Vientos de Guerra

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1 Vientos de guerra Por Moshé Rozén, desde el Kibutz Nir-Itzjak, frontera con Rafah y Gaza, Israel. Desde Argentina, compañeros preguntan por mí, pregunta por Gaza. Trataré de responderles, desde mi casa, en la frontera con Gaza. Estoy frente a la computadora y me rodean mis libros: entre ellos, los libros de Horacio Ramos. Me rodean, también, algunos cuadros: retratos de la Segunda Guerra Mundial -la liberación de Buchenwald-, la Guerra Civil Española brigadistas hermanados en el No Pasarán-, la foto del Ché, la foto de un Cortázar que parece mirarme y pregunta, con esa "erre" tan suya, a ver, que le contás a a los amigos en Buenos Aires... A veces, cuando escribo, me gusta acompañar el momento con algún buen tango del maestro Pugliese. Pero ahora, no. Ahora debo estar atento a la sirena de alarma: cada media hora, a veces cada veinte minutos, se escucha un "Alerta Roja", la consigna que advierte el pronto impacto de un misil. Es la guerra, la Guerra Santa declarada pr la Yihad Islámica. No, no me refiero a estas últimas semanas.

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Vientos de guerra Por Moshé Rozén,

desde el Kibutz Nir-Itzjak, frontera con Rafah y Gaza,

Israel.

Desde Argentina, compañeros preguntan por mí, pregunta por

Gaza. Trataré de responderles, desde mi casa, en la frontera con

Gaza. Estoy frente a la computadora y me rodean mis libros:

entre ellos, los libros de Horacio Ramos. Me rodean, también,

algunos cuadros: retratos de la Segunda Guerra Mundial -la

liberación de Buchenwald-, la Guerra Civil Española –brigadistas

hermanados en el No Pasarán-, la foto del Ché, la foto de un

Cortázar que parece mirarme y pregunta, con esa "erre" tan

suya, a ver, que le contás a a los amigos en Buenos Aires...

A veces, cuando escribo, me gusta acompañar el momento con algún

buen tango del maestro Pugliese. Pero ahora, no. Ahora debo estar

atento a la sirena de alarma: cada media hora, a veces cada veinte minutos, se escucha un "Alerta Roja", la consigna que advierte el

pronto impacto de un misil.

Es la guerra, la Guerra Santa declarada pr la Yihad Islámica. No, no me refiero a estas últimas semanas.

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Hablo de una realidad que lleva ya 13 años. Muchos compañeros

creían que, luego de agosto del 2005, tras la Desconexión Territorial –

la retirada israelí de la Franja de Gaza- se terminaría la pesadilla del acoso bélico. Pero la escalada islamista sólo se incrementó.

En esos trece años, niños y mujeres, obreros y campesinos, ancianos y

discapacitados, fueron asesinados, heridos, mutilados por las bombas del Hamas. El imperio del terror –la República Islámica de Irán- y

luego Al Qaeda y más tarde los emires de Catar alimentaron con sus

millones la maquinaria letal en Gaza. La semana pasada, en Sufá –al lado de mi casa- se descubrió uno de

los centenares de tuneles diseñados por los jefes criminales de Hamas

para masacrar y secuestrar a nuestra gente. En todos estos años –lo digo con tristeza pero sin ánimo de polémica-

nunca recibimos una palabra de aliento, una señal de apoyo, un signo

de solidaridad de compañeros nuestros en otros partidos y otros países –militantes, como yo, en movimientos por la paz, la justicia

social y los derechos humanos-. En cambio, hoy, cuando las fotos de

las víctimas de Gaza inundan la prensa, ahora se alza el clamor de protesta. Tal vez esas fotos cuenten una verdad, pero omiten lo

principal: los ciudadanos de Gaza son utilizados por su gobierno

como "escudos humanos".

Un mundo que se conmociona por la destrucción de

instituciones de la ONU en Gaza, olvida, oculta o minimiza el

hecho que las escuelas y enfermerías, albergues y mezquitas,

son depósitos de armas y focos de disparo de cohetes contra

Israel. Hamas y sus socios del islam radical reclaman el cese del bloqueo, cuando el paso de materiales de construcción, desde Egipto e Israel,

fue utilizado –a costa del hambre, la miseria y la desocupación del

pueblo de Gaza- para construir centenares de tuneles, una red que arriba a todas las poblaciones de mi zona y otras regiones vecinas.

A pesar de la angustia y el dolor que nos produce la constante

agresión por parte del Hamas y la Yihad, no somos insensibles –nadie que se precie de humanista lo puede ser- frente a las imágenes

ensangrentadas provenientes de Gaza.

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Pero sí, podemos - debemos- preguntar donde se escucha el grito de

basta ya! frente a los centenares de miles de ciudadanos sirios

masacrados, desde hace tres años en Siria por Al Assad. Debemos preguntarnos porqué no hay manifestaciones contra el ejército

islamista que está invadiendo y destrozando a Irak. Debemos

preguntarnos cómo es posible que se condena exclusivamente la respuesta militar israelí, silenciando la tortura y la discriminación

genocida en Irán. Debemos preguntarnos cuando se escuchará un

clamor de repudio contra el gigantesco aparato de secuestro y

represión islamista en Africa, contra la esclavitud en Catar. Probablemente algún día se levante un clamor similar: me temo que

será demasiado tarde. Nir-Itzjak, agosto de 2014.