Vida Marítima. 30-6-1903

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 VID M RíTiMñ Año II.—Núm, 54 —Qpaanff  ^t\<vFxnn mMC i  bt la U G m vEflNOLfl—r •Ff^ it^- 30 de Juni o de 19 03

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Revista marítima

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  • VIDA MARTiM

    Ao II.Nm, 54 Qpaanff ^t\

  • U^ LA VibA MARTIMA

    ^ S- M- el ReV B- Alfonso H H c S E l i T O I S :

    (ERMiTiD que animada de sentimientos de amor la Patria, de adhesin la persona de V. M., de respeto al Jefe del Estado y de entusiasmo por el Almirante de la Armada

    y patrono de la Liga Martima Espaola, LA VIDA MARTIMA eieve hasta V. M. su modesta voz, con motivo del reciente viaje que con tan feliz xito habis realizado.

    De gran enseanza puede ser para Vos, Seor, y de mucho provecho para la Nacin que go-bernis, cuanto habis visto y odo en esta rpida excursin uno de los puertos militares ms importantes de vuestro Reino, primero que visitis desde que ejercis efectivamente la Jeatura del Estado. En ese puerto habris podido apreciar el precario estado de nuestros arsenales mi-litares, el escaso trabajo de nuestros astilleros y la alta de medios para el ms elemental abas-tecimiento de la nota. La ruindad y vetustez de los buques que componen la espaola, compara-dos con los que las naciones amigas han enviado para saludaros, se os habr hecho evidente y habris podido apreciar, al mismo tiempo, cmo en el tranco martimo mercantil de ese puerto la bandera extranjera preponderaba sobre la nacional. Meditando sobre ello, habris pensado, sin duda, no slo en nuestra indefensin naval militar, sino en nuestra escasa independencia martima mercantil, y lgicamente habris inquirido las causas.

    Sobrado conocidas son para que se oculten al Jefe del Estado. Aquellos buques de guerra, ranceses ingleses, que habis visto y que slo son una fraccin

    muy pequea de las Armadas de la vecina Repblica y del Reino Unido, pero traccin mucho mayor que la totalidad de nuestra escasa Armada, estn mantenidos por Gobiernos y naciones que dedican al sostenimiento de fuerza naval militar un presupuesto del 14 al 22 por 100 del pre-supuesto lquido del Estado, mientras Espaa slo dedica el 5 por 100.

    En esos Estados una Escuadra no es considerada, como en Espaa, origen de gravmenes para el Tesoro, sino fuente de riqueza para la industria nacional, elemento de trabajo y baluarte de defensa para la Patria. En ellos no se escatiman los recursos para navegacin, ejercicios tcticos, prcticas de fuego, movilizaciones y cuanto constituye la encienda, en realidad de ver-dad, de una fuerza armada. Por eso, entre aquellos buques y los que vuestras rdenes mani-obraron, observarais grandes diferencias que dara los primeros gran ventaja material en la comparacin; en cambio, observarais favor de las tripulaciones de los buques que, tremolando banderas de castillos y leones, desfilaban ante vuestro real estandarte el ansia general de adies-trarse, navegar y combatir en buques cuya insuciencia no les sirva siempre de atad. Aquellos buques mercantes que visteis entrar en el puerto, con bandera extranjera, cargados de carbn para salir cargados de minerales de hierro y plomo, de esparto y de otras materias; lo mismo que aquellos que visteis cruzar oriundos de otras naciones y conduciendo carga y pasaje de nuestros puertos levantinos para los del Sur de Amrica y Norte de Europa; igual que los que pasaron llevando los productos, agrcolas fabriles, de la regin catalana y valenciana, en unin de los minerales de las regiones ms occidentales y septentrionales Inglaterra, Alemania y aun los Estados Unidos, son buques que trancan bajo un rgimen econmico y administrativo mucho ms protector que el nuestro, con mayores auxilios econmicos del Estado y menos tra-bas administrativas.

    Desde las lejanas huertas de la provincia de Alicante, las cercanas estribaciones de Sierra Almagrera y los remotos llanos de Almera que visteis perderse en el horizonte, hasta las abruptas costas inmediatas Cartagena, encierra el suelo y el subsuelo do la Patria espaola materia prima abundante para nuestras industrias martimas, y la abundancia es an mucho ma-yor en las provincias septentrionales.

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    Esas industrias, sin embargo, las habis visto preteridas, agobiadas y decadentes, incapaci-tadas de luchar con la competencia extranjera, que les arrebata el fete en los mismos puertos de la Pensula ibrica, electo de las condiciones de excepcional desventaja en que el rgimen eco-nmico y administrativo del Estado y sus tratados de comercio las coloca. A causa de ello, nues-tros buques representan un capital mucho mayor que el de los extranjeros, sus competidores, y para su tranco se acumulan adems impuestos considerables, que dan lugar que las naves, desde su adquisicin hasta su explotacin, resulten gravadas veces en un 10 por 100 de su valor, hu-yendo de lo cual se ven obligadas algunas cambiar de pabelln para navegar, amarrarse bajo el nacional como si les sirviera de sudario.

    Si hubierais podido llegar con la vista ms all de las vegas de Alicante de los llanos de Almera, que limitaban el campo de vuestra excursin, y abarcarais desde Barcelona Cdiz, hubierais notado que igual paralizacin en las industrias de construccin naval la de Cartage-na, existe en los astilleros de Cdiz y Barcelona, igual lucha sostienen los pabellones extranje-ros con los espaoles en el trfico de aquellos puertos, igualmente desmantelados se hallan de defensa naval militar.

    La imagen del estado de nuestra vida martima en el Mediterrneo, se os acrecer con mayor relieve y dureza de trazos este verano en las costas del Atlntico.

    Y al considerar todo ello, Seor, contemplar las vetustas y deficientes unidades de combate que constituyen la Escuadra en que habis arbolado vuestro estandarte, y las modernas y po-derosas de otras naciones que con sus caones os saludaron, y observar el escaso trfico de nuestras navegaciones mercantes y el abundante de las extranjeras, la paralizacin de nuestros astilleros de construccin y la actividad de los productores de aquellas naves, os habris conven-cido, sin duda, de que la Espaa martima se muere de inanicin y desamparada, y que urge una gran voluntad, un gran estimulo y un gran socorro para sacarla de su postracin y dar vigor los elementos que encierra, que son sobrados para asegurar la prosperidad de un Estado ma-rtimo.

    Y al imaginar el clamor de los obreros siderrgicos y de construccin naval que piden trabajo, de los productores y armadores que piden trfico, de los marinos mercantes que piden buques, de los marinos de guerra que piden escuadra y de la Patria que pide riqueza y defensa, se en-cenderla ms vivo an vuestro constante deseo de que sean cidas y atendidas esas patriti-cas aspiraciones, no resulte galvnica convulsin de moribundo cuantas actividades martimas habis presenciado, y ellas no siga la paralizacin letal de una escuadra de instruccin que desarma por falta de recursos, ahogando con desaliento los anhelos de sus tripulantes de adquirir pericias tiles la Patria, de buques mercantes que amarran faltos de trfico imposibilitados de continuar sosteniendo ruinosas competencias y abandonando en tierra, sin empleo, numerosas tripulaciones, y de arsenales y talleres que se cierran, dejando sin trabajo millares de obreros y en peligroso estado de conservacin buques necesitados de carenas.

    Y al vivo deseo de que ello no acontezca, corresponder seguramente unnime el Gobier-no con que constitucionalmente regis el Estado, dictando disposiciones encaminadas poner pronto remedio una situacin que hace peligrar el prestigio, la prosperidad y acaso la existen-cia de Espaa.

    A ello aspira LA VIDA MARTIMA, y asi como al comenzar el reinado de V. M. cApres esperan-za en dias de prosperidad para la Patria, por el desarrollo de todos sus elementos de fuerza ma-rtima, hoy reitera la expresin de esa confianza con motivo del reciente viaje de V. M.; porque no duda que de l arrancarn medidas de gobierno, que no slo alivien nuestra critica situacin martima, sino que tiendan hacer de la Marina militar y la mercante los ms slidos pilares en que descansen la grandeza exterior de la Nacin y su riqueza interior.

  • 344 LA VIDA MAlilTlMA

    EXPLICACIN DE SU C A R C T E R Y A P U N T E S PARA SU H I S T O R I A I I I

    ON el ltimo y fecundo perodo de los grandes viajes y descubrimientos africanos coincidi la revolucin espaola de 1868-74. Corres-ponsal del New- York Herald en Madrid era Stanley cuando Gordon Bennett le llam Pars para encargarle de ir al centro de frica en busca de Livingstone, de quien no se tena noticia. Suponasele perdido, tal vez prisione-ro, acaso muerto, y Europa y Amrica sentan por la suerte del veterano explorador aquel in-

    ter-f intenso que nosotros reservamos para la de nuestros grandes toreros. Y el New- York Herald,ieseoso de satisfa-cer la curiosidad del mundo civilizado, preciosa mina ca-paz de los ms estupendos productos, dec id i enviar una expedicin en su busca. Quin lo pensara! Cmo hu-bieran credo los espaoles de entonces que las gentes extraas podan sentir mus vivo deseo de saber lo que le haba ocurrido un pobre misionero ingls que de co-nocer los altos ejemplos de amor la libertad que aqu daban nuestros republicanos, las arengas de Castelar, las angustias y desilusiones de D. Amadeo, las atrocidades de los cantonales, los horro-res de la guerra carlista y dems escenas del espec-tculo, mezcla de drama y sanetems s a n e t e que drama, pesar de la sangro vertida,- con que intentba-mos distraer la Humanidad aburrida!

    Pero sucedi as'. Del 71 al 7.' pes ms Livingstone en el nimo de ingleses, ameri-cano-, a l e m a n e s , suecos, que todos los espaoles jun-tos. De los franceses no me atrever hacer la misma afirmacin, aunque por en-tonces empezaban, escarmentados por la derrota, inte-resarse por los grandes hechos geogrficos. No mucho des-pusen 1878se determinaron poner la primera piedra en el inmenso imperio colonial que hoy poseen y que es la mayor gloria de la Francia contempornea. Lo que han he-cho desde entonces sera para nosotros ejemplo excelente..., si los ejemplos excelentes no tuviesen casi siempre el grave defecto de que nadie los sigue, y si adems no existiese la dificultad de que nonos sera posible imitarle aunque verda-

    La restauracin de la Monarqua soseg la revuelta Es-paa. Una sensacin de bienestar cruz de extremo ex-tremo la desalentada nacin. A medida que la paz se afir-maba renaca la esperanza de mejores tiempos, de vivir como los dems pueblos una vida reposada, formal, fecun-da, sin Asambleas Coastituyentcs, sin cantonales, sin vo-luntarios de la libertad ni de la repblica, sin asonadas dia-rias ni amenazas de intervencin. Y en este estdo las co-sas, hubo hasta tres hombres cuatro que pensaron fun-dar en Espaa una Sociedad de Geografa. Extraordinaria y jams pensada iniciativa! Fueron esos hombres D. Eduar-do Saavedra, D. Francisco Coello y D. Joaqun Maldonado

    Macanz, los cuales tuvieron la original ocurrencia de di-rigir una circular muchos particulares y varias cor-poraciones oficiales, invitan doles una reunin que de-ba celebrarse en ol saln de la Real Academia de la His-toria, y que en efecto se ce-1- br. hiijo la presidencia del Conde de Toreno, el cual, en un discurso breve y e lo-cuente, propio de su eltro talento y nada vulgar cu'tu-ra, expuso el objeto do la re-unin, hacia el que el Go-bierno de que formaba parte sentadijolas ms vivas simpat s.

    No poda estimarlas en po-co la Asociacin naciente; pero ms tiles le hubieran sido las de la opinin pblica. Pareci sta dispuesta dar-la calor. Inscribironse al principio li.ista 700 socios. Era un buen principio. Pero no mucho despus vise obligado confesar el Secre-tario, Sr. Riao, que las nu-merosas bajas ocurridas de-jaban aquel nmero reducido en proporcin considerable: 547 socios en N o v i e m b r e del 77.

    Kl Roy I). Alfonso XII, que, como educado en el extran-jero, posea una orientacin intelectual ms moderna que la de la ni'.cin que rega, tan eaquistada en las antiguas formas como si no la hubiera conmovido la menor revolu-cintan cierto es que stas jams modilican la estructura ntima do un pueblo!,no slo atendi la Sociedad, sino que lleg interesarse en sus trabajos. Cuando el Rey de Bl-gica, Presidente de la Asociacin internacional para la ex-ploracin de frica, se dirigi Espaa en demanda de

    P U E U T A E I . A H S I N A I - Dl (AUTACKNA

    deramentequisiramos,porqueyano queda en todo el planeta apoyo para esta hermosa obra, el propio D. Alfonso tom W SOIQ rincn que descubrir y explotar, salvo los dosPolos, su cargo la constitucin de Ja Seppin espaola, y para ello

  • LA VIDA MARTIMA 346

    -..-

    convoco a una re-

    unin en Palacio, ba-jo su prefi'enca. Algunas s u m a s se enviaron a Bruselas, creo que de no mu-clia impoi tancin; pe-ro ni los recursos a l l ega dos fueron considtTiiblos, ni las preocupucioncs po-lticas que abruma-ban Su Majestad y a b s o r b i e r o n su atencin h a s t a su muerte,le consintie-ron hacer ms de lo que hizo. Por otra parte, si el corres-poniler la invita-cin de Leopoldo II importaba nuestra cortesa, y el cola-borar por primera vez en una obra eu-ropea c o n v e n a nuestro decoro, era evidente que el in-ters e spao l ros llamaba por el cami-no de exploraciones y descubrimientos por propia cuenta y con fines de poltica nacional, cosa que no escap nunca la penetracin del Rey, ni tampoco ha-ba de ocultarse los principales factores de la recin fundada Sociedad Geogrfi-ca. Mas la falta de vocacin africanista del pas en general no poda dejar de sentirse en la vida y actos de sta. < rga-no de una funcin cuya necesidad na-ie adverta, en vez

    de desenvolverse pre-sentaba sntomas de r-pida atrofia. Los 547 socios de Noviembre del 77 estaban reduci-dos 400 en 1880 y menos de 350 en 1882. S n la generosa hospi-talidad de la Academia de la Historia, la Socie-dad habra tenido que disolverse, por imposi-bilidad de pagar al ca-sero.

    No poda, por tanto, pensar en la organiza-cin d e expediciones e x p l o r a d o r a s ni en alentar intentos de em-presas c o l o n i a l e s y m e r c a n t i l e s . Para lo primero no tena dinero. Para lo segundo no le haba tn parte alguna, ni el deseo siquiera de entrar en tales aventu-ras. Y el Gobierno, vi-viendo en la atmsfera de una poltica que es, digan lo que quieran los ignorantes y los soa-dores, gente igualmen-te extraviada en la apre-ciacin de las causas de nuestras desventu-ras, fiel reflejo de la vida espaola, vino al fin no interesarse po-co ni mucho en las lu-cubraciones de aquellos seores tan apartados de la realidad.

    No pudiendo cultivar

    VISTAS UKI. IM'ERTO, ARSICNAL Y POBLACIN DE CARTAGliNA

  • 34B LA VIDA MARTIMA la Geografa viva, dinmica, refugironse en la Geografa erudita. Su labor en este terreno fu muy estimable. Con-ferencias y debates interesantes no escasearon.

    El Boletn contiene muchos artculos de gran mrito, siii contar los resmenes de trabajos y de progresos de la cien cia, todos ellos interesantes y muy bien hechos. De que la Sociedad Geogrfica aspiraba ms; de que los hombres que con su actividad, su talento y su patriotismo la pres ta-ban la sombra de vitalidad y de vigor con que luca de cuan-do en cuando, son buenas pruebas sus propsitos sobre Ma-rruecos, y en primer trmino la misin que confi GatoU en 1879. Era Gatell el nico espaol preparado para emprender por el imperio un viaje fructfero. Conoca el pas, la gente, el idioma; saba observar; gozaba fama de verdico, c i rcuns-

    Coraprendise pronto el peligro que amenazaba las colo-nias africanas. Nadie se hizo ilusiones acerca de los prop-sitos de Inglaterra al acusar los portugueses de tolerar y aun de hacer el trfico de negros. Para colaborar la obra civilizadora de la exploracin del continente organizronse varias grandes expediciones (las de Serpa Pinto, Capello Ivens) que, en efecto, han sido de las mas importantes del siglo XIX. A las acusaciones de esclavismo se respondi con energa y con gran copia de razones y documentos. En suma: Por tugi l trabajaba y luchaba; luego viva.

    Los estudiantes portugueses de mi tiempo, no eran del to-do ajnos este movimiento, ni tampoco la prensa. En Opor-to viva holgadamente una publicacin geogrficaO Jor-nal de Viagensdirigida por Emigdio d'Oveira, periodis- '

    CARTAGENA

    *'i/\,/-'v-/ S

    ( Nav/dad -7/,. ' ,^'

    Mijillilli

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    Trinca Bothas f^JelCcUe

    ^Wm-ii f'yBi^f^f la MaJ

  • LA VIDA MARTIMA 347 mis aficiones entonces,y explican mis deseos y el desencan-to que sufr mas tarde. Estaba yo persuadido de que Espaa no poda dejar de sufrir el contagio de las ambiciones y esperanzas de toda Europa, y parecame indudable que una vez cicatrizadas las heridas de las guerras civiles y separa-tistas entrara de lleno en el camino de las exploraciones y anexiones africanas; y la mayor ilusin de aquellos mis aos juveniles era trasladarme de Oporto Madrid, donde pensa-ba hallar campo ms vasto y terreno mejor abonado.

    Llegu Madrid en Marzo de 1881. Hall una juventud de atenestas y de parroquianos de caf, ms dada la ora-toria que la ejecucin. Me presentaron en una academia ateneo, la que concurran jvenes distinguidos, algunos tenidos por lumbreras de la nueva era intelectual. Haba un saln de sesiones grande, y bien amueblado y adornado, muy concurrido, una biblioteca pequea, escasa de libros y vaca de lectores, y un caf siempre lleno.

    Entr en el saln do sesiones, donde hablaba uno de los oradores ms elocuentes. El tema de su discurso era la ilo-sofa de Santo Toms de Aquino. No me pareci interesante, sin duda porque distaba mucho de aquel gnero de conoci-mientos que yo me dedicaba con tanto empeo. Pas al caf en busca de algn conocido, creyendo ms fcil en-contrarle en aquella parte de la casa, d'inde tanta gente ha-ba, y, en efecto, hall uno al cual refer lo que haba escu-chado y no le ocult que las disertaciones de aquel gnero me parecan poco tiles y nada de acuerdo con el carcter de nuestro tiempo. Replicme que, en efecto, el fema era de poco entretenimiento y tal vez de ninguna sustancia; pero que en breve tendra ocasin de asistir un debate acerca de la Patria y del cosmopolitismo, que, sin gnero alguno de duda, haba de agradarme, pues en l haban prometido tomar parte oradores de gran palabra, y rogme que sus-

    pendiera todo juicio hasta oir las cosas bellas y bellamente diohiis que de aquellos seores se esperaban.

    No me satisfacan del todo tales expectativas, ni se com-padeca bien con mi temperamento el gnero de vida seden-tario que mis nuevos conocimientos me condenaban. Por-que, menos de resignarme vivir en la soledad ms com-pleta, no poda dejar de ir buscarlos al caf, al Casino la Academia, donde de tales tales horas les encontraba ciertamente, salvo las de la maana, pues para casi todos el da empezaba despus del almuerzo, esto es, de las dos de la tarde en adelante.

    Constituanse luego en peas tertulias, en las que por espacio de horas y horas se hablabla de asuntos no mucho ms de mi agrado que el tomismo. Un da llev la conversa-cin hacia las cuestiones africanas. Con asombro y con pena vi que en aquel centro intelectual algunos haban odo ha-blar de Stanley y de Livingstone, ninguno de Cameron, ni de Burton, ni Spuke, y que nadie se daba la menor cuenta de que las exploraciones africanas pudiesen influir poco ni mucho en el porvenir de Espaa. Y ni all, ni en otros sitios, encontr quien do estas se preocupase; ni tampoco libros, ni revistas, ni peridicos, ni nada de lo que en mayor menor grado esperaba; ni siquiera aquel amor los ejercicios fsi-cos y por la vida libre del campo, que haba llevado la juventud portuense de mi tiempo fundar la Asociacin de bomberos voluntarios (1), y ms tarde el Club Nmada, del ([ue fui uno de los organizadores, y cuyo objeto fu recorrer pie el Norte de Portugal, subir sus moutaas, explorar sus ros y cavernas; en una palabra, emplear tilmente el vi-gor juvenil y preparar al organismo para ms arriesgados he-chos, si el gusto la necesidad nos llevaban acometerlos.

    CHARLEMAGNE

    (1) En el certamen internacional de 1900, ooiebrado en Parla, eata Aso-ciacin ha ganado e! campeonato del mundo, venciendo las de Londres, New York, Berln, etc., etc.

  • m LA VWA MARTIMA

    \

    Nada de eso haba en la capital de Espaa. Una juventud decrpita y enferma, plantel de aspirantes

    Diputados parsitos del Estado, lo ocupaba todo. Me llen de estupefaccin un sujeto que haba estado mucho tiempo en Cuba con un alto cargo, y no saba la extensin de la isla, ni tena nocin de sus productos, ni la ms remo-ta idea del estado del problema cubano. Cre excepcional su ignorancia,ylue go vi que este estado de su es-pritu era lo ge-neral y corriente. Cuando me dije-ron que los em-pleados de Ultra-mar no consti-tuan un Cuerpo c e r r a d o , C( m-puesto de espe-cialistas por lo menos de perso-nas de competen-cia acreditada, no quise admitir la certeza de lo que me decan, hasta que nuevos testi-monios me con-v e n c i e r o n . La gente se admira-ba de mis pre-guntas y yo an

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    ms de las respuestis. A los pocos meses acab por persua-dirme de que las cosas de frica importaban los espaoles infinitamente menos que las de l i luna; pero me consol pensando que aquella indiferencia era pasajera, y que pron-to sentira Espaa por las emprosiis coloniales al unsono con los dems pases.

    Estas fueron, en resumen, mis primeras impresiones nifi-d r i l e a s , nada gratas por cierto.

    Mis frecuentes visitas la Bi-blioteca de la So-ciedad Geogrfi-ca de Madrid, me pusieron en con-tacto con aque-l l a s c o n t a d a s personas de que antes he hablado, y que formaban el nico ncleo espaol dado los estudios goo grficos, en los que algunos de ellos eran maes-tros; ncleo, por desgracia aislado, y sin influencia alguna en la opinin ni en la poltica.

    Entre estas personas figuraba ya en aquel tiempo en pues-to muy distinguido, que despus ha venido poder calificar-se de eminente, por la cantidad y la calidad de su produc-cin cientfica, el Sr. D. Rafael Torres Campos, con quien

    me uni en lazos de mayor intimidad no slo la analoga de ideas, sino tambirn la circunstancia de pertenecer ambos al profesorado de la Institucin libre de enseanza. All conoc tambin al insigne pedagogo D. Francisco Giner de los Ros y al Sr. D. Joaqun Costa, joven orador de cultura y elocuencia verdaderamente excepcionales, quien con pena veo hoy extraviado por los peligrosos derroteros de la po-

    ltica revolucio-naria. Una tarde de Julio Agos-to de 1882 con-v e r s b a m o s aquellos seores no s si alguno msy yo acer-ca de la inutili-dad de cuantos esfuerzos se ha-ban hecho hasta entonces para fi-jarla posicin de S a n t a Cruz de ^lar Pequea y tomar poses in de ella. Conve-n a m o s en las ventajas que pa-ra Espaa ten-dra t i estableci-miento de una

    sAiNT-i.oijis varias factoras en la costa del

    Sus, y lamentbamos la absoluta indiferencia con que la generalidad del pas consideraba el asunto. Apunt la idea &: organizar un meei'ngpara ver si logrbamos interesar a la gente y al pblico en favor de una accin enrgica inmediata que diese por resultado el trmino de las vacila-ciones y dilaciones del Sultn; pero el Sr. Costa opin que un meetinf^ era. un esfuerzo momentneo, limitado insufi-

    ciente; que haba l legado el mo-mento de que Es-paa pensase en frica y se de-cidiese operar en ella, y que para obtener al-gn r e s u l t a d o haba que empe-zar pur reunir un C o n g r e s o do Geografa, en el que se plantea-s e n t o d a s las cuestiones geo -

    , _x-* ,. _. ;:-: -,,,. ;3. - , - ' , -^ - grficas que in-

    teresan la na .iAui!F:GuinEniiY> cin y se propu-

    sieran las solu-ciones adecuadas para iniciar lo que en nuestra Patria no exista an: movimioito colonial y africanista. Aquella cam-paa merece captulo aparte, en que se ver por qu no pudo adquirir Espaa vastos importantes territorios en frica, quedando casi excluida del reparto del Continente.

    G. REPARAZ.

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    EL DOMINIO DEL MEDITERRNEO os franceses estn enamorados, y con razn, de Bizerta, cuya situa-cin en el Mediterrneo es de un valor estratgico extraordinario; y oso explica que la energa nacional de nuestros vecinos traspirenaicos se haya manifestado do un modo decisivo en pro de la creacin de un puertu militar en aquella impor-tante ciudad martima.

    Hemos hecho all, dice una re-vista profesional francesa, en las orillas tan trabajadas por el inge-nio cartagins, una obra de que los Hamilcar mismos se hubiesen mos-trado orgullosos.

    En efecto; nada ha faltado en esa magna obra: ni el calor en la deci-sin, ni la constancia y la firmeza en la ejecucin, ni aun el prestigio

    de la muerte arrebatando prematuramente al organizador de tan bien concebida empresa la vspera de su triunfo. En Bizerta mismo, como en Si-di-Abdallah, el Almirante Ponthy ha dejado la Fran-cia una fuerza con la que / siempre puede contar y una posicin estratgica de pri-mer orden.

    La poltica naval francesa parece todava indecisa; va-cila entre dos tendencias: la g u e r r a de escuadra y la guerra de corso. Probable ser que las coutingeneias del porvenir exijan, como ya ha ocurrido respecto las del pasado, la unin de am-bos medios de accin.

    Cualquiera que sea el ene-migo de Francia, la guerra de escuadra, con Bizerta, har los franceses dueos absolutos de la cuenca occi-dental del Mediterrneo. Slo tres potencias estn en ese litoral: Francia, Espaa Italia; pues Inglaterra, aun cuan-do se asoma por un punto tan importante como Gibraltar, no es ms que un punto.

    Respecto Italia y Espaa, no hay duda que pueden or-ganizar importantes lneas estratgicas en la extensin de sus costas, tales como Maddalena-Spezzia, Npoles-Mesi-na, Cartagena-Mahn, pero... no son ms que lneas.

    En cambio Frncia, gracias la posicin excntric de sus colonias africanas, puede, en el Mediterrneo occiden-tal, ocupar y fortificar superficies estratgicas: y entre to-das las que van indicadas en el gr.ibado, Bizarta ocupa siempre un lugar preeminente.

    Pero supongamos que Francia est aislada. Todos sus planes habrn de apoyarse, seguramente, en el tringulo estratgico Toln-Orn Bizerta, en el cuadriltero ToTn-

    ... % 'Mff' " -

    HAl.I.l'.BAr.DE^

    PIQUE

    Portvendres-Orn-Bizerta. Supongamos que Francia est aliada, sea con Italia, sea con Espaa. En ambos casos la importancia do Bizerta es extraordinaria. La alianza con Es-paa determinara el tringulo Toln-Mahn-Bizerta; la alianza con Italia dara ocasin al cuadriltero Toln-Mad-daleoa-Bizerta-Orn. Se ve, por consiguiente, que sea cual

    fuere la combinacin que se pueda idear, siempre r^sul-11 que Bizerta es la piedra angular, porque es un se->!Uiiilo Toln al otro lado del Mediterrneo, donde las es-cuadras francesas pueden, sin dificultades y con toda comodidad, repostarse, ca-reuMtse, repararse y, en su-ma, disponerse para la gue-rra exactamente lo mismo que eu Toln.

    He aqu por qu Bizerta es el nio mimado de 11 Ma-rina joven del pas transpi-renaico, y preciso es reco-nocer que con razn. Aun cuando el Almirante Aube no hubiera sido ms que el inventor de este punto de apoyo, sera acreedor la

    nombra la de que goza, porque Bizerta es verdaderamente el puerto soado para la guerra de corso, el Saint-Malo del porvenir.

    Para alcanzar el canal de Suez solamente se ofrecen dos rutas al buque procedente de Gibraltar: una es el canal de los Esquerquis, rozando las inabordables playas tunecinas; la otra es el estrecho de Messina, por el golfo de Genova, por Bonifacio por el Sur de Cerdea.

    Todos los vapores que hoy vienen de los mares septen-trionales para la India el Extremo Oriente, toman el canal de los Esquerquis, que es el camino ms corto y ms se-guro; y no hay, ni de da ni de nouho, un solo instante en que el viga del faro de Ras-Enghela no tenga ante su an-teojo la imagen de muchos de estos buques. Bizeita dumina su paso, y no hay duda de que el da mismo de la declara-cin de una guerra, no sera uno, sino diez buques de carga, los que seran apresados por los cruceros franceses de es-tacin en Bizerta.

    Por consiguiente, desde el momento mismo de la ruj tura do hostilidades los ingleses necesitarn convoyar sus bu-qu-s mercantes, menos de dirigirlos por el Estrecho de Messina; pero aun as, Bizerta har peligrosa cualquiera de ambas contingencias.

    El paso frico-siciliano no tiene ms quo 73 millas, que 1 s torpederos y submarinos encargados de vigilarlo salvan, por decirlo as, jugando; y por lo que respecta al Estrecho do Mossina, para llegar l es forzoso decidiise por una de lis tres rutas antes indicadas, cualquiera de las que "liligan pasar por las cercanas de una base francesa, sea Toln, sea Bonifacio, sea tambin Bizerta.

    Prescindiendo de las de Toln y Bonifacio, para no consi-derar ms que la frico-sarda, se ve ijue no tiene sino 100

  • 350 LA VIDA MARITMA

    millas, y si se utiliza como punto de apoyo el islote del Galite, unas 75 millas; es decir, que igualmente queda dentro de la esfera de accin de los torpederos y submarinos.

    Pero no hay que olvidar que en la lnea Cagliari-Bizerta es donde principalmente habrn de operar los cruceros en corso, que estarn protegidos contra Malta por una flotilla defensora del paso frico-siciliano, donde desde luego po-dran hacer una caza fructfera.

    Casi siempre en la guerra de corso se aspira echar pique el buque capturado, despus de trasbordar su tripu-lacin y pasajeros, y eso podrn hacerlo siempre mejor los

    franceses, dada la proximidad de su base, llevando los car-gamentos hasta el puerto, en el magnfico lago donde se alza el arsenal de Sidi-Abdallah.

    No cabe duda, pues, que Bizerta tiene en el porvenir una importancia capital, ya perduren los viejos procedimientos de la guerra naval, ya sean sustituidos por nuevos mtodos. Los franceses han demostrado una feliz previsin escogien-do ese punto para una base de su fuerza martima, que, realmente, ni soada poda establecerse mejor.

    SANTIAGO ARAMBILET,

    ALBERGUES PARA MARINEROS s de tal modo evidente la necesidad de

    establecer en nuestro pas albergues para marineros, que nadie que co-nozca las vicisitudes que el con-tinuo navegar expone dejar de reco-nocerla, uniendo su voz la de los que piden que cuanto antes adquiera desarrollo entre nosotros una institu-cin que tan sealados servicios presta en todas partes los tripulan-tes de los buques que por cualquier motivo se encuentran desembarca-dos. Visitados de continuo los puer-tos de nuestro litoral por infinidad de embarcaciones propiasy extraas,un deber de humanidad exige que los

    ms concurridos los que son trmino de lnea de las gran-des Compaas de vapor dejen de ser una excepcin de la regla general, ponindose lo ms pronto posible, con la premura quo estas cosas reclaman, en condiciones de ofre-cer los marinas nacionales y extranjeros alojamiento poco costoso, higinico y seguro, donde todo lo que le rodee le hable constantemente de la profesin, y se libre de los mil inconvenientes que paru el hombre de mar tiene vivir ale-jado ms monos tiempo de los barcos.

    El sugestivo nombre con que en Inglaterra se designa y en el mundo se conocen los albergues que existen en la metrpoli y en sus posesiones y colonias, ha hecho creer muchos que pertenece al Reino Unido la gloria de haber dado origen a una institucin, la que tan agradecidos de-bemos manifestarnos los navegantes. Pero un deber de jus-ticia nos obliga decir que el Sailors Home no ha naci-

    do en el pas martimo por excelencia, en la nacin que desde hace dos siglos ejerce la indiscutible supremaca de los mares. Inglaterra ha sabido aclimatar, fomentar, per-feccionar, difundir lo que antes haba hecho Cristiana, y lo que desde all haba pasado las pequeas naciones mar-timas del Norte de Europa. Fu preciso, sin embargo, que la idea cruzase el Canal de la Mancha, que la Gran Bretaa se la asimilase, que se impusiese el carcter especial, el sello eminentemente prctico que ella sola ha sabido darle hasta ahora, los pensamientos ms abstrusos y comple-jos, para que fuese bien recibida y encontrase til aplica-cin en todas partes.

    De tal modo los Albergues para marineros han adquir do all carta de naturaleza, que hasta en los puertos ms in-significantes se encuentra alguno bastante bien acondicio-nado. Los grandes putrtos comerciales, en cambio, tienen varios, y su organizacin ha llegado ser tan perfecta, que bien podramos tomarlos como modelos. Generalmente han sido las distintas sectas religiosas las que ms se han esfor-zado en la creacin de estos albergues. La constante emula-cin que entre ellas existe, les ha servido de estmulo, pero la obra so ha realizado sin intransigencias ni exclusivismo. El beneficio ha sido grande, y de l han participado, en igua les proporciones, los que comulgaban dentro de su credo, los que profesaban distinta religin, los que carecan ab-solutamente de ella. Slo en casos muy excepcionales, la di-ferencia de sentimientos religiosos le ha cerrado un mari-nero las puertas de uno do estos establecimientos.

    Lo mismo ocurre con los establecidos por las Sociedades ilantrpitiis, los Institutos benficos las personas acau-daladas que, con la mayor generosidad, han consagrado gran parte de su fortuna la creacin y mantenimiento de

  • LA VDA MARTIMA 35

    los Sailors Home. La tendencia ha sido en todos la misma iguales parecidos los medios de que se han valido para realizarlos.

    En unos como en otros, los Comits orf^anizadores, los Jefes de los establecimientos, los encargados de dirigirlos, han tenido como reguladores de su conducta el propsito decidido de procurar los albergados el mayor nmero de comodidades compatibles con el menor gasto, el loable deseo de proporcionar pronta colocacin los que carecieran de ella, y el noble empeo de poner en todo cuanto hacan un sello de liberalidad y de celo que dejase honda y duradera impresin en el nimo de los que temporalmente vivieran bajo su techo.

    La fiel observancia de estos principios ha hecho adquirir algunos de los Sailors Home una importancia y un crdi-to de que difcilmente podrn tener idea los que no hayan estudiado a fondo estos asuntos. Uno solo de los varios que existen en Londres, el establecido en Wall Street, durante el ao de 1902 ha proporcionado albergue 11.025 marine-ros; cifra enor-me, para nos-otros verdade-ramente fabu-losa, que apa-rece consigna-da en el infor-me anual de la Sociedad. Y es tan grande la confianza que i n s p i r a e s t e Instituto, que aquella nume-rosa poblacin flotante, com-puesta, no 3lo de marinos in-gleses, sino de m a r i n o s ex-t ranjeros , no ha tenido in-conveniente en depositar en la Caja del Ho-me 43.610 li-bras esterlinas, de las cuales han sido devueltas los interesados 39.448, y remitidas gratuitamente sus familias 3.305.

    Como si esto no fuera bastante para hacer la apologa de una institucin, an hay algo ms elocuente y digno de ser alabado. Durante el mismo perodo de tiempo, la Caja del Home anticip, sin inters alguno, 7.441 libras ester-linas marineros de diversas nacionalidades, que, sin el auxilio eficaz que el Albergue les proporcion, difcilmente hubieran podido haber hecho frente las contingencias y vicisitudes que se vieron expuestos. Si esto se agrega que los agentes de la Sociedad, graciosamente proporciona-ron colocacin a 2.774 personas, que no tuvieron que de-jarse entre las zarzas del camino las tiras de piel que ex-plotadores sin conciencia les arrancan en otras partes, f-cilmente se comprender lo que son, lo que significan, lo que valen estas casas, que cuanto antes quisiramos ver establecidas en nuestra Patria, no slo por el beneficio in-mediato que proporcionan los que en ellas se alojan, sino por la influencia bienhechora que pueden ejercer sobre la condicin moral y el porvenir del marinero.

    Eso explica el gran inters, la viva simpata, el verdade-ro cario con que en Inglaterra, donde tanto se preocupan los poderes pblicos y la opinin del bienestar general, se miran estos establecimientos.

    Hace muy poco tiempo, el 19 del prximo pasado, los Prncipes de Gales inauguraron, con la solemnidad propia de los grandes acontecimientos, un nuevo albergue que la fantasa popular britnica ha designado con el pomposo nombre de Palacio de los marineros; y en verdad que nunca pudo emplearse con ms propiedad ese calificativo hasta ahora reservado las mansiones seoriales, las ca-sas de los grandes establecimientos de crdito y las vi-viendas de los magnates y potentados.

    En el extremo oriental de Londres, cerca de los Docks de

    las Indias orientales y occidentales, se eleva imponente, majestuoso el edificio donde la Sociedad de marinos brit-nicos y extranjeros ha establecido su cuartel general; so-berbia y artstica construccin, digna por todos conceptos del objeto que se le destina. Ella ha venido sustituir al Arca de No, estblecida e i 1818 bordo de la vieja goleta de guerra Speedy y al Instituto de los marineros de Shad-well; 36.000 libras esterlinasms de un milln de pesetas empleadas con acertada escrupulosidad, han realizado el milagro. Gracias las 14.000 libras esterlinas gastadas por Mr. Passmore Edwards, las 250 ofrecidas por el Prncipe de Gales, las 100 del Rey de Portugal, las 80 del Rey de Grecia, las 2.000 de la ciudad de Londres, a las 2.900 de la Asociacin de Seoras, alas 500 de las Seoras america-nas, otras muchas donaciones en metlico, los objetos de valor y de arte ofrecidos por distintas personalidades y los 5.000 volmenes regalados por Mr. Passmore Edwards para la biblioteca trasatlntica, y gracias la ordenada dis-tribucin, al bien entendido confort de los diversos depar-

    t amen tos del Palacio, el marino de cual-quier pas, Ofi-cial grumete que se encuen-tre desembar-cado en la in-mensa metro -poli, lejos de sufrir las con-trarieda des y amarguras de un desdichado nufrago, p o -dr gozar del bienestar y de las comodida-des que pro-porciona el vi-vir en condi-ciones inmejo-r a b l e s y sin que sea a costa de esos sacri-

    GLADiATOR. ^"08 pecunia-rios que en bre-ve plazo aca-

    ban con los escasos recursos con que por lo general cuentan los que se consagran al servicio de los barcos.

    Pero con ser Inglaterra la nacin que ms empeo ha puesto en el establecimiento de albergues para marineros, no es la nica que ha consagrado este generoso prop-sito sumas de consideracin y esfuerzos considerables. Francia cuenta desde hace tiempo con multitud de Maisons dea Marins en que la iniciativa individual unas veces, co-lectiva otra, ayudadas por los Centros y Corporaciones oficiales particulares, ha conseguido los ms felices resul-tados.

    No hace mucho tiempo, bajo el patronato de la Liga Francesa contra el alcoholismo, la Seccin de Seoras del Havre inaugur en aquel concurrido puerto un nuevo al-bergue que, durante el ao ltimo, ha proporcionado, con toda clase de comodidades, y hasta en algunas ocasiones con verdadero lujo y confort, alojamiento y colocacin un considerable nmero de marineros.

    La casa se fund y se sostiene con una subvencin de 2.000 francos que le da el Ministerio de Marina, otros 2.000 de la Cmara de Comercio, 500 del Consejo general y con diversos donativos eventuales permanentes de los particulares, que consideran como un ttulo de honor con-tribuir con sumas de ms menos importancia a los gastos del establecimiento.

    Es decir, que con poco ms de mil duros las Seoras del Havre han podido establecer un Albergue con 32 camas, repartidas en 16 habitaciones, donde cualquier hombre de mar encontrar por poqusimo dinero, dos francos diarios lo sumo, alojamiento decoroso, alimentacin reparadora y, lo que sobre todo es ms apreciable, la seguridad de que no ha de ser vctima de esas explotaciones inicuas, de esos fraudes astutamente combinados por el inters y por la malicia, que con tanta frecuencia sufren los que se encuen-

  • 352 LA VIDA MARTIMA

    ' ^

    tran la aventura en los puertos donde concurre gran n-mero de vampiros de diferentes especies, siempre dispuestos chupar hasta la ltima gota de sangre del pobre y descui-dado marinero.

    La casa del Havre, como todas las establecidas en F ran -cia, siguiendo el ejemplo de los Sailors Home, de Inglaterra, no se limita cobijar bajo su techo todo el que llama su puerta.

    Por medio de sus agentes, y sin intervencin de ningn elemento extrao, proporc ionabuques en que navegar los que se encuentran desembarcados, y si por desgracia una enfermedad cualquiera agrava su situacin, el Mdico de la Casa les asiste y los cura desde el primer momento, evi tan-do por la ignorancia y el abandono conviertan en grave mal, lo que atendido con oportunidad, no pasar de ser una indis-posicin molestia sin importancia.

    Conviene tener en cuenta que no es el marinero humilde, falto de instruccin y escaso de recursos , el nico que pue-de obtener los favores de*estos benficos establecimientos. Todos los que navegan, cua l -quiera que sea su posicin fl-cial, pueden en un m o m e n t o dado alcanzar-los, y en corro-boracin de lo que d e c i m o s vamos citar dos casos.

    En el verano del 06, adquiri nuestra Mar i -n a e l v a p o r Prince of Wa leu, q u e m i s tarde figur en nuestro estado genera l d e l a Armada con el n o m b r e d e t ransporte Ge-neral Valds. P a r a dotarlo, '^ ^ ^"-^ "-~ fu preciso en-viar desde P e - AHDI r r o l cuarenta hombres mandados p o r un Teniente de na-vo, que en otro vapor de la misma nacionalidad fueron conducidos Sout-hampton.

    Antes de proseguir su viaje Londres, el Oficial que mandaba la fuerza puso un telegrama al Jefe de la Comisin anuncindole su llegada y rogndole que le tuviese aloja-miento preparado. Pero como en Inglaterra todos los se rv i -cios se paralizan los domingos y hasta el telgrafo se s u s -pende la una de la tarde, cuando aquella gente lleg las once de la noche la estacin de Charing Cross, se encon-tr con que no tena donde alojarse porque el Jefe de la Co-misin residente en Londres no haba recibido el telegrama anuncindole su llegada. La situacin no poda ser ms cr -tica.

    Y, sin embargo, se salv sin dificultad, gracias un Sailors Home.

    El otro caso que voy referir me afecta de un modo ms personal .

    Hace ahora precisamente cinco aos, que llegu yo Hong-Kong triste, abatido, enfermo, amargada el alma con el recuerdo de recientes desdichas y agoliiado el espritu con la pesadumbre de dolorosos vencimientos. Mi intencin era permanecer en aquella extraa ciudad slo el tiempo indispensable par

  • LA VlbA MARTIMA 353

    V l a ^ j o d e l l^&y n Gekt^teL^&rxet h acontecimiento martimo ms im-

    portante del nuevo reinado es , in dudablemente, la excursin efec-tuada por Su Majestal el Rey D. Al -fonso XIII al departamento de Car-tagena, con objeto de revis tar la escuadra reunida en aquellas aguas y el envo de numerosa represen-tacin nava l de las grandes poten-cias saludar nuestro joven So-berano.

    D. Alfonso XIII , que siente ve r -dadero amor por la Marina militar, ha efectuado esta excursin mar -tima lleno de entusiasmo y con el patritico deseo de contribuir per-

    sonalmente al renacimiento martimo de la noble nacin e s -paola, cuyas gloriosas tradiciones arrancan principalmen-te de su antiguo podero en el mar.

    Puede decirse que nuestro joven Rey es el primer Mo-narca espaol que ha visitado el hermoso puerto de Carta gena, pues aun cuando estuvieron en l doa Isabel II, el Rey D. Amadeo, que desembarc all al venir de Italia, y D. Alfonso XII durante su viaje por la costa del Mediterr-neo, ninguno de estos Reyes haba hecho una excursin ex -profeso dicho departamento martimo.

    N O T A S H I S T R i e a S El apremio del tiempo y la falta de espacio nos impiden

    trazar, siquiera sea g randes rasgos , algo de la gloriosa historia del departamento y puerto de Cartagena, indicando nicamente que ya , desde los antiguos tiempos, su puerto era capaz de contener las escuadras conocidas de la poca ms remota.

    Durante la dominacin rabe figuraba como uno de los ms principales centros martimos, donde se construyeron 773 naves de grandes dimensiones para preservar las cos-tas de los ataques procedentes del frica.

    De Cartagena sali en 1509 la famosa expedicin al fri-ca que mandaban el Cardenal Cisneros y Pedro Navarro; en 1585 fu atacada por el pirata ingls Drake , que hal ln-dola desguarnecida, la tomo v iva fuerza; en 1706 se e n t r e -g la Armada anglo-holandesa, y ms tarde fu conquis-tada por el duque de Ber-wik, general en jefe de las tropas de Felipe V.

    Cartagena, situado los 37, 33' latitud Norte y 2, 42', 30" longitud Oeste del Meridiano de Madrid, es t reputado co-mo uno de los fondea-deros ms seguros y me jores del Mediterrneo, el ms vasto de Espa despus de la baha de Vigo.

    E n su magnfica abra exterior pueden mani-obn r l ibremente las ms poderosas escuadras , y la gran afluencia de bu-([ues que en todo tiempo han acudido su grandio so puerto, han contribuid o notablemente la p ros -peridad de aquella rica y floreciente regin.

    Su puerto, mejorado con obras recientes en sus muelles, que permi-ten atracar los buques de mayor calado, ha enri-quecido sus excelentes condiciones n a t u r a l e s , dando mayor importan-

    cia y desarrollo su comercio; y por ltimo, las nuevas obras de su arsenal y las nuevas construcciones navales , han contribuido por modo eficaz conservar el movimien-to y la vida de la poblacin.

    El Arsena l se extiende al Oeste de la poblacin, tenien-do en el medio una drsena cuadrilonga muy espaciosa. E n su frente Norte se encuentran los diques y las g radas de construccin, el taller de maestranza, depsitos de made-ras , almacn general y otras dependencias. Al Sur la fbrica de ja rc ias y talleres accesorios, los almacenes de vveres , pa rques , obradores de instrumentos mar t imos, herrer as y cuarteles de tropa y marinera. Al Oeste las naves de a r -boladura, fosas de depsito de perchas , fbrica de reverbe-ros , a lmacenes de plvora y alojamiento de la marinera de la drsena. Tiene dos magnificas machinas, dique flotante de hierro y cuantos elementos de construccin naval pueden reunirse en un gran establecimiento naval militar.

    BN M A R e n a A las siete de la tarde del 22 sali de Madrid el tren real

    que haba de conducir S. M. Cartagena, formando su s -quito, adems del Principe de Astur ias , el Presidente del Consejo de Ministros; el Ministro de Marina; el Mayordomo mayor de Palacio, Duque de Sotomayor; los Generales Pa -checo y Cerero; el Contralmirante Cmara; el Capitn de navio D. Jos Fer rer , y el de fragata D. Alberto Balsei-ro; el Teniente Coronel Conde del Grove; el Dr. Alabern; el Marqus de Hoyos, y otras distinguidas personas.

    A la hora reglament iria, ocho de la maana del 23, lleg el tren real la estacin de Cartagena, cuya poblacin, v e s -tida de gala, aguardaba llena de entusiasmo la visita del Soberano. La bandera nacional ondeaba en todos los edifi-cios pblicos y las casas ostentaban colgaduras (1).

    El puerto ofreca un aspecto imposible de describir. El muelle de Alfonso XII lo ocupaba una inmensa masa de gente. La muralla, la Puer ta de la Villa, todo estaba total-mente invadido de gente.

    Todos los buques de guer ra y mercantes surtos en el

    (1) De informacin directa de nuestro activo corresponsal especial en Cartagena, D. Jos Moneada Moreno, quien con el distinguido fotgrafo D. Francisco Snchez Nogueras, ha organizado nuestro servicio grfico y de report con acierto y celo extraordinarios, que profundamente agradecemos.

    GIRAUDA

  • 354 LA V>A MARTIMA

    puerto, as extranjeros como nacionales, empavesados con banderas, saludaron la llegada del Rey.

    En el pabelln del Ayuntamiento, artstica y lujosamente decorado, esperaban S. M. el Ayuntamiento, todas las au-toridades civiles, militares y eclesisticas, una Comisin de la Diputacin provincial, la Junta de Obras del Puerto, C-mara de Comerci, Jueces, Directores de las Escuelas Su-perior y elemental de Industrias, Sanidad Martima, Co-mandantes de los b u q u e s e x t r a n j e r o s surtos en el puerto, Cuer-po Consular, los Diputados Sres. Aznar, Romannos y Moreno, Ca-pitn general del distr i to, Sr. Loo, y repre sen t a -ciones de to-das las Cor-p o r a c i o n e s oficiales.

    Momen tos antes de lle-gar el t r e n r e a l desem-barcaron las Comisiones de m a r i n o s extranjeros, que subieron tambin al pabelln donde esperaban las representaciones oficiales la llegada del Key. En este momento ofreca des-lumbrador aspecto aquel lugar, cuajado de significadas per-sonalidades, resaltando los colores vistosos de uniformes y bandas sobre las manchas negras de los fracs.

    ln el momento de llegar al pabelln los marinos extran-jeros empiezan los caonazos, que anuncian la llegada del tren real. La msica rompe tocar la Marcha Real, y al de-tenerse el tren se oyen vivas repetidos.

    El momento de la llegada del Rey fu solemne. Un viva entusiasta llen los aires, al propio tiempo que la plaza y los buques hacan las salvas y saludos de ordenanza.

    D. Alfonso XIII vesta uniforme de Almirante de la Ar-mada. Una de las primeras personas que saludaron al Rey fu el Infante D. Jenaro de Borbn, hermano del Prncipe de Asturias, que es guardia marina.

    Desde el tren, y en carruaje, fu el Roya la iglesia de la Caridad, donde S. M. or breves momentos ante la venera-da Patrona de los cartageneros, y seguidamente se cant un Te Deuin, oficiando el vicario capitular del Obispado de Cartagena, asistido por una comisin del cabildo catedral de Murcia. En todas las calles del trnsito se arrojaron al Rey flores y palomas.

    Terminado el acto religioso, el rey se traslad la Casa Consistorial, donde reci-bi las Co-misiones que fueron es-perarle. Des-pus march al muelle, y antes de em-b a r c a r , las t r o p a s que h a b a n cu-bierto la ca-rrera deslila-r o n en e l m u e l l e por d e l a n t e de S. M., que presenci el desfile desde id pabelln municipal.

    Al Giralda S. M. cru-

    z el ancho espacio, lu-

    josamente decorado, entre el pabelln y el embarcadero, y en una preciosa fala dirigise al Giralda.

    La fala llevaba proa el estandarte real y popa la bandera espaola.

    El Capitn general del departamento, Sr. Albacete, y el Comandante general del Arsenal, Sr. Estran, en pie, popa y proa respectivamente, dirigan la embarcacin.

    En el momento de poner el Rey el pie en la fala que le haba de conducir bordo, rompieron el fuego todos los buques surtos en el puerto, haciendo la primera de las tres salvas consecutivas que estn mandadas para estos casos, con los saludos la vez de todas las dotaciones. A la mitad del camino se le hizo la segunda salva, y en el momento de izarse el pabelln real en el tope mayor del Giralda se le salud por tercera vez, siendo conmovedor y sorprendente el efecto visto desde tierra, y entre los vtores y los burras

    CISNEROS

    PELAYO

  • LA VIDA MARTIMA 355

    de las tripulaciones y el estampido del can, cruz Su Ma-iestad la baha por entre una numerosa flotilla de embarca-ciones, cuyo final se destacaban las inmensas moles de los acorazados franceses, alojndose en el Giralda.

    Las obras realizadas en el Giralda para convertirlo en yacht de la Familia Keal son del mejor gusto. La cmara del Rey es; instalada en la partn de proa y su aspecto es Soberbio, estando su techo artesonad de blanco y oro.

    Las otras cmaras pa-ra las dems personas rea les estn ri-camente ta-p i z a d a s y amuebladas, as como el despacho de S. M. el Key, el saln de m s i c a , el comedor, etc.

    Manda el Giralda el Cap i t n de fragata don Joaqun Ba-rriere, auxi-liado por el segundo Co-mandante te-niente de na-vio de prime ra clase don Claudio Al-vargonzlez.

    A bordo del Giralda tenan alojamiento el Duque de So-tomayor, el Presidente del Consejo de Ministros, los Gene-rales Pacheco y Cerero, el Contralmirante Cmara, el Ca-pitn de navio Sr. Ferrer, el Conde de Grove y el mdico ST. Alabtrn.

    El Mini-tro de Marina se instal en el Carlos V, y el resio de la comitiva en este buque y el Pelayo.

    Antes de almorzar, S. M. el Key recorri la baha en un bote del Giralda, sin insignia alguna, acompaado del per-sonal de Marina de su cuarto militar, acercndose con-templar los buques extranjeros.

    Por la tarde recibi el Rey en el Giralda las visitas del Almirante francs M. Pottiers, Embajador M. Camben y personal do la Embajada, Comodoro ingls y comandantes' de los buques ruso y portugus. Se cambiaron los saludos de rbrica, estando S. M. acompaado de su Cuarto Militar.

    Las e s c u a d r a s . En el mismo instante que S. M.

    ^

    PRINCESA DE ASTURIAS

    el Rey llegaba Carta-gena, entraba en el puerto el acorazado Saint-Louis, buque almi-rante de la eS' cuadra fran-cesa.

    Estala com ponen los si-guientes bu-ques:

    Acorazado Carnot, de 12.146 tonela-das. Coman-dante: Cap i-tn de navio M. P e r r in . Tiene 40 ca-ones y lleva 620 tripulan-tes.

    Acorazado //i8,de tone-ladas 12.080. Comandante: Capi tn de

    navio M. Voilleau. Tiene 42 caones y lleva 670 tripulantes. Acorazado Bouvet, de 12.035 toneladas. Comandante: Ca-

    pitn de navio M. Guin. Tiene 40 caones y lleva 635 tripulantes.

    Acorazado Jauroguiberry, de 11.890 toneladas. Coman-dante: Capitn de navio M. Campion. Tiene 40 caones y lleva 610 tripulantes.

    Acorazado Saint-Louis, 11.275 toneladas. Comandante: Capitn de navio] M. Nerry. Tiene 32 caones y lleva 700 tripulantes.

    Acorazado Brennus, de 11,370 toneladas. Comandante:

    CARLOS V'

  • 357 LA VIDA MARTIMA

    Capitn de navio Mr. Donin. Tiene 38 caones y lleva 650 tripulantes.

    Crucero Chanzy, de 4.812 toneladas. Comandante: Capi-tn de navio M. Somborn. Tiene 24 caones y lleva 380 tripulantes.

    Crucero Du-Chayla, de 3.975 toneladas. Comandante: Ca-pitn de fragata M. Campion. Tiene 25 caones y lleva 355 tripulantes.

    Crucero Linois, de 2.345 toneladas. Comandante: M. Se-rres. Tiene 16 caones y lleva 240 tripulantes.

    Crucero GaWe, de 2.365 tone-ladas. Comandante: M. Jaures. Tiene 20 caones y lleva 260 tri-pulantes.

    Destructor francs De Lo-rient, con siete caones, 305 to-neladas y 64 tripulantes.

    Destructor francs Hallehar-de, con siete caones, 305 tone-ladas y 64 tripulantes.

    Destructor francs Pertuisiuic, con siete caones, 314 toneladas y 62 tripulantes.

    Destructor francs Epe, con siete caones, 319 toneladas y 63 tripulantes.

    Destructor francs Pique, con siete caones, 319 toneladas y 63 tripulantes.

    Destructor francs Rapiere, con siete caones, 302 toneladas y 62 tripulantes.

    Destructor francs La Fronde, con siete caones, 302 toneladas y 62 tripulantes.

    Torpedero francs Bourrasque, con dos caones, 170 to-neladas y 30 tripulantes.

    Torpedero francs Raale, con dos caones, 170 tonela -das y 29 tripulantes.

    Torpedero francs 264, con dos caones, 88 toneladas y 24 tripulantes.

    Torpedero francs 221, con dos caones, 88 toneladas y 23 tripulantes.

    Torpedero francs 222, con dos caones, 88 toneladas y 24 tripulantes.

    Torpedero francs 266, con dos caones, 88 toneladas y 23 tripulantes.

    Los destroyers Epe, Pique, Fronde, Rapiere, Bourras-que y Raale los mandan los Tenientes de na\ o MM. Moui-le, Andre, Renavet, Dare, Mandine y Sestier; el Ilalle-barde y el Pertuisane, los de igual clase Jau y Grande

    NUMANCIA

    caballos y 72 tripulantes, el Teniente de navio M. Prat, y los torpederos 221, 222, 264 y 265, los de igual clase MM. Guiyon, Maconizo, Frapori y Bellot.

    Manda la escuadra el Vicealmirante M. Pottiers y arbola la insignia en el Saint-Louis.

    Tambin estaba una divisin de la escuadra inglesa de Malta, al mando del Contralmirante Sir Baldwin Wake Walker y Bart, formada por los acorazados Bacchanie y Aboiikir, de 11,000 toneladas, y el crucero Gladiator, de

    c".750, as como la caonera rusa Krabry, de 1.500 toneladas, y 16 caones; tiene 185 tripulantes, al mando del Capitn de fragata Mr. Martinoso; y el crucero por-tugus Carlos I, de 4.600 tone-ladas, al mando del Capitn de mar y guerra Mausel de Azevedo Gmez, con 465 tripulantes, con-duciendo al Contralmirante Mo-raes Souza.

    La escuadra espaola, al man-do del Contralmirante Viniegra, la forman los siguientes buques:

    Acorazado de segunda clase Pelayo, de 9.918 toneliidas, al mando del Capitn de navio don Emilio Barrera; segundo Coman-dante, Capitn de fragata D. Juan Castro; tercero dem. Teniente de navio de primera clase D. Roge-lio Baeza.

    Crucero protegido de primera clase, Carlos V, de 9.235 tonela-

    das, al mando del Capitn de navio D. Antonio Godnez; segundo Comandante, Capitn de fragata D. Juan Pablo Ri-quelme; tercero dem, Teniente de navio de primera clase D. Francisco de Llanos.

    Crucero protegido de primera clase. Princesa de Astu-rias, de 7.000 toneladas. Comandante, Capitn de navio don Pedro Guarro; segundo dem, Capitn de fragata D. Joaqun de la Vega: tercero dem, Teniente de navio de primera clase D. Ramn Lpez Castillo.

    Crucero protegido de primera clase, Cardenal Cisneros, de 7.000 toneladas. Comandante, Capitn de navio D. Emi-lio Fiol; segundo dem, Capitn de fragata D. Luis de la Puente; tercero dem. Teniente de navio de primera clase D. Adolfo Gomar.

    Crucero protegido de tercera clase, Extremadura, de 2.134 toneladas. Comandante, Capitn de fragata D. Emilio Martnez de la Torre; segundo dem, Teniente de cavo de primera clase D. Antonio Goi.

    Clement; el torpedero Le Mousquet, de siete caones, 6.400 Crucero Lepauto, escuela de aplicacin de Artillera, de

    EXTUEMADUHA

  • LA YWA MARTIMA 357 4.826 toneladas. Comandante, Capitn de navio D. Raimun do Torres; segundo dem, Capitn de fragata D. ngel Suanoes; tercero dem, Teniente de navio de primera clase D. Augusto Miranda.

    Aviso Gmilda, de 2.057 toneladas. Comandante, Capitn de fragata D. Joaqun Barriere; segundo dem, Teniente de navio de primera clase, D. Claudio Alvargonzlez.

    Destryer Audaz, de 445 toneladas. Comandante, Tenien-te de navio de primera clase D. Carlos Lara Granados.

    Guardacostas protegido Numancia, de 7.300 toneladas. Comandante, Capitn de n'wio D. Fernando Lozano; segun-do dem, Capitn de fragata D. Bernardo Navarro Cafiizd-res; tercero dem, D. Manuel Caldern.

    Visitando los buques Poco despus de las cuatro sali S. M. del Giralda en

    una fala, en unin del Prncipe de Asturias, Ministro de Marina, Sr. Snchez Toca, y Generales Pacheco y Cmara, visitando el Princesa de Asturias, el Extremadurd y el Cardenal Cisneros, buques de nuestra escuadra quo no conoca, tributndosele slo en el Princesa de Asturias los correspondientes honores.

    Para visitar el Cardonal Cisneros, que estaba anclado fuera del Rompeolas de Curra, tuvo que salir del puerto. All, S. M. y el Prncipe de Asturias estuvieron sacando fotografas de los buques ingleses fondeados en dicho sitio.

    Al regresar S. M. al puerto, orden se arriase el pendn morado de Castilla, con objeto de evitar se le hicieran ho-nores: pero pesar de ello, al pasar delante de los buques franceses y del crucero portugus Dom Carlos I, la marine-ra salud con burras.

    Hasta las siete de la tarde estuvo el Rey recorriendo la baha, regresando dicha hora al (iralda.

    Por la noche presentaba el hermoso puerto un aspecto imposible de describir. Los buques de guerra aparecan en-galanados con millares de luces elctricas de diferentes colores, que formaban caprichosas combinaciones.

    El caonero ruso A'raZiry ostentaba sbrela chimenea la inicial del Rey D. Alfonso XIII; en el Pelayo se divisa-ba tambin la inicial de S. M. y una grandiosa corona real, y en la yumancia apareca formado un botn de ancla.

    Jams en puerto alguno es posible que vuelva repetirse espectculo tan magnllco como el que presentaba la baha. Aquellas preciosas combinaciones de luces dts colores y a((uel fondo oscuro tachonado do millares de focos elc-tricos, traa la memoria fantsticos sueos de las Mil y una noclii's

    Maniobras y e j e r c i c i o s . El da siguiente, 24, amaneci esplndido: el mar, tranqui-

    lo .y sosegado, pareca uu espejo. Poco antes de las ocho de la maana, empiezan funcio-

    nar los telgrafos de banderas, suenan las bandas de cor-netas y advirtese gran animacin en los bu(|ues de guerra.

    A las ocho en punto, el Nuinancia dispara un caonazo iza la bandera. Todos los dems barcos disparan despus y enarbolan sus insignias. Como respondiendo la seal, todos los dems buques se engalanan, y en pocos momentos se ven flameando en lo alto de los navios banderas, bande-rolas y gallardetes.

    A las ocho y media de la maana avanza el Giralda, en-tre vivas entusiastas; la marinera saluda con burras fren ticos. La artillera de los buques extranjeros dispara sus caones, y los de la plaza no cesan en sus estampidos. El espectculo es verdaderamente grandioso.

    El Pelayo y el Carlos l^muevense majestuosamente en pos del iratda. Al pasar el Pelayo y el Carlos V junto las formidables mquinas extranjeras, saldanse de barco barco los Oficiales.

    Tras del Giralda sale primero del puerto el Carlos V, sobre el cual flota la insignia de Almirante, porque su bordo va el General Cervera. Al pasar junto los barcos franceses, stos repiten las salvas. Los barcos ingleses es-tn anclados fuera del puerto.

    En pos del Carlos V sale el Cardenal Cisneros. Con-trasta, mientras se desliza por la tersa supericie del mar, hi blancura del Giralda con el tono gris oscuro de los barcos extranjeros. La msica del Carlos V entona La Marsellesa para sa'udar a la escuadra francesa, y el him-no ingls para la inglesa. En los buques ingleses y france-ses, las msicas baten la Marcha Roal, apenas oda entre el tronar de los caones,

    Por ltimo, avanzan el Pelayo y el Extremadura, que siguen al Cu'denal Cisneros, y quedan solamente en el puerto el Namancia y el Princesa de Asturias.

    Nuestros buques salen al mar dispuestos practicar ejer-cicios. El Giralda espera, parado sobre la mquina, a la altura del cabo Tinoso, en donde presencia el desfile de los barcos que componen la escuadra espaola. Vse luego al destryer Audaz, que sali despus que la flota, alcan-zar sta y colocarse por la popa del Giralda.

    El yate real vir entonces, y todos los buques hicieron rumbo hacia Santa Pola Columbretes, y alimentando la velocidad de su marcha se dirigen Levante.

    Las maniobras efectuadas en Santa Pola por los buques de nuestra escuadra consistieron en las operaciones si-guientes:

    A las diez de la inaana, y ya en marcha, tocse zafa-rrancho de combate. Entonces se ejecutaron movimientos tcticos.

    Los barcos pusironse al habla por medio de las seales de rbrica. El Pelayo coloc blancos que semejaban em-barcaciones pequeas. Primero dispar el Carlos V, utili-zando sus piezas de artillera ligera. Despus lo hicieron los dems buques, con una distancia proporcional de tres seis kilmetros.

    Terminados e^tos ejercicios, se emple la artillera de grueso calibre. Las bat^'ras de las torres rompieron el fuego discrecin.

    Mientras se efectuaba el simulacro, naveg el Giralda sotafuego. Continu ste durante largo rato y con gran acierto sobre varios puntos indicadores de blancos.

    Muchos barcos mercantes detuvironse para contemplar el curioso espectculo. El Rey observaba atentamente, pro-visto de gemelos, desde el puente del yate real. A las dos de la tarde ces el fuego.

    La escuadra avanz una marcha de 12 millas por hora, fondeando las seis y media en Santa Pola. Acto seguido se verific el desembarco de las compaas, lanzndose al agua los botes que haban de conducir tierra las tropas. I^as lanchas llevaban todo el armamento necesario: caones, cajas de municiones, etc. Pasaron por el costado del Giral-da, y :i causa de haberse echado encima la noche tuvieron que regresar sus respectivos buques sin ultimar algunas manobr;is proyectadas.

    Los ejercicios han satisfecho mucho cuantos los presen-ciaron (' intervinieron en ellos.

    lie aqu el texto del telegrama oficial dirigido por el Mi-nistro al Subsecretario de Marina:

    Santa Pola 24. - A las ocho de la maana de hoy sali-mos cun S. M. en Giralda y buques escuadra; despus ser saludado al pasar por barcos extranjeros, nos dirigimos Levante, hacindose ejercicios tiro al blanco con toda arti-llera buques; despus arrumbamos Santa Pola, ejecutando evoluciones tctica segn seales GiVaida; momentos antes fondear orden S. M. ahstar compaas, desembarcar las que salieron en botes una vez fondeada escuadra en Santa Pola, y fueron visitadas por S. M. el Rey; qued tan com-placido del desarrollo maniobras, que en el acto de termi-nar la operacin de desembarco manifest Ministro y Almirantes Vmiegra y Cervera su deseo de recompensar inmediatamente los ms sealados en los ejercicios.

    La escuadra zarp para Cartagena las once de la noche, viniendo los barcos costeando.

    Durante estas maniobras no ocurii ningn incidente. En Santa Pola, el Rey concedi las siguientes recom-

    pensas: D. Antonio Enlate, jefe de Estado !Mayor; D. Juan Pablo

    Riquelme, jefe de batalln; D. Carlos Lara, jefe encargado de la aitillera; D. Gonzalo Puerta y D. Julio Lizarrague, ayudantes; D. Luis Martnez, Capitn de la Compaa de desembarco del Carlos V; D. Andrs Freir, Capitn de la guarnicin del Cardenal Cisneros; D. Federico Balalo, Capitn de la guarnicin del Pelayo, y D. Rafael 'Nlartos, con igual empleo en el Extremadura.

    Adems han sido recompensados: Del personal del Carlos V: D. Rogelio Snchez, D. Enri-

    que B. Doval, D. Jos Luna, D. Manuel Vzquez y D. Jos Bucota.

    Del Pelayo: D. Mnuel Cendrn, D. Baltasar Mir, don Manuel Huertas, D. Felipe Santandreu y D. Luis Gonzlez.

    Del Extremadura: D. Rafael Cantos, D. Manuel Pico y D. Francisco Roldan,

  • 358 LA VIDA MARTIMA

    Y del Cardenal Cisneros: D. Blas Jimnez, D. Jos Par-ga, D. Andrs Gonzlez, D. Francisco Rodrguez y D. Pe-dro Aneiros.

    Las insignias fueron impuestas por el Bey bordo del Oiralda.

    O t r a s v i s i t a s . A las cinco de la maana del 25 se avist en Cartagena

    la escuadra. A las seis y media entr, siendo saludada con salvas. Los barcos recobraron sus habituales fondeaderos, y los muelles y la baha se animaron. A las ocho y media se destac la fala del Giralda, remolcada por una lancha de vapor, y las nueve lleg a los muelles de Santa Luca, frente la fbrica de desplata cin.

    Iban con el Rey el Prncipe, los Sres. Silvela, Snchez de Toca, Cmara, D. Jenaro Borbn y dems personal.

    La visita dur media hora, resultando de buen efecto, sin-gularmente por mezclarse el Rey con los obreros. Los invi-tados fueron obsequiados galantemente.

    El Rey y la comitiva regresaron al Giralda, quitndose el pendn morado para evitar las salvas.

    Despus de la visita la fbrica de desplatacin, el Rey visit los buques extranjeros, que le recibieron con atrona-doras salvas. Tambin disparaban las bateras de tierra.

    Al acercarse el Rey la escuadra francesa, las msicas tocaron la Marcha Real, y la marinera, subida en las ver-gas, prorrumpi en vtores.

    El primer barco que visit fu el almirante Saint-Louis, acompaado por el Prncipe de Asturias, los Sres. Silvela y Snchez Toca y la alta servidumbre, siendo recibido por la oficialidad.

    La cmara del Almirante es lujossima, y en ella penetr el Rey, sindole en seguida presentados todos los Coman-dantes de los barcos.

    Sirvise un lunch las reales personas, y el Rey brind por la salud del Almirante, por el Presidente de la Repbli-ca y por la prosperidad del pas vecino. El Almirante con-test en parecidos trminos.

    Desde el barco almirante pas D. Alfonso al acorazado lena, renovndose el formidable estrpito de salvas y vivas.

    Acto seguido devolvi el Rey el saludo de cortesa los Comandantes de los barcos ruso y portugus, repitindose con este motivo las salvas.

    El Rey D. Alfonso concedi la Gran Cruz de Carlos III al Almirante francs M. Pottier, la del Mrito Naval al Vi-cealmirante Mr. Marquis y la de segunda clase de igual Orden al Jefe de Estado Mayor de la escuadra francesa.

    B a n q u e t e en el e a r l o s V< El banquete con que S. M. el Rey ha obsequiado los

    marinos extranjeros, verificado bordo del Carlos V, re-sult brillante.

    La mesa del banquete, colocada en forma de herradura y adornada con profusin de flores, habase instalado en la cubierta de popa, decorada con caprichosos grupos de ban-deras de las naciones all representadas.

    El Rey ocup el centro, teniendo su derecha al Prnci-pe de Asturias, al Embajador de Francia, al Almirante mon-sieur Pottiers, el Contralmirante Moraes, Ministro de Mari-na, Contralmirante Mancern y Sres. Loo, Albacete, En-late y Oficiales extranjeros y de la Armada espaola.

    A l a izquierda estaban el Prncipe D. Jenaro, Silvela, Contralmirante Baldwin, Marqus de Cervera y los Jefes y Oficiales de las escuadras.

    Los extremos ocupbanlos los Sres. Duques de Sotoma-yor, General Pacheco y Marqus de Viana, que concurri como gentil hombre de guardia.

    Despus de los correctos brindis que pronunciaron Su Majestad el Rey y los representantes de las distintas na-ciones, cambironse frases cortests y calurosas demostra-ciones de afecto entre los marinos espaoles y extranjeros.

    A las once de la noche termin esta hermosa fiesta, que fu amenizada por las bandas con los himnos de cada pas, finalizando con los acordes de la Marcha Real.

    A bordo del Giralda sali despus S. M. fuera del puerto para presenciar un interesante simulacro de los barcos franceses.

    Fingan los torpederos querer entrar en el puerto, que defendan los acorazados Carnot y Jaureeuiherry, cuyos potentes reflectores elctricos trataban de descubrir insis-tentemente en la oscuridad de la noche los pequeos barcos

    enemigos. Cuando la luz de los reflectores descubri los torpederos la altura de Escombreras, comenzaron cao-near los acorazados.

    Haciendo una virada, algunos de los torpederos volvieron al puerto toda mquina, en tanto que otros respondan al caoneo de los acorazados que simulaban defender la en-trada del puerto.

    Hasta despus de la una y media de la madrugada dur el interesante simulacro, que fu presenciado por S. M. el Rey con suma complacencia.

    Bl Rey en l a s b a t e r a s . A las diez de la maana del 26 sali el Rey del Giralda,

    yendo las bateras del General Fajardo. Le acompaaban el Jefe del Gobierno, D. Jenaro de Bor-

    bn y dems squito. Las fuerzas del quinto regimiento de Artillera de plaza, formadas pie, con las piezas, tributa-ron lo3 honores. El Rey hizo que los soldados le explicaran el mecanismo de las piezas, lo que hicieron perfectamente. El Rey D. Alfonso elogi mucho el admirable estado de instruccin de las tropas. Admir el aparato inventado por el Teniente Izquierdo, quien se hallaba presente; hizo una explicacin del mismo, y fu muy elogiado y felicitado por el Rey. Los obuses y ctones tiraron contra blancos mo-vibles, haciendo muy certeros disparos. A distancia de cua-tro kilmetros lograron el noventa por ciento de blancos. Adems se dispar contra blanco fijo igual distancia y con el mismo acierto.

    Despus visit el Rey otras bateras, disparando l dos veces, mediante el explosor elctrico, al mximo de alcan-ce, que son doce kilmetros.

    Desde la batera del general Fajardo se dirigieron la de Trincabotijas, y la una de la tarde regres el Rey al Giralda, de donde sali las cinco para visitar el Arsenal, siendo recibido por los Generales Albacete, Cervera, Vi-niegra y Estrn. La compaa de guardias de Arsenales tribut al Rey los honores de ordenanza, junto con la mari-nera, estando ambas fuerzas formadas lo largo de la fa-chada del cuartel de infantera de Marina.

    Asesorado por el Coronel RipoU y el General Estrn, visit el Rey los talleres de Artillera, viendo S. M. adaptar un proyectil un anillo de forzamiento.

    Al entrar el Rey en los talleres, los obreros le dieron entusiastas vivas.

    Luego subi el Rey al crucero Catalua, en construccin. Los obreros empleados en los trabajos del barco, al salir el Rey de bordo le vitorearon, aclamando tambin la Reina y a Espaa.

    Despus el Rey embarc en la fala real que sirvi para anloga excursin Isabel II y D. Alfonso XII, visitando el taller de torpedos de la brigada torpedista, el dique seco y el varadero de Santa Rosala. La batera del Arsenal, al entrar y salir el Rey, hizo las salvas reglamentarias.

    A primera hora del da 27, el Rey, acompaado de todo su squito, visit las defensas submarinas del puerto, cargo de la brigada torpedista del Arsenal, y los cuarteles, en cuya descripcin no entramos porque la hora de entrar nuestro nmero en mquina no tenemos espacio para mas.

    Despus de dicha visita, S. M. el Rey sali en el Giralda despedirlas escuadras extranjeras, que salieron del puerto las diez de la maana.

    Despus de almorzar en el Giralda, S. M. el Rey, con todo su acompaamiento, se dirigi la estacin del ferro-carril, saliendo para Murcia la una de la tarde, tributn-dole el pueblo de Cartagena una ovacin delirante. Por el xito de este viaje, la Marina, el Ejrcito y Cartagena estn de enhorabuena, as como todos los monrquicos espaoles.

    *

    En el nmero prximo completaremos nuestra informa-cin grfica publicando numerosas fotografas de escenas del viaje regio, que la falta de tiempo nos ha impedido in-sertar en el presente, en el que consignamos todo lo relativo los principales buques reunidos on Cartagena y su puerto. Nuestro diligente corresponsal artstico, el notable fotgrafo D. Francisco Snchez Nogueras, ha seguido la expedicin todas partes, con el noble deseo de que LA VIDA MARTIMA pueda reproducir la mejor informacin grfica de la excursin del Rey Cartagena.

    Tanto al Sr. Snchez Nogueras, como nuestro cronista Sr. Moneada Moreno, quedamos profundamente reconocidos por su actividad.

  • LA VIDA MARTIMA 359

    Movimiento postal martimo (Extracto de los telegramas del Lloyd.)

    15 DE JUNIO DE 1903 Buenos Aires.Sali el

  • 360 LA VIDA MARTIMA

    natos del 50 por 100, 5,50; y en Linares: alcohol de hoja, 15 pesetas los 46 kilogramos; sulfures del 80 por 100, 11, y carbonates del 50 por 100, 4,50.

    Cinc.Bastante retrado, cotizando en Cartagena ]a blen-da del 30 por 100, boca mina, de 2,50 3 pesetas los 55 kilogramos, y a 0,25 y 0,30 por unidad que suba del 30 por 100.

    Manganeso.En Huelva cotizan, como siempre, los car-bonates del 30 al 32 por 100 6 peniques la unidad en tonelada.

    M e t a l e s . Hierro.En el mercado ingls hay menos demanda que

    de ordinario, cotizando el hiero y el acero manufacturado: 6 1. chapas de acero para construccin naval, y 6 1.12 ch. 6 p. las de hierro con igual aplicacin. Los ngulos de acero para dem id., 5 libras 10 ch., y los de hierro, 6 1. 7 ch. 6 p. Las barras de hierro, 6 1. 10 ch.

    Cobre.Presenta buena tendencia, cotizando en Londres, el Chile bueno ordinario, 581.; el electroltico, 63; las hojas fuertes, 71 1. En Pars, barras primeras marcas, 152,50 francos los 100 kilogramos, y el Chile eo lingotes y pla-cas, 160,75.

    Piorno.Ofrece mal aspecto, quedando deprimido en el mercado ingls, cotizando el plomo espaol 111. 6 oh. 3 p., y el ingls, 11 1. 12 ch. 6 p. En Pars, el espaol en barras, 36 francos los 100 kilogramos.

    Cinc.Ligero retroceso en el precio del metal bruto en el mercado de Londres, cotizando 21 L En Pars, el lami-nado V. Montaa, 83 francos los 100 kilogramos, y el Sile-sia bruto, 56.

    Mercurio. En Almadn, 325 pesetas frasco de 34,507 kilogramos; en Pars, 7 francos kilogramo; en Londres, 8 libras 12 ch. 6 p. botella, y en Hamburgo, 182 marcos bote.

    Plata.Conserva su buena tendencia, resultando la onza en Cartagena 3,31 pesetas.

    F L E T E S El mercado general de fletes presenta mal aspecto. La

    decena que acaba de transcurrir ha sido de poco movimien-to, por cuya causa la situacin es mucho ms precaria que antes.

    Todo ello es el resultado, como ya se ha dicho repetidas veces, dla superabundancia de tonelaje, y adems de que empieza notarse la tendencia de las lneas regulares del extranjero, que naturalmente se refleja en nuestro pas, aumentar la capacidad de sus barcos.

    Acaso todo esto se atenuara con una inteligencia con-venio entre los armadores, pero sin duda es ms fcil plantear el problema que resolverlo, y por el momento no se ve remedio inmediato la aguda crisis que atraviesa la industria naviera.

    Barcelona.A Puerto Rico y Habana, de 35 40 pesetas tonelada; Santiago de Cuba y la Guayra, 40; Montevideo y Buenos Aires, de 40 50; Colombo, 35; Manila, 55; Genova, 25; Chile, 45; Pars, .50; la Amrica Cen-tral, 55.

    Bilbao.A Rotterdam, 5-3; Dunkerque, 5; Cardiff, 4. Huelva.A Baltimore, 10; Ipswiok, 6-3; Nueva

    York, 10. Villaricos.A Rotterdam, 8-1 1|2. Cartagena.A Rotterdam, 7-7 li2. Agua Amarga.A Norte-Amrica, 8. Almera.A Baltimore, 8. Oarruoha.A Dunkerque, 8 1^ 2.

    Vapores: Nelholm (Cartagena Rotterdam), 7-7 1^ 2; iojrfcy (Almera Baltimore), 8; Mountby (Villaricos Rotterdam), 8-1 ll2; Beaconseld (GarruchaDunkerque), 8 li2; Eastvy (Huelva Baltimore), 10; Universo (Bil-bao Rotterdam), 5-3.

    El mercado de fletes extranjeros presenta una inclina-cin la baja tan persistente, que no puede menos de influir en los negocios de un modo desconsolador.

    Los fletes de retomo son lamentables, y verdaderamente Jo que maravilla es cmo los Directores de alj;unas Cojnpa'

    nas de navegacin admiten fletes de salida notoriamente desventajosos, con la certeza de que los do vuelta tienen que ser mucho peores.

    En general, los gastos no se cubren, el mercado es irre-gular y los negociantes, efecto de la baja de los fl-tes, t n-cuentran siempre abundancia de tonelaje, por cuyo motivo los armadores no pueden liquidar sino con prdida.

    El mercado del Bltico queda Arme; el del Mar Negro, dbil; el del Meditsrraneo, muy desanimado; el americano ofrece algn leve indicio de mayor actividad que las dece-nas anteriores; el oriental, encalmado.

    Por todas partes se observa gran lucha, y aun cuando sera de desear que la competencia se ejerza libremente en el desarrollo natural de los armamentos martimos para desarrollar, favor de los bajos precios de transporte, las relaciones internacionales, no puede evitarse que la com-petfncia se determine en perjuicio de los armadores y on provecho exclusivo de los cargadores.

    He aqu algunos tipos do fletes de trfico general: San Lorenzo Inglaterra, 18; Eupatoria Libau, 10-6; Sunds-Wall Grangemouth, 18-9; Liverpool Melbourne, 17-6; Londres East London, 21-6.

    Nuestros grabados S. M. el ReyD. Alfonso XIII, con uniforme de Almiran-

    te. Vase el artculo. De fotografa de Valentn, de Madrid. Puerta del arsenal, Vistas del puerto, arsenal y pobla-

    cin de Cartagena (cinco grabados). Vase el artculo. De fotografas de Hauser y Menet, de Madrid. Plano de Cartagena (Vase el artculo). Dibujo de nuestro redactor artstico D. Guillermo de Fe-

    derico. Acorazados franceses Cbarlemagne, Bouvet, Saint-

    Louis,Jauregiiiberry y Carnot, y destroyers Hallobarde y Pique (siete grabados). Vase el artculo.

    El dominio del Mediterrneo, plano de lneas y superfi-cies estratgicas en dicho mar. Vase el artculo.

    De ilustracin de Arme ot Marine. Acorazado 'Aboukir y crucero Gladiator, de la Ma-

    rina real inglesa. Vase el artculo. Vacht real >: Giralda, crucero "Cardenal Cisneros",

    acorazado 'Pclnyo>, cruceros Princesa de Asturias>, Carlos V-, Numnnciay y

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    1.691 1.691 1.697 1.518 1.453 1.421 1.026 1.026

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    COMPAIV IIILBAINA DE NAVEGACIN Ksta Compaia martima dispone de los siguientes buques:

    Febrero Marzo Abril Mayo Junio Julio Septiembre Octubre Noviembre Diciembre

    1.863 1.296 1.295 1.880 2182 1.848 2.171 2.184 3.654 3.481

    1.863 toneladas. Amboto. 2.929 toneladas. Oiz 1.922 Gorbea 2.023 Sollube.... 2.692 Ganecogorta 2.410 Urquiola 2.517 Ereza 4.237 Udala 2.040

    Vapor Berriz. 2.886 toneladas.

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    Armas C." Ld.-Placeucia-Guipzcoa-Espaa). Fbrica de cartuchos metlicos de Birmingham. Fbrica de caones de tiro rpido y ametralladoras de Stockholm (Suecia). Laboratorio de cartuchera en Dartford. Fbrica en North Kent para proyectiles. Polgonos de Eskmeals y Eynsford.

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    Buques mercantes construidos en dichos Astilleros Empresa of India, Empresa of China y Empress of Japn, de 6.000 toneladas y 10.000 caballos. Adems, desde el ao 1873 hasta la fecha se han construido 234 buques, que hacen un total de 462.122 toneladas y 653.283 caballos de fuerza,

  • Rocete des Gnrateurs inexplosibles "BREVETS