida es algo rutinario. Gajes del oficio. Me pagan para ello. No

    tanto como suelen pagar por tocar una guitarra o para darle a una pelota de bisbol, peros lo que creen que vale mi vida.

    - No debe tomarlo de este modo.- Y qu remedio! Mi Organizacin as lo toma. Cuando lleguemos, me estrecharn la

    mano y me dirn como a regaadientes: Buen trabajo! Es la reserva que hay queemplear entre hombres. Y luego: Ahora hablaremos de su nueva misin, pero tendremosque deducir de su paga el importe de ese vendaje de su costado. Tenemos que vigilar losgastos.

    - No me dejo engaar por su cinismo, joven.- Pues yo tengo que engaarme con l, profesor, para no abandonar mi trabajo. -

    Grant casi se sorprendi por la sbita amargura de su propia voz -. Case el cinturn,profesor. Este cacharro salta mucho al aterrizar.

    Pero, a pesar de las predicciones de Grant, el avin aterriz suavemente y corri sobreel suelo hasta detenerse, girando al mismo tiempo.

    Las fuerzas del Servicio Secreto les rodearon. Los soldados saltaron de sus camionesde transporte acordonando el avin, dejando slo un pasillo para la escalerilla motorizadaque avanzaba en direccin a la portezuela del aparato.

    Tres automviles cerrados se detuvieron al pie de la escalera.- Esto es un alarde de seguridad, coronel - dijo Owens.- Ms vale pecar por exceso que por defecto - dijo el coronel.Y sus labios se movieron casi en silencio para pronunciar lo que Owens identific,

    asombrado, como una rpida oracin.Owens dijo:- Me alegro de que ya est aqu.- No tanto como yo. Ms de una vez ha estallado un avin en pleno vuelo, sabe?

    Ahora est ya en tierra firme.Se abri la portezuela del avin y Grant apareci inmediatamente en la abertura. Mir a

    su alrededor y agit la mano.- Al menos, l parece estar entero - dijo el coronel Gonder -. Pero, dnde est

    Benes?Como respondiendo a su pregunta, Grant se hizo a un lado para hacerle sitio a Benes.

    ste permaneci un momento all, sonriendo. Despus, con su vieja maleta en la mano,empez a bajar precavidamente la escalera. Grant le sigui. Detrs de l, salieron el pilotoy el copiloto.

    El coronel Gonder se acerc al pie de la escalerilla del avin.- Profesor Benes, encantado de tenerle con nosotros! Me llamo Gonder, y estoy al

    cuidado de su seguridad a partir de este momento. Le presento a William Owens. Aunquecreo que ya le conoce usted.

    Los ojos de Benes se iluminaron, mientras el hombre levantaba los brazos, dejandocaer su maleta. El coronel Gonder la recogi disimuladamente.

    - Owens! S, claro! Nos emborrachamos juntos una noche. Lo recuerdo muy bien. Porla tarde habamos tenido una sesin interminable, aburrida, una de esas sesiones en que

  • lo nico interesante es lo que no se puede decir, y yo me senta abrumado. Owens y yonos encontramos a la hora de cenar. Le acompaaban cinco de sus colegas; pero a stosno los recuerdo muy bien. Despus, Owens y yo nos fuimos a un pequeo club, dondehaba baile y msica de jazz; bebimos aguardiente, y Owens simpatiz mucho con una delas muchachas. Se acuerda de Jaroslavic, Owens?

    - El hombre que le acompaaba? - dijo Owens.- El mismo. Le gustaba el alcohol mucho ms de lo que cabe imaginar, y, sin embargo,

    no poda beber. Tena que permanecer sereno. rdenes terminantes.- Para vigilarle a usted?Benes afirm con un solo movimiento de cabeza, largo y vertical, y sacando un poco el

    labio inferior.- Yo le ofreca licor continuamente. Vamos, Miln - le deca -, una garganta seca es

    mala cosa para un hombre. Y l tena que seguir rehusando, aunque se le iba el almapor los ojos. Fue un poco cruel por mi parte.

    Owens sonri y asinti con la cabeza.- Subamos al coche y vayamos a la Jefatura. Lo primero que hemos de hacer es

    exhibirle a usted por all, a fin de que todos vean que ha llegado. Despus, le prometodejarle dormir veinticuatro horas de un tirn, antes de hacerle ninguna pregunta.

    - Me bastar con diecisis. Pero, ante todo. - Mir a su alrededor, ansiosamente -.Dnde est Grant? Ah! Ah est!

    Se dirigi al joven agente.- Grant! - dijo, y le tendi la mano -. Adis. Y gracias. Muchsimas gracias. Volveremos

    a vernos, no?- Es posible - dijo Grant -. No es difcil encontrarme. Basta con buscar la misin ms

    ingrata, y all estoy yo metido.- De todos modos, me alegro de que estuviera metido en sta.Grant enrojeci.- Esta ingrata misin, profesor, tena su importancia. Y celebro haber podido serle til.

    Lo digo de veras.- Lo s. Y ahora, adis. Adis!Benes agit la mano y retrocedi, dirigindose al coche cerrado.Grant se volvi al coronel.- Pondr en peligro la seguridad si me largo ahora, jefe?- Puede irse. Y permtame que le diga una cosa, querido Grant...- Qu, seor?- Buen trabajo!- La frase adecuada es: Una funcin muy linda! Es la nica que me conmueve.Se llev irnicamente el ndice a la sien y se alej.Grant hace mutis - pens; y a continuacin -: Entra el viejo y buen Charlie?El coronel se volvi a Owens.- Suba al coche con Benes y hable con l. Yo ir en el automvil de delante. Y, cuando

    lleguemos a la Jefatura, quiero que lo identifique con toda seguridad, si puede; o que loniegue rotundamente, en otro caso. No quiero nada ms.

    - Record el episodio de la borrachera - dijo Owens.- Exactamente - dijo el coronel, de mala gana -. Lo record demasiado pronto y

    demasiado bien. Hable con l.Subieron todos a los coches. El cortejo se puso en marcha y los autos aumentaron la

    velocidad. Desde lejos, Grant los vio marchar, agit la mano ciegamente, sin dirigirse anadie en particular, y sigui andando.

    Ahora tendra mucho tiempo libre y saba exactamente cmo tena que emplearlo,despus de una noche de sueo. Sonri, con gozosa anticipacin.

  • La comitiva sigui su camino cuidadosamente elegido. Los perodos de agitacin y decalma variaban en todos los barrios de la ciudad y a cada hora. Sabase, pues, el quecorresponda a aquel barrio determinado y a aquella hora.

    Los coches roncaban por las calles vacas, entre casas de vecindad en silencio yalmacenes cerrados. Las motocicletas marchaban en vanguardia, y el coronel, en elprimero de los coches, trataba nuevamente de calcular cmo reaccionaran los Otros anteel victorioso golpe.

    Un acto de sabotaje en la Jefatura caba dentro de lo posible. Se haban tomado todaslas precauciones; pero era axiomtico, en su oficio, que todas las precauciones eranpocas.

    Una luz?Por un brevsimo instante, le pareci que una luz haba brillado y se haba apagado en

    uno de los caserones que haba frente a ellos. Inmediatamente cogi el telfono paraavisar a la escolta motorizada.

    Habl de prisa y en tono de mando. Una de las motocicletas que cerraban la comitivase lanz hacia delante a toda velocidad.

    En el mismo momento, empez a roncar un motor a uno de los lados de la calle (unronquido casi ahogado por el estruendo de la comitiva en marcha) y un automvil salidisparado de uno de los callejones laterales.

    Llevaba los faros apagados, y fue tan sbita su aparicin que nadie pudo darse cuentacabal de lo que pasaba. Nadie pudo, despus, formarse una idea exacta de losacontecimientos.

    El coche-proyectil, dirigido contra el coche cerrado en que iba Benes, tropez con lamotocicleta que avanzaba. En la colisin que se produjo, la moto qued hecha aicos, suconductor fue lanzado a gran distancia y qued destrozado y muerto en la calzada. Encuanto al coche-proyectil, su trayectoria se desvi de manera que fue a dar contra la parteposterior del automvil cerrado.

    Hubo mltiples colisiones. El coche de Benes perdi la direccin, empez a dar vueltasy fue a estrellarse contra un poste del telfono. El automvil agresor, perdida tambin ladireccin, fue a chocar contra un muro de ladrillos y se incendi.

    El auto del coronel se detuvo.Las motocicletas chirriaron, dieron media vuelta y corrieron hacia atrs.Gonder salt de su automvil, corri hacia el coche destrozado y se asom a la

    ventanilla.Owens, conmocionado y con un araazo en un pmulo, pregunt:- Qu ha pasado?- Por el amor de Dios, dejemos esto! Cmo est Benes?- Est herido.- Pero, vive?- S. Aydeme.Entre los dos incorporaron a Benes y lo sacaron del coche. Benes tena los ojos

    abiertos pero empaados, y slo emita sonidos incoherentes.- Cmo se encuentra, profesor?Owens dijo rpidamente en voz baja:- Se ha dado un fuerte golpe en la cabeza con el tirador de la portezuela. Conmocin

    cerebral, probablemente. Pero es Benes. Con toda seguridad.- Ahora tambin lo s yo! - grit Gonder -. No sea...! - Y se trag con dificultad la

    palabra que iba a lanzar.La puerta del primer coche permaneca abierta. Entre los dos introdujeron a Benes en

    el automvil y, en el mismo instante, son un disparo de fusil en algn lugar, arriba.Gonder se lanz dentro del coche, encima de Benes.

    - Largumonos de aqu! - chill.

  • El coche y la mitad de la escolta motorizada emprendieron la marcha. Los dems sequedaron. Numerosos policas se dirigan corriendo al edificio en el que haba sonado eldisparo. La luz mortecina del coche incendiado daba a la escena un tono amarillo ysiniestro. Empezaba a orse el lejano zumbido de los curiosos que se agolpaban en ellugar.

    Gonder apoy la cabeza del sabio sobre su regazo. Benes estaba ahoracompletamente inconsciente; respiraba despacio y tena dbil el pulso. Gondercontemplaba fijamente a aquel hombre, que poda morir en cualquier momento, ymurmuraba desesperadamente para s:

    - Y casi habamos llegado..., casi habamos llegado!

    CAPITULO III: JEFATURA

    Grant estaba slo adormilado cuando llamaron a su puerta. Se levant tambalendose,sali de su habitacin y avanz descalzo por el fro pasillo, bostezando a ms y mejor.

    - Ya voy!Sentase amodorrado y quera sentirse as. En el desempeo de su profesin, se

    haba acostumbrado a despertarse del todo ante el menor ruido extrao. Una alertainstantnea. Tmese una buena cantidad de sueo, adasele una pulgarada de ruido, yse obtendr instantneamente el Quin vive!.

    Pero ahora no estaba de servicio, y todo esto poda irse al diablo.- Qu quiere?- De parte del coronel, seor - dijeron al otro lado de la puerta - Abra inmediatamente.Contra su voluntad, Grant acab de despertarse. Se coloc a un lado de la puerta, bien

    pegado a la pared, y abri aqulla todo lo que permita la cadena.- Mustreme su carnet de ID (Intelligence Departmen. Servicio de Inteligencia) - dijo.Le alargaron una tarjeta; la cogi y volvi a su habitacin. Busc la cartera y sac de

    ella su identificador. Insert el carnet en l y ley el resultado en la placa translcida.Volvi a la puerta y solt la cadena, apercibido, a pesar suyo, a ver aparecer una

    pistola o alguna otra seal de hostilidad. Pero el joven que entr pareca totalmenteinofensivo.

    - Tendr que acompaarme a la Jefatura, seor.- Qu hora es?- Las seis cuarenta y cinco aproximadamente, seor.- De la maana?- S, seor.- Maldita sea! Para qu me necesitan a estas horas?- Lo ignoro, seor. Slo cumplo rdenes. Debo insistir en que me acompae, seor. Lo

    siento. - Intent una tmida broma -: Tampoco yo tena muchas ganas de levantarme, yaqu estoy.

    - Tengo tiempo para afeitarme y darme una ducha?- Pues...- Est bien. Tengo, al menos, tiempo para vestirme?- S, seor..., pero de prisa!Grant se frot con el pulgar el vello del mentn y se alegr de haberse duchado la

    noche anterior.- Dme cinco minutos para vestirme y hacer mis necesidades.Ya en el cuarto de bao, grit:- A qu viene todo esto?- No lo s, seor.- A qu Jefatura vamos?

  • - No creo que..- Est bien, djelo.El ruido del agua de los servicios impidi momentneamente continuar la conversacin.Grant sali, malhumorado, pero sintindose ya un poco civilizado.- Pero vamos a una Jefatura. Ha dicho usted esto, no?- S, seor.- De acuerdo, hijo mo - dijo Grant amablemente -. Pero le advierto que si pretende

    engaarme le har pedazos.- S, seor.Grant frunci el ceo al detenerse el coche. La maana era gris y hmeda. Presagiaba

    lluvia. Se hallaban en una zona de almacenes destartalados y, medio kilmetro atrs,haban cruzado una barrera.

    - Qu ha pasado aqu? - haba preguntado Grant, sorprendido.Pero su acompaante le haba respondido con su acostumbrada expresin hermtica.Se detuvieron, y Grant llev delicadamente su mano a la culata de su enfundado

    revlver.- Ser mejor que me diga lo que viene ahora.- Hemos llegado. Es una instalacin secreta del Gobierno. No lo parece, pero lo es.El joven se ape, y lo propio hizo el conductor.- Tenga la bondad de permanecer dentro del coche. Mr. Grant.Ambos se alejaron unos treinta pasos, mientras Grant miraba cautelosamente a su

    alrededor. El coche sufri una sbita sacudida y Grant perdi por un instante el equilibrio.Al recobrarlo, se dispuso a abrir la portezuela del automvil, pero se contuvo, asombrado,al ver que unas paredes lisas se elevaban en torno de l.

    Tard unos segundos en darse cuenta de que se estaba hundiendo con el coche, deque ste haba sido colocado en la plataforma de un ascensor. Pero cuando lo hubocomprendido era ya demasiado tarde para intentar salir de all.

    En lo alto, se cerr una trampa, y durante un rato rein una oscuridad absoluta. Grantencendi los faros del coche, pero la luz rebot intilmente en la curva de paredascendente.

    Nada poda hacer, y esper durante tres interminables minutos. Entonces, el ascensorse detuvo.

    Se abrieron dos grandes puertas. Grant tens sus msculos, apercibido para la accin.Pero los distendi inmediatamente. Un MP - un verdadero MP (Military Police. PolicaMilitar), con autntico uniforme militar - le estaba esperando en un scooter. El hombreluca en el gorro las iniciales FDMC. El scooter llevaba idntica inscripcin.

    Automticamente, Grant busc el sentido de las iniciales. Fuerzas de Defensa deMontaa Centralizadas - pens -. Fbricas del Departamento de Marina Costera.

    - Cmo? - dijo en voz alta, pues no haba entendido lo que le deca el MP.- Si tiene usted la bondad de subir, seor... - repiti el MP con rgida cortesa,

    sealndole el asiento vaco.- Desde luego. Es un bonito lugar.- S, seor.- Qu extensin tiene?Cruzaban una zona cavernosa y desierta, con camiones y coches alineados junto a los

    muros, todos ellos con la inscripcin FDMC.- Es muy grande - dijo el MP.- Esto es lo que ms me gusta de todos ustedes- dijo Grant -. Siempre dispuestos a facilitar datos valiosos.El vehculo subi por una rampa suave a otro piso, ste sumamente poblado.

    Individuos uniformados, de ambos sexos, se movan presurosamente de un lado a otro, ytodo el lugar respiraba una atmsfera indefinible, pero indudable, de agitacin. Los ojos

  • de Grant tropezaron con una muchacha vestida con lo que pareca un uniforme deenfermera (con las letras FDMC primorosamente bordadas sobre la curva del pecho) yrecord los planes que haba empezado a hacer la noche anterior.

    Si se trataba de una nueva misin...El vehculo gir bruscamente y se detuvo delante de una mesa.El MP se ape.- Charles Grant, seor - dijo.El oficial sentado detrs de la mesa permaneci impasible ante la informacin.- Nombre? - pregunt.- Charles Grant - respondi ste -, tal como acaba de decirle este amable caballero.- El carnet de ID, por favor.Grant se lo entreg. Llevaba slo un nmero en relieve, al que el oficial dedic una

    breve mirada. Despus insert el carnet en el Identificador que haba sobre la mesa,mientras Grant lo observaba sin gran inters. Era exactamente igual que su Identificadorde bolsillo, aunque mayor, acromeglico. La pantalla gris y anodina se ilumin, y aparecien ella su propio retrato, de frente y de perfil, con su aspecto amenazador de gngster,segn pensaba siempre Grant.

    Dnde estaba la mirada abierta y franca? Dnde la simptica sonrisa? Dnde loshoyuelos de las mejillas que enloquecan, s, seor, que enloquecan a las muchachas?Slo quedaban las cejas fruncidas, que le daban aquel aspecto terrible. Era sorprendenteque pudiesen reconocerle.

    Sin embargo, el oficial le reconoci y, por lo visto, sin el menor esfuerzo: una simplemirada a la foto y otra mirada a Grant. El hombre sac el carnet, se lo devolvi e indiccon un ademn que podan seguir.

    El scooter torci a la derecha, pas bajo un arco y enfil un largo pasadizo, reservadoal trnsito y con espacio sealado para dos vehculos en ambas direcciones. El trfico eramuy intenso, y Grant era la nica persona que no vesta uniforme.

    A intervalos casi hipnticamente regulares, abranse puertas a ambos lados de la va,con aceras para peatones adosadas a los muros. stas estaban menos concurridas.

    El scooter se dirigi a otro arco, en el que haba un rtulo que deca: Departamentomdico.

    Un MP de servicio en una garita elevada, como las de los policas de trfico, accion uninterruptor. Se abrieron unas pesadas puertas de acero, y el scooter las cruz y sedetuvo.

    Grant se pregunt debajo de qu parte de la ciudad estara en aquel momento.El rostro del hombre con uniforme de general que avanzaba rpidamente a su

    encuentro, parecile vagamente familiar. Lo reconoci sin lugar a dudas cuando le tendila mano.

    - Carter, no? Nos vimos en el Transcontinentalhace un par de aos. Por aquel entonces no vesta usted uniforme.- Hola, Grant. Oh, al diablo el uniforme! Lo llevo slo aqu, por cuestin de prestigio. Es

    la nica manera de establecer una cadena de mando. Venga conmigo, Granito Grant...,no era as como le llamaban?

    - Pues..., s.Cruzaron una puerta y entraron en lo que era visiblemente una sala de operaciones.

    Grant mir por la ventanilla de observacin y vio el acostumbrado espectculo de unoshombres v mujeres vestidos de blanco, en un ambiente de asepsia casi tangible vrodeados de duros resplandores de metal, agudo y fro; y todo ello absorbido hastahacerlo insignificante por esa proliferacin de instrumentos electrnicos que habaconvertido la medicina en una rama de la ingeniera.

    En aquel momento introducan una mesa de operaciones, y un mechn de pelo gris sedestacaba de la blanca almohada.

  • Entonces tuvo Grant su peor sobresalto.- Benes? - murmur.- Benes - respondi el general Carter, con voz destemplada.- Qu le ha pasado?- Que al fin lo pillaron. Por nuestra culpa. Vivimos en la era de la electrnica, Grant.

    Todo cuanto hacemos, lo hacemos por medios transistorizados. Nos libramos de nuestrosenemigos manipulando una corriente electrnica. Tenamos todo el trayecto vigilado contodos los medios a nuestro alcance, pero slo contra enemigos electro - nieados. Nopensamos en un automvil con un hombre al volante, ni con fusiles con gatillosmanejados por el hombre.

    - Supongo que no habrn cogido vivo a ninguno.- A ninguno. El hombre que iba al volante muri en el acto. Los otros fueron muertos

    por nuestras balas. Por nuestra parte, tuvimos tambin algunas bajas.Grant volvi a mirar hacia abajo. El rostro de Benes tena la expresin vaca que

    solemos asociar con los potentes sedantes.- Presumo que, si est vivo, queda todava alguna esperanza.- Est vivo. Pero la esperanza es poca.- Tuvo alguien ocasin de hablar con l? - pregunt Grant.- Un tal Owens, capitn William Owens. Acaso le conoce?Grant movi la cabeza.- Slo vi de refiln, en el aeropuerto, a alguien a quien Gonder dio este nombre.- Owens habl con Benes - dijo Carter -, pero no obtuvo ninguna informacin

    importante Gonder tambin habl con l. Y usted, ms que nadie. Le dijo algo?- No, seor. Y si lo hubiese hecho no habra entendido una palabra. Mi misin consista

    en traerlo a este pas, y nada ms.- Desde luego. Pero usted habl con l, y pudo decirle algo, aun sin proponrselo.- Si lo hizo, me entr por un odo y me sali por el otro. Pero no creo que lo hiciera. El

    que ha vivido en el Otro Lado se ha acostumbrado a cerrar el pico.Carter lanz un bufido.- Huelgan sus muestras de superioridad, Grant. En este lado, sufren ustedes idntica

    instruccin. Si no lo sabe.. Perdn, no deb decir esto.- Olvdelo, general - dijo Grant, encogindose de hombros para dejar zanjada la

    cuestin.- Bueno, lo cierto es que no habl con nadie. Fue puesto fuera de combate antes de

    que pudiramos sacarle lo que pretendamos. Para esto, hubiese podido quedarse en elOtro Lado.

    - Mientras venamos - dijo Grant -, cruzamos una barrera de policas...- All ocurri la cosa. Cinco manzanas ms, y lo habramos tenido aqu, sano y salvo.- Y qu es lo que tiene?- Una lesin en el cerebro. Tenemos que operar, y por esto le necesitamos a usted.- A m? - dijo Grant, con voz estentrea -. Escuche, general: en cuestiones de ciruga

    del cerebro soy como un recin nacido. Me tumbaron al estudiar el cerebelo en la viejaUniversidad del Estado.

    Carter no replic, y al propio Grant le parecieron huecas sus palabras.- Venga conmigo - dijo Carter.Grant le sigui. Cruzaron una puerta, pasaron por un breve corredor y entraron en otra

    estancia.- La Sala Central de Control - dijo Carter, brevemente.Las paredes estaban cubiertas de pantallas de televisin. La silla del centro estaba

    medio rodeada por un tablero semicircular de interruptores, montado en acentuadapendiente.

    Carter se sent y Grant permaneci en pie.

  • - Deje que le explique la esencia de la situacin - dijo Carter -. Ya sabe que existe unaespecie de empate entre Nosotros y Ellos.

    - Desde luego. Y as ha sido durante mucho tiempo.- Sin embargo, este equilibrio de fuerzas no es mala cosa. Rivalizamos y no ganamos

    para sustos, pero de esta manera hemos progresado mucho. Los dos. Pero si el equilibriose rompe tiene que romperse a favor nuestro. Supongo que lo comprende, no?

    - Creo que s, general - dijo Grant, secamente.- Benes representa la posibilidad de esta ruptura. Si pudiera decirnos lo que sabe...- Puedo hacerle una pregunta, seor?- Diga.- Qu es lo que sabe? Qu clase de cosa?- Todava no. Todava no. Espere un momento. La naturaleza exacta de la informacin

    no es lo ms importante en este instante preciso. Djeme proseguir. Si pudiera decirnos loque sabe, el equilibrio se rompera a nuestro favor. Si muriese, o incluso si sanase perono pudiese darnos la informacin debido a su lesin, cerebral, entonces continuara elempate.

    - Aparte del humanitario dolor por la prdida de una mente privilegiada - dijo Grant -,podramos decir que el mantenimiento del equilibrio no sera una desgracia tan grande.

    - En efecto, si la situacin es la que acabo de exponerle. Pero puede no serlo.- Por qu?- Piense en Benes. Tiene fama de moderado, pero no existe el menor indicio de que

    haya tenido dificultades con su Gobierno. Durante un cuarto de siglo, dio plenas muestrasde lealtad y recibi un trato excelente. De pronto, deserta...

    - Porque quiere deshacer el equilibrio con ventaja para nosotros.- Quiere realmente esto? Tambin es posible que, antes de darse cuenta de todas las

    consecuencias, revelase al Otro Lado lo bastante para darles la delantera. Entonces pudoadvertir que, sin proponrselo deliberadamente, haba puesto el dominio mundial enmanos de su propio bando, y tal vez las virtudes de ste no le satisfacan lo bastante parasentirse tranquilo. Y venir a nosotros, no para darnos la victoria, sino para que nadie sealzase con ella. Dicho de otro modo, habra venido a nosotros para mantener el equilibrio.

    - Hay algn indicio de esto, seor?- Ninguno - dijo Carter -. Pero debe usted comprender que es una posibilidad, y que

    tampoco hay la menor prueba de que no sea as.- Prosiga.- Si la cuestin de la vida o la muerte de Benes significase un dilema entre nuestra

    victoria total y la continuacin del empate, podramos arreglarnos. La prdida de estaoportunidad de un triunfo total sera una vergenza, pero tal vez maana se nospresentase otra ocasin. Sin embargo, podemos encontrarnos ante una alternativa entreel empate y la derrota total, y esta ltima hiptesis es sencillamente intolerable. Deacuerdo?

    - Desde luego.- As, pues, mientras exista la menor posibilidad de que la muerte de Benes ocasione

    nuestra derrota total, esta muerte debe ser evitada a cualquier precio, a toda costa y atodo riesgo.

    - Presumo que si me ha dado toda esta explicacin, general, es porque va a pedirmeque haga algo. En realidad, me he jugado la vida para evitar peligros mucho menores queel de una derrota total. Si quiere que le confiese la verdad, nunca me ha divertido; pero lohe hecho. Sin embargo, qu puedo hacer en una sala de operaciones? Cuando ayernecesit un apsito sobre las costillas, Benes tuvo que ponrmelo. Y, en comparacin conotros aspectos de la tcnica mdica, soy un as poniendo vendas. Carter tampoco replicesta vez.

  • - Gonder lo ha recomendado para esto. En primer lugar, por cuestin de principios. Leconsidera un hombre extraordinariamente capaz. Y yo tambin.

    - Menos coba, general. Me irrita.- Maldicin! No le estoy lisonjeando, sino que le estoy explicando algo. Gonder le

    considera un hombre capacitado en general, pero tambin estima que su misin haquedado incompleta. Tena que traernos a Benes sano y salvo, y esto no se ha logrado.

    - Estaba sano y salvo cuando fui relevado por el propio Gonder.- Sin embargo, ahora no lo est.- Est apelando a mi orgullo profesional, general?- Llmelo as, si quiere.- De acuerdo. Sostendr el escalpelo. Enjugar el sudor de la frente del cirujano.

    Incluso les guiar el ojo a las enfermeras. Creo que esto es cuanto soy capaz de haceren una sala de operaciones.

    - No estar solo. Formar parte de un equipo.- Lo supona - dijo Grant -. Alguien tendr que manejar el escalpelo. Yo me limitar a

    sostener la bandeja.Carter accion unos cuantos interruptores con pulso seguro. En una de las pantallas de

    televisin aparecieron inmediatamente dos caras provistas de gafas oscuras. Estabaninclinadas con gran atencin sobre un rayo lser, cuya roja luz fue adelgazndose hastaadquirir el grosor de un hilo. Despus la luz se apag y los dos personajes se quitaron lasgafas.

    - se es Peter Duval - dijo Carter -. Oy hablar alguna vez de l?- No; lo siento.- Es el mejor neurocirujano de todo nuestro pas.- Y quin es la chica?- Su ayudante.- Ah!- No est pensando siempre en lo mismo. Es un tcnico sumamente competente.El entusiasmo de Grant baj unos grados.- Lo creo, seor.- Dice que vio a Owens en el aeropuerto?- Slo un momento, seor.- Tambin l estar con usted. Y nuestro jefe del Departamento Mdico. l les dar

    instrucciones.Otra rpida manipulacin en el tablero, y esta vez la pantalla de televisin emiti el

    grave zumbido indicador de la conexin del sonido en ambas direcciones.Una simptica cabeza calva apareci en primer trmino, sobre la intrincada red de un

    sistema circulatorio que llenaba la pared a su espalda.Carter llam:- Max!Michaels mir hacia arriba. Entorn los prpados. Tena una expresin bastante

    apagada.- Dgame, Al.- Grant est a su disposicin. Apresrese. Tenemos poco tiempo.- Cierto. Ir a buscarle. - La mirada de Michaels se encontr con la de Grant. El hombre

    dijo, hablando muy despacio -: Espero que est dispuesto, Mr. Grant, a participar en elms extraordinario experimento de toda su vida. O de la vida de cualquiera.

    CAPITULO IV: INSTRUCCIN

  • Grant se encontr en el despacho de Michaels, contemplando boquiabierto el mapa delsistema circulatorio.

    - Es un lo de mil demonios - dijo Michaels -, pero es un verdadero mapa del territorio.Cada trazo es una carretera; cada punto de unin, una encrucijada. Es tan intrincadocomo un mapa de carreteras de los Estados Unidos. O todava ms, porque est en tresdimensiones.

    - Dios mo!- Cien mil millas de vasos sanguneos. Ahora no ve gran cosa, porque la mayora de

    aquellos son microscpicos y se requiere un aumento considerable para verlos; perojntelos y forme una lnea nica, y podr dar con ello? cuatro vueltas a la Tierra o, si loprefiere, llegar casi a mitad de camino de la Luna. Ha dormido, Grant?

    - Unas seis horas. Tambin di unas cabezadas en el avin. Estoy en forma.- Est bien. Podr comer, afeitarse y atender a otras cosas por el estilo, si lo cree

    necesario. Ojal hubiese podido yo dormir. - Pero, en cuanto hubo dicho esto, levant unamano -. No quiero decir con esto que no me halle tambin en forma. No me quejo. Hatomado morfgeno?

    - Ignoro lo que es esto. Una especie de droga?- S. Relativamente nueva. Dormir no es lo ms necesario, sabe? En realidad, cuando

    uno duerme, no descansa mucho ms de lo que descansara permaneciendocmodamente tumbado y con los ojos abiertos. Tal vez, incluso, descansa menos. Lo quenecesitamos son los sueos. Precisamos de un tiempo para soar. En otro caso, sequiebra la coordinacin cerebral y uno empieza a sufrir alucinaciones y acaba por morir.

    - Y el morfgeno nos hace soar, no es esto?- Exactamente. Proporciona media hora de sueos intensos, y uno queda listo para

    todo el da. Sin embargo, le aconsejo que se abstenga de emplearlo, salvo en caso deextrema necesidad.

    - Por qu? Le deja a uno fatigado?- No. No precisamente fatigado. Lo que ocurre es que los sueos son malos. El

    morfgeno vaca la mente; la limpia de los desperdicios acumulados durante el da; y esuna dura experiencia. Mejor que no lo pruebe. Yo tuve que hacerlo. Haba que preparar elmapa y me he pasado toda la noche en vela.

    - Ese mapa?- Es el sistema circulatorio de Benes hasta el ltimo capilar, y he tenido que estudiarlo a

    fondo. Aqu arriba, casi en el centro del crneo y muy cerca de la pituitaria, est localizadoel cogulo de sangre.

    - Y es esto lo grave?- S. Todo lo dems puede remediarse fcilmente. El magullamiento general y las

    contusiones, el shock, la conmocin. Pero no el cogulo, salvo quirrgicamente... y deprisa!

    - Cunto tiempo cree que puede aguantar, doctor Michaels?- No lo s. Confo en que no sea fatal durante algn tiempo, pero podra producirse una

    irremediable lesin cerebral mucho antes de que sobreviniese la muerte. Nuestra genteespera milagros de Benes y ha sido muy vapuleada. Carter, en particular, ha recibido unduro golpe. Y le necesita a usted.

    - Quiere decir que piensa que los del Otro Lado harn un nuevo intento?- l no lo dice, pero sospecho que es esto lo que teme y que sta es la razn de que

    quiera tenerle a usted en su equipo.Grant mir a su alrededor.- Hay algn motivo para pensar que han entrado en este lugar, que tienen agentes en

    l?- No, que yo sepa; pero Carter es un hombre muy receloso Creo que piensa en la

    posibilidad de un asesinato mdico.

  • - Duval?Michaels se encogi de hombros.- Es un tipo poco simptico, y el instrumento que emplea puede causar la muerte si se

    desva una centsima de milmetro.- Y cmo se puede impedir?- No se puede.- Entonces empleen a otra persona; alguien en quien puedan confiar.- Nadie ms que l tiene la habilidad necesaria. Y Duval est aqu, con nosotros. Y, a

    fin de cuentas, no hay la menor prueba de que no sea absolutamente leal.- Pero si me colocan al lado de Duval, como una especie de enfermero, con la misin

    de observarle de cerca, no veo que pueda ser de ninguna utilidad. No sabr lo que esthaciendo, ni si lo hace honrada y correctamente. En realidad, lo ms probable es que medesmaye cuando vea abrir el crneo.

    - No le abrir el crneo - dijo Michaels -. El cogulo lo puede ser alcanzado desdefuera. En esto se muestra concluyente.

    - Entonces...- Llegaremos a l por el interior.Grant frunci las cejas y movi la cabeza lentamente.- La verdad es que no entiendo una palabra.Michaels dijo pausadamente:- Todos los dems que participan en este proyecto, Mr. Grant, conocen la materia y

    saben exactamente lo que tienen que hacer. Usted es un profano, y no resulta fcilponerle al corriente. Sin embargo, debo hacerlo. Tengo que familiarizarle con ciertotrabajo terico realizado en esta institucin.

    Los labios de Grant experimentaron un sbito temblor.- Lo siento, doctor, pero acaba usted de pronunciar una fea palabra. Mientras estuve en

    el instituto, destaqu en el ftbol y no me fue mal con las chicas. En cuanto a la teora, nopierda el tiempo conmigo.

    - Conozco su historial, Mr. Grant, y s que exagera. Sin embargo, no quiero herir suamor propio acusndole de inteligente e instruido, ni siquiera hablando en confianza. Nome extender en teoras, sino que le informar, sin ellas, del meollo de la cuestin.Supongo que habr observado nuestra insignia: FDMC.

    - Desde luego.- Y tiene idea de lo que significa?- He intentado adivinarlo. Qu le parece Federacin de Dementes Marcianos y

    Compaa? Se me ha ocurrido otro ttulo mejor, pero no es apto para la Prensa.- En realidad, significan Fuerzas Disuasorias de Miniaturizacin Combinadas.- Lo cual tiene an menos sentido de lo que yo dije.- Se lo explicar. Ha odo hablar alguna vez del debate sobre miniaturizacin?Grant pens unos momentos.- Recuerdo que, cuando estaba en el instituto, dedicamos a ello un par de sesiones de

    la clase de fsica.- Entre otros tantos partidos de ftbol?- S. En realidad, fue a ratos perdidos. Si no recuerdo mal, un grupo de fsicos sostena

    que podan reducir el tamao de los objetos en cualquier proporcin, y fueron acusadosde fraude. Bueno, tal vez no de fraude, pero s de estar en un error. Recuerdo que elprofesor expuso varios argumentos encaminados a demostrar la imposibilidad de reducira un hombre al tamao, digamos, de un ratn, sin que perdiese su calidad de hombre.

    - Lo mismo se hizo en todos los institutos del pas. Recuerda alguna de lasobjeciones?

    - Creo que s. La reduccin del tamao puede intentarse de dos maneras. Ocomprimiendo todos y cada uno de los tomos del objeto, o suprimiendo tomos en la

  • proporcin requerida. Para juntar los tomos, venciendo las fuerzas de repulsininteratmmicas, se requerira una presin extraordinaria. Todas las presiones contenidasen el centro de Jpiter seran insuficientes para reducir a un hombre al tamao de unratn. Me explico?

    - Con claridad difana.- Y, aunque se lograse, la presin matara a cualquier ser viviente. Aparte de esto, un

    objeto reducido en su tamao mediante la compresin de sus tomos, conservara todasu masa original, y un objeto del tamao de un ratn con la masa de un hombre sera muydifcil de manejar.

    - Sorprendente, Mr. Grant. Debi de divertir no poco a sus amiguitas con estaromntica historia. Y el otro mtodo?

    - El otro mtodo consiste en suprimir tomos en la proporcin exacta, de modo que lamasa y el tamao del objeto disminuyan, permaneciendo constante la relacin entre laspartes. Ahora bien, para reducir a un hombre al tamao de un ratn, habra que conservarnicamente un tomo de cada setenta mil, pongo por caso. Si esto se aplica al cerebro, loque quedara del cerebro humano sera apenas ms complicado que el cerebro de unratn. Adems, cmo volver el objeto a su tamao natural, segn pretendan haceraquellos qumicos? Cmo recuperar los tomos y situarlos de nuevo en su debido lugar?

    - Perfecto, Mr. Grant. Y, sin embargo, cmo pudieron creer algunos fsicos famososque la miniaturizacin era posible?

    - Lo ignoro, doctor. Lo nico que s es que no se habl ms del asunto.- Debido, en parte, a que nuestros colegas, obedeciendo rdenes superiores,

    destruyeron aparentemente la teora. Pero la tcnica prosigui de un modo subterrneo,tanto aqu como en el Otro Lado. Aqu, literalmente: en este subterrneo. - Michaelsgolpe casi con furia la mesa que tena delante -. Aqu se dan cursos especiales sobretcnica de miniaturizacin, para fsicos graduados que no podran seguirlos en ningn otrolugar, excepto en escuelas anlogas del Otro Lado. La miniaturizacin es absolutamenteposible, pero no por los mtodos que usted ha descrito. Mr. Grant, ha visto ustedampliaciones fotogrficas? O reducciones al tamao de microfilm?

    - Desde luego.- Entonces le dir, prescindiendo de teoras, que el mismo procedimiento puede

    aplicarse a los objetos tridimensionales, incluso al hombre. Somos miniaturizados, nocomo objetos, sino como imgenes; como imgenes tridimensionales manipuladas desdefuera del universo de espacio - tiempo.

    Grant sonri.- Bueno, maestro; esto no son ms que palabras.- S; pero usted no quera teoras, verdad? Lo que los fsicos descubrieron hace diez

    aos fue la utilizacin de un hiperespacio, es decir, de un espacio con ms de las tresdimensiones espaciales ordinarias. El concepto es casi inaprensible; las matemticasestn casi fuera de nuestra comprensin; pero lo curioso es que puede hacerse. Losobjetos pueden ser miniaturizados. Ni suprimimos tomos, ni los comprimimos, sino quereducimos tambin el tamao de los tomos. Lo reducimos todo, y la masa decreceautomticamente. Cuando lo deseamos, devolvemos al objeto su tamao primitivo.

    - Habla usted en serio? - dijo Grant -. Quiere decir que podemos reducir realmenteun hombre al tamao de un ratn?

    - En principio, podemos reducir un hombre al tamao de una bacteria, de un virus, deun tomo. Tericamente, la miniaturizacin no tiene lmite. Podramos reducir un ejrcito,con todos sus hombres y su equipo, de modo que cupieran dentro de una caja de cerillas.Tericamente, pues, podramos enviar esta caja de cerillas al lugar conveniente y poner elejrcito en accin despus de devolverle su tamao natural. Comprende el alcance quetiene esto?

    - Y, si no he entendido mal - dijo Grant -, tambin los del Otro Lado pueden hacerlo.

  • - Estamos seguros de que s... Pero dejemos esto, Grant. Las cosas marchan a todavelocidad, y disponemos de poco tiempo. Venga conmigo.

    Siempre venga por aqu y venga por all. Desde que le haban despertado por lamaana, Grant no haba podido permanecer ms de quince minutos en el mismo sitio.Esto le fastidiaba, pero no vea la manera de evitarlo. Obedeca todo a un plandeliberado para no dejarle tiempo para reflexionar? Adonde pensaba enviarle? Ahora sehallaba en el scooter en compaa de Michaels. ste conduca el vehculo como unveterano.

    - Si Ellos y Nosotros lo tenemos, las fuerzas se neutralizan - dijo Gant.- S - dijo Michaels -, pero el caso es que la situacin no favorece a ninguno de los

    bandos. Hay una pega.- S?- Durante diez aos, hemos estado trabajando para aumentar la proporcin, para

    alcanzar un mayor grado de miniaturizacin, y tambin de expansin, pues todo consisteen invertir el supercampo. Desgraciadamente, hemos llegado en esta direccin a loslmites teorticos.

    - Cmo son?- No muy favorables. Aqu interviene el Principio de Incertidumbre. La extensin de la

    miniaturizacin, multiplicada por la duracin de sta, empleando naturalmente las debidasunidades, es igual a una expresin que contiene la constante de Plae. Si un hombre esreducido a la mitad de su tamao, puede mantenerse as durante siglos. Si es reducido altamao de un ratn, slo puede durar unos das en este estado. Si lo reducimos altamao de una bacteria, la duracin ser slo de horas. Despus, aumentar de nuevo detamao.

    - Pero podr ser nuevamente reducido.- Slo despus de un largo intervalo. Quiere que le d algunos datos matemticos?- No. Me basta con su palabra.Haban llegado al pie de una escalera automtica. Michaels lanz un dbil gruido de

    cansancio y se ape. Grant salt por encima de la portezuela.Se apoy en la barandilla, mientras la escalera aseen da majestuosamente.- Y qu es lo que ha descubierto Benes?- Dicen que afirma haber vencido el Principio de Incertidumbre. Segn l, conoce la

    manera de mantener indefinidamente la miniaturizacin.- No parece usted muy convencido.Michaels se encogi de hombros.- Soy bastante escptico. Si aumenta simultneamente la intensidad de la

    miniaturizacin y la duracin de sta, tiene que ser a expensas de algo ms, pero que measpen si tengo la menor idea de lo que esto puede ser. Tal vez se reduce todo a que yono soy Benes. En todo caso, l afirma que puede hacerlo, y no podemos correr el riesgode no creerle. Como tampoco pueden correrlo los del Otro Lado; por esto han tratado dematarle.

    Haban llegado a lo alto de la escalera y Michaels se haba detenido un momento paracompletar su explicacin. Luego retrocedi hasta otra escalera para subir al piso superior.

    - Ahora ya sabe usted, Grant, lo que hemos de hacer: salvar a Benes. Por qu? Por lainformacin que posee. Y cmo? Valindonos de la miniaturizacin.

    - Por qu hemos de valemos de la miniaturizacin?- Porque el cogulo del cerebro no puede ser alcanzado desde fuera. Ya le haba dicho

    esto. Por consiguiente, miniaturizaremos un submarino, lo inyectaremos en una arteria y,con el capitn Owens en las mquinas y yo como piloto, viajaremos hasta el cogulo. All,Duval y su ayudante, Miss Peterson, realizarn la operacin.

    Grant abri unos ojos como naranjas.

  • - Y yo?- Usted vendr con nosotros como miembro de la tripulacin. Su presunta funcin ser

    la inspeccin general. Grant estall:- No cuenten conmigo. Jams me prestara a una cosa as. Ni pensarlo!Dio media vuelta y empez a bajar por la escalera ascendente, con efecto casi nulo.

    Michaels le sigui; pareca divertido.- Su oficio es correr riesgos, no?- Riesgos de mi propia eleccin. Riesgos a los que est habituado. Riesgos con los que

    sea capaz de enfrentarme. Dme, para pensar en la miniaturizacin, el mismo tiempo queha pasado usted pensando en ella, y tal vez me arriesgue.

    - Mi querido Grant, nadie le ha pedido que se ofrezca como voluntario. Tengoentendido que le ha sido asignada esta misin. Y yo acabo de explicarle su importancia. Afin de cuentas, yo tambin voy, y no soy tan joven como usted ni he jugado nunca alftbol. En realidad, confiaba en que usted me infundira valor para el viaje, ya que el valores su especialidad.

    - En este caso, soy un psimo especialista - murmur Grant. Y tontamente, casi conpetulancia, dijo -: Quiero caf.

    Permaneci quieto y dej que la escalera lo llevara de nuevo hacia arriba. Cerca deltrmino de la escalera automtica haba una puerta con el rtulo: Saln deconferencias. Entraron.

    Grant se dio cuenta por etapas del contenido de la estancia. Lo que primero vio fueque, en uno de los extremos de la larga mesa que ocupaba el centro de la habitacin,haba una cafetera de varios brazos y, junto a ella, una bandeja de bocadillos.

    Dirigise inmediatamente a aquella punta de la mesa, y slo despus de beber mediataza de caf caliente y de engullir un pedazo de bocadillo tamao Grant, advirti elsegundo artculo.

    Era nada menos que la ayudante de Duval - haban dicho que se llamaba MissPeterson? - una joven de aspecto preocupado, pero muy hermosa y que se mantenaterriblemente cerca de Duval. Grant tuvo al instante la impresin de que no iba a gustarleel cirujano, y slo despus de esto empez a captar el resto de lo que haba en laestancia.

    Un coronel permaneca sentado a un extremo de la mesa y pareca enojado. Con unade sus manos daba vueltas lentamente a un cenicero, mientras la ceniza de su cigarrilloiba a parar al suelo. Deca enfticamente a Duval:

    - Creo que he dejado claramente expuesta mi actitud.Grant reconoci al capitn Owens, de pie bajo el retrato del presidente. La animacin y

    el aspecto sonriente que le haba visto en el aeropuerto haban desaparecido; luca unmorado en uno de los pmulos. Pareca nervioso e inquieto, y Grant lo comprendiperfectamente.

    - Quin es el coronel? - pregunt en voz baja al Michaels.- Donald Reid, mi nmero correlativo en el campo militar, al otro lado de la valla.- Parece enfadado con Duval.- Siempre lo est. Y hay muchos como l. Duval tiene pocas simpatas.Grant iba a replicar: Ella no parece sentir igual; pero la idea le pareci mezquina y se

    trag las palabras. Vaya mueca! Qu vera en aquel solemne carnicero?Reid hablaba sin alzar la voz, dominando cuidadosamente el tono.- Y, aparte de esto, doctor, qu hace ella aqu?- Miss Cora Peterson - respondi framente Duval - es mi ayudante. Dondequiera que

    yo vaya, profesionalmente, ella me acompaa, profesionalmente.- Es una misin peligrosa...- Y Miss Peterson se ha ofrecido a participar en ella, conociendo perfectamente el

    riesgo.

  • - Muchos hombres, competentsimos, se han ofrecido tambin como voluntarios.Habra menos complicaciones si le acompaara uno de estos hombres. Le asignar uno.

    - No me asignar ninguno, coronel, porque, si lo hace, no ir, y no habr fuerza en elmundo capaz de llevarme. Ella conoce lo bastante mi manera de actuar para desempearsu funcin sin necesidad de que le d instrucciones, anticipndose a mis rdenes yfacilitndome lo necesario sin que se lo pida. No aceptar a un desconocido a quientenga que hablarle a gritos. No puedo hacerme responsable del xito si he de perder unsegundo discutiendo con mi tcnico; y no aceptar ninguna misin, si no tengo lasmanos libres para hacer las cosas a mi manera y con las mayores probabilidades detriunfo.

    Grant mir de nuevo a Cora Peterson. sta pareca vivamente turbada; sin embargo,miraba a Duval con la misma expresin que haba visto una vez en los ojos de unsabueso del que tiraba un nio al salir de la escuela. Y esto le pareci sumamenteenfadoso.

    Michaels terci en la discusin en el momento en que Reid se levantaba furioso.- Yo opino, Don, que, ya que el xito de la operacin depende principalmente del doctor

    Duval, y que, de hecho, no podemos imponerle ahora nuestra voluntad, lo mejor sercomplacerle en este particular... sin perjuicio de las ulteriores acciones que procedan.Estoy dispuesto a asumir la responsabilidad.

    Grant comprendi que con ello ofreca una salida airosa a Reid, el cual, mal que lepesara, tendra que aceptar.

    Reid golpe la mesa con la palma de la mano.- Est bien - dijo -. Pero que conste en acta mi oposicin.Y volvi a sentarse, temblndole los labios.Duval se sent tambin, despreocupadamente. Grant se dispuso a acercar una silla a

    Cora, pero sta se le anticip y se sent antes de que pudiera hacerlo.- Doctor Duval - dijo Michaels -, le presento a un joven que va a acompaarnos.- El forzudo del grupo - dijo Grant -. Es mi nico ttulo.Duval levant unos ojos indignados y se limit a un brevsimo movimiento de cabeza en

    direccin a Grant.- sa es Miss Peterson.Grant sonri ampliamente. Ella no sonri en absoluto, y dijo:- Mucho gusto.- Hola - dijo Grant, el cual baj los ojos para mirar lo poco que quedaba de su segundo

    bocadillo, y, al ver que nadie ms coma, lo dej correr.En aquel momento entr Carter, caminando de prisa y saludando vagamente a un lado

    y a otro.- Quiere acercarse, capitn Owens? Y usted, Grant.Owens se acerc a la mesa de mala gana y se sent frente a Duval. Grant cogi una

    silla a cierta distancia y advirti que, si miraba a Carter, poda ver el rostro de Cora deperfil.

    Poda un trabajo ser absolutamente malo si ella participaba en l?Michaels, que se sent al lado de Grant, se inclin para murmurarle al odo:- No es mala idea llevar una mujer. Su presencia puede picar el amor propio de los

    hombres. Y a m me gustara.- Se inclin usted por esto a su favor?- No. Duval hablaba en serio. Sin ella, no ira.- Le es hasta tal punto necesaria?- Tal vez no. Pero es muy terco cuando se propone algo. Sobre todo cuando se trata de

    ir contra Reid. No se tienen mucha simpata.Carter dijo:

  • - Vayamos al asunto. Pueden ustedes comer o beber, si lo desean, mientras sedesarrolla la sesin. Tiene que hacer alguno de ustedes alguna observacin urgente?

    Grant dijo, de pronto:- Yo no me he ofrecido voluntario, general. Renuncio al cargo y le ruego que busque un

    sustituto.- No es usted un voluntario, Grant, y su renuncia queda rechazada. Caballeros, y Miss

    Peterson, Mr. Grant ha sido elegido para formar parte de la expedicin, por diversasrazones. Ante todo, fue l quien trajo a Benes a este pas, desempeando la misin conhabilidad insuperable,

    Todos los ojos se volvieron a Grant, el cual se ech a temblar ante la perspectiva deuna amable salva de aplausos. Pero nadie aplaudi, y se qued tranquilo.

    Carter prosigui:- Es tcnico en comunicaciones y posee una gran experiencia como hombre rana.

    Tiene un magnfico historial de flexibilidad y astucia, y es profesionalmente capaz detomar decisiones instantneas. Por este motivo, le conferir un poder decisorio para lascuestiones que puedan surgir una vez comenzado el viaje. Lo han comprendido bien?

    Por lo visto lo haban comprendido, y Grant, mirndose muy compungido las puntas delos dedos, dijo:

    - Si no he entendido mal, cada uno de ustedes har el trabajo que le corresponde,mientras que yo cuidar de los casos de emergencia. Lo siento, pero quiero que consteen acta que no me considero calificado para esta misin.

    - Se har constar la declaracin - dijo Carter, imperturbable -, y ahora, prosigamos. Elcapitn Owens ha elegido un submarino experimental de investigacin, oceangrafica. Noes la embarcacin ideal para la tarea de que se trata; pero lo tenemos a mano y, adems,no existen otras embarcaciones ms adecuadas que l. El propio Owens cuidar,naturalmente, del manejo de su barco: el Proteus.

    El doctor Michaels ser su piloto. Ha preparado y estudiado el mapa del sistemacirculatorio de Benes, sobre el cual hablaremos dentro de poco. El doctor Duval y suayudante se encargarn de la intervencin quirrgica: la extirpacin del cogulo.

    Todos ustedes conocen la importancia de esta misin. Nosotros esperamos que laoperacin tenga xito y que todos regresen sanos y salvos. Existe la posibilidad de queBenes muera en el curso de la intervencin; pero, si sta no se realiza, su muerte essegura. Tambin es posible que el submarino se pierda; pero, dadas las circunstancias,hay que arriesgar el barco y su tripulacin. El precio puede ser grande; pero la ganancia aobtener, no slo por las FDMC, sino por toda la Humanidad, es todava mayor.

    - Ya, camarada - murmur Grant entre dientes.Cora Peterson capt su observacin y le dirigi una mirada penetrante por entre sus

    negras pestaas. Grant se ruboriz.- Mustreles el plano, Michaels - dijo Carter.Michaels puls un botn del instrumento que tena ante l, e inmediatamente se ilumin

    la pared con el mapa tridimensional del sistema circulatorio de Benes, que Grant habavisto en el despacho de Michaels. Slo que ahora pareci avanzar hacia ellos yagrandarse mientras Michaels haca girar un disco. Al margen de la red circulatoriapercibase claramente la silueta de una cabeza y de un cuello.

    Los vasos sanguneos se destacaban con un brillo casi fosforescente, y seguidamenteaparecieron unas lneas cuadriculadas. Entonces apareci en el campo una flecha negray muy fina, impulsada por el aparato sealador que manejaba Michaels. ste no selevant, sino que permaneci sentado en su silla, con un brazo apoyado en el respaldo.

    - El cogulo - dijo - est aqu.Grant no haba podido verlo antes de que se lo sealasen; pero ahora que la flecha

    sealaba delicadamente sus lmites, s que vio el menudo y slido ndulo que obstruauna arteriola.

  • - No representa un peligro inmediato para la vida; pero esta seccin del cerebro - y laflecha inici un movimiento circular - sufre una compresin nerviosa y puede haber sidoya lesionada. El doctor Duval me ha dicho que los efectos pueden ser irremediablesdentro de doce horas, o tal vez menos. Cualquier intento de operar a la manera ordinariaexigira trepanar el crneo por aqu, o por aqu, o por aqu. En todo caso, las lesionesseran importantes, y el resultado, muy dudoso.

    En cambio, podemos intentar llegar al cogulo va torrente sanguneo. Si logramospenetrar en la arteria cartida, aqu, en el cuello, podremos considerarnos en rutabastante directa a nuestro destino.

    El movimiento de la flecha a lo largo de la lnea de la roja arteria, abrindose paso entrela red azul de las venas, haca que la cosa pareciese sumamente sencilla.

    - Por consiguiente - prosigui Michaels -, si el Proteus y su tripulacin son reducidose inyectados... Owens le interrumpi de pronto:

    - Espere un momento. - Su voz era dura y metlica -. A qu tamao seremosreducidos?

    - A un tamao lo bastante pequeo para no activar las defensas del cuerpo. La longitudtotal del barco ser de tres mieras.

    - A cunto equivale esto, en pulgadas?- A un poco menos de una diezmilsima de pulgada. El buque tendr aproximadamente

    el tamao de una bacteria grande.- Entonces - dijo Owens -, si penetramos en una arteria, estaremos sometidos a toda la

    fuerza de la corriente arterial.- Menos de una milla por hora - dijo Carter.- Djese de millas por hora. Navegaremos a una velocidad aproximada de cien mil

    veces la longitud de nuestro barco por segundo..., o algo parecido. A nuestra escalaminiaturizada, llevaremos una velocidad doce veces superior a la lograda por cualquierastronauta. Esto, como mnimo.

    - Indudablemente - dijo Carter -. Y qu? Cada glbulo rojo se mueve en el torrentesanguneo a esta velocidad, y el submarino est construido mucho ms slidamente queel glbulo.

    - No; no lo est - dijo Owens, impetuosamente -. Un glbulo rojo de sangre contienemiles de millones de tomos; en cambio, el Proteus contendr billones de tomos en elmismo espacio; tomos miniaturizados, naturalmente, pero, qu pasar? Estaremosconstruidos por un nmero infinitamente mayor de unidades que los glbulos rojos, y, poresta misma razn, seremos ms dbiles. Adems, el glbulo rojo se encuentra en unmedio de tomos iguales en tamao a aquellos que lo constituyen; nosotros, en cambio,nos hallaremos en un medio constituido por tomos que sern monstruosos paranosotros.

    - Puede contestar a esto, Max? - dijo Carter.Michaels se apresur a responder:- No pretendo ser tan experto como el capitn Owens en los problemas de

    miniaturizacin. Supongo que se refiere a la comunicacin de James y Schwartz, segn lacual la fragilidad aumenta con la intensidad de la miniaturizacin.

    - Exacto - dijo Owens.- El aumento es muy lento, segn recordar usted, y James y Schwartz tuvieron que

    hacer, en el curso de su anlisis y a electos de simplificacin, algunas presunciones quepueden resultar equivocadas. A fin de cuentas, cuando aumentamos un objeto, ste no sehace por ello menos frgil.

    - Pero jams hemos aumentado un objeto a ms de cien veces su tamao normal - dijoOwens, despectivamente -, y ahora estamos hablando de miniaturizar una embarcacin auna millonsima de su tamao lineal. Nadie ha ido nunca tan lejos, ni mucho menos, encualquiera de ambas direcciones. Lo cierto es que no hay nadie en el mundo que pueda

  • predecir el grado de fragilidad que alcanzaremos, ni si podremos resistir la fuerza deltorrente sanguneo, ni siquiera si podremos repeler la accin de los glbulos blancos. Noes as, Michael?

    - Pues, s - respondi ste.Entonces intervino Carter, en tono de creciente impaciencia:- Resulta, pues, que la experimentacin normal sobre una reduccin tan drstica no ha

    llegado an a su trmino. Pero, como no estamos en situacin de completar aquelprograma, tenemos que arriesgarnos. Si el barco se pierde, perdido estar.

    - Y a m que me fran un huevo - murmur Grant. Cora Peterson se inclin hacia l parasusurrarle gravemente:

    - Por favor, Mr. Grant. Piense que no est usted en el campo de ftbol.- Oh! Conoce usted mi historial, seorita?- Silencio!Carter dijo:- Tomaremos todas las precauciones posibles. Benes ser mantenido, por su propio

    bien, en un estado de hipotermia. Este enfriamiento reducir la necesidad de oxgeno delcerebro, y, en consecuencia, los latidos del corazn sern mucho ms lentos, as como lavelocidad del torrente sanguneo.

    - Aun as - dijo Owens -, dudo de que podamos sobrevivir a la turbulencia...- Capitn - terci Michaels -, si se mantiene alejado de las paredes de la arteria, se

    hallar en la regin de flujo laminar, donde no hay turbulencia sensible. Estaremos slounos minutos en la arteria, y, cuando pasemos a los vasos menores, se habr acabado elproblema. El nico lugar en que no podramos evitar la turbulencia mortal sera elcorazn, y nos mantendremos alejados de l. Puedo continuar?

    - Hgalo, por favor - dijo Carter.- Cuando lleguemos al cogulo, ste ser destruido mediante un rayo lser. Como el

    lser y su rayo habrn sido miniaturizados en la misma proporcin que todo lo dems, noproducirn, si se emplean como es debido, y tratndose de Duval no podemos esperarotra cosa, la menor lesin en el cerebro y ni siquiera en el vaso sanguneo. Y no sernecesario eliminar todo vestigio del cogulo. Bastar con romperlo en fragmentos. Lasclulas blancas se encargarn de stos.

    Despus nos alejaremos inmediatamente, como es de suponer, y regresaremos por elsistema venoso hasta la base del cuello, donde seremos extrados de la vena yugular.

    - Y cmo se podr saber dnde estamos, y cundo? - pregunt Grant.- Michaels pilotar la embarcacin - dijo Carter - y cuidar de que se encuentren

    ustedes en el lugar debido, en todo momento. Mantendrn comunicacin por radio connosotros...

    - Ignoramos si esto ser eficaz - objet Owens -. Existe un problema en la adaptacinde las ondas de radio a la miniaturizacin, y nadie lo ha intentado an en una reduccintan grande como la nuestra.

    - Cierto, pero nosotros lo intentaremos. Adems, el Proteus est impulsado porfuerza nuclear y siempre podremos localizarlo por la radiactividad. Dispondrn ustedes desesenta minutos, caballeros.

    - Quiere usted decir que tendremos que realizar el trabajo y regresar en slo sesentaminutos? - pregunt Grant.

    - Exactamente. Su tamao ser el correspondiente a esta duracin. Tendrn tiempo desobra Pero, si se demorasen ms, empezaran a aumentar de tamao automticamente.No podemos dejarles ms tiempo all abajo. Si supiramos lo que sabe Benes,podramos mantenerles all indefinidamente; pero si lo supiramos...

    - Este viaje sera innecesario - contest Grant con irona.

  • - Cierto. Y, si empiezan a aumentar de tamao dentro del cuerpo de Benes, no tardarnen atraerse la atencin de las defensas del cuerpo, y Benes morir al poco rato. Debenprocurar que esto no ocurra.

    Dicho lo cual, Carter mir a su alrededor.- No hay ms observaciones? En este caso, empiecen los preparativos. Hay que

    entrar en el cuerpo de Benes lo antes posible.

    CAPITULO V: SUBMARINO

    La actividad de la sala de hospital haba alcanzado el grado mximo. Todo el mundo semovi de prisa, casi a la carrera. Slo la figura que yaca en la mesa de operacionespermaneca inmvil. Estaba cubierto por una gruesa manta trmica, provista denumerosos serpentines por los que circulaba la materia refrigerante. El cuerpo, desnudo,se estaba congelando hasta el punto en que la vida quedaba reducida a un ligero soplo.

    La cabeza de Benes apareca ahora afeitada y marcada, como una carta de navegar,con lneas numeradas de longitud y de latitud. Su rostro dormido tena una expresin detristeza, helada tambin en el semblante.

    En una de las paredes haba otra reproduccin de su sistema circulatorio, ampliadahasta el punto de que el pecho, el cuello y la cabeza cubran toda la pared, de lado a ladoy del suelo al techo. Era como un bosque en el que los grandes vasos tenan el grosor delbrazo de un hombre, mientras los capilares llenaban como una red los espaciosintermedios.

    En la torre de control, situada sobre la sala de operaciones, se hallaban Carter y Reid,observando. Podan ver los cuadros de monitores, ante cada uno de los cuales haba untcnico sentado y embutido en su uniforme de las FDMC, como una sinfona en blanco.

    Carter se dirigi a la ventanilla, mientras Reid deca pausadamente por el micrfono:- Lleven el Proteus a la sala de miniaturizacin.Era costumbre dar estas rdenes sin alzar mucho la voz, y en la sala reinaba el

    silencio. La manta trmica reciba los ltimos y apresurados toques Cada uno de lostcnicos estudiaba su monitor con el amor de un recin casado que se encuentra al finsolo con su novia. Las enfermeras evolucionaban alrededor de Benes como grandesmariposas de alas blancas. Con los preparativos del Proteus para la miniaturizacin,todos comprendan que haba empezado la ltima fase de la cuenta atrs.

    Red oprimi un botn.- Corazn! - dijo.El sector del corazn apareci detalladamente en la pantalla de televisin que Reid

    tena delante. La banda sonora reprodujo los latidos, que sonaron opacos y con agoreralentitud.

    - Cmo va, Henry?- Perfectamente. Se mantiene a un ritmo regular de treinta y dos pulsaciones por

    minuto. Ninguna anomala acstica ni electrnica. El resto del cuerpo debe de estar igual.- Bien.Reid apag la imagen. Para un hombre de corazn, poda algo ir mal, si el corazn

    funcionaba bien?Pas al sector de los pulmones. La pantalla se anim sbitamente, reflejando los

    movimientos respiratorios.- Todo bien, Jack?- S, doctor Reid. Hemos bajado el ritmo respiratorio a seis por minuto. Imposible

    rebajarlo ms.- No les pido que lo hagan. Sigan igual.

  • Ahora, la hipotermia. Este sector era ms extenso que los otros. Afectaba a todo elcuerpo, y el personaje central era el termmetro. Los aparatos registraban la temperaturade los miembros y de diversos puntos del torso, y, mediante delicados contactos, podasaberse el grado de calor del cuerpo a profundidades exactas por debajo de la piel. Losdiferentes registros anotaban constantemente las oscilaciones de la temperatura, y cadauno de ellos llevaba su correspondiente rtulo: Circulatorio, Respiratorio,Cardaco, Renal,