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TEMA 8 POBLACIÓN, ECONOMÍA Y MOVIMIENTO OBRERO EN EL SIGLO XIX 8.1.) Transformaciones económicas. Proceso de desamortización y cambios agrarios. Las peculiaridades de la incorporación de España a la revolución industrial. Modernización de las infraestructuras: El impacto del ferrocarril. Abordamos a continuación una serie de aspectos referentes a la evolución económica de la España del XIX. En líneas generales cabría apuntar que la economía española de la centuria dista bastante del contexto internacional más desarrollado. Prueba evidente de ello es que la revolución industrial española es ciertamente más modesta e incompleta que las experimentadas por países como Gran Bretaña (I Revolución Industrial 1750-1850) en un primer estadio y Japón, Estados Unidos y Alemania en segundo término (II Revolución Industrial 1870-1914). A) PROCESO DE DESAMORTIZACIÓN Y CAMBIOS AGRARIOS. A lo largo de todo el siglo XIX el país sigue siendo dependiente del sector primario y más concretamente de la agricultura. No será hasta el siglo XX cuando el peso de lo agrícola vaya disminuyendo en favor del secundario y posteriormente del terciario, si bien a comienzos de la nueva centuria todavía ocupa al 66 % de la población. Precisamente por este predominio de la agricultura los liberales del XIX intentaron acometer una reforma agraria que llevará aparejada medidas encaminadas a liberalizar el mercado de la tierra, para lo cual propusieron: *La supresión de los mayorazgos (1836): Inalienables hasta la fecha, pasan a convertirse en propiedades plenas y libres que podían ser objeto de venta, donación y hasta de embargo.

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TEMA 8

POBLACIÓN, ECONOMÍA Y MOVIMIENTO OBRERO EN EL SIGLO XIX

8.1.) Transformaciones económicas. Proceso de desamortización y cambios agrarios. Las peculiaridades de la incorporación de España a la revolución industrial. Modernización de las infraestructuras: El impacto del ferrocarril.

Abordamos a continuación una serie de aspectos referentes a la evolución económica de la España del XIX. En líneas generales cabría apuntar que la economía española de la centuria dista bastante del contexto internacional más desarrollado. Prueba evidente de ello es que la revolución industrial española es ciertamente más modesta e incompleta que las experimentadas por países como Gran Bretaña (I Revolución Industrial 1750-1850) en un primer estadio y Japón, Estados Unidos y Alemania en segundo término (II Revolución Industrial 1870-1914).

A) PROCESO DE DESAMORTIZACIÓN Y CAMBIOS AGRARIOS.

A lo largo de todo el siglo XIX el país sigue siendo dependiente del sector primario y más concretamente de la agricultura. No será hasta el siglo XX cuando el peso de lo agrícola vaya disminuyendo en favor del secundario y posteriormente del terciario, si bien a comienzos de la nueva centuria todavía ocupa al 66 % de la población. Precisamente por este predominio de la agricultura los liberales del XIX intentaron acometer una reforma agraria que llevará aparejada medidas encaminadas a liberalizar el mercado de la tierra, para lo cual propusieron:

*La supresión de los mayorazgos (1836): Inalienables hasta la fecha, pasan a convertirse en propiedades plenas y libres que podían ser objeto de venta, donación y hasta de embargo.

*La abolición del régimen señorial (1837): Se procede a la supresión de los derechos señoriales de carácter jurisdiccional, tales como la administración de justicia, y se transforman las tierras de los señoríos en propiedades plenas y libres de sus legítimos dueños.

*Las desamortizaciones: Consistentes en la expropiación por parte del Estado de tierras eclesiásticas y municipales para su posterior venta a particulares en pública subasta. Destacaron las practicadas por Mendizábal (1836/37) y Madoz (1855/56), ambas durante el transcurso de gobiernos progresistas. Por lo que se refiere a la de Mendizábal, esta afectó fundamentalmente a propiedades de la Iglesia con el triple objetivo de sanear la Hacienda pública, financiar la guerra civil que se estaba librando contra los carlistas y convertir a los nuevos propietarios en adeptos a la causa liberal. En cuanto a la de Madoz, se centró en las tierras eclesiásticas no vendidas todavía y principalmente en la propiedad municipal. En este

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caso, amén de proseguir paliando la deuda pública, su objetivo era financiar infraestructuras que dinamizaran la economía española y más específicamente la red de ferrocarriles.

El saldo final de estas medidas será positivo, pues la agricultura española aumenta la superficie cultivada, mejora sus medios técnicos, intensifica la producción y se especializa cada vez más en cultivos mediterráneos. Empero, las mejoras agrícolas no fueron tan significativas como para impulsar posteriormente una revolución industrial tal y como ocurriera en el caso británico. Concretamente las desamortizaciones no hicieron tambalearse la estructura latifundista de la propiedad agraria ni favorecieron la creación de una clase media en el ámbito rural.

Además, los capitales generados con la venta de propiedades no fueron destinados a la industria, sino que básicamente se reinvirtió en agricultura o contribuyó a disminuir la galopante deuda pública. Incluso cabría apuntar un importante perjuicio para los campesinos más pobres, que hasta la fecha se habían beneficiado del cultivo de las tierras de propiedad eclesiástica y comunal.

Entre sendas desamortizaciones cabría finalmente destacar el impulso de una notable reforma de la Hacienda conocida con los apellidos de sus promotores Mon-Santillán, quienes en 1845 pusieron en marcha una ley que pretendía superar la organización propia del Antiguo Régimen y promover una sistema fiscal moderno, simplificado, racional y marcado por la clara división de impuestos.

Cabría finalmente significar en este panorama económico presidido por la agricultura que en el último cuarto del siglo (1875-90), conoce una crisis marcada por la llegada de productos extranjeros más baratos que los nacionales, procedentes de EEUU, Canadá, Argentina y Australia, de la que se derivarán consecuencias tales como el aumento del proteccionismos aduanero sobre los productos españoles, el incremento de la emigración a las ciudades y a ultramar y una progresiva reconversión del sector que se extenderá hasta 1910. Ente los principales cambios promovidos destacamos la intensificación de la especialización, al reducción de costes, el incremento de la productividad y el interés creciente por generar excedentes para la exportación.

B) LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN ESPAÑA. EL FERROCARRIL.

Algunas de las características apuntadas en el apartado anterior impulsan a que una amplia nómina de autores concluyan que España carece de una revolución industrial propiamente dicha, aunque a lo largo del XIX percibamos el despegue de la industria textil catalana y de las siderurgias malagueña (1830-64), asturiana (ligada a la minería 1864-79) y vasca (finales del XIX).

En la textil destacó el sector del algodón, para cuyo desarrollo se apoyó en la protección arancelaria. Sin embargo, sus posibilidades de crecimiento fueron limitadas por su incapacidad para atraer al sector bancario, ya que predominaba la autofinanciación familiar, ya la industria de bienes de equipo para las fábricas textiles.

Por lo que se refiere a la siderurgia, esta se basaba en los recursos mineros españoles (hierro en Málaga, Vizcaya y Santander, cobre y pirita en Huelva, plomo en Cartagena, cinc en Asturias), los cuales apenas se exportaban hasta que la Ley de Minas de 1868 favoreció un cambio de tendencia. Así, en 1900, los minerales constituían un tercio de las exportaciones españolas.

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Este sector industrial se irá progresivamente diversificando hacia ramas como la industria química, la papelera, astilleros, de la construcción y la automovilística. Asistiremos también a la transición energética del carbón a la electricidad y ya a comienzos del XX dará sus primeros pasos el petróleo. Finalmente para apoyar y difundir este auge, será imprescindible la generalización de un nuevo medio de transporte, el ferrocarril.

Ya en 1844 una Real Orden sobre Creación de Ferrocarriles, permitió la construcción de las primeras líneas ferroviarias: Barcelona-Mataró y Madrid-Aranjuez. Sin embargó será la Ley General de Ferrocarriles (1855) la que permita despegar al sector contemplando una amplia nómina de privilegios para aquellos que dinamizaran el sector ferroviario. Pese a todo la construcción de la red ferroviaria se tacha de tardía, acelerada e irracional, amén de no beneficiar siempre a la industria nacional, ya que buena parte del capital, tecnología e iniciativa empresarial provino del vecino francés.

C) OTROS RASGOS DEL CAMBIO ECONÓMICO: COMERCIO EXTERIOR Y SISTEMA FINANCIERO.

Los cambios acontecidos en el plano agrícola e industrial a los que nos hemos referido, llevan aparejados una serie de transformaciones que afectan a los intercambios internacionales y al sistema financiero.

Por lo que se refiere al comercio exterior, España se especializó en exportar materias primas y productos semielaborados. Esta dinámica, inscrita en un marco esencialmente proteccionista, derivó en un déficit comercial crónico que tuvo que financiarse con las remesas de dinero enviadas por los emigrantes, las importaciones de capital y los préstamos suscritos en el extranjero por el Estado.

En cuanto al sistema financiero, era preciso consolidar una dinámica de estabilidad que respaldara el desarrollo industrial. Sin embargo, el Estado se obsesionó con incrementar las arcas públicas y ejerció un fuerte dirigismo sobre el sector estatal. De hecho, la banca privada está ligada a la expansión de la red ferroviaria, en torno a la cual nacen entidades como el Banco de Barcelona, el Banco de Santander y el Banco de Bilbao. Por lo que respecta a la banca estatal, esta tuvo un referente en el Banco de San Fernando (1829), convertido en 1856 en Banco de España.

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8.2.) Transformaciones sociales. Crecimiento demográfico. De la sociedad estamental a la sociedad de clases. Génesis y desarrollo del movimiento obrero en España.

Abordamos a continuación una serie de aspectos referentes a la evolución social de la España del XIX, dentro de la cual haremos mención especial al arranque del movimiento obrero. Muy ligada a los cambios políticos y económicos, a lo largo de la centuria iremos observando el paso de una sociedad estamental, propia del Antiguo Régimen, a una sociedad de clases en el que la división dejará de venir marcada por el nacimiento y pasará a estar determinado por el nivel de renta (clases altas, medias y bajas) o bien por el papel en el proceso productivo (burguesía industrial, clase obrera).

A) EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA.

España asiste a un todavía lento crecimiento poblacional en el que la pervivencia del modelo demográfico antiguo sigue estando muy presente, esto es, alta mortalidad (la catastrófica e infantil son todavía elevadas) y alta natalidad, con localizaciones mayoritariamente urbanas y con masiva incidencia del analfabetismo. De hecho, el abandono de esta dinámica y la transición hacia un modelo demográfico más moderno no comienza hasta principios del XX, momento en el que iniciará su descenso la mortalidad y se mantendrá la elevada natalidad. Precisamente a raíz de este progresivo descenso de los índices de mortalidad (sobre todo de la infantil) la población española pasará de los algo más de 11 millones de habitantes en 1800 a superar los 18 millones en 1900. Cabría significar también el progresivo aumento de los movimientos migratorios, tanto nacionales del campo a la ciudad en busca de las áreas más atractivas laboralmente hablando (Cataluña y País Vasco), como internacionales hacia lugares de ultramar a los que fundamentalmente emigra población gallega buscando sobreponerse a la crisis agraria de fin de siglo.

B) DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL A LA SOCIEDAD DE CLASES.

En líneas generales se percibe un progresivo ascenso de la burguesía, un incremento de las clases medias y una mayor diversificación de la sociedad. En definitiva, la sociedad es cada vez menos bipolarizada y se va sustituyendo el carácter estamental (característico del Antiguo Régimen) por un modelo más meritocrático (propio del liberalismo y de las sociedades democráticas en general) en el que encontramos diferentes grupos y rasgos:

*La nobleza: verá recortados sus privilegios feudales y perderá posiciones en gran medida por no involucrarse en el crecimiento económico del país. Especialmente perjudicada será la baja y media nobleza, mientras que la alta nobleza conservará sus títulos y en muchos casos sabrá adaptarse a las nuevas circunstancias.

*El clero: a pesar de la palpable reducción del regular, sigue ocupando una notable posición y es el principal controlador de las instituciones de enseñanza.

*El ejército: continúa estando muy presente en la vida política del país, constituyendo buena prueba de ello nombres como Riego, Espartero o Prim, entre otros.

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*La burguesía: asciende en el escalafón al verse muy vinculada al crecimiento económico del país. Destacará la industrial y la comercial, cuyas figuras más poderosas suelen residir en Madrid y en no pocas ocasiones adoptarán las formas de vida típicamente nobiliarias.

*Las clases medias: también experimentan un notable ascenso, incluyendo en el seno de este grupo fundamentalmente al funcionariado y a las profesiones liberales.

*Los trabajadores agrícolas: constituyen el grupo social más numeroso y heterogéneo del país, puesto que distinguimos diferentes condiciones en función de su relación con la tierra. Encontraremos así propietarios, aparceros, arrendatarios y fundamentalmente jornaleros empleados en los latifundios tanto de la mitad meridional como de Andalucía occidental. En líneas generales los procesos desamortizadores no solo no facilitaron su acceso a la propiedad de la tierra, sino que les privaron del cultivo de parcelas de propiedad eclesiástica y/o comunal, lo cual explica su oposición al régimen liberal y su sintonía con el carlismo.

*Los trabajadores urbanos: aumentarán a pesar de la escasa e irregular industrialización española, pudiendo reconocer entre los mismos básicamente a trabajadores de arraigada cultura gremial (zapateros, sastres...), empleados del servicio doméstico (fundamentalmente mujeres) y trabajadores relacionados con el comercio (dependientes, repartidores, transportistas). A estos se irán sumando a lo largo del XIX obreros fabriles (localizados sobre todo en Cataluña y País Vasco), ferroviarios e inmigrantes poco cualificados procedentes del campo. Antiguos y nuevos trabajadores compartirán problemas tales como la inseguridad laboral, la inexistencia de cobertura sanitaria, la ausencia de seguros que cubran estadios de enfermedad y/o vejez, las extensas jornadas laborales (por encima de 10 horas) y la difícil adaptación a la maquinización. Si a esta situación estrictamente laboral añadimos que su vida privada era prácticamente inexistente y que sus viviendas solían carecer de unas mínimas condiciones higiénico-sanitarias, se comprende el frecuente recurso al alcoholismo como vía de escape a este padecimiento.

C) EL ARRANQUE DEL MOVIMIENTO OBRERO ESPAÑOL.

La citada industrialización, por precaria que fuera, y la aparición de un nuevo grupo como los trabajadores fabriles, nos conducen necesariamente al arranque y progresiva organización del movimiento obrero español. Hasta el siglo XIX los trabajadores urbanos eran escasos y estaban poco coordinados, pudiendo hablar de formas de protesta bastante arcaicas como el bandolerismo rural y los motines contra determinados impuestos, la subida de precios y/o el reclutamiento de quintas. Progresivamente estas fórmulas van adquiriendo un tinte más político y el movimiento obrero comienza a adquirir conciencia de clase y a mejorar su organización a través de 3 grandes estadios:

-En las décadas anteriores al Sexenio Democrático: destacan algunas protestas ludistas como la de Bonaplata (años ´30), la aparición de las sociedades de socorros mutuos, precedentes de los sindicatos (años ´40), y la organización de las primeras huelgas organizadas (años ´50).

-Durante el Sexenio (1868-74): constatamos ya el decidido intento por mejorar las condiciones de vida-trabajo y en algunos casos de fomentar la revolución política y el cambio social. Para ello se optará tanto por la acción directa, más propia de anarquistas, como por la acción política, más característica de los marxistas. El mayor carácter rural del país será clave para el notable calado de un anarquismo que a España llega de la mano de Fanelli y que dará líderes estrictamente nacionales como el tipógrafo Anselmo Lorenzo. Asimismo, destaca la

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aparición de grupos como la Federación Regional Española (FRE), sección española de la AIT indiferente al juego político que calará especialmente entre los obreros industriales levantinos y los jornaleros andaluces.

-Después del Sexenio: se prohíbe la FRE, si bien surgen otras organizaciones como la Federación de Trabajadores de la Región Española y grupos que recurren a acciones violentas como Mano Negra. No obstante, los acontecimientos más notorios en materia de movimiento obrero en el último cuarto del XIX serán sin duda las fundaciones del Partido Socialista Obrero Español (1879) a cargo de Pablo Iglesias y de su sindicato afín, la Unión General de Trabajadores (1888). El PSOE contó con su propio periódico, El Socialista y aunque participó en la creación de la II Internacional, inicialmente tuvo poca aceptación por parte de la opinión pública y se limitará a la organización de las manifestaciones del 1º de mayo a partir de 1890. Por lo que se refiere a la UGT, esta estuvo subordinada al PSOE, con el que compartió dirigentes como el propio Pablo Iglesias. Con sede en Madrid, estuvo liderada en sus comienzos por las sociedades de oficio madrileñas en torno a la Casa del Pueblo y las sociedades obreras de metalúrgicos vizcaínos y mineros asturianos.

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8.3.) Transformaciones culturales. Cambio en las mentalidades. La educación y la prensa.

Analizamos seguidamente al conjunto de transformaciones culturales que tuvieron lugar especialmente durante la primera fase de la Restauración (1875-1902), prestando un interés particular por el cambio de mentalidades y las novedades acaecidas tanto en el ámbito educativo como en el de la prensa. En líneas generales, los liberales del XIX heredan la concepción cultural de los ilustrados del XVIII, asentada sobre el principio de que el Estado debe debía hacer llegar la cultura al mayor número de ciudadanos posibles (cultura nacional). No obstante, para la feliz consecución de este fin contaba con una serie de obstáculos tales como el altísimo porcentaje de analfabetismo (a principios del XIX por encima del 90 % y especialmente acentuado en áreas rurales, clases populares y mujeres), y la competencia que supone al Estado el monopolio educativo ejercido por la Iglesia en su intento por asentar una Educación pública, universal, gratuita, libre y en castellano.

1. LAS MENTALIDADES.

Pese a que en la Restauración se consolida el modelo liberal, las clases dominantes de la época, especialmente rancias, oligárquicas y conservadoras, dejarán su impronta en el terreno de las mentalidades, que en determinados aspectos parecían no superar algunos de los viejos valores del Antiguo Régimen. Entre estos cabría significar: la dignificación social relacionada con la propiedad de la tierra; la aspiración al ennoblecimiento de la nueva clase dominante, la alta burguesía; o la ostentación pública de riqueza.

Frente a estos principios, los sectores más desfavorecidos, sintonizarán con un incipiente movimiento obrero que venía a cuestionar los vicios de la Restauración y, en los casos más radicales, a reclamar que el legítimo dueño de los medios de producción tenía que ser el proletariado.

Entre ambos podríamos ubicar el regeneracionismo, una corriente política e intelectual que cala especialmente en las postrimerías del siglo XIX a partir de la denuncia de los vicios del sistema de la Restauración, al que tacha de viciado, enfermo, caciquil y oligarca. Sus seguidores más fervientes se localizan entre las clases medias y la pequeña y mediana burguesía. Sus propuestas para el cambio fueron múltiples, pudiendo incluso hablarse de un regeneracionismo crítico dentro del propio gobierno, incluso en seno de los conservadores, como demuestran algunas de las propuestas de Silvela y Maura. No obstante, este regeneracionismo desde dentro del sistema, si bien se mostrará contrario a algunos vicios del mismo, se opondrá a que este se tambaleara por completo. Más radical será el regeneracionismo que se ubique al margen del sistema para criticar sus males y promover alternativas al mismo. Figuras como Joaquín Cosa, Santiago Alba o Basilio Paraíso se encuentran entre sus principales representantes. De hecho, la obra de Costa Oligarquía y Caciquismo resume por excelencia el ideario regeneracionista y propone en el terreno social medidas resumibles en el lema “Despensa y Escuela”.

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2. LA SOCIALIZACIÓN DEL SABER. LA EDUCACIÓN.

La pretensión estatal por hacer llegar la cultura a todos los ciudadanos arranca ya en el reinado de Isabel II con la promulgación de la Ley de Instrucción Pública (conocida como la Ley Moyano en alusión al ministro de Fomento que la implanta en 1857). Esta dividía la enseñanza en 3 niveles: primaria, secundaria o media y superior o universitaria, dentro de los cuales podemos aludir a una serie de rasgos característicos:

-Por lo que se refiere a la educación primaria percibimos un escaso interés estatal que fue paliado por instituciones privadas como los círculos demócratas, las escuelas obreras, las instituciones religiosas y la enseñanza doméstica. Un problema latente fue el paupérrimo salario que recibían los maestros, hecho que dio lugar a que se acuñaran expresiones tan representativas como “Pasas más hambre que un maestro de escuela”. Este primer estadio educativo consiguió que disminuyera la tasa de analfabetismo, si bien en 1900 todavía más del 50 % de la población adulta no sabía ni leer ni escribir.

-En lo concerniente a la educación secundaria sorprende la escasa implantación de la misma a principios del siglo XX. De hecho para 1900 contabilizamos únicamente un instituto público de enseñanza secundaria en cada capital de provincia, a lo sumo dos en ciudades tan importantes como Madrid. Ante esta insuficiencia de centros públicos, la enseñanza privada copará el sector, pudiendo apuntar que para 1900 en torno a dos tercios de los bachilleres cursaba sus estudios en instituciones privadas. Para el caso concreto de las mujeres el acceso a esta etapa era todavía más complicado que a la primaria, incluso hasta 1883 estuvo vetado su acceso al Bachillerato de manera oficial.

-Finalmente, en lo tocante a la educación universitaria constatamos que aunque estuvo fundamentalmente controlado por el Estado, en la práctica se reservó a las élites y entre estas a los varones, pues la presencia de la mujer en estudios superiores fue tan testimonial en la época que mujeres como Concepción Arenal llegaron a disfrazarse de hombres para asistir a clases universitarias. En torno a 1900 ciframos en unos 15.000 los alumnos universitarios, todos ellos dentro de un sistema uniforme y centralista en el que la Universidad Central de Madrid era la única que impartía todas las licenciaturas y la que tenía en exclusividad la concesión del grado de doctor. Por estas fechas el Rey era el encargado de nombrar a los rectores universitarios y a los decanos de facultades en las que los títulos más solicitados eran Derecho, Medicina, Farmacia, Ciencias, Filosofía y Letras, las Escuelas Politécnicas y Bellas Artes. Los profesores encargados de su impartición no disfrutaban de libertad de cátedra y buena prueba de ello es que algunos como Castelar, Salmerón, Montero Ríos y Azcárate fueron apartados por no comulgar con las enseñanzas oficiales.

Ante esta ausencia de libertades los catedráticos más liberales y partidarios de la doctrina krausista, abogarán por un sistema educativo más laico y liberal que contribuyera a la regeneración del país. La propuesta más novedosa en esta línea fue la inauguración de la Institución Libre de Enseñanza a cargo de Francisco Giner de los Ríos, que frente a los principios de la educación tradicional, memorísticos y librescos, propugnaba una educación activa, integral y tolerante en la que se incorporan nuevas materias y actividades: educación física, canto, salidas extraescolares a puntos de interés. Con planteamientos pedagógicos similares a la Institución Libre de Enseñanza sobresalen en Granada las Escuelas del Ave María (1888) por iniciativa del padre Manjón, de carácter religioso y orientadas a la comunidad gitana y en Barcelona la Escuela Moderna (1901) fundada por Ferrer Guardia, vinculada al movimiento obrero.

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A tenor de lo expuesto queda patente que el sistema educativo era dual: en parte estatal (el Estado ejercía el monopolio de la enseñanza universitaria) y en parte privado (la Iglesia fundamentalmente lideraba la primaria y sobre todo la secundaria). Para su difusión chocó con limitaciones presupuestarias y sobre todo con un mal reparto de los recursos. Resulta paradójico en este sentido que el Estado apenas invirtiera en escuelas y sí en universidades, centros estos últimos a los que solo accedía una minoría. A fin de paliar estas deficiencias la administración estatal creó en 1900 el Ministerio de Instrucción Pública, convirtió en funcionarios a los maestros y procedió a la creación de escuelas de artes y oficios. También se tomó conciencia de la necesidad de promover una mayor modernización científica y en esta línea surgirá la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, presidida por Santiago Ramón y Cajal.

3. OTROS CANALES DE DIFUSIÓN CULTURAL. LA PRENSA.

En el siguiente apartado abordamos otros medios de difusión cultural al margen de los centros educativos, localizados fundamentalmente en Madrid, y entre los que podemos destacar:

- Medios oficiales o estatales: tales como academias promotoras del arte y la ciencia. También se abre la cultura al público haciendo accesible el patrimonio histórico-artístico. En esta línea fueron inaugurados el Museo del Prado (1819) y el Museo Arqueológico (1867).

-Medios privados : centros para el debate intelectual como el Ateneo de Madrid (1820).

- Prensa : despega sobre todo a raíz de la libertad de imprenta, la progresiva disminución del analfabetismo y la divulgación que facilitaron el auge del ferrocarril y el correo. Aparecieron así periódicos de todas las tendencias: La Correspondencia de España 1859 (liberal moderado); El Imparcial 1867, El Liberal 1879 (liberales democráticos); La Época 1849 (conservador, en sintonía con las clases medias acomodadas y la aristocracia); La Vanguardia 1881 (altas clases catalanas), que rivaliza con el Diario de Barcelona 1792. La prensa no solo difundía la información diaria, sino que servía como medio de publicación de obras de escritores e intelectuales como Ortega y Gasset.

- Sociedades de hablar : tertulias más o menos formales reunidas en sociedades patrióticas, liceos y cafés literarios (ej: El Parnasillo, en Madrid).

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4. GRANDES MOVIMIENTOS GENERACIONALES DE LA ÉPOCA.

Aunque el epígrafe que tenemos entre manos analiza fundamentalmente el último cuarto del XIX nos referiremos a una serie de manifestaciones culturales agrupables en generaciones que observamos a lo largo de toda la centuria, ya sea por su relevancia o por su influencia posterior:

- La generación romántica: vivió las Cortes de Cádiz y el posterior exilio, experimentando su apogeo en las décadas del ´30 y ´40. En el terreno literario encontraremos una poesía exaltada, relatos costumbristas, novela histórica y teatro neomedieval imitando al insigne Lope de Vega. Estableciendo una escueta nómina de géneros, autores y obras podríamos destacar la poesía de Espronceda El estudiante de Salamanca y Bécquer Rimas; la prosa del propio Bécquer Leyendas, de Mesonero Romanos Escenas matritenses y de Larra Artículos; y el teatro del Duque de Rivas Don Álvaro o la fuerza del sino y de Zorrilla Don Juan Tenorio. En el apartado artístico sobresalen los temas históricos y los retratos burgueses, destacando autores como Madrazo Muerte de Viriato.

- La generación posromántica o realista : está compuesta por autores que viven la revolución ´68, el Sexenio Democrático y los primeros años de la Restauración. Desencantados con el romanticismo y la revolución, reciben influencias krausistas, darwinistas, positivistas y naturalistas. En el campo de la literatura encontramos poesías poco líricas, novelas realistas, y teatro conservador, brillando con especial intensidad en la poesía Campoamor Humoradas; en la prosa Galdós Fortunata y Jacinta y Clarín La Regenta; y en teatro Echegaray O locura o santidad. Dentro del arte localizamos una actitud cientificista y prosaica en la que lucen especialmente una arquitectura ecléctica y la pintura realista. Concretamente en este último género llaman la atención figuras como Casas Garrote vil, Sorolla La playa de Valencia y Fortuny La batalla de Tetuán. Por lo que se refiere al ámbito musical asistimos al auge de la zarzuela de la mano de Barbieri y a los comienzos del nacionalismo musical.

- La generación del ´98: será la vertiente intelectual y literaria del regeneracionismo que se articula tras la pérdida de las últimas colonias. Sus integrantes expresaron un marcado pesimismo existencial y reflexionarán sobre la decadencia de España. Su evolución ideológica fue muy diversa, ya que osciló desde el socialismo y el anarquismo hasta el conservadurismo tradicional y el fascismo. Entres sus principales representantes y obras no podemos dejar de citar a: Ángel Ganivet Idearium español, Miguel de Unamuno Del sentimiento trágico de la vida, Maeztu Hacia otra España, Azorín Ruta de Don Quijote, Baroja La lucha por la vida y Antonio Machado Campos de Castilla, entre otros.

FOTOGRAFÍAS

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1_ DESAMORTIZACIONES

MENDIZABAL

MADOZ2_ REVOLUCIÓN DE LOS FERROCARRILES

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3_ BANCO DE SAN FERNANDO

4_ EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA DEL XIX

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5_ PSOE / PABLO IGLESIAS

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6_ GENERACIÓN DEL 98